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Monologos para Varones Compress

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ENSAD 2016-II / Técnica Actoral II / Prof.

Yasmin Loayza

1. EL ZOO DE CRISTAL, Tennessee Williams. Acto Primero. Escena Segunda.

JIM: Me alegra ver que tiene sentido del humor. ¿Usted sabe… que es distinta de todas las
muchachas que he conocido? ¿Le molesta que se lo diga? Hablo en serio. Me siento algo asi
como… ¡No sé cómo decirlo! Generalmente expreso bastante bien las cosas, pero… ¡esto es
algo inexplicable! ¿Le dijo alguna vez alguien que era linda? ¡Pues lo es! Y de un modo distinto
de todas las demás. Y más linda, precisamente, a causa de la diferencia. Oh, ojalá fuese usted
mi hermana. Yo le enseñaría a confiar en sí misma. Uno no tiene porque avergonzarse de ser
distinto. Porque los demás no son tan maravillosos. Son centenares de miles. ¡Y usted es única!
Ellos caminan por toda la tierra. Y usted, se queda aquí. Son vulgares como… la cizaña, pero…
usted… bueno; usted… ¡es Blue Roses!...
En todos los sentidos… Sus ojos… su cabello… ¡Sus manos son lindas! Ustedes creerán que lo
digo porque ustedes me han invitado a cenar y tengo que ser amable.
¡Oh, podría serlo! Podría decir muchas cosas sin ser sincero. ¡Pero le hablo con sinceridad! He
notado que usted tiene ese complejo de inferioridad que le impide sentirse a sus anchas con la
gente. Alguien debe infundirle confianza en sí misma… y tornarla orgullosa en vez de tímida y
evitar que vuelva la espalda a cada momento y… se sonroje…

2. TODOS ERAN MIS HIJOS, Arthur Miller. Acto primero.

CHRIS.- Hace falta tiempo para que eso se vaya. Porque eran simplemente hombres. Por
ejemplo, hubo una vez que llovió durante varios días y aquel muchacho se me acercó y me
entregó el único par de calcetines secos que tenía. Me los puse en el bolsillo. Es un detalle de
nada, si quieres, pero así eran los hombres que mandaba. No morían; se mataban defendiendo
a sus compañeros. Eso es exactamente; con un poco más de egoísmo, estarían aquí. Y, al
verlos caer, tuve una idea. Todo estaba siendo destruido, ¿sabes?, pero me parecía que se
estaba construyendo algo nuevo. Una especie de… responsabilidad. Hombre por hombre. ¿Me
comprendes? Mostrar eso, traerlo a la tierra como una especie de monumento que cada cual
lo sientiera detrás… Eso supondría para cada cual una diferencia. Y, luego, volví a casa y
resultaba increíble. Yo… Bien, aquí aquello no tenía sentido; todo parecía… un simple
accidente de autobús. Comencé a trabajar con papá. Era otra vez la carrera de ratas. Me
sentí… como tú has dicho… avergonzado en cierto modo. Porque nadie había cambiado.
Parecía que convertíamos en unos tontos a una serie de hombres magníficos. Tenía
remordimientos de estar vivo, de abrir la libreta de cheques, de conducir el nuevo coche, de
contemplar la nueva nevera. Es decir, cabe sacar esas cosas de una guerra, pero, cuando
conduces ese coche, tienes que pensar que procede del amor que un hombre puede sentir por
su semejante y tienes que ser, precisamente por eso, mejor de lo que eres. De otro modo, lo
que posees es simplemente botín y está manchado de sangre. No quería tocar nada de eso. Y
en eso, comprendo que estabas incluida tú.

