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DWTD Yoonmin

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Sumario

Es 1967 y JiMin está harto de ser aquel chiquillo religioso el cual todos
molestan.

Ya cansado de Dios fingiendo no oírle, decide tomar otras riendas a


escondidas. ¿Qué tan mal podría irle si recurriera al Diablo?

¿Qué tan rápido le oiría éste? Es la hora de guardar la biblia y encender las
velas rojas

....

ADVERTENCIAS

Esta historia es una adaptación de la novela Larry con el mismo nombre.


(La pueden encontrar en físico)

Cuento con el pleno derecho de adaptar la novela al Yoonmin.

Gracias a : BooDarkness ♥️ 🤧 por permitirme adaptar su historia piciosa♥️


La novela va de temas religiosos, demonios, muerte y +18. (SI ERES
SENSIBLE ANTE ESTOS TEMAS, POR FAVOR NO LEAS) pero si
estás curiosa, adelante sigue, pero NO denuncien la historia si ya luego no
les gusta.

Recuerden que es una ADAPTACIÓN y no soy dueña de la historia, no


cambiaré nada más que nombres!!
ESTA VERSION ES LA VERSION VIEJA, SI GUSTAN LEER LA
NUEVA VERSION, PUEDEN IR AL PERFIL DE LA AUTORA
ORIGINAL.

Ya están advertidos, no hay vuelta atrás.

Nos veremos en el mas allá~ 🔥


...

🔥
No se olviden de votar y comentar, espero que la disfruten así como yo
cuando la leí

Gracias Maria Elizabeth por la belleza de portada♥️ ✨🔥😏


Gracias por quedarse aquí.

Besos de fuego 😗🔥.


Las quiere, MinMin💜
Índice

Índice:

Prólogo I/II: El violinista del infierno.

Prólogo III

I: Invocación.

II: Dios te bendiga.

III: Mal Personificado.

IV: Niño Favorito.

V: Ataque al Corazón.

VI: Catastri.

VII: Lengua Afilada.

VIII: Danza del Diablo.

IX: Intercambio de almas.

X: Amar al diablo.

XI: Halloween.

XII: Confesiones a media noche.

XIII: Fuego Ínterior.


XIV: Príncipe del inframundo.

XV: Puro pero culpable.

XVI: Rompe Corazones.

XVII: La hora de mi muerte.

XVIII: Camino al descanso.

XIX: Hogar, agridulce hogar.

XX: La promesa del Diablo.

XXI: Sueño Lúcido.

XXII: Abandono.

XXIII: Que empiece el show.

XXIV: Nuevo comienzo.

XXV: Vacío.

XXVI: Confesión con el diablo.

XXVII: Ojo por ojo.

XXVIII: Consecuencias Infernales.

XXIX: La nueva y última.

XXX: El Ángel de la muerte.

Epílogo I/II

Epílogo II/II
Prólogo I/II

Giuseppe Tartani nació el 8 de abril de 1692, y murió el 26 de febrero de


1770. Era un músico, violinista, compositor de piezas que lograban cautivar
a cualquier persona que fuese digna de oírlas. Absolutamente nadie podría
llegar a su nivel, y más aún más con la pieza que el consideraba su mejor
trabajo musical: "La sonata del Diablo".

Muchos admiran aquella pieza, otros simplemente no querían oír sobre ella,
y los pocos que sabían la verdadera historia le temían de por vida. ¿Cómo
no hacerlo?

El astrónomo francés llamado Jérôme Lalande había dejado registrado en su


libro "Voyage d'un François" el supuesto encuentro que tuvo Giuseppe
con el diablo. Éste último dijo:

"Una noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el Diablo y
estaba a mis órdenes. Todo me salía maravillosamente bien; todos mis
deseos eran anticipados y satisfechos con creces por mi nuevo sirviente.
Ocurrió que, en un momento dado, le dí mi violín y lo desafíe a que tocara
para mí alguna pieza romántica.
Mi asombro fue enorme cuando lo escuché tocar, con gran bravura e
inteligencia, una sonata tan singular y romántica como nunca antes había
oído. Tal fue mi maravilla, éxtasis y deleite que quedé pasmado y una
violenta emoción me despertó. Inmediatamente tomé mi violín deseando
recordar al menos una parte de lo que había escuchado, pero fue en vano.
La sonata que compuse entonces es, por lejos, la mejor que he escrito y aún
la llamo "La sonata del Diablo", pero resultó tan inferior a lo que había
oído en el sueño que me hubiera gustado romper mi violín en pedazos y
abandonar la música para siempre..."
Dos años después Giuseppe murió de gangrena, y las personas que velaban
a su alrededor juraron oír una leve y apenas audible melodía. Era aquella
sonata que había llevado al violinista a la cima, sólo que se oía mucho mss
perfecta tanto que los mundanos temían moverse y dejar de presenciar
aquella obra de arte.

No porque vivas años significa que el diablo se olvidará de tu alma. No, no.

Ahora Giuseppe ha sido condenado a tocar aquella sonata por siempre, con
la sangre de las yemas de sus dedos manchando las suaves y finas cuerdas
del precioso instrumento, el cual ardía en llamas mientras la melodía hacía
eco en el infierno.

....

No se olvide de dejar su voto y comentario gracias^^

MinMin. 💜
Prólogo II/III

1957 Un infante de unos seis años de edad jugaba tranquilamente a


perseguir las hojas que el viento se llevaba, jamás yéndose tan lejos ya que
no se lo permitían. No era su hogar como para poder irse a lo largo de su
patio, o correr fingiendo ser un avión por su gran comedor. No, al menos no
hasta un mes. Estaban con su padre, madre y hermana mayor en una cabaña
en el campo que habían comprado sus tíos especialmente para pasar la
navidad en familia.

Todos tenían aquella buena costumbre de reunirse los días festivos, incluso
llevándose terriblemente, la religión provocaba que los lazos continuarán
resistentes, aún si no estaban de acuerdo. Mientras el niño continuaba
persiguiendo las hojas con sus cortas y pálidas piernitas, también intentaba
que uno de sus tirantes no se deslizara por su hombro. No quería a su madre
regañándolo y diciéndole que no lo dejaría jugar más por estar hecho un
desastre.

Sus pasos se detuvieron de golpe ante un ruido que provino de lo profundo


del bosque que se encontraba a unos centímetros del patio en donde él está.
El pequeño JiMin observa a su alrededor con una expresión confundida y
sus colmillitos mordiendo su labio inferior. ¿Qué fue eso? Un nuevo sonido
vuelve a hacerse presente: pisadas sobre las hojas que caen de los viejos y
altos árboles, y le parece ver a alguien estar escondido detrás del tronco de
uno. El ceño del infante se frunció.

—¿Hola? —preguntó con voz curiosa e infantil. —¿Hay alguien allí?

Luego de aquella pregunta se sobresalta un poco al notar como una gran y


pálida mano con muchos anillos de oro se presenta, apoyándose sobre el
tronco, en un lugar visible para el pequeño. Decidió armarse de valor
mientras forma puños con sus pequeñas manos, dando dos pasos hacia
adelante, pero volviendo a retroceder al notar la mano ajena reafirmar el
agarre en el tronco.

—¡No me estás asustando para nada! —intenta ser valiente a pesar de sus
ojos llenándose de lágrimas lentamente y su voz temblequeando.

—¡Ni un poquito, así bien chiquito me asustas! Oh. —rápidamente se


retracta al ver que la mano vuelve a esconderse detrás del tronco. ¡Se ha
asustado!

Es una persona muy curiosa, pero mientras aferra sus manitas a su pecho y
oye los acelerados latidos de su corazón, no está realmente seguro si debería
avanzar o retroceder.

—Lo siento. ¿Yo te asusté? —da un pequeño paso, viendo la mano volver,
pero sólo un poco. —Yo no quise. ¿Eres tímido? No te procures, yo soy
ami-amigable. —dice en voz alta el niño con toda la inocencia del mundo,
aún un poquito asustado.

Pues claro: él no tiene idea de que su futuro se oculta allí detrás. Mordiendo
su labio inferior de manera insegura se acerca a pequeños pasos, pero antes
de llegar al tronco sus padres lo llaman y sólo alcanza a ver una figura alta
en las sombras, y un rostro literalmente borroso. Aterrado a más no poder,
simplemente giró sobre sus talones y corrió sin mirar atrás hasta estar
dentro de la casa, según él: a salvo. Y no vuelve a salir, ni siquiera quiere
ver los copitos caer del precioso cielo por la ventana, incluso si todos sus
primos están fuera, jugando en la nieve.

No quiere saber nada más del exterior, y tampoco quiere volver a estar solo.
Aunque últimamente se siente muy observado.

Muy.
Prólogo III/III

1967 || Tiempo después de la invocación ||

Los alumnos del instituto corrían felizmente por el patio con césped y
trozos de nieve, los cuales usaban para tirarse entre ellos. Yo podría ser uno
de esos niños, pensó JiMin, pero aquel pensamiento fue olvidado con
facilidad, dejándolo nuevamente sumergido en aquella burbuja gris en la
que se encontraba.

Literalmente, era como uno de esos dibujos en los cuales había una nube
gris con lluvia sobre la cabeza de la persona. Había sol, JiMin lo sabía, pero
veía todo mucho más oscuro. Todo lo era desde... Su sangre se heló en
cuanto pudo sentir un suspiro en uno de sus oídos. No estaba seguro del
porqué le asustaba tanto, ya estaba completamente acostumbrado a tenerlo
detrás suyo.

Mira, mira, mira, mira. La cabeza del de rizos se giró hacia un grupo de
adolescentes, como si alguien hubiese controlado sus movimientos. Lo que
él le hizo ver fue como aquellas personas arrojaban rocas en vez de copos
de nieve a pobres alumnos mucho más pequeños, del mismo tamaño que él.
¿No te es tentador arrojar una enorme roca en dirección a sus estúpidas
cabezas? Sí... eso suena tan bien. Suena excelente, podría hacerlo ahora
mismo e irme. Podría... No. No.

Una risa comienza a resonar por el lugar, y no es nada parecida a la de los


lindos niños con vidas felices. JiMin rápidamente se pone de pie y
comienza a caminar en dirección a la salida de forma apresurada.
Incluso escapando de la situación, sabe que no puede escapar de él al sentir
las pisadas en sus talones. Jamás podrá escapar de su sombra, ni siquiera
muerto. Y últimamente dudaba mucho de querer hacerlo.
Ya el aire fresco chocando contra su rostro al salir no se siente nada bien,
parece haber una especie de niebla donde sea que viese, y su oído no ha
dejado de pitar. Se está volviendo loco, se está muriendo lentamente y no
sabe si hay alguna manera de sentirse bien teniéndolo a su lado.
Es como el malestar, incluso su presencia, literalmente, provoca rechazo.
¿Por qué se siente tan conectado a él? ¿Por qué siente que no quiere volver
a como era antes?

¿Qué está mal en su cabeza? Cuando menos se da cuenta ha llegado a su


casa, tiene los ojos desbordando de lagrimas y no duda en apoyarse contra
la puerta principal, tapar su rostro y echarse a llorar. Lo único que se ha
pasado haciendo últimamente es llorar, y no suele aliviarlo como
anteriormente lo hacía. Todo ha cambiado.

Siente una presencia al frente y unas manos más grandes que las suyas
apartando estás últimas. La figura de Yoongi está frente a él, el toque de
aquella mano sosteniendo su mentón arde levemente, pero lo ignora debido
a que siente como su corazón late más deprisa y el color le vuelve un poco a
la cara.

—Lo que menos quiero en éste basurero es que mi niño favorito llore. —
susurró con calma, aunque no lucía para nada así.

Tenía los ojos más abiertos de lo normal, de un leve color bordó. Enojado,
estaba enojado. Y cuando el diablo se enoja... ... Nada bueno puede ocurrir.

—Lo siento. —rápidamente dice JiMin, sorbiendo su nariz y permitiendo


que el rey del inframundo le limpie las mejillas lenta y delicadamente.

Es increíble como la persona más dañina del mundo puede hacerle sentir
más cuidado y seguro que nunca. —¿Fue por lo que metí en tu cabeza? ¿Lo
de aquellos niños? —acercó sus labios a la mojada mejilla del menor y dejó
un suave beso.

Nuevamente su toque ardió.

—Se lo merecían, soy el karma de los idiotas, JiMin. Debes entenderlo. —


Sí, lo entiendo.
Se alejó un poco y quedó bastante cerca de los rojizos y gruesos labios del
rizado, casi los rozaba. JiMin podía sentir como se le iba el alma poco a
poco.

—...Creo que es hora de una ducha, niño favorito. —susurra, sonriendo –


para sorpresa del menor– de lado al alejarse. Ya se ha acostumbrado a que
le llame de esa forma, pero nunca ha podido dejar de sonrojarse como la
primera vez.

Luego de que JiMin asiente, el arcángel se hace a un lado y el mundano se


encamina hacia la puerta del sótano, dispuesto a bajar los escalones. Un
leve mareo provoca que todo se vuelva más borroso. Una melodía comienza
a sonar, gritos y lamentos le dan jaqueca antes de tambalearse y caer,
golpeando fuertemente su cabeza y dejándolo en plena oscuridad.

Al fin.

....

NO SE OLVIDEN DE DEJAR SU VOTO Y COMENTARIO.

RECUERDEN QUE ESTA ES LA PRIMERA VERSION DEL LIBRO,


POR CUESTION DE TIEMPO NO PODRE SUBIR LA ACTUAL
VERSION.
I

Dominique-nique-nique era, simplemente, un pobre caminante que iba


cantando. En todos los caminos, en todas partes, sólo hablaba del buen
Dios. Sólo hablaba del buen Dios. Cierto día, un hereje le arrojó a unas
zarzas pero nuestro Padre Dominique le convirtió con su alegría.

La francesa y religiosa melodía resonaba en el comedor de aquella enorme


y protegida casa.
Estaba tan fuerte y se había repetido tantas veces que incluso era bastante
pegadiza. Park Eunji y Park Hyunah lavaban los platos entre pequeños
tarareos algo desafinados, Park Seung bendecía el hogar entre murmullos
bajos, y a cualquiera le sorprendería saber que todos los días era lo mismo.
Misma rutina, misma protección de Dios, pero diferente bando.

Pues Park JiMin, el menor no tan menor de la casa, se encontraba encerrado


en su habitación del sótano, y mientras todos creían que estaba estudiando
o, tal vez, orando y repasando la biblia, en realidad se encontraba en el baño
de su habitación, con la tina llena de agua caliente, cuatro velas encendidas
a su alrededor y a oscuras. Completamente.

Él se encontraba semi desnudo, con su pequeño y corto cuerpo dentro del


agua, con su suave y pálida piel ardiendo como el infierno. Su respiración
estaba agitada, pero intentaba calmarse mientras llevaba su trasero a la
punta de la bañera para poder acostarse y meter su cuerpo debajo del agua.
Lo hizo, pero aún no estaba preparado para hundirse completamente. Dejó
de inhalar, soltando el aire lentamente mientras pensaba mentalmente unas
palabras.

Eres el rey de las tinieblas, y te entrego mi cuerpo. Para que elijas mi


destino hoy. Eres el rey de las tinieblas, y te entrego mi vida. Para que elijas
mi destino hoy. Eres mi rey de las tinieblas, y te entrego mi alma. Para que
elijas mi destino hoy.

Cuando finalizó de decir aquello seis veces, sin siquiera tomar aire
nuevamente, cerró sus ojos y hundió su cabeza lentamente, soltando unas
cuantas burbujas por sus labios mientras sus oídos se tapaban y el ruido del
agua se hacía presente. Intentando resistir ante la falta de aire hizo lo
posible para mantenerse en el fondo de la tina, abrió sus ojos entre
dolorosos parpadeos, intentando acostumbrarse al leve ardor mientras
observaba como las luces de las velas seguían de la misma forma. Su pecho
arde, le urge respirar, y cuando está a punto de salir nota como las luces se
esfuman, dejando todo completamente a oscuras. Está funcionando.

Sintió su corazón dar un vuelco y las burbujas escaparon de su nariz ante el


pánico. ¿Realmente está sucediendo? Un cosquilleo se hace presente en su
pecho y, luego de contar hasta seis, comienza a dejar el agarre para
mantenerse debajo del agua, su cuerpo subiendo un poco más, sin dejarlo
pegado al fondo. Tiene que funcionar, tiene que funcionar... De repente
siente como si un cuerpo más caliente que el agua se instalara sobre el suyo,
manteniendo su espalda pegada al fondo.

No puede ni siquiera arquear ésta, algo o alguien lo está abrazando con


fuerza. JiMin solloza en seco e intenta quedarse tranquilo, saber que nada
puede salir mal ya que está realmente pasando lo que había leído en aquel
libro bastante oculto en el lado oscuro de la biblioteca de su pueblo. Se
abrazó a este cuerpo que no lograba ver debido a la oscuridad y se limitó a
esperar. Sólo faltaba perder el conocimiento... y estaba bastante cerca.

Aún con sus ojos viendo entre la nubosidad y oscuridad bajo en agua, su
mente comienza a nublarse de a poco, sin entender cuáles son sus
pensamientos y con la desesperación de querer subir a la superficie, pero
ése cálido y pesado cuerpo sobre él no se lo permitía para nada. Iba a morir.
Iba a morir. No debió hacerlo. Cuando ya no soportó, incluso antes de
inhalar perdió la conciencia. Desgraciadamente y, al parecer, murió.

JiMin despertó de una manera lenta en la bañera, su cuerpo estaba


adolorido, ardiendo, y se sentía terriblemente mareado. El sonido del agua
le dejaba más atontado, su visión se hacía presente poco a poco y, a pesar de
la nubosidad, podía notar que fuera del agua había luz. Un momento... ¿Qué
hacía aún bajo en agua?

Se desesperó y, apenas salió del agua tosió lo suficiente, jadeando en una


profunda inhalación. Incluso la primera respiración se volvió extraña. Era
como un malestar en lo profundo de su pecho, como un sentimiento de
vértigo todo el tiempo y un pitido en su oído izquierdo que apenas le
permitía escuchar con claridad algún otro sonido. Miró alrededor, notando
las velas apagadas y la luz del baño prendida. No comprendía. Se acurrucó
unos segundos, abrazando sus piernas y temblando, viendo un punto fijo en
el agua, la cual ahora estaba helada. Los pensamientos ya no eran tan
inconscientes, ahora estaba recordando qué había sucedido y... ... y ya no
quería estar más allí.

Asustado y algo anonadado salió rápidamente de la bañera, intentando


procesar lo ocurrido mientras se envolvía en una toalla y caminaba a
tropezones fuera del baño. Apenas abrió la puerta del baño alguien golpeaba
la puerta de su habitación urgentemente. El pequeño envolvió mejor su
cuerpo con la enorme toalla y caminó a paso torpe hasta la puerta,
abriéndola. Su madre lo observó como si acabara de ver al mismísimo
diablo.

-Jesús. Hijo, ¿qué te pasó? -el rostro de JiMin se contrajo ante la sorpresa y
vergüenza de tener algo de lo que no se diera cuenta; algo así como un
moco.

-¿Te sientes bien? -¿Qué? ¿Qué tengo? -susurró, tocando su propia cara y
caminando hasta el espejo de la esquina de su cuarto, observando su reflejo
mientras sus ojos verdes se agrandaban un poco más de lo normal y sus
pupilas se dilataban debido al susto.

Se veía pálido como una servilleta, con sus labios secos y lo blanco de los
ojos levemente irritado. Mordió su labio inferior y estuvo por hablar, pero
una terrible sensación de vértigo lo invadió y, gracias a su madre, no cayó al
suelo.

-JiMin, bebé. -Eunji lo sostuvo de la cintura y lo ayudó a caminar hasta la


cama, sentándolo y haciendo lo mismo.
-¿Te sientes mal? ¿Has comido? -el pequeño de cabello rizado se limitó a
asentir mientras su estómago le hacía saber con un leve cosquilleo que se
encontraba extremadamente nervioso. Su madre torció la boca mientras le
tocaba la frente, suspirando y poniéndose de pie.

-Voy a tomarte la temperatura, ponte cómodo. Cuando salió del cuarto,


JiMin no dudó en acostarse de inmediato, suspirando de alivio al no sentirse
tan mareado y metiendo un dedo dentro de su oreja izquierda, intentando
destaparla, sin éxito.

¿Siquiera estaba tapada? ¿No se supone que debía de sentir como si


estuviera hablando dentro de un balde y no como si alguien gritara en su
oído? A decir verdad, sonaba como si alguien estuviera tocando la cuerda
aguda de un irritante violín.

Había estado muy callado y su madre lo notaría si no asimilaba lo que había


sucedido: había hecho el ritual de invocación, había visto como las velas se
apagaban por sí solas y había sentido el peso muerto de un cuerpo sobre él.
Era lo suficientemente inteligente para saber que si aguantas mucho la
respiración te desmayas, podría haber inhalado y haberse ahogado.
Entonces, si se ahogó, ¿cómo es posible que se haya vuelto a levantar?

Eso no le sucede seguido a nadie, y aún menos si se vé como si realmente


estuviera muerto. Su madre volvió luego de unos minutos con un
termómetro en su mano izquierda. Comenzó a sacudirlo con fuerza y luego
lo puso en la axila de su hijo, tocándole los brazos y mejillas, notablemente
preocupada.

-¿Mamá? ¿Qué sucede? -JiMin preguntó en un débil susurro. La bonita


mujer le dedicó una sonrisa.

-Nada, cielo. No creo que tengas fiebre, estás... estás congelado. ¿Seguro
que comiste?

-Tú me viste hoy. Todos comimos antes de ir a la iglesia.

-¿No te sientes enfermo, cielo? -nuevamente el pequeño negó ante aquella


pregunta, provocando que sus ricitos mojados se muevan y se peguen
contra su rostro. Le estaba mintiendo, se sentía pésimo. Él jamás le había
mentido a su madre.

-Me voy a cambiar. -susurró, sentándose lentamente y parpadeando con


lentitud, intentando acostumbrarse a la sensación de vértigo. De inmediato
su madre se puso de pie, caminando hacia la puerta.

-Intenta mantener tu brazo quieto o la temperatura no saldrá bien. -dijo


antes de cerrar la puerta suavemente detrás suyo. JiMin suspiró y se refregó
los ojos con sus pequeñas y débiles manos antes de abrir las puertas de su
armario y tomar su pijama.

Una camiseta gris, un pantalón holgado del mismo color y unos calcetines
largos y blancos.
Cuando terminó, secó su cabello con una toalla y tiró esta al cesto de ropa
sucia. Dió media vuelta y caminó entre balanceos hasta su mesa de noche,
tomó el collar plateado con el crucifijo y se lo puso en el cuello, pasándolo
por su cabeza como si fuera una prenda de vestir. Era una prenda de vestir
para él: se lo había sacado sólo para lo que hizo. Sus ojos se llenaron de
lágrimas. ¿Por qué lo hizo? Era obvio. Jamás alguien lo podría culpar.

A pesar de que parecía tener una gran vida, con una madre comprensiva y la
familia perfecta, cada uno de ellos tenían sus lados oscuros. Su padre... era
un buen padre, pero definitivamente era un mal esposo. Una vez el pequeño
JiMin entró sin permiso a la habitación de sus padres, y su madre lloraba
mientras sus manos estaban en una de sus mejillas, la cual estaba roja y
levemente hinchada. Su padre se puso pálido y le ordenó al rizado que
saliera del cuarto.

¿Dónde estaba Dios para ayudarlo cuando rogó que su padre no vuelva a
lastimar a su madre? Su familia eran sus padres y su hermana, Hyunah.
Luego estaban sus tíos y sus seis primos, los cuales jamás dejaban de
molestarlo y decir cosas verdaderamente ofensivas. Todos ellos eran
importantes en la iglesia ya que eran el coro de ésta, y tenían voces de
ángeles. Lucían como estos, ya que además de ser bonitos físicamente,
también se encargaban de predicar, orar y ayudar a personas enfermas. Pero
para ellos JiMin era la excepción.
Le encantaban molestarlo, empujarlo, culparlo, burlarse y hacerlo sentir
como la nada misma. ¿Dónde estaba Dios cuando le hablaba todas las
noches, pidiendo cambiar para caerles bien a sus primos y poder, al menos,
tener un amigo?

Finalmente -y lo peor de todo para el pequeño de rizos- estaba el saber que


estaba enfermo, pero no poder hacer nada al respecto. Las mujeres no le
atraían, ni siquiera cuando su madre le obligaba a llevar al cine a Sidney
Preston, la hija del sacerdote. Esa chica era perfecta y, oh, JiMin
simplemente no sentía ninguna atracción hacia ella.

Sabía que había algo malo con él, sabía que no iba a poder darle a sus
padres una familia numerosa porque, simplemente, rogaba jamás tener que
tocar a una mujer si era mentira el sentir algún tipo de atracción hacia éstas.
Sabía que un hijo no era cualquier cosa, y definitivamente no tendría una
farsa de familia como la que, poco a poco, se ha dado cuenta de que
siempre tuvo. ¿Dónde estaba Dios cuando rogaba ser normal?
Luego estaban ChanYeol y Jackson, los torpes que le molestaban en la
escuela. Ellos eran geniales -según las personas de la escuela- por usar
diferentes peinados y tener mucho dinero, también les encantaba usar a
JiMin como blanco de su frustración y enojo, de los problemas que no
podían resolver.

Le pateaban, le empujaban, rompían sus deberes y lo metían en problemas.


¿Dónde estaba Dios cuando le golpeaban vilmente?
Fue allí cuando todo se juntó en un problema solo: la escuela y lo
vulnerable que se sentía en ella, el cómo su madre se desesperaba por no ser
avergonzada por su hijo, "el maricón", sus primos burlándose de su forma
de ser, de su forma de sentir, pensar y soñar. Su padre revelando su
verdadera cara, y el único amigo que tenía era Dios... y éste parecía no
querer oírlo. Así que decidió tomar sus propias decisiones: pasarse al lado
oscuro, probar a la ciencia.

Iba a invocar, iba a probar que nada de lo que decían era real, y que, aunque
Dios parecía hacer oídos sordos lo estaba escuchando. Pero todo era
bastante real, o eso parecía... y estaba asustado. En verdad lo estaba.
Su madre volvió a entrar luego de unos largos minutos y se sentó a un lado
de él en la cama, le quitó el termómetro entre tarareos de aquella canción
francesa y vió la temperatura, deteniendo toda cosa que se encontraba
haciendo y viendo con expresión neutra el pequeño aparato que había
puesto debajo del brazo de su hijo. El ceño de JiMin se frunció mientras el
miedo crecía en su pecho.

-¿Mamá? ¿T-Tengo fiebre?

Su madre parpadeó una vez antes de subir la mirada hacia él.


Lucía asustada, pero rápidamente dejó escapar una nerviosa risa y sacudió
con fuerza el termómetro.

-Me daba como si estuvieras sin temperatura, amor. -dijo entre risitas,
volviendo a poner el aparato debajo del brazo de su hijo.

-Intenta no moverte, mientras podríamos orar a Dios para que no tengas


fiebre. Te hará sentir mejor.
JiMin amaba orar con su madre, pero tenía un fuerte nudo en la garganta
como para hacerlo.

-No moví el brazo. -susurró, bajando la mirada y suspirando entrecortado.


Sabía que algo andaba mal. Pasaron los minutos esperando y su madre no
dijo ni una palabra hasta que ya se hizo la hora justa y le sacó con
tranquilidad el termómetro de debajo del brazo a su hijo.

Observó la temperatura y ésta vez sí que estaba pálida. JiMin se inclinó e


intentó ver qué era lo que marcaba, pero Eunji fue más rápida y se puso de
pie en un instante. -Voy a buscar otro. -salió a pasos torpes de la habitación
de su hijo, subiendo los escalones de manera apresurada.

Una vez que JiMin estuvo solo comenzó a observar de manera paranoica a
su alrededor, sintiendo como si una mirada fija estuviese sobre su pequeño
y delgado cuerpo.
Se encogió en su lugar y movió sus pequeños pies hasta que su madre entró
nuevamente a la habitación. Observó cada movimiento de la mujer mayor y
vió cómo esta dejó otro termómetro bastante diferente al anterior en su
axila. Se acercó a su hijo y le envolvió en sus brazos, comenzando a rezar
en voz alta. JiMin hubiera sentido tranquilidad si no se sintiera tan mal.

-...cura a JiMin para que pueda tener fuerzas y sentirse mejor en este
hermoso día. Tu fuerza es increíble, señor... -se detuvo en cuanto el reloj de
la pared marcó la hora exacta y se apartó, tomando el termómetro de la
axila de su hijo y viendo la temperatura que marcaba éste.

La mano de la mujer comenzó a temblar a la vez que cortaba su respiración,


parpadeando rápidamente. El termómetro no tardó en caer sobre la cama de
su hijo.

-¿Mami? ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? -sollozó JiMin. Ya era normal en él


asustarse y llorar del miedo.

A pesar de ser un adolescente, lucía como todo lo contrario. Ni siquiera


recibió una respuesta, su madre salió corriendo de la habitación.

-¡Seung! ¡Seuuuuung! ¡Al auto, vé al auto! ¡Hay algo mal con JiMin!

...

-Bien. ¿Park JiMin? -el nombrado asintió con timidez al Doctor Jenkins.

-Tu temperatura está bien, sólo te ves un poco mal porque aún no has
ingerido azúcar. Te recomiendo comprar una caja de jugo de naranja y
algún dulce: chocolate, una paleta, lo que sea. Te sentirás mejor y verás que
no es nada grave. -le sonrió de manera amplia. Daba un poco de miedo.

-¿E-Está seguro de que no tiene nada? Pod-dría jurar q-que parecía muerto,
incluso el t-termómetro lo demostró. -su madre tartamudeó mientras
hablaba y se abrazaba a su marido, el cual suspiraba y la acunaba en su
pecho.

El doctor Jenkins se giró hacia ellos, sonriendo de la misma manera en la


cual le sonrió a JiMin. -Señor y señora, les aseguro que su hijo está bien. Es
un caso extraño, lo admito, pero está en perfectas condiciones. Para que se
queden tranquilos tienen que saber que estamos aquí siempre, y que si algo
similar a aquello llega a suceder pueden venir y lo tendremos veinticuatro
horas en observación. ¿Les parece?

Los Park estuvieron de acuerdo, incluso JiMin. Cuando iban saliendo y lo


saludaron, su doctor lo vió de manera fija y el menor pudo jurar haber visto
sus ojos volverse rojos y sus pupilas agrandarse, pero lo ignoró. Tal vez
solo se encontraba paranoico por no decir lo que había hecho aquella
mañana. Iban por el pasillo del hospital y decidió comprarse una cajita de
jugo de naranja de un pequeño puesto que había allí.

Su madre le dió el dinero y corrió felizmente hasta éste, pidiéndole a la


anciana que atendía lo que quería. Le entregó el dinero y tomó la caja con el
sorbete, dando un sabroso trago. Quítatelo, quítatelo ahora... Fue un susurro
claro y escalofriante, como si estuviera realmente cerca de su cuerpo, pero
cuando vió a su alrededor no había nadie más que dos mujeres con niños
inquietos y sus padres y hermana esperándolo en una esquina, a la salida de
aquel lugar. Vió como uno de los niños se le acercaba y le jalaba del pijama,
provocando que lo vea. JiMin le sonrió con timidez y alzó ambas cejas.

¡Amaba a los niños!

-No quiero asustarte pero... el hombre de negro está diciéndome que


necesita que te quites esa cosa del cuello. -apuntó a su crucifijo.

La sonrisa de JiMin se borró poco a poco y el miedo se reflejó en su rostro


mientras veía fijamente al niño, el cual alzó la mirada detrás del rizado,
agrandando sus pequeños ojitos marrones a alguien mucho más alto que se
encontraba allí.

El niño retrocedió para finalmente salir corriendo, JiMin solo se giró un


poco y caminó apresuradamente, sin girarse ni un segundo a ver qué había
detrás suyo.

Lo único que había notado y lo ha dejado más pálido de lo normal es una


sombra que sigue a la suya por las paredes: alta y más oscura.
....

NO TE OLVIDES DE DEJAR TU VOTO Y COMENTARIO!!

NUEVAMENTE LES RECUERDO, ESTA VERSION ES LA ANTIGUA,


POR RAZONES DE TIEMPO Y SALUD NO PUEDO ADAPTAR LA
NUEVA VERSION, PERO ES CASI LO MISMO, SI DESEAN PUEDEN
LEERLA EN EL PERFIL DE LA AUTORA ORIGINAL, CASI NO
CAMBIAN LAS COSAS.
II

Había pasado un día de lo ocurrido, de aquel extraño accidente en donde


JiMin no murió pero parecía muerto, y un niño le dijo que se quitara su
crucifijo. Sumándole el sentir a alguien viéndolo fijamente, el oír pasos
detrás suyo y el continuo pitido en su oreja izquierda. ¿Qué puede decir en
su defensa? Nada. Él se lo buscó, él lo quiso y aún lo quiere. Sin embargo,
lo asusta... y no se quitará el collar.

Según investigó gracias a los libros en la sección oculta de la biblioteca de


su pueblo, una vez que se ignora al espíritu, ya éste se aburre y termina
yéndose sólo. Pero... ¿Acaso el mismísimo diablo se va? ¿Acaso JiMin
debía ir a un curandero o algo así? No.

¡Por supuesto que no! Iba a ser valiente, iba a acostumbrarse a vivir con una
mirada encima y con un molesto pitido en su oreja, e iba a olvidar toda esa
extraña resurrección. Iba a hacer de cuenta que no vió el rojo en los ojos de
su doctor y también fingiría que el niño tenía algún tipo de enfermedad
mental la cual lo hacía alucinar y ver cosas que no son.

¡Tal vez él podría mentirse a sí mismo y pensar en que estaba enfermo


mentalmente! Y lo hizo. Fue entonces aquel día, el segundo, al cual JiMin
maldijo/bendijo de por vida. Los Park se dirigían a la iglesia en el Triumph
Herald verde de Seung. El de rizos llevaba puesta una camiseta blanca,
pantalones cortos por arriba de las rodillas de color negro, medias blancas
hasta las rodillas y zapatos negros de vestir.

Todos dirían que tenía aspecto de niño para tener aquella edad, pero así era
la ropa que su madre compraba para él, y al ser pequeño y delgado de
cuerpo tampoco le molestaba. Estaba bien, porque la mayoría de las
personas de su religioso pueblo se vestían así. Hyunah iba con su vestido
por las rodillas y zapatos planos blancos. Su madre iba exactamente igual, y
su padre de traje, recién salido de la ducha.

Todos oían una melodía -obviamente religiosa- que le daba gusto oír a la
familia, e incluso se la sabían, pero no eran tan exagerados como para
cantarla al unísono. Bueno... un poco.

-Oh-oh. -JiMin susurró viendo por la ventanilla un accidente que había a lo


lejos, en un borde de la carretera.
Hyunah intentaba mirar por la ventanilla de su hermano, mientras Eunji
tapaba su vista y murmuraba en voz baja.

Seung frunció los labios y manejó con más velocidad, intentando pasarlo
rápido para que no les provoque tristeza o impresión a sus hijos.

JiMin se acercó más a la ventanilla, observando a través del vidrio como


pasaban y poniéndose pálido como una servilleta al ver algo totalmente
negro, alto y de hombros anchos parado a un lado del cuerpo inerte en el
suelo. Sin embargo, ningún oficial que se encontraba alrededor le veía.

Le pasaban de largo como si fuese lo más normal del mundo. Rápidamente


volvió su vista al frente y tragó la billis que subió por su garganta,
pretendiendo que nada había sucedido. Nada ni nadie podría quitar aquella
escena de su mente; al hombre ensangrentado, con su vista perdida y piel
morada. A los médicos y policías hablando entre ellos, y a aquella figura
algo extraña, completamente vestida de negro.

-Mamá, JiMin está raro. -dijo Hyunah, viendo a su hermano de manera


extraña y apartándose un poco, como previniéndose de que le vomite
encima.

Eunji rápidamente se giró y Seung se limitó a ver a su hijo por el espejo


retrovisor, frunciendo el ceño e intentando disimular la preocupación.

-JiMin, bebé. ¿Te sientes bien? ¿Quieres que nos detengamos por un
momento? -su madre preguntó de manera dulce y claramente preocupada,
asustada -seguramente- de que su hijo estuviera mal nuevamente.
JiMin negó rápidamente con la cabeza, bajando la mirada y respirando
profundamente.

-Está bien, hijo. -dijo Seung, girando el volante hacia la izquierda y


comenzando a conducir lentamente para poder estacionarse.

- Llegamos. Pídele a Dios que te haga sentir mejor, él va a escucharte. --


JiMin quiere decirle que no es así, que Dios ya no va a escucharlo nunca
más, pero solo asiente y se baja del auto cuando éste finalmente dejó de
estar en marcha.

Todo da vueltas, para prevenir se apoya unos segundos en el auto antes de


suspirar y caminar hacia la iglesia a pasos lentos. Un extraño sentimiento al
ver "La Casa del Señor" hace que su cabeza comience a doler de manera
leve y su estómago se contraiga bastante, provocando que la billis suba por
su garganta y no le dé ni tiempo para llamar a su madre, teniendo un
pequeño espasmo antes de inclinarse y vomitar sobre el pavimento, en la
entrada.

Su madre rápidamente llega junto a él y exclama su nombre, asustada


mientras sostiene a su hijo para que éste no caiga al suelo. La gente que
pasa por allí para entrar a la iglesia o seguir de largo observa con cierto
asco, cosa que JiMin sabe y lo hace querer morir allí mismo por la
vergüenza.

-Cariño... -se lamenta Eunji, viendo que su hijo no para de vomitar ni por
un segundo y apenas puede inhalar nuevamente.

Para JiMin se sentía como si estuviese vomitando nada -porque ni siquiera


vomitaba comida, era un líquido transparente- y como si alguien le apretara
el estómago con fuerza cada vez que intentaba inhalar. Fue tanta la
desesperación que cayó al suelo de rodillas y jaló con fuerza la falda del
vestido de su madre, pidiéndole ayuda.

Eunji había comenzado a llorar, entrando en pánico y sollozando el nombre


de su hijo, Hyunah observaba con desesperación a su alrededor al ver a su
hermano con el rostro tan rojo, pero el único que reaccionó allí fue Seung,
el cual tomó a su hijo por debajo de los brazos y lo llevó a un lugar más
apartado de la iglesia.

De inmediato JiMin se detuvo y comenzó a respirar entre jadeos, muy


asustado como para comenzar a llorar, parpadeando con lentitud mientras su
padre lo sentaba en el asiento trasero de su coche y le abanicaba la cara con
su propia mano. No era difícil cargarlo ya que el pequeño era lo
suficientemente delgado y ligero como una pluma.

-Ya, JiMin, vas a estar bien. ¡Hyunah! Toma. -sacó de su bolsillo trasero
dinero y se lo dió a su hija.

- Haz algo por tu hermano y compra una botella de agua y alguna golosina.

Ésta asintió, tomando el dinero y caminando a paso rápido hacia el pequeño


mercado que había a la vuelta. -Estas mejor, ya puedes respirar, ¿vale, hijo?
No tienes de qué asustarte.

Fue un momento feo, pero ya ha pasado. JiMin sollozó de manera seca,


sintiéndose triste y sin poder soltar tantas lágrimas como desearía. Sigue
asustado, pero agradece ser el mimado de la familia en aquel momento, y
agradece el que su padre lo trate de esa forma: como si fuera un niño,
aunque él mismo sabía que, en parte, lo seguía siendo.

Quiere volver en el tiempo para no hacer lo que hizo. Si sabía que se


sentiría de esa forma no lo hubiera hecho. ¿Dios puede ayudarlo ahora? Su
padre lo ve con su entrecejo fruncido y le acaricia la mano con lentitud a la
vez que JiMin alza la mirada y ambos se ven fijamente.

-Quiero ir a casa. -dice, parpadeando y dejando caer las únicas dos lágrimas
que salieron de sus ojos.

Y Seung no lo contradice, para nada. Luego de avisarle a Hyunah y Eunji


que llevaría a su hijo a casa y se quedaría a cuidarlo ambas comienzan a
caminar hacia la entrada de la iglesia, sorprendiéndose al encontrarse con el
cura de ésta parado allí.

-Padre William, ¿cómo se encuentra en un día tan hermoso como hoy?


El hombre de unos cincuenta años le dedicó una sonrisa apenas notable.
-Muy bien, gracias. ¿Por qué no se adentran? Son bienvenidas.

Éstas asienten y caminan hasta estar dentro, sin embargo, el padre William
continúa allí, observando como Seung cargaba al indefenso y debilucho
niño hacia el auto. Un suspiro escapó de sus labios al notar como una
sombra pisaba los talones de ambas personas.

-Dios te bendiga, Park JiMin. -susurró, y creyó que estaría más a salvo de lo
que fuese aquella sombra dentro de la iglesia. Sin dudarlo, se adentró y
decidió olvidar el tema por completo.

...

Luego de una riquísima comida que su padre le había preparado ya estaba


mucho mejor.

"Fly me to the moon, let me play among the stars. Let me see what spring is
like on A-Jupiter and Mars. In the other words, hold my hand. In the other
words, baby kiss me."

Nuevamente estaba en su cuarto, y mientras oía a Frank Sinatra en el


tocadiscos con el permiso de su padre -ya que la familia no le dejaba oír
más que música religiosa- fue lo suficientemente inteligente para apagar
todo y esconder el vinilo en una caja bajo su cama cuando pudo oír en el
piso de arriba el cómo su madre, hermana y más personas se adentraban a la
casa.

Suspiró: he aquí su adorable familia. Volvió a la cama, cubriéndose con las


cobijas hasta la cabeza, fingiendo estar dormido. Su madre no tardó nada en
entrar a su cuarto, llamándolo y provocando que éste se destapara.

-Oh, mi amor. -Eunji se lamentó, acercándose a la cama y sentándose en


una orilla, abrazando a su hijo.

-Cielo, lo siento. Realmente no podía faltar a la iglesia. ¿Te sientes mejor?


¿Necesitas ver un doctor? --JiMin negó rápidamente, sonriendo a su madre
para que ésta se calmara.
Era tan dulce.

-No, mamá. Estoy bien. Me siento muy bien.

<<Mentiroso>>

Aquel susurro lo hizo ponerse algo pálido, pero supo fingir para que la
mujer solo lo observe con duda, sonriendo muy rápido.

-Le he pedido a Dios por ello, con todas mis fuerzas. Tengo mucha fe, por
supuesto que te vas a sentir bien. -no desconfió ni por un segundo en sus
palabras, dejando un beso en la frente de su hijo, el cual sí desconfió.

- Vale, ya que estás bien, necesito que subas y saludes a la familia.

La sonrisa se borró de los labios del niño, siendo reemplazado por un


pucherito en su labio inferior.

-Oh, vamos, bebé. Sólo unos minutos, ¿si? Luego puedes venir aquí, o ir a
cualquier lugar de la casa. Por mí, anda.

Y JiMin no pudo resistirse. Se puso los zapatos, peinó y tomó a su madre de


la mano, siendo guiado fuera del cuarto, escaleras arriba. Una vez llegó a la
sala, notó que su padre hablaba amistosamente con sus tíos, ofreciéndoles
una bandeja llena de muffins. Todos tenían sus respectivos tés o cafés.
Hyunah estaba charlando con sus tías y los primos de JiMin tenían su grupo
aparte.

El niño saludó de manera educada a cada uno de ellos, ignorando apenado


el cómo sus familiares fingían hacer arcadas, luego ruidos de llantos y
nuevamente arcadas. El crucifijo en el cuello de JiMin ardía demasiado
sobre su piel, y siempre que sus primos lo fastidiaban de alguna manera, la
cadena de éste se calentaba a tal punto que hacía suspirar lastimosamente al
niño. Verán, todo hubiese ido mejor si no lo hubieran molestado tanto.

-¡JiMin! -su madre regañó completamente molesta, con su ceño fruncido y


sus músculos tensos.
Rápidamente señaló hacia la puerta que llevaba al sótano, y el rizado ni
siquiera necesitó oír lo que había a continuación, simplemente se giró con
culpabilidad y escapó a su cuarto.

Una vez allí puede oír a sus primos retorcerse de la risa en su comedor y a
sus tíos discutir con sus padres sobre lo que había dicho el niño en plena
discusión por no soportar la burla de sus familiares.

"¡Ya verán! ¡Todos los que se burlan de mí las van a pagar! ¡Dios no es el
único que ve todo, hay alguien debajo que vendrá pronto!"

Esa tontería había enloquecido a todos en la casa. Pero JiMin no tenía la


culpa; demonios, no. Él le había rogado a Dios cada día por no recibir
burlas de sus primos, por cambiarlos a ellos o cambiar algo en él para que
no lo lastimen, pero nada jamás cambió: siempre era igual. Dios no lo
ayudó, el niño se sintió solo y.... acudió a otros mundos. Nada había
ocurrido aún, pero JiMin podía sentirlo: podía sentir la presencia de algo,
algo que desesperadamente quería salir, pero una cosa se lo impedía.

Sin embargo, ese algo sabía que, pronto, el pequeño se daría cuenta y le
daría el paso para comenzar con su trabajo. Era como tener a alguien
respirando en tu nuca, la sensación de mirar hacia atrás por sentir una
mirada fija en ti. Incluso mucho más incómodo. Escalofríos donde se
encuentre, a cada minuto. No importaba, porque JiMin podría soportar
cualquier cosa que le hicieran con tal de saber que algo así existía.

Pero ahora mismo se encuentra muy triste, sin necesidad de fijarse en todos
aquellos síntomas sus prueban lo irreal. Se tira en su cama, poniéndose de
manera fetal y llorando más fuerte. Hay algo que no lo deja respirar y debe
detenerse de vez en cuando. Parece como si hubieran manos aferradas a su
cuello que, de vez en cuando le dan unos masajitos pero, de repente, lo
aprietan tan fuerte que tiene que jadear por aire.

Con su ceño fruncido no pudo evitar sentarse lentamente, permitiéndose


soltar algunas lágrimas y comenzando, nuevamente, a jadear por oxígeno.
No lo entendía, pero se sentía como si su garganta se estuviese cerrando.

Él no era alérgico a nada, pero, entonces, ¿Qué le sucedía?


Quiso gritar, llamar a sus padres, pero su voz se perdió en el mismísimo
aire. Abrió los primeros botones de su camiseta blanca, entrando en pánico
cuando noto que nada parecía querer cambiar. Debido a la descripción, no
tuvo más opción que quitarse el collar de un tirón, levantándose de la cama
y dirigiéndose a la pequeña ventana que casi llegaba al techo. Era imposible
abrirla, incluso para una persona alta.

Debido a la desesperación, no tiene otra opción más que arrancarse el


crucifijo del cuello y levantarse con desesperación para encaminarse hacia
la pequeña ventana que casi llegaba al techo, intentando abrirla, aunque era
casi imposible debido a la altura. El aire vuelve muy de golpe, aunque ya es
tarde para no sentirse mareado: sus ojos se cierran y su cuerpo se balancea
hacia atrás, pero cuando cree que está a punto de caer unos fuertes y cálidos
brazos lo sostienen por detrás. La respiración de otra persona choca contra
su cuello, haciéndolo tranquilizarse y ponerse nervioso a la vez. No sabe
quién es pero lo sospecha, y eso le pone los pelos de punta.

-Te tengo. -le susurra una voz escalofriante, provocando que sienta una
sensación extraña en el pecho. Los brazos de aquel cruel supuesto mito lo
hacían sentir bien, incluso emanando malestar por cada uno de los poros.

Por alguna razón, no se sentía asustado. Sin embargo...

... ¿debería?

....

HI, NO TE OLVIDES DE VOTAR Y COMENTAR OKIS DOKIS.

GRACIAS.
III

La respiración de JiMin aumentó al igual que su ritmo cardíaco. Incluso


sintiéndose como si estuviese muerto, podría jurar que si no moría allí
mismo era por pura suerte. Sintió el como algo acariciaba su cuello, y luego
dos cosas se posicionaban en sus caderas, sosteniéndolo. Bajó la mirada y, a
pesar de estar anonadado, pudo procesar el que aquellas cosas eran manos.
Manos de hombre, manos humanas. ¿Acaso la cosa que estaba detrás suyo
era humana?

Sintió un aliento cerca de su oreja izquierda, su piel se erizó y sus ojos


volvieron a cerrarse con fuerza.

-No podía esperar a que te quitaras esa mierdecilla del cuello. -la voz era
normal, nada maligno ni tampoco llena de ira, aunque tenía algo que
provocaba escalofríos.

Tal vez era la tranquilidad, o el silencio ensordecedor que se formaba


cuando se hacía presente. El aliento de JiMin se cortaba, sentía que iba a
morirse. Iba a morirse en serio.

-¿Listo? -el niño intentó tragar saliva, pero apenas podía pasar aire por su
garganta y nariz.

Iba a girarlo, e iba a asustarse porque nada bueno puede venir del diablo.
Nada bonito, nada angelical. Sólo perturbador. Horroroso. Continuó con sus
ojos cerrados fuertemente en cuanto las manos en sus caderas lo hicieron
girar, quedando frente a la cosa. Solamente se oían las respiraciones en
aquel cuarto, los murmullos y las pisadas del piso de arriba.

Debía abrir los ojos, debía de esperar lo peor. Lentamente abrió los ojos, y
el aliento quedó atrapado en su garganta, admirando al mal personificado
frente a su pequeño cuerpo.

No había nada parecido a un ente rojo con cuernos y larga cola, tampoco
había un rostro o cuerpo espantosamente infernal. Mucho menos había algo
que fuese horroroso... ... Simplemente era un humano. El humano/demonio
más precioso que alguna vez vió.

Tés pálida, figura alta y delgada. Cabello oscuro y lacio, labios finos pero
rojos como la sangre, nariz corta, mandíbula marcada, cejas arqueadas, y
Dios bendito, sus ojos. Tan celestes como el cielo, aparentando un hogar de
ángeles en éstos. Sin embargo, un cuarto de uno de éstos era de un bordó,
en el cual se refugiaban miles de almas.

Las pupilas de éste ser estaban dilatadas, pero eran los ojos más hermosos
que JiMin alguna vez vió. Vale. Daba miedo. Daba miedo porque,
claramente se podía sentir el malestar al estar cerca, y su profunda mirada
daba escalofríos. Iba todo de negro: una camisa abotonada hasta arriba, de
mangas largas, unos pantalones y unos zapatos bastante lustrados, los cuales
lucían nuevos.

Los anillos de oro en cada dedo del arcángel le hicieron viajar a un vago
recuerdo: sabía que alguna vez vió a alguien así, con muchas joyas, pero no
recordaba cómo. Ni quería. La cabeza de la alta y oscura figura se ladeó,
JiMin ya no tenía idea si estaba en shock por el miedo o por la belleza de
lo-que-sea-que-fuese que estaba frente a él.

-... ¿Cómo es que un niñito como tú ha terminado llamando a alguien como


yo? Debe ser importante. -asintió lentamente luego de decir aquello. JiMin
continuó sin decir nada, intentando inhalar. ¡Di algo tú, torpe!

Una brusca inhalación provocó que el supuesto rey de las tinieblas fingiera
sorprenderse, alzando ambas cejas, manteniendo la perfecta seriedad en su
bello rostro.

-Y-Yo... -fue interrumpido por unos golpes en la puerta de su habitación,


haciéndole sobresaltar y ver hacia allí.
-Hey, primo. ¿Sigues conversando con el diablo? -muchas risas se hicieron
presentes. No había una sola persona detrás de aquella puerta, obviamente.

-Dice tu madre que subas a comer pastel, tenemos una rebanada para Sati
también. -Y para cualquier amigo imaginario que desees traer. -Porque los
maricones no tienen amigos reales. -y más risas.

La respiración del niño con rizos se vuelve a entrecortar, sus ojos verdosos
no tardan en llenarse de lágrimas, un puchero tembloroso se hace presente
en sus labios, y pronto, un llanto bajo y doloroso acaba con el silencio en la
habitación. El diablo continúa viendo hacia la puerta con una expresión
neutra antes de ver a JiMin, importándole poco el que esté llorando de
aquella manera.

-Los Castrati. -dice, y a pesar de que JiMin no comprende, asiente


simplemente para que el Señor Diablo no sienta que no lo ha escuchado. Es
chistoso el cómo es amable hasta con el ser más vil de la existencia.

Los primos de JiMin continúan diciendo cosas hirientes, y es cuando JiMin


solloza -por primera vez- ruidosamente que el arcángel parece darse cuenta
de aquello.

Claro que sabía, solo estaba embriagado por el aroma a angustia y dolor que
había en aquella habitación.

-Hey, no, no, no. Shh. -masajeó con sequedad la espalda baja de JiMin, ya
que a pesar de que el humano se había girado, no ha dejado de ser
sostenido.

-No hay que llorar, no somos cobardes para llorar. ¿Verdad? - debido al
terror, el niño de rizos negó lentamente con la cabeza, sorbiendo su nariz y
limpiando los rastros de lágrimas en sus mejillas antes de alzar la mirada.

El diablo continúa con su expresión neutra, sus ojos celestes y un cuarto


bordó están fijos en un punto de la habitación, como si estuviese pensando.
Pronto mira fijamente al rizado, el cual se sobresalta y baja la mirada.

-¿Qué tal si hago que se caguen encima? Será divertido.


Siente la mirada del diablo sobre su rostro, y la situación es tan
perturbadora que todo su cuerpo comienza a temblar descontroladamente.
Una de las manos de la criatura con forma humana fue alejada de la espalda
baja de JiMin, rápidamente chasqueando los dedos.

Un ruido asqueroso se hace audible, seguido de muchos más y de


preguntas:

"¿Qué es ese olor tan nauseabundo?"

"... Me hice encima."

"... ¿Qué acaba de pasar?"

Corridas se hacen presentes, ya están en piso de arriba y JiMin intenta no


echarse a reír con fuerza en cuanto su tío se entera del accidente que
tuvieron sus primos, comenzando a quejarse del olor y de la comida que fue
servida en la casa de los Park. El diablo sonrió de lado en cuanto JiMin tapó
su boca con ambas manos, soltando una risita estrangulada, sonrojado.

-¿Has oído? Fue divertido. -dijo, soltando al niño por completo y girándose,
comenzando a caminar por la habitación.

-No es que haya sido divertido solo porque se cagaron, sino también porque
se siente bien cuando avergüenzas a los que se lo merecen. -al finalizar, se
detiene en un rincón de la habitación, quedándose allí de pie y clavando su
mirada en los ojos verdes del niño.

- ¿Verdad? -Yo... n-no lo sé. -logró decir JiMin entre pobres tartamudeos,
encogiéndose en su lugar debido a lo intimidado que se sentía.

Miró a su alrededor, en el suelo, buscando el crucifijo que anteriormente


tenía en su cuello y que arrancó. Su madre se lo había obsequiado a los siete
años, y desde entonces lo cuidaba con todo su corazón.

-Lo destruí.

Alzó la mirada al arcángel, el cual ya no sonreía para nada. Estaba serio,


con la cabeza levemente inclinada hacia abajo y viéndolo fijamente. JiMin
no se atrevió a discutir pero, sin embargo, sintió una puntada en su pecho.
El pitido en su oído se hacía mucho más fuerte cuando sus miradas se
conectaban.

-Ya no estás protegido. -volvió a hablar el diablo, comenzando a acercarse


muy lentamente a su presa. El nuevo juguete del diablo, uno completamente
diferente. JiMin emanaba inocencia por donde fuese, jamás era fingida.
Jamás.

-Tú me llamaste, y no sabes en lo que te has metido.

JiMin comenzó a retroceder lentamente.

-Yo...

El diablo se detuvo y extendió su mano luego de unos segundos, dándole a


entender al humano que la tomara. Éste, dudoso y temblando, se aproximó
y lo hizo. El tacto quemó levemente, miles de imágenes perturbadoras se
hicieron presentes en la mente de JiMin por menos de un segundo, tan
pronto que incluso dudó de que haya sido real.

-Tú, Park JiMin, eres la primera persona que me vende su alma de la


manera más pura que conozco. Sin embargo, tú aún no lo sabes.

El rostro del rizado se puso aún más blanco. Aquello era cierto: JiMin aún
no sabía por qué había invocado a tan vil ser pero, sin embargo, también
sabía que, muy en el fondo, estaba decidido por algo. Sólo tenía que
averiguarlo.

-Así como has sido un niño valiente al dejarme ahogarte cuando me


aceptaste como tu rey, vas a ser un niño valiente cuando duermas y esté en
un rincón de tu habitación, cuando respires y me puedas ver de reojo,
observándote. -se acercó un poco más a JiMin, viéndolo tan fijamente que
éste último comenzó a sentir pánico.

-Voy a hacer lo que pediste cuando llamaste, y a cambio de eso... voy a


llevarme tu alma. --Todo nuevamente fue silencio por unos segundos.
-Es importante que sepas que tu Dios ya no te protegerá más. -alzó ambas
cejas, y una de las comisuras de sus labios se alzó un poco.

-Tú ahora eres mío.

El arrepentimiento y horror recorrían cada parte de su cuerpo, y cuando


estuvo a punto de responder unos golpes se hicieron presentes en su puerta.
Cuando vió ésta y luego quiso ver al diablo frente a él, ya había
desaparecido. Pero JiMin sabía que estaba ahí, lo veía de reojo.
Se mantuvo todo el día aferrado al brazo de su madre con la excusa de
querer pasar un rato con ella. La ayudó a hacer la merienda, limpiar la casa
y hasta a hacer la cena en cuanto se hizo de noche. Cuando estuvieron en
sus respectivos lugares, Seung sugirió que sería buena idea el que JiMin
comenzara la oración.

¡Pues sí! ¡Claro! JiMin amaría hacerlo. Ya lo había hecho antes, solía
gustarle. Pero ya no. La protección del Señor no estaba en él, y estaba más
que seguro de que si decía algo iba a terminar vomitando a lo loco.

-Yo... lo siento, padre. No me siento muy bien para hacerlo, ¿podrías,


Hyunah? -JiMin observó a su hermana la cual, encantada, comenzó a orar.

-Señor, gracias por la comida que nos das cada día. Te agradecemos
infinitamente por tu gran misericordia al poner un plato en nuestra mesa...
Nuevamente.

JiMin vomitó.

Afortunadamente, pudo llegar al baño antes de hacerlo frente a su familia.


Se arrodilló frente al retrete y soltó una arcada antes de que el líquido
transparente saliera de su boca. Agua, nada más que aquello y todo era
debido a que no había comido nada desde que vomitó en la tarde. Enjuagó
su boca, intentando tranquilizarse, sin verse al espejo debido a que sabía
que tenía a alguien detrás. Salió y fue a la mesa: Hyunah había terminado su
oración, y Eunji veía preocupada a su hijo.

-Bebé, ¿estás bien? -JiMin asintió rápidamente, sentándose en su respectivo


lugar antes de suspirar y comenzar a comer.
Seung comentó cosas de la iglesia, cosas que JiMin hubiese oído encantado
si no fuese porque estaba volviéndose loco. Iba a morir, en unos días, o
semanas, su familia encontraría su cuerpo inerte en algún lugar.

Tarde o temprano el diablo se llevaría su alma, y jamás podría descansar en


paz. ¿Era capaz de asimilar aquello? El crucifijo lo protegía. ¿Acaso eso
quería decir que Dios existía? ¿Por qué Dios quiso evitar el que viese JiMin
a la cosa que invocó, cuando pudo haberlo evitado en cuanto el niño le rogó
que le ayudara en sus problemas?

Era injusto como hasta lo sobrenatural jugaba con su corazón. Finalmente


llegó la hora en que todos iban a ir a sus respectivos dormitorios para
dormir. Eunji acompañaba a su hijo al sótano, oyendo los ruegos de éste
porque no quería dormir solo. Para el niño, el sótano ahora era algo muy
terrorífico. Sabía que al estar solo el diablo iba a aparecer. Comenzaría a
enloquecer, no podría dormir.

-JiMinie, no tienes que temer, mi amor. -su madre lo hizo entrar en la


habitación. Éste ya estaba en pijama, rápidamente se metió a la cama y vió
alrededor.

No había nadie.

-Cielo, ¿viste alguna película de terror? Sabes que tu padre no permite eso
aquí.

-N-No, no es eso, mami. Tuve... pesadillas. -se acobijó con ayuda de su


madre, la cual le acomodó el cabello.

Fue cuando JiMin vió su rostro más de cerca que notó un hematoma en su
pómulo derecho, pero no lo miró demasiado.

-Oh, amor. No te preocupes, esas cosas que te asustan no existen. -JiMin


solo tragó saliva, dejándose mimar por los besos que daba su madre en su
mejilla, provocando que sonría.

-¿Quién es mi niño de dulce sonrisa?


-Yo.

-Tú, claro que sí. -dejó un beso en la frente del niño antes de ponerse de pie.
Los ojos de JiMin se llenaron de lágrimas y su exhalación fue cortada.

-Dejaré la luz prendida, sólo por hoy. Agradeció aquello, aún intentando
disimular el que iba a llorar.

-Gracias, mami.

Eunji abrió la puerta del sótano, saliendo de la habitación no sin antes


asomar la mitad de su cuerpo para dedicarle una sonrisa a su hijo.

-Buenas noches, mi amor. Dios te bendiga, sueña con angelitos. -y se fue,


cerrando la puerta. Un suspiro salió de los labios de JiMin, seguido de un
gimoteo asustado en cuanto la luz del cuarto se apagó por sí misma.

Rápidamente, metió todo su cuerpo bajo las mantas, y comenzó a llorar en


cuanto unos lentos pero fuertes pasos se hicieron audibles en la habitación,
por alrededor de la cama. No. No debía de tener miedo, no debía. ... en
realidad si, pero ya había vendido su alma, ya estaba hecho.

Rápidamente se destapó, el cuarto continuaba oscuro, siendo alumbrado por


la luz de la luna, la cual entraba por la pequeña ventana.

-¿No duermes? -la voz tan cerca provocó que pegue un salto, agitado y
negando con la cabeza.

-N-No. ¿Tú? -No.

Exhaló lentamente, aferrándose a las mantas sintiendo las lágrimas


continuar cayendo por sus mejillas.

-¿D-Dónde estás?

-Mira la ventana. -la respuesta fue rápida. Cuando vió ésta se acurrucó aún
más en su lugar al ver una sombra gracias a la luz de su ventana, en el
medio. Podía notar que era él por su cabeza.
-Y-Yo... ¿podría... -se fue recostando en la cama poco a poco hasta quedar
con su mejilla recostada sobre la almohada.

- ...dormir? -Creí que no lo hacías.

La figura frente a su ventana y en plena oscuridad continuaba siendo


perturbadora, y se preguntaba si el arcángel lo veía a él. -¿Te gustaría...?
-si, en definitiva, estaba loco por lo que iba a preguntar. Dios mío, qué
estaba por decir.

-Q-Quiero decir, ¿t-te importaría...? A ti... ¿Quieres a-acostarte a mi lado?


Y-Yo, uhm, no tendría... no tendría ningún problema.

No hubo respuesta alguna, simplemente silencio, y la figura continuaba


quieta frente a la ventana. JiMin creyó haberle ofendido, y se asustó tanto
que tapó su cuerpo entero con las mantas y lloró ruidosamente hasta caer
dormido en una profunda pesadilla.

El diablo, en cambio, continuó de pie en su lugar, neutro.

Por primera vez en su existencia no había tenido qué decir, y aunque no lo


supo en ese momento, aquel día, luego de que el niño más inocente del
planeta lo invitara a recostarse para que no estuviera incómodo de pie...

...aquel día algo latió en su pecho.

.....

no te olvides dejarme tu voto y comentario si?

gracias.

nos vemos en el infierno.


IV

Unos golpes en la puerta de su habitación provocaron que sus ojitos se


abrieran lentamente e intentara acurrucarse más en su lugar, necesitando del
calor de las cobijas, los cuales lo hacían sentir más pequeño de lo que ya
era.

-JiMin, cielo. Arriba, debes ir a la escuela. -oyó la voz de su madre provenir


del otro lado de su habitación.

-¡JiMin, despierta! Anda, bebé. Te preparé el desayuno. -luego unos pasos


en las escaleras y, segundos después, Dominique siendo reproducida
nuevamente, una y otra vez.

El rizado siente una mirada sobre él mientras intenta conciliar el sueño


nuevamente, y recuerda haberse dormido en plena oscuridad, con el diablo
parado frente a su cama, simplemente viéndolo. Le arden los ojos de
haberse quedado dormido llorando, y el pitido en su oído le saca de quicio.
Pero al menos su alma sigue en su cuerpo.

En cuanto sus ojos verdes se abren, nota una figura de negro sentada en su
cama, a su lado. Observó por unos segundos cada anillo en los largos dedos
del diablo, notando raros símbolos que apenas relucían. Temía alzar la vista
para ver su rostro, pero cuando lo hizo simplemente se encontró con una
firme mirada sobre él, y al hombre más hermoso de la existencia con un
serio semblante. Intentó no ver sus ojos debido a que el pitido en su oreja
aumentaba.

-¿Te asusté? -ambas cejas del arcángel se alzan, y su tono es tan sarcástico
que JiMin tiene que morder su lengua con fuerza y recordar que es un ser
infernal para no responder de la misma forma.
El rizado negó lentamente antes de suspirar y sentarse en la cama con
lentitud. Estaba despeinado, le ardían los ojos y aún sentía malestar. Vió
nuevamente al diablo, el cual intentaba verlo fijo.

-Buenos días. -dijo éste, y se inclinó hacia el mundano.

La respiración de JiMin se cortó y su cuerpo comenzó a temblar, temiendo


por lo que podría pasar. Pero, claro: jamás se hubiese esperado un suave
beso en su mejilla de parte del ser más vil del planeta. Aún con la mirada
baja, apretó sus labios y se sonrojó, provocando que el diablo sonriera de
lado.

-Puro... como el veneno. -simplemente dijo.

-¡JiMin! -unos golpes lo hicieron ver la puerta, y ni siquiera tuvo que


voltear para saber que el diablo ya no estaba allí.

Suspiró y se puso de pie, tomando el uniforme de su escuela y yendo al


baño luego de haberle avisado a su madre que estaba despierto. Le costó un
poco bañarse, desnudarse y saber que el diablo estaba allí, en alguna parte
escondido, viéndolo como vino al mundo. Se duchó rápidamente, lavó bien
su cuerpo, buscando el sentirse, de alguna forma, bien. No funcionó. Al
salir, se secó y vistió.

Los zapatos negros, los pantalones del mismo color, una camisa blanca
abotonada y un suéter azul con el logo del instituto. Sus ricitos estaban
húmedos, y continuaba con su aspecto de niño muerto. Ya se estaba
acostumbrando, y apenas llevaba pocos días de la invocación. Sonaba
extraño comentarlo, como si fuese lo más normal del mundo tener al diablo
acechando en donde sea.

Ya habiendo terminado, fue a su cuarto y preparó su mochila con sus


deberes. Notó que había cosas que no había terminado, y mientras se
lamentaba comenzaba a pensar en una manera de pedirle las respuestas a
Park Jimin, su compañero de clase y coro. Subió los escalones del sótano
con las correas de la mochila colgadas en sus pequeños hombros, intentó
evitar la canción volviendo a comenzar en el tocadiscos de su sala y caminó
hasta la cocina, sentándose en una silla, con su desayuno en la mesa y su
hermana en una silla del frente.
Luego de que su mamá le diera un beso de buenos días, comenzó a tomar su
té y comer el pan con mermelada. Oyó un sonido, pero continuó en lo suyo,
hasta que un pedazo de pan fue arrojado a su rostro.

-¡Auch! -se quejó, intentando no hacer berrinche, pero con un pucherito en


su labio inferior. Al ver la escena, su madre se dirigió al tocadiscos de la
sala y apagó la música.

-¿Qué no me oyes? -su hermana le dijo, algo enfadada, pero a la vez


frunciendo su ceño con preocupación.

-Oh, lo siento. Yo... -llevó uno de sus dedos a su oreja izquierda, intentando
quitar la sordera. No, todo seguía igual.

- Uhm, se me ha tapado un oído en la ducha.

Eunji se lleva las manos a su cintura antes de suspirar profundamente,


viendo a su hijo fijamente. Éste hace lo mismo y su corazón da un vuelco al
ver el violáceo hematoma en la piel del rostro de su madre.

-Mami, ¿qué te ha ocurrido? -JiMin no puede evitar preguntar. Ya no está


seguro de seguir queriendo evitar el tema.

-¿Esto? Oh, sabes como soy, Minnie. Me golpeo con todo. -dijo Eunji,
comenzando a cantar Dominique mientras limpiaba una encimera. Hyunah
y JiMin se observaron fijamente por unos segundos antes de que la mayor
de ambos decidiera hablar.

-Mamá... ¿Estás segura de que te golpeaste?

Eunji bufó. -Si, y se acabó el tema. -ambos chicos quedaron cabizbajos, ya


sin intensión de que su madre les regañe. -JiMin, cielo. ¿Te sientes bien?
Estás pálido.

JiMin asintió en respuesta a la pregunta, terminando su té de un gran sorbo.

-No he dormido muy bien anoche. -simplemente dijo. Y aunque está


completamente seguro de haber dormido, sin abrir sus ojos ni por un
momento, se siente como si jamás hubiese dormido.

-¿Quieres quedarte? Puedes hacerlo, yo te creo. -El rizado negó


rápidamente, poniéndose de pie. No, por supuesto que no. Ya no quería
estar solo nunca más. Tomó una manzana y le dió un mordisco.

-No, yo puedo. Tengo examen hoy. -besó la mejilla de su madre y luego la


de su hermana.

Una bocina de hizo audible fuera de la casa y JiMin acomodó las correas de
su mochila antes de salir de la cocina.

- ¡Adiós!

-¡Cuídate, cielo!

Una vez salió de la casa, se subió a los asientos de atrás y saludó a su padre
mientras se abrochaba su cinturón. El hombre conducía y charlaba con
JiMin, como siempre. Le era muy fácil hablar con su padre, podrían
conversar de cualquier cosa y estaría bien. Fue de repente, en cuanto su
padre reafirmó el agarre al volante, que JiMin -por algún motivo- pudo oír
los huesos de sus dedos tronar. Un leve sentimiento que no comprendía se
instaló en su pecho, y pronto fue creciendo.

Lo que sea que le decía su padre ya no importaba. Es más: ni siquiera


quería seguir oyendo su asquerosa voz, deseaba que chocaran y un camión
aplastara la parte delantera, en donde éste iba. Quería... Tragó saliva con
fuerza y oyó una voz en su mente. Díselo, díselo. Mueres por decírselo.

Imágenes de los hematomas de su madre se hicieron presentes en su mente,


al igual que las veces en las que oyó fuertes golpes y a su padre insultar a
Eunji. Lo observó manejar, entretenido en una charla que no era de dos, y se
sintió tan asqueado, tan lleno de odio e impotencia que apenas podía
parpadear.

Díselo.
-Finalmente podremos conseguir las alfombras que queríamos para la casa.
Así tu tío no tendrá más opc-
-Hijo de puta.

-...¿JiMin? -su padre no podía creer lo que había salido de la boca de su


hijo, incluso creyó haberlo alucinado.
El diablo sonrió. -Puto cobarde.

El auto se detuvo cerca de la acera, frente al instituto Noorgard. Seung se


giró lentamente en el asiento y observó fijamente al de cabello rizado, el
cual ni siquiera respiraba.

-¿Quieres repetirme una vez más qué me has dicho? -dijo, creyendo que el
niño no iba a atreverse a decir uno de los insultos anteriores. Seguía
sorprendido, sin poder creerlo.

-...Maldito hijo de puta. -no titubeó ni un segundo, nada.

Ni siquiera se sentía él, más bien, sentía el grito de impotencia atrapado en


su garganta. Sentía su espalda sudada y sus manos temblorosas. Seung
simplemente lo vió fijo antes de bajarse del auto y abrirle la puerta a su
hijo, el cual se quedó en su asiento unos segundos antes de salir del auto,
sintiendo el frío calar sus huesos. Su padre cerró la puerta con fuerza y
acercó su rostro al del niño, quedando frente a frente.

-Vete a la escuela. -le dijo en un seco tono de voz antes de girarse, meterse
al auto, encender éste y acelerar con tranquilidad.

Fue de inmediato que su ira comenzó a irse y el nudo en su garganta


descendió que deseó con todo su corazón estar muerto para no afrontar lo
que sucedería luego de la escuela.

La ansiedad se quebraba en su pecho mientras sus ojos verdes rogaban por


soltar las lágrimas. Su respiración se entrecortaba mientras veía alrededor
antes de caminar a pasos rápidos a la escuela. Ni siquiera notó el no haber
vomitado al entrar a un lugar supuestamente religioso, su mente solo le
decía una cosa: baño.
Necesitaba llegar al baño, encerrarse y buscar una manera de zafarse del
enorme problema que causó. Su camino fue bloqueado por un delgado
chico de mejillas levemente rosas. Jeon JungKook.

-Hey, JiMin. -simplemente dijo.

-Ho-Hola, JungKook. -su mandíbula temblaba por sí sola, le era imposible


no tartamudear a lo loco mientras se dirigía con el chico hacia alguna parte.

-¿Cómo estás?

-...Bien, ¿tú?

-Genial. ¿Hiciste algo esta semana?


¿Además de invocar al diablo? No, nada.

-Uhm... no. ¿Tú?

-Estuve con mi abuela. La conocí, más bien. Ella es genial. -dijo. El timbre
resonó por los pasillos y todos los estudiantes apuraron el paso.

- ¿Vamos a clase?

-Si, yo... luego te alcanzo, necesito ir al baño.

-Vale. -asintió rápidamente antes de caminar hasta entrar por una puerta, a
su respectiva clase.

JiMin, en cambio, siguió de largo por los blancos pasillos llenos de cuadros
y estatuillas con santos. Había silencio, solo se oían a las profesoras dar
clases en cada salón, y cuando entró al baño el silencio fue ensordecedor. Se
fijó que no hubiera nadie en las cabinas y luego se acercó al lavabo,
apoyándose en la encimera de cerámica y viéndose en el enorme y largo
espejo.

Respiró profundamente un par de veces y se despeinó los ricitos, buscando -


de alguna manera- relajarse. Sentirse mejor. La ansiedad no paraba de
lastimar su pecho, y fue cuando sollozó secamente que las lágrimas no
tardaron en salir. Comenzó a sollozar desconsoladamente, temblando de
miedo y dando solo un paso hasta pegar su espalda con los fríos azulejos de
la pared. La presencia del mal personificado fue inmediata, y ni siquiera
tuvo que abrir los ojos para saber que estaba frente a él. Lo hizo solo
cuando sintió dos cálidas y enormes manos tomando su rostro, alzando éste
un poco.

-Shh, shh, shh. -intentó silenciar, limpiando con sus pulgares los rastros de
lágrimas en la suave y pálida piel del niño.

-¿Mi niño favorito está asustado? -JiMin asintió rápidamente y el diablo


negó en un suspiro, como lamentándose.

-¿Cómo puede estar asustado, cuando ha hecho cosas peores que faltar el
respeto?

JiMin hipó, negando lentamente y aún sollozando. -N-No entiendes. Yo, é-


él...

-Entiendo completamente. Tu querido padre se merecía esas palabras de tu


parte. ¿Sabes por qué? -JiMin negó lentamente. -Porque eres lo que más
ama.

-...Él es un buen padre.

-Golpea a tu madre.

-Sigue siendo un buen padre.

El arcángel acarició lentamente las mejillas del niño. -¿Acaso es un buen


padre alguien que les enseña mal a sus hijos y lo sabe? -JiMin bajó la
mirada, más triste.

Se quedaron unos segundos en silencio hasta que el de cabello rizado


decidió hablar. -... ¿Señor Diablo?

Una profunda y baja risa brotó de los labios del nombrado. -Señor Diablo,
me gusta. Muy original. -comentó, y JiMin se sonrojó más de lo que ya
estaba.
-Lo siento, yo... no sé cómo llamarle. ¿Lucif...?

-YoonGi.

El niño parpadeó desprevenido. Honestamente, no se esperaba nada así. Se


esperaba un nombre más largo, más extraño, único. YoonGi era común,
tanto que si las personas que conocía y se llamaban así supieran que aquel
era el nombre del diablo, se harían encima.

-Pero... pero en realidad no se llama así, ¿verdad?

-¿Cómo crees que me llamo?

-Yo... -notó la mirada de YoonGi ir a sus ojos, y continuó intentando


mantener la mirada clavada en el suelo.

-...Creí que era Satanás. - susurró, invadido por la vergüenza.

-Me llaman por muchos nombres. Tú dime YoonGi.

-YoonGi. -tragó saliva ruidosamente. La cercanía entre él y el diablo era


demasiada.

No pudo evitar alzar la mirada: sus ojos se encontraron con los del rey del
inframundo, el pitido fue mucho más potente e insoportable. Rápidamente
bajó la mirada y llevo una mano a éste.

-Y-Yo... debo ir a clase.

El timbre sonó, anunciando que ya había perdido la primera clase. ¿Tanto


tiempo había estado allí dentro? Supo que el diablo se había ido sin siquiera
tener que ver. Lavó sus manos, su rostro, acomodó su cabello y salió del
baño.

El día iba bastante bien. Si no fuese porque a JiMin le esperaba de todo


excepto algo bueno cuando llegara a su hogar, diría que fue un día perfecto.
Los bravucones habían decidido no molestarlo aquel día, le fue bien en
clases y tuvo cosas de que hablar con Jimin. Finalmente estaban en la clase
de coro, ambos adolescentes en sus respectivos lugares. Debían entonar una
melodía antigua, en otro idioma, y era bastante difícil para los alumnos que
decían cualquier cosa o no podían dejar de bromear haciendo sonidos de
flatulencias. El maestro estaba disgustado, pero no podía evitar reír de vez
en cuando.

-De acuerdo, clase. Quiero hacer un anuncio importante así que, por favor,
necesito su atención. -luego de unos murmullos y pocas risas, todos
quedaron en silencio, viendo al hombre mayor que dirigía todo aquel grupo
de coro.

Éste se dirigió hacia su escritorio y tomó un manojo de hojas con algo


escrito en ellas, volviendo a donde anteriormente estaba.

-Les daré una de éstas hojas a cada uno de ustedes y deberán de


mostrárselas a sus padres. Es un permiso para ir con dos profesores,
incluyéndome, y los alumnos de último año a una pequeña convivencia por
unas horas. Será en el bosque más cercano de aquí, ida y vuelta en autobús.
Hablaremos sobre muchas cosas para aprender, les enseñaremos a cómo
sobrevivir y a cómo debemos convivir. Si sus padres o tutor no les da
permiso, simplemente no entreguen el papel. Sin papel, no pueden venir. Si
tienen alguna duda pueden venir y consultarlo conmigo o con el profesor
Howell, de literatura de último año. Ahora sí, espero que tengan un buen día
y Dios los bendiga.

Todos los alumnos tomaron el papel y salieron de aquel salón. Era el


horario de salida y JiMin no podía estar más nervioso. Jimin caminaba a su
lado por los pasillos mientras observaba de reojo el papel en su propia mano
y negaba lentamente con la cabeza.

- Dios mío. No van a dejarme, mi padre es muy protector. Dice que soy
alocado, que fumo y bebo cuando no hay nadie alrededor.

Las cejas del rizado se alzaron. -¿Lo haces?

-... Ése no es el punto. El punto es que voy a tener que rogar para que me
deje. -bufó el adolescente, molesto.
-Lo siento, JungKook. -una vez estuvieron fuera del instituto, su corazón
dió un vuelco en cuanto visualizó el coche de su padre, pero con su madre
en éste, la cual tenía la vista al frente.

-Yo... tengo que irme. N-Nos vemos mañana.

-Adiós, JiMin.

Ambos adolescentes tomaron caminos diferentes. JiMin apresuró el paso en


cuanto notó que su madre encendía el coche. Se subió al asiento copiloto y
bajó la mirada. Todo quedó en silencio. El rizado supuso que su madre ya se
había enterado de su actitud.

-M-Mamá...

Su madre alzó la vista de golpe, con sus ojos abiertos de par en par. Estaba
enojada. Y no solo eso. Estaba golpeada también. ¿Acaso... su padre la
había golpeado porque él lo insultó? JiMin comenzó a sollozar antes de que
su madre comenzara a gritarle.

-¿Cómo pudiste haberle dicho eso a tu padre? ¿Cómo puedes faltarle el


respeto a alguien que te cría, y da de comer, y mantiene bajo su techo? -le
apuntó con su dedo índice.

- ¡Jamás te ha faltado nada! ¡Él te ha dado todo! Te da todo lo que quieras,


JiMin. ¿Qué pudo haberte hecho para que le dijeras esas terribles cosas? -
JiMin no podía dejar de sollozar, cada vez encogiéndose más en su asiento,
sintiendo las lágrimas fluir y no parar de hacerlo.

-Y-Yo, yo...

-Tú eres un malagradecido. No quiero que vuelvas a hablar de aquella


manera nunca jamás. Recibirás un castigo por ésto, y se acaba la
conversación aquí. ¿De acuerdo? -JiMin asiente de inmediato mientras
abrocha su cinturón de seguridad.

-Necesitas disciplina.
Y no entiende. No entiende porqué su madre le hace sentir que su vida
depende de un hombre. No entiende porqué su madre vive como si fuese
que siguiera por él. No comprende, y no quiere... y no puede. Finalmente, el
auto acelera y ambos van rumbo a la casa.

JiMin gritaba e intentaba cerrar la boca cada vez que el abrojo del cinturón
golpeaba fuertemente contra la piel de su espalda. Eran diez veces, pero su
padre, cegado por la ira, no dudó en darle uno más debajo de su ojo
izquierdo. Ahora éste estaba morado, y la espalda del moño ardía como mil
infiernos. Se encontraba acostado de lado en su cama, sintiendo las lágrimas
caer lentamente.

Había una taza de chocolate caliente sobre su mesa de noche, y había sido
cobijado por su madre. Recibió una disculpa de su padre, el cual decía que
debía ser disciplinado, que Dios no iba a abrirle las puertas del cielo si el
menor se convertía en una mala persona. Lentamente comienza a sentir
malestar, y la cama se mueve detrás suyo. YoonGi está acostado a sus
espaldas, su aliento roza la oreja del menor, el cual comienza a sollozar
audiblemente.

-Dime qué quieres que haga.

-M-Mi espalda, me duele. -rompió a llorar a penitas más fuerte, sintiendo


una tristeza inmensa en su interior. No quería ser malo. Quería ir al cielo,
pero ya no podía.

Se congeló en cuanto sintió la cálida mano del diablo colarse por debajo de
la camiseta de su pijama, acariciando la piel de su cadera. Subió lentamente
por su costilla e inesperadamente la posicionó en su espalda, sobre las
heridas. El aire escapó de los pulmones del niño, comenzando a sentir ardor,
pero éste se desvaneció de inmediato y su espalda dejó de doler.

-Voltéate. -dijo.

JiMin lo hizo lentamente, dudando si debería debido a que temía estar


alucinando, que su espalda no esté realmente curada y cuando apoyase ésta
contra el colchón moriría de dolor. Pero no fue así. Se sintió completamente
normal.
Una vez frente a frente con el diablo, sin verlo directamente a los ojos,
sintió el pulgar de éste debajo de su ojo, en la herida. Acarició un par de
veces y el dolor se fue de inmediato, aunque no estaba seguro si el
hematoma también.

-Yo podría hacer que nadie vuelva a hacerte daño... jamás. -dijo YoonGi,
bajando su mano a la mejilla de JiMin y acariciándola delicadamente.

Era extraño que el diablo le hiciera sentirse bien, incluso con el malestar a
su alrededor.

-Solo tienes que decir mi nombre. Nómbrame, y haré algo al respecto.

-E-Está bien.

Se quedaron en silencio. Era de noche, tarde. JiMin no había cenado, y


continuaba de la misma manera.

-No puedo dormir... -susurró el pequeño, aunque estaba completamente


adormilado, casi cayendo a los brazos de Morfeo.

El diablo subió su mano a los rizos de JiMin, los probó entre sus dedos y
comenzó a acariciarlos lentamente, oyendo un balbuceo de parte del dueño
de aquellos bucles para luego oír una respiración pesada y leves ronquidos.

Estaba dormido. El diablo lo envolvió con sus brazos, lo refugió en su


pecho e inhaló lentamente, absorbiendo poco a poco su alma.
....

Dejen su voto y comentario.


V

Sus ojos están abiertos, pero no puede mover el cuerpo o hablar. Es como
estar con el cuerpo dormido y la mente despierta, alerta a lo que puede
pasar. La figura altísima y cubierta por una capa negra que está en un rincón
es la misma que vió en la carretera cuando ocurrió aquel accidente rumbo a
la iglesia. Continuaba allí, como viéndolo debajo de toda aquella oscuridad.
Se acercó lentamente al niño, el cual veía de reojo y se le inclinó hasta que
estuvo cerca de su oreja.

Esta cosa comenzó a susurrar tan bajo que apenas se oía, incluso si lo hacía
en su oreja. Hablaba en otro idioma, eso si podía notarse. JiMin sentía
escalofríos, la necesidad de respirar hondo pero sentía a alguien sobre sí.
Un peso muerto. Sus ojos estaban llorosos, su voz no salía para llamar a su
madre y comenzaba a desesperarse. Finalmente, en un parpadeo comenzó a
tener dominio de su cuerpo.

Vió alrededor entre lágrimas y aquella cosa enorme y oscura ya no estaba


allí, se había ido al igual que el peso sobre su cuerpo. Sollozó asustado y se
giró hacia el otro lado al sentir una respiración en su nuca. El diablo le
observaba sin ningún tipo de expresión, completamente neutro, mientras el
niño sollozaba, aún medio adormilado y lleno de pánico que no quería
demostrar.

--- Tuviste una parálisis del sueño. --dijo YoonGi, llevando una de sus
manos cubiertas de muchos anillos de oro hacia la mejilla del niño,
limpiando sus lágrimas y apartando los ricitos rebeldes de su frente.

JiMin hipó antes de acurrucarse tímida y disimuladamente contra el torso


del rey del inframundo, el cual no dudó en envolver en sus brazos el
diminuto cuerpo humano. Ambos estuvieron unos segundos en silencio
antes de que el menor suspire de manera profunda y temblorosa.
--- ¿Alguien se salva de ir al infierno? --preguntó apenitas audible,
temiendo a la respuesta que seguramente recibiría.

--- No. Es por eso que la gente no hace a menudo pactos conmigo. --dijo
con algo de gracia el ente, acariciando con su dedo medio la espalda del
niño.

--- Y tú... me sorprendiste.

--¿Lo hice?

---Me maravillaste. Nunca vi algo tan puro verse tan bien al hacer un ritual
de invocación.

Las mejillas de JiMin comenzaron a arder ferozmente, su cuerpo quedó


inmóvil y su mente viajó al momento en el que decidió hundirse bajo el
agua... semi desnudo. Recordó también cuando YoonGi le había confirmado
ser él el cuerpo que lo ahogó con su peso.

Pero estaba oscuro, y el diablo no podía ver en la oscuridad... ¿O si? ¿Acaso


el diablo le veía realmente cada segundo?

¿Veía cuando él pasaba el jabón sobre su piel bajo la lluvia artificial del
baño? Supuso que sí debido a que cada vez que YoonGi estaba cerca sentía
malestar y protección, una sensación extraña y un calor agradable. Que
suerte que no se podían ver a los ojos, porque si así fuera, luego de JiMin
saber que probablemente el arcángel que lo envolvía en sus brazos había
visto sus partes íntimas, moriría de vergüenza antes de que éste pudiese
llevarse su alma.

---¿Te has llevado el alma de alguien importante? --YoonGi asintió


lentamente ante la inocente pregunta de su niño favorito.

---Me he llevado el alma de muchas personas importantes.

---¿Cuál fue la última?

---Marilyn Monroe. --la sangre de JiMin se heló. Si no fuese el diablo,


ahora mismo lo hubiera echado de su casa, no sin antes decirle lo feo que
eso lo hizo sentir.

¡Marilyn Monroe! ¡Su modelo a seguir a escondidas había vendido su alma


al diablo! Ella era dulce, y frágil. Justo como él. Al diablo no le importó.
Eso le dolía un poco a JiMin, porque ya hace días convivía con la presencia
de YoonGi, y sabía que le gustaba. Sí, le gustaba el mismísimo diablo. Era
imposible no hacerlo porque no solamente era su preciosa apariencia, sino
la manera en la que lo hacía sentir.

Amaba la protección que sentía, amaba que secara cada una de sus
lágrimas, amaba la manera en la que sus fuertes y cálidos brazos lo
envolvían. Sin embargo, no era tonto.

Últimamente hacía mucho frío, no dormía nada bien, todo lo que veía al
cerrar los ojos eran pesadillas y su oído no dejaba de pitar, como si la
cuerda más aguda de un violín fuese tocada una y otra vez de manera
irritante. Además del obvio rechazo a todo lo que tuviese que ver con Dios,
sus cambios de humor y la rabia que crecía al hablar con su padre.

Sabía que algo estaba mal con él. Era como si su alma se fuese de su cuerpo
poco a poco. Intentaba no pensar día a día en el hecho de que, en algún
punto, iba a ser solo una desesperada alma atrapada en el pequeño espacio
rojo en uno de los ojos del diablo. Y le dolía.

---JiMin voy a enseñarte algo: cada vez que alguien pide por mí, sabe que
me llevaré su alma. Es como en el mundo: cada vez que alguien pide algo a
alguien más siempre quieren algo a cambio, pero debes confiar en si lo
cumplirán o no, y no puedes pedirle a alguien lo que se te antoje. Conmigo
es diferente, es por eso que cuesta llamarme a mí, no es tan fácil.

---Yo ni siquiera sé exactamente lo que te he pedido. --Lo pediste y sigues


pidiendo, inconscientemente. Pero no voy a decírtelo, simplemente voy a
cumplirlo.

JiMin no insistió ya que sentía que estaba exigiendo saber mucho.


Simplemente decidió hacer una última pregunta.
---¿Yoon... YoonGi? --corrigió rápidamente, ruborizado al haberle puesto
apodo al diablo.

No debía tratarlo con tanta confianza.

---¿Hay alguna manera en la que no me sienta tan mal? Siento... uhm.


Siento como si fuese a desmayarme en cualquier momento, pero nunca lo
hago. YoonGi negó lentamente.

---Es parte de esto sentirte de esa manera. Te acostumbrarás.

---Es extraño. Siento feo en mí, pero me siento bien cuando estoy cerca
tuyo, como... protegido.

La enorme mano repleta de anillos del ente tomó la barbilla del niño,
alzándola. Éste último cerró los ojos debido a que no soportaría no verlo a
los ojos, y el pitido lo sobresaltaría. No quería apartarse y, además, el diablo
aprovechó para admirar las facciones del bello rostro del humano. Era como
un precioso y frágil muñeco de porcelana.

---Eso es porque estoy aquí. Recuerda mis palabras: nómbrame y haré algo
al respecto. --JiMin sintió el aliento de YoonGi sobre sus labios, su
respiración se cortó, pero volvió en cuanto sintió un beso sobre su frente
antes de que alejara la mano de su barbilla y volviera a envolverlo con
ambos brazos.

---Niño, es hora de soñar. --Minutos después, JiMin volvió a dormirse y


revivió todas las perturbadoras pesadillas en su mente, incluso descansando
en paz.

---Buenos días. --anuncia el rizado en cuanto entra a la cocina.

---Buenos días, cariño. --su madre responde de espaldas, cortando


rebanadas de budín de pan y poniéndolas en pequeños y bonitos platos
floreados.

---¿Cómo has amanecido? --se giró con uno de los platos en mano.
---Dios te bend... --su voz se cortó y el plato cayó al suelo, haciéndose
pedazos en un segundo, todo provocado gracias a la apariencia de su hijo.

Se veía diminuto y delgado, como siempre, pero sus labios eran del color de
una servilleta, al igual que su rostro. El hematoma bajo el ojo gracias a los
golpes de su marido seguía allí, pero también unas ojeras moradas. No lucía
nada sano, y un nudo se instaló en la garganta de Eunji cuando recordó el
cambio de temperatura en el cuerpo de su hijo y que el doctor había dicho
que si algo más sucedía debían de volver y dejarlo en observación.

---¡Mami! Iré por una escoba. --dijo el adolescente, saliendo de la


habitación. Volvió a los segundos con la escoba y una pequeña pala.

---¿Qué sucedió? ¿Por qué soltaste el plato de esa forma? ¿Te lastimaste?
¡Traeré vendas!

Eunji rápidamente detuvo a su hijo y ambos se vieron fijamente antes de


que la mujer negara con lentitud, sin poder creer lo descuidada que había
sido con su hijo. Rápidamente lo envolvió en brazos.

---¡Oh, cielo! ¿Te sientes bien? ¿Por qué luces así? Desayunemos y
vayamos al hospital, ¿vale?

---No, no, no. Estoy bien. --rápidamente cubrió con una mentira el hecho de
que su cuerpo esté en descomposición como si fuese un cadáver.

---Estoy bien, solo he dormido muy mal éstos días. --eso último era verdad.
Su madre guardó silencio mientras él barría los vidrios con rapidez antes de
tirar los trozos a la basura. Pronto su padre bajó las escaleras y luego su
hermana.
Todos se sentaron a desayunar, era muy temprano y debían de ir a la iglesia,
cosa que preocupaba a JiMin.

Su padre --al igual que su madre-- preguntó sobre su apariencia, y el


adolescente respondió exactamente lo mismo. Se limitó a comer de su
desayuno, beber de su jugo exprimido y disfrutar de la compañía de su
familia como si fuese la última. Todo iba extrañamente bien.
Parpadeó un par de veces en cuanto notó que parecía como si se estuviese
haciendo de noche. ¿Pero cómo? ¡Si apenas se levantaba! Observó hacia la
ventana más cercana de la cocina y notó el cielo levemente nublado, sin sol,
un poco oscuro.

Apretó los labios y frunció un poco el ceño antes de volver la vista al frente,
parpadeando con rapidez. ¿Era posible que todo se volviera, literalmente,
más oscuro desde la llegada de YoonGi? Oyó como su familia comentaba
sobre las cosas que deberían de hacer aquel día, y finalmente hablaban de
unos compromisos que tenían en la iglesia.

---JiMin. --llamó su padre, y el nombrado lo vió de inmediato. Lucía


preocupado.

---Iremos a la iglesia, pero tú te quedas aquí a descansar, ¿está bien? --


ambos asienten lentamente, de acuerdo.
Su madre luce más tranquila ante aquello. Por encima de Dominique
comienza a sonar el teléfono.

Su padre se disculpa antes de ponerse de pie y caminar hacia éste. Por las
caras de su madre y hermana JiMin puede deducir el que es algo extraño,
pero la música y el pitido en su oído no le permiten husmear como las dos
mujeres que le hacían compañía. Finalmente, su padre vuelve y se queda
observando a su familia antes de sentarse y ver a su esposa.

---Cariño, me ha llamado mi hermano. Vendrá él, Jacky y los niños.

Dice que quiere que nos disculpemos por haberles dado comida en mal
estado. suspira antes de apoyar su mano bajo su barbilla. Eunji rápidamente
apoya sus manos sobre las de su marido, y JiMin intenta esconder sus ganas
de reír gracias a una taza de té tapando su boca al beber.

---Oh, amor. Tranquilo. Nosotros sabemos que no hemos hecho nada mal.
Pero si quieren una disculpa para seguir siendo una familia, lo haremos.
Recuerda que Dios todo lo ve. --aconsejó su esposa.

Seung le agradeció con una ligera sonrisa. ---Por favor, apenas terminan de
desayunar vayan a vestirse para recibir a su familia.
Eunji, prepara el agua para el té y la bandeja con el budín de pan para el
living. Hyunah ayuda a tu madre. JiMin, tú descansa un poco y ven unos
minutos cuando lleguen tus primos. Al finalizar de recibir las órdenes
continuaron desayunando y, finalmente fueron a sus respectivos cuartos
para vestirse. JiMin lo hizo rápidamente, sonrojado y sin poder dejar de
pensar en que el diablo rondaba por allí.

Hacía frío fuera, pero ya que iba a quedarse dentro de su casa simplemente
se puso sus calcetines largos y blancos, shorts de tiro alto con tiradores
color negro, camisa blanca abotonada y zapatos negros. Se miró al espejo
por unos segundos, acomodando sus ricitos hacia un costado y suspirando.
Se veía horrible.

---Perfecto, mi niño favorito. --sonrió de lado al oír la voz de YoonGi y se


giró hacia la izquierda, viéndolo en un rincón del cuarto con una pequeña
sonrisa, la cual demostraba de todo excepto algo bueno. Se acercó
lentamente a JiMin, éste último viendo por el espejo como el diablo lo
envolvía en sus brazos desde atrás y se veían a través del reflejo.

Su oído no molestaba tanto cuando se veían así, cosa que JiMin agradecía
pero, de todas maneras, debía de apartar la vista en un punto. El sonido era
insoportable.

---Mira cómo me veo... --se lamentó el rizado en voz baja, cada vez notando
más el deterioro en su piel, ojos, cuerpo. Todo.

---Te ves emocionado por recibir a tus primos. --lo giró en sus brazos,
quedando frente a frente.

---Lo estamos, ¿verdad? Veamos... ¿qué les haremos hoy?

JiMin mordió su labio inferior, bajando la mirada. ---Creo que no


deberíamos hacer nada... --comentó, culpable. Ya bastante vergonzoso había
sido lo que YoonGi les había hecho.

El silencio reinó unos segundos en la habitación antes de que los brazos del
diablo se envolvieran más posesivamente alrededor de la cintura del
humano, el cual alzó el rostro, sorprendido y sonrojado. El ente acercó su
rostro al del más bajo, rozando sus labios con la suave mejilla del otro. El
toque ardía un poco, pero todo era cálido a su alrededor.

---Nómbrame... y haré algo al respecto.

¿Por qué no dejaba de repetirlo? Una vez oyeron la puerta abrirse y


diferentes voces en su casa ambos alzaron el rostro antes de volver a verse.
El diablo lo observó fijo, aunque el pequeño no lo hacía y finalmente lo
soltó, dando unos pasos hacia atrás y deteniéndose. Se veía intimidante,
neutro y paciente.

JiMin simplemente se giró y salió, subiendo los escalones y caminando por


el pasillo hasta llegar al living, en donde estaban por sentarse sus tíos y
primos: Boak(Bonwha), Bae y Beongyu. Era algo chistoso que todos los
nombres comenzaran con "B", pero JiMin no lo admitía porque era una
buena persona y no quería burlarse de su familia.

---¡JiMin! Hola, querido. --su tía abrió sus brazos a su sobrino favorito y
éste último, encantado, se dejó llenar de mimos con una adorable sonrisita.
Jacky tomó el rostro del niño y lo observó con su ceño fruncido.

---¿Has estado comiendo bien? Mira tú hermosa carita... ¿Qué te ha


sucedido en el ojo?

-Me golpeé jugando. --mintió, apartándose para saludar al resto de su


familia.

Sin poder evitarlo, sonrió de más en cuanto tuvo que darles besos en las
mejillas a sus primos, los cuales lo fulminaban con la mirada mientras el
más pequeño se sentaba en el sofá.

El tío de JiMin, Park JongSu, observaba a su hermano fijamente, sin


siquiera sonreír un poco. Todos ya estaban sentados y se habían quedado
completamente en silencio, simplemente mirándose entre sí.

---¿Quieren...? ¿Quisieran budín de pan? --ofreció Eunji amablemente.

-Quiero mis disculpas.


---JongSu... --Jacky intervino, aún con su ceño fruncido y observando con
desaprobación a su marido. Dirigió sus ojos marrones hacia Eunji y le
sonrió con amabilidad.

---Claro, de seguro está delicioso.

Eunji estuvo a punto de comenzar a servir, algo incómoda, pero notó que
había olvidado los pequeños y bonitos platos floreados en la cocina. JiMin
de inmediato se puso de pie al notar la ausencia de estos.

---Yo voy. --dijo, intentando liberarse de la incómoda situación familiar.

---De acuerdo, bebé. No olvides los cubiertos y las cucharas para el té. ¡Oh!
Y fíjate en el refrigerador si ha quedado pastel, tal ves nadie quiera budín de
pan. --dijo su madre.

---Nosotros lo ayudaremos. --dijo Boak poniéndose de pie, siendo seguido


por sus otros dos hermanos, los cuales sonreían de forma falsamente
inofensiva.

JiMin apretó los labios, nervioso mientras caminaba hacia la cocina y sentía
los pasos detrás suyo.
La puerta se cerró una vez estuvo dentro y caminó hacia la encimera,
haciendo puntitas de pie para intentar alcanzar los platillos de la alacena.
Dominique sonaba a gusto en el pasillo y no pudo evitar comenzar a
tararear.

Una mano tomó su brazo con fuerza, girándolo y haciendo que vea con sus
dos ojos bien abiertos a Boak, el cual se inclinaba de manera amenazadora
hacia el rizado.

---Mira, no sé qué mierda fue lo que hiciste el otro día. --comenzó.

JiMin de inmediato alzó ambas cejas.

---¿Yo? ¿Q-Qué hice?

---No te hagas el idiota. ¿Cómo crees que sea posible que a los tres nos
haya sucedido? Eres un brujo. --acusó, refiriéndose a cuando tanto él como
sus hermanos se habían ensuciado a la par, al mismo segundo.

El ceño de JiMin se frunció de golpe, molesto, pero sin dejar los nervios de
lado. No le gustaba que lo acusaran, incluso si, en parte, era verdad.

---No soy nada de eso. --se quejó debido al agarre reafirmándose en su


pobre brazo, el cual seguramente, ya estaba dañado.

---¡No es una casualidad! Eres un brujo y voy a decírselo a tus p... --un
ruido proveniente de un rincón de la habitación lo interrumpió. Todos
observaron hacia allí, notando que una de los miles de crucifijos que
colgaban de la pared se había caído al suelo.

Se quedaron en silencio unos segundos, y el agarre en brazo de JiMin


comenzó a esfumarse cuando todos los crucifijos de la habitación
comenzaron a temblar. Los primos de JiMin retrocedían, asustados.

---¿Qué está pasando? --Beongyu preguntó. Pero, de manera inesperada...


...todas las cruces se giraron bruscamente, dando la clara señal de que allí
dentro no había nada bueno.

---¡Aaaaaaaaaah!

---¡Mamáaaaaaaaa!

---¡Brujo! ¡Brujo! ¡Brujo!

Los primos de JiMin salieron de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.


JiMin corrió al refrigerador en cuanto oyó las voces del resto de su familia
preguntar qué había sucedido. Tomó el pastel con un brazo y con el otro
buscó rápidamente los cubiertos en el segundo cajón de una de las
encimeras.

Tomó la cantidad exacta y caminó rápidamente hacia la puerta, viendo de


reojo las cruces girarse con rapidez. En cuanto abrió la puerta sus primos
comenzaron a gritar nuevamente, apuntándolo e intentando esconderse tras
sus padres.

---¡Es el anticristo! --Bae gritó.


---¡Ya basta, los tres! --alzó la voz su tío JongSu, observando a sus hijos.
Estaba avergonzado de sus propios retoños.

---Su primo no es ningún anticristo. Dejen de molestarlo y avergonzar a su


madre y a mí. Estoy harto de ustedes.

---¡Papá lo juramos! --Beongyu intentó convencer para luego ver a Seung.

-Hizo que todas las cruces se giraran. Lo juramos, en serio. Ven, vamos a
ver. --tomó la mano de su tío y los tres arrastraron a los hermanos Park
hacia la cocina.

---Por el amor de Dios. ¿Qué sucedió, JiMin? --Hyunah preguntó,


preocupada por la terrible actitud de sus primos.

JiMin se sentó a un lado de su tía, la cual lo veía apenada. Observó a su


hermana con un semblante neutro.

---Mientras me decían cosas feas una cruz se cayó y se asustaron. --mintió.

---¡Oh, rayos! Olvidé los platitos. --un pucherito se hizo presente en su


labio inferior.

Su tía ríe antes de avisar que ella irá a por ellos, por lo cual se levantó y se
dirigió a la cocina. Minutos después todos vuelven. Su tío pide disculpas
inmediatamente por el terrible comportamiento de sus hijos, y también por
haber acusado a su familia de dar comida en mal estado.

Todo parece bien, excepto por las miradas de sus primos en él. Su tía Jacky
los vé y les dirige una mirada asesina, provocando que no lo vean por un
largo rato. JiMin come de su rebanada de pastel mientras nota de reojo a
YoonGi en un rincón.
De inmediato lo vé y, a pesar del constante pitido en su oído izquierdo, éste
no aumenta cuando lo vé fijamente a los ojos. ¿Acaso desde esa lejanía no
podía aumentar? JiMin desearía poder verlos más de cerca, descubrir miles
de cosas dentro de esos hermosos ojos celestes con un cuarto de rojo.
Ambos se ven fijamente, y el niño siente miedo, pero también una
desesperante necesidad de ser envuelto por los brazos del rey de las
tinieblas. Y nunca creyó que se encontraría en aquella situación, deseando
algo tan loco como aquello.
Se limitó a ver los ojos de YoonGi por un largo rato. Éste le devolvía la
mirada y lentamente sonreía de lado. Fue entonces cuando JiMin volvió su
vista al frente para ver a su familia que notó a su hermana fruncir el ceño.
De inmediato sus mejillas se volvieron rojas y bajó la mirada a su rebanada
de pastel, terminando y dejando el platito en la mesa ratona frente a él para
darle un gran sorbo a su té de manzanilla.

Finalmente se sentó derecho, de forma educada e intentó escuchar la


conversación de su familia, pero, nuevamente, hablaban de Dios. Un
chiflido sin melodía alguna se hace presente, JiMin parece ser el único que
lo oye así que busca con la mirada a YoonGi, el cual se encuentra detrás de
sus primos, los cuáles veían de manera paranoica a su alrededor, asustados.
Bae, sin embargo, vé fijamente a JiMin, el cual intenta disimular el estar
notando algo detrás de sus familiares.

"Dime qué quieres que les suceda." Oye en su cabeza. "...Vamos, será
divertido."

Lo primero que se cruza por la cabeza de JiMin es la palabra "asustar", y el


diablo sonríe ante aquello. No sonríe porque fuese malvado, porque
comparado a lo que ha hecho toda su existencia, aquello es una estupidez.
Más bien, sonríe por la verdadera inocencia que está unida al alma de su
niño favorito.

Sin dejar de ver a éste último, se inclina lentamente hacia la oreja derecha
de Bae, el cual es el más paranoico de los tres. Los ojos del ente se vuelven
oscuros, sus pupilas se dilatan y la sonrisa que le dirige al niño es lo
suficientemente escalofriante como para erizar su piel. Sin esperar más, un
"boo" demasiado grave y algo distorsionado sale de la boca del diablo.

Bae prácticamente vuela del sofá, gritando y comenzando a llorar. JiMin se


queda en su asiento, asustado por la manera en la que los ojos de YoonGi se
pusieron y su voz... El hermoso océano de sus ojos había desaparecido,
ahora solo había una fosa oscura llena de almas.
Fue cuando, finalmente, JongSu decidió que era hora de llevar a sus hijos a
casa, no sin antes observar sospechosamente a su sobrino, el cual corrió la
mirada de inmediato. Culpa. Eso era.

Cuando sus tíos y primos se fueron, JiMin ayudó a su madre a limpiar todo
el lugar, oyendo a sus padres comentar el extraño comportamiento de sus
sobrinos. Hyunah se había terminado de preparar para ir a la iglesia, y
JiMin comentó que deseaba dormir un poco antes de que sea mediodía y
tener que ir a la escuela. Su madre nuevamente le ofreció quedarse en casa,
pero éste se negó. Finalmente, cuando estuvo solo simplemente bajó al
sótano, a su habitación.

Cerró la puerta detrás suyo y se giró, viendo alrededor. No quería volver a


ver a YoonGi así nunca jamás, y aunque le daba miedo llamarlo, necesitaba
que sus brazos lo envolvieran... incluso si aquello era pedir mucho al
diablo.

---¿Y-YoonGi?

---Niño. --JiMin observó hacia un lado de su habitación al oír la voz


provenir de allí, y su corazón comenzó a latir normal en cuanto notó los
ojos del ente nuevamente normales.

---¿No me digas que eso que huelo en ti es...? --se acercó mientras comenzó
aquella pregunta, quedando de frente.

Lo tomó de la cintura e inclinó su rostro al cuello del niño, inhalando


profundamente. La piel de JiMin se erizó. ---Culpa. --afirmó.

JiMin bajó la mirada en cuanto el diablo lo observó fijo. Estaba


avergonzado de sí mismo, de su comportamiento.

---Ellos son... son solo tontos adolescentes. No saben lo que hacen. --


defendió a su familia, incluso sin tener que hacerlo ya que sabía que le
hacían la vida casi imposible.

---Como dije: eres puro. --repitió el diablo, y una sonrisa ladina surgió en
sus labios.
---Lo noté en tus ojos cuando no parabas de mirarme.

Las mejillas de JiMin ardían como el mismísimo infierno, pero no pudo


evitar sonreír solo un poco mientras su corazón latía rápidamente.

---Yo... creo que quiero dormir un poco. --ladeó su cabeza en cuanto


YoonGi se apartó un poco. Este último le tendió su mano repleta de anillos
al niño, y JiMin la tomó sin dudar, notando que encajaban perfectamente.

El diablo lo guió hacia la cama, lo sentó y se inclinó solamente para quitarle


los zapatos y calcetines con lentitud. Se volvió a poner se pie mientras el
humano se acostaba en la cama, dejando un espacio para el ente el cual ni lo
dudó y se acostó también, rodeando el cuerpo del niño con uno de sus
brazos. Ambos estaban cerca, y a pesar de que YoonGi le observaba
fijamente mientras acariciaba los ricitos de la frente de su niño, éste veía
fijamente los anillos bien puestos en los gruesos dedos del diablo.
En un parpadeo, unas rápidas imágenes se hicieron presentes: bosque, árbol,
mano con anillos, ventana y nieve. Frunció su ceño con confusión antes de
que sus ojos se cerraran, agotado.

---¿Te he conocido antes? --preguntó con las pocas fuerzas que tenía.
Oyó una ronca risa, y se durmió con éstas últimas palabras en su cabeza:

---He vigilado tu alma incluso antes de que estuviera en tu cuerpo, y


siempre ha sido mía.

JungKook y JiMin salieron de la clase de coro con sus papeles en mano. El


primero nombrado rápidamente se acerca a un cesto de basura del pasillo,
hace pedazos la autorización negada y lo tira antes de patear al mismísimo
aire y volver al lado de su compañero, el cual veía al frente con la mirada
perdida en algún lugar.

---Es injusto. Iba a ser un increíble viaje. --JungKook se quejó. No podía


creer que no le habían dado permiso de ir a la excursión. ¡Había hecho todo
lo que le dijeron!

---Lo siento, JungKook. ---dijo, aún algo ausente. Sentía todo ir bien,
incluso más bien que antes. No sentía el malestar, y cuando había ido al
baño notó en su reflejo verse mucho mejor que antes.

Cuando despertó para ir a la escuela YoonGi no estaba, y en la siesta que


tuvo no solo había dormido excelentemente, también había soñado bonito y
todo. Todo parecía ir exactamente como antes, excepto por el hecho de que
sentía un gran, gran, graaaan vacío en su interior. Y todo por la notable
ausencia de YoonGi. Ni siquiera lo veía de reojo, quería llorar.

---¡Y yo! Iba a haber fogata, iban a merodear por el bosque. Íbamos a nadar.
¡A nadar en invierno! ¿Comprendes eso?

JiMin despertó de su trance al oír aquello. ¿Nadar? Oh, no. No, no, no. ---
Yo no sé nadar. --confesó.

---¡Pues yo te hubiera enseñado si estuviera allí! ---JungKook suspiró,


frustrado. Una vez fuera, ambos se quedaron en la entrada esperando a que
los recogieran sus respectivos padres.

JiMin nuevamente notó que el sol no estaba a la vista pero, sin embargo,
podía ver la luz de éste sobre la piel de JungKook. Él, en cambio, no tenía
nada más que sombra.

---JiMin, no te ofendas, pero he querido preguntarte algo todo el día. --


JungKook dice, girándose para poder ver al niño de rizos, el cual siente que
ha hecho algo malo.

Últimamente siente aquello todo el tiempo.

---¿Por qué te ves como la mierda?


JiMin se sonroja ante el insulto y acomoda sus rizos hacia el costado.

---Oh, no he dormido bien éstos días, y eso suele arruinarme. --miente.

---¿Qué hay del moretón en tu ojo?

---Me golpeé. --otra mentira más.

JungKook alza ambas cejas antes de negar.


---JiMin, más de la mitad del pueblo recibe duras disciplinas de sus padres
por mal comportamiento. Créeme, tengo golpes todo el tiempo. --su tono es
desanimado.

Finalmente vé al frente y ríe con notable sarcasmo. ---Realmente espero que


en los siguientes siglos nuestros castigos sean vistos como maltrato, y
también sean ilegales. ¿Te imaginas? Me volvería rico.

---JungKook, es 1967. No creo que estemos vivos para los siguientes siglos.

---No me rompas el corazón de esa manera, JiMin. --ambos chicos ríen.


Finalmente se despiden debido a que el padre de JungKook frenó con su
coche cerca de la acera. Una vez el auto aceleró JiMin suspiró
profundamente, cerrando sus ojos. Un malestar se instala de manera
desprevenida en su pecho, el pitido en su oreja aumenta un poco y una vez
abre los ojos, suspira nuevamente -ahora de alivio- al notar al diablo por el
rabillo del ojo.

---Yoon. --dice, más tranquilo. Ya no tiene miedo de usar el apodo.

---Mi niño favorito. ¿Cómo estuviste sin mí?

---No te vi al despertar.

---Tuve que bajar por unos asuntos.

El ceño del niño se frunció, sin comprender.

---¿Baj...? --no termina su pregunta debido a que lo comprende casi de


inmediato. Bajar, infierno. ¡Claro!

---Oh, bueno... ¿Todo en orden? --Por supuesto. JiMin notó el auto de su


padre llegar con su madre conduciendo. Ésta tenía una amplia sonrisa, el
rizado simplemente la mira por unos segundos antes de volver a suspirar.

---Te extrañé. --dice, claramente dirigiéndose al diablo antes de comenzar a


caminar rápidamente hacia el auto de su madre.
Una vez se sube, siendo bombardeado de preguntas sobre cómo estuvo su
día y demás, se siente tranquilo de ir rumbo a su casa con YoonGi
vigilando. Una vez Eunji y JiMin llegan a la casa, ésta comienza a comentar
alegremente el estar preparando lasaña para la cena.

Camino a la sala le dice a su hijo que preparará té y algo para comer en la


merienda, pero la charla se detiene en cuanto nota a Seung, Hyunah y Boak
sentados sobre el sofá más grande del cuarto.

Su primo le sonríe, su hermana tiene los ojos llorosos y su padre parece


estar a punto de matarlo. ... ¿Qué estaba sucediendo? Su madre y él se
observan antes de volver la vista al frente, confundidos.

---JiMin, siéntate. --su padre dice con calma.

Oh, no. Ése tono... JiMin de inmediato camina al sofá del frente de su
familia, es uno individual así que no duda en hacerlo. Se quitó la mochila y
la puso a sus pies para luego poner sus manos entrelazadas sobre su regazo,
observando con miedo a su padre, el cual no cambiaba la expresión.
Finalmente, Seung alzó su mano, sosteniendo en ésta dos colillas de
cigarrillos y uno a medio fumar. También había un encendedor.

---¿Qué es esto?

El niño parpadea, perplejo. Jamás ha visto a su padre sosteniendo un


cigarrillo, es extraño. Tragó saliva antes de responder:

---¿C-Cigarrillos? --tartamudea, temiendo decir algo mal.

Su padre se para bruscamente del sofá y da unos pasos hacia su hijo,


inclinándose para intimidarlo y acercando los cigarrillos a la cara del niño.

---¿Me repites lo que acabas de decirme? --JiMin observa a su alrededor,


buscando a su madre con la mirada, viendo a su hermana luego y
finalmente a su primo, el cual cubre sus labios para intentar no reír. Dulce,
dulce venganza.
Sus ojos verdes se llenan de lágrimas antes de volver a ver fijamente a su
padre, el cual tiene su rostro rojo y le tiembla la mano.

---P-Papá, ¿qué sucede? --tragó el sollozó que se avecinaba, intentando ser


valiente.
Un profundo gruñido sale de la boca de su padre antes de que lo tome por la
manga de la camiseta, levantándolo bruscamente del sofá individual y
arrastrándolo hasta la cocina, sin molestarse en cerrar la puerta. Lo pone de
frente a él y agita los cigarrillos en su cara.

---¿Quieres saber qué sucede? --ríe con sequedad.

---¡El irrespetuoso de mi hijo fuma a escondidas como si fuese un


traicionero! ¡Un pecador!

Eunji entra a la cocina, comenzando a llorar. Sabía que esta vez no podría
controlar a su marido. Nunca podía.

---Seung, por favor...

---¡Cierra la boca, Eunji! Tú... --apunta a JiMin con un dedo índice,


respirando profundo antes de exhalar bruscamente, negando con la cabeza.

---No puedo creer que me sigas viendo a la cara.

---Eso no es mío. --rápidamente responde JiMin con su voz temblorosa,


apretando sus labios y entrecerrando sus ojos cuando su padre comienza a
agitarlo desde su camiseta.

---¡Estaba en tu cuarto, tú eres el único que se la pasa allí!

---¡Yo no he puesto eso allí! Lo juro. Yo jamás haría eso. --las lágrimas
comienzan a caer por su rostro. Tiene miedo, quiere ir a su habitación y
refugiarse en los brazos de...

---¡Me has puesto en vergüenza frente a nuestra familia! ¡Frente a los ojos
de Dios! ¡¿Qué crees que dirán en la iglesia sobre esto?! --nuevamente agita
los cigarrillos en la cara del niño.
---¡¿Crees que aceptarán a un vago fumador y pecador?!

---¡Yo no fumo! ¡Créeme a mi!

---No puedo creerle a un mocoso. Has dicho cosas horribles hacia mí el otro
día. --el agarre en el brazo de JiMin aumenta.

---¿Acaso necesitas más disciplina?

---Seung, por favor. Él no ha...

---¡Cierra la boca! --un gemido doloroso sale de los labios de Eunji en


cuanto Seung suelta a su hijo y su palma impacta fuertemente contra la
mejilla de su esposa.

JiMin retrocede rápidamente, comenzando a sollozar más fuerte, asustado.


Hyunah aparece por el marco de la puerta, analizando la situación y
acercándose a su madre, abrazándola y viendo a su padre de manera
acusadora, llena de ira, sin saber exactamente qué hacer. Seung parpadea
por unos segundos antes de volver su vista a su hijo. Sus orificios nasales se
agrandan antes de acercarse y tomar los rizos de JiMin, arrastrándolo fuera
de la cocina.
El niño puede oír los sollozos de su madre y los gritos de su hermana,
indicándole que se detuviera. Sus pies tropiezan en las escaleras ante el
dolor que siente en su cuero cabelludo, se está ahogando en su propio llanto
y su vista se oscurece un poco. Parpadea rápidamente al notar luego de unos
segundos que está en el cuarto de sus padres, sentado en la punta de la cama
de éstos. Seung cierra la puerta y se gira para ver a su hijo.

Luce tranquilo, y si JiMin no lo conociera bien pareciera que iba a pedir


perdón. Su padre arroja las colillas de cigarrillo al suelo y lleva el único que
está por la mitad a su boca, prendiéndolo gracias al encendedor de su
cuarto. JiMin intenta no continuar ahogándose con su llanto, ignorando el
dolor en su cuero cabelludo y observando con terror a su padre, viéndolo
encender el cigarrillo antes de apartarlo de su boca y exhalar el humo.
Ambos se quedan viendo por unos segundos, JiMin intenta mantenerse
callado, pero sabe lo que va a suceder. Seung da un paso adelante antes de
poner el cigarrillo en posición vertical y decir:
---Extiende tu brazo.

Los sollozos de JiMin vuelven a hacerse presentes mientras niega


rápidamente, retrocediendo un poco en la cama, sin fuerzas.

---N-No, no. Yo no l-lo hice.

---Extiende tu brazo. --repite su padre, sin dejar de avanzar hacia él.

---No, no.

Todo pasa muy rápido: Seung toma el brazo de JiMin con brusquedad, pero
éste último llega a proporcionarle una patada en el estómago, alejándolo.
Siente que está sin aire, no puede creer que aquello esté sucediendo.

---¡YoonGi! ¡YoonGi! ¡YoonGi!

Tan solo el primer llamado fue necesario. Su padre estaba avanzando hacia
él pero, de pronto, quedó inmóvil. Exhaló e intentó inhalar, pero no se le
hacía fácil. Llevó una mano a su pecho a la par que soltaba el cigarrillo, y
en segundos estaba desplomándose en el suelo.

"Nómbrame y haré algo al respecto."

Un ataque al corazón, esa fue la obra del diablo.

....
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VI

Oír el desconsolado llanto de una madre desesperada al haber perdido a su


hijo en la sala de espera del hospital no era nada reconfortante para Park
JiMin, el cual temblaba en los brazos de su hermana mayor, quien
acariciaba con una mano sus adorables rizos e intentaba consolarlo,
diciéndole que nada de lo que había sucedido fue su culpa.

Definitivamente todo era su culpa. Bien podría haber aguantado un par de


quemaduras en su piel, porque no eran nada a comparación de un ataque al
corazón. No hubiese pasado de un castigo, porque su padre jamás podría
herirlo de gravedad... ¿O si? Ambos hermanos vieron a la puerta de en
frente en cuanto ésta se abrió y su madre salió con una pequeña sonrisa.
JiMin no sabía si aquello era bueno o malo.

Eunji se acercó a sus hijos, tomando el asiento a un lado de Hyunah y


viéndolos. -Niños, no lloren. Su papá está bien, se va a recuperar. -besó la
frente de ambos de sus hijos. -Tienen que rezar y Dios va a arreglarlo todo.
Estará en observación esta noche, y se va a recuperar poco a poco. No debe
llevarse disgustos, y debe comer saludable. Lo cuidaremos, tranquilos.

A pesar de la sonrisita de su madre y el profundo suspiro saliendo de los


labios de Hyunah, JiMin temblaba como una hoja, y tenía el color de ésta.
Estaba descompuesto, mareado, disgustado...

-Hyunah, cielo. Lleva a JiMin a la cafetería. -dijo su madre a la vez que le


entregaba dinero a la mayor de los hermanos.

-Cómprale un chocolate caliente y una dona. Cómprate algo tú también, es


una noche muy fría. Me quedaré aquí, asegúrate de que tu hermano esté
bien.
Hyunah asintió y ayudó a su hermano a ponerse de pie y a caminar fuera de
la sala de espera. Recorrieron el hospital hasta finalmente llegar a la
cafetería. Ésta estaba casi vacía a excepción de unos ancianos en unos
asientos de la esquina, bebiendo tazas de café y charlando en voz baja.

Hyunah dejó a su hermano en un asiento de una mesa de las esquinas y


acarició sus rizos.

-No me tardo, quédate aquí. -le dijo antes de ir a pedir la comida.

JiMin se encogió de hombros, sintiéndose más pequeño de lo que era


mientras continuaba temblando. Moría de frío, moría de miedo... ... Moría
de ganas de continuar en los brazos de Yoongi. No se sentía a salvo, estaba
desprotegido, y tan nervioso que apenas lo veía de reojo. Era su culpa. Su
padre había tenido un ataque al corazón, ya no podrían verse mutuamente a
la cara.

Su familia sospecharía de él, se preguntarían quién es "Yoongi" y lo


acusaría, para luego matarlo a golpes. Su alma iba a ser arrebatada de la
peor manera posible, e incluso sabiendo que acabaría en el infierno, nunca
dejó de sentir las ganas de ser envuelto por los brazos del diablo. Lo quería
tanto, necesitaba aquello, y más.

Necesitaba... Las tazas siendo puestas bruscamente sobre la mesa lo


sobresaltaron, interrumpiendo sus pensamientos y acurrucándose más
contra su asiento. Su hermana se sentó frente a él y puso el plato con las
cuatro enormes donas de chocolate en el medio.

-Come, JiMin. -básicamente le ordenó. No iba a negarlo, tenía hambre. Pero


sentía que podría vomitar en cualquier momento. La culpa no se iba de su
sistema, si al menos pudiese irse con el vómito... Intentando dejar de pensar
respiró profundamente antes de sentarse derecho y tomar una dona, dando
un mordisco y masticando lentamente. Su hermana suspiró y bebió de su
café con crema, relamiendo sus labios luego.

-JiMin. -llamó, pero éste continuó con la mirada baja, masticando.

-Sé que crees que es tu culpa p-


-Lo es. -interrumpió el pequeño. Apenas le salía la voz. Tragó la comida de
su boca y dejó la dona sobre la mesa, tomando delicadamente su taza y
soplando el contenido antes de darle un sorbo, sintiendo el chocolate arder
en su pecho.

-Por supuesto que no. -rápidamente contradijo Hyunah.

-Papá es violento. Tú lo sabes, mamá lo sabe, yo lo sé. Joder, él lo sabe. -


JiMin alzó la mirada al oír el insulto. No sabía que su hermana decía
palabrotas.

-Lo siento. El punto es que... no es un castigo. Él nos hace creer que es un


castigo y... Dios bendito, no lo es.

-Hyunah. N-No... -nuevamente respiró profundo, intentando calmar su


cuerpo. No podía.

