Summoned - Shae Ruby
Summoned - Shae Ruby
Summoned - Shae Ruby
independientes(NO OFICIALES)
Que tus fantasías más sucias se hagan
realidad...
Contenido
Sinopsis
Playlist
Advertencias de desencadenantes
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Agradecimientos
Sobre La Autora
Sinopsis
Hola lector,
Escribo historias oscuras que pueden ser perturbadoras para algunos.
Mis libros no son para los débiles de corazón, y mis personajes, muchas
veces, no son redimibles. Este libro contiene temas oscuros que
incluyen escenas de sexo gráfico, ASESINATO, consentimiento no
consentido/dudoso consentimiento, juego primitivo, juego con sangre,
juego de asfixia/respiración, juego con cuchillos, degradación, posesión
demoníaca, muerte de miembros de la familia fuera de la página,
consumo de alcohol. Puede que me esté olvidando de algunos
desencadenantes, así que considera esto como una advertencia general.
Confío en que conozcas tus desencadenantes antes de continuar, y
recuerda siempre cuidar tu salud mental.
Es la noche de Halloween y las fiestas de Greek Row nunca
defraudan. Después de todo, es la Universidad de
Alabama, y nos tomamos la fiesta en serio. Eso me lleva a
este momento, en el que estoy disfrazado de vampiro
-menos los colmillos- y de camino al interior de la Casa
Phi Mu. Lo sé. Soy un cliché, especialmente con este
disfraz. No pude encontrar nada más en el último minuto,
así que tendrá que servir.
Una multitud de lo que parecen ser estudiantes de primer
año entra en la monstruosidad de una casa. Es blanca con
columnas altas, algo que sin duda verías en la antigua
Grecia. Al menos la arquitectura está en su punto. Luego
están las animadoras entrando detrás de mí, todas
vestidas con sus trajecitos de mujerzuelas. Algunas
vestidas de brujas, una de vampiro, e incluso una criada.
Cualquier excusa para mostrar sus traseros esta noche, lo
cual es bueno, ya que estoy tratando de echar un polvo.
—¡Buen juego el de anoche, Jeremiah!— Candace dice,
agitando su larga melena rubia, poniéndome ojitos de
fóllame con su mirada azul bebé. —Ven a buscarme más
tarde—
—Absolutamente.— Sonrío, sabiendo que ya la he
conquistado. Salimos de vez en cuando desde hace un par
de meses, pero ya nada en exclusiva. —No te alejes
demasiado, nenita—
Anoche fue nuestro partido contra Auburn, y volvimos a
ganar. No quiero decir que llevé el partido, pero ser el
quarterback tiene sus ventajas, como tener a las
animadoras adulándome. No me puedo quejar, eso seguro.
Una canción de Tate McRae suena por los altavoces
cuando entro en la casa. La multitud de cuerpos hace que
huela a almizcle y a olor corporal. Hace un calor de mierda,
y arrugo la nariz mientras esquivo a diestro y siniestro.
Estoy aquí para encontrar a Noah, mi mejor amigo y
extremo cerrado, pero eso ya está resultando una tarea
difícil.
Abrirme paso entre la multitud es un trabajo de tiempo
completo, pero finalmente logro encontrar a mis amigos,
divisándolos junto a las barras improvisadas. Noah e Ian
finalmente me ven y me sonríen, haciéndome señas para
que me acerque. Acelero mis pasos, tratando de alejarme
de las extremidades agitadas mientras el alumnado baila
y se golpea entre sí en perfecta sincronía.
—¿Qué pasa, hombre?— dice Noah, mi mejor amigo,
cuando llego hasta él. Tiene que gritar por encima de la
música, y entrecierro los ojos mientras intento descifrar
sus palabras leyendo sus labios. —Te estábamos
esperando—
—Me he retrasado— Miento, sabiendo perfectamente que
sólo estaba comprando un disfraz de última hora.
—¿Un vampiro, otra vez, Watters?— Ian sonríe. —¿No
crees que es un poco repetitivo?—
—Oh, vete a la mierda— Pongo los ojos en blanco. —Vas
vestido de maldito hombre lobo. Además, a las chicas les
encanta esta mierda—
—No te equivocas— Noah se ríe y me da un chupito de lo
que es vodka o tequila. Supongo que es lo segundo, pero
sin lima. —Salud— Choca el vaso contra el mío e Ian hace
lo mismo. —Vamos a emborracharnos—
Me bebo el chupito de un trago, haciendo una mueca por
el sabor del tequila sin refresco. Joder, es horrible, pero
eso significa que luego estaré caliente. Eso de que el
tequila hace que se caigan las bragas es una puta verdad,
o en mi caso, los bóxers.
—Vamos—, dice Noah. —María me ha mandado un
mensaje...— Otra animadora, la mejor amiga de Candace,
para ser exactos. —...y dice que nos están esperando
arriba.—
—De acuerdo—, digo, tensándome, pero siguiéndolo de
todos modos.
De nuevo, esquivamos cuerpos a diestro y siniestro, sobre
todo subiendo las escaleras. No sé cómo la gente no se cae.
Hay tanta gente, pero se las arreglan para mantenerse en
pie. Probablemente estén hablando de ocupar la siguiente
habitación disponible, todo el mundo sabe que para eso
sube la gente. Por eso ahora me pregunto por qué
subimos, pero como dudo que sea para una orgía, me
relajo.
María vive aquí, así que probablemente vayamos a su
habitación, que es espaciosa y tiene un balcón bastante
agradable. Yo lo sabría, ya que he estado allí antes, no con
ella, sino con Candace, su compañera de habitación.
Obviamente quiere repetir, así que quizá nos den un poco
de intimidad pronto. Pero cuando por fin abrimos la
puerta, las luces están apagadas y hay velas esparcidas
por el suelo.
—Joder...— Murmuro, mirando a Candace y a María
sentadas en el suelo alrededor de un juego de mesa que
no reconozco. —¿Qué es esto?— les pregunto, y a Candace
se le iluminan los ojos.
—¡Nene!—, dice emocionada. —Por fin estás aquí—
Sonrío, pero Ian y Noah pasan junto a mí y se reúnen con
ellas en el suelo, dejándome que cierre la puerta para que
no nos interrumpan. Dios sabe que la gente intentará
entrar aquí para echar un polvo, y no quiero tener que
echarlos.
—¿Qué es esto?— pregunta Noah, claramente confundido.
Se quita la máscara de Ghost justo para que María se la
vuelva a poner.
—No te la quites. Es más espeluznante así—, murmura
ella, cogiendo un objeto triangular del suelo y colocándolo
sobre el tablero: —Es una ouija. Y antes...—
—¿Eso no invoca espíritus?— Frunzo el ceño y me siento
junto a Candace.
—¡Eso espero!— Candace suelta una risita, claramente
borracha ya.
María me tiende una botella de vodka. —Toma, bebe. Será
divertido—
Mi ceño se frunce. —Oh, no sé nada de esto—, murmuro.
—Esa mierda me pone de los nervios—
—Oh, no seas marica—, dice Ian. —Es Halloween. ¿Qué es
lo peor que podría pasar?—
—¿Que muramos?— Pregunto confundido.
—No seas tan melodramático— Candace pone los ojos en
blanco y da un trago a su botella de tequila. Oh, diablos.
Va a estar hecha una mierda, y pronto. Lo último que
necesito es que luego me vomite encima. —Bebe, así
podemos empezar—
Abro la botella de vodka, bebo un largo trago, que
probablemente equivale al menos a cinco chupitos, y jadeo
al sentir el ardor bajando por mi esófago. Es mucho peor
que el tequila. Bebo otro trago largo y de repente siento la
cabeza ligera y confusa.
—Ya está, nene—, me dice Candace. —Ahora cállate y
déjanos hablar a nosotros—
—Por mí, vale—, dice Noah, y entrecierro los ojos.
Sus ojos marrones se cruzan con los míos y se agrandan,
probablemente al darse cuenta de lo que estamos a punto
de hacer. No soy supersticioso ni mucho menos, pero mis
padres me han advertido que no me meta en este tipo de
cosas. Los extraño tanto que duele, y perderlos nunca será
fácil. En mi cabeza suenan fuertes campanas de alarma.
Tan fuertes que me dan ganas de levantarme y salir
corriendo, pero no lo hago.
Candace suelta una risita: —Esto se llama plancheta—
Señala el objeto triangular que tiene en la mano y que hace
un momento estaba sobre el tablero. La cabeza me da
vueltas mientras miro el tablero, intentando averiguar qué
demonios está a punto de hacer, pero me quedo
completamente en blanco.
—Tomo nota—, digo secamente.
—Muy bien, vamos a empezar—, dice María en un
susurro. —Que nadie hable. Vamos a dejar que Candace
lo haga—
—Vale—, dice Noah, e Ian y yo nos limitamos a asentir en
señal de reconocimiento.
—Espíritus del Inframundo— Candace sonríe. —Los
invoco.—
—Se supone que tienes que saludar, tarada— María
cacarea, cogiendo la botella de tequila del lado de Candace
y bebiendo directamente de ella. —Pon la plancheta donde
debe estar—
—Cierto.— Candace pone los ojos en blanco y arrastra el
objeto hasta la palabra hola. —Hola—
No pasa nada.
—Esto es una puta estupidez— Me río.
—¿Hola?— Candace repite. —¿Espíritus del
inframundo?—
—Por favor, dime que no crees en esta mierda—, dice
Noah, riéndose entre dientes.
—¿Quieren callarse de una puta vez?— María suelta un
chasquido, sus ojos color avellana se entrecierran sobre
nosotros. Se pasa el pelo castaño oscuro por encima del
hombro y mira a Candace. —Déjenla trabajar—
—Vale, vale— Ian levanta las manos en señal de derrota,
haciendo que todo el mundo se calle.
Candace dice 'hola' una vez más y luego arrastra el objeto
al centro del tablero. María y ella suspiran
simultáneamente cuando no ocurre nada, pero justo
cuando estamos a punto de rendirnos, las velas empiezan
a parpadear. Se proyectan sombras por la habitación y, de
repente, la temperatura desciende, haciendo que un
escalofrío me recorra la espalda.
—Creo...—, empiezo, de repente un poco asustado. No sé
si es todo el alcohol que llevo dentro, pero siento náuseas
y no estoy para esto en absoluto. —Voy a.…—
Las puertas del balcón se abren, la brisa de octubre se
filtra y me enfría un poco más. Me estremezco y se me pone
la carne de gallina. Con la brisa filtrándose por las
puertas, se han apagado todas las velas menos una. Miro
a mi alrededor y veo que Candace tiene la mandíbula
desencajada, María los ojos muy abiertos y los chicos
parecen asustados. Probablemente tan asustados como
yo. Estoy listo para salir de aquí.
—¿Hola?— dice Candace, formulándolo más como una
pregunta.
Entonces ocurre la cosa más jodidamente espeluznante: la
plancheta se mueve hasta la palabra 'hola'. Por sí sola. Lo
sé porque, por una vez en su puta vida, Candace no dice
nada.
Candace chilla, María chilla de emoción y yo trago saliva.
—A la mierda con esto—, jadea Noah. —Me largo—
—Nah, pequeña perra—, dice María. —Siéntate de una
puta vez y cállate—
La brisa se filtra con más agresividad, alborotándome el
pelo y helándome hasta los huesos. Cuando Candace
habla a continuación, puedo ver el vaho que desprende su
aliento, ya que aquí dentro hace muchos grados menos
que fuera.
—Hola— La voz de Candace tiembla. —Soy Candace.
¿Quién eres tú?—
No pasa nada.
—¿Tal vez hacer preguntas de sí o no?— María susurra.
—¿Eres mujer?—
El objeto se desplaza hacia la palabra 'no' y yo me
sobresalto.
—¿Un hombre?—
Sí.
—¿Cómo te llamas?— María pregunta ahora, viendo que
Candace se ha apartado del tablero. Parece tan asustada
como el resto de nosotros, quizá incluso peor. Su piel está
más pálida que de costumbre y sus ojos azules parpadean
rápidamente como si intentara mantener a raya las
lágrimas.
No.
La plancheta se desplaza hasta la palabra sin esfuerzo; el
espíritu se niega a decirnos su nombre. El tablero empieza
a temblar y la plancheta sale disparada de un lado a otro.
La habitación desciende definitivamente unos grados más,
y entonces se apaga la última vela.
Mis manos empiezan a temblar, y mis ojos permanecen
fijos en el tablero hasta que la plancheta deja de moverse.
—Oh, a la mierda con esto—, susurro, pero estoy clavado
al sitio por el miedo. No puedo moverme, joder, o quizá sea
algún tipo de fuerza sobrenatural la que me retiene. Ahora
que lo pienso, ni siquiera puedo mover los dedos.
¿Qué mierda pasa?
—¿Nombre?— pregunta María, ahora le tiembla la voz, y
ella también, como una maldita hoja.
No eres tan valiente ahora, ¿verdad?
No.
vuelve a decir el espíritu, negándose a darnos su nombre.
—Esto es una locura—, murmuro. —Por favor, haz que
esto termine—
El objeto vuelve a temblar en la pizarra sobre la palabra
no.
—Vale, vale—, dice Candace. —Hemos terminado aquí—
No.
Ahora puedo moverme y me levanto, retrocediendo
lentamente. María coge la plancheta del tablero y la lanza
al otro lado de la habitación. Las puertas del balcón se
cierran de golpe y las velas vuelven a parpadear. De
repente parece que la habitación está a cuarenta grados,
y sigo caminando hacia atrás hasta que mi espalda choca
con la puerta. Entonces me doy la vuelta y rodeo el pomo
con la mano.
—¿No quieres quedarte, Jer?— ronronea Candace,
arrastrando las palabras.
—Nah—, le digo, con la voz temblorosa. —Estoy agotado.
¿Lo dejamos para otro día?— No es una pregunta, sino
más bien una afirmación, mientras abro la puerta y salgo
de la habitación. No hay manera de que vuelva a esta casa
nunca más en mi vida, no después de esto. Probablemente
su habitación esté embrujada ahora.
Vuelvo a bajar las escaleras y me dirijo a la improvisada
pista de baile, siento que necesito distraerme un rato.
Encuentro a la chica más cercana y la atraigo hacia mí,
sus ojos se abren por un momento antes de posarse en mi
cara... y sonríe. Su pelo oscuro cae sobre sus hombros y
se da la vuelta, apoyando el culo contra mi polla y
empezando a restregarse contra mí. Me tambaleo, apenas
puedo mantenerme en pie, pero consigo agarrarla por las
caderas y moverme al ritmo de la música.
Nunca debí subir con ellos. Debería haberme marchado en
cuanto vi ese puto tablero espeluznante y empezaron a
decir 'hola'. Pero algo me había congelado en el sitio, algo
inexplicable, y no podía moverme ni aunque lo intentara,
y lo intenté.
