Saint Martin - Cuadro Natural
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Resume en una sntesis notable los principales ideas fundamentales de su sistema teosfico. Fue publicado por primera vez en 1782, o sea siete aos despus de "de los Errores y de la Verdad", y en la primera mitad de la carrera literaria del Filsofo desconocido.
CUADRO NATURAL DE LOS RELACIONES QUE EXISTEN ENTRE DIOS, EL HOMBRE Y EL UNIVERSO
Louis Claude de Saint-Martin
El universo no existe sino por las facultades creadoras, invisibles; estas facultades creadoras tienen una independencia necesaria e independiente del Universo, como mis facultades visibles existen necesaria e independientemente de mis obras materiales. Independientemente de las facultades creadoras universales de la naturaleza sensible, existen tambin fuera del hombre, las facultades intelectuales y pensantes, anlogas a su ser , y que producen en l los pensamientos; ya que los mviles de su pensar no son en absoluto de l, no los puede encontrar ms que una fuente inteligente, que tiene una relacin con su ser; sin eso, estos mviles no podran tener accin sobre l, el germen de su pensar permanecera sin reaccin y por consecuencia sin efecto. Sin embargo, aunque l sea pasivo en sus ideas sensibles, permanece siempre el privilegio de examinar los pensamientos que se le presentan, de juzgarlos, de adoptarlos, de rechazarlos, de actuar a continuacin conforme a su eleccin y de esperar, en medio de una marcha atenta y continuada, de atender un da el disfrute invariable del pensamiento puro: toda cosa que deriva naturalmente del uso de la libertad. .
La Libertad
Como en el principio, la libertad es la verdadera fuente de determinacin, es esa facultad que est en nosotros de seguir la ley, que nos es impuesta, o de actuar en oposicin a esta ley; es finalmente la facultad de permanecer fiel a la luz que sin cesar se nos presenta. Esta libertad se manifiesta al principio en el hombre, de la misma forma que cuando se hace esclavo de las influencias a su ley. Entonces se le ve an, antes de su determinacin, comparar entre ellas los distintos impulsos que le dominan, oponer sus prcticas y sus pasiones las unas a los otras y elegir finalmente la que es ms atractiva para l. Considerada como efecto, la libertad se dirige solamente despus de la ley otorgada a nuestra naturaleza intelectual; entonces, ella supone la independencia, la exencin completa de toda accin, fuerza o influencia contraria a esta ley, exencin que pocos hombres conocieron. Bajo este
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punto de vista, en que el hombre no admita ningn otro motivo de su ley, todas sus determinaciones, todos sus actos son el efecto de esta ley que los gua, y es solamente entonces que l es realmente libre, no ser nunca desviado por ningn impulso extrao de lo que le conviene a su ser.
Dios
En cuanto al ser del principio, esta fuerza pensante universal, superior al hombre, la cual no podemos superar ni evitar la accin, y donde la existencia est demostrada por el estado pasivo donde nosotros somos lo opuesto a ella, relativo a nuestros pensamientos, este ltimo Principio tiene tambin una libertad que difiere esencialmente de los otros seres; ya que siendo el mismo su propia ley, no puede nunca apartarse y su libertad no es expuesta a ningn obstculo u impulso extrao. As pues, l no es esa facultad funesta por la que el hombre pueda actuar contra el objetivo de su existencia. Lo que demuestra la superioridad infinita de este Principio universal y Creador de toda ley. Este Principio supremo, fuente de todas las potencias, sea de las que vivifican del pensamiento en el hombre, sea de las que generan las obras invisibles de la naturaleza material, ese ser necesario a todos los otros seres, germen de todas las existencias: ese trmino final hacia el cual tienden, como por un esfuerzo irresistible, porque todas buscan la vida; ese ser, digo yo es el que los hombres llaman generalmente DIOS.
