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Varela - Cap. 2 - El Tipo Objetivo Del Delito de Adm. Desleal - Pags. 51-72

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CAPÍTULO II

EL TIPO OBJETIVO
1. Sujeto activo. La calidad especial que debe reunir el sujeto activo. La
administración desleal como delito de infracción de deber

Si el lector ha llegado a este punto, habrá advertido algunas esenciales


particularidades del delito objeto de este trabajo y una de ellas, que se desprende de la
simple aproximación al texto legal, es que se trata de un delito especial propio: no
cualquier persona puede cometer una defraudación por administración infiel. Más allá de
que el texto legal acuerde la atribución a “el que…”, inmediatamente después explicita
distintos conceptos normativos que restringen de manera definitiva los sujetos que pueden
ser autores. Así, será sujeto activo únicamente quien detente el cuidado, manejo y/o
administración del patrimonio ajeno, como consecuencia de la disposición de una
autoridad, de una ley o de un acto jurídico. Ahora bien, paralelamente con tal
caracterización, corresponde demarcar que el delito de defraudación por administración
desleal se trata de un caso de delito de infracción de deber1.
Si bien no tan claro como aquellos derivados, por ejemplo, de la posición de
funcionario público del autor (que pueden ser categorizados como delitos puros de
infracción de deber), el quebrantamiento de la confianza depositada -la infracción a la
lealtad- asoma como un deber institucional extrapenal para el sujeto activo, de modo tal
que solo quien tiene ese deber de lealtad enquistado en la relación con el sujeto pasivo
puede llevar a cabo el comportamiento típico. Señala Roxin que “por regla absolutamente
general esa cualidad consiste en una posición de deber extrapenal”2. Así, solo podrá ser
sujeto activo del delito de administración desleal quien detente la posición de garante a la
que alude el tipo penal en cuestión, la cual encuentra su fuente en alguna de las relaciones
legalmente contempladas con relación al patrimonio de un tercero, independientemente
de si éste se trate de una persona humana o de una persona jurídica.
En términos prácticos, la caracterización analizada trae aparejadas importantes
consecuencias en el ámbito de la autoría y la participación, principalmente porque
cualquier persona que lleve a cabo actos propios de los descriptos en la norma pero que
no ha sido posicionado para gestionar el patrimonio ajeno, no podrá ser autor del delito,
sino que su comportamiento quedará restringido al ámbito de la participación criminal -

1RAMÍREZ, Nicolás, “El sujeto activo en el delito de administración fraudulenta”, ob. cit.
2 ROXIN, Claus, “Derecho Penal Parte General”, editorial Thomson Civitas, traducción de la
segunda edición alemana y notas por Diego Manuel Luzón Peña, tomo I, página 338, año 2006.
en sentido limitado3-, como un supuesto de conducta accesoria a la de quien sí detenta el
deber extrapenal normativamente exigido. Y esto es así en tanto, en los delitos de
infracción de deber, la autoría no queda definida por el dominio del hecho, sino
justamente por la infracción que se comete al deber extrapenal que viene asignado al
sujeto activo 4 . Más adelante, cuando nos ocupemos de las formas de autoría y
participación criminal, profundizaremos algunos de los puntos presentados.

3El concepto de participación criminal en sentido amplio apunta al análisis de la actuación de un


grupo de personas que toma intervención en la comisión de un delito. Por el contrario, el sentido
restringido o limitado del concepto es entendido como la actuación de la persona que forma parte
de un delito ajeno, de manera que únicamente son partícipes en sentido estricto “los cómplices y
los instigadores, con exclusión de los autores” (ZAFFARONI, Eugenio Raúl “Derecho Penal Parte
General”, Ediar, Buenos Aires, 2003, página 767).
4Sobre el particular, realiza una interesante introducción Carlos M. GONZÁLEZ GUERRA “Delitos

de infracción de un deber. Su capacidad de rendimiento a la luz del derecho penal económico”,


editorial “Ad Hoc”, págs. 24/32.
2. El origen del sujeto activo. La configuración de la posición de garante

El hecho de ser una figura que necesariamente implica un quiebre en la fidelidad


debida, torna imperativo poner en claro cómo llega el autor a ese punto tan particular en
el que se encuentra sujeto a distintas obligaciones que lo vinculan con el patrimonio de
otra persona. Hay plena coincidencia dentro de la comunidad jurídica de que dos son las
fuentes esenciales de las que surge esa relación 5 . Una denominada interna, en tanto
explica cómo surge el deber al seno de la relación entre el sujeto activo y el sujeto pasivo
y, en este caso, veremos que esa fuente será la ley, será la disposición de una autoridad,
o bien un acto jurídico celebrado entre el autor y la víctima. Pero el deber que asume el
sujeto activo también reconoce una faceta externa; es decir cómo esa relación con el
patrimonio del sujeto pasivo se traduce en el mundo externo hacia los terceros, de manera
que ahí sí advertiremos si esta relación es de administración, es de manejo, o es de
cuidado.
a- Fuentes internas:
En lo que respecta a la relación interna, como hemos visto, puede surgir, conforme
la propia letra del artículo 173.7 del CP, de la ley, de la autoridad o de un acto jurídico.
La distinción no revela mayores dificultes, pues los conceptos detentan la suficiente
claridad como para ser sencillamente diferenciados.
Desde esa óptica, podemos señalar como el propio ordenamiento jurídico en muchos
casos designa a una persona administradora del patrimonio ajeno como es el caso de
quienes ejercen una representación legal.
La autoridad, usualmente los jueces, pueden designar en determinados supuestos
a una persona el manejo, cuidado y/o administración de los bienes de un tercero, lo que
también pondrá en cabeza de aquélla el deber especial que, en caso de ser quebrantado,
la tornaría autora del delito de administración desleal.
A modo de ejemplo, en un caso en el que un escribano recibió del juez del
concurso una suma de dólares estadounidenses para que sean depositados a la orden del
expediente en trámite ante ese fuero y, en lugar de ello, depositó la suma equivalente en
pesos alegando que, sobre la base de la emergencia económica vivida por el país a fines
del año 2001, había cumplido su deber en una forma equivalente a la que le fue solicitada,

