Yacu Mama
Yacu Mama
Yacu Mama
La leyenda de la Yacumama se conoce desde hace mucho tiempo entre los moradores de la
selva peruana, y han sido ellos mismos, quienes se han encargado de llevar este relato de boca
en boca, para que la gente sepa sobre esta serpiente gigantesca que los llena de terror.
Su nombre significa “Madre del Agua” (yaku = agua, mama = madre) por eso se cree que su
cuna se encuentra en la gran laguna de Yarinacocha (Ucayali, Perú). Ella prefiere nadar en la
desembocadura del río Amazonas, tanto como en sus lagunas cercanas, ya que es su espíritu
protector.
Esta mítica serpiente gigante, es parecida a la anaconda, pero aún más grande, posiblemente
mayor a cincuenta metros de longitud y con una cabeza de dos metros de ancho, y es ciega,
por eso no le importa pasearse entre las aguas oscuras.
A través de su boca lanza enormes chorros de agua que le ayudan a derribar árboles para
desplazarse cómodamente por tierra, y si se encuentra algún bocadillo a cien metros de
distancia, es capaz de aspirarlo.
Sin embargo, llega un momento de su vida, quizá después de mil años, cuando alcanza cierto
tamaño y peso que le dificulta moverse, entonces decide despejar un claro de la selva al pie
del río para establecerse ahí permanentemente.
Deja su cabeza por encima del agua, esperando presas, usando su gran poder de atracción
para hipnotizarlas con sus penetrantes ojos y cazarlas con facilidad.
Cualquier animal u hombre que pase cerca de ella perecerá, pues aunque alcancen a distinguir
su cabeza y emprendan la carrera, ella se mueve cual centella, lo atrapa entre sus poderosas
mandíbulas y lo traga, para después entregarse a un plácido sueño.
Así es la Yacumama, protectora de las aguas del Amazonas, una fuerza natural arrolladora, que
caza durante las lluvias y cuyo alboroto se deja escuchar desde lejos; al desplazarse fuera del
agua tumbando arboles a su paso, dando evidencia de su gran tamaño.
Llegó cierto día un pescador que siguiendo el curso de un riachuelo desembocó en él; desde el
primer momento que lo vio, se sintió feliz porque creía que era el primero en llegar y pensó: al
fin podré realizar una «pesca milagrosa» en esta laguna olvidada, que debe estar llena de
peces.
Infelizmente no fue así; al penetrar en el lago, lo primero que hizo fue ubicar un lugar para
arrojar su tarrafa (red) y aunque se sentía intrigado por el movimiento del agua, siguió
remando confiado; pero el vaivén continuo de su canoa, siguió preocupándole hasta que sintió
que algo salía del fondo del lago.
Rápidamente volvió para averiguar qué era eso, y vio una terrible cabeza, suspendida a casi un
metro de altura sobre la superficie del agua moviendo su monstruosa figura de orejas paradas
y sacando su lengua puntiaguda.
Inmediatamente dio vuelta su canoa, metió su remo con fuerza hasta el fondo del agua para
impulsarse mejor y en esos instantes apremiantes para colmo de males, notó que las plantas
de la orilla venían a su encuentro, cerrándole el pase como si obedecieran a no sé qué
designio; terriblemente asustado, giró su cabeza para ver que ocurría con la fiera y comprobó
que ella le perseguía a toda velocidad.
En ese momento, aterrorizado levantó sus ojos al cielo y clamó ayuda a Dios, convencido que
él no podía hacer nada para librarse con vida de ese monstruo lacustre. Y realmente, al parecer
sus oraciones fueron escuchadas, porque inexplicablemente cayeron al lago cuatro sachavacas
(tapir) peleando y mordiéndose como fieras, produciendo un tremendo ruido.
Ese terrible estruendo asustó a esa serpiente, que no era otra cosa que la terrible Yacumama,
que velozmente se sumergió en su lago.
El pescador que advertía estupefacto todo cuanto sucedía no quiso perder un segundo más, y
se alejó de este fatídico lago, antes que la Yacumama le cerrara el paso nuevamente.
Lamentablemente no llevó ni un solo pez, porque «la madre» de esa laguna no quiso regalarle
sus pacos, sardinas, sábalos, bujurquis, lizas y gamitanas.
AI respecto, se cuenta que cuando alguna persona común se acerca a las orillas y penetra a
esos lagos encantados, se desata sorpresivamente una tormenta infernal que hace zozobrar la
embarcación y la persona se ahoga irremediablemente.