Tema 14
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Laura Benedicto
Resulta necesario, entes de desarrollar el tema, hacer una breve mención a la consideración del
concepto de prosa en la E.M. pues la evolución que sufre el concepto “prosa” a lo largo del siglo XIII
está determinadas por los contextos culturales a cuyo servicio contribuye. La realidad textual depende
de un contexto de producción y de recepción, las obras se escriben cuando alguien muy especial y
poderoso la encarga, atendiendo a unas expectativas, propias o colectivas, que deben ser satisfechas.
Un texto es, en el siglo XIII, un vehículo de ideas y contenidos que pueden dejar de resultar
necesarios en un momento dado, por lo que deja de existir sin más, de ahí el ingente conjunto de obras
literarias que se han perdido, cuando no han merecido ser vertidas a la escritura. La historia de la
prosa medieval comienza indudablemente con la Escuela de traductores de Toledo, continúa
con Alfonso X y la cantidad ingente de obras que mandó compilar y finaliza en el último
periodo medieval con Don Juan Manuel.
Aunque existía una gran tradición de prosa medieval hispano-latina, dentro de nuestras fronteras y
hasta la Segunda mitad del siglo XIII España sobresale en el terreno de las traducciones del árabe y
del hebreo. El fenómeno de las traducciones empieza en el siglo X. Las traducciones se vertían al
latín, porque no parecía necesario hacerlo al romance.
La reconquista de Toledo en el año 1085 aumenta esta actividad en el centro de la península. En
este proceso resulta clave la figura de Raimundo, arzobispo de Toledo que organiza toda una escuela
de traductores y convierte Toledo en uno de los puntos culturales más importantes en la Europa
medieval, cuya función era incorporar al mundo cristiano occidental todo lo que los hebreos y
musulmanes habían asimilado en Oriente y creado en España.
Dejando a un lado las traducciones, la opinión de que las obras en prosa romance de ciertas
dimensiones no aparecieron antes del siglo XIII ha sido sometida a prueba por el descubrimiento de
un texto supuestamente anterior, la Fazienda de Ultra Mar, una especie de guía de peregrinos a Tierra
Santa que combina descripciones geográficas con traducciones parciales de relatos históricos del
Antiguo Testamento y algunos materiales procedentes de la antigüedad clásica. Algunos datos
lingüísticos e históricos parecen avalar que es la obra más antigua existente en prosa castellana. Sin
embargo, el Fuero general de Navarra, compuesto hacia 1186, aunque no tiene estructura de prosa
narrativa, sino de anales, parece ser en realidad la obra más antigua.
No obstante, la primera crónica general de importancia que se produce en Castilla es la Crónica
Najerense, que abarca la historia universal en los tiempos bíblicos y clásicos de la península ibérica
en el periodo visigótico.
El siglo XIII, por el contrario, conoce un amplio desarrollo de las traducciones de la Biblia, las
colecciones de exempla y literatura gnómica, todas ellas parten de un movimiento general para
ofrecer la educación cristiana al pueblo en su propia lengua.
Las primeras colecciones castellanas de este carácter, entre las que cabe citar el Libro de los
engaños e los asayamientos de la mugeres y el Calila e Digna, poseen muchos rasgos en común,
porque constituyen traducciones al castellano de textos árabes. Presentan rasgos estructurales y
didácticos característicos en las colecciones de cuentos orientales y su objetivo es enseñar a los
hombres a vivir virtuosamente, con prudencia, en el mundo que se le ofrece. También cabe destacar
en esta época por su importancia las obras sapienciales.
Pasado el siglo, los textos en prosa de los siglos XIV y XV nos han llegado en número mucho
mayor que el de las obras consideradas anteriormente, circunstancia que obedece a una demanda más
fuerte por parte del público que leía en un mayor número y gracias también a la difusión del uso del
papel y la construcción de las lentes. Estos factores se conjugaron con el entusiasmo de Alfonso
X por la lengua romance, y la consecuencia fue que el estilo, la estructura y los géneros literarios se
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vieron afectados; por ello, la prosa literaria de los siglos XIV-XV presenta un propósito fuertemente
literario, sobre todo dentro de las categorías de composiciones didácticas, crónicas y ficciones.
Ahora nos centraremos en el estudio de diferentes tipos de obras dentro de la prosa. En primer
lugar las obras didácticas. Si bien en este grupo incluiríamos la obra de Don Juan Manuel, la
dejamos para el estudio final y mencionaremos otras de diversa temática.