La Naturaleza
El Universo no puede influir sobre los facultades activas y creadoras a las cuales debe la existencia, y no hay relacin ms directa y ms necesaria con Dios, a quin pertenecen estas facultades, que nuestras obras materiales tienen con nosotros. El Universo es, por decirlo as, un ser aparte; es extrao a la divinidad, aunque no le es ni desconocido, ni indiferente... No tiene la esencia divina, aunque Dios se ocupa de su cuidado, su manutencin y su gobierno. As no participa de la perfeccin, que sabemos pertenece a la Divinidad; no forma unidad con l; por lo tanto no est incluido en la simplicidad de las leyes esenciales y particulares de la Naturaleza Divina. Por eso se percibe por todas partes en el Universo los caracteres del desorden y de la deformidad; este es un montaje violento de simpatas y de antipatas, de similitudes y diferencias, que fuerzan a los seres a vivir en una continua agitacin, para acercarse a lo que les conviene, y para huir lo que les es contrario: tendiendo sin cesar a un estado ms tranquilo, tendiendo a la unidad de donde todo sali. La imperfeccin atada a las cosas temporales, prueba que no son ni iguales ni coeternas con Dios, y demuestra al mismo tiempo que no pueden ser permanentes como l: ya que sus naturalezas imperfectas no tienen la esencia de Dios, a la cual solamente pertenece la perfeccin y la Vida, debe poder perder la vida o el movimiento que ha podido recibir: porque el verdadero derecho que Dios hace de no cesar de ser, es el de no tener que comenzar. En orden intelectual, es lo superior que nutre lo inferior; es el principio de toda existencia que mantiene en todos los seres la vida que les ha donado; es la fuente primera de la verdad, que el hombre intelectual recoge diariamente en sus pensamientos y la luz que le ilumina. Ahora bien este principio superior no aguarda a su vida, ni es el sostn de ninguna de sus producciones, recibiendo todo de l mismo, nunca le da albergue a la privacin, la escasez y la muerte. Al contrario, dentro de todas las clases del orden fsico, es lo inferior que nutre y alimenta lo superior Es esta la imagen ms sorprendente de su impotencia y la prueba ms certera de la necesidad de su destruccin; ya que no pudiendo conservar su virtud generatriz y su existencia, sino por la ayuda de sus propias producciones, no sabra la creencia de lo imperecedero, sin su
reconocimiento, como en Dios, la facultad esencial y sin lmites de engendrar; y entonces no vera en ella ni esterilidad, ni sequedad. En el principio supremo, que ha ordenado la produccin de este Universo, y que mantiene la existencia, todo es esencialmente orden, paz, armona; as no se debe asignar jams la confusin que reina en todas las partes de nuestra tenebrosa morada; y ese desorden no puede ser ms que el efecto de una causa inferior y corrompida que no puede actuar si no est separada y fuera del Principio del bien: ya que es an ms cierto que ella es nula e impotente, con relacin a la Causa primera Es imposible que estas dos Causas existan fuera de la clase de las cosas temporales. Desde que la Causa inferior cesa de estar conforme a la ley de la Causa superior, perdi toda unin y toda comunicacin con ella; porque en tal caso la causa superior, Principio eterno del orden y de la armona, ha dejado la causa inferior, opuesta a su unidad, cada por ella misma en la oscuridad de su corrupcin, como nos deja todos los das perder voluntariamente la extensin de nuestras facultades, y estrecharlas, por nuestros propios actos, en los terminales de los afectos ms viles, en el punto de nosotros ms alejado de los objetos que convienen a nuestra naturaleza.