5Entreotros, ABOSO, Gustavo Eduardo, “El delito de defraudación por administración infiel”,
BdeF, Buenos Aires, 2001, página 63.
se consideró que la explicación carecía de sentido y que, en rigor, pretendía esconder “una
actitud dolosa que benefició indebidamente al escribano, en abuso de su mandato judicial,
en cuanto se aprovechó de la oportunidad que le habría dado la emergencia, y manipuló
la fecha de pago y la moneda aplicable para obtener una ganancia concreta. Ello, en tanto
se advierte que ha tenido diversas posibilidades de actuación que hoy demostrarían
retroactivamente su buena fe, por ejemplo, haberse puesto en contacto con el juez de la
causa, haber pagado antes de fin de año, o haber restituido el dinero en dólares a su titular,
para que entregara pesos a cambio; sin embargo, lo que emerge de la prueba no es la
disposición de un buen administrador sino la de quien hace un pingüe negocio al combinar
en su favor las circunstancias excepcionales y dejar totalmente de lado a la verdadera
titular del capital.”6
Por último, el propio tráfico jurídico y el desarrollo de la vida social autoriza a la
designación, entre particulares, de personas que se harán cargo del patrimonio ajeno, bajo
las pautas de la administración, el mandato y/o el cuidado y a ello puede arribarse
mediante distintos actos, como -por ejemplo- la institución de un mandatario o la
designación de un administrador por parte de los accionistas de una sociedad comercial.
Con suficiente amplitud el CC definía, en su artículo 944, a los actos jurídicos como los
actos voluntarios lícitos, que tengan por fin inmediato, establecer entre las personas
relaciones jurídicas, crear, modificar, transferir, conservar o aniquilar derechos.
El CCyC vigente define en el artículo 259 como el acto voluntario lícito que tiene
por fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones
jurídicas, de manera que pueda imaginarse cualquier tipo de acuerdo que pueda hacer
surgir, respecto de bienes o intereses ajenos, las obligaciones que debe reunir el autor de
delito de administración desleal.
Los actos ilícitos no pueden entonces ser fuente interna del deber sobre el
patrimonio ajeno. La justicia de la Provincia de Córdoba ha tratado la cuestión al
examinar los hechos cometidos por una mujer que llevó a cabo un despojo clandestino
del bien inmueble cuyo uso correspondía a un tercero e inmediatamente después lo dio
en alquiler de manera unilateral y percibiendo de manera directa los frutos de tal locación.
Ello, sin rendir cuentas al restante usufructuario de la finca. Se resolvió que tal accionar
“no devela otra cosa que la realización de un acto llevado a cabo unilateral y
compulsivamente que, además de traducir un interés exclusivamente personal, lo que es

6 CNCC, Sala I, causa n° 19.762, “Campana, Marcelino Hernán”, resuelta el 20 de marzo de 2003.
contrario al espíritu de solidaridad que caracteriza a este instituto de fondo contemplado
en el art. 2288 del CC, desconoce -sin lugar a dudas- la existencia de una relación interna
válida y legal, basada en un acto jurídico lícito, que impide configurar el accionar de la
imputada en la figura prevista y reprimida por el art. 173 inc. 7º del CP con obligación de
rendir cuentas de cualquier gestión”7.
También se ha sostenido que “La reserva de un billete de lotería constituye un
contrato con objeto contrario a las leyes, pues tal convención es vedada por la Lotería
Nacional. En tal sentido, aquélla es nula como si no tuviese objeto, art. 953, Cód. Civil,
y en consecuencia no puede considerarse a la reserva del billete como causa legítima de
administración, cuidado o manejo de bienes o intereses pecuniarios ajenos, art. 173, inc.
7, C.P.”8
Sin embargo, ese mismo caso tuvo luego gran repercusión mediática, en tanto los
jueces que integraban el TOCC 3 finalmente condenaron al propietario de la agencia de
lotería como autor penalmente responsable del delito de administración infiel. En el caso,
se juzgaba la conducta de un agente de lotería que prometió la reserva de un billete a dos
hermanas que, por encontrarse de viaje en el exterior del país, no podían concretar la
compra en el momento oportuno. Al regresar a la República Argentina con la noticia de
que el billete reservado era el ganador, concurrieron a la agencia y se enteraron de que el
agenciero no les había adquirido el billete.
b. Fuente externa:
Si bien la denominación que habitualmente se utiliza para este delito es la de
defraudación por administración fraudulenta, lo cierto es que el tipo penal comprende un
muy amplio abanico de casos que exceden, con creces, a la actuación de quienes ejercen
un contrato de administración. Del texto del artículo se desprende que también puede ser
autor de este delito quien tiene a su cargo el cuidado y/o el manejo de bienes o intereses
pecuniarios ajenos, lo que demuestra que el nombre con el que habitualmente se lo
conoce, en rigor, no hace honor a la constelación de comportamientos que allí quedan
englobados.
La administración:

7 Cámara de Acusación de la Ciudad de Córdoba, expediente A-24/2010, “AVALOS, Elba Mabel


p.s.a. administración fraudulenta”, resuelta el 15/08/2011. En el fallo se hizo alusión a que,
eventualmente, la conducta de la imputada podía encontrar adecuación típica en el delito de
usurpación (artículo 181 del CP), pero la cuestión no había sido objeto de investigación y
acusación fiscal.
8 CNCC, Sala 5, causa 10.412, “Nocito, Julio s/ defraudación”, resuelta el 19/03/99.
Administrar un patrimonio ajeno es una actividad que no solo coloca a quien detenta la
posición de administrador en la obligación de mantener a resguardo los bienes del titular,
sino que además importa la realización de actos positivos dirigidos a favorecer ese
patrimonio. Se espera de la posición del administrador la concreción de actos que tengan
por objeto la conservación y la mejoría del patrimonio. Daniel Carrera la define como
aquella facultad que, en líneas generales, implica “gobernar” el patrimonio de un tercero,
llevando a cabo las acciones necesarias para su “mejor conservación, empleo y
realización”9. Se destaca, con razón, que la administración es la más amplias de las tres
relaciones que contempla el texto del articulo 173.7 del CP10.
El manejo:
El manejo se trata, en línea con lo anteriormente expuesto, de una relación similar
a la de la administración, pero algo más acotada. El titular del patrimonio lo pone a
disposición del autor con un alcance más específico, dirigido a un negocio o a varios pero
sin el concepto de una gestión, como ocurre en el caso de la administración.
Indudablemente puede ser definida como una relación intermedia entre el cuidado y la
administración, aunque con notas particulares más parecidas a la de esta última11.
El cuidado:
Es la relación que denota el deber de conservación y protección de los bienes
jurídicos de un tercero, de manera que las obligaciones que de ella surgen se encuentran
vinculadas a evitar posiciones desfavorables para los intereses confiados12. Se trata de la
fuente que supone la relación menos intensa entre el autor y los bienes del sujeto pasivo
y, como consecuencia directa de ello, es en su órbita donde se producen la mayor cantidad
de casos en los que más dificultoso resulta determinar si nos encontramos ante una
defraudación por administración desleal, o bien frente a alguna conducta ilícita propia de
tipos penales con niveles de injusto más bajos, como el delito del hurto. Es que un simple
cuidado, caracterizado por una serie de obligaciones básicas, rutinarias, controladas y
mecanizadas dirigidas a conservar el patrimonio ajeno, no parecería indicar el nivel de
deber que exige la figura analizada.
La cuestión se vincula de manera directa con lo que trataremos al momento de

9 CARRERA, Daniel P. “Defraudación por infidelidad o abuso”, Ensayos Jurídicos 11, Astrea,
Buenos Aires 1973, pág. 53.
10ABOSO, “El delito de defraudación…”, ob. cit., pág. 67.
11 RAMÍREZ, Nicolás, “El sujeto activo en el delito de administración fraudulenta”, ob. cit., págs.

