La Teoria de La Evolucion (Francisco J.Ayala)
La Teoria de La Evolucion (Francisco J.Ayala)
La Teoria de La Evolucion (Francisco J.Ayala)
AUTOR
Francisco J. Ayala
Teoría de la Evolución
MATERIA:
BIOSOCIOATROPOLOGIAIIISEMESTRE
PROFESORA CLARIZA QUERO
FECHA 13-03.2000
Alianza
EDITORIAL
I. EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y SOCIEDAD
LA CIENCIA DE LA EVOLUCIÓN
LA LEY CIVIL
MITOS PRIMITIVOS
Todas las culturas humanas tienen mitos sobre el origen del mundo, del hombre y de
las demás criaturas. La tradición judeo-cristiana atribuye el origen de los seres vivos a su
creación por un Dios omnipotente, quien proveyó a los pájaros con alas para que pudieran
volar, a los peces con agallas y aletas para vivir en el agua, y al hombre con inteligencia
para dar culto a su Creador.
Los filósofos de la Grecia clásica propusieron autos sobre la creación, algunos de
los cuales tienen reminiscencias evolucionistas. Anaximandro propuso que los animales
pueden ser transformados de un tipo en otro. Empédocles especula con que los animales se
forman como un rompecabezas, poniendo juntas partes preexistentes que se ajustan unas
con otras en combinaciones funcionales: una cabeza con un cuerpo y cuatro patas y otras
posibilidades por el estilo.
Más cercanas a las ideas evolutivas modernas son las nociones propuestas por la
Iglesia cristiana primitiva por parte de algunos padres de la misma. San Gregorio
Nacianceno (c. 330-390) y San Agustín (354-430), por ejemplo, sostienen que no todas las
especies de plantas y animales fueron creadas desde el principio por Dios, sino que algunas
se han desarrollado en tiempos más recientes a partir de especies o «semillas» creada s por
él.
La motivación de estos autores religiosos no es proponer una teoría científica, sino
avanzar una explicación posible de un hecho religioso. La Biblia describe el diluvio
universal y que Noé incluyó en el arca una pareja de cada una de las especies vivientes. No
hubiera sido posible en aquellos tiempos construir una embarcación suficientemente grande
para contener y mantener a todas las especies conocidas. San Gregorio y San Agustín
concluyeron, pues, en sus comentarios bíblicos con que no todas las especies existían ya en
la época demarca de Noé; muchas de ellas aparecieron después del diluvio universal.
LA EDAD MEDIA Y EI SIGLO DE LAS LUCES
LAMAKCK
El gran naturalista francés Jean -Baptist de Monet, caballero de Lamarck (1744-
1829) aceptaba la perspectiva iluminista de su tiempo, es decir, que los organismos
vivientes representan una progresión creciente de avance, con los humanos en la cumbre
del proceso. A partir de esta idea, Lamarck propone en los primeros años del siglo XIX una
teoría de la evolución biológica, la primera que es detallada, extensa y consistente, aunque
tiempo después se demostrara que era errónea. Según Lamarck, los organismos
evolucionan necesariamente a través del tiempo en un proceso que pasa de manera continua
de formas más simples a otras más complejas. El proceso se repite sin cesar, de manera que
los gusanos de hoy tendrán en eras posteriores como descendientes a seres humanos, igual
que los humanos de hoy descienden de gusanos del pasado.
Lamarck propone que, superpuestas al proceso necesario de evolución gradual
ascendente, se dan modificaciones en los organismos en tanto que éstos se adaptan a su
ambiente debido al cambio de sus hábitos. El uso de un miembro o un órgano lo refuerza y
el desuso de los mismos conduce a su eliminación gradual. Las características adquiridas
por uso y desuso, de acuerdo con esta teoría, son heredadas. Esta idea, posteriormente
llamada herencia de caracteres adquiridos, fue rechazada en el siglo xx. Aunque la teoría
lamarckiana no resistió el avance de nuevos conocimientos, contribuyó de manera
importante a la gradual aceptación de la evolución biológica.
DARWIN
El fundador de la teoría moderna de la evolución es Charles Darwin (1809-1882).
Hijo y nieto de médicos, se inscribió como estudiante de medicina en la Universidad de
Edimburgo. Después de dos años, abandonó estos estudios y sé marchó a la Universidad de
Cambridge con el fin de prepararse para ser clérigo. No fue un estudiante excepcional, pero
estaba profundamente interesado en la historia natural.
EL 27 de diciembre de 1831, unos meses después de su graduación en la
Universidad de Cambridge, Darwin zarpó, como naturalista, a bordo del HMS Beagle para
realizar un viaje alrededor del mundo que duró hasta octubre de 1836. Pasó gran parte del
tiempo en las costas de Sudamérica y visitó también Australia y muchos archipiélagos del
Océano Pacífico, desembarcando con frecuencia para llevar a cabo viajes al interior con el
fin de reunir especímenes de plantas y animales. El descubrimiento en Argentina de huesos
fósiles de grandes mamíferos extintos y la observación de numerosas especies de pinzones
en las islas de los Galápagos se incluyen entre los sucesos que llevaron a Darwin a
interesarse en cómo se originan las especies.
En 1859 publicó The Origin of Species (El origen de las especies), un tratado que
expone la teoría de la evolución y, aún más importante, el papel de la selección natural en
determinar su curso y explicar el diseño de los organismos. Publicó muchos otros libros en
los años siguientes, entre ellos La descendencia humanad la selección en relación al sexo
(1871), que extiende la teoría de la selección natural a la evolución humana.
