Los Lamanitas en ElAntiguo Testamento 2
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alterpech@gmail.com Los lamanitas en el Antiguo Testamento
El pueblo
lamanita
en el
Antiguo
Testamento
DEDICADO
Índice
1. Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 4
2. Premisas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 5
2.1. La perfección de las revelaciones y nuestro nivel de entendimiento. . . . . . . . p. 5
2.2. La manera en que El Señor emplea el lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .p. 7
2.2.1. Definición del concepto “lamanita”. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .p. 8
2.2.2. Qué debemos entender por los términos “gentiles” y “judíos”. . . . . . . p. 11
2.2.3. Mi responsabilidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 11
3. Justificación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 13
4. Antecedentes históricos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 14
4.1. De Abraham a las doce tribus. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 16
4.2. La primogenitura y el linaje. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 18
4.3. El objetivo de este estudio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 21
4.4. Las Doce tribus y sus bendiciones patriarcales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 21
4.5. Tres bendiciones patriarcales más a José. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .p. 25
5. Las relaciones entre las tribus: Vínculos no siempre equitativos. . . . . . . . . . . . . . . . .p. 30
5.1. José y Judá: una relación no siempre cordial. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .p. 31
5.2. El convenio del Señor con David. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 34
5.3. Manasés, celos hacia Efraín. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 36
5.4. La tierra de Judá es Jerusalén, la de José, es Sión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 37
5.5. Efraín es Israel; Manasés es Jacob. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 38
5.6. Efraín sería esparcido entre las naciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 40
5.7. Pero si Lehi era de Manasés, ¿Qué hacía en el reino de Judá?. . . . . . . . . . . . . . p. 43
6. Jacob e Israel como grupos humanos diferentes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .p. 46
6.1. Jacob e Israel en el Antiguo Testamento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 46
6.2. La diferencia entre Jacob e Israel en El Libro de Mormón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 50
7. El pueblo lamanita en el Antiguo Testamento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 53
7.1. Premisas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 53
7.1.1. Los lamanitas descienden primordialmente de José. . . . . . . . . . . . . . . .p. 53
7.1.2. “Las islas del mar” son los lamanitas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . p. 55
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Al público en general:
lamanita fue percibido por los profetas del Antiguo Testamento. Los mormones (i.e., los
miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días), creemos que
cuando se dice “el pueblo lamanita”, en realidad hablamos de los pueblos originarios del
continente americano; como dice la portada de El libro de Mormón: “Los lamanitas… son
los principales antecesores de los indios de las Américas”. Es decir, cuando hablamos de
irrelevante, salvo que los pueblos aborígenes de este continente tendrán un papel tan
protagónico en el futuro del planeta, que varios profetas del Antiguo Testamento
Santos de los Últimos Días, dice la introducción del Plan del área México 2015: "En los
sacrificio de los miembros nacionales y extranjeros. Los profetas antiguos y modernos han
profetizado sobre el papel esencial que tomarán los santos de México en llevar el evangelio a todas
las naciones. Para lograrlo, necesitaremos mayor fe, sacrificio y fidelidad. Ahora es el
tiempo de tomar nuestro lugar en el establecimiento del Reino sobre la tierra." ¿Qué fue
lo que vieron los profetas del Antiguo Testamento que sucedería en nuestras vidas y las
de nuestros hijos? ¿Qué es lo que se supone que haremos los mexicanos a fin de preparar
la tierra para la Segunda Venida del Salvador? La respuesta a estas preguntas es el tema
de este escrito.
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2. Premisas
Antes de cualquier cosa, ofrezco una disculpa al culto lector de estas líneas.
Cuando un autor escribe, uno debe tener un lector ideal en mente: uno debe tener en
mente a quién va dirigido el escrito. Cuando empecé a escribir, tuve el impulso de hacer
una obra para eruditos, y me imagino que tal vez eso haría que este texto fuera más
interesante, sí, pero menos accesible para muchas personas. Por mi parte, yo prefiero que
esta sea una obra de divulgación. Una obra que acaso cueste un poco de esfuerzo al
lector común, pero que pueda llegar a tantos de mis hermanos como sea posible. Por lo
mismo, de nuevo, lector erudito, te ofrezco una disculpa y te pido que seas
condescendiente. Sobre todo al principio de este escrito, muchas de las cosas que diré te
serán obvias, pero muchos de los primeros puntos que expondré en las primeras páginas
serán cimiento para otras que se desarrollarán a lo largo de este estudio. Hay tres ideas
me llama la atención que uno lee el relato de la creación del mundo en Génesis, y luego
diferencias entre una versión y otra (subrayo: diferencias, no discrepancias). ¿Qué puede
implicar esto? Para muchos, que el libro no es inspirado, porque si los tres libros son
Escritura, textos dictados por el Espíritu de quien uno de sus atributos es la perfección,
libro Discourses of Brigham Young, página 40, se lee (la pobre traducción, lo más literal
posible, es mía): “Estoy tan lejos de creer que existe un gobierno sobre esta tierra que
tenga constituciones y leyes que sean perfectas, como no creo que haya una sola
revelación, entre las muchas que Dios ha dado a la Iglesia, que sea perfecta en su
como puede ser posible; pero es imposible para los pobres, débiles, bajos, serviles,
perfección. Él tiene que hablarnos en una manera que llene la capacidad de nuestro
entendimiento”.
biólogo renombrado, cuyo hijo de cuatro años le pregunta: “Papá, ¿cómo se forman los
niños?” Ese padre de familia no mentirá a su hijo y, antes de decirle la verdad a su nivel
hijo pueda entender. Y el nivel de esas verdades sería otro si el hijo tuviera once años, y
todavía otras diferentes si el hijo tuviera dieciocho, donde el científico podría explicarle
todavía no alcanza a entender: como ese singular enigma de cómo una célula decide que
va a ser cerebro, y otra que va a ser corazón, o cómo un órgano “sabe” cuando debe dejar
de crecer.
Las Escrituras son uno de los medios por los cuales el Padre nos comunica
las verdades a nuestro nivel y, como en el ejemplo del científico y su hijo, nos habla y
hablará siempre de acuerdo con nuestra capacidad. Y por ello, conforme crecemos
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ser más como nuestro Padre. Los libros canónicos están diseñados para ser leídos a
muchos niveles diferentes, depende de qué tan preparado —tanto en tu mente con en tu
espíritu— estés tú. Y yo creo que es por esa razón (como cuando el Señor enseñaba a
través de parábolas) que en muchos casos las Escrituras no dicen con claridad las cosas
unívoco. Por ejemplo, en varias partes de las palabras de Pablo, la palabra “Salvación”
tiene diferentes significados. A veces se refiere a ser salvos de la muerte física, o salvos
del pecado, o ser salvos al nacer de nuevo, o ser salvos de la ignorancia por medio de la
luz del evangelio, o ser rescatados de la segunda muerte, o incluso recibir la exaltación.
de las siguientes tres cosas: (1) La luz de la verdad que da luz y vida a todas las cosas del
universo, la cual siempre ha existido. (2) Los hijos espirituales de Dios. (3) El elemento
espiritual que existía antes de que fuéramos engendrados como hijos espirituales.
Es decir, en pocas palabras, que a mí me parece claro que tanto el Señor como
confiando en que nosotros, a la vez, pondremos de nuestra parte para entenderles. Sí:
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leer las Escrituras por lo general implica un esfuerzo mental y espiritual y aun así hay
cosas que nunca quedarán claras por completo, como veremos más adelante: uno nunca
sabe exactamente a quién se refieren los profetas cuando hablan de Jacob, o de Israel, de
los gentiles o de Manasés. Casi siempre debemos sacar nuestras conclusiones por el
ambigüedades, vale la pena tratar de definir tres conceptos que usaremos en este escrito:
Yo tengo para mí que la palabra “lamanita” por lo general es muy mal manejada
por el común de los miembros de la Iglesia. Creo que malamente hay un esquema que
tenemos en la mente, a fuerza de ver tanto cine y televisión: que la humanidad se divide
fácilmente entre “los buenos” y “los malos”. Y por lo mismo en El libro de Mormón “los
buenos” son los nefitas, y “los malos” son los lamanitas. Y si a esto le agregamos que
éstos eran morenos y que fueron maldecidos, con muy poquito que torzamos las cosas,
peyorativas, al grado que el reconocer que somos lamanitas puede hasta dañar nuestra
descendientes de los malos, los maldecidos, los que llevan el oprobio de que el color de
su piel mientras más oscuro es más ominoso, porque es una marca puesta por el Señor,
El profeta Lehi, junto con su familia y la de Ismael fueron traídos por el Señor a
este continente en el año 589 a.C. Al poco tiempo falleció Lehi y la familia se divide en
dos grupos (2 Nefi 5): el que está compuesto por Lamán, Lemuel, los hijos de Ismael y
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sus respectivas esposas, y el que está compuesto por las familias de Zoram, Sam, Nefi,
Jacob, José, así como también “mis hermanas y todos los que quisieron ir conmigo” (2
Nefi 5:6). En ese mismo versículo queda muy claro que este grupo “eran aquellos que
creían en las amonestaciones y revelaciones de Dios”. Sin embargo, vale la pena aclarar
que esta primera división no estaba dada entre “nefitas” y “lamanitas”. Esta primera
inicia esta diferenciación, creando una convención que va a durar hasta nuestros días: “a
los que simpaticen con Nefi, llamaré nefitas”, nos indica, mientras que “llamaré
lamanitas a los que busquen la destrucción del pueblo de Nefi”. (Jacob 1:13-14) pero, nos
indica él, la gente del pueblo estaban divididos en tribus o familias de acuerdo a sus
“lamanita” tiene que ver con una cuestión nacional, si no es que incluso militar.
Sin embargo, es en esa misma generación que ese afán del profeta Jacob
degenera, y se vuelve una división de índole racial: no mucho tiempo después, los
nefitas empiezan a ver a los lamanitas como inferiores por ser morenos (Jacob 3:5). Ser
lamanita ahora es una cuestión que tiene menos de racial, que de racismo, porque Jacob
amonesta a los nefitas para que no se burlen de sus hermanos por el color de su piel.
tiene la palabra “lamanita” en El libro de Mormón. Basta indicar que casi en cada
generación de la historia del libro, la palabra toma diferentes sentidos, que van desde
Este último aspecto es muy importante: ser lamanita no una cuestión racial,
porque a lo largo de los mil años de historia que comprende El libro de Mormón, vemos
grado que para el 74 a.C. se dice que “todos los disidentes nefitas… eran casi tan
numerosos como los nefitas” (Alma 43:13-14). Por otra parte, también vemos cómo de
manera recurrente hay grupos de lamanitas (conversos) que se unen a los nefitas: el
pueblo de Anti Nefi Lehi, sin ir más lejos, o la fusión con los sobrevivientes de ambas
naciones cuando son visitados por El Mesías (4 Nefi 1:17). Si a esto le agregamos las
mezclas con otros pueblos, como los judíos descendientes de Mulek por ejemplo, vemos
que es mucho más preciso hablar de nosotros como “lehitas”, en vez de lamanitas o, si
nuestros días el contexto y los prejuicios que tenían los nefitas que vivieron en tiempos
del Libro de Mormón. Como veremos más adelante, somos sus descendientes, sí, pero
estamos en otra etapa, con otra función en la historia, con responsabilidades que
cumplir, promesas qué alcanzar y hoy día el sentirse lamanita es digno de honra, no
motivo de vergüenza.
Los gentiles. Como dice la Guía para el estudio de las escrituras (GEE), p. 83, en las
Escrituras, el vocablo gentiles tiene varios significado. A veces designa a los que no son
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del linaje israelita o judío, pero también a los que no han hecho convenios con el Señor,
en ese sentido. Por ejemplo, en 1 Nefi 22:7 se profetiza que “el Señor Dios levantará una
nación poderosa entre los gentiles, sí, sobre toda la superficie de esta tierra”. Se refiere a
los Estados Unidos de América, y no quiere decir que no haya efrainitas entre sus
descendientes sino que, como nación, ellos no son miembros de la Iglesia en su totalidad.
Los judíos. Algo semejante pasa con ellos: De nuevo, acorde con la GEE, p. 115,
los judíos pueden ser descendientes literales de la tribu de Judá, o los integrantes del
reino del sur, Judá. El profeta Lehi y su familia eran judíos en ese sentido, como veremos
más adelante: eran judíos, a pesar de ser descendientes de Manasés. Incluso se puede
decir que son judíos aquellos conversos que practican la religión, el estilo de vida y las
1.3. Mi responsabilidad
Un último punto del que quiero partir es que este escrito no es una publicación
oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Si bien soy un
miembro de dicha iglesia, hablo por mí mismo de lo que yo entiendo de las Escrituras y,
pese a que escribiré tratando de apegarme por completo a las mismas y a la doctrina que
la Iglesia. Por lo mismo, si hay alguna falencia en el escrito, ésta es mía por completo.
Acaso habría que agregar algo más. Como el título de este trabajo lo indica, hablaré de
cómo los profetas del Antiguo Testamento vieron la historia pasada, presente y futura
del pueblo lamanita. Con todo, habrá momentos en donde tendré que citar tanto el
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Nuevo Testamento, como las Escrituras modernas, pese a que trataré de referirme de
2. Justificación
Aparentemente es muy poco lo que las escrituras dicen acerca del futuro
lamanita. En D. y C. 49:24 dice que antes de la venida del Señor, los lamanitas florecerán
como la rosa. Para muchos miembros de la Iglesia, fuera del Libro de Mormón, esa sería
la única promesa profética hecha a los lamanitas. Con todo, en 1 Nefi 19, el profeta Nefi
nos habla de que ha escrito unas planchas de metal, y que en ellas ha grabado la historia
todas las cosas concernientes a ellos [los judíos]; y también mostró a muchos tocante a
nosotros; por tanto, es preciso que sepamos lo que a ellos atañe, porque está escrito sobre
Nefi tenía muy claro que muchos profetas del Antiguo Testamento habían
hablado acerca de los descendientes del profeta Lehi. Y esa era una de las razones
principales por la cual les leía las escrituras con frecuencia a sus hermanos, y les dio el
mandato en el versículo 24, con respecto a las palabras de Isaías: “Por tanto, les hablé,
diciendo: Escuchad las palabras del profeta, vosotros que sois un resto de la casa de
Israel, una rama que ha sido desgajada; escuchad las palabras del profeta que fueron
escritas a toda la casa de Israel, y aplicáoslas a vosotros mismos, para que podáis tener
esperanza, así como vuestros hermanos de quienes habéis sido separados; porque de
Y entonces vale la pena que nos hagamos la pregunta: ¿Por qué es tan importante
que nosotros, los lamanitas, sepamos lo bueno y lo malo que nos espera en el futuro, lo
que dicen las Escrituras sobre nuestras circunstancias actuales, y la función de este
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pueblo en los últimos días? A fin de poder responder esa pregunta, es necesario explicar
algunas cosas.
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3. Antecedentes históricos
esos espíritus nobles y grandes que fueron seleccionados en la vida premortal (véase
tenido un pueblo elegido para efectuar Su obra en la tierra; un pueblo del convenio. En la
Guía para el estudio de las Escrituras, bajo la entrada “Abraham, convenio de”, se lee:
Como enseñó el Élder Henry B. Eyring (1998, p. 1): “Un principio establecido
antes de la creación del mundo y que perdurará a través de las eternidades es este: el
Señor siempre opera a través de familias. Cuando una bendición se pronuncia no solo
sobre una persona, sino sobre las generaciones que le siguen, hay un incremento sin fin
circunstancia, no es casualidad, sino que es algo determinado por lo que hicimos, lo que
fuimos en la existencia premortal, así como por lo que el Padre espera que logremos o
es el padre del convenio. Pero cuando el Señor hace pacto con él (Abraham 2:8-11),
queda claro que Abraham tendría dos tipos de descendencia: la de Abram, es decir, el
linaje literal, biológico, el de los hijos que engendró, y la de Abraham, es decir los hijos
adoptados como parte del pueblo del convenio y, hombres y mujeres, reciben las
bendiciones del sacerdocio. En Juan 8:31-40 El Señor deja muy claro que no sirve mucho
Abraham. Como dice en Romanos 9:6-8, más importante que descender del linaje literal,
es ser parte de los convenios de Abraham. Sin lo segundo, las bendiciones que vienen
por lo primero permanecen en estado latente, sin cumplirse. Si uno ve las cosas desde
una perspectiva eterna, es mucho más importante el recibir ese nuevo nombre, que el
casó con Raquel y ella quedó encinta, esperando gemelos. En el alumbramiento Esaú
sacó primero su manita, pero Jacob tomó su lugar, y de esa circunstancia recibieron su
nombre. El nombre en aquellos años venía en buena medida de las acciones o las
cualidades de cada persona; era algo que se ganaba y que podía ser cambiado a lo largo
de la vida. A Esaú (que en hebreo significa “velludo”) le pusieron ese nombre, porque
nació así, cubierto de vello, mientras que Jacob nació asiendo el talón de su hermano, y
por eso le pusieron ese nombre, que significa “el que suplanta”. Con el paso del tiempo
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cambiado por “Edom” (en hebreo, “rojo”). Mientras que a Jacob, por su constancia en
luchar guardando sus convenios, el Señor le cambió su nombre a Israel: “El que
“rojo”. Pero es de gran valor cambiar de “el que suplanta”, a “el que persevera con
Dios”. Este dato a simple vista puede parecer una mera curiosidad lingüística, o una
anécdota pintoresca pero, como veremos más adelante, es de gran valor. Ambos, Jacob e
Israel son la misma persona, pero uno es Jacob, el ser humano, antes de hacer convenios,
el ser biológico, y otro el que ha entrado en el convenio y por su fidelidad recibe las
De igual manera, en nuestros días, unas son las promesas a los descendientes
literales de Jacob, y otras a los que hacen convenios con el Señor y son aceptados como
parte de la casa de Israel, salvo que, por supuesto, así como Jacob e Israel eran la misma
persona, igual hoy día alguien puede descender de Jacob y no ser parte de la casa de
Israel por no recibir los primeros principios y ordenanzas del evangelio y viceversa o,
incluso: tener tanto las bendiciones de Jacob, como las de Israel. En todo caso, éste tuvo
que pertenecía al primer hijo varón digno. Durante un tiempo, como en el caso de Esaú y
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caer en una mujer. Israel tuvo doce hijos varones, y una mujer, Dina, pero solo hablamos
de las doce tribus de Israel. Esto porque hablamos de un orden patriarcal. Élder Bruce R.
McConkie (1966, p. 397), al hablar de dicho orden, indica que “El gobierno de Dios es
patriarcal en su naturaleza” y tiene como centro la unidad familiar. Desde Adán hasta
José, el oficial presidente de la Iglesia fue tanto un sumo sacerdote como un patriarca, y
Iglesia eran administrados por los descendientes de los tres hijos de Leví: Gersón, Coat y
saber sus responsabilidades, véase Números, caps. 3 y 4). Si bien hoy día en la Iglesia el
(Loc. Cit.):
La parte más importante del orden patriarcal, es preservada para los miembros
dignos de la Iglesia. Solo aquellos que son sellados en el templo en el nuevo y
sempiterno convenio del matrimonio llegan a ser herederos de todas las
bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob y de todos los patriarcas, y por tanto
entran en el orden patriarcal. Si los participantes permanecen en el eterno
convenio del matrimonio, ellos recibirán todas las bendiciones de ser
coherederos de los patriarcas en la eternidad, donde el orden patriarcal será el
orden de gobierno y de Estado.
primogenitura no era solamente el derecho a presidir y el recibir una porción extra de los
bienes que los hijos heredarían de su padre, sino también ciertas bendiciones especiales,
primogenitura, la que tenía que ver no tanto con la herencia de bienes materiales, sino
con el orden patriarcal, quien heredaba esas bendiciones tenía que reunir tres
cualidades: 1. Ser el primer 2. Hijo varón 3. Digno. A veces, como en el caso de Abram,
Jacob, José, Efraín, ellos cuatro fueron los primogénitos sin haber sido el hermano
mayor. Élder Bruce R. McConkie (1966, p. 63), indica que “la justificación a ello radica, en
El linaje.
La primogenitura y el orden patriarcal tienen que ver con el linaje; el Presidente Boyd
K. Packer (2002) dijo: “Una parte esencial de la bendición patriarcal es la declaración del
orden patriarcal; aprende el destino de las tribus de Israel.” Y entonces citó una Carta de
Al dar una bendición, el patriarca puede declarar nuestro linaje, es decir, que
somos de Israel y, por consiguiente, de la familia de Abraham, y de una tribu
específica de Jacob. En la mayoría de los casos, los Santos de los Últimos Días
son de la tribu de Efraín, la tribu a la que se dio la responsabilidad de dirigir la
obra de los últimos días. Ya sea que vengan las bendiciones por linaje o por
adopción, no importa (Perla de Gran Precio, Abraham 2:10). Eso es muy
importante, puesto que sólo por el linaje de Abraham se cumplirán las grandes
bendiciones del Señor a Sus hijos sobre la tierra (Génesis 12:2, 3; Perla de Gran
Precio, Abraham 2:11).
Aquí llaman la atención varias cosas: En primer lugar, ha pasado más de un siglo de
esa declaración de la primera presidencia y —gracias a la obra misional— las cosas han
cambiado: hoy por hoy, los efrainitas en la Iglesia son minoría. En segundo lugar, se deja
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acuerdo con nuestras obras en esta tierra. Rubén, el primogénito de Jacob, perdió su
5:1-2) y, a través de él, a Efraín, como se muestra arriba en la imagen 1. “Yo soy el padre
Cierto, esta postura debe tomarse con mucho cuidado, o puede llegar a favorecer
ciertas posturas racistas dentro del evangelio. ¿Los efraimitas tienen un status
preferencial por encima de las otras tribus hoy día? ¿Los que pertenecemos a Manasés
somos, entonces, como miembros de segunda clase en la casa de Israel, meros peones en
un ajedrez religioso? ¿Cuáles son las promesas y bendiciones tanto de Efraín como de
Manasés y, por lo mismo, de los lamanitas? ¿Cuál es el plan que el Señor reveló a los
profetas del Antiguo Testamento y del Libro de Mormón acerca del futuro lamanita? El
Hay bendiciones que recibimos y que son solo para nosotros; son personales. Pero en
ocasiones particulares, las bendiciones que recibimos son para todo nuestro grupo
familiar. Por ejemplo, cuando Jacob dio su bendición patriarcal a sus hijos, esas
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bendiciones no eran solo para ellos, sino para toda su posteridad. Eran bendiciones para
ellos y para sus descendientes. Eran bendiciones que se prolongarían incluso hasta los
últimos días. No sé si vale la pena poner esta tabla de abajo. Lo que quiero decir es que
por simple extensión es claro que las bendiciones patriarcales no eran iguales para todos:
a algunos les toca un versículo o dos, a otros incluso una sola frase críptica, pero a Judá y
a José se les dan las mayores bendiciones: Desde los días de Jacob quedaba claro que en
Pongo la tabla, porque finalmente las bendiciones de José son nuestras bendiciones, y
Tabla 1. Bendición patriarcal de los hijos de Jacob, según Génesis 49: 1-27
Ahora, más de dos siglos después, el profeta Moisés, antes de que el pueblo de
Israel entrara en la tierra prometida, él también les dio su respectiva bendición. Creo que
vale la pena verlas y confrontar no solo sus contenidos, sino el orden en que aparecen las
tribus de Jacob:
8-11 Leví Serían sacerdotes del Señor, portadores del Urim y Tumim
12 Benjamín Sería amado y protegido del Señor siempre.
13-18 José Habitaría una tierra prometida, la más selecta de la tierra, la de “los
collados eternos”. Se reitera que las bendiciones del Señor serían
“sobre la coronilla del consagrado entre sus hermanos”: José es el
primogénito de las doce tribus. Su gloria son los cuernos de su toro.
Aquí vale la pena aclarar este simbolismo. Como los hebreos eran un
país ganadero, desde el comienzo de su historia los cuernos de sus
animales tenían diferentes usos y significados, desde el uso de
trompetas rústicas, hasta usarlos como recipientes para el aceite que
se usaba en el ungimiento (1 Samuel 16:1, 13; 1 Reyes 1:39). Pero
también, en sentido figurado, el Cuerno era un símbolo de fuerza o
poder. Por ejemplo en el Salmo 132:17, dice literalmente "Cuerno de
David", y la nota al pie nos explica que se refiere al Mesías. En este
caso, la palabra “cuerno”, se refiere al poder en el sacerdocio, que
José tendría como primogénito.
18-19 Zabulón e Tendrán las bendiciones del mar y harán sacrificios de justicia.
