3 Venenos Ensayo
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Resumen
E l budismo es una de las religiones que más están creciendo en las socie-
dades occidentales. Es de esperarse que existan muchas expectativas y
malentendidos de sus postulados y principios. Pero sin lugar a dudas una ver-
tiente muy interesante del budismo es su visión sobre la ética y la moral. Este
ensayo tiene el objetivo general de exponer qué entiende el budismo por ética.
Comprender la mente y sus funciones es básico para operar acciones y nor-
mas que se dirijan al bienestar de uno y de los más. En este campo, el budismo
es una profunda propuesta práctica para elevar la calidad de nuestras relaciones
humanas de modo compasivo e inteligente.
* El autor es sociólogo, maestro en Economía por la unam y doctor en Población por El Colegio
de México. Actualmente imparte cursos budistas y seminarios de meditación con base en los libros
que ha publicado sobre el tema: El Budhadharma, El arte de estar bien, La pesadilla del samsara y
Abandona tu yo. Están en proceso de edición dos libros más: La propuesta y Tesoros del corazón
(Ediciones Pax). Vive en la ciudad de México y es el responsable de la Academia Budista Kalamas,
página web: www.kalamas.org.mx
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Abstract
Buddhism is one of the religions that are growing in most Western societies.
It is expected that there are many misunderstandings and expectations of its
tenets and principles. But without a doubt a very interesting aspect of Buddhism
is your vision on ethics and morality. This test has the overall aim of exposing
what Buddhism means by ethics. To understand the mind and its functions is
basic to operate actions and rules that address the welfare of one and more. In
this area, Buddhism is a profound practical proposal to raise the quality of our
human relations so compassionate and intelligent.
La sabiduría oriental más antigua en el contexto del budismo dice que en los
seres humanos realmente sólo existen dos emociones sustantivas: el amor y
el miedo. Todos los demás sentimientos, buenos o malos, son ramas de estos
dos árboles inmensos. En el campo del amor y el miedo jugamos todas nuestras
partidas tanto con uno mismo como con los demás.
La idea que articula este ensayo reside en una hipótesis bastante simple
pero que implica un verdadero desafío tanto intelectual como vivencial: la na-
turaleza del ser humano es bondadosa y pacífica,1 como lo establece el Dalai
Lama en sus enseñanzas. Biológicamente nuestra estructura física y corporal
está diseñada más para el abrazo y la ternura, que para la agresión y los actos
ofensivos. No tenemos colmillos como la mayoría de los mamíferos carnívoros;
nuestras uñas son delgadas, nunca se convierten en pezuñas. Nuestro cuerpo
carece de partes resistentes como caparazones. Nuestros brazos y manos son
delgados en general, más predispuestos a la caricia que al golpe. Somos tan dé-
biles que todas las armas que hemos inventado de cierto modo lo que hacen
es suplir nuestro déficit fisiológico.
Seguramente todos ustedes se preguntarán ¿por qué si somos de naturaleza
compasiva y bondadosa existe tanto mal y problemas en nuestras sociedades y
en nuestra vida personal? Al respecto, Gueshe Sonam Rinchen, un viejo monje
budista tibetano, hace referencia a la realidad actual con estas palabras:
1
Dalai Lama, El arte de la compasión. Barcelona,Grijalvo, 2002.
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Para la teoría budista, el mundo que vivimos está hecho primariamente por
la mente. Es ella la creadora del mundo que experimentamos. En El Dhamma-
pada se establece que:
En el contexto del dharma, es decir, las enseñanzas dadas por Buda hace un
poco más de 2500 años, mente significa no sólo los procesos mentales asen-
tados en el cerebro, sino también las sensaciones, sentimientos y emociones
que el cuerpo experimenta. En pocas palabras, hay que entender por mente
todo aquello que nos sucede. Mente, por lo tanto, es espíritu.
Cuando se habla de que construimos el mundo con la mente, lo que se quiere
decir es que todo lo que nos rodea fue antes un proceso diseñado en y por la
mente. Aquí mismo, la ropa que usamos, los asientos donde estamos, la estructu-
ra de este auditorio, los jardines, nuestros libros, celulares y computadoras; todo
ha sido antes una idea, un pensamiento. Pues bien, de acuerdo con la misma
mecánica podemos afirmar que todos los hechos y circunstancias que vivimos
han sido previamente definidos de algún modo por la mente. Toda experiencia
que vivimos, ya sea agradable, desagradable o neutra, es consecuencia del
modo en que reacciona la mente a los estímulos internos y externos.
