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Inicia El Trabajo

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Cómo se inicia el trabajo con una clase nueva 1

Aebli, Hans

En la psicología animal se conoce la importancia de los primeros encuentros


de un animal con sus semejantes. El ingreso en una comunidad nueva, un rebaño o
(para el caso de un perro) una jauría ya configurada, es siempre difícil. Cuando no
tiene suerte y se enreda rápidamente en confrontaciones, debe aceptar por un buen
tiempo una posición omega, mejorable sólo por medio de costosas luchas de
Posición.

Procedimientos similares se dan entre los humanos; ése es el caso también


de un maestro o de una maestra que trabaja por primera vez con un grupo escolar.
También aquí es importante el primer encuentro. Un novato tiene que prepararse
cuidadosamente y hacer todo lo posible para que marche bien. Por eso en este libro,
destinado fundamentalmente a maestros en formación, tratamos la problemática de
la primera clase, y mencionamos aquello que debe tenerse en cuenta.

Si el grupo de clase no es la primera vez que se conforma, sino que viene


funcionando como tal desde hace algún tiempo, es bueno que el maestro y la
maestra tengan conciencia de que ingresan en una formación social harto
complicada. Con seguridad tiene ya la clase sus cabecillas y sus opinion leaders,
miembros que ejercen una influencia decisiva en la formación de la opinión grupal.
Son los alumnos más influyentes y más queridos.

Incluso existe en la clase un derecho impuesto por la costumbre. Se trata de


estructuras y procedimientos determinados, tales como la cantidad de deberes, días
en que no se asignan deberes, formas especiales de preguntar y de disculparse (o
de no hacerlo), etc. Además se dan prejuicios determinados con respecto a la
escuela y a las asignaturas, como por ejemplo que las matemáticas son difíciles, la
clase de canto se presta para hacer travesuras, la de gramática es aburrida... Los
alumnos tienen también una cierta imagen de sí mismos: con las matemáticas no
podemos, en gimnasia hay algunos buenos y muchos torpes, todos tenemos
problemas con la pronunciación correcta del español culto, etc.

La clase ha tenido así mismo una relación determinada con el maestro, cuya
labor debe ser continuada ahora por el maestro nuevo; era una relación buena,
confiada, o distanciada, llena de desconfianza... También, y de manera bien

1
“Cómo se inicia el trabajo con una clase nueva” y “El primer encuentro” en Factores de la enseñanza
que favorecen el aprendizaje autónomo, Madrid (1998), Narcea (Educación Hoy. Estudios), pp. 221-
223 y 223-225.
elemental, la clase considera el aula como su territorio, está familiarizada con él. El
nuevo maestro no tiene todavía esta familiaridad, no sabe dónde están las cosas, ni
quién es quien.

El nuevo maestro y la nueva maestra acceden a este nuevo territorio, lleno de


relaciones y de reglas. Debe ganarse su puesto y hacerse respetar por la clase. Lo
mismo ocurre cuando un animal entra en un rebaño ya constituido. Para el novato se
establecen también pruebas que debe superar con éxito.

El primer principio consiste en conseguir la mayor información posible sobre la


clase, antes de acceder a ella. Si es posible, visitar también la clase con el maestro a
quien se va a reemplazar. Se presencia una sesión de clase, se sienta uno al lado
pero hacia adelante, de manera que pueda ver a los alumnos (y no sólo sus
espaldas, que es lo que se ve desde atrás). Se le pide al maestro un plano de los
puestos, o lo confecciona uno mismo, y se comienza cuanto antes a aprender los
nombres de los alumnos. Se solicita información al maestro sobre los alumnos, sobre
el tipo de grupo que conforman, sobre cuáles son los que requieren atención especial
y/o que tienen determinadas funciones en clase. A pesar de toda la ayuda que pueda
prestar el colega, hay que ser consciente de que los alumnos, bajo otra dirección,
pueden presentar otro tipo distinto de características; los problemáticos pueden
manifestarse sin problemas, o puede suceder que buenos alumnos, con otro
maestro, se muestren ahora problemáticos o difíciles de guiar. Las características de
los alumnos no son rasgos fijos, sino en parte también reacciones ante un
comportamiento docente determinado.

Naturalmente, también es importante una buena orientación sobre el estado


del trabajo en las diferentes asignaturas. Es una obligación del maestro que se retira
temporal o definitivamente dar esta información al que llega. El joven profesor que lo
reemplaza debe darle a entender que espera una buena orientación.

