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El Bicentenario Rafael Rubiano 07082019

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EL BICENTENARIO EN LA UNIVERSIDAD.

EXHIBICIONISMO O CONCIENCIA DEL PAÍS, ¿PARA QUÉ Y PARA QUIÉNES?

Por Rafael Rubiano Muñoz


Profesor Titular
Universidad de Antioquia

No sorprende, la fugacidad del exhibicionismo y el inaudito conformismo, que en los


últimos días ha desatado (alardeando) la celebración del 7 de agosto de 2019, en la que de
modo inexplicable se celebra rimbombantemente el bicentenario y hay que agregar, no
causa asombro, el desparpajo con que una variedad de autores, medios masivos, ciudadanos
de a pie, expertos historiadores, algunos empresarios e industriales, miembros de las
fuerzas armadas y demás, se apropian del relato sobre las independencias y el proceso de
emancipación. Tampoco ha de sorprender el silencio en las aulas universitarias y pese a
algunos eventos organizados, que siempre se hacen de manera circunstancial u oportunista,
para que a los auditorios acudan no más de 10 personas, y solamente para de modo
soterrado decir a fin de año (hemos cumplido), en las llamados balances o clausuras
académicas y administrativas, con una pésima conciencia histórica, no es de extrañarse la
afonía (más por ignorancia) de docentes y de estudiantes universitarios.

Plagados de relatos de héroes y de hitos históricos, hincados en fechas, en sucesos y lugares


trascendentales, en héroes condecorados y reconocidos en la imaginación popular (todo ello
si acaso) la efeméride se celebra en medio de un país sin memoria, que, por desgracia, en
doscientos años poco conoce su propia historia, y menos aún en la educación superior se la
renueva con cátedras y otros eventos al largo plazo. Pesa más la improvisación y el rendirle
culto a la temporalidad inmediata especie de pragmatismo de cumplir por cumplir. No es de
extrañar, que, a estas alturas, ya cumplidos los doscientos años de una supuesta
emancipación (¿independencia o independencias?), en el ámbito universitario no se ha
pensado, un proyecto serio y responsable por repensar y ante todo, revalorarla lo que se
denomina proceso de emancipación y su contorno los relatos históricos del país.

Es inconsistente e incoherente que se hable de emancipación cuando si por lo menos en una


porcentaje de millones de habitantes o en un microespacio, la comunidad universitaria, ni el
uno o dos por ciento, podrá balbucear algo (por lo menos sólido en conocimientos) de lo
que fueron Londres y Miranda, las reformas borbónicas, el papel de Fernando VII, la
“Carta” de Viscardo (1792), los papeles del padre Teresa de Mier, las disputas Blanco-
White y los intelectuales latinoamericanos, la invasión napoleónica de 1808, la huida de los
Braganza a Brasil, el papel de Carlos IV y Manuel Godoy, las juntas americanas desde
1810, la Cortes de Cádiz desde 1812, la restauración en 1814, Pablo Morillo, la “Carta de
Jamaica de Bolívar” (1815), y lo que significaron los colombianos Nariño, Caldas, Torres,
García del Rio y muchos otros, entre mujeres, mestizos, indígenas y afrodescendientes (esa
otra historia de las independencias que apenas se comenta como murmullo y como rumor)
para la historia de este vasto territorio que se dio en llamar (oficialmente desde París por
José María Torres Caicedo en 1876), América Latina.

Y es que con tanto alarde y bulla, lo ensordecedor se debe a la ignorancia, es plausible


interrogarse por el papel de la universidad frente a la educación política, la cultura política
y los ciudadanos en relación a sus docentes, estudiantes, cuadro administrativo y otros
estamentos frente a su historia, a su pasado y por su puesto a su porvenir.