225/226.
12CARRERA, Daniel P., ob. cit., pág. 54.
señalar las características que detenta el autor de este delito y además volveremos sobre
ella al ahondar en la relación entre la administración desleal y el ya mencionado delito de
hurto (art. 162 del CP). Es que la traición a la confianza que configura el injusto del tipo
penal del art. 173.7 supone, al menos, un cierto nivel de autonomía de parte del sujeto
activo con respecto al bien cuyo cuidado se le ha confiado13.

13RAMÍREZ, Nicolás, “El sujeto activo en el delito de administración fraudulenta”, ob. cit., pág.
210/212.
3. El sujeto pasivo

Por regla general, y conforme el desarrollo hasta aquí realizado, deberíamos


conceder que es sujeto pasivo de este delito el titular del patrimonio afectado, pues es la
persona que sufrió el ataque contra su ámbito patrimonial, el cual se habría visto
perjudicado por el accionar ilícito desplegado por el sujeto activo, o bien -en el caso de
que la conducta se hubiese mantenido en el ámbito de la tentativa- quien padeció el ataque
que puso en serio riesgo la incolumidad de su patrimonio, previamente confiado al
imputado.
Es claro que, en forma indirecta, la maniobra que protagoniza quien comete el
delito de administración desleal puede afectar a terceros, pero sujeto pasivo en el tipo
penal de referencia solo puede ser quien confió su patrimonio al autor. Se ha negado la
calidad de parte querellante a quien, tras haber sido designada como presidente de una
empresa, fue inhibida en sede comercial en razón de los actos que llevó a cabo el imputado
en perjuicio de una tercera compañía pues, si bien resulta damnificada, no es la afectada
directa por las maniobras que se investigaban en ese caso14.
En la práctica pueden darse casos en los que no resulte tan claro definir si la persona
ofendida es, en términos técnicos, sujeto pasivo del delito de defraudación por
administración desleal. Veamos algunos ejemplos de casos complejos.
Casuística:
a- Las sociedades comerciales:
Tal escenario abre la posibilidad de que no sólo una persona humana sea sujeto
pasivo de este delito, pues evidentemente también la persona jurídica puede ser titular del
patrimonio afectado, como ocurre en el caso de las sociedades comerciales. En estos
casos, los accionistas podrían ser considerados como sujetos pasivos, en tanto integran la
composición de la sociedad. Sin embargo, cabe plantearse qué sucedería en el caso de
que el administrador de la compañía sea también accionista de la misma. En este punto,
corresponde detenerse a pensar que el sujeto activo también es, al menos en parte y en
forma indirecta, titular del patrimonio perjudicado. Sería un contrasentido concluir que
podría reunir ambas posiciones (autor y víctima) y por eso, al menos en este campo, la
jurisprudencia ha reconocido como sujetos pasivos a los restantes socios que confiaron la
administración de la empresa al autor.

14 CNCP, Sala I, “Juan, Judith Marcela s/ recurso de casación”, resuelta el 02/08/11.


Así, la CNCC ha reconocido la legitimidad del ejercicio de la acción “ut singuli”
por parte de un socio en contra del otro que ha ejercido actos de fraude en perjuicio del
patrimonio de la persona jurídica de la que participan, pero que esencialmente redundaron
en un detrimento económico para quien promociona la persecución penal15. La solución
asoma razonable si pensamos en determinadas situaciones en las que, atendiendo a la
configuración societaria que se plantea, la persona jurídica carece de la posibilidad de
asumir el rol como querellante en el proceso. Así, más allá del caso precitado en el que la
sociedad se encuentra conformada por dos personas, también se ha reconocido
legitimación activa a los socios minoritarios frente a los actos de defraudación cometidos
por la mayoría o por quienes conforman el Directorio. Se ha resuelto, entonces, que “...
si las conductas por las que se pretende accionar han tenido lugar dentro de una sociedad
comercial cuyos -por entonces- directivos fueron reprochados por la presunta comisión
de un delito de acción pública, de eminente índole económica y con ulteriores
consecuencias patrimoniales respecto de los demás socios, no puede dudarse acerca de
que esas consecuencias afectan particularmente a estos últimos y que, por ende en lo que
a sus derechos concierne, se encuentran correctamente habilitados a ejercer ut singuli la
persecución penal”16.
La CNCP también se ha expedido en el mismo sentido, pues negó la posibilidad
de constituirse en parte querellante a quien denunció a su socio por incurrir en el delito
de evasión tributaria con relación al impuesto a las ganancias sobre la base de que el único
afectado por tal conducta es el fisco. En lo que aquí interesa, para redondear la
fundamentación del fallo se termina afirmando que el derecho del denunciante a
“querellar por las maniobras que pudieron provocarle un perjuicio concreto se encuentra
tutelado y garantizado por revestir la calidad de querellante en la causa en la que se
investiga al imputado por administración fraudulenta, expediente en el que el damnificado
podrá resarcir toda clase de perjuicios.”17.
También fue reconocida la legitimidad como sujeto pasivo al socio minoritario
que denunció por administración desleal al representante legal de una sociedad y su

15 CNCC, Sala VII, causa n° 50.254/13 “Cardín, Fabio Guido”, resuelta el 05/03/15. En el caso,
uno de los dos accionistas de una sociedad anónima fue reconocido como parte querellante en un
caso que se inició con motivo de su denuncia en contra de su socio -que además revestía el cargo
del presidente de la compañía-, a quien se le atribuía la realización de actos que le habrían
determinado un perjuicio patrimonial.
16 CNCC, Sala VII, causa n° 36.489 “Perazzo, Marcela y otros”, resuelta el 14 de mayo de 2009.
17 CFCP, Sala III, causa n° 1063/16 “Levy”, resuelta el 18 de agosto de 2016.
órgano de administración se mantuvo inactivo ante la exposición de los hechos
presuntamente ilícitos.18
Incluso se reconoció como particular afectado y, por ende, como legitimado para
perseguir la acción en calidad de querellante al socio minoritario cuyas acciones aún no
se encontraban debidamente registradas en los libros sociales19.
Esta línea de interpretación de la jurisprudencia, de todas formas, siempre se presenta
como un razonamiento excepcional, pues por principio general debe ser reconocida la
legitimación para querellar al órgano societario encargado de representar a la persona
jurídica.
Las particularidades presentadas, que habitualmente se dan en el campo de las
sociedades comerciales, tienen incidencia procesal pues dependiendo de la postura que
se adopte, algunos socios podrán ser legitimados, o no, a actuar como querellantes o
particulares damnificados en el proceso penal. Esta cuestión, no solo importa
consecuencias prácticas sustanciales en cuanto a las partes del proceso, sino también en
lo estrictamente vinculado en las denominadas “soluciones alternativas al conflicto
penal”, pues institutos tales como el acuerdo conciliatorio implican necesariamente la
determinación precisa de los perjudicados por el hecho delictivo, de manera que la
incidencia llega incluso al ámbito de la continuidad del proceso.
Aún así, no puede dejar de mencionarse que la jurisprudencia más moderna, sobre
todo dictada en los precedentes recientes por la CFCP, ha puesto en crisis la idea de que
únicamente el titular del bien jurídico afectado por el delito investigado pueda ser
reconocido con la capacidad para impulsar el proceso desde el rol activo que le concede
la calidad de querellante. Se sostiene que en determinadas circunstancias el sujeto que ha
soportado un daño efectivo directo, o aun indirecto, por la comisión del hecho ilícito no
coincide con el sujeto pasivo típico, lo que -sin embargo- no puede justificar su exclusión
como posible acusador particular20.

