ORTEGA, Alexander. El Origen Oculto Del Calvinismo
ORTEGA, Alexander. El Origen Oculto Del Calvinismo
ORTEGA, Alexander. El Origen Oculto Del Calvinismo
OCULTO
DEL CALVINISMO
DEDICATORIA
Biblias
(BLA) Biblia las Américas
(BLPH) La Palabra (Hispanoamérica)
(CST) Nueva Versión Internacional Castilian
(DHH) Dios Habla Hoy
(JBS) Jubilee Bible 2000
(KJV) King James Version
(NASB) New American Standard Bible
(NBD) Nueva Biblia al Día
(NKJV) New King James Versión
(NTV) Nueva Traducción Viviente
(NVI) Nueva Versión Internacional
(PDT) Palabra de Dios para Todos
(RVA) Reina Valera Antigua
(RVA 2015) Reina Valera 2015
(RVC) Reina Valera Contemporánea
(RVG) Reina Valera Gómez
(RV 1960) Reina Valera 1960
(RV 1977) Reina Valera 1977
(RV 2015). Reina Valera 2015
(TLA) Traducción en lenguaje actual
(YLT) Young Literal Translation
INTRODUCCIÓN
¿La Iglesia Primitiva enseñó que los niños nacen con el pecado de Adán
y su culpabilidad y con una naturaleza pecaminosa? Este es el primer punto
que vamos a tratar en este libro, el origen y desarrollo de esta doctrina
conocida como “El Pecado Original,” la cual es la piedra angular de la
doctrina de la depravación total.
Es un hecho Bíblico que nuestros primeros padres (Adán y Eva) fueron
creados rectos y buenos en gran manera. También es verdad que ellos
pecaron (Gn.3), y que Adán por ser responsable ante Dios de la creación en
este mundo, es acusado de traer el pecado a la tierra (Rom.5:12). Esta
creencia es un factor común dentro de la ortodoxia cristiana, y lo único que
nos separa es el punto de vista de las consecuencias de su pecado, y esto
está determinado por dos teologías en la historia de la Cristiandad.
b) El libre albedrio
Por el contrario, la literatura Judía contiene evidencias de la creencia
del libre albedrío, o la libre capacidad de elección por parte de los seres
humanos. En el libro de “Eclesiástico” escrito por el escriba Josué Eleazar
Ben Sira, entre los años (198-175 a.C.) dice que los humanos fueron creados
con libre albedrío y con la capacidad de obedecer la Torah;
Porque Dios, deseando tanto los ángeles y los hombres, que fueran
dotados de libre albedrío, y en su propia disposición, que hagan lo
que Él le ha consolidado a cada uno para hacer, los hizo así. Que, si
deciden por las cosas aceptables a Él, Él los mantendría libres de la
muerte y del castigo; pero que, si hicieran lo malo, Él los castigaría a
cada uno como él crea conveniente.[7]
El calvinismo dice que por causa del pecado de Adán todos los seres
humanos nacen esclavos moral y espiritualmente y sin el libre albedrío,
mientras que el texto Bíblico testifica que después de la caída, Dios siempre
ha apelado al libre albedrío del hombre para que le obedezca; (Gen.4:6-7;
Deut.11:26-28, 30:19; Jos.24:15; Isa.1:16-20; 55:6-7; Jer.4:14; 18:11; 21:8;
26:13; Eze.18:30-32; 20:7-8; Os.10:12; Hch.2:40; 17:30; Rom.6:17; 2Cor.7:1;
2Tim.2:21; Stg.4:7-10; 1 Pe.1:22; Ap.22:17).
Mueren igual que los hombres, y caen como uno de los príncipes,
'con el fin de manifestar la desobediencia de los hombres, quiero
decir de Adán y Eva... llegan a ser como Adán y Eva, cuando se
ocupan de la muerte por sí mismos.[10]
Esta es una verdad Bíblica e innegable la cual deja bien claro que los
infantes no son responsables de pecado, pues Dios mismo lo testifica en las
escrituras cuando dijo que la generación de Israelitas que salieron de Egipto
no entrarían a la tierra prometida por causa de sus múltiples rebeliones, en
cambio sus hijos si podían entrar por causa de su inocencia, “Y vuestros
niños, de los cuales dijisteis que servirían de botín, y vuestros hijos que no
saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos entrarán allá, y a ellos la daré, y ellos la
heredarán” (Dt.1:39). La inocencia de los niños no sólo está fundamentada
en su entendimiento acerca del bien y el mal, sino también en el estado
natural en que nacen, ya que Dios los crea con un corazón y un alma buena,
por ello es que Dios le dijo al rey Jeroboam que por la maldad de él y de
toda su familia, todos morirían y no serían sepultados sino que serían
comidos por los perros, pero que su niño enfermo moriría y que solo él iba a
ser enterrado por causa de su estado de inocencia, el profeta hablando
palabra de Dios dijo; “Y todo Israel lo endechará, y le enterrarán; porque de
los de Jeroboam, sólo él será sepultado, por cuanto se ha hallado en él
alguna cosa buena delante de Jehová Dios de Israel, en la casa de
Jeroboam” (1R.14:13).
Cirilo de Jerusalén (315-386 d.C.) también negó que los niños nacen
culpables por causa del pecado de Adán, y afirmó que sólo nacen con un
sesgo hereditario hacia el pecado, él “creía que los niños estaban sin
pecado al nacer, pero con un sesgo hereditario hacia el pecado”.[19] Hubo un
rechazo en general de atribuir la culpa de Adán a la humanidad y a los niños
en particular como Gregorio de Nisa lo afirmó:
Los cristianos de habla griega de la era post Apostólica y las iglesias del
oriente como Palestina, Siria, Asia Menor (la actual Turquía), y también los
cristianos de Grecia, Egipto, Galia (Francia), no creían en esta doctrina
nueva del “pecado original”. Muy contrario a los padres latinos, quienes
fueron los que pusieron los cimientos para que el obispo Católico Romano
Agustín de Hipona pudiese edificar un sistema teológico nuevo en la
cristiandad, asi lo confirma el Dr. John E. Toews,
Creacionismo: Este punto de vista dice que el alma es creada por Dios
en el momento de la concepción, cuando se origina la vida dentro del
vientre materno. Esta creencia fue sostenida por los padres griegos. En su
teología sistemática, Charles Hodge define el creacionismo de esta forma:
“El alma del niño no se genera o se deriva de los padres, sino que es creada
por la agencia inmediata de Dios”.[22]
Está escrito que cuando Adán pecó, el Señor lo expulsó del paraíso
de las luces y que este castigo por su pecado. . . pasó a todos los
hombres. Todos, de hecho, todos han sido enviados a este lugar de
la humillación. . . si todos los hijos de los hijos de Adán estaban en
sus lomos, y fueron expulsados del paraíso con él, o si cada uno de
nosotros fue desterrado personalmente y recibieron su condena de
alguna manera que no podemos decir y que sólo Dios lo sabe. [24]
Por otra parte, cuando Orígenes citó “en maldad he sido formado,” “y
en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5) no se refería a la doctrina del
pecado original, ya que esta doctrina no vino a existir sino casi ciento
cincuenta años después de su muerte (390 d.C.). El asunto es, el calvinismo
si toma este texto como prueba reina de su doctrina de la depravación total,
según esta teología, David confesó que su madre lo concibió con el pecado
de Adán y por eso todos los niños nacen con su depravación y su
condenación. Algunos autores dicen que David se refería a la maldad y
pecado de su madre, sin embargo, no existe una evidencia Bíblica e
histórica que mencione que la madre de David estaba en fornicación o
adulterio. Lo cierto es que no se refiere al pecado de Adán, puesto que
David está confesando dos cosas; su propia “maldad” y su propio “pecado”
(Sal. 51:2) y no la maldad y el pecado de otro. Además, la preposición de
lugar “en” señala la clase de ambiente donde David fue formado; es decir,
“en” un mundo de “maldad.” David no dice; “con maldad he sido formado”
sino “en maldad,” la maldad de su asesinato y el pecado de su adulterio. En
su confesión no estaba justificando su pecado y maldad, tampoco estaba
afirmando que él era el primero en cometerlos, es decir su “maldad” y
“pecado” no eran nada nuevo, ya estaban en ese ambiente donde fue
formado y concebido. En otras palabras, “en” un mundo de “maldad” de
asesinatos “he sido formado” y “en” un mundo del “pecado” de adulterio
“me concibió mi madre.” Nada tiene que ver este texto con el pecado
Original.
Tertuliano creía que el alma era física y que se propaga por los padres
en la procreación, una idea estoica de la unidad esencial de la materia y el
espíritu, es decir, el monismo materialista. Sus opiniones sobre el pecado
armonizan con su filosofía estoica, que dice que “el pecado es una mancha
física” que se propaga desde el padre al hijo a través de la procreación.
