Trabajo Final de Grado Maria Paula Cutruneo
Trabajo Final de Grado Maria Paula Cutruneo
Trabajo Final de Grado Maria Paula Cutruneo
Facultad de Psicología
Montevideo, Uruguay
2023
1
Para la redacción de esta monografía
se utilizará un lenguaje inspirado en una
concepción no binaria de género que da
lugar y comprende distintas identidades.
Se observará una redacción con
lenguaje inclusivo referido a lo femenino
y masculino haciendo alusión a niño o
niña. Se intentará realizar una adecuada
redacción escrita procurando no
sobrecargar la lectura.
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ÍNDICE
Resumen................................................................................................................................. 4
Introducción........................................................................................................................... 5
I. Historia y antecedentes de la concepción de infancia y los movimientos en la
educación............................................................................................................................... 6
1.1 - Concepción de infancia..............................................................................................6
1.2- El niño sujeto de derechos.........................................................................................7
1.3 - Movimiento de la educación hacia la concepción del niño y niña como sujeto de
derechos.............................................................................................................................8
1.4 - Educación inicial en Uruguay y procesos de subjetivación........................................9
II. Desarrollo del niño: construcción del psiquismo y proceso de simbolización.........12
2.1- Perspectivas sobre el desarrollo............................................................................... 12
2.2 - Perspectiva psicológica del desarrollo..................................................................... 14
2.3 - Construcción del psiquismo..................................................................................... 16
2.4 - Acerca de los procesos de simbolización................................................................ 19
III. Aprendizaje simbólico en educación inicial.................................................................21
3.1 - Aprendizaje y simbolización.....................................................................................21
3.2- Juego simbólico........................................................................................................ 23
3.3 - Dibujo....................................................................................................................... 25
3.4 - Cuento infantil.......................................................................................................... 28
Consideraciones finales......................................................................................................31
Referencias bibliográficas.................................................................................................. 33
3
Resumen
4
Introducción
5
I. Historia y antecedentes de la concepción de infancia y los movimientos
en la educación
Fue a partir de 1760 que empieza una etapa diferente donde comienza una
preocupación en conservar y revalorizar a los niños. Comienza a ponerse el foco en el rol
de la madre con su función, entendida como natural, de criar a sus hijos. Surge la
importancia de la crianza en la familia, para promover en ese niño indefenso y dependiente
herramientas que le permitan adquirir independencia y autonomía. Surge entonces un
concepto de infancia diferenciado a la adultez basado en la idea de niño como tabula rasa
que hay que moldear, darle forma, inscribirle un saber que no posee, que es necesario
domesticar para que se convierta en un adulto civilizado, con uso de razón (Etchebehere, et
al., 2008).
De acuerdo con Etchebehere, et al. (2008), es a partir del siglo XIX que se comienza
a valorar la infancia como una etapa en sí misma con sus propias particularidades. La
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ciencia comienza a tomar como objeto de estudio al niño permitiendo investigaciones sobre
las características propias de la vida infantil. Cada vez más los estudios van demostrando el
rol activo del niño hacia el ambiente, protagonista de su desarrollo, capaz de adaptarse y
modificar el entorno. El pasaje de los estudios en relación al vínculo madre-bebe, al
niño-ambiente refuerzan la visión del niño y niña como ser social, sujeto de necesidades,
que se satisfacen a través del vínculo con los otros y el entorno, a partir del cual se
transforman mutuamente.
Continúa siendo un desafío lograr extender y concretar una noción que más se
adecue a la infancia; aún en la actualidad observamos concepciones de infancia como
seres pasivos, en vías de ser adulto, en constante entrenamiento para el futuro, carentes de
ideas y pensamientos propios donde el adulto siente la responsabilidad de proteger, ya que
es quien posee el conocimiento de lo que el niño o niña debe o incluso quiere hacer.
Considero por tanto de suma importancia corrernos de estas concepciones para poder
cambiar sustancialmente el paradigma e involucrar a la infancia con sus experiencias, sus
perspectivas, sus ideas y con sus propias voces.
