Bloque 3
Bloque 3
Bloque 3
LA MORAL CRISTIANA,
ESTILO DE VIDA DE LOS
SEGUIDORES DE JESÚS
Teología 2
0
Teología 2
Presentación
Este módulo docente desarrolla el tercer tema de Teología 2: “La moral cristiana, estilo de vida
de Jesús”.
Introducción
En este tercer bloque de la asignatura vamos a presentar la especificidad de la moral cristiana.
Se presentará a Cristo como eje de esta moral que debe inspirar la opción fundamental de las
actitudes y actos del seguidor de Jesús. Se completará el desarrollo del bloque temático con
una visión general de la perspectiva cristiana para iluminar la moral de la vida, la moral sexual y
la moral social. Finalmente, se planteará la necesidad de una educación moral teniendo en
cuenta la evolución psicológica de la persona.
En nuestra asignatura trabajamos la dimensión mora lde la existencia humana. El acto moral y
la formación de la conciencia: El desarrollo del juicio moral, la formación de la conciencia y la
educación del sentido moral.
A la vez entendemos que un pilar de la moral cristiana es la Caridad. La caridad expresa bien
la unión entre religión y moral. La caridad impide que la "actitud religiosa" se quede en una
piedad meramente cultural; por otra parte, hace que la actitud moral no degenere en moralismo
legalista. La caridad es un criterio central de la moral cristiana. Se trata de ayudar a vivir la
dimensión religiosa y la dimensión horizontal del amor. Se trata de discernir y concretar las
exigencias del amor al prójimo.
Hay que ayudar a que la vivencia de la caridad supere el ámbito de lo privado e incida en la
transformación de la sociedad.
En el estudia de la materia ahondamos en el valor ético de la vida. Entendemos que ésta debe
llevar a un proyecto de acción en orden a que la exigencia de humanización se verifique
realmente. La dimensión ética tiene que prolongarse en una praxis al servicio de la vida
humana. El valor ético de la vida humana ha de ser entendido y formalizado en clave de
"humanización". La exigencia de humanizar al máximo el vivir "calidad de vida humana" es el
núcleo del nivel ético de la vida.
1
Teología 2
Algunos temas que tratamos lo enfocamos desde la doctrina católica centrada en sus
encíclicas y en la Doctrina Social de la Iglesia. Así, ente todos los delitos que el hombre puede
cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen
particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio,
como crímenes nefandos.
Punto esencial de esta doctrina es que el mundo de la economía debe tener como origen y
meta al ser humano. En relación con la economía, el cristiano ha de tener una propensión
indeclinable a situarse al lado y a favor de los pobres, que constituyen el grupo de los 'débiles',
los preferidos por Jesús. Esta solidaridad preferencial tiene una función ética singular en
relación con la ética socio-económica.
Índice
I.- Especificidad de la moral cristiana
3.2. Masturbación
3.4. Homosexualidad
2
Teología 2
Objetivos
Conocer la especificidad de la moral cristiana, el eje que la fundamenta y sus rasgos
principales.
Bibliografía
Bibliografía básica
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, (1992) III parte: La vida en Cristo (sección 1ª, nn.
1691-2074). Juan Pablo II Asociación de Editores del Catecismo Madrid.
BOFF, L. (2001). Ética planetaria desde el Gran Sur. Ed. Trotta, Madrid. ISBN: 8481644129
9788481644128
CASTILLO, J.M. (1999). El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos.
Desclée de Brouwer, Bilbao. ISBN: 9788433014504
GONZÁLEZ – CARVAJAL SANTABÁRBARA, Luis (2007). Esta es nuestra fe. Teología para
universitarios. 20º ed. Sal Terrae, Santander. ISBN: 978-84-293-1257-7
GRISES, G. y SHAWR, R. (1993). Ser persona. Curso de ética. Rialp, Madrid. ISBN: 84-321-
2962-3
KÜNG, H. (2006). Proyecto de una ética mundial. Ed. Trotta, Madrid. ISBN: 978-84-8164-874-4
TRIGO, T . (2003) El debate sobre la especificidad de la moral cristiana. Ed. Eunsa. Pamplona.
VIDAL, M.
a) (1989). Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino, Estella. ISBN: 8471516225
Documentos
Documento 3.1: Moral sexual al desnudo. Javier de la Torre.
3
Teología 2
El significado actual de ambos conceptos parte de esta base etimológica. Pero es más preciso
y técnico, distinguiendo entre ellos, sentidos distintos.
Moral
Ética
Pero, a pesar de estas distinciones, con frecuencia dichos términos se usan indistintamente.
Así lo haremos en las páginas siguientes. Si hasta ahora hemos hablado de distinciones,
igualmente podemos hablar de una raíz común: ética y moral hacen relación a una tensión, a
un empeño por dirigir la propia vida y la propia conducta hacia un modelo ideal de
comportamiento que se impone como norma.
Esta crisis de la confesionalidad de la moral nos condujo, en primer lugar, a una crisis profunda
de la misma moralidad, para hacernos recalar posteriormente en un nuevo planteamiento: la
afirmación y construcción de una ética civil no fundamentada en creencias religiosas y que
cuestiona la especificidad de una moral de signo
cristiano. No es cuestión intranscendente, por lo que
vamos a detenernos en ella siguiendo la reflexión de
Adela Cortina, una de las voces más cualificadas del
pensamiento ético en estos momentos, en su obra
Ética civil y religión, PPC, Madrid, 1995.
4
Teología 2
cambiando el modo de descubrir los valores y el modo como se piensa encarnarlos. Este
momento crítico en el terreno moral lo podemos reflejar en cinco dimensiones que a la vez nos
dan pistas de cara a un futuro horizonte ético en nuestra sociedad:
En una sociedad pluralista no existen juicios morales claros, dados de antemano, cosa a la que
no están acostumbradas las sociedades que han sido moralmente monistas (código moral
único) durante un largo tiempo. En el contexto español la ruptura del código moral único de
signo católico provocó una sacudida en la línea de la afirmación de Dostoievski "si Dios no
existe, todo está permitido". Si una sociedad en su conjunto no cree en Dios, todo está
permitido. Si graves son las consecuencias de mantener esa afirmación, igualmente lo es otro
aspecto de la situación: el hábito de pasividad que ha adquirido el colectivo social. Los
ciudadanos no se hacen cargo de que la moral es cosa suya, acostumbrados a una instancia
que toma las decisiones. Sin embargo, o los ciudadanos asumen la responsabilidad de tratar
de formular juicios humanizadores, y no deshumanizadores, o nadie podrá hacerlo por ellos.
