Lectio Divina Septiembre de 2024
Lectio Divina Septiembre de 2024
Lectio Divina Septiembre de 2024
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LECTIO DIVINA SEPTIEMBRE DE 2024
LECTIO DIVINA SEPTIEMBRE DE 2024 2
Lectio Divina: domingo, 1 de septiembre de 2024 3
Lectio Divina: lunes, 2 de septiembre de 2024 8
Lectio Divina: martes, 3 de septiembre de 2024 10
Lectio Divina: miércoles, 4 de septiembre de 2024 12
Lectio Divina: jueves, 5 de septiembre de 2024 14
Lectio Divina: viernes, 6 de septiembre de 2024 16
Lectio Divina: sábado, 7 de septiembre de 2024 18
Lectio Divina: domingo, 8 de septiembre de 2024 19
Lectio Divina: lunes, 9 de septiembre de 2024 24
Lectio Divina: martes, 10 de septiembre de 2024 26
Lectio Divina: miércoles, 11 de septiembre de 2024 28
Lectio Divina: jueves, 12 de septiembre de 2024 31
Lectio Divina: viernes, 13 de septiembre de 2024 33
Lectio Divina: sábado, 14 de septiembre de 2024 34
Lectio Divina: domingo, 15 de septiembre de 2024 36
Lectio Divina: lunes, 16 de septiembre de 2024 41
Lectio Divina: martes, 17 de septiembre de 2024 43
Lectio Divina: miércoles, 18 de septiembre de 2024 45
Lectio Divina: jueves, 19 de septiembre de 2024 47
Lectio Divina: viernes, 20 de septiembre de 2024 49
Lectio Divina: sábado, 21 de septiembre de 2024 50
Lectio Divina: domingo, 22 de septiembre de 2024 52
Lectio Divina: lunes, 23 de septiembre de 2024 58
Lectio Divina: martes, 24 de septiembre de 2024 59
Lectio Divina: miércoles, 25 de septiembre de 2024 61
Lectio Divina: jueves, 26 de septiembre de 2024 63
Lectio Divina: viernes, 27 de septiembre de 2024 65
Lectio Divina: sábado, 28 de septiembre de 2024 67
Lectio Divina: domingo, 29 de septiembre de 2024 69
Lectio Divina: lunes, 30 de septiembre de 2024 74
1
S. Alberto de Jerusalén, Obispo y Legislador de la Orden (https://ocarm.org/es/item/218-s-alberto-
de- jerusalen-obispo-y-legislador-de-la-orden).
Lectio Divina: domingo, 1 de
septiembre de 2024
XXII Domingo del Tiempo
Ordinario Sobre lo que es puro o
impuro
Jesús realiza el gran diseño del pueblo: estar en paz con Dios
Marcos 7,1-8.14-15.21-23
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la
luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que
parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y
resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en
la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y
en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y
testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de
fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos
has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2.Lectura
a) Clave de lectura:
1 Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén.
2 Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no
lavadas, 3 -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las
manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, 4 y al volver de la plaza,
si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición,
como la purificación de copas, jarros y bandejas-. 5 Por ello, los fariseos y los
escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de
los antepasados, sino que comen con manos impuras?» 6 Él les dijo: «Bien
profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra
con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 7 En vano me rinden culto, ya que
enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. 8 «Dejando el precepto de Dios,
os aferráis a la tradición de los hombres.»
9 Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar
vuestra tradición! 10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que
maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. 11 Pero vosotros
decís: Si uno dice a su padre o a su madre: `Lo que de mí podrías recibir como
ayuda lo declaro Korbán -es decir: ofrenda-', 12 ya no le dejáis hacer nada por su
padre y por su madre, 13 anulando así la palabra de Dios por vuestra tradición que
os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.»
14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. 15 Nada hay
fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del
hombre, eso es lo que contamina al hombre.
16 Quien tenga oídos para oír, que oiga.» 17 Y cuando, apartándose de la gente,
entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. 18 Él les dijo:
«¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo
que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, 19 pues no entra en su
corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» -así declaraba puros todos
los alimentos-. 20 Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al
hombre.
21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas:
fornicaciones, robos, asesinatos, 22 adulterios, avaricias, maldades, fraude,
libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. 23 Todas estas perversidades
salen de dentro y contaminan al hombre.»
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o que ha llamado más
tu atención? ¿Por qué?
b) Según el texto ¿cuáles son las costumbres que los fariseos enseñaban a
la gente?¿Qué crítica hace Jesús en relación con los fariseos?
c) En el texto ¿cuál es el nuevo camino que Jesús señala a la gente para llegar a
Dios?
d) En nombre de la “tradición de los antiguos” no observaban los mandamientos.
¿Sucede esto hoy? ¿Dónde y cuándo?
f) Los fariseos eran judíos practicantes, pero su fe estaba separada de la vida de
la gente. Por esto Jesús los critica. ¿Nos criticaría hoy Jesús? ¿En qué?
La gente de aquella época tenía una gran preocupación por el problema de la pureza.
Las normas sobre la pureza indicaban las condiciones necesarias para poder
ponerse en presencia de Dios y sentirse a gusto ante Él. No se podía estar
delante de Dios de cualquier modo. Porque Dios es Santo. La Ley decía: “¡Sed
santos, porque Dios es Santo!" (Lev 19,2). Quien no se hallaba puro no podía
ponerse delante de Dios para recibir la bendición prometida a Abrahán. Para
entender la seriedad y la gravedad de estas leyes sobre la pureza conviene recordad
lo que sucedía en nuestras iglesias hace ahora unos cincuenta años. Antes del
Concilio Vaticano II, para poder comulgar por la mañana era necesario estar en
ayunas desde la media noche precedente. Quien comulgaba sin haber ayunado
cometía pecado mortal llamado sacrilegio. Se pensaba que un poco de alimento o
algo de beber nos volvía impuros para recibir la hostia consagrada. También en
el tiempo de Jesús había muchas cosas y actividades que volvían impuras a las
personas, imposibilitadas de ponerse delante de Dios: tocar un leproso, comer
con publicanos, comer sin lavarse las manos, tocar la sangre o el cadáver y otras
muchas. Todo esto volvía impura a las personas y el contacto con estas personas
contaminaba a otros. Por esto, estas personas “impuras” debían ser evitadas. La
gente vivía apartada, siempre amenazada de tantas cosas impuras que
amenazaban su vida. Todos vivían bajo el miedo, temerosos de todo y de todos.
Ahora, con la venida de Jesús, de improviso, todo cambia. Por la fe en Jesús, era
posible obtener la pureza y sentirse cómodo delante de Dios, sin que fuese
necesario observar todas aquellas leyes y normas de la “tradición de los
antiguos”. ¡Fue una verdadera y propia liberación! La Buena Noticia anunciada
por Jesús hace salir al pueblo de la defensiva y le restituye las ganas de vivir, la
alegría de ser hijos de Dios, sin miedo a ser felices.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza
para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu
Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos
de los siglos.
Amén.
1) Oración inicial
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el
amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien
en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
Hoy comenzamos a meditar el Evangelio de Lucas, que se prolonga a lo largo de
tres meses, hasta el final del año eclesiástico. El evangelio de hoy nos habla de la
visita de Jesús a Nazaret y de la presentación de su programa a la gente de la
sinagoga. En un primer momento, la gente queda admirada. Pero, al darse cuenta de
que Jesús quiere acoger a todos, sin excluir a nadie, la gente se rebela y quiere
matarlo.
Lucas 4,16-19: La propuesta de Jesús. Impulsado por el Espíritu Santo,
Jesús ha vuelto a Galilea (Lc 4,14) y empieza a anunciar la Buena Nueva del
Reino de Dios. Va a las comunidades, enseña en las sinagogas y llega a
Nazaret, donde se había criado. Vuelve a la comunidad, donde había
participado desde pequeño, y durante treinta años. El sábado después, y
como solía hacer, Jesús va a la sinagoga para participar en la celebración, se
levanta para hacer la lectura. Escoge un texto de Isaías que habla de los
pobres, de los presos, de los ciegos y de los oprimidos (Is 61,1-2). Este texto
refleja la situación de la gente de Galilea en el tiempo de Jesús. La experiencia
que Jesús tenía de Dios Padre, lleno de amor, le daba una mirada nueva para
observar la realidad. En nombre de Dios, Jesús toma postura en defensa de
la vida de su pueblo y, con las palabras de Isaías, define su misión: (1)
anunciar la Buena Nueva a los pobres, (2) proclamar a los presos la
liberación, (3) devolver la vista a los ciegos, (4) devolver la libertad a los
oprimidos y, retomando la antigua tradición de los profetas, (5) proclamar “un
año de gracia de parte del Señor”. ¡Proclama el año del jubileo!
En la Biblia, el “Año del Jubileo” era una ley importante. Cada siete años,
inicialmente, (Dt 15,1; Lev 25,3), era necesario devolver las tierras a los clanes
de los orígenes. Todos debían poder volver a su propiedad. Y así se impedía la
formación de latifundios y se garantizaba la supervivencia de las familias. Era
necesario perdonar también las deudas y rescatar a las personas que se habían
tomado como esclavos (Dt 15,1-18). No fue fácil realizar el año del jubileo cada
siete años (Cf. Jer 34,8-16). Después del exilio, se decidió hacerlo cada
cincuenta años (Lev 25,8- 12). El objetivo era y sigue siendo: reestablecer los
derechos de los pobres, acoger a los excluidos y reintegrarlos en la convivencia.
El jubileo era un instrumento legal para volver al sentido original de la Ley de
Dios. Era una ocasión ofrecida por Dios para hacer una revisión del camino,
para descubrir y corregir los errores y empezar de nuevo. Jesús empieza su
predicación proclamando un Jubileo “Un año de gracia del Señor”.
Lucas 4,20-22: Enlazar Biblia y Vida. Terminada la lectura, Jesús actualiza
el texto de Isaías diciendo: “¡Esta Escritura que acabáis de oír se ha
cumplido hoy!” Asumiendo las palabras de Isaías como palabras suyas,
Jesús les da un sentido pleno y definitivo y se declara mesías que viene a
cumplir la profecía. Esta manera de actualizar el texto provoca una reacción de
rabia entre los que se encuentran en la sinagoga. Quedan escandalizados y no
quieren saber nada de él. No aceptan que Jesús sea el mesías anunciado por
Isaías. Decían: “¿Acaso no es éste el hijo de José?” Quedan escandalizados
porque Jesús habla de acoger a los pobres, a los
ciegos y a los oprimidos. La gente no acepta la propuesta de Jesús. Y así en
el momento en que presenta el proyecto de acoger a los excluidos, el
mismo es excluido.
Lucas 4,23-30: Superar los límites de la raza. Para ayudar a la comunidad
a que supere el escándalo y para hacerle entender que su propuesta forma
parte de la tradición, Jesús cuenta dos historias de la Biblia que eran
conocidas: la historia de Elías y la historia de Eliseo. Las dos historias
critican la cerrazón mental de la gente de Nazaret. Elías fue enviado a la
viuda de Sarepta (1 Re 17,7-16). Eliseo fue enviado a ocuparse del extranjero
de Siria (2 Reyes 5,14). Despunta aquí la preocupación de Lucas que quiere
mostrar que la apertura hacia la gente viene de Jesús. Jesús tuvo las mismas
dificultades que estaban teniendo las comunidades en tiempo de Lucas.
Pero la llamada de Jesús no aplacó los espíritus. ¡Fue todo lo contrario! Las
historias de Elías y de Eliseo provocaron más rabia aún… La comunidad de
Nazaret llegó al punto de querer matar a Jesús. Pero él mantuvo la calma. La
rabia de los demás no consiguió desviarle del camino. Lucas muestra así lo
difícil que es superar la mentalidad del privilegio y de la cerrazón.
Es importante notar los detalles en el uso del Antiguo Testamento. Jesús cita
el texto de Isaías hasta donde dice: "proclamar un año de gracia de parte del
Señor". Corta todo lo demás de la frase que decía: "y un día de venganza de
nuestro Dios". La gente de Nazaret queda escandalizada ante Jesús al oír
que quiere ser el mesías, porque quiere acoger a los excluidos y porque ha
omitido la frase sobre la venganza. Quieren que el Día de Yahvé sea un día
de venganza contra los opresores del pueblo. En este caso, la venida del
Reino no sería más que un cambio superficial y no un cambio o conversión del
sistema. Jesús no acepta esta manera de pensar, no acepta la venganza (cf. Mt
5,44-48). Su nueva experiencia de Dios como Padre/Madre le ayudaba a
entender mejor el sentido de las profecías.
5) Oración final
¡Oh, cuánto amo tu ley! Todo el día la medito. Tu mandato me hace más sabio que
mis enemigos, porque es mío para siempre. (Sal 119,97-78)
5) Oración final
Es Yahvé clemente y compasivo, tardo a la cólera y grande en amor; bueno es Yahvé
para con todos, tierno con todas sus creaturas. (Sal 145,8-9)
1) Oración inicial
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el
amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien
en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos habla de cuatro asuntos distintos: la curación de la suegra
de Pedro (Lc 4,38-39), la curación de muchos enfermos, la noche después del sábado
(Lc 4, 40-41), la oración de Jesús en un lugar desierto (Lc 4,42) y su insistencia en
la misión (Lc 4,43-44). Con pequeñas diferencias Lucas sigue y adapta las
informaciones que sacó del evangelio de Marcos.
Lucas 4,38-39: Jesús restaura la vida para el servicio. Después de participar
en la celebración del sábado, en la sinagoga, Jesús entra en casa de Pedro y
cura su suegra. La curación hace que ella se ponga inmediatamente de pie.
Una vez recuperadas la salud y la dignidad, la suegra de Pedro se pone al
servicio de las personas. Jesús no solamente cura, sino que cura para que la
persona se ponga al servicio de la vida.
Lucas 4,40-41: Jesús acoge y cura a los marginados. Al caer de la tarde, en la
hora en que la primera estrella aparece en el cielo, terminado el sábado, Jesús
acoge y cura a los enfermos y a los poseídos que la gente había traído.
Enfermos y poseídos eran las personas más marginadas en aquella época. No
tenían a quien recurrir. Quedaban a la merced de la caridad pública. Además de
esto, la religión las consideraba impuras. No podían participar en la
comunidad. Era como si Dios las rechazara y las excluyera. Jesús las acoge y
las cura imponiéndoles las manos. Así aparece en qué consiste la Buena
Nueva de Dios y lo que quiere hacer en la vida de la gente: acoger a los
marginados y a los excluidos y reintegrarlos en la convivencia. “Salían
también demonios de muchos, gritando y diciendo: ”Tú eres el Hijo de Dios.»
Pero él les conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el
Cristo”. En aquel tiempo, el título Hijo de Dios no había adquirido ni la
densidad ni la profundidad que el título tiene hoy para nosotros. Significaba
que la gente reconocía en Jesús una presencia toda especial de Dios. Jesús no
dejaba hablar a los demonios. No quería una propaganda fácil por medio del
impacto de expulsiones espectaculares.
Lucas 4,42a: Permanecer unido al Padre por la oración. “Al hacerse de día salió
y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando hasta él,
trataban de retenerle para que no les dejara”. Aquí Jesús aparece rezando. Hace
un esfuerzo muy grande para tener el tiempo y el ambiente para rezar. Se
levanta de en medio de los otros y se va hacia un lugar desierto, para poder
estar a solas con Dios. Muchas veces, los evangelios nos hablan de Jesús en el
silencio (Lc 3,21- 22; 4,1-2.3-12; 5,15-16; 6,12; 9,18; 10,21; 5,16; 9,18; 11,1;
9,28;23,34; Mt 14,22-23; 26,38; Jn 11,41-
42; 17,1-26; Mc 1,35; Lc 3,21-22). A través de la oración mantiene viva en sí
la conciencia de su misión.
Lucas 4,42b-44: Mantener viva la conciencia de la misión y no quedarse en el
resultado. Jesús se vuelve conocido. La gente le va detrás y no quiere que se
vaya. Jesús no hace caso a lo que le piden y dice: "También a otras ciudades
tengo que
anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado.”
Jesús tiene muy clara su misión. No se encierra en el resultado ya obtenido,
sino que quiere mantener bien viva la conciencia de su misión. Es la misión
recibida del Padre lo que le orienta a la hora de tomar decisiones. ¡Porque a
esto he sido enviado! Y aquí en el texto esta conciencia tan viva aparece
como fruto de la oración.
5) Oración final
Esperamos anhelantes a Yahvé, él es nuestra ayuda y nuestro escudo; en él nos
alegramos de corazón y en su santo nombre confiamos. (Sal 33,20-21)
1) Oración inicial
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el
amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien
en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor.