18 CFCP, Sala I, causa n° 72.564/13 “N.N. S/ recurso de casación”, resuelta el 6 de febrero de


2015.
19 CNCP, Sala IV, causa n° 10.166 “Chmea, José y otros s/ recurso de casación”, resuelta el 18

de marzo de 2009.
20 Entre muchas otras, causa nº 15.900, “B., G. M. y otros s/recurso de casación”, reg. nº 923.4,

rta.4/06/2013; causas CFP 12063/2012/1/CFC1, CFP 13345/2012/1/CFC1 y nº


6945/2016/1/CFC1 antes citadas; causa CFP 5400/2013/1/CFC1 “Pretenso Querellante: AFIP
s/legajo de apelación”, reg. nº 361/2015.4, rta.13/03/2015; y causa nº 4171/2016/1/CFC1
“Echegaray, Ricardo Daniel s/recurso de casación”, reg. nº815/17.4, rta. 29/6/17, todas de la Sala
IV de la CFCP.
b- Los cónyuges:
Por otra parte, se ha concluido, con acierto, que las maniobras que realiza un
cónyuge de los bienes que le resultan propios, pero sometidos al régimen ganancial, no
pueden ser objeto del delito de administración desleal, desde el momento en que el
cónyuge no titular de dichos bienes no tiene más que un derecho en expectativa sobre los
mismos una vez disuelta la sociedad conyugal y efectuada la repartición de los bienes.
Desde esa óptica, nada autoriza a sostener que, en vigencia del vínculo matrimonial, el
titular de los bienes pueda realizar alguna acción típica de este delito en perjuicio del otro,
a excepción de que se violen algunas de las normas que expresamente prevé la ley civil
en cuanto al consentimiento que se debe prestar para la realización de determinados actos.
Aquí no pasamos por alto que la supuesta conducta de todas maneras no sería
punible de conformidad con la excusa absolutoria prevista en el artículo 185 del CP
(volveremos sobres esta cuestión en el capítulo XI.2, pues -como se verá- la cuestión
también se encuentra controvertida). Sin embargo, nos encontramos en condiciones de
sostener su atipicidad, por la sencilla razón de que el patrimonio administrado por el autor
no reviste la característica de ajenidad que se exige, de lo que se deduce que no puede
existir un perjuicio para el cónyuge que se agravia21.

21Esta postura fue expresada por la Sala V de la CNCC, en el marco de la causa n° 18.901/18
“Baigorri, Braian Edgardo s/ falta de mérito”, resuelta el 6 de diciembre de 2018, con citas de
C.N.C y C., Sala E, c.E265179, resuelta el 30 de abril de 1999 y C.N.C. y C., Sala B, c. 401043
B, resuelta el 7 de julio de 2004. El caso tenía ciertas particularidades que ameritan una mínima
extensión, en tanto la hipótesis de los acusadores también apuntaba a la posible comisión del
delito de defraudación por circunvención de incapaz. Se sostuvo en la oportunidad “…los
acusadores no han limitado sus agravios a conductas anteriores a la muerte de D. A. M. sino que
han extendido el impulso de la acción penal a hechos que se desarrollarían hasta la actualidad. En
definitiva, se ha denunciado que se mantiene una explotación ilegítima y fraudulentamente
obtenida de bienes de los que las querellantes serían actualmente titulares por derecho hereditario,
mediando incluso intimaciones del administrador judicial designado por el tribunal del proceso
sucesorio. Pero incluso dejando al margen los extremos temporales de una posible administración
fraudulenta, cuya dilucidación deberá ser materia de la investigación en curso, debe tenerse en
cuenta que además de la posible configuración de dicho delito, la querella desde sus primeras
presentaciones y la fiscalía han invocado también la posible adecuación de los hechos a la figura
de la defraudación por circunvención de incapaz (artículo 174, inc. 2º), que no puede de momento
descartarse. En ese caso, no podría discutirse que la pretensión de D. N. y D. G. M. V. sería
admisible a título personal, pues el heredero legítimo o testamentario puede resultar ofendido, aun
cuando al momento de la comisión de los hechos solo tenía un derecho en expectativa (ver en ese
sentido, Sala V, causa N° 35.642/17 “Pirovani”, rta. 17-8-2018 y de esta Sala, causa N° 16.293/19
“F., L. E”, rta. 14-5-2019). En ese sentido, es aplicable al caso la doctrina sentada en el plenario
“Guichandut” (CCC en pleno, plenario N° 19, rta. 9/4/87, LL, 1991-C- 205), en el que se sostuvo
que “el heredero legítimo o testamentario es ‘el otro’ que puede resultar ofendido por el delito de
circunvención de incapaz en razón de la disminución del acervo hereditario que implica el abuso”
(de esta Sala, causa N° 6.925/15 “Á.”, rta. 14-7-2015, entre otras)”.
Estas conclusiones incluso pueden expandirse hasta el momento en que el vínculo
matrimonial comience a visualizarse disuelto, como puede ser la interposición de una
demanda por divorcio.
En un caso en el que un hombre había denunciado que su ex esposa había dado en
alquiler un bien inmueble de la sociedad conyugal sin su consentimiento y sin rendirle
posteriormente cuentas, la Sala 7ª de la CNCC descartó la tipicidad de las conducta
resolviendo que, no habiendo operado aún en sede civil al división de bienes derivada del
divorcio acordado, ambas partes resultaban condóminos de la finca, lo que excluye la
relevancia penal del caso, siendo que los eventuales reclamos patrimoniales por los
cánones locativos percibidos pueden ser reclamados ante el juez que ya interviene en el
proceso de liquidación de la sociedad conyugal22.
Independientemente de lo afirmado respecto de la eventual atipicidad de la conducta con
relación a la figura de la defraudación por administración desleal, es imposible pasar por
alto que, estos supuestos, suelen tener significación normativa por derivar de un caso de
violencia económica, en el supuesto caso de que la víctima resulte ser una mujer.
Así, la situación resultaría relevancia a la luz de las disposiciones contenidas en la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la
Mujer (Convención de Belem Do Pará) 23 y, puntualmente, en el art. 4 de la Ley de
Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres
en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales (ley 26.485), que incluye
en la definición de violencia contras las mujeres, cualquier tipo de menoscabo económico
o patrimonial.
c- Los herederos
La Sala 4ª de la CNCC ha reconocido la viabilidad de la querella de los herederos
por el delito de defraudación por administración desleal que involucraba actos dirigidos
a perjudicar patrimonialmente al causante, los cuales fueron consumados y agotados en
vida de aquél24. También se ha resuelto que, fallecidos los integrantes de un matrimonio
cuyo patrimonio había sido perjudicado mediante supuestos actos de adminsitración