Darwin es considerado como un gran científico, pero debe serlo además como un
revolucionario intelectual que inaugura una nueva era en la historia cultural de la
humanidad. Darwin completa la revolución copernicana que empezó en los siglos XVI y
XVII con los descubrimientos de Copérnico, Galileo y Newton que marcan los principios
de la ciencia moderna.
Los descubrimientos en astronomía y física de estos grandes científicos trastocaron
las concepciones tradicionales sobre el universo. La Tierra deja de ser el centro del
universo, como la concebían los griegos o los filósofos cristianos, y pasa a convertirse en
un pequeño planeta que gira alrededor del Sol, una más de las miríadas de estrellas que
existen en el universo. Las estaciones, las lluvias y otras particularidades del clima se
convierten en procesos con causas naturales. Las rotaciones de los planetas son explicadas
también por leyes naturales, las mismas que dan cuenta del movimiento de proyectiles y
otros cuerpos en la Tierra.
El significado global de estos descubrimientos no es simplemente cambian ciertas
concepciones particulares, tales como la noción de que la Tierra es el centro del universo.
Más importante es que estos descubrimientos llevan a la concepción de que el universo es
un sistema de materia en movimiento gobernado por leyes inmanentes. El funcionamiento
del universo deja de ser atribuido a la inefable voluntad del Creador pasa al dominio de la
ciencia, que es una actividad intelectual que trata de explicar les fenómenos del universo
por medio de causas naturales. Fenómenos como las mareas, los eclipses y la posición de
los planetas pueden, pues, ser comprendidos como resultado de las causas naturales y
predecirse siempre que las causas se han conocidas de forma adecuada. La revolución
copernicana consiste en la sustitución de una concepción animista del universo por una
concepción causal, en el reemplazo de las explicaciones teológicas de los fenómenos
naturales pe las explicaciones científicas.
LA REVOLUCIÓN DARWINIANA
Darwin demostró que los organismos evolucionan que los seres vivientes,
incluyendo al hombre, descienden de antepasados muy diferentes de ellos; que las especies
están relacionadas entre sí porque tienen antepasados comunes. Quien desee hacer el
esfuerzo de estudiar la evidencia y de juzgarla sin prejuicios no puede dudar de que, por
ejemplo, el hombre y los simios antropoides descienden de antepasados comunes que
vivían hace unos 10 millones de años, o que los mamíferos, del hombre al ratón y a la
ballena; descienden de reptiles que vivían hace más de 200 millones de años.
Pero más importante que la evidencia de la evolución es el hecho de que Darwin
proporcionara una explicación causal del origen de los organismos que constituye la teoría
de la selección natural. Con ella Darwin extiende al mudo lo orgánico el concepto de
naturaleza derivado de la astronomía, la física y la geología: la noción de que los fenómeno,
naturales pueden ser explicados como consecuencia de leyes inmanentes, sin necesidad de
postular agentes sobrenaturales.
La revolución copernicana había dejado fuera de su alcance el origen de los seres
vivos con sus adaptaciones maravillosas; el ojo exquisitamente diseñado para ver, la mano
para asir, los ríñones para regular la composición de la sangre. Darwin completa la
revolución copernicana, y con ello el hombre occidental logra su madurez intelectual todos
los fenómenos del mundo de la experiencia externa están ahora al alcance de las
explicaciones científicas, que dependen exclusivamente de causas naturales.
Las dificultades conceptuales superadas por Darwin no deben menospreciarse. Es de
sentido común que los organismos proporcionan evidencia de diseño, y donde hay diseño,
hay diseñador; que el ojo del hombre está constituido para ver y el ala del pájaro para volar
parece significar de manera irrefutable que alguien los ha diseñado específicamente paya
tales propósitos.
Antes de Darwin, las adaptaciones y la diversidad de los organismos se aceptaban
como hechos sin explicación científica, eran atribuidas a la sabiduría omnisciente del
Creador, Dios creó las aves, los peces, las plantas, los planetas y, sobre todo, creó al
hombre a su imagen y semejanza. A él le dio ojos para que pudiera ver, y a los peces
agallas para que pudieran respirar en el agua. De hecho, los teólogos del medievo y los
posteriores argüían que el diseño funcional de los organismos manifiesta la existencia de un
Creador sabio. En el siglo XIII Santo Tomás de Aquino había formulado tal argumento en
su «quinta vía» para demostrar la existencia de Dios. En el mundo anglosajón del siglo XIX
el teólogo inglés William Paley había argüido en su Natural Theology que es absurdo
suponer que la organización compleja y precisa del ojo humano es un resultado del azar.
Darwin acepta la siguiente premisa: los organismos están adaptados para vivir en
sus ambientes —el pez en el agua, la cebra en la pradera y la lombriz en el intestino— y
tienen órganos específicamente diseñados para llevar a cabo ciertas funciones —las agallas
para respirar en el agua, las patas para correr y l;;s alas para volar—, Darwin acepta la
organización funcional de los seres vivos, pero pasa a dar una explicación natural de tal
organización.. Con ello reduce al dominio de la ciencia los únicos fenómenos naturales que
todavía quedaban lucra de ella: la existencia y la organización de los seres vivos.
