Planteamiento Del Problema
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Planteamiento Del Problema
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En el mundo entero la contaminación se presenta en todas las esferas sociales, como esta
demostrado Según la (ONU) Naciones Unidas en la asamblea general, de Consejo de Derechos
Humanos (28 de febrero a 1 de abril de 2022 Tema 3 de la agenda) en el presente informe,
Mientras que la emergencia climática, la crisis mundial de la biodiversidad y la pandemia de
enfermedad por coronavirus (COVID-19) acaparan los titulares, la devastación que la
contaminación y las sustancias peligrosas causan en la salud, los derechos humanos y la
integridad de los ecosistemas sigue sin suscitar a penas atención. Sin embargo, la contaminación
y las sustancias tóxicas causan al menos 9 millones de muertes prematuras, el doble del número
de muertes causadas por la pandemia de COVID-19 durante sus primeros 18 meses. Una de
cada seis muertes en el mundo está relacionada con enfermedades causadas por la
contaminación, una cifra que triplica la suma de las muertes por sida, malaria y tuberculosis y
multiplica por 15 las muertes ocasionadas por las guerras, los asesinatos y otras formas de
violencia. La contaminación atmosférica es el mayor contribuyente ambiental a las muertes
prematuras, al causar unos 7 millones de ellas cada año. Los países de ingreso bajo y mediano
son los más afectados por las enfermedades relacionadas con la contaminación, pues
representan casi el 92 % de las muertes por esta causa. Más de 750.000 trabajadores y
trabajadoras mueren anualmente debido a la exposición a sustancias tóxicas en el entorno
laboral, entre ellas la materia particulada, el amianto, el arsénico y los gases de escape de
motores diésel. La toxificación del planeta Tierra se intensifica. Aunque hay algunas sustancias
tóxicas que se han prohibido o cuyo uso se está eliminando, la producción, el uso y el desechado
de productos químicos peligrosos, en general, sigue aumentando rápidamente. Cada año se
emiten o vierten cientos de millones de toneladas de sustancias tóxicas al aire, el agua y el
suelo. La producción de sustancias químicas se duplicó entre 2000 y 2017, y se espera que se
duplique de nuevo para 2030 y se triplique para 2050, produciéndose la mayor parte del
crecimiento en los países no miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE). Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), el resultado de este crecimiento será un aumento de la exposición a los riesgos y un
empeoramiento de las repercusiones para la salud y el impacto ambiental, a menos que se
adopten medidas ambiciosas, urgentes y colaborativas a escala mundial por parte de todas las
partes interesadas y en todos los países. El mundo está pasando apuros para hacer frente a las
amenazas químicas de antes y de ahora. Por ejemplo, el plomo se sigue utilizando de forma
generalizada a pesar de que se conocen desde hace tiempo su toxicidad y sus devastadoras
consecuencias para el desarrollo neurológico en la infancia. El plomo causa cerca de un millón
de muertes al año, así como daños demoledores e irreversibles en la salud de millones de niños
y niñas. Entre los motivos de preocupación recientes figuran las sustancias perfluoroalquiladas y
polifluoroalquiladas, los alteradores endocrinos, los microplásticos, los plaguicidas
neonicotinoides, los hidrocarburos aromáticos policíclicos, los residuos farmacéuticos y las
nanopartículas. Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas son un grupo de miles
de sustancias químicas de extendido uso en aplicaciones industriales y de consumo, como las
espumas para sofocar incendios y los revestimientos hidrófugos y lipófobos para textiles, papel
y utensilios de cocina. Se les conoce como “sustancias químicas eternas” (forever chemicals)
debido a su persistencia en el medio ambiente. Además, son tóxicas y bioacumulativas, pues van
cumulándose en los tejidos de los organismos vivos y aumentando su concentración según
ascienden en la cadena alimentaria. Prácticamente todas las personas de los países
industrializados tienen sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas en su organismo.