-... Por favor, no hablemos de esto.

Intento... intento no temblar. -¿Tienes frío? Es porque siempre estás


desabrigado. No usas pantalones largos. Es otoño, JiMin. ¿Quieres que vaya
a casa a por un abrigo? Puedo ir con el auto.

No necesitaba un abrigo. Necesitaba sus brazos.

-No, no. Yo... necesito ir al baño. ¿Me disculpas? -en cuanto su hermana
asintió le dió un último sorbo a la taza y se puso de pie, saliendo de la
cafetería. Caminó rápidamente en busca de un baño.

Sabía que no era un horario en el que se encontraría a alguien allí, lo cual


era bueno para él. Había comenzado a llorar silenciosamente, de solo saber
que sentiría los brazos de Yoongi podía casi sentir la protección. Una vez lo
encontró se adentró sin dudarlo y cerró la puerta detrás de si. Miró
alrededor y se acercó a los cubículos, notando que ninguno estaba ocupado.
De inmediato comenzó a sollozar con fuerza.

-¿Yoongi? -se giró en cuanto sintió una sombra pasar de reojo. De


inmediato caminó hacia el diablo al verlo parado frente a él, y lo abrazó por
el torso, sin temer a su hermoso pero inexpresivo semblante. Comenzó a
sollozar a lo loco en cuanto sintió los brazos del diablo envolverlo, al
principio, con dificultad.

-Yoongi, n-no puedo dejar de t-temblar...

-Shh, shh. -intenta calmarlo el arcángel, reafirmando el agarre con más


seguridad y llevando su nariz a los ricitos del niño, el cual estaba algo
despeinado pero continuaba viéndose adorable.

-Vas a dejar de temblar, sólo necesitabas estar en mis brazos. -le dijo, aún
sin expresión. Era imposible descifrar lo que éste ser sentía... si es que
sentía algo, claro.

-Sigue vivo, mi padre. -le dijo el niño, como si no se hubiese enterado. Se


apartó de su pecho para alzar el rostro y ver sus labios, ya que no podía ver
sus ojos o el molesto pitido comenzaría a taladrar su cerebro más de lo que
ya lo hacía.

Sintió un cosquilleo en su estómago en cuanto las manos del diablo


tomaron sus mejillas y los dedos pulgares limpiaron con calma sus
lágrimas. El niño sollozó.

-Va a matarme, Yoongi.

-No va a matarte. -dijo de inmediato.

-Es imbécil, pero no tanto. - sonrió de lado, como si no hubiese sucedido


ninguna tragedia.

-No va a querer ni tocarte.

-Bae, Bonhwa y Beongyu... -negó lentamente JiMin. Sus primos, ellos


habían planeado todo.

Deseaba darles una lección, una que realmente les quedara clara. Yoongi
volvió a silenciarlo y lo apegó a su pecho, aún sonriendo de lado.
-No quiero que mi niño favorito malgaste sus recuerdos pensando en los
Castrati. Va a calmarse, respirar y relajarse. ¿Está bien? -JiMin asintió,
obediente. Y eso al diablo le encantaba.

-Ahora te quiero comiendo.

-P-Pero... -sorbió su nariz antes de formar un inconsciente puchero con su


grueso labio inferior, triste.

-¿No vienes conmigo?

El diablo rió por la inocencia y pureza que cargaba el niño encima. Nadie
querría estar cerca de él, incluso temían nombrarlo, y ahora se encontraba
con un pequeño religioso y un poco curioso. Sin poder evitarlo, Yoongi
acercó su rostro al del niño y dejó un suave beso en la comisura de los
labios del más bajo, el cual se congeló en su lugar y adoptó un furioso rubor
en sus mejillas.

-Desearía, pero el deber me llama. Vé.

JiMin asintió lentamente, limpió sus lágrimas y se soltó del cuerpo del
diablo, saliendo por la puerta. Definitivamente se sentía más relajado. Pero
no sentía nada correcto.

Los ojos del hombre en la camilla del hospital se abrieron lentamente.


Tragó saliva, sintiendo su garganta seca. Necesitaba agua, urgente. Suspiró
mientras se removía, incómodo. La aguja del suero en su brazo le
incomodaba y dolía, necesitaba ver a su familia y saber que todos se
encontraban bien, que estaban esperando por él fuera, en la sala de espera.

Su mente comenzó a recordar entre la confusa neblina el cómo intentó


castigar a su hijo, y de pronto su pecho comenzó a doler demasiado. El aire
escapó de sus pulmones, su vista se volvió negra y el golpe en el suelo lo
dejó inconsciente.

-¿Quieres agua? -soltó un gemido de susto al haber oído una voz susurrar en
su oreja izquierda. Llevó una mano a su pecho e intentó calmar su corazón.
No quería tener otro infarto, definitivamente. Nuevamente giró su cabeza y
notó entre la nubosidad de su vista algo vestido de negro en la punta de su
cama. Su garganta se secó aún más, parpadeó más veces para saber si
aquello que veía era real. Finalmente reconoció a un hombre, era un poco
más joven que él y tenía unos ojos tan celestes como el mismísimo cielo en
un bello día de verano. Sonreía con calma y vestía una camiseta negra
abotonada hasta el cuello y unos pantalones del mismo color.

-¿Q-Quién eres? -pudo decir, aunque casi no tenía voz.

El hombre de inmediato se acercó a Seung y tomó de una bandeja que


estaba sobre la mesa de un lado de la camilla un pequeño vaso de plástico,
el cual estaba lleno de agua. Lo acercó a la boca del paciente y permitió que
se lo bebiera todo. Incluso éste sin merecer ni una gota. Al finalizar, dejó
con calma el vaso nuevamente en la bandeja, y volvió a la punta de la cama,
viéndolo.

-¿Quién eres? -nuevamente Seung preguntó, perdido.

-¿Dónde está mi familia?

-Park Seung, yo... -el hombre llevó su mano repleta de anillos de oro a su
pecho.

-... soy Jesús.

Si Seung no estuviese algo sedado, definitivamente hubiese tenido otro


ataque al corazón. Se quedó observando fijamente al hombre que estaba
frente a su camilla, el cual continuaba sonriendo con la misma calma de
antes. Definitivamente no esperaba que Jesucristo fuese de aquella manera.
Pero... ¿Quién era él para juzgar a su Dios?

-¿C-Cómo sé que no mientes?

-Seung, tú creíste en mí cuando salvé a tu hermana de cáncer terminal. - de


inmediato el hombre comenzó a llorar, sin poder creerlo. Nadie pudo haber
sabido que comenzó a creer en Dios en aquel momento. La vida de su
hermana estaba en riesgo, y Dios fue su única oportunidad.
-¿Me crees ahora?

-Oh, Dios. Mi señor. Alabado sea s... -se interrumpió en cuanto el hombre
de negro alzó una de sus manos y negó lentamente con la cabeza,
indicándole que se detuviera.

-Mi querido Seung. Verás, yo no estoy aquí para charlar. Quiero decir... -
alzó ambas cejas.

-... soy Jesucristo, no tu terapeuta. -Seung tragó con fuerza, sintiendo dolor
en su interior. ¿Éste era el hijo de su señor?

-Estoy aquí porque intentaste hacer algo muy, muy malo con uno de mis
querubines.

-¿Q-Quer-

-Tu hijo, para ser exacto. -caminó alrededor de la cama hasta llegar a un
lado de Seung nuevamente, viéndolo fijamente.

-Casi quemas su piel de porcelana. ¿Te das una idea de lo mucho que
planeo acariciar esa piel? Por mí. Lo espero con ansias.

-¿Qué? -miró alrededor, pero le asustaba llamar a alguna enfermera. Le


asustaba intentar defenderse. Éste no podía ser Jesucristo, no.

-Es una pena. ¿Recuerdas lo que sentías cuando eras un pobre niño y te
escondías en el armario para que tu asqueroso padre no te encontrara?
Miedo, desesperación de... de ser como él. ¿Verdad? -a pesar de las terribles
cosas que decía, todo era calmado, tranquilo. Suave.

-Decías, "yo no voy a ser como mi padre" y, joder, eres más que tu padre.
Eres peor que tu padre.

-Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El señor esté contigo... -a éste
punto el hombre ya se había dado cuente de con quién trataba. Lo había
sentido, pero tuvo la esperanza de que no fuese nada malo. Nada peor de lo
que le sucedió. El hombre de negro ríe antes de negar.
-No seas imbécil. ¡Creí que nos estábamos llevando bien! -exclamó en un
triste y sarcástico tono de voz.

-Es una pena. Creí que podrías obedecerme.

-¿Obedecerte? Sólo obedezco a mi Dios. A mi único Dios, vuelve a las


tinieblas de donde viniste. Te lo ordeno en el nombre del señor...

El diablo alzó ambas cejas. -¿Dios te dice que seas un abusivo? Vaya, yo
creí que era bondadoso, pero veo que es peor que yo. -bromeó, riendo bajo,
de manera ronca.

Se puso serio de repente, y el color marino en sus ojos cambió a uno bordó,
oscuro. Sus pupilas se dilataron y se inclinó sobre el rostro del creyente. -
Vamos a ser claros, ¿quieres?

-En el nombre de Jesús, yo te devuelvo a-

-En el nombre de tu puta madre muerta, cierra la boca. -su voz cambió a
una grave, distorsionada, y Seung comenzó a llorar ante aquello. El diablo
aclaró su garganta, fingiendo estar afligido.

-Lo siento por eso. -su voz volvía a la normalidad.

-Perdí el control, supongo.

Todo quedó en silencio por unos segundos, Yoongi sonrió de lado


nuevamente. -Por favor, no me mates. -rogó Seung, hipando e intentando
hacerse hacia atrás lo más que podía, espantado con lo que estaba frente a
sus ojos.

-Vas a dejar a tu hijo en paz. -dijo el diablo, nuevamente serio y con sus
ojos bien abiertos, fijos en los del padre de su niño favorito.

-No vas a mirarlo, no vas a hablarle, mucho menos vas a tocarlo. -Seung
asentía, obediente.

-Si tú alma sigue en tu cuerpo es gracias a él, ahora agradece.


-Y-Yo, yo...

-¡Agradece!

-Gracias, g-g-gracias. Gracias. -sollozó temblando y llevando una mano a


su pecho.

-Gracias, gracias.

Los pitidos comenzaron a hacerse audibles en la habitación, indicando que


su pulso estaba muy acelerado. El diablo vió la máquina por unos segundos
antes de ver al hombre en la camilla.

-Soy alguien muy ocupado, pero sigo siendo real. Estaré vigilándote en tu
estadía en la tierra, Park Seung. -nuevamente caminó a la punta de la cama,
sin quitarle los ojos de encima. -Y recuerda: la próxima tu Dios no va a
salvarte.

Dos enfermeros entraron en la habitación, llegando a un lado de la cama e


intentando calmarlo. Otra enfermera llegó con una bandeja con comida
saludable, todos bloquearon la vista del paciente, y cuando éste pudo ver
nuevamente la orilla de la cama, ya no había nadie allí.

Hyunah y JiMin entraron por la puerta principal de la casa, exhaustos. Su


madre iba a quedarse en el hospital esperando, y tuvieron que dejarle el
auto, regresando en autobús y a pie en un horario no tan bonito. La casa
estaba silenciosa, las cosas estaban como las habían dejado. Había una gran
tormenta avecinándose y ambos sólo querían dormir.

-Descansa, JiMin. Llámame si quieres algo, dormiré en el sofá para oírte. -


JiMin asintió, recibiendo un beso en su frente de parte de su hermana.

-Te amo.

-Y yo a ti. -finalmente se giró hacia la puerta del sótano, bajó los escalones
y volvió a abrir la siguiente puerta, entrando a su habitación.

Una vez allí suspiró con cansancio y se encaminó hacia el velador de su


mesa de noche, estuvo a punto de encender la luz pero decidió dejar todo a
oscuras ya que pronto iba a acostarse. Quería dormir, dejar de pensar por un
segundo, dejar de llorar porque, a pesar de no estar sollozando, las lágrimas
caían por sus mejillas.

Sintió aire frío detrás, y luego calidez. Unos brazos se envolvieron


alrededor de su cintura y un cálido aliento rozaba su oreja izquierda. Las
lágrimas se detuvieron de inmediato, la protección que necesitaba volvió.

-Yoongi, creo que me estoy volviendo malo.

La nariz del diablo rozó sus rizos y olfateó leve y disimuladamente. -


Imposible. Sigo oliendo pureza en ti. -dijo. JiMin no podía entender cómo
siquiera podía haber una gota de pureza en su cuerpo luego de haber
invocado al ser más vil de la existencia.

-¿Incluso habiendo invocado al diablo? -se atrevió a decir, cerrando sus ojos
en cuanto sintió las manos del diablo acariciar su delgado torso.

-Eso no fue un acto de maldad. Fue un acto de desesperación ante la maldad


de los demás. -contestó Yoongi, girando al niño en sus brazos y pegándole a
su cuerpo, inclinando su rostro para rozar la nariz con la del contrario, el
cual se puso de puntitas de pie, amando esas leves caricias y la cercanía.

-Muchos no lo entenderían. -Nadie lo entendería. -confirmó JiMin.

-Yo lo entiendo. -contradijo Yoongi, continuando con los roces de narices.

-Tu alma es mía, puedo sentir todo lo que sientes de maneras mucho peores.

El ceño de JiMin se frunció de inmediato a la par que la preocupación


brotaba de su pecho.

-¿No te duele? -el diablo sonríe de lado, negando lentamente ante la


inocente pregunta de su niño favorito a la par en la que acariciaba la espalda
baja de éste.

-¿Recuerdas todas esas historias donde soy un ser egoísta, que me gustan
los malos sentimientos y soy muy, muy mentiroso? -JiMin asiente
lentamente, esperando una respuesta negativa acerca de ello.
-No son mentiras.

El rizado tragó saliva para intentar apaciguar el nudo en su garganta. Claro


que el diablo era vil y mentiroso, y probablemente todos los supuestos
sentimientos y muestras de cariño que lograba tener hacia JiMin eran falsos,
porque era un ser mentiroso y probablemente no tenía sentimientos. No
debería de estar así de cerca, no debería de querer que el arcángel lo bese y
tampoco debería sentir las maripositas en su estómago. Ésto estaba mal.
Debía ser listo.

-Entonces, ¿también es verdad que tienes cuernos y cola? -preguntó,


intentando olvidar el asunto de ser mentiroso, aunque sus ojos llorosos
delataban que había estado pensando negativamente, pero los tenía
cerrados. El diablo frunció el ceño.

-¿Quién dijo eso? Lo mato. -a pesar de estar bromeando no pudo evitar


sonar indignado, cosa que hizo reír bajo al niño sonrojado. El diablo de
inmediato corrió un poco su rostro y comenzó a dejar suaves besos en la
mejilla de JiMin.

-... Es extraño.

A éste punto JiMin no podía ni moverse, su cuerpo estaba relajado contra el


cálido torso del diablo y se encontraba embobado por los suaves besos en su
mejilla. Finalmente logró decir: -¿Qué cosa? -No sabía que tenía dos lados.
Aquel comentario de parte de Yoongi provocó que abriera sus ojos con el
ceño levemente fruncido, esperando que no sea nada malo, incluso sabiendo
que el hombre que lo sostenía y besaba su mejilla era malo.

-... ¿Cómo?

-Sí. Una parte de mí adora verte perder la vida poco a poco. -los músculos
de JiMin se tensaron, y el miedo se hizo presente en su pecho. Sin embargo,
no quería salir de la protección que sentía al ser rodeado por los brazos del
diablo.

-Pero otra parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas
sonriendo. Jamás me había sucedido.
A pesar de que sonaba realmente sincero, JiMin intentó no convencerse. El
diablo era mentiroso, tenía que ser listo, más listo que él. Se apartó un poco
de la oscura figura con la mirada baja, se giró nuevamente para tomar su
pijama celeste con aviones y se dirigió hacia su cama ordenada, sentándose
en la punta.

Se quitó los zapatos y estuvo a punto de comenzar a desvestirse, pero los


ojos celestes y un cuarto rojo de Yoongi estaban clavados en él, en su
cuerpo. -¿Podrías...? -sonrojado pidió, esperando que comprendiera lo que
debía de hacer. El arcángel bufó, parecía casi un chiste oírlo bufar.

Se giró y rodó los ojos, sin poder creer que estaba haciendo aquella
ridiculez de girarse para complacer a un simple niño, a una simple alma
como todas. Aunque... tal vez no era tan simple. -Ya. -dice JiMin, vestido
con su pijama.

Cuando Yoongi vuelve a girarse el niño está en su cama, cobijado y dejando


un espacio para él. El diablo se acerca y no duda en acostarse a su lado,
rodeando nuevamente su cuerpo con sus brazos. Comienza a acariciar los
rizos del niño, esperando a que éste se duerma, pero sabe que no lo hará
debido a que él está allí, y probablemente debería de irse nuevamente para
que JiMin pudiese descansar.

-¿Qué significa la palabra en la que llamas a mis primos? -pregunta


inesperadamente el rizado. Siempre había sido curioso con aquella palabra,
y ahora que sentía que podía tener más confianza con el diablo -lo cual
sonaba loco- no iba a desaprovechar.

-¿Los Castrati? -JiMin asintió y el diablo relamió sus labios antes de


comenzar a explicar: -Hace muchos años la iglesia compraba niños que
tuvieran buena voz y los llevaban a una especie de reformatorio. Les
cortaban el pene porque creían que eso conservaría sus voces agudas. -una
mueca de dolor se hizo presente en su rostro. ¿Cómo pudo la gente ser así
de cruel con unos simples niños? Era injusto y aún más terrible que sean
creyentes.

-¿Quieres saber la peor parte? ¿La que nadie sabe? -su voz suena como si
estuviese a punto de contar algo entretenido, hasta chistoso. -... No lo sé. -
Se los comían. -el ceño de JiMin se frunció, confundido.

-¿Qué? ¿A quién? -preguntó. -Sus penes, se los comían.

La bilis subió por la garganta del rizado, pero rápidamente pudo tragar.
Angustia se instaló en su pecho, por todos esos niños y porque no podía
dejar de pensar en el porqué Yoongi llamaba así a sus primos. ¿Era porque
cantaban en el coro de la iglesia o porque planeaba hacerles algo? Intentó
continuar con las preguntas para no echarse a llorar.

-Oh... Oh, bueno. Eso es... enfermizo. -su voz tembló y Yoongi lo acurrucó
más contra sí. -Quiero preguntarte algo, pero temo ofenderte.

-Adelante. -lo animó.

-¿Tú eras... un ángel? ¿Eras un ángel de Dios?

-... Mh. -afirmó.

Oh, vaya. -¿Este es tu cuerpo verdadero? Quiero decir... ¿Siempre has


tenido esta forma? -le asustaba creer que el hermoso hombre que lo sostenía
en sus brazos era un cuerpo que el diablo había tomado. Realmente
esperaba que no.

-Puedo ser lo que quiera, pero éste es mi cuerpo verdadero. -se alivió de
inmediato a la respuesta. Pero ya era tarde. El miedo que había estado en su
pecho cuando Yoongi le confesó amar ver cómo moría poco a poco lo
consumía, sumando la angustia que sintió por los niños que fueron
castrados y usados como coro de ángeles, gobernados por demonios que se
hacían pasar por creyentes. Temía el mismo destino para su familia, incluso
si éstos eran malos, él no era tan malo. Y lo que más temía...

Se estaba enamorando de Yoongi. Irremediablemente. Y el diablo es


mentiroso. Los sollozos escaparon de sus labios, las lágrimas no se detenían
por nada del mundo, cayendo por sus pálidas mejillas. Era un alivio llorar,
pero el malestar no se iba y sabía que era debido al diablo. Sin embargo, no
lo quería en otro lugar.
-Yoongi. -sollozó con fuerza, acurrucándose en el pecho del diablo.

- Tengo miedo. -¿A qué le tienes miedo? -la voz del diablo era neutra.
Pareciera que no le afectara en lo mínimo el niño llorando
desconsoladamente. Si tan solo pudiese recordar una muestra de afecto que
demuestre que le importaba... pero no había nada que recordar, porque
jamás había tenido sentimientos.

-... A ti, pero no de la manera en la que todos te temen. -suspiró el niño,


finalizando con el llanto y cerrando sus ojos, concentrándose en dormir. Lo
logró y el diablo se fue apenas éste lo hizo, sólo para que no tuviese
pesadillas ni nada que pudiese dañar su mente. Además, tenía cosas que
hacer.

-JiMin. JiMin, hey. Despierta. -sus párpados se alzan en cuanto su hermana


agita su hombro. La vé de mala manera al principio hasta que finalmente
nota que ésta se encuentra bastante pálida.

-¿Hyunah? -se sienta bruscamente, un poco mareado al hacerlo. Lleva su


pequeña mano en forma de puño a su ojo izquierdo, intentando quitar el
sueño. -¿Qué sucede?

-Tenemos que ir al hospital ahora, levántate. -dijo, y salió rápidamente del


cuarto sin dar ninguna explicación. De inmediato el pánico brotó por su
cuerpo. ¿Le había sucedido algo a su padre? ¡Era su culpa! Comenzó a
llorar bajito mientras se destapaba y se vestía.
Se puso sus pantalones cortos, sus zapatos, su camisa blanca abotonada y
sus tiradores negros. Limpió las lágrimas de su rostro y miró alrededor,
notando que no veía nada de reojo.

-¿Yoongi? -llamó. Nada pasó.

Salió de su cuarto apresuradamente, cerrando la puerta detrás suyo y


subiendo los escalones para abrir la siguiente puerta. Una vez en la cocina,
su hermana le entregó un vaso con jugo de naranja exprimido y dos tostadas
con mermelada de durazno encima. Era extraño no oír Dominique sonar por
la casa a todo volumen.
-¿Hyunah? ¿Algo le ocurrió a papá? -no puede evitar sollozar. De inmediato
su hermana lo abraza.

-No, no. Tranquilo, nada le pasó a papá. -dice, dejando un beso en la frente
de su hermano antes de dedicarle una débil sonrisa.

-Te voy a explicar en el camino, ¿vale? Desayuna rápido, por favor.

Y eso hizo. Media hora después ambos hermanos estaban en el auto, con
sus cinturones abrochados debido a lo rápido que Hyunah conducía. JiMin
intentaba no llorar, creer en las palabras de su hermana, pero sabía que algo
malo había sucedido.

-Mira, JiMin. No sé cómo decir esto. -su hermana niega lentamente con la
cabeza a la vez que dobla en una esquina. El corazón del niño comienza a
latir con demasiada rapidez mientras vé al frente. -Algo le pasó a nuestro
primo, Bonhwa. -rápidamente el rizado la observó, comenzando a temblar.

No, no. -No sé cómo decirlo delicadamente, Dios mío. Uhm... algo le pasó
a sus partes íntimas, y tuvo que ser... amputado.

El mareo que el rizado tiene es terrible, pero es disimulado debido al rápido


movimiento del auto y a que tiene el cinturón de seguridad puesto, el cual lo
sostiene contra el respaldo del asiento. Siente náuseas, siente ganas de
morirse allí mismo. Su culpa. Solamente su culpa. Ni siquiera se da cuenta
cuando llegan al hospital.

Su hermana lo llama pero su voz se oye lejana, siente como se deshacen del
cinturón de seguridad y, luego de unos segundos, lo bajan del auto. El aire
frío contra su rostro lo despierta un poco, pero la culpa es tanta que siente
que va a tener un ataque al corazón. ¿El karma de su padre, acaso?

Rápidamente ambos hermanos se dirigen dentro del hospital, caminando


por los pasillos a la sala de espera. Todos los familiares están allí, y cuando
JiMin llega junto a su hermana sus dos primos lo ven con terror. Sus tíos
están hablando con un médico que acababa de salir de un cuarto.
-Quédate aquí. -Hyunah le dice a su hermano, dejándolo más alejado del
resto de la familia, dirigiéndose a su madre, la cual había comenzado a
llorar. La luz del hospital se apaga y se prende por unos segundos, sin
embargo, nadie parece notarlo. El frío invade al rizado como si estuviese en
el polo norte y cuando vé a su lado, algo grande, alto y cubierto por una
capa oscura pasa como si nada.

El aliento escapa del pecho del niño mientras vé a ésta figura, que
anteriormente vió en la carretera, adentrarse seguido de un doctor al cuarto
donde -JiMin supuso- Bonhwa estaba. Su tío comienza a llorar mientras
cubre su rostro ante la noticia del doctor, y su tía Jacky se deja caer al suelo
con un grito desgarrador. Sus primos comienzan a llorar en el asiento
ruidosamente, y su hermana y madre intentan calmar a su tía Jacky, la cual
no deja de gritar el nombre de su hijo.

Son el centro de atención, y por la cara que tiene el médico cuando se gira y
continúa su camino por el pasillo, JiMin sabe que no es una simple
amputación. Algo salió mal, y ahora Bonhwa está muerto. El diablo se hace
presente a un lado del niño, JiMin puede verlo de reojo. Y sentirlo. Aunque,
al punto que llegó, ya no sabe si puede volver a sentir algo más que culpa.

-¿Qué es eso? -pregunta, refiriéndose a la figura que ahora sale del cuarto
de su primo y sigue por el pasillo hasta el final, doblando en una esquina, en
busca de otro cuarto al que entrar.

-La Muerte.

-¿A dónde se lo lleva? -retrocede un poco.

Su boca se mueve por sí sola, haciendo preguntas. Todavía no sabe cómo


sigue de pie. La profunda inhalación del diablo es tan audible y fuerte que
incluso se mueven un poco los cuadros de la pared. En aquel momento
JiMin sabe que Yoongi estaba absorbiendo las almas oscuras. Como la de su
primo.

-No importa a dónde, lo importante es que ya no será una molestia. -


miente. Porque el diablo es mentiroso. Engaña, finge, envenena, mata. Y
nunca se olvida de tu alma.
-Yoongi... -logra decir en una exhalación pero, sin más remedio, cae al
suelo. Nadie lo sostiene, nadie responde a su llamado de ayuda.

Y todo se vuelve negro.

...

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Si gustas, puedes leer su versión original, en el sumario esta la cuenta de su


autora!!

Besos♥️
VII

Dos semanas.

Habían pasado dos semanas desde lo que había sucedido luego de que
JiMin despertó de aquel desmayo al enterarse de que, prácticamente, él fue
el que causó la muerte de su primo. Para empezar, estuvo en observación
por un día debido a su falta de alimento y mal aspecto. Durmió gracias al
tranquilizante en el suero y se alimentó bien antes de volver a casa.

Luego llegó la noticia del funeral de Bonhwa, y el rizado con tan solo oírlo
cayó desmayado nuevamente. ¿Se había vuelto una especie de trauma? No
lo sabía con exactitud, pero supuso que sí debido a las imágenes que
rondaban por su mente en el momento en que alguien nombraba a su
familiar fallecido, la manera en la que murió. Recordaba la palabra Castrati
y estallaba en ataques de ansiedad, en puro pánico. Tan puro que creía que
podría morir.

Finalmente fue cuando recordó que, segundos antes de caer desmayado en


el hospital, el demonio no lo había sostenido. No había sentido la
protección de sus brazos, no había sentido nada e internamente estaba
agradecido, porque en aquel momento fue la primera vez que le tuvo miedo
de la forma en la que todos lo hacen. Miedo a que le hiciera algo, incluso
sabiendo que se estaba llevando su alma.

El padre de JiMin había vuelto a la casa, luego de un par de días le


comentaron sobre la muerte de su sobrino y se encerró en su cuarto por más
de tres días. Siempre estaba en la casa, pero cuando JiMin llegaba a ésta se
iba a otra parte, incluso si era otra habitación, simplemente se iba.

Ni siquiera lo miraba, rezaba constantemente –incluso más que antes– y al


niño le dolía debido a que esperaba una disculpa... una disculpa por querer
hacer que quemara su propia piel, por pegarle a su madre, etc. Pero lo que
más le dolía a JiMin de toda esta situación no eran los desmayos, el vivir
constantemente con la ansiedad, el cargar con la culpa de la muerte de una
persona y de dañar a su propio padre, mucho menos el saber que se iba a ir
al infierno de manera segura y gratuita.

El verdadero dolor fue que luego de despertar aquel día en el hospital...


Yoongi se había ido. Completamente. Ya no sentía el pitido en su oído
izquierdo, no sentía el constante malestar, ni tampoco su cuerpo continuó
deteriorándose. Incluso mejoró. Ya no parecía un cadáver. Y a pesar de que
al principio tuvo miedo de volver a ver a Yoongi, definitivamente no se
comparaba con el dolor de tenerlo lejos, de no sentirlo abrazarle por las
noches.

Era todo completamente terrible y el nudo en su garganta no disminuía ni


siquiera llorando ruidosamente en los brazos de su madre, la cual no
comprendía la tristeza de su hijo al creer que todo estaba bien. Decidió
culparse, porque jamás permitiría que su pequeño tuviera la culpa de nada.
Finalmente luego de las dos semanas JiMin volvió a la escuela. Sus padres
habían firmado la autorización del viaje de convivencia.

"¡El viaje en el que Dios guía tu camino!", dijeron, pero Dios no guiaba
nada que tuviera el nombre de "Park JiMin", y éste lo sabía. Jeon JungKook
continuaba molesto por no haber ido, JiMin temía ir porque sabía que irían
los de último año, y eso implicaba que ChanYeol y Jackson estuvieran allí.
"Los bravucones", por así decirlo. Hacían la vida de los dos adolescentes
imposible, todo por no llevar el típico estereotipo y por ser inocentes.

JungKook era un rebelde sin causa, incluso siendo de igual tamaño de que
JiMin, pero claramente en el instituto no aparentaba aquello. En cambio,
JiMin era como siempre en todas partes. ChanYeol era el que siempre
seguía a Jackson. Éste último había tenido una vida terrible, cayendo en un
orfanato y siendo adoptado por una familia rica al ser extremadamente
hermoso. Se le subió la fama a la cabeza, nadie sabía que era adoptado
excepto los padres de JiMin, los cuales se llevaban bien con los padres de
Jackson.
El rizado lo había escuchado en el momento en que los padres de Jackson lo
habían confesado ante los Kim, pero jamás dijo nada. Sabía que iba a tener
un viaje terrible. Por todos los cielos, lo sabía. Pero ya nada le importaba,
ya no le encontraba mucho sentido a las cosas. Quería a Yoongi, lo único
que quería, lo único que deseaba y no podía tener.

Sintió todo el cariño que éste alguna vez le dió realmente falso, y eso
rompió su corazón. El autobús parecía estar esperando a que los estudiantes
finalizaran de subir. El profesor de coro estaba a un lado de la puerta de
éste, observando su reloj. Probablemente esperaba a que fuese el minuto
exacto para subirse y partir. JiMin pensó seriamente en escaparse, pasar el
día paseando en la ciudad, tal vez comprarse un helado y luego volver a la
escuela cuando fuese la hora, pero su madre lo mataría por aquello, así que
caminó rápidamente al autobús, entregando su permiso y subiendo a éste.

Todos estaban sentados en sus respectivos lugares excepto los dos imb...
bravucones. Los dos bravucones. Se encontraban molestando a un chico de
adelante, el cual estaba junto a otro, ambos cubriendo sus cabezas para no
ser golpeados por éstos. JiMin rogó pasar rápidamente por el pasillo, y así
lo hizo. Ni siquiera tenía idea de cómo no lo notaron. Iba a sentarse detrás
de todo, del lado de la ventana junto a Kim Namjoon, el cual era de último
año y leía la biblia con mucha atención.

No entendía como nadie eligió aquel asiento, lo mejor del viaje era disfrutar
del paisaje. Una vez el rizado se sentó, suspiró y se acomodó contra el
respaldo del asiento, su piel erizada debido al frío. El invierno se acercaba.
Kim Namjoon dejó de observar la biblia para ver a su acompañante.

—Hey, JiMin. —dijo. A decir verdad, Namjoon era un buen tipo.

Un buen y lindo tipo. No se metía con nadie, y nadie se metía con él debido
a su tamaño. Grande, musculoso y con mala cara... pero solo para algunas
personas. JiMin lo había conocido cuando tuvo que hacer una obra de teatro
en donde Namjoon era Moisés y JiMin... bueno, ignoremos que fue una
oveja y solo enfoquemonos en presumir que estuvo en una obra.

Desde allí se saludaban en los pasillos y pocas veces habían almorzado


juntos, pero nada más que eso. Ni siquiera una amistad como la de
JungKook y JiMin.

—Namjoon. —saludó de vuelta JiMin, notando lo frío que había sonado.


Observó de reojo la biblia y frunció un poco el ceño al notar que ésta, por
dentro, no era nada parecido a la verdadera.

—¿Qué lees? —fingió no saber.

—¿Qué te parece? —rió Namjoon nerviosamente a la par que volvía la


vista a su lectura. JiMin le observó por unos segundos con notoria gracia.

—Definitivamente no he visto antes la palabra "vampiro" en la biblia. —


comentó, llevando su mirada al frente, fingiendo quitarle importancia a
aquello. Namjoon, completamente sobresaltado cerró "la biblia" y la dejó
sobre su regazo, apuntando con su enorme dedo índice al rizado, el cual
había vuelto a verle con una pequeña sonrisita.

—Si no dices nada te lo pagaré como sea. —intentó negociar. JiMin decidió
que continuaría con aquella negociación, pensando por unos segundos antes
de acomodarse en el asiento.

—No diré nada con una condición. —ambos se quedan viendo y JiMin, sin
quitar su mirada del chico del frente suyo, asintió en dirección a ChanYeol
y Jackson, los cuales bromeaban entre sí sobre algo.

—¿Ves a esos chicos?

A la par en que Namjoon vió al frente para buscar a los dos tontos, el
autobús se puso en marcha y todos exclamaron con emoción antes de que
acelerara por la calle tranquilamente. El profesor interrumpió la charla de
Namjoon y JiMin para avisar a todos que se mantuvieran en sus asientos.

—Los bravucones. —respondió Namjoon luego de unos minutos.

—Me molestan, y mucho. Tú eres grande, Nam. Eres musculoso. ¿Puedes


protegerme? —honestamente está sonrojado, y no por haberlo llamado
musculoso, sino porque nunca había sido tan directo en algo.
El castaño frente a él lo observó por unos segundos de arriba a abajo,
asintiendo lentamente, como confirmando sus dudas.

—Cambiaste. —confirma.

Las cejas de JiMin se alzan, sorprendido pero no del todo. —Te ves todo
confiado y negociador. Quiero decir, siempre he entendido que eres muy
inteligente y observador, pero te muestras muy tímido y hoy estás...
bastante atrevido.

Oh, rayos. ¡Alguien está siendo increíblemente directo! La incomodidad de


JiMin se incrementó, provocando que se reacomode en su asiento y vea al
frente, inseguro mientras llevaba sus pequeñas manos a su regazo.

—Yo no quería... bueno, l-lo siento. —tragó saliva con fuerza para intentar
aliviar el nudo en su garganta, pero sentía que no funcionaba. Yoongi ya no
estaba, y se había comportado como un chico tonto y atrevido para buscar
la protección de alguien. Estaba muy apenado.

—Lo siento, no tengo derecho de... tú sabes. No diré lo de tu libro,


tranquilo. —llevó su mirada a la ventana, viendo la carretera en la que se
encontraban.

—Supongo que todos hacemos cosas malas alguna vez.

—¿Crees que leer ésto es malo? —sonrió de lado ante la pregunta de su


compañero de asiento.

—No, es por eso que no voy a delatarte. No haces nada malo. —Irás al
cielo y yo no, pero así es por algo, y probablemente porque lo merezco.

— Eres una buena persona, Nam.

Namjoon parece pensar en algo mientras vuelve a abrir la supuesta biblia,


retomando su lectura. JiMin parece estar esperando ver algo anormal entre
los árboles de los costados de la carretera, algo que le diga que Yoongi no se
había ido, que le importaba el que estuviese bien en el planeta Tierra. Jamás
supo cuándo se llevaría su alma, ni tampoco lo que pidió, que fue – según el
diablo– la cosa más pura. Quería saber, y la intriga lo carcomía más rápido
que la ansiedad.

Suspiró antes de apoyar su cabeza contra el vidrio y cerrar sus ojos,


ignorando el hermoso paisaje y al cuervo que volaba más arriba del
autobús, por lo alto.

El autobús finalmente se detuvo al adentrarse a un bosque por un camino de


tierra, estacionando no tan lejos de la carretera. No deseaba perderse.
Namjoon despertó a JiMin, el cual roncaba un poco y tenía su dedo pulgar
resbalando de su boca. Cuando despertó vió alrededor y suspiró
profundamente, sonrojado al haber sido visto durmiendo como un bebé...
literalmente.

Se puso de pie mientras se frotaba sus ojitos y caminó detrás de un par de


alumnos, siguiendo a Namjoon por el pequeño pasillo entre los asientos del
autobús. Los bravucones se pusieron detrás suyo, pero JiMin estaba lo
suficientemente adormilado como para darse cuenta. Fue finalmente cuando
llegó al primer escalón para bajar del autobús que fue empujado con fuerza,
provocando que su cara diera contra la tierra bruscamente.

Un gemido de dolor salió de sus labios ante el fuerte dolor de nariz, oyendo
risas de sus compañeros. Unas manos lo levantaron por el brazo, y cuando
se reincorporó, completamente mareado, notó que Namjoon fue el único
que lo ayudó. Le agradeció en un asentimiento a la par que intentaba
quitarse la tierra de las pestañas sin que dañaran sus ojos. El profesor no
había visto aquella escena, y tampoco preguntó de qué se reían todos.

Simplemente se acercó y sacó un papel a la par en que se colocaba sus


anteojos para comenzar a leer. —"Amados, amémonos unos a los otros,
porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y
conoce a Dios. (1 Juan 4:7)" —una vez finaliza de leer aquello observa a
todos sus alumnos con una sonrisa, como si todo fuese simple.

—Los hemos traído aquí porque deseamos que todos se amen, que todos
sientan que pueden contar con el otro. La comodidad, el respeto, y
principalmente el amor atrae al señor. Vamos a sentir la felicidad esta tarde.
—finalmente suspiró antes de ver a su alrededor.
—Bien. Vamos a buscar un lugar cerca donde podamos armar una pequeña
fogata y acomodar unos troncos para sentarnos a convivir. Siganme.

Todos comienzan a caminar. JiMin sacude su ropa entre todos los alumnos,
oyendo a ChanYeol y Jackson detrás. Namjoon va a su lado, pero no tanto.
Lleva su supuesta biblia bajo el brazo y tiene la vista bien al frente. Las
risas de los torpes de atrás no cesan, y comienzan a hablar más fuerte de lo
normal, aunque casi todos lo están haciendo.

—Si, murió en el hospital. —ChanYeol comienza. JiMin siente un


cosquilleo de vértigo en su pancita.

—Se desangró. Supongo que... no tuvo las bolas suficientes para seguir con
vida. —ambos adolescentes explotan en carcajadas. Claramente hablan
sobre Bonhwa.

El piso parece moverse, y JiMin está tan mareado que desea simplemente
vomitar. Sintió una de las manos de Namjoon sostenerlo del brazo en
cuanto comenzaba a inclinarse hacia un lado, a punto de caer. Lucía como si
hubiese subido a un carrusel sin frenos, y su corazón parecía estar yendo al
ritmo de éste: rápido, descuidado. Respiró profundo un par de veces sin
recibir ninguna pregunta de Namjoon, y pronto se calmó un poco. Yoongi,
te necesito.

—Lo siento por lo de tu primo. —JiMin asiente lentamente y limpia sus


lágrimas en cuanto se da cuenta de que éstas caen por sus mejillas.

—Voy a cuidar tu espalda. De inmediato, JiMin alza su rostro hacia


Namjoon, el cual lo vé de reojo mientras observa como el profesor de coro
ha encontrado el lugar perfecto para detenerse. —¡Aquí! Aquí es perfecto.
Ayúdenme con ésto, por favor.

—¿E-En serio? —JiMin pregunta, y cuando el otro adolescente asiente de


inmediato comienza a sentir la culpa instalándose en su pecho.

—Nam, no te sientas obligado. —No estoy siendo obligado, simplemente


creo que no debes lidiar con esta porquería hoy.
JiMin no duda en agradecerle, feliz de poder contar con alguien en el
miserable mundo en el que se encontraba. —¡Kim Namjoon! —el maestro
le llama, y éste de inmediato se acerca, no sin antes darle su biblia a JiMin
para que se la sostuviera. Éste lo hace de inmediato, aferrándola a su pecho.

—Necesitamos sus músculos, señor Kim.

—Con gusto. —¿Por qué quieres venir a convivencia? —la voz de Jackson
se hace audible a un lado de JiMin. Finge caminar tranquilamente alrededor
del pequeño rizado, el cual encoge sus hombros en su lugar.

—Eres el bicho raro de aquí.

ChanYeol finge pasar tranquilamente por el lado de JiMin y con una


sacudida de su brazo tira el libro de las manos del niño de ojos verdes, el
cual suspira antes inclinarse para levantarlo. La risa de Jackson llega a sus
oídos antes de ser empujado al lodo. Ahora sí ha manchado su ropa por
completo.

¿Por qué tuvo que usar su camisa blanca aquel día? Dios santo. Namjoon
reaparece de inmediato en la escena, pero a pesar de llegar un poco tarde
pone de pie a JiMin y se empeña en ver fijamente a ChanYeol, el cual le
sonríe amistosamente al castaño.

—¿Tienen algún problema? —pregunta de mala gana a la par que comienza


a acercarse a ChanYeol, el cual parece irradiar más nervios que éstos
mismos. —¿Estás aburrido? —N-No.

El profesor vé en aquella dirección debido a que está indignado por la


suciedad en la ropa de su alumno más pequeño, Kim JiMin. Namjoon al
notar aquello golpea amablemente el hombro del molesto adolescente frente
suyo y finge una sonrisa llena de bondad.

—¿Quieres que te desaburra partiendo tu cara, imbécil? —Namjoon sonríe


aún más luego de decir aquello, y ChanYeol niega rápidamente antes de
alejarse un poco más, pasando por al lado de JiMin y asegurándose de
siquiera verlo. Namjoon se gira en cuanto oye a Jackson reír entre dientes.
—¿Te da risa algo? —No me das miedo, Kim. Sabes que si haces algo
podrías salir perjudicado.

—¿Me estás probando?

—¿Chicos? ¿Qué sucede aquí? —el profesor de coro intervino debido a un


estudiante explicándole sobre una problemática situación cerca de los
cuatro chicos. Namjoon suspira para luego girarse y tomar el brazo de
JiMin, guiándolo con él. Oyen risas de ChanYeol y Jackson pero los
ignoran por completo, intentando tener un bonito día de convivencia,
incluso si el pequeño de cabello rizado sabía con exactitud que no era así.

—¡Cordero de Dios! —aplausos. —¡Cordero de Dios! —más aplausos


unísonos. —¡Que quitas el pecado del mundo! ¡Ten piedad de nosotros, ten
piedad de nosotros!

JiMin no iba a mentir. Iba a ser muy sincero pero cuidadoso: las canciones
solamente lo deprimían aún más. Incluso sabiendo que no vomitaría al
nombrar al padre de los cielos, también sabía que no tenía ningún derecho.
Suspiró y bajó la mirada a sus manos, solo aplaudiendo cuando todos lo
hacían, oyendo a sus compañeros entonar terriblemente con la canción,
excepto a Namjoon, el cual cantaba brillante.

Suspiró. ¿Yoongi? ¿Puedes oírme? Siento si hice algo que te molestó,


prometo no hacerlo más pero... por favor, vuelve.

Unas pequeñas ramas que provienen de su derecha pican en su rostro desde


ya hace rato, pero no cree soportarlo más. Namjoon no podía hacer nada en
aquella situación, y JiMin lo comprendía. —¿Podrías, por favor, dejar de
arrojarme cosas?

Jackson ríe junto a ChanYeol a la par en que todos dejan de cantar y el


profesor regaña a los tres adolescentes con la mirada: a JiMin por
interrumpir, y a los otros dos por comenzar. JiMin ni siquiera le da tiempo a
hablar.

—Voy a... encontrar un baño. —dice antes de ponerse de pie, sacudiendo su


ropa aunque ésta ya está realmente sucia.
—De acuerdo. —el profesor aprueba, sonriendo en dirección a su alumno.
Kim JiMin siempre le había caído bien y todo gracias a que jamás daba
problemas.

—No te alejes mucho, por favor. —el rizado asiente ante aquello,
agradeciendo la muestra de preocupación mientras se encamina fuera de la
ronda, adentrándose al bosque poco a poco.

—Yo también necesito ir al baño, profesor.

—Y yo. —JiMin suspira temblorosamente. Sabe que ambos chicos lo


hicieron a propósito, no duda ni un poquito.

—Vayan, y no se pierdan.

—Profesor, yo también. —Namjoon rápidamente dice poniéndose de pie.


JiMin agradece aquello, pero lo hace muy pronto.

—Namjoon, mejor vé con un nuevo grupo cuando ellos vuelvan. —el


profesor dice, y Namjoon nuevamente se sienta, viendo con el ceño
levemente fruncido como JiMin caminaba con más rapidez y los otros dos
idiotas intentaban alcanzarlo.

De inmediato se giró e intentó cantar sin estar concentrado en qué le


sucedería a su compañero. El niño de rizos apresuró mucho más su paso,
casi trotando mientras oía como Jackson y ChanYeol hacían exactamente lo
mismo entre risas.

Es cuando JiMin detiene su paso al saber que no se liberará de los


adolescentes, que éstos deciden empujarlo al suelo de inmediato. Jackson lo
sostiene de la nuca, dejando su mejilla pegada contra la tierra del suelo.

—¿Quién mierda te crees que eres ahora? ¿El protegido de Kim? Idiota. —
el puchero se instalaba poco a poco en el labio inferior de JiMin. Desde la
llegada de Yoongi se había acostumbrado a no lidiar con ese tipo de
mierdas, y ahora solo se culpaba, preguntándose qué hizo mal y sintiendo
que todo lo que podría ocurrirle se lo merecía.
—Haz que se trague la tierra. —ChanYeol dice completamente
emocionado. Jackson toma en un puño los rizos de la parte trasera de la
cabeza de JiMin y los levanta un poco, solamente para hundir el rostro de
éste en la tierra.

El cuerpo del rizado se retuerce, intentando zafarse del agarre debido a que
siente que se está ahogando. Inesperadamente lo sueltan y se queda en el
suelo, tosiendo e inhalando profundamente con el rostro lleno de tierra.

—Fenómeno. —dice Jackson antes de levantarse y comenzar a caminar con


ChanYeol nuevamente hacia el pequeño campamento con los demás
alumnos. Y eso ha sido todo.

Un profundo y tembloroso suspiro sale de la pequeña nariz de JiMin, el cual


se gira en el mismísimo suelo, sentándose y observando fijamente a ambos
muchachos, caminando.

—Basura adoptada. —deja salir mientras traga el sabor amargo de su boca.


Es la primera vez que siente ira por su cuenta, y que insulta a alguien
queriendo hacerlo. Y que, maldita sea, se siente increíble.

Internamente agradece a su lengua afilada. Ambos adolescentes detienen su


caminata, ChanYeol incluso se aleja un poco de Jackson mientras vé a
JiMin con sorpresa y hasta cierto terror. Fue allí y por la desquiciada mirada
de Jackson que el rizado fue poniéndose de pie lentamente mientras las
lágrimas caían por sus mejillas.

No se arrepentía, pero estaba asustado. Sabía que se había pasado y podrían


matarlo a golpes. Debía de ir rápidamente donde Namjoon, pero ambos
chicos estaban bloqueando aquel camino. Una risa entrecortada y
extremadamente falsa sale de la boca de Jackson.

—Dios bendito, estás tan muerto justo ahora. —dice.

JiMin toma aquello como una señal para girarse y comenzar a correr,
sintiendo a ambos adolescentes hacer lo mismo. ChanYeol grita el nombre
de su amigo, porque molestar es muy diferente a alejarse de los demás y
partirle la cabeza al niño contra una roca. Sabe que su amigo va a pasarse, y
sabe que va a tener que conservar un peso en su conciencia para toda su
vida.

El niño no puede dejar de respirar rápidamente entre sollozos apenas


audibles mientras corre con la mayor fuerza que le queda, intentando no
tropezar con ninguna rama de por medio porque, oh Dios, estaría tan
malditamente muerto si eso ocurriera. Sabe que se está alejando demasiado
cuando ya no se oyen los cantos de sus compañeros y por no reconocer
aquella área del bosque.

Es cuando vé al frente que desea haber cerrado su boca y conservado su ira:


un lago que separa el bosque de otro bosque está a unos metros, claramente
no puede arrojarse así como así debido a que no sabe nadar. Concluyó todo
sabiendo que moriría, y preferiría morir ahogado antes de hacerlo a manos
de Jackson, con ChanYeol de cómplice. Sollozó más fuerte.

¿Cómo podría Yoongi llevarse su alma, matándolo de ésta manera? Creía


que el diablo decidía la muerte de sus víctimas, y si el arcángel sintiese algo
por él... esto no estaría pasando.

¿Cómo había sido tan torpe de creer que Yoongi sentiría algo por él?
¿Cómo había podido creer que, alguna vez, alguien sentiría amor por él?

—Yoongi. —susurró con pánico antes de respirar profundo, sin dejar de


correr y saltando en cuanto llegó al borde del lago, hundiéndose lentamente.

Cerró sus ojos con fuerza mientras sentía sus oídos taparse por el sonido del
agua, dejando su cuerpo inmóvil pero sintiendo como cada vez descendía
más. Burbujas salieron de su nariz a la vez que relajaba su cuerpo,
disfrutando de la calma que el agua le brindaba y esperando a la muerte con
paciencia. Si iba a morirse, iba a morirse bien.

Más burbujas salieron de su nariz con brusquedad en cuanto unos brazos


envolvieron su cintura, apegándolo a un duro torso. Fue entonces que... ... el
malestar se hizo presente. Dió una profunda inhalación por la boca en
cuanto su rostro estuvo fuera del agua, tosiendo un poco. No había entrado
agua a sus pulmones, pero el haber corrido bastante y luego contener la
respiración lo había hecho ahogarse un poco.
Su oído izquierdo pitaba como antes, su cuerpo estaba helado y creyó que
era debido al agua, pero en cuanto sus ojos verdes se abrieron y observó al
diablo demasiado cerca, lo comprendió. Éste estaba tan guapo como
siempre, sólo tenía el cabello mojado, hacia atrás y sus ojos bordó con
pupilas dilatadas.

Su piel estaba cálida y, demonios, JiMin lo había echado de menos. Tanto,


tanto, que apenas podía respirar. De inmediato llevó los brazos alrededor
del cuello del arcángel y lo abrazó, temblando al saber que se venía lo malo.

—¡Jackson, deten...! —ambos chicos se detuvieron en cuanto pararon frente


al lago, observando al niño de rizos abrazar a un tipo extraño, el cual daba
miedo. ChanYeol de inmediato vió alrededor antes de volver a ver al
hombre en el agua.

—¿Quién diablos eres tú?

Todo pasó muy rápido.

Un cuervo, el mismo que había vigilado a JiMin en todo el viaje, se hizo


presente en la escena. Se posicionó frente a la cara de ChanYeol y comenzó
a atacarlo mientas éste gritaba, rogando por ayuda. Sangre caía por sus
mejillas hasta finalmente ser separado de sus propios ojos. El cuervo se
alejó mientras masticaba su comida, y el adolescente cayó al suelo, poco a
poco desangrándose hasta morir... solo.

Jackson observó a su amigo de toda la vida, su cuerpo inmóvil en el suelo y


gritó fuerte, horrorizado mientras llevaba sus manos a sus mejillas, sin
poder creerlo. El sonido del cuervo masticando los oscuros ojos de su
amigo fue todo lo que necesitó para comenzar a correr por el bosque, sin
mirar atrás, escapando.

Tal vez era la falta de aire, el pánico en su pecho, o el haber corrido por
mucho tiempo, pero su cabeza comenzaba a doler terriblemente. Un dolor
anormal. Fue finalmente que llegó a donde todos estaban. El profesor de
coro silenció a sus alumnos al notar el rostro de Jackson tan blanco como
una servilleta, poniéndose de pie para acercarse a su alumno pero
decidiendo esperar a que éste reaccione.
—¿Jackson? ¿Qué sucede? —pregunta. Todos observan extrañados al
adolescente, el cual lentamente se sienta sobre un tronco entre dos alumnos
más.

Todo queda en silencio por unos segundos mientras la respiración de


Jackson comienza a cesar, volviéndose más costosa. Su rostro se vuelve
rojo, bordó, lentamente violeta, y las venas resaltan en éste. Es cuando el
profesor avanza que, literalmente, la cabeza de su alumno estalla en
pedazos.

La sangre salpica a todas las personas que se encontraban allí, algunos


gritan, algunos corren lejos y otros no pueden moverse. El cuerpo del
adolescente cae, no hay rastro de su cabeza, rastro de nada. El caos se
desata.

Yoongi alzó a JiMin, finalmente pudiendo dejarlo fuera del agua. Éste
respiraba profunda y rápidamente, boca arriba y observando el cielo azul.
Era un bonito día para tanta tragedia, para tantos problemas. Lentamente
comienza a sentarse, mareado y observando de reojo como el diablo salía
del agua, quedando de pie y tirando su oscuro cabello hacia atrás.

Su camisa y pantalones negros estaban empapados, al igual que la sucia


ropa del pequeño. Es cuando el arcángel está a punto de inclinarse para
levantarlo que el niño se hace hacia atrás, sollozando secamente. Siente que
ya no puede llorar, incluso intentándolo.

—Y-Yoongi... —sollozó mientras su pecho recibía dolorosas puntadas. —


¿Dónde estabas? T-Te necesitaba. —comienza a llorar más fuerte mientras
las lágrimas caen por su rostro.

Parece estar entrando en pánico, pero finalmente se gira para ver al cadáver
del bravucón. Un bravucón, como cualquier otro torpe adolescente que aún
no madura, y había recibido el castigo de una de las peores muertes tan solo
por no saber con quién se metía.

—Muerto.
El diablo lo observa con sus ojos más grandes de lo normal, sin saber cómo
reaccionar ante las palabras de su niño favorito. —Se lo merecía. —susurra.

JiMin parece estar comenzando a enloquecer. —D-Dios. —un gruñido bajo


escapa de los labios de Yoongi ante la mención de éste mientras que el niño
pasa sus temblorosas y frías manos por sus ricitos mojados, casi
arrancándolos e hiperventilando aún más.

—E-Esto no está pasando, no. N-No puede estarlo. —niega rápidamente


mientras todo se mueve a su alrededor. Rápidamente es tomado por debajo
de los brazos y envuelto por la cintura en cuanto el diablo nota que no tiene
estabilidad en sus piernas.

—Escúchame. —le dice, notando como JiMin hace lo posible por no entrar
en pánico. —Juro que voy a explicarte por qué me fui. La verdad.

—¿C-Cómo sé que no estás mintiendo? —otro sollozo se escapa de sus


labios mientras intenta recuperar el ritmo normal de su respiración, fallando
reiteradas veces en el intento.

Yoongi simplemente lo vé fijamente, incluso si el niño no lo hace,


manteniendo sus ojos cerrados. —... Yo jamás le mentiría a mi niño
favorito. —le dijo antes de acariciar su nariz contra la del más bajo,
respirando profundamente y grabando nuevamente el aroma de éste en su
memoria, en sus sentidos.

Es cuando Yoongi comienza a hablar que JiMin cree estar soñando. Habla
en una lengua incomprensible para los simples humanos como él, pero es
tan suave e intrigante que los nervios de JiMin comienzan a descender
mientras se acurruca más contra el caluroso cuerpo del diablo. Éste último
acaricia –JiMin se atreve a pensar que es con mucho cariño– la espalda del
niño suave y lentamente. Poco a poco los nervios disminuyen, solo siente
frío y pesadez.

El shock se va, solo tiene miedo. —No enloquezcas. —JiMin traga saliva
con fuerza mientras el diablo se separa y toma las mejillas del más bajo
para observarlo, a pesar de que éste se encuentra viendo la boca del
arcángel, la cual se ladea en una –algo macabra– sonrisa.
—Hice que la cabeza del otro ser inferior volara en mil pedazos. Todos con
los que viniste ya saben que algo ha sucedido. Tienes que volver y decir que
tú no sabes de nada, ya que decidiste ir más lejos que ellos y caíste en el
lago.

El shock nuevamente invade a JiMin, pero no siente que vaya a enloquecer


nuevamente. —Y-Yo... —niega lentamente antes de sollozar, sintiendo las
lágrimas caer por sus mejillas. Ésto era una pesadilla, y un sueño hecho
realidad a la vez.

—... No puedo.

La respiración de Yoongi cambia drásticamente. JiMin casi puede asegurar


que el diablo está desesperado porque su niño favorito no reciba culpa en el
asunto, pero no quería creerlo del todo. —Hazlo, o mato a cada uno de los
humanos que hay aquí. —dice en un tono suave pero frío. Inesperadamente
se aleja del rizado. —Vé.

—¿M-Moverás el cuerpo? —Yoongi asiente y JiMin hace lo mismo antes


de girarse y comenzar a caminar rápidamente hacia el camino de vuelta a la
convivencia.

Finalmente llega e intenta usar su shock para fingir sorpresa y


preocupación. Los alumnos están subiendo al autobús en fila, hay dos
ambulancias y los troncos en donde anteriormente todos estaban sentados
están cubiertos de sangre. Hay una cinta amarilla alrededor de éstos y algo
que luce como un cuerpo metido en una bolsa negra.

JiMin está a punto de comenzar a caminar hacia la fila del autobús, subirse
y ya, pero cree que aquello sería realmente sospechoso así que se encamina
hacia su profesor de canto, el cual tiene ambas manos en la cintura y está
más pálido de lo normal, negando lentamente a la nada.

—¿Señor McCoulay? ¿Qué ha pasado? —dijo, fingiendo claro


desconocimiento en la situación.

El profesor alza lentamente su mirada, viendo fijamente al niño antes de


rebajarlo con la mirada, consciente de lo mojado y sucio que éste estaba. —
¿Dónde has estado?

El rizado intenta no balbucear. —Fui a hacer pipí al lago, pero me caí. —


frunce levemente su ceño y vé alrededor antes de volver a ver al adulto. —
¿Qué ha sucedido? ¿Alguien salió herido?

Un suspiro sale de los labios del hombre luego de observar al niño por unos
segundos. Ante sus ojos –y los de cualquiera– es muy claro el que su
alumno jamás haría daño ni siquiera a un mosquito. JiMin ya no se siente
tan puro como Yoongi jura que es. La mano de McCoulay viaja a la espalda
del rizado, empujándolo suavemente en dirección al autobús mientras niega
lentamente con la cabeza.

—No te preocupes. Vé a casa, niño.

Una vez JiMin sube al autobús, nota el como sus compañeros y los del
último curso no pueden reaccionar. Algunos hablan bajo, otros lloran, y los
demás simplemente... lucen perdidos. Casi todos están cubiertos de
manchas rojas, el conductor del autobús termina de fumar un cigarrillo
mientras mueve su pierna frenéticamente, esperando al profesor para partir.

JiMin camina al fondo sin mirar a nadie y vuelve a ubicarse en el mismo


lugar de ida, a un lado de Namjoon, el cual parece más cuerdo que todos. —
¿JiMin? ¿Dónde estabas? ¿Qué te ha sucedido? —luce preocupado mientras
el niño cierra sus ojitos, respirando de manera lenta y temblorosa.

—Caí al lado. Larga historia. —se enderezó, y una vez abrió los ojos,
viendo a Namjoon, intentó lucir extrañado ante las manchas de sangre en su
camiseta.

—¿Qué ha pasado, Nam?

Éste suspira antes de dirigir su mirada al frente. —Es mejor que no lo sepas.
Podría herir tu sensibilidad.

Es porque aún no sabes todo lo que hice, Nam. Todo lo que provoqué.
JiMin asiente lentamente antes de girarse en dirección a su ventana.
Minutos después el autobús acelera, dejando atrás aquella terrible
convivencia y cada lágrima que derramaba el rizado entre los silenciosos
sollozos que dejaba escapar, simulando dormir plácidamente cuando en
realidad era el más afectado de todos aquellos.

No fue sorpresa que su madre chillara y lo abrazara contra su pecho en


cuanto lo fue a retirar a la escuela. Ya todos los padres estaban informados
de lo ocurrido y ninguno parecía tener una reacción leve o menor a la de la
madre de JiMin. Ésta le besó el rostro como si no lo tuviese lleno de tierra
húmeda debido al agua.

—¡JiMin! —tomó el rostro de su hijo, examinándolo y haciendo una mueca


de dolor al ver su mejilla raspada y un orificio nasal con un poco de sangre.

—¿Qué ha sucedido? ¿Estás bien, bebé? ¡Tienes sangre!

JiMin rápidamente se acurruca en los brazos de su madre, suspirando


profundamente e intentando que la taquicardia cesara rápidamente. —Estoy
bien, mami. Solo me he caído.

—¡Estás empapado!

—Caí en un lago, intentaba hacer pipí. —se sonrojó. En parte, era cierto.
Iba específicamente a hacer pipí, pero no en el lago. Ew.

—Oh, cielo. —lo abrazó más fuerte antes de alejarse un poco, viéndolo con
cariño.

—Firmo un papel para retirarte y nos vamos a casa. Te prepararé la mejor


merienda del universo y podrás ver lo que quieras, ¿mh? Espérame aquí. —
obligó al niño a sentarse en uno de los asientos pegados a la pared de la
pequeña sala de espera en la oficina y se adentró a ésta última.

Luego de un par de minutos se encaminaron fuera del instituto, recibiendo


miradas de desaprobación de parte de las monjas que pasaban y observaban
la vestimenta de JiMin. Ya fuera, caminaron hasta el auto y se subieron en
él. El niño esta vez iba en el asiento copiloto.

—¿Cómo saliste? No sabes nadar.


—Hice lo que pude. —al oír el suspiro de su madre JiMin se sintió aún peor
y llevó su pequeña, pálida y delicada mano al brazo de su madre.

— Estoy bien, mami. No te preocupes por mi. —dice para luego sonreírle
de lado, simulando no tener idea de lo ocurrido. Su madre hace lo mismo
mientras su hijo se abrocha el cinturón de seguridad y busca relajarse en el
asiento. Sabe que debido a mentir estaría llorando, no lo soportaría porque
jamás ha soportado mentir, pero la leve caricia en su brazo que proviene del
asiento de atrás lo calma completamente, haciéndolo sentir que no está solo.

Apenas llegó a su casa fue recibido por un abrazo de su hermana,


expresando lo preocupada que había estado. Su padre tomó su taza de café
y subió los escalones, yendo a su habitación. A JiMin le dolió. Su madre le
preparó una merienda: siempre era té y tostadas, pero esta vez fue leche con
chocolate y galletas horneadas específicamente para él.

Comió solo porque quería ver la sonrisa en el rostro de su madre, pero no se


merecía ni una pequeña migaja. Nada. Finalmente decidió que era hora de ir
a ducharse así que se encaminó a la puerta del sótano, cerrando ésta y
bajando los escalones para abrir la puerta de su habitación. Tomó su pijama
celeste de aviones, unos calcetines cortos de color blanco y ropa interior,
dirigiéndose al baño.

El agua caliente fue reconfortante, cayendo por sus hombros y cabeza. No


dejó de llorar fuerte en todo el baño, borrando sus lágrimas con la lluvia
artificial. La única prueba de que había llorado cuando terminó eran sus
ojos levemente hinchados, rosados por fuera al igual que su nariz. Se secó y
se vistió, limpiando antes de encaminarse a su habitación.

Una vez en ésta ni siquiera se sobresaltó ante la oscura figura de Yoongi, de


pie en la punta de su cama. Se dirigió con calma hacia ésta y se sentó,
cubriéndose las piernas con las mantas y bajando la mirada, dejando sus
manos sobre su regazo. Sabía que iban a hablar.

—No puedo estar siempre contigo. Pero no sabía que iba a doler.

—... Entiendo. —simplemente susurró, asintiendo lentamente y realmente


intentando comprender que era el diablo. ¡El diablo! Muchas más
ocupaciones que abrazarlo. Estuvo a punto de recostarse para dormir,
queriendo dar por finalizada la conversación.

—Si lo estoy vas a volverte un cadáver. —el ceño de JiMin se frunció,


queriendo verlo a los ojos para comprender, sin poder hacerlo debido al
molesto pitido en su oído izquierdo.

—Cuando estoy mucho tiempo contigo tu cuerpo se deteriora: adelgazas, no


duermes, vomitas, no comes... te sientes triste.

El niño parpadeó lentamente intentando comprender. ¿Era eso? ¡¿Solo eso?!


¿Significaba que Yoongi... lo estaba protegiendo?

—... Oh. —simplemente dijo, mordiendo su labio inferior por unos


pequeños segunditos.

—Pero a veces... bueno, en las noches duermo y siempre me abrazas.

—Cuando te duermes me voy. —confesó el diablo caminando lentamente


hacia donde JiMin estaba.

—Las veces que me quedé a tu lado tuviste insomnio, pesadillas y parálisis


de sueño. —se sentó en un costado de la cama y llevó sus manos repletas de
anillos a las mejillas de su niño favorito.

—Y tuviste miedo. Miedo de mí.

—N-No... —Siento lo que tú sientes. —interrumpió.

JiMin internamente se preguntaba si Yoongi era capaz de sentir que estaba


enamorado, porque sería muy vergonzoso. Se sonrojó ante aquel
pensamiento. —Pude sentir tu miedo en el hospital, y era dirigido a mí. —
JiMin no dijo nada, era cierto.

Había estado aterrado de tener cerca de Yoongi en el momento en que


despertó en el hospital. Fue como salir de todo sueño en donde el diablo
parecía cuidadoso, mimoso y hermoso. Fue ver la realidad: no tiene
corazón. No lo tiene.
Yoongi permaneció viendo a JiMin unos segundos antes de,
inesperadamente, acercarse más hasta que los labios de ambos se rozaban.
El rizado parecía haberse quedado sin aire y estar transformándose en un
tomate.

—Pregúntame. —dijo. Las pequeñas manos de JiMin tiemblan y siente


como la felicidad vuelve a su cuerpo poco a poco ante las muestras de
afecto del arcángel, aunque siente que va a morir de los nervios.

—¿Mh? —es lo único que logra decir, incluso su voz tiembla en aquel
murmullo.

—Qué es lo que pediste, pregúntame.

Los ojos del niño se cierran ante las dulces e íntimas caricias de la nariz de
Yoongi en su nariz. Ama tanto aquel cosquilleo en su estómago cuando
aquello sucede que decide alzar más el rostro, sin negarse a los mimitos.

—¿Q-Qué es lo que pedí?

Yoongi inhala fuertemente, provocando que algunos cuadros en la


habitación de JiMin se muevan levemente. Está a punto de hablar pero un
gruñido bajo escapa de su boca antes de alejarse de de JiMin. Éste último
observa al diablo con confusión, el cual se pone de pie y retrocede hasta
estar en un rincón del cuarto.

—Alguien viene. —advierte. JiMin esboza una mueca de confusión y amor


acostándose lentamente en la cama y viendo a su madre entrar luego de
unos leves golpecitos. Ésta le sonríe a su hijo, siendo correspondida.

—Bebé. —dice y camina hacia la cama, sentándose donde anteriormente


Yoongi estaba. Éste continúa en el rincón de la habitación, observando la
escena y solamente visible para el niño.

—¿Cómo te encuentras? —Estoy bien. —simplemente responde, riendo


bajito ante los besitos de su madre en la palma de su mano. Ésta asiente
lentamente antes de darle un leve apretón a su mano.
—Hey, amorcito. —susurró. JiMin borró un poco su sonrisa al oír el tono
en la voz de su madre.

—Necesito preguntarte algo. —¿Sí?

—En el campamento... ¿notaste algo extraño en dos de tus compañeros?


Uhm... ¿ChanYeol y Jackson? —JiMin se queda inmóvil por unos
segundos, viendo de reojo la figura de Yoongi en la oscuridad. Niega
lentamente, luciendo para nada convincente.

—¿Seguro? —Pues... se veían nerviosos. —nuevamente vé a Yoongi de


reojo, el cual asiente lentamente en aprobación. Volvió la mirada a su madre
y se encogió de hombros.

—Pero no presté mucha atención, sólo quería hacer pipí.

Su madre se echó a reír antes las palabras de su hijo, pellizcando sus


mejillas y provocando que éste sonría adorablemente, con aquella particular
sonrisa en forma de cajita. —Vale, mi hombrecito. A dormir. Mami se
quedará contigo unos segundos. —JiMin asintió y le dejó espacio a su
madre, la cual se acostó detrás y lo envolvió en sus brazos. Yoongi gruñó
ante aquella escena y JiMin no pudo evitar reír en voz alta.

—¿Qué sucede?

Volvió a reír pero más bajito, viendo fijamente a Yoongi, quien tenía ambas
cejas levantadas. —No, nada... Recordé un chiste muy bueno.

—¿En serio? Cuéntamelo. —pide su madre, animada. JiMin se congela, sin


saber exactamente qué decir y viendo la sonrisa ladina en el rostro de
Yoongi, el cual había tomado aquello como venganza.

—U-Uhm... Tengo sueño, mañana. —bosteza exageradamente y cierra sus


ojos, comenzado a roncar a los segundos y esperando a que su madre se lo
crea.

Es obvio que no se lo cree, JiMin es muy exagerado al hacer sus ronquidos,


pero simplemente sonríe y se queda haciéndole compañía a su hijo. Poco a
poco, los exagerados ronquidos se vuelven realidad y Eunji deja un beso en
los rizos del niño antes de levantarse, arroparlo mejor y salir en silencio del
cuarto.

Yoongi observa al rizado y nota que éste realmente está dormido. Suspira
antes de decidir irse para que su niño favorito no tuviera ningún tipo de
pesadillas, pensando en lo que habría hecho hoy lo haría mañana: el caos.
El caos de los caos, y todo porque finalmente el diablo haría algo que no
dañaba a nadie excepto a él mismo, y eso era resignarse frente a los ojos del
de arriba. Una total mierda, a decir verdad.

Pero ya no lo soportaba.

Necesitaba besarlo. Y un poco más.

....

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7.1k de palabras... Muero

Nos seguiremos leyendo mas adelante~

Besos.
VIII

Sus ojitos se abrieron lentamente en cuanto pudo oír a su madre entrar a la


habitación, cerrando la puerta sin cuidado y todo debido a que cargaba una
bandeja en sus antebrazos, la cual tenía un desayuno puesto de manera muy
organizada: chocolate caliente en una enorme taza azul y unas galletas bien
horneadas en un pequeño y floreado platito de porcelana.

A un lado una nota en la cual le deseaba un buen día y todas las bendiciones
del mundo, las cuales no harían ni un poquito de efecto en JiMin porque,
¡hey! ¡Estaba enamorado del diablo! Volvió a cerrar sus ojos debido a que
no quería que su madre notara que estaba despierto, sintiendo como ésta
dejaba la bandeja a un lado suyo, sobre su mesita de noche.

-JiMinie. -le sacudió el hombro, el niño simplemente cubrió su cabeza con


las cobijas. -El desayuno, bebé.

-En un minuto...

Eunji suspiró, regañándolo un poco debido a que sabía que no iba a


despertar de inmediato y ella no podía quedarse. Simplemente se fue, y
JiMin frotó sus ojitos con sus pequeños puños por debajo de las cobijas.
Casi de inmediato sintió el peso de un cuerpo caer a un lado suyo,
sentándose. Hubiese tenido miedo, pero solo sentía emoción.

-Miren quién despertó. -no pudo evitar sonreír, cerrando sus ojos con fuerza
por unos segundos y sintiendo cosquillas en su pancita.

Le encantaba cuando le hablaban así, especialmente si era Yoongi, por lo


que no pudo evitar sonrojarse. Se quitó las mantas de encima a la par en que
se sentaba con algo de lentitud, haciendo sus ricitos hacia un lado.
Continuaba estando despeinado, pero poco le importaba ya que Yoongi lo
había visto varias veces de aquella manera. Bostezó antes de levantarse.

-Ya vuelvo. -dijo, y corrió descalzo al baño. Se había aguantado en ir el día


anterior.

Minutos después salió, Yoongi continuaba en el mismo lugar y con su


mirada sobre el niño que ingresaba con pereza -nuevamente- a la cama.
Tomó la bandeja y la puso sobre su regazo, el cual estaba oculto bajo las
cobijas. Lo mantenían abrigado, hacía frío fuera. Antes de comenzar a beber
de su chocolate caliente para comenzar bien el día tomó una galleta y se la
tendió a Yoongi sin verlo.

-¿Quieres? -de reojo notó como éste negaba y de inmediato la sumergió en


su chocolate caliente para luego morder, masticando el exquisito sabor de
ambas delicias mezcladas. Es cuando decide comenzar a beber de su
chocolate caliente que Yoongi decide hablar.

-He estado merodeando por tu casa. -casi escupe todo, alejando la taza con
rapidez de sus labios y tragando con fuerza la bebida. Su corazón latía muy
fuerte, sus ojos se abrieron de par en par. ¿Yoongi había hecho algo
nuevamente? El miedo se disparó por todo su cuerpo.

-Tranquilo, no hice nada malo ni que hiciera notable mi presencia. -aquello


provocó que el alivio cayera de manera satisfactoria sobre él, provocando
que suspire antes de continuar desayunando.

-Solo se giraron algunos crucifijos... y asusté a tu padre... Solo eso.

-Oh, bueno... -JiMin aceptó aquello. Por algún motivo, comenzaba a


gustarle el que Yoongi hiciera notable su presencia.

¿Acaso era el poder y protección que sentía cuando tenía al diablo a su


alrededor? ¿Éstas dos emociones comenzaban a apoderarse de él? Quiso
verlo, y sabiendo que no podía ver sus ojos decidió ver sus labios, pero de
inmediato bajó la mirada y sus mejillas ardieron de manera infernal al
recordar el cómo sus labios se habían rozado contra los del ente la noche
anterior, en pleno silencio y absoluta oscuridad de su cuarto.
-Descubrí que tienes una azotea.

Asintió lentamente. La preciosa azotea a la cual nunca tenía permitido ir. Se


lo prohibían y todo por ser bastante torpe con sus pasos, ambos padres del
niño creyendo que éste podría caer y morir de manera trágica.

-Si, pero nunca me dejan ir. -confirmó, bebiendo lo último de su taza de


chocolate antes de dejarla sobre la mesa de noche, no sin antes tomar una
galleta.

-Dicen que soy muy torpe y me puedo caer. -se encogió levemente de
hombros.

Siempre le hizo ilusión el subir allí, tomar la polaroid de su madre (la cual
solo usaba en ocasiones de bonitas reuniones familiares o fiestas en la
iglesia) y tomar fotos del precioso cielo. Eso ayudaría mucho a copiar las
fotografías y continuar dibujando en su pequeño cuaderno de arte.

-Hoy va a ser un largo día, oí que tu madre está organizando una cena
familiar para hacer oraciones por tu primo. -dijo, y JiMin casi puede oír la
ironía y diversión en su voz. Está disfrutando de aquello, y no puede evitar
estremecerse.

-¿Él... está en el infierno ahora? -teme a la respuesta, incluso sabiendo cuál


será.

-Si.

-¿ChanYeol y Jackson también?

-No. Solo el segundo ser inferior.

JiMin asiente lentamente, intentando estar aliviado al saber que ChanYeol


no estaba sufriendo la condena en el infierno. Sin embargo, debió de ser un
infierno cuando sus ojos fueron arrancados de su rostro por un maligno
cuervo. Su pecho comenzó a doler y llevó una de sus pequeñas y delicadas
manos allí, por sobre la camiseta del pijama. Inhaló profundamente,
intentando calmarse, sin mucho éxito.
Casi de inmediato alejó las cobijas de sus piernas, dejó la galleta sobre la
bandeja en la mesa de noche y gateó hasta estar pegado a Yoongi,
abrazándolo. Éste de inmediato le acurrucó contra su pecho, no sin antes
tomarlo de la cintura y subirlo a su regazo. Casi muere de vergüenza en
aquel momento porque, demonios, estaba sobre el regazo del rey de las
tinieblas y se sentía... malditamente bien.

Yoongi parece estar hablando contra su oído sano, pero todas las palabras
que pronuncia son incomprensibles. Sin embargo, aquel desconocido
lenguaje hipnotiza los sentidos de JiMin, el cual de manera inmediata
exhala profundamente y relaja todos los músculos a la vez. No sabe porqué
está tan calmado cuando oye al diablo hablar de esa manera, pero es como
si le arrebataran todo el pánico y lo llenaran de paz.

-¿Qué idioma es ese?

-No tiene un nombre.


-¿Qué me estás diciendo?

-Palabras que no existen en este mundo.

Las cejas del más bajo se alzaron, curioso con aquello, pero sin moverse ni
un poquito. -¿No tienen los mismos significados que aquí?

-Son los mismos, pero mucho más fuertes, descriptivos. No se comparan.

Decidió no preguntar. No quería descifrar qué era lo que el diablo le decía,


prefería que éste lo mantenga en secreto, así si era algo malo, JiMin jamás
lo sabría y continuaría creyendo que le dijo algo como "eres hermoso".
Falsas ilusiones. ... ¿O no? Un grito proveniente del piso de arriba provocó
que ambos se quedaran en silencio.

"-JiMin, despierta! ¡El desayuno! ¡Ven a convivir con la familia!". El


pequeño suspiró mientras sentía sus ojos comenzar a llenarse de lágrimas y
sus músculos tensos.

-No quiero asistir a la reunión familiar, no me siento bien. -el diablo alejó
un poco a su niño, el cual cerró sus ojos cuando sintió las caricias en su
mejilla, provenientes de la mano repleta de anillos de oro del ente. Aquello
alivió su corazón.

-¿Yoongi? ¿Q-Qué es lo que pedí?

-Te lo diré esta noche en la azotea. -dice a la par en que aleja la mano y se
pone de pie, no sin antes dejar a su niño favorito sobre la cama. JiMin abre
los ojos casi de inmediato, viéndolo caminar hasta estar en la orilla de su
cama.

-No me dejan ir a la azotea. -repitió, rogando que a Yoongi no se le


ocurriera hacerlo esconderse. Estaba muy vigilado últimamente,
simplemente no podía.

-Tu madre planea decirte que la reunión no será en la casa, que puedes
quedarte aquí si te afecta. Vale, si era una sorpresa... ya no.

-Y... ¿eso significa que subiré sin permiso a la azotea? -se sonrojó de tan
solo pensarlo, mirando dudoso a su alrededor, pensando que no era una
buena idea. ¿Qué si alguien lo descubría? Yoongi sonrió de lado.

-Serás un niño malo hoy. -dijo. JiMin parpadeó, completamente atónito ante
aquellas últimas palabras que murmuró el diablo.

La figura de éste último se desvaneció en uno de sus parpadeos, y la voz de


su madre nuevamente se hizo presente, diciéndole que se apresurara, que
debía de decirle algo. Dominique comenzó a sonar por cuarta vez en el día,
pero por milésima vez en la vida.

Finalmente se limitó a vestirse con su habitual camisa blanca abotonada y


sus shorts negros junto a los tiradores, calcetines y quickers. Se vió al
espejo de su habitación por unos segundos antes de tomar la bandeja del
desayuno y dirigirse fuera del cuarto, subiendo los escalones hasta
finalmente caminar por el corto pasillo y llegar a la sala, en la cual se
encontraban su madre y su hermana.

Eunji caminaba de un lado a otro, llevaba ropa en sus manos y una escoba,
Hyunah estaba bebiendo un té, sentada en el sofá y mirando la televisión.
Su madre debía de estar de muy buen humor ya que odiaba que sus hijos se
la pasaran viendo dibujos animados e inapropiados.

-Buen día, cariño. ¿Cómo te sientes hoy? -dice Eunji, acercándose a su hijo
y dejando un beso en su mejilla. El niño simplemente sonríe de lado,
intentando mostrar que todo iba bien a pesar de haber matado a dos
personas y provocar un ataque al corazón a su padre.

-Escucha, hoy estarás solito por unas horas porque haremos una reunión
familiar. No creo que debas asistir, no hablaremos de temas lindos para tus
orejitas y estarás más cómodo aquí.

-Está bien, mami.

Luego de unos largos minutos regresó de la cocina, en la cual había dejado


su bandeja y se dirigió hasta estar a un lado de Hyunah. Se sentó en el sofá
y su hermana no dudó en envolverlo en sus brazos, amando los ricitos de su
hermano menor contra su mentón.

-¿Sabes por qué papá no me habla? -JiMin preguntó de repente, tomando


desprevenida a su hermana, la cual dejó de observar "Porky Pig", la
caricatura del momento.

-Probablemente esté arrepentido y no sabe cómo decirlo. Hay que darle su


tiempo.

JiMin asiente dudosamente. No puede evitar pensar que Yoongi tiene algo
que ver con aquello, incluso cree estar casi seguro porque, vamos, no puede
simplemente pasar de un momento a otro. ¿O sí? Si Yoongi había hecho o
dicho algo, el rizado comenzaba a creer que el diablo no era tan inteligente
como parecía.

Esperaba que su padre no lo sorprenda en un par de días con ninguna


tontería. Realmente, realmente esperaba que no. Su hermana se apartó
apenas para bajar la mirada y observar a su hermano menor con una de sus
sonrisitas.
-¿Sabes qué me dijeron mis amigas hoy? Que habrá luna sangrienta. - JiMin
hubiese muerto de miedo si no fuese porque llevaba consigo al diablo más
de las veinticuatro horas del día.

Simplemente la observó fijo, parpadeando con lentitud y sin siquiera


estremecerse un poquito. -Pero aún no es Halloween, así que tranquilo. -
finalizó, extrañada de que su hermano no demostrara ni un poquito de
terror.

El que haya luna sangrienta a JiMin siempre le había aterrado, todo por
Hyunah y sus leyendas de que era la noche en la que las sombras salían a
cazar almas puras. Probablemente hubiera muerto de miedo en aquel
momento, pero una sombra realmente lo estaba cazando, y encima se había
enamorado de aquella sombra. No podía ser peor.

-Hyunah, te oí. -advirtió su madre.

-No quiero oír la palabra "Halloween" en ésta casa, JiMin está algo
delicado. -la risa baja y sarcástica de Yoongi se hizo audible en aquel
momento, Hyunah simplemente suspiró mientras volvía su vista a la
televisión y el rizado se encontraba completamente sonrojado. Ni siquiera
se dió cuenta cuando cayó profundamente dormido.

A pesar de seguir durmiendo cuando su madre se despidió de él con un beso


en la frente, sus ojos se abrieron en cuanto la puerta principal se cerró.
Habría silencio absoluto de no ser porque continuaban dando la caricatura
en la televisión.

Se dió cuenta de que estaba cubierto con una manta, con su cabeza sobre un
almohadón y completamente sonrojado. Dominique ya no se oía, gracias al
cielo. Suspiró antes de sentarse con lentitud, estirándose a la par en que
llevaba ambas manos en forma de puño a sus ojos, frotando. ¿Todos se
habían ido? Observó alrededor.

-¿Mami? ¿Hyunah? -llamó, pero nadie respondió. Es obvio que se han ido.
Es cuando finaliza de bostezar que la televisión se apaga como si nada. Se
mantuvo observando ésta y nota por el reflejo a alguien de pie detrás suyo. -
¿Yoon?
Es cuando va a girar que, poco a poco, la luz de la cocina, pasillo y living se
apagan. Se encuentra completamente a oscuras, y hay una pesada
respiración en su cuello que dura unos pocos segundos. Asustado, se gira de
golpe y nota que hay un poco de luz escaleras arriba, la cual revela a Yoongi
de pie, con sus manos repletas de anillos en los bolsillos de su pantalón,
observándolo fijamente. ¿Acaso lo estaba desafiando a que subiera?

-¿Yoon? -éste, ignorando el llamado, rebaja con la mirada a su niño favorito


antes de encaminarse hasta desaparecer de la vista del rizado, yendo hacia
el lado derecho del piso de arriba. Hacia la azotea, por supuesto.

Un suspiro tembloroso salió de sus labios y, no sin antes verificar por la


ventana del living que el coche de su padre no estuviera, frotó su rostro por
última vez y subió las escaleras, doblando para encaminarse a las otras
escaleras que lo llevarían a la azotea. Ésta es bastante abierta, espaciosa.
Los muros a su alrededor son bajos, lo cual le permite admirar todo su
pueblo: el verde del césped, el humo saliendo por la chimenea de las casas,
preparados para el invierno.

La naturaleza, algún avión pasando... apreciar el cielo, sobre todo, el cual


estaba lentamente oscureciendo, con la luna ya haciéndose notar. El diablo
se encontraba cerca de un borde, caminando hasta estar de un lado, dándole
la espalda al niño. Éste último avanzó hasta que estuvo a un lado del alto
hombre. Le daba un poco de vértigo estar cerca de los muros, pero se armó
de valentía y se concentró en admirar el precioso paisaje.

Era relajante, le brindaba paz en su interior, luego de no haberla sentido en


mucho tiempo. El ente a su lado parecía estar más que calmado, con su
mirada fija en él. Es como si estuviese presintiendo que haría una pregunta.
-Yoongi... ¿Por qué mi padre no me habla? -no pudo evitarlo. Sabía que no
era una casualidad. Algo había ocurrido.

-Le dije que no se acercara a ti. -dijo con tranquilidad el diablo.

-¿Le hablaste? -pudo ver de reojo como asentía con lentitud. Intento tragar
el nudo que se le formaba en la garganta gracias al miedo, sin mucho éxito.
-P-Pero... ahora sabrá que te tengo conmigo. Sabrá que tengo algo que ver
con la muerte de Bonhwa.

Yoongi volvió la vista al frente con su ceño levemente fruncido. Allí fue
donde JiMin aprovechó para verlo, sus ojos lentamente llenándose de
lágrimas que no tardarían en salir. -No tienes nada que ver con la muerte de
Bonhwa. Eso lo hice yo mientras dormías.

No sabe si fue por la brusquedad en sus palabras, la falta de sentimientos en


Yoongi que lo asustaba, o la culpa que calaba su alma muy de a poco, pero
en el momento en que bajó la mirada e intentó con todas sus fuerzas no
llorar, un sollozo bajo y débil escapó de su boca. Rápidamente tapó ésta con
una de sus manos a la par que cerraba sus ojos y las lágrimas caían de
manera silenciosa por sus mejillas.

El arcángel se mantuvo observándolo fijamente. No le sorprendía el que su


niño favorito llorara, ya que sabía que su alma pura estaba entrelazada con
la sensibilidad en el corazón de éste, pero por algún motivo... le dolía el
pecho al verlo así. -¿Por qué lloras?

-Es que... -hipó, sorbiendo su nariz antes de apartar las lágrimas con sus
pequeños y delgados dedos, dejando sus pálidas mejillas completamente
mojadas. -... Soy una mala persona, y lo estoy asumiendo justo ahora. - no
pudo evitar confesar, con el dolor siendo insoportable en su pecho. Yoongi
lo tomó entre sus brazos de manera inmediata, acurrucándolo en su pecho
mientras el niño se deshacía en fuertes sollozos.

-No lo eres. -a pesar de la desesperación en todos sus sentidos al ver así a


JiMin, su voz se encontraba completamente neutra. -Y te lo digo yo. Ya
sabes quién soy, cómo me llaman y las cosas que puedo llegar a hacer.

JiMin rió entre lágrimas, sorbiendo su nariz y tragando saliva antes de


apartarse un poquito. Las yemas de los dedos de Yoongi presionaron
levemente la espalda de su niño cuando este pasó su lengua por sus labios
rojos y mojados.

-Solo q-quería ser feliz... no sabía que hacer cuando me molestaban, o me


golpeaban. Sé que está mal que m-mates personas tan fácilmente, en mi
mundo, claro... Pero... jamás me sentí tan protegido como ahora.

Tan... No podía explicarlo, pero Yoongi me indicó en un asentimiento que,


lo que sea que JiMin sintiese, él también lo sentía. Ambos permanecieron
en silencio por un par de segundos, y el rizado aprovechó aquello para
intentar calmar su respiración y limpiar mucho mejor su rostro.

-¿Quieres ver lo que puedo hacer? -preguntó Yoongi de manera inesperada,


alzando ambas cejas con aire de superioridad. Al notar que el pequeño no
reaccionaba de ninguna forma soltó un largo suspiro y posicionó sus manos
en los hombros del más bajo, girándolo hasta dejarlo de espaldas a él. Se
inclinó un poco y rozó con sus labios la oreja de su niño.

-Mira el cielo.

El rizado alzó la mirada de inmediato, y tuvo que parpadear un par de veces


al notar como la tarde se volvía noche de una manera anormal. Las estrellas
alumbraban de manera preciosa el cielo azul mientras la luna se volvía más
grande y, poco a poco, roja. De inmediato recordó a su hermana hablando
del eclipse, pero no se imaginó que podía verse tan bonito. Resplandecía
tanto con el brillo de la luna que el bordó parecía extenderse por el cielo.

-Wow... -ni siquiera sabía qué decir. Apenas podía contar una estrella sin
perderse. Se limitó simplemente a suspirar profundamente, sin poder creer
lo que el ser más malo de la tierra podía hacer.

El diablo se alejó un poco, tan solo para quedar a una distancia razonable y
extender su mano repleta de anillos hacia el más bajo. -¿Alguna vez bailaste
con el diablo en tu azotea a la luz de la luna sangrienta? -JiMin intentó no
sonreír mientras negaba lentamente.

Allí fue cuando Yoongi sonrió de lado, alzando un poco sus cejas. -
¿Aceptarías?

Jamás se negaría a sentir aquella embriagante cercanía. Y algo le decía que


realmente iba a ser un niño malo hoy.
....

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VIII

JiMin no dudó en aceptar la mano que el rey de las tinieblas le tendía. A


pesar de ser ésto último, su confianza estaba totalmente en el ente. No le
importaba tanto salir dañado, aún más sabiendo que de todas maneras se iría
al infierno, pero pondría toda su confianza en Yoongi. Absolutamente toda.

Con un suave tirón, el diablo lo atrajo cerca de su cuerpo y le rodeó la


cintura con un brazo a la par que JiMin apoyó una de sus pequeñas manos
en la camisa abotonada y negra, sobre el pecho de éste. Pudo sentir lo cálida
que su piel era, y las manos libres de ambos se juntaron, encajando
perfectamente, como si estuvieran hechas una para la otra.

Sin más, el diablo comenzó a bailar lentamente, meciéndolos a ambos a un


ritmo lento. JiMin se tropezaba con sus pies, y todo debido a que no había
nada que pudiese seguir. Nervioso, intentó tragar el nudo de su garganta y
río falsamente, sonrojado y muy, muy avergonzado.

-No hay música... -susurró, realmente esperando no romper el precioso


ambiente que se había formado. De reojo observó al diablo sonreír de lado.

-Mírame a los ojos.

No evitó alzar ambas cejas, sorprendido al oír aquellas palabras salir de la


boca del más alto. Frunció apenitas el ceño y bajó la mirada. El pitido ya de
por sí era molesto, y sabía que no aguantaría más de un segundo oyendo
éste mucho más potente. Era como sentir que su cabeza iba a explotar. Negó
lentamente.

-No puedo...

-Mírame.
-E-Es que... el pitido... -esperaba que Yoongi no se enfadara.

-Suena un pitido largo cuando lo hago.

-JiMin... -el nombrado de pronto se puso muy nervioso, y más al sentir el


como el diablo se inclinaba un poco, y el aliento de éste rozaba su rostro
como una leve brisa.

-Y duele un poco. Lo siento.

La mano de Yoongi suelta la del menor, y la lleva al mentón de éste último,


levantándolo con calma. -Mírame.

Los ojos de JiMin se alzan, observando entre sus pestañas los ojos celestes,
y un cuarto rojo de solo uno, del diablo. El pitido hace latir su cabeza del
repentino dolor que estremece sus huesos, pero éste se va de manera fugaz,
sin dejar rastro. Una melodía suave comienza a sonar. Un violín deja atrás
el pitido, y suena tan triste que los ojos de JiMin comienzan a lagrimear.

El diablo, fingiendo no notar aquello y sin apartar la vista de los ojos del
menor, lleva la mano desde el mentón nuevamente a la del niño,
entrelazando los dedos y suspirando antes de comenzar a mecerse
nuevamente. Esta vez JiMin puede seguir los pasos, sin tropiezos, con
calma. Las lágrimas caen por su rostro de manera silenciosa, está hipando y
hasta tiembla, pero jamás aparta los ojos de los de Yoongi. Disfrutará al
máximo el ver terrible pieza de arte.

-¿Qué... ? -traga y luego suspira para que su voz no suene tan quebrada.

-¿Qué es eso?

-Giuseppe Tartini.

JiMin no puede evitar parpadear con sorpresa. Su primo Bonhwa solía


aterrorizarlo con historias sobre ese famoso violinista, pero luego de tantas
noches en vela debido al miedo que lo hacía sentir aquel nombre, incluso en
aquellos meses no se lo hubiera creído.
-¿Está en el infierno? -Me dió su alma. -Yoongi susurra.

La realidad comienza a caer sobre su pequeño cuerpo luego de haber oído


aquello. Porque es obvio: Yoongi es el diablo, él es un simple humano. Ha
vendido su alma, y el diablo es un manipulador. Tiene el mismo destino de
todos, y nada va a cambiar. No debería de creerse éstos actos de cariño,
pero no podía evitarlo.

-No entiendo por qué no estoy asustado.

-Yo lo hago. -mientras JiMin parpadea, anonadado y entre lágrimas, Yoongi


se inclina para rozar sus labios contra la oreja del menor.

-Caíste...

-... ¿Mh?

-Caíste. Te enamoraste de mí.

Desconcertado, JiMin se aparta solo un poco para poder ver a Yoongi


fijamente. Sus delgadas y cortas piernas comienzan a temblar, y su corazón
late con fuerza. Luego de una profunda respiración cierra sus ojos y apoya
su mejilla sobre el pecho del diablo.

-Sí. -admite.

Pronto, algo parecido a unos potentes latidos surgen del pecho del mayor.
Son increíblemente rápidos. JiMin solloza. -No sabía que el diablo tenía
corazón.

-Yo tampoco.

Los sollozos se vuelven más fuertes antes de alzar nuevamente su mirada


hacia Yoongi. -Yoon... -ruega sin dejar de sollozar.

Está adolorido, su pecho duele de tanta tristeza que hay en éste. -¿Qué es lo
que he pedido?
Yoongi deba de mecerse de inmediato. Se ve serio, se ve intimidante, se ve
hermoso. Como siempre. -Tú me entregaste tu alma. No encontrabas ningún
tipo de amor verdadero en ninguna de las personas que te rodean, ni
siquiera de tu madre, la cual daría todo por ti. Tú lo sabías... -los sollozos
comienzan a surgir con más fuerza al darse cuenta qué era.

Siente presión en su pecho, en su garganta. No deja de temblar, no sabe qué


sentir. -Sabías que yo iba a ser el único que podría hacer todo por ti.

-T-Tan solo... -Pediste que alguien te amara honestamente. Pediste sentirte


amado. - dice.
-Y debía llevarme tu alma en cuanto sientas algo por mí... pero hay un
problema. -JiMin sorbió su nariz, alzando el rostro para ver nuevamente los
ojos del diablo.

-Sentiste algo por mí desde el momento en que me viste. No podía llevarme


tu alma, pero no solo porque quería divertirme... Sentí algo la noche en que
me invitaste a recostarme a tu lado.

-... ¿Algo?

-En el pecho. -se ve tan seguro que JiMin tiene repentinas esperanzas.

-Sentí lo que tú sientes por mí. -confirmó, inclinándose un poco a la par que
soltaba la mano del menor y rodeaba mucho mejor su cintura.

El rizado no pudo evitarlo y llevó ambos brazos, de manera realmente lenta,


hacia el cuello de Yoongi, poniéndose de puntitas de pie.

-Y un corazón.

Los latidos comienzan cuando te tengo entre mis brazos. -Yoongi... -su
aliento rozaba con el del mayor, poniéndolo más torpe de lo que sentía que
era. La cercanía lo volvía loco, y sentía que esta vez... ... Esta vez realmente
sucedería algo.

-Eres un niño malo, te enamoraste de mí. -JiMin nuevamente solloza, pero


Yoongi le brinda un suave e inesperado beso en los labios. Es uno rápido,
pero deja a JiMin sin habla.

-Voy a cumplir mi parte del trato. Hoy serás el humano más amado de la
tierra...

Sin más, los labios del diablo tomaron lenta y profundamente los de su
niño. Éste último cortó su respiración y permitió que Yoongi le brindara
todo primero, ya que jamás se había dado una idea de cómo era un beso.
Poco a poco comenzó a mover sus labios, siguiendo el compás de éste y
bajando sus párpados, relajando su cuerpo y mente por primera vez en el
día.

No podía creer que se encontraba en aquella situación. Siempre creyó que


existían esas ganas en ambos de comerse la boca, y aunque JiMin lo había
deseado bastante, era sorprendente que estuviera sucediendo. Soltó un
suspiro por su nariz y ladeó el rostro a la par que el diablo lo hacía en la
dirección contraria, profundizando más el beso.

JiMin pudo sentir la lengua del mayor adentrarse a su boca y rozar la suya.
Un irreconocible cosquilleo se instaló en su vientre, y ante la inocencia de
no haberlo experimentado nunca se apartó un poco de los labios de Yoongi.

-Cierra tus ojos... y no los abras. -ordenó el ente.

JiMin lo observó por unos segundos antes de obedecer. Nuevamente los


labios de Yoongi comenzaron un lento beso. Todo parecía estar dando
vueltas, incluso se aferró mucho más al rey de las tinieblas en cuanto sentía
que podía llegar a tropezar. Sin embargo, no abrió los ojos, incluso los cerró
con más fuerza.

Cuando todo se detuvo el diablo apartó sus labios de los de JiMin, pero éste
último no abrió los ojos. Se mantuvo respirando por la boca, con los labios
rojos y levemente hinchados, mejillas sonrojadas y ricitos algo despeinados
debido al viento en la azotea. Todo parecía más cálido donde estaba, más
tranquilo. Un suspiro fue lo primero que oyó.

-Si supieras como te ves ahora... Maldita sea. -Yoongi dijo.


No solo era por lo hermoso que su niño favorito era, sino también por lo
obediente que se demostraba ser, ya que no abrió sus ojos en ningún
momento. Sonrió de lado antes de hablar:

-Ábrelos.

El rizado lo hace de inmediato, parpadeando un par de veces antes de notar


que se encontraban en su habitación, un poco a oscuras y en la punta de la
cama. ¿Acaso se habían... transportado allí tan fácilmente? Bueno... no es
como si se estuviera besando con alguien común y corriente. Yoongi le
rodeó la cintura posesivamente, y JiMin alzó su rostro, poniéndose de
puntitas de pie y haciendo muy obvio el estar anhelando otro de los muchos
besos que el diablo le brindaba.

Éste último no se negó y complació a su niño, besándolo profundamente


mientras lo aferraba a su cuerpo. Luego de unos segundos el rizado ya no
podía evitar soltar bajos, y casi inaudibles soniditos desde su garganta.
Besar a Yoongi era su nueva cosa favorita, y le agradaba tanto la manera en
que era sostenido y mimado que no podía evitar demostrarlo con aquellos
leves sonidos.

El diablo apartó su boca de la del niño y comenzó a besarle la mejilla, la


mandíbula y finalmente llegó a su cuello, pasando su cálida lengua por la
tibia y perfecta piel de JiMin. Éste último abrió su boca levemente,
intentando mantenerse en silencio mientras sentía un leve ardor debido a la
boca del diablo succionando su piel. Los cosquilleos en su vientre
regresaron y solo se aferró mucho más al cuello del mayor, temeroso pero
sintiéndose extrañamente bien.

-¿Qué sientes? -Yoongi dijo, aún dejando besos por la piel de su niño,
también detrás de la oreja, con los ricitos de éste haciéndole cosquillas en el
rostro.

-Siento... -se calló debido a que el rostro del mayor regresó a estar frente al
de él y dejaba suaves pero cortos besos en sus labios. ¿Podía sentirse más
embobado? -... calor.
Pudo sentir la ligera sonrisa de Yoongi sobre sus labios. -¿Mi niño favorito
necesita ayuda? -su voz sonaba ronca, incluso un poco entusiasmado.

JiMin se limitó a quedarse quieto, sin saber exactamente qué responder. Las
manos repletas de anillos del diablo comenzaron a desabotonar la camisa
blanca del rizado. Éste último comenzó a sentir los nervios brotar por su
cuerpo, la vergüenza acumulándose en el rosa de sus mejillas mientras
notaba como Yoongi observaba sin pudor alguno su delgado torso.

Muchas veces Yoongi había fingido no estar, y había visto el como JiMin se
desnudaba lentamente para irse a bañar. Le fascinaba su pálida piel de
porcelana, lo pequeño que se veía en ropa interior y calcetines. Cuando éste
se metía a la ducha o bañera quería -realmente lo hacía- lamer las gotas que
resbalaban por la espalda de su niño favorito. Quería abrazarlo por detrás y
lamerle todo el cuerpo.

El arcángel deslizó los tiradores por sus hombros hasta quitarlos del
camino, y también se deshizo de la camisa que cubría la preciosa piel del
más bajo. La tiró al piso, sin importarle lo más mínimo el que se ensuciara y
llevó ambas manos hacia la espalda baja del niño, el cual se estremeció
debido al frío de los anillos contra su piel. Un profundo suspiro surgió del
pecho de Yoongi.

-No sabes cuánto llevo esperando para tocarte así... -confesó mientras subía
sus manos por los costados del menor, sintiendo sus costillas.

-Fue una tortura no sentirte todo este tiempo.


JiMin no se atrevió a preguntar, simplemente devolvió el beso en los labios
que el mayor le brindaba, sintiéndose pequeño ante las caricias por su torso
descubierto, algo avergonzado. No es como si le fascinara su cuerpo.
Yoongi se apartó tan solo un poco.

-Ven. -se inclinó un poco y pasó un brazo por debajo de las piernas de
JiMin, alzándolo. Todo lo que hacía lo estaba haciendo con una delicadeza
tremenda, y es que no podía simplemente corromper al niño, ya que éste era
una persona con un alma demasiado pura y todo lo que se encontraba
experimentando era nuevo. Lo dejó con delicadeza sobre la cama, acostado
mientras se quedaba se pie a un lado.
JiMin simplemente lo miró, bajando la mirada en cuanto notaba como el
diablo se quitaba sus zapatos con ayuda de sus propios pies, seguido de
comenzar a desabotonar su camisa y quitándosela. Su piel era de un tono
pálido, en forma y completamente tatuado. Habían palabras inentendibles,
símbolos que no se atrevía a preguntar por su significado. Era hermoso,
perfecto. Se acomodó boca arriba mientras Yoongi observaba el cuerpo del
niño, con la mirada fija en sus shorts y sonreía de lado. -Quítatelos.

JiMin tragó saliva antes de llevar sus pequeñas manos hacia los shorts,
comenzando a bajarlos y desviando la mirada, avergonzado al estarse
desnudando para el diablo. Finalmente quedó en ropa interior e hizo a un
lado la prenda, fuera de la cama. No levantó la mirada por nada del mundo,
solo cuando Yoongi posicionó lentamente su cuerpo sobre el de él,
quedando lo suficientemente cerca para darle un beso.

Al paso de los minutos el rizado comenzó a calmarse gracias a los


exquisitos besos que Yoongi dejaba en sus labios y por la manera en que le
acariciaba su piel. Se apoyaba con un brazo a un lado del cuerpo del niño, y
la otra mano la usaba para tomar el muslo de éste y acariciarlo de arriba a
abajo. No se hartaba de susurrarle cosas al rizado, el cual estaba hecho un
manojo de nervios al principio pero, poco a poco, comenzó a relajarse.

Siempre le había asustado aquel contacto tan cercano en las personas, pero
con Yoongi todo se sentía extrañamente bien. Se sentía protegido, sabía que
no iba a salir lastimado, y quería. Lo quería demasiado. Fue inevitable el
que Yoongi bajara sus caderas, creando una exquisita fricción con los
miembros de ambos.

Lentas y cálidas sensaciones se fueron propagando en el cuerpo del menor,


el cual respondía a aquellas caricias mutuas con suspiros entrecortados y
leves movimientos de pelvis, incluso aportando y cerrando más las piernas.
Le gustaba lo que sentía, le gustaba con quién lo hacía. Estaba siendo tan,
tan malo. Un chico demasiado malo.

-U-Uhm... -ladeó el rostro en cuanto la lengua de Yoongi lamió su


mandíbula lentamente, llegando hasta detrás de su oreja y besando
lentamente aquella zona.
Era como un punto débil del menor, lo hacía estremecerse y sentirse mucho
más acalorado. -Yoon... -¿Te gusta? -JiMin asintió.

-Tócame. -Yoongi no podía dejar de disfrutar todo el asunto, y más con su


nuevo fetiche: algo tan puro dejándose llevar por algo que estaba mal... pero
se sentía bien. Las manos de JiMin fueron tímidamente a la espalda del
diablo. Era cálida, suave. Le agradaba. Casi ronronea mientras acariciaba la
columna vertebral de éste de arriba a abajo.

Está demasiado concentrado en todo lo que su cuerpo siente, todo lo que su


cuerpo quiere y, aún más: que necesita. La piel de Yoongi era una de sus
cosas favoritas, y con el paso de los segundos se volvía adictivo sentirla
contra la yema de sus pequeños y delgados dedos. No podía parar, no podía
creer que todo lo que sucedía era real.

Finalizó por rodear el cuello del arcángel y aferrarse a éste en cuanto


Yoongi se apartó tan solo para quitarse los pantalones. JiMin desvió la
mirada con rapidez en cuanto notó que el mayor estaba completamente
desnudo bajo aquella prenda. ¡Había sido tomado por sorpresa! Los nervios
se apoderaron de sí una vez Yoongi nuevamente se acercó, besando de
manera suave los labios de su niño antes de comenzar a bajarle la ropa
interior.

JiMin se quedó perplejo, con sus ojos fuertemente cerrados y mejillas rojas
mientras sentía el como quedaba completamente desnudo para el diablo,
expuesto. Éste último quitó los zapatos y calcetines del menor, el cual cerró
sus piernas e intentó cubrirse.

-Por todos los infiernos. -Yoongi dijo, suspirando tan profundamente que
los cuadros de la pared de movieron levemente. Se inclinó hacia la oreja del
niño y la mordió suavemente.

-Voy a lamer todo tu cuerpo.

Y así fue: comenzó lamiendo sus labios, seguido de su mandíbula y bajando


a su cuello, mordiendo suavemente allí. Besó sus clavículas y luego bajó un
poco más, rozando con sus labios uno de los pezones del menor. La piel de
éste se erizó más, y no pudo evitar formar una "o" con sus labios en cuanto
el ente comenzó a succionar levemente, pasando su lengua delicadamente
antes de encargarse del otro.

Su espalda comenzó a arquearse con el paso en que la lengua iba por su


estómago, su abdomen plano, llegando finalmente a su vientre. Dejó suaves
besos en éste mientras llevaba sus enormes y tibias manos a las caderas del
niño, sosteniéndolo con firmeza. Su aliento rozaba contra el miembro del
menor, pero a pesar de que estuvo muy cerca, ése no fue su objetivo.

Alzó su mirada hacia los ojos verdosos que lo observaban entre


confundidos y excitados. -Vas a ser un niño bueno, y vas a decirme todo lo
que sientas. -ordenó.

El nuevo fetiche del diablo: oír a su niño favorito decir puras cochinadas.
JiMin asintió lentamente, dudoso y algo nervioso al no saber qué sentiría.
Yoongi presionó el vientre del rizado firmemente para que éste no pudiera
moverse, con su otra mano tomando uno de los pequeños y suaves muslos
para separarlo un poco del otro, dejándole visible su pequeña entrada.

Sonrió de lado antes de inclinarse más, exhalando lentamente sobre ésta.


JiMin se removió un poco, realmente sin lograrlo mucho al estar presionado
contra el colchón. Su boca se entreabrió aún más cuando sintió algo cálido
y mojado en aquella zona privada, algo que le hacía dar leves escalofríos al
principio, pero finalmente tener correntadas de placer desde la base de su
miembro, expandiéndose por su vientre y fluyendo lenta y exquisitamente
por sus venas.

Su respiración se atascaba en su garganta, tenía la necesidad de cerrar sus


ojitos, con su cuerpo relajado pero tenso a la vez. No evitó mover sus
caderas, y soltó un quejido en medio de un gemido al estar inmóvil. La
mano del ente era pesada, una fuerza sobrenatural.

-Yoon... Ah. -al no poder mover las caderas simplemente arqueó un poco su
espalda, ladeando la cabeza y llevando sus manos lentamente a los lados de
su cabeza, apretando con sus pequeños y delgados dedos, delicadamente, la
funda de la almohada.

-U-Uhm... "Dime lo que sientes."


Una voz susurró en su cabeza. JiMin finalmente cerró sus ojos, soltando
gemidos bajos, vergonzosos, completamente sonrojado pero ido por el
placer que le producían aquellas cálidas caricias, las cuales eran lentas,
repentinamente volviéndose rápidas antes de volver a ser como al principio.

-Siento, uhm... algo extraño. -frunció un poco su ceño en cuanto pudo sentir
ésta cosa cálida y suave -claramente sabiendo que era la lengua del mayor-
adentrarse un poco en su interior de forma repentina, sin siquiera avisar.
Intentó acostumbrarse, y al lograrlo lo notó con la ligera capa de sudor que
cubría su cuerpo.

-Calor... ráfagas de algo, a-ah, se siente bien...

Su miembro palpitaba con fuerza, amaba las caricias que el ente


proporcionaba en la parte interna de su muslo. Se alejó de su entrada en
cuanto notó que no podía aguantar los gemidos de JiMin. Eran demasiado
para él, y estaba seguro como la mierda que en toda su existencia jamás
había sentido algo tan fuerte.

Besó su vientre antes de subir y besarlo profundamente en los labios,


arrodillado mientras tomaba los muslos del menor y los separaba,
posicionándose entre éstos. Entre una prolongada sesión de besos, el diablo
no dejaba de resfregar su miembro contra la entrada del menor. Tan solo era
eso, y el pequeño gemía gustoso, incluso queriendo más al mover sus
caderas en círculos.

-Eres un niño tan bueno, JiMin... -los chasquidos de los besos interrumpían
su habla, y los temblores del rizado creaban un mejor ambiente.

Yoongi gruñía bajo, como si tuviese una bestia interna en su pecho. Era algo
así, ya que realmente necesitaba follarlo con todas sus fuerzas, pero algo le
decía que tenía que proteger a éste pequeño. No podía. Incluso el ser más
cruel del universo no podría lastimar a JiMin. No había necesidad de
prepararlo, podía hacerlo y de una mejor manera. Se alejó de los labios de
su niño y lo miró fijamente a los ojos.

JiMin parecía perderse en su mundo cada vez que Yoongi le veía fijo, y es
que estaba obsesionado con la peculiar originalidad de aquellos ojos
celestes con un cuarto rojo. Simplemente amaba ver como el rojo se volvía
celeste, era como ver el cielo y el infierno a la vez. JiMin no quería estar en
ninguno si significaba no tener a Yoongi a su lado.

-Mírame, no dejes de mirarme, niño. -ordenó. No paraba de ordenar, y


ninguno se quejaba. Los brazos de Yoongi tomaron los muslos de JiMin
mucho mejor antes de atraerlo más a su miembro, un poco hacia abajo. Una
mano bajó a su erección y la alineó con la entrada del menor, el cual tragó
saliva con fuerza.

-No dejes de verme, cariño.

Distraído al haberse derretido internamente con aquel apodo, sus ojos se


abrieron más de la cuenta al sentir un ardor en su entrada, algo abriéndose
paso en su interior. Fue cuando cerró sus ojos con fuerza que Yoongi se
detuvo.

-Mírame. -nuevamente ordenó con su voz volviéndose más profunda.

De inmediato los ojos llorosos de JiMin se abrieron, observando fijamente


los ojos del mayor y sintiendo cosquilleo en donde se abría paso su
miembro. No había dolor, el ardor era demasiado leve para notarlo, no
como al principio, y solo podía mantener sus labios entreabiertos, sin dejar
de ver si amor de su vida. Éste último también había abierto levemente la
boca, con las pupilas dilatándose y el precioso color celeste volviéndose de
un azul profundo.

-Mierda. ¿Te duele? -JiMin negó lentamente. Sin embargo, podía sentir que
de a poco no tenía suficiente aire.

Estaba muy lleno, era muy grande.

-Bien. No te atrevas a dejar de verme.

Yoongi comenzó a mover sus caderas en un ligero y lento vaivén al


principio, observando a su niño con atención. Parecía como si quisiera
descifrar algún cambio en éste lugar, alguna queja o signo de que estuviera
sufriendo, pero solo pudo sentirse orgulloso con una coqueta sonrisa ladina
en cuanto un suspiro escapó de la boca del menor, separando más sus
rojizos y rellenitos labios que al diablo tanto le gustaban.

El vaivén iba igual de lento, pero un poco más profundo. El calor los
invadía a ambos, y ahora estaban mucho más cómodos: sus cuerpos
pegados, compartiendo lentos besos de vez en cuando. Yoongi acariciaba la
frágil y delicada figura de JiMin, yendo desde su cintura hasta sus caderas,
sosteniéndolo y presionando la yema de sus dedos contra la piel, sabiendo
que luego tendría una marca.

El calor irradiaba de sus cuerpos, los gemidos eran audibles incluso en el


primer piso y simplemente no sentían que pudiesen parar. El menor se
encontraba más que agradecido por no sentir ningún tipo de dolor, y el
recuerdo de aquel ardor al principio se había evaporado por completo luego
de sentir todas las correntadas de placer que fluían por sus venas.

El vaivén de Yoongi se habían vuelto embestidas un poco más rápidas, un


tanto bruscas luego de haber encontrado el ángulo correcto para rozar el
punto dulce del menor. Ya podía dejar de verlo a los ojos, pero simplemente
no querían. Se sentían más conectados de lo normal, como si pudiesen
sentir lo del otro. JiMin, muy concentrado en lo que experimentaba por
primera vez su cuerpo, jamás oyó el ruido de la puerta abriéndose.

-¡Estamos en casa! -se oyó. De inmediato JiMin dió una profunda


inhalación, sorprendido con la guardia baja y asustado a la vez que dejaba
de moverse y observaba fijamente a la puerta de su cuarto, de repente
sintiéndose muy mal.

¡Estaba pecando tanto! Lejos de ser un alma pura. ¡Lejísimos! Yoongi no


detuvo sus embestidas. Fingiendo no haberlo notado, simplemente comenzó
a dejar suaves y húmedos besos sobre la piel del cuello del menor,
acelerando sus embestidas. JiMin, cegado por el placer, rodeó el cuello del
diablo con sus brazos y cerró sus ojos, tensando sus piernas. Necesitaba
disfrutar, necesitaba pensar.

-¡JiMin! ¿Estás durmiendo? -unos pasos se hicieron audibles en las


escaleras y todo su cuerpo se congeló, abriendo sus ojos en dirección a la
puerta.
Como por arte de magia, el pestillo se corrió por sí solo, trabando la puerta
antes de ser abierta. La perilla fue girada un par de veces antes de que se
oyera un profundo y agotador suspiro y que subieron las escaleras,
nuevamente al primer piso.

Todo el cuerpo de JiMin volvió a relajarse, intentando calmar los acelerados


latidos de su corazón antes de abrazar a Yoongi mejor, aferrándose con
miedo y presionando sus labios contra el cálido hombro del diablo para
acallar sus fuertes jadeos, soltando sonidos contra la piel del mayor.

Las embestidas se volvían cada vez más fuertes, tanto que JiMin comenzó a
clavar sus uñas en la piel de los bíceps del rey de las tinieblas, el cual
respiraba profundo y gruñía de vez en cuando, también jadeando
roncamente mientras la cama rechinaba un poco. Ambos estaban por llegar,
y JiMin se nublaba ante la cercanía del clímax ya que jamás lo había
experimentado, y apenas tenía idea de qué era.

-Y-Yoon, uhm... ¡Ah! -fue cuando los dientes de Yoongi mordieron


levemente el lóbulo de la oreja del menor que éste arqueó su espalda,
entregándose a la placentera sensación de su cuerpo siendo lentamente
sumergido en una gran ola de satisfacción.

Su respiración se cortó, tembló por unos segundos y su esencia salía de su


miembro, manchando ambos torsos. Yoongi no dejaba de impulsarse sobre
su niño favorito, acabando dentro suyo segundos después. Ambos jadeando
por un poco de aire mientras se abrazaban, piel contra piel entre las sábanas
ya algo desordenadas.

JiMin mantenía sus ojos cerrados y labios entreabiertos a la par en que el


mayor le tomaba del rostro, observándolo con una sonrisa ladina para luego
comerle la boca, lenta y profundamente, ambos acariciando mutuamente sus
lenguas.

-Lo has hecho tan bien, niño. -halagó a la par que el menor aferraba mejor
sus brazos al cuello del diablo, abrazándolo.

-... Lo lograste.
-¿Mh? -rozó con su nariz el cuello del menor, el cual cerró sus ojos.

-Hacerme sentir el humano más amado en la tierra. Lo lograste

....

Joder, que buen ambiente mientras escuchas inferno y saturno alv XD...

Gracias x votar, comentar y compartir esta adaptación 😙


Nos seguiremos leyendo en mis demás historias en emisión y finalizadas~

MinMin♥️
IX

Honestamente, JiMin creyó que no podría dormir aquella noche. Luego de


hacer el amor sintió que no podría pegar un ojo. El diablo había dicho que
sería el humano más amado de toda la tierra... pero "hoy". Solo por hoy, y
ya. Y eso no había salido de su cabeza para nada. Sin embargo, los cómodos
y cálidos brazos de Yoongi envolvían su cuerpo de una manera que lo hacía
sentir protegido, agotado.
Tenía más sueño de lo que alguna vez había tenido, e incluso creía que
Yoongi podría estar haciendo aquello. Sin embargo, estaba realmente
cansado como para ponerse a llorar, o despedirse apropiadamente del -
ahora- amor de su vida, incluso si éste era el que finalizaría por matarlo.
El mayor pasaba las cálidas yemas de sus dedos por el pálido y suavecito
brazo del menor, el cual se estremecía con el toque a la par que veía cada
vez más nublado. Para cuando quiso darse cuenta, ya se había dormido. Y
despertó al día siguiente. El dolor que sentía en los músculos era
inexplicable, la pesadez de su cuerpo y el leve malestar en su pecho lo
empeoraban.

Las cobijas cubrían su figura y la de la persona que lo abrazaba desde atrás,


el cual hacía todo más cálido. Quitando el malestar que llevaba sobre él,
estaba realmente feliz. Había dado su primer beso, había hecho el amor por
primera vez, todo eso con Yoongi. Con el diablo. Ya nada podía ir mal.

Se removió un poquito al sentir que la mano del rey de las tinieblas le


acariciaba la pancita. Claramente estaba despierto... ¿Siquiera dormía?
¿Siquiera él seguía vivo o era todo una ilusión? -Mh. -Yoongi suelta aquel
sonido luego de olfatear los ricitos de JiMin.

-Hueles como si te hubiese hecho mío. -dice.


Tira del cuerpo del rizado y éste comienza a darse la vuelta hasta quedar de
frente al cuerpo desnudo del mayor. Su oído ya no hace ese extraño sonido,
y ahora puede mirarlo a los ojos las veces que desee.
Sin embargo, se siente muy avergonzado como para verlo, pero se mantiene
observando fijamente sus labios. Yoongi toma aquello como una señal y no
se negó a dejar un suave pero lento beso en los labios de su niño favorito, el
cual parecía algo perdido en sus pensamientos. El diablo se alejó solo un
poco para verlo, esperando a que hable.

-Sigo aquí... -dijo el rizado, parpadeando lentamente y rodeando


tímidamente el cuello del mayor en cuanto éste se acercó más y comenzó a
dejar tibios besos en la piel de su cuello.

-Si.

-N-No me sucedió nada. -tartamudeó.

Aún sentía algo de miedo, y fue como si Yoongi pudiese sentirlo ya que lo
envolvió mejor por la cintura. Apartó su bello rostro del cuello de su niño y
ambos se vieron fijamente por primera vez en el día. Fue algo precioso.

-¿Por qué?

Nuevamente continuaron observándose por unos segundos a los ojos. El


diablo suspiró, sonriendo de lado con una lentitud delirante antes de girar
un poco el cuerpo del niño, dejándolo boca arriba y posicionándose sobre
éste. Le acarició el muslo con cuidado, rozando por debajo de las sábanas
su miembro entre las piernas de JiMin.

Éste bajó la mirada con vergüenza, mordiendo su labio inferior para no


suspirar como torpe. El rostro de Yoongi baja lentamente hasta quedar a la
medida de su oreja, mordiendo suavemente el lóbulo de ésta antes de pegar
su boca.

-Porque quiero y puedo. -simplemente respondió.

En parte JiMin teme a aquello. Piensa en que podría desaparecer en


cualquier momento, sin tener una justificación válida, sólo un "porque
quiero y puedo."

-Oh. -dice, nuevamente aferrándose al cuello de Yoongi cuando éste se alejó


para verlo fijamente a los ojos. JiMin se atrevió a alzar la mirada, cruzando
su vista con la del diablo.

-Y voy a disfrutarte un rato más... porque quiero y puedo. -sin más, atrapa
los labios de su niño entre los suyos, besándolo lenta y profundamente,
ladeando la cabeza para que sus narices no choquen y sea incómodo.

JiMin suspiró por la nariz, siguiendo aquel compás mucho mejor que antes:
menos nervioso, más relajado, demasiado protegido entre los brazos del que
influía en los malos sentimientos, pero le hacía sentir todo lo bueno. Sólo a
él. Sus lenguas se acariciaban entre pequeños sonidos que JiMin soltaba,
ambos presionados con el cuerpo del otro, con Yoongi frotando suavemente
su miembro contra el del niño, amando la manera en la que éste se veía tan
pequeño y delicado bajo su cuerpo, entre sus brazos.

-Oh, mierda. -se quejó, apartándose y poniendo su peor cara.

JiMin lo observó con algo de miedo, temiendo haber hecho algo mal, pero
los golpes en la puerta no le dieron tiempo a preguntar. -¡JiMin! ¿Estás
despierto? -la voz de su madre se hizo presente.

JiMin observó al diablo, el cual le restó importancia y volvió a besar los


labios del niño, indicándole que se mantuviera callado. El rizado obedeció y
continuó el beso, embobado, amando sentir las cosquillitas en su pancita y
vientre. El pomo de la puerta gira repetidas veces, sin éxito. La puerta
continúa sin abrirse y todo gracias al pestillo que Yoongi puso con la mente
en pleno sexo... era raro decirlo.

-¡JiMin! ¿Estás despierto?

Ambos continúan con los besos. JiMin sabe que Yoongi cree que va a irse,
pero él conoce a su madre, y ésta no se irá hasta recibir una respuesta. Sin
embargo, continúa siendo obediente y no se niega a los exquisitos besos que
el diablo le proporciona.
-¿Hijo? ¡JiMin!

Yoongi se aparta con mala cara. -Contesta. -ordena en un tono frío de voz.

La piel del niño se eriza y el diablo parece darse cuenta... Aclara su


garganta antes de responder: -Ya voy, mami.

-Abre la puerta, cielo. -pide Eunji, nuevamente girando inútilmente el pomo


un par de veces.

-Uhm... mi cabeza duele un poco. -miente, y el diablo sonríe de lado,


encantado.

-¿Puedo dormir veinte minutos más? -Yoongi alza ambas cejas, como
preguntando si realmente lo decía en serio. Eso no alcanzaría para todo lo
que quería hacerle.

-¿Treinta? -JiMin ofrece con duda, inocentemente.

El mayor pone los ojos en blanco y mala cara antes de dejar suaves besos en
los labios de su niño favorito. Oh, al carajo. Jugaría con el tiempo, no
quería desaprovechar el tener al niño más puro de la tierra desnudo entre
sus brazos.

-Cielo, debemos ir a la iglesia. -insiste su madre en tono dulce.

-Lo sé. Solo un poquito, ¿puedo? -JiMin casi ruega contra los labios del
diablo, el cual empuja sus caderas contra las del menor, robándole un
suspirito.

-... Vale. -accede Eunji.

Yoongi de inmediato comienza a besar al menor de la misma manera en la


que lo estaba haciendo. -Solo un poquito. Te traigo el desayuno en media
hora. Pero iremos a la iglesia, ¿me oyes, JiMin? Iremos.

Ignora la orden de su madre debido a que está demasiado perdido en las


caricias que el arcángel proporciona en sus labios, y en como los dedos de
éste se dirigen hacia su entrada, acariciándola.
-Yoon... -suelta, y sus ojitos se cierran en cuanto dos dedos se adentran en
su interior comenzando a moverse en forma de tijera, lenta y
delirantemente.

Pequeños gemiditos escapan de sus labios, abriendo más sus piernas y


sintiendo una leve capa de sudor cubrir su pequeño cuerpo mientras el
diablo no deja de besar sus labios y rozar su punto dulce con la yema de sus
dedos.

Sintió como Yoongi apartaba solo un poco su rostro del menor, como si lo
estuviese viendo. Luego se hicieron presentes las caricias en sus ricitos y
los profundos suspiros del mayor...