Tertuliano fue el primer escritor quien afirmó que todas las almas se derivan
de Adán:
Otro ejemplo que demuestra que los niños no nacen con un corazón
totalmente depravado lo hallamos en la generación antediluviana. Este
pueblo no fue creado corrompido, por el contrario, en esos días “toda carne
había corrompido su camino sobre la tierra” (Gn.6:12), es decir, ellos no
nacieron corrompidos, sino que ellos mismos se corrompieron. En su análisis
de la humanidad, Dios vio que “todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gen. 6:5). Si los niños
fueran creados con un alma y un corazón totalmente depravado, como lo
afirma el calvinismo, entonces los seres humanos no serían rebeldes sino
víctimas de su creador. Sin embargo, en Dios no hay mal, ni el mal procede
de Él, por lo tanto, los corazones y las almas de los bebés han sido creados
inocentes y puros. Y los cuerpos han sido procreados por nuestros padres
sujetos a corrupción y mortalidad, lo cual no es pecado (Stg. 1:13-15).
Porque ese Adán (es decir Eva, porque ella también es Adán) pecó y
afectó a todo mundo, ...ya que fue por un hombre que la raza
humana había caído y había sido arrastrada a la muerte... Pablo dice
que todos pecaron en Adán, aunque él realmente da a entender a la
mujer, porque no se está refiriendo a la persona en particular sino a
lo universal, la raza humana. Porque está claro que todos han
pecado en Adán como si todos fueran una sola masa. Al ser
corrompido así mismo por el pecado, todos a quienes Él engendró, le
nacieron bajo pecado. Por esa razón todos somos pecadores porque
todos descendemos de él.[35]
Agustín fue más allá del pecado de Adán, al afirmar en su libro “Fe,
Esperanza y Caridad,” escrito entre 420 y 423, que los hijos heredan todos
los pecados de sus antepasados. “Los niños no sólo están envueltos en el
pecado de nuestros primeros padres, sino también en los pecados de sus
propios padres. Eso es lo que significa, la sentencia divina visitó la maldad
de los padres sobre los hijos”.[41] Nuevamente el obispo Católico Romano
Agustín de Hipona faltó a la verdad. Moisés no dio a entender eso, pues el
mismo Moisés dijo que los niños no llevan el pecado ni la culpa de sus
padres, “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada
uno morirá por su pecado” (Deut.24:16), (Leer 2 Rey.14: 6; 2 Cró.25: 4).
g) Contraste entre Cristo y Adán en Romanos 5
Debido a esta errónea interpretación de Agustín de Romano 5:12, el
calvinismo presenta el pecado de Adán como el fundamento de la doctrina
de la total depravación. Según esta teología, todos nacen con el pecado
Adán, y para sustentar su tesis los maestros calvinistas citan también estos
textos aislados de sus contextos; “por la desobediencia de un hombre los
muchos fueron constituidos pecadores” (Rom.5:19). También dicen que
todos nacen con su condenación, “por la transgresión de uno vino la
condenación a todos los hombres” (Rom.5:18). Pero al hacer un análisis de
cada texto citado, notamos pobreza en la hermenéutica al no considerar
propiamente el contexto y el lenguaje Paulino, por ejemplo; en sus cartas
Pablo hace un contraste entre el primer hombre que es de la tierra y el
segundo hombre que vino del cielo (1Cor.15:47), Adán es llamado “alma
viviente” y Jesús “espíritu vivificante” (1Cor.15:45). En el bloque escritural
de Romanos 5:12-21 se encuentra este mismo contraste apocalíptico de
responsabilidades universales. En la introducción del contraste Pablo dice;
“Adán, el cual es figura del que había de venir” (Rom.5:14). Por esta razón
en este bloque semántico Pablo presenta a Adán como:
Por otra parte, Pablo presenta a Cristo como el responsable de; “el don
[que] vino… para justificación” (Rom.5:16), “la justificación de vida”
(Rom.5:18) porque “por la obediencia de uno, los muchos serán
constituidos justos” (Rom.5:19). La comparación entre Adán y Cristo es
clara: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos
los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los
hombres la justificación de vida” (Rom.5:18). Así como la justificación de
vida no es imputada automáticamente a todos los hombres por la justicia y
obediencia de Cristo, de la misma manera la condenación no es imputada
automáticamente a todos los hombres por la transgresión y desobediencia
de Adán. La justificación de vida obtenida por Cristo es imputada a todos los
hombres cuando cada uno cree en Él (Rom.3:22; 4:5,24), es decir, todos
“los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”
(Rom.5:17). Igualmente, la condenación que vino por la transgresión de
Adán es imputada a todos los hombres, no cuando Adán pecó, sino cuando
cada uno peca individualmente, “así la muerte pasó a todos los hombres,
por cuanto todos pecaron” (Rom.5:12). En este contraste entre Cristo y
Adán podemos concluir que el pecado y la condenación vinieron al mundo
por Adán, mientras que la justificación y la vida vinieron al mundo por
Cristo: La condenación viene a cada uno cuando peca; “la paga del pecado
es muerte”, y la justificación de vida viene a cada uno cuando cree; “más la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom.6:23).
Otra base Bíblica que Agustín usó para la teoría de la identidad seminal
fue Hebreos 7:9-10, el cual reporta que Leví estaba en los lomos de
Abraham cuando pagó los diezmos a Melquisedec; según este obispo, Levi
compartió seminalmente en el pago de esos diezmos. Con estas
afirmaciones anti Bíblicas, Agustín se aferró a la creencia del traducianismo
de Tertuliano la cual tomó de los Estoicos. Muy contrario a la creencia
creacionista de la Iglesia Primitiva, la cual enseñaba que las almas son
creadas en el momento de la concepción y éstas no proceden del alma de
Adán como lo afirmó Agustín de Hipona. Por otro lado, si nuestras almas
literalmente existieron en los lomos o semen de todos nuestros
antepasados, entonces todos seríamos culpables no sólo del supuesto
pecado de Adán sino de todos los pecados de nuestros antepasados. Esto
sería una contradicción descarada a las sagradas escrituras la cual afirma,
“el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo”
(Ez.18:20). Además, Pablo ciertamente no podría haber escrito sobre Jacob
y Esaú, “aunque aún no habían nacido sus hijos, ni habían hecho bien ni
mal” (Rom.9:11). Si esa doctrina de la “Identidad Seminal” fuese cierta,
entonces Pablo hubiese escrito que Esaú y Jacob “aunque aún no habían
nacido si habían hecho el mal,” porque supuestamente estaban en el
“semen” de Adán y de todos sus antepasados que pecaron y contaminaron
esta “sustancia seminal”. Pablo también hubiera dicho que de “un semen” y
no una sangre, Dios “ha hecho todo el linaje de los hombres, para que
habiten sobre toda la faz de la tierra…” (Hch.17:26). Pero la Biblia es clara
en afirmar que fue de “una sangre” y no de un semen que Dios ha hecho a
todos los seres humanos.
Los bebés no han cometido ningún pecado propio desde que han
estado vivos. Sólo el pecado original, por tanto, ellos permanecen,
por el cual han sido cautivos bajo el poder del diablo, hasta que son
redimidos de este pecado por la bañera (bautismo) de la
regeneración y la sangre de Cristo.[44]
Este obispo Católico Romano afirmó que los bebés nacen condenados a
causa del pecado original, y que el sacramento católico del bautismo era el
único camino de salvación de lo contrario serian castigados en el infierno.
Agustín escribió:
Podemos notar claramente que Agustín creía que los niños nacían
condenados por causa del pecado de Adán, y si morían en esa condición se
irían al infierno donde serían castigados a “una levísima pena”, por eso él
planteó como la solución a este problema, el Bautismo de infantes que
quitaba ese “horroroso pecado original”, y por esta razón la iglesia Católica
Romana bautiza los bebes, por causa de la teología de Agustín.
