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Romanos 12

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Romanos 12:2

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de


vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de
Dios, agradable y perfecta.

Intro: El mundo y su sistema seducen nuestras vidas. Busca atraer nuestra


atención y permanecer cerca, visible y atractivo para nosotros. El mundo trata
de nublar nuestra visión del cielo. Lo que vemos en el mundo atrapa nuestra
atención. No podemos desconocer que en cierto sentido el mundo nos agrada la
mayor parte del tiempo y, por desgracia, a menudo vivimos nuestras vidas
para agradarle. El mundo quiere que seamos socios con él. Se nos insta a
participar en la plenitud del mismo. Se ejerce presión sobre nosotros con la
presión de grupo que nos rodea. Pero Dios nos insta a no conformarnos a este
mundo.

Desarrollo: “Conformarse” a este mundo es estar de acuerdo con las formas o


estructuras que rigen este mundo. Significa hacer lo popular. Sin embargo el
conflicto es el siguiente: lo que es popular entre la gente no siempre es popular
con Dios. Agradar a Dios no siempre es agradar a la gente. A veces tenemos que
elegir a quién vamos a complacer. Esta es una lucha diaria en la vida
cristiana. En cada generación, en todas las culturas, hay un espíritu que
prevalece. El espíritu de la época contemporánea en la que vivimos que es de
secularismo (El secularismo es el principio de tratar de dirigir los asuntos
humanos basándose en principios y consideraciones derivados únicamente del
mundo material, sin recurrir a Dios). El énfasis está en este mundo, en este
momento. Se presta poca atención a las cosas que están por encima y más allá
de este mundo. La eternidad es raramente considerada, salvo por breves
momentos como cuando vamos a la tumba. Lo que cuenta es el aquí y ahora.
Vivir por el momento, para el gusto del presente, es el objetivo en este día y
época.

El espíritu de este mundo tiene sus propias tendencias y énfasis, pero en su


esencia, no es nueva. Cada generación tiene su propia forma de secularismo.
Somos criaturas terrestres. Nuestra atención está en este mundo.
Lo mismo ocurrió en los días de Jesús. En repetidas ocasiones llamó a sus
discípulos a mirar más allá del presente. Levantó la mirada hacia lo eterno:
“haceos tesoros en el cielo,” dijo (Mateo 6:20 ). Él los llamó a pesar las
cuestiones en la balanza de la eternidad: “¿Qué aprovechará al hombre si
ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26).

¿El mundo, o el alma? ¿Agradar al mundo o agradar a Dios? Este es el problema


para todas las generaciones.
Ser conformado a este mundo, es arriesgarse a la pérdida del alma eterna de
uno. Para el cristiano, resistir la seducción de este mundo, es arriesgarse a ir
contra la corriente. Debe estar dispuesto a arriesgar la pérdida de la aprobación
humana para ganar la aprobación de Dios.

Jesús dijo: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y os persigan, y digan


toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Gozaos y alegraos, porque
vuestro galardón es grande en los cielos” (Mateo 5:11-12).

Ahora bien las palabras claves en esta bienaventuranza son “por causa de mí.”
La inconformidad a la que somos llamados no es simplemente la inconformidad
por el bien de la no conformidad. Por ejemplo alguien puede no conformase a
este mundo no matando físicamente a nadie, pero podemos matar a una
persona en su dignidad y desprestigiarla en su valor como persona como lo
hacían los Fariseos. Dios nos dice que la auténtica inconformidad se basa en la
transformación. El apóstol Pablo añade un mandato positivo a la prohibición
negativa. Él dijo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos mediante la
renovación de vuestra mente” (Romanos 12:2).

Específicamente, lo que el apóstol Pablo nos dice en Romanos 12:2 es


que debemos cambiar nuestra forma de pensar, renovar nuestras mentes para
que podamos comenzar a comprender la voluntad que Dios tiene para nuestras
vidas. En este sentido los cristianos tenemos los mismos dilemas al igual que
los no cristianos respecto de lo que nos depara el día a día. Pensamos y nos
hacemos preguntas tales como ¿qué hay con el mañana? Nos sentimos ansiosos
por el futuro inmediato, tal como les ocurre a los incrédulos. Desconocemos los
pormenores de nuestro futuro personal. Al igual que los niños, preguntamos:
“¿Seré feliz? ¿Qué me sucederá?”. Nosotros los cristianos sentimos la misma
curiosidad, pero planteamos la pregunta de otra manera : “¿Cuál es la voluntad
de Dios para mi vida?”

Tipos de voluntades

 La voluntad decretiva de Dios: Dios decreta que las cosas sucedan según
su suprema soberanía.
 La voluntad preceptiva de Dios: Las que se encuentra en su ley, los
preceptos, estatutos y mandamientos que el entrega a su pueblo.
 Voluntad revelada: Las escrituras, que hablan sobre él y que son dignas
de confianza.

Algo que tenemos que entender es que debemos caminar por fe y no por vista
según el Apóstol Pablo en (2 de corintos 5:7). Es decir nuestra perspectiva
debe encontrarse en las cosas que no se ven, las cuales son eternas (2° corintos
4:18). En otras palabras, el apóstol y sus compañeros vivían no por lo que se ve
mediante sus ojos, sino a través de la fe recibida de Dios y fortalecida por las
verdades de las Escrituras. A esa fe estaba atada la esperanza que los sostenía.

Los cristianos debemos vivir por fe gracias a la obra de Cristo y del Espíritu en
nosotros (Ef 2:8), y por lo tanto tenemos una esperanza futura garantizada.

En otras palabras vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos. Hay un
efecto beneficioso en nosotros los que vivimos por fe, ya que con ese enfoque
evalúamos al mundo, lidiamos con nuestro pecado y respondemos a las
contrariedades propias de la vida.

Con los ojos de la fe puestos en las escrituras, vemos la vida con esperanza y
recuperamos el vigor para seguir adelante con la tarea que el Señor nos ha
delegado.

Pablo señala que esta manera de vivir por fe en las promesas futuras del
evangelio trae como resultado el valor para afrontar las circunstancias difíciles
que nos toca vivir. La perseverancia del cristiano es producto de vivir con un
enfoque en lo eterno. Un creyente puede resistir las pruebas cuando mantiene
su confianza en las promesas bíblicas.
Algunas promesas

 Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está
en su Hijo. (1 Juan 5:11).

 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los


perdonará y nos limpiará de toda maldad.
(1 Juan 1:9).

 Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré


descanso.
(Mateo 11:28).

 Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la


corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman.
(Santiago 1:12)

 Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo
afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
(Juan 16:33)

 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me


diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es
la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree
en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
(Juan:39-51)

Cierre: Nos corresponde decidir a cada momento, en dependencia del


Espíritu y la revelación que Dios quiera darnos a través de la escrituras, la
manera en que veremos nuestras adversidades, pecados y luchas en la vida.
Cuando lo hagamos por fe, no por vista, viviremos conforme a la visión de
Dios. Por tanto, gozaremos de esperanza en nuestro Dios y honraremos el
propósito por el que nos concedió la fe.

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