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K Therina-V1

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K’therina

«Ayer, fingiendo problemas en mi carruaje, hoy, recorriendo un antro gótico o


mañana en aquel famoso hotel de la luna. Da lo mismo el cuándo, lo importante es con
quién».

Ella quería dar las gracias, habían pasado siglos desde que aquella gema carmesí
brillara así, con esa luz casi dolorosa, con la intensidad de miles de soles.
Y aun así se sentía como un recién nacido; inocente, pura, sin idea de lo que
pasaría.
¿Cómo después de miles de vidas podría no haber sentido de esa forma antes?,
si en la vida, una (y sólo una) persona especial aparece para formar una perfecta pareja;
si hay veces en las que una parte de esa impoluta mancuerna muere y tienes la suerte de
volver a encontrar el amor verdadero (otra vez). Entonces ¿cuán especial tendría que ser
un alma para llegar allí e instalarse con total soltura, como si siempre hubiese estado?
Un alma que encajó cuando nadie lo pudo hacer en eones.
Y así, sin aviso previo, apareció esa parte que ni remotamente sabía que le
faltaba, hasta que la encontró y pensó en cuán vacía había sido la eternidad hasta ahora,
sin siquiera notarlo.

—¿Hace cuánto dejaste Konjic? —le preguntó acercándose desde atrás.


—¿Por qué supones eso?
—Tu acento —respondió K’therina.
—Pero lo perdí hace mucho —argumentó Whilemyna—, además podría ser de
cualquier otro lugar al norte del Adriático. Digamos que he tenido tiempo de viajar y si
te dieras el tiempo de buscar al pie del triángulo central del puente, encontrarás mi
nombre junto al de Dubrovnik.
—¡Pero ese grabado tiene casi setecientos años! Entonces reconoces que sí eres
de allí. Además, te oí maldiciendo en ladino cuando se derramó tu trago, permíteme
invitarte otro.
Desde ese momento, la noche se fue volando y para cuando Whilemyna
despertó, el aroma del amor estaba impregnado por todo su cuerpo mas no la mujer que
lo dejó.
Después de una rápida ducha se apresuró para llegar a tiempo a la oficina; por
supuesto el día fue una agonía, mezcla de dudas y recuerdos vagos. Cuando por fin
se hizo de noche, se arregló y volvió al antro, pero su búsqueda fue en vano.
Derrotada, volvió a su apartamento. Así pasaron varias noches vacías y días inocuos.
Pero exactamente veintiocho días después, allí estaba en la misma barra cuando
escuchó desde atrás: «Tus lavios son memoravles andjelo», dijo K’therina en ladino.
Dejar su trago, voltearse y abrazarla y besarla fue un solo movimiento.
—¿Qué me hiciste? ¿Quién eres? No te puedo borrar de mis sentidos, te veo,
tu aroma no me abandonó jamás, aún saboreo tus labios, te siento en mi piel y oigo
tus susurros al amar.
—Te podrá sonar un poco cursi, pero ni te imaginas lo que esto ha llegado a
ser —contestó
K’therina—.
¿Vamos a otro lugar?
—Claro —asintió Whilemyna.
La llevó a un antiguo edificio que alguna vez albergó el teatro de Les Roses
Noires.
—Pensé que este lugar estaba cerrado.
—¡Lo está! Es, por así decirlo, una herencia. De todos los lugares donde haya
habitado este es uno de mis favoritos.
—Pero no puede ser, el teatro permaneció aquí al menos los últimos cien
años.
—Hablo de una vida anterior —rioó—. ¿Te apetece algo de comer?
Whilemyna se limitó a acercarse y besarla con fuerte pasión.
Esta vez despertó con ella a su lado.
—¿Por qué aquella vez te fuiste sin despedirte? Te busqué día tras día y nadie supo
decirme nada de ti.
—Estaba confundida, lo que me pasó esa noche era …, es nuevo para mí. Lo
importante es que estamos ahora juntas. Y si así lo deseas , podemos encontrarnos aquí cada
vez que quieras, pero debes prometerme que por ahora nadie en tu vida puede saber de mí.
—Eso es fácil, casi no existo. Pero yo necesito saber más de ti —inquirió Myna—,
verdad y sóolo verdad. No te pido tu vida entera, pero sí te pido que lo que decidas contarme
sea real. Ya estoy harta de espejismos y pareceres falsos.
—No suelo mentir, aunque generalmente es más fácil de aceptar una versión
simplificada. Pero me doy cuenta, en realidad eso deseo, de que contigo todo a distinto.
—No sé decir cómo, pero pasó. Lo que sí tengo claro es que mi mundo dio mil vueltas
esa noche.
—Bueno, querida. Creo que puedo comenzar con decirte que he vivido en muchos
lugares y recorrido todo este mundo en distintos momentos. Tuve historias que pensé que
eran de amor hasta que tú apareciste…
—Eso es algo vago de decir, muy poco concreto.
—¿Y si me preguntas algo que quieras saber?
—¿Dónde creciste?
—Digamos que ese lugar ya no existe, no como tal.
—¿Pero eres europea?
—Gamvik sería lo más cercano.
—¿Gamvik? ¿Dónde está eso?
—Noruega extremo norte.
—Me pareces un poco esquiva aún, K'therina.
Prefiero respuestas directas y concisas, pero sobre todo reales.
—Entonces vas a necesitar expandir un poco tu concepto de lo que es real.
Aparecí desde el Gran Lago Ártico, en las playas de lo que es hoy en día el punto más
septentrional de Europa.
Estuve deambulando sola, por tanto tiempo, que creí que era tan sólo otra parte de
esta naturaleza, como un árbol o una montaña.
Vi transcurrir vidas y muertes. Cataclismos e inundaciones. Era tras era. Vi c ómo un
continente se separaba en varios.
—¿Me estás diciendo que eres inmortal?
—He vivido durante millones de años, no sé si puedo morir.
—Pero eso es una locura.
—Tú apareciste apenas hace un segundo y todo lo pasado perdió sentido, eso es una
locura.
—Entonces ¿eres una diosa, un demonio o algo más?
—Lo último, creo. Durante mi vida jamás he visto un dios o un demonio. Aunque para
cuando empezaron a tratar de encontrarle un sentido a su existencia, los humanos
indistintamente me han llamado de ambas formas. Pero eso fue apenas ayer para mí.
—¿Ayer dices?
—El hombre apareció en esta tierra hace apenas un millón de años y yo llevo aquí desde
hace más de trescientos treinta y cinco millones.
—Y entonces, ¿dónde naciste?
—Tengo memorias anteriores a este mundo, de lugares con otros soles. El ser humano
aún no ha creado forma de expresar lo que sé y lo que he visto . —Se acercó con un abrazo y
juntó
su frente con la de Myna—.
Pero te puedo mostrar un poco.
Al poner sus pulgares sobre las sienes de la enamorada le transmitió imágenes, ideas
y sensaciones indescriptibles.
Myna cayó rendida…
K’therina (parte 2)

