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“2013 – Año del Bicentenario de la Asamblea General Constituyente de 1813”

REPÚBLICA ARGENTINA

VERSIÓN TAQUIGRÁFICA
CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN

REUNIÓN PLENARIA DE LAS COMISIONES DE JUSTICIA Y ASUNTOS


PENALES, DE PRESUPUESTO Y HACIENDA, DE TRABAJO Y PREVISIÓN
SOCIAL Y DE BANCA DE LA MUJER

Salón Illia – H. Senado de la Nación

24 de septiembre de 2013

Presidencia del señor senador Aníbal Fernández y de la señora senadora Marina


Raquel Riofrío

PUBLICACIÓN DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE TAQUÍGRAFOS


“2013 – Año del Bicentenario de la Asamblea General Constituyente de 1813”

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y Hacienda, de Trabajo y Previsión Social y de Banca de la Mujer

– En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Salón Arturo


Illia del H. Senado de la Nación, a las 15 y 15 del martes 24 de
septiembre de 2013:

Sr. Presidente (Fernández). – Buenas tardes. Damos comienzo a la reunión. La temática que
solemos utilizar en estos casos siempre es la misma: son diez minutos de exposición y a los
ocho les avisamos para que tengan tiempo para redondear. Si necesitan estirar un poco el
tiempo, lo vamos ordenando entre nosotros.
Conforme al listado, tiene la palabra la licenciada Cecilia Correa, secretaria de la
Comisión Directiva de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM),
propuesta por el senador Morales y la senadora Estenssoro.
Sra. Correa. – Buenas tardes a todos y a todas.
Honorable Cámara de Senadores de la Nación, Comisión de Justicia y Asuntos
Penales, señor presidente Pedro Guillermo Guastavino, senador Fernández, senadora
Corregido: en nombre de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) y de
Mabel Bianco, su presidenta, que no pudo estar hoy aquí porque está en la reunión de alto
nivel de Naciones Unidas sobre Objetivos del Milenio, quiero agradecer esta invitación.
Vemos con gran preocupación que dos leyes por las cuales desde FEIM luchamos y
abogamos para que sean aprobadas: la ley 26.061, de 2005, de protección integral de los
derechos de las niñas, niños y adolescentes, y la ley 26.485, de 2009, de protección integral
para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que
desarrollen sus relaciones interpersonales, están siendo desconocidas en este proyecto y se
introducen modificaciones que las relegan, específicamente que este proyecto de ley dice que
de ser aprobada prevalecerá sobre las otras previas.
Respecto a la ley 26.061, en este proyecto de ley se vuelve a privilegiar el sistema
tutelar que fue superado por la ley 26.061 de acuerdo a lo que señala la Declaración de los
Derechos de los Niños que nuestro país aprobó y en 1994 le dio carácter constitucional.
Si bien este es un tema muy preocupante y de gran interés para nuestra organización,
por razones de tiempo y de que existen otras invitadas con antecedentes muy importantes
sobre la niñez, nos centraremos en lo relativo a la violencia contra mujeres y niñas.
Empezamos por señalar que nuestras observaciones se basan en nuestra experiencia
en el estudio del problema contra mujeres y niñas y la experiencia recogida en estos
veinticuatro años trabajando con mujeres y niñas, especialmente de sectores pobres, y de
acompañarlas y aconsejarlas frente a situaciones de violencia de género que viven a diario.
Este proyecto de ley ignora y desconoce la ley 26.885, aprobada en marzo de 2009,
que fue el resultado de una importante discusión y trabajo de senadoras y senadores de todos
los partidos políticos con organizaciones y expertos de la sociedad civil, y que se aprobó por
amplia mayoría en las dos Cámaras.
Para las mujeres y organizaciones que desde hace años venimos trabajando y
abogando por este tema en el país, la ley 26.485 fue un gran avance y permitió adecuar la
legislación a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer, que la Argentina ratificó y que exige adecuar la ley nacional.
Retrotraer la ley a la violencia doméstica es un franco inexcusable retroceso. Por eso,
este proyecto es inaceptable para FEIM, porque sabemos que el problema de la violencia es
fundamentalmente de mujeres y niñas, aunque reconocemos que existe para otros miembros
de la familia, pero en mucho menor escala.
Discutir ahora un proyecto de violencia doméstica nos vuelve a la discusión de la

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década de los 80 y 90, cuando se negaba la importancia de la violencia de las mujeres y niñas,
víctimas privilegiadas de esta violencia, pero también de la que ocurre en otros ámbitos y que
comprende otras modalidades. En la actualidad, reconocer esto es algo imposible de aceptar,
que no se justifica de ninguna manera.
Cuando todavía las organizaciones de mujeres estamos reclamando la implementación
plena de la ley 26.485, no es posible aceptar ahora volver a invisibilizar a las mujeres frente a
la violencia de género y anular la vigencia de la ley aceptando una ley que no implica
avances, sino solo retrocesos.
Nos costó muchos años de lucha que se reconociera la violencia contra mujeres y
niñas que ocurren a diario en distintos ámbitos de la vida cotidiana y que implican muchas
modalidades de violencia para ahora hacerla desaparecer, no sabemos por qué ni a beneficio
de quién.
Este nuevo proyecto no plantea nuevas propuestas en relación a las acciones a
realizar. Si se observa que deja librado al Poder Ejecutivo Nacional la autoridad de aplicación
de los distintos aspectos, permitiendo que la responsabilidad se reparta en entidades
gubernamentales con distintos grados de interés y experiencia en los problemas de mujeres y
niñas.
Además, permite que cualquier integrante de la familia haga una denuncia de padecer
violencia familiar, abriendo la posibilidad para que los victimarios sean los que deban ser
protegidos, porque son los más rápidamente quienes descubren las medidas que les son
favorables, constituyendo esto un mecanismo perverso, no solo inadmisible.
Este proyecto de ley, al referirse solo a la violencia doméstica, es mucho más limitado
que la ley 26.485 y también diluye la responsabilidad del Estado para sancionar y atender la
violencia.
Respecto a las estadísticas, se limita a crear el Registro de Violencia Doméstica, pero
ignora el Observatorio de Violencia contra Mujeres y Niñas que crea la ley 26.485, y que es
un mecanismo importante para vincular el registro con las medidas a aplicar y su evaluación
y monitoreo por parte de un organismo integrado por sectores gubernamentales, expertas y
organizaciones de la sociedad civil.
Por todo lo expuesto, pedimos a los señores y señoras senadoras no aprobar este
proyecto y ratificar la vigencia de la ley 26.485.
Finalmente, queremos públicamente celebrar la medida adoptada por el gobierno
nacional la semana pasada cuando la presidenta de la Nación presentó la línea telefónica
gratuita 144, una de las medidas que la ley 26.485 establecía y que aún no se había
inaugurado. Consideramos que es una medida que ratifica nuestra convicción de que la
implementación de dicha ley es la línea en la que debemos trabajar para responder y empezar
a eliminar la violencia con mujeres y niñas en todas sus formas. Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Gracias, licenciada.
Tiene la palabra la doctora Laura Mussa, directora de la Fundación Sur Argentina,
propuesta por el senador Morales.
Sra. Mussa. – Muchas gracias, señores senadores. Buenas tardes a todos y a todas. La
Fundación Sur Argentina es un organismo de derechos humanos especializado en la defensa
de derechos de la infancia y adolescencia. En ese sentido, agradecemos haber sido invitados a
exponer. Concretamente, lo que venimos a plantear es que después de largos años de luchar
por la vigencia plena de la ley 26.061, que es una ley que costosamente adaptó la legislación
nacional después de cien años de vigencia del Patronato a la Convención sobre los Derechos
del Niño, y que desde 2006 está tratando de implementarse en todo el país. Quedan solo tres

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jurisdicciones que aún no han dictado una ley adecuando a la ley nacional. Encontramos en
este proyecto de ley un serio escollo para poder fortalecer los mecanismos que tiene la ley de
infancia para hacer exigibles los derechos.
La ley de protección integral de la infancia tiene un mecanismo, un procedimiento,
para lograr las medidas de protección que en el texto de este proyecto de ley se ve
superpuesto, alterado y puede producir confusiones a la hora de generar las medidas de
protección que los mismos autores desean, obviamente.
Costó mucho tiempo separar lo que es el sistema administrativo de lo que es el
sistema judicial. En este proyecto de ley vuelve a confundirse, y es un mensaje realmente
pernicioso para los operadores judiciales que aún no se han desprendido del viejo modelo de
patronato volver a tener acercamientos, como este proyecto lo hace.
Para la ley argentina, y en consonancia con la Convención, las medidas de protección
son de entidad administrativa. Cualquier víctima de cualquier vulneración de derechos que
sea menor de edad, tiene todas las posibilidades de denunciarlo ante todos los organismos en
la Argentina. Además, se han creado los organismos de protección de los derechos de la
infancia para reponer los derechos vulnerados en todas las jurisdicciones de nuestro país. Esto
ha sido después de mucho esfuerzo. Recién se han terminado de constituir. Recién se están
armando los procedimientos, los protocolos, para tener un sistema de protección. No es una
oficina, sino un sistema que atraviesa todos los organismos por donde pasan o deberían pasar
niños, niñas y adolescentes.
Este procedimiento ha implicado que se corriera a la Justicia, que las medidas de
protección las tome el organismo de protección, como debe ser, porque es el que cuenta con
los recursos para lograr la satisfacción de estos derechos: la escuela, mecanismos de salud,
amparos por vivienda, subsidios, el abogado del niño y todo lo que se requiere para satisfacer
los derechos vulnerados.
Si la medida de protección es extraordinaria e implica la separación del niño de su
familia, allí sí también la toma el organismo de protección a instancias de cualquiera que
puede denunciar –por supuesto, el propio niño–, lo que requiere que la Justicia controle la
legalidad de esa medida. Es decir que, en ese sentido, hay una doble protección. Ningún niño
está privado de acceder a la Justicia, pero este es el mecanismo.
Se trata de un mecanismo que nos ha costado mucho colocar, que cuesta mucha
capacitación en todo el país. Me hubiera gustado que estuviera la SENAF hoy aquí, que
también participa en lograr poner en funcionamiento esta ley. La verdad es que lo estamos
consiguiendo, dificultosamente, pero hoy los niños son sujetos de derechos y están siendo
acompañados por sus abogados.
La experticia que uno puede tener, el tiempo y el trabajo en la protección de derechos
de la infancia, hace ver que realmente se ocasionaría un retroceso en poder defender este
procedimiento, que es costoso y sofisticado, que se está construyendo y hace que los chicos,
chicas y adolescentes tengan la categoría de sujetos de derecho. Van defendiéndose a sí
mismos, además de todo el Estado, que tiene que apoyarlos.
Además, quería resaltar que también nos parece un retroceso que la ley vigente desde
2006 planteaba en su artículo 27 que todo niño tiene derecho a tener un abogado
proporcionado por el Estado –si no lo tiene– siempre que sea parte en un procedimiento
administrativo o judicial. Por supuesto que no es una obligación del niño, sino que el Estado
debe proponérselo y el niño podrá tenerlo. Esto es así porque es hacer verdad lo que se decía
como una consigna: el niño tiene derecho a ser oído.
Los hombres de leyes saben que uno puede ser oído solo cuando se es oído

