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La Organización Politica y Social

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"2022 Año del Quincentenario de la Fundación de Toluca de Lerdo, Capital del Estado de México"

E.P.O. NÚM. 326

LECTURA CARACTERIZACIÓN DEL VIRREINATO (SIGLO XVIII)

La organización política y social

La máxima autoridad política sobre territorio de la nueva España durante el periodo virreinal fue la
colonia española, encarnada en la figura del rey. Dicha autoridad se legitimó desde sus inicios
sobre la base de los derechos de conquista.

Durante los 3 siglos que duró la colonia gobernaron 11 monarcas pertenecientes a 2 casas reales.
De la casa de Austria o Habsburgo: Carlos I de España y V de Alemania, Felipe II, Felipe III, Felipe VI
y Carlos II. De la casa de Borbón: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III y Fernando VII.

Las primeras instituciones metropolitanas creadas para atender los problemas de índole político-
legal en América fueron la junta de burgos - Cuyas ordenanzas regulaban las relaciones con los
pueblos indígenas- y la aduana de Cádiz, que estaba a cargo de los temas comerciales. No
obstante, a medida que se hacía más compleja la relación con los territorios, fue necesario
establecer instituciones con mayores atributos y alcance.

de esta manera, en 1511, sí estableció el consejo de indias, órgano de carácter administrativo que
asesoraba al rey en sus Funciones ejecutivas, legislativas y judiciales. el consejo de indias atendía a
todo lo relativo a la administración y al gobierno de la nueva España, desde el nombramiento de
las autoridades civiles hasta la elaboración de normas y leyes vigentes con los nuevos territorios.

con el objetivo de controlar los intercambios comerciales entre España y sus posesiones en
América, se creó en 1503 la casa de contratación de Sevilla, institución que monopolizó el tráfico
entre ambos continentes. cualquier persona o flete enviado a territorio americano requería de un
permiso otorgado por esta institución. Asimismo, toda mercancía proveniente de las indias debía
pasar por el control de la casa de Sevilla y pagar un impuesto a la corona.

aunque ambas instituciones desaparecieron en el curso del siglo XVIII, fueron de suma importancia
durante los primeros años de la colonia, sobre todo para garantizar la autoridad del rey y regular
las relaciones entre la metrópoli y sus posesiones.

en lo que concierne a la organización política de la nueva España, se pueden distinguir varias


etapas.

1521 a 1527

Tras la caída de Tenochtitlan, Hernán Cortés asumió el cargo de gobernador y capitán general de la
Nueva España. Durante este período, se buscó pacificar el territorio conquistado y someter a los
pueblos indígenas, que se negaban a aceptar el dominio español. Bajo el mandato de Cortés, se
emprendieron distintas expediciones para explorar el territorio y sus recursos, se gestionó la
llegada de los primeros evangelizadores, se repartieron tierras e indígenas a los conquistadores y
se iniciaron los trabajos de edificación de la Ciudad de México.

En 1524, Hernán Cortés se vio obligado a salir de la Ciudad de México para perseguir al
conquistador Cristóbal de Olid, dejando la administración de la ciudad a cargo de sus
lugartenientes. En ausencia de cortes, se cometieron toda clase de arbitrariedades contra la
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población indígena y española. Fue tal la anarquía generada que el rey se vio obligado a procesar a
Cortés, quien tuvo que regresar a defenderse de España.

1528 a 1535

Tras la destitución de cortés, se estableció por decreto real la Real Audiencia de México,
institución que fungía como tribunal de justicia en materia criminal y civil, aunque tenía también
injerencia en materias eclesiástica y fiscal.

El objetivo de la Real Audiencia era concentrar la autoridad en un solo órgano de gobierno que
fuera capaz de garantizar la ejecución de las políticas monárquicas en los territorios de ultramar
para evitar que la Nueva España se convirtiera en un conjunto de feudos bajo el dominio de los
conquistadores.

Las audiencias estaban constituidas por un presidente, ocho oidores, cuatro alcaldes del crimen,
dos oficiales - uno para los civiles y otro para lo criminal -, un alguacil y otros miembros de menor
importancia. La primera audiencia, presidida por Nuño Beltrán de guzmán, tuvo como principal
encomienda establecer los límites de los territorios conquistados y promover la evangelización de
la población indígena. No obstante, la gestión de esta audiencia se caracterizó por los actos de
crueldad y abuso cometidos en contra de la población indígena. Las quejas que recibió la corona,
sobre todo las emitidas por las órdenes religiosas, motivó el nombramiento de una segunda
audiencia, presidida por el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, que tenía la misión de poner fin
a las prácticas de explotación y corrupción toleradas por la gestión previa.