La pregunta lógica que surge aquí, es ¿En qué parte de la Biblia dice
que todos éramos un solo hombre, o todos pecamos en Adán? Uno de los
obispos Católicos Romanos que se opuso rotundamente a Agustín fue el
obispo británico, Pelagio (354-420 d.C.), experto en griego, latín y en
Teología, superaba así en conocimiento al abogado Agustín. Pelagio
continuó la tradición patrística doctrinal sobre la culpabilidad individual de
la humanidad y el libre albedrío. Negó la existencia de todas las almas y
cuerpos en un solo hombre, en Adán, también admitió que el pecado de
Adán trajo desastres a la humanidad, pero que éste se propagó por ejemplo
o imitación y no por transmisión hereditaria como lo afirma Joanne
McWilliams en su obra “Encyclopedia of early christianity” o “La
Enciclopedia de la Cristiandad Primitiva,” esta obra dice:
k) La causa
Uno de los mayores motivos por el cual Agustín insistía en su error, era
porque en su juventud se absorbió profundamente en las filosofías paganas,
especialmente las gnósticas y las neo-platónicas, estas ideas influyeron en
su pensamiento para interpretar las sagradas escrituras. Agustín perteneció
a la secta de los maniqueos por nueve años. Se trataba de una secta
gnóstica “cristiana”, donde enseñaban que toda la materia es
inherentemente mala. Esta creencia gnóstica decía que el pecado podía ser
transmitido físicamente de una persona a otra. Por ello, muchos autores
relacionan las doctrinas de Agustín con el maniqueísmo. El historiador
Albert Henry Newman reconoce que la teología de Agustín estaba
influenciada por su pasado Maniqueista: “Agustín, el más grande de los
padres latinos, estuvo durante muchos años conectado con los maniqueos y
sus modos de pensamiento fueron muy afectados por esta experiencia”.[53]
La doctrina agustina del pecado original, con su creencia en la maldad
inherente en el cuerpo físico, es totalmente maniquea. Su idea de que el
pecado se propaga a través de la unión matrimonial, y que el deseo sexual
era pecado y que la codicia sexual en la procreación transmite el pecado
original, también era Maniqueista. Agustín construyó su doctrina del pecado
original sobre esta premisa, “el placer sexual en la procreación transmite
ese pecado,” como lo afirma Adolf Harnack, en su obra “History of Dogma”
o “La Historia del Dogma”:
l) Más opositores
No solo Julián de Eclanum y Pelagio se opusieron a la nueva doctrina
del obispo Católico Romano de Hipona, también hubo otros obispos en esa
época de otras regiones que no compartían la idea que los infantes venían
al mundo en pecado y en condenación, asi lo afirma el erudito de la era
patrística, Johannes Quasten, “los Padres de Capadocia, Gregorio
Nacianceno (389), Gregorio de Nisa (399), y Juan Crisóstomo (407),
compartían la opinión de que la humanidad participaban de la caída de
Adán, pero que los bebés estaban exentos de pecado”.[56] Otros fueron más
cautelosos con el manejo del texto Bíblico, como lo fue el teólogo de
Antioquia y exegeta bíblico Teodoro de Mopsuestia, (350-428 d.C.). Este vio
en el pecado de Adán una muerte original o corrupción original, y no un
pecado original heredado a la humanidad, Quasten escribió de Teodoro
diciendo que este:
Porque no hay que creer que Dios hizo al hombre de tal manera que
él nunca podrá ser capaz de lo que es bueno: o que él no le ha
concedido un libre albedrío, si Él le ha permitido únicamente querer
o ser capaz de lo malo, pero no desear o ser capaz de lo que es
bueno en sí mismo. Y, en este caso ¿cómo es hecha la primera
declaración del Señor acerca de los hombres después de la caída:
‘He aquí, Adán se ha vuelto como uno de nosotros, sabiendo el bien
y el mal’ Génesis 3:22. Porque no se puede pensar que él era
completamente ignorante de lo bueno. De lo contrario, tendríamos
que admitir que él fue formado como una bestia irracional e
insensata, lo cual es suficientemente absurdo y totalmente ajeno a
la fe… Adán, por tanto, después de la caída concibió un
conocimiento del mal, el cual no tenía antes, pero no perdió el
conocimiento del bien, el cual tenía desde antes. Finalmente, las
palabras del Apóstol muestran muy claramente que la humanidad no
perdió después de la caída de Adán el conocimiento del bien: como
él mismo dice: Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen
por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tienen ley, son
ley para sí mismos, ya que muestran la obra de la ley escrita en sus
corazones, su conciencia dando testimonio de ellos, y sus
pensamientos dentro de ellos, ya sea acusándoles y también
excusándoles... Romanos 2:14-16… Por lo tanto, debemos tener
cuidado de no hacer referencia a todos los méritos de los santos al
Señor de tal manera que no se le atribuya nada sino lo que es malo
y perverso a la naturaleza humana.[59]
La verdad sea dicha, esto tuvo que ver con la política, no con lo que
era bíblico, o de conformidad con la regla de fe, o la catolicidad de la
enseñanza en todas las iglesias. Agustín, además de ser un
polemista brillante, era un político estratégico que sabía cómo
utilizar las estructuras de poder de la iglesia romana, así como el
gobierno imperial y sus militares para servir a sus propósitos
teológicos y eclesiológicos.[63]
Por un pecado, Adán hace que todos los que han nacido de él,
nazcan culpables de su mismo pecado, y les da a ellos lo que él
tiene, aunque es bastante extraño para ellos... Por lo tanto, estamos
condenados por un pecado extraño.[70]
Después de que ese primer pecado entra al corazón del individuo, este
se vuelve “carnal, vendido al pecado” (Rom.7:14), y este pecado que estaba
antes afuera, ahora mora en él y reina en su cuerpo mortal (Rom.6:12).
Pablo escribió sobre su vida pasada, exactamente cuando vivía en los
deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos
(Efe.2:3), cuando su cuerpo obedecía a sus concupiscencias, él dijo;
Los niños no nacen con almas poseídas por el pecado, ellos nacen con
una conciencia limpia de la cual no siempre sale el pecado. “Porque cuando
los gentiles que no tienen ley… [Muestran]…la obra de la ley escrita en sus
corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles
sus razonamientos” (Rom. 2:14-15). Dios les da a los seres humanos una
conciencia la cual nos acusa de los actos malos y defiende de los buenos.
Aun en aquellos que rechazan al Señor, tienen una conciencia que algunas
veces les impide pecar más allá de lo que pueden, (Jn.8:9). Aunque algunos
tienen la conciencia cauterizada (1Tim.4:2), no quiere decir que todos los
seres humanos nacen con una conciencia cauterizada y poseída por el
pecado como lo enseñó Calvino. La Biblia dice: “Lámpara de Jehová es el
espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón” (Prov.
20:27), este mismo verso en la Biblia, “Traducción en Lenguaje Actual,”
dice; “Dios nos ha dado la conciencia para que podamos examinarnos a
nosotros mismos”, esto indica que la conciencia, que es parte del alma, no
nace totalmente depravada, dominada por el pecado como lo afirmó el
calvinismo.
Calvino no tuvo escrúpulos para ir mucho más allá del lenguaje simple
de las escrituras, sino que tomó prestado algunas expresiones del lenguaje
más puro del filósofo Platón. Calvino escribió diciendo una verdad Bíblica
“nuestra patria no está en la tierra” pero la mezcló con la filosofía platónica
la cual afirmaba que el cuerpo es una prisión del alma;
Una forma clara de entender que estas teorías no son más que simples
hipótesis, es que las mismas no tienen fundamento Bíblico ni tienen
armonía entre sus propagadores. Los teólogos calvinistas están tan
divididos con respecto a estas doctrinas que entre ellos mismos se
contradicen, por ejemplo: Los teólogos, Charles Hodge y Louis Berkhof, de
la teoría Federal (2) están en contra de la teoría Agustiniana o realista (1),
Hodge afirma:
Por otro lado, hay teólogos calvinistas que defienden la teoría del
Traducianismo para abogar por la teoría de Agustín (1) y así rechazan la
teoría Federal (2), Augustus Hopkins Strong es uno de ellos, él escribió:
s) Conclusión
La enseñanza del “pecado original” no era parte de las doctrinas
cristianas de la Iglesia primitiva. Ni los padres Apostólicos, ni los apologistas
de los primeros siglos de las iglesias del oriente, enseñaron que los seres
humanos “heredamos la culpa y una naturaleza pecaminosa a causa del
pecado de Adán”. Esta doctrina de la total depravación del hombre por
causa del pecado de Adán, tiene su rastro histórico hasta el siglo V en las
obras de Agustín de Hipona. La literatura judía escrita desde el año 200
a.C. hasta el 200 d.C. no contiene evidencia de esta enseñanza. Los padres
Apostólicos y post Apostólicos, (30 d.C. al 200 d.C.) como Bernabé, Justino
mártir, Ireneo, Taciano, creían en el libre albedrío del hombre, también
creían que la condenación venía a causa de la responsabilidad individual por
el pecado y que los bebés nacían sin pecado. Clemente de Alejandría (150-
215 d.C.), no creía que los niños nacían con el pecado original. Metodio,
obispo de Olimpo (260-311 d.C.) rechazó la interpretación alegórica de
Génesis 3, incluyendo los términos “caída” y “corrupción”. Cirilo de
Jerusalén (315-386 d.C.) enseñó que los niños estaban sin pecado al nacer,
pero con un sesgo heredado hacia el pecado. Los padres de Capadocia
(Turquía): Basilio el Grande (330-379 d.C.), Gregorio Nacianceno (330-390
d.C.), Gregorio de Nisa (335-394 d.C.), juntamente con la escuela de
Antioquía en Siria y sus maestros como; Juan Crisóstomo (350-407 d.C.) y
Teodoro de Mopsuestia (350-428 d.C.), predicaron sobre la responsabilidad
individual, pero nunca enseñaron que el pecado y la culpa de Adán son
transmitidos o imputados a la humanidad. De hecho, en la actualidad la
Iglesia Ortodoxa Oriental continúa con la misma enseñanza de sus
antepasados, el pecado ancestral y no el pecado original.
