Rompiendo Con El Adultocentrismo
Rompiendo Con El Adultocentrismo
Rompiendo Con El Adultocentrismo
UN DÍA DE TANTOS, CAPERUCITA RECORRÍA EL BOSQUE PORQUE SU HISTORIA ESTABA SIENDO RELATADA.
COMO
ERA SU COSTUMBRE, APENAS ESCUCHABA ESO DE: “HABÍA UNA VEZ UNA NIÑA MUY BONITA. SU MADRE LE HABÍA HE-
CHO UNA CAPA ROJA Y...”, CORRÍA A EJECUTAR TODAS LAS ACCIONES QUE SE ESPERABAN DE ELLA.
Como decía anteriormente, ese día Todo se ha mantenido igual por siglos.
caminaba por el bosque, esperando el Yo aprendo la lección y no vuelvo a
momento en el que el lobo la desobe- decer a mí mamá”. La criatura
intercepta- ra, cuando, de pronto, se se debatía entre preguntas ilógicas y
va encontran- do con una doncella respuestas que la volvían a situar en la
bellamente vestida y tendida, en coherencia de su historia, ya que, en su
medio bosque, cuán larga era y cuento, no había doncellas y no sabía
dormida. Mentira, no dormía; ape- nas qué hacer.
Caperucita la percibió, los cerró, ha- Estuvo a punto de devolverse a con-
ciéndose la dormida. sultar, pero no quería infringir las reglas
La pobre niña no sabía qué hacer. y ser ella quien rompiera la coherencia.
Su historia había cambiado. Del golpe Si se devolvía, no se encontraría nunca
inicial que la dejó en blanco, pasó a con el lobo y no habría moraleja. Ella
hacerse una serie de preguntas: debía ser obediente, pues era el
“¿Sería que el lobo se disfrazó hoy de modelo de obediencia que aprende de
doncella para jugarme una broma? No, sus errores y nunca los vuelve a
eso no puede ser. Él ha sido durante cometer. Y estaba tan orgullosa de ser
todos estos siglos tan disciplinado como así... Optó por la ne- gación. La
yo. Sabe que él es el malo y lo hace doncella no estaba, en el bos- que no
muy bien, nos traga a mi abuela y a había nadie excepto ella, y muy pronto
mí sin mordernos ni ras- guñarnos aparecería el lobo para engañar- la.
para que salgamos enteras de su Caminó decidida al encuentro de su
panza. Se deja matar por el leñador.
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lobo, porque ella sin el lobo no podría Caperucita siguió su marcha, como
ser. El lobo justificaba su existencia. si no fuera con ella. Ni siquiera se
Pasó al lado de la doncella, quien se volteó a observar a quien la aludía. “Si
mantenía inmóvil y con los ojos no la veo, no existe. Si no le hablo, no
cerrados, lo cual tranquilizaba a la niña: existe”, pen- saba la niña para defender
de esa for- ma no habría encuentro. La su integridad de personaje. Sabía que si
mirada hu- biera sido el punto de lograba llegar al pequeño claro que
contacto; si este se daba, ella no podría había al final del sendero, estaría
negar su presencia. Casi de puntillas salvada, porque des- pués de ese claro,
para no hacer el menor ruido, sucedía siempre el en- cuentro con su
haciéndose a un lado del sendero para lobo.
no rozar ni el vestido de la doncella, En eso, sucedió lo peor, lo que ella
avanzó al encuentro de su lobo. Cuan- nunca hubiera imaginado. Una mano
do respiró tranquila porque había se posó en su hombro; era una mano
logra- do rechazar la existencia de esa que la sujetaba y le obstaculizaba el
intrusa y apuró el paso para salir movimien- to. No cabía ya la
pronto de esa historia que ya no era la posibilidad de echar a correr. Un sudor
suya, escuchó una voz firme que le frío la recorrió por dentro. Nunca había
decía: experimentado algo así. Ni siquiera
—¿Te mandó el príncipe? Mirá, que cuando el lobo se la tragaba, porque
ese pendejo se ha tardado. Llevo ella sabía bien que, en su cuen- to, ella
siglos esperándolo y no da señales de salía ilesa y en su historia no había que
vida. Hoy, me rebelé, dejé el castillo y la sentir. Solo se repetían acciones me-
farsa de mis padres que se pasan todo cánicamente, aprendidas de memoria,
el día jugando a las estatuas y no se sentía ni sucedía nada diferente.