Como plantea Lansdown (2005) debemos entender a los niños y niñas como
expertos en sus vidas con una capacidad efectiva para transmitir una visión de sus propias
experiencias y perspectivas. Considerarlos como seres humanos activos, imaginativos,
competentes y capaces de expresar su opinión donde va a depender del adulto
escucharlas, habilitarlas y darle lugar.
Dicha convención intenta velar por la integridad de los niños, siendo responsabilidad
y compromiso de los Estados. Es decir, implica que sus sistemas jurídicos implementen
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disposiciones y normas que reafirman a los niños y niñas como personas con iguales
derechos que todas las personas, que se establezcan los derechos propios de la niñez, se
regulen los conflictos que puedan surgir de la vulneración de los mismos y se oriente a una
política pública de la infancia. Deberán determinar contenidos de derechos, alcances,
limitaciones y garantías para los mismos además de tomar las medidas necesarias para dar
efectividad a los derechos reconocidos por la presente Convención. La CND es el resultado
de un pasaje que se empezó a generar de la doctrina de la situación irregular a la doctrina
de la protección integral lo que implica el pasaje de ver al niño y niña como un ser pasivo,
carente de ideas y pensamientos a verlo como una persona completa, reconocida, con
opiniones e intereses propios. Ya no se hablaba de “menores” sino de “niños”.
Etchebehere (2012) plantea una pregunta muy interesante referido al cómo pasar
del reconocimiento de los derechos a la real satisfacción de los mismos y se cuestiona de
qué modo es más seguro garantizarlos. Tendremos que hacer el ejercicio de plantearnos
reiteradas veces cómo lograr una efectiva implementación y ejecución de dichos derechos.
Según Garcia Menendez (2004), nos enfrentamos a una doble crisis en relación a la CDN:
Una crisis de implementación y una de interpretación. Continúa siendo un gran desafío
integrar efectivamente la concepción que fundamenta la CDN en las decisiones y acciones
de los responsables institucionales y operadores de las instituciones básicas de
socialización y protección de la infancia.
1.3 - Movimiento de la educación hacia la concepción del niño y niña como sujeto de
derechos
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haremos un recorrido de la historia de la educación inicial. El S XVIII implica una
revalorización de las tareas educativas y es a principios del S XIX que surgen las primeras
instituciones privadas destinadas exclusivamente a la atención de niños y niñas
pequeños/as. La escuela surge con el cometido de adaptar a los niños, hacerlos dóciles y
disciplinados, contribuyendo a que crezcan sanos para que luego puedan trabajar.
Etchebehere (2005) plantea que la escuela cumplía un objetivo asistencialista que pretendía
cuidar y proteger a los niños con carencias económicas o los que tenían la necesidad de
suplir a una madre obrera que salía a trabajar.
La CND también establece que “la educación del niño debe estar encaminada a
desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el
máximo de sus posibilidades” (ONU, 1989). Pero sólo se plantea la gratuidad y
obligatoriedad en la enseñanza primaria, por lo que la educación asociada al desarrollo de
los primeros años de vida no se contempla en la Convención.
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las mujeres en el mercado laboral (Lennon, G., 2014). Las madres ya no se ocupaban
únicamente de la crianza de sus hijos e hijas por lo que surge la necesidad de un lugar
donde otras personas los cuidaran. Dichos lugares brindaban un enfoque asistencialista, de
cuidado y de atención a las necesidades básicas, con personal no especializado pero
dotado de buenas intenciones y gusto por los niños y niñas (Etchebehere, 2012). De a poco
la sociedad fue dotando de marcos teóricos o entendiendo que no sólo debían ser espacios
de cuidados, sino que transcurrían otros procesos de construcción y subjetivación de los
niños al pasar mucho tiempo al cuidado de otros adultos, en la interacción con pares, por lo
cual se fueron especializando.