Cuando no son posibles esos contactos con el maestro al que se va a sustituir,


debe buscarse el acceso a la escuela y al aula respectiva, al menos uno o varios
días antes de comenzar las clases. El director u otros colegas podrán al menos
suministrar información parcial sobre la clase. Se procura especialmente obtener una
lista del grupo, y se graba uno los nombres de los alumnos que asistirán a la o a las
clases que uno dirigirá. Si ya se conocen los nombres, es fácil asociarlos
rápidamente con los rostros y con las apariencias externas. A ser posible se pregunta
también por las direcciones y oficios de los padres. Ello ayuda a comprender más
rápido a los alumnos y a entrar en contacto con ellos. Si se tiene acceso a las
diversas áreas de la escuela, hay que intentar situarse en ellas. Del espacio físico
pueden deducirse muchas cosas sobre la atmósfera que reina en clase. Es además
bueno que uno sepa dónde se encuentran las cosas y, de manera más general,
familiarizarse con el espacio del aula. Quizá se pueda tener acceso a los cuadernos
y otros trabajos escolares. Eso permite adquirir una visión provisional del trabajo
escolar, si no se tiene acceso al información del maestro.

Se consulta además el plan de trabajo de la(s) clase(s) correspondiente(s), se


analizan los medios de Aprendizaje y se hace un plan provisional de trabajo para
primera semana. Cuando se realiza una sustitución temporal, se recibe por regla
general una propuesta del maestro que se ausenta. En los demás casos se hace el
plan de enseñanza provisional para el primer momento y se reelabora
definitivamente una vez que se conozca mejor la clase.

El primer encuentro

Se trata ante todo de planificar cuidadosamente la primera sesión del primer


día escolar. Es en definitiva el día del primer encuentro importante con la clase. Hay
que procurar, de ser posible, estar en el aula antes que los alumnos y, a su llegada,
saludarlos individualmente y preguntarles su nombre. Eso nos ahorra pasar lista al
inicio de la clase, procedimiento similar al de pasar revista a unas tropas, que no
agrada a la mayoría y que da sensación de inseguridad. Cuando se procede así, casi
siempre se dirigen los alumnos juiciosamente a sus puestos, y se bromeará sólo en
voz baja. Cuando suene la campana, todos guardarán el silencio deseado.

En ese momento cobramos ánimo y hacemos lo siguiente. Como primera


medida nos presentamos ante la clase, decimos y escribimos nuestro nombre en la
pizarra, cuando no sea muy inteligible. Decimos: «Soy vuestro nuevo profesor
durante este período de tiempo, y os voy a dar clase en tal materia (si se trata del
sistema por asignaturas)". Sigue una corta charla en la cual formulamos nuestras
intenciones de trabajar en común con empeño y de aprender algo. Dejamos en claro
nuestra esperanza de que la clase coopere, y de que así las cosas serán
interesantes y satisfactorias para todos. Decimos también que el trabajo en común
requiere, por supuesto, un orden, cuya falta a nadie deja satisfecho. Esperamos, por
tanto, que los alumnos se muestren cooperativos también en este punto. Como
contrapartida, esperamos hacer todo lo que sea necesario para ayudarles en su
trabajo y aprendizaje, y estamos a su disposición cuando se presenten dificultades.
Variamos naturalmente las palabras de acuerdo a la edad y a las características de
la clase. Si sabemos o sospechamos que la disciplina no ha sido de lo mejor nos
mostramos un poco más decididos; si la clase se muestra algo tímida, procuramos
desde el primer momento manifestarnos entusiastas y dar confianza. Naturalmente,
no pretendemos, en ningún caso, eliminar de inmediato el recelo natural que muestra
una clase ante un profesor nuevo, puesto que el efecto podría ser el opuesto, y que
los alumnos perdieran cierta distancia natural. No es perjudicial no ganarse todas las
simpatías desde el primer día. Tenemos tiempo; es también necesario, para construir
una buena relación humana.

De todos modos, debemos saber que en este primer encuentro no lograremos


dar del todo la impresión que hubiéramos deseado. Posiblemente tengamos también
un poco de miedo. Por lo menos estaremos relativamente tensos y algo excitados.
No debe preocuparnos; eso también es natural que nos suceda en nuestro primer
encuentro con una clase. Pero, si queremos mostramos todo lo relajados y naturales
que sea posible, nos debemos recoger interiormente antes de que lleguen los
alumnos, pensar un poco y decirnos a nosotros mismos, que queremos saludarlos
con firmeza, aunque también muy cordialmente, y que queremos percibirlos como
amigos, no como enemigos.

Tenemos que hacer el propósito de no mostramos susceptibles cuando algo


no marche como lo esperamos; cuando un alumno realiza alguna torpeza o intenta
provocar. Sabemos que las reacciones desproporcionadas son señal de debilidad y
serán entendidas como tal por los alumnos. Quien está seguro de sus cosas podrá
tener algo de permisividad, sin devolver el golpe inmediatamente de manera
desproporcionada. Si pasa algo desagradable aclararemos con firmeza tranquila que
no nos gusta, puesto que perjudica el trabajo en común y la armonía.

