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Leyendas de La Selva Peruana

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Ayaymama

El Ayaymama es un ave nocturna (Nyctibius leucopterus), cuyo canto es tan triste, que

cada vez que lo hace, pareciera que llora llamando a su madre al son de “ay ay

mama”, de ahí deriva su nombre.

Cuenta la leyenda que una epidemia estaba acabando con la gente de una comunidad

nativa. La madre de dos niños, sintiéndose con los primeros síntomas de la

enfermedad, quiso salvar del mal a sus pequeños y entonces los llevó al monte, muy

lejos, y los dejó cerca de una linda quebrada, abundante en peces y árboles frutales.

Con gran pena los dejó, sabiendo que no los volvería a ver nunca jamás.

Ellos jugaron, comieron frutos y se bañaron en la quebradita, pero ya en la noche

sintieron la falta de su mamá.

Fue entonces cuando se pusieron a caminar en busca de su mamá. Los dos

hermanitos caminaron por horas, lo que no sabían es que habían estado dando

vueltas por el mismo camino, pues se hallaban perdidos en el monte.

Asustados, llorando de pena dijeron “¿cómo no ser aves para poder volar donde

mamá?”.

Fue entonces que la luna se apiadó de ellos y entre lágrimas bajó.

– Ustedes me han llamado, ¿y yo qué puedo hacer?

– Llévanos a ver a nuestra mamita, yo sé que ella te ha enviado – dijo uno de ellos.

Y entonces la luna les dio alas, transformándolos en dos aves muy hermosas que se

confundían con el árbol en el que se habían acurrucado.

Ellos volaron, pero cuando llegaron a su pueblo vieron que ya nadie vivía, todos

habían muerto.

Desde entonces no dejan de volar y volar, y cuando se posan en lo alto de un árbol,

cansados de buscar a su madre, hacen oír su canto lastimero ayaymama…

ayaymama… que significa, “madre, por qué nos has abandonado”.


El Tunche maligno, alma errante del bosque

El Tunche, o también conocido como el Tunchi en algunas partes de la selva

peruana, es una de las leyendas amazónicas más conocidas junto con el Chullachaqui

y el Ayaymama.

Los lugareños dicen que el Tunche, es el fantasma de un hombre atormentado y que

ahora, vaga totalmente endemoniado entre las trochas de la exótica selva,

acercándose lentamente a sus víctimas sin emitir sonido alguno y, cuando ya está

cerca de aquellos que andan solos por el camino, silba, anunciando la muerte del que

lo escucha.

Cuenta la leyenda que su alma endemoniada, que se hace presente a través del

sonido en forma de un silbido de ave, vaga por las noches oscuras de la selva, como

alma en pena.

Unos dicen que es un ave, otros dicen que es un brujo o un espíritu del mal “diablo”

que goza aterrorizando a la gente.

Pero nadie lo ha visto, y todos lo reconocen con temor cuando en plena oscuridad

lanza al aire un silbido penetrante “fin….fin…fin…” que por instantes se pierde en el

monte a lo lejos, pero vuelve a silbar sobre el techo de una casa o a la orilla del río.

Los nativos que conocen la historia dicen que si oyes el silbido del Tunche, debes

tener mucho cuidado. Nunca debes decir que no oyes nada. Si lo haces, su

desgarrador silbido sólo se hará más fuerte sintiendo como su presencia se te acerca

cada vez más.

Hagas lo que hagas, nunca le debes responder su silbido. Si lo haces, el Tunche

vendrá por ti a matarte de la forma más horrible imaginable.

Burlarse del Tunche o insultarlo, puede costarle caro al atrevido, ya que lo hará

enfurecer y entonces atacará con mayor insistencia, silbando… silbando… lo

perseguirá tanto que hasta el más valiente terminará entrando en pánico, y podrá

llevarlo a la locura o muerte.

Aquellos pocos que se han salvado de morir llevados por el Tunche, han perdido la

razón; de repente por la aparición o al endemoniado silbido de su presencia.


Nadie sabe exactamente lo que es, pero lo que si tienen varias versiones en común es

que el Tunche es un ser mítico que vive en la selva peruana, capaz de adoptar

cualquier forma con la finalidad de seducir y lograr que lo sigan

Sobre el destino de las víctimas es incierto, no se sabe si los abandona a su suerte y

mueren de hambre o devorados por algún otro animal, o son devorados por el mismo

Tunche.

Muchos hemos visto o sentido presencias extrañas, sin embargo el mal puede tener

diferentes formas.
Chullachaqui, la criatura de los pies desiguales

Su nombre proviene de los vocablos quechua selváticos: chulla=desigual y chaqui=pie.

El Chullachaqui es un duende que habita en las montañas de Tarapoto.

Su cuerpo pequeño, mitad hombre mitad fauno, de aproximadamente 1.60 metros de

estatura, cuenta con la pata derecha de hombre y la izquierda deforme.

Algunos dicen que esta última tiene la forma de una pata de gallina. Otros aseguran

que es regordeta y pequeña como la de un bebé. Sin embargo, muchos que han

tenido la mala suerte de toparse frente a frente con este maléfico personaje y han

vivido para contar su mala experiencia, aseguran que la extremidad es idéntica a la de

una pata de cabra.

Generalmente se presenta tomando la forma humana, parecida a un viejecito, y viste

con sombrero y con ropa raída y haraposa cuando anda de paseo o va a trabajar en la

chacra.

Allí, en lo más profundo de la selva, posee varias chacras donde cultiva sus alimentos,

que resultan ser plantas venenosas similares a la papa, la yuca y otros vegetales

alimenticios.

Según cuentan los lugareños, el Chullachaqui suele aparecer en el bosque con el

principal objetivo de atraer a personas, engañándolas con diversos aspectos, para

llevárselas a la otra dimensión y así, pasar a formar parte de su ejército de duendes,

del cual es el jefe absoluto.

Gracias al poder de transmutación que posee, puede transformarse en cualquier

persona que él desee para engañar a los visitantes o a las personas locales que viven

en la selva.

Así, este enano del bosque puede aparecer como un miembro de la familia o un

amigo, conduciéndolos hacia caminos equivocados y lugares inhóspitos para que allí

perezcan.
Para un niño, el Chullachaqui muchas veces aparecerá como otro niño u otro

compañero de juego. En este disfraz, el Chullachaqui malvado tratará de atraerlo en lo

más profundo del bosque, hasta que se encuentre perdido.

Por eso, debes tener cuidado si tienes pensado caminar por la selva, sobre todo el

mes de diciembre y las fiestas de San Juan, en junio, pues se dice que el portal a su

dimensión está abierto en estas épocas.

Para que una persona sugestionada por el encantamiento del Chullachaqui pueda

ponerse a salvo, debe observar los pies de este ser.

Ahí podrá identificarlo como tal, puesto que su poder de transmutación está limitado en

el pie izquierdo, semejante al de una pata de cabra.

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