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La educación inicial, según la Ley 18.437 (2008, art. 24), tendrá como cometido
estimular el desarrollo afectivo, social, motriz e intelectual de los niños y niñas de tres,
cuatro y cinco años. Se promoverá una educación integral que fomente la inclusión social
del educando, así como el conocimiento de sí mismo, de su entorno familiar, de la
comunidad y del mundo natural. En dicha ley se observa como la institución educativa
intenta y tiene la obligación de sostener el mandato social acerca de cómo ser y cómo
pertenecer en la sociedad (Berenstein, 1999).
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II. Desarrollo del niño: construcción del psiquismo y proceso de
simbolización
Tonucci (2019) plantea que existen dos maneras distintas de concebir la infancia.
Por un lado, como un periodo de espera y preparación para lo que les deparará el futuro;
por otro, como un periodo de explosion de conocimiento y habilidades. Ambas
interpretaciones delimitarian dos corrientes de pensamiento muy diferentes que se expresan
en su accionar educativo.
La primera postura, según el autor, entiende a los niños y niñas como seres
pequeños, ineptos y sin preparación a quienes hay que educar; desde esta perspectiva, se
considera que el infante en su comienzo tiene pocos conocimientos y capacidades las
cuales crecerán gradual y lentamente en los primeros años y que explotaran en la etapa
escolar primaria (Tonucci, 2019). Desde este enfoque, la educación inicial adquiere escasa
significatividad, siendo considerada de bajo nivel y con maestros o educadores poco
preparados, ya que se asume que trabajar con niños y niñas más pequeños es más fácil y
que cualquiera que esté dispuesto puede hacerlo. En los primeros años, desde esta
perspectiva, no sucede nada importante y la actividad principal es el juego, el cual no tiene
significado y es prácticamente una pérdida de tiempo para los niños o niñas. El infante debe
ser protegido por lo que se le acompaña y se le vigila para que pueda llegar íntegro y
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preparado al mañana. A su vez, todo el proceso educativo está proyectado hacia el futuro,
por eso cada nivel debe ser de preparación para el siguiente. Es una perspectiva de la
educación basada en llenar contenedores vacíos con las propuestas que establecen los
programas escolares, donde dependerá de la inteligencia, voluntad y aplicación de los
alumnos que sus contenedores se llenen. Como expresaba Plutarco: «La mente no
necesita, como un vaso, ser llenada, sino más bien arder como la madera, necesita una
chispa que la encienda y le infunda la necesidad de saber más y el deseo de encontrar la
verdad» (Plutarco, como se citó en Tonucci, 2019, p.20). Esta teoría sobre el niño y la niña,
ya superada por la psicología del desarrollo cognitivo, aún está presente en prácticas
educativas y en la educación en general.
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2.2 - Perspectiva psicológica del desarrollo
Como plantea Chaves (2001), los procesos psicológicos de niños y niñas se van
desarrollando en la medida que se apropian de las manifestaciones culturales. La actividad
psicológica del infante se forma bajo la influencia de las cosas que lo rodean y las
relaciones que él mismo establece con su entorno. Vigotsky (1978) señala que en el
desarrollo de la niñez, toda función y conocimiento aparece primero en el plano social y
luego en el psicológico, es decir, se da a nivel interpsíquico y luego de forma intrapsíquica lo
que le permite utilizarlo de manera autónoma. En la interacción con los otros, en variados y
diferentes ámbitos sociales, es que el infante aprende y se desarrolla integralmente.
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desarrolle, debe haber un nivel desafiante de dificultad, aunque no demasiado complejo, y a
su vez un adulto que guíe. Es un diálogo entre el infante y su futuro, entre lo que es capaz
de hacer hoy y aquello que será capaz de hacer el día de mañana (Chaves, 2001).
A su vez, Bodrova (2008) explica que Vigotsky clasifica a los procesos mentales
como funciones mentales inferiores y funciones mentales superiores. Las inferiores son
aquellas que dependen de la maduración y el crecimiento y no de los contextos culturales;
las superiores son procesos adquiridos por el aprendizaje y enseñanza, son conductas
deliberadas, medidas e interiorizadas las cuales se basan en el pensamiento y la elección.