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materialmente. La defensa material es ser parte en un expediente, no que alguien lo escuche y


cuente lo que cree que el niño quiso decir. El niño está ahí para hablar en primera persona y
ser defendido por un abogado que sabe cómo instrumentar estos derechos.
Con preocupación vemos que ahora el artículo 14 del proyecto de ley dice que si el
niño o adolescente cuenta con trece años –es decir, pone una edad que no tenía; el niño que
sabe darse a entender puede decir si es víctima o no– y sin perjuicio de la intervención del
Ministerio Pupilar, se presumirá, salvo prueba en contrario, que cuenta con capacidad y
aptitud para designar un letrado que lo represente. Está agregando condiciones que hoy no
exigía la ley. Por suerte, hoy un niño es un sujeto de derecho. No tiene que probar su
capacidad. El niño puede decir, con un abogado que lo dirá en términos jurídicos, si está
siendo víctima o cuál es su deseo en un conflicto del que forma parte.
En cambio, aquí se plantea una edad mágica de los trece años, donde la Argentina
empezaría a considerar que una persona es sujeto de derecho. La Convención no puso límites
y la ley 26.061 tampoco. Es decir, este Congreso de la Nación no le puso límites, por lo que
es un retroceso. En relación a los derechos humanos no puede haber retrocesos en el sistema
normativo. Entonces, es claramente regresiva en cuanto al mundo de la infancia.
Es por eso, señores senadores, que la Fundación Sur Argentina, que permanentemente
se ha dedicado a esto y ha estado presente en este Congreso para hacer todos los aportes que
pudiéramos, solicita que esta ley se retire de discusión hasta que se pueda abrir un espacio
donde estos temas, que son tan trascendentes, puedan volverse a discutir, cuando tenemos
leyes vigentes que cuesta mucho y cada día se avanza en su pleno cumplimiento. La verdad
es que este procedimiento que aquí se plantea entre judicial y administrativo, que no es el que
marca la ley, para nosotros, los abogados de los chicos, sería realmente un problema
solicitarle a un juez que cumpla con un procedimiento. Ahora cuesta mucho que sea el que
claramente este Estado argentino ha venido defendiendo. Esa es la solicitud de la Fundación
Sur. Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Muchísimas gracias.
Tiene la palabra la doctora Julieta Bandirali, presidenta de la Comisión de la Mujer de
la Asociación de Abogados de Buenos Aires.
Sra. Bandirali. – Buenas tardes a todos y a todas. En primer término, agradezco la invitación
que nos cursara la Comisión de Justicia y Asuntos Penales del Honorable Senado y a sus
autoridades e integrantes.
Paso a leer el dictamen que elaboró la Comisión de la Mujer de la Asociación de
Abogados de Buenos Aires y que su Comisión Directiva aprobó en la reunión del 20 de
agosto de 2013.
“1) Reconocemos la loable intención de los firmantes del proyecto en cuanto a la
necesidad de encarar de la forma más eficaz la problemática de la violencia y el abuso de
poder en el ámbito de la familia incorporando a otros sectores vulnerables como niñas/niños y
adolescentes, adultos mayores y personas discapacitadas;
“2) Sin perjuicio de ello, estimamos que el proyecto no logra enderezarse en forma
idónea hacia ese objetivo, en tanto se superpone con normativa ya existente a nivel nacional y
local, además de presentar aspectos que dificultarían su implementación, ello así dado que
avanza profundamente sobre los aspectos procesales, por ejemplo, crea un llamado 'juicio de
violencia familiar', que son de competencia de las provincias;
“La práctica ha demostrado que no se verifica un acompañamiento fluido de las
provincias a las normas de distinta jerarquías sancionadas por el Congreso Nacional y/o la
Administración central a las que deben adherir, particularmente en este tipo de materias (lo

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cual se puede apreciar con los Protocolos de atención a los Abortos No Punibles, la Ley de
Salud Sexual y Reproductiva, etc.) y terminan siendo 'letra muerta'.
“3) Esta comisión ha constatado que en nuestro país existe normativa sobre la materia,
tal como las leyes 26.485 y 26.061, armonizadas con las Convenciones Internacionales, y que
las graves dificultades que se observan en la lucha por la erradicación de la violencia contra
la mujer, y también contra la violencia que se da dentro del ámbito familiar, no responden a la
falta de legislación adecuada –si bien perfectible– sino por el contrario, a la carencia de
efectivas políticas públicas y de las previsiones presupuestarias necesarias para aplicarlas, por
un lado, y a la falta de formación y/o sensibilidad en perspectiva de género y sobre el
fenómeno de la violencia familiar en el nivel de los operadores de la justicia,
fundamentalmente dentro de los Poderes Judiciales;
“4) Asimismo, manifestamos nuestro reparo sobre el retroceso que significa volver
una vez más a incluir la problemática de la violencia contra las mujeres, en el colectivo de los
niños/niñas/adolescentes, ancianos y discapacitados; cuando reconoce orígenes filosóficos,
antropológicos, sociales, culturales y políticos de distinta índole.
5) Atento lo expuesto, proponemos que se promueva la discusión y el debate entre los
sectores existentes en la materia con la perspectiva de género ya contenida en la ley 26.061,
tomando del proyecto en estudio los conceptos que impliquen un avance en el abordaje
exhaustivo de la violencia.
Sin dejar de señalar nuestra preocupación detallada en el punto 3), hacemos
igualmente hincapié en reclamar la puesta en práctica efectiva de políticas públicas tendientes
a erradicar la violencia y perseguir un cambio radical en la percepción y en la conciencia
social sobre dicha problemática.
Atento que la doctora Nelly Minyersky, quien es una destacaba miembro de la
Asociación de Abogados de Buenos Aires, se ha excusado por no poder venir y había sido
especialmente invitada; me voy a tomar la libertad de extenderme en los minutos que a ella le
hubieran correspondido, para leer la carta que mandó a la Comisión de Justicia y Asuntos
Penales, si así me es permitido.
“De mi mayor consideración: me dirijo a usted a fin de comunicarle que no podré
concurrir en el día de la fecha.
“A los efectos que hubieren lugar, acerco a usted las siguientes manifestaciones.
“En primer lugar, hago mío el dictamen elaborado por la Comisión de la Mujer de la
Asociación de Abogados de Buenos Aires sobre el referido proyecto de ley, habiendo
participado en su redacción. Acompaño a la presente una copia del mismo.
“Asimismo, de una lectura a conciencia de la legislación vigente en la materia, o sea,
pactos internacionales, CEDAW, Convención de Belem do Pará, leyes nacionales 24.413,
26.485 y 26.061, y legislaciones provinciales, nos llevan a la convicción que en materia
legislativa nuestro país tiene un articulado suficiente a los fines de encarar la problemática de
violencia y abuso de poder en el ámbito de la familia. Como todo el quehacer humano, las
normas son perfectibles y reconocemos la intención de los firmantes del proyecto en cuanto a
la necesidad de encarar de la forma más eficaz la problemática incorporando a otros sectores
vulnerables como niños, niñas y adolescentes, adultos mayores y personas discapacitadas.
“Sin embargo, nos parece de mejor técnica legislativa, el perfeccionar las normativas
existentes a sumar un nuevo cuerpo legal que puede llevar a confusión y a esterilizar los
propósitos de los firmantes del proyecto en cuestión.
“La organización federal de nuestro país nos obliga a ser muy estrictos para no tornar
en inoperante la letra de la ley, señalando debidamente cuáles son principios procesales

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unidos en forma indivisible a principios constitucionales (artículos 18 y 19 de la Constitución


Nacional), y por ende obligatorios en todo el país, y cuáles son principios eminentemente
procesales reservados por las provincias para su propio ámbito legislativo.
“La ley 26.485 contiene ambos principios en su Título III, dedicando el capítulo I a
Disposiciones Generales y el capítulo II a Procedimiento.
“En el proyecto ambos caracteres de estos principios aparecen indiferenciados en
normas procesales de diferentes tipos. Ello puede generar dificultades y confusión en su
aplicación y en la definición del ámbito de aplicación de las normas.
“La ley 26.061 contiene una serie de normas que se refieren a medidas ante la
violencia contra los niños (artículos 37 a 39), así como a la denuncia de violación de derechos
de los niños (artículos 30, 31 y concordantes). Lo que hubiera correspondido es perfeccionar
la legislación ya existente, sobre todo cuando se formula un proyecto en el cual no se tiene en
cuenta debidamente la normativa vigente, por ejemplo: el capítulo V del proyecto sobre
políticas públicas y ley 26.485, título III, capítulo I, sobre principios rectores en políticas
públicas.
“Consideramos necesario estudiar en profundidad las leyes existentes para lograr
mejores herramientas a favor de los derechos de toda nuestra ciudadanía y en especial de los
sectores más vulnerables, niñas, niños y adolescentes. Pero sobre todo pensamos que con la
legislación existente puede llevarse a cabo este propósito si la sociedad y el Estado asumen
todas las responsabilidades que le competen, propiciando cambios en la conciencia social y
llevando adelante adecuadas políticas públicas.
“Sin otro particular y quedando a su disposición, la saludo muy cordialmente. Nelly
Minyersky.”
Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente. – Tiene la palabra la señora Lucía Heredia, del Centro de la Mujer de San
Fernando, CEDEM.
Sra. Heredia. – Buenas tardes a todos y a todas. Agradezco en mi nombre y en el del
CEDEM la invitación para poder exponer, desde nuestra experiencia, nuestros puntos de vista
con respecto al siguiente proyecto. Voy a ser breve.
Hace unos cuantos años que venimos trabajando en esta problemática en el partido de
San Fernando, en la zona Norte del Conurbano. Cuando digo “unos cuantos años”, me refiero
a unos veinte años, cuando aún no contábamos con leyes de violencia familiar. Desde el año
1994, contamos con la ley nacional, solamente aplicable para Capital e Islas del Atlántico
Sur. Las provincias quedaban afuera.
Vimos con alegría a lo largo de los años que fueron apareciendo las leyes
provinciales. En el caso de la provincia de Buenos Aires, en el año 2001, comenzó a aplicarse
la ley 12.569. Dicha ley, inmediatamente, dio cuenta de las limitaciones con que contaba, por
tratarse de una ley de violencia familiar y no de una ley género específica.
Nos damos cuenta que cuando hablamos de violencia familiar las víctimas principales
de estas violencias, son las mujeres; en segundo lugar, niñas y niños. Pero, esas violencias
quedaban invisibilizadas dentro del colectivo de la familia. Y el bien jurídico a proteger
devenía, no los derechos de la mujer y las violencias de las cuales era víctima, sino la familia
en su conjunto. Con esto, debimos asistir a mediaciones, que se hacían en los juzgados,
tratando de reunificar a la familia y que la mujer desistiera de las denuncias, que estaba
haciendo y continuara sufriendo las violencias en pos de esa unidad.
A todo el colectivo de mujeres nos costó bastante trabajo lograr la ley género
específica que es la ley 26.485. Y, vemos con sorpresa como hoy volvemos para atrás y