Isacar
30-21 Gad Presidiría y legislaría en la casa de Israel
22 Dan Sería fuerte y juguetón (?)
23 Neftalí Sería bendecido hacia el occidente y hacia el sur.
24 Aser Tendría muchos hijos y sería bendecido por el Señor
Tabla 2. Bendición patriarcal a los hijos de Jacob, según Deuteronomio 33: 6-29
Ahora, aquí yo quisiera ser muy cauto. A mí me parece muy claro que a José le
tocaron las mayores bendiciones. Pero no quisiera menospreciar a las otras tribus, o que
quedara muy claro que “aquel a quien mucho se da, mucho se requiere; y el que peque
contra mayor luz, mayor condenación recibirá” (D. y C. 82:3). Como descendientes de
José tenemos grandes bendiciones y promesas, pero ello también implica el pagar un
precio por las mismas. “Un milagro bien puede exigir condiciones”. Así que si bien no
todas las bendiciones enumeradas son claras, lo que sí queda más o menos claro es que
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en el futuro habría dos tribus que destacarían: Judá (porque de él vendría la Biblia, y de
Cuando Jacob está para fallecer, (TJS Génesis 48:5-11), dio una breve bendición
patriarcal a Efraín y Manasés. Allí indicó que la descendencia de José serán los líderes
Y ahora, tus dos hijos, Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto,
antes que viniese a ti a la tierra de Egipto; he aquí, míos son, y el Dios de mis
padres los bendecirá; como Rubén y Simeón serán bendecidos, porque míos son;
por lo cual, por mi nombre serán llamados. (Así que fueron llamados Israel.) …
por tanto, fueron llamados las tribus de Manasés y de Efraín… por lo que tus
hermanos se inclinarán ante ti, de generación en generación, ante el fruto de tus
lomos para siempre; porque tú serás una luz a los de mi pueblo, para librarlos de
la esclavitud en los días de su cautividad; y para traerles la salvación, cuando
estén completamente oprimidos por el pecado.
De esta cita aprendemos que: a) Manasés y Efraín les fue cambiado el nombre por
el de Israel. Pero más adelante, en los días de Roboam y Jeroboam, cuando el pueblo del
convenio se divide en dos reinos, el que es gobernado por Efraín se llama Israel (el reino
del norte, lo que se conoce hoy como las 10 tribus perdidas). Por lo mismo, y esto es vital
en este estudio, a Efraín se le llamó Israel, y a Manasés se le llamó Jacob: ambos son la
misma persona pero uno, Efraín, es el primogénito. b) Así como José de antaño salvó a
últimos días. Cuando los profetas, por mencionar uno, Oseas, hablan de los linajes que
realizarán una obra importante en los últimos días, se refiere a tres: a Efraín, a Judá, y a
Jacob (Oseas 12:1, 2) y, cuando cualquiera de ellos hace convenios con el Señor, es decir,
se une a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, entonces se le llama
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Israel. Pero son tres pueblos que tendrán una labor importante qué realizar en los
últimos días para preparar la tierra para la Segunda Venida del Señor: Efraín, Judá y
Jacob. Jacob a veces debemos entenderlo como sinónimo de Manasés pero, como veremos
más adelante, Isaías, Nefi, el Señor mismo cuando visitó este continente, por lo general cuando
hablan de Jacob, se refieren de manera específica a los descendientes del profeta Lehi en los últimos
días.
como un sueño, sino como una visión, en I Nefi 13: 21-27 registra que la grande y
abominable iglesia tomaría el libro que saldría de la boca del judío, es decir, la Biblia,
libro que contendría la plenitud del evangelio en su pureza. Entonces nos informa que
dicha iglesia “ha despojado el evangelio del Cordero de muchas partes que son claras y
impedírselo, que haciendo que no lo pudiera conocer? Por lo mismo, una de esas partes
claras y preciosas que fueron retiradas de la Biblia fue la bendición que nuestro ancestro
José, como patriarca que era, dejó bendiciones a sus descendientes. En TJS Génesis
Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir, y voy a mis padres; y desciendo a mi
sepulcro con gozo. El Dios de mi padre Jacob esté con vosotros para libraros de la
aflicción en los días de vuestra esclavitud; porque Jehová me ha visitado, y he recibido la
promesa de Jehová de que del fruto de mis lomos Jehová Dios levantará una rama justa de mis
lomos… Y acontecerá que nuevamente serán esparcidos; y será desgajada una rama, y será
llevada a un país lejano; no obstante, serán recordados en los convenios del Señor, cuando
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venga el Mesías; porque él se les manifestará en los últimos días, con el Espíritu de poder, y
los sacará de las tinieblas a la luz; de las tinieblas ocultas, y del cautiverio a la libertad.
Jehová mi Dios levantará a un vidente, el que será un vidente escogido para el fruto
de mis lomos. Y además, del fruto de tus lomos levantaré a un vidente, y a él daré
poder para llevar mi palabra a los de tu descendencia; y no solamente para
llevarles mi palabra, dice Jehová, sino para convencerlos de mi palabra que ya se
habrá declarado entre ellos en los últimos días; por lo tanto, el fruto de tus lomos
escribirá, y el fruto de los lomos de Judá escribirá; y lo que escriba el fruto de tus lomos,
y también lo que escriba el fruto de los lomos de Judá, crecerán juntamente para confundir
las falsas doctrinas, y poner fin a las contenciones, y establecer la paz entre los del fruto de
tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus padres en los últimos días, y también al
conocimiento de mis convenios, dice Jehová. Y de la debilidad él será hecho fuerte, el día
en que mi obra empiece entre todo mi pueblo, para restaurarlos, a los que son de la
casa de Israel, en los últimos días. Y bendeciré a ese vidente, y los que traten de
destruirlo serán confundidos; porque te hago esta promesa; pues te recordaré de
generación en generación; y su nombre será José, y será igual que el nombre de su
padre; y será semejante a ti, porque lo que Jehová lleve a efecto por su mano llevará
a mi pueblo a la salvación. Y Jehová juró a José que preservaría a su descendencia para
siempre…
Para quien lee por primera vez estas promesas de nuestro ancestro, las mismas no
pueden dejar de causarle asombro: José no solo profetizó que Moisés libraría a Israel de
la esclavitud egipcia; sino que habló de que una rama de los descendientes de José que
sería llevada “a un país lejano”: el continente americano, donde se les recordarían los
convenios del Señor. Esa rama justa que sería llevada del cautiverio a la libertad no sería
la media tribu completa de Efraín o de Manasés, sino solo dos familias: los descendientes
tuviera presente que en los últimos días El Padre no solo llamaría al profeta José Smith,
sino que se era muy consciente del inmenso poder que tendría la unión de los registros
de Judá (la Biblia) con los de José (El libro de Mormón); así como del papel que tendría El
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libro de Mormón en este continente al 1) confundir las falsas doctrinas 2) poner fin a las
para siempre: no es fortuito que haya una obra que como descendientes de José,
deberemos de cumplir:
Porque así como José llevó a su padre a la tierra de Egipto, de modo que allí murió,
el Señor consiguientemente sacó a un resto de la descendencia de José de la tierra
de Jerusalén, para ser misericordioso con la posteridad de José, a fin de que no
pereciera, tal como fue misericordioso con el padre de José para que no pereciera.
De manera que el resto de los de la casa de José se establecerán sobre esta tierra, y
será la tierra de su herencia; y levantarán una ciudad santa para el Señor, semejante
a la Jerusalén antigua; y no serán confundidos más, hasta que llegue el fin, cuando
la tierra deje de ser (Éter 13: 7-8).
Y esa obra no es otra que la de edificar la ciudad de Sión, la cual estará a cargo
La tercera bendición patriarcal que nos compete, que es para nosotros, es la que dio
nuestro padre Lehi a sus hijos, tal como se registra al inicio de 2 Nefi. A los hijos de
Lamán les señaló: 1) “Porque el Señor Dios ha dicho que: Al grado que guardéis mis
instruidos en la senda que debéis seguir, no la abandonaréis.” (2 Nefi 4:5). Acaso esta
promesa así, no es muy clara, pero al repetirse en otras partes del Libro de Mormón sí es
(2 Nefi 4: 7). A los hijos de Lemuel les dejó “la misma bendición que dejé a los hijos e
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hijas de Lamán; por consiguiente, no seréis destruidos por completo, sino que al fin vuestra
descendencia será bendecida.”(2 Nefi 4:9). Es curioso esa aseveración de Lehi: ese “no
seréis destruidos por completo”, lo cual implica que sí habría una destrucción, pero no
total, y la promesa de ese florecimiento lamanita cuando “al fin vuestra descendencia
bendiciones de nuestro padre Lehi a los hijos de Sam, Nefi, Jacob, ni José.
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Abraham, a Isaac, a Jacob, a José, a Efraín. ¿Por qué Efraín, si él era menor que Manasés?
En Doctrina de Salvación, III, cap. 9, dice el presidente Joseph Fielding Smith: “La
autoridad patriarcal ha descendido desde Abraham, por conducto de Isaac, Jacob, José y
Efraín. La razón por la que Manasés, hijo mayor de José, no fue elegido, no la sabemos”. Eran
demasiado pequeños como para que sus actos merecieran alcanzar la primogenitura: en
Génesis 48:12 dice que cuando fueron presentados a Jacob, “José los sacó de entre sus
Israel extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el
menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus
manos adrede, aunque Manasés era el primogénito… Al ver José que su padre
ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió la
mano de su padre para cambiarla de sobre la cabeza de Efraín a la cabeza de
Manasés. Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es el
primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. Mas su padre no quiso y
dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo y será también
engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su
descendencia será multitud de naciones.
cualquier forma a los descendientes de Manasés también se les bendijo para que en su
Entonces surge Moisés, el gran legislador y libertador, quien inicia una nueva
dispensación. A él le seguirá Josué, quien inicia una nueva etapa en la casa de Jacob: la
etapa de los jueces. ¿Qué era un juez? En el diccionario bíblico que se encuentra en las
Escrituras SUD en inglés se lee la siguiente definición con respecto a los jueces (la
traducción es mía):
Este nombre fue dado a un período de la historia que comprende desde Josué
hasta Saúl. Se extiende sobre unos 200 años, y fue marcado por el desorden, la
idolatría y la opresión extranjera. En aquellos años ser juez en Israel era más que
fungir como un oficial civil. El juez por lo general también era un líder militar, y
su derecho a liderar descansaba en el hecho de que a los ojos de la gente que él
era el hombre más fuerte y mejor para ese propósito. La fe en Dios fue siempre el
secreto del éxito; pero por regla general el juez fue más de un luchador que un
predicador.
Efraín? Acaso sí pero, como dice bien ese breve resumen de arriba, fue un período
caracterizado por el desorden. De hecho, cuando los israelitas piden un rey, su primer
rey, Saúl, es de Benjamín. ¿Por qué un benjamita? Si la razón está en I Samuel 9:2,
entonces fue escogido como se escogía a los jueces: era joven, alto, guapo, fuerte. Con
todo, el segundo rey, David, era de la tribu de Judá. Aquí vale la pena detenerse un poco
Como habíamos visto arriba (véase tabla uno) Cuando en Génesis 49 Jacob da su
bendición a Judá, le indica que en el futuro, como tribu, tendría varias funciones (en este,
y en todos los demás casos, el subrayado es mío): “Judá, te alabarán tus hermanos; tu
mano estará en la cerviz de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán ante ti… No será
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quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se
congregarán los pueblos”. (Génesis 49: 8, 10). Es decir, sin ser el primogénito, su papel
humanidad. Cuando Jacob dice que a Judá no le sería quitado el cetro, aparentemente le
era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura
fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito; bien que
Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; mas el derecho de
primogenitura fue de José)”. Es decir, la relación entre Judá y Efraín no era totalmente clara
y, en tanto hablamos de herencia, tampoco eran relaciones muy cordiales. Cuando Asaf
escribe el Salmo 78, nos da esta singular aseveración en los versículos 65 a 72:
Para nosotros, lectores del siglo XXI, esto puede parecer historia pasada, pero en
tanto se está hablando de una herencia que es nuestra, de una primogenitura, por cierto
que estas son palabras que deberían interesarnos. Y en los tiempos del Antiguo
testamento… bueno, mucha sangre se derramó por siglos a causa de esa lucha entre
Efraín y Judá. Y en esa lucha Efraín, pese a ser el primogénito, raras veces llevaba la de
ganar. Por ejemplo, en Oseas 10:11 se lee: “Y Efraín era novilla domada, amadora del
trillar; mas yo pasaré sobre su lozana cerviz. Pero yo haré llevar yugo a Efraín; arará
Judá; quebrará sus propios terrones Jacob.” Es decir, por mucho tiempo a Efraín —como
primogénito que era— le tocó solo cosechar el trabajo de otros, pero en el futuro el Señor
haría cambiar eso, y cada quien tendría que arar su tierra con su propio esfuerzo, y
entonces Oseas enumera las tres tribus que tomarían un papel importante en los últimos
De hecho, como veremos más adelante, y esto es una parte vital de este escrito,
es importante entender que la expresión: “la casa de Jacob” tiene diferentes significados:
a veces se refiere a los que descienden literalmente de Jacob; en otras ocasiones se refiere
a los descendientes de Manasés e incluso, para algunos autores del Antiguo Testamento,
hablar de “la casa de Jacob” es, literalmente, hablar de los descendientes del profeta
Lehi.
Volvamos a Efraín. En Jeremías 31:9 se lee que en los últimos días Efraín se
volvería al Señor y tomaría su lugar como primogénito: “Vendrán con llanto, y por sus
súplicas los guiaré y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el
últimos días El Señor perdonaría sus rebeliones porque: “¿No es Efraín hijo precioso
para mí? ¿No es niño en quien me deleito? Pues siempre que hablo contra él, ciertamente
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lo recuerdo aún más. Por eso mis entrañas se conmueven por él; ciertamente tendré de él
misericordia, dice Jehová.” (Jeremías. 31:20). Por siglos Efraín y Judá mantuvieron
relaciones de competencia, deslealtad y contienda, pero está escrito que en los últimos
días “se disipará la envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán talados. Efraín no
tendrá envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín” (Isaías 11:13). Entonces cada uno de ellos
Con todo, queda en el aire la pregunta: ¿Cómo surge esa rivalidad entre Efraín y
Judá? Como habíamos visto, Saúl fue nombrado rey sobre las doce tribus, pero por sus
debilidades fue destituido y un descendiente literal de Judá —David― fue ungido como
rey. Muchas veces he visto que nunca falta quien es demasiado duro juzgando a David
por causa de su caída con Betsabé, pero olvidamos que en I Crónicas 17:7-14 el Señor
hace un convenio que no se había hecho, creo, nunca con nadie de manera tan explícita:
el Señor hace un convenio con David de que a) siempre habrá un descendiente suyo en el
trono, hasta que venga el Mesías, cuando ese era el privilegio de los efrainitas, no de los
Mesías y es por eso que los que creían en Jesús como el Hijo de Dios, le llamaban “hijo de
David”. Era una doble manera de reconocer tres cosas: su linaje, su autoridad política, y
Pero cuando muere David su hijo, Salomón, gobierna las doce tribus. Sí, al
principio lo hace muy bien, salvo que el poder siempre corrompe y Salomón lo hace cada
vez más mal, con cada vez más opresión, con impuestos cada vez más pesados, al grado
de que cuando éste muere, dos personas se disputan el trono y muchos los siguen entre
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primogénito literal de Efraín que reclamaba lo que le correspondía por derecho a reinar
sobre las doce tribus. Así que el conflicto no es solo de dos personas que quieren
gobernar, sino entre dos tribus: Judá y Efraín (Israel). El conflicto los llevará a dividir la
casa de Jacob en dos reinos que de manera muy significativa, al dividirse, toman el
Judá hacia el sur, con capital en Jerusalén, y con quien se quedan dos
componía de diez tribus: como que la inmensa mayoría reconocía que era a
nos deja ver como Israel, el reino del norte, fueran los grandes pecadores. La verdad es
que si tuviéramos los registros de Israel veríamos algo semejante: tampoco el reino de
Judá destacaba por su rectitud, y los profetas que hablaron a ambos reinos, como Oseas,
lo dejan ver muy claro. Por lo mismo, durante siglos hubo guerras entre ellos y al final el
reino de Israel fue llevado cautivo a Asiria, convirtiéndose para nosotros en las diez
tribus perdidas.
hablar en detalle de ambos cautiverios, por interesante que sea, acaso sea salirnos del
tema de estas páginas. Acaso lo importante aquí sea que para que terminara ese conflicto
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primogénito tanto de Judá como de José; alguien “a quien por derecho pertenecen el
sacerdocio y las llaves del reino” (véase D. y C. 113:3-6) y así, en una persona, se termina
un conflicto ancestral.
Ahora, ¿cuál era la relación entre Manasés y Efraín? De Efraín podemos hablar
como tribu, pero también como individuos: son una familia y tienen una manera de ser.
Cuando están cerca del Señor son grandes líderes, admirables, grandiosos, pero cuando
se alejan del Señor, por lo general son terribles: líderes siempre son, pero un líder que
tiene la habilidad de guiar hacia el mal, siempre es algo aciago de ver; algo muy
peligroso y, como hemos visto, en realidad Israel (Efraín) pocas veces fue un líder para
bien.
Por su parte, entre Efraín y Manasés siempre hubo una relación de celos mutuos:
Por ejemplo, en Isaías 9:20, 21 se habla de los últimos días, y se lee: “Cada uno arrebatará
comerá la carne de su propio brazo: Manasés a Efraín, y Efraín a Manasés, y ambos contra Judá.
Ni con todo esto ha cesado su furor, sino que su mano todavía está extendida.” Parece
que cuando se habla de poder, posesiones, riqueza, es muy difícil que haya equidad,
libertad, felicidad.
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habla del Libro de Mormón y se le menciona como “palo de Efraín”, cuando en realidad
no lo escribió la tribu de Efraín sino que sus autores eran de Manasés todos ellos, ¿no es
así? ¿Y a qué se debe eso? A que Efraín es el primogénito, y por ese simple hecho, es su
Hubo al menos dos profetas del Antiguo Testamento tenían muy clara la idea de
que habría dos tierras prometidas; de que el Señor tendrá dos capitales en el mundo a lo
largo del milenio, una para José, y una Judá. En Amós 1:2 se lee: “Jehová rugirá desde
Sión y dará su voz desde Jerusalén”. Por su parte, una de las más hermosas profecías
milenarias que nos dio el profeta Isaías, indica: “Y acontecerá en los postreros días que
será establecido el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será
exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos
pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos
enseñará acerca de sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la
Es decir, la promesa de que en los últimos días habría un templo del Señor en
los collados eternos, es decir América e, incluso de manera más específica, como dijo el
esos versículos de Isaías (el subrayado es mío): “Creo que esa profecía se aplica al histórico y
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maravilloso Templo de Salt Lake; pero creo que también se relaciona a este magnífico
recinto, ya que desde este púlpito la ley de Dios saldrá adelante, junto con la palabra y el
testimonio del Señor.” Al final de estos versículos Isaías hace una demarcación
geográfica: “Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová”. Son dos
las tierras prometidas: Sión, para los descendientes de José, y Jerusalén para los de Judá.
Aquí valdría la pena hacer un doble énfasis. 1. En 1844, pocos meses antes de
morir, el Profeta José Smith (comp. 1954, pp. 449-450) dijo (el subrayado es original):
“Todas las Américas son Sión, de norte a sur, y los profetas la describen, declarando que es la Sión
donde se hallará el monte del Señor, y que estará en el centro del país. Cuando los élderes
fue dado por herencia a los descendientes del profeta Lehi. Así lo declaró él mismo (2
Nefi 1:5) y más tarde el Señor refrendó esa promesa en persona, en dos ocasiones, a los
Efraín y Manasés, dijo: “Y ahora, tus dos hijos, Efraín y Manasés, que te nacieron en la
tierra de Egipto… he aquí, míos son… como Rubén y Simeón serán bendecidos, porque
míos son; por lo cual, por mi nombre serán llamados. (Así que fueron llamados Israel)… por tanto
fueron llamados las tribus de Manasés y de Efraín.” (TJS Génesis 48:5, 6, el subrayado es
mío). Si bien al principio tanto Manasés como Efraín eran conocidos como Israel, años
más tarde, José profetiza a su hijo Efraín: “Porque Jehová me ha visitado, y he recibido la
promesa de Jehová, de que del fruto de mis lomos, jehová levantará una rama justa de
mis lomos; y a ti, a quien mi padre Jacob ha llamado Israel, levantará a un profeta (no el
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Mesías, que es llamado Silo); y este profeta… será un vidente escogido para el fruto de
mis lomos” (TJS Génesis 50:24-26, cfr. 2 Nefi 3:5-7; el subrayado es mío). Imagino que es
claro en esta cita que Efraín llegó a ser Israel, y en vida recibió la promesa de que de sus
lomos nacería el profeta José Smith. ¿Y qué de su hermano, Manasés? Nuestro ancestro
…por lo cual, el Dios de tus padres te bendecirá, así como al fruto de tus lomos,
de modo que benditos serán sobre tus hermanos y sobre toda la casa de tu padre… por lo
que tus hermanos se inclinarán ante ti, de generación en generación, ante el fruto
de tus lomos para siempre; porque tú serás una luz a los de mi pueblo, para librarlos de
la esclavitud en los días de su cautividad; y para traerles la salvación cuando estén
completamente oprimidos por el pecado (TJS Génesis 48: 9-11, el subrayado es mío).
Segunda venida del Salvador, y Su reinado milenario es una responsabilidad que, como
dijo nuestro padre Jacob, recaería en los descendientes de José. Ambos “serían benditos”
sobre las doce tribus. Y precisamente hablando de ello, cuando el rey David profetizó de
Este es un punto del que trataremos más adelante en detalle, pero quien no
conoce el evangelio restaurado, a menudo cree que Jacob e Israel significan lo mismo. Y
sí, ambos son nombres que evocan a un mismo ser, salvo que uno no es la misma
persona antes y después de haber hecho convenios con El Señor. Jacob es el grupo de
personas que tienen las promesas por linaje. Como dijimos al principio, a veces el
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manera “Israel” tiene dos acepciones: por una parte significa los efrainitas, y por otra
representa a aquellas personas que reciben las promesas porque han hecho convenios
En todo caso, no es lo mismo hablar de “La casa de Jacob”, y “La casa de Israel”.
Por ejemplo, el que “la casa de Jacob” a veces se refiere exclusivamente a los
descendientes del profeta Lehi queda muy claro en Amós 9:8-9, por ejemplo. Allí el
Señor dice que castigará y destruirá a todos los pecadores de la casa de Jacob, y la nota 8ª
nos remite a 2 Nefi 3:3; 6:10-11, donde se habla claramente del castigo que el Señor haría
venir sobre los descendientes del profeta Lehi que se alejaran de la verdad por siglos. En
otra parte del Antiguo testamento se lee que “la casa de Jacob será fuego” (Abdías 1:18),
que quemará por completo a los descendientes de Esaú. Entonces la nota 18ª nos remite a
3 Nefi 20:16, donde El Señor mismo dice a los descendientes del profeta Lehi que
“entonces vosotros, que sois un resto de la casa de Jacob, iréis entre ellos; y estaréis en
medio de aquellos que serán muchos; y seréis entre ellos como un león entre los animales
del bosque…” Así pues, vale la pena leer las Escrituras bajo esta óptica: la casa de Jacob
muchas veces se refiere a los lamanitas, a veces a efrainitas y manasesitas, pero cuando
Con todo, los profetas del Antiguo testamento también vieron que en su futuro
(en nuestro pasado) Efraín perdería su posición exaltada sobre las doce tribus: Isaías, en
su capítulo 28, profetiza que por la iniquidad y la soberbia de Efraín éste caería. De
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manera significativa, los versículos del uno al cuatro hablaban del cautiverio del reino de
Oseas, quien predicó entre el 755 y el 715 a.C., es decir, que sería unos 30 ó 40
años anterior a Isaías, también profetizó que en no mucho tiempo (Oseas profetiza en
presente, indicando que es algo que estaba tan cierto de que sucedería, que para él era
como si estuviera sucediendo en ese momento): “Efraín se mezcla con los demás
pueblos”. En efecto, Asiria conquistó las diez tribus del norte (el reino de Israel) y éstas
se convirtieron en lo que ahora conocemos como “las diez tribus perdidas”. Oseas dijo
específicamente de la tribu de Efraín: “Efraín fue herido; se secó su raíz y no dará más
fruto; aunque engendren, yo mataré el preciado fruto de su vientre. Mi Dios les desechará,
porque ellos no le escucharon; y andarán errantes entre las naciones” (Oseas 9:16-17). De allí
que cuando se restauró el evangelio en estos últimos días, todos los miembros de la
Iglesia eran efrainitas: restos de esa tribu que de alguna manera habían ido a parar desde
el norte de Asia hasta Europa, tal como había sido profetizado por Zacarías:
Porque yo fortaleceré la casa de Judá y salvaré la casa de José; y los haré volver,
porque de ellos tendré piedad; y serán como si no los hubiera desechado, porque
yo soy Jehová su Dios y los oiré. Y los de Efraín serán como un valiente, y se
alegrará su corazón como con el vino; sus hijos también lo verán y se alegrarán;
su corazón se regocijará en Jehová. Yo los llamaré con un silbido y los reuniré, porque
los he redimido; y serán multiplicados como fueron multiplicados antes. Y los dispersaré
entre los pueblos; aun en lejanos países se acordarán de mí; y vivirán con sus hijos y
volverán. Porque yo los haré volver de la tierra de Egipto y los congregaré de
Asiria; y los traeré a la tierra de Galaad y del Líbano, y no habrá lugar suficiente
para ellos. Y él pasará por el mar de la angustia, y en el mar herirá las olas, y se
secarán todas las profundidades del río; y la soberbia de Asiria será derribada, y
se perderá el cetro de Egipto. (Zacarías 10:6-11).
