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Etnografía, Etnolingüística y Dialectología

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8 Capítulo 1

(cuantitativa) y de sociolingüística no cuantitativa. Es difícil trazar límites


claros entre estas disciplinas, pues tanto sus métodos como sus objetivos
coinciden a veces. El problema de la delimitación es, en todo caso, relativa-
mente trivial.

1.2.2 Etnografía y etnolingüística


Dentro del rótulo amplio de sociolingüística se incluyen a menudo también
estudios de etnografía de la comunicación y de etnolingüística. Estas dos
disciplinas comparten una metodología que da importancia fundamental a la
explicación del conocimiento que los individuos tienen de su propia cultura
(no olvidemos que la lengua es quizá la manifestación cultural más impor-
tante de un grupo social) y de las presuposiciones que determinan o moldean
la forma en que estos individuos interpretan sus experiencias.
La etnolingüística (del griego ethnos, que signi�ca ‘pueblo’) examina la
función que desempeña la lengua en la construcción de los modelos cultura-
les que constituyen la visión del mundo propia de un pueblo. Edward Sapir
(1884–1939) y Benjamin Whorf (1897–1941), considerados las �guras más
importantes en el desarrollo de la etnolingüística, propusieron lo que se
conoce como la “teoría Sapir-Whorf” (o teoría de la relatividad lingüística),
según la cual el léxico (o vocabulario) y la gramática de una lengua in uyen
sobre la manera en que los individuos perciben el mundo. Así pues, si vemos
o percibimos el mundo que nos rodea “a través del cristal de nuestra lengua”,
entonces diferentes lenguas deberían resultar en diferentes visiones del
mismo objeto.
Los etnolingüistas conceden importancia central a los estudios del léxico,
pues son las palabras las que conllevan signi�cados culturales. Así pues, la
forma en que las palabras codi�can y transmiten signi�cados y valores cultu-
rales, emocionales y simbólicos y la posible in uencia del léxico sobre nuestra
percepción del mundo se examinan a través de estudios de la relación entre
lengua y pensamiento (e.g., Bylund y Athanasopoulos 2014; Kurinski y Sera
2011), del léxico disponible (e.g., Alba 1995; López Morales 1998; Samper
Padilla 2006) y del grado de especialización léxica en diferentes áreas del
quehacer humano (e.g., Valencia 2010 y estudios citados en la página web del
proyecto panhispánico de disponibilidad léxica: dispolex.com).
Los términos etnometodología y etnografía de la comunicación se re�eren
a los sistemas y métodos con los cuales se pueden estudiar las propiedades de
las acciones prácticas organizadas de la vida diaria. Una de estas prácticas
organizadas de la vida diaria es la conversación: el uso de la lengua en una
situación de comunicación social, un punto de contacto con la sociología de
la lengua. Es aquí donde la etnografía ha hecho aportes de importancia, en el
Lengua, variación y dialectos 9

estudio de las reglas que regulan la interacción lingüística. Una de las cues-
tiones centrales ha sido la investigación de cómo procede una conversación,
en base a qué presuposiciones y cómo interpretan los participantes lo dicho
por su interlocutor o sus interlocutores. “Lo que se dice” es diferente de “lo
que se está hablando”; es decir, las mismas palabras se pueden interpretar de
maneras diferentes, pueden tener signi�cados diferentes según lo que los
participantes tengan en mente, según sus creencias, intenciones y presuncio-
nes, que crean un marco de referencia especí�co para la interpretación de los
enunciados.
“Lo que se dice” es siempre una versión parcial e incompleta de “lo que se
está hablando”. Para poder descubrir el signi�cado real de “lo que se dice”,
el etnógrafo incorpora a su análisis un estudio de las acciones que acompañan
al habla, la conducta total de los participantes y su conocimiento del tras-
fondo sociocultural compartido por estos. Así, el investigador pretende des-
cubrir cómo la estructura de la conversación re eja el conocimiento social de
los participantes. ¿Qué tipo de conocimiento social implícito nos permite
comprender el intercambio lingüístico? Se ha propuesto que este conoci-
miento se usa, por lo menos, de tres maneras: (a) para reconocer el discurso
como un caso de narración, amenaza, dirección, conversación informal, o
argumentación; (b) para lograr un efecto social, como por ejemplo una res-
puesta del interlocutor o una acción por parte del interlocutor, o para saber
cuándo tomar la palabra; (c) para comunicar un estado emocional, como por
ejemplo temor, sorpresa, crítica, buen humor, etc.
La etnografía de la comunicación se diferencia de la sociolingüística en
cuanto a que centra su interés en el descubrimiento de las normas sociales
que son parte del acto de comunicación y que rigen nuestra percepción total
de los hechos, mientras que la sociolingüística, como la hemos de�nido aquí,
se concentra en el estudio de las normas lingüísticas que son parte del acto de
comunicación y que responden a la percepción que los hablantes tienen del
hecho total en que se realiza la comunicación. Veamos, por ejemplo, cómo se
puede enfocar el estudio de una secuencia descriptiva como en 6:

6. Pepe quebró la taza. La mamá lo regañó.

El etnógrafo podría observar que nuestro conocimiento de las normas y


relaciones sociales nos permite interpretar que “la mamá” es la mamá de
Pepe (a pesar de la ausencia del posesivo su) ya que es apropiado suponer que
la acción de regañar a una persona que ha quebrado una taza es propia de la
madre de esa persona. Las normas sociales también nos permiten interpretar
que las dos acciones, quebrar y regañar, ocurrieron en una secuencia orde-
10 Capítulo 1

nada: la acción de quebrar precedió a la de regañar. El sociolingüista intere-


sado en el mismo enunciado descriptivo, por otra parte, podría notar que la
interpretación de las dos acciones como ordenadas secuencialmente en el
tiempo real se deriva del uso del Pretérito Inde�nido para codi�car las accio-
nes, pues la interpretación sería diferente si la segunda acción se hubiera
codi�cado en el Pretérito Imperfecto Progresivo:

7. Pepe quebró la taza. La mamá lo estaba regañando.

En este caso, nuestro conocimiento de las normas lingüísticas, o competen-


cia lingüística, nos permite interpretar que la acción de quebrar ocurrió durante
la realización de la acción de regañar y que no fue motivadora de esta.
El enfoque etnográ�co se caracteriza por su insistencia en que el habla
tiene una forma que va más allá de la gramática; los miembros de una comu-
nidad comparten tanto normas lingüísticas como normas sociales que regulan
las diferentes formas de hablar. El etnógrafo busca descubrir el signi�cado de
una interacción lingüística a través de las percepciones de la situación comu-
nicativa que le ofrecen los mismos hablantes, e interpreta la información a
través del conocimiento que adquiere al participar en y observar directamente
la comunidad en estudio. Los aspectos más importantes que constituyen la
situación comunicativa son el entorno físico, los participantes en la interac-
ción, los temas/tópicos y los propósitos de la interacción.
La sociolingüística, la etnografía y la etnolingüística comparten un postu-
lado básico que establece que todo análisis debe comenzar con los detalles
del habla. Comparten, además, la preocupación por estudiar las acciones y/o
el pensamiento humano como entidades concretas y situadas, pero que sin
embargo trascienden la situación.
En el Cuadro 1.1 resumimos los objetivos más sobresalientes de las disci-
plinas brevemente de�nidas en esta sección. Debemos recalcar una vez más,
sin embargo, que las diferencias entre ellas no son tan categóricas como el
cuadro pareciera indicar.

1.3 Lengua, dialecto y dialectología


Sociolingüística y dialectología se han considerado hasta cierto punto sinóni-
mas en cuanto a que ambas disciplinas estudian la lengua hablada y estable-
cen las relaciones que se dan entre ciertos rasgos lingüísticos y ciertos grupos
de individuos. Así como la sociolingüística, la dialectología ha reconocido
desde siempre la existencia de la heterogeneidad lingüística. Este reconoci-
miento se re eja en la existencia de conceptos tales como los de diasistema,
Lengua, variación y dialectos 11

Cuadro 1.1 Sociolingüística, sociología de la lengua y etnografía de la


comunicación: Semejanzas y diferencias
Semejanzas Diferencias
• Principio teórico común: • Sociolingüística: Tiene como objetivo el
Las lenguas se organizan estudio de fenómenos lingüísticos en su
primariamente para cumplir entorno social. Contribuye al avance de la
una función comunicativa y lingüística descriptiva. Preguntas centrales:
social. ¿Qué motiva la elección de una forma de
• Objetivo común: decir algo entre varias alternativas
Estudio de la actuación similares? ¿Por qué y cómo cambian las
lingüística o competencia lenguas? ¿Qué factores sociales in uyen
comunicativa. en la variación lingüística?
• Metodología común: • Sociología de la lengua: Tiene como
Estudio de la actuación objetivo el estudio de los fenómenos
lingüística en situaciones sociales que tienen relación con los usos de
reales de uso de una lengua. una lengua. Preguntas centrales: ¿Quién
habla (o escribe) qué lengua a quién,
cuándo y con qué �nalidad? ¿Qué papel
desempeñan los sistemas políticos y de
educación en la plani�cación lingüística y
en el desarrollo de variedades estándares?
• Etnografía de la comunicación: Tiene
como objetivo el estudio del papel que
desempeña una lengua en la construcción de
los modelos culturales que constituyen la
visión del mundo propia de un grupo social.
Preguntas centrales: ¿Qué función tiene la
conversación en la organización de la vida
diaria? ¿Qué elementos (e.g.,
presuposiciones culturales, conocimiento
compartido) intervienen en la interpretación
del signi�cado de “lo que se dice”?

que implica la coexistencia de sistemas en toda lengua, y nociones a�nes:


(a) diatopía, diferenciación dialectal horizontal, de acuerdo con la dimensión
geográ�ca o espacial; (b) diastratía, diferenciación dialectal vertical, corre-
lacionada con factores socioculturales; y (c) diafasia, diferenciación indivi-
dual según el tipo de relación entre los interlocutores, según la situación u
ocasión del hablar, o según el tema o tópico del que se habla, parámetros
todos que se correlacionan con variaciones de modalidad expresiva o de
estilo, llamadas diferencias diafásicas.
12 Capítulo 1

Las coincidencias entre la dialectología y la sociolingüística se hacen


patentes en algunos términos con que se ha denominado a veces a la sociolin-
güística, a saber, dialectología social y dialectología urbana. Con estos tér-
minos se pretende captar la característica fundamental que diferencia a las
dos disciplinas. Por un lado tenemos la preocupación básica de la dialectolo-
gía por establecer las fronteras geográ�cas de ciertos usos lingüísticos, con-
centrando la investigación esencialmente en sectores rurales, pues en ellos se
ha esperado encontrar variedades “más puras” de lengua, es decir, formas
vernáculas (o formas locales) más antiguas y tradicionales, no contaminadas
por el contacto con otras variedades. Y por otro lado tenemos la preocupación
central de la sociolingüística por identi�car procesos de cambio lingüístico
en marcha y por establecer las fronteras sociales de ciertos usos lingüísticos,
concentrando la investigación esencialmente en centros urbanos, los que se
caracterizan precisamente por su gran heterogeneidad tanto lingüística como
social.
En este contexto, la sociolingüística ha podido comprobar objetivamente
la validez del concepto de relatividad lingüística, de gran importancia teórica
en lingüística general. En verdad, tal como se ha mostrado que las categorías
gramaticales son relativas —por ejemplo, ciertos sustantivos son más sustan-
tivos que otros y ciertos verbos poseen una característica de mayor “verbali-
dad” que otros, de manera que parece haber continuos de sustantividad y de
verbalidad más bien que distinciones binarias de más (+) o menos (–) sustan-
tivo o verbo— así también la sociolingüística ha mostrado con claridad la
realidad de los continuos dialectales. Es decir, un dialecto A no se diferencia
de un dialecto contiguo B por la presencia o ausencia de los rasgos X, Y y/o
Z, sino más bien porque estos rasgos se dan con mayor o menor frecuencia en
uno u otro dialecto. Los límites dialectales, ya sean diatópicos o diastráticos,
son borrosos; no es posible trazar una línea divisoria única entre dos dialec-
tos. En realidad, A y B pueden diferenciarse respecto al rasgo X, presente en
A y ausente en B, pero compartir los rasgos Y y Z. Un estudio cuantitativo
podría mostrar además que Y y Z se dan con diferente frecuencia en A y B, lo
que justi�caría sugerir que se trata de dos dialectos o variedades diferentes.
Parece casi redundante decir que el objeto de estudio de la dialectología
son los diversos dialectos de una lengua. Esta a�rmación hace necesario, sin
embargo, de�nir algunos conceptos básicos —lengua, dialecto, variedad—,
tarea no fácil dado que implica una cierta postura teórica que permita también
de�nir otros conceptos relacionados, tales como estilo de lengua, nivel de len-
gua, e idiolecto, entre otros.
La diferencia entre lengua y dialecto se ha de�nido a veces según el grado
de intercomprensión. Así, se dice que son dialectos de una misma lengua
Lengua, variación y dialectos 13