Fue hasta el siglo III, en las iglesias occidentales o latinas, donde
germinaron las primeras ideas filosóficas que formarían poco a poco las
bases esenciales de la doctrina de la total depravación. Tertuliano de
Cartago (155-220 d.C. Norte de África), apeló a la filosofía griega del
estoicismo para explicar la procedencia de las almas en su famosa teoría
del traducianismo. Esta misma explica que todas las almas y cuerpos
estaban en Adán, pero a pesar de ello, nunca predicó que el pecado, la
culpabilidad y la naturaleza pecaminosa se heredan, por el contrario, él dijo
que los niños son inocentes.
c) El sinergismo apostólico
Los Padres de la Iglesia de los primeros siglos,
universalmente y colectivamente con voz unánime
rechazaron la definición monergista de la “predestinación de
los Esenios y los Estoicos”, por Ejemplo, Justino Mártir
defendió el libre albedrío y el sinergismo apostólico al
escribir en el año 150 d.C., contra la predestinación fatalista
de los Estoicos:
Porque todas las criaturas que Dios hizo, las hizo muy
buenas, y Él le dio a cada individuo el sentido del libre
albedrío. De acuerdo con el estándar también
instituyó la del juicio. El pecar es de nosotros, y el que
nosotros pequemos no es un don (o decreto) de Dios,
como nuestra voluntad está constituida para elegir en
pecar o no pecar.[94]
Doble predestinación
El calvinismo usa este texto como fortaleza “bíblica”
para justificar la elección arbitraria de un “Dios” soberano
que hace como él quiere: “Porque la Escritura dice a Faraón:
Para esto mismo te he levantado” (Rom.9: 17a), según el
calvinismo Dios creó al grupo de reprobados, incluyendo a
faraón, solo con el objetivo de destinarlo al infierno, “para
mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea
anunciado por toda la tierra” (Rom.9:17b). De acuerdo a
esta teología, Dios condenó con anterioridad a un grupo
mayoritario de seres humanos y planeó crearlos para
destinarlos a la perdición, no obstante, este mismo “Dios”
eligió en la eternidad pasada a un grupo minoritario que iba
a ser creado para una salvación incondicional, a estas dos
predestinaciones se les conoce como la doble
predestinación, una para salvación y otra para perdición. El
calvinismo justifica este fatalismo citando a Pablo:
i) La Predestinación en la Reforma y
Post- Reforma (Monergismo)
En la reforma y post-reforma hubo muchos predicadores
que siguieron las enseñanzas fatalistas de Agustín de
Hipona, uno de ellos fue Martin Lutero (1483-1546 d.C.)
quien apoyó la predestinación agustina por la misma razón
mencionada en el capítulo anterior, él fue educado en el
seminario Católico Romano bajo lo orden de los frailes
agustinos. Lutero reconoció que esta era la misma
predestinación fatalista de los filósofos griegos y romanos,
en una de sus obras cuestionó a los cristianos incrédulos del
fatalismo:
La Doble Predestinación
El principal seguidor de las doctrinas agustinas fue;
Juan Calvino (1509-1564 d.C.). Este autor fue compañero de
estudio del Jesuita Católico Romano Ignacio del Oyola, y fue
la persona que revivió las doctrinas agustinas que la iglesia
Católica Romana había sepultado por varios siglos. El
calvinista presbiteriano B. B. Warfield afirmó que “el sistema
doctrinal enseñado por Calvino. . . desde el punto de vista
teológico es un gran renacimiento de la teología del
Agustinismo”,[141] esto señala a Calvino como la persona que
desenterró, expandió, y popularizó el pensamiento de
Agustín de Hipona dentro de la fe cristiana. Según sus
deducciones inspiradas en la literatura de su maestro
Agustín, Calvino, en su obra “Institución a la Religión”
sostuvo que los seres humanos no son creados en igualdad
de condiciones sino que son creados en dos categorías, los
predestinados para vida y los reprobados o destinados para
el infierno:
j) El determinismo es fatalismo
Los padres de la iglesia combatieron doctrinalmente a
los Esenios, a los Estoicos y a los gnósticos por su fatalismo
determinista. La conclusión más lógica de estos cristianos
era que si todos los eventos estaban determinados por Dios,
entonces el hombre no tenía otra opción que seguir el curso
de lo pre-ordenado, ósea del destino ya fijado para ellos.
Entonces el hombre no tendría responsabilidad alguna de
sus malas acciones y Dios vendría a ser el autor de esa
maldad moral. El determinismo de Juan Calvino no fue algo
distinto a las filosofías deterministas de los gnósticos, de los
Maniqueos, de los Estoicos y Esenios. Juan Calvino coincidió
con estas filosofías al reconocer que todos los seres
humanos, incluyendo a los criminales, están totalmente
gobernados por Dios y que cada acción, incluyendo el
crimen, ocurre porque así Dios lo decretó. Calvino aseguró;
“Las criaturas están tan gobernadas por el consejo secreto
de Dios, que no ocurre nada sin que Él lo haya conocido y
voluntariamente decretado”.[145] La pregunta lógica que
surge de esta frase es; ¿Habrá querido decir que el decreto
de Dios gobierna todas las acciones de los hombres
incluyendo sus maldades? Si esto es así, entonces, los
pedófilos, abortistas e infanticidas, “están tan gobernados
por el consejo secreto de Dios que”, ninguna violación y
asesinato de bebés, “ocurre sin que Él lo haya conocido y
voluntariamente decretado”. El calvinismo hace claramente
que Dios sea el autor del pecado. Muy contrario al mensaje
claro de las sagradas escrituras las cuales muestran la
maldad de los hombres como decisiones totalmente propias
de ellos y abismalmente aisladas de la voluntad de Dios, por
ejemplo; un tiempo antes de la de la cautividad de Judá
(586 a.C.) Dios denunció el pecado horrendo de los
sacrificios humanos, afirmando que Él no los planeo, ni los
ordeno, sino que esas maldades provinieron de sus
perversas decisiones; “Y edificaron lugares altos a Baal,
para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo
Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al
pensamiento” (Jer.19:5). El mal moral o pecado no fue
“ordenado” o “decretado” por Dios, ni tampoco “Dios habló”
que esto fuera cometido por los seres humanos, ni tampoco
le vino a su mente como parte de su plan en la creación.
Ahora, si lo conoció de antemano, fue por las acciones de
otros y no de Él. “ni me vino al pensamiento”.
m) La predestinación en la reforma y
post- reforma: sinergismo
Antes de que el teólogo Jacobo Arminio formulara sus
respuestas teológicas a las absurdas ideas de Juan Calvino y
Beza, los Anabaptistas en su confesión de “Waterland” del
año 1577 se opusieron a la predestinación agustina
abrazada por algunos reformadores, los anabaptistas
establecieron:
o) Predestinación sinergista, en el
periodo moderno
p) Predestinación monergista, en el
periodo moderno
El profesor y teólogo reformado Wayne Grudem define
que la causa de la condenación de la mayoría de seres
humanos, es por dos motivos, primeramente, por el pecado
del mismo hombre, segundo por el hecho de que Dios no los
eligió para salvarlos, sino que quiso reprobarlos y
condenarlos por sus pecados:
q) Conclusión
En cuanto a la causa de los eventos en la humanidad,
de acuerdo al historiador Josefo; los Esenios mantenían la
creencia determinista, por lo tanto, eran monergistas; es
decir, sólo Dios actuaba en la salvación y en el mundo. De
igual manera, los Estoicos y los gnósticos poseían una
creencia fatalista. Agustín de Hipona al principio era
sinergista y por ello mantenía la postura de la Iglesia
Primitiva, pero debido a su pasado Maniqueista, fusionó la
doctrina Paulina con la predestinación monergista de los
Maniqueos para así inventar una nueva doctrina fatalista
dentro de la ortodoxia cristiana. Siglos más tarde, varios de
los reformadores influenciados por la literatura de Agustín
como Juan Calvino, promovieron el Monergismo y la
predestinación fatalista haciéndolas pasar como las
doctrinas apostólicas. Esta predestinación implicaba que: La
Divinidad había decretado todos los eventos, sean buenos o
malos. Los seres humanos no tenían libre albedrio. Un grupo
de seres humanos fueron creados para ser buenos y otros
para continuar en su maldad. Ambos grupos venían a este
mundo con dos destinos eternos, opuestos e inalterables.
Los pecadores que fueron elegidos recibirían la salvación
eterna en los cielos, mientras que los demás pecadores eran
llamados los reprobados porque Dios no los eligió para
salvación, sino que los dejó en su maldad para así
condenarlos por toda la eternidad.
q) Conclusión
A través de la historia de la iglesia, muchas doctrinas se
han desarrollado alrededor del sacrificio de Cristo, todas
ellas responden a las preguntas, ¿Quién ofreció el sacrificio?