Siento la cabeza ligera mientras sigo bailando con la chica
sin nombre, y entonces siento un cuerpo cálido a mi
espalda, cada vez más cerca. Huelo el aroma del almizcle
y la vainilla, y me transporta a mi dormitorio. Frunzo el
ceño y miro a Sam, mi compañero de habitación, que se
acerca hasta que su pelvis está pegada a mi culo. Nunca
he estado contra un tren, pero esto es extraño. El chico y
yo nunca nos hemos llevado bien, pero no puedo negar
que, a medida que se acerca a mí, su calor corporal me
resulta... agradable.
Empieza a sonar 'No Guidance' de Chris Brown mientras
él se acerca aún más hasta que ni siquiera cabe un trozo
de papel entre nosotros. Sus dedos rozan los míos. Me
saltan chispas cuando aprieta la dura cresta de su verga
contra mi culo y empieza a moverse conmigo. Lo miro por
encima del hombro, sus ojos azules dilatados, la sonrisa
de sus labios carnosos, y se estremece mi estómago. No sé
si de excitación o de miedo. Nunca había estado con un
tipo. ¿Es eso lo que espera de mí? Ni siquiera sabía que
era gay y nunca habría sospechado que le gustara. Pero
no puedo negar que esto, lo que estoy sintiendo ahora, es
más eléctrico que cualquier cosa que haya sentido con una
chica.
Vuelvo a mirar hacia delante, intentando concentrarme en
la chica que tengo delante, pero su erección contra mi culo
hace que la verga se me engrose en los pantalones. Ahora,
tiene un latido propio, como si mi corazón estuviera
literalmente en mi polla. Me muelo contra la chica un poco
más fuerte, tratando de buscar algo de fricción y aliviar la
presión, pero Sam sólo se muele más fuerte contra mí y
mis ojos se ponen en blanco.
Los labios de Sam se encuentran con la concha de mi
oreja. —¿Te gusta, nene?—
Su voz ronca me produce un escalofrío y asiento. Desliza
las manos por debajo de mi camiseta, rozándome con los
dedos los costados y luego los pectorales. Me pellizca los
dos pezones y gimo cuando repite el movimiento una vez
más. —Sí—, jadeo.
—Lo sé—, murmura. —¿Qué tengo que hacer para sacarte
de aquí?— Sam me muerde el lóbulo de la oreja y, cuando
vuelvo a mirarlo por encima del hombro, sonríe. Su pelo
negro desgreñado cae sobre sus ojos en rizos
perfectamente peinados, y cuando vuelvo a mirar sus
manos sobre mis caderas, me fijo en los tatuajes de
calaveras que tiene en el dorso. Ahora mismo me están
gustando de verdad, y se me erizan las bolas cuando me
lame el cuello.
Dios, joder, maldita sea.
Necesito salir de aquí como el puto aire.
Así que asiento. —Vamos— Da un paso atrás y yo
también, alejándome de la chica. —Gracias por el baile—,
le digo, y ella hace un mohín. —Nos vemos—
Sam me coge de la mano y yo le dejo, aunque miro a mi
alrededor para ver si alguien me presta atención.
Probablemente no sea bueno para mi reputación que me
vean agarrando la mano de otro tipo, pero de alguna
manera eso me importa una mierda ahora mismo. Estoy
impaciente por ponerme debajo de él. Puede que incluso
deje que me suba a la habitación de María y deje que me
folle...
Espera.
—Espera— Me detengo. —Espera, espera, espera—
Sam frunce el ceño. —¿Es que ya no quieres?—
—No es eso— Sacudo la cabeza con vehemencia. —No nos
hemos despedido—
El ceño de Sam se frunce aún más.
—No nos despedimos—, repito. —Jugamos con una ouija
y no nos despedimos—
Suelto la mano de Sam y subo rápidamente las escaleras,
todo lo rápido que puedo con todo el puto mundo por
medio. Llamo a la puerta de María repetidas veces, pero
nadie contesta. Así que la abro. Me encuentro a María y a
Candace besándose en la cama. Desnudas. Pongo los ojos
en blanco, mirando alrededor de la habitación, pero el
tablero ha desaparecido.
—No nos hemos despedido—, grito, y ellas se sobresaltan.
—¿Qué mierda, Candi? ¿Cómo se te ha podido olvidar?—
—¿Olvidar qué?— Ella frunce el ceño.
—No se despidieron del tablero—
María jadea: —Bueno, podemos hacerlo muy rápido—
Ambas se levantan rápidamente de la cama, cubriendo
sus cuerpos desnudos, y miran confundidas alrededor de
la habitación. Las velas siguen esparcidas por el suelo de
madera, ahora sin encender.
—Estaba justo ahí—, se queja Candace. —¿Dónde mierda
se ha metido?—
—María—, digo con calma. —¿Dónde está la tabla?—
—Yo... yo no... no lo sé—, tartamudea.
Unos pasos me alertan de que hay alguien detrás de mí, y
cuando me doy la vuelta, Sam está justo ahí. Mis ojos se
abren de par en par, esperando que no les dé a las chicas
ninguna pista de lo que está pasando entre nosotros, pero
se limita a mirar más allá de mí y hacia ellas.
—¿Qué pasa?—, pregunta, sus ojos azules se entrecierran
y escudriñan la habitación. —¿Qué ha pasado?—
—Estábamos jugando con una ouija—, respondo. —Y no
nos despedimos—
—Ah.— Sam sonríe. —Seguro que están bien. Es sólo un
juego, ¿verdad?—
—Cierto—, chilla Candace con los ojos muy abiertos. —No
es para tanto, nene—, dice mientras me mira. Sam mira
entre nosotros y se acerca a mí. Un poco demasiado cerca.
—Espera, ¿por qué has vuelto?—, le pregunta a Sam, y
esta vez frunzo el ceño.
—¿Vuelto?— pregunta Sam. —Oh, he encontrado a quien
buscaba...—
—Oh—, susurra Candace, mirando entre nosotros con los
ojos entrecerrados, la confusión marcando claramente sus
rasgos. Pero no tengo tiempo de explicar esta mierda, no
cuando ni siquiera sé lo que está pasando. Así que hago lo
único que tiene sentido: me doy la vuelta y me voy.
Diez minutos después, las manos me tiemblan
incontrolablemente mientras intento abrir el dormitorio.
La llave traquetea en mi mano y Sam se ríe por detrás y
me la quita.
—Relájate, Jer—, susurra. —No voy a hacer nada que no
quieras hacer—
Trago saliva, porque la verdad es que todavía tengo la
verga medio dura dentro de los pantalones. —Quiero
hacerlo—
Sam empuja para abrir la puerta y yo la cierro detrás de
mí. Hay un suave resplandor que viene de nuestro cuarto
de baño, ya que se trata de los dormitorios de los atletas,
y por una vez me alegro de que no tenemos uno comunal.
Echo un vistazo a nuestras camas, y la mía está limpia y
hecha por una vez, gracias a Dios, y lo más importante,
hace calor aquí dentro. Odio pasar frío durante el sexo.
Trago saliva ante la insinuación de lo que está a punto de
ocurrir, pero cuando Sam empieza a quitarse la camiseta,
me tiemblan aún más las manos.
Oh, joder.
Estoy a punto de follarme a un tipo.
Miro cómo se quita el resto de la ropa, admirando la tinta
que cubre cada centímetro de su cuerpo. Sus abdominales
están definidos, se ondulan con cada movimiento, y
cuando se mete los pulgares en su ropa interior, mi
respiración se entrecorta. Sus bóxers negros caen al suelo
y, cuando miro su verga, veo un piercing en la punta.
¿Pero qué...?
—Tu turno—, dice Sam, caminando hacia mí lentamente
con una sonrisa diabólica.
De repente me cuesta respirar, el aire es denso entre
nosotros, y me muerdo el labio inferior mientras me saco
la camisa por la cabeza. Antes de que pueda
desabrocharme los pantalones, él me alcanza y lo hace por
mí, bajándomelos hasta los tobillos. Estoy temblando,
pero cuando me toca, siento que la piel me arde. Cierro los
ojos mientras mi verga se engrosa hasta un punto
doloroso, y él se acerca aún más a mí, agarrándome la
verga y dándole un lento tirón. Siseo al contacto, sintiendo
sus callos rozando la aterciopelada piel de mi polla. Pero
no me siento mal en absoluto... de hecho, quiero más.
—Abre los ojos—, susurra Sam. —Mírame, nene—
Abro los ojos y me fijo en su cara. La forma en que su labio
inferior está atrapado entre sus dientes, y cuando suelta
mi verga, miro hacia abajo. La punta de la suya está roja
y furiosa, el agujero de su raja brilla con el suave
resplandor de la luz del baño. Veo cómo se acerca aún más
hasta que nuestras vergas duras se rozan y nos coge a los
dos con la mano.
Jadeando, dejo caer la cabeza hacia atrás por el placer que
me recorre cuando sacude nuestras pollas a la vez.
—S-Sam—, gimo cuando me toca con el pulgar el punto
sensible bajo la cabeza de la verga y noto que me sale
semen. —¿Qué estamos haciendo?—
—Kaelin—, susurra mientras sus labios rozan los míos.
Un escalofrío me recorre la espina dorsal. —Llámame
Kaelin.—
Frunzo el ceño, confundido, pero repito. —¿Qué estamos
haciendo?—
Se inclina aún más, su mano se acelera, y me muerde el
labio inferior, tirando de él con los dientes. —Follando—
Oh, joder.
Cierro los ojos, dejándome llevar por las sensaciones, y me
doy cuenta de que, aunque estoy muy nervioso, estoy
demasiado excitado para detenerme.
—Ahora súbete a la cama—
—Ahora súbete a la cama—, murmuro, y los ojos de
Jeremiah se abren de par en par.
Aunque puedo ver la ansiedad arremolinándose en sus
iris, hace lo que le digo y cruza la habitación hasta
tumbarse en la cama. Su pelo rubio claro se desparrama
sobre la almohada como una aureola, los mechones un
poco más largos son perfectos para tirar de ellos, y me
duele la verga por llenarlo. Pero lo primero es lo primero...
prepararlo. No es que se lo merezca, pero no quiero que
corra. Es mío para jugar con él. Esta es claramente su
primera vez, y no sabe lo que está haciendo. Todo lo que
sé es que confió en mí lo suficiente como para tumbarse
en esa cama... una puta elección estúpida si las hay... y
voy a aprovecharme de ello.
Parece el tipo de chico lo bastante seguro de su
masculinidad como para dejarme follarlo por el culo, así
que no mantengo una conversación sobre quién va a poner
el culo, sabiendo perfectamente que va a ser él quien lo
haga. Me dirijo hacia la mesilla que hay entre las camas,
abro el primer cajón y encuentro lubricante y un vibrador
delgado.
Bingo.
Miro a Jeremiah, que se está masturbando
tranquilamente, mirándome con una expresión ilegible.
Una sonrisa pecaminosa se apodera de mis labios y me
subo a la cama con él.
—Abre las piernas, pequeño humano—, le susurro, y él
accede, aunque frunce el ceño al oír el apodo. —Shhhhh—
le digo antes de que pueda preguntar de qué demonios
estoy hablando. —Cierra los ojos—
Jer cierra los ojos y abre la boca en un grito ahogado
cuando le paso los dedos por los muslos y me meto entre
ellos. Me inclino sobre él, alineando nuestras vergas una
vez más y frotándome contra él. Antes de que se dé cuenta
de lo que estoy haciendo, atrapo sus labios con los míos.
La primera presión de nuestros labios me produce un
escalofrío, algo nuevo, algo que nunca había sentido
antes. Me abre la boca, toma mi labio inferior entre los
suyos y lo chupa. Mi verga se estremece y mis ojos giran
hacia la nuca al sentir cómo mis bolas se contraen dentro
de mi cuerpo.
Joder.
¿Qué demonios me está haciendo ahora?
Me tira del labio con los dientes y luego lo suelta
lentamente. Pero no me sacio, así que hago lo único
sensato y le rozo con la lengua el borde de los labios. Él
los separa de inmediato, dejándome introducir la lengua
en su boca dispuesta, y gime cuando se enredan.
Luchamos por el dominio, pero si hay algo que me
caracteriza es que siempre gano.
Tomo su labio inferior entre los dientes y lo muerdo con
fuerza hasta que noto el sabor de la sangre. Jadea, se lame
la carne, ahora herida, y yo sonrío. La sangre le gotea por
el labio y puedo saborearla en la lengua. Así que no me
sorprende que le manche el cuello de sangre mientras lo
beso, luego lo muerdo con fuerza y lo lamo por todo el
cuerpo.
Está impecable, sus hombros están salpicados de pecas,
su piel está completamente libre de tatuajes. Ni uno solo
a la vista. Admiro el color dorado de su piel mientras beso
su cuerpo, sus abdominales se tensan bajo mi lengua. El
gemido que me recorre cuando llego a su pelvis y lo inhalo
es animal, y nunca he olido nada mejor. Almizcle y algo
amaderado, como sándalo.
—Oh, joder—, susurra Jeremiah cuando paso la lengua
por la punta de su verga, saboreando el semen que se filtra
por su raja. —Sí, por favor—
—Mmmm—, gimo mientras le lamo el tronco, mojándolo y
preparándolo para mí. —¿Más?—
—Por favor.—
—Ruégame—, murmuro. —Suplícamelo.—
—Por favor, nene—, suplica Jeremiah. —Chúpamela. Por
favor, te lo suplico, joder—
Mi verga se estremece ante el apodo, y sonrío mientras me
meto la punta de su verga en la boca, llevándomela hasta
el fondo de la garganta de una sola vez y tragando a su
alrededor.
Jeremías gime ruidosamente, con una mano agarrada a
las sábanas y la otra tirando de los mechones de pelo de
la parte superior de mi cabeza. Ahueco las mejillas al
subir, creando más succión para él, y cojo el bote de
lubricante. Se pone rígido cuando me oye destaparlo y me
unto los dedos con el líquido frío. Quiero tranquilizarlo,
pero no lo hago. No sé por qué saca este lado tan blando
de mí, pero no debería importarme tanto.
Presiono mi dedo contra su agujero y le doy sólo la punta.
Se tensa aún más, pero cuando le doy una profunda
chupada hasta el fondo de mi garganta, se relaja lo
suficiente como para dejarme meterlo hasta el fondo. Lo
meto y lo saco varias veces, y luego añado un segundo
dedo. Gime cuando se los meto, y sé exactamente cuándo
encuentro su próstata porque el gemido con el que me
bendice hace que mi verga gotee sobre las sábanas. Retiro
la boca de su verga con un chasquido y sigo metiéndole
los dedos en el culo despacio, intentando volverlo loco, y
debe de estar funcionando, porque me aprieta el pelo con
los dedos mientras intenta que se la chupe otra vez.
Maldita sea.
Enciendo el vibrador y se lo aprieto en la pierna. Salta y
jadea, sus dedos se agarran a mi pelo con una fuerza
imposible hasta que se me saltan las lágrimas.
