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Profetas Menores

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PROFETAS MENORES

PROFETAS MENORES. Se llama de esta manera a los libros de los profetas


Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo,
Zacarías y Malaquías. Doce en total. Debemos recordar que la diferencia entre los
profetas mayores y menores no es cuestión de importancia, sino de cantidad de
material escrito.

PROFETA. Existen tres términos particulares en hebreo que se utilizan para


designar a los profetas. El más usual es nabhi, que se usa unas 300 veces en el
AT. Esta palabra viene de una raíz que significa “llamar”, o “uno que es llamado”.
Los otros dos son ra’ah y hazah, ambos relacionados con la idea de “ver” y
traducidos al castellano como “vidente”. También se les llama ish elohim (varón
de Dios). En la Septuaginta, la palabra nabhi se traduce al griego como
prophetes, es decir, “alguien que habla a nombre de”. El N.T hereda este uso.

El profeta era una persona que recibía una revelación de Dios y la transmitía a los
hombres. La condición de profeta era un llamamiento directo de Dios, no se
heredaba. No pertenecía, entonces, a ningún linaje especial. Podía ser un
sacerdote, como Jeremías, o un pastor, como Amós. El mensaje que Dios le
revelaba muchas veces no era del agrado del profeta mismo, pero tenía que
trasmitirlo de todas maneras. Tampoco agradaría a los oyentes, pero no podía
evitar pronunciarlo. Algunos profetas, mientras ejercían su ministerio, eran
considerados como asesores reales, como fue el caso de Natán e Isaías. Otros,
sin embargo, fueron rechazados y perseguidos.

En cuanto al origen de la profecía en Israel, algunos eruditos han sugerido que


este pueblo seguía un patrón establecido en otros países del Oriente Medio, ya
fuera Canaán, o Mesopotamia, o Egipto. Ciertamente, en esos países existían
personas especializadas en adivinación y augurios.

Pero la opinión de un amplio sector de especialistas es que el fenómeno del


profetismo israelita es único en su clase. En los profetas encontramos una
revelación sobre el sentido de la historia, mucho más allá de los oráculos
resultantes de consultas circunstanciales. Ellos presentan a un Dios que controla
los acontecimientos y los lleva a un fin preparado por él. Como él es el señor de la
historia, Dios prohibió totalmente la práctica de la adivinación (“El hombre o la
mujer ... [que] se entregare a la adivinación ha de morir” [Lv. 20:27]; “No seréis
agoreros” [Lv. 19:26]).

El deseo o la necesidad sentida de conocer el futuro es algo natural en el hombre


y no ofende a Dios. Lo que sí lo ofende es que se pregunte a otro que no sea él
sobre el particular, porque él es el único que lo conoce y convida al hombre a
inquirir ante él. “Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme
de las cosas por venir” (Is. 45:11).

El profeta o vidente, sin embargo, servía también al pueblo como medio de


consulta a Dios aun para cosas de la vida común (“Antiguamente en Israel
cualquiera que iba a consultar a Dios, decía así: Venid y vamos al vidente; porque
al que hoy se llama profeta, entonces se llamaba vidente” [1 S. 9:9]). Es por eso
que Saúl acude a Samuel para que le ayude a encontrar unas asnas perdidas (1
S. 9:10–27).

LA PROFECÍA CLÁSICA EN ISRAEL

En la Biblia hebrea, los libros “históricos” de Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2
Reyes, son llamados “profetas anteriores”. El conjunto de libros conocidos como
“profetas posteriores”, Isaías, Jeremías, Ezequiel, y los doce menores, contienen
los oráculos de los profetas que recibieron la llamada divina tras la división de
Reino. Fue con los Profetas Posteriores con quienes comenzó la profecía clásica
israelita.

En total, los escritos de los profetas posteriores abarcan unos 400 años, entre los
siglos VIII y V a.C., comenzando poco antes de la caída del reino del Norte en
manos de Asiria.
Profetas anteriores y posteriores

En el arreglo de los libros del AT hebreo hay tres partes: la Ley, los Profetas y los
Escritos. La división conocida como los Profetas, se subdivide en Profetas
Anteriores y Profetas Posteriores. En el primer grupo se incluye a Josué, Jueces, 1
y 2 Samuel, y 1 y 2 Reyes. Estos libros son anónimos; no se conoce a sus
autores. Están bien clasificados como “profetas anteriores”, ya que la historia que
contienen se conforma a la definición bíblica de la profecía como la declaración de
las maravillosas obras de Dios (Hechos 2:11, 18). Esto no significa que no sea
historia completamente cierta, sino que el proceso de selección de hechos que se
registran se realizó con el propósito de mostrar cómo Dios obraba en y a favor de
su pueblo y cómo funcionaron los principios morales de la providencia divina a
través de los siglos.