5) Oración final
¿Quién subirá al monte de Yahvé?, ¿quién podrá estar en su santo recinto? El de
manos limpias y puro corazón, el que no suspira por los ídolos ni jura con
engaño. (Sal 24,3-4)
1) Oración inicial
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el
amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien
en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
En el Evangelio de hoy vamos a ver de cerca un conflicto entre Jesús y las
autoridades religiosas de la época, escribas y fariseos (Lc 5,3). Esta vez el
conflicto es entorno al ayuno. Lucas relata varios conflictos entorno a las prácticas
religiosas de la época: el perdón de los pecados (Lc 5,21-25), comer con pecadores
(Lc 5,29-32), el ayuno (Lc 5,33-
36), además de los conflictos entorno a la observancia del sábado (Lc 6,1-5 e Lc 6,6-11).
Lucas 5,33: Jesús no insiste en la práctica del ayuno. Aquí, el conflicto es
entorno a la práctica del ayuno. El ayuno es una costumbre muy antigua,
practicada por casi todas las religiones. Jesús mismo lo practicó durante
cuarenta días (Mt 4,2). Pero él no insiste con los discípulos para que hagan
lo mismo. Les deja la libertad de actuar. Por esto, los discípulos de Juan
Bautista y de los fariseos, que estaban obligados a ayunar, quieren saber
porqué motivo Jesús no insiste en el ayuno.
Lucas 5,34-35: Mientras el novio está con ellos no precisan ayunar. Jesús
responde con una comparación. Mientras el novio está con ellos, esto es,
durante la fiesta de las bodas, éstos no precisan ayunar. Durante el tiempo
en que él, Jesús, está con sus discípulos, es fiesta de bodas. Pero el día
vendrá en que el novio no estará. En ese día, si quieren, pueden ayunar.
Jesús alude a su muerte. Sabe y siente que si continúa por este camino de
libertad, las autoridades van a querer matarle. En el Antiguo Testamento,
varias veces, Dios mismo se presenta como siendo el novio de la gente (Is
49,15; 54,5.8; 62,4-5; Os 2,16-25). En el Nuevo Testamento, Jesús es visto
como el novio de su pueblo, de su gente (Ef 5,25). El Apocalipsis presenta el
convite para la celebración de las nupcias del Cordero con su esposa, la
Jerusalén celestial (Ap 19,7-8; 21,2.9).
Lucas 5,36-39: ¡Vino nuevo en pellejos nuevos! Estas palabras sueltas sobre
el remiendo nuevo en paño viejo y sobre el vino nuevo en pellejos viejos
deben entenderse como una luz que arroja su claridad sobre los diversos
conflictos, relatados por Lucas, antes y después de la discusión entorno al
ayuno. Aclaran la actitud de Jesús con relación a todos los conflictos con las
autoridades religiosas. Colocados en términos de hoy serían conflictos como
éstos: bodas de personas divorciadas, amistad con prostitutas y
homosexuales, comulgar sin estar casado/a por la iglesia, faltar a la misa los
domingos, no hacer ayuno el viernes santo, etc. No se pone remiendo nuevo
a un vestido viejo, porque a la hora de lavarlo, el remiendo nuevo se encoge
y el vestido se desgarra aún más. Nadie pone vino nuevo en pellejo viejo,
porque el vino nuevo por la fermentación hace estallar el pellejo viejo. ¡Vino
nuevo en pellejo nuevo!
La religión defendida por las autoridades religiosas era como ropa vieja,
como pellejo viejo. O lo uno, o lo otro. No se debe combinar lo nuevo que Jesús
trae con costumbres antiguas. ¡O lo uno, o lo otro! El vino nuevo que Jesús trae
hace estallar el pellejo viejo. Hay que saber separar las cosas. Muy
probablemente Lucas trae estas palabras de Jesús para orientar a las
comunidades de los años ’80. Había un grupo de judeo-cristianos que querían
reducir la novedad de Jesús al tamaño del judaísmo de antes. Jesús no está en
contra de lo que es “viejo”. Lo que él no quiere es que lo “viejo” se imponga y
así empiece a manifestarse. Sería lo mismo que reducir, en la Iglesia
católica, el mensaje del Concilio Vaticano II a lo que se vivía en la Iglesia
antes del concilio, como hoy mucha gente parece estar queriendo hacer.
5) Oración final
Encomienda tu vida a Yahvé, confía en él, que actuará; hará brillar como luz tu
inocencia y tu honradez igual que el mediodía. (Sal 37,5-6)
1) Oración inicial
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el
amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien
en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos habla del conflicto alrededor de la observancia del sábado. La
observancia del sábado era una ley central, uno de los Diez Mandamientos. Ley
muy antigua que fue revalorizada en la época del cautiverio. En el cautiverio, la
gente tenía que trabajar siete días por semana de sol a sol, sin condiciones de
reunirse para escuchar y meditar la Palabra de Dios, para rezar juntos y para
compartir su fe, sus problemas y su esperanza. De allí surgió la necesidad urgente
de parar por lo menos un día por semana para reunirse y animarse mutuamente
en aquella condición tan dura del cautiverio. De lo contrario, perderían la fe. Fue
así que renació y fue reestablecida con vigor la observancia del sábado.
• Lucas 6,1-2: La causa del conflicto. En un día de sábado, los discípulos pasan por
las plantaciones y se abren camino arrancando espigas. Mateo 12,1 dice que ellos
tenían hambre (Mt 12,1). Los fariseos invocan la Biblia para decir que esto es
trasgresión de la ley del sábado: "¿Por qué hacéis lo que no es lícito el sábado?"
(Cf. Ex 20,8-11).
• Lucas 6,3-4: La respuesta de Jesús. Inmediatamente, Jesús responde
recordando que el mismo David hizo también cosas prohibidas, pues tiró los
panes sagrados del
templo y los dio de comer a los soldados que tenían hambre (1 Sam 21,2-7). Jesús
conocía la Biblia y la invocaba para mostrar que los argumentos de los demás no
tenían fundamento. En Mateo, la respuesta de Jesús es más completa. No sólo
invoca la historia de David, sino que suscita también la legislación que permite
que los sacerdotes trabajen el sábado y cita la frase del profeta Oseas:
“Misericordia quiero y no sacrificio”. Cita un texto histórico, un texto legislativo y
un texto profético (cf. Mt 12,1-18). En aquel tiempo, no había Biblias impresas
como tenemos hoy en día. En cada comunidad sólo había una única Biblia, escrita
a mano, que quedaba en la sinagoga. Si Jesús conocía tan bien la Biblia, es señal
de que él, durante los 30 años de su vida en Nazaret, tiene que haber participado
intensamente en la vida de la comunidad, donde todos los sábados se leían las
Escrituras. Nos falta mucho a nosotros para que tengamos esa misma familiaridad
con la Biblia y la misma participación en la comunidad.
• Lucas 6,5: La conclusión para todos nosotros. Y Jesús termina con esta frase:
¡El Hijo del Hombre es señor del sábado! Jesús, como hijo de Hombre que vive
en la intimidad con Dios, descubre el sentido de la Biblia, no de fuera a dentro,
sino de dentro a fuera, esto es, descubre el sentido a partir de la raíz, a partir de
su intimidad con el autor de la Biblia que es Dios mismo. Por esto, se dice
señor del sábado. En el evangelio de Marcos, Jesús relativiza la ley del sábado
diciendo: “El hombre está hecho por el sábado, y no el sábado por el hombre”
(Mc 2,27).
5) Oración final
¡Que mi boca alabe a Yahvé, que bendigan los vivientes su nombre sacrosanto para
siempre jamás! (Sal 145,21)
Marcos 7,31-37
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en
los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el
final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea
en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de
Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los
otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de
justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al
Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2.Lectura
a) Una clave de lectura:
La liturgia de este domingo nos pone delante a Jesús que cura un sordomudo en
la tierra de la Decápolis y recibe del pueblo este elogio: “¡Todo lo ha hecho bien; a
los sordos hace oír y a los mudos hablar!” Este elogio se inspira en algunas frases
de Isaías (Is 29,8-19; 35,5-6; 42,7) y demuestra que el pueblo estaba viendo en
Jesús la venida de los tiempos mesiánicos. Jesús mismo había usado esta frase
para responder a los discípulos de Juan: “Id y contad a Juan lo que habéis oído y
visto: Los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos hablan” (Mat 11,4-5). Los
primeros cristianos usaban la Biblia para aclarar e interpretar las acciones y
conductas de Jesús. Hacían esto para expresar su fe de que Jesús era el Mesías,
aquél que debía realizar la promesa y para poder entender mejor todo lo que Jesús
había hecho y enseñado en aquellos pocos años que Jesús había pasado en medio
de ellos en Palestina.
b) Una división del texto para ayudar a la lectura:
6. Salmo 131
Abandono filial
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza
para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu
Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos
de los siglos.
Amén
1) Oración inicial
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos,
míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo,
alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor.
2) Lectura del santo Evangelio según Lucas 6,6-11
Otro sábado entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre
que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si
curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero él, conociendo sus
pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en
medio.» Él se levantó y se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en
sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de
destruirla.» Y, mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» Él lo hizo, y
quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron y deliberaban entre sí qué harían
a Jesús.
3) Reflexión
Contexto. Nuestro pasaje presenta a Jesús curando a un hombre que tenía una mano
seca. A diferencia del contexto de los cap. 3-4 en los que Jesús aparece solo, aquí
Jesús aparece rodeado de sus discípulos y de las mujeres que lo acompañaban.
En los primeros tramos de este camino encontrará el lector diversos modos
de escuchar la palabra de Jesús por parte de los que lo siguen que en
definitiva podrían sintetizarse en dos experiencias que reclaman a su vez
dos tipos de aproximación a Jesús: el de Pedro (5,1-11) y el del centurión
(7,1-10). El primero encuentra a Jesús que, después de la pesca milagrosa, lo
invita a ser pescador de hombres, y cae después de rodillas ante Jesús:
“Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (5,8). El segundo no
tiene ninguna comunicación directa con Jesús: ha oído hablar muy bien
sobre Jesús y le envía intermediarios para pedirle la curación de su criado
que está muriendo; pide algo no para sí, sino para una persona muy
querida. La figura de Pedro representa la actitud del que, sintiéndose
pecador, pone su obrar bajo el influjo de la Palabra de Jesús. El centurión,
mostrando su solicitud por el criado, aprende a escuchar a Dios. Pues bien,
la curación del hombre que tiene una mano seca se coloca entre estas vías o
actitudes que caracterizan la itinerancia de la vida de Jesús.
El hecho milagroso se produce en un contexto de debate o controversia: las
espigas arrancadas en sábado y una curación también en sábado, precisamente
la mano seca. Entre las dos discusiones, la palabra de Jesús juega un papel
crucial: “El Hijo del hombre es señor del sábado” (6,5). Yendo a nuestro
pasaje, preguntémonos qué significa esta mano seca? Es símbolo de la
salvación del hombre que es conducido a su situación original, la de la
creación. Además, la mano derecha expresa el obrar humano. Jesús devuelve a
este día de la semana, el sábado, su más profundo sentido: es el día de la
alegría, de la restauración, y no de la limitación. El sábado que Jesús presenta
es el sábado mesiánico, no el sábado legalista; las curaciones realizadas por él
son signos del tiempo mesiánico, de la restauración y liberación del hombre.
Dinámica del milagro. Lucas pone ante Jesús a un hombre con una mano sin
fuerza, seca, paralizada. Nadie se interesa por pedir su curación y menos
aún el directamente interesado. Pero la enfermedad no era sólo un problema
individual, sino que sus efectos repercuten en toda la comunidad. En nuestro
relato no emerge tanto el problema de la enfermedad sino más bien su
relación con el sábado. Jesús es criticado porque ha curado en sábado. La
diferencia con los fariseos consiste en que éstos, en el día de sábado, no
actúan en base al mandamiento del amor que es la esencia de la ley. Jesús,
después de ordenar al
hombre ponerse en el centro de la asamblea, hace una pregunta decisiva: “¿es
lícito o no curar en sábado?”.
Los espacios para la respuesta son reducidos: curar o no curar, o sea, curar
o destruir (v.9). Imaginémonos la dificultad de los fariseos: había que excluir
que en sábado se pudiese hacer el mal o conducir al hombre a la perdición y
menos aún curar ya que ayudar en sábado estaba permitido sólo en casos
de extrema necesidad. Los fariseos se sienten provocados, lo cual excita su
agresividad. Aparece como evidente que la intención de Jesús al curar en
sábado es procurar el bien del hombre, en primer lugar el que está enfermo.
Esta motivación de amor nos invita a reflexionar sobre nuestro comportamiento
y a fundamentarlo en el de Jesús, que salva. Jesús no presta atención sólo a la
curación del enfermo, sino que está también interesado por la de sus
adversarios: corarlos de su torcida actitud al observar la ley; observar el
sábado sin reanimar al prójimo de sus enfermedades no está en conformidad
con lo que Dios quiere. Para el evangelista, la función del sábado es hacer el
bien, salvar como Jesús hace en su vida terrena.
5) Oración final
Se alegrarán los que se acogen a ti, gritarán alborozados por siempre; tú los
protegerás, en ti disfrutarán los que aman tu nombre. (Sal 5,12)
1) Oración inicial
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos,
míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo,
alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy trae dos asuntos: la elección de los doce apóstoles (Lc 6,12-16) y
la multitud enorme de gente queriendo encontrarse con Jesús (Lc 6,17-19). El
evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre los Doce que fueron escogidos
para convivir con Jesús, como apóstoles. Los primeros cristianos recordaron y
registraron los nombres de estos Doce y de algunos otros hombres y mujeres que
siguieron a Jesús y que después de la resurrección fueron creando comunidades
para el mundo. Hoy también, todo el mundo recuerda el nombre de algún
catequista o profesora que fue significativo/a para su formación cristiana.
Lucas 6,12-13: La elección de los 12 apóstoles. Antes de proceder a la elección
de los doce apóstoles, Jesús pasó una noche entera en oración. Rezó para saber
a quién escoger y escogió a los Doce, cuyos nombres están en los
evangelios y que recibirán el nombre de apóstol. Apóstol significa enviado,
misionero. Fueron llamados para realizar una misión, la misma que Jesús
recibió del Padre (Jn 20,21). Marcos concretiza más y dice que Dios los llamó
para estar con él y enviarlos en misión (Mc 3,14).
Lucas 6,14-16: Los nombres de los 12 apóstoles. Con pequeñas diferencias
los nombres de los Doce son iguales en los evangelios de Mateo (Mt 10,2-4),
Marcos (Mc 3,16-19) y Lucas (Lc 6,14-16). Gran parte de estos nombres
vienen del AT. Por ejemplo, Simeón es el nombre de uno de los hijos del
patriarca Jacob (Gén 29,33). Santiago es el mismo nombre que Jacob (Gén
25,26). Judas es el nombre de otro hijo de Jacob (Gén 35,23). Mateo también
tenía el nombre de Levi (Mc 2,14), que fue otro hijo de Jacob (Gén 35,23). De
los doce apóstoles, siete tienen el nombre que vienen del tiempo de los
patriarcas: dos veces Simón, dos veces Santiago, dos veces Judas, y una vez
¡Levi! Esto revela la sabiduría y la pedagogía del pueblo. A través de los
nombres de patriarcas y matriarcas, dados a sus hijos e hijas, mantuvieron
viva la tradición de los antiguos y ayudaron a sus hijos a no perder la
identidad. ¿Qué nombres les damos hoy a nuestros hijos e hijas?
Lucas 6,17-19: Jesús baja de la montaña y la multitud lo busca. Al bajar del
monte con los doce, Jesús encuentra a una multitud inmensa de gente que
trataba de oír su palabra y tocarle, porque de él salía una fuerza de vida. En
esta multitud había judíos y extranjeros, gente de Judea y también de Tiro y
Sidón. Y la gente estaba desorientada, abandonada. Jesús acoge a todos los
que le buscan. Judíos y paganos. ¡Este es uno de los temas preferidos por
Lucas!
Estas doce personas, llamadas por Jesús para formar la primera comunidad,
no eran santas. Eran personas comunes, como todos nosotros. Tenías sus
virtudes y sus defectos. Los evangelios informan muy poco sobre la forma de
ser o el carácter de cada una de ellas. Pero lo poco que informan es motivo
de consolación para nosotros.