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volvemos al intento de una ley de violencia familiar, donde queda, nuevamente, invisibilizada
esa violencia; más allá de que los sectores involucrados cuentan con legislaciones específicas.
Ya fue desarrollado aquí en relación al tema de niños, niñas y adolescentes. También, lo
vemos en el caso de discapacitados y discapacitadas, quienes cuentan con protecciones donde
esto no sería necesario.
Vemos con mucha preocupación –y quienes trabajamos en espacios de denuncias esto
lo sabemos– cómo esta ley que subsume todas las violencias en el ámbito familiar, las iguala
y pone en pie de igualdad una pelea entre cuñados o cuñadas y la violencia hacia la mujer y
los femicidios; lleva a que los primeros que corren a hacer las denuncias sean, en realidad, los
victimarios. Esto se observa.
Entonces, que se vuelva a abrir esta puerta, realmente, nos llamó muchísimo la
atención, porque creíamos que estábamos avanzando y que habíamos avanzado. Esto sería un
gran retroceso.
Este es el punto de vista del CEDEM. Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la señora Fabiana Túñez, de la Casa del
Encuentro.
Sra. Túñez. – En primer lugar, quiero agradecer a la Cámara de Senadores por la invitación a
participar de este debate y profundización acerca de la presentación de esta ley de protección
de la familia.
Voy a dividir lo que voy a decir en dos partes. Por un lado saludamos que, desde los
diferentes estamentos del Estado, se siga trabajando para profundizar el debate y las acciones
en pos de erradicar la violencia hacia las mujeres.
El tema es que muchas veces a organizaciones como las nuestras que hacemos un
informe de femicidios en la Argentina desde la sociedad civil y que a su vez brindamos
asistencia integral a las víctimas vemos claramente cómo muchas veces existe un divorcio
entre lo que generamos como leyes y lo que es la realidad y la necesidad concreta y real para
mejorar la calidad de vida de las mujeres de las niñas y de los niños.
Sin ningún lugar a dudas la ley 26.485 logró generar un cambio de paradigma dentro
de las leyes y este fue un avance importantísimo. Seguir generando leyes en el sentido de
solamente seguir generando leyes me parece que, por lo menos, nos tiene que llamar la
atención y llevarnos a una reflexión: los informes de femicidios demuestran cómo han
aumentado los casos de femicidios que aún con medidas cautelares de “no acercamiento” y
de “exclusión del hogar”, los agresores terminan asesinándolas igual. Por eso es muy
importante la elaboración de estadísticas oficiales. Porque con las estadísticas vemos
aquellos puntos en los que hay que profundizar el trabajo. Vemos claramente cuando los
jueces dictan la medida de no acercamiento el violento no cumple la medida y,
lamentablemente, desde la Justicia no se aplica ninguna sanción, salvo en algunos casos en
los que se aplica una demora de unas horas; cuando se podría aplicar claramente un desacato
a una medida de un juez.
Entonces, a mí me gustaría invitar a senadores –mujeres y varones–, a diputados y
diputadas a que diéramos un paseo durante todo un día por el circuito que tiene que hacer la
mujer al momento de hacer la denuncia y después de hacer la denuncia y luego, cuando hace
la denuncia, a ver cómo queda sin red.
Gracias a todas las legislaciones que fueron sancionadas o aprobadas y significaron
avances –desde la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte y la ley 26.495 hasta la línea
144– invitamos a la mujer a hacer la denuncia, el problema es ¿después qué? Todos los
Estados en estos momentos carecen de la asignación de un presupuesto acorde para más

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cantidad de lugares refugio, más cantidad de lugares que le den asistencia integral capacitada
a las víctimas sostenida en el tiempo, con efectores de las diferentes disciplinas capacitados
en violencia de género. Cuando hablamos de violencia de género contra las mujeres uno más
uno puede que no sea dos; puede ser dos, tres o cuatro.
Por eso les hago la invitación de conocer el circuito que siguen las mujeres y veamos
cómo algunas veces tienen que esperar entre 5 o 6 horas para hacer una denuncia porque no
hay suficiente personal o cómo a una víctima que fue a una comisaría de la mujer le tuvieron
que tomar la denuncia en el anverso del envoltorio de una resma de papel. En eso le tomaron
la denuncia.
Cuando pasan estas cosas nos parece que está bien discutir, tratar de incorporar otras
leyes o profundizar el punto que sea necesario de la ley 26.485, no caben dudas, pero la
realidad es que hoy tenemos un instrumento. El problema está en que hay un divorcio entre el
instrumento que tenemos y la práctica cotidiana que vive cada mujer.
Además de eso, tenemos el grave problema que muchos jueces todavía desconocen
los alcances de la 26.485 cuando define las diferentes formas de violencia; entonces, una
mujer va a hacer una denuncia por violencia psicológica y no se la quieren tomar. Y, sin
embargo, está dentro de la ley.
Creemos que toda la clase política, independientemente de en qué lugar se encuentre,
debe ir al llano, a lo que le pasa a esa mujer cuando en la oficina de la Corte tiene que pasarse
seis o siete horas. Esa mujer que a lo mejor se animó a denunciar por ahí se arrepiente en
todas esas horas y la sociedad necesita que esa mujer haga la denuncia. Pero esa mujer
también necesita que el Estado le brinde la asistencia integral, que le pueda dar una
asignación económica temporal para salir de ese círculo de violencia, necesita una asistencia
integral para sus hijos e hijas y, fundamentalmente, las mujeres de los sectores más
vulnerables no tienen suficientes patrocinios jurídicos gratuitos con especialización en
violencia de género. ¡No hay!
Entonces, cuando nosotros decimos que tienen el acceso a la Justicia, pero la realidad
es que cuando llega el momento eso no está porque no se consigue y están desbordados los
patrocinios jurídicos gratuitos de todo el país. Entonces, es hora de que nos sentemos con
tiempo todos los sectores, genuinamente, desde la experiencia de los legisladores en cuanto a
materia legislativa, la sociedad civil y les repito la invitación
a que nos acompáñennos un día, desde la mañana hasta la madrugada, y vayamos a cada uno
de estos dispositivos a ver lo que pasa. Si no, nos vamos a convertir en una máquina de
generar leyes que después nadie cumple.
En casi todas las provincias hay leyes de violencia familiar. La realidad es que
nosotros necesitamos que haya un presupuesto lo suficientemente importante para poder
aplicar políticas públicas integrales para poder elaborar en conjunto un plan nacional para la
erradicación de toda forma de violencia. Y para eso necesitamos que los organismos que
están al frente de todo esto cuente con más presupuesto y si el organismo que queda
dependiendo de otras áreas de ese mismo ministerio dejemos que sea más autónomo.
Tomemos el ejemplo de España. Allí creó el Ministerio para la Igualdad que tenía una
presupuesto propio y pudo asignar y ejecutar políticas activas que logró reducir la violencia
de género.
Este proyecto es un paso atrás. La ley 26.485 es la mejor posible a la que si queremos
podríamos anexarle cosas pero esta reforma, de alguna forma, lo que está desconociendo
implícitamente todos los obstáculos que encuentra la víctima de violencia de género. Y
coincido con lo que planteaba Laura Mussa en que aumenta la confusión de los operadores

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judiciales, es decir, que todavía por esta cultura patriarcal y machista se sigue condenando a
la mujer.
Fíjense hasta qué extremo hemos llegado que ahora muchos jueces quieren instalar el
SAP, algo que no existe, y que se utiliza para sacarle la patria potestad a las mujeres que han
denunciado abusos o violencia de género.
Por eso, los invito a todos los senadores y a las senadoras, y nos ponemos a su
disposición, para que nos acompañen veinticuatro horas con una mujer que va a hacer la
denuncia por violencia sexista. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la señora Virginia Simari, presidenta de la
Asociación de Mujeres Juezas de la Argentina.
Sra. Simari. – Gracias por este espacio que brindan a la Asociación de Mujeres Juezas de la
Argentina.
Por razones técnico-operativas, debo decir que recibí el proyecto con escasísimo
tiempo. No obstante, la mera lectura que hice y el conocimiento del tema en el que venimos
trabajando desde hace veinte años, me permite mínimamente aprovechar este espacio con el
que es muy valioso contar.
Empiezo suscribiendo todo lo que escuché. La Asociación de Mujeres Juezas de
Argentina viene trabajando con la base que con las herramientas normativas que tenemos,
tanto las nacionales como los convenios suscriptos en la órbita internacional, tenemos
suficiente materia para continuar con el trabajando y profundizando lo que hasta aquí se viene
haciendo. A partir de esto, es inevitable el punto de partida para considerar que no es el
momento ni son los términos del proyecto. Comparto también cuanto se ha dicho en el
sentido de celebrar la iniciativa leída, desde la perspectiva de que algo tenemos que hacer con
esta situación que no estamos pudiendo manejar, pero no coincidimos con el camino y los
términos vertidos en la ley.
La optimización de los recursos nos llevaría a pensar que la estrategia es seguir
trabajando en la profundización de la aplicación de las herramientas que tenemos y con
tiempo -con una convocatoria amplia como es esta- ver si se le puede dar una mayor eficacia
a las normas.
Suscribo cuanto aquí escuché, y sí añadiría con mucho fervor que desde la mirada de
los jueces, más particularmente la voz de la Asociación de Mujeres Juezas de Argentina,
venimos trabajando en la formación de los colegas y de los operadores judiciales para que
año a año vaya diluyéndose esta percepción, en el sentido de que no estamos suficientemente
entrenados no solo en el manejo de la normativa, sino en la sensibilidad en incorporar ese
cristal que nos permita advertir de qué estamos hablando cuando vemos un problema de
género. También señalo y complemento esto que, en definitiva, está atravesado por el tema de
la formación con otro llamado a la reflexión, es decir, la capacitación hay que profundizarla
en los operadores judiciales, fuerzas de seguridad, pero también en la sociedad civil en su
conjunto.
En la medida en que no incluyamos en las materias de formación primaria, secundaria
y universitaria el tema de la perspectiva de género y la concepción de igualdad entre todas las
personas, vamos a seguir trabajando sobre los hechos consumados. Los jueces recibimos los
casos cuando la violencia ya ocurrió y el daño ya se produjo, y ahí estamos siempre actuando
tarde, aun en el mejor de los escenarios y con el magistrado más sensible y capacitado. Apelo,
por favor, a los legisladores a que tomemos seriamente la posibilidad de legislar para incluir
la formación desde la más temprana edad y en todos los ámbitos de educación.
Nosotros advertimos que con esfuerzo vamos trabajando entre colegas y en el ámbito

