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Las 13 Constelaciones Mayas

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LAS 13 CONSTELACIONES MAYAS

Cuenta una de las tantas historias del Mayab, que durante cierta fiesta de las
llamadas vaquerías, Don Juan Pío Pérez, cronista local, se acercó al famoso
aventurero Jhonn Loyd Stephens y le mostró una serie de escritos mayas
inéditos, entre los escritos que recuperará este hombre peculiar estaba el
llamado Códice Peresiano, hoy conocido como Códice París.

Este Códice Pérez o Peresiano es celebre, entre otras cosas, por las paginas
donde se conservan las antiguas constelaciones mayas, es uno de los pocos,
sino el único documento donde aparecen en la posible secuencia que
guardaban en el cielo, el otro es La Cruz de Palenque pero con signos.

Así, podemos ver las siguientes constelaciones que llevaban forma de animal:

1. Aak tortuga
2. Dzec escorpión
3. Tzotz murciélago
4. Muan lechuza
5. Itzamna iguana
6. Batz mono
7. Coz gavilán
8. Kan la serpiente
9. Hunab Ku guacamaya o Quetzal
10. Kutz guajolote
11. Ceh el venado
12. Balam el jaguar
13. Pek el perro

Las otras 5, desgraciadamente se borraron y sólo aparece un corte en el


lugar que ocupaban, sin embargo puede verse el glifo de Hunab Ku, el
corazón del cielo, que al parecer estaba representado por una guacamaya
Kinich Kakmo en Yucatán, o un Quetzal, tal como se observa en la
cúspide de La Cruz de Palenque, en esta la vemos arriba en el verano y
abajo a Itzamna, constelación donde se escondía el sol en el invierno, por
eso una de sus traducciones es Na – casa Itzam – iguana, la cueva que
conduce al sol hacia el inframundo.

Posteriores investigaciones, de acuerdo a los otros dos códices, Dresde y


Madrid, pudieron identificar las otras cuatro constelaciones que se cree
fueron: Kutz guajolote, Ceh el venado, Balam el jaguar y Pek el perro,

Esta es su posible alineación con las lunas nuevas:


Equivalencia astronómica actual

Tortuga – julio Geminis


Alacrán - agosto Leo
Venado – septiembre Leo y Virgo
Murciélago – octubre Virgo y Libra
Lechuza – noviembre Libra
Guajolote – diciembre Cabeza de Scorpio - Ophiuco
Itzamna – solsticio Cola Scorpio y Sagitario
Mono – enero Capricornio
Gavilán febrero Acuario
Jaguar – equinoccio Pisces - Pegasus
Perro – abril Aries
Culebra – mayo Tauro – pleyades, el cascabel
Guacamaya o Quetzal – solsticio Orión

Estas constelaciones fueron lunares, cada una gobernaba durante 28 días


promedio, es decir una lunación sideral, son 13 y suman 364 días al año, si
quisiéramos unirlas al paso del sol debemos tomar como referencia la luna
nueva con el sol y así la primera, Aak la Tortuga, hoy llamada Geminis,
equivaldría al orto solar del 16 de julio antes de la corrección gregoriana,
hoy 26 de julio, cuando el sol se encontraba en el cenit.

Cada constelación representaba el poder de ese animal, algo que los


nacidos en esa luna conservaban durante su vida, algunos lo llevaban en su
nombre o les servía para su transformación nagualística. Pero sobre todo,
formaba parte de las metáforas para decir sus profecías, en especial
cuando utilizaban el lenguaje secreto de la noche, Akab Dzib, y el iniciático
idioma Suyua.

Según las antiguas noticias de estas formas de comunicación, estos


lectores profetas fueron conocidos como Chilam y Batab, como consta en
uno de los escritos mas famosos recuperados a la barbarie, llamado el
Chilam Balam de Chumayel, en referencia al pueblo de Yucatán donde fue
encontrado.

Esta recuperación la realizó el investigador Juan José Holl y entregada a la


custodia del obispo Crescencio Carrillo Ancona, quien a su muerte lo dejará
a su vez como legado, para que luego desapareciera sin dejar rastro, en
alguna colección privada ha de reposar, por fortuna sacaron copias.

Veamos esta metáfora en el libro acerca de un eclipse de sol: “así mismo,


es igual como va y como camina, aquí también en el mundo sobre la tierra,
y así es como se ve la marcha de Kin el sol, coge para caminar una
verdadera jicara y entra a ella por la parte mas grande, que es la orilla de la
tierra, así es en el Kahlay (eclipse)del sol”.

Metáfora Suyua de la primavera: Veamos al sol sentado sobre el jaguar, y


he aquí al jaguar verde, agazapado bebiendo su sangre, es el chile verde,
que es lo que desea el jaguar – jaguar de primavera, quemante como un
chile verde..