- Pedro era una persona generosa y entusiasta (Mc 14,29.31; Mt 14,28-29), pero
a la hora del peligro y de la decisión, su corazón sigue encogido y se vuelve
atrás (Mt 14,30; Mc 14,66-72). Llega a ser satanás para Jesús (Mc 8,33). Jesús
le dio el apellido de Piedra (Pedro). Pedro, por sí mismo, no era Piedra. Se
volvió piedra (roca), porque Jesús rezó por él (Lc 22,31-32).
- Santiago y Juan estaban dispuestos a sufrir con Jesús y por Jesús (Mc 10,39),
pero eran muy violentos (Lc 9, 54). Jesús los llama “hijos del trueno” (Mc
3,17). Juan parecía tener ciertos celos. Quería Jesús sólo para su grupo (Mc
9,38).
- Felipe tenía una forma de ser acogedora. Sabía poner a los demás en contacto
con Jesús (Jn 1,45-46), pero no era muy práctico en resolver los problemas (Jn
12,20-22; 6,7). A veces era medio ingenuo. Hubo momentos en que Jesús perdió
la paciencia con él: “Pero Felipe, ¿tanto tiempo que estoy contigo, y aún no me
conoces?” (Jn 14,8-9)
- Andrés, hermano de Pedro y amigo de Felipe, era más práctico. Felipe recurre
a él para resolver los problemas (Jn 12,21-22). Fue Andrés el que le llamó a
Pedro (Jn 1,40-41), y fue Andrés el que encontró al niño con los cinco panes
y los dos peces (Jn 6,8-9).
- Bartolomé parece haber sido el mismo que Natanael. Este era del barrio, y no
podía admitir que nada bueno pudiera venir de Nazaret (Jn 1,46).
- Tomás fue capaz de sustentar su opinión, una semana entera, contra el
testimonio de todos los demás (Jn 20,24-25). Pero cuando vio que estaba
equivocado, no tuvo miedo en reconocer su error (Jn 20,26-28). Era generoso,
dispuesto a morir con Jesús (Jn 11,16).
- Mateo o Levi era publicano, cobrador de impuestos, como Zaqueo (Mt 9,9; Lc
19,2). Eran personas comprometidas con el sistema opresor de la época.
- Simón, por el contrario, parece haber sido del movimiento que se oponía
radicalmente al sistema que el imperio romano imponía al pueblo judío. Por
eso tenía el apellido de Zelota (Lc 6,15). El grupo de los Zelotas llegó a
provocar una rebelión armada contra los romanos.
- Judas era lo que se ocupaba del dinero del grupo (Jn 13,29). Llegó a traicionar
a Jesús.
- Santiago de Alfeo y Judas Tadeo, de estos dos los evangelios sólo informan del
nombre.
5) Oración final
Alaben su nombre entre danzas, haciendo sonar tambores y cítaras. Porque Yahvé se
complace en su pueblo, adorna de salvación a los desvalidos. (Sal 149,3-4)
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos presenta las cuatro bienaventuranzas y las cuatro
maldiciones del Evangelio de Lucas. Hay una manera progresiva en la forma que
Lucas tiene de presentar la enseñanza de Jesús. Hasta el 6,16, dice muchas veces
que Jesús enseña a la gente, pero no llega a relatar el contenido de la enseñanza (Lc
4,15.31-32.44; 5,1.3.15.17; 6,6). Ahora, después de informar que Jesús vio la
multitud deseosa de oír la palabra de Dios, Lucas trae el primer grande discurso
que empieza con la exclamación:"¡Bienaventurados los pobres!" y "¡Ay de vosotros
los ricos!", y ocupa todo el resto del capítulo (Lc 6,12-49). Algunos le llaman a este
discurso el “Sermón de la planicie”, pues segundo Lucas, Jesús bajó de la montaña
y se paró en un lugar de llanura donde hizo su discurso. En el evangelio de Mateo,
este mismo discurso está hecho en el monte (Mt 5,1) y es el llamado "Sermón de
la Montaña". En Mateo, el sermón tiene ocho bienaventuranzas, que tienen un
programa de vida para las comunidades cristianas de origen judaica. En Lucas, el
sermón es más breve y radical.
Contiene cuatro bienaventuranzas y cuatro maldiciones, dirigidas para las
comunidades, constituidas de ricos y de pobres. Este discurso de Jesús va a
ser meditado en el evangelio diario de los próximos días.
Lucas 6,20: ¡Bienaventurados los pobres! Mirando hacia los discípulos, Jesús
declara: "¡Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los
cielos!" Esta declaración identifica la categoría social de los discípulos. ¡Ellos
son pobres! Y a ellos Jesús promete: “¡Vuestro es el Reino de los Cielos!” No es
una promesa para el futuro. El verbo está al presente. El Reino les pertenece
ya. En el evangelio de Mateo, Jesús explicita el sentido y dice:
"¡Bienaventurados los pobres de Espíritu!" (Mt 5,3). Son los pobres que
tienen al Espíritu de Jesús. Pues hay pobres con cabeza o espíritu de rico. Los
discípulos de Jesús son pobres con cabeza de pobre. Como Jesús no quieren
acumular, pero asumen su pobreza y, como él, luchan por una convivencia
más justa, donde haya fraternidad y puesta en común de los bienes, sin
discriminación.
• Lucas 6,21-22: ¡Bienaventurados los que ahora tiene hambre y lloran! En la 2ª
y 3ª bienaventuranza Jesús dice. "¡Bienaventurados los que ahora tenéis
hambre, porque seréis saciados! ¡Bienaventurados los que ahora lloráis porque
reiréis!" Una parte de las frases está al presente y otra al futuro. Aquello que
ahora vivimos y sufrimos no es lo definitivo. Lo definitivo es el Reino que
estamos construyendo
hoy con la fuerza del Espíritu de Jesús. Construir el Reino trae sufrimiento y
persecución, pero una cosa es cierta: el Reino va a llegar y “¡seréis saciados
y reiréis!”.
Lucas 6,23: ¡Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien! La
bienaventuranza se refiere al futuro: "Bienaventurados seréis cuando los
hombres os odien, os expulsen, proscriban vuestro nombre como malo por
causa del Hijo del Hombre. ¡Alegraos ese día porque grande será vuestra
recompensa, porque así fueron tratados los profetas!" Con estas palabras
de Jesús, Lucas anima a las comunidades de su tiempo, que estaban siendo
perseguidas. El sufrimiento no es estertor de muerte, sino dolor de parto.
¡Fuente de esperanza! La persecución era una señal de que el futuro
anunciado por Jesús estaba llegando para ellas. Iban por el justo camino
Lucas 6,24-25: ¡Ay de vosotros los ricos! ¡Ay de vosotros los que estáis
hartos y os reís! Después de las cuatro bienaventuranzas a favor de los
pobres y excluidos, siguen cuatro amenazas o maldiciones contra los ricos y
los que se lo pasan bien y son elogiados por todos. Las cuatro amenazas
tienen la misma forma literaria que las cuatro bienaventuranzas. La 1ª está
al presente. La 2ª y la 3ª tienen una gran parte al presente y la otra al
futuro. Y la 4ª se refiere enteramente al futuro. Estas amenazas sólo se
encuentran en el evangelio de Lucas y no en el de Mateo. Lucas es más radical
en la denuncia de la injusticia. Delante de Jesús, en aquella planicie no había
ricos. Sólo había gente pobre, venida de todos los lados (Lc 6,17- 19).
Asimismo, Jesús dice: "¡Ay de vosotros los ricos!" Y es que Lucas, al
transmitir estas palabras de Jesús, estaba pensando más en las comunidades
de su tiempo. En ellas había ricos y pobres, y había discriminación de los
pobres por parte de los ricos, la misma que marcaba la estructura del Imperio
Romano (cf. St 5,1-6; Ap 3,17- 19). Jesús hace una crítica dura y directa a los
ricos: ¡Vosotros los ricos, ya tenéis consolación! ¡Vosotros ya estáis hartos,
pero pasaréis hambre! ¡Vosotros os estáis riendo, pero quedaréis afligidos y
lloraréis! Señal de que para Jesús, la pobreza no es una fatalidad, ni es fruto
de prejuicios, sino que es fruto de enriquecimiento injusto de los otros.
Lucas 6,26: ¡Ay de vosotros cuando todos hablen bien de vosotros, porque
así vuestros padres trataron a los falsos profetas!” Esta cuarta amenaza se
refiere a los hijos de los que en el pasado elogiaban a los falsos profetas. Es
que algunas autoridades de los judíos usaban su prestigio y su autoridad,
para criticar a Jesús.
5) Oración final
Yahvé es justo cuando actúa, amoroso en todas sus obras. Cerca está Yahvé de los que
lo invocan, de todos los que lo invocan con sinceridad. (Sal 145,17-18)
Lectio Divina: jueves, 12 de septiembre
de 2024
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos,
míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo,
alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos presenta la segunda parte del “Sermón de la Planicie”. En
la primera parte (Lc 6,20-26), Jesús se dirigía a los discípulos (Lc 6,20). En la
segunda parte (Lc 6,27-49), se dirige a “los que me escucháis”, esto es, aquella
multitud inmensa de pobres y de enfermos, llegada de todos los lados (Lc 6,17-
19).
Lucas 6,27-30: ¡Amar a los enemigos! Las palabras que Jesús dirige a este
pueblo son exigentes y difíciles: amar a los enemigos, no maldecir, ofrecer
la otra mejilla a quien te hiera en una, no reclamar cuando alguien toma lo que
es tuyo. Tomadas al pie de la letra, estas frases parecen favorecer a los ricos
que roban. Pero ni siquiera Jesús las observó al pie de la letra. Cuando el
soldado le hirió en la mejilla, no ofreció la otra, sino que reaccionó con firmeza:
“Si hablé mal, ¡pruébalo! Y si no
¿por qué me golpeas?” (Jn 18,22-23). Entonces, ¿cómo entender estas
palabras? Los versículos siguientes nos ayudan a entender lo que Jesús
quiere enseñarnos.
Lucas 6,31-36: ¡La Regla de Oro! Imitar a Dios. Dos frases de Jesús ayudan a
entender lo que él quiere enseñar. La primera frase es la así llamada Regla de
Oro: " ¡Y tratad a los hombres como queréis que ellos os traten!” (Lc 6,31).
La segunda frase es: "¡Sed compasivo como vuestro Padre celestial es
compasivo!" (Lc 6,36). Estas dos frases muestran que Jesús no quiere
invertir sencillamente la situación,
pues nada cambiaría. Quiere cambiar el sistema. Lo Nuevo que el quiere
construir nace de la nueva experiencia de Dios como Padre lleno de ternura que
¡acoge a todos! Las palabras de amenaza contra los ricos no pueden ser
ocasión para que los pobres se venguen. Jesús manda tener una actitud
contraria: “¡Amar a vuestros enemigos!" El amor no puede depender de lo
que recibimos del otro.
El verdadero amor tiene que querer también el bien del otro,
independientemente de que él o ella hagan por mí. El amor tiene que ser
creativo, pues así es el amor de Dios para nosotros: "¡Sed compasivos como
el Padre celestial es compasivo!". Mateo dice lo mismo con otras palabras:
“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Nunca
nadie podrá llegar a decir: Hoy he sido perfecto como el Padre celestial es
perfecto. He sido compasivo como el Padre celestial es compasivo”.
Estaremos siempre por debajo del listón que Jesús puso ante nosotros. En el
evangelio de Lucas, la Regla de Oro dice: "¡Y todo lo que ustedes desearían
de los demás, háganlo con ellos” y añade: “Pues en esto consisten la Ley y los
Profetas" (Mt 7,12). Prácticamente todas las religiones del mundo tienen la
misma Regla de oro con formulaciones diversas. Señal de que aquí se
expresa una intuición o un deseo universal que nace del fondo del corazón
humano.
• Lucas 6,37-38: Porque con la medida con que midáis se os medirá. “No
juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados;
perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada,
remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la
medida con que midáis se os medirá”. Son cuatro consejos: dos de forma
negativa: no juzgar, no condenar; y dos de forma positiva: perdonar y dar con
medida abundante. Cuando dice “y se os dará”, Jesús alude al tratamiento
que Dios quiere tener con nosotros. Pero cuando nuestra manera de tratar a
los otros es mezquina, Dios no puede usar la medida abundante y rebosante
que a Él le gustaría usar. Celebrar la visita de Dios.
El Sermón de la Planicie o Sermón del Monte, desde su comienzo, lleva a los
oyentes a optar, a una opción a favor de los pobres. En el Antiguo Testamento,
varias veces, Dios colocó a la gente ante la misma opción de bendición o de
maldición. La gente tenía la libertad de escoger. "Te puse delante la vida o la
muerte, la bendición o la maldición. Escoge, por tanto, la vida, para que vivas tú
y tu descendencia" (Dt 30,19). No es Dios quien condena, sino que la gente
misma según la opción que hará entre la vida y la muerte, entre el bien y el
mal. Estos momentos de opción son los momentos de la visita de Dios a su
gente (Gén 21,1; 50,24-25; Ex 3,16; 32,34; Jer 29,10; Sal 59,6; Sal 65,10; Sal
80,15, Sal 106,4). Lucas es el
único evangelista que emplea esta imagen de la visita de Dios (Lc 1,68. 78;
7,16; 19,44; He 15,16). Para Lucas Jesús es la visita de Dios que coloca a la
gente ante la posibilidad de escoger la bendición o la maldición:
“¡Bienaventurados vosotros los pobres!" y "¡Ay de vosotros, los ricos!" Pero la
gente no reconoce la visita de Dios (Lc 19,44).
5) Oración final
Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces; sabes cuándo me siento y me levanto, mi
pensamiento percibes desde lejos; de camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te
son todas mis sendas. (Sal 139,1-3)
1) Oración inicial
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos,
míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo,
alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos presenta unos pasajes del discurso que Jesús pronunció
en la planicie después de una noche pasada en oración (Lc 6,12) y de haber llamado
a los doce para que fueran sus apóstoles (Lc 6,13-14). Gran parte de las frases
reunidas en este discurso fueron pronunciadas en otras ocasiones, pero Lucas,
imitando a Mateo, las reúne aquí en este Sermón de la Planicie.
Lucas 6,39: La parábola del ciego que guía a otros ciego. Jesús cuenta una
parábola a los discípulos: "¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los
dos en el hoyo?” Parábola de una sola línea, pero que tiene mucha semejanza
con las advertencias que, en el evangelio de Mateo, van dirigidas a los
fariseos: “¡Ay de vosotros los ciegos!” (Mt 23,16.17.19.24.26) Aquí, en el
contexto del evangelio de Lucas, esta parábola va dirigida a los animadores
de las comunidades que se consideraban dueños de la verdad, superiores a
los otros. Por esto, son guías ciegos.
Lucas 6,40: Discípulo – Maestro. “Ningún discípulo es mayor que el maestro;
será como el maestro cuando esté perfectamente instruido”. Jesús es
Maestro. No es profesor. El profesor da la clase, enseña diversas
asignaturas, pero no convive. El maestro convive. Su materia es el mismo, su
testimonio de vida, su manera de vivir aquello que enseña. La convivencia
con el maestro tiene tres aspectos: (1) El maestro es el modelo o el ejemplo
que hay que imitar (cf. Jn 13,13-15). (2) El discípulo no sólo contempla e
imita, sino que además se compromete con el destino del maestro, con sus
tentaciones (Lc 22,28), persecución (Mt 10,24-25), y
muerte (Jn 11,16). (3) No sólo imita el modelo, no sólo asume el compromiso,
sino que llega a identificarse: "Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí"
(Gál 2,20). Este tercer aspecto es la dimensión mística del seguimiento de
Jesús, fruto de la acción del Espíritu.
Lucas 6,41-42: La brizna en el ojo del hermano. “¿Cómo es que miras la brizna que
hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?
¿Cómo puedes decir a tu hermano: `Hermano, deja que saque la brizna que hay
en tu ojo', si no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga
de tu ojo y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu
hermano." En el Sermón de la Montaña, Mateo trata el mismo asunto y explica
un poco mejor la parábola de la brizna en el ojo. Jesús pide una actitud creativa
que nos haga capaces de ir al encuentro del otro sin juzgarlo, sin ideas
preconcebidas y sin racionalizaciones, acogiendo al otro como hermano (Mt
7,1-5). Esta total apertura hacia el otro como hermano nacerá en nosotros sólo
si sabremos relacionarnos con Dios en total confianza, como hijos con su padre
(Mt 7,7-11).
5) Oración final
Señor, dichosos los que moran en tu casa
y pueden alabarte siempre.
dichoso el que saca de ti fuerzas
cuando piensa en las subidas. (Sal 84,5-6)
Juan 3,13-17
Oración inicial
Padre, que has querido salvar a los hombres con la Cruz de Cristo tu Hijo,
concédenos, a los que hemos conocido en la tierra su misterio de amor, gozar en
el cielo de los frutos de su redención. Por Cristo nuestro Señor.
