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Stella M.

Anaya Adopción: Ficha de cátedra

FAMILIA Y SISTEMAS SOCIALES


UNIVERSIDAD DE FLORES
AÑO: 2018

Adopción: Ficha de cátedra


Stella Maris Anaya

Las marcas de la historia


Dra. Silvia Bleichmar, psicoanalista y ensayista
Extraído de http://members.tripod.com/adopcion_uruguay/

Se me ha preguntado en diversas ocasiones cuáles son, en mi experiencia y conocimiento, las marcas que dejan los
traumatismos precoces a los cuales un niño puede ser sometido, y en particular el hecho de que no haya sido criado
por quienes biológicamente lo engendraron. Cuestión que se acompaña con frecuencia de una serie de afirmaciones
implícitas, al formularla en términos tales que dan por sentado un conjunto de presupuestos los cuales deben ser
sometidos a un ejercicio de reflexión que posibilite poner de relieve el nivel de prejuicio que encierran.
Tal es el caso de esa fórmula habitual con la cual alguien pregunta respecto a un niño adoptivo algo del siguiente
orden: "Cuáles son las huellas que quedan, irreversiblemente inscriptas, ante el hecho de que un niño pequeño pierda a
la madre, y cuáles son las consecuencias de este hecho para su vida futura". Afirmación que proyecta sobre el
psiquismo infantil un tipo de vínculo con un objeto que, en los primeros tiempos de la vida, es imposible que se
encuentre ya dado: la relación con la "madre", que es fruto de un proceso de construcción cognitivo y emocional
producido en el interior de los lazos que propician la crianza.

Definiendo la adopción

El verbo adoptar procede del latín adoptare y según el diccionario de la R.A.E. significa
“recibir como hijo, con los requisitos y solemnidades que marcan las leyes, al que no lo es
naturalmente”.
Es interesante darse cuenta, primero de la apelación a las leyes, segundo de la negación
incluida en la definición. Ese carácter de no ser “el que no lo es” se repite en varias de las
acepciones de la raíz adoptar, lo que viene a subrayar un aspecto a tener siempre en cuenta a
propósito de la adopción. Adoptar es algo que va contra natura, no es respetar el orden natural,
por tanto, es algo de carácter siempre sospechoso, como cuando se habla de adoptar una
apariencia. Es un engaño, un artificio, una transgresión del orden natural. Obviamente estamos
desgranando argumentos de carácter ideológico: la adopción es tanto natural como cultural, por
otra parte el debate sobre lo que es natural en el hombre, a estas alturas, no parece que nos
pueda conducir muy lejos.
En cualquier caso, adoptar es un proceso que implica la gestación de una filiación
caracterizada por ir más allá de la biología. Adoptar significa instaurar un vínculo afectivo, pero
también implica la transmisión de contenidos inconscientes, como han señalado tanto
Laplanche como Bleichmar en diferentes ocasiones.

Situación legal en la Ciudad de Buenos Aires

El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires define la adopción como una institución jurídica
que tienen por objeto proteger el derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir y desarrollarse
en familia, con una convivencia basada en lazos de afecto, cuidado y respeto, cuando esto no
puede ser garantizado por su familia de origen.
Para adoptar, las personas que estén capacitadas para hacerlo deberán inscribirse en el
REGISTRO UNICO DE ASPIRANTES A GUARDA CON FINES ADOPTIVOS (RUAGA) que
tiene como objetivo principal formalizar una lista de aspirantes a guarda con fines adoptivos,
conformada por los diferentes Registros Provinciales.
Los postulantes deben registrarse, ser entrevistados, recibir cursos especiales y, para el
caso de ser admitidos, su legajo será remitido a la base de datos de la Dirección Nacional del
Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUA), dependiente del Ministerio
de Justicia de la Nación.

Anaya, S. M. (2018). Adopción: Ficha de cátedra. Familia y sistemas sociales. Buenos Aires: Universidad de Flores.
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Stella M. Anaya Adopción: Ficha de cátedra

Para poder adoptar se requiere:


● Tener 25 años de edad cumplidos.
● Tener por lo menos 16 años más que el adoptado. Esta diferencia de edad no es
necesaria cuando se adoptara al hijo del cónyuge o conviviente.
● Ser argentino o naturalizado.
● Si se es extranjero, es necesaria la residencia en el país desde hace 5 años.
● Estar inscripto en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos que
corresponda a tu domicilio.

¿Cuándo una niña, niño o adolescente está en situación de adoptabilidad?