La materia, el mal
As pues, lejos de que el nacimiento del mal y la creacin limitada, en la que ella ha sido contenida, han producido, en el orden verdadero, un mayor conjunto de cosas y adicin a la inmensidad, no ha hecho ms que particularizar, lo que por esencia deba ser general; que dividir acciones que deban estar unidas; que contener en un punto lo que tena que ser separado de la universalidad, y deba circular sin cesar en toda la economa de los seres; que sensibilizar finalmente bajo formas materiales lo que exista ya en principio inmaterial: ya que, si pudiramos analizar el Universo e imprimir sus envolturas groseras, encontraramos los grmenes y las fibras de principios dispuestas en el mismo orden en donde vemos que son sus frutos y sus producciones; y este Universo invisible sera as distinto a nuestra inteligencia como el Universo material lo es a los ojos de nuestro cuerpo. Esto es en donde los Observadores estn extraviados, al confundir el Universo invisible y el Universo visible, y anunciar al ltimo, como siendo fijo y verdadero, lo que aparta al Universo invisible y principio. Es as como la causa inferior tuvo por lmites la defensa sensible e insuperable de la accin invisible vivificante y pura del gran Principio, delante de la que toda corrupcin ve aniquilada en sus esfuerzos. Esta causa inferior, ejerce su accin en el espacio tenebroso donde ella est reducida, todo aqu est contenido con ella sin excepcin, debe ser expuesta a sus ataques: y que ella no puede nada sobre la esencia del Universo, puede combatir a los Agentes, poner obstculo al resultado de sus actos, e insinuar su accin desarreglada en los menores trastornos de los seres particulares, para aumentar an ms el desorden. Cmo la Causa inferior puede estar opuesta a la Causa superior? o cmo el principio inteligible puede producir algo que se va a oponer a l mismo? Para comprender eso, vamos a buscar cmo es que el mal puede existir en presencia de los fenmenos materiales. El ser creador produce sin cesar los seres fuera de l, como los principios de los cuerpos producen sin cesar fuera de ellos en sus acciones. No se produce nunca los montajes puesto que l es Uno, simple en su esencia. Por consecuencia, si, entre las producciones de este primer Principio, en este que se puede corromper, no pueden al menos disolverse ni aniquilarse, como las producciones corporales y de compuestos.
Cuadro natural de los relaciones que existen entre Dios, el hombre y el universo
producciones materiales, las que llegan en su tiempo y naturalmente no son un mal; no es desorden en el caso donde es prematura: por lo mismo el mal est ms entonces en los seres entregados a la destruccin que en la accin desordenada que lo ocasiona.
La corrupcin
A quin esta corrupcin debe pues ser atribuida? Ya que las producciones ya sean materiales o inmateriales, empujando la vida en una fuente pura, cada una segn su clase, sera injuriar el principio, al admitir la menor mancha en su esencia. De la diferencia extrema que existe entre las producciones inmateriales y las producciones materiales, el resultado es que ellas all son pasivas, puesto que no son compuestas, no son no los agentes de su corrupcin; no pueden pues ser el sujeto, puesto que el desorden viene necesariamente del exterior. Al contrario, las producciones inmateriales, en calidad de seres simples, y en su estado primitivo y puro, no pueden recibir ni desorden, ni mutilacin, por ninguna fuerza externa; puesto que nada de ellas est expuesto y que ellas contienen toda su existencia y todo su ser en ellas mismas, como formando cada una su unidad: de donde el resultado que si esta se llega a corromper, no solamente ellas no han de estar sujetas a su corrupcin, sino tambin ellas no han de ser el rgano y los agentes: ya que es del todo imposible que la corrupcin les dirija; puesto que ningn ser las poda haber tomado sobre ellas; ni desarreglar su ley. Un ser que se acerca y que goza de la vista de las virtudes del soberano Principio, puede encontrar un motivo preponderantemente opuesto a las delicias de este sublime espectculo? Si l aparta los ojos de este gran propsito, o si l refirindose a estas producciones puras del infinito, busca, en la contemplacin, un motivo falso y contrario a sus leyes, pueden encontrarlo fuera de s mismo, puesto que este motivo es el mal, y que este mal no existe en ninguna parte para l antes de que este pensamiento criminal les haya hecho nada, como nula produccin existe antes de su Principio generador. El Principio divino no contribuye ni al mal ni al desorden que pueden nacer entre sus producciones porque l es la pureza misma: siendo simple y siendo la ley de su propia esencia y de todas sus obras, es imposible toda accin ajena. El desorden y la corrupcin no se extienden sobre los Principios primeros. Aunque los seres libres son distintos del gran Principio, pueden apartarse de las influencias intelectuales que descienden continuamente sobre ellos; aunque estas influencias intelectuales reciben quiz en sus cursos alguna contraccin que desve los efectos, el que les enva estos presentes saludables no cierra nunca su mano benefactora. Tiene siempre la misma actividad. Es siempre igualmente fuerte, igualmente potente, igualmente puro, igualmente impasible hacia los extravos de sus producciones libres, que pueden hundirse ellas mismas en el crimen, y parir el mal por los nicos derechos de su voluntad. Sera pues absurdo admitir alguna participacin de lo divino en el desorden de los seres libres, y de lo que resulta en el Universo; en una palabra, Dios y el mal no pueden nunca tener la menor relacin. Seran tambin pocos los fundamentos que asignaran el mal a otros seres materiales, puesto que no pueden nada por ellos mismos, y toda su accin viene de su principio individual, el cual es todava dirigido o reaccionado por una fuerza separada de l. Ahora bien, tenemos tres clases de seres: Dios, los seres intelectuales y la Naturaleza fsica: si no se puede encontrar el origen
del mal en el primero, que es exclusivamente la fuente de muy bien; ni en el ltimo, que no es ni libre, ni pensante; y que sin embargo la existencia del mal es innegable; es necesariamente forzoso atribuir al hombre, o a todo otro ser, tenindolos como un rango intermediario.
