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p.

Carlos Miguel Buela, IVE

ARS CELEBRANDI

INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO

2
NOTA DEL EDITOR

[Sobre la redacción de este escrito] El P. Buela comenzó a


redactar este escrito siendo superior general del Instituto del Verbo
Encarnado, después del Capítulo General del año 2007 tenido en
Segni, por los motivos expuestos bajo el primer título («Motivación
principal»). Con posterioridad, y a pedido del entonces superior
general del Instituto, padre Carlos Walker, el P. Buela terminó de
redactarlo a finales del año 2012 o inicios del año 2013, sugiriendo
que se hiciese una consulta amplia a varios sacerdotes del Instituto,
como se lee en la nota a pie de página que él mismo colocó en el
título del escrito.

En una reunión del Consejo General con los superiores


provinciales y rectores de casas de formación del Instituto tenida
en Montefiascone (Italia) en el año 2013, después de haber tratado
el tema, se tomó la decisión de implementar el curso de Ars
celebrandi para los diáconos del Instituto siguiendo este escrito (cf.
Líneas directrices para el trabajo de los formadores en las casas de formación
del Instituto del Verbo Encarnado, Roma 2014), como el mismo
Fundador había sugerido inicialmente (cf. «Motivación principal»,
al final).

Sobre la modalidad de implementación del curso, el Consejo


General trató el tema en reunión del 4 de febrero de 2014, y el 11
de febrero se realizó la consulta pidiendo que se enviasen
sugerencias. Más tarde, recibidos los modos que habían sido
enviados e incorporados algunos de ellos por el Fundador, el 18 de
julio de ese año se envió el texto completo con todos los Apéndices
a los rectores de seminarios mayores del Instituto, para que la
materia se impartiese en los seminarios del Instituto durante el año
de diaconado de los candidatos a la ordenación sacerdotal.
Ars celebrandi

En el año 2022, con ocasión del inicio de la publicación de sus


Obras Completas, se pidió al padre Buela que revisase este escrito.
Además de algunos breves agregados, a esta última revisión se
debe, por ejemplo, lo que dice en el Apéndice IV sobre la celebración
de la forma extraordinaria del rito romano, ahora regulada por la
Carta Apostólica en forma de “motu proprio” Traditionis custodes,
promulgada por el Papa Francisco el 16 de julio de 2021. También
la actualización del Apéndice VII en lo que respecta a las sanciones,
según los cambios promulgados por el Papa Francisco en el Libro
VI del Código de Derecho Canónico con la Constitución apostólica
Pascite gregem Dei (23 de mayo de 2021).

[Sobre la obra en sí misma y sobre esta edición] Como se


aprecia a poco de comenzar su lectura, la finalidad del escrito es
eminentemente práctica. Aunque está dirigido también a los
alumnos, sus destinatarios principales son quienes impartirán el
curso. De allí el estilo esquemático de algunas de las partes del
escrito y el reenvío frecuente a otro material bibliográfico.

En esta edición hemos optado por conservar la división del texto y


el formato tal como los escribiera el P. Buela, dejando los Apéndices
al final. En algunos casos vimos conveniente agregar algunas breves
aclaraciones entre corchetes para distinguirlas del texto original del
P. Buela. Hemos añadido también entre corchetes algunas notas a
pie de página, indicadas con el signo del asterisco y explicitando
que se trata de notas del editor.

El P. Buela solía aconsejar a quien tenía que enseñar una materia,


que siguiese un libro principal, el mejor que hubiese según el caso,
de manera que la materia dada no quedase incompleta o resultase
una suma de cosas parciales. En este escrito, en su parte más
extensa, cuando trata acerca de las distintas partes de la Misa, el
escrito que el P. Buela toma como base y sigue principalmente es

2
Nota del Editor

el libro Cómo no decir la Misa, del P. Denis C. Smolarski, cuya


finalidad es también eminentemente práctica.

3
ARS CELEBRANDI 1

1 Considero que habría que hacer una suerte de consulta, ya que afecta a todos, no sólo

como es obvio, al Consejo General, sino a todos los provinciales y asimilados, los rectores
de seminarios mayores, los licenciados en Liturgia y otros que merecen especial
consideración, rogándoles presenten sus modos. [Nota del Editor: La consulta a la que se
refiere el autor fue realizada por el superior general del Instituto, P. Carlos Walker, el 11
de febrero de 2014, y varios sacerdotes enviaron modos, algunos de los cuales fueron
incorporados por el autor].
I.
MOTIVACIÓN PRINCIPAL

En el último Capítulo General los padres Capitulares decidieron


los «Elementos no negociables adjuntos».
1. «La digna celebración de la Santa Misa»1. «Hemos de
caracterizarnos por la importancia que se le debe dar a la
celebración de la Santa Misa, así como por el modo reverente
de celebrarla. Por eso el énfasis que se le debe dar a la vida
litúrgica en el Instituto»2. «Es una característica nuestra la
marcada devoción eucarística»3. Nuestros sacerdotes tienen que
ser maestros del ars celebrandi (nuestros hermanos coadjutores y
nuestras religiosas deben esforzarse por su parte, en vivir del modo
más perfecto el ars participandi).
Lo confirman las enseñanzas de San Juan Pablo II:
- «Nuestras liturgias deben ser vívidas y vividas. Vívidas, o sea,
vivaces, con fuerza, eficaces, brillantes. Vividas, es decir, que
tengan vida, que sean una inmediata experiencia de Cristo
sacramentado. En efecto, “la liturgia debe fomentar el sentido
de lo sagrado y hacerlo resplandecer. Debe estar imbuida del
espíritu de reverencia y de glorificación de Dios”4»5.
- «Incluso “una correcta concepción de la liturgia tiene en cuenta
que debe manifestar claramente las notas fundamentales de la


[NOTA DEL EDITOR: Se refiere al V Capítulo General del Instituto del Verbo
Encarnado tenido en Segni, Italia, en el año 2007, y presidido por el mismo P.
Buela, entonces superior general].
1 Notas del V Capítulo General del Instituto del Verbo Encarnado, 4.
2 Ibidem, 6.
3 Ibidem.
4 SAN JUAN PABLO II, Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo (16/3/1986),

8; cf. II Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos (1985), Relación final.
5 Directorio de Vida Litúrgica del Instituto del Verbo Encarnado, 4.
Ars celebrandi

Iglesia”6. “Celebrando el culto divino, la Iglesia expresa lo que


es: Una, Santa, Católica y Apostólica”7»8.
- «La liturgia es acción santa precisamente por ser acción de
Cristo, sacerdote principal. Es Él quien confirió el carácter de
sacralidad a la celebración eucarística. En la acción litúrgica
somos asociados a lo sagrado en sentido estricto. “Esto hay
que recordarlo siempre, y quizá sobre todo en nuestro tiempo
en el que observamos una tendencia a borrar la distinción
entre ‘sacrum’ y ‘profanum’, dada la difundida tendencia general
(al menos en algunos lugares) a la desacralización de todo. En
tal realidad la Iglesia tiene el deber particular de asegurar y
corroborar el ‘sacrum’ de la Eucaristía. En nuestra sociedad
pluralista, y a veces también deliberadamente secularizada, la
fe viva de la comunidad cristiana […] garantiza a este ‘sacrum’
el derecho de ciudadanía”9»10.
- «La participación de todos los bautizados en el único
sacerdocio de Jesucristo es la clave para comprender la
exhortación del Concilio a “la participación plena, consciente
y activa en las celebraciones litúrgicas”11»12.
- «[…] En efecto, el “culto eucarístico madura y crece cuando
las palabras de la plegaria eucarística, y especialmente las de la
consagración, son pronunciadas con gran humildad y

6 SAN JUAN PABLO II, Discurso al quinto grupo de obispos de Francia en Visita

«ad limina apostolorum» (8/3/1997), 3.


7 SAN JUAN PABLO II, Carta apostólica Vicesimus quintus annus en el XXV

aniversario de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (4/12/1988), 9.


8 Directorio de Vida Litúrgica del Instituto del Verbo Encarnado, 10.
9 SAN JUAN PABLO II, Carta Dominicae Cenae a todos los obispos de la Iglesia

sobre el misterio y el culto de la Eucaristía (24/2/1980), 8.


10 Directorio de Vida Litúrgica del Instituto del Verbo Encarnado, 12.
11 SAN JUAN PABLO II, Discurso al undécimo grupo de obispos de Estados

Unidos en Visita «ad limina apostolorum» (9/10/1998), 3.


12 Directorio de Vida Litúrgica del Instituto del Verbo Encarnado, 24

8
I. Motivación principal

sencillez, de manera comprensible, correcta y digna, como


corresponde a su santidad; cuando este acto esencial de la
liturgia eucarística es realizado sin prisas; cuando nos
compromete a un recogimiento tal y a una devoción tal, que
los participantes advierten la grandeza del misterio que se
realiza y lo manifiestan con su comportamiento”13»14.
- «En realidad, “la participación activa no excluye la pasividad
activa del silencio, la quietud y la escucha: en realidad, la exige.
Los fieles no son pasivos, por ejemplo, cuando escuchan las
lecturas o la homilía, o cuando siguen las oraciones del
celebrante y los cantos y la música de la liturgia. Éstas son
experiencias de silencio y quietud, pero también, a su modo,
son muy activas. En una cultura que no favorece ni fomenta
la quietud meditativa, el arte de la escucha interior se aprende
con mayor dificultad”15»16.
- «“Conviene pues que todos nosotros, que somos ministros de
la Eucaristía, examinemos con atención nuestras acciones ante
el altar, en especial el modo con que tratamos aquel Alimento
y aquella Bebida, que son el Cuerpo y la Sangre de nuestro
Dios y Señor en nuestras manos; cómo distribuimos la Santa
Comunión; cómo hacemos la purificación. Todas estas
acciones tienen su significado. Conviene naturalmente evitar
la escrupulosidad, pero Dios nos guarde de un
comportamiento sin respeto, de una prisa inoportuna, de una
impaciencia escandalosa”17»18.

13 SAN JUAN PABLO II, Carta Dominicae Cenae a todos los obispos de la Iglesia
sobre el misterio y el culto de la Eucaristía (24/2/1980), 9.
14 Directorio de Vida Litúrgica del Instituto del Verbo Encarnado, 55.
15 SAN JUAN PABLO II, Discurso al undécimo grupo de obispos de Estados

Unidos en Visita «ad limina apostolorum», 3.


16 Directorio de Vida Litúrgica del Instituto del Verbo Encarnado, 61.
17 SAN JUAN PABLO II, Carta Dominicae Cenae a todos los obispos de la Iglesia

sobre el misterio y el culto de la Eucaristía (24/2/1980), 11.


18 Directorio de Vida Litúrgica del Instituto del Verbo Encarnado, 117.

9
Ars celebrandi

Pensando en esto, me pareció que, tal vez, fuese sugerible que


se tenga como obligatorio para el que será ordenado sacerdote
que rinda examen de «Ars celebrandi», semejante a lo que pasa con
«Ad audiendas».

10
II.
SUGERENCIAS PARA IMPLEMENTAR EL CURSO

a. Instructor para enseñar a celebrar la Misa

- Se debería tener por lo menos uno por seminario mayor.


- Se debería especializar, en la medida de lo posible. No para
hacer lo que quiera, sino lo que está mandado.
- Se podría hacer un curso intensivo del tema organizado por el
Consejo General, por lo menos, una vez cada cinco años, con
un buen profesor de liturgia serio y seguro, con participación
de los rectores de seminarios mayores e instructores de
liturgia, tratando temas esenciales.
- Habría que tener un «responsable general» para toda la
Congregación, nombrado por el superior general, que controle
los informes de los responsables provinciales, que deberán
enviar anualmente.
- Hacer breves reglamentos para unos y otros.

- Enseñar, también, para la celebración de espaldas al pueblo.


- Enseñar, también, en lo posible, el rito extraordinario**.
Asimismo, elementos esenciales de los ritos orientales católicos,
en especial, los ritos bizantino-ucraniano y copto, ya que

 [NOTA DEL EDITOR: Se refiere aquí a enseñar a celebrar de espaldas el

llamado «modo ordinario» del rito romano, surgido después del Concilio
Vaticano II. Por ejemplo, cuando toca celebrar en un altar que está ubicado
contra la pared o un retablo, como de hecho se explica en ciertos números de la
OGMR (por ej. para la incensación del altar, etc.)].
** [NOTA DEL EDITOR: Se refiere a tener cierto conocimiento, al menos de lo

esencial, del llamado «modo extraordinario» del rito romano. Ver lo que el
mismo P. Buela escribe en el Apéndice IV y nuestra nota allí].
Ars celebrandi

tenemos miembros de los mismos y la grave obligación de


formarlos en sus ritos.
- La mayor parte del tiempo se debe usar en hacerles practicar a
los candidatos la llamada «Misa seca». Los cuales deberían
rendir examen, por lo menos, un mes antes de la ordenación
y si no hacen todo bien, reprobarlos todas las veces que sea
necesario. No basta en este caso, salvar lo que no afecte a la
validez, sino que aún los candidatos deben hacer bien lo que
afecte a la licitud e, incluso, lo que afecte a la «noble sencillez»1.
(A veces, el «Maestro de libro» de las Primeras Misas debe
contentarse sólo con salvar la validez).

b. Enseñar a preparar la celebración con tiempo

- Ordinariamente, el «Maestro de ceremonias», experimentado,


es el responsable de todo como debe serlo por razón del
oficio: La ceremonia, los cantos y la música, los vasos
sagrados, las luces, los cirios, el sonido, las filmaciones (si las
hay, en directo o en videos, diferido), los adornos del altar y
otros, los ornamentos, los guías y otros ministerios, las
lecturas, las oraciones de los fieles, las procesiones de entrada,
de ofrendas, de comunión..., las ubicaciones de los celebrantes
y participantes, la acción de otros «maestros» en la misma
ceremonia, la distribución de la Sagrada Comunión, etc.
Siempre bajo la guía del celebrante principal, que es el último
responsable. (El «Maestro de ceremonias» de San Juan Pablo
II dijo que este le hacía leer: «riga per riga, línea por línea», antes
de aprobar cómo se deberían hacer las cosas para la Misa). Si
no hay «Maestro de ceremonias» el responsable directo es el
celebrante principal.

1 «Ritus nobili simplicitate fulgeant...» en SC, 34; cf. OGMR, nn. 292 y 351.

12
II. Sugerencias para implementar el curso

- Elección de la Misa. Marcar el Misal y el Leccionario (en Misas


con más participantes) que prevén una gran elección de
oraciones, ritos y lecturas.
- Elección del tema de la predicación y preparación.
- Elección del prefacio y de la Plegaria Eucarística.
- Elección de los cantos.
- Las palabras para el recibimiento, eventuales introducciones a
las lecturas, la plegaria universal o preces u oración de los
fieles...
- Ciertos gestos rituales o movimientos: procesión de ingreso,
de la presentación de los dones, de la Comunión... los lectores,
monaguillos...
- Revisar el guion.
Incluso se pueden tener esquemas, revisables y mejorables, que
pueden ayudar mucho. (Ver Apéndice II: Esquema Misa; y Apéndice
III: Esquema distribución de lugares).

13
III.
PROGRAMA DE ‘ARS CELEBRANDI’

1ª parte

Lo más importante del Ars celebrandi.


«Para favorecer el correcto desarrollo de la celebración sagrada y la participación
activa de los fieles, los ministros no deben limitarse a llevar a cabo su servicio
con exactitud, según las leyes litúrgicas, sino que deben comportarse de forma
que inculquen, por medio de éste, el sentido de las cosas sagradas».
SAGRADA CONGREGACIÓN DE LOS RITOS,
Eucharisticum Mysterium, 20.
«La eficacia de las acciones litúrgicas no está en la búsqueda continua de
novedades rituales, o de simplificaciones ulteriores, sino en la profundización de
la palabra de Dios y del misterio celebrado, cuya presencia está asegurada por
la observancia de los ritos de la Iglesia y no de los [ritos] impuestos por el gusto
personal de cada sacerdote.
Téngase presente, además, que la imposición de reconstrucciones personales de
los ritos sagrados por parte del sacerdote ofende la dignidad de los fieles y abre
el camino al individualismo y al personalismo en la celebración de acciones que
directamente pertenecen a toda la Iglesia».
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO,
Liturgicae instaurationes, 1.
La acción de la Santísima Trinidad. La Misa es el mayor
monumento viviente en honor de la Santísima Trinidad, ya que
por el Hijo en el Espíritu Santo, la Divina Víctima se ofrece al
Padre, especialmente en la consagración. Es una gran teofanía
teológica, no apologética, de la Trinidad, a la manera como la

 [NOTA DEL EDITOR: el término «Programa» designa aquí todo el contenido

de la materia. De hecho, bajo este título está toda la materia desarrollada, con
excepción de los 8 «Apéndices»].
Ars celebrandi

transustanciación es el mayor milagro teológico, no apologético.


Al comenzar y al terminar nos abrazamos a Ella al hacernos la
señal de la Cruz, nombrándola.
La Misa es la actualización de la Nueva y Eterna Alianza.
Podemos decir que en la Misa se nos enseña la Nueva y Eterna
Alianza ya que sucede lo mismo que dice San León Magno que
ocurrió en el sermón de la montaña: «El mismo que habló a Moisés
fue el que habló a los Apóstoles [y el mismo que habla en la Misa],
y era también la ágil mano del Verbo, la que grababa en lo íntimo
de los corazones de sus discípulos los decretos del Nuevo
Testamento»1. La «ágil mano del Verbo» sigue grabando en
nuestros corazones la Ley Nueva, que es principalmente infusa, ya
que es: «la fe que actúa por la caridad» (Ga 5,6) o «El amor de Dios
[que] se ha derramado en nuestros corazones por virtud del
Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5)2.
Jesucristo es el Sacerdote principal de cada Misa, cuya figura
sacramental es el sacerdote ministerial; que perpetúa Su
Victimación o Inmolación o Sacrificio; los sacerdotes ministeriales

1 SAN LEÓN MAGNO, Sermo 95. De gradibus ascensionis ad beatitudinem, 1,

en PL 54, 461.
2 Podemos decir, por lo tanto, que la Eucaristía es la mayor fuerza trinitizante

del cosmos, asimismo, es la mayor fuerza lautretizante (donde se aprende a


adorar al Único que merece ser adorado: Dios), de dar gracias a Dios
(eucaristizante), propiciante (que pide perdón por los pecados y lo alcanza) e
impetrante (de todo lo que se necesita para la salvación eterna y las necesidades
temporales). O si se prefiere es la mejor escuela para vivir esas realidades, con
un efecto místico inderogable sobre los pueblos, las civilizaciones y los
individuos particulares, aún sobre los que se declaran enemigos de las mismas.
Los bautizados difunden estos efectos y otros efectos más por participación (-
nte. suf. Forma adjetivos verbales, llamados tradicionalmente participios activos.
Toma la forma -ante cuando el verbo base es de la primera conjugación, -ente
o -iente, si es de la segunda o tercera. Significa que ejecuta la acción
expresada por el verbo base. Agobiante, veraneante, absorbente, dirigente, dependiente,
crujiente. Muchos de estos adjetivos suelen sustantivarse, y algunos se han
lexicalizado como sustantivos...).

16
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

obramos in Persona Christi; y Cristo acepta nuestros sacrificios


espirituales uniéndolos al Suyo propio y los de todos los bautizados
y personas de buena voluntad que lo ofrecen in voto, como también
todos los sacrificios sacramentales que se ofrecen diariamente en el
mundo; haciendo oblación de ellos al Padre.
El Padre acepta ambos sacrificios: El del Hijo siempre,
absolutamente; los nuestros según nuestras disposiciones.
Se realiza la transustanciación del pan y del vino en el Cuerpo y
en la Sangre del Señor: «Se te da el Cuerpo y la Sangre de Cristo
para que tomándolos te hagas concorpóreo y consanguíneo con Él.
Así, al penetrar su Cuerpo y su Sangre en nuestros miembros nos
tornamos cristíferos; así –según San Pedro– nos hacemos
“partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1,4)», dice San Cirilo de
Jerusalén3.
Se hace la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica,
fortaleciéndose su unidad. Aquí deben estar presentes «las alegrías
y esperanzas»4 de la Iglesia que son todos los hombres y mujeres
del mundo con sus alegrías y esperanzas.

2ª parte

Con importancia subordinada o el Ars celebrandi, complexivamente


considerado, como lo indica Benedicto XVI (ver Apéndice I:
párrafos de la Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum
caritatis del 22 de febrero de 2007).

3 SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catech. 22, Catecheses mystagogicae IV. De corpore et

sanguine Domini, 3, en PG 33, 1099-1100: «σύσσωμος και σύναιμος ἁυτοῦ», y


porque así somos hechos portadores de Cristo (Χριστοφόροι).
4 CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia

en el mundo actual (7/12/1965), 1.

17
Ars celebrandi

I. Introducción

Hay que tener muy en cuenta algo, a veces, lamentablemente


olvidado. Lo visible es lo significante, lo que da significado (el
sacramentum tantum). Lo invisible es lo que viene significado (la res
tantum). Dice un liturgista: «El sacramento, en sentido amplio, es
una realidad humana que realiza y manifiesta una intervención de
Dios en nuestro mundo para la salvación de los hombres. Está
constituido de un aspecto visible (el significante, lo que da el
significado) y de un aspecto invisible (lo que viene significado).
Como realidad del mundo, es objeto del análisis de la inteligencia;
como realidad divina, es objeto de fe. Es necesario, no obstante,
no yuxtaponer las dos realidades, sino darse cuenta que se
alcanza la realidad significada solo por medio de la realidad
significante. La realidad visible viene comprendida en la fe como
acción salvífica de Dios»5, más adelante, sigue diciendo: «Es
exactamente aquí que se sitúa la materia que está en el origen de
este libro: ¿Nuestro modo de celebrar es significante o por el
contrario insignificante, y qué es lo que significa?» 6. ¡Lo que es
más importante es «la realidad divina», que muchas veces se olvida
en la misma reforma litúrgica!
Preparación: Ver Apéndice II: Esquema Misa; y Apéndice III:
Esquema distribución de lugares.
Seguimos principalmente el libro de DENIS C. SMOLARSKI S.J.,
Cómo no decir la Misa, Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona 20025;

5 CENTRO DI PASTORALE LITURGICA FRANCESE, Ars celebrandi. Guida pastorale

per un’arte del celebrare, Edizioni Qiqajon, Magnano 2008, p. 16; cf. R. COFFY, La
Chiesa: Per una attuazione della «Lumen gentium», Àncora, Milano 1986, p. 16.
[Resaltado nuestro].
6 Ibidem, p. 25.

18
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

original How not to say Mass, Paulist Press, Mahwah, New Jersey,
1986 (ver el Prólogo del traductor y la Nota preliminar del autor)**.
[Prólogo del traductor] «Trae Ortega y Gasset, en la Rebelión de
las masas, una historieta que le da pie para disertar sobre lo que llama
“la quiebra de las normas europeas” en el mundo: “El gitano se fue
a confesar; pero el cura, precavido, comenzó por preguntarle si
sabía los mandamientos de la ley de Dios. A lo que el gitano
respondió: ‘Misté, padre, yo loh iba a aprendé; pero he oído un runrún de
que loh iban a quitá’”. De lo cual saca el filósofo una inmediata
conclusión: “Corre un runrún de que ya no rigen los mandamientos
europeos y, en vista de ello, las gentes –hombres y pueblos–
aprovechan la ocasión para vivir sin imperativos”.
¿No pasa algo parecido en el campo de la liturgia? A raíz del
Concilio Vaticano II, y ante sus disposiciones generales para la
reforma de los ritos litúrgicos, se extendió por la Iglesia el runrún
de que se iban a quitar las rúbricas del Concilio de Trento. Y, en
efecto, en años posteriores, quedaron sin vigor las estrictas rúbricas
tridentinas del Misal y de los Rituales; con ellas cayeron también los
mil y un decretos de la antigua Sagrada Congregación de Ritos, así
como los minuciosos comentarios de Solans-Vendrell y Antoñana.
El pueblo de Dios, sin embargo, no quedó privado de los
oportunos imperativos litúrgicos. Con la progresiva reforma de los
diversos ritos, se dieron otros imperativos nuevos. No son tan

** [NOTA DEL EDITOR: el P. Buela, en su primera redacción, reenviaba aquí al

prólogo del traductor y a la nota preliminar del autor del libro que sigue
principalmente en esta parte, la más extensa del curso. En una revisión posterior
colocó ambos textos en notas a pie de página. En esta edición hemos preferido
ponerlos en el texto del libro, para facilitar su lectura.
Los títulos y los ítems contenidos en esta parte de la materia siguen
principalmente los títulos de este libro, que el P. Buela menciona muchas veces
sin desarrollar o los desarrolla libremente. Pero además en su exposición el P.
Buela agrega continuamente otras cosas tomadas de la OGMR, o de otros
autores, o de su propia experiencia y cosecha].