Crisis sociológica
Las sociedades cambian y los valores han de modularse para poder seguir orientando las
acciones en sociedades inevitablemente cambiantes. Habría que buscar un equilibrio entre la
moral del camaleón, puramente pragmática y relativista, y la moral del dinosaurio, aferrada a un
modo concreto de realizar los valores. Entre los camaleones y los dinosaurios están las
personas maduras, que tratan de discernir en cada momento qué valores y convicciones
siguen valiendo la pena, e intentando encarnarlos de la manera más adecuada a una realidad
social que está en constante cambio. Siguiendo a Ignacio Ellacuría podríamos decir que quien
quiera formular correctamente los juicios morales tiene que asumir un "imperativo ético" que se
articula en tres momentos: hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella
para que sea como debe ser.
Crisis filosófica
Es una crisis de fundamentos. Nuestra época tiene necesidad de acudir a la filosofía moral de
cara a encontrar unos modelos de fundamentación que sean racionales, pues las
fundamentaciones religiosas no son compartidas globalmente. Las posiciones serán distintas
según la corriente de pensamiento en la que nos apoyemos, pero hay una conclusión clara:
frente a los que consideran las cuestiones morales como muy subjetivas, se muestra que es
posible una fundamentación racional, un argumentar y llegar a acuerdos que permitan una
tarea común de construcción del mundo.
Crisis de sentido
Podemos extraer de este breve análisis una serie de deseos sumamente clarificadores:
necesitamos hacernos cargo de que la moral es algo nuestro,
necesitamos formular los juicios morales desde la realidad de nuestra sociedad,
necesitamos fundamentar racionalmente las cuestiones morales,
necesitamos proyectos colectivos que nos ilusionen,
necesitamos tomar decisiones compartidas desde mínimos comunes,
5
Teología 2
Poner en marcha el cumplimiento de estos deseos es elaborar una "ética civil", una "ética de
mínimos". Tal ética ha de ser una ética que se ocupe de la dimensión universalizable del
fenómeno moral, es decir, de aquellos deberes de justicia que son exigibles a cualquier ser
racional y que, en definitiva, sólo componen unas exigencias mínimas. Lo problemático puede
ser determinar esos mínimos deberes de justicia exigibles, mínimos que se consideran
innegociables y a los que se ha llegado de motu propio y no por imposición.
Los clásicos valores de la libertad, igualdad y solidaridad pueden encarnarse en unos derechos
mínimos cuyo respeto y promoción por parte de sociedades como la nuestra nos permitiría
hablar de una ética común. El proceso de la historia ha ido concretando el significado de esos
derechos, que se transforman en obligaciones para la sociedad:
a obligación de garantizar los derechos de la tercera generación, que van a exigir una
solidaridad internacional: la paz, el medio ambiente...
Estos son los haberes de una mínima moral cívica, derechos y deberes que deben ser
universalmente cumplidos y que abren el camino hacia otros modelos éticos que podríamos
llamar "éticas de máximos", donde se presenta un determinado ideal de felicidad al que se
invita vital y dialógicamente. Todas las éticas de signo religioso (p.e., la ética cristiana)
entrarían aquí. Es el juego de la distinción que encontramos en el evangelio de Juan: "La ley
vino por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo". Los mínimos deontológicos
ya estaban claramente expresados en la ley de Moisés, la realización plena, la felicidad, es
cosa de regalo, no de prescripción.
Lo presentado hasta este momento puede dar lugar a una serie de equívocos que corren el
riesgo de despistarnos cara al objetivo final del apartado, clarificar lo específico de la moral
cristiana. Por ello, introducimos unas matizaciones que nos serán de gran utilidad:
1. La ética de mínimos no es una ética de saldo. Examinada desde una ética religiosa da la
impresión de que con la ética de mínimos estamos proponiendo las "rebajas morales de otoño".
Ciertamente hay cosas que no prometen esas éticas porque su cometido no es proponerlas y
ello es una limitación constitutiva, no un defecto.
6
Teología 2
2. La moral cívica no es un sustitutivo de la religión. Jamás una moral cívica puede pretender
sustituir a una religión, no remite a un Dios personal o a un Todo, no promete inmortalidad, ni
garantiza salvación y perdón, ni responde a la pregunta por el sentido de la vida...
Lo hacemos reproduciendo dos textos que desde perspectivas distintas nos llevan a la misma
respuesta:
"Por eso, a mi juicio, un creyente se encuentra 'en casa' en una ética cívica que defiende la
libertad, la igualdad, la solidaridad, los derechos humanos de las tres generaciones y una
actitud dialógica como la descrita; sólo que, desde su experiencia religiosa, son éstos mínimos
que él quiere asegurar desde los máximos: desde su vivencia de la paternidad de Dios y de la
fraternidad de los hombres".
"Lo propio y específico de la ética cristiana hay que buscarlo en el modo como realizamos los
contenidos concretos de la moral. Este modo se llama también visión de las cosas (o
cosmovisión), y es la gran fuerza dinamizadora de las actitudes morales. Al situar lo específico
en el orden de la cosmovisión- en el horizonte o perspectiva- la moral cristiana se coloca más
allá de las normativas concretas y de los proyectos inmediatos".
7
Teología 2
las opciones son de signo totalizador, el hallazgo del Reino relativiza lo demás,
"Por esto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana: como el
pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba por el desierto hacia la tierra prometida (Ex
13,21), así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual lo atrae el mismo Padre (Jn 6,44). No
se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de
algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su
destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre"
8
Teología 2
La reflexión moral desde Kant ha intentado formular una moral autónoma: una moral desde la
persona y para la persona. Vivir esa autonomía moral es una exigencia para el creyente en el
mundo de hoy. Sin embargo, esa exigencia parece entrar en confrontación con la apertura a la
trascendencia que es consustancial con él y que supone la religación con un Dios personal que
fundamenta su vida y por consiguiente su moralidad. La teología moral intenta en estos
momentos hundir sus raíces en esa dimensión de religación, a la vez que afirma plenamente lo
humano.