22 CNCC, Sala 7ª, causa 41.067 “Bonfigli, Claudia Nora”, resuelta el 15/06/11.
23 El art. 5 dispone que “Toda mujer podrá ejercer libre y plenamente sus derechos civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales y contará con la total protección de esos derechos
consagrados en los instrumentos regionales e internacionales sobre derechos humanos. Los
Estados Partes reconocen que la violencia contra la mujer impide y anula el ejercicio de esos
derechos”.
24 CNCC, Sala 4ª, causa CCC 11.155/21/8 “Morla, M. E. s/Excepción de falta de acción”.
fraudulenta, sus herederos forzosos adquieren la fascultad de asumir el rol de parte
querellante para perseguir penalmente el caso25.
En un sentido opuesto se ha pronunciado la Sala 7ª del aludido tribunal26.

25 CNCC, Sala 4ª, causa 16.889 “Parera de Arana, S.”, resuelta el 25/10/01.
26 CNCC, Sala 7ª, causa 39387/12, “Orlowski, Alendro”, resuelta el 13/09/13.
4. Las modalidades típicas: del tipo de la infidelidad al tipo del abuso

El texto legal del tipo penal de la defraudación por administración fraudulenta nos
permite entrever dos modalidades comisivas que ameritan ser distinguidas. Coincide la
doctrina nacional y extranjera en afirmar que las conductas típicas a través de las cuales
se puede llevar a cabo el delito en cuestión son el tipo de la infidelidad y el tipo abusivo;
y esta distinción -tal como adelantara- parte de la propia letra de la ley, que diferencia la
posibilidad de que el autor perjudique los intereses confiados, o bien obligue
abusivamente a su titular. Esta dualidad en la forma de concretar el comportamiento
delictivo conlleva a sostener que se trata de un tipo penal mixto alternativo 27. Sobre la
base de tales características, el sujeto activo cometerá el delito investigado si lleva a cabo
una conducta susceptible de ser encuadrada en el tipo de la infidelidad, o bien si
protagoniza un comportamiento que pueda ser asociada al tipo del abuso.
Veamos las dos modalidades bajo las cuales puede concretarse el delito. El abuso
defraudatorio se caracteriza por el hecho de que el sujeto activo se excede de los límites
que le imponen el debido ejercicio del cargo encomendado, comprometiendo así los
intereses confiados más allá de lo que puede resultar tolerable para el sujeto pasivo y en
función del mandato conferido. Esto supone siempre que la extralimitación se materialice
en un negocio jurídico realizado con un tercero, lo que permite sostener (a diferencia de
lo que se verifica en el caso de la infidelidad defraudatoria) que la afectación patrimonial
se da hacia afuera de la relación entre autor y víctima. En otras palabras, el autor se excede
en el mandato que le fue conferido para actuar en representación del patrimonio de otro
y, en ese contexto, lleva a cabo un acto con terceros que redunda en un detrimento de ese
patrimonio por el que debía velar28. Entonces, debe quedar claro que se comete el tipo de
abuso siempre mediante la concreción de un negocio jurídico con un tercero.
En la otra vereda, la infidelidad defraudatoria se manifiesta en la relación interna
entre quien tiene a su cargo el cuidado lo manejo de bienes ajenos y la persona que es
titular de los mismos. El tipo de la infidelidad parte del deber general asumido por el

27 AROCENA, Gustavo y BALCARCE, Fabián, “Defraudaciones”, Hammurabi, Buenos Aires,


2018, pág. 234.
28 CARRERA, Daniel P. “Defraudación por infidelidad o abuso”, Ensayos Jurídicos 11, Editorial

Astrea, Buenos Aires, 1973, pág. 65.


sujeto activo de custodiar, manejar o administrar el patrimonio de otra persona, de manera
que en él quedan comprendidas todas aquellas conductas incompatibles con ese deber
genérico de lealtad 29 . Es una consecuencia lógica de esto último que las conductas
desleales en cuestión podrían involucrar gran cantidad de acciones, difíciles de restringir
dada la amplitud que conllevan los términos normativos utilizados por el legislador. Solo
por citar algunos ejemplos, siguiendo a Daniel Carrera, podemos afirmar que la
destrucción de los bienes confiados, su abandono, su inutilización o incluso su utilización
de forma no regular pueden dar lugar al quiebre de la obligación de lealtad asumida para
con el patrimonio ajeno30.
Se discute si entre estos tipos se verifica una relación de género a especie. Me
permito afirmar la idea de que sí se da ese tipo de relación, en el sentido de que cualquier
acto abusivo entraña un necesario desapego a la fidelidad debida31.
Cualquiera de las dos modalidades delictivas supone, además, que el sujeto actúe
violando los deberes que surgen, según el caso, de la ley, la autoridad o el acto jurídico.
Se trata de un componente normativo que conlleva la necesidad de realizar una
interpretación jurídica sobre las obligaciones que tenía el autor para con el patrimonio del
tercero, para así determinar si, en el caso concreto, existió un apartamiento de los deberes
asumidos. Una vez más, y desde otra óptica, vemos la importancia de analizar lo
“relacional” de esta figura delictiva.

29 RIGHI, Esteban “Delito de administración fraudulenta”, ob. cit.


30 CARRERA, ob. cit., pág. 73.
31 Esta postura es compartida, entre otros, por Javier De Luca (“Una abreviada absolución por

administración fraudulenta”, La Ley 2000-E, 304 (comentario a al fallo del TOCC 7 de la Capital
Federal del 22/12/99, “S., L.E.”).
5. La posibilidad de cometer el delito mediante una omisión

Prácticamente no existe discusión acerca de que la defraudación por


administración desleal no solo puede ser cometida mediante un comportamiento
comisivo, sino también por omisión. Sobre esta conclusión gravita de manera especial el
hecho de que la redacción del tipo penal habla concretamente de que la relación que surge
entre el autor y el sujeto pasivo revela, a su vez, la conformación en el primero de una
posición de garante; el autor es responsable de evitar que el patrimonio confiado sufra un
perjuicio32.
Desde esa perspectiva, queda claro que el no cumplimiento de alguna de las
obligaciones propias de su cargo, que trae aparejado un menoscabo patrimonial, puede
dar lugar a una acusación por el delito bajo estudio, sin que pueda existir un
cuestionamiento al principio de legalidad, como el que deben enfrentar las imputaciones
que se dirigen bajo las modalidades delictivas de comisión por omisión33. Es que nos
encontramos frente a un delito que, al implicar siempre una violación de deberes
previamente asumidos, puede ser definido como de omisión impropia34; se espera que el
autor se comporte de manera diligente y leal, llevando a cabo todas las acciones que
implican la conservación y buena gestión del patrimonio ajeno que le fue confiado. Una
omisión de concretar tales acciones que luego produce un perjuicio patrimonial, en
consecuencia, satisface las exigencias del tipo objetivo.
En esa línea, vale traer a referencia uno de los casos más resonantes de la justicia
federal de los últimos años, como lo es aquel que se inició con motivo el descarrilamiento
de una formación de tren en la estación Once de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires35.
En ese proceso, se sostuvo la responsabilidad de funcionarios nacionales en orden al