Algo áspero le devolvió el sentido, poco a poco abrió sus ojos.



¿Qué me pasó? —preguntó a K'therina, que la miraba con tanta ternura que sentía el
calor en su mirada aún antes de verla.
—Te pido perdón, lo que te entregué casi te mata a pesar de ser apenas un grano de
arena.
—Pero me siento bien, creo que sólo me mareó un poco, por eso me desvanecí.
Estos son mis gatos, y mis cosas, pero no es mi departamento.
—No, amor, no lo es. Hice traer todo para que te sintieras más cómoda al despertar.
—¿Al despertar? Pero yo sólo me dormí unos minutos, ¿cierto?
—No.
—¿Cuánto entonces?
—Meses.
Whilemyna quedó absorta.
—No sé si debas levantarte tan rápido, deberías asimilar primero un par de cosas.
—¿A qué te refieres? ¿Asimilar qué?
—Después de unas horas me sentí demasiado preocupada por ti y comencé a buscar
algún antecedente, aunque sabía que no habría.
Alguna vez intenté con Laura, algo así como una amiga, para ella el resultado fue
fatal. Pero tú sólo dormías, te dejé mientras hice algunas pruebas. Finalmente , te suministré
un suero hecho con mi propia sangre.
—¿Tu sangre imperecedera? ¿No es peligroso?
—Al comienzo dudé, pero no encontré otra opción. Tardé semanas en filtrar el agente
que me da longevidad y vitalidad. Y llevó días que hiciera efecto.
Pero aquí estás, te he realizado decenas de exámenes y sólo pareces mejorar.
—A decir verdad, me siento fuerte, aunque un poco aturdida. Tengo una sensación
rara, es como un vacío, un apetito voraz.
—Todo el proceso es nuevo, jamás hice esto con nadie. No sé qué puede pasar. S ólo
puedo asumir que podrías ganar parte de mis dones; la fuerza, la visión, la longevidad… no
sé, todo está por verse…
Tengo miedo por primera vez en milenios, de los resultados no deseados.
—Tranquila, K'therina, mira, me siento ligera, como si flotara.
—¡Pero si estás flotando!
—¿Qué?, entonces, ¿tú puedes flotar?
—¡No! Yo nunca - en realidad nunca lo he intentado, pensó - lo hice. —«En realidad
nunca lo he intentado», —pensó.
—¡Genial! —exclamó Whilemyna—, ¡es genial!
Veamos si puedo volar.
Se acercó a la ventana.
—¡No! Es de día y alguien te podría ver. Vamos al salón del teatro, es alto, allí hay
espacio.
—¡Sííí! —Myna flotó hasta ese salón con tal facilidad que K'therina se preocupó. Al
minuto estaba volando a ras del cielo.
—Whilemyna baja por favor —gritó K'therina—. Llevas horas haciendo eso.
—¿De verdad? No noté el tiempo.
—¿Lo dices porque te estabas divirtiendo, o, en realidad no sientes el tiempo pasar
como lo hacías antes?
—Mmm, tienes razón, ya no siento el tiempo como antes. ¿Así lo sientes tú?
—Sí, te imaginas si lo sintiera como lo hacen ustedes. Sería agónico, la vida de los
humanos es apenas un pestañeo para lo que he pasado.
—Tienes razón, sería un martirio.
—Bueno, supongo que eso confirma que también te volviste imperecedera.
Ya que pasó tanto tiempo vamos a aprovechar para salir a ver tus capacidades.
Cámbiate. —Myna aún estaba en bata—. Y vamos a salir.
—Tu automóvil es increíble.
—Fue un regalo de Christian Koenigsegg, un buen viejo conocido. Le ayudé con sus
diseños alguna vez. Ya verás que no tengo amigos, pero sí muchos contactos, mucha gente
que me debe algún favor.
—A todo esto, ¿a dónde vamos?
—Sarrebruk, allí tengo un terreno con bosques y un lago, será perfecto para probar
tus nuevas habilidades.
—¡Qué bien!, nunca estuve en esa parte de Alemania.
Pasó una semana desde que llegaron y K’therina estaba sorprendida por las
extraordinarias capacidades de Whilemyna.
Podía volar, mover objetos con su poder mental, su fuerza no tenía medida, no
necesitaba dormir ni descansar y un larguísimo etcétera… Era mejor que ella en todo.
Sólo le preocupaba que no hubiera consumido ningún alimento desde que despertó,