1. Lectio
Lectura del Evangelio:
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como
Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna. Porque tanto amó Dios
al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
2.Meditatio
a) Clave de lectura:
El texto que hoy la liturgia nos propone está sacado de la Fiesta de la Exaltación
de la Santa Cruz. No nos tiene que sorprender el que el pasaje elegido para esta
celebración forme parte del cuarto evangelio, porque es justamente este evangelio el
que presenta el misterio de la cruz del Señor, como exaltación. Y esto está claro
desde el comienzo del evangelio: “Así como Moisés elevó la serpiente en el
desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre” (Jn 3,14; Dn 7,13). Juan
nos explica el misterio del Verbo Encarnado en el movimiento paradójico del
descenso-ascenso (Jn 1,14.18; 3,13). Y es éste el misterio que ofrece la clave de
lectura para comprender el despliegue de la identidad y de la misión de Jesucristo
passus et gloriosus, y podemos decir con razón que esto no vale solamente para el
texto de Juan. La carta a los Efesios, por ejemplo, se sirve de este mismo
movimiento paradójico para explicar el misterio de Cristo: “Subió.
¿Qué quiere decir, sino que había bajado con los muertos al mundo inferior?” (Ef 4,9).
Jesús es el Hijo de Dios que al hacerse Hijo del hombre (Jn 3,13) nos hace conocer los
misterios de Dios (Jn 1,18). Esto el solamente puede hacerlo, ya que el sólo ha visto al
Padre (Jn 6,46). Podemos decir que el misterio del Verbo que baja del cielo responde
al anhelo de los profetas: ¿quién subirá al cielo para revelarnos este misterio? (cfr. Dt
30,12; Prov 30,4). El cuarto evangelio está lleno de referencias al misterio de aquel
que “ha bajado del cielo” (1 Cor 15,47). He aquí algunas citas: Jn 6,33.38.51.62; 8,42;
16,28-30; 17,5.
La exaltación de Jesús está justamente en este bajar hasta nosotros, hasta la
muerte, y a la muerte de cruz, desde la cual él será levantado como la serpiente en
el desierto y “todo el que la mire … no morirá” (Núm 21,7-9; Zc 12,10). Este mirar a
Cristo ensalzado, Juan lo recordará en la escena de la muerte de Jesús: “Mirarán a
aquel que traspasaron” (Jn 19,37). En el contexto del cuarto evangelio, el dirigir la
mirada quiere significar, “conocer”, “comprender”, “ver”.
A menudo en el evangelio de Juan, Jesús se refiere al hecho de ser levantado:
“Cuando hayan levantado en alto el Hijo del hombre, entonces conocerán que yo soy”
(Jn 8,28); “‘cuando yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí’. Jesús
daba a entender así de qué muerte iba a morir” (Jn 12,32-33). También en los
sinópticos Jesús anuncia a sus discípulos el misterio de su condena a muerte y
muerte de cruz (véase Mt 20,17-19; Mc 10,32-34; Lc 18,31-33). En efecto, Cristo tenía
que “sufrir todo esto y entrar en la gloria” (Lc 24,26).
Este misterio revela el gran amor que Dios nos tiene. Es el hijo que nos es dado,
“para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”, este hijo a quien
nosotros hemos rechazado y crucificado. Pero justamente en este rechazo de
nuestra parte, Dios nos ha manifestado su fidelidad y su amor que no se detiene
ante la dureza de nuestro corazón. El actúa la salvación, a pesar de nuestro
rechazo y desprecio (cfr.
Hechos 4,27-28), permaneciendo siempre firme en realizar su plan de misericordia:
“Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar el mundo, sino para que el
mundo se salve por él”.
b) Algunas preguntas:
3.Oratio
Salmo 78
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, presta oído a las palabras de mi boca; voy a
abrir mi boca en parábolas, a evocar los misterios del pasado.
Cuando los mataba, lo buscaban, se convertían, se afanaban por él, y recordaban que
Dios era su Roca, el Dios Altísimo su redentor.
Le halagaban con su boca, con su lengua le mentían; su corazón no era fiel, no tenían fe
en su alianza.
Él, con todo, enternecido, borraba su culpa, no los destruía; bien de veces contuvo su
cólera y no despertó todo su furor.
4. Contemplatio
"Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre." (Fil 2,11)
Marcos 8,27-35
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la
luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que
parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y
resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en
la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y
en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y
testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te
lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu
Espíritu. Amén.
2.Lectura
a) Clave de lectura:
El texto del evangelio de este 24º domingo del tiempo ordinario trae el primer
anuncio de la pasión y muerte de Jesús a los discípulos, el intento de Pedro de
eliminar la cruz y la enseñanza de Jesús sobre las consecuencias de la cruz para
ser sus discípulos. Pedro no entiende la propuesta de Jesús sobre la cruz y el
sufrimiento. Él aceptaba a Jesús Mesías, pero no como Mesías sufriente. Pedro
estaba condicionado por la propaganda del gobierno de la época que hablaba del
Mesías sólo en términos de rey glorioso.
Pedro parecía ciego. No entreveía nada y quería que Jesús fuese como él. Pedro,
deseaba e imaginaba. Hoy todos creemos en Jesús, Pero no todo lo entendemos
en la misma forma. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Cuál es hoy la imagen más común
que la gente tiene de Jesús? ¿Existe hoy una propaganda que intenta interferir
nuestro modo de ver a Jesús? ¿Quién soy yo para Jesús?
b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:
27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el
camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy
yo?» 28 Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que
uno de los profetas.» 29 Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» 30 Y les mandó enérgicamente que a
nadie hablaran acerca de él. 31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre
debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas, ser matado y resucitar a los tres días. 32 Hablaba de esto abiertamente.
Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle. 33 Pero él, volviéndose y mirando
a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás!
porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.» 34
Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 35 Porque quien
quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el
Evangelio, la salvará.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto de este texto que más te ha gustado y que ha llamado
más tu atención?
b) ¿Cuál es la opinión de la gente y de Pedro sobre Jesús? ¿Por qué Pedro y la
gente piensan de este modo?
c) ¿Cuál es la relación entre la curación del ciego, descrita un poco antes (Mc
8,22- 26) y la conversación de Jesús con Pedro y los otros discípulos?
d) ¿Qué pide Jesús a aquéllos que lo quieren seguir?
e) ¿Qué nos impide hoy reconocer y asumir el proyecto de Jesús?
Entre las dos curaciones del ciego (Mc 8,22-26 y Mc 10,46-52), se encuentra
una larga instrucción de Jesús a sus discípulos, para ayudarles a entender el
significado de la cruz y sus consecuencias para la vida (Mc 8,27 a 10,45).
Parece un documento, una especie de catecismo, hecho por el mismo Jesús.
Habla de la cruz en la vida del discípulo. Es una especie de esquema de
instrucción:
Mc 8,22-26: Curación de un ciego
Mc 8,27-38: Primer anuncio de la Pasión
Mc 9,1-29: Instrucción sobre el Mesías Siervo
Mc 9,30-37: Segundo anuncio de la Pasión
Mc 9,38 a 10-31: Instrucciones sobre la conversación
Mc 10,32-45: Tercer anuncio de la Pasión
Mc 10,46-52: Curación de un ciego.
Como se ve en el cuadro anterior, la instrucción está compuesta de tres
anuncios de la pasión. El primero es de Mc 8,27-38, el segundo de Mc 9,30-37 y
el tercero de Mc 10,32-45. Entre el primero y el segundo hay una serie de
instrucciones que aclaran la conversión que debe acaecer en la vida de los
que aceptan a Jesús como Mesías Siervo (Mc 9,38 a 10,31). El conjunto de
la instrucción tiene como fondo el camino de la Galilea a Jerusalén, del lago a
la Cruz. Jesús está en camino hacia Jerusalén (Mc 8,27; 9,30.33; 10, 1.17.32),
donde encontrará la cruz.
En cada uno de estos tres anuncios, Jesús habla de su pasión, muerte y
resurrección como parte del proyecto de Jesús: “El Hijo del Hombre debe
sufrir mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y
por los escribas, para después ser muerto y, después de tres días, resucitaré”
(Mc 8,31; 9,31; 10,33). La expresión debe indica que la cruz ha sido anunciada
ya en las profecías (cf Lc 24,26)
Cada uno de estos tres anuncios de la pasión está acompañado por gestos o
palabras de incomprensión por parte de los discípulos. En el primero, Pedro
no quiere la cruz y critica a Jesús (Mc 8,32). En el segundo, los discípulos no
entienden a Jesús, tienen miedo y quieren ser grandes (Mc 9,3-34). En el
tercero, tienen miedo y buscan promociones (Mc 10,35-37). Y esto porque
en las comunidades para las cuáles Marcos escribe su evangelio había muchas
personas como Pedro;
¡no querían la cruz! Eran como los discípulos: no entendían lo de la cruz,
tenían miedo y quería ser los más grandes; vivían en el temor y querían ser
promocionados. Cada uno de estos tres anuncios deja una palabra de
orientación por parte de Jesús, criticando la falta de comprensión de los
discípulos y enseñando cómo debe ser su comportamiento. Así, en el primer
anuncio, Jesús exige de los que quieren seguirlo, llevar la cruz detrás de Él,
perder la vida por amor a Él y su evangelio, no avergonzarse de Él y de su
palabra (Mc 8,34-38). En el segundo, exige: hacerse siervos de todos, recibir
a los niños, los pequeños, como si fuese Jesús mismo (Mc 9,35-37). En el
tercero exige beber el cáliz que Él beberá, no imitar a los poderosos que
explotan a los demás, sino imitar al Hijo del Hombre, que no ha venido a ser
servido, sino a servir y dar la vida para rescate de muchos (Mc 10,35-45)
La comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por la
instrucción teórica, sino por el empeño práctico, caminando con Él a lo largo
del camino del servicio, de la Galilea a Jerusalén. Quien insista en mantener
la idea de Pedro, o sea, la del Mesías glorioso sin la cruz, no entenderá y no
alcanzará a asumir el comportamiento del verdadero discípulo. Continuará
siendo ciego, cambiando gente por árboles (Mc 8,24). Porque sin la cruz es
imposible entender quién es Jesús y qué significa seguir a Jesús.
El camino del seguimiento es el camino de la dedicación, del abandono, del
servicio, de la disponibilidad, de la aceptación del dolor, sabiendo que habrá
resurrección. La cruz no es un accidente del recorrido, sino que forma parte
del camino. Porque en el mundo, organizado a partir del egoísmo, el amor y el
servicio
pueden existir sólo crucificados. Quien da la vida en servicio por los demás,
incomoda a los otros que viven prendidos de los privilegios, y sufre.
A ti, Yahvé, dirijo mi anhelo. A ti, Dios mío. En ti confío, ¡no quede defraudado, ni
triunfen de mí mis enemigos! El que espera en ti no queda defraudado, queda
defraudado el que traiciona sin motivo.
Muéstrame tus caminos, Yahvé, enséñame tus sendas. Guíame fielmente, enséñame,
pues tú eres el Dios que me salva. En ti espero todo el día, por tu bondad, Yahvé.
Acuérdate, Yahvé, de tu ternura y de tu amor, que son eternos. De mis faltas
juveniles no te acuerdes, acuérdate de mí según tu amor. Bueno y recto es
Yahvé: muestra a los pecadores el camino, conduce rectamente a los humildes y
a los pobres enseña su sendero. Amor y verdad son las sendas de Yahvé para
quien guarda su alianza y sus preceptos. Haz gala de tu nombre, Yahvé, y perdona
mi culpa, que es grande. Cuando un hombre respeta a Yahvé, él le indica el camino
a seguir; vivirá colmado de dicha, su estirpe poseerá la tierra. Yahvé se confía a
sus adeptos, los va instruyendo con su alianza. Mis ojos están fijos en Yahvé, que
sacará mis pies de la trampa. Vuélvete a mí, tenme piedad, me siento solo y
desdichado. La angustia crece en mi corazón, hazme salir de mis tormentos. Mira
mi aflicción y mi penar, perdona todos mis pecados. Mira cuántos son mis
enemigos, la violencia del odio que me tienen. Guarda mi vida, ponme a salvo, no
me avergüence por confiar en ti. Integridad y rectitud me ampararán, porque
espero en ti, Yahvé. Redime, Dios, a Israel de todas sus angustias.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza
para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu
Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos
de los siglos.
Amén.
1. Oración
Santo Padre, por Jesús, tu Hijo, el Verbo hecho carne de la vida para nosotros,
envíe a mí tu Espíritu Santo para abrir mis oídos a escuchar la "carta de amor" que
escribió a mí y me ilumine mi mente para que pueda comprender en profundidad.
Hacer domesticar mi corazón de alegría, ya que aceptar su voluntad y me ayudará
a los testigos. Amén
2.Lectura del santo Evangelio de Lucas 7, 1-10
1Quando había terminado todas sus palabras al pedir a la gente que estaba
escuchando, Jesús entró en Cafarnaún. 2La sirviente de un centurión estaba enfermo
y moribundo. El centurión había muy caro. 3Perciò, después de haber oído hablar
de Jesús y envió a algunos ancianos de los Judios para rogarle que venga a salvar
a su siervo. 4Costoro, se acercaron a Jesús, le rogaron encarecidamente: "Se merece
que se puede dar lo que pedía - dijo - 5perché ama a nuestro pueblo y fue él quien
construyó la sinagoga". 6Gesù fue con ellos. No estaba lejos de la casa cuando el
centurión envió amigos a decirle: "Señor, no te molestes! Yo no soy digno de que
entres bajo mi techo; 7por yo mismo no me atrevo a venir de ustedes, sino "una
palabra y mi criado quedará sano. 8Anch'io hecho están en la posición de
Asistente y tengo soldados a mis órdenes, y digo a uno: "Ve!" Y él va, y otro:
"Ven", y viene, ya mi siervo: " hagas esto! ", y lo hace." 9All'udire esto, Jesús
admirado y, volviéndose a la multitud que le seguía, dijo: "Yo te digo que ni en
Israel he hallado tanta fe." enviados 10E cuando llegaron a casa, encontró el criado
sanó.
3.Meditación
El cap. 7, Lucas nos ayuda a aceptar la llamada dirigida a los gentiles para unirse a
la fe en el Señor Jesús la figura del centurión está liderando el camino para
aquellos que deseen aceptar la fe de Israel y luego encontrar y conocer el rostro de
Dios en Jesús . En esta meditación del Evangelio, nosotros también se pondrá a la
propuesta de abrirnos a la fe o para hacer más fuerte nuestra plena confianza en
la Palabra de Dios. Vamos, pues, de seguir con el corazón, los pasos del centurión
romano, ya que están presentes en él también.
Tal vez el primer aspecto que se desprende de una lectura de la pieza es el
sufrimiento que es el centurión. Trato de escuchar más cuidadosamente todas
las palabras que desea poner de relieve esta realidad. Capernaum, un
pueblo fronterizo, fuera del alcance, en los márgenes, la ciudad donde la
bendición de Dios parece difícil de alcanzar. La grave enfermedad, la
muerte inminente de un ser querido.
Pero ahora veo que el Señor entra en esta situación, es compartir, a vivir
con su presencia amorosa. Subrayar todos los verbos que confirman esta
verdad: "Por favor que venga", "se fue con ellos" era "no muy lejos". Es
fantástico ver este movimiento en Jesús, que va a la persona que llama y le
pide que busque la salvación. Lo hace bien con todos.
Para mí es un contacto muy útil con la figura del centurión, que aquí es un
poco como mi maestro, mi guía en el camino de la fe. "Después de haber
oído acerca de Jesús." Recibió el anuncio, la noticia buena interceptado y le
rompió el corazón, no si el escape está hecho, no se cerraron los oídos y la vida.
Se acordó de Jesús y ahora se pretende. "Mandato". Dos veces lo hace de esta
acción, primero en enviar a Jesús a los ancianos del pueblo, las figuras de
autoridad, a continuación, enviar a sus amigos. Lucas utiliza dos verbos
diferentes, y esto me ayuda a entender aún más que este hombre ha hecho
algo, había un paso: se ha abierto gradualmente más y más para el encuentro
con Jesús a los amigos es un poco 'enviar como ellos mismos. "Para pedirle
que venga a salvarnos. Hermoso dos verbos que expresan la intensidad de
su solicitud a Jesús que él quiere ser, lo más cerca, se pone en su pobre
vida, es decir, para visitar a su dolor. Es una declaración de amor, fe, grandes,
porque es como si dijera, "Yo sin ti no puedo vivir. Ven ". Y nadie pide
ninguna
salvación, la curación de superficie, tal como lo entendemos el verbo
particular, que Lucas quiere. De hecho estamos hablando de una salvación
cruz, capaz de atravesar toda su vida, toda la persona y capaces de llevar a la
persona más, más allá de todos los obstáculos a cualquier esfuerzo o
pruebas, incluso más allá de la muerte.
