DWTD Yoonmin
DWTD Yoonmin
DWTD Yoonmin
Es 1967 y JiMin está harto de ser aquel chiquillo religioso el cual todos
molestan.
¿Qué tan rápido le oiría éste? Es la hora de guardar la biblia y encender las
velas rojas
....
ADVERTENCIAS
🔥
No se olviden de votar y comentar, espero que la disfruten así como yo
cuando la leí
Índice:
Prólogo III
I: Invocación.
V: Ataque al Corazón.
VI: Catastri.
X: Amar al diablo.
XI: Halloween.
XXII: Abandono.
XXV: Vacío.
Epílogo I/II
Epílogo II/II
Prólogo I/II
Muchos admiran aquella pieza, otros simplemente no querían oír sobre ella,
y los pocos que sabían la verdadera historia le temían de por vida. ¿Cómo
no hacerlo?
"Una noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el Diablo y
estaba a mis órdenes. Todo me salía maravillosamente bien; todos mis
deseos eran anticipados y satisfechos con creces por mi nuevo sirviente.
Ocurrió que, en un momento dado, le dí mi violín y lo desafíe a que tocara
para mí alguna pieza romántica.
Mi asombro fue enorme cuando lo escuché tocar, con gran bravura e
inteligencia, una sonata tan singular y romántica como nunca antes había
oído. Tal fue mi maravilla, éxtasis y deleite que quedé pasmado y una
violenta emoción me despertó. Inmediatamente tomé mi violín deseando
recordar al menos una parte de lo que había escuchado, pero fue en vano.
La sonata que compuse entonces es, por lejos, la mejor que he escrito y aún
la llamo "La sonata del Diablo", pero resultó tan inferior a lo que había
oído en el sueño que me hubiera gustado romper mi violín en pedazos y
abandonar la música para siempre..."
Dos años después Giuseppe murió de gangrena, y las personas que velaban
a su alrededor juraron oír una leve y apenas audible melodía. Era aquella
sonata que había llevado al violinista a la cima, sólo que se oía mucho mss
perfecta tanto que los mundanos temían moverse y dejar de presenciar
aquella obra de arte.
No porque vivas años significa que el diablo se olvidará de tu alma. No, no.
Ahora Giuseppe ha sido condenado a tocar aquella sonata por siempre, con
la sangre de las yemas de sus dedos manchando las suaves y finas cuerdas
del precioso instrumento, el cual ardía en llamas mientras la melodía hacía
eco en el infierno.
....
MinMin. 💜
Prólogo II/III
Todos tenían aquella buena costumbre de reunirse los días festivos, incluso
llevándose terriblemente, la religión provocaba que los lazos continuarán
resistentes, aún si no estaban de acuerdo. Mientras el niño continuaba
persiguiendo las hojas con sus cortas y pálidas piernitas, también intentaba
que uno de sus tirantes no se deslizara por su hombro. No quería a su madre
regañándolo y diciéndole que no lo dejaría jugar más por estar hecho un
desastre.
—¡No me estás asustando para nada! —intenta ser valiente a pesar de sus
ojos llenándose de lágrimas lentamente y su voz temblequeando.
Es una persona muy curiosa, pero mientras aferra sus manitas a su pecho y
oye los acelerados latidos de su corazón, no está realmente seguro si debería
avanzar o retroceder.
—Lo siento. ¿Yo te asusté? —da un pequeño paso, viendo la mano volver,
pero sólo un poco. —Yo no quise. ¿Eres tímido? No te procures, yo soy
ami-amigable. —dice en voz alta el niño con toda la inocencia del mundo,
aún un poquito asustado.
Pues claro: él no tiene idea de que su futuro se oculta allí detrás. Mordiendo
su labio inferior de manera insegura se acerca a pequeños pasos, pero antes
de llegar al tronco sus padres lo llaman y sólo alcanza a ver una figura alta
en las sombras, y un rostro literalmente borroso. Aterrado a más no poder,
simplemente giró sobre sus talones y corrió sin mirar atrás hasta estar
dentro de la casa, según él: a salvo. Y no vuelve a salir, ni siquiera quiere
ver los copitos caer del precioso cielo por la ventana, incluso si todos sus
primos están fuera, jugando en la nieve.
No quiere saber nada más del exterior, y tampoco quiere volver a estar solo.
Aunque últimamente se siente muy observado.
Muy.
Prólogo III/III
Los alumnos del instituto corrían felizmente por el patio con césped y
trozos de nieve, los cuales usaban para tirarse entre ellos. Yo podría ser uno
de esos niños, pensó JiMin, pero aquel pensamiento fue olvidado con
facilidad, dejándolo nuevamente sumergido en aquella burbuja gris en la
que se encontraba.
Literalmente, era como uno de esos dibujos en los cuales había una nube
gris con lluvia sobre la cabeza de la persona. Había sol, JiMin lo sabía, pero
veía todo mucho más oscuro. Todo lo era desde... Su sangre se heló en
cuanto pudo sentir un suspiro en uno de sus oídos. No estaba seguro del
porqué le asustaba tanto, ya estaba completamente acostumbrado a tenerlo
detrás suyo.
Mira, mira, mira, mira. La cabeza del de rizos se giró hacia un grupo de
adolescentes, como si alguien hubiese controlado sus movimientos. Lo que
él le hizo ver fue como aquellas personas arrojaban rocas en vez de copos
de nieve a pobres alumnos mucho más pequeños, del mismo tamaño que él.
¿No te es tentador arrojar una enorme roca en dirección a sus estúpidas
cabezas? Sí... eso suena tan bien. Suena excelente, podría hacerlo ahora
mismo e irme. Podría... No. No.
Siente una presencia al frente y unas manos más grandes que las suyas
apartando estás últimas. La figura de Yoongi está frente a él, el toque de
aquella mano sosteniendo su mentón arde levemente, pero lo ignora debido
a que siente como su corazón late más deprisa y el color le vuelve un poco a
la cara.
—Lo que menos quiero en éste basurero es que mi niño favorito llore. —
susurró con calma, aunque no lucía para nada así.
Tenía los ojos más abiertos de lo normal, de un leve color bordó. Enojado,
estaba enojado. Y cuando el diablo se enoja... ... Nada bueno puede ocurrir.
Es increíble como la persona más dañina del mundo puede hacerle sentir
más cuidado y seguro que nunca. —¿Fue por lo que metí en tu cabeza? ¿Lo
de aquellos niños? —acercó sus labios a la mojada mejilla del menor y dejó
un suave beso.
Al fin.
....
Cuando finalizó de decir aquello seis veces, sin siquiera tomar aire
nuevamente, cerró sus ojos y hundió su cabeza lentamente, soltando unas
cuantas burbujas por sus labios mientras sus oídos se tapaban y el ruido del
agua se hacía presente. Intentando resistir ante la falta de aire hizo lo
posible para mantenerse en el fondo de la tina, abrió sus ojos entre
dolorosos parpadeos, intentando acostumbrarse al leve ardor mientras
observaba como las luces de las velas seguían de la misma forma. Su pecho
arde, le urge respirar, y cuando está a punto de salir nota como las luces se
esfuman, dejando todo completamente a oscuras. Está funcionando.
Aún con sus ojos viendo entre la nubosidad y oscuridad bajo en agua, su
mente comienza a nublarse de a poco, sin entender cuáles son sus
pensamientos y con la desesperación de querer subir a la superficie, pero
ése cálido y pesado cuerpo sobre él no se lo permitía para nada. Iba a morir.
Iba a morir. No debió hacerlo. Cuando ya no soportó, incluso antes de
inhalar perdió la conciencia. Desgraciadamente y, al parecer, murió.
-Jesús. Hijo, ¿qué te pasó? -el rostro de JiMin se contrajo ante la sorpresa y
vergüenza de tener algo de lo que no se diera cuenta; algo así como un
moco.
-¿Te sientes bien? -¿Qué? ¿Qué tengo? -susurró, tocando su propia cara y
caminando hasta el espejo de la esquina de su cuarto, observando su reflejo
mientras sus ojos verdes se agrandaban un poco más de lo normal y sus
pupilas se dilataban debido al susto.
Se veía pálido como una servilleta, con sus labios secos y lo blanco de los
ojos levemente irritado. Mordió su labio inferior y estuvo por hablar, pero
una terrible sensación de vértigo lo invadió y, gracias a su madre, no cayó al
suelo.
-Nada, cielo. No creo que tengas fiebre, estás... estás congelado. ¿Seguro
que comiste?
Una camiseta gris, un pantalón holgado del mismo color y unos calcetines
largos y blancos.
Cuando terminó, secó su cabello con una toalla y tiró esta al cesto de ropa
sucia. Dió media vuelta y caminó entre balanceos hasta su mesa de noche,
tomó el collar plateado con el crucifijo y se lo puso en el cuello, pasándolo
por su cabeza como si fuera una prenda de vestir. Era una prenda de vestir
para él: se lo había sacado sólo para lo que hizo. Sus ojos se llenaron de
lágrimas. ¿Por qué lo hizo? Era obvio. Jamás alguien lo podría culpar.
A pesar de que parecía tener una gran vida, con una madre comprensiva y la
familia perfecta, cada uno de ellos tenían sus lados oscuros. Su padre... era
un buen padre, pero definitivamente era un mal esposo. Una vez el pequeño
JiMin entró sin permiso a la habitación de sus padres, y su madre lloraba
mientras sus manos estaban en una de sus mejillas, la cual estaba roja y
levemente hinchada. Su padre se puso pálido y le ordenó al rizado que
saliera del cuarto.
¿Dónde estaba Dios para ayudarlo cuando rogó que su padre no vuelva a
lastimar a su madre? Su familia eran sus padres y su hermana, Hyunah.
Luego estaban sus tíos y sus seis primos, los cuales jamás dejaban de
molestarlo y decir cosas verdaderamente ofensivas. Todos ellos eran
importantes en la iglesia ya que eran el coro de ésta, y tenían voces de
ángeles. Lucían como estos, ya que además de ser bonitos físicamente,
también se encargaban de predicar, orar y ayudar a personas enfermas. Pero
para ellos JiMin era la excepción.
Le encantaban molestarlo, empujarlo, culparlo, burlarse y hacerlo sentir
como la nada misma. ¿Dónde estaba Dios cuando le hablaba todas las
noches, pidiendo cambiar para caerles bien a sus primos y poder, al menos,
tener un amigo?
Sabía que había algo malo con él, sabía que no iba a poder darle a sus
padres una familia numerosa porque, simplemente, rogaba jamás tener que
tocar a una mujer si era mentira el sentir algún tipo de atracción hacia éstas.
Sabía que un hijo no era cualquier cosa, y definitivamente no tendría una
farsa de familia como la que, poco a poco, se ha dado cuenta de que
siempre tuvo. ¿Dónde estaba Dios cuando rogaba ser normal?
Luego estaban ChanYeol y Jackson, los torpes que le molestaban en la
escuela. Ellos eran geniales -según las personas de la escuela- por usar
diferentes peinados y tener mucho dinero, también les encantaba usar a
JiMin como blanco de su frustración y enojo, de los problemas que no
podían resolver.
Iba a invocar, iba a probar que nada de lo que decían era real, y que, aunque
Dios parecía hacer oídos sordos lo estaba escuchando. Pero todo era
bastante real, o eso parecía... y estaba asustado. En verdad lo estaba.
Su madre volvió a entrar luego de unos largos minutos y se sentó a un lado
de él en la cama, le quitó el termómetro entre tarareos de aquella canción
francesa y vió la temperatura, deteniendo toda cosa que se encontraba
haciendo y viendo con expresión neutra el pequeño aparato que había
puesto debajo del brazo de su hijo. El ceño de JiMin se frunció mientras el
miedo crecía en su pecho.
-Me daba como si estuvieras sin temperatura, amor. -dijo entre risitas,
volviendo a poner el aparato debajo del brazo de su hijo.
Una vez que JiMin estuvo solo comenzó a observar de manera paranoica a
su alrededor, sintiendo como si una mirada fija estuviese sobre su pequeño
y delgado cuerpo.
Se encogió en su lugar y movió sus pequeños pies hasta que su madre entró
nuevamente a la habitación. Observó cada movimiento de la mujer mayor y
vió cómo esta dejó otro termómetro bastante diferente al anterior en su
axila. Se acercó a su hijo y le envolvió en sus brazos, comenzando a rezar
en voz alta. JiMin hubiera sentido tranquilidad si no se sintiera tan mal.
-...cura a JiMin para que pueda tener fuerzas y sentirse mejor en este
hermoso día. Tu fuerza es increíble, señor... -se detuvo en cuanto el reloj de
la pared marcó la hora exacta y se apartó, tomando el termómetro de la
axila de su hijo y viendo la temperatura que marcaba éste.
-¡Seung! ¡Seuuuuung! ¡Al auto, vé al auto! ¡Hay algo mal con JiMin!
...
-Bien. ¿Park JiMin? -el nombrado asintió con timidez al Doctor Jenkins.
-Tu temperatura está bien, sólo te ves un poco mal porque aún no has
ingerido azúcar. Te recomiendo comprar una caja de jugo de naranja y
algún dulce: chocolate, una paleta, lo que sea. Te sentirás mejor y verás que
no es nada grave. -le sonrió de manera amplia. Daba un poco de miedo.
-¿E-Está seguro de que no tiene nada? Pod-dría jurar q-que parecía muerto,
incluso el t-termómetro lo demostró. -su madre tartamudeó mientras
hablaba y se abrazaba a su marido, el cual suspiraba y la acunaba en su
pecho.
¡Por supuesto que no! Iba a ser valiente, iba a acostumbrarse a vivir con una
mirada encima y con un molesto pitido en su oreja, e iba a olvidar toda esa
extraña resurrección. Iba a hacer de cuenta que no vió el rojo en los ojos de
su doctor y también fingiría que el niño tenía algún tipo de enfermedad
mental la cual lo hacía alucinar y ver cosas que no son.
Todos dirían que tenía aspecto de niño para tener aquella edad, pero así era
la ropa que su madre compraba para él, y al ser pequeño y delgado de
cuerpo tampoco le molestaba. Estaba bien, porque la mayoría de las
personas de su religioso pueblo se vestían así. Hyunah iba con su vestido
por las rodillas y zapatos planos blancos. Su madre iba exactamente igual, y
su padre de traje, recién salido de la ducha.
Todos oían una melodía -obviamente religiosa- que le daba gusto oír a la
familia, e incluso se la sabían, pero no eran tan exagerados como para
cantarla al unísono. Bueno... un poco.
Seung frunció los labios y manejó con más velocidad, intentando pasarlo
rápido para que no les provoque tristeza o impresión a sus hijos.
-JiMin, bebé. ¿Te sientes bien? ¿Quieres que nos detengamos por un
momento? -su madre preguntó de manera dulce y claramente preocupada,
asustada -seguramente- de que su hijo estuviera mal nuevamente.
JiMin negó rápidamente con la cabeza, bajando la mirada y respirando
profundamente.
-Cariño... -se lamenta Eunji, viendo que su hijo no para de vomitar ni por
un segundo y apenas puede inhalar nuevamente.
-Ya, JiMin, vas a estar bien. ¡Hyunah! Toma. -sacó de su bolsillo trasero
dinero y se lo dió a su hija.
- Haz algo por tu hermano y compra una botella de agua y alguna golosina.
-Quiero ir a casa. -dice, parpadeando y dejando caer las únicas dos lágrimas
que salieron de sus ojos.
Éstas asienten y caminan hasta estar dentro, sin embargo, el padre William
continúa allí, observando como Seung cargaba al indefenso y debilucho
niño hacia el auto. Un suspiro escapó de sus labios al notar como una
sombra pisaba los talones de ambas personas.
-Dios te bendiga, Park JiMin. -susurró, y creyó que estaría más a salvo de lo
que fuese aquella sombra dentro de la iglesia. Sin dudarlo, se adentró y
decidió olvidar el tema por completo.
...
"Fly me to the moon, let me play among the stars. Let me see what spring is
like on A-Jupiter and Mars. In the other words, hold my hand. In the other
words, baby kiss me."
<<Mentiroso>>
Aquel susurro lo hizo ponerse algo pálido, pero supo fingir para que la
mujer solo lo observe con duda, sonriendo muy rápido.
-Le he pedido a Dios por ello, con todas mis fuerzas. Tengo mucha fe, por
supuesto que te vas a sentir bien. -no desconfió ni por un segundo en sus
palabras, dejando un beso en la frente de su hijo, el cual sí desconfió.
-Oh, vamos, bebé. Sólo unos minutos, ¿si? Luego puedes venir aquí, o ir a
cualquier lugar de la casa. Por mí, anda.
Una vez allí puede oír a sus primos retorcerse de la risa en su comedor y a
sus tíos discutir con sus padres sobre lo que había dicho el niño en plena
discusión por no soportar la burla de sus familiares.
"¡Ya verán! ¡Todos los que se burlan de mí las van a pagar! ¡Dios no es el
único que ve todo, hay alguien debajo que vendrá pronto!"
Sin embargo, ese algo sabía que, pronto, el pequeño se daría cuenta y le
daría el paso para comenzar con su trabajo. Era como tener a alguien
respirando en tu nuca, la sensación de mirar hacia atrás por sentir una
mirada fija en ti. Incluso mucho más incómodo. Escalofríos donde se
encuentre, a cada minuto. No importaba, porque JiMin podría soportar
cualquier cosa que le hicieran con tal de saber que algo así existía.
Pero ahora mismo se encuentra muy triste, sin necesidad de fijarse en todos
aquellos síntomas sus prueban lo irreal. Se tira en su cama, poniéndose de
manera fetal y llorando más fuerte. Hay algo que no lo deja respirar y debe
detenerse de vez en cuando. Parece como si hubieran manos aferradas a su
cuello que, de vez en cuando le dan unos masajitos pero, de repente, lo
aprietan tan fuerte que tiene que jadear por aire.
-Te tengo. -le susurra una voz escalofriante, provocando que sienta una
sensación extraña en el pecho. Los brazos de aquel cruel supuesto mito lo
hacían sentir bien, incluso emanando malestar por cada uno de los poros.
... ¿debería?
....
GRACIAS.
III
-No podía esperar a que te quitaras esa mierdecilla del cuello. -la voz era
normal, nada maligno ni tampoco llena de ira, aunque tenía algo que
provocaba escalofríos.
-¿Listo? -el niño intentó tragar saliva, pero apenas podía pasar aire por su
garganta y nariz.
Iba a girarlo, e iba a asustarse porque nada bueno puede venir del diablo.
Nada bonito, nada angelical. Sólo perturbador. Horroroso. Continuó con sus
ojos cerrados fuertemente en cuanto las manos en sus caderas lo hicieron
girar, quedando frente a la cosa. Solamente se oían las respiraciones en
aquel cuarto, los murmullos y las pisadas del piso de arriba.
Debía abrir los ojos, debía de esperar lo peor. Lentamente abrió los ojos, y
el aliento quedó atrapado en su garganta, admirando al mal personificado
frente a su pequeño cuerpo.
No había nada parecido a un ente rojo con cuernos y larga cola, tampoco
había un rostro o cuerpo espantosamente infernal. Mucho menos había algo
que fuese horroroso... ... Simplemente era un humano. El humano/demonio
más precioso que alguna vez vió.
Tés pálida, figura alta y delgada. Cabello oscuro y lacio, labios finos pero
rojos como la sangre, nariz corta, mandíbula marcada, cejas arqueadas, y
Dios bendito, sus ojos. Tan celestes como el cielo, aparentando un hogar de
ángeles en éstos. Sin embargo, un cuarto de uno de éstos era de un bordó,
en el cual se refugiaban miles de almas.
Las pupilas de éste ser estaban dilatadas, pero eran los ojos más hermosos
que JiMin alguna vez vió. Vale. Daba miedo. Daba miedo porque,
claramente se podía sentir el malestar al estar cerca, y su profunda mirada
daba escalofríos. Iba todo de negro: una camisa abotonada hasta arriba, de
mangas largas, unos pantalones y unos zapatos bastante lustrados, los cuales
lucían nuevos.
Los anillos de oro en cada dedo del arcángel le hicieron viajar a un vago
recuerdo: sabía que alguna vez vió a alguien así, con muchas joyas, pero no
recordaba cómo. Ni quería. La cabeza de la alta y oscura figura se ladeó,
JiMin ya no tenía idea si estaba en shock por el miedo o por la belleza de
lo-que-sea-que-fuese que estaba frente a él.
Una brusca inhalación provocó que el supuesto rey de las tinieblas fingiera
sorprenderse, alzando ambas cejas, manteniendo la perfecta seriedad en su
bello rostro.
-Dice tu madre que subas a comer pastel, tenemos una rebanada para Sati
también. -Y para cualquier amigo imaginario que desees traer. -Porque los
maricones no tienen amigos reales. -y más risas.
La respiración del niño con rizos se vuelve a entrecortar, sus ojos verdosos
no tardan en llenarse de lágrimas, un puchero tembloroso se hace presente
en sus labios, y pronto, un llanto bajo y doloroso acaba con el silencio en la
habitación. El diablo continúa viendo hacia la puerta con una expresión
neutra antes de ver a JiMin, importándole poco el que esté llorando de
aquella manera.
Claro que sabía, solo estaba embriagado por el aroma a angustia y dolor que
había en aquella habitación.
-Hey, no, no, no. Shh. -masajeó con sequedad la espalda baja de JiMin, ya
que a pesar de que el humano se había girado, no ha dejado de ser
sostenido.
-No hay que llorar, no somos cobardes para llorar. ¿Verdad? - debido al
terror, el niño de rizos negó lentamente con la cabeza, sorbiendo su nariz y
limpiando los rastros de lágrimas en sus mejillas antes de alzar la mirada.
-¿Has oído? Fue divertido. -dijo, soltando al niño por completo y girándose,
comenzando a caminar por la habitación.
-No es que haya sido divertido solo porque se cagaron, sino también porque
se siente bien cuando avergüenzas a los que se lo merecen. -al finalizar, se
detiene en un rincón de la habitación, quedándose allí de pie y clavando su
mirada en los ojos verdes del niño.
- ¿Verdad? -Yo... n-no lo sé. -logró decir JiMin entre pobres tartamudeos,
encogiéndose en su lugar debido a lo intimidado que se sentía.
-Lo destruí.
-Yo...
El rostro del rizado se puso aún más blanco. Aquello era cierto: JiMin aún
no sabía por qué había invocado a tan vil ser pero, sin embargo, también
sabía que, muy en el fondo, estaba decidido por algo. Sólo tenía que
averiguarlo.
¡Pues sí! ¡Claro! JiMin amaría hacerlo. Ya lo había hecho antes, solía
gustarle. Pero ya no. La protección del Señor no estaba en él, y estaba más
que seguro de que si decía algo iba a terminar vomitando a lo loco.
-Señor, gracias por la comida que nos das cada día. Te agradecemos
infinitamente por tu gran misericordia al poner un plato en nuestra mesa...
Nuevamente.
JiMin vomitó.
No había nadie.
-Cielo, ¿viste alguna película de terror? Sabes que tu padre no permite eso
aquí.
Fue cuando JiMin vió su rostro más de cerca que notó un hematoma en su
pómulo derecho, pero no lo miró demasiado.
-Tú, claro que sí. -dejó un beso en la frente del niño antes de ponerse de pie.
Los ojos de JiMin se llenaron de lágrimas y su exhalación fue cortada.
-Dejaré la luz prendida, sólo por hoy. Agradeció aquello, aún intentando
disimular el que iba a llorar.
-Gracias, mami.
-¿No duermes? -la voz tan cerca provocó que pegue un salto, agitado y
negando con la cabeza.
-¿D-Dónde estás?
-Mira la ventana. -la respuesta fue rápida. Cuando vió ésta se acurrucó aún
más en su lugar al ver una sombra gracias a la luz de su ventana, en el
medio. Podía notar que era él por su cabeza.
-Y-Yo... ¿podría... -se fue recostando en la cama poco a poco hasta quedar
con su mejilla recostada sobre la almohada.
.....
gracias.
En cuanto sus ojos verdes se abren, nota una figura de negro sentada en su
cama, a su lado. Observó por unos segundos cada anillo en los largos dedos
del diablo, notando raros símbolos que apenas relucían. Temía alzar la vista
para ver su rostro, pero cuando lo hizo simplemente se encontró con una
firme mirada sobre él, y al hombre más hermoso de la existencia con un
serio semblante. Intentó no ver sus ojos debido a que el pitido en su oreja
aumentaba.
-¿Te asusté? -ambas cejas del arcángel se alzan, y su tono es tan sarcástico
que JiMin tiene que morder su lengua con fuerza y recordar que es un ser
infernal para no responder de la misma forma.
El rizado negó lentamente antes de suspirar y sentarse en la cama con
lentitud. Estaba despeinado, le ardían los ojos y aún sentía malestar. Vió
nuevamente al diablo, el cual intentaba verlo fijo.
Los zapatos negros, los pantalones del mismo color, una camisa blanca
abotonada y un suéter azul con el logo del instituto. Sus ricitos estaban
húmedos, y continuaba con su aspecto de niño muerto. Ya se estaba
acostumbrando, y apenas llevaba pocos días de la invocación. Sonaba
extraño comentarlo, como si fuese lo más normal del mundo tener al diablo
acechando en donde sea.
-Oh, lo siento. Yo... -llevó uno de sus dedos a su oreja izquierda, intentando
quitar la sordera. No, todo seguía igual.
-¿Esto? Oh, sabes como soy, Minnie. Me golpeo con todo. -dijo Eunji,
comenzando a cantar Dominique mientras limpiaba una encimera. Hyunah
y JiMin se observaron fijamente por unos segundos antes de que la mayor
de ambos decidiera hablar.
Una bocina de hizo audible fuera de la casa y JiMin acomodó las correas de
su mochila antes de salir de la cocina.
- ¡Adiós!
-¡Cuídate, cielo!
Una vez salió de la casa, se subió a los asientos de atrás y saludó a su padre
mientras se abrochaba su cinturón. El hombre conducía y charlaba con
JiMin, como siempre. Le era muy fácil hablar con su padre, podrían
conversar de cualquier cosa y estaría bien. Fue de repente, en cuanto su
padre reafirmó el agarre al volante, que JiMin -por algún motivo- pudo oír
los huesos de sus dedos tronar. Un leve sentimiento que no comprendía se
instaló en su pecho, y pronto fue creciendo.
Díselo.
-Finalmente podremos conseguir las alfombras que queríamos para la casa.
Así tu tío no tendrá más opc-
-Hijo de puta.
-¿Quieres repetirme una vez más qué me has dicho? -dijo, creyendo que el
niño no iba a atreverse a decir uno de los insultos anteriores. Seguía
sorprendido, sin poder creerlo.
-Vete a la escuela. -le dijo en un seco tono de voz antes de girarse, meterse
al auto, encender éste y acelerar con tranquilidad.
-¿Cómo estás?
-...Bien, ¿tú?
-Estuve con mi abuela. La conocí, más bien. Ella es genial. -dijo. El timbre
resonó por los pasillos y todos los estudiantes apuraron el paso.
- ¿Vamos a clase?
-Vale. -asintió rápidamente antes de caminar hasta entrar por una puerta, a
su respectiva clase.
JiMin, en cambio, siguió de largo por los blancos pasillos llenos de cuadros
y estatuillas con santos. Había silencio, solo se oían a las profesoras dar
clases en cada salón, y cuando entró al baño el silencio fue ensordecedor. Se
fijó que no hubiera nadie en las cabinas y luego se acercó al lavabo,
apoyándose en la encimera de cerámica y viéndose en el enorme y largo
espejo.
-Shh, shh, shh. -intentó silenciar, limpiando con sus pulgares los rastros de
lágrimas en la suave y pálida piel del niño.
-¿Cómo puede estar asustado, cuando ha hecho cosas peores que faltar el
respeto?
-Golpea a tu madre.
Una profunda y baja risa brotó de los labios del nombrado. -Señor Diablo,
me gusta. Muy original. -comentó, y JiMin se sonrojó más de lo que ya
estaba.
-Lo siento, yo... no sé cómo llamarle. ¿Lucif...?
-YoonGi.
No pudo evitar alzar la mirada: sus ojos se encontraron con los del rey del
inframundo, el pitido fue mucho más potente e insoportable. Rápidamente
bajó la mirada y llevo una mano a éste.
-De acuerdo, clase. Quiero hacer un anuncio importante así que, por favor,
necesito su atención. -luego de unos murmullos y pocas risas, todos
quedaron en silencio, viendo al hombre mayor que dirigía todo aquel grupo
de coro.
- Dios mío. No van a dejarme, mi padre es muy protector. Dice que soy
alocado, que fumo y bebo cuando no hay nadie alrededor.
-... Ése no es el punto. El punto es que voy a tener que rogar para que me
deje. -bufó el adolescente, molesto.
-Lo siento, JungKook. -una vez estuvieron fuera del instituto, su corazón
dió un vuelco en cuanto visualizó el coche de su padre, pero con su madre
en éste, la cual tenía la vista al frente.
-Adiós, JiMin.
-M-Mamá...
Su madre alzó la vista de golpe, con sus ojos abiertos de par en par. Estaba
enojada. Y no solo eso. Estaba golpeada también. ¿Acaso... su padre la
había golpeado porque él lo insultó? JiMin comenzó a sollozar antes de que
su madre comenzara a gritarle.
-Y-Yo, yo...
-Necesitas disciplina.
Y no entiende. No entiende porqué su madre le hace sentir que su vida
depende de un hombre. No entiende porqué su madre vive como si fuese
que siguiera por él. No comprende, y no quiere... y no puede. Finalmente, el
auto acelera y ambos van rumbo a la casa.
JiMin gritaba e intentaba cerrar la boca cada vez que el abrojo del cinturón
golpeaba fuertemente contra la piel de su espalda. Eran diez veces, pero su
padre, cegado por la ira, no dudó en darle uno más debajo de su ojo
izquierdo. Ahora éste estaba morado, y la espalda del moño ardía como mil
infiernos. Se encontraba acostado de lado en su cama, sintiendo las lágrimas
caer lentamente.
Había una taza de chocolate caliente sobre su mesa de noche, y había sido
cobijado por su madre. Recibió una disculpa de su padre, el cual decía que
debía ser disciplinado, que Dios no iba a abrirle las puertas del cielo si el
menor se convertía en una mala persona. Lentamente comienza a sentir
malestar, y la cama se mueve detrás suyo. YoonGi está acostado a sus
espaldas, su aliento roza la oreja del menor, el cual comienza a sollozar
audiblemente.
Se congeló en cuanto sintió la cálida mano del diablo colarse por debajo de
la camiseta de su pijama, acariciando la piel de su cadera. Subió lentamente
por su costilla e inesperadamente la posicionó en su espalda, sobre las
heridas. El aire escapó de los pulmones del niño, comenzando a sentir ardor,
pero éste se desvaneció de inmediato y su espalda dejó de doler.
-Voltéate. -dijo.
-Yo podría hacer que nadie vuelva a hacerte daño... jamás. -dijo YoonGi,
bajando su mano a la mejilla de JiMin y acariciándola delicadamente.
Era extraño que el diablo le hiciera sentirse bien, incluso con el malestar a
su alrededor.
-E-Está bien.
El diablo subió su mano a los rizos de JiMin, los probó entre sus dedos y
comenzó a acariciarlos lentamente, oyendo un balbuceo de parte del dueño
de aquellos bucles para luego oír una respiración pesada y leves ronquidos.
Sus ojos están abiertos, pero no puede mover el cuerpo o hablar. Es como
estar con el cuerpo dormido y la mente despierta, alerta a lo que puede
pasar. La figura altísima y cubierta por una capa negra que está en un rincón
es la misma que vió en la carretera cuando ocurrió aquel accidente rumbo a
la iglesia. Continuaba allí, como viéndolo debajo de toda aquella oscuridad.
Se acercó lentamente al niño, el cual veía de reojo y se le inclinó hasta que
estuvo cerca de su oreja.
Esta cosa comenzó a susurrar tan bajo que apenas se oía, incluso si lo hacía
en su oreja. Hablaba en otro idioma, eso si podía notarse. JiMin sentía
escalofríos, la necesidad de respirar hondo pero sentía a alguien sobre sí.
Un peso muerto. Sus ojos estaban llorosos, su voz no salía para llamar a su
madre y comenzaba a desesperarse. Finalmente, en un parpadeo comenzó a
tener dominio de su cuerpo.
--- Tuviste una parálisis del sueño. --dijo YoonGi, llevando una de sus
manos cubiertas de muchos anillos de oro hacia la mejilla del niño,
limpiando sus lágrimas y apartando los ricitos rebeldes de su frente.
--- No. Es por eso que la gente no hace a menudo pactos conmigo. --dijo
con algo de gracia el ente, acariciando con su dedo medio la espalda del
niño.
--¿Lo hice?
---Me maravillaste. Nunca vi algo tan puro verse tan bien al hacer un ritual
de invocación.
¿Veía cuando él pasaba el jabón sobre su piel bajo la lluvia artificial del
baño? Supuso que sí debido a que cada vez que YoonGi estaba cerca sentía
malestar y protección, una sensación extraña y un calor agradable. Que
suerte que no se podían ver a los ojos, porque si así fuera, luego de JiMin
saber que probablemente el arcángel que lo envolvía en sus brazos había
visto sus partes íntimas, moriría de vergüenza antes de que éste pudiese
llevarse su alma.
Amaba la protección que sentía, amaba que secara cada una de sus
lágrimas, amaba la manera en la que sus fuertes y cálidos brazos lo
envolvían. Sin embargo, no era tonto.
Últimamente hacía mucho frío, no dormía nada bien, todo lo que veía al
cerrar los ojos eran pesadillas y su oído no dejaba de pitar, como si la
cuerda más aguda de un violín fuese tocada una y otra vez de manera
irritante. Además del obvio rechazo a todo lo que tuviese que ver con Dios,
sus cambios de humor y la rabia que crecía al hablar con su padre.
Sabía que algo estaba mal con él. Era como si su alma se fuese de su cuerpo
poco a poco. Intentaba no pensar día a día en el hecho de que, en algún
punto, iba a ser solo una desesperada alma atrapada en el pequeño espacio
rojo en uno de los ojos del diablo. Y le dolía.
---JiMin voy a enseñarte algo: cada vez que alguien pide por mí, sabe que
me llevaré su alma. Es como en el mundo: cada vez que alguien pide algo a
alguien más siempre quieren algo a cambio, pero debes confiar en si lo
cumplirán o no, y no puedes pedirle a alguien lo que se te antoje. Conmigo
es diferente, es por eso que cuesta llamarme a mí, no es tan fácil.
---Es extraño. Siento feo en mí, pero me siento bien cuando estoy cerca
tuyo, como... protegido.
La enorme mano repleta de anillos del ente tomó la barbilla del niño,
alzándola. Éste último cerró los ojos debido a que no soportaría no verlo a
los ojos, y el pitido lo sobresaltaría. No quería apartarse y, además, el diablo
aprovechó para admirar las facciones del bello rostro del humano. Era como
un precioso y frágil muñeco de porcelana.
---Eso es porque estoy aquí. Recuerda mis palabras: nómbrame y haré algo
al respecto. --JiMin sintió el aliento de YoonGi sobre sus labios, su
respiración se cortó, pero volvió en cuanto sintió un beso sobre su frente
antes de que alejara la mano de su barbilla y volviera a envolverlo con
ambos brazos.
---¿Cómo has amanecido? --se giró con uno de los platos en mano.
---Dios te bend... --su voz se cortó y el plato cayó al suelo, haciéndose
pedazos en un segundo, todo provocado gracias a la apariencia de su hijo.
Se veía diminuto y delgado, como siempre, pero sus labios eran del color de
una servilleta, al igual que su rostro. El hematoma bajo el ojo gracias a los
golpes de su marido seguía allí, pero también unas ojeras moradas. No lucía
nada sano, y un nudo se instaló en la garganta de Eunji cuando recordó el
cambio de temperatura en el cuerpo de su hijo y que el doctor había dicho
que si algo más sucedía debían de volver y dejarlo en observación.
---¿Qué sucedió? ¿Por qué soltaste el plato de esa forma? ¿Te lastimaste?
¡Traeré vendas!
---¡Oh, cielo! ¿Te sientes bien? ¿Por qué luces así? Desayunemos y
vayamos al hospital, ¿vale?
---No, no, no. Estoy bien. --rápidamente cubrió con una mentira el hecho de
que su cuerpo esté en descomposición como si fuese un cadáver.
---Estoy bien, solo he dormido muy mal éstos días. --eso último era verdad.
Su madre guardó silencio mientras él barría los vidrios con rapidez antes de
tirar los trozos a la basura. Pronto su padre bajó las escaleras y luego su
hermana.
Todos se sentaron a desayunar, era muy temprano y debían de ir a la iglesia,
cosa que preocupaba a JiMin.
Apretó los labios y frunció un poco el ceño antes de volver la vista al frente,
parpadeando con rapidez. ¿Era posible que todo se volviera, literalmente,
más oscuro desde la llegada de YoonGi? Oyó como su familia comentaba
sobre las cosas que deberían de hacer aquel día, y finalmente hablaban de
unos compromisos que tenían en la iglesia.
Su padre se disculpa antes de ponerse de pie y caminar hacia éste. Por las
caras de su madre y hermana JiMin puede deducir el que es algo extraño,
pero la música y el pitido en su oído no le permiten husmear como las dos
mujeres que le hacían compañía. Finalmente, su padre vuelve y se queda
observando a su familia antes de sentarse y ver a su esposa.
Dice que quiere que nos disculpemos por haberles dado comida en mal
estado. suspira antes de apoyar su mano bajo su barbilla. Eunji rápidamente
apoya sus manos sobre las de su marido, y JiMin intenta esconder sus ganas
de reír gracias a una taza de té tapando su boca al beber.
---Oh, amor. Tranquilo. Nosotros sabemos que no hemos hecho nada mal.
Pero si quieren una disculpa para seguir siendo una familia, lo haremos.
Recuerda que Dios todo lo ve. --aconsejó su esposa.
Seung le agradeció con una ligera sonrisa. ---Por favor, apenas terminan de
desayunar vayan a vestirse para recibir a su familia.
Eunji, prepara el agua para el té y la bandeja con el budín de pan para el
living. Hyunah ayuda a tu madre. JiMin, tú descansa un poco y ven unos
minutos cuando lleguen tus primos. Al finalizar de recibir las órdenes
continuaron desayunando y, finalmente fueron a sus respectivos cuartos
para vestirse. JiMin lo hizo rápidamente, sonrojado y sin poder dejar de
pensar en que el diablo rondaba por allí.
Hacía frío fuera, pero ya que iba a quedarse dentro de su casa simplemente
se puso sus calcetines largos y blancos, shorts de tiro alto con tiradores
color negro, camisa blanca abotonada y zapatos negros. Se miró al espejo
por unos segundos, acomodando sus ricitos hacia un costado y suspirando.
Se veía horrible.
Su oído no molestaba tanto cuando se veían así, cosa que JiMin agradecía
pero, de todas maneras, debía de apartar la vista en un punto. El sonido era
insoportable.
---Mira cómo me veo... --se lamentó el rizado en voz baja, cada vez notando
más el deterioro en su piel, ojos, cuerpo. Todo.
---Te ves emocionado por recibir a tus primos. --lo giró en sus brazos,
quedando frente a frente.
El silencio reinó unos segundos en la habitación antes de que los brazos del
diablo se envolvieran más posesivamente alrededor de la cintura del
humano, el cual alzó el rostro, sorprendido y sonrojado. El ente acercó su
rostro al del más bajo, rozando sus labios con la suave mejilla del otro. El
toque ardía un poco, pero todo era cálido a su alrededor.
---¡JiMin! Hola, querido. --su tía abrió sus brazos a su sobrino favorito y
éste último, encantado, se dejó llenar de mimos con una adorable sonrisita.
Jacky tomó el rostro del niño y lo observó con su ceño fruncido.
Sin poder evitarlo, sonrió de más en cuanto tuvo que darles besos en las
mejillas a sus primos, los cuales lo fulminaban con la mirada mientras el
más pequeño se sentaba en el sofá.
Eunji estuvo a punto de comenzar a servir, algo incómoda, pero notó que
había olvidado los pequeños y bonitos platos floreados en la cocina. JiMin
de inmediato se puso de pie al notar la ausencia de estos.
---De acuerdo, bebé. No olvides los cubiertos y las cucharas para el té. ¡Oh!
Y fíjate en el refrigerador si ha quedado pastel, tal ves nadie quiera budín de
pan. --dijo su madre.
JiMin apretó los labios, nervioso mientras caminaba hacia la cocina y sentía
los pasos detrás suyo.
La puerta se cerró una vez estuvo dentro y caminó hacia la encimera,
haciendo puntitas de pie para intentar alcanzar los platillos de la alacena.
Dominique sonaba a gusto en el pasillo y no pudo evitar comenzar a
tararear.
Una mano tomó su brazo con fuerza, girándolo y haciendo que vea con sus
dos ojos bien abiertos a Boak, el cual se inclinaba de manera amenazadora
hacia el rizado.
---No te hagas el idiota. ¿Cómo crees que sea posible que a los tres nos
haya sucedido? Eres un brujo. --acusó, refiriéndose a cuando tanto él como
sus hermanos se habían ensuciado a la par, al mismo segundo.
El ceño de JiMin se frunció de golpe, molesto, pero sin dejar los nervios de
lado. No le gustaba que lo acusaran, incluso si, en parte, era verdad.
---¡No es una casualidad! Eres un brujo y voy a decírselo a tus p... --un
ruido proveniente de un rincón de la habitación lo interrumpió. Todos
observaron hacia allí, notando que una de los miles de crucifijos que
colgaban de la pared se había caído al suelo.
---¡Aaaaaaaaaah!
---¡Mamáaaaaaaaa!
-Hizo que todas las cruces se giraran. Lo juramos, en serio. Ven, vamos a
ver. --tomó la mano de su tío y los tres arrastraron a los hermanos Park
hacia la cocina.
Su tía ríe antes de avisar que ella irá a por ellos, por lo cual se levantó y se
dirigió a la cocina. Minutos después todos vuelven. Su tío pide disculpas
inmediatamente por el terrible comportamiento de sus hijos, y también por
haber acusado a su familia de dar comida en mal estado.
Todo parece bien, excepto por las miradas de sus primos en él. Su tía Jacky
los vé y les dirige una mirada asesina, provocando que no lo vean por un
largo rato. JiMin come de su rebanada de pastel mientras nota de reojo a
YoonGi en un rincón.
De inmediato lo vé y, a pesar del constante pitido en su oído izquierdo, éste
no aumenta cuando lo vé fijamente a los ojos. ¿Acaso desde esa lejanía no
podía aumentar? JiMin desearía poder verlos más de cerca, descubrir miles
de cosas dentro de esos hermosos ojos celestes con un cuarto de rojo.
Ambos se ven fijamente, y el niño siente miedo, pero también una
desesperante necesidad de ser envuelto por los brazos del rey de las
tinieblas. Y nunca creyó que se encontraría en aquella situación, deseando
algo tan loco como aquello.
Se limitó a ver los ojos de YoonGi por un largo rato. Éste le devolvía la
mirada y lentamente sonreía de lado. Fue entonces cuando JiMin volvió su
vista al frente para ver a su familia que notó a su hermana fruncir el ceño.
De inmediato sus mejillas se volvieron rojas y bajó la mirada a su rebanada
de pastel, terminando y dejando el platito en la mesa ratona frente a él para
darle un gran sorbo a su té de manzanilla.
"Dime qué quieres que les suceda." Oye en su cabeza. "...Vamos, será
divertido."