congeladas para que, cuando él llegue, Su historia era una burbuja en la que no
parezca que en- tra la luz y la vida al ha- bía que pensar, sentir o improvisar
palacio. Decidí venir- me por el camino ni ser espontánea.
oculto, el que no está lleno de maleza, —¡Ay, niña! ¡No te pongás así!, no te
y me acosté en medio camino, voy a comer, solo quiero hablar con vos
pensando en que, por lo menos, un –le dijo en un tono más cálido la
lobo o un leñador tuvieran algo que doncella. Caperucita temblaba por
ver conmigo. ¿Vos conocés al príncipe? dentro y un nudo de emociones se le
¿Sabés algo de él? En el fondo, te voy amontonó en la garganta. Pensó, para
a ser sincera, yo sigo esperándolo. sí, “…estoy acostumbrada a que me
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coman, estoy
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acostumbrada a ser la misma… ¿Cómo venían en bicicleta, otras tenían una
voy a ser diferente ahora?”. Después ca- peruza azul o de otros colores,
de un minuto de silencio, algo sucedió algunas bajaron de los árboles donde
den- tro de ella y pudo hablar: estaban escondidas.
—¿Por qué entraste a mi cuen- La Caperucita de la historia inicial
to? ¿Quién te llamó? ¿Por qué venís a no podía dar crédito a lo que sus ojos
desordenar mi mundo? ¿Quién te pidió ob- servaban. Grandes, pequeñas,
que entraras? Yo solo quiero estar en mi blancas, mestizas, negras… En fin, una
cuento, solo quiero seguir mi camino, diversidad de caperucitas la rodeaban y
en- contrarme con el lobo y ser la niña la miraban con una mezcla de
linda y obediente que siempre he sido. curiosidad y compa- sión. Se rindió, se
Vos no tenés que hacer nada aquí en mi dio cuenta de que no había
historia, en mi cuento. ¿Acaso yo me escapatoria; su historia ya no era la
fui por ahí a buscar a tu príncipe? misma… Todo había cambiado por al-
—¡Ay, pues, yo te lo hubiera guien o algo que desconocía. Quiso
agrade- cido mucho! –contestó con gri- tar, anheló correr, pero no supo ni
ironía la alu- dida. para dónde ni cómo. Dos lágrimas se
Transcurrió un silencio pesado como asoma- ron a sus ojos y, a través de
el plomo, hasta que la doncella se ellas, pudo ver como la doncella
repuso, le tomó la mano a Caperucita sacaba de entre su falda un pañuelito
y le dijo: para secarle las lágri- mas.
—Mi niña, yo no quiero asustarte. Sintió dentro de sí ese gesto de
No vine para hacerte más daño del ternura como si inaugurara una nueva
que te han hecho. Además, dejame vida que ella no sabía que podía ser.
decirte que no sos única: andan un La doncella la atrajo hacia ella y la
montón de Caperucitas por el mundo, apretó dándo- le calor. Cuando
en el real y en el de la ficción. Caperucita sintió que aquella intrusa
—Eso es mentira. Sos una mentirosa. Yo estaba dispuesta a darle cobijo, sintió
soy la única Caperucita que ha existido como un brote de confian- za y observó
y que existirá jamás. Soy única, única – con atención a las otras, sus iguales que
inte- rrumpió con frenesí. eran diferentes y por primera vez sonrió.