"No soy digno". Dos veces Lucas pone en boca de las palabras del centurión,
que ayudan a comprender el gran paso que hizo a sí mismo. Él se siente
indigno, incompetente, inadecuado, como la expresión de las dos palabras
diferentes griega usada aquí. Tal vez el primer gran avance en el camino de
fe con Jesús es la siguiente: el descubrimiento de nuestra gran necesidad de
él, su presencia y la conciencia cada vez más seguros de que por sí sola no
puede hacerlo porque somos pobres, somos pecadores. Pero para esto,
estamos infinitamente amado!
"La" palabra ". Aquí está el gran salto, el gran paso de fe. El centurión ahora
creen de forma clara, serena confianza. Mientras caminaba hacia él, él también
estaba haciendo su camino en el interior, estaba cambiando, se estaba
convirtiendo en un hombre nuevo. Primero aceptó la persona de Jesús y
luego también su palabra. Porque él es el Señor y, como tal, su palabra es
eficaz, real, de gran alcance, capaz de operar lo que dice. Todas las dudas se
han derrumbado, todo lo que queda es la fe que de cierta confianza en la
salvación en Jesús.
4. Cualquier pregunta
Me escucha mi oración dirigida al centurión a Jesús que venga a salvarnos?
Estoy preparado, también, para darle al Señor mi malestar, mi necesidad de
Él? Estoy avergonzado de las enfermedades, la muerte que vive en mi casa en
mi vida? Lo que parece tomar este primer paso de confianza?
Y si abro mi corazón a la oración, la invocación, si invitas a la venida del Señor,
¿cuál es la actitud de mi corazón? Hay dentro de mí, como el centurión, el
sentimiento de ser inútil no es suficiente para mí, no ser capaz de hacer
demandas? Yo me pregunto ante el Señor con humildad que proviene del
amor, de la serena confianza en él?
Sólo tengo su palabra? Nunca he escuchado hasta el final, con cuidado, con
respeto, aunque tal vez no pude comprender en su integridad? Y ahora,
¿qué es la palabra que quiero escuchar de la boca del Señor para mí? ¿Qué
debo saber de él?
Una fe como el centurión había cargado ... y yo, que soy cristiano, tengo esa fe?
Tal vez yo debería rezar: "Señor, yo creo, pero me ayuda en mi incredulidad"
(Mc 9, 24).
5.Oración Final
Para mis pies antorcha es tu palabra, Señor! ¿Cómo puede un joven su camino?
En cuanto a tu palabra. Con todo mi corazón yo te busco: no dejes que me apartan de
tus mandatos.
3) Reflexión
El evangelio de hoy narra el episodio de la resurrección del hijo de la viuda de
Naím. Es esclarecedor el contexto literario de este episodio en el capítulo VII del
Evangelio de Lucas. El evangelista quiere mostrar cómo Jesús va abriendo
camino, revelando la novedad de Dios que avanza por medio del anuncio de la
Buena Nueva. Se van dando la transformación y la apertura: Jesús acoge la
petición de un extranjero no judío (Lc 7,1-10) y resucita al hijo de una viuda (Lc
7,11-17). La manera como Jesús revela el Reino sorprende a los hermanos que no
estaban acostumbrados a tan gran apertura. Hasta Juan el Bautista se quedó
como perdido y mandó preguntar: “¿Eres tú el señor o debemos esperar a otro?”
(Lc 7,18-30). Jesús llegó a denunciar la incoherencia de sus anfitriones: "¡Sois como
niños que no saben lo que quieren!" (Lc 7,31-35). Y al final, la apertura de Jesús
para con las mujeres (Lc 7,36-50).
Lucas 7,11-12: El encuentro de las dos procesiones. “A continuación se fue a
una ciudad llamada Naín. Iban con él sus discípulos y una gran
muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad sacaban a
enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; la acompañaba
mucha gente de la ciudad.”. Lucas es como un pintor. Con pocas palabras
consigue pintar el cuadro tan bonito del encuentro de las dos procesiones: la
procesión de la muerte que sale de la ciudad y acompaña a la viuda que lleva a
su único hijo hacia el cementerio; la procesión de la vida que entra en la ciudad
y acompaña a Jesús. Las dos se encuentran en la pequeña ciudad, junto a la
puerta de la ciudad de Naín.
Lucas 7,13: La compasión entra en acción. “Al verla el Señor tuvo compasión de
ella y le dijo: ¡No llores! Es la compasión que lleva a Jesús a hablar y a
actuar. Compasión significa literalmente: “sufrir con”, asumir el dolor de la
otra persona, identificarse con ella, sentir con ella el dolor. Es la compasión que
acciona en Jesús el poder, el poder de la vida sobre la muerte, poder creador.
Lucas 7,14-15: "¡Joven, a ti te digo, levántate!" Jesús se aproxima, toca el
féretro y dice: "¡Joven, a ti te digo, levántate!" El muerto se incorporó y se
puso a hablar. Y Jesús se lo dio a su madre”. A veces en momentos de gran
sufrimiento provocado por el fallecimiento de una persona querida, las personas
dicen: “En aquel tiempo, cuando Jesús andaba por la tierra había esperanza de
no perder a una persona querida, pues Jesús podría resucitarla”. Ellas
miraban el episodio de la
resurrección del hijo de la viuda de Naín como un evento del pasado que
apenas suscita añoranza y una cierta envidia. La intención del evangelio, sin
embargo, no es suscitar añoranza ni envidia, sino ayudar a experimentar mejor
la presencia viva en media de nosotros. Él está hoy con nosotros, y ante los
problemas y el sufrimiento que nos azotan, nos dice: “¡Te lo ordeno:
levántate!”
Lucas 7,16-17: La repercusión. “Todos se quedaron con mucho miedo y
glorificaban a Dios diciendo: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y
Dios vino a visitar a su pueblo" Y lo que se decía de él se propagó por toda
Judea y por toda la región circunvecina” Es el profeta que fue anunciado por
Moisés (Deut 18,15). El Dios que nos vino a visitar es el “Padre de los huérfanos
y de las viudas” (Sal 68,6; Cf. Judit 9,11).
5) Oración final
Servid a Yahvé con alegría, llegaos a él con júbilo! Sabed que Yahvé es Dios, él nos ha
hecho y suyos somos, su pueblo y el rebaño de sus pastos. (Sal 100,2-3)
3) Reflexión
En el evangelio de hoy vemos como la novedad de la Buena Nueva fue avanzando de
tal modo que las personas agarradas a las formas antiguas de la fe quedaban como
perdidas sin entender nada de la acción de Dios. Para esconder su falta de apertura y
de comprensión ellas se defendían y buscaban pretextos infantiles para justificar
su actitud de no aceptación. Jesús reacciona con una parábola para denunciar la
incoherencia de sus adversarios: “¡Os parecéis a niños que no saben lo que
quieren!"
Lucas 7,31: ¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? A Jesús
le parece extraña la reacción de la gente y dice: "¿Con quién, compararé, pues,
a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen?” Cuando una cosa
es evidente y las personas, o por su ignorancia o por mala voluntad no quieren
darse cuenta o no sen dan cuenta, es bueno encontrar comparaciones que
hablan por sí solas.
Lucas 7,32: Como niños, in fundamento. La comparación que Jesús encuentra
es ésta: Vosotros os parecéis a “los chiquillos que están sentados en la
plaza y se gritan unos a otros diciendo: "En el mundo entero hay niños
mimados y que tienen la misma reacción. Reclaman cuando los otros no
hacen y actúan como ellos quieren. El motivo de la queja de Jesús es la
manera arbitraria con que, en el pasado, reaccionaron ante Juan el Bautista y,
ahora en el presente, ante el mismo Jesús.
Lucas 7,33-34: Su opinión sobre Juan y Jesús. “Porque ha venido Juan el
Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: `Demonio tiene.' Ha
venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: `Ahí tenéis un comilón
y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Jesús fue discípulo de Juan
Bautista, creían él y se hizo bautizar por él. Fue cuando el bautismo que él tuvo
la revelación del Padre respecto de su misión como Mesías Siervo (Mc 1,10). Al
mismo tiempo, Jesús resalta la diferencia entre él mismo y Juan. Juan era más
severo, más ascético, ni comía, ni bebía. Quedaba en el desierto y amenazaba
a la gente con los castigos del Juicio Final (Lc 3,7-9). Por esto decían que tenía
un demonio, que estaba poseído. Jesús era más acogedor, comía y bebía como
todo el mundo. Andaba por los poblados y entraba en la casa de la gente,
acogía a las prostitutas y a los recaudadores de impuestos. Por eso decían que
era comilón y que se emborrachaba. A pesar de generalizar al hablar de “los
hombres de esta generación” (Lc 7,31), probablemente, Jesús tiene en mente
la opinión de las autoridades religiosas que no creían en Jesús (Mc 11,29-33).
Lucas 7,35: La conclusión obvia a la que Jesús llega. Y Jesús termina
sacando la conclusión: “Y la sabiduría se ha acreditado por todos sus
hijos”. La falta de seriedad y de coherencia aparece claramente en la
opinión que emiten sobre Jesús y Juan. La mala voluntad es tan evidente que
no necesitaba de prueba. Esto hacer recordar la respuesta de Job a sus
amigos que pretendían ser sabios: “¿Quién podría obligaros a guardar
silencio? ¡Esto sería el único acto sabio de vosotros!” (Job 13,5).
5) Oración final
¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahvé, el pueblo que escogió para sí como heredad! Yahvé
observa de lo alto del celo, ve a todos los seres humanos. (Sal 33,12-13)
1) Oración inicial
¡Oh, Dios!, creador y dueño de todas las cosas, míranos; y, para que sintamos el
efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos habla del episodio de la mujer que fue acogida por Jesús
durante una comida en casa de Simón, el fariseo. Uno de los aspectos de la
novedad que la Buena Nueva de Dios trae es la actitud sorprendente de Jesús
hacia las mujeres. En la época del Nuevo Testamento, la mujer vivía marginada.
No participaba en la sinagoga, no podéis ser testigo en la vida pública. Muchas
mujeres, sin embargo, se resistían contra esa exclusión. Desde el tiempo de
Esdras, crecía la marginalización de las mujeres por parte de las autoridades
religiosas (Es 9,1 a 10,44) y crecía también la resistencia de las mujeres contra su
exclusión, como aparece en las historias de Judit, Ester, Ruth, Noemí, Susana, de
la Zalamita y de tantas otras. Esta resistencia encuentra eco y acogida en Jesús.
En el episodio de la mujer del perfume emergen el inconformismo y la resistencia
de las mujeres en el día a día de la vida y de la acogida que Jesús les daba.
Lucas 7,36-38: La situación que provoca el debate. Tres personas
totalmente diferentes se encuentran: Jesús, Simón, el fariseo, un judío
practicante, y la mujer de la que decían que era pecadora. Jesús está en
casa de Simón que lo invitó a comer. La mujer entra, se coloca a los pies de
Jesús, empieza a llorar, moja los pies de Jesús con las lágrimas, suelta los
cabellos para secar los pies de Jesús, besa y unge los pies con perfume.
Soltar los cabellos en público era un gesto de independencia. Jesús no se
retrae, ni aleja a la mujer, sino que acoge su gesto.
Lucas 7,39-40: La reacción del fariseo y la respuesta de Jesús. Jesús estaba
acogiendo a una persona que, según las costumbres de la época, no podía
ser acogida, pues era pecadora. El fariseo, observando todo, critica a Jesús y
condena a la mujer: "Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es
la que le está tocando, pues es una pecadora.” Jesús le respondió: Simón,
tengo algo que decirte. Jesús usa una parábola para responder a la provocación
del fariseo.
Lucas 7,41-43: La parábola de los dos servidores. Uno debía 500 denarios, el otro
50. Ninguno de los dos tenía con qué pagar. Ambos fueron perdonados.
¿Quién de ellos le amará más? Respuesta del fariseo: "¡Supongo que aquel al
que perdona más!". La parábola supone que los dos, tanto el fariseo como la
mujer, habían recibido algún favor de Jesús. En la actitud que los dos toman
ante Jesús, muestran como apreciaban el favor recibido. El fariseo muestra
su amor, su gratitud, invitando a Jesús a que coma con él. La mujer muestra
su amor, su gratitud, mediante las lágrimas, los besos y el perfume.
Lucas 7,44-47: El mensaje de Jesús al fariseo. Después de recibir la
respuesta del fariseo, Jesús aplica la parábola. Y estando en la casa del
fariseo, invitado por él, Jesús no pierde ocasión para tomarse la libertad de
hablar y actuar. Defiende a la mujer, y critica al judío practicante. El mensaje
de Jesús para los fariseos de todos los tiempos es: "¡A quien poco se le
perdona, poco amor muestra!" Un fariseo piensa que no tiene pecado, porque
observa en toda la ley. La seguridad personal que yo, fariseo, creo en mí por
la observancia de las leyes de Dios y de la Iglesia, muchas veces me impide
experimentar la gratuidad del amor de Dios. Lo que importa no es la
observancia de la ley en sí, sino el amor con que observo la ley. Y usando los
símbolos del amor de la mujer, Jesús da respuesta al fariseo que se
consideraba en paz con Dios:" Entré en tu casa y no me diste agua para los
pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus
cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de
besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. ¡Ella ha ungido mis pies
con perfume!” Simón a pesar de todo lo que me ofreciste, ¡tú tienes poco
amor!"
Lucas 7,48-50: Palabra de Jesús para la mujer. Jesús declara la mujer
perdonada y añade: "Tu fe te ha salvado. ¡Vete en paz!" Aquí aflora la novedad
de la actitud de Jesús. El no condena, sino acoge. Y fue la fe lo que ayudó a
la mujer a recomponerse y a encontrarse consigo misma y con Dios. En la
relación con Jesús, una fuerza nueva despertó dentro de ella y la hizo
renacer.
1) Oración inicial
¡Oh, Dios!, creador y dueño de todas las cosas, míranos; y, para que sintamos el
efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy continúa el episodio de ayer, que hablaba de la actitud
sorprendente de Jesús para con las mujeres, cuando defendió a una mujer, conocida
en la ciudad como pecadora, contra las críticas de un fariseo. Ahora, en el comienzo
del capítulo VIII, Lucas describe como Jesús iba por los poblados y por las ciudades de
Galilea, y la novedad es que iba acompañado no sólo por los discípulos, sino que
también por las discípulas.
Lucas 8,1: Los doce que siguen a Jesús. En una única frase Lucas describe la
situación: Jesús anda por todas partes, por los poblados y ciudades de Galilea,
anunciando la Buena Nueva de Dios y los doce están con él. La expresión
“seguir a Jesús” (cf. Mc 1,18; 15,41) indica la condición del discípulo que sigue
al Maestro, veinte y cuatro horas por día, procurando imitar su ejemplo y
participar de su destino.
Lucas 8,2-3: Las mujeres siguen a Jesús. Lo sorprendente es que, al lado de
los hombres, hay también mujeres “junto a Jesús”. Lucas coloca a los
discípulos y a las discípulas en pie de igualdad, pues ambos siguen a Jesús.
Lucas también conservó los nombres de algunas de estas discípulas: María
Magdalena, nacida en la ciudad de Mágdala. Había sido curada de siete
demonios. Juana, mujer de Cuza, procurador de Herodes Antipas, que era
gobernador de Galilea. Susana y varias otras. De ellas se afirma que “sirven
a Jesús con sus bienes”. Jesús permitía que un grupo de mujeres le
“siguiera” (Lc 8,2-3; 23,49; Mc 15,41). El evangelio de Marcos, hablando de
las mujeres en el momento de la muerte de Jesús, informa: “Unas mujeres
miraban de lejos. Entre ellas, María Magdalena, María, madre de Santiago, el
menor, y de José, y Salomé. Ellas habían seguido y servido a Jesús, desde
cuando él estaba en Galilea. Junto con ellas había otras más, que habían
subido
con Jesús a Jerusalén” (Mc 15,40-41). Marcos define su actitud con tres
palabras: seguir, servir, subir hasta Jerusalén. Los primeros cristianos no
llegaron a elaborar una lista de estas discípulas que seguían a Jesús como
hicieron los doce discípulos. Pero en las páginas del evangelio de Lucas
aparecen los nombres de siete discípulas: Maria Magdalena, Juana, mujer de
Cuza, Susana (Lc 8,3), Marta y Maria (Lc 10,38), María, madre de Santiago (Lc
24,10) y Ana, la profetisa (Lc 2,36), de ochenta y cuatro de edad. El número de
ochenta y cuatro es doce veces siete. ¡La edad perfecta! La tradición
eclesiástica posterior no valoró este dado del discipulado de las mujeres con
el mismo peso con que valoró el seguimiento de Jesús por parte de los
hombres. ¡Es una lástima!