La segunda audiencia, que gobernó desde enero de 1531 hasta abril de 1535, destinó gran parte
de sus esfuerzos a restaurar el prestigio de la corona atendiendo y resolviendo las quejas de la
población indígena. Durante su gestión se combatieron las prácticas esclavistas de algunos
conquistadores y se revisaron los montos excesivos que se habían impuesto como tributo a las
comunidades. en poco tiempo se logró imponer orden en la Nueva España, sentando las
condiciones para la instauración de un régimen de tipo virreina.

1535 a 1821

Convencido de la necesidad de un gobierno unificado y con mayor autoridad, el 17 de diciembre


de 1535 la Corona Española dispuso la instauración de un nuevo gobierno en el que las
responsabilidades administrativas, legislativas y judiciales recaían sobre la figura de un virrey.

En su calidad de representante personal del monarca español, el virrey concentraba amplios


poderes: era gobernador, capitán general, vice patrono de la iglesia, jueces superintendente de la
real hacienda. entre sus facultades estaba la de nombrar alcaldes mayores, corregidores y
gobernadores interinos, administrar los fondos públicos, defender el reino de las amenazas
internas y externas, vigilar el cumplimiento de la ley, impartir justicia y promover la acción
evangelizadora entre los pueblos indígenas.

La tarea de los virreyes será supervisada por la corona española por medio de la figura del
visitador, el cual podría ser enviado desde España en cualquier momento para inspeccionar y
rendir informes sobre el desempeño del gobierno virreinal. Asimismo, una vez que un virrey era
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relevado de sus funciones, debía rendir cuentas de su labor frente a los denominados jueces de
residencia.

Entre 1535 y 1821 hubo más de 62 virreyes, de los cuales los más conocidos son: Antonio de
Mendoza, primer rey de México; los dos Luis de Velasco, padre e hijo; Juan de Palafox y Mendoza,
payo Enríquez de Rivera, Antonio María de Bucareli, Juan Vicente de Güemes de pacheco y Juan O
´Donojú.

Cabe señalar que además de los virreyes existían otras figuras de autoridad a partir de las cuales se
gobernaba el territorio de la Nueva España. tal es el caso de la real audiencia de México y la real
audiencia de Guadalajara, tribunales de justicia que, por mandato de ley, podían ejercer Funciones
de gobierno.

a nivel regional y local, las tareas de gobierno estaban a cargo de distintas instituciones. Mientras
el territorio se organizó a partir de reinos y provincias, las autoridades menores designadas por la
corona española para ejercer las Funciones gobierno fueron los gobernadores, los corregidores y
los alcaldes mayores. a partir del siglo XVIII, cuando la organización territorial se llevó a cabo sobre
la base de intendencias, el ejercicio de la autoridad recayó sobre la figura de los intendentes.

cabe señalar que algunas ciudades españolas optaron por organizarse a partir de cabildos o
ayuntamientos encabezados por autoridades elegidas por los propios colonos, que estaban a
cargo de las tareas de administración, regulación de organización de la vida pública y social. estos
ayuntamientos desempeñarán con el tiempo el importante papel en la defensa de los intereses de
la población criolla.

es importante mencionar que, a la par de las organización territorial impuestas de la corona


española, algunas porciones del territorio se mantuvieron bajo la categoría de república de indios.
Esta forma de gobierno, instaurada en los territorios densamente habitados por indígenas,
mantenía a la población nativa fuera de la jurisdicción española, lo que les permitió mantener su
autonomía y sus formas de organización tradicional, así como el usufructo de su territorio.

Finalmente, es importante destacar el papel que desempeñó el santo oficio o Inquisición como
institución eclesiástica que ejercía Funciones de autoridad orientadas a la persecución de prácticas
heréticas y a la defensa de la fe. En el territorio de la nueva España, la inquisición no tenía derecho
a juzgar a los indios sino sólo a los españoles que, a su juicio, cometían energía u otros delitos
menores. Vale la pena señalar que en los 3 siglos que esta institución estuvo vigente en la nueva
España sólo fueron ejecutadas 43 personas.

La economía

La nueva España era un territorio rico en recursos naturales, y también se explotó mucho la mano
de obra de los indígenas. Los primeros conquistadores se apoderaron de las riquezas de los
gobernantes locales y exigieron a los pobladores el pago de tributo.