Una niña, niño o adolescente está en situación de adoptabilidad cuando:
● No se conoce quiénes son sus padres.
● Sus padres fallecieron y no se encontraron familiares de origen.
● Los padres tomaron la decisión de que sea adoptado después de los 45 días del
nacimiento.
● Las medidas para que vuelva con su familia de origen no dieron resultado.

¿Son las familias adoptantes iguales a las otras familias?

Eva Giberti, psicoanalista argentina experta en el tema, mujer con mucha experiencia
acumulada y con desarrollos teóricos polémicos y arriesgados, sostiene que no.
Según la autora el problema que se plantea en relación con la diferencia es que los
adoptantes tratan por todos los medios de ser “como los otros”, puesto que son plenamente
conscientes de las implicaciones sociales que conlleva el hecho de ser diferente, de pertenecer
a algún tipo de minoría.
La era posmoderna que vivimos se caracteriza por una pretensión de igualdad que se queda
en mera homogeneización. La segregación de las minorías viene camuflada por la ideología del
individualismo y el derecho a elegir. Por eso los padres adoptivos quieren que sus hijos sean
como los demás, negando a menudo las particularidades que caracterizan su propia historia: el
fracaso en los intentos de engendramiento, el diagnóstico de esterilidad, los intentos fallidos de
tener descendencia a través de las Técnicas de Reproducción Asistida, el consiguiente
corolario de frustración, el sentimiento de fracaso y las consecuencias sobre su salud mental.
La obsesión de ser una familia como las demás les impide ver que tampoco las demás
familias son iguales entre sí. El concepto de familia, que se pretende esencializar y
universalizar, aglutinando todas las formas de relación y de parentesco, no se consigue sino al
precio de difuminar sus límites. Por supuesto, tampoco todas las familias adoptantes son
iguales entre sí a la hora de describir las problemáticas que hemos encontrado.
Según los italianos Vadilonga y Rangone (2018) antes había una negación de las
diferencias entre la familia biológica y la adoptiva, y no se consideraba la peculiaridad de la
paternidad adoptiva. Luego comenzó a aparecer el reconocimiento de la diversidad y esto no
solo la comprende sino que la sostiene como un elemento imprescindible.
En el proceso de adopción un punto de partida que representa a menudo uno de los
problemas más difíciles de resolver es el duelo de la maternidad biológica. Una mujer para
adoptar tiene que encarar, con mejor o peor suerte, el duelo de la maternidad biológica.
Sería un dato interesante a estudiar, el número de mujeres que quedan embarazadas tras
iniciar los trámites para adoptar, o inmediatamente después de la adopción, habiendo realizado
antes, en muchos casos, numerosos intentos. Parece como si, una vez desaparecida la
angustia de la falta de hijos a través de la adopción, el obstáculo “biológico” desapareciera a su
vez.
Los padres adoptivos, según Mirabent y Ricart, tienen que cumplir las mismas funciones que
los padres biológicos y además un plus. ¿Cuál es ese plus? “Reparar los daños y secuelas…
de toda la historia previa del niño”.
Esta historia previa o prehistoria, presenta como dificultad principal a reparar, la serie de
abandonos, pérdidas o rupturas precoces que ha sufrido el niño antes de encontrarlo. Tales
son, al menos, las siguientes:

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Stella M. Anaya Adopción: Ficha de cátedra