El Evangelio de Lucas fue considerado siempre el evangelio de las mujeres.
De hecho, Lucas es lo que trae el mayor número de episodios en que se
destaca la relación de Jesús con las mujeres. Y la novedad no está sólo en la
presencia de las mujeres alrededor de Jesús, pero también y sobre todo en la
actitud de de Jesús con relación de Jesús con las mujeres. Jesús las toca y se
deja tocar por las mujeres, sin miedo a contaminarse (Lc 7,39; 8,44-45.54).
A diferencia de los maestros de la época, Jesús acepta a las mujeres como
seguidoras y discípulas (Lc 8,2-3; 10,39). La fuerza libertadora de Dios, actuante
en Jesús, hace que la mujer se levante y asuma su dignidad (Lc 13,13). Jesús es
sensible al sufrimiento de la viuda y se solidariza con su dolor (Lc 7,13). El
trabajo de la mujer preparando alimento está considerado por Jesús como
señal del Reino (Lc 13,20-21). La viuda persistente que lucha por sus derechos
es colocada como modelo de oración (Lc 18,1-8), y la viuda pobre que
comparte sus pocos bienes con los demás como modelo de entrega y de don
(Lc 21,1-4). En una época en que el testimonio de las mujeres no era
considerado como válido, Jesús acoge a las mujeres como testigos de su
muerte (Lc 23,49), sepultura (Lc 23,55-56) y resurrección (Lc 24,1-11.22-
24).
5) Oración final
Sondéame, oh, Dios, conoce mi corazón,
examíname, conoce mis desvelos.
Que mi camino no acabe mal,
guíame por el camino eterno. (Sal 139,23-24)
1) Oración inicial
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz;
concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el
esplendor de la verdad. Por nuestro Señor.
3) Reflexión
El Sermón de la Montaña ocupa los capítulos de 5 a 7 del Evangelio de Mateo. La
parte narrativa de los capítulos 8 y 9 tiene como finalidad mostrar cómo Jesús
practicaba lo que acababa de enseñar. En el Sermón de la Montaña Jesús enseñó la
acogida (Mt 5,23-25.38-42.43). Ahora, él mismo la practica al acoger a leprosos (Mt
8,1-4), extranjeros (Mt 8,5-13), mujeres (Mt 8,14-15), enfermos (Mt 8,16-17),
endemoniados (Mt 8,28-34), paralíticos (Mt 9,1-8), publicanos (Mt 9,9-13),
personas impuras (Mt 9,20-22), etc. Jesús rompe con las normas y costumbres
que excluían y dividían a las personas, esto es, el miedo y la falta de fe (Mt 8,23-
27) y las leyes de pureza (9,14-17), e indica claramente cuáles son las exigencias
de quienes quieren seguirle. Deben tener el valor de abandonar muchas cosas
(Mt 8,18-22). Así, en las actitudes y en la práctica de Jesús, aparece en qué
consisten el Reino y la observancia perfecta de la Ley de Jesús.
Mateo 9,9: El llamado para seguir a Jesús. Las primeras personas llamadas a
seguir a Jesús fueron cuatro pescadores, todos judíos (Mt 4,18-22). Ahora
Jesús llama a un publicano, considerado pecador y tratado como impuro por las
comunidades más observantes de los fariseos. En los demás evangelios, este
publicano se llama Leví. Aquí su nombre es Mateo, que significa don de Dios
o dado por Dios. Las comunidades, en vez de excluir al publicano como
impuro, deben considerarlo como un Don de Dios para la comunidad, pues
su presencia hace que la comunidad se vuelva ¡señal de salvación para
todos! Como los primeros cuatro llamados, así el publicano Mateo deja todo
lo que tiene y sigue a Jesús. El seguimiento de Jesús exige ruptura. Mateo
deja su despacho de impuestos, su fuente de renta, y sigue a Jesús.
Mateo 9,10: Jesús se sienta en la mesa con los pecadores y los publicanos. En
aquel tiempo, los judíos vivían separados de los paganos y de los pecadores y
no comían con ellos en la misma mesa. Los judíos cristianos tenían que romper
este aislamiento y crear comunión con los paganos e impuros. Fue esto lo que
Jesús enseñó en el Sermón de la Montaña, como expresión del amor universal
de Dios Padre (Mt 5,44-48). La misión de las comunidades era ofrecer un
lugar a los que no tenían lugar. En algunas comunidades, las personas venidas
del paganismo, aún siendo cristianas, no eran aceptadas en la misma mesa (cf.
Hec 10,28; 11,3; Gal 2,12). El texto del evangelio de hoy indica cómo Jesús
comía con publicanos y pecadores en la misma casa y en la misma mesa.
Mateo 9,11: La pregunta de los fariseos. A los judíos estaba prohibido
sentarse en la mesa con publicanos y paganos, pero Jesús no presta
atención a esto, por el contrario, confraterniza con ellos. Los fariseos,
viendo la actitud de Jesús,
preguntan a los discípulos: “¿Por qué vuestro maestro come con los
recaudadores de impuestos y con los pecadores?" Esta pregunta puede ser
interpretada como expresión del deseo de éstos, que quieren saber por qué
Jesús actúa así. Otros interpretan la pregunta como una crítica de los
comportamientos de Jesús, pues durante más de quinientos años, desde el
tiempo del cautiverio en Babilonia hasta la época de Jesús, los judíos habían
observado las leyes de pureza. Esta observancia secular se volvió para ellos
una fuerte señal de identidad. Al mismo tiempo, era factor de su separación
en medio de los otros pueblos. Así, por las causas de las leyes de pureza, no
podían ni conseguían sentarse en la mesa para comer con los paganos. Comer
con los paganos significaba volverse impuro Los preceptos de la pureza eran
rigurosamente observados, tanto en Palestina como en las comunidades
judaicas de la Diáspora. En la época de Jesús, había más de quinientos
preceptos para guardar la pureza. En los años setenta, época en que Mateo
escribe, este conflicto era muy actual.
Mateo 9,12-13: Misericordia quiero y no sacrificios. Jesús oye la pregunta de
los fariseos a los discípulos y responde con dos aclaraciones. La primera está
sacada del sentido común: "No necesitan médico los que están fuertes, sino los
que están mal”. La otra está sacada de la Biblia: “Aprendan, pues, lo que
significa: Misericordia quiero, y no sacrificio”. Por medio de estas dos
aclaraciones Jesús explicita y aclara su misión junto con la gente: “No he
venido a llamar a los justos sino a los pecadores". Jesús niega la crítica de
los fariseos, y no acepta sus argumentos, pues nacían de una falsa idea de
la Ley de Dios. El mismo invoca la Biblia: "¡Misericordia quiero y no
sacrificio!" Para Jesús la misericordia es más importante que la pureza legal.
Apela a la tradición profética para decir que para Dios la misericordia vale más
que todos los sacrificios (Os 6,6; Is 1,10-17). Dios tiene entrañas de
misericordia, que se conmueven ante las faltas de su pueblo (Os 11,8- 9).
5) Oración final
Señor, dichosos los que guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón; los
que, sin cometer iniquidad, andan por sus caminos. (Sal 119,2-3)
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la
luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que
parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y
resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en
la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y
en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y
testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de
fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos
has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2.Lectura
a) Clave de lectura:
El texto del evangelio que nos propone la liturgia de este domingo nos trae el segundo
anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como sucede en el primer
anuncio (Mc 8,31-33), también ahora los discípulos se han atemorizado y están
sobresaltados por el miedo. No entienden nada acerca de la cruz, porque no son
capaces de entender, ni de aceptar un Mesías que se convierta en siervo de los
hermanos. Ellos continúan soñando con un Mesías glorioso (Mt 16,21-22). Existe
una gran incoherencia en los discípulos. Cuando Jesús anuncia su Pasión-Muerte, ellos
discuten quién será el más grande entre ellos (Mc 9,34). ¡Jesús quiere servir y ellos
piensan sólo en mandar! La ambición los lleva a querer colocarse junto a Jesús. ¿Qué
es lo que mayormente me estimula en mi vida: la competitividad o el deseo de
mandar o el deseo de servir y de promover a las personas? La reacción de Jesús a la
pretensión de los discípulos ayuda a percibir algo de la pedagogía fraterna usada por
Él para formar a sus discípulos. Indica cómo le ayudaba a superar “ la levadura de los
Fariseos y de Herodes” (Mc 8,15). Esta levadura tiene raíces profundas. ¡Renace de
nuevo cada vez!
¡Pero Jesús no desiste! Combate y critica siempre la “levadura” mala. También
hoy existe una levadura de la ideología dominante. Una propaganda del sistema
neoliberal, del comercio, del consumismo, de las novelas, de los juegos, todo esto
influye profundamente en nuestro modo de pensar y de obrar. Como los discípulos
de Jesús, también nosotros, no siempre somos capaces de mantener una
conducta crítica ante la invasión de todo esto. El talante formador de Jesús nos
sigue ayudando.
b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:
30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, 31 porque
iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en
manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 33 Llegaron a
Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el
camino?» 34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era
el mayor. 35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el
primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» 36 Y tomando un niño, le
puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: 37 «El que reciba
a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no
me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.» 38 Juan le dijo: «Maestro,
hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con
nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» 39 Pero Jesús
dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi
nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.40 Pues el que no está contra
nosotros, está por nosotros.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) Comentario
“Seguir” era un término que hacía parte del sistema de la época. Se usaba
para indicar la relación entre discípulo y maestro. La relación entre discípulo
y maestro es diversa de la que hay entre profesor y alumno. Los alumnos
asisten a las lecciones del profesor de una determinada materia. Los
discípulos “siguen” al maestro y viven con él, todo el tiempo. Es propio en esta
“convivencia” de tres años con Jesús, que los discípulos reciban su formación.
Una formación de “seguimiento de Jesús”, no es en primer lugar la
transmisión de verdades para repetir, sino la comunicación de una nueva
experiencia de Dios y de la vida que irradiaba de Jesús para los discípulos.
La comunidad misma que se formaba alrededor de Jesús era la expresión de
esta nueva experiencia. La formación llevaba a las personas a tener una visión
distinta, una actitud diversa. Hacía nacer en ellos una nueva conciencia de
la misión y el respeto de uno mismo. Operaba de modo que se alineasen de
parte de los excluidos. Producía una “conversión”, consecuencia de haber
aceptado la Buena Noticia (Mc 1,15). Jesús es el eje, el centro, el modelo, la
referencia para la comunidad. Él indica el camino a seguir, es “camino, verdad
y vida” (Jn 14,6). Para sus conductas es la prueba y la muestra del Reino: vuelve
transparente y encarna el amor de Dios y lo revela (Mc 6,31; Mt 10,30; Lc
15,11-32). Jesús es una “persona significativa” para ellos, que dejará por
siempre una impronta en ellos.
Muchos pequeños gestos reflejarán este testimonio de vida con el cual Jesús
señalaba su presencia en la vida de los discípulos. Era su modo de dar
forma humana a la experiencia que Él mismo tenía del Padre. En este su
modo de ser y de convivir, de relacionarse con las personas, de guiar al
pueblo y de escuchar a los que venían a hablar con Él, Jesús aparece:
* como una persona de paz, que inspira paz y reconciliación: “¡La Paz sea con
vosotros!” (Jn 20,19; Mt 10,26-33; Mt 18,22; Jn 20,23; Mt 16,19; Mt 18,18);
* como una persona libre y que libera, que despierta la libertad y la
liberación: “El hombre no se ha hecho para el sábado, sino el sábado para el
hombre” (Mc 2,27 2,18-23);
* como una persona de oración, al que vemos orar en todos los momentos
importantes de su vida y que despierta en los otros las ganas de rezar: “Señor,
enséñanos a orar” (Lc 11,1-4; Lc 4,1-13, 6,12-13; Jn 11,41-42; Mt 11,25; Jn 17,1-26;
Lc 23,46;
Mc 15,34);
* como una persona afectuosa, que provoca respuestas llenas de amor (Lc 7,37-
38; 8,2-3; Jn 21,15-17; Mc 14,3-9; Jn 13,1);
* como una persona acogedora, que está siempre presente en la vida de los
discípulos y que los acoge a la vuelta de la misión (Lc 10,7);
* como una persona realista y observadora, que despierta la atención de los
discípulos por las cosas de la vida mediante la enseñanza de las Parábolas (Lc
8,4- 8);
* como una persona atenta, preocupada por los discípulos (Jn 21,9) , que cuida
hasta de su descanso y que quiere estar con ellos de modo que puedan
descansar (Mc 6,31);
* como una persona preocupada con la situación, que olvida la propia fatiga y el
propio descanso cuando ve que la gente lo busca (Mt 9,36-38);
* como una persona amiga, que comparte todo, hasta el secreto del Padre (Jn
15,15);
* como una persona comprensiva, que acepta a los discípulos como son, hasta
en su huída, la negación, la traición, sin romper con ellos (Mc 14,27-28; Jn
6,67);
* como una persona empeñada, que defiende a sus amigos cuando son criticados
por los adversarios (Mc 2,18-19; 7,5-13);
* como una persona sabia, que conoce la fragilidad del ser humano, sabe lo que
sucede en su corazón, y por esto insiste en la vigilancia y enseña a orar (Lc
11,1-13; Mt 6,5-15). En una palabra, Jesús se presenta como una persona
humana, muy humana, tan humana como sólo Dios puede ser humano. ¡Hijo
del Hombre!
6. Salmo 30 (29)
Acción de gracias después de un período mortal
Te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado, no has dejado que mis enemigos se
rían de mí. Yahvé, Dios mío, te pedí auxilio y me curaste. Tú, Yahvé, sacaste mi vida
del Seol, me reanimaste cuando bajaba a la fosa.
Cantad para Yahvé los que lo amáis, recordad su santidad con alabanzas. Un instante
dura su ira, su favor toda una vida; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana
gritos de júbilo.
Al sentirme seguro me decía: «Jamás vacilaré». Tu favor, Yahvé, me afianzaba más
firme que sólidas montañas; pero luego escondías tu rostro y quedaba todo
conturbado.
A ti alzo mi voz, Yahvé, a mi Dios piedad imploro: ¿Qué ganas con mi sangre, con que
baje a la fosa? ¿Puede el polvo alabarte, anunciar tu verdad?
¡Escucha, Yahvé, ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahvé, mi auxilio!
Has cambiado en danza mi lamento: me has quitado el sayal, me has vestido de fiesta.
Por eso mi corazón te cantará sin parar; Yahvé, Dios mío, te alabaré por siempre.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza
para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu
Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos
de los siglos.
Amén.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos trae tres pequeños dichos de Jesús. Son frases sueltas
que Lucas coloca aquí después de la parábola de la simiente (Lc 8,4-8) y de su
explicación a los discípulos (Lc 8,9-15). En este contexto literario Lucas coloca las
tres frases, y ayuda a comprender la manera en que quiere que la gente entienda
estas frases de Jesús.
Lucas 8,16: La lámpara que ilumina. "Nadie enciende una lámpara y la tapa
con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un
candelero, para que los que entren vean la luz.”. Esta frase de Jesús es una
pequeña parábola. Jesús no explica, pues todo el mundo sabía de qué se
trataba. Era algo da la vida de todos los días. En aquel tiempo, no había luz
eléctrica. Uno se puede imaginar lo siguiente. La familia está reunida en casa.
Comienza a caer la noche. Alguien se levanta, toma la lámpara, la enciende y la
pone debajo de una cama o la tapa con algo. ¿Qué dirán los demás? Todos
gritarán: ¿Estás loco/a, o qué? ¡Pon la lámpara encima de la mesa!” En una
reunión bíblica, alguien hizo el siguiente comentario: la palabra de Dios es una
lámpara para ser encendida en la oscuridad de la noche. Si se queda en el libro
cerrado de la Biblia, es como una lámpara tapada con una vasija. Está colocada
encima de la mesa e ilumina la casa cuando es leída por la comunidad y está
enlazada con la vida. En el contexto en que Lucas coloca esta frase, se refiere a
la explicación que Jesús dio de la parábola de la semilla (Lc 8,9- 15). Es como si
dijera: las cosas que tú acabas de oír, no debes guardarlas para ti, sino que
debes irradiarlas para los demás. Un cristiano no debe tener miedo a dar
testimonio y a irradiar la Buena Nueva. La humildad es importante, pero es
falsa
la humildad que esconde los dones de Dios dados para edificar la comunidad
(1Cor 12,4-26; Rom 12,3-8).