Anteriores u ORALES Posteriores o ESCRITORES

Profecía en forma oral Profecías escritas (Libros)


Pecados individuales Pecados del pueblo
El Mensaje era contemporáneo El mensaje era permanente, aplica aún
para generaciones futuras.

Los “profetas posteriores”, también son llamados “profetas escritores”. Son


aquellos que ejercieron un ministerio verdaderamente importante en Israel: Isaías,
Jeremías, Ezequiel y los Doce. La designación “posteriores” no necesariamente
hace referencia a la cronología histórica, sino que es simplemente una
designación para los libros proféticos que vienen a continuación de los “profetas
anteriores” en la organización del A.T. heb. Los profetas “escritores” no son
anónimos, porque Dios les confió la tarea y la responsabilidad de dirigir mensajes
proféticos, no sólo al pueblo de su época, sino también a la posteridad; debían ser
acreditados como verdaderos profetas ante quienes los oyeran.
Los profetas anteriores y posteriores se complementaron. Los “anteriores”
presentaron la historia de un período particular de la vida de Israel; los
“posteriores” interpretaron etapas específicas de esa historia. Los unos son
necesarios para entender correctamente los otros. (DBMH Tomo II Profetas pág.
156)

Escritos. Se sabe de la existencia de libros atribuidos a profetas, como Natán y


Semaías, cuyas obras sirvieron parcialmente como fuente para los escritores de
Reyes y Crónicas (1 R. 12:22; 2 Cr. 11:2–4; 1 Cr. 29:29). Pero no todos los
profetas eran escritores. Los que han llegado a nuestras manos fueron el

resultado de: a) El trabajo directo de un profeta; b) del trabajo de un amanuense a


quien el profeta le dictaba, como Jeremías a Baruc; o c) del trabajo de recopilación
hecho por distintas personas, probablemente discípulos del profeta. (NDB)

FUNCIONES DEL PROFETA.

La función del profeta era doble: (1) Denunciar y (2) Predecir. Denunciar: es
pronunciarse en contra de los males de la época, es un acto que exige valor y
convicción. Y Predecir: Es anunciar por revelación algo que ha de acontecer; es
adelantar la mirada hacia al futuro. Los profetas del Antiguo Testamento
denunciaban y predecían.

Los profetas eran hombres y mujeres que hablaban a las personas de su tiempo,
mayormente sobre asuntos pertinentes para su tiempo pero que tenían y tienen
una proyección hacia el futuro. Esa proyección es una parte de la profecía, no su
totalidad. No se debe, entonces, entender que profetizar sólo significa predecir.
Sin embargo, la predicción es parte esencial y verificativa de la legitimidad del
profeta.

Dios declaraba su mensaje al profeta sobre temas muy vivos y candentes en los
momentos de sus vidas, así como les hablaba también sobre los eventos del
porvenir. Lo que constituye el ministerio profético es la proclamación de “la palabra
de Jehová”. Esa palabra era dada, no para satisfacer curiosidades “futurísticas”,
sino para buscar cambios en la conducta de los que oían o leían la profecía en el
momento de ser emitidas. Esos cambios podían significar arrepentimiento o,
cuando se hablaba de glorias futuras, buscaba como resultado inmediato la
consolación.

Prueba del verdadero profeta. Los israelitas podían saber si los profetas eran de
Dios o no, por medio de algunas recomendaciones dadas por él mismo, a través
de Moisés. (Dt.18: 18-22)

Acepción en la prueba de un profeta. Israel no debía prestar atención a profetas


que le invitaran a alejarse de Jehová. (Dt 13:2).

Obra del Espíritu. La profecía era una de las manifestaciones del Espíritu Santo.
Se nos dice de Saúl que “El Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó”
(1 S. 10:10). David llegó a decir: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su
palabra ha estado en mi lengua” (2 S. 23:2). Ezequiel testifica: “Y luego que me
habló, entró El Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies.... Y me dijo: Hijo de
hombre, yo te envío a los hijos de Israel...” (Ez. 2:2–3).

Sin embargo, el mismo Espíritu dotaba a otras personas para diferentes funciones,
como en el caso de Bezaleel, que fue “llenado del Espíritu de Dios” para la obra
del tabernáculo (Éx. 31:1–3). Lo que hace al profeta, entonces, es la revelación del
mensaje divino, que le permitía decir: “Palabra de Jehová” (2 Sam 12:7; Is. 28:14;
38:4; Jer 42:17).