Posteriormente, motivados por la abundancia de tierras, bosques, flora y fauna, así como de
minerales preciosos, se emprendieron nuevas expediciones, a las cuales se sumaron contingentes
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de colonos que buscaban establecerse en los territorios conquistados con el objetivo de


emprender alguna actividad económica que les permitiera enriquecerse.

Las principales instituciones a partir de las cuales se repartió y organizó el trabajo en la nueva
España durante los primeros años del virreinato fueron las encomiendas, las haciendas y los
repartimientos.

Como se señaló previamente, la encomienda era un sistema de organización de tipo feudal


mediante el cual un encomendero asumió la responsabilidad de proteger, instruir y catequizar un
grupo de indígenas a cambio de la prestación de servicios personales y tributos. Este sistema fue
establecido por cortes con el objetivo de premiar y compensar a los soldados que lo habían
acompañado durante sus campañas militares. Sin embargo, lejos de la función tutelar que debía
ejercer la encomienda, esto se convirtió en un mecanismo de explotación y dominio. Las
denuncias por parte de los misioneros sobre los abusos que solían cometer los encomenderos
motivaron su prohibición a finales del siglo XVI, aunque en algunas regiones, como Yucatán, se
mantuvo vigente todavía por varias décadas.

con el objetivo de incentivar la colonización, la corona entregó mercedes a los conquistadores y


exploradores españoles que decidieron establecerse en América. las mercedes eran títulos que
garantizaban la posesión de propiedades que, con el tiempo, se convirtieron en minas y haciendas
agrícolas y ganaderas. Posteriormente, se formaron ranchos y congregaciones. Los primeros eran
fracciones de Tierra que los españoles entregaban a sus hijos mestizos, en tanto que los segundos
eran poblados que se formaban por varias familias mestizas que compartían las labores del campo.

Los repartimientos por su parte son con el objetivo de solucionar el problema que representaba la
escasez de mano de obra, originada, sobre todo, por la alta mortalidad de la población indígena. El
sistema de repartimiento obligaba a las comunidades indígenas a contribuir con su fuerza de
trabajo a las tareas agrícolas, ganaderas, mineras, de construcción y de transporte. A diferencia de
la encomienda, el repartimiento era de carácter temporal, estaba remunerado y se regía mediante
un contrato.

gracias a estas instituciones fue posible emprender, casi desde el inicio de la colonia, actividades
productivas de diversa índole.

La agricultura

Las actividades agrícolas de nueva España se caracterizaron por la introducción de cultivos,


instrumentos de trabajo y sistemas agrícolas desconocidos en América. La abundancia de tierras,
aunada a innovaciones tan simples como la adopción del sistema de riego, el uso del arado, la
rotación de cultivos o el monocultivo, supusieron importantes aumentos en la productividad del
campo.

Para mediados del siglo XVIII, la agricultura era la actividad económica mas importante de la nueva
España. Las principales áreas de producción se concentraban en el centro del país y el Bajío. Los
cultivos de mayor importancia fueron de trigo, la caña de azúcar, la vid, el olivo y algunas fibras
vegetales, como el lino y el cáñamo, utilizados en la industria textil. A la par de esos cultivos
introducidos por los españoles, se siguieron sembrando productos autóctonos como el maíz, el
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frijol y el chile, que al paso del tiempo se convirtieron en parte fundamental de la dieta de la
población novohispana.-

Otros cultivos se destinaron principalmente al mercado de exportación, como fue el caso de las
maderas preciosas, la vainilla, el tabaco, el cacao, el añil, la morera, el gusano de seda y la grana o
cochinilla del nopal. En algunos casos fue tan exitosa la producción de algunos de estos cultivos
que la corona española se vio obligada a prohibir o limitar su siembra en territorio americano con
el objetivo de proteger a los productores y comerciantes de la metrópoli.

La ganadería

La ganadería, por su parte, era una actividad productiva desconocida para las culturas indígenas.
Los españoles introdujeron en primera instancia el ganado equino o caballar y, posteriormente, el
bovino, el porcino, el ovino, el caprino y aves de corral. El uso de ganado como fuerza motriz
redujo la carga de trabajo en la agricultura y la minería, permitió acelerar los tiempos de traslado
de las personas, al ser utilizado como transporte y mejoro la dieta de las familias indígenas, que
paulatinamente incorporaron a sus actividades cotidianas la cría de cerdos de aves.

El ganado vacuno y lanar se ubico sobre todo en el centro y norte del virreinato, donde algunos
hacendados llegaron a tener decenas – y a veces hasta centenas- de millares de cabezas de
ganado. Pese a las normas que se dictaron para regular la actividad ganadera, esta constituyo con
frecuencia un sector conflictivo, debido a que afecta las tierras de cultivo de los indígenas.

