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Autobiografía IV

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Autobiografía.

Autor.

Juan Steban Mendez Marín.

Docente.

Natalia Castrillón.

Sebastián Beltrán.

Rubén Darío Pardo.

Natalia Berrio.

Facultad de ciencias humanas y bellas artes, universidad del Quindío.

Trabajo Social.

Armenia, Quindío.
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1/11/2024

Lo Esencial.

Se dice en algunas culturas que cuando te llaman o usan tu nombre completo para algo
se refiere a que estás en problemas. Quizás si ando en muchos problemas, que es lo
esencial de la vida para poder mejorar en nosotros mismos eso que fallamos. Las
adversidades nos crean a nosotros no por lo que hemos pasado, sino por lo que quedó de
nosotros al pasar esas adversidades. Quizás sería una persona mejor si no hubiera
pasado todo el dolor que carga mi ser. Por lo anterior, soy Juan Steban Mendez Marín y
tengo veintitres años.

La historia de mi nacimiento es algo curiosa, pues nací un día 13 y según muchas


culturas aquel número es maldito. Dicen los católicos que el treceavo apóstol era Judas,
el traidor. En el tarot, la cara número 13 simboliza la muerte y desgracia eterna. Podría
decir que tengo una maldición desde el día de mi nacimiento, pero sería justificar de
manera superflua mis acciones. Nací en enero, un mes donde nadie tiene plata para dar
un regalo de cumpleaños y como anécdota, lo que mis padres me daban de cumpleaños
eran, casi siempre, los útiles escolares. Mi año es el 2001, que según el calendario chino
soy el dragón, para los mayas soy el mono, para los celtas soy el siervo, pero para mí
que dejé de creer en alguna religión, solo soy un individuo más con una casualidad de
vivir en este espacio-tiempo preciso del infinito universo. Soy el segundo hijo de unos
padres nacidos en un pueblo quindiano un poco lejano, pero con muchas tradiciones y
bases conservadoras de lo que “debe” ser una familia.

Los primeros años fueron un poco nómadas, pues por el trabajo de mi padre, debíamos
estar mudándonos de un lado para otro. Vivir en distintos barrios de la ciudad no nos
dio una estabilidad para formar vínculos con vecinos, así como lo muestran las películas
y dibujitos animados que veía cada mañana en el viejo televisor gris de la sala. Crear
amigos fue un poco difícil hasta que por fin tuvimos que asentar cabeza en un barrio
centrado de Armenia. Para mi hermano que estaba terminando su colegio, la costumbre
a no tener un amigo que viva cercano le costó su capacidad de relacionarse. Pero yo
tuve un desenlace un poco mejor. Viví allí en ese barrio popular desde que tengo una
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memoria clara, más de 16 años en una misma cuadra, 12 años académicos en un mismo
colegio, 8 años de la misma esquina donde parchar con mis amigos, 7 años donde una
guitarra me refugió. Un lugar donde el tiempo pasaba y pasaba, pero yo seguía allí,
aunque todo cambiara.

¿es la niñez y adolescencia la mejor parte de nuestra vida?

Desde que entré a la escuela Jorge Eliecer Gaitán a mis 4 años, el enfoque de mis padres
en mí se establecía sobre lo académico, o sea, poder lograr esas metas, premios y becas
que mi hermano no pudo conseguir, pues ellos tienen la esperanza que yo pueda
sacarlos de “pobres”. Prematuro en un sistema de educación competitivo, un pobre
engendro que solo quería jugar y divertirse, le tocó abrirse campo y sobrevivir durante
12 años en un mundo social hostil.