Lucas 8,17: Lo escondido se volverá manifiesto. “Pues nada hay oculto que
no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y
descubierto.” Esta segunda frase de Jesús, de acuerdo con el contexto que fue
puesto por Lucas, también se refiere a las enseñanzas que Jesús dio en
particular a sus discípulos (Lc 8,9-10). Los discípulos no pueden conservarlas
para sí, sino que deben divulgarlas, pues forman parte de la Buena Nueva de
Dios que Jesús nos trae.
Lucas 8,18: Prestar atención a las ideas preconcebidas. “Mirad, pues, cómo
oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener
se le quitará". En aquel tiempo, había muchas ideas preconcebidas sobre el
Mesías que impedían a la gente el que entendiera de forma correcta la Buena
Nueva del Reino que Jesús anunciaba. Por esto, esta advertencia de Jesús con
relación a ideas preconcebidas es de mucha actualidad. Jesús pide a los
discípulos que tomen conciencia de las ideas preconcebidas con que escuchan la
enseñanza que él les ofrece. A través de esta frase de Jesús, Lucas está
diciendo a las comunidades y a todos nosotros: “¡Prestad atención a las ideas
con que miráis a Jesús!” Pues, si el color de los ojos es verde, todo será de
color de verde. ¡Si fuera azul, todo será de color de azul! Si la idea con la que
miro a Jesús fuera equivocada, todo lo que pienso, recibo y enseño sobre Jesús
estará amenazado de error. Si yo pienso que el mesías ha de ser un rey
glorioso, no voy a entender nada de lo que Jesús enseña sobre la Cruz, sobre el
sufrimiento, la persecución y el compromiso, y hasta voy a perder aquello que
yo pensaba poseer. Uniendo esta tercera fase a la primera, se puede concluir lo
siguiente: quien quiera quedarse con lo que recibe, sin compartirlo con los
demás, pierde aquello que tiene, pues se va a pudrir.
5) Oración final
Dichosos los que caminan rectamente, los que proceden en la ley de Yahvé.
Dichosos los que guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón. (Sal 119,1-2)
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos habla del episodio en que los padres de Jesús,
inclusive su madre, quisieron conversar con é, pero Jesús no les presta
atención. Jesús tuvo problemas con la familia. A veces, la familia ayuda a vivir
mejor y a participar en la comunidad. Otras veces, dificulta esa convivencia. Así
fue para Jesús, y así es para nosotros.
Lucas 8,19-20: La familia busca a Jesús. Los parientes llegan a la casa donde
estaba Jesús. Probablemente habían venido de Nazaret. De allí a Cafarnaúm
hay sólo unos 40 km. Su madre estaba con ellos. No entran, pues había mucha
gente, pero le mandan un recado: “Tu madre y tus hermanos están fuera ahí
fuera, y quieren verte". Según el evangelio de Marcos, los parientes no
quieren ver a Jesús. Ellos quieren llevárselo y traérselo para casa (Mc 3,32).
Pensaban que Jesús se había vuelto loco (Mc 3,21). Probablemente, tenían
miedo, pues según nos informa la historia, la vigilancia de parte de los
romanos con relación a todos los que de una forma o de otro tenían un cierto
liderazgo popular, era enorme (cf. He 5,36-39). En Nazaret, en la sierra,
estaría más al seguro que en la ciudad de Cafarnaúm.
Lucas 8,21: La respuesta de Jesús. La reacción de Jesús es firme:"Mi madre
y mis hermanos son los que oyen la Palabra de Dios, y la ponen en práctica." En
Marcos, la reacción de Jesús es más concreta. Marcos dice: “Entonces Jesús
miró hacia las personas que estaban sentadas a su alrededor y dijo: Aquí
están mi madre y mis hermanos. Aquel que hace la voluntad de Dios, éste
es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,34-35). ¡Jesús ensancha la
familia! No permite que la familia lo aleje de la misión: ni la familia (Jn 7,3-
6), ni Pedro (Mc 8,33), ni los discípulos (Mc 1,36-38), ni Herodes (Lc 13,32), ni
nadie (Jn 10,18).
Es la palabra la que crea la nueva familia alrededor de Jesús: "Mi madre y mis
hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios, y la ponen en
práctica.". Un buen comentario de este episodio es lo que dice el evangelio de
Juan en el prólogo: “En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el
mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos
los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en
su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo
de hombre sino que nacieron de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su
Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del
Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,10-14). La familia, los
parientes, no entendieron a Jesús (Jn 7,3-5; Mc 3,21), no hacen parte de la
nueva familia. Hacen parte de la nueva comunidad sólo aquellos y aquellas que
reciben la Palabra, esto es, que creen en Jesús. Estos nacen de Dios y forman
la Familia de Dios.
La situación de la familia en el tiempo de Jesús. En el tiempo de Jesús, tanto
la coyuntura política, social y económica como la ideología religiosa, todo
conspiraba para el enflaquecimiento de los valores centrales del clan, de la
comunidad. La preocupación con los problemas de la propia familia impedía que
las personas se uniesen en comunidad. Ahora, para que el Reino de Dios
pudiera
manifestarse, de nuevo, en la convivencia comunitaria de la gente, las
personas tenían que superar los límites estrechos de la pequeña familia y
abrirse a la gran familia, a la Comunidad. Jesús dio el ejemplo. Cuando su
familia trató de apoderarse de él, reaccionó y ensanchó la familia (Mc 3,33-35).
Creó comunidad.
Los hermanos y las hermanas de Jesús. La expresión “hermanos y hermanas
de Jesús” es causa de mucha polémica entre católicos y protestantes.
Basándose en éste y en otros textos, los protestantes dicen que Jesús tenía
más hermanos y que María tenía más hijos. Los católicos dicen que María no
tuvo más hijos. ¿Qué pensar de esto? En primer lugar, las dos posiciones,
tanto de los católicos como de los protestantes, ambas tienen argumentos
sacados de la Biblia y de la Tradición de sus respectivas iglesias. Por esto, no
conviene pelearse ni discutir esta cuestión con argumentos sólo de la cabeza.
Pues se trata de convicciones profundas, que tienen que ver con la fe y con
los sentimientos de ambos. El argumento sólo de la cabeza no consigue
deshacer una convicción del corazón.
¡Apenas irrita y aleja! Aún cuando no concuerdo con la opinión del otro, tengo
que respetarla siempre. En segundo lugar, en vez de discutir alrededor de
textos, nosotros todos, católicos y protestantes, deberíamos unirnos bien para
luchar en defensa de la vida, creada por Dios, vida tan desfigurada por la
pobreza, por la injusticia, por la falta de fe. Deberíamos recordar alguna que
otra frase de Jesús: “He venido para que todos tengan vida, y la tengan en
abundancia”(Jn 10,10). “Que todos sean uno, para que el mundo crea que Tú,
Padre, me has enviado”(Jn 17,21). “¡No se lo impidáis! Quien no está en contra
está a favor nuestro”(Mc 10,39.40).
5) Oración final
Enséñame, Yahvé, el camino de tus preceptos, lo quiero recorrer como recompensa.
Dame inteligencia para guardar tu ley y observarla de todo corazón. (Sal 119,33-34)
1) Oración inicial
¡Oh, Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo;
concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro
Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos trae la descripción de la misión que los Doce recibieron de
Jesús. Más adelante, Lucas habla de la misión de los setenta y dos discípulos (Lc 10,1-
12). Los dos se completan y revelan la misión de la iglesia.
Lucas 9,1-2: Envío de los doce para la misión. “Les dio autoridad y poder
sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a
proclamar el Reino de Dios y a curar”.Llamando a los doce, Jesús intensifica
el anuncio de la Buena Nueva. El objetivo de la misión es simple y claro:
reciben el poder y la autoridad para expulsar a los demonios, para curar las
dolencias y para anunciar el Reino de Dios. Así como la gente quedaba
admirada ante la autoridad de Jesús sobre los espíritus impuros y ante su
manera de anunciar la Buena Nueva (Lc 4,32.36), lo mismo deberá acontecer
con la predicación de los doce apóstoles.
Lucas 9,3-5: Las instrucciones para la Misión. Jesús los envió con las
siguientes recomendaciones: no pueden llevar nada “ni bastón, ni alforja, ni
dinero, ni dos túnicas”. No pueden andar de casa en casa, sino que “Cuando
entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí.” En caso
de que no os reciban “sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio
contra ellos”. Como veremos, estas recomendaciones extrañas para
nosotros, tienen un significado muy importante.
Lucas 9,6: La ejecución de la misión. Y ellos se fueron. Es el comienzo de una
nueva etapa. Ahora ya no es sólo Jesús, sino es todo el grupo que va a anunciar
la Buena Nueva de Dios a la gente. Si la predicación de Jesús ya causaba
conflictos, cuánto más ahora, con la predicación de todo el grupo.
Los cuatro puntos básicos de la misión. En el tiempo de Jesús, había
diversos movimientos de renovación: esenios, fariseos, zelotes. Ellos
también buscaban una nueva manera de convivir en comunidad y tenían a
sus misioneros (cf. Mt 23,15). Pero éstos, cuando iban en misión, iban
prevenidos. Llevaban alforja y dinero para cuidar de su propia comida. Pues
no confiaban en la comida de la gente que no siempre era ritualmente
“pura”. Al contrario de los otros misioneros, los discípulos de Jesús recibieron
recomendaciones diferentes que nos ayudan a entender los puntos
fundamentales de la misión de anunciar la Buena Nueva:
a) Deben ir sin nada (Lc 9,3; 10,4). Esto significa que Jesús obliga a confiar en la
hospitalidad. Pues, quien va sin nada, va porque confía en la gente y piensa que
va a ser recibido. Con esta actitud, critican las leyes de la exclusión, enseñadas
por la religión oficial, y por la nueva práctica, mostraron que tenían otros
criterios de comunidad.
b) Deben quedarse hospedados en la primera casa hasta retirarse del lugar
(Lc 9,4; 10,7). Esto es, deben convivir de forma estable y no andar de casa
en casa. Deben trabajar como todo el mundo y vivir de lo que reciben a
cambio, “pues el obrero merece su salario” (Lc 10,7). Con otras palabras,
tienen que participar de la vida y del trabajo de la gente, y la gente los acogerá
en su comunidad y compartirá con ellos casa y comida. Esto significa que
deben confiar en el compartir. Esto explica también la severidad de la
crítica contra los que no aceptan el mensaje:
sacudirse el polvo de los pies, como pretexto contra ellos (Lc 10,10-12),
pues no rechazan algo nuevo, sino que su propio pasado.
c) Tienen que curar a los enfermos y expulsar los demonios (Lc 9,1; 10,9; Mt
10,8). Esto es, deben ejercer la función de “defensor” (goêl) y acoger para
dentro del clan, dentro de la comunidad, a los excluidos. Con esta actitud
critican la situación de desintegración de la vida comunitaria del clan y apuntan
hacia salidas concretas. La expulsión de demonios es señal de que el Reino de
Dios ha llegado (Lc 11,20).
d) Tienen que comer lo que el pueblo les da (Lc 10,8). No pueden vivir
separados con su propia comida, sino que han de aceptar la comunión de
mesa. Esto significa que, en contacto con la gente, no deben tener miedo a
perder la pureza como era enseñada en la época. Con esta actitud critican las
leyes de la pureza en vigor y muestran, por medio de la nueva práctica, que
poseen otro acceso a la pureza, esto es, a la intimidad con Dios. Estos eran
los cuatro puntos básicos de la vida comunitaria que debían marcar la
actitud de los misioneros o de las misioneras que anunciaban la Buena
Nueva de Dios en nombre de Jesús: hospitalidad, compartir, comunión de
mesa, y acogida a los excluidos (defensor, goêl). Si estas cuatro exigencias se
cumplen, entonces pueden y deben gritar a los cuatro vientos: “¡El Reino ha
llegado!” (cf. Lc 10,1-12; 9,1-6; Mc 6,7-13; Mt 10,6-16). Pues el Reino de Dios
que Jesús nos ha revelado no es una doctrina, ni un catecismo, ni una ley. El
Reino de Dios acontece y se hace presente cuando las personas, motivadas
por su fe en Jesús, deciden convivir en comunidad para así testimoniar y
revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente,
nosotros, los seres humanos, somos hermanos y hermanas unos de otros.
Jesús quería que la comunidad local fuera de nueva una expresión de la
Alianza, del Reino, del amor de Dios como Padre, que nos hace a todos
hermanos y hermanas.
5) Oración final
Mi porción es Yahvé. He decidido guardar tus palabras. Busco con anhelo tu favor,
tenme piedad por tu promesa. (Sal 119,57-58)
1) Oración inicial
¡Oh, Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo;
concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro
Señor.
2) Lectura del santo Evangelio según Lucas 9,7-9
Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba y estaba perplejo, porque
unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se
había aparecido, y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes
dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y
buscaba verle.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos presenta la reacción de Herodes ante la predicación de Jesús.
Herodes no sabe situar a Jesús. Había matado a Juan Bautista y ahora quiere ver a
Jesús de cerca. En el horizonte despuntan amenazas.
Lucas 9,7-8: ¿Quién es Jesús? El texto empieza con un balance de las
opiniones de la gente y de Herodes sobre Jesús. Algunos asociaban a Jesús
con Juan Bautista y Elías. Otros lo identificaban como Profeta, esto es, como
alguien que habla en nombre de Dios, que tiene el valor de denunciar las
injusticias de los poderosos y que sabe animar la esperanza de los
pequeños. Es el profeta anunciado en el Antiguo Testamento como un
nuevo Moisés (Dt 18,15). Son las mismas opiniones que Jesús mismo recoge
de los discípulos al preguntarle: "¿Quién dice los demás que o soy?" (Lc
9,18). Las personas trataban de comprender a Jesús desde lo que ellos
mismos conocían pensaban y esperaban. Trataban de enmarcarle dentro de los
criterios familiares del Antiguo Testamento, con sus profecías y esperanza, y de
la Tradición de los Antiguos, con sus leyes. Pero eran criterios insuficientes.
Jesús no cabía allí dentro, ¡era más grande!
Lucas 9,9: Herodes quiere ver a Jesús. “Entonces Herodes dijo: "A Juan, le
decapité yo.¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?” Y buscaba
verle”. Herodes, hombre supersticioso y sin escrúpulos, reconoce ser el
asesino de Juan el Bautista. Ahora quiere ver a Jesús. Lucas sugiere así que
hay amenazas que empiezan a despuntar en el horizonte. Herodes no tuvo
miedo de matar a Juan Bautista. No lo tendrá tampoco a la hora de matar a
Jesús. Cuando le dijeron que Herodes trataba de hacerle preso, mandó a
decirle: “«Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo
curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.” (Lc 13,32). Herodes
no tiene poder sobre Jesús. Cuando en la hora de la pasión, Pilatos manda
Jesús donde Herodes para que investigue sobre él, Jesús no le da ninguna
respuesta (Lc 23,9). Herodes no merecía respuesta.
De padre en hijo. Hay veces en que se confunden los tres Herodes que vivieron
en aquella época, pues los tres aparecen en el Nuevo Testamento con el
mismo nombre: a) Herodes, llamado el Grande, gobernó sobre Palestina del 37
al 4 antes de Cristo. Aparece en el nacimiento de Jesús (Mt 2,1). Mató a los
niños de Belén (Mt 2,16). b) Herodes, llamado Antipas, gobernó sobre Galilea
del 4 al 39 después de Cristo. Aparece en la muerte de Jesús (Lc 23,7). Mató a
Juan Bautista (Mc 6,14- 29). c) Herodes, llamado Agripa, gobernó sobre toda
Palestina del 41 al 44 después de Cristo. Aparece en los Hechos de los
Apóstoles (Hec 12,1.20). Mató al apóstol Santiago (He 12,2). Cuando Jesús
tenía más o menos cuatro años, murió el rey Herodes. Aquel que mató a los
niños de Belén (Mt 2,16).