En el instante en que Caperucita Las caperucitas restantes fueron, instin-
gri- taba desaforada, salieron de entre tivamente, caminando hacia el claro.
los árboles cantidades de Caperucitas; La doncella la tomó de la mano y
unas siguieron
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la fila en silencio. Llegaron al claro del “Lo que hoy es, mañana no es…
bosque, después del cual Caperucita La ficción queda a la vuelta de
se internaba siempre en otra espesura la realidad…
de árboles, donde sucedía el clásico La realidad se suelta el moño
en- cuentro con su lobo. Cuál no sería la y desata los hilos de mil historias
sor- presa de la niña cuando vio que el que ya fueron
claro estaba poblado por una cantidad pero que no han sido…”.
de lo- bos. A cada Caperucita le
correspondía un lobo. Ahí estaba el La voz se apagó, pero se
lobo tierno, sensi- ble y cariñoso que escucharon ruidos de hojas secas y
se había enamorado de la púber que una brisa suave trajo una música de
no solo se burlaba de él, sino que lo violines, mientras los árboles se
engañaba y lo utilizaba como asesino sacudían y dejaban caer sus hojas
de su abuelita para heredar una viejas para dar lugar a una sonrisa de
fortuna. flores.
Entre aquella muchedumbre de lo- Caperucita empezaba a sentirse
bos y caperucitas, la niña no soltaba la complacida al ver cómo los árboles se
mano de la doncella, a quien renovaban y floreaban sonrisas. Se
considera- ba ahora su sostén. vol- teó para hablar con la doncella y
Petrificada, no podía moverse ni decidir esta ya no estaba ahí. No se había
nada por sí misma; ella sabía lo que dado cuenta de en qué momento le
debía realizar en su historia, pero en había soltado la mano. Quiso correr y
esta ignoraba qué se esperaba de ella. huir, pero de nue- vo no sabía hacia
Por lo tanto, no podía ni pensar ni dónde ni para qué; ya ella no estaba
actuar. Asustada, sintiendo por primera en su cuento y no sabía con seguridad
vez la duda y la inquietud del no ser, dónde se encontraba.
pues ella ya no era, observó cómo el Vio venir hacia ella el rostro de un
lobo sen- sible y cariñoso le ofrecía una gato sonriente; era un rostro enorme
flor a la niña de ombliguito pelado que pero la dulzura de aquella sonrisa le
le reven- taba una bomba de chicle en inspiró una sensación de alivio. No
plena flor. Este, lloroso y triste, partió y estaba en peli- gro, empezaba a sentir
se perdió en la espesura del bosque. que estaba en el mundo de las sonrisas.
Una voz que no supo de dónde ¿Habría una nue- va historia para ella?
venía susurraba como en un canto Sin pensar mucho, sintió unas ganas
melodioso: inmensas de sonreír. Le sonrío al rostro
del gato, le sonrío a las
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también tienen un lugar, pueden existir y
flores. Sintió a sus espaldas algo que nosotros
no supo nombrar y se volteó: se
encontró con un desfile de infantes de
todas las edades… Ya no eran
personajes con su nombre. Ahora eran
otros, de otras histo- rias desconocidas
para ella.
De entre el “gentío”, percibió
algunas caperuzas de diferentes
colores que se perdían entre aquel
mar. Nuevamente, su mente de
personaje aprendido se que- dó en
blanco. Sin embargo, no se sentía
como al inicio: la ternura de la
doncella y las sonrisas del bosque
habían calado y una sensación de
bienestar empezaba a nacer dentro de
ella.
De pronto, una niña un poco más
alta que ella se acercó y se detuvo
para ha- blar:
—Hola. Soy Raquel. ¿Vos tenés
amigos imaginarios?
Caperucita no sabía qué contestar.
¿Qué sería eso de amigos imaginarios?
¿Qué sería eso de amigos? Ella iba siem-
pre sola por el bosque. Su mamá
siempre le ordenaba ir donde su
abuela, atrave- sar el bosque y todo lo
demás. Ella tenía mamá, abuela,
leñador y lobo, pero ami- gos no. En su
historia nunca le hablaron de amigos.