¿A quién se lo ofreció? ¿Cuáles son los beneficios de este
sacrificio? ¿Por quienes fue ofrecido? O, ¿Quiénes pueden
disfrutar estos beneficios? Ya hemos expuesto que Cristo es
el ofrendador y la ofrenda perfecta ofrecida a la justicia de
Dios para librarnos del juicio que merecíamos todos los
seres humanos. La expiación o sustitución, la propiciación,
la redención, la reconciliación, y la victoria sobre las
tinieblas entre otros, son los beneficios logrados en la cruz
del calvario por nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo
en beneficio de todos, pero su aplicación es condicional a la
fe. Los Padres de la iglesia siempre sostuvieron que Cristo
murió por todos, es decir, su sacrificio es ilimitado. Ireneo
escribió, “Él enmendara la raza humana” y en la cruz se
convirtió “en el Mediador entre Dios y los hombres;
verdaderamente propiciando por nosotros al Padre” y así “El
Señor salva a todos los hombres” y que esta muerte fue “un
juicio para salvación a los que creen, y un juicio de
condenación de aquellos que no creen” De esta manera
Ireneo rechazó el universalismo y la expiación limitada.
La fe del individuo
El calvinismo enseña que por causa del pecado de Adán
todos los seres humanos nacen totalmente depravados,
nacen muertos espiritualmente, totalmente inhabilitados,
por tanto, no pueden creer en Dios, la única manera para
creer en Cristo es a través de una resurrección espiritual,
como ya lo mencioné antes, esta resurrección es dada solo
a los elegidos por la supuesta gracia irresistible. Pero de
acuerdo a las enseñanzas apostólicas todos los seres
humanos pueden creer en el evangelio porque Dios nos dio
por creación, este poder de elección como lo afirmó Ireneo;
r) Conclusión
Está bien claro que la iglesia primitiva creía la doctrina
sinergista como lo demostramos en el capítulo dos, y debido
a ello los Padres de la Iglesia de los primeros siglos creían
que la aplicación de la salvación al pecador empezaba por
el oír el evangelio el cual brindaba fe para creer, esto lo
afirmó Clemente de Alejandría, “Usted ve cómo Él trae la fe
por el oír, y la predicación de los Apóstoles, y hasta la
palabra del Señor, y del Hijo de Dios…la fe se descubre, por
nosotros, como el primer movimiento hacia la salvación”.
Clemente también afirmó que después de oír el evangelio
tenemos la capacidad de elegir por la vida, “hemos elegido
la vida y creído en Dios por medio de su voz”. Teófilo de
Antioquia testificó que su conversión fue debido a que
primero oyó las Escrituras y luego creyó, “después de haber
tomado en consideración estas cosas [profecías], creo”.
Clemente de Alejandría manifestó que después de creer es
que se nace de nuevo, “siendo regenerado, es decir, de
acuerdo a la fe”.
Corazón nuevo
Debemos entender que Agustín de Hipona rechazó lo
bueno de los Padres de la Iglesia que le antecedieron, y
aceptó lo malo de algunos de ellos. En este caso, rechazó lo
bueno de las doctrinas de Orígenes y aceptó lo malo de él.
Por ejemplo, aceptó su nuevo método de interpretación
bíblica llamado el “alegorismo,” y rechazó el método literal
histórico y apostólico para interpretar la profecía. Es por
eso que Agustín era Amilenista, (según él, el milenio no es
literal), e interpretó alegóricamente las profecías literales
concernientes a Israel y las aplicó a la iglesia. Por esta
razón, citó esta promesa, “y pondré mi temor en el corazón
de ellos, para que no se aparten de mí”, aplicándola a la
iglesia, cuando ningún escritor del Nuevo Testamento lo
hizo. La única promesa dada a Israel por el profeta Jeremías
(Jer.31:33-34) que el escritor de Hebreos cita y aplica a la
iglesia está escrita acá (He.8:10,12; 10:16-7), pero en
ningún momento el escritor de Hebreos u otro escritor del
N.T. cita esta promesa “pondré mi temor en el corazón de
ellos, para que no se aparten de mí” (Jer.32:40). Esta
promesa es específica para el pueblo natural de Israel, para
su futura restauración, cuyo verdadero cumplimiento tendrá
cuando Cristo venga (Rom.11:25-26), cuando todo Israel
será salvado y nunca más se apartará del Señor, y él
cumpla a su pueblo todas las promesas hechas a Abraham,
Isaac e Israel (Jer.32:37-43). Predicar un texto sin el
contexto se presta para muchos pretextos. Todo lo contrario,
al pensamiento de Agustín, el nuevo testamento registra
que los “hermanos santos, participantes del llamamiento
celestial” (He.3:1), podían apartarse del Dios vivo como lo
dice el Espíritu Santo:
l) El pecado de muerte
La tercera razón por la cual los escritores, predicadores,
y apologistas de la iglesia primitiva, constantemente
advertían sobre el peligro de perder la salvación, era a
causa de la creencia común que aquel entonces, ellos
decían que después del bautismo los pecados cometidos sin
arrepentimiento no eran perdonados. Debo aclarar, que,
aunque todos los pecados son iguales en cuanto a la
transgresión, “Porque cualquiera que guardare toda la ley,
pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”
(Stgo.2:10). Pero en cuanto al castigo por parte de la justicia
de Dios, no todos los pecados son iguales (Mat.23:14;
11:22, 24). Hay diferentes grados de pecados y estos son
designados de acuerdo a la transgresión de los diferentes
grados de mandamientos. Hay mandamientos pequeños,
“de manera que cualquiera que quebrante uno de estos
mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres,
muy pequeño será llamado en el reino de los cielos”
(Mat.5:19). Ahora bien, entre más grande sea el
mandamiento, mayor es el pecado, mayor es la
abominación y mayor será el castigo:
Muerte espiritual
El pastor o ángel de la iglesia de Sardis era salvo pues
éste estaba en las manos del Señor (Ap.1:16, 20; 3: 1a),
pero cayó de la gracia al manchar sus vestiduras y por eso
estaba muerto espiritualmente, “Yo conozco tus obras, que
tienes nombre de que vives, pero estás muerto…Acuérdate,
pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete”
(Ap.3:1,3). El Señor reconoce que en esta iglesia de Sardis
habían salvos que no habían manchado sus vestiduras y por
ello estaban vivos espiritualmente (Ap.3:4). Finalmente, el
Señor invita a los otros miembros de esa iglesia que
estaban en la misma condición de su pastor a que vencieran
ese pecado para no ser borrados del libro de la vida
(Ap.3:5).
Nadab y Abiú
Ellos eran hijos de Aarón, eran salvos, pero perdieron su
salvación. Ellos fueron regenerados por el Espíritu Santo
(Jn.3:3) y por eso pudieron ver las cosas del reino de Dios,
las escrituras dicen:
Salomón
El hijo de David fue otro de estos personajes bíblicos
citados por los escritores cristianos de los primeros siglos
para hablar de la salvación condicional. Salomón fue un
hombre que fue salvo, él fue escogido por Dios para ser su
hijo; “Y me ha dicho: Salomón tu hijo, él edificará mi casa y
mis atrios; porque a éste he escogido por hijo, y yo le seré a
él por padre” (1Cró.28:6). Luego su padre David le advierte
que su salvación es condicional:
d) Conclusión
Después de haber hecho este análisis bíblico y de haber
estudiado la fe de los primeros santos, y de haber hallado
en la historia el origen y desarrollo de las doctrinas
reformadas, concluimos claramente, que: Las doctrinas del
calvinismo no están fundamentadas en el conocimiento de
las escrituras y la fe cristiana de los primeros siglos. Esta
teología está fundamentada en un sistema complejo de
versos bíblicos aislados de su contexto, y los mismos
dependen unos de otros para ser interpretados de acuerdo
al pensamiento de su autor, Agustín de Hipona. Este autor
aplicó sus ideas Maniqueistas, neoplatónicas y estoicas a las
doctrinas paulinas. Los versos que no se ajustan a este
sistema, son forzados y torcidos para que no contraríen este
andamiaje filosófico y humanista. Digo humanista, porque
una teología que justifica el pecado del hombre como parte
del decreto y plan de Dios, es una teología centrada en el
hombre, por supuesto, el hombre elegido. Esta teología
antropocéntrica presenta al hombre elegido como un ser
creado y predestinado para que primero disfrute los deleites
temporales del pecado, y después disfrute los beneficios del
calvario. El elegido “disfruta” el pecado en su muerte
espiritual y disfruta de cristo en su regeneración, el primer
deleite es debido al “sabio decreto de Dios”, y el último por
el sufrimiento del sacrificio de Cristo, y esto debido a la
elección incondicional.