aquellas variedades que permiten la intercomunicación, mientras que dos o


más variedades constituirían lenguas diferentes si acaso son ininteligibles
entre sí. No obstante, es bien sabido que dos lenguas, reconocidas como tal
por sus propios hablantes y por los hablantes de otras lenguas, pueden pare-
cerse entre sí más que los dialectos de una lengua determinada. Por ejemplo,
las diferencias entre el castellano y el catalán, o el danés y el noruego, son
mucho menores que las que existen entre algunos de los considerados “dia-
lectos” del italiano, tales como el calabrés, el siciliano y el piamontés.
Es necesario diferenciar también lengua de lenguaje. Un lenguaje es un
sistema de comunicación, de los que la lengua es uno. Otros lenguajes, por
ejemplo, son el lenguaje de programación, el de las señales de trá�co, el
lenguaje de los del�nes y de otros animales. Los seres humanos y los anima-
les poseen lenguajes o sistemas de comunicación, pero solamente los huma-
nos poseen lenguas o idiomas. Una lengua es un sistema de comunicación
oral o gestual constituido por signos convencionales, organizados en subsis-
temas, que permiten comunicar un número in�nito de mensajes. Las lenguas
pueden representarse ortográ�camente, es decir, escribirse, pero la escritura
es secundaria. En realidad, numerosas lenguas han llegado a escribirse solo
en el siglo pasado.
En nuestra de�nición, en la que dejamos de lado el criterio de intercom-
prensión y semejanza, una lengua o idioma, como el castellano, el catalán, el
suajili, el quechua, el inglés, etc., es un sistema lingüístico realizable en el
habla de acuerdo con una tradición históricamente común. Una lengua, deli-
mitada como tal a partir de factores históricos, político-geográ�cos, sociales
y culturales tanto como lingüísticos, comprende un conjunto de dialectos, los
que a su vez pueden constituir familias de dialectos menores dentro de la
familia mayor de dialectos que en su conjunto denominamos lengua. Tene-
mos así una estructura jerárquica o piramidal en cuya cumbre se ubica la
lengua histórica o común y, subordinados o incluidos en ella, los dialectos,
constituidos a su vez por un conjunto de dialectos o variedades lingüísticas
a�nes, lo que aproximadamente puede representarse como en el Diagrama 1.1.
El Diagrama 1.1 permite visualizar que, aunque realizable, una lengua
común no se actualiza de hecho sino solo a través de sus variedades o dialec-
tos. Es decir, nadie habla “el castellano”, “el francés”, “el catalán” o “el
inglés”; lo que se habla es una variedad o dialecto determinado que se
encuentra en la base de la pirámide: por ejemplo, “el dialecto de Buenos
Aires” y, aún más especí�camente, “la variedad hablada por las mujeres por-
teñas con educación universitaria”. La de�nición de dialecto es diferente en
el uso popular y en el técnico. En algunos usos populares el concepto de
dialecto se re�ere a formas no estándares (consideradas inferiores o rústicas)
14 Capítulo 1

LENGUA HISTÓRICA O COMÚN


(Ej.: castellano)

Dialecto A Dialecto B
(Ej.: castellano peninsular) (Ej.: castellano de América)

Dialecto AC Dialecto AD Dialecto BC Dialecto BD


(Ej.: castellano (Ej.: castellano (Ej.: castellano (Ej.: castellano
de Galicia) de Madrid) del Caribe) de México)

AC1 AC2 ACn AD1 AD2 ADn BC1 BC2 BCn BD1 BD2 BDn
DIALECTOS LOCALES

Diagrama 1.1 Pirámide dialectal

de hablar una lengua, o a lenguas minoritarias o minorizadas que no tienen


estatus o�cial. Así pues, en México, según el concepto no técnico de dialecto,
existen algunas lenguas, como el español y el náhuatl, pero muchas lenguas
amerindias con pocos hablantes son consideradas “dialectos”.
Para el lingüista, sin embargo, dialecto es un término técnico que se re�ere
simplemente a una variedad de lengua compartida por una comunidad. Las
lenguas, conceptos abstractos, se realizan en dialectos. Hablar una lengua es
hablar un dialecto de una lengua, y la forma estándar o de prestigio de una
lengua es simplemente otra realización dialectal más. En el uso técnico, no
hay dialectos “correctos” o “incorrectos”; el término dialecto se re�ere sim-
plemente a una variedad de lengua característica de un grupo de hablantes.
De hecho, hay dialectos que gozan de mayor o menor prestigio social, pero
todos constituyen dialectos.
El problema de las connotaciones populares negativas de dialecto se ha
evitado en cierto modo en los estudios de sociolingüística con el uso del tér-
mino sinónimo variedad de lengua, que, aunque tampoco ha sido rigurosa-
mente de�nido, es en todo caso neutral en cuanto a que no tiene connotaciones
peyorativas.
El Cuadro 1.2 presenta un resumen de posibles variedades dialectales,
incluyendo el idiolecto, es decir, la variedad característica de un individuo.
Las diferentes categorías presentadas representan una simpli�cación de la
complejidad lingüística que caracteriza no solo a una gran ciudad sino ade-
más al más pequeño municipio con sus entramados de relaciones sociolin-
güísticas. Debemos tener presente, pues, que estas variedades dialectales son
Lengua, variación y dialectos 15

Cuadro 1.2 Variedades dialectales posibles


Factor Variedad lingüística
extralingüístico del castellano Ejemplos de variedades
características idiolecto el castellano de Pepe, el de María, etc.
individuales
dimensión temporal variedad histórica castellano medieval, castellano
moderno, etc.
dimensión variedad diatópica castellano de México, castellano
geográ�ca rural, urbano, etc.
dimensión social variedad diastrática castellano de la clase social media,
alta, etc.
nivel de educación y variedad estándar/no castellano estándar informal,
de inteligibilidad estándar castellano no estándar, etc.

