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Los Cuatro Acuerdos

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EL PRIMER ACUERDO

SÉ IMPECABLE CON TUS PALABRAS


El Primer Acuerdo es el más importante y también el más difícil de cumplir. Es tan
importante que sólo con él ya serás capaz de alcanzar el nivel de existencia que yo
denomino “el cielo en la tierra”.

El Primer Acuerdo consiste en ser impecable con tus palabras. Parece muy simple,
pero es sumamente poderoso. ¿Por qué tus palabras? Porque constituyen el poder
que tienes para crear. Son un don que proviene directamente de Dios. En la Biblia, el
Evangelio de San Juan empieza diciendo: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo
estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Mediante las palabras expresas tu poder
creativo, lo revelas todo. Independientemente de la lengua que hables, tu intención
se pone de manifiesto a través de las palabras. Lo que sueñas, lo que sientes y lo que
realmente eres, lo muestras por medio de las palabras.

No son sólo sonidos o símbolos escritos. Son una fuerza; constituyen el poder que
tienes para expresar y comunicar, para pensar y, en consecuencia, para crear los
acontecimientos de tu vida. Puedes hablar. ¿Qué otro animal del planeta puede
hacerlo? Las palabras son la herramienta más poderosa que tienes como ser
humano, el instrumento de la magia. Pero son como una espada de doble filo:
pueden crear el sueño más bello o destruir todo lo que te rodea. Uno de los filos es
el uso erróneo de las palabras, que crea un infierno en vida. El otro es la
impecabilidad de las palabras, que sólo engendrará belleza, amor y el cielo en la
tierra. Según cómo las utilices, las palabras te liberarán o te esclavizarán aún más de
lo que imaginas. Toda la magia que posees se basa en tus palabras.
EL SEGUNDO ACUERDO
NO TE TOMES NADA PERSONALMENTE
Los tres acuerdos siguientes nacen, en realidad, del primero. El Segundo Acuerdo
consiste en no tomarte nada personalmente. Suceda lo que suceda a tu alrededor,
no te lo tomes personalmente. Utilizando un ejemplo anterior, si te encuentro en la
calle y te digo: “¡Eh, eres un estúpido!”, sin conocerte, no me refiero a ti, sino a mí. Si
te lo tomas personalmente, tal vez te creas que eres un estúpido. Quizá te digas a ti
mismo: “¿Cómo lo sabe? ¿Acaso es clarividente o es que todos pueden

ver lo estúpido que soy?”. Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con
cualquier cosa que se diga. Y tan pronto como estás de acuerdo, el veneno te recorre
y te encuentras atrapado en el sueño del infierno. El motivo de que estés atrapado es
lo que llamamos “la importancia personal”. La importancia personal, o el tomarse
las cosas personalmente, es la expresión máxima del egoísmo, porque
consideramos que todo gira a nuestro alrededor. Durante el periodo de nuestra
educación (o de nuestra domesticación), aprendimos a tomarnos todas las cosas de
forma personal. Creemos que somos responsables de todo. iYo, yo, yo y siempre yo!

Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos. Todos vivimos
en nuestro propio sueño, en nuestra propia mente; los demás están en un mundo
completamente distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros. Cuando nos
tomamos personalmente lo que alguien nos dice, suponemos que sabe lo que hay
en nuestro mundo e intentamos imponérselo por encima del suyo.
EL TERCER ACUERDO

NO HAGAS SUPOSICIONES

El Tercer Acuerdo consiste en no hacer suposiciones. Tendemos a hacer


suposiciones sobre todo. El problema es que, al hacerlo, creemos que lo que
suponemos es cierto. Juraríamos que es real. Hacemos suposiciones sobre lo que
los demás hacen o piensan -nos lo tomamos personalmente-, y después, los
culpamos y reaccionamos enviando veneno emocional con nuestras palabras. Este
es el motivo por el cual siempre que hacemos suposiciones, nos buscamos
problemas.

Hacemos una suposición, comprendemos las cosas mal, nos lo tomamos


personalmente y acabamos haciendo un gran drama de nada.

Toda la tristeza y los dramas que has experimentado tenían sus raíces en las
suposiciones que hiciste y en las cosas que te tomaste personalmente. Concédete
un momento para considerar la verdad de esta afirmación. Toda la cuestión del
dominio entre los seres humanos gira alrededor de las suposiciones y el tomarse las
cosas personalmente. Todo nuestro sueño del infierno se basa en ello.

Producimos mucho veneno emocional haciendo suposiciones y tomándonoslas


personalmente, porque, por lo general, empezamos a chismorrear a partir de
nuestras suposiciones. Recuerda que chismorrear es nuestra forma de
comunicarnos y enviarnos veneno los unos a los otros en el sueño del infierno. Como
tenemos miedo de pedir una aclaración, hacemos suposiciones y creemos que son
ciertas; después, las defendemos e intentamos que sea otro el que no tenga razón.
Siempre es mejor preguntar que hacer una suposición, porque las suposiciones
crean sufrimiento.
EL CUARTO ACUERDO

HAZ SIEMPRE LO MÁXIMO QUE PUEDAS

Sólo hay un acuerdo más, pero es el que permite que los otros tres se conviertan en
hábitos profundamente arraigados. El Cuarto Acuerdo se refiere a la realización de
los tres primeros: Haz siempre lo máximo que puedas.

Bajo cualquier circunstancia, haz siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos.
Pero piensa que eso va a variar de un momento a otro. Todas las cosas están vivas y
cambian continuamente, de modo que, en ocasiones, lo máximo que podrás hacer
tendrá una gran calidad, y en otras no será tan bueno. Cuando te despiertas renovado
y lleno de vigor por la mañana, tu rendimiento es mejor que por la noche cuando
estás agotado. Lo máximo que puedas hacer será distinto cuando estés sano que
cuando estés enfermo, o cuando estés sobrio que cuando hayas bebido. Tu
rendimiento dependerá de que te sientas de maravilla y feliz o disgustado, enfadado
o celoso.

En tus estados de ánimo diarios, lo máximo que podrás hacer cambiará de un


momento a otro, de una hora a otra, de un día a otro. También cambiará con el
tiempo. A medida que vayas adquiriendo el hábito de los cuatro nuevos acuerdos, tu

rendimiento será mejor de lo que solía ser. Independientemente del resultado, sigue
haciendo siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos. Si intentas esforzarte
demasiado para hacer más de lo que puedes, gastarás más energía de la necesaria,
y al final tu rendimiento no será suficiente. Cuando te excedes, agotas tu cuerpo y
vas contra ti, y por consiguiente te resulta más difícil alcanzar tus objetivos. Por otro
lado, si haces menos de lo que puedes hacer, te sometes a ti mismo a frustraciones,
juicios, culpas y reproches.

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