La exposición a ellas se ha asociado a lesiones hepáticas, hipertensión, disminución de la
respuesta inmunitaria, disminución de la fertilidad, menor peso al nacer y cáncer testicular y de
riñón. En la Unión Europea, los costos relacionados con la salud que se derivan de las
sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas oscilan entre los 52.000 y los 84.000
millones de euros anuales, mientras que los costos de tratamiento y recuperación del suelo y las
aguas contaminadas van de los 10.000 a los 170.000 millones de euros. La extracción, el
procesamiento, la distribución y la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas
natural) producen ingentes volúmenes de contaminación y sustancias químicas tóxicas. Los
combustibles fósiles son también la principal materia prima de las industrias petroquímica y del
plástico, altamente contaminantes. La agricultura industrial contamina el aire, el agua, el suelo y
la cadena alimentaria con plaguicidas, herbicidas, fertilizantes sintéticos y medicamentos
peligrosos15. Otras industrias que producen enormes volúmenes de contaminación y sustancias
tóxicas son la minería y la fundición, la industria manufacturera, el sector textil, la construcción
y el transporte. La gestión de desechos sin las debidas condiciones de seguridad, en particular el
vertido, la combustión al aire libre y el procesamiento informal de desechos electrónicos,
baterías de plomo y plásticos, expone a cientos de millones de personas del Sur Global a
cócteles químicos, como son los pirorretardantes bromados, los ftalatos, las dioxinas, los
metales pesados, los hidrocarburos aromáticos policíclicos y el bisfenol A. Los accidentes
químicos pueden tener un impacto catastrófico en la salud, los derechos humanos y el medio
ambiente. Un ejemplo bien conocido fue la exposición, en 1984, de más de medio millón de
personas a un escape de isocianato de metilo en Bhopal (India) en una planta de plaguicidas
propiedad de Unión Carbide, el cual causó miles de muertes. Los accidentes en las
explotaciones mineras también provocan vertidos masivos de sustancias tóxicas, como
ilustraron el derrumbe de los depósitos de decantación de residuos en Mariana y Brumadinho,
en Brasil (2015 y 2019 respectivamente), y el desastre de Baia Mare en Rumanía (2000). Las
explosiones de almacenes con sustancias tóxicas han cobrado mayor protagonismo tras las
catástrofes de Beirut, en 2020, y de Tianjin (China), en 2015. Los contaminantes tóxicos son
omnipresentes hoy en día, hallándose desde las más altas cumbres del Himalaya hasta las
profundidades de la Fosa de las Marianas. Los seres humanos están expuestos a sustancias
tóxicas a través de la respiración, los alimentos y la bebida, por contacto con la piel y a través
del cordón umbilical en el vientre materno. Los estudios de biomonitorización revelan la
presencia de residuos de plaguicidas, ftalatos, pirorretardantes, sustancias perfluoroalquiladas y
polifluoroalquiladas, metales pesados y microplásticos en nuestro organismo. Incluso se
encuentran sustancias tóxicas en los recién nacidos. La exposición a sustancias tóxicas aumenta
el riesgo de muerte prematura, intoxicación aguda, cáncer, enfermedades cardíacas, accidentes
cerebrovasculares, enfermedades respiratorias, efectos adversos en los sistemas inmunológico,
endocrino y reproductivo, anomalías congénitas y secuelas en el desarrollo neurológico de por
vida. Una cuarta parte de la carga mundial de morbilidad se atribuye a factores de riesgo
ambientales evitables, la inmensa mayoría de los cuales implica la exposición a la
contaminación y a las sustancias tóxicas. Es importante destacar las formas en que las sustancias
tóxicas están relacionadas con los otros dos aspectos de la triple crisis ambiental mundial (la
emergencia climática y el declive de la biodiversidad). La industria química agudiza la
emergencia climática al consumir más del 10 % de los combustibles fósiles producidos en el
mundo y emitir unos 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero cada año. El
calentamiento global contribuye a la liberación y removilización de contaminantes peligrosos
procedentes del deshielo de los glaciares y del permafrost. La contaminación y las sustancias
tóxicas constituyen además uno de los cinco principales motores del catastrófico declive de la
biodiversidad, con efectos especialmente negativos para los polinizadores, los insectos, los
ecosistemas de agua dulce y marinos (incluidos los arrecifes de coral) y las poblaciones de aves.