continuos que se entrecruzan entre sí, de tal manera que una variedad diató-
pica dada incluye variedades diastráticas, diafásicas, estándares y no estánda-
res, variedades históricas y, obviamente, numerosos idiolectos.
Existe la tendencia a identi�car la variedad estándar con la lengua histó-
rica o común. Esta práctica es ciertamente errónea, ya que los diversos dia-
lectos (AC, AB, BC, etc.) poseen una variedad estándar propia (llamada
también “la lengua estándar”) que en cada región o país corresponde al ideal
normativo que se enseña en las escuelas, al habla de los grupos sociales de
mayor prestigio, a la variedad que se escribe en documentos o�ciales, en
diarios, periódicos y otras publicaciones consideradas “de buena calidad”.
Como indicamos en el Cuadro 1.2, el dialecto estándar tiene relación con el
nivel de educación y de inteligibilidad precisamente porque la escolaridad
tiende a nivelar las diferencias dialectales tanto mediante la imposición cons-
ciente de normas lingüísticas como mediante la creación de oportunidades de
contacto intenso con la lengua escrita, que representa una variedad menos
diferenciada de la lengua común.
En el mundo hispanohablante, la Real Academia de la Lengua y las Acade-
mias Correspondientes desempeñan un papel importante en el mantenimiento
de una variedad más o menos uniforme del castellano (o español), lo que favo-
rece la inteligibilidad entre los dialectos hablados por los grupos de más alto
nivel educacional. Así y todo, se reconoce la existencia de dialectos estánda-
res diferentes en el mundo hispánico. En las palabras de Fontanella de Wein-
berg (1992, 121), “la presencia en la América Hispánica de distintos centros
de prestigio lingüístico, que determinan la existencia de una estandarización
16 Capítulo 1

policéntrica, conspira, asimismo, contra la existencia de una presunta unidad


lingüística, aun en el habla estándar”. Sin embargo, el mundo hispanohablante
no abandona la esperanza de poder evitar la desintegración de la lengua y la
pérdida de inteligibilidad interdialectal. Esta es una preocupación que nos
parece justi�cada. Pero, por otra parte, no se justi�ca luchar por la unidad de
acuerdo con nociones de “pureza de la lengua” o “corrección gramatical” y
menos aún si esto implicara la supresión de lenguas minoritarias o minorizadas.
El desarrollo de dialectos estándares es, insistimos, ampliamente justi�-
cado y necesario, como lo atestiguan los esfuerzos realizados por normalizar
lenguas que no tenían un dialecto estándar modelo (e.g., el catalán, el gallego,
el guaraní, el vascuence). Desafortunadamente, esta situación implica la exis-
tencia de dialectos no estándares; la variedad normalizada se interpreta popu-
larmente como manera “correcta” de hablar, en oposición al resto de las
variedades, consideradas “incorrectas” (no estándares), lo que crea actitudes
negativas hacia estas. Retomamos más adelante esta cuestión.
La discusión anterior nos lleva a considerar también el concepto de acento.
Con frecuencia oímos decir “X habla con acento gallego/mexicano/andaluz”
o “X tiene un tono diferente de hablar”. Estas a�rmaciones se re�eren a la
manera de pronunciar un dialecto determinado, es decir, a los aspectos foné-
ticos tanto segmentales (sonidos) como suprasegmentales (e.g., entonación,
ritmo). Simpli�cando un tanto, se puede decir que los dialectos di�eren con
respecto al léxico, la morfología y la sintaxis, mientras que los acentos di�e-
ren solo fonética y fonológicamente (aunque a menudo las diferencias de
acento van acompañadas de diferencias al menos léxicas). Si dos hablantes
dicen, respectivamente, “Los compré allá [aˈʝa]” y “Loh compré allá [aˈʒa]”,
podemos a�rmar que tienen acentos diferentes. Si un tercero dice “Les he
comprado allí [aˈʎi]”, podemos a�rmar que este habla un dialecto diferente.
El punto en el que una diferencia de acento pasa a constituir diferencia
dialectal es difícil de establecer, pues diferencias de pronunciación van gene-
ralmente acompañadas de diferencias léxicas. Sugerimos aquí que la identi�-
cación podría basarse en la existencia o no de estructuras morfológicas y
sintácticas diferentes. Por ejemplo, los hablantes de la zona norte de Chile
tienen un acento diferente del de los hablantes de Santiago, la capital, y algu-
nas diferencias léxicas, pero no los consideramos dialectos diferentes porque
emplean el mismo sistema morfológico y sintáctico. Por otra parte, el dialecto
argentino es claramente diferente del dialecto mexicano, por ejemplo, tanto
en pronunciación (acento) como en cuanto al léxico y al sistema morfosintác-
tico que los caracteriza.
El grado de diferenciación dialectal no se limita solo a las formas sino que
puede extenderse además al uso de ellas en diversas comunidades. Por ejem-
Lengua, variación y dialectos 17