Es realmente imposible interrogarse por qué, no se ha constituido un proyecto universitario


(consistente, no circunstancial) en las aulas que coloque, el asunto (la EMANCIPACIÓN)
como un tema esencial de educación ciudadana, al menos como un tema obligado de la
conciencia universitaria, al menos como un asunto que de fondo exige cátedras de
pensamiento colombiano y latinoamericano, al menos, poner a circular nuevas ideas,
nuevas formas de pensar y nuevos criterios de alimentar este pedazo de tierra que nos tocó
en suerte en clave de nuestra identidad y soberanía y tratar al menos con la menor
mezquindad, con lo que es ser parte de la Alma Mater (madre que ilumina nación) y
contrarrestar esa nueva forma de colonización que desde la toma de Panamá en 1903 y
después de la Segunda Guerra Mundial se acentuó en términos de una nueva dependencia
cultural, un pensamiento que en las ciencias sociales por lo menos pasa por las editoriales y
por los autores extranjeros, lo único que se estudia en las aulas y se citan como una especie
de sortilegio y de grandilocuencia.

El 7 de agosto de 2019 no celebramos un bicentenario, es imposible, porque lo que se llama


independencias, esta colmado de una variedad de sucesos, hechos acontecimientos que
empezaron con la invasión napoleónica en España en 1808 y se cierra en un ciclo muy
largo de avances y retrocesos con la Batalla de Ayacucho de 1824. Es decir, celebrar un
bicentenario no es adecuado, porque son múltiples los sucesos y los acontecimientos. Son
variados los momentos, así el relato oficial de la historia lo designe en sus narraciones
congeladas, pero es tarea universitaria replantearnos y reevaluar esa historia. Esta de igual
manera la narración de los condecorados, ¿Y dónde están esos héroes anónimos e
invisibilizados por el aplastamiento del relato oficial? Es imprescindible redescubrir los
otros relatos, la otra historia de los héroes, mujeres, mestizos, afros, indígenas, en fin que
no aparecen y desaparecieron de la faz histórica de nuestro país y del continente.

De otro lado, la creencia pueril de que la historia patria se impuso sobre la historia regional
y local y que las independencias pasaron por los centros urbanos capitales y no por las
provincias. Lamentablemente esa es otra tarea universitaria a descubrir, frente a esa historia
nacional es imprescindible una contrahistoria que al menos permita revalorar el papel que
en la independencias tuvieron las regiones y que como muy bien se puede colegir de lo
anterior, las otras regiones que hicieron parte de la emancipación del continente deben ser
apreciadas, porque si no el culto que hoy se rinde al 7 de agosto de 1819, es una falacia
cuando no una inmoralidad que derruye la conciencia histórica, es decir, se debe rememorar
la importancia de Bernardo O’Higgins desde Chile y José de San Martín desde Argentina,
ni hablar en México del padre José María Morelos y Miguel Hidalgo, por señalar algunos
de una lista interminable.

Existe un gran problema a la hora de celebrar y es que nos quedamos congelados


simplemente en lo cuántico de las fechas y no en la cualidad o la cualificación de lo que fue
el proceso de emancipación. Celebrar como exhibicionismo no es la tarea esencial de la
universidad, celebrar para tener una mayor autoconciencia de nuestra identidad y soberanía,
podrían ser uno de los caminos frente a esa aciaga exigencia de construir nación, silenciarse
o auto inhibirse por ignorancia, será la decadencia de la vida universitaria hoy por hoy.
¿Para qué y para quiénes celebrar el bicentenario? Hay que renovar y es obligado plantear:
realmente para celebrar las independencias hay que construir nacionalmente un proyecto
editorial de revaloración y relectura de la historia de Colombia y de América Latina, pero
tiene que ser un proyecto editorial popular es decir, con libros que lleguen realmente. Hoy
por hoy ya somos casi 46 millones de colombianos, es decir que se haga realmente una
emancipación cultural a partir de un proyecto editorial que pueda de nuevo poner en boca
de toda la gente las independencias, el bicentenario, repensarlo, releerlo y es tarea de la
universidad, de sus docentes y de sus estudiantes.

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