[1]
Wayne Grudem, Teología Sistemática, p. 517
[2]
Ibídem, p. 519
[3]
John E. Toews “The Story of Original Sin” p. 15-37
[4]
La Biblia de Jerusalén, Eclesiástico. Cap.15:14-20
[5]
Justino Mártir, Primera Apologia, Cap. 43
[6]
Expository Dictionary of Bible Words, 2005, p. 416
[7]
Justino Mártir, Dialogo con Trifon, 88
[8]
Ireneo, Contra las Herejías, libro 4, Cap.37:1
[9]
Epístola de Bernabé, Cap.9
[10]
Justino Mártir, Dialogo con Trifon, 124
[11]
Ibídem, Primera Apología, 61
[12]
Ireneo, Contra las Herejías, libro 4, 39:4
[13]
Ibídem, Fragmentos de los escritos perdidos, 34, Padres Ante nicenos, vol. 1,
pg. 574
[14]
Hermas el pastor, libro 2, mandamiento 2
[15]
Ibídem, similitudes 29
[16]
Taciano de Asiria, Carta a los griegos, 7, 11
[17]
Clemente de Alejandría, Stromata, 4. 25
[18]
Gregorio Nacianceno, El Bautismo Santo, discurso 40:23
[19]
Willliams, Ideas of the Fall, 263
[20]
Gregorio de Nisa, Sobre la muerte temprana de los infantes
[21]
John E. Toews “The Story of Original Sin.” 62
[22]
Charles Hodge, Systematic Theology, 526
[23]
Justino Martir, Dialogo con Trifon, 5
[24]
Orígenes, Comentario Romanos 5, col. 1029. Traducido por Rondet, Original
Sin, 80.
[25]
Ibídem, Levíticos, Homilía 8,3 (6)
[26]
Berkhof - Systematic Theology, 196
[27]
Tertuliano, Tratado sobre el alma, 5
[28]
Ibídem, 15
[29]
Tertuliano, Sobre el bautismo, Cap.18
[30]
Cipriano, Carta 58. 5
[31]
Ambrosio, Los misterios, 31-32
[32]
Ibídem, Apología del profeta David, lxxi.
[33]
Ibídem, Exposición de Lucas vii. 234
[34]
Ibidem, La muerte de Satyrus II.6, vol. 10
[35]
Ambrosiaster, Ancient Christian Texts, Commentaries on Romans, 40
[36]
Augustine, First Question: Romans 7:7-25, To Simplician—On Various
Questions. Book I. 10, 11.
[37]
Bonner, “Augustine on Romans 5.12,” 242
[38]
Agustín, Sobre Naturaleza y Gracia, 48
[39]
Gerald Bonner, Augustine, 372
[40]
Gerald Bonner, “Augustine on Romans 5.12,” 247
[41]
Agustín, Fe, Esperanza y Caridad, 46, citando Deut.5:9
[42]
Ibídem, La Ciudad de Dios, libro XIII, Cap. 14
[43]
Jaroslav Pelikan, Christian Tradition, 317 – 318.
[44]
Agustín, Sobre matrimonio y concupiscencia, 1.22
[45]
Ibídem, Sobre la gracia de Cristo y el pecado original, libro II. Cap.36
[46]
Ibídem, Sobre el mérito y el perdón de los pecados, y el bautismo de los
infantes, Libro I, 21, 34.
[47]
Julian de Eclanum, citado por James Boyce en “Born Bad”, p. 21
[48]
Agustín, Una respuesta a los pelagianos, 10.11
[49]
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“Pelagius, Pelagianism” 887-890
[50]
Pelagio, Comentario de Romanos, 5:12
[51]
Cirilo de Alejandría, Romanos, interpretado por Early Christians
commentators, p.119-120.
[52]
Teodoreto de Ciro, Romanos, interpretado por Early Christians
commentators, p.119
[53]
Albert Henry Newman, A Manual of Church History: Ancient and medieval
church history (to A. D. 1517) 197
[54]
Adolf Harnack, History of Dogma, 7 Volumes, 212
[55]
Augustine through the ages, An Encyclopedia, Allan D. Fitzgerald, 45
[56]
Johannes Quasten, Patrology, vol. 3, p. 236-396
[57]
Ibidem, p. 419
[58]
Jaroslav Pelikan, The Christian Tradition, vol. 1, p. 285
[59]
Juan Casiano, Conferencia 13, Cap. 12
[60]
Synod of Arles, PL, 53:683; Mansi, 7:1010; Bcttcnson, p. 65-66
[61]
Pelikan and Hotchkins, Creeds and Confessions, Vol. 1, p. 37 - 181
[62]
El Concilio de Orange, Afirmaciones
[63]
Elaine Pagels, Adam and Eve, p. 117-145
[64]
The Cambridge History of Early Christian Literature, 2004, p. 414-456
[65]
James Boyce, BORN BAD, Original Sin and the Making of the Western World,
p. 31-32
[66]
Jaroslav Pelikan and Hotchkis, Creeds and Confessions
[67]
EL Catecismo de la Iglesia Católica, año 1994, 1250
[68]
George H. Williams, Spiritual and Anabaptist Writers, p. 127
[69]
John E. Toews, The Story of Original Sin, p. 100
[70]
Martin Luther, WLS, 3 p. 1295
[71]
La Confesión de Fe de Augsburgo (1530), Articulo II
[72]
Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, 2.1.8,9
[73]
Ibídem, LCC, 1:294-96
[74]
Ibídem, 2:1:8
[75]
Ibídem
[76]
Ibídem, 3:9. 193
[77]
Allan D. Fitzgerald, Augustine through the ages, An Encyclopedia, 119
[78]
Charles Hodge, Systematic Theology, Volume 2, p. 223-224
[79]
Louis Berkhof, Systematic Theology, p. 241-242
[80]
Augustus Hopkins Strong, Systematic Theology, Volume 2, p. 615
[81]
Ibídem, p. 618
[82]
Wayne Grudem, Teología Sistemática, p. 702
[83]
Ibídem, p. 718
[84]
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[85]
Ibídem
[86]
Ibídem
[87]
Ibídem
[88]
Stephen Hodge, Los Manuscritos Del Mar Muerto, p. 226
[89]
Will Durant. The Life of Greece, the Story of Civilization: Part II. 1966, p. 653
[90]
Jay P. Green, Absolute Predestination, 2001, p. 122
[91]
Wayne Partain y Bill H. Reeves, Comentario al Nuevo Testamento, Hch. 17
[92]
Jay P. Green, Absolute Predestination, 2001, p. 121
[93]
Justino Mártir, Segunda Apología, Cap.7
[94]
Arquelao, Hechos de la disputa con Mani, 32
[95]
Justino Mártir, Primera Apología, Cap. 43
[96]
Ignacio de Antioquia, Epístola a Esmirna, 11
[97]
Clement of Alexandria, Who Is the Rich Man Who Will Be Saved? 21
[98]
Historical Theology: An Introduction to Christian Doctrine, p. 455
[99]
Ireneo, Contra las Herejías, libro 4, Cap. 37:7
[100]
Origen, Commentary on the Epistle to the Romans, Books 6-10, trans.
Thomas P. Scheck (Washington: Catholic University of America Press, 2002),
VII.viii.3, p. 85
[101]
Juan Crisóstomo, Homilía 15 sobre Romanos 8:29
[102]
Ibídem, Homilía 7 sobre 1 Timoteo 2:2-4
[103]
Ireneo, contra las herejías, Libro 3 Cap. 16
[104]
Ibídem, Cap.24
[105]
Metodio, El banquete de las 10 vírgenes, discurso 8, Cap. 16
[106]
Juan Crisóstomo, Homilía 6 sobre Hechos de los Apóstoles
[107]
Justino Mártir, Primera Apología cap. 28
[108]
Romans Commentary, Ancient Christian Commentary on Scripture. New
Testament, volume 6. Edited by Thomas Oden. P 235
[109]
Justino Mártir, Primera Apología, Cap. 24
[110]
Clemente de Roma, Carta a los Corintios, Cap. 2
[111]
Ibídem, Cap. 35 y 59
[112]
Ireneo, Contra las Herejías, Libro 4, Cap. 29.2
[113]
Hermas el Pastor, Libro 3, Similitud 8 Cap.6
[114]
Clemente de Alejandría, Stromata libro 7, Cap.17
[115]
Ibídem, Cap.2
[116]
Origenes, Comentario del libro de Romanos, [Books 6-10, (Washington:
Catholic University of America Press, 2002), VII.viii.3, p. 88-89]
[117]
Juan Crisóstomo, Homilía 16 sobre Romanos
[118]
Ibídem, Homilía de Efesios
[119]
Juan de Damasco, Una Exposición Exacta de la Fe Ortodoxa. Libro 2,
Capítulo 30.