Para la conciencia cristiana de todos los tiempos, la caridad ha constituido la exigencia moral
máxima, pues en ella queda resumida toda la ley. El Concilio Vaticano II recogió esta
orientación al colocar la caridad en la breve descripción que hizo sobre la teología moral:
"Téngase especial cuidado en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, nutrida
con mayor intensidad por la doctrina de la Sagrada Escritura, deberá mostrar la excelencia de
la vocación de los fieles en Cristo y su obligación de producir frutos en la caridad para la vida
del mundo" (OT, 16).
Conviene igualmente recordar que la caridad cristiana es buena noticia: Dios ha amado y sigue
amando al mundo. La mejor manera de entender la caridad cristiana es comprenderla como
amor de Dios.
La moral actual pretende salir del "gueto" intraeclesial en que encerró la moral durante tiempo y
vivir una vida de diálogo y apertura. Este diálogo se realiza a distintos niveles:
con las disciplinas del saber humano: no se puede hacer teología moral sin referencia a
otras disciplinas, especialmente la sicología, la sociología y la antropología,
9
Teología 2
con otras éticas: este diálogo se hace cada vez más imprescindible, a medida que la
sociedad se convierte en una sociedad plural.
No podemos olvidar que la moral actual trata de responder a las exigencias de una humanidad
en vías de creciente secularización, la moral debe adaptar su mensaje a esta nueva situación
de la historia humana. No es buen camino para construir una moral significativa realizar una
descalificación global de la cultura y la sociedad actual, adoptando una postura impositiva que
ofrece "verdades absolutas" frente a las "veleidades del ser humano".
La moral cristiana no puede estar reducida al ámbito de lo privado, de lo individualista. Es, más
bien, una moral comunitaria. La respuesta humana a la invitación de Dios, es una ética de
comunidad en el sentido fundamental de que el ser humano la recibe en comunidad y en ella la
debe vivir.
El nombre que mejor cuadra a esta nueva perspectiva ética es el de ética de liberación. La fe
cristiana es liberadora, la moral vivida en contexto de fe tiene que ser también liberadora.
los actos realizados por la persona, más que a la persona que los realiza,
los actos en sí mismos considerados como infracción a la norma objetiva, más que en
relación a la conciencia subjetiva,
los actos aislados, más que a las actitudes profundas que muchas veces los generan.
10
Teología 2
Este modelo ha recibido el nombre de moral de actos, mientras que actualmente se intenta
construir un modelo moral que se definiría como moral de actitudes. Para comprender ese
modelo moral vamos a detenernos en conceptos como "opción fundamental" y "actitudes", que
nos ayudarán a encuadrar adecuadamente el significado y valor de los "actos".
La afirmación de que el modelo actual tiende a ser el modelo de una "moral de actitudes" no
debe cerrarnos los ojos ante el empuje de lo que pretende ser un "rearme moral" volviendo a
recuperar el modelo de la "moral de actos". La Encíclica "Veritatis splendor" sería un ejemplo
de esa tendencia, tal como recoge el análisis que hace de ella M. Vidal:
"La concepción de la moral que presenta la encíclica es más de obediencia a la ley que de
responsabilidad personal, si bien la obediencia que se pide ha de ser lúcida y asumida por la
persona. Esta idea de la moral se pone de manifiesto en bastantes detalles. Baste señalar los
siguientes: a) las categorías que más se utilizan son de signo legalista: "ley", "mandamiento",
"precepto" etc.; b) se vuelve a resaltar la moral de actos frente a la moral de opción
fundamental y de actitudes; c) se minimiza la función de la conciencia personal a favor de una
maximalización del orden moral objetivo; d) hay una preocupación llamativa por justificar la
universalidad e inmutabilidad de los valores morales, la existencia de "actos intrínsecos malos",
y la validez sin excepciones de los preceptos morales negativos" (VIDAL, M., Moral de opción
fundamental y de actitudes, San Pablo, Madrid, 1995, pp.54-55).
Opción fundamental
En cuanto orientación o intención nuclear, la opción fundamental no puede darse sin los actos
morales concretos. La opción fundamental en cuanto intencionalidad unida a la libertad
fundamental de decisión del ser humano, necesita encarnarse en acciones libres concretas. La
opción fundamental no es posible entenderla como algo autónomo, sin ninguna referencia a
actos concretos y particulares y, por tanto, a la objetividad moral.
11
Teología 2
Actitudes
Actos
Presentamos en un cuadro la síntesis que sobre este punto realiza F. Herraez en Opción
fundamental, en VIDAL, M. [ed.], Conceptos fundamentales de ética teológica, Trotta, Madrid,
1992, p.356:
12
Teología 2
- el centro referencial que les orienta básicamente hacia un proyecto existencial determinado,
Las ACTITUDES ejercen una función de nexo entre la opción y los actos
- su expresión vital,
- el medio normal con el que va haciéndose historia personal la explicitación de la opción y las
actitudes.
No se trata de hacer en estos momentos un repaso a todas las teorías de los valores y su
significado, sino de señalar la referencia de tipo religioso constitutiva del valor moral para una
ética cristiana. La fórmula "realización del Reino de Dios" puede ser esa referencia,
evidentemente tenemos que entenderla no desde una perspectiva "espiritualista" sino desde
una perspectiva de compromiso en la construcción de la sociedad y la realización del ser
humano, tarea para la que se constituye como horizonte. A partir de este constitutivo del valor
moral es desde donde deberán analizarse los diversos temas de la moral concreta, ya que las
normas vigentes serán expresión de ese núcleo del valor moral cristiano.
13
Teología 2
La relación del creyente con las normas morales no puede ser de indiferencia, rechazo
absoluto, descalificación global o enfrentamiento continuo. Tampoco es acertada la postura de
una sumisa pero acrítica obediencia.