LA SELECION NATURAL
CONTROVERSIAS
La publicación de El origen de las especies en 1859 tuvo gran impacto en la
sociedad de su tiempo, inmediatamente en Inglaterra, pero enseguida también en el resto de
Europa y en América. El libro se convirtió en tópico de salón sujeto a vehementes ataques e
incluso al ridículo. Científicos, políticos, clérigos y personas notables de todo tipo discutían
el libro, defendiendo o negando las ideas de Darwin. Los ataques mencionaban
frecuentemente el origen de los humanos «a partir del mono» como proposición ofensiva e
inaceptable. Pero subyacente a ésta y a otras críticas residía una objeción fundamental: la
que se opone a la explicación del diseño en el universo, particularmente del diseño de los
seres vivos por medio de causas naturales. Dios, el gran diseñador de la concepción de
Aquino y Paley, queda remontado en el mejor de los casos al papel de Creador del mundo
original y de sus leyes inmanentes, en vez de ser responsable de la configuración y la
operación de los organismos y del resto del universo.
El actor más visible en las controversias que siguieron inmediatamente a la
publicación del libro de Darwin Rae Thomas H. Huxley (1825-1895). Conocido como el
alano (bull-dog) de Darwin, quien defendía la teoría de la evolución con discursos públicos
elocuentes y a veces mordaces, y también con numerosos escritos, tanto populares como
científicos.
Un participante ocasional en las discusiones fue el naturalista Alfred Russel Wallace
(1823-1913), quien descubrió la idea de la selección natural independientemente de
Darwin. En 1858, desde el archipiélago malayo en donde vivía temporalmente, Wallace
había enviado un corto manuscrito a Darwin en que proponía el proceso de selección
natural. El 1 de julio de 1858, un año antes ele la publicación de El origen de las especies,
un artículo escrito conjuntamente por Darwin y Wallace fue presentado en una reunión de
la Sociedad Lineana de Londres, en ausencia de ambos autores, y al parecer causó muy
poco impacto entre los científicos presentes. La situación cambiaría dramáticamente un año
más tarde con la publicación del libro de Darwin, que tuvo una resonancia inmediata.
Al igual que Darwin, W; Hace siguió escribiendo durante el resto de su vida sobre
la evolución y la selección natural. Se le da mucho más crédito a Darwin que a Wallace por
la idea de la selección natural, porque Darwin desarrolló la teoría con un detalle
considerablemente mayor, presentó más evidencias a su favor, y fue principalmente
responsable de su aceptación general. La teoría de Wallace difiere de la de Darwin en
algunas cuestiones importantes; por ejemplo, Wallace niega que la selección natural sea
suficiente para dar cuenta del origen del hombre, lo cual requiere, según Wallace, una
intervención divina directa.
Un contemporáneo de Darwin, que tuvo considerable influencia hacia finales del
siglo XIX y principios del XX, fue Herbert Spencer (1820-1903). Spencer era un filósofo
más que un biólogo, pero se convirtió en uno de los proponentes más radicales de las
teorías evolutivas y popularizó expresiones como «supervivencia del más apto», que fue
incorporada por el propio Darwin en las últimas ediciones de El origen de las especies.
Spencer extendió la teoría darwinista a especulaciones sociales y metafísicas. Sus
ideas dañaron considerablemente la comprensión adecuada y la aceptación de la teoría de la
evolución por selección natural. En privado, Darwin despreciaba las especulaciones de
Spencer. En una carta escribe: Su manera deductiva de tratar cualquier tema es
completamente opuesta a mi manera de pensar [...]. Sus generalizaciones fundamentales
(que han sido comparadas en importancia por algunas personas con las leyes de Newton),
tal vez podrían ser muy valiosas desde un punto de vista filosófico, pero no me parece que
tengan alguna utilidad científica.» Entre las ideas de Spencer, la más perniciosa fue la
extrapolación de la noción de «lucha por la existencia» a la economía y la sociedad
humanas, dando lugar a lo que se conoce como darwinismo social.
MENDEL Y LA GENÉTICA
La dificultad más seria con que se enfrentaba el darwinismo era la carencia de una
teoría sobre la herencia que pudiera explicar la persistencia, de generación en generación,
de las variaciones sobre las que actúa la selección natural. Las teorías de la herencia
aceptadas en aquellos tiempos proponían que las características de los progenitores se
mezclan en los hijos como lo hacen una pintura azul y una blanca dando un color
intermedio. Como Darwin señalaba, si la herencia es «mezclada», no es fácil explicar el
efecto de la selección natural en multiplicar las variaciones favorables. Si existe una va-
riante ventajosa en un individuo dado, la ventaja se reduciría la mitad en sus hijos, al
mezclarse con la variante menos ventajosa presente en el otro progenitor. Las variantes
favorables se diluirían rápidamente de generación en generación. El eslabón que faltaba
para completar la cadena del argumento darwiniano era la genética mendeliana. Durante la
década de los años sesenta del siglo XIX, cuando el impacto de la teoría de Darwin
comenzaba a notarse en varios países, el monje agustino Gregor Mendel llevaba a cabo
experimentos con guisantes en el jardín de su monasterio en Brünn, Austria (hoy Brno,
Republica checa). El articulo de Mendel, un ejemplo magistral de método científico,
publicado en 1866 en los Proceedings de la Sociedad de Historia Natural de Brünn,
formula los principios fundamentales de la teoría de la herencia, que aún hoy es vigente. La
teoría da cuenta de la herencia biológica a través de pares de factores («genes»), heredados
cada uno de un progenitor que no se mezclan sino que se separan («segregan») el uno del
otro en la formación de las células sexuales o gametos.