Su territorio fue dividido entre los hijos. Arquéalo, uno de sus dos hijos,
recibió el gobierno sobre la Judea. Era menos inteligente que el padre, pero
más violento. Solamente en su toma de posesión fueron masacradas casi
3000 personas, ¡en la plaza del Templo! El evangelio de Mateo informa que
María y José, cuando supieron que este Arquéalo había asumido el gobierno de
Judea, tuvieron miedo
de volver por allá y fueron a morar en Nazaret, en Galilea (Mt 2,22), gobernada
por otro hijo de Herodes, llamado Herodes Antipas (Lc 3,1). Este Antipas quedó
en el poder por más de 40 años.
Durante los treinta y tres años que Jesús vivió nunca hubo cambios en el
gobierno de Galilea. Herodes el Grande, el padre de Herodes Antipas, había
construido la ciudad de Cesaréa Marítima, inaugurada en el año 15 antes de
Cristo. Era el nuevo puerto de desagüe de los productos de la región. Debía
competir con el gran puerto de Tiro en el Norte, y así ayudar para el
fomento del comercio en Samaria y en Galilea. Por esto, desde los tiempos
de Herodes el Grande, la producción agrícola en Galilea empezaba a
orientarse no más a partir de las necesidades de las familias, como era antes,
sino desde las exigencias de mercado. Este proceso de cambio en la
economía continuó durante todo el gobierno de Herodes Antipas, más de
cuarenta años, y encontró en él a un organizador eficiente. Todos estos
gobernantes estaban bajo dueño. Quien mandaba e Palestina, desde el 63 antes
de Cristo, era Roma, el Imperio.
5) Oración final
Sácianos de tu amor por la mañana, y gozaremos y cantaremos de por vida.
Alégranos por los días que nos humillaste, por los años en que conocimos la
desdicha. (Sal 90,14- 15)
1) Oración inicial
¡Oh, Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo;
concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por
nuestro Señor.
5) Oración final
Bendito Yahvé, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos
para la batalla. Es mi aliado y mi baluarte, mi alcázar y libertador, el escudo que me
cobija. (Sal 144,1-2)
1) Oración inicial
¡Oh, Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo;
concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro
Señor.
3) Reflexión
El evangelio de hoy nos habla del segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección
de Jesús. Los discípulos no entendieron la palabra sobre la cruz, porque no son
capaces de entender ni di aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos.
Ellos siguen soñando con un mesías glorioso.
Lucas 9,43b-44: El contraste. “Estando todos maravillados por todas las
cosas que hacía, dijo a sus discípulos: “Poned en vuestros oídos estas
palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.”
El contraste es muy grande. Por un lado la gente vibra y admira todo aquello
que Jesús decía y hacía. Jesús parece corresponder a todo aquello que la gente
sueña, crea y espera. Por otro lado, la afirmación de Jesús que será preso y
que será entregado en manos de los hombres. Es decir, la opinión de las
autoridades sobre Jesús es totalmente contraria a la opinión de la gente.
Lucas 9,45: El anuncio de la Cruz. “Pero ellos no entendían lo que les decía;
les estaba velado su sentido de modo que no lo comprendían y temían
preguntarle acerca de este asunto.” Y tenían miedo a hacer preguntas sobre
el asunto”. Los discípulos lo escuchaban, pero no entendían las palabras
sobre la cruz. Pero con todo, no piden aclaraciones. ¡Tienen miedo en dejar
aflorar su ignorancia!
El título de Hijo del Hombre. Este nombre aparece con gran frecuencia en
los evangelios: 12 veces en Juan, 13 veces en Marcos, 28 veces en Lucas, 30
veces en Mateo. En todo, 83 veces en los cuatro evangelios. A Jesús le gustaba
mucho usar este nombre, más que todos los demás.
Este título viene del AT. En el libro de Ezequiel, indica la condición bien
humana del profeta (Ez 3,1.4.10.17; 4,1 etc.). En el libro de Daniel, el mismo
título aparece en una visión apocalíptica (Dan 7,1-28), en la que Daniel
describe los imperios de los Babiloneses, de los Medos, de los Persas y de
los Griegos. En la visión del profeta, estos cuatro imperios tienen la apariencia
de “animales monstruosos” (cf. Dan 7,3- 8). Son imperios animalescos,
brutales, deshumanos, que persiguen, deshumanizan y matan (Dan
7,21.25).
En la visión del profeta, después de los reinos antihumanos, aparece el
Reino de Dios que tiene apariencia no de animal, sino que de figura
humana, Hijo de hombre. Es decir, se trata de un reino con apariencia de
gente, reino humano, que promueve la vida. Humaniza. (Dan 7,13-14). En la
profecía de Daniel la figura del Hijo del Hombre representa, no a un
individuo, sino, como el mismo dice, al “pueblo de los Santos del Altísimo”
(Dan 7,27; Cf. Dan 7,18). Es el pueblo que no se deja deshumanizar ni engañar
o manipular por la ideología dominante de los imperios animalescos.
La misión del Hijo del Hombre, esto es, del pueblo de Dios, consiste en
realizar el Reino de Dios como un reino humano. Reino que no persigue la
vida, ¡sino que la promueve! Humaniza a las personas. Al presentarse a los
discípulos como a Hijo del Hombre, Jesús asume como suya esta misión que
es la misión de todo el Pueblo de Dios. Y es como si les dijera a ellos y a
todos nosotros: “¡Vengan conmigo! Esta misión no es sólo mía, sino que es
de todos nosotros. ¡Vamos juntos a realizar la misión que Dios nos ha
entregado, a realizar el Reino humano y humanizador que él soñó!” Y fue lo
que él hizo y vivió durante toda la vida, sobre todo, en los últimos treinta
años.
Decía el Papa León Magno: “Jesús fue tan humano, pero tan humano, como sólo
Dios puede ser humano”. Cuando más humano, tanto más divino. ¡Cuando
más “hijo del hombre” tanto más “hijo de Dios!” Todo aquello que
deshumaniza a las personas aleja de Dios. Fue lo que Jesús condenó,
colocando el bien de la persona humana como prioridad encima de las leyes,
encima del sábado (Mc 2,27). En la hora de ser condenado por el tribunal
religioso del sinedrio, Jesús asumió este título. Al preguntarle si era el “hijo de
Dios” (Mc 14,61), responde que es el “hijo del Hombre”: “Yo soy. Y veréis al
Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso” (Mc 14,62). Por
causa de esta afirmación fue declarado reo de muerte por las autoridades.
El mismo sabía de esto, pues había dicho: “El Hijo del Hombre no ha venido
para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate de muchos” (Mc
10,45).
5) Oración final
Tu palabra, Yahvé, para siempre, firme está en los cielos.
Tu verdad dura por todas las edades, tú asentaste la tierra, que persiste. (Sal 119,89-90)
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la
luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que
parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y
resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en
la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y
en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los
discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y
testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de
fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos
has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2.Lectura
a) Clave de lectura:
El texto del Evangelio de este 26º Domingo del tiempo ordinario nos presenta
parte de una larga instrucción hecha por Jesús a sus discípulos (Mc 8,22 a 10,52).
(Véase el comentario del evangelio del 24º Domingo). Esta vez el Evangelio
expone, sobre todo, tres exigencias de conversión para las personas que quieran
seguirlo:
(i) corrige la mentalidad equivocada de quien piensa ser el dueño de Jesús (Mc
9,38-40);
(ii) insiste en la acogida que hay que dar a los pequeños (Mc 9,41-42) y
(iii) manda comprometerse radicalmente por el Evangelio (Mc 9,43-48).
b) Una división del texto para ayudarnos en su lectura:
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o que ha llamado más
tu atención?
b) ¿Qué significa hoy, para nosotros, la afirmación de Jesús: “Quien no está
en nuestra contra está a nuestro favor”?
c) ¿Cómo traducir hoy el “vaso de agua” del que habla Cristo?
d) ¿Quiénes eran los “pequeños”? ¿Qué significa “ser motivo de escándalo para
los pequeños”? (v.42).
e) “Soga al cuello”, “Corta la mano o el pie”, “Saca tu ojo”: ¿Estas
expresiones pueden ser tomadas literalmente? ¿Qué querrá decir Jesús con
estas expresiones?
f) En nuestra sociedad y en nuestra comunidad, ¿quiénes son los pequeños
y los marginados? ¿Cuál y cómo es la acogida que les damos a ellos?
Varias veces Jesús insiste en la acogida que hay que dar a los pequeños. “Quien
acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, me acoge a mí” (Mc 9,37). Quien da
un vaso de agua a uno de estos pequeños no perderá su recompensa (Mt 10,42). Pide
no despreciar a los pequeños (Mt 18,10). Y en el juicio final los justos serán recibidos
porque dieron de comer “a uno de estos más pequeños” (Mt 25.40).
Si Jesús insiste tanto en la acogida, es porque muchos pequeños de hecho no
eran acogidos. En efecto, mujeres y niños no contaban (Mt 14,21; 15,38), eran
despreciados (Mt 18,10) y obligados al silencio (Mt 21,15-16). Incluso los apóstoles
impedían que se acercasen a Jesús (Mt 19,13; Mc 10,13-14). En nombre de la ley de
Dios, mal interpretada por las autoridades religiosas, muchas personas buenas
eran marginadas. En vez de acoger a los marginados, la ley se usaba para
legitimar la exclusión.
En los evangelios la expresión “pequeños” (en griego se dice elachistoi, mikroi o
nepioi) a veces indica “ los niños”, otras veces indica sectores excluidos de la
sociedad. No es fácil distinguir. A veces lo que es “pequeño” en el evangelio, quiere
decir “niño”, porque los niños pertenecían a la categoría de los “pequeños”, de los
excluidos. Además, no siempre es fácil distinguir lo que viene del tiempo de Jesús y
lo que viene del tiempo de las comunidades para las cuales se escribieron los
evangelios. Pero, sea lo que sea, lo que está claro es el contexto de exclusión vigente
de la época, y la imagen que las primeras comunidades tenían de Jesús: Jesús se
pone de parte de los pequeños y asume su defensa. Llama la atención lo que Jesús
hace en defensa de la vida de los niños, de los pequeños.
Acoger y no escandalizar. Una de las palabras más duras de Jesús es contra
aquellos que causan escándalo a los pequeños, o sea, los que con su conducta
quitan a los niños la fe en Dios. Para ellos sería mejor ponerse una piedra al
cuello y ser arrojados al profundo del mar (Mc 9,42; Lc 17,2; Mt 18,6).
Acoger y tocar. Cuando los niños se acercan a Jesús para pedir su bendición,
los apóstoles se enfadan y quieren alejarlos. Según las normas de la época,
tanto las madres como los niños pequeños, vivían todos prácticamente en un
permanente estado de impureza legal. ¡Tocar quería decir contraer
impureza! Pero Jesús corrige a los discípulos y acoge a las madres y a los
niños. Y los abraza. “¡Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis!” (Mc
10,13-16; Mt 19,13-15).
Identificarse con los niños. Jesús abraza a los niños y se identifica con ellos.
Quien recibe a un niño, “ me recibe a Mí” (Mc 9,37). “Y todo lo que hagáis a uno
de estos pequeños, me lo hacéis a Mí” (Mt 25,40).
Llegar a ser como niños. Jesús dice a los apóstoles que se conviertan en
niños y acepten el Reino como niños. De otra manera, no es posible entrar en
el Reino (Mc 10,15, Mt 18,3; Lc 9,46-48). Él está indicando que los niños son
los profesores de los adultos. Y esto no era normal. Queremos hacer lo
contrario.
Defender el derecho de gritar. Cuando Jesús entra en la ciudad de Jerusalén,
son los niños los que más gritan: “¡Hosanna al hijo de David!” (Mt 21,15).
Criticado por los jefes de los sacerdotes y de los escribas, son defendidos
por Jesús que invoca incluso las Escrituras para defenderlos (Mt 21,16).
Dar gracias por el Reino presente en los niños. La alegría de Jesús es grande,
cuando se da cuenta de que los pequeños, entienden las cosas del Reino que Él
anunciaba a la gente. “Padre, yo te doy gracias!” (Mt 11,25-26). Jesús reconoce
que los pequeños entienden mejor las cosas del reino que los doctores.
Acoger y curar. Son muchos los niños y jóvenes que Él acoge, cura o
resucita: la hija de Jairo, de 12 años (Mc 5,41-42), la hija de la cananea (Mc
7,29-30), el hijo de la viuda de Naín (Lc 7,9-10), el hijo del funcionario público
(Jn 4,50), el niño que tenía cinco panes y cinco peces (Jn 6,9).
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza
para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu
Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú
que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos
de los siglos.
Amén.
1) Oración inicial
¡Oh, Dios! que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la
misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que,
deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro
Señor.
3) Reflexión
El texto se ilumina. Si anteriormente Lucas nos presentaba cómo se reunían los
hombres en torno a Jesús para reconocerlo por la fe, para escucharlo y presenciar sus
curaciones, ahora se abre una nueva etapa de su itinerario público. La atención a
Jesús no monopoliza ya la actitud de la muchedumbre, sino que Jesús se nos
presenta como el que poco a poco es quitado a los suyos para ir al Padre. Este
itinerario supone el viaje a Jerusalén. Cuando está a punto de emprender este viaje,
Jesús les revela el final que le espera (9,22). Después se transfigura ante ellos como
para indicar el punto de partida de su “éxodo” hacia Jerusalén. Pero inmediatamente
después de la experiencia de la luz en el acontecimiento de la transfiguración, Jesús
vuelve a anunciar su pasión dejando a los discípulos en la inseguridad y en la
turbación. Las palabras de Jesús sobre el hecho de su pasión, “el Hijo del hombre va a
ser entregado en manos de los
hombres”, encuentran la incomprensión de los discípulos (9,45) y un temor silencioso
(9,43).
Jesús toma a un niño. El enigma de la entrega de Jesús desencadena una
disputa entre los discípulos sobre a quién le corresponderá el primer puesto.
Sin que sea requerido su parecer, Jesús, que como el mismo Dios lee en el
corazón, interviene con un gesto simbólico. En primer lugar toma a un niño y
lo pone junto a él. Este gesto indica la elección, el privilegio que se recibe
en el momento en que uno pasa a ser cristiano (10,21-22). A fin de que este
gesto no permanezca sin significado, Jesús continúa con una palabra de
explicación: no se enfatiza la “grandeza” del niño, sino la tendencia a la
“acogida”. El Señor considera “grande” al que, como el niño, sabe acoger a Dios
y a sus mensajeros. La salvación presenta dos aspectos: la elección por parte
de Dios simbolizada en el gesto de Jesús acogiendo al niño, y la acogida de
Jesús (el Hijo) y de todo hombre por parte del que lo ha enviado, el Padre. El
niño encarna a Jesús, y los dos juntos, en la pequeñez y en el sufrimiento,
realizan la presencia de Dios (Bovon). Pero estos dos aspectos de la salvación
son también indicativos de la fe: en el don de la elección emerge el elemento
pasivo, en el servicio, el activo; son dos pilares de la existencia cristiana.
Acoger a Dios o a Cristo en la fe tiene como consecuencia acoger totalmente
al pequeño por parte del creyente o de la comunidad. El “ser grandes”, sobre lo
cual discutían los discípulos, no es una realidad del más allá, sino que mira al
momento presente y se expresa en la diaconía del servicio. El amor y la fe
vividos realizan dos funciones: somos acogidos por Cristo (toma al niño), y
tenemos el don singular de recibirlo (“el que acoge al niño, lo acoge a él y al
Padre”, v.48). A continuación sigue un breve diálogo entre Jesús y Juan (vv-
49-50). Este último discípulo es contado entre los íntimos de Jesús. Al
exorcista, que no forma parte del círculo de los íntimos de Jesús, se le confía
la misma función que a los discípulos. Es un exorcista que, por una parte, es
externo al grupo, pero por la otra, está dentro porque ha entendido el origen
cristológico de la fuerza divina que lo asiste (“en tu nombre”). La enseñanza de
Jesús es evidente: un grupo cristiano no debe poner obstáculos a la acción
misionera de otros grupos. No existen cristianaos más “grandes” que otros,
sino que se es “grande” por el hecho de ser cada vez más cristiano. Además, la
actividad misionera debe estar al servicio de Dios y no para aumentar la propia
notoriedad. Es crucial el inciso sobre el poder de Jesús: se trata de una alusión a
la libertad del Espíritu Santo cuya presencia en el seno de la Iglesia es
segura, pero puede extenderse más allá de los ministerios constituidos u
oficiales.
5) Oración final
Me postraré en dirección a tu santo Templo. Te doy gracias por tu amor y tu
verdad, pues tu promesa supera a tu renombre. El día en que grité, me
escuchaste, aumentaste mi vigor interior. (Sal 138,3-4)