plo, Silva-Corvalán causó una reacción de gran hilaridad en Covarrubias


(Burgos) al llamar a un aldeano de edad avanzada “don Manuel”. Esto se
explica porque en España el término de tratamiento don se usa de manera
más conservadora que en América, donde ha llegado a indicar simplemente
un grado intermedio de distancia social. Los aldeanos se apresuraron a expli-
car que “Manuel no tiene don” y que en el pueblo “tiene don el médico, el
cura y dos o tres más, pero Manuel no”. Estas diferencias de uso, frecuente-
mente relacionadas con diferencias sociales o culturales, pueden llegar a
provocar situaciones incómodas o reacciones negativas e incluso de abierto
rechazo hacia un tipo de acento o dialecto determinado.
Técnicamente no hay un dialecto o un acento “más correcto” o inherente-
mente “mejor” que otro. La noción de corrección es una noción social y no
lingüística. Si oímos enunciados tales como “unos allí habían chicos” o “A
María la un anillo di”, observamos que no son enunciados gramaticales, pues
no los reconocemos como posibles en castellano. No así, por el contrario,
“Habían unos chicos allí”, “La di un anillo a María” o “Me dijo de que venía
mañana”, que sí reconocemos como posibles en la lengua castellana y son en
este sentido “correctos”. Sin embargo, estos u otros ejemplos podrían ser
juzgados incorrectos en castellano porque no están de acuerdo con lo que se
prescribe, o porque se asocian con el habla de regiones, países o grupos
sociales de menos prestigio económico, político o sociocultural. La aplica-
ción de los términos “correcto” o “incorrecto” en este sentido está basada en
actitudes subjetivas que subyacen a ciertas normas sociales; no responden a
un juicio lingüístico objetivo.
Por ello ciertos individuos para quienes la adopción de un dialecto y acento
estándares es útil por razones socioeconómicas se convierten en hablantes
bidialectales, es decir, aprenden el dialecto estándar, pero mantienen a la vez
el vernáculo para comunicarse con los miembros de su grupo de origen. Lla-
mamos aquí dialecto vernáculo (o “el vernáculo”) a una variedad local,
informal, no estándar, característica de una comunidad. Incluso hablantes del
dialecto estándar pueden comunicarse en un dialecto vernáculo en situacio-
nes informales, entre familiares o amigos. Ciertamente, un análisis riguroso
nos haría reconocer que incluso un individuo perteneciente a un grupo social
cuyo hablar se identi�ca con la variedad estándar es multidialectal, pues su
manera de hablar también varía de acuerdo con ciertos factores; por ejemplo,
el tema de la conversación, los interlocutores, o el contexto espacial, que
determina un continuo de variación tanto por registro como por estilo.
En todo dialecto hay variaciones según registro y según estilo. El concepto
de registro se re�ere a variaciones lingüísticas asociadas con el propósito de
la interacción y el medio (oral, escrito) en el que esta se desarrolla. Los regis-
18 Capítulo 1

tros se distinguen por sus variaciones léxicas y gramaticales (Sánchez-Muñoz


2009). Ejemplos de registros son la prosa académica escrita, las recetas de
cocina, los medios sociales como el tuiteo, el correo electrónico, la conversa-
ción social informal.
Ahora bien, en todo registro hay variación según estilo o nivel de lengua.
Simpli�cando, podemos distinguir entre estilo formal y estilo informal o
coloquial, determinados por el contexto social de la comunicación y la
relación entre los participantes en la interacción. En el extremo de formalidad
está el nivel culto, propio de discursos, clases y obras literarias, mientras que
en el extremo opuesto está el nivel o estilo vulgar.
Algunos de los parámetros que se correlacionan con variedades lingüísti-
cas de estilo —o diafásicas— que pueden dar lugar a variedades más o
menos diferentes entre sí según el uso, se resumen en el Cuadro 1.3. Basta
dar una mirada al cuadro para darse cuenta de que los conceptos, categorías
y ejemplos propuestos no son excluyentes, sino que naturalmente se entre-
cruzan y sobreponen dada también la natural coocurrencia de los factores
extralingüísticos.
En el Diagrama 1.2 presentamos una subcategorización más detallada del
factor extralingüístico medio que sugiere que “castellano hablado-castellano
escrito” no es una dicotomía sino un continuo. Más aún, es indiscutible que
ciertos rasgos lingüísticos asociados con la lengua escrita caracterizan tam-
bién a variedades orales no espontáneas y, al revés, rasgos lingüísticos aso-
ciados con la lengua oral se incorporan a ciertas variedades escritas que
intentan re ejar la lengua oral. El diagrama, adaptado de Gregory (1967),
presenta una posible subcategorización de modo del discurso.
Los estudios sociolingüísticos deben y obviamente han tomado en cuenta
al menos algunas de estas numerosas posibilidades de diferenciación. Los

Cuadro 1.3 Posibles categorías de diferenciación diafásica


Factor
extralingüístico Categoría lingüística Ejemplos de variedades
Entorno físico estilo formal, informal castellano discursivo,
argumentativo, conversacional
Participantes estilo personal, impersonal, castellano informal, vernáculo,
funcional formal, didáctico, de negocios
Propósito registro técnico, no técnico castellano legal, cientí�co,
periodístico, conversacional
social
Medio modo del discurso castellano hablado, escrito
Lengua, variación y dialectos 19