—¿Q-q-qué es eso?— Le tiembla la voz y yo sonrío,
mordiéndole el interior del muslo y extrayendo más
sangre. Sisea y su espalda se arquea sobre la cama.
—¿Kaelin?—
Me recorre un escalofrío cuando pronuncia mi nombre, y
me produce un vértigo de mierda que se acuerde de él.
Suena dulce en sus labios carnosos, mejor que cualquier
invocación. —Cielo—, respondo simplemente, sabiendo
que estoy a punto de hacerle ver las estrellas.
Retiro los dedos, untando esta vez el vibrador con
lubricante, y se lo meto despacio. Vuelvo a meterme la
verga en la boca y saboreo el semen que gotea, lo que me
hace la boca agua de inmediato. Gimo y vuelvo a
llevármelo hasta el fondo de la garganta, tragando a su
alrededor, y meto el vibrador hasta el fondo. Dejo que se
adapte, pero no por mucho tiempo, antes de introducirlo
y sacarlo de su culo con fuertes y largas caricias.
Su espalda se arquea de nuevo sobre la cama y yo hundo
mis mejillas al subir. Su verga sigue goteando como un
maldito grifo en mi boca, y sus piernas empiezan a temblar
mientras grita, el vibrador clavándose en su próstata con
cada pasada.
—OhmiputoDios—
No es Dios, pequeño humano.
Sólo tu peor pesadilla.
La cama se levanta del suelo, levitando a mi voluntad, y
redoblo mis esfuerzos. Él es completamente ajeno a lo que
está pasando en esta habitación en este momento, y la
temperatura ambiente aumenta a niveles abrasadores.
Tan caliente que hasta yo empiezo a sudar.
—Me voy a venir, joder—, gime en voz alta. —Si quieres
que me salga, quítate ahora—
Acelero el ritmo del vibrador y lo chupo aún más fuerte.
Quiero dejarlo seco para cuando acabe con él, y cuando
su verga palpita en mi boca segundos después, sé que voy
a cumplir mi misión. Sus dos manos se enredan en mi pelo
mientras sus caderas adquieren una mente propia y folla
con fuerza en mi boca, y gimo mientras su semen se
acumula y gotea por mi barbilla. La cama se estremece al
caer al suelo, chirriando ruidosamente, y él gime mientras
su verga se ablanda.
Me suelta el pelo y me arrodillo entre sus piernas. Escupo
su semen sobre mi mano, cubriendo mi verga con él, y él
jadea: —¿Condón?—
Sacudo la cabeza con una sonrisa. —No, vas a tomarme la
verga así—
—Espera, ¿qué te ha pasado en la cara?— Su voz tiembla
con la pregunta. Sé que puede ver la sombra detrás del
cuerpo de Sam, y se está asustando un poco.
—Nada, nene—, le digo suavemente. —Ahora cierra la
puta boca y deja que te folle—
Él traga con fuerza y le oigo engullir, lo que sólo sirve para
excitarme aún más. Es como si pudiera oler su miedo,
saborearlo en mi lengua. Es un afrodisíaco y quiero más.
Pero tampoco puedo asustarlo demasiado.
Presiono la cabeza de mi verga contra su agujero y la
introduzco con facilidad. Me envuelve en una estrechez y
un calor alucinantes, y gimo. —Oh, joder— Murmuro, y él
se aprieta a mi alrededor. —Te sientes increíble—
Lo doblo como un pretzel, presionando sus rodillas contra
su pecho, y veo cómo mi verga entra y sale de él
lentamente. Brilla con su semen y gimo de lo mojado que
está. Increíble.
Levanto la mano y le doy una bofetada. No demasiado
fuerte, pero sí lo bastante como para picarle. Se queda
atónito y levanta la cabeza, pero antes de que pueda
quejarse, le rodeo el cuello con la mano y aprieto. Emite
un sonido ahogado y se pone rojo casi de inmediato.
—Tómala, nene—, le susurro, inclinándome sobre él hasta
que quedamos a la altura de la cara. —Abre esa boquita
tan bonita—
Jeremiah hace lo que le digo, separa los labios, recojo mi
saliva y se la escupo en la boca. Le suelto el cuello justo a
tiempo para oír su gemido ahogado, y gimo al oírlo. Se me
van los ojos a la nuca, acelero el ritmo y se me erizan las
bolas. Cuando vuelvo a abrir los ojos, lo veo agarrando de
nuevo las sábanas. Oír sus gemidos es como música para
mis malditos oídos. —¿Se te ha vuelto a poner dura,
nene?— susurro, y él gime más fuerte.
El ángulo debe de ser maravilloso, y sé que le estoy
golpeando la próstata con cada pasada. Siento un
cosquilleo en la columna y Jeremiah mira al techo con el
labio entre los dientes, exponiéndome el cuello. Es una
posición peligrosa para mí, ya que yo soy el depredador y
él la presa. Pero no quiero pensar en cómo me hace romper
todas mis reglas ahora mismo.
Regla número uno: no follar con humanos.
—¿Vas a venirte por mí otra vez, Jer?— Le pregunto, y él
asiente. —¿Cómo de cerca estás?—
—Jodidamente cerca—, responde apretando los dientes.
—No pares, por favor. No pares, joder—
—Ni en sueños—, gimo, mis bolas se tensan y sé que estoy
a punto de reventar. —Vente para mí, nene—
—No sé si puedo—, gime. —No me estoy tocando mi...—
Su culo se estremece alrededor de mi verga y él grita.
Oh, joder, sí.
Vuelvo a gemir, y mi verga se agita, se vacía con mi
descarga, llenándolo hasta reventar. Las luces del cuarto
de baño parpadean, oscureciendo momentáneamente la
habitación, antes de volver a encenderse.
Siento que mi semen se filtra alrededor de mi verga
mientras sale de su culo, y eso no es suficiente. Así que la
saco y vuelvo a meterle dos dedos. Luego hago lo único
sensato y vuelvo a meterle la verga en su culo caliente y
húmedo.
Los ojos de Jeremías se abren de par en par. —¿Qué estás
haciendo?—
—Calentándome, nene— Le guiño un ojo. —Ahora abre las
piernas y permíteme tumbarme—
—Estoy cubierto de semen—, dice débilmente, pero aun
así abre las piernas para mí. Débil, pequeño y delicioso
puto humano. —¿Pero qué...?—
Le lamo el pecho, limpiándole el semen, y luego le meto la
lengua entre los labios separados. Él gime, chupándola, y
mi verga da una última sacudida antes de ablandarse.
—Duérmete, nene—
—¿Cómo?—
—Puedes hacerlo— Presiono mis labios contra los suyos
castamente, y mi estómago da una estúpida voltereta.
—Ahora mantén mi verga caliente—
Jeremiah pone los ojos en blanco pero no me empuja, y yo
sonrío. Me tumbo sobre él, sabiendo perfectamente que
puede aguantarlo. Está hecho como una casa de ladrillos.
Brazos gruesos, pecho definido y unos putos muslos
enormes. Sinceramente, es impresionante. No es de
extrañar que rompiera mi regla.
Apoyo la cabeza sobre su corazón mientras se duerme,
adormeciéndome en una especie de trance, y cuando oigo
sus suaves ronquidos, me retiro. No me molesto en
limpiarlo. Dejo que viva con la evidencia de lo que hicimos
entre sus muslos. En lugar de eso, me vuelvo a poner la
ropa y salgo de la habitación en silencio, bajando en
ascensor hasta la planta principal.
Una vez abajo, salgo del edificio y doy un paseo, dejando
que el aire frío me refresque. Justo ahora noto la jodida
cosa más extraña. Mi recipiente no tiene ninguna lucha en
él, o él está realmente disfrutando de esta mierda. En
cualquier caso, normalmente me gustan más las idas y
venidas. Quiero la pelea, la anhelo. Quiero discutir con el
pequeño cabrón del que me he apoderado. Pero el silencio
no me molesta por una vez.
Y me pregunto si es cosa de mi pequeño humano.
Supongo que tendremos que averiguarlo.
Parpadeo y abro los ojos, sin perder de vista su pesadez.
Mi cuerpo está frío y tiemblo cuando el aire acondicionado
golpea mi verga. Me pongo rígido, miro frenéticamente
alrededor de la habitación y me siento en la cama solo para
encontrarla vacía. Gracias a Dios, porque si la pegajosidad
que me sale del culo sirve de indicio, lo de anoche no fue
un sueño.
Aunque ahora no estoy exactamente enloqueciendo, sé
que es inminente. Dejé que un tipo me follara, después de
todo. No sólo no lo había hecho nunca, sino que ni siquiera
se me había pasado por la cabeza. Sin embargo, hay algo
en él que me atrajo anoche, como si hubiera una atracción
magnética entre nosotros y no pudiera evitarlo.
Mi labio palpita al ritmo de mi corazón mientras lo lamo,
y cuando levanto la mano para tocarlo, me doy cuenta de
que tiene una costra. Sam.… no, Kaelin me lo mordió
anoche y me dolió muchísimo. No voy a mentir, me da un
poco de miedo mirarme al espejo ahora mismo. Me duelen
sitios que ni siquiera sabía que podían dolerme, y parece
que tengo todo el torso magullado. Además, ¿qué mierda
le pasó anoche, haciéndome llamarlo Kaelin? ¿Es su
segundo nombre? Nunca había insistido en ello antes, y
es jodidamente raro. Pero anoche no pensaba con
claridad, eso es evidente.
Me levanto a la fuerza de la cama y entro en el baño,
cerrando la puerta tras de mí. Enciendo la luz y me miro
en el espejo, jadeando ante lo que veo. Abro los ojos con
horror y giro el cuerpo para inspeccionar los moratones y
mordiscos que me marcan la piel. Tengo sangre seca en la
barbilla, el cuello y los abdominales, así como marcas
rojas por todas partes.
¿Qué. Mierda?
Parece que me hubieran atacado.
Y tal vez lo fui. Después de todo, no tengo ni idea de lo que
es normal y lo que no cuando se trata de acostarse con
alguien del mismo sexo. Pero respiro hondo y cierro los
ojos, dispuesta a lavar las pruebas de esta noche por el
desagüe. Ni siquiera sé cómo voy a enfrentarme a Sam -
'Kaelin'- cuando vuelva, pero puede que el hecho de no
estar aquí me ahorre tener que lidiar con ello ahora
mismo.
Giro la manivela de la ducha y espero a que se caliente el
agua antes de meterme. Las gotas caen en cascada por mi
cuerpo mientras inclino la cabeza hacia atrás para
lavarme el pelo y, cuando miro hacia abajo, veo que el
color rosa se va por el desagüe. Trago saliva con fuerza y
hago una mueca de dolor cuando el agua me golpea el
pecho, con una presión casi insoportable sobre los
moratones. Joder. Me ha hecho mucho daño. Sabía que
era un poco raro cuando lo conocí, pero esto es otro nivel
de mierda. Y lo peor es que disfruté cada segundo. Hasta
ahora.
Me coge el labio inferior entre los dientes y me lo muerde
con fuerza, haciéndome saborear la sangre de inmediato, y
luego lo suelta despacio. Jadeo y me lamo el labio
sangrante, saboreando el fuerte cobre en la lengua. Me
escuece como nada que haya sentido antes, y siento cómo
me gotea por el labio hasta la barbilla.
Kaelin me muerde y lame todo el cuerpo, poniéndome la
carne de gallina con cada pasada de su lengua, y se me
van los ojos a la nuca cuando llega a la punta de mi verga.
—Oh, joder—, susurro cuando la roza con su lengua. —Sí,
por favor—
—Mmmm—, gime mientras me lame la verga de la raíz a la
punta, mojándome. —¿Más?—
—Por favor.—
—Ruégame—, dice en voz baja. —Suplícamelo.—
Realmente no quiero enfrentarme a él ahora mismo, lo que
significa que tengo que salir de aquí lo antes posible. Me
enjabono, me enjuago y me seco a una velocidad récord.
Para cuando salgo del dormitorio, ya he enviado un
mensaje a todos mis amigos para que se reúnan conmigo
en la cafetería para desayunar.
Es una mañana tranquila y está claro que la gente sigue
borracha o tiene mucha resaca, porque probablemente
sólo seamos diez. Llevo unos quince minutos sentado con
mis huevos revueltos y mis cereales sin tocar, cuando por
fin aparecen Candace y María, e Ian y Noah no se quedan
atrás.
—¡Hermano, tu labio!— jadea Noah al sentarse a mi lado,
y yo hago una mueca. —¿Te has peleado de camino a
casa?—
—Sí— Miento. —Un tipo me dio un puñetazo de camino a
los dormitorios—
—Qué desagradable— Candace abre mucho los ojos.
—Deberías haberte quedado conmigo, nene. María y yo
nos divertimos— María y ella intercambian miradas
sensuales y luego me miran a mí.
—Apuesto a que sí—, digo, recordando cómo se besaban
en la cama de María, prácticamente follándose. —¿Pero
alguien va a hablar de lo que pasó anoche?—
—¿Qué parte?— pregunta Ian, con los ojos azules
entrecerrados. —¿La parte en la que ya no queríamos estar
allí?—
—No.— Sacudo la cabeza. —¿Qué tal la parte en la que no
nos despedimos, joder?—
Ian y Noah miran de nuevo a María y Candace, que ahora
están visiblemente agitadas. —¿Qué mierda quieres
decir?— pregunta Noah.
—Una regla muy importante para jugar con la ouija:
despedirse siempre—, digo apretando los dientes.
—Entonces, Candi, ¿lo encontraste?—
—¿Encontrar qué?— Noah vuelve a interrumpirme,
enfadándome aún más. Cierro los ojos e inhalo
profundamente, tratando de no asustarme. —Candace—,
suelta, y ella gimotea.
—No.— La voz de Candace tiembla con la palabra. —No
encontré el tablero. Tal vez alguien se lo llevó. Tal vez...—
—¿Cómo que no lo encuentras?— Noah levanta aún más
la voz hasta que la gente nos mira fijamente, y yo le dirijo
una mirada que más o menos le dice que se calle. Pero no
capta la indirecta. —Espera, ¿has perdido el puto
tablero?—
—S-s-sí—, susurra Candace. —No está—
—Lo que sea...— Ian chasquea. —¿Qué es lo peor que
podría pasar? Es solo un estúpido tablero. Probablemente
otra animadora está enfadada con ustedes y lo tomó para
vengarse—
—Sí, probablemente sea eso—, dice María, frotando el
hombro de Candi con un movimiento tranquilizador. —No
te preocupes, nena. Lo encontraremos—
—Aunque lo hagan—, digo despacio, —puede que sea
demasiado tarde para despedirnos del mismo espíritu. ¿Y
si ya ni siquiera está en la casa?—
—¿Y dónde mierda estaría?— pregunta Noah.
—¿Y si...?— Ian susurra, mirando entre todos nosotros.