El siglo XV nos ha legado un buen número de obras didácticas en latín y en romance. Unas
ofrecen una pauta espiritual, otras reflexionan sobre la mujer y otras enseñan a vivir con prudencia en
el mundo y otras reflexionan sobre el lenguaje. Dentro de las obras que reflexionan sobre la mujer
destacamos el Corbacho. El más interesante grupo de estas obras lo forman las que tratan del
lenguaje. En la última década del siglo se publica una obra de excepcional importancia, la Gramática
de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, en 1492.
En segundo lugar veremos las traducciones. Esta categoría es meramente artificial porque
muchos de los libros consisten en resúmenes, ampliaciones o adaptaciones de obras extranjeras, o
bien incorporan traducciones parciales a su propia estructura.
Seguidamente, las crónicas, en las que encontraremos a partir del siglo XV textos detallados y
enérgicos, sin tendencia a la copia de otras obras.
Dentro del género biográfico se dan tres tipos principales: la biografía de un solo personaje, la
colección de retratos agrupados y, mucho más raramente, la memoria autobiográfica. En el primer
caso cabe citar la Historia Roderici, acerca de la vida del Cid.
Los libros de viajes, por su parte, son un grupo de obras narradas en primera persona y que se
basan generalmente en la experiencia personal.
Por último, los libros de aventuras. Estos pertenecen, al parecer, a un periodo de muy a comienzos
del siglo XIV, o aun anterior. Por el mismo tiempo tuvo lugar la creación de la primera narración
autóctona española de este tipo. Se trata del Libro del cavallero Zifar, compuesto hacia 1300. El
Amadís de Gaula, sin embargo, será el más famoso de los libros de aventuras caballerescas; se
imprimió en 1508. Se trata de una refundición llevada a cabo por Garci Rodríguez de Montalvo.
2. ALFONSO X EL SABIO
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El paso de los breves fueros a las grandes compilaciones de leyes refleja el afianzamiento de la
corte como institución política, dotada de un pensamiento propio. Alfonso X mandó construir un
entramado legislativo que le permitiera gobernar con autoridad y mantener el control la nobleza.
Alfonso es el primer monarca en construir, conscientemente, un pensamiento jurídico para
posibilitar el desarrollo de esa ideología cultural de la que ha de depender la significación política de
su modelo de corte.
El Fuero Real es la mejor demostración de esas intenciones. En el Fuero Real se encuentra ya la
estructura de los proyectos legislativos posteriores, y consta de cuatro libros, donde se definen los
órganos legislativos y curiales, se ofrecen nociones de derecho procesal, de derecho matrimonial y
testamental, así como también de derecho penal.
Alfonso alienta el centro traductor que existía en Toledo desde la época de don Raimundo,
aprovechando el conjunto de textos de astrología que en esta ciudad se había producido ya y en este
ambiente ordena la composición del Lapidario que es, sobre todo, un tratado de astrología. Se trata
de una obra concebida como una orientación didáctica.
Las profundas transformaciones que sufren los libros de leyes sólo pueden entenderse desde el
cambio de perspectiva pues Alfonso trata de ofrecer una imagen de rey diplomático. En este
contexto surgen las Siete Partidas, un corpus de leyes jalonado de desilusiones e inconvenientes,
que Alfonso debe enfrentar para cumplir su proyecto imperial.
La década de 1270 es la más fértil en la producción de tratados astrológicos, sin embargo, de las
recopilaciones científicas que Alfonso X ordena, el Libro de las formas et imágenes, el Picatriz las
Tablas alfonsíes y el Libro del saber de astrología, este último es el único que ha sobrevivido y que
ha podido transmitir íntegramente su contenido original. En el se manifiesta la preocupación del rey
por trasmitir los saberes de la antigüedad y salvar del olvido todo el material científico.
En cuanto a la producción historiográfica destacar que su obra responde a la obsesión por buscar
en el pasado las razones que justifiquen sus decisiones políticas del presente. En esta pretensión
elabora la Estoria de España, en la que trabajarán varios equipos de “auctores” para crear dos
compilaciones: la particular de los hechos relativos a los pueblos peninsulares y la general del
mundo.