El cristiano:
"En lo profundo de su conciencia, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino
a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón,
llamándolo siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el
hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia está la dignidad
humana y según la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y
el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el
recinto más íntimo de aquella. Es la conciencia la que de modo más admirable da a conocer
esa ley, cuyo cumplimiento perfecto consiste en el amor de Dios y del prójimo" (GS, 16).
La conciencia es una realidad muy compleja. Presentar algunas dimensiones que configuran su
naturaleza nos puede ayudar a comprender mejor su significado:
Dimensión antropológica
14
Teología 2
una facultad añadida a la persona ni tampoco algo que provenga de fuera del ser humano, ni
simple aplicación pasiva de la ley.
Dimensión ética
Dimensión religiosa
Dimensión eclesial
La conciencia supone en cuanta conciencia habitual lo que se conoce como sensibilidad moral
o estructura básica de la conciencia, sobre ella se apoya el juicio moral o conciencia actual.
Sería el aspecto más activo y dinámico de la conciencia, y en el que centramos ahora nuestra
reflexión.
Junto a esta función mediadora, la conciencia se presenta como el lugar de apelación moral. La
conciencia es la norma interiorizada de la moralidad, define la bondad o maldad del sujeto que
actúa responsablemente. La tradición cristiana ha dado siempre un carácter vinculante a la
conciencia, podemos apelar a ella como instancia moral última porque posee para la persona la
fuerza vinculante definitiva.
15
Teología 2
certeza: seguridad subjetiva, hay que superar la duda. La conciencia debe actuar al
menos con una certeza práctica. No se puede actuar con una conciencia dudosa, es
necesario superar la duda.
16
Teología 2
Salir de esa situación de ambigüedad requiere una formulación coherente de la ética de la vida
humana que vaya más allá de los casos concretos y proporcione una fundamentación general
de la que se puedan sacar conclusiones pertinentes que puedan ser aplicadas a las distintas
situaciones en las que se verifica el valor de la vida humana. Ello supone utilizar una idéntica
argumentación al valorar todos y cada uno de los problemas.
El rango del valor ético de la vida humana viene dado por el puesto primero que
ocuparía en una hipotética escala de moralidad. Eso no indica que no se encuentre en
determinadas ocasiones en conflicto con otros valores. La afirmación de la
inviolabilidad de la vida humana no cierra que deba enfrentarse en ocasiones al juego
conflictivo con otros bienes.
El contenido del valor ético de la vida humana abarca mucho más que el mero vivir
biológico, que sería el peldaño más básico. El valor ético de la vida humana ha de ser
entendido y formalizado en clave de "humanización". La exigencia de humanizar al
máximo el vivir ("calidad de vida humana") es el núcleo del nivel ético de la vida.
-destacar la importancia que tiene toda vida humana; la preferencia del vivir es al mismo tiempo
una afirmación de la igualdad valorativa de todo ser humano,
-la ética de la vida no es básicamente una ética de límites, de formulaciones negativas ("no
matarás") sino que plantea la exigencia de despliegue de todas las potencialidades del vivir,
-el valor ético de la vida debe llevar a un proyecto de acción en orden a que la exigencia de
humanización se verifique realmente. La dimensión ética tiene que prolongarse en una praxis al
servicio de la vida humana.
Aborto
Hablar del aborto requiere hacer una serie de clarificaciones y distinciones que intentaremos
resumir en los dos cuadros siguientes:
17
Teología 2
ESPONTANEO
PROVOCADO
18
Teología 2
En la actualidad, la doctrina oficial de la Iglesia católica sobre la moralidad del aborto es clara y
taxativa:
Todo ser humano, incluido el niño en el seno materno, posee el derecho a la vida
inmediatamente de Dios, no de los padres ni de cualquier autoridad humana.
Por tanto, no existe persona alguna, autoridad humana alguna que pueda exhibir un
título válido o una 'indicación' suficiente (médica, social, moral...) para una directa
disposición deliberada sobre una vida humana inocente.
Juan Pablo II ha recogido en la Evangelium vitae, con especial fuerza, esta condena:
“Ente todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado
presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano
II lo define, junto con el infanticidio, como 'crímenes nefandos' (nº 58)
plantea las situaciones conflictivas en clave de "conflicto de valores" y no olvida que los
problemas se plantean con una fuerte carga de 'situación límite'.
Destaca la importancia que tiene toda vida humana. El juicio moral sobre el aborto es al
mismo tiempo una afirmación de la igualdad valorativa de todo ser humano.
19
Teología 2
Eutanasia
Si el comienzo de la vida ha
planteado a la humanidad a lo largo
de su historia, y especialmente en
nuestra época, serios problemas
éticos, esos problemas se vuelven a
hacer presentes cuando se plantea el
final de la vida, cuando cada persona
debe enfrentarse a la realidad de la
muerte. Las discusiones en la
prensa, los proyectos de legalización,
el drama de personas con nombres y
rostros concretos (por ejemplo, el
caso de Ramón Sanpedro), ha hecho
que salte a la palestra lo que se
conoce como 'derecho a la eutanasia'.
Como en tantos temas se necesita una clarificación de conceptos que ayuden a situar el núcleo
del problema. Como perspectiva metodológica para enjuiciar el tema parece claro que hay que
adoptar la de conflicto de valores, y en este caso son dos los valores en juego, el valor de la
vida humana y el valor de la muerte digna (ortotanasia), las interpretaciones distintas que se
suelen dar al contenido de este segundo valor hace necesario que lo clarifiquemos.
Ante todo, hay que decir que es una expresión que se refiere directamente a la forma de morir.
El derecho a morir dignamente supone una serie de exigencias que han de ser realizadas
sobre todo por la sociedad:
atención al moribundo con todos los medios de los que dispone la ciencia médica,
especialmente de cara a aliviar su dolor,
Este 'derecho moral a morir dignamente' nos sirve como criterio fundamental de una ética de la
muerte y nos permite valorar lo que se conoce como situaciones de eutanasia y distanasia.