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universitario, pero en ninguna de las carreras de grado está. Los comunicadores no se forman
en perspectiva de género, tampoco los publicistas, abogados, periodistas, Me remonto
también al compromiso que -como sociedad y profesional- tenemos de trabajar en pos de que
esa formación venga ya desde la formación primaria y secundaria. (Aplausos).
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la doctora Natalia Gherardi, del Equipo
Latinoamericano de Justicia y Género.
Sra. Gherardi. – Agradezco la invitación a participar de esto, que espero sea el comienzo de
un diálogo por un objetivo que compartimos, desde la sociedad civil, el Poder Judicial y el
Congreso de la Nación, que es trabajar por la erradicación de la violencia contra las mujeres.
Pertenezco a una asociación llamada “ELA”, que trabaja por la promoción de los
derechos de las mujeres y la equidad de género desde dos perspectivas: acceso a la justicia y
políticas públicas. Justamente, esa interacción es central. Todas las personas que me
precedieron en el uso de la palabra se adelantaron en el abordaje de esta problemática tan
particular y urgente.
Tengo algunos comentarios generales y particulares sobre el proyecto de ley. En
términos generales, la investigación y el trabajo que hacemos en materia de violencia nos
indica que los problemas persistentes sobre la violencia están menos vinculados con la
legislación y más con la necesidad de implementar más y mejores políticas públicas a nivel
nacional.
Asimismo, si bien las deficiencias se ven en todo el territorio de la Argentina -y lo
mencionaban con elocuencia quienes me precedieron en el uso de la palabra-, la Ciudad de
Buenos Aires está bastante mejor que muchas otras jurisdicciones del país. Entonces, lo
primero que necesitamos son mejores diagnósticos de la situación, de dónde están los nudos
críticos de los problemas de implementación de la legislación que existe y de la efectividad
de las respuestas que el Poder Judicial da con mayor o menor adecuación a la legislación, a
los estándares internacionales de Derechos Humanos en diferentes jurisdicciones del país, y
una mejor evaluación empírica que nos permitirá saber cuáles son esos nudos críticos sobre
los cuales tendremos que trabajar para mejorar las leyes, e implementar más y mejores
políticas públicas.
Como decían antes, los problemas ya son menos derivados de la falta de percepción
de algunas situaciones de violencia. Tenemos una sensibilidad razonablemente buena y
mejor, sin duda, que en otras décadas respecto a la violencia inaceptable. Poca gente
defendería hoy en la Argentina y en voz alta que la violencia física contra las mujeres no es
una forma de violación contra los Derechos Humanos; sin embargo, hay otras formas de
violencia que también se mencionaron más sutiles, menos evidentes y que todavía son
ampliamente toleradas por la sociedad. Sobre esas hay que trabajar para que no lleguemos a
la violencia física.
Los que tenemos una mayor sensibilidad acerca de algunas formas de violencia,
tenemos mayores índices en aquellos lugares donde hay información sobre la cantidad de
denuncias que se presentan. Las mujeres denuncian en mucha mayor cantidad que antes.
Como bien señalaba Fabiana, el problema es qué pasa después de la denuncia. Y ahí vuelvo a
mi referencia de la importancia de las investigaciones empíricas. Miremos qué pasa después
de haber instado a las mujeres a denunciar. Lo que pasa es la desatención de muchos
organismos públicos, la descoordinación aun dentro del Poder Judicial donde el conflicto se
fracciona en muchos ámbitos.
Entonces, hasta es posible que cada una de las intervenciones del Poder Judicial haya
sido correctas en su pequeña porción específica, pero sin coordinarse entre ellos la atención

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real del problema, que es insuficiente.


Entonces, es a partir de una investigación del tipo de hasta de experiencia personal,
como mencionaba Fabiana. Miremos el camino que hace la mujer después de que denuncia y
vamos a ver todo lo que falla en un sistema de justicia fraccionado, descoordinado entre sí,
sin interacción con las políticas del Poder Ejecutivo Nacional o de la Ciudad de Buenos Aires
o de los municipios que correspondan. Ahí vamos a ver los problemas reales sobre los que
todavía, sin duda, nos falta mucho por trabajar.
Por otra parte, la sanción de una ley como la que se propone ahondaría los problemas
de superposición de diferentes legislaciones. Como mencionaban también antes, eso genera
mayor confusión en los operadores de justicia y ni hablar entre los operadores de los sistemas
de salud, que muchas veces tienen que trabajar con las mujeres para orientarlas hacia dónde
ir. Nuestro trabajo con efectores de salud, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires –porque
es donde estamos basadas pero no porque no haga falta este trabajo en otros lugares del país–
nos muestra las grandes dificultades que tienen para entender el sistema, para entender donde
derivar, para entender cómo funciona el sistema de justicia, que en la ciudad de Buenos Aires
además tiene la duplicación o la superposición de las jurisdicciones de la ciudad y de la
Nación. Lo hace muy complejo, lo hace difícil hasta para los profesionales del derecho, y
entiendo perfectamente que es muy difícil de transitar, ni hablar para las mujeres víctimas de
violencia pero también para los efectores de salud que tratan de contribuir a llevarlas a
transitar ese momento.
Entonces, la forma en que se integraría una ley como esta con la legislación ya
existente es realmente problemática y es un punto que merece un análisis bien profundo.
Sobre el proyecto en particular voy a hacer solamente dos o tres comentarios
específicos porque, con honestidad, espero que este comienzo de diálogo pueda llevarnos a
pensar en otra forma de abordaje y de intervención desde el Poder Legislativo, que realmente
ha avanzado muchísimo en la Argentina en términos de violencia contra las mujeres y la
atención de la niñez y también de otros colectivos de personas. Con lo cual, saludo la
intención, la voluntad y el genuino interés en este tema, y espero que este pueda ser el
comienzo de un diálogo para pensar la problemática en la forma más integral, plural y sobre
la base de la información que podamos aportar desde diferentes lugares.
Entonces, haré solamente algunos pocos comentarios específicos sobre el proyecto.
Primero, y como muestra paradigmática de la necesidad de interacción de una norma con la
otra, la definición que usan de abuso de poder y violencia familiar es distinta de la protección
integral de la mujer, la 26.485. Y ahí vuelve la confusión. ¿Cuál es la definición de violencia
familiar en el ámbito de relaciones personales? ¿O es violencia doméstica? ¿Se aplica en
niños, niñas y adolescentes esta ley o la anterior? ¿Cómo se compatibiliza una y otra?
Entonces, por lo menos, tomar un criterio de definición y mantenerlo consistentemente en
toda la legislación ayuda a que podamos transmitir claramente el mensaje para todos los
operadores del sistema de salud, de justicia y de políticas sociales.
Otro tema que me parece realmente preocupante es la obligación de las denuncias. Yo
entiendo la importancia de promover que desde los efectores de salud sean conscientes del
papel importantísimo que tienen para cumplir en ayudar a superar las situaciones de
violencia, porque muchas veces se trata de mujeres, niñas, niños adolescentes, de personas,
que van al sistema de salud con mucha mayor frecuencia y que generan un vínculo mucho
más cercano al que jamás van a desarrollar ni con la policía ni con el Poder Judicial.
Entonces, entiendo la importancia de trabajar con los efectores de salud, pero llamo la
atención sobre la obligación colocada en ellos, sobre todo en un plazo perentorio y sobre todo

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con una sanción, de efectuar una denuncia.