-Te ves tan... corrompido por mí. -el diablo dice, bajando a besar los labios
de su niño favorito a la par que comienza a frotarse contra la cadera de éste,
el cual se encuentra cegado por las olas de placer que lo invaden por dentro
con una delirante lentitud.
Minutos después llega al clímax por segunda vez en su vida.

Desearía sentir aquella deliciosa sensación por el resto de sus días, se ha


vuelto adicto a ella. Se encuentra sediento de lo que sea que Yoongi le
enseñe por primera vez. JiMin es atraído al pecho de Yoongi, y aún es
increíble la situación en la que se encuentra.

Jamás se imaginó que invocaría al diablo, que le vendería su alma, y mucho


menos que al hacerlo se enamoraría tan perdidamente. El miedo de que
Yoongi no lo ame se ha ido de su pecho, por su bien o si no se volvería loco
con el paso de los días. "Que pase lo que tenga que pasar", e intentaría
esperar pacientemente.
Disfrutar lo poco que le queda. El mayor acarició con suavidad una mejilla
del menor, provocando que éste alzara el rostro y ambos se vieran por unos
segundos. El ente soltó un profundo suspiro antes de negar lentamente con
la cabeza.

-¿Qué sucede? -JiMin no pudo evitar demostrar preocupación, sonrojado y


ladeando un poco su cabeza. El silencio se hace presente por sólo un par de
segundos antes de que Yoongi decida contarle:
-Tu familia sospecha.

Es como si el aire de la habitación se estuviese yendo de a poco, y la cabeza


de JiMin -la cual ya dolía desde que despertó- estuviese por explotar. Se
encontró temblando cual hoja a los segundos de oírlo, y el diablo no dudó
en acurrucarlo más cerca, comenzando a besarle el cuello.

-... ¿Qué? -Sospechan que tienes algo malo. -dijo con sus labios pegados
contra la piel del menor.

-No saben qué, no creen que yo sea real, pero saben que hay algo. Y van a
sospechar más ahora, porque te ves terrible.

La garganta de JiMin pareció cerrarse de golpe a la par que su cuerpo se


congelaba y miles de inseguridades rondaban por su cabeza; inseguridades
respecto a él, a su físico, a su personalidad y torpe inocencia que tanto
detestaba. En el instituto casi siempre le decían que no era muy bonito, o se
reían de él por ser el más bajo teniendo ya dieciséis años, e intentó que no le
importara lo suficiente.

Pero que Yoongi le diga que se veía terrible, sea de la manera que lo haya
dicho, fue un golpe bastante bajo. Yoongi alza el mentón de JiMin con su
mano en cuanto vé las lágrimas caer de sus ojos verdes. No puede evitar
sonreír de lado.

-¿Mi niño favorito está dudando de su belleza? -no puede evitarlo.

Se acercó lentamente y dió un beso sobre una lágrima, saboreando la


tristeza del rizado. -¿Solo por lo que yo dije?

-S-Si.

La sonrisa de Yoongi se borra lentamente a la vez que conecta su mirada


con JiMin. Ambos se ven fijamente, y el menor puede notar que el diablo
está a punto de decir algo que debía de quedarle en la cabeza. Se veía
ofendido e indignado, por alguna razón.
-Que sea la última vez que crees que te veo de una manera desagradable.
Eres lo más precioso y puro que mis ojos han presenciado.

Las mejillas de JiMin parecen estar a punto de estallar mientras limpia


rápidamente sus lágrimas y mira hacia otro lado tímidamente. Por algún
motivo, que Yoongi le hable así le hace saber que está expuesto, desnudo
contra su cuerpo, y siente que se ahoga en la vergüenza, aunque tampoco
planea moverse.

-Lo siento...

Yoongi suelta el mentón y lo abraza más contra él luego de la disculpa. Por


algún motivo, luce como si lo hubiese perdonado. ¿Este precioso hombre
realmente era el diablo? -Te ves terrible porque estoy aquí mucho tiempo.
Estuvimos más cerca de lo que debíamos, y me metí en tu cabeza. Luces
muy enfermo. -dice, observando con detalle el rostro del menor: pálido,
ojeroso, más delgado, con sus ojos un poquito más vacíos. Muy poquito.

-¿Te metiste en mi cabeza? -sorprendido y sin comprender aquella


referencia, tan solo parpadea lentamente y vé a Yoongi, el cual se mantiene
viéndolo fijamente a los ojos.

-¿Cómo?

La sonrisa ladina del diablo le hace suspirar de manera embobada mientras


éste se acerca a su oreja izquierda, besándola. Es un verdadero alivio poder
oír una hermosa voz y no pitidos.

-¿Acaso crees que en tu primera vez no iba a dolerte? -no evita lamerle
detrás del oído, lo cual provoca que todo el cuerpo del menor se estremezca.

-Hice que me vieras a los ojos para meterme en tu cabeza y que así no
sintieras dolor.

Oh.

Era algo abrumador. Era como haber estado poseído.


-Oh... oh, vaya. -el diablo se aparta y lo vé a los ojos. JiMin está sumergido
en sus pensamientos mientras baja la mirada al torso del mayor, el cual está
repleto de tatuajes.

Se mantiene acariciándolos con la yema de su dedo índice, su mano


cómodamente apoyada sobre el estómago del ente. Finalmente suspira. No
puede dejar de pensar.

-Yoon... ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo iré a la iglesia? Apenas la piso


comienzo a vomitar o me asfixio. No quiero volver a sentir eso nunca más.

-No vas a sentirlo. -lo tranquiliza de inmediato, provocando que cerrara sus
ojitos y suspirara de alivio. Un problema menos.

-Voy a irme.

Sus ojos se abren de inmediato, y automáticamente sus manos van a los


bíceps de Yoongi, sosteniéndose de éstos y negando rápidamente. -¿Qué?
No, no, no. Quédate.

-Niño, créeme: amaría ver la cara de todos al saber que soy real, pero no es
tan fácil. No desde que finalmente eres mío, y todos pueden dañarte.
JiMin está a punto de comenzar a llorar. -No quiero que te vayas... la última
vez fue horrible. -su voz tiembla y sus ojos se llenan de lágrimas.

Yoongi lo observa de manera neutra, queriendo que continúe comentándole


cómo fue todo sin él. Necesitaba saberlo. El menor traga con fuerza y baja
la mirada. El nudo en su garganta no se va. -Quiero decir: me alivió el no
sentir el malestar, o el pitido en mi oreja. Pero el vacío que sentía en mi
pecho... fue insoportable.

Parece no notar como los músculos del diablo se tensaron, o como parece
estar congelado, quieto en su lugar. Incluso parece perdido en sus
pensamientos, o como si supiera o tramara algo. JiMin se sobresalta cuando
siente el frío llegarle de golpe: Yoongi ha dejado de abrazarlo y se ha
levantado de la cama. Se viste tan fluidamente que JiMin está impresionado
mientras que él tan solo se sienta en la cama, cerrando sus ojos al recibir un
mareo algo fuerte y volviéndolos a abrir.
-¿Vas... vas a irte? -pregunta con la voz entrecortada mientras tapa su
cuerpo con las cobijas. Se encuentra temblando y no sabe si es el frío o el
miedo por el vacío que sentirá.
-Si.

Luce serio, frío a lo que sea mientras le da la espalda y se abotona la camisa


hasta arriba, acomodando el cuello. -¿Dije algo malo? Me pasé, ¿verdad?
Lo siento. No quería faltarte el respeto.

En cuanto Yoongi se gira y vé a su niño favorito, tan pequeño y frágil, con


su cuerpo tapado por las cobijas, sus mejillas sonrojadas, ojos llenos de
agua y ricitos despeinados, no puede evitar comenzar a caminar hacia él
hasta inclinarse y comenzar a besarlo. Lo besa lenta y profundamente,
metiendo su lengua y sosteniéndole el rostro con necesidad.

JiMin de inmediato se aferra a su cuello con sus brazos, necesitando más.


Yoongi no puede evitar consentir a su niño favorito. Permanecen besándose
por un largo tiempo, perdidos en los labios del otro, en las caricias que se
daban. Finalmente Yoongi se aparta con una mordida en el labio inferior de
su niño, el cual abre los ojos lentamente y luce embobado, acalorado y con
sus labios rojos.

-Vuelvo en un día. -dice, sonriendo de lado. No puede evitar soltar un casi


inaudible quejido.

-E-Está bien. -finalmente concuerda, aunque sigue en desacuerdo.

Yoongi deja un último beso en sus labios y se aparta, caminando hacia un


rincón de la habitación y quedándose allí, observando a su niño. JiMin
continúa con el puchero en sus labios, intentando no llorar.

-Volveré más pronto de lo que crees.

Asiente lentamente antes de parpadear, y finalmente Yoongi no se encuentra


más allí. Ya la primera respiración se vuelve extraña, y nuevamente está ese
vacío que no lo deja en paz. Pero un poco más fuerte.
La pequeña mano de JiMin da unos rápidos y bajitos golpes en la puerta,
apresurado y viendo paranoicamente alrededor, temiendo cruzarse con su
madre o padre, aunque éste probablemente lo ignoraría. La puerta
finalmente se abre, revelando a su linda hermana, Hyunah.

-JiMin, ¿qué...? Oh, Dios mío. ¡Luces terrible!

-¡Shh!

Rápidamente se adentra a la habitación sin siquiera pedir permiso. Es


bonita, rosada, huele bien y hay maquillaje sobre la cama. ¡Perfecto! Está a
punto de encaminarse hacia éste, pero su hermana tira de su brazo luego de
cerrar la puerta y lo pone frente a ella, tomándolo de las mejillas con
cuidado.

-Mimi. ¿Qué sucede? Estás... -su voz tiembla un poco, negando con su
cabeza.

-... no estabas así hace unos días atrás. No te veías así hace semanas, e
incluso te ves peor.

-Lo sé, lo sé. -intenta tranquilizarla llevando sus propias manos hacia las de
su hermana, pero las tiene casi congeladas, y ésta se horroriza más.

-Es que no dormí. Con todo el asunto de Bonhwa mi apetito se ha cerrado, y


estoy intentando usar ropa holgada para no preocupar a mamá. -que buen
mentiroso. Si me gustara mentir y preocupar a las personas, se halagaría a sí
mismo.

-También he usado maquillaje.


Hyunah, ya más tranquila no puede evitar reír bajo, observando a su
hermano con el ceño levemente fruncido. -¿Es que acaso eres mujer u
homosexual? No puedes usar maquillaje.

No culpaba a su hermana, en serio. A pesar de nunca haber seguido la


opinión de su familia respecto a los hombres que gustaban de hombres, u
hombres que usaban maquillaje y supuesta ropa de mujer, Hyunah sí lo
había hecho. Muchos niños pensaban igual que ella, y todo por sus padres.
JiMin se ponía de ejemplo a sí mismo: su madre le había enseñado que al
despertar era esencial darse una ducha, pero muchas personas no lo hacían,
o lo hacían en otros horarios. Es como cada uno cría a sus hijos pero,
honestamente, espera que lo que JungKook había dicho respecto a que las
cosas en el mundo cambiarían sea verdad.

Que los hombres usaran maquillaje y no sean homosexuales por ello, o que
la homosexualidad no sea un pecado para tantos. Que no haya ropa con
género, si no simplemente ropa. Y que la gente juzgue y se fije un poco
menos en lo que uno lleva, o cómo es.

-Lo sé, Hyu. -sonríe falsamente de lado, fingiendo estar de acuerdo. Hyunah
se dirige hacia la cama y se sienta, observando a su hermano.

- Pero si no lo hago, mamá enloquecerá.

-Mamá ya ha enloquecido. Siéntate. -dice mientras busca entre su


maquillaje algo que sirviera para su hermano.

JiMin se sienta frente a su hermana mayor, observando como ésta toma algo
parecido a un labial pero es color piel claro, y comienza a hacer líneas por
su rostro, sosteniéndolo del mentón. -¿Por qué dices que mamá ha
enloquecido?

-... ¿Prometes no decir nada? -los nervios se instalaron en el estómago del


menor a la par que asentía. De por mientras, su hermana pasaba su dedo
índice por todo su rostro.

-Ayer fuimos a la charla familiar. Se supone que hablaríamos de temas de la


iglesia, y los tíos darían una charla sobre Bonhwa. -dice.

JiMin cierra sus ojos cuando Hyunah pasa su dedo por sus párpados. -No
fue así. Mamá y papá comentaron lo raro que has estado, el como los
médicos dicen que no tienes nada pero te ves mal, y actúas diferente. Ellos
dicen que tienes algo malo.
JiMin abre sus ojos nuevamente cuando su hermana se aparta, sin poder
evitar demostrar algo de miedo.
-¿Algo... malo?

-Si. Que tienes algo malo, y que deben quitartelo.

Por algún motivo el enojo comienza a brotar de su cuerpo a tal punto que
siente como comienza a sudar. Miles de imágenes sobre alguien -
cualquiera- quitándole a Yoongi de su lado lo invaden, provocando que
negara con enfado.

-Eso es... tonto. -escupió.

Su hermana le da una mirada seria por un rato antes de ponerse de pie.


Pronto se oyeron golpes en la puerta.

-Niños, a desayunar. Y rápido.

JiMin está a punto de ponerse de pie, pero es bruscamente empujado


nuevamente a la cama, tomado por sorpresa y alzando la mirada con algo de
susto hacia su hermana. Ésta última lo apuntó con su dedo índice mientras
lo veía fijamente a los ojos.

-Mejor que sepas en lo que te estás metiendo.

Parpadeó lentamente, realmente sorprendido. -... ¿Qué?

-Mi hermano hubiera comenzado a llorar, preguntándome si realmente tiene


algo malo. -ambos se ven por unos segundos mientras los ojos de JiMin se
vuelven llorosos.
Baja la mirada rápidamente. -No digo que no hagas lo que quieras, digo que
sepas en lo que te estés metiendo. Porque yo... no te tengo miedo.

-Hyu...

-Y no pienso apoyarte, JiMin. Sea lo que sea, mientras esté mal, no te


apoyo. -finalmente comienza a juntar el maquillaje y JiMin aprovecha para
salir de la habitación rápidamente antes de que comience a llorar.
El desayuno había sido incómodo ya que Hyunah no le sacaba la mirada de
encima a su hermano mientras tomaban de su té y comían pan con
mermelada de fresa. Su madre hablaba y se veía radiante, feliz de que JiMin
no tuviese la cara de un monstruo -aunque no sabía que éste en realidad la
tenía y la ocultaba bajo una capa de maquillaje- y no estuviera lo
suficientemente poseído por el diablo (cuando la realidad había sido
poseído por el diablo de todas las maneras que uno imaginaría) como para
no ir a la iglesia.

Su hijo estaba sano, sin embargo, debía esperar a que llegaran y no


comenzara a vomitar como un demente con problemas estomacales.
Finalmente fueron a la iglesia en coche. Su padre se negaba a llevarlo al
principio; ya aquello fue algo para poner triste a JiMin. Eunji lo convenció
con un susurro al oído y marcharon en silencio hacia la casa del señor. Sin
música, sin Dominique a todo volumen.

Tan solo un incómodo silencio, y JiMin sabía que él hacía la situación


incómoda. La misa transcurrió tranquila. Los tíos y primos de JiMin estaban
allí, y veían de reojo al niño el cual, con vergüenza, hacía cosas que
supuestamente no debería de hacer. Dios debía de estar realmente enojado
con él. Finalmente, todos comenzaron a encaminarse hacia la salida cuando
ésta finalizó, pero Eunji llevó a JiMin a hablar con el cura y era una razón
más para nombrar a éste día:

"Me dedico a mentir y lo hago estupendo." -Park JiMin. -nombra al niño


aquel hombre mayor con ojos enormes y acusadores. No, tal vez solo está
muy paranoico.

-Un placer volverlo a tener en la casa del señor. ¿Cuáles fueron los motivos
de su ausencia?

La boca de JiMin se abre para contestar, pero su madre decide hacerlo por
él.

-JiMin no se sentía muy bien éstos días. Mucha angustia en su interior. -


bueno, no estaba mintiendo.
Había angustia y un ligero vacío en su pecho. Yoongi, vuelve.
-Creo que no le vendría mal confesarse. ¿Qué opinas, JiMin?
No, no, no, no. ¡No! -No lo sé, yo... -ríe bajo, intentando buscar una manera
de zafarse de aquello sin tener que salir corriendo o algo así.

-Tengo tiempo. JiMin, acompáñame, por favor. -rápidamente dice el cura,


asintiendo con la cabeza hacia aquel "armario" (JiMin lo llamaba así) en
donde la gente se confesaba.
Ambos se adentran luego de que Eunji sigue a su familia. Ya no queda
nadie en la iglesia, solo un profundo silencio y el eco de la voz del cura
cuando éste comienza a hablar.

-Vamos a rezar primero.

El hombre mayor comienza a rezar en voz alta, y JiMin finge seguirlo. No


puede, simplemente no está bien. Al finalizar nuevamente el silencio se
hace presente, y JiMin decide romperlo e intenta no sonar sospechoso.

-... ¿Padre? ¿Qué hago si no tengo nada... nada que decir? -tartamudea un
poco a la par que acomoda nerviosamente sus tirantes negros.

-¿No quieres confesar nada?

-No. -responde con rapidez.

-Tu madre dijo que has estado angustiado. -JiMin se encoge de hombros.

-¿Tienes cosas que confesar?


-Si, pero todos tenemos secretos. -dice, intentando demostrar que no hacía
falta revelarlos.

Era lo cierto: cualquier persona tenía secretos, y también tenía el derecho de


no querer decirlo. -Está bien, JiMin. Puedes contarmelos. ¿Hay algo malo
que hiciste? -el cura usa tono de amabilidad, pero es demasiado falso.

No porque el hombre no sea amable, pero simplemente no le cree. -No.


-¿Seguro?.

No.
-Si.

-Bien. -JiMin nota de reojo como el hombre se acomoda en su lugar. Un


suspiro sale de sus labios.

-¿Algo de lo que te arrepientas?


Maté a mi primo, maté a dos personas que no sabían lo que hacían,
provoqué un infarto a mi padre y ahora me odia. Mi hermana ya no confía
en mí, mi familia habla a mis espaldas, me tienen miedo. El maquillaje es
para mujeres, la homosexualidad está mal. Estoy donde no debería de estar.

-No.

-JiMin... para confesarte debes de decir la verdad.

Se pone tan nervioso que sus manos comienzan a temblar. Necesita


protección, necesita no sentirse tan mal.

-Lo estoy haciendo. -intenta sonar honesto, pero no lo logra.

-Sé lo que tienes. Lo vi. -sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas. ¿Cómo
puede estar intentando disimularlo?

-Lo veo en ti.

-No tengo nada, señor. -su voz se alza un poco, preso del pánico.

-No te atrevas a mentir en la casa del señor. -comienza a sollozar en cuanto


la voz del cura también se alza.

-Confiesa.

-Yo no...

-Confiesa ahora.

Está a punto de comenzar a llorar con fuerza y realmente, realmente,


realmente confesar. Sin embargo, un fuerte viento se hace presente dentro
de la iglesia, y todas las velas se apagan. Quedan a oscuras a excepción de
las ventanas cerca del techo. El frío comienza a hacerse presente, los vellos
de su nuca se erizan mientras intenta ver desde la puerta de madera a
cuadros que no le permite salir.

-¿Qué estás haciendo?

JiMin acerca su rostro a la puerta, y se sobresalta en cuanto vé a una figura


alta y cubierta con una capa negra en el banco donde anteriormente él se
sentaba durante la misa. Su espalda choca contra el armario y comienza a
respirar rápido.

-¿Qué? ¿Qué sucede?

-Quédese aquí, y no salga hasta que yo se lo diga.

-¿Qué? No. No es posible. Esta casa está bendecida. -niega rápidamente,


también pegándose contra el armario.

-P-Por favor, quédese aquí.

JiMin abre la puerta con lentitud oyendo como ésta rechina. Sale temblando
como una hoja al viento, sin quitar sus ojos verdes de la figura alta y
terrorífica que permanece como si fuese una estatua. No deja de acercarse,
y es allí cuando la supuesta Muerte se pone de pie, provocando que se
detenga. Su corazón late demasiado rápido, su cabeza duele levemente.

-¿V-Viniste por mí? -la figura niega lentamente antes de levantar su


exageradamente largo brazo, apuntando con un fino y pálido dedo índice
hacia el armario.

El frío se incrementa en su cuerpo. -¿Por qué? -no responde.

JiMin niega rápidamente. -S-Si te lo llevas... todo será mmuy obvio.

La Muerte continúa en silencio, y el rizado se sobresalta cuando


nuevamente apunta hacia el armario, solo que más brusco, impaciente por
tomar lo que le pertenece. -Van a creer que lo asesiné, y todo empeorará.
¿Quieres... que Yoongi se moleste? -finalmente la Muerte baja su brazo, se
queda quieta por unos segundos e inesperadamente camina hacia el
confesionario.

JiMin rápidamente se pone en frente, muerto de miedo. -¡No! No vas a


llevartelo. -Y firme, decidió por algo que no creyó arrepentirse.

-N-No te lo permito. No te dejo.

Es allí cuando las manos de aquella cosa suben a la capucha de la capa y la


baja lentamente. Un hombre calvo, pálido, similar a un esqueleto lo observa
fijamente. Lo más intrigante y bizarro de aquello es que tiene los ojos de
JiMin. Cuando los suyos se cruzan con los farsantes, adrenalina viaja por su
cuerpo.

Imágenes entrecortadas se hacen presenten su cabeza: momentos felices,


momentos de dolor. Son pocos, pero son importantes. Siente como si le
tomaran el corazón con el puño y lo apretaran fuerte. No puede respirar y
siente su cabeza volar en mil pedazos, pero sabe que sigue normal ya que
puede seguir presenciando todo aquello. Parpadea, y las velas se encienden
por sí solas nuevamente.

No hay nada frente a él, solo un humo oscuro que cuando lo respira, al
inhalar bruscamente, se tambalea y cae hacia atrás. No se desmaya, pero
está algo ido. No es el mismo. El cura sale rápidamente del confesionario,
importándole poco las órdenes del niño. Se acerca a éste último y se
arrodilla, sacudiéndolo de los hombros.

-¿JiMin? -al verlo tan ido lo sacude nuevamente desesperado, aterrorizado.


Aún no creía que lo que vió era real.

-¡JiMin! Iré por tus padres. Si, eso haré. -el hombre está a punto de ponerse
de pie, pero JiMin tira rápida y bruscamente de su brazo, importándole poco
si le hace daño.

-¿J-JiMin? Se sienta lentamente con la ayuda del cura, el cual sigue en


shock. Sus manos tienen cosquilleos, el malestar está más presente que
nunca y siente... siente... Casi nada.
-Estoy... -su voz tiembla, sus ojos están llenos de lágrimas, pero por más
fuerza que haga, no puede llorar. Alza la mirada y vé los ojos del hombre
mayor, aunque no lo hace realmente.
-... Estoy bien. E-Estoy bien.

-Déjame llamar a tus padres. -ruega.

-Por favor, no diga nada. -nuevamente se ven fijamente y JiMin frunce un


poco el ceño, sin estar muy seguro de cómo reaccionar. ¿Qué ha pasado?

-Me debe una, me la debe. Lo sabe.


Niega lentamente. -No puedo decirle a la gente que algo que no es de Dios
entró aquí. Esto... Esto jamás sucedió, ¿vale?

JiMin asiente lentamente, de acuerdo mientras lleva una mano a su pecho.


Los latidos son lentos, siente que le falta algo en su interior y no está muy
seguro de poder sostenerse de pie, pero sabe que no puede levantarse por sí
solo.

-Necesito... -solloza secamente, pero no lo alivia. ¿Qué está pasando?


-... a-alguien que me levante. ¿P-Puede?

-Si. Si, claro. -el hombre mayor rápidamente se pone de pie, se inclina y
toma a JiMin desde atrás, por debajo de los brazos. No le es difícil
levantarlo ya que éste es muy ligero y pequeño.

-¿Puedes caminar?

-Puedo.

JiMin comienza a caminar a paso lento y con la mirada fija y vacía hacia
adelante, oyendo un "cuídate" de la persona a la cual le salvó la vida. Ya no
había donde cuidarse, no había salvación y... Demonios, Yoongi estaría tan
enfadado cuando lo viera.
.....

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Gracias a quienes estén votando y comentando en cada actualización!!

Nos seguiremos leyendo~

MinMin ✨
X

¿Será que la Muerte extrajo sus pocas ganas de vivir? ¿Será que solía tener
ganas de vivir antes de que el dolor en su pecho surgiera, y ahora solo sentía
que jamás había querido respirar? Luego de haber salido de la iglesia, su
familia fingió no notarlo extraño.

Eunji preguntó un par de veces si se encontraba bien debido a que su hijo


parecía tener serios problemas para caminar, pero ya que la reunión familiar
lavó su cerebro –aunque lo que creían era cierto: JiMin tenía al diablo
consigo– no quiso acercarse demasiado. Iba a seguir todo como lo
planeaban, sin arruinar nada.

Fue demasiado literal el hecho de que el rizado llegara a casa, bajara los
escalones y se fuera a dormir. Ni siquiera supo cuándo se durmió, nada. El
malestar era muy fuerte, el dolor en su pecho demasiado notable. Se
preguntó si estaba muriendo. Rogó que sí para no volver a sentir jamás en
su vida aquel vacío.

Despertó al día siguiente, y no supo cuánto tiempo se quedó viendo el


techo, respirando de manera pesada, demasiado débil. Yoongi no había
vuelto, y eso lo hundía mucho más. Intentó mantener firme en su cabeza
que no debía dejarse caer, quería a Yoongi. Y no quería morirse solo. No se
sentía tan mal como el día anterior, al menos podía mantenerse de pie,
siempre y cuando estuviese recargado en algo.

El día fue como si nada hubiese pasado, y nadie excepto su hermana le


preguntó qué le sucedía. Incluso pudo oír a su madre hacerla callar y
continuar fingiendo que todo estaba bien. Le comentaría aquello a Yoongi,
si es que éste no lo mataba. Fue al instituto y se vistió con un grande abrigo
color gris, con botones negros. El frío calaba sus huesos, incluso
encontrándose en otoño.
Un día atrás estaba en pantalones cortos, y ahora estaba temblando, con sus
labios morados y piel pálida. Por suerte JungKook no había ido aquel día, y
podía evitar todo tipo de preguntas sin respuestas.

Volvió a su casa en el auto de su padre con su madre un par de horas


después. No había probado bocado en todo el día debido a que la primera
cosa que había bebido –una caja de jugo de naranja, ya no se sentía con
ánimos de desayunar– estaba ahora en un retrete del baño. Lo había
vomitado de manera inmediata y lo comprendió: al parecer su cuerpo
rechazaba cualquier cosa que lo hiciese sentir bien.

Una vez entró, ni siquiera saludó a sus tíos, los cuales tomaban el té en la
sala. Pudo notar que su padre estaba a punto de regañarlo por ser
maleducado, pero se retractó al instante debido a que recordó las palabras
del diablo. Debía ser muy precavido. Finalmente bajó los escalones con
cuidado, sosteniéndose de la baranda y abriendo la puerta de su cuarto,
prendiendo la luz y girándose para cerrar la puerta con pestillo. No quería
ver a nadie.

Suspiró y se giró, su corazón dando un vuelco al notar al diablo a unos


centímetros de distancia, en la otra punta de la habitación, para ser exactos.
Lucía diferente. Sus ojos estaban más abiertos y bordós, sus pupilas muy
dilatadas, su mandíbula tensa y sus puños apretados mientras no dejaba de
rebajar a JiMin con la mirada.

Éste último se congeló al verlo de aquella manera porque, vamos, fue muy
estúpido no haber pensado en cómo sería el diablo enojado. ¿Creyó que
sería el precioso Yoongi? ¿Ése que lo había estrechado en sus brazos
mientras le hacía el amor? ¿El que aliviaba sus lágrimas con palabras
preciosas? No. El silencio reinó en la habitación por unos largos segundos.
JiMin no iba a hablar, sería demasiado irrespetuoso.

—... ¿Qué has hecho?

¿Alguien le creería si confirmara que jamás le tuvo el miedo que todos le


tienen a Yoongi? ¿Si jurara que, a pesar de ser el diablo, nunca vió lo
horrible, terrorífico y cruel en él? ¿Será que estaba tan enamorado? La voz
del diablo había salido tan baja, ronca y tranquila que fue demasiado
escalofriante.

Le entraron ganas de llorar, pero con cada impulso que quería dar para
sollozar, parecía que nada salía de su pecho. Incluso sus ojos, borrosos de
lágrimas, no saltaban ni una. Ya no podía llorar. Intentó tragar saliva con
fuerza y, en un acto de desesperación, quiso huír. Necesitaba refrescarse. Un
baño, sí. Se dirigió apresuradamente hacia el baño, con sus piernas
temblando, y dió un salto en su lugar cuando la puerta se cerró con toda la
brusquedad posible.

Se encogió en su lugar antes de girarse a ver a Yoongi, pero éste le apareció


frente a su rostro, provocando que se hiciese hacia atrás y chocara su
pequeña espalda contra la madera de la puerta. Una ligera risa silenciosa en
medio de una exhalación escapa de los labios del diablo.

—¿Estás intentando escapar de mí? —su respiración era tan fuerte que un
cuadro cayó al suelo, y los demás temblaban levemente.

—¿De mí? Yo fui el único que te protegió.

—N-No estoy intentando escaparme de ti. —JiMin tartamudea, alzando el


rostro y viendo fijamente los ojos de Yoongi, rogando que éste le creyera.

Lo había intentado, pero realmente estaba asustado. Las cejas del diablo se
alzan, fingiendo sorpresa. No le gusta éste Yoongi, éste Yoongi es malo y
sarcástico, y no lo comprende. —¿No? ¿Y qué intentas hacer yendo a otra
habitación? —se acerca de manera brusca al rostro del niño y olfatea solo
un poco antes de apartarse.

—Hueles diferente. Te ves diferente. ¿Qué. has. hecho?

—Yoon...

La brusca y profunda respiración que Yoongi toma lo hace pegarse más


contra la puerta, asustado mientras el pucherito en su labio inferior es muy
visible.
—¿A quién mierda le diste parte de tu alma? —sus pensamientos se
hicieron reales.

—Tú y yo teníamos un trato.

Oh. La manera en que lo dijo, tan... "Tú y yo teníamos un trato." Solo un


trato. Nada de amor, nada que llenara su pecho o cumpliera su deseo.

JiMin se preguntó si alguien realmente había sentido cómo le rompían el


corazón: la sensación pesada en el estómago, las manos poniéndose frías,
las puntadas en el pecho y la esperanza haciéndose añicos. Incluso los
pensamientos sobre la otra persona que te lo rompe cambia, y no porque se
crea que es un maldito, un desgraciado: simplemente... todo se torna lejano.
No tenía aire.

Yoongi se le había escapado de entre sus dedos, y ahora no era nada.


¿Cómo pudo ser tan torpe de creer que lo amaba? Se lo repitió miles de
veces: el diablo es mentiroso. El diablo es mentiroso. El diablo es
mentiroso. "—Yo podría hacer que nadie vuelva a hacerte daño... jamás." El
diablo es mentiroso. "—Yoongi, creo que me estoy volviendo malo. —
Imposible, sigo oliendo pureza en ti. —¿Incluso habiendo invocado al
diablo? —Eso no fue un acto de maldad. Fue un acto de desesperación ante
la maldad de los demás. Muchos no lo entenderían

—Nadie lo entendería.

—Yo lo entiendo." Es tan doloroso. "—Una parte de mí adora verte perder


la vida poco a poco.

Pero otra parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas
sonriendo. Jamás me había sucedido." Mentiroso. Inexpresivo se da la
vuelta y abre la puerta del baño, cerrándola rápidamente detrás suyo. Sabía
que Yoongi podía simplemente aparecerse dentro pero, oh, no quería verlo.
No podía.

Le costaba tanto respirar mientras se inclinaba temblorosamente en la tina y


comenzaba a llenarla de agua fría y agua caliente, intentando buscar la
temperatura perfecta para su cuerpo. Ni siquiera podía llorar, sentía que
estaba a punto de colapsar. Simplemente se quita los quickers, y un
escalofrío viaja por su columna vertebral al sentir a alguien de pie detrás
suyo observarlo.

—No cumpliste con lo que prometimos.

JiMin niega lentamente, tomando aire por la boca e intentando dejar de ver
los puntos negros que se asomaban por su vista. —Tú tampoco. —susurra,
sofocado.

No puede deshacerse de su ropa, no tiene fuerzas. —T-Tú dijiste que yo


quería a alguien que me amara honestamente.

—Lo tienes.

—Mentiroso. —no puede llorar, así que ríe sin ganas, cerrando sus ojos por
unos segunditos antes de volver a abrirlos.

Todo está demasiado oscuro. — Me dijiste que eras mentiroso, que no


tenías sentimientos. Es verdad. Tú no has cumplido nada, porque jamás me
amaste ni quisiste honestamente. Y ése no era el trato.

Puede jurar sentir el enojo de Yoongi en su propio pecho, pero tenía que
decirlo. De cualquier manera, éstos podrían ser sus últimos minutos. Ya
apenas estaba de pie, supuso que era la desesperación lo que lo mantenía
despierto, algo cuerdo.

—¿Te atreves a juzgar lo que pienso o siento? —JiMin lo ignora al sentir


desesperación por aire y por refrescarse, por sentirse bien.

Rápidamente alza sus piernas y se mete a la tina, pero no llega a sentarse


debido a que Yoongi lo toma del brazo, girándolo y dejándolo frente a él.

— Deja de escaparte y respóndeme. —alzó un poco su voz, y lucía algo


perdido en cuanto observó la expresión de cansancio en su niño favorito.

—Yoongi... —JiMin dijo suavemente, como si toda la rabia y el dolor


hubiesen pasado.
Llevó ambas manos al pecho del diablo, sosteniéndose. Ya no podía seguir.
Era tiempo de despedirse. Tomó una profunda inhalación, la cual no resultó
bien. —Todo l-lo que he querido desde que supe que eres real e-era tenerte
cerca. Yo... yo jamás me alejaría de ti. —niega lentamente mientras apoya
su mejilla en el cálido pecho de Yoongi, sin poder mantener sus ojos
abiertos.

—No importa si para ti ésto es solo un trato, o si me vas a matar de la forma


más despiadada. Úsame si quieres, no importa. Y-Yo... yo jamás me alejaría
de ti. Te amo.

El diablo envuelve sus brazos en la cintura de JiMin cuando éste último


afloja sus piernas por completo, casi inconsciente. ¿Cómo es que éste dulce
niño podía vivir tanta desgracia? ¿Cómo podía ser que un ángel como JiMin
quisiera a alguien como él? El mismísimo diablo.

¿Cómo el diablo había sido tan tonto de enamorarse del niño? No sabía
decirlo, no sabía demostrarlo porque era un demonio. Y nada bueno viene
de ellos. Solo tocan, destruyen, lastiman y están donde no deben.

—... JiMin. —llamó, moviéndolo un poco en sus brazos, pero éste no


respondió.

Yoongi supuso que ya se había desmayado, y con la desesperación en su


pecho cargó mejor en sus brazos al rizado y se adentró a la bañera. Se sentó,
apoyándose contra el borde y el pequeño y helado cuerpo de JiMin sobre él.
Sostuvo con un brazo la cintura del niño y con su mano libre tomó el
mentón de éste, alzándolo y poniéndolo a la medida de su boca.

Le mojó el rostro y dió unas palmaditas en su mejilla. —Abre los ojos, hey.
—dió unas palmadas un poco más fuertes y los ojos de JiMin se abrieron
solo un poco, aún sin lograr respirar tan bien.

—Mírame. Mírame, niño.

Yoongi le vé fijamente mientras unas palabras inentendibles salen de sus


labios lentamente. JiMin no puede despegar los ojos del diablo ni por más
que quisiera, y no quiere. Siente sus mejillas comenzar a calentarse al igual
que su cuerpo, no siente sus labios helados y el aire llega a su pecho
nuevamente, obligándolo a respirar profundo mientras los latidos de su
corazón son rápidos.

Puede mantener sus ojos bien abiertos, no todo se ve tan oscuro y el


malestar se ha ido pero no del todo debido a que se encuentra con el diablo.
En shock y abrumado por todo que sintió anteriormente simplemente se
quedó observando a Yoongi, con sus ojos llenándose de lágrimas y (para su
gran alivio) algunas cayendo por sus mejillas.

—¿Q-Qué has hecho?

—No vas a morir hoy. —simplemente respondió, muy decidido.

Los sollozos de JiMin comienzan bajitos, silenciosos, y se vuelven más


fuertes, tapando su rostro y temblando, cayendo en que realmente iba a
morir. Fue horrible, no fue nada tranquilo, y no hubo ninguna luz. No para
él. El diablo lo abrazó contra su pecho, dejando al pequeño sobre su cuerpo.

Lo abrazó con necesidad de sentirlo en sus brazos, de calmarse. Cada


sollozo de su niño era como un puñal en su pecho, porque podía sentía el
dolor de su alma pura de manera física. Sin embargo, lo soportaba. —
Dijiste que me amas.

JiMin hipó, sorbiendo su nariz y asintiendo. —S-Sí. —dijo apenitas


audible, y los sollozos continuaron más fuertes. Necesitaba desahogarse,
dejar de sentirse tan rechazado, tan vulnerable.

Yoongi no respondió nada, simplemente dejaba suaves besos sobre la piel


del cuello de su niño favorito y lo abrazaba por la cintura, buscando
cualquier manera de hacerlo sentir bien. Sabía cuál era, pero simplemente...
no podía. Porque si le decía lo que JiMin esperaba... todo iba a complicarse
tanto, tanto...

Amarlo dolía.

....
Ay xq se la complican tanto joder, estos dos ugh;;;;;

....

Ay xq se la complican tanto joder, estos dos ugh;;;;;

Dejen sus votos y comentarios xfis.

COMPARTAN esta adaptación UwU.

Nos seguiremos leyendo~

MinMin 🐣
XI

Los siguientes cinco días fueron tranquilos, tanto que hasta daban miedo.
JiMin se encontraba mucho mejor, y todo por el arreglo que habían hecho.
Mientras se acurrucaban en su cama, ambos desnudos, sudorosos y en una
larga sesión de toqueteo y más, compartían entre húmedos besos palabras
importantes.

Ya que el rizado le había comentado que su familia parecía estar tramando


algo, el diablo decidió que, no solo por ello sino para la recuperación de
JiMin, se iría y tan solo volvería a su lado en la noche, al menos por cuatro
días hasta que su niño favorito se recuperara nuevamente y no se viera nada
sospechoso.

También habían comentado sobre el tema de que, aunque a JiMin le costara,


ya no debía de dar la vida por nadie. Yoongi le dijo que él había enviado a
la Muerte para matar al hombre y que no lo invada de preguntas, pero el
rizado, en medio de una pequeña discusión, le intentó hacer entender que no
debían de matar a cada persona que lo molestara ya que se vería demasiado
sospechoso, y aunque en el mundo donde Yoongi era rey fuese normal, en
el de JiMin era algo horrible.

También le expresó la culpa que le hacía sentir y lloró un poco al recordar a


su primo, compañeros de la escuela y el daño que le hizo a su padre. El
diablo tan solo repetía lo mismo: "Mi niño favorito, ¿por qué lloras por
personas que no merecen respirar el aire de éste mundo? Si están ardiendo
en el infierno es por algo. Nadie te toca."

Por el resto de la noche Yoongi secó las lágrimas del rizado con sus dedos
repletos de anillos de oro y lo besó en los labios por horas, buscando que se
sintiera mejor. Si sus fieles seguidores del infierno vieran lo que era para el
diablo irse de allí por "asuntos importantes" , morirían de envidia. Su
familia notó el gran cambio en JiMin, y como gente que poco se informa y
no tiene idea de nada le comentaron su estúpido plan: atarlo a la cama y
hacerle un exorcismo.

Por último lo felicitaron por recuperarse, le dieron la bendición y JiMin no


sintió ni cosquillas por ello debido a que Yoongi volvía en la noche. El
veintinueve de octubre, en su instituto organizaban para cada alumno que
tuviera el permiso de sus padres un proyecto llamado "anti-sectas".

Básicamente era entregar folletos los cuales informaban pésimamente sobre


el halloween, metiendo en cabezas ajenas cuán satánico era aquello y todo
lo que significaba. Desgraciadamente JungKook y JiMin tuvieron el
permiso, y al siguiente día ya se encontraban repartiendo folletos en la
esquina del parque de la ciudad. Todos eran muy amables y los tomaban, e
incluso se quedaban cuando los adolescentes les explicaban de mala gana
cómo era todo el asunto.

La cosa es que todos eran fieles seguidores de Dios, pero ése no era el
enorme problema. El enorme problema era que seguían fielmente a la
Biblia, la cual tenía sus cosas buenas, pero también sus cosas malas, y los
humanos parecían exagerarlos y penalizar de muerte a cualquiera que fuese
en contra de aquello.

—Es injusto. —JungKook bufó, notando que nadie pasaba cerca y


acercándose a un cesto de basura, tirando cinco volantes dentro y volviendo
rápidamente al lado de JiMin.

—¡JungKook! —regañó, y se sonrojó porque, vamos, él no era nadie para


decirle a los demás lo que estaba mal. Estaba haciendo lo que se
consideraba lo peor del mundo.

—Vale, lo siento. —arrojó uno más y JiMin alzó ambas cejas.

El castaño rodó sus ojos ante el interrogatorio del pequeño. —Es solo...
Halloween es genial, amigo. Es tan genial porque te disfrazas y asustas, y
asustar es divertido.
La nariz de JiMin se arruga. —Yo no me divierto cuando me asustan. —
dice, y le entrega un folleto a la señora que pasa frente a él, dedicándole una
tímida sonrisita. JungKook nuevamente rueda sus ojos.

—Es porque siempre has sido al que asustan. ¿Has asustado alguna vez?

De inmediato recordó el momento en que asustó a sus primos –más bien,


Yoongi– dando vuelta todos los crucifijos y negó lentamente con la cabeza.

—Asustar es malo, Kook. —estuvo en desacuerdo. Ambos chicos


comenzaron a caminar hacia un banco del parque, aún conversando.

—Es malo cuando se hace con maldad. —JungKook defiende.

Ambos se sientan y JiMin suspira, más relajado. Sus piernas duelen, no está
totalmente recuperado. En cambio, JungKook se endereza y vé al rizado
con una pequeña sonrisita. Su diente chueco se puede apreciar muchísimo,
se le ve bonito.

— En halloween todo es inocente diversión. Puedes tener un disfraz, comer


muchos dulces...

—¿Dulces? —JiMin rápidamente dijo, viendo a JungKook con un leve


brillo en sus ojos verdes.

El otro chico sonrió de manera malévola: había capturado lo que le llamaba


la atención al adorable de los Park. Asintió rápidamente. —Muchos. —dijo.

JiMin pareció estar embobado por unos segundos, pero luego negó con la
cabeza, bajando la mirada y ordenando los folletos en sus manos. JungKook
suspiró, agotado por querer convencer a alguien como su pequeño y fiel
amigo.

—Vamos, JiMin. ¿Realmente crees lo que dicen éstos folletos? —tomó uno
y buscó algo realmente ridículo para leer en voz alta pero, Dios mío, todo
era ridículo.

—"La palabra halloween proviene del idioma maldito el cual significa


seguir al verdadero rey. La manera de invocar al señor de las tinieblas es
usar disfraces de sus servidores, crear mala vibra y malos sentimientos.
¡Usted siga a Dios!" —vé a JiMin nuevamente, poniendo su peor cara.

—¿En serio?

Obviamente el rizado sabe que no es verdad, pero vé nuevamente los


folletos antes de ver a JungKook. —Bueno, no lo sé. La parte en donde dice
que los gatitos negros son secuestrados por brujos me parece bastante
creíble. Muchos gatitos negros habían desaparecido, aunque también podían
ser los de la iglesia, ya que creían que el animal era de mala suerte.
Demasiado pretenciosos, demasiado metidos en cosas que no eran así.

—Puede que eso sea verdad, pero no todos los que festejan halloween se
llevan a los gatitos. ¡Y halloween no viene de una palabra maldita! Es más,
si alguien de éste maldito pueblo tomara un libro y se dedicara a leer un
poco, sabrían que comenzó en el siglo diecinueve y que ellos mismos, los
católicos y cristianos, celebraban primero que todos.

JiMin se limitó a no decir nada ante la evidente irritación de su amigo, el


cual se echó hacia atrás, contra el respaldo de aquel banco y suspiró,
observando alrededor mientras se acurrucaba más en su abrigo.

—¿No crees en Dios, Kook? —Si, creo en Dios. —éste rápidamente


respondió, más tranquilo pero aún viendo al frente con notable irritabilidad.

—Pero no creo que Dios vaya a matarme por hacer algo que me divierte,
sin hacer daño a nadie.

El rizado asintió lentamente y vió hacia el otro lado, rogando no haberle


dado una idea a JungKook porque, oh, éste ha puesto su cara de "un foco se
prendió sobre mi cabeza."

—¿Qué tal si nos disfrazamos y salimos a pedir dulces? —rápidamente


pensó: ¡maldita sea!

—Oh, no. —el niño se levantó del banco, caminando hacia el mismo lugar
donde anteriormente estaba y siendo perseguido por su amigo, el cual se
quejaba por lo bajo.
—No, no, no. Van a matarme si lo hago.

Si, probablemente iban a matarlo si lo descubrían, y arruinaría su perfecto


plan de "todo está bien conmigo, no tengo nada metido dentro, soy un ser
de luz." Además, la noche era el único momento en el cual podía
permanecer junto a Yoongi, y la noche anterior estaba tan agotado que se
había dormido muy rápido, sin tener tiempo de una sesión de besos con el
diablo.

Había estado todo el día pensando en lo maravilloso que sería llegar a su


casa y meterse entre los brazos de Yoongi, ser besado y sostenido, justo
como le encantaba. —¡No van a enterarse! —el castaño rogó.

—Les diremos que... uhm... ¿Una protesta contra el halloween? ¡Será


divertido! —intentó animar a JiMin, el cual continuaba repartiendo volantes
a la gente que pasaba por allí.

JungKook hacia lo mismo. —Podemos ser terroríficos al menos una noche.

—Yo... —la duda le carcomía el cerebro. Se oía tan divertido pero... debía
de consultarlo con Yoongi.
—... no lo sé. —Dulces, JiMin. Dulces.

El nombrado rió tímidamente, sonrojado al notar que su amigo ya conocía


una de sus debilidades. Negó lentamente antes de suspirar y entregar el
último volante. La conversación finalizó hasta que JungKook entregó su
último volante también y ambos caminaban por el parque hacia sus casas.

—Sería... sería divertido. —JiMin dice.

JungKook parece estar a punto de explotar por la emoción, pero el rizado


rápidamente alza su dedo índice, apuntándolo. —Pero te confirmaré mi
respuesta mañana en el instituto.

—Voy a hablar con un amigo cercano para que nos lleve a donde planeo ir.
¡Dios, estoy tan feliz! Tendremos dulces y haré unos buenos disfraces para
nosotros. ¡Seremos fantasmas! —exclamó, cegado por la felicidad de,
finalmente, hacer algo que le gustaba.
Aquel pueblo era como una cárcel. —Mi padre cree todo lo que le digo, así
que le diré que avise a tus padres lo que supuestamente haremos. Tú solo
relájate. ¿Si? Todo saldrá bien. Además... algún día debías de hacer algo
malo, ¿no crees? JiMin sonrió de lado con timidez, sintiendo sus mejillas
algo calientes. No tienes ni idea.

Cuando JiMin llegó a su hogar fue una sorpresa el como incluso su padre lo
saludaba. El niño devolvió el saludo y observó el reloj, notando que apenas
eran las seis de la tarde. Yoongi no aparecería por allí hasta las ocho o
nueve, así que aprovechó para hacerse una rica merienda: té con limón y
unas tostadas con mermelada de cereza. Hyunah no estaba en casa, así que
aprovechó para sentarse en un sofá individual del living, comiendo
tranquilamente mientras sus padres conversaban en el sofá del frente.

—JiMin, cariño. ¿Cómo ha ido todo en la escuela? ¿Has repartido los


volantes? —JiMin asintió con la boca llena.

—¿Todo en orden, cielo? ¿Te sientes bien? Te ves bien.

Una vez tragó su comida le sonrió tímidamente a su madre, sonrojado. —


Oh, gracias, mami. Tú te ves hermosa también. Todo está en orden. —
asintió antes de darle el último sorbo a su té y levantarse, tomando la
bandeja con sus cosas.

—Voy a limpiar esto y luego voy a darme un baño.

—De acuerdo, cielito mío. Deja la taza en la encimera, yo la lavo. No


olvides cepillar tus dientes, amor.

—Lo haré. —avisó éste.

Aunque su madre le había dicho que no lavara su taza, lo hizo de todas


formas. Limpió las migas de la mesa del living y, no sin antes disculparse,
se dirigió hacia la puerta que llevaba al sótano. Bajó los escalones, abrió la
puerta de su habitación y cerró con pestillo debido a que iba a darse un
honorable baño hasta que su nov... bueno, hasta que Yoongi volviera.
Una vez en el baño, llenó la tina con agua tibia y se quitó rápidamente la
ropa, adentrándose y relajando su cuerpo una vez estuvo éste bajo el agua.
Aprovechó para relajarse más sumergiéndose por unos segundos, con sus
ojos cerrados y cuerpo quieto. Hacer aquello le recordaba la abrumadora
sensación de cuando el cuerpo de Yoongi lo llevó lentamente a la
inconsciencia y despertó con aquel molesto pitido en la oreja izquierda que,
por suerte, ya no tenía el placer de oír.

Volvió a la superficie cuando sus pulmones ardieron en busca de aire y frotó


el jabón en cada lugar de su cuerpo, limpiando. Aunque extrañaba a Yoongi
y tenía la necesidad de sentirlo a cada momento cerca suyo, debía de
admitir que estaba mucho mejor así. Podía respirar, no había tanto malestar
y el sol pegaba contra su piel.

Cuando le faltaba gran parte de su alma, a pesar de que algunas cosas son
muy borrosas en su memoria, pudo jurar poder ver fijamente al sol sin la
necesidad de entrecerrar sus ojos o cubrirlos. Pudo verlo como si tuviese
gafas oscuras puestas, y se sorprendió.

Negó lentamente, lavando sus ricitos con shampoo. No debía recordar las
sensaciones de cuando le faltaba gran parte de su alma, porque el pánico
volvía y quedaba en shock. Suspiró y se enfocó en pensar lo divertido pero
arriesgado que sería ir con JungKook a donde sea que dijo en halloween.

Aunque pensándolo bien, estaba casi seguro que Yoongi no aceptaría


aquello. Y planeaba obedecerlo como el buen niño que es. Finalizó por
poner acondicionador en sus rizos y enjuagarlos. Se puso de pie y cubrió su
cuerpo entero con una toalla enorme, no sin antes salir de la tina. Se veía
más pequeño de lo normal con aquella toalla y sus rizos mojados pegados
en el rostro, desordenados.

Quitó el tapón de la bañera y se secó rápidamente, poniéndose su ropa


interior y dirigiéndose hacia la habitación. Dejó la toalla en el cesto de ropa
sucia luego de secar sus ricitos y acomodó éstos a un lado antes de dirigirse
hacia el mueble donde guardaba toda su ropa. Tomó unos calcetines, sus
shorts de dormir con ositos marrones y bonitos en éste y una remera de
manga larga, simple y sin ningún estampado en ella.
Comenzó poniéndose los calcetines y la camiseta, pero cuando estuvo a
punto de ponerse los shorts el malestar se instaló lentamente en su
estómago y sintió un escalofrío en su columna vertebral. Pronto, unos
brazos lo rodearon por la cintura y una boca se pegó a su cuello, besando
húmedamente allí, y provocando que sus ojos se cerraran.

—Quédate justo así. —Yoongi dijo, refiriéndose a la vestimenta del menor.


Lo giró en sus brazos, dejándolo de frente y tomándolo de la cintura,
inclinándose para alcanzar los labios de JiMin.

—Mi niño favorito.

—Yoon. —el menor parpadeó lentamente, embobado con la perfección


frente a su rostro.

—Te extrañé. —susurró, intentando no apartar la mirada por la vergüenza,


haciendo obvias sus mejillas rojas.

El diablo, con aquella coqueta sonrisa de lado se inclinó y atrapó los labios
del menor en un hambriento pero lento beso, siendo correspondido con
sorpresa al principio. Un suspirito escapó de la pequeña nariz del rizado, el
cual estaba de puntitas de pies y se sostenía gracias a sus brazos rodeando el
cuello del diablo.

—Yo a ti. —respondió éste último.

Un momento... ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? Aquella imprevista respuesta


provocó que JiMin dejara de responder el beso y abriera sus ojos verdes
impresionado, sin poder creerlo.

—... ¿Qué dijiste?

Yoongi lo ve por unos segundos, entrecerrando levemente sus ojos para


luego alzar ambas cejas. —Yo te extrañé a ti. —repitió, solo que de manera
testaruda.

Las mejillas de JiMin estaban a punto de explotar por lo sonrojado que se


encontraba. —¿E-En serio? ¿A mi? Yo...
El diablo rueda los ojos antes de acercar más al niño y besarlo lenta y
profundamente. Éste último, demasiado feliz por aquella muestra de afecto
en palabras que ni siquiera pidió, se dejó mimar y respondió al exquisito
beso. Ambos permanecieron así por unos minutos antes de que los brazos
de Yoongi se ubiquen en el trasero del rizado y lo levante, cargándolo.

Sus labios no se despegan ni por un segundito mientras el diablo se dirige


hacia la cama y deposita suavemente al niño sobre el colchón, corriendo las
cobijas hacia abajo. Se separaron y Yoongi comienza a desvestirse mientras
el rizado lo vé de reojo, notando que cuando el ente se quita el pantalón no
hay nada que cubra lo que había allí debajo.

Yoongi vuelve a la cama, acostándose a un lado del niño y envolviéndolo en


sus brazos, comenzando a besarle el cuello lentamente.

—Por mí, niño... Rogaba sentir tu piel. —lamió una porción de ésta,
provocando que JiMin suspirara audiblemente y ladeara su cabeza.

Yoongi le sujetó el mentón con una mano para que se mantuviera quieto y
comenzó a besarle húmedamente el cuello, rozando sus dientes, pasando su
lengua y succionando porciones de piel. JiMin se aferró a Yoongi, estando a
la merced de éste. El diablo podía hacer lo que quisiese con él, jamás diría
que no.

—Yoon... espera. Tengo que decirte dos cosas, solo dos cositas y ya. —
pidió, rogando no faltarle el respeto.

El rey de las tinieblas gruñó antes de apartarse un poco y subirse sobre el


pequeño cuerpo de su niño favorito. —Espero que sea importante. —dijo
mientras llevaba las manos hacia la camiseta del rizado, subiéndola
lentamente y repartiendo besos por su pancita.

—S-Si. JungKook quiere que lo acompañe a una fiesta de halloween, pero


no quiero faltarte el respeto. ¿Crees que deba ir? Porque si no es así, no hay
problema y lo sabes.

—Vé. Ahí te veré. —habló contra la piel del torso de JiMin, dejando la
camiseta levantada hasta la medida de su cuello, comenzando a succionar
sus pezones.

La boca del menor se entreabrió, sin poder evitar removerse un poco. —


¿Algo más?

A pesar de que el rizado se encontraba embobado por lo que Yoongi le


estaba haciendo, demasiado sonrojado abrió sus ojos y llevó sus pequeñas
manos a los cálidos hombros del diablo. —Yoongi, esto es más importante
que lo anterior. —advirtió, y el nombrado, de mala gana dejó de succionar
los pezones de su niño, ubicando su rostro cerca del otro para prestarle
atención.

—Mi padre me... saludó hoy.

Yoongi parecía no haberse sorprendido ni un poquito, como si ya supiese


que Park Seung intentaría acercarse nuevamente al no sospechar de JiMin.

—¿Quieres que lo mate? —JiMin niega rápidamente, sobresaltado y


tensándose un poco ante la brusquedad de sus palabras.

—Bien. Esto es lo que vas a hacer: hablas con él, y cuando intente algo me
nombras. Luego yo me encargo.

JiMin asintió, no muy seguro mientras devolvía el lento beso en los labios.
Sus brazos rodearon el cuello del diablo, el cual llevó sus manos repletas de
anillos hacia la ropa interior de su niño, bajándola lentamente. Le acarició
los muslos y el trasero a la par que adentraba su lengua en la cavidad bucal
del menor, tomándolo de imprevisto y robándole un gemido entrecortado,
apenas audible.

Restregó ambas erecciones y el rizado no tardó en comenzar a sudar y


respirar agitadamente, invadido por las sensaciones que fluían lentamente
por todo su cuerpo. Los ojos de Yoongi buscaron los suyos y JiMin ya
entendía que era para quitarle el dolor, así que no apartó la mirada,
perdiéndose en el azul de sus ojos, y también en lo bordó.

Las manos del arcángel sostuvieron las caderas del menor antes de ubicarse
en su entrada, adentrándose lentamente al principio, buscando una mala
expresión en el rostro de su niño favorito, pero, al no encontrarla,
finalizando por adentrarse con más rapidez. Comenzó a moverse en un
vaivén lento antes de llevar sus manos a las muñecas de JiMin y clavarlas
en la almohada, a los lados de su cabeza.

Ambos continuaron viéndose a los ojos fijamente, el rizado soltando suaves


suspiros y abriendo más sus cortas y delgadas piernas. Fue cuando sus ojos
se cerraron debido al placer que los labios de Yoongi fueron detrás de su
oreja, besándolo allí y haciéndolo gemir. Comenzó a hablar nuevamente en
aquel idioma tan suave e inentendible a la par que aceleraba sus
movimientos, rozando reiteradas veces el punto dulce del menor.

—U-Uhm... Yoongi... —entreabrió más los labios cuando el vaivén se


transformó en embestidas, duras y rápidas. La punta del miembro de Yoongi
golpeaba fuerte su punto dulce, haciéndolo jadear por aire, gemir
entrecortada pero audiblemente mientras oía la rápida respiración y los
gruñidos de parte del diablo.

Su pelvis se tensaba una y otra vez, el placer fluía de manera más rápida por
su cuerpo y le cegaba la mente, convirtiéndolo en alguien que solo sabía
gemir, mover sus caderas y rogar por más.

—M-Más... más rápido. —pidió presionando las yemas de sus deditos sobre
la piel de la espalda del ente el cual, luego de oír lo que su niño decía,
aceleró las bruscas y fuertes embestidas, golpeando el nudo de nervios en su
interior y provocando que comenzara a gemir fuerte.

—Joder, niño. —mordió suavemente la piel del cuello del menor,


intentando acercarlo aún más al orgasmo.

Simplemente no podía, JiMin iba a matarlo algún día. Bastó un par de


embestidas más para que el rizado llegara al clímax de manera exquisita,
doblando los deditos de sus pies, arqueando su espalda y jadeando el
nombre de Yoongi mientras manchaba con su esencia el torso de ambos.
Segundos después sintió como el diablo se corría en su interior, llenándolo.

Se estremeció y acurrucó contra el cálido cuerpo del ente, agotado y con la


respiración agitada. Compartieron besos por varios minutos, ya no había
nada de qué hablar y Yoongi, él simplemente quería apreciar el rostro del
menor. Le acarició la suave mejilla con lentitud, rozando con su pulgar el
lugar en la mejilla de su niño favorito. Nuevamente lo besó, sin poder
resistirse. Todo estaba saliendo tan bien... que incluso asustaba.

JungKook se había encargado de hacerle saber a su padre que planeaba ir


con JiMin y otro amigo a una protesta contra el halloween y las sectas para
hablar de Dios. Su padre lo creyó y finalmente decidió comunicárselo a
Kim Eunji la cual, orgullosa de su hijo, lo felicitó y con gusto lo dejó.

Park había organizado disfrazarse junto a JiMin –él elegiría el disfraz– e ir a


una fiesta que le había recomendado el amigo con el cual irían –que, por
cierto, era Kim Namjoon– la cual quedaba casi fuera del pueblo, en la casa
embrujada del viejo Cowell –bueno, JiMin no sabía eso– y divertirse.
Mucho.

Iba a conseguir dulces para el rizado, bailar con la rebelde hija del padre
William y asustar. Asustar mucho. Mientras Namjoon se encargaba de
comprar unos refrescos y comida chatarra para el viaje en una estación de
servicio, JiMin y JungKook se encontraban en el baño de ésta el cual estaba
vacío.

Ambos simplemente de pie frente al enorme espejo, observando sus


ridículos reflejos debajo de una sábana manchada con pintura roja y
agujeros en el área de los ojos para bloquear sus vistas. Un suspiro salió del
más alto de ambos.

—Nos vemos tan aterradores, JiMin. —dijo, y se veía un poco chistoso el


no notar cuando hablaba. Literalmente, ambos lucían igual. JiMin no habló
por unos segundos, y por encima de la sábana pudo notarse que ladeaba la
cabeza.

—Uhm, si.

—¿No lo crees? ¿No crees que nos vemos muy terroríficos?

—Uhm... —no quiere decepcionar a su amigo, el cual se ha tomado el


tiempo de preparar todo detalladamente y sin problemas.
—Oh, si. Definitivamente.

—Genial, sígueme. —dijo, buscando la mano del más bajo y llevándolo a la


salida del baño. Ambos chocaron con una pareja de adultos, los cuales se
sobresaltaron un poco.

— ¡Boooo!

El hombre con peinado raro alzó ambas cejas. —¿Qué son? ¿Mocosos con
sábanas?

—Cállate, somos fantasmas. —JungKook respondió, completamente


indignado y tirando de la mano de JiMin, dirigiéndose ambos hacia el auto.
Namjoon salía de hacer las compras con tres latas de coca cola y un gran
paquete de papas fritas.
Éste vestía casual, pero había maquillado su rostro como el de un esqueleto
y su cabello estaba peinado hacia atrás. Alzó ambas cejas al ver a los niños,
sin saber qué decir. JungKook alzó sus brazos, indignado, y Namjoon
reconoció de inmediato aquel gesto, llevando una mano a su pecho de
manera exagerada.

—Oh, lo siento. Me asustaron y quedé algo ido. —mintió.

JungKook parecía conforme con aquello y no se metió al asiento de


copiloto sin decirle "já, perdedor" al mayor de los tres. JiMin subió en el
asiento trasero y quitó la sábana de encima de su cuerpo, encontrándose a
Yoongi a su lado e intentando no sobresaltarse. Debía de acostumbrarse a
que Yoongi podía aparecerse solamente para él. Se sentó bien pegado a su
lado, intentando disimular y permitió que éste le acariciara la mano.

—¿Nam? —JiMin llamó, recibiendo tan solo un murmullo de parte de éste.

— ¿A dónde vamos?

Ambos chicos del asiento del frente se ven de reojo antes de que JungKook
se gire y vea a JiMin a través de la sábana. Incluso la forma en que lo vé a
través de los agujeros de ésta luce como si quisiera disculparse.
—Hay una fiesta en la casa del viejo Cowell. —dice despacio, apenas
audible. Los ojos de JiMin se agrandaron. Oh, no.

—¡¿La casa del viejo Cowell?! —exclamó, asustado. ¡Ése viejo había sido
su pesadilla de niño!

—¡Si! —JungKook parece emocionado.

—¡Está embrujada! —¡Lo sé! —continúa entusiasta.

—Y habrá mucha gente. Chicos como yo, y chicos como tú, aunque...
bueno, nunca vi a alguien como tú. Casi todos saben lo que quieren.

Yoongi suelta una risa casi silenciosa y el rubor no tarda en llegar a las
mejillas del rizado. Namjoon continúa conduciendo en silencio y comiendo
papas. —¿Acaso yo no? —JiMin responde, tranquilo y llevando su mirada a
la ventana, observando la oscura y vacía carretera.

—No. Tú sabes que lo que hacemos está bien, pero estas muy follad-muy
absorbido por el sistema. —rápidamente se corrige, volviendo la vista al
frente.

Nuevamente la risa del diablo se hace audible y JiMin no puede evitar


sonreír tímidamente de lado, bajando la mirada y recibiendo una caricia en
su mano izquierda.

Oh, Yoongi.

….
Ummm fiesta de halloween… nunca he ido a uno en todos mis 23 años xD.

No te olvides de dejarme tus votos y comentarios~

Gracias por siempre leerme 😋


Nos leemos en: Demonio y Emperador ✨
TQ 💙
MinMin 💜
XII

Hace más de treinta años los padres asustaban a sus hijos con la famosa
historia de Reinold Cowell. Según todos, éste solía ser un brujo que vivía en
las afueras del pueblo. Comenzó a ser un fiel servidor del diablo cuando
unos malvados niños iban frecuentemente a su casa y le arrojaban medianas
piedras, rompiendo sus ventanas y destruyendo su hogar.

Hubo ocasiones en las que lo lastimaron físicamente, y aquella casa en la


que vivía solía cuidarla bien porque su esposa fallecida la había construido
junto a él. Decidido y cegado por el dolor de haber perdido al amor de su
vida, Reinold decidió invocar a los demonios superiores, vendiendo su alma
al líder de éstos para que lo protegieran de aquellos niños.

La última vez que los niños fueron a arrojar piedras, no solo fueron
molestados por todos los demonios de maneras humillantes y dolorosas –
quebrarse los dedos de la nada y sentir puntas filosas enterrándose en sus
pies– sino que el famoso músico del infierno, Giuseppe Tartini, tan solo
subió para tocar la cuerda más aguda del violín de una manera brusca e
irritante.

Aquel sonido hizo explotar una por una las cabezas de los niños, y pronto
los cuerpos aparecieron en las puertas de las casas de cada padre. Reinold
Cowell fue colgado en su propia sala, y lo último que dijo antes de morir
fue: "He aquí muriendo injustamente, como casi todo el mundo lo hace. No
culpo a esos niños, veo ahora frente a mi a los monstruos en los que se
reflejaban."

Toda la infancia de JiMin se basó en bromas respecto a ése tipo, e incluso


las pocas veces que había casi alcanzado la salida del pueblo con su familia
lloraba y pedía a gritos regresar sano y salvo a su casa. No podía ni siquiera
pensar en una muerte, ni en alguien rodeado de demonios. Irónico, porque
estaba enamorado del diablo, y ahora una muerte para él era algo normal, y
bastante frecuente.

La casa era enorme, y lucía vieja.

Estaba bastante seguro de que las telarañas eran de verdad. Sin embargo, la
decoración de halloween ayudaba, y la multitud de personas dentro parecían
divertirse mientras bailaban "rock in jail" de Elvis Presley gracias al
jukebox de la esquina. Había un bar en la otra punta de la sala, y estaba
también lleno. La luz del lugar se encontraba apagada, y las velas del
enorme candelabro del techo iluminaba el lugar de manera leve.

En la cocina había gente sentada alrededor de lo que parecía ser una tabla
con letras extrañas. JiMin probablemente estaría muerto de miedo si
hubiese entrado a la casa antes de conocer a Yoongi, pero no tenía miedo.
Era algo completamente normal para él. Namjoon observaba con una ligera
sonrisa como JungKook se quitaba la sábana de encima y observaba con
indignación los terroríficos disfraces de todos.

¡¿Cómo no pudo notar que JiMin y él se veían ridículos?! De inmediato vió


al rizado, el cual continuaba escondido bajo la sábana y parecía estar
moviendo la cabeza al sonido de la música.

—Oh, mierda. ¿Me repites lo que dije de nosotros frente al espejo? —JiMin
lo ve por unos segundos, completamente perdido ante la neutra manera en
la que JungKook le hablaba.

—Oh, dijiste "nos vemos tan aterradores, JiMin."

—¿Por qué no me golpeaste cuando dije eso?

Namjoon rió, negando con la cabeza y llevando sus manos a las espaldas de
ambos chicos. —Vamos a beber algo y calmarnos. —dijo, dirigiéndose con
éstos hacia la barra, la cual estaba repleta pero atendían con bastante
rapidez.

JiMin se quitó la sábana de encima del cuerpo una vez llegaron y la ató
alrededor de su cuello, como si fuese un superhéroe. JungKook la había
dejado por ahí, tan solo con su cabello hacia atrás, despeinado y ojos
pintados de negro.

—¿JungKook? —Namjoon preguntó, siendo claro al estar a punto de ser


atendido por el hombre del otro lado de la barra.

—Una cerveza.

—¿JiMin?

—Oh, uhm, agua.

Las cejas de Namjoon se alzan. —¿Agua?

—O jugo. Jugo está bien. —JiMin rápidamente corrige, provocando que


JungKook suelte una carcajada.

—¡¿Jugo?! —niega rápidamente mientras JiMin arruga su nariz,


avergonzado. ¿Tenía algo de malo beber jugo? ¿Acaso no lo vendían? Que
terrible.

— Pide una cerveza para él. —No voy a beber eso. —rápidamente se
defendió el rizado, negando en desaprobación.

—No venden jugo, JiMin. —Yo no lo sabía...

—Lo sé, lo siento. Es q—¿Disculpa? Oí que tu amigo quería jugo. Aquí


tengo.

JiMin se gira ante la reconocible voz que viene del tipo alto a un lado de
JungKook y lo vé fijamente. Parpadea, atónito al notar como Yoongi
interactúa con su amigo del instituto. No puede disimular su shock y pasa
de ver a JungKook a ver al diablo, y así sucesivamente por unos segundos.
Su amigo, en cambio, sonríe y acepta el vaso que Yoongi le tiende.

—Gracias, amigo. —se gira para ver al rizado y le tiende el vaso, alzando
ambas cejas. —Mira, JiMin. Éste adulto ha conseguido jugo para ti.
Parpadeando rápidamente, el menor toma el vaso y se sonroja cuando
Yoongi le guiña un ojo.

—G-Gracias.

Obviamente va a fingir no conocerlo. —No hay de qué.

JungKook ríe mientras lo vé de arriba a abajo, despertando unos leves celos


en el rizado, el cual bebe del jugo de naranja. Sabe a recién exprimido, pero
no se sorprende porque Yoongi es el maldito diablo y puede hacer lo que
quiera.

—¿De qué vienes vestido? Oh, espera, espera. Déjame adivinar. —


entrecierra sus ojos, pensando antes de asentir, confiado.

—¿Eres un... satánico?

—No. Soy el diablo.

JiMin le hace señas para que se detenga, pero Namjoon llega pronto a su
lado con tres latas de cerveza en la mano y observa perdido la conversación
que están teniendo con aquel tipo. El ceño de JungKook se frunce ante la
respuesta de Yoongi.

—El diablo tiene cuernos y cola, genio.

El corazón de JiMin no puede estar latiendo más rápido. Teme que aquella
respuesta sea demasiado atrevida para el diablo, y éste último crea que
alguien era superior a él, lo cual es bastante malo. El rizado observó tan mal
a JungKook que éste cerró la boca y tomó la lata de cerveza que Namjoon
le tendía, bebiendo y sin decir nada más.

—Chicos, me iré unos minutos a hablar con unos amigos de allí. —dijo
Namjoon, señalando a lo lejos a un grupo de personas reunidos en la
esquina de la sala.

—Si alguno quiere irse, busque al otro y nos iremos los tres juntos.
JungKook y JiMin estuvieron de acuerdo mientras observaban por donde
iba Namjoon. Yoongi, por otra parte, no le quitaba la mirada de encima a
JiMin.

—JiMin. —llamó su amigo, y cuando el rizado lo observó éste lucía


completamente embobado, con su mirada perdida en la pista de baile.

—¿Te molesta si me desaparezco unos minutos? El menor descubrió que,


entre la multitud de gente, la hija del padre William bailaba sin apartar sus
ojos y sonrisa de su amigo.

—Oh, uhm...

—Yo me quedo con él. —Yoongi dijo rápidamente, provocando que JiMin
lo observara con alivio. Sería raro estar en una fiesta con Yoongi. JungKook
le entregó su lata de cerveza a JiMin y le sonrió con alegría al diablo.

—¡Gracias, Lucifer! —volvió a ver a su amigo y le dió unas palmaditas en


el hombro.

—JiMin, no me moveré de ésta casa, lo prometo. Si te quieres ir, me buscas


y nos vamos.

Finalmente se alejó, entusiasmado en cuanto le ofreció a la linda hija del


cura bailar y ésta aceptó sin peros. Ambos enloquecieron mientras hacían
unos pasos de rock muy difíciles y, pronto, todos estaban a su alrededor,
alentando el baile de los adolescentes.

JiMin no pudo evitar sonreír tímidamente ante aquella imagen frente a él,
llevando luego su mirada a Yoongi, el cual no le apartaba la mirada de
encima por nada del mundo. —Jeon JungKook es un mal amigo. —Yoongi
dijo, provocando que JiMin dejara de sonreír y su corazón comenzara a latir
más rápido.

La mirada del diablo fue al frente y su expresión se mantuvo neutra. —Es


su deber como amigo cuidarte. No debería de haberte dejado beber del vaso
que te dí.
—¿Hay a-algo mal con el jugo? —tartamudeó.

Siempre estaba aquella duda en la cual tenía que, inesperadamente, Yoongi


se llevara su alma de la forma más cruel, cuando menos se diera cuenta o
cuando más confiara en él.

El arcángel llevó nuevamente su mirada hacia JiMin, lo analizó por unos


segundos de arriba a abajo y simplemente dijo: —Hay malas personas aquí,
y son personas que te ofrecerían lo que sea para tenerte dormido y en una
cama.

La piel del niño se volvió más pálida ante aquel pensamiento. Entonces,
¿estaba bien aceptar una bebida del mismísimo diablo y no estaba bien
aceptar de una persona mala? Aunque Yoongi jamás le haría nada... ¿O sí?

—¿No pueden notar el malestar cuando estás cerca?

—No, sólo tú me has vendido tu alma de aquí. Hay mucha buena vibra para
notar un vacío. —dice, y suspira antes de tenderle su mano al rizado, el cual
la aceptó de inmediato.

—Sígueme.

El niño se limitó a seguir al ente, fijándose de no estar en el radar de


JungKook y Namjoon. Algunas personas observaban extrañadas las manos
unidas de ambas personas con el mismo sexo, pero ninguno decía nada ni lo
comentaba, lo cual resultaba ser bueno para JiMin.

Ambos pasaron por un pasillo oscuro en el cual tuvieron que esquivar a


algunas parejas besándose, y finalmente Yoongi abrió una puerta al fondo,
adentrándose junto a su niño. Era una vieja habitación con una cama
perfectamente ordenada y una mesa de noche desarreglada. Las paredes
blancas tenían moho, cosas escritas y todo olía a humedad.

El ambiente era terrible, pero se podía conversar bien, sin ninguna molestia.
El rizado se encaminó hasta dejar las dos latas de cerveza y su vaso con
jugo en la mesa de noche, observando el lugar detalladamente,
analizándolo. Era tétrico y hacía mucho frío. Se giró para ver a Yoongi, el
cual lo envolvió en sus brazos de inmediato y lo obligó a alzar la mirada
para que sus frentes se unieran.

Sus mejillas se sonrojaron, aún sin poder creer que era el diablo el que
sanaba su pobre corazón. —Estás extraño. —dijo, acariciándole la cintura y
pegando sus labios con los del menor, sin moverlos y obligando a éste
último a cerrar sus ojitos.

— ¿Qué pasa por la mente de mi niño favorito? —Oh, nada. —bueno, sí


había algo.

Estaba nervioso de hacer cosas como éstas: ir a fiestas sin permiso, festejar
halloween luego de haber repartido volantes en contra de éstos...
últimamente estaba haciendo todo mal. — ¿Estoy extraño? —
inconscientemente llevó sus pequeñas manos a los brazos del mayor,
sosteniéndose de éste.

—Estás... atrevido. —las mejillas de JiMin se sonrojaron aún más, y


agradeció internamente a la falta de luz de aquel lugar, exceptuando la que
entraba por la ventana. —Mientes, te escapas a una fiesta, te metes con el
diablo... Uhh, eres un niñito malo.

La inocencia del menor no le permitió captar el travieso tono de voz que


había usado el arcángel, y estuvo a punto de comenzar a llorar, haciéndolo
obvio con el pequeño pucherito que comenzó a formarse en su labio
inferior.

—Lo sé, lo sien...

Sus disculpas son interrumpidas por el profundo beso que Yoongi depositó
sobre sus labios, acariciando, chupando y mordiendo suavemente. Un
pequeño suspirito salió de la nariz del rizado y subió sus brazos alrededor
del cuello del más alto en cuanto éste último reafirmó el agarre en su
cintura.

Sus lenguas no tardaron en hacer contacto, ambas formando sensaciones en


ambos, y leves sonidos de chasquidos por la habitación. Yoongi caminó
hacia adelante y dejó a JiMin contra la pared, en un rincón de la habitación.
Todo se volvió más cálido, más íntimo. Pronto el diablo se encontraba
presionando al chico contra la pared y le acariciaba los muslos y el trasero.

Le acariciaba la lechosa piel por debajo de la camiseta y disfrutaba de los


soniditos que salían de la boca de su niño favorito. Minutos después se
separaron un poco, con ambos labios rojos y la urgente necesidad de verse
fijamente a los ojos.

JiMin descubrió paz, un océano en aquellos ojos azules, el cual usaba para
sumergirse unos segundos y relajarse completamente. Incluso el pedazo
bordó le gustaba. Todo Yoongi le gustaba. Decidió decirlo. Decidió tragar
su timidez, la humillación que recibiría si no era así, la vergüenza en su
pecho y su inseguridad.

—Dime la verdad. —susurró justo cuando Yoongi decidió tomarlo de las


mejillas, alzar su rostro y besarle los labios suavemente.

—¿Qué quieres saber?

Permanecieron besándose, nuevamente el diablo bajando sus brazos a la


cintura del menor, el cual subió los suyos y se sostuvo de su cuello. La
necesidad en la manera que movían sus labios era inexplicable y muy
evidente.

—D-Dime que no me quieres muerto, que me quieres justo aquí. —ninguno


se separó del beso, y Yoongi lamió el labio inferior del menor, sintiendo
como éste último temblaba en sus brazos.

—Si no es así, está bien. Pero, por favor, no... no me mientas.

Ambos apartaron sus rostros un poco para poder verse fijamente a los ojos.
—¿Por qué no debería de mentirte? —Yoongi preguntó, y su expresión
demostraba la lucha en su interior.

—Porque tú no solo eres el diablo para mí. —JiMin susurró, mordiendo su


labio inferior luego y sin parpadear, admirando los ojos del ente.
—Lo eres con los demás, pero eres Yoongi conmigo. Y yo... conozco a
Yoongi. C-Conozco cuando miente, cuando algo le gusta o disgusta.

—JiMin. —lo sostiene de manera más posesiva y el azul de sus ojos se


vuelve más oscuro. Le gusta lo que oye.

—Yoon, juro que si no es como lo digo puedes seguir u... —tragó saliva con
fuerza ante el nudo en su garganta y tuvo que parpadear debido a las
lágrimas llenando sus ojos verdes. —... usándome el tiempo que quieras.
Solo quiero saber la verdad.

El diablo no dice nada mientras intenta averiguar cómo reaccionar ante


aquella situación, pero deja escapar un suspiro en cuanto JiMin no evita
sollozar en una exhalación, cerrando sus ojos a la par en que la frente de
Yoongi nuevamente se unía junto con la del niño.

Permanecen en silencio, y JiMin continúa sollozando e hipando bajito, con


las lágrimas cayendo por sus mejillas, sin poder soportar el estar cargando
el peso de amar a alguien que, según él, no puede amar.

—... No quiero que mueras.

El cuerpo de JiMin tiembla con más intensidad, y se obliga a sí mismo a


detener los sollozos y permanecer tranquilo, sorbiendo su roja nariz y
aferrándose más a Yoongi para quedar mucho más cerca. Necesita cariño,
mimos. Necesita al diablo.

—Te quiero aquí, conmigo. —continúa el ente.

—No allí.

—¿Allí?

—De donde vengo. —rápidamente dice.

Sus ojos están cerrados y su boca roza con la de su niño favorito. —Y


donde deberías estar. No es lugar para ti, tú eres tan... delicado. Y pequeño.

—Yoon.
—No puedo permitirlo. —continúa, y sus manos repletas de anillos están
tensas.

—Así que deja de hacer que diga cosas que no puedo.

JiMin parpadeó, perplejo y sin saber cómo reaccionar a aquellas últimas


palabras. ¿Debería de estar sorprendido porque el diablo sentía que JiMin lo
obligaba? ¿Que JiMin tenía algún tipo de poder sobre él? ¿Lo que dijo
confirmó sus dudas? ¿Yoongi lo quería?

Sin dudarlo dejó un tímido, suave y muy corto beso en los labios del diablo,
con la cara ardiendo antes de soltar un suspiro. —Gracias...

Y Yoongi nuevamente lo besó con profundidad en la penumbra de aquel


cuarto.

Cuando JiMin sale de la habitación Yoongi lo sigue un poco de lejos, y


ambos acaban cerca de la barra, donde anteriormente estaban. JungKook se
encuentra despidiéndose de la hija del padre William, y Namjoon está
abrazado al otro chico, el cual lucha por sostenerlo.

—¡JiMin! —suspira de alivio al ver al pequeño de rizos sano y salvo, aún


acompañado por aquel hombre que dice estar disfrazado del diablo.

—Santo Dios, me asustaste. —JiMin se encuentra viendo a Namjoon con el


ceño fruncido, preocupado. El de ojos castaños está al borde del desmayo, y
pálido.

—Oh, Namjoon está ebrio. No es nada. Se va a morir en el asiento de atrás


por un rato, andando.

JiMin se gira hacia Yoongi, sin saber exactamente qué hacer o decir. El
diablo sonríe de lado coquetamente y le dedica un asentamiento.

—Fue un placer conocerte.

El rizado asiente frenéticamente. —Oh. S-Si. Igualmente.

—¿Por qué es un experto mintiendo en algunas cosas, y es un asco en otras?


Se gira, pero cuando no quiere dejar atrás al ente nuevamente vuelve a ver
en la dirección donde estaba. Sin embargo, ya no se encuentra allí, pero
cuando vuelve a girarse para caminar hacia la salida puede sentir los pasos
en sus talones.

Llegan al auto y JiMin se adelanta para abrir la puerta de los asientos


traseros mientras JungKook hace vomitar a Namjoon en unos arbustos
cerca de la casa. Finalmente lo meten dentro, acostándolo de lado y
cerrando la puerta. Ambos chicos se suben en la parte delantera y suspiran.
El de cabello lacio suspira profundamente antes de voltearse a ver a JiMin,
el cual no puede evitar reír tímidamente.

—Estás todo besuqueado. —comenta al notar las marcas de labial en los


labios, mentón y mejillas de su amigo.

Éste último continúa observando a JiMin y no puede evitar sonreír de lado,


enseñando aquel diente algo chueco que le veía de manera extremadamente
adorable. —Ése tipo estaba embobado por ti.

El ceño del niño se frunce. —¿Quién?

—El diablo sin cola ni cuernos. Se veía como quería arremeter contra ti y
arruinarte de la forma más preciosa. —finalmente enciende el auto y
acelera, dando la vuelta para volver al pueblo.

Y JiMin, con su cuerpo cubierto por la sábana que había usado para ser un
fantasma y mirando hacia la ventana, realmente piensa en si está siendo
arruinado de la forma más preciosa.

....
Gente ya esta, me wua ir al infierno y uds me siguen okay¿?

no te olvides de regalarme tus votos y comentarios, estaria muy feliz de


leerlos.

nos seguimos leyendo oki'

minmin :)
XIII

Los tres adolescentes habían pasado la noche en la casa de uno de ellos:


Jeon JungKook. Para JiMin aquello era desperdiciar una noche con Yoongi,
ya que éste no podía estar presente allí. Apenas llegaron, luego de que
Namjoon vomitara un poco más y bebiera mucha agua, los tres se fueron a
dormir.

Despertaron al siguiente día cuando la alarma del reloj de JungKook sonó.


Había sido tan chillona y molesta que ninguno quiso hablar mientras se
levantaban. Se vistieron como el día anterior y bajaron a desayunar. El
padre de JungKook parecía muy alegre comentando lo bello que estaba el
día, las ventajas del invierno y lo lindo que sería cuando la nieve cayera en
diciembre.

El humor de JiMin mejoró y se puso a hablar con el padre de su amigo


sobre el clima, pero volvió a decaer cuando éste le comentó al rizado la
tragedia que hubo en el último viaje de convivencia que hizo la escuela, y
se quedó más que callado. Namjoon no pasó por alto aquello. Finalmente
JiMin y Namjoon decidieron irse media hora antes de entrar a la escuela
debido a que necesitaban ponerse el uniforme.

Ambos chicos se fueron por diferentes caminos a sus respectivas casas. El


rizado podía sentir los pasos del diablo en sus talones, y le extrañaba que
éste no estuviese a su lado caminando. No había nadie a esas horas de la
mañana, al menos no por aquella zona.

—¿Yoon? —no recibió respuesta, tan solo aquellos pasos detrás de sí.

Tragó saliva con fuerza y de inmediato se puso tensó, creyendo que algo
andaba mal. Apresuró el paso hacia su casa, queriendo llegar rápidamente
para poder meterse en su cuarto y enfrentar lo que sucedía.
Minutos después llegó a su casa y abrió la puerta principal, cerrando detrás
de sí mismo y a punto de correr hacia su cuarto, pero detuvo sus pasos al
ver a su padre observarlo desde el sofá de la sala, bebiendo una pequeña
taza de té. Ambos se observaron por unos cortos segundos antes que Seung
alzara ambas cejas y dejara la taza en la mesa ratona frente a él.

—Hijo, hola. —dijo.

JiMin no sabía exactamente qué decir. Era muy extraño hablar luego de que
ambos supieran que Seung quiso quemarlo con un cigarrillo, JiMin le
provocó un ataque al corazón diciendo "Yoongi" y luego el nombrado se le
apareció a su padre en el hospital. Simplemente apretó sus labios, formando
una línea con ellos, alzando un poco una de sus comisuras y asintiendo en
forma de saludo.

—Uhm, ¿mamá y Hyunah? —por algún motivo se puso mucho más tensó al
ver como su padre se ponía de pie, caminando muy lentamente hacia él.

—No están.

—Oh. —JiMin asintió, viendo alrededor.

Estaba realmente inseguro. Hizo una especie de trompita con sus labios y
frunció un poco el ceño, pensando. ¿Dónde podría estar su familia?

—¿Dónde fueron? —A resolver unos asuntos. —sonrió amistosamente.

A pesar de que se veía honesto la respuesta a su pregunta lo puso más


nervioso. ¿Qué debía estar haciendo su familia que no podía él enterarse?
Porque claramente sería muy tonto continuar preguntando.

—¿La pasaste bien anoche en la protesta?

—Oh, si. —se le hizo un nudo en la garganta por mentir.

—Si.

—¿Has comido? ¿Quieres que te prepare algo?


Aquellas preguntas lo hicieron sentir querido, importante para su padre en
el cual siempre había buscado algún tipo de aprobación y amor verdadero,
que sus ojitos se llenaron de lágrimas y sonrió con vergüenza. Tragó saliva
con fuerza antes de negar.

—Oh, no. Está bien. —su voz tembló un poco y carraspeó con fuerza para
reafirmarla.

—Ya he desayunado con JungKook. ¿Tú... tú has desayunado?

—Si, gracias. —Oh, bueno. —asintió lentamente antes de dar un paso atrás.
—Me voy a vestir para ir al instituto.

—Yo te llevo. —dijo Seung, bajando la mirada y asintiendo. Parecía


apenado.

—Genial, gracias. —agradeció el niño de rizos antes de girarse para ir a su


cuarto.

¿Debía de ponerse feliz porque la relación con su padre estaba avanzando?


¿Finalmente éste último comprendía que golpear a alguien con un cinturón
hasta marcarlo no era forma de solucionar las cosas? ¿Acaso había
cambiado? O, ¿cambiaría? Ni siquiera tuvo tiempo de pensar en las
respuestas de todas aquellas preguntas.

Una mano tira fuertemente de su brazo y otra mano junto a un objeto se


pegan con fuerza en su cabeza, sobre sus rizos. De inmediato se siente
sofocado, y literalmente como su sangre comienza a hervir. —En el nombre
del Señor, te ordenó que salgas de éste cuerpo.

JiMin abre su boca en un grito mudo, comenzando a temblar. Puede sentir


fuego en sus huesos, en su interior. En todas partes y, oh. Es como ser
quemado vivo por un largo tiempo y nunca morir, solo sufrir.

—Y...

Ni siquiera termina de nombrar al diablo cuando el crucifijo que se


encuentra en su cabeza vuela de la mano de Seung y una fuerza inhumana
arroja a su padre hasta una esquina de la sala, dejándolo en el suelo y
tirando algunas cosas.

JiMin intenta mantenerse de pie como puede mientras recupera la


respiración, pero se encuentra quejándose en voz alta por el fuego en sus
venas. Observa a su padre de lo más herido, llorando bajito mientras se
sostiene a sí mismo, pálido.

—¿Q-Qué eres? —Seung también está pálido, y se arrastra hasta tomar


nuevamente el rosario, tendiéndolo hacia JiMin por si éste planeaba
acercarse.

—¿Qué clase de monstruo eres?

Shockeado y perturbado, el rizado se ríe secamente, limpiando las lágrimas


de su rostro e intentando enderezarse debido a que se encontraba algo
doblado por el dolor. Debía verse fuerte frente a su padre, o éste creería que
podría derrotarlo fácilmente.

Le apuntó con su pequeño dedo índice a una de las personas que alguna vez
más amó, amenazante. Se veía como un pequeño intentando asustar, pero
daba igual.

—N-No... no vuelvas a intentar tocarme, o voy a matarte. —acomodó sus


ricitos, temblando.

Se estaba muriendo de ardor. —Voy a matarte.

Se tambaleó hasta llegar a la puerta que iba hacia las escaleras y la bajó con
demasiada dificultad, quitándose la mochila en el camino a su habitación.
Una vez llegó cerró la puerta detrás de sí y se apoyó contra ésta, cerrando
sus ojos y llevando una mano a su pecho.

No aguantaba, y a pesar de que el fuego en su interior no se había


propagado, podía sentir aún el ardor tan potente que su aliento era como
vapor. Unos brazos lo rodearon fuertemente por la cintura.
—JiMin. —el susurro del diablo era ronco, y hasta parecía desesperado ante
los quejidos de dolor del menor.

—Arde, arde. —las lágrimas no le salían y le costaba respirar. Sus piernas


le temblaban y estaba seguro de que si no era sostenido por Yoongi iba a
caer al suelo.

—M-Me está... —sollozó secamente. Una mano de Yoongi se dirigió hacia


el mentón del rizado, tomándolo y alzando su rostro.

—Mírame. JiMin, mírame. —los ojos del niño se abrieron con cansancio y
ambos se vieron fijamente.

Poco a poco el alivio llegó al pecho del rizado en cuanto el ardor cedía y
parecía que algo refrescante lo invadía. Se sostuvo mejor de Yoongi,
cerrando nuevamente los ojos y recibiendo un desesperado y necesitado
beso en los labios.

—Ya, estás bien. No voy a dejar que nadie te vuelva a tocar.

—I-Intenté decir tu nombre, Yoongi. Me dió miedo, no salía.

—Tu padre no va a seguir vivo cuando vuelvas de la escuela. —prometió el


diablo. JiMin de inmediato lo observó y negó.

—No, no. No lo mates. —suplicó su niño favorito. No podía seguir


cargando el peso de la culpa, el de las muertes y el como afectaba a su
alrededor y lo volvía más débil a continuar vivo.

—No...

Los ojos de Yoongi se oscurecieron y dió un profundo suspiro, pero no fue


como las demás veces que los cuadros tan solo se movieron, ésta vez
muchas cosas se cayeron y hasta se rompieron. Oh, el diablo estaba tan
enojado.

—Te tocó.
—Yoongi, por favor. —rogó, llevando sus manos hacia los hombros del
mayor, aferrándose y observándolo fijamente. La expresión del ente era
neutra, no demostraba nada pero sostenía a JiMin por la cintura con fuerza.

—Tocó lo que es mío. —sus fosas nasales se abrieron un poco más ante las
profundas respiraciones. La luz del cuarto había bajado un poco y JiMin no
lo notó hasta que un fuerte relámpago sonó, sobresaltándolo. —Mío.

JiMin sollozó, negando y poniéndose de puntitas de pie, llevando


tímidamente sus brazos alrededor del cuello de Yoongi. —No sabe lo que
hace. Yoon, por favor. —intentó llegar a la boca del amor de su vida,
lográndolo. Rozaron sus labios por un momento.

—Por favor... —Hoy muere. Se va al infierno.

—Yoon... —besa con demasiada vergüenza los labios del ente, el cual
comienza a comerle la boca a su niño favorito.

Aquel beso es profundo, lleno de pasión y necesidad. JiMin se aferra a


Yoongi como si tuviese miedo de cada cosa que hay en todo el espacio que
lo rodea, y en parte es así. Tuvo mucho miedo y ahora tan solo ruega por
mimitos del diablo, el cual, sin saber lo que se encuentra experimentando,
busca algún tipo de remedio en los labios de su bebé para curar la rabia que
siente en su pecho.

Se separan luego de unos minutos. —... Por favor.

El diablo aparta tan solo un poco más su rostro y abre sus ojos, los cuales
siguen oscuros. Niega lentamente y es la primera vez que JiMin lo ve tan
confundido, shockeado. —Por mí. ¿Qué me estás haciendo? —nuevamente
toma a su niño y lo besa profundamente por tan solo unos segundos,
finalizando con besos entrecortados.

Vuelve a suspirar y más cosas caen. —Estoy tan furioso. Sé cómo resolver
las cosas, pero tú me lo impides... y yo te lo permito.

Ambos se ven fijamente por unos segundos, y el rizado no evita volver a


soltar algunas lágrimas. —Es mi padre, Yoon.
—No me importa. —No me importa lo que haga, sigue siendo mi padre. —
defendió inútilmente. Una irónica risa, llena de sequedad y poca gracia sale
de la boca del ente.

—Humanos. ¿Qué es esa ideología en sus cabezas de que por tener la


misma sangre deben perdonar acciones intensionales de uno? Tu padre sabe
que tengo mis ojos sobre ti. —su voz baja de tono, la furia intensificando el
malestar en el interior del pequeño.

—Yo le advertí. Le advertí que no te tocara, que no te mirara. Lo hizo


sabiendo que iba a lastimarte.

Lo que Yoongi no comprendía es que JiMin no lo defendía por ser su


sangre. Quería hacer referencia a que amaba a Seung, con todo su corazón,
al igual que amaba a su madre y a Hyunah. A su pequeña familia. Y no
importaba si su padre buscaba hacerle daño, porque él lo amaba más y no
quería ningún daño. Porque, simplemente, ya no podía soportar más
porquería.

—Yoon... —sollozó. El nudo en su garganta no le permitía decir lo que


sentía. —Y ahora tú me pides que siga como si nada, y dejé pasar el hecho
de que te lastimó. ¿Crees que no puedo ver los deseos de los demás, JiMin?
—preguntó.

—¿Crees que he dicho que eres un alma pura todo este tiempo solo porque
tuve ganas? —No, no dije eso. Es solo—Tu padre va a saber lo que es estar
cerca del infierno cuando vuelvas de la escuela. —interrumpió, acercando
más el rostro al de su niño favorito, el cual intentó aguantar los sollozos.

—Es una orden. ¿Ha quedado claro?

—Si... —dice, parpadeando para soltar más lágrimas.

El diablo le alzó el mentón y llevó su cálida y húmeda lengua a la mejilla de


JiMin, limpiando las gotas de tristeza, saboreando ésta última. —Deja de
hacerme dudar de mis decisiones.
—Lo siento. —se permite llorar luego de que Yoongi deja un beso en sus
labios y se aparta, rodeando su pequeño cuerpo. JiMin se gira rápidamente,
limpiando las lágrimas de su rostro y sollozando mientras nota a Yoongi
negar lentamente, pero nuevamente con aquella expresión neutra que tanto
lo caracterizaba.

—No lo comprendo. —dice antes de tragar saliva.

—Vístete, volveré cuando oscurezca. En tan solo un parpadeo el diablo


desaparece, y con él un pedazo del alma de JiMin, dejándolo más débil,
tembloroso y llorando.

Sube las escaleras furiosamente luego de salir de su cuarto, y en cuanto


cierra la puerta detrás de sí y ya está en la sala nuevamente, vestido con su
uniforme, mochila, cara lavada y peinado, su padre se encuentra allí,
inmóvil en el sofá y observando a su hijo con una mezcla de lástima y
miedo.

La furia fluye por las venas del rizado a la par que toma un libro que se
encuentra cerca y se lo arroja al adulto, el cual se sobresalta, sorprendido.
—¡Eres un tonto! —grita JiMin, comenzando a sollozar con fuerza, con las
lágrimas cayendo como cascada de sus preciosos ojos verdes.

—¡Temetiste conmigo y ahora la vas a pasar mal! ¡Y no quiero, pero te lo


mereces! —iba a explotar si no le decía en la cara la verdad a alguien.

—... JiMin. Está tan roto, tan a punto de colapsar.

—É-Él tenía razón, eres un mal padre. —apunta con su pequeño dedo
índice al hombre mayor, acusándolo.

—Te gusta golpear a mamá, y te gusta castigarme. Te gusta jugar a ser Dios.

—Este no eres tú. No es el niño dulce que siempre amé.

—No. —y ésta vez no se quebró, incluso salió mucho más fuerte. Negó
lentamente antes de acomodar las correas de su mochila sobre sus pequeños
hombros.
—Tú no sabes amar. Y sin más, giró sobre sus talones y salió de su casa,
camino a la escuela y llorando desconsoladamente.

No duró ni media hora dentro del salón de clases, pero se la pasó gran parte
en el baño, el cual estaba completamente vacío a esas horas y podía darse el
lujo de estar fuera de los cubículos. Park JungKook lo encontró cuando su
profesor le ordenó ir a buscar al alumno que hace más de treinta minutos se
había ido al baño y no volvía.

JiMin lloraba y murmuraba "no quiero que suceda" mientras JungKook


intentaba calmarlo mojándole el rostro y abrazándolo. El rizado se veía
extremadamente perturbado, como si no pudiese evitar lo que se avecinaba,
y así era. Murmuró un par de veces "Yoongi", pero quién sabe dónde estaba
que no apareció ni un segundo. JungKook decidió llevar a JiMin a su casa
cuando éste último parecía temer ir a la suya.

No paraba de preguntar por la hora y negar rápidamente desesperado.


Cuando ambos llegaron a la casa del castaño se encaminaron hacia su
cuarto y se quedaron allí, bebiendo jugo de naranja exprimido y comiendo
pan con mermelada. Ambos tuvieron una corta charla en donde el rizado le
confesaba a su amigo el haber hecho algo muy, muy malo que no podía
decir y no saber cómo remediarlo. JungKook le dijo:

"—Pues... está en ti detener las cosas, pero quiero que tengas cuidado. El
sentir culpa y estar en un ambiente tóxico puede arruinarte y volverte
alguien diferente. No dejes que eso pase."

¿No sé ha vuelto ya alguien diferente? Se sentía diferente. Débil y fuerte a


la vez. Eran las 8 pm, hora de volver para la cena. Le sudaban las manos
mientras salía de la casa de los Park y caminaba hacia la suya. No había
nadie, como a la mañana, y todo estaba oscuro a excepción de la tenue luz
blanca en cada faro.

Pudo sentir la presencia de Yoongi a mitad de camino, pero no se atrevió a


hablar. Tenía miedo de cada respuesta que recibiría. Finalmente llegó a la
casa y, sin siquiera pensarlo abrió la puerta principal, adentrándose. Fue
envuelto fuertemente en los brazos de su madre, la cual jadeó, aliviada.
—JiMin, Dios santo. —se aleja luego de unos segundos, besando el rostro
de su hijo.

—¡Cielo! ¡Te busqué por todas partes! Pero tu padre, uh. Él me dijo que
estarías bien y decidí esperar. ¿Dónde estabas?

—Lo siento, mami. —su voz tembló así que rápidamente carraspeó su
garganta.

—Estaba con JungKook, me sentía raro y me quedé en su casa. Siento


haberte preocupado.

Los besitos de su madre en su rostro lo reconfortan un poco, pero aún sigue


aterrado por lo que se avecinaba. Eunji sonríe tímidamente luego, viendo
fijamente a JiMin. —Tu padre me contó lo que sucedió. —dice, y el niño se
congela, pálido y tenso. No sabe qué hacer, no sabe qué decir.

—Ha asimilado la culpa, y ha prometido tantas cosas buenas, amor. Todo va


a mejorar. Él quiere ofrecerte una disculpa.

... ¿Qué? —U-Uh... Sus balbuceos sin interrumpidos en cuanto Seung sale
de la cocina, relamiendo sus labios y viendo hacia su esposa e hijo. Luce
relajado, incluso parece estar realmente feliz.

JiMin jura nunca hacerlo visto así mientras éste se acerca rápidamente con
una mirada culpable... y ojos rojos. Demonios, que ése no era su padre. Pero
tampoco era Yoongi, lo sentía detrás.

—JiMin, lo siento tanto, hijo. Prometo que no volveré a lastimarte, te lo


juro. —dice fluidamente, rodeando con su brazo la cintura de Eunji, la cual
se sonroja.

Simplemente asiente, y es allí cuando su padre sonríe levemente y mira a su


esposa, la cual le devuelve la mirada. ¿No nota el cambio en el color de
ojos? —Deberíamos cenar, tengo hambre y cocinas delicioso.

Su madre ríe, aún más sonrojada. Se parece a él cuando Yoongi dice cosas
que lo hacen sentirse el ser más afortunado del mundo. —Cocinaría lo que
sea por ti, amor. —y ambos adultos se dirigen a la cocina, entablando una
conversación.

JiMin vé a Hyunah, la cual está en el sofá fingiendo ver televisión, y ambos


se observan fijamente antes de volver a lo suyo. El niño se dirige a su
cuarto, bajando las escaleras y cerrando la puerta detrás de sí antes de
encender la luz. Yoongi se encuentra allí, y él no puede evitar comenzar a
sollozar silenciosamente, pegado a la puerta.

—¿L-Lo mataste?

La mandíbula de Yoongi parece estar tensa, y se mantiene bastante quieto.

—No. —dice. JiMin deja de llorar, sorprendido. —Pero va a desear estar


muerto, y no lo lamento.

El rizado comienza a quitarse la mochila, el abrigo y deja todo sobre un


sofá individual en la esquina del cuarto. Suspira y limpia las lágrimas en su
rostro antes de girarse y encontrándose a Yoongi frente a él. Ya no se
sobresalta más.

—Estás asustado. —confirma el ente, por lo cual JiMin niega.

Yoongi rodea la cintura de su niño favorito con sus brazos, acercándolo y


pegándolo a su pecho. Bajó el rostro y olfateó el cuello del más bajo tan
solo unos segundos. —Estás triste.

JiMin nuevamente solloza, comenzando a temblar. Todo el miedo que cargó


sobre sí jamás se convirtió en alivio, ahora solo era tristeza que no podía
cambiar.

Se sentía terrible, y temía no saber cómo controlarlo. Yoongi lo observaba


sin comprender al principio, pero pronto, en carne propia pudo sentir las
emociones de su niño y, casi desesperado por aliviar el malestar, lo alzó
como si fuese una princesa y lo llevó a la cama, recostándolo.

El rizado no dejaba de llorar, y Yoongi le limpió las lágrimas antes de


tomarlo del mentón y alzarle el rostro, acomodándose a su lado pero un
poco más arriba. —¿Soy yo el causante de tu tristeza? —JiMin tan solo
parpadea, notando apenas notable.

—¿Crees que estoy equivocado en la decisión que he tomado?

Ambos permanecen callados por unos segundos, tan solo oyendo como el
rizado sorbía su nariz e intentaba no hacer ruido al llorar. —No. No creo
que estés equivocado, y por eso estoy triste.

Su madre, ella... jamás la hacia visto tan feliz, tan radiante. Pudo incluso
sentir lo hermosa y amada que ésta se sentía, y las esperanzas surgiendo de
su pecho. Su padre, el cual estaba siendo poseído por un demonio y su alma
estaba en quién-sabe-donde, se veía mucho más comprensivo e inteligente
de aquella manera. Tan solo le dolía, porque él realmente desearía tener a su
padre de vuelta, pero siendo de aquella manera.

El diablo se mantuvo acariciando delicadamente la mejilla de su niño


favorito, y nuevamente lucía confundido como nunca. Realmente era muy
extraño verlo así, sin entender lo que sucedía.

—Aún no lo comprendo.

Ésta vez JiMin preguntó. —¿Qué cosa?

—Te interesa la vida de alguien el cual no se preocupa por la tuya. —se


inclina y besa suavemente los labios de su niño.

—Te pone triste que alguien sufra, incluso si no tuvo inconveniente con
hacerte sufrir a ti. Eres tan frágil, y tan puro. Yo... me dejas sin habla.

Nuevamente comparten una húmeda sesión de besos ruidosos. JiMin se


acurruca en el pecho del rey del inframundo, el cual sostiene a su niño
favorito como si se le pudiese resbalar de las manos, cosa que era cierta.
Nunca había sentido tanto enojo como el ver que el rizado no podía respirar
debido a que alguien intentó que de quitara de encima. Ilusos.

Acarició las caderas del niño y adentró su lengua a la boca del menor, el
cual gimió bastante bajo y se acercó aún más más, necesitando de mucho
más tacto. Yoongi se apartó solo unos segundos. —¿Cómo es que Dios no
le prestó atención a alguien como tú?

JiMin suspiró al sentir los besos del ente sobre la piel de su cuello,
succionando y lamiendo. —Uhm... tal vez él sabía que... que iba a
enamorarme de ti.

El corazón del diablo volvía a latir, y con mucha más intensidad. Una
sonrisa ladina se hizo presente en su boca, gustoso por su respuesta a
aquella suposición. —O tal vez yo lo sabía e impedía que se metiera en mi
camino.

Aquella noche hicieron el amor, y Yoongi se ocupó de quitar el susto y


tristeza del pecho de JiMin. Mientras éste último dormía luego de varios
minutos, se permitió quedarse recostado, envolviendo el pequeño cuerpo
del menor y pensando una manera en la que éste disfrutara de su vida junto
a él... y no muriera en el intento.

....

hey, sorprise, no dejes de votar y comentar vale!!!

gracias a las personitas que estan dejando sus estrellitas y comentarios.


TQM.
Nos seguiremos leyendo, pecadoras~

MinMin.
XIV

No era de esperarse que con el pasar de los días JiMin se la pasara en su


cama, acurrucado y llorando. No podía simplemente olvidar que mientras
todos se la pasaban de lo mejor con su actual padre, el alma de su verdadero
padre estaba en el infierno, siendo torturada una y otra vez por quién sabe
qué cosa que estaba allí, ya que Yoongi estaba junto a él.

Últimamente se la pasaba a su lado y todo porque el niño estaba de lo más


deprimido. La culpa realmente lo estaba carcomiendo, y la presencia del
diablo lo empeoraba todo. Fue cuando éste último se dió cuenta de aquello
que decidió ponerle un fin.

—Voy a irme. —el diablo se puso de pie luego de estar un rato sentado en
el borde de la cama de su niño favorito, el cual estaba envuelto en las
sábanas y sollozaba, lamentándose el haberse puesto al nivel de las
personas malas.

Yoongi no solo iba a irse porque JiMin estaba lo bastante deteriorado para
hacerle compañía, también estaba el hecho de tener que oír cosas que no
eran ciertas. ¿Por qué el rizado cargaba con toda la culpa, cuando fue el ente
el cual decidió enviar al imbécil al infierno? ¿Por qué ensuciaba sus propias
manos cuando lo único que había en ellas era suavidad y delicadeza?

¿Qué buscaba provocar en el diablo al estar mentalmente castigándose de


aquella manera? El rostro del rizado, el cual estaba con la nariz enrojecida,
ojos levemente hinchados y llenos de lágrimas, y ricitos pegados en éste se
hace visible luego de unos largos minutos en donde lo mantuvo oculto bajo
las cobijas.

—¿Q-Qué? —Estás demasiado mal, demasiado deteriorado.


---Voy a irme, al menos por dos días. —y, maldita sea, que no lo estaba
preguntando.

Lo iba a hacer y punto. JiMin se puso de pie, torpemente avanzando hacia


el bello hombre frente a él, aferrándose al brazo de éste. Ambos se
sorprenden por la falta de estabilidad del niño, el temblor comienza a
apropiarse de su cuerpo y la manera en que la respiración se le corta.

—No. No, n-no. No te vayas, p-por favor... —inhala entrecortadamente y se


le rasga el pecho con cada sollozo.

El diablo puede sentirlo en carne propia, y aunque no siente más que leves
pinchazos en el pecho, como si se le hubiera dormido algún músculo, sabe
que JiMin lo siente en demasía.

—Y-Yo... lo siento.

—JiMin. —se acerca al niño, notándolo realmente pálido.

Suavemente pasa uno de sus brazos por detrás de la espalda del rizado, y el
otro por debajo de sus piernas. Llevó su nariz a los rizos castaños de su
ángel y suspiró sobre éstos, acunándolo contra su pecho.

—Pequeño...

Era impresionante lo que el humano podía provocarle con tan solo


mencionar el hecho de necesitarlo. —No sé qué haré sin ti, por favor, yo...
—aprieta la yema de sus dedos contra la camisa, sobre el hombro del
diablo.

—... yo no...

Yoongi comienza a encaminarse al baño, y cuando llega tan solo deja a su


niño favorito sobre la tapa del retrete, apoyándolo contra la pared. No le
dice que deje de llorar cuando su llanto se incrementa, tan solo se dirige
hacia la bañera y comienza a llenarla con agua tibia mientras se quita la
camisa y los zapatos, quedando en pantalones.
Una vez la bañera se encuentra llena se acerca a su niño y comienza a
desvestirlo básicamente a la fuerza hasta dejarlo en ropa interior, tomándolo
en brazos y llevándolo consigo hasta la bañera. Se metió y dejó a JiMin
sobre su pecho, llevando su mano repleta de anillos al agua y pasándola por
el rostro del niño a pesar de que éste se removía para intentar respirar.

Finalmente harto Yoongi lo tomó del rostro y lo miró fijamente. —Si no te


calmas voy a tener que sumergirte.

JiMin aguanta el aire por unos segundos y lo suelta lenta y


temblorosamente por la nariz, pero el llanto no abandona su pecho y no
puede evitar sollozar un par de veces, pegando su mejilla contra el cálido
pecho del rey del inframundo.

—No te vayas, por favor. N-No sé qué hacer... —solloza con más fuerza, a
punto de comenzar otro ruidoso llanto. Yoongi rápidamente comienza a
dejar suaves besos en su mejilla y luego en su cuello, abrazándolo más
contra sí.

—Deja de llorar, no voy a irme.

—Te amo, Yoon. —solloza, y se aferra más fuerte al torso del amor de su
vida, el único que hace el mundo menos terrible para él.

No sabe cuánto tiempo va a poder soportarlo. Los días pasaban, JiMin no


mejoraba y todo debido a que Yoongi no podía apartarse ni un segundo de
él ya que entraba en una especie de crisis donde chillaba por el diablo,
incluso con éste allí presente. El trato en donde el ente volvía en las noches
se había ido al demonio, y el rizado ni siquiera podía ver a su padre falso
porque comenzaba a surgirle tanta ansiedad en el pecho que hacía lo que
sea para no tenerla.

Lo único bueno de su nuevo padre era que Dominique no era reproducida


cada mañana en el tocadiscos, una y otra vez. En los zapatos del niño de
ojos verdes, todo se había vuelto como aquella vez en la que la Muerte lo
vió a los ojos y todos los momentos importantes de su vida se hicieron
añicos.
Estaba delgado, desanimado, se sentía pesado y ligero a la vez, el día estaba
soleado pero para él era como usar gafas de sol y las ganas de llorar lo
invadían cada tanto, pero había dejado de poder soltar lágrimas por sus
ojos. Despertó en medio de la tarde. El atardecer dejaba una leve luz en su
cuarto y las cobijas sobre él lo protegían del frío, el cual últimamente era
bastante. Se sentía más extraño que ayer: sentía algo en su pecho que le
dejaba... como si estuviese en la nada.

Es decir: no sentía... demasiado.

Yoongi estaba sentado a su lado viéndolo fijamente, y cuando notó que el


pequeño ya estaba despierto, tomó su mano y comenzó a dejar suaves besos
en sus nudillos. El ceño de JiMin se frunce levemente, parpadeando con
lentitud. No sabe ni qué día es.

—¿Q-Qué ha pasado?

—Te dormiste ayer por la tarde. —decidió omitir que había aprovechado el
irse y que había regresado hace tan solo unos minutos.

—Oh. —se sienta fijamente con ayuda del diablo.

Se vé más pequeñito ante la delgadez. Mira alrededor unos segundos,


parpadeando con algo de pesadez antes de llevar su pequeño puño a su ojo
izquierdo, refregándolo. —¿Mi mamá no ha preguntado por mí?

—Si, ha venido un par de veces a ver si estabas bien. —mintió.

No es que Eunji no se haya preocupado por su hijo, pero cada vez que iba a
bajar tan solo le comentaba a su marido que iba a hacerlo, y el demonio
decía que él se encargaría, aunque realmente no lo hacía. A Yoongi no le
molestaba aquello: no quería a nadie más que a él en la habitación de su
niño.

Se veía tan chiquito como siempre, recién amanecido, con los rizos
despeinados y adormilado. No dejaba de pasar su mano por su ojo
izquierdo, intentando despertarse un poco, e inconscientemente hacia
trompita con sus labios. Fue inevitable, imposible, no pasar un brazo por la
espalda del menor, rodeándolo para sostenerlo como si fuese un bebé.

Ambos se vieron fijamente a los ojos por un rato, perdidos en el otro. JiMin
había alzado su mano al rostro del diablo, acariciando con las yemas de sus
dedos la preciosa piel del ente. Estaba embobado, anonadado, enamorado.

—Te amo, Yoongi. —susurra, sin poder evitarlo y no esperando recibir nada
de vuelta.

Tan solo quería decirlo porque tener tal belleza frente a él, tener tal crueldad
y aprender muy lentamente a amarla lo había hecho ver que Yoongi podía
sentir. No amarlo, solo sentir. Negó lentamente con la cabeza. Si el diablo
no lo amaba y planeaba llevarlo al infierno de la manera más cruel, JiMin
estaría gustoso. Al menos moriría sabiendo que tuvo el placer de ser besado
por alguien único como lo era Yoongi.

—Haz conmigo lo que quieras.

Luego de la sonrisa ladina que le dedica al niño, el diablo baja su rostro,


dirigiéndose al cuello ajeno y, al llegar, comienza a succionar porciones de
la pálida piel. Le encantaba las reacciones del menor, el cual suspiraba
entrecortadamente y se removía un poco, casi ronroneando. Rozó sus
dientes contra la piel y dió una lamida, dejándole el cuello húmedo con su
saliva. Subió y lo tomó firmemente del mentón con su mano libre,
comiéndole la boca.

El beso tomó más profundidad, con sus lenguas acariciándose y formando


chasquidos ante la manera tan húmeda en la que se besaban. JiMin se aparta
un poco, abriendo sus ojitos y observando a Yoongi antes de desabotonar su
camisa blanca y quitársela. No llevaba sus típicos tirantes negros debido a
que se encontraba con el uniforme de la escuela, el cual solo era una
camisa, pantalones largos y grises por el frío que se avecinaba, y unos
zapatos negros.

El diablo no pudo evitar volver a sonreír, y todo porque era la primera vez
que veía confianza en JiMin, el cual se estaba quitando la ropa lentamente,
de una manera tan sensual con su carita inocente, pero caliente. Supo que
no iba a poder detenerse luego de aquello. JiMin tan solo quedó en ropa
interior, haciendo sus ricitos a un lado, permitiendo que Yoongi lo acercara
hacia sí y le besara suavemente los labios.

Se sentía tan delicado y protegido, porque el diablo lo sostenía como su


fuese una pieza de arte que no puede ser ni un poco maltratada. Y suya,
siempre. Lo recostó en la cama con suavidad y se arrodilló, comenzando a
quitar su propia ropa, revelando su torso repleto de tatuajes, símbolos y
palabras inentendibles. Se quitó los pantalones, los zapatos e hizo aquel
leve flequillo que siempre estaba intacto hacia atrás. Todas las prendas de
ambos estaban en el suelo, desordenadas y esparcidas. El diablo le quitó
lentamente los calcetines y pasó su dedo índice por la planta del pie del
menor, el cual se removió un poco y no pudo evitar reír adorablemente.

Yoongi se inclinó, dejando un beso profundo en sus labios, sin tocarlo para
nada, tan solo sosteniéndose con sus brazos a los lados de JiMin. Éste
último se retorcía al no sentir el toque del diablo en su piel, llevando
tímidamente sus manitos a la espalda del mayor y tirando con suavidad para
que sus torsos desnudos se chocaran, pero Yoongi ni siquiera se movía.

Abandonó los labios del menor y comenzó a besarle el mentón, nuevamente


jugando con su cuello y bajando por sus clavículas hasta su torso. Le lamió
uno de los pezones y lo succionó, también haciéndolo con el otro al notar
que al niño le había gustado debido a que arqueaba levemente su espalda.
Continuó con el camino de besos, entreteniéndose un rato en el vientre del
niño.

No le quitó su ropa interior, le dejó suaves besos por encima, los cuales lo
hicieron inhalar bruscamente. Llegó al interior de sus muslos y exhaló aire
calentito allí, sintiendo a su niño removerse un poco, ansioso. Lamió la
suave piel y comenzó a dejar suaves besos, oyendo suspiros provenir de los
labios de JiMin. Le bajó la ropa interior hasta quitársela y le abrió las
piernas, las cuales quedaron en sus hombros. Bajó el rostro y sacó la
lengua, comenzando a penetrar con ésta la entrada del menor.

El rizado de inmediato soltó aquel jadeo que estuvo conteniendo mientras


Yoongi le besaba lentamente todo el cuerpo, respiró hondo antes de
continuar jadeando por todo lo que se encontraba sintiendo. El placer fluía
por su cuerpo irremediablemente, nublando un poco sus sentidos mientras
no dejaba de mover sus caderas en círculos, y se quejó cuando luego de un
par de minutos Yoongi se alejó.

Se arrodilló nuevamente en la cama, quitando las piernas de JiMin de sus


hombros con suavidad y bajándose la ropa interior hasta quedar
completamente desnudo, con su prominente erección visible. Se hizo más
hacia adelante, con ambas rodillas a los lados del torso de su niño y su
miembro quedando a centímetros de su boca. Los ojos del diablo se
tornaron de un bordó oscuro mientras observaba fijamente los inocentes
ojos verdes ajenos.

—He tenido esta imagen en mi cabeza por días, niño. —rozó su glande
sobre los labios entreabiertos del rizado, el cual se encontraba sumamente
sonrojado y con sus ojos brillosos. Hace tiempo que no los veía así.

— Quiero que lo tomes con tus preciosos labios. —JiMin cerró un poco sus
piernas, retorciéndose ante aquellas sucias palabras. Asintió.

—Voy a follar tu boquita. —Si... —Abre.

El rizado suelta un suspiro antes de abrir un poco más su boca, cerrando sus
ojos cuando Yoongi adentró su miembro en la boca ajena lentamente,
sintiendo la húmeda sensación nublar sus sentidos, provocando que jadeara
antes de comenzar un vaivén en la boca del niño, oyendo los suaves
gemiditos que soltaba cada vez que su erección entraba aún más en su boca
y sintiendo cómo se retorcía, cerrando sus piernas con más fuerza y
moviendo sus caderas.

—Eso es, mírame a los ojos. —JiMin abrió éstos, parpadeando rápidamente
y viendo fijamente al diablo, el cual tomó sus ricitos en su puño,
acercándolo más e introduciendo todo su miembro en la boca del rizado.

Éste último se apartó un poquito tan solo para tomar la erección de Yoongi
con su pequeña y delicada mano, comenzando un vaivén dudoso al
principio, pero acelerando al ver que al amor de su vida le resultaba
fascinante. Dejando la vergüenza de lado y atreviéndose a un poco más alzó
su rostro y lamió lentamente el glande ajeno, sintiendo el presemen en la
boca y lamiéndose los labios ante aquello.

—Joder.

Sintió un cosquilleo en el vientre ante aquel ronco insulto y nuevamente


lamió, solo que ésta vez la base, y luego volvió a adentrar el miembro a su
boca, cerrando sus ojos y recibiendo más halagos y tirones en sus ricitos.
Yoongi creía que, fuera o dentro de lo sexual, JiMin era el mejor. Siempre.
Apartó al rizado cuando sintió que ya era tiempo, y que no soportaba un
segundo más fuera de su interior. Le abrió las piernas y permitió que éste se
aferrara a sus bíceps con sus pequeñas y delicadas manos.

Yoongi se inclinó, besándole los labios de una manera sucia, húmeda, antes
de apartarse. Ambos se vieron fijamente a los ojos, y todo porque JiMin ya
se había acostumbrado a que el diablo se lo dijese. Todo para no lastimarlo.
Sintió una oleada de calor y placer viajar por todo su cuerpo cuando el
miembro de Yoongi estuvo en su interior. Arqueó levemente su espalda y
dobló los deditos de sus pies, realmente invadido por las exquisitas e
inexplicables correntadas que viajaban por todo su cuerpo.

—U-Uhm... —mordió su labio inferior con fuerza, intentando no ser


ruidoso. Su familia estaba arriba y debían ser muy cuidadosos, aunque
Yoongi disfrutaba el ver a su pequeño callarse y, si fuese por él, lo haría
gemir tan alto que hasta Seung lo oiría desde el infierno.

El vaivén comenzó lento, delirante, mientras se besaban profundamente y


exploraban con sus manos el cuerpo del otro. JiMin acariciaba con la yema
de sus dedos los fuertes brazos del diablo, el cual pasaba sus manos de
arriba a abajo por los suaves y tiernos muslos de su pequeño. Sus bocas no
se alejaban en ningún momento, sus lenguas se acariciaban y sus corazones
latían a la par, más que conectados.

JiMin gemía entrecortadamente sobre los labios del diablo, subiendo sus
pies hasta pegar sus talones en la espalda baja de éste, con sus piernas
rodeando las caderas del ente. A pesar de que el vaivén era lento, poco a
poco se hacía más fuerte, más duro.
—M-Más... —JiMin pidió entre jadeos y suspiros debido a que el glande de
Yoongi golpeaba una y otra vez su punto dulce, provocando que casi
delirara del placer.

—Mhm.

El diablo aumentó el vaivén de inmediato, sosteniendo un poco más fuerte


los muslos del menor y separándolos para poder adentrarse con más
facilidad. Llevó sus labios detrás de la oreja de su niño y succionó,
sintiéndolo retorcerse mientras gemía ruidosamente, aunque no debería.

—Has sido tan bueno, JiMin. Mi JiMin. —lamió donde besaba y se adentró
con más fuerza en su interior, oyendo un gemido bajo, agudo y
entrecortado.

— Mi niño favorito...

Minutos después detuvo el vaivén y JiMin abrió los ojos con confusión,
preguntándose si había hecho algo más antes de ser tomado por la cintura y
volteado hasta quedar sobre el cuerpo del diablo.

—¿Y-Yoon? —... Eso es. —susurró cuando JiMin se sentó, apoyando sus
manos sobre el pecho del ente. Las manos de éste último fueron a la cintura
del rizado, el cual tenía sus rojizos labios entreabiertos, mejillas sonrojadas
y ricitos despeinados. Un tesoro, eso era.

—Sé un buen niño y salta sobre mí.

JiMin relamió sus labios antes de moverse un poco, robándose un suspiro a


sí mismo. Hizo sus ricitos hacia atrás antes de acomodarse mejor y
comenzar a mover sus caderas en círculos, con las yemas de los largos
dedos del diablo presionando en su piel. Ambos se ven fijamente, pero el
rizado tuvo que cerrar sus ojos cuando comenzó a dar lentos saltos sobre la
erección del ente debido a que el placer era lo suficientemente agobiante,
pero, demonios, que todo se sentía demasiado bien. Sus cuerpos estaban
cálidos, con una leve capa de sudor.
JiMin había aumentado su ritmo y rodeado con sus brazos el cuello del
diablo, el cual se había sentado y ayudaba a su niño a impulsarse hacia
arriba, apretando sus nalgas y besándole los labios. JiMin no podía dejar de
gemir rápidamente, con el cosquilleo haciéndose presente en su vientre,
temblando del placer que le nublaba los sentidos, tanto que
inconscientemente clavaba sus uñas en la espalda del diablo, el cual gruñía
y hacía temblar los cuadros.

--- Voy a... —dejó sus labios entreabiertos, cerrando sus ojitos con fuerza
mientras sentía a Yoongi besarle el cuello y bajarlo con más dureza en uno
de los saltos. Tres veces más bastaron para que el clímax lo invadiera de
una manera exquisita, viajando por todo su cuerpo, doblando los deditos de
sus pies y jadeando contra el hombro del ente, el cual segundos después lo
llenó con su esencia.

Ambos respiraban agitadamente, intentando recuperarse del orgasmo.


Yoongi respiró profundo antes de rodear con un brazo la cintura de su niño
y tirarse hacia atrás, cayendo acostado en la cama y con el menor sobre él,
descansando en su pecho y con la mejilla en su hombro.