Sin dejar de ver a éste último, se inclina lentamente hacia la oreja derecha
de Bae, el cual es el más paranoico de los tres. Los ojos del ente se vuelven
oscuros, sus pupilas se dilatan y la sonrisa que le dirige al niño es lo
suficientemente escalofriante como para erizar su piel. Sin esperar más, un
"boo" demasiado grave y algo distorsionado sale de la boca del diablo.
Cuando sus tíos y primos se fueron, JiMin ayudó a su madre a limpiar todo
el lugar, oyendo a sus padres comentar el extraño comportamiento de sus
sobrinos. Hyunah se había terminado de preparar para ir a la iglesia, y
JiMin comentó que deseaba dormir un poco antes de que sea mediodía y
tener que ir a la escuela. Su madre nuevamente le ofreció quedarse en casa,
pero éste se negó. Finalmente, cuando estuvo solo simplemente bajó al
sótano, a su habitación.
---¿Y-YoonGi?
---¿No me digas que eso que huelo en ti es...? --se acercó mientras comenzó
aquella pregunta, quedando de frente.
---Como dije: eres puro. --repitió el diablo, y una sonrisa ladina surgió en
sus labios.
---Lo noté en tus ojos cuando no parabas de mirarme.
---¿Te he conocido antes? --preguntó con las pocas fuerzas que tenía.
Oyó una ronca risa, y se durmió con éstas últimas palabras en su cabeza:
---Lo siento, JungKook. ---dijo, aún algo ausente. Sentía todo ir bien,
incluso más bien que antes. No sentía el malestar, y cuando había ido al
baño notó en su reflejo verse mucho mejor que antes.
---¡Y yo! Iba a haber fogata, iban a merodear por el bosque. Íbamos a nadar.
¡A nadar en invierno! ¿Comprendes eso?
JiMin despertó de su trance al oír aquello. ¿Nadar? Oh, no. No, no, no. ---
Yo no sé nadar. --confesó.
JiMin nuevamente notó que el sol no estaba a la vista pero, sin embargo,
podía ver la luz de éste sobre la piel de JungKook. Él, en cambio, no tenía
nada más que sombra.
---JungKook, es 1967. No creo que estemos vivos para los siguientes siglos.
---No te vi al despertar.
Oh, no. Ése tono... JiMin de inmediato camina al sofá del frente de su
familia, es uno individual así que no duda en hacerlo. Se quitó la mochila y
la puso a sus pies para luego poner sus manos entrelazadas sobre su regazo,
observando con miedo a su padre, el cual no cambiaba la expresión.
Finalmente, Seung alzó su mano, sosteniendo en ésta dos colillas de
cigarrillos y uno a medio fumar. También había un encendedor.
---¿Qué es esto?
Eunji entra a la cocina, comenzando a llorar. Sabía que esta vez no podría
controlar a su marido. Nunca podía.
---¡Yo no he puesto eso allí! Lo juro. Yo jamás haría eso. --las lágrimas
comienzan a caer por su rostro. Tiene miedo, quiere ir a su habitación y
refugiarse en los brazos de...
---¡Me has puesto en vergüenza frente a nuestra familia! ¡Frente a los ojos
de Dios! ¡¿Qué crees que dirán en la iglesia sobre esto?! --nuevamente agita
los cigarrillos en la cara del niño.
---¡¿Crees que aceptarán a un vago fumador y pecador?!
---No puedo creerle a un mocoso. Has dicho cosas horribles hacia mí el otro
día. --el agarre en el brazo de JiMin aumenta.
---No, no.
Todo pasa muy rápido: Seung toma el brazo de JiMin con brusquedad, pero
éste último llega a proporcionarle una patada en el estómago, alejándolo.
Siente que está sin aire, no puede creer que aquello esté sucediendo.
Tan solo el primer llamado fue necesario. Su padre estaba avanzando hacia
él pero, de pronto, quedó inmóvil. Exhaló e intentó inhalar, pero no se le
hacía fácil. Llevó una mano a su pecho a la par que soltaba el cigarrillo, y
en segundos estaba desplomándose en el suelo.
....
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VI
-No, no. Yo... necesito ir al baño. ¿Me disculpas? -en cuanto su hermana
asintió le dió un último sorbo a la taza y se puso de pie, saliendo de la
cafetería. Caminó rápidamente en busca de un baño.
-Vas a dejar de temblar, sólo necesitabas estar en mis brazos. -le dijo, aún
sin expresión. Era imposible descifrar lo que éste ser sentía... si es que
sentía algo, claro.
Deseaba darles una lección, una que realmente les quedara clara. Yoongi
volvió a silenciarlo y lo apegó a su pecho, aún sonriendo de lado.
-No quiero que mi niño favorito malgaste sus recuerdos pensando en los
Castrati. Va a calmarse, respirar y relajarse. ¿Está bien? -JiMin asintió,
obediente. Y eso al diablo le encantaba.
El diablo rió por la inocencia y pureza que cargaba el niño encima. Nadie
querría estar cerca de él, incluso temían nombrarlo, y ahora se encontraba
con un pequeño religioso y un poco curioso. Sin poder evitarlo, Yoongi
acercó su rostro al del niño y dejó un suave beso en la comisura de los
labios del más bajo, el cual se congeló en su lugar y adoptó un furioso rubor
en sus mejillas.
JiMin asintió lentamente, limpió sus lágrimas y se soltó del cuerpo del
diablo, saliendo por la puerta. Definitivamente se sentía más relajado. Pero
no sentía nada correcto.
-¿Quieres agua? -soltó un gemido de susto al haber oído una voz susurrar en
su oreja izquierda. Llevó una mano a su pecho e intentó calmar su corazón.
No quería tener otro infarto, definitivamente. Nuevamente giró su cabeza y
notó entre la nubosidad de su vista algo vestido de negro en la punta de su
cama. Su garganta se secó aún más, parpadeó más veces para saber si
aquello que veía era real. Finalmente reconoció a un hombre, era un poco
más joven que él y tenía unos ojos tan celestes como el mismísimo cielo en
un bello día de verano. Sonreía con calma y vestía una camiseta negra
abotonada hasta el cuello y unos pantalones del mismo color.
-Park Seung, yo... -el hombre llevó su mano repleta de anillos de oro a su
pecho.
-Oh, Dios. Mi señor. Alabado sea s... -se interrumpió en cuanto el hombre
de negro alzó una de sus manos y negó lentamente con la cabeza,
indicándole que se detuviera.
-Mi querido Seung. Verás, yo no estoy aquí para charlar. Quiero decir... -
alzó ambas cejas.
-... soy Jesucristo, no tu terapeuta. -Seung tragó con fuerza, sintiendo dolor
en su interior. ¿Éste era el hijo de su señor?
-Estoy aquí porque intentaste hacer algo muy, muy malo con uno de mis
querubines.
-¿Q-Quer-
-Tu hijo, para ser exacto. -caminó alrededor de la cama hasta llegar a un
lado de Seung nuevamente, viéndolo fijamente.
-Casi quemas su piel de porcelana. ¿Te das una idea de lo mucho que
planeo acariciar esa piel? Por mí. Lo espero con ansias.
-Es una pena. ¿Recuerdas lo que sentías cuando eras un pobre niño y te
escondías en el armario para que tu asqueroso padre no te encontrara?
Miedo, desesperación de... de ser como él. ¿Verdad? -a pesar de las terribles
cosas que decía, todo era calmado, tranquilo. Suave.
-Decías, "yo no voy a ser como mi padre" y, joder, eres más que tu padre.
Eres peor que tu padre.
-Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El señor esté contigo... -a éste
punto el hombre ya se había dado cuente de con quién trataba. Lo había
sentido, pero tuvo la esperanza de que no fuese nada malo. Nada peor de lo
que le sucedió. El hombre de negro ríe antes de negar.
-No seas imbécil. ¡Creí que nos estábamos llevando bien! -exclamó en un
triste y sarcástico tono de voz.
El diablo alzó ambas cejas. -¿Dios te dice que seas un abusivo? Vaya, yo
creí que era bondadoso, pero veo que es peor que yo. -bromeó, riendo bajo,
de manera ronca.
Se puso serio de repente, y el color marino en sus ojos cambió a uno bordó,
oscuro. Sus pupilas se dilataron y se inclinó sobre el rostro del creyente. -
Vamos a ser claros, ¿quieres?
-En el nombre de tu puta madre muerta, cierra la boca. -su voz cambió a
una grave, distorsionada, y Seung comenzó a llorar ante aquello. El diablo
aclaró su garganta, fingiendo estar afligido.
-Vas a dejar a tu hijo en paz. -dijo el diablo, nuevamente serio y con sus
ojos bien abiertos, fijos en los del padre de su niño favorito.
-No vas a mirarlo, no vas a hablarle, mucho menos vas a tocarlo. -Seung
asentía, obediente.
-¡Agradece!
-Gracias, gracias.
-Soy alguien muy ocupado, pero sigo siendo real. Estaré vigilándote en tu
estadía en la tierra, Park Seung. -nuevamente caminó a la punta de la cama,
sin quitarle los ojos de encima. -Y recuerda: la próxima tu Dios no va a
salvarte.
-Te amo.
-Y yo a ti. -finalmente se giró hacia la puerta del sótano, bajó los escalones
y volvió a abrir la siguiente puerta, entrando a su habitación.
-¿Incluso habiendo invocado al diablo? -se atrevió a decir, cerrando sus ojos
en cuanto sintió las manos del diablo acariciar su delgado torso.
-Tu alma es mía, puedo sentir todo lo que sientes de maneras mucho peores.
-¿Recuerdas todas esas historias donde soy un ser egoísta, que me gustan
los malos sentimientos y soy muy, muy mentiroso? -JiMin asiente
lentamente, esperando una respuesta negativa acerca de ello.
-No son mentiras.
-... Es extraño.
-... ¿Cómo?
-Sí. Una parte de mí adora verte perder la vida poco a poco. -los músculos
de JiMin se tensaron, y el miedo se hizo presente en su pecho. Sin embargo,
no quería salir de la protección que sentía al ser rodeado por los brazos del
diablo.
-Pero otra parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas
sonriendo. Jamás me había sucedido.
A pesar de que sonaba realmente sincero, JiMin intentó no convencerse. El
diablo era mentiroso, tenía que ser listo, más listo que él. Se apartó un poco
de la oscura figura con la mirada baja, se giró nuevamente para tomar su
pijama celeste con aviones y se dirigió hacia su cama ordenada, sentándose
en la punta.
Se giró y rodó los ojos, sin poder creer que estaba haciendo aquella
ridiculez de girarse para complacer a un simple niño, a una simple alma
como todas. Aunque... tal vez no era tan simple. -Ya. -dice JiMin, vestido
con su pijama.
-¿Quieres saber la peor parte? ¿La que nadie sabe? -su voz suena como si
estuviese a punto de contar algo entretenido, hasta chistoso. -... No lo sé. -
Se los comían. -el ceño de JiMin se frunció, confundido.
La bilis subió por la garganta del rizado, pero rápidamente pudo tragar.
Angustia se instaló en su pecho, por todos esos niños y porque no podía
dejar de pensar en el porqué Yoongi llamaba así a sus primos. ¿Era porque
cantaban en el coro de la iglesia o porque planeaba hacerles algo? Intentó
continuar con las preguntas para no echarse a llorar.
-Oh... Oh, bueno. Eso es... enfermizo. -su voz tembló y Yoongi lo acurrucó
más contra sí. -Quiero preguntarte algo, pero temo ofenderte.
-Puedo ser lo que quiera, pero éste es mi cuerpo verdadero. -se alivió de
inmediato a la respuesta. Pero ya era tarde. El miedo que había estado en su
pecho cuando Yoongi le confesó amar ver cómo moría poco a poco lo
consumía, sumando la angustia que sintió por los niños que fueron
castrados y usados como coro de ángeles, gobernados por demonios que se
hacían pasar por creyentes. Temía el mismo destino para su familia, incluso
si éstos eran malos, él no era tan malo. Y lo que más temía...
- Tengo miedo. -¿A qué le tienes miedo? -la voz del diablo era neutra.
Pareciera que no le afectara en lo mínimo el niño llorando
desconsoladamente. Si tan solo pudiese recordar una muestra de afecto que
demuestre que le importaba... pero no había nada que recordar, porque
jamás había tenido sentimientos.
-No, no. Tranquilo, nada le pasó a papá. -dice, dejando un beso en la frente
de su hermano antes de dedicarle una débil sonrisa.
Y eso hizo. Media hora después ambos hermanos estaban en el auto, con
sus cinturones abrochados debido a lo rápido que Hyunah conducía. JiMin
intentaba no llorar, creer en las palabras de su hermana, pero sabía que algo
malo había sucedido.
-Mira, JiMin. No sé cómo decir esto. -su hermana niega lentamente con la
cabeza a la vez que dobla en una esquina. El corazón del niño comienza a
latir con demasiada rapidez mientras vé al frente. -Algo le pasó a nuestro
primo, Bonhwa. -rápidamente el rizado la observó, comenzando a temblar.
No, no. -No sé cómo decirlo delicadamente, Dios mío. Uhm... algo le pasó
a sus partes íntimas, y tuvo que ser... amputado.
Su hermana lo llama pero su voz se oye lejana, siente como se deshacen del
cinturón de seguridad y, luego de unos segundos, lo bajan del auto. El aire
frío contra su rostro lo despierta un poco, pero la culpa es tanta que siente
que va a tener un ataque al corazón. ¿El karma de su padre, acaso?
El aliento escapa del pecho del niño mientras vé a ésta figura, que
anteriormente vió en la carretera, adentrarse seguido de un doctor al cuarto
donde -JiMin supuso- Bonhwa estaba. Su tío comienza a llorar mientras
cubre su rostro ante la noticia del doctor, y su tía Jacky se deja caer al suelo
con un grito desgarrador. Sus primos comienzan a llorar en el asiento
ruidosamente, y su hermana y madre intentan calmar a su tía Jacky, la cual
no deja de gritar el nombre de su hijo.
Son el centro de atención, y por la cara que tiene el médico cuando se gira y
continúa su camino por el pasillo, JiMin sabe que no es una simple
amputación. Algo salió mal, y ahora Bonhwa está muerto. El diablo se hace
presente a un lado del niño, JiMin puede verlo de reojo. Y sentirlo. Aunque,
al punto que llegó, ya no sabe si puede volver a sentir algo más que culpa.
-¿Qué es eso? -pregunta, refiriéndose a la figura que ahora sale del cuarto
de su primo y sigue por el pasillo hasta el final, doblando en una esquina, en
busca de otro cuarto al que entrar.
-La Muerte.
...
Besos♥️
VII
Dos semanas.
Habían pasado dos semanas desde lo que había sucedido luego de que
JiMin despertó de aquel desmayo al enterarse de que, prácticamente, él fue
el que causó la muerte de su primo. Para empezar, estuvo en observación
por un día debido a su falta de alimento y mal aspecto. Durmió gracias al
tranquilizante en el suero y se alimentó bien antes de volver a casa.
Luego llegó la noticia del funeral de Bonhwa, y el rizado con tan solo oírlo
cayó desmayado nuevamente. ¿Se había vuelto una especie de trauma? No
lo sabía con exactitud, pero supuso que sí debido a las imágenes que
rondaban por su mente en el momento en que alguien nombraba a su
familiar fallecido, la manera en la que murió. Recordaba la palabra Castrati
y estallaba en ataques de ansiedad, en puro pánico. Tan puro que creía que
podría morir.
"¡El viaje en el que Dios guía tu camino!", dijeron, pero Dios no guiaba
nada que tuviera el nombre de "Park JiMin", y éste lo sabía. Jeon JungKook
continuaba molesto por no haber ido, JiMin temía ir porque sabía que irían
los de último año, y eso implicaba que ChanYeol y Jackson estuvieran allí.
"Los bravucones", por así decirlo. Hacían la vida de los dos adolescentes
imposible, todo por no llevar el típico estereotipo y por ser inocentes.
JungKook era un rebelde sin causa, incluso siendo de igual tamaño de que
JiMin, pero claramente en el instituto no aparentaba aquello. En cambio,
JiMin era como siempre en todas partes. ChanYeol era el que siempre
seguía a Jackson. Éste último había tenido una vida terrible, cayendo en un
orfanato y siendo adoptado por una familia rica al ser extremadamente
hermoso. Se le subió la fama a la cabeza, nadie sabía que era adoptado
excepto los padres de JiMin, los cuales se llevaban bien con los padres de
Jackson.
El rizado lo había escuchado en el momento en que los padres de Jackson lo
habían confesado ante los Kim, pero jamás dijo nada. Sabía que iba a tener
un viaje terrible. Por todos los cielos, lo sabía. Pero ya nada le importaba,
ya no le encontraba mucho sentido a las cosas. Quería a Yoongi, lo único
que quería, lo único que deseaba y no podía tener.
Sintió todo el cariño que éste alguna vez le dió realmente falso, y eso
rompió su corazón. El autobús parecía estar esperando a que los estudiantes
finalizaran de subir. El profesor de coro estaba a un lado de la puerta de
éste, observando su reloj. Probablemente esperaba a que fuese el minuto
exacto para subirse y partir. JiMin pensó seriamente en escaparse, pasar el
día paseando en la ciudad, tal vez comprarse un helado y luego volver a la
escuela cuando fuese la hora, pero su madre lo mataría por aquello, así que
caminó rápidamente al autobús, entregando su permiso y subiendo a éste.
Todos estaban sentados en sus respectivos lugares excepto los dos imb...
bravucones. Los dos bravucones. Se encontraban molestando a un chico de
adelante, el cual estaba junto a otro, ambos cubriendo sus cabezas para no
ser golpeados por éstos. JiMin rogó pasar rápidamente por el pasillo, y así
lo hizo. Ni siquiera tenía idea de cómo no lo notaron. Iba a sentarse detrás
de todo, del lado de la ventana junto a Kim Namjoon, el cual era de último
año y leía la biblia con mucha atención.
No entendía como nadie eligió aquel asiento, lo mejor del viaje era disfrutar
del paisaje. Una vez el rizado se sentó, suspiró y se acomodó contra el
respaldo del asiento, su piel erizada debido al frío. El invierno se acercaba.
Kim Namjoon dejó de observar la biblia para ver a su acompañante.
Un buen y lindo tipo. No se metía con nadie, y nadie se metía con él debido
a su tamaño. Grande, musculoso y con mala cara... pero solo para algunas
personas. JiMin lo había conocido cuando tuvo que hacer una obra de teatro
en donde Namjoon era Moisés y JiMin... bueno, ignoremos que fue una
oveja y solo enfoquemonos en presumir que estuvo en una obra.
—Si no dices nada te lo pagaré como sea. —intentó negociar. JiMin decidió
que continuaría con aquella negociación, pensando por unos segundos antes
de acomodarse en el asiento.
—No diré nada con una condición. —ambos se quedan viendo y JiMin, sin
quitar su mirada del chico del frente suyo, asintió en dirección a ChanYeol
y Jackson, los cuales bromeaban entre sí sobre algo.
A la par en que Namjoon vió al frente para buscar a los dos tontos, el
autobús se puso en marcha y todos exclamaron con emoción antes de que
acelerara por la calle tranquilamente. El profesor interrumpió la charla de
Namjoon y JiMin para avisar a todos que se mantuvieran en sus asientos.
—Cambiaste. —confirma.
Las cejas de JiMin se alzan, sorprendido pero no del todo. —Te ves todo
confiado y negociador. Quiero decir, siempre he entendido que eres muy
inteligente y observador, pero te muestras muy tímido y hoy estás...
bastante atrevido.
—Yo no quería... bueno, l-lo siento. —tragó saliva con fuerza para intentar
aliviar el nudo en su garganta, pero sentía que no funcionaba. Yoongi ya no
estaba, y se había comportado como un chico tonto y atrevido para buscar
la protección de alguien. Estaba muy apenado.
—No, es por eso que no voy a delatarte. No haces nada malo. —Irás al
cielo y yo no, pero así es por algo, y probablemente porque lo merezco.
Un gemido de dolor salió de sus labios ante el fuerte dolor de nariz, oyendo
risas de sus compañeros. Unas manos lo levantaron por el brazo, y cuando
se reincorporó, completamente mareado, notó que Namjoon fue el único
que lo ayudó. Le agradeció en un asentimiento a la par que intentaba
quitarse la tierra de las pestañas sin que dañaran sus ojos. El profesor no
había visto aquella escena, y tampoco preguntó de qué se reían todos.
—Los hemos traído aquí porque deseamos que todos se amen, que todos
sientan que pueden contar con el otro. La comodidad, el respeto, y
principalmente el amor atrae al señor. Vamos a sentir la felicidad esta tarde.
—finalmente suspiró antes de ver a su alrededor.
—Bien. Vamos a buscar un lugar cerca donde podamos armar una pequeña
fogata y acomodar unos troncos para sentarnos a convivir. Siganme.
Todos comienzan a caminar. JiMin sacude su ropa entre todos los alumnos,
oyendo a ChanYeol y Jackson detrás. Namjoon va a su lado, pero no tanto.
Lleva su supuesta biblia bajo el brazo y tiene la vista bien al frente. Las
risas de los torpes de atrás no cesan, y comienzan a hablar más fuerte de lo
normal, aunque casi todos lo están haciendo.
—Se desangró. Supongo que... no tuvo las bolas suficientes para seguir con
vida. —ambos adolescentes explotan en carcajadas. Claramente hablan
sobre Bonhwa.
El piso parece moverse, y JiMin está tan mareado que desea simplemente
vomitar. Sintió una de las manos de Namjoon sostenerlo del brazo en
cuanto comenzaba a inclinarse hacia un lado, a punto de caer. Lucía como si
hubiese subido a un carrusel sin frenos, y su corazón parecía estar yendo al
ritmo de éste: rápido, descuidado. Respiró profundo un par de veces sin
recibir ninguna pregunta de Namjoon, y pronto se calmó un poco. Yoongi,
te necesito.
—Con gusto. —¿Por qué quieres venir a convivencia? —la voz de Jackson
se hace audible a un lado de JiMin. Finge caminar tranquilamente alrededor
del pequeño rizado, el cual encoge sus hombros en su lugar.
¿Por qué tuvo que usar su camisa blanca aquel día? Dios santo. Namjoon
reaparece de inmediato en la escena, pero a pesar de llegar un poco tarde
pone de pie a JiMin y se empeña en ver fijamente a ChanYeol, el cual le
sonríe amistosamente al castaño.
JiMin no iba a mentir. Iba a ser muy sincero pero cuidadoso: las canciones
solamente lo deprimían aún más. Incluso sabiendo que no vomitaría al
nombrar al padre de los cielos, también sabía que no tenía ningún derecho.
Suspiró y bajó la mirada a sus manos, solo aplaudiendo cuando todos lo
hacían, oyendo a sus compañeros entonar terriblemente con la canción,
excepto a Namjoon, el cual cantaba brillante.
—No te alejes mucho, por favor. —el rizado asiente ante aquello,
agradeciendo la muestra de preocupación mientras se encamina fuera de la
ronda, adentrándose al bosque poco a poco.
—Vayan, y no se pierdan.
—¿Quién mierda te crees que eres ahora? ¿El protegido de Kim? Idiota. —
el puchero se instalaba poco a poco en el labio inferior de JiMin. Desde la
llegada de Yoongi se había acostumbrado a no lidiar con ese tipo de
mierdas, y ahora solo se culpaba, preguntándose qué hizo mal y sintiendo
que todo lo que podría ocurrirle se lo merecía.
—Haz que se trague la tierra. —ChanYeol dice completamente
emocionado. Jackson toma en un puño los rizos de la parte trasera de la
cabeza de JiMin y los levanta un poco, solamente para hundir el rostro de
éste en la tierra.
El cuerpo del rizado se retuerce, intentando zafarse del agarre debido a que
siente que se está ahogando. Inesperadamente lo sueltan y se queda en el
suelo, tosiendo e inhalando profundamente con el rostro lleno de tierra.
JiMin toma aquello como una señal para girarse y comenzar a correr,
sintiendo a ambos adolescentes hacer lo mismo. ChanYeol grita el nombre
de su amigo, porque molestar es muy diferente a alejarse de los demás y
partirle la cabeza al niño contra una roca. Sabe que su amigo va a pasarse, y
sabe que va a tener que conservar un peso en su conciencia para toda su
vida.
¿Cómo había sido tan torpe de creer que Yoongi sentiría algo por él?
¿Cómo había podido creer que, alguna vez, alguien sentiría amor por él?
Cerró sus ojos con fuerza mientras sentía sus oídos taparse por el sonido del
agua, dejando su cuerpo inmóvil pero sintiendo como cada vez descendía
más. Burbujas salieron de su nariz a la vez que relajaba su cuerpo,
disfrutando de la calma que el agua le brindaba y esperando a la muerte con
paciencia. Si iba a morirse, iba a morirse bien.
Tal vez era la falta de aire, el pánico en su pecho, o el haber corrido por
mucho tiempo, pero su cabeza comenzaba a doler terriblemente. Un dolor
anormal. Fue finalmente que llegó a donde todos estaban. El profesor de
coro silenció a sus alumnos al notar el rostro de Jackson tan blanco como
una servilleta, poniéndose de pie para acercarse a su alumno pero
decidiendo esperar a que éste reaccione.
—¿Jackson? ¿Qué sucede? —pregunta. Todos observan extrañados al
adolescente, el cual lentamente se sienta sobre un tronco entre dos alumnos
más.
Yoongi alzó a JiMin, finalmente pudiendo dejarlo fuera del agua. Éste
respiraba profunda y rápidamente, boca arriba y observando el cielo azul.
Era un bonito día para tanta tragedia, para tantos problemas. Lentamente
comienza a sentarse, mareado y observando de reojo como el diablo salía
del agua, quedando de pie y tirando su oscuro cabello hacia atrás.
Parece estar entrando en pánico, pero finalmente se gira para ver al cadáver
del bravucón. Un bravucón, como cualquier otro torpe adolescente que aún
no madura, y había recibido el castigo de una de las peores muertes tan solo
por no saber con quién se metía.
—Muerto.
El diablo lo observa con sus ojos más grandes de lo normal, sin saber cómo
reaccionar ante las palabras de su niño favorito. —Se lo merecía. —susurra.
—Escúchame. —le dice, notando como JiMin hace lo posible por no entrar
en pánico. —Juro que voy a explicarte por qué me fui. La verdad.
Es cuando Yoongi comienza a hablar que JiMin cree estar soñando. Habla
en una lengua incomprensible para los simples humanos como él, pero es
tan suave e intrigante que los nervios de JiMin comienzan a descender
mientras se acurruca más contra el caluroso cuerpo del diablo. Éste último
acaricia –JiMin se atreve a pensar que es con mucho cariño– la espalda del
niño suave y lentamente. Poco a poco los nervios disminuyen, solo siente
frío y pesadez.
El shock se va, solo tiene miedo. —No enloquezcas. —JiMin traga saliva
con fuerza mientras el diablo se separa y toma las mejillas del más bajo
para observarlo, a pesar de que éste se encuentra viendo la boca del
arcángel, la cual se ladea en una –algo macabra– sonrisa.
—Hice que la cabeza del otro ser inferior volara en mil pedazos. Todos con
los que viniste ya saben que algo ha sucedido. Tienes que volver y decir que
tú no sabes de nada, ya que decidiste ir más lejos que ellos y caíste en el
lago.
—... No puedo.
JiMin está a punto de comenzar a caminar hacia la fila del autobús, subirse
y ya, pero cree que aquello sería realmente sospechoso así que se encamina
hacia su profesor de canto, el cual tiene ambas manos en la cintura y está
más pálido de lo normal, negando lentamente a la nada.
Un suspiro sale de los labios del hombre luego de observar al niño por unos
segundos. Ante sus ojos –y los de cualquiera– es muy claro el que su
alumno jamás haría daño ni siquiera a un mosquito. JiMin ya no se siente
tan puro como Yoongi jura que es. La mano de McCoulay viaja a la espalda
del rizado, empujándolo suavemente en dirección al autobús mientras niega
lentamente con la cabeza.
Una vez JiMin sube al autobús, nota el como sus compañeros y los del
último curso no pueden reaccionar. Algunos hablan bajo, otros lloran, y los
demás simplemente... lucen perdidos. Casi todos están cubiertos de
manchas rojas, el conductor del autobús termina de fumar un cigarrillo
mientras mueve su pierna frenéticamente, esperando al profesor para partir.
—Caí al lado. Larga historia. —se enderezó, y una vez abrió los ojos,
viendo a Namjoon, intentó lucir extrañado ante las manchas de sangre en su
camiseta.
Éste suspira antes de dirigir su mirada al frente. —Es mejor que no lo sepas.
Podría herir tu sensibilidad.
Es porque aún no sabes todo lo que hice, Nam. Todo lo que provoqué.
JiMin asiente lentamente antes de girarse en dirección a su ventana.
Minutos después el autobús acelera, dejando atrás aquella terrible
convivencia y cada lágrima que derramaba el rizado entre los silenciosos
sollozos que dejaba escapar, simulando dormir plácidamente cuando en
realidad era el más afectado de todos aquellos.
—¡Estás empapado!
—Caí en un lago, intentaba hacer pipí. —se sonrojó. En parte, era cierto.
Iba específicamente a hacer pipí, pero no en el lago. Ew.
—Oh, cielo. —lo abrazó más fuerte antes de alejarse un poco, viéndolo con
cariño.
— Estoy bien, mami. No te preocupes por mi. —dice para luego sonreírle
de lado, simulando no tener idea de lo ocurrido. Su madre hace lo mismo
mientras su hijo se abrocha el cinturón de seguridad y busca relajarse en el
asiento. Sabe que debido a mentir estaría llorando, no lo soportaría porque
jamás ha soportado mentir, pero la leve caricia en su brazo que proviene del
asiento de atrás lo calma completamente, haciéndolo sentir que no está solo.
—No puedo estar siempre contigo. Pero no sabía que iba a doler.
—¿Mh? —es lo único que logra decir, incluso su voz tiembla en aquel
murmullo.
Los ojos del niño se cierran ante las dulces e íntimas caricias de la nariz de
Yoongi en su nariz. Ama tanto aquel cosquilleo en su estómago cuando
aquello sucede que decide alzar más el rostro, sin negarse a los mimitos.
—¿Qué sucede?
Volvió a reír pero más bajito, viendo fijamente a Yoongi, quien tenía ambas
cejas levantadas. —No, nada... Recordé un chiste muy bueno.
Yoongi observa al rizado y nota que éste realmente está dormido. Suspira
antes de decidir irse para que su niño favorito no tuviera ningún tipo de
pesadillas, pensando en lo que habría hecho hoy lo haría mañana: el caos.
El caos de los caos, y todo porque finalmente el diablo haría algo que no
dañaba a nadie excepto a él mismo, y eso era resignarse frente a los ojos del
de arriba. Una total mierda, a decir verdad.
Pero ya no lo soportaba.
....
Besos.
VIII
A un lado una nota en la cual le deseaba un buen día y todas las bendiciones
del mundo, las cuales no harían ni un poquito de efecto en JiMin porque,
¡hey! ¡Estaba enamorado del diablo! Volvió a cerrar sus ojos debido a que
no quería que su madre notara que estaba despierto, sintiendo como ésta
dejaba la bandeja a un lado suyo, sobre su mesita de noche.
-En un minuto...
-Miren quién despertó. -no pudo evitar sonreír, cerrando sus ojos con fuerza
por unos segundos y sintiendo cosquillas en su pancita.
-He estado merodeando por tu casa. -casi escupe todo, alejando la taza con
rapidez de sus labios y tragando con fuerza la bebida. Su corazón latía muy
fuerte, sus ojos se abrieron de par en par. ¿Yoongi había hecho algo
nuevamente? El miedo se disparó por todo su cuerpo.
-Dicen que soy muy torpe y me puedo caer. -se encogió levemente de
hombros.
Siempre le hizo ilusión el subir allí, tomar la polaroid de su madre (la cual
solo usaba en ocasiones de bonitas reuniones familiares o fiestas en la
iglesia) y tomar fotos del precioso cielo. Eso ayudaría mucho a copiar las
fotografías y continuar dibujando en su pequeño cuaderno de arte.
-Hoy va a ser un largo día, oí que tu madre está organizando una cena
familiar para hacer oraciones por tu primo. -dijo, y JiMin casi puede oír la
ironía y diversión en su voz. Está disfrutando de aquello, y no puede evitar
estremecerse.
-Si.
Yoongi parece estar hablando contra su oído sano, pero todas las palabras
que pronuncia son incomprensibles. Sin embargo, aquel desconocido
lenguaje hipnotiza los sentidos de JiMin, el cual de manera inmediata
exhala profundamente y relaja todos los músculos a la vez. No sabe porqué
está tan calmado cuando oye al diablo hablar de esa manera, pero es como
si le arrebataran todo el pánico y lo llenaran de paz.
Las cejas del más bajo se alzaron, curioso con aquello, pero sin moverse ni
un poquito. -¿No tienen los mismos significados que aquí?
-No quiero asistir a la reunión familiar, no me siento bien. -el diablo alejó
un poco a su niño, el cual cerró sus ojos cuando sintió las caricias en su
mejilla, provenientes de la mano repleta de anillos de oro del ente. Aquello
alivió su corazón.
-Te lo diré esta noche en la azotea. -dice a la par en que aleja la mano y se
pone de pie, no sin antes dejar a su niño favorito sobre la cama. JiMin abre
los ojos casi de inmediato, viéndolo caminar hasta estar en la orilla de su
cama.
-Tu madre planea decirte que la reunión no será en la casa, que puedes
quedarte aquí si te afecta. Vale, si era una sorpresa... ya no.
-Y... ¿eso significa que subiré sin permiso a la azotea? -se sonrojó de tan
solo pensarlo, mirando dudoso a su alrededor, pensando que no era una
buena idea. ¿Qué si alguien lo descubría? Yoongi sonrió de lado.
-Serás un niño malo hoy. -dijo. JiMin parpadeó, completamente atónito ante
aquellas últimas palabras que murmuró el diablo.
Eunji caminaba de un lado a otro, llevaba ropa en sus manos y una escoba,
Hyunah estaba bebiendo un té, sentada en el sofá y mirando la televisión.
Su madre debía de estar de muy buen humor ya que odiaba que sus hijos se
la pasaran viendo dibujos animados e inapropiados.
-Buen día, cariño. ¿Cómo te sientes hoy? -dice Eunji, acercándose a su hijo
y dejando un beso en su mejilla. El niño simplemente sonríe de lado,
intentando mostrar que todo iba bien a pesar de haber matado a dos
personas y provocar un ataque al corazón a su padre.
-Escucha, hoy estarás solito por unas horas porque haremos una reunión
familiar. No creo que debas asistir, no hablaremos de temas lindos para tus
orejitas y estarás más cómodo aquí.
JiMin asiente dudosamente. No puede evitar pensar que Yoongi tiene algo
que ver con aquello, incluso cree estar casi seguro porque, vamos, no puede
simplemente pasar de un momento a otro. ¿O sí? Si Yoongi había hecho o
dicho algo, el rizado comenzaba a creer que el diablo no era tan inteligente
como parecía.
El que haya luna sangrienta a JiMin siempre le había aterrado, todo por
Hyunah y sus leyendas de que era la noche en la que las sombras salían a
cazar almas puras. Probablemente hubiera muerto de miedo en aquel
momento, pero una sombra realmente lo estaba cazando, y encima se había
enamorado de aquella sombra. No podía ser peor.
-No quiero oír la palabra "Halloween" en ésta casa, JiMin está algo
delicado. -la risa baja y sarcástica de Yoongi se hizo audible en aquel
momento, Hyunah simplemente suspiró mientras volvía su vista a la
televisión y el rizado se encontraba completamente sonrojado. Ni siquiera
se dió cuenta cuando cayó profundamente dormido.
Se dió cuenta de que estaba cubierto con una manta, con su cabeza sobre un
almohadón y completamente sonrojado. Dominique ya no se oía, gracias al
cielo. Suspiró antes de sentarse con lentitud, estirándose a la par en que
llevaba ambas manos en forma de puño a sus ojos, frotando. ¿Todos se
habían ido? Observó alrededor.
-¿Mami? ¿Hyunah? -llamó, pero nadie respondió. Es obvio que se han ido.
Es cuando finaliza de bostezar que la televisión se apaga como si nada. Se
mantuvo observando ésta y nota por el reflejo a alguien de pie detrás suyo. -
¿Yoon?
Es cuando va a girar que, poco a poco, la luz de la cocina, pasillo y living se
apagan. Se encuentra completamente a oscuras, y hay una pesada
respiración en su cuello que dura unos pocos segundos. Asustado, se gira de
golpe y nota que hay un poco de luz escaleras arriba, la cual revela a Yoongi
de pie, con sus manos repletas de anillos en los bolsillos de su pantalón,
observándolo fijamente. ¿Acaso lo estaba desafiando a que subiera?
-¿Le hablaste? -pudo ver de reojo como asentía con lentitud. Intento tragar
el nudo que se le formaba en la garganta gracias al miedo, sin mucho éxito.
-P-Pero... ahora sabrá que te tengo conmigo. Sabrá que tengo algo que ver
con la muerte de Bonhwa.
Yoongi volvió la vista al frente con su ceño levemente fruncido. Allí fue
donde JiMin aprovechó para verlo, sus ojos lentamente llenándose de
lágrimas que no tardarían en salir. -No tienes nada que ver con la muerte de
Bonhwa. Eso lo hice yo mientras dormías.
-Es que... -hipó, sorbiendo su nariz antes de apartar las lágrimas con sus
pequeños y delgados dedos, dejando sus pálidas mejillas completamente
mojadas. -... Soy una mala persona, y lo estoy asumiendo justo ahora. - no
pudo evitar confesar, con el dolor siendo insoportable en su pecho. Yoongi
lo tomó entre sus brazos de manera inmediata, acurrucándolo en su pecho
mientras el niño se deshacía en fuertes sollozos.
-Mira el cielo.
-Wow... -ni siquiera sabía qué decir. Apenas podía contar una estrella sin
perderse. Se limitó simplemente a suspirar profundamente, sin poder creer
lo que el ser más malo de la tierra podía hacer.
El diablo se alejó un poco, tan solo para quedar a una distancia razonable y
extender su mano repleta de anillos hacia el más bajo. -¿Alguna vez bailaste
con el diablo en tu azotea a la luz de la luna sangrienta? -JiMin intentó no
sonreír mientras negaba lentamente.
Allí fue cuando Yoongi sonrió de lado, alzando un poco sus cejas. -
¿Aceptarías?
-No puedo...
-Mírame.
-E-Es que... el pitido... -esperaba que Yoongi no se enfadara.
Los ojos de JiMin se alzan, observando entre sus pestañas los ojos celestes,
y un cuarto rojo de solo uno, del diablo. El pitido hace latir su cabeza del
repentino dolor que estremece sus huesos, pero éste se va de manera fugaz,
sin dejar rastro. Una melodía suave comienza a sonar. Un violín deja atrás
el pitido, y suena tan triste que los ojos de JiMin comienzan a lagrimear.
El diablo, fingiendo no notar aquello y sin apartar la vista de los ojos del
menor, lleva la mano desde el mentón nuevamente a la del niño,
entrelazando los dedos y suspirando antes de comenzar a mecerse
nuevamente. Esta vez JiMin puede seguir los pasos, sin tropiezos, con
calma. Las lágrimas caen por su rostro de manera silenciosa, está hipando y
hasta tiembla, pero jamás aparta los ojos de los de Yoongi. Disfrutará al
máximo el ver terrible pieza de arte.
-¿Qué... ? -traga y luego suspira para que su voz no suene tan quebrada.
-¿Qué es eso?
-Giuseppe Tartini.
-Caíste...
-... ¿Mh?
-Sí. -admite.
Pronto, algo parecido a unos potentes latidos surgen del pecho del mayor.
Son increíblemente rápidos. JiMin solloza. -No sabía que el diablo tenía
corazón.
-Yo tampoco.
Está adolorido, su pecho duele de tanta tristeza que hay en éste. -¿Qué es lo
que he pedido?
Yoongi deba de mecerse de inmediato. Se ve serio, se ve intimidante, se ve
hermoso. Como siempre. -Tú me entregaste tu alma. No encontrabas ningún
tipo de amor verdadero en ninguna de las personas que te rodean, ni
siquiera de tu madre, la cual daría todo por ti. Tú lo sabías... -los sollozos
comienzan a surgir con más fuerza al darse cuenta qué era.
-... ¿Algo?
-En el pecho. -se ve tan seguro que JiMin tiene repentinas esperanzas.
-Sentí lo que tú sientes por mí. -confirmó, inclinándose un poco a la par que
soltaba la mano del menor y rodeaba mucho mejor su cintura.
-Y un corazón.
Los latidos comienzan cuando te tengo entre mis brazos. -Yoongi... -su
aliento rozaba con el del mayor, poniéndolo más torpe de lo que sentía que
era. La cercanía lo volvía loco, y sentía que esta vez... ... Esta vez realmente
sucedería algo.
-Voy a cumplir mi parte del trato. Hoy serás el humano más amado de la
tierra...
Sin más, los labios del diablo tomaron lenta y profundamente los de su
niño. Éste último cortó su respiración y permitió que Yoongi le brindara
todo primero, ya que jamás se había dado una idea de cómo era un beso.
Poco a poco comenzó a mover sus labios, siguiendo el compás de éste y
bajando sus párpados, relajando su cuerpo y mente por primera vez en el
día.
JiMin pudo sentir la lengua del mayor adentrarse a su boca y rozar la suya.
Un irreconocible cosquilleo se instaló en su vientre, y ante la inocencia de
no haberlo experimentado nunca se apartó un poco de los labios de Yoongi.
Cuando todo se detuvo el diablo apartó sus labios de los de JiMin, pero éste
último no abrió los ojos. Se mantuvo respirando por la boca, con los labios
rojos y levemente hinchados, mejillas sonrojadas y ricitos algo despeinados
debido al viento en la azotea. Todo parecía más cálido donde estaba, más
tranquilo. Un suspiro fue lo primero que oyó.
-Ábrelos.
-¿Qué sientes? -Yoongi dijo, aún dejando besos por la piel de su niño,
también detrás de la oreja, con los ricitos de éste haciéndole cosquillas en el
rostro.
-Siento... -se calló debido a que el rostro del mayor regresó a estar frente al
de él y dejaba suaves pero cortos besos en sus labios. ¿Podía sentirse más
embobado? -... calor.
Pudo sentir la ligera sonrisa de Yoongi sobre sus labios. -¿Mi niño favorito
necesita ayuda? -su voz sonaba ronca, incluso un poco entusiasmado.
JiMin se limitó a quedarse quieto, sin saber exactamente qué responder. Las
manos repletas de anillos del diablo comenzaron a desabotonar la camisa
blanca del rizado. Éste último comenzó a sentir los nervios brotar por su
cuerpo, la vergüenza acumulándose en el rosa de sus mejillas mientras
notaba como Yoongi observaba sin pudor alguno su delgado torso.
Muchas veces Yoongi había fingido no estar, y había visto el como JiMin se
desnudaba lentamente para irse a bañar. Le fascinaba su pálida piel de
porcelana, lo pequeño que se veía en ropa interior y calcetines. Cuando éste
se metía a la ducha o bañera quería -realmente lo hacía- lamer las gotas que
resbalaban por la espalda de su niño favorito. Quería abrazarlo por detrás y
lamerle todo el cuerpo.
El arcángel deslizó los tiradores por sus hombros hasta quitarlos del
camino, y también se deshizo de la camisa que cubría la preciosa piel del
más bajo. La tiró al piso, sin importarle lo más mínimo el que se ensuciara y
llevó ambas manos hacia la espalda baja del niño, el cual se estremeció
debido al frío de los anillos contra su piel. Un profundo suspiro surgió del
pecho de Yoongi.