19
Ars celebrandi

inflexibles como los anteriores. Son menos mecánicos y más


naturales y humanos. Más sobrios, también. Pero son igualmente
simbólicos y no necesariamente útiles. ¿Qué utilidad hay en besar
el altar o no besarlo, o en trazar la señal de la Cruz o no hacerla?
¿Qué necesidad hay de elevar los brazos, o de hacer una
genuflexión o de revestirse la casulla? Hay, sin embargo, quienes
piensan que tales imperativos no existen; o que, si existen, no
obligan a nada; o que, si obligan, a ellos les da lo mismo. Glosando
a Ortega y Gasset en el lugar citado, puede decirse que hay quienes
“dando por caducado el antiguo sistema de normas (rúbricas), no
han aceptado el nuevo, y para llenar el vacío se entregan a la
cabriola” (en liturgia).
Son muchas, en efecto, las cabriolas que se han hecho y se siguen
haciendo en el campo de la liturgia, sobre todo en la Eucaristía.
Unas se hacen por ignorancia, por no haberse enterado de lo que
la Iglesia, con su rica y sabia tradición litúrgica y cultural ha
ordenado para los nuevos tiempos, teniendo en cuenta la dignidad
del culto a Dios, la santidad de los misterios y la condición humana
del pueblo de Dios. Otras cabriolas se hacen a impulsos de un
individualismo “creativo” que menosprecia las normas litúrgicas
vigentes. Y ¡claro que no pasa nada! Sólo que el sufrido y callado
pueblo de Dios se ve manipulado y sometido a las arbitrariedades
de cualquier celebrante “inspirado” o de cualquier equipo litúrgico
“creativo” que lo traen y lo llevan a su antojo haciendo de sus
gustos personales una ley más férrea e inflexible que las rúbricas del
antiguo Misal.
Está claro que la mayor parte de las cabriolas litúrgicas no tienen
otra transcendencia que la de sustituir la unidad –no ya la
uniformidad– por la arbitrariedad rayana a veces con el infantilismo
o la vulgaridad. De algunas pocas no se puede decir lo mismo. Por
ejemplo las que afectan a la plegaria eucarística. Guardo como pieza
digna de una antología del disparate litúrgico una “plegaria
eucarística” redactada en un convento para la renovación de los
votos. Además de ser un diálogo entre el presidente y la asamblea,

20
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

se llega en ella a modificar nada menos que la fórmula de la


consagración, es de suponer que por inadvertencia. Toda la plegaria
se dirige no al Padre sino al Hijo; y la consagración del vino se
formula textualmente así: “Al final de la cena tomaste la copa de
vino, y se la pasaste diciéndoles: Tomad y bebed todos de ella, ésta
es la copa de mi sangre, sangre de la antigua y nueva alianza que
será derramada...”. Naturalmente el capellán se negó a recitar
semejante “plegaria” pues, entre otras cosas, le parecía que la sangre
de toros y machos cabríos, la de la antigua alianza, no se hace
presente en la copa de la salvación. A las monjas en cuestión les
pareció poco flexible la actitud del capellán no queriendo secundar
la cabriola litúrgica que les había inspirado su creatividad y que
habían fotocopiado esmeradamente para uso de toda la asamblea.
Algo hay que hacer para evitar disparates como ése y otros
menores. En este sentido, este librito puede ser una ayuda eficaz.
No se trata de volver a la mentalidad ni a las prácticas del sistema
anterior a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Sería
anacrónico y absurdo. Lo que sí hay que tratar es imbuirse del
espíritu de la liturgia que anima las normas y rúbricas vigentes,
conocerlas mejor y ejecutarlas con tanta fidelidad como naturalidad
valorando el reino de los símbolos en que se mueven. Cuando esto
se observe, se comprueba fácilmente que la sobriedad misma del
rito romano reformado, ordenando el proceder del pueblo de Dios
–ministros y fieles reunidos en asamblea eucarística–, da a la
celebración un dinamismo y una vida que hacen de ella una
profunda experiencia cristiana.
Esta experiencia no se reduce a un estéril sentimentalismo piadoso.
La misericordia del Padre, celebrada en la fe con la acción de gracias
por Jesucristo y en el Espíritu Santo, impulse a los participantes a
“promover el progreso de los pueblos y a realizar en la caridad las
exigencias de la justicia” (Oración postcomunión de la Misa por el progreso
de los pueblos), de modo que “el amor con que nos alimenta [Dios]
fortalezca nuestros corazones y nos mueva a servirle en los
hermanos” (Oración colecta del domingo XXII).

21
Ars celebrandi

No en vano afirma el Concilio Vaticano II que “la liturgia es la


cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo
la fuente de donde mana toda su fuerza... puesto que la alianza de
Dios con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los
fieles a la apremiante caridad de Cristo”. Dos condiciones pone el
Concilio para asegurar esta “eficacia de la Eucaristía”, y son: que
no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita,
sino también que los fieles participen en ella consciente, activa y
fructuosamente (SC, 10-11).
La convicción de que este librito puede contribuir a mejorar
nuestras celebraciones litúrgicas en el espíritu del Concilio Vaticano
II es lo que me ha movido a ofrecérselo a los amantes de la liturgia
traduciéndolo al castellano» (P. ALBERTO ROMÁN, C.M.).
[Nota preliminar del autor] «Este libro no está destinado
exclusivamente a los sacerdotes. Se dirige a todos los que de un
modo u otro desempeñan en la liturgia algún papel activo, es decir,
obispos, sacerdotes, diáconos, lectores, acólitos, músicos, equipos
de liturgia y cristianos militantes. Por dirigirme a alguien en
concreto, decidí ofrecer mis observaciones directamente a los
celebrantes que presiden la Eucaristía. Pero en muchos casos, estas
observaciones pueden tomarlas con provecho como dirigidas a
ellos, muchas otras personas, por ejemplo los miembros de los
equipos litúrgicos. No pocas veces, un equipo de liturgia prepara
una celebración eucarística y el celebrante que la preside se limita
simplemente (y a veces erróneamente) a seguir a ciegas el guion
preparado, diciéndose a sí mismo que “los miembros del equipo
litúrgico saben lo que hacen”.
Mi intención principal es despertar en las personas, particularmente
en quienes presiden la Eucaristía, el interés por la celebración
auténtica según el Rito romano reformado. No trato, como han
hecho otros, de sugerir modos de “adaptar” el Rito romano a otras
formas de celebración “mejores”. Por este motivo, las
observaciones que siguen pueden parecer inútiles y hasta aburridas

22
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

a los lectores relacionados con algunos pequeños grupos o


comunidades “progresistas”, que tal vez se extrañen de que haya
puesto tanto esfuerzo en un proyecto de tan escasa utilidad.
Mi experiencia litúrgica es bastante distinta. La mayor parte de los
cristianos, incluidos muchos de los que presiden, parecen ignorar
lamentablemente los principios básicos de la liturgia, a juzgar por
lo que se ve en las celebraciones de la Eucaristía “conforme al Misal
romano”. Las observaciones que siguen tratan de ayudar
primeramente a esos cristianos.
Pero mi experiencia me dice que también las Eucaristías
“adaptadas” de pequeños grupos pueden ser tan anti-litúrgicas
como las celebraciones hechas conforme al Misal romano. Esto
sucede cuando los que presiden y sus ministros no tienen un
verdadero sentido de la naturaleza simbólica de la liturgia renovada
ni un adecuado sentido del drama tal como esto se aplica al
ministerio y movimiento litúrgicos. Modificar oraciones, reordenar
las partes de la liturgia, redistribuir funciones litúrgicas, todas esas
cosas por sí mismas no dan como resultado una liturgia “mejor”, si
se ignoran los fundamentos de la liturgia y si los dirigentes de la
celebración desconocen los símbolos básicos y los gestos
fundamentales integrados en la bimilenaria tradición del culto
cristiano.
Mi deseo es que este libro despierte en el lector o lectora un
verdadero interés por esas cosas fundamentales, sea cual sea el
ambiente en que se mueva» (P. DENIS SMOLARSKI, S.J.).

II. La función del símbolo y la liturgia

- Signos, símbolos y estilo de celebración.

- El uso bueno y malo de los símbolos.

- La «vía negativa» y la intención positiva.

23
Ars celebrandi

III. Dejar que los símbolos hablen por sí mismos

- Valora los símbolos en todas las esferas de la vida.

- Recuerda que el símbolo básico de la Eucaristía es un pan y un


cáliz. La materia del sacrificio: Ver Beato Clemente Marchisio7.
No es importante el sobre relieve de la hostia; algunos
disponen la hostia de manera que puedan ver los fieles al dibujo
que suelen llevar, que a los pocos metros ya no se ve, pero,
sobre todo, el relieve no es un signo litúrgico.

- No perjudiques los símbolos litúrgicos importantes con una


falta de orden.

- No distraigas de la alabanza del Señor con símbolos


«chocantes».

- No subestimes la fuerza subconsciente de los símbolos: altar,


ambón, sede, crucifijo, gestos, vasos, ornamentos (saber
usarlos bien –a algunos se les cae el cíngulo–, saber guardar
los ornamentos –aunque haya sacristán–, que los manteles
estén blancos...), cirios – huelen mejor los que son de cera de
abeja que duran más que los de estearina que duran menos, lo
que hace que en el costo sean iguales–, incienso, ajuar del altar,
música-canto...; bancos para los fieles; sonido, luces...-
Posiciones de las manos con los dedos juntos:

7 BEATO CLEMENTE MARCHISIO, La Santísima Eucaristía combatida por el


satanismo, Córdoba 1995, con licencia del Cardenal Raúl Francisco Primatesta del
4 de octubre de 1995. Allí hace una interesante defensa de la lucha contra la
Eucaristía al promoverse materia distinta para el sacrificio. Edición original: La
Santissima Eucaristía combattuta dal satanismo, Torino 1894. Hay otras dos ediciones
recientes en italiano: una hecha en Roma en 2018 por las monjas que fundó el
Beato Clemente Marchisio, las Hijas de San José de Rivalba; la otra a cargo del
Instituto del Verbo Encarnado, Torino 2019.

24
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

1) Manos juntas. Se ponen así cuando el presidente habla a la


asamblea, por ejemplo, al decir «oremos» antes de la oración
colecta o cuando hace la introducción a la oración de los
fieles.
2) Manos extendidas (a modo de saludo). Se hace este gesto al
saludar a la asamblea, por ejemplo, al decir «El Señor esté
con vosotros». Es un gesto humano semejante al gesto que
haría uno antes de abrazar a un amigo.
3) Manos extendidas (orantes). Se adopta esa actitud para las
oraciones presidenciales. No debe hacerse este gesto para las
oraciones privadas (como la oración antes de la Comunión),
ni en la invitación que se hace a la asamblea antes de algunas
oraciones (Ooremos»). Este gesto debe ser percibido
también como un gesto humano dirigido al cielo, con las
palmas casi derechas hacia arriba. Las manos más o menos a
la altura de la cabeza y los brazos a medio camino entre el
frente y los lados.
4) Manos extendidas (imposición). Es el gesto que se hace para
las bendiciones y consagraciones. Es una forma estilizada del
gesto humano del contacto suave. Se usa especialmente en la
Ordenación, en la Reconciliación de los pecadores, en la
Unción de los Enfermos y en la Confirmación. En la
Eucaristía este gesto se hace sobre los dones al recitar la
epíclesis pre-consecratoria de la Plegaria Eucarística, y también
sobre la asamblea para la bendición solemne y la oración
sobre el pueblo.
- Las palabras deben pronunciarse: Han de pronunciarse con
claridad, por ejemplo, en el canon (Plegarias Eucarísticas I,
n. 104; II, n. 117; III, n. 124; IV, n. 134; etc.).
En la concelebración, los concelebrantes cuando les compete,
todos a una, pronuncian en voz baja, para que pueda oírse al
concelebrante principal (OGMR, n. 219).

25
Ars celebrandi

También hay partes que se dicen «en secreto», no musitando,


no cuchicheando, sino sin sonido alguno (Plegaria Eucarística
I, 93, etc.).
- Actitudes, inclinaciones (OGMR, n. 2758), reverencias,
genuflexiones (OGMR, n. 2749), incensación (OGMR, nn.
276-27710)... Evitar totalmente los temblores de manos, de

8 Por medio de la inclinación se expresa la reverencia y el honor que se tributa

a las personas o a sus signos. Hay dos clases de inclinación, de cabeza y de


cuerpo:
a) La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran las tres Personas
Divinas a la vez, a los nombres de Jesús, de la bienaventurada Virgen María
y del santo en cuyo honor se celebra la Misa;
b) La inclinación de cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar; a las
oraciones: «Purifica mi corazón», y «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito»; en el
Símbolo, a las palabras: «Y por obra del Espíritu Santo» o «que fue concebido»; en
el Canon romano, al decir la oración: «Te pedimos humildemente». La misma
inclinación hace el diácono cuando pide la bendición antes de proclamar el
Evangelio. El sacerdote se inclina además un poco cuando, durante la
consagración, pronuncia las palabras del Señor.
9 La genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta el suelo, es un

signo de adoración; por eso, se reserva al Santísimo Sacramento, y a la santa


Cruz, desde la adoración solemne en la acción litúrgica del Viernes en la Pasión
del Señor, hasta el inicio de la Vigilia Pascual.
En la Misa el sacerdote celebrante hace tres genuflexiones: después de la
ostensión del pan consagrado, después de la ostensión del cáliz y antes de la
Comunión. Las peculiaridades que se deben observar en la Misa concelebrada se
señalan en su lugar correspondiente (cf. OGMR, nn. 210-251).
Pero si el sagrario con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, el
sacerdote, el diácono y los demás ministros hacen genuflexión cuando llegan al
altar y se retiran de él, pero no durante la celebración de la Misa. Por el contrario,
todos hacen genuflexión cuando pasan por delante del Santísimo Sacramento,
salvo que lo hagan procesionalmente.
Los ministros que llevan la Cruz procesional o los ciriales, en lugar de
genuflexión, hacen inclinación de cabeza.
10 La incensación expresa la reverencia y la oración, como se significa en la

Sagrada Escritura (cf. Sal 140,2; Ap 8,3).


El incienso puede libremente usarse en cualquier forma de Misa:
Durante la procesión de entrada;

26
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

piernas, del cuerpo... No torcer los tobillos (con lo que se baja


de altura).

IV. El presidente

- El presidente debe presidir.

- Debe conocer el Misal Romano, los Leccionarios, el Misal de


la Virgen, el calendario litúrgico (añalejo, gallofa, epacta,
efemérides...), conocer las diferencias entre solemnidad,

Al comienzo de la Misa, para incensar la Cruz y el altar;


Para la procesión y proclamación del Evangelio;
Cuando ya están colocados sobre el altar el pan y cáliz, para incensar las
ofrendas, la Cruz y el altar, el sacerdote y el pueblo;
En la ostensión de la hostia y del cáliz después de la consagración.
Cuando el sacerdote pone el incienso en el turíbulo, lo bendice con la señal de
la Cruz, sin decir nada.
Antes y después de la incensación se hace una profunda inclinación a la
persona o al objeto que se inciensa, a excepción del altar y los dones para el
sacrificio de la Misa.
Se inciensan con tres movimientos dobles del turíbulo: el Santísimo
Sacramento, las reliquias de la santa Cruz y las imágenes del Señor expuestas a la
veneración pública, los dones para el sacrificio de la Misa, la Cruz del altar, el
Evangeliario, el cirio pascual, el sacerdote y el pueblo.
Se inciensan con dos movimientos dobles del turíbulo las reliquias e imágenes
expuestas a la veneración pública y sólo al principio de la celebración, después
de incensar el altar.
La incensación del altar se hace con sencillos balanceos de este modo:
Si el altar está separado de la pared, el sacerdote lo inciensa rodeándolo;
Pero si el altar no está separado de la pared, el sacerdote, mientras pasa,
inciensa primero la parte derecha, luego la parte izquierda del altar.
Si la Cruz está sobre el altar o junto a él, se inciensa antes que el mismo altar.
En otro caso, el sacerdote la incensará cuando pase ante ella.
El sacerdote inciensa los dones con tres movimientos dobles de turíbulo, antes
de incensar la Cruz y el altar, o bien haciendo la señal de la Cruz con el incensario
sobre los dones.

27
Ars celebrandi

fiesta, memoria obligatoria, memoria libre o memoria


facultativa.

- No subestimes el papel del presidente.

- No exageres el papel del presidente.

- No te olvides de la asamblea.

- Nunca te limites simplemente a «decir Misa».

- No te arrogues la parte de otro.

- El presidente es una figura pública en un marco cuasi-


dramático.

- No perjudiques ni la forma ni la continuidad de la liturgia.

- No hagas los gestos como un autómata. Ni hamaques tu


cuerpo.

- Cuidado con omitir algunos gestos.

- No cantes si no puedes.

- No descuides la preparación de los objetos materiales.

- Nunca hagas dos acciones (visibles) al mismo tiempo.

- Si lo crees conveniente puedes avisar a los fieles con un toque


de campanilla, antes de la consagración y cuando se eleva la
hostia y el cáliz (OGMR, n. 15011).

11Un poco antes de la consagración, el ministro, si se cree conveniente, avisa


a los fieles mediante un toque de campanilla. Puede también, de acuerdo con la
costumbre de cada lugar, tocar la campanilla cuando el sacerdote muestra la

28
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

V. Algunos principios litúrgicos generales

- No tomes las leyes litúrgicas ni demasiado en serio ni


tampoco a la ligera.
- No te contentes con un culto «chapucero».
- No exageres ni rebajes la importancia de la Misa.
- No introduzcas o acentúes partes o acciones secundarias en
detrimento de las principales.
- No menosprecies las cualidades positivas de la tradición
litúrgica romana. Expresa magníficamente San Juan Pablo II:
«la mística esencialidad del rito latino», en el encuentro con
los obispos católicos de Ucrania, en la Nunciatura Apostólica
de Kiev el 24 de junio de 2001.
- No busques un tema donde no lo hay.
- Nunca hagas ordinario lo excepcional.
- Cuando hagas adaptaciones en la liturgia, no omitas
sistemáticamente ciertas opciones.
- Evita en la liturgia el estilo «bombero» (hacer todo rápido).
- No prescindas de la sede presidencial.
- Nunca pongas una Cruz pequeña sobre el altar.
- Nunca omitas el silencio. El silencio está previsto como parte
de la celebración (OGMR, n. 45), y no es facultativo, en seis
momentos de la Misa: Antes del acto penitencial, después de
la invitación «Oremos», después de las lecturas, de la homilía,
durante la oración universal y después de la Comunión.

hostia y el cáliz a los fieles. Si se utiliza el incienso, el ministro inciensa la hostia


y el cáliz cuando se muestran tras la consagración.

29
Ars celebrandi

(Ver OGMR, nn. 4512, 5113, 5614, 6615, 7116, 8817).

12 «También, como parte de la celebración, ha de guardarse, a su tiempo, el

silencio sagrado (SC, 30). La naturaleza de este silencio depende del momento de
la Misa en que se observa. Así, en el acto penitencial y después de la invitación a
orar, los presentes se recojan en su interior; al terminar la lectura o la homilía,
mediten brevemente sobre lo que han oído; y después de la Comunión, alaben a
Dios en su corazón y oren.
Es laudable que se guarde, ya antes de la misma celebración, silencio en la
iglesia, en la sacristía, y en los lugares más próximos, a fin de que todos puedan
disponerse adecuada y devotamente a las acciones sagradas».
13 «Después el sacerdote invita al acto penitencial, que, tras una breve pausa de

silencio, realiza toda la comunidad con la fórmula de la confesión general y se


termina con la absolución del sacerdote, que no tiene la eficacia propia del
sacramento de la Penitencia. Los domingos, sobre todo en el tiempo pascual, en
lugar del acto penitencial acostumbrado, puede hacerse la bendición y aspersión
del agua en memoria del Bautismo (cfr. infra, Apéndice, Rito de la bendición y
aspersión del agua)».
14 La liturgia de la Palabra se ha de celebrar de manera que favorezca la

meditación y, en consecuencia, hay que evitar toda forma de precipitación que


impida el recogimiento. Conviene que haya en ella unos breves momentos de
silencio, acomodados a la asamblea, en los que, con la gracia del Espíritu Santo,
se perciba en el corazón la palabra de Dios y se prepare la respuesta a través de
la oración. Estos momentos de silencio pueden observarse, por ejemplo, antes
de que se inicie la misma liturgia de la palabra, después de la primera y la segunda
lectura, y una vez concluida la homilía (cf. Misal Romano, Ordo lectionum Missae,
segunda edición típica, Praenotanda, n. 28).
15 La homilía la pronuncia ordinariamente el sacerdote celebrante o un

sacerdote concelebrante a quien éste se la encargue o, a veces, según la


oportunidad, también el diácono, pero nunca un fiel laico (CIC, can. 767 § 1;
etc.).
En casos peculiares y con una causa justa pueden pronunciarla también un
obispo o un presbítero que asisten a la celebración pero no concelebran.
Los domingos y fiestas de precepto ha de haber homilía, y no se puede omitir
sin causa grave en ninguna de las Misas que se celebran con asistencia del pueblo;
los demás días se recomienda, sobre todo, en los días feriales de Adviento,
Cuaresma y Tiempo Pascual, y también en otras fiestas y ocasiones en que el
pueblo acude numeroso a la iglesia.
Tras la homilía es oportuno guardar un breve espacio de silencio.
16 Corresponde al sacerdote celebrante dirigir esta oración desde la sede. Él

30
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

VI. El rito de entrada

- Comenzar a horario. (El tiempo que se pierde por comenzar


tarde, no suele recuperarse más).

- No uses en el altar el micrófono ‘jirafa’ que compite con el


cáliz principal, usa el micrófono plano («... evita que el
micrófono ‘faccia concorrenza al calice!’»)18.

- Controla la distancia al micrófono en la sede y en el ambón: 10


cm para el tono confidencial, 20 para las comunicaciones, 30
para la proclamación. Así como no debes usar el mismo tono
para tu voz, debes usar distintas distancias para el micrófono.
Los altoparlantes deben estar dirigidos hacia donde debe llegar
la voz del orador, nunca debe llegar desde atrás, así se pierde
el 30 % de comprensión conceptual.

- Evita otros ruidos molestos. Hay equipos electrónicos que


impiden los ruidos que vienen de la calle, o de otras «usinas»
de ruido.