1. Abandono de los padres biológicos o progenitores.


2. De los cuidadores o padres de acogida.
3. De los compañeros/hermanos de familia u orfanato.

Ayudar al niño a reparar esos daños implica que los padres adoptivos se hagan cargo en
primer lugar de que existe esa historia previa, la cual condiciona o al menos influye
poderosamente en sus capacidades de desarrollo y de relación. Preferiríamos, en todo caso,
hablar de simbolizar o de asimilar las pérdidas, mejor que reparar daños. Quizá sea demasiado
omnipotente hablar de reparar un daño retroactivo que ocurrió en la prehistoria de la relación.
Pero sí se puede plantear la creación de una relación de confianza básica que le permita
entregarse a la tarea de crecer, de conocer y aprehender el mundo humano.
Según Videla Rajtman, los padres temen con intensidad el momento de tener que informar
o ser demandados de información por el hijo adoptado. Hay dos momentos fundamentales: la
primera infancia y su etapa de los “¿por qué?” de todo niño, y la adolescencia que trae el temor
de ser juzgado y abandonado por el hijo, en la supuesta búsqueda de sus padres biológicos.
Las dudas que la madre adoptiva posee frente al hijo de si “su hijo adoptivo la quiere como
la querría un hijo biológico”, y a la vez si sus sentimientos serían también los mismos entre
ambos suelen ser motivo de traumas y acomodaciones a los mismos.
Informar al niño es fundamental. Eva Giberti dice que la presencia de ambos padres es ideal
en ese momento. No obstante, la experiencia demuestra que habitualmente es la madre la que
encuentra la circunstancia oportuna para hacerlo, de acuerdo con lo que ella siente como
sintonía con su hijo, en ese preciso instante.
Cada vez con mayor frecuencia y debido a la importancia que adquiere la adopción
realizada legalmente, es posible contarle en qué provincia nació: forma parte de sus derechos
de ciudadano conocer sus raíces, la atmósfera que lo rodeaba al nacer. No parecería
recomendable explicarle más allá de lo que precisa saber o podrá comprender.
No hay claves exactas ni recomendaciones generales, más allá de la necesidad de aliviar la
tensión familiar que resulta de custodiar un secreto y de esclarecer a una criatura que siente
“algo raro” entre sus padres y ella. Extrañeza que se alivia cuando ellos comparten lo que antes
fue silencio. Para lo cual es fundamental respetar los tiempos internos, las necesidades
psicológicas de los padres, evitando imponer criterios supuestamente técnicos.
Quien adopta está obligado a asumir el procesamiento que el hijo haga de su situación
original, y ello suele conducirlos a momentos difíciles y dolorosos. Adoptar implica,
preventivamente, prepararse para ese momento que podrá aparecer a los 10 años, a los 5 o a
los 16. Sus reacciones pueden ser posteriores, en años, respecto del momento de la
información.
Adoptar implica hacerse cargo de este problema: una criatura fue abandonada. Al enterarse
de ello, ese niño, en el mismo momento o más adelante, podrá sentir pena, rabia o
desconcierto. El sufrimiento surge ante la evidencia de no haber podido ser conservado por
quien lo concibiera, aunque dicho padecer quede superado, “olvidado”, debido al vínculo con
los adoptantes, su familia.
Pretender impedir tal situación conflictiva es inútil: las mentiras terminan siendo
desembozadas y la sensación de haber sido engañado resulta intolerable para el adoptivo.

Los juicios de atribución

Los temores respecto de la futura conducta del hijo son postergados en el momento previo a
la adopción, pero retornan y se evidencian potenciando el ejercicio de los juicios de atribución.
Los padres deben “atribuir” a los niños una serie de aptitudes para poder reconocerlo como
hijos. No alcanza con adoptarlo desde su ser-abandonado. Desde su desamparo tendrá que
transitar hasta convertirse en “mi” hijo.
Tener un hijo entraña posesión. El adoptivo precisa una decisión parental que lo transforme
en hijo “mío”. Esa es la primera atribución, la de posesión: no se trata sólo de protegerlo sino
de llegar a amarlo como hijo.
Los adoptantes precisan atribuir características de un Yo a alguien que en el primer
momento es un no-Yo para ellos. Es un no-Yo desde lo cromosómico y desde una

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Stella M. Anaya Adopción: Ficha de cátedra

programación genética que ignoramos hasta dónde compromete el psiquismo. Hay que
suponer o inventar algo en el niño que permita decir: “Es una prolongación mía”.
El atribuirle cualidades y desearlo como hijo exige procesar cultural y emocionalmente
hechos traumáticos derivados del origen del niño; no resulta complicado durante el primer año
de vida, pero, una vez adquirido el lenguaje puede desembocar en situaciones complejas ante
sus preguntas.
A su vez, el chico tiene que atribuir “cosas” a los padres.
Aquello que los asemeja y los une, es aquello que podría separarlos. Adoptivos y
adoptantes precisan defenderse de esa posibilidad de desatribuirse “en serio”, que conlleva la
fantasía de devolver al hijo y la fantasía, el deseo y a veces la decisión de irse a buscar a los
padres de origen, por parte del chico.
Adoptantes y adoptivos constituyen un grupo si tomamos como parámetro la necesidad de
atribuir particularidades: bondad, generosidad, inteligencia.
Quizá la aparición de deseos, anhelos, impulsos creativos, quede asociada con los padres
de origen, con lo inesperado y temido. Los estados de alerta respecto de los imprevistos
sugieren el retorno a la hipótesis inicial: dos grupos que suponen ser uno. El grupo familiar,
aquel del que podemos hablar porque lo hemos tratado, presume ser el grupo
pluscuamperfecto para el hijo; sin embargo resulta atravesado por la imaginada sobrevida de
“los otros”, a quienes, con el tiempo y aparentemente, los adoptantes olvidan o dejan de temer.