Vayan a traer los sesos del cielo, para que los vea el verdadero hombre - se
refiere a que debe encenderse el incienso del copal, para la
ofrenda.Cuando vayaís a regresar a su casa acaso vereis el fuego del
mediodía y sereís dos muchachos que estareís en cuclillas, cuando llegueis
vuestro perro tendrá en las manos el alma del cielo, de nuestra señora …-
sentado en cuclillas es sobre su sombra, primer cenital del sol, el perro la
constelación cuando se daba este primer momento en el alma del cielo,
nuestra señora son las candelas a encender como ofrenda.

Y continua, así irán a buscar el corazón de Dios (Hunab Ku), en el cielo, he


aquí el corazón de Dios, la sagrada piedra preciosa – se refiere al cenital y
el solsticio de verano, cuando el sol esta en el cenit del cielo, la constelación
de Hunab Ku, (Orión) con el sol como piedra preciosa.

Hunab Ku primero vendrá y preguntará: Lo que obedeceís, lo que adoraís


son piedras o piedras preciosas?, Y pedirá un árbol de vino de Balche, El
que no tenga será muerto. Y al que adore a Dios en su tierra y diga que no
sabe si es Dios, le sucederán las cosas que están escritas – se refiere a la
ofrenda y ceremonial del Kum, durante el mes Kumku (ofrenda en el
templo), último del año, con la lista de ingredientes, encabezados por el
sagrado balche que se otorga a Hunab Ku , esta ceremonia hoy se celebra
como Chak chak, en la que participamos con Don Jacinto.

Mas adelante dice cuando debe concluirse: Y solemnemente serán


entregados con su estera y su trono para nuestro padre, el gran y verdadero
hombre (Halach Uinic.) - Pop estera es el nombre del primer mes maya,
ligado al segundo paso cenital del sol, antiguamente 16 de julio.

Suyua o Suvuya es el nombre de una antigua ciudad, quizás Teotihuacan,


de donde provenía una corriente maya. Estas pruebas las realizaba el Kaat
nat, el iniciador, a los batabes que pretendían confirmar su carácter, su
grado de iniciación, las respuestas podían ser desde sencillas y simples,
como un huevo estrellado o un chile hasta muy profundas, los batab que las
contestaban a gusto del iniciador, desempeñaban entonces funciones de
regentes en las provincias, en el libro se les da la traducción de “los del
Hacha”, o bien Bat cab, granicero de la tierra, en referencia a su relación
con las lluvias, el tiempo y los ceremoniales.

Para interpretar las profecías, los batab tomaba el sagrado vino balche y se
tendían en suelo, se les llamaba también Chilam Balam, boca de profeta,
ellos utilizaban entonces las metáforas sagradas, a partir del calendario
solar y lunar, a través de una rueda del tiempo a la que llamaron La Rueda
de los Katunes.

Esta rueda partía de un año de 360 días, Tun, formando paquetes de 20


que se convertían en Katun, que quiere decir 20 piedras, cada uno de los
cuales debía terminar en un día ahau, en tanto cada año iniciaba en el
primer día del mes pop, con uno de los cuatro bacab o cargadores de
nombre Kan – semilla, Muluc – luna, Ix – jaguar y Kawak – trueno.

Historia
8 ahau – fue abandonada Chichen Itza
4 ahau – llegaron a Chakun Putun
8 ahau - abandonaron Chakun putun
8 ahau - fueron dispersados los itzaes por Hunac Ceel
4 ahau – fue conquistada la tierra de Mayapan, desquitándose los itzaes de
la traición de Hunac Ceel.8 ahau – fue derrumbada Mayapan,destruyendo la
fortaleza
4 ahau - hubo peste en Chichen Itza
13 ahau – murió Ah Pula Napat Xiuh, en un día 18 zip 9 imix (1508).
11 ahau - llegan los Dzules, los blancos barbados
9 ahau – se implanta el cristianismo
Continuaremos con la Rueda de los Katunes
CODICE PARIS

La ciencia confirma la profecía maya


El cumplimiento de las detalladas predicciones que la antigua
cultura maya hizo para el periodo que media entre los años 1992 y
2012 de nuestro calendario plantea un profundo misterio y una
pregunta inquietante: ¿nos encontramos realmente viviendo el final
de una era cósmica y veremos dentro de siete años el amanecer de
una con signo muy distinto?

Los científicos no saben qué está sucediendo con el Sol. El 20 de


enero de este año, una sorpresiva tormenta solar alcanzó la Tierra
con su máximo de radiación sólo 15 minutos después de iniciarse la
serie de explosiones, cuando lo habitual son 2 horas. Según Richard
Mewaldt, del California Institute of Technology, fue la más violenta
en los últimos 50 años. También ha sido la más misteriosa.

Los científicos creían que dichas tormentas se producían en la


corona solar por las ondas de choque asociadas a eyecciones de
plasma. Sin embargo, en este caso parece haberse originado
extrañamente en el interior del Astro Rey, según afirmó el profesor
Robert Lin, de la universidad de California.

Los astrónomos expresaron su perplejidad. El profesor Lin –principal


investigador del satélite Reuven Ramaty High Energy Solar
Spectroscopic Imager (RHESSI)– concluyó su declaración con una
frase muy significativa: «Esto significa que realmente no sabemos
cómo funciona el Sol».