20
Teología 2
Por eutanasia entendemos lo siguiente: "una acción u omisión que por su naturaleza, o en la
intención, causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. La eutanasia se sitúa, pues,
en el nivel de las intenciones o de los métodos usados" (Declaración de la Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la eutanasia, 5 de mayo de 1980). Son por tanto
situaciones en las que el valor de la vida humana parece encontrarse en una situación tal de
oscurecimiento que la alternativa mejor parece ser anticipar la muerte.
Distanasia es un término acuñado recientemente para referirse a la práctica que tiende a alejar
lo más posible la muerte utilizando no sólo los medios ordinarios, sino los extraordinarios que
en general son medios costosos para la familia y la sociedad.
si se llega a comprobar que ha tenido lugar la muerte clínica no tiene sentido mantener
la vida puramente vegetativa,
hay situaciones en que se debe dejar morir al paciente. Sería, por ejemplo, el caso en
que por una operación la vida se prolonga realmente poco y va a acarrear al paciente,
a pesar de la operación, o a causa de ella, trastornos de tipo físico o psíquico.
21
Teología 2
Reproducción asistida
no se puede enfatizar de tal manera la fecundidad que pase a ser la única finalidad de
la pareja.
REPRODUCCIÓN ASISTIDA
22
Teología 2
no existe el 'derecho absoluto al hijo'; el hijo no es un bien útil que sirve para satisfacer
necesidades, en sí muy nobles, de la pareja. El hijo es un valor en sí y como tal ha de
ser amado y buscado,
“También las distintas técnicas de reproducción artificial, que parecerían puestas al servicio de
la vida y que son practicadas no pocas veces con esa intención, en realidad dan pie a nuevos
atentados contra la vida. Más allá del hecho de que son moralmente inaceptables desde el
momento en que se separan la procreación del contexto integralmente humano del acto
conyugal, estas técnicas registran altos porcentajes de fracaso. Éste afecta no tanto a la
fecundación como al desarrollo posterior del embrión, expuesto al riesgo de muerte por lo
general en brevísimo tiempo. Además, se produce con frecuencia en número superior al
necesario para su implantación en el seno de la mujer, y estos así llamados 'embriones
supernumerarios' son posteriormente suprimidos o utilizados para investigaciones que, bajo el
pretexto del progreso científico o médico, reducen en realidad la vida humana a simple 'material
biológico' del que se puede disponer libremente” (nº14).
Dos son las razones que cuestionan, desde el texto anterior, la moralidad de estas técnicas:
Entre los moralistas y hasta la publicación del documento, había un consenso en rechazar la
reproducción heteróloga, pero bastante aceptación en el caso de la reproducción homóloga
realizada por medio de la inseminación, ya que la realizada 'in vitro' suscitaba más recelos por
el riesgo de manipulación de los embriones. No cabe duda que el rechazo por parte de la Santa
Sede de esa última posibilidad, insistiendo en la unión radical entre procreación y acto
conyugal, provocó perplejidad y una fundamentada y respetuosa discrepancia en teólogos y
científicos creyentes. Desde el punto de vista de la moral
cristiana no tendríamos que hablar de este tema como de un
tema cerrado.
Ingeniería genética
23
Teología 2
La ingeniería genética como realidad o como posibilidad de futuro, abre campos insospechados
para el ser humano. La farmacología, el tratamiento de especies vegetales y animales permiten
obtener nuevos productos y realizar investigaciones beneficiosas para la humanidad. Es en el
campo de la 'terapia genética' aplicada al ser humano donde la ingeniería genética ha
despertado mayores expectativas, y temores, con la esperanza de encontrar curación a
enfermedades que tienen su origen en una patología de los cromosomas o de los genes. Juan
Pablo II en un discurso de 1983 a la Asociación Médica Mundial valoró positivamente esa
terapia: " Una intervención estrictamente terapéutica, que se fija como objetivo la curación de
algunas enfermedades, como las que afectan a deficientes cromosómicos, será, en principio,
considerada como deseable, teniendo en cuenta que tiende a la verdadera promoción del
bienestar personal del hombre, sin atentar contra su integridad o deteriorar sus condiciones de
vida".
El ser humano ha iniciado una nueva aventura en la que las ilusiones y los temores se
entremezclan, ¿cómo valorar esta nueva situación desde la perspectiva ética? Habrá que tener
en cuenta en cada caso la finalidad que se pretende y los medios que se emplean. Para ese
análisis recordamos con brevedad algunos criterios éticos:
excluir aquellos objetivos que no estén orientados hacia el bien de la humanidad. Por
ejemplo, debería excluirse la aplicación de estas técnicas para la estrategia militar,
el ser humano no puede ser utilizado como un simple objeto de laboratorio, con la
esperanza de nuevos progresos y descubrimientos: la urgencia por saber no puede
estar por encima del respeto que merece un feto precoz; no parece lícito intentar unir
gametos de hombres y animales, ni la gestación de embriones humanos en úteros de
animales; no hay justificación, aunque todavía no sea posible en la especie humana,
para la reproducción clónica,
Los dos puntos tocados hasta ahora, reproducción asistida e ingeniería genética, nos llevan a
hablar de la eugenesia: intento de conservar, preservar y mejorar el patrimonio genético de la
humanidad. El problema fundamental desde la ética se nos presenta cuando la razón
eugenésica se quiere aplicar como criterio en uno u otro campo. Esta razón eugenésica no
aparece como criterio único, sino que suele ir unido a criterios terapéuticos, de investigación y
experimentación...
Para acudir con coherencia a este criterio moral es necesario tener en cuenta algunos valores:
constituye un deber ético de la humanidad, en cuanto ésta debe mantener y mejorar las
posibilidades de la especie humana e intentar prevenir y curar las taras hereditarias,
24
Teología 2
las políticas eugenésicas promovidas por los estados deben tener en cuenta la
inviolabilidad de la vida humana, la integridad e irrepetibilidad de la herencia humana,
la protección de la vida en desarrollo, la protección del matrimonio y la familia...
El olvido de criterios éticos como los señalados no llevaría a una mejora de la calidad de vida
mediante la razón eugenésica, sino a gravísimos atentados contra la dignidad de la persona y
su libertad.