—¿Y si está dentro de alguien?—
Por el rabillo del ojo, veo algo negro. Lo que parece ser una
sombra, pero cuando me giro, ya no está ahí. Me tiemblan
las manos y trago saliva. —¿Por qué mierda dices eso?—
exclamo, pasándome una mano por la cara, solo para
hacer una mueca de dolor en el labio. —¿Estás intentando
asustarlos?—
—No—, Ian responde con los ojos muy abiertos. —Sólo
pienso en todas las posibilidades—
—Escasas o ninguna—, suspiro. —Probablemente esa
cosa siga en tu habitación, María. Probablemente
masturbándose mientras tú follabas con Candace—
—Ew, pervertido—, jadea María. —Qué desagradable—
—Vale, eso es raro, incluso para ti— Candace pone los ojos
en blanco. —Aunque no puedo negar que fue bastante
caliente—
—Entonces qué, ¿ahora están juntas?— les pregunta Ian.
—Diablos, no.— Candi me mira directamente. —Jer y yo
seguimos juntos—
Me río, porque qué cara tiene esta perra. Me engaña
delante de mis narices y cree que seguimos juntos. No es
que no la engañara anoche... pero aun así. —No creo que
funcione así, Candi.—
—Oh, diablos no,— Candace gruñe, y María jadea.
—¿Estás rompiendo conmigo?— El chillido que sale de ella
es inhumano. —No puedes hacer eso, Jeremiah. Estamos
hechos el uno para el otro. Yo soy una animadora y tú
eres...—
—Un quarterback— Esta vez pongo los ojos en blanco.
—Sí, sí. No es la primera vez que cantas esta canción. Me
la sé de memoria, nena. Pero te falta un pequeño detalle—
—Ah, ¿y cuál es?—
—Anoche también me acosté con otra persona— Sonrío,
sintiendo que se me vuelve a romper el labio. Maldita sea.
Me lo lamo, saboreando la sangre, y María pone una cara
que me hace saber qué le parece asqueroso.
—Ni de puta mier.…—, jadea.
—¡Oh, hermano!— Ian se ríe, con todo su cuerpo
temblando.
—Jer— Noah se queda boquiabierto. —De ninguna
manera hiciste eso—
—Lo hice— Me encojo de hombros. —Ella empezó—
—Eres un puto mezquino— A Candace le tiembla el labio
inferior. —Ahora mismo no puedo creerte, joder. Pero,
nene, te perdonaré. No pasa nada. Podemos dejar esto
atrás...—
—Bueno, yo no te perdono—, suspiro. —No quiero dejarlo
atrás, Candi—
—No están hechos el uno para el otro, Candace— Ian se
burla, y yo le doy un codazo en el costado. —Ay, perra. ¿A
qué mierda ha venido eso?—
—Deja de intentar apagar el fuego—, gimo. —No intento
hacerte daño...—
—¿Así que rompes conmigo delante de todo el mundo?—
Ella estrecha los ojos en mi cara. —¿Qué te pasa?—
La verdad es que no lo sé. Supongo que follar con un tipo
me afectó más de lo que pensaba, porque ahora ya no me
veo con ella. Sólo con él. Incluso después de cómo me sentí
esta mañana, sé que no hay manera de que pueda
superarlo sin al menos una conversación. Y si soy
honesto, como que quiero una repetición. Para la
investigación, por supuesto. Sólo para saber si será igual
de bueno si no estoy borracho.
—Lo siento—, respondo con una sonrisa triste. —Quizá
podamos volver a intentarlo más adelante. Pero necesito
tiempo para sanar—
Noah e Ian empiezan a reír, y yo suelto una risita. Candace
y María me miran con los ojos entrecerrados. —Eres un
puto imbécil, ¿lo sabías?— pregunta Candi, pero sé que es
retórica, así que no respondo.
—Nos vamos de aquí—, dice María enfadada. —Avísanos
si alguno de ustedes, imbéciles, ve ese estúpido tablero—
—Ya he terminado de buscarlo— Candace nos avisa a
todos. —Que se jodan todos—
—Tú también, nena— Noah sonríe. —Adiós—
—Son unas putas imbéciles, ¿lo sabían?— Ian se burla de
ellas, riendo, y María resopla, luego se aleja. Candace se
queda un momento más, levantándose de su asiento
frente a mí lentamente.
—Vas a pagar por esto—, gruñe.
—¿Yo?— pregunto con los ojos falsamente abiertos. —Ya
veremos—
Y con eso, se marcha.
—Muy bien, esto ha sido divertido—, dice Ian con un
suspiro, y cuando miro el plato, lo ha dejado limpio.
¿Cómo mierda se las arregló para comer todo eso durante
esta pelea? —Pero quiero volver a la cama—
—De acuerdo— Asiento con la cabeza, porque lo mismo.
—Nos vemos.—
Cuando Noah y yo nos quedamos solos, sé que va a tener
preguntas. Así que me preparo para ellas. ¿Qué demonios
voy a decir? ¿Le diré que me acosté con un tipo? ¿Y que
me encantó? Quiero decir, no creo que me juzgue...
—Entonces, ¿con cuál de las animadoras te acostaste
anoche?—, pregunta con una sonrisa, girando su cuerpo
hacia mí.
—No lo hice—, suspiro. —Fue...—
—¿Te tiraste a una pueblerina?—, jadea burlón.
—¡Jeremiah!—
—Me follé a un tipo— Trago saliva y sus ojos se abren de
par en par. Entonces empieza a reírse de mí. —Basta...—,
gruño.
—Espera, ¿hablas en serio?—
—Jodidamente en serio— Bueno, un tipo me ha follado,
técnicamente. Pero no voy a revelar ese pequeño detalle.
—¿No sabía que te gustaban los tipos?—, dice, pero suena
más como una pregunta. —¿Desde cuándo?—
—¿Desde anoche?— Suspiro. —Nunca había mirado a un
tipo de esa manera. Quizá fue una casualidad...—
—Estabas bastante borracho— Noah sonríe. —Quizá solo
fue eso—
Me encojo de hombros, pero lo dudo mucho. Nunca había
tenido tanta química con nadie. Es como si conociera
todos los botones que hay que apretar, literalmente. Y
cuando me encontró la próstata, estoy bastante seguro de
que vi a Dios. Fui al cielo y volví. Me desmayé.
—Tal vez—, digo lentamente. —Pero creo...—
—¿Quién era?— Enarca una ceja y miro hacia otro lado.
¿De verdad quiero decírselo? Ya es bastante malo que me
dejara antes de despertarme. Y ahora tengo que
enfrentarme a él cuando vuelva. Estoy seguro de ello.
—Sam.— No hay manera de que le diga la pequeña
información sobre el nombre que quiere que lo llame
ahora.
—¡¿Tu puto compañero de habitación?!—, jadea.
—Movimiento de novato, Jer.—
—Lo sé— Me doy una palmada en la frente. —Estaba
borracho como una puta cuba, y él estaba tan caliente
anoche, que no lo entiendes. Y el tipo sabe chupar pollas
realmente—
—Vale. Demasiada información— Pero se está riendo, así
que sé que sólo le está quitando importancia a la
situación. —Parece que lo disfrutaste—
—Me encantó—, gimo. —¿Eso me convierte en gay?—
—Bi— Afirma. —Te siguen gustando las chicas. Es decir,
te gustan, ¿verdad?—
—Correcto.—
Pero la pregunta es: ¿importa ya? Porque lo único que sé
es que quiero descubrir hasta dónde llega mi atracción por
este tipo.
Y planeo hacerlo esta noche.
La habitación está a oscuras mientras permanezco en las
sombras, eligiendo una esquina para mirar a las chicas de
la cama. Seguramente presas fáciles. María y Candace,
como se llaman entre ellas. Eso lo aprendí viéndolas
arrancarse la ropa. Estúpidas, estúpidas chicas.
Se han condenado a un destino peor que el infierno. Todo lo
que tenían que hacer era despedirse.
Ahora aquí estoy, esperando a que se duerman para elegir
entre ellas. Será divertido. Candace parece que va a dar
más guerra, justo como me gusta.
La puerta se abre de repente y me refugio en las sombras.
Lo último que necesito es que me vean antes de querer que
me vean. Entra un hombre con una máscara de Michael
Myers en la mano, el pelo negro azabache y tatuajes
decorándole los brazos, las manos e incluso el cuello. Echa
un breve vistazo a la habitación y se detiene al ver a las
chicas desnudas en la cama.
—¡Eh!—, les grita, y ellas se incorporan, jadeantes, para
cubrirse. Parecen absolutamente horrorizadas. —¿Han
visto a Jeremiah?—
Jer.
Jeremiah.
Jeremiah.
Creo que escuché ese nombre cuando estábamos jugando
nuestro jueguito. Pelo rubio, ojos verdes, niño bonito.
Perfecto.
—Sam, ¿qué mierda?— María jadea. —¡Fuera!—
—¿Cómo vamos a saber dónde está?— Candace chasquea.
—Es tu compañero de habitación—
—Qué es exactamente por lo que lo estoy buscando—,
suspira Sam. —Si lo ven, díganle—
—Piérdete, perdedor—, gruñe María, volviendo con
Candace. Se tumban en la cama una vez más, y aprovecho
la oportunidad para hacer un movimiento.
—Sam—, susurro, —Sammmmm—
Él mira alrededor de la habitación con los ojos muy abiertos,
intentando localizar de dónde procede el sonido. Sam gira
en círculo hasta que se encuentra frente a mí, y sus ojos se
abren de miedo cuando le muestro mi forma brumosa, con
ojos negros, pezuñas e incluso mi cola. La lámpara de la
mesilla de noche parpadea, ensombreciendo la habitación,
y a Sam casi se le salen los ojos de las órbitas.
—¿Qué mier.…?—, traga saliva Sam, dando un paso atrás.
Doy un paso adelante, susurrando su nombre una vez más.
—María... ayúdame...— Sam se interrumpe al sentir ahora
algo húmedo en la cara.
Sam se frota los ojos, apartando las manos para ver la
sangre, y jadea. Antes de que pueda decir nada más, estoy
delante de él. Lo agarro por los hombros y, en cuanto jadea,
me meto en su boca. Su cuerpo se contorsiona, la columna
se arquea con la fuerza de mi intrusión, hasta que temo que
vaya a romperse. Pero estoy dentro de él, y eso es lo único
que importa.
Ahora estoy aquí, jugando con mi comida. El cuarto de
baño está iluminado por unas cuantas velas alrededor de
la bañera, que proyectan un resplandor ya inquietante
alrededor de la habitación. En serio, es como si pidiera que
la asustaran. No entiendo cómo está tan despreocupada
después de no despedirse de mí, pero está a punto de
descubrir lo terrible que fue esa idea. Un desliz por su
parte, de verdad. Por eso no se juega con los espíritus.
Incluso tuve que dejar el cuerpo de Sam para esto, lo que
me molesta si soy honesto. Pero volveré con él después de
esto. Lo mantuve encerrado, después de todo.
Su teléfono suena mientras la miro desde las sombras, sus
pechos en plena exhibición no hacen absolutamente nada
por mí. El agua se agita y las burbujas se mueven cuando
contesta, y ella se sienta, apartando la bandeja que tiene
a cada lado de la bañera, donde hay una Tablet y una copa
de vino.
—¿Hola?—, dice al teléfono. —¿Qué pasa?—
Ella escucha atentamente y de repente suelta un grito
ahogado.
—¿De qué mierda estás hablando?— Su voz es aguda y
sonrío. —¿Cómo puede estar el tablero en tu coche,
Candace?—
Porque ella es la siguiente.
—Quémalo, perra—, grita María. —Deshazte de él. Es
demasiado tarde para despedirse—
Supongo que no es tan tonta como pensaba, porque
definitivamente es demasiado tarde. A estas alturas ya
hemos dejado atrás las bromas. Pero intentar quemarlo no
va a arreglar nada. Ya estoy aquí.
Sin embargo, verla enloquecer es entretenido, así que
disfruto del espectáculo un rato mientras van y vienen.
Finalmente, cuelga, pero antes de que pueda volver a dejar
el móvil en la bandeja, me aseguro de que se le resbale de
la mano y caiga al agua.
—Joder—, gruñe. —Mierda.—
Con un suspiro, lo saca del agua y lo coloca en la bandeja,
sin molestarse siquiera en secarlo. Se apoya en la bañera
de porcelana, con el agua hasta el cuello, y cierra los ojos.
Suena una suave melodía -está tarareando una canción-
y yo sonrío emulándola. Es divertido ver cómo se asusta e
inmediatamente intenta incorporarse. Las luces se
encienden, ella jadea y, cuando vuelven a apagarse, las
dos velas se apagan y nos sumergen en la oscuridad.
María tiembla como una hoja mientras la sujeto. Sus
piernas se agitan, derramando agua por el borde de la
bañera, y yo sonrío. Le aprieto la garganta, aprieto y
aprieto hasta que se pone morada, y luego la suelto. Tose
violentamente, el agua vuela por todas partes mientras
lucha por su vida.
—¿Qué mierda está pasando...?—, grita. —¡Ayuda!—
Le aprieto el cuello una vez más, mis manos se calientan,
queman su piel hasta que puedo oler la carne incinerada.
Arrugo la nariz cuando se me escapa una carcajada
maníaca y la suelto.
—Tu miedo sabe dulce, María—, ronroneo, sus gritos son
cada vez más fuertes. —Casi estoy tentado de dejarte vivir
para poder seguir alimentándome de él—
—Por favor—, jadea, con las manos alrededor del cuello
mientras solloza. —¿Quién eres...?—
Las velas vuelven a la vida y me muestro ante ella. Los ojos
de María se abren de par en par cuando le toco ligeramente
la cara con la cola, y más lágrimas recorren su rostro.
—De quien deberías haberte despedido—
—Oh, puto Dios—, vuelve a sollozar. —Yo...—
—Dios no, María—, le digo. —Es demasiado tarde para
pedir por él—
—Por favor—, reza. —Por favor, déjame vivir. Por favor,
déjame vivir. Lo...—
—Me encanta cómo suplicas—, suspiro. —Pero no será
suficiente para salvarte—
Le vuelvo a apretar la garganta y la sumerjo
completamente en el agua. Lucha, su cuerpo se agita tan
violentamente que el agua se derrama sobre el suelo de
madera como una cascada. Aferra el aire vacío, incapaz de
hacerme daño, pero intentándolo desesperadamente. La
agarro con fuerza hasta que noto que se pone rígida, que
abandona la lucha y que aparecen burbujas en la
superficie. Su cuerpo se debilita de inmediato y sonrío.
Eso ha sido demasiado fácil.
Vuelvo a suspirar, deseando haber jugado más con ella.
Pero con esto me basta por ahora. Tengo unos cuantos
más de los que deshacerme que me ayudarán a saciar esta
hambre.
Una hora más tarde, estoy abriendo el dormitorio,
esperando que Jeremiah esté aquí. Llámenme patético,
pero me he estado divirtiendo demasiado con mi pequeño
humano como para dejarlo ir tan rápido. Ya debería haber
pasado página con este anfitrión, sobre todo con lo
aburrido que es, pero parece que no puedo querer dejarlo
ir. No es que no haya estado rompiendo mis reglas, de
todos modos. Ya me he follado a Jeremiah. ¿Qué son unas
cuantas veces más?