Las funciones superiores dependen de las inferiores para su desarrollo al igual que se ven
determinadas por su contexto cultural. Cuando las funciones mentales superiores se
desarrollan, las inferiores sufren una reorganización. De ahí en adelante, los niños utilizan
las funciones mentales superiores con mayor frecuencia, y utilizan cada vez menos las
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inferiores, hasta que éstas desaparecen por completo. Bodrova (2008) expone la insistencia
de Vigotsky en que la escolaridad formal es uno de los contextos sociales más beneficiosos
ya que creía que algunos aspectos de las funciones mentales superiores solamente podrían
aprenderse en la escuela.
Otra forma de comprender los procesos que se dan en la temprana infancia tiene
que ver con perspectivas psicoanalíticas que se enfocan en la construcción del psiquismo
desde el nacimiento. Basándonos en Piera Aulagnier y continuando con los aportes a la
teoría que realizaron Schlemenson y Hornstein se indaga cómo el niño o la niña va
complejizando su psiquismo para así intentar comprender de qué forma van adquiriendo las
distintas funciones y conocimientos durante su infancia y principalmente durante los
primeros años de vida.
Si ponemos en consideración estos conceptos con los aportados por Tonucci (2019)
en relación a las primeras experiencias del infante, podemos observar que una de las
primeras experiencias de la vida de un infante es probablemente el sentir hambre. Su primer
encuentro con la leche materna se logrará ya que al sentir hambre o dolor produce una
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respuesta de llorar y gritar y luego experimenta que algo tibio y agradable llega a los límites
de su cuerpo, de su boca, y llena ese vacío dando bienestar y relajación. Por lo cual, la
próxima vez que vuelva a sentir hambre volverá a generar la misma respuesta buscando el
mismo resultado. Tonucci (2019) expresa que, en ese momento entra la importancia de no
anticiparse a su llamado ya que al descubrir la vinculación entre su petición y la respuesta
se empieza a estructurar la relación y luego el lenguaje. Lo esperable es que luego de
algunas semanas el niño o la niña ya no llore al sentir hambre sino que aprenda a esperar
ya que confía que la comida le llegará.
El niño o niña debe metabolizar, representar e investir aquello que recibe de los
adultos. Dicho trabajo es activo, el infans no es entendido como tabula rasa o receptor
pasivo sino que tiene un rol activo y transformador de la oferta anticipada y provista que
implicará metaboliza la información fundamentalmente libidinal que recibe. Como explica
Alaugnier (1993) con el primer sorbo de leche el infans ingiere un pedazo de mundo hecho
de afecto y significaciones. Succiona activamente y procesa de modo activo y singular el
alimento emocional y significante que le es dado.
El proceso originario que realiza el niño o niña refiere a los primeros momentos de
su vida previos a la instalación del inconsciente y la división tópica. La modalidad de
producción representacional que propone Aulagnier (1993), es el pictograma referido a una
representación previa a la imagen de cosa y de palabra. Es inseparable del afecto y serán
sus primeras inscripciones sobre el encuentro con un otro. De acuerdo con Hornstein
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(1994), este proceso originario tiene por finalidad integrar las experiencias del mundo
exterior a las que se ve sometida la psique, clasificándolas y metabolizándolas en
experiencias placenteras o displacenteras, entendiendo ambos afectos como inherentes al
encuentro e imprescindibles para la complejización psíquica. Dicho proceso deja huellas
inconscientes y será la investidura de la actividad de representación. Puede decirse, como
expresa Schlemenson (1998), que en esta etapa es la madre la que construye la realidad
entre ambos, realidad que para el niño o niña será la única existente.