"En este horizonte se sitúa también el problema de la pena de muerte, respecto a la cual hay,
tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, una tendencia progresiva a pedir una aplicación
muy limitada e, incluso, su total abolición. El problema se enmarca en la óptica de una justicia
penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del hombre y por tanto, en último
término, con el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad. En efecto, la pena que la
sociedad impone 'tiene como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la
falta'. La autoridad pública debe reparar la violación de los derechos personales y sociales
mediante la imposición al reo de una adecuada expiación del crimen, como condición para ser
readmitido al ejercicio de la propia libertad. De este modo la autoridad alcanza también el
objetivo de preservar el orden público y la seguridad de las personas, no sin ofrecer al mismo
reo un estímulo y una ayuda para corregirse y enmendarse.
De todos modos, permanece válido el principio indicado por el nuevo Catecismo de la Iglesia
Católica, según el cual 'si los medios incruentos bastan para defender las vidas humanas
contra el agresor y para proteger de él el orden público y la seguridad de las personas, en tal
caso la autoridad se limitará a emplear sólo esos medios, porque ellos corresponden mejor a
las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona
humana" (nº56).
25
Teología 2
Esa ética tiene que determinarse principalmente desde la persona y en orden a la persona.
Como fuerza de la persona, la sexualidad se abre a tres dinamismos. Un primer dinamismo se
orienta a lograr la madurez y la integración personal; la sexualidad es una fuerza para edificar
el 'yo'. El segundo dinamismo tiende a realizar la apertura de la persona al mundo del 'tú';
posibilita la relación interpersonal que culmina en un proyecto de vida. El tercer dinamismo de
la sexualidad es la apertura al ‘nosotros’; se trata del horizonte social de la sexualidad.
Al polarizar la ética sexual en torno al núcleo de la personalidad, dicha moral adquiere el tono
de una 'moral de la persona'. Es plantear el problema de la sexualidad en la totalidad de la
existencia humana.
26
Teología 2
la relación debe ser un lenguaje de amor. No puede guiarse únicamente por la fuerza
del impulso biológico. Ha de ser lenguaje humano y lenguaje humano de amor. Toda
relación que no se coloque en esta línea está desvirtuada y, por tanto, es descartable
desde el punto de vista moral,
la relación debe ser un lenguaje de amor oblativo. Se trata de una matización del amor
ya que éste puede presentarse en formas pseudopersonales. Podemos distinguir tres
clases de amor que tendrían las siguientes connotaciones al aplicarlas a la sexualidad:
- amor de goce: en varios idiomas hay una frase dura que responde a este tipo,
'gozar de una mujer'. La sexualidad se vive como una experiencia de placer que no
tiene en cuenta al otro como persona, sólo vale en cuanto fuente de placer. Es una
sexualidad adolescente, inmadura,
- amor posesivo: se refleja en otra expresión, 'poseer a una mujer'. Afloran aquí fallos
psíquicos de agresividad (sadismo) y de autoagresividad (masoquismo),
la relación debe establecerse en la diferencia sexual. La oblatividad del amor debe ser
vivida a partir de, en y en busca de la diferencia sexual. La heterosexualidad es la
estructura natural de la sexualidad.
La sexualidad no es asunto que pase entre dos; el comportamiento sexual se abre al 'nosotros
social'. En nuestra sociedad hay un olvido del principio de que también los otros cuentan en
nuestro planteamiento de la sexualidad; se considera asunto individual o, a lo más, problema
de dos.
27
Teología 2
las manifestaciones del pudor sexual están sometidas a las variaciones del tiempo y de
las culturas. La moral no ha de confundir el pudor con sus formulaciones socio-
culturales. No hay que hacer trasvases de una época a otra y restringir a cada
momento las reglas generales de prudencia.
3.2. Masturbación
Ante un fenómeno como el de la masturbación, especialmente cuando se trabaja en el mundo
de la adolescencia y juventud, existe el peligro todavía de mantener una doble actitud
extremista. Por una parte, hay quien sigue obsesionado con el tema, como si se tratara del
problema básico y más importante de la vida cristiana. Por otro lado, frente a las exageraciones
y excesos de otras épocas, es fácil caer en el extremo contrario, presentando la masturbación
como un hecho cargado de valores positivos y que la hacen deseable, benéfica y hasta casi
obligatoria. No cabe duda que es un comportamiento aceptado hoy en día por la ciencia, la
sicología y la moral con más tranquilidad; incluso da la impresión que la preocupación ética ha
desaparecido casi por completo. Es bueno reflexionar sobre el tema para situarlo en su justo
lugar, tomando como referencia lo que puede significar para la maduración de la persona.
Hay una serie de constataciones que nos pueden ayudar a encontrar el enmarque adecuado:
la ciencia ha desmitificado los posibles males de tipo físico que se solían unir a esta
práctica,
no cabe duda que es desde el punto de vista psicológico donde la masturbación ofrece
su lado más complejo. Podemos afirmar, aunque algunos psicólogos lo contestarían,
que hay un cierto significado negativo en este comportamiento. Mientras que el ser
humano madura en la apertura hacia los demás, la masturbación es una acción que lo
encierra dentro de sí mismo. Esto es especialmente claro en la época de la
adolescencia,
28
Teología 2
No sería honesto no dejar constancia aquí de la valoración moral que sobre el tema plantea el
magisterio eclesiástico. Es una valoración de carácter objetivo y general:' la masturbación es un
acto intrínseca y gravemente desordenado'. Lo que se admite que puede variar sería la
responsabilidad subjetiva, especialmente en la adolescencia, sin embargo, la regla general no
puede ser la ausencia de responsabilidad grave.
Tampoco serían válidos de cara a plantear la ilicitud de este comportamiento los criterios de
tipo pragmático que se suelen manejar:
29
Teología 2
Podemos resumir estos dos puntos en una pregunta: ¿Esa relación prematrimonial es
expresión auténtica de un amor total y definitivo? Desde esta cuestión deberíamos analizar el
comportamiento de la pareja para evitar que se trate de manifestaciones egoístas que invocan
el amor como pretexto.