Los minutos pasaban, y en la oscuridad del cuarto continuaban abrazados,


viendo a la nada. El diablo mimaba a su niño, acariciándole los ricitos, pero
a pesar de ése acto de dulzura y protección, JiMin podía notar el enojo de
Yoongi en su pecho.

—Quiero matar a tu padre. Quiero matar a cualquiera que te toque. —


finalmente dijo el motivo de sus malas emociones, dejando un beso en la
frente del menor, el cual cerró sus ojos luego de un largo tiempo.

¿Qué se supone que debería de hacer? Su padre. Park Seung. Tuvo una
infancia terrible donde su padre lo buscaba para llenarlo de golpes, donde
no hubo una madre presente. Aprendió cosas que no debería, que todos
dicen que está bien. Llenaron su cabeza y ahora que es padre cree que está
bien hacer lo mismo con sus hijos.

A pesar de los golpes, de sus ataques de locura y casos extremos de


violencia, siempre se había preocupado por él. Siempre se había fijado en si
comió, si necesitaba algo. Lo dejaba oír Frank Sinatra y Marilyn Monroe en
el tocadiscos cuando Dominique no estaba siendo reproducida una y otra
vez, pero, ¿era aquello una excusa? ¿Excusaba todas las veces que le
intentó meter en la cabeza a JiMin y Hyunah luego de golpearlos con un
cinturón que estaba bien? ¿Todas las veces que su madre llevaba moretones
en su precioso rostro?

¿O qué tal cuando no le creyó ni una palabra a su hijo menor y quiso


quemarlo con el cigarrillo? ¿Qué hubiese pasado si él no hubiese acudido a
Yoongi y a Seung no le hubiese dado un ataque al corazón? ¿Por qué
intento arruinar la única oportunidad de tenerlo cerca al quemarlo por
dentro cuando lo quiso prácticamente exorcizar a la fuerza? JiMin había
sido criado de la misma manera que su padre, y él jamás podría golpear a
sus hijos. Jamás. ¿Seung querría?

Los pensamientos eran tantos que ni siquiera podía pensar en orden, pero no
estaba listo para tomar una decisión. No podía. A pesar de que todos se
veían más felices ahora –a excepción de él–, era realmente injusto. Porque
era como... como una farsa. Sin más, se acurruca aún más en el cuerpo del
diablo y gime bajito, miedoso.

—No quiero que me intenten alejar de ti, Yoon.

Un gruñido surge del pecho de Yoongi y las cosas de la pared nuevamente


tiemblan. Aferra a JiMin más contra sí antes de pegar sus labios contra los
ricitos ajenos. —Nadie te va a alejar de mí, nadie se atreverá.

03/03/56.

—¿Papi? —preguntó dudosamente el pequeño retoño, el cual se asomaba


por el marco de la puerta de la cocina, refregando uno de sus ojitos con su
pequeño puño para espabilar el sueño.

No. No tenía permitido subir las escaleras que llevaban a primer piso, su
madre siempre le repetía que llamara para que ella pudiese subirlo porque él
era muy pequeño y podía resbalarse o pisar mal, pero había gateado y éste
caso era algo así como urgente.
Había alguien en el piso de arriba que lloraba desconsoladamente: su padre,
para ser exactos. Las luces de la casa estaban apagadas, pero la cocina hacía
una excepción en la iluminación debido a que los faroles de afuera
alumbraban el cuarto gracias a la ventana que éste tenía.

Habían dos botellas oscuras, una con algo dentro y un vaso de vidrio a
medio llenar a un lado de éstas, con un poco del contenido sobre la mesa. El
hombre descansaba incómodamente en una silla, claramente ebrio,
despeinado y angustiado. Lloraba silenciosamente contra sus manos, las
cuales estaban presionadas en su rostro.

—... ¿Papá? —nuevamente preguntó el niño de cinco años sobresaltándose


cuando su padre también lo hizo y pasaba sus manos por su rostro para
dispersar, de una forma inútil, la ebriedad. No servía, pero necesitaba buscar
una forma de no estar torpe para poder tranquilizar al pequeño.

El hombre vió a su hijo con medio cuerpo asomado por el marco de la


puerta de la cocina, en pijama, descalzo y con sus ricitos despeinados. Sus
ojitos verdes, los cuales incluso resaltaban en medio de aquella oscuridad,
demostraban confusión y pánico. Su pecho se oprimió al verlo así. Extendió
su mano y el niño corrió de inmediato hacia su padre, tomándole la mano y
abrazándole el brazo, cerrando sus ojitos.

—Papá... ¿Qué pasa? ¿Está... tú...? —abrió sus ojos, aún preocupado y con
una expresión que el hombre conocía muy bien: iba a llorar.

—¿Tú... mal? ¿Mal?

A pesar de su estado no pudo evitar sonreír de lado. Su hijo era muy


adorable, y muy buena persona. De inmediato lo subió a sus piernas y lo
abrazó contra su pecho, intentando evitar sollozar, pero, maldita sea, las
lágrimas caían por su rostro aún. Sorbió su nariz y alejó apenas a su hijo del
pecho, viéndolo. Éste último subía sus pequeñas manos, limpiando
torpemente las lágrimas de su padre.

—Mimi, escúchame. —su voz salía lenta, ronca.


Tragó saliva con fuerza, bajando la mirada unos segundos antes de volver a
subirla y ver a su hijo, el cual lo observaba fijamente, serio y atento. Eso es
lo que le asustaba a veces: que sea tan neutro. ¿Sabría qué le pasaría cuando
no estuviese bien?

—Quiero que sepas que te amo.

—Yo te amo a ti más. —Y que siento ser malo a veces. —negó lentamente,
nuevamente bajando la mirada, avergonzado.

—Papá no suele darse cuenta de cuánto daño hace, pero he amo a ti. La
amo a Hyunah. Los amos.

—Yo entiendo. —asintió el niño, parpadeando lentamente y ladeando un


poco su cabeza luego.

—¿Triste? —el hombre asintió y el ceño del niño se frunció.

—¿Por qué? —Porque soy... —negó nuevamente luego de unos segundos.


No, no iba a contarle sus problemas a su hijo de cinco años.

—... humano. Y todos nos ponemos tristes a veces.

Una trompita surgió de los labios del niño con rizos, aún con su ceño
fruncido y viendo hacia otro lado, pensativo antes de volver a ver a su
padre. —¿Sabes que... yo hago para estar feliz? Su padre no pudo evitar
sonreír, enderezándose mejor.

—¿Qué haces? —Hago abrazo. —dijo, envolviendo sus pequeños bracitos


alrededor del torso de su padre, apoyando su mejilla contra su pecho.

—Y hago beso. — alzó el rostro y, con ayuda de su padre, el cual se inclinó,


le dió un beso en la mejilla.

—Y mamá dice "te amo, Chim." Su padre alzó las cejas, entretenido con lo
que su hijo le decía, retomando su postura a pesar de la ebriedad.

—¿En serio? —Si. —llevó sus pequeñas manitos a los lados de las
comisuras de los labios de su padre y las elevó, intentando de manera torpe
formarle una sonrisa.

Ambos fueron bajo y nuevamente se abrazaron. —Te amo, JiMinnie. Nunca


cambies, ¿vale?

—Nunca cambio, entiendo. —asintió, recibiendo un beso en su mejilla.

—Yo te amo a ti más. Su padre nuevamente lo dejó en el suelo antes de


ponerse de pie. Al notar que se encontraba normal, si marearse ni nada por
el estilo, se inclinó y tomó en sus brazos a su hijo, caminando fuera de la
cocina.

—¿Y qué más haces para estar feliz? —le dió charla mientras bajaba las
escaleras con su mano libre en la baranda y adentrándose al cuarto del
pequeño, no sin antes prender la luz. Sorprendentemente, todo estaba
bastante ordenado. El pequeño no era de dejar cosas que estorbaran de por
medio.

—Juego. —¿Ah, si? —lo vió asentir mientras lo dejaba en su cama y lo


tapaba con las mantas. Hacía frío aquella noche.

—¿A qué juegas? —A escondidas.

—¿Solo? —ésta vez el niño niega mientras su padre deja un beso en su


frente, acomodándole los ricitos.

—Con Hyunah. —No. Juego con alguien, pero no sé quién es. —dice,
comenzando a cerrar sus ojitos. La verdad es que tenía mucho sueño, y las
caricias de su padre en sus rizos lo hacen estar más torpe. Suspira.

—El hombre con anillos... —... ¿Qué? Pero ya está dormido, y nunca pudo
confirmar que había balbuceado aquello.

Había sucedido algo muy extraño. Falta una hora para irse del instituto.
Está con Park JungKook sobre un banco del patio de aquel enorme lugar. A
pesar de que hace frío lo están disfrutando, y también la soledad debido a
que no hay nadie allí.
Terminaron de comer unos sándwiches de queso y estaban conversando
acerca de la navidad, cómo iban a pasarla y si planeaban hacer algo. Fue
entonces cuando el timbre sonó y JungKook se puso de pie, suspirando. —
Bien, vamos. Es la última clase y somos libres.

Fue a tirar la envoltura del sandwich y las dos cajas de jugo de manzana
vacías al cesto de basura, y cuando volvió se encontró con el rizado aún
sentado, con su ceño levemente fruncido. Muchas veces había asistido a
clases sin ganas, pero últimamente se le hacía insoportable estar allí.

Tenía sueño, estaba triste y no toleraba nada. Decidió darle fin a su tortura,
y comenzar a hacer lo que a él le parecía bien. —... No voy a entrar.

Su amigo lo observó de manera extraña, viendo alrededor, creyendo que


JiMin vió a alguien que le molestaba, pero no. Aquellos bravucones ya
estaban bien enterrados. —¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?

JiMin se puso de pie lentamente, colgando su mochila en sus hombros antes


de parpadear rápidamente, subiendo la mirada para ver a su amigo. —Nada,
es solo... no quiero. Me iré. —y, sin más, salió del patio, comenzando a
caminar por los pasillos.

Jeon JungKook quedó shockeado y congelado en su lugar, intentando


reaccionar. —¿Qué? Pero... ¡JiMin! —rápidamente lo siguió, y cuando lo
alcanzó no pudo evitar carcajearse.

—¿Cómo es que...? Yo... ¡¿Qué te ocurre, ¡¿Dios santo?!

—No me gusta estar aquí, nunca me gustó. —miró a los pasillos de los
lados y, al no ver a nadie, continuó con el paso, apresurándolo un poco.

— He decidido hacer lo que quiero.

—Vale, espera. —nuevamente le tomó del brazo y lo detuvo. Ambos se


veían.

—Mira, bien. Estoy de acuerdo con éste acto de rebeldía. La escuela es...
bueno, es mierda. —JiMin frunció un poco su ceño ante la mala palabra.
—Pero no por eso debes meterte en problemas. Eres menor de edad y nadie
va a permitir que te vayas. Yo creo que t

—JungKook. —interrumpió, negando rápidamente.

—No necesito que me aprueben, me iré ahora. Eso es lo que haré. —afirmó,
dejando un beso en la mejilla de su amigo. —Te quiero.

Se giró y caminó con rapidez hacia la salida, notando que nadie lo veía
antes de abrir la enorme puerta principal de aquel lugar y salir. JungKook
abrió sus brazos, con su boca entreabierta, sin creerlo. Se carcajeó al ver
que, segundos después, el niño no volvía. —¡Park JiMin!

No fue tan lejos. Se encontraba en aquel parque donde JungKook y él


habían repartido los folletos anti-sectas, sentado en un banco y acurrucado
en el hombro de Yoongi, el cual había aparecido hace tan solo unos
segundos y tenía envuelto el brazo alrededor de JiMin. Su cuerpo estaba
cálido, no había un rastro frío en éste.

—Estás rebelde. —comentó el diablo con una sonrisa ladina en sus labios.

JiMin rápidamente niega, sonrojado. —Si, eres sexy.

El rizado no pudo evitar echarse a reír, alzando el rostro hacia el ente al


finalizar, observándose fijamente con éste, el cual bajó su cabeza y dejó un
suave y corto beso en sus labios. JiMin observó alrededor, paranoico, pero
no había nadie que pudiese verlos.

—Quiero preguntarte algo. —Adelante.

—¿Por qué a ti no te afecta tocar objetos benditos pero a mí sí? Cuando mi


padre rezó y puso el rosario en mi cabello... —bajó la mirada, negando.
—... juro haber sentido que mi cuerpo se incendiaba por dentro. —los
brazos del arcángel se tensaron al oír aquello, y decidió no entrar en más
detalles. —Pero tú tuviste la suficiente fuerza para arrojarlo lejos.

Yoongi relamió sus labios lentamente antes de hablar. —Las personas creen
que me pueden matar con tan solo un "Padre nuestro" o arrojar agua
bendita. Se equivocan. —niega.

—Pueden lastimarte a ti porque eres humano y no está en tu naturaleza


tener maldad pura, del infierno. Es como cuando apenas te quitaste la
mierdecilla del cuello: fui visible, pasé días contigo y te deteriorabas. No
estabas acostumbrado a la maldad, pero ahora sí.

—¿Ahora tengo maldad? —Si, pero no es tuya. Sigues puro. —respondió


rápidamente.

JiMin suspiró y cerró sus ojitos, apoyando su mejilla en el pecho del ente.
Ambos permanecieron de aquella forma, en silencio por algunos segundos.
—¿Yoon? ¿Cuánto tiempo planeas quedarte conmigo? —la curiosidad lo
carcomía por dentro. Hacía ya un tiempo que el diablo se encontraba junto a
él. ¿Qué planeaba? Yoongi baja la mirada cuando JiMin se aparta un poco,
y ambos se ven fijamente a los ojos.

—Uno largo. —¿Largo? Uhm. —arrugó su naricita, sin poder evitar sonreír
un poco.

— ¿Diez años? ¿Veinte? —Más. —¿Cincuenta?

—No. Más. JiMin no pudo evitar soltar una risita, sonrojado. —¿Miles? —
claramente sonrió.

—Más.

La sonrisa embobada que el niño le dirige al diablo lo hace lucir demasiado


adorable, y éste último no puede evitar robarle un beso. El rizado, más que
sonrojado hace trompita con sus labios, bajando la mirada y entrecerrando
sus ojitos. Eso significaba que estaba pensando qué decir.

—¿Deberíamos de...? —no terminó aquella pregunta, la cual fue bastante


audible. Yoongi pudo oler vergüenza en él. —¿Qué?

JiMin parecía haber entrado en una crisis nerviosa, tartamudeando y


removiéndose en su lugar. —B-Bueno... si vamos a, uhm, a estar juntos por
mucho tiempo, tú y yo... es decir. Uhm. —tragó saliva con fuerza.
—Deberíamos de... no lo sé. —se encogió apenitas de hombros, con la
mirada baja.

—Ser novios.

El silencio reinó en el lugar por unos largos segundos, tan solo siendo
audible el viento y los autos pasar de vez en cuando. —... ¿Novios?

—S-Si... —afirmó su niño favorito. —Sería lindo. Sería como...


oficialmente tuyo.

Yoongi siente un leve sentimiento de molestia ante aquel pensamiento.


¿Qué no ha hecho suficiente para hacer notar que JiMin era suyo? Lo
observó fijamente, serio. —¿Crees que no has sido oficialmente mío desde
el momento en que te sumergiste en tu bañera mientras me invocabas? —su
pregunta sonó seca, fría.

JiMin tenía frío, de repente. Rápidamente alzó la mirada, encontrándose con


los ojos azules y un cuarto rojo del diablo, el cual también lo veía fijamente.
Eso definitivamente no era a lo que quiso referirse.

—Oh. Yo... eso no era lo que yo quería decir. —dice bajito, y se siente mal
porque el ente no entendió su referencia.

Detestaba no poder mostrarle al mundo que amaba a alguien, porque éste


alguien era el claro y literal ejemplo de la maldad. Tan solo quería sentir las
cosas un poco más normales, y llamar a Yoongi su "algo". —Lo siento,
Yoon. Olvídalo, soy tuyo de todas for...

—¿Por qué no te casas conmigo?

Abrió sus ojos ante lo que creyó oír. Ya no había pitido en su oído
izquierdo, y había sonado bastante claro. Alzó la mirada con rapidez,
realmente sonrojado y shockeado mientras se tomaba unos largos segundos
para, simplemente, parpadear y respirar hondo, atónito.

—... ¿Qué?
Yoongi lo envuelve mejor con su brazo, poniéndolo de lado para que
quedaran frente a frente. —Park JiMin. Hoy, trece de noviembre de 1967...
—se quitó uno de sus anillos, el del dedo meñique. Era de oro, y lucía como
la corona de un rey. —... te declaró a ti en presencia de cualquier humano,
ángel y demonio, el príncipe del inframundo. —desenvolvió el cuerpo de
JiMin y tomó su pequeña mano, metiendo el anillo en el dedo anular
delicadamente. Éste encajaba a la perfección, y se sentía cálido.

—Serás mío por siempre. Nadie se atreverá a tocarte, a menospreciarte ante


mi presencia, hasta los siglos de los siglos.

Ambos quedaron en silencio. JiMin simplemente... él simplemente no podía


creerlo. Nuevamente se vieron fijamente a los ojos, y el menor fue tomado
de las mejillas. —¿E-En serio?

Yoongi asintió, acariciando con sus pulgares la suave piel del rostro de su
niño favorito. —En serio. —repitió, y no se molestó en ver alrededor para
besar profunda y lentamente los labios de su niño.

Nadie los veía. Y jamás nadie los separaría.

....

Yaaa, estoy comiendo comidas para perros ay~

Se viene se viene ay, no queloooo


XV

¿Podría retomar todo nuevamente si alguna vez salía de allí? Estaba siendo
carbonizado, mutilado, destripado una y otra, y otra, y otra vez ¿Su piel? Ya
no estaba, y podía ver los pedazos de ésta en el aire a pesar de la oscuridad
en el lugar, todo gracias a los fuertes relámpagos que partían su cráneo ante
la intensidad de la repentina luz.

Se encontraba desnudo, amarrado a una especie de telaraña hecha con


fierros oxidados y puntiagudos. Gritaba, y nadie lo oía. Podía oír a más
gente gritar, pero ninguno se oía entre sí cuando intentaban decir algo. Todo
allí eran lamentos, sollozos fuertes, quejidos y la inevitable soledad. De vez
en cuando, todo se apagaba y le daba mucho sueño.

Cuando sus ojos se cerraban, estaba nuevamente en la tierra, pero no en


1967. Siempre eran diferentes tiempos: su infancia, su adolescencia, su
boda, situaciones con sus hijos... y todas eran pesadillas. Inevitables
pesadillas, las cuales convertían buenos momentos en traumas permanentes.
Habían pasado más de setenta años.

¿Todo seguiría igual fuera? ¿Todos estarían viejos? ¿Volvería a su cuerpo,


en la tierra? Y lo importante... ¿Volvería completo? Porque su alma... su
alma no solo había sido sumergida en aquel mar de fuego llamado La Fosa,
calcinada una y otra vez sin arrepentimientos. ¿Sería tan fuerte como para
resistirlo?

Habían pasado dos semanas desde lo ocurrido: JiMin y Yoongi eran


esposos. Los días habían estado extrañamente bien, y cuando Eunji le
preguntó a su hijo sobre el anillo él mintió, diciendo que tan solo era un
anillo que compró en una tienda a la cual tuvo que ir a acompañar a
JungKook. Por algún motivo, luego de decir aquello Hyunah rió secamente,
y el rizado tan solo la miró fijo por unos segundos, intentando analizar a su
hermana, saber si ésta sospechaba algo.

¿Cómo podría? Cuando Yoongi le propuso matrimonio estaban en un


parque, Hyunah estaba en la escuela y ni siquiera quedaba en la misma
zona. Era más posible que su madre los encontrara a que los encontrara su
hermana. En el pasar de las semanas JiMin se había vuelto paranoico,
creyendo que todo el mundo con el que hablaba sabía algo sobre Yoongi.
No temía por él, temía por el diablo.

A pesar de que éste le había confesado que los exorcismos no le afectaban,


tan solo lo regresaban al infierno, pero podría volver muy fácilmente, el
rizado se abrazaba a él y quedaba en silencio, transmitiéndole su miedo sin
decir ni una palabra. Yoongi le confesó cómo funcionaban las cosas luego
de que JiMin le hiciese unas simples preguntas. ¿Cómo era el infierno?

"—Claramente no es la típica imagen de fuego, velas rojas, y un trono


donde todos se inclinan ante mí. No es una casa, tampoco es un lugar en sí.
—comenzó, con su mirada fija en el muslo del menor y en cómo su mano
repleta de anillos de oro acariciaba aquella suave y pálida piel, de vez en
cuando haciendo una leve presión.

—Hay muchas maneras de pasar la eternidad en el infierno, y todas son


obligatorias. —¿Por ejemplo?

Suspira. Por algún motivo no lo hacía sentirse orgulloso con JiMin. —Me
he tomado la molestia de observar a los mundanos, y entre aquello noté que
lo más les molesta es esperar. Esperar en una fila de un banco, de una
tienda, de cualquier cosa. No pueden soportarlo. Cuando un alma va al

infierno va a verse a sí misma en una fila larguísima, y depende de lo malo


que haya hecho esa alma, pasará el tiempo que el demonio que se encarga
de aquella área decida.

—Vaya... ¿Y qué pasa cuando finalmente terminan la fila?

—Vuelven al principio. Como dije: depende de lo que hayan hecho. JiMin


asiente, tan solo eso.
No puede reaccionar diferente, no puede fingir no estar asustado.
Inconscientemente se acurruca más en Yoongi, y éste lo recibe envolviendo
un brazo en su cintura y otro bajo los muslos, acariciándolo. El rizado
refriega su naricita contra el pecho desnudo y tatuado del diablo, y respira
profundo un par de veces antes de planear volver a hablar.

—... ¿Tienes un determinado tiempo en el que te lleves mi alma?

Yoongi se queda en silencio, y eso provoca que todo el cuerpo del menor se
ponga tenso, alerta. Detestaba aquello: estar tan tranquilo en los brazos del
amor de su vida, sentirse tan protegido y de repente... se congelaba del
terror. No terror a él, sino a la situación.

—Creí haberte aclarado que tuve que haberme llevado tu alma hace tiempo.
—dice con calma, pero el niño no siente que sea así.

Lo suelta y lo empuja para que quede boca arriba, y el ente se pone sobre su
cuerpo. Ambos se observan fijamente, y JiMin una vez más se sumerge en
aquel océano azul, sin ignorar tampoco el pedazo bordó. Amaba los ojos de
Yoongi.

—Nos casamos. —Si. —No tengo la intención de llevarme tu alma... pero


sería inevitable si lo hiciera. A JiMin se le corta la respiración. —¿C-Cómo?

—Si yo me fuese, es decir... definitivamente de tu lado. Decidiese no


volver, despegarme de todo lo que tenga que ver contigo... sería inevitable
para mí el no llevarme tu alma. —fue escalofriante la manera tan neutra en
la que lo dijo.

—Ni por más que pusiese todas mis fuerzas. Es algo inevitable, ya que un
trato es un trato, y a pesar de ser el diablo no puedo controlarlo. Es la
manera en la que se hacen las cosas.

JiMin tragó saliva con fuerza, asintiendo luego de unos segundos y


quedando en silencio, tan solo parpadeando. Yoongi pudo sentir el susto, la
desesperación y ansiedad que rasgaba el pecho de su niño. Le dió un suave
pero profundo beso en los labios antes de volverlo a mirar a los ojos.
—No es necesario que te asustes. —dijo. —Porque yo jamás me iré.

El labio de JiMin temblaba levemente mientras asentía dudosamente,


bajando la mirada unos segundos antes de volverlo a ver. —¿Nunca me
dejarás solo?

La mano de Yoongi fue a la mejilla de JiMin, acariciándola antes de volver


a besarlo en los labios, comenzando un lento beso. —No, nunca te dejaré
solo.

Ambos se taparon con las sábanas debido a la fría noche que podría
enfermar al rizado, y se limitaron a dejar de pensar y comenzar una
exquisita sesión de besos." Decidió despejarse un poco de todos aquellos
temas del infierno, del alma, de su padre, posible culpable de asesinatos,
etc.

Hoy se cumplían 66 –que ironía– años de que la iglesia continuaba


"brindando sus servicios". En el aniversario de ésta siempre hacían un tipo
de kermés: juegos, comida, premios y, por supuesto, una misa. Este año le
tocaba a su madre, finalmente, poner su puesto de comida ante la
aprobación de las personas de la iglesia.

Sus pasteles eran exquisitos, al igual que sus galletas con chispas de
chocolate. Se encontraba muy feliz, y cuando finalmente terminó de
preparar todo se fueron hacia el auto.

Su padre –que en realidad no es su padre– lucía, no solo más alegre que su


verdadero padre, sino que hasta más amigable. No es que Seung no lo
fuese, pero era un poco más cerrado. El demonio lucía hasta feliz de estar
dirigiéndose a una junta religiosa. JiMin solo esperaba que no sucediera
nada malo.

Finalmente llegaron, y todos ayudaron a su madre a acomodar sus pasteles


en la mesa, y su cartel con los respectivos precios. Todo el dinero que las
personas recaudaban iría a un orfanato que quedaba en las afueras de la
ciudad. Era uno oculto, olvidado dentro de un bosque. Bastante triste, a
decir verdad.
Cuando finalizan y los precios de cada cosa están en orden, Hyunah decide
ir con su grupo de amigas del colegio así que JiMin, no sin antes
preguntarle a su madre, se dirigió en busca de JungKook. De seguro estaba
allí y, si lo conocía bien, también estaba seguro de que se encontraba
frustradísimo intentando ganar algún premio de los juegos. Entre todas las
alegres personas que se encontraban en aquel lugar JiMin pudo admirar la
naturaleza.

Estaban en el patio trasero de la iglesia, el cual era grande, espacioso, al aire


libre por completo. Había un recorrido de piedras, una preciosa cascada con
palabras en latín y un tipo que JiMin no reconocía, y un bosque a lo lejos al
cual nadie iba porque dejaba de ser territorio de Dios, pero se veía hermoso
también.

Embobado por la belleza de lugar se sorprendió cuando chocó con un


cuerpo más alto que él. Rápidamente subió la mirada para disculparse, pero
la sonrisa que se avecinaba en los labios del señor Park no le permitió
hablar, porque sabía que éste comenzaría la eterna charla.

—¡JiMin! Gusto verte, muchachito. —se oía alegre.

A JiMin le agradaba muchísimo el padre de su mejor amigo, solo era un


problema cuando éste no paraba de hablar... nunca. —Es un lindo día,
¿verdad? —JiMin asintió tímidamente y vió alrededor. —De seguro estás
buscando a mi hijo. —De hecho, si.

—Está con otro muchacho intentando ganar premios. Pasé hace un rato por
su lado: estaba muy frustrado. Yo le dije y no paré de decírselo en el
camino: "JungKook, hijo. Vamos a pasarla bien, no te pongas como niño de
cinco años a jugar e intentar ganar peluches", pero él no puede controlarlo.
Es como una adicción. —JiMin rió. Lo que supuso era verdad.

—Oh, por cierto. ¿Son verdad los rumores?

—¿Mh? —por algún motivo, se puso tenso de inmediato.

—¿Qué rumores?
—Oí que tu madre puso su puesto de comida, por primera vez. Me
agradaría mucho comer algo.

—Oh. —suspiró, soltando una risa nerviosa y baja en la exhalación.

—Sí, está por allí. Tiene muchas cosas. —apuntó en la dirección en que se
encontraba su madre. —¿Dónde está JungKook?

—Sigue como venías, en algún puesto a la derecha. Ahora, si me disculpas,


voy a gastar mi dinero en pasteles y budín de pan. —la emoción del hombre
hizo reír a JiMin antes de que se despidieran y continuaran su camino.

Finalmente reconoció a JungKook unos puestos más adelante,


concentradísimo en un juego donde había que lanzar una bola blanca hacia
unas latas rojas, tirando tan solo tres. Ni una más, ni una menos. A medida
que se acercaba pudo reconocer a Namjoon de pie junto a éste, con sus
brazos cruzados y suspirando. Una bonita chica de cabello rubio y ojos
oscuros estaba a un lado, y observaba atenta los movimientos de su mejor
amigo.

—JiMin. —Namjoon saludó, formando una sonrisa y dejando de cruzar sus


brazos.

—Me alegra que hayas venido.

—Gracias, Nam. ¿Cómo estás? —preguntó de manera educada, recibiendo


una respuesta positiva antes de ver a JungKook y volver a ver a Namjoon
nuevamente.

—¿Cuánto tiempo lleva igual? —He estado de pie a su lado desde que
llegué. —respondió, y ambos rieron.

La chica rubia pareció despertarse un poco, dejando de observar a


JungKook y llevando su mirada oscura hacia JiMin. Una bonita sonrisa se
formó en sus labios e, inevitablemente, sus mejillas se sonrojaron.

—Tú... Tú eres JiMin, ¿verdad?


—Si. —respondió tímidamente, y estrechó la mano de la chica luego de que
se la tendiera.

—Soy Somin. —se presentó. Ambos alejaron sus manos y JiMin sonrió de
lado.

—Es un placer.

Somin suspiró, embobada. Lucía dulce, y lo parecía. Llevaba una falda


larga rosa pálido, y una camiseta blanca metida dentro de ésta con unos
zapatos haciendo juego. Su cabello era realmente lacio y lucía muy suave.
—El placer es mío. —respondió. Su voz también era dulce.

—¿Cómo es que jamás te había visto por aquí?

JiMin negó y vió de reojo a su amigo, el cual parecía más concentrado en la


conversación que en el juego. —Uhm, tal vez me viste pero no me notaste.
Me sucede seguido. —rió tímidamente, bajando la mirada con un poco de
vergüenza antes de volver a verla.

—Te aseguro que si te hubiese visto antes lo hubiese notado. —la chica
dice.

Un furioso sonrojo se hace presente en las mejillas del rizado mientras las
cejas de Namjoon se alzan ante aquella situación. Nunca había visto a JiMin
tan sonrojado. JiMin agradece tan bajo que no sabe realmente si Somin lo
oyó y se acerca más a JungKook cuando éste pierde nuevamente, se queja y
saca nuevamente dinero, prácticamente arrojándoselo al hombre del puesto,
el cual no paraba de reír disimuladamente.

—Kook. —llamó a su amigo bajo, dulce.

—JiMinie.

—Tu padre me dijo que estás aquí desde que llegamos.

—No, no lo estoy.
La mirada del rizado va hacia Namjoon y Somin, los cuales asienten con la
cabeza y mueven sus labios, diciendo silenciosamente "si, lo está".
Nuevamente la mirada verdosa del niño con rizos va a su amigo, el cual
luce más serio de lo normal.

—Yo creo que sí. Deberíamos ir a dar una vuelta.

Su mejor amigo suspira, intentando eliminar toda la frustración que se


encuentra en su ser por haber desperdiciado tanto dinero y, con ira, arroja la
pelota, derribando exactamente tres latas. Todos quedan inmóviles, y el
hombre del puesto rueda los ojos antes de decirle de mala gana al
adolescente que escoja un premio.

—¡Gané, maldita sea! —exclama, recibiendo miradas de reproche ante el


insulto en un lugar sagrado. JiMin ríe con alegría mientras JungKook se
gira a ver a Somin.

—Escoge uno.

A la chica comienzan a brillarle los ojos, más que sonrojada y observando


los premios. Tímidamente señala una muñeca mediana, algo escalofriante
pero parecida a ella misma. El hombre le da su premio, murmurando un
"que Dios les bendiga" antes de darles la espalda, hablando con otra
persona. Comienzan a caminar, observando el lugar, recorriéndolo.

JiMin, por primera vez en mucho tiempo, se encuentra teniendo un día


bastante normal. Finalmente, luego de comprarse cada uno un pastel de
chocolate –excepto JiMin, que prefirió una bolsa de galletas– y refrescos, se
sentaron en la fuente. Namjoon, Somin, JungKook y JiMin.

Los dos primeros adolescentes se encontraban en una charla entretenida,


hablando sobre que querían comenzar una campaña para detener el racismo,
justificando cada cosa que opinaban, y lo que podrían opinar los demás de
manera errónea.

—Mierda, no quiero estar aquí. —JungKook le susurró a JiMin.


Ambos se observaron por unos segundos fijamente a los ojos. —¿Por qué?
—JiMin le tendió su bolsa y el adolescente tomó una galleta a la par en que
le daba una cucharada de su pastel de chocolate al rizado. Luego de
masticar y tragar, JungKook se encogió de hombros.

—Bueno, para empezar: la he pasado tan bien en la fiesta de halloween que,


no lo sé, esto me resulta... deprimente. Tal vez alegre a muchos pero es
que... a mí no.

—Entiendo. —asintió.

Desde que Yoongi estaba en su vida JiMin sentía que nada más lo hacía tan
feliz, incluso estando mal. —Y me he pasado el día intentando... —
carraspeó su garganta, bajando su voz.

—... intentando tirar una cantidad exacta de latas para ganarme esa fea
muñeca y dársela a Somin. —bajó su voz, inclinándose hacia su amigo.

— Pero además de que no he encontrado una forma de invitarla a una


malteada, llegaste tú y pareció embobarse así que... —suspiró y nuevamente
se encogió de hombros.

—... toda tuya.

Las cejas de JiMin se alzaron y observó de inmediato a JungKook con


indignación y reproche. ¿Qué? Intentó pensar en algún momento en donde
Somin se viese interesada en él de una manera más sentimental, pero no
encontraba. ¿Era tan iluso para no darse cuenta o su amigo estaba
exagerando?

—Uhm... no, gracias. No me gusta.

Ahora JungKook se vé indignado, devolviéndole la mirada a su mejor


amigo. —¿La has visto? —se lamenta cuando alza un poco la voz, y ambos
adolescentes se fijan en Somin y Namjoon, pero éstos parecen bastante
entretenidos.
—Si. Es adorable. —dijo JiMin, asintiendo antes de volver a ver a
JungKook.

— Pero no me gusta. Podía ayudarte con ella.

Los ojos de JungKook brillaron un poco. —¿En serio harías eso por mí? —
Haría más que eso. Eres mi mejor amigo.

El castaño sonríe. —Si, yo también estoy enamorado de ti. —bromea, y


ambos comienzan a reír.

JiMin se detiene cuando el malestar se hace presente en su estómago y


siente una brisa que le estremece todo el cuerpo. Parpadea, viendo alrededor
con ilusión, y observa a Yoongi a unos metros, entre medio de la gente y
con su semblante serio, viéndolo fijamente. Intenta no sonreír por la
felicidad y se pone de pie.

—Kookie, voy al baño. —dice, sin apartar la vista del diablo a lo lejos.

Su amigo confirma haber escuchado aquello con un murmullo y JiMin


comienza a caminar lentamente, intentando disimular mientras aprieta la
bolsa de galletas contra su pecho. Pasa lentamente por un lado del diablo, el
cual camina a la par luego de aquello. JiMin mira a la gente a su alrededor,
notando que nadie le pone atención y preparado para hablar.

—¿Yoon? ¿Qué sucede? —habla bajo, apenitas audible.

—¿Todo... todo está bien? —Si, solo quería verte. Te estás divirtiendo. —
JiMin asintió.

No se estaba muriendo de diversión, pero estaba teniendo un día bonito. —


Te echo de menos.

Yoongi parecía estar a punto de responder, pero vió algo no tan lejos de
ambos y negó lentamente.

—Qué clase de repulsivos humanos organizan cosas como éstas.


JiMin observó y sintió como le daba un vuelco el corazón. Habían cuadros
de los dos bravucones de la escuela con muchas flores rodeándolos. JiMin
no pudo evitar carraspear un poco su garganta ante el nudo que se formaba
en ella, y Yoongi estaba molesto. Sabía que aquello aún le afectaba a su
niño favorito.

—Malditas pestes. —murmuró, y con un suspiro provocó que un fuerte


viento apagara las velas y provocó que los cuadros cayeran de las mesas al
igual que algunas flores. JiMin negó antes de girarse para caminar. No
quería verlo.

Se detuvo de golpe cuando el padre William le dió un susto tremendo,


posicionado frente a él y viéndolo fijamente con semblante serio. —Park
JiMin. —dijo.

Miró detrás del niño un segundo antes de volver a verlo. —Deberíamos de


hablar. Se giró y comenzó a caminar hacia la entrada trasera de la iglesia.
JiMin miró a Yoongi antes de que ambos lo siguieran, subiendo los
escalones y deteniéndose cuando estuvieron frente al padre, el cual miraba a
JiMin con reproche, indignación.

—... ¿Qué hace él aquí? —los ojos de JiMin se abren más de la cuenta
mientras comienzan a sudarle las manos y los latidos de su corazón se
aceleran.

—¿Q-Quién?

El reproche en su mirada aumenta, y JiMin lucha para no ver hacia otro


lado. —Puedo verlo, y me sonríe. ¿Qué está planeando? Nadie está
molestando a nadie.

—No está planeando nada. —rápidamente el rizado defiende a su esposo.

—Solamente quería verificar que yo me encontraba bien, si nadie me


molesta o sucede algo.

El padre William niega con la cabeza. —¿Qué puede molestarte aquí?


¿Cómo siquiera puede estar aquí? Esto es territorio sagrado.
La risa baja, ronca y escalofriante de Yoongi se hace presente. JiMin niega,
acercándose un poco más al diablo y tomándolo de la manga de su camisa
negra con cuidado. —P-Por favor, hable con cuidado o esto no va a acabar
bien. —JiMin dice en un tono dulce, bajo.

—No le tengo miedo, estoy protegido y él lo sabe. —dice, observando


fijamente al diablo y como éste continúa sonriéndole.

—Si, pero no estoy seguro de que todos aquí estén igual de protegidos que
usted, así que por favor deje de hablar así. No va a tolerar que le falte el
respeto. —es la primera vez que Yoongi oye a su niño favorito hablar con
molestia, si llorar ni estar dolido.

Le gusta y no evita alzar y bajar las cejas, observándolo antes de volver a


observar al cura. —¿Sabe cómo se llama eso, padre? No ser egoísta y
pensar en los demás. —dice Yoongi tranquilamente, guiñandole un ojo
antes de que el padre nerviosamente vuelva a ver a JiMin.

—Bien. No hablaré de más, pero no quiero que tú estés aquí. —dice.

La firmeza que JiMin usó anteriormente para hablar se evapora, y ahora


Yoongi puede sentir la tristeza del niño, el como su día feliz se escurría de
sus manos. Le molestó. —La gente va a sentir su presencia y se va a
espantar. Tú no puedes sentirla porque estás acostumbrado.

Se equivocaba. JiMin podía, pero no la sentía tan intensamente. Asintió


lentamente, bajando la mirada. Se iría a su casa y estaría con Yoongi. A
pesar de que eso lo hacía feliz, ésto no. Se sentía repudiado en su entorno.
Yoongi rueda los ojos.

—Está bien, me iré. —dice.

JiMin alza la mirada y le agradece con una sonrisita apenitas visible. Da un


paso para estar a centímetros del padre William y lo vé fijamente a los ojos.
—Pon muchas velas de santos en tu casa, tal vez te ayuden a no encontrarte
con tu esposa muerta de su lado de la cama.
Con tan solo parpadear, el diablo desapareció, y JiMin dejó de sentir aquel
malestar en su estómago. Observó al padre William con algo de vergüenza,
pena. —Yo... lo siento. —se disculpó sin mucha gracia.

—Eres un buen niño, JiMin. Él no lo vale, y sabes cómo ésto va a terminar.


— dijo antes de darse la vuelta y adentrarse a la iglesia. ¿Lo sabía?

Mientras iba en busca de sus amigos no dejaba de pensar en que Yoongi no


le pudo dar ni un besito, ni tampoco tocarlo. La única vez que se tocaron
fue cuando JiMin le sostuvo de la manga de su camiseta, pero ni siquiera
hubo un mínimo contacto con sus pieles.

Ahora, de su cabeza no salía aquella necesidad de tenerlo, sentirlo. Quería


ser besado, sostenido y acariciado por el diablo con urgencia. No sabía
cuánto iba a durar coherente. Llegó a la fuente y todos se encontraban allí,
solo que Namjoon anotaba algo en su pequeña libreta mientras que
JungKook y Somin conversaban más cerca de lo normal.

JiMin no pudo evitar sonreír un poco mientras se acercaba y se sentaba a un


lado de Namjoon, el cual rápidamente dejó de anotar y cerró su libreta,
guardándola para observar al rizado con una sonrisa.

—JiMin. ¿Dónde estabas?

—Fui al baño. —respondió, tendiéndole su bolsa de galletas a su amigo, el


cual negó.

—No, gracias. Probé los pasteles de tu madre, están deliciosos. Es muy


buena cocinera. ¿Dónde aprendió a cocinar así?

Pero JiMin no respondió, su ceño estaba fruncido mientras miraba fijamente


el rostro de Namjoon. Éste último estaba más delgado, ojeroso, pálido...
¿Podría ser...? —Uh, ¿JiMin? ¿Todo en orden? —preguntó, sintiéndose un
poco incómodo por la manera en que el menor lo observaba, como si
estuviese analizándolo por completo.

—¿Nam? Tú... ¿Te encuentras bien? —preguntó, temiendo la respuesta que


seguramente obtendría.
El de ojos castaños parpadeó lentamente, procesando las palabras de su
amigo antes de reír bajo, nerviosamente y bajando la mirada. —Oh, si. Si,
estoy bien. Si lo dices por mi rostro, es porque no he dormido bien en éstos
días.

Oh, no... Mentía. JiMin decidió terminar el tema allí. Las horas pasaban, la
noche llegó y todos brindaron excepto el niño de rizos, que se encontraba
un poco más alejado. Sin que nadie lo viese decidió adentrarse al bosque,
intentando no caer debido a que estaba bastante oscuro.

Cuando se alejó un poco más finalmente suspiró, apoyándose contra un


tronco de uno de los miles de árboles allí y sintiendo el malestar volver a su
estómago. De reojo veía al diablo parado allí. —¿Por qué mi niño favorito
está aquí, tan solo? —dijo.

JiMin alzó un poco la mirada, viéndolo fijamente a los ojos mientras el


mayor se acercaba a su esposo hasta acorralarlo contra el tronco y su propio
cuerpo. Llevó una mano a la fría mejilla del rizado, el cual se inclinó ante el
toque y cerró sus ojos, alzando más el rostro. —¿Qué es lo que te preocupa?

—No quiero hablar de eso, Yoon. —susurra, casi pidiendo disculpas y


vuelve a abrir sus ojos, perdiéndose en los del diablo.

Se pone de puntitas de pie mientras sus brazos rodean el cuello del más alto
y roza sus labios contra los del ente. —Hoy...

—¿Si? —No me has dado ni un beso pequeñito. —dice con vergüenza y


algo de tristeza.

Yoongi sonríe de lado sin besar a su niño favorito, torturándolo con caricias
en sus labios con los propios. —¿Y tú querías un beso? —dice, fingiendo
no darse cuenta de aquello. JiMin asiente, embobado y cerrando sus ojos.

—¿Solo uno? —No.... más.

El diablo alza las cejas, llevando sus brazos para rodear la cintura del
menor. —¿Más? ¿Solamente míos? ¿De nadie más?
—Tuyos, siempre... —estaba realmente sonrojado, pero agradecía la
oscuridad del lugar. Yoongi da una lamida sobre los labios del menor, el
cual suspira temblorosamente.

—Buen niño. —dice, y finalmente acorta la distancia y le come la boca al


rizado.

El compás era lento y profundo, con JiMin ladeando su cabeza y moviendo


sus deditos detrás de la nuca del ente, el cual apretaba las yemas de sus
dedos repletos de anillos sobre la piel del menor. El beso fue prolongado,
algo ruidoso, todo lo que JiMin necesitaba. La lengua del diablo se adentró
a la boca del niño, el cual no pudo evitar soltar soniditos cuando ambas
lenguas se tocaron, acariciándose.

Se apartaron unos minutos después debido a que todo estaba más subido de
tono y Yoongi necesitaba saber qué era lo que le preocupaba a su niño
favorito. Podía oler mezclado en su aroma la preocupación, la tristeza, la
necesidad. —Dime qué ocurre.

—N-No es... no es nada. —abrió sus ojos, revoloteando las pestañas con
rapidez por unos segundos, mirando hacia otro lado.

—JiMin. —le llamó, y observó fijamente los ojos del diablo. —Puedo notar
que me ocultas algo. Dime qué ocurre, o comenzaré a pensar que alguien te
puso sus manos encima y voy a quemar todo éste lugar.

—No, no. Tranquilo. No me tocaron. Hoy fue un día bonito. —rápidamente


dijo para calmar al diablo, el cual se puso tenso pero, de todas maneras, se
aferró al niño aún más.

—Yo solo me preguntaba... ¿Tú haces tratos con más personas?

Yoongi asintió tan solo una vez. —Por supuesto.

El nudo en la garganta de JiMin comenzó a formarse lento, dolorosamente.


—Oh. —tragó saliva con fuerza. —¿Qué tipos de tratos?

—Los que ellos quieran. —¿Alguna vez han pedido... estar contigo? —Si.
El dolor en el pecho del niño se intensificó un poco, temiendo oír lo peor.
—¿Y qué... qué hiciste?

—Lo cumplí.

—¿Sigues... haciendo ése tipo de tratos con personas? —En efecto, si. —
respondió, como si nada.

La mirada de JiMin comenzó a apagarse un poco, y el ceño de Yoongi


apenas se frunció al sentir la oleada de tristeza, decepción, casi como si le
rompiesen su propio corazón el cual, hace tan solo un par de meses, creyó
que no existía.

Yoongi continuaba acostándose con personas, repitiendo una y otra vez que
era el diablo, que podía hacer lo que quisiese pero, por algún motivo, no
podía no cumplir aquello. Se soltó de inmediato del diablo, sin creerlo.

¿Necesitaba hacer más preguntas? ¿Decirle directamente "Yoongi, te


acuestas con miles de personas que requieren de tus servicios mientras te
casaste conmigo"?

—Estás entendiendo mal. —rápidamente dijo Yoongi al ver el dolor en los


ojos verdes de su esposo, y lágrimas que no tardarían en salir.

—Las personas que solicitan de mí solamente me ven una vez. Sea lo que
sea que pidan, solo una vez, en sus sueños.

—¿Así que te acuestas con ellos en sus sueños? —no pudo evitar decir el
rizado, con la voz rota.

—No. —responde de inmediato el ente. —Lo he hecho, por supuesto. Pero


cuando te conocí a ti... no pude.

JiMin parpadea y deja fluir las lágrimas contenidas, observando al diablo.


Luce perdido. —¿No? —intenta no sollozar mientras el diablo niega.

—No. —repite. Se acerca más y roza la punta de su nariz con la de su niño.


—Los manipulo. Les envío un demonio cualquiera que los haga creer que
están negociando conmigo. —aclara.
La respiración de JiMin se vuelve calmada nuevamente, y se muere por
llorar. —Niño... te di mi maldito anillo.

JiMin baja la mirada intentando no sollozar. Se había llevado el susto de su


vida, hasta podía sentir su corazón roto incluso luego de que el diablo le
confirmara que no estuvo con nadie. —Una persona cercana a mí está
siendo poseída. No se lo merece.

Yoongi lo observa por unos segundos. —Si está siendo poseída y aún no ha
matado a nadie significa que él hizo un trato. —dijo con calma.

¿Namjoon haciendo un trato? ¿Por qué lo haría? JiMin negó. No. Estaba
mal. —No importa si él lo hizo o no, es una persona excelente y no se
merece terminar muerto e ir al infierno. —el niño justificó.

Ahora Yoongi se veía un poco molesto. —¿Y tú si lo merecías? —reprochó


mientras ambos, nuevamente, se observaban fijamente.

—... Es diferente. —susurró JiMin luego de unos segundos, bajando la


mirada. Tal vez no lo merecía al principio, pero ahora... ahora se merecía lo
peor.

—Te aseguro que eres uno de los humanos más inseguros de sí mismo que
alguna vez conocí. Nunca creerías que podrías llamar mi atención, incluso
sigues sin creerlo ahora así que no hay manera de que me llamaras creyendo
que esto sucedería. ¿Qué es diferente entre esa persona y tú? —preguntó.

Era la verdad. JiMin era demasiado inseguro de sí mismo, y le gustaba,


claro. Pero detestaba cuando éste se echaba toda la culpa de las acciones
malas que el ente hacía.

—Es una buena persona, y yo no lo soy. —respondió el rizado con firmeza,


completamente convencido y alzando la mirada para ver nuevamente al
amor de su vida, el cual parecía tranquilo, pero no sonaba igual.

—¿Cómo puedes referirte a ti de esa manera? —dijo, ofendido.


Era increíble cómo se encontraba defendiendo a su esposo... de su propio
esposo. —JiMin, tú eres puro. —el niño negó. —Una persona pura no mata
a tres personas, ni envía a su propio padre al infierno.

Yoongi le dió un lento y suave beso en los labios. Quería curar toda culpa,
todo mal sentimiento pero, maldita sea, era el diablo. —Podríamos
conversar sobre ellos cientos de veces y, créeme, mi respuesta sería la
misma: la responsabilidad es mía. —siempre que podía se lo repetía, porque
era la verdad.

Por supuesto que Yoongi sabía por qué JiMin sentía culpa: éste último había
traído al diablo a la tierra –cosa que estaba mal porque el ente subía de vez
en cuando antes de estar con el niño– sabiendo que el rey del inframundo ni
iba a dar solo un par de sustos. JiMin lo sabía, y sentía que era su
responsabilidad debido a que él llamó a Yoongi.

—No lo es... es mía. E-Es mi culpa, yo lo siento. —su voz se entrecortó y


más lágrimas cayeron por su rostro mientras bajaba aún más la cabeza. Era
la primera vez que lo decía en voz alta.

—Lo sientes mal. —dijo Yoongi, abrazando más contra su pecho a su niño
favorito.

—¿Me has mentido? —... ¿Q-Qué? —¿Eras tú el que me rogó por no enviar
a tu padre al infierno?

—Si. —respondió apenitas audible, limpiando sus lágrimas y refregando su


rostro contra el pecho de Yoongi, como un gatito necesitado de minutos.

La boca del diablo fue a su cuello, besando delicadamente porciones de piel


antes de que su boca quedara cerca de la oreja del niño. —¿No eras tú el
que enloqueció cuando vió a las personas que iban a dejar que te ahogaras
en un lago muertas? —susurró.

—Fui yo quien dijo tu nombre para que a mi padre le diera un ataque al


corazón. —contraatacó JiMin. —No. Ése fuiste tú llamándome para que te
salvara a ti, no para que lo matara. Iba a quemarte, a torturarte. —justificó,
respirando profundo unos segundos debido a que la ira del recuerdo
regresó.

—Yoon... —sorbió su nariz y fue alejado del pecho del diablo y tomado por
las mejillas. Nuevamente se observaron fijo mientras los pulgares del ente
limpiaban las lágrimas del rizado.

—Debes dejar de hacerte responsable de todo lo que yo haga. —comenzó, y


muy seriamente. —He hecho cosas peores, y si con cada situación de la que
yo me ocupo creerás que es tu responsabilidad, entonces vé y cásate con
Dios, porque lo único que vas a observar a mi lado es a mí arruinando vidas
de personas que pidieron por ello.

JiMin se quedó en silencio, luchando para no hipar y respirando profundo


por la nariz. —N-No. Yo quiero estar contigo. —Bien, eso esperaba. —
responde Yoongi, sonriendo de lado antes de besarle suavemente los labios,
apartando su rostro un poco.

—Mírame. — JiMin hizo lo que el ente dijo. —Te necesito pensando, te


necesito cuerdo. —el niño asintió, intentando ocultar el pucherito en su
labio. Yoongi lo lamió.

—Yoon, te amo. —susurró con vergüenza.

—Lo sé. —dijo antes de iniciar otro exquisito y prolongado beso. Se


apartaron cuando, nuevamente, las cosas subían de tono.

—Vuelve, o comenzarán a buscarte. —dice, apartándose del todo y


besándole los nudillos al niño antes de guiñarle un ojo.

—Está bien... —Estaré aquí mañana, en la tarde. Tengo asuntos pendientes


hoy. —Te voy a extrañar.

¿Qué era esa sensación en su cuerpo cuando JiMin decía algo como eso?
¿Alguna vez en su eternidad alguien lo había extrañado? Lo observó unos
largos segundos, neutro.
—Y yo... —dijo, admirando el rubor en las mejillas de su niño favorito y la
tímida sonrisita.

—Ahora vé. Vé.

JiMin se dió la vuelta, caminando fuera de aquel bosque y limpiando bien


su rostro en el camino. Tenía frío, y el diablo no estaría para abrazarlo en la
noche. La kermés acabó. Todos se fueron en sus respectivos coches y
cuando la familia Kim llegó a su casa, luego de ayudar a bajar las sobras de
su madre, el niño de ricitos se fue a su cuarto.

Se quitó la ropa al llegar al sótano y tomó aquella vieja mantita que usaba
para poder dormir cuando era pequeño. La envolvió a su lado, en la cama, y
se abrazó a ésta, lentamente sumergiéndose en un profundo sueño donde
Yoongi lo sostenía y le acariciaba el cabello. Se sentía real.

Lo que JiMin no sabía es que alguien se encontraba en su cuarto ésa noche,


acariciándole el cabello y... no era Yoongi.

....

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Ay, ay se nos viene ay~


XVI

JiMin despierta al siguiente día, completamente a salvo, con su madre


llamando a la puerta e intentando evitar que el niño llegara tarde a la
escuela. Los ojitos verdes se abren lentamente, y frente a él, más bien, a su
lado, el diablo lo observaba mientras una de las comisuras de sus labios se
elevaba lentamente.

—Yoon... —susurra suave y dulcemente, su voz sonando ronca debido a ser


la primera vez en el día que hablaba.

La mano repleta de preciosos anillos de oro del ente va a los ricitos color
chocolate de su niño favorito, el cual cierra nuevamente sus ojos y parece
volver a revivir aquel momento en el cual no supo su realmente estaba
despierto o había sido un sueño. Decidió quitarse la duda.

—¿Estuviste aquí toda la noche?

—No, he llegado hace unos minutos. —responde.

JiMin no se preocupa debido a que no se le cruza nada extraño por la


cabeza, y además realmente estaba muy dormido así que no puede saberlo
con exactitud. Comienza a refregar sus ojitos para no estar tan adormilado y
poder levantarse para, al menos, darle un beso al diablo.

Sin embargo, éste último resulta ser más rápido debido a que se inclina y
comienza a dejar suaves y lentos besos por el pálido y suave rostro de
JiMin, el cual envuelve el cuello del ente con sus brazos y vuelve a cerrar
sus ojos. Puede sentir como se está durmiendo poco a poco. Es cuando
Yoongi lleva su mano a la espalda del rizado para darle una suave e íntima
caricia por debajo del pijama que siente unas líneas de piel sobresalidas
rozando las yemas de sus dedos.
El cuerpo del niño se estremece con un leve dolor y frunce el ceño,
volviendo a abrir los ojos y observando el semblante del diablo. Éste tiene
los ojos un poco más oscuros. —¿Qué te sucedió? —exige saber.

—¿Qué? ¿Qué tengo? —ni siquiera intenta verse debido a que es imposible.
Yoongi presiona un poco su mano en los rasguños, provocando que JiMin
sisee en un reclamo pero, apenas terminó, ya no sintiese más dolor. El
diablo había sanado sus heridas.

—¿Yoon? ¿Qué sucede? Me estás... me estás asustando.

—No hay nada de qué asustarse. —miente, y atrajo a JiMin, volviendo a


sentarse y dejándolo en su regazo, contra su pecho. El niño no se negó e
incluso refregó su rostro contra el torso del arcángel, como un gatito.

— Levántate y vé a la escuela. Tengo unos asuntos pendientes, pero me


verás aquí en la noche. —JiMin asiente y Yoongi lo toma del mentón,
inclinándose y dejando un suave beso en sus labios.

—Vé, se hace tarde.

En realidad le importaba una mierda si se le hacía tarde en la escuela,


porque la escuela y todo el maldito mundo, excepto JiMin, le importaba una
mierda. Sin embargo, debía resolver unos asuntos pendientes. Porque el hijo
de puta se metió con su niño.

El rizado se pone de pie luego de recibir un suave beso que le dejó


cosquilleando los labios y salió de encima del regazo del diablo, caminando
tranquilamente hacia el baño y cerrando la puerta detrás. A Yoongi no le
tomó ni un segundo ponerse de pie y, en un parpadeo, estar en la habitación
del último piso de la casa. La habitación de Seung y Eunji, solo que se
encontraba el primero, el cual en realidad no era Seung y estaba en camisa
blanca y calzones, buscando ropa para vestirse mientras silbaba una
melodía irreconocible y completamente inconsciente de que el diablo se
encontraba a unos centímetros, detrás de él.

—¿Tú le hiciste eso en la espalda a JiMin? —dice, y el demonio se lo toma


tan sorpresivamente que arroja el pantalón que tenía en su mano y dar un
grito algo cómico, girándose y observando aterrado al diablo.

—¿Q-Qué? No. No, no, señor. No. —da unos pasos hacia atrás hasta estar
pegado a la pared.

—Y-Yo ni siquiera le hablo. —Eres el único demonio en la casa, y mi niño


tiene rasguños en su espalda. —Seung no paraba de negar con la cabeza,
aterrado.

Y es que Yoongi podía hacer lo que quisiese con éste. —No fui yo.

No. Sabía que no mentía, y aunque sus ojos estuviesen oscuros y quisiese
matar a alguien, no podía culpar a quien no era, porque JiMin podía estar en
peligro, y había que solucionarlo de una forma u otra. Asiente lentamente,
completamente serio. —De todas formas, ya me aburriste. Vete, y haz que
vuelva el infeliz. — ordena.

El demonio que habitaba el cuerpo de Seung no parece feliz por ello, pero
intenta no demostrarlo y asiente. —Dile que si dice una palabra sobre donde
estuvo volverá indudablemente. Y tú... —alza un poco su cabeza en señal de
autoridad. —Si te llegas a escapar, voy a encargarme de que pases la peor
eternidad de tu vida.

—S-S-Sí. Sí, mi rey. —se para derecho en su lugar, listo para irse.

—Una cosa más. —Yoongi se va acercando lentamente al demonio, y


cuando lo tiene a tan solo centímetros, comienza a sonreír lentamente, de
lado.

—Corre la voz. Hay un príncipe.

—P... Príncipe.

—Eso es. Que rápido aprendes. —dice, y aunque suene cómico, su


expresión de victoria no ha cambiado.

—Y su alguien vuelve a poner un solo dedo sobre él... voy a chasquear mis
dedos, y se van a morir todos. ¿Capiche?
El demonio tan solo asiente, completamente tembloroso, antes de alzar su
rostro, viendo hacia el techo y abriendo su boca. Humo negro sale de su
boca fugazmente antes de caer al suelo, desmayado... pero respirando. El
desgraciado estaba de vuelta. Yoongi camina hacia la puerta y le pone
pestillo antes de, nuevamente, volver a la habitación de JiMin.

Éste último se encontraba frente al espejo de su cuarto, finalizando de


abotonarse la camisa. Se giró a ver a Yoongi al notarlo de reojo, y éste se
acercó de inmediato, abotonándole el último botón con calma, paciencia,
pero muy rápidamente.

—Tu padre va a regresar. —dice.

JiMin se lo queda observando, inmóvil ante la manera natural de Yoongi


por decir cosas importantes y que claramente le iban a provocar un leve
shock. —... Está bien. —tan solo pudo decir luego de unos segundos
mientras su esposo le subía los tirantes por los hombros.

Ambos se vieron fijamente por unos segundos antes de que Yoongi pasara
lentamente los brazos por la cintura de su niño favorito, acercándolo. Éste
último se puso de puntitas de pie y ambos comenzaron una suave y lenta
sesión de besos, ladeando sus cabezas hacia lados contrarios y sintiéndose,
realmente haciéndolo por primera vez en el día.

Los deditos de JiMin acariciaban tímidamente el cabello de la nuca del


diablo, mientras que éste último se tomaba la libertad de, luego de haber
acariciado la espalda del rizado, acariciarle los glúteos. El beso, poco a
poco, fue volviéndose más intenso, pero continuaba lento.

Finalmente se alejaron debido a que el calor comenzaba a reinar en aquel


lugar, y se hacía tarde como para comenzar una sesión de algo más. JiMin
debía de ir a la escuela, encargarse de ver cómo estaba Namjoon. Yoongi
debía averiguar quién mierda dañó a su esposo, y hacerlo pagar.

—Vendré en la noche... —el rey del inframundo dice sobre los labios de su
bebé, el cual asiente apenitas con la cabeza. Ninguno puede separarse aún.

—... y te haré sentir bien. —Si...


Yoongi le da unos últimos besos en los labios antes de subir sus manos a la
cintura del rizado y besarle la mejilla, finalmente separándose y dando unos
pasos hacia atrás. —Si algo sucede con tu padre, quítate el anillo. Voy a
sentirlo cuando lo hagas.

JiMin asiente lentamente y, con un guiño de ojo, en un parpadeo el diablo


desaparece. El leve vacío aparece en el pecho del rizado y siente que no
quiere hacer mucho, pero pone lo mejor de sí y sale de la habitación luego
de tomar sus cosas. Se apresura en tomar un té y comer unas tostadas,
llevándose para el camino una manzana debido a que, según Eunji, su padre
no se sentía bien y planeaba quedarse en el cuarto.

Eso fue un alivio para JiMin y salió rápidamente de la casa antes de que
Seung cambiara de opinión. Tenía miedo, pero intentó no preocuparse...
aunque sí lo hizo. Su padre lo odiaría, seguramente. Finalmente, en la
escuela, luego de las aburridas clases, JungKook y JiMin conversaron de
todo en el almuerzo.

Namjoon pasó por un lado de éstos, pero ni siquiera notó que estaban allí.
Se veía perdido, cansado, y el rizado no sabía qué hacer. Decidió esperar un
día más, pensando exactamente cómo confrontar al de ojos castaños.
Cuando la hora de salida se hace presente, el niño de ojos verdes no quiere
volver a su casa.

Teme aquel rechazo que probablemente recibirá, y teme el sentir que se lo


merece, aún si lo hace a menudo. Se lo merece. Se merece de todo. Al no
poder explicarle algún motivo a JungKook y necesitar estar al aire libre a
pesar del tremendo frío que hacía, una vez se despide de su amigo,
comienza a caminar hacia aquel parque en el que ambos repartieron
volantes en contra del halloween.

No era muy lejos, y era realmente bonito, excepto por lo solitario y triste.
Lucía como él. Una vez estuvo allí, eligió un banco que se encontraba
dentro del parque, cerca de las palomas y de un monumento, el cual era un
hombre con sus brazos abiertos, como si estuviese sosteniendo algo, pero
no había nada.
Extraño. Suspiró y se apoyó contra el respaldo, respirando profundamente
por la nariz y oyendo los pájaros cantar. Necesitaba tranquilidad, necesitaba
dejar de pensar. Sentía que se estaba volviendo loco.

—¿Por qué estás aquí, tan solo? —sus ojos se abrieron rápidamente,
revoloteando sus pestañas a la par que sonreía al ver a Somin frente a él con
una tímida sonrisa.

Estaba muy abrigada y llevaba dos trenzas. Su nariz estaba roja por el frío –
como la de él– y también sus mejillas. Se veía adorable. La adolescente no
dudó en sentarse a su lado. —No es por entrometerme, pero hace mucho
frío aquí. Vas a resfriarte.

—Lo sé, pero... —niega lentamente, viendo alrededor y sin poder evitar
sonreír de lado. —... disfruto mucho el frío. Siento que la gente no sabe
aprovecharlo, pero no quiero juzgar a nadie.

—En parte, es cierto. —afirma la rubia, asintiendo y encogiéndose de


hombros a la vez que ocultaba sus manos entre sus piernas. Aparentaba
tener frío.

—Yo opino que el frío se debe disfrutar, pero depende de cuánto frío haga.
No quiero, tú sabes, quedar congelada como él... —apuntó con su dedo
índice hacia el monumento del hombre. JiMin ya había comenzado a reír.

—... y que la gente crea que soy un monumento de un parque. —finalizó,


también riendo.

Era chistosa. Con razón JungKook la quería. Oh, ¡JungKook! JiMin se


acomodó de lado, preparado para hablar. —¿Qué tal las cosas con
JungKook, Somin? —intentó comenzar el tema.

La adolescente parpadeó rápidamente, lucía algo perdida con el cambio de


tema de conversación. —¿Qué hay con JungKook?

—Oh, no lo sé. —el rizado se encogió de hombros. —Pues... yo creo que


ustedes harían muy linda pareja.
Las mejillas de la adorable chica se volvieron rojas. —Oh, vaya... uhm. No
lo sé.

—¿No te... gusta? —Oh, no. Si, me gusta. —emoción fluyó desde el pecho
de JiMin.

— Es muy amable, muy dulce, y muy lindo pero, a decir verdad... también
me gusta alguien más.

JiMin se lo tomó con algo de sorpresa al principio, pero no le parecía nada


indignante. A pesar de que, tal vez, el corazón de su mejor amigo se
rompiera en mil pedazos, no juzgaba el que a alguien pueda gustarle dos o
más personas a la vez. Era algo que no podía evitarse.

Por supuesto que a él no le sucedía, porque Yoongi era tan único, diferente,
excitante y dulce que siempre lo hacía querer más, y más. Somin se veía
como si tuviese miedo de ser juzgada y también como si tuviese esperando
de que JiMin no creyera que era una cualquiera.

JiMin jamás creería eso de una mujer. A veces sentía que nació en la época
equivocada. —Oh, lo siento. Yo... bueno, no sabía. Creí que solo te gustaba
JungKook. —la mirada de la chica baja al suelo y mueve sus pies. Luce
avergonzada.

—No hay nada de malo en eso, pero yo creo que deberías de aclararlo con
mi amigo porque él... pues está muy ilusionado.

Somin se mantuvo callada por unos segundos. JiMin se preguntó si la había


incomodado e incluso estuvo a punto de pedir disculpas, pero la chica
rápidamente alzó la mirada y se lo quedó observando fijamente. Lucía aún
más sonrojada.

—¿Tú no... no quieres saber quién me gusta? —dice.

JiMin parpadea lentamente, procesando aquellas palabras. —Uhm, claro. —


que no sea Namjoon, que no sea Namjoon, que no sea Namjoon.
—¿Seguro? —se acerca más hacia JiMin, el cual no es consciente de
aquello debido a su inocencia. —Porque... bueno, no me preguntaste.

Si era Namjoon, todo se iba a arruinar. JungKook obviamente no diría nada


en contra, pero estaría tan dolido por la relación de éstos que no podría ni
ver al de ojos castaños a la cara.

—No quería sonar entrometido. Puedes contarme si g—Tú. Oh.

—... ¿Qué? —Me gustas tú.

JiMin no podía explicar la vergüenza, timidez, incomodidad y fobia que le


dió en aquel instante. Su rostro probablemente era una mezcla de colores,
sus ganas de correr lejos hasta llegar a los brazos de Yoongi eran infinitas y
la incomodidad por su obvia homosexualidad estaba más que visible.

Sintió las manos de la chica tomar sus mejillas; lucía preocupada. —


¿JiMin? Reacciona, por favor.

Parpadeó y se apartó tan solo un poco, aún sonrojado y sorprendido.


Realmente creía que iba a decir "Namjoon". —Y-Yo... no sé qué decir.

—B-Bueno, podrías comenzar con algo como... "Somin, te diré lo que yo


siento." —dijo, intentando ayudar.

Pero lo empeoraba. Lo empeoraba porque, demonios, JiMin sentía culpa. —


E-Es que... —negó lentamente.

Sentía que cada cosa que iba a decir lo haría tartamudeando. Se tomó unos
segundos para respirar profundo. —... ¿Cómo puedo gustarte? Me conociste
ayer. A JungKook lo conoces hace más de dos semanas.

Bueno, eso no tenía mucho sentido. Él se había enamorado de Yoongi al


segundo en que lo vió. —No lo sé. Uhm, pues yo... te vi, y me gustaste.
Tú... ¿saldrías conmigo?

Ahora JiMin iba a morir. Ya. Ya murió. —Somin, yo... —bajó la mirada y
negó lentamente. Ni siquiera podía observarla. No podía creer que él estaba
rechazando a alguien, que estaba rompiendo el corazón de una frágil y
dulce chica.

Siempre era él a quien le rompían el corazón. —... lo siento, pero me gusta


alguien más. Y yo jamás podría hacerle eso a JungKook.

Los ojos de la muchacha están llenos de lágrimas mientras aprieta sus


labios por unos segundos, al borde del llanto. —¿Cómo sabes que él gusta
de mí? Puede estar fingiendo.

—Él no haría eso, lo conozco. —dice, y era cierto pero, en parte, entendía a
la muchacha por creer aquello.

JungKook había estado con varias chicas, y siempre decía que había que
disfrutar de la soltería. Pero era diferente invitar a salir a alguien, a darle un
beso y nunca más verla. —Es mi mejor amigo. —susurró.

Quería tanto, tanto a JungKook. Era muy linda persona, y esto le dolía.
Ahora, más que nada, prefería que la respuesta hubiese sido "Namjoon".
Alzó la mirada al oír unos sollozos bajitos y sintió dolor en el pecho al ver a
la chica llorar. —Somin, no llores. Lo siento...

Se veía como si estuviese enojada y triste. JiMin no tuvo ni tiempo de


acercarse debido a que la adolescente se puso de pie y comenzó a caminar
mejor, hacia su hogar, supuso JiMin, el cual cerró nuevamente sus ojos y
dió un profundo suspiro para calmar los fuertes latidos de su corazón. Al fin
y al cabo, parecía que había ido al parque a hacerse un problema más.

Sin embargo, aquella manera de confrontar las cosas le llevó a pensar en


que podía hacerle frente a su padre. Intentó meterse en su cabeza que no
necesitaba a su padre, que no quería su amor. Que estaba muy bien tan solo
con Yoongi. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia su casa.
Obviamente no era verdad. Todo le afectaba, y tarde o temprano iba a
acabar con él.

Podía sentir el rubor en sus mejillas incluso cuando estaba por abrir la
puerta principal de su casa. Entre medio de los pensamientos de cómo sería
ver a su padre recordó la incómoda sensación de Somin confesándose,
tomándole del rostro y preguntándole si saldría con ella y es que, ay Dios.

Por otra parte, se sentía algo perseguido. ¿Yoongi lo habría visto? De


seguro que no, no había sentido su presencia en todo el día. Recordó que si
tenía un problema con su padre debía de quitarse el anillo ya que el diablo
lo sentiría. Lo tuvo en mente mientras abría la puerta, cabizbajo, y se giraba
para cerrarla. Cuando volvió a girarse pudo sentir los brazos de su padre
envolverlo en un abrazo.

Entre la sorpresa y el susto quedó inmóvil, con sus brazos colgando a los
lados de su cuerpo y oyendo cerca de su oreja la respiración entrecortada de
su padre. —L-Lo siento. Lo siento tanto, hijo. —dice.

JiMin continúa quieto, aún temiendo. —Jamás volveré a tocarte, jamás


volveré a hacerte daño ni a ti, ni a tu hermana, ni a tu madre. No puedo
remediar las cosas, pero aprendí la lección. Realmente lo siento.

Se separan un poco, y el hombre tiene lágrimas fluyendo por sus mejillas.


JiMin lo vé fijamente a los ojos, y no sabe si es porque quiere que sea así o
porque realmente lo es, pero Seung realmente se vé arrepentido. Incluso
diferente. ¿Quién era él para condenarlo? Tragó saliva con fuerza antes de
asentir. Le temblaban las manos.

—Lamento haberte dado un ataque al corazón. —se disculpó.

Lo tenía que decir, aunque sonara extraño. —Me lo merecía. —rápidamente


responde su padre, negando lentamente. No quería disculpas de su hijo, no
debía. —Mira, sé... sé que he sido un desgraciado. Voy a probarte que he
cambiado, éstos años yo...

—¿Años? —JiMin lo interrumpe. Seung ahora lo observa fijo, asintiendo


con algo de confusión.

—Papá, estamos en el mismo año que cuando te fuiste.

El hombre permanece quieto, procesando aquella información al igual que


JiMin, el cual ahora se siente aún más culpable. Había hecho pasar a una
persona años en el infierno, y no a cualquiera. A su padre.

—Oh, bueno. Creo que lo sospeché, todo se vé igual. —dijo, suspirando y


observando nuevamente a su hijo, negando lentamente.

—Te he echado de menos...

Estaba temblando, y necesitaba darse un baño. Un refrescante y tranquilo


baño. —Yo... voy a ir a darme un baño. —dice, apartándose un poco.

—Oh, si. Sí, claro. Yo estaré aquí por si me necesitas. —responde su padre,
y luego de unos segundos se gira para ir hacia la cocina.

JiMin aprovecha aquello y también se gira, caminando rápidamente hacia


las escaleras, cerrando la puerta antes de comenzar a bajarlas y llegando a la
otra puerta, adentrándose en su cuarto y cerrando la puerta con seguro. Su
respiración estaba algo agitada, pero intentaba mantenerse tranquilo como
sea mientras se encaminaba hacia el baño. Llegó a este y comenzó a llenar
la bañera luego de ponerle el tapón.

Había decidido sobre cualquiera, como si fuese algún tipo de Dios, a jugar
con la vida de una persona. De su sangre, su familia. Su padre. Se
disculpaba, y había estado durante años en el infierno gracias a él. No
importaba que no fuesen realmente años, pero en el inframundo sí lo era, y
le dolía. Le dolía.

¿Quién era él para decidir sobre la vida de los demás? ¿Quién era él para
aceptar disculpas de su padre, cuando era él quien debía disculparse?
Porque sí, Seung se había equivocado, pero estaba seguro que unas
quemaduras en el cuerpo no se comparaban con años en el infierno.

Cerró el grifo cuando la bañera estuvo llena de agua tibia y tan solo se
deshizo de sus zapatos, adentrándose temblorosamente y vestido con
camiseta, pantalones, tirantes y calcetines al agua. Cuando su cuerpo se
sumergió en ésta, se acurrucó en un rincón de la bañera y cerró sus ojos,
llevando sus manos temblorosas a su pecho.
Estaba demasiado nervioso, pero el agua estaba haciendo su efecto, y poco
a poco su cuerpo se relajaba. Comenzó a respirar normal y mojó sus manos
para pasarlas por su rostro, refrescándose. ¿Había estado tan desesperado
por relajarse que se había metido vestido? Rayos, realmente debía de tener
los nervios de punta.

Un malestar se hizo presente en su estómago y sus ojos se abrieron, pero no


encontró a nadie allí. Y el malestar era diferente. Era como el que
experimentó con Yoongi la primera vez que se presentó: escalofríos, miedo
profundo y un vuelco en su corazón. Su ceño se frunció.

—... ¿Yoon?

Un silencio ensordecedor provocó que otro escalofrío viajara por su


columna vertebral a la vez que una leve presión se hacía presente en sus
hombros. Su cuerpo se aflojó al no entender, y sentía algo empujándolo
fuerte pero despacio hacia abajo.

Se sostuvo con fuerza de los bordes de la bañera, sin siquiera poder hablar
debido al susto, pero fue como si aquella fuerza sobrenatural se diese cuenta
de que JiMin estaba rehusándose a hundirse, porque de inmediato la presión
en sus hombros aumentó y en un parpadeo se encontró bajo en agua, con su
cabeza rebotando contra el fondo de la bañera pero no lo suficientemente
fuerte como para desmayarlo.

Las burbujas salían de su nariz y gemidos ahogados de su boca, dejando


salir gran parte del aire que intentaba contener. Sus manos fueron a sus
hombros, pero no sentía nada que lo sostuviese. No había nada.

Intentó salir, se sacudió y pataleó, pero nada servía. Justo cuando estuvo a
punto de darse por vencido, un pensamiento fugaz atravesó su mente y llevó
su mano al anillo, quitándoselo y dejando que se perdiera en el agua.
Segundos después, la fuerza desapareció junto al malestar, tan solo para que
otro malestar reconocible se hiciera presente.

Se sentó en la bañera y comenzó a toser con todas sus fuerzas el agua que
se había tragado, respirando profundo como podía mientras volvía a estallar
en un mudo ataque de nervios.
—JiMin. —el diablo se aproximó de inmediato y lo tomó del rostro,
alzándolo y verificando que estuviese bien.

—JiMin, ¿me oyes? JiMin. —llamó al notar como su niño favorito se veía
aún desesperado.

En una temblorosa exhalación se le escapó un lastimoso y entrecortado


sollozo, y sus ojos no tardaron en soltar lágrimas. El ente lo envolvió en sus
brazos de inmediato, atrayéndolo a su pecho. —Te tengo. Aquí estoy.

El rizado se aferró con todas sus fuerzas a su esposo, y éste último lo


levantó como pudo, sin importarle arruinar su elegante vestuario negro y
tomándolo en brazos. Tomó una toalla y se encaminó nuevamente al
dormitorio, estirando la toalla sobre la cama y luego dejando el tembloroso
y mojado cuerpo de su niño, el cual continuaba sollozando. Se cayó un poco
mientras Yoongi le quitaba la ropa, comenzando a sonrojarse al quedar tan
solo en ropa interior.

El ente lo volvió a sentar y tomó la toalla, acercándolo y comenzando a


secarlo lenta y delicadamente, brindándole todo el cuidado que se merecía,
pero, maldita sea, era el diablo. Ambos estaban en silencio mientras Yoongi
se ponía de cuclillas y le secaba los deditos de los pies a su niño, el cual
limpiaba sus lágrimas y comenzaba a sentir frío.

El diablo comenzó a desabotonar su propia camisa, quitándosela y


revelando aquel torso marcado y lleno de tatuajes, símbolos y palabras
irreconocibles ante los ojos de JiMin, el cual fue abrigado por ésta camisa.
Yoongi comenzó a abotonársela y le subió las mangas para que no le fuera
tan larga.

—Y-Yoon... —las manos del diablo fueron a los muslos de su niño, y alzó
la mirada para verlo mejor desde la posición en la que se encontraba.

—... algo me empujó. —Lo sé.

—Tengo miedo. —dijo con un hijo de voz. Sentía que iba a enloquecer, era
demasiada paranoia. Tenía demasiadas preguntas, pero apenas podía
respirar. —No lo tengas, ya estoy aquí.
JiMin comenzó a llorar nuevamente, siendo algo ruidoso. —N-No vuelvas a
irte. —dijo, dejando fluir las lágrimas por sus mejillas.

Era demasiado. Realmente demasiado. Yoongi lo observa fijamente por


unos segundos, y JiMin desearía saber qué ronda por la cabeza de éste antes
de que asintiera. —No me iré. —simplemente dice antes de ponerse de pie.

—Métete en la cama, voy por el anillo. —No, no. —rompe nuevamente en


sollozos, cerrando sus ojitos con fuerza y llevando sus manos a una de las
manos del ente.

— P-Por favor. Yoon...

—Está bien. De acuerdo. —Yoongi se acerca más y lleva sus brazos a la


cintura del menor, poniéndolo de pie. A éste le tiemblan las piernas.

Quitó la toalla, dejándola en el suelo y abrió las cobijas, acostando a JiMin.


Lo dejó allí y tan solo fue al mueble, buscando un cambio de ropa interior y
volviendo cuando lo encontró. Le quitó a JiMin la que llevaba puesta y le
puso la nueva, subiéndola lentamente por sus preciosas piernas.

Lo acomodó mejor en la cama y le subió su propia camisa antes de inclinar


su rostro y dejar suaves besos en la pancita del menor. Yoongi estaba siendo
realmente dulce, realmente cuidadoso con él cuando el resto del mundo era
un asco. El diablo. ¿Era afortunado? Se acomodó a un lado y llevó las
cobijas sobre sus cuerpos.

JiMin rápidamente se acurrucó contra el pecho del ente y ambos enredaron


sus piernas. La temperatura corporal del rey del inframundo era cálida, y
eso ayudaba mucho al rizado a relajarse. —Puedes dormir, yo estoy aquí y
no permitiré que toquen a mi niño favorito.

—¿No te irás?

—No me iré. —llevó su mano a los ricitos del adolescente, acariciándolos.

JiMin tardó más de media hora en dormirse, y Yoongi... Yoongi estaba tan
malditamente furioso.
....

hi, no te olvides de dejarme tus votos y comentarios vale?

os ha gustado?

espero poder finalizar esta adaptación, antes de que me den bajones y quiera
enviarlo a borradores nuevamente!!

gracias por dejarme tus comentarios, votos y compartir la historia~

TKM.
MinMin.
XVII

Las luces están apagadas, el cuarto a oscuras y frío, a pesar de que las dos
personas en él se encuentran muy calientes. La nieve ha comenzado a caer
fuera y el viento golpea contra la ventana que hay casi llegando al techo,
pero JiMin se encuentra muy ocupado para prestar atención a la tormenta
que, poco a poco, comienza a formarse.

No puede dejar de gemir sobre la boca del diablo debido a las aceleradas
embestidas que éste le daba. Tan solo se oían los chasquidos que formaban
sus labios, la cama crujir un poco y el sonido de Yoongi entrando y saliendo
de JiMin. Ambos desnudos, unidos de la mejor forma posible.

—Voy a... —intentó avisar el rizado, pero fue demasiado tarde.

Soltó un jadeo ahogado y algo agudo mientras arqueaba la espalda y


doblaba los deditos de sus pies, tensando cada músculo de su cuerpo a la
vez que su esencia salía, manchando ambos torsos. Exquisito. Mientras
intentaba recuperar la respiración, se mantuvo inquieto hasta que el ente
llegó al orgasmo en su interior. Ambos quedaron sudorosos, respirando
entrecortado y con los cuerpos pegados.

Yoongi se sostenía con sus brazos a los lados de la cabeza de JiMin, y


comenzaba a darle profundos y lentos besos en los labios, los cuales eran
correspondidos de inmediato. Sus manos bajaron por el pequeño cuerpo del
menor hasta llegar a las nalgas. —Ya no voy a dejar que nadie vuelva a
lastimarte. —presionó sus manos para apegarlos más, sin dejar de besarlo.

Los brazos del menor rodeaban el cuello del ente. —Tú eres mío. —Si... —
y, maldición, sí que lo era.
Los besos continuaron, pero Yoongi pudo notar como éstos se volvían más
lentos de parte de su niño favorito. Salió del interior de éste último y se
puso a su lado, atrayéndolo a sus brazos y agitando su mano, provocando
que las cobijas volaran en su dirección y los taparan a ambos. Sabía que
JiMin no tenía sueño, porque llevaba durmiendo gran parte de las tres
semanas que había pasado sin irse ni un momento.

El niño tenía miedo, incluso a veces temía estando junto al diablo y éste
debía de comenzar a explicarle que nada más malo que él podía permanecer
a su lado a la vez que el ente se encontraba allí. Estaba delgado, pálido, con
marcas que él no hacía. Eran golpes.

Golpes insignificantes como rozar los dedos contra un mueble, o marearse y


apoyarse bruscamente contra una pared. Ya no reía tanto, sonreía poco, y se
mareaba mucho. ¿Debía Yoongi ignorar las súplicas de JiMin e irse en
busca de lo que lo dañó? No estaban llegando a nada, y su niño moría
lentamente. Por su culpa. Se pasó la noche en vela, como siempre,
pensando miles de cosas mientras acariciaba el rostro de su esposo y lo
admiraba hasta el amanecer.

Era 20 de diciembre. La nieve continuaba cayendo y la familia Kim


empacaba para irse a la cabaña en la cual siempre se hospedaban para pasar
la navidad junto a los tíos y primos de JiMin. Éste último se encontraba
doblando ropa sobre su cama con un bolso abierto a un lado. Dominique se
oía en el piso de arriba y el rizado no paraba de tararearla.

Yoongi lo observaba en una esquina con los ojos más grandes de lo normal
y serio, como si estuviese traumado: aquella canción había sido reproducida
más de siete veces y su esposo la seguía tarareando. —Por mí. —dice el
diablo antes de fingir apoyar el dedo índice en un vinilo.

La música del piso de arriba se para abruptamente y suspira, apoyándose en


la pared. Se oyen unos pasos y un "¡yo lo arreglo!" de su cuñada antes de
que Dominique vuelva a ser reproducida desde el principio. JiMin ríe bajo,
sin ganas.

—Podría matar a tu hermana. —Yoon. —Y quemar el vinilo con su cuerpo.


JiMin niega. Sabe que Yoongi no habla en serio... o eso cree. Luego de
haber estado doblando un par de prendas por un rato finaliza por meter éstas
en el bolso. Ahora tan solo le queda doblar unos calcetines y su ropa
interior. Ya ha metido el cepillo de dientes, dos toallas y un par de zapatos.
Todo está en orden.

—¿Qué es tan importante como para irse de viaje? —pregunta Yoongi.

Le parece absurdo y no puede evitar resoplar mientras se apoya mejor


contra la pared, cruzando un poco sus piernas y metiendo sus manos
repletas de anillos de oro en los bolsillos de sus pantalones. —¿Qué lo hace
tan especial? JiMin mete los calcetines en el bolso. ¿Le agradaría al diablo
oír que festejaban el nacimiento de Jesús?

—Pues... se supone que es para pasar la navidad en familia. Sospecho que


no va a ser muy bonita debido a lo de mi primo.

El rizado ya podía imaginarse peor de lo que estaba de ánimo al ver a sus


tíos llorar. Si, su primo era un torpe, y pasaba los límites de ser molesto.
Pero era un hijo, y perder a un hijo... debía de ser doloroso. Yoongi sonríe
de lado.
—De todas formas no era la mejor Navidad cuando tu primo estaba. Lo
hacía peor. —dice.

JiMin está de acuerdo, pero no evita pensar en cómo es que Yoongi sabe
aquello. Tal vez simplemente adivinó, así que le resta importancia. —Son
una familia rara. Empacan ahora y se irán en la madrugada.

JiMin suspira luego de meter su ropa interior y cerrar el bolso. —Es para no
hacer todo a último momento. —explica con paciencia, y se gira.

Un repentino mareo lo deja algo atontado, y cree que es porque ha


adelgazado en los últimos días, pero casi de inmediato su vista comienza a
nublarse. Sus músculos se tensan y sus ojos se cierran mientras algunas
imágenes se hacen presentes en su mente. La noche, árboles, sus manos
bañadas en sangre, humo negro y profundo vacío.
Todo es demasiado, y antes de siquiera poder rogar por ello, JiMin cae
desmayado al suelo.

La oscuridad deja de consumirlo cuando una suave cachetada provoca que


sus ojos verdes se abran abruptamente. Su respiración es pesada, el miedo
tiene tensos sus músculos y el –para nada extrañable– pitido en su oreja le
provocan ganas de llorar, pero está muy débil y confuso para hacerlo.
Parpadea un par de veces y su vista se normaliza, dejando de ver puntos
negros.

—Hey... —oye decir a alguien, y aquella persona exhala con brusquedad,


notablemente aliviada.

No se había dado cuenta de que aquella persona era Yoongi hasta que
vislumbró entre la nubosidad de su vista aquel perfecto e irreal rostro.
Había sido imposible reconocerle a pesar de su voz, y todo porque lucía
preocupado.

Siente como los ricitos que cayeron en su frente son apartados, y luego de
observar alrededor y respirar profundo por unos segundos, finalmente
observa al ente. —Yoon... —dice con suavidad, débil.

El pitido continúa incluso viendo al diablo a los ojos, y una parte de él se


encuentra aliviado por no tener que apartar la vista. Moriría si no pudiese
volver a admirar aquellos preciosos ojos celestes en los que siempre se
sumergía cuando todo iba mal, e incluso había aceptado sumergirse también
en el cuarto de color rojo que había en un ojo.

Le encantaba.

—Aquí estoy. —nuevamente suena neutro, ya sin mostrarse tan


desesperado como anteriormente.

—Te desmayaste. —dice, y ayuda a JiMin a sentarse cuando éste último lo


demuestra, pero jamás lo suelta.

Jamás. El menor continúa observando alrededor, y ahora que no está tan


confundido como anteriormente, su ceño se frunce, desconcertado por el
cambio de horario. ¿Acaso de estaba haciendo de noche? La habitación
tenía muy poca luz. No oscuridad absoluta, es decir, todo apagado como
cuando uno cierra sus ojos.

Más bien... triste. Todo muy oscuro y triste. Él se moría de frío. —¿Cuánto
tiempo he...?

—Diez minutos. —responde Yoongi antes de siquiera dejarle terminar la


pregunta, y sus ojos comienzan a volverse bordó, oscuros. Sabe lo que está
sucediendo.

A JiMin todo le recuerda a aquella vez que la Muerte le quitó gran parte de
su alma. ¿Técnicamente Yoongi estaba cumpliendo con el trato? Porque
claramente no se está haciendo de noche. Antes de desmayarse era muy
temprano, incluso aún debe ir a la escuela. El diablo niega lentamente antes
de ayudar a su esposo a ponerse de pie, sosteniéndolo de la cintura al notar
como éste se tambaleaba.

Estaba demasiado pálido, demasiado delgado, demasiado sin vida. Y todo


por ser el maldito rey del inframundo. —Ya no puedo permitir que estés así.
—habla bajo, de manera temible.

JiMin simplemente lo mira. —Tengo que irme. Debo irme.

La desesperación comienza a surgir en el pecho del adolescente, recordando


el miedo que sintió mientras se ahogaba bajo el agua y la necesidad de tener
los brazos de Yoongi envolviéndolo. Incluso luego de aquello, hasta con la
camisa del ente y sus brazos no se sentía tan a salvo.

—Yoon, s-si tú te vas... lo que sea que me sigue, va a volver por mí. —
intentaba conservar la calma, no ponerse a llorar como siempre hacía.
—Puedo poner a uno de mis cuervos en donde sea que estés, ya lo he hecho
antes.

El diablo nota como, poco a poco, un inconsciente pucherito se forma en los


labios de su esposo, y es antojable a pesar de que éste está por llorar. —¿Y
cómo resultó eso? —la voz del niño se entrecorta.
Los flashes de aquel momento comienzan en su cabeza, y le duele. Le duele
tener que vivir con culpa por el resto de su vida. —Dos personas murieron,
fui golpeado y casi me ahogo.

Los ojos de Yoongi comienzan a oscurecerse, y su mandíbula parece tensa,


como si estuviese conservando una ira que intentaba no dejar salir pero,
irremediablemente, saldría. Le hartaba que el rizado continuara creyendo
que todo lo sucedido era su culpa.

Si, él lo había invocado pero, siendo honestos, pudo sentir en aquel


momento el cómo JiMin no creía que realmente podría indicar al diablo. Y
odiaba la manera en la que el mundano le hablaba ahora. No era
maleducada ni brusca. Era suave, pero cada palabra que soltaba era cruda.

—Yo no iba a dejar que eso sucediera, y esas personas recibieron su


merecido. —la voz del diablo sale más baja, fría y ronca.

JiMin se encoge en su lugar cuando el ente da un paso hacia el frente,


quedando más cerca. —¿Cómo esperas que atrape a quien sea que quiere
dañarte si debo estar contigo cada segundo?

JiMin no sabe qué hacer. Realmente no lo sabe. Su esposo tiene razón. No


sirve de nada que se quede allí, porque el rizado se está deteriorando, su
cuerpo parecía pudrirse por dentro y su alma dañarse con el paso de los
segundos. No quedaba mucho tiempo para que posiblemente, muriera. Sin
embargo, el estado en el que se encontraba lo hacía estar más confundido,
menos esperanzado y más... suicida.

Aquí que no le importaba si llegaba a morirse, necesitaba a Yoongi a su


lado. Necesitaba no sentir miedo al llegar la hora de su muerte. —Diriges
un infierno. —dice.

No podía creer que estaba discutiendo con el diablo aunque, bueno, no lo


tomaba realmente así. Era una discusión de esposos. —Tienes demonios
que pueden buscar a esa cosa.

Un gruñido parecía alzarse desde el pecho del mayor. —¿Por qué todos
creen que porque dirija un infierno aquellos inservibles son capaces de
hacer algo? Por supuesto, ellos van a seguir mis órdenes y van a ir a buscar
a esa cosa que quiere hacerte daño, pero también son manipuladores, y a la
primera que los deje ir van a hacer lo que quieran. No creo que te guste un
ejército de demonios sueltos en la tierra.

Por supuesto que Yoongi no se negaría a ver destrucción, caos, muertes...


pero para eso estaban los humanos.

Todos tenían esta imagen errónea del diablo, donde éste es un monstruo
rojo de cuernos con cola, ríe maniáticamente, golpea su trino contra el suelo
y hace maldades sin pensar en las consecuencias. La verdad del diablo es
que éste era malditamente inteligente, y calculador.

No hacía maldad solo porque podía –y claro que así era–, si no cuando
realmente algo sucedía. No quería acabar con el mundo, porque éste lo
entretenía. Le gustaba robar almas, le gustaba ver gente mala morir y
tenerlas en el infierno. Le gustaba dirigir, obligar, ser un rey... pero nunca
sería un estúpido.

Excepto cuando se trataba de JiMin, por supuesto. Alguien le tocaba un


pelo y se volvía el diablo más estúpido. —Matarme, Yoongi. Quiere
matarme. —JiMin corrigió.

Yoongi no dejaba de decir que aquella cosa quería "dañarlo", y ambos


sabían perfectamente que no era así. Era mucho peor. El diablo respiró
profundo, provocando que las cosas que habían en las paredes tiemblen
levemente. —Y yo quiero matar a esa cosa, JiMin. —respondió. Estaba
intentando tanto mantener la calma, maldita sea.

—Te estoy dando una maldita orden y ni siquiera sé porque intento que
cumplas. Voy a poner un cuervo que te vigile, y cuando esa cosa intenté
dañarte voy a volver, y la voy a matar. Y si te hizo daño, te curaré y todo se
acaba.

Las cejas del rizado se alzaron, indignado. ¿Acaso su esposo iba a usarlo
como cebo? Vaya. El nudo en su garganta iba a explotar, le ardían los ojos y
de su pecho irradiaba decepción, un leve enojo, miedo y mucha tristeza. Le
ponía mal el que Yoongi sepa que él sentía aquello, y aún quisiese darle
órdenes, como si no estuviesen casados.

—¡No! ¡No va a acabar! —finalmente alza la voz, explotando.


El rostro del diablo se alza un poco, queriendo mostrar superioridad. Por
supuesto que es superior, pero eran esposos. Y aunque todas las parejas
siempre tenían al hombre, el cual se creía superior y dueño de una mujer,
JiMin detestaba aquello. La pareja era de ambos, y si Yoongi no podía
aceptarlo, continuarían así un largo tiempo.

—¡Porque tarde o temprano te llevarás mi alma, y de una forma u otra, esto


que harás no tendrá remedio porque estaré muerto!

Da dos pasos hacia atrás, alejándose del ente y apoyándose contra la pared.
No puede evitar comenzar a llorar, y son sollozos leves, audibles. Siente
mucha tristeza en su pecho.

—Y-Yo jamás... jamás te he pedido nada, siempre hago todo lo que quieres,
y no solo porque eres el diablo, sino también porque te respeto y estoy de
acuerdo contigo, p-pero... —sorbe su nariz, volviendo a ver los ojos del
diablo. El pitido en su oreja realmente lo está lastimando.

—... no pongas ése tipo de autoridad en mí, como si fuese tu sirviente. —


JiMin...

—Porque soy tu esposo. —el pucherito se intensifica y otro inevitable


sollozo sale de sus labios. —E-Estamos comprometidos, y no es justo. —
susurra.

Ambos se quedan viendo en silencio por un par de segundos antes de que el


rizado vuelva a hablar. —Intenta comprenderme, estoy asustado. —su voz
nuevamente es suave, y él luce tan frágil y perdido que el diablo no evita
dar un paso hacia adelante.

—Y quiero más que nada estar bien, pero me he buscado ésto. Yo te busqué,
tú a mí no.
Yoongi asiente lentamente, neutro. —Bien. Entonces, si soy tu esposo y yo
no tengo derecho a decirte que hagas lo que es mejor, ¿por qué aún crees
que voy a llevarme tu alma? — aquello sorprende tanto a JiMin que tan
solo se queda parpadeando, sin respuesta.

—¿Realmente crees que, luego de todo lo que hemos pasado, voy a enviarte
a un lugar en el que solo es sufrimiento para toda la eternidad?

—Yo... —Estoy buscando una manera de matar a lo que quiere matarte, y


de alejar a lo que te está matando. —continúa.

Con aquello último claramente se refiere a él. —Aún así crees que mi
intención es hacerte daño? —da otro paso, y ahora tan solo los rostros de
ambos están a centímetros.

—Yo puedo chasquear mis dedos y romperles el cuello a todos los que
amas, porque no me importan. —lleva sus manos a la cintura de JiMin hasta
rodearla con sus brazos, atrayéndolo.

El rizado hace puntitas de pie, rodeando el cuello del ente con sus brazos.
Las narices de ambos se rozan. Necesitan cercanía, calor corporal mutuo
luego de aquella gran discusión. —Pero no lo hago, porque tú si me
importas.

JiMin traga saliva, intentando aliviar el nudo en su garganta y cierra sus


ojos. —Una vez dijiste que el diablo era muy mentiroso.

Siente que se le ha ido un peso de encima luego de soltar aquello, pero aún
teme por la respuesta. Yoongi niega lentamente, y una de sus comisuras se
alza un poquito. —Y lo es. Lo soy. Mi intensión no era que lo interpretaras
de aquella manera. —dice.

Se le cruza por la cabeza miles de formas de explicarle a su niño favorito lo


que realmente significaron aquellas palabras, pero tan solo ambos rozan sus
labios. —No puedo mentirte a ti, no a menos que sea para protegerte.

JiMin alza un poco más la cabeza y ambos comparten un profundo y lento


beso. Sus lenguas se acarician lentamente, y el agarre de Yoongi se reafirma
en la cintura del menor, el cual está pegado a la pared. El beso está, poco a
poco, subiendo cada vez más de tono. Les encanta sentirse, les encanta
hacer tenido la oportunidad de terminar de aquella manera.

JiMin está encantado cuando Yoongi baja sus manos repletas de anillos a
sus muslos y lo alza, dirigiéndose a la cama. Una de sus manos hace un
movimiento y el bolso con ropa cae al suelo, dejando la cama libre para
acostar a su niño favorito. Una vez lo hace, el diablo se acuesta sobre él y lo
toma de las manos, alzándolas hasta dejarlas a los lados de su rizada cabeza,
con los dedos de ambos entrelazados mientras el beso ardiente continúa.

El diablo comienza a realizar movimientos sobre el cuerpo del menor,


provocando que ambos miembros se friccionen por encima de la ropa.
JiMin comienza a gemir entrecortadamente sobre los labios de su esposo.

—Yoon... —no puede formular palabra debido a que la boca del rey del
inframundo ha ido a la piel en su cuello, besando de manera húmeda y
caliente antes de comenzar a hacer succiones, marcándolo. Sus manos
repletas de anillos sueltan las de su niño y las dirige a las nalgas de éste
último, presionándolo más contra él y sus movimientos.

— Uhm...

Si, tenía la opción de relajarse, dejarse llevar. Quería estar con Yoongi,
realmente quería. Sin embargo, debía ir a la escuela o sus padres
nuevamente sospecharían que estaba enfermo... lo cual así era. Frunció
apenitas el ceño mientras llevaba los brazos alrededor del cuello del ente, el
cual comenzaba a besarle detrás de la oreja, volviéndolo loco.

—Y-Yoon, la escuela... no hay tiempo. —gime debido a que las fricciones


son más profundas.

Dio... Diablos. Se siente tan bien. —Yo controlo el tiempo. —Yoongi se


excusa.

La risa surge desde el pecho de JiMin, de manera honesta y levemente


ruidosa. Sus carcajadas suenan dulces, parece un niño de seis años riendo.
Yoongi detiene las fricciones y se aparta un poco para observarlo serio,
neutro. A cualquiera le daría miedo aquella mirada, pero JiMin ya se había
acostumbrado.

El diablo se limitó a admirar aquellos pequeños segundos en donde su


esposo reía. Apenas sonreía últimamente, y ambos sabían porqué era. JiMin
lo observó con una débil y dulce sonrisita, levemente sonrojado mientras
una de las manos del diablo iba hacia la mejilla del niño, tocando sobre el
rubor.

El rizado podía jurar que su corazón iba a salirse de su pecho, debido a que
pocas veces Yoongi tenía aquellas demostraciones de afecto. Poco a poco
ambos estuvieron serios, tan solo viéndose a los ojos. —Te amo, Yoon. —
susurra.

Yoongi suspira mientras lleva su mano a los ricitos de su niño, acariciando.


—Lo sé, pequeño. —responde.

JiMin traga el nudo que comienza a formarse en su garganta al no ser


correspondido. Era tan inseguro. Sin embargo, la respuesta de Yoongi había
sido más afectuosa que las veces anteriores.

—Necesito que hagamos lo que te propuse.

JiMin suspira entrecortadamente. —Está bien, pero... pero mañana. Por


favor, que sea mañana.

Yoongi se lo queda viendo fijamente, como queriendo decirle algo. —Bien,


mañana. —JiMin sabe que no está de acuerdo por su tono.

Ambos vuelven a besarse y la fricción continúa luego de unos segundos.


JiMin no puede dejar de suspirar mientras oye la respiración profunda del
diablo en su oreja. Sus pequeñas manos acarician la cálida espalda del ente
por encima de la camisa, y deseando sentirlo más, tímidamente mete sus
manitos por debajo de ésta, sintiendo la calidez en sus dedos.

Yoongi no evita gruñir levemente ante aquello. Le gusta. Baja sus manos y
abre el pantalón de JiMin, bajándolo junto a su ropa interior. Hace lo mismo
con los suyos y nuevamente comienza una fricción. Ambos suspiran al
sentir el placer intensificado, y nuevamente se abrazan mientras mueven sus
pelvis a la par.

—Dios... —JiMin jadea, y Yoongi sonríe de lado mientras le besa la piel del
cuello.

—Ah... —¿Te atreves a soltar el nombre de Dios mientras estás en la cama


con el diablo? —silba en aprobación y, con sus manos en las nalgas de
JiMin, las presiona para sentirlo aún más.

—Eres un niño malo...

JiMin, sonrojado pero sin dejar de gemir suavemente, lleva su boca a la


oreja del diablo y exhala entrecortadamente. —Diablos... —corrige en un
gemido.

Yoongi muerde suavemente el cuello de su esposo. —Ése es mi niño. —


porque, joder, ama ver a su personita inocente volverse algo rebelde.

Ambos comienzan a sudar, el placer que fluye por la sangre de ambos es


demasiado, sus erecciones palpitan demasiado fuerte y, oh, se siente tan
bien. Los movimientos de ambos son bruscos. Yoongi sabe cuando JiMin
está cerca por sus bonitas expresiones, en donde entreabre sus labios sin
soltar más que suspiros y frunce levemente el ceño.

Rápidamente besa sus labios, y hace que sus lenguas se encuentren una vez
más. —Aguante. —Yoongi dice entre el beso, y JiMin niega.

No puede, es demasiado. —No, aguanta. —suena como una orden.

Abre las piernas del menor un poco más y, aún friccionándose, mete dos
dedos en el interior de éste. Un gemido algo ruidoso y agudo sale de la boca
del rizado antes de ser besado nuevamente.

Apenas puede respirar de lo bien que se siente. Los dedos del diablo
realizan un vaivén, rozando su punto dulce. Su interior se contrae, y quiere
alejarse de la boca del ente para respirar profundo, pero éste lo tiene
agarrado de la mandíbula con su mano libre. Es demasiado, simplemente
demasiado.

—Me corro... —jadea, y cuando el diablo mueve sus dedos contra el punto
dulce del niño, aquello es suficiente.

Éste último se arquea, dejando su boca entreabierta, doblando los deditos de


sus pies y sintiendo el placer más exquisito mientras derrama su esencia
entre los cuerpos de ambos, manchando sus torsos. Se relaja de inmediato y
espera hasta que el diablo finalmente llega al orgasmo, también manchando
sus torsos.

JiMin necesita un cambio de ropa. En serio.

Hi, no te olvides de dejarme tus votos y comentarios vale?)


Soy lenta en actualizar esta adaptación xq los caps son re largos y soy re
floja :)

Gracias x votar, comentar y compartir esta historia♥️

Nos seguiremos leyendo~

MinMin 💙
XVIII

La familia Park partió a la cabaña al día siguiente. JiMin había salido unas
horas después desde que había despertado, pero decidieron esperar un poco,
dejarlo descansar en su propia casa, en su cuarto, donde el rizado menos
quería estar. Podía sentir el malestar –el normal– irse lentamente de su
cuerpo, dejándole un leve vacío en el pecho que, poco a poco y sin darse
cuenta, iba volviéndose más grande.

El estar solo, en silencio y acurrucado en la cama de su habitación le hacía


recordar cuánto extrañaba a Yoongi, y lo mucho que, a veces, odiaba que
fuese el diablo. Tenerlo lejos de él era una lenta tortura, y prefería pasar por
cualquier otra que le trajera dolor físico a pasar por uno que solo le hacía
doler el corazón y no parar de pensar ni por un segundo. Habrá quedado
clarísimo que no había descansado ni un poco aquella noche, porque todo el
cuerpo le dolía, y porque no podía dormir sin hablar con Yoongi antes.

Además de sus hematomas y notables ojeras oscuras bajo sus ojos, cargaba
con un tremendo mal humor que apenas lo estaba dejando respirar. Su
familia, la cual jamás lo había visto de aquel modo, tan gruñón y
maleducado, decidieron ignorarlo y tratarlo como siempre antes de irse en
el auto. Eunji y Seung conversaban en los asientos de adelante, Hyunah
escribía en su diario y JiMin veía por la ventana en el asiento de atrás.

—Será un precioso viaje, ¿verdad?

—Si, cariño. —le respondió Seung a su esposa, suspirando y mirando por el


espejo retrovisor a su hijo.

—¿JiMin? ¿Todo en orden?


El niño miró los ojos de su padre fijamente por el espejo, de mala manera.
Si no fuese tan adorable, probablemente daría miedo. Hyunah silbó al notar
que no hubo respuesta de su parte.

—¿Estamos de mal humor? —bromeó con ánimos, aún escribiendo en su


cuaderno.

JiMin regresó la mirada a la ventana. —Si, le sucede a la gente que se cae


por una escalera y se lastima. — respondió, sarcástico.

Su hermana se encogió de hombros. —Cada uno sabe en lo que se mete,


¿verdad?

Y JiMin no entendía, realmente no entendía qué era lo que sucedía: tal vez
extrañaba mucho a Yoongi, tal vez necesitaba su presencia, tal vez no. Tal
vez estaba harto de lo que le sucedía, de la farsa de familia que llevaba
consigo y el cómo ninguno quería admitirlo, o como su padre intentaba
brindarle su confianza cuando había sido una porquería por largos años. No
sabía qué era, realmente no, pero aquella ira enjaulada en su pecho lo hizo
girarse lentamente hacia su hermana y dedicarle una mirada desquiciada.

—Estás muerta. —simplemente le dijo, algo ronco debido al enojo que


cargaba encima.

La adolescente se lo quedó viendo a la vez que JiMin se giraba, indignada


al haber oído a su hijo. —¡Park JiMin! ¿Qué rayos sucede contigo? —JiMin
la observó de reojo, pero no le quitaba la vista de encima a su hermana.

—¡Mírame cuando te hablo! —finalmente lo hizo.

Madre e hijo intercambiaron miradas. —No sé qué te sucede, pero no


quiero que vuelvas a decirle cosas así a tu hermana, y menos de aquella
manera. ¿Me oíste?

JiMin parpadeó rápidamente por unos segundos, nuevamente viendo a


Hyunah, la cual se veía incómoda y asustada mientras se alejaba un poco de
su hermano menor. Éste último comenzó a sentir un fuerte nudo en su
garganta, porque se había dado cuenta de que había asustado a su hermana,
pero ya estaba cansado de pedir disculpas sin obtener nada a cambio.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y asintió lentamente ante la


última pregunta de su madre, girándose nuevamente hacia la ventana y
acurrucándose, observando el paisaje y al cuervo que le seguía. —Ya, ya.
No le grites, Eunji. —su padre intervino.

—Y Hyunah, no hagas bromas. Le duele el cuerpo, no ha descansado bien.


No quiero que le dirijan la palabra. ¿Me oyeron?

La mujer pareció darse cuenta de lo ruda que había sido en una situación
donde claramente no debía y se giró nuevamente para ver a su hijo,
arrepentida. —Lo siento, bebé. —dijo.

JiMin no respondió, tan solo dejaba caer sus lágrimas y observaba fijo por
la ventana. Eunji se giró tan solo unos segundos, tomando una manta que
tenía por allí antes de volver a ver a su hijo y acomodársela encima con
cuidado. —Intenta descansar, ¿si? —fue lo último que dijo antes de volver a
girarse. El auto quedó en silencio, y JiMin finalmente se durmió.

—¿JiMinnie? JiMin, llegamos.

Los ojos del adolescente se abrieron lentamente, notando que era de noche.
El cielo estaba nublado y hacia tanto, tanto, tanto frío. Su padre, quien lo
había despertado desde fuera de la puerta del asiento trasero, lo ayudó a
bajar con mucho cuidado, aún manteniéndolo envuelto en la manta, y lo
ayudó a entrar a la cabaña.

Aquella cabaña que le traía miles de recuerdos y sensaciones, buenas y


malas. Su madre lo ayudó a caminar desde la puerta principal debido a que
Seung volvía al auto junto a Hyunah en busca de los bolsos de todos, que se
encontraban en el baúl. Su tía Jacky lo recibió entre sus brazos, intentando
aparentar una de sus mejores sonrisas.

A JiMin le dolió tanto que apenas pudo devolver aquel dulce y cálido
abrazo de parte de una de las mujeres más gentiles. —Mira que hermoso
estás, JiMin. —dijo, alejándolo de su cuerpo y dejando un beso en la frente
del de ricitos, el cual cerró sus ojitos tan solo por unos segunditos.

—Estoy muy golpeado. —Eso no evita que seas hermoso. —respondió la


mujer, y luego saludó a Eunji.

JiMin observó a JongSu, su tío, el cual le dedicó una ligera sonrisa y


también lo envolvió en un abrazo, diciéndole cuánto le agradaba verlo. Se
veía decaído, ojeroso e incluso había bajado de peso. Tuvieron una pequeña
conversación donde ambos se preguntaban cómo estaban, y donde ambos
mentían terriblemente.

Sus primos se encontraban en una punta de la habitación, ambos sentados


en el sofá y evadiendo la mirada de JiMin, completamente serios. Éste
último decidió no saludarlos, por su bien y el de ellos. Luego de que Seung
y Hyunah adentraran los bolsos comenzaron a decidir los cuartos en los que
los niños iban a dormir.

Eran cinco, y con dos ya ocupados, JongSu sugirió que sus hijos durmieran
en la misma habitación, y que Hyunah y JiMin se quedaran con las otras
dos. Jacky anunció la hora de la cena y todos fueron a sus respectivos
asientos, sirviéndose un calentito plato de fideos con salsa. Llegaba la hora
de rezar, JongSu y Jacky se tomaron de las manos, intentando, de alguna
forma, demostrarse apoyo. El mayor de los hermanos Park observó al
menor.

—¿Seung? ¿No vas a comer tú?

Seung suspiró y negó, sonriendo sin ganas. —... Ya no. Que alguien
comience por mí. —honestamente, se veía desinteresado en el tema.

Luego de un incómodo silencio todos cerraron sus ojos y Jacky comenzó a


rezar, pidiendo por el bienestar de su familia, por estar yendo por el buen
camino, disculpándose por lo que sea que hizo que su hijo muriera mientras
su voz se le quebraba levemente. JiMin abrió sus ojos y se mordió el labio
inferior, entre culpable e incómodo mientras observaba de reojo a su tía.
No soportaba aquello que ardía en su pecho, que no lo dejaba disfrutar de
una simple cena. Ni siquiera tenía hambre. Llevó su mirada al resto de la
familia, y no se sorprendió tanto al notar que su padre se encontraba
observándolo fijamente. Intercambiaron miradas hasta que Jacky finalizó de
rezar, y luego observaron sus platos, comenzando a cenar.

Todos charlaban entre sí, y los únicos que no hablaban eran JiMin y Seung.
El rizado entendía el porqué. Sabía que su padre notó lo incómodo que éste
se veía ante la mención de su primo, y probablemente lo sospechaba.
Finalmente terminaron, y todos decidieron irse a sus respectivas
habitaciones debido al cansancio del viaje y bajos ánimos.

Minutos después la cabaña estaba en completo silencio, lo único que se oía


era el viento fuera. Hacía un frío infernal. JiMin se encontraba buscando en
su bolso lleno de ropa su camisa blanca de mangas largas y pantalones
holgados. A pesar de llevar puesta su camisa blanca, suéter bordó,
pantalones negros y kickers, tenía demasiado frío.

Honestamente, no podía esperar a vestirse y meterse bajo las cobijas,


calentito. Bostezó y se dirigió hasta el sofá individual de la esquina de la
habitación, intentando no tropezar debido a que la luz estaba apagada. De
todas formas iba a dormir ya. Dejó el bolso sobre el sofá y se inclinó a
cerrarlo.

Un reconocible malestar comenzó a formarse en su estómago y se quedó


congelado por unos segundos, intentando descifrar si era real. Lentamente
comenzó a enderezarse y respiró profundamente antes de comenzar a
girarse. Una silueta oscura y más alta que él apareció justo en frente, y pudo
apreciar aquellos ojos celestes con un cuarto de rojo, los cuales le veían
fijamente. Era el diablo.

Venía y no a por él, más bien, solo por él. Intercambiaron significativas
miradas antes de que JiMin intentara tragar el nudo en su garganta. El rey
del inframundo dió otro paso adelante, y tan solo los separa una pequeña
corriente de aire.

—Yoo... —JiMin pudo soltar, aguantando el llanto, tan solo admirando la


pieza de arte que había frente a él. Yoongi llevó su mano repleta de anillos a
la mejilla del rizado y acarició con lentitud el hematoma que había en ésta,
borrando el dolor pero sin poder borrar la marca.

Finalizó por suspirar lentamente, sin dejar de ver fijamente a su pequeño.


Éste último notó que, nuevamente, el pitido había desaparecido. —He
comprobado una duda que habitaba en mí. —dijo.

JiMin creyó morir al oír su voz. Probablemente sonaría muy exagerado,


pero dos días habían sido dos eternidades. No podía seguir adelante sin la
única persona que lo hacía sentirse vivo, incluso cuando muchas veces era
la razón por la que podría morir. —No puedo pasar mucho tiempo sin verte.
—confesó, y al rizado comenzaron a caerle lágrimas por las mejillas
mientras sonreía débilmente.

Segundos atrás, antes de sentir aquel malestar en su estómago, estaba


teniendo los peores días de su vida, pero el toque, la presencia y las
palabras de su esposo lo cambiaron todo. —¿Mi niño favorito me extrañó?

JiMin rió corta y silenciosamente. —Te eché de menos. —dijo con su voz
completamente entrecortada, aún sonriendo mientras sus lágrimas no
paraban de caer y su barbilla temblaba levemente; claras señales de que
quería llorar con todas sus fuerzas. El diablo sonrió egocéntricamente, de
lado.

—¿Demasiado? —Demasiado, con todo mi corazoncito.

Su esposo suelta un silbido antes de acercarse más, rodeando la cintura del


más bajo con sus fuertes brazos envueltos en aquella camisa negra
abotonada hasta el cuello que siempre llevaba. —Eso es mucho. —susurra,
y roza sus labios con los de su niño.

—Te necesité tanto, niño. ¿Te mencioné que el tiempo en el infierno es


diferente? Para mí, han pasado meses sin verte.

—Aquí han pasado dos días, pero se sintieron como años. —responde
JiMin, y no entiende porqué, pero su cuerpo comienza a temblar
incontrolablemente.
Yoongi nota aquello y guía a su niño a la cama. Sabe lo indefenso que éste
se sintió, el miedo que tenía de ser lastimado nuevamente y la culpa que
cargaba al tener que hablar con la familia del imbécil que mató. A pesar de
todo, había sido muy valiente, pero se merecía un descanso, se merecía
alguien que contuviera su llanto y lo llenara de besos.

El diablo creía que JiMin merecía todo. Una vez lo acostó, se sentó a un
lado y observó su pequeño cuerpo antes de comenzar a desnudarlo. Cada
prenda que quitaba iba al suelo, y sus manos recorrían la piel dañada de su
niño, curando el dolor de cada golpe. Se encargó de besarle suavemente la
pancita cuando le quitó el suéter y desabotonó la camisa, de curarle el dolor
de costilla y la muñeca que había estado rota y estaba lentamente
mejorando.

Finalizó por ponerse sobre él, tapándolo con su cuerpo y llevando sus
suaves besos a su cuerpo. La fragilidad, dulzura de éstos, y el calor que
emanaban los brazos del diablo envolviendo su cuerpo lo hicieron,
inevitablemente, comenzar a llorar dolorosa y silenciosamente. Yoongi
simplemente lo mantuvo cálido en sus brazos, callándolo con bajos "shh"
cerca de su oreja, dejando unos cuantos besos en ésta, como si fuese un
bebé.

Era su bebé. Apartó su rostro del cuello del menor y le dió un suave beso en
sus labios antes de volver a sentarse, tan solo para tomar la ropa de dormir
que estaba estirada en la punta de la cama y comenzar a vestirlo lentamente.
Una vez finalizó se acostó a un lado de su esposo e hizo un movimiento con
su mano, provocando que las cobijas llegaran hasta él, tapando los cuerpos
de ambos. JiMin sorbió su pequeña nariz.

—Te extrañé tanto. —dijo.

—Lo sé. —respondió el diablo luego de atraerlo contra su cuerpo.

Llevó su dedo índice y pulgar al mentón del rizado, alzando su rostro y


besando sus labios lenta y profundamente, con ansias de sentirlo más. El
rostro del niño permanecía quieto debido al agarre de su quijada, pero
movía sus labios, intentando seguir el compás del diablo, y la manera en
que su lengua acariciaba la suya propia. Sentía los cosquilleos en su
pancita, las mariposas revoloteando en éstas ante lo exquisito que estaba
siendo el beso.

Era como probar la fruta prohibida. Amaba la manera en la que el ente


tomaba iniciativa, posesión. Le daba lo que quería, lo que necesitaba. Pasan
los minutos y sienten que es tiempo de despegarse un poco, incluso cuando
no es lo que quieren. Ambos se observan fijamente luego de unos segundos.

—¿Qué hiciste el tiempo que no estuve aquí? ¿Fuiste un niño bueno? —lo
último lo preguntó de manera burlona.

No le importaría si su niño de vez en cuando fuese malo, solo no quería


verlo triste. JiMin suspira y baja la mirada, avergonzado y haciendo
trompita con sus labios mientras comienzan a mirar los dedos de su mano,
moviéndolos. Está avergonzado. —Estuve... de un humor terrible.

Yoongi nuevamente silba, satisfecho. Le hubiese encantado ver eso, ya que


siempre veía a su niño estar triste, o neutro, o pidiendo perdón. —Debió ser
entretenido.

—Pues... le dije a mi hermana que se considere muerta cuando me molestó,


y fui maleducado con mis papás. No respondí a sus preguntas, me la pasé
callado y gruñéndole a todo el mundo. —dice, y se sonroja.

Yoongi deja un beso en la mejilla del niño. —Ése es mi niño favorito. —


dice, y sostiene a JiMin, dejándolo sobre su propio cuerpo mientras bajaba
sus manos a las nalgas del menor, presionándolas.

—Te habrás visto tan condenadamente caliente. —dice antes de darle un


beso casto en los labios y dejar su nariz pegada contra la ruborizada mejilla
del rizado.

—¿Los Castrati? —Ellos no me hablan, están de luto y saben que tengo


algo que ver. —el diablo resopla ante aquello y parece querer opinar, pero
JiMin decide cambiar el tema rápidamente.

—¿Qué hiciste tú?


Yoongi invierte las posiciones, dejando a su esposo bajo su cuerpo,
viéndolo fijamente a los ojos.

—Tuve algunos asuntos de los cuales ocuparme. Más que nada, busqué a la
cosa que quiere lastimarte. JiMin se tensó de inmediato. Le ponía nervioso
que haya algo tras él, y tener noticias de ello.

—¿Le encontraste? —Estoy cerca. Es un demonio.

JiMin revolotea sus pestañas, completamente sorprendido. ¿Un demonio?


¿Qué quería un demonio con él? ¿Por qué quería dañarlo y matarlo? —Oh...
oh, vaya.

—Torturé a muchos, y nadie sabe cuál es su nombre. Al parecer, trabaja


solo. No habla con otros, y está en la tierra desde hace mucho tiempo como
para reconocerlo. He ido en busca de tu amigo.

—¿JungKook? —su corazón comenzó a latir rapidísimo, temiendo lo peor.

—El otro. —Namjoon. —Lo he estado vigilando. No siento ninguna


presencia con él, y si hubo, no ha aparecido en días.

JiMin sabía que Yoongi había vigilado a Namjoon debido a las sospechas
del menor, y es que se veía bastante obvio. ¿Era posible que se haya
equivocado? Y si no era así, ¿por qué lo haría? ¿Por qué invocaría a un
demonio y haría un pacto?

—Tal vez yo estaba equivocado. Es decir... ¿Por qué Nam invocaría a un


demonio? —decidió decir lo que pensaba. Tal vez Yoongi podría ayudarlo a
resolver sus dudas.

—No encuentro una respuesta. Sin embargo, ¿por qué tú invocarías al rey
del inframundo? —JiMin se queda en silencio ante aquello. Era verdad.
Nadie era lo que aparentaba.

—Como ves, no somos lo que aparentamos.

No pudo evitar reír silenciosamente al notar que habían pensado lo mismo.


¿Acaso era el alma gemela del diablo? Aquello lo hizo meterse en una
laguna inconclusa: decisiones o pensamientos sin respuesta, todos
relacionados con su futuro y su esposo.

—Yoon... —Mh. —estaba muy ocupado comenzando a trazar húmedos


besos en la piel del cuello de su niño favorito.

—Tú, bueno... —está nervioso. Baja la mirada cuando Yoongi se aleja un


poco y lo observa, intrigado. —... Esto es serio. —¿Esto? —Nosotros. —
Yoongi se queda callado, queriendo oír más.

—Yo... es decir, tú... ¿has pensado en el futuro? —No pienso en el futuro.

—N-Nuestro futuro. Nosotros dos, juntos.

El diablo nuevamente se acuesta a un lado del niño y lo atrae a su pecho,


tomándole la mano la cual llevaba el anillo que le dió, comenzando a
besarle los nudillos. —No lo he pensado, pero supongo que te he dicho un
poco de él cuando te dí mi anillo. —dice.

El menor alza la mirada, y ambos se observan fijamente. —"Serás mío por


siempre. Nadie se atreverá a tocarte, a menospreciarte ante mi presencia,
hasta los siglos de los siglos." —no evita sonreír de lado.

—Amén. —se burla. JiMin ríe bajo y dulcemente, con un brillito en sus
enormes ojos verdes.

—Lo recuerdas. —Por supuesto. Es el día en que declaré tu trono junto al


mío.

Aquello lo hizo cohibirse un poco, y tal vez se asustó. Era extraño, y tal vez
se asustó. Era extraño, extraño y muy en serio el tener un trono en el
mismísimo infierno. No podía arrepentirse, no había vuelta atrás.

—¿Asustado, niño favorito? —No. Yo... ¿tendré que ir al infierno para estar
contigo?

—No. Solo irás al infierno cuando tú quieras. De hecho, ya puedes.


JiMin asiente lentamente, pero segundos después se da cuenta de lo que su
esposo dijo y se lo queda observando, quieto. —... ¿Qué?

—Como oíste.

¿Acaso... podía ir al infierno y regresar? ¿Sin morir? ¿Al verdadero


infierno? Los nervios comenzaron a instalarse en su estómago, y la
curiosidad crecía en su pecho.

—Si voy... —hablaba con cuidado debido a que estaba pensando en


consecuencias. —... ¿Podría regresar? —Por supuesto, no estás muerto.

—Oh. —se queda callado mientras observa como Yoongi le besa la palma
de la mano. —¿Lo permitirías? Quiero decir... ¿Permitirías que vaya?

El diablo deja de hacer lo suyo y vé fijamente a JiMin. Luce intimidante y


hasta da un poco de miedo. Tal vez porque la respuesta que dará no es lo
que realmente quiere decir. —Jamás lo prohibiría, pero no me parece buena
idea. Hay mucha pureza e inocencia en ti, ver eso podría afectarte, aún más
sabiendo que gente que conociste está allí,o que tu inservible progenitor lo
estuvo por un tiempo. Siento que la culpa te carcomería. La culpa ya me
está carcomiendo.

—Quiero ir. —responde, decidido.

En parte lo merezco. Merezco más culpa. Ambos se observan fijamente a


los ojos por unos largos segundos. JiMin sabe que no es lo que Yoongi
quiere realmente, pero también sabe que una parte de él no se lo negaría. —
Vístete.

Ambos se levantan de la cama. JiMin básicamente corre a vestirse mientras


Yoongi le da la espalda, observando por el ventanal que había en aquella
habitación y daba a aquel patio trasero en donde había visto a su niño hace
mucho tiempo.

—Toma otra prenda de ropa. —le dice a su esposo, el cual ya ha terminado


de vestirse con la ropa que anteriormente llevaba puesta. JiMin acomoda
sus rizos antes de observar alrededor. —¿Cualquiera? —Yoongi, aún de
espaldas, asiente.