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Los efrainitas nunca habían sido llevados cautivos a Egipto, pero en el Antiguo
venida del Salvador. Y en esos países Efraín nunca tuvo consciencia de sí mismo; nunca
supo que era parte de la casa de Jacob. Como dice en Oseas 7: 8-9: “Efraín se mezcla con los
demás pueblos; Efraín es como torta no volteada. Extraños han devorado sus fuerzas, y él
Aquí acaso valdría la pena hacer un comentario acerca del linaje. Éste tiene que
ver con dos cuestiones: por una parte, como se dijo arriba, con una cuestión del espíritu
de cada persona: antes de nacer, en la existencia premortal, se nos designó nacer en una
determinada tribu de Israel, de acuerdo con nuestra naturaleza individual. Hay una
manera de ser del descendiente de Manasés, del de Judá, del de Efraín. Y, en tanto las
tribus no se mezclaban entre sí, ese linaje también se heredaba de manera biológica,
genética. Hoy en día solo la sangre tanto de Efraín como de Manasés están tan
estas tribus no eran conscientes de su linaje, que sería muy difícil determinar de manera
biológica que alguien desciende de alguna de esas tribus: Muy probablemente cuando
un patriarca otorga una bendición patriarcal se nos indica ese linaje que viene de nuestro
estado premortal o, en todo caso, qué legado genético predomina en esa combinación de
genes ancestrales.
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Como habíamos dicho, el reino del sur era conocido como Judá, y estaba
integrado por las tribus de Judá y Benjamín. Por su parte al norte había estado el reino de
Israel, y para el 600 a.C. habían sido llevados cautivos por Asiria y se habían convertido
en las 10 tribus perdidas. Efraín sería esparcido entre las naciones, pero sabemos que
Manasés estaba entre las 10 tribus perdidas. Si el profeta Lehi era de Manasés, y la
1976, p. 199) —y, por lo mismo, hay que considerar que nefitas y lamanitas desde su
origen eran una combinación de ambas tribus— entonces de cualquier forma vale la
pena hacerse la pregunta: ¿Qué hacían ambas familias, Lehi de Manasés e Ismael de
Desde que las doce tribus tomaron posesión de la Tierra Santa, leemos que
“Hubo también ciudades que se apartaron para los hijos de Efraín en medio de la
heredad de los hijos de Manasés, todas las ciudades con sus aldeas.” (Josué 16: 9). Siglos
más tarde, cuando el reino del sur, Judá, fue llevado al cautiverio en Babilonia por
setenta años, al regresar de su destierro, el autor del libro de Crónicas nos indica:
Y todo Israel fue contado por sus genealogías, y he aquí que fueron escritos en el
libro de los reyes de Israel. Los de Judá fueron llevados cautivos a Babilonia por
su rebelión. Los primeros habitantes que entraron en sus posesiones y en sus
ciudades fueron los de Israel, los sacerdotes, los levitas y los sirvientes del
templo. Y habitaron en Jerusalén, de los hijos de Judá, y de los hijos de Benjamín,
y de los hijos de Efraín y de Manasés. (I Crónicas 9:1-3 el subrayado es mío).
Es decir, que si bien el reino de Judá estaba compuesto por dos tribus, había
habitantes de diferentes tribus en el reino, y allí eran notorios, como los primogénitos de
Jacob, los que eran descendientes de Efraín y Manasés. En II Crónicas 15:9 se lee que:
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“Después reunió a todo Judá y Benjamín, y con ellos a los forasteros de Efraín, y de Manasés y
de Simeón, porque muchos de Israel se habían pasado a él al ver que Jehová su Dios
estaba con él.” Es decir, que los más fieles de José eran los que se habían ido a Judá, lo
cual era comprensible: en la capital de Judá, Jerusalén, estaba el templo, mientras que en
todo Israel no había templo. Esta idea es reforzada veintiún capítulos más adelante, en
los días de Ezequías: “Envió después Ezequías por todo Israel y Judá, y también escribió
cartas a Efraín y a Manasés para que viniesen a Jerusalén a la casa de Jehová, a fin de celebrar la
Pascua a Jehová Dios de Israel.” (II Crónicas 30:1). Por ello, “Y cuando ellos vinieron a
Hilcías, el sumo sacerdote, le dieron el dinero que había sido traído a la casa de Jehová,
que los levitas que guardaban la puerta habían recogido de mano de Manasés, y de Efraín y de
Jerusalén.” (II Crónicas 34:9). No era casualidad que nuestro padre Lehi, pese a ser
descendiente de Manasés, viviera en Jerusalén y que, como explica Nefi, “mi padre Lehi
había morado en Jerusalén toda su vida” (1 Nefi 1:4): eran una familia de Manasés que
vivía en la ciudad del templo y que lo conocían bien, que más adelante el profeta Nefi
pudo decir:
revelado, como sucedió con la construcción del barco que les traería a este continente: Es
muy probable que Nefi conociera bien el templo, y tuviera un conocimiento claro de
Aquí siento la necesidad de decir una cosa, que me imagino el culto lector ya ha
pensado: “En mis numerosas lecturas nunca he visto que en el Antiguo Testamento se
deba leer que Efraín es Israel, y que Jacob deba entenderse como Manasés y, más
pensamiento tuyo y un cierto gesto en tu rostro. Sí, percibo que más de uno de ustedes
apostasía.
siguiente: Es irrebatible, innegable por completo, que las Escrituras nos indican que en
los últimos días las tribus que tendrían gran importancia en los acontecimientos previos
a la Segunda Venida, e incluso en preparar la tierra para dicho acontecimiento, son solo
tres tribus: Judá, Efraín y Manasés. De las otras tribus solo se les menciona de manera
general como “las diez tribus perdidas”. Ahora, habría que considerar lo siguiente:
por Moisés para salir del cautiverio en Egipto, se hace una distinción singular: “Y Moisés
subió hacia Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob y
anunciarás a los hijos de Israel:…“ (Éxodo 19:3). Por muchos años cuando leí este tipo de
expresiones, pensé que se trataba simplemente del muy singular estilo hebreo; del
un cierto ritmo, musicalidad, cadencia, la poesía hebrea lo que repite son ideas: eso es el
encuentran de manera muy clara en los textos mayas como el Popol Vuh y el Rabinal achí,
así como en los textos nahuas, como la poesía de Nezahualcóyotl, o incluso en los
Donde, “decir”, es un sinónimo de “anunciar”, y uno podría pensar que “la casa
de Jacob”, es un sinónimo “los hijos de Israel”. Y acaso sí lo sea, pero hay decenas de
versículos en el Antiguo Testamento donde queda muy claro que Jacob es un grupo de
Antiguo testamento: Isaías 10:20; 14:1; 27:6; 29:23; 40:27; 41:8, 14; 42:24; 43:1, 23, 28; 44:1,
21; 46:3; 48:1, 12; 49:5-6; Jeremías 2:4; 10:16; 30:10. Un lector paciente puede leerlas con
pero hay algunos versículos que yo considero que vale la pena el verlos en detalle
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porque allí queda claro que la casa de Jacob son los descendientes literales de él, de
Jacob, mientras que Israel son, o bien aquellos que descienden de Efraín, es decir, de
Israel, o bien como se indicó arriba, aquellos que han hecho convenio con el Señor en los
últimos días, es decir, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Isaías 9:8: “El Señor envió palabra a Jacob, y cayó en Israel”: El Señor quisiera
que la descendencia de Jacob le escuchara, pero quien le escucha son aquellos que han
Isaías 44: 5 y 23: “Éste dirá: Yo soy de Jehová; otro llevará el nombre de Jacob; y
otro escribirá con su mano: soy de Jehová, y se apellidará con el nombre de Israel…
Jehová redimió a Jacob y en Israel se glorifica”: Unos descienden de Jacob, pero los que
verdaderamente son del Señor, son aquellos que han hecho convenios con el Señor.
nombre; te puse un título, aunque no me conocías”. Aquí es claro que no son lo mismo:
atemorice. Tú, oh siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, porque yo estoy contigo;
porque destruiré a todas las naciones entre las cuales te habré dispersado; pero a ti no te
destruiré del todo, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin
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castigo.” La conjunción copulativa “ni” indica claramente que Jacob e Israel son dos
entidades diferentes. Por otra parte, llama la atención que, de nuevo, el Señor habla a “su
siervo Jacob”: Jacob es un siervo, no es quien preside. Que en este versículo “Jacob” son
los descendientes del profeta Lehi, queda claro en la edición actual de la Biblia SUD.
Sobre “Jacob” se encuentra la nota 27ª, que nos remite a 3 Nefi 20: 11-13, donde el Señor
habla a los descendientes del profeta Lehi en América y claramente indica que les habla
a ellos. El Señor dice claramente que el Señor castigaría duramente a Jacob, al pueblo
lamanita, pero que en su momento tendría piedad de ellos. Al hablar de los últimos días,
sois para mí, y armas de guerra…”, donde es claro que en los últimos días Jacob (los
descendientes del profeta Lehi) hará, e Israel (Efraín) presidirá y ambos (Jeremías habla
remanente de Israel; los pondré juntos como ovejas de Bosra, como rebaño en medio de su
general, o los lamanitas en particular) será reunido; Israel (los efrainitas en general, o los
SUD en particular) también serán reunidos, y formarán un solo rebaño como grey del
Israel: ¿No os corresponde a vosotros saber lo que es justo?... Pero yo estoy lleno del
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claro que Jacob (Manasés) e Israel (Efraín) son lo mismo (ambos son descendientes de
José), a pesar de que ambos son cosas diferentes. El paralelismo marca de manera muy
hermosa que ellos son semejantes por ser descendientes de José y, pese a ello, son
Israel, como dos naciones diferentes. Para no fatigar al lector con citas, solo mencionaré
dos: La primera se ubica en los tres días de tinieblas posteriores a la muerte del Salvador.
Los descendientes del profeta Lehi escucharon la voz del Salvador que les habló por
primera vez, que les habló de la destrucción de diferentes ciudades. “Y aconteció que
llegó de nuevo una voz al pueblo, y todo el pueblo oyó y dio testimonio de ella, que
decía: ¡Oh pueblo de estas grandes ciudades que han caído, que sois descendientes de
Jacob, sí, que sois de la casa de Israel, cuántas veces os he juntado como la gallina junta
sus polluelos bajo las alas, y os he nutrido!” (3 Nefi 10: 3, 4). Aquí es muy claro: cuando
gentiles en los últimos días, les dice: “Y ayudarán a mi pueblo, el resto de Jacob, y
también a cuantos de la casa de Israel vengan, a fin de que construyan una ciudad que
será llamada la Nueva Jerusalén.” (3 Nefi 21: 23). Más adelante volveremos sobre este
punto fundamental: la ciudad de la Nueva Jerusalén. Por lo pronto, acaso el ejemplo más
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claro, el más hermoso para mi gusto en ese sentido, nos lo da el profeta Nefi. Para el
lector cuidadoso de El libro de Mormón, es claro que Nefi emplea un tono de voz diferente
Parafraseando a Nefi podemos decir que él nos invita a venir al Dios de sus
familiar que tiene que ver con nosotros, los descendientes de Lehi. Esta idea se refuerza
cuando más adelante, en I Nefi 17:40, dice: “Y ama a los que lo aceptan como su Dios. He
aquí, él amó a nuestros padres, e hizo convenio con ellos, sí, con Abraham, Isaac y Jacob; y
recordó los convenios que había hecho; por tanto, los sacó de la tierra de Egipto.”
Cuando Nefi habla del Dios de Jacob, todo su discurso toma un sentido no sólo religioso,
sino familiar: nos habla a nosotros, sus descendientes, del Dios de nuestros ancestros: es
una cuestión de linaje. Por otra parte, cuando se refiere a las promesas que recibirán los
lamanitas justos, los que hagan convenios con el Señor en los últimos días, dice:
Y en aquel día el resto de los de nuestra posteridad sabrán que son de la casa de Israel, y
que son el pueblo del convenio del Señor; y entonces sabrán y llegarán al
conocimiento de sus antepasados, y también al conocimiento del evangelio de su
Redentor, que él ministró a sus padres. Por tanto, llegarán al conocimiento de su
Redentor y de los principios exactos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser
salvos. (1 Nefi 15:14).
cuales habilitarán al pueblo lamanita, en estos últimos días, a venir al Señor y florecer.
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Antes de iniciar este tema, hay tres cosas que quisiera retomar: Primero,
recordar que el versículo alrededor del cual gira todo escrito es la promesa de que “los
lamanitas florecerán como la rosa” (D. y C. 49:24). Segundo, que cuando hablamos de
lamanitas, en realidad hablamos más bien de los descendientes del profeta Lehi que han
sobrevivido hasta nuestros días. Tercero, que el profeta Nefi declaró: “Y ciertamente él
mostró a los antiguos profetas todas las cosas concernientes a ellos; y también mostró a muchos
tocante a nosotros; por tanto, es preciso que sepamos lo que a ellos atañe, porque está escrito
sobre las planchas de bronce.” (1 Nefi 19:21). Nuevamente, el profeta Nefi dijo que El Señor
mostró a muchos profetas acerca de nosotros, los lamanitas, y que eso estaba en las
planchas de bronces, lo que ahora conocemos como Antiguo Testamento, desde Génesis
6.1. Premisas
Luego entonces, vale la pena hacerse la pregunta: ¿Qué es lo que los profetas del
Antiguo Testamento dijeron acerca de los lamanitas? Antes de entrar de lleno a ese tema,
creo que vale la pena establecer cinco premisas que nos ayudarán a entender el resto de
este escrito. Imagino que todos estamos previamente de acuerdo en ellas, así que las
Cuando los hijos de nuestro padre Lehi regresaron de Jerusalén con las planchas
de bronce, leemos que él las leyó detenidamente: “Y aconteció que mi padre Lehi
también halló sobre las planchas de bronce la genealogía de sus padres, por lo que supo
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que descendía de José, sí, aquel José que era hijo de Jacob” (1 Nefi 5:14). Más adelante,
Más adelante, Nefi confirma: “Ahora bien, yo, Nefi, no doy la genealogía de mis padres
en esta parte de mis anales; ni tampoco la daré en ningún otro momento sobre estas
planchas que estoy escribiendo, porque se halla en los anales que mi padre ha llevado, y
por eso no la escribo en esta obra. Básteme decir que somos descendientes de José.” (1 Nefi 6:1,
2). No es sino hasta muchos, muchos siglos después, cuando Amulek da su genealogía,
que indica: “Y Aminadí era descendiente de Nefi, que era hijo de Lehi, que vino de la tierra
de Jerusalén, y el cual era descendiente de Manasés, que era hijo de José, el que fue vendido
para Egipto por sus hermanos.”(Alma 10:3). Con todo, Ismael descendía de Efraín, por lo
que ambos linajes se mezclaron desde el principio. De allí que, en cuanto al linaje, los
lamanitas hoy por hoy descienden tanto de Manasés como de Efraín, e incluso en una
misma familia llega a haber integrantes de Efraín y otros de Manasés, por lo que las
promesas dadas a nuestro ancestro José son nuestras. Es decir, los lamanitas descienden
de Efraín y de Manasés, en buena medida las promesas a ambas medias tribus son suyas,
pero los efrainitas que no son lamanitas, no tienen las promesas hechas a éstos. Pienso
que sus descendientes vivirían más allá de los muros del mundo conocido, más allá del
Hay una metonimia que se repite más de treinta veces en el Antiguo Testamento
y que me imagino que incluso pasa desapercibida para muchos lectores de la Biblia. Es la
frase: “Las islas del mar”, la cual es empleada por profetas como Moisés, Isaías, Jeremías
y Ezequiel, entre otros. Pero quien la usa mucho de manera profética es el gran profeta
Isaías. Para precisar qué debemos entender por esta frase recurrente, primero podemos
entender que el concepto “isla”, para los autores del Antiguo Testamento no es nuestro
lee: “Islas. La palabra se usa con frecuencia para denotar cualquier tierra bañada por el
mar…” Y, si bien con frecuencia la palabra refiere a las islas del mar Mediterráneo, lo
Es decir, no es solo ese “cualquier tierra bañada por el mar”, sino que al lector
cuidadoso le queda claro que esa frase alude a un lugar preciso y determinado. Pondré
solo dos ejemplos (insisto: hay al menos tres decenas en el Antiguo Testamento). El
primero de estos ejemplos: cuando Jeremías, en 25:15-16 profetiza que en los últimos
días habría guerras mundiales y, acaso, la última gran guerra, la de Armagedón, él hace
una larga lista de las naciones de formarán parte de estas guerras mundiales, cuyas
naciones abarcarán: “…a todos los reyes de Tiro, y a todos los reyes de Sidón y a los reyes
de las islas que están al otro lado del mar”. (Jeremías 25:22). Otro ejemplo de que “las islas del
mar” no son todas las islas o todas las costas, se da cuando Isaías habla de cómo se
congregará de nuevo el pueblo del Señor en los últimos días en torno a la Iglesia, y
aquel día que el Señor pondrá otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo
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Él saber, entonces, qué significa esa frase, o a qué región se refiere, es parte
fundamental de este escrito. En Isaías 51:4, 5 se lee: “Estad atentos a mí, pueblo mío, y
oídme, nación mía, porque de mí saldrá la ley, y mi justicia para luz de los pueblos.
Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación y mis brazos juzgarán a los pueblos; en
mí esperarán las islas, y en mi brazo pondrán su esperanza.” La nota 5b, que explica a
qué se refiere Isaías con “islas”, nos remite a 2 Nefi 10: 8, 20-22, donde el profeta Jacob
Y acontecerá que serán congregados de su larga dispersión, desde las islas del
mar y desde las cuatro partes de la tierra; y serán grandes a mis ojos las naciones
de los gentiles, dice Dios, en llevarlos a las tierras de su herencia …Ahora bien,
amados hermanos míos, en vista de que nuestro clemente Dios nos ha dado tan
gran conocimiento acerca de estas cosas, acordémonos de él, y dejemos a un lado
nuestros pecados, y no inclinemos la cabeza, porque no somos desechados; sin
embargo, hemos sido expulsados de la tierra de nuestra herencia; pero se nos ha
guiado a una tierra mejor, pues el Señor ha hecho del mar nuestro camino, y nos
hallamos en una isla del mar. Pero grandes son las promesas del Señor para los
que se hallan en las islas del mar; por tanto, ya que dice islas, debe haber más
que ésta, y también las habitan nuestros hermanos. Porque he aquí, el Señor Dios
ha llevado a algunos de la casa de Israel, de cuando en cuando, según su
voluntad y placer. Y ahora bien, he aquí, el Señor se acuerda de todos los que
han sido dispersados; por tanto, se acuerda de nosotros también.
verdad consideraban que llegar al continente americano era llegar a una isla enorme sino
que, en tanto habían llegado navegando, habían llegado a lo que era el concepto judío de
isla: una tierra a la que se llegaba navegando a través de agua. Jacob sentía que cuando
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Isaías hablaba de “las islas del mar”, se refería a ellos, y a aquellas otras tierras en las que
Por su parte, en Isaías 60:9 se lee: “Ciertamente a mí me esperarán las islas y las
naves de Tarsis desde el principio, para traer a tus hijos de lejos, su plata y su oro con
9A nos remite a D. y C. 64: 41-43, de donde aprendemos que “las islas” se refiere a Sión,
es decir, como dijimos arriba, a todo el continente americano. Ahora, creo que es muy
importante subrayar algo con lo que iniciamos este escrito: no estoy diciendo que cada
vez que en el Antiguo testamento se lee “islas” se refiere a este continente o a los
lamanitas, pero muchas veces —y eso nos lo da por el general el contexto o las
impresiones del Espíritu— uno puede entender que los profetas del Antiguo Testamento
los lamanitas. Incluso en El libro de Mormón, en 1 Nefi 19:15-18, justo antes de que Nefi
No obstante, dice el profeta, cuando llegue el día en que no vuelvan más sus
corazones contra el Santo de Israel, entonces él se acordará de los convenios que
hizo con sus padres. Sí, entonces se acordará de las islas del mar; sí, y a todos los
que son de la casa de Israel yo recogeré de las cuatro partes de la tierra, dice el
Señor, según las palabras del profeta Zenós. Sí, y toda la tierra verá la salvación
del Señor, dice el profeta; toda nación, tribu, lengua y pueblo serán bendecidos.
Y yo, Nefi, he escrito estas cosas a los de mi pueblo, para que tal vez los
persuada a que se acuerden del Señor su Redentor.
Y entonces cita los capítulos 48 y 49 de Isaías, los cuales son sumamente valiosos
porque, como dice en 1 Nefi 19:21, hablan de “nosotros”, los descendientes del profeta
Lehi. En esos dos capítulos el Señor nos explica quiénes somos Jacob, y cuáles son los
planes y propósitos del Señor para nosotros, los descendientes de Lehi en los últimos
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días. Nuevamente, en 2 Nefi 10, el profeta Jacob nos dice: “Pero grandes son las
promesas del Señor para los que se hallan en las islas del mar; por tanto, ya que dice islas,
debe haber más que ésta, y también las habitan nuestros hermanos.”
muy interesante: que los habitantes de las islas del pacífico descendían de las cuatro
grandes migraciones nefitas en los días de Hagot (Alma 63:4-9). La idea fue confirmada
Con orgullo les digo a los que vienen a mi oficina, que un lamanita es
descendiente de aquél Lehi que salió de Jerusalén unos 600 años antes de Cristo
y quien con su familia cruzó el gran océano y llegó a América. Y Lehi y su
familia llegaron a ser los ancestros de los mestizos y las tribus indígenas en
norte, centro y sud América, así como en las islas del mar, porque en el centro de
su historia hubo quienes dejaron América utilizando barcos y se fueron a las
islas del mar… ellos se encuentran en casi todas las islas del mar desde Hawái
hacia el sur, hasta el sur de Nueva Zelanda… El término “Lamanita” incluye a
todos los indios y los mestizos, tales como los polinesios, los guatemaltecos, los
peruanos, así como los Sioux, los Apache, los Mohawk, los Navajo, y otros. Es un
gran grupo de grandes personas… No hay bendiciones, de todas las
imaginables, a las que ustedes no tengan derecho —ustedes, los lamanitas—
cuando son justos. Ustedes son de sangre real, los descendientes de Abraham,
Isaac, Jacob, José y Lehi”.
Y el Pdte. Howard W Hunter (1984) afirmó el mismo punto con respecto a los
habitantes de las islas del Océano Pacífico: “Ha sido la posición de la Iglesia que los
polinesios tienen que ver con los indios americanos como descendientes del Padre Lehi,
Nuestra creencia en ese sentido tiene una base en las Escrituras (véase Alma 63:4-10).”
islas del mar”, según el contexto, podemos entender una de dos cosas: o bien se refiere,
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sí, a las costas del Mar Mediterráneo, que ellos conocían y con el que convivían, pero por
lo general esa expresión, “las islas del mar”, o “las costas del mar”, y sobre todo cuando
se refiere a profecías de los últimos días, se refiere a este continente, y a los que por
derecho habitan en él. En los escritos proféticos del Antiguo Testamento, los habitantes
de las islas del mar, son los descendientes del profeta Lehi. Lo cual nos lleva al siguiente
apartado:
herencia —no exclusiva, pero sí primordial— de los descendientes del padre Lehi.
Ahora, estoy consciente de que una declaración como esta aparentemente puede reflejar
un afán xenofóbico, o puede aparentar que uno está pretendiendo una lucha de
reconquista territorial que no tiene ninguna posibilidad de rendir fruto alguno: por más
reconquistar los territorios que les fueron quitados, esa sería absolutamente una lucha
perdida. Si traigo esa promesa a colación, es porque quiero indicar que muchas veces,
cuando en el Antiguo Testamento se habla de las islas o las costas del mar, en realidad el
autor tiene en su mente a los descendientes del profeta Lehi, porque este continente se
Ya desde 1 Nefi 13: 30-31, cuando Nefi ve el sueño del profeta Lehi, un ángel le
dice: “No obstante, tú ves que los gentiles que han salido de la cautividad, y que, gracias
al poder de Dios han sido elevados sobre todas las demás naciones que hay en la
superficie de la tierra, que es una tierra escogida sobre todas las demás, la cual es la tierra que el
Señor Dios dio a tu padre por convenio para que fuese la herencia de sus descendientes…” No
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sabemos exactamente en qué momento se hizo ese convenio entre el Padre y Lehi, pero
…a pesar de nuestras aflicciones, hemos obtenido una tierra de promisión, una tierra
escogida sobre todas las demás; una tierra que El Señor Dios hizo convenio conmigo de
que sería una herencia para la herencia de mi posteridad. Sí, el Señor me ha dado esta
tierra por convenio a mí y a mis hijos para siempre, y también para todos aquellos que
la mano del Señor conduzca de otros países.
adelante, en los siguientes versículos se dice claramente que esta es una tierra de
libertad, la cual será bendita para los justos. Con todo, pese a que el profeta Lehi diga
que “nadie vendrá a esta tierra a menos que sea traído por la mano del Señor” (2 Nefi
1:6), seis siglos después El Señor mismo dirá lo siguiente a los doce discípulos nefitas:
“Vosotros sois mis discípulos; y sois una luz a este pueblo, que es un resto de la casa de
José. Y he aquí, ésta es la tierra de vuestra herencia; y el Padre os la ha dado”. (3 Nefi 15:12-13).