Lo que voy a hacer, sin embargo, es terminar esto. Por
mucho que me guste jugar con mi nuevo juguetito, él
también tiene que morir. No hay ninguna regla en el libro
que diga que tengo que matarlos, pero la regla de
despedirse está ahí por una razón. Invitar a espíritus y
demonios a este reino es una mala idea, la más terrible
que han tenido hasta ahora. Sólo estoy aquí para hacerles
ver lo mal que la han cagado.
La habitación está oscura y fría cuando abro la puerta, y
también vacía. Ya es de noche, lo que significa que
Jeremiah probablemente esté cenando con sus amiguitos.
Probablemente también se pregunte por qué María no
aparece.
Bueno, no te preocupes, pequeño humano.
Pronto sabrás por qué.
Pero en cuanto me siento en la cama de Sam, se abre la
puerta y Jeremiah entra con una caja de pizza en una
mano y un paquete de seis cervezas en la otra. Sonrío
mientras lo miro, recorriendo con los ojos su musculosa
figura desde la cabeza hasta los pies en On Cloud. Ni
siquiera me mira cuando la puerta se cierra tras él. En
lugar de eso, deja la pizza en el escritorio y entra en el baño
dando un portazo.
Quizá no esperaba que yo estuviera en casa y por eso se
ha asustado. La verdadera pregunta es si quiero hacerlo
sentir mejor. Supongo que hay un par de maneras de
hacerlo. Número uno, podría irme ahora mismo para
hacerlo sentir más cómodo. Volver cuando se haya
dormido para evitar la conversación. Número dos, podría
hacer que se sintiera a gusto no sacando el tema de
anoche. O número tres, mi favorita. Sacar el tema y ver
cómo se retuerce.
Me pongo de pie frente a la cama justo cuando Jeremiah
abre la puerta del baño y sale despacio, en dirección al
escritorio de la esquina de la habitación. No me mira ni
una sola vez, y eso me hace sonreír. Probablemente aún
esté sufriendo un colapso mental por lo de anoche, y
realmente tengo muchas ganas de presionarlo. Quiero
asustarlo un poco más.
—Hola, nene—, murmuro, y él se pone rígido, sin darse la
vuelta.
Entrecierro los ojos con irritación, no me gusta que me
ignore y hago que se apaguen las luces. Jadea, apoya las
manos en la caja de pizza y empieza a respirar con
dificultad. Su pecho se agita cuando las luces vuelven a
encenderse y por fin se vuelve hacia mí con expresión
atónita. Le tiemblan las manos y le castañetean los
dientes.
—¿Qué ha sido eso?—
—Probablemente se ha ido la luz— Me encojo de hombros,
sabiendo muy bien que ahora haré cualquier cosa para
joderlo. Le enseño mis ojos negros, traga saliva y los deja
volver a la normalidad. Parece como si hubiera visto un
fantasma, pero luego sacude la cabeza rápidamente, como
si pensara que se lo había imaginado todo. —¿Dónde has
estado?—
—¿Dónde yo he estado?—, suelta, y yo enarco una ceja.
—¿Y tú? Tú eres el que no estaba aquí esta mañana—
—Pensé que te dejaría procesarlo solo— Me encojo de
hombros.
—A la mierda con eso—, gruñe Jer. —¿Qué tal si me
follaste... bruscamente, por cierto... y luego me dejaste?—
—Oh, ¿así que vamos a hablar de lo que pasó?— Sonrío.
—Eso es lo que estoy haciendo ahora mismo, sí— Asiente
una vez, con cara de irritación. Sus ojos verdes brillan
como esmeraldas y sus labios se fruncen. —Nunca he
estado con un tipo—
Mi mueca se convierte en una amplia sonrisa. —Lo sé—
—¿Lo sabes?— Jeremiah se echa hacia atrás como si le
hubiera dado una bofetada, y yo me río entre dientes.
—¿Cómo mierda lo sabes?—
—Era bastante obvio— Me encojo de hombros. —Pero me
gustó—
—Yo quiero...— Se queda callado y yo le escucho
atentamente, mirándole fijamente a los ojos.
Me alejo del lado de la cama, acorto la distancia entre
nosotros y me detengo cuando nuestros zapatos se
encuentran. Lo agarro por la nuca y lo atraigo hacia mí,
juntando nuestras frentes e inhalando profundamente.
—¿Quieres qué?—
—Quiero volver a intentarlo—, susurra.
—¿Quieres, ahora?— Rozo sus labios con una suave
caricia y esta vez sus manos se acercan a mi cara. Son
cálidas y callosas, varoniles. Me encanta. Aprieta sus
labios castamente contra los míos y cierro los ojos. Rara
vez me dejo llevar por una pasión como esta, y
probablemente vuelva para morderme el culo. Yo no soy
así. Yo no hago esto. —¿Cuándo?—
—Sí—, respira contra mis labios. —Quiero volver a
intentarlo ahora—
Con mi mano en su nuca, inclino su cara hacia mí y meto
mi lengua en su boca, saboreando la menta. Nuestras
lenguas se enredan, luchan, se enfrentan, chocan en un
intento por dominar. Me encuentra a mitad de camino, me
suelta la cara para agarrarme el culo con las dos manos y
aprieta su dura verga contra la mía. La fricción es
suficiente para arrancar un gemido de lo más profundo de
mi pecho, y le muerdo el labio mientras me separo.
—Ven conmigo— Le digo. —Déjame enseñarte lo bien que
puedo hacerte sentir—
Y maldita sea, quiero hacerlo.
Las cosas con Kaelin son raras. Un momento está ausente,
dejándome despertar por mi cuenta, y al siguiente está
encima de mí. Diciéndome que me desea. Diciéndome que
lo deje cuidarme, que lo deje mostrarme lo bien que puede
hacerme sentir. Me está dando latigazos, pero no puedo
negar que quiero que me muestre todas esas cosas.
Aunque sólo sea para poder decidir por fin si me gusta o
si sólo fue una casualidad, una decisión tomada
únicamente por el alcohol corriendo por mis venas.
Recuerdo que sus ojos se volvieron completamente negros
al verme, una sombra proyectada tras su cuerpo mientras
me follaba, pero no sé si fue el alcohol o mi paranoia.
La fría brisa me agita el pelo cuando abro la puerta del
coche y salgo de él, justo para que Kaelin venga a mi
encuentro. Estamos aparcados en un cementerio, que
definitivamente no es lo que tenía en mente cuando le pedí
que volviera a follarme. No entiendo lo que estamos
haciendo aquí, pero si la sonrisa en sus labios es una
indicación, no puede ser bueno.
—¿Qué...?— Trago saliva. —¿Por qué estamos aquí?—
—Dijiste que querías volver a intentarlo— Kaelin se encoge
de hombros y se agarra a la puerta antes de que pueda
cerrarla. Frunzo el ceño, mirando su mano. —Y ahora
quiero enseñarte cómo me gusta jugar de verdad—
Un escalofrío me recorre la espina dorsal, el miedo
envolviéndome los huesos hasta que me tiemblan las
manos. —¿Qué es este lugar?— Susurro, como si mi voz
grave pudiera calmar los latidos erráticos de mi corazón.
Apenas puedo oírme hablar, y mucho menos calmarme.
—Un cementerio—
—Ya lo veo—, respondo, mirando alrededor del
aparcamiento vacío. Somos los únicos aquí, claro que sí.
Es medianoche. El cementerio es enorme, con lápidas
esparcidas por un gran espacio que parece no tener fin.
Hay un sendero a mi derecha que se adentra en el bosque,
y parece espeluznante como la mierda. Lo único que sé es
que quiero volver a los dormitorios, donde estoy sano y
salvo. Entorno los ojos hacia él, pero se limita a sonreírme,
y un escalofrío me recorre la espalda, la inquietud fluye
por mis venas. —¿Qué hacemos aquí, precisamente
aquí?—
—Vamos a jugar a un juego, pequeño humano— Frunzo el
ceño al oír el apodo y enarco una ceja. Síp, definitivamente
un bicho raro. —Tú corres y yo te atrapo—
—¿Y si me atrapas?— pregunto, pensando en que sin
duda soy más rápido que él. Puede que juegue béisbol,
pero tenemos una racha ganadora gracias a mis
habilidades.
—Te follo—, susurra Kaelin en voz baja, con una sonrisa
pecaminosa en los labios.
El corazón me late en los oídos, silbando y apoderándose
de mis sentidos. Ya no puedo oírlo ni concentrarme en él.
Todo lo que puedo hacer es intentar calmar mi agitada
respiración. No me estoy volviendo loco. No lo estoy. Estoy
un poco raro, eso es todo. Pero mi verga parece tener
mente propia, engrosándose detrás de mis vaqueros hasta
un punto doloroso. Tiene su propio latido, y puedo sentirlo
también en mis bolas, lo que de repente me está volviendo
loco.
—Esto es lo que va a pasar, Jeremiah— La mano de Kaelin
pasa de la puerta a mi cara, sus nudillos rozan mi pómulo.
—Vas a desvestirte... y luego vas a correr hacia esos
bosques hasta que no puedas correr más. Y cuando te
atrape, podré hacer contigo lo que me dé la puta gana—
Jadeo cuando me quita la mano de la cara para cogerme
la verga por encima de los vaqueros. Me agarra y me frota
la erección con la palma de la mano. Es enloquecedor, y
mis ojos se abren de par en par cuando se pone de rodillas.
—Pero lo primero es lo primero—, susurra Kaelin mientras
me desabrocha los vaqueros y me los baja por las piernas
junto con los bóxers hasta los tobillos. Mi verga se libera
y se inclina hacia su cara. Me mira, con los ojos
desorbitados por una lujuria desenfrenada, y saca la
lengua para lamerme la raja. —Joder, qué bien sabes—,
murmura, lamiendo más semen.
Le agarro la nuca con las dos manos y mis dedos se
pierden entre sus largos mechones de pelo mientras
intento que me introduzca más en su boca. —Sí—, gimo
cuando vuelve a lamerme la punta de la verga. —Qué puta
sensación...—
—¿Buena?—, me pregunta sonriendo mientras se aparta.
—Lo sé, nene. Ahora desnúdate y corre. Te daré ventaja—
Esta vez soy yo quien sonríe, porque si me da ventaja,
seguro que no me atrapa. Por otra parte, quiero que me
atrapen. Tal vez, sólo tal vez, camine.
—Ni se te ocurra—, suspira, y yo me pongo rígido.
—Correrás, Jeremiah. Desafíame—
Frunzo el ceño, preguntándome cómo sabía que estaba
pensando eso. —¿Cómo...?—
—Lo has dicho en voz alta— Me guiña un ojo.
—Oh.— Me río y murmuro: —Claro que lo dije—
Me quito los zapatos y los vuelvo a meter en el coche, junto
con los vaqueros y la ropa interior. Después me quito la
camiseta y me la paso por la cabeza mientras lo miro. Sus
ojos no se apartan en absoluto de mi cuerpo, casi me follan
con ellos. ¿Y la mirada que me lanza cuando cierro la
puerta del coche y me acerco a él? Podría venirme en el
acto, pero me las arreglo para contenerme. Hay algo en él
que me hace querer tirar toda la cautela al viento y vivir el
momento, y esta es mi oportunidad de hacerlo.
—Corre, pequeño humano—, susurra Kaelin, y el apodo
me pone la piel de gallina. Estoy a punto de preguntarle
por qué me llama así cuando me empuja hacia delante,
hacia el bosque.
Así que corro con todas mis fuerzas, sin mirar atrás
mientras bombeo las piernas como nunca antes lo había
hecho. Los palos y las piedras me cortan las plantas de los
pies y gimoteo cuanto más me adentro en el bosque. Está
oscuro y no dejo de tropezar con raíces y rocas, pero sigo
corriendo. Excepto que ahora oigo pasos detrás de mí, lo
que no puede ser posible, teniendo en cuenta que me ha
dado ventaja.
Manteniendo la vista al frente, sigo corriendo a ciegas.
Aquí ya no hay luz y el silencio es total. El sonido de mi
respiración es fuerte en el silencio, lo que es más
espeluznante que si hubiera animales haciendo ruido.
Pero lo oigo. Está justo detrás de mí, y juro que siento su
aliento en mi nuca.
Pero hay una luz al final del túnel, porque cuando miro
hacia delante, veo la luz de la luna que se cuela entre los
árboles. La sigo, la sigo, la sigo hasta que ya no puedo
más, deteniéndome al llegar cerca de un estanque. Pero
antes de que pueda pensar qué hacer, me tiran al suelo.
Me quedo sin aliento cuando Kaelin me aprieta la cara
contra el suelo y me inmoviliza. Me hace daño, las
piedrecitas y los palos se me clavan en el pecho y gimo.
—Vuelve a hacer ese ruido y te follaré sin lubricante,
nene—, ronronea Kaelin, y me pongo rígido. Su cuerpo me
cubre la espalda, su verga dura entre mis nalgas, y me
susurra al oído: —Te he atrapado—
Pero no.
Joder, no lo creo.
¿Cómo demonios me ha atrapado tan rápido? No hay
ninguna puta forma... ninguna.
Tiro el codo hacia atrás, dándole en el costado, y gime. Su
agarre se afloja, pero antes de que pueda intentar darme
la vuelta, su mano está en mi nuca, presionándome más
contra el suelo. Un cuchillo aterriza junto a mi cara y mis
ojos se abren de golpe, luego de miedo. No voy a dejarle
hacer lo que tenga pensado...
Le doy una patada y agito el cuerpo, empujándolo hacia
un lado y luego me levanto y vuelvo a correr. Antes de que
pueda dar dos pasos, me agarra por el tobillo y me tira
hacia atrás como si no pesara nada. Su mano me aplasta
la cabeza contra el suelo. Con la otra mano me agarra por
la cadera y me levanta el culo. Me siento más expuesto que
nunca. Desnudo de una forma que me incomoda, lo cual
dice mucho porque siempre estoy desnudo en un
vestuario.
—No vas a ir a ninguna parte, Jeremiah—, me dice Kaelin
contra la oreja, mordiéndome el lóbulo. —Eres mío—
—No soy...—
—Mío para jugar— Se ríe. —Mío para follar. Mío para
poseerla. Solo mío, joder—
—Por favor...—, susurro. —Creo que esto ya no me gusta,
quiero...—
—¿Que pare?—, pregunta apretando los dientes. —No.
Creo que no—
Las rocas se clavan en mi cara cuando la empuja contra
el suelo con más fuerza, como si intentara aplastarme el
cráneo él solo. Gimo por el dolor, sintiendo cómo me frota
el culo muy despacio, su verga rozando mi agujero. Me
enciende las terminaciones nerviosas, me vuelve loco de
puta lujuria aunque sé que no debería. Debería seguir
intentando huir. Debería noquearlo de una puta vez. Pero
cuando me suelta la cabeza y me recorre la espalda con
los labios, cierro los ojos.