Los nuevos escenarios de la adopción y los modelos adoptivos

La adopción como representación social

La adopción es una representación social y evoluciona en el tiempo.

Antes Hoy
(hacia un nuevo modelo de adopción)

Había una negación de las diferencias entre Comenzó a aparecer el reconocimiento de la


la familia biológica y la adoptiva, y la diversidad y comprende la diferencia, la
peculiaridad de la paternidad adoptiva no se peculiaridad de la maternidad adoptiva.
consideraba.

Antes, principalmente, se adoptaban Se comenzaron a adoptar niños mayores,


neonatos, sobre todo niños sanos. con una historia traumática.

En cuanto a la información, había un secreto Se trata de hacer una promoción de la plena


y un traspaso mínimos de informaciones transparencia y el énfasis en la realidad de la
sobre el background que traían esos chicos. adopción; incluida la pérdida.
Se desconocían las historias traumáticas de
su pasado.

Tendencia a minimizar el impacto de la Tendencia a reconocer la importancia de la


adopción en la identidad. Clara interrupción adopción en la identidad; lo cual le dio cierta
entre el antes y el después. Una continuidad y el énfasis se puso en la
discontinuidad clara que entrañaba riesgo de integración de la identidad adoptiva y en la
disociación. doble pertenencia.

Fundado en el secreto de los orígenes. Fundado en la recuperación del pasado

Adopción como segundo nacimiento: familia Familia adoptiva entendida como una tríada:
adoptiva como única familia. padres adoptivos - hijo adoptado - padres
biológicos (no necesariamente implica la
relación física con la misma)

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Búsqueda como inadaptación. Búsqueda vista como normal.

Es necesario desarrollar modelos de adopción abierta y servicios de apoyo y


acompañamiento a la búsqueda.

Adopción y apego
Las crisis adoptivas
Las adopciones podrían entrar en el apego desorganizado: se daría con la activación
simultánea de dos respuestas comportamentales incompatibles; el miedo-evitación y el apego-
acercamiento.

La desorganización del apego


Se trata de los niños que confunden protección y peligro habiendo experimentado ambas
posibilidades en el mismo cuidador. Por esta razón han desarrollado un apego desorganizado
como corolario de las experiencias traumáticas sufridas y presentan un alto riesgo
psicopatológico.

El choque en el encuentro con el niño con trauma


El riesgo es que los padres adoptivos tengan una demanda emocional y relacional excesiva;
siendo expuestos a conductas trastornadas y desorganizadas que se despliegan en un amplio
espectro de conductas postraumáticas: actos agresivos y provocativos, sexualización de las
relaciones, etc.
La crisis adoptiva es la manifestación de un malestar agudo por parte del menor adoptado
y o de otros miembros de la familia adoptiva, acompañado por la imposibilidad o impotencia de
enfrentarlo por parte de los padres adoptivos. Incluso hasta poner en duda el éxito de la
adopción.
La crisis puede tener una continuidad desde un malestar presente desde el comienzo de la
adopción o explotar repentinamente a pesar de antecedentes aparentemente poco
problemáticos.
En el contexto adoptivo podría haber reactivadores traumáticos tales como niños muy fríos;
el cambio como pérdida de control o una conexión con la familia de origen.
Muchos niños han tenido que adaptarse a cuidadores abusadores y maltratadores
desarrollando estrategias adaptativas basadas en el control, la evitación y la abolición de los
afectos. Entonces, han sufrido una distorsión del vínculo de apego y son incapaces de suscitar
o responder a una paternidad protectora.
Cuando los niños son trasladados a un ambiente familiar seguro las estrategias que han
desarrollado para sobrevivir en situaciones de abuso y negligencia siguen estando activas en el
nuevo contexto. Son las que han desarrollado para adaptarse y difícilmente susciten protección
y cuidado sensibles y afectivos.
Entonces, podría ser que una madre adoptiva pudiera sentirse inútil o rechazada y podría
desactivar los cuidados no otorgando protección al niño.

El desafío
¿Serán los niños que nos arrastran a los padres en sus representaciones o al revés?
Si las respuestas de los padres adoptivos son similares a las que el niño ha experimentado
en lugares originales, él se verá confirmado en sus representaciones: “los demás son hostiles y
no puedo confiar en nadie”. Si las respuestas de los padres son diferentes podrían
desconfirmar las premisas del niño y favorecer la evolución de sus representaciones.