Más adelante, el Señor repite esta misma declaración: “De cierto, de cierto os digo que así me
ha mandado el Padre: Que dé a este pueblo esta tierra por herencia”. (3 Nefi 16:16). Casi con las
mismas palabras, El Señor por tercera ocasión indicará: “Y el Padre me ha mandado que
os dé esta tierra por herencia” (3 Nefi 20:14). Y reitero: no es un profeta quien lo afirma
de manera categórica: es El Señor mismo resucitado quien le dice eso a los descendientes
de Lehi.
Ahora, vale la pena preguntarse: ¿Por qué es tan importante este pueblo, como
para que el Señor les haga tales promesas? ¿Por qué no darles una tierra prometida a los
por nuestras buenas obras, o porque nos lo merezcamos, sino a) Por lo que se espera que
hagamos como pueblo descendiente de José para preparar la tierra para Segunda Venida
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del Salvador y b) porque de aquí saldría un libro tan importante como la Biblia para el
resto de los habitantes de la tierra: El libro de Mormón. Ahora, veamos qué dijeron los
Por supuesto, en la Biblia no hay una sola profecía que diga algo como: “Y
entonces llegará el Libro de Mormón, el cual será un volumen de escritura sagrada que
contendrá la plenitud del evangelio eterno”, ni nada semejante. Me imagino que si algún
profeta hubiera sido así de claro, el Enemigo habría buscado eliminar ese pasaje, como
eliminó otras cosas “claras y preciosas” de la Biblia (1 Nefi 13:40). Con todo, es claro que
varios autores del Antiguo Testamento pudieron ver El libro de Mormón, ese gran registro
El primero de estos ejemplos tiene que ver con el o los autores del Salmo 85,
quienes fueron muy inspirados al enunciar la gran apostasía universal, y que muchos de
tierra y, como parte de ello la verdad (El libro de Mormón) brotaría de la tierra; El Señor
nutriría espiritualmente a Su pueblo a fin de que los hijos del convenio caminaran por
Ciertamente cercana está su salvación a los que le temen, para que habite la gloria
en nuestra tierra.
La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron.
La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos.
Jehová dará también el bien, y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia irá delante de él, y nos pondrá en el camino de sus pasos.
Salmo 85:6-13
Ahora, dada la fraseología empleada, es muy probable que más que profetizar,
los autores de este salmo en realidad lo que estaban haciendo era de hecho citar un texto
muy antiguo que formó parte de la Biblia, se perdió, y fue restaurado con la traducción
del profeta José Smith. En lo que originalmente era Génesis 7 (Ahora Moisés 7). Allí
vemos cómo el mensaje del salmo 85 no es muy diferente de lo que el Señor le dijo al
profeta Enoc: la apostasía universal, la restauración de las llaves del sacerdocio (“justicia
enviaré desde los cielos”) el surgimiento de El libro de Mormón, el cual 1. Testificaría del
Hijo, 2. De la resurrección universal y 3. Inundaría la tierra, como dijo el Pdte. Ezra Taft
Benson (1989, p. 6), con el propósito de que 4. Los escogidos del Señor pudieran reunirse
Casi a manera de paréntesis, subrayo algo que más adelante veremos en detalle:
los profetas anteriores al Señor tenían su vista puesta en la construcción de una ciudad
santa en los últimos días, y sabían que ese lugar, Sión, sería una Nueva Jerusalén.
Muchos siglos más tarde, el profeta José Smith diría, en una carta dirigida a los santos
algo semejante, usando la misma fraseología: se publicaría El libro de Mormón (la verdad
brotaría de la tierra), como una preparación para que para que pudieran ser salvos
Ahora, ¿qué oímos en el evangelio que hemos recibido? ¡Una voz de alegría! Una
voz de misericordia del cielo, y una voz de verdad que brota de la tierra; gozosas
nuevas para los muertos; una voz de alegría para los vivos y los muertos; buenas
nuevas de gran gozo. ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies de los que
traen alegres nuevas de cosas buenas, y que dicen a Sión: He aquí, tu Dios reina!
¡Como el rocío del Carmelo descenderá sobre ellos el conocimiento de Dios! (D.
y C. 128:19)
Los profetas del Antiguo testamento tenían muy claro que ese libro que sería
escrito por los descendientes del profeta Lehi era de gran importancia para el futuro de
la humanidad y, como veremos más adelante, eran muy conscientes de lo que sería la
historia del pueblo lamanita y el papel que este pueblo jugaría en los últimos días. El
profeta Isaías también presenció ese glorioso momento de la restauración del evangelio,
Mormón que brotaría de la tierra, así como de la autoridad y llaves del sacerdocio, y lo
Yo soy Jehová, y no hay ningún otro; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré,
aunque tú no me has conocido, para que se sepa desde el nacimiento del sol
hasta donde se pone que no hay nadie más que yo; yo soy Jehová, y no hay
ningún otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas; hago la paz y creo la
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adversidad. Yo, Jehová, hago todo esto. Rociad, cielos, desde arriba, y las nubes
destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salvación y la justicia;
háganse brotar juntamente. Yo, Jehová, lo he creado. (Isaías 45:5-8).
El Padre ha tenido a bien permitir que ahora el evangelio llegue a todo el mundo. Como
dice el himno, cual rocío que destila, Él nos ha dado conocimiento y autoridad como un
Unos dos siglos después de la profecía del Salmo 85, el profeta Ezequiel tuvo
una visión singular. Lo que algunos han dado en llamar como “la profecía del valle de
los huesos secos” (Ezequiel 37:1-10), que muchas veces se usa para demostrar que en el
un valle, lleno de huesos. Éstos se revisten de carne, de piel, y el espíritu entra en cada
uno de ellos. Este es un buen ejemplo de lo que sería una profecía dual; una profecía que
se cumple al menos en dos ocasiones diferentes: la intención del profeta Ezequiel no era
solo hablar de la resurrección: por el contexto es claro que el pueblo judío en el exilio
aceptaba esta doctrina, pero a partir del versículo 11 las cosas cambian bastante, cuando
El Señor le explica a Ezequiel que esos huesos son la casa de Israel, y están muertos, sí,
haría que hubiera una restauración que haría que de nuevo la casa de Israel fuera
congregada (v. 12). Ahora, a partir del v. 14 explica cómo es que se llevaría a cabo esa
La casa de Israel en los últimos días (es decir, La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días, v. 12), sería restaurada, gracias a que habría dos diferentes
tablillas de escritura o “palos” (v. 16): uno de Judá, la Biblia, y otro de José, El Libro de
Mormón. Ambos libros serían uno solo en las manos del pueblo del Señor (v. 19). Sin
amos libros, sería imposible que hubiera una congregación de “los hijos de Israel” —los
SUD— en los últimos días (v. 21). Gracias a estos registros sagrados somos un mismo
pueblo, sin importar cuál sea nuestra nacionalidad (v. 22), y desaparecerán las
diferencias entre las tribus de Judá y de José. El surgimiento de El libro de Mormón servirá
para que no vuelva a haber otra apostasía en la casa de Israel y para mantenernos en el
camino recto y estrecho (v. 23), de tal manera que el Hijo de David, nuestro Salvador,
será nuestro gobernador. Ahora, la parte que interesa particularmente a este escrito es lo
¿Quién son esas personas que habitarán esa tierra prometida? ¿Qué debemos
entender aquí por “Jacob”? Creo que nadie puede asegurarlo por seguro, pero a mí me
hace sentido el que el Señor está hablando del “palo de José”, de la restauración de Israel
en los últimos días, entendiendo Israel como todos aquellos que han hecho convenios
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con el Señor en nuestros tiempos. Si entiendo bien, habla de los descendientes de José,
descendientes de Efraín y de Manasés, que viven en la tierra que el Señor dio a Jacob.
Creo que aquí “Jacob” —no puedo ver ninguna otra interpretación posible— debe leerse
como “los descendientes del profeta Lehi”, y en ese sentido Ezequiel 37:25-26 es una
profecía que Ezequiel hace específicamente al pueblo lamanita, donde creo que queda
la cita, y pedirles que lo lean en función de que esa promesa es para los descendientes de
Acaso es por eso que Isaías dice: “El Señor envió palabra a Jacob, y cayó en
Israel. Y todo el pueblo lo sabrá…” (Isaías 9:8-9) En otras palabras, el Señor habla a Jacob,
es decir, a los lamanitas, pero esas palabras del Señor vendrían a este pueblo solo a
través de los miembros de la Iglesia. Como está escrito en la portada del Libro de
Mormón: “Por tanto, es un compendio de los anales del pueblo de Nefi, así como de los
a los judíos y a los gentiles—“. Este concepto, de que el Señor hablaría a Jacob, a los
descendientes de Lehi, pero les haría llegar Sus ordenanzas y autoridad a través de
Israel, lo vemos también en el Salmo 147: 12-20. Al inicio parece una bella oración de
entienden como un sinónimo. En ese sentido, estos versículos no son sino una invitación
al pueblo hebreo a adorar al Señor, porque Él los bendeciría. Nosotros, como se vio
arriba, entendemos que Sión será todo el continente americano, y que esos versículos
contienen una profecía diferente acerca del florecimiento lamanita: la de que Sión, este
continente, sería bendecida material (con lo mejor del trigo) y espiritualmente (declararía
sus palabras a Jacob) y de ello resultaría El libro de Mormón, y las ordenanzas de salvación
a los SUD, es decir, El Señor derramaría bendiciones espirituales como no ha hecho con
conocimiento que no requiere explicación. Basta con mencionar que en ese capítulo
Isaías habla de que habría un pueblo (los nefitas) que serían exterminados (v. 3) y
entonces hablarían como una voz que habla desde el polvo (v. 4), que es un poco volver a
lo que se dijo arriba: la verdad brotaría de la tierra. En ese capítulo Isaías profetiza de la
gran apostasía (vv. 7-10), así como la restauración del Evangelio (14-17), junto con el
advenimiento de un libro sellado, el Libro de Mormón (vv. 11, 12 y 18, 19). Isaías tenía
muy presente que para preparar la tierra para la Segunda Venida era necesario que
primero hubiera una restauración del evangelio y que, para que esto fuera posible, era
preciso que se inundara la tierra con El libro de Mormón. (v. 18). Nuevamente, quiero
subrayar el hecho de que El libro de Mormón es un libro para todo el mundo, sí, pero en su
carátula especifica que es para los lamanitas. Los últimos tres versículos de Isaías 29
terminan con estas palabras, donde me parece claro que donde dice “la casa de Jacob”,
habla específicamente de los descendientes del padre Lehi. No veo otra manera de
entender el final de este capítulo que habla del surgimiento de El libro de Mormón, si no es
Por tanto, Jehová, que redimió a Abraham, dice así a la casa de Jacob: No será ahora
avergonzado Jacob, ni su rostro se pondrá pálido, porque cuando vea a sus hijos, obra
de mis manos, en medio de sí, ellos santificarán mi nombre, y santificarán al Santo de
Jacob y temerán al Dios de Israel. Y los que erraron en espíritu llegarán al
entendimiento, y los murmuradores aprenderán doctrina. (Isaías 29:22-24).
Pensando en lo anterior, acaso vale la pena preguntarse: ¿Cuál es la relación entre Isaías
Ahora, vale la pena aclarar que no estoy diciendo que Isaías escribió
muchas partes de los escritos de Isaías están dirigidos a esta nación. Aquí creo que vale
ejemplo, en Malaquías 4:5 se lee: “He aquí, yo os envío a Elías el profeta antes que venga
el día de Jehová, grande y terrible.” Luego, en Mateo 17: 11, 12 Jesús dice que Elías ya
vino, y que era Juan el Bautista. Y sí, pero también es cierto que esa profecía tendría otro
cumplimiento, al iniciarse esta dispensación, cuando Elías vino al templo de Kirtland, tal
como está registrado en D. y C. 110. Muchas de las cosas que dijo Isaías se cumplieron en
sus propios días, sí, pero muchas se volverían a cumplir en el futuro, en diferentes
ocasiones. Para entender lo que sigue es vital mantener en la mente la dualidad de las
ocasiones que los autores del Libro de Mormón incluyen grandes citas del libro de Isaías.
Trataré de analizarlos sin detenerme mucho tiempo en ellos. En cada uno de estos casos,
Nefi, Jacob o el Salvador mismo, dedican un capitulo antes y uno después de la cita, para
Primer fragmento: 1 Nefi 20, 21 (Isaías 48, 49). Su prólogo es 1 Nefi 19. Allí Nefi,
recién desembarcado en este continente, nos dice que El Señor le mandó escribir otro
juego de planchas en las cuales (v. 6) no escribirá nada que no sea sagrado, de tal manera
que el Mesías sea el centro de sus escritos (vv. 8 y 9) y, por lo mismo, de todo El libro de
Mormón. Por lo mismo desde el v. 7 nos testifica del Salvador. Vale la pena ver la
palabras que él habló tocante a tres días de tinieblas, los cuales serán una señal
de su muerte que se dará a los que habitaren las islas del mar, y más
especialmente dada a los que son de la casa de Israel.
trata de un asunto familiar, del linaje del profeta Lehi, que son los que habitan “las islas
del mar”. Nefi quería que todo el mundo, sí, pero sobre todo los descendientes del
profeta Lehi vinieran a Cristo. La idea es reforzada en los vv. 15, 16, donde profetiza que
el pueblo lamanita sería castigado por sus maldades, pero en su debido tiempo El Señor
“entonces se acordará de las islas del mar” (v. 16). Y entonces viene una afirmación muy
preciso que sepamos lo que a ellos atañe, porque está escrito sobre las planchas de
bronce.” (v. 21). En las planchas de bronce, es decir, de Génesis a Jeremías, los profetas
hablaron “tocante a nosotros”, los descendientes del profeta Lehi. Y para el profeta Nefi
“es preciso que sepamos” tanto sus hermanos en aquellos días como nosotros, hoy en
día, esas cosas, a fin de que alcancemos dichas promesas. Ahora, justo antes de citar
Y les leí muchas cosas que estaban escritas en los libros de Moisés; pero a fin de
convencerlos más plenamente de que creyeran en el Señor su Redentor, les leí lo
que escribió el profeta Isaías; porque apliqué todas las Escrituras a nosotros mismos para
nuestro provecho e instrucción. Por tanto, les hablé, diciendo: Escuchad las
palabras del profeta, vosotros que sois un resto de la casa de Israel, una rama
que ha sido desgajada; escuchad las palabras del profeta que fueron escritas a toda la
casa de Israel, y aplicáoslas a vosotros mismos, para que podáis tener esperanza (1 Nefi
19: 23, 24).
Es decir, que Nefi estaba consciente de ese dualismo en las profecías de Isaías:
que se referían a los israelitas de dos siglos antes de sus días, pero que también volverían
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a cumplirse en el futuro, con los lamanitas. Y, con ese antecedente, el profeta Nefi citó
esos dos capítulos de Isaías. En ese par de capítulos Isaías explica quiénes somos
“Jacob”, en los últimos días. Es decir, los lamanitas que hemos sido bautizados en La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero con quienes el Señor no está
bien complacido: somos orgullosos (v. 4), no predicamos el evangelio (v. 6) y no somos
leales en guardar los mandamientos del Señor (v. 8). Con todo, el Señor nos ama (v. 14) y
Él nos hará prosperar (v. 15). ¿Qué tenemos qué hacer para que el Señor nos perdone
como pueblo y nos bendiga? Eso está en los vv. 17 al 22, y creo que haríamos bien en
leerlos y meditarlos, en tanto el profeta Nefi dijo que Isaías lo escribió para los lamanitas:
Al obedecer sus mandamientos, este pueblo por fin tendrá paz y rectitud
Alguna vez alguien me preguntó: ¿Para qué escribió Nefi la parte de Isaías? Si
era tan difícil escribir sobre planchas de metal, ¿no sería mejor solo pedirnos que
capítulo inicia con una parte que no está en Isaías: Pondré en cursiva lo que no se
encuentra en la Biblia
Y además: ¡Oídme, oh casa de Israel, todos vosotros los que habéis sido separados y
echados fuera por causa de la iniquidad de los pastores de mi pueblo; sí, todos vosotros que
habéis sido separados y esparcidos, quienes sois de mi pueblo, oh casa de Israel! ¡Oídme,
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islas del mar, y escuchad, pueblos lejanos! El Señor me llamó desde el vientre;
desde las entrañas de mi madre hizo él mención de mi nombre. (1 Nefi 21: 1).
Con todo, desde ese primer versículo, Isaías dice explícitamente que él se dirige
a las islas del mar y entonces, en los versículos dos y tres, profetiza de la misión del
siervo del Señor. Vale la pena detenerse aquí y comentar que este es un buen ejemplo de
Ciro. De hecho, cuando esto leyó todos esos capítulos que hablaban del siervo de Jehová,
se movió de tal manera su corazón, que liberó a los judíos que estaban cautivos en
Babilonia en los días de Esdras y Nehemías (“para que digáis a los presos: salid”, dice el
versículo 9). Pero también se aplican al Salvador mismo quien, durante los tres días que
estuvo muerto, visitó a los espíritus en cautiverio y sí: cumplió con abrir las puertas para
liberar a los que estaban en la prisión espiritual. Pero también se refiere, en nuestros
mundo que habitaba en apostasía. Como dijo el profeta Nefi a manera de prólogo a estos
dos capítulos: “escuchad las palabras del profeta que fueron escritas a toda la casa de
Israel, y aplicáoslas a vosotros mismos, para que podáis tener esperanza” (1 Nefi 19:24).
Isaías hablaba de tal manera que se aplicaba a los judíos dos siglos después de él, a la
Primera Venida del Salvador a esta tierra, y a los lamanitas de la época del Profeta José
Smith, cuya obra (vuelvo a 1 Nefi 21 o Isaías 49) serviría para “hacer volver a él a Jacob”
(v. 5); “para levantar las tribus de Jacob” (v. 6), es decir, a los lamanitas, así como a Israel
y a los gentiles. Entonces Isaías profetiza que cuando el Señor lo considerara prudente,
Él escucharía a las islas del mar (v. 8) a fin de que éstas fueran liberadas de su prisión
espiritual (v. 9), y el Señor los guiaría para que no padecieran de hambre y sed (v. 10) y
El Señor les daría consuelo en sus aflicciones (v. 13). Los versículos del 14 al 26 hablan de
lo mucho que ha padecido Sión, que, como se mostró arriba, se refiere a los habitantes de
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todo este continente; sufrimiento que hace que en más de una ocasión nos preguntemos
si el Señor se ha olvidado de nosotros (v. 14). Pero en los vv. 15 en adelante El Señor nos
(v. 22)
Una vez que Nefi citó estas palabras a sus hermanos, éstos le preguntaron que si
estaba hablando de cosas materiales, o de cosas espirituales. Nefi les respondió que se
espiritual (1 Nefi 22:3). Explica (v. 5) que los lamanitas serían perseguidos por sus
maldades pero dice explícitamente que esas profecías citadas: “se refiere a nosotros en
los días venideros” (1 Nefi 22:6). En otras palabras, confirma lo que he dicho arriba: a
veces la expresión “Jacob”, se refiere a los lamanitas, y casi siempre que se habla de “las
islas del mar”, se refiere a los habitantes de este continente. Entonces Nefi agrega:
Y después que nuestra posteridad haya sido dispersada, el Señor Dios procederá
a efectuar una obra maravillosa entre los gentiles, que será de gran valor para
nuestra posteridad; por tanto, se compara a que serán nutridos por los gentiles y
llevados en sus brazos y sobre sus hombros. Y también será de valor a los
gentiles; y no solamente a los gentiles, sino a toda la casa de Israel, para dar a
conocer los convenios del Padre de los cielos con Abraham, que dicen: En tu
posteridad serán benditas todas las familias de la tierra. (1 Nefi 22: 8, 9).
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Y finaliza explicando con detalle por qué —no solo en sus días, sino
particularmente en días tan complicados como los nuestros— pese a las circunstancias
en que vivamos, y lo reitera en varias ocasiones, “los justos no tienen por qué temer”. (1
Isaías citado en El libro de Mormón, es parte de un discurso dado por el profeta Jacob, hijo
de Lehi. Antes de citar estos dos capítulos, Jacob dice: “Y hay muchas cosas que Isaías ha
hablado, las cuales se os pueden aplicar” (2 Nefi 6: 5) e indica que lo cita con este
propósito: “para que conozcáis y glorifiquéis el nombre de vuestro Dios.” (2 Nefi 6:4).
Reitera que vendría un período en el que los lamanitas “serían echados de un lado a
otro” (v. 11), pero llegaría el momento en que los gentiles ayudarían a cumplir los
convenios que El Señor ha hecho con los lamanitas (v. 12), al grado de que “Y reyes serán
tus ayos, y sus reinas, tus nodrizas; con el rostro hacia la tierra se postrarán ante ti y
lamerán el polvo de tus pies; y sabrás que yo soy el Señor; porque los que me esperan no
serán avergonzados.” (v. 7). Jacob dice algo que será repetido en muchas escrituras: que
este pueblo en cautiverio económico, físico, mental y espiritual, sería librado por el
poder del Señor (v. 17). En el capítulo 8 de 2 Nefi (o, Isaías 51), se enfoca ahora no en los
lamanitas que se han alejado de la verdad, sino en aquellos que son fieles. Se nos insta a
mirar a Abraham (v. 1), es decir, observar su vida, su ejemplo, y confiar, con el tipo de fe
que él tuvo. Y se nos hace la promesa de que el Señor va a consolar a Sión (v. 2). Es decir,
que El Señor curará todo el dolor, la pobreza de siglos entre los lamanitas (v. 3) si tan
solo venimos a Él y lo escuchamos (v. 4) nosotros, lo lamanitas. Como dice Isaías: “En mí
esperarán las islas, y en mi brazo confiarán.” (v. 5). Si nos arrepentimos y somos fieles a
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nuestros convenios (v. 9), El Señor no nos va a olvidar y nos va a proteger (vv. 12, 13),
pero debemos entender que los lamanitas no nos vamos a levantar, sino hasta que nos
arrepintamos (v. 17). Eso es lo que desatará las ataduras de nuestro cuello como pueblo
lamanita: arrepentirnos y venir al Señor. Como lo dice al final del capítulo: “¡Despierta,
despierta, vístete de tu poder, oh Sión! ¡Vístete tus ropas de hermosura, oh Jerusalén, ciudad
santa! Porque nunca más vendrá a ti el incircunciso ni el inmundo. ¡Sacúdete del polvo,
levántate y toma asiento, oh Jerusalén! ¡Suelta las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de
Sión!” (2 Nefi 8:24-25). Donde, como se ha dicho arriba, debemos entender que Sión es la
descendientes de Judá.
Una vez que Jacob termina de citar a Isaías, explica y enfatiza la razón por la que
puso esos dos capítulos allí: “He aquí, mis amados hermanos, os hablo estas cosas para
que os regocijéis y levantéis vuestras cabezas para siempre, a causa de las bendiciones que el
Señor Dios conferirá a vuestros hijos.” Sí, nuevamente Isaías estaba hablando a los
lamanitas, y más adelante en ese mismo discurso Jacob lo reafirma: “…las promesas que
hemos logrado son promesas para nosotros según la carne… y nuestros hijos serán
restaurados para que obtengan aquello que les dará el verdadero conocimiento de su Redentor.” (2
cosas materiales sino, como dijo Nefi, un salir de un cautiverio, tanto físico como
espiritual, que se ha prolongado por siglos. El capítulo 10 de Jacob nos habla de ello en
detalle y no quiero comentarlo detenidamente, pero es bueno leerlo casi palabra por
palabra. Basta decir que Jacob profetiza que los habitantes de las islas del mar (los
lamanitas) serán congregados en los últimos días (v. 8) a las tierras de su herencia, se
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reitera esa promesa de que “Sí, los reyes de los gentiles les serán por ayos, y sus reinas
por nodrizas” (v. 9), este continente será un continente para los lamanitas (v. 10), se han
de destruir las combinaciones secretas que actualmente nos gobiernan (v. 15), pero antes
de eso, los lamanitas serían afligidos (v. 18), un tema sobre el que hablaremos en detalle
más adelante, pero una cosa sí queda clara: “Por tanto, consagraré esta tierra a tu posteridad,
y a aquellos que sean contados entre los de tu posteridad, como la tierra de su herencia, para
siempre; porque es una tierra escogida, me dice el Señor, sobre todas las otras tierras” (2
Nefi 10:19), porque “grandes son las promesas del Señor para los que se hallan en las islas del
Tercer fragmento: 2 Nefi 12-24 (Isaías 2-14). Este tercer extracto de Isaías es el
mayor de El libro de Mormón. Antes de citarlo, como en todos los casos anteriores, tiene
un capítulo que le sirve de prólogo o introducción. En este caso, 2 Nefi 11. Allí Nefi
explica que va a hacer esa larga cita de Isaías porque 1. Sus palabras se aplican a su
pueblo (v. 2), es decir, a nosotros, los lamanitas. 2. Porque testifican de Cristo y de “el
eterno plan de redención de la muerte” (vv. 2 y 5). 3. Para que el pueblo lamanita, al leer
estas palabras, “eleven sus corazones y se regocijen” (v. 8). Hay tres temas principales en
los capítulos citados de Isaías: I. Desde 2 Nefi 12, a 2 Nefi 15. Isaías habla a “la casa de
Jacob” (v. 5), es decir, a los lamanitas, y nos llama fuertemente al arrepentimiento a fin
de poder ser parte de disfrutar tanto del futuro glorioso de Sión, como del período
milenario. II. De 2 Nefi 16 a 2 Nefi 19. Isaías testifica del Mesías, y nos invita a venir a
Cristo. III. De 2 Nefi 20 a 2 Nefi 24. El Señor habla a su pueblo que mora en Sión, los
habitantes del continente americano (2 Nefi 20: 24), y nos da esperanza con los gloriosos
eventos que esperan a los justos en los últimos días: La casa de Jacob (20: 21), es decir, los
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lamanitas, vendrán al Señor, quien los perdonará y los liberará de sus cargas físicas; Se
Una vez que Nefi termina de citar las palabras de Isaías, nos explica cómo
entendía él esos capítulos. En 2 Nefi 25: 3, 8 nos da una clave interpretativa de los
escritos de Isaías: “Por tanto, escribo a mi pueblo, a todos aquellos que en lo futuro
reciban estas cosas que yo escribo, para que conozcan los juicios de Dios y sepan que
vienen sobre todas las naciones, según la palabra que él ha declarado… y limitaré mis
palabras a mi propio pueblo; porque sé que serán de gran valor para ellos en los
postreros días, porque entonces las entenderán; por consiguiente, es para su bien que las
he escrito.”