-No sabes cuánto llevo esperando para tocarte así... -confesó mientras subía
sus manos por los costados del menor, sintiendo sus costillas.
-Ven. -se inclinó un poco y pasó un brazo por debajo de las piernas de
JiMin, alzándolo. Todo lo que hacía lo estaba haciendo con una delicadeza
tremenda, y es que no podía simplemente corromper al niño, ya que éste era
una persona con un alma demasiado pura y todo lo que se encontraba
experimentando era nuevo. Lo dejó con delicadeza sobre la cama, acostado
mientras se quedaba se pie a un lado.
JiMin simplemente lo miró, bajando la mirada en cuanto notaba como el
diablo se quitaba sus zapatos con ayuda de sus propios pies, seguido de
comenzar a desabotonar su camisa y quitándosela. Su piel era de un tono
pálido, en forma y completamente tatuado. Habían palabras inentendibles,
símbolos que no se atrevía a preguntar por su significado. Era hermoso,
perfecto. Se acomodó boca arriba mientras Yoongi observaba el cuerpo del
niño, con la mirada fija en sus shorts y sonreía de lado. -Quítatelos.
JiMin tragó saliva antes de llevar sus pequeñas manos hacia los shorts,
comenzando a bajarlos y desviando la mirada, avergonzado al estarse
desnudando para el diablo. Finalmente quedó en ropa interior e hizo a un
lado la prenda, fuera de la cama. No levantó la mirada por nada del mundo,
solo cuando Yoongi posicionó lentamente su cuerpo sobre el de él,
quedando lo suficientemente cerca para darle un beso.
Siempre le había asustado aquel contacto tan cercano en las personas, pero
con Yoongi todo se sentía extrañamente bien. Se sentía protegido, sabía que
no iba a salir lastimado, y quería. Lo quería demasiado. Fue inevitable el
que Yoongi bajara sus caderas, creando una exquisita fricción con los
miembros de ambos.
JiMin se quedó perplejo, con sus ojos fuertemente cerrados y mejillas rojas
mientras sentía el como quedaba completamente desnudo para el diablo,
expuesto. Éste último quitó los zapatos y calcetines del menor, el cual cerró
sus piernas e intentó cubrirse.
-Por todos los infiernos. -Yoongi dijo, suspirando tan profundamente que
los cuadros de la pared de movieron levemente. Se inclinó hacia la oreja del
niño y la mordió suavemente.
El nuevo fetiche del diablo: oír a su niño favorito decir puras cochinadas.
JiMin asintió lentamente, dudoso y algo nervioso al no saber qué sentiría.
Yoongi presionó el vientre del rizado firmemente para que éste no pudiera
moverse, con su otra mano tomando uno de los pequeños y suaves muslos
para separarlo un poco del otro, dejándole visible su pequeña entrada.
-Yoon... Ah. -al no poder mover las caderas simplemente arqueó un poco su
espalda, ladeando la cabeza y llevando sus manos lentamente a los lados de
su cabeza, apretando con sus pequeños y delgados dedos, delicadamente, la
funda de la almohada.
-Siento, uhm... algo extraño. -frunció un poco su ceño en cuanto pudo sentir
ésta cosa cálida y suave -claramente sabiendo que era la lengua del mayor-
adentrarse un poco en su interior de forma repentina, sin siquiera avisar.
Intentó acostumbrarse, y al lograrlo lo notó con la ligera capa de sudor que
cubría su cuerpo.
-Eres un niño tan bueno, JiMin... -los chasquidos de los besos interrumpían
su habla, y los temblores del rizado creaban un mejor ambiente.
Yoongi gruñía bajo, como si tuviese una bestia interna en su pecho. Era algo
así, ya que realmente necesitaba follarlo con todas sus fuerzas, pero algo le
decía que tenía que proteger a éste pequeño. No podía. Incluso el ser más
cruel del universo no podría lastimar a JiMin. No había necesidad de
prepararlo, podía hacerlo y de una mejor manera. Se alejó de los labios de
su niño y lo miró fijamente a los ojos.
JiMin parecía perderse en su mundo cada vez que Yoongi le veía fijo, y es
que estaba obsesionado con la peculiar originalidad de aquellos ojos
celestes con un cuarto rojo. Simplemente amaba ver como el rojo se volvía
celeste, era como ver el cielo y el infierno a la vez. JiMin no quería estar en
ninguno si significaba no tener a Yoongi a su lado.
-Mierda. ¿Te duele? -JiMin negó lentamente. Sin embargo, podía sentir que
de a poco no tenía suficiente aire.
El vaivén iba igual de lento, pero un poco más profundo. El calor los
invadía a ambos, y ahora estaban mucho más cómodos: sus cuerpos
pegados, compartiendo lentos besos de vez en cuando. Yoongi acariciaba la
frágil y delicada figura de JiMin, yendo desde su cintura hasta sus caderas,
sosteniéndolo y presionando la yema de sus dedos contra la piel, sabiendo
que luego tendría una marca.
Las embestidas se volvían cada vez más fuertes, tanto que JiMin comenzó a
clavar sus uñas en la piel de los bíceps del rey de las tinieblas, el cual
respiraba profundo y gruñía de vez en cuando, también jadeando
roncamente mientras la cama rechinaba un poco. Ambos estaban por llegar,
y JiMin se nublaba ante la cercanía del clímax ya que jamás lo había
experimentado, y apenas tenía idea de qué era.
-Lo has hecho tan bien, niño. -halagó a la par que el menor aferraba mejor
sus brazos al cuello del diablo, abrazándolo.
-... Lo lograste.
-¿Mh? -rozó con su nariz el cuello del menor, el cual cerró sus ojos.
....
Joder, que buen ambiente mientras escuchas inferno y saturno alv XD...
MinMin♥️
IX
-Si.
Aún sentía algo de miedo, y fue como si Yoongi pudiese sentirlo ya que lo
envolvió mejor por la cintura. Apartó su bello rostro del cuello de su niño y
ambos se vieron fijamente por primera vez en el día. Fue algo precioso.
-¿Por qué?
-Y voy a disfrutarte un rato más... porque quiero y puedo. -sin más, atrapa
los labios de su niño entre los suyos, besándolo lenta y profundamente,
ladeando la cabeza para que sus narices no choquen y sea incómodo.
JiMin suspiró por la nariz, siguiendo aquel compás mucho mejor que antes:
menos nervioso, más relajado, demasiado protegido entre los brazos del que
influía en los malos sentimientos, pero le hacía sentir todo lo bueno. Sólo a
él. Sus lenguas se acariciaban entre pequeños sonidos que JiMin soltaba,
ambos presionados con el cuerpo del otro, con Yoongi frotando suavemente
su miembro contra el del niño, amando la manera en la que éste se veía tan
pequeño y delicado bajo su cuerpo, entre sus brazos.
JiMin lo observó con algo de miedo, temiendo haber hecho algo mal, pero
los golpes en la puerta no le dieron tiempo a preguntar. -¡JiMin! ¿Estás
despierto? -la voz de su madre se hizo presente.
Ambos continúan con los besos. JiMin sabe que Yoongi cree que va a irse,
pero él conoce a su madre, y ésta no se irá hasta recibir una respuesta. Sin
embargo, continúa siendo obediente y no se niega a los exquisitos besos que
el diablo le proporciona.
-¿Hijo? ¡JiMin!
Yoongi se aparta con mala cara. -Contesta. -ordena en un tono frío de voz.
-¿Puedo dormir veinte minutos más? -Yoongi alza ambas cejas, como
preguntando si realmente lo decía en serio. Eso no alcanzaría para todo lo
que quería hacerle.
El mayor pone los ojos en blanco y mala cara antes de dejar suaves besos en
los labios de su niño favorito. Oh, al carajo. Jugaría con el tiempo, no
quería desaprovechar el tener al niño más puro de la tierra desnudo entre
sus brazos.
-Lo sé. Solo un poquito, ¿puedo? -JiMin casi ruega contra los labios del
diablo, el cual empuja sus caderas contra las del menor, robándole un
suspirito.
Sintió como Yoongi apartaba solo un poco su rostro del menor, como si lo
estuviese viendo. Luego se hicieron presentes las caricias en sus ricitos y
los profundos suspiros del mayor...
-Te ves tan... corrompido por mí. -el diablo dice, bajando a besar los labios
de su niño favorito a la par que comienza a frotarse contra la cadera de éste,
el cual se encuentra cegado por las olas de placer que lo invaden por dentro
con una delirante lentitud.
Minutos después llega al clímax por segunda vez en su vida.
-... ¿Qué? -Sospechan que tienes algo malo. -dijo con sus labios pegados
contra la piel del menor.
-No saben qué, no creen que yo sea real, pero saben que hay algo. Y van a
sospechar más ahora, porque te ves terrible.
Pero que Yoongi le diga que se veía terrible, sea de la manera que lo haya
dicho, fue un golpe bastante bajo. Yoongi alza el mentón de JiMin con su
mano en cuanto vé las lágrimas caer de sus ojos verdes. No puede evitar
sonreír de lado.
-S-Si.
-Lo siento...
-¿Cómo?
-¿Acaso crees que en tu primera vez no iba a dolerte? -no evita lamerle
detrás del oído, lo cual provoca que todo el cuerpo del menor se estremezca.
-Hice que me vieras a los ojos para meterme en tu cabeza y que así no
sintieras dolor.
Oh.
-No vas a sentirlo. -lo tranquiliza de inmediato, provocando que cerrara sus
ojitos y suspirara de alivio. Un problema menos.
-Voy a irme.
-Niño, créeme: amaría ver la cara de todos al saber que soy real, pero no es
tan fácil. No desde que finalmente eres mío, y todos pueden dañarte.
JiMin está a punto de comenzar a llorar. -No quiero que te vayas... la última
vez fue horrible. -su voz tiembla y sus ojos se llenan de lágrimas.
Parece no notar como los músculos del diablo se tensaron, o como parece
estar congelado, quieto en su lugar. Incluso parece perdido en sus
pensamientos, o como si supiera o tramara algo. JiMin se sobresalta cuando
siente el frío llegarle de golpe: Yoongi ha dejado de abrazarlo y se ha
levantado de la cama. Se viste tan fluidamente que JiMin está impresionado
mientras que él tan solo se sienta en la cama, cerrando sus ojos al recibir un
mareo algo fuerte y volviéndolos a abrir.
-¿Vas... vas a irte? -pregunta con la voz entrecortada mientras tapa su
cuerpo con las cobijas. Se encuentra temblando y no sabe si es el frío o el
miedo por el vacío que sentirá.
-Si.
-¡Shh!
-Mimi. ¿Qué sucede? Estás... -su voz tiembla un poco, negando con su
cabeza.
-... no estabas así hace unos días atrás. No te veías así hace semanas, e
incluso te ves peor.
-Lo sé, lo sé. -intenta tranquilizarla llevando sus propias manos hacia las de
su hermana, pero las tiene casi congeladas, y ésta se horroriza más.
Que los hombres usaran maquillaje y no sean homosexuales por ello, o que
la homosexualidad no sea un pecado para tantos. Que no haya ropa con
género, si no simplemente ropa. Y que la gente juzgue y se fije un poco
menos en lo que uno lleva, o cómo es.
-Lo sé, Hyu. -sonríe falsamente de lado, fingiendo estar de acuerdo. Hyunah
se dirige hacia la cama y se sienta, observando a su hermano.
JiMin se sienta frente a su hermana mayor, observando como ésta toma algo
parecido a un labial pero es color piel claro, y comienza a hacer líneas por
su rostro, sosteniéndolo del mentón. -¿Por qué dices que mamá ha
enloquecido?
JiMin cierra sus ojos cuando Hyunah pasa su dedo por sus párpados. -No
fue así. Mamá y papá comentaron lo raro que has estado, el como los
médicos dicen que no tienes nada pero te ves mal, y actúas diferente. Ellos
dicen que tienes algo malo.
JiMin abre sus ojos nuevamente cuando su hermana se aparta, sin poder
evitar demostrar algo de miedo.
-¿Algo... malo?
Por algún motivo el enojo comienza a brotar de su cuerpo a tal punto que
siente como comienza a sudar. Miles de imágenes sobre alguien -
cualquiera- quitándole a Yoongi de su lado lo invaden, provocando que
negara con enfado.
-Hyu...
-Un placer volverlo a tener en la casa del señor. ¿Cuáles fueron los motivos
de su ausencia?
La boca de JiMin se abre para contestar, pero su madre decide hacerlo por
él.
-... ¿Padre? ¿Qué hago si no tengo nada... nada que decir? -tartamudea un
poco a la par que acomoda nerviosamente sus tirantes negros.
-Tu madre dijo que has estado angustiado. -JiMin se encoge de hombros.
No.
-Si.
-No.
-Sé lo que tienes. Lo vi. -sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas. ¿Cómo
puede estar intentando disimularlo?
-No tengo nada, señor. -su voz se alza un poco, preso del pánico.
-Confiesa.
-Yo no...
-Confiesa ahora.
JiMin abre la puerta con lentitud oyendo como ésta rechina. Sale temblando
como una hoja al viento, sin quitar sus ojos verdes de la figura alta y
terrorífica que permanece como si fuese una estatua. No deja de acercarse,
y es allí cuando la supuesta Muerte se pone de pie, provocando que se
detenga. Su corazón late demasiado rápido, su cabeza duele levemente.
No hay nada frente a él, solo un humo oscuro que cuando lo respira, al
inhalar bruscamente, se tambalea y cae hacia atrás. No se desmaya, pero
está algo ido. No es el mismo. El cura sale rápidamente del confesionario,
importándole poco las órdenes del niño. Se acerca a éste último y se
arrodilla, sacudiéndolo de los hombros.
-¡JiMin! Iré por tus padres. Si, eso haré. -el hombre está a punto de ponerse
de pie, pero JiMin tira rápida y bruscamente de su brazo, importándole poco
si le hace daño.
-Si. Si, claro. -el hombre mayor rápidamente se pone de pie, se inclina y
toma a JiMin desde atrás, por debajo de los brazos. No le es difícil
levantarlo ya que éste es muy ligero y pequeño.
-¿Puedes caminar?
-Puedo.
JiMin comienza a caminar a paso lento y con la mirada fija y vacía hacia
adelante, oyendo un "cuídate" de la persona a la cual le salvó la vida. Ya no
había donde cuidarse, no había salvación y... Demonios, Yoongi estaría tan
enfadado cuando lo viera.
.....
Os gusta el capítulo???
MinMin ✨
X
¿Será que la Muerte extrajo sus pocas ganas de vivir? ¿Será que solía tener
ganas de vivir antes de que el dolor en su pecho surgiera, y ahora solo sentía
que jamás había querido respirar? Luego de haber salido de la iglesia, su
familia fingió no notarlo extraño.
Fue demasiado literal el hecho de que el rizado llegara a casa, bajara los
escalones y se fuera a dormir. Ni siquiera supo cuándo se durmió, nada. El
malestar era muy fuerte, el dolor en su pecho demasiado notable. Se
preguntó si estaba muriendo. Rogó que sí para no volver a sentir jamás en
su vida aquel vacío.
Una vez entró, ni siquiera saludó a sus tíos, los cuales tomaban el té en la
sala. Pudo notar que su padre estaba a punto de regañarlo por ser
maleducado, pero se retractó al instante debido a que recordó las palabras
del diablo. Debía ser muy precavido. Finalmente bajó los escalones con
cuidado, sosteniéndose de la baranda y abriendo la puerta de su cuarto,
prendiendo la luz y girándose para cerrar la puerta con pestillo. No quería
ver a nadie.
Éste último se congeló al verlo de aquella manera porque, vamos, fue muy
estúpido no haber pensado en cómo sería el diablo enojado. ¿Creyó que
sería el precioso Yoongi? ¿Ése que lo había estrechado en sus brazos
mientras le hacía el amor? ¿El que aliviaba sus lágrimas con palabras
preciosas? No. El silencio reinó en la habitación por unos largos segundos.
JiMin no iba a hablar, sería demasiado irrespetuoso.
Le entraron ganas de llorar, pero con cada impulso que quería dar para
sollozar, parecía que nada salía de su pecho. Incluso sus ojos, borrosos de
lágrimas, no saltaban ni una. Ya no podía llorar. Intentó tragar saliva con
fuerza y, en un acto de desesperación, quiso huír. Necesitaba refrescarse. Un
baño, sí. Se dirigió apresuradamente hacia el baño, con sus piernas
temblando, y dió un salto en su lugar cuando la puerta se cerró con toda la
brusquedad posible.
—¿Estás intentando escapar de mí? —su respiración era tan fuerte que un
cuadro cayó al suelo, y los demás temblaban levemente.
Lo había intentado, pero realmente estaba asustado. Las cejas del diablo se
alzan, fingiendo sorpresa. No le gusta éste Yoongi, éste Yoongi es malo y
sarcástico, y no lo comprende. —¿No? ¿Y qué intentas hacer yendo a otra
habitación? —se acerca de manera brusca al rostro del niño y olfatea solo
un poco antes de apartarse.
—Yoon...
—Nadie lo entendería.
Pero otra parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas
sonriendo. Jamás me había sucedido." Mentiroso. Inexpresivo se da la
vuelta y abre la puerta del baño, cerrándola rápidamente detrás suyo. Sabía
que Yoongi podía simplemente aparecerse dentro pero, oh, no quería verlo.
No podía.
JiMin niega lentamente, tomando aire por la boca e intentando dejar de ver
los puntos negros que se asomaban por su vista. —Tú tampoco. —susurra,
sofocado.
—Lo tienes.
—Mentiroso. —no puede llorar, así que ríe sin ganas, cerrando sus ojos por
unos segunditos antes de volver a abrirlos.
Puede jurar sentir el enojo de Yoongi en su propio pecho, pero tenía que
decirlo. De cualquier manera, éstos podrían ser sus últimos minutos. Ya
apenas estaba de pie, supuso que era la desesperación lo que lo mantenía
despierto, algo cuerdo.
¿Cómo el diablo había sido tan tonto de enamorarse del niño? No sabía
decirlo, no sabía demostrarlo porque era un demonio. Y nada bueno viene
de ellos. Solo tocan, destruyen, lastiman y están donde no deben.
Le mojó el rostro y dió unas palmaditas en su mejilla. —Abre los ojos, hey.
—dió unas palmadas un poco más fuertes y los ojos de JiMin se abrieron
solo un poco, aún sin lograr respirar tan bien.
Amarlo dolía.
....
Ay xq se la complican tanto joder, estos dos ugh;;;;;
....
MinMin 🐣
XI
Los siguientes cinco días fueron tranquilos, tanto que hasta daban miedo.
JiMin se encontraba mucho mejor, y todo por el arreglo que habían hecho.
Mientras se acurrucaban en su cama, ambos desnudos, sudorosos y en una
larga sesión de toqueteo y más, compartían entre húmedos besos palabras
importantes.
Por el resto de la noche Yoongi secó las lágrimas del rizado con sus dedos
repletos de anillos de oro y lo besó en los labios por horas, buscando que se
sintiera mejor. Si sus fieles seguidores del infierno vieran lo que era para el
diablo irse de allí por "asuntos importantes" , morirían de envidia. Su
familia notó el gran cambio en JiMin, y como gente que poco se informa y
no tiene idea de nada le comentaron su estúpido plan: atarlo a la cama y
hacerle un exorcismo.
La cosa es que todos eran fieles seguidores de Dios, pero ése no era el
enorme problema. El enorme problema era que seguían fielmente a la
Biblia, la cual tenía sus cosas buenas, pero también sus cosas malas, y los
humanos parecían exagerarlos y penalizar de muerte a cualquiera que fuese
en contra de aquello.
El castaño rodó sus ojos ante el interrogatorio del pequeño. —Es solo...
Halloween es genial, amigo. Es tan genial porque te disfrazas y asustas, y
asustar es divertido.
La nariz de JiMin se arruga. —Yo no me divierto cuando me asustan. —
dice, y le entrega un folleto a la señora que pasa frente a él, dedicándole una
tímida sonrisita. JungKook nuevamente rueda sus ojos.
—Es porque siempre has sido al que asustan. ¿Has asustado alguna vez?
Ambos se sientan y JiMin suspira, más relajado. Sus piernas duelen, no está
totalmente recuperado. En cambio, JungKook se endereza y vé al rizado
con una pequeña sonrisita. Su diente chueco se puede apreciar muchísimo,
se le ve bonito.
JiMin pareció estar embobado por unos segundos, pero luego negó con la
cabeza, bajando la mirada y ordenando los folletos en sus manos. JungKook
suspiró, agotado por querer convencer a alguien como su pequeño y fiel
amigo.
—Vamos, JiMin. ¿Realmente crees lo que dicen éstos folletos? —tomó uno
y buscó algo realmente ridículo para leer en voz alta pero, Dios mío, todo
era ridículo.
—¿En serio?
—Puede que eso sea verdad, pero no todos los que festejan halloween se
llevan a los gatitos. ¡Y halloween no viene de una palabra maldita! Es más,
si alguien de éste maldito pueblo tomara un libro y se dedicara a leer un
poco, sabrían que comenzó en el siglo diecinueve y que ellos mismos, los
católicos y cristianos, celebraban primero que todos.
—Pero no creo que Dios vaya a matarme por hacer algo que me divierte,
sin hacer daño a nadie.
—Oh, no. —el niño se levantó del banco, caminando hacia el mismo lugar
donde anteriormente estaba y siendo perseguido por su amigo, el cual se
quejaba por lo bajo.
—No, no, no. Van a matarme si lo hago.
—Yo... —la duda le carcomía el cerebro. Se oía tan divertido pero... debía
de consultarlo con Yoongi.
—... no lo sé. —Dulces, JiMin. Dulces.
—Voy a hablar con un amigo cercano para que nos lleve a donde planeo ir.
¡Dios, estoy tan feliz! Tendremos dulces y haré unos buenos disfraces para
nosotros. ¡Seremos fantasmas! —exclamó, cegado por la felicidad de,
finalmente, hacer algo que le gustaba.
Aquel pueblo era como una cárcel. —Mi padre cree todo lo que le digo, así
que le diré que avise a tus padres lo que supuestamente haremos. Tú solo
relájate. ¿Si? Todo saldrá bien. Además... algún día debías de hacer algo
malo, ¿no crees? JiMin sonrió de lado con timidez, sintiendo sus mejillas
algo calientes. No tienes ni idea.
Cuando JiMin llegó a su hogar fue una sorpresa el como incluso su padre lo
saludaba. El niño devolvió el saludo y observó el reloj, notando que apenas
eran las seis de la tarde. Yoongi no aparecería por allí hasta las ocho o
nueve, así que aprovechó para hacerse una rica merienda: té con limón y
unas tostadas con mermelada de cereza. Hyunah no estaba en casa, así que
aprovechó para sentarse en un sofá individual del living, comiendo
tranquilamente mientras sus padres conversaban en el sofá del frente.
Cuando le faltaba gran parte de su alma, a pesar de que algunas cosas son
muy borrosas en su memoria, pudo jurar poder ver fijamente al sol sin la
necesidad de entrecerrar sus ojos o cubrirlos. Pudo verlo como si tuviese
gafas oscuras puestas, y se sorprendió.
Negó lentamente, lavando sus ricitos con shampoo. No debía recordar las
sensaciones de cuando le faltaba gran parte de su alma, porque el pánico
volvía y quedaba en shock. Suspiró y se enfocó en pensar lo divertido pero
arriesgado que sería ir con JungKook a donde sea que dijo en halloween.
El diablo, con aquella coqueta sonrisa de lado se inclinó y atrapó los labios
del menor en un hambriento pero lento beso, siendo correspondido con
sorpresa al principio. Un suspirito escapó de la pequeña nariz del rizado, el
cual estaba de puntitas de pies y se sostenía gracias a sus brazos rodeando el
cuello del diablo.
—Por mí, niño... Rogaba sentir tu piel. —lamió una porción de ésta,
provocando que JiMin suspirara audiblemente y ladeara su cabeza.
Yoongi le sujetó el mentón con una mano para que se mantuviera quieto y
comenzó a besarle húmedamente el cuello, rozando sus dientes, pasando su
lengua y succionando porciones de piel. JiMin se aferró a Yoongi, estando a
la merced de éste. El diablo podía hacer lo que quisiese con él, jamás diría
que no.
—Yoon... espera. Tengo que decirte dos cosas, solo dos cositas y ya. —
pidió, rogando no faltarle el respeto.
—Vé. Ahí te veré. —habló contra la piel del torso de JiMin, dejando la
camiseta levantada hasta la medida de su cuello, comenzando a succionar
sus pezones.
—Bien. Esto es lo que vas a hacer: hablas con él, y cuando intente algo me
nombras. Luego yo me encargo.
JiMin asintió, no muy seguro mientras devolvía el lento beso en los labios.
Sus brazos rodearon el cuello del diablo, el cual llevó sus manos repletas de
anillos hacia la ropa interior de su niño, bajándola lentamente. Le acarició
los muslos y el trasero a la par que adentraba su lengua en la cavidad bucal
del menor, tomándolo de imprevisto y robándole un gemido entrecortado,
apenas audible.
Las manos del arcángel sostuvieron las caderas del menor antes de ubicarse
en su entrada, adentrándose lentamente al principio, buscando una mala
expresión en el rostro de su niño favorito, pero, al no encontrarla,
finalizando por adentrarse con más rapidez. Comenzó a moverse en un
vaivén lento antes de llevar sus manos a las muñecas de JiMin y clavarlas
en la almohada, a los lados de su cabeza.
Su pelvis se tensaba una y otra vez, el placer fluía de manera más rápida por
su cuerpo y le cegaba la mente, convirtiéndolo en alguien que solo sabía
gemir, mover sus caderas y rogar por más.
—M-Más... más rápido. —pidió presionando las yemas de sus deditos sobre
la piel de la espalda del ente el cual, luego de oír lo que su niño decía,
aceleró las bruscas y fuertes embestidas, golpeando el nudo de nervios en su
interior y provocando que comenzara a gemir fuerte.
Iba a conseguir dulces para el rizado, bailar con la rebelde hija del padre
William y asustar. Asustar mucho. Mientras Namjoon se encargaba de
comprar unos refrescos y comida chatarra para el viaje en una estación de
servicio, JiMin y JungKook se encontraban en el baño de ésta el cual estaba
vacío.
—Uhm, si.
— ¡Boooo!
El hombre con peinado raro alzó ambas cejas. —¿Qué son? ¿Mocosos con
sábanas?
— ¿A dónde vamos?
Ambos chicos del asiento del frente se ven de reojo antes de que JungKook
se gire y vea a JiMin a través de la sábana. Incluso la forma en que lo vé a
través de los agujeros de ésta luce como si quisiera disculparse.
—Hay una fiesta en la casa del viejo Cowell. —dice despacio, apenas
audible. Los ojos de JiMin se agrandaron. Oh, no.
—¡¿La casa del viejo Cowell?! —exclamó, asustado. ¡Ése viejo había sido
su pesadilla de niño!
—Y habrá mucha gente. Chicos como yo, y chicos como tú, aunque...
bueno, nunca vi a alguien como tú. Casi todos saben lo que quieren.
Yoongi suelta una risa casi silenciosa y el rubor no tarda en llegar a las
mejillas del rizado. Namjoon continúa conduciendo en silencio y comiendo
papas. —¿Acaso yo no? —JiMin responde, tranquilo y llevando su mirada a
la ventana, observando la oscura y vacía carretera.
—No. Tú sabes que lo que hacemos está bien, pero estas muy follad-muy
absorbido por el sistema. —rápidamente se corrige, volviendo la vista al
frente.
Oh, Yoongi.
….
Ummm fiesta de halloween… nunca he ido a uno en todos mis 23 años xD.
Hace más de treinta años los padres asustaban a sus hijos con la famosa
historia de Reinold Cowell. Según todos, éste solía ser un brujo que vivía en
las afueras del pueblo. Comenzó a ser un fiel servidor del diablo cuando
unos malvados niños iban frecuentemente a su casa y le arrojaban medianas
piedras, rompiendo sus ventanas y destruyendo su hogar.
La última vez que los niños fueron a arrojar piedras, no solo fueron
molestados por todos los demonios de maneras humillantes y dolorosas –
quebrarse los dedos de la nada y sentir puntas filosas enterrándose en sus
pies– sino que el famoso músico del infierno, Giuseppe Tartini, tan solo
subió para tocar la cuerda más aguda del violín de una manera brusca e
irritante.
Aquel sonido hizo explotar una por una las cabezas de los niños, y pronto
los cuerpos aparecieron en las puertas de las casas de cada padre. Reinold
Cowell fue colgado en su propia sala, y lo último que dijo antes de morir
fue: "He aquí muriendo injustamente, como casi todo el mundo lo hace. No
culpo a esos niños, veo ahora frente a mi a los monstruos en los que se
reflejaban."
Estaba bastante seguro de que las telarañas eran de verdad. Sin embargo, la
decoración de halloween ayudaba, y la multitud de personas dentro parecían
divertirse mientras bailaban "rock in jail" de Elvis Presley gracias al
jukebox de la esquina. Había un bar en la otra punta de la sala, y estaba
también lleno. La luz del lugar se encontraba apagada, y las velas del
enorme candelabro del techo iluminaba el lugar de manera leve.
En la cocina había gente sentada alrededor de lo que parecía ser una tabla
con letras extrañas. JiMin probablemente estaría muerto de miedo si
hubiese entrado a la casa antes de conocer a Yoongi, pero no tenía miedo.
Era algo completamente normal para él. Namjoon observaba con una ligera
sonrisa como JungKook se quitaba la sábana de encima y observaba con
indignación los terroríficos disfraces de todos.
—Oh, mierda. ¿Me repites lo que dije de nosotros frente al espejo? —JiMin
lo ve por unos segundos, completamente perdido ante la neutra manera en
la que JungKook le hablaba.
Namjoon rió, negando con la cabeza y llevando sus manos a las espaldas de
ambos chicos. —Vamos a beber algo y calmarnos. —dijo, dirigiéndose con
éstos hacia la barra, la cual estaba repleta pero atendían con bastante
rapidez.
JiMin se quitó la sábana de encima del cuerpo una vez llegaron y la ató
alrededor de su cuello, como si fuese un superhéroe. JungKook la había
dejado por ahí, tan solo con su cabello hacia atrás, despeinado y ojos
pintados de negro.
—Una cerveza.
—¿JiMin?
— Pide una cerveza para él. —No voy a beber eso. —rápidamente se
defendió el rizado, negando en desaprobación.
JiMin se gira ante la reconocible voz que viene del tipo alto a un lado de
JungKook y lo vé fijamente. Parpadea, atónito al notar como Yoongi
interactúa con su amigo del instituto. No puede disimular su shock y pasa
de ver a JungKook a ver al diablo, y así sucesivamente por unos segundos.
Su amigo, en cambio, sonríe y acepta el vaso que Yoongi le tiende.
—Gracias, amigo. —se gira para ver al rizado y le tiende el vaso, alzando
ambas cejas. —Mira, JiMin. Éste adulto ha conseguido jugo para ti.
Parpadeando rápidamente, el menor toma el vaso y se sonroja cuando
Yoongi le guiña un ojo.
—G-Gracias.
JiMin le hace señas para que se detenga, pero Namjoon llega pronto a su
lado con tres latas de cerveza en la mano y observa perdido la conversación
que están teniendo con aquel tipo. El ceño de JungKook se frunce ante la
respuesta de Yoongi.
El corazón de JiMin no puede estar latiendo más rápido. Teme que aquella
respuesta sea demasiado atrevida para el diablo, y éste último crea que
alguien era superior a él, lo cual es bastante malo. El rizado observó tan mal
a JungKook que éste cerró la boca y tomó la lata de cerveza que Namjoon
le tendía, bebiendo y sin decir nada más.
—Chicos, me iré unos minutos a hablar con unos amigos de allí. —dijo
Namjoon, señalando a lo lejos a un grupo de personas reunidos en la
esquina de la sala.
—Si alguno quiere irse, busque al otro y nos iremos los tres juntos.
JungKook y JiMin estuvieron de acuerdo mientras observaban por donde
iba Namjoon. Yoongi, por otra parte, no le quitaba la mirada de encima a
JiMin.
—Oh, uhm...
—Yo me quedo con él. —Yoongi dijo rápidamente, provocando que JiMin
lo observara con alivio. Sería raro estar en una fiesta con Yoongi. JungKook
le entregó su lata de cerveza a JiMin y le sonrió con alegría al diablo.
JiMin no pudo evitar sonreír tímidamente ante aquella imagen frente a él,
llevando luego su mirada a Yoongi, el cual no le apartaba la mirada de
encima por nada del mundo. —Jeon JungKook es un mal amigo. —Yoongi
dijo, provocando que JiMin dejara de sonreír y su corazón comenzara a latir
más rápido.
La piel del niño se volvió más pálida ante aquel pensamiento. Entonces,
¿estaba bien aceptar una bebida del mismísimo diablo y no estaba bien
aceptar de una persona mala? Aunque Yoongi jamás le haría nada... ¿O sí?
—No, sólo tú me has vendido tu alma de aquí. Hay mucha buena vibra para
notar un vacío. —dice, y suspira antes de tenderle su mano al rizado, el cual
la aceptó de inmediato.
—Sígueme.
El ambiente era terrible, pero se podía conversar bien, sin ninguna molestia.
El rizado se encaminó hasta dejar las dos latas de cerveza y su vaso con
jugo en la mesa de noche, observando el lugar detalladamente,
analizándolo. Era tétrico y hacía mucho frío. Se giró para ver a Yoongi, el
cual lo envolvió en sus brazos de inmediato y lo obligó a alzar la mirada
para que sus frentes se unieran.
Sus mejillas se sonrojaron, aún sin poder creer que era el diablo el que
sanaba su pobre corazón. —Estás extraño. —dijo, acariciándole la cintura y
pegando sus labios con los del menor, sin moverlos y obligando a éste
último a cerrar sus ojitos.
Estaba nervioso de hacer cosas como éstas: ir a fiestas sin permiso, festejar
halloween luego de haber repartido volantes en contra de éstos...
últimamente estaba haciendo todo mal. — ¿Estoy extraño? —
inconscientemente llevó sus pequeñas manos a los brazos del mayor,
sosteniéndose de éste.
Sus disculpas son interrumpidas por el profundo beso que Yoongi depositó
sobre sus labios, acariciando, chupando y mordiendo suavemente. Un
pequeño suspirito salió de la nariz del rizado y subió sus brazos alrededor
del cuello del más alto en cuanto éste último reafirmó el agarre en su
cintura.
JiMin descubrió paz, un océano en aquellos ojos azules, el cual usaba para
sumergirse unos segundos y relajarse completamente. Incluso el pedazo
bordó le gustaba. Todo Yoongi le gustaba. Decidió decirlo. Decidió tragar
su timidez, la humillación que recibiría si no era así, la vergüenza en su
pecho y su inseguridad.
Ambos apartaron sus rostros un poco para poder verse fijamente a los ojos.
—¿Por qué no debería de mentirte? —Yoongi preguntó, y su expresión
demostraba la lucha en su interior.
—Yoon, juro que si no es como lo digo puedes seguir u... —tragó saliva con
fuerza ante el nudo en su garganta y tuvo que parpadear debido a las
lágrimas llenando sus ojos verdes. —... usándome el tiempo que quieras.
Solo quiero saber la verdad.
—No allí.
—¿Allí?
—Yoon.
—No puedo permitirlo. —continúa, y sus manos repletas de anillos están
tensas.
Sin dudarlo dejó un tímido, suave y muy corto beso en los labios del diablo,
con la cara ardiendo antes de soltar un suspiro. —Gracias...
JiMin se gira hacia Yoongi, sin saber exactamente qué hacer o decir. El
diablo sonríe de lado coquetamente y le dedica un asentamiento.
—El diablo sin cola ni cuernos. Se veía como quería arremeter contra ti y
arruinarte de la forma más preciosa. —finalmente enciende el auto y
acelera, dando la vuelta para volver al pueblo.
Y JiMin, con su cuerpo cubierto por la sábana que había usado para ser un
fantasma y mirando hacia la ventana, realmente piensa en si está siendo
arruinado de la forma más preciosa.
....
Gente ya esta, me wua ir al infierno y uds me siguen okay¿?
minmin :)
XIII
—¿Yoon? —no recibió respuesta, tan solo aquellos pasos detrás de sí.
Tragó saliva con fuerza y de inmediato se puso tensó, creyendo que algo
andaba mal. Apresuró el paso hacia su casa, queriendo llegar rápidamente
para poder meterse en su cuarto y enfrentar lo que sucedía.
Minutos después llegó a su casa y abrió la puerta principal, cerrando detrás
de sí mismo y a punto de correr hacia su cuarto, pero detuvo sus pasos al
ver a su padre observarlo desde el sofá de la sala, bebiendo una pequeña
taza de té. Ambos se observaron por unos cortos segundos antes que Seung
alzara ambas cejas y dejara la taza en la mesa ratona frente a él.
JiMin no sabía exactamente qué decir. Era muy extraño hablar luego de que
ambos supieran que Seung quiso quemarlo con un cigarrillo, JiMin le
provocó un ataque al corazón diciendo "Yoongi" y luego el nombrado se le
apareció a su padre en el hospital. Simplemente apretó sus labios, formando
una línea con ellos, alzando un poco una de sus comisuras y asintiendo en
forma de saludo.
—Uhm, ¿mamá y Hyunah? —por algún motivo se puso mucho más tensó al
ver como su padre se ponía de pie, caminando muy lentamente hacia él.
—No están.
Estaba realmente inseguro. Hizo una especie de trompita con sus labios y
frunció un poco el ceño, pensando. ¿Dónde podría estar su familia?
—Si.
—Oh, no. Está bien. —su voz tembló un poco y carraspeó con fuerza para
reafirmarla.
—Si, gracias. —Oh, bueno. —asintió lentamente antes de dar un paso atrás.
—Me voy a vestir para ir al instituto.
—Y...
Le apuntó con su pequeño dedo índice a una de las personas que alguna vez
más amó, amenazante. Se veía como un pequeño intentando asustar, pero
daba igual.
Se tambaleó hasta llegar a la puerta que iba hacia las escaleras y la bajó con
demasiada dificultad, quitándose la mochila en el camino a su habitación.
Una vez llegó cerró la puerta detrás de sí y se apoyó contra ésta, cerrando
sus ojos y llevando una mano a su pecho.
—Mírame. JiMin, mírame. —los ojos del niño se abrieron con cansancio y
ambos se vieron fijamente.
Poco a poco el alivio llegó al pecho del rizado en cuanto el ardor cedía y
parecía que algo refrescante lo invadía. Se sostuvo mejor de Yoongi,
cerrando nuevamente los ojos y recibiendo un desesperado y necesitado
beso en los labios.
—No...
—Te tocó.
—Yoongi, por favor. —rogó, llevando sus manos hacia los hombros del
mayor, aferrándose y observándolo fijamente. La expresión del ente era
neutra, no demostraba nada pero sostenía a JiMin por la cintura con fuerza.
—Tocó lo que es mío. —sus fosas nasales se abrieron un poco más ante las
profundas respiraciones. La luz del cuarto había bajado un poco y JiMin no
lo notó hasta que un fuerte relámpago sonó, sobresaltándolo. —Mío.
—Yoon... —besa con demasiada vergüenza los labios del ente, el cual
comienza a comerle la boca a su niño favorito.
El diablo aparta tan solo un poco más su rostro y abre sus ojos, los cuales
siguen oscuros. Niega lentamente y es la primera vez que JiMin lo ve tan
confundido, shockeado. —Por mí. ¿Qué me estás haciendo? —nuevamente
toma a su niño y lo besa profundamente por tan solo unos segundos,
finalizando con besos entrecortados.
Vuelve a suspirar y más cosas caen. —Estoy tan furioso. Sé cómo resolver
las cosas, pero tú me lo impides... y yo te lo permito.
—¿Crees que he dicho que eres un alma pura todo este tiempo solo porque
tuve ganas? —No, no dije eso. Es solo—Tu padre va a saber lo que es estar
cerca del infierno cuando vuelvas de la escuela. —interrumpió, acercando
más el rostro al de su niño favorito, el cual intentó aguantar los sollozos.
La furia fluye por las venas del rizado a la par que toma un libro que se
encuentra cerca y se lo arroja al adulto, el cual se sobresalta, sorprendido.
—¡Eres un tonto! —grita JiMin, comenzando a sollozar con fuerza, con las
lágrimas cayendo como cascada de sus preciosos ojos verdes.
—É-Él tenía razón, eres un mal padre. —apunta con su pequeño dedo
índice al hombre mayor, acusándolo.
—Te gusta golpear a mamá, y te gusta castigarme. Te gusta jugar a ser Dios.
—No. —y ésta vez no se quebró, incluso salió mucho más fuerte. Negó
lentamente antes de acomodar las correas de su mochila sobre sus pequeños
hombros.
—Tú no sabes amar. Y sin más, giró sobre sus talones y salió de su casa,
camino a la escuela y llorando desconsoladamente.
No duró ni media hora dentro del salón de clases, pero se la pasó gran parte
en el baño, el cual estaba completamente vacío a esas horas y podía darse el
lujo de estar fuera de los cubículos. Park JungKook lo encontró cuando su
profesor le ordenó ir a buscar al alumno que hace más de treinta minutos se
había ido al baño y no volvía.
"—Pues... está en ti detener las cosas, pero quiero que tengas cuidado. El
sentir culpa y estar en un ambiente tóxico puede arruinarte y volverte
alguien diferente. No dejes que eso pase."
—¡Cielo! ¡Te busqué por todas partes! Pero tu padre, uh. Él me dijo que
estarías bien y decidí esperar. ¿Dónde estabas?
—Lo siento, mami. —su voz tembló así que rápidamente carraspeó su
garganta.
... ¿Qué? —U-Uh... Sus balbuceos sin interrumpidos en cuanto Seung sale
de la cocina, relamiendo sus labios y viendo hacia su esposa e hijo. Luce
relajado, incluso parece estar realmente feliz.
JiMin jura nunca hacerlo visto así mientras éste se acerca rápidamente con
una mirada culpable... y ojos rojos. Demonios, que ése no era su padre. Pero
tampoco era Yoongi, lo sentía detrás.
Su madre ríe, aún más sonrojada. Se parece a él cuando Yoongi dice cosas
que lo hacen sentirse el ser más afortunado del mundo. —Cocinaría lo que
sea por ti, amor. —y ambos adultos se dirigen a la cocina, entablando una
conversación.
—¿L-Lo mataste?
Ambos permanecen callados por unos segundos, tan solo oyendo como el
rizado sorbía su nariz e intentaba no hacer ruido al llorar. —No. No creo
que estés equivocado, y por eso estoy triste.
Su madre, ella... jamás la hacia visto tan feliz, tan radiante. Pudo incluso
sentir lo hermosa y amada que ésta se sentía, y las esperanzas surgiendo de
su pecho. Su padre, el cual estaba siendo poseído por un demonio y su alma
estaba en quién-sabe-donde, se veía mucho más comprensivo e inteligente
de aquella manera. Tan solo le dolía, porque él realmente desearía tener a su
padre de vuelta, pero siendo de aquella manera.
—Aún no lo comprendo.
—Te pone triste que alguien sufra, incluso si no tuvo inconveniente con
hacerte sufrir a ti. Eres tan frágil, y tan puro. Yo... me dejas sin habla.
Acarició las caderas del niño y adentró su lengua a la boca del menor, el
cual gimió bastante bajo y se acercó aún más más, necesitando de mucho
más tacto. Yoongi se apartó solo unos segundos. —¿Cómo es que Dios no
le prestó atención a alguien como tú?
JiMin suspiró al sentir los besos del ente sobre la piel de su cuello,
succionando y lamiendo. —Uhm... tal vez él sabía que... que iba a
enamorarme de ti.