En la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de 2002, los Estados se comprometieron a
reducir al mínimo los efectos adversos de los productos químicos y los desechos en la salud
humana y el medio ambiente para 2020. Esta promesa sirvió de base para el objetivo general del
Enfoque Estratégico para la Gestión de Productos Químicos a Nivel Internacional, aprobado en
2006. Sin embargo, es evidente que este propósito no se ha cumplido. El marco para las
sustancias químicas y los desechos posterior a 2020 ofrece la oportunidad de replantear el
objetivo mundial, ya que el objetivo de reducir al mínimo los efectos adversos implica que las
personas seguirán viéndose perjudicadas por la exposición a la contaminación, las sustancias
químicas tóxicas y los desecho. En cambio, el derecho a un medio ambiente no tóxico requiere
centrarse en prevenir la exposición a la contaminación y a las sustancias tóxicas. Hay
numerosos instrumentos de derecho internacional que abordan la contaminación y las sustancias
tóxicas, entre otros, los siguientes: a) El Convenio sobre la Prevención de la Contaminación del
Mar por Vertimiento de Desechos y Otras Materias; b) El Convenio Internacional para Prevenir
la Contaminación por los Buques, 1973, modificado por el Protocolo de 1978; c) El Protocolo
de Montreal relativo a las Sustancias que Agotan la Capa de Ozono; d) El Convenio de Basilea
sobre el Control de los Movimientos Transfronterizos de los Desechos Peligrosos y su
Eliminación; e) El Convenio sobre los Productos Químicos, 1990 (núm. 170) de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT); f) El Convenio sobre la Prevención de
Accidentes Industriales Mayores, 1993 (núm. 174) de la OIT; g) El Convenio de Rotterdam
sobre el Procedimiento de Consentimiento Fundamentado Previo aplicable a Ciertos Plaguicidas
y Productos Químicos Peligrosos Objeto de Comercio Internacional; h) El Convenio de
Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes; i) El Reglamento Sanitario
Internacional (2005); j) El Convenio de Minamata sobre el Mercurio. 16. Varios instrumentos
voluntarios adoptados por organizaciones internacionales también se ocupan de la
contaminación y las sustancias químicas tóxicas. Algunos ejemplos destacados son las
Directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la Calidad del Aire, el Código
Internacional de Conducta para la Gestión de Plaguicidas y el Sistema Globalmente
Armonizado de Clasificación y Etiquetado de Productos Químicos. La eficacia de estos
instrumentos se ve mermada por numerosas e importantes lagunas y flaquezas, como el hecho
de que en ninguno de ellos se mencionan los derechos humanos, la gran mayoría de las
sustancias tóxicas no están controladas y son pocos los países que cumplen todas sus
obligaciones. Por ejemplo, la OCDE calcula que, debido a lagunas en la información, entre
20.000 y 100.000 sustancias químicas existentes no han sido evaluadas adecuadamente para
determinar los riesgos que presentan21. Menos de la mitad de los Estados han aplicado el
Sistema Globalmente Armonizado de Clasificación y Etiquetado de Productos Químicos, y
menos de la mitad recaban y publican datos sobre las emisiones, vertidos y transferencias de
contaminantes. Muchas partes en los Convenios de Basilea, Rotterdam y Estocolmo no cumplen
sus obligaciones en materia de presentación de información. Aunque la mayoría de los países
cuenta con leyes y políticas destinadas a proteger la salud de las personas y los ecosistemas
frente a las sustancias tóxicas, las medidas se centran en la reducción, no en la eliminación.
Siguen existiendo muchas lagunas, y las instituciones suelen carecer de las competencias y los
recursos necesarios para desempeñar sus funciones. Las leyes, las políticas y su observancia y
aplicación presentan grandes variaciones en todo el mundo. Los niveles de azufre permitidos en
el gasóleo van desde menos de 10 partes por millón en algunos Estados de ingreso alto hasta
más de 10.000 partes por millón en algunos Estados de ingreso bajo, de modo que, en estos
últimos, el combustible puede ser 1.000 veces más sucio. La mayoría de los países aún carece
de límites jurídicamente vinculantes para la presencia de plomo en las pinturas, pero en los
casos en que existen, estos oscilan entre 90 y 20.000 partes por millón23. Aunque todos los
seres humanos están expuestos a la contaminación y a las sustancias químicas tóxicas, hay
indicios convincentes de que la carga de la contaminación recae de forma desproporcionada
sobre las personas, los grupos y las comunidades que ya soportan el peso de la pobreza, la
discriminación y la marginación sistémica. Las mujeres, los niños y niñas, las minorías, las
personas migrantes, los pueblos indígenas, las personas de edad y las personas con discapacidad
son potencialmente vulnerables, por diversas razones económicas, sociales, culturales y
biológicas. Los trabajadores y trabajadoras, especialmente en los países de ingreso bajo y
mediano, están en situación de riesgo debido a la elevada exposición en sus puestos de trabajo,
las malas condiciones laborales, el escaso conocimiento de los riesgos químicos y la falta de
acceso a la atención de la salud. Millones de niños trabajan en sectores potencialmente
peligrosos como la agricultura, la minería y el curtido. Hay viviendas sociales con presencia de
amianto, plomo, formaldehído y otras sustancias tóxicas.