Nefi lo dice con claridad, y lo mismo fue escrito por mano de Moroni en la
portada de El libro de Mormón: “Escrito a los lamanitas, quienes son un resto de la casa de
Israel, y también a los judíos y a los gentiles”. El libro de Mormón fue escrito para todo el
mundo, sí, pero ante todo para el pueblo lamanita. Es decir, en El libro de Mormón
encontramos el evangelio en su plenitud, y doctrina y verdades que son para todos los
hijos de El Padre, pero también allí hay promesas y mensajes que solo son para los
excluyente, no, sino que así como vimos arriba que cada tribu tiene sus bendiciones, y
están registradas en sus libros respectivos (2 Nefi 29:13), El libro de Mormón tiene
bendiciones y promesas que son exclusivas para los descendientes de José, a través del
profeta Lehi. Yo ignoro por qué Isaías, como veremos más adelante, dedicó tantos de sus
mensajes al pueblo lamanita. Imagino que por el importante papel que este pueblo
tendrá en preparar la tierra para la Segunda Venida del Señor, pero a veces me he
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preguntado si no sería que el profeta Lehi sería su descendiente, y por ello le dedicó
citado en El libro de Mormón fue dado por El Salvador mismo al visitar e instruir a los
cumplimiento del convenio que hice con Jacob, vuestro padre; y será una Nueva
Jerusalén. Y los poderes del cielo estarán entre este pueblo; sí, yo mismo estaré en medio
de vosotros.” (3 Nefi 20:22). Por una parte, confirma esta idea que hemos estado
manejando, que los descendientes del padre Lehi en algunas partes de las escrituras son
conocidos como la casa de Jacob. Por otra parte, está la promesa del Salvador, de que
Sión, que sería conocida como la Nueva Jerusalén. Entonces El Salvador nos explica que
lo que nos habilitará como pueblo para cumplir con esa labor será, primero, el predicar el
evangelio a nuestros hermanos lamanitas (vv. 30-35) y, segundo, pasar por un proceso
de santificación (vv. 36-41). Entonces viene un capítulo demasiado sagrado, 3 Nefi 21,
Cuando salga a la luz El libro de Mormón y venga de los gentiles a los lamanitas
(v. 3). Entonces los del pueblo del Señor, que son resto de Jacob, estarán entre los gentiles
y causarán estragos entre ellos (v. 12) y el resto de Jacob (v. 24) edificará la Nueva
Jerusalén. Y entonces entramos de lleno a la cita de Isaías 54. Este capítulo nos habla de
que los lamanitas serán duramente castigados por el Señor antes de su florecimiento (3
Nefi 22: 1); nuestro dolor será semejante al de una mujer abandonada (v. 6), pero
debemos tener fe, porque El Señor tendrá grandes misericordias (v. 7) de nosotros. Por
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un tiempo vamos a padecer (v. 11), pero El Señor nos bendecirá materialmente (v. 12),
nuestros hijos crecerán en salud espiritual (v. 13) y ningún arma forjada en contra de
nosotros prosperará (v. 17). Una vez que El Salvador cita a Isaías, a manera de epílogo
solo da un nuevo mandamiento, que debería ser todavía un poco más imperativo para
los lamanitas: “Y he aquí, ahora os digo que debéis escudriñar estas cosas. Sí, un
mandamiento os doy de que escudriñéis estas cosas diligentemente, porque grandes son las
este escrito. Como habíamos dicho arriba, Nefi hizo un comentario al estudiar
todas las cosas concernientes a ellos; y también mostró a muchos tocante a nosotros; por
tanto, es preciso que sepamos lo que a ellos atañe, porque está escrito sobre las planchas de
bronce.” (1 Nefi 19:23). Cuando Nefi habla de “las planchas de bronce”, se refiere poco
más o menos a lo que sería el Antiguo Testamento, desde Génesis hasta Jeremías. Por
supuesto, hay partes de las planchas de bronce que desaparecieron de nuestra Biblia. Por
ejemplo, en 1 Nefi 19:10 se nos hablan de algunos profetas cuyos escritos no han llegado
a nuestros días: Zenoc, Neúm, Zenós; y en Helamán 8:20 se nos habla de Ezías.
Lamentable, quien más habló de nosotros era Zenoc quien, como dice en 3 Nefi 10:16:
“también Zenoc habló concerniente a ellas, porque ellos testificaron particularmente tocante a
nosotros, que somos el resto de su posteridad.” El profeta Zenoc, entonces, sería ancestro del
Y del profeta Zenós, por ejemplo, sabemos que dijo en su alegoría que el pueblo
de los nefitas y lamanitas “lo planté en un terreno fértil; sí, el que para mí era el más
escogido de todos los demás parajes de mi viña.” (Jacob 5:43). Este continente es más que
una tierra prometida, es “el más escogido de todos los parajes” de este planeta. En esa
misma alegoría, que abarca toda la historia de la humanidad, se habla de que la gran
apostasía abarcaría no solo Europa, sino todo el mundo. Partiendo de ese hecho, veamos
qué dijeron los diferentes profetas acerca de los lamanitas una vez que los nefitas fuesen
exterminados.
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leerlas, uno puede entrever muchas cosas: uno lee el Popol Vuh, y uno se asombra de
cuántos ecos de verdad hay en él y, al mismo tiempo, cuánto se habían alejado los mayas
del evangelio que alguna vez conocieron. Uno lee a Fernando de Alva Ixtlixóchitl, y uno
descubre con sorpresa que los tlaxcaltecas y los chichimecas no podían cocinar con sal, ni
vestirse con algodón: ese era privilegio de los aztecas. E igual, uno ve cómo los aztecas,
manera— controlar mejor la mente de los pueblos dominados. Más adelante, cuando
uno lee el diario de viaje de Cristóbal Colón uno ve cómo, desde su primer viaje, Colón
—por muy guiado por el Espíritu que haya estado— busca desesperadamente oro y
especias. Al no encontrarlas exagera las cosas que ve y después, sabedor de que eso no
tanto para llevarlos a Europa, como para buscar oro en las primeras minas europeas en
este continente, en Haití y Cuba. Más adelante, Alvar Núñez Cabeza de Vaca en Florida,
o Gonzalo Fernández de Oviedo, en Nicaragua, nos narrarán cómo los españoles en esa
canibalismo.
Sí, los lamanitas serían castigados por siglos. Los informantes de Sahagún
(citados por Rodríguez Monegal, 1992) nos indican que cuando se supo en la ciudad de
Hay juntas, hay discusiones, se forman corrillos, hay llanto, se hace largo llanto,
se llora por los otros. Van con la cabeza caída, andan cabizbajos. Entre llanto se
saludan; se lloran unos a otros al saludarse. Hay intento de animar a la gente, se
reaniman unos a otros. Hacen caricias a los otros, los niños son acariciados. Los
padres de familia dicen: “¡Ay hijitos míos! ¿Qué pasará con vosotros? ¡Oh, en
vosotros sucedió lo que va a suceder!” Y las madres de familia dicen: “¡Hijitos
míos! ¿Cómo podréis vosotros ver con asombro lo que va a venir sobre
vosotros?” (Rodríguez Monegal, 1992, p. 96).
Los mexicas intuyeron el inmenso infortunio que venía sobre ellos, el cambio de
orden que se avecinaba y que pasaría en no mucho tiempo. Uno no sabe si era mero
pesimismo, intuición, o si el Espíritu Santo les indicó el terrible castigo que venía sobre
ellos, pero esa cita de arriba, como se verá más adelante, era poco menos que profética.
Por su parte, en México, Fray Bartolomé de Las Casas nos describe —incluso
españoles pusieron un impuesto por vivir. Todo lamanita mayor de 14 años tenía la
obligación de entregar cada tres meses un cascabel de Flandes lleno de oro; aquellos que
no vivían cerca de las minas, debían entregar una arroba de algodón. A cambio de ello,
los indígenas recibían “protección” de los españoles. Algo que sería sumamente
semejante a lo que se ve hoy día con el cobro del “derecho de suelo”, por parte del narco.
De la obra de De Las Casas, tomo cuatro imágenes que acaso hablan por ellas mismas.
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largo del continente americano para cazar y esclavizar lamanitas. Vemos cómo son
punto de ser estrellado contra una pared. A la derecha, los indígenas que se rebelan
contra el dominio español, o aquellos que no cumplían con las metas de recolección de
resistía a trabajar: les eran amputadas las manos. En primer plano se ve un caso de
Seamos francos. Por más que trato, no puedo concebir lo que fueron esos días: en
muy poco tiempo, de vivir en un ambiente que los mismos descubridores describían
como paradisíaco (si no todos, casi todos coincidían en indicar que este continente era
una tierra prometida, un lugar que muy bien podía ser el lugar del paraíso terrenal), sus
tierras fueron invadidas, sus mujeres violadas, sus hijos asesinados, y ellos cazados
como animales.
Los españoles entonces emplean perros de caza para seguirles y atraparlos. En primer
plano, a la izquierda, vemos el castigo que recibían quienes se fugaban: una mujer es
colgada y, junto a ella, su hijo. A la derecha, vemos cómo a una mujer se le da otro
castigo ejemplar: tiene que presenciar cómo los perros devoran a sus dos hijos.
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De todas las imágenes que nos da Fray Bartolomé de las Casas, para mi gusto es
la más desgarradora. Como en todas las imágenes, empezamos por leer al fondo. De las
Casas nos cuenta que los indígenas, desesperados, buscaban escapar de los
encomenderos como pudieran, aunque ello implicara la muerte, por razones obvias: la
muerte era una liberación del estado en que se encontraban. En primer plano vemos dos
castigos que empleaban los españoles para evitar esa fuga: la primera era cortarles la
nariz a los lamanitas: de esa manera, por vergüenza de que sus conocidos en otras
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haciendas los vieran en esa situación, no huían, sin saber que en otras haciendas estaba
Casas, las cosas cambiaron un poco durante la conquista. Paradójicamente, para que el
negros de África.
el norte, hacia Aridoamérica, los gentiles (i.e., los europeos) tomaron las pocas tierras
que tenían suficiente agua o que podían servir para sembrar, o aquellas que fueran ricas
en minerales, y los lamanitas terminaron viviendo en las montañas y los barrancos, por
manera conveniente, cuando así convino a los gentiles, se les creó una imagen de ser
pueblos salvajes o peligrosos, a los que se les hizo la guerra hasta que muchas naciones
indígenas fueron exterminadas durante los siglos XVIII y XIX (Ortelli Pellizzari, 2007).
En el centro-sur del país, por otra parte, el problema de los pueblos lamanitas
fue muy diferente: Si bien no existió por mucho tiempo el esclavismo entre el pueblo
mejor a los lamanitas, los gentiles establecieron un estricto sistema de castas, donde los
sin absolutamente ninguna posibilidad de mejora o ascenso social, solo por el color de su
piel: Había leyes que normaban incluso el tipo de ropa que debía usar cada casta y de
alguna manera eso permea hasta nuestros días, donde en muchas familias, en los
matrimonios se habla (en broma si se quiere, pero en el fondo hay algo se cree en esa
frase) de “mejorar la raza”, y se considera que un niño es más bonito mientras menos
Este esquema social e ideológico del sistema de castas hizo que el indígena
sus emociones o ideas en público: es lo que formó una manera de ser que se resume en
una palabra: “ladino”, y que se usa de manera peyorativa: “indio ladino”, como si ello
Revolución, durante el S. XX. Para ello, basta con leer a José María Arguedas, o a José
Revueltas, para ver el submundo, cada vez más falto de oportunidades y educación en el
que durante muchos, muchos siglos, han vivido los descendientes del profeta Lehi: De
escarnecido y despreciado por los gentiles. Hoy día uno ve cómo el pueblo no se
eventos deportivos televisados, y duele ese nivel de indiferencia, pero no es algo nuevo,
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Ya Simón Bolívar, el libertador de América hablaba de cuál era el nivel del pueblo
Y en esa breve cita ese gigante, Bolívar, dice en qué consistió ese dominio de los
lamanitas: la ignorancia, el dominio físico, la esclavitud del vicio, desde la llegada de los
españoles y no solo hasta los días del Libertador de América, sino hasta nuestros días. Y
en ese breve párrafo igual se nos indica cómo se logrará la emancipación de los pueblos
indígenas hoy día, o bien, cómo se logrará el florecimiento de los lamanitas, y sobre cada
Ahora, veamos cómo vieron eso diferentes profetas del Antiguo Testamento y,
sobre todo, qué explicación nos dan del porqué de estos hechos. Hasta donde yo alcanzo
a ver, el primer capítulo del Antiguo Testamento donde se habla del castigo a los
lamanitas es Isaías 42. Como dice en v. 10, Isaías habla a “las islas y sus moradores”. Se
Mediante la predicación del evangelio a esos habitantes de las islas, dice El Señor en el v.
16: “Y guiaré a los ciegos por un camino que no conocían, los haré pisar por sendas que
llanura. Estas cosas les haré y no los desampararé”. Lo interesante es que arriba de la
palabra “tinieblas”, esté una nota que nos remite a 2 Nefi 3:5 donde nos confirma que sí,
en efecto, Isaías hablaba acerca de los lamanitas, los descendientes de José quien fue
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vendido a Egipto. Isaías describe al pueblo lamanita de esta manera en este capítulo:
“Mas éste es un pueblo saqueado y despojado, todos ellos atrapados en cavernas y escondidos en
cárceles; se han convertido en botín, y no hay quien los libre; y en despojo, y no hay quien diga:
Restituidlos.” (v. 22). Sí, la descripción que hice al iniciar este apartado está resumida en
este versículo. Ahora, como un aspecto muy interesante en este capítulo, están los
versículos 18 y 19, que son un sinsentido: “Sordos, oíd; y vosotros ciegos, mirad para ver.
¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo como mi mensajero que envié? ¿Quién
es tan ciego como el perfecto, y tan ciego como el siervo de Jehová?” Los siervos del
Porque enviaré mi siervo a vosotros que sois ciegos; sí, un mensajero para abrir
los ojos de los ciegos y destapar los oídos de los sordos; y serán hechos perfectos
no obstante su ceguera, si escuchan al mensajero, el siervo de Jehová. Tú eres un
pueblo que ve muchas cosas, pero no las observas. Los oídos tienes abiertos para
oír, pero no oyes. Jehová no está complacido con tal pueblo, mas por causa de su
justicia, magnificará la ley y la engrandecerá. Tú eres un pueblo saqueado y
despojado; tus enemigos, todos ellos, te han atrapado en cavernas y te han
escondido en cárceles; te han tomado como botín, y no hay quien te libre; como
despojo, y no hay quien diga: Restituidlo.
lamanita en los últimos días, haya sido quitada de la Biblia por la grande y abominable
iglesia. En estas palabras se nos indica con claridad por qué razón fue y es castigado el
pueblo lamanita; qué tenemos que hacer como preparación para el florecimiento de este
pueblo: por ser deliberadamente ciegos y sordos. Incluso en el v. 17 hay una razón más:
agrega que el pueblo de Jacob, los lamanitas, serían castigados porque no quisieron
andar en los caminos ni escuchar la ley del Señor. Yo entiendo que, si bien Isaías habla en
continuo: es algo que pasó con los pueblos prehispánicos, que pasó con los lamanitas
durante la colonia, que sucedió en los días en que los países que componen
obstinación y falsas tradiciones del pueblo lamanita le han impedido recibir las
Vayamos ahora a Isaías 44. Desde el versículo 1, Isaías dice que habla a Jacob
que, como habíamos dicho antes, puede referirse a todos los descendientes literales de
quién se dirige de manera específica Isaías, pero por el contexto y sobre todo por el v. 3,
parece que se refiere al florecimiento lamanita: “Porque yo derramaré agua sobre el sequedal
sobre tus renuevos.” Parecería que se está parafraseando D. y C. 49:24: “Pero antes que
venga el gran día del Señor, Jacob prosperará en el desierto, y los lamanitas florecerán
como la rosa.” E insisto, parecería hablar de los lamanitas, porque habla de que Jacob
sería castigado en el futuro (versículos desde el 9 hasta el 17) por su idolatría. En los vv.
18, 19, Isaías repite lo que dijo antes: serían castigados porque no buscan conocimiento,
ni quieren entender. Con todo, en los vv. 21-23 el Señor expresa a través de Isaías su
Otro capítulo que es exclusivo para los lamanitas es Isaías 49. Ya habíamos
mencionado que en 1 Nefi 22:6, Nefi señala que este capítulo habla específicamente de
los lamanitas. Aquí Isaías profetiza con más detalle cómo serían castigados e indica que
ellos, los lamanitas serían apresados (v. 9) pasarían por hambre y sed (v. 10), serían
desoladas (v. 19) y sus hijos se perderían (v. 20), hasta que llegue ese momento en que
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(49:23): “…reyes serán tus ayos, y sus reinas tus nodrizas; con el rostro inclinado a tierra
se postrarán ante ti y lamerán el polvo de tus pies; y sabrás que yo soy Jehová, porque no
Otro profeta que vio que los lamanitas serían castigados por siglos, fue Jeremías.
Nuevamente, destaca que en donde dice “Jacob” está una nota que nos remite a
3 Nefi 20: 11-13, esos versículos donde, como se explicó arriba, El Señor profetizó
Señor, de manera amorosa nos da ánimos a los lamanitas en estos últimos días tan
complejos, tan llenos de adversidad, y través del profeta Jeremías nos dice: “Ten
ignorancia, corrupción, maldad al que hemos llegado como pueblo lamanita, no logro
entender por qué tanto abandono, por qué no revela Su brazo el Señor, pero entiendo
que es la Voluntad del Señor al final de esta cita: “a ti no te destruiré del todo, sino que te
Un profeta más que habló de ese castigo de siglos al pueblo lamanita fue Amós,
quien dijo:
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Así pues, un testimonio más de que los descendientes del profeta Lehi, la casa de
Jacob, serían castigados por causa de sus continuos pecados, y ese castigo sería
comparado a un continuo ser zarandeado y, con todo, incluso en medio del anuncio del
castigo hay una promesa: ni un solo individuo caería desapercibido, lo cual coincide con
lo que profetizó Nefi una vez que hubo terminado de citar las palabras de Isaías:
Mas he aquí, os profetizo concerniente a los postreros días, los días en que el
Señor Dios manifestará estas cosas a los hijos de los hombres. Después que mi
posteridad y la posteridad de mis hermanos hayan degenerado en la incredulidad, y hayan
sido heridos por los gentiles; sí, después que el Señor Dios haya acampado en contra de
ellos por todos lados, y los haya sitiado con baluarte y levantado fuertes contra ellos; y
después que hayan sido abatidos hasta el polvo, aun hasta dejar de existir, con todo
esto, las palabras de los justos serán escritas, y las oraciones de los fieles serán
oídas, y todos los que hayan degenerado en la incredulidad no serán olvidados; porque
aquellos que serán destruidos les hablarán desde la tierra, y sus palabras
susurrarán desde el polvo, y su voz será como uno que evoca a los espíritus;
porque el Señor Dios le dará poder para que susurre concerniente a ellos, como
si fuera desde la tierra; y su habla susurrará desde el polvo. Por tanto, así como
los que han sido destruidos fueron talados prestamente, y la multitud de sus
fuertes será como el rastrojo que desaparece, sí, así dice el Señor Dios: Será en un
instante, repentinamente. Y sucederá que los que hayan degenerado en la incredulidad
serán heridos por mano de los gentiles. Y los gentiles se ensalzan con la soberbia de sus
ojos, y han tropezado a causa de lo grande de su tropezadero, y han establecido
muchas iglesias; sin embargo, menosprecian el poder y los milagros de Dios, y se
predican su propia sabiduría y su propia instrucción, para enriquecerse y moler
la faz de los pobres. (2 Nefi 26:14-16 y 18-20).
Así pues, vemos que desde muchos siglos antes del descubrimiento de América;
muchos siglos incluso antes del nacimiento del Mesías, diferentes profetas vieron lo que
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enseñorearían de los lamanitas, tal como nos dicen los informantes de Sahagún que
lloraron los padres de familia aztecas al intuir lo que vendría sobre sus hijos en esa
generación. Pero, así como estos profetas vieron estos hechos dolorosos, también vieron
que, cuando El Señor lo considerara propio, Él los recordaría y los bendeciría, y de eso
hablaremos a continuación.
diferentes acepciones del concepto “Sión”. Creo que antes de seguir es necesario hablar
Los puros de corazón (D. y C. 97:21); también significa el lugar donde éstos
viven. La ciudad que edificaron Enoc y su pueblo y que posteriormente fue
llevada al cielo debido a la rectitud de sus habitantes se llamó Sión (D. y C. 38:4;
Moisés 7:18–21, 69). En los postreros días se edificará una ciudad llamada Sión
cerca del condado de Jackson, estado de Misuri (EUA), en donde se congregarán
las tribus de Israel (D. y C. 103:11–22; 133:18). Se aconseja a los santos edificar
Sión dondequiera que vivan en el mundo.
Es decir, Sión es en primer término una condición del individuo: el poder ser
puro de corazón. Es una condición un tanto inasible, porque difícilmente alguien podría
decir: “yo soy Sión”, como alguien difícilmente podría decir que es suficientemente
humilde. En ese sentido ser parte de Sión es en buena medida un propósito, anhelo o
meta continuo; como el obtener un testimonio, que es un proceso que nunca se termina,
decir que es un tipo de nación o Estado en tanto se entienda nación como “una
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comunidades.” (Ernest Renan, 1882). Es decir, Sión no solo es una población de personas
puras de corazón, sino que también es un espacio, un lugar donde todas ellas anhelan
opresión y cautiverio tanto físico como espiritual, decidieron dar esa visión y objetivo a
los santos de sus días, a fin de que todos ellos, unidos, pudieran establecer esa sociedad
santidad tal, que la tierra no pudo tenerlos más y fueron llevados al cielo. Ahora, arriba
vimos que el Profeta José Smith enseñó que Sión será todo este continente: desde Alaska
hasta la Patagonia. Para mí sería muy difícil entender que Sión será edificada en el
territorio que es herencia de los descendientes de Lehi, y que éstos no tuvieran un papel
protagónico en esa obra. Es por eso que, si bien los profetas del Antiguo Testamento
vieron que el pueblo lamanita sería castigado, también vieron que El Señor tendría
los profetas de diferentes dispensaciones, así como el Señor mismo, indicaron que el
los últimos días, la cual también es conocida como la Nueva Jerusalén. Quiero aclarar
que no estoy diciendo que Sión será una ciudad para los lamanitas, no. Es más: ni
siquiera me atrevería a decir que será habitada solo por santos de los últimos días: Sión
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será los puros de corazón y, hasta donde sé, los SUD no tenemos el monopolio de la
bondad de corazón. Así que me imagino que allí habrá gente buena de todas las
creencias pero eso sí, vimos que cuando el Mesías visitó a los descendientes del profeta
Lehi, fue claro en indicarles en 3 Nefi 20:22, que ellos edificarían la ciudad de Sión.
Ahora, veamos qué fue lo que escribieron los autores del Antiguo Testamento acerca de
lamanitas, sino de los que habitan Sión (el continente americano) y que de generación en
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América que no dejan de orar en Sión (este continente) a fin de que El Señor edifique
Sión (la ciudad de santidad). Y la gloriosa promesa de que El Señor no desechará sus
nota, pero parece que lo hará que Sión sea establecido, lo que hará que los lamanitas
florezcan, en buena medida es el hecho de que les sea predicado el evangelio, y que lo
acepten.