Los descubrimientos de Mendel, sin embargo, permanecieron desconocídos para
Darwin y, de hecho, no llegaron a ser generalmente conocidos hasta 1900, cuando fueron
redescubiertos de forma simultánea por varios científicos en el continente. Mientras tanto el
darwinismo se enfrentaba, en la última parte del siglo XIX, con una teoría alternativa
conocida como neolamarckismo, que compartía con la de Lamarck la importancia del uso y
el desuso en el desarrollo y en la atrofia de los órganos. Pero los neolamarckistas añadían la
noción de que el medio ambiente actúa directamente en las estructuras orgánicas, lo cual
explica su adaptación al ambiente y al modo de vida del organismo. Los partidarios del
neolamarckismo descartaban que la-selección natural pudiera explicar la adaptación de los
organismos al ambiente.
Entre los defensores de la selección natural durante la segunda mitad del siglo XIX
destaca el biólogo alemán August Weismann (1834-1914), quien durante la década de los
años ochenta publicó su teoría del germoplasma. Weismann distinguía dos componentes en
cada organismo: el soma, que comprende las principales partes del cuerpo y sus órganos, y
el germoplasma, que contiene las células que dan origen a los gametos y, por tanto, a la
descendencia. Poco después de comenzar el desarrollo del embrión a partir del huevo, el
germoplasma se separa del soma; esto es, de las células que dan origen al resto del cuerpo.
Esta noción de una separación radical entre el germen y soma lleva a Weismann a afirmar
que la herencia de caracteres adquiridos es imposible, y abrió el camino triunfal para la
selección natural como el único proceso que puede dar cuenta de las adaptaciones
biológicas. Las ideas de Weismann fueron conocidas a partir de 1896 como el
neodarwinisino.
LA TEORÍA SINTÉTICA
El redescubrimiento en 1900 de la teoría mendeliana de la herencia (casi al mismo
tiempo por el holandés Hugo de Vries y el alemán Cari Correns) llevó a poner énfasis en el
papel de la herencia en la evolución Hugo de Vries, por su parte, propuso una nueva teoría
de la evolución, conocida como mutacionismo, que esencialmente elimina a la selección
natural del proceso principal de la evolución.
De acuerdo con De Vries (y también con otros genéticos de principios del siglo XX,
como el inglés William Bateson) hay dos tipos de variaciones en los organismos: un tipo
consiste en la variación ordinaria observada entre los individuos de una especie; por
ejemplo, variación en el color de los ojos o las flores, o variación en el tamaño":diste tipo
de variaciones no tiene consecuencias últimas en la evolución, porque, según De Vries, «no
puede llevar a traspasar los límites de la especie, incluso bajo las condiciones de la más
fuerte y continua selección. El otro tipo consiste en las variaciones que surgen por mutación
genética; esto es, alteraciones espontáneas de los genes que ocasionan grandes
modificaciones de los organismos y que pueden dar origen a nuevas especies: Una nueva:
especie, que se origina de repente, es producida a partir de mas especie preexistente sin
ninguna preparación visible y sin transición.
El mutacionismo propuesto por De Vries, para explicar el origen de las especies, fue
rechazado por muchos naturalistas contemporáneos y también por los llamados
biometristas, encabezados por el matemático inglés Karl Pearson. Según los biometristas, la
selección natural es causa principal de la evolución través dé los efectos acumulativos de
variaciones pequeñas y continuas, tales como las que se observan entre individuos
normales, con respecto al tamaño, la fecundidad, la longevidad, la adaptación a diversas
condiciones ambientales y rasgos por el estilo. Estas variaciones se denominan métricas o
cuantitativas, porque se pueden medir, y no son cualitativas, como las que distinguen, por
ejemplo, las diversas razas de perros, gatos o ganado.
Mutacionistas y biometristas se enzarzaron, durante las dos primeras décadas del
siglo XX, en una agria polémica centrada en la cuestión de si las especies aparecen de
forma repentina por mutaciones importantes (cualitativas), o de manera gradual por
acumulación de variaciones pequeñas (cuantitativas). Subyacente a esta controversia estaba
el papel de la selección natural y el de la herencia mendeliana.
Durante los últimos años los avances más importantes en la teoría de la evolución
provienen de la biología molecular. En 1953 James Watson y Francis Crick descubrieron la
estructura del ADN (acido desoxirribonucleico) el material hereditario contenido en los
cromosomas del núcleo celular. La información genética está contenida en la secuencia de
los cuatros tipos de nucleótidos de que se compone el ADN. Esta información determina la
secuencia de aminoácidos en las proteínas, incluyendo las enzimas responsables de los
procesos vitales de los organismos. La información genética contenida en el ADN puede
entonces ser investigada examinando el propio ADN o las; secuencias de aminoácidos en
las proteínas.
Darwin y La Evolución
Durante su viaje a través del mundo en el velero cartográfico HMS Beagles. Darwin
se convenció de la evolución de los organismos su vuelta, durante más de veinte años hasta
1a publicación de El origen de las especies, siguió investigando y descubriendo cada vez
mayores pruebas de la evolución de los organismo. Las evidencias más convincentes
inicialmente provenían de la biogeografía y la paleontología; por ejemplo, la distribución
de los pinzones en las islas de los Galápagos y los fósiles de mamíferos extinguidos
descubiertos en Argentina. Pronto observó que la anatomía y la embriología comparadas
también demostraban de manera convincente la existencia de relaciones ancestrales entre
especies diversas, puesto que mostraban semejanzas sólo explicables en el caso de
derivarse de un antepasado común.