Como plantea Hornstein (1994), el poder nombrar los objetos que los rodean
significa para la vida psíquica una separación de los pensamientos de ese otro primordial,
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implica la posibilidad de reflexionar de forma autónoma. El enunciado es la cualidad
característica del Yo, ya que un objeto existe para el Yo cuando es nombrado; la palabra
crea realidad. Es así que, según Aulagnier (1993), en este tiempo es donde se produce la
acción del Yo.
Considero pertinente exponer el ejemplo que brinda Aulagnier (1993) ya que permite
clarificar y distinguir los distintos procesos. Plantea que, por ejemplo, un niño con una buena
capacidad de pensamiento, lenguaje y aprendizaje, entiende que su mamá se ausentó
durante unas horas para realizar un trámite (proceso secundario), se queda jugando
tranquilamente un juego en el que mamá gata abandonó a su gatito porque estaba enojada
con él (fantasía, proceso primario) y luego dice que le duele la panza y vomita el almuerzo
(pictograma de rechazo, displacer). Notamos como en el proceso secundario se pone en
juego la diferenciación del otro, en el primario la fantasía expresada a través del juego y en
el originario aquello más inconsciente y autónomo.
Según Aulagnier (1984), las formas de producción simbólica de un sujeto tiene que
ver con una búsqueda de objetividad que tiende a la satisfacción a través de recuerdos de
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algún aspecto de las primeras relaciones. Por lo cual, las características de la modalidad de
producción simbólica tendrá que ver, en primera instancia, con las características de las
relaciones primarias y, en una segunda instancia, con las oportunidades sociales existentes.
Es por esto que la autora plantea que la producción simbólica es un legado tanto familiar
como social. Las familias transfieren modos de producción simbólica mientras que la
sociedad los condiciona de acuerdo con las características de la época en la cual se vive.
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III. Aprendizaje simbólico en educación inicial
Por otro lado, Rego (2008) plantea que el aprendizaje incluye al conjunto de factores
que inciden en las particularidades de la relación del sujeto con el mundo al integrar e
incorporar conocimientos. Para Schlemenson (1996) el aprendizaje no solo representa el
tipo de procesamiento que el niño o niña hace sobre los conocimientos escolares sino que
también constituye uno de los comportamientos a través de los cuales se expresan e
interpretan aspectos importantes de la actividad psíquica individual.
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Como lo presenta Álvarez et al. (2017), los procesos de aprendizaje son por lo tanto
una articulación entre la oferta simbólico-afectiva del campo social, como puede ser el jardín
de infantes, los antecedentes histórico-afectivos de un sujeto y el trabajo singular que él o
ella misma pueda hacer sobre los diferentes objetos con los que interactúa. El aprendizaje
está estrechamente ligado a la producción simbólica, ya que lo pulsional se elabora a partir
del lenguaje y el mismo es el principal organizador del psiquismo. A través de los modos de
escribir, narrar, leer o dibujar podemos inferir en los aspectos intrapsíquicos y en el
funcionamiento psíquico de un sujeto.
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3.2- Juego simbólico
Los juegos, según Casas de Pereda (1999), son constitutivos y esenciales para la
estructuración psíquica, y deben ser lúdicos y placenteros para ser efectivos. Además, se
convierte en una vía hacia la simbolización, ya que permiten la estructuración del aparato
psíquico donde se gesta un proceso metafórico de sustitución de una cosa por otra. Por lo
tanto, es una actividad de alta complejidad que permite comenzar a significar y simbolizar la
ausencia de objetos. Dicha ausencia es displacentera, y la simbolización trae consigo el
placer de la representación. Se entiende que es una forma de representar el mundo
circundante y de comunicarse con los demás. Ruiz de Velasco Galvez, et al. (2011)
plantean que el juego simbólico es una experiencia vital de la infancia ya que permite
asimilar la cultura y conocer la realidad del mundo que nos rodea y en el que el infante tiene
que aprender a vivir.
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durante los distintos momentos de la estructuración subjetiva del infante se observan
variantes y transformaciones en la función del jugar. El autor argumenta que el juego
simbólico es un proceso fundamental en la construcción de la identidad y la subjetividad del
niño o la niña.