Yo creo que cuando el profeta José Smith hizo una adecuación a la Biblia en la
TJS, en buena medida era para equilibrar los platos de la balanza. Es decir, ya arriba
vimos en 1 Nefi 13 que la grande y abominable iglesia le quitó a la Biblia aquellas partes
que eran las más claras y preciosas. Yo me imagino que desde siempre el enemigo trató
de quitarle aquellas partes que habrían sido de gran valor para la humanidad en los días
de todos los profetas, pero no tenía ningún sentido que el profeta José Smith restaurara
aquellas verdades que hubieran servido en los días de Noé, o Abraham. Si restauró
verdades importantes, fueron aquellas que tenían que ver con los santos en los últimos
días. Un ejemplo claro de ello es el salmo 24. Los vv. 1 y 2 proclaman que el Señor es el
dueño de todo. Los vv. Del 3 al 6 son muy conocidos: David pregunta quién subirá al
corazón. Entonces, en el v. 7, viene algo que no tiene sentido, si uno no acude a la TJS:
No hay los datos como para saber si el Señor está hablando solo de los lamanitas,
o si está hablando también de todos los demás descendientes de José pero, por contexto,
Por otra parte, antes de entrar en la siguiente cita hay que considerar algo que ya
hemos dicho antes: para el Señor hay dos tribus que son de particular interés: por una
parte, Judá, por otra parte, José. Aquí Jeremías a José le llama Jacob, y a Judá le llama
David:
Y vino la palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: ¿No has visto lo que habla este
pueblo, diciendo: Las dos familias que Jehová escogió, las ha desechado? Así tienen en
poco a mi pueblo, hasta no tenerlo más como nación. Así ha dicho Jehová: Si yo no
he establecido mi convenio con el día y con la noche, si no he puesto las leyes del
cielo y de la tierra, entonces desecharé la descendencia de Jacob y de David, mi
siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor sobre la posteridad de
Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver a sus cautivos y tendré de ellos
misericordia. (Jeremías 33:23-26)
bondad del Señor, así como por los convenios que nuestros ancestros hicieron con Él,
que El Señor cumplirá sus promesas y nos bendecirá. Ahora, vale la pena mencionar que
la misericordia que anuncian estas profecías no vendrá de manera gratuita: tenemos que
“pagar” el precio a través de nuestra rectitud. Así lo expresó el profeta Amós: “Buscad lo
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bueno y no lo malo, para que viváis, porque así Jehová Dios de los ejércitos estará con
vosotros, como decís. Aborreced el mal, y amad el bien y poned juicio en la puerta; quizá
Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José.” (Amós 5:14-15) Por cierto, en
la Biblia, arriba de la palabra “José” está una nota que nos remite a 2 Nefi 3, 2 Nefi 25:21,
y Jacob 2:25: tres versículos que confirman que específicamente Amós estaba hablando
de los lamanitas, que en los últimos días serían una rama justa del remanente de José.
Más adelante, el mismo profeta Amós vuelve a hablar del futuro de los lamanitas, y de
nuevo habla de ellos con el nombre de Jacob, como lo hizo el Señor, como lo hizo Nefi.
Aclaro que cito al profeta Amos de la TJS, tal como está en las notas de pie de página de
la Biblia:
Cuando uno lee esto no solo se conmueve por el amor que sentía el profeta
Amós por los lamanitas, sino que uno se pregunta: ¿Pues qué gran mal cometieron
nuestros ancestros, para que como raza seamos castigados por siglos y siglos de manera
ininterrumpida? Sinceramente no tengo una respuesta precisa a esto, pero hay tres cosas
que vienen a mi mente: 1. Casi al final del Popol Vuh, en la versión de Allen Christenson
(2012), hay un hecho sobrenatural y escalofriante: los narradores del libro dicen, con
vergüenza, como un día se les aparece un ser, se presenta como Tohil, el dios, y les pide
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que a partir de entonces empiecen a hacer sacrificios humanos. Nunca dice: “Estamos
avergonzados de haber realizado esa práctica”, y acaso no sea sino una mera lectura
particular que hago yo, pero tengo esa fuerte impresión, que en el tono de sus palabras
se percibe que la luz de Cristo que había en ellos, les indicaba que lo que habían hecho
niños sacrificados como una manera de servir de base para la construcción de dicha
pirámide (Hugo Pérez, 2014). De hecho, Ana Rodríguez (2007) nos dice que de los 48
sacrificados, 43 eran niños que oscilaban entre los dos y los siete años y afirma que desde
el siglo V (siglo en que Moroni entierra las planchas), hasta la misma llegada de los
lluvia en toda Mesoamérica. 3. La antropofagia entre los aztecas. Fernando Anaya (1966)
trata de hacer una distinción entre el mero canibalismo y la antropofagia, la cual puede
tener motivos religiosos (y sí: en su extraordinario tratado el autor explica que los
cronistas mismos indicaron que para los aztecas comer parte del cuerpo del sacrificado
era ni más ni menos que para los católicos comer la hostia, que es el cuerpo de Cristo), y
el autor indica que esto puede ser, bueno, casi sublime, salvo que cuando hablamos de
cultura hasta llegar a ese punto, sino más bien, de un pueblo que degeneró en su
civilización, hasta degradarse a ese punto. De hecho, cuando uno habla de estos puntos,
no puede sino pensar en la descripción que hace Mormón a su hijo Moroni acerca de la
estas palabras de Mormón: “Oh mi amado hijo, ¿cómo puede un pueblo como éste, que
está sin civilización (y sólo han pasado unos pocos años desde que era un pueblo
deleitable y civilizado), oh hijo mío, cómo puede un pueblo como éste, que se deleita en tanta
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abominación, cómo podemos esperar que Dios detenga su mano en juicio contra nosotros?”
lamanitas, no sabemos hasta qué grado cayeron todavía más una vez que los nefitas
desaparecieron, pero con pesar debo reconocer que acaso es algo que nos merecemos,
Un autor más que profetizó que en los últimos días el Señor daría consuelo y
perdonaría a los lamanitas por su maldad es Isaías, en su capítulo 51, del cual ya se ha
hablado arriba, y se indicó que es parte de los capítulos copiados por Nefi, y que Nefi
explícitamente dijo que se refería a los descendientes del profeta Lehi en los últimos días.
Y lo mismo acontece en Isaías 54 (que de alguna manera es citado en 3 Nefi 22), donde El
Salvador profetiza a los habitantes de este continente que serían castigados por los
gentiles, pero que en los últimos días El Señor recogería a los lamanitas con misericordia
y compasión.
Acaso el profeta que más habló del florecimiento lamanita haya sido el profeta
Isaías. Dedica capítulos enteros, como hemos visto, a fin de testificarnos de ese evento
glorioso. El primero donde habla de ello es Isaías 18. Creo que vale la pena citarlo casi
por completo.
El versículo 1 dice: “¡Ea!, tierra que hace sombra con las alas, que está más allá de
los ríos de Etiopía”. Como indica la nota de pie de página en la edición SUD de la Biblia,
“Ea” es una forma de saludo. Isaías saluda a esa tierra. Sobre esta palabra, “tierra”, hay
una nota que nos remite a 2 Nefi 10:20, donde Jacob indica que este continente era
considerado una isla del mar desde la perspectiva hebrea. En efecto, todo ese capítulo
Isaías habla a los habitantes de este continente. Como veremos más adelante, hay
suficientes elementos como para que quede muy claro que se refiere exclusivamente a
los lamanitas. Entonces Isaías dice algo que ya hemos dicho: el florecimiento lamanita se
logrará solo a través de la obra misional. Así lo indica el v. 2, y describe a quiénes saluda
Isaías:
“que envía mensajeros por el mar en naves de junco sobre las aguas. Id, ligeros
después; nación subyugada y hollada, cuya tierra surcan los ríos.” Sí, habla de nuestros
ancestros quienes, como hemos visto arriba, fueron y somos subyugados y hollados. En
el v. 3 anuncia que algo portentoso pasará con los lamanitas, algo que será observado en
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todo el mundo. Antes de la Segunda Venida (“la siega”, le llama el v. 5), el Señor va a
podar a este pueblo, el versículo 6 habla de ese castigo de que ya hablamos. No sé si soy
pesimista, pero casi parece que lo peor del castigo todavía está por venir: “Serán dejados
todos a las aves de los montes y a las bestias de la tierra; y sobre ellos pasarán el verano
las aves, e invernarán todas las bestias de la tierra.” Pero entonces viene la promesa, con
la que cierra este capítulo, en su v. 7: “En aquel tiempo”, es decir, en los últimos días,
“será traído obsequio a Jehová de los ejércitos, el pueblo esparcido y desollado, pueblo
temible desde su principio y después, gente subyugada y hollada, cuya tierra surcan los
ríos, al lugar del nombre de Jehová de los ejércitos, al monte Sión.” Yo no sé si es muy
obvio cuál es ese obsequio que los lamanitas darán al Señor. En lo particular, viene a mi
mente lo que el Señor dice acerca de otra tribu, de los levitas, en la sección 13 de D. y C.:
“hasta que los hijos de Leví ofrezcan al Señor un sacrificio en rectitud”. En la palabra
“sacrificio“, hay una nota de pie de página que nos remite a D. y C. 128: 24, donde se lee:
“Ofrezcamos, pues, como iglesia y como pueblo, y como Santos de los Últimos Días, una
terminado, un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de
toda aceptación.” Claramente ese es el obsequio que se presentará, como dice Isaías, en
ese pueblo temible desde su principio y después, gente subyugada y hollada: del pueblo
lamanita.
Antes de dejar Isaías 18, quiero recalcar algo: el florecimiento lamanita no es una
mera promesa de bienestar económico. Eso no es sino una muy pequeña parte de ello. El
bendiciones de paz, gozo, civilidad, que da el volver a estar cerca del Padre. El volver a
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tener, como raza, salud y fuerza espiritual, y esto se logrará —por principio de cuentas—
a través de la predicación del evangelio. Así lo dice Isaías 18:2, y así lo entendió el
Y entonces el resto de nuestra posteridad sabrá acerca de nosotros: cómo fue que
salimos de Jerusalén, y que ellos son descendientes de los judíos; y el evangelio de
Jesucristo será declarado entre ellos; por lo que les será restaurado el conocimiento
de sus padres, como también el conocimiento de Jesucristo que hubo entre sus
padres. Y entonces se regocijarán; porque sabrán que es una bendición para ellos de la
mano de Dios; y las escamas de tinieblas empezarán a caer de sus ojos; y antes que pasen
muchas generaciones entre ellos, se convertirán en una gente pura y deleitable. (2 Nefi
30: 4-6).
Otro capítulo de Isaías que habla del florecimiento lamanita es Isaías 27. Allí
Isaías (v. 2) habla de lo que sucederá con “la viña deleitosa” (que como vemos en Jacob
5:43, se refiere al continente americano), “en aquél día” (v. 1), es decir, en los últimos
días. En el v. 6 Isaías hace dos precisiones más: no habla de todos los pobladores de este
continente, sino de “los que vienen de Jacob”, es decir, los lamanitas y, todavía de
manera más específica, los que son “renuevos de Israel”, esto es, los lamanitas que son
miembros de la Iglesia. Ahora, ¿qué es lo que promete el Señor en este capítulo a los
lamanitas? (v. 3) Que los va a nutrir, y me imagino que no se refiere (o, en todo caso, no
será predicado al pueblo lamanita. (v. 4): que el Señor perdonará a los lamanitas; (v. 5)
que les dará paz. El versículo 6 vale la pena de ser citado por completo:
Son tres promesas allí que tienen que ver con el proceso en que una planta
florece, porque se trata de eso, del florecimiento lamanita: primero, que el pueblo
iglesia, y tercero, que el mundo se llenará de los frutos de sus renuevos, es decir, que los
jóvenes lamanitas justos serán enviados como misioneros a todas las naciones. Los vv. 7
y 8 dicen que el Señor había castigado al pueblo lamanita, pero el v. 9 dice algo que para
lamanitas) en cuanto ellos abandonen las tradiciones de sus padres. Ahora, ¿cómo será
que los lamanitas abandonen las tradiciones de sus padres? Los vv. 12 y 13 son claros en
ese sentido: a través de la predicación del evangelio se les reunirá como un solo pueblo
hemos visto y como veremos en los capítulos subsiguientes, el Señor es muy reiterativo
en esto: los lamanitas solo podrán florecer en tanto nosotros, los miembros de la Iglesia,
estos dos puntos se desprenden casi todas las bendiciones que conformarán el
florecimiento lamanita.
Isaías 29. En su encabezado se lee: “Un pueblo (los nefitas) hablará como una voz que
advenimiento de un libro sellado (el Libro de Mormón) — Compárese con 2 Nefi 27.”
Este capítulo es muy claro en cuanto al papel que tendrá El libro de Mormón en la
redención y el florecimiento de los lamanitas en los últimos días. En el v. 18 dice que los
sordos oirán y los ciegos verán las palabras de El libro de Mormón. Por supuesto, acaso
puede referirse a los avances tecnológicos que hacen físicamente posible eso, pero
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principalmente se refiere al hecho de que el espíritu especial que porte El libro de Mormón
llegará a los ciegos y sordos espirituales: les hará crecer en humildad, en gozo y en
riqueza espiritual (v. 19). Jacob, es decir, el pueblo lamanita (v. 22) será perdonado por el
Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel. Y los que erraron en espíritu llegarán al
los lamanitas han de florecer, primero hay que hacer que llegue a sus manos El libro de
Mormón, porque para que florezcan, se requiere que primero acepten el evangelio.
antes que venga el gran día del Señor, Jacob prosperará en el desierto, y los lamanitas
florecerán como la rosa. Sión florecerá en los collados y se regocijará en las montañas, y
será congregada en el lugar que he señalado.” (D. y C. 49:24-25). Esta profecía acerca de
los lamanitas es acaso la más conocida con respecto al florecimiento lamanita, pero no
era la primera vez que el Señor decía esto: en el Antiguo Testamento, el siguiente
capítulo que habla con claridad del florecimiento lamanita es Isaías 35, que es donde el
Señor dijo por primera vez esta profecía, con las siguientes palabras:
Ellos verán la gloria de Jehová, la majestad del Dios nuestro. (Isaías 35: 1-2).
Sin mencionarlos de manera directa, me parece claro que habla del pueblo
lamanita. Ahora, llama la atención los siguientes dos versículos, porque parecería que
hay una ruptura entre los versículos uno y dos, y el tres y cuatro:
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“Fortaleced las manos caídas y afirmad las rodillas debilitadas. Decid a los de
corazón apocado: Sed fuertes, no temáis; he aquí que vuestro Dios vendrá con venganza;
Como veremos más adelante, más que una ruptura o un abrupto cambio de
manera paralela a la predicación del evangelio, los lamanitas floreceremos por la ayuda
que nos brindemos unos a otros. Me imagino que todos hemos escuchado esa historia
denigrante del pescador de cangrejos que los coloca en dos cubetas, una de las cuales es
jalamos hacia abajo a quien está logrando salir; a quien está triunfando. Se me hace una
historia ofensiva y que hace mal contarla, porque refirma que existe esa cualidad
negativa en nuestra naturaleza; esa envidia destructiva. Lo cierto es que quien quiere
contribuir a que el pueblo lamanita florezca, debe aprender a ver a todos sus hermanos
de raza como eso, como sus hermanos, y debe procurar hacer todo lo que tenga que
hacer para que éstos progresen en todo sentido, pero el profeta Isaías se refiere sobre
todo a que para florecer, el pueblo lamanita necesita conocer el evangelio, porque repite
lo que ya profetizó en el capítulo 29: en v. 5 dice que en los últimos días los ciegos verán
y los sordos oirán, sí, nuevamente, habla de “inundar la tierra con El libro de Mormón”
(Ezra Taft Benson, 1989). Una vez que los lamanitas hayan florecido, entonces Isaías nos
los lamanitas ayudarán —no sé cómo, pero las Escrituras dicen que tendrán un papel
protagónico— a construirla:
Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará por
allí ningún impuro; y será para los que anden por él, pues por más torpes que sean
no se extraviarán. No habrá allí león, ni fieras voraces subirán por él, ni allí se
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encontrarán, sino que los redimidos caminarán por él. Y los rescatados de Jehová
volverán y vendrán a Sión con cánticos; y habrá gozo perpetuo sobre sus cabezas; y
alcanzarán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.
Por supuesto, esos redimidos del Señor. Acaso no huelgue aclarar que la palabra
“redimido”, quiere decir “rescatado”, y que aquí se refiere a aquellos hijos de nuestro
Padre que vendrán a unirse a Sión, donde no solo hablamos de los santos de los últimos
días, sino de las diez tribus perdidas, e incluso de aquellos no miembros de la Iglesia que
Un capítulo más que habla del florecimiento del pueblo lamanita es Isaías 41.
Allí el profeta nos habla de manera directa a nosotros. Inicia: “Guardad silencio ante mí,
oh islas, y renueven fuerzas los pueblos; acérquense y entonces hablen; vengamos juntos
a juicio.” El Señor pide a las islas (a los habitantes del continente americano), como pidió
a los élderes en D. y C. 50, que razonemos con el Señor; que entendamos (v. 4) que toda
la opresión, toda la injusticia por la que han pasado nuestros ancestros, todo el dolor,
todo ese sufrimiento tienen un por qué; que hay un plan y un propósito. En los
siguientes versículos —mis favoritos de todos los libros canónicos— Isaías nos indica de
acercaron y vinieron. Cada cual ayuda a su prójimo y dice a su hermano: ¡Sé fuerte! El artífice
anima al orfebre, y el que aplana con martillo dice al que bate en el yunque, acerca de la soldadura:
¡Está bien! Y lo afirma con clavos para que no se mueva.” (Isaías 41: 5-7). Los habitantes de
las islas, es decir, los lamanitas, floreceremos una vez que logremos desarrollar el
suficiente amor por nuestros hermanos, para fortalecernos unos a otros. Los lamanitas
floreceremos porque nos ayudaremos unos a otros: el artífice al orfebre, es decir, el que
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sabe mucho, al que no sabe tanto: el artista al artesano, afirmando la labor de nuestros
hermanos, afirmando sus obras para que ese crecimiento sea efectivo. Entonces, tanto los
lamanitas (vv. 5-7) como el resto de la casa de Israel y los conversos (vv. 8, 9), edificarán
la ciudad de Sión.
haberlos, creo. Pero la inmensa mayoría de nosotros hemos pasado por derrotas, por
sufrimiento que parece no tener sentido ni justificación, heridas que no logran cerrar. Yo
me imagino que en este momento particular de la historia, y aquí vale la pena aclarar
que no pienso exclusivamente en los mexicanos que viven hoy, 7 de diciembre de 2014:
mucho a las últimas jugadas del Monopoly: todas las casillas están llenas de hoteles y
restaurantes, y los que son ricos son cada vez más escandalosa, ofensivamente ricos, y la
inmensa mayoría de la población pasa de la pobreza, a la miseria. A veces camino por las
calles de la ciudad, y veo tanta pobreza, dolor, ignorancia, maldad, que uno no puede
impedir que los ojos se llenen de lágrimas, pero entonces, en el siguiente versículo, Isaías
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te
aquí que todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y humillados; los que
contienden contigo serán como nada y perecerán.” (Isaías 41:10-11). Y en los siguientes
versículos nos anima al pueblo lamanita a tener esperanza (no cito los versículos en
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detalle porque este escrito se está alargando mucho más de lo que yo esperaba, y estoy
tratando de ser tan sucinto como puedo). Sabemos que habla de los lamanitas, porque
dice el Señor en el v. 14: “No temas, gusano de Jacob, oh vosotros hombres de Israel; yo
te socorreré, dice Jehová, tu Redentor, el Santo de Israel.” La nota de pie que está en la
palabra “gusano”, señala: “Es decir, manso, humilde”. Entonces Isaías da profecías (vv.
15-16) poderosas, que van más allá del florecimiento lamanita, y que trataremos más
adelante. Pero vez tras vez en este capítulo el Señor te promete a ti, descendiente del
profeta Lehi, si vienes al Señor: “Los afligidos y menesterosos buscan agua, pero no hay;
se secó de sed su lengua; yo, Jehová, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los
lamanitas que a la vez son SUD (Israel): “Ahora pues, oye, oh Jacob, siervo mío, y tú, oh
“Así dice Jehová, Hacedor tuyo y el que te formó desde el vientre, el cual te ayudará: No
temas, oh Jacob, siervo mío, Jesurún, a quien yo escogí.” La declaración del Señor es
profunda: adversidad por la que pasamos fue determinada desde antes de que
naciéramos, es decir, desde nuestra vida premortal, pero junto con ese castigo de siglos,
está la promesa de que Él nos ayudará y de que los que somos Jacob, no tenemos por qué
temer, si somos Jesurún (palabra hebrea que significa: “recto, justo, santificado”). La idea
del florecer lamanita casi siempre se contrapone al ambiente adverso en que se dará el
florecerán como la rosa en el desierto”, implica eso: ser como una de las flores más
hermosas, más fragantes, en un ambiente en donde uno difícilmente podría creer que se
pudieran dar rosas. Por lo mismo, el florecimiento lamanita, en su aspecto físico, indica
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que nuestros hermanos indígenas, de la gran miseria en que viven, llegarán a tener
de ese desierto espiritual, de esa aridez moral causada por las circunstancias en que
vivimos, nos levantaremos como una rosa espiritual. ¿Cómo se hará esto? Los vv. 3, 4
nos indican: “Porque yo derramaré agua sobre el sequedal y ríos sobre la tierra árida; mi
entre la hierba, como sauces junto a las riberas de las aguas.” Esa agua que hará florecer a
los lamanitas es el Espíritu del Señor, que se derramará abundantemente sobre los
los que no son SUD, e incluso a las personas justas y buenas que no son miembros de la
Iglesia y que nos rodean (v. 5). El Espíritu vendrá abundantemente los lamanitas, nos
indica el v. 7, a través de la predicación del evangelio. Todos los lamanitas tenemos que
entregarnos a la obra misional y, por cierto, el v. 8 nos indica que debemos predicar el
predicar el evangelio es que los lamanitas (vv. 9-17) dejen de lado su idolatría y las
inicuas tradiciones de sus padres, abran sus ojos y sus corazones para entender (v 19),
reflexionen y adquieran conocimiento (v. 19). El Señor nos pide que como lamanitas
SUD nos arrepintamos en los vv. 21-23 e insiste en que si nos bendecirá, es con la
condición de que seamos fieles en estos puntos: “Acuérdate de esto, oh Jacob, e Israel, porque
mi siervo eres; Yo te formé; siervo mío eres tú, Israel; no me olvidaré de ti.”
lamanitas, escuchan al Señor, Él nos librará de estas condiciones en que vivimos, con tres
condiciones: La primera es dejar de lado la idolatría (vv. 5-7). La segunda es ser firmes
(vv. 8-9). Esto implica tanto el ayudarse o animarse unos a otros, como vimos en Isaías
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41, como a recuperar la condición de firmeza propia del pueblo lamanita. Sobre este
punto, que no hemos hablado, volveremos más adelante. La tercera es dejar de lado las
indicar a los jóvenes lamanitas que deben servir una misión y predicar el evangelio con
De igual manera, en Isaías 49 —que, como vimos arriba, el profeta Nefi explicó
que se refería a los descendientes de Lehi, y que está dedicado a “las islas”, Isaías indica
que para que florezcan los lamanitas (v. 6), primero es necesario que los mismos se
La siguiente ocasión en que Isaías habla de “las islas” (i.e., los lamanitas) es en
los capítulos 59 y 60. Allí Isaías dice que fue por las maldades de nuestros ancestros que
el Señor ha vuelto su rostro para no oír nuestras oraciones. Tristemente, estos versículos
mentira, y habla maldad vuestra lengua” (Isaías 59:3), porque los vv. 4 y 5 dice que es
cada familia “incuba huevos de áspides” (v. 5). Una larga y dolorosa lista de iniquidades
nos describen minuciosamente en los siguientes versículos (vv. 7-12): nuestros pies se
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apresuran al mal, nuestros pensamientos nos llevan a la desolación, somos ciegos a las
coas espirituales, gemimos esperando salvación, pero la justicia está lejos de nosotros,
porque nuestros pecados atestiguan en contra de nosotros. Por ello es que el Señor “el
pago dará a las islas” (v. 18). Pero llegará el momento en que se les predicará el evangelio
y se arrepentirán (v. 19). Entonces, una vez que “las islas”, “Jacob”, quede limpio, Isaías
Ese es el punto de la firmeza del que hablaba arriba, y al que espero volver más
adelante: una de las cualidad es que vemos en los lamanitas a lo largo de El libro de
Mormón, es que una vez que ellos hacen un convenio de todo corazón, una vez que se
de sus creencias. Eso ha llevado al fanatismo por siglos a nuestros hermanos de raza,
pero será orientado a principios correctos, que les lleven no a una sumisión ciega, sino a
lealtad a bases firmes que nos darán honor, fortaleza, gloria. De allí que Isaías 60, ese
capítulo tan lleno de promesas hacia los lamanitas, inicia diciéndonos a todos nosotros:
“¡Levántate, resplandece!”
En este apartado, del florecimiento lamanita, no podían faltar las palabras del
profeta Ezequiel. Cierto, él hablaba acerca de los judíos que estaban exiliados en
Babilonia, pero creo que esta profecía dual se aplica también a nosotros los lamanitas, en
Así ha dicho Jehová el Señor: Cuando recoja a los de la casa de Israel de los
pueblos entre los cuales están esparcidos, entonces me santificaré en ellos ante
los ojos de las naciones, y habitarán en su tierra, la cual di a mi siervo Jacob. Y
habitarán en ella seguros, y edificarán casas y plantarán viñas; y habitarán seguros
cuando yo haga juicios sobre todos los que los despojan en sus alrededores; y
sabrán que yo soy Jehová su Dios. (Ezequiel 28: 25-26).