- En los templos grandes donde hay mucha resonancia o


repercusión, conviene usar amplificadores electrónicos que

mismo la introduce con una breve monición en la que invita a los fieles a orar, y
la concluye con una oración. Las intenciones que se proponen sean sobrias,
formuladas con sabia libertad, en pocas palabras, y han de reflejar la oración de
toda la comunidad. Las pronuncia el diácono o un cantor o un lector o un fiel
laico desde el ambón o desde otro lugar conveniente (cf. S. CONGR. RITUUM,
Instr. Inter Oecumenici, 26/9/1964, n. 56).
El pueblo, permaneciendo de pie, expresa su súplica bien con la invocación
común después de la proclamación de cada intención, o bien rezando en silencio.
Tras la homilía es oportuno guardar un breve espacio de silencio.
17 Cuando se ha terminado de distribuir la Comunión, el sacerdote y los fieles,

si se juzga oportuno, pueden orar un espacio de tiempo en secreto. Si se prefiere,


toda la asamblea puede también cantar un salmo, o algún otro canto de alabanza
o un himno.
18 Centro di pastorale liturgica francese, Ars celebrandi, p. 124.

31
Ars celebrandi

demoran décimas de segundo la salida del sonido por los


altoparlantes sucesivos impidiendo que se acoplen los sonidos.

- No hagas inclinación a la Cruz en vez de hacerla al altar.

- Evita recitar el «introito» (la antífona de entrada) si hay canto.

- No omitas la señal de la Cruz.

- Al hacer la señal de la Cruz no digas «Amén».

- No modifiques el saludo inicial de modo que pierda su origen


bíblico.

- Cuando uses la fórmula tercera del rito penitencial: (a) no te


dirijas ni al Padre ni al Espíritu Santo; (b) no pongas de relieve
los fallos humanos, antes bien proclama la misericordia y la
gracia salvadora de Cristo.

- No hagas la señal de la Cruz al final del rito penitencial.

- Nunca modifiques la terminación de las oraciones de tal modo


que la asamblea no sea capaz de responder con su «Amén».

- La oración «colecta» concluye la procesión de entrada y los


ritos introductorios; no es, de suyo, una introducción a las
lecturas.

- Cuidado con las oraciones no oficiales.

VII. La liturgia de la Palabra

- Usa un solo ambón, púlpito o atril para proclamar toda la


Palabra de Dios y sólo la Palabra de Dios.

- Nunca proclames la Palabra de Dios desde misales manuales


ni de hojas sueltas.

32
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

- No trates el leccionario como si fuera una novela.

- No ocultes el libro de la Palabra escrita de Dios.

- Los presbíteros no deben leer las lecturas bíblicas, excepto el


Evangelio, si hay lectores laicos disponibles.

- La respuesta a la primera lectura debe ser un salmo o su


equivalente litúrgico.

- ¡Nunca recites el aleluya! (Es mejor cantarlo, pero cuando no


se puede...).

- El celebrante que preside nunca debe proclamar el Evangelio


si está presente otro sacerdote o un diácono.

- Nunca hagas inclinación al sagrario al recitar la oración antes


de proclamar el Evangelio.

- No omitas los gestos del Evangelio: El saludo inicial, traza «la


cruz sobre el libro con el pulgar, y luego sobre su propia frente,
boca y pecho, lo cual también hacen todos los demás...»
(OGMR, nn. 134, 175).

- La homilía, preferentemente, debe predicarse desde la sede.

- La homilía debe prepararse siempre. El domingo a la tarde ya


hay que pensar en la homilía para el domingo siguiente.
Lamentablemente la mayoría no prepara el sermón. Sobre
todo se ignora lo que hace a la pronunciación y a la acción.
Hoy día se sabe que el 93 % de la comunicación humana es
lenguaje corporal y sólo el 7 % es lenguaje verbal. Hay que
decidirse, eficazmente, a practicar. Solo el ejercicio puede
llevarnos a predicar bien. Es una materia pendiente en
nuestros seminarios mayores: No se practica habitualmente
(aunque sea 1 hora de clase por semana), ni con cursos
intensivos todos los años (por lo menos a los estudiantes de

33
Ars celebrandi

teología) y pareciera que brilla por su ausencia en muchos


formadores. Hay que hacer algo eficaz19. Ver ejemplos de
fraseo20.

- Como la predicación suele ser desastrosa, algunos proponen


como si fuese una solución predicar tan sólo 10 minutos. Se
le atribuye a Walt Whitman: Si tengo que hablar 3 minutos hay
que preparar una semana, si media hora tres días, si cuatro
horas ya puedo comenzar. No es el tiempo breve lo que
soluciona el sermón malo, sino la preparación.

- No empieces la homilía con la señal de la Cruz.

- No «prediques» un sermón, antes bien «parte el pan de la


Palabra» con la homilía.

- No modifiques la estructura de las preces de los fieles.

- No cambies la intercesión en acción de gracias.

- No particularices exageradamente las peticiones.

- Recuerda que la Oración de los fieles es fundamentalmente


una letanía.

VIII. La liturgia de la Eucaristía

- Debes estar seguro de que la materia del Sacrificio es la que


corresponde. El pan de harina de trigo; no de papa, ni de
maíz…; el vino debe ser de uva y haber fermentado; no sidra,

19 http://www.retoricas.com/2010/04/la-historia-y-sus-discursos.html ;

www.retoricas.com
20 http://www.youtube.com/watch?v=mfBW66KSSVQ;

http://www.youtube.com/watch?v=vt9wygq1kSo

34
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

ni mistela que es jugo de uva y su fermentación se ha


interrumpido21.

21 Primero veremos la definición de vino: «Es la bebida que se obtiene por

medio de la fermentación natural del jugo de uva». En consecuencia, toda


otra bebida que no provenga de la uva no es vino y no se debe usar para el Santo
Sacrificio.
Cashasa: bebida hecha con la fermentación de azúcar de caña diluida en agua,
muy conocida en Brasil.
Hidromiel: miel de abeja disuelta en agua, fermentada.
Cerveza: bebida proveniente de la fermentación de cebada disuelta en agua.
Shaki: Bebida obtenida por la fermentación de arroz disuelto en agua luego
destilada, muy común en Japón.
Chicha: bebida obtenida con la fermentación de fécula de maíz disuelta en
agua originaria de la América precolombina.
Aloja: bebida proveniente de la fermentación de la fécula del fruto del
algarrobo disuelto en agua, también de la América precolombina.
Bebidas provenientes de la uva que no son vino:
Mosto concentrado: se elabora concentrando por medio de calor y vacío el
jugo de la uva (mosto).
Mistela: se elabora alcoholizando el jugo de uva quedando una bebida muy
dulce y con 18° de alcohol, luego se añeja en barricas de roble. Es muy apreciada
como bebida de postre; por confusión esta es la bebida que más se usa como
vino de Misa.
Jerez: vino elaborado con uva de la variedad Listan de la zona de Jerez de la
Frontera, España, añejado en barricas de roble muy consumido, en Inglaterra
con el nombre de Sherry. Para estabilizar la acidez se agrega sulfato de calcio
(yeso) a la uva molida, por esto no es conveniente usarlo para la Santa. Misa.
Coñac: destilado de vino originario del pueblo de Coñac, de la zona de
Bordeaux, Francia, añejado en barricas de roble.
Champagne: vino originario de la zona del mismo nombre en Francia, creado
por el monje Don Perignon. Se elabora haciendo primero un vino base de bajo
alcohol y en la primavera siguiente se hace una segunda fermentación con
agregado de azúcar de caña; por esto no es conveniente usarlo para la Santa Misa.
Pisco: destilado de vino moscatel, originario de Perú, muy conocido en Chile.
Vinagre: si el vino no es higiénicamente conservado por acción de las bacterias
acéticas se transforma en vinagre. En consecuencia deja de ser vino. Es por esto
que no debe ser usado para la Santa Misa. Aconsejo a los sacerdotes que cuando
usen muy poco vino y este permanezca mucho tiempo en una botella empezada,
una vez abierta guardarla en heladera.

35
Ars celebrandi

- No hagas caso omiso de la cuádruple estructura bíblica de la


Misa: tomar, bendecir, partir y dar (o compartir).

- Nunca decidas de antemano distribuir la Comunión con


hostias del sagrario durante la Misa; consagra siempre pan y
vino suficientes para la Comunión de los asistentes.

- No ofrezcas los dones durante su preparación; en particular,


no los eleves en alto. (La presentación de los dones tiene un
carácter ofertorial inderogable).

- Es preferible preparar el cáliz en la credencia; y esto debe


hacerlo el diácono o un celebrante, no el que preside. El agua
no se bendice.

- No presentes los dones mientras se hace la colecta, de ser


posible.

- Habitualmente, no digas en voz alta las oraciones del


“ofertorio”. Si no hay canto para el ofertorio se pueden
pronunciar en voz alta las plegarias del mismo. (OGMR, n.
14222; ver San Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae del 24 de

Sidra: se elabora haciendo fermentar jugo de manzanas en forma similar al


vino. Algunas de ellas comercialmente suelen llevar el calificativo de vino, por
tener su origen en la uva pero han sufrido algún agregado y destilación que las
desnaturaliza como vino.
Existen bebidas provenientes de la fermentación de otros frutos dulces,
distintos a la uva, que pueden ser similares al vino, pero al no tener como origen
la uva no son vino, porque vino –como la palabra lo indica– es originario del
fruto de la vid.
22 A continuación, el sacerdote, situado en un lado del altar, mientras el

ministro le ofrece las vinajeras, vierte el vino y un poco de agua en el cáliz,


diciendo en secreto: «El agua unida al vino». Vuelto al centro del altar, toma con
ambas manos el cáliz, lo eleva un poco y dice en secreto: «Bendito seas, Señor» y a
continuación deja el cáliz sobre el corporal y lo cubre, si conviene, con la palia.
Pero si no hay canto para el ofertorio ni se toca el órgano, en la presentación del
pan y del vino el sacerdote puede pronunciar en voz alta las fórmulas de

36
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

febrero de 198023). En la OGMR, n. 7324 se alaba la procesión


de las ofrendas realizada por los fieles.

bendición, a las que el pueblo responde con la aclamación: «Bendito seas por siempre,
Señor».
23 «Efectivamente, este acto litúrgico solemnizado por casi todas las liturgias,

“tiene su valor y su significado espiritual” (OGMR, n. 140; cf. Misal Romano,


Ordinario de la Misa, n. 22; cf. PO, 5). El pan y el vino se convierten en cierto
sentido en símbolo de todo lo que lleva la asamblea eucarística, por sí misma, en
ofrenda a Dios y que ofrece en espíritu.
Es importante que este primer momento de la liturgia eucarística, en sentido
estricto, encuentre su expresión en el comportamiento de los participantes. A
esto corresponde la llamada procesión de las ofrendas, prevista por la reciente
reforma litúrgica (cf. Misal Romano, Ordinario de la Misa, n. 22), y acompañada,
según la antigua tradición, por un salmo o un cántico. Es necesario un cierto
espacio de tiempo, a fin de que todos puedan tomar conciencia de este acto,
expresado contemporáneamente por las palabras del celebrante.
La conciencia del acto de presentar las ofrendas, debería ser mantenida durante
toda la Misa. Más aún, debe ser llevada a plenitud en el momento de la
consagración y de la oblación anamnética [memorial], tal como lo exige el valor
fundamental del momento del sacrificio. Para demostrar esto ayudan las palabras
de la oración eucarística que el sacerdote pronuncia en alta voz. Parece útil repetir
aquí algunas expresiones de la tercera oración eucarística, que manifiestan
especialmente el carácter sacrificial de la Eucaristía y unen el ofrecimiento de
nuestras personas al de Cristo: ‘Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y
reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que fortalecidos con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu
Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que Él nos
transforme en ofrenda permanente’.
Este valor sacrificial está ya expresado en cada celebración por las palabras con
que el sacerdote concluye la presentación de los dones al pedir a los fieles que
oren para que ‘este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios, Padre
todopoderoso’. Tales palabras tienen un valor de compromiso en cuanto
expresan el carácter de toda la liturgia eucarística y la plenitud de su contenido
tanto divino como eclesial».
24 Al comienzo de la liturgia eucarística se llevan al altar los dones que se

convertirán en el Cuerpo y Sangre de Cristo.


En primer lugar, se prepara el altar o mesa del Señor, que es el centro de toda
la liturgia eucarística24, y colocando sobre él el corporal, el purificador, el misal y
el cáliz, que también se puede preparar en la credencia.

37
Ars celebrandi

- Purificación... lavabo, OGMR, nn. 278-28025.

- No amontones en el altar copones y cálices innecesarios.


- No echar gotitas de agua en cada cáliz secundario, para el signo
basta en el cáliz principal.
- No te laves las puntas de los dedos; lávate las manos.
- La oración sobre las ofrendas concluye el rito de la preparación
de los dones; no es una introducción a la Plegaria Eucarística.

Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino lo


presenten los mismos fieles. El sacerdote o el diácono los recibirá en un lugar
oportuno para llevarlo al altar. Aunque los fieles no traigan pan y vino de su
propiedad, con este destino litúrgico, como se hacía antiguamente, el rito de
presentarlos conserva su sentido y significado espiritual.
También se puede aportar dinero u otras donaciones para los pobres o para la
iglesia, que los fieles mismos pueden presentar o que pueden ser recolectados en
la iglesia, y que se colocarán en el sitio oportuno, fuera de la mesa eucarística.
25 «278. Siempre que algún fragmento del pan consagrado quede adherido a los

dedos, sobre todo después de la fracción o de la Comunión de los fieles, el


sacerdote debe limpiar los dedos sobre la patena y, si es necesario, lavarlos.
De modo semejante, si quedan fragmentos fuera de la patena, los recoge.
279. Los vasos sagrados los purifica el sacerdote, el diácono o el acólito
instituido, después de la Comunión o después de la Misa, siempre que sea posible
en la credencia. La purificación del cáliz se hace con agua o con agua y vino, que
sumirá el mismo que purifica. La patena se limpia, de ordinario, con el
purificador.
Cuídese de que la Sangre de Cristo que pueda quedar después de haber
distribuido la Comunión se tome al instante e íntegramente en el altar.
280. Si el pan consagrado o alguna partícula del mismo llega a caerse, se
recogerá con reverencia. Si se derrama algo de la Sangre del Señor, el sitio en que
haya caído, lávese con agua y luego échese esta agua en la piscina(*) situada en la
sacristía».
(*) La tal piscina era un sumidero que iba directamente a la tierra. Al no existir,

búsquese un lugar digno.

38
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

- No limpiar durante la Misa las impresiones digitales que puede


haber en la patena.
- Gestos del comienzo del Prefacio: «...el sacerdote extiende las
manos... continúa Levantemos el corazón, alza las manos.
Después... con las manos extendidas...», OGMR, n. 14826.
- Observa las rúbricas de cada una de las Plegarias Eucarísticas,
OGMR, n. 36527.

26 Al comienzo de la Plegaria Eucarística, el sacerdote extiende las manos y


canta o dice El Señor esté con vosotros; el pueblo responde: Y con tu espíritu. Cuando
continúa Levantemos el corazón, alza las manos. El pueblo responde Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Después el sacerdote, con las manos extendidas, añade:
Demos gracias al Señor; nuestro Dios, y el pueblo responde: Es justo y necesario.
Después, el sacerdote, con las manos extendidas, sigue con el Prefacio; cuando
lo termina, junta las manos y canta o dice en voz clara, junto con todos los
presentes el Santo (cf. Misal Romano, n. 79 b).
27 La elección de una u otra de las Plegarias Eucarísticas que figuran en el

Ordinario de la Misa, se rige de modo oportuno por estas normas:


a) La Plegaria Eucarística I, o Canon romano, que se puede emplear siempre,
se dirá de preferencia en los días en que existe Reunidos en comunión(*) propio
o en las Misas que tienen también su propio Acepta, Señor, en tu bondad(*);
también en las celebraciones de los Apóstoles y de los Santos que se
mencionan en la misma Plegaria; de igual modo, los domingos, a no ser que
por motivos pastorales se prefiera la Plegaria Eucarística tercera;
b) la Plegaria Eucarística II, por sus características propias, se emplea con
preferencia en los días ordinarios de entre semana, o en particulares
circunstancias. Aunque tiene su prefacio propio, puede también usarse con
prefacios distintos, sobre todo con los que presentan en forma más resumida
el misterio de la salvación; por ejemplo, con los prefacios comunes. Cuando
la Misa se celebra por un determinado difunto, se puede emplear una fórmula
particular, que figura ya en su respectivo lugar, antes de Acuérdate también;
c) la Plegaria Eucarística III puede usarse con cualquier prefacio. Su uso se
recomienda los domingos y las fiestas. Si esta plegaria se utiliza en las Misas
de difuntos, se puede emplear una fórmula particular para el difunto, que está
ya en su propio lugar; es decir, después de las palabras Reúne en torno u ti, Padre
misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo;
d) la Plegarla Eucarística IV tiene un prefacio fijo y da un sumario más

39
Ars celebrandi

- No interrumpas la Plegaria Eucarística con ningún aviso.

- No sacar las palias de los cálices secundarios.

- Nunca partas la hostia al decir las palabras de la institución.

- Al tomar el pan y el cáliz, sostenerlos un poco elevado (dicen


las rúbricas, lo que viene a ser como un palmo), luego dicen
las rúbricas «inclinar un poco» (Plegaria Eucarística I, 104, etc.)
el cuerpo y algunos, allí, bajan el pan y como que lo esconden
detrás del cáliz; lo mismo al inclinar el cuerpo algunos bajan el
cáliz, con lo que como que se corta el acto oblativo que
comienza al tomar el pan «accepit panen» y al tomar el cáliz
«accepit calicem», movimiento que debe continuar luego de la
consagración manifestando, incluso plásticamente, el carácter
ofertorial del Sacrificio. Es decir, es un gesto oblativo.

- Al elevar el pan consagrado con las dos manos, quedan como


en paralelo los dos brazos y para evitar movimientos
involuntarios debe haber un punto de apoyo en el tocarse las
manos. Si, por el contrario, el punto de apoyo es la frágil hostia
ésta se puede partir como alguna vez se ha visto.

- Tomar el Pan, también en la fracción, debe ser con los dedos


pulgar e índice de ambas manos (antes llamados «dedos
canónicos»), no con los diez dedos.

- Para tomar el cáliz está el nudo, no la copa ni el pie.

completo de la historia de la salvación. Se puede emplear cuando la Misa no


tiene un prefacio propio y en los domingos del tiempo ordinario. En esta
Plegaria, por razón de su propia estructura, no se puede introducir una
fórmula peculiar por un difunto.
(*) Estas oraciones se hacen, por ejemplo, los días de Navidad, Epifanía, Jueves

Santo, etc.

40
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

- Luego de la consagración del pan y del vino, la posterior


elevación y genuflexión, no son para la meditación del
celebrante (no es litúrgica). Basta una pequeña pausa para
marcar el cese del movimiento oblativo hacia arriba y el
movimiento de adoración hacia abajo.

- Ten cuidado con lo que se hace de la doxología de la Plegaria


Eucarística.

- No quites importancia al gran «Amén».

- El celebrante no tiene que «distribuir» la paz entre el pueblo.

- No quites importancia a la fracción del pan.

- No estar frotándose los dedos entre sí o con el purificador o


el corporal, espolvoreándolos, después de tocar la Hostia
consagrada, reiteradas veces, sin que conste que haya
partículas. Algunos siempre se miran los dedos. Es como un
tic. No revolver con el dedo dentro del cáliz para «purificar»
mejor, es mala educación, como lengüetearse los dedos por si
hay partículas. Ver las purificaciones, OGMR, nn. 278-280.

- El que preside, normalmente, debe distribuir la Comunión


personalmente.

- No modifiques el rito de la distribución de la Comunión con


el fin de hacerla más eficaz y menos personal.

- Sé sensible, al designar ministro de la Comunión, a las


«tradicionales» distinciones locales entre clérigos y laicos,
hombres y mujeres, aunque esto no tenga mayor importancia.

- No purifiques los vasos sagrados en el centro del altar. Hazlo


en un lado del mismo, o, mejor aún, en la credencia. Lo ideal
es hacerlo después de la Misa. No purificar la patena con agua.

41
Ars celebrandi

- No debe recitarse una letanía de acción de gracias después de


la Comunión. La Misa es la acción de gracias por excelencia.

- La consagración a la Virgen. Se puede cantar o rezar, según la


OGMR, nn. 3828.8829.16430.

- No des avisos antes de la oración postcomunión convirtiéndola


así en una bendición preliminar.

IX. El rito de la conclusión

- No modifiques el papel del presidente diciendo «La


bendición... descienda sobre nosotros», en lugar de «... sobre
vosotros».

- No omitas «El Señor esté con vosotros» cuando uses la


bendición solemne o la oración sobre el pueblo.

X. La concelebración

- La concelebración es un rito litúrgico, no una práctica de


devoción.

28 En los textos que han de pronunciar en voz alta y clara el sacerdote o el

diácono o el lector o todos, la voz ha de corresponder a la índole del respectivo


texto, según se trate de lectura, oración, monición, aclamación o canto; téngase
también en cuenta la clase de celebración y la solemnidad de la asamblea. Y,
naturalmente, de la índole de las diversas lenguas y caracteres de los pueblos. En
las rúbricas y normas que siguen, los vocablos «pronunciar» o «decir» deben
entenderse lo mismo del canto que de los recitados, según los principios que
acaban de enunciarse.
29 Cuando se ha terminado de distribuir la Comunión, el sacerdote y los fieles,

si se juzga oportuno, pueden orar un espacio de tiempo en secreto. Si se prefiere,


toda la asamblea puede también cantar un salmo o algún otro canto de alabanza
o un himno.
30 Después, el sacerdote puede regresar a la sede. Se puede observar un espacio

de silencio sagrado o también entonar un salmo u otro cántico o himno de


alabanza (cf. Misal Romano, n. 88).

42
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

- Los concelebrantes no son una presidencia colegial.

- Los concelebrantes deben ser vistos, pero no oídos.

- El celebrante principal debe ser oído.

- El celebrante principal no debe tener dos capellanes asistentes


si no es obispo, en cuyo caso los capellanes asistentes debieran
ser diáconos. Para toda concelebración: «Si no se cuenta con
un diácono, sus oficios los realizan algunos de los
concelebrantes», OGMR, n. 20831.

- En la Misa conventual o «de comunidad», «conviene... que


todos los sacerdotes... concelebren en estas Misas. Más aún,
todos los sacerdotes pertenecientes a una comunidad, que
tengan la obligación de celebrar en forma individual por el
bien pastoral de los fieles, pueden concelebrar el mismo día en
la Misa conventual o «de comunidad», OGMR, n. 11432.

31 «Si no se cuenta con un diácono, sus oficios los realizan algunos de los
concelebrantes. Si tampoco están presentes otros ministros, sus oficios propios
pueden confiarse a otros fieles idóneos; en caso contrario, los desempeñan
algunos de los concelebrantes».
32 «Entre las Misas celebradas por determinadas comunidades, ocupa un puesto

singular la Misa conventual, que es una parte del Oficio cotidiano, o la Misa que
se llama “de comunidad”. Y aunque estas Misas no exigen ninguna forma
peculiar de celebración, con todo es muy conveniente que sean cantadas, y sobre
todo con la plena participación de todos los miembros de la comunidad,
religiosos o canónigos. Por consiguiente, en esas Misas ejerza cada uno su propio
oficio, según el Orden o ministerio recibido. Conviene, pues, en estos casos, que
todos los sacerdotes que no están obligados a celebrar en forma individual por
alguna utilidad pastoral de los fieles, a ser posible, concelebren en estas Misas.
Más aún, todos los sacerdotes pertenecientes a una comunidad, que tengan la
obligación de celebrar en forma individual por el bien pastoral de los fieles,
pueden concelebrar el mismo día en la Misa conventual o “de comunidad”
(SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS, Instrucción Eucharisticum mysterium
(25/5/1967), 47, en AAS 59 (1967), p. 565). Porque es preferible que los
presbíteros que asisten a la celebración eucarística, a no ser que una causa justa

43
Ars celebrandi

- Los concelebrantes, si es posible, pueden acercarse al altar al


terminar la oración sobre las ofrendas (al comienzo del
Prefacio).