El proceso de cambio
Si las nuevas experiencias se dieran repetidamente y con fuerza, el niño se verá obligado a
construir nuevas representaciones poniéndolas en relación con las anteriores. Solo así la
adopción será una experiencia nueva generadora de cambios en la organización mental del
niño.

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Adopción y riesgo psicopatológico

Hallazgos clave en las investigaciones


1) Niños y jóvenes adoptados presentan un mayor riesgo de desarrollar trastornos mentales en
la edad adulta: trastornos de ansiedad, del humor, dependencia o abusos de sustancias
respecto a sujetos no adoptados de la misma edad.
2) El riesgo de suicidio e intento de suicidio es más elevado en el grupo de sujetos adoptados y
mayor en las adopciones internacionales respecto a las nacionales.
3) El funcionamiento familiar y la calidad de los vínculos adoptivos pueden favorecer o inhibir la
aparición de trastornos mentales.
Antes había una tendencia a considerar no abordables a nivel terapéutico a las familias
adoptivas desde su carácter específico; pero luego se empezó a reconocer la relevancia de la
adopción en los diferentes trastornos de la edad y para todas las personas implicadas en el
proceso adoptivo porque tienen relación con la identidad. La adopción es vista como un
proceso de toda la vida.

La terapia de las crisis adoptivas: curar la pérdida y el trauma

Modelo terapéutico: curar la adopción

En este modelo se funden el enfoque de terapia familiar y las teorías basadas en el apego
(Agnetti, 2014) y está especialmente dirigido a las familias adoptivas que encuentran
dificultades para constituirse como realmente protectoras y reparadoras de las experiencias de
traumas y pérdidas sufridas por los hijos en sus contextos originales de desarrollo.
La terapia de cura de la adopción se basa en la centralidad de los aspectos terapéuticos de
la misma.
La convicción compartida entre todos los terapeutas que usan el modelo es que la adopción
es la primera y más importante terapia para los niños adoptados. Se asume que la adopción
tiene que ser central en el proceso terapéutico

Focus terapéuticos
El primero es de tipo reparador: promover las respuestas paternales capaces de hacer
vivenciar al niño experiencias correctivas del apego.
Significado de la intervención terapéutica: El conocimiento que podamos escribir sobre el niño
sirve para acrecentar el nivel de conciencia del padre/madre sobre las expectativas y/o
percepciones distorsionadas del mismo respecto a los cuidados parentales. Este conocimiento
es como un mapa de las áreas de vulnerabilidad del niño y sirve para guiar a los padres
adoptivos en las posibles dificultades en navegación.
El segundo es de tipo reintegrador: potenciar la capacidad del núcleo familiar de pensar y
reflexionar sobre sus propias relaciones y sobre la historia adoptiva transformando las
informaciones, los significados y las narraciones para que sean de apoyo al crecimiento
psicológico.
Es necesario que la adopción se constituya como una buena experiencia reparadora.
El proceso terapéutico puede ser más eficaz si potenciamos las capacidades del niño para
pensar en su propia historia y ponerle orden a sus propios pensamientos y emociones
contenidas como libros de vida; líneas de tiempo, rituales, estrategias narrativas, etc.
La técnica debe estar al servicio y destinada a la reparación, preparación y prevención de
dificultades en los vínculos padres-hijos adoptivos.

Bibliografía

Bleichmar, S. (1999). Clínica psicoanalítica y neogénesis. Buenos Aires: Amorrortu.


Laplanche, J. (2001). Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria.
Buenos Aires: Amorrortu.

Anaya, S. M. (2018). Adopción: Ficha de cátedra. Familia y sistemas sociales. Buenos Aires: Universidad de Flores.
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Stella M. Anaya Adopción: Ficha de cátedra

Ferrandez Miralles, E. (2006). Adopción y parentalidad. Centro psicoanalítico de Madrid.


Giberti, E. (1995). Adoptar hoy. Buenos Aires: Paidós.
Mirabent, V., & Ricart, E. (Eds.). (2005). Adopción y Vínculo Familiar. Fundación Vidal i
Barraquer. Barcelona: Paidós.
Vadilonga, F. Rangone, G. (2018). La terapia de las crisis adoptivas. Curar la pérdida y el
trauma. XIV Jornadas Internacionales Relates. Buenos Aires.

Anaya, S. M. (2018). Adopción: Ficha de cátedra. Familia y sistemas sociales. Buenos Aires: Universidad de Flores.
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