La minería

La actividad minera fue la principal fuente de actividades económicas en la Colonia. Alrededor de


ella se construyeron ciudades, haciendas, rutas comerciales y caminos. La minería demandaba
alimentos para los trabajadores, vivienda, herramientas, ganado de carga y arrastre, materias
primas, servicios de transporte, etcétera.

La minería era importante también como generadora de medios de cambio y de moneda para el
comercio internacional. La plata mexicana, por ejemplo, se exportaba a España y Filipinas, y de ahí
a regiones tan remotas como Francia, Alemania, Inglaterra, Medio Oriente, China e India, entre
otras. Asimismo, de la actividad minera dependía la cantidad de dinero disponible que realizar
transacción internas y externas, por lo que su escasez o abundancia tenía implicaciones en el
crédito y en el nivel de precio (Cárdenas, 2015).

La colonia española era la principal beneficiaria de la actividad minera. La producción de oro y de


plata novohispanos financió durante 3 siglos el afán expansionista del reino español, el cual tuvo
que atender enormes gastos de guerra durante este periodo. Al rey le correspondía el 20% de toda
la producción por concepto de “quinto real”. Asimismo, el gobierno español monopolizaba el
comercio de algunas materias primas indispensables, como el azogue, por lo que era frecuente la
manipulación de precios para obtener mayores beneficios. Dada la importancia de la minería, la
Corona estableció desde las primeras décadas de la Colonia el Tribunal General de Minas,
institución orientada a organizar y regular esta actividad.
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Las principales son las mineras de la Nueva España se ubicaron en los estados de Zacatecas,
Hidalgo, Guanajuato, San Luis Potosí y Chihuahua.

Los yacimientos de minerales preciosos se otorgaban bajo merced de la Corona a los españoles
peninsulares, quienes utilizaban mano de obra indígena y negra para su explotación. El trabajo era
duro y las técnicas de trabajo sumamente riesgosas. Esta situación, aunada a la disminución de la
población nativa, impidió durante algunos periodos el suministro de mano de obra estable. Dada
la importancia que representaba esta actividad para la Corona, se llegaron a tomar medidas como
la importación de mano de obra esclava, la autorización de repartimientos, el incremento del
jornal para los trabajadores indígenas y mestizos y el pago en proporción al mineral extraído.

Pese a lo anterior, a finales del siglo XVIII la Nueva España constituye el principal productor de
plata en el mundo y generaba cerca del 66% de la producción mundial. Para ese momento existían
unas tres mil minas en las que laboraban de manera directa más de 15000 trabajadores, a los
cuales habría que añadir los involucrados en el suministro de productos y servicios vinculados a la
actividad minera (Florescano y Gil, 1981)

La industria

la actividad industrial tuvo un desarrollo incipiente en la Nueva España. De hecho, este tipo de
establecimientos no fueron promovidos por la Corona, pues existía el riesgo de que se convirtieran
en competencia para los productos provenientes de la metrópoli.

Pese a ello, durante el periodo colonial se establecieron pequeñas fábricas o talleres,


denominados obrajes, los cuales producían textiles y otros bienes de consumo. Los principales
obras textiles se asentaron en el centro del país, principalmente en la Ciudad de México y en
Puebla, Tlaxcala, Guanajuato y Querétaro.

El obraje constituía una empresa rentable, ya qué se recurría por lo regular a mano de obra
indígena, la cual laboraba en condiciones de semiesclavitud. En algunos talleres, la confluencia de
técnicas españolas con materiales y mano de obra indígena derivó en productos de alto valor
artístico, como la cerámica de talavera.

El comercio

Respecto a la actividad comercial, conviene distinguir aquella que se realizaba en el interior del
país y la que se llevaba a cabo en el exterior. El comercio interior se realizaba por medio de
arrieros que transportaban las mercancías a lomo de mula por caminos y veredas. Por lo regular
este tipo de traslados eran lentos y costosos, tanto por el mal estado de los caminos como por las
grandes distancias que debían recorrerse y el riesgo que representaban los asaltos y ataques por
parte de las antiguas tribus.