[120]
Justino Mártir, Diálogo 141
[121]
Orígenes, Primeros Principios, 3.1.10
[122]
Robert A. Baker, Compendio De La Historia Cristiana, 33
[123]
Orígenes, Primeros Principios, libro 3, Cap.1
[124]
Ibídem, Commentary on the Epistle to the Romans, Books 6-10,
(Washington: Catholic University of America Press, 2002), VII.viii.3, p. 126
[125]
Robert Baker, Compendio de la historia cristiana, p. 57, 67,100
[126]
Ralph Woodrow, Babilonia Misterio Religioso, p. 248-249
[127]
Henry Chadwick’s The Early Church, 38
[128]
Allan D. Fitzgerald (General Editor.), Augustine through the ages, An
Encyclopedia, 39, 40
[129]
Hans Kung, La Iglesia Católica, 2002, p.37
[130]
Juan Calvino, Institución a la Religión, 3.22.1.
[131]
Ibídem.
[132]
Agustín, Sobre el Alma y su Origen, 16.
[133]
Juan Calvino, Institución a la Religión, 3.22.8.
[134]
Ireneo, Contra las Herejías, Libro IV, Cap.14:1
[135]
Agustín, La Corrección y la Gracia, 44.
[136]
Henry Chadwick’s The Early Church, 232-233.
[137]
Juan Casiano, Tercera conferencia del obispo de Chaeremon 7.
[138]
Robert A. Baker, Compendio De La Historia Cristiana, p. 75.
[139]
Concilio de Orange, Declaración final de Fe,
http://www.relormed.org/doLuments (accessed Augustin 6, 2009).
[140]
Martin Lutero, Esclavitud de la Voluntad, p.43-44.
[141]
Allan D. Fitzgerald, Augustine through the ages, An Encyclopedia, 118
[142]
Juan Calvino “Institución de la Religión Cristiana” Traducido por Henry
Beveridge (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Publishing Company, Electronic Edition,
reprinted 1993), iii, xxi, sec. 5, 1030–1031.
[143]
Juan Calvino, Institución a la religión cristiana, 3.23.1.
[144]
Ibídem, 3.22.8.
[145]
Juan Calvino adversus Astrolog. Judiciariam. August DeOrdine, lib. II cap.15.
[146]
Ibídem, institución de la religión cristiana, 1.17.5.
[147]
Ibídem, 1.16.9.
[148]
Confesión De Fe De Westminster, Capitulo 3:1. Del Decreto Eterno De Dios.
[149]
Juan Calvino, Institución a la religión cristiana, 3.24.14.
[150]
Theodore Beza, A Brief Declaration of the Chief Points of Christian Religion,
Set Forth in a Table, 2.
[151]
Ibídem, 5.
[152]
Confesiones “Waterland” (1577-1610), (1577: # 7, 1610: #7).
[153]
The Writings of James Arminius, 3 vols, trans. James Nichols (Grand Rapids:
Baker, 1956) 1:247.
[154]
Ibídem, 1:247-248.
[155]
Short Confession of Faith in XX Articles by John Smyth, 2 and 9.
http://churches-of-christ.ws/SM2.htm
[156]
A Declaration of Faith of English People Remaining at Amsterdam in
Holland, sec. 5,
[157]
Canons of the Synod of Dort, 1.7
[158]
Ibídem, 1.15.
[159]
John Wesley, Predestination Calmly Considered. 18.
[160]
Ibídem, 27-28.
[161]
Ibídem, 88.
[162]
Jack W. Cottrell “Elección Condicional” on Grace Unlimited, 62.
[163]
Wayne Grudem, Teología Sistemática, 684.
[164]
Ibidem, 676-679.
[165]
Origen, Commentary on the Epistle to the Romans, Books 1-5, (Washington:
Catholic University of America Press, 2002), book 2, chapter 13, 161.
[166]
John of Damascus (Syria), An Exposition of the Orthodox Faith, Book III, 27.
[167]
Wayne Grudem, Teología Sistemática, 626.
[168]
Irenaeus, Ante-Nicene Fathers vol.1 pg.495
[169]
Ibídem, Contra las herejías, 5.17.1.
[170]
Athanasius, Four Discourses Against the Arians, Discourse II, 69.
[171]
Cyril of Jerusalem, Catechetical Lectures, Lecture 13: 1, 2, 4.
[172]
Ibídem, Lecture 10:3.
[173]
Melito de Sardis, Catena on Genesis, 5.
[174]
James White, Debating Calvinism, 173.
[175]
John Chrysostom, Homily 2 on Galatians Ver. 20.
[176]
Ibídem, Homilies on First Corinthians, 20.
[177]
Roger E. Olson, Against Calvinism, 159.
[178]
John Chrysostom, Homily III. On Rom. I. 18.
[179]
Clement of Rome, Letter to the Corinthians, Chapter 7, 12.
[180]
Ibídem, 32.
[181]
Ignatius, The Epistle to the Magnesians, Chapter 1.
[182]
John Chrysostom, Homily 2 on Galatians Ver. 20.
[183]
Irenaeus, Against Heresies, Book 5, Chapter 20:1.
[184]
Ibídem, Book 4 Chapter 6:7.
[185]
Ignatius, The Epistle to the Philadelphians, Chapter III.
[186]
Theodoret, To Uranius, Governor of Cyprus. Ecclesiastical History LXXVI.
[187]
John Crysostom, Homily VII, on 1 Timothy 2:4.
[188]
Justin Martyr, Dialogue with Trypho, Chapter, 95.
[189]
Athanasius, On the Incarnation of the Word, 20.
[190]
Ibídem, Letter LX, To Adelphius: against the Arians. 6.
[191]
Irenaeus (A.D. 180) Ante-Nicene Fathers vol.1 pg.447-448.
[192]
Clement of Rome, Letter to the Corinthians, 49.
[193]
Origen, Commentary on the Gospel of John, Book 6, 37.
[194]
Irenaeus, Against Heresies, book 3, Chapter 9:3.
[195]
John Andrew Quenstedt, Theologia Didactico-Polemica sive Systema
Theologicum (Leipzig, 1715), 3.238.
[196]
Jerry Walls, and Joseph Dongell. Why I Am Not a Calvinist. Downers Grove,
Ill.: InterVarsity Press, 2004. 72.
[197]
Juan Calvino, Comentario Completo de Calvino sobre Juan 1:29.
[198]
Ibídem, Isaías 53:12.
[199]
Ibídem, Marcos 14:24.
[200]
Ibídem, Colosenses 1:14.
[201]
Ibídem, The Mysteries of Godliness (quoted from Chosen but Free, by
Norman Geisler, 157), 83.
[202]
Ibídem, 2 Pedro 3:9.
[203]
Ibídem, Gálatas 5:12.
[204]
Jerry Walls, and Joseph Dongell. Why I Am Not a Calvinist, InterVarsity Press,
2004, 70.
[205]
Jacob Arminius, Five Arminian Articles, art. 2.
[206]
Jerry Walls and Joseph Dongell. Why I Am Not a Calvinist. InterVarsity Press,
2004. 11.
[207]
Augustine, Selected lessons of the New Testament, Sermon 138:5.
[208]
Ibídem, Homily 1 on the First Epistle of John, 8.
[209]
Ibídem, Tractates on the Gospel of John, Tractate 87, 2.
[210]
Ibídem, On Rebuke and Grace, 44.
[211]
Dave Hunt, What Love Is This? Pg. 116.
[212]
Augustine, Homilies on First John, Homily 5:9.
[213]
Evangelical Quarterly 82:2 (2010): 122, 115.
[214]
Jerry Walls and Joseph Dongell. Why I Am Not a Calvinist. InterVarsity Press,
2004. P.71.
[215]
Thomas William Jenkyn, The Extent of the Atonement, 47.
[216]
Canons of the Synod of Dort, 2.8.
[217]
Dave Hunt, Debating Calvinism, Dave Hunt & James White, p. 214-215.
[218]
Confesión de fe de Westminster, Capítulo 8:5-6.
[219]
John Piper, For Whom Did Christ Die?
[220]
Ibidem, The Pleasures of God, 148
[221]
Clement of Alexandria, The Stromata; Book II, Chapter 6.
[222]
Ibídem, Book 7, Chapter 10.
[223]
Ibídem.
[224]
Theophilus of Antioch, Book I, Chapter 14.
[225]
Clement of Alexandria, The Stromata; Book II, Chapter 6.
[226]
Ibídem, Fragments from Cassiodorus, Comments on 1John 2:29.
[227]
The Epistle of Barnabas, Chapter 16.
[228]
Cyprian of Carthage, Treatise 4:9.
[229]
Ibídem, Epistle 1: 4.
[230]
Irenaeus, Against Heresises, Book 4 Chapter 37:1.
[231]
Ibídem, Chapter 37:5
[232]
Ibídem, Chapter 6:5.
[233]
Clement of Rome, Letter to the Corinthians, Chapter 7.
[234]
Ibídem, Chapter 12.
[235]
John Cassian, Conference 13, Chapter 12.
[236]
Ibídem.
[237]
Ibídem, Chapter 8.
[238]
Ibídem, Chapter 12.
[239]
Origen, Commentary on the Gospel of John, Book II, Chapter 10,12.
[240]
Commodianus, (AD. 240), On Christian Discipline LVII.