Las pruebas acumuladas a favor de la evolución por las disciplinas biológicas
mencionadas —la biogeografía, la paleontología y la anatomía y embriología
comparadas— han seguido aumentando con el avance científico, llegando a ser aplastantes.
Además, disciplinas biológicas nuevas como la genética, la bioquímica, la fisiología y la
ecología han proporcionado poderosas evidencias adicionales.
En particular, la biología molecular, más reciente y expansiva de las disciplinas
biológicas, ha confirmado de mancia contundente la evolución, no soio ei hecho, bino tam-
bién muchos detalles de su historia. Esto se debe a que la información genetica contenida
en el ADN y las proteínas de cada organismo es virtualmente ilimitada. Por ello, como
veremos más adelante en este capítulo y en el XI, los métodos descubiertos para descifrar la
composición del ADN y de las proteínas permiten la reconstrucción de la historia de la vida
con tanto detalle como se quiera (con la única limitación de los recursos para llevar a cabo
las investigaciones apropiadas).
Puesto que la evidencia a favor de la evolución es tan definitiva, los evolucionistas
ya no se ocupan de obtener mayores pruebas, ni discuterteli detalle tales conocimientos en
sus artículos de investigación o libros de texto. En este capítulo, sin embargo, daré algunos
ejemplos de las evidencias que de muestran el hecho de la evolución, con el propósito de
introducir al lector en la materia.
EL REGISTRO FOSIL
Los paleontólogos han descubierto y estudiado durante décadas los restos fósiles de
miles de organismos que vivieron en el pasado. El registro fósil nos muestra que muchos
tipos de organismos extintos fueron muy diferentes de los actuales, así como la sucesión de
organismos en el tiempo, y además permite observar los estadios intermedios en la
transición de una forma a otra.
Cuándo un organismo muere, sus restos son rápidamente destruidos, descompuestos
por el clima y las bacterias. En raras ocasiones algunas partes del cuerpo particularmente
partes duras como conchas, dientes y huesos son preservadas por haber sido enterradas en
lodo o protegidas di alguna manera de la acción destructora de los microorganismos y el
oxígeno. Eventualmente, el organismo, o algunas de sus partes, se petrifican y preservan de
forma indefinida, en asociación con las rocas en las que están incrustados. La radiactividad
de ciertos minerales contenidos en la roca hace posible estimar el periodo en que se
formaron las rocas y los fósiles asociados a ellas.
Fig 2. La escala geológica. La ciencia moderna ha reconstruido la historia de la Tierra y
de la vida. Se conocen fósiles de organismos microscópicos que vivieron hace más de
3.500 millones de aiios. Los organismos siguen siendo microscópicos durante casi 3.000
millones de culos, hasta hace 700 millones de años, que es cuando aparecen los primeros
animales. El comienzo del período Cámbrico (hace 570 millones de años) se caracteriza
por la presencia ya de muchos tipos de animales; los primeros vertebrados (peces)
aparecen 100 millones de años más tarde.
Los datos obtenidos con métodos radiactivos indican que la Tierra se formó hace
alrededor de 4.500 millones de años. Los fósiles más antiguos conocidos son
microorganismos semejantes a las bacterias y las algas verdiazules de hoy; más de una
docena de especies diferentes se habían encontrado en rocas de cerca de 3.000 millones de
edad. Los fósiles animales más antiguos conocidos datan de hace casi 700 millones de años,
provenientes de pequeñas criaturas parecidas a gusanos.
Al comienzo del periodo Cámbrico, hace unos 570 millones de años, aparecieron
muchos de los tipos (phyla) actuales, representados por numerosos ejemplares de muy
diversas especies. Estos organismos son diferentes de los que viven en la actualidad.
Algunos animales son tan radicalmente diferentes de los modernos que los paleontólogos
han necesitado crear nuevos phyla para poder clasificarlos. Los primeros vertebrados,
animales con espina dorsal, aparecieron hace unos 400 millones de años y los primeros
mamíferos hace aproximadamente 200 millones de años.
La historia de la vida registrada en los fósiles presenta muchísimos más detalles que
los jalones mencionados como ejemplos en el párrafo anterior. El registro fósil es, no
obstante, muy incompleto. De la pequeña proporción de organismos que llegan a
preservarse como fósiles, sólo una pequeñísima fracción ha sido descubierta, y aún menor
es el número de ejemplares estudiados por los paleontólogos.
Aun así, en muchos casos se ha reconstruido con detalle la evolución de organismos
a través del tiempo, un ejemplo es la del caballo. El registro conocido comienza con
Hyracotherium, un caballo, primitivo y pequeño, del tamaño de un perro, con varios dedos
en cada pata y la dentición apropiada para ramonear, que aparece hace alrededor de 50
millones de años, y finaliza con Equus, el caballo moderno, mucho más grande en tamaño,
sólo un dedo por pata y con la dentadura apropiada para pastar. Varias formas intermedias
se han preservado como fósiles, así como otros tipos de caballos extintos que evolucionaron
en diferentes direcciones y que no han dejado descendientes modernos.