En resumen: el insólito fenómeno del 20 de enero ha pulverizado los


modelos predictivos de nuestra ciencia.

Pero además, ¿por qué se produce una actividad tan intensa y


anómala en este momento? El pico de máxima actividad de nuestra
estrella –en su ciclo principal de 11 años– tuvo lugar en el año 2000.

En 2004 los físicos solares observaron una ausencia total de


manchas, algo que siempre anuncia la proximidad de un mínimo de
actividad.

Dicho mínimo debía producirse entre 2005 y 2006, unos 4 años antes
del nuevo máximo, previsto para el año 2010 o 2011, precisamente
en vísperas de la fecha para la cual los antiguos mayas profetizaron
el final de la era correspondiente al «Quinto Sol» y el comienzo de
otro ciclo cósmico, llamado «Sexto Sol».

Sabían algo los mayas que nuestra ciencia actual ignora? ¿Podrían
ayudar sus textos sagrados a los científicos, desconcertados por el
extraño e inquietante comportamiento del Astro Rey?

Y sobre todo: ¿por qué motivo prestó aquella antigua cultura tanta
atención a la actividad solar de nuestros días en tiempos tan
remotos?

El calendario maya finaliza abruptamente el sábado 23 de diciembre


de 2012, 5.125 años despúes de iniciarse la era del «Quinto Sol».

Según sus profecías, la causa física desencadenante es que el Sol


recibiría un rayo proveniente del centro de la galaxia y emitiría una
inmensa «llamarada radiante» que transmitiría esa radiación a la
Tierra y al resto del sistema solar. Este evento precedería al
comienzo de un nuevo ciclo cósmico.

Según su cómputo, habrían tenido lugar ya 5 ciclos de 5.125 años,


completando una serie de 25.625 años, periodo muy próximo al de
«la precesión de los equinoccios», conocido como «Año Platónico» o
«Gran Año Egipcio», correspondiente a un ciclo completo formado
por las 12 eras astrológicas (25.920 años).

Según los mayas, en la Tierra cada ciclo de 5.125 años habría sido el
escenario de la aventura de una Humanidad –«una raza» en su
concepto– y habría acabado con su destrucción, seguida por la
regeneración que trae el siguiente ciclo o «Sol». Al comienzo de éste
se produce una sincronización de la «respiración» de todas las
estrellas, planetas y seres.

El 11 de agosto de 3.113 a.C. los mayas fijaron el nacimiento del


«Quinto Sol» –la era actual– cuyo final llegaría en 2012. La Era del
Agua habría acabado con el Diluvio, la posterior a ésta con un diluvio
de fuego y la nuestra, llamada «del Movimiento», finalizaría con
violentos terremotos, erupciones volcánicas y huracanes
devastadores.

La mitología de las culturas antiguas más diversas recoge la


memoria de inundaciones catastróficas que tuvieron lugar hace unos
12.000 años y de misteriosas lluvias de fuego, hace algo más de
5.000 años, que investigadores como Maurice Cotterell asocian a un
gran cometa que rozó la atmósfera terrestre.

La predicción maya también describe los 20 años anteriores al


primer día del «Sexto Sol» con cierto detalle. Este ciclo menor, que
ellos denominaban Katum, ya ha consumido casi dos tercios de su
duración total. Ello nos permite verificar hasta qué punto se han
cumplido sus profecías hasta este momento y, en consecuencia,
decidir si su nivel de aciertos merece suficiente credibilidad como
para prestarles atención.

El último Katum –denominado por ellos «el tiempo del no tiempo»–


habría empezado en el año 1992 de nuestro calendario, después de
un eclipse de Sol que esta cultura pronosticó para el 11 de julio de
1991 y que se cumplió puntualmente. En el concepto maya se
trataría de un periodo de transición, caracterizado por profundos
cambios cósmicos, telúricos e históricos.

Es curioso observar que en septiembre de 1994 se produjeron


fuertes perturbaciones en el magnetismo terrestre, con alteraciones
importantes en la orientación de las aves migratorias y cetáceos, e
incluso en el funcionamiento de la aviación.
En 1996, la sonda espacial Soho descubrió que el Sol no presentaba
ya polos magnéticos sino un único campo homogeneizado. En 1997
se produjeron violentas tormentas magnéticas en el Sol. Y en 1998,
la NASA detectó la emisión de un potente flujo de energía
proveniente del centro de la galaxia que nadie supo explicar.

Otra fecha importante de las profecías mayas fue el eclipse total de


Sol del 11 de agosto de 1999, que también se verificó puntualmente.
Según el Chilam Balam –un libro sagrado maya–, siete años después
del inicio del último Katum (1999) comenzaría una era de oscuridad
y las convulsiones de la Tierra –seísmos, huracanes, erupciones
volcánicas– aumentarían sensiblemente.