La investigación nos muestra que la cantidad de denuncias efectuadas por terceros –y
esta es una potestad desde que hay leyes de violencia familiar y es una obligación desde la ley
26.485– es mínima. Podríamos pensar que esto es un problema porque es un incumplimiento
de la ley, pero, en realidad, yo creo que lo que muestra es la inefectividad de las denuncias
por terceros. Las denuncias, aun hechas por las propias mujeres, son muchas veces dejadas
sin efecto justamente porque no existe este mecanismo de sostén, de acompañamiento, de
patrocinio jurídico, de atención integral. Entonces, ellas mismas no pueden sostener la
denuncia, ni que hablar cuando la denuncia es impuesta por otra persona en un momento en
que ella no tiene esa capacidad desarrollada por sí misma para llevar adelante el proceso que
recién se comienza con la denuncia. La denuncia es el inicio de un camino totalmente
novedoso, difícil y arduo. Si lo hace además sola y cuando no está preparada para hacerlo,
difícilmente la lleve a buen puerto.
Entonces, la denuncia impuesta por un tercero creo que es un problema más que una
solución. Si pensáramos, por ejemplo, en los casos extremos y particulares en los que de
repente sí es necesario una denuncia o una intervención de la tercera parte, no podemos
imponerla si no tenemos la certeza de que existe el mecanismo de sostén y de
acompañamiento suficiente para asegurar las mejores condiciones para esa denuncia que se
comienza. Y eso no está, eso no existe o no es conocido suficientemente o no está
adecuadamente articulado en todo el territorio de la Argentina.
Hago solamente una reflexión. La semana pasada en un congreso médico, en un
congreso de medicina de anticoncepción, en una mesa sobre violencia, una médica comentó
un par de trabajos de investigación empíricos que se hicieron en algunos servicios de la
ciudad de Buenos Aires –algunos en los CESAC y otros en el Hospital de Clínicas–, donde
los médicos habían investigado qué percepción tenían ellos mismos y ellas mismas, efectores
de salud, respecto de la problemática de violencia. Y también habían reflexionado sobre qué
intervenciones habían hecho. Eran ínfimas. Era ínfimo el conocimiento que tenían de la
problemática y las intervenciones que habían realizado.
Me parece valeroso y valiente y muy importante que hayan hecho esa reflexión hacia
adentro y mirarse críticamente para empezar a mejorar y comunicarlo y difundirlo. Creo que
más de eso necesitamos: mirar críticamente nuestras prácticas y reflexionar sobre ellas, y a
partir de ahí mejorar el diagnóstico que mencionaba al principio. Debemos tener un
diagnóstico más claro de cuáles son los problemas que tenemos porque hemos avanzado
mucho y porque queremos seguir mejorando para cumplir la promesa normativa de erradicar
todas las formas de violencia contra la mujeres. Mirémonos primero críticamente hacia
adentro, debatamos pluralmente y en forma colectiva cuáles son entonces los mecanismos
más eficaces para llevarnos a mejorar esa situación.
En algunas de estas cosas se está avanzado. Uno de los reclamos permanentes que
hacíamos desde ELA era el de las estadísticas. En algunos ámbitos eso está mejorando, hay
espacios que están tomando nota y difundiendo públicamente los registros estadísticos de las
atenciones que hacen. El registro único administrativo es un proyecto que está avanzando, y
nos alegramos de esa iniciativa, pero todavía nos falta, por ejemplo, una encuesta nacional
que mida la prevalencia y la incidencia de violencia contra las mujeres. Entonces, nunca
sabemos todavía a qué proporción de la población estamos atendiendo con diferentes
servicios, y ni hablar de la medición oficial de la forma más extrema de violencia que como
índice sintetiza el fracaso de todo lo anterior y ese es un número que conocemos gracias al
esfuerzo de la sociedad civil, de la casa del encuentro, pero todavía no es un dato oficial.

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Con lo cual, agradezco realmente la invitación. Agradezco y valoro el interés del


Congreso Nacional en esta problemática. Espero que este pueda ser el inicio de un diálogo en
el que, con todo gusto, agradeceríamos participar. Muchas gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la señora Carmela Storani, de la Fundación
Sergio Karakachoff.
Sra. Storani. – Buenas tardes a todos y a todas. Quiero agradecer al senador Fernández y a la
senadora Corregido la invitación por estar acá. También me quiero referir brevemente a que
la Fundación Sergio Karakachoff para el estudio de temas nacional es una fundación que
existe hace más de veinticinco años en la Argentina. Nosotros venimos trabajando por la
defensa de los Derechos Humanos de las mujeres a lo largo y a lo ancho del país.
Desde la Comisión de la Mujer de dicha Fundación vemos con enorme preocupación
el proyecto de ley que hoy estamos tratando acá. De cualquier manera, valoramos el esfuerzo
por tratar el tema de la violencia, pero anticipo mi opinión, la opinión de la Fundación, para
decir que solicitamos a los señores y señoras senadores que retiren este proyecto de ley, que
se pueda crear una comisión bicameral de seguimiento de la ley 26.485, que es la ley de
violencia, que entendemos que ha sido el esfuerzo y el trabajo de cantidad de personas
involucradas en el tema de la defensa de los derechos humanos de las mujeres. En realidad, la
mayor falla –por decirlo de alguna manera– y la mayor ausencia, lamentablemente, es la del
Estado. Hay una falta de políticas públicas adecuadas con un presupuesto determinado para
que efectivamente cumplan todas las medidas que la ley 26.485 manifiesta.
Si analizamos la ley 26.485, vemos que este proyecto de ley no innova en cuanto a las
cuestiones específicas, porque ya están todas contenidas en dicha la ley mencionada. Pero
más alarmante aún es ver qué es lo que pasó desde 2009 a esta parte en relación al
cumplimiento efectivo de las políticas públicas que ordena la ley 26.485; qué pasó con el
Observatorio, que es exclusivamente centralizado en lo que es el ámbito gubernamental; qué
pasó con las líneas telefónicas. Nos enteramos que la semana pasada, luego de todos estos
años, se anunció que se implementará un número telefónico para llamadas de violencia. ¿Pero
qué ha pasado con dotar efectivamente de presupuestos a las distintas jurisdicciones
provinciales para que puedan tener casas refugio, abogados y abogadas que lleven adelante
un patrocinio jurídico gratuito? Yo no quiero reiterar lo que ya se dijo acá, que comparto
absolutamente con quienes ya hablaron que forman parte de este colectivo de mujeres que
desde hace veinticinco años venimos bregando por tener leyes. Ahora las tenemos.
Si sacáramos una fotografía de la República Argentina, y cualquier persona analizara
la Constitución Nacional –fundamentalmente, el inciso 22 del artículo 75, y la legislación
existente–, diría que la Argentina no necesita una sola ley más porque la igualdad entre
varones y mujeres ya existe. Pero resulta que hay una diferencia muy grande entre la igualdad
real y la igualdad jurídica. Eso lo sabemos, no solamente los abogados y las abogadas, sino
cualquier sujeto de derecho cuando quiere hacer efectivo ese derecho.
¿Qué es lo que pasa para poder garantizar ese derecho? Muchos hablan del
garantismo, que no es más que la posibilidad de garantizar un derecho. Para garantizar ese
derecho necesitamos tribunales, quienes abogan por esa persona para que ese derecho sea
efectivamente real, y lo que acá ya se dijo, el ex post. Y efectivamente para adentrarme en el
tema de violencia, este proyecto de ley no solamente es un retroceso a veinticinco años de
discusión ideológica en la sociedad argentina en relación a lo que entendemos por violencia
de género, sino también al sistema de derechos humanos.
A las mujeres les costó más de cuarenta años que se les reconozcan que sus derechos
humanos son inalienables e imprescriptibles, porque fue a partir de la conferencia de Viena

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en 1993 que efectivamente se les dijo a las mujeres que tenían derechos humanos. La de los
hombres heterosexuales blancos fue en 1948.
A partir de esa conferencia de Viena se dictaron cantidad de resoluciones para tratar
específicamente el tema de la violencia hacia la mujer. Es así que en la década de la mujer,
que fue desde 1975 a 1985, vino la catarata de legislaciones, discusiones centralizadas en
lograr analizar y visualizar la violencia hacia la mujer. Tan es así que la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación hacia la Mujer, que fue sancionada en
1979, ratificada por el Congreso de la Nación en el gobierno democrático del doctor Alfonsín
en 1985, y que forma parte de la Constitución Nacional por el inciso 22 del artículo 75, no
tenía la de violencia. La de violencia vino después, con las relatorías que existieron, con la
Resolución 19 del Consejo de Seguimiento de la Convención de Naciones Unidas.
Es recién a partir de la lucha del movimiento de mujeres en todo el mundo donde se
empieza a visualizar el tema de la violencia. A partir de ahí, la ley 24.417 en el ámbito de la
Capital Federal crea una medida cautelar que logra que, por lo menos, tengamos exclusión de
hogar, alejamiento, etcétera. Y costó bastante que los jueces interpretaran y entendieran cómo
tenían que aplicar una medida cautelar.
Entonces, haber llegado a la ley 26.485, donde se pasa de una concepción de violencia
familiar a una concepción de violencia de género fue un paso trascendente. Fue un paso
importantísimo. Hoy con este proyecto de ley nos retrotraemos al año 1993, cuando por lo
menos se sabía que los derechos de las mujeres son derechos humanos y, dentro de esos, está
la defensa de la violencia en contra de la mujer.
Ya también acá se dijo que crearía confusión. Yo también soy abogada y trabajo
diariamente defendiendo los derechos humanos de las mujeres. Trabajo defendiendo a las
mujeres víctimas de violencia. Trabajo defendiendo a las mujeres, niñas y niños víctimas de
abuso sexual infantil. Trabajamos ahora por desterrar lo que es la aplicación del Síndrome de
Alienación Parental, que empiezan a implementar muchos abusadores en relación a denunciar
a las supuestas madres que llevan adelante las denuncias por abuso sexual infantil como que
están alienando, distorsionando una aplicación que es bastante peligrosa y que estamos
trabajando mancomunadamente entre abogadas, psicólogas, etcétera, para ir desnaturalizando
esta mala aplicación de un síndrome inexistente, como acá también se dijo.
Tal como se dijo desde ELA y desde la Fundación Sur, hay que analizar qué es lo que
pasa en las distintas jurisdicciones. Por ejemplo, en la Capital Federal se encuentra la Oficina
de la Corte y la Universidad de Buenos Aires, que tiene un excelente patrocinio jurídico
gratuito. En el Práctico de la Universidad de Buenos Aires hay mil alumnos, que forman
arriba de ochenta y cinco comisiones. Cada comisión tiene entre treinta y cincuenta casos,
según me han dicho, de los cuales tres casos que se presentan, uno es de violencia.
Con esto quiero decir que hay herramientas en la Capital Federal, pero pensemos qué
es lo que ocurre en la provincia de Buenos Aires, en el Gran Buenos Aires. Yo los invito a
que recorran la provincia y hablen con las mujeres que tienen que ir a hacer la denuncia, a
quienes les dicen que van a ser notificadas en el domicilio donde conviven con el denunciado.
Y no es que la hacen ir una vez, sino todos los días. Además, por la interpretación que hacen
de la ley, resulta que también quieren que el señor se notifique que posiblemente tendrá
alguna medida de restricción en su contra. Eso ocurre a pasos de la Capital Federal, a 23
kilómetros.
Entonces, agradezco que desde la sociedad civil podamos exponer y manifestar cuáles
son las contradicciones que estamos viendo. Este proyecto de ley retrotraería una visión, una
mirada, de que la violencia hacia la mujer es exclusivamente por el hecho de ser mujer. Eso