La General estoria, sin embargo, es la gran obra de Alfonso X pues no hay obra en toda la Edad
Media que pueda comparársele, ni texto que refleje mejor el proyecto político y cultural de Alfonso
X. Se proponía abarcar desde los orígenes del mundo hasta el momento de su reinado, utilizando la
Biblia como soporte historiográfico; sin embargo trasvasa el contenido religioso a normas de tipo
social o didáctico, a través de razones, sentencias, castigos, exemplos, que se alternan con relatos de
la gentilidad, de ahí que aparezcan autores como Ovidio, Lucano o Estacio o, incluso, un cierto
número de pasajes que en su conjunto son versiones hispánicas de leyendas clásicas, como el sitio de
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Troya, la vida de Alejandro y la trágica rencilla familiar de Tebas, demostrando, una vez más el
interés por la cultura clásica y profana.
La ingente producción de Alfonso X se completa con los libros de juegos y de corte como los
Libros de acedrex, dados e tablas, el Libro de acedrex, el Libro de las animalias que caçan o El Libro
de fecho de los cavallos marcados, como era de esperar por el fuerte carácter doctrinal.
Este carácter (DIDÁCTICO) se manifiesta obviamente en otra de las figuras clave de la prosa
medieval: Don Juan Manuel. De hecho, las distintas formas con que el discurso de la prosa se
desarrolla a lo largo del XIII encuentran un último destinatario en don Juan Manuel, nieto de
Fernando III, hijo del infante don Manuel, sobrino de Alfonso X, primo de Sancho IV, tutor de
Alfonso XI y padre de la que pudo ser reina de Castilla. Toda su producción literaria es
consecuencia directa de sus relaciones familiares y debe encuadrarse en los ambientes culturales que
la propician, es decir, en los contextos cortesanos y guiado por sus obligaciones estamentales. Así,
convirtió su vida en materia literaria para poder conseguir todo aquello que se le negó y poder ser
lo que su linaje le exigía, pues su vida se vio envuelta en casi todos los conflictos que se abaten
sobre el reino.
Don Juan Manuel discurre, en principio, por los cauces genéricos que su tío había dispuesto en la
conformación de la prosa literaria. Primero, la historia; después, las disposiciones jurídicas; y por
último, la actividad de la caza, regulada en uno de los más personales tratados escritos en la Edad
Media. De hecho, se sabe continuador de un proyecto de organización social, proponiendo un
modelo de enseñanza caballeresca en su perdido Libro de la caballería y también en el Libro del
cavallero et del escudero. Sin embargo, tanto uno como otro se han perdido y solo se conservan en
parte.
En cuanto al Libro de los estados, este refleja de forma muy directa los desórdenes morales y
políticos en que el autor se ve envuelto, por eso, no resulta descabellado pensar que más que perdido,
pudiera quedar inacabado, a causa de los comprometidos acontecimientos que se le vinieron encima.
En él vertió don Juan sus peores amarguras y aislados consuelos.
La misma ideología se desprende del Libro del conde Lucanor, compuesto hacia las mismas
fechas, en 1335. Es su obra más conocida y la que mejor cifra su pensamiento social y sus
habilidades como escritor. Durante el proceso de composición del texto vuelve a hallarse envuelto
en diversas intrigas políticas. Son años de tensión que se vierten en los personajes del libro, para
justificarla y superarla. La última significación que se ha de desprender es religiosa: la referida al
negocio de la salvación del alma.
En el Libro del conde Lucanor logra distanciarse de la ficción que protagoniza, a la vez que
entrega todo su pensamiento y su realidad. La realidad política y social del autor se transforma en
un hecho literario con autonomía artística. Seguramente, fue el primer libro que compuso don Juan
con plena conciencia artística: de ahí las reflexiones que aparecen en los prólogos sobre las
necesidades de que el estilo del autor permanezca inalterable.
La obra consta de tres partes:
La primera parte es la más interesante de las cinco. Todos los ejemplos siguen siempre una
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misma estructura: el conde Lucanor expone a su consejero una situación difícil a la que se enfrenta.
Patronio le responde diciendo que es parecida a la de un relato, que el Conde le pide que le cuente.
Patronio narra el relato, al Conde le parece bien el ejemplo, lo traslada a su situación y resuelve su
problema. Interviene don Juan Manuel para condensar la enseñanza del cuento en unos pocos
versos.
CONCLUSIÓN
La prosa medieval española, aunque con limitaciones propias de la incipiente lengua y las
dificultades de sus autores, fue copiosa y variada. Marcada por un fuerte didactismo, comienzan a
apreciarse rasgos fundamentales que marcarán las épocas inmediatamente posteriores y demuestras
el profundo trabajo llevado a cabo por algunos de sus grandes hombres, como fue el caso de Alfonso
X o Don Juan Manuel.
¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir “amor, amor”, y que debían
los pueblos pedir como piden pan.
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