Habla Escritura

espontánea no espontánea

conversación monólogo recitación vocalización


de lo
escrito

elicitada
con tiempo para vocalizarse para
para como si fuera vocalizarse
planificar espontánea
sin el requisito
de vocalizar

para ser leída


en silencio

planificada no planificada

ensayo carta
novela mensaje

Diagrama 1.2 Subcategorización de la categoría modo

términos empleados en la bibliografía para referirse a las variedades discuti-


das en esta sección no son siempre los mismos, ni tampoco existe acuerdo
unánime sobre qué grado de diferenciación diafásica puede ser lingüística-
mente relevante. Pero en todo caso sí es claro que las descripciones de las
diferentes variedades serían de gran utilidad en un número de campos, por
ejemplo en el desarrollo de programas de lectura y escritura, en crítica litera-
ria, en retórica, en la evaluación de lo que constituye un hablar “apropiado”
en contextos determinados, en la enseñanza de lenguas extranjeras, en tra-
ducción e interpretación, en lingüística comparada, en el desarrollo de meto-
dologías adecuadas para la recogida de un corpus representativo de una
lengua y en el análisis semántico-pragmático del discurso.

1.3.1 La dialectología
La dialectología es una disciplina con una larga tradición, con una metodología
bien establecida y una rica y valiosa literatura. Es indudable que la dialectología
20 Capítulo 1

ha hecho aportes de importancia a la lingüística en general y que puede conside-


rarse precursora de la sociolingüística. En el mundo hispánico, por ejemplo, los
estudios de Alvar (e.g., 1969), de Granda (1973, 1988), Lope Blanch (1990–
2000), Quilis y Casado-Fresnillo (1995) y Rona (1958) son referencias clásicas.
Además, algunos dialectólogos han incorporado en su trabajo sobre geografía
dialectal ciertos aspectos de la sociolingüística moderna. Molina Martos (1997,
69) describe explícitamente esta relación en su estudio de cambios fonético-
fonológicos en el español peninsular:

La primera [geografía lingüística] nos da una visión espacial de los hechos


de habla informando de qué fenómenos son arcaicos y cuáles innovadores;
la comparación de mapas de distintas épocas permite además ilustrar cómo
van avanzando los procesos lingüísticos a lo largo del tiempo. De forma
complementaria, el análisis sociolingüístico aporta datos para reconocer
cuál es la vitalidad del cambio según la distribución de las variantes foné-
ticas por niveles sociales y estilísticos.

El proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las


principales ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica (Lope Blanch
1969) ilustra una especie de puente de unión entre metodologías e intereses
dialectológicos y sociolingüísticos. Este proyecto ha dado paso al desarrollo
de un proyecto sociolingüístico: el Proyecto para el Estudio Sociolingüístico
del Español de España y de América (PRESEEA; ver el Capítulo 2). Además,
los minuciosos atlas lingüísticos preparados en diversos países hispanoha-
blantes constituyen una fuente de referencia obligada para los sociolingüistas
interesados en los estudios de variación y del cambio lingüístico (e.g., entre
otros, ALEICan 1975, ALPI 1962). Los atlas más recientes incorporan explí-
citamente aspectos sociolingüísticos (cf. García Mouton y Moreno Fernández
1993; Martín Butragueño 2011a).
A lo largo de la discusión precedente se han podido advertir algunos de los
puntos de coincidencia entre la dialectología y la sociolingüística. Los pro-
gresos más recientes en sociolingüística heredan de los dialectólogos su
sentido de la realidad lingüística. Hay, sin embargo, diferencias importantes.
En un estudio de variación fonética, por ejemplo, la dialectología describirá
las realizaciones de un fonema, especi�cará sus contextos lingüísticos en el
sistema del dialecto en cuestión y delimitará la distribución geográ�ca de las
variantes. La sociolingüística incorporará, además, entre otros aspectos, un
análisis estadístico detallado de los factores lingüísticos y sociales que inci-
den en la variación, examinará las actitudes de los hablantes hacia las diver-
sas realizaciones de un elemento lingüístico y las variables sociales asociadas
Lengua, variación y dialectos 21