3.4. Homosexualidad
Estamos ante otro de los temas que parece llevar a la sociedad a posturas extremas de
aceptación incondicional o de rechazo. La creciente liberalización moral y un mayor sentido de
la dignidad humana, unido a las campañas promovidas por el mismo colectivo homosexual muy
influyente en algunas naciones, han llevado a que socialmente sea más aceptada la persona
que se manifiesta como homosexual. De todos modos, sigue presente una prevención que
parece identificar homosexual con ser depravado y sin principios morales. La irrupción del
SIDA ha reforzado este sentimiento.
La postura oficial católica ha ido caminando hacia una postura en la que se recoge y se admite
la distinción entre la condición homosexual y los comportamientos sexuales de ese signo.
Frente a los comportamientos la postura es firme y se expresa en términos de una moral
objetivista: "Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves,
la Tradición ha declarado siempre que 'los actos homosexuales son intrínsecamente
desordenados'. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No
proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir
aprobación en ningún caso" (Nuevo Catecismo de la Iglesia católica, nº 2357).
30
Teología 2
Esta rígida valoración moral queda suavizada, desde un punto de vista pastoral, a la hora de
enjuiciar la condición homosexual, que evidentemente no puede ser objeto de condena. Quizá
no resulta tan clara la opción que se abre a los homosexuales: "las personas homosexuales
están llamadas a la castidad. mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la
libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y de
la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección
cristiana" (Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2359).
No cabe duda que la cuestión que más preocupa o sobre la que se discute más, es la referente
a la posibilidad o no de utilizar determinados métodos anticonceptivos. Sin quitar importancia a
este tema, es quizá más relevante desde el punto de vista ético un planteamiento previo: la
toma de decisión sobre tener o no tener un hijo, es decir, los valores y actitudes que integran la
realidad de la 'paternidad responsable'.
La procreación no puede ser dejada a las leyes puramente instintivas. Tampoco puede ser
programada de tal manera que se convierta en una cuestión 'técnica'. La 'paternidad
responsable' es un ejercicio de la fecundidad humano (no meramente técnico) y crítico (no
instintivo). Los hijos no pueden ser fruto de la irresponsabilidad o instintividad de la pareja, sino
de su amor maduro y responsable. El Concilio Vaticano II dejó muy claro que esta decisión
corresponde a los esposos: "el juicio, en última instancia, deben formarlo ante Dios los esposos
personalmente" (GS 50). Para tomar esa decisión los esposos deben fijarse en un conjunto de
aspectos como los siguientes, sin dejarse llevar por el egoísmo o la comodidad:
31
Teología 2
En esta toma de decisión los esposos no están aislados. La paternidad responsable supone un
diálogo sincero entre los esposos, y de la pareja con la sociedad (responsabilidad de ésta para
facilitar servicios y condiciones que posibiliten la educación de los hijos nacidos), lo que les
obliga a estar abiertos a la realidad social.
Tomada la decisión de no tener un hijo, se presenta para la pareja el tema de los posibles
métodos a emplear. Es en este terreno donde se ha producido un profundo divorcio entre los
creyentes y el magisterio de la Iglesia. La publicación de la Humanae Vitae y la reafirmación de
su doctrina en todos los documentos posteriores, no cabe duda que ha puesto en crisis el papel
del magisterio y su aceptación por parte de los fieles.
Pero aunque partamos de la aceptación de la teoría del rechazo a los métodos anticonceptivos
'no naturales', es la conciencia de los esposos la que debe decidir y resulta claro que se le
presenta un conflicto:
La pareja que en estas circunstancias, optara por uno de los tres 'males' con la conciencia y la
honradez de que es el de menor importancia no tendría por qué ser acusada de actuar de una
manera incorrecta desde la perspectiva ética.
"A este respecto, recordamos simplemente la enseñanza constante de la moral: cuando uno se
encuentra ante una alternativa entre deberes, en la que, sea cual fuese la decisión que se
tome, no se puede evitar una, la sabiduría tradicional prevé que se busque ante Dios qué deber
es mayor en este caso. Los esposos tomarán su decisión después de una reflexión en común,
hecha con todo el interés que requiere la grandeza de su vocación conyugal".
32
Teología 2
El mundo de la economía debe tener como origen y meta al ser humano. Toda economía que
pretenda ser justa debe tener como meta el satisfacer las necesidades humanas, es decir, es
una economía de necesidades. Pero no toda economía de necesidades es justa. Sólo la
necesidad humana es criterio ético para la justicia en la economía. Esto obligará a una
jerarquización de las necesidades y a estar atentos a los falseamientos que sobre las
necesidades del ser humano han introducido las ideologías de signo capitalista o socialista.
Esta referencia está tomada de la comprensión bíblica del origen, utilización y destino de los
bienes materiales. Es evidente que esa reflexión bíblica está marcada por una realidad
histórica concreta, sin embargo, una lectura más profunda nos desvela las dos polaridades que
la fe cristiana descubre en los bienes humanos.
Los bienes económicos, aunque estén tan tecnificados como los de nuestra época, no dejan de
ser dones de Dios, manifestación de su bondad y de la bondad de todo lo que existe; pero, al
mismo tiempo, requieren ser redimidos de la ambigüedad que tiene toda realidad y de la
maldad que el ser humano puede introducir en su actuación. Esta dosis de
optimismo/pesimismo en la comprensión de la realidad económica matiza la visión ética
cristiana ante el mundo de la economía.
Desde este criterio podemos criticar las dos utopías míticas de la economía actual: la
productividad sin límite y el lucro sin freno. La moral económica no puede aceptar la
productividad sin límites como criterio ético. Dejada la economía a la fuerza ciega de la
productividad, además de desencadenar periódicamente crisis profundas, iría contra los
valores básicos de la humanidad: la dignidad del ser humano, el interés socialmente
compartido, la equidad en el reparto de bienes, etc. El mito del lucro es correlativo al de la
productividad, cuando aparece y se sitúa como el motor decisivo de la actividad económica, se
convierte en un mito demoledor de las relaciones humanas.