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Contrariamente a los animales que tienen comportamientos idnticos en cada una de las especies, el hombre tiene diferencias y oposiciones. Cada hombre es similar a un soberano en su Imperio. No solamente el hombre difiere de su semejantes, tambin en todo instante difiere de s mismo. Quiere y no quiere; odia y ama; l toma y rechaza casi al mismo tiempo el mismo objeto; casi al mismo tiempo seduce y se hasta. Bien ms, huye a veces lo que a l le agrada; se acerca a lo que le repugna; va delante de los males, de los dolores y de la muerte. As se puede decir que en sus tinieblas, como en su luz, el hombre manifiesta un principio total a hacer distinto de l lo que opera y que mantiene el juego de sus rganos. Esta es un desprecio imperdonable de concluir los diferentes ejemplos particulares, de una ley general para la especie humana. El hombre tiene en s los grmenes de todas las virtudes; estn todos en su naturaleza, aunque l los manifiesta parcialmente, de lo que sigue a menudo, en el momento que l parece desconocer las virtudes naturales, no hace ms que sustituir las unas con las otras. Si es verdad que el hombre no tiene una sola idea de l; y que sin embargo la idea de tal poder y de tal luz sea, por as decirlo, universal, todo puede ser degradado en la ciencia y la marcha tenebrosa de los hombres, pero todo no es falso. Esto anuncia pues que hay en ellos alguna analoga, algunas relaciones con la accin suprema, y algunos vestigios de sus propios derechos; como hemos de encontrar en la inteligencia humana, las relaciones evidentes con la inteligencia infinita y con sus virtudes. Si cada uno de los seres de la Naturaleza es la expresin de virtudes temporales de la sabidura, el hombre es la seal o la expresin visible de la Divinidad misma; de lo contrario si la semejanza no es perfecta, el modelo podra ser desconocido.
La palabra y la escritura
Los sonidos y los caracteres alfabticos, que sirven de instrumentos fundamentales a todos las palabras que empleamos para manifestar nuestras ideas, deben sostenerse en estos signos y
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sonidos primitivos que les sirven de base; y esta verdad profunda nos es trazada desde la antigedad en el fragmento de Sanchoniaton, donde l representa a Toth que extrae el retrato de los Dioses para hacer los caracteres sacros de las letras; 10, emblema sublime y de una fecundidad inmensa, ya que l se agarra de la fuente misma de donde el hombre debera siempre beber. Puesto que la ley que sirve de rgano a la suprema Sabidura establece para todo un orden y una regularidad, debe haber determinado, para la expresin de los pensamientos que ella nos enva, seales invariables, como ha establecido para la produccin de sus hechos materiales. Los sonidos y los caracteres primitivos son los verdaderos signos sensibles de nuestros pensamientos, deben ser las seales sensibles de la unidad pensante ya que l es el nico principio de todas las cosas. As las producciones ms desfiguradas, que nosotros podemos manifestar por la palabra y por la escritura, llevan siempre de forma secundaria la impresin de estas seales primitivas; y por consecuencia stas de aqulla nica idea, o de la unidad pensante: as el hombre no puede proferir una sola palabra, trazar un solo carcter, que no manifieste la facultad pensante del Agente supremo; como no puede producir un nico acto corporal, un nico movimiento, sin manifestar las facultades creadoras. El hombre est destinado a ser el signo y la expresin parlante de facultades universales del Principio supremo, de donde l ha emanado; como todos los otros seres particulares son, cada uno dentro de su clase, el signo visible del principio particular que les ha comunicado la vida.