Una escuela primaria con unos cuantos privilegios por haber nacido en una familia llena
de profesores que me enseñaron lo básico de leer y escribir a los pocos cuatro años de
vida. Era solo un niño con unas cuantas ventajas y por esto mismo empecé a ser el foco
de atención entre mis profesores y compañeros. La presión de ser siempre el mejor de la
clase era algo rutinario con lo que me acostumbre a vivir sin saber que era la ansiedad,
sin saber que esa falta de respiración en medio de las clases cuando no comprendía lo
que era la célula eucariota no era solo una bobada. Pero no todo fue tan malo, mi
percepción del amor fue un poco más favorable, pues era el niño bonito, de familia con
influencias y un poco de dinero. Esto me daba el respeto necesario para ser un casanova
desde primero a quinto de la escuela.

El conflicto empieza cuando cambiar de escuela a colegio se viene de manera inminente


y sin una guía de supervivencia. Esos poderes que tenía se desaparecen como los sueños
al despertar y pasar a un segundo plano en esto que creía seguro se vuelve algo jodido.
Intentar tener una vida “amorosa” con la regularidad y los principios de un niño que
tenía fue imposible mantener a flote. Bastantes intentos de tener una “noviecita” me
dejaron con una pequeña percepción propia de alguien “necesitado de amor” creyendo
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que esta forma romántica era la única que existía. Desde allí nace una pequeña faceta un
poco patética sobre mi autopercepción y cómo considero el amor.

Por otro lado, lo académico, deportivo, cultural y social iba de maravilla. Muchos
reconocimientos y diplomas en la noche de los mejores. Algunas gratitudes deportivas y
varias medallas. Un músico aclamado en el colegio y un gran “comediante” del salón.

Cuando el mundo se expande, el pensamiento cambia.

Luego de que mi mundo, que estaba encerrado en unas cuantas paredes de un viejo
colegio, se abriera después de una graduación con honores y toda la parafernalia,
entendí que no era realmente nada. Afrontar de que por todo lo que me esforcé en mi
vida, en una sola noche todo se acabé fue el primer punto de partida importante en mi
vida. Empezar a crear una vida social nueva dentro de una universidad, tratar de
comprender nuevas ideas y conocimientos, fortalecer las bases ideológicas y seguir en
busca de la felicidad mediante el amor romántico fueron los ejes principales de mis
últimos 7 años.

Hacer amistades se me hizo demasiado difícil dentro de una carrera universitaria basada
en los idiomas que realmente no me gustaba. Aprender a conocer los tipos de
personalidades banales y las trascendentales fue un saber enriquecedor en un programa
universitario lleno de niños que se creen con poder. En lo académico, fue un golpe
fuerte entrar a la tercera opción que tenía como proyecto de vida, dejando una
desilusión fuerte por no poder destacar con buenas notas y bastantes conocimientos
como lo era en un pasado.

Fortalecer un pensamiento crítico con inclinaciones socialistas en una familia que se


dedicó a adoctrinarme en la derecha goda (sin darme cuenta) fue la fractura fundamental
en los lazos familiares dentro de mi núcleo. Recuerdo esa vez donde salí en noticieros
nacionales por el reconocimiento de ser el niño que sacaron en una marcha en la ciudad
de armenia. Un estigma llamado “déjelo marchar” que lleva mi nombre y que rompió lo
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mínimo de mi querer bonito por mi madre luego de darme cuenta que quería entregarme
a la policía con cargos de terrorismo… todo esto solo por llevar una bandera roja y un
pensamiento comunista.

En el amor no hay de qué hablar más allá de traiciones, amores no correspondidos,


codependencia emocional por la mínima muestra de afecto y filosofías extrañas
adoptadas por los cambios repentinos debido al miedo al abandono que este ser no es
capaz de lidiar.

Por último y para destacar, la música no me ha dejado morir. He conocido mucho de mi


país por mi pasión a la música, por entregarme a tocar en unos tarros donde libero todo
mi potencial y mi estrés. Allí en los escenarios, en medio de luces y demasiado ruido, he
podido sobrevivir. He creído que mi vida tiene un propósito incógnito por la música y
sueño con poder llevarlo a cabo. Ojalá y sea tocar en un Rock al Parque o quizás en una
gira por Latinoamérica. Sueño con la música y que el Trabajo Social esté siempre allí.

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