Juan Calvino Jocobo Urvina
Juan Calvino Jocobo Urvina
Juan Calvino Jocobo Urvina
De estos cinco puntos sale el acróstico TULIP (tulipán, en inglés), que abarca de manera simplificada y
concreta la teología reformada:
Estos cinco puntos también se conocen como los “cinco puntos del Calvinismo” y “Doctrinas de la gracia”.
Depravación total
Toda humanidad ha sido afectada, dañada, y distorsionada por la entrada del pecado al mundo. Esto no
significa que el hombre es tan malo como pudiera ser, sino que cada aspecto de nuestra vida está
afectado por el pecado, de manera que estamos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:5), y no
podemos cambiar nuestra situación por nosotros mismos (Col. 2:13).
Elección incondicional
Dios elige a quien Él quiere elegir. Este es uno de los puntos más conflictivos, sin embargo, está muy ligado
al anterior. Debido a que estamos muertos —literalmente inhabilitados de tomar cualquier tipo de decisión
que nos ayude— la única salida a nuestra muerte espiritual es que Dios nos saque de ella (2 Ti. 1:9). Si
realmente creemos que somos malos, no tenemos derecho a quejarnos de que Dios ejerza su gracia
soberanamente.
Expiación limitada
La muerte de Cristo paga por todos los pecados de los que han sido elegidos. El perdón de los pecados está
disponible para todos los pecadores, pero solo paga por aquellos que el Padre ha predestinado desde la
fundación del mundo. Esta doctrina también es conocida como expiación “específica” o “particular”.
Gracia irresistible
Nadie se puede negar o resistir a la gracia salvadora de Dios. Esta doctrina también se conoce como
“llamamiento eficaz”. Cuando la gracia llega, nunca puede ser rechazada: su efectividad es perfecta. Esto
significa que si Dios ha elegido a alguien, no hay forma en que esa persona no llegue a ser salva. ¿Quiénes
somos nosotros para decirles que ‘no’ al Señor?
Explicar el TULIP no es complicado. Nosotros podemos ver claramente cada uno de estos cinco puntos en
toda la Biblia. Recordemos, esto no es ‘calvinismo’: este es el glorioso evangelio de Jesús:
Fue ordenado al ministerio pastoral en 1588 y nombrado como pastor en Ámsterdam, donde adquirió mucho
renombre. Un año más tarde, los dirigentes de la Iglesia en Ámsterdam le pidieron a Arminio que refutara
las opiniones del teólogo Dirck Koornhert, el cual se oponía a algunas de las doctrinas calvinistas, en
particular la doctrina de la predestinación.
Jacobo Arminio fue un pastor y teólogo holandés, nacido en 1560, es decir, 4 años antes de la muerte de
Calvino. Obtuvo su preparación teológica a los pies de Teodoro de Beza, el sucesor de Calvino en Ginebra;
de modo que su formación teológica fue profundamente calvinista. Sin embargo, poco tiempo después de su
ordenación al ministerio, comenzó a tener conflictos con la postura de los calvinistas holandeses en lo
tocante al papel que juega la gracia de Dios en la salvación de los pecadores.
De manera que, en este punto, Arminio parece estar de acuerdo con Agustín, Lutero, y Calvino. El punto en
disputa radicaba en el papel de la gracia de Dios en la salvación de los pecadores. “Toda persona no
regenerada —decía él— posee una voluntad libre, y la capacidad de resistir al Espíritu Santo, de rechazar la
gracia de Dios que le es ofrecida, de menospreciar el consejo de Dios contra sí mismo, de rehusar aceptar el
evangelio de la gracia, y de no abrirle a Aquel que toca la puerta de su corazón”.
De modo que si el pecador no responde al llamamiento, la culpa es enteramente suya. Hasta aquí estamos
todo de acuerdo. Pero, ¿qué ocurre si el pecador acepta el mensaje y viene a Cristo con arrepentimiento y fe?