—Es que si tenés amigos imaginarios,
los podés invocar y ellos vienen. En
este mundo, los amigos imaginarios
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podemos creer en ellos –dijo,
tratando de darle confianza.
Caperucita continuaba su silencio.
El rostro sonriente del gato pasaba
como una nube en ese momento por
encima de su cabeza y, justo en el
instante en que Caperucita levantó
la vista, este le guiñó un ojo.
Raquel también lo observó y rió con
su guiño.
—Mirá –dijo, volviéndose hacia la
niña que no salía de su estupor–; en
este bolso amarillo ando con algunos
de mis ami- gos imaginarios. Yo los
imagino, los escri- bo y ellos se hacen
realidad. Este es Rey, el gallo que yo
inventé. Bueno, ya no se llama Rey
porque era un nombre que no le
gustaba y él mismo se bautizó
Alfonso. Caperucita nunca había visto
un bolso amarillo; ella solo conocía
la cestita que su madre le preparaba
siempre para ir hasta donde su
abuelita. Y menos ver un gallo dentro
de un bolso y con un antifaz. Raquel
continuó con la presentación de los
personajes que llevaba guardados en
su bolso amarillo. Después del gallo,
salieron Imperdible, la Paraguas y
Terrible, el gallo de pelea al que le
habían cosido el cerebro para que
solo pensara en pe-
lear.
Todos los amigos imaginarios de
Ra- quel rodearon a Caperucita,
quien no podía ni hilvanar dos ideas,
porque a ella
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no le habían enseñado a pensar. En su siempre le obedeciera, que cuidara las
historia, no se pensaba, solo se obedecía gallinas y les ordenara todo el día lo
y, al final, había un premio por que debían hacer: a qué hora
obedecer. “¿Y, ahora qué podía levantarse, a qué hora poner, a qué
hacer?”, se pre- guntaba la niña. hora cacarear, a qué hora buscar
Alfonso subió hasta los hombros de gusanos, a qué hora acostarse. Yo dejé
Ra- quel, se quitó el antifaz, cantó y casi de ser obediente y en- tonces tuve que
deja sorda a Raquel. Todos rieron. cambiar de historia. Mi historia ahora
Así era con Alfonso; aparecía empieza cuando me vine a vivir con
cuando nadie lo esperaba y sorprendía Raquel y sus amigos en el bolso
a todos. Las primeras sorprendidas fueron amarillo.
las quin- ce gallinas de su gallinero, —Y yo –dijo Raquel– me cansé de
cuando él se escapó porque no quería te- ner una familia que se burlaba de
ser un mandón dueño de todo un mí, que no me prestaba atención y que
gallinero. Él deseaba que se tomaran me echaba la culpa de todo lo malo
las decisiones entre todos y que cada que su- cedía; entonces, creé a mis
gallina opinara y decidiera por su vida. amigos ima- ginarios. Y todos andamos
Las gallinas lo denunciaron, el dueño viviendo unas aventuras maravillosas.
fue tras él, lo atrapó y lo en- cerró Ahora puedo es- cribir mi propia historia.
durante días en un cuarto oscuro. Las Mi propia historia. Esas palabras reso-
gallinas y el dueño del gallinero se naron como campanas que repican lla-
pusieron de acuerdo para que cada vez mando a un ritual religioso. Repicaron en
que él rompiera las reglas lo Caperucita y la llamaron a escribir una
denunciaran para darle un escarmiento. historia diferente.