3. SUEÑO DE UNA NOCHE VERANO, William Shakespeare. Acto Tercero. Escena II.

PUCK: Mi señora está enamorada de un monstruo. Mientras cerca de su retiro sagrado y


solitario pasaba la hora de su lánguido sueño, ha llegado una compañía de cómicos imbéciles,
de groseros artesanos que trabajan para ganarse la vida en las tiendas de Atenas. Venían a
ensayar una pieza que debe representarse el día de las bodas del insigne Teseo. El más necio
de la estúpida cuadrilla, encargado del papel de Píramo, ha salido de escena y ha entrado en
un matorral. Yo he aprovechado el momento para encasquetarle una cabeza de asno. Al
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tocarle el turno de volver a escena para contestar a Tisbe, mi actor ha salido. Apenas le han
visto los demás, cuando han huido, semejantes el ánade silvestre que ha encontrado el ojo del
cazador en acecho o a una bandada de chovas rojizas al escuchar la detonación del mosquete,
que ora bajan, ora alzan el vuelo, y de pronto se dispersan y hienden los campos del aire con
precipitado aleteo. Al ruido de mis pasos, cae de vez en cuando uno por tierra, gritando que lo
asesinan y pidiendo socorro a Atenas. En su turbación, sus insensatos terrores se forjaron un
enemigo de cada objeto inanimado. Los abrojos y espinas desgarraban sus vestidos: a éste la
manga; a aquel el sombrero, que se apresuraban a abandonar. Mientras los cazaba de este
modo, había dejado en la escena al lindo Píramo en su metamorfosis, cuando Titania ha
despertado y en seguida se ha enamorado de un jumento.

4. LA PETICIÓN DE MANO. Escena Segunda.

LOMOV: Brrr… Hace frio… Estoy temblando como ante un examen. Lo principal es decidirse,
porque si uno piensa mucho, vacila, habla mucho, y espera su ideal, su verdadero amor,
entonces no te casas nunca... Brrr!... ¡Hace frio! Natalia Stepánovna es una excelente ama de
casa, no es fea, es instruida… Entonces, ¿Qué más necesito? Sin embargo, de los nervios, ya
empiezan a zumbarme los oídos… Pero debo casarme. En primer lugar, ya tengo treinta y cinco
años, la edad, por así decirlo, crítica… En segundo lugar, necesito una vida regular y ordenada.
Estoy enfermo del corazón, tengo palpitaciones. Soy irascible, y siempre estoy muy irritado…
Ahora, por ejemplo, me tiemblan los labios y siento un tic nervioso en la sien derecha. Pero lo
que más me horroriza es el sueño; apenas me acuesto en la cama, apenas comienzo a
adormecerme, de repente algo en el costado izquierdo… ¡zas! Un tirón; derecho al hombro y a
la cabeza… Salto como un loco, paseo un poquito y me acuesto otra vez; pero, ni bien
comienzo a adormecerme, en el costado otra vez… ¡zas! Y así como veinte veces…

5. NINETTE Y UN SEÑOR DE MURCIA, Miguel Miura Acto II.

ANDRÉS.- ¿Amaba yo a Ninette o no la amaba? Mejor dicho, ¿lo estaba pasando bien con ella,
o no? Hay que reconocer que si con ella no lo estaba pasando bien es que decididamente era
tonto, ya que el sueño de toda mi vida se estaba realizando punto por punto. ¿Por qué,
entonces, estaba yo de tan mal humos? ¿Acaso porque este plan no se lo podía contar a nadie,
o tal vez, porque no podía salir a la calle y ver Paris? Indudablemente este asunto de las
mujeres es muy complicado y resulta que cuando uno analiza su caso y está convencido de
que, científicamente, lo está pasando la mar de bien, la verdad es que no lo está uno pasando
tan bien como parece y que toda esta aventura me estaba ya hartando. Y, sin embargo,
cuando Ninette salió y desde la ventana vi cómo se reunía con René y después de cambiar
unas palabras cruzaba la calle y se metían en el bar de enfrente, me quedé un poco triste. Y me
entristecí mucho más cuando pasaron diez minutos y después quince, y después veinte y ninguno de los dos salían de aquel
endemoniado café, del que llegaba a mis oídos una
musiquilla de acordeón. O sea, que cuando ella estaba conmigo, me sentía atado y nervioso.
Pero ahora que se había marchado con su antiguo novio, no sólo la echaba de menos, sino que
tenía unos celos espantosos. Y en este estado de ánimo, más bien confuso, fue cuando se le
ocurrió venir a mi amigo Armando, tan oportuno como siempre. Y que además me empezó a
hablar en un tono que no me gustó nada. Así es, que habían llamado a la puerta, y que yo fui a abrir.

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