Rodulfo (1996) distingue el concepto de jugar y juego entendiendo que juego remite
al producto de cierta actividad, en cambio jugar hace referencia al carácter de práctica
significante que tiene dicha función tan esencial. La función del jugar comienza de forma
temprana y fundamental, incluso previo a lo que muchas veces se propone o se estudia. De
acuerdo con Rodulfo (1996), no hay ninguna actividad significativa en el desarrollo de la
simbolización del infante que no pase verbalmente por el juego. Por ello, para evaluar el
estado de desarrollo simbólico de un niño o niña se debe atender al índice más claro que
refiere al estado de sus posibilidades en cuanto al jugar.
Por su parte, Vygotsky (1924) sostiene que el juego es también una actividad social,
de cooperación con otros pares, que permite adquirir roles complementarios. Destaca el
surgimiento del juego como una necesidad de reproducir el contacto con los demás.
Además, analiza el desarrollo evolutivo del juego en la infancia, señalando dos fases
significativas: la primera, que va desde los 2 a los 3 años, en la cual los niños juegan con
los objetos según el significado que su entorno social más inmediato les otorga; y la
segunda, que va desde los 3 a los 6 años, caracterizada por el "juego dramático" y un
interés por imitar el mundo de los adultos. En esta etapa, los niños y niñas comienzan el
proceso de superación del pensamiento egocéntrico y se produce un intercambio lúdico de
roles de carácter imitativo, lo cual les permite descubrir el tipo de experiencias que les
proporcionan las personas de su entorno cercano, favoreciendo así el desarrollo de
habilidades afectivas y comunicativas.
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El juego simbólico en la educación en primera infancia es una herramienta poderosa
que contribuye al desarrollo integral de los niños. Es por ello que la implementación del
mismo en la educación inicial requiere de un enfoque que propicie un entorno favorable
para su desarrollo. Es importante contar con espacios y materiales adecuados y variados
que fomenten la imaginación y creatividad de los niños y niñas, por ejemplo, áreas de juego
temáticas, disfraces, objetos simbólicos, recursos que representen roles o situaciones de la
vida real. Debemos permitir que exploren, experimenten y vivencien el juego de forma libre
y autónoma y voluntaria. Como exponen Ruiz de Velasco Galvez, et al. (2011), es
fundamental la naturaleza libre del juego. Cualquier cosa o actividad que tenga una
estructura o que inhiba la espontaneidad no sería para los autores realmente juego. El
verdadero juego necesita que no exista limitación, reglas ni consignas por parte de los
adultos. Los/las educadores/as serán claves para implementar el juego simbólico pudiendo
ser facilitadores y observadores activos que brindan apoyo, guía y fomentan la participación
de los infantes con una actitud disponible pero no de forma intrusiva. Además se debe tener
en cuenta que los tiempos dedicados al juego, considerando su importancia, no pueden ser
en los momentos «sobrantes» del día sino que hay que darle un marco, tiempo y espacio
determinado.
Como exponen Ruiz de Velasco Galvez, et al. (2011): “...La escuela o el jardín de
infantes es un lugar donde también se aprende a vivir y el juego simbólico es un «espacio
de ensayo» para el aprendizaje de la vida…” (p. 33)
3.3 - Dibujo
Rodulfo (1993) afirma que el dibujo es una expresión simbólica y un medio a través
del cual los niños y niñas pueden comunicar sus experiencias internas y sus emociones.
Entiende al dibujo como un proceso creativo y simbólico en el que los infantes utilizan el
trazo y la representación gráfica para dar forma a sus pensamientos, deseos y vivencias. El
mismo puede incluso revelar aspectos de la personalidad, la imaginación y el mundo
interno. Urribarri (2016) además sostiene que así como el lenguaje y el juego, la expresión a
través del dibujo va adquiriendo complejidad, riqueza y organización a medida que avanza
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el proceso psíquico del infante. Como expresa Soubiate (2002), los niveles de producción
gráfica de un niño o niña varían según la etapa de estructuración subjetiva en la que se
encuentre. El dibujo proporciona una primera hipótesis y una visión general del proceso de
constitución subjetiva.