El inquietante fenómeno por el cual las comunidades pobres y marginadas se ven más afectadas
por la contaminación es una forma de injusticia ambiental. Las injusticias ambientales
relacionadas con la contaminación y la producción, exportación, uso y desechado de sustancias
tóxicas tienen su origen en el racismo, la discriminación, el colonialismo, el patriarcado, la
impunidad y los sistemas políticos que sistemáticamente pasan por alto los derechos humanos.
Los sitios contaminados suelen encontrarse en comunidades desfavorecidas. Se calcula que en
Europa hay 2,8 millones de sitios contaminados, mientras que en los Estados Unidos se han
delimitado más de 1.000 sitios nacionales de saneamiento prioritario, entre cientos de miles de
emplazamientos contaminados. En los países de ingreso bajo y mediano están generándose
nuevos sitios contaminados debido a la industrialización (por ejemplo, las centrales eléctricas de
carbón) y al extractivismo (por ejemplo, la extracción de oro artesanal y en pequeña escala). En
numerosos Estados, la limpieza y el saneamiento se retrasan por LA falta de fondos disponibles.
Muchas de las injusticias ambientales son transnacionales, ya que el consumo en los Estados
ricos tiene graves consecuencias para la salud, los ecosistemas y los derechos humanos en otros
Estados. Los Estados de ingreso alto siguen exportando irresponsablemente materiales
peligrosos, como plaguicidas, desechos plásticos, desechos electrónicos, aceite usado y
vehículos desechados, junto con los riesgos sanitarios y ambientales que acarrean, a países de
ingreso bajo y mediano, aprovechando que estos países suelen tener una reglamentación menos
estricta y su aplicación es limitada. Las empresas de la Unión Europea tenían previsto exportar
más de 81 mil toneladas de plaguicidas prohibidos en 2018. Aproximadamente el 80 % del
desguace de buques se realiza en las playas de Bangladesh, la India y el Pakistán, en las que
trabajadores y trabajadoras sin protección están expuestos a sustancias químicas tóxicas31. En
algunos países, hasta el 95 % de los desechos electrónicos son procesados de manera informal
por personal no calificado que carece del equipo adecuado, quedando expuesto a importantes
niveles de metales pesados, bifenilos policlorados, pirorretardantes bromados, hidrocarburos
aromáticos policíclicos y dioxinas. Las comunidades pobres, vulnerables y marginadas tienen
menos probabilidades de acceder a información sobre el medio ambiente, de participar en la
adopción de decisiones al respecto o de contar con acceso a la justicia y a recursos efectivos
cuando sus derechos se ven amenazados o vulnerados por la contaminación y las sustancias
químicas tóxicas. Aunque la Convención sobre el Acceso a la Información, la Participación del
Público en la Toma de Decisiones y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales
(Convención de Aarhus) y el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la
Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el
Caribe (Acuerdo de Escazú) se centran en la rectificación de estas injusticias y en garantizar a
todos el disfrute del derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible, los Estados
parte en estos tratados son menos de 60 y su aplicación sigue tropezando con dificultades.
Algunas comunidades son objeto de injusticias ambientales consistentes en un grado de
exposición tan extremo a la contaminación y a las sustancias tóxicas en sus lugares de
residencia que estos se han denominado “zonas de sacrificio”. La frase se originó en la época de
la guerra fría, cuando designaba las zonas que quedaban inhabitables debido a los experimentos
nucleares de los Estados Unidos, la Unión Soviética, Francia y el Reino Unido de Gran Bretaña
e Irlanda del Norte, los cuales provocaban niveles de radiación elevados y persistentes. En la
actualidad, por zona de sacrificio puede entenderse un lugar cuyos residentes sufren
consecuencias devastadoras para su salud física y mental y violaciones de sus derechos 49/53 8
GE.22-00319 humanos, de resultas de vivir en focos de polución y zonas altamente
contaminadas. La crisis climática está creando una nueva categoría de zonas de sacrificio como
consecuencia de la emisión desaforada de gases de efecto invernadero, ya que los terrenos de
esas comunidades se han convertido, y se siguen convirtiendo, en zonas inhabitables a causa de
fenómenos meteorológicos extremos o de desastres de evolución lenta, como la sequía y la
subida del nivel del mar. Las instalaciones más contaminantes y peligrosas, como las minas a
cielo abierto, las fundiciones, las refinerías de petróleo, las plantas químicas, las centrales
eléctricas de carbón, los yacimientos de petróleo y gas, las plantas siderúrgicas, los vertederos y
las incineradoras de desechos peligrosos, y aquellas zonas donde estas instalaciones se
presentan agrupadas, suelen situarse en las inmediaciones de comunidades pobres y marginadas.