Cuando el profeta Oseas habló de “Jacob” en los últimos días, es decir, de los
descendientes del profeta Lehi, dijo que el Señor le pagaría a Jacob conforme a sus obras
(v. 2). Ese castigo de siglos de que hemos hablado, pero dice que Jacob vencerá: llorará y
suplicará (v. 3). Y entonces Oseas nos dice qué es lo que nos toca hacer a nosotros, Jacob,
en los últimos días a fin de poder ser librados: “Tú, pues, conviértete a tu Dios; guarda la
dedica a hablar de lo que acontecería en el futuro a Jacob (7:20). En dicho capítulo indica
que, aunque el pueblo de Jacob (v. 20) se ha rebelado, en los últimos días Jehová tendrá
detalle algunas de las cosas que nos indica Miqueas acerca del pueblo lamanita, de los
descendientes de Lehi: “En ese día” (v. 12, i.e., los días por venir), como hemos visto
arriba, “Y la tierra será asolada a causa de sus moradores, por el fruto de sus obras.” (v.
13), en ese castigo a los hijos de Jacob que duró siglos. Pero entonces vendrá el
lamanita vive hoy día en cautiverio mental, económico, cultural, espiritual. Uno ve la
florecimiento lamanita será algo tan portentoso, tan lleno de señales, como fue para los
hebreos su salida de Egipto: “Yo les mostraré maravillas como el día en que saliste de
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Egipto.” (v. 15). Llama la atención la fraseología: el profeta habla al pueblo lamanita de
Por ello es que el profeta escribió (v. 16): “Las naciones verán y se avergonzarán de todo
su poderío; pondrán la mano sobre su boca”. En v. 18 se nos dice que, si bien el Señor ha
estado molesto con Jacob, no lo estará por siempre sino que —y aquí el profeta Miqueas
se hace parte del pueblo de Lehi; habiendo vivido en Judá unos 150 años antes de Lehi
muy bien podría ser su ancestro, dice— (v. 19): “Él volverá; volverá a tener misericordia
como se ha dicho, que muy probablemente era ascendiente de Lehi: “Otorgarás a Jacob
la verdad… como juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos.” Vale la pena ver en
detalle esta primera parte del v. 20: “Otorgarás a Jacob la verdad”. Que Jacob se refiere a
los descendientes del profeta Lehi, no cabe duda: La nota de pie de página nos remite a 2
Nefi 29: 14, donde habla del surgimiento de El libro de Mormón, como de un segundo
testimonio del evangelio. Sí, nuevamente, el florecimiento lamanita está asociado con el
hecho de que El libro de Mormón llegue a tantos de nuestros hermanos como sea posible.
Una vez más: no podremos florecer, mientras no hagamos todo lo que está a nuestro
alcance porque cada lamanita tenga y estudie minuciosamente este registro sagrado. Tal
Y entonces el resto de nuestra posteridad sabrá acerca de nosotros: cómo fue que
salimos de Jerusalén, y que ellos son descendientes de los judíos; y el evangelio
de Jesucristo será declarado entre ellos; por lo que les será restaurado el
conocimiento de sus padres, como también el conocimiento de Jesucristo que
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hubo entre sus padres. Y entonces se regocijarán; porque sabrán que es una bendición
para ellos de la mano de Dios; y las escamas de tinieblas empezarán a caer de sus ojos; y
antes que pasen muchas generaciones entre ellos, se convertirán en una gente pura y
deleitable. (2 Nefi 30: 4-6).
6.2.4. Paréntesis: Visión del Pdte. Kimball del futuro de los lamanitas
Como dijo Richard L. Millet (2001, p. 119), “Ningún tratado sobre el tema de los
lamanitas estaría completo sin la visión que el Profeta [Spencer W. Kimball] tuvo sobre
este pueblo”. A continuación hago un paréntesis en lo que vieron los profetas del
Antiguo Testamento acerca del pueblo lamanita, y anexo la visión del futuro de los
lamanitas del Pdte. Spencer W. Kimball (1947). Antes de citar esta visión, creo que habría
Cocom, nació en 1881. Él era un indígena maya de raza pura. Para conquistar a mi
siendo viudo y vuelto a casar; su casa era de piso de tierra. Mi padre nació en 1932. Él
estudió hasta segundo año de secundaria, nunca aprendió otro idioma y nunca tuvo casa
propia. Yo nací en 1963, tengo un posgrado y en los últimos años me he dedicado a dar
florecimiento lamanita en 1947, muchas de estas cosas que son nuestra realidad
Mesa Arizona.
Mis queridos hermanos y hermanas, deseo referirme a uno o dos pasajes del
Libro de Mormón:
“Ahora bien, lo que nuestro padre quiere decir concerniente al injerto de las
ramas naturales, por medio de la plenitud de los gentiles, es que en los días postreros,
carne a los hijos de los hombres, entonces la plenitud del evangelio del Mesías vendrá a
Y en aquel día el resto de los de nuestra posteridad sabrán que son de la casa de
Israel, y que son el pueblo del convenio del Señor; y entonces sabrán y llegarán al
Redentor y de los principios exactos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser
salvos. “ (1 Nefi15:13-14).
“Y significa que viene el tiempo, después que toda la casa de Israel haya sido
dispersada y confundida, en que el Señor Dios levantará una nación poderosa entre los
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gentiles, sí, sobre la superficie de esta tierra; y nuestros descendientes serán esparcidos
por ellos.
procederá a efectuar una obra maravillosa entre los gentiles, que será de gran valor para
nuestra posteridad; por tanto, se compara a que serán nutridos por los gentiles y
“Por tanto, los sacará otra vez de su cautividad, y serán reunidos en las tierras de
vosotros sois parte, Iban a venir gentes de esta continente que esparcirían a los
lamanitas. Entonces iba a seguir el establecimiento de una grande nación entre los
Gentiles, que afligirían a los lamanitas, pero al que por fin les llevaría la luz del
evangelio.
colonizadores. Los puritanos y los peregrinos, quienes eran de la mejor gente de Europa,
vinieron a América para establecerse y buscar hogares. Entonces, de acuerdo con las
escrituras, nación una grande nación, formada de entre los Gentiles. Por cuatrocientos
años los lamanitas fueron esparcidos y expulsados por ellos. Cortés, Pizarro y varios
otros fueron culpables de mucho de esto. Pero en fin, hace unos cientos setenta años, se
estableció la nación más grande debajo del cielo, una nación que iba a conceder libertad
religiosa para que el evangelio pudiera ser restaurado. Así fue que cuando hubo
suficiente libertad religiosa de tal manera que las aves del cielo no podían comerse la
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semilla del evangelio, ni se perdería entre las piedras, se restauró el evangelio mediante
los Gentiles. Salió a la luz el Libro de Mormón y se tradujo de las planchas sobre las
relativas a que estos preciosos anales habrían de ir a los Gentiles, y por ellos llevados a
masa. Esta es nuestra tierra y pertenece a nosotros que somos de la casa de Israel, y de la
cual vosotros sois parte. Es la tierra más preciosa y abundante de todo el mundo, y todo
lo que contiene está reservado para nosotros. Leemos lo que dice Doctrina y Convenios
en tocante a esto:
“De cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra, las
bestias del campo y las aves del cielo, y lo que trepa a los árboles y anda sobre la tierra;
sí, y la hierba y las cosas buenas que produce la tierra, ya sea para alimento, o vestidura,
o casas, alfolíes, huertos, jardines o viñas; sí, todas las cosas que de la tierra salen, en su
sazón, son hechas para el beneficio y el uso del hombre, tanto para agradar la vista como
solamente con la condición de que vivamos de acuerdo con los mandamientos de Dios.
Jesucristo.
Ahora bien, a Dios le agradaría vernos disfrutar de todas estas abundancias del
mundo. Creó la tierra para nosotros, y nos puso sobre ella para que nos probásemos. No
quiere que ninguno de nosotros sea pobre, o se muera de hambre o de frío, sino quiere
que nosotros gocemos de todas esta ricas bendiciones que nos ha dado sobre esta tierra.
Pero hay ciertos mandamientos que cumplir. Sabemos cuáles son: No matarás; no
Autoridades Generales de la Iglesia, sino que debéis apoyar a las autoridades de vuestra
el uno al otro. Quiere decir que observareis el día del Señor para santificarlo, que
pagareis vuestros diezmos y conservareis vuestras vidas puras y limpias. Ahora, cuando
hayáis cumplido los mandamientos, el Señor estará obligado a causa de sus promesas.
Espero que podáis prepararos para recibir lo que es vuestro, y poder reclamar
vuestro destino. Vosotros los que estáis aquí hoy estáis bien vestidos. Entendéis el
evangelio. Estáis disfrutando de muchos de los frutos de Mormonismo. ¡Oh que todo
descendiente de Lehi que vive sobre la tierra pudiera disfrutar de tan ricas bendiciones!
estas bendiciones entre todo el mundo. Cuando yo era niño, la gente mormona en el sur
económicamente, y la gran mayoría trabajaba para otros. En mis pocos años de vida he
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visto a nuestro pueblo elevarse en esta situación y llegar a ser personas prominentes en
es precisamente esto. Al contemplar el futuro veo al pueblo lamanita de las islas y de las
Américas elevarse a su gran destino. Veo grandes números de los lamanitas y nefitas en
hermosos y cómodos hogares con todas las comodidades que la ciencia puede ofrecer.
Veo a estos hijos de Lehi con sus hatos y rebaños en mil colinas. Y en lugar de estar
trabajando para otros, los veo dueños de huertas y haciendas, ocupando a otros. En
lugar de ser criados, los veo como amos, dueños de instituciones mercantiles y bancos, y
parece que los puedo ver en posiciones legislativas, donde, como legisladores y buenos
Me parece ver dentistas y doctores entre vuestro pueblo, con sus propias clínicas
y hospitales. Veo enfermeras entre vuestras jóvenes. Veo grandes números de abogados
entre vuestros propios hijos, los cuales se han preparado y llegado a posiciones donde
puedan ajustar los problemas del mundo. Los veo como dueños de industrias y fábricas,
muchas otras cosas. Veo a vuestros jóvenes preparándose para llegar a ser
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llegar a ser grandes conferencias y dueños de periódicos para influir en los pensamientos
del mundo.
nuevas verdades y misterios del reino de Dios; y hombres y mujeres que escribirán libros
lamanitas durante los últimos mil años. Veo a vuestros hijos e hijas escribiendo libros,
tanta elegancia que conmoverán a grandes números de personas. Os veo enviando a casi
todo hijo que nace de padres lamanitas al campo misionero, sosteniéndose él a sí mismo
venir en grupos pequeños de diez o cien, serán miles. .os veo organizados en barrios y
estacas compuestos de gente lamanita. Los veo llenar los templos y oficiar en ellos.
Ahora mis hermanos y hermanas, toda esta visión se puede realizar. Se halla
enfrente de vosotros. Pero no puede efectuarse con solo pensar en ella. Representa
posiciones de directores vienen por mérito, y vuestros hijos de mañana deben estar
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otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad
conocimiento, tanto por el estudio como por la fe.” (D. y C. 88: 118).
los libros buenos y con los idiomas, lenguas y pueblos. (D. y C. 90:15).
Esto quiere decir que tenéis todas estas cosas buenas que el Señor ha proveído
sobre esta tierra, comodidades y lujos. Pero es que si vais a cumplir todas cosas que yo
he indicado, como las he visto en esta visión, tendréis que sacrificaros y ver que vuestros
colegios, donde podrán recibirse y seguir adelante para ocupar su lugar en el mundo. Yo
sé que es difícil. Comprendo que a muchos de vosotros os parece que apenas podéis
vivir con lo que estáis ganando. Pero donde hay voluntad hay resultados, y si vosotros
los padres empezáis a sacrificaros y a instar a vuestros hijos a que reciban estas ventajas,
mañana serán ellos los directores del mundo. No habéis de gastar todo lo que tengáis. Se
debe ahorrar dinero para las misiones y la educación de vuestros hijos. Estos pueden
tomar sobre si ciertas responsabilidades y buscar algún trabajito para ayudar a acumular
estos fondos, y en lugar de gastar estas pequeñas entradas, las ahorraran para estos
grandes propósitos. Quizá esto significara que los padres de hoy se privaran de muchas
de las cosas que les gustaría tener, pero mañana será la cosecha.
Hace cien años nuestros padres llegaron a Utah y por varios años casi se
murieron de hambre, pero lo primero que hicieron fue edificar escuelas, buscarles
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maestros, y mandar a sus hijos a esas escuelas. Los padres se privaron de lujos, de buena
ropa, casi de lo necesario para vivir a fin de poder tener a sus hijos en las escuelas; y en la
esto no se debe a que es, el Estado de Utah. Es porque el estado de Utah se compone
mayormente de miembros de esta Iglesia, y porque los padres, hace cien años,
Hay en los Estados Unidos más personas prominentes del estado de Utah, por
persona, que de cualquier otro estado en la unión norteamericana. Nuestra gente goza
igual importancia y fama en todos los otros estados donde viven los mormones. De
manera que podríamos decir que en la Iglesia Mormona, estamos a la cabeza del mundo
en cuanto a educación. Y mientras nos preparamos en todas las cosas del mundo,
hermanos y hermanas en toda la Iglesia hacéis eso, os podemos prometer que en la gran
José Smith es un profeta de Dios, Sigue hacia adelante en los cielos con nuestro
evangelio. Dios vive, y esta es su obra; en ningún sentido se perderá vuestro tiempo
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dichas por el Pdte. Kimball. Ahora hablemos de otro aspecto que creo que nunca se ha
desarrollado en detalle. Las Escrituras nos indican que el florecimiento lamanita no será
bendiciones materiales para con los lamanitas. Es decir, que junto con una serie de
eventos que parecen “bonitos” o grandiosos o gloriosos, también hay algo que no deja de
ser sumamente perturbador: el hecho de que los lamanitas serán terribles entre sus
reconocer que simplemente no entiendo muchas de las profecías acerca de lo que hará el
Esaú, es decir, Edom, es decir, el mundo o (D. y C. 1:36) lo mundano. A ellos les dice el
profeta:
Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las naciones; como tú hiciste se hará
contigo; tu recompensa volverá sobre tu propia cabeza. De la manera que vosotros
bebisteis en mi santo monte, beberán continuamente todas las naciones; beberán,
y engullirán y serán como si no hubieran existido. Mas en el monte Sión habrá
salvamento, y será santo, y la casa de Jacob recuperará sus posesiones. Y la casa de
Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán y los
consumirán; ni aun quedará sobreviviente alguno en la casa de Esaú, porque
Jehová lo ha dicho. (Abdías 1: 15-18)
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lamanitas, serán castigados de la misma manera, y por aquellos que fueron oprimidos.
Todo ello por el salvamento que vendrá del monte de Sión, es decir, del templo. Ahora,
se menciona que: “Y la casa de Jacob será fuego”. ¿Es esto una especie de venganza
santa? No sé si el nombre correcto o técnico sea ese, pero sí, así me lo parece a mí. Se
habla de quemar y consumir a las naciones mundanas. Ahora, vale la pena destacar que
la referencia cruzada que aparece en el v. 18: “Y la casa de Jacob será fuego”, nos remite a
3 Nefi 20: 16, donde el Señor habla a los descendientes del profeta Lehi en este
continente. Es decir, una vez más queda corroborado que “la casa de Jacob” son los
descendientes del profeta Lehi. Ahora, ¿por qué se menciona el monte de Jehová, i.e., el
por completo, pero un segundo profeta que habla de los lamanitas como la fuerza
destructora del Señor en los últimos días, fue Miqueas, quien predicó del 740 al 697 a.C.
En su capítulo cuatro, Miqueas habla a una nación en los últimos días, a la que llama: “la
hija de Sión”. Si consideramos que Sión, como se vio arriba, es este continente, uno
podría por lógica asumir que la hija de Sión es la nación lamanita, pero no es solo la
lógica: en la referencia del versículo 13 se nos envía a 3 Nefi 20: 17-22, donde el Señor
mismo, al visitar este continente, dice que estas palabras de Miqueas 4 se referían a los
El v. 6 indica que “en aquél día” (i.e., en los últimos días), el Señor recogerá a la
desterrada y a la que Él afligió. El Señor promete que Él hará “de la desterrada, nación
robusta; y Jehová reinará sobre ellos en el monte Sión desde ahora y para siempre.” (v.
7). El Señor reconoce que los dolores y aflicciones de esta nación han sido como de mujer
…llegarás hasta Babilonia; allí serás librada; allí te redimirá Jehová de manos de tus
enemigos. Y ahora se han juntado muchas naciones contra ti y dicen: Sea profanada, y
contemplen nuestros ojos Sión. Mas ellos no conocieron los pensamientos de Jehová
ni entendieron su consejo; los juntó, pues, como gavillas en la era. Levántate y
trilla, hija de Sión, porque haré tu cuerno de hierro y tus uñas de bronce, y
desmenuzarás a muchos pueblos; y consagraré a Jehová su botín, y sus riquezas
al Señor de toda la tierra.
En el siguiente capítulo, como nos indica el encabezado, se habla de que “En los
Nuevamente, muchas de estas profecías acerca del pueblo lamanita no las entiendo por
completo, porque los símbolos o metáforas pueden tener varios significados. Por
ejemplo, se nos dice (Miqueas 5: 5): “Y el remanente de Jacob será en medio de muchos
pueblos como el rocío que viene de Jehová, como las lluvias sobre la hierba, las cuales no
esperan al hombre ni aguardan a los hijos de los hombres.” Es decir, entiendo que los
lamanitas serán una bendición a las naciones. Aquí creo que vale la pena comentar que
1974).
Con todo, en los siguientes dos versículos (8 y 9), se nos indica que: “Asimismo,
el remanente de Jacob será entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como el león
entre las bestias del bosque, como el cachorro del león entre los rebaños de las ovejas, el
cual si pasa, y pisotea y arrebata, no hay quien escape. Tu mano se alzará sobre tus
enemigos, y todos tus adversarios serán talados.” Dos veces, en 3 Nefi 16: 7-15, y en 3
Nefi 21:12-21, nuestro Salvador dijo específicamente que ese pasaje se refería de manera
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vendrá a las naciones gentiles que oprimieron por siglos a nuestros ancestros: “Y
acontecerá en aquel día, dice Jehová, que haré matar tus caballos de en medio de ti y haré
destruir tus carros. Haré también destruir las ciudades de tu tierra, y derribaré todas tus
fortalezas. Y con ira y con furor haré venganza en las naciones que no escucharon”.
(Miqueas 5:10, 11, 15) Es decir, que entre los gentiles habrá un llamado para que los reyes
sean ayos y las reinas nodrizas. Quien obedezca, será bendecido y quien no, recibirá esa
En ese mismo tono, el profeta Nahúm dice de los lamanitas en los últimos días:
Cuando Cristo visitó América, dejó muy en claro que al final la mayoría de los
gentiles rechazarían el evangelio y que los lamanitas los hollarían (3 Nefi 16:8-20).
Ahora, si me permiten, repetiré el último versículo que cité: “Saquead plata, saquead
oro; no hay fin de las riquezas ni de la suntuosidad de toda clase de objetos preciosos.”
(Nahúm 2: 9). Nuevamente, en buena medida la riqueza del pueblo lamanita en el futuro
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será esta rara suerte de retribución donde se harán justicia por su propia mano, dirigidos
por el Señor. Y entonces cabe muy bien la pregunta: ¿Por qué el Señor va a permitir que
Hay un tema del que hemos hablado arriba, pero lo suficiente. Regresemos a
hablar de Sión. Habíamos dicho que Sión no solo es una condición espiritual, i.e., ser
puro de corazón, sino que también es un lugar, una nación. Como vimos arriba, varios
profetas han tenido el propósito y la visión de edificar Sión (Enoc, Melquisedec, Pedro,
Los nefitas de la época del Señor, el mismo profeta José Smith), con mayor o menor éxito.
El profeta José Smith dijo que Sión sería todo el continente americano, y que su capital
sería el Condado de Jackson, en Misuri. Es decir, que me imagino que para que se
establezca Sión, los países (y, por lo mismo, sus fronteras) deberán desaparecer tal como
los conocemos ahora. Entonces se edificará esta ciudad de Sión; esta nación que se
llamará la Nueva Jerusalén. De ella nos dice la Guía para el Estudio de las Escrituras:
Lugar donde se reunirán los santos y donde Cristo reinará personalmente entre
ellos durante el Milenio. Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el
continente americano, y la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca
(AdeF 10). También se refiere a una ciudad santa que descenderá de los cielos al
comenzar el Milenio.
Es decir, que son dos ciudades que se llaman igual. Por cierto que no hablaremos
su capítulo 40, nos habla en detalle: en los últimos días la bondad humana escaseará (vv.
6-8). Entonces el Señor establecerá a Sión (v. 9). A diferencia de tantos intentos de
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establecer una utopía por parte del hombre, ésta logrará establecerse de manera firme
porque será establecida por el poder del sacerdocio (v. 10), no solo por la buena voluntad
de los hombres de bien. El Señor guiará y dará abundantes bendiciones para que se
establezca Sión (vv. 11-14). Entonces Isaías vuelve a hablar de los lamanitas y de un
anterior: para que Sión exista, es necesario que a) Las islas (i.e., los lamanitas) sean
levantados (v. 15) y que b) Las naciones de los gentiles desaparezcan (vv. 16-26).
Entonces Isaías habla de manera directa a Jacob (los lamanitas) y a Israel (los santos de
¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y
mi causa pasa inadvertida a mi Dios? ¿No has sabido? ¿No has oído que el Dios
eterno, Jehová, el cual creó los confines de la tierra, no desfallece ni se fatiga? Su
entendimiento es inescrutable. Él da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas
del que no tiene vigor. Los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes
ciertamente caen; pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán las alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se
fatigarán.
Para Isaías era claro que los lamanitas tendrían un papel fundamental,
(contemporáneo de Isaías) habla de Sión, lo hace con estas palabras. El que los lamanitas
emplea Miqueas:
Isaías estaba citando a Miqueas, o viceversa, pero una cosa es cierta: Isaías, en 2:2: las
personas en los últimos días, al refugiarse en Sión, al hablar del templo lo harán así: “la
casa del Dios de Jacob”, o, en otras palabras, del Dios de los lamanitas).
cómo se edificará esta ciudad y el papel que tendrá en los últimos días y como
leemos que llegará el día en que todas las naciones estén en guerra una contra otra (vv.
26, 27). Salvo algunas excepciones, los gentiles no aceptarán el evangelio (vv. 28-30).
Entonces vendrá esa plaga terrible de que habla D. y C. 29, pero los santos estarán
seguros en Sión (vv. 57-64). En los siguientes dos versículos el Señor dice de manera
escueta: “Y con corazones y mentes unánimes juntad vuestras riquezas para que compréis una
heredad que más adelante os será designada. Y se llamará la Nueva Jerusalén, una tierra de
paz, una ciudad de refugio, un lugar de seguridad para los santos del Dios Altísimo”. (D.
y C. 45:65-66). Más adelante volveremos sobre este punto tan importante. Entonces los
que no son miembros de la Iglesia, las personas honorables de la tierra, se unirán a Sión
buscando paz (vv. 68-69). En esta serie de guerras y revueltas mundiales, será el único
lugar donde habrá paz y, aunque sea atacada por los ejércitos del mundo, será protegida
que en los últimos días las diez tribus perdidas (v. 26) vendrán de Asia a América (v. 27)
“Sus enemigos llegarán a serles por presa” (v. 28) y entonces habitarán en lo que ahora
son yermos desolados (v. 29) y traerán sus riquezas a los descendientes de José por parte
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de Efraín (v. 30). Los collados eternos (i.e., el continente americano) temblarán ante su
presencia, y serán investidos con las ordenanzas del templo, por parte de los efrainitas,
Enoc, en el capítulo 7 del libro de Moisés. Allí leemos que “en los días de iniquidad y
venganza” (v. 60), el Señor haría que “la verdad brotara de la tierra” (v. 62) que, como
vimos arriba, alude al surgimiento de El libro de Mormón y, por causa de ello “la justicia y
la verdad” inundarán, dice el v. 62, “la tierra como un diluvio” y entonces se edificará la
ciudad de Sión, la Nueva Jerusalén. Y entonces (v. 63) descenderá la segunda Nueva
donde el profeta desarrolla este tema. El primero es en Isaías 24. Allí se dice que en los
últimos días “La tierra será totalmente vaciada y enteramente saqueada” (v. 3). Habrá
mucha hambre entre las naciones (v. 4). Sin mencionarlo con esta frase, Isaías dice que el
bajo sus moradores, porque traspasaron las leyes, cambiaron la ordenanza, quebrantaron el
convenio sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores
fueron culpables” (vv. 5, 6). Vendrá una crisis mundial que hará que “todo gozo se ha
apagado; se desterró la alegría de la tierra” (v. 11). Es entonces que aparecen los
lamanitas. Isaías nos dice que entonces habrá surgirá una nación que previamente ha
sido muy sacudida por el Señor: “así será en medio de la tierra, en medio de los pueblos,
como olivo sacudido, como rebuscos después de la vendimia.” (v. 13). Para entender
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quiénes son estos plenamente, en buena medida dependemos de las notas de pie de
página que tiene la Biblia, y que colocaré entre corchetes. Dicen los vv. 14 y 15: “Éstos [es
decir, el remanente justo o recto] alzarán su voz, cantarán gozosos por la grandeza de
Jehová; desde el mar [u occidente] darán voces. Glorificad por esto a Jehová en los valles
[en la región de luz, u oriente]; en las costas del mar sea nombrado Jehová Dios de Israel.” Y
bueno, como hemos visto antes, “las costas del mar” es una manera de llamar a los
continente, y sus habitantes edificarán la ciudad de Sión o, como dice el v. 23: “La luna se
íntimamente ligado al bienestar económico de los pueblos SUD que pueblen este
continente. Yo tengo para mí que en el florecimiento lamanita hay más que una mera
generosidad del Señor hacia los descendientes de Lehi: creo que hay un propósito, que
tiene que ver con los planes del Señor para el establecimiento de Sión en los últimos días.