Pablo VI en la Populorum progressio expresó la inutilidad de esos mitos contraponiendo las dos
dialécticas, 'tener' y 'ser': "Así, pues, el tener más, lo mismo para los pueblos que para las
personas, no es el fin último. Todo crecimiento es ambivalente, necesario para permitir que el
hombre sea más hombre, lo encierra como en una prisión desde el momento en que se
convierte en el bien supremo, que impide mirar más allá. Entonces los corazones se endurecen
y los espíritus se cierran; los hombres ya no se unen por amistad, sino por interés, que pronto
les hace oponerse unos a otros y desunirse. La búsqueda exclusiva del poseer se convierte en
un obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a su verdadera grandeza; para las
naciones, como para las personas, la avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo
moral" (PP,19).
33
Teología 2
los frutos de la actividad económica han de ser repartidos equitativamente, a fin de que
la economía tenga por beneficiarios a todos los seres humanos,
Esta solidaridad preferencial tiene una función ética singular en relación con la ética socio-
económica. En un doble sentido:
34
Teología 2
La razón de la DSI es el anuncio del Reino de Dios, por eso no propone soluciones técnicas,
que más bien competen a profesionales del Estado, o de las instituciones de la sociedad civil
en las cuales deben participar los católicos. La Iglesia está por tanto legitimada a expresar lo
que piensa, y debe orientar a sus fieles en todos estos campos.
La Iglesia afirma la primacía del hombre, de cada ser humano, en virtud de la sagrada dignidad
de la persona humana. Esta primacía tiene su fundamento en la dignidad de Hijo de Dios, por
esto, para el cristiano las estructuras sociales y las instituciones sólo tienen razón de ser en la
medida en que se orientan a la promoción del desarrollo integral y solidario del ser humano.
Para la Iglesia ninguna persona es más digna que otra y las personas siempre son más
importantes que cualquier forma de poder político o económico. La razón más alta de la
dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde el mismo
nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios, por esto la Iglesia no puede
abandonarlo, pues es éste, el primer camino que debe recorrer la Iglesia en el cumplimiento de
su misión.
Otro principio fundamental de la DSI son los derechos fundamentales de cada hombre, que lo
son, en virtud de su dignidad de persona. Decimos que son universales porque atañen a todas
las personas independientemente de su condición, raza, religión, cultura. Renunciar a ellos
supondría una violación de la dignidad humana, del principio de que todo hombre es persona y
que, por tanto, tiene derechos y deberes que dimanan inmediatamente de su propia naturaleza.
35
Teología 2
También la DSI se centra en analizar la participación política de los hombres y destaca que la
democracia es el sistema político que mejor garantiza la participación de todos los ciudadanos.
No puede existir verdadera sociedad que parta sólo de arriba, creada por la imposición o
manipulación de un Estado que todo lo prevé, planifica y dirige. La Iglesia aprecia el sistema de
la democracia en la medida que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones
políticas y garantiza la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de
sustituirlos oportunamente de manera pacífica.
Para nuestra Iglesia el bien común es fundamento del orden sociopolítico. Se trata del conjunto
de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de los
miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. El bien común abarca a todo
el hombre, es decir, tanto las exigencias del cuerpo como del espíritu. También en la vida
económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera
vocación y el bien de toda la sociedad. El desarrollo no se reduce al simple crecimiento
económico. Por ser auténtico, debe ser integral y promover a todos los hombres. Pero este
desarrollo es imposible llevarlo acabo sin un desarrollo solidario hacia la humanidad; este es el
verdadero sentido del bien común, se trata de buscar la forma de dar las condiciones más
humanas posibles para todas las personas, y de esta manera enfocar todos los problemas
reales de la humanidad (hambre, ecología, guerra) desde el punto de vista del servicio del
hombre, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales,
espirituales y religiosas.
El trabajo del hombre le hace ser creador y legítimo consumidor de los bienes de producción;
para la Iglesia es intrínsecamente inmoral explotar al trabajador en beneficio del capital. Según
la DSI el trabajo es la clave de la correcta interpretación del problema social. Los cristianos
deben ponerse al frente de la defensa de los derechos de los trabajadores y de sus familias.
Mediante su trabajo el hombre se compromete no sólo en favor suyo, sino también en favor de
los demás y con los demás: cada uno colabora en el trabajo y en el bien de los otros. Ejerce el
derecho a asociarse en sindicatos, asociaciones que tengan como finalidad la defensa de los
intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Para los cristianos la
empresa no es una mera sociedad de capitales sino a la vez también, es de personas y ambas
deben estar bien relacionadas para desempeñar su trabajo.
Otro principio fundamental de la DSI es que todos los bienes del universo son de todos los
hombres, porque son creación y don del Creador y Padre común de todos los hombres. El
derecho a la propiedad privada no es un derecho absoluto, está subordinado al destino
universal de los bienes. Cuando los bienes se utilizan para concentrar riqueza en las manos de
unos pocos, se crean injusticias y se viola el derecho fundamental de todos los hombres a una
vida digna. La tierra debe ser para el uso de todos los hombres y de todos los pueblos, por
36
Teología 2
tanto, los bienes creados deben llegar a todos de forma equitativa bajo la insignia de la caridad
y la justicia. En consecuencia, el hombre al usarlos no debe tener las cosas que posee como
exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no deben
aprovecharle sólo a él, sino también a los demás. La propiedad privada también debe ser
entendida con una función social; para la Iglesia, la propiedad privada "no constituye para nadie
un derecho incondicional y absoluto".
La lucha por la justicia forma parte esencial de la evangelización cristiana. Es una lucha en
favor de los pobres y sencillos del pueblo. Desde siempre Dios ha iluminado y fortalecido a
quienes se comprometen, por los más necesitados, a quienes tienen "hambre y sed de justicia".
El amor por el hombre y por el pobre, en quien la Iglesia ve el rostro de Cristo, se concreta en
la promoción de la justicia. Promover la justicia no se trata de dar una limosna o de regalar
aquello que no se necesita, es decir, lo superfluo, sino de ayudar a los pueblos enteros -que
están excluidos o marginados- a que entren en el círculo del desarrollo económico y humano.
Esto es posible si nos ponemos manos a la obra para cambiar un mundo que se rige más por
los intereses comerciales que por los de la justicia.
37