El rizado se gira y busca en su bolso con ropa cualquier cosa. Encuentra un


calcetín. —Uhm, ¿literalmente cualquier cosa? —se gira nuevamente, y su
respiración se detiene cuando nota que su esposo no estaba allí.

Frunce un poco el ceño y dar unos pasos al frente, aún con el calcetín en su
mano. —¿Yoongi? Yoon... —el malestar sigue en su estómago. El diablo
estaba allí.

Se giró nuevamente y se sobresaltó al chocar con el cuerpo de éste,


llevando su mano libre a su propio pecho ante el susto. —Me asustaste.

—El calcetín servirá. —Yoongi responde, como si nada.

—¿Por qué te fuiste? —JiMin baja la mirada por instinto, y nota que el
diablo trae un cuchillo en su mano izquierda.

JiMin se tensó de inmediato. No creía que Yoongi le hiciese daño pero, ¿le
haría daño a alguien más? —¿P-Por qué traes eso?

—No es tan fácil como crees, tienes que mezclar tu sangre con la mía. —
JiMin se le queda viendo fijo, algo dudoso.

—Me parece una gran idea si nos quedamos.

Segundos después, una vez más, el rizado vuelve a negarse a aquella


propuesta. —No, quiero ir.

Nuevamente intercambian miradas en silencio antes de que Yoongi le tienda


su mano. JiMin tuvo un pequeño recuerdo en el cual tomaba la mano del
diablo y danzaban a la luz de la luna roja.

—Sígueme. —dice luego de que JiMin toma su mano, y ambos comienzan


a caminar.

El ente se dirige por la casa como si la conociera, y JiMin supuso que es


debido a que había inspeccionado si alguien se encontraba despierto. Fue
entonces que llegaron al final de las escaleras, pero se detuvieron allí.
Yoongi se puso frente a JiMin y desabotonó una de las mangas de su
camisa, levantándola y dejando visible parte de su brazo con tatuajes.

Con el cuchillo, sin siquiera dudar ni un segundo, cortó un poco de su


brazo. —Yoongi... —Tienes que cortarte. —dice al terminar, y toma el
brazo de JiMin con cuidado, viéndolo fijamente.

—No dejes de verme fijo. —JiMin asiente y obedece.

Puede sentir el filo cortando parte de la piel de su brazo, y puede sentir la


sangre saliendo, pero no siente dolor. —Va a arderte cuando dejes de verme.
JiMin lo hace de inmediato, sin siquiera asimilarlo. El ardor comienza a
picar dolorosamente en su brazo y hace una leve mueca, pero lo aguanta.
Debe hacerlo.

Yoongi, aún sin soltar el brazo de su niño, pega el corte que éste lleva en su
brazo con el corte que él mismo tiene en el suyo, combinando la sangre de
ambos. El diablo dice unas palabras en un idioma inentendible, suenan
suaves pero perturbadoras, y sus ojos lentamente se van volviendo más
oscuros, bordós.

Finalmente se calla y aleja su brazo, quitándole el calcetín a su niño y


poniéndose detrás de éste, cubriéndole los ojos con la prenda. —Vas a
comenzar a bajar la escalera lentamente. Son tan solo doce, y a partir del
seis voy a tomar tu mano, así que extiéndela. —dice, tomando una de las
manos del niño para acomodarla en la baranda de la escalera, y estirando el
otro brazo para poder tomarlo. Se aleja y baja las escaleras, posicionándose
en el sexto escalón.

—No te asustes por lo que sea que sientas, y una vez estemos allí, no te
separes de mi. ¿Entendido? —Entendido. —repite.

—Ése es mi niño. —el diablo halaga mientras se baja la manga de la


camisa, abotonándola nuevamente. —Comienza.

JiMin toma una profunda y temblorosa respiración antes de comenzar a


bajar lentamente. Cada vez que baja un escalón, Yoongi dice algo en aquel
inentendible idioma, se oye como si estuviese contando de la manera más
terrorífica que oyó en su vida. Sus manos comienzan a temblar y pierde la
cuenta, pero sabe que ha llegado al último escalón debido a que el diablo lo
sostiene de la mano.

Ambos continúan bajando, y JiMin retoma la cuenta, ignorando lo que


Yoongi continúa murmurando. Comienza a sentir cosquilleos en su pancita
cuando nota que ya han pasado los doce escalones, y siguen bajando, y
bajando. Fue extraño. Al principio se sentía como si una pared de fuego
estuviese a centímetros de él y el calor apenas lo dejara respirar, luego
comenzó a oír silbidos y voces que cada vez se volvían más fuertes,
insoportables.

El pitido iba aumentando lentamente en ambos oídos hasta solo oír aquello,
y finalmente el silencio llegó. Comenzó a sentir frío, y seis escalones
después finalmente se detuvo. Tan solo se oía su entrecortada respiración.

Un fuerte "¡Piiii!" hizo que diera un salto en su lugar, seguido de algo que
sonaba a puertas pesadas de hierro puro abriéndose. Siente al diablo soltar
su mano y traga saliva con fuerza mientras la venda es retirada. Parpadea
unos segundos y observa algo de lo que ya anteriormente había oído, pero
verlo era completamente diferente.

La habitación era algo angosta y bastante larga, completamente blanca y


con luces que parpadeaban un poco. Lucía como un hospital. Una larga fila
de costado hasta el final de la habitación, gente de cualquier edad, incluso
niños de no más de ocho años, pálidos, podridos y neutros, con la vista fija
al frente y avanzando tan solo un paso. Se oía una risa macabra a lo lejos.

—Hemos llegado justo para ver cómo avanza la fila. —dice Yoongi
entretenido, ya a un lado de JiMin.

Ambos se ven, el diablo continúa con sus ojos rojos y pupilas muy
dilatadas. Da miedo, pero, sin embargo, le dirige una encantadora sonrisa a
su esposo.

—Bienvenido al infierno.
Su... ¿segundo hogar?

....

Cuenta cuenta, como es¿?

no te olvides de votar y comentar oki?

gracias por el apoyo a esta historia.

me alegro de saber que os gusta esta adaptación~

nos seguiremos leyendo en mis demas historias, besitos!!

TQM!!

MinMin.
...

feliz cumpleaños @LeslyLopezsolis <3 que tengas un feliz cumpleaños


jejeje!!
XIX

Aquel frío lugar, la falta de vida y la notable crueldad lo hicieron tener más
de dos escalofríos en menos de cinco segundos. Sin poder evitarlo se acercó
más a Yoongi, tomándolo del brazo.

—No hay nada que temer. —dijo el diablo. —En parte, éste es tu hogar. —y
comenzó a caminar con su niño sosteniéndose de su brazo.

Pasaba con la cabeza en alto entre todas aquellas personas formadas,


recibiendo silencio y ninguna mirada, respeto al ser el rey de todo aquel
lugar. JiMin evitó observar a algunas personas que golpeaban su cabeza
contra la pared, fuera de sí. ¿Hace cuánto estaban allí, tan solo de pie,
esperando por algo peor?

Muchos de ellos parecían estar pudriéndose, con sus pieles cayendo de sus
cuerpos. Había un hombre a unos metros, al principio de toda aquella fila.
Mientras el rizado caminaba y observaba alrededor, podía oír la grave voz
de aquel hombre hacer comentarios completamente sarcásticos y crueles:

"¿Alguno tiene sed?" "¿No creen que se están tardando mucho?" "¿Qué
dicen si aplaudimos?".

—Azazel. —dijo Yoongi cuando llegaron al principio de la fila, y JiMin


intentó no sorprenderse ante lo escalofriante que sonó su voz: autoritaria,
demandante, demasiado fría y seca.

El pálido hombre de unos cuarenta años, el cual dejó de reír de inmediato y


se giró hacia el diablo, haciendo visibles sus ojos completamente negros,
comenzaba a verse asustado e incluso débil. —¿Si, mi rey? —respondió, y
de reojo observó al niño que se encontraba a un lado del rey del
inframundo, abrazándose al brazo de éste.
Yoongi se mantenía inexpresivo y hablaba con decisión. —Quiero que te
inclines. —dijo.

El demonio de inmediato lo hizo, poniéndose frente a su rey. —Inclínate


ante tu nuevo príncipe. El demonio alza la mirada, confundido al principio,
pero de inmediato se arrastró frente al niño, inclinándose ante él.

—Mi príncipe.

JiMin observaba al demonio inclinado a sus pies con sus ojos verdes más
abiertos de lo normal. Le parecía extraño, porque una de esas cosas era su
pesadilla, una de esas cosas lo seguía e intentaba matar. Le parecía extraña
la situación, irreal, pero, maldita sea, que sí era real. Que un demonio le
estaba haciendo reverencia y lo había llamado "príncipe".

—Hola... —dijo, y se sintió estúpido.

Yoongi rodó los ojos sin que nadie lo viese. —De pie. —ordenó.

El demonio lo hizo de inmediato y retrocedió unos pasos. —Él vendrá aquí


cuando se le antoje, y espero por el bien de todos que se le trate como
merece, o tendrán el doble de sufrimiento. —dice mientras vé a todas las
personas formadas, las cuales lentamente pasaban de ser muertos vivientes
a muertos vivientes hiperactivos, con obvios nervios ante la presencia del
rey del inframundo.

—¿Capiche? —Por supuesto, majestad.

Yoongi mueve su brazo, extendiéndolo hacia JiMin, el cual toma al diablo


de la muñeca con ambas manos, distraído al estar viendo alrededor. —Sigue
con tu trabajo. —le dice a su sirviente, y da unos pasos más, abriendo una
puerta que hay a un costado del largo y estrecho cuarto.

Es alta, de hierro y suena pesada cuando Yoongi la abre sin hacer ni un


poquito de fuerza. Guía al niño para que pase primero, y luego se adentra él,
cerrando detrás. Ambos quedan en silencio, JiMin parpadea debido a que la
luz ha bajado aún más.
Pareciese como si estuviese metido en un largo pasillo de pura tierra, con
alguna que otra antorcha iluminando a lo largo. Se oían lamentos a lo lejos,
llantos. Yoongi se puso frente a él, y ambos se miraron fijamente para
confirmar que el menor se encontraba en buen estado. Le dió un
asentimiento a su esposo, y el rey del inframundo lo tomó de la muñeca
antes de comenzar a avanzar.

JiMin descubrió que aquel pasillo tenía muchas esquinas que llevaban a
más pasillos con más esquinas. Vió algunas puertas, y supuso que dentro
había gente encerrada porque muchos rogaban por salir. Un nudo se le iba
formando lentamente en la garganta. ¿Eso habrá pasado su padre? ¿Su
primo? ¿Jackson? ¿Habría sido peor?

Porque estaba comenzando a notar que nada era mejor en aquel lugar. No le
salía la voz, no quería decir ni una palabra, incluso cuando se estaba
muriendo de curiosidad. ¿A dónde lo guiaba Yoongi? En el final del pasillo,
otra puerta se hizo presente, una igual a la anterior. El ente la abrió e incitó
al niño a que pasara primero, el cual lo hizo. Le temblaban las manos.

Aquel cuarto era enorme, redondo, con paredes muy altas, al igual que el
techo altísimo, todo gris. Habían enormes puertas dobles de hierro por
doquier, el suelo era liso, y en medio de todo éste cuarto, unas elegantes
escaleras negras guiaban a un lugar en el subsuelo. La mano repleta de
anillo fue hacia la espalda del menor, guiándolo con suavidad hacia las
escaleras.

—¿Qué son todas esas puertas? —dijo, mirando alrededor.

Se alegró de que su voz hubiese salido. —Diferentes rincones del infierno.


—simplemente respondió, y ambos comenzaron a descender por las
escaleras.

Eran en forma de caracol, y a simple vista lucían larguísimas. Sin embargo,


no tardaron tanto en llegar a una enorme puerta. Lucía igual que las demás,
solo que bañada en oro. Yoongi aleja su mano de la espalda del más bajo
antes de abrir la puerta con ambas manos y hacerse a un lado para que
JiMin se adentrara primero, cosa que hizo.
Decir que quedó maravillado era poco. El lugar era amplio, alto y muy
elegante. El piso color marfil brillaba, las paredes eran de un bordó oscuro.
Había una gran chimenea, la cual estaba prendida. Tan solo una pared
estaba ocupada hasta arriba de todo con libros, cuadernos, cosas que lucían
completamente importantes.

En medio del cuarto había un pequeño escalón que llevaba a un pequeño


piso más alto, redondo. En medio de éste habían dos tronos: uno con un
respaldo inmenso, negro, y otro más pequeño a un lado, del mismo color.
La habitación estaba iluminada por algunas velas en pequeños candelabros
en las paredes, también uno bastante grande en el techo y, debido a la
lejanía, mantenía una luz tenue, suave. Perfecta.

Más a un costado había un escritorio con un asiento bordó de un respaldo


bastante alto, también. Sobre el escritorio habían papeles bien ordenados,
excepto dos y una carpeta que estaba sobre todo.

—... Wow. —simplemente pudo decir.

Yoongi, que lo estaba observando desde que se adentraron a la habitación,


sonríe lentamente de lado. Jamás había tenido tanta intriga de ver a alguien
emocionarse por el infierno, por su lugar en específico, donde dirigía todo.
Sin embargo, allí estaba.

—Ésto es... muy lindo. —admiró todos los libros en los estantes de la
enorme biblioteca que ocupaba una pared.

—¿Los has leído todos? —No son solamente libros. Hay libros de otros
universos, y archivos de contratos de personas importantes. —dijo,
comenzando a caminar hacia su escritorio.

Ya podía apartarse de JiMin y todo debido a que estaban en una zona segura
y tranquila para el niño. —Wow... ¿En serio hay otros universos? —Si.
Mundos paralelos, también. Lo descubrirán en un futuro cercano,
probablemente estés para verlo. —lo que JiMin sintió después de eso fue
emoción, y escalofríos.
Estando con el diablo no recordaba que podría morir. Luego de que el
diablo terminara de echarle un vistazo a uno de los papeles de su escritorio,
se acercó al más bajo y le tendió su mano. —¿Le apetecería al príncipe
sentarse en su trono?

JiMin revolotea sus pestañas con rapidez por un segundo, sorprendido y


volviendo a ver hacia los tronos. Si, había visto los dos pero, por algún
motivo, no se le cruzó por la cabeza que uno sea suyo. —En serio tengo un
trono... —dijo, sin creerlo y aceptando la mano del diablo, el cual de
inmediato lo guió en aquella dirección. Subieron aquel pequeño escalón, y
ayudó a su niño a sentarse.

Éste último a simple vista pensó que sentarse en uno sería demasiado
incómodo, pero hasta parecía acolchonado sin serlo. Era extraño. No pudo
evitar sonreír un poquito. — Esto... no es como lo imaginaba.

Yoongi finaliza de acomodarse en su trono, viéndolo fijamente. —¿No?


¿Qué imaginabas? —Bueno, no recientemente, pero antes de conocerte
imaginaba al infierno... a ti, completamente diferentes. —Yoongi continúa
observándolo fijo, esperando a que continuara expresándose.

—Pues, te imaginaba a ti, tú sabes... —se mueve sobre su trono,


comenzando a sonrojarse y muy avergonzado, dejando de ver al rey del
inframundo. —... como una especie de monstruo rojo, con bigotes, cola,
cuernos y un tridente. —Yoongi niega lentamente, con una pequeña sonrisa
ladina.

—Lo siento. —No, es gracioso. Es completamente diferente. —Bueno, si.


Tú... eres muy bonito. —dice, sonrojado. Yoongi lo observa.

—Lo soy. —dice, inexpresivo. —Y tú también lo eres.

El rizado baja la mirada, negando lentamente. —Gracias. —dice bajito. —


No deberías de agradecer lo que no sientes. —Yoongi responde.

JiMin alza la mirada de inmediato y ambos se ven fijamente. —Está bien no


sentirse hermoso, yo provoqué eso el día en que le dí "el fruto prohibido" a
Eva.
El menor parpadea con rapidez, sorprendido. —¿Eso realmente sucedió? —
Yoongi asiente con lentitud. —¿Eras una serpiente?

El ceño del diablo comienza a fruncirse, y se permite unos segundos para


asimilar lo que su esposo acababa de decir.

—Creo que debería de leer la biblia, así al menos no me sorprenderé tanto


cuando me cuentes estas cosas.

—Lo siento, Yoon. —se disculpó. Esperaba ni haberlo ofendido. —No era
una serpiente. —dice, poniéndose de pie y bajando el pequeño escalón,
yendo hacia su escritorio.

—Era yo, tal y como soy ahora. Las serpientes no hablan. —lo dice en un
tono tan obvio que JiMin ni evita llevar una mano a sus labios, silenciando
una carcajada.

—Yo tan solo persuadí, manipulé.

JiMin asiente lentamente, aunque no lo comprende. Es decir: la biblia decía


que el diablo era malo, que el diablo lo había hecho porque así era, porque
le gustaba ser así. Decía que hacía todo el mal del mundo, y muchas veces
era torpe, no pensaba realmente. Sin embargo, Yoongi era completamente lo
opuesto. Era hermoso, era perfecto ante sus ojos.

Sí, le gustaba el mal, y sí, le gustaba dirigir el infierno; JiMin lo había visto
en aquella sonrisa con la cual le dió la bienvenida a aquel lugar. Pero lucía
inteligente, calculador, sabía cuándo atacar y cuando no. Lucifer, Satanás,
Satán, y su nombre era Yoongi. Su imagen había sido cruelmente arruinada,
y no sabía si se lo merecía, o si no.

Todo debido a que el diablo jamás lo había dañado intencionalmente. O tal


vez sí, pero hace ya un tiempo. Alzó la mirada, y notó como Yoongi lo veía
fijamente. Ya no se sobresaltaba tanto, aunque le daban escalofríos cuando
éste tenía los ojos completamente bordó, justo como ahora. —Hay un
motivo por el cual soy bonito, como tú dices. —comienza, dejando los
papeles que anteriormente había tomado del escritorio nuevamente en éste y
caminando hacia el pequeño escalón.
—Era un arcángel, lo sigo siendo. Antes era el favorito de Dios, y me hizo
hermoso. Es por eso que me sorprende tanto que los religiosos crean que
soy un chiflado, de piel roja y feo: ellos saben quién fui, y quién sigo
siendo.

JiMin suspira mientras el diablo, ya habiendo subido el escalón, se


posiciona frente a él y apoya sus manos en los apoya brazos del trono del
menor, inclinándose un poco para quedar cerca de éste.

—Es que... a veces la gente inventa cosas. Tal vez antes la religión era
honesta, y se podía apreciar. Últimamente la he sentido como una mentira,
como si ya no supiese qué creer. —¿Te estás volviendo... satánico? —
bromea.

JiMin no evita reír bajo, alzando la mirada para verlo. Ambos rozan sus
narices. —No será en tanto tiempo cuando una multitud de personas en
diferentes mundos dejen de creer en Dios gracias a las mentiras de la
iglesia. Eso es lo que yo intenté demostrarle antes de que me arrojara del
cielo: "no confíes en todos, no siempre serán honestos. Y no todos los
humanos serán perfectos. Van a manchar tu nombre." No me escuchó, y
aplicó éste castigo en mi. —sonríe de lado.

—Me dió un lugar, un nombre, y me difamó. Pero, ¿adivina qué? —se


aparta tan solo unos pequeños centímetros para ver fijamente los preciosos
ojos verdes de su esposo. —Aún así me temen.

JiMin relame sus labios. —Yo no te temo. ¿Eso está mal?

Yoongi borra tan solo un poco su sonrisa, viéndolo fijamente a los ojos,
nuevamente inexpresivo. —No. —tan solo dice, y se inclina más, tomando
con sus labios los de su niño en un lento y profundo beso.

JiMin saboreó la boca del diablo, tembló ante el toque de sus lenguas
acariciándose y de sus respiraciones mezclándose. Yoongi le envolvió la
cintura con sus brazos, poniéndolo de pie y dejándolo de puntitas.

El beso continuó, intensificándose cada vez más. Los brazos del menor
rodearon el cuello del ente para tener más comodidad, y estaban dispuestos
a llegar a más justo allí, en el despacho del diablo, en el infierno. Sin
embargo, JiMin tenía una duda la cual no dejaba de rondar por su rizada
cabecita.

Se separó del beso. —Yoon... —llamó, y el nombrado le robó otro suave


beso.

—¿Recuerdas que estaba hablándote sobre nuestro futuro?

—Si. —Y tú dijiste "por los siglos de los siglos", "hasta el final de los
tiempos". —se encuentra embobado, intentando formular bien las palabras
debido a que el diablo no deja de robarle besos suaves.

—Mh.

—Pero yo... soy humano. Voy a crecer, envejecer, morir. —dice.

Yoongi detiene sus besos, y ambos abren los ojos, viéndose fijamente,
inexpresivos. El ente puede oler el miedo en su niño favorito. —Y eso
significa que no habrá ningún "para siempre".

El agarre se reafirma en su cintura, y las pupilas del rey del inframundo


lucen más dilatadas. —No digas eso. —dice.

JiMin se lamenta, se le rompe el corazón. Con timidez y mucho cuidado


desliza sus brazos fuera del cuello de su esposo, y sus delicadas manos van
al rostro del mayor, acariciándolo. —Lo siento, pero es la verdad. —
susurra.

Su voz se entrecorta un poco. El pecho comienza a dolerle. —Sabes que a


mi lado nada es bueno, ¿verdad? —JiMin, ¿en serio le estás diciendo eso al
diablo? —el nombrado no evita sonreír sin ganas.

Yoongi suspira, acercándolo más al punto en que los torsos de ambos están
juntos. —¿Cómo puede mi niño favorito creer algo así? —He llegado a la
conclusión de que no tengo un final feliz. —Nadie lo tiene. Todos mueren,
todos se despiden. —responde. No es lo que el niño quiere oír, pero de
todas formas asiente lentamente, aceptando aquellas duras palabras.
—Pero no tú. Tú vas a ser malditamente feliz conmigo. —¿Cómo?

—Si hubiese una manera de vivir para siempre, ¿lo harías? —JiMin
nuevamente alza la mirada, algo sorprendido.

—De estar conmigo, por los siglos de los siglos. —Si.

—No creo que lo estés pensando. —rápidamente responde el diablo, y es


duro meterse el egoísmo por el culo, solo por tener a alguien en quien
pensar.

—Vivir por siempre implicaría... todo. Todos los que conozcas van a morir,
y tú seguirás con la misma edad. Van a notarlo, y probablemente tengas que
alejarte. Todas las personas que conozcas en todos los años que vivas, van a
morir. Desearía no tener que decírtelo, pero tienes que pensarlo
adecuadamente.

JiMin suspira, cerrando sus ojitos por un par de segundos. Sentía que su
cabeza iba a estallar. Nuevamente los abrió, viendo fijamente a su esposo y
asintiendo lentamente. —Lo pensaré.

Yoongi sonríe lentamente de lado. —Ése es mi niño favorito. Vamos, hora


de volver a tu verdadero hogar.

...

Eu wey, si me dan la vida eterna, no lo pienso ni dos segundos, al chile que


digo que si. Pero wueno, papito Dios nos hizo mortales ;-;
no te olvides de dejarme tu voto y comentario si?

gracias por seguir apoyando esta adaptación~

no seguiremos leyendo!!

MinMin.
XX

Era una preciosa mañana, con el cielo celeste formado con bonitas nubes y
el radiante sol creando el más hermoso paisaje. En un banco de un parque
vacío se encontraba aquel adolescente, no más de diecinueve años, con el
cabello rubio, ojos celestes, pálido, y muy, muy neutro.

Traía ropa normal, excepto por su camiseta, que tenía un logo de alguna
tienda barata del lugar. Observaba todo con total tranquilidad, disfrutaba del
cantar de los pajaritos y de la preciosa vista.

—¿Esto es lo que haces? —aquel adolescente alzó la mirada lentamente


para encontrarse con el mismísimo diablo a un lado de aquel banco.

— ¿Meterte en tus ilusos recipientes? Digno de ti usarlos. Yoongi.

El arcángel más precioso, el más realista y pecador. El gran error. El diablo.


Ni siquiera lo miraba, también observaba el paisaje, pero más acostumbrado
a verlo, y estaba bien, ya que el rey del inframundo llevaba bastante tiempo
en la tierra, vigilando a cierto niño de cabello rizado.

—Quiero que sepas que Kim Seokjin estuvo totalmente de acuerdo con
permitirme hospedarme en su cuerpo, y tendrá lo que merece. —dice el
rubio.

Su voz es suave, no hay maldad, ni bondad. Solo es tranquila, pero neutra.


Yoongi finalmente lo observa. —Estoy de acuerdo. Todos deberían de tener
lo que se merecen.

El ceño del tal Seokjin se frunce levemente y ladea tan solo un poco su
cabeza. —¿Puedo preguntar desde cuándo te importa que la gente obtenga
lo que se merece, si es que te refieres en algún sentido positivo?
—No se trata acerca de ningún sentido positivo, es sobre el sentido común.
Los buenos deberían de obtener lo bueno, y los imbéciles deberían de
obtener la mierda. —¿Incluso si te gustaría que los buenos tuviesen lo malo,
también?

Yoongi rió seco mientras le sonreía de lado, arrogante. —Tú eres el imbécil
mayor. —dice.

Nunca le ha tenido miedo. Siempre lo había enfrentado, porque no podía


matarlo. No podía. El diablo vuelve la mirada al frente y suspira,
lentamente poniéndose serio al estar sumergiéndose en sus pensamientos.
—¿Qué crees que debería de suceder? —dice el adolescente de ojos color
mar, volviendo la vista al frente. El silencio reina en el lugar por unos
segundos.

—JiMin merece ser feliz, y sé que es difícil de entenderlo, pero lo es


conmigo. —dice.

Y se oye tan simple, pero no lo es. Más aún cuando sabe que el idiota que
está dentro del cuerpo del tal Kim Seokjin lo sabe todo, y no piensa
decírselo. —¿Y tú? —observa al diablo.

— ¿Eres feliz con JiMin?

Yoongi observa fijamente los ojos de aquel adolescente y lentamente


comienza a fruncir el ceño antes de decir: —No me vengas con esas
estupideces de telenovela. —el tal Seokjin vé al frente y ríe
silenciosamente.

—¿Desde cuándo preguntas por mi felicidad?

—No me importa. —rápidamente contesta.

—Solo quería saber si eres tú siendo egoísta, o eres tú realmente


preocupado por un humano.

Yoongi ríe secamente, alzando un poco las cejas. —¿Crees que todos los
que habitan esta tierra piensan en los demás? La mayoría piensa en sí
mismos. —se defiende.

Si, era egoísta, muchas veces. ¿Quién no lo era?

Nuevamente el silencio reina por unos pocos segundos. —Me importa su


futuro. Su futuro es conmigo, tú y yo lo sabemos.

—No. No lo sabes.

Yoongi comienza a sentir el enojo crecer en su pecho. ¿Éste era Dios


refregando en su cara la falta de conocimiento? ¿Siendo egocéntrico? ¿O
solo le estaba diciendo la verdad? El diablo lo mira, sus ojos se han
oscurecido un poco y abierto más. Respira hondo, y un gran viento provoca
que las nubes comiencen a aparecer de a poco, tapando el sol.
—Quiero que viva por siempre, conmigo. —dice, más bajo, manteniendo su
tono tranquilo.

—Y estoy en busca de una manera.

—¿Es por eso que estás aquí? —el rubio frunce un poco su ceño.

—¿Crees que yo puedo darte la manera? —el diablo se mantiene en


silencio, tan solo viéndolo.

Si, así era, pero no lo diría en voz alta. El adolescente se acomoda en el


banco. —Amo mi creación. —Yoongi gira sus ojos ante aquello, y éstos se
vuelven un poco más claros.

—Pero seamos claros: él te eligió a ti. —Y ambos sabíamos que pasaría,


porque tú pretendías no escucharlo.

—Porque tú te metiste en mi camino. —corrige de manera suave el creador


de todo, nuevamente viendo al diablo, el cual nuevamente tiene los ojos
oscuros.

—Yoongi... —niega lentamente y, con paciencia se pone de pie.

— Tal vez, si no te hubieses entrometido, lo hubieses salvado, de todo ésto.


No malinterpretes mis palabras, pero fue a causa de tu egoísmo el que él
esté de esta manera. ¿Había manera de no malinterpretar aquello?

—Era inevitable no entrometerme, tú jamás hiciste algo para que no me


invocara. Yo respondo cuando me llaman. ¿Podrías tú decir lo mismo?
¿Qué pasó con el "libre albedrío"? ¿Nos lo metemos por el culo, padre? —
preguntó al final de manera sarcástica, poniéndose frente al rubio, el cual
negó.

—Por supuesto que no. JiMin tuvo, tiene, y siempre tendrá su libre
albedrío, y lo que él decida hacer con éste, tú no lo sabrás.

—No te preocupes. —el diablo finge estar desinteresado, viendo hacia otro
lado.

—Voy a conseguirlo, quieras tú o no.

—¿Si? ¿Por qué? ¿Porque lo amas? —la mirada de Yoongi va fijamente a


los ojos de aquel recipiente en el que Dios se refugiaba.

—Cierra. la. boca.

—¿No puedes amarlo? ¿O no quieres?

—¡No es tu maldito asunto lo que yo haga? —alza su voz, y el banco en


donde anteriormente Dios reposaba y admiraba la vista arde en llamas.
Ninguno parece inmutarse por aquello.

—Tienes que entender que tampoco es tu asunto lo que él decida hacer. —


dice el adolescente luego de unos segundos.

—Te duela o no, JiMin decidirá su propio destino. Podrás ser dueño de su
corazón, pero no de su vida.

Yoongi se aparta lentamente. Las llamas se reflejan en sus ojos bordó. —No
soy ni pretendo ser el dueño de su vida. Pretendo darle lo que quiere, y voy
a hacerlo. Con o sin tu ayuda. —y en un parpadeo, ya no está.

Las llamas se apagan lentamente, el banco queda hecho cenizas, y Dios alza
su vista al cielo antes de cerrar sus ojos y soltar un gran suspiro. Porque lo
que esperaba para aquel humano que creyó no ser oído era un gran drama,
un peso en los hombros. Un trabajo. Una oportunidad. La única para poder
estar junto al amor de su vida.

Aquella noche Yoongi llevó al niño de vuelta a aquella cabaña de su


infancia, de la misma manera. Le desató el calcetín de los ojos, lo
acompañó a su cuarto, lo ayudó a vestirse con su ropa de dormir y se acostó
a un lado.

Hablaron por el resto de la noche, compartiendo besos y caricias. Yoongi le


contó historias entretenidas acerca de gente a la que había conocido en
siglos pasados, le confirmó dudas de creencias que los mundanos tenían, y
luego informó a JiMin sobre más funciones en el infierno.

En si, el infierno no era un lugar, pero también tenía muchos lugares. Todas
las puertas que JiMin había visto antes de bajar las escaleras que llevaban al
despacho del diablo eran diferentes áreas, que incluso llevaban a otras.
Estaba "la fosa de las almas", y era como un mar de fuego donde las almas
de las personas nadaban, quemándose una y otra vez, por el resto de la
eternidad.

Otra de las puertas trataba sobre un salón donde un demonio en específico


usaba miles de bonitos escenarios que habían en la mente de las personas
para torturar, volviéndolo todo bastante perturbador. También estaba esta
parte del infierno que se hacía llamar "la nada misma". No era exactamente
la nada, pero se basaba en un lugar oscuro, con relámpagos cada cinco
segundos. Habían unos fierros enormes que se sostenían de quién sabe qué,
cruzados.

Los demonios colgaban con ganchos enormes desde la piel a las personas, y
las dejaban allí. Por más que éstas intentaran hablar, no serían escuchados
por los demás, ni podrían comunicarse entre ellos. La última que Yoongi le
había contado era "pesadillas". Básicamente, un cuarto que te lleva a tu peor
pesadilla, volviéndola repetitiva por el resto de la eternidad. Y habían miles
de otras secciones, pero JiMin prefirió no oír más.

Los besos regresaron, y el rizado no pudo evitar aferrarse más al rey del
inframundo, el cual lo cubrió con su cuerpo. Sus lenguas se encontraron, se
acariciaron y minutos después sus cuerpos estaban frotándose entre sí. —
Yoon... —suspiró y ladeó su rostro cuando el diablo comenzó a repartir
húmedos besos por la piel de su cuello.

—Q-Quiero... —Te doy lo que quieras.

Un sonidito escapó de la boca del menor ante las succiones que le brindaba
su esposo en el cuello, y una sonrisita comenzó a crecer en sus labios por lo
que éste le había dicho.

—Una casa, lejos. —comenzó.

—Ambos. —Desnúdate. —ordenó el diablo.

El niño lo observó por unos segundos mientras sentía el rubor hacerse


presente en sus mejillas antes de llevar sus manos al borde de su camiseta,
levantándola hasta quitarla por su cabeza, despeinando sus ricitos. —

¿Qué más? —Que nadie nos persiga. —sentía la mirada del diablo en su
cuerpo, las caricias en su cintura, el frío de sus anillos.

—Quiero poder brindarte todo lo que nunca nadie te brindó, darte todo el
amor que mereces. —Yoongi detuvo sus caricias y alzó la mirada,
observando fijamente los ojos verdes de su esposo.

¿Realmente había dicho aquello? ¿Realmente lo amaba tanto? ¿Realmente


creía que una cosa como él merecía su amor? —Y será grande. Será el amor
más grande que alguna vez alguien haya sentido. —baja la mirada, con
vergüenza.

—No hay nadie que sienta lo que yo siento por ti, Yoon.

Los brazos de Yoongi rodean mejor la cintura del niño, y se ha quedado sin
habla. Es la primera vez en mucho tiempo que no sabe qué decir, pero no es
la primera vez en que no sabe cómo actuar. Sigue sus instintos. Una lenta y
ladina sonrisa se forma en sus labios, y se inclina para besar los labios del
niño con demasiado afecto, sentimiento y profundidad.
Le come la boca, esperando que el mundano pudiese entender todo lo que
pasaba por la cabeza del arcángel, aunque probablemente no sería así.
Terminaron de desvestirse entre besos, y con las mantas cubriéndolos
debido a que el rey del inframundo no quería a su esposo enfermo, se
acomodó entre las piernas de éste y adentro su prominente miembro al
interior del más pequeño, el cual jadeó algo fuerte, un poco agudo.

Rápidamente llevó una de sus manitos a su boca, y Yoongi le lamió la


mandíbula antes de llegar a su oreja entre besos por su piel. —Un día
estaremos completamente solos, en nuestra casa... —se adentró hasta el
fondo, completamente.

El niño dobló los deditos de sus pies. —... y te voy a hacer gritar tanto que
harás eco en el infierno. —le quitó la mano de la boca para besarlo,
ahogando los gemidos en su boca, mordiéndole el labio inferior.

El vaivén fue lento, y no porque no pudiese ir más rápido, pero esa noche...
esa noche el diablo le estaba haciendo el amor. Se estaban sintiendo lento,
delirante, de todas las formas posibles. Ambos se besaban, y besaban
porciones de piel del otro. Yoongi le besaba detrás de la oreja, mordía el
lóbulo y le apretaba las nalgas.

JiMin le mordía suavemente el hombro, se sostenía de sus bíceps y movía,


inconscientemente, sus caderas ante el vaivén. Todo iba perfecto. El
exquisito placer fluía por ambos cuerpos, la capa de sudor cubría éstos, el
clima en la habitación había ascendido y se estaban sofocando en el otro de
la manera más delirante.

Las sábanas se habían arrugado, las mantas estaban en el suelo cuando


Yoongi invirtió las posiciones. Quedó sentado para que el niño pudiese
sostenerse de su cuello, y él pudiese alzarlo por las caderas en cada subida y
bajada, ayudándolo. JiMin podía sentir el glande del diablo rozar una y otra
vez su punto dulce.

Se estaba muriendo por llegar al clímax, pero todo era tan lento y
maravilloso que no podía permitirse ir más rápido. No fue luego de unos
minutos después de ver como las piernas del niño temblaban un poco que el
rey del inframundo volvió a dejarlo delicadamente bajo su cuerpo y
aumentó un poco el ritmo del vaivén cuando ya ambos necesitaban
realmente aquella hormigueante sensación.

Los labios de JiMin estaban presionados, soltando exhalaciones bruscas por


la nariz y, de vez en cuando, unos cuantos jadeos bajos, con sus ojos
entrecerrados. Entreabre sus labios cuando los de Yoongi van a la piel en su
cuello, lamiendo, besando, succionando y mordiendo. Todo es demasiado.

La cama comienza a rechinar, comienza a sentir el hormigueo, el delirante


placer. Su espalda se arquea, llegando al clímax, con su cuerpo tensándose
por unos segundos y su esencia saliendo de su miembro, manchando ambos
cuerpos.

El diablo continúa impulsándose en el cuerpo de su esposo, aumentando las


embestidas entre gruñidos e insultos. Finalmente, el vaivén se vuelve más
lento, y JiMin puede sentir un líquido llenando su interior. Ambos cuerpos
quedan abrazados, sudorosos, pegajosos. Yoongi se acuesta a un lado de su
esposo y lo atrae a su pecho, haciendo un movimiento con su mano para
que las sábanas los tapen, y la manta vuelva del suelo, sobre ellos.

JiMin oculta su rostro en el cuello del diablo, suspirando. Ambos se quedan


en silencio por un par de segundos, tan solo mimándose con caricias en sus
cuerpos, besos suaves y cortos. —¿Vas a irte? —pregunta JiMin, sin abrir
sus ojos.

Siente que está a punto de dormirse, pero necesita respuestas a su duda. —


Si. Abre sus ojos y alza la mirada, frunciendo levemente su ceño. Luce
preocupado. Yoongi no evita acariciarle la mejilla. Se vé bonito, recién
folladito.

—Pero... ¿Volverás?

Yoongi le besa la frente. —Por supuesto. Siempre vuelvo a ti.

Y JiMin le sonríe antes de ser besado. Finalmente cierra sus ojos y se


acomoda nuevamente, dispuesto a dormir. Eran las cinco a.m cuando,
abrazado al amor de su vida, descansó.
Habían pasado dos días, la navidad había llegado. JiMin amaba la navidad,
porque habían luces, y nueve, y chocolate caliente con galletas. Amaba todo
lo que estuviese relacionado, las tradiciones que tenían con su familia, los
obsequios.

Pero ahora, a sus dieciséis años, tan solo quería acostarse en su cama, y ser
besado por el diablo hasta que sus labios no pudiesen más. Si,
probablemente si alguien oyera sus pensamientos lo creerían algo
perturbador, pero era todo lo que quería.

Hacía frío, y necesitaba el cálido cuerpo de su esposo pegado al suyo,


envolviéndolo, cubriéndolo. Necesitaba ser amado de todas las maneras
posibles, sostenido, besado. Y estaba de un humor tremendo, porque algo
muy extraño le había sucedido.

Fue segundos antes de despertar, pero siente que fueron horas. Creyó que
era un sueño, pero jamás había observado algo en un sueño con tantos
detalles. Pudo verse a sí mismo, sus brazos estirados. Vestía una camisa
negra, como la de Yoongi.

Sabía que estaba en un hospital, y frente a él, en una camilla, una niña con
cáncer dormía. Sabía que esa niña se llamaba Chloe, sabía que tenía cinco
años, sabía toda su vida. El escenario cambia. Ahora está caminando hacia
algo que luce como una cama, pero no puede observar bien, porque todo
está nublado. Se sienta, y la persona a la que no logra observar bien, la cual
está en aquella cama, se alegra de verlo.

Un escalofrío, el cambio de temperatura en su cuerpo, estar haciendo algo


que jamás consideró bueno pero ahora... ahora era normal. Cotidiano.
Despertó, pero se volvió a dormir. Y ya no tuvo ése tipo de sueños, tan solo
pesadillas. Como siempre. Su primo estaba de pie en el umbral de la puerta
de su cabaña, y le preguntaba una y otra vez por qué no lo sacaba del
infierno, porqué era malo y no lo ayudaba.

Finalmente despertó. Esa mañana se había levantado, ignorando al cuervo


que lo observaba desde una rama de un enorme árbol, cerca de su ventana.
Ésta daba a aquel bosque al que temía desde pequeño, así que no observaba
tanto por la ventana. De todas formas, se le hacía chistoso temerle a algo
inexistente y estar casado con el rey del inframundo.

Es decir, el rey de toda pesadilla. Sentía una nueva emoción realmente


extraña. Sentía un poco de enojo debido a que sus manos le temblaban
levemente, y había tristeza en su pecho, y ganas de llorar. Sentía que sabía
el motivo, pero que jamás podría explicarlo, y era aquello lo que lo hacía
enfadarse de la nada. Había preparado un chocolate caliente para su
hermana y para él, era su forma de pedir disculpas.

Sus primos lo ignoraron cuando él ofreció prepararles algo, y estaba bien.


Había ido a buscar unas galletas a la pequeña cocina, dispuesto a volver al
living donde Hyunah y sus primos estaban sentados, conversando. Se quedó
en ésta, del otro lado de la puerta entreabierta cuando oyó que lo
nombraban.

—... JiMin salió afectado en todo ello.

—Hyunah, escúchanos. Mantente alejada de él. Es el anticristo. —uno de


sus primos dijo.

JiMin intentó no burlarse mentalmente, tan solo frunció un poco el ceño. —


Chicos, no sean así. Entiendo que siempre han tenido problemas con él,
pero es un ángel. Solo... tiene algunos problemas.

—¿Ah, si? ¿Cuáles? —Pues... mamá y papá no lo saben pero, honestamente


yo creo que anda en drogas. A veces habla solo, o se pone de diferente
humor, o dice cosas extrañas. También se pone mal, hemos tenido que ir al
hospital muchas veces. Se enferma.

—Es porque es el anticristo. Hyunah, te lo digo. Lo es. Es el anticristo, y


nosotros lo sabemos. Él mató a Bonhwa. Una punzada atravesó su pecho y
tuvo que sostener ambas tazas con más firmeza. Entonces, ellos
definitivamente lo sabían.

—... ¿Qué?
—Lo hizo. Justo después de que Bonhwa lo molestó, le cortaron su...
bueno. Ya sabes. Y murió desangrado. ¿No te parece una coincidencia?

—No. —su hermana respondió de inmediato, negando. Se oía un poco


molesta.

—JiMin jamás haría eso. Él... es incapaz de hacerle daño a alguien.

No, no es incapaz. —Está bien su no quieres creernos, pero es la verdad. Y


nosotros nos encargaremos de que pague por ello.
JiMin se congela un poco mientras oye el incómodo silencio que se hace
presente en aquella habitación. ¿Acaso sus primos podrían haber invocado
al demonio? ¿Podrían querer matarlo? Debía de decirle a Yoongi... ¿Debía?

—Ustedes no van a tocar a JiMin. —su hermana defendió de inmediato


aquella amenaza de parte de sus familiares.

JiMin sintió un calor agradable en su pecho, hacía mucho no sentía que su


familia estaba para él, solo sentía que le tenían lástima. —Yo los apuntaré a
ustedes si algo le sucede, y saben que todos van a creerme. Lo saben.

Se oye una risa seca de uno de sus primos. —Malditas mujeres, solo sirven
en la cocina.

Fue como si algo tomara control en el cuerpo de JiMin. Se adentró al cuarto


donde sus primos y hermana estaban, le dió las tazas a Hyunah con total
tranquilidad y suspiró antes de girarse hacia Bae, el cual había dicho
aquello. Usaría el temor que le tenían para que nunca más hicieran sentir
inferior a su hermana, o a otra mujer.

—Repítelo. —su primo alza la mirada hacia el rizado.

JiMin comienza a sentir el malestar haciéndose presente en su estómago,


Yoongi llegando, pero está muy tenso como para prestarle atención. —
Repíteme lo que le dijiste a mi hermana.

—JiMin... —Hyunah lo intenta llamar, pero no se pone de pie. No cree que


su hermano sea capaz de golpear a alguien.
—Te voy a partir la cara. —nunca se había sentido con tanta adrenalina, con
tanto enojo. Estaba enojado. ¡Estaba tan enojado!

—¡JiMin! —el nombrada gira su rostro hacia su padre, el cual está entrando
a la habitación.

No luce enojado, pero luce indignado, sorprendido por la reacción de su


hijo. Normalmente éste se quedaría callado. —¿Qué está pasando aquí?

JiMin regresa su mirada a Bae, el cual vé a su tío con pánico, en busca de


alguna salvación. El rizado observa de reojo al diablo, el cual está de pie en
una esquina de la habitación, con sus manos en los bolsillos de su pantalón
y viendo a su niño favorito fijamente, sonriendo de lado.

—L-Lo siento. JiMin, lo siento. —los ojos de su primo comienzan a


llenarse de lágrimas.

Sabe que ha metido la pata, que podría morir en segundos, minutos, tal vez
en un par de días, y nadie lo sabría. El pequeño observa fijamente a los ojos
de su familiar, y su enojo se convierte en ira. Ira hacia él mismo, por
asustar, por sentirse más poderoso que los demás al tener de esposo al
mismísimo diablo.

Yoongi lentamente fue borrando su sonrisa, porque podía sentir lo que su


niño sentía, y hubiese sido divertido si el enojo era hacia alguien más, pero
sabía que era odio propio, personal. JiMin de inmediato se aleja de su
primo, pasando por un lado de su padre y subiendo las escaleras.

Oye como Seung le llama y lo sigue, pero no se detiene. Está tan enojado,
quiere golpear, romper, gritar, y más. Llega al cuarto donde se estaba
quedando y no evita azotar con fuerza la puerta. Yoongi se encuentra en un
rincón.

—JiMin. —Déjame esto a mí. —dice rápidamente antes de que su padre


entre también al cuarto, cerrando detrás de sí.

—Chim, cálmate. Cálmate, ¿está bien? Tu primo... es un idiota. Y lo sabes.


—es la primera vez que oía a su padre hablar así de su familia. ¿Realmente
habría cambiado?

JiMin se queda de pie, lejos de su progenitor, tan solo observándolo


fijamente. Yoongi se pone de pie detrás aún cuando su querido suegro no
puede verlo. Es su forma de proteger al niño sin meterse en el asunto. JiMin
había dicho "no", y aunque antes hubiese mandado a la mierda a quien sea,
a su esposo lo respetaba.

—Escúchame. —comienza Seung, con calma, alzando un poco sus manos y


viendo fijamente a su hijo. —Debes calmarte, no vale la pena.

—Son unos... —negó lentamente, riendo seco y silenciosamente.

—... la hicieron sentir mal. —Lo sé. Y yo me encargaré, pero tú... esto no
está bien. Yo... yo no quería opinar, te lo dije. Hay algo que te sucede, y
creo saber qué es. —ambos se quedan en silencio mientras los ojos de
JiMin lentamente comienzan a llenarse de lágrimas, y un nudo se le forma
en la garganta.

No va a llorar, no lo hará. Traga con fuerza. —JiMin, necesito que me digas


la verdad.

Comienzan a temblarle las manos. —¿Qué? —¿Asesinaste a tu primo?

—Cuida su boca. —Yoongi dice rápidamente a su esposo, con tranquilidad,


pero no luce de la misma manera.

Sus ojos lentamente se van volviendo rojos, el malestar se intensifica. —


No.

—¿Asesinó a tu primo? —N-No.

Seung lo sabe. Sabe que su hijo miente, sabe que éste jamás diría que sí,
porque aún no confiaba en él. Niega lentamente antes de dar un paso hacia
atrás. No puede creerlo. Su hijo de dieciséis años no solo estaba metido en
donde no debía, sino que también era cómplice de la muerte de su sobrino...
y de quién sabe que muertes más.

—¿Cómo...? —Seung exhala.


Ésto no está bien. JiMin se mantiene callado, con Yoongi detrás. Ambos
observan a Seung de la misma manera: con desafío, enojo. JiMin tiene más
culpa en sus ojos, a Yoongi todo le importa una mierda.

—¿Cómo haces para cargar con algo así sobre tus hombros? Eres cómplice.

JiMin estalla nuevamente. Ni Yoongi se vé venir el que éste tome el reloj de


la mesa de noche y lo arroje contra la pared, cerca de su padre, rompiéndolo
en mil pedazos. Ahora sí no se quedaría callado, ahora sí diría todo lo que
quería decirle al infeliz de Park Seung.

Él jamás había pensado en sus sentimientos, ¿por qué JiMin debía de pensar
en los suyos? ¿Por qué JiMin no se hartaba de pensar en los demás, cuando
nadie pensaba en él? —¡Deja de hacerme sentir culpable! —grita, dando un
paso.

El diablo suspira, satisfecho de ver la cara de susto del hombre mayor. —


No. JiMin, yo j—Es lo que siempre haces. Siempre quieres hacerme sentir
que todo lo que hago está mal, incluso cuando ésto no estaba pasando.
¡Cuando todo era normal!

—No, no. Un momento. Yo no dije eso. Yo no intento hacerte sentir


culpable. —se pone de pie frente a JiMin, firme.

—Cierto, eres una persona buena, a la cual le importa no dañar a alguien


antes de decir las cosas en voz alta. —aplica el sarcasmo.

Yoongi opina internamente que ama el sarcasmo de su esposo, pero no es


buen momento. —¿Y tú? —Seung alza un poco su voz.

—¿Pensaste las cosas antes de hacerlas? —Yo no maté a nadie. ¡Nadie!


¡Nada de esto habría sucedido si hubieras sido un buen padre y me hubieras
creído cuando te dije que ese cigarrillo no era mío! ¡Si tú me hubieras
creído, Bonhwa hoy solo sería un torpe que intentaba molestarme, y tú no
habrías tenido un infarto! —alza más su voz, y no tiene miedo.

Se siente poderoso, tan poderoso como para hacerle frente a su padre a


pesar de ser más bajo que éste último, y usar todas sus fuerzas para
brindarle un empujón y tambalearlo hacia atrás.

—¡Todo se trata de ti, y tú maldita irresponsabilidad respecto al lamentable


papel de padre que te traes! De no ser por tu falta de tacto y atención
hubiese sido feliz. ¡Pero no! ¡Jamás tuviste ni un poco de empatía! ¡El peso
que está en mis hombros es por ti! ¡Tú pusiste ésta responsabilidad en mis
hombros, y es por eso que te odiaré hasta que me muera!

El silencio reina en la habitación por varios segundos. Padre e hijo


intercambian miradas, el rey del inframundo se mantiene observando a
ambos, esperando. —... JiMin.

El nombrado traga con fuerza y no puede aguantar el llanto. Sus ojos


nuevamente se llenan de lágrimas y niega lentamente. —Entiende que ya no
confío en ti. Solo... —retrocede.

—... déjame solo, por favor.

Seung sale del cuarto de inmediato, sintiendo la culpa carcomiendo su ser.


Lo merecía, merecía el rechazo de su hijo. No supo aceptar que éste lo
había tratado bien incluso luego de todas las porquerías que hizo. Pero no
iba a rendirse, le dejaría su tiempo.

Dentro del cuarto, JiMin exhala entrecortadamente antes de bajar la mirada


y cerrar sus ojitos con fuerza debido a que aún la ira no se va del todo.
Respira profundamente por la nariz antes comenzar a darle golpes con su
puño al armario frente a él.

—Suficiente. —Yoongi le toma la muñeca, deteniéndolo.

Sus nudillos se hinchan casi de inmediato, hay un poco de sangre en ellos, y


tiembla. Tiembla completamente. Jamás se odió con tanta fuerza, jamás
quiso no sentir una sola cosa. Jamás se había enojado tanto, ni reaccionado
así. No sabía qué le sucedía.

¿Será que, después de todo éste tiempo, realmente se estaba volviendo


malo? ¿Cómo pudo hablarle así a su padre? ¿Asustar a su primo? Miles de
comentarios machistas en el mundo, en la iglesia, que se había callado toda
su vida, pero, de repente, era como si hoy explotara por todos ellos. Solloza
bajo, casi silenciosamente mientras el diablo lo atrae a su pecho. Le está
matando el dolor de cabeza, no siente sus dedos.

—Solo quiero que ésto termine. —tiene que hacer mucha fuerza para
hablar, debido a que el nudo en su garganta lo está matando. —Ya no quiero
sentir ésta culpa, ya no quiero sentir nada. Por favor, necesito dejar de
sentir. Voy a volverme loco. —Yoongi reafirma los brazos alrededor del
más bajo al sentir que las piernas comienzan a fallarle.

—No necesito ésto.

Lo guía hacia la cama y lo acuesta. Nota como la mirada de JiMin está


perdida en el techo y lucha por respirar bien, preso de la ansiedad que
rascaba su pecho con lentitud, con crueldad. Le quita las zapatillas y el
suéter antes de acostarse a su lado y arrastrarlo contra su pecho.

—Mírame. —dice.

JiMin alza la mirada y las narices de ambos se rozan. —lo decía en serio. —
el ceño del niño se frunce ante aquellas palabras.

—"Te doy lo que quieras". Y si todo lo que me dijiste hoy es lo que quieres,
te lo daré.

JiMin se acurruca en los brazos de Yoongi y éste comienza a susurrar


palabras en aquel idioma inentendible, provocando que el niño se relaje, las
lágrimas se detengan y, poco a poco, éste caiga dormido. El diablo lleva una
mano a la del menor, la cual está lastimada y le besa los nudillos
ensangrentados.

Poco a poco, éstos están como nuevos, sin ningún rasguño. Lo atrae más
cerca y se pasa la noche acariciándole la espalda, los rizos, oliendo éstos
últimos, y pensando. Debía de estar preparado para lo que sea que vendría,
porque su niño... su dulce niño, se estaba rompiendo.

JiMin despertó ante la canción navideña resonando en el piso de abajo.


Jingle Bell Rock. Una de sus canciones navideñas favoritas. Agradeció
despertar así, pero recordaba las situaciones antes de dormir y tan solo
quería seguir haciéndolo. No fue hasta que sintió besos en su barbilla, y
sonrió. Abrió sus ojitos para encontrarse con el rey del inframundo, aún
sosteniéndolo en brazos.

—Yoon... —Aborrezco la navidad... pero esa canción no está nada mal. Me


trae recuerdos. —comenta.

JiMin alza sus cejas antes de comenzar a refregar sus ojitos, intentando
quitar un poco el sueño. Se estira pero se vuelve a abrazar a su esposo. —
¿Si? ¿Bobby Helms también te vendió su alma? —bromeó el niño.

Rogaba porque fuese una broma y el diablo no terminara confirmándolo. —


No. Recuerdo a cierto niño de rizos, aproximadamente unos cinco años,
cantando ésta canción con malas pronunciaciones y saltando en medio de la
sala. —dice, como si nada.

JiMin alza la mirada y lo observa fijo. Yoongi alza una de sus cejas. —
¿Qué?

---Te lo dije: he vigilado tu alma incluso antes de que entre a tu cuerpo, y


siempre ha sido mía.

—Si, pero no sabía que estabas desde hace mucho. —algunos recuerdos
surgieron en la mente del rizado, pero no eran exactos.

Recordaba una mano, recordaba esconderse, jugar con alguien, morir de


risa y cosquillas. —¿Y yo te he visto? —Yoongi asiente.

—Has hecho más que verme. Podremos hablar de eso otro día. —y lo
harían.

Yoongi le contaría lo adorable que era, como le gustaba dar abrazos, jugar a
las escondidas, y que le hicieran cosquillas. También las veces que lo había
consentido con dulces y helado. —Deberías de comer eso. —... ¿Mh?

JiMin se gira detrás suyo cuando Yoongi asiente con su cabeza, señalando
aquel lugar. En la mesa de noche hay una taza que contiene chocolate
caliente, y a un lado hay una porción de pastel de chocolate. El niño frunce
un poco su ceño mientras se sienta.

—¿Quién ha traído ésto? —pregunta mientras toma con cuidado la taza y


sopla el contenido caliente antes de olfatear. Huele exquisito.

—Tal vez Santa Claus. —dice el diablo. Claramente bromea.

Se sienta y apoya su espalda contra el respaldo de la cama y la pared,


observando a su niño favorito beber su chocolate caliente. Éste le dejó
bigotitos en su arco de ángel, y Yoongi relame sus propios labios, tentado a
quitarle aquello con su lengua. —¿Qué tal está? —Perfecto. —se estremece.
La bebida caliente y el clima frío no lo ayudan, aún más si sigue en pijama
y no está cubierto.

—Vaya. —¿Tienes frío? —JiMin asiente y deja con cuidado la taza en su


mesa de noche, dispuesto a tomar una manta.

—Mejor ponte tu suéter navideño. —Yoon, no tengo un suéter nav... —deja


de hablar cuando observa en la punta de la cama, doblado, un suéter de lana
rojo, con ciervos blancos y pequeños árboles verdes.

Vuelve su mirada hacia el diablo, el cual tan solo lo observa de manera


neutra. —¿Quién ha traído eso? —Santa.

—Yoon. —JiMin no puede evitar soltar una risita, alegre.

Eso alivia el peso en sus hombros. Toma el suavecito suéter, pasa sus brazos
por las mangas y su cabeza por el agujero, acomodándolo en su torso. Le
queda bien, algo grande. Es calentito.

—Tengo un suéter navideño. —dice de manera dulce, emocionado.

Yoongi le tira de la mano, y el niño termina en su regazo, acurrucado contra


él. El diablo le alcanza la taza para que el niño siga bebiendo. Jingle Bell
Rock cesa, It's the most wonderful time of the year comienza. Los ojos de
JiMin brillan con emoción.

—¿Quién está abajo? —Nadie.


--- Santa está poniendo la música. —dice el diablo.

JiMin intenta apartar de su cabeza el hecho de que su familia se fue sin él,
realmente lo hace, porque Yoongi está haciendo algo que está llenando su
pecho de amor. —Yoon... —dice luego de beber de su chocolate caliente.

Nuevamente tiene bigotitos, y el diablo no pierde la oportunidad de


limpiarlo por su cuenta, con su lengua. Deja un beso suave y casto en los
labios de su niño, y cuando ambos se apartan éste último tiene sus ojos
llenos de lágrimas, pero continúa sonriendo. —... Gracias.

El diablo tan solo pasa sus dedos pulgares por las lagrimitas que amenazan
por salir. No es muy bueno recibiendo agradecimientos, porque jamás había
hecho algo así por nadie. —¿Todo en orden? —JiMin asiente, sorbiendo su
naricita, aún con una sonrisa y dejando la taza en la mesa de noche.

—Eso espero. Santa dejó más regalos bajo tu cama, deberías de verlos. —
¿Ahora? —Si.

Y JiMin se baja todo emocionado, se arrodilla a un lado de su cama y


comienza a sacar completamente emocionado muchos paquetes. Sus regalos
fueron muchos vinilos de sus artistas favoritos, y algunos nuevos.

Calcetines navideños, un cuaderno de tapa negra con pluma y tinta, libros


respecto a teorías de universos paralelos que había sacado de su despacho
(confiaba en que JiMin no revelaría nada del futuro), más anillos y un reloj
de bolsillo en números romanos.

A Yoongi le importaba una mierda la navidad, Yoongi ni siquiera quería


saber cómo festejaba cada persona, y lo fue descubriendo los años que pasó
junto a su, ahora, esposo. Esas luces, árboles, regalos, buena música.
Familia unida, amigos.

El diablo jamás lo confesaría... pero su niño era su familia.

Su niño merecía todo lo bueno del mundo. Y se lo daría, comenzando por


cosas leves, como éstas.
Y era una promesa.

....

Bueno, chan chan chan, se viene el arco final uwu este es el final del
segundo prologo creo XD

Diablos, no se olviden de dejarme sus votos y comentarios vale!?

Miren que na mas lo subo porque ya le había prometido a la autora original


subirlo completo♥️

Gracias a quienes dejan sus votos y sus comentarios 💕


Nos seguiremos leyendo~

MinMin ✨
XXI

—¿Quiere un poco de té, señora Park?

La nombrada rió al oír el tono formal que usaba su pequeña hija para
referirse a ella, y luego de asentir con una sonrisita, Park Hyunah simula
servir té desde su Minniera de plástico a una pequeña taza rosada. El día era
una obra de arte. No hacía frío, ni calor. Había un sol precioso, y ambas
habían decidido poner un mantel sobre el césped del patio trasero y jugar a
que se reunían a tomar el té. Jacky, la cuñada de Park Eunji, estaba allí
también, pero un poco más lejos, observando cuidadosamente al niño de
cinco años que no paraba de correr en círculos y reír a carcajadas.

—JiMin, cariño. —Jacky comenzó, queriendo que éste se detuviera un


poco, y estaba a punto de advertirle que se quede fuera a la vista de las
mayores, pero el niño de rizos se dirigió entre respiraciones agitadas hacia
la casa. Eunji se puso de pie de inmediato y observó a su hija por el quejido
que ésta dejó salir.

—Vuelvo rápido, cariño. Sólo traeré a tu hermano, mientras hazme otra taza
de té, por favor. —fingió beberse todo lo de la taza y chillar por lo caliente
que estaba.

Hyunah se echó a reír antes de quitarle la pequeña tasita a su madre y


comenzar a preparar más té para ella y sus osos, los cuales le hacían
compañía. Cuando Eunji entró a la casa, se encontró con JiMin corriendo en
círculos alrededor del sofá, viendo detrás suyo de vez en cuando y chillando
con emoción para luego estallar en carcajadas.

—¡No me atrapas, no me atrapas! —se burlaba de algo que no estaba allí.


Eunji suspiró.
Su hijo de cinco años era un terremoto. El rizado volvió la vista al frente y
detuvo aquella carrera, observando algo frente suyo y chillando con más
emoción antes de dirigirse a la dirección contraria, subiéndose al sofá y
poniéndose en posición fetal a la par que ocultaba su rostro con sus
pequeñas manitos. Jacky, la cual estaba entrando a la casa, rió al ver a su
sobrino de aquella manera y se le acercó.

—¿Qué le sucede al bebé? Corre muy rápido.

—JiMin, cielo. No corras así, por favor. —se acercó a su hijo y lo tomó en
brazos con cuidado. Éste se ocultaba en el hombro de su madre.

—Te puedes caer y... ¿De quién te escondes, niño travieso? —su bebé soltó
una risita antes de observar a su madre con una dulce sonrisa cuadrada y sus
mejillas ruborizadas.

—De su amigo imaginario. —dijo Jacky sentándose en el sofá.

Eunji deja un beso en el rostro de su pequeño antes de soltarlo, y JiMin


parece buscar algo con la mirada antes de que sus ojos se iluminen y
comience a correr nuevamente. —Es tan alegre que me contagia.

—¡Mami! —su hija llamaba desde el patio, ya harta de esperar tanto


tiempo.

—Estoy en camino, Hyunah. —observó a su niño. —Minnie, bebé. ¿Me


prestas atención? —JiMin la observó tan sólo unos segundos antes de seguir
corriendo y chillando.

Eunji nuevamente suspira. —Vé con Hyunah. —dijo su cuñada, tomando el


diario que se encontraba en el sofá y acomodándose en éste para comenzar
a leerlo.

—Yo me encargo.

—Jacky, no te sientas obligada a quedarte aquí. JiMin puede venir al patio.


¿Verdad, JiMin ? —el niño ni siquiera la oyó, ahora se escondía detrás del
sofá, concentrado en no hacer ni un ruido.
—No me siento obligada, Eunji. Me gusta verlo jugar. —dice, y observa de
reojo el diario, cambiando una página al no ver nada interesante. —
Avísame si necesitas algo. —nuevamente su hija llama, y se dirige hacia el
patio.

—¡Aquí estoy, amor!

Jacky suspira antes de volver a ver a JiMin cuando éste ríe y rodea el sofá,
tirándose al suelo y tomando la pierna de su tía, cerrando sus ojitos con
fuerza. —¡No me atrapas, moun... monstruo de las cosquillitas!

—¿Con quién hablas, mocosito? —dice su tía, y alza las cejas con sorpresa
cuando el niño se retuerce y comienza nuevamente a correr en círculos
alrededor del sofá.

La mujer vuelve la vista al diario, y es minutos después que se da cuenta al


ver de reojo que la puerta que lleva al sótano, la habitación del pequeño,
está abierta. Pensarlo le llevó tan sólo segundos, y parece que habían
coincidido ya que JiMin corría en aquella dirección, sin mirar al frente, tan
sólo atrás, a aquella supuesta cosa que le perseguía.

—JiMin , cuida... ¡JiMin ! —el niño vió al frente tan sólo cuando sintió que
donde pisaba no había absolutamente nada, y antes de tener una brutal caída
por las escaleras, la mujer pudo observar como la nada misma tironeaba de
la camisa blanca del niño hacia el lado contrario a la caída, dejándolo tirado
de vuelta en el living.

Su tía borró de inmediato de su mente haber visto aquello al notar el


puchero en el labio inferior de su sobrino, y se acercó a paso rápido. —
Cariño, ¿te encuentras bien? No pasó nada, sólo fue un susto.

—Yo estoy bien. —responde el niño con la voz algo temblorosa. No quería
llorar frente a su tía. Miró alrededor y se quedó observando por unos
segundos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Se fue...
Jacky no hace preguntas, tan sólo abraza al niño luego de ponerlo de pie, le
besa la mejilla y lo obliga a ir con su madre. Mientras cierra la puerta que
lleva al sótano, siente un escalofrío viajar por su columna vertebral al
recordar lo que había visto, y aunque quería creer que podía haber sido un
milagro, no se sentía como uno. Se sentía como una maldición.

26 de enero de 1969. || Un año, un mes y un día después. ||

—JiMin ... JiMin ... Oye, JiMin ... JiMin. —tan sólo pasan unos cortos
segundos de silencio antes de recibir otra palomita de maíz contra su
mejilla.

—... JiMin.

—Ay, por Dios. —dice el nombrado, ocultando su rostro en sus manos.

Su mejor amigo ríe. —JiMin, ésta película es una mierda. —y vuelve a reír
silenciosamente, aunque recibe unos "shh" de la parte de adelante.

Ambos adolescentes estaban en el cine, el único del pueblo y, extrañamente


para ser un domingo, no estaba lleno. Había una película en estreno desde
hace menos de una semana llamada "La Residencia". Al parecer, a casi
nadie del pueblo le gustaba, y es por eso que habían algunos asientos libres
a los lados. JiMin no quería ser mala persona, realmente quería darle una
oportunidad a la película, pero no podía, y JungKook lo volvía más
complicado.

—JungKook, por lo que más quieras, déjame ver la película.

JungKook suspira. Está harto, aburrido. JiMin le devuelve la mirada. —


¿Por qué la ves? No te gusta. —come palomitas ignorando otro "shh" que
proviene de más adelante.

—Porque hemos gastado dinero en ésto, y en las palomitas que están


cayendo al suelo. —JiMin baja su voz aún más debido a que se oyen quejas.
—Y no creo que sea tan mala, todos parecen disfrutarla.

—Se están durmiendo, JiMin.


El niño suspira, negando lentamente y acomodando sus ricitos. No había
cambiado nada a excepción de su vestimenta: había abandonado los
tiradores, los pantalones cortos y kickers. Ahora tan sólo usaba una
camiseta blanca abotonada hasta arriba, unos pantalones largos hasta la
cintura color negro, y borcegos del mismo color, los cuales lo hacían tan
sólo un poquito más alto, y eso le hacía feliz. Él iba a ser alto, algún día.

Estaba hermoso, reluciente, pero seguía siendo la misma dulce y bondadosa


criatura de siempre. Seguía siendo Park JiMin Hyung. JungKook también
había cambiado. No sólo era mucho más responsable, también había tenido
un cambio de imagen: con su cabello hacia atrás y ropa parecida, sólo que
su camisa no tenía botones y estaba más abierta en la parte del cuello.
Ambos ahora también se veían fuera de la escuela para ir al cine o al parque
junto a Namjoon.

Un quejido salió de la boca del rizado ante la fuerte picazón que sentía en el
antebrazo, sobre una marca apenitas visible e indescifrable, ya que su madre
lo había llevado al hospital a hacerse unos exámenes, y al no obtener
respuestas decidieron descartar la posibilidad de algo grave, añadiendo una
donde se debía a algún tipo de alergia de alguna tela que le rozaba la piel.
—¿Tienes comezón aún?

—No sé qué sea. —responde, y deja de rascarse, porque hace que le pique
aún más.

—Déjame ver. —su mejor amigo le toma el brazo, observando con atención
en el área donde le picaba al niño.

—Si, definitivamente te vas a morir. — bromea, haciendo a JiMin reír


silenciosamente y alejar su brazo. —Te diré qué: nos vamos de aquí a mi
casa, cenamos allí y luego te acompaño a tu casa. Era un buen plan. —
Suena bien, pero me da vergüenza ponerme de pie ahora.

—JiMin, no me voy a quedar ni un segundito más aquí sentado. Necesito ir


al baño, tengo hambre, me estoy aburriendo. Accidentalmente usó un tono
de voz normal para decir aquello, provocando que tres filas al frente, un
adulto que estaba con su esposa se gire. —¿Quieres cerrar la boca, por el
amor de Dios?
—Púdrete.

—JungKook. —JiMin regaña, y por querer llamar la atención de su amigo


pone su mano sobre la del otro, frunciéndole el ceño antes de ver al adulto.

—Lo siento, señor. Ya nos íbamos.

Y todo hubiese salido bien si el hombre simplemente se hubiese girado,


pero estaba fastidiado, y era un idiota. Su mirada bajó a las manos de los
adolescentes, las cuales estaban una sobre la otra, y negó. —Tenían que ser
homosexuales. —dice antes de girarse y volver a sentarse.

Se oyen algunas risas en el cine ante el, al parecer, chistoso comentario del
adulto. JiMin nota que su mano sigue sobre la de JungKook y la aleja
rápidamente, mirando a su mejor amigo con culpabilidad. A él no le
molestaba lo que la gente pensara sobre él, pero a pesar de conocer muy
bien a JungKook, jamás habían pasado por una situación así.

—Lo sien-

—Ni se te ocurra disculparte por tomar mi mano. —le interrumpe


JungKook.

A él tampoco le importaba. —Vamos. —dice, poniéndose de pie.

JiMin está por hacerlo, pero entonces comienza a sentir aquel reconocible
malestar en su estómago. Nota como por arte de magia las palomitas del
hombre que los insultó sale volando hacia la cara de su esposa, la cual se
queja antes de ponerse de pie, sacudiendo su precioso vestido. Todos están
viendo aquella escena antes de subir la mirada a la pantalla. La película ha
quedado tildada en una parte donde uno de los personajes suelta una
carcajada.

De los parlantes se oye un pitido irritado, y JiMin es el único que no tapa


sus oídos. Lo sintió durante tanto tiempo, que ya no le afectaba en lo más
mínimo. La gente comienza a quejarse y, entonces, la pantalla literalmente
se quiebra, todo se oscurece antes de que las luces del cine se encendieran.
Todos están entre asustados y muy confundidos. ¿Acaso el sonido había
hecho que la pantalla se quebrara? JungKook se vuelve a sentar en su
asiento, sorprendido. —Dime que no estoy loco y viste eso.

—Lo vi. —responde JiMin con tranquilidad.

—¿Y por qué actúas tan normal? —JiMin simplemente revolotea sus
pestañas con rapidez ante aquella pregunta, observando a su mejor amigo,
el cual niega y suspira.

—Olvídalo. Vámonos a casa.

Ésta vez ambos adolescentes se ponen de pie. Toda la gente está saliendo
del cine. JungKook pasa primero, caminando por el angosto pasillo entre
los asientos. JiMin observa alrededor, intentando buscar a Yoongi, pero éste
no se deja ver. Una sonrisita se hace presente en el rostro del rizado antes de
buscar a su mejor amigo, abandonando aquel cine. Finalmente, JiMin había
llegado a su casa. Le agradeció al señor Park antes de bajar y caminar hacia
la puerta. El malestar en su estómago había estado presente en el camino de
vuelta a casa, y estaba ansioso.

Cuando entró y cerró la puerta principal se quedó de pie en la entrada al ver


a su hermana Hyunah con su novio, Hyojong, en el sofá. Éstos tenían los
labios muy rojos y el cabello algo desarreglado para estar viendo la
televisión. Los tres se observaron por unos segundos. —JiMin , no creí que
ibas a llegar tan temprano. —dice su hermana, sonriendo suavemente.

—Sí, es que... la película apestó. —explica, y asiente hacia Hyojong en


forma de saludo, el cual lo ignora. JiMin vuelve a ver a Hyunah.

— ¿Mamá y papá? —Salieron por su aniversario. Me dijo que vendrían un


poco tarde.

—Oh, bueno... —un silencio incómodo se hace presente antes de que JiMin
suelte una risita, comenzando a caminar hacia su cuarto.

— Estaré en mi habitación.
—Buena idea. —su hermana le dedica una sonrisita de agradecimiento
mientras JiMin abre la puerta que lleva a las escaleras y la cierra detrás
suyo, bajando hasta abrir la puerta de su cuarto.

La cerró detrás suyo, prendiendo la luz antes de girarse. Ni siquiera le dió


tiempo a ver algo, cuando ya estaba contra la pared, y su esposo, el rey del
inframundo y la persona que más amaba, lo sostenía de la cintura con los
brazos. JiMin no puede evitar sonreír embobado, cerrando sus ojitos ante la
cercanía de sus rostros. —¿Qué tal estuvo la película? —pregunta el
arcángel, fingiendo no saber nada.

—Horrible.

—Mi parte favorita fue cuando la rompí.

JiMin no pudo evitar soltar una risita, negando lentamente. Se sentía algo
culpable. —Hiciste que aquel pobre hombre arruinara su cita.

—Oh, no era mi intensión. —dice sarcásticamente el diablo, sonriendo


coquetamente de lado antes de acercar su rostro y tomar los labios de su
esposo en los suyos.

Ambos movían sus labios en el mismo lento y profundo compás, ladeando


sus cabezas hacia los lados contrarios. JiMin subió sus brazos al cuello del
ente, y éste bajó sus manos hacia los muslos del menos, cargándolo en sus
brazos para dirigirse a la cama. Ambos continuaban igual que siempre, pero
intentaban volver las cosas menos tóxicas, con Yoongi tan sólo apareciendo
en las noches hasta que JiMin se dormía, o cuando a éste le sucedía algo,
aunque en todo el año, luego de la horrible navidad que tuvo JiMin, todo
parecía ir bien.

Nada se había estropeado, nada los perseguía. Todo estaba perfectamente


bien, y aunque al principio aquello era extraño, ya se estaban
acostumbrando. Se habían vuelto mucho más unidos, y al menos JiMin
creía que ya no habían secretos entre ellos exceptuando el porqué Yoongi no
le decía que lo amaba. Si. Incluso habían cumplido un año de casados, y
aún así el diablo no decía aquellas simples palabras. Y JiMin comenzaba a
sentir que no estaba siendo correspondido.
—Te extrañé. —dice el niño una vez Yoongi se sienta en la cama, con él en
su regazo.

—Creí que estabas bastante bien con tu amigo. —responde, llevando los
besos a la piel del cuello del menor. JiMin sonríe apenitas visible.

—Si, estaba bastante bien. Pero aún así... yo te extrañé cada segundito.

—Ése es mi niño favorito. —gruñe bajo, satisfecho por la respuesta de su


esposo antes de besarle nuevamente los labios.

El rizado sale de encima del diablo para dirigirse a su mueble, tomando el


pijama y comenzando a vestirse de espaldas mientras respondía preguntas
del rey del inframundo sobre si alguien se había metido con él en el tiempo
en que no estuvo y principalmente queriendo saber si había probado bocado
en el día. Finalizó de ponerse sus pantalones de pijama y su camiseta de
manga larga color gris. Su cabello continuaba perfectamente peinado.

—Comí tanto que aún sigo muy lleno para moverme. —comentó, girándose
con una tímida sonrisita y mejillas sonrojadas.

Era verdad. Él estaba acostumbrado a platos pequeños, y el padre de


JungKook claramente no, porque le había servido una montaña de pasta con
mucha salsa. Lo sorprendente es que se lo había comido casi todo.
Cocinaba muy bien. Perdido en sus pensamientos no se dió cuenta de que
Yoongi estaba frente a él y le estaba separando la mano del brazo, con su
rostro completamente inexpresivo mientras le veía fijamente.

—¿Sigues rascándote?

—Oh, no. —miente, pero suspira ante la mirada del diablo.

—Bueno, si. — admite por haber intentado mentirle a su esposo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —dice con el mismo tono de voz, y toma su


brazo para observar la zona en donde le picaba.

—Porque todos están haciendo un gran problema por un poco de comezón.


—Yoongi alza la mirada para ver nuevamente a JiMin.
Si no fuese porque es su esposo y le conoce, aquellos ojos azules con un
cuarto rojo, inexpresivos, que lo ven fijamente, le daría miedo. Pero no es
así, sabe que aquella mirada significa que Yoongi no exagera, tan sólo cuida
de JiMin, y no sabe cómo decirlo en voz alta.

—Yoon, yo entiendo, pero se irá. Tal vez sea alergia a alguna tela o comida,
lo que dijo el doctor.

El diablo vuelve a bajar la mirada al pálido brazo de su esposo y se le


frunce un poco el ceño, como si estuviese comenzando a pensar en algo que
finalmente descarta al envolverlo en sus brazos y darle un beso en la frente.
JiMin amaba cuando Yoongi hacía aquello, eran pocas veces y siempre
quedaba tan sorprendido como la primera vez. Se abraza al cálido torso de
su esposo y apoya su mejilla en el pecho del contrario, sintiéndose pleno.

—¿Cómo estuvo tu día, Yoon?

—En orden. —responde, y reafirma su agarre en la cintura del menor antes


de comenzar a dejar lentos besos en la piel de su cuello. JiMin mantiene sus
ojos cerrados, y no evita comenzar a pensar en el tiempo que había pasado,
y en el tiempo que pasaría.

—Te noto tenso.

El rizado suspira y ladea un poco más el rostro, buscando que aquellos


cálidos labios alivien la tensión que comenzaba a sentir en todo su cuerpo.
—Sólo pensaba...

—Estás frío. A la cama, y lo hablamos. —dejó un último beso y se alejó


para poder dejar que su niño favorito se moviera. Éste de inmediato se
dirigió a su cama y corrió las mantas antes de meterse, haciéndole un lugar
al diablo, que también se recostó y agitó su mano para que las mantas los
taparan. Atrajo al niño contra su cuerpo, el cual estaba cálido e iba a
quitarle los temblores del frío.

—Será mi cumpleaños en unos días. —comenzó JiMin Hyung. Yoongi tan


sólo le besó la mejilla suavemente, mimando a su niño.
—Estoy creciendo... y no quiero hacerlo.

—Es algo completamente normal ponerse nostálgico por ello, a nadie le


gusta envejecer.

—Si, pero no todo el mundo está casado con el rey del inframundo. —
murmura, intentando no darse a entender. JiMin no devuelve la mirada fija
de Yoongi, y el silencio se hace presente tan sólo por unos segunditos.

—Te dije que haría todo lo posible para que vivieras la eternidad junto a mí.

—Lo sé, y yo valoro eso. Créeme que lo hago. —rápidamente aclara el


rizado, sin querer que Yoongi se sienta que había fallado en hacerlo feliz. —
Pero... no lo sé, sólo me desanima un poco. No quiero tener sesenta cuando
eso suceda.

—¿Por qué? Tengo miles de años, y más. Me sentiría un poco a la par,


siendo honesto. —JiMin no puede evitar reír bajito por aquella broma. —Si,
pero luces de veinti tantos. Eso no se verá nada agradable. —no puede
evitar volver a reír y Yoongi no puede evitar volver a besarlo. JiMin se
aparta unos segunditos después, viendo fijamente a su esposo.

—Te amo, Yoon. Sólo estoy asustado de que no podamos lograrlo, de que
algo suceda.

—No lo estés. —dice nuevamente evitando aquellas palabras y metiendo


sus manos por debajo de la camiseta del menor para acariciar su piel.

— Tienes que confiar en mí. JiMin siente un nudo en su garganta. Confiar.


Confiar en que lo ama aunque no lo diga de vuelta. —Lo hago. —responde,
y vuelven a besarse. Comienzan una sesión de besos lentos, dulces, con
mordiditas suaves en sus labios.

Yoongi no dejaba hablar a JiMin, y éste reía entre el beso, intentando


alejarse, pero no podía y aquello lo hacía reír más antes de ser besado
nuevamente con lentitud y más profundidad. Ambas lenguas se encuentran
y hacen su fricción, miles de sensaciones se desatan en el cuerpo del rizado.
Amaba sentir la lengua de Yoongi con la suya propia. El rey del inframundo
se aleja.

—Tienes que dormir. Maldición. JiMin sabía que Yoongi decía aquello ya
que la noche anterior JiMin no había dormido muy bien, todo debido a que
habían hecho el amor y se habían quedado hablando de muchas cosas hasta
que amaneció. Suspira.

—Está bien. —dice, recibiendo un último beso antes de cerrar sus ojos y ser
atraído al pecho del mayor.

—Yoon. —¿Mh? Silencio. —¿Tú tienes cumpleaños?

Más silencio por más segundos. —No. —¿Te gustaría tener uno? —y sonríe
algo adormilado al sentir un fuerte latido en el pecho del diablo.

—¿Por qué preguntas? JiMin siente que se está durmiendo. Hace todo lo
posible para mantenerse despierto. —Sólo creo que sería bonito decidir que
tuvieras uno. Podría darte un regalo y... —bosteza. —... y hornearte un
pastel. No lo sé.

Yoongi le besa los labios por última vez. —Descansa, niño. Podemos hablar
de ésto otro día.

Y JiMin no se niega, finalmente durmiendo con profundidad. Lunes al


mediodía, en un día soleado pero frío. Namjoon, JungKook y JiMin se
encontraban almorzando en la cafetería del instituto. Sorn, una chica rubia y
buena que había salido un par de veces con JungKook, estaba sobre el
regazo de éste, oyéndolo hablar mientras veía alrededor para vigilar que no
haya ningún profesor cerca que la vea de aquella manera sobre el chico que
le atraía.

—Y la pantalla se rompió. Tengo mis sospechas de que JiMin lo hizo con


sus poderes, porque ni siquiera se sorprendió. —comenta, haciendo reír a la
chica.

JiMin, por otro lado, ya estaba harto de oír a su mejor amigo contar la
historia a todo ser viviente que se le cruzara. Sin embargo, él jamás dejaba
de ser amable o hacía sentir torpe a alguien más. —No es que no me
sorprendí, sólo que no reaccioné como tú. —respondió. Namjoon tan sólo
observaba la situación, comiendo. Amaba estar con sus amigos.

—¿Y cómo es que, según tú, yo reaccioné? —Ha pasado un día y paras de
decirlo. ¡Incluso lo repites!

—Es porque está emocionado, déjalo. —defiende Naeun, y besa a


JungKook en los labios, el cual está satisfecho.

JiMin pone los ojos en blanco y Namjoon ríe por ello, provocando que los
adolescentes se separen. Naeun vé alrededor nuevamente y se levanta con
rapidez de encima de JungKook al ver a un profesor a lo lejos.

—Voy a mi clase. ¿Nos vemos en la noche?

—Ten por seguro que sí. —se besan rápidamente antes de que la chica
camine lejos de aquella mesa.

JungKook la vé irse antes de girarse a ver a sus amigos, los cuales lo


observan. —... ¿Qué?

—Yo debo ir a la biblioteca. —dice Namjoon, poniéndose de pie y tomando


la botella de agua de su bandeja, observando al rizado e intentando no reír.

—¿Nos vemos en la noche? —dice, imitando un tono más agudo.

—Ten por seguro que sí. —dice JiMin en un tono coqueto, imitando a su
mejor amigo.

Ambos ríen excepto JungKook mientras Namjoon se aleja. —Park JiMin,


deja de romper mi corazón.

—Tú rompes el mío, me cambias por Naeun. —finge tristeza, suspirando.

—¿Es porque su cabello es rubio y el mío no? —sonríe, demostrando que


claramente está bromeando antes de suspirar cuando suena la campana.
Todos comienzan a ponerse de pie, y ellos también.
—¿Qué harán ésta no...? —no termina su pregunta debido a la cara de
JungKook, el cual se queda en silencio.

—No, no quiero saber. —Bien. Eso es bueno.

Ambos se dirigen por el pasillo, caminando lentamente mientras JungKook


le comentaba sobre la sorpresa de su cumpleaños, sin decirle nada. —Va a
ser genial, pero no puedo decirte. —Suena a que quieres decirme todo. —
ambos se adentran a los baños del instituto que, por suerte, están vacíos.

JungKook se dirige a un cubículo mientras JiMin lo espera de pie frente a


los lavabos. —Si, pero no puedo. Namjoon me mataría, él va a ayudarme en
todo. Se oye como JungKook sale del cubículo, pero JiMin ni puede prestar
atención a ello debido a que siente un enorme pinchazo, como si estuviesen
inyectándole fuego sobre el lugar que siempre le picaba del brazo. Su boca
se entreabre y gime dolorido antes de apoyarse contra el lavabo. —¿JiMin?
Hey. —se acerca de inmediato.

—¿Qué tienes?

—N-Nada. —se acaricia el brazo cuando el ardor cesa, y vuelve a respirar,


entrecortadamente.

—Sólo sentí un dolor horrible en el brazo. Dejó hacer dormido mal. —


miente.

JungKook sabe que JiMin está mintiendo, pero no dice nada. Se lava las
manos y pasa un brazo por encima de los hombros de JiMin Hyung,
intentando demostrar su apoyo. —Vamos a clase. —dice, y salen del baño
de aquella forma.

Cuando salen, JiMin habría preferido quedarse en el baño. Ambos chicos se


detienen extrañados de que muchos alumnos corran en la misma dirección,
por el largo pasillo y a la izquierda. Muchos murmuran cosas, nada se vé
bien. —¿Qué sucede? —pregunta JiMin, intentando que no se notara el
miedo en su voz.
—No lo sé. Vamos a averiguarlo. —aún con su brazo sobre los hombros del
rizado, ambos comienzan a caminar más lento en aquella dirección.

—Hey, Jungkook. —JungKook alza más su voz al ver a un compañero de


su clase, con el cual tenía más confianza.

—¿Qué sucede?

—Alguien murió. —dice, y se dirige corriendo hacia aquel lugar.

Ambos adolescentes comienzan a sentir un vacío en su estómago,


principalmente JiMin Hyung, el cual no había oído la palabra "muerte" hace
más de un año. Nada relacionado a aquello, ya que fue puro año de
felicidad donde el diablo le acompañaba, donde todos creían que éste se
había ido, pero era una mentira más ligera de cargar.

Como si ambos estuviesen sincronizados, comienzan a caminar por el


pasillo, callados, sin correr. Lucen tranquilos, pero están aterrados. Ya de
por sí era algo horrible. ¿Qué si era alguien que conocían? ¿Namjoon?
¿Naeun? ¿Somin? No habían visto a Somin hasta hace un par de meses,
pocas veces la cruzaban, pero igualmente era una conocida.

Finalmente giran en donde toda la gente está amontonada, y se separan


mientras intentan pasar al frente. Hay un cuerpo de un alumno que, por
suerte, no conocían, pero aún así era un alumno. Una persona. Sus ojos
veían fijamente un punto perdido en el aire, pálido y con el uniforme
empapado de sangre, con cortes en cada parte de sus brazos y garganta.

—Mierda. —dice JungKook, respirando profundo antes de alejar la mirada


y buscar entre la multitud.

—JiMin, allí está Nam.

JungKook se dirige hacia su amigo, pero JiMin no puede moverse con tanta
facilidad. Alza la mirada, parpadeando lentamente y fijando su vista en la
figura alta y con capa negra que está de pie a lo lejos del pasillo, pero no
tanto. Aquella figura que se llevó parte de su alma hace rato, pero que
Yoongi pudo arreglar debido a que aparentemente no había sido la gran
cosa. Muerte lo miraba fijo, aún si JiMin no podía ver su escalofriante
rostro debajo de la capa negra que cubría su cabeza, sabía que ésta ya había
tomado el alma del alumno muerto, y que sólo estaba allí para demostrar
que lo observaba. A él.

JiMin sale de allí al ver llegar a los policías y dos médicos con una camilla
donde pondrían el cuerpo. Se dirige por donde regresó, y en el trayecto al
baño se quita el anillo. Segundos después, siente el malestar en su estómago
y se tranquiliza, pero sólo un poco. Quiere llorar. Una vez dentro del baño,
le pone pestillo a la puerta y se gira, observando al diablo de pie allí,
viéndose alerta.

—Yoon... —se le entrecorta la voz mientras se le escapan unas lágrimas, y


llega hacia donde está su esposo, siendo envuelto por los brazos de éste
contra el calor de su pecho. Comienza a llorar bajito, con sus ojitos cerrados
y ceño levemente fruncido.

—N-No puedo...

—Shh, no hables. —lo sostiene mejor hasta cargarlo en sus brazos y poder
subirlo a uno de los lavabos, sentándolo en éste. Se ubica entre sus piernas
y le limpia el rostro con lentitud, dejando un beso en sus labios.

—Alguien murió.

JiMin asiente lentamente y baja la mirada, con más lágrimas escapando. Sus
manos tiemblan. —L-Lo siento. Es que... hace mucho que no veo algo así.

—No lo ví, pero lo sentí. La Muerte estuvo aquí.

—¿Ya no? —sorbió su nariz y Yoongi continuó limpiando las lágrimas que
salían de sus preciosos ojos verdes.

—No mientras yo esté. Me teme.

—¿Por qué seguía aquí si el chico ya estaba muerto? Es decir, ya se había


llevado su alma. ¿No se supone que debería de haberse ido?

—Tal vez debe llevarse a alguien más.


—¿Dos muertes en el mismo día y mismo lugar?

—Puede que no el mismo día. Algunas veces vigila a su próxima víctima.

JiMin se quedó callado de inmediato, mirando a Yoongi unos segundos


antes de sentir escalofríos. Se apegó más a éste, el cual le dejó de manera
inmediata. —¿Tú sabes quién solía ser Muerte?

—Hubieron muchas Muertes. Ésta es la novena, la penúltima. Sólo pueden


haber diez Muertes. —respondió. A JiMin le gustaba saber sobre éstos
temas.

—¿Es como un profeta? Es decir, ¿te eligen? —A decir verdad, no sé bien


cómo funciona, pero ésta Muerte lo eligió. Luego de rituales costosos para
contactar a Dios, recurrió a mí. — comienza, acariciando la espalda del
niño con lentitud.

—Era un simple hombre de una aldea asquerosa y llena de pobreza. Tenía


una esposa, y seis hijos. Mató a éstos para demostrarme su insensibilidad,
que podía ser la Muerte. —JiMin niega lentamente. No entendía cómo
alguien podría hacer algo así.

—Mató a su esposa para conseguir el ritual de invocación, y cuando se


reunió con la octava Muerte, luchó contra ella. No sé ni me importa cómo,
pero ganó, y está a la espera de la próxima.

—Creí que Muerte debía de ser alguien tranquilo, que ayude a las personas
a morir en paz. —Si, el de arriba también lo cree. En la larga lista de
"razones para odiar a mi arcángel favorito" está aquello. —sonríe de lado,
presumido. JiMin se aparta un poco de su pecho para alzar la mirada y
verlo.

—¿Todas las Muertes chillaban de esa forma y se vestían así?

—No, exceptuando lo de la vestimenta. El chillido es algo que sale de


alguna parte de Muerte cuando se hace presente, y sólo lo escuchan los
seres que son capaces de verla, no los humanos. La he escuchado cuando
llegué.
—¿Y por qué yo la escucho? —Porque, por algún motivo, ésta Muerte no
habla, y el chillido es la única forma de comunicarse. JiMin frunció un poco
el ceño. Aquello era raro. Recibe un beso en los labios de parte de su
esposo. —Tienes que calmarte y enfrentar ésto. Las Muertes son
completamente normal.

—Para ti. —bufó el niño, y Yoongi nuevamente lo besa.

—¿Qué harías tú si yo muriera? Y es de inmediato, que los brazos de


Yoongi se tensan, su rostro se vuelve inexpresivo y sus ojos se vuelven del
mismo color que el cuarto de uno. Todo rastro de que allí hubo un color
azul desaparece. JiMin no evita sorprenderse, no evita sentir nostalgia y a la
vez felicidad por importarle al diablo.

—Yoon. —lleva sus suaves y delicadas manos a las mejillas de su novio.

— Lo siento. No voy a morir, sólo era una suposición. No sabía que te


pondrías así.

Yoongi tal sólo lo vé fijo antes de ver de reojo hacia la puerta y volver a ver
a su esposo. —Van a enviar a todos a casa, no tendrás que seguir aquí.
Apenas llegues, come algo y baja a tu cuarto. Allí estaré.

Y en un parpadeo, desaparece, al igual que el malestar en el estómago del


rizado. Éste último suspira y se baja del lavabo de un pequeño salto. Se gira
para verse en el espejo y lava su rostro ya que su nariz y alrededores de sus
ojos están rosados por el llanto. Finalmente se dirige hacia la salida del
baño, quitando el pestillo de puerta antes de salir. Observa a los lados y nota
a JungKook y Namjoon caminando en esa dirección. Su mejor amigo
suspira, aliviado de encontrar al rizado.

—JiMin, ¿dónde estabas? —de inmediato en que llega al más bajo, lo


envuelve en un fuerte abrazo.

—Estabas llorando. ¿Alguien te hizo daño? Torpe, no puedes andar solo.


Hay un asesino en la escuela.
—Tranquilo... —JiMin devuelve el abrazo debido a que nota a su mejor
amigo realmente asustado. Aunque su tono de voz fuese como su quisiera
matarlo, sabía que cuando sonaba así era porque estaba preocupado o
asustado.

—... sólo me asustó ver al chico.

—Soy un idiota. Luego de lo que has pasado con tu familia no debería de


haberte llevado. Lo siento, JiMin . —se aparta y su mirada demuestra
absoluta culpabilidad.

—JungKook, no es tu culpa. Yo estoy grande para que sea tu


responsabilidad. —Cállate, tú siempre serás mi responsabilidad, idiota.

—No se pongan cursis. JiMin, me alegra que estés vivo. —bromea, y


JungKook lo fulmina con la mirada, sin encontrarle sentido al comentario.
—¿Qué? Eres un exagerado, sólo fue al baño. JiMin rió bajo.

—Nam, nosotros también creímos que tú fuiste el que murió.

—Desafortunadamente para JungKook, sigo vivo. —esta vez los tres rieron.

— Pero hablando en serio, debemos ir a la oficina del director. Llamarán a


nuestros padres y nos iremos a nuestras casas. —Si. Aparentemente el
colegio no es seguro hasta que descubran quién anda asesinando personas.
—explica JungKook mientras los tres se dirigen hacia la oficina del director
por el pasillo.

—Ésto será un caos, probablemente ni siquiera nos dejen andar de a uno


por los pasillos. —¿Crees que está mal? Yo no quiero andar solo si alguien
anda asesinando personas. A JiMin le daba igual, sabe que con sólo quitarse
el anillo Yoongi estará allí para salvarlo de lo que sea. Los Park terminaban
de almorzar luego de haber ido a buscar a JiMin a la escuela.

Hyunah finalizó de comer primero que todos y se fue a su habitación, no sin


antes levantar su plato. Nadie tocó el tema de la escuela, especialmente
porque no querían que JiMin se pusiera mal. Cuando todos finalizaron de
comer, Eunji se levantó para juntar los platos. —Yo te ayudo. —se ofreció
JiMin Hyung, a punto de ponerse de pie si no fuese porque su madre lo
detuvo.

—No, no. Quédate. Yo lo levanto, tú deberías de ir a descansar. —dice con


amabilidad, y le guiña un ojo antes de dirigirse hacia la cocina. JiMin
observa a su padre, quien lleva viéndolo durante todo el almuerzo, y
suspira.

—Papá...

—No dije nada. —Seung ríe bajo, intentando tranquilizar a su hijo.

—Lo sé, pero sé en lo que estás pensando. —y le dolía.

Tragó saliva con fuerza, negando. —No fui yo. No tuve nada que ver.

—¿Ha vuelto?

—No. Nada ha vuelto.

—bastardo mentiroso. —No hay nada que temer, estoy abrumado porque
me trajo recuerdos, pero juro que ésta vez no he tenido nada que ver.
Realmente hay alguien en la escuela que asesinó a ése chico.

—Espero que encuentren una solución, o no pienso dejarte ir de nuevo. —


comenta Seung mientras JiMin se pone de pie y le da un beso en la mejilla.

—Voy a ayudar a mamá. —Se va a molestar si lo haces, ya la oíste: quiere


que vayas a descansar. ¿Tienes tarea? —JiMin niega.

—De acuerdo, entonces vé a tu habitación a descansar.

—Subo en un rato, voy a darme un baño. —dice, y se dirige hacia las


escaleras, cerrando la puerta detrás suyo antes de bajar las escaleras.
Finalmente lleva a su cierto y cierra la puerta con pestillo mientras
comienza a quitarse la ropa. Yoongi aún no estaba allí. Se dirige al baño y
comienza a llenar la bañera en ropa interior y calcetines, temblando un poco
por el frío. Siente el malestar hacerse presente unos minutos después, y
unos pasos llegar al baño desde el cuarto. JiMin no se gira, continúa
regulando el agua para su baño.

—¿Desde cuándo te has vuelto un exorcista? —pregunta Yoongi, y cuando


JiMin se gira con sus mejillas sonrojadas al estar en ropa interior, el diablo
tiene en sus manos un cuaderno del rizado, donde éste había anotado un
exorcismo que se había aprendido de memoria.

—Desde que un demonio me perseguía. —dice.

Yoongi cierra el libro y lo deja sobre la tapa del retrete antes de acercarse al
rizado, envolviendo su cuerpo semi desnudo en sus brazos, acariciándole
los muslos mientras pegaba sus labios contra su oreja. —Tienes frío. —
dice, mordiendo suavemente el lóbulo de la oreja del niño, trayéndole a éste
más escalofríos ante la calidez mezclada con la frialdad.

—Yoon... —suspira. —... espera. —se aleja un poquito y se da la vuelta,


cerrando el grifo. La bañera ya estaba llena, y el agua perfecta. Nuevamente
se gira hacia el diablo.

—Yoon, siento por lo que te dije en la escuela. No quería hacerte enfadar.


—se disculpa, pero el diablo tan sólo vuelve a envolverlo en sus brazos y le
besa los labios de manera suave y lenta.

JiMin se deja completamente, rodeando el cuello del más alto con sus
brazos y poniéndose de puntitas de pie. ¿No estás molesto? —dice sobre los
labios de su esposo, el cual niega antes de apartarse.

—He pensado una respuesta a tu pregunta. —responde, y sonríe


ladinamente. —Tú serías mi excusa perfecta para el apocalipsis.

JiMin no puede evitar echarse a reír y ésta vez comenzar él un beso. Su


risita cesa entre más besos, besos que suben de temperatura al igual que sus
cuerpos. Las manos del diablo acarician las nalgas del niño por debajo de la
ropa interior de éste, presionándolo contra su obvia erección que se ha
formado debajo de su pantalón. Leves gemiditos escapaban de la boca del
menor ante las presiones y el beso, el cual se volvía cada vez más profundo.
Yoongi alejó sus manos para comenzar a quitarse la camisa, pero JiMin
apartó sus manos y él mismo la desabotonó, quitándosela y dejando visible
el torso repleto de tatuajes. Dejó la camisa sobre el lavabo que estaba a su
lado y llevó sus manitos al pantalón del diablo, bajándolo. Yoongi no
llevaba nada debajo de sus pantalones. Completamente desnudo, finalizó
por quitarle al rizado la ropa interior mientras éste se deshacía de sus
calcetines con sus propios pies. Yoongi se apartó tan sólo para meterse en la
bañera y ayudar a JiMin a entrar.

Se sentó, y tiró de la mano del rizado para dejarlo de pie frente a sí.
Comenzó a besarlo los muslos de manera húmeda mientras le acariciaba las
nalgas y entre ellas. El niño suspiró. —Quieto... —dijo Yoongi ante el
movimiento de caderas del menor, y continuó besándole los muslos,
mordiendo suavemente y haciéndolo suspirar nuevamente.

—... Bueno niño. Ven aquí.

Tiró de sus manos y JiMin se sentó sobre el regazo de Yoongi, siendo


recibido por el agua calentita hasta arriba de sus pezones. Alzó el rostro
cuando recibió un beso lento y profundo, exquisito en sus labios. Gimió al
pegar su torso contra el del mayor y le rodeó el cuello con los brazos.
Inconscientemente, el rizado comenzó a mover sus caderas, y las fricciones
comenzaron. Ambos suspiraban en la boca del otro mientras se acariciaban
y se besaban. El diablo llevó sus besos al cuello del niño, el cual soltaba
soniditos bajos, con sus ojitos cerrados y el ceño fruncido.

—Yoon... —arrugó su naricita al sentir como el diablo adentraba dos de sus


dedos con anillos en su interior, comenzando a moverlos lentamente. Un
suspirito salió de sus labios antes de comenzar a gemir por los movimientos
que su esposo realizaba en su interior, y por cómo las puntas de sus dedos
rozaban contra su punto dulce, haciéndolo retorcerse. Las manos del rizado
bajaron hasta el torso de su esposo, acariciando, delineando con sus dedos
sobre los tatuajes, sobre las frases y símbolos inentendibles para él. Las
descargas de placer le recorrían todo el tiempo, y el calor era
abrumadoramente exquisito.

—P-Por favor...
—Como mi niño lo desee. —dijo Yoongi aunque, siendo honestos, él
tampoco aguantaba.

Sacó los dedos del interior del niño con lentitud y lo observó fijamente,
amando como le brillaban aquellos preciosos ojos verdes, como su boquita
estaba roja, levemente hinchada y como el color en sus pómulos era un leve
rosado. —Vas a montarme.

JiMin asintió mientras llevaba sus manos a los hombros del diablo para
poder levantarse un poco. El arcángel lo ayudaba tomándolo de las caderas,
y el menor fue bajando, llevando una mano a la erección de Yoongi para
adentrarla en su interior de manera lenta. Ya no dolía, sólo le temblaban las
piernas porque se sentía... se sentía demasiado bien. Se sostuvo con sus
brazos alrededor del cuello del ente cuando finalmente el miembro de éste
estuvo completamente dentro, y aguardó unos segundos de aquella forma,
entre besos, caricias de manos y lenguas, para finalmente comenzar a mover
sus caderas en círculos. Se sentía bien, se sentía como estar en casa.

No era tan sólo el placer, las sensaciones; era el sentirse, el tenerse lo


suficientemente cerca para complementarse, para respirarse y conocer cada
detalle en el cuerpo del otro, en el alma. JiMin Hyung, con ayuda del amor
de su vida, comenzó a dar saltos, al principio lentos, sobre la erección del
ente, formando un vaivén que los hacia temblar. Por algún motivo, el frío en
sus pieles exceptuando las áreas en el agua cálida, lo volvía todo mejor. El
cambio de temperatura, la irregularidad de sus respiraciones mientras se
besaban, suspirando entrecortadamente en la boca del otro, aumentando el
ritmo de las embestidas.

Se sentía pleno, hacer el amor con el diablo incluso se sentía puro, pero
malo a la vez. A JiMin no le importaba, tan sólo... era demasiado. Yoongi
era demasiado para él, y lo amaba con todo su corazón. Minutos después,
cuando ya ambos estaban cubiertos por una leve capa de sudor y el
cosquilleo en su vientre era demasiado, aumentaron el ritmo. JiMin fue el
primero en llegar, con un gemido agudo y entrecortado, deteniendo su
movimiento, con tan sólo Yoongi haciéndolo seguir con las embestidas.

Su esencia salió de su miembro, mezclándose con el agua mientras la


correntada de un intenso placer le recorría el cuerpo. Pronto pudo sentir al
diablo llenar su interior, apretarlo más contra él. Ambos abrazados,
respirando agitadamente. Yoongi llevó una de las manos que estaban en las
nalgas del menor hacia el mentón de éste, sosteniéndole con firmeza para
atraerlo a su boca, besándolo profundamente.

—Te amo...

—Lo sé. —responde Yoongi, dejando besos en sus mejillas, en todo su


rostro.

Y JiMin está a punto de decirlo, pero tan sólo se recuerda a sí mismo la


reacción de Yoongi cuando oyó la pregunta del menor en el baño de la
escuela. ¿Qué tal si moría? Ojos rojos, músculos tensos, mirada fija, sin
siquiera poder responder. Yoongi lo amaba... y algún día lo diría.

....

Nota: el cumpleaños de JiMin se mantendrá como en la historia original,


por ende no será el 13 de octubre, sino el 1 de febrero.

Feliz Navidad.

No te olvides de dejarme tus votos y comentarios!!

TQM.
MinMin.
XXII

Calor, sudor, pasión y aroma a sexo había en el despacho del diablo, en el


subsuelo del enorme e interminable infierno. Si, Yoongi lo había estado
deseando hace rato: tener a su niño desnudo sobre sí, saltando sobre su
erección, besándole todo el cuerpo y que sus gemidos hicieran eco en su
despacho. Todo ésto estando sentado sobre su trono, sintiéndose un
verdadero rey. Le acarició los glúteos mientras lo hacía detener los saltos al
estar muy cerca.

Quería disfrutar más de aquellas sensaciones, de tener el pequeño cuerpo,


desnudo y sudoroso sobre el propio, el cual estaba cubierto con su ropa,
pero con sus pantalones bajos, por supuesto. Tomó los ricitos en un puño,
tirando hacia atrás para alzarle el rostro y atacar directo a aquellos labios
rojizos y levemente hinchados. JiMin gimió, respondiendo como podía. Se
sentía sin aire, con mucho calor y placer.

Las manos del diablo estaban por todas partes, sus besos lo hacían estar más
cerca del límite, y las palabras sucias que le susurraba al oído lo hacían
sentir un niño muy, muy malo. Lo amaba tanto. Yoongi ordenó entre un
beso los movimientos de JiMin, y éste nuevamente reinició los
movimientos de sus caderas, los saltitos sobre la erección de su príncipe, su
esposo, su rey. Su todo. El joven rodeó el cuello del diablo con sus brazos,
aferrándose y mordiendo su labio inferior, con sus ojitos cerrados y ceño
levemente fruncido.

El diablo llevó sus manos a la cintura de JiMin, presionándola para


ayudarlo a subir y bajar más deprisa. En aquella sala reinaron nuevamente
los gemidos, los jadeos y chasquidos de los besos. Todo era simplemente
demasiado, y ninguno pudo soportarlo por mucho tiempo. Llegaron al
clímax casi al mismo tiempo, con sus cuerpos temblando ante las descargas
de placer mezclado con alivio.
JiMin manchó la vestimenta del ente con su esencia, y lo notó casi de
inmediato. Se quedó abrazado al cuerpo de su esposo, el cual le besaba
húmedamente el cuello. —Lo siento... —se disculpó entre respiraciones
agitadas.

Yoongi le mordió juguetonamente el cuello en aquella área donde el niño


tenía cosquillas, haciéndolo reír adorablemente y retorcerse un poco en sus
brazos, los cuales se estrecharon de manera más firme. —Deberías de tener
una cama aquí...

—Deberíamos. —corrige el diablo. —Esto es tuyo, también. —un


cosquilleo se hizo presente en la pancita de JiMin a la vez que recibía un
beso en su oreja. —Aunque me gusta hacerte mío en mi trono. —dice bajo,
y le aprieta las nalgas, provocando que gimiera apenitas audible. El diablo
se aparta tan sólo para alzarle el mentón y besarlo en los labios.

Las lenguas de ambos se encuentran de inmediato, frotándose entre sí,


formando húmedos sonidos y más calor en el pecho de ambos. Yoongi se
aparte con una suave mordida en el labio inferior del niño, y entonces abre
los ojos para verlo. Rizos despeinados, mejillas sonrojadas, labios rojos y
ojos brillosos, dilatados. La mirada del niño pasa de estar embobado a estar
entre confundido y avergonzado.

—¿Qué sucede? —pregunta ladeando levemente su cabeza, con su ceño


frunciéndose apenitas.

—Te ves condenadamente bien. —halaga el diablo, provocando que su niño


se sonroje y no evite reír silenciosamente en una exhalación, bajando la
mirada y negando lentamente. Las cejas del rey se alzan por unos segundos.

—Oh, vamos. Dime que el niño favorito no sabe que es precioso.

Una vez más, el pequeño niega, sin alzar la mirada. —No...

—¿Me estás contradiciendo? —la boca de Yoongi vuelve a acercarse a la


oreja del pequeño.
—Porque, verás, yo soy mentiroso... pero no necesito serlo con mi esposo.
—lamió el lóbulo de su oreja antes de sostenerlo mejor contra su pecho y
observarlo.

—Deberíamos de volver. En tu casa no tardan en despertar, y sería extraño


si te ven en la escalera con los ojos vendados por uno de tus calcetines.

JiMin no evita reír y alzar el rostro, pidiendo un beso, obteniéndolo con


gusto. Suspira por la nariz profundo, con su pecho llenándose de amor. —
Te amo. —lo dijo porque lo sentía, y porque creyó que tal vez podría tener
una oportunidad, aquella oportunidad de oír a su esposo responder, ser
correspondido.

A él jamás le gustaba presionar a las personas, e iba más allá de lo que a él


le gustara o no que le hicieran, ya que siempre pensaba primero en los
demás antes que en él, lo cual era malo, pero también era algo que no podía
evitar.

Siempre pensaba en Yoongi primero. Y aunque éste último fuese el diablo,


una persona que tenía un trono, que dirigía el infierno, de poco tacto y cero
tolerancia al perdón, JiMin lo trataba como cualquier ser humano se
merecía ser tratado: le daba tiempo, le daba espacio y le daba amor. Y no.

No se estaba hartando de no ser correspondido. Se estaba hartando de jamás


ser amado. Porque eso fue lo que pidió en primer lugar, sentirse amado, y el
que ni siquiera el diablo pudiese cumplir eso... era malo. Muy. Le rodeó el
cuello con los brazos para tenerlo más cerca, y el diablo apretó levemente
sus caderas.

—Pero demasiado... te amo demasiado.

No hubo ninguna respuesta. Y de pronto, se sintió avergonzado. Se sintió


apenado de estar frente al diablo, aún con éste en su interior, desnudo sobre
su regazo y confesando su amor no correspondido. Suspiró y, luego de unos
segundos, no tuvo más remedio que apartarse y levantarse con cuidado,
buscando su ropa y comenzando a vestirse. No iba a llorar. Se puso su ropa
interior, pantalones tiro alto, borcegos y camisa. Se estaba abotonando los
últimos botones de ésta cuando oyó la voz de Yoongi.
—Sé lo que quieres oír.

JiMin negó lentamente mientras se metía la camisa dentro del pantalón y


acomodaba sus ricitos. —No lo creo. —respondió como pudo ante el nudo
en su garganta, aún sin girarse debido a que sus ojos comenzaban a llenarse
de lágrimas.

Limpió cualquier rastro de éstas. Pudo sentir a Yoongi acercarse con


lentitud. —Sé que buscas una respuesta siempre que lo dices.

—Y yo puedo entender que no puedas dármela. —dice amablemente,


intentando ser comprensivo, pero, a pesar de ésto, demasiado dolido.

Comienza a caminar hacia la enorme puerta dorada de salida, puede sentir a


su esposo caminar más lento. Se detiene. —Sólo quiero que seas honesto
conmigo. Si dices que no necesitas mentirme, entonces no lo harás.

No está preparado para girarse, para enfrentar ésta charla, la cual presiente
que lo va a dejar hecho pedazos, pero lo hace de todas formas. El verde
esmeralda se encuentra con aquel profundo y frío azul y un tono sangre tan
sólo a un costado. —¿Hay algo que te impide corresponder?

Silencio. —No.

Una puntada atraviesa el pecho del más bajo y traga saliva con fuerza,
alzando un poco una ceja. —¿Nada? ¿Sólo eres tú?

—Si. —y vé, por primera vez, dolor en la mirada del rey del inframundo.

Si, ya no puede soportarlo. Las primeras lágrimas escapan de los ojos del
rizado y no puede evitar hipar. Yoongi se acerca tan sólo un poco, como si
no le gustara aquella situación. —¿Me estás mintiendo porque es necesario
o me estás diciendo la verdad? —continúa, pero se da cuenta de que está
siendo un niñito.

Un niñito lleno de esperanzas rotas e inalcanzables. Yoongi se acerca más,


sus ojos volviéndose rojos. —... ¿No me amas? —su voz tiembla aún más,
y tiene que apretar los labios para no sollozar.
—JiMin... —es la primera vez que oye la voz del diablo temblar, pero es
como si aquello lo hubiese despertado, y rápidamente vuelve a tener aquella
neutralidad en sus facciones, inexpresivo.

—... soy el diablo.

Por algún motivo, para el arcángel decir aquello es como si lo hubiese dicho
todo, pero a JiMin aún le cuesta entender. Sin embargo, sigue siendo dulce.
No tiene la necesidad de tratar mal a Yoongi por ésto, porque no podía
culpar a la gente por no amarlo de vuelta. —¿Y por qué nos
comprometimos? —solloza, y la mano del mayor va a una de sus mejillas.

JiMin inclina su rostro inconscientemente, disfrutando de aquel toque. —


¿Por qué estás buscando cosas para volverme inmortal y pasar mi vida a tu
lado si no lo haces? ¿Cuál es el sentido de todo ésto, Yoon? —y el diablo no
responde. Luce perdido.

Así que JiMin toma una decisión. Lleva su manito a la de su esposo, y la


baja lentamente, dejándola con la palma hacia arriba. Acaricia aquellos
anillos en los dedos del amor de su vida, y la suelta, comenzando a quitarse
el anillo. Yoongi aleja la mano como si ver aquello lo hubiese quemado, sus
ojos se vuelven levemente más grandes y el bordó consume el azul. Sangre
tiñendo un mar. JiMin se lo queda viendo.

—Extiende tu mano.

—No... JiMin no hacía ésto para recibir respuesta, no hacía ésto para
forzar... hacía ésto por su bien.

Porque no podía pensar que se repetiría una historia, que su matrimonio


sería como el de sus padres: "Nos une un anillo pero no nos amamos." Sin
apartar la mirada de los ojos del arcángel, volvió a tomar la mano y le dejó
el anillo sobre la palma. Podía jurar oír a su corazón rompiéndose, haciendo
eco en el infierno.

—Conozco la salida, no tienes que acompañarme.

—¿Qué cambió?
Ambos se ven fijamente antes de JiMin vuelva a hablar. —Nada ha
cambiado. Yo sigo amándote, y tú no. —lo observa con dolor antes de girar
sobre sus talones y abrir la pesada puerta, saliendo del despacho del diablo
y dejando a éste allí, completamente sólo.

Desató el calcetín que cubría sus ojos cuando estuvo en el último escalón de
la escalera de su casa. Todo estaba a oscuras, era de madrugada. La
presencia de Yoongi no estaba, y ya había sentido aquello varias veces, pero
ésta vez era diferente... porque era la última.

Tragó saliva con fuerza antes de comenzar a llorar silenciosamente y bajar


los escalones, caminando hasta estar sentado en el sofá. No quería ir a su
cuarto, porque ya no se sentía protegido. Ahora toda valía, todo contaba.
Era la oportunidad para cualquier cosa que haya estado persiguiendo a
JiMin hace más de un año. Tenía que ser listo. Se puso de pie y rápidamente
se dirigió a los cajones del mueble que cargaba con el tocadiscos, buscando
entre las estampillas de vírgenes. Vislumbró algo plateado que brillaba con
la luz que llegaba de la ventana. Un crucifijo.

Lo tomó de inmediato y prendió la luz de la sala antes de volver al sofá. No


hacía falta bendecirlo debido a que todo crucifijo o rosario lo estaba gracias
a su madre. Lo colgó en su cuello y, por unos segundos se sintió a salvo.
Pero, ¿acaso Dios iba a protegerlo luego de haber estado con el diablo?
Suspiró y prendió la televisión, bajándole todo el volumen. Se recostó en el
sofá e intentó pensar en que todo estaba bien, y que podía con ésto.

El día se estaba haciendo largo, y JungKook se limitaba a observar a su


mejor amigo el cual estaba sentado a su lado, pálido y con bolsas violetas
bajo los ojos. Se veía extremadamente cansado y roto, pero no podía
preguntarle ahora debido a que estaban en medio de una clase y el profesor
suplente era extremadamente jodido.

Minutos después el timbre sonó y todos comenzaron a guardar sus cosas.


Ahora tan sólo quedaba ir por última vez a la cafetería, y al fin se irían de
aquel lugar. —¿Qué te sucede? —JiMin lo observa ante aquella pregunta de
manera inexpresiva al principio, luego frunciendo un poquito su ceño.

—Nada.
—¿Estás enojado conmigo? —el rizado nuevamente niega y ambos se
apresuran a salir del salón con los demás debido a que ya no permiten a
nadie caminar libremente por los pasillos gracias al asesinato de un alumno.
Una vez comienzan a caminar, JungKook suspira.

—Lo estás.

JiMin no evita soltar una risita, una con muy pocas ganas. —Kook, no estoy
enojado contigo. Realmente no lo estoy, sólo... no pude dormir. —no
mentía.

—¿Algo sucedió como para que no pudieses dormir?

JiMin hizo silencio por unos segundos antes de tragar saliva para responder.
—No, sólo no pude.

Necesitaba aprender a mentir mejor, llevaba un tiempo haciéndolo y era


lamentable que aún no se oyera honesto. Finalmente llegaron a la cafetería
y fue como si Namjoon lo supiese, porque de inmediato se acercó. —JiMin,
te ves pálido. —fue lo primero que dijo, con su ceño levemente fruncido.

Se disculpó con la mirada al ver la manera en la que JungKook lo veía. Éste


último suspiró y pasó su brazo por los hombros de su mejor amigo. —Te
diré qué. —comenzó a caminar provocando que sus otros dos amigos
también lo hicieran.

—Nam, tú y yo comeremos algo, y luego iremos a mi casa a pasar el día. —


Me dormiré en el camino. —bromeó con una sonrisita mientras sus ojos se
volvían levemente llorosos, pero respiró profundo para que pasara.

—Nosotros te cargaremos. —dijo Namjoon.

Éste último y el rizado van a sentarse a una mesa mientras JungKook se


dirige a la fila. Una vez formado en ésta, Naeun aparece y le toca el
hombro, sorprendiendo a su mejor amigo con un beso cuando éste giró su
rostro para verla, uno corto ya que habían profesores allí. Extrañaba los
labios de Yoongi: tibios, expertos y suyos.
—Luce como si fuesen en serio.

El de rizos asiente lentamente y voltea su mirada, frunciendo el ceño al


notar a dos policías en cada punta del lugar. —¿Por qué tanta protección?
¿Creen que pudo ser un grupo de asesinos?

—Eso parece. —oye un suspiro y su mirada va a su amigo.

—Nunca había sucedido algo así.

—No tienes que asustarte, Nam.

—No lo estoy, pero me pone nervioso el que nuestro pueblo sea chico. —
explica mientras se acomoda el cabello. —Todos conocemos a todos, y eso
significa que podría ser cualquiera.

El niño traga saliva, ahora un poco nervioso. Eso era cierto. No había nadie
en aquel pueblo que no se conociera al menos de vista. Todo se había vuelto
un desastre, y a pesar de le había dicho a su amigo que no lo tuviese, sentía
miedo. Si algo le llegaba a pasar a Namjoon, o a JungKook... por suerte sus
amigos eran listos, y no querían intentar ser rebeldes.

—JiMin... ¿Realmente sólo no has podido dormir? —JiMin lo observa de


inmediato.

—Está bien si no quieres decírmelo, sólo quiero asegurarme de que todo


esté bien.

¿Debería? Se acomoda en su asiento antes de suspirar, cabizbajo. —...


¿Alguna vez amaste a alguien que no te ama de vuelta? —ruega que
Namjoon no preguntara tanto, porque realmente se quedaría sin palabras.

Namjoon hace una mueca, reincorporándose. No se esperaba aquello. —


Creo que todos lo hemos hecho. —responde luego de pensarlo por unos
pequeños segundos.

—Si, pero no me refiero a amar a alguien que no te nota, hablo de amar a


alguien que luce como si te amara, y hace cosas que te aseguran que lo
hace... pero no lo dice, o lo niega.
Nuevamente hay un silencio. JiMin sabe que recibirá una buena respuesta
de Namjoon, porque era de dar buenos consejos. El rizado había tenido
bastante suerte en tener personas como JungKook y Namjoon, no sólo por
lo leales que eran, sino porque sabían respetar opiniones, y cuando uno no
quería contar más de lo debido al otro. Sabían no entrometerse.

—Eso depende. A veces no todo se basa en decirlo, aunque nos hace sentir
bien oírlo. Hay mejores maneras de demostrar el amor.

El ceño del niño se frunce. —¿Cómo cuáles?

—Proteger, dar espacio, cuidar. Hay muchas más pero, personalmente, creo
que esas son las más destacables. —se permitió opinar el castaño,
observando a JungKook en la fila y notando que a éste lo estaban
atendiendo.

—¿Y qué si hace todo eso, pero lo niega?

Namjoon nuevamente lo vé, sólo que ahora fijamente. —Está mintiendo. —


responde, dejando a su amigo aún más confundido.

— No todos, pero al menos ésta persona que tú me dices, sí.

—... ¿Cómo lo sabes?

—Me has dicho que, por las cosas que hace, luce como si te amara. —
responde Namjoon, esperando que sea obvio y un poco indignado al notar
que JiMin no lo comprende. —Eres una persona extremadamente insegura,
y si dices eso es porque realmente lo conoces, y puedes notar su amor. —
ambos notan a JungKook despidiéndose de Naeun.

—Sólo que eres lo suficientemente inseguro para creerlo.

JiMin arruga un poco su nariz, de pronto, sintiéndose culpable. —¿Es... mi


culpa?

—No, él es un idiota. —rápidamente dice Namjoon, y JiMin


inconscientemente niega.
—Pero tendrá sus razones.

"Soy el diablo." ¿Será que Yoongi creía que era su deber el no amar o
aceptar hacerlo? ¿Tomaba el ser el diablo como un trabajo que le costaría
más que horas laborables? Bueno, claro que sí, pero aún así era algo
terrible. ¿Acaso el diablo era igual de inseguro que JiMin lo era con sí
mismo? ¿Qué tal si Yoongi lo amaba y lo había tirado todo por estas
encaprichado con oír una respuesta? ¿O qué tal si no y tan sólo no lo
amaba? Honestamente, JiMin creía que lo primero encajaba muchísimo
más, pero su inseguridad no se lo permitía.

—¿De qué tanto hablan? —preguntó JungKook al llegar a la mesa, dejando


la bandeja con los sándwiches y cajas de jugo en la mesa antes de sentarse.
JiMin despertó de su trance ante la mirada de Namjoon sobre sí.

—De que Naeun y tú se ven muy bien. —rápidamente respondió JiMin.

No mentía, habían comentado aquello y era la verdad; hacían muy bonita


pareja. Tomó un sándwich de la bandeja, agradeciéndole a su amigo y
dándole un mordisco a la comida. No tenía tanta hambre, pero tenía que
aparentar. JungKook alzó ambas cejas. —Por supuesto que nos vemos bien,
ambos estamos buenísimos. — comentó, haciendo reír a Namjoon.

Nuevamente observó a su mejor amigo, un poco más tranquilo al verlo


comer. —¿Seguro que todo está bien?

JiMin lo observó, masticando y asintiendo rápidamente antes de tragar. —


Si, seguro. Sólo estoy cansado.

Y pensó en distraerse, pensó en las cosas que estaban diciendo sus amigos,
en no callarse y responder, unirse y no estar tan aislado en sus
pensamientos. Al principio no podía lograrlo, porque estaba seguro de que
nadie podría ni querría quitar a Yoongi de su cabeza, pero finalmente lo
logró, justo en el momento en que sentía una mirada en su nuca, un frío en
su espalda. Algo o alguien estaba muy cerca de él, y sabía quién era. Dejó
de comer, con su sándwich casi terminado en su mano.
Se quedó observando fijamente a la mesa e intentó mantener la calma. La
Muerte debía de estar comprobando si el diablo realmente no aparecería.
¿Cómo lo había sabido? Bueno, JiMin había salido llorando del infierno.
Tal vez se corrió la voz o... no lo sabía. Sólo sabía que la tenía justo detrás,
y que era perturbador: su presencia no era nada agradable. Fue como
cuando la tuvo de frente, inexpresiva y tranquila.

—Alguien más ha muerto. —susurra.

Los policías del pasillo entran a la cafetería y cruzan el lugar hasta llegar a
los profesores. El timbre suena luego de unos segundos, y todos se ponen de
pie. JiMin continúa congelado en su lugar, y JungKook se extraña por eso.

—JiMin. —llama, y el nombrado alza lentamente la mirada, con sus ojos


llorosos y llenos de terror.

—¿Qué tienes?

—¿JiMin? —Namjoon se incorpora.

Están a punto de seguir interrogando, pero uno de los profesores del último
curso hace callar a todos antes de hablar. —¡Necesito que todos hagan una
fila! Los llevaremos a la oficina del director, y allí llamarán a sus familiares
para que vengan por ustedes. ¡Todos en orden y con calma!

JiMin se para abruptamente, intentando no temblar mientras se aleja con sus


amigos sin mirar atrás. JungKook cree que éste está asustado por los
asesinatos, y lo mantiene cerca todo el tiempo, intentando tranquilizarlo
mientras le decía que podía irse a su casa y Namjoon y él esperarían a que
Eunji pasara por él.

Ninguno dijo ninguna palabra, y cuando la señora Park llegó, se despidieron


y lo acompañaron hasta que éste estuvo sentado en el asiento copiloto. —
Chicos. —llamó Eunji a los dos amigos de su hijo.