2
Gueshe Sonam Rinchen, Ocho poemas para educar la mente. Novolato, Dharma, 2005.
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Anónimo, El Dhammapada. Vers. de Alberto Blanco. México, fce, 2004.
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Si así son las cosas, entonces podemos inferir que nuestra sociedad, y en
general la cultura y la educación, está verdaderamente al margen de lo verda-
deramente humano. Durante mucho tiempo nos hemos dedicado a estudiar y
analizar todo aquello que tiene que ver con el mundo material, con el cuerpo.
Por eso es lógico que las disciplinas médicas, biológicas y genéticas sean ahora
las áreas que mejor desempeño tienen en las ciencias en general. También nos
hemos abocado con gran esmero a construir un mundo externo que satisfaga
nuestros placeres sensitivos. Todo el marketing actual está enfocado a satisfacer
los deseos que saturan nuestros sentidos.
La cultura occidental se ha especializado en la lógica, la razón, la materia y
en las formas externas. Biológicamente hablando, hemos fomentado el desa-
rrollo del hemisferio cerebral izquierdo; lo cuantitativo y lo medible, los índices
y las tasas, los porcentajes y las curvas logarítmicas parecen ser el sustento
natural para pensar el mundo. En cambio, hay un franco déficit de atención en
las cualidades que residen en el hemisferio derecho: la intuición, la pasión, la
poesía, el sentido, las estructuras y sistemas inmateriales de la conciencia y
la sabiduría.
El costo que estamos pagando por este desequilibrio entre la lógica y la
intuición, entre el dato y el corazón, es impresionante; a decir verdad nos en-
contramos en una situación desastrosa.
Si bien es cierto que cada uno de nosotros tenemos el potencial para ser
personas buenas y felices, también tenemos las condiciones para ser personas
malas y perjudiciales. Las facetas del bien y el mal conviven en nuestro mundo.
En cada mente residen cientos de tendencias hacia el egoísmo, la agresividad
y la maldad. Son los llamados malos sentimientos los que nos hacen sufrir, y
como sufrimos, sentimos la necesidad de hacer sufrir a los demás.
Desde el punto de vista de la práctica y el estudio budistas, lo que importa,
antes que nada, es reconocer que en cada uno de nosotros habitan ángeles y
demonios. Cada una de las intenciones y motivaciones para actuar pretende
dominar toda la existencia.4 Hay múltiples opciones, pero sin lugar a dudas es
mucho más fácil inclinarse por las voliciones negativas que por las positivas.
Y esto tiene su razón de ser. Los resultados de los actos negativos parecen
proporcionar satisfacción inmediata a nuestros deseos. Robar hace que en un
momento tengamos lo que queremos; comer compulsivamente hace que sa-
ciemos el hambre en un instante; tener relaciones sexuales materialistas hace
que desahoguemos intempestivamente importantes energías. El poder de las
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Dalai Lama, Adiestrar la mente. Barcelona, Casa Tíbet de Barcelona/Fundación para Preservar
la Tradición Mahayana /Editorial Dharma, 2004.
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Dalai Lama, El ojo de la sabiduría. Barcelona, Kairós, 2002.
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Para el budismo existen seis sentidos, cada uno con su propia conciencia y objeto de contacto.
El sentido de la vista contacta formas y desarrolla la conciencia visual; el sentido del olfato contacta
los olores y forma la conciencia olfativa. Los sentidos del gusto, auditivo y táctil trabajan de igual
modo. Es importante hacer notar que el sexto sentido es la mente, cuyo objeto de contacto son los
pensamientos y las emociones; contiene la conciencia de la conciencia, o como se dice comúnmente
“darse cuenta de que se está uno dando cuenta”.
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En este punto, cabe preguntarse ¿por qué los malos sentimientos nacen
cuando estamos ensimismados, es decir, cuando creemos que todo lo que
experimentamos debe girar alrededor del yo?, ¿qué hay de malo en eso?
Cuando deseamos, creemos y queremos que toda experiencia y contacto
gire alrededor de nuestro yo, entonces forzamos a que el flujo de sucesos se
comporte de acuerdo con nuestros deseos. En otras palabras, cuando actuamos
bajo el mandato del ego, del egoísmo, sufrimos y hacemos sufrir a los demás
porque propiciamos una fuerte agresión al tratar de exigir que los sucesos que ya
ocurrieron debieron de ser de otro modo; que los sucesos que están ocurriendo
sean de otra manera, y que los sucesos que van a ocurrir sean como nosotros
deseamos. El pasado, el presente y el futuro quedan totalmente destrozados
bajo el yugo del ego, de sus apegos y aversiones.
Dado que todo suceso, sea persona, cosa o hecho, es un flujo de eventos
que no posee independencia ni autonomía, surge, se desarrolla y culmina en
función de numerosos factores, causas primarias y condiciones secundarias de
7
Cf. Dalai Lama, Adiestrar la mente.
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los cuales depende. Lo único que podemos controlar son nuestras reacciones
frente a esos sucesos; por eso, todo lo que me pasa depende de mis estados
mentales.
En otras palabras, lo más recomendable es tratar los malos sentimientos sur-
gidos del apego, la aversión y la indiferencia, como estados mentales internos.
Recordemos que las cualidades que les conferimos a los objetos de deseo y de
desagrado son construcciones de la mente misma; antes de ser sentimientos,
han de aparecer como pensamientos de adhesión frente a los sucesos que nos
agradan, y de rechazo ante a los sucesos que nos desagradan.
La ética budista no es un esquema moralista y, por lo tanto, no impone qué
hacer o no. Más bien surge como resultado de haber comprendido cómo nuestras
percepciones equivocadas de la realidad hacen que realicemos constantemente
acciones de apego, aversión o indiferencia; todas actitudes negativas. De ahí
la importancia de comprender la realidad como es, como un flujo de sucesos
siempre inacabado, indefinido, abierto, en perenne cambio. Una mente que se
constriñe a impulsar y defender los deseos del ego, es una mente esclaviza-
da al campo de sus intereses. En cambio, una mente no ensimismada, que
piensa en los demás, que siente a los demás, sus sufrimientos y necesidades,
es una mente abierta, amplia, lúcida y seguramente feliz.
Ahora bien, para no producir malos sentimientos, se requiere haber entendido,
con todas sus implicaciones, las tres características o sellos de la realidad. La
primera establece que todos los fenómenos son impermanentes: nacen debido
a causas y condiciones, y se forman de partes; después crecen y se desarrollan,
y en su momento desaparecen del mundo de las formas.
La segunda característica establece, también, que todos los fenómenos con-
tienen elementos de sufrimiento. Todo es potencialmente dañino: podemos ha-
cernos una herida con un lápiz o incluso con una hoja de papel; resbalar en un
escalón y quebrarnos la cabeza. En fin, cualquier objeto, sin excepción algu-
na, es susceptible de hacernos daño en este mundo. Por eso se dice que toda
existencia contiene ingredientes de malestar e insatisfacción.
La tercera y última característica de la realidad es que ningún fenómeno o
entidad posee existencia inherente, de sí misma y para sí misma. Ya hemos
expuesto esta idea: los fenómenos están vacíos de existencia inherente y autó-
noma. Aunque en la vida cotidiana las personas, cosas y hechos se presentan
como aislados, fijos y definitivos, la verdad es que son efectos producidos por
cientos de causas, están cambiando constantemente y son ambiguos. A este
modo de ser de los fenómenos se le llama sunyata, en sánscrito. El yo mismo
tiene esta cualidad: es insustancial, no existe en él nada que sea eterno, fijo,
permanente ni definitivo. El yo, por el cual nos desvivimos y morimos, sólo
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existe como una imputación al conjunto del cuerpo y la mente; pero no existe
por sí mismo ni para sí mismo. Únicamente se hace evidente en función de sus
relaciones con los demás.
Al principio de este artículo establecimos que para el budismo el sufrimiento
es resultado de una mala percepción de las cosas, de los fenómenos. Ahora
ya podemos definir los errores de percepción que generamos debido a nuestra
ignorancia al tratar a la realidad como si existieran en ella objetos de apego,
aversión e indiferencia por sí mismos. También postulamos que los malos
sentimientos surgen precisamente cuando percibimos erróneamente lo que
experimentamos: cuando construimos o cosificamos como objetos mentales a
un flujo de sucesos. Sufrimos porque, en un momento dado, el objeto mental
solidificado choca con el flujo de sucesos que no se deja objetivizar.
Los errores de percepción enturbian la mente y sustentan los sentimientos
negativos. Básicamente son tres:
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Dalai Lama, Caminos hacia el Nirvana. Barcelona, Kairós, 2007.
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Una obra excelente que estudia las emociones destructivas y, por ende, sus repercusiones
en los actos negativos y agresivos que resultan de ellas es la de Daniel Goleman y Dalai Lama,
Emociones destructivas. Buenos Aires, Vergara, 2004.
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Dalai Lama, El poder de la compasión. Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 2001.
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