El 15 de septiembre de 1999, sólo un mes después del mencionado


eclipse, una misteriosa explosión proveniente del espacio eclipsó
durante horas el brillo de algunas estrellas.Las radiaciones de ondas
radio, rayos gamma y rayos X multiplicaron su intensidad por 120.
Astrónomos como Richard Berendzen y Bob Hjellming, del
Observatorio Radioastronómico de Nuevo México (EE UU),
calificaron este fenómeno como un enigma «digno de una
investigación detectivesca».

El rayo y la llamarada radiante

Ante estos hechos objetivos cabe preguntarse: ¿podría ser esa


misteriosa e inexplicada radiación de 1999 el rayo proveniente del
centro de la galaxia que, según los mayas, alcanzaría al Sol antes del
año 2012, cuando se dispararan los fenómenos sísmicos? ¿No resulta
también evocador de «la llamarada radiante» que, según los mayas
emitiría el Sol después de recibir ese «rayo», la igualmente
enigmática y anómala explosión solar del 20 de enero de 2005, que
ha dejado perplejos y sin respuestas a los científicos?

El eclipse del 11 de agosto de 1999 que precedió a la fuerte


radiación proveniente del espacio del 15 de septiembre de 2005
inauguró un periodo de cataclismos naturales.
El día 7 de ese mismo mes se produjo un terremoto de 5,9º (escala
Richter) en Grecia, con 218 muertos; el 8, inundaciones catastróficas
en China, con miles de muertos; el 17, un terremoto de 7,4º en
Turquía, con 15.000 muertos; el 20, un terremoto de 7,6º en Taiwan,
con 2.000 muertos; el 22, una cadena de terremotos menos
destructivos –entre 2º y 5,2º– en todo el planeta; el 30, un terremoto
en Oaxaca (México), seguido de grandes incendios debidos a
explosiones de gas, con más de 100 muertos; y el 10 de octubre las
lluvias produjeron 300 muertos y 500.000 damnificados en México.

No se trata de una lista exhaustiva de catástrofes ni mucho menos,


sino sólo de una muestra de algunos fenómenos muy destructivos,
ocurridos tan sólo en los dos meses que siguieron al eclipse de
agosto. Incluir los conflictos humanos que estallaron en esos dos
meses y otras catástrofes naturales requeriría un abultado volumen.

En este mismo número se recogen otros datos sobre el aumento


espectacular de los seísmos, erupciones volcánicas y meteoros
violentos. La comparación de la intensidad y la cantidad que estos
fenómenos tuvieron en los últimos años con periodos anteriores
revela que experimentaron un incremento espectacular en este
periodo que los mayas denominaron «el tiempo del no tiempo».

Después de la potente y anómala radiación emitida por el Sol el 20


de enero de este año se han disparado las erupciones volcánicas, que
ya habían experimentado un incremento notable después del eclipe
de 1999. En todo 2004 se registraron 31 erupciones significativas.

Sólo entre enero y abril de 2005, se han detectado 21. Y si sumamos


los informes sobre nueva actividad de los volcanes que
experimentaron erupciones significativas desde 1999, la cifra
asciende a 43 para los 4 meses iniciales de este año.

A esta confirmación de las predicciones mayas debemos añadir otras.


l Según dichas profecías, a partir del eclipse de 1999 se
incrementarían las guerras y la destrucción.

El cono de sombra de este eclipse se proyectó precisamente sobre


Medio Oriente, Irak, Irán, Afganistán, Paquistán e India, señalando
un área sacudida por los conflictos más sangrientos y la amenaza
permanente de una confrontación entre Paquistán e India, ambos
con arsenal nuclear.

Al acercarse el 2012 una ola de calor aumentaría la temperatura del


planeta, produciendo cambios climáticos, geológicos y sociales sin
precedentes, con una rapidez asombrosa. Estamos inmersos en dicha
dinámica. El acelerado derretimiento de los glaciares en todo el
mundo y la aparición de zonas verdes en la Antártida es ya un hecho
confirmado científicamente.También anunciaron los cambios
inesperados de la actividad del Sol que los científicos están
verificando.

Las profecías mayas pronostican la aparición de un cometa, con alta


probabilidad de un impacto contra la Tierra. Curiosamente, también
en el Apocalipsis de San Juan se predice la llegada de este cometa
llamado «Ajenjo» como signo del «Final de los Tiempos».

Otra coincidencia llamativa es que el 11 de agosto de 1999, no sólo


tuvo lugar el último eclipse total del milenio, sino la formación de
una configuración astrológica muy rara: la Gran Cruz Cósmica,
formada en los signos de Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, por el Sol,
la Luna y tres planetas (AÑO/CERO, 102).

Esta Cruz también nos remite al Apocalipsis porque evoca a «los


cuatro vivientes custodios del Trono».

El primero es descrito como «semejante a un león» (Leo), el segundo


«semejante a un toro» (Tauro), el tercero «con semblante humano»
(Acuario, el Aguador) y el cuarto semejante a un águila (Escorpio).