- No delegues en un solo concelebrante la recitación de la


anámnesis (memorial).

- El símbolo esencial de la Eucaristía es un pan y un cáliz: por


tanto, en la doxología, sólo una patena (con el pan
consagrado) y un cáliz deben ser elevados.

XI. Misas con muchos participantes

- Se debería tener un Maestro de ceremonias con experiencia,


preferentemente un sacerdote (no un seminarista porque
pueden ocurrir imprevisibles para los que no está preparado);
asimismo, si es posible y necesario, un «Maestro» de ambón
(que se ocupe de las lecturas, de la oración de los fieles) y un
«Maestro» para la procesión de las ofrendas. Y si fuesen
muchos los que se prevén que van a comulgar, también podría
haber un «Maestro» de comulgantes.

- Multiplicar ministros de la Eucaristía y copones según el


número estimado de comulgantes, esto es absolutamente
capital para que la Misa no sea excesivamente larga. ¿Cómo
hacer?, por ejemplo: 500 comulgantes con 10 copones a razón
de 50 hostias por cada uno, se tardaría alrededor de 5 minutos
para que comulguen todos; 5000 comulgantes con 50 copones
a razón de 100 hostias por cada uno, en alrededor de 10
minutos comulgan todos. Los copones se pueden consagrar
en una mesa cercana al altar. Hay que hacer salir a los ministros
de la Eucaristía que llevarán el sacramento a los fieles hacia

les excuse, ejerzan el ministerio propio de su orden y, en consecuencia, participen


como concelebrantes, revestidos con los ornamentos sagrados. Si no
concelebran, llevan el hábito coral propio o la sobrepelliz sobre el traje talar».

44
III. Programa de ‘Ars celebrandi’

sus lugares, que deben estar determinados de antemano,


después del saludo de la paz (o después del Padre Nuestro),
empezando a dar la Comunión, en el lugar determinado,
después de «Este es el Cordero de Dios...», comulgando primero
cada ministro y luego el pueblo. Los lugares deben estar
visiblemente señalados con banderines o paraguas de colores
o postes altos o luces, si es de noche, sobre todo para la
orientación de los feligreses. Hay que prever hacia donde se
deben dirigir los ministros después de dar la Comunión (hacia
un lugar donde no se congestione el flujo de los fieles).

XII. Sugerencias finales

Aconsejo vivamente a los sacerdotes que, al menos una vez al año, se


hagan filmar una Misa celebrada por ellos, para verse a sí mismos
después, ya que a veces se dan ciertos tics, con la cabeza, dedos,
manos, cuerpo… que desmerecen el sagrado rito, y que se deben,
eficazmente, corregir. Es conveniente hacerse acompañar de algún
hermano sacerdote, porque no se suele ser buen juez en causa propia.
Es bueno también hacer el propósito de leer, todos los años, un
buen libro de teología sobre la Eucaristía, la liturgia y la historia
ritual, el año litúrgico, el martirologio, el santoral…
He probado, con excelentes resultados, hacer Jornadas, o Cursos,
o Congresos sobre la Liturgia, de tres o cinco días, con Misa
predicada –sobre noción teológica de liturgia, participación,
ministerios, importancia del canto, etc.–, conferencias, grupos de
discusión, invitar a ser «ostiarios» (OGMR, n. 105 d), lectores de la
Palabra –enseñando a usar el micrófono y el tono de voz y los
tiempos– (OGMR, n. 99), limosneros que hacen colectas,
monaguillos, comentarista o guion (OGMR, n. 105 b), ministros de
la Eucaristía, ayudas del sacristán para tener los manteles y ajuares
relucientes y otros trabajos, posibles maestros de ceremonia,
miembros del coro o schola y posibles directores (OGMR, n. 104),
los que tocan el órgano o el armonio (OGMR, n. 103). Se pueden

45
Ars celebrandi

llegar a tener más coros, si se puede: Gregoriano, polifónico,


popular. Luego, se ofrecían casi todos. La Parroquia cambiaba.

3ª parte

Rito extraordinario (Ver Apéndice IV).


Ritos orientales seguimos a JULIÁN LÓPEZ MARTÍN, La Liturgia de
la Iglesia, BAC, 1996. (Apéndice V).
Santo Tomás. Remedios a los defectos (Apéndice VI).

4ª parte

La instrucción Redemptionis Sacramentum, de la Congregación para el


Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (25 de marzo de
2004), ejemplificando con casos concretos las distintas penas por
transgresiones a las leyes canónicas y litúrgicas (Apéndice VII).

46
BIBLIOGRAFÍA

- Ordenación General del Misal Romano, Coeditores Litúrgicos,


Barcelona 2005; cf. Misal Romano.

- Ordenación de las Lecturas de la Palabra de Dios; Ordo Lectionum Missae,


Ed. Polyglota Vaticana, Vaticano 1969.

- SAN PABLO VI, Carta apostólica Mysterii Paschalis (14/2/1969) en


donde se promulgan las Normas universales sobre el Año Litúrgico
y sobre el Calendario romano general; cf. Misal Romano.

- SAN JUAN PABLO II, Carta Encíclica Eclessia de Eucharistia


(17/4/2003).

- CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE


LOS SACRAMENTOS, Instrucción Redemptionis Sacramentum
(25/3/2004).

- SAN JUAN PABLO II, Carta apostólica Mane nobiscum Domine


(7/10/2004).

- Misal Romano, Rúbricas del Ordinario de la Misa para la


concelebración, Tercera edición típica, 2002.

- BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica Sacramentum caritatis


(22/2/2007), 38-42. (Apéndice I).

- BEATO CLEMENTE MARCHISIO, La Santísima Eucaristía combatida


por el Satanismo, Córdoba 1995.

- DENIS C. SMOLARSKI S.J., Cómo no decir la Misa, Centre de Pastoral


Litúrgica, Barcelona 52002; original How not to say Mass, Paulist
Press, Mahwah, New Jersey, 1986.

47
Ars celebrandi

- CENTRO DI PASTORALE LITURGICA FRANCESE, Ars celebrandi, Ed.


Qiqajon, Torino 2008.

- JULIÁN LÓPEZ MARTÍN, La Liturgia de la Iglesia, BAC, Madrid


1996, Capítulo V (Apéndice V).

- SANTO TOMÁS, Remedios a los defectos, S. Th., III, q. 83, a. 6


(Apéndice VI).

48
APÉNDICE I

Ars celebrandi en Benedicto XVI

«38. En los trabajos sinodales se ha insistido varias veces en la


necesidad de superar cualquier posible separación entre el ars
celebrandi, es decir, el arte de celebrar rectamente, y la participación
plena, activa y fructuosa de todos los fieles. Efectivamente, el
primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de
Dios en el rito sagrado es la adecuada celebración del rito mismo.
El ars celebrandi es la mejor premisa para la actuosa participatio = activa
participación1. El ars celebrandi proviene de la obediencia fiel a las
normas litúrgicas en su plenitud, pues es precisamente este modo
de celebrar lo que asegura desde hace dos mil años la vida de fe de
todos los creyentes, los cuales están llamados a vivir la celebración
como Pueblo de Dios, sacerdocio real, nación santa (cf. 1 P 2,4-
5.9)2.

El obispo, liturgo por excelencia

39. Si bien es cierto que todo el Pueblo de Dios participa en la


Liturgia Eucarística, en el correcto ars celebrandi desempeñan un
papel imprescindible los que han recibido el sacramento del Orden.
Obispos, sacerdotes y diáconos, cada uno según su propio grado,
han de considerar la celebración como su deber principal3. En
primer lugar el obispo diocesano: en efecto, él, como “primer


De la Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis sobre la
Eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia (22/2/2007).
1 Cf. Proposiciones de la XI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los

Obispos (2005), 2.
2 Cf. Ibidem, 25.
3 Cf. Ibidem, 19. La Proposición 25 especifica: «Una auténtica acción litúrgica

expresa la sacralidad del Misterio eucarístico. Ésta debería reflejarse en las


palabras y las acciones del sacerdote celebrante mientras intercede ante Dios,
tanto con los fieles como por ellos».
Ars celebrandi

dispensador de los misterios de Dios en la iglesia particular a él


confiada, es el guía, el promotor y custodio de toda la vida
litúrgica”4. Todo esto es decisivo para la vida de la iglesia particular,
no sólo porque la comunión con el obispo es la condición para que
toda celebración en su territorio sea legítima, sino también porque
él mismo es por excelencia el liturgo de su propia Iglesia5. A él
corresponde salvaguardar la unidad concorde de las celebraciones
en su diócesis. Por tanto, ha de ser un “compromiso del obispo
hacer que los presbíteros, diáconos y los fieles comprendan cada
vez mejor el sentido auténtico de los ritos y los textos litúrgicos, y
así se les guíe hacia una celebración de la Eucaristía activa y
fructuosa”6. En particular, exhorto a cumplir todo lo necesario para
que las celebraciones litúrgicas oficiadas por el obispo en la iglesia
catedral respeten plenamente el ars celebrandi, de modo que puedan
ser consideradas como modelo para todas las iglesias de su
territorio7.

Respeto de los libros litúrgicos y de la riqueza de los signos

40. Por consiguiente, al subrayar la importancia del ars celebrandi, se


pone de relieve el valor de las normas litúrgicas8. El ars celebrandi ha
de favorecer el sentido de lo sagrado y el uso de las formas
exteriores que educan para ello, como, por ejemplo, la armonía del
rito, los ornamentos litúrgicos, la decoración y el lugar sagrado.
Favorece la celebración eucarística que los sacerdotes y los
responsables de la pastoral litúrgica se esfuercen en dar a conocer

4 OGMR, n. 22; cf. SC, 41; CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA


DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instrucción Redemptionis Sacramentum
(25/3/2004), 19-25, en AAS 96 (2004), pp. 555-557.
5 CONCILIO VATICANO II, Decreto Christus Dominus sobre la función pastoral

de los obispos (28/10/1965), 14; SC, 41.


6 OGMR, n. 22.
7 Cf. Ibidem.
8 Cf. Proposiciones de la XI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los

Obispos (2005), 25.

50
Apéndice I

los libros litúrgicos vigentes y las respectivas normas, resaltando las


grandes riquezas de la Ordenación General del Misal Romano y de la
Ordenación de las Lecturas de la Misa. En las comunidades eclesiales se
da quizás por descontado que se conocen y aprecian, pero a
menudo no es así. En realidad, son textos que contienen riquezas
que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de
Dios a lo largo de dos milenios de historia. Para una adecuada ars
celebrandi es igualmente importante la atención a todas las formas de
lenguaje previstas por la liturgia: palabra y canto, gestos y silencios,
movimiento del cuerpo, colores litúrgicos de los ornamentos. En
efecto, la liturgia tiene por su naturaleza una variedad de formas de
comunicación que abarcan todo el ser humano. La sencillez de los
gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los
tiempos previstos, comunican y atraen más que la artificiosidad de
añadiduras inoportunas. La atención y la obediencia de la estructura
propia del ritual, a la vez que manifiestan el reconocimiento del
carácter de la Eucaristía como don, expresan la disposición del
ministro para acoger con dócil gratitud dicho don inefable.

El arte al servicio de la celebración

41. La relación profunda entre la belleza y la liturgia nos lleva a


considerar con atención todas las expresiones artísticas que se
ponen al servicio de la celebración9. Un elemento importante del
arte sacro es ciertamente la arquitectura de las iglesias10, en las que
debe resaltar la unidad entre los elementos propios del presbiterio:
altar, crucifijo, tabernáculo, ambón, sede. A este respecto, se ha de
tener presente que el objetivo de la arquitectura sacra es ofrecer a
la Iglesia, que celebra los misterios de la fe, en particular la
Eucaristía, el espacio más apto para el desarrollo adecuado de su

9Cf. SC, 112-130.


10Cf. Proposiciones de la XI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los
Obispos (2005), 27.

51
Ars celebrandi

acción litúrgica11. En efecto, la naturaleza del templo cristiano se


define por la acción litúrgica misma, que implica la reunión de
los fieles (ecclesia), los cuales son las piedras vivas del templo (cf.
1 Pe 2,5).
El mismo principio vale para todo el arte sacro, especialmente la
pintura y la escultura, en los que la iconografía religiosa se ha de
orientar a la mistagogía sacramental. Un conocimiento profundo
de las formas que el arte sacro ha producido a lo largo de los siglos
puede ser de gran ayuda para los que tienen la responsabilidad de
encomendar a arquitectos y artistas obras relacionadas con la
acción litúrgica. Por tanto, es indispensable que en la formación de
los seminaristas y de los sacerdotes se incluya la historia del arte
como materia importante, con especial referencia a los edificios de
culto, según las normas litúrgicas. Es necesario que en todo lo que
concierne a la Eucaristía haya gusto por la belleza. También hay
que respetar y cuidar los ornamentos, la decoración, los vasos
sagrados, para que, dispuestos de modo orgánico y ordenado entre
sí, fomenten el asombro ante el misterio de Dios, manifiesten la
unidad de la fe y refuercen la devoción12.

El canto litúrgico

42. En el ars celebrandi desempeña un papel importante el canto


litúrgico13. Con razón afirma San Agustín en un famoso sermón:
“El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. El cantar es expresión
de alegría y, si lo consideramos atentamente, expresión de amor”14.
El Pueblo de Dios reunido para la celebración canta las alabanzas
de Dios.

11 Cf. Ibidem.
12 Con referencia a estos aspectos, es necesario atenerse fielmente a lo
establecido en la OGMR, 319-351.
13 Cf. Ibidem, 39-41; SC, 112-118.
14 SAN AGUSTÍN, Sermo 34, 1, en PL 38, 210.

52
Apéndice I

La Iglesia, en su historia bimilenaria, ha compuesto y sigue


componiendo música y cantos que son un patrimonio de fe y de
amor que no se ha de perder. Ciertamente, no podemos decir que
en la liturgia sirva cualquier canto. A este respecto, se ha de evitar
la fácil improvisación o la introducción de géneros musicales no
respetuosos del sentido de la liturgia. Como elemento litúrgico, el
canto debe estar en consonancia con la identidad propia de la
celebración15. Por consiguiente, todo —el texto, la melodía, la
ejecución— ha de corresponder al sentido del misterio celebrado,
a las partes del rito y a los tiempos litúrgicos16. Finalmente, si bien
se han de tener en cuenta las diversas tendencias y tradiciones muy
loables, deseo, como han pedido los Padres sinodales, que se valore
adecuadamente el canto gregoriano17 como canto propio de la
liturgia romana18».

15 Cf. Proposiciones de la XI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos (2005),
25: «Como todas las expresiones artísticas, también el canto debe armonizarse
íntimamente con la liturgia y contribuir eficazmente a su finalidad, es decir, ha
de expresar la fe, la oración, la admiración y el amor a Jesús presente en la
Eucaristía».
16 Cf. Ibidem, 29.
17 Cf. Ibidem, 36.
18 Cf. SC, 116; OGMR, n. 41.

53
APÉNDICE II

Esquema Misa dominical

Día: ......; Hora:.......; Concurrentes: todos o niños, jóvenes,


adultos.
Domingo: ….. (por ejemplo, XXIX durante el año).
Marcar el Misal:
- Propio (oraciones, ritos, introducciones, oración
universal...)
- Prefacio...
- Plegaria Eucarística...
Ministerios peculiares:
- Maestro de ceremonias (OGMR, n. 106) para oficios con
muchos fieles;
- Sacristán (OGMR, n. 105 a); guionista o comentarista
(OGMR, n. 105 b); monaguillos o acólitos (OGMR, n. 98);
otros ministros: de recibimiento «ostiarios» (OGMR, n. 105
d), los que hacen las colectas (OGMR, n. 105 c), ministros
extraordinarios de la comunión (OGMR, n. 100);
campanero.
Lectores (OGMR, n. 99):
- 1.ª lectura;
- Salmo;
- 2.a lectura;
- Proclamación del Evangelio (sacerdote o diácono).
Ars celebrandi

Director de Coro y organista:


Cantos: - De entrada.

- Kyrie.

- Gloria.

- Salmo.

- Aleluya.

- Credo.

- Preces.

- De ofrendas.

- Sanctus.

- Aclamación memorial.

- Doxología.

- Padre Nuestro.

- Agnus Dei.

- De comunión.

- Consagración a la Virgen.

- De salida.

56
APÉNDICE III

Esquema distribución de lugares

C
r
e Audio
d
e
n Sede
c
i
a

Ambón Altar

Colegio Pueblo Pueblo Colegio


Primario Secundario
APÉNDICE IV

Ceremonias de la Misa rezada según el rito romano en su


forma extraordinaria1

Hace años habíamos puesto en este lugar lo que se puede, entre


otros, encontrar por internet sobre el llamado rito «extraordinario»
o Misa de San Pío V. Ahora regulado por la Carta apostólica en
forma de «Motu proprio» Traditionis custodes, del 16 de julio de 2021.
Como se permite, en casos concretos, de personas y comunidades
el uso de la forma litúrgica que es madre de la actual, consideramos
que debe conocerse, en lo posible, la misma. Esa forma se ha usado
por más de un milenio, produciendo muchos santos, por tanto, no
se la debe despreciar.

1 Puede leerse el escrito realizado por un sacerdote de la Fraternidad Sacerdotal

San Pedro (FSSP), cum permissu superiorum, datum ex aedibus Fraternitatis


Sacerdotalis Sancti Petri, Friburgi Helvetiae, die 19 mensis Septembris, A.D.
2007, Dr. Patrick du Fay de Choisinet, Vicarius generalis.
[NOTA DEL EDITOR: originariamente el P. Buela había pensado que sería

conveniente que en los seminarios del Instituto, aun sin enseñar su celebración,
se tuviese de todos modos material a disposición para quien quisiera aprender a
celebrar la forma extraordinaria del rito romano, según las indicaciones del motu
proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, del año 2007. De hecho,
cuando el entonces secretario general del Instituto, P. Diego Pombo, envió el
material a los rectores de las casas de formación para la implementación del curso
de Ars celebrandi, escribía: «Aprovecho para repetirles la indicación que les envié
el 11 de febrero pasado respecto al modo extraordinario del rito romano. En el
material se incluye un apéndice con indicaciones para aprender a celebrar en el
modo extraordinario del rito romano. Este apéndice está puesto para que en los
seminarios se tenga el material a disposición, pero no para que de hecho se
enseñe a todos a celebrar según el modo extraordinario. En cambio, sí hay que
enseñar a celebrar bien a todos los de rito romano en el modo ordinario del rito»
(e-mail del 18 de julio de 2014). En la última revisión del escrito, en el año 2022,
el P. Buela quitó el Apéndice correspondiente, escribiendo en su lugar el único
párrafo que constituye este Apéndice IV].
APÉNDICE V

«Ritos y familias litúrgicas»1

La Santa Madre Iglesia concede igual derecho y honor a todos los


ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se
conserven y se fomenten (SC, 4).

Bibliografía

B. BOBRINSKOY, «Liturgies orientales», en M. VILLER (ed.),


Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, doctrine et histoire, París
1976, vol. 9, 914-923; I.–H. DALMAIS, Las liturgias orientales, Casal y
Vall, Andorra 1961; T. FEDERICI, Teologia liturgica orientale, Roma
1978; D. GELSI, «Liturgias orientales», en D. SARTORE–A. M.
TRIACCA–J. M. CANALS (ed.), Nuevo Diccionario de Liturgia, Paulinas,
Madrid 1987, 1510-1537; P.–M. GY, «Liturgies occidentales», en M.
VILLER (ed.), Dictionnaire de spintualité ascétique et mystique, doctrine et
histoire, París 1976, vol. 9, 899-912; J. M. HANSSENS, Institutiones
liturgicae de ritibus orientalibus, Pont. Universitas Gregoriana, Roma
1930-1932, vol. 1 y 2; Á. S. HERNÁNDEZ, Iglesias de Oriente, Sal
Terrae, Santander 1963, vol. 1 y 2; A. C. MOLINERO, Las otras
liturgias occidentales, EGA, Bilbao 1992; J. PINELL, «Liturgias locales
antiguas», en D. SARTORE–A. M. TRIACCA–J. M. CANALS (ed.),
Nuevo Diccionario de Liturgia, Paulinas, Madrid 1987, 1203-1211; A.
RAES, Introductio in liturgiam orientalem, Roma 1947; M. RIGHETTI, La
historia de la liturgia, BAC, Madrid 1955, t. 1, pp. 111-172; A. M.
TRIACCA–A. PISTOIA (ed.), Liturgie de l’Église particulière et liturgie de
l’Église universelle, Bibliotheca Ephemerides Liturgicae 7, Edizioni
Liturgiche, Roma 1976; AA.VV, «Le famiglie liturgiche», en S.
MARSILI–I. SCICOLONE–A. J. CHUPUNGCO (ed.), La liturgia.

1 J. LÓPEZ MARTÍN, La liturgia de la Iglesia, BAC, Madrid 1996, cap. V, pp. 57-

70. (Tomado literalmente, excepto lo que está contenido entre corchetes, que
son agregados nuestros).
Ars celebrandi

Panorama storico generale, Anàmnesis 2, Marietti, Casale M.–Génova


1974, pp. 55-128.
En el capítulo anterior, al tratar de la época del gran desarrollo local
de la liturgia (siglos IV al VI), se señalaba como hecho más
significativo la consolidación de las liturgias particulares. La
importancia de este fenómeno es tan grande que requiere que se le
dedique un capítulo. Pero antes de entrar en la descripción de estas
liturgias es preciso analizar los conceptos de rito litúrgico y familia
litúrgica.

I. Rito litúrgico particular e Iglesia local

Generalmente se entiende por rito litúrgico el conjunto de usos y


peculiaridades de tipo celebrativo que se observan en una liturgia
particular y que la distinguen de las demás. Sin embargo, en la
formación del rito se dan también otros factores como la lengua, la
tradición histórica, la demarcación territorial tanto eclesiástica
como civil, la visión teológica, la espiritualidad, etc. Según esto, rito
litúrgico es también el modo de vivir la fe cristiana en sentido global,
incluso de sobrevivir en un ambiente hostil.
El concepto de rito está unido al de Iglesia local o particular (cf.
Christus Dominus, 11). En este sentido, el rito es la realización de una
Iglesia local con su obispo y su presbiterio dentro de unas
coordenadas humanas, sociales, culturales y religiosas específicas.
Todo esto supone una determinada vivencia de la Palabra divina
contenida en las Escrituras, interpretada por los Padres, definida
por sínodos y concilios y expresada en la liturgia de acuerdo con
una tradición eclesial auténtica2.

2 «Rito es el patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y disciplinar, distinto por

la cultura y las circunstancias de la historia de los pueblos, que se expresa en el


modo de vivir la fe de cada Iglesia sui iuris». Código de los Cánones de las Iglesias
Orientales, can. 28 § 1, en AAS 82 (1990), pp. 1033-1363; cf. T. FEDERICI,
«Concetto di “rito” e “liturgia” in Oriente», en Anàmnesis 2, pp. 111-112.

62
Apéndice V

El rito de una Iglesia se identifica con ella y viene a ser su centro


vital, su escuela teológica, su catequesis de la fe y de la moral
cristiana, el depósito de su memoria histórica e incluso su principal
signo de identidad como pueblo o como grupo étnico (cf. Orientalis
Ecclesiae, 1 ss.).
Esta realidad se da ante todo en las Iglesias orientales, en las que el
rito contribuye decisivamente a definirlas. En Occidente el
fenómeno es apreciable en parte en los ritos litúrgicos que han
sobrevivido a la universalización de la Liturgia Romana, como el
Ambrosiano y el rito Hispano-Mozárabe. Los demás son
testimonio también de una tradición litúrgica particular3, pero de
muy corta existencia. El llamado hoy Rito Zaireño no es
propiamente un rito litúrgico, sino el Rito Romano con algunas
adaptaciones según SC, 40.
Modernamente se utiliza también la expresión familia litúrgica para
referirse al conjunto de ritos que están «emparentados» entre sí por
el origen y las características comunes. El Concilio Vaticano II
declaró que la Iglesia «atribuye igual derecho y honor a todos los
ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se
conserven y fomenten por todos los medios» (SC, 4)4.