—Eso es, nene—, susurra Kaelin, y me relajo ligeramente.
—Déjame...—
Pero no termina la frase. En lugar de eso, me lame el
pliegue. Me sobresalto y muevo las caderas hacia delante
hasta tocar el suelo, pero él me agarra y me arrastra hacia
su cara. Se entierra entre mis nalgas y me lame el borde
con fervor. Gimo cuando introduce su lengua dentro de
mí, mi verga palpita de nuevo y estoy desesperado. Por la
fricción. Por su mano. Por cualquier cosa que pueda
darme.
—Oh, joder— Muevo la cabeza para apoyar la frente en la
tierra y empujo las caderas hacia su cara. Me apoyo en los
brazos y relajo el agujero para recibir más de su lengua.
—Justo así—
Kaelin gime mientras me come el culo, lamiéndolo
profundamente, metiéndome la lengua una y otra vez.
Pero se detiene en cuanto envuelvo mi verga con la mano
y empiezo a follarme el puño. —Todavía no—, me dice, y
cuando miro por encima del hombro, sonríe
perversamente.
Un escalofrío me recorre la espalda cuando vuelve a coger
el cuchillo que tengo a mi lado, pero intento relajarme
incluso cuando la punta toca la piel de la parte superior
de mi espalda. —¿Vas a cortarme?— Me tiembla la voz al
hacer la pregunta, y él se ríe.
—Sí, Jeremiah— Casi ronronea. —Voy a cortarte—
—Pero...—
—Sólo dolerá un poco—, dice lentamente. —Estaré tan
dentro de tu culo que apenas lo sentirás—
—Por favor, no me lastimes—, susurro, mi cuerpo empieza
a temblar, me castañetean los dientes. —Por favor—
—Qué bonito suplicas, nene— Vuelve a reírse y arrastra el
cuchillo unos centímetros por mi espalda. La punta me
rompe la piel y me escuece, joder. —Pero ya eres un buen
chico. Quédate quieto para mí y acabará antes de que te
des cuenta—
Miro por encima del hombro y veo cómo se abre la mano,
haciéndose un corte profundo. Tan profundo que sé que
necesita puntos, pero ni siquiera se inmuta. En lugar de
eso, inclina la mano sobre mi culo mientras la sangre sale
a borbotones de la herida, y siento el líquido caliente y
pegajoso goteando por mi pliegue.
Me presiona el agujero con un dedo y me relajo, dejándolo
entrar. Intento no pensar en el hecho de que acaba de
abrirse la mano para usar su sangre como lubricante, y
cuando me mete un segundo dedo y me los mete los dos,
pierdo el hilo de mis pensamientos. Sus dedos rozan mi
próstata, provocando un gemido en mi interior, y mis
piernas tiemblan. Mi cuerpo se estremece, mis bolas se
contraen y...
—No te atrevas a venirte, joder—, gruñe Kaelin. —Aún no
he terminado contigo—
Retira los dedos rápidamente, dejándome vacío. Lo miro y
veo que se masturba con la mano herida, manchándose la
verga de sangre, y trago saliva. Se aprieta contra mi
entrada, empuja con brusquedad y toca fondo en dos
embestidas. Me quema muchísimo y grito.
—Eso es, nene—, ronronea Kaelin. —Grita para mí—
—Muévete—, gruño, y se ríe, el sonido decadente hace que
mi verga se retuerza. —Fóllame ya—
—Tus deseos son órdenes—
Kaelin se retira y vuelve a penetrarme con fuerza, una y
otra vez, hasta que se me cruzan los ojos y se me encogen
los dedos de los pies. Cada vez que me toca la próstata,
siento que voy a venirme. Es la segunda vez que no tengo
que tocarme la polla para que suceda.
Ralentiza sus embestidas de repente y vuelvo a sentir el
frío metal de la cuchilla en la espalda. En la siguiente
embestida, me roza la próstata y me corta una sola línea
en la espalda. Grito, gimo y empujo el culo hacia él,
sabiendo que probablemente me va a volver a cortar. Pero
estoy desesperado por venirme. Desesperado por más.
Aunque me sienta a punto de ser sacrificado con toda la
sangre que sale de mí.
Efectivamente, el corte va más abajo, escuece, pero puedo
decir que es superficial. No necesitaré puntos como él. O
sabe lo que hace o apenas me toca. Pero de algún modo,
con su verga en mi culo, me hace ver el cielo mientras me
corta.
El cuchillo ensangrentado cae al suelo a mi lado y luego
me lame la espalda, gimiendo. Me recorre un escalofrío por
la espalda y se detiene en la primera herida. —Tu sangre
sabe jodidamente bien, Jeremiah— ¿Qué mierda le pasa?
¿Por qué se bebe mi sangre?
Se me revuelve el estómago cuando me da otro lametón, y
cuando me muerde el corte, grito. Noto que la sangre me
cae por la espalda, caliente y pegajosa. Me la vuelve a
lamer y me mete la verga hasta el fondo del culo,
haciéndome ver las estrellas. Gimo cuando vuelve a
clavármela en la próstata, y el placer blanco y caliente
recorre mi cuerpo. No me resisto. Dejo que me use, que
abuse de mí.
—Tu dolor es mi Nirvana, pequeño humano—, gime
mientras va más rápido, más fuerte. —El afrodisíaco más
fuerte—
—Más fuerte—, gimo. —Jooooder.—
—Suplícamelo, Jeremiah—, gruñe. —Suplícamelo y te lo
daré—
—Por favor—, suplico. —Por favor, déjame venir. Haré lo
que sea...—
—De espaldas—, dice mientras se retira, pero antes de que
pueda moverme, ya me está volteando. Caigo de espaldas,
gritando mientras las piedras se clavan en mis cortes.
—Qué puto niño tan bueno—, ronronea mientras sacude
su miembro con la palma ensangrentada. —Mira qué bien
escuchas—
—Dame todo lo que tienes—, exijo, mientras me empuja
una vez más. —Todo de ti, Kaelin. No te contengas—
Levanto la vista hacia su rostro, iluminado por la luz de la
luna, y veo cómo sus labios se empapan de mi sangre, que
se desliza hasta su barbilla. Se muerde el labio inferior y
toca fondo dentro de mí, empujando inmediatamente
hacia atrás.
—¿Seguro?—, me pregunta sonriendo, y yo lo miro a los
ojos y asiento con la cabeza. Se vuelven negros, todos, pero
antes de que pueda decir nada, entierra su cara en el
pliegue de mi cuello y me folla con tanta fuerza que todo
mi cuerpo se estremece. —Tómalo, nene—
Gimo, las piedrecitas clavándose en mi espalda se hacen
insoportables, pero como si él supiera cómo hacerlo mejor,
me muerde el cuello lo bastante fuerte como para sacarme
sangre. Parece que le encanta, y ahora mismo no quiero
negárselo. Aunque tiemble de miedo.
Me abre más las piernas y empieza a frotarme la verga con
los abdominales. Cada embestida me hace sentir como si
fuera a caer por un acantilado imposiblemente alto, y se
me van los ojos a la nuca. Pero Kaelin se cierne sobre mí
con una sonrisa, lamiéndose los labios.
—Golpéame—, exige, y yo frunzo el ceño y gimo
vergonzosamente fuerte cuando me penetra el culo como
a mí me gusta. —Haz que duela, pequeño humano—
Por una vez, no discuto. Ya me ha hecho daño, así que ojo
por ojo y todo eso. Levanto la mano y le doy una bofetada,
el sonido resuena en el silencio. Me escuece la palma, su
cabeza se inclina hacia un lado y, cuando vuelve a
mirarme, tiene el labio partido. Se mezcla con mi sangre y
sonrío. Él me devuelve la sonrisa y me folla con más
fuerza, mientras mi cuerpo se mueve en el suelo con cada
embestida.
—Qué buen puto juguetito—, gime Kaelin, haciendo que
se me revuelva el estómago. —¿Eres mi putita de
semen?—
—Tuyo—, gimo cuando vuelve a golpear mi próstata.
—Todo tuyo, joder—
—Lo sé, nene—, susurra. —Ahora fóllate el puño y vente
encima para que pueda lamerlo—
La mano de Kaelin rodea mi cuello al mismo tiempo que
mi mano rodea mi verga. Acelero mi mano mientras él casi
aplasta mi tráquea, y mi pecho arde a medida que me
acerco a mi liberación. Lo miro fijamente a la cara
mientras siento que voy a morir, sólo para que el semen
brote de mi verga como un grifo.
Hay una sombra detrás de él, que se agranda y parpadea
con cada empujón de sus caderas contra mi culo. Algo va
jodidamente mal, lo sé, y sus ojos vuelven a ennegrecerse.
Pero cuando noto cómo su verga se retuerce en mi culo,
no parece importarme. Me aprieto a su alrededor,
ordeñando su verga, mientras termino de eyacular sobre
mi abdomen y mi pecho. Mi visión se vuelve borrosa y
blanca en los bordes, y justo cuando estoy a punto de
desmayarme, me suelta.
Se desploma sobre mí.
Y haciendo exactamente lo que prometió, lamiendo mi
semen de mi pecho.
Antes hacía un día soleado, pero la penumbra se apoderó
de mí rápidamente después de las nueve de la mañana.
En cuanto empezó a llover, supe que era el momento
perfecto para terminar lo que había empezado con
Candace. Jeremiah y sus amigos aún no se han enterado
de lo de María, y ahora van a recibir una doble mala
noticia. Así mato dos pájaros de un tiro. Probablemente
debería sentirme un poco peor de lo que realmente me
siento, considerando que mi pequeño humano se está
convirtiendo rápidamente en mi principal fuente de
entretenimiento. Y si hay algo que odio admitir, es que no
quiero renunciar a él todavía. Quiero continuar con este
pequeño juego que estamos jugando.
Puedo decir que no es un juego para Jeremiah. Por la
forma en que me mira, o está embriagado o se está
enamorando de mí. No sé qué me excita más: la posibilidad
de volver a follármelo o la posibilidad de romperlo sin
remedio. Lo que sí sé es que me dejará elegir. Me dejará
hacerle lo que quiera. Es curioso lo que el buen sexo puede
hacerle al cerebro humano: alterarlo por completo y
joderlo todo. Por eso no me relaciono con humanos, no me
los follo y no los trato como a él. Es una combinación
peligrosa, y si no tengo cuidado, estaré tan jodido como él.
La lluvia golpea el asfalto mientras me dirijo al campo de
fútbol, utilizando el cuerpo de Sam para hablar con la
chica y hacer que se sienta a gusto durante dos segundos
antes de que le dé un infarto y la mate. Mis zapatos están
empapados por los interminables charcos y veo un ejército
de jugadores de fútbol que se dirigen en mi dirección,
hacia el aparcamiento. Mirando a lo lejos, veo a una rubia
que se ha quedado atrás. Es la única mujer entre todos
ellos, y la han dejado tirada. Patético. Y aquí
probablemente pensó que la protegerían.
El césped es blando bajo mis zapatos cuando lo piso, y me
dirijo hacia Candace despacio, como si tuviera todo el
tiempo del mundo. Es como si caminara a cámara lenta
por lo despacio que va, pero es mejor así. Porque al mirar
detrás de mí, me doy cuenta de que todos los jugadores de
fútbol se están metiendo en los coches y se van.
Perfecto.
—¿Sam?— Candace parece confundida mientras me mira,
y sé que es porque alguien como Sam nunca la buscaría.
La verdad es que no. ¿Un chico malo jugando con una
animadora? Lo dudo. —¿Qué haces aquí?—
Hay un momento de silencio mientras nos miramos
fijamente, y no sé si ella puede leer algo en mi cara, pero,
sin embargo, no debe gustarle lo que ve. Empieza a dar
pasos hacia atrás, alejándose cada vez más de mí. Pero yo
la sigo, lo que hace que sus ojos se abran de miedo.
—S-Sam—, susurra. —Por favor, para—
Sacudo la cabeza y sigo caminando hacia ella mientras le
castañetean los dientes. Sabe que algo no va bien. Pero no
sabe exactamente qué es. Pero es más lista de lo que
pensaba.
—Sam no, Candi— Sonrío, revelando mi verdadera forma.
—Sólo de quien no te despediste—
Candace grita, con la voz quebrada, y empieza a correr. Ya
es tan divertida en comparación con María. Tal vez debería
haber empezado con ella desde el principio, pero no, María
tenía que irse. Todas lo hacen. A su debido tiempo.
—Candi—, canto. —¿Adónde vas?—
Candace sigue corriendo mientras yo camino despacio
detrás de ella, y antes de que pueda dar el siguiente paso,
estoy delante de ella. Tiene los ojos muy abiertos y le
tiemblan los labios mientras intenta correr hacia la línea
de diez yardas. Sólo sirve para aumentar mi expectación,
y sonrío mientras saco la navaja del bolsillo de Sam y la
abro de un tirón.
La agarro del brazo, le doy la vuelta y le aprieto la hoja en
la garganta. Ella sacude la cabeza bruscamente,
abriéndose la piel con el movimiento hasta que la sangre
corre hacia el escote de su camiseta.
—¿Por qué?—, grita, intentando dar un paso atrás, pero
no se lo permito.
—¿Por qué no?— Sonrío y sus ojos se llenan de lágrimas.
Es patética, todos los humanos lo son. Precisamente por
eso no les tengo paciencia. ¿Pero su miedo? Tengo todo el
tiempo del mundo para eso.
—¿Por qué quieres matarme?—
—Porque es muy divertido, Candace— Mi sonrisa se
ensancha y arrastro lentamente la punta de la navaja
desde su cuello hasta su vientre, abriéndole la camisa. Un
rastro de sangre burbujea, pero no es profundo. Sólo lo
suficiente para picar. —¿Y tú noviecito? Bueno, ahora es
mío. Y me lo voy a quedar—
—Él nunca estaría contigo—
Levanto una ceja, aunque no puedo negar que Jeremiah
es un tema delicado para mí. —Él ya está conmigo—
—Estás mintiendo—, gruñe.
Una oleada de ira me inunda, se abate sobre mí y me deja
a mi suerte. —Yo. Nunca. Miento—
—No es gay—, me dice tajante.
—Nunca dije que lo fuera— Le agarro la nuca, le paso los
dedos por el pelo y tiro para que levante la vista. —Lo
único que digo es que es mío. Y nunca lo dejaré ir—
La verdad de mi afirmación me coge por sorpresa, sobre
todo porque el plan siempre ha sido matarlos y seguir
adelante. A todos, incluido mi pequeño humano. Pero
ahora me pregunto si eso es lo que realmente quiero.
Cuando todo esté dicho y hecho, ¿realmente me desharía
de él como si fuera basura después de todo lo que me ha
dado? ¿O le exigiría aún más? Algo me dice que seguiría
dándome lo que yo quisiera, y eso es suficiente para que
me replantee la mayoría de mis planes.