Estamos ante un simbolismo complejo que encaja con las profecías


mayas del comienzo del «Sexto Sol»: una nueva era que, según su
predicción, supondrá «el final del tiempo del miedo» y una
Humanidad renovada cósmicamente, que construirá una civilización
superior a la actual.

Esta convergencia de expectativas, independientes unas de otras,


que avalan las profecías mayas es otro hecho a tener en cuenta.

Resulta inevitable recordar a maestros como Sri Aurobindo que,


junto a su compañera Madre y su discípulo Satprem, promovieron
una transformación fisiológica, convencidos de que, en un ser
humano superior, debería producirse «el despertar» del cuerpo a
nivel celular e incluso de los átomos.

Una evolución progaramada

Aurobindo enseñó que se produciría «un descenso de la luz superior


a las partes más bajas de la naturaleza», que favorecería el acceso
del ser humano a un nivel de conciencia más elevado que el actual.

¿Podría este cambio ser activado o favorecido por ese gran evento
cósmico que anunciaron las profecías mayas? ¿Podría ese salto
vibracional del Universo, transmitido por el Universo al Sol y por
éste a la Tierra, estar impulsando «la gran transformación» que,
según los mayas, llegará definitivamente a nuestro planeta el sábado
23 de diciembre de 2012?

En cualquier caso, todas estas profecías son muy elocuentes respecto


a dicho salto cualitativo en la evolución de la conciencia.

El cambio cósmico crea las condiciones, pero la transmutación


interior sólo puede ser el resultado de una decisión libre y de un
trabajo interior individual.

En este final del último Katum del calendario maya el Cielo nos pone
ante una encrucijada: autodestrucción o transformación. Nos
hallamos, por tanto, en una especie de «tierra de nadie»: una fase
definitiva que ya no pertenece a la vieja era, pero tampoco a la que
amanecerá dentro de siete años, cuando se abra «la puerta» cósmica
de un tiempo renovado.

En cualquier caso, nos parece evidente que los hechos corroboran


las profecías mayas lo suficiente como para tomarlas en serio y
examinarlas sin prejuicios a la luz de lo que sabemos del mundo. ¿La
evolución biológica y psicoespiritual responde a una programación
cósmica inteligente?

Este es, sin duda, el gran misterio que se nos plantea.

LOS ENIGMÁTICOS CÓDICES


Valiéndose de ideogramas, los mayas elaboraron una cantidad incalculable de
libros, o códices. Sólo tres han llegado hasta nosotros. Su historia conocida
empieza con un acto de barbarie, prosigue en circunstancias azarosas, incluye el
esfuerzo por descrifrarlos y aún no termina.

Por Beatriz Martí

La temática de un libro maya podía estar vinculada con la religión, la


astronomía, los ciclos agrícolas, la historia o las profecías. Pero en
todos los casos, tanto el contenido como la elaboración del códice y
el valor de éste por sí mismo, estaban relacionados con el mundo
superior. Puesto que para escribir era necesario hallarse en contacto
con los dioses, los productos de esa escritura debían ser
considerados como objetos sacros y conservados en habitaciones
específicas dentro de los templos y de los principales edificios civiles.

Durante las fiestas y ceremonias especiales, los códices se leían en


público, después de someterlos a ritos purificatorios y de renovación.
La lectura la realizaban varios sacerdotes, cada uno de acuerdo a su
especialidad, por lo que es posible que los ideogramas hayan tenido
no una, sino varias interpretaciones.
¿CÓMO ES UN CÓDICE?

Igual que para nuestros libros, la materia prima para elaborar los
códices era el papel. Los mayas lo llamaban kopó—ahora conocido
como papel amate—y lo hacían con la corteza del árbol de la higuera
(Ficus); aunque también solían usarse piel de venado, tela de
algodón y papel de maguey, aparentemente ningún material fue más
usado que el kopó.

El proceso de fabricación del amate, tanto en el Mundo Maya como


en las demás regiones indígenas, era básicamente el mismo. A las
ramas se les arrancaba la corteza, de cuyo interior eran obtenidas
capas de suave fibra. Con ésta se producía una pasta,
reiteradamente aplanada hasta convertirla en hoja, puesta a secar al
sol. El resultado eran largas tiras de papel de entre 15 y 25 cm de
ancho, que se doblaban a manera de biombo en porciones iguales y
que formaban las páginas del códice. Las páginas se cubrían con una
capa de almidón y, finalmente, con una preparación blanca de
carbonato de calcio.

A cada página se le pintaba un grueso marco de color rojo y algunas


líneas horizontales y verticales; entonces, quedaba dividida en varios
cuadros, dentro de los cuales se dibujaría un ideograma diferente
aunque relacionado con los demás. Los temas tratados podían
ocupar una o varias páginas.

El sistema que empleaban los sacerdotes para hacer las


adivinaciones se basaba en el tzolkín (calendario maya de 260 días).
Cada uno de los días contenía diversas cargas de energía, que se
manifestaban de manera distinta según el individuo o la comunidad
que consultasen el códice; esas cargas, además, cambiaban de
acuerdo al momento.