según Myna únicamente sentía sed, pero tampoco se calmaba bebiendo nada de lo que le
había dado, a excepción del suero que ella le preparó con su propia sangre.
Los milenios de vida le dieron a K’therina la sabiduría para comprender que es e
brebaje mantendría con vida a Myna. Al ser imperecedera , su sangre se reponía casi
instantáneamente, pero Myna necesitaba cada vez con mayor frecuencia del suero. Su piel se
tornó aún más pálida de lo que naturalmente ya era y además comenzó una fotofobia que era
especialmente preocupante. Ya no salía de día a ningún lugar.
La amaba con desesperación y eso la segó por un tiempo… pero cuando casi todo el
cercano pueblo de Malstatt murió atacado por «una creatura extraña» tuvo que aceptar
aquello en lo que Myna se había convertido…
Decidió hablarlo con ella y buscar una solución.
—Amor mío, necesito que me digas si has estado saliendo a los pueblos vecinos . —
Le enseñó un periódico local que hablaba de la masacre del pequeño pueblo —. Sería
desastroso que tuvieras algo que ver con esto.
—Sí, tuve que ver —exclamó sin mucho arrepentimiento—, el suero que me
suministras me dio vida eterna, creo, pero la sed en realidad no desapareció. Probé con todos
los animales que había en los alrededores, pero sólo la sangre humana me ha logrado
calmar.
—Puedo entender que la sangre humana te calmara, pero ese pueblo era de más de
ocho mil habitantes.
—No fui exactamente yo la que los mat ó. Lo hicieron ellos mismos. Cuando bebí la
sangre del sacerdote, él cayó muerto y me dispuse a enterrarlo en el bosque detrás de la
capilla, pero para cuando terminé de excavar, él ya no estaba y se oían gritos cerca, así que
fui a investigar y lo vi mordiendo a una madre y su beb é. Varias personas se acercaron a
ayudarlos, pero sólo llegaron a ser víctimas. Me dirigí a terminar con el sacerdote cuando
cayó muerto otra vez. Para asegurarme, con mi dedo le perforé el corazón y la sien. Luego
traté de retirar el resto de los cuerpos de la calle antes que otra persona los viera , pero el
bebé se había parado y estaba corriendo hacia una casa iluminada al otro lado de la calle . Fui
por él y por supuesto lo atrap é a tiempo, sin embargo, todos los demás que el sacerdote
atacó, salieron corriendo en distintas direcciones.
»Allí comenzó la verdadera masacre, los gritos se multiplicaron y s ólo pude ver desde
las alturas cómo cada persona mordida se volvía a levantar, mordía a unos cuantos y luego
caía muerta, el bebé incluso trató de morderme a mí, pero no tenía dientes aún. Entonces
escapé volando dispuesta a contarte todo, pero cuando llegu é, sentí vergüenza y peor aún,
volví a tener sed.
»En otro momento de mi vida me sentiría fatal, pero ahora comprendo que los
humanos ya no son mi raza y en realidad sólo han arruinado el mundo en que viven.
»
Si de cuando en cuando vuelvo a hacer lo mismo , creo que le haría un favor al
planeta».
—Pero Whilemyna, no podemos interferir.
Es cierto que ya no eres humana, pero lo fuiste y deberías saber que aun con todos
sus errores, merecen la oportunidad de redimirse.
Ahora que somos dos enseñémosles el camino. Yo tengo experiencia, conocimiento y
los medios suficientes para ayudar a salvar a su raza y el planeta.
—¿Por qué no lo hiciste antes, entonces?
—Porque antes no había nadie que me interesara, nadie que me llenara como lo
hiciste tú.
—¡No! No me hagas cargar con eso, yo no puedo ser…
¡Tú!, tú pudiste ayudar y no lo hiciste y ahora quieres culparme a mí.
—Espera, Myna, no lo estás entendiendo. No tenía a nadie que me hiciera ver a los
humanos más que como otro de los errores que tantas veces antes le he visto corregir a la
propia naturaleza.
—¿Y yo soy otro de esos errores? ¿Te encargaras tú de este error?
Dicho esto, se fue volando.