La salud, la calidad de vida y un amplio abanico de derechos humanos quedan en entredicho
con el pretexto del “crecimiento”, el “progreso” o el “desarrollo”, pero el auténtico motivo son
los intereses privados. Los accionistas de las empresas contaminantes obtienen mayores
beneficios, mientras que los consumidores sacan partido gracias a un menor costo de la energía
y los productos. El mantenimiento de los puestos de trabajo en las industrias contaminantes se
aduce a modo de chantaje económico para retrasar la transición hacia un futuro sostenible,
mientras que el potencial de los empleos verdes se desprecia injustificadamente. El hecho de
que sigan existiendo zonas de sacrificio es una mancha en la conciencia colectiva de la
humanidad. Creadas a menudo con la connivencia de Gobiernos y empresas, las zonas de
sacrificio están en contradicción directa con el desarrollo sostenible y menoscaban los intereses
de las generaciones presentes y futuras. Las personas que habitan las zonas de sacrificio viven
explotadas, traumatizadas y estigmatizadas. Se las trata como si fueran desechables, se ignora su
voz, se excluye su presencia en los procesos de toma de decisiones y se pisotean su dignidad y
sus derechos humanos. Las zonas de sacrificio existen en los Estados ricos y pobres, en el Norte
y en el Sur, como ilustran los ejemplos expuestos a continuación. En el anexo I se describen más
zonas de sacrificio África. En Kabwe (Zambia), el 95 % de los niños presentan niveles elevados
de plomo en la sangre a causa de la extracción y fundición de plomo. Algunos expertos han
calificado la situación de grave crisis de salud ambiental, y Kabwe fue citada entre los lugares
más contaminados del planeta. La exposición al plomo durante la infancia es perjudicial para el
desarrollo neurológico, y causa déficits cognitivos de por vida. La exposición a niveles
extremadamente altos, como los observados en Kabwe, puede causar ceguera, parálisis y la
muerte. Los habitantes del delta del Níger, en Nigeria, llevan décadas conviviendo con la
contaminación por hidrocarburos y la quema de gas, que generan numerosos problemas de salud
física y mental debido a la contaminación del aire, el agua y los alimentos. Entre los efectos
adversos para la salud que supone la exposición a la contaminación por hidrocarburos figuran
las anomalías en la sangre y en las funciones hepática, renal, respiratoria y cerebral, así como
ataques de asma, dolores de cabeza, diarrea, mareos y dolor abdominal y de espalda38. La
esperanza de vida media de los habitantes del delta del Níger es de solo 40 años, frente a los 55
años del conjunto de la población nigeriana. En 2006, miles de personas de Abiyán (Cote voire)
sufrieron lesiones físicas y 15 perdieron la vida por el vertimiento ilegal de desechos tóxicos
con altos niveles de sulfuro de hidrógeno descargados desde el buque Probo Koala40. Una
revisión del expediente hospitalario de más de 10.000 pacientes determinó que los principales
efectos incluían problemas respiratorios (como tos y dolores en el pecho) y síntomas digestivos
(como dolores abdominales, diarrea y vómitos). Asia y el Pacífico. Los astronómicos niveles de
contaminación atmosférica han perjudicado la salud de miles de millones de personas en Asia.
La mayoría de las ciudades más contaminadas del mundo están en China y la India. En Nueva
Delhi, el espeso smog provocó el cierre de todas las escuelas durante semanas en noviembre de
2021, con niveles de materia particulada fina (MP2,5) 20 veces superiores al límite máximo
diario recomendado por la OMS. China es el país del mundo que extrae la mayor parte de los
minerales de tierras raras, que son elementos utilizados en productos como vehículos eléctricos,
turbinas eólicas y teléfonos móviles. Estos minerales se extraen en Bayan Obo y se procesan en
Baotou, una ciudad cercana. La calidad del aire es muy deficiente y las emisiones tóxicas
suponen para los residentes locales, especialmente los niños y niñas, un riesgo considerable de
desarrollar cáncer de pulmón a lo largo de su vida43. Los residentes presentan niveles elevados
de minerales de tierras raras (lantano, cerio y neodimio) en la sangre, la orina y el cabello44.