Consultando este calendario, el sacerdote reconocía ciertas fechas


que eran significativas para cada hombre, cada periodo y cada
momento. Por eso, en los códices mayas que hoy conocemos la
unidad adivinatoria es el almanaque, que se puede referir a
predicciones sobre hechos cotidianos, astronómicos y ciclos de
veinte años.

DESTRUCCIÓN Y SALVACIÓN

Los conquistadores españoles llegaron a la península de Yucatán,


México, a principios del siglo XVI, cuando los más importantes
centros ceremoniales mayas estaban ya abandonados y el esplendor
de la antigua civilización había llegado a su fin. Pero más allá de tal
decadencia, las comunidades indígenas conservaban organización
social, idiomas, tradiciones y religión. También seguían elaborando y
leyendo códices.

Los ideogramas de esos documentos provocaron tanto curiosidad


como temor entre los misioneros europeos que trajeron el
catolicismo. Movidos por la curiosidad, se dieron a la tarea de
recopilar todos los códices que hallaban y a descifrarlos mediante la
ayuda de intérpretes; impulsados por el temor, emprendieron la
sistemática quema de estos documentos.

Uno de los artífices de esa obra destructora fue el obispo de Yucatán,


fray Diego de Landa (1524-1579). Es incalculable la cantidad de
códices que mandó a la hoguera, pues los vio como productos
diabólicos: "Hallámosles grande número de libros destas sus letras—
escribió—; y porque no tenían cosa en la que no hubiese superstición
y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual a maravilla
sentían y les daba pena".

Para salvar cuantos códices fuera posible, los mayas enterraron


algunos y otros los escondieron en cuevas; así, varios manuscritos
fueron salvados de la destrucción, al menos durante un tiempo. Años
después, cuando los mayas de Yucatán ya conocían el alfabeto
español, copiaron algunos de esos códices que tenían escondidos,
manteniendo en la transcripción la lengua maya original pero
empleando la escritura hispana.

Con el uso del alfabeto surgió lo que hoy se denomina literatura


maya. Uno de sus ejemplos más representativos son antiguos
documentos transcritos, cuyos originales jamás se han encontrado.

Los más importantes provienen del norte de Yucatán y se conocen


con el nombre de Libros del Chilam Balam, lo cual puede traducirse
como Libros del Adivino de las Cosas Ocultas. Se trata de fragmentos
de una docena de manuscritos que datan de los siglos XVI y XVII y
que fueron realizados en diferentes pueblos de la zona: Maní,
Tizimín, Chumayel, Kaua, Ixil y Tusik, entre otros. Contienen sobre
todo crónicas indígenas que registran diversos acontecimientos de la
historia maya. Referencias fundamentales, si se toma en cuenta que
ninguno de los códices mayas precolombinos que se conocen trata de
historia propiamente dicha.

Con el tiempo, fueron encontrándose varios documentos originales


pero la humedad del subsuelo, tanto en la zona calcárea de la
península de Yucatán como en el área selvática del resto del Mundo
Maya, no ayudó a su conservación: hoy, la mayoría son apenas trozos
cuyos ideogramas están totalmente borrados.

Tres códices, sin embargo, sobrevivieron casi completos al fuego y al


agua gracias a que, por vías aún desconocidas, en algún momento
llegaron al continente europeo. Allí permanecieron olvidados durante
doscientos cincuenta años; luego, debido a circunstancias muchas
veces azarosas, irían saliendo a la luz en Dresde (Alemania), París
(Francia) y Madrid (España).

CÓDICE DRESDE

Es el primero del que se tuvo noticia, y está considerado como el más


importante, el más bello y el de mejor factura de los tres. En 1739, el
director de la Biblioteca Real de Dresde lo adquirió de manos de un
particular en Viena, Austria. Se desconocen tanto la fecha como el
modo en que el códice llegó a Viena, pero puede suponerse que fue
enviado al rey español durante la conquista de América (primera
mitad del siglo XVI), época en que España y Austria tenían el mismo
soberano.

Una vez que salió de Viena, el documento pasó a formar parte del
acervo de la Biblioteca de Dresde, aunque aparentemente no fue
estudiado ni analizado durante setenta años. Alexander von
Humboldt lo dio a conocer en 1810, cuando publicó su obra Vues des
cordilléres et monuments des peuples indigènes de l'Amérique y
reprodujo en ella las páginas 47 a 52 del códice. El documento fue
sometido a diversos estudios para identificar su origen; finalmente,
se concluyó que era maya.

Durante la segunda guerra mundial, Dresde fue severamente


bombardeada y su biblioteca sufrió serios daños. Doce páginas del
códice resultaron muy deterioradas, probablemente debido al agua,
perdiéndose toda la información de la esquina superior izquierda.
Aun así, muestra un bello estilo en sus pinturas, y es "fiel
representante del preciosismo y la elegancia de los viejos mayas",
según Salvador Toscano (1912-1949), historiador, arqueólogo y
crítico de arte mexicano.