¿De quién depende, a final de cuentas, esa decisión: de la soberana voluntad de Dios o de la voluntad del
pecador? Arminio responde: depende enteramente de la voluntad del pecador que ha sido previamente
capacitado por la gracia de Dios.
Según Arminio, Dios concede a todos los hombres una gracia previa que hace posible la salvación de todos,
al equipar el libre albedrío con la capacidad de responder afirmativamente al llamado del evangelio, pero sin
asegurar la salvación de ninguno. Esta gracia previa es universal, pero no irresistible. De manera que la
decisión final está en las manos del hombre, no en las manos de Dios.
Es importante señalar que el arminianismo no debe ser confundido con el semi-palagianismo que abunda en
tantas iglesias en el día de hoy. El semi-pelagianismo enseña que el hombre es capaz de iniciar su propia
salvación, aunque no puede completarla por sí mismo. El arminianismo, en cambio, nos dice que el hombre
no puede dar el paso inicial hacia la salvación, a menos que sea capacitado primero por la gracia “resistible”
de Dios. Pero el paso final es una decisión de la voluntad humana en la que Dios no interviene. Como Dios
es omnisciente, ÉL predestinó a todos aquellos que Él sabía de antemano que iban a dar ese paso y creer.
Después de la muerte de Arminio, sus seguidores fueron acusados de herejía, por lo que presentaron a los
Estados de Holanda un Memorial de Protesta que podemos resumir en los siguientes puntos:
Total depravación
Elección incondicional
Expiación limitada
Gracia irresistible
Perseverancia de los santos
Es obvio que ambas concepciones del evangelio, aunque tienen puntos en común, difieren en el aspecto más
fundamental: ¿De quién depende, en última instancia, la salvación de los pecadores? Este no es un asunto
periférico o superficial porque impacta directamente en la definición del evangelio y de la naturaleza de la
obra redentora de Cristo que se nos revela en el Nuevo Testamento.
Juan Wesley (1703-1791)
Juan Wesley fue un predicador británico, fundador del metodismo. Wesley nació en Epworth, Lincolnshire.
En 1725, fue ordenado diácono de la Iglesia de Inglaterra. El siguiente año, fue elegido miembro de la
facultad de Lincoln College, Oxford. En 1728, fue ordenado sacerdote. En Oxford, lideró un grupo de
estudiantes en el que participaban su hermano menor, Charles Wesley, y el famoso predicador George
Whitefield, 1729. El grupo recibió el apodo de “metodistas,” por su metódica devoción al estudio y los
deberes religiosos.
En 1735, Wesley acompañó a James Oglethorpe a Georgia, en los Estados Unidos, para que fuese
misionero. En 1738, durante una reunión de una pequeña sociedad religiosa, en Londres, Wesley tuvo una
experiencia de conversión mientras escuchaba la lectura del prefacio que Martín Lutero escribió a la
Epístola a los Romanos. Esta experiencia de salvación por la sola fe en Cristo fue el centro de su mensaje
por el resto de su vida. De inmediato se dedicó a la obra de evangelización, durante la cual se dice que
predicó unos 40, 000 sermones y viajó unas 250,000 millas. Wesley predicó al aire libre, primero en Bristol,
y después en todo lugar.
En 1739, un grupo de Londres le pidió ayuda para formar una sociedad en la cual él sería el líder. Se compró
una propiedad en Moorfields, la cual permaneció como centro del metodismo londinense hasta el año 1778.
En 1784, Wesley ejecutó la escritura declaratoria por la cual las sociedades metodistas se constituyeron
legalmente. Esta escritura fue en esencia el cargo de los metodistas británicos. Ese mismo año, empezó a
ordenar clero para que sirva en las sociedades metodistas de América, aunque por tiempo dudó si debía
asumir la autoridad de ordenar a otros. Wesley ordenó a dos personas como sacerdotes, y al Dr. Thomas
Coke lo ordenó como obispo. Francis Asbury sirvió como co-obispo de la nueva iglesia americana.