La Inspiración. La forma en que Dios revelaba su mensaje a los profetas variaba


de una a otra persona y de una a otra situación. No es posible discernir el
mecanismo por el cual el Espíritu Santo producía en seres humanos el fenómeno
de la inspiración. Pero por su comunión con Dios, el profeta era hecho partícipe de
sus “secretos” (Jeremías 23:21–22). Y es en el devenir (En el suceder o en el
proceso acontecer) de esa experiencia íntima que recibe “la palabra de Dios”,
quien se place en comunicar de antemano a sus

siervos lo que va a hacer (“Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele
su secreto a sus siervos los profetas” (Am. 3:7).
Los hebreos consideran a Moisés el profeta por antonomasia (Sinécdoque que
consiste en poner el nombre apelativo por el propio, o el propio por el apelativo; p.
ej., el Apóstol, por San Pablo; un Nerón, por un hombre cruel), porque Dios le
hablaba “cara a cara” (“Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le
apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés.... Cara
a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras” (Num. 12:6–8). De manera
que la comunicación de la palabra de Dios se realizaba por medio de visiones y
sueños.

La llegada de éstos al profeta se producía sin contar con su propia voluntad, ya


fuera que estuviera despierto o durmiendo. Pero también se podía inducir su
arribo, pidiendo el profeta a Dios que le hablara. En esos momentos, se
consideraba que la música podía ayudar a la búsqueda de un estado psicológico
favorable para la revelación.

Por eso Eliseo pidió en una ocasión que le trajeran un tañedor. “Y mientras el
tañedor tocaba, la mano de Jehová vino sobre Eliseo” (2 R. 3:15). Este mismo
profeta tenía una enorme capacidad de telepatía. A un rey sirio se le dijo que
había en Israel un varón que “declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en
tu cámara más secreta” (2 R. 6:12).

En muchas ocasiones la visión se producía en momentos de éxtasis, como el caso


de los ancianos de Israel en Nm. 11:24–29; o el ejemplo de Balaam, el varón
“caído, pero abiertos los ojos” (Nm. 24:3–4); o los profetas que encontró Saúl (1 S.
10:5). En cuanto a las “figuras”, es una referencia al uso de parábolas y símiles
(“... he hablado a los profetas, y aumenté la profecía, y por medio de los profetas
usé parábolas” (Os. 12:10).

Ezequiel usa muchos de ellos, como es el caso de “las dos águilas”, que se
plantea en Ez. 17:1–24. En algunas ocasiones no es fácil advertir el sentido en
otro idioma que no sea el hebreo, porque se trata de juegos de palabras que
guardan semejanzas entre sí pero que no se parecen cuando son traducidas. Por
ejemplo, en el libro de Amós, Dios le pregunta al profeta: “¿Qué ves, Amós? Y
respondí: Un canastillo de fruta de verano. Y me dijo Jehová: Ha venido el fin
sobre mi pueblo Israel; no lo toleraré más” (Am. 8:2). “Fruta de verano”, en hebreo,
es kitz. Y la palabra “fin” es keetz.

Luego, lo que se quiso expresar era que así como el verano es el tiempo de la
madurez de las frutas, Israel estaba maduro ya para recibir su castigo. En otras
circunstancias el profeta mismo se veía convertido en figura (“... porque por señal
te he dado a la casa de Israel” (Ez. 12:6). Dios ordenó a Isaías que anduviera
“desnudo y descalzo” en cierto momento (Is. 20:1–2). Ezequiel recibió instrucción
de Dios de acostarse sobre su “lado izquierdo” y luego sobre el derecho durante
cierto tiempo, como una señal para los israelitas en el exilio (Ez. 4:1–7).

ISRAEL UN PUEBLO DIFICIL DE GUIAR. (Introducción)

Para tener un panorama acertado del duro trabajo que realizaban los profetas de
Dios, es necesario comprender cuál era la conducta del pueblo de Israel durante la
etapa final del reino unificado.

En el primer libro de los Reyes, capítulo 11 encontramos varias razones por las
cuales el reino de Israel se dividió, ya que éste capítulo presenta el lado negativo
del brillante reinado de Salomón. La conducta de este rey se contrapone a la
conducta de David, su padre (v. 6), el cual se mantuvo fiel a los principios
establecidos en Deuteronomio: un solo Dios, una sola ley, un solo templo, un solo
pueblo y una sola tierra. Con el pecado de Salomón se quebrantaron todos estos
principios: Salomón fue en pos de otros dioses (v. 4-5), desobedeció la Ley (v. 11),
adoró en varios santuarios (v. 7) y, como resultado de todo esto, el reino se dividió
y la tierra de Israel ya nunca más fue una sola (v. 29-39). En este capítulo se
destaca el aspecto religioso; y en 1 R 12.4 se pone de manifiesto la injusticia
social que también influyó para que el reino se dividiese.