32 Desde ya que esta afirmación no se extiende a cualquier límite. El sujeto activo se encuentra
enmarcado en una posición de garante que tiene un alcance determinado por los deberes
inherentes a la función que le fue encomendada y no puede ser responsable de cualquier situación
económica o financiera que ponga en riesgo el patrimonio cuyo cuidado le fue confiado. El modo
en que opera el mercado, sus distintas fluctuaciones y las constantes crisis coyunturales que
pueden presentarse difícilmente puedan ser evitadas aún por un administrador diligente y leal.
33 Una mirada aguda sobre la inconstitucionalidad de estos tipos penales, a los que denominan

delitos de omisión impropia no escrita, puede leerse en Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia Alejandro
y Slokar Alejandro “Derecho Penal Parte General”, segunda edición, Ediar, Buenos Aires, 2002,
págs. 577/582.
34 Aboso, “El delito de defraudación…”, ob. cit., pág. 107.
35 El caso conocido públicamente como “Tragedia de Once” ocurrió el 22 de febrero de 2012

cuando una formación de la línea de ferrocarriles Sarmiento colisionó y dejó un saldo de 52


personas fallecidas, entre muchos más heridos.
delito de administración infiel en perjuicio de la administración pública, al no haber
cumplido con los controles debidos respecto del contrato de concesión de la ex línea Roca
de ferrocarriles. También se consideró como autores del delito de defraudación por
administración infiel a las autoridades de la empresa concesionaria que omitieron llevar
a cabo tareas de mantenimiento sobre el material rodante entregado en administración por
el Estado Nacional36.
La coautoría por omisión también es posible. Aboso nos entrega un claro ejemplo
que confirma esta posibilidad: un grupo de administradores de una empresa del rubro
alimenticio deciden, dolosamente, no llevar a cabo las medidas indicadas para evitar que
la mercadería producida se descomponga37.

36 TOF n° 2, causa CFP 1188/13, resuelta el 29 de diciembre de 2015.


37 Aboso, “El delito de defraudación…”, ob. cit., pág. 109.
6. El perjuicio patrimonial

Tal como lo exige la norma, la conducta del agente debe ocasionar un perjuicio
para el patrimonio del sujeto pasivo y éste debe ser entendido como cualquier detrimento
económico. La nota distintiva es que la disminución patrimonial se debe vincular con la
conducta del sujeto activo violatoria de los deberes asumidos como consecuencia de la
relación jurídica que lo vincula con el titular del patrimonio administrado. Esto lleva a
descartar la comisión de este delito cuando el autor consigue perjudicar el patrimonio de
la víctima como consecuencia de un accionar que no guarda relación con los deberes que
se derivan de la confianza en él depositada.
De la misma manera es claro que tiene que existir una identidad entre el bien que
padece el menoscabo económico y el bien cuyo cuidado, manejo o administración fue
encomendado al autor.
Se propone, para entender el alcance de las afirmaciones efectuadas en el párrafo
anterior, imaginar el caso de un empresario, dueño de distintas compañías, que
encomienda a una persona la administración de las cuentas de una de las compañías que
componen su grupo económico, la cual aquí denominaríamos como “A”. La persona
designada para cumplir tal tarea, aprovechando el conocimiento e información a la que
accede por el cargo que detenta dentro de la empresa “A”, logra concretar una maniobra
que termina desviando capital de otra de las empresas del grupo en provecho propio (la
compañía “B”), lo que le determina un beneficio económico a todas luces indebido. El
interrogante que subyace es si la conducta examinada puede ser englobada dentro del
conjunto de comportamientos a los que alude el tipo penal de la defraudación por
administración desleal. Entendemos que la respuesta se decanta indudablemente por la
negativa. El autor, si bien actúa en clara deslealtad con el empresario que lo ha contratado,
no ha cometido una violación a los deberes inherentes al cargo que ocupa dentro de la
firma “A” y tampoco ha generado un perjuicio patrimonial para esta última. Desde esa
perspectiva, el menoscabo que recibe el patrimonio del empresario deberá ser analizado
a la luz de alguno de los restantes tipos penales que tutelan el patrimonio, pero no podría
ser considerado como una administración infiel.
En un caso en el que un gerente de recursos humanos de una empresa fue
despedido bajo la imputación de haberse apoderado de “información confidencial” de la
compañía (específicamente archivos del programa informático Excel que contenían
información vinculada a la nómina de empleados de la empresa y los aumentos de sueldo
otorgados), para lo cual había enviado tales datos desde su casilla de correo electrónico
laboral hacia otra de uso personal, los integrantes de la Sala 4 de la CNCC descartaron la
comisión del delito de defraudación por administración fraudulenta al no haberse
comprobado un menoscabo al derecho de propiedad de la compañía que contrató al
acusado, puesto que el accionar atribuido no importó una disminución de su patrimonio38
Si bien una de las características esenciales de la figura analizada es que el
patrimonio sobre el que recae el perjuicio sea ajeno, no se descarta la comisión del delito
cuando el sujeto activo es parcialmente titular del mismo, como podría ser el caso de
quien administra un bien inmueble del que resulta cotitular, relación de condominio
mediante, con la víctima39.
Lo propio se puede concluir entre los cotitulares de una cuenta bancaria, caso
sobre el que se ha expedido la Cámara de Apelaciones de Mercedes, al resolver que “debe
admitirse la hipótesis abstracta de que la propiedad de uno de los titulares de una cuenta
que gira bajo firma indistinta resulte lesionada por actos dispositivos realizados por otro
u otros titulares. Y en caso que en esta lesión se intercale un quebrantamiento del deber
de fidelidad, el hecho puede configurar el tipo aprehendido por el artículo 173 inc. 7° del
código penal”40.
Proponemos repasar algunos casos que pueden resultar de difícil resolución y que,
de alguna manera u otra, se encuentran vinculados con el resultado perjudicial que exige
la configuración normativa del delito de defraudación por administración desleal. Por
supuesto que aquí podríamos también traer a juego los casos examinados al momento de
tratar el bien jurídico del delito de la defraudación administración desleal (capítulo IV.2),
porque las temáticas allí tratadas pueden replicadas también en este punto para contribuir
a determinar si, en determinado caso concreto, existió un perjuicio patrimonial en el