—¿Quieren que los lleve a casa?

—Oh, no. Está bien, Eunji. No queremos molestar. —JungKook habló.


—No es molestia. ¿Ya notificaron su retirada en las oficinas?

—Sí, hace unos minutos. —dijo Namjoon, y pidiendo permiso se subió a la


parte trasera, seguida de JungKook.

El viaje estuvo silencioso a excepción de las preguntas que Eunji le hacía a


JiMin, y éste respondiendo de manera cortante, neutra mientras se encogía
en su asiento y sostenía con una mano el crucifijo en su cuello. Finalmente,
JungKook y Namjoon se bajaron en la casa del primer nombrado, ambos
agradecieron y se despidieron de su amigo y su madre. Cuando ésto
sucedió, Eunji nuevamente miró a su hijo.

—Mi amor. ¿Estás bien? —a JiMin le tiembla el labio antes de bajar la


mirada. Necesita a su mamá. —¿Qué sucede, Minnie? ¿Te asustaste? —el
rizado asiente lentamente antes de cerrar sus ojos, con sus primeras
lágrimas saliendo y comenzando a sollozar silenciosamente.

Estaba muy asustado. —Oh, mi bebé. —de inmediato le quitó el cinturón de


seguridad y lo atrajo a sus brazos, acunándolo en su pecho. —Mami está
aquí contigo y no va a dejar que nada te pase, ¿si? —JiMin asiente aún
sollozando.

Se mantienen así unos segundos, realmente desahogándose, aunque cuando


finaliza sigue doliéndole el pecho. Dejar a Yoongi había sido lo más
doloroso que le había sucedido, no entendía siquiera cómo se le cruzó por la
cabeza, y éste último seguramente le odiaba. Su madre lo apartó un poco y
le limpió las mejillas.

—Luces cansado... Minnie, he encontrado una manta en el sofá. ¿No estás


durmiendo en tu cuarto?

—No puedo... —¿Y si duermo contigo? Yo te protejo, cielo. No hay de qué


temer. —dijo su madre, y deseó con todas sus fuerzas que sea cierto.

—Vamos a pasar toda la tarde juntos, no estás solo.

JiMin nuevamente solloza. Se sentía más solo que nunca. —Mami, te amo.
—Yo te amo muchísimo más, mi amor. —le da un beso en la frente y lo
acomoda en su asiento, poniéndole nuevamente el cinturón de seguridad
antes de, nuevamente, conducir.

—Vale, a olvidarse de éste momento feo. Vamos a comprar algo rico para
almorzar, ¿quieres? Puedo prepararte lo que sea que quieras.

JiMin sorbió su nariz y asintió lentamente. —Está bien. —respondió con su


voz entrecortada, y se giró hacia el lado de la ventana.

Sin poder evitarlo, se durmió camino a casa, observando al cielo y con


inseguridad de que, ésta vez, ningún cuervo lo seguía. La enorme puerta de
oro se había cerrado, el diablo se mantuvo de pie allí, sin saber qué decir,
sin saber qué pensar. Así que se puso a trabajar. Comprendía un poco a los
humanos después de todo: él había observado como éstos solían trabajar o
hacer cosas para olvidar desgracias, despejar sus cabezas.

Yoongi había archivado más de cincuenta contratos aquel día, liberó almas
que ya habían cumplido sus años en el infierno e hizo más contratos para
nuevas almas que buscaban negociar con demonios. Merodeó por los
lugares, chequeando como todos hacían sus trabajos. Mantuvo su cabeza
ocupada, bloqueó lo que no aceptaba. No le estaba prestando ni un poco de
atención a Baphomet, un demonio que iba en busca de los contratos para
repartirlos.

Éste comentaba sobre la cantidad de gente solicitando al infierno como si


fuese el mejor regalo de su vida. Yoongi alzó la mirada desde su trono a un
reloj que tenía en la pared: los números eran romanos, y era muy antiguo,
de un barco hundido hace años. Andaba hacia atrás, pero funcionaba bien.
Habían pasado días, y eso significaba que habían pasado más en la tierra.

Probablemente ya era el cumpleaños del rizado, y si no se equivocaba,


estaba por terminar. —Envía un cuervo. —finalmente habló a
regañadientes, interrumpiendo al otro demonio.

—¿D-Disculpe?
Entonces el diablo lo observó, con sus ojos bordó –habían estado así todo el
día–, y se puso de pie lentamente. —¿Debo repetirlo?

—¡No! No. Por supuesto que no. Ya mismo enviaré un cuervo. —el
demonio era listo.

Tomó el resto de los contratos y se fue corriendo de aquella habitación.


Yoongi suspiró. ¿Cómo el diablo pudo haber sido tan torpe? ¿Acaso no le
era suficiente? ¿No había aprendido y ésta era otra lección de su padre, o
JiMin era muy real? No. JiMin no podía ser real, porque era el ser humano
más amable, sensible y bondadoso. Siempre quería ayudar a todos, era muy
extraño que juzgara a alguien y todo lo que hacía era por pura inocencia y
curiosidad.

Jamás tenía malas intenciones, aún si elegía lo malo. ¿Cómo alguien así
podía enamorarse de él? Se giró lentamente, y observó el pequeño trono al
lado del suyo. Estaba dispuesto a darle todo, incluso la inmortalidad, porque
eso era lo que él quería. Lo quería a su lado por voluntad propia, sin
obligaciones. Parecía inalcanzable el hacer al niño feliz, pero a veces,
cuando ambos terminaban de hacer el amor y Yoongi sostenía el pequeño
cuerpo desnudo de su esposo en sus brazos, JiMin lucía como si no quisiera
nada más. JiMin lucía pleno, alegre. Feliz. ¿Era muy tarde para decírselo?

Tal vez y hasta se haya conseguido otro novio, los humanos solían hacer
eso, e incluso estaban con más de una persona a la vez, sin que entre éstas
se supiera. Eso le hizo hervir la sangre, pero sus pensamientos fueron
interrumpidos cuando las puertas se abrieron abruptamente. Se giró,
desconcertado. Nadie entraba sin tocar primero.

Baphomet lo observaba con pánico, como sabiendo lo que se aproximaba y


cómo se pondría el diablo. —Señor, tiene que ir ahora mismo.

Y lo sintió en su pecho. Un vacío, un profundo e interminable vacío se


formaba mientras todo él ardía, y los pensamientos en su cabeza eran más
que negativos. Se dirigió fuera del infierno a zancadas, pensando: ¿Así se
siente? Pero ahora no importaba, porque quién quiera que lo haya tocado,
iba a cruzarse con el mismísimo diablo más que enfadado.
----

Me puse las pilas y escribí todo el capítulo hace un rato y aquí está. Gracias
por su paciencia, ¡preparen los pañuelitos! ¿? Jejejeje

No te olvides de votar y comentar oki? Es gratis y fácil de hacer 😊 :(


gracias por el apoyo a esta adaptación, nos seguiremos leyendo más
adelante!!

si aun no me sigues, que esperas, andale rapido!!!

TQM.

MinMin.
XXIII

Un suspiro. Un largo, profundo y entrecortado suspiro. No, no.


Simplemente no podía. Su mente no regresaba, ni avanzaba. Se necesitaba
más que un suspiro para afrontar lo que había sucedido, y ganas de vivir
para afrontar lo que continuaría. Observó con su vista nublada –podrían ser
sus lágrimas– sus manos ensangrentadas, temblorosas y lastimadas.

Alzó la vista y observó a unos metros aquella bolsa, nuevamente regresando


la vista al frente. Se necesitaba querer estar bien para querer morir.
Definitivamente no quería estar estar bien, porque no lo merecía. Merecía
sufrir. Se puso de pie como si nada, sin sentir ningún tipo de dolor, sólo
hormigueo y un vacío en su pecho, y se dió la vuelta, intentando no
tropezar, cojeando y con su mano presionada en su costilla a pesar de que
no sentía verdadero dolor.

El verdadero dolor ahora estaba en su alma. Y esperaba, realmente lo hacía,


no estar vivo pasada la medianoche.

|| 12 horas antes de lo ocurrido. ||

El niño abrió sus ojos debido a su hermana sobre él, despertándolo sin
ningún signo de gentileza, tan sólo un canto desafinado y molesto, pero lo
hizo sonreír. —¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz
cumpleaños olo-rooosooo, feliz cumpleaños a ti! —recibió un beso en su
mejilla que lo hizo reír silenciosamente y ocultar su rostro en la almohada,
fingiendo seguir dormido aunque claramente no era así.

—Oh, vamos. Debes despertar, tienes dieciocho. ¡Dieciocho! —le sacudió


el hombro al gritar eso, provocando que riera.
—Mamá quiere que te levantes, no te salvarás de ir a la escuela sólo porque
es tu cumpleaños.

JiMin asintió y esperó a que su hermana saliera de la habitación antes de


suspirar, refregando sus ojitos con sus puños antes de sentarse lentamente,
medio dormido. Parpadeó un par de veces y observó a su alrededor,
buscando algo que claramente no habría. Yoongi. Un poco más angustiado,
se quitó el rosario del cuello, con los nervios en su pancita.

Lo dejó en su mesa de noche y cerró los ojos, contando hasta diez para
luego abrirlos. No, no era el rosario. Yoongi se había ido, y aunque era
tiempo de aceptar que ya no volvería, dolía. Dolía porque él creía sus
razones válidas, el sentía que lo que hizo fue por el bien de ambos. Tal vez
alguien más podría haberlo hecho, pero dolía vivir con el miedo de no ser
amado, y Yoongi prácticamente lo había rechazado cuando hablaban del
tema.

"Soy el diablo". ¿Qué podría haber hecho luego de aquello? ¿Rodear su


cuello, decirle que no importaba y nuevamente hacer el amor? JiMin sabía y
estaba consciente de haber dicho innumerables veces que Yoongi podía
hacer lo que quisiese con él, pero ya había pasado más de un año con él, ya
no había contrato por su alma, era más serio que al principio. Aunque,
aparentemente, nunca fue serio.

Tragó con fuerza el nudo de su garganta y decidió negar con la cabeza,


dejando que todos aquellos pensamientos se evaporaran mientras se
levantaba y caminaba en pijama hacia el baño. Sí, tomaría un baño, una
ducha bien calentita. No había de qué preocuparse, estaría bien. Estaba
arruinado.

¿Por qué todo le recordaba a él? Bañarse le recordaba a él, principalmente a


aquella vez en donde entró en pánico cuando iba a irse, y el diablo lo llevó a
la bañera y lo abrazó contra su pecho.

Cuando se vistió frente al espejo, pudo visualizarse a sí mismo un año atrás,


con los tirantes en sus shorts altos, medias por las rodillas y kickers, con su
esposo detrás, diciéndole cuán bonito se veía, y la pureza que llevaba
consigo. Nadie jamás iba a decirle algo tan bonito en su vida, y si así era, no
quería que haya nadie más. No pudo evitar tapar su rostro y llorar
silenciosamente.

¿Cómo haría para vivir sin Yoongi?

Éste era su ancla, lo mantenía firme, en pie luego de todas las cosas malas
que hizo. Lo mantenía cuerdo, acompañado y feliz. Ahora estaba solo.
Limpió su rostro, y nuevamente lavó su rostro antes de finalizar de vestirse,
poniéndose un suéter gris sobre la camisa blanca y tomando su mochila
antes de salir de su cuarto. Apenas subió las escaleras y abrió la puerta que
lo llevaba a su sala de estar, su madre lo recibió con un abrazo cariñoso.

—Feliz cumpleaños al amor de mi vida. —le dijo, haciéndolo sentir


realmente mimado y aguantando el llanto.

Lo tomó del rostro y repartió besos por todo éste. —No importa cuántos
años tengas, siempre serás mi bebé.

JiMin rió tímidamente y recibió el abrazo de su padre, el cual se había


acercado mientras su mamá le daba besitos. —Feliz cumpleaños, Minnie.
—le dió un beso en la frente y acomodó sus ricitos húmedos hacia un lado.

—No salgas con el cabello mojado, hace frío y no quieres enfermarte en tu


cumpleaños, ¿verdad? Yo te llevaré a la escuela.

JiMin asintió. Se sentía más reconfortado. —Está bien, gracias. —


respondió.

Permitió que su mamá lo guiara hasta la cocina, quitándole la mochila y


dejándola en el respaldo del asiento donde estaría su hijo. Se dirigió hacia
una encimera y le sirvió una taza de chocolate caliente junto a un pequeño
plato de galletitas con chispitas de chocolate. —Oh. Gracias, mami. —dijo
y tomó una galleta, mojándola en la leche antes de comenzar a comer.

—No hay de qué, corazón. —respondió Eunji cariñosamente, acariciándole


los ricitos a su bebé y sonriéndole a Hyunah antes de ver nuevamente a su
hijo.
—¿Estás mejor? —JiMin, el cual se encontraba bebiendo de la taza, asintió.

—Tus amigos me comentaron de una sorpresa que te tienen en la noche.


Irás, ¿verdad?

—Oh, si. —relamió sus labios, aunque sobre los superiores quedó un poco
de chocolate caliente.

—Jungkook me quiere allí, ayer no paraba de hablar de ello y que tenía que
ser puntual.

—¿Dónde será?

JiMin alzó la vista para verla. —No lo sé, es sorpresa.

—Vale, pero ten cuidado. —llevó su mirada hacia su hija, la cual bebía
tranquilamente de su taza.

—Hyunah, ¿y Hyojong?

La cara de la nombrada cambia repentinamente a estar más seria. —


Rompimos. Ya no hablamos.

Eunji una a comenzar a interrogar, pero cuando su hija negó con la cabeza y
Seung entró a la cocina sosteniendo un diario y tarareando, se enfocó en
éste último para comenzar una charla. —Cariño, ¿JongSu y Jacky?

JiMin no se permitió oír más y observó a su hermana, la cual revolvía el té


en su taza y suspiraba, con la mirada perdida. Ambos hermanos estaban
pasando por lo mismo, a excepción de que JiMin había estado más tiempo
en pareja, y más acostumbrado a la presencia de Yoongi.

—¿Por qué cortaron?

Hyunah alzó la mirada unos segundos antes de regresar a ver su taza y


encogerse inocentemente de hombros. —Es... complicado.

Él probablemente hubiese respondido lo mismo. Minutos después se


encontraba despidiéndose de su hermana y madre mientras caminaba hacia
el auto de su padre, el cual ahora tenía un impala del 67. A JiMin le
agradaba aquel auto.

Se subió en el asiento copiloto y dejó la mochila a sus pies antes de ponerse


el cinturón de seguridad y suspirar, con su padre subiéndose a su lado.
Suspiró. Se sentía mucho mejor ahora que había desayunado y su familia le
daba mucho amor y cariño. Era un niño mimado, otra vez. Pero sin el amor
de su vida.

—JiMin. —observó a su padre, el cual giraba la llave para encender el auto.

—Ahora que eres mayor de edad, si quieres puedo enseñarte a conducir. Es


fácil y te servirá.

El niño hizo una mueca de inseguridad. —Uhm... no me gusta conducir, soy


muy miedoso. Prefiero caminar.

—Oh, vamos. —lo alentó Seung. —No necesariamente tienes que aprender
para usarlo cotidianamente, también puedes simplemente saber por si
alguna vez surge alguna emergencia.

Fue casi de inmediato que su padre comenzó a enseñarle todo tipo de cosas
sobre el auto: el cómo hacerlo andar, los cambios, freno, velocidad, etc.
JiMin prestaba suma atención, y pudo entenderlo pero, honestamente no
creía conducir jamás. Una vez Seung estaciona frente a la escuela del
rizado, éste último se desabrocha el cinturón y se pone la mochila.

—Tu madre me dijo que hace unos días no estuviste bien. —JiMin lo
observa de reojo, dudoso antes de asentir rápidamente. —JiMin, si tienes
miedo, puedes llamarme. No lo contengas, yo vendré de inmediato y lo
sabes.

Era increíble lo mucho que había cambiado Park Seung. Había pasado de
ser un religioso, homofóbico, abusador a todo lo contrario. Por supuesto
que JiMin no defendía aquello, e incluso le dolía decirlo, pero estaba de
acuerdo con el castigo que Yoongi le había dado, porque lo cambió. Lo hizo
ver lo que verdaderamente hay que tener, y a lo que lleva juzgar sin saber.
—Está bien... Gracias, papá. —se inclinó y le dió un besito en la mejilla
antes de bajarse del auto, cerrando la puerta. Se inclinó un poco para estar a
la par de la ventana.

—Tengo una pregunta. ¿Mamá no quiere que esté en casa por la fiesta
sorpresa?

Seung lo observó por un momento, hasta parece que había dejado de


respirar. —¿Qué fiesta sorpresa? —JiMin alzó ambas cejas, esperando. —
¿Cómo lo supiste?

—La hace todos los años. —Vale, sí. Pero ésta vez será diferente. Vendrá
más gente del pueblo. — comentó, y nuevamente encendió el auto. —Creo
que no deberías de decirle a tu madre.

—No lo haré. Hasta la noche, papá.

JiMin pasó frente al auto, cruzando la calle con cuidado y caminando en la


acera antes de adentrarse a la escuela. Había un policía allí que guiaría a un
grupo de alumnos hacia la cafetería, y JiMin se reportó con otro policía
antes de ir con los demás.

La seguridad era extremadamente alta en la escuela, y cualquier persona


tenía el derecho de faltar si podía. Honestamente, JiMin creía que los padres
de sus compañeros eran lo suficientemente religiosos para creer que Dios
los protegería.

Una vez se adentraron a la cafetería, fue casi instantáneo recibir un fuerte


abrazo de su mejor amigo, el cual fingía un llanto a un lado de su oreja,
haciéndolo reír. —Jungkook, moriré. —dijo el rizado debido a que los
brazos del otro chico lo presionaban con fuerza.

Namjoon venía riendo ante aquello con un pequeño plato en donde había la
mitad de un pastel. —Mi hermanito ya no es hermanito. —le pasó la mano
por los rizos, haciéndolos hacia atrás y provocando que JiMin abra sus ojos
de más.
—Es mayor, es... mierda, no. Es hermanito. Sigues siendo menor que yo. —
se alejó, fingiendo restarle importancia. JiMin acomodó sus ricitos
nuevamente.

—Por meses. —dijo, y recibió encantado el abrazo de su otro amigo,


Namjoon.

—Feliz cumpleaños, JiMin.

—Gracias, Nam. —se mantuvieron así por unos segunditos más antes de
alejarse y sonreírse. Nuevamente la mirada del niño fue a su mejor amigo,
el cual se encontraba viendo alrededor, concentrado.

—¿Kook?

Jungkook observó a JiMin y sacudió su cabeza. —Oh, sólo buscaba a


Naeun. Ella va a ayudarnos con tu sorpresa. Vale, vamos a comer. —pasó
un brazo por los hombros del más bajo y lo guió hacia la mesa.

Había un pastel muy bonito decorado en la mesa a donde se fueron a sentar,


sólo le faltaba un trozo y Jungkook comentó molesto el cómo Namjoon no
se aguantó y comenzó a comer antes de lo debido. El de ojos castaños
parecía no darle importancia, y Jungkook continuaba discutiendo.

A JiMin le ponía tan feliz aquellas pequeñas charlas o anécdotas. Las clases
pasaron más rápido de lo usual, y los tres chicos registraron su salida en la
oficina del director antes de salir del instituto, caminando entre charlas y
risas hacia la casa de Jungkook. El señor Park estaba allí, viendo la
televisión.

Recibió a JiMin en un gran abrazo y lo felicitó antes de dejar a los chicos,


yéndose a dormir unas horas ya que él sería el que llevara a JiMin en donde
Jungkook y Namjoon le tenían la sorpresa. Los tres chicos se mantuvieron
conversando, incluso hicieron los deberes de la escuela para tener el resto
del día libre. Tenían padre exigentes, que les presionaban con los estudios y
el futuro de cada uno.
Finalmente, Namjoon decidió que iría al cuarto de Jungkook a preparar las
cosas que llevarían al lugar sorpresa. Una vez éste desaparece de la sala, el
de ojos marrones se giró para tomar de su mochila un sobre y tendérselo a
JiMin.

—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte. —JiMin lo
toma, emocionado y dispuesto a abrirlo, pero Jungkook lo frena.

—No, no. No es para que lo abras ahora, es para que lo abras cuando... Oh,
a la mierda. ¡Ábrelo, ábrelo!

JiMin comenzó a reír y antes de pensar en abrirlo lo agitó. —¿Es una


guitarra? —bromeó, y ambos volvieron a reír antes de que el niño finalizara
por abrir el sobre y sacar lo que hacía dentro. —... Oh. Oh, vaya. Wow.
Wow. Wow. Wow. Wow.

Jungkook se removió en el sofá, ansioso y esperando una reacción. —¿Qué


tal, ah? ¿Crees que podríamos irnos a Seúl y llegar a tiempo para el show de
Frank Sinatra?

JiMin estaba boquiabierto. Jungkook sabía cuánto le gustaba aquel artista,


cuan bien lo hacía sentir por su vinilo al estar triste, y ahora... ahora tendría
la posibilidad de verlo en vivo, y junto a su mejor amigo. En su mano se
encontraban dos entradas, y dos boletos para un tren a Seúl en tres semanas.
Era el mejor regalo del mundo.

—Tú, yo... ¿En serio? ¡¿En serio?! ¡Oh, Dios! —rió alegremente antes de
lanzarse a los brazos de su mejor amigo, ambos fundidos en un abrazo. —
Gracias, gracias, gracias.

—Espero que sea mejor que una guitarra. —bromeó el de ojos marrones
antes de que ambos se apartaran.

JiMin observó nuevamente los boletos y volvió a guardarlos en el sobre,


con una sonrisita y ojos húmedos por la emoción. —Cuidaré ésto con todo
mi ser. —lo guardó en su mochila.
—Creí que merecías una gran sorpresa por tus dieciocho luego de todo lo
que has pasado. —JiMin hace una mueca, entre ésta se oculta una sonrisita.

—Y te he notado triste. Como tu mejor amigo, es mi deber verte mejor. —


No es un deber, tú no tienes la obligación de hacerme feliz. —ya
comenzaba a hacer un puchero.

—Es verdad, lo siento. Quiero verte mejor. —aclaró. Ambos se vieron


fijamente, y con sonrisitas en sus labios. El amor y aprecio que se tenían era
increíble. Siempre serían una familia.

—Jungkook, estás haciendo que me enamore de ti. —bromeó el de ricitos,


intentando no reír cuando su mejor amigo llevó una mano a su pecho.

—Creí que ya lo estabas.

—Oh, no. ¿Crees que fui muy obvio?

—No tan obvio como para tomarlo a la ligera, pero lo suficiente como para
no sorprenderme. —ambos ríen mientras JiMin niega lentamente. Aún
quería llorar.

—Realmente quiero verte mejor.

—Lo haré, lo prometo.

Si, tal vez lo estaría. Namjoon salió de la habitación minutos después desde
aquella charla, cargando una pila de cuatro cajas e intentando no tropezar.
Jungkook se puso de pie de inmediato y le ayudó con dos. —¿De qué
hablaban? —preguntó Namjoon, sonriéndole a Jungkook en modo de
agradecimiento.

—JiMin estaba confesando su amor por mí. —y había sonado tan


indiferente y realista, que Namjoon abrió sus ojos de más, observando a
ambos de sus amigos.

—¿Era por él por quien estabas mal? —le preguntó al rizado.

Éste último abrió sus ojos de más, algo pasmado. —... Oh. Oh, mierda.
—¿Qué? ¿De qué hablan? —preguntó Jungkook, pero al ver a Namjoon tan
serio su mirada fue rápidamente a la de JiMin, también abriendo sus ojos de
más.

—¡Estás enamorado de alguien! ¡Es por eso que estabas triste! —de repente
la expresión del adolescente cambió a una de pánico mientras reafirmaba el
agarre en las cajas.

—Oh... Oh, no. Por favor, dime qué no estás enamorado de mí e hice una
estúpida broma que te dañó.

JiMin no evitó reír, comenzando a negar. —No eres tú, tranquilo.

Jungkook pareció volver a respirar y observó a Namjoon antes de que


ambos sonrieran con picardía, viendo al rizado de la misma manera. —Así
que... ¿Quién es él?

Recordó haber dejado pasar el "él" de la pregunta de Namjoon hace días,


pero ya eran muchas ocasiones en las que sus amigos se referían a alguien
con JiMin podría estar como si fuese un chico. Era momento de aclarar,
doliese o no. —¿Por qué asumen que es un chico? —pregunta tímidamente,
comenzando a ponerse nervioso y con sus mejillas calientes.

—Porque no somos estúpidos. —respondió Namjoon, y ambos continuaron


con aquella sonrisita pícara. JiMin bajó la mirada, juntando sus manos y
entrelazando sus deditos.

—¿Ustedes... estás de acuerdo con ello?

Jungkook frunce su ceño, borrando su sonrisita. —¿Qué?

—¿No creen que yo esté enfermo?

—Enfermo es tener gripe, no que te gusten los chicos. Y jamás vuelvas a


preguntarle a alguien si está de acuerdo con tu orientación sexual, el único
que tiene que estar de acuerdo eres tú.

JiMin tragó saliva con fuerza y limpió una lagrimita que caía por su mejilla.
—Gracias. —dijo.
—No agradezcas, JiMin. —dijo Jungkook, también sentimental.

Namjoon se quejó. —Quiero abrazarlo.

—Lo haremos apenas venga a ver la sorpresa. Siéntete como en tu casa,


JiMin. —le sonrió en modo de aliento y se dirigió hacia la puerta.

—Nam, vamos.

Habían pasado aproximadamente dos horas, y JiMin se la había pasado


viendo Tom y Jerry en la televisión, entretenido mientras comía pastel que
había quedado y bebía jugo de naranja. Fue finalmente cuando el señor Park
despertó de su siesta y le propuso ordenar un poco antes de salir que JiMin
se levantó y se dirigió a la cocina, dispuesto a lavar su plato y vaso.

Nuevamente volvió al living, y acomodó la mochila en el sofá junto a las


demás. Apagó la televisión cuando el señor Park había terminado de beber
algo y salió junto a éste para dirigirse al auto.

En el camino se la pasaron hablando del regalo que Jungkook le había dado


a JiMin, de la buena música. Comentaron cosas sobre Elvis Presley, Los
Beatles, y los Rolling Stones. El rizado, de entre todos esos, prefería a
Elvis, pero también amaba a los otros dos grupos.

Finalmente llegaron frente a la iglesia del pueblo, y JiMin no pudo evitar


fruncir el ceño. ¿Acaso habría una misa? Estaba a punto de comenzar a
desilusionarse, pero el padre de su mejor amigo le tendió un papel, el cual
era una especie de mapa.

—Sigue las instrucciones, y allí los encontrarás. —dijo.

—Oh. —el rizado desabrochó su cinturón antes de bajarse, y agradeció el


"feliz cumpleaños" proveniente del hombre en el vehículo antes de acelerar
y desaparecer por las calles desiertas.

JiMin se encaminó hacia la iglesia, pero no subió los escalones de ésta, más
bien, la rodeó, justo como decía en el mapa. Podía oír música a lo lejos, y
mientras más se adentraba al bosque, más audible y reconocible era. Se
encontró moviendo la cabeza. Solía oír esa canción cuando le tocaba la
limpieza en su cuarto, porque era muy animada, para oírla en los buenos
días. Continuó avanzando, y el sonido se volvía aún más fuerte.

Entre los troncos y la oscuridad, visualizó un lugar exacto del bosque el


cual parecía tener cosas allí. Se fue acercando con una sonrisita en sus
labios: reconocía una mesa con comida y lo que parecía un gran pastel, un
cartel que iba de un tronco a otro donde se leía "¡Feliz cumpleaños, JiMin!"
y decoraciones rosadas y azules, sin olvidar el tocadiscos con el vinilo
girando en éste. Finalmente llegó, y bajó la mirada para doblar el mapa.

¿Dónde estaban sus amigos? Nuevamente alzó la mirada, y su sonrisa se


borró de inmediato al visualizar a Namjoon en el suelo, con un poco de
sangre en su sien y desmayado... o eso esperaba. Todo su cuerpo se tensó,
todo se volvió más frío mientras sentía a alguien de pie detrás suyo, a la
expectativa de lo que haría. Sentía el malestar en su estómago, pero no, no
era Yoongi.

Era aquel malestar que sintió aquella noche que durmió mientras creía que
el diablo le acariciaba el cabello y no era así, o cuando intentaron quitarle la
vida en la bañera. Tomó una respiración honda antes de girarse de golpe, y
se encontró cara a cara con Naeun, la cual le sonrió de manera lenta y
escalofriante.

—Feliz cumpleaños.

Sintió un golpe en la cabeza, su cuerpo caer al suelo, y se durmió. Sus ojos


se abrieron lentamente, le pesaban un poco los párpados mientras una fuerte
jaqueca lo hacía sisear. Tenía frío, hacía frío aquella noche, y la música
había desaparecido. Respiró profundo, intentando dejar de ver borroso.

—Finalmente. —oye nuevamente aquella voz.

Era Naeun, la novia de su mejor amigo. Finalmente, su vista se aclaró, y la


vió caminar lentamente hacia él. Se intentó hacer hacia atrás, pero parecía
que algo lo mantenía en su lugar. La observó entre asustado y frustrado. La
chica alzó ambas cejas.
—Oh, no me veas así. ¿Ahora vas a decirme que no lo sospechabas ni un
poquito?

No podía ser el que todo lo bueno durara poco para él. Estaba tan enojado, y
tan, tan, tan asustado. —¿Qué debería sospechar? —dijo, sin verla pero
teniéndola bastante cerca.

Se armó de valentía. —¿Que eres una perra? —jamás había llamado a una
mujer así, y no lo hacía.

Él no le hablaba a Naeun, le hablaba al demonio. Una fuerte patada en su


estómago lo hizo jadear por aire. Se quejó debido al ardor pero aún así hizo
todo lo posible para seguir firme. —¿Dónde está Jungkook?

—Eso es un "no". Vaya, JiMin, te creía menos imbécil. —proporcionó otra


patada en el cuerpo del niño en el suelo, lo cual lo hizo doblarse y
nuevamente jadear, pero el demonio se dirigió hacia la mesa donde estaba el
pastel, tomando la gran cuchilla que había a un lado.

—¿No me reconoces en éste cuerpo? —cortó un trozo de pastel y lo sirvió


en un platillo.

—Tal vez debería de verme más triste, más rota y rechazada. —fingió un
tono triste antes de girarse aún con la cuchilla en su mano.

JiMin la observó fijamente, con una mano en su estómago y tragando el


gusto metálico en su boca. Oh, realmente había sido un imbécil. Había sido
obvio. —Somin.

Naeun se encogió de hombros inocentemente. —Si, bueno. Podría decirse


que sí, así nos conocimos. —comienza a caminar hacia el cuerpo del niño,
ignorando el de Namjoon al pasar, y poniéndose de cuclillas para estar a la
altura del rizado.

—No importa eso, realmente. Lo único que importa aquí es que sepas que
no soy el malo de la historia. —negó lentamente, viendo fijamente los ojos
verdes del menor.
— Realmente, no lo soy. Tú sí lo eres.

JiMin intenta no verse muy obvio al notar que Namjoon comienza ponerse
de pie silenciosamente, sosteniendo en una de sus manos una botella de
whisky. —En primer lugar... —prosiguió el demonio, apuntando el pecho
del rizado con la cuchilla, presionando levemente para herirlo.

—... tú fuiste quien corrió a los brazos del demonio cuando nuestro querido
Bonhwa... —hizo una pausa y llevó su mano libre a su corazón, asintiendo,
con una falsa expresión de lamento.

—... que en paz descanse, engañó a tu familia. Era un simple castigo, sólo
unas quemaduras en la piel. Es una gran diferencia a morir desangrado
porque te arrancaron el pene, ¿verdad?

Namjoon continúa acercándose muy lentamente, fijándose dónde pisaba


para no ser ruidoso. Por suerte, en aquella área del bosque, era pura tierra.
No habían tantas ramas ni césped. JiMin vió fijamente a Naeun y relamió
sus labios antes de hablar, ya que debido a los nervios tenía la boca seca. —
Así que mis primos te ordenaron matarme.

—Mira, yo lo intenté.

Realmente lo hice, pero siempre que lo intentaba... allí estaba él. Incluso
con sus cuervos. Siempre vigilándote, y yo no podía arriesgarme tan rápido,
sé reconocer que no tengo la misma cantidad de poder que él, pero soy muy
bueno escondiéndome: primero en aquella dulce niña, luego en el idiota del
novio de tu hermana, he estado en el padre de Jungkook, y oh, incluso he
estado en Namjoon. —llevó la cuchilla al cuello del menor, y la piel de éste
se erizó más de lo normal.

—Siempre he estado a tu alrededor, acechándote, y tú jamás te has dado


cuenta. Pero ahora ya no está. Se ha ido, JiMin. —comenta refiriéndose a
Yoongi. Su sonrisa se vuelve más grande y se acerca más al rostro del
menor.

—¿No te pones a pensar en porqué todos te dejan? —suspira mientras


JiMin comienza a lagrimear. Ésto era una pesadilla. —Creo que es hora de
asimilar la verdad.

Detuvo sus palabras cuando la botella de whisky que anteriormente estaba


en las manos de Namjoon estalló contra la cabeza de la chica, y lo
escalofriante fue que la expresión de ésta era la misma: sonriente, aunque
en su mirada algo cambiaba.

Extendió su mano, y Namjoon salió prácticamente volando por los aires,


chocando contra un tronco y cayendo al suelo. La mente de JiMin viajó más
rápido de lo normal, y en su cabeza imágenes de su libreta, las páginas
corriendo hasta detenerse en una hoja exacta, aquella hoja la cual había
memorizado por si acaso.

—Exorcizamus te, omnus immundus spiritu

No pudo seguir debido al fuerte puñetazo en su nariz, la cual comenzó a


sangrar de inmediato. Sollozó secamente por el fuerte dolor pero apenas
tuvo tiempo a lamentarse ya que fue tomado del mentón y dos golpes
dejaron su rostro con sangre.

—Omnis... Onmis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversatil,


omnis legio... —continuó Namjoon, levantándose lentamente.

Naeun comienza a temblar, retorciéndose. JiMin aprovecha para intentar


moverse. —¡Nam, corre! Éste le hace caso, comenzando a correr hacia la
salida del bosque, buscar ayuda, pero se gira debido al fuerte jadeo del
rizado. El demonio había introducido la cuchilla debajo de una de las
costillas del menor, el cual gruñó por el dolor, con lágrimas cayendo entre
toda la sangre en su rostro.

—Omnis congregatio et secta diabolica. —continuó Namjoon mientras el


demonio quería moverse, pero todo lo que hacía era temblar. Sus ojos
pasaron de ser como los de un ser humano normal a volverse
completamente negros.

—Ergo draco maledicte et omnis legio diabolica adjuramus te. —Namjoon


retrocede un poco cuando el demonio se pone de pie entre temblequeos,
queriendo caminar hacia él.
JiMin quita la cuchilla enterrada en su abdomen y lleva su mano allí,
poniéndose de lado y respirando entre jadeos de dolor. —Nam...

—Cessa decipere humanas creaturas, eisque aeternae perdiotionis venenum


propinare. —dice el chico, y toma otra botella, lanzándosela y fallando.

— Mierda, mierda, mierda.

—Vade, Satana, inventor et magister omnis fallacie, hostis humanae salutis.


—continúa JiMin mientras hace lo posible por ponerse de pie, lográndolo y
sintiendo la sangre en su abdomen, en su rostro. Está tan acabado.

—Humiliare sub potenti manu dei, contremisce et effuge invocato a nobis,


quem inferi tremunt. —su voz se alza cada vez más. Naeun cae de rodillas y
gruñe antes de gritar, con su voz gruesa, distorsionada. Medio ríe entre
quejidos, fuerte, escalofriantemente.

—¡¿Por qué no abres tu regalo, ah?! —apunta hacia una dirección detrás de
JiMin, pero su brazo se tuerce debido a que Namjoon continúa, dejándola
temblando, con los ojos cerrados y gritando.

—Ab insidiis diaboli, libera nos, Domine. Ut Ecclesiam tuam secura tibi
facias libertate servire te rogamus, audi nos.

Medio inclinado por el dolor bajo su costilla y notando que Namjoon tenía
el control de la situación, se gira hacia donde el demonio había apuntado.
Siente un escalofrío atravesar su columna vertebral al ver una bolsa negra,
la cual llevaba algo dentro. No. A tropezones, lentamente, se encaminó
hacia la bolsa, y a medida que se fue acercando, pudo observar una mano
fuera de ésta.

—Ut inimicos sancJiMin Ecclesiae humiliare digneris, te rogamus, audi


nos.

No. No, no, no. No. No. Se balancea a centímetros de la bolsa. No puede
ser. Le ha dejado de doler el cuerpo, ahora sólo algo arde profundamente en
su pecho, algo de lo que no se recuperará jamás en su vida. Jamás, jamás
Con temor, su mano temblando, ya sabiéndolo, abrió la bolsa del todo. Su
aliento se cortó. Si, por supuesto. JiMin les había quitado a alguien, y era
claro que harían lo mismo con él.

Era claro que el demonio buscaría a lo más cercano que JiMin tenía como
familia ya que éste estaba siendo protegido por Yoongi. Y no entendía cómo
de repente todo había dejado de doler, como si fuese que le quitó los
sentimientos y el dolor físico. Shock, frío, pérdida de sangre, aunque
probablemente sea el cuerpo sin vida de Jeon Jungkook, cortado, más
manchado de sangre que él, con sus ojos abiertos y perdidos en un punto del
bosque. Fue instantáneo el de dejar de temblar, y se giró lentamente viendo
a su otro amigo.

—Terribilis Deus de sanctuario suo. Deus Israhel ipse truderit virtutem et


fortitudinem plebi Suae. ¡Benedictus Dius! ¡Gloria Patri! —Namjoon
finaliza aquel exorcismo, y un humo negro y largo sale de la boca de la
adolescente, la cual tiembla y cae al suelo, inconciente.

El demonio golpea contra un punto del suelo y el malestar desaparece al


igual que éste. Un silencio ensordecedor se hace presente en aquella área
del bosque, sólo respiraciones agitadas y entrecortadas. Namjoon parece
recordar que su amigo está apenas manteniéndose de pie, y camina
rápidamente hacia éste, tomándolo del rostro al llegar. Lucía perdido,
desorientado.

—Estás bien, estás bien. Tranquilo. Pero JiMin lo estaba.

—Estoy tranquilo. —dijo con calma, la voz apenas audible.

Namjoon frunció su ceño antes de ver detrás del rizado, y éste último pudo
ver los ojos castaños del chico llenarse de lágrimas. Las manos de JiMin
tomaron las muñecas de su amigo. —E-Escúchame. —Namjoon
nuevamente lo observó, y sollozó, asintiendo y con lágrimas cayendo por su
rostro.

—Tienes que irte, ahora. Nadie puede saber ésto.

—JiMin, es Jungkook...
—Nadie va a creernos. Nam, por favor. —ambos se observan fijamente.

Sabían que ésta sería la última vez que se verían. —Adiós, JiMin. —se le
entrecorta la voz antes de besarle la frente al menor y alejar las manos del
rostro de éste, dando unos pasos hacia atrás y pasando por un lado del
cuerpo de Naeun.

Namjoon nota que ésta respira. —Está viva.

—Llévatela.

Namjoon asiente y se inclina, pasando sus brazos por debajo del cuerpo de
la adolescente, cargándola en sus brazos y caminando fuera de aquel lugar
sin mirar atrás. La mirada del rizado permanece perdida antes de girarse
nuevamente, en dirección a aquella bolsa. Observa el cuerpo de su mejor
amigo, y a pesar de que no siente nada, las piernas le tiemblan y cae de
rodillas al suelo, rendido.

La casa de los Park estaba repleta de gente del pueblo. La música era
tranquila, todos estaban bebiendo y comiendo, charlando entre ellos.
Hyunah conversaba con sus amigas en el sofá, Seung hablaba con JongSu y
Jacky, y Eunji iba de un lado a otro, fijándose que todos tuviesen lo que
deseaban, conversando con algunas mujeres de la iglesia. Un portazo
provino de la puerta principal, junto a muchos jadeos de horror.

Seung alzó la mirada cuando oyó un vaso romperse en el suelo. —¡JiMin!

Allí estaba su hijo: con su rostro golpeado y repleto de sangre, pálido, con
su ropa sucia por la tierra y una gran mancha de sangre en su camisa.
Respiraba hondo, con sus ojos muy abiertos, pánico en su expresión. Seung
dejó todo, acercándose.

—¡No! —exclamó el menor, extendiendo su mano y retrocediendo,


intentando no caerse.

—No. N-No te acerques.


—¡JiMin, bebé! —Eunji igualmente quiso acercarse pero el nombrado no se
lo permitió.

—¿Qué te sucedió? ¡Amor! Por favor.

—N-No... no me toquen. No me toquen.

Un hombre de entre todas las personas se acerca. —Tienen que llevarlo al


hospital ya. Está desangrándose. —dice, acercándose.

Era George Griffin, un médico reconocido entre todos. — Vamos, JiMin.


Necesitas ayuda. —se acerca de más y lo toma de la mano.

—¡No me toques!

Y, como por arte de magia, el hombre sale disparado por los aires,
golpeando su cuerpo contra una pared antes de caer al suelo. Todos parecen
sentir aquel malestar, que para ellos era lo peor, pero para JiMin... Oh, para
JiMin era un alivio. Eunji dió un paso hacia atrás asustada.

La gente comenzó a desesperarse y encaminarse hacia la salida del patio


trasero, escapando de aquella situación, todos menos el padre William y la
familia Park. El niño no sabía si tal vez era el extrañarlo con toda su alma,
pero incluso podía percibir dónde estaba el diablo. Con esperanza, se dirigió
de manera apresurada, tambaleante hacia las escaleras, comenzando a
subirla con cuidado.

El padre William extendió su mano, apuntando con ésta al rizado. No sabía


que oír a alguien orar iba a lastimarlo como aquella vez en la que su padre
lo hizo, y sintió éste fuego recorriendo el interior de su cuerpo. Gimió con
dolor, a punto de caer de la escalera hacia adelante, pero sintió como algo,
Yoongi, para ser específicos, lo atrapaba, y lo tomaba en brazos.

—¡Oh, por Dios! —jadeó Eunji, llorando y muy asustada.

Todos quedaron en silencio al ver a aquella figura alta, vestida de negro,


con ojos color sangre, perfecto pero escalofriante. El diablo se hacía visible
por primera vez frente a las demás personas, sosteniendo a su esposo, a su
niño favorito, el cual habían lastimado, en brazos. La furia recorría por sus
venas pero, sin embargo, alzó la mirada y sonrió lentamente de lado.

—Un gusto conocernos personalmente. —dice.

Alza su mano y mueve levemente sus dedos, provocando que todas las
puertas se bloquearan. Ahora tan sólo tenían la sala, no había donde escapar.
—Bueno, que comience el show.

Hizo falta un chasquido de sus dedos para que las cosas comenzaran a
destrozarse y moverse bruscamente de lugar, dañando a todo el se
interpusiera entre éstas. Los focos estallaron en pedazos y el diablo podría
ver a través de la oscuridad. Se giró con elegancia y subió los escalones,
sosteniendo a su niño en su pecho y oyendo los gritos de susto de los Park y
las pocas personas que quedaron en la sala. JiMin se quejó en los brazos de
éste, retorciéndose de dolor.

—Shh, shh. —el diablo lucía asustado por primera vez en su vida.

Se dirigió hacia las escaleras de la azotea, aquella azotea en la que habían


bailado bajo la luna sangrienta. La puerta se abre sola de un golpe, y Yoongi
se apresura a arrodillarse en el suelo, dejando a su niño en sus brazos, el
cual lo observa entre dolor y sangre, débil y con lágrimas cayendo de sus
ojos.

—Yoon...

Yoongi lo sostiene por la espalda con un brazo, y su mano libre va al rostro


de éste, queriendo mantenerlo quieto para curarlo. JiMin lo nota y cierra sus
ojos, negando. —No...

—Estás muy débil, no hables. —ordena.

—Abre los ojos.

—Yo... —solloza, adolorido. Todo era una pesadilla. —... lo maté. Yo lo


maté.
—¿A quién? JiMin, lo que sea que haya pasado, no es tu culpa. —el rizado
asiente.

Por supuesto que lo era. Nada de ésto hubiese pasado si no fuese por él.
Yoongi acerca su rostro y las narices de ambos se rozan. —No lo es. —
gruñe.

—Lo sé porque te conozco, y no eres capaz de algo así. — JiMin solloza


más fuerte, retorciéndose.

El ardor lo está matando, pero debía soportarlo. —Mírame. JiMin. —llamó,


y le tomó del mentón cuidadosamente.

El niño negaba, con sus ojos cerrados. Se negaba a ser curado. —¡JiMin!

—¡No!

—JiMin, mírame o voy a matar a tu jodida madre. —si JiMin moría, los
mataría a todos.

El niño rápidamente abre sus ojos, creyendo en las palabras de su esposo y


ambos se observan fijamente. Poco a poco el ardor comienza a
desvanecerse, y ahora tan sólo hay un gusto metálico en su boca. Todavía
siente la calidez de la sangre en su torso, y Yoongi parece no darse cuenta
de aquel corte profundo bajo su costilla.

Se observan por un momento antes de que JiMin vea detrás del diablo y
apriete su agarre en el brazo de éste, el cual gira su rostro para observar
aquello que atemorizaba tanto a su niño favorito. Descubrió a La Muerte de
pie, tan sólo observando. —No. —Yoongi sostuvo a su niño mejor, contra
su pecho.

La Muerte soltó un leve chillido. —¡Dije que no! —gritó, y el chillido de


Muerte fue más fuerte antes de desvanecerse, asustada.

Yoongi cubrió las orejas de JiMin ante aquel sonido que podría afectarle en
su estado, y luego lo observó por completo, finalmente notando la camisa
con una gran mancha de sangre. La levantó, y observó el corte y la sangre
fluyendo de ésta.

— No. No. ¡Maldición!

—Yoongi...

—No, cállate. —interrumpió, y presionó con su mano repleta de anillos la


herida viendo al niño, el cual luchaba por mantenerse cuerdo.

—No voy a dejarte morir, ¿me oyes? Soy el jodido diablo, y yo decido ésto.
Yo decido si mueres o no, ¿entendido?

Claramente sabía que no era así, no tenía ningún control sobre las
decisiones del niño y por ende no era quién para decidir si continuaría con
vida. Pero es que él... él no... —JiMin, no soy nada sin ti.

El rizado sollozó, aliviado y extendiendo débilmente su mano para acercar a


Yoongi. Ambos presionaron sus labios en un casto beso que duró unos
segundos. —Me tienes que llevar a un hospital, y no puedes. —comenzó
JiMin, ambos viéndose fijamente.

El transportarse podría hacerle más daño, no estaba en condiciones. Suspiró


entrecortadamente y observó fijamente los labios del diablo antes de volver
a aquellos ojos rojos que lo tenían embobado. —No siento las piernas,
Yoon.

—Puedo curarte. —dijo, desesperado. —Por favor. Déjame curarte.

JiMin asintió. Jamás le diría que no. Jamás. La mano en el abdomen de


JiMin comenzó a calentarse un poco, como si algún tipo de energía lo
aliviara. Pudo sentir la sangre dejar de salir de la herida, y cuando estuvo a
punto de sentir la herida completamente cerrada, la puerta de la azotea se
abrió, y la voz del padre William se alzó en una oración en latín. JiMin
gritó, retorciéndose, y a Yoongi le importó una mierda todo.

Agitó su mano y aquel hombre salió expulsado nuevamente por la puerta,


cayendo por las escaleras. La mirada del diablo volvió al rostro de su
pequeño y se congeló al verlo intentar respirar, escupiendo sangre por su
boca y temblando, tan sólo observándolo. Yoongi exhaló. Sólo había una
manera de salvarlo. Le acarició el rostro antes de posicionar su rostro frente
al suyo.

—Lo siento por ésto, pequeño. —dijo, y ambos se ven fijamente. —Déjame
salvarte.

JiMin intenta hablar, y no lo logra. Tan sólo asiente, dándole permiso.


Siente el aire irse de su cuerpo, y cree que está por morir, pero su boca se
abre involuntariamente y puede sentir ésta especie de polvo adentrarse,
dándole picazón en su garganta. Sus ojos se cierran, y luego de unos
segundos más toma una bocanada de aire.

—¡JiMin! —se oyen llamados y pisadas en los escalones, hasta que


finalmente Seung y el padre William llegan nuevamente a la azotea, éste
último con un poco de sangre en su frente. Eunji intenta subir detrás de su
marido.

—¡Eunji, quédate ahí! ¡Saca a Hyunah de la casa!

Observa nuevamente al frente, y su hijo está de pie, de espaldas a ambos. —


¿JiMin?

El niño parece suspirar profundamente antes de girarse. Su rostro


inexpresivo, un poco engreído con el paso de los segundos y sus ojos
completamente bordó. Una sonrisa ladina y coqueta se hace presente en el
rostro del menor.

—Incorrecto. —dice, y agita su mano, ésta vez tirando a ambos hombres


por las escaleras.

Si, así curaría a su niño pero, mientras... ... ésto iba a ser tan divertido.

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Estuve más de 2 horas escribiendo y me duele mi espalda. Tengo que decir
que me dolió más escribir la muerte de Jungkook que leer la del personaje
original, hasta lloré un poquito....

Ay, eso me pasa por tomar esta adaptación sin haber terminado de leer la
novela originla....

No te olvides de dejarme tus votos y comentarios, seguirme también!!

gracias por seguirme uwu'~

TQM.

MinMin.
XXIV

JiMin estaba vivo. Apenas. Pocas veces los ángeles tenían el permiso de la
otra persona para poseerla, pero a Yoongi todo le daba igual. Yoongi no
podía dejar morir a JiMin, simplemente no era lo correcto, éste no era el
destino del niño y, honestamente, poco le importaba si lo era.

Iba a salvarlo por las buenas o por las malas. Los arcángeles eran fuertes,
JiMin se curaría de inmediato si el diablo quería. Estaba maldito, pero aún
podía sanar humanos, aunque jamás lo había hecho antes. El niño había
sido el primero. Suspiró. Era extraño ser más bajo, era extraño ser su
esposo. Bajó los escalones que lo habían llevado a la azotea, y nadie estaba
en el segundo piso.

Todos se encontraban abajo, en donde habían estado al principio. Se oía un


llanto, el cual seguramente era de su suegra, y las personas se comunicaban
de manera rápida, nerviosa. Yoongi llegó hasta la escalera, pero se quedó de
pie allí, sin bajar y observando fijamente a las personas mientras llevaba
una de las pequeñas manos de su esposo al bolsillo delantero de su
pantalón, con la otra apoyándose en la baranda, alzando un poco más el
rostro, mostrando superioridad ante todos los asquerosos seres humanos en
aquella casa. Cada uno de ellos era peor.

Solamente estaban Eunji, Hyunah, Seung y el padre William, el cual


sostenía su cabeza ante la sangre que emanaba de un corte que a simple
vista parecía leve pero era algo profundo. Nada para morirse. Eunji dió un
paso antes de que Seung la tomara del brazo, pero ésta jamás quitó su
mirada del cuerpo de su hijo, el cual justo ahora no lo estaba siendo.

—¿JiMin? ¿Bebé? —le tembló la voz.


Las cejas del mencionado se alzaron, y su cabeza se fue ladeando
lentamente con una cínica y ladina sonrisita en sus labios mientras
observaba a la mujer caer de rodillas, sollozando. —PPor favor,
devuélvemelo. Por favor.

—Eunji... —Por favor...

—Si, Eunji. —habló Yoongi, con la voz de su niño sonando tranquila y


seca, tan fría como su cuerpo.

—Paciencia. No mataré a JiMin, todos ustedes podrán seguir maltratándolo


como siempre. —finalizó, comenzando a bajar las escaleras con paciencia.

El padre William llevó su mano hacia el diablo en el cuerpo del niño, pero
éste último fue más rápido, y antes de que el mundano pudiese siquiera
recitar algo, lo hizo volar hasta pegarlo contra la pared de manera brusca y
dolorosa.

—No me digas qué hacer, viejo estúpido. —a pesar del insulto, continuaba
sonando tranquilo.

—Tú, tu iglesia y tu Dios pueden besarme el culo. No éste, por supuesto. —


aclara. —Éste sólo lo beso yo. —asiente lentamente antes de girarse a la
familia Park, observando a su suegra arrodillarse ante sus pies, aún
sollozando con fuerza.

—Por favor, déjalo ir. —ruega. —Déjalo ir...

—¡Está bien! —exclama, fingiendo animarse. —Pero dime "por favor" de


nuevo. —claramente molestando.

Sonríe un poco al ver el enfado mezclado con miedo en la mirada de todos.


—P-Por favor... te lo ruego Vale.

No es como si a Yoongi le agradase del todo, pero era la madre de su niño.


A pesar de sus absurdas creencias, ésta le preparaba la mejor merienda
cuando JiMin se sentía mal, lo llevaba a la cama, se acostaba con él cuando
tenía pesadillas, le hacía fiestas sorpresa, lo iba a buscar a la escuela y
siempre intentaba tratarlo con la mayor amabilidad.

Inhaló, mirando arriba unos segundos, pensando antes de exhalar


profundamente y ponerse de cuclillas frente a la mujer. Llevó una mano al
mentón de ésta, la cual alzó la mirada con terror y tristeza, y la vió
fijamente por unos segundos. —Sólo haz lo que te digo, y todo irá bien. —
dijo, y la mujer, aún sollozando, asintió.

Yoongi se paró nuevamente. —Pónte de pie. —le ordenó.

La mujer lo hizo de inmediato y Yoongi dió unos pasos atrás, girándose y


pasando una mano por la barbilla de su esposo. Oh, JiMin. Debía de curarse
rápido, porque su paciencia se debilitaba con el paso de los segundos, y las
ansias de hacerlos pagar a cada uno crecía en su pecho. Se giró.

—Yo les explico, tomen asiento. —disimuló un tono amable antes de mover
su mano.

Los sillones del lugar se movieron bruscamente hacia donde estaban los
mundanos, y éstos fueron sentados a la fuerza a excepción del padre
William, el cual continuaba pegado a la pared. Yoongi comienza a caminar
lentamente por la sala.

—Por mucho que me guste estar dentro de su hijo, llegará un punto en el


que tendré que salir, como siempre. Pero quiero que sepan algo... —se
detuvo y observó a todos seriamente.

Intentaba contenerse, realmente lo hacía. —... Ví y veré cada cosa que


ustedes hagan con mi niño favorito.

Eunji negó. —No es tuyo. ¡No lo es! ¡Déjalo ir! Maldición.

¿Es que acaso los humanos eran así de estúpidos? Si bien Yoongi era el
diablo, y cuando JiMin y él habían hecho el trato, el niño era suyo, luego de
aquello simplemente era una persona. Claro, Yoongi solía decirle a JiMin
que éste era suyo, que le pertenecía, porque al rizado le gustaba oírlo, pero
sabía perfectamente que no era literal.
JiMin no era de su propiedad, no era su esclava o su juguete, era una
persona. Era su esposo, su debilidad humana, su alma gemela y aún así, no
le pertenecía. Y realmente no iba a responder a esa estupidez, pero entonces
el anciano de la iglesia nuevamente habló. Yoongi poco a poco dejaba ir
aquella paciencia que contenía hasta que su niño se curara.

Era como cuidar de animales descontrolados, aunque éstos probablemente


se comportarían mejor. —Es nuestro. —dice aquel hombre, y se oye tan
asqueroso saliendo de su boca.

Es decir, era normal que su madre lo dijera pero, ¿quién se creía?


Lentamente, Yoongi fue girándose, con los hermosos ojitos de su niño
poniéndose aún más rojos de lo que ya estaban. —Es de nuestra gente.
Tiene la protección de Dios.

Yoongi sonrió de lado. —Señor cura depravado, me están empezando a


tocar las pelotas sus comentarios.

—Dios es misericordioso y-

—A Dios le importas una mierda. —se mete ambas manos en los bolsillos
del pantalón, girándose para ver a los Park. —A Dios le importan una
mierda, y por eso estoy aquí.

El padre William había comenzado a rezar, y junto a éste Eunji y Hyunah,


tomándose de las manos. Se notaba que lo hacían con esperanza, intensidad.
Se maldijo al sentir los músculos del cuerpo de su niño tensarse un poco y
rió con falsedad mientras pasaba la mano de su niño por sus ricitos.

—Oigan, es de mala educación interrumpir a alguien. —advirtió, y llevó su


mirada fijamente a los ojos de Park Seung, el cual era el único que se
mantenía callado. JiMin, lo siento.

—De acuerdo, ¿saben qué? —sacó una mano del bolsillo delantero del
pantalón y chasqueó los dedos.

Fue algo tan simple como aquello que hizo explotar la cabeza del padre
William, salpicando sangre y trozos a su alrededor, manchando la camisa y
el rostro de JiMin. Eunji y Hyunah se quedaron calladas de inmediato, con
la respiración agitada por el miedo a ser las siguientes, afectadas por el
impacto.

Yoongi se encogió de hombros desinteresadamente, alzando un poco sus


brazos. —Yo se los advertí. Le advertí que me estaba tocando las pelotas, y
siguió.

—JiMin, sé que estás allí...

Yoongi suspiró antes de ponerse de espaldas a la familia. —Seung, controla


a tu esposa antes de que comience a tocarme las pelotas, también.

—Eunji, cállate. —ordenó el hombre, notablemente nervioso.

—Ji-JiMin...

—¡Eunji, cierra la boca! —exclamó, alzando la voz.

La mujer de inmediato se quedó callada, sollozando entre aceleradas


respiraciones. Seung la observó con dolor. Él tampoco quería eso, no quería
eso para su hijo, pero no necesitaba a más de una persona muerta. —
Tranquila, ya pasará. Respira profundo, sólo hay que esperar. —la mujer
parpadeó, soltando un par de lágrimas antes de asentir lentamente,
respirando profundamente.

Yoongi se giró, sonriendo de lado. —Irónico que te tranquilice la persona


que más daño te hizo. —murmuró, dando unos pasos al frente, hacia la
mujer.

Seung le tomó la mano a ésta para mantenerla cerca. —Eres la única


decente en ésta casa, que jamás ha maltratado a mi esposo. Debo decir... tú
y yo deberíamos llevarnos bien, prácticamente somos familia. —claramente
no era en serio.

Yoongi estaba disfrutando del daño psicológico que les provocaba a los
Park, porque llevaba soportándolo demasiado tiempo. La mujer frunció su
ceño con confusión mientras le temblaba el labio. Era realmente muy
parecido a JiMin, pero no. Ni era JiMin.

Nadie era como JiMin.

—¿E-Esposo?

Yoongi se quedó en silencio mientras tomaba asiento frente a la mujer con


lentitud, con sus piernas levemente separadas y sus manos juntas, dedos
entrelazados y cabeza ladeada. Eunji aún no podía creer lo que estaba
sucediendo, porque ése no era JiMin. No era su bebé. El color de sus ojos
no era aquel precioso verde, y sus movimientos eran fluidos, confiados.

El diablo siempre había sido ése miedo que está alrededor, pero te dices a ti
mismo que no existe, y lo imaginas como un hombre de risa histérica, trino
en mano y muertes por doquier. Sin embargo, aquí estaba: sentado frente a
ella, calmado, sabiendo qué hacer, qué decir, formando caos con una
perturbadora tranquilidad y usando de traje a su hijo.

A su bebé. Éste la veía fijamente, y allí fue cuando Eunji entendió que
JiMin no estaba allí. —¿No te lo dijo? —hablaba tranquilo, fingiendo
indignación y alzando ambas cejas.

—Tranquila, debe de ser la poca confianza que ustedes le brindan. No lo


culpo, ése fue el motivo por el cual estoy aquí. —comentó mientras los
sollozos de la mujer eran más audibles que antes, dolorosos para todos
excepto para Yoongi.

—Mamá... —susurró Hyunah, asustada y también comenzando a llorar, aún


viendo fijamente el cuerpo del padre William, sin cabeza.

—¿Puedes darte una idea de todos los problemas que ha atravesado tu hijo?
—continuó el diablo, sin apartar su mirada de los ojos de su suegra.

— Nunca lo supiste, porque no lo conoces lo suficientemente bien para


saber que está mintiendo. ¿Adivina quién fue el único que estuvo para él?
— sonrió de lado, esperando no tener que responderlo.
—Basta. Ya basta. —ésta vez fue Seung el que alzó la voz, temblando
levemente mientras negaba rápidamente.

Yoongi lo observó casi de inmediato, de manera escalofriante. —Sólo vete.


Déjalo en paz.

Eunji notó que el diablo dentro del cuerpo de su hijo veía fijamente a su
esposo. Aquello significaba caos silencioso, de nuevo. —Somos su familia,
nos corresponde estar para él. Sé que no... sé que no siempre ha sido así,
pero lo será. —intentó tranquilizar a aquella cosa que manejaba el cuerpo
de su hijo.

Yoongi se puso lentamente de pie, dando dos pasos hasta estar frente al
padre de su niño. Se inclinó, apoyando sus manos en los apoya brazos del
sofá individual en donde el mundano se encontraba sentado, y quedó con el
rostro de JiMin a centímetros del de Seung, viéndolo fijamente a los ojos.
Los del rizado estaban bordó, oscuros y con las pupilas muy dilatadas.

La sonrisita que llevaba en su rostro se fue borrando mientras los cuadros y


crucifijos de la casa, los cuales ya se encontraban al revés, temblaban de
manera brusca. —... ¿Y tú quién mierda te crees para decirme lo que tengo
que hacer? ¿Quién mierda te hizo creer que eres un buen padre ahora,
jodida basura? —rápidamente se endereza y agita su mano con brusquedad,
provocando que el sofá cayera hacia atrás, y con éste Seung.

Eunji jadeó, asustada al ver tal escena mientras Hyunah sollozaba. —Aún
tiene cicatrices en su espalda, producto de tu estupidez. —escupe,
moviendo su mano.

Ésta vez Seung sale expulsado hacia el otro lado de la habitación, chocando
contra la pared y golpeando una mesa, provocando que las cosas en ésta
cayeran. —¡Seung, no!

—¡Papá!

El nombrado se quejó audiblemente, intentando ponerse de pie,


sosteniéndose de la mesa. La mano de su hijo se agitó y quedó pegado
contra la pared. —No viste el dolor en sus ojos cuando intentaste
exorcizarlo aquella vez, y lo peor de todo fue que le dolía menor el ardor de
lo que le dolió que su propio padre intentara hacerle daño. —gruñó, y lleno
de furia volvió a agitar su mano, enviándolo al otro lado de la habitación
con más fuerza que antes. Se giró para poder verlo mientras las cosas
colgadas en la pared continuaban cayendo.

—Si fuese por mí, hubieses pasado toda tu eternidad en el infierno, pero tu
hijo te salvó, y así se lo pagaste: no estando para él.

Unas llamas de fuego se elevaron de la nada sobre el cuerpo del padre


William. Hyunah gritó mientras Eunji comenzaba a llamar a su esposo y
éste, ya sollozando, hacia un gran esfuerzo intentando levantarse. ¿Qué
esperaban? ¿Qué éste se fuera dejando a un hombre sin cabeza en la sala?
Por supuesto que no, él debía limpiar sus desastres, y no quería problemas
para JiMin cuando éste despertara.

El olor a piel quemada comenzó a sentirse mientras el fuego cesaba


lentamente con un suave movimiento de dedos del diablo. Era hora, podía
sentirlo. —Cuiden de él. —dijo.

—Y teman de mí, porque los estaré observando, y no dudaré en hacer arder


ésta casa hasta... hasta que... —su voz le temblaba al igual que sus rodillas,
y podía sentir la sangre fluyendo por su nariz.

Despierto. Estaba despierto. No lo resistiría demasiado. —... hasta que


sientan el aroma... de sus cuerpos arder.

Tal vez sólo para una despedida. Sin más, cayó al suelo y, lentamente, fue
quedando inconsciente, sintiendo el cuerpo de su niño temblar
descontroladamente y oyendo los gritos de la familia Park. Todo era bonito
en aquel lugar. El sol pegando en algunas partes, la brisa primaveral que no
daba frío, tan sólo refrescaba.

Todo olía a flores, y su humor mejoraba debido a las risas de los niños a lo
lejos, jugando en los columpios. Él se encontraba bajo un gran árbol. Había
estado allí muchas veces en su vida, años atrás, y siempre iba al mismo
lugar. Oyó unos pasos acercarse lentamente, a alguien sentarse a su lado, y
pudo reconocerlo incluso sin la necesidad de girarse. Una dulce sonrisita
cuadrada se hace presente en sus labios antes de girar su rostro y observar a
su esposo, el cual se sentó a un lado suyo y lo observó fijamente.

—Yoon...

Yoongi no evita sonreír de lado. Luce tan bonito, tan calmado. Tiene
pequeños pétalos de flores entre sus ricitos, los cuales se ven más claros en
la luz, al igual que sus ojos. No puede evitar tomar su pequeña mano y,
lentamente, comenzar a besarlo los nudillos, sin dejar de mirarlo. JiMin
siente cosquillas en su estómago, y suspira, embobado. Quiere quedarse así
por siempre. Finalmente, Yoongi aleja la mano de su esposo de su boca,
pero no la suelta.

—¿Te gusta éste sitio?

JiMin vé alrededor antes de asentir. —Es el parque central del pueblo,


queda cerca de la escuela. Es donde me pediste comprometernos, sólo que
en invierno no hay tanta gente, pero cuando es primavera... se vé hermoso.
Solíamos venir con mi familia cuando era pequeño y pasábamos la tarde
juntos.

El semblante de Yoongi cambia, notablemente serio. Hasta luce frustrado.


—Me lo hubieses dicho antes. —susurra, negando lentamente.

—Lo hubiese pensado antes.

El ceño de JiMin se frunce mientras se acerca más al diablo, apoyando su


mejilla en el hombro contrario. —¿Cómo?

—Cuando cumplimos el año de comprometidos no hice nada más que


pasarlo contigo en tu habitación. Tuvimos sexo, charlamos, y jamás pensé
en traerte aquí.

—Hey... —JiMin estaba tan de buen humor que hasta bromeaba con
ofenderse, alzando el rostro y entrecerrando tan sólo un ojo debido a la
fuerte luz del sol.

—A mí me gustó el cómo pasamos nuestro aniversario.


—Merecías algo mejor. —aclara el diablo, tragando saliva.

Un pequeño silencio se hace presente antes de que bajara la mirada,


encontrándose con los hermosos ojos de su niño. —Con ésto me refería a
ser el diablo. Todo es mucho más difícil a mi lado, porque no estoy hecho
para amar. Te deterioro, y no puedo ni siquiera llevarte a cenar a un lugar
que te guste en nuestro jodido aniversario. —está notablemente molesto
consigo mismo.

—Yoon, no me hubiese podido llevar a cenar ni siquiera siendo humano. Ya


nos estarían dejando en la calle por ser dos hombres.

—No estoy hecho para merecerte.

JiMin frunce su ceño, sintiendo preocupación en su pecho. Nunca había


visto a Yoongi liberando sus pensamientos de aquella forma, porque el
diablo siempre había sido coqueto, y demostraba superioridad ante
cualquiera, y pocas veces revelaba sus pensamientos, pero éstos... eran
pensamientos realmente oscuros. Yoongi no se amaba. No realmente.

—Yoon, tú... tú no debes de decir eso. Tú no eres malo. —abre su boca una
y otra vez, pero nada sale.

Está desesperado, porque no sabe cómo hacerlo sentir mejor. —Yo sé... que
no has recibido amor en mucho tiempo, probablemente toda tu existencia,
pero te aseguro que ahora sí. Eres amado, yo te amo más de lo que alguna
vez alguien amaría. —traga saliva con fuerza. —Y eso es todo lo que
importa.

Yoongi lo observa fijamente por largos segundos. —JiMin, sabes que


realmente no estás aquí, ¿verdad? —el niño tan sólo le observa confundido.

—Probablemente estés en el hospital ahora mismo, has sufrido una


convulsión. Ya estás curado, y tu cuerpo no es lo suficientemente fuerte
para sostenerme.

El niño baja la mirada, y de pronto miles de imágenes recorren su cabeza:


su mano sin anillo, llanto, cumpleaños, entradas a una presentación de
Frank Sinatra, bosque, Naeun, Somin, Namjoon, demonio, JungKook, fiesta
sorpresa, Yoongi, azotea, muerte, sangre...

—Ay... no. —lleva rápidamente sus manos a sus ojitos, cubriéndolos.

No quiere ver más, no quiere recordar eso. No puede ser. ¿Todo había sido
real? —JiMin...

El día parece nublarse notablemente, la brisa se vuelve fría, las risas de los
niños inaudibles. Es invierno, pero no uno bonito, sino uno frío, donde no
hay un lugar cálido para relajarse. El rizado niega lentamente mientras las
lágrimas no tardan en caer por sus mejillas.

Destapa su rostro luego de limpiar sus mejillas. Devastado, esa era la


palabra, o tal vez una peor. Nada de lo que anteriormente le había sucedido
se comparaba con ésto.

—Yo... estar aquí me hizo olvidar. Parecía una nueva vida, quiero decir...
quería que lo fuera. —su voz se corta un poco y toma una profunda
respiración para controlar el llanto.

—Realmente quería que ésto fuese real.

—Lo sé, amor. —si JiMin no estuviese tan arruinado, si JiMin se hubiese
conservado como hace minutos atrás, ahora estaría brincando por aquel
apodo. Negó.

—¿Tú dices no merecerme a mí? Al menos eres el diablo, fuiste forzado a


ser así. Yo soy humano, y me convertí en un monstruo. —su voz tiembla, su
mirada está perdida mientras deja caer nuevas lágrimas por sus mejillas.
Yoongi gruñe. No, no puede permitir ésto.

—No es así. —dice, acercándose y tomándolo de las mejillas.

—Mírame. JiMin, mírame. —el rizado lleva su mirada a la del amor de su


vida. Éste ahora tiene los ojos rojos, llevándose el celeste.

—No es así...
—Yoon, he matado a JungKook. —dice.

Ni él mismo puede creer cómo pudo decirlo en voz alta, con tanta
normalidad, cuando se está muriendo por dentro. Un silencio se hace
presente mientras Yoongi lo sostiene, negando. —Yo lo hice. Esa cosa vino
por mí, y lo encontró. La descuartizó vivo, metió su cuerpo en una bolsa... y
aún sigue allí. —no entiende cómo, pero, por alguien motivo, no parece
enloquecer.

Parece asimilarlo, aunque realmente no es así porque su voz tiembla, y las


lágrimas continúan cayendo por su rostro. —Su padre está solo, todo lo que
tenía era a su hijo y yo se lo he quitado. —traga saliva antes de llevar su
mirada a un punto perdido.

Apenas puede respirar del dolor. —He matado a mi mejor amigo.

Yoongi no puede hacer otra cosa más que estrujarlo contra su pecho. Puede
sentir el dolor de su niño como si fuese propio, y era debido a la gran
conexión entre ambos. Era una de esas pocas veces en las que el arcángel se
quedaba mudo, pero ésta vez fue diferente: no se quedó sin palabras, pero
supo que no había nada que sanara aquella herida, y quería protegerlo.
Quería protegerlo de cualquier cosa. Debió haberlo protegido, debió haberlo
cuidado más.

—JiMin, no hay nada que yo diga que pueda arreglar éste daño. —llevó una
mano a los ricitos de su esposo, acariciándolo con cuidado, como si fuese
tan frágil como para quebrarse con el más mínimo toque. Debía de ser
cuidadoso, como nunca había sido.

—Pero te diré la verdad, incluso si ésta muchas veces no arregla nada: no


fue tu culpa. Nada de todo lo que te ha sucedido es tu culpa.

Finalmente, JiMin solloza silenciosamente, temblando en los brazos del


amor de su vida. No, definitivamente no había logrado asumir nada, y
desafortunadamente aún tenía sentimientos. Lloró con fuerza, pero
silenciosamente en el pecho del diablo, el cual le acariciaba la espalda, los
rizos y le besaba la frente.
—Shh, tranquilo. Estoy aquí contigo...

—T-Tuviste que haberme dejado morir.

—¿Cómo podría? —responde de inmediato Yoongi, riendo secamente en


medio de la frase, con sus labios pegados en los rizos de su niño.

—¿Cómo podría haberte dejado morir, sabiendo la persona que eres?


¿Cómo podría abandonarte, cuando eres el único para mí? —cierra sus ojos
con algo de fuerza. —¿Cómo podría haberte dejado morir sin hacerte saber
que llegado a amarte incluso más de lo que tú podrías amar?

JiMin se derrumba, sollozando fuerte y envolviendo sus brazos alrededor


del torso del mayor, ocultándose en él. Es una mezcla de alivio, tristeza y
paz. Es una mezcla de sentimientos que no paran de pasarle por el pecho,
dejándolo anonadado. Intentó detener su llanto, dejar de mojar la camisa
negra de su esposo.

—Te... Te amo.

Yoongi le alzó el rostro, sosteniéndolo de las mejillas, ambos cerraron sus


ojos con fuerza antes de plantar sus labios en los del otro, moviendo los con
pasión, profundidad, sintiendo cada parte de sus bocas, disfrutando cada
sensación, cada pequeño segundo.

Una de las manos repletas de hermosos anillos de Yoongi fue a la nuca de


su niño favorito, sosteniéndolo de los ricitos para mantenerlo cerca,
deteniendo el profundo beso cuando pequeños sollozos se le escapaban e
intentando consolarlo con caricias y suaves pero cortos besitos sobre su
boca.

Para JiMin, Yoongi era el amor de su vida, y Yoongi, JiMin era el amor de
su existencia. Su alma gemela. Lo había sentido siendo tan sólo un alma, el
momento en que fue creado. Lo sintió en su pecho, y éste sentimiento lo
llevó a él.

Fue como un llamado del destino, algo a lo que no podía ni quería negarse.
Largos minutos después, se aparta y le limpia mejor las lágrimas a JiMin.
Ahora se encuentra serio, viendo fijo al rizado, y éste sabía que cuando
Yoongi tenía aquella mirada era porque diría algo que no quería ni podía
repetir dos veces.

—Escúchame con atención. —dice. JiMin asiente, sorbiendo su naricita. —


El demonio que ha matado a JungKook está en el infierno. Yo voy a
encargarme de éste, cobraré venganza por ti, me encargaré de hacerlo pagar
cada segundo que sufriste. —JiMin asiente mientras aprieta sus labios,
intentando no llorar desconsoladamente, de nuevo.

—Debo irme ahora, por un corto tiempo.

—¿Qué? No. No, no puede irte ahora. No p-

—JiMin. —lo interrumpe. —Tú sabes que a mí me importa una mierda tu


familia, pero estarán vigilándote. Lo que te sucedió no es poca cosa, y
querrán comprobar que no esté contigo. Van a dañarte, y no voy a tolerarlo.
—explica, suspirando mientras continúa limpiando las lágrimas que fluyen
por las mejillas del menor.

—Pero volveré.

—No lo harás. —solloza, adolorido y temblando aún más. —... s-sólo lo


dice para que no me duela, para que resista. No volverás...

—No. Mírame. Mírame, JiMin. Lo haré. Prometo que lo haré. Voy a volver,
debo volver... Debo regresarte.

El silencio se hace presente unos segundos. —¿R-Regresarme?

Yoongi lo vé fijamente. —Espérame, ¿de acuerdo? Debes esperarme.

—¿Yoon? —es casi instantáneo comenzar a sentir su cuerpo cansado,


pesado, lo suficiente para acabar recargado en el pecho del diablo. Los ojos
se le cierran.

—Y-Yoon...
Oye la voz de su esposo decirle algo, pero no pudo descifrar qué. Cayó
dormido. Días después, finalmente sus ojos se abrieron. Parpadeó
lentamente, observando a su alrededor. Habitación blanca, algo inyectado
en su brazo, alguien con delantal acomodando cosas a su lado. Hospital.
Estaba en un hospital. ... Oh.

—Hey, finalmente despiertas. —dice la mujer con ánimos, tomando una


libreta y verificando lo que ésta decía.

—Park JiMin, soy la doctora Lee. ¿Recuerdas lo que te sucedió?

Claro que recordaba... ... pero por algún extraño motivo, no le afectaba. —
Si. —responde. Hasta su voz suena extraña.

—¿Qué día es? —Han pasado cuatro días desde el incidente. —responde la
mujer, anotando un par de cosas en su libreta.

—¿Te duele algo?

—No. —suspira, cansado antes de moverse un poco, intentando sentarse.

La enfermera rápidamente le ayuda, extrañada. Debería de dolerle, al


menor, la cabeza. ¿Un milagro, tal vez? —Necesito revisarte para verificar
que estés completamente bien, pero iré a avisarle a tu familia. Llevan
mucho tiempo esperando fuera. Pediré que te traigan agua, y tal vez puedas
comer una sopa, niñito.

JiMin tan sólo la observó irse, ya sentado, y se observó a sí mismo. Se


observó las manos, y movió los deditos de sus pies, y tocó su rostro... ¿Qué
había cambiado? Porque ya no había vacío. Claramente Yoongi se había
ido, pero poco le afectaba. Poco le afectaba todo. Intentó recordar algo
profundo, algo que sabía podría dolerle.

Visualizó la imagen de su mejor amigo descuartizado, muerto, con la


mirada perdida. ... Nada. Y tal vez era una leve sospecha, tan vez JiMin sólo
estaba cansado y necesitaba comer o beber pero... había una gran
posibilidad... ... No.
No era hambre, no era sed. Era una probabilidad. El diablo había cumplido
con su trato. Su alma ya no estaba. ¿Y le afectaba? Para nada. Era un nuevo
comienzo, una diferente manera de ver las cosas... y la disfrutaría. Al
máximo.

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Eu, yo la voy leyendo a la par de ustedes asi que también me dejo asi: :O

Anuma, el minnie ya no tiene alma... lol.

No te olvides de votar y comentar vale? Es gratis y fácil de hacer UwU

gracias por seguirme y leerme!!


Nos seguiremos leyendo~

MinMin.
XXV

Un día después de haber despertado, estaba fuera. Podría haber salido


incluso horas después de haber despertado, porque gracias al arcángel se
encontraba en perfectas condiciones, pero a los doctores les resultaba raro
aquello, y decidieron mantenerlo en observación por un día más antes de
dejarlo ir.

JiMin ya era conocido en aquel hospital debido a las miles de veces que sus
padres lo habían llevado, y más últimamente por todo lo sucedido, así que
las personas realmente sospechaban algo extraño.

Su familia lucía asustada al principio, cuando comenzaron a hablarle.


Apenas lo llevaron a la casa –fue un viaje silencioso e incómodo– lo
hicieron estar en la sala, acostarse allí. Llamaron a un sacerdote de la iglesia
en donde el padre William también solía estar, y pidieron por él para
bendecir la casa y chequear que JiMin no tuviese nada dentro o a su lado.

Así fue: David llegó, bendijo cada lugar de la casa, limpió toda mala vibra –
la cual aseguró que había, y mucha–, y también chequeó a JiMin. Éste
permitía que hagan lo que quisieran con él, porque poco le importaba.

El día había transcurrido normal. El rizado se la había pasado en su


habitación. Al entrar, tan sólo se sentó en su cama y tocó las cobijas,
sintiendo la textura de éstas. Intentó recordar cosas profundas, cosas que
solían matarlo de dolor, pero no. Nada le dañó el pecho, nada lo hizo tener
emociones.

Nada. Pero, aún así, no estaba seguro. Necesitaba una confirmación, porque
podía estar en shock. Se fue a dar un baño, se vistió, y ordenó su habitación.
Cambió los muebles de lugar, e hizo espacio en la mesa donde hacía su
tarea de la escuela, quitando los vinilos escondidos de debajo de su cama y
acomodándolos de manera ordenada.

¿Por qué los ocultaría? Ya ni tenía miedo. Luego tan sólo subió a comer, y
no tenía hambre, pero lo hizo de todas formas.

Se mantuvo callado mientras los Park intentaban entablar conversaciones


alegres, fingiendo que nada había pasado, que todo estaba bien y no habían
presenciado muerte, caos. Principalmente, fingiendo no saber el que su hijo
menor se había casado con el diablo.

Llegó la hora de dormir, y el sueño no apareció en toda la noche hasta las


ocho a.m, cuando finalmente se durmió, tan sólo dos horas. Y estaba
cansado, pero no le afectaba como realmente debía afectarle.

No sonó absolutamente nada. Cuando subió a desayunar tan sólo se


encontró con su madre, la cual claramente estaba llorando. Su rostro estaba
rojo, sus ojos llorosos y sus mejillas húmedas. Se limpió rápidamente la
cara cuando vió a su hijo llegar a la cocina: no quería que éste se
preocupara pero, de todas formas, no lo hizo.

—Buenos dias, mamá. —dijo, pasando de largo hasta la encimera,


preparándose su desayuno.

Buscó una taza, su té y puso agua a hervir antes de buscar el azúcar. Oyó a
su madre sorber su nariz. —JiMin... tenemos que hablar. Por favor, siéntate.

El nombrado se giró con el ceño levemente fruncido y asintió antes de


volver a girarse. —En un minuto, mamá. Tan sólo me sirvo el té, y
hablamos.

—Bebé... necesito que hablemos ahora. —sollozó, tapando su rostro y


nuevamente comenzando a llorar en silencio.

JiMin ni siquiera se inmutó. Como si su madre no estuviese allí, incluso


tarareó mentalmente una canción de Elvis Presley, alejando la tetera del
fuego y sirviendo el agua en la taza, tomándola y yendo hacia una silla,
sentándose y suspirando antes de comenzar a revolver el té.
—Te escucho.

Eunji lo observó con el ceño levemente fruncido, volviendo a limpiar sus


mejillas. Se extrañaba de su hijo, el que éste no haya corrido a preguntarle
si le había sucedido algo. No lucía preocupado, hasta lucía desintegrado.
Ignoró aquello y se sentó frente al rizado, observándolo fijo antes de
tomarlo de la mano, provocando que éste la observara.

—JiMin, hoy... yo... —se detuvo ante el temblor de su barbilla. —... la


policía estuvo aquí hoy.

—¿Qué querían?

Eunji suspiró, bajando la mirada. —Ellos... encontraron muerto a-

—A JungKook. —completó JiMin.

Eunji lo vió entre sorprendida y angustiada, comenzando a llorar


nuevamente. —Ya lo sabía.

—Lo siento mucho, mi cielo. —le dió un suave apretón en la mano antes de
soltarlo.

JiMin puso el saquito del té sobre una servilleta. —La policía, ellos...
querían hablar contigo. Les dije que estabas algo delicado, si podrían, por
favor, hacerlo luego. Accedieron, tú sabes, nos conocen de toda la vida. —
nuevamente estaba limpiando sus lágrimas.

No paraba de llorar. JiMin tan sólo bebía de su té, asintiendo. —Mamá,


¿hay tostadas?

La mujer lo observó fijamente, y ahora comenzaba a indignarse un poco,


sin poder evitar el hecho de que, básicamente, a su hijo le importaba poco y
nada la muerte de su mejor amigo. Tragó saliva, asintió y se puso de pie,
yendo a buscar las tostadas. Se detuvo a medio camino antes de girarse.
Recordó a su hijo antes del caos: ¡éste estaba repleto de sangre! ¿Acaso
él...?

—JiMin. —su voz le tembló al llamarlo.


El niño alzó la mirada, viéndola fijamente y serio. —¿Tú... Tú mataste...?
No, no. Tú no lo... hiciste, ¿verdad?

JiMin parpadeó lentamente. —Si. —respondió.

Las manos de la mujer mayor comenzaron a temblar antes de recargarse en


la cocina. Todo su cuerpo estaba sudando de nerviosismo y miedo. Porque
si JiMin había matado a su mejor amigo, a aquel adorable chico, y lo decía
con tanta frialdad, más preocupado por no estar desayunando tostadas que
por ser un asesino y ya confirmado que no tenía nada dentro, entonces se
había vuelto un verdadero psicópata.

No sólo eso, sino que si aquello salía a la luz, además de que ella y su
familia podrían no ser bienvenidos en la iglesia y pueblo, JiMin iría a la
cárcel. Y apostaba lo que fuese que, por la manera en la que habían
encontrado el cuerpo de JungKook, lo ejecutarían de inmediato en la silla
eléctrica. No podía permitir eso, porque ése no era su niño. No era su bebé.

—JiMin... Dime que es una broma. —sollozó y se acercó, tomándolo del


rostro. —Dime que no lo hiciste. Dime que no lo dañaste así, no lo mataste.
No lo viste morir.

JiMin continúa observándola. —Bueno, no fui exactamente yo. Yo fui el


motivo por el cual está muerto, pero no lo he matado de manera literal. —
aclaró.

Su madre se calmó un poco y, nuevamente, tuvo que sentarse. Realmente no


podía creerlo. JiMin se terminó lo que quedaba de su té antes de volver a
hablar. — ¿Recuerdas a Yoongi?

Eunji negó. —El diablo. Ése es su nombre. —explicó.

Todo el cuerpo de Eunji se tensó. JiMin se estiró en su silla. —Él me ha


defendido de Bonhwa cuando le mintió a papá sobre que yo fumaba.
También ocasionó el infarto en papá, porque estuvo a punto de dañarme.

—... Yo-
—Así que Yoongi mató a Bonhwa. —siguió hablando.

Los ojos de Eunji se abrieron de más, con su corazón latiendo demasiado


rápido y fuerte.

—Bae y Beongyu decidieron vengarse. Hicieron un pacto con un demonio


para que me mate. El demonio no pudo, porque yo tenía al diablo encima,
así que Bae, Beongyu y el demonio cambiaron el trato: mataron a una de las
personas que más amaba, así como Yoongi hizo con ellos. Sólo que
JungKook era bueno. —se encogió inocentemente de hombros.

Su madre sollozaba bajo. Estaba perdida, no tenía idea de qué hacer porque
su muchacho estaba actuando como un completo loco, y luego de haber
visto todo lo que vió aquel día, le creía. Sabía que era verdad, pero los
demás no le creerían. —¿Cómo... Cómo haré? Eres sospechoso, JiMin.
Quieren hablar contigo. — alzó un poco su voz, temblando e intentando
calmar su respiración.

— Podrían ejecutarte por creer que tú lo mataste. Podrías morir.

—No hay problema.—acomodó sus ricitos hacia un lado. —No habrá


ningún problema en confesar que yo lo maté.

—¡JiMin, no fue así! —exclama, desesperada. —¡Eres un niño! ¡No sabes


lo que haces, no sabía en lo que te metías! ¡No es tu culpa, bebé!

—No me siento culpable, mamá. —se puso de pie, tomando la taza y


llevándola al fregadero, lavándola antes de dejarla nuevamente en el
mueble.

Se giró sobre sus talones para ver a su madre, la cual lo veía sorprendida,
hasta con algo de miedo. —No tengo miedo de morir, y no hay manera de
que crean que un demonio lo mató.

—JiMin, no puedes confesar. —se puso de pie rápidamente, caminando


hacia el niño, y lo tomó del rostro con sus manos temblorosas. —P-Por
favor. Bebé, por favor, dime que no confesarás. Dime que no lo harás.
—Está bien.

—No, no. —no permite que se aparte.

—Tienes... Tienes que prometerlo. Debes decirle a la policía que no fuiste


tú, que JungKook no estaba allí cuando llegaste, sólo Namjoon y tú.

—Le echarán la culpa a Namjoon.

—JiMin, alguien debe salir perjudicado en ésto... y no serás tú. Tú... eres mi
amor. Eres mi adorable pequeño. Necesito protegerte, porque no mereces
más cosas malas. Necesitas cuidados.

JiMin tan sólo la observó fijamente. Podría no sentir nada, podría no


sentirse atraído a todo lo que antes de fascinaba, podría no amar más... pero
no por eso iba a hacer maldades. Era listo, y sabía lo que estaba mal y bien,
aunque no lo sintiera realmente.

—No voy a tirarle la carga a Namjoon, porque no es lo correcto. —dice,


alejando de su rostro y con cuidado las manos de su madre.

—No diré nada, si eso quieres. Puedo intentar algo más.

—¿Qué harás?

—... Ya lo pensaré. Debo irme a la escuela. Adiós, mamá. —sin siquiera un


toque, ni un beso en la mejilla o en la frente, se dirigió hacia su cuarto.

Habían pasado dos semanas.

Los policías mantenían a JiMin como un posible sospechoso, porque éste se


veía muy insensible a la hora de relatar el asesinato de su amigo. Había
hablado días antes con Namjoon, el cual también de comportó distante. Ya
no era lo mismo. No sin JungKook. Comentaron lo que dirían, lo repitieron
para guardarlo en sus cabezas. Namjoon fue el primero en confesar, y
finalmente le tocó a JiMin.

Esa fue, ésta vez en definitiva, la última vez que lo vió. "Yo esperaba en
casa de JungKook con el señor Park, éste me llevó al supuesto lugar donde
me harían la fiesta sorpresa. Cuando llegué no encontraba a Namjoon,
tampoco a JungKook. Finalmente lo encontré en la bolsa, con su cuerpo
descuartizado y..." negó, fingiendo dolor. "Namjoon llegó después, ambos
quedamos en shock. Aún no podemos creerlo, y no sabemos quién fue."

Y así fue como, con el paso de los días, la policía continuaba buscando,
pero no realmente. Nunca les importa demasiado. Los días pasaban. JiMin
había vuelto a aquella biblioteca en donde encontró el libro de invocación
para llamar a Yoongi, queriendo resolver aquel asunto del cual no estaba
seguro. ¿Realmente su alma había desaparecido?

Sin embargo, hasta aquel día, no había encontrado ni un libro que


mencionara algo sobre el tema. ¿Cómo era posible que hubiera un libro con
una verdadera invocación al rey del inframundo, pero no había siquiera una
teoría sobre el alma? ¿Al menos de cómo regresarla? La verdad pregunta
era: ¿realmente quería su alma de regreso? Volvía cada día con libros que
devolvía al siguiente día, para tomar otros.

La recepcionista Harris le permitía sacar lo que JiMin quería, porque antes


de Yoongi, éste acostumbraba ir a leer muchísimo, y aquella mujer, al verlo
nuevamente luego de largos meses, le permitió llevarse los libros que
quisiera, e incluso le regaló dos.

Fue cuando entraba a su cuarto, sosteniendo ocho libros apilados en sus


brazos y dos en cada mano, cuando intentó prender la luz y finalmente lo
logró, que apareció.

Allí estaba su supuesto esposo, de pie cerca de la cama, con sus ojos
celestes y un cuarto bordó viéndolo con anhelo. Lucía como si no lo
hubiese visto en un largo tiempo, como si quisiera tomarlo en brazos,
apretarlo contra su pecho, oler su cabello y quedarse así por siempre.

JiMin lo observó tan sólo unos segundos antes de girarse y dejar los libros
sobre su escritorio, con cuidado. Acomodó un poco éstos para que no
cayeran.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.


El ceño de Yoongi se frunció levemente, desconcertado. —... ¿Cómo?

—Bueno, te fuiste. No creí que volverías. —respondió el rizado,


rebuscando entre los libros, finalmente hallando uno más pequeño que, tal
vez y con suerte, le serviría.

Lo abrió, tomándolo con sus manos y girándose, recargándose contra el


escritorio y comenzando a leer. El libro se cerró de golpe en sus manos, y
JiMin suspiró, volviendo a abrirlo. Nuevamente, éste se cerró, pero a
diferencia de la vez anterior, salió disparado por la habitación. —Yoongi...

—Mírame.

El diablo creyó que su esposo lo obedecería cuando lo vió caminar hacia su


dirección, pero en cuanto se detuvo a mitad de camino y se inclinó para
tomar su libro del suelo, supo que no. Yoongi gruñó una vez vió al niño
enderezarse y abrir el libro, y dió zancadas hasta estar frente a éste,
quitándole el libro y tomándolo del mentón.

Su esposo lo observó fijamente, tan sólo parpadeando muy lento. Vió más
allá, y no encontró nada. Las pupilas de JiMin no tenían brillo, pudo incluso
sentirse atrapado en aquel núcleo de nada misma. No había nada en
aquellos ojos que amaba.

¿Cómo era posible? Él se había encargado de volver al infierno, se había


encargado de chequear si su alma estaba allí, y cuando no la encontró, uno
de sus demonios más confiables le había informado que el alma de JiMin ya
estaba en su cuerpo.

Decidió esperar para volver, aunque había enviado un cuervo. Sabía que su
niño favorito iba a estar derrotado, y tenía que cuidar que no se hiciera nada
hasta que pudiese regresar. El tiempo en el infierno era mucho más rápido
que en la tierra, así que había pasado aproximadamente un mes. Ya no
aguantaba, estaba muriéndose –aunque sabía que aquello no era posible–
por verlo, por tenerlo.

Así que, sí. Ésto era una sorpresa, una sorpresa para nada agradable, y que
hizo que sus ojos se volvieran bordós en menos de un segundo. JiMin alzó
un poco sus cejas. —¿Notas algo raro? ¿Tú puedes notarlo? —la mano
repleta de anillos del diablo dejó el mentón de su niño favorito y dió un
paso atrás.

—Tu alma... no está.

JiMin asintió rápidamente antes de girarse, yendo hacia el escritorio. —No


te impresiones tanto, hiciste lo que debías, y hasta facilitaste la búsqueda.
—comentó, haciendo su mejor esfuerzo para consolarlo, aunque claramente
no lo hizo debido a que no lo decía con honestidad.

Tomó su mochila de la escuela y comenzó a vaciarla en la cama. No iba a


volver a ir con todos los libros en sus brazos, iba a ser más inteligente ésta
vez. Los bolígrafos y cuadernos cayeron sobre su cama, seguido de un
sobre. Frunció el ceño y soltó la mochila, tomándolo y abriéndolo.

"—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte. No, no. No
es para que lo abras ahora, es para que lo abras cuando... Oh, a la mierda.
¡Ábrelo, ábrelo!"

—¿Es una guitarra? ... Oh. Oh, vaya.

—¿Qué tal, ah? ¿Crees que podríamos irnos a Seúl y llegar a tiempo para el
show de Frank Sinatra?

Relamió sus labios, entrecerrando un poco sus ojos antes de volver a meter
las entradas al sobre, guardándolo dentro de un cuaderno antes de dejar éste
en la mochila, junto a un bolígrafo. Se puso de rodillas frente a la cama y
sacó una caja de debajo de ésta, la cual estaba llena de cassettes, cassettes
los cuales llevaban guardados por un largo tiempo.

Tomó algunos que podrían servir, y los metió a la mochila. Se puso de pie y
caminó hacia su mueble, abriendo los cajones y sacando ropa. El diablo lo
observaba fijo, analizando los movimientos de su pequeño. —¿Qué haces?

JiMin sonríe de lado. —Lo que debería de haber hecho hace mucho tiempo
en vez de andar llorando y refugiándome en ti. —dice, y finalmente cuando
termina de doblar su ropa, la mete en la mochila y cierra ésta.
Yoongi intenta calmar aquella impaciencia en su pecho mientras lo ve
caminar al armario y tomar un abrigo de jean marrón oscuro, poniéndoselo
sobre la camisa blanca que llevaba. Maldición, se veía muy bien. —¿Y qué
es eso que deberías de haber hecho?

JiMin finaliza de acomodarse frente a su espejo, y hace sus ricitos hacia una
lado antes de girarse y ver al diablo. —Irme. —se acerca a la cama para
tomar la mochila, la cual sale disparada por la habitación.

El rizado ve nuevamente a su esposo. —¿Tienes algo que decirme?

Yoongi estaba enojado, lo estaba. Principalmente porque había sido iluso al


confiar en Baphomet, el cual le había servido casi toda la eternidad. No
entendía como éste pudo traicionarlo, y para nada le dolía aquello,
simplemente era algo ilógico y que debía de investigar.

Había llegado al cuarto de su esposo con la esperanza de verlo, de


comérselo a besos, de decirle finalmente, cuanto lo amaba; decirle lo
hermoso que era, y cuanto sentía todo lo que le hizo pasar. Que no estaba
hecho para amar pero, joder, haría lo posible para hacerlo sentir bien. ¿Y
todo para qué? Para llegar, notar que todo había sido una traición ilógica, y
que su niño favorito era el ser más inexpresivo e insensible del universo.

Jamás creyó describir a JiMin de aquella forma en su vida. Jamás. Se acercó


lentamente al rizado. —No me desafíes, JiMin. El que no tengas alma no te
hace más fuerte.

—En realidad, sí. Lo hace. —dice, frunciendo levemente el ceño.

Por supuesto que sí, no sentir nada era lo mejor. Ambos se observaron
fijamente por unos segundos, en silencio. —Yoongi... Voy a salir por ésa
puerta. No puedes impedirmelo.

—Si, puedo. —su mandíbula lucía tensa mientras las cosas de la pared
comenzaban a temblar.

A JiMin no le importó, y lo que Yoongi no entendía es que él debía de


acostumbrarse. —¿Cómo? —ambos continuaron observándose fijamente,
en silencio por unos segundos antes de que las cejas de JiMin se alzaran.

—¿Vas a matarme? —Yoongi no podía creerlo.

Era irreconocible. Era simplemente un cerebro. —Antes, muy


probablemente hubiese chillado y rogado porque algo que no fuese tú me
matara. Me hiciste un gran favor, ya no estoy sufriendo. Nada me duele.

—Escúchame. —lo cortó.

Ya no podía oírle hablar. Le pegó contra la pared y le tomó de los brazos.


JiMin tan sólo parpadeaba inexpresivo. —Tú no eres realmente tú, y si
tengo que pasarme tres jodidas eternidades buscando tu alma, voy a hacerlo.
¿Entendido?

El rizado asintió de inmediato. —De acuerdo. —y no sólo se oía


desinteresado, sino que también parecía importarle muy poco.

Ambos se observan un poco más. El diablo no lo soporta, y toma el rostro


de su esposo, su JiMin, entre sus manos, con los anillos de sus dedos
pegados a las frías mejillas del más bajo, acercándose y arrebatándole un
lento y profundo beso en los labios. JiMin jadeó, de inmediato aferrándose
a la camisa de Yoongi, moviendo sus labios contra los del arcángel, el cual
lo presionaba contra la pared. Sus lenguas se encontraron, acariciándose
con lentitud, sensualidad.

Finalmente el diablo se apartó, relamiendo sus labios antes de lamer los del
contrario. —Te ves condenadamente caliente cuando todo te importa una
mierda... pero te prefiero hablando sobre lo bien que te hace sentir estar en
mis brazos. —nuevamente se aproximó, rodeándole la cintura para atraerlo
a sus brazos.

Se sentía diferente, pero lo echaba de menos. Permaneció unos pequeños


minutos probando los labios de su esposo como si fuese la primera vez
antes de apartarse, soltándolo y dando pasos hacia atrás. Sus ojos habían
vuelto a la normalidad. —Nos veremos cuando encuentre tu alma.
JiMin suspiró antes de ir hacia la cama, tomando su mochila y colgando las
correas en sus hombros. —Suerte con eso.

—No la necesito.

Dejó de sentir aquella presencia. Lo bueno de no tener alma era que ya no


sentía malestar cuando Yoongi estaba presente. ¿Cuántos beneficios de no
tener alma habían? Debía de comenzar a enumerarlos. Pero no ahora. Ahora
tenía que actuar. Procurando no olvidar nada, finalmente salió de su cuarto
tomando una manta calentita, dejándola bajo su brazo, y subió los
escalones, llegando a la sala. Se detuvo al ver a su padre entrando y
observarlo.

—¡JiMin! ¿Qué haces aquí? —preguntó, extrañado mientras dejaba las


llaves del auto en la mesa ratona, sonriéndole a su hijo. ¡Cierto!
Supuestamente estaba en la escuela.

—Oh, nada. Salí temprano de la escuela. —miente, sonriendo con tan sólo
alzar las comisuras de sus labios.

—Papá, ¿estás muy cansado para hacerme un té?

Seung entrecerró sus ojos, confundido. Su hijo jamás le había pedido que le
hiciera algo pero, ¿quién era él para negarselo? —No, por supuesto. Te haré
un té. —dijo, y luego de unos pequeños segundos giró sobre sus talones y
se dirigió hacia la cocina, perdiendo de vista a su hijo.

—¿Cómo estuvo la escuela?

Silenciosamente, el rizado se acerca a la mesa ratona y, con cuidado, se


inclina para tomar las llaves del auto de su progenitor. Suspira.

—Bien. —responde. —Gracias. Me he sentido excelente, papá. ¿Qué tal tú?


¿Qué tal tu día?

Su padre interpretó aquello como una buena señal, y no dudó en comenzar a


contar su día mientras ponía el agua a hervir y preparaba la taza con las
cosas. JiMin tan sólo se giró y, con cuidado, abrió la puerta principal de su
casa, saliendo y cerrándola muy despacio. Apenas se giró, comenzó a correr
hacia el auto, subiéndose al piloto. Jamás lo había hecho, pero recordaba en
su cumpleaños, antes de la tragedia, que Seung le había explicado un poco.

Dejó su mochila y la manta en el asiento copiloto antes de poner la llave en


donde iba y girarla, presionando un pedal. El auto encendió, y respiró
profundo antes de girar el volante y acelerar, saliendo con cuidado de la
calle principal. Observó el espejo retrovisor antes de ver hacia el frente,
conduciendo más lento de lo normal para poder abrir su mochila con una
mano. Sacó de ésta un mapa, y lo extendió en el volante, observando de
reojo.

De acuerdo, sólo habían falta veintiséis calles y media para poder salir de
aquel pueblo, finalmente entrando a la carretera, camino a Seúl. Dejó el
mapa y aceleró con más confianza. No tenía miedo, porque todo parecía
estar saliéndole excelente. Decidió poner "play" al cassette que ya estaba en
el auto. Dominique, nique, nique... Frenó en seco.

Quitó el cassette y lo arrojó por la ventana en el medio de una avenida antes


de acelerar. ¡Que alivio! Lástima que no lo sentía, pero probablemente lo
hubiese sentido. ¿Eso debería de sumarse a la lista de cosas buenas y malas
de no tener alma? No. Ya no pensaría en eso. No lo haría, porque todo
estaba tranquilo ahora. Durante el resto del camino oyó uno de sus cassettes
de Elvis.

Devil in Disguise. ¿Se sabía la letra? Si. ¿La oía con pasión o emoción? No.
Ahora, tan sólo era una canción más, tan sólo era algo que escuchar, y
pretender cantarla con ganas no iba a hacer que realmente suceda.
Finalmente había salido del pueblo, y había sido tranquilo. Ninguna
persecución, ningún problema. Había sido tan fácil, y se preguntó qué le
impedía hacerlo antes. ¡Demonios!

Incluso pudo habérselo propuesto a Yoongi, pero no, prefirió seguir


intoxicándose. Horas después, en la tarde, cuando JiMin se pasó dos
estaciones de servicio, notó su estómago gruñir, anhelando con
desesperación un poco de comida. Él realmente no sentía hambre, y debía
de aprovechar la carretera vacía, pero sabía que si no comía podría
sucederle algo, aunque éste no lo sintiese así.
Finalmente, dos pueblos y tres horas más adelante, logró encontrar una
pequeña estación de servicio. De todas formas, necesitaba gasolina, y
podría tomar un café mientras planeaba a dónde iría. Estacionó a un lado de
un hombre que trabajaba allí, y le indicó cargar el impala, dejándole propina
y las llaves antes de tomar su mochila y dirigirse dentro de la pequeña
cafetería.

Ésta no estaba para nada llena a excepción de un anciano en una punta, y


una familia que parecía estar de viaje, comprando muchas cosas para los
dos niños. El rizado se dirigió a una mesa y dejó la mochila a su lado,
sacando uno de sus libros, el mapa y su bolígrafo, acomodando todo en la
mesa. Debía anotar los lugares que había pasado, los pueblos en los que
planeaba quedarse, etc. Oye unos pasos acercarse.

—Jovencito. ¿Qué desea beber?

—Uhm... Café y galletitas. —responde luego de pensar por unos segundos,


sin apartar la mirada del mapa, marcando con su dedo índice un recorrido.

La mujer escribe algo en su pequeño anotador antes de girarse a la silla


frente a la del rizado. —¿Y tú, cariño? ¿Algo en especial?

JiMin frunció su ceño antes de alzar la mirada, encontrándose nuevamente


con su esposo, el cual niega ante la pregunta de la mujer. Ésta se va por
donde llegó, murmurando algo por lo bajo, probablemente sobre los pocos
buenos modales que ambos tenían.

—Creí que fuiste a buscar mi alma. —comenta el rizado, marcando con su


dedo índice otra dirección, dibujando con el bolígrafo en el mapa.

—... No está.

La mirada del menor se dirige nuevamente al diablo. —¿Qué?

Yoongi se endereza en su asiento, negando antes de pasar una mano por su


cabello. JiMin jamás lo había visto de ésta manera, porque si hay algo que
su esposo tenía siempre era autocontrol, pero claramente lo estaba
perdiendo. El arcángel no podía soportarlo.
—Busqué en cada rincón. Creí que estaría en La Fosa. Aparentemente no.

JiMin finalmente dobla el mapa, terminando con su trabajo antes de silbar.


—Mi alma debe estar frita. —comenta, guardando las cosas en su mochila
antes de cerrarla.

Yoongi tensa su mandíbula. Quiere matar a alguien. —Tu alma no está frita,
porque no ha estado en La Fosa, o tal vez sí, pero un periodo demasiado
corto. No está arruinada.

—¿Y qué si lo está?

—Te amaré de cualquier forma.

JiMin niega. —Eso es egoísta, Yoongi. —dice.

El nombrado debe comenzar a acostumbrarse un poco a las moradas frías,


tono de voz apagado y palabras vacías. —¿Qué si yo no quiero mi alma?

El diablo lo ve fijamente antes de sonreír de lado, como si se estuviese


burlando de alguien o algo. —Tú no eres mi esposo, eres tan sólo un
cuerpo. Yo lo quiero a él, y quiero que él sea el que decida sentir o no. Tú
eres su cuerpo, y me tengo que encargar de que nada te pase.

—Vaya, gracias. —dijo de manera falsa, observando de reojo a la mujer


acercarse con el café y las galletitas.

—Si yo no soy JiMin, ¿quiere decir que cuando me besaste en mi


habitación lo engañaste?

El diablo tensó aún más su mandíbula ante la pregunta sarcástica, muy poco
tomada en serio de su niño favorito. La mujer de aquella cafetería depositó
la taza de café y las galletas en la mesa. JiMin ésta vez agradeció y tomó
una galletita, mojándola en el contenido de la taza.

—¿Estás seguro de que no vas a ordenar nada, chico? —la mujer escribe
algo en su pequeño anotador antes de ver al diablo.

—¿Un vaso de agua, tal vez? Eso es gratis.


Yoongi parpadea lentamente, relamiendo sus labios antes de alzar la mirada
para clavarla fijamente en los ojos de la mujer. —No, pero voy a ordenarte
algo. —dice, con su voz sonando un poco más ronca, hablando bajo.

La mujer, la cual parece embobada, hipnotizada, asiente. —¿Vas a ser tan


amable de ofrecerle lo que quiera al niño de rizos de aquí?

—... Sí.

—Perfecto. —se la quedó viendo fijamente por unos segundos antes de que
la señora asistiera, se girara sobre sus talones y se fuera.

Yoongi lleva su mirada a los vacíos ojos de su esposo. —Si me llego a


enterar de que el cuerpo de mi esposo ha tocado otro que no sea yo, o que
sus labios han besado otros labios que no son los míos, sin su
consentimiento y, honestamente, por ahora no creo que puedas tenerlo, la
señora del café se va a encargar de atropellarte hasta que tus dedos queden
esparcidos por todo el país, y yo le voy a conseguir un mejor cuerpo a
JiMin.

A pesar de que el rizado no sentía ni un poco de miedo, le tomó unos


cuantos segundos asimilar lo que acababa de oír. —... Eso es imposible.

—Maldición, lo sé. Así que obedece.

Fue en un parpadeo que la presencia del diablo dejó de sentirse, y verde.


JiMin bufó. ¿Acaso Yoongi creía que el hecho de no tener alma lo iba a
tener yo tirándose a todo tipo que viera? De eso no se trataba. No lo
necesitaba. Bebió su café de un trago y guardó las galletitas en su mochila,
masticando una mientras se levantaba del asiento y veía alrededor.

El anciano de la esquina de aquel lugar observaba sorprendido, realmente


impactado al rizado, y éste frunció su ceño antes de notarlo. Probablemente
había visto desaparecer a Yoongi. Se giró y se dirigió al mostrador,
comenzando a pedirle comida y dinero a la mujer que lo había atendido.

Ésta se lo dió sin problema, y luego de que JiMin guardara todo en la


mochila, se dirigió al coche, el cual ya tenía suficiente gasolina. El
trabajador de allí le entregó la llave, y JiMin agradeció antes de adentrarse
al auto, encenderlo y conducir.

Ahora iría rumbo a Seúl, y en el camino intentaría buscar una manera de


convencer a su esposo de quedarse de aquella forma: sin preocupaciones,
malestares y lamentos.

....

Wey, que se sentira no tener alma? Creo que no habría dolores, tristesa,
simplemente nada...

Bueno, no te olvides de dejarme tus votos y comentarios, eso es gratis y


fácil.

gracias por leer esta adaptacion!!


nos seguiremos leyendo uwu.

si aun no me siguen, háganlo rapido!! Uwu es gratis 👌🏻🥺


TQM.

MinMin
XXVI

Los días continuaban igual de tranquilos que siempre. Había un clima de


porquería, porque la humedad volvía todo pegajoso, y la lluvia demoraba
bastante en caer del cielo pero, a pesar de aquello, la gente continuaba de
buen humor.

El joven de cabello claro finalizó de sacar dinero de la caja, tendiéndoselo a


la anciana frente a él y por encima del mostrador, la cual lo tomó con
cuidado. —Tome, Dorothy. Espero que tenga un muy buen día.

La señora sonríe mientras cuelga la bolsa de compras en su muñeca. —


Muchas gracias, cariño. Espero que tú también tengas un hermoso día. —
responde Dorothy, y mientras se va de la tienda, se cruza con un trabajador
del lugar, el cual sostiene una enorme caja en sus brazos.

—Es un caballero. —le dice a aquel otro joven, refiriéndose al cajero antes
de irse de la tienda, haciendo sonar una pequeña campanita que colgaba de
ésta.

El castaño que cargaba la caja se giró hacia el chico del mostrador, alzando
y bajando las cejas. —Ella realmente te ama. —dice de manera coqueta,
sonriendo de lado mientras caminaba hasta un rincón del lugar, dejando la
caja en el suelo.

—Oh, cállate. Podría ser tu abuela.

—Pero no lo es. —el castaño nuevamente se endereza, estirándose un


poquito antes de girar sobre sus talones y dirigirse nuevamente al pequeño
cuarto con más cajas por llevar.

Dios, su espalda dolía. El tocadiscos con The Beatles sonando le provocaba


querer bailar, pero sería demasiado vergonzoso si su amigo o alguien
regresaba, así que simplemente se dignó a tomar el pequeño trapo y lo roció
con agua, comenzando a limpiar el mostrador mientras tarareaba el ritmo.
Oyó la risita de su amigo desde el otro cuarto, por lo cual su rostro se volvió
rojo, callándose.

—¡Well, shake it up baby now! —cantó de manera muy fuerte el moreno,


acomodando cajas.

Ahora era el rubio el que reía. —¡Twist and shooout!

—¡Twist and shout! —coreó.

—¡Come on, come on, come on baby now!

—¡Come on baby now!

—¡Come on and work it on out!

—¡Work it o

Sus cantos fueron interrumpidos debido al fuerte estallido de los vidrios de


la tienda. El chico del mostrador se cubrió rápidamente, con su ropa y
cabello lleno de pequeños cristales, y su pómulo con un leve corte que sólo
ardía. Oyó la puerta de la tienda abrirse de manera brusca, por lo cual abrió
sus ojos y observó, creyendo que sería su amigo.

No fue nada así. Ya lo había visto antes, cuando fue controlado por el
mismísimo Dios. Vestimenta negra, ojos color sangre, mirada fría, un poco
desesperada. Un arcángel, el arcángel. El diablo. Éste no lucía para nada
como la primera vez que lo había visto: continuaba pareciendo calmado, a
excepción de sus dos ojos más abiertos de lo normal. Su mirada era
desquiciada, como si no fuese a tolerar una pequeña cosa más.

Observó a su alrededor rápidamente antes de observar al joven en el


mostrador, el cual lucía entre sorprendido y asustado, retrocediendo
lentamente. —Oh, Dios.

Aquello pareció enfadar más al diablo el cual, con un simple movimiento de


mano, pegó de manera brusca al rubio contra la pared. Se oyeron pasos
mezclados con gemidos adoloridos, y su amigo, el cual estaba un poco
lastimado, salió del pequeño cuarto y observó la escena.

—¿Jin?

—¿Dónde está? —finalmente habló el arcángel, sin apartar su mirada de la


del rubio, ejerciendo más fuerza en el agarre contra la pared, volviéndolo
más doloroso.

—N-No lo... no lo sé.

—... No voy a pedirlo de vuelta.

—¿Qué le haces? —el castaño alzó su voz al hombre frente a él, el cual le
daba la espalda.

Tenía miedo, pero Jin era su mejor amigo. No permitiría que nada malo le
pasara. —¡Suéltalo!

—No sé dónde... ¡Ahhh! —sintió de manera inolvidable su brazo saliéndose


de lugar, y no pudo evitar gemir de dolor mientras sus preciosos ojos
celestes se llenaban de lágrimas.

—¡¿Qué le haces?! ¡Te dije que lo suel...

Yoongi fue más rápido. Tan sólo movió su otra mano, y el cuello del
castaño se partió. Su cuerpo cayó al suelo, sin vida. —¡Hobi! —sollozó
parpadeando y con sus lágrimas cayendo por sus mejillas.

—Dime dónde está.

Un grito desgarrador salió de la boca del mundano y, lleno de ira, observó


al diablo. —¡Que te jodan, maldito! ¡No te diré ni mierda, acabas de
quitarme a mi mejor amigo!

Yoongi pareció congelarse por unos largos segundos, con los fuertes
sollozos del rubio retumbando en su cabeza, carcomiéndolo, haciéndolo
entender. ¿Ésto era? ¿Ésto era en lo que se había convertido? ¿Un rey del
inframundo con compasión? Por supuesto que no. Era sólo... ... JiMin jamás
lo perdonaría por ello. Bajó su mano mientras observaba al rubio caer
bruscamente, gimiendo de dolor entre fuertes sollozos.

¿Cómo había sucedido aquello? Hace tan sólo unos segundos estaba
cantando alegremente su canción favorita, coreando a la persona que
amaba, a la que había estado a su lado desde jardín de infantes. Su
esperanza. ¿Cómo fue que terminó así? ¿Era su culpa?

Yoongi se giró hacia el cuerpo, decidido. Iba a revivirlo. Hubiese deseado


poder revivir al mejor amigo de su niño, pero habían pasado días,
sumándole que Jimin había sido descuartizado, y su alma ya había
ascendido como para regresarla. Se inclinó, parpadeando lento y acercó su
mano a la cabeza de aquel chico.

Se detuvo para cuando éste abrió sus ojos repentinamente. Lo sintió de


inmediato, y como si fuese alérgico, Yoongi se puso de pie de inmediato,
dando dos pasos hacia atrás y observando con desprecio al joven, el cual se
ponía de pie con calma.

—Oí que me buscabas.

Yoongi respiró profunda y temblorosamente. —La quiero de vuelta, o te


juro que voy a matar a cada maldita cosa que viva en éste mundo.

El ceño del castaño de frunce levemente. —¿Qué es lo que quieres de


vuelta?

—Lo sabes perfectamente. Sólo estás haciéndome perder el tiempo.

Seokjin caminó con sus piernas temblorosas, sosteniendo su brazo quebrado


y aún llorando. —¿Hobi? —el mencionado, aunque realmente no lo era, lo
observó por unos segundos antes de volver la mirada al diablo, el cual la
había llevado al suelo al oír la voz quebrada de aquel joven.

—Si te refieres al alma de Park JiMin, no la tengo. —dice.

Yoongi alzó la mirada, observando fijamente a Dios disfrazado de aquel ser


inferior, menos enfadado con éste, pero más y más confundido. ¿Qué estaba
sucediendo? —Imposible...

—Yoongi, ¿por qué habrías de creer que yo la tendría? Él te ha vendido el


alma a ti. —comenta, llevando su mirada al rubio y avanzando hacia éste.

Yoongi lo sigue con la mirada, cada vez más perdido. Nunca creería
demostrarse para los demás tan vulnerable, pero ahora lo estaba, y no le
importaba tanto como para aparentar. —Así es. Pero cuando fui al infierno
a buscarla no la encontré, y uno de mis demonios me informó de que ya
habían llevado el alma nuevamente a su cuerpo.

El creador de todo se dedicó a tomar el brazo de Seokjin, curándolo sin


siquiera provocarle dolor. Seokjin parpadeó entre lágrimas a la par en que el
castaño llevaba sus manos al rostro de éste. —Mi protección continúa en ti,
a pesar del daño que puedan causarte. Sigo en deuda contigo, por lo cual no
debes de preocuparte por tu amigo. Él estará bien cuidado.

—No. —rápidamente dice Seokjin, llevando sus manos a los brazos de


Hoseok.

—No. Debes devolverlo. Éramos felices. Él es mi mejor amigo, y yo... no


soy nada sin él. Por favor... Te lo imploro.

Yoongi traga saliva con fuerza. Maldición. —Como desees. —dice el


castaño, alejando sus manos de las mejillas del rubio cuando finalizó de
curarlo.

Se giró hacia su arcángel nuevamente. — ¿Qué te ha dicho el demonio?

—Nada. Lo encontré muerto. —respondió.

—¿Y qué es lo que crees que sucedió?

Yoongi dudó unos segundos, suspirando y alzando un poco su barbilla,


demostrando superioridad y valor. Debía de ser fuerte en ésto, por su
esposo. —Baphomet era un imbécil, pero era muy leal. Se ha pasado
sirviéndome por unos largos años. Creo que hubo alguien que sí se llevó el
alma de JiMin, y luego se deshizo del idiota para que no me dijese quién
fue.

Su padre asintió. —Comprendo, pero no está en el cielo. Te lo hubiese


hecho saber de inmediato aunque, honestamente, no creí que te importara
tanto.

—Yo tampoco creí que te importaran tanto tus preciados humanos.

—Me importan, si. —confirmó el castaño de manera neutra, observando


fijamente al arcángel.

—Creo siempre haberlo demostrado.

—Sólo demuestras que te importan cuando no están perdidos, pero en


cuanto creen que tienen salida conmigo, los abandonas. —dice, llevando
sus manos a los bolsillos delanteros de su pantalón.

—No te culpo por creer en ello, pero tal vez si tú no hubieses sido como
eres, ellos no tendrían motivos para caer en tus manos, por lo cual yo no los
abandonaría.

—Lo hubieses pensado antes de enviarme a un lugar lleno de oscuridad


simplemente por tener una opinión respecto a los humanos diferente a la
tuya. Sin embargo, luego llegas y dictas "libre albedrío" mientras te montas
un marketing de puta madre para que todos crean que yo soy el mal y tú
eres el bien. Dime motivos para no ser como soy, y con gusto me voy a tu
bando, Dios de los hipócritas. —finaliza de decir eso, completamente
tranquilo antes de mover su dedo índice hacia arriba.

"Help" de The Beatles comienza a sonar en el tocadiscos, más fuerte antes


de que el diablo vea por última vez a las dos personas de pie allí, en
específico a una, y se gire para salir de aquella tienda, desapareciendo una
vez fuera. Todo queda de aquella manera antes de que el cuerpo del castaño
caiga al suelo nuevamente. Seokjin se sobresalta, abriendo sus ojos de par
en par.
—¡¿Hobi?! Dios. Por favor. —se arrodilla a un lado del cuerpo del chico y
lo toma de la camisa, a punto de sacudirlo bruscamente.

El castaño toma una profunda respiración, agitado al principio y, de a poco,


comenzando a respirar más normal. —Oh, Hobi...

—¿Q-Qué sucedió? —Seokjin sollozaba, y el castaño pareció preocuparse


más por ello que por haber muerto hace tan sólo unos minutos.

—Jin, tranquilo. No llores...

Seokjin de inmediato lo abrazó, pegando su rostro al hombro izquierdo del


otro, sosteniéndolo con fuerza, y siendo sostenido de la misma manera, con
la mano de su mejor amigo sobando su espalda. Poco a poco se calmaba
nuevamente. —Idiota, creí que te perdí...

—Está bien. —Hoseok ríe un poco, sin ganas, y sostiene más cerca a su
amigo mientras vé a su alrededor. Mierda.

—Necesito que me expliques todo.

—Lo haré, lo prometo.

—Y debemos comenzar a inventar una excusa para los vidrios rotos.

El rubio ríe, sorbiendo su naricita antes de apartarse un poquito para ver a


su amigo, el cual sonríe débilmente de lado. —Idiota.

Nunca había conducido tanto en su vida, y para ser una de las primeras
veces, le estaba yendo bastante bien. El niño había estado conduciendo por
horas, y horas. Podría seguir, pero no era ningún torpe. Sabía que se
debilitaría si no comía o dormía adecuadamente, aunque no sentía hambre,
ni sueño. Detuvo el auto luego de adentrarse a un camino de tierra, saliendo
de la carretera, por un bosque.

Condujo por unos minutos hasta finalmente estacionarse en la mitad y


apagar el coche, suspirando mientras refregaba su rostro y se estiraba un
poco en el asiento. Trabó las puertas desde dentro y, con cuidado, se pasó al
asiento trasero. La mantita que había tomado de su habitación estaba allí, y
aunque no tenía frío, luego de quitarse los zapatos y el abrigo, se cubrió con
ésta, apoyando su cabeza contra la ventana de la puerta izquierda de los
asientos de atrás.

Sintió su presencia apenas apareció, pero tan sólo mantuvo sus ojos
cerrados, nuevamente suspirando. —Hola, Yoon. —saluda.

Tan sólo hay silencio. —¿Encontraste mi alma?

—No, y no sé cuándo lo haga, pero lo haré. Volverás a ser lo que eras.

Los ojos del rizado se abrieron antes de girarse para ver al arcángel, el cual
lo observaba fijamente. Éste continuaba con sus ojos bordó y,
honestamente, habían estado así desde que JiMin no tenía alma. —Yoongi,
¿qué si no quiero mi alma de vuelta?

—No puedo no devolvertela, es peligroso. —cuando el ceño del rizado se


frunció levemente, el diablo nuevamente volvió a hablar.

—No siempre serás así de tranquilo. El no tener alma puede traer aún más
oscuridad de la que ya llevas. Además... simplemente no puedo permitirlo.
No es justo un final así. No para ti.

—Ése el el punto. —JiMin está calmado, neutro mientras se gira por


completo para ver a su esposo, el cual lo observa como si fuese una obra de
arte. Lo era.

—Yo no... no sé si ésto está bien, probablemente no sea así. — niega


lentamente, viendo fijamente los ojos del rey del inframundo.

—Pero he estado mejor de lo que alguna vez he estado. Me siento más


fuerte, porque nada me asustan más, nada me duele. Soy independiente, sin
desequilibrio emocional. No me importan mis padres, ni mí hermana, ni mis
amigos... ni tú. —a Yoongi le quema en el pecho oír aquello último, pero
sabe que no es culpa de JiMin.

Claramente no iba a sentir nada, sabía lo que era no tener alma, bueno... no
exactamente. En su caso, había estado apagada, pero sabía lo que era no
sentir.

—A lo que voy es que... ¿Qué crees que suceda cuando tenga mi alma de
vuelta? Porque no puedo sentirlo, pero sí puedo describir cómo dolía. La
muerte de Jimin acabó conmigo. Recuerdo haber pensado "quiero morir
ésta noche, realmente quiero morirme", y recuerdo haber creído merecer
todo. Recuerdo llorar, y no poder dejar de hacerlo, porque no dejaba de
doler.

---Así que yo realmente intento respetar tu decisión y, a pesar de que me


importe una mierda, comprender que no puedo decidir ésto pero, ¿qué si ya
lo había anhelado y nunca te lo dije? Yoongi se había quedado sin palabras.
Le sorprendía lo inteligente que podía ser JiMin. Éste, a pesar de no sentir
nada, intentaba esforzarse en hacerlo pero, lamentablemente, tenía sus
motivos para quedarse de aquella forma. Sin embargo, el diablo también
tenía sus razones.

—¿Recuerdas cuando estuviste a punto de morir porque aquel hijo de puta


no me dejaba curarte? —JiMin tan sólo asistió luego de unos segundos.

—Te pedí que me dejaras ayudarte, porque no podía dejarte morir. Sé que
dijiste que sí porque me amas... pero también sé que me aceptaste porque
tuviste esperanzas de que te salvara. Quieres ser salvado, y quiere vivir, y
sanar. Quieres amar, y sentirte amado, porque por eso me conociste. Querías
amor.

—No es sólo eso. Hay más razones por las cuales no deberíamos: ¿Tú
presencia? Sin alma, no me afecta que te pases horas pegado a mi lado. No
me deterioro.

—Tenemos mucho tiempo para continuar juntos, y siempre que me vaya


porque mi presencia te lastima, volveré. Siempre volveré por ti, JiMin.