Probablemente cerca de los años 950 – 935 a.C. Jeroboam fue colocado por
Salomón como superintendente de las obras de ingeniería proyectadas en los
alrededores de Jerusalén, además estuvo al frente de la casa de José (Tribus de
Manasés y Efraín. Josué 16:4). Jeroboam era muy inteligente y había llamado la
atención pública; pero en medio de ello se había convertido en un enemigo interno
de carácter temible. Era hombre joven de talento y energía, que habiendo sido
informado mediante un acto muy significativo del profeta Ahías, acerca del destino
real que a él le esperaba por decreto divino, cambió sus propósitos.

Jeroboam recibió la profecía que él gobernaría 10 de las 12 tribus de Israel


cuando muriese Salomón, pero éste no quería esperar tanto tiempo y conspiró
contra el hijo del rey David (1 Reyes 11:27).

Salomón intentó matar a Jeroboam porque de alguna manera escuchó acerca de


la profecía de Ahías o porque Jeroboam trató de reivindicarse en las tribus del
norte; pero él se escapó a Egipto. De modo que fue desterrado de su tierra natal,
tal como habían sido los otros adversarios de Salomón.

El rey de las 10 tribus (Jeroboam) solo debería recordar, gobernar según la


voluntad de Jehová y él le sacaría adelante siempre, pero se olvidó de esto e hizo
todo lo contrario a lo que debía. Edificó altares, construyó 2 becerros de oro (1
Rey 12:28). En 1 Reyes 14:15 se puede comprender que Ahías percibió el uso
que Jeroboam le daría a los becerros de oro, muy pronto llevaría al pueblo a
adoptar a todos los demás elementos de la religión Cananea (El, Asera, Baal,
Anat, Yam, Mot, y Kuthar, entre otros) Jeroboam I ordenó sacerdotes que
oficiaran sus cultos (1 Rey 12:31-33) y olvidó que el deseo de Jehová era que se
adorara en Jerusalén, pues él había escogido para sí (Por amor a David) la Santa
Ciudad, ya que en esa ciudad nacería el Mesías (1 Reyes 11:13; 1 Reyes 14:21).

Los profetas que estaban en función en tiempos de los primeros reyes del reino
dividido (Jeroboam y Roboam) eran Ahías quién a menudo le profetizó a
Jeroboam (1 Reyes 14:7) y Semaías que le profetizaba a Roboam (2 Cónicas
11:2).

Vale la pena revisar la historia de Elías en contra de Baal (1 Reyes 18:20 y lo que
Eliseo tuvo que observar en 2 Reyes 17:16).
IDOLOS ADOPTADOS POR ISRAEL

Baal y el panteón fenicio

Poco se sabía de la adoración a Baal, aparte de las muchas referencias de la


Biblia, hasta que las excavaciones de Ugarit (La moderna Ras Shamra, situada en
la costa de Siria, frente al extremo NE. de la isla de Chipre) sacaron a la luz
muchos objetos religiosos y cientos de tablillas de arcilla en 1930. Se cree que
muchos de esos documentos antiguos, conocidos ahora como los textos de Ras
Shamra, son las liturgias o las palabras de aquellos que participaban en los
rituales de las fiestas religiosas. En tales escritos se documentó información
importante no solo de Baal, sino también del panteón fenicio.El panteón fenicio
incluye una serie de divinidades que son enigmáticas y la información de estas se
reducen solo a un nombre personal.

A continuación se enlista las principales deidades fenicias según los escritos de


Ras Shamra:

I) El

No hay discusión del papel que desempeña El con relación a otros dioses o
incluso con Baal. El es el creador y padre de los dioses. Este dios se le representa
con un toro, puesto que simboliza la virilidad y poder.

II) Athirat/Aserá

Era el nombre de la esposa de “El”, el principal dios de los cananeos. Los postes
de madera quizá con la imagen de Asera eran erigidos en su honor y se colocaban
junto a otros objetos paganos de adoración. Ejemplo: Jueces 6:25. Aconteció que
la misma noche le dijo Jehová: Toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro
de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la
imagen de Asera que está junto a él;
Esta diosa no solo fungía como la esposa de El, sino también como consorte del
mismo, y se le llama “señora Aserá del Mar” y “Progenitora de los Dioses”.
También desempeñaba el papel de protectora de los dioses. Se le conocía como
la diosa de la fertilidad.