La emanacin
La emanacin divina debe ser incluida en tanto que el Principio creador no aprob ni separacin, ni divisin, ni ninguna alteracin dentro de su esencia. Para comprender bien este trmino, procederemos por analoga. Cuando produzco exteriormente algn acto intelectual, cuando comunico a uno de mis semejantes el ms profundo de mis pensamientos, este mvil que llevo en mi ser, que va a hacerme actuar puedo darle una virtud: este mvil, aunque salido de mi, el que siendo, por decirlo as, un extracto de mi mismo y de mi propia imagen, no me priva de la facultad de producir similares. Yo tengo siempre en mi el mismo germen de pensamientos, la misma voluntad, la misma accin; y sin embargo yo he de algn modo conferido una nueva vida a este hombre, comunicndole una idea, una potencia que no tena nada para l, antes de que yo lo hiciera en su favor, la especie de emanacin que soy susceptible. Nosotros acordndonos no obstante, que no hay ms que un solo Autor y creador de todas las cosas, se ver porqu slo comunico atisbos pasajeros; en lugar de que este Autor universal comunica la existencia, y la vida imperecedera. Pero, si en la operacin que me es comn con todos los hombres, se sabe evidentemente que la emanacin de mis pensamientos, voluntades y acciones, no alterarn en nada mi esencia; segn la ms fuerte razn la vida divina puede comunicarse por las emanaciones: puede producir sin nmero y sin final, los signos y las expresiones de ella misma, y nunca cesar de ser el hogar de la vida.
La reminiscencia
Si somos emanaciones de una fuente universal de verdad, ninguna verdad nos debe parecer nueva y recprocamente, si ninguna verdad nos parece nueva, aunque no percibimos el recuerdo o la representacin de lo que est oculto en nosotros, debemos haber nacido en la fuente universal de la verdad. El hombre intelectual, por su primitiva existencia, tiene su merecido segn la ley universal de los seres que provienen de su rbol generador. l es, por decirlo as, el testigo de todo lo que exista en su atmsfera: y como esta atmsfera es la misma sobre la que vivimos, que lo intelectual est sobre lo material, los hechos de los cuales el hombre participaba, siendo incomparablemente superiores a los hechos del orden elementario: y la diferencia de unos y otros, es la que hay entre la
realidad de los seres que tienen una existencia verdadera e indeleble, y la apariencia de aquellos que tienen una vida independiente y secundaria. As pues, el hombre estando ligado a la verdad, participaba, aunque pasivamente, de todos los hechos de la verdad. Despus de haber sido separado del rbol universal, que es su rbol generador, el hombre se encontr precipitado en una regin inferior para all probar una vegetacin intelectual, si l llega a adquirir las luces y manifiesta las virtudes y las facultades anlogas a su verdadera naturaleza, l no hace ms que representar para s mismo lo que su Principio haba ya mostrado a sus ojos: no hace ms que recuperar la vista de una partida de los objetos que haba ya de estar en su presencia; que reunirse a los seres con los cuales haba ya habitado; por ltimo, que descubrir de nuevo, de una manera ms intuitiva, ms activa, de las cosas que haba ya existido para l, en l y en torno a l. He aqu porque no puede decir del avance de todos los seres creados y emanados en la regin temporal, y el hombre por consecuencia, trabaja en la misma obra, que es recuperar su semejanza con el Principio, es decir, de crecer sin cesar hasta que ellos vienen a punto de producir sus frutos, como produjo los nuestros en ellos. El hombre no est para probar a todos los seres que hay un Dios necesario, luminoso, bueno, justo, santo, potente, eterno, fuerte, siempre presto a revivificar a aqullos que le aman, siempre terrible para los que quieren combatirlo o desconocerlo. Dichoso el hombre, si l jams anuncia a Dios manifestar sus potencias y nos las usurpa! El hombre no puede sobrepasar a su Creador puesto que todas las producciones son inferiores a su Principio generador, puesto que slo somos la expresin de las Facultades divinas y del Nmero divino, y no la naturaleza misma de estas facultades y de este nmero que es la caracterstica propia y distintiva de la Divinidad. A cualquier punto que ascendamos, l estar eternamente e infinitamente sobre nosotros, como sobre todos los seres. Eso mismo honra y ennoblece as nuestra propia esencia; porque nosotros no podemos elevarnos a un grado que nos eleve al mismo tiempo a una relacin cudruple; puesto que toda accin, como todo movimiento, toda progresin es cuaternaria, y que no podamos movernos sino segn la inmutabilidad de sus leyes. Por ltimo, si descendemos de la Divinidad, si ella es el principio inmediato de nuestra existencia, ms nos acercamos, y ms nos engrandecemos a los ojos de los todos los seres; puesto que entonces nosotros hacemos salir de tanto ms de los fragmentos de sus potencias y de su superioridad. Dios debe ser nuestro trmino de comparacin si queremos preservarnos de todas las ilusiones y de los esbozos de orgullo por los cules el hombre est a menudo reducido.