38 CNCC, Sala 4, causa n° 76.399/2014, “J., D. M. s/desestimación”, resuelta el 15/5/2015.


39 CNCC, Sala 4, causa 41.903, “Messinese, Edmundo”, resuelta el 25/06/92. Se sostuvo,
concretamente, que “Configura el delito de administración fraudulenta la conducta de los
imputados que, en su calidad de condóminos en un cincuenta por ciento de un inmueble, lo
arrendaron a un tercero percibiendo y distribuyendo entre ellos los alquileres abonados, sin dar
cuenta del hecho al resto de los copropietarios, pues si bien el condómino sin mandato puede
realizar actos en beneficio de la sociedad (art. 2709 del C.C.) sus obligaciones al asumir la
administración de un negocio parcialmente ajeno era la de rendir cuentas de su gestión, no siendo
justificable el ocultamiento de los ingresos por alquileres, aun cuando hayan asumido erogaciones
como expensas y mejoras edilicias, pues la conducta del administrador infiel es criminosa aunque
no abarque la totalidad de la gestión, bastando la comisión de actos dolosos aislados.”
40 Sala 2ª de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal del Departamento Judicial de

Mercedes de la Provincia de Buenos Aires, causa 2390 “Dillon, Guillermo Tomás s/ defraudación
por administración fraudulenta”, resuelta el 28/04/17.
sentido que exige el tipo objetivo.
a- Acciones que impiden ganar más:
En algunas variantes, la relación contractual que vincula al autor con el titular del
patrimonio administrado implica que aquél deba realizar acciones dirigidas, no solo a
conservar los bienes, sino también a incrementarlo acorde a lo que se espera de las normas
propias de cada mercado. En ese supuesto, si quien tiene a su cargo ese rol omite llevar a
cabo las medidas dirigidas a incrementar el patrimonio en el sentido que indican las
buenas prácticas mercantiles y omite llevar a cabo tales conductas con el propósito de
generar un daño para el titular del patrimonio, la conducta será típica de defraudación por
administración desleal. A modo de ejemplo podríamos pensar en una persona a quien se
le encomienda conservar los fondos depositados en una caja de ahorros en pesos. Si, ante
los niveles de inflación actual que aquejan a la economía argentina, el sujeto activo no
propone medidas de inversión segura para obtener tasas de rendimiento que permitan
conservar el valor del dinero, podríamos estar frente a un caso de administración infiel si
pudiera probarse también la existencia del elemento subjetivo adicional que requiere la
tipicidad dolosa; en este caso, el propósito de hacer daño. Al cabo de la gestión del autor,
el dinero habría conservado su valor nominal, pero su valor real habría disminuido, pues
no se emprendieron medidas dirigidas a enfrentar la depreciación de la moneda.
b- Acciones que impiden obtener mejores condiciones para el patrimonio
administrado:
La CNCCF ha concluido que se configura el perjuicio económico necesario que
requiere el delito de defraudación por administración desleal (en el caso, la figura
agravada cometida contra una administración pública) con la conducta del encargado de
administrar fondos públicos que omite cumplir con los deberes inherentes a su posición
y no respeta la obligación de llamar a licitación pública, privando así a la administración
pública de obtener mejores condiciones y/o precios en función de la lógica propia de la
convocatoria a distintos oferentes41.
c- Operaciones de riesgo:
Determinadas operaciones que realiza quien administra un patrimonio ajeno pueden
considerarse riesgosas y, de ocasionar un perjuicio patrimonial, corresponde determinar
si constituyen una conducta típica de defraudación por administración desleal. Estos casos

41CNCCF, Sala I, causa 39.066 "Onofre Lotto, Antonio y otros...", resuelta el 06/02/07 (Se citó
causa n° 23.636, "Sampaulise, J. O." del 22/12/92).
presentan dificultades, pero podemos utilizar una serie de baremos para intentar abordar
con éxito la gran mayoría de los casos.
Lo que primero deberíamos establecer es cuáles son los límites de la actuación del
autor; es decir, hasta dónde llega su ámbito de intervención respecto de las decisiones a
tomar respecto del patrimonio que le ha sido confiado. Si la operación de riesgo que ha
resultado mal se encontraba por fuera de esos límites, tendremos un primer indicio de
ilicitud.
En una segunda fase, corresponde evaluar si el sujeto activo ha tenido autorización
o permisos especiales del titular del patrimonio para actuar de la manera en la que lo hizo,
en cuyo caso los límites de su actuación se habrían actualizado (en un sentido expansivo),
lo que impide sostener que la operación sea consecuencia de una actuación extralimitada
o no deseada por el administrado. Si la operación realizada no contó con un permiso
especial, habremos conseguido un segundo indicio de tipicidad.
Las primeras dificultades afloran cuando nos aproximamos a la inmensa mayoría
de los casos, pues en la práctica, las fuentes de la que surge la relación que vincula al
sujeto activo con el patrimonio confiado suelen ser amplias y generales, lo que dificulta
conocer si determinada operación se encontraba, o no, dentro de los límites funcionales,
lo que se complejiza aún más en los casos de los administradores, por la extensión del
mandato. Righi 42 , siguiendo a Bernd Schunemann, plantea la posibilidad de acordar
algunos baremos adicionales sobre la base de los cuales podamos establecer cuándo las
operaciones de riesgo ingresan en el campo del perjuicio patrimonial y, en consecuencia,
adquieren sentido delictivo como parte integrante de una administración desleal. Desde
esa óptica, propone realizar una comparación que contemple tres parámetros: la pérdida
económica que generó el negocio (por ej. el monto de dinero invertido), el producto que
se espera como ganancia y el grado de probabilidad de obtener dicha ganancia. Esta
cuenta nos permitiría, al menos indicativamente, sostener si el riesgo derivado de la
operación es lo suficientemente elevado como para sostener la existencia de un perjuicio
patrimonial. Como resultado de este análisis, también podría extraerse que el volumen
del negocio especulativo es demasiado elevado (no proporcional) para el volumen total
del patrimonio administrado, escenario que también podría llevar a sostener la existencia
de un perjuicio.
El punto de dificultad máxima en el análisis queda expuesto con la exigencia típica