El pueblo de Israel conocía hasta el cansancio cual era la voluntad de Jehová con
respecto a las imágenes de estos dioses paganos (Jueces 2:2; Éxodo 34:13; y
Deuteronomio 7:5)

III) Astarot o Anath: Era la hermana y consorte de Baal. (Consorte. (Del lat.
consors, -ortis, participante). Personas que litigan unidas, formando una sola parte
en el pleito)

Se le consideraba la diosa del amor, la fecundidad, la sensualidad y la guerra. En


los textos se le presenta como la diosa que ayuda a Baal a revivir y también se le
representa como una diosa sanguinaria. (Según La enciclopedia estándar
internacional de la Biblia y El Diccionario Bíblico Ilustrado Holman, Anat podría ser
la misma diosa Astarot).

Era adorada como Ishtar en Babilonia y como Athtart en Aram. Para los griegos
era Astarté o Afrodita y para los romanos era Venus. El culto a Astarot involucraba
prácticas extremadamente lascivas. (1 Reyes 14:24; 2 Reyes 23:7).

IV) Baal

Significa: dueño o señor. Baal era el dios adorado por los cananeos y los fenicios,
era conocido como el hijo de Dagón (dios filisteo) y también como el hijo de “El”.
En Aram (Siria) se llamaba “Hadad”, y en Babilonia Adad. A Baal se le atribuía la
fertilidad del vientre, así como la lluvia que regenera la vida de la tierra; se le
representaba de pie sobre un toro, símbolo popular de fertilidad y fuerza (1 Reyes
12:28). Se creía que la nube de tormenta era su carruaje, el trueno era su voz, y el
relámpago su lanza y sus arcos. El culto a Baal involucraba la prostitución sagrada
y en ocasiones el sacrificio de un infante (1 Reyes 23:7, Jeremías 19:5) (cuando
los adoradores de Baal consideraban que éste se encontraba molesto por el mal
accionar de ellos, ofrecían sus propios hijos para reconciliarse con él.
Es una de las deidades principales del panteón fenicio y se le designó como el
dios de la tormenta y de la fertilidad. Sin embargo, dentro de los textos
arqueológicos tiene diversas facetas o denominaciones:

a) Baal: Se refería más que nada a la deidad o divinidad cuyo aspecto tenía que
ver con la naturaleza, la fecundidad y la meteorología. Sin embargo, en las
localidades distinguían añadiendo al nombre correspondiente de Baal el topónimo
correspondiente (Baal-Sidón, Baal-Líbano, etc.). Este dios tiene como padre a
Dagón; sin embargo, en las genealogías y en los registros de Ras Shamra en que
aparece como su padre es el dios El. En su compleja personalidad también se le
relaciona con el dios del tiempo Hadad (Baal-Hadad) y, finalmente, como el
Tammuz de la antigua Mesopotamia (Damuzi), ya que representa rasgos de un
dios que muere y resucita. En los textos épicos se encuentran registros
relacionados con su reinado, sus cacerías, su lucha contra el dios del mar Yam y
el de la muerte Mot, así como su bajada al mundo de los muertos y su vuelta. En
distintas ocasiones se le representa con un mazo y con el símbolo del relámpago
en las manos, y un casco con los cuernos en la cabeza.

b) Hijo de Dagón: En diez ocasiones específicas, en los textos de Ras Shamra, se


le hace referencia a Baal como ‘Hijo de Dagón’. Algunos eruditos piensan que esta
podría ser una transposición mítica de la superposición de dos oleadas diferentes
de población semítica en la región costera de la Siria Septentrional, ya que el dios
Dagón llegó a ser una divinidad principal al sur de Fenicia, específicamente en
Filistea.

c) Hadad: Hadad fue un dios de la guerra. Su culto se extendió por Mesopotamia


en el tiempo de los escritos del Ras Shamra. En estos textos ugaríticos, se
interpolan o se asocian los nombres Hadad y Baal y por lo tanto se llega a la
conclusión de que a Hadad es una designación propia de Baal.

d) Aliyu Baal: Esta es también una designación común de Baal, y significa ‘Baal
Todo Poderoso’ o ‘el Victorioso Baal’.
e) Señor y Dios de Safón: El monte Safón era una montaña de 3000 metros de
altitud que se encontraba a 50 kilómetros al norte de Ugarit. Los fenicios indicaban
que ese era el lugar de habitación de Baal. Era como el monte Olimpo de los
griegos. No solo era el lugar de habitación de Baal, sino también el lugar donde se
reunían los dioses. Esta explicación tiene sus orígenes relativos a que en esta
montaña era donde se ‘posaban las nubes’ antes de que cayera alguna tormenta o
lluvia.

f) Baal el Novillo: Este título presenta una connotación de potencia sexual y


primacía dentro del panteón fenicio, además de ser un dios que representa la
fertilidad. Una pequeña estela encontrada en Ras Shamra, representa a Baal con
una lanza, un garrote y con cuernos.