Por lo tanto, Soubiate (2002) plantea que es importante combinar el tiempo lógico
con el tiempo cronológico. Es decir, la edad en la que se espera que ocurra una operación
determinada es un dato crucial para establecer un diagnóstico y una intervención posible. Al
observar con atención podemos inferir a partir de los dibujos si el niño ha logrado
exitosamente el desarrollo de estas operaciones lógicas constitutivas y en qué proceso
psíquico se encuentra involucrado o con dificultades. Por tanto, el análisis gráfico no solo es
útil como herramienta para hacer un diagnóstico diferencial, sino que también nos permite
determinar en qué etapa de la estructuración psíquica se encuentra el infante.
Además, para Rodulfo (1993) se debe entender y utilizar el dibujo como una posible
aproximación al inconsciente. Tal como plantea Morgenstern (1947) es sobre todo en el
dibujo donde el niño expresa más fácilmente sus quejas reprimidas, sus agravios y sus
odios. El dibujo, para el autor, brota directamente del inconsciente y consigue así esconder
incluso a su autor su verdadero contenido (Rodulfo, 1993).
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De acuerdo con Cabezas (2010), los niños en etapa temprana, aún en proceso de
desarrollo del lenguaje oral, encuentran en el dibujo una vía para manifestarse,
proporcionándoles un espacio personal en el cual ejercen cierto grado de control sobre su
propia realidad. Según Soubiate (2002), aproximadamente a los tres años los niños
comienzan a ligar dibujo y palabra. Sus dibujos se basan en sus experiencias, en la forma
en que pueden estructurar sus representaciones y en sus posibilidades de articular la
motricidad y la percepción. Cabezas (2010) expresa que a medida que los niños se
desarrollan, adquieren rápidamente conocimientos sobre el funcionamiento de su entorno y
tienen la necesidad de socializar, imitar, interactuar y apropiarse de nuevas experiencias. El
dibujo les brinda la oportunidad de expresarse cuando aún no han dominado las formas
convencionales de expresión propias de los adultos y, en muchos casos, se convierte en
una vía para exteriorizar emociones y reflejar su propia realidad. A través del dibujo, los
niños logran adaptarse a la cultura en la que se desenvuelven al imitar comportamientos
propios de su entorno social.
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papel, lápices de colores, crayones y pinturas, que sean seguros y apropiados para la edad
de los niños. Se pueden proporcionar temas o actividades relacionadas que inspiren el
dibujo simbólico, como cuentos, canciones, poemas, temas de la naturaleza o situaciones
de la vida cotidiana así como brindar espacios para el dibujo libre y la descarga y expresión
creativa. Además, es importante fomentar la observación y la discusión de los dibujos de los
niños, invitándolos a compartir y explicar lo que han dibujado, lo que les permite practicar
habilidades de comunicación y lenguaje así como a nosotros entender las representaciones
realizadas. Es fundamental adaptar las actividades según la edad y las capacidades
individuales de los infantes, donde el/la educador/a debe brindar apoyo y presentar una
actitud activa hacia la actividad y los infantes.
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curiosidad y el disfrute del niño o niña, logre estimular la imaginación y ayude a esclarecer
las emociones existentes.
