El Tren de Las 4
El Tren de Las 4
El Tren de Las 4
1957
Transcurre en la finca Rutherford Hall, propiedad del barón Crackenthorpe dueño, cómo no, de
la fortuna que esperan heredar sus vástagos.
En esta ocasión la investigadora de los crímenes (hay dos) es la Señorita Marple. Y la autora de
la novela utiliza como veneno la aconitina.
El modus operandi del crimen es bien claro. El barón recibe una caja de comprimidos para
dormir que habían sido recetados por su médico, el Dr. Quimper. Lo toma desde hace un
tiempo, dos comprimidos antes de acostarse, pero cree que el doctor le había dicho que ya no
lo necesitaba. Al recibir una nueva caja piensa que ha entendido mal a su doctor y como buen
paciente, se toma los dos comprimidos que han sido sustituidos por comprimidos de aconitina
y muere.
Durante siglos los preparados de aconitina, junto con la atropina, se usaron en brujería como
ingredientes de los conjuros voladores de las brujas. Los alcaloides presentes en las raíces
poseen una acción anestésica local.
La aconitina no se disuelve bien en agua pero sí en grasas y aceites, lo que permite que se
utilice en cremas y pomadas de uso tópico aumentando la capacidad de la piel para
absorberla.
Cuando la aconitina se absorbe en sangre se distribuye por todo el organismo uniéndose sobre
todo en aquellos lugares que forman parte de canales iónicos de sodio, en las membranas
celulares de los nervios y en células cardíacas.
La aconitina es un agonista. Tiene un sitio de unión en el canal iónico del sodio y lo activa
causando que el nervio se dispare y que la célula cardíaca se contraiga. La aconitina provoca
que la célula permanezca despolarizada, no pudiendo volver a su posición original.
Los efectos que provoca en el individuo son sensación de quemazón en la lengua, boca y
garganta pierden sensibilidad, se inflaman. Puede experimentar vértigos y pérdida de potencia
muscular. Al final, el entumecimiento y la parálisis se generalizan hasta que mueren por parada
cardiorrespiratoria.
Tampoco aclara cómo se llega a saber que el tóxico causante de la muerte era aconitina.
Finalizo.
Fármaco, sustancia que sirve para prevenir, curar o aliviar una enfermedad, sus síntomas y sus
secuelas, a su vez, puede significar remedio, antídoto, cura e incluso veneno.
El farmacéutico, aparte de científico, debe estar puesto en todo tipo de disciplinas. Debe ser
un polímata y abarcar conocimientos sobre otros campos diversos, arte, literatura, música,
cultura...
Y después de este preámbulo comienzo a enlazar el arte de la literatura (en este caso la
literatura negra y no por ello género menor) y su relación con los fármacos (en este caso en su
acepción como veneno).
En su libro estudia diferentes autores de novela negra, Sir Arthur Conan Doyle, Edgar Wallace,
Raymond Chandler, Dashiell Hammet, John Dickson Carr, Georges Simenon y autoras como
Dorothy Sayers (con un ensayo publicado por el Dr Velasco titulado “El veneno en la novelística
de Dorothy Sayers”), Anne Hocking (con otro ensayo del mismo título: “El veneno en la
novelística de Anne Hocking) y Agatha Christie, de la cual, curiosamente, no he encontrado
ningún ensayo similar del autor. Esta es una pequeña muestra de autores reconocidos dentro
de este género.
El veneno en la novela negra ha originado una gran cantidad de argumentos y sobre todo un
derroche de fantasía e imaginación en el modus operandi del asesino: ¿cómo administrarlo?
Un ejemplo de imaginación en un autor que no entra en el género negro, es Umberto Eco con
su novela “El nombre De la Rosa”, escrita en 1980, novela de características propias de la
novela gótica con un componente importante de novela de intriga. Como todos saben, esta
novela ofrece una trama apasionante que narra las actividades detectivescas de
Guillermo de Baskerville para esclarecer los crímenes acaecidos en una abadía benedictina.
Umberto Eco solicitó información a un amigo biólogo sobre venenos que se absorbieran a
través de la piel al manipular algún objeto. Este amigo no le dio ninguna respuesta (tendría
que haber preguntado a un farmacéutico) y al final se decidió por utilizar arsénico ideando una
forma de penetración por vía oral impregnando las páginas de un libro, el Segundo Libro de la
Poética de Aristóteles, con el veneno, de forma que al pasar la página, después de humedecer
el dedo con saliva, el arsénico ejerciera su acción.
Pero, aunque han sido y son numerosos los autores de literatura negra (buenos y menos
buenos), podemos decir que la reina del veneno ha sido la escritora Agatha Christie.
Agatha Mary Clarissa Christie (1890-1976) fue denominada la “dama del crimen”. No voy a
contar aquí una biografía de la escritora, que no viene al caso, si algunas pinceladas sobre sus
conocimientos en farmacología y de qué forma los adquirió.
Así pues, utilizó venenos, digamos “normales“, como el arsénico y el cianuro, otros como el
talio y el fósforo, menos normales, barbitúricos y sobre todo, alcaloides vegetales como la
estricnina, la cicutina, la morfina, la eserina, los digitálicos, la atropina, la aconitina, la nicotina,
la ricina…
Citaré cronológicamente algunas de las novelas en las que utilizó estos alcaloides
mencionados, con una breve sinopsis del argumento, sin desvelar por supuesto quién es el
asesino