Esto denota que Baal no fuera una única divinidad que se le adorara en sólo una
faceta, sino que también algunos pueblos circundantes a los fenicios adoraban a
Baal a su modo y le atribuían otras facetas ajenas a las originales.

Otras divinidades cananeas son:

Yam: A este dios se le presenta como el dios del mar y archi enemigo de Baal.

Mot: Significa ‘muerte’, haciendo alusión a que este dios simboliza la sequía, lo
inanimado, lo oscuro. Es quien mata a Baal, pero gracias a Anat, vuelve a la vida.

Kuthar: Es el dios artesano. Este dios representa la magia, la tecnología y las


ciencias.

Aspectos del culto a Baal en fuentes antiguas

Aunque haya información abundante acerca de la mitología fenicia, no es mucho


lo que se sabe sobre las prácticas de culto y las actitudes religiosas del hombre
común. Ya hemos mencionado que el hombre ha tenido sus creencias
supersticiosas o divinas referente a la naturaleza, de que está viva y llena de
fuerzas extrañas que no es capaz de dominar. Fundamentalmente, la religiosidad
era una combinación de fe, magia y superstición. La vida era algo serio, por lo
tanto, es necesario disponer de los medios adecuados para dominar las fuerzas
que rodean al ser humano. De otra forma sería imposible vivir y prosperar. Sin
embargo, esta religión se centraba en torno a una variedad de actos, regulados
por largas listas de preceptos, cuyo objeto era llamar la atención de los dioses y
lograr que hicieran prósperos los caminos del ser humano. La atención del hombre
se debía de dirigir principalmente hacia las acciones rituales, externas, capaces de
lograr que los dioses se mostraran más favorables. En primer lugar, lo que
ocupaba dentro del culto a esta divinidad era el sacrificio, en que se brindaban los
productos de la tierra y de los ganados, y a veces incluso los propios hijos. Estas
ofrendas habían de realizarse en determinados lugares sagrados, y su
presentación a los dioses estaba regulada por las normas precisas. Al correr de
los siglos los ritos sacrificiales se hicieron cada vez más complicados y fue
necesario que un grupo de personas, expertos conocedores de la ley, cuidara de
que los sacrificios fueran ofrecidos de forma adecuada, que era la más apta para
lograr atraerse la atención de los dioses. Estas personas eran los sacerdotes,
mediadores entre los dioses y los hombres, que presentaban las demandas de
éstos en la forma más conveniente. La religión fenicia, tal como es conocida a
través de los escritos de Ras Shamra y la Biblia, implicaba sin duda alguna ciertos
complicados sistemas rituales, sobre todo en lo referente al sacrificio. Uno de los
documentos encontrados en Ras Shamra contiene lo siguiente:

“En el día del plenilunio (Luna llena) se abaten dos reses vacunas de un mes en
ofrenda convival a Baal de Safón, más dos ovejas y una paloma doméstica, un
hígado de toro y un carnero; y en sacrificio de comunión otro tanto. Y en el templo
de Baal de Ugarit: dos hígados, una asadura y un carnero; al Baal de Halab, un
carnero…”.

Incluso se podría considerar que en ocasiones se practicaba el sacrificio de niños