El códice Dresde, escrito en papel kopó, es un documento con forma


de biombo, dividido en treinta y nueve hojas de 9 cm de ancho por
20.4 de alto, pintadas en ambos lados, con excepción de cuatro, que
tienen blanco el anverso. Extendido, el documento mide 3.50 m de
largo y tiene setenta y cuatro páginas; ciertamente, fueron pintadas
con extraordinario cuidado y nitidez. Para escribirlo se utilizaron un
pincel muy fino, así como los colores rojo, negro y el denominado
azul maya. Debido a los diferentes estilos de su escritura se sabe que
fue realizado por ocho personas; y en razón de su temática y del tipo
de ideogramas que contiene, se supone que es originario de Chichén
Itzá, la extraordinaria ciudad situada en el norte de la península de
Yucatán.
La fecha aproximada en que fue realizado este códice se sitúa entre
los años 1000 y 1200, y posiblemente aún estaba en uso entre los
mayas cuando llegaron los conquistadores españoles.

El Dresde trata básicamente de astronomía: almanaques y cuentas


de días de culto y adivinación; material astronómico-astrológico en
dos tablas: la de los eclipses y la de Venus; y profecías para un
periodo de veinte años. Contiene referencias al tiempo, a la
agricultura y a los días propicios para las artes adivinatorias, así
como textos sobre enfermedad y medicina; aparentemente, incluye
asimismo datos acerca de la conjunción de varias constelaciones y de
varios planetas con la Luna. Tiene también una página sobre alguna
inundación o diluvio, que puede ser reseña o profecía, o simplemente
referirse al retorno cíclico de la temporada de lluvias, tan benéfica
para los mayas.

CÓDICE PARÍS

Fue hallado por el estudioso francés Léon de Rosny en 1859, dentro


de un basurero de la Biblioteca Imperial de París. El códice apareció
envuelto con un papel donde había dos palabras: la española "Peres"
y la náhuatl "Tzeltal". Por el número de clasificación que contenía se
dedujo que pertenecía a dicha biblioteca desde 1832, o quizás desde
antes.

Tras haberlo rescatado del basurero, Rosny identificó al códice como


manuscrito jeroglífico maya y le impuso el nombre de Peresiano.
Este manuscrito, sólo una parte del original, se halla en peor estado
que los otros dos. Su calidad artística es igualmente inferior.

Se trata de un documento en forma de biombo, escrito en papel


kopó, que desplegado mide un metro 45 cm de largo. Doblado tiene
once hojas de 24 x 13 cm pintadas por ambos lados. En dos de ellas
los motivos desaparecieron totalmente y en el resto se han perdido
los jeroglíficos de los cuatro extremos de la página, por lo que sólo
subsiste la porción central de cada una.
El códice Peresiano (o París) se refiere básicamente a cuestiones
rituales. Una de sus caras está dedicada por entero a la sucesión de
los katunes (periodos de veinte años) comprendidos entre los años
1224 y 1441, con sus correspondientes deidades y ceremonias. En
cada página hay la representación de un katún, y el texto jeroglífico
que lo rodea se relaciona con ritos y profecías. El reverso está
formado por almanaques adivinatorios, ceremonias de año nuevo y
un probable zodiaco con divisiones de 364 días.

Muchas son las dudas con respecto al origen de este códice y al


periodo en que fue escrito. Tentativamente, se lo ubica en el área de
Palenque, México, y se lo considera posterior al Dresde, estimándose
que data del siglo XIII.

CÓDICE MADRID

Al abate francés Brasseur de Bourbourg (1814-1874), gran


americanista, se debe el descubrimiento de una parte del tercer
códice maya. El documento apareció en España alrededor de 1860
en poder de Juan de Tro y Ortolano, quien permitió al abate estudiar
el manuscrito y, más tarde, publicarlo. De los resultados de dichos
estudios el abate pudo concluir que el documento era de origen
maya, y en agradecimiento a la colaboración de Tro y Ortolano,
bautizó al códice como Troano.

Unos años más tarde, el español Juan Palacios ofreció en venta a dos
instituciones culturales lo que se suponía era un cuarto códice maya.
Sin embargo, ni el Museo Británico de Londres ni la Biblioteca
Imperial de París mostraron interés en el documento. Con el tiempo
pasó a manos de otro particular, José Ignacio Miró, y en 1875 fue
adquirido por el Museo Arqueológico de Madrid. Por relacionárselo
de alguna manera con Hernán Cortés, este códice recibió el nombre
de Cortesiano.

En realidad no era un manuscrito nuevo, sino una parte del Códice


Troano. Esto salió a la luz en 1880, cuando Léon de Rosny tuvo la
oportunidad de examinarlo. Unificó entonces el contenido de ambos
documentos y les dio el nombre de Códice Tro-Cortesiano. En 1888
el hijo de Tro y Ortolano vendió su parte al Museo Arqueológico de
Madrid; a partir de ese año, ambas partes permanecen juntas y se
denominan Madrid.