Los paleontólogos han descubierto y reconstruido transiciones, radicales en forma y
función. Por ejemplo, la mandíbula de los reptiles está formada por varios huesos, la de los
mamíferos es de una sola pieza; los otros huesos de la mandíbula de los reptiles
evolucionaron hasta convertirse en los que ahora forman parte del oído de los mamíferos,
listo puede parecer una transición imposible, ya que es difícil imaginar qué función puede
tener un hueso, sea en el oído o en la mandíbula, durante las etapas intermedias. Sin em-
bargo, los paleontólogos han descubierto dos tipos de terápsido (reptil con forma algo
parecida a los mamíferos modernos) con una doble articulación mandibular: una compuesta
de los huesos que persisten en la mandíbula de los mamíferos, y la otra compuesta de los
huesos cuadrado y articular, que, eventualmente, dieron lugar al martillo y al yunque del
oído de los mamíferos.
En la época de Darwin no se conocían fósiles de animales intermedios entre los
simios y los hombres. Los críticos de Darwin argüyeron que la evolución desde un ante-
pasado parecido a los simios modernos hasta el hombre requiere que hayan existido
organismos intermedios entre ambos. La ausencia de un eslabón intermedio en la cadena de
simio a hombre servía a los críticos como grito de guerra. Pero el «eslabón perdido» fue
eventualmente encontrado; no sólo uno, sino muchos restos fósiles pertenecientes a
especies intermedias entre, los simios y los humanos.
1. Australopithecus, un homínido que vivió hace 4 millones de años, tenía ya postura erecta
como la humana, pero una capacidad craneana de menos de 300 cc, comparable a la de un
gorila o un chimpancé y sólo la tercera parte dé la capacidad craneana del hombre moderno.
Su cabeza presenta características intermedias entre el hombre y el mono: una frente baja y
una cara alargada como la de un mono, pero con dientes proporcionados como los de los
humanos.
2. Un aumento importante de la capacidad craneana, hasta más de 600 cc, se da en
el Homo habilis, un antepasado que vivió entre hace 1,5 y 2 millones de años.
Fig 3. Evolución del caballo, El registro fósil conocido comienza en el Eoceno,
hace 50 millones de años, con hyracotherium, un caballo de medio metro de altura.
Gradualmente los caballos se hacen mas grandes, pero cambia también la
configuración y el tamaño de otros caracteres, como las patas y los dedos (que se
reducen eventualmente a uno) y la dentición, (ma: millones de años.)
Fig 4. Evolución del hombre. Nuestros antepasados de hace 5.5 millones de años
eran ya bípedos, pero de escasa estatura. Durante los milenios si guíenles cambian
la configuración de la cara y el tamaño del cráneo que aumenta de menos de 500 a
1.350 ce Las barras verticales indican la duración de cada especie. (Fuente: Figura
30.29 de N. A. Campbell. Biologv Benjamin/Cummings. 1993. 3." edición.)
Fig. 5 Los huesos de las extremidades anteriores en cuatro vertebrados con estilos
de vida diferentes. La configuración de los huesos del brazo, el brazo y la mano es
idéntica, aun cuando el miembro tiene funciones diferentes: para escribir en el
hombre, para correr en el perro, para nadar en la ballena y para volar en el
pájaro.
3. Homo erectus, que vivió entre hace 500.000 años y más de un millón de años, tenía una
capacidad craneana de 800-1.100 cc. La capacidad craneana media de los hombres
modernos es de unos 1.350 cc.
SEMEJANZAS ANATÓMICAS
Darwin y sus seguidores aportaron también las evidencias que se derivan del estudio
comparativo de la embriología —la ciencia que investiga el desarrollo de los organismos
desde la fertilización del óvulo hasta el momento del nacimiento o eclosión. Señalaron, por
ejemplo, que todos los vertebrados, desde los peces hasta las lagartijas y el hombre, se
desarrollan de manera bastante-similar durante las etapas tempranas, y que se van
diferenciando cada vez más a medida que el desarrollo embrionario va avanzando hasta el
estadio adulto.
Las similitudes embrionarias persisten durante más tiempo entre organismos que
están más emparentados (por ejemplo, hombre y monos) que entre aquellos relacionados
más lejanamente (hombre y tiburón). De la misma manera que en el caso de las estructuras
anatómicas, los patrones de semejanza durante el desarrollo reflejan los grados de
parentesco evolutivo.
¿Cómo explicar que las lagartijas y los hombres comparten patrones de desarrollo
embrionario que son notablemente semejantes durante los estadios iniciales? La respuesta
es que estos patrones han sido heredados de su ancestro común. Los patrones del desarrollo
son modificados a medida que los distintos linajes descendientes evolucionan en diferentes
direcciones, tales como los reptiles y los mamíferos. Los estadios comunes de las criaturas
reflejan las restricciones impuestas por su herencia común, que mantiene los caracteres que
no era necesario cambiar como consecuencia durante la adaptación a diferentes ambientes y
formas de vida.
Así, por ejemplo, los embriones humanos y de los vertebrados terrestres presentan
aperturas branquiales, pesar de que nunca llegan a respirar por branquias. Estas a aberturas
se encuentran en los embriones de todos los vertebrados , porque todos ellos comparten
como ancestro común peces a los que tales estructuras eran esenciales. Como ejemplo
adicional, los embriones humanos exhiben ya durante la cuarta se nana de desarrollo una
cola bien definida, que alcanza su longitud máxima cuando el embrión tiene seis semanas.
Otros mamíferos como perros, caballos y monos presentan colas embrionarias similares
que persisten en el adulto, pero en el hombre la cola eventual se reduce, y persiste sólo
como rudimento en el coxis del adulto.