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tenemos que entenderlo así. Hay cantidad de estudios desde el área interamericana, desde el
área internacional, estudios de organizaciones, que demuestran que la virulencia de la
violencia es porque la víctima es mujer, niña o adulta. La abrumadora cantidad de personas
víctimas son mujeres. Hay estudios empíricos y análisis estadísticos. Entonces, cambiar el
concepto de violencia de género, donde está visualizado como sujeto activo de defensa a la
mujer, al de violencia familiar, desnaturalizaría todos los logros y el camino que venimos
recorriendo desde hace más de veinticinco años.
Por otra parte, releyendo el proyecto de ley con toda la mejor buena voluntad,
advierto que para muchas de las cuestiones que están buenas desde el punto de vista
administrativo no hace falta una ley. Para aquellas cuestiones relacionadas con la obra social,
con el tema de la posibilidad de la licencia, no necesariamente se requiere una ley. Hacen
falta modificaciones desde el punto de vista administrativo, ni siquiera una ley.
Además, si podemos pensar que la víctima es la mujer y si volviéramos al de la
violencia familiar, analizando la ley con el juicio de familia que aparece acá, sinceramente
terminaremos en que las mujeres terminarán siendo las victimarias. Acá es quién corre más
rápido y hace la denuncia, quién corre más rápido y paga a peritos.
Hoy leía detenidamente acerca del juicio de violencia, en el que habrá una demanda,
se le dará traslado a la demanda e intervendrán peritos, quienes no podrán ser impugnados
por las partes, sino que solo podrán pedir aclaraciones, y me preguntaba qué pasa con una
mujer pobre. ¿Qué pasa con una mujer pobre? ¿Qué pasa con una mujer que es madre de
niños o niñas víctimas de abuso sexual infantil, pero que a su vez ella es víctima de
violencia? ¿Qué pasa con esos chicos y con esa mujer? Lo que pasará es que, si el señor es el
que tiene el poder en el ámbito del hogar y el dinero, como nos ha ocurrido en muchos casos,
tendremos que las victimarias serán las mujeres. Vamos a tener desalojos para mujeres,
allanamientos en contra de las mujeres, etcétera.
Yo digo: tengamos pensamiento de que hoy por hoy tenemos una ley, la 26.485. ¿Qué
es lo que nos está faltando? Porque la cuestión de la violencia es un tema de derechos
humanos, de salud pública y es un tema de Estado. El tema de la salud es una política de
Estado. Entonces, pensemos qué nos está pasando si no nos alcanza. Hay una ausencia del
Estado. Falta que se implementen políticas públicas activas que ya están delineadas, no hay
que inventar más.
Para terminar, la propuesta de la Fundación Sergio Karakachoff para el Estudio de
Temas Nacionales es que se retire el proyecto de ley, que se pueda seguir discutiendo y,
además, que se cree una comisión bicameral de seguimiento y control de la ley 26.485 y de su
órgano y autoridad de aplicación, que es el Consejo Nacional de la Mujer. Gracias.
(Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Muchas gracias. Tiene la palabra la doctora Norma
Chiapparrone, secretaria general de la Asociación Argentina de Mujeres de Carreras
Jurídicas.
Sra. Chiapparrone. – Buenas tardes. En primer lugar, yo agradezco este ámbito desde mi
asociación. Es una de las veces en que el activismo no nos duele ni nos cuesta tanto, sino que
tenemos la satisfacción de poder decir qué es lo que pensamos aun cuando, como en este
caso, no sea una opinión coincidente con la de los autores y autoras del proyecto.
Agradecemos doblemente por eso.
La otra cuestión es que la gran satisfacción es que a lo largo de muchos años el
movimiento de mujeres del que formamos parte hace que impensadamente –no tan
impensadamente– nos reunamos acá muchas mujeres que participando desde distintos

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ámbitos de la sociedad civil tenemos una sola voz en el tema que hoy nos ocupa, que es el
tema de la violencia contra la mujer.
Debo decir que suscribo absolutamente todas y cada una de las cosas que han dicho
mis colegas y amigas que me precedieron en el uso de la palabra. Yo también creo que
tenemos las leyes necesarias para afrontar la problemática de la violencia contra la mujer y
cuando esta se manifiesta también respecto de las niñas, niños y jóvenes.
Como bien lo sabe la senadora Riofrío, este año con las participantes de la delegación
argentina de las Naciones Unidas en la reunión del Consejo Económico y Social en Nueva
York, salimos con un “Muy bien”, “Felicitado”, como cada vez que hacemos el enunciado de
las leyes que la Argentina tiene. Esto es así y sigue siendo así. Por eso, nosotras hoy en forma
casi unánime estamos diciendo que con las leyes que tenemos, tanto la ley 26.485 como la ley
26.061, tenemos la plataforma jurídica necesaria y suficiente para abordar las problemáticas
que se derivan de situaciones de violencia.
Ahora bien, en este punto también voy a manifestar enfáticamente que desde la
sociedad civil consideramos que tenemos leyes buenas, adecuadas, que se compatibilizan con
los estándares internacionales y dan crédito a las normativas que los tratados y las
convenciones internacionales le han impuesto al Estado argentino, pero si no hay
presupuesto, no se puede implementar la ley. Lamentablemente, esto es así. El Consejo
Nacional de la Mujer tiene un exiguo presupuesto. Por todas es conocido este detalle o esta
descripción. No sé si el Consejo Nacional de la Mujer, en este momento en que se está
debatiendo el presupuesto, hará el reclamo pertinente, pero nosotras desde la sociedad civil
decimos que sin presupuesto dicho organismo no crecerá ni hará más de lo que ya ha hecho,
que con todo respeto creo que es poco pudiendo hacer muchísimo más.
Es cierto lo que las colegas decían respecto a que si tuviéramos un nuevo cuerpo
normativo, una nueva ley, habría una superposición y un estado de confusión. Ya bastante
nos cuesta cotidianamente en los tribunales, tanto en Capital como en el interior del país,
donde tenemos colegas que acusan recibo de las dificultades que los procesos judiciales
exhiben en la materia. Por eso podemos hablar de esto a nivel nacional, sea en Salta, Jujuy,
Rosario, Córdoba, La Pampa, que son algunos de los lugares en donde nosotras tenemos
colegas y nos referencian las dificultades. Acá en la Ciudad de Buenos Aires, que una mujer
obtenga una medida cautelar o de restricción respecto del violento, cuando no del abusador de
sus hijos, puede llegar a demorar meses y mucho más que esto.
Esto no sólo pone en riesgo a la mujer, sino que pone en riesgo a los niños.
Las amigas que me conocen saben que comparto mis estados de humor. Hoy estoy
feliz por estar acá y poder compartir algunas de estas ideas, además de compartir este ámbito
con todas estas queridas amigas. Pero, muchas veces, estoy triste o decaída.
Está presente Virginia Simari, presidenta de Mujeres Jueces, entidad de la que
también formo parte.
El trabajo que se viene haciendo con la Justicia, de capacitación, que sabemos que es
un trabajo fenomenal y que es un modelo en la región… Cuando hablo de la región, me
refiero a Latinoamérica, porque ha excedido los límites de nuestro país el trabajo que ha
hecho y sigue haciendo la oficina de la mujer de la Corte. Pero, no alcanza. O será que los
casos que tiene Storani, que me llegan a mí o los de Fabiana Tuñez son todos de jueces y
juezas que no hicieron esos cursos de capacitación. Algo está faltando todavía. Sabemos que
pese a todo, han ido sorteando las dificultades de presupuesto y se están abriendo
delegaciones en las distintas provincias dependientes de los poderes judiciales.
Personalmente y desde la entidad que represento, creemos que hay que crear un fuero

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específico en el ámbito judicial. Creo que hay que crear juzgados donde se ventilen de forma
específica las cuestiones de violencias. Así como también tiene que haber, como se ha hecho
en la Ciudad de Buenos Aires, a través del Ministerio Público Fiscal, fiscalías especializadas
en materia de violencia.
Esta es una idea que tenemos desde hace mucho tiempo. También, es recomendación
de los organismos internacionales. No estaba muy segura de decirlo, no por no decirlo.
Cuando uno habla de crear nuevas estructuras puede pensarse que estamos burocratizando el
andamiaje por donde tiene que pasar el tema de las denuncias. Creo que tiene que haber un
fuero especializado.
Que la Justicia se abocara específicamente y que hubiera un fuero específico en
materia de familia ha sido un logro. Sin embargo, los juzgados de familia entienden un
sinnúmero de cuestiones que hacen a las relaciones familiares, sea porque se debaten o
contradicen derechos de carácter personal o patrimonial. Pero, lo que hace a las cuestiones de
la violencia, creo que deberían ser objeto de estructuras que sean específicas para ello.
En orden a lo que dijo Laura Mussa, desde su condición de especialista y como
miembro de Fundación Sur y hoy asesora general tutelar de la Ciudad, donde viene
batallando y mucho con un gobierno –vamos a decirlo claramente– que no sigue siendo
afecto a respetar los derechos de los niños, estén estos en la situación en la que estén.
En cuanto a lo que decía Laura, también me llamó mucho la atención que en este
proyecto de ley se plantee el tema de la edad en los 13 años. Es un número…
Va de suyo que en todo lo que estoy diciendo descuento el trabajo de vuestros equipos
y vuestros asesores y la impronta de cada senador o senadora que ha suscripto este proyecto,
para llegar a plasmar cada uno de los artículos. O sea que habrá un motivo o una razón. Pero,
desde la Asociación Argentina de Mujeres de Carrera Jurídica, no acordamos con esta
expresión de los 13 años. Creemos que hay que cumplir con los postulados de la Convención.
Y en este orden, no hay que ponerle ni un límite de edad ni un piso. Cada niño, de acuerdo a
su edad, desarrollo, capacidades y demás, tiene modos de hacerse entender si se le da el
ámbito adecuado para expresarse. Esto habla del principio de progresividad.
En cuanto al esquema, tal como está planteado hoy, y el que presupondría la
aprobación de este proyecto, creemos que no es admisible, porque estaría violando el
principio de no regresividad, aplicable en materia de derechos humanos.
Me sonrío porque usted me ha marcado que está por terminar mi tiempo. Pero, hay
algo que venimos observando…
Sr. Presidente. – Le hago una observación. El tiempo terminó. Pero, dijimos que no iba a ser
taxativo. Me parece injusto que la corte, cuando usted está haciendo un planteo positivo.
Pero, en la medida de lo posible…
Sra. Chiapparrone. – Redondeo.
Hay una preocupación muy grande que nosotros tenemos en algunos casos que
seguimos. Si bien no hacemos patrocinio jurídico, sí hacemos consejería. Me refiero al tema
de la designación en forma arbitraria y absolutamente caprichosa que hacen los jueces o
juezas de los tutores ad litem. Eso restringe la capacidad de representación que tienen las
madres, que son víctimas de violencia, respecto de sus hijos o hijas que son víctimas de
violencia o de abuso. El tutor ad litem se utiliza para domesticar a la madre y someterla a los
designios del tribunal.
Venimos trabajando en el tema del SAP. Si esta Cámara lo considera oportuno,
muchas de nosotras estamos en condiciones de informar acerca de esta temible herramienta
que se está utilizando para…