con ellas e investigará la posibilidad de que se trate de un cambio fonológico


en marcha, en cuyo caso se preocupará de examinar su difusión en el sistema
tanto lingüístico como social.
Algunos de los puntos de contacto entre la dialectología y la sociolingüís-
tica en el estudio de la variación fonológica se materializan en varios trabajos
de Martín Butragueño (entre otros, 2011a, 2011b, 2014). En su artículo de
2011a, el autor plantea la necesidad de examinar minuciosamente los datos del
Atlas Lingüístico de México (ALM; Lope Blanch 1990–2000) y aplicar a estos
datos “métodos renovados para recoger, ordenar, cuanti�car y analizar lin-
güísticamente los materiales geográ�cos”. Con este propósito, examina las
variables fónicas (ʝ), (t͡ʃ) y (s) en ataque vocálico tal y como se recogen en
algunos de los mapas del ALM. Butragueño analiza estas variables aplicando
métodos variacionistas (i.e., estadísticos) que le permiten establecer una zoni-
�cación dialectal preliminar a partir de la comparación de las tres variables.
Molina Martos (1997) combina también el empleo de atlas lingüísticos,
datos históricos y resultados de estudios sociolingüísticos urbanos; es decir,
aplica metodologías de la dialectología y la sociolingüística en un estudio de
dos cambios fonético-fonológicos: el debilitamiento de la -s �nal de sílaba en
Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, y la pérdida del fonema pala-
tal lateral /ʎ/ en estas regiones y en partes de Castilla.
Con respecto a la aspiración de -s, la forma no estándar de menor presti-
gio, la autora observa que funciona como variable sociolingüística; es decir,
su mayor o menor frecuencia de aspiración se correlaciona con factores
sociales (edad, grupo socioeconómico, etc.). A pesar de esto y de la presión
que imponen los medios de comunicación y la escuela, que inducen al man-
tenimiento pleno de -s, “la aspiración recorre todos los niveles sociales y
cuenta con la aceptación de los propios hablantes, que, en el caso de Toledo
se consideran, y así es realmente, a medio camino entre Andalucía y Madrid”
(Molina Martos 1997, 75). Molina Martos sugiere que la variable -s repre-
senta variación estable en las regiones estudiadas; es decir, no hay aparente-
mente avance de la aspiración en el tiempo real.
El yeísmo (pérdida de la oposición entre /ʎ/ y /ʝ/ y generalización de /ʝ/ en
palabras como pollo y silla), por otra parte, no tiene valor sociolingüístico en
la actualidad, según Molina Martos, y representa un caso irreversible de cam-
bio originado en zonas urbanas.
Un artículo de Tracy Terrell (1981) sobre la aspiración y elisión de -s �nal
de sílaba en varios dialectos del castellano (Buenos Aires, Panamá, La
Habana, San Juan, Mérida, Caracas) muestra intersecciones entre la dialecto-
logía y la sociolingüística. En dicho artículo, Terrell se propone mostrar que
la comparación de varios dialectos del castellano actual puede permitirnos
22 Capítulo 1

reconstruir la evolución lingüística, social y geográ�ca de un cambio. Vemos


aquí, pues, la conjunción de intereses dialectológicos y sociolingüísticos.
Las conclusiones de Terrell se basan en algunos estudios que han indicado
que la aspiración y elisión de -s continúan extendiéndose a un número cada
vez mayor de contextos sociales y geográ�cos. Según Terrell, se trata de un
cambio aparentemente en curso en algunos dialectos del castellano actual,
que pudo tener a Sevilla como centro de irradiación y que pudo haber empe-
zado ya en el siglo XVII. En las comunidades estudiadas, el promedio de
retención de -s es en general bajo, llegando a una proporción mínima del 3
por ciento en el habla rápida del castellano cubano de Miami y a la elisión
categórica de -s en el habla de algunos individuos de Santo Domingo.
Molina Martos (1997) y Terrell (1981) coinciden en notar que la aspira-
ción y elisión de -s se da hoy en día en todas las clases sociales, aunque es
ciertamente menos frecuente en el habla formal y cuidadosa. No hay coinci-
dencia, sin embargo, en la apreciación de la posibilidad de cambio, pues
Terrell observa que la aspiración y elisión de -s en algunos dialectos hispano-
americanos parece re ejar un cambio aparentemente en curso, mientras que
Molina Martos observa que la variable -s representa variación estable en las
regiones de España que ella estudia.
Es posible que los programas masivos de escolaridad y un mayor contacto
con la lengua escrita tengan como consecuencia el detener el avance de los
procesos de aspiración y elisión, de tal manera que la variable -s se converti-
ría probablemente en un caso de variación estable en el mundo hispanoha-
blante. La variable -s se retoma en los capítulos subsiguientes.

1.3.2 Variación dialectal y cambio lingüístico


¿Cuáles son las causas del desarrollo de diferentes dialectos o variedades de
una lengua? Responder a fondo esta pregunta requeriría un libro aparte que
tratara las causas del cambio lingüístico (el cambio lingüístico se considera
con más detalle en el Capítulo 7). Aquí solo podemos ofrecer un breve resu-
men de los numerosos factores que conducen a la diferenciación dialectal.
Estos factores son básicamente de dos tipos: externos a la lengua (e.g., socia-
les, históricos, geográ�cos), e internos a ella (i.e., lingüísticos propiamente
tales).
Entre los factores externos el más obvio tiene relación con los movimientos
migratorios y la colonización de diferentes regiones por grupos de individuos
originarios de una u otra región ya marcada por diferencias dialectales. Así
pues, las diferencias entre el español de Perú y Venezuela, por ejemplo, pue-
den deberse en parte a que a Perú llegaron más castellanos y Venezuela recibió
números masivos de hablantes canarios. Factores geográ�cos participan tam-

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