Si no tenemos un plano de los puestos de los alumnos en el aula, podemos


hacerlo nosotros mismos, si se trata de alumnos pequeños (con los de más edad
podemos encomendar la tarea a alguno de ellos). Lo prepararemos por anticipado,
de tal manera que sólo necesitemos consignar en él los nombres. Puesto que los
conocemos por la lista, podremos fácilmente entenderlos cuando los vayan diciendo,
y no daremos motivo a bromas al confundirlos con otro que suene parecido. Los
nombres son sonidos producidos en contextos arbitrarios, más difíciles de entender
que las palabras dentro de las frases.

Aunque no tengamos una idea precisa de lo que hayan avanzado en su


trabajo, no debemos comenzar preguntándoselo al grupo. Muchas veces es
preferible preguntar sólo a uno o dos alumnos después de clase. Más bien
comenzamos con una lección que permita mostrar cuánto han avanzado los
alumnos, y que les muestre cómo pensamos trabajar con ellos. En primaria, por
ejemplo, comenzamos con una clase atractiva de aritmética que, si bien plantea
exigencias, proporciona a los alumnos la vivencia de lograr algo. En ciencias
podemos empezar considerando en común una idea o un objeto, quizá también un
texto, de tal manera que los alumnos se hagan una idea de que pueden aprender
sobre ello. En clase de idioma leemos un texto o hacemos un ejercicio,
proporcionando algún tipo de explicación interesante y dando a entender que todavía
quedan muchas cosas por aprender.
Si hemos tenido una explicación clara del profesor anterior, o estamos
comenzando un curso académico y elaboramos el plan de enseñanza desde el
principio, las cosas serán naturalmente más sencillas. Simplemente comenzamos
con el trabajo, tal como lo hemos planificado.
Dejamos para más tarde otro tipo de medidas organizativas. Es esencial en
ese momento que los alumnos nos perciban como maestros que saben lo que
quieren, tienen un plan racional y dan una clase interesante. Quizá también nos
defraude un poco en este primer encuentro la capacidad de rendimiento de la clase,
en uno u otro punto, quizá la pronunciación correcta del idioma propio o extranjero no
sea satisfactoria, los alumnos no sean tan buenos como pensábamos en cálculo
aritmético o no sepan las cosas que suponíamos en ciencias naturales. Debemos
tener cuidado de no hacer quedar mal a ninguno manifestar nuestra desencanto con
sus deficiencias. Eso sólo perjudicaría nuestro primer contacto. Nos comportamos de
manera neutral, objetiva; sólo nos proponemos en nuestro interior modificar esto o
aquello.

En el descanso procuramos extraer de algunos alumnos la información que


nos falte o, si somos profesores de una asignatura, nos preparamos sencillamente
para la clase siguiente. Si nos comportamos de esa manera, es alta la probabilidad
de que los alumnos hayan realizado un buen trabajo al final de la primera jornada, y
los podamos felicitar por ello.

Con eso se habrá logrado el despegue, y el trabajo normal podrá empezar.


Sólo queda algo importante: quizá nos hayamos mostrado en este primer encuentro
algo más rígidos de lo que corresponde a nuestro carácter, y quizá no nos hayamos
sentido del todo bien en esa postura; quizá se hayan mostrado los alumnos
perfectamente dóciles en esa primera jornada, y pensemos que nuestra rigidez no
era en absoluto necesaria. Entonces aflojamos las riendas al segundo día, hacemos
algún apunte de humor y mostramos nuestra cara humana. Puede ser también que
pensemos que la participación en clase será más viva y rica si actuamos así.

Es probable que con ello se desencadene una reacción bastante típica:


alumnos totalmente dóciles y guiados rígidamente el primer día, y las primeras
dificultades en disciplina al segundo o tercero. La conclusión es clara. Posiblemente
no son tan juiciosos como parecían, y todavía nos esperan algunas pruebas
decisivas. Por tanto, no debemos aflojar del todo las riendas, sino más bien continuar
mostrando el rigor inicial durante unas dos o tres semanas. Debemos observar
cuidadosamente qué reglas han sido establecidas e internalizadas. Sólo entonces
podemos conceder algo más de libertad. La regla básica dice que allí donde los
alumnos realizan por sí mismos lo que es correcto, y por lo tanto han internalizado
las reglas y normas necesarias, podemos conceder libertad. Donde ése no sea
todavía el caso, debemos conservar el papel directivo, aunque no de tal manera que
los alumnos se sientan siempre amarrados. Proporcionaremos reglas claras e
inteligibles. Entonces comenzaremos a dar la posibilidad de su aplicación autónoma,
y evaluaremos conjuntamente con los alumnos si ésta ha tenido éxito. Eso es válido
no sólo para el rendimiento académico, sino también para el comportamiento social,
incluido el comportamiento en el grupo, frente al maestro y entre los alumnos
mismos.

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