a Baal, esto por los relatos bíblicos sobre el rey moabita (Probablemente Mesá)
(2Re 3:27 Entonces arrebató a su primogénito que había de reinar en su lugar, y lo
sacrificó en holocausto sobre el muro. Y hubo grande enojo contra Israel; y se
apartaron de él, y se volvieron a su tierra), y el rey judío Manasés (2 Reyes 21:1-6
De doce años era Manasés cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén
cincuenta y cinco años; el nombre de su madre fue Hepsiba. E hizo lo malo ante
los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones que Jehová había
echado de delante de los hijos de Israel. Porque volvió a edificar los lugares altos
que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una
imagen de Asera, como había hecho Acab rey de Israel; y adoró a todo el ejército
de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas. Asimismo edificó altares en la casa
de Jehová, de la cual Jehová había dicho: Yo pondré mi nombre en Jerusalén. Y
edificó altares para todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de
Jehová. Y pasó a su hijo por fuego, y se dio a observar los tiempos, y fue agorero,
e instituyó encantadores y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos
de Jehová, para provocarlo a ira) La frase ‘pasar por el fuego’ a los hijos de un
dios era un ritual de purificación del cual se dedicaban los hijos a dicha deidad, sin
embargo, también podía denotar de que se sacrificaban a los hijos o niños. Esto lo
viene conformando Salmos 106:37, 38 donde dice: “…sacrificaban sus hijos y sus
hijas a demonios. Sangre inocente derramaban, la sangre de sus hijos y sus hijas,
que inmolaban a los ídolos de Canaán, y fue el país profanado de sangre”. Según
Merrill F. Unger “las excavaciones realizadas en Palestina han puesto al
descubierto montones de cenizas y restos de esqueletos infantiles en cementerios
situados cerca de altares paganos, lo que indica lo extendida que estaba esta
práctica cruel y abominable”. Henry H. Halley comenta: “Los cananeos, pues,
adoraban cometiendo excesos inmorales en presencia de sus dioses, y luego
asesinaban a sus hijos primogénitos como sacrificio a estos mismos dioses”.
Parece que en gran parte, la tierra de Canaán había llegado a ser una especie de
Sodoma y Gomorra en escala nacional. ¿Tenía derecho a seguir viviendo una
civilización de semejante inmundicia y brutalidad? Los arqueólogos que cavan en
ruinas de las ciudades cananeas se preguntan por qué Dios no las destruyó
mucho antes”. Otra característica del culto a Baal era el uso de la adivinación y la
práctica de varios métodos para predecir el futuro. En el relato del rey Manasés,
se nos menciona que cuando comenzó a edificar altares a Baal, empezó a
practicar la magia, buscó agoreros, hizo médium espiritistas y pronosticadores
profesionales de sucesos (2 Reyes 21:6). Incluso se asociaba la adoración de
Baal con los cuerpos celestes, ya que la gente por todo Judá hizo ‘humo de
sacrificio a Baal, al sol, a la luna, a las constelaciones del zodíaco y a todo el
ejército de los cielos’. (2 Reyes 23:4, 5). La religión fenicia giraba también en torno
a la fecundidad y el sexo. El culto se orientaba ante la necesidad de lograr que la
tierra, los ganados y los seres humanos fuesen fecundos y fructíferos. Es probable
que muchos de los relatos mitológicos se representaran en vivo en las diversas
festividades religiosas, y que muchas de estas representaciones tuvieran un fuerte
matiz sensual en la acción y en las palabras. Esto está muy relacionado con las
fiestas de primavera, cuando se suponía que tenía lugar la unión de Baal con la
diosa de la fecundidad, Anat.

El siguiente fragmento presenta un mito en la cual Anat. Hace un viaje para


comunicar a Baal el nacimiento de un toro salvaje, hecho por el cual Baal se
regocija. Antes de este anuncio, había reaccionado negativamente ante la noticia
del nacimiento de un toro manso y no procreador, animal que no sería
representativo de Baal, dios que mantiene frecuentes relaciones amorosas con
Anat. Por consiguiente, el dios fecunda a las novillas que Anat le ofrece como
sustitutas en caso de infecundidad. Anat selecciona la novilla, que identifica
consigo misma y que será fecundada por Baal. Probablemente la acción se repite,
naciendo de esta unión la prole de Baal:

POEMA

“Terneros las novillas parieron: un becerro a la Virgen Anat, una becerra a la


“Pretendida de los pueblos”. Y respondió Baal el Victorioso: “¿Para qué como
nuestro creador, como la familia de quien me constituyó rey, ha de marchar Baal,
llena su mano, el dios Hadad, llenó su dedo? No es más que una virgen la Virgen
Anat, aunque sea la más graciosa de las hermanas de Baal”. Ascendió Baal a la
montaña, el hijo, sí de Dagón al terreno de su posesión. Se sentó Baal en el trono
regio, el hijo de Dagón en el solio de su poder. Por el becerro Anat alzó el grito,
por el becerro el grito lanzó la “Pretendida de los pueblos”, con gracia…” Abrazó
Baal a la novilla, abrazó a la novilla y le cubrió con una frazada doble sobre su
ombligo, sí y su tierna piel, sobre la tierna piel de su infancia. La ladera ascendió
así al monte Arar y al Safón, a la delicia, al monte del triunfo. En voz alta a Baal
grito: “¡La buena nueva de El recibe, Baal, recíbela, sí progenie de Dagón! Ahora
un ‘morlaco’ a Baal le ha nacido, un toro salvaje, sí, al Jinete de las Nubes”. Se
alegró Baal, el Victorioso”.

