Narrativa y El Árbol de La Ciencia
Narrativa y El Árbol de La Ciencia
Narrativa y El Árbol de La Ciencia
BIBLIOGRAFÍA:
- Fernando Lázaro y Vicente Tusón, Literatura del siglo XX (C.O.U.), Madrid, ed. Anaya, 1990.
- Ángel Basanta, La novela de Baroja, Cuadernos de estudio nª 20 (Serie: Literatura), Madrid, Cincel, 1981.
CONCEPCIÓN DE LA NOVELA
La novela es para Baroja es “un género multiforme, proteico”: “lo abarca todo: el
libro filosófico, el psicológico, la aventura, la utopía, lo épico…”. Estamos ante una novela
abierta o, como él decía, “permeable”.
Consecuencia de esto es su declarada despreocupación por la composición: “Yo
escribo mis novelas sin plan. Llegó a afirmar que “una novela es posible sin argumento”. Lo
que le importa son los episodios, las anécdotas, las disgresiones… “Una novela larga será
siempre una sucesión de novelas cortas”. A pesar de decir que escribía sin técnica alguna, en
sus novelas hay una ciencia novelística, quizá “intuitiva, pero muy perfecta y muy sabia”
(palabras de Benito Pérez Galdós). En cambio, la invención, la imaginación disponible,
eran para él las cualidades supremas del novelista, unidas a la capacidad de observación.
Confesaba que sus obras no querían probar una tesis, pero de ellas sí se
desprende una concepción de la vida, la del propio Baroja (individualista, escéptico en todos
los ámbitos, pesimista). Es frecuente que en la acción se intercalen disquisiciones en las que
se barajan ideas de índole variadísima, aunque siempre insertas en la experiencia vital de un
personaje. Entre estos personajes, sus preferidos son los inconformistas: desde el hombre
de acción, que se alza contra la sociedad, aunque rara vez con éxito, hasta el hombre
abúlico, cuyo impulso vital ha quedado paralizado por la falta de fe en el mundo.
En definitiva, su manera de contar suponía una novedad en relación a la
estructuración del relato en la novelística anterior. Ávido lector de folletines, (alguna de sus
novelas apareció publicada según este procedimiento), prefiere el capítulo corto, vinculado a
esta técnica creativa.
EL ESTILO
Su estilo es coherente con su ideal de espontaneidad narrativa. Baroja lleva al
extremo la tendencia antirretórica de los del 98. Para él, el ideal del estilo eran la
claridad, la precisión y la rapidez. El resultado es una prosa rápida, vivísima.
Junto a ello, en su estilo hay un tono agrio que se manifiesta en expresiones
contundentes como zarpazos que propina sin cesar y, en ocasiones, rasgos inesperados y
sorprendentes de ternura.
Prefiere la frase corta y el párrafo breve, lo que explica la viveza y amenidad del
relato. Es necesario resaltar la técnica de sus descripciones: pinturas rápidas, hechas de
pinceladas escuetas que, con unos detalles significativos, nos producen una intensa
sensación de realidad; él las calificaba de “técnica impresionista”. (Ortega y Gasset le
criticaba el “desperdicio de personajes”).
En cuanto a la caracterización de sus personajes, que Baroja llama «muñecos», opta
por que se vayan reflejando mediante sus propios actos o mediante las observaciones del
propio narrador, pues aborrece absolutamente el monólogo interior. Abundan en sus novelas
los personajes secundarios, en forma que anuncia ya algunas veces el personaje
o protagonista colectivo de novelas posteriores. (La colmena)
Finalmente, la naturalidad barojiana alcanza manifestaciones eminentes en la
autenticidad conversacional de los diálogos, en los que se muestra como un maestro. (En
ocasiones excepcionales, sus novelas ofrecen breves evocaciones líricas de una prosa
especialmente cuidada y bellísima).
SIGNIFICACIÓN: Es uno de los grandes narradores de nuestra literatura, maestro de los
novelistas de posguerra, entre los que Cela confesaba su admiración de discípulo por él.
Otros novelistas que declararon su admiración y deuda con él, ya fuera del ámbito de las
letras hispánicas, en Norteamérica, fueron Jhon Dos Passos y Ernest Hemingway (este
último asistió incluso a su funeral).
EL ÁRBOL DE LA CIENCIA
INTRODUCCIÓN
Incluida en la trilogía La raza, Baroja la consideraba la mejor que él había escrito.
Ante todo, esta novela de 1911 tiene mucho de autobiografía: estudios de Medicina en
Madrid, estancia en Valencia, muerte de su hermano pequeño (en el caso de Baroja fue el
mayor, Darío), período de médico en Alcolea (Baroja lo fue en Cestona)... Además, los
problemas filosóficos que preocupaban a Baroja están proyectados en Andrés -Baroja joven-
y en Iturrioz -Baroja maduro-. Por otra parte, la obra es la que mejor expresa la crisis
existencial del tránsito del siglo XIX al XX.
LA TRAMA CENTRAL
El árbol de la ciencia responde, en buena medida, a lo que la crítica alemana llama
“Bildungsroman” (‘novela de la formación’ de un personaje). Desarrolla la vida de Andrés
Hurtado, un personaje perdido en un mundo absurdo y en medio de circunstancias adversas
que constituirán una sucesión de desengaños:
Su ambiente familiar hace de él un muchacho “reconcentrado y triste”; se siente
solo, abandonado, con un “vacío en el alma”. A la vez, siente una sed de
conocimiento, espoleado por la necesidad de encontrar “una orientación”, algo que dé
sentido a su vida. Pero sus estudios no colman tal ansia: la universidad y la ciencia
española se hallan en un estado lamentable. En cambio, su contacto con los enfermos
de los hospitales, y su descubrimiento de miserias y crueldades, constituyen un nuevo
“motivo de depresión”. También agudizan su “exaltación humanitaria”, pero
_políticamente _ Andrés se debate entre un radicalismo revolucionario utópico y el
sentimiento de la inutilidad de todo.
Al margen de sus estudios, Andrés descubre nuevas lacras; las que rodean a Lulú, la
mujer que habrá de ocupar un puesto esencial en su vida. Y la larga enfermedad y la
muerte de su hermano Luis, vendrán a sumarse a todo como un hecho decisivo que
le conduce al escepticismo ante la ciencia y a las más negras ideas sobre la vida. Se
consuma así la “educación” del protagonista, que en el balance realizado en la parte
IV dirá: “Uno tiene la angustia la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de
no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz adonde dirigirse.”
Las etapas posteriores de su vida constituyen callejones sin salida. El ambiente
deforme del pueblo, Alcolea, en donde comienza a ejercer como médico le produce
un “malestar físico”. Madrid, a donde vuelve, es “un pantano” habitado por “la
misma angustia”; Hurtado, “espectador de la iniquidad social”, deriva hacia un
absoluto pesimismo político, se aísla cada vez más y adopta una postura pasiva en
busca de una paz desencantada(es la abulia noventayochista).
A una paz provisional accederá tras su matrimonio con Lulú. Pero la vida no le
concederá reposo. Pronto le atenazará de nuevo una angustia premonitoria de la
muerte de su hijo y de su mujer, definitivo desengaño que lleva a Andrés al suicidio.
LA ESTRUCTURA
La obra se compone de siete partes que suman 53 breves capítulos. El personaje de
Andrés Hurtado da unidad a todos ellos. En realidad, cabría dividir la obra en dos etapas de
la vida del protagonista, separadas por un intermedio reflexivo (parte IV). Ambas etapas
(integradas cada una por tres partes) presentan entre sí una clara simetría: