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Padre Luis Amigo

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PADRE LUIS AMIGÓ

Luis Amigó y Ferrer nació el 17 de octubre de 1854 en Masamagrell (Valencia), donde su


padre trabajaba como secretario del ayuntamiento. Su nombre de pila era, en realidad, José María,
pero al hacerse fraile lo cambió –como era la costumbre entonces- por el de Luis.
Pasa su infancia y juventud en Valencia, donde empieza sus estudios para el sacerdocio en
el Seminario Conciliar de la ciudad. Siendo todavía casi un niño, comenzó a dar tempranas muestras
de esa sensibilidad para percibir y atender los problemas de los demás. Acompañado de otros amigos
-adolescentes también como él- empezó a dedicar parte de su tiempo libre y de ocio a los marginados
de su entorno. Iba por los hospitales visitando a los enfermos y atendiéndoles en sus necesidades.
Frecuentaba las barracas, alquerías y demás casas aisladas de la huerta valenciana, acompañando a
sus habitantes, y en particular a los niños y jóvenes. Y, sobre todo, se acercaba a las cárceles para
consolar e instruir a los presos allí recluidos.
Cuando contaba diecinueve años, tomó la decisión de hacerse fraile capuchino. Era el 12 de
abril de 1874 cuando vistió el hábito franciscano en Bayona (Francia) con el nombre de Fray Luis de
Masamagrell. Cinco años después, el 29 de marzo de 1879 y residiendo ya en Montehano (Cantabria),
fue ordenado sacerdote, con tan sólo veinticuatro años.
También entonces, fue San Francisco de Asís el que le ayudó a entender y seguir con
radicalidad el mensaje del evangelio y a darse cuenta de que el sacerdocio, cristianamente entendido,
es una vocación de servicio. Y Luis Amigó vivió desde el primer momento su sacerdocio como un
verdadero servicio a los demás y, particularmente, a los jóvenes y al mundo de la marginación. Con el
fin de colaborar activamente a la educación integral de los jóvenes de los pueblos cercanos a su
convento, fundó para ellos distintos movimientos de carácter juvenil en los que se conjugaba lo
cultural, lo religioso y lo recreativo. Otro ministerio al que se dedicó con entusiasmo, recién ordenado
sacerdote, fue la visita y asistencia de los encarcelados del vecino penal del Dueso, en Santoña.
En agosto de 1881, Luis Amigó regresó a Valencia y fue destinado a un convento en
Masamagrell, donde nació. Allí se encargó de reorganizar la Tercera Orden Franciscana Seglar en
los pueblos de la comarca: un movimiento de cristianos laicos comprometidos a vivir el espíritu
franciscano en medio de sus quehaceres familiares y sociales. En poco tiempo, eran más de cinco mil
los terciarios franciscanos -hombres y mujeres- que él acompañaba en los distintos pueblos cercanos
a su convento.
Fruto de todo ese intenso trabajo que el P. Luis Amigó venía realizando con los seglares fue el
nacimiento de las dos congregaciones religiosas que fundó. Primero, con tan sólo 30 años de edad,
fundó -el 11 de mayo de 1885- la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada
Familia. Posteriormente -el 12 de abril de 1889-, cuando aún tenía 34 años, fundó la Congregación
de Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores.
En 1907, cuando contaba 52 años de edad, recibió la noticia de que el Papa lo había
nombrado Obispo. Fue obispo primero de Solsona (1907-1913) y, posteriormente, de Segorbe (1913-
1934). En ambas diócesis siguió sintiendo predilección por los jóvenes, la gente sencilla y trabajadora
y los marginados de la sociedad. Acogió a los pobres con generosidad y siempre mantuvo abiertas
para ellos las puertas de su casa, de su corazón y de su bolsillo. Sentó a su mesa a gente modesta y
obreros ocupados temporalmente en alguna de sus obras. Continuó ocupándose, con entrañas de
misericordia, del mundo de la marginación.

El P. Luis Amigó murió el 1 de octubre de 1934 en Godella (Valencia), en la casa madre de


los Hermanos Terciarios Capuchinos. Fue enterrado en Masamagrell, en la capilla de la casa madre
de las Hermanas Terciarias Capuchinas y su tumba es lugar de peregrinación y veneración por parte
de muchos feligreses.
El 13 de junio de 1992, el Papa Juan Pablo II lo declaró Venerable y la Iglesia se pronunció
sobre él definiéndole como “Gigante de la santidad, modelo y prototipo de religioso, sacerdote,
fundador y obispo”. Actualmente está en proceso de beatificación.

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