El corazón del diablo volvía a latir, y con mucha más intensidad. Una
sonrisa ladina se hizo presente en su boca, gustoso por su respuesta a
aquella suposición. —O tal vez yo lo sabía e impedía que se metiera en mi
camino.
....
MinMin.
XIV
—Voy a irme. —el diablo se puso de pie luego de estar un rato sentado en
el borde de la cama de su niño favorito, el cual estaba envuelto en las
sábanas y sollozaba, lamentándose el haberse puesto al nivel de las
personas malas.
Yoongi no solo iba a irse porque JiMin estaba lo bastante deteriorado para
hacerle compañía, también estaba el hecho de tener que oír cosas que no
eran ciertas. ¿Por qué el rizado cargaba con toda la culpa, cuando fue el ente
el cual decidió enviar al imbécil al infierno? ¿Por qué ensuciaba sus propias
manos cuando lo único que había en ellas era suavidad y delicadeza?
El diablo puede sentirlo en carne propia, y aunque no siente más que leves
pinchazos en el pecho, como si se le hubiera dormido algún músculo, sabe
que JiMin lo siente en demasía.
—Y-Yo... lo siento.
Suavemente pasa uno de sus brazos por detrás de la espalda del rizado, y el
otro por debajo de sus piernas. Llevó su nariz a los rizos castaños de su
ángel y suspiró sobre éstos, acunándolo contra su pecho.
—Pequeño...
—... yo no...
—No te vayas, por favor. N-No sé qué hacer... —solloza con más fuerza, a
punto de comenzar otro ruidoso llanto. Yoongi rápidamente comienza a
dejar suaves besos en su mejilla y luego en su cuello, abrazándolo más
contra sí.
—Te amo, Yoon. —solloza, y se aferra más fuerte al torso del amor de su
vida, el único que hace el mundo menos terrible para él.
—¿Q-Qué ha pasado?
—Te dormiste ayer por la tarde. —decidió omitir que había aprovechado el
irse y que había regresado hace tan solo unos minutos.
No es que Eunji no se haya preocupado por su hijo, pero cada vez que iba a
bajar tan solo le comentaba a su marido que iba a hacerlo, y el demonio
decía que él se encargaría, aunque realmente no lo hacía. A Yoongi no le
molestaba aquello: no quería a nadie más que a él en la habitación de su
niño.
Se veía tan chiquito como siempre, recién amanecido, con los rizos
despeinados y adormilado. No dejaba de pasar su mano por su ojo
izquierdo, intentando despertarse un poco, e inconscientemente hacia
trompita con sus labios. Fue inevitable, imposible, no pasar un brazo por la
espalda del menor, rodeándolo para sostenerlo como si fuese un bebé.
Ambos se vieron fijamente a los ojos por un rato, perdidos en el otro. JiMin
había alzado su mano al rostro del diablo, acariciando con las yemas de sus
dedos la preciosa piel del ente. Estaba embobado, anonadado, enamorado.
—Te amo, Yoongi. —susurra, sin poder evitarlo y no esperando recibir nada
de vuelta.
Tan solo quería decirlo porque tener tal belleza frente a él, tener tal crueldad
y aprender muy lentamente a amarla lo había hecho ver que Yoongi podía
sentir. No amarlo, solo sentir. Negó lentamente con la cabeza. Si el diablo
no lo amaba y planeaba llevarlo al infierno de la manera más cruel, JiMin
estaría gustoso. Al menos moriría sabiendo que tuvo el placer de ser besado
por alguien único como lo era Yoongi.
El diablo no pudo evitar volver a sonreír, y todo porque era la primera vez
que veía confianza en JiMin, el cual se estaba quitando la ropa lentamente,
de una manera tan sensual con su carita inocente, pero caliente. Supo que
no iba a poder detenerse luego de aquello. JiMin tan solo quedó en ropa
interior, haciendo sus ricitos a un lado, permitiendo que Yoongi lo acercara
hacia sí y le besara suavemente los labios.
Yoongi se inclinó, dejando un beso profundo en sus labios, sin tocarlo para
nada, tan solo sosteniéndose con sus brazos a los lados de JiMin. Éste
último se retorcía al no sentir el toque del diablo en su piel, llevando
tímidamente sus manitos a la espalda del mayor y tirando con suavidad para
que sus torsos desnudos se chocaran, pero Yoongi ni siquiera se movía.
No le quitó su ropa interior, le dejó suaves besos por encima, los cuales lo
hicieron inhalar bruscamente. Llegó al interior de sus muslos y exhaló aire
calentito allí, sintiendo a su niño removerse un poco, ansioso. Lamió la
suave piel y comenzó a dejar suaves besos, oyendo suspiros provenir de los
labios de JiMin. Le bajó la ropa interior hasta quitársela y le abrió las
piernas, las cuales quedaron en sus hombros. Bajó el rostro y sacó la
lengua, comenzando a penetrar con ésta la entrada del menor.
—He tenido esta imagen en mi cabeza por días, niño. —rozó su glande
sobre los labios entreabiertos del rizado, el cual se encontraba sumamente
sonrojado y con sus ojos brillosos. Hace tiempo que no los veía así.
— Quiero que lo tomes con tus preciosos labios. —JiMin cerró un poco sus
piernas, retorciéndose ante aquellas sucias palabras. Asintió.
El rizado suelta un suspiro antes de abrir un poco más su boca, cerrando sus
ojos cuando Yoongi adentró su miembro en la boca ajena lentamente,
sintiendo la húmeda sensación nublar sus sentidos, provocando que jadeara
antes de comenzar un vaivén en la boca del niño, oyendo los suaves
gemiditos que soltaba cada vez que su erección entraba aún más en su boca
y sintiendo cómo se retorcía, cerrando sus piernas con más fuerza y
moviendo sus caderas.
—Eso es, mírame a los ojos. —JiMin abrió éstos, parpadeando rápidamente
y viendo fijamente al diablo, el cual tomó sus ricitos en su puño,
acercándolo más e introduciendo todo su miembro en la boca del rizado.
Éste último se apartó un poquito tan solo para tomar la erección de Yoongi
con su pequeña y delicada mano, comenzando un vaivén dudoso al
principio, pero acelerando al ver que al amor de su vida le resultaba
fascinante. Dejando la vergüenza de lado y atreviéndose a un poco más alzó
su rostro y lamió lentamente el glande ajeno, sintiendo el presemen en la
boca y lamiéndose los labios ante aquello.
—Joder.
Yoongi se inclinó, besándole los labios de una manera sucia, húmeda, antes
de apartarse. Ambos se vieron fijamente a los ojos, y todo porque JiMin ya
se había acostumbrado a que el diablo se lo dijese. Todo para no lastimarlo.
Sintió una oleada de calor y placer viajar por todo su cuerpo cuando el
miembro de Yoongi estuvo en su interior. Arqueó levemente su espalda y
dobló los deditos de sus pies, realmente invadido por las exquisitas e
inexplicables correntadas que viajaban por todo su cuerpo.
JiMin gemía entrecortadamente sobre los labios del diablo, subiendo sus
pies hasta pegar sus talones en la espalda baja de éste, con sus piernas
rodeando las caderas del ente. A pesar de que el vaivén era lento, poco a
poco se hacía más fuerte, más duro.
—M-Más... —JiMin pidió entre jadeos y suspiros debido a que el glande de
Yoongi golpeaba una y otra vez su punto dulce, provocando que casi
delirara del placer.
—Mhm.
—Has sido tan bueno, JiMin. Mi JiMin. —lamió donde besaba y se adentró
con más fuerza en su interior, oyendo un gemido bajo, agudo y
entrecortado.
— Mi niño favorito...
Minutos después detuvo el vaivén y JiMin abrió los ojos con confusión,
preguntándose si había hecho algo más antes de ser tomado por la cintura y
volteado hasta quedar sobre el cuerpo del diablo.
—¿Y-Yoon? —... Eso es. —susurró cuando JiMin se sentó, apoyando sus
manos sobre el pecho del ente. Las manos de éste último fueron a la cintura
del rizado, el cual tenía sus rojizos labios entreabiertos, mejillas sonrojadas
y ricitos despeinados. Un tesoro, eso era.
--- Voy a... —dejó sus labios entreabiertos, cerrando sus ojitos con fuerza
mientras sentía a Yoongi besarle el cuello y bajarlo con más dureza en uno
de los saltos. Tres veces más bastaron para que el clímax lo invadiera de
una manera exquisita, viajando por todo su cuerpo, doblando los deditos de
sus pies y jadeando contra el hombro del ente, el cual segundos después lo
llenó con su esencia.
¿Qué se supone que debería de hacer? Su padre. Park Seung. Tuvo una
infancia terrible donde su padre lo buscaba para llenarlo de golpes, donde
no hubo una madre presente. Aprendió cosas que no debería, que todos
dicen que está bien. Llenaron su cabeza y ahora que es padre cree que está
bien hacer lo mismo con sus hijos.
Los pensamientos eran tantos que ni siquiera podía pensar en orden, pero no
estaba listo para tomar una decisión. No podía. A pesar de que todos se
veían más felices ahora –a excepción de él–, era realmente injusto. Porque
era como... como una farsa. Sin más, se acurruca aún más en el cuerpo del
diablo y gime bajito, miedoso.
03/03/56.
No. No tenía permitido subir las escaleras que llevaban a primer piso, su
madre siempre le repetía que llamara para que ella pudiese subirlo porque él
era muy pequeño y podía resbalarse o pisar mal, pero había gateado y éste
caso era algo así como urgente.
Había alguien en el piso de arriba que lloraba desconsoladamente: su padre,
para ser exactos. Las luces de la casa estaban apagadas, pero la cocina hacía
una excepción en la iluminación debido a que los faroles de afuera
alumbraban el cuarto gracias a la ventana que éste tenía.
Habían dos botellas oscuras, una con algo dentro y un vaso de vidrio a
medio llenar a un lado de éstas, con un poco del contenido sobre la mesa. El
hombre descansaba incómodamente en una silla, claramente ebrio,
despeinado y angustiado. Lloraba silenciosamente contra sus manos, las
cuales estaban presionadas en su rostro.
—Papá... ¿Qué pasa? ¿Está... tú...? —abrió sus ojos, aún preocupado y con
una expresión que el hombre conocía muy bien: iba a llorar.
—Yo te amo a ti más. —Y que siento ser malo a veces. —negó lentamente,
nuevamente bajando la mirada, avergonzado.
—Papá no suele darse cuenta de cuánto daño hace, pero he amo a ti. La
amo a Hyunah. Los amos.
Una trompita surgió de los labios del niño con rizos, aún con su ceño
fruncido y viendo hacia otro lado, pensativo antes de volver a ver a su
padre. —¿Sabes que... yo hago para estar feliz? Su padre no pudo evitar
sonreír, enderezándose mejor.
—Y mamá dice "te amo, Chim." Su padre alzó las cejas, entretenido con lo
que su hijo le decía, retomando su postura a pesar de la ebriedad.
—¿En serio? —Si. —llevó sus pequeñas manitos a los lados de las
comisuras de los labios de su padre y las elevó, intentando de manera torpe
formarle una sonrisa.
—¿Y qué más haces para estar feliz? —le dió charla mientras bajaba las
escaleras con su mano libre en la baranda y adentrándose al cuarto del
pequeño, no sin antes prender la luz. Sorprendentemente, todo estaba
bastante ordenado. El pequeño no era de dejar cosas que estorbaran de por
medio.
—Con Hyunah. —No. Juego con alguien, pero no sé quién es. —dice,
comenzando a cerrar sus ojitos. La verdad es que tenía mucho sueño, y las
caricias de su padre en sus rizos lo hacen estar más torpe. Suspira.
—El hombre con anillos... —... ¿Qué? Pero ya está dormido, y nunca pudo
confirmar que había balbuceado aquello.
Había sucedido algo muy extraño. Falta una hora para irse del instituto.
Está con Park JungKook sobre un banco del patio de aquel enorme lugar. A
pesar de que hace frío lo están disfrutando, y también la soledad debido a
que no hay nadie allí.
Terminaron de comer unos sándwiches de queso y estaban conversando
acerca de la navidad, cómo iban a pasarla y si planeaban hacer algo. Fue
entonces cuando el timbre sonó y JungKook se puso de pie, suspirando. —
Bien, vamos. Es la última clase y somos libres.
Fue a tirar la envoltura del sandwich y las dos cajas de jugo de manzana
vacías al cesto de basura, y cuando volvió se encontró con el rizado aún
sentado, con su ceño levemente fruncido. Muchas veces había asistido a
clases sin ganas, pero últimamente se le hacía insoportable estar allí.
Tenía sueño, estaba triste y no toleraba nada. Decidió darle fin a su tortura,
y comenzar a hacer lo que a él le parecía bien. —... No voy a entrar.
—No me gusta estar aquí, nunca me gustó. —miró a los pasillos de los
lados y, al no ver a nadie, continuó con el paso, apresurándolo un poco.
—Mira, bien. Estoy de acuerdo con éste acto de rebeldía. La escuela es...
bueno, es mierda. —JiMin frunció un poco su ceño ante la mala palabra.
—Pero no por eso debes meterte en problemas. Eres menor de edad y nadie
va a permitir que te vayas. Yo creo que t
—No necesito que me aprueben, me iré ahora. Eso es lo que haré. —afirmó,
dejando un beso en la mejilla de su amigo. —Te quiero.
Se giró y caminó con rapidez hacia la salida, notando que nadie lo veía
antes de abrir la enorme puerta principal de aquel lugar y salir. JungKook
abrió sus brazos, con su boca entreabierta, sin creerlo. Se carcajeó al ver
que, segundos después, el niño no volvía. —¡Park JiMin!
—Estás rebelde. —comentó el diablo con una sonrisa ladina en sus labios.
Yoongi relamió sus labios lentamente antes de hablar. —Las personas creen
que me pueden matar con tan solo un "Padre nuestro" o arrojar agua
bendita. Se equivocan. —niega.
JiMin suspiró y cerró sus ojitos, apoyando su mejilla en el pecho del ente.
Ambos permanecieron de aquella forma, en silencio por algunos segundos.
—¿Yoon? ¿Cuánto tiempo planeas quedarte conmigo? —la curiosidad lo
carcomía por dentro. Hacía ya un tiempo que el diablo se encontraba junto a
él. ¿Qué planeaba? Yoongi baja la mirada cuando JiMin se aparta un poco,
y ambos se ven fijamente a los ojos.
—Uno largo. —¿Largo? Uhm. —arrugó su naricita, sin poder evitar sonreír
un poco.
—No. Más. JiMin no pudo evitar soltar una risita, sonrojado. —¿Miles? —
claramente sonrió.
—Más.
—Ser novios.
El silencio reinó en el lugar por unos largos segundos, tan solo siendo
audible el viento y los autos pasar de vez en cuando. —... ¿Novios?
—Oh. Yo... eso no era lo que yo quería decir. —dice bajito, y se siente mal
porque el ente no entendió su referencia.
Abrió sus ojos ante lo que creyó oír. Ya no había pitido en su oído
izquierdo, y había sonado bastante claro. Alzó la mirada con rapidez,
realmente sonrojado y shockeado mientras se tomaba unos largos segundos
para, simplemente, parpadear y respirar hondo, atónito.
—... ¿Qué?
Yoongi lo envuelve mejor con su brazo, poniéndolo de lado para que
quedaran frente a frente. —Park JiMin. Hoy, trece de noviembre de 1967...
—se quitó uno de sus anillos, el del dedo meñique. Era de oro, y lucía como
la corona de un rey. —... te declaró a ti en presencia de cualquier humano,
ángel y demonio, el príncipe del inframundo. —desenvolvió el cuerpo de
JiMin y tomó su pequeña mano, metiendo el anillo en el dedo anular
delicadamente. Éste encajaba a la perfección, y se sentía cálido.
Yoongi asintió, acariciando con sus pulgares la suave piel del rostro de su
niño favorito. —En serio. —repitió, y no se molestó en ver alrededor para
besar profunda y lentamente los labios de su niño.
....
¿Podría retomar todo nuevamente si alguna vez salía de allí? Estaba siendo
carbonizado, mutilado, destripado una y otra, y otra, y otra vez ¿Su piel? Ya
no estaba, y podía ver los pedazos de ésta en el aire a pesar de la oscuridad
en el lugar, todo gracias a los fuertes relámpagos que partían su cráneo ante
la intensidad de la repentina luz.
Suspira. Por algún motivo no lo hacía sentirse orgulloso con JiMin. —Me
he tomado la molestia de observar a los mundanos, y entre aquello noté que
lo más les molesta es esperar. Esperar en una fila de un banco, de una
tienda, de cualquier cosa. No pueden soportarlo. Cuando un alma va al
Yoongi se queda en silencio, y eso provoca que todo el cuerpo del menor se
ponga tenso, alerta. Detestaba aquello: estar tan tranquilo en los brazos del
amor de su vida, sentirse tan protegido y de repente... se congelaba del
terror. No terror a él, sino a la situación.
—Creí haberte aclarado que tuve que haberme llevado tu alma hace tiempo.
—dice con calma, pero el niño no siente que sea así.
Lo suelta y lo empuja para que quede boca arriba, y el ente se pone sobre su
cuerpo. Ambos se observan fijamente, y JiMin una vez más se sumerge en
aquel océano azul, sin ignorar tampoco el pedazo bordó. Amaba los ojos de
Yoongi.
—Ni por más que pusiese todas mis fuerzas. Es algo inevitable, ya que un
trato es un trato, y a pesar de ser el diablo no puedo controlarlo. Es la
manera en la que se hacen las cosas.
Ambos se taparon con las sábanas debido a la fría noche que podría
enfermar al rizado, y se limitaron a dejar de pensar y comenzar una
exquisita sesión de besos." Decidió despejarse un poco de todos aquellos
temas del infierno, del alma, de su padre, posible culpable de asesinatos,
etc.
Sus pasteles eran exquisitos, al igual que sus galletas con chispas de
chocolate. Se encontraba muy feliz, y cuando finalmente terminó de
preparar todo se fueron hacia el auto.
—Está con otro muchacho intentando ganar premios. Pasé hace un rato por
su lado: estaba muy frustrado. Yo le dije y no paré de decírselo en el
camino: "JungKook, hijo. Vamos a pasarla bien, no te pongas como niño de
cinco años a jugar e intentar ganar peluches", pero él no puede controlarlo.
Es como una adicción. —JiMin rió. Lo que supuso era verdad.
—¿Qué rumores?
—Oí que tu madre puso su puesto de comida, por primera vez. Me
agradaría mucho comer algo.
—Sí, está por allí. Tiene muchas cosas. —apuntó en la dirección en que se
encontraba su madre. —¿Dónde está JungKook?
—¿Cuánto tiempo lleva igual? —He estado de pie a su lado desde que
llegué. —respondió, y ambos rieron.
—Soy Somin. —se presentó. Ambos alejaron sus manos y JiMin sonrió de
lado.
—Es un placer.
—Te aseguro que si te hubiese visto antes lo hubiese notado. —la chica
dice.
Un furioso sonrojo se hace presente en las mejillas del rizado mientras las
cejas de Namjoon se alzan ante aquella situación. Nunca había visto a JiMin
tan sonrojado. JiMin agradece tan bajo que no sabe realmente si Somin lo
oyó y se acerca más a JungKook cuando éste pierde nuevamente, se queja y
saca nuevamente dinero, prácticamente arrojándoselo al hombre del puesto,
el cual no paraba de reír disimuladamente.
—JiMinie.
—No, no lo estoy.
La mirada del rizado va hacia Namjoon y Somin, los cuales asienten con la
cabeza y mueven sus labios, diciendo silenciosamente "si, lo está".
Nuevamente la mirada verdosa del niño con rizos va a su amigo, el cual
luce más serio de lo normal.
—Escoge uno.
—Entiendo. —asintió.
Desde que Yoongi estaba en su vida JiMin sentía que nada más lo hacía tan
feliz, incluso estando mal. —Y me he pasado el día intentando... —
carraspeó su garganta, bajando su voz.
—... intentando tirar una cantidad exacta de latas para ganarme esa fea
muñeca y dársela a Somin. —bajó su voz, inclinándose hacia su amigo.
Los ojos de JungKook brillaron un poco. —¿En serio harías eso por mí? —
Haría más que eso. Eres mi mejor amigo.
—Kookie, voy al baño. —dice, sin apartar la vista del diablo a lo lejos.
—¿Todo... todo está bien? —Si, solo quería verte. Te estás divirtiendo. —
JiMin asintió.
Yoongi parecía estar a punto de responder, pero vió algo no tan lejos de
ambos y negó lentamente.
—... ¿Qué hace él aquí? —los ojos de JiMin se abren más de la cuenta
mientras comienzan a sudarle las manos y los latidos de su corazón se
aceleran.
—¿Q-Quién?
—Si, pero no estoy seguro de que todos aquí estén igual de protegidos que
usted, así que por favor deje de hablar así. No va a tolerar que le falte el
respeto. —es la primera vez que Yoongi oye a su niño favorito hablar con
molestia, si llorar ni estar dolido.
Oh, no... Mentía. JiMin decidió terminar el tema allí. Las horas pasaban, la
noche llegó y todos brindaron excepto el niño de rizos, que se encontraba
un poco más alejado. Sin que nadie lo viese decidió adentrarse al bosque,
intentando no caer debido a que estaba bastante oscuro.
Se pone de puntitas de pie mientras sus brazos rodean el cuello del más alto
y roza sus labios contra los del ente. —Hoy...
Yoongi sonríe de lado sin besar a su niño favorito, torturándolo con caricias
en sus labios con los propios. —¿Y tú querías un beso? —dice, fingiendo
no darse cuenta de aquello. JiMin asiente, embobado y cerrando sus ojos.
El diablo alza las cejas, llevando sus brazos para rodear la cintura del
menor. —¿Más? ¿Solamente míos? ¿De nadie más?
—Tuyos, siempre... —estaba realmente sonrojado, pero agradecía la
oscuridad del lugar. Yoongi da una lamida sobre los labios del menor, el
cual suspira temblorosamente.
Se apartaron unos minutos después debido a que todo estaba más subido de
tono y Yoongi necesitaba saber qué era lo que le preocupaba a su niño
favorito. Podía oler mezclado en su aroma la preocupación, la tristeza, la
necesidad. —Dime qué ocurre.
—N-No es... no es nada. —abrió sus ojos, revoloteando las pestañas con
rapidez por unos segundos, mirando hacia otro lado.
—JiMin. —le llamó, y observó fijamente los ojos del diablo. —Puedo notar
que me ocultas algo. Dime qué ocurre, o comenzaré a pensar que alguien te
puso sus manos encima y voy a quemar todo éste lugar.
—Los que ellos quieran. —¿Alguna vez han pedido... estar contigo? —Si.
El dolor en el pecho del niño se intensificó un poco, temiendo oír lo peor.
—¿Y qué... qué hiciste?
—Lo cumplí.
—¿Sigues... haciendo ése tipo de tratos con personas? —En efecto, si. —
respondió, como si nada.
Yoongi continuaba acostándose con personas, repitiendo una y otra vez que
era el diablo, que podía hacer lo que quisiese pero, por algún motivo, no
podía no cumplir aquello. Se soltó de inmediato del diablo, sin creerlo.
—Las personas que solicitan de mí solamente me ven una vez. Sea lo que
sea que pidan, solo una vez, en sus sueños.
—¿Así que te acuestas con ellos en sus sueños? —no pudo evitar decir el
rizado, con la voz rota.
Yoongi lo observa por unos segundos. —Si está siendo poseída y aún no ha
matado a nadie significa que él hizo un trato. —dijo con calma.
¿Namjoon haciendo un trato? ¿Por qué lo haría? JiMin negó. No. Estaba
mal. —No importa si él lo hizo o no, es una persona excelente y no se
merece terminar muerto e ir al infierno. —el niño justificó.
—Te aseguro que eres uno de los humanos más inseguros de sí mismo que
alguna vez conocí. Nunca creerías que podrías llamar mi atención, incluso
sigues sin creerlo ahora así que no hay manera de que me llamaras creyendo
que esto sucedería. ¿Qué es diferente entre esa persona y tú? —preguntó.
Yoongi le dió un lento y suave beso en los labios. Quería curar toda culpa,
todo mal sentimiento pero, maldita sea, era el diablo. —Podríamos
conversar sobre ellos cientos de veces y, créeme, mi respuesta sería la
misma: la responsabilidad es mía. —siempre que podía se lo repetía, porque
era la verdad.
Por supuesto que Yoongi sabía por qué JiMin sentía culpa: éste último había
traído al diablo a la tierra –cosa que estaba mal porque el ente subía de vez
en cuando antes de estar con el niño– sabiendo que el rey del inframundo ni
iba a dar solo un par de sustos. JiMin lo sabía, y sentía que era su
responsabilidad debido a que él llamó a Yoongi.
—Lo sientes mal. —dijo Yoongi, abrazando más contra su pecho a su niño
favorito.
—¿Me has mentido? —... ¿Q-Qué? —¿Eras tú el que me rogó por no enviar
a tu padre al infierno?
—Yoon... —sorbió su nariz y fue alejado del pecho del diablo y tomado por
las mejillas. Nuevamente se observaron fijo mientras los pulgares del ente
limpiaban las lágrimas del rizado.
¿Qué era esa sensación en su cuerpo cuando JiMin decía algo como eso?
¿Alguna vez en su eternidad alguien lo había extrañado? Lo observó unos
largos segundos, neutro.
—Y yo... —dijo, admirando el rubor en las mejillas de su niño favorito y la
tímida sonrisita.
Se quitó la ropa al llegar al sótano y tomó aquella vieja mantita que usaba
para poder dormir cuando era pequeño. La envolvió a su lado, en la cama, y
se abrazó a ésta, lentamente sumergiéndose en un profundo sueño donde
Yoongi lo sostenía y le acariciaba el cabello. Se sentía real.
....
La mano repleta de preciosos anillos de oro del ente va a los ricitos color
chocolate de su niño favorito, el cual cierra nuevamente sus ojos y parece
volver a revivir aquel momento en el cual no supo su realmente estaba
despierto o había sido un sueño. Decidió quitarse la duda.
Sin embargo, éste último resulta ser más rápido debido a que se inclina y
comienza a dejar suaves y lentos besos por el pálido y suave rostro de
JiMin, el cual envuelve el cuello del ente con sus brazos y vuelve a cerrar
sus ojos. Puede sentir como se está durmiendo poco a poco. Es cuando
Yoongi lleva su mano a la espalda del rizado para darle una suave e íntima
caricia por debajo del pijama que siente unas líneas de piel sobresalidas
rozando las yemas de sus dedos.
El cuerpo del niño se estremece con un leve dolor y frunce el ceño,
volviendo a abrir los ojos y observando el semblante del diablo. Éste tiene
los ojos un poco más oscuros. —¿Qué te sucedió? —exige saber.
—¿Qué? ¿Qué tengo? —ni siquiera intenta verse debido a que es imposible.
Yoongi presiona un poco su mano en los rasguños, provocando que JiMin
sisee en un reclamo pero, apenas terminó, ya no sintiese más dolor. El
diablo había sanado sus heridas.
—¿Q-Qué? No. No, no, señor. No. —da unos pasos hacia atrás hasta estar
pegado a la pared.
Y es que Yoongi podía hacer lo que quisiese con éste. —No fui yo.
No. Sabía que no mentía, y aunque sus ojos estuviesen oscuros y quisiese
matar a alguien, no podía culpar a quien no era, porque JiMin podía estar en
peligro, y había que solucionarlo de una forma u otra. Asiente lentamente,
completamente serio. —De todas formas, ya me aburriste. Vete, y haz que
vuelva el infeliz. — ordena.
El demonio que habitaba el cuerpo de Seung no parece feliz por ello, pero
intenta no demostrarlo y asiente. —Dile que si dice una palabra sobre donde
estuvo volverá indudablemente. Y tú... —alza un poco su cabeza en señal de
autoridad. —Si te llegas a escapar, voy a encargarme de que pases la peor
eternidad de tu vida.
—S-S-Sí. Sí, mi rey. —se para derecho en su lugar, listo para irse.
—P... Príncipe.
—Y su alguien vuelve a poner un solo dedo sobre él... voy a chasquear mis
dedos, y se van a morir todos. ¿Capiche?
El demonio tan solo asiente, completamente tembloroso, antes de alzar su
rostro, viendo hacia el techo y abriendo su boca. Humo negro sale de su
boca fugazmente antes de caer al suelo, desmayado... pero respirando. El
desgraciado estaba de vuelta. Yoongi camina hacia la puerta y le pone
pestillo antes de, nuevamente, volver a la habitación de JiMin.
Ambos se vieron fijamente por unos segundos antes de que Yoongi pasara
lentamente los brazos por la cintura de su niño favorito, acercándolo. Éste
último se puso de puntitas de pie y ambos comenzaron una suave y lenta
sesión de besos, ladeando sus cabezas hacia lados contrarios y sintiéndose,
realmente haciéndolo por primera vez en el día.
—Vendré en la noche... —el rey del inframundo dice sobre los labios de su
bebé, el cual asiente apenitas con la cabeza. Ninguno puede separarse aún.
Eso fue un alivio para JiMin y salió rápidamente de la casa antes de que
Seung cambiara de opinión. Tenía miedo, pero intentó no preocuparse...
aunque sí lo hizo. Su padre lo odiaría, seguramente. Finalmente, en la
escuela, luego de las aburridas clases, JungKook y JiMin conversaron de
todo en el almuerzo.
Namjoon pasó por un lado de éstos, pero ni siquiera notó que estaban allí.
Se veía perdido, cansado, y el rizado no sabía qué hacer. Decidió esperar un
día más, pensando exactamente cómo confrontar al de ojos castaños.
Cuando la hora de salida se hace presente, el niño de ojos verdes no quiere
volver a su casa.
No era muy lejos, y era realmente bonito, excepto por lo solitario y triste.
Lucía como él. Una vez estuvo allí, eligió un banco que se encontraba
dentro del parque, cerca de las palomas y de un monumento, el cual era un
hombre con sus brazos abiertos, como si estuviese sosteniendo algo, pero
no había nada.
Extraño. Suspiró y se apoyó contra el respaldo, respirando profundamente
por la nariz y oyendo los pájaros cantar. Necesitaba tranquilidad, necesitaba
dejar de pensar. Sentía que se estaba volviendo loco.
—¿Por qué estás aquí, tan solo? —sus ojos se abrieron rápidamente,
revoloteando sus pestañas a la par que sonreía al ver a Somin frente a él con
una tímida sonrisa.
Estaba muy abrigada y llevaba dos trenzas. Su nariz estaba roja por el frío –
como la de él– y también sus mejillas. Se veía adorable. La adolescente no
dudó en sentarse a su lado. —No es por entrometerme, pero hace mucho
frío aquí. Vas a resfriarte.
—Lo sé, pero... —niega lentamente, viendo alrededor y sin poder evitar
sonreír de lado. —... disfruto mucho el frío. Siento que la gente no sabe
aprovecharlo, pero no quiero juzgar a nadie.
—Yo opino que el frío se debe disfrutar, pero depende de cuánto frío haga.
No quiero, tú sabes, quedar congelada como él... —apuntó con su dedo
índice hacia el monumento del hombre. JiMin ya había comenzado a reír.
—¿No te... gusta? —Oh, no. Si, me gusta. —emoción fluyó desde el pecho
de JiMin.
— Es muy amable, muy dulce, y muy lindo pero, a decir verdad... también
me gusta alguien más.
Por supuesto que a él no le sucedía, porque Yoongi era tan único, diferente,
excitante y dulce que siempre lo hacía querer más, y más. Somin se veía
como si tuviese miedo de ser juzgada y también como si tuviese esperando
de que JiMin no creyera que era una cualquiera.
JiMin jamás creería eso de una mujer. A veces sentía que nació en la época
equivocada. —Oh, lo siento. Yo... bueno, no sabía. Creí que solo te gustaba
JungKook. —la mirada de la chica baja al suelo y mueve sus pies. Luce
avergonzada.
—No hay nada de malo en eso, pero yo creo que deberías de aclararlo con
mi amigo porque él... pues está muy ilusionado.
Sentía que cada cosa que iba a decir lo haría tartamudeando. Se tomó unos
segundos para respirar profundo. —... ¿Cómo puedo gustarte? Me conociste
ayer. A JungKook lo conoces hace más de dos semanas.
Ahora JiMin iba a morir. Ya. Ya murió. —Somin, yo... —bajó la mirada y
negó lentamente. Ni siquiera podía observarla. No podía creer que él estaba
rechazando a alguien, que estaba rompiendo el corazón de una frágil y
dulce chica.
—Él no haría eso, lo conozco. —dice, y era cierto pero, en parte, entendía a
la muchacha por creer aquello.
JungKook había estado con varias chicas, y siempre decía que había que
disfrutar de la soltería. Pero era diferente invitar a salir a alguien, a darle un
beso y nunca más verla. —Es mi mejor amigo. —susurró.
Quería tanto, tanto a JungKook. Era muy linda persona, y esto le dolía.
Ahora, más que nada, prefería que la respuesta hubiese sido "Namjoon".
Alzó la mirada al oír unos sollozos bajitos y sintió dolor en el pecho al ver a
la chica llorar. —Somin, no llores. Lo siento...
Podía sentir el rubor en sus mejillas incluso cuando estaba por abrir la
puerta principal de su casa. Entre medio de los pensamientos de cómo sería
ver a su padre recordó la incómoda sensación de Somin confesándose,
tomándole del rostro y preguntándole si saldría con ella y es que, ay Dios.
Entre la sorpresa y el susto quedó inmóvil, con sus brazos colgando a los
lados de su cuerpo y oyendo cerca de su oreja la respiración entrecortada de
su padre. —L-Lo siento. Lo siento tanto, hijo. —dice.
—Oh, si. Sí, claro. Yo estaré aquí por si me necesitas. —responde su padre,
y luego de unos segundos se gira para ir hacia la cocina.
Había decidido sobre cualquiera, como si fuese algún tipo de Dios, a jugar
con la vida de una persona. De su sangre, su familia. Su padre. Se
disculpaba, y había estado durante años en el infierno gracias a él. No
importaba que no fuesen realmente años, pero en el inframundo sí lo era, y
le dolía. Le dolía.
¿Quién era él para decidir sobre la vida de los demás? ¿Quién era él para
aceptar disculpas de su padre, cuando era él quien debía disculparse?
Porque sí, Seung se había equivocado, pero estaba seguro que unas
quemaduras en el cuerpo no se comparaban con años en el infierno.
Cerró el grifo cuando la bañera estuvo llena de agua tibia y tan solo se
deshizo de sus zapatos, adentrándose temblorosamente y vestido con
camiseta, pantalones, tirantes y calcetines al agua. Cuando su cuerpo se
sumergió en ésta, se acurrucó en un rincón de la bañera y cerró sus ojos,
llevando sus manos temblorosas a su pecho.
Estaba demasiado nervioso, pero el agua estaba haciendo su efecto, y poco
a poco su cuerpo se relajaba. Comenzó a respirar normal y mojó sus manos
para pasarlas por su rostro, refrescándose. ¿Había estado tan desesperado
por relajarse que se había metido vestido? Rayos, realmente debía de tener
los nervios de punta.
—... ¿Yoon?
Se sostuvo con fuerza de los bordes de la bañera, sin siquiera poder hablar
debido al susto, pero fue como si aquella fuerza sobrenatural se diese cuenta
de que JiMin estaba rehusándose a hundirse, porque de inmediato la presión
en sus hombros aumentó y en un parpadeo se encontró bajo en agua, con su
cabeza rebotando contra el fondo de la bañera pero no lo suficientemente
fuerte como para desmayarlo.
Intentó salir, se sacudió y pataleó, pero nada servía. Justo cuando estuvo a
punto de darse por vencido, un pensamiento fugaz atravesó su mente y llevó
su mano al anillo, quitándoselo y dejando que se perdiera en el agua.
Segundos después, la fuerza desapareció junto al malestar, tan solo para que
otro malestar reconocible se hiciera presente.
Se sentó en la bañera y comenzó a toser con todas sus fuerzas el agua que
se había tragado, respirando profundo como podía mientras volvía a estallar
en un mudo ataque de nervios.
—JiMin. —el diablo se aproximó de inmediato y lo tomó del rostro,
alzándolo y verificando que estuviese bien.
—JiMin, ¿me oyes? JiMin. —llamó al notar como su niño favorito se veía
aún desesperado.
—Y-Yoon... —las manos del diablo fueron a los muslos de su niño, y alzó
la mirada para verlo mejor desde la posición en la que se encontraba.
—Tengo miedo. —dijo con un hijo de voz. Sentía que iba a enloquecer, era
demasiada paranoia. Tenía demasiadas preguntas, pero apenas podía
respirar. —No lo tengas, ya estoy aquí.
JiMin comenzó a llorar nuevamente, siendo algo ruidoso. —N-No vuelvas a
irte. —dijo, dejando fluir las lágrimas por sus mejillas.
—¿No te irás?
JiMin tardó más de media hora en dormirse, y Yoongi... Yoongi estaba tan
malditamente furioso.
....
os ha gustado?
espero poder finalizar esta adaptación, antes de que me den bajones y quiera
enviarlo a borradores nuevamente!!
TKM.
MinMin.
XVII
Las luces están apagadas, el cuarto a oscuras y frío, a pesar de que las dos
personas en él se encuentran muy calientes. La nieve ha comenzado a caer
fuera y el viento golpea contra la ventana que hay casi llegando al techo,
pero JiMin se encuentra muy ocupado para prestar atención a la tormenta
que, poco a poco, comienza a formarse.
No puede dejar de gemir sobre la boca del diablo debido a las aceleradas
embestidas que éste le daba. Tan solo se oían los chasquidos que formaban
sus labios, la cama crujir un poco y el sonido de Yoongi entrando y saliendo
de JiMin. Ambos desnudos, unidos de la mejor forma posible.
Los brazos del menor rodeaban el cuello del ente. —Tú eres mío. —Si... —
y, maldición, sí que lo era.
Los besos continuaron, pero Yoongi pudo notar como éstos se volvían más
lentos de parte de su niño favorito. Salió del interior de éste último y se
puso a su lado, atrayéndolo a sus brazos y agitando su mano, provocando
que las cobijas volaran en su dirección y los taparan a ambos. Sabía que
JiMin no tenía sueño, porque llevaba durmiendo gran parte de las tres
semanas que había pasado sin irse ni un momento.
El niño tenía miedo, incluso a veces temía estando junto al diablo y éste
debía de comenzar a explicarle que nada más malo que él podía permanecer
a su lado a la vez que el ente se encontraba allí. Estaba delgado, pálido, con
marcas que él no hacía. Eran golpes.
Yoongi lo observaba en una esquina con los ojos más grandes de lo normal
y serio, como si estuviese traumado: aquella canción había sido reproducida
más de siete veces y su esposo la seguía tarareando. —Por mí. —dice el
diablo antes de fingir apoyar el dedo índice en un vinilo.
JiMin está de acuerdo, pero no evita pensar en cómo es que Yoongi sabe
aquello. Tal vez simplemente adivinó, así que le resta importancia. —Son
una familia rara. Empacan ahora y se irán en la madrugada.
JiMin suspira luego de meter su ropa interior y cerrar el bolso. —Es para no
hacer todo a último momento. —explica con paciencia, y se gira.
No se había dado cuenta de que aquella persona era Yoongi hasta que
vislumbró entre la nubosidad de su vista aquel perfecto e irreal rostro.
Había sido imposible reconocerle a pesar de su voz, y todo porque lucía
preocupado.
Siente como los ricitos que cayeron en su frente son apartados, y luego de
observar alrededor y respirar profundo por unos segundos, finalmente
observa al ente. —Yoon... —dice con suavidad, débil.
Le encantaba.
Más bien... triste. Todo muy oscuro y triste. Él se moría de frío. —¿Cuánto
tiempo he...?
A JiMin todo le recuerda a aquella vez que la Muerte le quitó gran parte de
su alma. ¿Técnicamente Yoongi estaba cumpliendo con el trato? Porque
claramente no se está haciendo de noche. Antes de desmayarse era muy
temprano, incluso aún debe ir a la escuela. El diablo niega lentamente antes
de ayudar a su esposo a ponerse de pie, sosteniéndolo de la cintura al notar
como éste se tambaleaba.
—Yoon, s-si tú te vas... lo que sea que me sigue, va a volver por mí. —
intentaba conservar la calma, no ponerse a llorar como siempre hacía.
—Puedo poner a uno de mis cuervos en donde sea que estés, ya lo he hecho
antes.
Un gruñido parecía alzarse desde el pecho del mayor. —¿Por qué todos
creen que porque dirija un infierno aquellos inservibles son capaces de
hacer algo? Por supuesto, ellos van a seguir mis órdenes y van a ir a buscar
a esa cosa que quiere hacerte daño, pero también son manipuladores, y a la
primera que los deje ir van a hacer lo que quieran. No creo que te guste un
ejército de demonios sueltos en la tierra.
Todos tenían esta imagen errónea del diablo, donde éste es un monstruo
rojo de cuernos con cola, ríe maniáticamente, golpea su trino contra el suelo
y hace maldades sin pensar en las consecuencias. La verdad del diablo es
que éste era malditamente inteligente, y calculador.
No hacía maldad solo porque podía –y claro que así era–, si no cuando
realmente algo sucedía. No quería acabar con el mundo, porque éste lo
entretenía. Le gustaba robar almas, le gustaba ver gente mala morir y
tenerlas en el infierno. Le gustaba dirigir, obligar, ser un rey... pero nunca
sería un estúpido.
—Te estoy dando una maldita orden y ni siquiera sé porque intento que
cumplas. Voy a poner un cuervo que te vigile, y cuando esa cosa intenté
dañarte voy a volver, y la voy a matar. Y si te hizo daño, te curaré y todo se
acaba.
Las cejas del rizado se alzaron, indignado. ¿Acaso su esposo iba a usarlo
como cebo? Vaya. El nudo en su garganta iba a explotar, le ardían los ojos y
de su pecho irradiaba decepción, un leve enojo, miedo y mucha tristeza. Le
ponía mal el que Yoongi sepa que él sentía aquello, y aún quisiese darle
órdenes, como si no estuviesen casados.
Da dos pasos hacia atrás, alejándose del ente y apoyándose contra la pared.
No puede evitar comenzar a llorar, y son sollozos leves, audibles. Siente
mucha tristeza en su pecho.
—Y-Yo jamás... jamás te he pedido nada, siempre hago todo lo que quieres,
y no solo porque eres el diablo, sino también porque te respeto y estoy de
acuerdo contigo, p-pero... —sorbe su nariz, volviendo a ver los ojos del
diablo. El pitido en su oreja realmente lo está lastimando.
—Y quiero más que nada estar bien, pero me he buscado ésto. Yo te busqué,
tú a mí no.
Yoongi asiente lentamente, neutro. —Bien. Entonces, si soy tu esposo y yo
no tengo derecho a decirte que hagas lo que es mejor, ¿por qué aún crees
que voy a llevarme tu alma? — aquello sorprende tanto a JiMin que tan
solo se queda parpadeando, sin respuesta.
—¿Realmente crees que, luego de todo lo que hemos pasado, voy a enviarte
a un lugar en el que solo es sufrimiento para toda la eternidad?
Con aquello último claramente se refiere a él. —Aún así crees que mi
intención es hacerte daño? —da otro paso, y ahora tan solo los rostros de
ambos están a centímetros.
—Yo puedo chasquear mis dedos y romperles el cuello a todos los que
amas, porque no me importan. —lleva sus manos a la cintura de JiMin hasta
rodearla con sus brazos, atrayéndolo.