El rizado niega lentamente, bajando la mirada y frunciendo apenitas el ceño


cuando un fuerte dolor comienza a hacerse presente en un lugar cercano a
su muñeca, expandiéndose por todo su brazo. Yoongi nota aquello y lleva su
mirada a aquella marca indescifrable en el antebrazo de su esposo. Le toma
con cuidado la mano para observar más de cerca.
—¿Sigue doliéndote?

—Si, pero es más soportable ahora que estoy de ésta manera. —responde,
cortando un poco su respiración ante el fuego que sentía en su piel,
finalmente yéndose de manera repentina, haciéndolo exhalar.

Yoongi observa fijamente el rostro de su niño el cual, segundos después,


alza también la mirada. Ambos se ven fijamente antes de que JiMin sonría
falsamente de lado. Al menos lo intentaba. —Aquí otra razón para no tener
mi alma de vuelta: lloraba hasta cuando alguien respiraba.

Yoongi no pudo evitar sonreír de la misma manera que el rizado, tirando de


su mano para acercarlo más. El niño quedó de rodillas en los asientos, y
Yoongi le rodeó la cintura con sus brazos muy lentamente. —Yo creía que
era adorable. Aunque detestaba verte triste, era un gran motivo para tenerte
entre mis brazos. Eras un bebé.

JiMin rodea el cuello del arcángel con sus brazos, y Yoongi tira un poco
más para finalmente tenerlo sobre su regazo, con las dos piernas del rizado
del mismo lado, estiradas en el asiento. —Ahora también lo soy, sólo que
un bebé al que le da igual todo. Uno más fuerte... —ladea la cabeza cuando
Yoongi acerca su boca a la del niño.

—Siempre has sido fuerte.

Sus labios finalmente de unen, moviéndose lenta y profundamente sobre los


del otro. Yoongi acerca más a su cuerpo al rizado. Maldición, lo había
extrañado tanto. Quería comerle la boca cada maldito segundo. JiMin llevó
una de sus manos al cabello de su esposo, acariciando lentamente,
intentando sentir la textura de éste, intentando recordar cómo se sentían las
cosquillas en su pancita. ... Nada.

Se apartó tan sólo un poco, observando al diablo fijamente. —No siento


nada.

—Lo sé. —Yoongi asintió mientras metía sus manos por debajo de la
camisa del más bajo, acariciándole la cintura.
—Yo me encargaré, yo te volveré a traer, porque mereces un final feliz,
Minnie.

El rizado asintió lentamente, alzando las cejas y viendo a un punto fijo. —


Espero que tengas razón, Yoongi.

—La tengo. —inconscientemente lo acurrucó más cerca y posicionó su


boca pegada a la frente del menor.

Éste último no dudó en cerrar sus ojos, listo para conciliar el sueño el cual,
con el paso de los días, era aún más difícil que suceda. Suspiró. —... Sólo
apresúrate, antes de que cambie de opinión. Antes de que la oscuridad
absorba lo que queda de mí...

....

Al chile se esta poniendo interesante...

No te olvides de dejarme tus votos y comentarios porfa....

gracias por seguirme tambien!!

nos leemos en mis demas historias en emisión y los ya finalizados!!


TQM

MinMin.
XXVII

¿Quién diría que en la habitación de un motel barato se hospedarían el


verdadero rey del inframundo y un adolescente sin alma? Yoongi estaba
consiguiendo todo lo que JiMin necesitaba. Debido a que éste no tenía
alma, le era difícil comentar el hambre, sueño, cansancio o malestar.

Simplemente conducía hacia un rumbo desconocido. Habían pasado tres


días, y fue finalmente cuando el rizado llegó a Seúl que condujo hasta un
motel, obligado por su esposo, el cual le consiguió un cuarto en aquel lugar
con tan sólo ver a los ojos a la encargada, pronunciando claramente "dale
todo lo que necesite." La habitación era mediana, acogedora y fría.

Tenía una cama, un mueble con un espejo, dos cuadros de pinturas baratas y
un baño extremadamente pequeño. Luego de acomodarse, ya llevaban más
de dos horas allí. JiMin estaba en la cama, descalzo y con sus manos sobre
su estómago, observando el techo fijamente.

El diablo se mantenía en un rincón con el anotador de JiMin entre sus


manos repletas de anillos, leyendo el exorcismo que éste había anotado y,
entre páginas, encontrando cosas adorables:

"Yoongi + JiMin" "13/11/67" y frases de canciones de los cantantes


favoritos de su niño. A pesar de los fuertes latidos en su pecho, el diablo
también sentía rabia. ¿Cómo había sido tan estúpido para descuidarse?

La realidad era que él no podría haber sabido que aquel niño que mantuvo
vigilado desde pequeño podría llegar a ser algo importante para él. No sabía
que iba a querer protegerlo de tal manera en la que arriesgaría todo, no
sabía que iba a... —Bien. —el rizado interrumpió sus pensamientos,
llevando su mirada hacia Yoongi mientras se sentaba bruscamente en su
cama.
—Si nadie del bando de Dios y de tu bando la tiene, ¿quién queda?

El rey del inframundo alzó la mirada para verlo de mala manera, volviendo
a la realidad. Tres días atrás, en la noche, lo había tenido sobre sus brazos, e
incluso se habían besado, pero hizo mal. Ése JiMin no era su JiMin, no
debía confundirse. Suspiró mientras cerraba el anotador, dejándolo sobre el
único mueble de la habitación.

—Ése es el problema. No encuentro una manera de saber si alguien de


cualquier bando la tiene.

—De todas formas, ¿por qué alguien la querría? ¿Qué es esa cosa tan
importante que tiene como para robarla? —Yoongi volvió a alzar la mirada,
observándolo.

No había pensado en una posibilidad así. ¿El alma de JiMin tendría un


precio? —¿O es sólo alguien que quiere molestarte?

Yoongi tenía bastantes enemigos, si. Ser el diablo significaba ser mal visto
o llevarse mal con cualquiera que tuviese relación con el de arriba, así que
habían grandes posibilidades de que fuese alguien que quisiera molestarlo,
porque sabían que JiMin era lo único por lo cual Yoongi se preocupaba.

—Lo sabré dentro de poco. —dijo, y se acercó a la mochila del rizado,


tomando de ésta una bolsa de frituras y dejándola sobre la cama, cerca de su
esposo.

—Come.

—¿Quién, además del demonio que mató a Jimin, querría hacernos daño?
—JiMin lo ignoró, continuando con el mismo tema.

—Muchas personas, pero nadie se atrevería. Saber lo poderoso que soy, y es


por eso que aún no comprendo bien quién podría ser. Ahora calla, y come
algo.

El rizado suspiró antes de tomar la bolsa de frituras, cruzándose de piernas


y masticando sin ganas aquella comida chatarra. Estaba pálido, había
adelgazado un par de kilos y tenía notables bolsas oscuras bajo los ojos. Se
veía como cuando solía pasar mucho tiempo al lado de su esposo, a
excepción que ahora no lucía frágil... ahora lucía como que no le importaba.

Paró de masticar cuando una idea se hizo presente en su mente, y dejó la


bolsa de frituras a un lado, poniéndose de pie. Yoongi gruñó ante eso, a
punto de exigirle nuevamente que se alimente. —Una vez me dijiste que mi
alma estaba destinada a estar con la tuya.

Yoongi lo observó fijamente, sin saber a dónde podría llegar aquella


conversación. —Así es. —afirmó en un tono seco, apoyándose nuevamente
contra la pared.

—¿Cómo?

—Pude sentir el momento en que tu alma fue creada. Lo sentí dentro, sentó
lo nuevo, y puro.

—¿Y cómo la encontraste? ¿Cómo me encontraste?

—Me... concentré. —dijo, deteniéndose en medio de la oración al saber la


teoría de su niño. Era listo incluso sin alma. —Y lo hice. —frunció un poco
su ceño, comenzando a concentrarse sin siquiera avisar. Podía sentir algo,
apenas...

—Ahí lo tienes. Mientras... —JiMin se giró, caminando hacia el mueble en


la otra punta de la habitación. —... yo voy a.

Yoongi detuvo su concentración al oír un repentino golpe contra el suelo.


Llevó su mirada hacia allí, y se encontró con el rizado de rodillas, de
espaldas hacia él. Se acercó de inmediato, notando las manos de su esposo
temblando, con el rostro alzado y sus ojos fuertemente cerrados,
moviéndose.

Oscuridad, cosquillas en el pecho, manos con venas volviéndose negras, y


un inevitable dolor en su brazo. —Hey. —el diablo se arrodilló frente al
menor, y lo tomó del rostro.
—Minnie, niño. Maldición, despierta. —lo movió un poco cuando notó que
la respiración de éste se había cortado, y estuvo a punto de volver a hacerlo
si no fuese por la repentina y brusca inhalación del rizado, el cual ya tenía
sus ojos abiertos y respiraba bastante profundo.

—Tranquilo, respira. —ni siquiera estaba siendo consciente de que le estaba


acariciando el rostro. ¿Se había vuelto un instinto proteger al niño? ¿Acaso
siempre lo había sido? Bajó las manos a los hombros, notando la delgadez.

—¿Qué sucedió? ¿No te has alimentado adecuadamente? —casi gruñó,


intentando mantener la calma.

JiMin negó luego de unos segundos, parpadeando entre confusión y agobio.


—... Estoy bien.

—Tienes que comer, y ahora mismo.

—No es eso. —rápidamente respondió el humano. —Vi algo.

El arcángel permaneció con sus ojos fijos en el inexpresivo rostro de su


esposo. —¿Qué viste?

Lo notó tragar saliva antes de comenzar a levantarse. Yoongi lo ayudó a


mantenerse de pie hasta dejarlo sobre la cama nuevamente. —No creo
poder explicarlo...

—Inténtalo. Puede que signifique algo. —se posicionó de cuclillas frente a


JiMin, el cual negaba, restándole importancia.

—No creo que lo haga, ésto ya ha sucedido antes. Puede que haya sido más
fuerte, sólo por el hecho de no tener alma. Puede que tenga algo...

Fue quedándose callado de a poco al notar los cuadros baratos de aquella


habitación temblando. Regresó su mirada del rey del inframundo, el cual
tenía los ojos color sangre y la mandíbula más marcada que de costumbre.
—... ¿Cómo dijiste?

El niño parpadeó lentamente. No le afectaba en lo más mínimo, como era


de esperarse. —He tenido ése tipo de imágenes incluso cuando tenía alma.
—comentó.

Uno de los cuadros cayó al suelo, pero ninguno se sobresaltó. —Creo que
deberías de calmarte.

Eso enfureció más al diablo, el cual se puso de pie de inmediato. —¿Cómo


pudiste ocultarme algo tan importante? —preguntó en un tono bajo de voz.

JiMin se encogió de hombros mientras presionaba su brazo contra su pecho.


—No lo sé. Supongo que en aquel entonces sentía que no era realmente
importante. —se excusó, volviendo a subir los pies a su cama y sentándose
más hacia atrás, apoyando su espalda contra la pared.

—He soñado con el futuro. —comenzó. Hubo un corto silencio. —O eso


creo. Así se ve. Antes de mi cumpleaños vi un bosque, y manos con sangre.
Probablemente fue una premonición, porque fue el mismo escenario en
donde Jimin murió, y mis manos estaban ensangrentadas por la puñalada
que Somin me hizo en la costilla. Todo era igual, pero desde otro ángulo.
No era yo quien veía, y era un poco borroso.

Alzó la mirada cuando sintió al diablo nuevamente frente a él, de cuclillas y


tomándole con cuidado una de sus manos, la del brazo adolorido. Posicionó
la palma fría del menos sobre la suya, la cual estaba cálida, y con su mano
libre la apoyó sobre el dorso de ésta, buscando darle calor.

JiMin no sentía una temperatura que no fuese más allá de lo normal. Yoongi
movió tres de sus anillados dedos para remover la manga de la camisa
blanca del rizado hasta pasar el antebrazo, dejándolo libre. Observó aquella
marca en el brazo de su esposo, la cual continuaba igual de transparente,
pero el área estaba al rojo vivo.

El ceño de ambos se frunció a la par antes de que el diablo alzara la mirada


a los ojos vacíos del niño. —Dime más de tus visiones. ¿Las tenías
regularmente? ¿Qué has visto hace unos minutos?

—He visto dos manos, y las venas de éstas eran de color negro. —
respondió la verdad.
¿Para qué mentiría? La mirada del arcángel volvió a la marca, y suspiró con
fuerza. Tenía sus dudas, sus teorías... y ninguna de ellas tenían sentido, y
pocas que probablemente acertarían... simplemente no las quería para su
esposo. Intentó tener paciencia, realmente lo estaba intentando.

—Tienes que decirme cuando ésto suceda.

Y JiMin asintió, pero se le notaba perdido en sus pensamientos, con la


mirada en un punto fijo del cuarto. Parpadeó rápidamente cuando un
pensamiento pasó por su cabeza. —Puede ser...

El rey del inframundo regresó a verlo a los ojos. —Dilo.

El rizado también le devolvió la mirada. —Creo que sé quién más tiene mi


alma. —dijo. —Más bien, quienes.

Si no fuese porque el camino hasta allí no era más que un segundo en donde
Yoongi le hacía cerrar los ojos a su esposo y le tocaba una parte del cuerpo,
hubiesen permanecido discutiendo todo el viaje.

"—No. —Llévame contigo. —Te quedas aquí, sin salir. Te dije que es
peligroso.

JiMin negó rápidamente, sin importarle, y comenzó a ponerse los zapatos.


—No voy a quedarme aquí, quiero estar al tanto. —Dije no.

—Te he dicho que te apresures a buscarla antes de que mi opinión cambie,


pero eso no significa dejarme fuera de las cosas. Si tú te vas y no me llevas
contigo, voy a conducir hasta allí, no importa si ya te has ido. Voy a irme, y
voy a asegurarme de que no me encuentres.

La mirada del diablo se mantuvo fija en los ojos del rizado. Ya sabía que
éste no tenía alma pero, por algún motivo, muchas veces solía buscar aquel
brillo puro e inigualable que tanto le gustaba. Se acercó, y llevó ambas
manos a los hombros del más bajo. —Cierra los ojos. —le ordenó."

Podía sentir la oscuridad en JiMin comenzar a crearse. Era rápida, y


desprevenida. Sabía que llevarlo consigo serían problemas, pero también
sabía que dejarlo solo podría ser incluso peor. —Ábrelos.

Los ojos verdes del menor se abrieron, parpadeando lentamente para aclarar
su vista y dejar atrás el mareo, viendo a su alrededor. Reconoció la casa de
sus tíos, aquel lugar donde había vivido los peores momentos de su
infancia: la primera vez que vió a su padre levantarle la mano a su madre en
uno de los cuartos del fondo del único pasillo del lugar, o cuando era el
cumpleaños de Bonhwa y éste junto a sus amigos esparcieron el rumor de
que JiMin era homosexual y besaba a todos los chicos que veía.

Lamentablemente, recordar cosas así no era como hace unos días. Era
extraño. No sentía afecto, nostalgia, ni ninguna emoción por todos aquellos
malos recuerdos, pero tenía un leve cosquilleo en el pecho, como si fuese
éste reloj que sonaba con el paso de la aguja de los segundos, moviéndose
lentamente, y algo sucedería al llegar arriba junto a la otra aguja.

Unos pasos cerca lo hicieron alzar la mirada, y sintió la aguja imaginaria


acelerarse al ver a su primo, Bae, caminando mientras silbaba, con una taza
de té caliente entre sus manos. Se veía relajado, con ropa cómoda y
despeinado. Probablemente había estado durmiendo. ¿Cómo era posible que
pudiese dormir tranquilo luego de haber provocado un asesinato?

Bae alzó la mirada y se congeló en su lugar, soltando un jadeo entrecortado


y con la taza resbalando de sus manos hasta caer en el suelo, salpicando el
líquido caliente y con los vidrios esparciéndose a sus pies. —... Dios, no. —
susurró.

Es entonces que parpadea, y detrás de su primo se hace presente esta figura


alta, vestida de negro, que anteriormente creyó ver. Le cuesta respirar, sabe
quién es. —¡Beongyu! ¡Beongyu!

Unos pasos se hicieron presentes, y el segundo hermano apareció,


observando la escena mientras sus ojos se abrían de par en par. La fría y
falsa sonrisa de Yoongi se hizo visible. Aquella sonrisita de lado que
provocaba todo menos algo bueno.

—Mira qué tenemos aquí. —dice.


El niño frente a él no habla, porque aquella oscuridad que le envuelve los
sentidos no se lo permite, y la repentina sed de venganza mantiene su boca
incluso más cerrada. Yoongi asiente hacia el suelo, donde están los restos de
la taza de té.

—Hasta te habías preparado un té, simulando que todo estaba en paz y


solucionado... que no vendría por los estúpidos que comenzaron con todo
ésto.

—Minnie. Minnie, te lo pido, por Dios... Ten piedad. —Beongyu comienza,


alzando sus brazos en modo de defensa y retrocediendo hasta chocar con
una pared.

Un movimiento de uno de los dedos del arcángel provoca que ambos


mundanos sean expulsados hasta el otro lado de la habitación, contra una
pared. Éstos gimen, adoloridos y con la respiración agitada por el susto. Las
pupilas del rizado están más que dilatadas mientras oye en sus propios
oídos su corazón latiendo con fuerza, pero manteniéndose lento.

Sus manos pican por las irremediables ganas de aplastar las cabezas de sus
primos. Si, debería... Respiró profundo para controlarse. Yoongi no parece
notar aquello, y da un paso al frente. —Comiencen a confesar, y tendrán
una muerte rápida. —dice con firmeza.

—Devuelvanme su alma.

La sala queda en silencio mientras los hermanos se observan entre


confusión y terror antes de volver a ver al diablo. —¿Q-Qué?

La sonrisita de Yoongi se esfuma mientras sus ojos comienzan a tornarse


bordó. —¿Realmente me estás pidiendo que lo repita? —mueve
nuevamente su dedo, tan sólo un poco para hacer que los mundanos se
golpeen contra la pared.

—Tengo poca paciencia para éstas cosas.

—¡No sabemos qué quieres! —exclama Bae, desesperado mientras oye a su


hermano sollozar en silencio.
—S-Sólo no entendemos a lo que te refieres. Por favor, te lo suplico.

Yoongi nuevamente se concentró, como cuando estaba en el motel antes de


que JiMin tuviera las extrañas visiones. No la sentía cerca, la sentía bastante
lejos. Gruñó, harto y dió un par de zancadas hacia el frente, deteniéndose y
tomando de la camisa a Beongyu, acercándolo a su rostro.

—Dime dónde está su alma, quién la tiene, o voy a partir cada hueso de tu
cuerpo.

—N-No lo... no lo sé. Por favor, realmente no s- ¡Ahhhh!

Yoongi tan sólo presionó sobre la muñeca de Beongyu, la cual se quebró, y


le siguió la otra. Para el diablo, el sonido del hueso rompiéndose era música
para sus oídos. E iba a seguir disfrutando, realmente iba a hacerlo. Fue
cuando sintió que el otro hermano se escapaba, luego de romperle una
pierna al que sostenía, notó como la mirada de éste iba más allá de él, y
gritaba fuerte a la par que un asqueroso sonido se hacía presente.

Yoongi se giró, y soltó al chico quebrado ante la escena frente a sus ojos.
No sabía cómo reaccionar. JiMin sostenía con una mano uno de los
hombros de Bae, y la otra estaba en un filoso cuchillo de cocina hundido en
medio del rostro del chico, el cual tenía sus ojos bien abiertos e intentaba
respirar mientras sus manos temblaban.

El rizado apartó el cuchillo con esfuerzo, e hizo una rápida y profunda línea
en el cuello de su primo, salpicando sangre antes de soltarlo y verlo caer al
suelo, muriendo. Era un alivio. Era como haber bebido luego de días sin
tomar ni un poquito de agua. Era una sensación exquisita, y le
cosquilleaban los dedos por volver a probarla, pero ya estaba lo
suficientemente satisfecho.

Se giró en busca de la mirada del arcángel, con sus inexpresivo rostro lleno
de sangre. Limpió el cuchillo en su camisa luego de un par de parpadeos, y
lo guardó en su bolsillo. Entre los fuertes gritos de Beongyu hacia su
hermano, el diablo salió de su trance y caminó rápidamente hacia su niño,
tomándolo de los hombros, sin siquiera darle tiempo en cerrar los ojos para
desaparecer de allí. L
a sala de sus primos se esfumó, y pronto la pareja re aparecía en la
habitación del motel, a oscuras. Lo único que se oía eran sus respiraciones
fuertes. Yoongi presionaba con fuerza –no la suficiente para herirlo– los
hombros del menor, el cual aún parpadeaba lento, sin saber realmente qué
sucedió, pero agradeciéndolo internamente.

—... Minnie.

Hubo un corto silencio. —Lo siento, Yoongi.

El diablo cerró sus ojos con fuerza. Su voz sonaba tan dulce, sonaba como
el antiguo JiMin, pero no era él. Ya no, y debía de buscar una manera de
volver a encontrarlo. Necesitaba a su esposo nuevamente.

—No, no le sientes.

—... No. —responde, de acuerdo. Alza lentamente la mirada, y los ojos de


ambos se encuentran. —Tenía que hacerlo... Quería hacerlo.

Era demasiado extraño verlo así. JiMin... JiMin era la persona más dulce y
frágil, y fuerte a la vez. Lloraba mucho, siempre recurría a él, pero había
sido muy fuerte en muchas situaciones de toda su vida. Había aguantado
golpes de su padre, insultos en su escuela, hipocresía en la iglesia. Había
soportado la muerte de Park Jimin, y caminó hasta su casa habiendo sido
apuñalado.

JiMin era fuerte, JiMin era una buena persona, y ésta versión de él era una
verdadera pesadilla. Yoongi llevó sus manos al rostro del menor, limpiando
los rastros de sangre. No se permitiría más que ése toque. —¿Tienes una
idea de lo que te vas a odiar a ti mismo cuando tu alma regrese a tu cuerpo?
—no podía ni siquiera pensarlo.

Deseaba cargar con toda esa culpa, realmente quería. El rizado simplemente
permaneció viéndole por unos largos segundos antes de encogerse
levemente de hombros. —Ojo por ojo, Yoongi. Mi alma... yo con mi alma,
tendré que entenderlo. Una parte mía quería ésto el día de mi cumpleaños, y
sé que va a agradecerlo.
.....

Ha donde sin dejarme sus hermosos pensamientos eh!!

Este jimin me pone jajajajaj.

No te olvides de regalarme tus votos y comentarios xfas!! uwu

Gracias por leer, comentar y seguirme!!

si aun no me sigues, corre es gratis uwu

Las quiero muito!!

MinMin. 🐣
XXVIII

Habían pasado tan sólo unos minutos de lo ocurrido, y JiMin parecía


haberse congelado en su lugar. Yoongi se encargó de limpiarle el rostro con
su propia camisa, lo tomó en brazos y lo llevó a la pequeña e incómoda
cama de aquel lugar, desvistiéndolo para ponerle una camiseta de mangas
largas gris, un pantalón holgado y unos calcetines blancos.

Era lo menos que podía hacer. Fue cuando el de rizos se durmió –o eso
parecía– que se giró hacia la puerta, haciendo un movimiento con su mano
en dirección a ésta. Debía de bloquearla, al menos en el tiempo en que no se
encontraba allí. Se puso de pie lentamente, caminando hasta el medio de la
habitación, con cada pisada provocando un ruido en la vieja madera del
suelo.

Echó un último vistazo al niño que parecía dormir plácidamente bajo las
mantas, y finalmente desapareció de allí, dejando en aquel lugar un silencio
ensordecedor. Y sin estar a tiempo para ver cuándo los ojos verdes de su
esposo se abrieron. Volver a esa casa significaba ser recibido por gritos,
llanto, y cosas que no podían importarle menos. Estaba allí para amenazar
al último primo castrato de JiMin que quedaba, advirtiéndole guardar
silencio o su muerte sería una de las más dolorosas.

Habían oficiales en aquel lugar, pudo oír el llanto de una mujer y estaba
seguro de que era la tía de JiMin, lamentándose por la pérdida de otro de
sus hijos. Claramente, ella no tenía la culpa de haber tenido imbéciles.
Yoongi hubiese ido directo hasta el cuarto donde aquel idiota estaba, pero se
detuvo. Había algo extraño, sí...

Llevó su mirada a la bolsa que envolvía el cadáver de Bae, el cual estaba


sobre una camilla, y tuvo que acercarse un poco para comprobarlo. De
todas formas, no estaba siendo visible para los demás. Llevó su mano sobre
la bolsa, sin tocar, y lo confirmó: el alma de Bae seguía en su lugar. ¿Cómo
era posible? Más bien, la verdadera pregunta de Yoongi era:

¿Por qué Muerte no había ido por el alma de aquel lamentable intento de
persona? Cuando él no estaba haciendo pactos, Muerte era la encargada de
las almas. Se las llevaba, y las guiaba hacia donde pertenecían: cielo,
infierno, purgatorio. El no tomar un alma de un cuerpo, significaba dejarla
con decisión propia, es decir:

Bae se volvería un alma en pena, o ni siquiera despertaría, continuaría como


si estuviese dormido, cosa que a Yoongi le parecía perfecto porque no
quería verle ni de fantasma pero... aún así era extraño. Lo suficiente para
prestarle atención.

Cuando Yoongi reaparece en el cuarto del motel, nota a su esposo despierto,


observando el techo antes de girar un poco la cabeza en su dirección,
observándolo fijamente. Hay ojeras más notables bajo sus ojos, parece
como si se deteriorara con el paso de los minutos. Ésto tenía que terminar
hoy, y más ahora, que estaba casi seguro de haberlo conseguido.

El diablo caminó hacia la cama, sentándose en el espacio que quedaba. —


Necesito que me cuentes sobre tus visiones.

JiMin parpadea rápidamente antes de negar, regresando su mirada al techo.


—No eran muy interesantes. —dice.

Un silencio se forma entre ellos antes de que el rizado suspirara y se pusiera


de lado, en dirección a su esposo. — ¿Por qué quieres saberlo?

Yoongi debía ser inteligente, y eso significaba no decirle a JiMin su plan.


Éste había comenzado la etapa de oscuridad –la cual, ya de por sí, iba
bastante rápido– y probablemente no querría su alma de regreso. —
Simplemente no he dejado de pensar en ello. —mintió, y con mucha
facilidad.

Era el rey de las mentiras. —Y quiero saber.


—He visto un hospital. —responde de inmediato, sin siquiera titubear. —Yo
estaba ubicado en la punta de la camilla de una niña con cáncer.

Yoongi se puso de pie de inmediato. —¿Qué ocurre?

El diablo caminó hasta el medio de la habitación, pasando su mano por sus


labios y barbilla, intentando contener la ansiedad y el enfado que se
avecinaban, haciendo lo posible para no hacer temblar aquellos cuadros
baratos de la pared.

—Ya sé quién tiene tu alma. Es Muerte. —se da la vuelta, notando al niño


sentarse de golpe, con su ceño levemente fruncido.

—¿Muerte? ¿Por qué Muerte tendría mi alma?

—No estoy del todo seguro aún. —en realidad, tenía unas teorías:
probablemente Muerte le había quitado el alma a su niño porque quería
darle una lección. Sí, seguramente, porque siempre quiere tener la razón.

Intentó no gruñir, saliendo de su trance y viendo a su esposo. —Voy a por


ella.

—Iré contigo.

—No. —ante aquello, la mirada de JiMin se vuelve incluso más oscura, y


se pone de pie abruptamente.

—No más condiciones, mataste a alguien.

El rizado alza ambas cejas mientras se apunta con dedo índice al pecho. —
¿Tú me estás diciendo ésto a mí? Eres el diablo.

—Yo no soy ninguna excepción. No siento culpa y es mi trabajo, no el tuyo.

—Estás equivocado. —respondió rápidamente el menor. —Yo no siento


nada, y deberíamos de dejarlo así.

—Suficiente. —el rey del inframundo alza tan sólo un poco su voz antes de
rebajar con la mirada al mundano sin alma frente a él.
Pronto volvería su esposo, estaba seguro. —Volveré pronto.

Ambos se vieron fijamente por unos segundos, y el diablo notó algo en la


mirada de JiMin cambiar. Era indescifrable. —... Está bien. —respondió,
finalmente de acuerdo.

Yoongi sabía que no estaba de acuerdo, y que algo tramaba. Tan sólo se
limitó a desaparecer en un parpadeo, porque mientras más tardara, peores
problemas habrían. Por otra parte, JiMin, apenas notó que el diablo ya no
estaba en aquel cuarto, caminó rápidamente hasta su mochila y sacó de ésta
el cuchillo que usó para matar a Bae junto a un crucifijo de plata, y subió a
la cama, aguardando apoyado contra la pared mientras se mantenía viendo
un punto fijo en la habitación.

Sólo era cuestión de esperar. La cripta de San Antolín estaba situada bajo la
catedral de Palencia, España. Era una cripta bastante reconocida por su
hermosura, y porque la iglesia solía guardar cosas importantes en ésta. Allí
era en donde estaba aquella figura alta, cubierta por una capa negra.

Caminaba de manera recta luego de haber bajado las escaleras, dispuesta a


encaminarse a un destino el cual ya se sabía de memoria. Siempre iba a
comprobar por ella, porque la cuidaba, porque era su única manera de... Se
detuvo al sentir una presencia mucho más fuerte detrás suyo, y no dudó en
girarse rápidamente, encontrándose al mismísimo diablo de frente.

Éste tenía sus ojos de color sangre, cabeza levemente ladeada y una vibra
oscura, intimidante. Yoongi se tomó unos pequeños segundos para cerrar
sus ojos y tomar una profunda respiración, concentrándose lo suficiente.
Podía sentirla tan cerca, que incluso su corazón latía con fuerza, como
nunca antes. Abrió los ojos de golpe.

—Notaste lo que hiciste, ¿verdad? —dió un paso hacia el frente,


provocando que Muerte retrocediera.

—Has tomado el alma de mí niño favorito, desde mí infierno, y sin mí


permiso. —relamió sus labios, viendo detrás de la figura cubierta por la
capa negra antes de regresar su mirada a ésta.
—Lo haremos fácil. Entrégame su alma, o voy a destruirte. No eres tan
fuerte, y me importa una mierda si las personas dejan de morir porque no
hay Muerte que los reciba.

Un chillido agudo y fuerte salió de la boca de Muerte, imposible de ver


gracias a la capa cubriendo gran parte de su rostro. Aquel sonido retumbó
por toda la cripta, haciendo temblar todo el lugar. A Yoongi no le movió ni
un pelo, tan sólo continuó con el mentón en alto, y la mirada fija en Muerte,
la cual había intentado demostrar su fuerza a través de aquel sonido.

Yoongi soltó un suspiro, harto de aquella situación. ¿La gente no se cansaba


de querer demostrar superioridad ante él? Era el jodido diablo, podía hacer
lo que quisiera. Sintiéndose más poderoso que nunca, porque finalmente
sabía dónde estaba el alma de su esposo, y todo volvería a la normalidad,
alzó su mano, poniendo sus dedos en posición para chasquear.

Tan sólo los rozó, preparándose, y en las paredes de la cripta comenzaron a


aparecer grietas mientras el lugar temblaba intensamente. La única ampolla
de luz del lugar explotó, dejando a ambas criaturas sobrenaturales a oscuras
y en un silencio ensordecedor.

—... Estoy esperando.

El niño ya había bendecido tanto el cuchillo bajo su manga como el


crucifijo alrededor de su cuello, y estaba de pie frente al mueble,
observando el anotador con el exorcismo. ¿Serviría en el mismísimo
diablo? No estaba seguro, pero valía la pena intentarlo. Se giró cuando
sintió una presencia detrás suyo, y notó a Yoongi de pie a tan sólo
centímetros de su rostro.

El rizado se mantuvo inmóvil, devolviéndole la fija mirada. Los ojos


celestes del diablo fueron hacia el cuello de su niño, y pronto se tornaron
color bordó. —¿Realmente creíste que eso iba a protegerte de mí? —inclinó
su cabeza hacia abajo, alzando ambas cejas a la par que sonreía de lado,
fríamente.

— Niño tonto, no tienes alma. No hay nada que proteger.


—Omnus immundus spirits. Omnus s-

—Sería bueno que dejaras de insistir. —interrumpe el rey del inframundo,


volviendo a su semblante serio.

Era extraño ver a su niño en contra suya. —¿Por qué haría eso?

La mirada de Yoongi cambió a una llena de ansiedad, hasta emoción. —He


encontrado tu alma.

JiMin negó, retrocediendo y chocando contra el mueble detrás suyo. —No


quiero mi alma. —dijo, decidido. —Así estoy bien.

—Mal por ti, porque iremos al infierno y te regresaré a la normalidad.

Fue cuando el diablo intentó tomar al menor de la mano que éste último fue
mucho más rápido: sacó el cuchillo bajo su manga y lo tomó con un puño
cerrado del mango, clavándolo con fuerza, aproximadamente tres veces en
el pecho de su esposo antes de sacarlo y sostenerlo en su mano.

El ceño de Yoongi se frunció antes de bajar su mirada a su propio pecho. La


habitación comenzó a temblar de tal manera que el rizado se tambaleó, y no
espero ninguna reacción, tan sólo se abalanzó hacia la puerta, intentando
abrirla y fallando en el intento. Comenzó a golpear ésta desesperadamente
mientras oía las cosas cayendo de las paredes y del mueble.

—¡Ayuda! ¡Ayúdenme!

—Deberías de saber a ésta altura que a donde sea que quieras ir ahora
mismo... voy a encontrarte.

—¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme, por favor! —gritó más fuerte, comenzando a


patear la puerta y golpearla con su hombro izquierdo. No iba a volver a
tener su alma. No.

—JiMin... —quiso advertir Yoongi, el cual se oía completamente tranquilo


a pesar de haber sido apuñalado por su esposo.
Tenía en la cabeza que aquel niño no era realmente su niño. Una voz fuera
del cuarto del motel lo interrumpió. —¿Quién golpea tanto? —se oyó.

Era la anciana de la recepción, la cual ahora golpeaba la puerta despacio


desde el otro lado. —¿Joven? ¿Está atrapado? —¡Ayuda! ¡Ayúdeme!

—Minnie.

—¡Ayuda!

Inesperadamente, el cuarto dejó de temblar y Yoongi lo tomó del brazo,


girándolo y viéndolo fijamente a los ojos, con su mandíbula más marcada
de lo normal. —Préstame atención. —dijo, con su voz baja mientras oía de
fondo a la anciana hablar y golpear desde el otro lado.

El rizado lo observó con los ojos levemente entrecerrados y respiración


agitada de tanto moverse. —Vas a abrir esa puerta y decirle que no podías
abrirla, y luego vendrás conmigo al infierno y te regresaré. No puedes
evitarlo, así que sé listo y afronta ésto.

—¿Joven? ¡Iré a buscar a mi hijo! ¡Tal vez pueda ayudarte!

JiMin se giró bruscamente y abrió la puerta con fuerza, tambaleándose. La


anciana volvió a girarse para observarlo, preocupada. —Oh, ¡Dios mío! —
la dulce anciana llevó una mano a su pecho, acercándose al rizado.

—¿Te encuentras bien?

JiMin puso su más amable y falsa sonrisa. —Oh, si. Si. La puerta tan sólo
había quedado trabada, y me asusté mucho. —dijo, soltando una risita al
final.

La anciana negó mientras una sonrisita se había presente en sus labios. —


Oh. Tranquilo, cariño. Siempre puedes golpear, y vendré a ayudarte. —
JiMin asintió mientras una idea pasaba por su mente.

Sostuvo mejor el cuchillo en su mano. —O si tienes algún otro problema,


puedo cambiarte de hab...
Un grito salió de sus labios cuando el rizado la tomó rápidamente del brazo
y se posicionó detrás de ésta, rozándole el cuello con el cuchillo y
observando fijamente al diablo el cual, probablemente, por primera vez,
había sido tomado desprevenido. Lucía cada vez más enfadado, sabía que
iba a costarle, porque su niño había sido absorbido por la oscuridad más
rápido que alguien normal, y aquello seguramente tenía una explicación que
aún no descubría. La anciana sollozó, cerrando sus ojos.

—Por favor. P-Por favor.

—Yoongi, voy a matar a todo el mundo antes de que me vuelvas un idiota


de nuevo. Te l-

Fue interrumpido por un chasquido de parte del diablo. La señora cayó al


suelo, muerta. Yoongi prefería ser él quien matara, porque ya no sabía cómo
ayudaría a JiMin luego de haber matado a su primo. El cuchillo salió
volando de la mano del último mencionado, y cuando se giró para intentar
escapar, se vió atrapado en los brazos del rey del inframundo, el cual le
mantenía inmóvil.

—¡Déjame ir! ¡Yoongi!

El nombrado lo ignoró por completo, y ni siquiera le advierte cuando se


teletransportan de sitio. Todo allí era diferente y, si JiMin tuviese alma,
deberían hacer lo del juego de las escaleras, pero al ser tan sólo un cuerpo,
no afectaría en nada el ir de inmediato al inframundo. Se encontraban en
aquella habitación redonda de muchas puertas.

En el medio se encontraba la reconocible y elegante escalera que llevaba a


un subsuelo donde el diablo tenía aquel, muy bien cuidado, despacho.
Yoongi se dirigió hacia una de las enormes puertas, la segunda desde la
puerta en donde estaba el calabozo de las almas.

El diablo se adentró con su esposo –el cual no dejaba de gritarle que lo


bajara– en brazos a la habitación de la puerta antigua, pesada y de madera
oscura. La habitación parecía la nada misma, porque tan sólo había una
camilla en el centro, con una ampolla de luz iluminando, colgando desde un
cable.
Los rincones no se veían gracias a la oscuridad, pero no había nadie allí.
Tan sólo ellos. Yoongi dejó a JiMin cuidadosamente en la camilla, y cuando
éste intentó escapar, fue tomado de los hombros hasta volver a quedar
acostado.

—¡Yoongi! Yoongi, mírame. Mi amor... —el arcángel alzó la mirada hacia


el niño de inmediato, sin poder evitarlo.

Éste no tenía ninguna lágrima en sus ojos, pero su ceño estaba levemente
fruncido y lucía adolorido. Era un buen actor. —... Yoon, no hagas ésto. Vas
a matarme, por favor... Te amo.

Yoongi traga saliva con fuerza antes de apartar la mirada y sacar el cuchillo
de su manga, alzando su mano libre y ubicando la punta filosa en su mano,
comenzando a decir palabras en un idioma indescifrable.

—¡Yoongi! ¡Vas a hacer que muera, Yoongi!

—No voy a dejar que te conviertas en un monstruo. —tan sólo responde al


terminar de citar aquellas palabras inentendibles, y corta su palma, notando
entre la sangre un leve brillo.

Su mano estaba demasiado tensa, y se debía a algo tan puro dentro de la


palma del diablo. Nuevamente, citó otras palabras en una lengua extraña. —
¡Seré un monstruo con mi alma! ¡Al menos no lo reconozco ahora! ¿Tienes
una idea de lo que voy a sentir? ¿Saber que maté a Jimin? ¿Qué asesiné a
mi familia? —Yoongi ignoró todo aquello, formando un puño con su mano
antes de girarla.

JiMin decidió alzar su voz, desesperado. — ¡¿Crees que voy a perdonarte?!


¡¿Crees que voy a seguir amándote luego de lo que hiciste?! ¡No sentía
nada por ti antes de quedarme como ahora! ¡Nada!

Yoongi lo observó fijamente, sin poder evitar prestar atención. —Tan sólo
te tenía miedo, y por eso me tuviste. No hay nada que me provoques más
que terror y placer. Tener alma o no, voy a seguir fingiendo. —respiró
profundo.
—Jamás te he amado.

—No me importa... —simplemente respondió el arcángel. —... porque yo si


te amo... —finalmente lo dijo.

Lástima que el rizado no pudiese realmente apreciarlo. Regresó su vista a su


mano. —... Y no voy a dejar que te conviertas en lo que un día rogaste no
ser. Descendit.

Pegó su palma al pecho del rizado con algo de fuerza, el cual de inmediato
soltó un grito que hizo eco en la habitación, arqueando su espalda y tirando
su cabeza hacia atrás. Yoongi, con sus ojos un poco más abiertos de lo
normal, observó tanto el rostro del rizado como su mano en el pecho de
éste. Sentía como si succionaran dolorosamente de su palma, aunque para él
eran como cosquillas.

Podía sentir lo fuerte que era el alma de su esposo, y como éste dejaba de
respirar, con su grito cesando hasta caer desmayado en la camilla, con su
rostro sudoroso, pálido. La succión en la mano de Yoongi cesó unos
segundos después, y alejó su mano, observando fijamente el cuerpo de
JiMin. Posicionó una de sus manos nuevamente en el pecho del menor. No
habían latidos.

Tampoco respiraba. Yoongi pasó rápidamente su brazo por debajo de la


espalda de su esposo, levantándolo un poco y recostándolo sobre su pecho,
notando la cabeza de éste caer hacia adelante. Rápidamente llevó su otra
mano al mentón, alzándole el rostro. —¿Minnie? Hey, Minnie. —lo movió
levemente mientras su ceño se fruncía un poco.

Hizo los ricitos sudorosos que le caían en la frente hacia atrás, acariciándole
la mejilla. —Vamos, vamos, vamos. —susurraba despacio.

Notó que, luego de unos segundos, continuaba de la misma forma así que,
intentando mantener el control, llevó nuevamente su mano al pecho de éste.
Iba a revivirlo. Se concentró e hizo lo que siempre hacia pero, a pesar de
varios intentos, jamás oía los latidos del corazón. Tragó saliva con fuerza,
gruñendo.
—No... No, no no. Despierta. —volvió a moverlo a la vez que lo sostenía
mejor en sus brazos, acercándolo a su pecho.

Negó rápidamente. — Despierta, maldita sea. —gruñó.

Era la primera vez que realmente asustado. Cuando estuvo a punto de morir
y tuvo que poseerlo, al menos estaba reaccionando, y sabía que, de una u
otra forma, iba a volverlo a la vida. Pero ahora había intentado de todo, y
continuaba sin reaccionar. Le acarició la mejilla, frunciendo su ceño aún
más. No podía ser, no podía estar pasando... Intentó, por última vez,
revivirlo.

Llevo su mano al pecho del menor, y cerró sus ojos con fuerza,
concentrándose. Ya tendría que haber sucedido, ya tendría que haber sentido
su corazón latiendo, o al menos haber oído una respiración. ¿Realmente
estaba muerto? ¿Realmente no volvería? Abrió los ojos lentamente,
esperando encontrarse con los ojos de su esposo, su niño. Quería admirar
aquel color verde y único, y notar el brillo en su mirada.

Quería sostenerlo mejor, y prometerle que ya nadie iba a volver a hacerlo


sufrir, que era un torpe porque no estaba en su naturaleza amar, pero haría
lo posible. Aprendería por él, haría lo que sea por él. Sin embargo, se
encontró con los ojos cerrados del rizado, y le tocó la piel fría de la mejilla
antes de refugiarlo en su pecho. Su mirada fue al frente, a un punto fijo, y
sus ojos fueron, lentamente, volviéndose de color negro.

No había rastro del celeste, ni blanco, ni bordó. Eran completamente


negros. Un gruñido comenzó a subir por su garganta, finalizando con fuerte
grito lleno de impotencia y furia. El infierno tembló por completo. Las
almas del calabozo, aterradas por el ruido, comenzaron a rogar salir de entre
las rejas.

La fila sin fin de otra de las habitaciones se tambaleó mientras los demonios
se observaban entre sí. Y ya no importaba. Si era necesario, haría
desaparecer el mundo en tan sólo un chasquido. Porque su esposo, su niño...
el príncipe del inframundo se había ido.
Y si Yoongi alguna vez creyó estar enojado, se equivocaba. Ésto era estar
enojado, lleno de impotencia... Ésto era tener el corazón roto.

.....

Pinshe Jimeno pendejo caes gordo wey ;-; (Nha bromita) pero te pasaste
wey jajajja!!

No te olvides de dejarme tus votos y comentarios xfas!!

Estamos a poco de finalizar esta adaptación!! Te recuerdo que si quieres


leer la versión actualizada, vayas al prefasio, donde esta el nombre de la
autora del libro original!!

Gracias por sus votos y comentarios! También por seguirme uwu!! nos
leeremos en mis demas historias en emisión y finalizadas!!
TQM.

MinMin.
XXIX

¿Cuánto tiempo había pasado? No estaba muy seguro, probablemente no


tanto. Aún continuaba en aquel lugar, abrazando el cuerpo de su niño
favorito, acariciando sus preciosos ricitos, admirándolo. "Jamás te he
amado." Fueron sus últimas palabras.

Yoongi intentaba no dejarse influir por ello, porque recordaba sentir lo que
JiMin sentía por él antes de no tener alma pero, de todas formas, sabía que
no podría deshacerse de aquel recuerdo ni en millones de años. Lo peor de
todo es que ni siquiera podía morir. No había nada que lo matara, estaba
condenado a ello.

Estaba condenado a vivir sabiendo que había matado al amor de su


eternidad. Le acarició con su dedo pulgar los labios, los cuales estaban
pálidos, del mismo color que su bello rostro. Jamás volvería a probar esos
labios, ni oír su dulce voz. Jamás vería sus tímidas sonrisas. Era tan injusto.
Él lo había intentado... ... Realmente había intentado ser, al menos, un poco
bueno.

Una fuerte y fría brisa interrumpieron sus pensamientos, un chillido fuerte


se hizo presente, y se vió obligado a soltar a JiMin cuando fue lanzado
contra un rincón, en la oscuridad de la habitación. El cuerpo del rizado cayó
al suelo al no ser reacomodado en la camilla. Yoongi gruñó con furia antes
de levantarse del suelo, observando a la figura alta, con capa negra y, ésta
vez, guadaña de punta muy filosa en una de sus manos, encaminarse hacia
el cuerpo de su esposo.

Yoongi formó un puño con su mano al frente, manteniendo a Muerte en su


lugar. Sus ojos nuevamente estaban completamente negros. Movió su mano
con fuerza, y Muerte fue expulsada por la habitación, primero hacia un
lado, y luego hacia el otro, golpeándola.
—No lo toques, maldita sea. —gruñó el diablo, finalizando por atraer a
Muerte hasta tenerla frente a él. —Te voy a hacer pedazos, lenta y
dolorosamente.

La guadaña voló por la habitación, cayendo en el medio de ésta, y Yoongi


tomó el cuello de la cosa sobrenatural frente a él, apretando con fuerza y
sintiendo como sonaban unos huesos contra su mano. Sonrió de lado,
complacido, pero nuevamente volvió a estar serio y, con un grito lleno de
furia, arrojó a Muerte hacia otra punta de la habitación.

Ya nada le hacía sentir satisfacción, lo único que sentía era un profundo


hueco en el pecho, y ni matando a la razón por la cual su niño estaba muerto
le serviría de consuelo. Aún menos sabiendo que la verdadera razón era él.
—Era todo su plan, ¿verdad? —dice, sonriendo con amargura mientras nota
a la figura de negro levantarse del suelo y soltar otro chillido.

Yoongi se tambalea hacia atrás. —Él quería ésto, Dios quería a JiMin. Y tú
se lo diste. Te llevaste su alma para que yo volviera a ponerla en su cuerpo,
y fallara. Ahora está muerto, y no hay manera de hacerlo regresar. Bravo. —
Muerte, la cual ya estaba de pie, caminaba nuevamente hacia el rizado.

— Esa es una gran lección: usar a las personas para probar cosas. —asintió
lentamente.

Todo había sido tan sólo un juego del de arriba. O eso creía. Alzó la mirada
cuando notó la mano de Muerte ir en dirección al pecho del rizado, y fue
justo cuando estuvo a punto de alejarla, cuando estuvo a punto de matarla,
que ésta chilló, más fuerte que nunca antes de ser arrojada, sin siquiera
tiempo de caer al suelo debido a que, inesperadamente, se convirtió en
cenizas, esfumándose en el mismísimo aire.

El ceño de Yoongi se frunció, totalmente confundido. Ése no había sido él.


Observó hacia la puerta, en busca de algo que se adentrara al cuarto, pero
no había nada. De pronto, JiMin tomó una profunda bocanada de aire,
abriendo sus ojos de golpe, y comenzando a toser. Los ojos de Yoongi se
abrieron de golpe.
—¡¿JiMinnie?! —caminó a zancadas hasta el menor, tirándose al suelo de
rodillas y sosteniéndolo cuando el rizado intentaba sentarse, confundido.

Parpadeó rápidamente, con la respiración entrecortada y el cuerpo


temblando antes de alzar la mirada al diablo, viéndole a los ojos fijamente.
Yoongi le devolvió la mirada, notando aquel brillo que tanto había
extrañado.

—... ¿Yoon? —le tembló la voz. Se sentía pésimo, como si estuviera


realmente descompuesto.

El diablo no podía creerlo, estaba entre emocionado, ansioso, confundido y


asustado. ¿Qué mierda había pasado? —JiMinnie... —lo tomó del rostro,
acariciándolo.

Aún estaba frío y pálido, cosa que le preocupaba bastante. Lo admiró, se


fijó en cada detalle: su manera de parpadear, su respiración, y la manera en
que lo observaba. —... ¿Eres realmente tú?

El ceño del rizado se frunció levemente ante aquella pregunta, más que
confundido, pero, aún así, asintiendo lentamente. Yoongi de inmediato le
rodeó con un brazo el torso, apoyando su mano libre en la coronilla de la
cabeza de su niño, atrayéndolo a su cuerpo y posicionando su rostro en el
cuello de su esposo, respirando profundamente su aroma e intentando no
explotar de felicidad. Estaba vivo, sentía su pulso.

JiMin respondió al abrazo de inmediato, rodeando torpemente el cuello del


diablo con sus brazos y respirando profundamente, intentando mantenerse
tranquilo, dejar de temblar. Cerró sus ojitos con algo de fuerza, sin saber
que Yoongi hacía lo mismo. Ambos estaban tan sólo sintiéndose,
disfrutando de aquel momento.

—Yoon... —Yoongi se apartó tan sólo un poco, manteniendo su rostro muy


cerca del menor, acariciándole la espalda con cuidado. Tenía miedo de
hacer algún movimiento brusco que lo hiciese desaparecer.

—... ¿Qué ha pasado? —observó alrededor antes de ver nuevamente a su


esposo. — ¿Dónde estamos?
—¿No recuerdas nada? —el menor negó, sorprendiendo al rey del
inframundo. ¿Recordaría no haber estado sin alma y las cosas que hizo?

— Estamos en el infierno. ¿Qué es lo último que recuerdas?

—Mi cumpleaños. —responde, dudoso.

Tenía algunas cosas en la cabeza, además de migraña, una la cual se


intensificaba con el paso de los segundos y que trataba de disimular. —Yo...
recuerdo cuando me poseíste, no puedo... es decir, no... no recuerdo...

—No importa, está bien. —lo tomó del rostro con cuidado,
tranquilizándolo. —Recordarás, eventualmente. —dijo, acariciándole una
de las mejillas.

JiMin le observó con cariño por la manera en la que el diablo se estaba


comportando, aunque le preocupaba lo asustado que se veía. Ladeó su
cabeza en busca de los mimos en su mejilla, pero se vió obligado a cerrar
sus ojos, frunciendo el ceño por el dolor.

—¿Qué pasa? ¿Qué sucede? ¿Sientes algo? —JiMin asintió lentamente, y


un fuerte dolor en su brazo lo obligó a quejarse en voz alta, adolorido,
bajando el rostro, pero con sus ojos cerrados.

Se le partía la cabeza. —JiMinnie.

El menor gimió más fuerte, quejándose a la vez que se le aflojaba el cuerpo.


Yoongi lo sostuvo contra él de inmediato, sosteniéndolo mientras el cuarto
comenzaba a temblar levemente. Su mirada se dirigió hacia la piel del
cuello del niño, y abrió sus ojos de más cuando las venas se habían visibles,
volviéndose negras.

—¡Yoon! —gritó, retorciéndose. Yoongi lo sostuvo mejor y llevó su mano a


la mejilla del rizado para aliviar el dolor, pero aquello no sucedía.

—M-Me duele... ¡Mi brazo!

La mirada del diablo fue de inmediato hacia el brazo del niño, y mientras lo
sostenía por la espalda, con su mano libre lo tomó del brazo y le corrió la
manga, observando la marca. Ésta parecía estar ardiendo mientras
comenzaba a formarse algo parecido a una guadaña de color rojo vivo.

Yoongi iba a tomarse un momento para aliviarse cuando la marca dejó de


formarse y el brazo del menor se aflojó, pero cuando subió la mirada hacia
el rostro de su esposo, notó sangre caer desde el lagrimal de su ojo
izquierdo, el cual estaba cerrado. —JiMinnie. —lo sostuvo mejor.

El niño ya no estaba teniendo dolor, pero estaba agitado y sollozaba


silenciosamente, abrumado. —Niño, abre los ojos, por favor. —pidió.

Necesitaba comprobarlo, necesitaba... Los ojos de JiMin se abrieron


lentamente, como si le hiciese daño, y el arcángel se quedó en total silencio
cuando notó uno de éstos tener un cuarto de color negro mezclado entre el
precioso verde. No podía ser.

El puchero del rizado temblaba, al igual que todo su cuerpo. Ya no podía


intentar mantener la calma luego de aquello, había sido lo suficientemente
abrumador como para siquiera intentarlo. —¿Q-Qué está pasándome? —el
diablo se vió obligado a reaccionar al ver a su esposo asustado, y lo abrazó
de inmediato, acunándolo contra su pecho y tomándolo con su mano libre
de la muñeca para ver la marca mejor.

JiMin parpadeó y observó la marca, con su ceño frunciéndose lentamente.


—... ¿Qué es eso?

Yoongi tragó saliva, sin atreverse a tocar aquella marca, la cual parecía
recién horneada y preparada para mandar a volar a cualquiera que quisiera
tocarla. Subió la mirada nuevamente a los ojos del menor, admirando aquel
pequeño detalle en éste. —JiMinnie... —notó el color volver a los labios del
niño, las venas negras desaparecer.

Todo parecía comenzar a acomodarse, a la par que sus pensamientos. Giró


su rostro y observó a lo lejos la guadaña, la cual seguía en su lugar, e
incluso derrochaba una vibra mucho más poderosa que anteriormente. Ésa
fue la última pieza que faltaba en el enorme rompecabezas. —Eres la
nueva, y última Muerte.
Luego de aquel horrible episodio, y de que Yoongi hubiese dicho en voz
alta que JiMin era la última Muerte, éste último pareció quedarse
completamente aterrado por ello. No, no podía ser posible. No quería eso.
Yoongi se había encargado de tomar en brazos a su esposo y salir de aquel
cuarto, pero fue detenido por el menor, el cual pidió regresar por la
guadaña.

Cuando la tomó, pudo ver la satisfacción en el rostro del menor, y el miedo.


Tan sólo lo acurrucó más contra su pecho, y lo sacó de aquel lugar para
llevarlo por las escaleras, hacia su despacho. Al llegar a éste, todo parecía
más tranquilo y menos terrorífico. Era un lugar con mucho silencio, que era
justamente lo que JiMin necesitaba luego de haber pasado por tanto dolor y
gritos.

Fue dejado en un sofá que había en una esquina, de frente a la chimenea y


cientos de libros en cada inmenso estante. El diablo se sentó rápidamente a
su lado cuando JiMin no dejaba de sostenerlo de su mano. Lo estaba
volviendo loco, lo había extrañado tanto. Se mantuvieron unos segundos en
silencio, donde JiMin observaba la marca de su brazo, y el diablo veía
fijamente el rostro del niño.

—¿Te duele? —JiMin negó ante la pregunta de su esposo, tragando saliva


con fuerza. —JiMinnie, mírame. —el nombrado obedeció de inmediato,
observando al arcángel fijamente.

—No voy a irme de tu lado jamás. No volverá a pasar... a menos que eso
sea lo que desees.

—No quiero que te vayas. —respondió rápidamente a las palabras de


Yoongi, negando. —Es sólo... no entiendo. No entiendo nada, me siento
muy abrumado.

—Yo te lo explicaré. —el diablo acomodó los ricitos despeinados de su


niño favorito antes de comenzar.

—JiMinnie, cuando fuiste poseído por mí en tu cumpleaños, hice tiempo


para que pudieses curarte por dentro, tu familia supo muchas cosas respecto
a nosotros, por mi culpa. Cuando noté que ya estabas curado, me metí en tu
mente para hablar contigo, ¿recuerdas eso?

—Si, eso lo recuerdo. —confirmó el rizado, asintiendo lentamente antes de


bajar la manga de su camiseta para ya no ver la marca en su brazo y prestar
suma atención a su esposo.

—Recuerdo que me dijiste que esperara por ti, y creí que iba a regresar, y
desperté aquí.

—Han pasado varias semanas de ello. Casi un mes. —el niño alzó ambas
cejas, sorprendido.

—Tu familia no sabe nada de ti desde unos pocos días después de tu


cumpleaños.

—N-No... No entiendo.

Yoongi suspiró. No iba a mentirle, porque si lo que JiMin quería era alejarse
de él, iba a estar bien. —A pesar de que te dije que el trato ya no continuaba
en pie, era por decisión propia pero, técnicamente, el contrato seguía. Los
contratos no pueden romperse, quiera o no. Es algo que no está en mis
manos.

--- Es por eso que cuando decidí irme por completo, ya que sabía que tu
familia iba a comprobar de muchas formas si seguías teniendo relación
conmigo, tuve que finalizar el contrato. Me llevé tu alma. Cuando yo o
cualquier demonio se llevan almas, éstas caen automáticamente al infierno,
porque es debido a que hubo un contrato.

---Volví aquí luego de asegurarme de que tu familia te llevó al hospital, y


cuando busqué al que se encarga de las almas y los contratos, Baphomet,
éste me dijo que se habían encargado de regresar tu alma a tu cuerpo.
Decidí no regresar, y envié cuervos para vigilarte hasta que tus padres
dejaran de estar sobre ti. Días después, Baphomet apareció muerto, y
cuando volví a la tierra para verte, descubrí que tu alma no había regresado.
—¿Eso quiere decir que anduve sin alma todo éste tiempo? ¿Es por eso que
no recuerdo nada? ¿Lastimé a alguien?

Yoongi negó. —No. —mintió.

Al menos hasta que todo se acomodara, y luego le diría. — Y si, anduviste


sin alma todo éste tiempo. Te fuiste de tu casa en el auto de tu padre, y
llegaste a Seúl. Llevábamos muchas conclusiones de quién se había llevado
tu alma, hasta que finalmente me dí cuenta de que había sido Muerte.
Probablemente ésta la tomó del infierno, y mató a Baphomet. Muerte quería
guardar tu alma, porque sin ésta en tu cuerpo, no había manera de que la
marca en tu brazo hiciera efecto en ti, y ésta no dejaría de existir.

Todo comenzaba a tener muchísimo más sentido, pero aún así era
escalofriante. ¿Huir de su hogar? ¿Manejar? Nada de lo que Yoongi le decía
era típico de él. No pudo evitar sentir un leve mareo, por el cual cerró sus
ojos y tapó su rostro.

—Ésto no puede estar pasando, no quiero... no quiero convertirme en algo


como lo era Muerte. No quiero ser así, Yoon. —nuevamente, su voz
comenzó a temblar.

Se destapó el rostro y negó. —No quiero.

—No vas a ser lo que era Muerte. Ésta había hecho un pacto conmigo para
ser así, fue como un castigo el transformarse en alguien que sólo chillaba.
—resopló, aún resentido con aquella estúpida criatura.

Le había hecho pasar un infierno... incluso en el infierno era más tranquilo


que lo que le había hecho pasar. —Tan sólo serás... inmortal.

JiMin alzó la mirada al diablo de inmediato, parpadeando rápidamente, no


muy seguro de lo que había oído. ¿Inmortal? ¿Sería inmortal? Había estado
queriendo serlo desde que Yoongi y él se comprometieron. Tragó saliva con
fuerza. —¿No envejeceré?

—No.
—Y eso significa... que ya no podré volver a ver a mi familia, ¿verdad? —
sus ojos comenzaron a cristalizarse, pero no iba a llorar. No quería llorar.

—No creo que eso sea posible, JiMinnie.

El niño asintió antes de bajar la mirada, y sorbió su nariz. Estaba


comenzando a aceptar las cosas, a pesar de que no le gustaba para nada, y
estaba muy triste por todo. Nuevamente alzó su mirada y observó a su
esposo. —Tú eres mi familia, Yoon. —dijo, su voz quebrándose.

Yoongi lo observó fijamente antes de acercarse incluso más, sosteniendo el


rostro del menor mientras éste último sostenía las muñecas del arcángel.
Las narices de ambos se rozaron. —He querido ésto desde hace mucho, y
sabía que tendría sus consecuencias.

—Pero estás triste.

Ya sin poder evitarlo, un par de lágrimas cayeron por sus frías mejillas, y el
diablo las secó rápidamente. —Estoy asustado, no sé cómo será... cómo
será ser la última Muerte.

—Vas a estar bien, JiMinnie. Lo prometo. Te amo.

El rostro de JiMin se apartó levemente, sin estar muy seguro de lo que


acababa de oír, con aquello último repitiéndose una y otra vez en su cabeza.
Parpadeó, con sus pestañas brillando levemente por las lágrimas, y sonrió
lenta y tímidamente. —Lo dijiste... —susurró embobado.

Yoongi no evitó sonreír lentamente de lado. —Es mi tercera vez diciéndolo,


niño.

—¿Tercera vez?

—Lo dije antes de irme el día de tu cumpleaños, y volví a decirlo antes de


devolver tu alma a tu cuerpo. Ésta es la tercera vez.

—Oh... Lo siento, Yoon. Desearía recordar.


No, no lo desearías. Yoongi negó lentamente, nuevamente serio. —No hace
falta, ahora es perfecto para que lo recuerdes. —y, sin más, se acercó y unió
sus labios con los de su niño.

Ambos suspiraron por la nariz, aliviados mientras se mantenían cerca y


movían sus labios lentamente, ladeando sus cabezas hacia los lados
contrarios. Las manos del diablo bajaron a la cintura del menor, el cual
llevó sus manos desde el pecho del arcángel hasta rodear con sus brazos el
cuello de éste, aferrándose.

Para Yoongi, era un alivio finalmente ser correspondido con sentimiento,


finalmente tener a su esposo en sus brazos. Hace tan sólo un par de horas
creía que jamás volvería a verlo, ni a besarlo o verlo sonreír, y ahora estaba
allí con él. Y lo estaría para toda la eternidad.

.....

Wooow, no te olvides de dejarme tus votos y comentarios vale!!

Estamos a casitos de finalizar, el cap 30 esta dividido en 2 por que es muy


largo..
Nos seguiremos leyendo, gracias por apoyar esta adaptación uwu

gracias por seguirme y votar y comentar siempre uwu!!

TQM.

MinMin.
XXX parte I

El diablo y JiMin habían permanecido unas largas horas en el infierno, las


cuales habían sido días en la tierra. Se la habían pasado hablando de lo
sucedido y, más que nada, brindándose mimos; especialmente Yoongi a
JiMin. Éste último se encontraba realmente abrumado por todo lo sucedido,
aún no se sentía del todo bien. Estaba muy débil, tanto que apenas podía
mantenerse de pie.

Le dolía el ojo, con el cual veía levemente nublado alrededor, y le palpitaba


la cabeza. Yoongi tenía toda su atención en éste, e intentaba sanarlo, pero no
sería posible, y si se sobrepasaba con sus poderes la marca de JiMin podría
tomarlo como un ataque y enviarlo lejos. No podía morir, pero tampoco
quería eso, sabiendo que su niño favorito se sentiría lo suficientemente
culpable para ni querer acercarse.

En el despacho del diablo no había nada más que calma, con el sonido de la
leña quemándose en la pequeña chimenea, y las respiraciones de ambos. Sin
embargo, JiMin sabía que no podía pasarse la vida allí: necesitaba moverse,
y una extraña sensación le hacía querer comenzar con su trabajo como
Muerte. Era extraño decirlo, o siquiera pensarlo. Él jamás se habría
imaginado en una situación como aquella.

¿Acaso Yoongi sabía? Creía que no, pero éste anteriormente le había dicho
que había vigilado su alma desde siempre. ¿Acaso Yoongi podría haberlo
sentido? Recordó su expresión de total sorpresa cuando le confirmó ser la
última Muerte, y lo descartó por completo. Cuando el niño le pidió a su
esposo el salir de aquel lugar, Yoongi no tardó en llevarlo a otro pequeño
pueblo, y en el cual había visto a Dios más de una vez.

Se hospedaron en un hotel sin necesidad de pagar gracias a los poderes del


rey del inframundo. La habitación era mucho más linda que la del hotel
anterior, aunque, claro, JiMin no podía recordarlo. El hotel quedaba en un
lugar céntrico, lleno de bares y tiendas. A ninguno le importaba, pero
Yoongi creía que podrían usarlo a su favor para practicar los poderes de su
niño favorito. JiMin había acomodado su –ahora preciada– guadaña en el
rincón de la habitación.

Ésta emanaba una vibra completamente poderosa, un poco peligrosa, se


atrevería a decir el dueño de ésta, el cual miraba fijamente frente al espejo
del baño. Estaba sucio, con el pijama con el que despertó el cual, sin saber
porqué, tenía leves manchas de sangre. No quería preguntar. Suspiró luego
de ver fijamente sus ojos, en especial aquella mancha negra en uno de ellos.

Sintió la presencia de Yoongi, la cual ahora era mucho más fácil de


interpretar, y vió por el espejo como lo rodeaba con sus fuertes brazos desde
atrás, rozando su mejilla con el lado de la cabeza de su niño. Ambos
compartieron una larga mirada a través del espejo, y JiMin parpadeó
rápidamente un par de veces antes de verse a sí mismo.

—Necesito ropa nueva. —comentó con un nudo en la garganta, aún


notando las manchas de sangre. ¿Qué había sucedido?

—Debes saber que necesitas comenzar a vestir ropa oscura, por ser Muerte.
Sin embargo, yo opino que ésa es tu decisión. —agregó al final.

Sabía que todo era demasiado abrumador para su pobre niño, y no quería
asustarlo más de lo que ya lo notaba. Y, por Dios, que lo notaba desde que
JiMin se había vuelto Muerte, podía sentir todo con mucha más intensidad
de lo que ya lo hacía. Ahora podía sentir su notable preocupación, y le
estaba poniendo algo inquieto. Presionó suavemente sus dedos repletos de
anillos contra el vientre del rizado.

—Niño, dime qué es lo que piensas.

—... Es sólo... —negó.

Ni siquiera sabía por dónde comenzar. Yoongi lo giró con cuidado en sus
brazos. JiMin aún seguía algo delicado, con suerte y caminaba sin
realmente marearse. Buscó su mirada verdosa, pero no la encontró debido a
que lo evitaba. —... no sé si quiero ésto. No es por la vestimenta, o mi ojo,
pero es sólo... —se mantuvo callado.

Sonaba malagradecido, o eso creía. Yoongi le alzó el mentón con una de sus
manos, sosteniéndolo de la cintura con la otra, y ambos se vieron fijamente
a los ojos. —... no era lo que yo tenía en mente. No sé si quiero pasar el
resto de mi vida... de mi eternidad viendo a gente sufrir hasta morir.

Yoongi negó lentamente a medida que decía las últimas palabras. —Tu
concepto de ser Muerte está mal enseñado, como era de esperarse con los
humanos. —JiMin lo observó con leve confusión, ladeando un poquito su
cabeza.

—Has visto morir gente de forma muy cruel. Sí, verás cuerpos en muy mal
estado, y tu misión es tomar el alma de las personas, pero no es nada
escalofriante, nada que deba darte miedo. —se apartó tan sólo un poquito,
tomándolo de las manos.

JiMin de inmediato acarició con sus deditos las manos de su esposo, las
cuales estaban realmente cálidas. —JiMin, ahora mismo puedo sentir todo
lo que enanas, y una de esas cosas es paz. Cuando la gente te vea antes de
morir, van a sentir sensaciones positivas que jamás han sentido. Todo éste
tiempo han estado con una Muerte que los hacía morir incómodos, e incluso
muchas almas han quedado atrapadas en cuerpos.

—¿Cómo haré para acompañar a tantas personas mientras mueren y estar


disponible para siquiera respirar? —siquiera pensarlo lo estresaba, se le
hacía algo imposible.

—Mueren personas cada segundo en todo el mundo.

—Para eso existen las Parcas. —respondió el diablo, notando la


intranquilidad de su esposo.

Intentó suavizar más su voz, no perder la paciencia. Detestaba explicar


cosas, muchas veces su ego lo había creer que todos deberían de saber lo
que él, pero debía tragarlos, porque no se trataba de cualquiera, se trataba
de JiMin. —Son tus servidores, y hay miles de éstas. Ya saben que hay otra
Muerte, y que es la última, así que probablemente se inclinarán ante ti y no
te dirigirán la palabra.

JiMin negó lentamente. —Eso no es nada bonito.

—Eres su rey ahora, el verdadero. Han esperado por ti miles de años, y mi


consejo como rey del inframundo es que les permitas permanecer con ese
respeto. Muchas veces creen tener más derecho de los que se les dan, y no
puedes permitir que eso suceda.

El silencio se hizo presente por un par de segundos. Cuando Yoongi lo


explicaba así, cuando Yoongi le hacía ver que la muerte era un nuevo
comienzo, y que no era nada a lo que los humanos imaginaban, no se sentía
como un verdadero problema. Hizo una leve trompita con sus labios,
pensativo.

—No suena... tan mal cuando lo dices así. —comentó, y tuvo que cerrar sus
ojos debido a la repentina angustia en su pecho, recordando a cierto chico
descuartizado y con la mirada perdida, dentro de una bolsa. ¿Había ...?
¿Había él podido tener un nuevo comienzo?

—Sólo... no puedo dejar de pensar en... —sus labios temblaron cuando


intentó pronunciar su nombre. Negó con la cabeza.

Nuevamente un pequeño silencio se hizo presente, y supo que el diablo


estaba pensando en qué responder a ello. —Deberíamos de hablar sobre
ello. —No. —respondió con firmeza el rizado, abriendo sus ojos y viendo a
su esposo fijamente.

—No quiero que hablemos de él nunca. Ésta es mi manera de superarlo.

Yoongi lo observa fijamente. Por supuesto que él respetaría la decisión de


su esposo, pero también sabía que, tarde o temprano, éste estallaría, y eso
no era bueno para la nueva Muerte. No, no. Más aún si ésta tendría que
aguantar toda la eternidad.

—Bien. —nuevamente le dejó besos en los nudillos, rozando sus labios con
aquel anillo que una vez le había dado. Su anillo de compromiso.
Lentamente, guió las manos del rizado hacia su propia nuca, haciendo que
le envolviera el cuello con sus brazos, cosa que el menor de ambos hizo. —
No te preocupes por los demás. Puedes tener una vida completamente
normal.

Un suspiro salió de la boca del más bajo, desanimado. —Yoon, no creo que
eso sea posible.

Yoongi alzó levemente sus cejas, sintiendo aquello más como un desafío. Él
era el jodido diablo, y podía hacer lo que sea, cuando sea. Era invencible, si
quería podía chasquear sus dedos e incendiar cada pueblo de Corea, o
convocar el maldito apocalipsis. Así que, si podía hacer todo eso, en
definitiva, podía hacer a lo único que le importaba feliz.

—Claro que si. —afirmó, y lo atrajo más cerca desde la cintura. —Podemos
tener una casa en donde tú quieras, del tipo que quieras. —los verdes ojos
de JiMin comenzaron a brillar, incluso aquel cuarto oscuro en uno de ellos
se iluminó un poco.

—¿Es eso lo que quiere mi niño favorito?

Con un notable rubor en sus mejillas, asintió mientras una tímida sonrisita
se abría paso en sus labios. —Si. —respondió.

Yoongi inclinó más su rostro, ambos rozando sus labios y las puntitas de sus
narices. —Pero sólo lo quiero si eso es lo que tú quieres.

El diablo sonrió lentamente de lado. Jamás alguien más que su precioso


esposo le había preguntado qué era lo que él quería. —De todas formas,
necesitamos un lugar. —nuevamente habló el arcángel, acariciando con sus
dedos la espalda baja de su niño.

—Yo sugeriría el infierno, pero claramente no es de tu agrado pasar la


eternidad en éste.

—Tu despacho es muy bonito, pero lo demás... —negó.


No quería ser malo ya que, después de todo, había sido algo así como una
casa para el diablo. —Prefiero una... una casa. —se vió interrumpido ante
los inesperados pero suaves besos en sus labios.

Aquí era cuando JiMin finalmente notaba dónde estaba su verdadero hogar,
y el que la espera realmente había valido la pena. Sí, apestaba ser Muerte,
tener muchísimas responsabilidades, pero finalmente era inmortal.
Finalmente, no habrían noches de insomnio en donde se preocupará por
estar envejeciendo, ni tampoco pensar en que, algún día, sería sólo un
recuerdo en la cabeza de Yoongi.

Ahora está allí, era invencible, y más aún con su esposo a su lado. En medio
de un suave y lento beso, un agudo dolor en su cabeza lo hace alejarse del
rey del inframundo y verlo fijamente. Imágenes se hacen presentes en su
cabeza: una noche fría, en el asiento trasero del Impala de su padre, sobre
las piernas de su esposo, besándolo. Parpadea rápidamente y se aparta un
poco, desconcertado.

—¿Qué sucede?

—Nada, y-yo... sólo recordé algo.

JiMin puede sentir la inquietud del diablo como si fuese la suya propia
luego de oír aquella respuesta. Frunce un poco su ceño, extrañado por ello.
—¿Qué recordaste?

—¿Te besé en el auto de mi padre?

Yoongi tan sólo se limita a verlo fijamente por unos segundos. —Sí,
tuvimos una conversación.

Sintió un escalofrío en su columna vertebral mientras tragaba saliva con


fuerza. —Yo... sí. Lo recuerdo. —a pesar de haberse visualizado de aquella
forma, fue como si tan sólo un tramo de segundos trajera a flote todas las
cosas de aquel día.

Podía recordar el no sentir nada, podía recordar el vacío en su estómago y el


hablar automáticamente, tan sólo pensando como si todo se tratase de
simple estrategia. —¿Cómo era yo sin alma?

—Un grano en el culo. —Yoongi no pudo evitar usar su sinceridad, mucho


más de lo que usualmente lo hacía.

JiMin tampoco pudo evitar la notable indignación haciéndose visible en su


rostro. —Eras neutro. Había oscuridad en ti, e intenté hacer lo posible para
retrasarla. Al principio sabía que no eras tú, pero con el paso del tiempo
comencé a desesperarme, extrañarte, y estuve bastante confundido. Bajé la
guardia, y te besé. —no iba a mentirle, quería que JiMin estuviese al tanto,
pero sólo de algunas cosas.

—Luego pude sentirlo erróneo, y solamente me enfoqué en regresarte.

—Entiendo. —JiMin asiente, pero la vergüenza lo obliga a bajar la mirada


al suelo.

Se siente mal por haber sido una carga. —Lo siento por haber sido así.

—No hay necesidad de disculparse, no eras realmente tú. —Yoongi busca


su mirada, inclinando levemente su rostro.

JiMin alza un poco el suyo, y ambos se ven fijamente. —Ahora estás aquí...
—suspira por la nariz con profundidad, y se vé perdido en sus propios
pensamientos mientras admira al niño frente suyo. —... finalmente,
conmigo. —finaliza, disminuyendo levemente su tono.

—Y para toda la eternidad.

Yoongi exhala bruscamente, satisfecho con aquellas palabras. —Ven aquí.


—gruñe, acercando más a su lindo esposo y besándolo lentamente, con
cuidado.

Ambos acarician sus labios, ladeando sus cabezas y cerrando sus ojos
mientras se relajan contra el cuerpo del otro. Yoongi presiona la palma de su
mano contra la espalda baja de su niño favorito, mientras que con su otra
mano le sostiene el mentón firmemente, sin hacerle daño. Quería comerle la
boca.
Es en ese preciso instante en que mete su lengua, encontrando la de JiMin,
que se oye el cristal del espejo quebrarse, y tanto la bombilla de luz del
baño como la de la habitación, explotan. El rizado abre sus ojos, asustado y
viendo alrededor, aún con el agarre en su mentón mientras se acerca más al
diablo. La preocupación y angustia de que nuevamente algo esté mal le
daña el pecho.

—¿Qué fue eso? —pregunta con la voz temblorosa, llevando su mirada, con
su ceño levemente fruncido, a la del diablo, el cual se encuentra sonriendo
muy coquetamente de lado.

—Fuiste tú. —responde, y hasta luce algo orgulloso.

Ante la mirada de sorpresa del menor de ambos, Yoongi da una lamida


sobre los rojos y apetecibles labios de su esposo. —Ahora tienes poderes,
igual a mí. Tienes que aprender a controlarlos.

—Pero yo... ni siquiera sé cómo hice eso. —respondió perplejo, e intentó no


gemir ante el suave apretón en uno de sus glúteos.

—Yo te enseñaré. —responde el diablo, sin parar de acariciar el cuerpo de


su niño favorito. Es que JiMin era, simplemente, tan hermoso. Miró
alrededor antes de volverlo a ver.

—Creo que no hay otra cosa que puedas destruir. —sin más, lo besó.

Yoongi no entendía cómo había soportado tanto, y JiMin no supo hasta


aquel momento cuánto había extrañado hacer el amor con su esposo.
Ambos se besaban profundamente, con sus lenguas dándose lentas caricias,
acalorados, de pie en el baño de aquel barato hotel. Sus manos estaban por
todas partes, y fue cuando Yoongi notó que, lentamente, JiMin dejaba de
hacer puntitas de pie debido al cansancio, que lo tomó por los muslos y
cargó, caminando con él nuevamente hacia la habitación.

JiMin notó su espalda chocar contra el colchón de la única cama de la


habitación, y abrió sus piernas para permitir el cuerpo del diablo entre el
suyo. Pasó sus manos por la cálida espalda de su esposo, y Yoongi llevó las
suyas a la cintura de su niño favorito, lentamente levantándole la camiseta
del pijama.

Sus labios bajaron por la mandíbula del rizado, el cual se encontraba


respirando con más profundidad, con sus ojos cerrados y ladeando la
cabeza. Sólo por hoy, no tendría tanta timidez a la hora del sexo, porque
había extrañado aquello demasiado. Había extrañado las descargas de
placer, el calor del cuerpo de Yoongi, sus labios, sus manos acariciándole,
su... absolutamente todo de él.

El diablo finalmente le quitó la camiseta, y le observó el torso,


acariciándolo con lentitud, provocándole escalofríos. —Mío. —gruñó.

—Sí...

Sus labios bajaron por el cuello de su esposo, llegando a su pecho, y


tomando un pezón en su boca, chupando. Leves escalofríos se hicieron
presentes en el cuerpo del menor, y se encontró arqueando levemente su
espalda, con sus labios entreabiertos. Inconscientemente, se encontró
alzando las caderas, rozando su miembro con el de Yoongi por encima de
ambos pantalones.

—Mierda. —Yoongi llevó una mano al mentón del rizado, sosteniéndolo


con firmeza mientras continuaba chupando aquel pezón, el cual se veía
verdaderamente apetecible.

Empujó sus caderas contra las del niño, provocando una inevitable fricción,
y lo oyó jadear. —Nene, no te das una idea de lo mucho que necesitaba
tenerte así.

JiMin jadeaba suavemente, con sus labios entreabiertos, y Yoongi


aprovechó para empujar su dedo índice y medio dentro de la boca del
rizado, tanteando su lengua, la cual inmediatamente lamió sus dedos.
Gruñó, y bajó con más fuerza sus caderas, robándole suspiros y sonidos,
suaves a ambos.

Pasó muy rápido.


JiMin sintió como si el colchón lo absorbiera. Se vió a sí mismo siendo
apartado de Yoongi, como si la cama se lo hubiese tragado, y en tan sólo un
parpadeo estaba en otro lugar. Confundido y más que desconcertado,
sintiendo la fría cerámica del suelo contra la piel de su espalda, se sentó
bruscamente y observó a su alrededor.

Un hospital... ¡¿Qué hacía en un hospital?! Parpadeó lentamente, demasiado


acalorado. Rápidamente se abrazó a sí mismo, intentado cubrir la desnudez
de su pecho y la visible erección bajo sus pantalones. —... Oh-oh.

....

Csm, lo interrumpieron en el mejor momento jajaaja

No te olvides de votar y comentar!!

Gracias por el apoyo constante, me hacen muy feliz!!

nos leemos la proxima en la parte 2 y luego sigue el epilogo y los extras!!

TQM.
sigueme para mas~

MinMin.
XXX parte II

Se levantó lentamente del suelo. No sentía ningún tipo de dolor, tan sólo
leves escalofríos al haber sentido la fría cerámica del suelo contra su
espalda desnuda después de tan acalorada situación. Observó alrededor, con
más inseguridad que antes.

Por suerte, la puerta estaba cerrada, y parecía ser de noche en donde quiera
que esté, así que no había mucha gente deambulando por el hospital. Y, por
supuesto, la... bueno, su guadaña yacía en el suelo.

¿Acaso ésta lo seguiría a donde sea que vaya? Sintió un corriente detrás
suyo, la presencia reconocible, y rápidamente se giró, observando la
expresión burlona de su esposo, el cual estaba perfectamente vestido
mientras él intentaba cubrir hasta el más mínimo rastro de piel, sin éxito.

Sintió como sus mejillas comenzaban a arder, y tan sólo se observaron por
unos pequeños segundos. —No sé cómo llegué aquí.

—Te ha llamado el deber por sí mismo, y ahora debes cumplir con ello. —
respondió, y alzó un poco más su mano, donde sostenía la camiseta de su
niño favorito. Éste la tomó rápidamente, poniéndosela. Honestamente,
necesitaba un cambio de ropa urgente.

—Una vez hayas dominado tus poderes ya no sucederá.

El rizado bufó, aún más sonrojado. Realmente no quería estar en una


situación mucho más comprometedora y transportarse. Ya habiéndose
puesto la camiseta, observó mejor a su alrededor, y su mirada se posó en la
camilla que había frente a él, dejándolo atónito.

—Yo... —frunció levemente su ceño mientras los recuerdos llegaban a su


mente.
Era la misma niña, y estaba de la misma forma: sus ojos cerrados, pálida,
delgada y conectada a una máquina para poder respirar. A su lado
descansaba un pequeño peluche de un conejo al cual le faltaba una oreja y
lucía algo sucio.

—... ésto... he visto ésto antes. He estado aquí. —afirma lentamente,


finalizando con seguridad. Definitivamente era lo mismo.

—Cuando estuviste sin alma mencionaste haber soñado con ésto. Puede que
haya sido una predicción.

Y JiMin podía oírlo, definitivamente, pero había algo que no lo dejaba


apartar la mirada de aquella niña. Había algo que lo llamaba a estar allí, a su
lado, y cuando su vista se desenfocaba levemente por la concentración,
podía darse el gusto de observar algo blanco, levemente transparente flotar
alrededor del cuerpo de ésta.

Era como una vibra, y podía sentirla extremadamente débil, a punto de


desaparecer. La necesitaba. El notar sus propios pensamientos lo hizo sentir
un leve dolor en el pecho, y por inercia retrocedió. Se estaba asustando, y
cuando el diablo fue capaz de sentir aquello, de inmediato llevó su mano a
la espalda baja de su esposo, sosteniéndolo y observándolo fijamente a los
ojos.

—Ahora que eres Muerte puedo sentir tus emociones, incluso más fuerte
que antes. Lamentablemente para ti, la niña también puede. —tenía que ser
sincero, no podía mentirle a su niño, ya bastante estaba intentando retener el
asunto del haber estado sin alma.

—P-Pero yo... —JiMin comenzaba a desesperarse, y su mente lo obligaba a


mantenerse en calma. Debía ser inteligente, debía obedecer lo que su esposo
le pedía indirectamente. Sin embargo, cuando bajó la mirada a sus propias
manos, éstas temblaban.

—... no sé si pueda, Yoon.

—Si, puedes. —afirmó Yoongi, casi gruñendo y acercándose un poco más.


JiMin llevó la mirada a la niña al oír un jadeo adolorido de su parte, y sintió
más pánico en su pecho, pero su esposo lo tomó del rostro para que sus
miradas se encontraran. —Eres el responsable de llevarla al otro lado,
necesitas brindarle bienestar y paz para que no tenga miedo. —limpió con
su pulgar la humedad que se estaba formando bajo los preciosos ojos de su
niño favorito.

—No tienes que estar triste, morir es un proceso tranquilo y para nada
doloroso. —a pesar de que no era realmente paciente, sabía que debía de
serlo con su esposo, o éste se acobardaría, y todo se iría al mismísimo
infierno... literalmente.

—Vendré a penas termines. Nómbrame, y vendré.

—¿Qué? No. —el niño rápidamente lo tomó del brazo, abriendo sus ojitos
de más y negando con rapidez. —Yoon, no creo poder hacer ésto sin ti. —
susurró, sintiendo un nudo en la garganta.

—Si me quedo aquí, la niña sufrirá debido a mi presencia, y sé que eso te


importa. —comentó.

Y era cierto, debido a que desde que Yoongi había pisado aquella
habitación, la pequeña no dejaba de quejarse. El diablo lo tomó de la mano
y dejó un suave beso en el dorso antes de soltarla con lentitud y dar un paso
atrás, desapareciendo en un parpadeo. Echó un vistazo alrededor antes de
volver la vista a la camilla, y respiró profundamente.

Inhaló, contuvo la respiración por unos segundos, y la soltó lentamente. Sus


manos, poco a poco, dejaban de temblar, y sus pensamientos se
acomodaban de a poco. Debía de tomarse aquello como algo
completamente normal, porque el destino se había encargado de elegirlo
para un trabajo tan pesado como éste, y no sería por cualquier cosa si no
fuese en serio. Se inclinó en el suelo y tomó la guadaña.

La marca en su brazo ardió levemente, y lo sintió mucho más firme. Se


sentía... realmente poderoso. Lentamente, comenzó a dar pasos hasta
ubicarse a un lado de ésta, y se arrodilló en el suelo para estar a la altura.
Intentando estar calmado, se mantuvo observándola.
Llevó su mirada a los pequeños detalles del rostro de aquella niña. Era más
hermosa que en sus sueños: tenía lunares, pequeñas pecas en sus pómulos y
nariz, y su cabello era realmente largo, pelirrojo. Ya no se veía mal, más
bien, se veía relajada.

JiMin parpadeó rápidamente, y se sorprendió al notar su propia mano en la


fría mejilla de la mundana. Ésta, lentamente, se encontró abriendo sus ojos
ante el tacto. Eran oscuros, y su mirada atraía demasiado a quien sea que le
viese, ya que tenía un brillo especial y único.

El rizado no sabía exactamente porqué se encontraba notando aquellas


cosas. ¿Acaso era parte de ser Muerte? La respiración de la joven aumentó,
y JiMin de inmediato negó. —Está bien, está bien. No hay... no tienes que
tener miedo. —le sonríe tímidamente de lado, y está haciendo su mejor
esfuerzo para no llorar.

Lentamente, y con mucho cuidado, lleva su mano a la pequeña mano


contraria, cubriéndola antes de dar un suave apretón. Debía de hacerlo bien,
ésto no era cualquier cosa. —Yo cuido de ti. Puedes dormir.

La pequeña abre su boca e intenta decir algo, pero parece quedarse sin aire
muy fácilmente. —No hables, todo está bien. —alza ambas cejas, y baja la
mirada a los labios de aquella niña cuando nota que está articulando una
palabra, una y otra vez.

Su corazón da un vuelco, y ésta vez sonríe dulcemente, sintiendo sus


mejillas sonrojadas. —Sí... Sí, soy un ángel.

De la muerte. La niña comienza a cerrar lentamente sus ojos, y JiMin siente


un impulso, el cual permite de inmediato. Sabe que es parte de ello, sabe
que, si no lo hace, nada pasará. Se levanta del suelo con lentitud, sin soltar
la pequeña mano de la joven y se inclina hacia ésta, dejando un pequeño
beso en su frente.

Algo revolotea en su pecho, y aquella vibra levemente visible alrededor de


la camilla desaparece. Había muerto. JiMin se mantiene viéndola con un
nudo en la garganta, y suelta delicadamente su mano, acomodándola en su
camilla. Observa la máquina comenzar a soltar aquel pitido, el cual indicaba
que su corazón ya no se encontraba latiendo.

Se volteó hacia la punta de la camilla, a punto de llamar a Yoongi, pero se


detuvo al notar a una mujer de pie... junto a la misma niña que hace unos
segundos había fallecido. La mujer llevaba ropa gris oscura, y su vista
estaba en el suelo, jamás observaba a JiMin. En cambio, la niña lo saludaba
con la mano, despidiéndose.

El rizado no tuvo tiempo de devolver aquel saludo porque, en un parpadeo,


ya había desaparecido. Y él continuaba igual de estupefacto, tan sólo
parpadeando y viendo un punto fijo. La puerta es azotada con fuerza, y más
de dos doctores entran a la habitación. JiMin se da cuenta de que lo ha
arruinado cuando la mirada de éstos se dirigen hacia él.

Por supuesto, si aún no había aprendido a no hacerse visible, ni otra cosa


más que hacer explotar luces por besar a su esposo. —¿Qué está haciendo
usted aquí? ¿Quién lo ha dejado entrar?

Y JiMin no tiene ni tiempo a responder –aunque, honestamente, no sabía


qué podría decir– cuando, en un parpadeo, es llevado nuevamente al hotel.
Los brazos del diablo lo envuelven, y él tan sólo recarga su mejilla en el
cálido pecho de su esposo, respirando muy audiblemente mientras se
mantiene viendo un punto fijo. Sus manos tiemblan, y sus piernas también.

Todos los nervios que estuvo tragando para mantener tranquila a aquella
adorable niña estaban surgiendo efecto ahora mismo. Respiró
entrecortadamente y buscó el aferrarse a Yoongi, cerrando sus ojitos.

—L-Lo... Lo hice bien. —tartamudeó, y soltó la guadaña, la cual había


tomado firmemente con su mano.

Ésta cayó al suelo, y el diablo tomó aquella oportunidad para tomar en


brazos a su niño favorito al notar sus piernas temblar. —Lo hiciste brillante.

Ambos se encuentran recostados en la cama de aquel hotel. JiMin viendo


hacia la pared, y Yoongi le rodeaba desde atrás con uno de sus brazos,
manteniéndolo cerca de su pecho. El rizado no había dicho ni una palabra
por largas horas que llevaban allí, tan sólo se mantenía respirando tranquilo,
jugando con los anillos de la mano de su esposo y observando el suyo de
compromiso.

—Yoon... —finalmente habló, y carraspeó su garganta al tener la voz


levemente ronca. —... estoy mejor. —al no obtener respuesta, se giró.

Notó la mirada del diablo sobre él, y se observaron por unos leves segundos
antes de que JiMin volviese a hablar. —Necesitaba tiempo para acomodar
mis pensamientos.

—¿Qué fue lo que pudiste acomodar?

—La niña está bien. Me sonrió antes de irse con la parca.

El ceño del diablo se frunció un poco. —Te dije que eso pasaría.

—Si, lo sé. Aparentemente tenía que verlo para creerlo. —bajó la mirada y
arrugó un poco su nariz, pensando.

—¿No te asusta? Tener un trabajo realmente superior.

—No. —respondió.

—Pero puedo llegar a comprender el que a ti te asuste, ya que has pasado


de tener una vida completamente mundana a ser la última Muerte. Son
cosas completamente opuestas. —JiMin alza nuevamente la mirada, y
también un poquito su rostro.

Yoongi sabe que cuando su niño hacía aquello era debido a que necesitaba
afecto. Inclinó un poco su rostro, y las narices de ambos se rozaron. —No
tienes nada que temer.

La cabeza del rizado se ladeó un poco, y sus ojitos se cerraron a la par que
exhalaba profundamente por la nariz. —¿Tú... Tú podrías...? —se detuvo
unos segundos, pero el diablo permaneció en silencio, esperando.

—¿Tú podrías... cuidar de mí, incluso siendo yo poderoso?


Joder. Yoongi se encontraba casi gruñendo de gusto, y rodeó mejor el
cuerpo de su esposo, atrayéndolo más cerca. —Eres mi esposo, siempre voy
a cuidar de ti. —rozó sus labios con los del contrario. —No sé qué me
hiciste, niño.

Ambos comparten un dulce y lento beso. Cálido, pero tranquilo. No tienen


intención de llevarlo más allá, tan sólo pretenden sentirse cerca. —Te amo,
Yoon. —recibió otro beso, y una leve y suave mordida en su labio inferior,
la cual lo hizo sonrojarse.

Cuando el diablo se apartó un poco, JiMin no pudo evitar bajar la mirada


con timidez. —De acuerdo... ahora enséñame. ¿Cómo lo haces?

—¿Cómo hago, qué?

—Ser... invisible. —sonaba un poco torpe decirlo. Volvió a alzar la mirada,


viendo fijamente al diablo. —¿Cómo haces todas esas cosas?

—Tan sólo pienso en que eso es lo que quiero, y sucede. ¿Lo has probado?

JiMin negó. —No exactamente.

—Bien. Te propongo algo. —en tan sólo segundos, el rey del inframundo se
encontraba sobre el cuerpo de su esposo, sosteniéndolo de la cintura y
llevando su rostro al cuello de éste, dejando suaves y húmedos besos sobre
la piel.

JiMin de encontró rodeando el cuello de Yoongi con sus brazos. —¿Qué te


parece si tú y yo nos vamos a donde sea que quieras ir? A algún lugar
apartado... y te enseñaré todo lo que haga falta.

JiMin sonrió tímidamente. —¿En serio? —oyó un murmullo de afirmación


de parte del diablo, y ladeó un poquito más la cabeza ante los besos de éste
en su pecho. —Si, por supuesto. ¿A dónde iríamos?

—A donde tú quieras.

—Yo... no lo sé. —y Yoongi se sorprendió al oír una risita pequeña, pero


llena de felicidad de parte del rizado.
Se separó tan sólo un poco, y lo observó fijamente, oyéndolo hablar acerca
de algunos países los cuales siempre le había interesado visitar, pero jamás
consideró la oportunidad. Entonces el diablo realmente comenzó a pensar si
era necesario decirlo todo lo que había sucedido cuando no tuvo alma.

¿Lo era? ¿Qué cambiaría al decirle lo que había sucedido? No podía


regresarlos de la muerte, ni tampoco matarlos. Él mismo se había encargado
en su poco tiempo libre lejos de su niño de guiar las dos almas a un rincón
en el infierno. ¿Cambiaría algo? ¿Realmente iba a arruinar ésta felicidad y
calma que su niño, finalmente, estaba sintiendo?

¿Iba a ponerlo triste por dos escorias que no merecían ser recordados?
Jamás le mentiría... a menos que sea para protegerle. De todas formas,
realmente no le mentiría. JiMin eventualmente recordaría, y se lo diría en
aquel momento. Mientras, lo evitaría, y recordaría cosas más importantes.

—... ¿Yoon? —el diablo alzó ambas cejas en respuesta. —Entonces, ¿qué
dices? ¿Rusia estaría bien?

Yoongi asintió. —Todo lo que mi niño favorito desee. —dejó un lento beso
en los labios contrarios, el cual se iba prolongando, volviéndose más
profundo y húmedo.

Sus lenguas se encontraron con caricias suaves y, nuevamente, Yoongi le


quitó la camiseta, pasando sus cálidas manos por el torso desnudo de su
niño. JiMin desabotonó la camisa oscura del diablo, y sus manos se
deslizaron por el torso cubierto de tatuajes con símbolos desconocidos y
frases inentendibles.

Admiró la belleza la cual todos rechazaban, y se dijo a sí mismo que haría a


un lado la timidez, lo más que pudiese. Necesitaba hacer el amor con su
esposo, lento y apasionadamente, sin nada que lo cohibiera. Lo había
echado de menos, y lo necesitaba más que nunca. Los besos en su cuello
volvieron con leves succiones y lamidas, provocando que su respiración se
entrecortara mientras llevaba sus manos a la espalda del diablo, acariciando
lentamente.
¿Cómo podía ser capaz de no cohibirse, si Yoongi era un maestro con su
boca? Lo hacía todo perfectamente, enviándole escalofríos por su columna
vertebral y tirones en su vientre. Alzó sus caderas cuando sintió que le
desprendía los pantalones y se los bajaba, acariciándole los muslos en el
trayecto y dejándolo tan sólo en ropa interior.

Los besos fueron desde su cuello a su mandíbula, finalmente terminando en


sus labios. Abrió su boca para recibir, nuevamente, aquella cálida lengua, y
ladeó levemente su cabeza mientras sus manos bajaban por el torso de su
esposo hasta sus pantalones, desabrochando y bajándolos por completo. El
diablo estaba completamente desnudo bajo aquella prenda, como de
costumbre.

Las sábanas fueron removidas una vez la última prenda en el cuerpo de


JiMin desapareció, y se cubrieron con éstas. Hacía frío fuera, y el rizado no
estaba del todo recuperado. Había pasado de nada a la inmortalidad, pero su
temperatura corporal se mantendría por un tiempo. Yoongi se recostó a un
lado de su niño y lo atrajo mucho más cerca, sin apartarse de sus labios.

Llevó una mano a la pierna del rizado y llevó ésta por encima de su cadera,
rodeándolo de la cintura con el otro brazo. Su mano repleta de anillos
deambuló por el muslo de JiMin, acariciando de arriba a abajo, dando leves
agarres a una de sus nalgas mientras lo presionaba más contra sí. El diablo
rompió el beso, y llevó dos de sus dedos a la boca contraria, sintiendo la
succión que ésta realizaba.

Ambos podían sentir la leve capa de sudor aparecer con el paso de los
minutos. JiMin realizó pequeños pero lentos movimientos con sus caderas,
rozando su miembro con el de su esposo, jadeando entrecortadamente.
Había echado de menos aquella sensación.

—Yoon... —dijo cuando los dedos del diablo salieron de su boca, y su


respiración se cortó al sentirlos en su entrada, acariciando.

Se retorció levemente, y empujó su trasero hacia atrás, en dirección a las


caricias. Los dedos de la mano contraria de su esposo se presionaron más
contra la piel de sus caderas, y no evitó soltar un sonido entrecortado
cuando los dos dedos, húmedos por su saliva, se adentraron lentamente en
su interior.

—UUhm...

Yoongi tan sólo aguardó unos segundos, los cuales dedicó para besar el
rostro de su niño favorito, lamerle y morderle los labios antes de mover sus
dedos en un vaivén, acariciando las paredes del interior de su esposo, el
cual respondía a los besos en sus labios con la respiración entrecortada.

El diablo sostenía la pierna del rizado, acariciándole la lengua con la suya


propia y moviendo sus dedos en un vaivén cada vez más rápido,
adentrándolos más a fondo, buscando encontrar aquel punto que robaba el
aliento de su pequeño y lo hacía jadear por aire. Fue cuando finalmente lo
hizo, que tuvo que sostener a su esposo con más firmeza al notar como se
retorcía, con sus labios entreabiertos, jadeante.

Yoongi gruñía bajo, resoplando por el placer que le daba ver a su niño de
aquella manera, y por los movimientos de caderas que éste realizaba,
formando una inevitable fricción entre ambos. Fue tan sólo unos minutos
después cuando estuvo sobre el cuerpo de su esposo, atrapado en su interior,
moviéndose lento pero profundo mientras lo sostenía en sus brazos,
besándolo hasta el cansancio.

¿Cómo era que había terminado de aquella forma? Lo que sostenía en sus
brazos, lo que reclamaba con sus besos... al que le hacía el amor con
cuidado, era su más preciada cosa en el mundo. Siempre había sido un
egoísta, porque la única cosa preciada que tenía era él, y su trabajo. Se
sentía importante, lo era, y sobre todo esencial en el mundo de porquería.

Había lo que quería, cuando quería, como quería. Jugaba con las personas
buenas, aunque principalmente con las malas. Mentía, y destruía con mucho
placer, porque para eso estaba hecho.

Estaba hecho para hacer el mal, tanto en la tierra como en el infierno. Sin
embargo, JiMin apareció. Éste chiquillo inocente y curioso, que creyó
buscar una salida más fácil con magia negra, que creyó que todo sería más
fácil, y menos doloroso. Yoongi también lo creyó.
—Yoon... —jadeó ahogadamente, moviendo sus caderas más rápido,
contrayendo su interior y provocando que el rey del inframundo gruñera. —
M-Más... por favor.

Las embestidas aumentaron, golpeando su glande una y otra vez contra el


punto dulce en el interior de su esposo, sintiéndolo retorcerse, hasta temblar
levemente. Lo sostuvo con más firmeza de las caderas, sintiendo al
contrario sostenerse de sus brazos con sus preciosas manitos. JiMin era,
simplemente, una pieza de arte de donde sea que se vea.

Lo descubrió específicamente el primer día, en la noche. Fue la primer


persona en ser amable con él ya que, a pesar de estar muerto de miedo, le
había ofrecido un lugar a su lado para dormir... a él, al mismísimo diablo. Y
Yoongi tan sólo supo quedarse callado, oyendo los sollozos de fondo y
sintiendo el terror que mundano sentía.

Porque no entendía qué era eso latiendo en su pecho, y si antes ya estaba,


pero no lo había notado. No entendía qué era esa bilis subiendo por su
garganta, y el quedar totalmente en blanco. Siempre había tenido algo que
decir, porque todo era con fluida falsedad, aunque fríamente calculado. Su
simpatía era de cartón, honestamente detestaba explicar cosas, y prefería
mantenerse lejos de cualquier inservible humano.

Pero con su niño... simplemente era diferente. Él quería estar allí, halagarlo,
hablarle de cualquier estupidez, incluso si quedaba mal. Al siguiente día,
cuando lo vió despertar con los ricitos despeinados y ojos levemente
hinchados, lo supo. Cuando lo vió bostezar, y atraer las mantas a su pecho...
supo que quería verlo así todos los días de la tierra.

Bastó tan sólo una embestida para que su niño favorito se retorciera en sus
brazos, cortando su respiración a la vez que arqueaba su espalda,
derramando su esencia entre ambos torsos y doblando los pequeños deditos
de sus pies. Sus labios estaban rojos al igual que sus mejillas, sus ricitos
despeinados ante los movimientos, y su ceño levemente fruncido.

Se desparramó cómodamente en la cama cuando finalizó, y a Yoongi le


bastaron un par de embestidas para llegar a saborear el éxtasis. "El cielo"
había sido un lugar realmente agradable, aunque con mucha falsedad. Sin
embargo, nunca había sentido que podía tocar algo más supremo, hasta
ahora. Con un profundo suspiro y saliendo del interior del rizado, se
posicionó a su lado y lo atrajo en un abrazo.

Ambos respetaban algo agitados, y JiMin no dudó en ocultar su rostro en el


cuello del diablo, dejando un suave beso allí. —Yoon, te amo...

—Yo a ti. —no iba a admitir que aún le costaba decirlo, y que muchas veces
temía no ser capaz de hacerlo, porque ese no era su supuesto trabajo, pero
intentaba implementar su lema de hacer lo que se le antojaba, y si quería
amar a JiMin, entonces lo haría.

Se besaron nuevamente, con más suavidad que anteriormente, y se sintieron


plenos mientras retomaban la conversación anterior, planeando el largo
futuro que tendrían por delante. —... y además en diciembre Rusia se
vuelve realmente helado. Me gusta el frío, y habrá mucha nieve. Podemos,
si tú quieres, por supuesto, buscar alguna cabaña bonita en donde vivir,
lejana a alguna cuidad. —comentaba con algo de inseguridad, tímidamente
mientras le observaba de reojo a los ojos.

El hecho de que alguien le preguntara su opinión lo hacía, inevitablemente,


sonreír de lado. Nuevamente se acercó y dejó un beso en la punta de su
nariz ante de atraerlo a su cálido pecho. —Todo lo que quieras, niño.

Y permanecieron de aquella forma, callados, tan sólo abrazados y


pensativos sobre qué sucedería. ¿Desde cuándo pensaba en éstas cosas?
¿Qué tan bajo había caído? Finalmente, respondió a sus conclusiones: Él ya
había caído una vez, hace siglos pero, aún así, estaba seguro de que jamás
había caído como lo hizo al enamorarse de Park JiMin.

Fin.
....

Ay un ma, que bonis!! Estoy feliz wuw. No te olvides de dejarme tus votos
y comentarios :3

Este es el fin de la historia principal, falta el epilogo que esta partido en 4,


más 3 extras jejeje.

Gracias por el apoyo, por seguirme también. si aun no lo hacen, rapido, es


gratis y vas a disfrutar de mas historias yoonmin!!

apoyen la nueva mini fic ym: erase una vez...

TQM.
Nos seguiremos leyendo.

MinMin.
Epilogo I

2003.

No sabía exactamente cómo había terminado allí. El infierno no era un


lugar en el que le gustara estar. Sí, era el lugar de trabajo de Yoongi, y sí,
siempre sería bienvenido. Hasta tenía su propio trono pero, aún así, nada
lograba atraerlo. Supuso que sería por todas las almas que le hablaban,
rogándole que se los llevara, volviendo su mente un desastre. Pero ese día
lo necesitaba.

Las puertas del pasillo en el cual estaba aquella larga e interminable fila de
almas de abrió. El demonio que había estado riéndose y burlándose ―
básicamente haciendo su trabajo― se calló ante la poderosa presencia, y
fue como si las almas hubiesen despertado, porque toda aquella que se
encontraba allí observó la puerta de detrás.

La Muerte dió un paso, y lucía... de muerte, literalmente. Todo su vestuario


era completamente negro: llevaba unas botas cortas, unos pantalones de
algo parecido al cuero, ajustados, una camisa ligera, dentro del pantalón y
hasta el cuello, bordada con encaje en las puntas. Llevaba un abrigo largo,
el cual era una mezcla de gabardina y capa, con su cabello ligeramente
largo y rizado, y guadaña firmemente en su mano.

Su expresión era sería, y no se veía realmente temible, ya que no sólo su


estatura no había cambiado, sino que emanaba mucha tranquilidad, pero el
problema de los demonios allí era que también emanaba mucho poder, y
sabían que si éste quería podía aniquilarlos. Analizó a su alrededor con sus
ojos verdes, y uno levemente manchado de oscuridad profunda, antes de
comenzar a caminar lentamente por el costado de la fila, con la guadaña
golpeando el suelo en cada paso y sus botas resonando.

Pasó de largo al demonio que hacía una reverencia ante él, y estuvo a punto
de adentrarse a la puerta que lo llevaría al calabozo, pero se detuvo. Bastó
unos segundos antes de que se girara, observara a las pobres almas en la
fila, las cuales llevaban allí muchos años antes de que él fuese inmortal, y
luego llevó su mirada al demonio, el cual no le veía a los ojos.

―Voy a llevármelas a todas. ―tan sólo dijo, y chasqueó sus dedos por
debajo de la manga larga de su abrigo.

Todos los cuerpos de la fila de derrumbaron en sus lugares, haciendo un


brusco sonido unísono, y no tardaron en deteriorarse, quedando tan sólo
mucho polvo en el lugar. JiMin suspiró, satisfecho antes de volver a ver al
demonio, el cual se notaba que contenía su furia.

―Deberías de limpiar. ―comentó la Muerte, asintiendo lentamente, de


acuerdo consigo mismo antes de girarse.

―¡Tú...! ¡Usted no puede hacer ésto! ―exclamó el demonio, molesto al


haber desecho su trabajo.

Por supuesto, almas nuevas llegarían, pero lo divertido era cuando eran
siempre las mismas por mucho tiempo. JiMin nuevamente se giró en su
lugar, observándolo fijamente. Hace mucho tiempo, Yoongi le había dicho
de hacer aquello, debido a que sentían el poder aún más, y citando a su
esposo:

"... Y cómo los imbéciles que son, van a tenerte miedo." Y era cierto. El
demonio de inmediato retrocedió, se tiró de rodillas al suelo y se inclinó
ante él, suplicando perdón entre susurros. JiMin frunció el ceño.

―No voy a lastimarte, puedes ponerte de pie. ―le dijo, ladeando


levemente la cabeza. El demonio rápidamente se levantó, aún medio
inclinado en una reverencia.

―Yo sólo... quiero que me recuerdes qué dijo tu rey... una vez más.
El demonio se removió incómodo en su lugar. ―"Si mí esposo quiere venir
aquí y volar éste lugar en mil pedazos con su mente, espero no enterarme
que se resistieron, porque les haré..." ―Sólo eso. ―interrumpió JiMin,
agitando su mano lentamente, pidiéndole que se detenga, y así lo hizo.

―Espero no tener que dar nuevamente explicaciones así, yo realmente no


quiero que el rey se enfade.

―N―No alteza.

―Bien. ―asintió antes de girarse y abrir la puerta que llevaba al calabozo.


― Ten un bonito día. ―y la cerró tras de sí.

Ignoró el oír la rabieta del demonio, y se encaminó por los pasillos del
calabozo, liberando a pocas almas que se lo rogaban y él percibía que eran
buenas personas. Abrió la puerta del final, sintiendo escalofríos al ver
aquella puerta en donde se había convertido en lo que era, y pasó una de sus
manos por el barandal de la escalera, bajando.

Finalmente, abrió la puerta de oro del despacho de su esposo, justo como


éste le había enseñado, y se adentró, cerrando la puerta detrás de sí antes de
encaminarse a su trono y sentarse allí, acomodando la guadaña a su lado.
Posicionó su codo en el apoya brazos y su frente en su mano, cerrando sus
ojitos y suspirando profundamente.

Había sido un día extremadamente duro. Hacía años que no le sucedía algo
así, y pudo mantener el control perfectamente, pero sabía que en algún
momento iba a derrumbarse. Sus manos temblaban levemente, y sentía una
profunda angustia en su pecho. Claramente, no podía continuar trabajando
así.

No era algo cuestionable, era un rotundo "no" y, por suerte, antes de ir al


infierno había tenido tiempo de avisarle a sus fieles servidores, las Parcas,
que se encontraría momentáneamente fuera de servicio. Las Parcas habían
resultado ser seres realmente amables, aunque levemente neutros. JiMin
debía de mantener su postura con éstas, exceptuando con ésta Parca a la
cual le debía más que su existencia, porque siempre estaba allí.
En realidad, había estado allí antes de siquiera ser una Parca. JiMin se había
enterado mediante Yoongi que las Parcas eran almas que no ascendieron ni
descendieron, y quedaron atrapadas en sus cuerpos. Cuando los poderes del
niño avanzaron, luego de tomarse un tiempo ante tal decisión, simplemente
siguió sus instintos. 1998.

Lo único que realmente le había costado trabajo fue cargar con aquello, y
ocultárselo a Yoongi.

Sabía que éste no diría nada, pero querría hablar sobre aquello, y era
justamente lo que JiMin no necesitaba. Le había tomado trabajo aprender
aquello, y siempre estaba la posibilidad de que saliera mal, pero había
practicado, había trabajado duro y no iba a echarse hacia atrás por miedo.
Toda su vida había dado pasos erróneos por pura cobardía, y el conocer a
Yoongi había sido lo mejor que le pasó, gracias a un acto de valentía hacia
lo sobrenatural.

Ésto iba a hacerlo, y si no era lo que quería... entonces le dejaría ir. Dentro
de la cripta del cementerio de su pueblo natal, su antiguo hogar, llevó su
mano al frente, por sobre encima de aquel cuerpo con aroma a podrido,
duro y frío. Había llorado más de veinte minutos antes de ser capaz de
comenzar con lo que planeaba. Ya no iba a hacerlo.

Cerró sus ojos y tomó un profundo suspiro, plasmando una situación en su


mente: un árbol sin vida, seco y al borde del derrumbe. Su mano emanaba
poder, luz, y era capaz de remediarlo. El árbol se volvió a su lugar, y la luz
viajó por el tronco de éste, comenzando a ascender hasta que las ramas
surgieron junto a muchas hojas verdosas y sanas. Sin siquiera notarlo, sus
labios se movían en un idioma que actualmente conocía, pero jamás sería
capaz de explicarlo.

Era una lengua con origen desconocido, y las palabras estaban más allá de
éste mundo. Probablemente a los humanos les faltaba demasiado para
igualar algo así. Era asombroso. Sintió calor en su palma, y permaneció de
aquella manera por unos largos minutos, hasta que tan sólo sintió frío, y su
mente se oscureció.
Abrió sus ojos, bajó la mirada, y sus ojos no tardaron en abrirse de par en
par a la vez que daba unos cuantos pasos hacia atrás. De repente, volvía a
ser un niño de dieciséis años, indefenso e hiper sensible.

El pecho de Park JiMin se infló en una profunda y lenta respiración a la par


que sus ojos se abrían, revelando aquel bonito marrón. La palidez de su
rostro no se iba a excepción de sus labios volviéndose levemente rosados.

―¿K―Kookie? ¿JungKook? ―se acercó, reaccionando.

Realmente se sentía como si el tiempo Jamás hubiese pasado. Cuando el


chico resucitado se sentó, JungKook de inmediato llevó sus manos a las
mejillas de su amigo. ― ¿JiMin? ¿Eres tú? ―la voz se le cortaba, pero no
lloraría.

Estaba perplejo, no creía que funcionaría. El mencionado tan sólo


parpadeaba pero, luego de unos segundos, había sido capaz de observar a
JiMin, el cual lucía igual, pero con prendas oscuras. Abrió sus labios e
intentó hablar, pero la voz no le salía. Su garganta estaba seca. Se observó a
sí mismo, notando el traje viejo de su padre. ¿Qué había sucedido?
Comenzaba a entrar en pánico.

―No, yo... ―JiMin se interrumpió a sí mismo, mirando a su alrededor, sin


saber exactamente qué hacer.

No tenía ningún lugar al que ir más que a casa, en donde justamente estaba
su queridísimo esposo. Y tampoco quería ocultárselo, pero sabía que habría
una discusión. Mordió su labio inferior por unos segundos. ―... vamos a un
lugar más seguro. Te cuidaré.

Sin más, sostuvo los hombros de su amigo y, en tan sólo un parpadeo, el


lugar cambió. Ahora ambos estaban de pie, aunque JungKook casi encima
de JiMin, el cual intentaba sostenerlo como sea debido a que su mejor
amigo era más alto que él. Estaban en una sala, una muy bonita y acogedora
sala. La temperatura era perfecta ante toda la nieve que caía afuera, siendo
visible por una de las ventanas de allí.
―Ven, siéntate aquí. ―habló el rizado en voz baja, apresurándose en sentar
a JungKook en el sofá, tomando una manta de éste y envolviéndolo.

Se veía totalmente abrumado, tanto por la resurrección como por el cambio


de escenario. ―Te traeré agua. Quédate aquí. ―y salió corriendo hacia la
pequeña cocina en el lugar.

Tomó agua rápidamente en un vaso, el cual se cayó en la encimera ante los


nervios, y lo llenó antes de volver a la sala, ayudando a su mejor amigo a
beber, el cual lo hizo desesperadamente y pudo sostenerlo con su mano.

―Kook, quédate aquí. Juro que explicaré todo, pero necesito que te quedes
aquí. ―notó el asentimiento de su amigo mientras continuaba bebiendo
agua, y eso lo alivió.

De inmediato corrió por el pequeño pasillo de aquella bonita casa. De


detuvo de golpe cuando notó a Yoongi salir de uno de los dos cuartos de la
casa, con su ceño levemente fruncido y ojos más oscuros. Cuando vió a su
niño, éstos se volvieron de un tono más claro.

―¿Por qué estás haciendo tanto ruido? Los ni... ―se vió interrumpido
cuando su pequeño esposo se puso de puntitas de pies y estampó sus labios
contra los suyos. Por supuesto que no se negó.

El diablo envolvió la cintura de su niño, atrayéndolo más mientras ambos se


besaban lento, con profundidad, pero con dulzura. El rizado ladeó
levemente la cabeza para que sus narices no chocaran en el trayecto, y se
apartó luego de unos segundos, embobado y rozando naricitas con su
esposo.

―Yoon... ―comenzó lentamente, y su voz se quebró un poco. Yoongi de


inmediato apartó un poco más su rostro, y al ver la expresión del rizado, los
brazos alrededor de éste último se tensaron a la par que sus ojos volvían a
oscurecerse.

―¿Qué te hicieron?
―No, no. N―Nada. ―negó, y medio rió nerviosamente. Suspiró
profundamente, y luego de unos segundos lo observó fijamente a los ojos.

― Hice algo, y creo que estuvo mal, pero... pero no quería mentirte.

―Si, lo he notado. Puedo notar a alguien en la casa. ¿Trajiste a alguien? ¿A


alguien de tu familia? ―ésto último lo preguntó en un tono de advertencia
en su voz a la par que negaba.

―Eso está prohibido.

―No es alguien de mi familia. Bueno... es mi familia. Yo, yo sólo...

Ambos permanecieron callados, tan sólo mirándose, y fue como si Yoongi


le hubiese leído la mente. Un suspiro salió de entre sus labios antes de
negar, liberando a su niño favorito de entre sus brazos.

―Niño, tú no puedes hacer eso. ―dijo en un tono más frío de lo normal.


―Te lo dije: hay ciertas reglas.

―Yoon, yo lo sé pero... pero no hay nada mal en ésto. Piénsalo: le he traído


de vuelta, y puedo hacer el ritual para volverlo una Parca. Si no es lo que él
quiere, entonces me encargaré yo mismo de llevar su alma al cielo.

―Discúlpame, ¿has dicho "hacer el ritual para volverlo una Parca"?


Definitivamente no. Tú no puedes hacer eso, ninguna Muerte ha hecho a
una Parca antes. El de arriba se encarga de elegir, y enviarlas.

―Entonces hablaré con Dios. Le diré que comenzaré a hacerme cargo yo.
― Yoongi casi gruñó, frustrado.

―Yo no soy como las otras Muertes, Yoon. Ésto no es nada malo.

―El problema aquí es que no por ser Muerte tienes derecho a revivir a
humanos que te agradaban, así como no por ser el diablo tengo el derecho
de extinguir a la población, incluso si muchas veces quiero hacerlo. ―su
paciencia se estaba acabando, aquello era verdaderamente notable ante su
forma de hablar.
―Tú sabes perfectamente que no es tan sólo alguien que me agradaba.
JungKook es mi familia, y lo ha sido por un largo tiempo. La causa de su
muerte fue culpa mía. ―su voz tembló levemente, pero continuaba
intentando verse firme.

Yoongi tan sólo lo observaba.

―Sabes que llevo sintiéndome culpable desde que ha muerto, y no sé cómo


has llegado a pensar en que podría vivir toda la eternidad con ésto en mi
pecho.

―¿Estás insinuando que yo te he obligado a permanecer toda la eternidad


así? ―la discusión claramente iba empeorando.

Yoongi también sentía culpa, culpa porque sin él, nada hubiese sucedido,
pero él jamás había obligado a JiMin a ser inmortal. Éste último lo había
querido, y ante lo último que había dicho, sintió como si no hubiese sido
consentido.

―No he pensado en que podrías vivir con ésto. Me has aclarado desde un
principio que no querías hablar nunca más de tu amigo, y te he dado tu
espacio, como debería ser. No por eso puedo aceptar que las cosas cambien
sólo porque un niño caprichoso lo quiere así. Las cosas han sido de una
manera desde antes de que existiera tu alma, así que quítate de la cabeza el
que vaya a cambiar porque tú lo quieres.

Ambos quedaron en silencio, con un JiMin completamente herido ante las


palabras de su esposo, y un Yoongi completamente arrepentido ante la
expresión de su niño favorito. Claramente, la paciencia no era lo suyo, y
aunque creía tener la razón en algo, eso no le daba el derecho de ser cruel
con el rizado.

―No quise decir eso.

―... Lo sé. Yo sólo... yo creí que me apoyarías en ésto. Creí que tú ibas a
alentarme a encargarme de algo tan importante como elegir Parcas. Creí,
yo...
―No, no. Por supuesto. ―se acercó, y con cuidado refugió a su niño en su
pecho, rodeándolo con sus cálidos brazos a la vez que posicionaba sus
labios en los rizos de éste.

―Tienes toda la razón. Debería de apoyarte en ésto, tú eres muy capaz.

―Por favor, no te enfades conmigo. ―su voz tembló nuevamente, pegando


su rostro al pecho del arcángel.

―Es que yo... no puedo. No podía seguir. Quería verlo, y pedirle perdón.
Aún n―no lo he hecho.

―No estoy enfadado. Ya no lo estoy, me equivoqué. ―lo apartó tan sólo un


poquito para tomarlo de las mejillas, alzándole un poco el rostro.

―Tú no eres caprichoso, tienes todo el derecho. Simplemente... Joder, no


quiero que el de arriba se atreva a decirte una sola palabra en contra. Sé que
eres capaz de todo, pero no me gusta que te enfrenten. No me gusta
enterarme de que te hablaron mal, y no hice nada al respecto.

―Yoon, él no va a decirme nada. Y si lo dice, no me importa. ―claramente


sí le importaba, pero no iba a admitirlo.

―Porque yo haré lo que sé que está bien... y lo que se me dé la gana.

JiMin había tomado éste extraño hábito de comenzar a hablar como Yoongi.
Era como éste curioso niño que imitaba actitudes de alguien más para que le
felicitaran. Desde que sus poderes habían sido dominados, comenzaba a
repetir cosas que Yoongi decía cuando aumentaba su ego. "Hago lo que
quiero, cuando quiero, y como quiero", o "porque quiero y puedo".

―Ése es mi niño favorito. ―se inclinó y dejó un último beso en los labios
del más bajo.

―Únicamente quiero pedirte que no me ocultes éste tipo de cosas. Hay


cosas que realmente no pueden suceder, y no te quiero metido en
problemas.
―Está bien. Voy a hablar con él ahora, creo que... sería mejor que vinieras
luego de explicarle.

Yoongi asintió, claramente de acuerdo. ―Tan sólo quiero que comprendas


una cosa: si él te ha oído, y no quiere lo que tú quieres, déjalo ir, porque no
servirá.

―Yoon, yo jamás obligaría a nadie a ser alguien que no quiere. ―negó,


casi horrorizado con aquello.

Él tan sólo intentaría, y si no era posible, entonces llevaría con gusto su


alma al cielo, por más que le doliera en el alma. Sin más, se soltó del diablo
y se encaminó fuera de aquel pasillo, pero se detuvo a la mitad, girándose.
―Oh, por cierto. ¿Los...?

―Estaban durmiendo. Probablemente siguen así.

―Bien. No me tardo, Yoon. ―nuevamente se giró, y volvió a la sala,


dispuesto a enfrentar su pasado, e intentarlo volverlo un futuro.

2003.

Aquel día JiMin se había encargado de sentarse luego de prepararle algo de


comer y una taza de chocolate caliente al humano, el cual continuaba algo
perdido, pero ya siendo capaz de hablar luego de beber una gran cantidad
de agua. Le había explicado exactamente lo que había pasado aquella
noche, para luego seguirle con el cómo había conocido a Yoongi, y el que
tenía que ver aquello con su muerte.

Le comentó como fue todo después, se disculpó más de veinte veces y,


finalmente, cuando JiMin dió a entender que todo estaba en orden y
necesitaba un poco de tiempo para asimilarlo, decidió hablar. Le confesó el
que Yoongi hubiese creído que su alma había ascendido, pero que no había
sido así, debido a que la penúltima Muerte había estado vigilando a JiMin
aquella noche como para tomarlo a él.

Le explicó el ritual que intentaría conseguir de Dios para llevar a cabo la


transición a Parca, si es que éste lo quería así. Le dió a entender que sólo
sería su decisión, sea cual sea. Creyó que iba a ser rechazado, pero fue
aceptado con rapidez. JiMin parecía hasta emocionado por aquello, y cada
cosa que JiMin le comentaba era como música para sus oídos.

Sin embargo, JiMin decidió esperar más de dos semanas antes de


encargarse de hablar con Dios, debido a que quería confirmar la decisión de
su mejor amigo. Yoongi y JungKook se conocieron, y éste último lo
reconoció como "el que estaba disfrazado del diablo en la fiesta de
halloween y te ofreció jugo". Cruzaron pocas palabras, porque Yoongi no
era realmente muy charlatán, y eso fue todo.

JiMin confesó el siempre haber querido algo diferente en su vida, incluso si


los tenía a Namjoon y a JungKook. Siempre quiso escapar, tener la
oportunidad de irse y, aparentemente, JiMin le estaba brindando aquello.
Cuando Muerte fue a hablar con Dios, fue algo épico. Definitivamente no
hubo ninguna discusión, porque al jefe de arriba le agradaba bastante el
esposo de su arcángel favorito.

Lo aceptó a la velocidad de la luz. JiMin se había tomado las cosas serias,


por lo cual no fue difícil llevar a cabo el ritual y volverlo una Parca. Ahora
sería uno de sus sirvientes, pero su mejor amigo para siempre.

Así que, volviendo al presente y por qué JiMin no sólo era una de las
personas más importantes de su vida, sino que también le debía más que la
existencia, se debía a algo de lo cual Yoongi y JiMin se habían encargado de
hacer ése mismo año, antes de traer de vuelta a la, ahora, Parca...

....
Bueno... no te olvides de votar y comentar~ es gratis!!

Uy... niños eh, nada mal mi yoonmin picioso!!

Gracias por el apoyo a esta adaptación, estamos por finalizar la historia!!

Si no me siguen, síganme uwu!!

Nos seguiremos leyendo~

sorry, colapse con el yoonmin en suchwita!!!!!!

TQM.