II. Las familias litúrgicas orientales5

En el proceso de formación de las familias litúrgicas de Oriente


jugaron un gran papel los grandes centros de irradiación misionera
y litúrgica. El fenómeno de la diversificación de los ritos se produce
prácticamente desde los orígenes de la liturgia cristiana, sobre la

3 Cf. «Riti della Chiesa» (Editoriale), en Notitiae (Not) 311 (1992), pp. 365-368.
4 Cf. PÍO XII, Encíclica Orientalis Ecclesiae en el XV centenario de la muerte de
San Cirilo de Alejandría (9/4/1944), l y ss.; CONCILIO VATICANO II, Decreto
Unitatis redintegratio sobre el ecumenismo (21/11/1964), 14-17; CEC, 1200-1203.
5 El Papa San Juan Pablo II ha destacado el gran valor de las liturgias orientales

en su Carta apostólica Orientale Lumen, del 2/5/1995, véase Phase 211 (1996).

63
Ars celebrandi

base de la tradición procedente de la Iglesia madre de Jerusalén (cf.


1 Co 11,2.16.20; 15,1, etc.), cuna de todas las liturgias6. El segundo
gran centro fue Antioquía. De ella partieron evangelizadores hacia
todo el Oriente: Asia Menor, Armenia, Alejandría, Etiopía, Persia
y Arabia. No obstante, el prestigio de Antioquía pasó más tarde a
Constantinopla, pero sin que se perdiese la impronta litúrgica
antioquena. La antigua Bizancio desplegó un influjo enorme desde
el Ponto hasta Tracia, Siria, Palestina e incluso el Sinaí y Alejandría7,
entre los siglos VI y XI, momento en que se produjo la ruptura
definitiva con Roma.
Desde Alejandría llegó el Evangelio a todo Egipto, a Libia, a
Etiopía y al norte de África.
Otros grandes núcleos fueron Cesárea, capital de Capadocia8,
Seleucia [en Irak] y Ctesifonte, en Persia [en Irak, a orillas del Tigris
las dos ciudades], y Armenia.
La división más común de las liturgias de Oriente es la siguiente:
a) Familia antioquena o siria: Comprende las liturgias originarias de la
tradición predominantemente antioquena, aunque se aprecien

6 Cf. F. COCCHINI, «Jerusalén (Liturgia)», en A. BERARDINO (ed.), Diccionario


Patrístico y de Antigüedades Cristianas (DPAC), Salamanca 1992, vol. 2, pp. 1050-
1051; H. LECLERCQ, «Jérusalem (La liturgie)», en F. CABROL–H. LECLERCQ –H.
MARROU (ed.), Dictionnaire d’Archeologie Chretienne et de Liturgie (DACL), París
1927, 7, pp. 2374-2392. Lo atestigua en particular el Diario de Egeria, cf. A. ARCE,
Itinerario de la virgen Egeria (381-384), BAC, Madrid 1980; E. BERMEJO, La
proclamación de la Escritura en la liturgia de Jerusalén. Estudio terminológico del «Itinerarium
Egeriae», Jerusalén 1993; C. GARCÍA DEL VALLE, Jerusalén, un siglo de oro de vida
litúrgica, Madrid 1968.
7 Cf. J. J. FERNÁNDEZ SANGRADOR, Los orígenes de la comunidad cristiana de

Alejandría, Salamanca 1994.


8 Cf. S. JANERAS, «San Basilio en la historia de la liturgia», en Phase 120 (1980),

pp. 475-492.

64
Apéndice V

otros influjos. Dentro de ella se agrupan, a su vez, cuatro grandes


secciones:
1. Las liturgias sirio-occidentales: Sirio-Antioquena (Sirio-Católica-
Antioquena y Sirio-Malankar), Jacobita y Maronita.
2. Las liturgias sirio-orientales: Asirio-caldea o Nestoriana, y
Malabar.
3. La Liturgia Bizantina: Griega, Eslava (Rusa, Ucraniana, Búlgara,
Serbia, etc.), Rumana, Albanesa, Melquita, Georgiana.
4. La Liturgia Armenia.
b) Familia alejandrina, con dos secciones: 1. La Liturgia Copta; 2. La
Liturgia Etíope.
Las características de cada una de estas liturgias no son fáciles de
definir. No obstante se pueden perfilar sus rasgos principales9.
[Decía San Juan Pablo II: «el sentido profundo del misterio, que
domina la sagrada liturgia de las Iglesias de Oriente»10].

1. Liturgia Sirio-Antioquena y Jacobita

Perteneciente a la familia sirio-occidental, se denomina Sirio-


Antioquena porque constituye el tronco principal de la familia, y
Jacobita por el obispo de Edesa Jacobo Bar Addai († 578), después
de la ruptura con Constantinopla a raíz del Concilio de Calcedonia
(a. 451)11. Su origen se remonta a un fondo quizás jerosolimitano,

9 Para situarlas geográficamente cf. M. LACKO, Atlas hierarchicus Ecclesiarum

Catholicarum Orientalium, Roma 1972.


10 «… il senso profondo del mistero che domina la santa liturgia delle Chiese

di Oriente», Encuentro con los obispos católicos de Ucrania, en la Nunciatura Apostólica


de Kiev (24/6/2001).
11 Cf. O. PASQUATO, «Antioquía (liturgia)», en DPAC 1, pp. 142-144; S. J.

VOICU, «Iglesia Jacobita», en Ibidem, 2, pp. 1139-1140.

65
Ars celebrandi

completado por los desarrollos subsiguientes a las luchas


cristológicas de los siglos V y VI, al margen del influjo bizantino.
El rito alcanzó su forma clásica en el siglo XII con el patriarca
Miguel el Grande († 1199). Su centro es Antioquía de Siria y su
lengua inicialmente fue el griego; después de la ruptura, el siríaco
occidental y finalmente el árabe. La Liturgia Sirio-Antioquena
ortodoxa se fundió con la Liturgia Bizantina en el siglo XIII. A este
rito pertenece la Iglesia Sirio-Católica Antioquena.
La liturgia de la Palabra comprende seis lecturas. Entre sus plegarias
eucarísticas destacan la Anáfora de los Doce Apóstoles y la Anáfora de
Santiago de Jerusalén. El año litúrgico está dividido en nueve
períodos, comenzando y terminando el domingo de la Dedicación.
Las características más sobresalientes de esta liturgia son su
riquísima pneumatología y la extraordinaria producción poética y
eucológica de sus himnos y anáforas12.

2. Liturgia Maronita

Constituye una rama autónoma de la Liturgia Jacobita. Su origen se


encuentra en las comunidades monásticas del valle de Orontes, en
la Siria central, especialmente en el monasterio de Mar-Marón,
santo asceta de principios del siglo V, de donde viene el nombre
del rito13. Iglesia fiel a Calcedonia pero resistente a Bizancio, se vio
aislada por los musulmanes, de manera que no tuvo conocimiento
del III Concilio de Constantinopla contra los monoteletas (a. 680-

12 Cf. A. HANGGI–I. PAHL, Prex eucharistica, textus e varus liturgus


antiquioribus selecti, Friburg 1968; V. MARTIN–J. M. SÁNCHEZ CARO, La gran
oración eucarística, Madrid 1969; J. M. SÁNCHEZ CARO, Eucaristía e historia de
la salvación. Estudio sobre la plegaria eucarística oriental, BAC, Madrid 1983.
13 Cf. P. DIB, Etudes sur la liturgie maronite, París 1919; M. HAYEK, Liturgie

maronite, histoire et textes eucharistiques, París 1964; W. F. MACOMBER, «A Theory on


the Origins of the Syrian, Maronite and Caldean Rites», en Orientalia Christiana
Periodica 39 (1973), pp. 235-242; S. J. VOICU, «Maronitas», en DPAC 2, p. 1372.

66
Apéndice V

681), hasta que se constituyó en patriarcado durante el siglo VIII,


teniendo que refugiarse en el Líbano, en Chipre y en Alepo.
En 1215 los maronitas se unieron a Roma. Sin embargo, poco
después se inició un proceso de latinización, aceptado para
distinguirse de las comunidades monofisitas y para poder
sobrevivir. El proceso culminó en el Sínodo del Monte Líbano en
1736. No obstante, en 1942 ya se puso en marcha la recuperación
de su identidad litúrgica, acelerada por el Concilio Vaticano II. La
lengua litúrgica es el árabe, aunque conserva textos en siríaco. En
la Eucaristía usa la Anáfora de San Pedro y una adaptación del Canon
Romano.

3. Liturgia Asirio-Caldea o Nestoriana

Pertenece al grupo sirio-oriental y constituye una de las liturgias


más arcaicas y sobrias que mejor han conservado sus raíces semitas,
lejos del influjo del helenismo y de Bizancio14. Su lengua litúrgica
es el siríaco.
Los primeros núcleos de esta liturgia se remontan al siglo II,
conociendo un desarrollo entre los siglos III y VII, y más tarde un
período de persecución en el Califato de Bagdad, bajo dominación
musulmana.
La primera codificación litúrgica está ligada al katholikos ’Ishô’yab
III, hacia el 650, repitiéndose el fenómeno en los siglos XII y XIII.
Unida a Roma desde el siglo XVI, la comunidad más numerosa está
en Irak –Patriarcado de Babilonia de los Caldeos–, y algunas
minorías en Irán, Siria, Líbano, Egipto y Estados Unidos.

14 Cf. E. TISSERANT, «Nestorienne (Eglise)», en A. VACANT–E. MANGENOT–

E. AMANN (ed.), Dictionnaire de Theologie Catholique, París 1931, 11, pp. 157-323,
espec. 314-323 «La liturgie» ; J. M. FIEY, Jalons por une histoire de l’Eglise en Iraq,
Louvain 1970.

67
Ars celebrandi

Esta liturgia posee la colección de himnos de Bardesanes (154-222)


y la de San Efrén. La estructura de la liturgia de la Palabra
comprende cuatro lecturas, de ellas dos del Antiguo Testamento.
Usa la anáfora aramea de los Apóstoles Addai y Mari, y las
denominadas de Teodoro de Mopsuestia y de Nestorio. El año litúrgico
comprende nueve tiempos: Anunciación, Epifanía incluyendo la
precuaresma, Cuaresma, Pascua hasta Pentecostés, Apóstoles,
verano, y Dedicación. En la Liturgia de las Horas conservan el
simbolismo de las tres horas de oración diurnas, la tarde, la mañana
y el mediodía.

4. Liturgia Sirio-Malabar

La antigua Iglesia de la India, que se remite al apóstol Santo Tomás


y fue evangelizada por misioneros procedentes de Seleucia,
conservaba su liturgia primitiva hasta que en el siglo XVI tomaron
contacto con los portugueses15. En los Sínodos de Goa (1585) y de
Diamper (1599) se llevó a cabo una mezcla de ritos y de textos
latinos traducidos al sirio. No obstante se conservó la estructura de
la Misa, con la Anáfora de los Apóstoles Addai y Mari.
En 1653 hubo una escisión que formó la Iglesia conocida como
Jacobita Malabar, aunque en 1925 y en 1930 algunos obispos
volvieron a la comunión con Roma. Se les llamó desde entonces
sirio-malankares para distinguirlos de sus antiguos hermanos los sirio-
malabares. En 1934 el Papa Pío XI decidió la restauración del
antiguo rito sirio-oriental con adaptaciones de la liturgia asirio-
caldea, traducida a la lengua del Estado de Kerala desde 1960. El
Concilio Vaticano II impulsó también la restauración de este Rito16.

15 Cf. M. VAN ESBROEK, «Malabar», en DPAC 2, p. 1340; E. TISSERANT, «Syro-

Malabare (Eglise)», en A. VACANT–E. MANGENOT–E. AMANN (ed.), Dictionnaire


de Theologie Catholique, París 1941, vol. 11, pp. 3089-3162, espec. pp. 3155-3161
«Liturgie»; Ibidem, Eastern Christianity in India, London 1957.
16 Cf. V. PATHIKULANGARA, «The Liturgical Year of the Syro-Malabar Rite»,

68
Apéndice V

5. Liturgia Bizantina

Forma un grupo propio dentro de la gran familia antioquena17. Los


grandes obispos de Constantinopla Eudoxio, San Juan Crisóstomo
y Nestorio eran sirios, como también los himnógrafos y teólogos
Romano el Melode, San Andrés de Creta y San Juan Damasceno.
Siguen esta liturgia los Patriarcados Ecuménicos de Constantinopla,
Alejandría, Jerusalén (ortodoxo griego), Moscú18, etc., y numerosas
Iglesias autocéfalas. Pero es también el rito de Iglesias en comunión
con Roma, como el Patriarcado de los Greco-Melquitas en
Jerusalén, el Patriarcado de Antioquía de los Sirios en Beirut y el
Patriarcado Greco-Melquita en El Cairo. Estas Iglesias celebran su
liturgia en siríaco y en árabe, además del griego. Hay fieles católicos
de Rito Bizantino en el sur de Italia, en Ucrania y en otros países de
Europa.
La Liturgia Bizantina alcanzó su forma definitiva entre los siglos
XIII-XV bajo la dinastía de los Paleólogos, últimos emperadores
de Bizancio, pero se puede reconstruir su forma antigua gracias a
algunos comentarios litúrgicos y a los diversos typica de los siglos
X y XI.
Cuenta con numerosos libros litúrgicos. La Liturgia de la Palabra
comprendía, entre los siglos IV al VII, al menos dos lecturas antes
del Evangelio, una siempre del Antiguo Testamento. Se usa la
célebre Anáfora de San Juan Crisóstomo, que prevalece sobre la
capadocia de San Basilio. El iconostasio y la veneración de los
iconos definen el espíritu de esta liturgia. El año litúrgico bizantino

en Ephemerides Liturgicae (EL), Roma 1976, 90, pp. 173-196.


17 Cf. D. GELSI, «Liturgia Bizantina», en DPAC 2, pp. 1301-1305; V. PERI, La

«grande Chiesa» Bizantina, Brescia 1981; H.–Y. SCHULZ, Die Byzantinische Liturgie,
Trier 1980; M. M. SOLOVEV, The Byzantine divine Liturgy History and Commentary,
Washington D. F. 1970.
18 Cf. C. KUCHAREK, The Byzantine-Slav Liturgie of St. John Chrysostom. Its

Origin and the Evolution, Allendale 1971.

69
Ars celebrandi

comprende un ciclo fijo y otro móvil. El primero comienza el 1 de


septiembre y tiene su primera gran fiesta el 8 de septiembre
(Natividad de María), terminando el 15 de agosto con la Dormición
de María. El ciclo móvil, centrado en la Pascua, comprende la
precuaresma, la Cuaresma, la Semana Santa y la cincuentena
pascual19.

6. Liturgia Armenia

La última rama de la familia antioquena la constituye la Liturgia


Armenia, organizada durante el siglo V en la región montañosa de
Asia Menor, al sur del Cáucaso, según el modelo de la Liturgia de
Jerusalén20. Esta liturgia recibió influjos de otras, especialmente de
la Bizantina, no obstante haberse negado a aceptar el Concilio de
Calcedonia. En el siglo XI, durante las Cruzadas, entró en contacto
con la liturgia latina en la zona de Cilicia, incorporando numerosos
elementos. En el siglo XIV, con la invasión turca, la Iglesia armenia
volvió al monofisismo, hasta que en el siglo XVII numerosas
comunidades se unieron a Roma y hoy forman el Patriarcado de
Cilicia de los Armenios, con sede en Beirut. Los armenios no
católicos tienen patriarcados en Constantinopla y en Jerusalén.
Entre los rasgos más peculiares se encuentra el calendario, que
divide el tiempo en ciclos de siete semanas y reserva los domingos
para las fiestas del Señor y de la Santísima Virgen. Las fiestas de los
santos tienen lugar en días fijos entre semana, y los miércoles y
viernes son siempre días de ayuno. Otro elemento original es su
himnografía, compuesta entre los siglos X y XII. Usa la Anáfora de

19 Cf. C. ANDRONIKOF, Il senso della Pasqua nella liturgia bizantina, 1-2,

Lumann-Torino.
20 Cf. Z. BARONIAN, «La liturgie de l’Eglise armenienne dans le cadre des

liturgies des autres rites orientaux», en Orthodoxia 27 (1975), pp. 15-171 ; F. C.


CONYBEARF, Rituale Armenorum, Oxford 1905; P. D. DAY, Eastern Christian
Liturgies. Armenian, Coptic, Ethiopian and Syrian, Dublin 1972, vol. 1; VOICU, S. J.,
«Armenio (Rito)», en DPAC 1, pp. 219-220.

70
Apéndice V

San Atanasio, y el Leccionario, de fondo jerosolimitano, revela el más


antiguo orden de lecturas conocido, con tres lecturas del Antiguo
Testamento, más el Apóstol y el Evangelio.

7. Liturgia Copta

Pertenece a la familia alejandrina, aunque está lejos de mantener las


estructuras originales21. Los coptos, llamados así después de la
invasión árabe (a. 639), son los cristianos de Egipto que no
aceptaron el Concilio de Calcedonia. En el siglo VII el patriarca
Benjamín (626-665) remodeló la liturgia siguiendo el modelo sirio,
conservando tan solo algunas tradiciones primitivas. Una segunda
refundición se realizó bajo el patriarca Gabriel II (1131-1145), y
una tercera y definitiva en el siglo XV, con el patriarca Gabriel V.
En 1739 una pequeña porción de esta Iglesia con el obispo copto
de Jerusalén se unió a Roma. En el siglo XIX el número de fieles
aumentó hasta el punto que el Papa León XIII creó el Patriarcado
copto-católico de Alejandría con sede en la capital egipcia.
La lengua litúrgica originaria fue el griego y en esta lengua se
escribió el Eucologio de Serapión (s. IV) con su célebre anáfora.
Después se introdujo la antigua lengua de Egipto y a partir de la
Edad Media el árabe. Las lecturas son siempre cuatro. El Oficio
divino tiene una amplia salmodia. Usan la Anáfora copta de San
Basilio, la de San Gregorio el Teólogo (Nacianceno), y la de San Cirilo.
La celebración eucarística es muy sobria y se inicia con la liturgia del
incienso (cf. Ex 30,7-9).

21 Cf. O. H. E. BURMESTER, The Egyptian or Coptic Churth. A Detailed Description

on her Liturgical Services, El Cairo 1967; A. GASTODE–H. LECLERCQ, «Alexandrie


(Liturgie)», en DACL 1 (1904), pp. 1182-1204; V. GERARDE, La liturgie des coptes
d’Egipte, París 1978; T. ORLANDIS, «Copto», en DPAC 1, pp. 493-497.

71
Ars celebrandi

El año litúrgico copto empieza el 29 de agosto y consta de trece


meses, doce de treinta días y uno de cinco, siguiendo las estaciones
típicas del Bajo Egipto, marcadas por las inundaciones del Nilo.
Los ayunos marcan también el ritmo del año. Por otra parte tiene
treinta y dos fiestas en honor de la Santísima Virgen María.

8. Liturgia Etíope

Las comunidades cristianas establecidas en el antiguo reino de


Axum, al sur del Sudán, y conocidas desde el siglo IV, debieron de
ser fundadas por fieles coptos y sirios procedentes de Alejandría22.
No obstante, la liturgia acusa influencias bizantinas y de otras
liturgias.
Tras la invasión árabe la Iglesia de Etiopía quedó aislada del resto
de la cristiandad. En el siglo XIII se produjo una restauración,
introduciéndose ritos inspirados en el Antiguo Testamento, como
las procesiones con el Arca de la Alianza, la circuncisión antes del
bautismo y algunas fiestas. La iglesia es de planta circular con un
templete en el centro.
Durante los siglos XVII y XIX, misioneros católicos intentaron
latinizar la Liturgia Etíope. No obstante, en Eritrea existen núcleos
católicos que han conservado su rito ancestral. El calendario es
similar al copto. Entre las fiestas del Señor destacan la Epifanía del
Jordán, la multiplicación de los panes y la venida de Jesús a Egipto.
Las fiestas marianas tienen también distintas categorías.
En la celebración eucarística usan numerosas anáforas de
procedencia diferente, destacando la Anáfora del Señor,
reelaboración de la Anáfora de Hipólito, y la Anáfora de San Epifanio.

22 Cf. D. MARCOS, The Liturgy of the Ethiopian Church, El Cairo 1959; J. T.

PANLIKOWSKI, «The Judaic Spirit of the Ethiopian Orthodox Church: A Case


Study in religious Acculturation», en Journal of Religion in Africa 4 (1972), pp. 178-
199; O. RANIERI, «Etiopía (Liturgia)», en DPAC 1, pp. 795-796.

72
Apéndice V

Existen también dos anáforas marianas. Su lengua litúrgica es el


gheez, la antigua lengua de Egipto.

III. Las familias litúrgicas occidentales

En el siglo IV se inició también en Occidente la diversificación de


los ritos litúrgicos, pero con características propias23. En efecto, junto
al predominio de algunas metrópolis como Roma, Milán, Aquilea,
Cartago, Sevilla, Toledo, Arles, etc., se produjo el fenómeno de la
creatividad eucológica, surgido de la cristianización del latín, al que
se unió la organización del año litúrgico.
Las liturgias occidentales se clasifican de la siguiente manera,
atendiendo a la antigüedad y a las dependencias mutuas: Africana,
Romana, Ambrosiana, Hispánica o Hispano-Mozárabe, Galicana y
Celta. Entre las que apenas sobrepasaron el período de los orígenes
se encuentran las de Aquilea y Benevento, en el norte y sur de Italia,
respectivamente24, y la de Braga, en Portugal. Esta última, llamada
Liturgia Bracarense, parece derivar de algún misal perteneciente a la
congregación benedictina de Cluny en el siglo XII25.

1. Liturgia Africana

La liturgia latina del norte de África, que se benefició de la obra de


San Cipriano (249-258) y de San Agustín (396-430), no sobrevivió

23 Cf. E. CATTANEO, Il culto cristiano in Occidente, en Bibliotheca Ephemerides

Litugicae. Subsidia, 13, Roma 1978, pp. 113-183; P. M. GY, «Historia de la liturgia
en Occidente hasta el Concilio de Trento», en A. G. MARTIMORT (dir.), La Iglesia
en oración. Introducción a la Liturgia, Barcelona 1987, pp. 73-90.
24 Cf. C. MAGGIONI, «Le antiche liturgie italiche non romane», en Rivista

Liturgica (RL) 80 (1993), pp. 463-483.


25 Cf. A. L. VAZ, «O Rito Bracarense Pode-se reconstruir e actualizar o antigo

rito de Braga?», en Ora et Labora, Mosteiro de Singeverga-Negrelos, Portugal


1973, 19, pp. 249-266; Ibidem, O Rito Bracarense desde os orígenes ao Missal de Mateus,
Braga 1976; Ibidem, Liturgia Bracarense das primitivas da lgreja, Braga 1981.

73
Ars celebrandi

a las invasiones de vándalos y bereberes que arrasaron desde el siglo


V las florecientes Iglesias norteafricanas26.
Desde el punto de vista litúrgico existía una perfecta organización,
especialmente en la Iniciación cristiana. La disciplina penitencial era
muy rigorista a causa del problema de los lapsi, y el matrimonio
contaba ya con la bendición nupcial. El Oficio disponía de colectas
sálmicas. Pero de todo esto no han quedado más que algunos textos
que han sobrevivido en otras liturgias con las que se realizó un
notable intercambio.