El rizado hace puntitas de pie, rodeando el cuello del ente con sus brazos.
Las narices de ambos se rozan. Necesitan cercanía, calor corporal mutuo
luego de aquella gran discusión. —Pero no lo hago, porque tú si me
importas.
Siente que se le ha ido un peso de encima luego de soltar aquello, pero aún
teme por la respuesta. Yoongi niega lentamente, y una de sus comisuras se
alza un poquito. —Y lo es. Lo soy. Mi intensión no era que lo interpretaras
de aquella manera. —dice.
JiMin está encantado cuando Yoongi baja sus manos repletas de anillos a
sus muslos y lo alza, dirigiéndose a la cama. Una de sus manos hace un
movimiento y el bolso con ropa cae al suelo, dejando la cama libre para
acostar a su niño favorito. Una vez lo hace, el diablo se acuesta sobre él y lo
toma de las manos, alzándolas hasta dejarlas a los lados de su rizada cabeza,
con los dedos de ambos entrelazados mientras el beso ardiente continúa.
—Yoon... —no puede formular palabra debido a que la boca del rey del
inframundo ha ido a la piel en su cuello, besando de manera húmeda y
caliente antes de comenzar a hacer succiones, marcándolo. Sus manos
repletas de anillos sueltan las de su niño y las dirige a las nalgas de éste
último, presionándolo más contra él y sus movimientos.
— Uhm...
Si, tenía la opción de relajarse, dejarse llevar. Quería estar con Yoongi,
realmente quería. Sin embargo, debía ir a la escuela o sus padres
nuevamente sospecharían que estaba enfermo... lo cual así era. Frunció
apenitas el ceño mientras llevaba los brazos alrededor del cuello del ente, el
cual comenzaba a besarle detrás de la oreja, volviéndolo loco.
El rizado podía jurar que su corazón iba a salirse de su pecho, debido a que
pocas veces Yoongi tenía aquellas demostraciones de afecto. Poco a poco
ambos estuvieron serios, tan solo viéndose a los ojos. —Te amo, Yoon. —
susurra.
Yoongi no evita gruñir levemente ante aquello. Le gusta. Baja sus manos y
abre el pantalón de JiMin, bajándolo junto a su ropa interior. Hace lo mismo
con los suyos y nuevamente comienza una fricción. Ambos suspiran al
sentir el placer intensificado, y nuevamente se abrazan mientras mueven sus
pelvis a la par.
—Dios... —JiMin jadea, y Yoongi sonríe de lado mientras le besa la piel del
cuello.
Rápidamente besa sus labios, y hace que sus lenguas se encuentren una vez
más. —Aguante. —Yoongi dice entre el beso, y JiMin niega.
Abre las piernas del menor un poco más y, aún friccionándose, mete dos
dedos en el interior de éste. Un gemido algo ruidoso y agudo sale de la boca
del rizado antes de ser besado nuevamente.
Apenas puede respirar de lo bien que se siente. Los dedos del diablo
realizan un vaivén, rozando su punto dulce. Su interior se contrae, y quiere
alejarse de la boca del ente para respirar profundo, pero éste lo tiene
agarrado de la mandíbula con su mano libre. Es demasiado, simplemente
demasiado.
—Me corro... —jadea, y cuando el diablo mueve sus dedos contra el punto
dulce del niño, aquello es suficiente.
MinMin 💙
XVIII
La familia Park partió a la cabaña al día siguiente. JiMin había salido unas
horas después desde que había despertado, pero decidieron esperar un poco,
dejarlo descansar en su propia casa, en su cuarto, donde el rizado menos
quería estar. Podía sentir el malestar –el normal– irse lentamente de su
cuerpo, dejándole un leve vacío en el pecho que, poco a poco y sin darse
cuenta, iba volviéndose más grande.
Además de sus hematomas y notables ojeras oscuras bajo sus ojos, cargaba
con un tremendo mal humor que apenas lo estaba dejando respirar. Su
familia, la cual jamás lo había visto de aquel modo, tan gruñón y
maleducado, decidieron ignorarlo y tratarlo como siempre antes de irse en
el auto. Eunji y Seung conversaban en los asientos de adelante, Hyunah
escribía en su diario y JiMin veía por la ventana en el asiento de atrás.
Y JiMin no entendía, realmente no entendía qué era lo que sucedía: tal vez
extrañaba mucho a Yoongi, tal vez necesitaba su presencia, tal vez no. Tal
vez estaba harto de lo que le sucedía, de la farsa de familia que llevaba
consigo y el cómo ninguno quería admitirlo, o como su padre intentaba
brindarle su confianza cuando había sido una porquería por largos años. No
sabía qué era, realmente no, pero aquella ira enjaulada en su pecho lo hizo
girarse lentamente hacia su hermana y dedicarle una mirada desquiciada.
La mujer pareció darse cuenta de lo ruda que había sido en una situación
donde claramente no debía y se giró nuevamente para ver a su hijo,
arrepentida. —Lo siento, bebé. —dijo.
JiMin no respondió, tan solo dejaba caer sus lágrimas y observaba fijo por
la ventana. Eunji se giró tan solo unos segundos, tomando una manta que
tenía por allí antes de volver a ver a su hijo y acomodársela encima con
cuidado. —Intenta descansar, ¿si? —fue lo último que dijo antes de volver a
girarse. El auto quedó en silencio, y JiMin finalmente se durmió.
Los ojos del adolescente se abrieron lentamente, notando que era de noche.
El cielo estaba nublado y hacia tanto, tanto, tanto frío. Su padre, quien lo
había despertado desde fuera de la puerta del asiento trasero, lo ayudó a
bajar con mucho cuidado, aún manteniéndolo envuelto en la manta, y lo
ayudó a entrar a la cabaña.
A JiMin le dolió tanto que apenas pudo devolver aquel dulce y cálido
abrazo de parte de una de las mujeres más gentiles. —Mira que hermoso
estás, JiMin. —dijo, alejándolo de su cuerpo y dejando un beso en la frente
del de ricitos, el cual cerró sus ojitos tan solo por unos segunditos.
Eran cinco, y con dos ya ocupados, JongSu sugirió que sus hijos durmieran
en la misma habitación, y que Hyunah y JiMin se quedaran con las otras
dos. Jacky anunció la hora de la cena y todos fueron a sus respectivos
asientos, sirviéndose un calentito plato de fideos con salsa. Llegaba la hora
de rezar, JongSu y Jacky se tomaron de las manos, intentando, de alguna
forma, demostrarse apoyo. El mayor de los hermanos Park observó al
menor.
Seung suspiró y negó, sonriendo sin ganas. —... Ya no. Que alguien
comience por mí. —honestamente, se veía desinteresado en el tema.
Todos charlaban entre sí, y los únicos que no hablaban eran JiMin y Seung.
El rizado entendía el porqué. Sabía que su padre notó lo incómodo que éste
se veía ante la mención de su primo, y probablemente lo sospechaba.
Finalmente terminaron, y todos decidieron irse a sus respectivas
habitaciones debido al cansancio del viaje y bajos ánimos.
Venía y no a por él, más bien, solo por él. Intercambiaron significativas
miradas antes de que JiMin intentara tragar el nudo en su garganta. El rey
del inframundo dió otro paso adelante, y tan solo los separa una pequeña
corriente de aire.
JiMin rió corta y silenciosamente. —Te eché de menos. —dijo con su voz
completamente entrecortada, aún sonriendo mientras sus lágrimas no
paraban de caer y su barbilla temblaba levemente; claras señales de que
quería llorar con todas sus fuerzas. El diablo sonrió egocéntricamente, de
lado.
—Aquí han pasado dos días, pero se sintieron como años. —responde
JiMin, y no entiende porqué, pero su cuerpo comienza a temblar
incontrolablemente.
Yoongi nota aquello y guía a su niño a la cama. Sabe lo indefenso que éste
se sintió, el miedo que tenía de ser lastimado nuevamente y la culpa que
cargaba al tener que hablar con la familia del imbécil que mató. A pesar de
todo, había sido muy valiente, pero se merecía un descanso, se merecía
alguien que contuviera su llanto y lo llenara de besos.
El diablo creía que JiMin merecía todo. Una vez lo acostó, se sentó a un
lado y observó su pequeño cuerpo antes de comenzar a desnudarlo. Cada
prenda que quitaba iba al suelo, y sus manos recorrían la piel dañada de su
niño, curando el dolor de cada golpe. Se encargó de besarle suavemente la
pancita cuando le quitó el suéter y desabotonó la camisa, de curarle el dolor
de costilla y la muñeca que había estado rota y estaba lentamente
mejorando.
Finalizó por ponerse sobre él, tapándolo con su cuerpo y llevando sus
suaves besos a su cuerpo. La fragilidad, dulzura de éstos, y el calor que
emanaban los brazos del diablo envolviendo su cuerpo lo hicieron,
inevitablemente, comenzar a llorar dolorosa y silenciosamente. Yoongi
simplemente lo mantuvo cálido en sus brazos, callándolo con bajos "shh"
cerca de su oreja, dejando unos cuantos besos en ésta, como si fuese un
bebé.
Era su bebé. Apartó su rostro del cuello del menor y le dió un suave beso en
sus labios antes de volver a sentarse, tan solo para tomar la ropa de dormir
que estaba estirada en la punta de la cama y comenzar a vestirlo lentamente.
Una vez finalizó se acostó a un lado de su esposo e hizo un movimiento con
su mano, provocando que las cobijas llegaran hasta él, tapando los cuerpos
de ambos. JiMin sorbió su pequeña nariz.
—¿Qué hiciste el tiempo que no estuve aquí? ¿Fuiste un niño bueno? —lo
último lo preguntó de manera burlona.
—Tuve algunos asuntos de los cuales ocuparme. Más que nada, busqué a la
cosa que quiere lastimarte. JiMin se tensó de inmediato. Le ponía nervioso
que haya algo tras él, y tener noticias de ello.
JiMin sabía que Yoongi había vigilado a Namjoon debido a las sospechas
del menor, y es que se veía bastante obvio. ¿Era posible que se haya
equivocado? Y si no era así, ¿por qué lo haría? ¿Por qué invocaría a un
demonio y haría un pacto?
—No encuentro una respuesta. Sin embargo, ¿por qué tú invocarías al rey
del inframundo? —JiMin se queda en silencio ante aquello. Era verdad.
Nadie era lo que aparentaba.
—Amén. —se burla. JiMin ríe bajo y dulcemente, con un brillito en sus
enormes ojos verdes.
Aquello lo hizo cohibirse un poco, y tal vez se asustó. Era extraño, y tal vez
se asustó. Era extraño, extraño y muy en serio el tener un trono en el
mismísimo infierno. No podía arrepentirse, no había vuelta atrás.
—¿Asustado, niño favorito? —No. Yo... ¿tendré que ir al infierno para estar
contigo?
—Como oíste.
—Oh. —se queda callado mientras observa como Yoongi le besa la palma
de la mano. —¿Lo permitirías? Quiero decir... ¿Permitirías que vaya?
Frunce un poco el ceño y dar unos pasos al frente, aún con el calcetín en su
mano. —¿Yoongi? Yoon... —el malestar sigue en su estómago. El diablo
estaba allí.
—¿Por qué te fuiste? —JiMin baja la mirada por instinto, y nota que el
diablo trae un cuchillo en su mano izquierda.
JiMin se tensó de inmediato. No creía que Yoongi le hiciese daño pero, ¿le
haría daño a alguien más? —¿P-Por qué traes eso?
—No es tan fácil como crees, tienes que mezclar tu sangre con la mía. —
JiMin se le queda viendo fijo, algo dudoso.
Yoongi, aún sin soltar el brazo de su niño, pega el corte que éste lleva en su
brazo con el corte que él mismo tiene en el suyo, combinando la sangre de
ambos. El diablo dice unas palabras en un idioma inentendible, suenan
suaves pero perturbadoras, y sus ojos lentamente se van volviendo más
oscuros, bordós.
—No te asustes por lo que sea que sientas, y una vez estemos allí, no te
separes de mi. ¿Entendido? —Entendido. —repite.
El pitido iba aumentando lentamente en ambos oídos hasta solo oír aquello,
y finalmente el silencio llegó. Comenzó a sentir frío, y seis escalones
después finalmente se detuvo. Tan solo se oía su entrecortada respiración.
Un fuerte "¡Piiii!" hizo que diera un salto en su lugar, seguido de algo que
sonaba a puertas pesadas de hierro puro abriéndose. Siente al diablo soltar
su mano y traga saliva con fuerza mientras la venda es retirada. Parpadea
unos segundos y observa algo de lo que ya anteriormente había oído, pero
verlo era completamente diferente.
—Hemos llegado justo para ver cómo avanza la fila. —dice Yoongi
entretenido, ya a un lado de JiMin.
Ambos se ven, el diablo continúa con sus ojos rojos y pupilas muy
dilatadas. Da miedo, pero, sin embargo, le dirige una encantadora sonrisa a
su esposo.
—Bienvenido al infierno.
Su... ¿segundo hogar?
....
TQM!!
MinMin.
...
Aquel frío lugar, la falta de vida y la notable crueldad lo hicieron tener más
de dos escalofríos en menos de cinco segundos. Sin poder evitarlo se acercó
más a Yoongi, tomándolo del brazo.
—No hay nada que temer. —dijo el diablo. —En parte, éste es tu hogar. —y
comenzó a caminar con su niño sosteniéndose de su brazo.
Muchos de ellos parecían estar pudriéndose, con sus pieles cayendo de sus
cuerpos. Había un hombre a unos metros, al principio de toda aquella fila.
Mientras el rizado caminaba y observaba alrededor, podía oír la grave voz
de aquel hombre hacer comentarios completamente sarcásticos y crueles:
"¿Alguno tiene sed?" "¿No creen que se están tardando mucho?" "¿Qué
dicen si aplaudimos?".
—Mi príncipe.
JiMin observaba al demonio inclinado a sus pies con sus ojos verdes más
abiertos de lo normal. Le parecía extraño, porque una de esas cosas era su
pesadilla, una de esas cosas lo seguía e intentaba matar. Le parecía extraña
la situación, irreal, pero, maldita sea, que sí era real. Que un demonio le
estaba haciendo reverencia y lo había llamado "príncipe".
Yoongi rodó los ojos sin que nadie lo viese. —De pie. —ordenó.
JiMin descubrió que aquel pasillo tenía muchas esquinas que llevaban a
más pasillos con más esquinas. Vió algunas puertas, y supuso que dentro
había gente encerrada porque muchos rogaban por salir. Un nudo se le iba
formando lentamente en la garganta. ¿Eso habrá pasado su padre? ¿Su
primo? ¿Jackson? ¿Habría sido peor?
Porque estaba comenzando a notar que nada era mejor en aquel lugar. No le
salía la voz, no quería decir ni una palabra, incluso cuando se estaba
muriendo de curiosidad. ¿A dónde lo guiaba Yoongi? En el final del pasillo,
otra puerta se hizo presente, una igual a la anterior. El ente la abrió e incitó
al niño a que pasara primero, el cual lo hizo. Le temblaban las manos.
Aquel cuarto era enorme, redondo, con paredes muy altas, al igual que el
techo altísimo, todo gris. Habían enormes puertas dobles de hierro por
doquier, el suelo era liso, y en medio de todo éste cuarto, unas elegantes
escaleras negras guiaban a un lugar en el subsuelo. La mano repleta de
anillo fue hacia la espalda del menor, guiándolo con suavidad hacia las
escaleras.
—Ésto es... muy lindo. —admiró todos los libros en los estantes de la
enorme biblioteca que ocupaba una pared.
—¿Los has leído todos? —No son solamente libros. Hay libros de otros
universos, y archivos de contratos de personas importantes. —dijo,
comenzando a caminar hacia su escritorio.
Ya podía apartarse de JiMin y todo debido a que estaban en una zona segura
y tranquila para el niño. —Wow... ¿En serio hay otros universos? —Si.
Mundos paralelos, también. Lo descubrirán en un futuro cercano,
probablemente estés para verlo. —lo que JiMin sintió después de eso fue
emoción, y escalofríos.
Estando con el diablo no recordaba que podría morir. Luego de que el
diablo terminara de echarle un vistazo a uno de los papeles de su escritorio,
se acercó al más bajo y le tendió su mano. —¿Le apetecería al príncipe
sentarse en su trono?
Éste último a simple vista pensó que sentarse en uno sería demasiado
incómodo, pero hasta parecía acolchonado sin serlo. Era extraño. No pudo
evitar sonreír un poquito. — Esto... no es como lo imaginaba.
—Lo siento, Yoon. —se disculpó. Esperaba ni haberlo ofendido. —No era
una serpiente. —dice, poniéndose de pie y bajando el pequeño escalón,
yendo hacia su escritorio.
—Era yo, tal y como soy ahora. Las serpientes no hablan. —lo dice en un
tono tan obvio que JiMin ni evita llevar una mano a sus labios, silenciando
una carcajada.
Sí, le gustaba el mal, y sí, le gustaba dirigir el infierno; JiMin lo había visto
en aquella sonrisa con la cual le dió la bienvenida a aquel lugar. Pero lucía
inteligente, calculador, sabía cuándo atacar y cuando no. Lucifer, Satanás,
Satán, y su nombre era Yoongi. Su imagen había sido cruelmente arruinada,
y no sabía si se lo merecía, o si no.
—Es que... a veces la gente inventa cosas. Tal vez antes la religión era
honesta, y se podía apreciar. Últimamente la he sentido como una mentira,
como si ya no supiese qué creer. —¿Te estás volviendo... satánico? —
bromea.
JiMin no evita reír bajo, alzando la mirada para verlo. Ambos rozan sus
narices. —No será en tanto tiempo cuando una multitud de personas en
diferentes mundos dejen de creer en Dios gracias a las mentiras de la
iglesia. Eso es lo que yo intenté demostrarle antes de que me arrojara del
cielo: "no confíes en todos, no siempre serán honestos. Y no todos los
humanos serán perfectos. Van a manchar tu nombre." No me escuchó, y
aplicó éste castigo en mi. —sonríe de lado.
Yoongi borra tan solo un poco su sonrisa, viéndolo fijamente a los ojos,
nuevamente inexpresivo. —No. —tan solo dice, y se inclina más, tomando
con sus labios los de su niño en un lento y profundo beso.
JiMin saboreó la boca del diablo, tembló ante el toque de sus lenguas
acariciándose y de sus respiraciones mezclándose. Yoongi le envolvió la
cintura con sus brazos, poniéndolo de pie y dejándolo de puntitas.
El beso continuó, intensificándose cada vez más. Los brazos del menor
rodearon el cuello del ente para tener más comodidad, y estaban dispuestos
a llegar a más justo allí, en el despacho del diablo, en el infierno. Sin
embargo, JiMin tenía una duda la cual no dejaba de rondar por su rizada
cabecita.
—Si. —Y tú dijiste "por los siglos de los siglos", "hasta el final de los
tiempos". —se encuentra embobado, intentando formular bien las palabras
debido a que el diablo no deja de robarle besos suaves.
—Mh.
Yoongi detiene sus besos, y ambos abren los ojos, viéndose fijamente,
inexpresivos. El ente puede oler el miedo en su niño favorito. —Y eso
significa que no habrá ningún "para siempre".
Yoongi suspira, acercándolo más al punto en que los torsos de ambos están
juntos. —¿Cómo puede mi niño favorito creer algo así? —He llegado a la
conclusión de que no tengo un final feliz. —Nadie lo tiene. Todos mueren,
todos se despiden. —responde. No es lo que el niño quiere oír, pero de
todas formas asiente lentamente, aceptando aquellas duras palabras.
—Pero no tú. Tú vas a ser malditamente feliz conmigo. —¿Cómo?
—Si hubiese una manera de vivir para siempre, ¿lo harías? —JiMin
nuevamente alza la mirada, algo sorprendido.
—Vivir por siempre implicaría... todo. Todos los que conozcas van a morir,
y tú seguirás con la misma edad. Van a notarlo, y probablemente tengas que
alejarte. Todas las personas que conozcas en todos los años que vivas, van a
morir. Desearía no tener que decírtelo, pero tienes que pensarlo
adecuadamente.
JiMin suspira, cerrando sus ojitos por un par de segundos. Sentía que su
cabeza iba a estallar. Nuevamente los abrió, viendo fijamente a su esposo y
asintiendo lentamente. —Lo pensaré.
...
no seguiremos leyendo!!
MinMin.
XX
Era una preciosa mañana, con el cielo celeste formado con bonitas nubes y
el radiante sol creando el más hermoso paisaje. En un banco de un parque
vacío se encontraba aquel adolescente, no más de diecinueve años, con el
cabello rubio, ojos celestes, pálido, y muy, muy neutro.
Traía ropa normal, excepto por su camiseta, que tenía un logo de alguna
tienda barata del lugar. Observaba todo con total tranquilidad, disfrutaba del
cantar de los pajaritos y de la preciosa vista.
—Quiero que sepas que Kim Seokjin estuvo totalmente de acuerdo con
permitirme hospedarme en su cuerpo, y tendrá lo que merece. —dice el
rubio.
El ceño del tal Seokjin se frunce levemente y ladea tan solo un poco su
cabeza. —¿Puedo preguntar desde cuándo te importa que la gente obtenga
lo que se merece, si es que te refieres en algún sentido positivo?
—No se trata acerca de ningún sentido positivo, es sobre el sentido común.
Los buenos deberían de obtener lo bueno, y los imbéciles deberían de
obtener la mierda. —¿Incluso si te gustaría que los buenos tuviesen lo malo,
también?
Yoongi rió seco mientras le sonreía de lado, arrogante. —Tú eres el imbécil
mayor. —dice.
Y se oye tan simple, pero no lo es. Más aún cuando sabe que el idiota que
está dentro del cuerpo del tal Kim Seokjin lo sabe todo, y no piensa
decírselo. —¿Y tú? —observa al diablo.
Yoongi ríe secamente, alzando un poco las cejas. —¿Crees que todos los
que habitan esta tierra piensan en los demás? La mayoría piensa en sí
mismos. —se defiende.
—No. No lo sabes.
—¿Es por eso que estás aquí? —el rubio frunce un poco su ceño.
—Por supuesto que no. JiMin tuvo, tiene, y siempre tendrá su libre
albedrío, y lo que él decida hacer con éste, tú no lo sabrás.
—No te preocupes. —el diablo finge estar desinteresado, viendo hacia otro
lado.
—Te duela o no, JiMin decidirá su propio destino. Podrás ser dueño de su
corazón, pero no de su vida.
Yoongi se aparta lentamente. Las llamas se reflejan en sus ojos bordó. —No
soy ni pretendo ser el dueño de su vida. Pretendo darle lo que quiere, y voy
a hacerlo. Con o sin tu ayuda. —y en un parpadeo, ya no está.
Las llamas se apagan lentamente, el banco queda hecho cenizas, y Dios alza
su vista al cielo antes de cerrar sus ojos y soltar un gran suspiro. Porque lo
que esperaba para aquel humano que creyó no ser oído era un gran drama,
un peso en los hombros. Un trabajo. Una oportunidad. La única para poder
estar junto al amor de su vida.
En si, el infierno no era un lugar, pero también tenía muchos lugares. Todas
las puertas que JiMin había visto antes de bajar las escaleras que llevaban al
despacho del diablo eran diferentes áreas, que incluso llevaban a otras.
Estaba "la fosa de las almas", y era como un mar de fuego donde las almas
de las personas nadaban, quemándose una y otra vez, por el resto de la
eternidad.
Los demonios colgaban con ganchos enormes desde la piel a las personas, y
las dejaban allí. Por más que éstas intentaran hablar, no serían escuchados
por los demás, ni podrían comunicarse entre ellos. La última que Yoongi le
había contado era "pesadillas". Básicamente, un cuarto que te lleva a tu peor
pesadilla, volviéndola repetitiva por el resto de la eternidad. Y habían miles
de otras secciones, pero JiMin prefirió no oír más.
Los besos regresaron, y el rizado no pudo evitar aferrarse más al rey del
inframundo, el cual lo cubrió con su cuerpo. Sus lenguas se encontraron, se
acariciaron y minutos después sus cuerpos estaban frotándose entre sí. —
Yoon... —suspiró y ladeó su rostro cuando el diablo comenzó a repartir
húmedos besos por la piel de su cuello.
Un sonidito escapó de la boca del menor ante las succiones que le brindaba
su esposo en el cuello, y una sonrisita comenzó a crecer en sus labios por lo
que éste le había dicho.
¿Qué más? —Que nadie nos persiga. —sentía la mirada del diablo en su
cuerpo, las caricias en su cintura, el frío de sus anillos.
—Quiero poder brindarte todo lo que nunca nadie te brindó, darte todo el
amor que mereces. —Yoongi detuvo sus caricias y alzó la mirada,
observando fijamente los ojos verdes de su esposo.
—No hay nadie que sienta lo que yo siento por ti, Yoon.
Los brazos de Yoongi rodean mejor la cintura del niño, y se ha quedado sin
habla. Es la primera vez en mucho tiempo que no sabe qué decir, pero no es
la primera vez en que no sabe cómo actuar. Sigue sus instintos. Una lenta y
ladina sonrisa se forma en sus labios, y se inclina para besar los labios del
niño con demasiado afecto, sentimiento y profundidad.
Le come la boca, esperando que el mundano pudiese entender todo lo que
pasaba por la cabeza del arcángel, aunque probablemente no sería así.
Terminaron de desvestirse entre besos, y con las mantas cubriéndolos
debido a que el rey del inframundo no quería a su esposo enfermo, se
acomodó entre las piernas de éste y adentro su prominente miembro al
interior del más pequeño, el cual jadeó algo fuerte, un poco agudo.
El niño dobló los deditos de sus pies. —... y te voy a hacer gritar tanto que
harás eco en el infierno. —le quitó la mano de la boca para besarlo,
ahogando los gemidos en su boca, mordiéndole el labio inferior.
El vaivén fue lento, y no porque no pudiese ir más rápido, pero esa noche...
esa noche el diablo le estaba haciendo el amor. Se estaban sintiendo lento,
delirante, de todas las formas posibles. Ambos se besaban, y besaban
porciones de piel del otro. Yoongi le besaba detrás de la oreja, mordía el
lóbulo y le apretaba las nalgas.
Se estaba muriendo por llegar al clímax, pero todo era tan lento y
maravilloso que no podía permitirse ir más rápido. No fue luego de unos
minutos después de ver como las piernas del niño temblaban un poco que el
rey del inframundo volvió a dejarlo delicadamente bajo su cuerpo y
aumentó un poco el ritmo del vaivén cuando ya ambos necesitaban
realmente aquella hormigueante sensación.
—Pero... ¿Volverás?
Pero ahora, a sus dieciséis años, tan solo quería acostarse en su cama, y ser
besado por el diablo hasta que sus labios no pudiesen más. Si,
probablemente si alguien oyera sus pensamientos lo creerían algo
perturbador, pero era todo lo que quería.
Fue segundos antes de despertar, pero siente que fueron horas. Creyó que
era un sueño, pero jamás había observado algo en un sueño con tantos
detalles. Pudo verse a sí mismo, sus brazos estirados. Vestía una camisa
negra, como la de Yoongi.
Sabía que estaba en un hospital, y frente a él, en una camilla, una niña con
cáncer dormía. Sabía que esa niña se llamaba Chloe, sabía que tenía cinco
años, sabía toda su vida. El escenario cambia. Ahora está caminando hacia
algo que luce como una cama, pero no puede observar bien, porque todo
está nublado. Se sienta, y la persona a la que no logra observar bien, la cual
está en aquella cama, se alegra de verlo.
—... ¿Qué?
—Lo hizo. Justo después de que Bonhwa lo molestó, le cortaron su...
bueno. Ya sabes. Y murió desangrado. ¿No te parece una coincidencia?
Se oye una risa seca de uno de sus primos. —Malditas mujeres, solo sirven
en la cocina.
—¡JiMin! —el nombrada gira su rostro hacia su padre, el cual está entrando
a la habitación.
Sabe que ha metido la pata, que podría morir en segundos, minutos, tal vez
en un par de días, y nadie lo sabría. El pequeño observa fijamente a los ojos
de su familiar, y su enojo se convierte en ira. Ira hacia él mismo, por
asustar, por sentirse más poderoso que los demás al tener de esposo al
mismísimo diablo.
Oye como Seung le llama y lo sigue, pero no se detiene. Está tan enojado,
quiere golpear, romper, gritar, y más. Llega al cuarto donde se estaba
quedando y no evita azotar con fuerza la puerta. Yoongi se encuentra en un
rincón.
—... la hicieron sentir mal. —Lo sé. Y yo me encargaré, pero tú... esto no
está bien. Yo... yo no quería opinar, te lo dije. Hay algo que te sucede, y
creo saber qué es. —ambos se quedan en silencio mientras los ojos de
JiMin lentamente comienzan a llenarse de lágrimas, y un nudo se le forma
en la garganta.
Seung lo sabe. Sabe que su hijo miente, sabe que éste jamás diría que sí,
porque aún no confiaba en él. Niega lentamente antes de dar un paso hacia
atrás. No puede creerlo. Su hijo de dieciséis años no solo estaba metido en
donde no debía, sino que también era cómplice de la muerte de su sobrino...
y de quién sabe que muertes más.
—¿Cómo haces para cargar con algo así sobre tus hombros? Eres cómplice.
Él jamás había pensado en sus sentimientos, ¿por qué JiMin debía de pensar
en los suyos? ¿Por qué JiMin no se hartaba de pensar en los demás, cuando
nadie pensaba en él? —¡Deja de hacerme sentir culpable! —grita, dando un
paso.
—Solo quiero que ésto termine. —tiene que hacer mucha fuerza para
hablar, debido a que el nudo en su garganta lo está matando. —Ya no quiero
sentir ésta culpa, ya no quiero sentir nada. Por favor, necesito dejar de
sentir. Voy a volverme loco. —Yoongi reafirma los brazos alrededor del
más bajo al sentir que las piernas comienzan a fallarle.
—Mírame. —dice.
JiMin alza la mirada y las narices de ambos se rozan. —lo decía en serio. —
el ceño del niño se frunce ante aquellas palabras.
—"Te doy lo que quieras". Y si todo lo que me dijiste hoy es lo que quieres,
te lo daré.
Poco a poco, éstos están como nuevos, sin ningún rasguño. Lo atrae más
cerca y se pasa la noche acariciándole la espalda, los rizos, oliendo éstos
últimos, y pensando. Debía de estar preparado para lo que sea que vendría,
porque su niño... su dulce niño, se estaba rompiendo.
JiMin alza sus cejas antes de comenzar a refregar sus ojitos, intentando
quitar un poco el sueño. Se estira pero se vuelve a abrazar a su esposo. —
¿Si? ¿Bobby Helms también te vendió su alma? —bromeó el niño.
JiMin alza la mirada y lo observa fijo. Yoongi alza una de sus cejas. —
¿Qué?
—Si, pero no sabía que estabas desde hace mucho. —algunos recuerdos
surgieron en la mente del rizado, pero no eran exactos.
—Has hecho más que verme. Podremos hablar de eso otro día. —y lo
harían.
Yoongi le contaría lo adorable que era, como le gustaba dar abrazos, jugar a
las escondidas, y que le hicieran cosquillas. También las veces que lo había
consentido con dulces y helado. —Deberías de comer eso. —... ¿Mh?
JiMin se gira detrás suyo cuando Yoongi asiente con su cabeza, señalando
aquel lugar. En la mesa de noche hay una taza que contiene chocolate
caliente, y a un lado hay una porción de pastel de chocolate. El niño frunce
un poco su ceño mientras se sienta.
Eso alivia el peso en sus hombros. Toma el suavecito suéter, pasa sus brazos
por las mangas y su cabeza por el agujero, acomodándolo en su torso. Le
queda bien, algo grande. Es calentito.
JiMin intenta apartar de su cabeza el hecho de que su familia se fue sin él,
realmente lo hace, porque Yoongi está haciendo algo que está llenando su
pecho de amor. —Yoon... —dice luego de beber de su chocolate caliente.
El diablo tan solo pasa sus dedos pulgares por las lagrimitas que amenazan
por salir. No es muy bueno recibiendo agradecimientos, porque jamás había
hecho algo así por nadie. —¿Todo en orden? —JiMin asiente, sorbiendo su
naricita, aún con una sonrisa y dejando la taza en la mesa de noche.
—Eso espero. Santa dejó más regalos bajo tu cama, deberías de verlos. —
¿Ahora? —Si.
....
Bueno, chan chan chan, se viene el arco final uwu este es el final del
segundo prologo creo XD
MinMin ✨
XXI
La nombrada rió al oír el tono formal que usaba su pequeña hija para
referirse a ella, y luego de asentir con una sonrisita, Park Hyunah simula
servir té desde su Minniera de plástico a una pequeña taza rosada. El día era
una obra de arte. No hacía frío, ni calor. Había un sol precioso, y ambas
habían decidido poner un mantel sobre el césped del patio trasero y jugar a
que se reunían a tomar el té. Jacky, la cuñada de Park Eunji, estaba allí
también, pero un poco más lejos, observando cuidadosamente al niño de
cinco años que no paraba de correr en círculos y reír a carcajadas.
—Vuelvo rápido, cariño. Sólo traeré a tu hermano, mientras hazme otra taza
de té, por favor. —fingió beberse todo lo de la taza y chillar por lo caliente
que estaba.
—JiMin, cielo. No corras así, por favor. —se acercó a su hijo y lo tomó en
brazos con cuidado. Éste se ocultaba en el hombro de su madre.
—Te puedes caer y... ¿De quién te escondes, niño travieso? —su bebé soltó
una risita antes de observar a su madre con una dulce sonrisa cuadrada y sus
mejillas ruborizadas.
—Yo me encargo.
Jacky suspira antes de volver a ver a JiMin cuando éste ríe y rodea el sofá,
tirándose al suelo y tomando la pierna de su tía, cerrando sus ojitos con
fuerza. —¡No me atrapas, moun... monstruo de las cosquillitas!
—¿Con quién hablas, mocosito? —dice su tía, y alza las cejas con sorpresa
cuando el niño se retuerce y comienza nuevamente a correr en círculos
alrededor del sofá.
—JiMin , cuida... ¡JiMin ! —el niño vió al frente tan sólo cuando sintió que
donde pisaba no había absolutamente nada, y antes de tener una brutal caída
por las escaleras, la mujer pudo observar como la nada misma tironeaba de
la camisa blanca del niño hacia el lado contrario a la caída, dejándolo tirado
de vuelta en el living.
—Yo estoy bien. —responde el niño con la voz algo temblorosa. No quería
llorar frente a su tía. Miró alrededor y se quedó observando por unos
segundos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Se fue...
Jacky no hace preguntas, tan sólo abraza al niño luego de ponerlo de pie, le
besa la mejilla y lo obliga a ir con su madre. Mientras cierra la puerta que
lleva al sótano, siente un escalofrío viajar por su columna vertebral al
recordar lo que había visto, y aunque quería creer que podía haber sido un
milagro, no se sentía como uno. Se sentía como una maldición.
—JiMin ... JiMin ... Oye, JiMin ... JiMin. —tan sólo pasan unos cortos
segundos de silencio antes de recibir otra palomita de maíz contra su
mejilla.
—... JiMin.
Su mejor amigo ríe. —JiMin, ésta película es una mierda. —y vuelve a reír
silenciosamente, aunque recibe unos "shh" de la parte de adelante.
Un quejido salió de la boca del rizado ante la fuerte picazón que sentía en el
antebrazo, sobre una marca apenitas visible e indescifrable, ya que su madre
lo había llevado al hospital a hacerse unos exámenes, y al no obtener
respuestas decidieron descartar la posibilidad de algo grave, añadiendo una
donde se debía a algún tipo de alergia de alguna tela que le rozaba la piel.
—¿Tienes comezón aún?
—No sé qué sea. —responde, y deja de rascarse, porque hace que le pique
aún más.
—Déjame ver. —su mejor amigo le toma el brazo, observando con atención
en el área donde le picaba al niño.
Se oyen algunas risas en el cine ante el, al parecer, chistoso comentario del
adulto. JiMin nota que su mano sigue sobre la de JungKook y la aleja
rápidamente, mirando a su mejor amigo con culpabilidad. A él no le
molestaba lo que la gente pensara sobre él, pero a pesar de conocer muy
bien a JungKook, jamás habían pasado por una situación así.
—Lo sien-
JiMin está por hacerlo, pero entonces comienza a sentir aquel reconocible
malestar en su estómago. Nota como por arte de magia las palomitas del
hombre que los insultó sale volando hacia la cara de su esposa, la cual se
queja antes de ponerse de pie, sacudiendo su precioso vestido. Todos están
viendo aquella escena antes de subir la mirada a la pantalla. La película ha
quedado tildada en una parte donde uno de los personajes suelta una
carcajada.
—¿Y por qué actúas tan normal? —JiMin simplemente revolotea sus
pestañas con rapidez ante aquella pregunta, observando a su mejor amigo,
el cual niega y suspira.
Ésta vez ambos adolescentes se ponen de pie. Toda la gente está saliendo
del cine. JungKook pasa primero, caminando por el angosto pasillo entre
los asientos. JiMin observa alrededor, intentando buscar a Yoongi, pero éste
no se deja ver. Una sonrisita se hace presente en el rostro del rizado antes de
buscar a su mejor amigo, abandonando aquel cine. Finalmente, JiMin había
llegado a su casa. Le agradeció al señor Park antes de bajar y caminar hacia
la puerta. El malestar en su estómago había estado presente en el camino de
vuelta a casa, y estaba ansioso.
—Oh, bueno... —un silencio incómodo se hace presente antes de que JiMin
suelte una risita, comenzando a caminar hacia su cuarto.
— Estaré en mi habitación.
—Buena idea. —su hermana le dedica una sonrisita de agradecimiento
mientras JiMin abre la puerta que lleva a las escaleras y la cierra detrás
suyo, bajando hasta abrir la puerta de su cuarto.
—Horrible.
JiMin no pudo evitar soltar una risita, negando lentamente. Se sentía algo
culpable. —Hiciste que aquel pobre hombre arruinara su cita.
—Creí que estabas bastante bien con tu amigo. —responde, llevando los
besos a la piel del cuello del menor. JiMin sonríe apenitas visible.
—Si, estaba bastante bien. Pero aún así... yo te extrañé cada segundito.
—Comí tanto que aún sigo muy lleno para moverme. —comentó, girándose
con una tímida sonrisita y mejillas sonrojadas.
—¿Sigues rascándote?
—Yoon, yo entiendo, pero se irá. Tal vez sea alergia a alguna tela o comida,
lo que dijo el doctor.
—Si, pero no todo el mundo está casado con el rey del inframundo. —
murmura, intentando no darse a entender. JiMin no devuelve la mirada fija
de Yoongi, y el silencio se hace presente tan sólo por unos segunditos.
—Te dije que haría todo lo posible para que vivieras la eternidad junto a mí.
—Te amo, Yoon. Sólo estoy asustado de que no podamos lograrlo, de que
algo suceda.
—Tienes que dormir. Maldición. JiMin sabía que Yoongi decía aquello ya
que la noche anterior JiMin no había dormido muy bien, todo debido a que
habían hecho el amor y se habían quedado hablando de muchas cosas hasta
que amaneció. Suspira.
—Está bien. —dice, recibiendo un último beso antes de cerrar sus ojos y ser
atraído al pecho del mayor.
Más silencio por más segundos. —No. —¿Te gustaría tener uno? —y sonríe
algo adormilado al sentir un fuerte latido en el pecho del diablo.
—¿Por qué preguntas? JiMin siente que se está durmiendo. Hace todo lo
posible para mantenerse despierto. —Sólo creo que sería bonito decidir que
tuvieras uno. Podría darte un regalo y... —bosteza. —... y hornearte un
pastel. No lo sé.
Yoongi le besa los labios por última vez. —Descansa, niño. Podemos hablar
de ésto otro día.
JiMin, por otro lado, ya estaba harto de oír a su mejor amigo contar la
historia a todo ser viviente que se le cruzara. Sin embargo, él jamás dejaba
de ser amable o hacía sentir torpe a alguien más. —No es que no me
sorprendí, sólo que no reaccioné como tú. —respondió. Namjoon tan sólo
observaba la situación, comiendo. Amaba estar con sus amigos.
—¿Y cómo es que, según tú, yo reaccioné? —Ha pasado un día y paras de
decirlo. ¡Incluso lo repites!
JiMin pone los ojos en blanco y Namjoon ríe por ello, provocando que los
adolescentes se separen. Naeun vé alrededor nuevamente y se levanta con
rapidez de encima de JungKook al ver a un profesor a lo lejos.
—Ten por seguro que sí. —se besan rápidamente antes de que la chica
camine lejos de aquella mesa.
—Ten por seguro que sí. —dice JiMin en un tono coqueto, imitando a su
mejor amigo.
—¿Qué tienes?
JungKook sabe que JiMin está mintiendo, pero no dice nada. Se lava las
manos y pasa un brazo por encima de los hombros de JiMin Hyung,
intentando demostrar su apoyo. —Vamos a clase. —dice, y salen del baño
de aquella forma.
—¿Qué sucede?
JungKook se dirige hacia su amigo, pero JiMin no puede moverse con tanta
facilidad. Alza la mirada, parpadeando lentamente y fijando su vista en la
figura alta y con capa negra que está de pie a lo lejos del pasillo, pero no
tanto. Aquella figura que se llevó parte de su alma hace rato, pero que
Yoongi pudo arreglar debido a que aparentemente no había sido la gran
cosa. Muerte lo miraba fijo, aún si JiMin no podía ver su escalofriante
rostro debajo de la capa negra que cubría su cabeza, sabía que ésta ya había
tomado el alma del alumno muerto, y que sólo estaba allí para demostrar
que lo observaba. A él.
JiMin sale de allí al ver llegar a los policías y dos médicos con una camilla
donde pondrían el cuerpo. Se dirige por donde regresó, y en el trayecto al
baño se quita el anillo. Segundos después, siente el malestar en su estómago
y se tranquiliza, pero sólo un poco. Quiere llorar. Una vez dentro del baño,
le pone pestillo a la puerta y se gira, observando al diablo de pie allí,
viéndose alerta.
—N-No puedo...
—Shh, no hables. —lo sostiene mejor hasta cargarlo en sus brazos y poder
subirlo a uno de los lavabos, sentándolo en éste. Se ubica entre sus piernas
y le limpia el rostro con lentitud, dejando un beso en sus labios.
—Alguien murió.
JiMin asiente lentamente y baja la mirada, con más lágrimas escapando. Sus
manos tiemblan. —L-Lo siento. Es que... hace mucho que no veo algo así.
—¿Ya no? —sorbió su nariz y Yoongi continuó limpiando las lágrimas que
salían de sus preciosos ojos verdes.
—Creí que Muerte debía de ser alguien tranquilo, que ayude a las personas
a morir en paz. —Si, el de arriba también lo cree. En la larga lista de
"razones para odiar a mi arcángel favorito" está aquello. —sonríe de lado,
presumido. JiMin se aparta un poco de su pecho para alzar la mirada y
verlo.
Yoongi tal sólo lo vé fijo antes de ver de reojo hacia la puerta y volver a ver
a su esposo. —Van a enviar a todos a casa, no tendrás que seguir aquí.
Apenas llegues, come algo y baja a tu cuarto. Allí estaré.
—Desafortunadamente para JungKook, sigo vivo. —esta vez los tres rieron.
—Papá...
Tragó saliva con fuerza, negando. —No fui yo. No tuve nada que ver.
—¿Ha vuelto?
—bastardo mentiroso. —No hay nada que temer, estoy abrumado porque
me trajo recuerdos, pero juro que ésta vez no he tenido nada que ver.
Realmente hay alguien en la escuela que asesinó a ése chico.