El documento, que mide 6.70 m, es el más largo de los manuscritos


mayas conocidos. Sus cincuenta y seis hojas están dobladas en forma
de biombo, lo que hace una pieza con ciento doce páginas, de 12 cm
de ancho x 24 de alto. Es también el códice mejor conservado.

Se trata de un texto de adivinación, que ayudaba a los sacerdotes a


predecir la suerte. Tiene once secciones: la primera incluye ritos
dedicados a los dioses Kukulcán e Itzamná; la segunda se refiere a
las influencias malignas sobre los cultivos, y a los ritos y ofrendas
que deben realizarse para regularizar las lluvias; la tercera sección
está dedicada a un periodo de 52 años rituales. Las ocho partes
restantes aluden, entre otros temas, a la cacería y las trampas, los
calendarios, la muerte y la purificación.

Tentativamente, el origen del códice Madrid se sitúa en la parte


occidental de la península de Yucatán. Su fecha aproximada de
factura puede hallarse entre los siglos XIII y XV, por lo cual
resultaría contemporáneo del códice París.

LOS ESCRIBAS PINTORES

Escribir un códice era entre los mayas un acto ritual que sólo podían
llevar a cabo personas muy especializadas. Éstas recibían los títulos
de ah ts'ib y ah woh, términos cuyo significado es, en castellano,
escribas y pintores, respectivamente.

No cualquiera podía ser merecedor de alguno de estos títulos. Para


obtenerlo, era fundamental poseer una cualidad básica: talento de
pintor o dibujante. Siempre que los sacerdotes, clase dominante
maya, descubrían entre los jóvenes a alguno que tuviera dicho
talento, lo seleccionaban a fin de destinarlo al oficio de escriba.

Daba inicio entonces su preparación, que tenía como punto de


partida la transmisión de conocimientos profundos sobre la lengua
maya y la cultura general de la época. Más tarde se lo especializaba
en algún tema específico: historia, astronomía, medicina, etcétera.
Después de un arduo aprendizaje de varios años, el escriba dibujante
estaba en condiciones de pertenecer a una clase superior, poseedora
de grandes conocimientos. Entonces, y de acuerdo a la especialidad
adquirida, el escriba pasaba a residir en alguno de los centros
religiosos, económicos o civiles que requerían de sus servicios:
templos, tribunales, palacios, mercados, entre otros.

Desde ese momento, el escriba tendría que dedicarse tiempo


completo a sus actividades. En forma anónima realizaba los códices,
siendo el suyo un oficio cuya producción se destinaba al patrimonio
de la colectividad.

Es de suponerse que escribir un códice requería varios días. Cada


figura se delineaba con tinta negra, fabricada a base de carbón. Para
ese trazo inicial, como instrumentos se usaban espinas de maguey o
astillas de huesos de pequeños animales, sobre todo aves.
Posteriormente se coloreaba el interior de la figura con un pincel
más grueso, de pelo de animal.

Darle color a las imágenes no tenía propósitos decorativos; por el


contrario, tonos y matices eran totalmente simbólicos, ya que los
mayas le conferían a cada color un significado especial, relacionado
con diversas deidades, naturaleza y cosmos.

Una vez concluida la elaboración de un códice (pik hu'un, en maya),


éste se guardaba en habitaciones especiales dentro de los mismos
edificios civiles o religiosos. De allí saldría sólo en determinadas
ocasiones, cuando se requiriera estudiar, interpretar o transmitir su
contenido.
Numerales y Calendario Mayas
Sistema numérico

Los antiguos mayas descubrieron dos ideas fundamentales en


matemáticas: el valor posicional y el cero. Sólo otra gran cultura de
la antigüedad llegó a encontrar, cerca de 300 años después que los
mayas, estos conceptos: la cultura hindú.

Estos dos elementos, el valor posicional y el cero, pudieran


parecernos simples y básicos hoy en día. De hecho, lo son, y en ello
radica precisamente su genialidad. Griegos y romanos, con toda la
fuerza de su espíritu y de sus instituciones, no lograron descubrir
estos principios. Basta tratar de escribir un número suficientemente
grande en notación romana para darnos cuenta de la importancia del
cero y del valor posicional.

El sistema maya es vigesimal, no decimal como el nuestro. Esto


significa que, en lugar de contar con diez dígitos, del cero al nueve,
los mayas contaban desde el cero hasta el diecinueve antes de
empezar de nuevo en el siguiente orden. Esto tal vez se deba a que
usaban dedos de manos y pies para llevar la cuenta.

En el sistema decimal, el valor posicional se encuentra en cuanto


pasamos del nueve. Esto es, un uno seguido de un cero es un diez.
En el sistema maya, un uno seguido de un cero es igual a veinte.

Nuestro sistema numérico emplea diez símbolos para representar


cada uno de los dígitos. Los numerales mayas se escriben con sólo
tres símbolos: un punto, que significa uno; una raya, que es un cinco,
y el glifo de un caracol para representar el cero.

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