Pero ¿qué hacer?, Whilemyna se había encajado en lugares tan profundos, en su


alma, corazón y mente. Lugares que ni siquiera la propia K’therina sabía que existiesen. Más
aun cuando la fuerza, velocidad y hasta la astucia de Myna superaban por mucho a lo que
ella misma alguna vez hubiera logrado.
Probó a concentrarse en su amada y , como ella, comenzó a flotar sin siquiera
proponérselo.
Puso todo su esfuerzo y amor en ello y logró elevarse del suelo. Tardó aún unos
minutos en controlar su vuelo, pero lo consiguió con relativa facilidad.
Entonces emprendió el vuelo en la misma dirección que Whilemyna. Estaba segura
de a donde se dirigía, siempre hablaron de ir juntas y ver las estrellas desde Stonehenge
cuando ambas supieran volar.
Efectivamente allí la encontró, pero para su horror, estaba moribunda.
—¡Amor mío!, ¡Myna! ¿Qué te pasó?
—Sólo caí, con gran esfuerzo llegué hasta aquí, pues sabía que tú llegarías.
—Pero ¿cómo ocurrió esto?
—Eso tú ya lo sabes. Compartimos más que tu sangre y yo sé que tú lo entendiste en
cuanto pasó. La sangre de humanos contaminó tu suero y me está matando.
K’therina se cortó la muñeca derecha y la puso en la boca de su amada.
—Bebe, amor mío, bebe, por favor.
Pero fue tarde, Myna ya había muerto y su piel comenzó a secarse como una momia
de miles de años.
Realizó un juramento en voz alta, y aunque alguien hubiese estado para oírlo, sólo
hubiese entendido: «¡Nunca más!».
Con el cuerpo de Whilemyna en sus brazos, se elevó directo al cielo y no se detuvo
hasta llegar al centro mismo del sol.
Desde este día, veremos cómo mueren los planetas, desde su centro.

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