Yoongi cierra el libro y lo deja sobre la tapa del retrete antes de acercarse al
rizado, envolviendo su cuerpo semi desnudo en sus brazos, acariciándole
los muslos mientras pegaba sus labios contra su oreja. —Tienes frío. —
dice, mordiendo suavemente el lóbulo de la oreja del niño, trayéndole a éste
más escalofríos ante la calidez mezclada con la frialdad.
JiMin se deja completamente, rodeando el cuello del más alto con sus
brazos y poniéndose de puntitas de pie. ¿No estás molesto? —dice sobre los
labios de su esposo, el cual niega antes de apartarse.
Se sentó, y tiró de la mano del rizado para dejarlo de pie frente a sí.
Comenzó a besarlo los muslos de manera húmeda mientras le acariciaba las
nalgas y entre ellas. El niño suspiró. —Quieto... —dijo Yoongi ante el
movimiento de caderas del menor, y continuó besándole los muslos,
mordiendo suavemente y haciéndolo suspirar nuevamente.
—P-Por favor...
—Como mi niño lo desee. —dijo Yoongi aunque, siendo honestos, él
tampoco aguantaba.
Sacó los dedos del interior del niño con lentitud y lo observó fijamente,
amando como le brillaban aquellos preciosos ojos verdes, como su boquita
estaba roja, levemente hinchada y como el color en sus pómulos era un leve
rosado. —Vas a montarme.
JiMin asintió mientras llevaba sus manos a los hombros del diablo para
poder levantarse un poco. El arcángel lo ayudaba tomándolo de las caderas,
y el menor fue bajando, llevando una mano a la erección de Yoongi para
adentrarla en su interior de manera lenta. Ya no dolía, sólo le temblaban las
piernas porque se sentía... se sentía demasiado bien. Se sostuvo con sus
brazos alrededor del cuello del ente cuando finalmente el miembro de éste
estuvo completamente dentro, y aguardó unos segundos de aquella forma,
entre besos, caricias de manos y lenguas, para finalmente comenzar a mover
sus caderas en círculos. Se sentía bien, se sentía como estar en casa.
Se sentía pleno, hacer el amor con el diablo incluso se sentía puro, pero
malo a la vez. A JiMin no le importaba, tan sólo... era demasiado. Yoongi
era demasiado para él, y lo amaba con todo su corazón. Minutos después,
cuando ya ambos estaban cubiertos por una leve capa de sudor y el
cosquilleo en su vientre era demasiado, aumentaron el ritmo. JiMin fue el
primero en llegar, con un gemido agudo y entrecortado, deteniendo su
movimiento, con tan sólo Yoongi haciéndolo seguir con las embestidas.
—Te amo...
....
Feliz Navidad.
TQM.
MinMin.
XXII
Las manos del diablo estaban por todas partes, sus besos lo hacían estar más
cerca del límite, y las palabras sucias que le susurraba al oído lo hacían
sentir un niño muy, muy malo. Lo amaba tanto. Yoongi ordenó entre un
beso los movimientos de JiMin, y éste nuevamente reinició los
movimientos de sus caderas, los saltitos sobre la erección de su príncipe, su
esposo, su rey. Su todo. El joven rodeó el cuello del diablo con sus brazos,
aferrándose y mordiendo su labio inferior, con sus ojitos cerrados y ceño
levemente fruncido.
No está preparado para girarse, para enfrentar ésta charla, la cual presiente
que lo va a dejar hecho pedazos, pero lo hace de todas formas. El verde
esmeralda se encuentra con aquel profundo y frío azul y un tono sangre tan
sólo a un costado. —¿Hay algo que te impide corresponder?
Silencio. —No.
Una puntada atraviesa el pecho del más bajo y traga saliva con fuerza,
alzando un poco una ceja. —¿Nada? ¿Sólo eres tú?
—Si. —y vé, por primera vez, dolor en la mirada del rey del inframundo.
Si, ya no puede soportarlo. Las primeras lágrimas escapan de los ojos del
rizado y no puede evitar hipar. Yoongi se acerca tan sólo un poco, como si
no le gustara aquella situación. —¿Me estás mintiendo porque es necesario
o me estás diciendo la verdad? —continúa, pero se da cuenta de que está
siendo un niñito.
Por algún motivo, para el arcángel decir aquello es como si lo hubiese dicho
todo, pero a JiMin aún le cuesta entender. Sin embargo, sigue siendo dulce.
No tiene la necesidad de tratar mal a Yoongi por ésto, porque no podía
culpar a la gente por no amarlo de vuelta. —¿Y por qué nos
comprometimos? —solloza, y la mano del mayor va a una de sus mejillas.
—Extiende tu mano.
—No... JiMin no hacía ésto para recibir respuesta, no hacía ésto para
forzar... hacía ésto por su bien.
—¿Qué cambió?
Ambos se ven fijamente antes de JiMin vuelva a hablar. —Nada ha
cambiado. Yo sigo amándote, y tú no. —lo observa con dolor antes de girar
sobre sus talones y abrir la pesada puerta, saliendo del despacho del diablo
y dejando a éste allí, completamente sólo.
Desató el calcetín que cubría sus ojos cuando estuvo en el último escalón de
la escalera de su casa. Todo estaba a oscuras, era de madrugada. La
presencia de Yoongi no estaba, y ya había sentido aquello varias veces, pero
ésta vez era diferente... porque era la última.
—Nada.
—¿Estás enojado conmigo? —el rizado nuevamente niega y ambos se
apresuran a salir del salón con los demás debido a que ya no permiten a
nadie caminar libremente por los pasillos gracias al asesinato de un alumno.
Una vez comienzan a caminar, JungKook suspira.
—Lo estás.
JiMin no evita soltar una risita, una con muy pocas ganas. —Kook, no estoy
enojado contigo. Realmente no lo estoy, sólo... no pude dormir. —no
mentía.
JiMin hizo silencio por unos segundos antes de tragar saliva para responder.
—No, sólo no pude.
—No lo estoy, pero me pone nervioso el que nuestro pueblo sea chico. —
explica mientras se acomoda el cabello. —Todos conocemos a todos, y eso
significa que podría ser cualquiera.
El niño traga saliva, ahora un poco nervioso. Eso era cierto. No había nadie
en aquel pueblo que no se conociera al menos de vista. Todo se había vuelto
un desastre, y a pesar de le había dicho a su amigo que no lo tuviese, sentía
miedo. Si algo le llegaba a pasar a Namjoon, o a JungKook... por suerte sus
amigos eran listos, y no querían intentar ser rebeldes.
—Eso depende. A veces no todo se basa en decirlo, aunque nos hace sentir
bien oírlo. Hay mejores maneras de demostrar el amor.
—Proteger, dar espacio, cuidar. Hay muchas más pero, personalmente, creo
que esas son las más destacables. —se permitió opinar el castaño,
observando a JungKook en la fila y notando que a éste lo estaban
atendiendo.
—Me has dicho que, por las cosas que hace, luce como si te amara. —
responde Namjoon, esperando que sea obvio y un poco indignado al notar
que JiMin no lo comprende. —Eres una persona extremadamente insegura,
y si dices eso es porque realmente lo conoces, y puedes notar su amor. —
ambos notan a JungKook despidiéndose de Naeun.
"Soy el diablo." ¿Será que Yoongi creía que era su deber el no amar o
aceptar hacerlo? ¿Tomaba el ser el diablo como un trabajo que le costaría
más que horas laborables? Bueno, claro que sí, pero aún así era algo
terrible. ¿Acaso el diablo era igual de inseguro que JiMin lo era con sí
mismo? ¿Qué tal si Yoongi lo amaba y lo había tirado todo por estas
encaprichado con oír una respuesta? ¿O qué tal si no y tan sólo no lo
amaba? Honestamente, JiMin creía que lo primero encajaba muchísimo
más, pero su inseguridad no se lo permitía.
Y pensó en distraerse, pensó en las cosas que estaban diciendo sus amigos,
en no callarse y responder, unirse y no estar tan aislado en sus
pensamientos. Al principio no podía lograrlo, porque estaba seguro de que
nadie podría ni querría quitar a Yoongi de su cabeza, pero finalmente lo
logró, justo en el momento en que sentía una mirada en su nuca, un frío en
su espalda. Algo o alguien estaba muy cerca de él, y sabía quién era. Dejó
de comer, con su sándwich casi terminado en su mano.
Se quedó observando fijamente a la mesa e intentó mantener la calma. La
Muerte debía de estar comprobando si el diablo realmente no aparecería.
¿Cómo lo había sabido? Bueno, JiMin había salido llorando del infierno.
Tal vez se corrió la voz o... no lo sabía. Sólo sabía que la tenía justo detrás,
y que era perturbador: su presencia no era nada agradable. Fue como
cuando la tuvo de frente, inexpresiva y tranquila.
Los policías del pasillo entran a la cafetería y cruzan el lugar hasta llegar a
los profesores. El timbre suena luego de unos segundos, y todos se ponen de
pie. JiMin continúa congelado en su lugar, y JungKook se extraña por eso.
—¿Qué tienes?
Están a punto de seguir interrogando, pero uno de los profesores del último
curso hace callar a todos antes de hablar. —¡Necesito que todos hagan una
fila! Los llevaremos a la oficina del director, y allí llamarán a sus familiares
para que vengan por ustedes. ¡Todos en orden y con calma!
JiMin nuevamente solloza. Se sentía más solo que nunca. —Mami, te amo.
—Yo te amo muchísimo más, mi amor. —le da un beso en la frente y lo
acomoda en su asiento, poniéndole nuevamente el cinturón de seguridad
antes de, nuevamente, conducir.
—Vale, a olvidarse de éste momento feo. Vamos a comprar algo rico para
almorzar, ¿quieres? Puedo prepararte lo que sea que quieras.
Yoongi había archivado más de cincuenta contratos aquel día, liberó almas
que ya habían cumplido sus años en el infierno e hizo más contratos para
nuevas almas que buscaban negociar con demonios. Merodeó por los
lugares, chequeando como todos hacían sus trabajos. Mantuvo su cabeza
ocupada, bloqueó lo que no aceptaba. No le estaba prestando ni un poco de
atención a Baphomet, un demonio que iba en busca de los contratos para
repartirlos.
—¿D-Disculpe?
Entonces el diablo lo observó, con sus ojos bordó –habían estado así todo el
día–, y se puso de pie lentamente. —¿Debo repetirlo?
—¡No! No. Por supuesto que no. Ya mismo enviaré un cuervo. —el
demonio era listo.
Jamás tenía malas intenciones, aún si elegía lo malo. ¿Cómo alguien así
podía enamorarse de él? Se giró lentamente, y observó el pequeño trono al
lado del suyo. Estaba dispuesto a darle todo, incluso la inmortalidad, porque
eso era lo que él quería. Lo quería a su lado por voluntad propia, sin
obligaciones. Parecía inalcanzable el hacer al niño feliz, pero a veces,
cuando ambos terminaban de hacer el amor y Yoongi sostenía el pequeño
cuerpo desnudo de su esposo en sus brazos, JiMin lucía como si no quisiera
nada más. JiMin lucía pleno, alegre. Feliz. ¿Era muy tarde para decírselo?
Tal vez y hasta se haya conseguido otro novio, los humanos solían hacer
eso, e incluso estaban con más de una persona a la vez, sin que entre éstas
se supiera. Eso le hizo hervir la sangre, pero sus pensamientos fueron
interrumpidos cuando las puertas se abrieron abruptamente. Se giró,
desconcertado. Nadie entraba sin tocar primero.
Me puse las pilas y escribí todo el capítulo hace un rato y aquí está. Gracias
por su paciencia, ¡preparen los pañuelitos! ¿? Jejejeje
TQM.
MinMin.
XXIII
El niño abrió sus ojos debido a su hermana sobre él, despertándolo sin
ningún signo de gentileza, tan sólo un canto desafinado y molesto, pero lo
hizo sonreír. —¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz
cumpleaños olo-rooosooo, feliz cumpleaños a ti! —recibió un beso en su
mejilla que lo hizo reír silenciosamente y ocultar su rostro en la almohada,
fingiendo seguir dormido aunque claramente no era así.
Lo dejó en su mesa de noche y cerró los ojos, contando hasta diez para
luego abrirlos. No, no era el rosario. Yoongi se había ido, y aunque era
tiempo de aceptar que ya no volvería, dolía. Dolía porque él creía sus
razones válidas, el sentía que lo que hizo fue por el bien de ambos. Tal vez
alguien más podría haberlo hecho, pero dolía vivir con el miedo de no ser
amado, y Yoongi prácticamente lo había rechazado cuando hablaban del
tema.
Éste era su ancla, lo mantenía firme, en pie luego de todas las cosas malas
que hizo. Lo mantenía cuerdo, acompañado y feliz. Ahora estaba solo.
Limpió su rostro, y nuevamente lavó su rostro antes de finalizar de vestirse,
poniéndose un suéter gris sobre la camisa blanca y tomando su mochila
antes de salir de su cuarto. Apenas subió las escaleras y abrió la puerta que
lo llevaba a su sala de estar, su madre lo recibió con un abrazo cariñoso.
Lo tomó del rostro y repartió besos por todo éste. —No importa cuántos
años tengas, siempre serás mi bebé.
—Oh, si. —relamió sus labios, aunque sobre los superiores quedó un poco
de chocolate caliente.
—Jungkook me quiere allí, ayer no paraba de hablar de ello y que tenía que
ser puntual.
—¿Dónde será?
—Vale, pero ten cuidado. —llevó su mirada hacia su hija, la cual bebía
tranquilamente de su taza.
—Hyunah, ¿y Hyojong?
Eunji una a comenzar a interrogar, pero cuando su hija negó con la cabeza y
Seung entró a la cocina sosteniendo un diario y tarareando, se enfocó en
éste último para comenzar una charla. —Cariño, ¿JongSu y Jacky?
—Oh, vamos. —lo alentó Seung. —No necesariamente tienes que aprender
para usarlo cotidianamente, también puedes simplemente saber por si
alguna vez surge alguna emergencia.
Fue casi de inmediato que su padre comenzó a enseñarle todo tipo de cosas
sobre el auto: el cómo hacerlo andar, los cambios, freno, velocidad, etc.
JiMin prestaba suma atención, y pudo entenderlo pero, honestamente no
creía conducir jamás. Una vez Seung estaciona frente a la escuela del
rizado, éste último se desabrocha el cinturón y se pone la mochila.
—Tu madre me dijo que hace unos días no estuviste bien. —JiMin lo
observa de reojo, dudoso antes de asentir rápidamente. —JiMin, si tienes
miedo, puedes llamarme. No lo contengas, yo vendré de inmediato y lo
sabes.
Era increíble lo mucho que había cambiado Park Seung. Había pasado de
ser un religioso, homofóbico, abusador a todo lo contrario. Por supuesto
que JiMin no defendía aquello, e incluso le dolía decirlo, pero estaba de
acuerdo con el castigo que Yoongi le había dado, porque lo cambió. Lo hizo
ver lo que verdaderamente hay que tener, y a lo que lleva juzgar sin saber.
—Está bien... Gracias, papá. —se inclinó y le dió un besito en la mejilla
antes de bajarse del auto, cerrando la puerta. Se inclinó un poco para estar a
la par de la ventana.
—Tengo una pregunta. ¿Mamá no quiere que esté en casa por la fiesta
sorpresa?
—La hace todos los años. —Vale, sí. Pero ésta vez será diferente. Vendrá
más gente del pueblo. — comentó, y nuevamente encendió el auto. —Creo
que no deberías de decirle a tu madre.
Namjoon venía riendo ante aquello con un pequeño plato en donde había la
mitad de un pastel. —Mi hermanito ya no es hermanito. —le pasó la mano
por los rizos, haciéndolos hacia atrás y provocando que JiMin abra sus ojos
de más.
—Es mayor, es... mierda, no. Es hermanito. Sigues siendo menor que yo. —
se alejó, fingiendo restarle importancia. JiMin acomodó sus ricitos
nuevamente.
—Gracias, Nam. —se mantuvieron así por unos segunditos más antes de
alejarse y sonreírse. Nuevamente la mirada del niño fue a su mejor amigo,
el cual se encontraba viendo alrededor, concentrado.
—¿Kook?
A JiMin le ponía tan feliz aquellas pequeñas charlas o anécdotas. Las clases
pasaron más rápido de lo usual, y los tres chicos registraron su salida en la
oficina del director antes de salir del instituto, caminando entre charlas y
risas hacia la casa de Jungkook. El señor Park estaba allí, viendo la
televisión.
—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte. —JiMin lo
toma, emocionado y dispuesto a abrirlo, pero Jungkook lo frena.
—No, no. No es para que lo abras ahora, es para que lo abras cuando... Oh,
a la mierda. ¡Ábrelo, ábrelo!
—Tú, yo... ¿En serio? ¡¿En serio?! ¡Oh, Dios! —rió alegremente antes de
lanzarse a los brazos de su mejor amigo, ambos fundidos en un abrazo. —
Gracias, gracias, gracias.
—Espero que sea mejor que una guitarra. —bromeó el de ojos marrones
antes de que ambos se apartaran.
—No tan obvio como para tomarlo a la ligera, pero lo suficiente como para
no sorprenderme. —ambos ríen mientras JiMin niega lentamente. Aún
quería llorar.
Si, tal vez lo estaría. Namjoon salió de la habitación minutos después desde
aquella charla, cargando una pila de cuatro cajas e intentando no tropezar.
Jungkook se puso de pie de inmediato y le ayudó con dos. —¿De qué
hablaban? —preguntó Namjoon, sonriéndole a Jungkook en modo de
agradecimiento.
Éste último abrió sus ojos de más, algo pasmado. —... Oh. Oh, mierda.
—¿Qué? ¿De qué hablan? —preguntó Jungkook, pero al ver a Namjoon tan
serio su mirada fue rápidamente a la de JiMin, también abriendo sus ojos de
más.
—¡Estás enamorado de alguien! ¡Es por eso que estabas triste! —de repente
la expresión del adolescente cambió a una de pánico mientras reafirmaba el
agarre en las cajas.
—Oh... Oh, no. Por favor, dime qué no estás enamorado de mí e hice una
estúpida broma que te dañó.
JiMin tragó saliva con fuerza y limpió una lagrimita que caía por su mejilla.
—Gracias. —dijo.
—No agradezcas, JiMin. —dijo Jungkook, también sentimental.
—Nam, vamos.
JiMin se encaminó hacia la iglesia, pero no subió los escalones de ésta, más
bien, la rodeó, justo como decía en el mapa. Podía oír música a lo lejos, y
mientras más se adentraba al bosque, más audible y reconocible era. Se
encontró moviendo la cabeza. Solía oír esa canción cuando le tocaba la
limpieza en su cuarto, porque era muy animada, para oírla en los buenos
días. Continuó avanzando, y el sonido se volvía aún más fuerte.
Era aquel malestar que sintió aquella noche que durmió mientras creía que
el diablo le acariciaba el cabello y no era así, o cuando intentaron quitarle la
vida en la bañera. Tomó una respiración honda antes de girarse de golpe, y
se encontró cara a cara con Naeun, la cual le sonrió de manera lenta y
escalofriante.
—Feliz cumpleaños.
No podía ser el que todo lo bueno durara poco para él. Estaba tan enojado, y
tan, tan, tan asustado. —¿Qué debería sospechar? —dijo, sin verla pero
teniéndola bastante cerca.
Se armó de valentía. —¿Que eres una perra? —jamás había llamado a una
mujer así, y no lo hacía.
—Tal vez debería de verme más triste, más rota y rechazada. —fingió un
tono triste antes de girarse aún con la cuchilla en su mano.
—No importa eso, realmente. Lo único que importa aquí es que sepas que
no soy el malo de la historia. —negó lentamente, viendo fijamente los ojos
verdes del menor.
— Realmente, no lo soy. Tú sí lo eres.
JiMin intenta no verse muy obvio al notar que Namjoon comienza ponerse
de pie silenciosamente, sosteniendo en una de sus manos una botella de
whisky. —En primer lugar... —prosiguió el demonio, apuntando el pecho
del rizado con la cuchilla, presionando levemente para herirlo.
—... tú fuiste quien corrió a los brazos del demonio cuando nuestro querido
Bonhwa... —hizo una pausa y llevó su mano libre a su corazón, asintiendo,
con una falsa expresión de lamento.
—... que en paz descanse, engañó a tu familia. Era un simple castigo, sólo
unas quemaduras en la piel. Es una gran diferencia a morir desangrado
porque te arrancaron el pene, ¿verdad?
—Mira, yo lo intenté.
Realmente lo hice, pero siempre que lo intentaba... allí estaba él. Incluso
con sus cuervos. Siempre vigilándote, y yo no podía arriesgarme tan rápido,
sé reconocer que no tengo la misma cantidad de poder que él, pero soy muy
bueno escondiéndome: primero en aquella dulce niña, luego en el idiota del
novio de tu hermana, he estado en el padre de Jungkook, y oh, incluso he
estado en Namjoon. —llevó la cuchilla al cuello del menor, y la piel de éste
se erizó más de lo normal.
—¡¿Por qué no abres tu regalo, ah?! —apunta hacia una dirección detrás de
JiMin, pero su brazo se tuerce debido a que Namjoon continúa, dejándola
temblando, con los ojos cerrados y gritando.
—Ab insidiis diaboli, libera nos, Domine. Ut Ecclesiam tuam secura tibi
facias libertate servire te rogamus, audi nos.
Medio inclinado por el dolor bajo su costilla y notando que Namjoon tenía
el control de la situación, se gira hacia donde el demonio había apuntado.
Siente un escalofrío atravesar su columna vertebral al ver una bolsa negra,
la cual llevaba algo dentro. No. A tropezones, lentamente, se encaminó
hacia la bolsa, y a medida que se fue acercando, pudo observar una mano
fuera de ésta.
No. No, no, no. No. No. Se balancea a centímetros de la bolsa. No puede
ser. Le ha dejado de doler el cuerpo, ahora sólo algo arde profundamente en
su pecho, algo de lo que no se recuperará jamás en su vida. Jamás, jamás
Con temor, su mano temblando, ya sabiéndolo, abrió la bolsa del todo. Su
aliento se cortó. Si, por supuesto. JiMin les había quitado a alguien, y era
claro que harían lo mismo con él.
Era claro que el demonio buscaría a lo más cercano que JiMin tenía como
familia ya que éste estaba siendo protegido por Yoongi. Y no entendía cómo
de repente todo había dejado de doler, como si fuese que le quitó los
sentimientos y el dolor físico. Shock, frío, pérdida de sangre, aunque
probablemente sea el cuerpo sin vida de Jeon Jungkook, cortado, más
manchado de sangre que él, con sus ojos abiertos y perdidos en un punto del
bosque. Fue instantáneo el de dejar de temblar, y se giró lentamente viendo
a su otro amigo.
Namjoon frunció su ceño antes de ver detrás del rizado, y éste último pudo
ver los ojos castaños del chico llenarse de lágrimas. Las manos de JiMin
tomaron las muñecas de su amigo. —E-Escúchame. —Namjoon
nuevamente lo observó, y sollozó, asintiendo y con lágrimas cayendo por su
rostro.
—JiMin, es Jungkook...
—Nadie va a creernos. Nam, por favor. —ambos se observan fijamente.
Sabían que ésta sería la última vez que se verían. —Adiós, JiMin. —se le
entrecorta la voz antes de besarle la frente al menor y alejar las manos del
rostro de éste, dando unos pasos hacia atrás y pasando por un lado del
cuerpo de Naeun.
—Llévatela.
Namjoon asiente y se inclina, pasando sus brazos por debajo del cuerpo de
la adolescente, cargándola en sus brazos y caminando fuera de aquel lugar
sin mirar atrás. La mirada del rizado permanece perdida antes de girarse
nuevamente, en dirección a aquella bolsa. Observa el cuerpo de su mejor
amigo, y a pesar de que no siente nada, las piernas le tiemblan y cae de
rodillas al suelo, rendido.
La casa de los Park estaba repleta de gente del pueblo. La música era
tranquila, todos estaban bebiendo y comiendo, charlando entre ellos.
Hyunah conversaba con sus amigas en el sofá, Seung hablaba con JongSu y
Jacky, y Eunji iba de un lado a otro, fijándose que todos tuviesen lo que
deseaban, conversando con algunas mujeres de la iglesia. Un portazo
provino de la puerta principal, junto a muchos jadeos de horror.
Allí estaba su hijo: con su rostro golpeado y repleto de sangre, pálido, con
su ropa sucia por la tierra y una gran mancha de sangre en su camisa.
Respiraba hondo, con sus ojos muy abiertos, pánico en su expresión. Seung
dejó todo, acercándose.
—¡No me toques!
Y, como por arte de magia, el hombre sale disparado por los aires,
golpeando su cuerpo contra una pared antes de caer al suelo. Todos parecen
sentir aquel malestar, que para ellos era lo peor, pero para JiMin... Oh, para
JiMin era un alivio. Eunji dió un paso hacia atrás asustada.
Alza su mano y mueve levemente sus dedos, provocando que todas las
puertas se bloquearan. Ahora tan sólo tenían la sala, no había donde escapar.
—Bueno, que comience el show.
Hizo falta un chasquido de sus dedos para que las cosas comenzaran a
destrozarse y moverse bruscamente de lugar, dañando a todo el se
interpusiera entre éstas. Los focos estallaron en pedazos y el diablo podría
ver a través de la oscuridad. Se giró con elegancia y subió los escalones,
sosteniendo a su niño en su pecho y oyendo los gritos de susto de los Park y
las pocas personas que quedaron en la sala. JiMin se quejó en los brazos de
éste, retorciéndose de dolor.
—Shh, shh. —el diablo lucía asustado por primera vez en su vida.
—Yoon...
Por supuesto que lo era. Nada de ésto hubiese pasado si no fuese por él.
Yoongi acerca su rostro y las narices de ambos se rozan. —No lo es. —
gruñe.
El niño negaba, con sus ojos cerrados. Se negaba a ser curado. —¡JiMin!
—¡No!
—JiMin, mírame o voy a matar a tu jodida madre. —si JiMin moría, los
mataría a todos.
Se observan por un momento antes de que JiMin vea detrás del diablo y
apriete su agarre en el brazo de éste, el cual gira su rostro para observar
aquello que atemorizaba tanto a su niño favorito. Descubrió a La Muerte de
pie, tan sólo observando. —No. —Yoongi sostuvo a su niño mejor, contra
su pecho.
Yoongi cubrió las orejas de JiMin ante aquel sonido que podría afectarle en
su estado, y luego lo observó por completo, finalmente notando la camisa
con una gran mancha de sangre. La levantó, y observó el corte y la sangre
fluyendo de ésta.
—Yoongi...
—No voy a dejarte morir, ¿me oyes? Soy el jodido diablo, y yo decido ésto.
Yo decido si mueres o no, ¿entendido?
Claramente sabía que no era así, no tenía ningún control sobre las
decisiones del niño y por ende no era quién para decidir si continuaría con
vida. Pero es que él... él no... —JiMin, no soy nada sin ti.
—Lo siento por ésto, pequeño. —dijo, y ambos se ven fijamente. —Déjame
salvarte.
Si, así curaría a su niño pero, mientras... ... ésto iba a ser tan divertido.
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Estuve más de 2 horas escribiendo y me duele mi espalda. Tengo que decir
que me dolió más escribir la muerte de Jungkook que leer la del personaje
original, hasta lloré un poquito....
Ay, eso me pasa por tomar esta adaptación sin haber terminado de leer la
novela originla....
TQM.
MinMin.
XXIV
JiMin estaba vivo. Apenas. Pocas veces los ángeles tenían el permiso de la
otra persona para poseerla, pero a Yoongi todo le daba igual. Yoongi no
podía dejar morir a JiMin, simplemente no era lo correcto, éste no era el
destino del niño y, honestamente, poco le importaba si lo era.
Iba a salvarlo por las buenas o por las malas. Los arcángeles eran fuertes,
JiMin se curaría de inmediato si el diablo quería. Estaba maldito, pero aún
podía sanar humanos, aunque jamás lo había hecho antes. El niño había
sido el primero. Suspiró. Era extraño ser más bajo, era extraño ser su
esposo. Bajó los escalones que lo habían llevado a la azotea, y nadie estaba
en el segundo piso.
El padre William llevó su mano hacia el diablo en el cuerpo del niño, pero
éste último fue más rápido, y antes de que el mundano pudiese siquiera
recitar algo, lo hizo volar hasta pegarlo contra la pared de manera brusca y
dolorosa.
—No me digas qué hacer, viejo estúpido. —a pesar del insulto, continuaba
sonando tranquilo.
—Yo les explico, tomen asiento. —disimuló un tono amable antes de mover
su mano.
Los sillones del lugar se movieron bruscamente hacia donde estaban los
mundanos, y éstos fueron sentados a la fuerza a excepción del padre
William, el cual continuaba pegado a la pared. Yoongi comienza a caminar
lentamente por la sala.
¿Es que acaso los humanos eran así de estúpidos? Si bien Yoongi era el
diablo, y cuando JiMin y él habían hecho el trato, el niño era suyo, luego de
aquello simplemente era una persona. Claro, Yoongi solía decirle a JiMin
que éste era suyo, que le pertenecía, porque al rizado le gustaba oírlo, pero
sabía perfectamente que no era literal.
JiMin no era de su propiedad, no era su esclava o su juguete, era una
persona. Era su esposo, su debilidad humana, su alma gemela y aún así, no
le pertenecía. Y realmente no iba a responder a esa estupidez, pero entonces
el anciano de la iglesia nuevamente habló. Yoongi poco a poco dejaba ir
aquella paciencia que contenía hasta que su niño se curara.
—Dios es misericordioso y-
—A Dios le importas una mierda. —se mete ambas manos en los bolsillos
del pantalón, girándose para ver a los Park. —A Dios le importan una
mierda, y por eso estoy aquí.
—De acuerdo, ¿saben qué? —sacó una mano del bolsillo delantero del
pantalón y chasqueó los dedos.
Fue algo tan simple como aquello que hizo explotar la cabeza del padre
William, salpicando sangre y trozos a su alrededor, manchando la camisa y
el rostro de JiMin. Eunji y Hyunah se quedaron calladas de inmediato, con
la respiración agitada por el miedo a ser las siguientes, afectadas por el
impacto.
—Ji-JiMin...
Yoongi estaba disfrutando del daño psicológico que les provocaba a los
Park, porque llevaba soportándolo demasiado tiempo. La mujer frunció su
ceño con confusión mientras le temblaba el labio. Era realmente muy
parecido a JiMin, pero no. Ni era JiMin.
—¿E-Esposo?
El diablo siempre había sido ése miedo que está alrededor, pero te dices a ti
mismo que no existe, y lo imaginas como un hombre de risa histérica, trino
en mano y muertes por doquier. Sin embargo, aquí estaba: sentado frente a
ella, calmado, sabiendo qué hacer, qué decir, formando caos con una
perturbadora tranquilidad y usando de traje a su hijo.
A su bebé. Éste la veía fijamente, y allí fue cuando Eunji entendió que
JiMin no estaba allí. —¿No te lo dijo? —hablaba tranquilo, fingiendo
indignación y alzando ambas cejas.
—¿Puedes darte una idea de todos los problemas que ha atravesado tu hijo?
—continuó el diablo, sin apartar su mirada de los ojos de su suegra.
Eunji notó que el diablo dentro del cuerpo de su hijo veía fijamente a su
esposo. Aquello significaba caos silencioso, de nuevo. —Somos su familia,
nos corresponde estar para él. Sé que no... sé que no siempre ha sido así,
pero lo será. —intentó tranquilizar a aquella cosa que manejaba el cuerpo
de su hijo.
Yoongi se puso lentamente de pie, dando dos pasos hasta estar frente al
padre de su niño. Se inclinó, apoyando sus manos en los apoya brazos del
sofá individual en donde el mundano se encontraba sentado, y quedó con el
rostro de JiMin a centímetros del de Seung, viéndolo fijamente a los ojos.
Los del rizado estaban bordó, oscuros y con las pupilas muy dilatadas.
Eunji jadeó, asustada al ver tal escena mientras Hyunah sollozaba. —Aún
tiene cicatrices en su espalda, producto de tu estupidez. —escupe,
moviendo su mano.
Ésta vez Seung sale expulsado hacia el otro lado de la habitación, chocando
contra la pared y golpeando una mesa, provocando que las cosas en ésta
cayeran. —¡Seung, no!
—¡Papá!
—Si fuese por mí, hubieses pasado toda tu eternidad en el infierno, pero tu
hijo te salvó, y así se lo pagaste: no estando para él.
Tal vez sólo para una despedida. Sin más, cayó al suelo y, lentamente, fue
quedando inconsciente, sintiendo el cuerpo de su niño temblar
descontroladamente y oyendo los gritos de la familia Park. Todo era bonito
en aquel lugar. El sol pegando en algunas partes, la brisa primaveral que no
daba frío, tan sólo refrescaba.
Todo olía a flores, y su humor mejoraba debido a las risas de los niños a lo
lejos, jugando en los columpios. Él se encontraba bajo un gran árbol. Había
estado allí muchas veces en su vida, años atrás, y siempre iba al mismo
lugar. Oyó unos pasos acercarse lentamente, a alguien sentarse a su lado, y
pudo reconocerlo incluso sin la necesidad de girarse. Una dulce sonrisita
cuadrada se hace presente en sus labios antes de girar su rostro y observar a
su esposo, el cual se sentó a un lado suyo y lo observó fijamente.
—Yoon...
Yoongi no evita sonreír de lado. Luce tan bonito, tan calmado. Tiene
pequeños pétalos de flores entre sus ricitos, los cuales se ven más claros en
la luz, al igual que sus ojos. No puede evitar tomar su pequeña mano y,
lentamente, comenzar a besarlo los nudillos, sin dejar de mirarlo. JiMin
siente cosquillas en su estómago, y suspira, embobado. Quiere quedarse así
por siempre. Finalmente, Yoongi aleja la mano de su esposo de su boca,
pero no la suelta.
—Hey... —JiMin estaba tan de buen humor que hasta bromeaba con
ofenderse, alzando el rostro y entrecerrando tan sólo un ojo debido a la
fuerte luz del sol.
—Yoon, tú... tú no debes de decir eso. Tú no eres malo. —abre su boca una
y otra vez, pero nada sale.
Está desesperado, porque no sabe cómo hacerlo sentir mejor. —Yo sé... que
no has recibido amor en mucho tiempo, probablemente toda tu existencia,
pero te aseguro que ahora sí. Eres amado, yo te amo más de lo que alguna
vez alguien amaría. —traga saliva con fuerza. —Y eso es todo lo que
importa.
No quiere ver más, no quiere recordar eso. No puede ser. ¿Todo había sido
real? —JiMin...
El día parece nublarse notablemente, la brisa se vuelve fría, las risas de los
niños inaudibles. Es invierno, pero no uno bonito, sino uno frío, donde no
hay un lugar cálido para relajarse. El rizado niega lentamente mientras las
lágrimas no tardan en caer por sus mejillas.
—Yo... estar aquí me hizo olvidar. Parecía una nueva vida, quiero decir...
quería que lo fuera. —su voz se corta un poco y toma una profunda
respiración para controlar el llanto.
—Lo sé, amor. —si JiMin no estuviese tan arruinado, si JiMin se hubiese
conservado como hace minutos atrás, ahora estaría brincando por aquel
apodo. Negó.
—No es así...
—Yoon, he matado a JungKook. —dice.
Ni él mismo puede creer cómo pudo decirlo en voz alta, con tanta
normalidad, cuando se está muriendo por dentro. Un silencio se hace
presente mientras Yoongi lo sostiene, negando. —Yo lo hice. Esa cosa vino
por mí, y lo encontró. La descuartizó vivo, metió su cuerpo en una bolsa... y
aún sigue allí. —no entiende cómo, pero, por alguien motivo, no parece
enloquecer.
Yoongi no puede hacer otra cosa más que estrujarlo contra su pecho. Puede
sentir el dolor de su niño como si fuese propio, y era debido a la gran
conexión entre ambos. Era una de esas pocas veces en las que el arcángel se
quedaba mudo, pero ésta vez fue diferente: no se quedó sin palabras, pero
supo que no había nada que sanara aquella herida, y quería protegerlo.
Quería protegerlo de cualquier cosa. Debió haberlo protegido, debió haberlo
cuidado más.
—JiMin, no hay nada que yo diga que pueda arreglar éste daño. —llevó una
mano a los ricitos de su esposo, acariciándolo con cuidado, como si fuese
tan frágil como para quebrarse con el más mínimo toque. Debía de ser
cuidadoso, como nunca había sido.
—Te... Te amo.
Para JiMin, Yoongi era el amor de su vida, y Yoongi, JiMin era el amor de
su existencia. Su alma gemela. Lo había sentido siendo tan sólo un alma, el
momento en que fue creado. Lo sintió en su pecho, y éste sentimiento lo
llevó a él.
Fue como un llamado del destino, algo a lo que no podía ni quería negarse.
Largos minutos después, se aparta y le limpia mejor las lágrimas a JiMin.
Ahora se encuentra serio, viendo fijo al rizado, y éste sabía que cuando
Yoongi tenía aquella mirada era porque diría algo que no quería ni podía
repetir dos veces.
—Pero volveré.
—No. Mírame. Mírame, JiMin. Lo haré. Prometo que lo haré. Voy a volver,
debo volver... Debo regresarte.
—Y-Yoon...
Oye la voz de su esposo decirle algo, pero no pudo descifrar qué. Cayó
dormido. Días después, finalmente sus ojos se abrieron. Parpadeó
lentamente, observando a su alrededor. Habitación blanca, algo inyectado
en su brazo, alguien con delantal acomodando cosas a su lado. Hospital.
Estaba en un hospital. ... Oh.
Claro que recordaba... ... pero por algún extraño motivo, no le afectaba. —
Si. —responde. Hasta su voz suena extraña.
—¿Qué día es? —Han pasado cuatro días desde el incidente. —responde la
mujer, anotando un par de cosas en su libreta.
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Eu, yo la voy leyendo a la par de ustedes asi que también me dejo asi: :O
MinMin.
XXV
JiMin ya era conocido en aquel hospital debido a las miles de veces que sus
padres lo habían llevado, y más últimamente por todo lo sucedido, así que
las personas realmente sospechaban algo extraño.
Así fue: David llegó, bendijo cada lugar de la casa, limpió toda mala vibra –
la cual aseguró que había, y mucha–, y también chequeó a JiMin. Éste
permitía que hagan lo que quisieran con él, porque poco le importaba.
Nada. Pero, aún así, no estaba seguro. Necesitaba una confirmación, porque
podía estar en shock. Se fue a dar un baño, se vistió, y ordenó su habitación.
Cambió los muebles de lugar, e hizo espacio en la mesa donde hacía su
tarea de la escuela, quitando los vinilos escondidos de debajo de su cama y
acomodándolos de manera ordenada.
¿Por qué los ocultaría? Ya ni tenía miedo. Luego tan sólo subió a comer, y
no tenía hambre, pero lo hizo de todas formas.
Buscó una taza, su té y puso agua a hervir antes de buscar el azúcar. Oyó a
su madre sorber su nariz. —JiMin... tenemos que hablar. Por favor, siéntate.
—¿Qué querían?
—Lo siento mucho, mi cielo. —le dió un suave apretón en la mano antes de
soltarlo.
JiMin puso el saquito del té sobre una servilleta. —La policía, ellos...
querían hablar contigo. Les dije que estabas algo delicado, si podrían, por
favor, hacerlo luego. Accedieron, tú sabes, nos conocen de toda la vida. —
nuevamente estaba limpiando sus lágrimas.
No sólo eso, sino que si aquello salía a la luz, además de que ella y su
familia podrían no ser bienvenidos en la iglesia y pueblo, JiMin iría a la
cárcel. Y apostaba lo que fuese que, por la manera en la que habían
encontrado el cuerpo de JungKook, lo ejecutarían de inmediato en la silla
eléctrica. No podía permitir eso, porque ése no era su niño. No era su bebé.
—... Yo-
—Así que Yoongi mató a Bonhwa. —siguió hablando.
Su madre sollozaba bajo. Estaba perdida, no tenía idea de qué hacer porque
su muchacho estaba actuando como un completo loco, y luego de haber
visto todo lo que vió aquel día, le creía. Sabía que era verdad, pero los
demás no le creerían. —¿Cómo... Cómo haré? Eres sospechoso, JiMin.
Quieren hablar contigo. — alzó un poco su voz, temblando e intentando
calmar su respiración.
Se giró sobre sus talones para ver a su madre, la cual lo veía sorprendida,
hasta con algo de miedo. —No tengo miedo de morir, y no hay manera de
que crean que un demonio lo mató.
—JiMin, alguien debe salir perjudicado en ésto... y no serás tú. Tú... eres mi
amor. Eres mi adorable pequeño. Necesito protegerte, porque no mereces
más cosas malas. Necesitas cuidados.
—¿Qué harás?
Esa fue, ésta vez en definitiva, la última vez que lo vió. "Yo esperaba en
casa de JungKook con el señor Park, éste me llevó al supuesto lugar donde
me harían la fiesta sorpresa. Cuando llegué no encontraba a Namjoon,
tampoco a JungKook. Finalmente lo encontré en la bolsa, con su cuerpo
descuartizado y..." negó, fingiendo dolor. "Namjoon llegó después, ambos
quedamos en shock. Aún no podemos creerlo, y no sabemos quién fue."
Y así fue como, con el paso de los días, la policía continuaba buscando,
pero no realmente. Nunca les importa demasiado. Los días pasaban. JiMin
había vuelto a aquella biblioteca en donde encontró el libro de invocación
para llamar a Yoongi, queriendo resolver aquel asunto del cual no estaba
seguro. ¿Realmente su alma había desaparecido?
Allí estaba su supuesto esposo, de pie cerca de la cama, con sus ojos
celestes y un cuarto bordó viéndolo con anhelo. Lucía como si no lo
hubiese visto en un largo tiempo, como si quisiera tomarlo en brazos,
apretarlo contra su pecho, oler su cabello y quedarse así por siempre.
JiMin lo observó tan sólo unos segundos antes de girarse y dejar los libros
sobre su escritorio, con cuidado. Acomodó un poco éstos para que no
cayeran.
—Mírame.
Su esposo lo observó fijamente, tan sólo parpadeando muy lento. Vió más
allá, y no encontró nada. Las pupilas de JiMin no tenían brillo, pudo incluso
sentirse atrapado en aquel núcleo de nada misma. No había nada en
aquellos ojos que amaba.
Decidió esperar para volver, aunque había enviado un cuervo. Sabía que su
niño favorito iba a estar derrotado, y tenía que cuidar que no se hiciera nada
hasta que pudiese regresar. El tiempo en el infierno era mucho más rápido
que en la tierra, así que había pasado aproximadamente un mes. Ya no
aguantaba, estaba muriéndose –aunque sabía que aquello no era posible–
por verlo, por tenerlo.
Así que, sí. Ésto era una sorpresa, una sorpresa para nada agradable, y que
hizo que sus ojos se volvieran bordós en menos de un segundo. JiMin alzó
un poco sus cejas. —¿Notas algo raro? ¿Tú puedes notarlo? —la mano
repleta de anillos del diablo dejó el mentón de su niño favorito y dió un
paso atrás.
"—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte. No, no. No
es para que lo abras ahora, es para que lo abras cuando... Oh, a la mierda.
¡Ábrelo, ábrelo!"
—¿Qué tal, ah? ¿Crees que podríamos irnos a Seúl y llegar a tiempo para el
show de Frank Sinatra?