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Sr. Presidente. – No sé si le es útil y no puedo hablar en nombre de la Cámara, sino en mi


nombre; estamos decididamente en contra de semejante aberración. Por lo menos, en mi
opinión. (Aplausos.)
Sra. Chiapparrone. – Me hace un poquito más feliz hoy. La Cámara baja aprobó hace unos
diez días un proyecto de resolución oponiéndose en forma tajante y absoluta a la aplicación
de esto, porque sabe que es una herramienta que están utilizando los abusadores para seguir
violentando los derechos de los niños y de las madres que son víctimas.
Nuestro deseo era que la Cámara de Senadores emitiera una resolución igual, porque
verdaderamente se ha convertido en un problema endémico en la Justicia.
Sra. Negre de Alonso. – En la Ciudad de Buenos Aires.
Sra. Chiapparrone. – En la Ciudad de Buenos Aires, exactamente.
Así como planteaba la creación de juzgados y fiscalías especializadas, lo cual va a
requerir mayor presupuesto; creemos también que en estas cuestiones tiene que primar el
principio de la oralidad. El expediente, para todos aquellos y aquellas que hemos ejercido la
profesión antes de vincularnos con otros espacios para el desarrollo de nuestro trabajo, es
agobiante y, si es agobiante para el profesional, para las víctimas es absolutamente lapidario.
La OVD está haciendo un trabajo fantástico pero están absolutamente desbordados.
Las dos oficinas del Patrocinio Jurídico Gratuito por una acción conjunta del Consejo
Nacional de la Mujer y la defensora general de la Nación están trabajando muchísimo pero
tienen sus limitaciones para ellos.
En definitiva, aunque podría seguir hablando un rato más, es necesario elaborar un
plan nacional para erradicar la violencia de género. Este Congreso, que en este momento está
examinando el Presupuesto General de Gastos y Recursos de la Nación tienen la oportunidad
de asignar partidas necesarias para ello. O, por lo menos, porque todos sabemos que las
necesidades son infinitas pero los recursos son escasos hacer un esfuerzo para dar el puntapié
inicial en esto que es el único remedio que nos puede dar frutos a largo plazo.
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la diputada nacional Fernanda Gil Lozano.
Sra. diputada Gil Lozano. – Buenas tardes, agradezco muchísima la posibilidad de
generarnos consensos y poder trabajar sobre este tema.
Con María Eugenia Estenssoro, desde que trabajamos en la Ciudad de Buenos Aires,
venimos trabajando el tema y observando aquello que, finalmente, pudo ponerle números la
sociedad civil que eran los casos de femicidios y de violencia.
Para no ahondar en cosas que ya se dijeron y con las que acuerdo plenamente, me
gustaría aportar otra mirada. A veces lo digo en chiste que tengo la suerte de no ser abogada,
espero que no se enojen los abogados. Tengo una formación distinta, lo digo como
humanista; soy egresada de la Facultad de Filosofía y Letras y tengo un posgrado en
sociología de la cultura. Entonces, el aporte que puedo hacer no va a ser de cita de incisos y
de críticas quizá de cocina de las leyes y de toda una experiencia riquísima que tantas ONG´s
acá tienen con las víctimas de violencia, sino que me gustaría entrar desde la cultura y desde
una historia. La historia de la opresión, la historia de la violencia. En líneas generales durante
la lectura de esta ley tuve la percepción de decir “¡ay, otra vez sopa!”.
Me parece que el avance que significó el modo de abordaje de la violencia por parte
de la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad social y la toma de conciencia
acerca de que esta enfermedad siempre va a cobrar sus víctimas en los sujetos vulnerados –
niñas, niños, mujeres, adultos mayores, personas con diferentes discapacidades físicas o
psíquicas–, es algo que cae de madura. Pero cuando tenemos cierta conciencia y cierto trabajo
conceptual sobre de qué hablamos cuando hablamos de violencia.

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Me voy a permitir hacer un excursus y contar una anécdota porque estoy ante un
dilema que tiene que ver con la violencia cultural y con la violencia simbólica. Hay un
programa que se llama Buenos Muchachos en el canal de televisión C5N, allí cinco varones
estaban contando su primera vez. Es un programa que tiene una difusión importante y que es
motivo de comentarios de oficina de los que participan mujeres y varones. El “Coco” Basile –
soy de Racing, lo tengo que confesar– dijo que su primera vez había sido con otros trece
amigos, o sea catorce, y habían estado todos con la misma mujer. O sea, se había violado a un
ser humano en situación de prostitución y esto trajo el corrillo “¡jo, jo, jo! ¡ja, ja, ja!”.
Esto es algo que quiero marcar como parte de un trastorno cultural que arrastramos
desde fines del Siglo XVIII. En la Revolución Francesa, el concepto de frater, el concepto de
hermandad tenía que ver y lo daba la violación a la misma mujer entre varones. Dentro de lo
que son las formas culturales hay efectos de larga duración en donde a fines del Siglo XVIII
podemos encontrar escritos que hablan de la fraternidad y de la hermandad entre varones a
partir de violar a una misma mujer y, por ejemplo, en un programa de televisión en el Siglo
XXI donde se ponen a contar historias los varones y aparece nuevamente el concepto de que,
después de esa experiencia, estos catorce fueron amigos toda la vida, casi hermanos.
No creo que el señor “Coco” Basile haya leído lo que yo leí sobre la Revolución
Francesa o se haya puesto a reflexionar sobre esto, pero es importante ver el arraigo y cómo
esculpe la cultura a nuestra vida, nuestro cuerpo y nuestras reacciones. Las risas y los llantos
no son espontáneos, son productos de una cultura y de una forma de percibir el mundo.
Aparece otro, Cóppola: “¡Ah, lo mío fue una ternura!”. Todos hubieran esperado otro
adjetivo ligado al erotismo, no: “una ternura”. ¿Por qué “una ternura”? Porque la señora que
le tocó a él tenía un embarazo de 7 meses. El acto tierno tenía que ver con que él no rechazó a
esta mujer en situación de prostitución que dada su pobreza o vaya a saber qué coacción
dicha o no dicha, consciente o no consciente se vio obligada a ejercer la prostitución con una
panza de 7 meses. Lo que se veía como acto de ternura es que él se la habías bancado. Es
decir: hizo el amor con una mujer con un embarazo de 7 meses y no pidió otra.
Me quedé pensando porque siempre que escucho cosas como estas digo: “¡voy a hacer
una denuncia penal!”. Y después dije: “¿A quién le tengo que hacer la denuncia penal?”. ¿Por
qué la denuncia penal? Porque me “shockeó” la naturalización de la violencia y las
posibilidades que tenemos de reírnos de lo que en realidad es para llorar o de vanagloriarnos
de aquello que la sensatez indicaría que hay que ocultar.
Y hay otros programas que podría citar que son muy exitosos y que tienen mucho más
rating, pero me llamó la atención cómo se comienza naturalizando una violación de catorce
sujetos hacia otro y la situación de extrema vulnerabilidad de una mujer embarazada de 7
meses teniendo que someterse a la prostitución. Y esto se va naturalizando y es una violencia
que genera, esculpe, transmite y afecta.
Octavio Paz tiene una frase en un libro que se llama El Laberinto de la Soledad. Él
está trabajando en este libro sobre el machismo mexicano y el dilema del amor. ¿Qué es el
amor para las mujeres? ¿Qué es el amor para los varones? ¿Cómo ser mexicano cuando
hablamos el idioma de los españoles? Quizás es transferible a toda América Latina. ¿Qué
clase de identidad tenemos cuando nuestro idioma es el idioma del pueblo que nos conquista?
Es decir, un libro con una perspectiva filosófica profunda. Y cuando se refiere a ¿qué somos
los seres humanos o cuál es nuestra naturaleza? Porque también existe la tendencia a pensar
que esto es por naturaleza. Y él dice algo maravilloso y lo dice mucho mejor que yo. Dice:
“la naturaleza de los seres humanos fue habernos alejado del orden natural”. Es decir, fue
haber generado cultura, una distancia entre los monos, los delfines y etcétera. Vieron que

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además, para explicar los temas de violencia familiar nos comparan con la “Mona Chita” con
lo que hacen las delfinas o las aves que cuidan a sus hijitos aunque sean defectuosos.
Tenemos una tendencia a poner ejemplos, sobre todo cuando se trata de mujeres para
legitimar determinadas leyes o sanciones. Y esta expresión de Octavio Paz que es muy
importante, me pareció fantástica para tomar conciencia de que primeros somos seres
culturales. Y esto creo que es una buena noticia si la podemos incorporar como parte de
nuestro patrimonio de conocimiento. Es decir, así como hacemos una barbaridad, tenemos la
capacidad de hacer algo grandioso y todo esto tiene que ver con lo que hacemos y con lo que
no hacemos. Y me voy a permitir disentir en algunas exposiciones que se expresaron.
No creo que haya ausencia del Estado en la Argentina. En determinados termas, por
una cultura patriarcal, el Estado se hace presente y de la peor forma. No es que no está
presente, sino que está presente. Cuando una mujer o un sujeto vulnerado por fin se deciden,
¿a dónde se nos ocurre ir? Vamos a la policía. Porque parece que es la única que puede hacer
algo. Esto me lleva a otra pregunta que también tiene que ver con las leyes que acá se
nombraron.
La Ley de Protección Integral a las Mujeres, sinceramente, la voté protestando y dije
en la Cámara que para mí había propuestas superadoras. No acuerdo con el concepto de
género y con un montón de cuestiones sesudas. No voy a aburrir a nadie con esos temas, pero
era un primer paso. Es decir, la puerta de entrada hacia otro tipo de discusión, como es esta.
¿Qué pasa con la violencia simbólica? ¿Cuál es el concepto de violencia que tenemos
que trabajar para salir de esta trampa en la que estamos todos naturalizando el disparate? La
verdad es que la ley 26.485 y una ley anterior, la 26.061, que es la de Protección Integral de
la Niñez, tienen un problema de base: no tienen presupuesto. El otro problema es que están
acompañados por una cultura patriarcal que no está sensibilizada a registrar la violencia, ni
siquiera a preocuparse.
Dicho todo esto -y que me parece que es el aporte-, deberíamos trabajar primero el
tema de la violencia. Me preocuparía por el desarrollo de una protección integral hacia la
discapacidad y nuestros adultos mayores. Yo sé de la tentación a la bolsa de gatos, que es que
metemos todo y parece más fácil, pero no lo es. Uno cuando lee el derecho comparado, ve
que hay una serie de cuestiones de prueba y error donde en esta situación tenemos que ser
capaces de poder trabajar en su especificidad.
Por último, hay otra línea. Esto tiene que ver cuando ya está la violencia, cuando no
sabemos qué hacer con estos índices y hay una perpetración, es decir, que hay un olvido –y
yo me involucro-. ¿Cómo fortalece el Estado la prevención con políticas públicas la plaza, el
barrio, las calles y las casas? ¿Cómo estamos trabajando la masculinidad? ¿Cuáles son los
ciudadanos que nosotros estamos formando en la Argentina que viene? ¿Estamos realmente
trabajando sobre estas identidades?
Yo soy producto de la escuela normal, una escuela autoritaria. Me banco todas las
críticas, pero defiendo a Sarmiento porque él estaba con el ciudadano soldado, con la mujer
que era la mamá o segunda mamá como maestra, es decir, había una idea clara y una
construcción sobre esos conceptos. Hoy estamos en la peor de las situaciones y no estamos
pensando nada.
Esto es lo que hace que por los intersticios de lo no dicho y de lo no legislado, el
Comfer no pueda reaccionar en un programa, como puede ser del que acabo de contar esa
anécdota. Tengo que ser yo la que presenta una denuncia penal. En realidad, debería
denunciar al Comfer porque no está cumpliendo con sus deberes. Esto es política. No se
puede decir en un canal de televisión que una violación es algo gracioso o que estar con una

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mujer embarazada de siete meses, prostituta, sea un acto de ternura.