Pero éste no.
Este plan es sólido como una roca.
Arrastro el cuchillo hacia abajo, lo aprieto contra el
abdomen de Candace y lo introduzco lentamente, luego lo
retiro y la apuñalo con más fuerza hasta que la
empuñadura golpea su piel. No creo que lo sienta al
principio, sobre todo porque está tan conmocionada que
no se le escapa ni un gemido. Pero es cuando la saco por
completo de su cuerpo cuando grita, un sonido que hiela
la sangre. Un relámpago ilumina el cielo, un trueno
retumba rápidamente y la lluvia arrecia hasta que apenas
puedo distinguir su rostro.
Sonrío, noto su sangre caliente en los dedos y vuelvo a
apuñalarla. Esta vez se resiste, me da un puñetazo en la
cara y agita el cuerpo para que le suelte el pelo, pero no lo
consigue. Retiro la cuchilla y vuelvo a clavársela, y luego
otra vez.
La suelto y doy un paso atrás, dejando que se aleje de mí
a trompicones. La forma en que apenas puede andar me
hace sonreír, y me divierto cuando intenta huir de mí y cae
al suelo. Vuelve a gritar, un sonido gutural, y yo la empujo
de espaldas, a horcajadas sobre su cintura. La sangre
brota de ella como una cascada y aprieto el cuchillo con
más fuerza. Como golpe final, la apuñalo en el corazón.
No retiro la hoja cuando siento que se desvanece debajo
de mí, pero la saco cuando su corazón deja de latir. Y
entonces corro, más rápido que nunca, hasta el coche.
Quizá fue una idea horrible matarla en el cuerpo de Sam,
pero lo hice por diversión. Ahora sólo espero que no vuelva
para morderme en el culo. No quiero exactamente que
nadie descubra que Sam no es él mismo. Me alejaría de
Jeremiah antes de estar listo para dejarlo ir.
Se me agita el pecho mientras aspiro una y otra vez y me
quito la camisa para limpiarme. Por suerte, hay una muda
de ropa en el asiento trasero.
Bien pensado, Sam.
—Cierra la puta boca—, sisea Sam desde dentro de mi
cabeza, y esta vez suelto una carcajada. —¡No puedes
robarme la vida! No puedes matar gente como yo—
—Oh, ¿pero te parece bien follarte a Jeremiah?—
murmuro mientras salgo del aparcamiento. —Todavía no
te has quejado de eso ni una vez—
Silencio.
Sonrío y agarro el volante con más fuerza. No sé si estoy
contento de que no sea tan luchador, porque no tengo que
prestarle atención. En cambio, puedo dedicar toda mi
atención a Jeremiah, bueno, casi toda. Si no contamos los
asesinatos de sus amigos.
—¿Crees que me perdonará?— Le pregunto a Sam,
conduciendo más despacio para tardar más en volver a los
dormitorios.
—¿Por qué?— Sam pregunta despacio, como si intentara
entender lo que digo. Como si no fuera suficientemente
obvio. —Espera, en realidad no piensas quedártelo,
¿verdad?—
—¿Quedármelo?— Me río entre dientes. —Voy a
poseerlo—
—¿Y eso significa que tú también te vas a quedar
conmigo?— Su voz es aguda y suelto una risita. Pero me
quedo callado, sólo para joderlo. —¡Contéstame!—
—Ah, ah—, le digo. —No hace falta que te pongas peleón,
Samuel. Me quedaré contigo todo el tiempo que quiera—
Pero antes de que pueda seguir peleando, lo encierro en
los rincones más oscuros de su propia mente, aislándolo.
Si hay algo que no permitiré es que me robe la alegría de
este momento.
Dos menos, faltan tres.
¿O serán dos?
La verdad es que no sé lo que quiero hacer con Jeremiah,
no realmente. Quiero tenerlo. ¿Pero quiero quedármelo?
¿Para siempre?
Cuando llego a mi plaza de aparcamiento, pongo la llave
en el contacto y cojo la ropa del asiento trasero. Por suerte,
en el portavasos hay una botella de agua con la que me
limpio las manos y me pongo una camisa limpia. Sé que
probablemente no debería meter mi camisa
ensangrentada en el asiento trasero del coche, pero ¿qué
otra opción tengo ahora mismo?
Resoplando exasperado por lo mal que he planeado esto,
abro la puerta y salgo, acortando la distancia entre el
coche y el edificio a una velocidad récord. Hay mucha
gente en los pasillos, lanzando balones de un lado a otro.
De algún modo, consigo esquivar el balón justo a tiempo
para entrar en el ascensor y pulsar el botón de la cuarta
planta para volver con Jeremiah.
Mi dulce e inocente Jeremiah.
Justo antes de ir a abrir la puerta, se abre desde el otro
lado, y sale Noah. El mejor amigo de mi juguete.
Entrecierro los ojos en su cara, pero parece angustiado.
Es ahora cuando me doy cuenta de que probablemente se
acaban de enterar de lo de María. Así que lo dejo pasar e
inmediatamente me abro paso hacia el dormitorio.
Jeremiah está sentado en la silla frente al escritorio en la
esquina de la habitación, con la cabeza entre las manos.
Le tiemblan los hombros y, por una vez, no me dan ganas
de estrangular a un ser humano por llorar. Quizá sea
porque sé que no es débil. O quizá porque ahora lo soy yo.
Soy débil por él. Y soy impotente para detenerlo. Para
evitar sentirme así por él. Después de todo este tiempo,
creo que finalmente he encontrado mi propósito. Él es mi
propósito. Y eso es peligroso, tanto para mí como para él.
—¿Jeremiah?— Susurro, tratando de no asustarlo. No se
mueve, ni siquiera respira. Se queda sentado con la cabeza
entre las manos. —Nene, mírame.—
Me acerco a su lado, le pongo la mano en la espalda y le
froto en círculos relajantes. ¿Quién mierda soy yo ahora?
¿Por qué...?
—¿Puedes recostarte conmigo?— susurra Jeremiah, y
ahora mismo, sí. Haría cualquier cosa para evitar que
sonara así, tan triste, distante. ¿Pero no era esto lo que
quería? ¿Romperlo? ¿Pedazo a pedazo? Entonces, ¿por
qué no se siente tan bien como pensé que se sentiría?
—¿Kaelin?—
Un escalofrío me recorre la espalda cuando dice mi
nombre, y asiento rápidamente. —Sí— Me aclaro la
garganta. —Vamos.—
Me quito los zapatos, me meto en la cama y espero a que
Jeremiah se una a mí. Justo antes de que lo haga, apaga
la luz, sumergiéndonos en la oscuridad. Estoy tentado de
mostrarme ante él ahora más que nunca, acabar con mi
maldita miseria y terminar con esto de una vez. Cortarlo
de raíz. Arrancarlo de raíz. Pero no puedo y, por mi puta
vida, no sé por qué.
—Creo...— Jeremiah moquea, viene a mi lado, la cama se
hunde cuando se tumba conmigo. Se aclara la garganta y
vuelve a empezar. —Creo que esto era la ouija—
—¿Qué era?— susurro.
—María muriéndose—, me susurra, y suspiro.
—Vamos, nene—, le digo suavemente, con tono
apaciguador. —No puedes creértelo de verdad— ¿Pero por
qué le estoy haciendo la luz artificial? ¿Es por su bien o
por el mío?
—No lo entiendes—, dice Jeremiah lentamente, y quiero
gritarle que sí lo entiendo. Que lo entiendo todo. Pero no
lo hago. Me quedo callado. —No nos despedimos. Siempre
hay que despedirse—
Sí, deberías.
Girando mi cuerpo hacia él, lo miro de frente. Tiene los
ojos rojos e hinchados, los labios agrietados. Pero sigue
siendo un chico jodidamente guapo. Menos mal que cree
que ahora no puedo verlo.
—Mis padres están muertos, ¿sabes?—, susurra
Jeremiah, y yo me pongo rígido. —No me queda familia.
Mis amigos son mi familia—
—Ahora me tienes a mí, Jer—, le susurro, con los ojos
cerrados. Quiero darme una bofetada, muy fuerte, por
preocuparme tanto. Por ponerme en esta situación.
Estúpido, estúpido, estúpido. ¿Cómo puede un simple ser
humano hacerme sentir así? —Yo también puedo ser tu
familia—
Él asiente, y esta vez, mis ojos se abren. —También me
tienes a mí—
Antes de que pueda decir nada más que comprometa mi
integridad, le paso los dedos por el pelo y le beso la punta
de la nariz. Está húmeda y salada, pero ni siquiera me
importa mientras lo atraigo hacia mí. Y así, sin más, se
queda dormido sobre mi pecho. Al ritmo de mi corazón, el
corazón de otra persona. Pero el mismo corazón que
palpita en mi pecho al sentir su mano apretándose contra
la mía.
Y sí, tal y como pensaba antes.
Estoy jodidamente jodido.
No he salido de la residencia desde ayer. Descubrir que
María y Candace están muertas me está jodiendo la
cabeza y no quiero arriesgarme. Sólo sé en mis entrañas
que esto es obra de la ouija. Mis amigos están tan
asustados como yo, eso seguro. No sabemos exactamente
qué está pasando, pero basándonos en lo brutales que han
sido los asesinatos de nuestras amigas, no es descabellado
pensar que hemos metido la pata con algo que escapa a
nuestro control.
Acabo de hablar con Noah, que también ha accedido a
quedarse en su habitación. El único con el que no
podemos hablar es Ian, lo cual es raro porque siempre
contesta al teléfono. Pero realmente espero que se ponga
en contacto con alguno de nosotros al final del día. Que es
aproximadamente en dos horas.
Kaelin me ha apoyado mucho, incluso me dejó dormir en
su cama anoche, y esta vez no me abandonó por la
mañana. Fue agradable, lo que me hace preguntarme por
qué nunca me he permitido dejar a nadie dormir conmigo.
Nunca había dormido en la cama con una chica, ni con un
hombre, pero no puedo negar que fue la vez que mejor he
dormido en mucho tiempo. Aunque fuera en una cama
individual.
Ahora estoy aquí, esperando la comida para llevar que
Kaelin encargó en DoorDash. Me preguntó qué quería, que
pediría mi favorito, así que estamos comiendo pasta.
Todavía no puedo superar el hecho de que ahora me hace
llamarlo Kaelin. Bueno, no diría que me obliga, pero sigue
siendo raro que lo sugiriera en primer lugar. Pensé que tal
vez fue sólo durante el sexo esa primera vez, pero parece
que se ha pegado, y él no me ha corregido. De hecho, cada
vez que lo llamo por ese nombre, se le iluminan los ojos,
lo que hace que me haga el loco. Está claro. Estoy
haciendo cosas desquiciadas con él si el cementerio fue un
indicio.
¿Qué demonios me ha poseído para dejar que me corte y
me folle con sangre como lubricante? No quiero ni
pensarlo, pero me encantó, y eso me da mucho miedo. Los
cortes ya están cicatrizando, todavía duelen, pero en el
momento me sentí increíble. Justo como él dijo que sería.
El sexo con un hombre me ha cambiado la vida, y no
quiero pensar demasiado en mi sexualidad, pero si la
forma en que me estoy enamorando de él es una señal,
definitivamente soy bisexual. Darme cuenta de esto no me
asusta tanto como pensaba. Al menos, no tanto como la
primera vez que nos acostamos. Supongo que es lo que
pasa cuando te descubren la próstata. Aun así, no puedo
negar que algo con él se siente raro. Todo lo que he visto
es raro, empezando por sus ojos que se vuelven negros y
las sombras que parecen seguirlo a todas partes. No sé si
estoy siendo paranoico y alucinando esta mierda, pero
está empezando a asustarme. ¿Está sucediendo todo con
él demasiado rápido? ¿Es porque estoy vulnerable ahora
con la muerte de mis amigas? ¿O seguiría entregándome
en bandeja de plata si las circunstancias fueran
diferentes?
No puedo negar que hay algo en él que me atrae. Algo que
me jode y me ciega. ¿Cómo me está volviendo tan
estúpido? Tal vez estoy malinterpretando la situación y él
no siente lo mismo, pero tengo la sensación de que este
encaprichamiento no es unilateral.
¿Está tan obsesionado conmigo como yo con él?
Supongo que sólo hay una forma de averiguarlo, y es
seguir ofreciéndome a él. Al final, me dará alguna señal de
que el sentimiento es mutuo, y sé que tiene que ser así.
Sobre todo después de anoche, cuando me dormí con la
cabeza sobre su corazón y sus dedos enredados en mi
pelo.
Ahora estamos sentados juntos en la cama, desnudos,
después de haber terminado otra ronda del sexo más
pervertido de mi vida. Bueno, hemos terminado hace una
hora, pero aún no nos hemos vestido. Las luces vuelven a
estar apagadas, con sólo la del baño encendida, y él parece
preferirlo así. Pero no he terminado con él, ni siquiera
estoy cerca de hacerlo, y miro su verga semidura y sonrío.
El piercing de la punta brilla con la luz tenue y se me hace
la boca agua. ¿Qué sentiría si me la metiera hasta el fondo
de la garganta? ¿Sabrá su semen tan bien como creo?
—Si quieres que te vuelva a meter la verga por el culo, no
tienes más que pedírmelo, nene—, murmura Kaelin
apretando los labios contra mi sien.
Sonrío y giro la cabeza para mirarle a la cara, justo para
encontrarme con su sonrisa. Sus ojos azules se dilatan y,
de repente, se vuelven completamente negros. El miedo me
recorre la espalda mientras él parpadea, completamente
inconsciente de lo que está ocurriendo. Me tiemblan las
manos y me muerdo la mejilla para no saltar de la cama.
—Tus ojos— Me tiembla la voz al susurrar. —Están
negros—
Kaelin frunce el ceño. —Debe ser la luz—
Pero eso no puede estar bien. No es la primera vez que lo
veo. De hecho, lo vi ayer cuando me follaba. También lo vi
hace unos días. Tiene que haber una razón diferente:
—¿Qué mierda eres?—
Kaelin frunce el ceño. —Nene...— suspira. —¿Estás bien?
Pareces un poco nervioso—
Esta vez frunzo el ceño, porque nunca responde a la
maldita pregunta.
De repente se sienta a horcajadas sobre mí, me coge la
cara y me besa despacio. Su lengua roza el borde de mis
labios, solicitando entrar, y yo se lo concedo. Es un beso
dulce, tan distinto de él que me deja sin aliento. El corazón
me late con fuerza en el pecho, el sonido me retumba en
los oídos cuando él introduce su lengua entre mis labios,
enredándola suavemente con la mía. La acaricia
lánguidamente, como si tuviéramos todo el tiempo del
mundo para esto.
Kaelin gime cuando le chupo la lengua con rudeza, y el
beso se vuelve acalorado rápidamente. Frota su culo
contra mi verga. La fricción me hace poner los ojos en
blanco. ¿Qué demonios me está haciendo?
