Selección Antigua. Platón
Selección Antigua. Platón
Selección Antigua. Platón
1- PLATÓN
Ocupémonos ahora en el alma en sí misma. Para decir lo que ella es sería preciso una ciencia
divina y desenvolvimientos sin fin. Para hacer comprender su naturaleza por una
comparación, basta una ciencia humana y algunas palabras. Digamos, pues, que el alma se
parece a las fuerzas combinadas de un tronco de caballos y un cochero; los corceles y los
cocheros de las almas divinas son excelentes y de buena raza, pero, en los demás seres, su
naturaleza está mezclada de bien y mal. Por esta razón, en la especie humana el cochero dirige
dos corceles, el uno excelente y de buena raza, y el otro muy diferente del primero y de un
origen también muy diferente; y un tronco semejante no puede dejar de ser penoso y difícil
de guiar.
"¿Pero ¿cómo, entre los seres animados, unos son llamados mortales y otros
inmortales? Esto es lo que conviene esclarecer. El alma universal rige la materia inanimada y
hace su evolución en el universo, manifestándose bajo mil formas diversas. Cuando es
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Fedro, 245b- 250ª, Sarpe, España, 1985, pgs. 152-159.
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perfecta y alada, campea en lo más alto de los cielos, y gobierna el orden universal. Pero
cuando ha perdido sus alas, rueda en los espacios infinitos hasta que se adhiere a alguna cosa
sólida, y fija allí su estancia; y cuando ha revestido un cuerpo terrestre, que, desde aquel acto,
movido por la fuerza que le comunica, parece moverse por sí mismo, esta reunión de alma y
cuerpo se llama un ser vivo, con el aditamento de ser mortal.
— Ésta. Al existir tres partes, a mí me parece que también hay tres clases de placeres propios
a cada una de ellas y también tres órdenes de deseos y de mandatos.
—Ciertamente.
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La República.
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Fedro, 253c-254b.
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aplastada, el cuello corto; es negro, y sus ojos verdes y ensangrentados; no respira sino furor
y vanidad; sus oídos velludos están sordos a los gritos del cochero, y con dificultad obedece
a la espuela y al látigo.
PLATÓN, Timeo, 69a-71a, traducción de Mª. Ángeles Durán y Francisco Lisi, Diálogos, Vol. VI, Gredos, Madrid 1992,
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pp.229-231.
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canales de la arteria en dirección al pulmón y a éste lo colocaron alrededor del corazón, como
una almohadilla, para que el corazón lata sobre algo que cede, cuando el coraje se excita en
su interior, y se enfríe, de modo que sufra menos y pueda servir más a la razón con coraje.
Entre el diafragma y el límite hacia el ombligo, hicieron habitar a la parte del alma que
siente apetito de comidas y bebidas y de todo lo que necesita la naturaleza corporal, para lo
cual construyeron en todo este lugar como una especie de pesebre para la alimentación del
cuerpo. Allí la ataron, por cierto, como a una fiera salvaje: era necesario criarla atada, si un
género mortal iba a existir realmente alguna vez. La colocaron en ese lugar para que se
apaciente siempre junto al pesebre y habite lo más lejos posible de la parte deliberativa, de
modo que cause el menor ruido y alboroto y permita reflexionar al elemento superior con
tranquilidad acerca de lo que conviene a todas las partes, tanto desde la perspectiva común
como de la particular.