Este poema describe las relaciones amorosas de los dioses y constituye un mito
de la fecundidad o la celebración de Baal como dios promotor de la fecundidad.
Anat aparece como diosa del amor y de esta fecundidad, en tanto que el toro
macho salvaje es la encarnación de la fuerza sexual de Baal en la tierra.
Probablemente este amorío entre Baal y Anat se reflejara en el culto de Fenicia.
Este interés por el sexo que manifestaba la religión cananea llegaba a verdaderos
extremos y en el peor de los casos despertaba los instintos más bajos del ser
humano. El arqueólogo W. F. Albright hace la siguiente observación sobre la
adoración al sexo en Fenicia: “En su peor momento, el aspecto erótico de su culto
debe haberse sumido en profundidades extremadamente sórdidas de degradación
social”. La religión debió de ser algo sórdido y degradante, juzgado desde el punto
de vista personal o de otras culturas. Por ejemplo, la prostitución sagrada, que se
ejercía entre hombres y mujeres, era una cosa muy común y que se practicaba en
nombre de la religión en los diversos centros de culto de Baal. La fecundidad
personificada como diosa se convertía realmente en una prostituta que incluso se
le consideraba como ‘santa’. En la Biblia encontramos una prohibición expresa de
esta práctica, y precisamente en el nombre de la religión:

“No habrá prostitutas sagradas entre las hijas de Israel, ni entre los hijos de Israel
habrá prostitutos sagrados. Tú no llevaras el salario de una ramera ni la paga de
un perro a la casa del Señor tu Dios por un voto (es decir, como complemento de
un voto ofrecido a Dios), pues ambas cosas son abominación para el Señor tu
Dios” (Deuteronomio 23:17, 18).

Otro aspecto interesante sobre la relación entre el sexo y el culto a Baal era la
práctica de bestialismo o zoofilia por parte de sus feligreses. Como habíamos
comentado anteriormente, uno de los escritos de Ras Shamra contenía un poema
en el cual Baal tuvo un amorío con Anat y fecundó algunas novillas dando como
resultado un becerro o novillo semental. Lo más probable es que también en los
cultos de fecundidad de este dios se intentara imitar este mito con la creencia de
que se aseguraría la prole del ganado y fuera fructífero. Por eso, es de notar otra
prohibición que se le dio al pueblo de Israel cuando iba a tomar posesión de los
territorios de Canaán o Fenicia:

“Y no debes dar tu emisión a ninguna bestia para hacerte inmundo por ello, y la
mujer no debe ponerse delante de una bestia para tener cópula con ella. Es una
violación de lo que es natural” (Levítico 18:23).

Los cultos a Baal se llevaban a cabo siempre en los “lugares altos”, obviamente
en altares erigidos en emplazamientos elevados. La gente, al parecer, tenía la
concepción de que resultaba más fácil atraer la atención de los dioses desde los
montes que desde los valles. Esto nos recuerda que las montañas se les dan una
connotación mística dentro de la religión, en todo caso, tomemos en cuenta que el
lugar de residencia de Baal era el monte Safón. Referente a esto la Biblia
corrobora en qué lugares se le rendía culto a Baal:

“Y han construido los lugares altos de Baal para quemar a sus hijos en el fuego,
en holocausto a Baal, lo que no les mandé ni les dije ni me pasó por la mente”
(Jeremías 19:5) (Biblia Jerusalén).

En estos “lugares altos”, poseían otros objetos sagrados además del altar. Estos
objetos eran “postes sagrados”, como lo explica el registro bíblico:

“Y durante aquella noche aconteció que Jehová pasó a decirle: “Toma el toro
joven, el toro que pertenece a tu padre, es decir, el segundo toro joven de siete
años, y tienes que demoler el altar de Baal que es de tu padre, y el poste sagrado
que está junto a él lo debes cortar. Y tienes que edificar un altar a Jehová tu Dios
en la cima de esta fortaleza, con la fila de piedras, y tienes que tomar el segundo
toro joven y ofrecerlo como ofrenda quemada sobre los pedazos de madera del
poste sagrado que cortarás” (Jueces 6:25, 26) (NVI).
La palabra hebrea que se utiliza para referirse a “poste sagrado” es ‘asche-ráh
(plural ‘asche-rím) y se refería principalmente a una asta o mástil que representa a
la diosa Aserá. Y el hecho de que estuviera junto a los lugares altos en donde se
rendía culto a Baal, probablemente también tuviera esto una connotación erótica o
lasciva entre la unión de Baal con su madre Aserá. Otro aspecto que se deduce de
su adoración incluye la laceración o mutilación corporal, comparando esto con lo
que dice el Primero de Reyes 18:28, 29, que hace referencia a que “los sacerdotes
de Baal se cortaron con dagas y lancetas hasta que hicieron chorrear la sangre
entre sí”.

Conclusión

Esta revisión de los dioses adoptados por Israel se ha hecho con el propósito de
contextualizar los problemas que vivían todos los profetas menores y hombres de
Dios en esa época, y de señalar los pecados con los cuales los reyes de Israel y
Judá ofendieron a Jehová; provocando así la disciplina de Dios, basada en el
cumplimiento de la promesa que se les había entregado en el monte Ebal (Dt
27:13-26; 28:15-68)

(Encyclopedia Mythic) (Harden, D. Los fenicios. pp. 240-241).

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