Es interesante resaltar que las homologías embrionarias permiten a veces reconocer
el parentesco evolutivo entre organismos que son drásticamente diferentes como adultos.
Un ejemplo, bien investigado por Darwin, son los percebes. animales sedentarios con poco
parecido a los crustáceos como la langosta, las gambas o los copépodos. No obstante, los
percebes son parientes cercanos de los otros crustáceos, cano se puede reconocer en el
hecho de que todos tienen en común una forma larvaria de vida móvil, el nauplio, que es
inequívocamente similar en los percebes y los otros crustáceos.
En todos los animales se dan rudimentos embrionarios que nunca se desarrollan por
completo, tales como las aperturas branquiales de los humanos, mencionadas con anteriori-
dad. Algunos rudimentos embrionarios persisten, sin embargo, como «vestigios» en el
adulto, como es el caso del rudimento de cola en el esqueleto humano. Los vestigios re-
flejan parentesco evolutivo. El órgano rudimentario humano más conocido es el apéndice
vermiforme, una estructura de forma vermicular que está ligada a una sección corta cid in-
testino llamada cecum y localizada en el punto de unión del intestino grueso y el delgado.
El apéndice vermiforme humano es un vestigio sin función de un órgano que se desarrolla
completamente en mamíferos como el conejo u otros herbívoros, en los que el cecum y su
apéndice son grandes y sirven para almacenar celulosa y digerirla con la ayuda de bacterias.
Los atavismos son ejemplos de imperfecciones que argumentan contra la creación por
diseño, pero que son completamente comprensibles como resultado de la evolución.
BIOGEOGRAFÍA
Una de las observaciones que contribuyó bastante a convencer a Darwin del hecho
de la evolución es la distribución geográfica de plantas y animales Por ejemplo, Darwin
observó que en las islas de los Galápagos existían estas especies de pinzones, diferentes de
una a otra isla, y ausentes en el continente suramericano. Otro ejemplo estudiado más
recientemente es el de las moscas del género Drosophila, que incluyen la especie
Drosophila melamogaster, la llamada «mosca del vinagre» que transporta las levaduras que
producen la fermentación del vino. Hay alrededor de 1.500 especies de Drosophila en el
mundo, de las que más de 500 viven sólo en Hawái, a pesar de que la superficie del
archipiélago es menor que Cataluña. Hay también en Hawái más de I00 especies de cara-
coles y otros moluscos terrestres que no existen en ningún otro lugar.
La inusual diversidad de especies en algunos archipiélagos se explica con facilidad
como consecuencia de la evolución. Las islas de Hawái o las de los Galápagos se
encuentran extremadamente alejadas de continentes y de otros archipiélagos; por lo que
muy pocos colonizadores, plantas o animales, pudieron llegar a lugares tan aislados. Pero
las especies que llegaron, encontraron muchos nichos ecológicos, o ambientes,
desocupados; es decir, sin especies competidoras o depreda doras que limitaran su
multiplicación En respuesta a tal situación ecológica, las especies se diversificaron con
rapidez. Este proceso de diversificación de especies que ocupan nichos ecológicos
preexistentes se conoce como radiación adaptativa.
Cada uno de los continentes del mundo tiene una flora y fauna particular que los
distingue de los nocerontes, hipopótamos, leones, hienas, jirafas, cebras, lémures, monos
con nariz pequeña y sin cola prensil, chimpancés y gorilas; en Suramérica, que se encuentra
en las mismas latitudes que África, no hay ninguno de estos animales, sino otros diferentes:
pumas, jaguares, tapires, llamas, mapaches, zarigüeyas, armadillos y monos con nariz
grande y cola prensil.
La explicación de estos caprichos biogeográficos no está en que se trata de
ambientes distintos, de manera que son diferentes los organismos que pueden prosperar en
ellos. No hay razón para creer que los animales en Suramérica no estén bien dotados para
vivir en África o los que viven en África para hacerlo en Suramérica. Las islas del
archipiélago le Hawái no son más idóneas que otras del Pacífico para las moscas
Drosophila, ni menos hospitalarias que otras partes del mundo para muchos organismos
ausentes. De hecho, aunque no hay mamíferos terrestres nativos de estas islas, los cerdos y
las cabras se han multiplicado en las islas de Hawái; como animales salvajes desde que
fueron introducidos por el hombre. La ausencia de muchas especies en un ambiente
hospitalario en el que prosperan una variedad extraordinaria de otras especies, argüía
Darwin, puede ser comprendida desde la teoría de la evolución, que explica que las
especies existen y evolucionan sólo en aquellos continentes o islas que fueron colonizados
por sus ancestros.
BIOLOGÍA MOLECULAR
Ahora se sabe que el material hereditario, el ADN, al igual que las proteínas, cuya
estructura esta directamente determinada por el ADN, retienen información detallada sobre
los ancestros de un organismo. Esta información hace posible reconstruir eventos
evolutivos que antes eran desconocidos (como, por ejemplo, relaciones ancestrales entre
microorganismos) y ha confirmado y precisado sucesos evolutivos ya conocidos. La
precisión con la cual los eventos de la historia evolutiva pueden ser reconstruidos a partir
del ADN y las proteínas es una de las razones que respaldan la importancia de las
evidencias aportadas por la biología molecular, y otra razón es que la evolución molecular
ha mostrado que todos los seres vivos, de las bacterias al hombre; están relacionados por
descendencia de antepasados comunes.