Según Casas de Pereda (1999), con los cuentos infantiles se produce un verdadero
“entrenamiento” de la simbolización. Del mismo modo que la madre otorga objetos que
sostienen y enriquecen el proceso de simbolización, también entrega a través de los
cuentos, fantasías propias y ajenas para la disponibilidad del niño. Schemenson (2004b)
expresa que para que la magia del enriquecimiento simbólico pueda consolidarse es
necesario dejar situaciones abiertas y fomentar el uso de estructuras condicionales,
subjuntivas y potenciales que abran las sendas del enriquecimiento psíquico tanto para
quien las emplea como para quien las propone. Permitir que se exprese, dejar hablar y
brindar oportunidades para la expresión oral, es ofrecer posibilidades para que las
representaciones psíquicas se desplieguen y para que la imaginación se consolide. Para
Kachinovsky (2016), el cuento es concebido como una simbolización abierta que conjuga
pasado, presente y futuro, articula la repetición con la diferencia y propicia la aparición de lo
desconocido y lo inesperado. La lectura de un cuento, además de ser una contribución al
capital simbólico, implica un trabajo con la subjetividad del niño y niña.
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Si se promueve la utilización de cuentos en los centros educativos de nivel inicial, se
les brinda a los niños la oportunidad de comprender y abordar de forma más agradable los
desafíos que surgen en su propia historia. No obstante, Bettelheim (2002) plantea que si los
cuentos empleados solamente contribuyen a la adquisición de normas, valores y
habilidades de lectura en sí, sin considerar los significados que pueden generar, entonces
se están utilizando de manera superficial, sin aportar sentido alguno ni añadir nada
relevante.
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Consideraciones finales
Es relevante resaltar que la concepción de niño o niña no está del todo acabada ya
que responde a significados vinculados con el contexto social, económico, político y cultural
de la época. Las instituciones educativas se vieron interpeladas a acompañar los cambios
de paradigmas por lo que el foco poco a poco comenzó a ser el desarrollo integral de los
infantes comprendiendo la importancia de un ambiente facilitador que permita desarrollar de
las potencialidades afectivas, cognitivas, motrices y sociales. La infancia debe ser entendida
como la época donde se sientan las bases del desarrollo humano (Tonucci, 2019).
Cabe además destacar que la educación inicial realizó un largo y sinuoso recorrido
previo a lo que hoy conocemos. En la actualidad, se intenta promover la idea de que la
educación inicial no solamente se debe encargar de satisfacer las necesidades básicas de
la niñez sino que también atender a las capacidades de los infantes para lograr potenciar y
favorecer su desarrollo integral. Se pone el foco en lograr brindar experiencias educativas
seguras, libres, creativas y lúdicas. A su vez, es relevante comprender que la educación
produce sujetos ya que se ve implicada en la construcción de subjetividades así como en la
construcción de identidades y de pertenencia social de los infantes (Berenstein, 1999).
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La educación formal es considerada como un lugar de excelencia para el
enriquecimiento psíquico, ya que las modalidades de producción simbólica se transforman
en las instituciones educativas o espacios sociales (Schlemenson, 2004). El aprendizaje
está por tanto estrechamente ligado a la producción simbólica. A través de los modos de
escribir, narrar, leer o dibujar podemos inferir en los aspectos intrapsíquicos y el
funcionamiento psíquico de un sujeto.
Cabe destacar que existen tres modos de potenciar los procesos simbólicos en el
ámbito de educación inicial: el juego, el dibujo y la lectura de cuentos. El juego en la infancia
es un modo de estar en el mundo, una forma de representar el mismo y comunicarse en él.
Son además constitutivos y esenciales para la estructuración psíquica y para lograr la
simbolización (Casas de Pereda, 1999). A través del mismo, el niño o niña crea un espacio
imaginario donde puede experimentar y darle sentido a su experiencia. De esta manera, el
juego contribuye a la maduración psicomotriz, cognitiva y física, además de promover el
vínculo afectivo con los padres o adultos y favorecer la socialización.
Por otro lado, el dibujo es entendido como expresión simbólica y medio para lograr
comunicar experiencias internas y emociones. Permite además, a través del trazo y la
representación gráfica, dar forma a los pensamientos, deseos y vivencias de los infantes
(Rodulfo, 1993). El cuento, por su parte, produce un “entrenamiento” de la simbolización ya
que permite entramar vivencias carentes de sentido e interpretarlas según las experiencias
que al infante le evoque donde se verá implicada su subjetividad (Casas de Pereda, 1999).
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