[241]
Cyprian of Carthage, AD 250 Epistle 6:2.
[242]
Irenaeus, Against Heresies, Book IV, Chapter 41:2-3.
[243]
Ibídem, Chapter 37:4.
[244]
Ibídem, Chapter 37:3.
[245]
Basil the Great Chapter XVI. 40.
[246]
Basil of Caesarea, De Spiritu Sancto, Chapter 26: 61.
[247]
Cyprian of Carthage, AD 250 Treatise 1: 20.
[248]
Ibídem, Treatise 12, Third Book, 27.
[249]
Athanasius (296-373), Letter 3: 3.
[250]
Waterland Confession, 31.
[251]
Second London Confession, 29.2.
[252]
John Wesley, Working out our own salvation.
[253]
Charles Grandison Finney, Lectures on Systematic Theology (1878), lecture
17.
[254]
Wayne Grudem, Teologia Sistematica, p. 734.
[255]
Irenaeus (130-202 A.D.) Against Heresies, Book I Chapter 6:2, 4.
[256]
Augustine, On the Predestination of the Saints, Book I, Chapter 32 [XVI.]
[257]
Ibídem, On the Grace of Christ, and on Original Sin, Book I, Chapter 13
[XII.].
[258]
Ibidem, Four Anti-Pelagian Writings (p. 234).
[259]
Ibídem, A Treatise on grace and free will, Chapter 17.
[260]
Ibídem, On the Predestination of the Saints, Book I, Chapter 34.
[261]
Ibídem, Chapter 16.
[262]
Harold Hoehner W. Ephesians an Exegetical Commentary, Published by
Baker Academic a division of Baker Book House Company P.O. Box 6287, Grand
Rapids, (2002). Pg. 343.
[263]
Martin Luther, The bondage of the will, (1957), pg.311.
[264]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, 3.2.34
[265]
Acusar a Jesús de estar poseído por demonios constituía la blasfemia contra
el Espíritu Santo (Mat.12:22-32), pecado imperdonable, pecado de muerte
eterna.
[266]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, 3.23.14.
[267]
Irenaeus, Against Heresies, Book 4, Chapter 37:1.
[268]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, 2.2.6.
[269]
Irenaeus, Against Heresies, Book I Chapter 6:4.
[270]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, 3.24.1.
[271]
Irenaeus, Against Heresies, Book I Chapter 6:4.
[272]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, 3.22.10.
[273]
Ibídem, 4.16: 17, 20.
[274]
Canons of the Synod of Dort, “Third and Fourth Heads of Doctrine,” 11, 12.
[275]
Confesión De Fe De Westminster, Capitulo 10:1,4.
[276]
Jonathan Edwards, Treatise on Grace, 1, Published Writings by Jonathan
Edwards, ed. Paul Helm (Greenwood, S.C.: Attic, 1971), p.25, 33-34.
[277]
James White, Debating Calvinism: five points, two views / by Dave Hunt and
James White, p.197.
[278]
Wayne Grudem, Teología Sistemática, 828.
[279]
Cipriano de Cartago, Treatise 3:10.
[280]
John Chrysostom, Two Exhortations to Theodore After His Fall, Letter 1:16.
[281]
Irenaeus, Against Heresies, Book I Chapter 6:2,4.
[282]
Tertullian, On Repentance, Chapter 6.
[283]
Origen, De Principiis Book 3, Chapter 1.8.
[284]
The theological and miscellaneous works of Joseph Priestley, Volume VI,
Pg.84.
[285]
Augustine, On Rebuke and Grace, Chapter 9.
[286]
Augustine, On the Soul and Its Origin, 16.
[287]
Ibidem, On the Predestination of the Saints (Book II), On the Gift of
Perseverance 21.
[288]
Ibídem, Chapter 19, 21.
[289]
Juan Calvino, Institución De La Religión Cristiana, Libro 3, Cap.24:7.
[290]
Ibídem, Capitulo 21:5.
[291]
Agustín, On the Predestination of the Saints (Book II) On the Gift of
Perseverance 9.
[292]
John Calvin Institutes of the Christian Religion, book 2. Chapter 5:3.
[293]
Agustín, On the Predestination of the Saints (Book II) On the Gift of
Perseverance 14.
[294]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, book 3. Chapter 24:6.
[295]
Confesión de fe de Westminster capítulo 17:1.
[296]
Ibídem, capítulo 17:2.
[297]
Los Canones de Dort, Cap.1:11.
[298]
Horton, For Calvinism, 123.
[299]
Martin Lutero, Let Your Sins Be Strong: A Letter from Luther to Melanchthon
Letterno. 99.1 August 1521.
[300]
Michael L. Brown, Hyper-grace, 2014. Pg. 250.
[301]
Ibídem, Pg. 249.
[302]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, book 3. Chapter 4:28.
[303]
Colin Dye, “Should We Confess Our Sins?” January 4, 2012,
http://www.colindye.com/2012/01/04/should-wc-confess-our-sins/ (accessed
September 3, 2013).
[304]
John Chrysostom, Two Exhortations to Theodore After His Fall, Letter 1: 8.
[305]
Ibídem, Letter 1:9.
[306]
Ibídem, Homily 10 on Second Timothy.
[307]
Constitutions of the holy Apostles Book 5: 6.
[308]
Tertuliano, Apología, Cap.7.
[309]
Irenaeus (130-202 A.D.) Against Heresies, Book 3, Chapter 18: 5.
[310]
John Chrysostom (349-407 A.D.) on Matthew, Homily 26:8
[311]
The Shepherd of Hermas (85-90 A.D.) Book III, Similitude Ninth, Chapter 18.
[312]
Justin Martyr Dialogue with Trypho, a Jew. 47.
[313]
John Chrysostom (Archbishop of Constantinople) on Philippians, Homily VIII.
[314]
Tertullian of Carthage, On the Apparel of Women, Book 2, Chapter 2.
[315]
The Epistle of Barnabas, Chapter 2.
[316]
Ibídem, Cap.4.
[317]
John Cassian (360-435 A.D.), Conference 4, Chapter 19.
[318]
Irenaeus, (130-202 A.D.) Against Heresies Book IV, Chapter 27:2.
[319]
Cyprian of Carthage, Treatise 12, Third Book, 28.
[320]
Tertuliano, De Paenitentia, 5.
[321]
Hermas, The Shepherd, Book I, Vision 2, Chapter 2.
[322]
Ibídem, Similitude 6, Chapter 2.
[323]
Theognostus of Alexandria, 3.
[324]
Basil of Caesarea (330-379), Letter 22:3.
[325]
John Chrysostom, Homilies on Matthew, Homily 82:6
[326]
Ibídem, Homilies on Matthew, Homily 75:5.
[327]
Athanasius, The Festal Letters, and Their Index, Or Chronicon Athanasianum
9.
[328]
Tertullian, Scorpiace, Chapter 6.
[329]
Apostolic Constitutions, (A. D. 390) Book 2.3.VII.
[330]
John Chrysostom, Homilies on the acts of the apostles, Homily I.
[331]
Irenaeus, Against Heresies, 4.27.4.
[332]
Ibídem, Book 4, 41:2-3.
[333]
Cyprian of Carthage, AD 250 Treatise 1: 20.
[334]
Cyprian of Carthage, AD 250 Treatise 11: 7 and 8.
[335]
Basil of Caesarea (330-379 A.D.), Letter 42: 2.
[336]
Cyril of Jerusalem Catechetical Lectures, Lecture XVII. 37.
[337]
The Shepherd of Hermas, (Book II), Command 10 chapter 2. Psalm 51:11.
[338]
Ibídem, Commandment fifth, Chapter 2.
[339]
Basil the Great Chapter XVI. 40.
[340]
Basil of Caesarea De Spiritu Sancto, Chapter 26: 61.
[341]
Athanasius of Alexandria, Discourse 3 Against the Arians, Chapter 25:25.
[342]
John Cassian, The Conferences, Part II. Chapter XXV.
[343]
Ibídem, Chapter XXV.
[344]
Robert Mounce, KJV Study Bible, Zondervan 2002, p. 1825.
[345]
Luis M. Ortiz, Apocalipsis un libro Abierto para hoy, Pag.70-71.
[346]
la Confesión de Fe de Westminster
http://www.iglesiareformada.com/Confesion_Westminster.html, Cp. 3:1.
[347]
Ibídem, Cp.6:1
[348]
Ibídem, Cp. 3:3.
[349]
Ibídem, Cp. 3:4.
[350]
Ibídem, Cp. 3:7.
[351]
Ibídem, Cp. 8:6.
[352]
Ibídem, Cp.10:1.
[353]
Ibídem, Cp.10:1
[354]
Ibídem, Cp.17:1.
[355]
John Calvin, Institutes of the Christian Religion, 3.23.10-11.
[356]
Irenaeus, Against Heresies, Book III, Chapter 25:2-3.
[357]
Wayne Grudem, Teología Sistemática, 625-626.
[358]
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