2. Liturgia Romana clásica

Con este nombre se designa la época en que esta liturgia es todavía


un rito local, entre los siglos IV y VI, antes de la emigración de los
libros litúrgicos romanos por toda Europa27. Aunque la Tradición
Apostólica de Hipólito es del primer tercio del siglo III fue redactada
en lengua griega y es anterior al nacimiento de las liturgias
occidentales de lengua latina. Es muy probable que el introductor
del latín en la liturgia de Roma fuera el Papa español San Dámaso
(366-384). El Canon Romano, al menos en su parte central, existía ya
en el siglo IV28.

26 Cf. F. CABROL, «Afrique (Liturgie)», en DACL 1 (1924), pp. 591-657; E.

KILMARTIN, «Early African Legislation concerning Liturgical Prayer», en EL 99


(1985), pp. 105-127; A. MARINI, La celebrazione eucaristica presieduta da san Agostino,
Brescia 1989; V. SAXER, Vie liturgique et quotidienne à Carthage vers le milieu du III
siècle, Cittá del Vaticano 1969; Ibidem, «Africa», en DPAC 1, pp. 35-37.
27 Cf. A. CATELLA, «La liturgia romana al di qua e al di là delle Alpi», en RL 80

(1993), pp. 443-462; ROUILLARD, Phase, «Roma (Liturgia)», en DPAC 2, pp.


1909-1911.
28 A juzgar por el testimonio de San Ambrosio († 397), en De sacramentis IV, 5,

21-25, 6, 26-28, en B. BOTTE (ed.), París 1961, pp. 114-116; cf. P. BORELBA,
«Evoluzione storica e struttura letteraria del Canone della Messa romana», en Il
Canone, Roma 1968, pp. 95-113.

74
Apéndice V

La liturgia de Roma tenía un gran prestigio, como prueban las


cartas de los Papas a algunos obispos sobre temas litúrgicos29 y la
obra homilética y eucológica de San León Magno (440-461), San
Gelasio (492-496), San Vigilio (537-555) y San Gregorio Magno
(590-604).
[San Juan Pablo II hablaba de «la mística esencialidad del rito
latino»30].

3. Liturgia Ambrosiana

La liturgia que subsiste con este nombre en la diócesis de Milán


tiene ciertamente su origen en la tradición litúrgica propia de la sede
regida por San Ambrosio (374-397)31. En efecto, al santo obispo se
le atribuyen antífonas, himnos y vigilias, y una laus cerei.
La historia de la Liturgia Ambrosiana conoce tres etapas: la de los
orígenes y el desarrollo (siglos IV-VII), la de consolidación (siglos
VIII-IX), y la de configuración definitiva bajo la influencia romana
y carolingia (siglo IX). Entre sus características están el sistema de
lecturas, una eucología propia, la estructura del año litúrgico, las
variantes en el Canon Romano y algunos ritos. Uno de los distintivos
más sobresalientes es su fuerte cristocentrismo antiarriano, que se
manifiesta también en el culto a la Santísima Virgen. Ahora bien, la
actual Liturgia Ambrosiana rebasa ampliamente el estado primitivo.

29 Las cartas de Siricio a Himerio de Tarragona (a. 385), en PL 13, 1134, de

Inocencio I a Decencio de Gubbio (a. 416), en R. CABIE (ed.), Louvain 1973, de


San León (440-461) a los obispos de Sicilia y a los de Campania, en PL 54, 696 y
1209 ss, y de San Vigilio a Profuturo de Braga (a. 538), en PL 84, 829-832.
30 Encuentro con los obispos católicos de Ucrania, en la Nunciatura Apostólica de Kiev

(24/6/2001).
31 Cf. P. BORELLA, Il Rito Ambrosiano, Brescia 1964; A. PAREDI, Storia del rito

ambrosiano, Milano 1990; A. M. TRIACCA, «Ambrosiana (Liturgia)», en D.


SARTORE–A. M. TRIACCA–J. M. CANALS (ed.), Nuevo Diccionario de Liturgia
(NDL), Paulinas, Madrid 1987, 53-96; Ibidem, «Ambrosiana (Liturgia)», en DPAC
1, pp. 92-94.

75
Ars celebrandi

En efecto, sus libros litúrgicos fueron sistematizados durante el


período carolingio cuando ya no era posible al rito local sustraerse
al influjo de la liturgia romano-franca dominante (siglo IX)32.
Después del Concilio Vaticano II se ha efectuado una amplia
reforma33.

4. Liturgia Hispano-Mozárabe

Con este nombre se conoce hoy el rito que nació y se desarrolló en


la península Ibérica y en la Galia narbonense, al mismo tiempo que
los otros ritos de Occidente34. Se le ha llamado también hispánico para
poner de relieve su condición latina, visigótico para destacar su
vinculación a los grandes Padres de la Iglesia española, y mozárabe
como homenaje a los cristianos que mantuvieron su fe bajo la
dominación musulmana.
1. Origen. La primitiva Liturgia Hispano-Mozárabe es
contemporánea de la Liturgia Romana clásica. Y como ésta, ha
conocido también las etapas del desarrollo eucológico, y de la
consolidación y codificación en libros litúrgicos no contaminados.

32 Cf. A. M. TRIACCA, «Per una miglore ambientazione delle fonti liturgiche

ambrosiane sinassico-eucharistiche (Note metodologiche)», en A. CUVA (dir.),


Fons vivus: Miscellanea liturgica in memoria di don Eusebio Vismara, Zurich 1971, 161-
220; Ibidem, «Libri liturgici ambrosiani», en Anàmnesis 2, 201-217 (Bibl.).
33 Cf. I. BIFFI, «La riforma del Messale Ambrosiano. Metodo e risultati», en Not

126 (1977), pp. 12-28; véanse RL 65/4 (1978); 70/2 (1983); La Scuola Cattolica,
Milano 1986, 114/2-3.
34 Cf. J. BOHAJAR–I. FERNANDEZ, «Hispana, Liturgia», en NDL, 943-966; J.

M. FERRER, Curso de liturgia hispano-mozárabe, Toledo 1995; M. GROS «Estado


actual de los estudios sobre Liturgia Hispánica», en Phase 93 (1976), pp. 227-241;
J. PINELL, «Liturgia Hispánica», en Q. ALDEA (dir.), Diccionario de Historia
Eclesiástica de España, Madrid 1972 ss. (DHEE) 2, 1303-1320; Ibidem, «Hispánica
(Liturgia)», en DPAC 1, pp. 1047-1053; G. RAMIS, «La Liturgia Hispano-
Mozárabe», en Pastoral Litúrgica (PastL), Madrid 1966 ss., 207/208 (1992), pp. 25-
37, y en Ecclesia Orans, Roma 1994, 11, pp. 107-120; 13 (1996), pp. 323-326; AA.
VV., Estudios sobre la Liturgia Mozárabe, Toledo 1965; AA. VV., Liturgia y música
mozárabes, Toledo 1978.

76
Apéndice V

Entre los factores que dieron origen al rito se encuentran el


intercambio de la Hispania Romana con el norte de África, que
produjo la incorporación a la latinidad cristiana35, y la existencia de
una tradición cultural peculiar, que se une en simbiosis perfecta con
la fe y con el testimonio de los mártires, primero frente al
paganismo y después frente al arrianismo.
2. Desarrollo y abolición. En el período de desarrollo, junto a los
nombres de Justo de Urgel (siglo VI), San Leandro († 600), San
Isidoro († 636), Pedro de Lérida (s. VII), Conancio de Palencia (†
638), San Eugenio III de Toledo († 657), San Ildefonso († 667) y
San Julián de Toledo († 690), San Braulio de Zaragoza († 651) y
San Quirico de Barcelona († 656), se debe recordar también la
acción litúrgica de los Concilios de Toledo, destacando el III (a.
589), en el que se produjo la conversión de Recaredo, el IV (a. 633)
y el X (a. 656).
El resultado de toda esta labor creadora y pastoral cristalizó en las
recopilaciones efectuadas por San Julián36.
En ese momento ya se contaba con una serie de peculiaridades en
la celebración eucarística, en los sacramentos, en el año litúrgico,
en el santoral y en el Oficio catedral y en el monástico, que
diferenciaban notablemente a la Liturgia Hispánica de las demás.
La vida de la Liturgia Hispánica fue tranquila hasta que surgió la
herejía adopcionista en España. Félix de Urgel y Elipando de
Toledo (siglo VIII) se habían servido de textos litúrgicos hispánicos
para apoyar sus doctrinas. Esto ocasionó que la sospecha de
heterodoxia se extendiera a todo el rito, no obstante la aprobación

35 El intercambio fue constante en los primeros siglos, cf. J. LERENA, «San

Agustín y la antigua liturgia hispánica», en Augustinus 24 (1979), 321-378.


36 Cf. J. PINELL, «La Liturgia Hispánica. Valor documental de sus textos para

la historia de la teología», en Repertorio de Historia de las Ciencias Eclesiásticas en


España, 2, Salamanca 1971, 29-68; Ibidem, «Libri liturgici ispanici», en Anàmnesis
2, 190-201 (Bibl.).

77
Ars celebrandi

efectuada por el Papa Juan X († 928). Finalmente, en 1073 el Papa


Gregorio VII decretó la abolición del rito, ejecutada en 1080 por el
Concilio de Burgos para los Reinos de Castilla y de León37. Pero ya
hacía tiempo que el Rito Hispánico estaba siendo sustituido por el
Romano38.
3. Supervivencia y restauración. No obstante, en 1085, el mismo Papa,
a raíz de la reconquista de Toledo, concedió a los cristianos
mozárabes el privilegio de seguir usando la liturgia que les había
ayudado a mantener su fe. Pero poco a poco fueron desapareciendo
los manuscritos litúrgicos. Cuando en 1495 el cardenal Cisneros
accede a la Sede Primada, tan solo se mantenía fiel al antiguo rito la
parroquia de Santas Justa y Rufina. Gracias a él se imprimieron el
Missale Gothicum secundum regulam Beati Isidori, dictum Mozarabes en
1500 y el Breviarium Gothicum en 1502.
En 1982 el cardenal de Toledo don Marcelo González Martín, de
acuerdo con la Santa Sede y la Conferencia Episcopal Española,
creó una Comisión para la revisión ex integro del Rito Hispánico
según los principios del Concilio Vaticano II (cf. SC, 3-4)39. El
primer fruto de los trabajos de esta Comisión ha sido el Missale
Hispano-Mozarabicum editado en 199140. Un año después, por

37 Véase la Carta del Papa a los reyes de León, Castilla y Aragón, en PH. JAFFE

(ed.), Regesta Pontificum Romanorum, Leipzig 1885, nn. 4840 ss.; cf. F. PÉREZ, «San
Gregorio VII y la liturgia española», en Liturgia 3 (1948), pp. 101-113 y 323-333;
S. SAINT DENIS–SAINT PETER, The Reception of the Roman Liturgy in Leon-Castile in
1080, New York 1985.
38 Cf. J. JANINI, «Liturgia Romana», en DHEE 2, 1320-1324.
39 Cf. J. ALDAZABAL, «II Rito Ispanico-Mozarabico si mette di nuovo in

cammino», en RL 71 (1984), pp. 591-596; G. RAMIS, «Pervivencia y actualidad


del Rito Hispano-Mozárabe», en Not 202 (1983), pp. 282-286; M. RAMOS,
«Revisión ex integro de la liturgia hispano-mozárabe», EL 99 (1985), pp. 507-
516; y Oración de las Horas, Barcelona 1994, 25/1-2, Phase 175 (1990).
40 Missale Hispano-Mozarabicum (Conferencia Episcopal Española-Arzobispado

de Toledo 1991), cf. Not 267 (1988), pp. 670-727; PastL 207/208 (1992), Phase
191 (1992), pp. 367-380; Salmanticensis, Salamanca 1992, 39/2, pp. 269-275; M.
FERRER, Los santos del nuevo Misal Hispano-Mozárabe, Toledo 1995.

78
Apéndice V

primera vez en la historia, el Sucesor de Pedro celebraba la Misa


según el Rito Hispano-Mozárabe, usando el citado misal41.

5. Liturgia Galicana

Con este nombre se designa la liturgia local usada en el sur de las


Galias y que desapareció en la segunda mitad del siglo VIII 42. Los
pocos documentos que han sobrevivido están ya romanizados, de
manera que es muy difícil rastrear los elementos originales. Las
sedes que pudieron haber llegado a ser las garantes de los ritos
locales como Arles y Marsella, y la región de Provenza, estaban ya
bajo el dominio de los francos en el siglo VI. No obstante, el
parentesco entre las Liturgias Galicana e Hispánica es tan notable
que, gracias a ésta, se pueden apreciar algunos elementos de aquélla.
Entre las fuentes de esta liturgia se encuentran las homilías de
Fausto de Rietz († 485) y de San Cesáreo de Arles († 542), la
Expositio brevis antiquae liturgiae gallicanae del Pseudo-Germán de
París (siglo VII), y algunos libros litúrgicos43.

6. Liturgia Celta

El rito litúrgico de Irlanda y de otras zonas de las Islas Británicas de


origen celta, apenas superó la fase de gestación (siglo VI), debiendo
dar paso al Rito Romano en la época de los carolingios (siglo IX)44.
En los siglos VI y VII esta Iglesia era todavía demasiado joven para

41 Celebrazione eucaristica presieduta dal Santo Padre Giovanni Paolo II in

Rito Ispano-Mozarabico, Tipografia Vaticana 1992; cf. Not 311(1992), pp.


404-410.
42 Cf. F. CABROL, «Le Liturgie Gallicane», en R. AIGRAIN, Encyclopedie populaire

des connaissances liturgiques, París 1947, 793-800 ; J. PINELL, «Galicana (Liturgia)»,


en DPAC 1, pp. 910-914.
43 Cf. J. PINELL, «Libri liturgici gallicani», en Anàmnesis 2, pp. 185-190.
44 Cf. L. GOUGAUD, «Celtiques (Liturgies)», en DACL 2, pp. 2969-3032; J.

PINELL, «Céltica (Liturgia)», en DPAC 1, pp. 397-398; A. WARD, «Le liturgie


insulari», en RL 80 (1993), pp. 484-497; F. E. WARREN, The Liturgy and Ritual of
the Celtic Church, Woodbridge-Suffolk 1987.

79
Ars celebrandi

marcar una huella profunda en la que se pudiese apreciar el genio


cultural celta. Por otra parte la lengua litúrgica, desde el principio
de la evangelización, no era el gaélico, sino el latín. Entre los
primeros testimonios de una literatura cristiana irlandesa se
encuentran una serie de himnos que ponen de manifiesto una
tradición poética autóctona. Otras fuentes litúrgicas son el
Antifonario de Bangor, copiado en el siglo VII, y el Misal de Stowe, de
finales del siglo VIII.

80
APÉNDICE VI

Santo Tomás. Remedio a los defectos

S. Th., III, q. 83, a. 6: ¿Puede ponerse remedio a los defectos que


ocurren en la celebración de este sacramento observando las leyes
de la Iglesia?
(Texto paralelo: In IV Sent., d. 11, expos. litt.; d. 13, expos. litt.).
«Parece que no pueden remediarse los defectos que ocurren en la
celebración de este sacramento observando las leyes de la Iglesia.
Sin embargo, ni Dios ni la Iglesia nos mandan lo imposible.
Respuesta. Hay que decir: Hay dos maneras de salir al paso de los
posibles peligros o defectos en la celebración de este sacramento:
Una, previniéndoles para que no ocurran. Otra, después de
ocurridos, tratar de enmendarlos poniendo remedio, o, al menos,
haciendo la debida penitencia quien obró con negligencia hacia este
sacramento.
Primera objeción por la que parece que no puede ponerse
remedio a los defectos que ocurren en este sacramento observando
las leyes de la Iglesia.
Algunas veces sucede que un sacerdote, antes o después de la
consagración, muere, o enloquece, o es aquejado de alguna otra
enfermedad, de tal manera que no puede asumir el sacramento ni
terminar la Misa. Luego parece que no puede cumplir lo establecido
por la Iglesia, según lo cual el sacerdote que consagra tiene que
comulgar su Sacrificio.
Respuesta. A la primera hay que decir: Si al sacerdote le sobreviene
la muerte o una enfermedad grave después de la consagración del
Cuerpo y de la Sangre del Señor, no es necesario que otro le supla.
Ars celebrandi

Pero si la cosa sucede después de comenzar la consagración, por


ejemplo después de consagrar el Cuerpo y antes de consagrar la
Sangre, o después de la consagración de ambos, la celebración de
la Misa debe ser terminada por otro.
Por eso se dice en un Concilio de Toledo1, referido en Decretis VII, q.
I, cap. Nihil2: “Hemos juzgado conveniente que cuando los
sacerdotes consagran los santos misterios en la celebración de la
Misa, si les sobreviene una enfermedad tan grave que no pueden
terminar el misterio que habían comenzado, le sea permitido al
obispo o a otro sacerdote proseguir el oficio comenzado, ya que
para completar los misterios iniciados no se necesita más que la
bendición del sacerdote que los comenzó o la del que sigue, pues
no pueden considerarse perfectos si no se han completado según
el orden establecido. En efecto, puesto que todos somos una sola
cosa en Cristo, ningún impedimento constituye la diversidad de
personas donde la identidad de la fe garantiza la eficacia del mismo
efecto. Póngase vigilancia, no obstante, para que lo que aconseja la
debilidad de la naturaleza no se convierta en comportamiento
cotidiano. Que ningún ministro o sacerdote deje inacabados los
oficios comenzados si la gravedad de las molestias no es patente. Y
si alguno tiene la audacia temeraria de no terminarlos, recibirá la
sentencia de excomunión”.
Segunda objeción. Aún más: alguna vez acontece que el
sacerdote, antes o después de la consagración, recuerda que ha
comido o bebido algo, o que está en pecado mortal, o
excomulgado, cosas de las que antes no se acordaba. Luego es
inevitable que quien está en esta situación peque mortalmente,
porque actuará contra lo establecido por la Iglesia, tanto si comulga
como si no comulga.

1 CONCILIO DE TOLEDO VII, año 646, can. 2.


2 GRACIANO, Decretum, P. II, causa VII, q. I, can. 16 Nihil contra ordinis.

82
Apéndice VI: Santo Tomás, remedio a los defectos

Respuesta. A la segunda hay que decir: Cuando se presenta una


dificultad hay que optar siempre por lo que entraña menos peligro.
Pues bien, lo más peligroso para este sacramento es lo que atenta a
su misma realización, porque esto es un enorme sacrilegio. Pero es
menos peligroso lo que se refiere a las disposiciones de quien lo
toma. Por tanto, si el sacerdote se acuerda, después de la
consagración, de que ha comido o bebido algo, debe completar el
Sacrificio y sumir el sacramento. Igualmente, si se acuerda de que
ha cometido un pecado, debe arrepentirse con propósito de
confesar y satisfacer, de tal manera que asuma el sacramento no
indigna, sino fructuosamente. Y la misma razón vale para el caso
de acordarse de que está excomulgado. Debe proponerse pedir la
absolución. Y así le absolverá el invisible Pontífice, Jesucristo, para
este acto de acabar los divinos misterios. Pero si se acuerda de estas
cosas antes de la consagración, pienso que es más seguro, sobre
todo en el caso de haber comido y en el de la excomunión, que
suspenda la Misa comenzada, a no ser que se prevea un grave
escándalo.
Tercera objeción: Y también: sucede algunas veces que, después
de la consagración, cae en el cáliz una mosca, una araña, o algún
animal venenoso; o viene a saber el sacerdote que en el cáliz han
echado veneno para matarlo. En cuyo caso, si comulga parece que
peca mortalmente: o porque se mata, o porque tienta a Dios. E,
igualmente, si no comulga, peca por contravenir lo establecido por
la Iglesia. Luego en esta situación el sacerdote queda perplejo y
sometido a la necesidad de pecar. Lo cual es inadmisible.
Respuesta. A la tercera hay que decir. Si cayese una mosca o una araña
en el cáliz antes de la consagración, o se da cuenta de que le han
echado veneno, debe tirar el vino y, una vez limpiado el cáliz, echar
otro vino para consagrarlo. Pero si alguno de estos animales cae en
el cáliz después de la consagración, debe agarrárselo con cuidado,
lavarle bien, quemarlo y echar en el sumidero las cenizas y el líquido
de la ablución. Y si se da cuenta de que el vino consagrado tiene
veneno, no debe asumirlo ni dárselo a nadie para que el cáliz de

83
Ars celebrandi

vida no se convierta en instrumento de muerte, sino que debe


depositarlo en un vaso adecuado al efecto y conservarlo con la
reserva. Y para que el sacramento no quede inacabado, debe echar
vino en el cáliz y, comenzando de nuevo a partir de la consagración
de la sangre, terminar el Sacrificio.
Cuarta objeción. Todavía más: puede acontecer que por
negligencia del ministro no se eche agua en el cáliz, o ni agua ni
vino, de lo cual se da cuenta después el sacerdote. Luego en este
caso queda perplejo el sacerdote, tanto si asume el Cuerpo sin la
Sangre, haciendo así un Sacrificio imperfecto, como si no asume el
Cuerpo ni la Sangre.
Respuesta. A la cuarta hay que decir: Si el sacerdote se da cuenta
antes de la consagración de la Sangre y después de la consagración
del Cuerpo de que el cáliz no tiene agua o vino, debe echarlo
inmediatamente y consagrar. Pero si se da cuenta de que falta el
agua después de las palabras de la consagración, debe continuar,
porque la adición de agua, como se ha dicho ya (q. 74, a. 7), no es
indispensable para la realización del sacramento. Debe, sin
embargo, ser castigado aquel por cuya negligencia sucedió esto.
Pero de ningún modo debe añadirse agua al vino ya consagrado,
pues se seguiría, como se ha dicho antes (q. 77, a. 8), la parcial
destrucción del sacramento. Pero si advierte después de las palabras
de la consagración que el cáliz no tenía vino, y se da cuenta de ello
antes de consumir el Cuerpo, debe tirar el agua que hubiere en él,
echar vino con agua y comenzar a partir de las palabras de la
consagración de la Sangre. Mas si se da cuenta después de haber
consumido el Cuerpo, debe tomar otra hostia y consagrarla de
nuevo con la Sangre. Digo esto porque, si dijera solamente las
palabras de la consagración de la Sangre, no observaría el orden
establecido en la consagración. Y, como dice el citado Concilio

84
Apéndice VI: Santo Tomás, remedio a los defectos

Toledano3: “No debe considerarse perfecto el sacrificio si no se


realiza según el orden establecido”.
Pero si comenzase por la consagración de la Sangre y continuase
con las palabras que siguen, éstas no serían adecuadas por no estar
allí la hostia consagrada, ya que con esas palabras se dicen y se
hacen cosas concernientes no solamente a la Sangre, sino también
al Cuerpo. Y debe, finalmente, consumir de nuevo la hostia
consagrada y la Sangre, aunque hubiese bebido el agua4 que había
en el cáliz, porque el precepto de la perfección del sacramento es
más importante que el del ayuno eucarístico, como se acaba de
decir (ad 2).
Quinta objeción. Abundando más: sucede algunas veces que el
sacerdote no se acuerda si ha dicho las palabras de la consagración
u otras palabras prescritas en la celebración de este sacramento. En
cuyo caso parece que peca, tanto si repite sobre la misma materia
las palabras, que tal vez había dicho ya, como si comulga con el pan
y el vino no consagrados, como si estuvieran consagrados.
Respuesta. A la quinta hay que decir: Aunque el sacerdote no
recuerde si ha dicho todo lo que tenía que decir, no debe
perturbarse por eso. Porque quien dice muchas cosas no puede
recordar todo lo que dice, a no ser que mientras habla se dé cuenta
de que una cosa ya la ha dicho. Es así como una cosa se hace objeto
de recuerdo. Por eso, cuando uno piensa detenidamente en lo que
dice, pero no en las palabras que dice, después no recuerda bien si
lo ha dicho. De hecho, una cosa es objeto de la memoria en cuanto
se la toma como cosa pasada, según se dice en el libro De Memoria5.
Pero si al sacerdote le parece probable que ha omitido alguna cosa,
y esta cosa no es indispensable al sacramento, no creo que por esto

3 CONCILIO DE TOLEDO VII, año 646, can. 2; cf. GRACIANO, P. II, causa VII,

q. I, can. 16 Nihil contra ordinis.