Existe gran uniformidad en los componentes moleculares de los organismos. Tanto
en las bacterias y otros microorganismos como en las plantas, animales y seres humanos la
información genética está cifrada en el ADN, que a su vez se encuentra compuesto por
secuencias variables de los mismos cuatro nucleótidos. Además, todas las proteínas son
sintetizadas a partir de esos veinte aminoácidos, aun cuando cientos de ellos son
sintetizados por otros organismos, principalmente plantas, con otros propósitos. La clave o
código genético, que regula la traducción de la información cifrada en el ADN nuclear en
proteínas, es siempre la misma. Patrones metabólicos similares son usados en los más
diversos organismos para producir energía y elaborar los componentes celulares.
Esta uniformidad de las estructuras moleculares, que se extiende a todos los
organismos, revela la existencia de ancestros comunes para todos los organismos la
continuidad genética entre éstos. No hay otra manera racional de explicar tal uniformidad
molecular, dado que son соncebibles numerosas alternativas estructurales. El código
genético puede servir como ejemplo. Cada secuencia particular de tres nucleótidos en el
ADN nuclear actúa como clave, o código, para la producción de exactamente el mismo
aminoácido en todos los organismos. Dado que el código es arbitrario, no hay ninguna
razón para que la correspondencia entre un triplete particular de nucleótidos y un
aminoácido dado sea diferente a la relación entre una combinación particular de letras y la
palabra que representan. Si se encuentra que ciertas combinaciones de letras —planeta,
árbol, mujer— son utilizadas con idéntico sentido en varios libros diferentes, uno puede
estar seguro de que los lenguajes utilizados en dichos libros tienen un origen común.
Los genes y las proteínas son moléculas grandes que contienen información en la
secuencia de sus componentes, de manera semejante a como la secuencia de letras y
palabras poseen la información que estoy expresando en este párrafo. Las secuencias que
constituyen los genes son transmitidas idénticas de padres a hijos con la excepción de
cambios ocasionales introducidos por las mutaciones.
Para comprender cómo esta situación permite descifrar la historia evolutiva de los
organismos, utilicemos un símil. Supongamos que dos libros son comparados; ambos con
doscientas páginas y con el mismo número de capítulos. Una revisión más detallada
permite observar que los dos libros son idénticos página por página y palabra por palabra,
excepto que ocasionalmente una palabra, digamos una década cien, es diferente. La
conclusión obvia es que estos dos libros no han sido escritos de forma independiente, o uno
ha sido copiado del otro, o ambos lo han sido del mismo libro original.
De manera similar, si se representa cada nucleótido en el ADN por una letra (que,
como se ha indicado anteriormente, es de hecho como lo hacen los biólogos, utilizando las
letras A, C, G y T para representar los cuatro nucleótidos que componen el ADN), la
secuencia completa del ADN de un organismo, sea planta o animal, requeriría varios
cientos de libios con cientos de páginas cada uno, y con miles de letras en cada página.
Cuando las miles de «páginas» de ciertos «libros» son examinadas una por una, la
secuencia muy semejante de «palabras» y «letras» presenta una prueba inequívoca de su
origen común. Además, como veremos enseguida, la magnitud de las diferencias entre un
«libro» y otro permite determinar las relaciones de parentesco entre ellos.
Se han utilizado dos tipos de argumentos en los párrafos anteriores que confirman la
evolución. Usando la analogía del alfabeto, el primer argumento afirma que lenguajes que
usan el mismo diccionario —el mismo código genético para los mismos veinte
aminoácidos en todos los organismos— no pueden tener un origen independiente. El
segundo argumento se fundamenta en la similitud de las secuencias de nucleótidos en el
ADN (y en la secuencia de aminoácidos en las proteínas): los libros con textos muy
similares no pueden tener un origen independiente.
Las evidencias de evolución reveladas por la biología molecular son aún más
concisas, ya que el grado de similitud entre secuencias de nucleótidos o de aminoácidos
puede ser determinado con precisión, por ejemplo, el citocromo c (un tipo particular de
proteína pre ente en todos los organismos) de humanos y chimpancés el a formado por 104
aminoácidos, exactamente los mismos y en el mismo orden. El citocromo de los monos
Rhesus sólo difiere del de los humanos (y el de los chimpancés) en un único aminoácido de
los 104; el del caballo en 11 aminoácidos; y el del atún en 21. El grado de similitud refleja
la proximidad del ancestro común, lo cual permite reconstruir la filogenia de estos
organismos. Así pues, las evidencias obtenidas de la anatomía comparada y otras
disciplinas respecto a la historia evolutiva son confirmadas por los estudios moleculares.
Pero, además, y de manera muy importante, es posible comparar el ADN y las proteínas
entre organismos radicalmente distintos, tales como una ameba, una planta y un animal,
mientras que es virtualmente imposible comparar dichos organismos respecto a su anatomía
o embriología.
La contundencia de las pruebas moleculares es abrumadora. Cada uno de los miles
de genes y de proteínas de cada uno de los miles de organismos de una especie suministra
una confirmación independiente de la historia evolutiva de la especie. No todas las pruebas
posibles han sido realizadas, pero se han llevado a cabo muchos análisis, y ninguno ha
proporcionado alguna evidencia en contra de la evolución. Es posible, pues, finalizar este
capítulo con la conclusión de que probablemente no hay otra teoría o concepto científico
que esté corroborado de forma tan concienzuda como lo está la evolución de los seres
vivos.