Relamió sus labios, entrecerrando un poco sus ojos antes de volver a meter
las entradas al sobre, guardándolo dentro de un cuaderno antes de dejar éste
en la mochila, junto a un bolígrafo. Se puso de rodillas frente a la cama y
sacó una caja de debajo de ésta, la cual estaba llena de cassettes, cassettes
los cuales llevaban guardados por un largo tiempo.
Tomó algunos que podrían servir, y los metió a la mochila. Se puso de pie y
caminó hacia su mueble, abriendo los cajones y sacando ropa. El diablo lo
observaba fijo, analizando los movimientos de su pequeño. —¿Qué haces?
JiMin sonríe de lado. —Lo que debería de haber hecho hace mucho tiempo
en vez de andar llorando y refugiándome en ti. —dice, y finalmente cuando
termina de doblar su ropa, la mete en la mochila y cierra ésta.
Yoongi intenta calmar aquella impaciencia en su pecho mientras lo ve
caminar al armario y tomar un abrigo de jean marrón oscuro, poniéndoselo
sobre la camisa blanca que llevaba. Maldición, se veía muy bien. —¿Y qué
es eso que deberías de haber hecho?
JiMin finaliza de acomodarse frente a su espejo, y hace sus ricitos hacia una
lado antes de girarse y ver al diablo. —Irme. —se acerca a la cama para
tomar la mochila, la cual sale disparada por la habitación.
Por supuesto que sí, no sentir nada era lo mejor. Ambos se observaron
fijamente por unos segundos, en silencio. —Yoongi... Voy a salir por ésa
puerta. No puedes impedirmelo.
—Si, puedo. —su mandíbula lucía tensa mientras las cosas de la pared
comenzaban a temblar.
Finalmente el diablo se apartó, relamiendo sus labios antes de lamer los del
contrario. —Te ves condenadamente caliente cuando todo te importa una
mierda... pero te prefiero hablando sobre lo bien que te hace sentir estar en
mis brazos. —nuevamente se aproximó, rodeándole la cintura para atraerlo
a sus brazos.
—No la necesito.
—Oh, nada. Salí temprano de la escuela. —miente, sonriendo con tan sólo
alzar las comisuras de sus labios.
Seung entrecerró sus ojos, confundido. Su hijo jamás le había pedido que le
hiciera algo pero, ¿quién era él para negarselo? —No, por supuesto. Te haré
un té. —dijo, y luego de unos pequeños segundos giró sobre sus talones y
se dirigió hacia la cocina, perdiendo de vista a su hijo.
De acuerdo, sólo habían falta veintiséis calles y media para poder salir de
aquel pueblo, finalmente entrando a la carretera, camino a Seúl. Dejó el
mapa y aceleró con más confianza. No tenía miedo, porque todo parecía
estar saliéndole excelente. Decidió poner "play" al cassette que ya estaba en
el auto. Dominique, nique, nique... Frenó en seco.
Devil in Disguise. ¿Se sabía la letra? Si. ¿La oía con pasión o emoción? No.
Ahora, tan sólo era una canción más, tan sólo era algo que escuchar, y
pretender cantarla con ganas no iba a hacer que realmente suceda.
Finalmente había salido del pueblo, y había sido tranquilo. Ninguna
persecución, ningún problema. Había sido tan fácil, y se preguntó qué le
impedía hacerlo antes. ¡Demonios!
—... No está.
Yoongi tensa su mandíbula. Quiere matar a alguien. —Tu alma no está frita,
porque no ha estado en La Fosa, o tal vez sí, pero un periodo demasiado
corto. No está arruinada.
El diablo tensó aún más su mandíbula ante la pregunta sarcástica, muy poco
tomada en serio de su niño favorito. La mujer de aquella cafetería depositó
la taza de café y las galletas en la mesa. JiMin ésta vez agradeció y tomó
una galletita, mojándola en el contenido de la taza.
—¿Estás seguro de que no vas a ordenar nada, chico? —la mujer escribe
algo en su pequeño anotador antes de ver al diablo.
—... Sí.
—Perfecto. —se la quedó viendo fijamente por unos segundos antes de que
la señora asistiera, se girara sobre sus talones y se fuera.
....
Wey, que se sentira no tener alma? Creo que no habría dolores, tristesa,
simplemente nada...
MinMin
XXVI
—Es un caballero. —le dice a aquel otro joven, refiriéndose al cajero antes
de irse de la tienda, haciendo sonar una pequeña campanita que colgaba de
ésta.
El castaño que cargaba la caja se giró hacia el chico del mostrador, alzando
y bajando las cejas. —Ella realmente te ama. —dice de manera coqueta,
sonriendo de lado mientras caminaba hasta un rincón del lugar, dejando la
caja en el suelo.
—¡Work it o
No fue nada así. Ya lo había visto antes, cuando fue controlado por el
mismísimo Dios. Vestimenta negra, ojos color sangre, mirada fría, un poco
desesperada. Un arcángel, el arcángel. El diablo. Éste no lucía para nada
como la primera vez que lo había visto: continuaba pareciendo calmado, a
excepción de sus dos ojos más abiertos de lo normal. Su mirada era
desquiciada, como si no fuese a tolerar una pequeña cosa más.
—¿Jin?
—¿Qué le haces? —el castaño alzó su voz al hombre frente a él, el cual le
daba la espalda.
Tenía miedo, pero Jin era su mejor amigo. No permitiría que nada malo le
pasara. —¡Suéltalo!
Yoongi fue más rápido. Tan sólo movió su otra mano, y el cuello del
castaño se partió. Su cuerpo cayó al suelo, sin vida. —¡Hobi! —sollozó
parpadeando y con sus lágrimas cayendo por sus mejillas.
Yoongi pareció congelarse por unos largos segundos, con los fuertes
sollozos del rubio retumbando en su cabeza, carcomiéndolo, haciéndolo
entender. ¿Ésto era? ¿Ésto era en lo que se había convertido? ¿Un rey del
inframundo con compasión? Por supuesto que no. Era sólo... ... JiMin jamás
lo perdonaría por ello. Bajó su mano mientras observaba al rubio caer
bruscamente, gimiendo de dolor entre fuertes sollozos.
¿Cómo había sucedido aquello? Hace tan sólo unos segundos estaba
cantando alegremente su canción favorita, coreando a la persona que
amaba, a la que había estado a su lado desde jardín de infantes. Su
esperanza. ¿Cómo fue que terminó así? ¿Era su culpa?
Yoongi lo sigue con la mirada, cada vez más perdido. Nunca creería
demostrarse para los demás tan vulnerable, pero ahora lo estaba, y no le
importaba tanto como para aparentar. —Así es. Pero cuando fui al infierno
a buscarla no la encontré, y uno de mis demonios me informó de que ya
habían llevado el alma nuevamente a su cuerpo.
—No te culpo por creer en ello, pero tal vez si tú no hubieses sido como
eres, ellos no tendrían motivos para caer en tus manos, por lo cual yo no los
abandonaría.
—Está bien. —Hoseok ríe un poco, sin ganas, y sostiene más cerca a su
amigo mientras vé a su alrededor. Mierda.
Nunca había conducido tanto en su vida, y para ser una de las primeras
veces, le estaba yendo bastante bien. El niño había estado conduciendo por
horas, y horas. Podría seguir, pero no era ningún torpe. Sabía que se
debilitaría si no comía o dormía adecuadamente, aunque no sentía hambre,
ni sueño. Detuvo el auto luego de adentrarse a un camino de tierra, saliendo
de la carretera, por un bosque.
Sintió su presencia apenas apareció, pero tan sólo mantuvo sus ojos
cerrados, nuevamente suspirando. —Hola, Yoon. —saluda.
Los ojos del rizado se abrieron antes de girarse para ver al arcángel, el cual
lo observaba fijamente. Éste continuaba con sus ojos bordó y,
honestamente, habían estado así desde que JiMin no tenía alma. —Yoongi,
¿qué si no quiero mi alma de vuelta?
—No siempre serás así de tranquilo. El no tener alma puede traer aún más
oscuridad de la que ya llevas. Además... simplemente no puedo permitirlo.
No es justo un final así. No para ti.
Claramente no iba a sentir nada, sabía lo que era no tener alma, bueno... no
exactamente. En su caso, había estado apagada, pero sabía lo que era no
sentir.
—A lo que voy es que... ¿Qué crees que suceda cuando tenga mi alma de
vuelta? Porque no puedo sentirlo, pero sí puedo describir cómo dolía. La
muerte de Jimin acabó conmigo. Recuerdo haber pensado "quiero morir
ésta noche, realmente quiero morirme", y recuerdo haber creído merecer
todo. Recuerdo llorar, y no poder dejar de hacerlo, porque no dejaba de
doler.
—Te pedí que me dejaras ayudarte, porque no podía dejarte morir. Sé que
dijiste que sí porque me amas... pero también sé que me aceptaste porque
tuviste esperanzas de que te salvara. Quieres ser salvado, y quiere vivir, y
sanar. Quieres amar, y sentirte amado, porque por eso me conociste. Querías
amor.
—No es sólo eso. Hay más razones por las cuales no deberíamos: ¿Tú
presencia? Sin alma, no me afecta que te pases horas pegado a mi lado. No
me deterioro.
—Si, pero es más soportable ahora que estoy de ésta manera. —responde,
cortando un poco su respiración ante el fuego que sentía en su piel,
finalmente yéndose de manera repentina, haciéndolo exhalar.
JiMin rodea el cuello del arcángel con sus brazos, y Yoongi tira un poco
más para finalmente tenerlo sobre su regazo, con las dos piernas del rizado
del mismo lado, estiradas en el asiento. —Ahora también lo soy, sólo que
un bebé al que le da igual todo. Uno más fuerte... —ladea la cabeza cuando
Yoongi acerca su boca a la del niño.
—Lo sé. —Yoongi asintió mientras metía sus manos por debajo de la
camisa del más bajo, acariciándole la cintura.
—Yo me encargaré, yo te volveré a traer, porque mereces un final feliz,
Minnie.
Éste último no dudó en cerrar sus ojos, listo para conciliar el sueño el cual,
con el paso de los días, era aún más difícil que suceda. Suspiró. —... Sólo
apresúrate, antes de que cambie de opinión. Antes de que la oscuridad
absorba lo que queda de mí...
....
MinMin.
XXVII
Tenía una cama, un mueble con un espejo, dos cuadros de pinturas baratas y
un baño extremadamente pequeño. Luego de acomodarse, ya llevaban más
de dos horas allí. JiMin estaba en la cama, descalzo y con sus manos sobre
su estómago, observando el techo fijamente.
La realidad era que él no podría haber sabido que aquel niño que mantuvo
vigilado desde pequeño podría llegar a ser algo importante para él. No sabía
que iba a querer protegerlo de tal manera en la que arriesgaría todo, no
sabía que iba a... —Bien. —el rizado interrumpió sus pensamientos,
llevando su mirada hacia Yoongi mientras se sentaba bruscamente en su
cama.
—Si nadie del bando de Dios y de tu bando la tiene, ¿quién queda?
El rey del inframundo alzó la mirada para verlo de mala manera, volviendo
a la realidad. Tres días atrás, en la noche, lo había tenido sobre sus brazos, e
incluso se habían besado, pero hizo mal. Ése JiMin no era su JiMin, no
debía confundirse. Suspiró mientras cerraba el anotador, dejándolo sobre el
único mueble de la habitación.
—De todas formas, ¿por qué alguien la querría? ¿Qué es esa cosa tan
importante que tiene como para robarla? —Yoongi volvió a alzar la mirada,
observándolo.
Yoongi tenía bastantes enemigos, si. Ser el diablo significaba ser mal visto
o llevarse mal con cualquiera que tuviese relación con el de arriba, así que
habían grandes posibilidades de que fuese alguien que quisiera molestarlo,
porque sabían que JiMin era lo único por lo cual Yoongi se preocupaba.
—Come.
—¿Quién, además del demonio que mató a Jimin, querría hacernos daño?
—JiMin lo ignoró, continuando con el mismo tema.
—¿Cómo?
—Pude sentir el momento en que tu alma fue creada. Lo sentí dentro, sentó
lo nuevo, y puro.
—No creo que lo haga, ésto ya ha sucedido antes. Puede que haya sido más
fuerte, sólo por el hecho de no tener alma. Puede que tenga algo...
Uno de los cuadros cayó al suelo, pero ninguno se sobresaltó. —Creo que
deberías de calmarte.
JiMin no sentía una temperatura que no fuese más allá de lo normal. Yoongi
movió tres de sus anillados dedos para remover la manga de la camisa
blanca del rizado hasta pasar el antebrazo, dejándolo libre. Observó aquella
marca en el brazo de su esposo, la cual continuaba igual de transparente,
pero el área estaba al rojo vivo.
—He visto dos manos, y las venas de éstas eran de color negro. —
respondió la verdad.
¿Para qué mentiría? La mirada del arcángel volvió a la marca, y suspiró con
fuerza. Tenía sus dudas, sus teorías... y ninguna de ellas tenían sentido, y
pocas que probablemente acertarían... simplemente no las quería para su
esposo. Intentó tener paciencia, realmente lo estaba intentando.
Si no fuese porque el camino hasta allí no era más que un segundo en donde
Yoongi le hacía cerrar los ojos a su esposo y le tocaba una parte del cuerpo,
hubiesen permanecido discutiendo todo el viaje.
"—No. —Llévame contigo. —Te quedas aquí, sin salir. Te dije que es
peligroso.
La mirada del diablo se mantuvo fija en los ojos del rizado. Ya sabía que
éste no tenía alma pero, por algún motivo, muchas veces solía buscar aquel
brillo puro e inigualable que tanto le gustaba. Se acercó, y llevó ambas
manos a los hombros del más bajo. —Cierra los ojos. —le ordenó."
Los ojos verdes del menor se abrieron, parpadeando lentamente para aclarar
su vista y dejar atrás el mareo, viendo a su alrededor. Reconoció la casa de
sus tíos, aquel lugar donde había vivido los peores momentos de su
infancia: la primera vez que vió a su padre levantarle la mano a su madre en
uno de los cuartos del fondo del único pasillo del lugar, o cuando era el
cumpleaños de Bonhwa y éste junto a sus amigos esparcieron el rumor de
que JiMin era homosexual y besaba a todos los chicos que veía.
Lamentablemente, recordar cosas así no era como hace unos días. Era
extraño. No sentía afecto, nostalgia, ni ninguna emoción por todos aquellos
malos recuerdos, pero tenía un leve cosquilleo en el pecho, como si fuese
éste reloj que sonaba con el paso de la aguja de los segundos, moviéndose
lentamente, y algo sucedería al llegar arriba junto a la otra aguja.
Sus manos pican por las irremediables ganas de aplastar las cabezas de sus
primos. Si, debería... Respiró profundo para controlarse. Yoongi no parece
notar aquello, y da un paso al frente. —Comiencen a confesar, y tendrán
una muerte rápida. —dice con firmeza.
—Devuelvanme su alma.
—Dime dónde está su alma, quién la tiene, o voy a partir cada hueso de tu
cuerpo.
Yoongi se giró, y soltó al chico quebrado ante la escena frente a sus ojos.
No sabía cómo reaccionar. JiMin sostenía con una mano uno de los
hombros de Bae, y la otra estaba en un filoso cuchillo de cocina hundido en
medio del rostro del chico, el cual tenía sus ojos bien abiertos e intentaba
respirar mientras sus manos temblaban.
El rizado apartó el cuchillo con esfuerzo, e hizo una rápida y profunda línea
en el cuello de su primo, salpicando sangre antes de soltarlo y verlo caer al
suelo, muriendo. Era un alivio. Era como haber bebido luego de días sin
tomar ni un poquito de agua. Era una sensación exquisita, y le
cosquilleaban los dedos por volver a probarla, pero ya estaba lo
suficientemente satisfecho.
Se giró en busca de la mirada del arcángel, con sus inexpresivo rostro lleno
de sangre. Limpió el cuchillo en su camisa luego de un par de parpadeos, y
lo guardó en su bolsillo. Entre los fuertes gritos de Beongyu hacia su
hermano, el diablo salió de su trance y caminó rápidamente hacia su niño,
tomándolo de los hombros, sin siquiera darle tiempo en cerrar los ojos para
desaparecer de allí. L
a sala de sus primos se esfumó, y pronto la pareja re aparecía en la
habitación del motel, a oscuras. Lo único que se oía eran sus respiraciones
fuertes. Yoongi presionaba con fuerza –no la suficiente para herirlo– los
hombros del menor, el cual aún parpadeaba lento, sin saber realmente qué
sucedió, pero agradeciéndolo internamente.
—... Minnie.
El diablo cerró sus ojos con fuerza. Su voz sonaba tan dulce, sonaba como
el antiguo JiMin, pero no era él. Ya no, y debía de buscar una manera de
volver a encontrarlo. Necesitaba a su esposo nuevamente.
—No, no le sientes.
Era demasiado extraño verlo así. JiMin... JiMin era la persona más dulce y
frágil, y fuerte a la vez. Lloraba mucho, siempre recurría a él, pero había
sido muy fuerte en muchas situaciones de toda su vida. Había aguantado
golpes de su padre, insultos en su escuela, hipocresía en la iglesia. Había
soportado la muerte de Park Jimin, y caminó hasta su casa habiendo sido
apuñalado.
JiMin era fuerte, JiMin era una buena persona, y ésta versión de él era una
verdadera pesadilla. Yoongi llevó sus manos al rostro del menor, limpiando
los rastros de sangre. No se permitiría más que ése toque. —¿Tienes una
idea de lo que te vas a odiar a ti mismo cuando tu alma regrese a tu cuerpo?
—no podía ni siquiera pensarlo.
Deseaba cargar con toda esa culpa, realmente quería. El rizado simplemente
permaneció viéndole por unos largos segundos antes de encogerse
levemente de hombros. —Ojo por ojo, Yoongi. Mi alma... yo con mi alma,
tendré que entenderlo. Una parte mía quería ésto el día de mi cumpleaños, y
sé que va a agradecerlo.
.....
MinMin. 🐣
XXVIII
Era lo menos que podía hacer. Fue cuando el de rizos se durmió –o eso
parecía– que se giró hacia la puerta, haciendo un movimiento con su mano
en dirección a ésta. Debía de bloquearla, al menos en el tiempo en que no se
encontraba allí. Se puso de pie lentamente, caminando hasta el medio de la
habitación, con cada pisada provocando un ruido en la vieja madera del
suelo.
Echó un último vistazo al niño que parecía dormir plácidamente bajo las
mantas, y finalmente desapareció de allí, dejando en aquel lugar un silencio
ensordecedor. Y sin estar a tiempo para ver cuándo los ojos verdes de su
esposo se abrieron. Volver a esa casa significaba ser recibido por gritos,
llanto, y cosas que no podían importarle menos. Estaba allí para amenazar
al último primo castrato de JiMin que quedaba, advirtiéndole guardar
silencio o su muerte sería una de las más dolorosas.
Habían oficiales en aquel lugar, pudo oír el llanto de una mujer y estaba
seguro de que era la tía de JiMin, lamentándose por la pérdida de otro de
sus hijos. Claramente, ella no tenía la culpa de haber tenido imbéciles.
Yoongi hubiese ido directo hasta el cuarto donde aquel idiota estaba, pero se
detuvo. Había algo extraño, sí...
¿Por qué Muerte no había ido por el alma de aquel lamentable intento de
persona? Cuando él no estaba haciendo pactos, Muerte era la encargada de
las almas. Se las llevaba, y las guiaba hacia donde pertenecían: cielo,
infierno, purgatorio. El no tomar un alma de un cuerpo, significaba dejarla
con decisión propia, es decir:
—No estoy del todo seguro aún. —en realidad, tenía unas teorías:
probablemente Muerte le había quitado el alma a su niño porque quería
darle una lección. Sí, seguramente, porque siempre quiere tener la razón.
—Iré contigo.
El rizado alza ambas cejas mientras se apunta con dedo índice al pecho. —
¿Tú me estás diciendo ésto a mí? Eres el diablo.
—Suficiente. —el rey del inframundo alza tan sólo un poco su voz antes de
rebajar con la mirada al mundano sin alma frente a él.
Pronto volvería su esposo, estaba seguro. —Volveré pronto.
Yoongi sabía que no estaba de acuerdo, y que algo tramaba. Tan sólo se
limitó a desaparecer en un parpadeo, porque mientras más tardara, peores
problemas habrían. Por otra parte, JiMin, apenas notó que el diablo ya no
estaba en aquel cuarto, caminó rápidamente hasta su mochila y sacó de ésta
el cuchillo que usó para matar a Bae junto a un crucifijo de plata, y subió a
la cama, aguardando apoyado contra la pared mientras se mantenía viendo
un punto fijo en la habitación.
Sólo era cuestión de esperar. La cripta de San Antolín estaba situada bajo la
catedral de Palencia, España. Era una cripta bastante reconocida por su
hermosura, y porque la iglesia solía guardar cosas importantes en ésta. Allí
era en donde estaba aquella figura alta, cubierta por una capa negra.
Éste tenía sus ojos de color sangre, cabeza levemente ladeada y una vibra
oscura, intimidante. Yoongi se tomó unos pequeños segundos para cerrar
sus ojos y tomar una profunda respiración, concentrándose lo suficiente.
Podía sentirla tan cerca, que incluso su corazón latía con fuerza, como
nunca antes. Abrió los ojos de golpe.
Era extraño ver a su niño en contra suya. —¿Por qué haría eso?
Fue cuando el diablo intentó tomar al menor de la mano que éste último fue
mucho más rápido: sacó el cuchillo bajo su manga y lo tomó con un puño
cerrado del mango, clavándolo con fuerza, aproximadamente tres veces en
el pecho de su esposo antes de sacarlo y sostenerlo en su mano.
—¡Ayuda! ¡Ayúdenme!
—Deberías de saber a ésta altura que a donde sea que quieras ir ahora
mismo... voy a encontrarte.
—Minnie.
—¡Ayuda!
JiMin puso su más amable y falsa sonrisa. —Oh, si. Si. La puerta tan sólo
había quedado trabada, y me asusté mucho. —dijo, soltando una risita al
final.
Éste no tenía ninguna lágrima en sus ojos, pero su ceño estaba levemente
fruncido y lucía adolorido. Era un buen actor. —... Yoon, no hagas ésto. Vas
a matarme, por favor... Te amo.
Yoongi traga saliva con fuerza antes de apartar la mirada y sacar el cuchillo
de su manga, alzando su mano libre y ubicando la punta filosa en su mano,
comenzando a decir palabras en un idioma indescifrable.
Yoongi lo observó fijamente, sin poder evitar prestar atención. —Tan sólo
te tenía miedo, y por eso me tuviste. No hay nada que me provoques más
que terror y placer. Tener alma o no, voy a seguir fingiendo. —respiró
profundo.
—Jamás te he amado.
Pegó su palma al pecho del rizado con algo de fuerza, el cual de inmediato
soltó un grito que hizo eco en la habitación, arqueando su espalda y tirando
su cabeza hacia atrás. Yoongi, con sus ojos un poco más abiertos de lo
normal, observó tanto el rostro del rizado como su mano en el pecho de
éste. Sentía como si succionaran dolorosamente de su palma, aunque para él
eran como cosquillas.
Podía sentir lo fuerte que era el alma de su esposo, y como éste dejaba de
respirar, con su grito cesando hasta caer desmayado en la camilla, con su
rostro sudoroso, pálido. La succión en la mano de Yoongi cesó unos
segundos después, y alejó su mano, observando fijamente el cuerpo de
JiMin. Posicionó una de sus manos nuevamente en el pecho del menor. No
habían latidos.
Hizo los ricitos sudorosos que le caían en la frente hacia atrás, acariciándole
la mejilla. —Vamos, vamos, vamos. —susurraba despacio.
Notó que, luego de unos segundos, continuaba de la misma forma así que,
intentando mantener el control, llevó nuevamente su mano al pecho de éste.
Iba a revivirlo. Se concentró e hizo lo que siempre hacia pero, a pesar de
varios intentos, jamás oía los latidos del corazón. Tragó saliva con fuerza,
gruñendo.
—No... No, no no. Despierta. —volvió a moverlo a la vez que lo sostenía
mejor en sus brazos, acercándolo a su pecho.
Era la primera vez que realmente asustado. Cuando estuvo a punto de morir
y tuvo que poseerlo, al menos estaba reaccionando, y sabía que, de una u
otra forma, iba a volverlo a la vida. Pero ahora había intentado de todo, y
continuaba sin reaccionar. Le acarició la mejilla, frunciendo su ceño aún
más. No podía ser, no podía estar pasando... Intentó, por última vez,
revivirlo.
Llevo su mano al pecho del menor, y cerró sus ojos con fuerza,
concentrándose. Ya tendría que haber sucedido, ya tendría que haber sentido
su corazón latiendo, o al menos haber oído una respiración. ¿Realmente
estaba muerto? ¿Realmente no volvería? Abrió los ojos lentamente,
esperando encontrarse con los ojos de su esposo, su niño. Quería admirar
aquel color verde y único, y notar el brillo en su mirada.
La fila sin fin de otra de las habitaciones se tambaleó mientras los demonios
se observaban entre sí. Y ya no importaba. Si era necesario, haría
desaparecer el mundo en tan sólo un chasquido. Porque su esposo, su niño...
el príncipe del inframundo se había ido.
Y si Yoongi alguna vez creyó estar enojado, se equivocaba. Ésto era estar
enojado, lleno de impotencia... Ésto era tener el corazón roto.
.....
Pinshe Jimeno pendejo caes gordo wey ;-; (Nha bromita) pero te pasaste
wey jajajja!!
Gracias por sus votos y comentarios! También por seguirme uwu!! nos
leeremos en mis demas historias en emisión y finalizadas!!
TQM.
MinMin.
XXIX
Yoongi intentaba no dejarse influir por ello, porque recordaba sentir lo que
JiMin sentía por él antes de no tener alma pero, de todas formas, sabía que
no podría deshacerse de aquel recuerdo ni en millones de años. Lo peor de
todo es que ni siquiera podía morir. No había nada que lo matara, estaba
condenado a ello.
Yoongi se tambalea hacia atrás. —Él quería ésto, Dios quería a JiMin. Y tú
se lo diste. Te llevaste su alma para que yo volviera a ponerla en su cuerpo,
y fallara. Ahora está muerto, y no hay manera de hacerlo regresar. Bravo. —
Muerte, la cual ya estaba de pie, caminaba nuevamente hacia el rizado.
— Esa es una gran lección: usar a las personas para probar cosas. —asintió
lentamente.
Todo había sido tan sólo un juego del de arriba. O eso creía. Alzó la mirada
cuando notó la mano de Muerte ir en dirección al pecho del rizado, y fue
justo cuando estuvo a punto de alejarla, cuando estuvo a punto de matarla,
que ésta chilló, más fuerte que nunca antes de ser arrojada, sin siquiera
tiempo de caer al suelo debido a que, inesperadamente, se convirtió en
cenizas, esfumándose en el mismísimo aire.
El ceño del rizado se frunció levemente ante aquella pregunta, más que
confundido, pero, aún así, asintiendo lentamente. Yoongi de inmediato le
rodeó con un brazo el torso, apoyando su mano libre en la coronilla de la
cabeza de su niño, atrayéndolo a su cuerpo y posicionando su rostro en el
cuello de su esposo, respirando profundamente su aroma e intentando no
explotar de felicidad. Estaba vivo, sentía su pulso.
—No importa, está bien. —lo tomó del rostro con cuidado,
tranquilizándolo. —Recordarás, eventualmente. —dijo, acariciándole una
de las mejillas.
La mirada del diablo fue de inmediato hacia el brazo del niño, y mientras lo
sostenía por la espalda, con su mano libre lo tomó del brazo y le corrió la
manga, observando la marca. Ésta parecía estar ardiendo mientras
comenzaba a formarse algo parecido a una guadaña de color rojo vivo.
Yoongi tragó saliva, sin atreverse a tocar aquella marca, la cual parecía
recién horneada y preparada para mandar a volar a cualquiera que quisiera
tocarla. Subió la mirada nuevamente a los ojos del menor, admirando aquel
pequeño detalle en éste. —JiMinnie... —notó el color volver a los labios del
niño, las venas negras desaparecer.
—No voy a irme de tu lado jamás. No volverá a pasar... a menos que eso
sea lo que desees.
—Recuerdo que me dijiste que esperara por ti, y creí que iba a regresar, y
desperté aquí.
—Han pasado varias semanas de ello. Casi un mes. —el niño alzó ambas
cejas, sorprendido.
—N-No... No entiendo.
Yoongi suspiró. No iba a mentirle, porque si lo que JiMin quería era alejarse
de él, iba a estar bien. —A pesar de que te dije que el trato ya no continuaba
en pie, era por decisión propia pero, técnicamente, el contrato seguía. Los
contratos no pueden romperse, quiera o no. Es algo que no está en mis
manos.
--- Es por eso que cuando decidí irme por completo, ya que sabía que tu
familia iba a comprobar de muchas formas si seguías teniendo relación
conmigo, tuve que finalizar el contrato. Me llevé tu alma. Cuando yo o
cualquier demonio se llevan almas, éstas caen automáticamente al infierno,
porque es debido a que hubo un contrato.
Todo comenzaba a tener muchísimo más sentido, pero aún así era
escalofriante. ¿Huir de su hogar? ¿Manejar? Nada de lo que Yoongi le decía
era típico de él. No pudo evitar sentir un leve mareo, por el cual cerró sus
ojos y tapó su rostro.
—No vas a ser lo que era Muerte. Ésta había hecho un pacto conmigo para
ser así, fue como un castigo el transformarse en alguien que sólo chillaba.
—resopló, aún resentido con aquella estúpida criatura.
—No.
—Y eso significa... que ya no podré volver a ver a mi familia, ¿verdad? —
sus ojos comenzaron a cristalizarse, pero no iba a llorar. No quería llorar.
Ya sin poder evitarlo, un par de lágrimas cayeron por sus frías mejillas, y el
diablo las secó rápidamente. —Estoy asustado, no sé cómo será... cómo
será ser la última Muerte.
—¿Tercera vez?
.....
TQM.
MinMin.
XXX parte I
En el despacho del diablo no había nada más que calma, con el sonido de la
leña quemándose en la pequeña chimenea, y las respiraciones de ambos. Sin
embargo, JiMin sabía que no podía pasarse la vida allí: necesitaba moverse,
y una extraña sensación le hacía querer comenzar con su trabajo como
Muerte. Era extraño decirlo, o siquiera pensarlo. Él jamás se habría
imaginado en una situación como aquella.
¿Acaso Yoongi sabía? Creía que no, pero éste anteriormente le había dicho
que había vigilado su alma desde siempre. ¿Acaso Yoongi podría haberlo
sentido? Recordó su expresión de total sorpresa cuando le confirmó ser la
última Muerte, y lo descartó por completo. Cuando el niño le pidió a su
esposo el salir de aquel lugar, Yoongi no tardó en llevarlo a otro pequeño
pueblo, y en el cual había visto a Dios más de una vez.
—Debes saber que necesitas comenzar a vestir ropa oscura, por ser Muerte.
Sin embargo, yo opino que ésa es tu decisión. —agregó al final.
Sabía que todo era demasiado abrumador para su pobre niño, y no quería
asustarlo más de lo que ya lo notaba. Y, por Dios, que lo notaba desde que
JiMin se había vuelto Muerte, podía sentir todo con mucha más intensidad
de lo que ya lo hacía. Ahora podía sentir su notable preocupación, y le
estaba poniendo algo inquieto. Presionó suavemente sus dedos repletos de
anillos contra el vientre del rizado.
Ni siquiera sabía por dónde comenzar. Yoongi lo giró con cuidado en sus
brazos. JiMin aún seguía algo delicado, con suerte y caminaba sin
realmente marearse. Buscó su mirada verdosa, pero no la encontró debido a
que lo evitaba. —... no sé si quiero ésto. No es por la vestimenta, o mi ojo,
pero es sólo... —se mantuvo callado.
Sonaba malagradecido, o eso creía. Yoongi le alzó el mentón con una de sus
manos, sosteniéndolo de la cintura con la otra, y ambos se vieron fijamente
a los ojos. —... no era lo que yo tenía en mente. No sé si quiero pasar el
resto de mi vida... de mi eternidad viendo a gente sufrir hasta morir.
Yoongi negó lentamente a medida que decía las últimas palabras. —Tu
concepto de ser Muerte está mal enseñado, como era de esperarse con los
humanos. —JiMin lo observó con leve confusión, ladeando un poquito su
cabeza.
—Has visto morir gente de forma muy cruel. Sí, verás cuerpos en muy mal
estado, y tu misión es tomar el alma de las personas, pero no es nada
escalofriante, nada que deba darte miedo. —se apartó tan sólo un poquito,
tomándolo de las manos.
JiMin de inmediato acarició con sus deditos las manos de su esposo, las
cuales estaban realmente cálidas. —JiMin, ahora mismo puedo sentir todo
lo que enanas, y una de esas cosas es paz. Cuando la gente te vea antes de
morir, van a sentir sensaciones positivas que jamás han sentido. Todo éste
tiempo han estado con una Muerte que los hacía morir incómodos, e incluso
muchas almas han quedado atrapadas en cuerpos.
—No suena... tan mal cuando lo dices así. —comentó, y tuvo que cerrar sus
ojos debido a la repentina angustia en su pecho, recordando a cierto chico
descuartizado y con la mirada perdida, dentro de una bolsa. ¿Había ...?
¿Había él podido tener un nuevo comienzo?
—Bien. —nuevamente le dejó besos en los nudillos, rozando sus labios con
aquel anillo que una vez le había dado. Su anillo de compromiso.
Lentamente, guió las manos del rizado hacia su propia nuca, haciendo que
le envolviera el cuello con sus brazos, cosa que el menor de ambos hizo. —
No te preocupes por los demás. Puedes tener una vida completamente
normal.
Un suspiro salió de la boca del más bajo, desanimado. —Yoon, no creo que
eso sea posible.
Yoongi alzó levemente sus cejas, sintiendo aquello más como un desafío. Él
era el jodido diablo, y podía hacer lo que sea, cuando sea. Era invencible, si
quería podía chasquear sus dedos e incendiar cada pueblo de Corea, o
convocar el maldito apocalipsis. Así que, si podía hacer todo eso, en
definitiva, podía hacer a lo único que le importaba feliz.
—Claro que si. —afirmó, y lo atrajo más cerca desde la cintura. —Podemos
tener una casa en donde tú quieras, del tipo que quieras. —los verdes ojos
de JiMin comenzaron a brillar, incluso aquel cuarto oscuro en uno de ellos
se iluminó un poco.
Con un notable rubor en sus mejillas, asintió mientras una tímida sonrisita
se abría paso en sus labios. —Si. —respondió.
Yoongi inclinó más su rostro, ambos rozando sus labios y las puntitas de sus
narices. —Pero sólo lo quiero si eso es lo que tú quieres.
Aquí era cuando JiMin finalmente notaba dónde estaba su verdadero hogar,
y el que la espera realmente había valido la pena. Sí, apestaba ser Muerte,
tener muchísimas responsabilidades, pero finalmente era inmortal.
Finalmente, no habrían noches de insomnio en donde se preocupará por
estar envejeciendo, ni tampoco pensar en que, algún día, sería sólo un
recuerdo en la cabeza de Yoongi.
Ahora está allí, era invencible, y más aún con su esposo a su lado. En medio
de un suave y lento beso, un agudo dolor en su cabeza lo hace alejarse del
rey del inframundo y verlo fijamente. Imágenes se hacen presentes en su
cabeza: una noche fría, en el asiento trasero del Impala de su padre, sobre
las piernas de su esposo, besándolo. Parpadea rápidamente y se aparta un
poco, desconcertado.
—¿Qué sucede?
JiMin puede sentir la inquietud del diablo como si fuese la suya propia
luego de oír aquella respuesta. Frunce un poco su ceño, extrañado por ello.
—¿Qué recordaste?
Yoongi tan sólo se limita a verlo fijamente por unos segundos. —Sí,
tuvimos una conversación.
Se siente mal por haber sido una carga. —Lo siento por haber sido así.
JiMin alza un poco el suyo, y ambos se ven fijamente. —Ahora estás aquí...
—suspira por la nariz con profundidad, y se vé perdido en sus propios
pensamientos mientras admira al niño frente suyo. —... finalmente,
conmigo. —finaliza, disminuyendo levemente su tono.
Ambos acarician sus labios, ladeando sus cabezas y cerrando sus ojos
mientras se relajan contra el cuerpo del otro. Yoongi presiona la palma de su
mano contra la espalda baja de su niño favorito, mientras que con su otra
mano le sostiene el mentón firmemente, sin hacerle daño. Quería comerle la
boca.
Es en ese preciso instante en que mete su lengua, encontrando la de JiMin,
que se oye el cristal del espejo quebrarse, y tanto la bombilla de luz del
baño como la de la habitación, explotan. El rizado abre sus ojos, asustado y
viendo alrededor, aún con el agarre en su mentón mientras se acerca más al
diablo. La preocupación y angustia de que nuevamente algo esté mal le
daña el pecho.
—¿Qué fue eso? —pregunta con la voz temblorosa, llevando su mirada, con
su ceño levemente fruncido, a la del diablo, el cual se encuentra sonriendo
muy coquetamente de lado.
—Creo que no hay otra cosa que puedas destruir. —sin más, lo besó.
—Sí...
Empujó sus caderas contra las del niño, provocando una inevitable fricción,
y lo oyó jadear. —Nene, no te das una idea de lo mucho que necesitaba
tenerte así.
....
TQM.
sigueme para mas~
MinMin.
XXX parte II
Se levantó lentamente del suelo. No sentía ningún tipo de dolor, tan sólo
leves escalofríos al haber sentido la fría cerámica del suelo contra su
espalda desnuda después de tan acalorada situación. Observó alrededor, con
más inseguridad que antes.
Por suerte, la puerta estaba cerrada, y parecía ser de noche en donde quiera
que esté, así que no había mucha gente deambulando por el hospital. Y, por
supuesto, la... bueno, su guadaña yacía en el suelo.
¿Acaso ésta lo seguiría a donde sea que vaya? Sintió un corriente detrás
suyo, la presencia reconocible, y rápidamente se giró, observando la
expresión burlona de su esposo, el cual estaba perfectamente vestido
mientras él intentaba cubrir hasta el más mínimo rastro de piel, sin éxito.
Sintió como sus mejillas comenzaban a arder, y tan sólo se observaron por
unos pequeños segundos. —No sé cómo llegué aquí.
—Te ha llamado el deber por sí mismo, y ahora debes cumplir con ello. —
respondió, y alzó un poco más su mano, donde sostenía la camiseta de su
niño favorito. Éste la tomó rápidamente, poniéndosela. Honestamente,
necesitaba un cambio de ropa urgente.
—Cuando estuviste sin alma mencionaste haber soñado con ésto. Puede que
haya sido una predicción.
—Ahora que eres Muerte puedo sentir tus emociones, incluso más fuerte
que antes. Lamentablemente para ti, la niña también puede. —tenía que ser
sincero, no podía mentirle a su niño, ya bastante estaba intentando retener el
asunto del haber estado sin alma.
—No tienes que estar triste, morir es un proceso tranquilo y para nada
doloroso. —a pesar de que no era realmente paciente, sabía que debía de
serlo con su esposo, o éste se acobardaría, y todo se iría al mismísimo
infierno... literalmente.
—¿Qué? No. —el niño rápidamente lo tomó del brazo, abriendo sus ojitos
de más y negando con rapidez. —Yoon, no creo poder hacer ésto sin ti. —
susurró, sintiendo un nudo en la garganta.
Y era cierto, debido a que desde que Yoongi había pisado aquella
habitación, la pequeña no dejaba de quejarse. El diablo lo tomó de la mano
y dejó un suave beso en el dorso antes de soltarla con lentitud y dar un paso
atrás, desapareciendo en un parpadeo. Echó un vistazo alrededor antes de
volver la vista a la camilla, y respiró profundamente.
La pequeña abre su boca e intenta decir algo, pero parece quedarse sin aire
muy fácilmente. —No hables, todo está bien. —alza ambas cejas, y baja la
mirada a los labios de aquella niña cuando nota que está articulando una
palabra, una y otra vez.
Todos los nervios que estuvo tragando para mantener tranquila a aquella
adorable niña estaban surgiendo efecto ahora mismo. Respiró
entrecortadamente y buscó el aferrarse a Yoongi, cerrando sus ojitos.
Notó la mirada del diablo sobre él, y se observaron por unos leves segundos
antes de que JiMin volviese a hablar. —Necesitaba tiempo para acomodar
mis pensamientos.
El ceño del diablo se frunció un poco. —Te dije que eso pasaría.
—Si, lo sé. Aparentemente tenía que verlo para creerlo. —bajó la mirada y
arrugó un poco su nariz, pensando.
—No. —respondió.
Yoongi sabe que cuando su niño hacía aquello era debido a que necesitaba
afecto. Inclinó un poco su rostro, y las narices de ambos se rozaron. —No
tienes nada que temer.
La cabeza del rizado se ladeó un poco, y sus ojitos se cerraron a la par que
exhalaba profundamente por la nariz. —¿Tú... Tú podrías...? —se detuvo
unos segundos, pero el diablo permaneció en silencio, esperando.
—Tan sólo pienso en que eso es lo que quiero, y sucede. ¿Lo has probado?
—Bien. Te propongo algo. —en tan sólo segundos, el rey del inframundo se
encontraba sobre el cuerpo de su esposo, sosteniéndolo de la cintura y
llevando su rostro al cuello de éste, dejando suaves y húmedos besos sobre
la piel.
—A donde tú quieras.
¿Iba a ponerlo triste por dos escorias que no merecían ser recordados?
Jamás le mentiría... a menos que sea para protegerle. De todas formas,
realmente no le mentiría. JiMin eventualmente recordaría, y se lo diría en
aquel momento. Mientras, lo evitaría, y recordaría cosas más importantes.
—... ¿Yoon? —el diablo alzó ambas cejas en respuesta. —Entonces, ¿qué
dices? ¿Rusia estaría bien?
Yoongi asintió. —Todo lo que mi niño favorito desee. —dejó un lento beso
en los labios contrarios, el cual se iba prolongando, volviéndose más
profundo y húmedo.
Llevó una mano a la pierna del rizado y llevó ésta por encima de su cadera,
rodeándolo de la cintura con el otro brazo. Su mano repleta de anillos
deambuló por el muslo de JiMin, acariciando de arriba a abajo, dando leves
agarres a una de sus nalgas mientras lo presionaba más contra sí. El diablo
rompió el beso, y llevó dos de sus dedos a la boca contraria, sintiendo la
succión que ésta realizaba.
Ambos podían sentir la leve capa de sudor aparecer con el paso de los
minutos. JiMin realizó pequeños pero lentos movimientos con sus caderas,
rozando su miembro con el de su esposo, jadeando entrecortadamente.
Había echado de menos aquella sensación.
—UUhm...
Yoongi tan sólo aguardó unos segundos, los cuales dedicó para besar el
rostro de su niño favorito, lamerle y morderle los labios antes de mover sus
dedos en un vaivén, acariciando las paredes del interior de su esposo, el
cual respondía a los besos en sus labios con la respiración entrecortada.
Yoongi gruñía bajo, resoplando por el placer que le daba ver a su niño de
aquella manera, y por los movimientos de caderas que éste realizaba,
formando una inevitable fricción entre ambos. Fue tan sólo unos minutos
después cuando estuvo sobre el cuerpo de su esposo, atrapado en su interior,
moviéndose lento pero profundo mientras lo sostenía en sus brazos,
besándolo hasta el cansancio.
¿Cómo era que había terminado de aquella forma? Lo que sostenía en sus
brazos, lo que reclamaba con sus besos... al que le hacía el amor con
cuidado, era su más preciada cosa en el mundo. Siempre había sido un
egoísta, porque la única cosa preciada que tenía era él, y su trabajo. Se
sentía importante, lo era, y sobre todo esencial en el mundo de porquería.