4 [Ahora el agua no rompe el ayuno].
5 ARISTÓTELES, De Memoria et reminiscentia, I.

85
Ars celebrandi

deba repetir, alterando así el orden del Sacrificio, sino que debe
proseguir.
Ahora bien, si está cierto de que ha omitido una cosa que es
indispensable en el sacramento, puesto que la forma es tan
indispensable como la materia, debe procederse como acabamos
de ver (ad 4) a propósito de la falta de materia, o sea, debe
comenzar a partir de la forma de la consagración, y repetir por
orden todo lo demás para no alterar el orden del Sacrificio.
Sexta objeción. Más aún: sucede alguna vez que, a causa del frío,
al sacerdote se le cae de las manos la hostia en el cáliz antes o
después de la fracción. En cuyo caso ya no puede cumplir con el
rito de la Iglesia sobre la fracción o sobre la norma de introducir en
el cáliz una tercera parte solamente.
Respuesta. A la sexta hay que decir: La fracción de la hostia
consagrada y la introducción de una de sus partes en el cáliz se
refieren al Cuerpo Místico, de la misma manera que la mezcla del
agua con el vino significa al pueblo. Y, por eso, la omisión de estas
cosas no hace que quede incompleto el Sacrificio, de tal manera que
por eso sea necesario repetir nada en la consagración de este
sacramento.
Séptima objeción. Por último: alguna vez acontece que por
negligencia del sacerdote se derrama la Sangre de Cristo, o que el
sacerdote vomita el sacramento después de la comunión; o que las
hostias llevan consagradas tanto tiempo que se pudren; o que han
sido roídas por los ratones; o que se echan a perder por cualquier
causa.
En estos casos no parece que se pueda tributar a este sacramento
el debido respeto que prescriben las normas de la Iglesia. No
parece, pues, que pueda ponerse remedio a estos defectos o
peligros si se cumplen las normas de la Iglesia.

86
Apéndice VI: Santo Tomás, remedio a los defectos

Respuesta. A la séptima hay que decir: En De Consecr. d. II6, tomado


de un texto del Papa Pío I7, se dice: “Si por negligencia se cayesen
algunas gotas de sangre sobre la tarima, lámase la parte afectada
con la lengua, y ráspese la tabla. Pero si no hubiese tarima, ráspese
el suelo, quémense esas raspaduras y deposítense las cenizas debajo
del altar. Y que el sacerdote haga penitencia cuarenta días. Si cayera
alguna gota sobre el altar, que el ministro la absorba. Y que haga
penitencia por tres días. Si al caer sobre el primer mantel cala hasta
el segundo, hará penitencia cuatro días. Si calase hasta el tercero,
haga penitencia nueve días. Y si llegase hasta el cuarto mantel, haga
penitencia cuarenta días. Los manteles sobre los que cayeron las
gotas de vino, que los lave el ministro tres veces poniendo el cáliz
debajo, y recójase el agua de la ablución y guárdese junto al altar”.
También podría el ministro beberse esta agua, a no ser que la
repugnancia le ponga en peligro de devolverla. Algunos8, además,
cortan la parte manchada de los manteles y la queman y depositan
las cenizas bajo el altar o en el sumidero.
En el mismo lugar9 se añaden las normas tomadas de un Pontifical10
del presbítero San Beda: “Si uno por embriaguez o intemperancia
vomita la Eucaristía, que haga penitencia cuarenta días. Si es clérigo,
monje, diácono o presbítero, sesenta días. Y si es obispo, noventa.
Pero si uno la vomita por enfermedad, que haga penitencia durante
siete días”.
Y en la misma distinción11 se aducen las prescripciones de un
Concilio de Orleans12: “Quien no custodiase bien el sacramento y

6 GRACIANO, Decretum, P. III, d. II, can. 27 Si per negligentiam.


7 Cf. TEODORO, Poenitentiale, cap. 51, PL 99, 950.
8 Cf. MARTENE, De Antiquis Eccles. Ritibus, Lib. I, cap. 5, a. 5; Appendix, Primaria

Instituta Canonicorum Praemonstratensium, d. III, cap. 5.


9 GRACIANO, Decretum, P. III, d. II, can. 28 Si quis per ebrietate.
10 De Remediis Pecc., cap. De ebrietate, PL 94, 573.
11 GRACIANO, Decretum, P. III, d. II, can. 94 Qui bene.
12 Cf. TEODORO, Poenitentiale, cap. 55, PL 99, 951.

87
Ars celebrandi

dejase que lo comiesen los ratones o algún otro animal en la iglesia,


que haga penitencia cuarenta días. Quien lo deje perder en la iglesia,
o se deje caer una parte que no se encuentra después, haga treinta
días de penitencia”. Y la misma penitencia parece que merece el
sacerdote por cuya negligencia llegasen a pudrirse las hostias
consagradas.
En esos días de penitencia, el penitente tiene que ayunar y
abstenerse de la Comunión.
Pero, teniendo en cuenta las circunstancias de la persona y de su
quehacer, puede disminuirse o aumentarse dicha penitencia.
Téngase en cuenta, sin embargo, que dondequiera que se
encuentren especies sacramentales en buen estado, han de ser
conservadas respetuosamente o también consumidas, porque
mientras permanecen las especies, el Cuerpo de Cristo está
presente en ellas, como se ha dicho ya13. Las cosas en que se
encuentren las especies han de ser quemadas, si es factible,
depositando las cenizas en el sumidero, como hemos dicho con
ocasión de las raspaduras de la tarima».

13 Q.76, a. 6, ad 3; q.77 aa. 4.5.

88
APÉNDICE VII

La tutela de la Santísima Eucaristía


en la disciplina de la Iglesia

«In sanctissima enim Eucharistia totum bonum spirituale Ecclesiae


continetur», afirma el Angélico Doctor (S. Th., III, q. 65, a 3, ad 1), y
lo recuerda el n. 5 del decreto Presbyterorum Ordinis del Concilio
Vaticano II.
Consciente de que la Eucaristía es el sacramento más augusto en el
que se contiene, se ofrece y se recibe el mismo Cristo, la Iglesia no
solo regula con precisas normas su celebración, participación y
conservación, sino que además castiga con severidad mediante
concretas normas de carácter penal, cualquier grave desprecio o
injuria contra el Santísimo Sacramento. Con el motu proprio
Sacramentorum sanctitatis tutela, del 30 de abril del 2001, San Juan
Pablo II promulgaba las Normas acerca de los delitos más graves reservados
a la Congregación para la Doctrina de la Fe (texto que fue
posteriormente modificado por el Papa Benedicto XVI el 21 de
mayo de 2010) en donde cinco de esos delitos están relacionados
con el sacramento de la Eucaristía. Además, la instrucción de la
Congregación para el culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos Redemptionis Sacramentum, del 25 de marzo del 2004,
exhorta particularmente a los obispos y superiores religiosos a urgir
las observancias de las leyes eclesiásticas en esta materia, así como
también a vigilar que no se introduzcan abusos en la disciplina de
la Iglesia relativa a los sacramentos y de manera particular a la
Eucaristía.

I. Los delitos más graves contra la Santísima Eucaristía

Las Normas promulgadas con el motu proprio Sacramentorum sanctitatis


tutela enumeran cinco delitos contra la Eucaristía particularmente
graves, reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Ars celebrandi

Estos delitos son:


1.º Llevarse o retener con una finalidad sacrílega, o profanar
las especies consagradas, de que se trata en el can. 1382 § 1 del
Código de Derecho Canónico1 y en el can. 1442 del Código de Cánones de
las Iglesias Orientales. La pena establecida en el can. 1382 § 1 para este
delito es la excomunión latae sententiae; y si se trata de un clérigo
(diácono, sacerdote u Obispo) puede ser castigado además con otra
pena, no exclusa la expulsión del estado clerical.
2.º Atentar la acción litúrgica del Sacrificio Eucarístico, de que
se trata en el can. 1379 § 1, 1.º del Código de Derecho Canónico2. Este
delito no está tipificado en el Código Oriental, pero en razón del motu
proprio entra explícitamente en el corpus canonum ecclesiarium
orientalium. El delito consiste en atentar la acción litúrgica del
sacrificio eucarístico por parte de quien no posee el carácter
sacerdotal. Por eso el canon usa el verbo «atentar» porque quien no
es sacerdote pone una acción en sí ineficaz. La pena prevista en el
can. 1379, § 1, 1.º es la de entredicho latae sententiae, y si se trata de
un clérigo (en este caso un diácono) también en la pena de
suspensión latae sententiae. Según la gravedad del delito puede ser
castigado con otras penas, incluso con la excomunión.

1 Can. 1382, §1: «Quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o
retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae
reservada a la Sede Apostólica; el clérigo puede ser castigado además con otra
pena, sin excluir la expulsión del estado clerical». El Pontificio Consejo para la
interpretación de los textos legislativos, dio una respuesta autentica acerca del
sentido del verbo «abicere» (arrojar) de este canon. Utrum in can. 1367 CIC
(ahora can. 1382, § 1) et 1442 CCEO verbum «abicere» intelligatur tantum ut
actus proiciendi necne. R. Negative et ad mentem. Mens est quamlibet actionem
Sacras Species volontarie et graviter despicientem censendam esse inclusam in
verbo «abicere».
2 Can. 1379, § 1: «Incurre en pena latae sententiae de entredicho o, si se trata de

un clérigo, también de suspensión: 1.º quien, sin haber sido promovido al orden
sacerdotal, atenta realizar la acción litúrgica del Sacrificio eucarístico».

90
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

3.º La simulación de la acción litúrgica del Sacrificio


Eucarístico, de la que se trata en el can. 1379 § 5 del Código de
Derecho Canónico3 y en el can. 1443 del Código de Cánones de las Iglesias
Orientales. Los dos Códigos consideran delito la simulación de todos
los sacramentos, el motu proprio considera delictum gravius solo la
simulación de la Santa Misa o la Divina Liturgia. El delito consiste
propiamente en poner un acto pero sin la intención de realizarlo.
La pena prevista es obligatoria pero indeterminada, el Código dice:
«debe ser castigado con una pena justa».
4.º La concelebración del Sacrificio Eucarístico prohibida por
el can. 908 del Código de Derecho Canónico y por el can. 702 del Código
de Cánones de las Iglesias Orientales, de la que se trata en el can.
1381 del Código de Derecho Canónico y en el can. 1440 del Código de
Cánones de las Iglesias Orientales. El can. 908 establece: «Está
prohibido a los sacerdotes católicos concelebrar la Eucaristía con
sacerdotes o ministros de Iglesias o comunidades eclesiales que
no están en comunión plena con la Iglesia católica». La
instrucción tipifica como delito más grave reservado a la
Congregación para la Doctrina de la Fe solo la concelebración
«con ministros de las comunidades eclesiales que no tienen la
sucesión apostólica y no reconocen la dignidad sacramental de la
ordenación sacerdotal». La pena prevista para el que infringe esta
norma, acto tipificado como delito en el can. 1381, es obligatoria
e indeterminada: «El reo de communicatio in sacris prohibida ha de
ser castigado con una pena justa».
5.º Está reservado también a la Congregación para la Doctrina de
la Fe el delito que consiste en la consagración con una finalidad
sacrílega de una sola materia o de ambas en la celebración
eucarística o fuera de ella. Este delito ha sido tipificado en el can.

3 Can. 1379, § 5: «Quien, fuera de los casos de los que se trata en los §§ 1-4 y
en el c. 1384, simula la administración de un sacramento, debe ser castigado con
una pena justa».

91
Ars celebrandi

1382 § 2 del nuevo libro VI del CIC4. La pena prevista es obligatoria


e indeterminada: Quien cometa este delito «sea castigado según la
gravedad del crimen, sin excluir la dimisión del estado clerical»

II. Otros delitos tipificados en el Código de Derecho


Canónico que pueden tener relación con la Eucaristía

Estos delitos son:


1. Prohibición de celebrar el sacrificio eucarístico y de recibir la
Eucaristía, can. 1331, § 1: «Se prohíbe al excomulgado: 1.º la
celebración del Sacrificio eucarístico y de los demás sacramentos;
2.º recibir los sacramentos; (…) 4.º tener cualquier parte activa en
las celebraciones anteriormente enumeradas»; can. 1333, § 1: «La
suspensión prohíbe: 1.º todos o algunos de los actos de la potestad
de orden; (…)».
2. Profanación de una cosa sagrada, can. 1369: «Quien profana
una cosa sagrada, mueble o inmueble, debe ser castigado con una
pena justa».
3. Soborno activo, can. 1377: Ǥ 1. El que da o promete cosas, para
que quien ejerce un oficio o una función en la Iglesia haga u omita
algo ilegítimamente, debe ser castigado con una pena justa según el c.
1336, §§ 2-4; y asimismo quien acepta esos regalos o promesas sea
castigado según la gravedad del delito, sin excluir la privación del
oficio, quedando firme la obligación de reparar el daño. § 2. Quien, en
el ejercicio del oficio o del cargo, pide una oferta superior a lo
establecido o sumas añadidas o algo en propio beneficio sea castigado
con una adecuada multa pecuniaria o con otras penas, sin excluir la
privación del oficio, quedando firme la obligación de reparar el daño».

4 Can. 1382, § 2: «El reo de consagración con una finalidad sacrílega de una
sola materia o de ambas en la celebración eucarística o fuera de ella sea castigado
según la gravedad del crimen, sin excluir la expulsión del estado clerical».

92
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

4. Administrar los sacramentos a quienes tienen prohibido


recibirlos, can. 1379, § 4: «Quien administra deliberadamente un
sacramento a quienes tienen prohibido recibirlo sea castigado con
la suspensión, a la que pueden añadirse otras penas de las
enumeradas en el c. 1336, §§ 2-4».
5. Simonía, can. 1380: «Quien celebra o recibe un sacramento con
simonía, debe ser castigado con entredicho o suspensión o con penas
de las enumeradas en el can. 1336, §§ 2-4».
6. Lucro ilegítimo con el estipendio de la Santa Misa, can. 1383:
«Quien obtiene ilegítimamente un lucro con el estipendio de la
Misa, debe ser castigado con una censura o con penas de las
enumeradas en el c. 1336, §§ 2-4».
7. Ilegítimo ejercicio de una función sacerdotal, can. 1389:
«Quien, fuera de los casos de los que se trata en los cc. 1379-1388,
ejerce ilegítimamente una función sacerdotal u otro ministerio
sagrado, ha de ser castigado con una pena justa, sin excluir la censura».
8. Aborto effecto secuto, can. 1397 § 2, en cuanto que la excomunión
por el delito de aborto impide al fiel la recepción de los
sacramentos: «Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre
en excomunión latae sententiae».

III. Actos graves y abusos contra la Santísima Eucaristía


mencionados en la instrucción Redemptionis
Sacramentum

La instrucción, además de recordar los graviora delicta contra la


santidad del Sacratísimo Sacramento y Sacrificio de la Eucaristía, que
nosotros hemos mencionado más arriba, se refiere también a actos
graves y a otros abusos. Sin dar un elenco taxativo de los mismos,
indica aquellos que de manera particular ponen en peligro la validez
y dignidad de la Santísima Eucaristía. Concretamente se refiere a los
93
Ars celebrandi

actos graves y otros abusos contra lo que la instrucción expone en


los siguientes números: 48-52, 56, 76-77, 79, 91-92, 94, 96, 101-102,
104, 106, 109, 111, 115, 117, 126, 131-133, 138, 153 y 168.
1. Sobre la materia del Sacrificio
48: El pan que se emplea en el santo Sacrificio de la Eucaristía debe
ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente5. No es materia
válida el pan elaborado con otros cereales. Tampoco se puede
mezclar con trigo otras sustancias en medida tal que la sustancia
resultante no pueda llamarse pan. Es un abuso grave introducir, en
la fabricación del pan para la Eucaristía, otras sustancias como
frutas, azúcar o miel.
49: Conviene, en razón del signo, que algunas partes del pan
eucarístico que resultan de la Fracción del Pan, se distribuyan al
menos a algunos fieles, en la Comunión. No obstante, de ningún
modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo requiere el
número de los que van a recibir la sagrada Comunión, u otras
razones pastorales lo exijan.
50: El vino que se utiliza en la celebración del santo Sacrificio
Eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin
corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. Está totalmente
prohibido utilizar un vino del que se tiene duda en cuanto a su
carácter genuino o a su procedencia. No se debe admitir bajo
ningún pretexto otras bebidas de cualquier género.
2. Contra el bricolaje litúrgico
51: No se puede tolerar que algunos sacerdotes se arroguen el
derecho de componer Plegarias Eucarísticas, ni cambiar el texto

5 El uso del pan ázimo está prescripto en el rito romano (can. 926 del CIC); en
las Iglesias Católicas Orientales sui iuris el uso es distinto.

94
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros, compuestos por personas


privadas.
3. Contra la mezcla de oficios
52: Es un abuso hacer que algunas partes de la Plegaria Eucarística
sean pronunciadas por el diácono, por un ministro laico, o bien por
uno sólo o por todos los fieles juntos.
4. Omisión de la mención del Papa y del obispo
56: En la Plegaria Eucarística no se omita la mención del Sumo
Pontífice y del obispo diocesano.
5. Unir Confesión y Misa
76: No es lícito unir el Sacramento de la Penitencia con la Santa
Misa y hacer así una única acción litúrgica.
6. Unir Misa con cena común
77: La celebración de la Santa Misa de ningún modo puede ser
intercalada como añadido a una cena común, ni unirse con
cualquier tipo de banquete. No se celebre la Misa, a no ser por grave
necesidad, sobre una mesa de comedor, o en el comedor, o en el
lugar que será utilizado para un convite, ni en cualquier sala donde
haya alimentos, ni los participantes en la Misa se sentarán a la mesa,
durante la celebración.
7. Prohibido usar ritos de otras religiones
79: El abuso de introducir ritos tomados de otras religiones en la
celebración de la Santa Misa, en contra de lo que se prescribe en
los libros litúrgicos, se debe juzgar con gran severidad.
8. Querer imponer lo que es de libre elección del feligrés
91: No es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo,
sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie.

95
Ars celebrandi

9. No cuidar que no se profane la Eucaristía


92: Póngase especial cuidado en que el comulgante consuma
inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje
teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de
profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.
10. Los fieles no pueden tomar la hostia consagrada
por sí mismos
94: No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni
el cáliz sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen
entre sí de mano en mano. Debe suprimirse el abuso de que los
esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la
Sagrada Comunión».
11. No distribuir hostias no consagradas, ni otras cosas
96: Se reprueba la costumbre, que es contraria a las prescripciones
de los libros litúrgicos, de que sean distribuidas a manera de
Comunión, durante la Misa o antes de ella, ya sean hostias no
consagradas ya sean otros comestibles o no comestibles.
12. No excluir dar la Comunión bajo las dos especies, pero
asegurándose de que no haya peligro de profanación
101: Se debe excluir totalmente el administrar a los fieles laicos la
Sagrada Comunión bajo las dos especies cuando exista peligro,
incluso pequeño, de profanación de las sagradas especies.
13. No dar la Comunión con el cáliz si el número
es muy grande
102: No se administre la Comunión con el cáliz a los fieles laicos
donde sea tan grande el número de los que van a comulgar que
resulte difícil calcular la cantidad de vino para la Eucaristía y exista
el peligro de que sobre demasiada cantidad de Sangre de Cristo, que
deba sumirse al final de la celebración.

96
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

14. No está permitido que el comulgante por sí mismo


moje la Hostia en el cáliz
104: No se permita al comulgante mojar por sí mismo la Hostia en
el cáliz, ni recibir en la mano la Hostia mojada. Está absolutamente
prohibido el uso de pan no consagrado o de otra materia.
15. No trasvasar la Sangre de Cristo de un cáliz a otros vasos
106: Se debe evitar completamente, después de la consagración,
echar la Sangre de Cristo de un cáliz a otro. Para contener la Sangre
del Señor nunca se utilicen frascos, vasijas u otros recipientes que
no respondan plenamente a las normas establecidas.
16. Nunca celebrar en lugar no cristiano
109: Nunca es lícito a un sacerdote celebrar la Eucaristía en un
templo o lugar sagrado de cualquier religión no cristiana.
17. Admítase a celebrar a quien tiene cartas comendaticias
111: En la celebración o concelebración de la Eucaristía, «admítase
a celebrar a un sacerdote, aunque el rector de la iglesia no lo
conozca, con tal de que presente cartas comendaticias» de la Sede
Apostólica, o de su Ordinario o de su superior, dadas al menos en
el año.
18. Se reprueba el ayuno de la Eucaristía
115: Se reprueba el abuso de que sea suspendida de forma arbitraria
la celebración de la Santa Misa en favor del pueblo, bajo el pretexto
de promover el ayuno de la Eucaristía.
19. Reprobado el uso de vasos no aptos
117: Se reprueba cualquier uso por el que son utilizados para la
celebración de la Misa vasos comunes o de escaso valor, en lo que
se refiere a la calidad, o carentes de todo valor artístico, o simples
cestos, u otros vasos de cristal, arcilla, creta y otros materiales, que
97
Ars celebrandi

se rompen fácilmente. Esto vale también de los metales y otros


materiales, que se corrompen fácilmente.
20. Se reprueba la omisión del uso de los ornamentos
sagrados
126: Es reprobable el abuso por el cual los sagrados ministros
celebran la Santa Misa, incluso con la participación de sólo un
asistente, sin llevar las vestiduras sagradas, o con sólo la estola
sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos,
o la vestidura ordinaria, contra lo prescrito en los libros
litúrgicos.
21. Prohibido reservar el Sacramento
donde exista peligro de profanación
131: Se prohíbe reservar el Santísimo Sacramento en los lugares que
no están bajo la segura autoridad del obispo diocesano o donde
exista peligro de profanación.
22. No llevar la Eucaristía a lugar no permitido por el derecho
132: Nadie lleve la Sagrada Eucaristía a casa o a otro lugar, contra
las normas del derecho.
23. Llévese el Sacramento al enfermo, directamente
133: El ministro que lleva al enfermo la Sagrada Eucaristía para la
Comunión, irá directamente, en cuanto sea posible, desde el lugar
donde se reserva el Sacramento hasta el domicilio del enfermo,
excluyendo mientras tanto cualquier otra actividad profana.
24. No exponer el Sacramento sin vigilancia
138: El Santísimo Sacramento nunca debe permanecer expuesto sin
suficiente vigilancia, ni siquiera por un tiempo muy breve.

98
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

25. El laico no debe asumir funciones ni vestiduras


de los ministros ordenados
153: Nunca es lícito a los laicos asumir las funciones o las vestiduras
del diácono o del sacerdote, u otras vestiduras similares.
26. A quien perdió el estado clerical, no le está permitido
celebrar los sacramentos, salvo el caso excepcional
establecido por el derecho
168: Al clérigo que ha perdido el estado clerical (can. 292), no le
está permitido celebrar los sacramentos bajo ningún pretexto, salvo
en el caso excepcional establecido por el derecho.
Estos actos graves y otros abusos denunciados en la instrucción,
no tienen todos la misma gravedad, pero todos deben ser
eliminados.
Para combatir estos abusos el obispo o superior religioso tiene a su
disposición de manera particular el precepto penal, con el cual
puede amonestar a los autores de tales actos, advirtiéndoles que, en
caso de no corregirse, se les impondrá una pena canónica, a norma
del derecho, cf. cc. 1319; 1347; 1371, 2.º.