Se escapó y fue a vivir con Raquel en su —Si querés, te venís con nosotros. Te
bolso amarillo para que la familia de podemos contar cómo hice yo para
esta no lo descu- briera. que mi familia dejara de burlarse de
Después de cantar, Alfonso se mi fan- tasía; cómo hizo Alfonso para
acercó a Caperucita y le dijo: escaparse de ese gallinero donde tenía
—Yo sé lo que te pasa. Es que vos que ser al- tanero y mandón; cómo ha
nun- ca has estado en una historia sido la vida de Terrible, por qué le
donde se rompan reglas. Mirá, para cosieron el cerebro y cómo lo hemos
poder ser libre, yo tuve que dejar el ayudado para que em- piece a tener
gallinero. Mi lobo era el dueño del ideas propias y…
gallinero; él quería que yo
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aparece
Caperucita se sintió reconfortada,
como cuando la doncella le enjugó las
lágrimas. No era ella la única que no
sa- bía vivir sin las reglas de la
obediencia, pero si ellos habían salido
de la historia aprendida, ella también
podría.
Le dio la mano a Raquel y juntas
em- prendieron un sendero que ya no
lleva- ba al camino recorrido siempre.
Mientras se alejaban, se escuchó a
Raquel que le proponía a Caperucita el
juego de las preguntas:
—¿Por qué tu mamá te mandaba
sola al peligro? ¿Por qué no iba ella a
dejar la comida para tu abuelita?
¿Dónde está tu papá que no aparece
nunca en el cuento? ¿Por qué tu
abuelita no se iba a estar con ustedes?
¿Eras una niña explotada por los
adultos?
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el modelo infantil como susceptible
de cuestionamiento y cambio por
aprendi- zaje de reglas. Por el
contrario, en esos su- puestos, el
modelo de conducta adulta no es
puesto en duda ni revisado. La úni- ca
que debe variar su comportamiento
es la infancia. La adultez queda
intacta en el relato. Es modelo de orden
y razón. La obediencia ciega se
aprende en el relato con una lógica
eficaz e incuestio- nable, pues el
personaje infantil no puede volver a ver
para atrás y preguntarse por qué la
madre la abandona en las garras del
lobo, si sabe que existe la posibilidad
de que surja el riesgo y el peligro.
Por otra parte, el relato representa
una negación total de la psicología
infantil. La mentalidad infantil está
abierta a la improvisación, a la
novedad, la aventu- ra y la
dispersión. Es totalmente normal
que durante un trayecto o una
travesía el niño se deje impresionar o
guiar por los distractores. Y son,
precisamente, esos rasgos tan
preciosos de la mentalidad in- fantil
los que son negados, rechazados y
cuestionados en el relato, pues un
gesto de ternura y cariño como el de
detenerse a recoger flores para su
abuelita queda totalmente invalidado
en la coherencia del texto, porque es
el que le permite al lobo adelantarse
y comerse a la abueli- ta. Además,
ese gesto de dispersión no
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está en el guión materno impuesto a la Lygia Bojunga Nunes, la escritora bra-
niña y queda explícitamente censurado. sileña, es una de las mejores exponentes
Desde nuestra perspectiva, Caperuci- de esa literatura en la que no se busca
ta es el arquetipo de la obediencia reproducir los modelos aprendidos sino
ciega. La obediencia ciega es la que invertir el orden jerárquico del o la
sacrifica la vida en aras de cumplir con adulta que siempre piensa, actúa y
el mandato y la jerarquía arbitraria. habla bien aunque esté dañando la
Pareciera que el famoso personaje sensibilidad de la infancia o la
infantil representara a la niñez en lo adolescencia. Sus perso- najes, que
que se ha dado en llamar la familia pueden ser niños, niñas o ani- males,
disfuncional, donde los roles se invierten pasan por crisis de identidad para poder
y los niños se sienten responsa- bles de crecer y encontrar su propio senti- do de
los adultos. Caperucita es aban- la realidad y la fantasía.