El capítulo 60 de Isaías habla, de nuevo, de “las islas” (v. 9), es decir, de nosotros,
los lamanitas. Mucho de lo que dice Isaías ya lo hemos visto antes: habrá una crisis de
oscuridad sobre los pueblos de la tierra (v. 2) Paradójicamente, eso será el amanecer para
las islas (v. 3); sus hijos serán llevados en brazos por los gentiles (v. 4); será de ellos las
riquezas de las naciones (v. 5); sus jóvenes proclamarán el evangelio a las naciones (v. 6);
consagrarán sus riquezas para alabar al Señor en Su casa (v. 7), y ese concepto es
Tarsis desde el principio, para traer a tus hijos de lejos, su plata y su oro con ellos, al nombre
de Jehová tu Dios y al Santo de Israel, porque te ha glorificado.” (v. 8); el Señor en su ira
hirió al pueblo lamanita, “mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia.” (v. 10);
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“a ti sean traídas las riquezas de las naciones y conducidos a ti sus reyes” (v. 11); Esas
riquezas serán para embellecer el templo del Señor (vv. 12-13) y el pueblo lamanita
afligirá a todos los que lo afligieron (v. 14). Entonces el Señor nos da una promesa
sumamente hermosa:
política de nuestros respectivos países, se nos antoja imposible que se cumplan estas
profecías. Sé que al ver cómo los gobernantes han corrompido a tal grado la constitución
del país, que es legalmente imposible pedirles que rindan cuentas de sus actos corruptos,
ni es posible solucionar por la vía legal, la corrupción de la clase política. El Señor sabe
esto, y nos da esta promesa: “El pequeño llegará a ser un millar; el menor, una nación
Todas estas ideas, que acaso no sean tan claras en el Antiguo Testamento, están
expresadas con mucha más claridad en 3 Nefi 21:20-29, así como en Éter 13:2-12, donde
nuestro Salvador enseñó claramente a los descendientes de Lehi, tal como Éter lo había
dicho antes, que es prerrogativa de los lamanitas, de los descendientes de José, el edificar
la ciudad de Sión.
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Bien, llegamos casi al final de este texto. Mucho de lo que había qué decir, ya se
dijo. Ya solo me queda colocar algunos puntos sobre las íes. Espero que este escrito haya
dejado más o menos claro en qué consiste y qué hay que hacer para que nosotros, los
lamanitas podamos florecer. Es decir, no es una mera bendición que caerá del cielo: hay
cosas que tenemos que hacer; que implican esfuerzo, disciplina y, sobre todo, actitudes
que debemos cambiar. Hagamos, pues un breve repaso en donde agreguemos aquellas
cosas que las Escrituras indican que debemos hacer a fin de ser parte de ese
florecimiento lamanita:
No ahondaré mucho en esto: Vez tras vez nos lo dice Isaías: para que los
lamanitas florezcan, se requiere que primero les sea predicado el evangelio. Pdte.
Kimball (1977) nos suplicó (¿te imaginas? ¿Un profeta suplicando a los miembros?) que
alargáramos el paso en la obra misional. Para ello, el Presidente Ezra Taft Benson (1989)
nos pidió que inundáramos la tierra con El libro de Mormón. No hay otra manera ni hay
otro camino. Si deseas que los lamanitas florezcan, tienes que predicar el evangelio no un
día ni dos: tienes que hacer de ello más que una costumbre o un hábito: tienes que hacer
de ello una parte inherente a tu persona. Ahora, si tú decides que no deseas hacer obra
estacionamiento de nuestro auto o barren su basura para nuestra banqueta, o que cada
138
alterpech@gmail.com Los lamanitas en el Antiguo Testamento
vez que pueden, de alguna manera, abusan o hurtan lo que puedan, tanto como puedan,
compañero de trabajo, ese que maneja a tu lado de manera tan imprudente y molesta,
ese jovencito que molesta a tus hijos en la escuela, todos ellos pueden cambiar, si tú les
predicas el evangelio. Si decides que no lo vas a hacer, tal vez otra persona lo haga, pero
entonces el florecimiento lamanita se hará más lento. Pdte. Ezra Taft Benson (1989 b, p. 5)
dijo:
El Señor ejerce Su poder desde el interior del hombre hacia afuera. Por el
contrario, el mundo lo ejerce desde afuera hacia el interior. El mundo trata de
sacar a la gente de los barrios bajos; Cristo saca la bajeza social del corazón de las
personas y ellos mismos salen de los barrios bajos. El mundo trata de reformar al
hombre cambiándolo de ambiente; Cristo cambia al hombre, y éste cambia el
ambiente que le rodea. El mundo trata de amoldar el comportamiento del
hombre, pero Cristo puede cambiar la naturaleza humana.
mirado, solo tres cosas que han bastado para mantener en un estado de cautiverio al
cautiverio, porque la percepción, más que en los ojos, radica en la mente: la vista muy
rara vez va ver más allá de lo que la mente le permita. Permíteme hacerte una
sugerencia: la próxima vez que releas El libro de Mormón, hazlo en función de cómo
afectan “las falsas tradiciones de los padres” en el proceso de conversión, y en cómo este
libro, El libro de Mormón, ayuda a eliminar dichas tradiciones que ciegan la mente de
—como Ammón— que lo difícil no es sacar una espada y ponerse a cortar brazos. Lo
difícil es acaso enseñar que lo que los padres le enseñaron a uno, no es correcto, porque
como “una ley no escrita”, que tiene un poder mucho más fuerte que las leyes
hacer
primero preparó a sus posibles conversos mediante el servicio, luego enseñó la doctrina
correcta, y finalmente corrigió la doctrina falsa (Alma 18:37-38). La verdad tiene poder
hacer una relectura minuciosa de todos los libros canónicos, por completo, tanto del Antiguo,
como del Nuevo Testamento, así como de la Triple, y hacer dicha relectura en función de este
tema: ¿Qué dijeron los profetas acerca del pueblo lamanita? Mientras leía, encontraba detalles
más que interesantes; conocimiento que me hizo, sobre todo al momento de escribir, aplicar una
fuerte autocensura: pensaba en Jacob 4:14, cuando dice que los judíos “procuraron cosas que no
podían entender. Por tanto, a causa de su ceguedad, la cual vino por traspasar lo señalado, es
menester que caigan; porque Dios les ha quitado su claridad y les ha entregado muchas cosas
que no pueden entender, porque así lo desearon; y porque así lo desearon, Dios lo ha hecho, a fin
de que tropiecen.”
Yo puedo decir que en la escritura de este texto he procurado dejar de lado ideas
preconcebidas que tenía yo. Incluso este libro sigue un esquema diferente al que me había
propuesto al principio: en buena medida podemos decir que fue escribiéndose a sí mismo, pese a
mí. En cuanto a mí, puedo decir a mi favor que en todo momento traté de ser muy objetivo y
cuidadoso, a fin de no ir más allá de lo que dice el texto o lo que era la intención de los profetas.
En más de un momento me dije a mí mismo: ¿Pero de veras estas promesas, tan gloriosas son
para nosotros, como nación? Y entonces pensaba en que el pueblo lamanita es tan importante
Por tanto, es un compendio de los anales del pueblo de Nefi, así como de los
lamanitas—Escrito a los lamanitas, quienes son un resto de la casa de Israel, y también
a los judíos y a los gentiles
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alterpech@gmail.com Los lamanitas en el Antiguo Testamento
Es decir, sí, claro, El libro de Mormón es un libro escrito para todo el mundo. No en balde
surgió de la tierra para preparar al mundo para recibir al Señor en su Segunda Venida, pero
entre sus funciones primordiales está el poder despertar o impulsar al pueblo lamanita. El
presidente Spencer W. Kimball (citado por Millet, 2001, pp. 22, 23) comparó a los hijos de nuestro
padre Lehi con un planeador que está bien construido y que puede elevarse para alcanzar esas
promesas de que hemos hablado arriba. Ahora, en la siguiente cita, vale la pena ver cuáles son
las causas por las que no se ha dado el florecimiento lamanita, porque es en ello en lo que tú,
Puede ser que los lamanitas nacieron bien —de buena sangre, buena ascendencia, con
mentes alertas y cerebros fértiles— pero decenas de millones de ellos se ven influidos por falsas
tradiciones, supersticiones e ignorancia, siendo éstos elementos de peso. No pueden elevarse
en alto sin el poder de un remolque, porque no tienen los medios ni la oportunidad: simplemente
no pueden elevarse en alto sin el poder de un remolque.
El lamanita necesita una ayuda inicial —un poder más allá de sí mismo. La Iglesia y su pueblo
pueden proporcionarles esta ayuda. Las organizaciones de la Iglesia y sus individuos
pueden remolcarles hasta alturas insospechadas. No necesitaremos preocuparnos
mucho de ellos después de que se eleven hasta las nubes y tengan el sentimiento de
logro y seguridad. Encontremos y desarrollemos para ellos las corrientes. Mostrémosles
los instrumentos; asesorémosles y volemos con ellos. Pronto podrán volar solos…
El catalizador es el evangelio de Jesucristo. Ninguna otra cosa puede elevarles hasta estas alturas
donde les pertenece estar. (Kimball, 1995, pp. 610, 611).
Ahora, antes de seguir adelante creo necesario reenfocar el objetivo de este escrito.
Cuando hablamos de los lamanitas, es cierto, allí estamos ustedes y yo, los que somos “latinos”;
“mestizos”, y nuestra condición económica, educativa y social puede ser buena o mala: de
alguna manera, en tanto estás leyendo esto, tienes contacto con La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días y, por lo mismo, estas promesas de que he hablado están más a
menos al alcance de tu mano si te esfuerzas lo suficiente. Pero en este último capítulo quiero
enfocarme en mis hermanos lamanitas que son de raza indígena pura, quienes, por cierto, en la
Latinoamérica actual viven en condiciones mucho más limitadas, con mucho menos
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alterpech@gmail.com Los lamanitas en el Antiguo Testamento
oportunidades, bajo una injusticia social mucho mayor que la tuya o la mía, lector. Hay una
profecía que se repite varias veces en El libro de Mormón acerca de ellos: “Y reyes serán tus ayos, y
sus reinas, tus nodrizas; con el rostro hacia la tierra se postrarán ante ti, y lamerán el polvo de tus
pies; y sabrás que yo soy el Señor; porque los que me esperan no serán avergonzados.” (1 Nefi
15: 13; 1 Nefi 21: 23; 1 Nefi 22:6; 2 Nefi 6:7; 2 Nefi 10:9, etc.). Ellos necesitan en este momento de
ayos y de nodrizas y nosotros, los mestizos, los que tenemos parte de sangre gentil en nuestras
venas, podemos ser ayos y nodrizas, ayudándoles a florecer. En la última cita del Pdte. Kimball,
él habla de que ellos necesitan un catalizador que es el evangelio. Éste debe, creo yo, abatir dos
grandes carencias que sufre el pueblo lamanita hoy día. Una, los problemas de la supervivencia
en el día a día, y dos, liberarle del yugo de la opresión (mental y física) que lo sujetan.
a alguien algo que necesita, y que esta persona no puede obtener por sí misma. Siguiendo con la
analogía del Pdte. Kimball, el pueblo lamanita necesita dos diferentes tipos de impulso: En
primer término, el de tipo espiritual, y de ese hemos hablado mucho en este escrito. Pero
también está, por otro lado, el de tipo material. En alguna parte de la prolija obra de Alexandr
Soljenitzin, dijo que el hombre con el estómago lleno no puede comprender al hombre con el
estómago vacío. Yo creo que todos, sin excepción, tenemos una perspectiva de clase. Vemos las
cosas desde la postura social en que nos encontramos. Y cuando nos acercamos mucho a un
extremo, ya el de la pobreza, ya el de la riqueza, tendemos a ver al otro extremo con dureza. Creo
que en general tendemos a cometer ese pecado, de mirar con mirada demasiado dura a los
percepción personal esté equivocada, pero creo que en general los miramos de arriba para abajo,
con el sesgo del elitismo, del racismo y de creer que ellos están “atrasados”, porque nosotros
Ahora, creo que debe quedar muy claro que no estoy proponiendo que debemos ir a dar
una suerte de limosna o caridad a los pueblos originarios. También, por otra parte, yo no
comparto la idea de que tecnología es progreso: me queda claro que los avances tecnológicos han
agotado con los recursos no renovables del planeta y nos llevado a un calentamiento global que
parece irreversible. Así que no, no estoy diciendo que ellos son menos inteligentes o que su
conocimiento es menor, o que necesitan que les “demos de nuestra luz”: ellos tienen otra cultura,
“verdad”; ellos, en sus respectivas culturas, tienen también parte de esa gran verdad que puede
ser comprendida como un gran todo y, por lo mismo, así como hay cosas que podemos
enseñarles, también hay muchas cosas que nosotros podemos aprender de ellos: cuando menos a
convivir como sociedad de manera sustentable con el planeta y a vivir en sociedad de manera
justifique el que no extendamos nuestra mano para ayudar al pueblo lamanita (tanto a nuestros
hermanos de raza pura, como a nuestros hermanos mestizos que no son SUD) a salir de la
Creo que lo más triste es que muchas veces nos justificamos bajo verdades fuera de
contexto, como el declarar que ellos tienen la obligación de ser autosuficientes, y pensamos que
la limosna es la peor esclavitud que puede atar a un hombre, o alguna idea semejante que nos
justifique para no dar. Entonces, con esa indolencia individualista, rebajamos al evangelio y a la
Iglesia a la función básica, de ser una cómoda dispensadora de ordenanzas salvadoras y nos
nuestros hermanos los lamanitas. Cierro este libro con algunas ideas que he compartido con
barrio y en la estaca. Es algo que se le ha dado tanta difusión y se le ha dado tanto énfasis que,
me imagino, todos ya lo entendimos y lo memorizamos. Pero por si no, lo repito una vez más, de
manera muy resumida: Yo me imagino que muchas veces la Iglesia simplemente no puede
avanzar, o no lo hace como debiera, porque el pobre obispo está tan ocupado con tantas cosas
urgentes, que no se da tiempo para atender muchos de los asuntos importantes que podrían
hacer que un barrio funcione a la perfección. Así que este modelo de “la obra de salvación” no es,
creo, sino ayudarle a hacer lo que Jetro le dijo a Moisés allá por Éxodo 18: si no delegas, vas a
morirte y de paso te vas a llevar entre los pies a este pueblo contigo. Y entonces, si bien antes se
hablaba de que la meta de la Iglesia era invitar a todos a venir a Cristo, y que eso se hacía
mediante tres objetivos, a saber: 1. Predicar el evangelio; 2. Redimir a los muertos; 3. Perfeccionar
a los santos, ahora esos tres puntos se volvieron cinco, cada uno con una persona asignada, por
lo que en el barrio o rama debe haber cinco personas muy bien encargadas de verificar que éstos
se cumplan. Sí, claro, el responsable es el obispo, pero él delega estas funciones en cinco buenos y
eficientes hombres:
éstos van encaminados principalmente, si entiendo bien, a llevar a los miembros al templo. Hay
un énfasis muy fuerte en esto de llevar a los miembros al templo. Como dice en Jacob 5:71, se
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trata de recoger el fruto para el tiempo que pronto llegará. Pero el florecimiento lamanita no se
Por otra parte, hay algo que me preocupa. Es un versículo en el que no dejo de pensar
porque, junto con ese castigo que sufrirían los lamanitas por siglos, se le agrega una crisis donde
vemos en las noticias que en todo el mundo hay recesión, desempleo y la economía está
detenida. Es, como se dice en la traducción de José Smith de Génesis 14:35 acerca de los últimos
días: “…y los hijos de Dios serán probados como por fuego”.
Y sí, me imagino que más de un lector estará diciendo ¿Y qué tiene qué ver eso con la
obra de salvación del barrio y estaca? No sé: bajo la palabra “Bienestar” en la GEE, se lee: “El
proceso y el medio por los cuales se atiende a las necesidades espirituales y temporales de las
espiritual, sino igual, tan importante como ello, está el bienestar temporal.
Yo en lo particular creo que hay algo que por lo general se deja de lado por completo.
Un personaje que —en la praxis— en buena medida se ha vuelto una mera figura decorativa en
los barrios: el presidente de quórum de élderes, que siempre tuvo a su cargo el que se llevara a
cabo el plan de bienestar en el barrio. El que cada miembro entienda lo que significa el plan de
bienestar y no solo lo aplique a su persona y su familia, sino a los hermanos menos favorecidos
del barrio, es fundamental. Y aclaro: no se trata de dar ayuda altruista o incluso de dar ayuda
como si fuera limosna a los miembros más necesitados del barrio o rama, no: sino de darles ese
Desde mi humilde perspectiva, sinceramente creo que no sirve de mucho llevar a los
miembros al templo, si dichos hermanos están pasando hambre. Vaya, claro que sirve que
reciban su investidura y se sellen, pero con hambre, ese hermano tiene otros intereses,
preocupaciones, cargas, que le restan importancia a las ordenanzas del templo y que lo pueden
llevar a alejarse de la Iglesia. La Iglesia tiene una función espiritual, por supuesto que sí, pero si
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deja de lado su función social y económica, no puede llevar a los miembros a la salvación. De
50% de su función. Y al hacer esta aseveración, me apoyo en las palabras del Pdte. Gordon B
Hinckley:
En otro momento, Joseph F. Smith dijo, como Presidente de la Iglesia: “Siempre ha sido
una enseñanza fundamental para los Santos de los Últimos Días que la religión que no tiene el poder para
salvar a las personas temporalmente y hacerlas prósperas y felices en esta vida no pueda salvarlas
espiritualmente y exaltarlas en la vida venidera”. (Joseph F. Smith, Our West Magazine [Revista
Nuestro oeste], vol. XXIII, septiembre de 1905, pág. 242. Citado en Joseph B. Wirthlin, "El
Un tercer Presidente de la Iglesia habló de ello fue Brigham Young, quien afirmó:
hacer. Yo desafío a cualquier hombre sobre la tierra a señalar el camino por el que un
profeta de Dios debe caminar, o a señalarle su deber, y qué tan lejos debe ir, al dictar
cosas temporales o espirituales. Las cosas temporales y espirituales están
inseparablemente conectadas y siempre lo estarán. (Brigham Young, Journal of
Discourses, 10:363-4.
Si me permiten, repetiré mi versículo favorito de todas las Escrituras. Cuando Isaías vio
cómo se establecía Sión y florecían los lamanitas en los últimos días en este continente lo
describió en las siguientes palabras: “Cada cual ayuda a su prójimo y dice a su hermano: ¡Sé fuerte! El
artífice anima al orfebre, y el que aplana con martillo dice al que bate en el yunque, acerca de la soldadura:
¡Está bien! Y lo afirma con clavos para que no se mueva.” (Isaías 41:6-7). Es sólo así, ayudándonos,
animándonos y fortaleciéndonos los unos a los otros en los asuntos temporales y espirituales,
como florecerán los lamanitas y se establecerá Sión en estos días tan complicados
económicamente. Y es curioso, pero al buscar ideas en la red, encuentro las siguientes citas, que
hablan del quórum de élderes, el plan de bienestar, y la salvación temporal de los miembros de
la Iglesia. Pero, al mismo tiempo que las lees, por favor nota de qué año son estas declaraciones:
1. “El quórum del sacerdocio constituye la clave del éxito de todo el programa de
empleos; pero no se trata del quórum teórico, sino del activo grupo de hombres que trabaja en
beneficio y apoyo de uno de sus hermanos... El éxito de un programa de empleos está basado en
principios eternos que la gente pone en [práctica] para ayudar a quien lo necesite.” (Obispo
Presidente H. Burke Peterson, "El sistema de empleos de la Iglesia", Liahona, agosto de 1976,
pág. 103)
2. “Para todos debe ser suficientemente claro el hecho de que cada paso que dé la
persona sin empleo fuera del círculo de su quórum, le llevará más lejos de conseguir el trabajo
que necesita”. (Vaughn J. Featherstone, "Principios de bienestar", Liahona, febrero de 1977, pág.
65)
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beneficio de un individuo sin trabajo, pueden producir milagros... Algunas áreas tienen a su
disposición las oficinas de empleos de la Iglesia, pero éstas están organizadas para compensar la
falta total de dedicación de los quórumes o los barrios. Esto ocurre en los casos en que el
fin lo hagamos, se verá por toda la Iglesia] un surgimiento de poder que electrificará el mundo...
El bienestar temporal de cada miembro del quórum es también la responsabilidad de los otros
Las tres citas hablan del presidente del quórum de élderes. La última, de la ayuda que
debemos dar cada miembro de la Iglesia a los más necesitados en nuestro respectivo barrio o
rama. Ahora, poniendo los pies con firmeza en el suelo, yo no sé qué efecto causa en ti el leer la
segunda de las declaraciones, pero a mí me sabe a una broma demasiado amarga. Claro, hablo
de mi experiencia personal en los barrios en que he estado en la última década, donde estoy
seguro que uno fácilmente podría morir de hambre si uno acudiera al sacerdocio de Melquisedec
y esperara a que éste le ayudara un poquito a resolver sus problemas, o a encontrar empleo.
Y me imagino que no faltará quien aquí levante la mano y me diga que cada quien es
responsable de su bienestar, que somos nuestros propios agentes, que esa es la manera como
crecemos en la vida y que la autosuficiencia es eso: ser autosuficiente, pero creo que esas ideas
son una manera moderna de decir, simplemente, como se dijo al principio de esta tierra: “¿Acaso
(este libro nació con la idea de ser un artículo de unas veinte cuartillas y ya pasa de las 140), sí
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quiero cuando menos marcarlas, con la esperanza de que alguien en lo futuro hable de ellas: 1.
Nuestros hermanos lamanitas, aquellos que no han pasado por el mestizaje, quienes viven en sus
sobrevivir en armonía con sus respectivos ecosistemas. Por otra parte, la economía capitalista es
voraz y suicida: arrasa con los recursos naturales. Estamos viviendo un momento histórico en
que las grandes compañías transnacionales, agotados los recursos de los territorios ocupados por
la civilización occidental, ahora vuelven sus ojos hacia las comunidades de los pueblos
originarios y, sistemáticamente, las despojan de sus recursos. Ciertamente, creo que lo más difícil
de la historia indígena de los últimos doscientos años está por ocurrir en los próximos cuatro.
Pensando en todo lo anterior que he dicho, creo que vale bien la pena cerrar mis palabras con un
poema de Pablo Neruda que —cierto— no es Escritura, pero no por ello lo que enuncia deja de
ser verdadero, y que nos deja encima la responsabilidad de ayudar por el florecimiento lamanita:
NO ME LO PIDAN
9. Índice temático
¿
L
¿Cómo se llevara a efecto el florecimiento lamanita? ........... 136
La diferencia entre Jacob e Israel en El Libro de Mormón .. 50
La manera en que El Señor emplea el lenguaje ......................... 7
A La perfección de las revelaciones y nuestro nivel de
entendimiento ............................................................................. 5
Acontecimientos paralelos al florecimiento lamanita ........... 125 La predicación del evangelio ..................................................... 136
América es para los descendientes de Lehi............................... 59 La primogenitura y el linaje ......................................................... 18
Antecedentes históricos ................................................................ 15 La tierra de Judá es Jerusalén, la de José, es Sión .................... 37
Las Doce tribus y sus bendiciones patriarcales ....................... 21
Las islas del mar ............................................................................. 54
C Las relaciones entre las tribus: Vínculos no siempre equitativos
..................................................................................................... 30
Conclusiones ................................................................................. 139 Los lamanitas descienden primordialmente de José ............... 53
Convenio del Señor con David ................................................... 34 Los lamanitas serían castigados por siglos ................................ 81
Los profetas del Antiguo testamento profetizaron del
D surgimiento del Libro de Mormón ....................................... 61
Q
I
Qué debemos entender por los términos “gentiles” y “judíos”
Índice..............................................................................................141 ..................................................................................................... 10
Isaías escribió para los lamanitas ................................................ 68
R
J
Referencias .................................................................................... 142
Jacob e Israel como cosas diferentes ......................................... 46 Regresemos a Efraín y Manasés ................................................. 38
Jacob e Israel en el Antiguo Testamento .................................. 46
José y Judá: una relación no siempre cordial ............................ 31
Justificación ..................................................................................... 13 T
Tres bendiciones patriarcales más .............................................. 25
10. Referencias
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