Durante el periodo virreinal, el comercio de la Nueva España se realiza principalmente por cuatro
caminos: el que iba de la Ciudad de México a Veracruz, vía Puebla y Xalapa; el que iba de la Ciudad
de México a Acapulco; el que iba de la Ciudad de México a Guatemala, atravesando Oaxaca; y el
que partía de la capital del virreinato hacia Nuevo México, por la ruta de Durango. Estas rutas
tenían ramificaciones importantes hacia las principales ciudades mineras del país u otras capitales
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de importancia. por ella circulaban el oro y la plata, así como vinos, telas, especias y otros
productos enviados desde España y otras regiones. Mientras tanto, los alimentos y las materias
primas que se consumían localmente eran abastecidos por las haciendas, talleres y obrajes
instalados en cada una de las ciudades (Orozco, 1982).

El comercio exterior, por su parte, se encontraba totalmente regulado por la metrópoli. Hasta
hasta mediados del siglo XVIII, todas las mercancías que entraban o salían de España debían pasar
necesariamente por los puertos de Sevilla y Cádiz, donde se constataba su legítima procedencia, se
recogía el “quinto real” y se cobraban los impuestos correspondientes. De igual modo, los únicos
puertos autorizados para recibir mercancías en la Nueva España eran los puertos de Veracruz y de
Acapulco, este último utilizado para el comercio con Filipinas y Perú.

Durante los siglos XVI y XVII, el tráfico marítimo se vio muy afectado por la piratería y el
contrabando, lo cual obligó a la Corona a formar flotas de guerra para escoltar los navíos
comerciales. A finales del siglo XVIII, el sistema de flotas de guerra se sustituyó por un servicio de
barcos ligeros que realizaban un mayor número de viajes. Un año después se abrieron al comercio
los puertos de La Habana, Santiago de Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y Trinidad, así como los
de Alicante, Málaga, Cartagena, Santander y Barcelona.

En Términos generales, se puede afirmar que la política comercial de la Corona privilegió el


comercio entre la metrópoli y sus colonias. Asimismo, La actividad comercial se caracterizó por el
monopolio que ejercieron durante varios siglos los comerciantes de ambos continentes, quienes
aprovecharon la existencia de un mercado cautivo para manipular artificialmente los precios e
incrementar sus beneficios.

El sincretismo cultural

El término sincretismo se refiere a los procesos de transculturación o mestizaje partir de los cuales
se concilian, mezclan o amalgaman expresiones culturales, materiales, religiosas o simbólicas
distintas, para dar lugar a una nueva tradición. Este proceso tuvo verificativo en América durante
el periodo de conquista y colonización.

Como se expuso previamente, desde un inicio los españoles buscaron imponer su cultura y su
religión a los pobladores nativos del continente americano. El México virreinal se construyó sobre
las ruinas de las ciudades y centros ceremoniales prehispánicos. Las imágenes de la Virgen así
como de los santos suplantaron a las deidades prehispánicas en los lugares de culto. Se
construyeron escuelas para instruir y evangelizar a la población indígena, se impusieron nuevas
actividades y formas de trabajo y se introdujeron nuevas especies animales y vegetales.

Esta imposición, sin embargo, no resultó en él desplazamiento o desaparición de las expresiones


culturales indígenas. En la mayor parte de los casos, el encuentro entre las culturas española e
indígena derivó en manifestaciones híbridas, resultado de la asimilación de los rasgos de ambas.
Existen en nuestro país numerosos ejemplos que dan cuenta de la manera en que los elementos
europeos e indígenas se fusionaron, para dar lugar a nuevas expresiones culturales que forman
parte hoy en día de nuestra identidad. En el ámbito religioso, por ejemplo, destaca la forma en
que el santoral católico fue utilizado por los indígenas para mantener sus creencias politeístas,
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extrapolando los atributos de sus deidades a las distintas figuras y símbolos. El caso más
emblemático lo encontramos quizá en la virgen de Guadalupe, cuyo carácter mestizo, aunado a la
gran cantidad de símbolos prehispánicos incorporados a su imagen, favorecieron la conversión
multitudinaria de los pueblos mesoamericanos.

Asimismo, abundan las expresiones artísticas y arquitectónicas que dan cuenta de la forma en que
la población nativa asimiló y reinterpretó la simbología y las imágenes cristianas: vírgenes mestizas
y mulatas, iglesias decoradas con angelitos negros e indígenas, árboles de la vida con vírgenes y
otras figuras religiosas, cristos negros, diablos con apariencia europea, etcétera.

A nivel cultural, podemos encontrar una gran cantidad de expresiones sincréticas en las danzas, las
festividades religiosas, las artesanías, las formas de organización e incluso en la gastronomía,
donde los productos de origen europeo e indígena se amalgaman para crear deliciosos platillos
que nos identifican y enorgullecen.

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