donada a su suerte, para que aprenda Ella no es la única: hay toda una
la lección. Pero, ¿cuál era la lección pro- ducción de literatura que pretende
que debían aprender los adultos del rom- per los modelos rígidos, machistas,
relato? patriar- cales y adultocéntricos para
En América Latina, ha habido una pro- recordarnos que la sensibilidad y la
ducción de literatura infanto-juvenil creatividad no son componentes
que rompe con el carácter pedagógico exclusivos de la infancia, pero sí
y catequista de la literatura dirigida a inherentes. La mejor manera de
ese público. Del deber ser del niño concluir esta propuesta es con dos
bien por- tado que aprende bien su poe- mas de Jairo Aníbal Niño, escritor
lección y es obediente a unas reglas colom- biano, para que cada quien lo
dispuestas para mantener el orden de conteste y reflexione sobre su propia
los adultos o el or- den social, se ha identidad ac- tual o pasada. Dicen así:
pasado a una noción de niño
inteligente, crítico, imaginativo y Usted
creativo. Eso ha dado una riqueza litera- Usted
ria, en la cual tanto los relatos como la que es una persona adulta
poesía o el drama se impregnan del –y por lo tanto
con- flicto y de la versatilidad de sensata, madura, razonable,
soluciones para construir un universo con una gran experiencia
ficticio donde los mundos no son y que sabe muchas cosas–,
planos sino multidi- mensionales. ¿qué quiere ser cuando sea niño?
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El caballo
–¿Qué tiene en el bolsillo? Un caballo.
–No es posible, niña tonta.
Tengo un caballo
que come hojas de menta y bebe café.
–Embustera tiene cero en conducta.
Mi caballo canta y toca el armonio y baila boleros, bundes y reggae.
–¿Se volvió loca? Mi caballo galopa dentro del bolsillo de mi delantal
y salta en el prado que brilla en la punta
de mis zapatos de colegial.
–Eso es algo descabellado. Mi caballo es rojo,
azul o violeta,
es naranja, blanco o verde limón, depende del paso del sol.
Posee unos ojos color de melón y una cola larga
que termina en flor.
–Tiene cero en dibujo.
Mi caballo me ha dado mil alegrías. Ochenta nubes, un caracol,
un mapa, un barco, tres marineros, dos mariposas y una ilusión.
–Tiene cero en aritmética. Qué lástima y qué pena que usted no vea
el caballo que tengo dentro de mi bolsillo.
Y la niña
sacó el caballo
del bolsillo de su delantal, montó en él
y se fue volando.
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El caballo
–¿Qué tiene en el bolsillo? Un caballo.
–No es posible, niña tonta.
Tengo un caballo
que come hojas de menta y bebe café.
–Embustera tiene cero en conduc- ta.
Mi caballo canta y toca el armonio y baila boleros,
bundes y reggae.
–¿Se volvió loca? Mi caballo galopa dentro del bolsillo
de mi delantal
y salta en el prado que brilla en la punta
de mis zapatos de colegial.
–Eso es algo descabellado. Mi caballo es rojo,
azul o violeta,
es naranja, blanco o verde limón, depende del paso del sol.
Posee unos ojos color de melón y una cola larga
que termina en flor.
–Tiene cero en dibujo.
Mi caballo me ha dado mil alegrías. Ochenta nubes, un caracol,
un mapa, un barco, tres marineros, dos mariposas y una ilusión.
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–Tiene cero en aritmética. Qué lastima y qué pena
que usted no vea
el caballo que tengo dentro de mi bolsillo.
Y la niña
sacó el caballo
del bolsillo de su delantal, montó en él
y se fue volando.
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II parte Diario de doble entrada
Usted debe completar el trabajo siguiente con la técnica de “Diario de doble entrada”
Se llama de Doble Entrada, porque tiene dos columnas, una del lado izquierdo, en la que
se escribe todo el resumen o síntesis de la lectura hecha y una segunda columna, la de la
derecha, en la que se escribe nuestra reflexión u opiniones sobre lo que hemos leído.
Ambas divididas por líneas, para que no se confundan.
Luego de leer con detalle la lectura titulada
Deberá completar el cuadro de doble entrada que se le adjunta a continuación, este cuenta
con las indicaciones para que usted las adapte a la lectura que se realiza.
La extensión máxima del documento será de dos páginas, letra Times New Roman, tamaño
12, a espacio 1
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Diario de doble entrada
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