MinMin.
Epilogo II

Para un trabajo como el que JiMin tenía, debía de esperarse cualquier cosa.
Fue bastante difícil acostumbrarse a los cuerpos descompuestos, a las
perturbadoras situaciones en las que debía encontrarse para tomar almas
pero, finalmente, poco a poco fue normalizándolo.

Ya no provocaba tanto impacto, tan sólo le daba tristeza la manera en la que


las cosas acababan para tal persona. Y así como habían trabajos los cuales
realmente costaban, también habían trabajos que traían cosas nuevas e
inesperadas.

Mayo // 1998.

En aquella casa llena de polvo, con el cuerpo de una mujer en el suelo,


cubierto de sangre ante las puñaladas en su abdomen, Muerte observaba
fijamente al hombre sentado tranquilamente en una mesa, viendo de reojo el
cadáver mientras hablaba por teléfono sobre cómo deshacerse de éste.

JiMin ya se había encargado de liberar el alma de ésta, pero había algo en


específico que no lo hizo sentir ninguna paz, ninguna tranquilidad que
usualmente sentía luego de hacer su trabajo. Cuando la Parca recogió el
alma de la mujer, ésta última, ya muerta, llevaba su mirada cargada con
pánico hacia su asesino, luego con tristeza hacia un rincón de la habitación
y, por último, de súplica hacia el rizado.

Finalmente el alma ascendió, y JiMin se dirigió lentamente hacia el rincón


de la habitación. Ya había aprendido hace mucho tiempo el cómo volverse
invisible, por lo cual no habría ningún inconveniente con el mundano en la
silla. Sus ojos verdes con una pequeña mancha de oscuridad se abrieron de
más al ver dentro de la cuna, la cual se notaba que estaba muy mal armada,
dos bebés de cinco y tres meses en ella, desnudos.

JiMin aún podía sentir la temperatura corporal y no dejaría de sentirla hasta


un par de años. Hacía frío en aquel cuarto, estaba seguro de que aquellas
criaturas podrían enfermar gravemente si no se apresuraba. ¿Era por ellos
que la mujer lo había visto fijamente? ¿Acaso esperaba que JiMin salve a
esos bebés de una pésima y corta vida? ¿Acaso esperaba... que los mate de
una manera más rápida?

Bueno, podría hacerlo. La muerte ya no era algo anormal y trágico desde su


forma de pensar, así que no sería nada nuevo. Se posicionó mejor frente a la
cuna, alzó su mano derecha y la dirigió hacia ambos bebés, entreabriendo
sus labios para hablar en una lengua indescifrable. Sin embargo, se detuvo.

Uno de los bebés, el que lucía un poquito más grande, lo veía fijamente. Sus
ojos eran oscuros, y el poco cabello que tenía era rubio. Tan sólo lo veía, y
ladeaba su cabeza. Inconscientemente JiMin también lo hizo, frunciendo
levemente su ceño, con su mano al aire, la cual comenzaba a temblar.

El bebé comenzó a hacer soniditos con su boca, provocando pequeñas


burbujas con su saliva, cerrando sus ojitos. ¿Acaso iba a dormirse? Pronto,
JiMin comprendió: su presencia le daba paz, a ambos. Se inclinó más sobre
la cuna al notar que el otro bebé apenas se movía, y le tocó un poco el
cuerpito, asegurándose de que estuviese bien. Notó la fría temperatura, y su
pecho ardió.

Ése bebé necesitaba alimento, cobijas, y mucho amor de su madre, la cual


había dejado su cuerpo hace tan sólo unos minutos atrás. Ambos la
necesitaban. Por su mente comenzaron a surgir muchas ideas las cuales
emplear, pero estaba completamente seguro de que no podría matarlos. Y no
entendía por qué. Yoon... ven, por favor. No puedo decidir ésto solo.

Se apartó rápidamente de la cuna, dando pasos hacia atrás mientras


mantenía su cabeza ocupada, realmente sin saber qué elegir. Ante la lejanía,
uno de los bebés comenzó a sollozar. El hombre golpeó la mesa con su
puño, apartando el teléfono del lado derecho de su rostro.
—¡Cállate, mierda! ¡O voy a dejarte como a tu madre!

El bebé aumentó el llanto debido a la brusca contestación, y JiMin observó


al asesino colgar el teléfono para levantarse bruscamente del asiento. La
presencia del diablo surgió de manera inesperada, el cual en tan sólo un
parpadeo se encontraba de pie frente al cadáver de la mujer, bloqueando el
camino del mundano.

A Yoongi le bastó tan sólo analizar la situación para alzar su mano y doblar
sus dedos, como si estuviese formando una garra, con su palma hacia arriba.
Giró ésta hacia un lado, y los huesos del hombre comenzaron a quebrarse,
uno por uno. Los gritos se hicieron presentes hasta que el cuello de éste
sonó y quedó inmóvil en el suelo, sin vida.

El diablo se giró hacia su esposo, viéndolo fijamente con sus ojos bordó. —
¿Qué es lo que no puedes decidir? ¿El llevarte el alma de éste imbécil? Yo
diría que lo hagas descender, en el infierno aún queda mucho espacio libre.

El rizado tan sólo lo observó, y su mirada fue hacia la cuna del rincón del
cuarto ante el llanto tornándose más fuerte, con hipidos. Yoongi frunció su
ceño y llevó su mirada hacia la misma dirección por unos segundos.

Ambos, Diablo y Muerte, se acercaron a donde provenía el ruido,


observando a los bebés con cuidado. Uno al lado del otro. Éstos dejaron de
llorar instantáneamente, y ambos se sorprendieron de no verlos incómodos
por la inconsciente vibra maligna que Yoongi traía encima.

—Tal vez sólo uno la siente cuando sabe del supuesto ser maligno que el
diablo es. —respondió el rizado a una pregunta que ninguno había dicho en
voz alta, hablando casi en un susurro.

Yoongi observó a los niños por un momento antes de ver a JiMin. Ambos
compartieron una larga y fija mirada, intentando transmitirse todo lo que
sentían en aquel momento. —¿Ésta es la decisión que no puedes tomar sin
mí?

JiMin suspiró, apoyando una mano en la cuna y bajando la mirada,


ladeando levemente su cabeza. —Su madre fue asesinada, y antes de
ascender me vió... extraño. Sentí como si estuviese pidiéndome un favor,
jamás me había sucedido antes, Yoon. —comentó, volviendo a alzar la
mirada a los ojos del diablo y negando lentamente antes de volver la vista a
los bebés.

—He pensado en hacerlos ascender con su madre, pero...

—... Por supuesto que no has podido. —asintió lentamente, intentando


comprender.

Nunca había tenido una situación así, pero intentaba empatizar con su
esposo, incluso si era muy difícil. Dió un paso más cerca de su niño y bajó
la mirada, buscando la suya. —Dime lo que quieres.

—Yo... estaba pensando en criarlos. —su voz tembló, estaba notablemente


nervioso. Se mordió el labio inferior, aún viendo a los bebés.

—Criarlos contigo. Ser... padres.

No hubo contestación por unos largos segundos, tan sólo se observaban


fijamente, como si eso fuese todo. JiMin hubiese querido estar en la mente
del diablo en aquel momento, pero, desafortunadamente, no podía leerla. Al
menos no la suya. Bajó la mirada, avergonzado ante la propuesta.

Ser padres era una gran responsabilidad, y él lo sabía más que nadie. No
sólo por el hecho de que sus trabajos los mantenían bastante ocupados, sino
que ellos jamás envejecerían y, claramente, los bebés sí.

¿Acaso deberían de pasar por la misma locura de cuando Yoongi quería


volver inmortal a su niño favorito? ¿Serían capaces de soportar? Lo más
importante: ¿Serían buenos en la crianza? JiMin apenas comenzaba a –
realmente– madurar, y Yoongi hacía apenas un par de años que había
aceptado el poder amar, incluso siendo el rey del inframundo.

Si, sonaba a una excusa debido a que ya había pasado tiempo, pero
comparado con mil años... JiMin no notó la mirada de Yoongi en la cuna.
Éste observaba al bebé más pequeño, el cual se había movido entre quejidos
y sus ojitos se habían abierto.
El color de éstos eran verdes, brillantes y con largas pestañas.
Instantáneamente le recordó a la imagen del rizado, cuando era tan sólo un
niño y lo perseguía por su antigua casa.

—Está bien. —dijo, provocando que Muerte alzara su mirada con rapidez,
levemente sonrojado.

Yoongi llevó su mirada al rostro de su esposo, examinando su expresión


asombrada ante su respuesta. —Seamos padres.

—¿Tú... en serio? ¿En serio quieres ésto? —no evitó acercarse más,
apoyando sus manos en el pecho del diablo, sosteniéndose de él.

Las manos repletas de anillos de Yoongi fueron hacia la espalda del más
bajo, sosteniéndolo mejor y asintiendo. —Por favor, realmente necesito
saber que quieres ésto y no lo haces por mí.

—Lo hago por ti, pero quiero ésto también. —una lenta sonrisa de lado
surgió en sus labios.

—Propongo que será entretenido. Sin embargo, hay cosas que debemos de
hablar.

—Lo sé, y lo haremos. Sugiero ahora el llevarlos a casa, necesitan atención,


no quiero que enfermen. —se inclinó en la cuna y, con cuidado, tomó en
brazos al bebé más pequeño, sosteniéndolo del cuerpo y cabeza.

Lo acunó en su pecho mientras éste se quejaba levemente. JiMin lo observó


con dulzura. —Shh, shh. Tranquilo, te tengo.

Lo meció suavemente de un lado a otro, embobado con las preciosas


facciones del niño. Alzó la mirada por unos segundos, y se encontró con el
diablo observándolo fijamente. No podía descifrar aquella mirada por lo
cual le sonrió tímidamente.

—¿Quieres cargarlo? Sería de mucha ayuda, no creo que pueda con los dos.

—No sé hacerlo.
Ésta sería la primera vez que JiMin le enseñaría algo a su esposo.
Satisfecho con aquel pensamiento rondando por su cabeza, se acercó más,
hasta casi estar pegado al diablo.

—Está bien. Mira, pon tus brazos como yo. —Yoongi tardó tan sólo unos
segundos antes de suspirar y hacerlo. Con mucho cuidado, el rizado le
acomodó al niño en los brazos. —Sostenlo contra tu pecho, se quedará
tranquilo. Tiene frío, y tú eres cálido.

—Si tiene frío... deberíamos de conseguirle ropa. Una manta. —comentó el


arcángel con algo de inseguridad en su voz, viendo fijamente al niño,
analizándolo.

JiMin se limitó a tomar al otro bebé, el cual lucía más despierto. Examinaba
a Muerte como si fuese algo de otro mundo mientras éste lo sostenía
dulcemente en sus brazos.

El rizado no pudo evitarlo y le dió un pequeño besito en la frente antes de


alzar la mirada al diablo, el cual continuaba embobado con el bebé en sus
brazos.

—Vámonos.

Cuando llegaron a la casa, JiMin se encargó de buscar mantas en el armario


de su habitación con Yoongi. Ambos se habían encargado de conseguir ése
tipo de cosas apenas se habían mudado a aquella bonita casa en las afueras
de Moscú. Era un pueblo pequeño, con mucho frío. Siempre nevaba, y las
personas no socializaban tanto.

Era ajeno, y desconocido. Todo lo que JiMin y Yoongi buscaban. JiMin


sabía que no por ser Muerte iba a dejar sus intereses de lado como, por
ejemplo, oír música, escribir en sus cuadernos, ver caricaturas, etc.

Tampoco dejaría de beber o comer, aunque no era realmente necesario y el


sabor había dejado de ser el mismo. Yoongi no había tardado nada en dejar
la casa perfecta, quería que su niño sintiese que aquel era su hogar, pero no
se daba cuenta de que él también lo estaba sintiendo.
O tal vez se debía a que ambos estaban allí, y un hogar para ellos era donde
sea que ambos estuviesen juntos. Yoongi se encontraba con ambos niños en
brazos cuando JiMin regresó con dos mantas polares, sentándose en el sofá
de la sala, a su lado, y ayudándolo a envolver a los pequeños.

—Así, ahora sí. —sostuvo a uno de ellos en sus brazos, levemente apoyado
sobre su esposo mientras ambos veían a los bebés, los cuales lucían más a
gusto. El rizado alzó la mirada, apoyando su mejilla en el hombro del
diablo.

—Necesito algunas cosas.

—Las conseguiré por ti.

—Biberones, pañales, toallas húmedas, talco, leche de fórmula, ropitas,


cu... —se detuvo al ver el ceño levemente fruncido del diablo mientras lo
veía fijamente. Sonrojado, negó.

—Podrías tú quedarte con los bebés, e ir yo.

Yoongi negó. —No, yo iré. No puede ser tan difícil.

Le entregó al niño con suma delicadeza y su inclinó para besarle suave y


rápidamente los labios a su esposo, poniéndose de pie y desapareciendo en
tan sólo un parpadeo. JiMin aprovechó aquel tiempo para tomar la
temperatura corporal de ambos bebés, y admirar las facciones de éstos,
suspirando profundamente.

¿Había escogido bien?

.....
Awwww cositas!!!

Gente, no te olvides de votar y comentar uwu, eso me motiva!!

Ya casi estamos por decirle bye bye... a sido una larga travesía porque ubo
un momento en el que yo no queria seguir esta adaptación pero bueno...
aquí estamos!!

Si aun no me sigues que esperas~

Nos seguiremos leyendo!!

MinMin.
Epilogo III

2003.

Se puso de pie nuevamente, bajando el bajo escalón que llevaba al trono e


inspeccionando el escritorio de su esposo, observando los contratos
apilados y tan sólo dos esparcidos en la mesa junto a una larga pluma negra
y un pequeño frasco de tinta a un lado. Definitivamente el despacho del
diablo era algo muy elegante, y precioso.

JiMin solía ir luego de andar de un lado para otro, y todo debido a que le
era difícil despegarse de su esposo. De vez en cuando, durante el día,
necesitaba conversar sobre cosas cotidianas que pasaban. Y sentía que en
aquel momento lo necesitaba más que nunca pero... ¿Por qué lo evitaba?

Sentía un nudo en su garganta, unas profundas puntadas en su pecho y, de a


ratos, sus ojos se llenaban de lágrimas que nunca soltaba. Hacía mucho
tiempo que no lloraba, lo cual era bueno y malo a la vez al ser hiper-
sensible y cargar con todo. Sin embargo, sentía que podría hacerlo más
independiente, que podría tomar las cosas más a la ligera. No era así.

JiMin sabía que no debía de cambiar por nadie, pero muchas veces sentía
que su llanto era la debilidad de su esposo. También sentía que aquello
provocaba que lo proteja constantemente, lo cual no molestaba a Muerte,
pero prefería aprender solo e independizarse mucho más rápido, y que
Yoongi no sintiense que dependía de éste.

Sus pensamientos fueron interrumpidos ante un llamado que lo hizo alzar


las comisuras de sus labios lentamente. Sus bebés lo necesitaban. Sin más,
extendió su mano en dirección a la guadaña, y ésta viajó inmediatamente
para ser sostenida por su dueño el cual, segundos después, desapareció del
infierno.

—¿Qué es ésto?

—Es papá.

La Parca movió la hoja que sostenía en sus manos en diferentes direcciones,


frunciendo levemente su ceño y analizando el dibujo con sus ojos antes de
bajar la vista a su sobrino.

—¿Cuál papá?

—¡Papá Yoongi, tío! ¿No ves sus dos ojos rojos? —Jungkook acercó un
poco más la hoja para intentar observar el color, y en definitiva estaba allí.
Sin embargo, no era una forma en específico.

—Yeonjun, eres un gran artista. —asintió, fingiendo estar impresionado y


observando la emoción en el brillo de los ojos oscuros de su sobrino.

— Definitivamente a tu papá le va a gustar.

—¡Lo sé! —exclamó, emocionado y tomando el dibujo de nuevo. Lo llevó


a su pecho y se mantuvo observando fijamente a la nada por unos segundos
antes de ver alrededor. Sentía la paz que emanaba de su padre justo en aquel
lugar.

—¡Papi! —se dirigió felizmente al rizado, el cual dejaba la guadaña en un


rincón y se ponía de rodillas para recibir el abrazo de su hijo.

—¡Hola, amor mío! ¡Te extrañé mucho! —exclamó Muerte, masajeando la


espalda del pequeño niño y besándole el cabello antes de olfatear.

Adoraba el aroma de sus bebés, lo calmaban y era lo que más necesitaba en


aquel momento. —¿Qué es eso que traes ahí?

Yeonjun se alejó un poco, relamiendo sus labios y extendiéndole el papel a


su padre. —¿Crees que le gustará a papá Yoongi? El tío me dijo que era un
gran atrista.
—Artista, sí. Wow, Yeonjun. Está hermoso. —internamente pensaba que
debía de advertirle a su esposo antes de verlo.

No es que no le gustaran, Yoongi adoraba los dibujos de su hijo y por eso


tenían el refrigerador repleto de ellos. Sin embargo, podía ser algo brusco al
no comprender exactamente lo que veía.

—A papá le va a encantar. —comentó, devolviéndole el dibujo y


encaminándose hacia JungKook, sentándose a un lado de éste y suspirando.

—¿Tuviste un día agotador? —la mejilla de JiMin se ubicó en el hombro de


la Parca, la cual rió ante aquella opción y palmeó la cabeza de Muerte.

—Te ves exhausto.

—Eso no es verdad. No he cambiado desde los diecinueve años. —comentó


enderezándose para ver mejor a su mejor amigo, el cual también lo
observaba.

—Te ves cansado. Yo te conozco, y sé cuando te ves cansado. No vengas a


acusarme de mentiroso, Park JiMin.

El nombrado sonrió levemente, realmente intentando evitar su día de


porquería. Negó, queriendo que con aquel movimiento los feos
pensamientos se fueran. —¿Dónde está Soobin?

—Durmiendo. —JiMin suspiro, arrugando levemente su nariz.

—Lucía exhausto. ¿Por qué?

—No encuentra a su conejito. —su mejor amigo asintió con la cabeza,


soltando un "oooh" entre aquello, como si entendiese absolutamente la
situación luego de aquello que JiMin había mencionado.

Su hijo de apenas cuatro años se la pasaba la mayor parte del tiempo


callado, con su conejito de peluche en brazos llamado "Dientitos". Se la
pasaba más con éste que con su hermano, el cual se ponía notablemente
celoso por aquel hecho.
El problema era que Yeonjun era muy diferente a su hermano menor: él
pintaba todo el tiempo, y veía caricaturas mientras hablaba sin parar.
Soobin, en cambio, apenas y decía una palabra. Tan sólo le gustaba jugar a
tomar el té con Dientitos y dormir muchísimo.

—Bueno, yo creo que se le pasará. ¿Quién de nosotros no perdió un peluche


o juguete de niños?

—Pero él realmente ama mucho a su conejo. Es su mejor amigo, y no


quiero que pase por eso. Quiero que él mismo decida dejar de jugar con él.
—se quejó Muerte mientras veía a su mejor amigo levantarse del sofá. Su
ceño se frunció levemente.

—¿A dónde vas? No te vayas...

—Debo regresar al trabajo, no eres el único atractivo ser sobrenatural con


cosas por hacer. —bromeó, acomodando su cabello hacia un lado.
Entrecerró sus ojos a la vez que llevaba una de sus manos a su nuca.

—Oye, Minnie. He estado pensando...

El silencio reinó por unos segundos en la habitación, Muerte se reincorporó


al notar que venía algo serio por la incomodidad de su mejor amigo. —
Kookie, ¿qué sucede?

—Es sólo... yo me preguntaba si podría ir a ver cómo está mi padre, y


Namjoon. —nuevamente el silencio se hizo presente, lo único que se oía era
el crayón de su hijo mayor raspando la hoja, y las respiraciones de los tres.

—Estaría escondido, sé perfectamente que hay reglas.

—Kook...

—JiMin, no hay nada de malo en lo que estoy diciendo. —su ceño se


frunció levemente, negando un poquito con su cabeza. —Tan sólo voy a
verlos, no a dejar que me vean.

—Ése no es el problema, pero ésto me ha pasado anteriormente. El deseo de


saludarlos, abrazarlos... va a hacerte perder. Inevitablemente, vas a hacerlo,
y no sabes cómo reaccionarán.

—Inevitablemente voy a querer ir a verlos.

—Kook, todos en nuestro pueblo creen que estás muerto. —JiMin se puso
de pie, hablando más calmado al notar la molestia de la Parca.

Lo comprendía, absolutamente lo hacía... pero habían ciertas reglas con las


cuales lidiar si se era inmortal. —Tu padre ha visto tu cadáver hecho
pedazos, no va a creer que su hijo sigue vivo, y de la misma manera. Puede
salir mal, y más aún siendo mayor de edad.

—No puedes simplemente suponer cosas, JiMin.

—No estoy suponiendo. Comprendo completamente.

—No lo haces realmente. Tú sí tienes alguien con quien pasar la eternidad,


necesito que comprendas eso.

JiMin intentó mantener el nudo en la garganta. ¿Qué quería decir con eso?
—Si. Tengo a Yoongi, y a ti. Tú siempre estarás incluido. ¿Tú no me tienes
a mí?

—No es lo mismo, y lo sabes. Quiero ver a mi padre, lo necesito.


Entiéndeme, quiero que sepa que estoy bien, que no he tenido un horrible
final. ¿Te das una idea de lo que debe pensar? ¿Lo que debe sentir, JiMin?
Por supuesto, no lo haces. Por ahora.

La boca de Muerte se entreabrió al entender aquello último, y la Parca


palideció más de lo que estaba al notar la estupidez que había dicho. "Por
ahora". Por supuesto, porque JiMin algún día perdería a sus bebés. Ellos
crecerían, se harían ancianos y morirían. Él tendría que recoger sus cuerpos,
y hacer ascender sus almas. Despedirse de ellos para siempre.

Una sensación punzante se hizo presente en su pecho mientras observaba


dolido el rostro de su mejor amigo. —JiMin, yo... Joder, perdóname.

Muerte observó de reojo como su precioso hijo los observaba, con crayón
verde en mano y cabello rubio platinado y levemente corto despeinado. —
Yeonjun, vé a tu cuarto y no hagas ruido, tu hermanito duerme.

—Si... —el niño se puso de pie rápidamente, comenzando a juntar las hojas
de manera apresurada y torpe, pegándolas a su pecho antes de tomar la caja
de crayones y caminar apresuradamente hacia el pasillo que guiaba a su
cuarto. Se oían sus pasitos y, a continuación, una puerta abriéndose y
cerrándose.

—JiMin, no quise...

—Vé a verlos. —lo interrumpió Muerte, habiendo tenido un pequeño


tiempo para calmarse cuando su hijo tomaba sus cosas para irse. No debía
enojarse, debía de comprender.

—Pero recuerda que te lo advertí. Espero que todo esté bien.

—¿Quieres que vaya a ver a tu familia?

—No. —respondió con rapidez, firmemente mientras lo observaba


fijamente a los ojos. —Ésta es mi familia ahora, y es la única familia que
puedes venir a ver, cuando quieras.

—Soy parte de ésta familia. —agregó JungKook.

—Es bueno que lo sepas, Kook. —JiMin sonrió débilmente de lado,


alzando una comisura de sus labios. Asintió con la cabeza hacia una
dirección.

—Vé, luego cuéntame cómo te fue.

—Realmente lo siento, no quise decir aquella estupidez. —se disculpó


rápidamente, negando.

—¿Yeonjun y Soobin? ¿Tú? Ustedes son parte de mí. Daría mi vida


nuevamente para mantenerlos con nosotros por siempre.

—Y yo lo sé, es por eso que no debes de preocuparte. No estoy enojado. —


dió unos pasos hacia atrás, rodeando el sofá y caminando muy lentamente
hacia la cocina.
—No hay de qué preocuparse, Kookie. Vuelve luego, y dime qué tal estuvo
todo.

Su mejor amigo tan sólo lo observó fijamente, asintiendo con duda antes de
desaparecer en tan sólo un parpadeo. JiMin finalmente llegó a la cocina y
apoyó sus manos sobre una de las encimeras. Sentía sus piernas temblar y la
marca en su brazo arder.

Nunca se había guardado nada tan grande, nunca se había aguantado tanto
dolor, el cual claramente lo estaba superando poco a poco. Cerró sus ojos
con fuerza. ¿Cómo haría para volver a repetir aquella situación con sus
hijos? ¿Cómo haría para llevarse el alma de sus dos bebés cuando llegue el
tiempo?

Habían hablado aquello con Yoongi apenas los habían llevado a la casa, y se
habían puesto de acuerdo en que no dejarían que les afectara. A JiMin no le
afectaba... ... hasta ahora. Accidentalmente comenzó a emanar más energía
de lo normal, y fue inevitable no provocar que la luz de aquel cuarto se
intensificara hasta que el foco de la lámpara estalle en mil pedazos.

Tragó saliva, frustrado mientras pasaba sus manitos por su cabello,


haciéndolo hacia atrás. Aún no controlaba del todo sus poderes, y era
humillante debido a que ya habían pasado años. Al principio, cuando
Yoongi lo besaba como a él le gustaba, o ambos se volvían un descontrol en
la cama, la energía en el cuerpo de JiMin descontrolaba todo a su alrededor,
y debían de volver las cosas más tranquilas.

A Yoongi le causaba gracia, pero para Muerte aquello era irritante, y lo


había querido cambiar rápidamente, más aún ahora que tenían dos niños
pequeños en la casa, los cuales podrían lastimarse. Rápidamente tomó una
escoba y pala, comenzando a juntar los cristales en el suelo, dejándolos
dentro del cesto de basura. Debía de calmarse, debía de distraer su cabeza.
No podía simplemente estallar... ¿O si?

—¿Papi? —su hijo mayor dibujaba una flor enorme sobre una hoja
arrugada, tranquilamente en el suelo, con sus crayones esparcidos sobre la
alfombra frente al sofá y su pijama puesto.
Había dormido una siesta, y ya era de tarde, lo cual significaba dos cosas:
merienda y la llegada de Yoongi. JiMin sostenía a su hijo pequeño en
brazos, el cual estaba mitad dormido y despierto, con su rostro oculto en el
pecho de su padre y su cabello oscuro, ya un poco más largo,
completamente despeinado.

Muerte, le acariciaba la espalda, consolándolo. Su hijo lucía triste, y


seguramente era debido a Dientitos. Sabía que pasaría, pero verlo así le
rompía el corazón.

—¿Si, mi amor?

Yeonjun dejó sus crayones, enderezándose y quedando de rodillas para ver


mejor a su papá. —Siempre he tenido una pregunta.

—Está bien, puedes decirme.

—¿Por qué papá y tú tienen cama si no duermen?

La mano de JiMin dejó de acariciar la espalda de su hijo, retomándolo


cuando éste último se quejó, al borde del llanto. El calor se había instalado
en sus pómulos, y la vergüenza había hecho que su mirada fuese hacia otro
lado.

—Es que... y-yo... —rió nerviosamente, tragando saliva. ¿Qué debería de


decir? —... a nosotros nos gusta fingir que dormimos.

Yeonjun permaneció viendo a su padre por unos segundos, tan sólo


parpadeando lentamente mientras su ceño se fruncía un poquito, ladeando
su cabeza. —... ¿Y eso por qué?

La boca de JiMin permanecía cerrada, pensando exactamente en qué decir.


Yeonjun era un niño muy inteligente, definitivamente no le creería. Estaba a
punto de comenzar a entrar en pánico, pero su esposo lo salvó, apareciendo
en el medio de la sala.

—¡Papá! —Yeonjun se puso de pie rápidamente y corrió hacia el diablo, el


cual se inclinó han sólo para tomarlo en brazos. —¡Yo te extrañé mucho! —
exclamó su hijo antes de darle un beso en la mejilla y abrazarlo más fuerte.

—¿Ah, si? —Yoongi sonreía de lado, tan sólo alzando una comisura de sus
labios mientras le era inevitable olfatear el cabello de Yeonjun. Ambos
hacían aquello con sus hijos. De alguna u otra forma los calmaba.

—Yo también los eché de menos.

—Papá, ¿por qué finges dormir con papá JiMin? —nuevamente, el silencio
se hizo presente en la habitación, junto con la notable incomodidad del
castaño, el cual bajó la mirada cuando el diablo llevó su mirada a éste.
Nuevamente observó al niño, demostrando confusión con su ceño fruncido.

—¿Quién te dijo eso?

—Estaba preguntándole a papá porqué tienen cama en su cuarto si ustedes


no duermen. —explicó el niño mientras Yoongi nuevamente lo dejaba en el
suelo, con una lenta sonrisa ladina formándose en sus labios.

—Me dijo que les gustaba fingir que dormían.

—Con que eso te dijo, ¿eh? —nuevamente, su mirada estaba sobre Muerte,
quien llevaba sus mejillas notablemente sonrojadas y acariciaba el cabello
de su hijo menor, el cual llevaba en brazos. Regresó la mirada al pequeño
de ojos oscuros y curiosos, asintiendo.

—Cierto.

—¿Y eso por qué?

—Mh, últimamente no dejas de preguntar el "por qué" de todo. —se quejó


el arcángel, caminando hacia JiMin y dejando un beso en su frente antes de
quitarle a su hijo menor de entre los brazos.

—Te has vuelto muy curioso, Yeonjun.

El niño se encogió levemente de hombros mientras fruncía levemente su


ceño, caminando nuevamente hacia sus dibujos. —La maestra Levikov ha
pedido de tarea que dibujemos la casa.
—Esa maestra tuya es una chismosa. —bufó el diablo luego de olfatear el
cabello de Soobin, el cual se aferraba al cuello de su padre con fuerza y
continuaba intentando dormir.

—Voy a tener que ir a hablar con ella.

Los ojos de Yeonjun se abrieron de par en par antes de ver a JiMin y


comenzar a negar. Muerte rió sin ganas, negando rápidamente. —Papá
bromea, Jun. ¿Por qué mejor no sigues dibujando luego? Voy a prepararte
algo de merendar a ti y a tu hermano.

—Si, está bien. —dijo, comenzando a acomodar sus hojas y crayones.

— ¡Oh! Papá Yoon, tengo una sop... sor... sorpresa para ti. Aún no está lista,
así que prepárate, ¿si?

—Esperaré ansioso. —comentó el diablo, viendo a su hijo mayor correr


hacia el sofá mientras su esposo se levantaba de éste.

—Papi, ¿me prendes la tele, por favor?

—Si, mi amor.

Estuvo a punto de dirigirse hacia la televisión, pero el cuerpo del diablo se


puso delante, cerca, sosteniendo a su hijo menor con un brazo y usando su
mano libre para tomar el mentón de su niño favorito.

—Primero ésto. —dijo antes de tomar aquellos labios suaves y gruesos en


un lento y breve beso.

Los ojos de Muerte se cerraron, y un leve suspirito salió de su nariz. Ésto


era lo que buscaba, ésta calma en específico. Ambos se apartaron y se
observaron en silencio por un breve momento antes de continuar con sus
tareas:

JiMin encendió la televisión, poniéndole caricaturas a sus hijos mientras


Yoongi dejaba en el sofá a Soobin, el cual ya había despertado y abrazaba el
brazo de su hermano mayor, reemplazando a su peluche de conejo con éste.
La música de introducción de Tom y Jerry se hizo presente, provocando que
JiMin volteara con rapidez a ver la televisión, deteniéndose a medio
camino. Se visualizó a sí mismo a los dieciséis años, merendando el té con
tostadas que su madre solía prepararle.

Era su momento más feliz, porque se sentía completamente mimado por su


progenitora, y la casa estaba sola a excepción de su hermana en su cuarto.

Era una de las únicas veces donde su padre no estaba para provocar caos, o
para cambiar la personalidad de Eunji. —¿JiMin?

Nuevamente, sus piernas y manos comenzaron a temblar. Apretó sus labios


con fuerza, haciendo su mayor intento para contener las lágrimas. La
televisión comenzó a hacer interferencia y la tensión de la luz bajaba y
subía notablemente. Los niños vieron a su alrededor con confusión a la vez
que Yoongi se acercaba a su esposo, tomándolo de los brazos.

—¿Qué ocurre? —su voz sonó baja, y sus ojos se volvieron de un color
bordó, con sus pupilas dilatadas. —¿Quién te dañó? Dime su nombre, voy a
acabarlo.

JiMin negó rápidamente, viendo con nerviosismo en dirección al sofá. Sus


dos hijos observaban a Yoongi entre confundidos y asustados. Muerte tomó
una profunda y lenta respiración, notando las luces volver a la normalidad y
la distorsión en la televisión cesar. Yeonjun y Soobin regresaron su vista a
ésta, y el mayor de ambos suspiró de alivio mientras su brazo era más
aferrado por su hermano menor.

El diablo vió a los niños unos segundos antes de volver a ver a su esposo,
con su mandíbula tensa tomándolo de la muñeca, sin presionar ni un poco,
caminando hasta adentrarse a la cocina y cerrar la puerta detrás. Aquello
provocó que toda la fuerza de voluntad que Muerte acumulaba se
derrumbara en menos de un segundo.

Un sollozo fuerte y doloroso salió de sus labios a la par que el arcángel lo


envolvía con sus brazos, permitiéndole llorar en su pecho. Le abrazaba con
la fuerza necesaria, olfateaba su cabello y pasaba sus dedos repletos de
anillos de oro por su espalda, acariciando.
El llanto continuaba, siendo silenciado ante la boca del más bajo contra el
pecho del más alto. Yoongi posicionó su mentón en la cabeza de su niño
favorito, tan sólo sosteniéndolo al notar sus piernas temblar. Los minutos
pasaban. Cuando JiMin sentía el poder irradiar ante el dolor en su pecho y
las luces bajar, tomaba una profunda respiración, calmándose.

Sin embargo, no pensaba parar, porque no pensaba volver a sentirse así de


mal nunca jamás. Yoongi lo apartó tan sólo un poquito, tomándole el rostro
entre sus manos y alzándolo tan sólo un poco. Le pasó el pulgar por los
ojos, limpiando sus lágrimas, y ambos se vieron fijamente antes de que
JiMin bajara la mirada, aún con lágrimas cayendo por sus mejillas.

El silencio continuó por unos pocos segundos antes de que JiMin tragara
saliva con fuerza. —Tuve mi primer trabajo personal hoy. —tan sólo dijo,
con su voz quebrada.

Yoongi lo comprendió en tan sólo un segundo, y fue de inmediato que lo


atrajo a su pecho. Se imaginaba quién podría ser. Los trabajos personales
eran los peores. El diablo se lo había comentado a su esposo apenas éste
comenzó a ser la décima y última Muerte: al principio JiMin tenía trabajos
pequeños, como recoger tan sólo un alma, o dos.

Luego, debía de hacerse a un lado. Tan sólo las Parcas se encargaban de


eso, Muerte era asignada para cuando sucedían catástrofes con mayor
número de almas buscando ascender, debido a la mayor cantidad de poder.

Sin embargo, JiMin podría sentir cuando alguien con una fuerte conexión a
él esté a punto de morir. Y eso fue justamente lo que sucedió.

.....
¡¡Válgame mimi, no chilles bebé!!

No te olvides de regalarme tus votos y comentarios okis!!

Pinshe kuko, mira que hiciste sentir mal a mi bebito!!

Nos seguiremos leyendo~

si aun no me sigues, hazlo!! es gratis y tendras a tu disposición historias


yoonmin!!

TQM!!

JUNG HOSEOK YA TE EXTRAÑO BEBÉ!!!

MinMin.
Epilogo IV

Horas atrás.

En tan sólo un parpadeo, se encontraba dentro de aquella habitación, en la


cual no había estado durante un largo tiempo. El último recuerdo que tenía
de ésta era él luchando contra su padre, el cual quería desesperadamente
quemarlo con un cigarro, supuestamente buscando enseñarle una lección.

Ahora, todo estaba oscuro a excepción de la luz entrando por la ventana


detrás de la cama, en la cual yacía Choi Eunji, avejentada y con muy pocas
fuerzas. Los ojos de Muerte estaban abiertos de par en par, con lágrimas
llenándolos mientras examinaba cada cosa de su progenitora: las arrugas, el
cabello blanco, sus delicadas y bonitas manos sobre su pecho, presionando
levemente.

Su ceño estaba algo fruncido, como si sintiese dolor, y sus ojos estaban
cerrados. Dió un paso, pero retrocedió nuevamente. ¿Esa era...? ¿Esa era su
mamá? De pronto, no supo si había sido la mejor de las ideas prohibir a las
Parcas tomar aquel trabajo. Era su primer trabajo personal, y
definitivamente no podía ser peor.

Él tomaba completamente normal la muerte de las personas, porque sabía


que estarían bien, sabía que todo era bueno a donde iban, y ni siquiera
recordarían el dolor que pasaron anteriormente, pero... enfrentar su pasado
nuevamente y ver luego de años a una de las personas que más amaba... eso
era algo que definitivamente se esperaba, pero no tan pronto.

Suspiró profunda y temblorosamente, comenzando a dar lentos pasos hacia


un lado de la cama. El ceño de Eunji dejó de fruncirse, el dolor en el pecho
yéndose ante la paz que traía la presencia de su hijo, el cual lentamente se
sentó en un pequeño espacio de la cama, del lado de su madre. La observó,
tragando todo sentimiento malo.

Debía de reprimirlo, debía de hacerla sentir bien. Suspiró profundamente, y


el ruido de su respiración provocó que los preciosos ojos verdes de la mujer
se abrieran lentamente. Las miradas de ambos se encontraron, un jadeo casi
inaudible salió de entre los labios de la mujer a la vez que sus ojos
comenzaban a llenarse de lágrimas, brillando.

Una de sus manos se levantó, temblorosa, hasta llegar a la mejilla de


Muerte, acunándola. JiMin ladeó levemente su cabeza, cerrando sus ojitos
ante el toque y sin poder evitar que una lágrima fluyera por su mejilla. —
Oh, mi bebé... —habló débilmente, sin poder evitar sollozar, regalándole
una sonrisa.

Los ojos de JiMin se abrieron, sonriéndole dulcemente entre lágrimas,


tocando la mano de su madre y depositando un besito en su palma. —...
¿Estoy soñando?

Eso rompió el corazón de Muerte. Sollozó entre una risita, negando


lentamente antes de limpiar sus mejillas con su mano libre, sorbiendo su
naricita y observando con todo el amor del mundo a la mujer en la cama. —
N-No... soy yo. Soy real.

Eunji suspiró, negando pero aún sonriendo mientras le apretaba la mano


con suavidad. —Sé que no. Si lo fueses, lucirías mayor.

—Han pasado muchas cosas, mami, pero... realmente soy yo. Realmente
estoy aquí. —asintió rápidamente, mordiendo su labio inferior mientras la
mujer continuaba inspeccionando los detalles del rostro de su hijo.

El labio inferior de ésta tembló, y JiMin no pudo evitar refugiar su rostro en


el dorso de la mano de su progenitora, cerrando sus ojitos y sollozando. —
Sé que nunca podrás perdonarme... pero lo siento mucho. —tembló ante la
tensión en su cuerpo.
—Oh, mi amor... —tiró débilmente de su hijo, y éste se posicionó tan sólo
un poquito sobre su madre, con cuidado de no aplastarla, devolviéndole el
abrazo que la mujer le daba.

Se mantuvieron así por unos segundos, llorando silenciosamente.


Honestamente, ninguno de ellos podía creer que aquello estuviese pasando.
Eunji comenzaba a creerlo, debido a que podría recordar aquella charla que
tuvo por última vez con su hijo, en la cual le contaba todo lo que había
sucedido, e incluía muchas cosas sobrenaturales.

Ahora, sabía que aquello era verdad, pero no quería interrogar, tan solo
quería disfrutar el poco tiempo que le quedaba. Ambos se alejaron, y JiMin
limpió las lágrimas en las mejillas de la mujer, la cual no paraba de sonreír,
respirando con dificultad.

—Escúchame... te he buscado por años. —JiMin no evitó fruncir levemente


su ceño ante las fuertes puntadas en su pecho. —No lo creía al principio,
pero luego me dí cuenta que los años pasaron... y no te culpé. Cielo, yo
jamás te culparía. Luego de todo lo que te hemos hecho pasar.

Muerte negó rápidamente. —No, tú no le has hecho pasar nada. Lo único


que tengo de ti son recuerdos buenos. —susurró, muy seguro.

Su madre había hecho su vida soportable, a pesar de todas las cosas. Sabía
que ésta era muy manipulada por Seung, y que le tenía miedo. —Mamá...
¿Y papá? ¿Hyunah?

—Tu hermana se ha mudado a Seúl, tiene su propia familia. Tu padre...


bueno, poco después de tu desaparición, se esfumó. No sé exactamente a
dónde fue.

JiMin sentía como, con cada palabra, el aire se le iba. ¿Su madre había
permanecido sola todo ese tiempo? ¿No había parado de buscarlo? ¿Había
sido tan egoísta de rehacer su vida suponiendo cosas que no eran mientras
Lee Eunji permanecía en su casa, completamente sola y preguntándose
dónde estaba su hijo? Efectivamente.
Notó la respiración de su madre atascarse por un segundo antes de volverse
un poco rápida, con su mano yendo a su pecho. JiMin rápidamente la vió de
arriba a abajo. Notó el área del pecho rasgada, supo de inmediato gracias a
sus poderes el que su madre tenía algo malo en su corazón. Sorbió su nariz,
dejando de llorar.

—¿Quieres que te cure? Puedo curarte.

Eunji negó lentamente. —No... estoy cansada, amor. Sólo quiero dormir.

—Mamá, no he venido aquí para hacerte dormir. —le acarició el cabello,


peinándolo hacia atrás.

—¿Hace cuánto tiempo estás así? ¿P-Por qué no has llamado a nadie?

—Eso no importa. —susurró la mujer en un tono dulce, negando


lentamente. Observó a su hijo fijamente por unos segundos.

—Sólo quiero descansar, ya he terminado.

El niño tragó saliva con fuerza. —... ¿Eso es lo que quieres? —la mujer
asintió lentamente, provocando que los ojitos de Muerte se cerraran.

Respiró profundamente, juntando fuerzas. —¿E-Estás segura?

—Lo estoy. Finalmente te he encontrado, ya puedo descansar. —dijo,


observando a los ojos de su hijo cuando éste los abrió.

—Te amo, Minnie. Te amo demasiado.

—Yo te amo más. —su voz salió entrecortada y, tomando todo el valor del
mundo para decir adiós, se inclinó sobre su madre, sosteniéndole la mano
firmemente antes de dejar un lento y casto beso en su frente.

El cuerpo permaneció quieto, ya sin vida. JiMin observó éste por unos
segundos antes de voltearse. Una Parca estaba de pie junto al alma de su
madre. Eunji lo observó fijamente, dándole la sonrisa más bonita que
Muerte había visto en su vida antes de desaparecer. La leve sonrisita en la
boca de JiMin se borró lentamente, con su ceño frunciéndose.
De golpe, caía en la realidad: había finalizado con el dolor de Eunji, dolor
el cual fue más por su causa que por otra cosa. La había dejado sola, cuando
ella jamás lo hizo y siempre intentó darle todo lo posible. Llevó su mirada
rápidamente al cuerpo sin alma, y la tomó de los hombros.

—No, no. —la sacudió levemente. —Despierta, despierta, despierta.


¿Mami? —sus manos comenzaron a temblar, y se puso rápidamente de pie,
dando unos pasos hacia atrás y aún con sus manos en la misma posición.

Su respiración se atascaba mientras las lágrimas caían. Si, se había ido, y


todo estaba bien... pero no lo había estado por un largo tiempo.
Simplemente no podía soportar cargar con ello. La ira llegó a su interior, y
soltó un fuerte grito que rompió cristales y movió muebles. Agitó su capa al
girar sobre sus pies, viendo firmemente al frente pero extendiendo su mano
hacia un costado, sintiendo la guadaña llegar a ésta.

Continuó caminando por la casa, con el semblante serio y pasos firmes y


fuertes. Llegó a la escalera, bajándola con decisión. Ni siquiera permitió
que los recuerdos de aquella pesadilla de noche llegaran a su mente, porque
tenía trabajo que hacer.

Ya en la sala, se dirigió hacia el teléfono que estaba en una mesa, en el


rincón del lugar. Afortunadamente había una libreta a un lado con números
de teléfono, y no fue difícil encontrar el de su hermana.

Tomó el tubo, llevándolo a un lado de su rostro y marcó el número que leía


en la libreta. El sonido de espera de hizo presente antes de que una voz
dulce y conocida surgiera. —¿Hola? —Señorita Park, siento molestarla. —
tragó saliva, presionando el tubo del teléfono con fuerza.

—Soy el vecino de su madre.

—... ¿Algo ha pasado? —la voz le tembló.

—Lo siento mucho, he encontrado... su cuerpo. El vecindario estaba


preocupado, decidimos llamar a la policía. Fue reciente.
Una respiración agitada se oyó al otro lado, una voz irreconocible
haciéndole preguntas a la adulta. —N-No... ¿Quién es usted?

—Lo siento mucho. —y colgó, ignorando las preguntas.

Un suspiro profundo salió de sus labios antes de hacer la llamada a una


ambulancia. Permaneció en el sofá sentado, invisible para los demás cuando
fueron a buscar a su madre, y finalmente se fue. No quería ver a su padre, ni
enterarse si su padre aparecería mágicamente.

No quería nada. Sólo quería ir a un lugar tranquilo, donde no tuviese que


ver a nadie... y sabía dónde estaba eso. Ahora. —Tú y yo sabemos que ella
está bien ahora. Todo el dolor se ha ido, todo...

—No es por eso. —Muerte negó, intentando soportar los sollozos mientras
aferraba sus manitos a la camiseta del diablo.

—Todo el dolor se borró para ella, pero la culpa que siento en mi interior...
permanecerá por siempre. Ella ha estado tan sola, y me ha buscado por
años... probablemente me creyó muerto. Tuvo que soportar ese dolor, ¿te
imaginas...? ¿Te imaginas algo así con nuestros hijos?

—No, no lo imagino. —la mandíbula del diablo se tensó ante la imagen en


su mente. Él jamás permitiría que algo así le pasara a sus hijos, ni a su
esposo.

—C-Cuando nosotros hablando sobre tener a Yeonjun y Soobin,


concordamos en mantener la calma cuando llegara su hora. Haríamos
ascender sus almas, y los iríamos a ver siempre, pero...

Yoongi tragó saliva, envolviendo mejor la cintura de su niño favorito. Ahora


lo comprendía con totalidad. —Pero no creíste que sería tan difícil como
decirlo hasta ahora que te ha sucedido con tu madre. —ante el temblor en el
cuerpo de JiMin comenzando, lo atrajo más cerca, con sus pechos
chocando.

—Niño, yo haría lo que sea por ti. Sabes eso, ¿verdad?


—S-Sí.

Le alzó el mentón nuevamente para dejar un suave y lento beso en sus


labios, buscando curarlo, demostrarle que no estaba solo. Si tan sólo
pudiese hacerlo con tan sólo usar sus poderes, no lo dudaría. Se apartó, y
sus narices se rozaron.

—Y si quieres que busque una forma de volver a nuestros niños inmortales,


lo haré. Pero no voy a hacerlo si es arriesgado para ellos, ni tampoco si no
lo deciden. Dejaremos que crezcan y les preguntaremos. Yo tampoco los
quiero lejos. —le acarició la cintura antes de besarle pausadamente.

—A veces lo olvido, que ésto no siempre va a ser así. Se me olvida... Nunca


tuve algo así.

—¿Te gusta ésto? Siempre estuve preocupado... de que no sea exactamente


lo que esperabas.

—No lo esperaba, en eso tienes razón. Sin embargo... no me desagrada. Me


gusta. Ha pasado tiempo... —quiso dar a entender con aquello algo que
JiMin realmente deseaba escuchar, pero jamás presionaría.

Yoongi era afectuoso, pero no tanto verbalmente. No le salía expresar lo


que sentía, y JiMin comprendía completamente aquello. No hizo falta, tan
sólo lo observó por unos pequeños segundos antes de alzar más su rostro y
dejar un pequeño beso en los labios del diablo.

—Gracias por siempre apoyarme. Te amo...

—Te amo.

Cerró sus ojitos cuando nuevamente sus labios fueron tomados por los del
arcángel, el cual los acariciaba con lentitud y ganas, iniciando un beso
profundo. Los brazos de éste envolvían bien a su esposo, apegándolo a él
mientras ladeaban sus cabezas en direcciones contrarias. JiMin se sentía
completa y absolutamente mimado, y aunque su día no mejoraría, podría
estar estable.
Se apartaron al oír la voz de su hijo mayor llamarlos con entusiasmo. La
puerta se abrió mientras ambos entraban dando brincos, con Yeonjun
apuntando a su hermano menor, el cual alzaba al aire a su conejito de
peluche y llevaba una sonrisita en sus labios.

—¡Encontramos a Dientitos! ¿Adivina dónde estaba, papá? ¡Estaba debajo


del sofá! —exclamó Yeonjun, jalando suavemente su cabello rubio ante la
emoción.

—¡Wow! Son tan inteligentes. —JiMin se inclinó y tomó a Soobin en


brazos, sin poder evitar soltar una risita al ver a su bebé tan feliz.

Le besó ruidosamente la mejilla. —Te amo, Soobin. A Dientitos también lo


amamos.

—¿Y a mí? —el pequeño de ojos oscuros preguntó aquello con algo de
temor, el cual de inmediato se esfumó al ser tomado en brazos por su otro
padre.

—Por supuesto. Entonces... ¿Cuál era mi sorpresa?

—¡Oh, cierto! ¡Tú sorprersa! —agitó sus piernitas, buscando que Yoongi lo
bajara y, cuando finalmente lo hizo, corrió nuevamente hacia la sala.

— ¡Ven, papá Yoon!

—¿Qué dices? ¿Me ayudan tú y Dientitos a preparar la merienda? —Soobin


asintió lentamente, aún aferrando en su pecho a su peluche.

JiMin lo sentó en la encimera y comenzó a preparar todo. Yoongi se dirigió


hacia la sala, donde su hijo buscaba entre sus dibujos uno en especial. El
pequeño observó la hoja por unos segundos antes pegarla contra su pecho y
de girarse hacia su padre, acercándose. Se la tendió y el diablo no dudó en
tomarla, girándola para verla y mantenerse así por unos segundos.

—¿Qué es? —preguntó, confuso.

Yeonjun entreabrió sus labios, luciendo un poco indignado antes de


suspirar. —¡Papá! —exclamó, algo irritado. ¡Todos le habían hecho la
misma pregunta!

—¡Eres tú dibujado! ¡Eres igual al tío! Él preguntó lo mismo.

—Oooh. —se mantuvo viendo el dibujo. Era una especie de mancha negra,
con puntos rojos entre medio y garabatos.

—Luzco bien.

—Papá, no me mientas. —un pucherito comenzó a hacerse presente en su


labio inferior a la vez que el diablo lo observaba y fruncía su ceño. Aún no
sabía cómo lidiar con el llanto de sus bebés, lo ponía nervioso.

—No te gustó.

—Yeonjun, sí me gusta. —se acercó al niño y lo tomó en brazos, sintiendo


como ocultaba el rostro en su hombro derecho.

—No lo entendía, pero ahora sí. Eres un artista tétrico. —se dirigió
cargando al niño hacia el refrigerador y tomó un imán que quedaba libre,
colgando el nuevo dibujo en la puerta del congelador.

—Ahora sí.

Yeonjun apartó el rostro del hombro de su papá, viendo al refrigerador antes


de regresar la vista al diablo. Tenía los ojos cristalizados, y el leve pucherito
continuaba presente en su labio inferior. —¿Realmente te gusta, papá?

Yoongi le peinó el cabello hacia atrás, haciendo un intento de bajarlo un


poco. —Por supuesto. A mi me agrada tu arte, mocoso. Es muy poco común
y cobra sentido cuando lo explicas. Voy a conseguirte más cosas hoy, para
que puedas pintar con elementos diferentes.

—¿Emelentos?

—Elementos. Te los enseñaré apenas los tenga. —dirigió su atención a


JiMin saliendo de la cocina, sosteniendo una bandeja mediana la cual
llevaba dos pequeñas tazas con chocolate caliente y galletitas de vainilla,
rellenas.
—Ahora deja de pensar tonterías y vé a merendar. —puso su rostro, y
Yeonjun le besó la mejilla antes de bajar de los brazos de su padre y correr
hacia el sofá, mucho más feliz.

Muerte posicionaba la bandeja en la mesa ratona que se encontraba frente al


sofá, y ambos niños veían Tom y Jerry. Yoongi se acercó a JiMin al notar su
mirada perdida en algún lugar de la habitación, sumergido en sus
pensamientos, y lo abrazó por detrás, brindándole apoyo indirectamente
mientras veían a sus niños.

El día había pasado, los menores habían cenado y se habían ido a la cama.
JiMin y Yoongi hicieron lo mismo luego de apagar las luces. Ambos en la
cama, con poca ropa y acurrucados. Muerte había hablado con Jimin antes
de dormir, y todo estaba absolutamente bien entre ellos. Aquello era lo que
siempre había necesitado: paz, tranquilidad y compañía.

El rey del inframundo había cumplido su promesa con el rey de la muerte.


Yoongi lo hacía sentir pleno y amado. El diablo había cumplido con su
parte del trato, y la mejor parte... la mejor parte era que, pese a algunos
inconvenientes, ambos sabían que sería de aquella forma por una larga
eternidad.

.....

Este es el final del largo epilogo!!


Aun quedan 2 o 3 extras nada mas uwu, asi que no dejes de votar y
comentar okay!!!

Gracias por el apoyo y por haber llegado hasta aquí uwu!!

Nos seguiremos leyendo mas adelante, apoya mis demás historias en


emisión y las ya finalizadas también okis!!

sigueme si aun no lo haces, tienes pase asegurado a recibir finales felices en


todas las historias yoonmin!!

HOBI TE SIGO EXTRAÑANDO, SOLESITO!!

tQM.

MinMin.
Extra I

"El otro lado." 1986.

Para ser un simple cajero en un supermercado de un pueblo bastante


pequeño y algo fantasmal, en donde todos se conocían y compartían las
mismas creencias, su vida no iba tan mal. Todas las mañanas se despertaba
con el maldito gallo de despertador, y mientras su preciosa abuela preparaba
el desayuno, él reproducía su canción favorita.

A veces sentía que ya no era su canción favorita, sino una parte de él. Se la
pasaba cantando el mismo verso, la repetía una y otra vez sin duda alguna,
y las personas que lo conocían, como su mejor amigo, rogaban a Dios y a
todos los santos existentes que aquella tortura acabara.

Tal vez los demás no lo comprendían realmente: aquella canción era con la
que Min Yoongi quería bailar hasta el cansancio, la que quería oír en una
situación donde él saliese victorioso y otro –probablemente el prestamista
del pueblo, al cual le debía bastante dinero– quedara boquiabierto.

Pero lo más importante es que era la única canción la cual podía escuchar y
no tendría nada religioso de por medio. Últimamente los adolescentes
estaban más rebeldes, pero, al menos en donde él vivía, era uno de los
pocos que no le prestaba tanta atención a la religión. Su abuela estaba de
acuerdo, ella creía que no había que vivir de la iglesia para amar a Dios.

Yoongi no estaba muy seguro de amar a Dios, y eso lo ponía terriblemente


nervioso, incluso a sus veintidós años de edad. La gente podía ser muy
persuasiva. Últimamente no le tenía miedo a la supuesta ira de Dios, y todo
se debía a que no sólo no estaba seguro de amar a éste, sino que no sentía
atracción por personas de su mismo género lo cual, según la gente de la
iglesia en su pueblo, no estaba nada bien.

Él no podía evitarlo, le atraían y eso era todo. Se lo había comentado a su


abuela, y ésta le había dicho que ya era una persona adulta y que hiciera lo
que quisiera. Tal vez fue un castigo para ésta, o para Yoongi –realmente no
estaba seguro– pero, meses después, su pequeña abuela enfermó del
corazón, y dependía de un medicamento para continuar viviendo en buenas
condiciones, y por un tiempo más.

Yoongi nunca quiso tanto tener a alguien más que aquella mujer, a alguien
más que lo contuviera, que le prestara dinero de manera paciente. Un
milagro, lo que sea. No siempre tenían el dinero suficiente, él era el único
trabajando y tenía que hacer muchas cosas más en el supermercado para
poder comprar el medicamento y que le alcanzara para otras cosas
necesarias.

Pero últimamente todo era realmente agotador. Necesitaba dormir, y no


podía conciliar el sueño durante las noches hasta que se hacía la madrugada.
Dormía cuatro horas todos los días sabiendo que, tarde o temprano, el
cansancio del trabajo y el agotamiento del insomnio harían su efecto.

¿Quién cuidaría a su abuela en ese entonces? No podía dejarla morir. Pero


Yoongi cometió un error, y uno muy grande. Aquel día se había despertado
tres horas después del horario de entrada en el trabajo. Nunca había corrido
tan rápido en su vida, y aunque su abuela intentaba tranquilizarlo,
diciéndole que estaría bien, éste no le hizo caso.

Apenas abrió la puerta de su casa, con cansancio en sus preciosos ojos


azules y totalmente despeinado, se encontró con el causante de muchas de
sus pesadillas. El prestamista.

—¡Yoongi! ¿Cómo va todo? ¿Bien? Te ves extraño sin tus lentes. —


comentó, fingiendo un tono amigable.

Yoongi llevó la mano a su rostro, palmeando. Había olvidado sus estúpidos


lentes. Eso explicaba el ver nublado, creía que podría quedarse ciego del
cansancio. —Todo bien, iba al trabajo ahora. —cerró lentamente la puerta,
pero sintió un tirón del otro lado.

Los nervios se instalaron en su estómago cuando su abuela se asomó con su


ceño levemente fruncido. —No, no. No salgas, hace frío.

Ignoró totalmente a Yoongi, viendo de arriba a abajo al hombre frente a su


casa. —¿Buen día?

—Buen día, señora. —el hombre dió un asentamiento. —Mi nombre es


Jung , mucho gusto.

—Igualmente. —alzó su mirada a Yoongi, el cual tenía tensa la mandíbula y


veía fijamente al hombre frente a él.

—¿Cómo lo conoces, cielo?

—Del trabajo. Somos cercanos. —responde Jung, sonriendo de lado y


metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—No sabía que vivías con tu abuela.

—Si, siempre he vivido con ella. —respondió. Se giró a observar a su


abuela y le sonrió amablemente, algo tenso. —Entra, abuela. Ya me voy al
trabajo.

—¿Estás seguro?

—Si, amor. —le dió un beso en la frente.

—Estaré aquí lo más rápido que pueda.

Esperó a que su abuela entrara a la casa para cerrar la puerta y girarse. Le


dió un asentamiento al hombre frente a él y comenzó a caminar, esperando
que lo siguiera. Éste lo hizo de inmediato.

—¿Tienes algo para mí?


—Uh... No ésta vez. Incluso estoy llegando tarde al trabajo. —se sinceró,
caminando más apresuradamente. El hombre chasqueó la lengua.

—Hey, vamos, hombre. No juegues conmigo. No estoy de buen humor.


Dame al menos un poco.

Yoongi negó. —Puedo darte un poco cuando salga del trabajo, pero ahora
no tengo nada, ni para un Jadeó adolorido cuando fue empujado contra la
pared de una casa, lastimando su espalda y la coronilla de su cabeza.

Alzó el rostro cuando la mano de Jung se instaló en su cuello, apretando y


clavando las uñas en su piel. —Yoongi, en serio no estoy de humor. Quiero
mi dinero. —susurró, acercándose a su rostro.

—He tenido la paciencia suficiente, no puedo esperar para siempre,


¿verdad? —no recibió respuesta.

Apretó el cuello del castaño con más fuerza. —Intentaré esperar un poco
más, ser más paciente, pero no te sorprendas si un día llegas a casa y la
vieja está colgada a una soga en el techo. —Yoongi miró hacia otro lado,
sin poder evitar gruñir. Recibió una bofetada.

—Mírame cuando te hablo, porque te hablo muy en serio, y si tu abuela


sorpresivamente comete suicidio, no hará falta sentirme culpable. Tú solo
sabrás quién verdaderamente tiene la culpa por meterse en cosas que no
sabe.

Sin más, lo soltó, y pareció girarse, dispuesto a irse. A Yoongi se le cortó la


respiración cuando recibió un puñetazo en su nariz, arrugando ésta y
cerrando sus ojos con fuerza por el dolor. Llevó una mano a su rostro,
adolorido y esperando por unos segundos antes de volver a abrir sus ojos.
Rogaba por un milagro. Rogaba por algo que aliviara ésta mísera vida.

—Maldita sea. —limpió la sangre debajo de su nariz, aunque ésta


continuaba saliendo, y se dirigió a pasos furiosos hacia el supermercado.

—Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta. —susurraba.


Intentó no pensar en nada. Tan sólo se mantuvo susurrando aquello hasta
llegar al trabajo, en el cual fue cruelmente regañado y humillado por ir en
aquellas condiciones. Tan sólo le permitieron ir a la caja, sentarse y
comenzar a atender a las personas, pero como castigo no le permitían
limpiarse la cara. Tan sólo... algo.

Algo, quién sea, no me importa, ayúdeme en ésta mierda de vida. Dios,


Jesús, Satanás, a quien mierda se le dé la gana. Dejó de meter cosas de una
clienta en la bolsa debido a que su mirada fue a las luces del supermercado,
las cuales parpadeaban. No hubiese sido extraño, si no fuese porque
parpadeaban en un mismo órden.

Una bombilla se apagaba, y se prendían cuando dos volvían a parpadear.


Una estúpida idea cruzó por su mente, pero lo hizo. Recordando el código
morse que había aprendido gracias a su abuelo fallecido, sus ojos se
abrieron de más ante el mensaje repetitivo. "Estoy aquí. Estoy aquí. Estoy
aquí. Estoy aquí."

Los focos explotaron, provocando sustos de todas las personas en el lugar.


Se oyó una risita dulce, traviesa, y los ojos de Yoongi buscaron a esa
persona en la fila. Se encontró con un bonito niño –no tan niño,
aproximadamente de dieciocho años, pero lucía algo infantil.– de rizos, con
vestimenta oscura, antigua.

Debajo del largo saco negro llevaba una camiseta blanca, abotonada hasta
arriba, y una pequeña y adorable corbata del mismo color que el saco,
dentro de éste. No podía ver lo demás, pero no parecía llevar más que unos
pantalones cortos debajo. Su sonrisa era deslumbrante mientras veía
alrededor con emoción.

—Ésto parece una película de terror. —comentó, casi chillando de la


emoción.

Yoongi asintió, de acuerdo. Cuando finalizó de atender a la mujer, había


llegado el turno del niño.

—Buenos días. —murmuró Yoongi educadamente, aunque no tenía muchas


ganas de desear buenos días a la gente, pero el niño era adorable... aunque
extraño.

Alzó ambas cejas cuando éste último dejó una gran cantidad de dulces que
planeaba comprar. —Vaya...

—Me gustan mucho, mucho las golosinas. —se excusó, encogiéndose de


hombros mientras observaba las manos de Yoongi registrar en la caja cada
dulce.

—Parece hacer todo tan fluido, el incluso sin luz. ¿Hace mucho trabajas
aquí?

—Hace casi cuatro años. —respondió de manera seca, asintiendo


lentamente.

Se sintió mal por la animada manera en la que el rizado le hablaba, así que
decidió devolver la pregunta. —¿Tú? ¿Hace mucho vives aquí? Nunca te he
visto.

El niño negó lentamente, viéndolo fijo a los ojos. —Yo acabo de llegar.

Yoongi le devolvió la mirada por unos segundos antes de asentir


lentamente, finalizando con las últimas golosinas antes de tomar una bolsa
pequeña, metiendo todo allí. Esperó la paga luego de decirla, como
habitualmente hacía, pero se sorprendió al notar como el rizado daba la
vuelta, saliendo del lado del cliente y quedando del lado del cajero, donde
estaba el castaño.

Sus ojos se abrieron de más cuando fue tomado de las mejillas e inclinado
hacia abajo, a la altura del menor. Sintió unos fríos y húmedos labios sobre
los suyos, acariciando su labio inferior de manera lenta y suavecita. Ni
siquiera respiraba, estaba realmente sorprendido, tanto que apenas podía
moverse.

Un agradable cosquilleo se instaló en su estómago, pero duró poco debido a


que el rizado se alejó, viéndolo a los ojos con una pequeña sonrisita ladina.
—Nos vemos, Yoon.
Sin más, tomó la bolsa y se fue. Yoongi parpadeó rápidamente, sin llegar a
tiempo a seguirle con la mirada debido a que no se encontraba más en el
lugar. Vió alrededor, notando algunas personas verle con cierto espanto oír
la escena de minutos atrás.

Respiró profundamente y volvió a acomodarse en su asiento, esperando a


más clientes mientras se preguntaba quién era ese niño, porqué lo había
besado y cómo sabía su nombre. Cuando llegó el final del día, luego de
estar todo el rato limpiando, refregando paredes, suelo, y cambiando los
focos de luz, se reunió con su jefe, esperando la paga.

Su ceño se frunció al recibir mucho menos de lo mínimo esperado. —¿Tan


sólo ésto por llegar tres horas tarde? —el anciano lo observó algo
sorprendido por la queja de Yoongi.

—Son las once de la noche. Mi turno terminaba a las ocho y media.

—Por mí vete a la hora que quieras, luego de todo lo que provocaste hoy
hasta te puedes ir buscando un nuevo trabajo.

Ya harto, se mantuvo firme y enojado. No iba a quebrarse. —¿Qué es


exactamente lo que hice hoy?

—Además de tu tardanza, llegar golpeado y andar con un humor de perros


durante todo el día, te atreviste a... a besar a un hombre frente a todo el
supermercado. —comentó asqueado y enojado, bajando la mirada.

No podía ni mirarlo. —No estoy en contra, pero me parece repugnante, y


todos te vieron.

—Bueno, eso claramente es estar en contra. Y yo no lo besé, él me besó. El


que me haya dado un golpe no es mi culpa, y tampoco el quedarme
dormido. He estado trabajando muchísimo éstos días, recibiendo miseria.

—¡¿Miseria?! ¡¿A ésto le llamas miseria?! —apuntó al dinero en la mano


de Yoongi, el cual formó un puño, arrugándolo.
—¡Es lo menos que te mereces, maleducado! ¡Voy a dejarte volver mañana,
sólo porque soy una buena persona!

—Por mí váyase a la mierda y no vuelva. —eso había sido todo, no iba a


dejar que lo tomaran por torpe. Se giró y caminó hacia la puerta.

—Usted no es una buena persona. Tanto que va a la iglesia, cuéntele a Dios


y a la virgen María que me hacía arrastrar por el pasillo para limpiar la
mugre de sus zapatos, por poco dinero.

—¡Hijo de la reverenda p-!

Cerró la puerta justo a tiempo, guardando el dinero en su bolsillo mientras


caminaba a paso rápido, furioso por el supermercado, hacia la salida. El frío
lo invadió. Se maldijo al haber olvidado su abrigo dentro. De todas formas,
no tenía absolutamente nada en él. Podía vender algunos libros de su
estantería, y algunos muebles. Algo, debía pensar en algo.

—¿No tienes frío? —dió un salto al oír la voz a su lado.

Sorprendido de ver al mismo niño que lo había besado en el supermercado,


detuvo su paso. Éste se giró, también deteniéndose. Yoongi pudo notar que
más abajo de los pantalones cortos llevaba calcetines largos hasta las
rodillas, negros, y unos zapatos algo elegantes, con abrojo. Su ceño se
frunció al notar su propio abrigo en una de las manos del rizado.

—¿Qué...? ¿Cómo tomaste eso? —le quitó el abrigo con brusquedad,


poniéndoselo.

El ceño del menor se frunció, demostrando confusión mientras ladeaba


levemente su cabeza. —Yo te esperé hasta que salieras. —... ¿Por qué? No
te conozco. Ni siquiera sé tu nombre.

—No tengo un nombre. —respondió, más seco.

La dulzura se estaba desvaneciendo, cada vez estaba más serio, hablaba un


poco más bajo y el color verde en sus ojos se oscureció. —Estoy aquí
porque tú me llamaste.
El corazón de Yoongi latió con más fuerza, sin comprender exactamente
qué sucedía, suponiendo algo pero... no. No podía ser. Simplemente no
podía. —... No entiendo nada.

—No es muy difícil de comprender. —respondió con algo de arrogancia,


dando media vuelta y continuando caminando por el camino, lentamente.
Se giró a una distancia considerable, viendo fijamente al castaño, como
aguardando.

Éste lo observó por unos segundos antes de, nuevamente, comenzar a


caminar. Una vez llegó a la medida del niño, caminaron en silencio. El
castaño se encontraba realmente tenso, ¿acaso era un sueño? ¿Una
pesadilla?

—Creí oír que estabas dispuesto a recibir un milagro de quién sea. ¿Por qué
ahora estás tan asustado? —suspiró, negando lentamente mientras soltaba
pequeños "mm, mm".

—Ustedes no saben realmente lo que piden hasta que lo obtienen, ¿verdad?


—lo observó de reojo.

—Bueno, déjame decirte algo. —se detuvo, y junto a él Yoongi. —


Lamentablemente para ti, soy todo lo que jamás deseaste, pero puedo
ayudarte más que un ángel.

—... ¿No eres un ángel?

El rizado alzó las cejas, inclinando un poco su cabeza. —¿Luzco como


uno? Si.

—No. —carraspeó, y continuó caminando a la par del niño.

Se mantuvo en silencio, pensando exactamente qué podría decir. —


Entonces... ¿Quién eres tú?

Una risita provino de los gruesos y rojizos labios del menor. —Si te lo dijo,
puede que te asustes. —canturreó bajito.
Metió una mano en su bolsillo y sacó una paleta que había comprado en el
supermercado de Yoongi, metiéndolo en su boca luego de quitar la
envoltura. Saboreó ruidosamente, quitándolo de su boca al finalizar y
sosteniéndolo en su pequeña mano.

—Uhm, bueno. Soy... algo así como un servidor del rey del inframundo.
¿Eso está bien? ¿Es una buena manera delicada de decirlo?

Yoongi metió las manos en su bolsillo. No podía permitir que el... el


demonio notara los temblores en éstas. Intentaba estar tranquilo, pero sentía
que la cordura se le estaba escapando de las manos, que nada era real.
Simplemente se mantuvo en silencio, pensativo y con los nervios de punta.

Adelantó el paso, oyendo las quejas caprichosas del rizado. Subió los cortos
escalones de la entrada de su hogar y dió un par de golpes, provocando
insultos de su abuela del otro lado hasta que abrió la puerta.

—¿Yoon? ¿Qué te pasó en la cara? —preguntó, preocupada.

Yoongi de inmediato la abrazó, soltando una risita forzada, intentando


volver su preocupación un poco más ligera. —¿Por qué te ríes? ¿Qué pasa?

—Shh, shh. Abuela, no pasa nada. —se apartó un poco, y la anciana lo


tomó del rostro. —Estoy bien. Yendo al trabajo me dí un golpe, estaba algo
dormido.

—¿Desayunaste? Yoongi, ¿comiste algo? —hablaba realmente rápido.

El castaño le tomó las manos, negando lentamente. —Sí, comí. —mintió.


—Por favor, no te preocupes. Todo está bien. No tienes que preocuparte,
abuela.

—Necesitas descansar, ¿de acuerdo? Voy a prepararte algo rico para comer.
—apuntó con su dedo índice a su nieto cuando éste iba a hablar.

—Y me importa una mierda si comiste ya. —Yoongi rodó sus ojos,


intentando no reír por el vocabulario de su abuela.
Ésta siempre hablaba de aquella forma, pero emanaba ternura ante su dulce
voz. —Te vas a acostar, y dejas que tu abuela te prepare cosas ricas.

—¿Tomaste la pastilla, abue?

—... Es la última. —comentó, intentando sonar desinteresada mientras se


giraba y caminaba hacia la cocina.

—Pero ya la tomé. Puedo intentar conseguir mañana.

Yoongi la siguió hasta la pequeña cocina, observándola poner la tetera


mientras la oía comentar que le prepararía una sopa. —Abue,
encontraremos algo, no te preocupes.

—Cielo, tú no te tienes que preocupar. Es mi salud. De ésto me encargo yo,


¿vale? Ahora vete a la cama, no me hagas repetirlo.

Suspiró profundamente antes de voltearse y caminar hacia la habitación,


tragando saliva con fuerza mientras cerraba la puerta de su cuarto. Encendió
la luz y se volteó, dando un salto e insultando en un gruñido al encontrarse
con el niño de rizos sobre una silla mecedora en la esquina del cuarto,
hamacándose.

Aquella era de su abuela, pero él la usaba en las noches de insomnio donde,


extrañamente, hamacarse funcionaba. —¿Esa es tu abuelita? Que linda. —
empujó con uno de sus pies una caja pesada.

Yoongi bajó la mirada, abriendo sus ojos de par en par al notar que la
mediana caja blanca estaba llena de pequeñas cajas de farmacia
reconocibles ante sus ojos. Aquellos eran los comprimidos de la medicación
que necesitaba su abuela.

—¿Eso...? ¿Eso es...?

—¡Si! ¡Lo sé! —exclamó, sonriente mientras se ponía de pie. Derecho y


formal, realizó una reverencia hacia Yoongi.

—De ahora en más, seré tu fiel sirviente.


—¿Mi sirviente? —el demonio asintió, enderezándose y viendo fijamente al
castaño el cual, poco a poco, fruncía su ceño.

—... ¿A cambio de qué?

La sonrisa del rizado se volvió más ligera, con menos emoción. —¿No es
obvio? —alzó un poquito una de sus cejas, y ambos se observaron
fijamente. —Quiero tu alma.

Yoongi empalideció de manera inmediata, parpadeando rápidamente. —¿Mi


alma? ¿Cuándo? ¿Cómo?

—Cuando mueras, por supuesto. —respondió el niño, dando un paso al


frente.

—Te seré totalmente leal, te protegeré y daré lo que quieras. Sin embargo,
cuando llegue el día de tu muerte, yo me llevaré tu alma, el incluso estaré
contigo en la infinita oscuridad.

—¿Y qué si me niego?

El demonio ladeó un poco su cabeza, aún con una fría sonrisita en sus
labios. Tan sólo cuando hacía aquello, o se mantenía de forma sería, no
lucía nada dulce. Era como si todo rastro angelical se esfumara a la
velocidad de la luz.

—Me voy, y conmigo se va todo lo que he traído.

Allí fue cuando Yoongi comprendió que debía de aceptar. Por su abuela, por
su trabajo, por sus vidas... ... por él. —Está bien. Acepto. —admiró la
sonrisa en los labios del demonio expandirse.

—¿Me dirías tu nombre?

—No tengo uno. —se sentó en la cama de Yoongi en un salto y, al haber


rebotado, no pudo evitar dar otro saltito.

—¿Me puedes poner uno? Después de todo, eres mi amo.


Sintió un tirón en su miembro por lo último, y dirigió su mirada a la
habitación. ¿En serio aquello lo estaba poniendo duro? Dirigió sus
pensamientos a lo mencionado por el demonio.

—JiMin. —mencionó en un susurro, llevando su mirada al niño de rizos, el


cual dejó de dar saltitos y lo miró seriamente, parpadeando con lentitud.

—Te vas a llamar JiMin.

El demonio sonrió de lado. —Está bien.

Desapareció en un parpadeo cuando la abuela de Yoongi se adentró al


cuarto. Le dejó la sopa de calabaza en la mesa de noche, y el castaño
aprovechó para darle la sorpresa de los medicamentos. Le mintió,
diciéndole que lo habían ascendido por su buena conducta, y la hizo
realmente feliz hasta que salió del cuarto debido a que había llegado la hora
de dormir.

Y, entre tantos pensamientos, logró dormirse. Jamás se había dormido tan


temprano, pero se habían deshecho muchas preocupaciones que
anteriormente invadían su mente. Ahora la única preocupación que tenía era
la de una presencia demoníaca acechando su alma, dando diez pasos cuando
él daba uno.

Siempre por delante, siempre sigiloso y obediente. Pero no le importaba ir


al infierno. JiMin ahora se había vuelto una parte de él, ¿y lo mejor? No le
desagradaba ni un poco.

2004. // Mundo original. //


Muerte cerró el libro de manera brusca, boquiabierto y soltando un jadeo
silencioso. —Esto... —negó lentamente, y volvió a abrir el libro, buscando
entre otras páginas.

¿No había continuación? ¿Realmente se iba a quedar con la intriga para


toda la vida? —¿Qué estabas haciendo?

Soltó un jadeo del susto, dejando caer el libro al suelo y girándose en prisa.
Se encontró con el mismísimo diablo, el cual también era su esposo y la
criatura sobrenatural que más amaba en el universo. Y en otros,
seguramente.

Luego de un largo día de trabajo como Muerte, se había ido al infierno a


buscar a su esposo. Estaba cansado, necesitaba contención y mimitos. El
rey del inframundo estaba ocupado, y JiMin decidió esperar. Se había
distraído husmeando algunos contratos en el escritorio a un lado de la
fogata, pero finalmente decidió hojear todos aquellos libros que había en la
enorme e infinita pared.

Se había subido a la larga escalera, y había tomado aproximadamente seis


libros de la sección en la que, una vez, Yoongi le había indicado que se
basaban en mundos alternativos, universos paralelos, etc. Podría haber
cualquier cosa, pero jamás creyó que encontraría aproximadamente dos
libros en donde hubiesen vidas paralelas del mismísimo diablo.

Era algo confuso, porque éste era el rey del inframundo en todos los
mundos. Sin embargo, tenía historias. —Y-Yo... Yo estaba... ¿Dónde estabas
tú?

El ceño del diablo se frunció un poco. —Trabajando por supuesto.

—Es que yo... te extrañé. —en la mirada de su esposo notó aquella señal
que le hizo acercarse y refugiarse en su pecho, siendo envuelto por brazos
cálidos y fuertes.

—Tuve un día agotador.


—Siempre los tienes. —sintió un beso sobre su cabello y caricias de los
dedos repletos de anillos de su esposo acariciando su espalda.

—¿Qué estabas leyendo? —JiMin apartó su rostro del pecho de Yoongi,


alzándolo y cerrando sus ojitos cuando recibió un suave y lento beso en sus
labios.

—¿Mh? ¿Estabas husmeando mis libros, niño?

—La sección de los universos alternativos. Aparentemente, tú fuiste un


simple mundano, y tenías un demonio. Adivina cómo se llam-

—JiMin. Sí, eras tú. —interrumpió, asintiendo lentamente y reafirmando el


agarre en el cuerpo de su esposo para que éste no se alejara.

—¿Te sorprende?

—Si, y no lo entiendo. ¿No que tú eras el único diablo? ¿Cómo puedes


tener una vida si eres como ésta en todas?

—Mi historia no es como la de los demás. El libro donde dice eso, más
bien, es algo que podría haber sucedido. —lo aferró más cerca, haciéndolo
ponerse de puntitas de pies.

—Niño travieso, husmeando el despacho del diablo.

Aquel último comentario provocó que las mejillas de Muerte comenzaran a


arder, provocando que bajara la mirada, ladeando un poquito su rostro
mientras sus deditos acariciaban la nuca del rey del inframundo.

—Lo siento, estaba aburrido. —respondió, y alzó nuevamente la mirada,


cerrando sus ojos cuando recibió otro lento, profundo pero pausado beso.

—¿Fuiste a ver a los niños?

—Si, estaban durmiendo. Jungkook se iba ir apenas llegáramos, pero quise


venir por ti.
—Mh-hm. —tomó el labio inferior de su niño favorito, chupando antes de
lamer, finalizando con un beso el cual al más bajo le quitó el aliento.

— Bueno, entonces vamos.

Tan sólo eso bastó para que JiMin acomodara el libro, se girara y tomara la
mano de su esposo. En un parpadeo, ambos habían salido de aquel
despacho, retomando la vida que diariamente sobrellevaban sin problema
alguno, y con mucho gusto.

....

Hi, a donde sin dejarme tus votos y comentarios?!!

Este es el primer extra!! Solo quedan 2 mas, de la versión vieja de DWTD!!

Gracias por leer esta adap, si gustas seguirme, adelante!! ES GRATIS!! Y


recibes buenas historias del YM!!
Cuídate y hasta la proxima~

AMO AMYGDALA!!

TQM.

MinMin.
Extra II

"Estimados padres: Nos complace invitarlos al pequeño ensayo que


presentará cada alumno de 1er y 3er curso por el festejo del Día del
Padre. Día: viernes 16.
// Horario 11 a.m. ¡Los esperamos!"

La mismísima Muerte, también llamado Park JiMin, alzó su vista, curioso


de ver la mirada de su esposo, el cual era el mismísimo diablo. Éste lucía
neutro –como de costumbre–, sin mucho que expresar ante lo que había
oído anteriormente salir de la boca de su niño favorito.

—... ¿Qué es lo que intentas explicar?

—Yoongi... —se quejó JiMin, cerrando el pequeño cuaderno del instituto al


cual su hijo mayor asistía y dejándolo en la mesa de noche de la habitación
de ambos seres sobrenaturales.

—... tenemos que ir.

—Ni hablar.

El diablo se rehusaba, realmente lo hacía. ¡No había nada de especial en


aquel día! Era un día como otro, pero el instituto lo volvía especial y
provocaba que los niños que asistían se sintieran mal debido a la ausencia
de "algo tan importante".

Incluso le parecía ofensivo de parte de los mundanos conmemorar tal cosa.


Sumando todo aquello, Yoongi no creía poder aguantar tanto la estupidez
humana. No creía que todos fuesen así, pero los pocos que se habían
presentado en su vida –excepto JiMin– tenían pensamientos realmente
asquerosos, y se creían más que los demás.
No quería estar tan cerca, y se iba a encargar de criar a sus hijos de la
manera correcta, incluso si apenas sabía hacerlo. Sin embargo, tuvo que
soportar la cara de indignación proviniendo de su esposo cuando finalizó de
confirmar su ausencia al evento.

—No puedo creer que estés siendo así. —hizo berrinche, como
habitualmente hacia desde que tenía dieciséis años, aunque antes solía estar
más callado y sumiso.

A Yoongi le gustaba el cambio que había tenido su niño, en todo el sentido


de la palabra debido a que, bueno... lucía realmente guapo todo el maldito
tiempo. —Yeonjun va a sentirse muy mal si no vamos. De seguro ha escrito
un ensayo y todo. Jamás hemos asistido a un evento así. —continuó,
sentándose en la cama lentamente y apartándose un poco del cálido cuerpo
del diablo.

Ninguno dormía, por supuesto. JiMin solía hacerlo un poco, aún no se le iba
del todo, pero era debido al aburrimiento cuando Yoongi no estaba presente
en las noches, aunque eran pocas. También le sucedía en la tarde, cuando
sus hijos dormían siesta y el agotador trabajo como rey de las almas no lo
llamaba.

Estaba con su cabello despeinado, usando un pijama que se había comprado


para el invierno –incluso si ya no sentía las bajas temperaturas como solía
suceder–, cubierto con las mantas y con sus labios formando una trompita.
Yoongi, en cambio, no tenía otra cosa que ropa interior, la cual pocas veces
usaba.

Si fuese por él, andaría desnudo hasta por la sala, pero JiMin creyó que
debería de estar usando ropa interior ahora que los niños estaban y podían
entrar en cualquier momento al cuarto de sus padres. Éstos – muchas veces–
olvidaban poner el pestillo.

—JiMinnie, Yeonjun detesta hacer deberes. —intentó calmar a su esposo,


llevando su mano repleta de anillos al brazo contrario y tirando suavemente
para tenerlo cerca.
—Apuesto a que ni siquiera ha hecho un párrafo, principalmente porque
aún le cuesta escribir sobre el guión.

—Eres cruel. —ahora JiMin lucía molesto, con su ceño levemente fruncido.

Pocas veces eran las cuales Muerte no comprendía que, a pesar de ser el
diablo, Yoongi no decía aquello con maldad. Apartó su brazo y volvió a
acostarse, dándole la espalda a su esposo.

—Vamos a dormir.

El ceño del diablo se frunció. —Nosotros no dormimos.

—Entonces vamos a fingir que dormimos, porque no quiero hablar.

Yoongi se movió de inmediato, acercándose al cuerpo de JiMin con


movimientos cuidadosos. Suavemente le pasó una mano por debajo de la
camiseta, acariciándole dulcemente la cintura mientras pegaba sus labios a
la nuca del menor de ambos.

—Sabes que no estoy hablando en serio. —le susurró, dejando suaves


besos.

—Es decir: sí, pero no de la manera en la que tú crees. Yeonjun aún no sabe
escribir sobre un renglón, pero no estaba criticando. Fue simplemente un
comentario sin ningún tipo de expresión.

Hubo un corto silencio. —Lo sé, pero no me agrada tanto. Yeonjun se


esfuerza mucho. —dice, en un tono mucho más suave pero, aún, levemente
distante.

—Sé como lo dices, pero he visto cómo se frustra, y me duele.

—Entiendo. —dejó lentos y cortos besos en la nuca de su niño favorito.

— No volverá a pasar. —segundos después, su esposo se había girado al


menos un poco como para tener el rostro frente al rey del inframundo.
Éste último no desaprovechó la oportunidad; tomó el grueso y rojizo labio
inferior, succionando levemente antes de dejar una mordida que hizo
suspirar al contrario. De inmediato lo tomó más de la cintura, girándolo
para pegarlo a su cuerpo y enredar sus piernas.

—Te amo. —Yoongi buscó más su boca ante aquel pequeño susurro,
encimándose un poco sobre el cuerpo de Muerte mientras le acariciaba el
muslo con su mano libre.

Sus tibias lenguas se encontraron luego de unas largas horas, explorando


como si jamás lo hubiesen hecho. En momentos como aquellos, JiMin creía
más que nunca que todo lo que había sucedido había tenido sus frutos. El
ruido de la puerta sobresaltó al menos de ambos, e intentó alejarse del
agarre del diablo, pero éste lucía como si nada estuviese sucediendo.

Simplemente giró un poco su cabeza, relamiendo sus labios de manera floja


y observando con ambas cejas alzadas a su hijo de seis años entrar
apresuradamente. —¡Papá y papá, me van a escuchar! —exclamó, y aunque
lucía molesto, su tono era de lo más suave y dulce.

JiMin y Yoongi se sentaron casi al mismo tiempo, viendo extrañados a Choi


Yeonjun. Muerte y Diablo habían decidido que usarían el apellido de la
madre de JiMin para sus hijos, debido a que Kim era una gran ofensa luego
de que un hombre como Seung lo llevara.

—¡No quiero hacer el estúpido ensayo! —exclamó, deteniendo su andar a


la mitad de la cama y alzando una hoja arrugada que tan sólo decía el
nombre del niño, escrito demasiado grande y fuera del renglón.

—Yeonjun, ¿qué es lo que acabas de decir? —los ojos verdes de Muerte se


agrandaron al oír el insulto de su pequeño, el cual también agrandó sus ojos
cuando oyó el tono amenazante de su padre.

—No quiero volver a oírte decir una palabra así, o vas a estar castigado de
por vida. ¿Me oíste?

El niño parecía estar a punto de estallar en un desconsolado llanto con el


paso de las palabras de JiMin. Yoongi suspiró profundamente, poniendo sus
ojos en blanco antes de palmear el colchón frente a sí mismo.

Yeonjun subió rápidamente a ésta y se acurrucó en los brazos del rey del
inframundo, el cual le acariciaba la espalda. —Cuando papá era pequeño,
no decía ni una sola mala palabra. —explicó el ser infernal, apartando un
poco al niño para verlo, notando de reojo la mirada de su esposo sobre sí.

—Es por eso que no le gusta que digas... — pensó unos segundos. —...
groserías. —finalizó, asintiendo lentamente.

—No es por eso, es por todo. Tienes seis años, Jun. —ahora el castaño de
ojos verdes con una mancha negra cubriendo un poco el color en uno de
éstos se sentía un poco culpable. Extendió sus brazos hacia su pequeño, el
cual de inmediato se acurrucó contra su pecho.

—No es bueno que digas esas cosas.

—Las personas mayores lo dicen. —se excusó el niño, alzando la mirada y


recibiendo un beso en su frente de parte de la persona que lo sostenía en
brazos.

—No copies lo que dicen las personas mayores, hasta que seas mayor. —
sugirió Yoongi, viendo de reojo como JiMin intentaba cubrir sus labios en
el cabello rubio de su hijo para no demostrar su gracia.

—No copies lo que nadie haga.

—¿Eso quiere decir que no puedo copiar mi ensayo de alguien más? —


JiMin negó de inmediato, devolviéndole la mirada fija a su hijo, el cual
derrochaba ternura sin siquiera intentarlo.

—¿En serio? ¿Papá no puede tars... tranispor...? —frunció un poco su ceño,


frustrado.

—¿Papá no puede viajar a la casa de mi amigo y robar su ensayo?

—Papá no hace esas cosas malas, Jun. —Muerte mintió, arrugando su nariz
cuando su esposo alzó una de sus cejas, demostrando incredulidad ante lo
que había dicho.
—Además, ¿crees que nadie se dará cuenta? Tienes que escribir sobre tus
padres.

El niño resopló, agrandando un poco más sus ojos y alzando sus pequeñas
manos con algo de frustración. —¿Y qué digo?

—Que nos amas. —respondió JiMin. —Que somos geniales. —respondió


Yoongi a la par.

El matrimonio se observó fijamente a los ojos por unos segundos antes de


volver la vista al menor de la habitación, el cual hacía una leve trompita con
sus labios, pensativo. Yoongi creía que su hijo había adaptado aquella
expresión por culpa de su esposo.

No pudo evitar sonreír de lado ante aquello, disimulando con una relamida
de labios antes de acercarse un poco y besar la frente de Yeonjun. —Bueno,
ahora vé a dormir, y piensa en lo que vas a escribir en tu ensayo.

Una pequeña sonrisa comenzó a formarse en el niño de seis años. —Será


una sorpresa, le pediré a mi maestra que me ayude.

—¿Sorpresa? ¿Para nosotros? —JiMin no pudo evitar besar la frente de su


hijo mayor cuando éste asintió, levemente ruborizado.

Lo abrazó contra su pecho, suspirando profundamente. —Jun, te amo con


todo mi corazón. —besó ruidosamente su mejilla.

—Anda, vamos a arroparte.

—Yo lo llevo. —se ofreció el diablo, extendiendo sus brazos hacia su hijo,
el cual de inmediato se aferró al cálido cuerpo de su padre. Apoyó su
cabecita en el hombro del rey del inframundo, como si éste no fuese aquello
último.

—Vendré en unos minutos.

—Está bien. —Muerte asintió y observó a su esposo caminar fuera del


cuarto con su hijo en brazos, arrojándole besos a éste último, el cual los
devolvía con una tímida sonrisa.
Suspiró, viendo a su alrededor como si se encontrase perdido. A pesar de
todo lo que había sucedido, amaba la vida que llevaba. Amaba su casa,
amaba a sus hijos y amaba a Yoongi. Amaba a su familia y amaba tener el
poder suficiente para protegerlos de lo que sea. Se acomodó un poco en la
cama antes de cubrirse con las mantas.

No tenía frío, pero le gustaba estar arropado, y en la espera de los brazos de


su esposo. Justo cuando estuvo a punto de dormirse por el aburrimiento,
una presencia irrumpió su momento de paz. Parpadeó rápidamente, y su
ceño se frunció al notar a su mejor amigo, Park Jimin, al final de la cama.

—¿Kookie? —se sentó casi de inmediato al notar el pánico en el delgado


rostro del hombre.

—¿Qué sucede? ¿Qué tienes?

—¿No lo sientes? —JiMin se vió obligado a salir de la cama cuando sintió


la voz temblorosa de aquella persona con la cual había compartido grandes
momentos.

Tan sólo lo observó, perdido y desesperado, esperando sentir algo que no


fuese angustia y susto. —Algo pasará. Alguien va a morir aquí.

—... ¿Qué? —su voz salió un poco más fuerte de lo esperado. Fue casi de
inmediato que se acercó al contrario, el cual también lo hizo.

—Dime que es una broma y te equivocaste de casa.

—JiMinnie, no sé qué está sucediendo, pero me pidieron que viniera porque


alguien iba a morir en ésta casa. ¿Dónde están los niños?

—Están con Yoongi. No, ¿qué? Jung... —llevó una mano a su frente,
entrecerrando un poco sus ojos ante el repentino estrés que estaba sintiendo.

Todo su cuerpo se encontraba tembloroso, de pronto se sentía como si miles


de demonios le estuviesen pasando por encima. —... te has confundido.
Alguien te ha dado la dirección incorrecta.
—JiMinnie, yo... —relamió sus labios mientras pasaba las palmas de sus
manos por sus pantalones, limpiando el sudor proveniente del nerviosismo.

—... no es la dirección incorrecta. ¿No lo sientes?

—¡Que no siento nada! ¡Estoy perfectamente, así que de seguro te has


equivocado, JungKook!

La puerta de la habitación se abrió de inmediato, y un Yoongi de ojos rojos


y mandíbula tensa se adentró al cuarto, observando a ambos seres
sobrenaturales con una expresión neutra pero alarmante.

—¿Qué está sucediendo? —se acercó a su esposo al notar el nerviosismo


saliendo en ondas que sólo eran visibles antes sus ojos.

—JiMinnie.

—Yoongi, me han informado que aquí alguien morirá. —a diferencia de


cuando se lo había dicho a JiMin, ahora lucía claramente confundo, con su
ceño fruncido mientras le devolvía la mirada al rey del inframundo.

— ¿Yeonjun y Soobin?

—Yeonjun acaba de acostarse, y Soobin está dormido.

—¿Te fijaste que esté simplemente dormido?

La mandíbula de Yoongi se tensó aún más cuando sintió el tembloroso


agarre de su esposo en la ropa que llevaba puesta. Sus pupilas se dilataron
un poco más y la mirada amenazante provocó que la Parca llevara su
mirada al suelo.

—Está dormido, Jimin. —respondió Yoongi lo más calmado posible. Había


oído la tranquila respiración de su hijo menor.

—Quiero ir a ver. —Muerte quiso adelantarse, huir hacia el cuarto, pero


Yoongi no lo permitió. Lo tomó de inmediato de la cintura con un brazo.

— Sólo quiero ir a comprobar q-


—JiMinnie, acabo de volver de ahí. ¿Crees que no lo sentiría? ¿Crees que
no sentiría si tus hijos estuviesen en peligro? —llevó ambas manos con
dedos repletos de anillos de oro hacia las mejillas del más bajo, viéndolo
fijamente.

—Tienes que calmarte, o van a sentir tu pánico. Confía en mi, niño.

La Muerte dió un profundo respiró para calmar su aura. El toque de su


esposo y su suave tono de voz lo hacían pisar tierra nuevamente. Llevó sus
manos hasta las manos del rey del inframundo, y lo observó con ojos llenos
de preocupación y mal augurio.

—No siento nada, Yoon.

—Lo sé, ni yo. —de inmediato lo sostuvo contra su cuerpo, y dejó un beso
en su frente antes de ver a JungKook, el cual lucía claramente incómodo.

—Te equivocaste de hogar.

—Créeme que no hubiese venido hasta aquí si no lo hubiera comprobado.


—la Parca negó lentamente, mordiendo su labio inferior antes de ver al
matrimonio.

—¿Les molesta si me quedo vigilando en el cuarto de los niños?

—Por supuesto que no. —respondió JiMin, agradecido. No dormiría en


toda la noche, y aunque no era su propia presencia, le calmaba que fuese
Jimin quien velara los sueños de sus bebés. Él no podría hacerlo, debido a
que claramente no era capaz de controlar sus emociones. Aquello podría
provocar pesadillas hacia los infantes.

—Lo siento, Kook.

—Está bien, JiMinnie. Lo sabes. —su mejor amigo le sonrió levemente


antes de dirigirse fuera de la habitación, cerrando la puerta al salir. JiMin y
Yoongi se observaron casi al mismo tiempo, como si se comunicaran con la
mirada.
—Mírame y presta atención a lo que voy a decirte. —el diablo se acercó un
poco más a su esposo, aún sosteniéndolo.

—Yo jamás... jamás en mi eternidad voy a dejar que algo les pase. —un
nudo se instaló en la garganta del más bajo, el cual tan sólo asintió, estando
de acuerdo. Podía sentir la calma envolverlo de a poco.

—Sea lo que sea, JiMinnie, yo los protejo. ¿Entendido?

—Entendido. —repitió su esposo.

Alzó un poco más su rostro, y ambos compartieron un suave beso en los


labios. Cuando regresaron a la cama, debajo de las mantas, JiMin fue
envuelto por los reconfortantes brazos del diablo, pero a pesar de toda la
calma que se encontraba recibiendo, siquiera pegó un ojo, a la espera de
sentir algo.

—Ay, por Dios. —JiMin cubrió su rostro, suspirando con cansancio y alivio
a la par. Oyó un gruñido a sus espaldas y negó lentamente.

— Diablos. —corrigió. —Mucho mejor. —felicitó Yoongi.

—Mierda. Lo siento, hermano. —se disculpó JungKook, observando con


demasiada culpabilidad a su mejor amigo, el cual continuaba negando.

—No, no. Está bien, le sucede a cualquiera. —Muerte apartó las manos de
su rostro y se cruzó de brazos, luciendo condenadamente bien con su
vestuario de trabajo y la leve brisa de Rusia haciendo su cabello levemente
largo hacia atrás.

—Quiero decir... —ladeó su cabeza, observando el cuerpo inerte del peludo


felino en el patio trasero de su hogar. —... definitivamente hubo una muerte.

—Si...

—Oh, joder. —masculló el diablo, parándose a un lado de su esposo para


observarlo con algo de gracia.
—No le hagas cumplidos, despídelo. Eres su jefe, y apesta siendo una
Parca.

El ceño del sirviente de su esposo se frunció. —Si, bueno; se supone que el


diablo no se enamora, y mírate. Estás casado y con hijos. —se mantuvo en
silencio por unos segundos ante la mirada neutra de Yoongi.

Rápidamente llevó su mirada hacia su mejor amigo, terriblemente


sonrojado. —Me voy.

—Está bien. —apenas Muerte finalizó de decir aquello, Jimin desapareció a


la velocidad de un parpadeo, sin siquiera dejar rastro de haber estado allí
alguna vez. JiMin se giró de inmediato hacia Yoongi, el cual lo observaba
de la misma manera en la que había observado a la Parca.

—No me mires así.

—Confías mucho en él. —comenzó.

El ser sobrenatural con menos experiencia de ambos hizo un movimiento


con una de sus manos y, pronto, el felino volvía a respirar, maullando
desconsoladamente. —Siempre lo has hecho.

—Y siempre lo haré. Es mi mejor amigo, Yoon.

—Has tenido una semana de mierda, creyendo que nuestros hijos iban a
morir, y ha resultado ser un gato. —frunció un poco su ceño, sintiendo
molestia al notar que JiMin ni siquiera le prestaba atención.

Se encontraba completamente embobado por el felino, el cual lloraba luego


de haber vuelto. Muerte rápidamente se acercó a éste, poniéndose de
cuclillas y comenzando a acariciar el peludo lomo.

—Te estoy hablando.

—Estoy escuchándote. —mordió su labio inferior con preocupación,


intentando sanar al animal, lográndolo casi de inmediato.
Podía entender a su esposo: éste fue el único que lo había estado
consolando luego de todos los sustos que se había dado cada que sus hijos
hacían algo que pudiese terminar de manera trágica, cuando no los estaba
vigilando, lo cual era extraño. Ni siquiera había dormido, estaba muy
seguro de que ya no volvería a hacerlo.

—Pero, ¿qué sugieres? ¿Qué él no me haya dicho nada? ¿Qué hubiese


sucedido si realmente eran Yeonjun o Soobin y no lo hubiésemos sabido?

—No lo defiendas. No estoy diciendo que lo asesines, pero no puedes dejar


pasar cosas así.

Muerte se puso de pie con el felino en brazos, el cual lucía realmente


cómodo, y se giró hacia su esposo ante lo último que éste había dicho. —
¿Alguna vez no he dejado pasar las cosas? Creí que ya no era una sorpresa.
—el diablo negó lentamente, en desacuerdo.

—Se lo voy a decir, Yoon. Lo prometo.

—... Bien.

—Mira el lado bueno de las cosas: ¡tenemos mascota nueva! —meció al


felino de pelaje negro, lo suficientemente gordo para quejarse por el
movimiento.

—¿Cómo podemos llamarlo? Nunca tuve una mascota.

Yoongi llevó su mano a su entrecejo, frotando allí mientras suspiraba


profundamente. El buen humor de su esposo era contagioso, pero él
también había tenido una semana terrible, y no quería dejar pasar aquello.
No podía.

—Voy a matar a JungKook. —se encaminó hacia la casa, queriendo


encontrar paz, como solía hacer cuando estaba completamente solo y lo
único que despejaba su cabeza era la tranquilidad de su despacho en el
infierno.
—¡No te olvides que hoy es el ensayo de Jun! ¡Te amo, Yoongi! —y aunque
no se giró, una lenta sonrisa creció en sus labios.

Rusia no era un país muy liberal, pero JiMin lo había elegido cuando las
cosas eran muy diferentes. El mundo no había cambiado del todo, pero
habían más opciones donde estar cuando dos hombres se enamoraban, y
definitivamente no era aquel país. Las miradas de los padres de otros
alumnos en Muerte y Diablo eran una mezcla de disgusto y sorpresa.

El instituto estaba completamente lleno, con niños correteando por todas


partes. JiMin sostenía a Soobin en brazos, y Yoongi tenía una de sus manos
en el hombro de su hijo de seis años, el cual estaba de pie frente a éstos,
luciendo perdido mientras veía a su alrededor y aferrando su mochila color
amarillo a su pecho.

Una mujer de cabello rubio y brillante sonrisa comenzó a hablar. JiMin


frunció el ceño; todavía no se acostumbraba a comprender todos los
idiomas como si siempre los hubiese estudiado. —¡Los niños que hayan
preparado sus ensayos pueden seguirme!

JiMin de inmediato vió a su hijo. —Anda, Jun. —lo alentó.

Éste lucía espantado mientras caminaba lentamente hacia los alumnos que
se amontonaban frente a la mujer. —Tiene miedo. —comentó Yoongi,
viendo fijamente al niño hasta que éste se perdió a la vuelta del lugar,
adentrándose a un salón.

Se giró casi de inmediato y tomó a su hijo menor, el cual se quejó de


inmediato, de los brazos de su esposo. —Lo has estado cargando todo el
camino. —Está malhumorado, no quiere bajarse.

Yoongi bajó al niño al suelo, el cual se aferró a su pierna mientras


continuaba quejándose. Ambos sabían que éste no había dormido bien, y
quería su siesta de siempre, sin interrupciones. Las personas a su alrededor
observaban la escena, y mientras JiMin volvía a tomar a su hijo en brazos,
el diablo amenazaba con la mirada a las familias rusas de su alrededor.
—Yoongi... —el más bajo de ambos había notado aquello mientras mecía a
Soobin, el cual intentaba dormir en su hombro.

El rey del inframundo tan sólo lo vió por el rabillo del ojo, tomándolo de la
mano y guiándolo cuando la maestra de su hijo mayor indicó que se
adentraran al salón. Era lo suficientemente espacioso para que todos los
padres entraran, pero Yoongi se dirigió junto a su esposo hacia el fondo.

—Hasta que al fin llegan. —JiMin se giró de inmediato al oír la voz de su


mejor amigo, el cual se encontraba a su lado. Observó a su sobrino menor y
tendió sus brazos.

—Dámelo. —Muerte de inmediato lo hizo, y el niño ni siquiera se quejó.


Amaba a su tío.

—¿Todo en orden?

JiMin asintió, observando de reojo a su esposo y notando la mirada de éste


fija en él. Suspiró. Sabía que Yoongi no iba a dejar de insistir respecto a
ésto, y en parte lo entendía bastante. Seguramente él también había tenido
dudas de su seguridad, seguramente también había pasado miedo. Llevó su
mirada a JungKook.

—Eres un torpe, Chim. —simplemente dijo, sorprendiendo al último


nombrado. El diablo silbó.

—Casi haces que me dé un infarto, y he perdido el hábito de dormir. Por


favor, si no estás seguro de algo, no lo digas. — pidió con amabilidad a
pesar de lo que estaba diciendo, parpadeando suavemente. Nadie podría
enojarse con él hablando tan suave y luciendo de esa forma.

—Lo siento, JiMinnie. No volverá a pasar, lo prometo. —dirigió su mirada


hacia Yoongi.

—Y lo siento, Yoongi.

—Conmigo no te disculpes. La próxima que lo hagas, te arranco las bolas.


—el diablo ni siquiera se giró a verlo, tenía sus ojos entrecerrandos,
vigilando a su hijo mayor, el cual estaba entre todos sus otros compañeros.

JungKook alzó ambas cejas, sorprendido mientras veía a JiMin de reojo, el


cual negó. Definitivamente no quería volver a pasar por algo así. El evento
comenzó casi de inmediato. La única maestra reconocible para JiMin había
estado explicando el propósito de los ensayos, y también había comentado
que los niños de primer curso habían hecho un mural de dibujos para cada
padre. Éste lo podrían ver luego.

—Genial, otro dibujo para el refrigerador.

JiMin aferró ambos brazos a uno de Yoongi, embobado. Le había dado


ternura aquel comentario de parte del diablo, y no quería decirle que no
podría quitar los dibujos de su hijo del mural.

Ambos estaban prestando atención a lo que la mujer había indicado, hasta


que finalmente llegó el tiempo de que los alumnos leyeran sus ensayos.

Habían comenzado los niños del tercer curso, lo cual había sido bastante
rápido debido a que, aparentemente casi ninguno del salón había hecho más
que el dibujo del mural. Finalmente llegaba el momento de los del primer
curso, y Muerte esperaba el ensayo de su hijo con ansias. Habían niños que
no sabían leer, y la amable maestra rusa los ayudaba.

Finalmente luego de minutos que habían parecido interminables, el


momento de Choi Yeonjun había llegado. Con una tímida sonrisa de
pequeños y pocos dientitos, terriblemente sonrojado, se posicionó al frente
de los demás alumnos, con el papel en mano.

—¿Necesitas ayuda, Yeonjun? —el niño asintió y le tendió su papel a la


mujer, la cual lo tomó, inspeccionando en silencio la hoja. JiMin agitó un
poco el brazo de Yoongi, algo nervioso mientras se paraba de puntas de pie
para ver mejor entre los demás padres.

—¿Qué crees que diga? —le susurró a su esposo.

—Dijo que era una sorpresa. —Yoongi se encogió de hombros, fingiendo


desinterés. Ambos sabían perfectamente que no era así. La Muerte mordió
su labio inferior, a la espera de que la maestra de su hijo comience a leer la
primer oración.

—"Amo a mis papás, son geniales." —JiMin no pudo evitar sonreír


ampliamente. Yoongi infló su pecho con orgullo, sin poder evitar sonreír un
poco, también.

—"Ellos me cuidan mucho a mí, y a mi hermanito, Soobin." —leyó


lentamente, subiendo la lectura. La mujer frunció levemente su ceño.

—"Yo nunca tengo miedo, porque mis papás tienen poderes mágicos."

El semblante de los dos seres sobrenaturales cambió de inmediato. JiMin


abrió sus ojos de más, quedándose congelado en su lugar y ejerciendo un
poco de presión en el brazo del diablo. —Ay, joder. —maldijo éste último.

—"No tienen autos, porque nos pueden hacer viajar con sus poderes." —
siguió la mujer mientras que Yeonjun asentía, estando de acuerdo con su
propia escritura.

—"Uno trabaja castigando malos, y el otro los" ... "los mata." —la mujer
alzó la mirada, buscando a los padres del niño entre las personas.

Ninguno dijo ni una palabra, tan sólo permanecieron viendo al frente.


—"Pero yo los amo igual, y más ahora, que nos regalaron a mi hermanito y
a mí un gato que se había muerto en nuestro patio."

--- Cariño. —la mujer vió al niño, el cual continuaba con una sonrisita en
sus labios. — ¿Dónde están tus papás?

Yeonjun observó a través de la multitud de gente, borrando un poco su


sonrisa ante la confusión de las personas y los murmullos que interrumpían
la lectura. Yoongi soltó a JiMin al ver la expresión cambiar en el rostro de
su hijo mayor.

—Quédate aquí. —le ordenó a su esposo con suavidad, el cual asintió. Por
supuesto que estaría de acuerdo, era un pésimo mentiroso.
El diablo avanzó entre la gente sin siquiera tener que pedir permiso. Todo
aquel que estuviese en aquella habitación podía sentir el aura oscura que
éste emanaba, y preferían mantener la lejanía, aún más luego de verlo de la
mano de otro hombre. Una vez Yoongi llegó frente a Yeonjun, posicionó
una de sus manos repletas de anillos sobre el hombro de éste, observando a
la amable pero horrorizada maestra.

—Yo soy el padre que castiga malos. —simplemente dijo, sonriendo de


lado y viendo con superioridad a la adulta frente a sí.

—Soy policía. — mintió con tranquilidad.

—¿Y su... compañero? —la mujer alzó ambas cejas, siendo intimidada casi
de inmediato por la fija mirada proviniendo del padre de su alumno.

—¿El que los mata?

—Trabaja en una funeraria. Mi hijo tiene una gran imaginación. —


nuevamente mintió.

JiMin envidiaba aquello; últimamente las mentiras eran algo que necesitaba
en su vida cotidiana como Muerte, esposo del mismísimo Diablo y padre de
dos hijos. —Y no es mi compañero, es mi esposo.

El salón entero quedó en silencio por segundos que se sintieron como horas.
Podía sentirse la incomodidad junto al mal augurio y el nerviosismo de
Muerte. Claramente los mundanos no se darían cuenta como uno que
supiese pero, sin así, allí estaba.

—¿Algo más? —las cejas de Yoongi se alzaron, sin cambiar su expresión.

—N-No, no. Está bien. De todas formas, así termina el ensayo de Yeonjun.
—una sonrisa –ésta vez, falsa– creció en sus labios, viendo al frente
mientras acariciaba el cabello rubio del niño.

—Un aplauso para Yeonjun y su ensayo.

Los aplausos llegaron de manera lenta, pero fueron lo suficientemente


audibles para que el niño de seis años brincara en su lugar, cubriendo su
rostro por la vergüenza antes de extender sus brazos hacia el ser infernal de
su lado, el cual lo cargó de inmediato y sacó del salón, viendo a JiMin por
el rabillo del ojo y dando un asentimiento en dirección a la puerta. Era hora
de seguir al diablo.

—¡Papi! —el niño corrió hacia los brazos de Muerte, el cual lo envolvió de
inmediato, besándole cariñosamente la mejilla.

—¿Te gustó mi ensayo? — llegó sus pequeñas manos al rostro de JiMin y


lo observó con ojos brillantes y mejillas sonrojadas.

—¿Estás feliz?

—Me encantó. Te amo tanto, tanto. —lo cargó en brazos, dejando besos en
su cabello y olfateando un poco. Amaba el aroma de sus bebés.

—Eres increíble, Jun. Todo lo que haces me llena de amor.

Yeonjun parecía estar a punto de decir algo, pero sus ojos se agrandaron al
ver a la Parca detrás de su padre, sosteniendo a su hermano menor, el cual
dormía cómodamente en el hombro del adulto.

—¡Tío JungKook, viniste! —se sacudió un poco en los brazos de JiMin, y


éste último lo acercó a su mejor amigo, entregándoselo. Ahora Jimin
cargaba a ambos niños.

—¿Viste que bonito mi ensayo?

—¡Estuvo de puta madre! —exclamó la Parca.

—¡Si! ¡De puta madre!

JiMin sentía que su mandíbula iba a golpear el suelo. Justo cuando estuvo a
punto de decir algo, Yoongi apareció a su lado, con una hoja mediana en
una de sus manos. —Listo, ya nos podemos ir.

—¡Papá! ¡Mi dibujo! —exclamó el niño cuando notó lo que Yoongi


sostenía.
—¿Nos lo llevamos a casa? ¿Al refrigerador?

—Al refrigerador. —repitió el rey del inframundo, llevando su mirada a su


esposo.

—Son sus disculpas por el interrogatorio en medio del ensayo.

Muerte negó lentamente con la cabeza y, rendido, siguió a su esposo y


mejor amigo hasta fuera de aquel instituto, lejos de cualquier mundano que
pudiese verlos transportarse. Cuando llegaron a su hogar, los niños
durmieron la siesta y la pareja sobrenatural decidió tomarse el día libre.

En su tiempo a solas, donde JiMin se acurrucaba contra el rey del


inframundo en el sofá de la sala, ambos observaban con admiración el
dibujo que su hijo de seis años había dibujado. Para ser tan pequeño, había
hecho a la perfección las figuras de sus padres tomados de la mano.

A un lado de éstos estaban los menores, también tomados de la mano, y


luego Jimin sosteniendo al nuevo gato, el cual sin no tenía un nombre digno
de una mascota. —Estuvo cerca, ¿no crees? —alzó su mirada,
encontrándose con la de Yoongi, el cual alzaba un poco sus cejas.

—Si las personas se volvían locas, hubiésemos tenido un enorme problema.

—Nada que no pudiésemos solucionar. —inclinó el rostro hacia abajo,


dejando un suave y lento beso en los labios de su esposo.

—Mi niño favorito... —se apartó tan sólo unos centímetros, inspeccionando
el rostro del que alguna vez había sido un simple adolescente, inocente y
religioso, lleno de amor que no podía dar ni recibir de manera apropiada.

Siempre había sentido la valentía de JiMin como si fuese propia, pero ahora
era incluso más fuerte. Relamió sus labios, recorriendo con sus ojos –ahora
rojos– los gruesos y rosados labios de su esposo, subiendo por su nariz,
hasta aquellos ojos en los cuales quería perderse por siempre.

Ahora éstos tenían una pequeña mancha oscura, pero ni siquiera ésta los
opacaba, incluso los volvía más maravillosos. Negó, sin poder creerlo. —...
eres precioso ante mis ojos, y los de cualquiera. —dejó salir.

—Te amo.

Las mejillas de Muerte se tornaron levemente rosadas a la vez que arrugaba


un poco su nariz, bajando sus párpados por la vergüenza. Ya no solía
quedarse estupefacto como antes, pero aún parecía querer ocultarse en
donde sea que pudiera.

Nuevamente, fue recibido por aquellos preciosos ojos esmeralda, y la mano


del dueño de éstos acarició su rostro. El tacto ardió como las fuertes llamas
de La Fosa y, maldición, que le gustó. Lo besó casi de inmediato,
perdiéndose en el sabor de su lengua junto a la propia, y anhelando más días
tranquilos como aquellos.

.....

Ay canijo, el tio kuko es quien le enseña malas palabras al bebu!


JJAJAJAJAJ
Los niños y su gran IMAGINACION~

No te olvides de votar y comentar!! SEGUIRME, porque si!! Jejejej

TQM.

Cuando publique nueva fanfic espero su apoyo!! esten atentas xfas!!

Nos seguiremos leyendo en el ultimo extra~

MinMin.
Extra III

Yoongi se encontraba con ambos niños en brazos cuando JiMin regresó con
dos mantas polares, sentándose en el sofá de la sala, a su lado, y ayudándolo
a envolver a los pequeños.

—Así, ahora sí. —sostuvo a uno de ellos en sus brazos, levemente apoyado
sobre su esposo mientras ambos veían a los bebés, los cuales lucían más a
gusto. El rizado alzó la mirada, apoyando su mejilla en el hombro del
diablo.

—Necesito algunas cosas.

—Las conseguiré por ti.

—Biberones, pañales, toallas húmedas, talco, leche de fórmula, ropitas,


cu... —se detuvo al ver el ceño levemente fruncido del diablo mientras lo
veía fijamente. Sonrojado, negó.

—Podrías tú quedarte con los bebés, e ir yo.

Yoongi negó. —No, yo iré. No puede ser tan difícil.

Le entregó al niño con suma delicadeza y su inclinó para besarle suave y


rápidamente los labios a su esposo, poniéndose de pie y desapareciendo en
tan sólo un parpadeo. JiMin aprovechó aquel tiempo para tomar la
temperatura corporal de ambos bebés, y admirar las facciones de éstos,
suspirando profundamente.

¿Había escogido bien? Ni siquiera tuvo tiempo de pensar adecuadamente


aquella pregunta, cuando Yoongi reapareció en medio de la sala, cargando
tres bolsas y observando fijamente a los bebés en los brazos de su esposo.
JiMin alzó ambas cejas, sorprendido por la velocidad del arcángel. —¿Ya
tienes todo?

La mirada del diablo se dirigió hacia otra parte antes de asentir,


manteniendo aquella característica expresión neutral. —Aunque no estoy
completamente seguro de haber tomado las cosas correctas.

Muerte frunció el ceño, sosteniendo mejor a sus hijos en brazos mientras se


acomodaba contra el cómodo sofá. Era la primera vez que veía a Yoongi tan
inseguro sobre algo, y temía que éste estuviese dudando de haber aceptado
la paternidad de los gemelos.

—¿Por qué?

—Uh...

|| Unos minutos antes. ||

El diablo se hizo presente en un pasillo vacío de una tienda, exactamente en


la sección repleta de juguetes de niños. Habían pequeñas bicicletas, osos de
felpa, cajas transparentes en las cuales bebés de plástico, parlantes, se
hacían visibles pero, sobretodo, muchos balones de fútbol. Frunció un poco
su ceño.

¿Debería de llevar algo de aquel pasillo? Dió un paso a su derecha, donde


se encontraban los bebés parlantes, tomando una de las cajas y leyendo las
coloridas letras en ésta: "¡Presiona mi pancita!".

Yoongi tan sólo parpadeó, permaneciendo paralizado en su lugar por unos


segundos antes de introducir su dedo índice y medio por el agujero circular
de la caja, presionando suavemente el estómago de aquel muñeco con ojos
falsos pero espeluznantes.

Inmediatamente, una risa maniática escapó de aquel juguete, provocando


que el arcángel dejase caer la caja al suelo a la par que, inconscientemente,
provocaba un pequeño incendio en ésta y la cámara de seguridad en aquel
sector del pasillo estallaba.

—¡¿Qué fue eso?! —una voz se oyó a la vuelta del pasillo.

Yoongi observó a su alrededor con una expresión absolutamente inocente,


aunque sus ojos se habían vuelto como la sangre ante el pequeño sobresalto
que había tenido. Rápidamente agitó una de sus manos, y el fuego que
lentamente quemaba la caja en la cual aquel bebé continuaba riendo
histéricamente se apagó.

Suspiró, aliviado al oír aquellas carcajadas cesar, y alzó la mirada hacia el


frente, justo cuando dos hombres de seguridad se encontraban observándolo
fijamente.

—Señor... ¿Usted ha hecho eso? —preguntó uno de los mundanos,


totalmente indignado mientras apuntaba hacia el arruinado juguete que se
hallaba en el suelo.

—Déjeme ver sus bolsillos.

Yoongi no lo dudó: chasqueó sus dedos, provocando que ambos hombres


cayesen al suelo y, en tan sólo un parpadeo, desapareció de aquel lugar. —
Fui a una tienda, pero no tenían lo que buscaba. —murmuró, intentando no
recordar las carcajadas del bebé falso mientras dejaba las bolsas en la mesa
ratona, frente al sofá.

—Así que fui a otro sitio, y le pregunté todo al ser inferior del mostrador.
JiMin observó las bolsas con una tímida sonrisa en sus labios.

—¿Ésta es tu primera experiencia mundana?


—Mh, no. —Yoongi retomó lugar en su sitio anterior, a un lado de su
esposo y observando a los pequeños bebés con algo de duda.

—Una vez por estuve en una fiesta de halloween y fingí estar disfrazado del
diablo.

Muerte rió silenciosamente ante aquel recuerdo, observando fijamente al


arcángel cuando éste no apartaba la mirada del estómago de sus hijos. —
¿Qué sucede?

Yoongi alzó la mirada hacia la de su esposo, observándolo fijamente por


unos cortos segundos antes de observar las bolsas frente a sí.

—Nada. —por supuesto que sus hijos tampoco reirían tan macabramente si
les presionaba el estómago, ¿o si?

—Traje todo lo que me dijiste.

—Tu primera compra como padre.

—Mh...

JiMin permaneció viendo el perfil del amor de su eternidad, admirando las


facciones de éste antes de regresar su mirada a los pequeños que cargaba en
brazos. —Yoon, entiendo que no te sientas preparado para ésto. —sintió la
mirada de su esposo, nuevamente, en él.

—No creas que yo lo estoy. Es sólo... No lo sé, ellos iban a morir.

—Entiendo.

—Tuve un impulso, y no se estoy arrepentido de esta decisión. —alzó la


mirada hacia Yoongi, viéndolo fijamente mientras asentía con lentitud.

— Pero entendería si tú lo estás.

El diablo suspiró, cerrando sus ojos por un momento mientras sentía toda la
tensión en su mandíbula. No estaba enfadado, pero no era bueno con las
explicaciones, o palabras en sí, temía ser crudo a la hora de hablar, temía
lastimar a su niño favorito sin intensión alguna.

—Tú has tenido padres. —murmuró, abriendo sus ojos lentamente y


observando la confusión en el rostro de su esposo.

—Tal vez no han sido los mejores, pero sabes cosas... porque las has vivido.
—Yoongi llevó su mirada a sus hijos.

—¿Cómo se supone que voy a cuidar de ellos si ni siquiera sé sus


necesidades?

—¿Sabías cómo amarme cuando supiste que quería ser amado? —el
arcángel lo observó repentinamente, y JiMin volvió a sonreír de manera
tímida, negando lentamente con la cabeza.

—Desde que nos conocimos, todo lo que hemos pasado, hasta el día en que
confesaste que me amabas... No sabías que ya lo hacías. Te negabas por ser
quién eres, o mejor dicho; por creer en lo que los demás creen de ti. —ladeó
su cabeza, arrugando un poco su nariz antes de reír silenciosamente.

—Mi... Bueno, Seung jamás me había permitido cocinar. Él siempre decía


que mi madre y Hyunah debían de hacerlo, así que lo único que sé hacer...
es pan con mantequilla de maní. También sé preparar té y... Bueno, creo que
eso es todo.

—Pero sabes otras cosas.

—¿Mirar Tom y Jerry en la televisión? ¿Dibujar en el suelo? Esas son cosas


de niños, y yo necesito cosas de padres. Aunque siempre intenté ser
educado, no obtuve una buena enseñanza, exceptuando a mi madre en
muchas cosas. —JiMin, repentinamente, lucía triste.

Aquello a Yoongi no le gustaba para nada, lo hacía sentir un enorme vacío


en su pecho. — Ambos tenemos que aprender, así como hemos aprendido a
ser esposos. Yo jamás he sido esposo de nadie, y tampoco obtuve un buen
ejemplo de mis padres.
—¿Te aterraste cuando te propuse matrimonio?

—Creí que lo haría, pero tú y yo... No somos mis padres. —el rizado arrugó
un poco su nariz.

—Aunque sí me aterré cuando sentí que no era recíproco el amarte. En


aquel momento fue inevitable no pensar en mis padres, y el cómo su
matrimonio se había vuelto una terrible costumbre.

—Eso fue culpa mía. —Yoongi negó, queriendo apartar cualquier


pensamiento negativo de la mente de su esposo mientras se ponía de pie.

— Tuve que haberme explicado, y no dejarte ir tan fácil.

—No hablemos de aquel día, yo sólo... —JiMin frunció un poco su ceño,


pensativo, pero alzó rápidamente la mirada al diablo cuando éste se inclinó
un poco, apoyando una rodilla en el sofá y su brazo en el respaldo de éste,
con su rostro cercano al de su niño favorito.

—... Quiero que dejemos de culparnos. Quiero decir, podríamos intentarlo.

—Tienes razón. —Yoongi le alzó el mentón con su mano libre, admirando


la pequeña oscuridad entre el esmeralda, en los ojos de su esposo.

—Vamos a avanzar en esto, como hemos avanzado en lo nuestro, ¿mh? —


JiMin asintió, bajando su mirada hacia los finos y tentadores labios del
diablo, el cual sonreía lentamente de lado.

—¿Está bien?

—Si. —Muerte asintió rápidamente, llevando su mirada alrededor.

— ¿Dónde dormirán los bebés? ¿Trajiste las cunas?

Yoongi volvió a permanecer de pie frente al sofá, observando a JiMin entre


lentos parpadeos y un silencio ensordecedor. —... ¿Qué?

—Olvidaste las cunas.


—... Si.

El rizado frunció su ceño. —¿Sabes lo que es una cuna? —preguntó en un


tono suave, sin ánimos de ofender.

Yoongi estaba aprendiendo, no quería estresarlo. —Por supuesto que lo sé.


—respondió rápidamente.

—Ya mismo las traigo. —y, en tan sólo un parpadeo, ya no se encontraba en


la habitación. JiMin observó a sus hijos, los cuales lo observaban con
curiosidad, algo somnolientos.

—Por supuesto que no sabe.

....

Bueno, no te olvides de regarlarme tus votos y comentarios!!!

Oficialmente el fin!!!
Gracias por haber estado en este camino largo!! A sido duro pero por fin
estamos finalizando esta adaptación!! Como os dije en la sinopsis, ahí esta
el usuario de la autora original, con el libro mas actual, ya que esta versión
es la anterior, la nueva esta en su perfil!!

Sígueme si aun no lo haces xfas, os gustara mis demás historias yoonmin!!

Lean la nueva que pronto subiré, es omegaverse Alfa x Alfa!!

Las TQM.

MinMin.

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