Había lo que quería, cuando quería, como quería. Jugaba con las personas
buenas, aunque principalmente con las malas. Mentía, y destruía con mucho
placer, porque para eso estaba hecho.
Estaba hecho para hacer el mal, tanto en la tierra como en el infierno. Sin
embargo, JiMin apareció. Éste chiquillo inocente y curioso, que creyó
buscar una salida más fácil con magia negra, que creyó que todo sería más
fácil, y menos doloroso. Yoongi también lo creyó.
—Yoon... —jadeó ahogadamente, moviendo sus caderas más rápido,
contrayendo su interior y provocando que el rey del inframundo gruñera. —
M-Más... por favor.
Pero con su niño... simplemente era diferente. Él quería estar allí, halagarlo,
hablarle de cualquier estupidez, incluso si quedaba mal. Al siguiente día,
cuando lo vió despertar con los ricitos despeinados y ojos levemente
hinchados, lo supo. Cuando lo vió bostezar, y atraer las mantas a su pecho...
supo que quería verlo así todos los días de la tierra.
Bastó tan sólo una embestida para que su niño favorito se retorciera en sus
brazos, cortando su respiración a la vez que arqueaba su espalda,
derramando su esencia entre ambos torsos y doblando los pequeños deditos
de sus pies. Sus labios estaban rojos al igual que sus mejillas, sus ricitos
despeinados ante los movimientos, y su ceño levemente fruncido.
—Yo a ti. —no iba a admitir que aún le costaba decirlo, y que muchas veces
temía no ser capaz de hacerlo, porque ese no era su supuesto trabajo, pero
intentaba implementar su lema de hacer lo que se le antojaba, y si quería
amar a JiMin, entonces lo haría.
Fin.
....
Ay un ma, que bonis!! Estoy feliz wuw. No te olvides de dejarme tus votos
y comentarios :3
TQM.
Nos seguiremos leyendo.
MinMin.
Epilogo I
2003.
Las puertas del pasillo en el cual estaba aquella larga e interminable fila de
almas de abrió. El demonio que había estado riéndose y burlándose ―
básicamente haciendo su trabajo― se calló ante la poderosa presencia, y
fue como si las almas hubiesen despertado, porque toda aquella que se
encontraba allí observó la puerta de detrás.
Pasó de largo al demonio que hacía una reverencia ante él, y estuvo a punto
de adentrarse a la puerta que lo llevaría al calabozo, pero se detuvo. Bastó
unos segundos antes de que se girara, observara a las pobres almas en la
fila, las cuales llevaban allí muchos años antes de que él fuese inmortal, y
luego llevó su mirada al demonio, el cual no le veía a los ojos.
―Voy a llevármelas a todas. ―tan sólo dijo, y chasqueó sus dedos por
debajo de la manga larga de su abrigo.
Por supuesto, almas nuevas llegarían, pero lo divertido era cuando eran
siempre las mismas por mucho tiempo. JiMin nuevamente se giró en su
lugar, observándolo fijamente. Hace mucho tiempo, Yoongi le había dicho
de hacer aquello, debido a que sentían el poder aún más, y citando a su
esposo:
"... Y cómo los imbéciles que son, van a tenerte miedo." Y era cierto. El
demonio de inmediato retrocedió, se tiró de rodillas al suelo y se inclinó
ante él, suplicando perdón entre susurros. JiMin frunció el ceño.
―Yo sólo... quiero que me recuerdes qué dijo tu rey... una vez más.
El demonio se removió incómodo en su lugar. ―"Si mí esposo quiere venir
aquí y volar éste lugar en mil pedazos con su mente, espero no enterarme
que se resistieron, porque les haré..." ―Sólo eso. ―interrumpió JiMin,
agitando su mano lentamente, pidiéndole que se detenga, y así lo hizo.
―N―No alteza.
Ignoró el oír la rabieta del demonio, y se encaminó por los pasillos del
calabozo, liberando a pocas almas que se lo rogaban y él percibía que eran
buenas personas. Abrió la puerta del final, sintiendo escalofríos al ver
aquella puerta en donde se había convertido en lo que era, y pasó una de sus
manos por el barandal de la escalera, bajando.
Había sido un día extremadamente duro. Hacía años que no le sucedía algo
así, y pudo mantener el control perfectamente, pero sabía que en algún
momento iba a derrumbarse. Sus manos temblaban levemente, y sentía una
profunda angustia en su pecho. Claramente, no podía continuar trabajando
así.
Lo único que realmente le había costado trabajo fue cargar con aquello, y
ocultárselo a Yoongi.
Sabía que éste no diría nada, pero querría hablar sobre aquello, y era
justamente lo que JiMin no necesitaba. Le había tomado trabajo aprender
aquello, y siempre estaba la posibilidad de que saliera mal, pero había
practicado, había trabajado duro y no iba a echarse hacia atrás por miedo.
Toda su vida había dado pasos erróneos por pura cobardía, y el conocer a
Yoongi había sido lo mejor que le pasó, gracias a un acto de valentía hacia
lo sobrenatural.
Ésto iba a hacerlo, y si no era lo que quería... entonces le dejaría ir. Dentro
de la cripta del cementerio de su pueblo natal, su antiguo hogar, llevó su
mano al frente, por sobre encima de aquel cuerpo con aroma a podrido,
duro y frío. Había llorado más de veinte minutos antes de ser capaz de
comenzar con lo que planeaba. Ya no iba a hacerlo.
Era una lengua con origen desconocido, y las palabras estaban más allá de
éste mundo. Probablemente a los humanos les faltaba demasiado para
igualar algo así. Era asombroso. Sintió calor en su palma, y permaneció de
aquella manera por unos largos minutos, hasta que tan sólo sintió frío, y su
mente se oscureció.
Abrió sus ojos, bajó la mirada, y sus ojos no tardaron en abrirse de par en
par a la vez que daba unos cuantos pasos hacia atrás. De repente, volvía a
ser un niño de dieciséis años, indefenso e hiper sensible.
No tenía ningún lugar al que ir más que a casa, en donde justamente estaba
su queridísimo esposo. Y tampoco quería ocultárselo, pero sabía que habría
una discusión. Mordió su labio inferior por unos segundos. ―... vamos a un
lugar más seguro. Te cuidaré.
―Kook, quédate aquí. Juro que explicaré todo, pero necesito que te quedes
aquí. ―notó el asentimiento de su amigo mientras continuaba bebiendo
agua, y eso lo alivió.
―¿Por qué estás haciendo tanto ruido? Los ni... ―se vió interrumpido
cuando su pequeño esposo se puso de puntitas de pies y estampó sus labios
contra los suyos. Por supuesto que no se negó.
―¿Qué te hicieron?
―No, no. N―Nada. ―negó, y medio rió nerviosamente. Suspiró
profundamente, y luego de unos segundos lo observó fijamente a los ojos.
― Hice algo, y creo que estuvo mal, pero... pero no quería mentirte.
―Entonces hablaré con Dios. Le diré que comenzaré a hacerme cargo yo.
― Yoongi casi gruñó, frustrado.
―Yo no soy como las otras Muertes, Yoon. Ésto no es nada malo.
―El problema aquí es que no por ser Muerte tienes derecho a revivir a
humanos que te agradaban, así como no por ser el diablo tengo el derecho
de extinguir a la población, incluso si muchas veces quiero hacerlo. ―su
paciencia se estaba acabando, aquello era verdaderamente notable ante su
forma de hablar.
―Tú sabes perfectamente que no es tan sólo alguien que me agradaba.
JungKook es mi familia, y lo ha sido por un largo tiempo. La causa de su
muerte fue culpa mía. ―su voz tembló levemente, pero continuaba
intentando verse firme.
Yoongi también sentía culpa, culpa porque sin él, nada hubiese sucedido,
pero él jamás había obligado a JiMin a ser inmortal. Éste último lo había
querido, y ante lo último que había dicho, sintió como si no hubiese sido
consentido.
―No he pensado en que podrías vivir con ésto. Me has aclarado desde un
principio que no querías hablar nunca más de tu amigo, y te he dado tu
espacio, como debería ser. No por eso puedo aceptar que las cosas cambien
sólo porque un niño caprichoso lo quiere así. Las cosas han sido de una
manera desde antes de que existiera tu alma, así que quítate de la cabeza el
que vaya a cambiar porque tú lo quieres.
―... Lo sé. Yo sólo... yo creí que me apoyarías en ésto. Creí que tú ibas a
alentarme a encargarme de algo tan importante como elegir Parcas. Creí,
yo...
―No, no. Por supuesto. ―se acercó, y con cuidado refugió a su niño en su
pecho, rodeándolo con sus cálidos brazos a la vez que posicionaba sus
labios en los rizos de éste.
―Es que yo... no puedo. No podía seguir. Quería verlo, y pedirle perdón.
Aún n―no lo he hecho.
JiMin había tomado éste extraño hábito de comenzar a hablar como Yoongi.
Era como éste curioso niño que imitaba actitudes de alguien más para que le
felicitaran. Desde que sus poderes habían sido dominados, comenzaba a
repetir cosas que Yoongi decía cuando aumentaba su ego. "Hago lo que
quiero, cuando quiero, y como quiero", o "porque quiero y puedo".
―Ése es mi niño favorito. ―se inclinó y dejó un último beso en los labios
del más bajo.
2003.
Así que, volviendo al presente y por qué JiMin no sólo era una de las
personas más importantes de su vida, sino que también le debía más que la
existencia, se debía a algo de lo cual Yoongi y JiMin se habían encargado de
hacer ése mismo año, antes de traer de vuelta a la, ahora, Parca...
....
Bueno... no te olvides de votar y comentar~ es gratis!!
TQM.
MinMin.
Epilogo II
Para un trabajo como el que JiMin tenía, debía de esperarse cualquier cosa.
Fue bastante difícil acostumbrarse a los cuerpos descompuestos, a las
perturbadoras situaciones en las que debía encontrarse para tomar almas
pero, finalmente, poco a poco fue normalizándolo.
Mayo // 1998.
Uno de los bebés, el que lucía un poquito más grande, lo veía fijamente. Sus
ojos eran oscuros, y el poco cabello que tenía era rubio. Tan sólo lo veía, y
ladeaba su cabeza. Inconscientemente JiMin también lo hizo, frunciendo
levemente su ceño, con su mano al aire, la cual comenzaba a temblar.
A Yoongi le bastó tan sólo analizar la situación para alzar su mano y doblar
sus dedos, como si estuviese formando una garra, con su palma hacia arriba.
Giró ésta hacia un lado, y los huesos del hombre comenzaron a quebrarse,
uno por uno. Los gritos se hicieron presentes hasta que el cuello de éste
sonó y quedó inmóvil en el suelo, sin vida.
El diablo se giró hacia su esposo, viéndolo fijamente con sus ojos bordó. —
¿Qué es lo que no puedes decidir? ¿El llevarte el alma de éste imbécil? Yo
diría que lo hagas descender, en el infierno aún queda mucho espacio libre.
El rizado tan sólo lo observó, y su mirada fue hacia la cuna del rincón del
cuarto ante el llanto tornándose más fuerte, con hipidos. Yoongi frunció su
ceño y llevó su mirada hacia la misma dirección por unos segundos.
—Tal vez sólo uno la siente cuando sabe del supuesto ser maligno que el
diablo es. —respondió el rizado a una pregunta que ninguno había dicho en
voz alta, hablando casi en un susurro.
Yoongi observó a los niños por un momento antes de ver a JiMin. Ambos
compartieron una larga y fija mirada, intentando transmitirse todo lo que
sentían en aquel momento. —¿Ésta es la decisión que no puedes tomar sin
mí?
Nunca había tenido una situación así, pero intentaba empatizar con su
esposo, incluso si era muy difícil. Dió un paso más cerca de su niño y bajó
la mirada, buscando la suya. —Dime lo que quieres.
Ser padres era una gran responsabilidad, y él lo sabía más que nadie. No
sólo por el hecho de que sus trabajos los mantenían bastante ocupados, sino
que ellos jamás envejecerían y, claramente, los bebés sí.
Si, sonaba a una excusa debido a que ya había pasado tiempo, pero
comparado con mil años... JiMin no notó la mirada de Yoongi en la cuna.
Éste observaba al bebé más pequeño, el cual se había movido entre quejidos
y sus ojitos se habían abierto.
El color de éstos eran verdes, brillantes y con largas pestañas.
Instantáneamente le recordó a la imagen del rizado, cuando era tan sólo un
niño y lo perseguía por su antigua casa.
—Está bien. —dijo, provocando que Muerte alzara su mirada con rapidez,
levemente sonrojado.
—¿Tú... en serio? ¿En serio quieres ésto? —no evitó acercarse más,
apoyando sus manos en el pecho del diablo, sosteniéndose de él.
Las manos repletas de anillos de Yoongi fueron hacia la espalda del más
bajo, sosteniéndolo mejor y asintiendo. —Por favor, realmente necesito
saber que quieres ésto y no lo haces por mí.
—Lo hago por ti, pero quiero ésto también. —una lenta sonrisa de lado
surgió en sus labios.
—Propongo que será entretenido. Sin embargo, hay cosas que debemos de
hablar.
—¿Quieres cargarlo? Sería de mucha ayuda, no creo que pueda con los dos.
—No sé hacerlo.
Ésta sería la primera vez que JiMin le enseñaría algo a su esposo.
Satisfecho con aquel pensamiento rondando por su cabeza, se acercó más,
hasta casi estar pegado al diablo.
—Está bien. Mira, pon tus brazos como yo. —Yoongi tardó tan sólo unos
segundos antes de suspirar y hacerlo. Con mucho cuidado, el rizado le
acomodó al niño en los brazos. —Sostenlo contra tu pecho, se quedará
tranquilo. Tiene frío, y tú eres cálido.
JiMin se limitó a tomar al otro bebé, el cual lucía más despierto. Examinaba
a Muerte como si fuese algo de otro mundo mientras éste lo sostenía
dulcemente en sus brazos.
—Vámonos.
—Así, ahora sí. —sostuvo a uno de ellos en sus brazos, levemente apoyado
sobre su esposo mientras ambos veían a los bebés, los cuales lucían más a
gusto. El rizado alzó la mirada, apoyando su mejilla en el hombro del
diablo.
.....
Awwww cositas!!!
Ya casi estamos por decirle bye bye... a sido una larga travesía porque ubo
un momento en el que yo no queria seguir esta adaptación pero bueno...
aquí estamos!!
MinMin.
Epilogo III
2003.
JiMin solía ir luego de andar de un lado para otro, y todo debido a que le
era difícil despegarse de su esposo. De vez en cuando, durante el día,
necesitaba conversar sobre cosas cotidianas que pasaban. Y sentía que en
aquel momento lo necesitaba más que nunca pero... ¿Por qué lo evitaba?
JiMin sabía que no debía de cambiar por nadie, pero muchas veces sentía
que su llanto era la debilidad de su esposo. También sentía que aquello
provocaba que lo proteja constantemente, lo cual no molestaba a Muerte,
pero prefería aprender solo e independizarse mucho más rápido, y que
Yoongi no sintiense que dependía de éste.
—¿Qué es ésto?
—Es papá.
—¿Cuál papá?
—¡Papá Yoongi, tío! ¿No ves sus dos ojos rojos? —Jungkook acercó un
poco más la hoja para intentar observar el color, y en definitiva estaba allí.
Sin embargo, no era una forma en específico.
—Kook...
—Kook, todos en nuestro pueblo creen que estás muerto. —JiMin se puso
de pie, hablando más calmado al notar la molestia de la Parca.
JiMin intentó mantener el nudo en la garganta. ¿Qué quería decir con eso?
—Si. Tengo a Yoongi, y a ti. Tú siempre estarás incluido. ¿Tú no me tienes
a mí?
Muerte observó de reojo como su precioso hijo los observaba, con crayón
verde en mano y cabello rubio platinado y levemente corto despeinado. —
Yeonjun, vé a tu cuarto y no hagas ruido, tu hermanito duerme.
—Si... —el niño se puso de pie rápidamente, comenzando a juntar las hojas
de manera apresurada y torpe, pegándolas a su pecho antes de tomar la caja
de crayones y caminar apresuradamente hacia el pasillo que guiaba a su
cuarto. Se oían sus pasitos y, a continuación, una puerta abriéndose y
cerrándose.
—JiMin, no quise...
Su mejor amigo tan sólo lo observó fijamente, asintiendo con duda antes de
desaparecer en tan sólo un parpadeo. JiMin finalmente llegó a la cocina y
apoyó sus manos sobre una de las encimeras. Sentía sus piernas temblar y la
marca en su brazo arder.
Nunca se había guardado nada tan grande, nunca se había aguantado tanto
dolor, el cual claramente lo estaba superando poco a poco. Cerró sus ojos
con fuerza. ¿Cómo haría para volver a repetir aquella situación con sus
hijos? ¿Cómo haría para llevarse el alma de sus dos bebés cuando llegue el
tiempo?
Habían hablado aquello con Yoongi apenas los habían llevado a la casa, y se
habían puesto de acuerdo en que no dejarían que les afectara. A JiMin no le
afectaba... ... hasta ahora. Accidentalmente comenzó a emanar más energía
de lo normal, y fue inevitable no provocar que la luz de aquel cuarto se
intensificara hasta que el foco de la lámpara estalle en mil pedazos.
—¿Papi? —su hijo mayor dibujaba una flor enorme sobre una hoja
arrugada, tranquilamente en el suelo, con sus crayones esparcidos sobre la
alfombra frente al sofá y su pijama puesto.
Había dormido una siesta, y ya era de tarde, lo cual significaba dos cosas:
merienda y la llegada de Yoongi. JiMin sostenía a su hijo pequeño en
brazos, el cual estaba mitad dormido y despierto, con su rostro oculto en el
pecho de su padre y su cabello oscuro, ya un poco más largo,
completamente despeinado.
—¿Si, mi amor?
—¿Ah, si? —Yoongi sonreía de lado, tan sólo alzando una comisura de sus
labios mientras le era inevitable olfatear el cabello de Yeonjun. Ambos
hacían aquello con sus hijos. De alguna u otra forma los calmaba.
—Papá, ¿por qué finges dormir con papá JiMin? —nuevamente, el silencio
se hizo presente en la habitación, junto con la notable incomodidad del
castaño, el cual bajó la mirada cuando el diablo llevó su mirada a éste.
Nuevamente observó al niño, demostrando confusión con su ceño fruncido.
—Con que eso te dijo, ¿eh? —nuevamente, su mirada estaba sobre Muerte,
quien llevaba sus mejillas notablemente sonrojadas y acariciaba el cabello
de su hijo menor, el cual llevaba en brazos. Regresó la mirada al pequeño
de ojos oscuros y curiosos, asintiendo.
—Cierto.
— ¡Oh! Papá Yoon, tengo una sop... sor... sorpresa para ti. Aún no está lista,
así que prepárate, ¿si?
—Si, mi amor.
Era una de las únicas veces donde su padre no estaba para provocar caos, o
para cambiar la personalidad de Eunji. —¿JiMin?
—¿Qué ocurre? —su voz sonó baja, y sus ojos se volvieron de un color
bordó, con sus pupilas dilatadas. —¿Quién te dañó? Dime su nombre, voy a
acabarlo.
El diablo vió a los niños unos segundos antes de volver a ver a su esposo,
con su mandíbula tensa tomándolo de la muñeca, sin presionar ni un poco,
caminando hasta adentrarse a la cocina y cerrar la puerta detrás. Aquello
provocó que toda la fuerza de voluntad que Muerte acumulaba se
derrumbara en menos de un segundo.
El silencio continuó por unos pocos segundos antes de que JiMin tragara
saliva con fuerza. —Tuve mi primer trabajo personal hoy. —tan sólo dijo,
con su voz quebrada.
Sin embargo, JiMin podría sentir cuando alguien con una fuerte conexión a
él esté a punto de morir. Y eso fue justamente lo que sucedió.
.....
¡¡Válgame mimi, no chilles bebé!!
TQM!!
MinMin.
Epilogo IV
Horas atrás.
Su ceño estaba algo fruncido, como si sintiese dolor, y sus ojos estaban
cerrados. Dió un paso, pero retrocedió nuevamente. ¿Esa era...? ¿Esa era su
mamá? De pronto, no supo si había sido la mejor de las ideas prohibir a las
Parcas tomar aquel trabajo. Era su primer trabajo personal, y
definitivamente no podía ser peor.
—Han pasado muchas cosas, mami, pero... realmente soy yo. Realmente
estoy aquí. —asintió rápidamente, mordiendo su labio inferior mientras la
mujer continuaba inspeccionando los detalles del rostro de su hijo.
Ahora, sabía que aquello era verdad, pero no quería interrogar, tan solo
quería disfrutar el poco tiempo que le quedaba. Ambos se alejaron, y JiMin
limpió las lágrimas en las mejillas de la mujer, la cual no paraba de sonreír,
respirando con dificultad.
Su madre había hecho su vida soportable, a pesar de todas las cosas. Sabía
que ésta era muy manipulada por Seung, y que le tenía miedo. —Mamá...
¿Y papá? ¿Hyunah?
JiMin sentía como, con cada palabra, el aire se le iba. ¿Su madre había
permanecido sola todo ese tiempo? ¿No había parado de buscarlo? ¿Había
sido tan egoísta de rehacer su vida suponiendo cosas que no eran mientras
Lee Eunji permanecía en su casa, completamente sola y preguntándose
dónde estaba su hijo? Efectivamente.
Notó la respiración de su madre atascarse por un segundo antes de volverse
un poco rápida, con su mano yendo a su pecho. JiMin rápidamente la vió de
arriba a abajo. Notó el área del pecho rasgada, supo de inmediato gracias a
sus poderes el que su madre tenía algo malo en su corazón. Sorbió su nariz,
dejando de llorar.
Eunji negó lentamente. —No... estoy cansada, amor. Sólo quiero dormir.
—¿Hace cuánto tiempo estás así? ¿P-Por qué no has llamado a nadie?
El niño tragó saliva con fuerza. —... ¿Eso es lo que quieres? —la mujer
asintió lentamente, provocando que los ojitos de Muerte se cerraran.
—Yo te amo más. —su voz salió entrecortada y, tomando todo el valor del
mundo para decir adiós, se inclinó sobre su madre, sosteniéndole la mano
firmemente antes de dejar un lento y casto beso en su frente.
El cuerpo permaneció quieto, ya sin vida. JiMin observó éste por unos
segundos antes de voltearse. Una Parca estaba de pie junto al alma de su
madre. Eunji lo observó fijamente, dándole la sonrisa más bonita que
Muerte había visto en su vida antes de desaparecer. La leve sonrisita en la
boca de JiMin se borró lentamente, con su ceño frunciéndose.
De golpe, caía en la realidad: había finalizado con el dolor de Eunji, dolor
el cual fue más por su causa que por otra cosa. La había dejado sola, cuando
ella jamás lo hizo y siempre intentó darle todo lo posible. Llevó su mirada
rápidamente al cuerpo sin alma, y la tomó de los hombros.
—No es por eso. —Muerte negó, intentando soportar los sollozos mientras
aferraba sus manitos a la camiseta del diablo.
—Todo el dolor se borró para ella, pero la culpa que siento en mi interior...
permanecerá por siempre. Ella ha estado tan sola, y me ha buscado por
años... probablemente me creyó muerto. Tuvo que soportar ese dolor, ¿te
imaginas...? ¿Te imaginas algo así con nuestros hijos?
—Te amo.
Cerró sus ojitos cuando nuevamente sus labios fueron tomados por los del
arcángel, el cual los acariciaba con lentitud y ganas, iniciando un beso
profundo. Los brazos de éste envolvían bien a su esposo, apegándolo a él
mientras ladeaban sus cabezas en direcciones contrarias. JiMin se sentía
completa y absolutamente mimado, y aunque su día no mejoraría, podría
estar estable.
Se apartaron al oír la voz de su hijo mayor llamarlos con entusiasmo. La
puerta se abrió mientras ambos entraban dando brincos, con Yeonjun
apuntando a su hermano menor, el cual alzaba al aire a su conejito de
peluche y llevaba una sonrisita en sus labios.
—¿Y a mí? —el pequeño de ojos oscuros preguntó aquello con algo de
temor, el cual de inmediato se esfumó al ser tomado en brazos por su otro
padre.
—¡Oh, cierto! ¡Tú sorprersa! —agitó sus piernitas, buscando que Yoongi lo
bajara y, cuando finalmente lo hizo, corrió nuevamente hacia la sala.
—Oooh. —se mantuvo viendo el dibujo. Era una especie de mancha negra,
con puntos rojos entre medio y garabatos.
—Luzco bien.
—No te gustó.
—No lo entendía, pero ahora sí. Eres un artista tétrico. —se dirigió
cargando al niño hacia el refrigerador y tomó un imán que quedaba libre,
colgando el nuevo dibujo en la puerta del congelador.
—Ahora sí.
—¿Emelentos?
El día había pasado, los menores habían cenado y se habían ido a la cama.
JiMin y Yoongi hicieron lo mismo luego de apagar las luces. Ambos en la
cama, con poca ropa y acurrucados. Muerte había hablado con Jimin antes
de dormir, y todo estaba absolutamente bien entre ellos. Aquello era lo que
siempre había necesitado: paz, tranquilidad y compañía.
.....
tQM.
MinMin.
Extra I
A veces sentía que ya no era su canción favorita, sino una parte de él. Se la
pasaba cantando el mismo verso, la repetía una y otra vez sin duda alguna,
y las personas que lo conocían, como su mejor amigo, rogaban a Dios y a
todos los santos existentes que aquella tortura acabara.
Tal vez los demás no lo comprendían realmente: aquella canción era con la
que Min Yoongi quería bailar hasta el cansancio, la que quería oír en una
situación donde él saliese victorioso y otro –probablemente el prestamista
del pueblo, al cual le debía bastante dinero– quedara boquiabierto.
Pero lo más importante es que era la única canción la cual podía escuchar y
no tendría nada religioso de por medio. Últimamente los adolescentes
estaban más rebeldes, pero, al menos en donde él vivía, era uno de los
pocos que no le prestaba tanta atención a la religión. Su abuela estaba de
acuerdo, ella creía que no había que vivir de la iglesia para amar a Dios.
Yoongi nunca quiso tanto tener a alguien más que aquella mujer, a alguien
más que lo contuviera, que le prestara dinero de manera paciente. Un
milagro, lo que sea. No siempre tenían el dinero suficiente, él era el único
trabajando y tenía que hacer muchas cosas más en el supermercado para
poder comprar el medicamento y que le alcanzara para otras cosas
necesarias.
—¿Estás seguro?
Yoongi negó. —Puedo darte un poco cuando salga del trabajo, pero ahora
no tengo nada, ni para un Jadeó adolorido cuando fue empujado contra la
pared de una casa, lastimando su espalda y la coronilla de su cabeza.
Apretó el cuello del castaño con más fuerza. —Intentaré esperar un poco
más, ser más paciente, pero no te sorprendas si un día llegas a casa y la
vieja está colgada a una soga en el techo. —Yoongi miró hacia otro lado,
sin poder evitar gruñir. Recibió una bofetada.
Debajo del largo saco negro llevaba una camiseta blanca, abotonada hasta
arriba, y una pequeña y adorable corbata del mismo color que el saco,
dentro de éste. No podía ver lo demás, pero no parecía llevar más que unos
pantalones cortos debajo. Su sonrisa era deslumbrante mientras veía
alrededor con emoción.
Alzó ambas cejas cuando éste último dejó una gran cantidad de dulces que
planeaba comprar. —Vaya...
—Parece hacer todo tan fluido, el incluso sin luz. ¿Hace mucho trabajas
aquí?
Se sintió mal por la animada manera en la que el rizado le hablaba, así que
decidió devolver la pregunta. —¿Tú? ¿Hace mucho vives aquí? Nunca te he
visto.
El niño negó lentamente, viéndolo fijo a los ojos. —Yo acabo de llegar.
Sus ojos se abrieron de más cuando fue tomado de las mejillas e inclinado
hacia abajo, a la altura del menor. Sintió unos fríos y húmedos labios sobre
los suyos, acariciando su labio inferior de manera lenta y suavecita. Ni
siquiera respiraba, estaba realmente sorprendido, tanto que apenas podía
moverse.
—Por mí vete a la hora que quieras, luego de todo lo que provocaste hoy
hasta te puedes ir buscando un nuevo trabajo.
—Creí oír que estabas dispuesto a recibir un milagro de quién sea. ¿Por qué
ahora estás tan asustado? —suspiró, negando lentamente mientras soltaba
pequeños "mm, mm".
Una risita provino de los gruesos y rojizos labios del menor. —Si te lo dijo,
puede que te asustes. —canturreó bajito.
Metió una mano en su bolsillo y sacó una paleta que había comprado en el
supermercado de Yoongi, metiéndolo en su boca luego de quitar la
envoltura. Saboreó ruidosamente, quitándolo de su boca al finalizar y
sosteniéndolo en su pequeña mano.
—Uhm, bueno. Soy... algo así como un servidor del rey del inframundo.
¿Eso está bien? ¿Es una buena manera delicada de decirlo?
Adelantó el paso, oyendo las quejas caprichosas del rizado. Subió los cortos
escalones de la entrada de su hogar y dió un par de golpes, provocando
insultos de su abuela del otro lado hasta que abrió la puerta.
—Necesitas descansar, ¿de acuerdo? Voy a prepararte algo rico para comer.
—apuntó con su dedo índice a su nieto cuando éste iba a hablar.
Yoongi bajó la mirada, abriendo sus ojos de par en par al notar que la
mediana caja blanca estaba llena de pequeñas cajas de farmacia
reconocibles ante sus ojos. Aquellos eran los comprimidos de la medicación
que necesitaba su abuela.
La sonrisa del rizado se volvió más ligera, con menos emoción. —¿No es
obvio? —alzó un poquito una de sus cejas, y ambos se observaron
fijamente. —Quiero tu alma.
—Te seré totalmente leal, te protegeré y daré lo que quieras. Sin embargo,
cuando llegue el día de tu muerte, yo me llevaré tu alma, el incluso estaré
contigo en la infinita oscuridad.
El demonio ladeó un poco su cabeza, aún con una fría sonrisita en sus
labios. Tan sólo cuando hacía aquello, o se mantenía de forma sería, no
lucía nada dulce. Era como si todo rastro angelical se esfumara a la
velocidad de la luz.
Allí fue cuando Yoongi comprendió que debía de aceptar. Por su abuela, por
su trabajo, por sus vidas... ... por él. —Está bien. Acepto. —admiró la
sonrisa en los labios del demonio expandirse.
Soltó un jadeo del susto, dejando caer el libro al suelo y girándose en prisa.
Se encontró con el mismísimo diablo, el cual también era su esposo y la
criatura sobrenatural que más amaba en el universo. Y en otros,
seguramente.
Era algo confuso, porque éste era el rey del inframundo en todos los
mundos. Sin embargo, tenía historias. —Y-Yo... Yo estaba... ¿Dónde estabas
tú?
—Es que yo... te extrañé. —en la mirada de su esposo notó aquella señal
que le hizo acercarse y refugiarse en su pecho, siendo envuelto por brazos
cálidos y fuertes.
—¿Te sorprende?
—Mi historia no es como la de los demás. El libro donde dice eso, más
bien, es algo que podría haber sucedido. —lo aferró más cerca, haciéndolo
ponerse de puntitas de pies.
Tan sólo eso bastó para que JiMin acomodara el libro, se girara y tomara la
mano de su esposo. En un parpadeo, ambos habían salido de aquel
despacho, retomando la vida que diariamente sobrellevaban sin problema
alguno, y con mucho gusto.
....
AMO AMYGDALA!!
TQM.
MinMin.
Extra II
—Ni hablar.
—No puedo creer que estés siendo así. —hizo berrinche, como
habitualmente hacia desde que tenía dieciséis años, aunque antes solía estar
más callado y sumiso.
Ninguno dormía, por supuesto. JiMin solía hacerlo un poco, aún no se le iba
del todo, pero era debido al aburrimiento cuando Yoongi no estaba presente
en las noches, aunque eran pocas. También le sucedía en la tarde, cuando
sus hijos dormían siesta y el agotador trabajo como rey de las almas no lo
llamaba.
Si fuese por él, andaría desnudo hasta por la sala, pero JiMin creyó que
debería de estar usando ropa interior ahora que los niños estaban y podían
entrar en cualquier momento al cuarto de sus padres. Éstos – muchas veces–
olvidaban poner el pestillo.
—Eres cruel. —ahora JiMin lucía molesto, con su ceño levemente fruncido.
Pocas veces eran las cuales Muerte no comprendía que, a pesar de ser el
diablo, Yoongi no decía aquello con maldad. Apartó su brazo y volvió a
acostarse, dándole la espalda a su esposo.
—Vamos a dormir.
—Es decir: sí, pero no de la manera en la que tú crees. Yeonjun aún no sabe
escribir sobre un renglón, pero no estaba criticando. Fue simplemente un
comentario sin ningún tipo de expresión.
—Te amo. —Yoongi buscó más su boca ante aquel pequeño susurro,
encimándose un poco sobre el cuerpo de Muerte mientras le acariciaba el
muslo con su mano libre.
—No quiero volver a oírte decir una palabra así, o vas a estar castigado de
por vida. ¿Me oíste?
Yeonjun subió rápidamente a ésta y se acurrucó en los brazos del rey del
inframundo, el cual le acariciaba la espalda. —Cuando papá era pequeño,
no decía ni una sola mala palabra. —explicó el ser infernal, apartando un
poco al niño para verlo, notando de reojo la mirada de su esposo sobre sí.
—Es por eso que no le gusta que digas... — pensó unos segundos. —...
groserías. —finalizó, asintiendo lentamente.
—No es por eso, es por todo. Tienes seis años, Jun. —ahora el castaño de
ojos verdes con una mancha negra cubriendo un poco el color en uno de
éstos se sentía un poco culpable. Extendió sus brazos hacia su pequeño, el
cual de inmediato se acurrucó contra su pecho.
—No copies lo que dicen las personas mayores, hasta que seas mayor. —
sugirió Yoongi, viendo de reojo como JiMin intentaba cubrir sus labios en
el cabello rubio de su hijo para no demostrar su gracia.
—Papá no hace esas cosas malas, Jun. —Muerte mintió, arrugando su nariz
cuando su esposo alzó una de sus cejas, demostrando incredulidad ante lo
que había dicho.
—Además, ¿crees que nadie se dará cuenta? Tienes que escribir sobre tus
padres.
El niño resopló, agrandando un poco más sus ojos y alzando sus pequeñas
manos con algo de frustración. —¿Y qué digo?
No pudo evitar sonreír de lado ante aquello, disimulando con una relamida
de labios antes de acercarse un poco y besar la frente de Yeonjun. —Bueno,
ahora vé a dormir, y piensa en lo que vas a escribir en tu ensayo.
—Yo lo llevo. —se ofreció el diablo, extendiendo sus brazos hacia su hijo,
el cual de inmediato se aferró al cálido cuerpo de su padre. Apoyó su
cabecita en el hombro del rey del inframundo, como si éste no fuese aquello
último.
—... ¿Qué? —su voz salió un poco más fuerte de lo esperado. Fue casi de
inmediato que se acercó al contrario, el cual también lo hizo.
—Están con Yoongi. No, ¿qué? Jung... —llevó una mano a su frente,
entrecerrando un poco sus ojos ante el repentino estrés que estaba sintiendo.
—JiMinnie.
— ¿Yeonjun y Soobin?
—Lo sé, ni yo. —de inmediato lo sostuvo contra su cuerpo, y dejó un beso
en su frente antes de ver a JungKook, el cual lucía claramente incómodo.
—Yo jamás... jamás en mi eternidad voy a dejar que algo les pase. —un
nudo se instaló en la garganta del más bajo, el cual tan sólo asintió, estando
de acuerdo. Podía sentir la calma envolverlo de a poco.
—Ay, por Dios. —JiMin cubrió su rostro, suspirando con cansancio y alivio
a la par. Oyó un gruñido a sus espaldas y negó lentamente.
—No, no. Está bien, le sucede a cualquiera. —Muerte apartó las manos de
su rostro y se cruzó de brazos, luciendo condenadamente bien con su
vestuario de trabajo y la leve brisa de Rusia haciendo su cabello levemente
largo hacia atrás.
—Si...
—Has tenido una semana de mierda, creyendo que nuestros hijos iban a
morir, y ha resultado ser un gato. —frunció un poco su ceño, sintiendo
molestia al notar que JiMin ni siquiera le prestaba atención.
—... Bien.
Rusia no era un país muy liberal, pero JiMin lo había elegido cuando las
cosas eran muy diferentes. El mundo no había cambiado del todo, pero
habían más opciones donde estar cuando dos hombres se enamoraban, y
definitivamente no era aquel país. Las miradas de los padres de otros
alumnos en Muerte y Diablo eran una mezcla de disgusto y sorpresa.
Éste lucía espantado mientras caminaba lentamente hacia los alumnos que
se amontonaban frente a la mujer. —Tiene miedo. —comentó Yoongi,
viendo fijamente al niño hasta que éste se perdió a la vuelta del lugar,
adentrándose a un salón.
El rey del inframundo tan sólo lo vió por el rabillo del ojo, tomándolo de la
mano y guiándolo cuando la maestra de su hijo mayor indicó que se
adentraran al salón. Era lo suficientemente espacioso para que todos los
padres entraran, pero Yoongi se dirigió junto a su esposo hacia el fondo.
—¿Todo en orden?
—Y lo siento, Yoongi.
Habían comenzado los niños del tercer curso, lo cual había sido bastante
rápido debido a que, aparentemente casi ninguno del salón había hecho más
que el dibujo del mural. Finalmente llegaba el momento de los del primer
curso, y Muerte esperaba el ensayo de su hijo con ansias. Habían niños que
no sabían leer, y la amable maestra rusa los ayudaba.
—"Yo nunca tengo miedo, porque mis papás tienen poderes mágicos."
—"No tienen autos, porque nos pueden hacer viajar con sus poderes." —
siguió la mujer mientras que Yeonjun asentía, estando de acuerdo con su
propia escritura.
—"Uno trabaja castigando malos, y el otro los" ... "los mata." —la mujer
alzó la mirada, buscando a los padres del niño entre las personas.
--- Cariño. —la mujer vió al niño, el cual continuaba con una sonrisita en
sus labios. — ¿Dónde están tus papás?
—Quédate aquí. —le ordenó a su esposo con suavidad, el cual asintió. Por
supuesto que estaría de acuerdo, era un pésimo mentiroso.
El diablo avanzó entre la gente sin siquiera tener que pedir permiso. Todo
aquel que estuviese en aquella habitación podía sentir el aura oscura que
éste emanaba, y preferían mantener la lejanía, aún más luego de verlo de la
mano de otro hombre. Una vez Yoongi llegó frente a Yeonjun, posicionó
una de sus manos repletas de anillos sobre el hombro de éste, observando a
la amable pero horrorizada maestra.
—¿Y su... compañero? —la mujer alzó ambas cejas, siendo intimidada casi
de inmediato por la fija mirada proviniendo del padre de su alumno.
JiMin envidiaba aquello; últimamente las mentiras eran algo que necesitaba
en su vida cotidiana como Muerte, esposo del mismísimo Diablo y padre de
dos hijos. —Y no es mi compañero, es mi esposo.
El salón entero quedó en silencio por segundos que se sintieron como horas.
Podía sentirse la incomodidad junto al mal augurio y el nerviosismo de
Muerte. Claramente los mundanos no se darían cuenta como uno que
supiese pero, sin así, allí estaba.
—N-No, no. Está bien. De todas formas, así termina el ensayo de Yeonjun.
—una sonrisa –ésta vez, falsa– creció en sus labios, viendo al frente
mientras acariciaba el cabello rubio del niño.
—¡Papi! —el niño corrió hacia los brazos de Muerte, el cual lo envolvió de
inmediato, besándole cariñosamente la mejilla.
—¿Estás feliz?
—Me encantó. Te amo tanto, tanto. —lo cargó en brazos, dejando besos en
su cabello y olfateando un poco. Amaba el aroma de sus bebés.
Yeonjun parecía estar a punto de decir algo, pero sus ojos se agrandaron al
ver a la Parca detrás de su padre, sosteniendo a su hermano menor, el cual
dormía cómodamente en el hombro del adulto.
JiMin sentía que su mandíbula iba a golpear el suelo. Justo cuando estuvo a
punto de decir algo, Yoongi apareció a su lado, con una hoja mediana en
una de sus manos. —Listo, ya nos podemos ir.
—Mi niño favorito... —se apartó tan sólo unos centímetros, inspeccionando
el rostro del que alguna vez había sido un simple adolescente, inocente y
religioso, lleno de amor que no podía dar ni recibir de manera apropiada.
Siempre había sentido la valentía de JiMin como si fuese propia, pero ahora
era incluso más fuerte. Relamió sus labios, recorriendo con sus ojos –ahora
rojos– los gruesos y rosados labios de su esposo, subiendo por su nariz,
hasta aquellos ojos en los cuales quería perderse por siempre.
Ahora éstos tenían una pequeña mancha oscura, pero ni siquiera ésta los
opacaba, incluso los volvía más maravillosos. Negó, sin poder creerlo. —...
eres precioso ante mis ojos, y los de cualquiera. —dejó salir.
—Te amo.
.....
TQM.
MinMin.
Extra III
Yoongi se encontraba con ambos niños en brazos cuando JiMin regresó con
dos mantas polares, sentándose en el sofá de la sala, a su lado, y ayudándolo
a envolver a los pequeños.
—Así, ahora sí. —sostuvo a uno de ellos en sus brazos, levemente apoyado
sobre su esposo mientras ambos veían a los bebés, los cuales lucían más a
gusto. El rizado alzó la mirada, apoyando su mejilla en el hombro del
diablo.
—¿Por qué?
—Uh...
—Así que fui a otro sitio, y le pregunté todo al ser inferior del mostrador.
JiMin observó las bolsas con una tímida sonrisa en sus labios.
—Una vez por estuve en una fiesta de halloween y fingí estar disfrazado del
diablo.
—Nada. —por supuesto que sus hijos tampoco reirían tan macabramente si
les presionaba el estómago, ¿o si?
—Mh...
—Entiendo.
El diablo suspiró, cerrando sus ojos por un momento mientras sentía toda la
tensión en su mandíbula. No estaba enfadado, pero no era bueno con las
explicaciones, o palabras en sí, temía ser crudo a la hora de hablar, temía
lastimar a su niño favorito sin intensión alguna.
—Tal vez no han sido los mejores, pero sabes cosas... porque las has vivido.
—Yoongi llevó su mirada a sus hijos.
—¿Sabías cómo amarme cuando supiste que quería ser amado? —el
arcángel lo observó repentinamente, y JiMin volvió a sonreír de manera
tímida, negando lentamente con la cabeza.
—Desde que nos conocimos, todo lo que hemos pasado, hasta el día en que
confesaste que me amabas... No sabías que ya lo hacías. Te negabas por ser
quién eres, o mejor dicho; por creer en lo que los demás creen de ti. —ladeó
su cabeza, arrugando un poco su nariz antes de reír silenciosamente.
—Creí que lo haría, pero tú y yo... No somos mis padres. —el rizado arrugó
un poco su nariz.
—¿Está bien?
....
Oficialmente el fin!!!
Gracias por haber estado en este camino largo!! A sido duro pero por fin
estamos finalizando esta adaptación!! Como os dije en la sinopsis, ahí esta
el usuario de la autora original, con el libro mas actual, ya que esta versión
es la anterior, la nueva esta en su perfil!!
Las TQM.
MinMin.