42 RIGHI, Esteban, “El delito de administración fraudulenta”, ob. cit., pág. 134.
del fin de procurar para sí o para un tercero un lucro indebido o para causar daño. Solo
si se encuentra presente este componente, la operación riesgosa que ha provocado un
detrimento patrimonial confirmará la existencia de un hecho delictivo en el sentido que
prevé el art. 173.7 del CP. Es por eso que toda la línea de antecedentes de la jurisprudencia
alemana que ha trabajado la cuestión relacionada con esta temática debe ser examinada
con la premisa de que el art. 266 del StGB no exige para la configuración normativa ese
fin especial presente en el mencionado art. 173.7 del CP.
En un fallo dictado por la CSJ de Santa Fe 43 se tuvieron en cuenta como
indicadores de administración fraudulenta y superadores del riesgo propio de la actividad
financiera a las operaciones preferenciales con directivos o personas vinculadas, los
manejos respecto de las tasas de interés para beneficiarse lucrando con las diferencias en
la operatoria financiera, la transgresión a los límites de endeudamiento, la no
diversificación de deudores o el otorgamiento de crédito a deudores insolventes.
En otro caso, la Sala I de la CFP resolvió que resultaban típicas del delito de
administración fraudulenta agravada por haberse cometido en perjuicio de una
administración pública las acciones emprendidas por los directores de Argentina
Televisora Color (ATC S.A.) que, quebrantando el deber de fidelidad impuesto por el
artículo 59 de la ley de sociedades, obligaron a la compañía en forma abusiva con la
implementación de proyectos perjudiciales. Lo interesante del fallo es que considera la
situación crítica económica y financiera por la que atravesaba la empresa, la que
demandaba de parte de sus administradores “el más estricto apego a su deber de
diligencia. y aún cuando la propia estructura societaria -que haga que resulte deficitaria o
poco rentable, (N. del R. finalidades públicas) no exime a sus directores del cumplimiento
de dicho deber, en todo caso, éste habrá de traducirse en la adopción de medidas dirigidas
a minimizar el impacto de tal circunstancia, mas no en la asunción de riesgos que ya en
condiciones normales resultaban excesivos, en absoluta contradicción con las
obligaciones del cargo y en el marco de un colosal desorden administrativo”44.
d- La cuestión vinculada a la devolución del perjuicio
La devolución del perjuicio patrimonial que pudiera haber provocado la conducta
del autor no lo exime de haber llevado a cabo una conducta típica, antijurídica y culpable,

43 CSJ de Santa Fe, causa 438/03 “Riutor, Oscar Alberto y otros s/ administración fraudulenta”
(registro 18913/12), resuelta el 11 de mayo de 2005.
44 CNCCF, Sala II, causa 23.854 "Inc. de apel. en autos Administradores A.T.C....", resuelta el

12/06/06.
aunque, eventualmente, y dependiendo del momento en el que se produce tal devolución,
podría no resultar merecedor de una sanción penal.
En un caso resuelto por la Sala 4ª de la CNCC45, la defensa del acusado formuló
un planteo de atipicidad anclado en que no se había producido el perjuicio patrimonial
que exige la letra de la ley por la sencilla razón de que su cliente había reintegrado las
sumas de dinero desviadas en provecho propio. El argumento fue desechado al entender
la Sala que la satisfacción de los perjuicios civiles no necesariamente descarga la tipicidad
penal. Se indició, además que el imputado devolvió el dinero tras haber sido descubierto
por los damnificados, quienes además le reclamaban los saldos La conducta asumida por
el encartado a posteriori de ser desenmascarado por sus víctimas y ante el reclamo
monetario de éstas tampoco podía asociarse a un desistimiento voluntario en los términos
previstos en el art. 43 del CP46.
e- El riesgo para el patrimonio como perjuicio típicamente relevante
Un caso paradigmático para el delito previsto en el art. 173.7 del CP es el resuelto
por la Sala III de la CNCP conocido como “Constantini, Adriana s/ recurso de
casación”47, en tantos los hechos que allí se discutieron transitan por distintos elementos
del delito de administración desleal que resultan problemáticos. Volveremos, entonces,
sobre este caso al examinar la cuestión del consentimiento (en el punto 6 de este mismo
capítulo), pero aquí proponemos detenernos especialmente en una cuestión que se trató
vinculada con el perjuicio patrimonial derivado de los hechos investigados. Se atribuía a
parte de los socios de una sociedad anónima haber llevado una contabilidad paralela con
el aparente propósito de impedirle al fisco una correcta recaudación impositiva, lo que de
por sí no implica una afectación patrimonial para el restante socio que en el caso realizó
la denuncia penal. Sin embargo, es cierto que una contabilidad desprolija y alejada de los
números reales de la sociedad podría, eventualmente, provocar la pérdida de créditos o
exponer a la empresa a que terceros intenten hacer valer créditos inexistentes.
Sobre esta cuestión afirma Rojas Aguirre 48 al comentar el fallo, que el primer
grupo de riesgos (los vinculados a que la víctima pueda perder la posibilidad de hacer

45 CNCC, Sala 4, causa 17.867, “Warter Goldhaker, Carlos y otro”, resuelta el 07/08/02. Se citó
CSJN., Fallos 320:1930, "Racing Club", rta: 25/9/97.
46 El autor de tentativa no estará sujeto a pena cuando desistiere voluntariamente del delito.
47 CNCP, Sala III, causa “Constantini, Adriana y otros s/ recurso de casación” (reg. 287/05),

resuelta el 25/04/05.
48 ROJAS AGUIRRE, Luis Emilio, “Administración desleal y consentimiento”, en Revista

“Jurisprudencia de Casación Penal”, dirigida por Patricia S. Ziffer, Hammurabi, Buenos Aires,
2011, págs. 20/23.
valer los créditos) podrían ser considerados como riesgos serios contra el patrimonio que
eventualmente podrían derivar en la existencia de una conducta típica del delito de
administración infiel. En cambio, el segundo grupo (relacionado a la exposición de la
sociedad a la conducta de terceros que pretendan hacer valer créditos inexistentes) en
rigor sería obra del accionar delictivo de personas ajenas a la empresa, que pretenden
capitalizar esa contabilidad desordenada en su propio beneficio.
Algo sobre lo que no puntualizó Rojas Aguirre consiste en los riesgos a los que
los imputados expusieron a la sociedad, particularmente las sanciones, procesos judiciales
y, en definitiva, perjuicios económicos que podrían surgir si los organismos de control y
de recaudación de impuestos descubrieran la contabilidad paralela desarrollada. Es decir,
exponer a la persona jurídica a un escenario contrario a la ley y las normas que regulan
su actividad, ¿puede constituir el perjuicio patrimonial al que hace referencia el art- 173.7
del CP? Righi realiza un examen de la cuestión anclado en el estudio de un caso de la
jurisprudencia alemana vinculado al pago de sobornos en la Bundesliga. Afirma que la
respuesta al interrogante planteado se decantaría por la negativa. En primer lugar, porque,
al perseguir como norte de tutela los perjuicios patrimoniales, la inmoralidad de las
acciones realizadas no resulta un factor determinante y más cuando las acciones de
soborno terminan, justamente, redundando en un beneficio económico para el titular del
patrimonio. En segundo lugar, como las sanciones económicas que puedan eventualmente
afectar a la sociedad no son una consecuencia inmediata del negocio, tampoco cabe
atribuirle a este último el perjuicio patrimonial que tales sanciones traen aparejado49.

RIGHI, Esteban “Delito de administración fraudulenta”, ob. cit., págs.118/119. Con cita de
49

BGH, NJW, 1975, pág. 1234 y ss.

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