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Los nmeros 4 y 9
El hombre est perdido yendo de cuatro a nueve; es decir, que l ha quitado el centro de las verdades fijas y positivas, que se encuentran en el nmero cuatro como siendo la fuente y la correspondencia de todo lo que existe; como es todava, en nuestra degradacin, el nmero universal de nuestras medidas, y de la marcha de los Astros. El hombre est unido al nmero nueve de las cosas pasajeras y sensibles, donde la nada y la vida estn escritas sobre la forma circular o novenario, que le es asignada, y que tiene al hombre como en el prestigio.
La muerte
Las cosas corporales y sensibles no son nada para el ser intelectual del hombre, se ve cmo deben apreciarse a esa que llama la muerte, y cuya impresin puede producir sobre el hombre sensible, quin no es identificado con las ilusiones de estas sustancias corruptibles. Ya que el cuerpo del hombre, aunque verdad para los otros cuerpos, no es, como para ellos, ninguna realidad para la inteligencia, y la pena debido a ella se percibe en que se separa: en efecto como lo deja, no deja ms que una apariencia, o para decirlo mejor, no deja nada. Al contrario, todo nos anuncia que debe ganar ms que perder; ya que, con un poco de atencin, nosotros no podemos penetrar por respeto por los que su ley libera estos obstculos corporales, puesto que entonces hay una ilusin de menos entre ellos y la verdad.
La luz
Las leyes de la luz elemental son similares a las leyes de la luz intelectual. Adems de la necesidad de un Principio primordial y generador, hace a uno y al otro base, una reaccin y una clase de seres susceptibles de ser los trminos y participar de sus efectos: lo que anuncia que la luz sensible y la luz intelectual no activan, no proceden y no manifiestan sino que por un cuaternario.
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Hay seres inteligentes que estn totalmente separados de la luz intelectual, no pueden all estar ms separados, ms que no participan sino por sus efectos exteriores; all tienen que recibir interiormente los rayos, ms estn en una ignorancia absoluta de las vas por las cules se propagan; all no estn pues los que son admitidos en su consejo, o donde la misma ciencia de ellos de donde todo desciende, que puede recuperar este conocimiento primitivo, porque no hay de donde ellos puedan recibir la luz, verla, gozarla y comprender finalmente que es donde se despliegan con una eficacia superior todos los poderes del gran cuaternario porque en esta clase suprema residen todos los tipos de los cuatro puntos cardinales del mundo elemental. El hombre no ha sabido conservar este sublime goce el que fue su atributo antes, quiso transponer el orden de estos cuatro puntos fundamentales de toda luz y toda verdad ; ahora bien transponerlos, es confundirlos, y confundirlos, es perderlos y privarse de ellos.