IV. Normas canónicas que regulan la celebración,


administración y custodia de la Eucaristía

En el Código de Derecho Canónico existen normas precisas y claras con


la finalidad de asegurar una digna, lícita y fructuosa celebración,
participación, conservación y veneración de la Eucaristía:
1. Sobre la celebración de la Eucaristía
a. En cuanto a la celebración de la Eucaristía, se tengan en cuenta las
normas relacionadas con la debida preparación personal a la
celebración eucarística y el congruo tiempo de acción de gracias (can.
909: «El sacerdote no omitirá prepararse debidamente con la oración
para celebrar el Sacrificio Eucarístico y dar gracias a Dios al
99
Ars celebrandi

terminarlo»; can. 916: «Quien tenga conciencia de pecado grave, no


celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin previa
confesión sacramental, a menos que haya una razón grave y no
exista oportunidad de confesarse; en este caso, recordará que está
obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluya el
propósito de confesarse cuanto antes»).
La celebración diaria de la Santa Misa, ordinariamente de una
sola (cc. 904 y 905: «904. Los sacerdotes, teniendo siempre
presente que en el misterio del Sacrificio Eucarístico se realiza
continuamente la obra de la redención, celebrarán frecuentemente;
es más, se recomienda encarecidamente la celebración cotidiana, la
cual, aunque no pueda haber presencia de fieles, es ciertamente un
acto de Cristo y de la Iglesia, en cuya realización los sacerdotes
cumplen su principal ministerio.
905. § 1. Exceptuados aquellos casos en que, a tenor del derecho,
es lícito celebrar o concelebrar más de una vez la Eucaristía en el
mismo día, no es lícito al sacerdote celebrar más de una vez al día.
§ 2. Si hay escasez de sacerdotes, el Ordinario del lugar puede
conceder que, con causa justa, los sacerdotes celebren dos veces al
día, e incluso, cuando lo pide una necesidad pastoral, aun tres veces
los domingos y fiestas de precepto)6.
b. Las normas relativas al estipendio ofrecido por la celebración
de la Santa Misa (cc. 945-958:
«945. § 1. Según el uso aprobado de la Iglesia, todo sacerdote que
celebra o concelebra la Misa puede recibir estipendio, para que la
aplique por una determinada intención.

6 Hay que tener en cuenta que la concelebración se «recomienda» (OGMR nn.

199, 203), «ha de tener una especial consideración la concelebración» (OGMR,


n. 203), «por causas determinadas... se puede celebrar o concelebrar varias veces
en el mismo día» (OGMR, n. 204), «... puede celebrar además otra misa para
utilidad de los fieles. Lo mismo vale, servatis servandis, para las reuniones de
religiosos» (OGMR, n. 204 e).

100
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

§ 2. Se recomienda encarecidamente a los sacerdotes que celebren


la Misa por las intenciones de los fieles, sobre todo de los
necesitados, aunque no reciban estipendio alguno.
946. Los fieles que ofrecen un estipendio para que se aplique la
Misa por su intención contribuyen al bien de la Iglesia, y con esa
ofrenda participan de la solicitud de ella por sustentar a sus
ministros y actividades.
947. En materia de estipendio de Misas, se evitará absolutamente
incluso cualquier apariencia de negociación o comercio.
948. Se ha de aplicar una Misa distinta por las intenciones para las
cuales ha sido ofrecido y aceptado cada estipendio, aunque sea
exiguo.
949. El que carga con la obligación de celebrar y aplicar la Misa por
la intención de quienes han ofrecido estipendios, mantiene dicha
obligación, aunque el estipendio recibido hubiera perecido sin
culpa suya.
950. Si se ofrece una cantidad de dinero para la aplicación de Misas,
sin indicar el número de las Misas que han de celebrarse, éste se
calculará atendiendo al estipendio establecido en el lugar en que
reside el oferente, a no ser que deba presumirse legítimamente que
fue otra su intención.
951. § 1. El sacerdote que celebre más de una Misa el mismo día,
puede aplicar cada una de ellas por la intención para la que se ha
ofrecido el estipendio; con la condición, sin embargo, que,
exceptuado el día de la Navidad del Señor, hará propio el estipendio
de una sola Misa, y destinará los demás, en cambio, a los fines
prescriptos por el Ordinario, admitiéndose ciertamente alguna
retribución por un título extrínseco.
§ 2. El sacerdote que concelebra una segunda Misa el mismo día,
no puede recibir por ella estipendio por título alguno.

101
Ars celebrandi

952. § 1. Corresponde al Concilio Provincial o a la reunión de


obispos de la provincia fijar para toda la provincia, por decreto, el
estipendio que debe ofrecerse por la celebración y aplicación de la
Misa, y no le es lícito al sacerdote pedir una suma mayor; le es lícito,
no obstante, recibir por la aplicación de una Misa un estipendio
mayor que el fijado, cuando es espontáneamente ofrecido, y
también uno menor.
§ 2. Donde falte tal decreto, se observará la costumbre vigente en
la diócesis.
§ 3. También los miembros de cualesquier Instituto Religioso
deben atenerse al mismo decreto o a la costumbre del lugar, de los
que se habla en los § 1 y § 2.
953. A nadie le es lícito recibir tantos estipendios de Misas para
aplicarlas personalmente, que no pueda satisfacerlos dentro del año.
954. Si en ciertas iglesias u oratorios se reciben más encargos de
Misas que las que allí pueden celebrarse, su celebración puede
realizarse en otro lugar, a no ser que los oferentes hubieran
manifestado expresamente su voluntad contraria.
955. § 1. Quien desee encomendar a otros la celebración de Misas
que se deben aplicar, encomendará cuanto antes su celebración a
sacerdotes que las acepten, con tal de que le conste que son dignos
de toda confianza; debe entregar íntegro el estipendio recibido, a
menos que le conste con certeza que lo que excede a la suma debida
en la diócesis ha sido dado en consideración a su persona; tiene
también la obligación de procurar la celebración de las Misas, hasta
tanto haya recibido el testimonio tanto de la aceptación de la
obligación como de la recepción del estipendio.
956. Todos y cada uno de los administradores de causas pías o
quienes de cualquier modo están obligados a cuidar de que se
celebren Misas, tanto clérigos como laicos, entregarán a sus

102
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

Ordinarios las cargas de Misas que no se hubieran satisfecho dentro


del año, según el modo que éstos han de determinar.
957. La obligación y el derecho de vigilar para que se cumplan las
cargas de Misas corresponde al Ordinario del lugar en las iglesias
del clero secular, a sus superiores en las iglesias de los institutos
religiosos o de las sociedades de vida apostólica.
958. § 1. El párroco y el rector de una iglesia o de otro lugar
piadoso, donde suelen recibirse estipendios de Misas, tendrán un
libro especial en el que anotarán cuidadosamente el número de
Misas que se han de celebrar, la intención, el estipendio ofrecido y
el cumplimiento de la celebración.
§ 2. El Ordinario tiene obligación de revisar cada año esos libros,
personalmente o por medio de otros».
c. Por último, las normas que regulan los ritos, las ceremonias,
los tiempos y los espacios sagrados (cc. 924-933):
«Artículo 3: De los ritos y ceremonias de la celebración eucarística.
924. § 1. El sacrosanto Sacrificio Eucarístico debe ofrecerse con
pan y vino, al cual se ha de mezclar un poco de agua.
§ 2. El pan debe ser exclusivamente de trigo y hecho recientemente
de manera que no haya ningún peligro de corrupción.
§ 3. El vino debe ser natural, del fruto de la vid y no corrompido.
925. La Sagrada Comunión se administrará bajo la sola especie del
pan o, de acuerdo con las leyes litúrgicas, bajo ambas especies; en
caso de necesidad, también bajo la sola especie del vino.
926. Según la antigua tradición de la Iglesia latina, en la celebración
eucarística el sacerdote, dondequiera que celebre, debe emplear
pan ázimo.

103
Ars celebrandi

927. Está terminantemente prohibido, aun en caso de extrema


necesidad, consagrar una materia sin la otra, o también ambas fuera
de la celebración eucarística.
928. La celebración eucarística se hará en lengua latina o en otra
lengua, con tal que los textos litúrgicos hayan sido legítimamente
aprobados.
929. Al celebrar y administrar la Eucaristía, los sacerdotes y los
diáconos llevarán los ornamentos sagrados prescriptos por las
rúbricas.
930. § 1. El sacerdote enfermo o de edad avanzada, si no puede
estar de pie, puede celebrar sentado el Sacrificio Eucarístico
observando siempre las leyes litúrgicas, aunque no con asistencia
de pueblo, a no ser que tenga licencia del Ordinario del lugar.
§ 2. El sacerdote ciego o que sufre otra enfermedad celebra
lícitamente el Sacrificio Eucarístico, empleando cualquier texto de
la Misa de entre los aprobados, y con asistencia, si es el caso, de
otro sacerdote o diácono, o también de un laico debidamente
instruido, que le preste ayuda.
Artículo 4: Del tiempo y lugar de la celebración de la Eucaristía
931. La celebración y distribución de la Eucaristía puede hacerse en
cualquier día y hora, exceptuados los que, según las normas
litúrgicas, están excluidos.
932. § 1. La celebración eucarística se hará en lugar sagrado, a no
ser que en un caso particular la necesidad pida otra cosa; en este
caso, la celebración debe hacerse en un lugar decoroso.
§ 2. El Sacrificio Eucarístico debe realizarse sobre un altar dedicado
o bendecido; fuera del lugar sagrado, se puede emplear una mesa
apropiada, utilizando siempre el mantel y el corporal.

104
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

933. Por causa justa y con licencia expresa del Ordinario del lugar,
puede un sacerdote celebrar la Eucaristía en el templo de una
Iglesia o comunidad eclesial que no tengan plena comunión con la
Iglesia católica, evitando el escándalo».

2. La participación de los fieles

2. En cuanto a la participación de los fieles, las normas contenidas en


los cc. 912-923:
«Artículo 2: De la participación de la Santísima Eucaristía.
912. Todo bautizado a quien el derecho no se lo prohíba, puede y
debe ser admitido a la Sagrada Comunión.
913. § 1. Para que la Santísima Eucaristía pueda administrarse a los
niños, se requiere que gocen del suficiente conocimiento y de una
cuidadosa preparación, de manera que perciban el misterio de
Cristo en la medida de su capacidad y puedan recibir el Cuerpo del
Señor con fe y devoción.
§ 2. En cambio a los niños que se encuentran en peligro de muerte,
puede administrárseles la Santísima Eucaristía, si son capaces de
distinguir el Cuerpo de Cristo del alimento común y de recibir la
Comunión con reverencia.
914. A los padres en primer lugar y a quienes hacen sus veces, así
como también al párroco, corresponde la obligación de procurar
que los niños que han alcanzado el uso de razón se preparen
debidamente y, previa Confesión sacramental, se alimenten cuanto
antes con este alimento divino; corresponde también al párroco
vigilar para que no tengan acceso a la Sagrada Eucaristía los niños
que aún no hayan llegado al uso de razón, o a los que no juzgue
suficientemente dispuestos.
915. A la Sagrada Comunión no serán admitidos los excomulgados
y los que están en entredicho después de la irrogación o declaración

105
Ars celebrandi

de la pena, y los que obstinadamente perseveran en un manifiesto


pecado grave.
916. (Ver más arriba).
917. Quien ya ha recibido la Santísima Eucaristía, puede de nuevo
recibirla el mismo día solamente dentro de la celebración
eucarística en la que participe, quedando a salvo lo prescripto en el
can. 921, § 2.
918. Se recomienda muchísimo que los fieles reciban la Sagrada
Comunión dentro de la misma celebración eucarística; sin
embargo, cuando lo pidan con causa justa, se les administrará fuera
de la Misa, observando los ritos litúrgicos.
919. § 1. Quien vaya a recibir la Santísima Eucaristía, se abstendrá,
por espacio de al menos una hora antes de la Sagrada Comunión,
de cualquier alimento y bebida, exceptuados solamente el agua y los
remedios.
§ 2. El sacerdote que celebra la Santísima Eucaristía dos o tres veces
el mismo día puede tomar algo antes de la segunda o tercera
celebración, aunque no medie el tiempo de una hora.
§ 3. Las personas de edad avanzada o enfermas y asimismo quienes
las cuidan, pueden recibir la Santísima Eucaristía, aunque hayan
tomado algo dentro de la hora anterior.
920. § 1. Todo fiel, después de haber sido iniciado en la Santísima
Eucaristía, tiene la obligación de recibir la Sagrada Comunión por
lo menos una vez al año.
§ 2. Este precepto debe cumplirse durante el tiempo pascual, a no
ser que por causa justa se cumpla en otro tiempo dentro del año.
921. § 1. Los fieles cristianos que, por cualquier motivo, se hallan
en peligro de muerte serán alimentados con la Sagrada Comunión
como Viático.
106
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

§ 2. Aunque hubieran sido alimentados con la Sagrada Comunión


el mismo día, es muy aconsejable, sin embargo, que vuelvan a
comulgar quienes lleguen a encontrarse en peligro de muerte.
§ 3. Mientras dura el peligro de muerte, se recomienda administrar
la Comunión varias veces, en días distintos.
922. El Santo Viático a los enfermos no debe retrasarse demasiado;
quienes ejercen la cura de almas vigilarán cuidadosamente para que
los enfermos sean alimentados con él mientras tienen pleno uso de
sus facultades.
923. Los fieles pueden participar en el Sacrificio Eucarístico y
recibir la Sagrada Comunión en cualquier rito católico, quedando
firme lo prescripto en el can. 844».

3. Conservación y veneración de la Eucaristía

3. Acerca de la digna conservación y veneración de la Santísima


Eucaristía, tratan los cc. 934-944:
«Capítulo II: De la reserva y veneración de la Santísima Eucaristía
934. § 1. La Santísima Eucaristía:
1.º Debe estar reservada en la Iglesia Catedral o en la equiparada a
ella, en todas las iglesias parroquiales y en la iglesia u oratorio anexo
a la casa de un Instituto Religioso o de una Sociedad de Vida
Apostólica;
2.º Puede reservarse en la capilla del obispo y, con licencia del
Ordinario del lugar, en otras iglesias, oratorios y capillas.
§ 2. En los lugares sagrados donde se reserva la Santísima Eucaristía
debe haber siempre quien cuide de ella y, en la medida de lo posible,
celebrará allí la Misa un sacerdote al menos dos veces al mes.

107
Ars celebrandi

935. A nadie está permitido conservar la Santísima Eucaristía


consigo o bien llevarla consigo en los viajes, a no ser que lo urja
una necesidad pastoral y se cumplan las prescripciones del obispo
diocesano.
936. En la casa de un Instituto Religioso o en otra casa piadosa, la
Santísima Eucaristía se reservará solamente en la iglesia o en el
oratorio principal anexo a la casa; sin embargo, por causa justa, el
Ordinario puede permitir que se reserve también en otro oratorio
de la misma casa.
937. A menos que obste una razón grave, la iglesia en la que está
reservada la Santísima Eucaristía quedará abierta a los fieles, por lo
menos algunas horas cada día, para que puedan dedicarse a la
oración ante el Santísimo Sacramento.
938. § 1. Habitualmente la Santísima Eucaristía estará reservada en
un solo sagrario de la iglesia u oratorio.
§ 2. El sagrario, en el que se reserva la Santísima Eucaristía, estará
colocado en una parte noble de la iglesia u oratorio destacada,
dignamente adornada, apropiada para la oración.
§ 3. El sagrario en el que se reserva habitualmente la Santísima
Eucaristía debe ser inamovible, hecho de materia sólida no
transparente, y cerrado de manera que se evite al máximo el peligro
de profanación.
§ 4. Por causa grave se puede reservar la Santísima Eucaristía, sobre
todo durante la noche, en otro lugar digno y más seguro.
§ 5. Quien tiene el cuidado de la iglesia u oratorio proveerá a que
se guarde con el máximo cuidado la llave del sagrario en el que está
reservada la Santísima Eucaristía.
939. Las hostias consagradas, en cantidad suficiente para las
necesidades de los fieles, se guardarán en un copón o recipiente, y se
renovarán con frecuencia, consumiendo debidamente las anteriores.

108
Apéndice VII: La tutela de la Santísima Eucaristía en la disciplina de la Iglesia

940. Ante el sagrario en el que está reservada la Santísima


Eucaristía, estará prendida constantemente una lámpara especial,
con la que se indique y honre la presencia de Cristo.
941. § 1. En las iglesias y oratorios a los que está concedido tener
reservada la Santísima Eucaristía, se puede hacer la exposición
tanto con el copón como con la custodia, cumpliendo las normas
prescriptas en los libros litúrgicos.
§ 2. Durante la celebración de la Misa, no se tendrá la exposición
del Santísimo Sacramento en la misma nave de la iglesia u oratorio.
942. Se recomienda que en esas mismas iglesias y oratorios, se haga
todos los años la exposición solemne del Santísimo Sacramento,
durante un tiempo adecuado, aunque no sea continuo, de manera
que la comunidad local medite más profundamente el misterio
eucarístico y lo adore; sin embargo, esta exposición se hará
solamente si se prevé una concurrencia adecuada de fieles y
cumpliendo las normas establecidas.
943. El ministro de la exposición del Santísimo Sacramento y de la
bendición eucarística es el sacerdote o el diácono; en circunstancias
peculiares, para la exposición y reserva, pero sin la bendición, lo
son el acólito, el ministro extraordinario de la sagrada comunión u
otro encargado por el Ordinario del lugar, observando las
prescripciones del obispo diocesano.
944. § 1. Donde a juicio del obispo diocesano pueda realizarse,
como testimonio público de veneración hacia la Santísima
Eucaristía, se tendrá, sobre todo en la solemnidad del Cuerpo y
Sangre de Cristo, una procesión en la vía pública.
§ 2. Corresponde al obispo diocesano establecer normas sobre las
procesiones, mediante las cuales se provea a la participación en ellas
y a su dignidad».
* * *

109
Ars celebrandi

Estas normas no son de carácter penal, es decir, que en principio


su no observancia no constituye delito. Sin embargo, abusos
particularmente graves contra alguna de esas normas sí pueden
encuadrarse en alguno de los actos tipificados como delito y por
tanto, ser castigados con penas, o también pueden ser objeto de
preceptos penales por parte de la autoridad competente contra
quienes cometen tales abusos, como dijimos en el punto anterior.

110
ÍNDICE

Nota del Editor ..................................................................................... 1


I. Motivación principal ........................................................................ 7
II. Sugerencias para implementar el Curso .................................... 11
a. Instructor para enseñar a celebrar la Misa ...................... 11
b. Enseñar a preparar la celebración con tiempo .............. 12
III. Programa de ‘Ars celebrandi’ ....................................................... 15
1ª parte ........................................................................................ 15
2ª parte ........................................................................................ 17
I. Introducción ....................................................................... 18
II. La función del símbolo y la liturgia ................................ 23
III. Dejar que los símbolos hablen por sí mismos ............ 24
IV. El presidente .................................................................... 27
V. Algunos principios litúrgicos generales ......................... 29
VI. El rito de entrada............................................................. 31
VII. La liturgia de la Palabra ................................................. 32
VIII. La liturgia de la Eucaristía ........................................... 34
IX. El rito de la conclusión .................................................. 42
X. La concelebración ............................................................. 42
XI. Misas con muchos participantes ................................... 44
XII. Sugerencias finales ......................................................... 45
3ª parte ........................................................................................ 46
4ª parte ........................................................................................ 46
Bibliografía ........................................................................................... 47
Apéndice I............................................................................................ 49
Ars celebrandi

Ars celebrandi en Benedicto XVI........................................... 49


El obispo, liturgo por excelencia ......................................... 49
Respeto de los libros litúrgicos
y de la riqueza de los signos.................................................. 50
El arte al servicio de la celebración ..................................... 51
El canto litúrgico .................................................................... 52
Apéndice II .......................................................................................... 55
Esquema Misa dominical ...................................................... 55
Apéndice III ........................................................................................ 57
Esquema distribución de lugares ......................................... 57
Apéndice IV......................................................................................... 59
Ceremonias de la Misa rezada según el rito romano
en su forma extraordinaria .................................................... 59
Apéndice V .......................................................................................... 61
«Ritos y familias litúrgicas» ...................................................... 61
Bibliografía .............................................................................. 61
I. Rito litúrgico particular e Iglesia local ............................. 62
II. Las familias litúrgicas orientales ..................................... 63
1. Liturgia Sirio-Antioquena y Jacobita............................. 65
2. Liturgia Maronita ............................................................. 66
3. Liturgia Asirio-Caldea o Nestoriana ............................. 67
4. Liturgia Sirio-Malabar ..................................................... 68
5. Liturgia Bizantina............................................................. 69
6. Liturgia Armenia .............................................................. 70
7. Liturgia Copta .................................................................. 71
8. Liturgia Etíope ................................................................. 72

112
Índice

III. Las familias litúrgicas occidentales ............................... 73


1. Liturgia Africana .............................................................. 73
2. Liturgia Romana clásica .................................................. 74
3. Liturgia Ambrosiana........................................................ 75
4. Liturgia Hispano-Mozárabe ........................................... 76
5. Liturgia Galicana .............................................................. 79
6. Liturgia Celta .................................................................... 79
Apéndice VI......................................................................................... 81
Santo Tomás. Remedio a los defectos ................................... 81
Apéndice VII ....................................................................................... 89
La tutela de la Santísima Eucaristía
en la disciplina de la Iglesia ...................................................... 89
I. Los delitos más graves contra la Santísima Eucaristía ..... 89
II. Otros delitos tipificados en el Código de Derecho Canónico
que pueden tener relación con la Eucaristía ...................... 92
III. Actos graves y abusos contra la Santísima Eucaristía
mencionados en la instrucción Redemptionis Sacramentum .. 93
Sobre la materia del Sacrificio ............................................ 94
Contra el bricolaje litúrgico ................................................ 94
Contra la mezcla de oficios ................................................ 95
Omisión de la mención del Papa y del obispo ................ 95
Unir Confesión y Misa ........................................................ 95
Unir Misa con cena común ................................................ 95
Prohibido usar ritos de otras religiones ............................ 95
Querer imponer lo que es de libre elección del feligrés .. 95
No cuidar que no se profane la Eucaristía ....................... 96

113
Ars celebrandi

Los fieles no pueden tomar


la hostia consagrada por sí mismos ................................... 96
No distribuir hostias no consagradas, ni otras cosas ...... 96
No excluir dar la Comunión bajo las dos especies, pero
asegurándose de que no haya peligro de profanación .... 96
No dar la Comunión con el cáliz
si el número es muy grande ................................................ 96
No está permitido que el comulgante por sí mismo
moje la Hostia en el cáliz .................................................... 97
No trasvasar la Sangre de Cristo de un cáliz
a otros vasos ......................................................................... 97
Nunca celebrar en lugar no cristiano ................................ 97
Admítase a celebrar a quien tiene cartas comendaticias .. 97
Se reprueba el ayuno de la Eucaristía ................................ 97
Reprobado el uso de vasos no aptos................................. 97
Se reprueba la omisión del uso
de los ornamentos sagrados ............................................... 98
Prohibido reservar el Sacramento
donde exista peligro de profanación ................................. 98
No llevar la Eucaristía a lugar no permitido
por el derecho....................................................................... 98
Llévese el Sacramento al enfermo, directamente ............ 98
No exponer el Sacramento sin vigilancia ......................... 98
El laico no debe asumir funciones ni vestiduras de los
ministros ordenados ............................................................ 99
A quien perdió el estado clerical, no le está permitido
celebrar los sacramentos, salvo el caso excepcional
establecido por el derecho .................................................. 99

114
Índice

IV. Normas canónicas que regulan la celebración,


administración y custodia de la Eucaristía .......................... 99
Sobre la celebración de la Eucaristía ................................. 99
La participación de los fieles ............................................ 105
Conservación y veneración de la Eucaristía ................... 107
Índice .................................................................................................. 111

115

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