—Kaelin...—, gimo, agarrándome a sus caderas y
frotándome contra él más fuerte, más rápido. —Si no
paras, voy a venirme—
—Entonces vente—, murmura contra mis labios,
aumentando el ritmo hasta que jadeo. —Dámelo—
—No—, gimo, deteniendo sus caderas. —Quiero estar
dentro de ti—
Kaelin se paraliza y se aparta para mirarme a la cara.
Busca algo en mis ojos. No sé qué, pero asiente
lentamente. —Si eso es lo que quieres—
Mis manos empiezan a temblar, porque la verdad es que
no sé qué mierda estoy haciendo. Probablemente lo haría
fatal, ahora que lo pienso. Ni siquiera sabía lo que era una
próstata hasta que él me la presentó, y sé a ciencia cierta
que no seré capaz de encontrar la suya...
Pero Kaelin ya se me ha adelantado, destapando el bote de
lubricante y preparándose. Su mano va detrás de él para
empujar en su culo, estirándose para mí. Y para cuando
me unta la verga con lubricante, estoy tan excitado que
siento que no voy a aguantar nada. Presiona mi verga
contra su entrada y frunzo el ceño.
—¿Seguro que estás suficientemente preparado?— Le
pregunto suavemente. —Te noto muy apretado—
—Me gusta el dolor—, gime mientras me aprieta,
intentando meterme más profundamente en su culo.
Su suavidad aterciopelada hace que se me atasque un
grito en la garganta, y los dedos de mis pies se curvan
cuanto más se hunde mi verga en él. Su calor me envuelve
y me aprieta la verga como un tornillo de banco, y mis
manos se agarran a sus caderas mientras me aferro a él
con todas mi putas fuerzas. No sé cómo voy a sobrevivir a
esto.
—Eso es, Kaelin—, murmuro mientras me lleva hasta la
empuñadura y rebota en ella de inmediato, sin siquiera
darse tiempo a ajustarse. —Mírate, tan jodidamente mío—
—Eres mío—, gruñe Kaelin, inclinándose para tomar mi
labio inferior entre sus dientes y tirar de él con rudeza.
—Estás hecho para mí—
No puedo apartar la mirada mientras sube y baja por mi
verga, agarrándome como si fuera a salir volando. Mis
manos en sus caderas se tensan hasta que sé que voy a
hacerle moratones, y él gime, apretándose contra mí. Mis
ojos amenazan con cerrarse, pero no puedo dejar de
mirarle a la cara mientras me utiliza para su propio placer.
Sus labios se separan con suaves gemidos mientras nos
acerca a los dos al límite, prometiendo el éxtasis con cada
rebote de su cuerpo sobre el mío.
—Vente sobre mí, Kaelin—, le suplico. —Dame tu semen—
—¿Cuánto lo deseas, pequeño humano?—
Se me encogen los dedos de los pies cuando vuelve a
morderme, echando la cabeza hacia atrás de placer, con
los labios entreabiertos y unos suaves gemidos. —Me
moriré sin él—, susurro.
Sonríe y me mira una vez más, como si le doliera no
acabar. —Entonces tómame la verga y haz que me venga—
Kaelin acelera, follando sobre mí a un ritmo que parece
inhumano, y cierro los ojos ante la sensación que envuelve
mi cuerpo. Agarro su gruesa y larga verga, masturbándola
lo más rápido que puedo, y él gime tan fuerte que me da
un vuelco el estómago. Siento un hormigueo en la
columna vertebral cuanto más rápido y fuerte rebota sobre
mi verga. La cama cruje ruidosamente cuando me acerca
al borde y, de repente, se me hinchan las bolas.
—Me has arruinado, joder—, gruñe Kaelin mientras rebota
aún más fuerte sobre mi verga y mis piernas empiezan a
temblar. —Me has arruinado para todos los demás—
—Oh, joder, nene—, gimo, mi verga empieza a soltar
semen en su cuerpo. Clavo mis uñas en sus caderas,
sabiendo muy bien que estoy sacando sangre. Pero soy
incapaz de detenerlo mientras el placer me ahoga, cayendo
sobre mí en olas que me enredan y no me escupen. —Por
favor...—
Parpadeo y veo una sombra detrás de Kaelin, una cola,
una cara con cuernos. Me paralizo de miedo y cierro los
ojos, pero cuando vuelvo a abrirlos, ya no está. Kaelin me
mira fijamente, con sus profundos ojos azules fijos en mi
cara, y yo sacudo la cabeza rápidamente, como si eso fuera
a ayudarme a eliminar la extraña imagen de mi mente.
De repente, se oye un estruendo al romperse el cabecero,
que se parte por la mitad donde tengo la espalda apoyada.
Las luces del cuarto de baño parpadean y luego se apagan
por completo en el momento en que la verga de Kaelin
palpita en mi mano y chorrea esperma por todo mi pecho
y mis abdominales, hasta la barbilla. En cuanto termina,
las luces vuelven a encenderse.
Hay una sensación espeluznante en la habitación y se me
eriza el vello de los brazos. Se me pone la carne de gallina,
y cuando miro a Kaelin, echa la cabeza hacia atrás y
respira con dificultad.
—Joder— Kaelin respira. —Eso ha sido...—
Raro.
Asombroso.
Aterrador.
Kaelin se inclina hacia mí, me besa la punta de la nariz y
luego los labios. —Me jodes—, gime, trazando su semen
en mi pecho y llevándome los dedos a los labios. Los
separo, lamiendo inmediatamente sus dedos y gimiendo
de gusto.
—Lo sé, nene—, le digo cuando retira los dedos. —Tú
también me jodes—
Se inclina para darme otro beso que me retuerce el
estómago y me oprime el corazón, y sé que no está muy
lejos de lo que me hace sentir.
¿Y esa extraña sensación en la habitación? No hace más
que crecer. Porque ahora hace un frío que pela, y el
descenso de la temperatura me retrotrae a aquella noche
en la habitación de María, cuando las puertas del balcón
se abrieron de golpe y la temperatura descendió. Sé que
algo no va bien.
Sólo que no sé qué es.
Esperar a que los jugadores de fútbol salgan de los
vestuarios está poniendo a prueba mi paciencia, pero
esperar a que Ian se quede atrás está demostrando que
me enfada. Está a punto de irse cuando tengo suerte y se
dirige a su taquilla, diciéndoles a Noah y Jeremiah que se
ha olvidado algo.
Hablando de mi pequeño humano, ha estado muy
pegajoso desde que lo monté ayer. Pero también me doy
cuenta de que sospecha que me pasa algo, y eso no puede
ser. No quiero controlarlo, quiero que esté conmigo por su
propia voluntad, y ni siquiera sé por qué. Es inexplicable
esta obsesión que siento de repente por él, y no tengo
elección. La verdad es que quiero quedarme con él. A mi
lado, para siempre. Eso significa que también tengo que
quedarme con Sam. No sé qué hacer con estos
sentimientos, sobre todo porque, para empezar, no debería
sentirme así. Debería centrarme en acabar con él. Acabar
con esto de una vez por todas.
Un acontecimiento reciente: Sam está empezando a
pelearse conmigo cada vez más. Él no quiere que yo tenga
control sobre su cuerpo más, y él está saliendo adelante
más a menudo que no. Parece que está harto de lo que
estoy haciendo con Jeremiah, y cada vez que mato a uno
de sus amigos, vuelve con más fuerza. Pensé que su
silencio era molesto al principio, pero no, él creciendo un
par realmente está poniendo un freno a mis planes. Es
sólo cuestión de tiempo que me vuelva loco, y tengo que
encontrar la manera de mantenerlo a raya y echarlo a los
rincones más oscuros de su mente, donde me dejará en
paz. Si hay algo que no permitiré, es que se lleve a
Jeremiah lejos de mí.
Ian abre su taquilla, coge algo de su interior y lo cierra de
golpe. Antes de que pueda darse la vuelta, las luces
parpadean. Se encienden y se apagan, hasta que estoy
seguro de que podrían provocarle un ataque, y entonces la
habitación se queda completamente a oscuras. Hay un
momento de silencio en el que sólo oigo su respiración, el
jadeo áspero que me hace sonreír. El goteo, goteo, goteo
de un grifo de fondo se amplifica, y él da un paso atrás
hasta chocar con las taquillas.
—¿Hola?—, susurra, y las luces vuelven a parpadear.
—¿Hay alguien ahí?—
Me arrastro por el techo y me permito hacer el mayor ruido
posible. Mis pezuñas chasquean en él, alertándole de mi
presencia, y sus ojos se abren de par en par cuando se
fijan en los míos negros. No grita, sólo cierra los ojos y
cuenta hasta diez. El ritmo de su corazón se ralentiza y
me doy cuenta de que debe de haber tratado antes con
algún tipo de espíritu. Tal vez una casa embrujada en
algún momento. Tal vez algo más. Sin embargo, es
inaceptable.
Camino hacia él, girando lentamente la cabeza ciento
ochenta grados para mirarle directamente al alma. Esta
vez grita cuando me acerco lo suficiente. Su miedo es
palpable. Puedo saborearlo en mi lengua, y es más dulce
que cualquier pastel que haya comido. No más dulce que
mi Jeremiah, sin embargo, pero será suficiente.
—Corre—, le gruño al oído, y ni siquiera se lo piensa.
Hace lo que le digo, corriendo hacia las duchas tan rápido
como puede. Que es bastante rápido, pero no más que yo.
El tonto va en la dirección equivocada, pero ¿quién soy yo
para juzgarlo ahora? Me gusta jugar con mi presa, así que
antes de que llegue demasiado lejos, le corto el tendón de
Aquiles con mi cuchillo.
El grito que suelta me hace sonreír, y su cuerpo cae
rápidamente al suelo. Voy tras él despacio y se aleja
arrastrando la pierna herida. Pero muevo el brazo y lo
inmovilizo, dejándolo paralizado. Por alguna razón, de
repente estoy desesperado por volver a los dormitorios. Lo
suficiente como para querer acabar con esto rápidamente
y terminar de una vez.
—Por favor, no lo hagas—, me ruega en un susurro.
—Tengo una familia, ellos me...—
—¿Te extrañarán?— Termino por él, riéndome. —¿No lo
hace todo el mundo?
—No—, responde, con el miedo ardiendo en los ojos. —A
Jeremiah no. Elígelo a él. Perdóname a mí—
Me paralizo, entrecierro los ojos y me agacho para mirarlo
de cerca. Parece serio, lo que sólo sirve para enfadarme
aún más. ¿Cómo se atreve a tirar a su amigo debajo del
autobús de esa manera? ¿Cómo se atreve a sugerir que
Jeremiah no tiene a nadie? ¿Que nadie lo extrañará? Yo lo
extrañaría, joder. Él me tiene a mí.
Lo que sea que vea en mi cara debe asustarlo aún más,
porque el hedor a orina que impregna el aire es de repente
fuerte. Le castañetean los dientes, tiembla y cierra los ojos.
Las lágrimas caen a chorros por su cara y yo sonrío.
—¿Así que vas a ofrecer a tu amigo?— le pregunto
apretando los dientes.
—N-n-no.— Sacude la cabeza rápidamente y abre los ojos
para mirarme. —Sólo estoy siendo sincero—
—Jeremiah es mío—, digo simplemente. —Mío para
conservarlo. Así que no morirá hoy, ni ningún puto día—
Antes de que pueda replicar, cojo el bate de béisbol del
rincón de la habitación donde lo había dejado y le aplasto
las rodillas con él. Grita, echa la cabeza hacia atrás,
dolorido, y se le saltan las lágrimas. Pero ya no estoy, la
ira fluye por mis venas ante su atrevimiento. Ahora le
tocan los codos, y oigo un crujido nauseabundo cuando se
los rompo. Deja de gritar y empieza a perder el
conocimiento. Entonces hago lo único sensato y le rompo
el esternón con el bate de béisbol. Vuelve a gritar, pero
antes de que pueda parpadear, le meto la mano y le
arranco el corazón. Hay sangre por todas partes, un
charco en la baldosa blanca, y sonrío.
Esto es exactamente lo que necesitaba.
Tiro el corazón al suelo, a su lado, y le escupo en la cara.
Y ahora, sin él, Jeremiah está a salvo. De todos modos, no
necesita un amigo así. No cuando estaba tan dispuesto a
ofrecerlo como un cerdo para el matadero. Además, ahora
me tiene a mí, y siempre lo protegeré. Ya sea de sí mismo,
de los demás o de mí.
Desde ahora y para siempre.
Al igual que con cualquier otro libro, se necesita el apoyo de toda una aldea
para pasar del primer borrador al manuscrito final. Así que aquí estoy yo, dando
las gracias a mi aldea.
A mis lectores, en primer lugar. Gracias por darme una oportunidad. Nada de
esto sería posible sin ustedes.
A mi esposo, Conner. Gracias nunca comenzará a cubrirlo. Incluso durante el
tratamiento contra el cáncer has sido mi roca y un hombro en el que apoyarme.
Siempre estás ahí cuando te necesito. Siempre apoyándome a través de mi
viaje.
A mi madre, gracias por seguir estando a mi lado en este viaje. Te quiero.
A mi padre, gracias por estar a mi lado. Nuestras charlas sobre mis libros nunca
pasan desapercibidas, y el tiempo que te tomas para escucharme trazar un libro
es muy apreciado. Te quiero.
A mi asistente personal, Chelsey. Literalmente, no podría hacer esto sin ti. Entre
la gestión de las redes sociales y tu inagotable apoyo, ¡no sé dónde estaría sin
ti! Muchas gracias por todo, mi niña. Estoy infinitamente agradecida.
A N.J. Weeks, gracias por estar siempre a mi lado. Nuestras charlas diarias me
mantienen cuerda. También, ¡gracias por nutrir este libro! Te quiero.
A Slasher. Vaya, mi chica. ¡Lo logramos! No puedo creer lo rápido que lo hemos
hecho, pero se puede decir que somos un equipo de ensueño. Muchas gracias
por tu atención al detalle y tu dedicación para que esto se hiciera a tiempo.
Todos los elogios son para ti, y muy merecidos.
A Quirky Circe, como siempre, es increíble trabajar con ustedes. Cuando acudí
a ustedes con dos fotos sencillas, me las entregaron sin esfuerzo. Como
siempre, les admiro. Gracias.
A mis lectores beta: Phil, Chelsey, Ellie, Jay y Doseofdarkromance. Muchas
gracias por amar mi pequeño proyecto de pasión. Les estoy muy agradecida.
Por muchos libros más juntos.
A mi equipo de calle, ¡¡son INCREÍBLES!! Gracias por toda su ayuda. Realmente
no podría hacer esto sin cada uno de ustedes.
Por último, quiero dar las gracias a mis seguidores en las redes sociales, tanto
en Instagram como en TikTok, a mi página de Facebook y a mi grupo de lectores.
Nada de esto sería posible sin su difusión de mis libros.
Todos significan mucho para mí.
Con cariño,
Shae Ruby
Sobre La Autora