El tiempo
El hombre, por una consecuencia de la corrupcin de su voluntad hacia las cosas mixtas de la regin aparente y relativa, est sujeto a la accin los diferentes principios que lo constituyen, y la de los diferentes agentes propios para sostenerlos, y para presidir en la defensa de su ley: y estas cosas mixtas se producen slo por sus montajes de fenmenos temporales, lentos y sucesivos, en el resultado que el tiempo es el primordial instrumento de los sufrimientos del hombre, y el poderoso obstculo que lo tiene alejado de su Principio: el tiempo es el veneno que le corroe, mientras que esto era lo que deba purificar y disolver el tiempo: el tiempo finalmente, o la regin que sirve de prisin al hombre, es similar al agua donde est el poder de todo desorden, de alterar ms o menos rpido la forma de todos los cuerpos, y en que no se puede hundir los que estn sin y son privados de la decimonona parte de su peso; fenmeno que segn clculos ntegros representan a nuestra naturaleza, nuestra verdadera degradacin. En efecto, el tiempo no es ms que el intervalo de dos acciones: esa que es una contraccin y la que es una suspensin en la accin de las facultades de un ser. Por ello, cada ao, cada mes, cada semana, cada da, cada hora, cada momento, el principio superior quita y devuelve las potencias a los seres, y esta es la alternancia que forma el tiempo. La extensin prueba igualmente esta alternativa, ella est sujeta a la misma progresin que el tiempo: lo que supone que el tiempo y el espacio son proporcionales. La accin del hombre siendo extraa a esta regin terrestre, esta accin es perpetuamente suspendida y divisada en l. l no puede dudar que la verdadera accin del hombre nunca es hecha por un ser sujeto de la regin sensible; puesto que la luz hizo progreso para comunicarse con l, una medida en que la accin sensible la abandon y que l la ha despojado; y puesto que lejos l debe atender todos sus sentidos, l no tiene nada cuando estn calmos y en una especie de nada para su inteligencia. Percibiendo tanto la belleza en las producciones de los seres fsicos, cuya ley no es jams desordenada, podemos pues formarnos una idea de las maravillas que el hombre hara eclosionar en l, si l siguiera la ley de su verdadera naturaleza, y que la imagen de la mano que ha formado, l se esfuerza, en todas las circunstancias de su vida, de ser ms grande de lo que l ha hecho. Su ser intelectual llegara al ltimo trmino de su carrera temporal, con la misma pureza que tena al comenzar el curso. Se lo vera en la vejez unir los frutos de la experiencia con la inocencia de su primera edad. Todos los pasos de su vida habran hecho descubrir, en l la luz, la ciencia, la simplicidad, el candor, porque todas estas cosas son de su esencia. Por ltimo, el germen que le anima sera extendido, sin alterarlo; y volvera a entrar con la calma de la virtud, en la mano que le forma, porque en l se representa sin ninguna alteracin, el mismo carcter y el mismo sello que haba reunido, reconocera an su impresin y vera siempre su imagen. La cantidad de tiempo que el hombre debe sufrir para realizar su obra, es proporcional a la cantidad de grados, bajo los cuales es descendido; ya que, cuanto ms el punto de una fuerza elevada es cado, cuanto ms le es necesario el tiempo y el esfuerzo para remontar. El hombre debe
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formarse, durante su periplo sobre tierra, un conjunto de luces y conocimientos que abarcaban una suerte de unidad. Pero el complemento de los verdaderos goces no puede ser obtenido ya que no nos apartamos del orden terrestre: el hombre no puede asir ms que un esbozo y representacin de estas luces. "Que el hombre inteligente medite aqu sobre las leyes del Astro lunar, que nos representa, bajo miles de caras, nuestra privacin; que l examine porqu este Astro slo nos es visible durante sus das de materia; y porqu lo perdemos de vista al vigsimo octavo da de su curso, despus del cual se eleva igualmente sobre nuestro horizonte." Todo se rene para probar al hombre que despus de haber recorrido laboriosamente esta superficie, es necesario que l alcance los grados ms fijos y ms positivos, que tenga ms de analoga con las verdades simples y fundamentales donde el germen est en su naturaleza. Por ltimo, es necesario que a la muerte, realice el conocimiento de los objetos, donde l no ha podido percibir ms que la apariencia.
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Por ltimo, la voluntad siendo hasta cierto punto la sangre del hombre intelectual y de todo ser libre; siendo el agente por el cual solo pueden borrar en ellos y alrededor de ellos los rastros del error y del crimen, la reactivacin de la voluntad es la principal tarea de todos los seres criminales: y realmente, esta es en si una gran obra, en que todas las potencias trabajan desde el origen de las cosas, sin an haber podido operarla en forma general.