Las elevadas concentraciones de metales pesados en el polvo y el suelo amenazan la salud de
las personas. Los habitantes de las Islas Marshall, de Kazajstán, de Chernóbil (Ucrania) y de
Fukushima (Japón)46 siguen sufriendo los efectos adversos de la radiación de los ensayos
nucleares y desastres en reactores nucleares allí ocurridos. Entre 1946 y 1958, los Estados
Unidos hicieron ensayos con más de 60 armas nucleares en los atolones de Bikini y Enewetak,
en las Islas Marshall, o en sus inmediaciones, lo que dio lugar a una elevada incidencia de casos
de cáncer, anomalías congénitas y secuelas psicológicas que continúan hasta hoy. Las mujeres y
niñas de las Islas Marshall sufren de forma desproporcionada casos de cáncer de tiroides y otros
tipos de cáncer, así como problemas de salud reproductiva. La antigua Unión Soviética realizó
456 explosiones nucleares en el marco de los ensayos llevados a cabo en la antigua región de
Semipalatinsk (actual Semey, en Kazajstán). Los habitantes de la región, que vivían en la
pobreza y no estaban informados de los ensayos, quedaron expuestos a altos niveles de
radiación, lo que provocó un gran número de anomalías congénitas, elevadas tasas de cáncer y
graves secuelas psicológicas. Europa Oriental 36. Bor (Serbia) es una de las ciudades europeas
más contaminadas, en gran parte debido a un enorme complejo de extracción y fundición de
cobre que emite enormes cantidades de dióxido de azufre, materia particulada, arsénico, plomo,
zinc y mercurio50. El PNUMA describió un legado devastador de problemas ambientales, con
concentraciones de dióxido de azufre que en ocasiones superaban el rango de medición de los
equipos de control51. El río Borska Reka está tan contaminado con metales pesados que los
expertos consideran que no presenta rastros de vida52. Las personas que trabajan en la
metalurgia presentan niveles elevados de arsénico en el pelo y la orina, y casi el 80 % padece
una media de dos enfermedades crónicas. Norilsk es una de las ciudades más contaminadas de
la Federación de Rusia, con niveles muy altos de contaminación atmosférica, lluvia ácida y
contaminación del agua y el suelo54. La principal fuente de contaminación es la empresa
minera y de fundición Norilsk Nickel, causante de un catastrófico vertido de gasóleo en 2020
que afectó al río Piásina. Se han detectado niveles muy altos de metales pesados en el pescado,
el musgo, el suelo y la nieve de la región55. Las comunidades más afectadas son los pueblos
indígenas de Taimyr, que se presentan una incidencia elevada de enfermedades respiratorias,
cáncer, deficiencias del sistema inmunitario, nacimientos prematuros y fracaso reproductivo,
además de una mayor morbilidad infantil y una esperanza de vida 10 años inferior a la media
nacional. Aunque el vertedero de Pata Rát, en Cluj-Napoca (Rumania), cerró en 2015, miles de
miembros marginados del pueblo romaní siguen viviendo en la zona, considerada uno de los
peores vertederos de Europa. Carecen de acceso al agua potable salubre, al saneamiento o a una
vivienda digna, lo que ha llevado a algunos investigadores a describir Pata Rát como un
desolador paraje de deshumanización57. Estas personas están expuestas a la presencia de
arsénico, benceno, cadmio, cromo, creosota, dioxinas, hexano, sulfuro de hidrógeno, plomo,
mercurio, estireno y zinc. Los residentes afirman sufrir infecciones de los oídos, los ojos y la
piel, asma, bronquitis, hipertensión arterial, cáncer y dolencias cardíacas, hepáticas y
estomacales.
En este lugar Lima Metropolitana mueren alrededor de 10,000 personas en un año debido a
PM2.5
(microorganismo de material de particulado por metro cúbico de aire)
En este estudio se dará como aporte un informen de lo grabe que pueden ser afectar a las
personas.