Ahí es donde nos está faltando toda esa otra parte que tiene que ver con el trabajo para
la paz, hacia la comunicación no violenta, del fortalecimiento de aquellas capacidades y
actitudes. En pocas palabras, es el trabajo que las mujeres debemos a la política. Es hora de
que feminicemos la política, los valores con que las mujeres fuimos educadas. Porque son
valores tan importantes como la fortaleza –entre comillas- que dicen los varones que tienen
cuando siempre saben cómo hacer una guerra, con quién pelearse. Las mujeres sabemos
cómo llegar, quizá, a resultados que no son tan importantes, pero lo hacemos porque estamos
acostumbradas a trabajar con la mirada lateral y con la cuestión holística. Nuestra experiencia
genética -la reconozcamos o no- nos muestra que llevar el camino que nosotros vamos a
hacer para una modificación es tan importante como el resultado. El resultado va a depender
de cómo hagamos esa construcción.
Entonces, es hora de tomar ese desafío. Y si vamos a trabajar la violencia, tenemos
otros sujetos que todavía no tienen la debida atención. Tenemos que dar recursos para lo que
ya tenemos y que está ahí, incluso, hay leyes, que no se reglamentaron del todo. Además,
comenzar a trabajar con esta línea, que es el espacio de la paz y de la cotidianeidad, darle una
jerarquía, es decir, es lo que va a depender nuestra vida. Deberíamos mirar con otro cuidado,
y eso también es parte de una política de Estado. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la doctora Fabiana Bellini, secretaria del
Instituto de los Derechos de las Mujeres del Colegio de Abogados de San Isidro.
Sra. Bellini. – Muchísimas gracias a la Cámara de Senadores que ha permitido participar en
esta oportunidad al Colegio de Abogados de San Isidro. Represento al Instituto de los
Derechos de la Mujer, que es un espacio de muy insipiente formación. También está la
presidenta, doctora Pedreta.
Como Comisión, estamos conformadas hace bastante tiempo. Somos todas abogadas
militantes de los Derechos Humanos de las mujeres, cada una desde sus espacios y
formaciones. Fundamentalmente, desde el derecho de familia y laboral, cada una aboga por
los derechos de las mujeres. Vemos con muchísimo entusiasmo la posibilidad de este debate,
ya que nos parece muy rico y fructífero. Es muy difícil seguir hablando cuando hay un
montón de cosas que ya se han dicho. Al estar en este orden como expositora, podría decir
que adherimos -como Colegio de Abogados- a todas las intervenciones, opiniones y criterios.
Venimos de un departamento judicial que está a veinte kilómetros de distancia de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tenemos una Justicia muy diversificada, donde las
cuestiones de violencia familiar o de género, niños, niñas y adolescentes, son tomadas desde
distintos espacios y fueros. Lo que implica que una mujer cuando la recibimos en el espacio –
como digo yo- de la trinchera, tenemos que pensar qué estrategia podemos implementar. La
más posible y adecuada para esa mujer que viene “cacheteada” desde los cuatro costados, y
muy vulnerable, donde su autoestima está ostensiblemente reducida, producto de la violencia,
de todas sus maneras, quizá, la más visible siempre es la física, pero como se ha dicho acá, la
violencia psicológica también causa perjuicios que no son visibles, pero que dañan.
A lo mejor, las posibilidades de recuperación son más difíciles aun cuando vienen con
niños y niñas. Esas mujeres son las que se nos presentan a diario, y les tenemos que dar una
respuesta, sentarnos a pensar qué podemos hacer en base a las leyes que tenemos, ya que son
suficientes.
Nuestro país ha ratificado convenios internacionales que ya han sido explicados y
enumerados por quienes me precedieron en el uso de la palabra, como el de Belem do Pará,
CEDAW, la Convención Internacional de los Derechos del Niño, y las leyes nacionales que

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han permitido adecuarse a esos instrumentos internacionales. El mejor ejemplo es la ley


26.485, y aún nos faltan respuestas para darles a las mujeres.
Es muy difícil, doloroso y frustrante cuando estamos en la trinchera escuchar a las
mujeres que han tenido que ir con los papelitos deambulando de lugar en lugar. Digo
técnicamente con los papelitos porque la justicia está totalmente descentralizada en estos
distintos fueros y depende de la incumbencia, es decir, una madre puede ir a hacer una
denuncia por violencia familiar, en el mejor de los casos en que el distrito tenga, a la
Comisaría de la Mujer o del barrio. De ahí, tiene que ir al juzgado de familia, si es que le
corresponde por su domicilio, o en su caso, como la provincia de Buenos Aires ha
descentralizado los fueros de familia por una sobrecarga de tareas, en los juzgados de paz
letrados, donde la señora que viene a hacer la denuncia está siendo acompañada por otra
mujer que, a lo mejor, viene a hacer una denuncia por una certificación de domicilio o por
una cuestión de vecindad o una cuestión de medianería –no estoy subestimando esas
problemáticas, pero no se condice ni tienen punto de comparación–, donde un juez de paz
está acostumbrado a batallar en otras dimensiones del derecho, no tiene equipo técnico,
utiliza los equipos técnicos que de alguna manera toman desde los municipios. Con lo cual,
esto implica que salvo situaciones de gravedad y de urgencia la mujer pueda tener un informe
de riesgo y una evaluación de su situación en horas o, a lo mejor, si al juez de paz se le ocurre
manda un oficio para que al señor le hagan una pericia psiquiátrica o una pericia
socioambiental en el domicilio donde la mujer vive y transcurran desde el momento cero, que
la señora hizo la denuncia en una comisaría de la mujer, cuarenta días hasta que digan:
“Bueno, quizás está en condiciones, pero si no me trae la foto de lo que ocurrió aquel día…”
Bueno, esto está ocurriendo a veinte o veinticinco kilómetros de distancia.
El Colegio de Abogados de San Isidro forma parte del departamento judicial de San
Isidro, donde tenemos una justicia específica en el fuero de familia, donde estamos viendo –y
esto es un trabajo que hemos compartido con la Fundación Mujeres en Igualdad– mujeres que
nos dicen: “Yo he ido a denunciar porque ustedes me han dicho, me han sostenido, me han
acompañado y ahora en lugar de ser denunciante, paso a ser denunciada, paso a ser
observada, paso a ser enjuiciada porque ustedes mismos me dijeron que denuncie, que
denuncie la violencia, que denuncia el abuso de que mis hijos o hijas eran víctimas, y ahora
me encuentro con que yo soy la que está obstruyendo el vínculo, soy la que está provocando
el famoso “síndrome de alienación parental”, o soy la “madre tóxica”, o soy la madre que le
pongo un casete, la que le está llenando la cabeza a mis hijos y corro el riesgo, por lo que
usted me dijo que hiciera, es decir la denuncia para proteger a mis hijos, de que ahora un juez
me diga bajo apercibimiento de cambiar la tenencia. Esta es la situación en la que nosotros
nos encontramos.
Pido disculpas al Instituto porque estas palabras no las tenía previstas pero me pareció
que era importante porque la realidad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la conocemos
pero no la realidad de un departamento judicial que es muy cercano al nuestro. Esto es lo que
está ocurriendo, lo que las abogadas padecemos. Si nosotros como abogadas, que tenemos los
recursos suficientes porque elegimos y amamos esta profesión para abogar por los Derechos
Humanos de las mujeres, muchas veces flaqueamos y tratamos de apoyarnos en un montón de
caras conocidas que vemos acá en este momento para no flaquear, para ver qué estrategia
legal o estrategia artesanal podemos llegar a armar para que esa mujer pueda ser sostenida y
evidentemente pueda tener una reparación para la violencia o las secuelas de la violencia que
viene padeciendo, cuánto más se sentirá afectada esa mujer para que después nos diga: “Y la
verdad es que no sé para qué hice la denuncia”.

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En una breve reseña de entrevistas que tomamos hace un tiempo con la Fundación
Mujeres en Igualdad, de la cual tuve oportunidad de participar, era tristísimo escuchar los
testimonios de las mujeres cuando la frase, para resumir su experiencia, por atravesar
Tribunales era: “No sé para qué fui a la justicia, la próxima vez no voy”.
Creo que tenemos que trabajar en ese sentido. Si los jueces y juezas hablan por sus
sentencias creo que tenemos que trabajar para que realmente todos los instrumentos
normativos de los cuales disponemos sean aplicables y sean eficaces.
Luego de irme un minuto, voy a hablar de lo que me mandaron a hablar. Perdón.
Consideramos que este proyecto de ley desconoce el sistema normativo vigente, desconoce la
existencia de los instrumentos normativos internacionales mencionados, los instrumentos
nacionales cuyas sanciones en su oportunidad han sido un logro de años de lucha y de
militancia desde diferentes espacios para que la protección integral de los derechos de las
mujeres, niños, niñas y adolescentes fueran reconocidos y efectivos, puesto que los mandatos
patriarcales abonaban su invisibilización. La ley 26.485, la ley 26.061, la ley 24.417, la ley
12.569 y sus modificatorias y ampliatorias, la ley 13.298.
La ley 26.485, sancionada en marzo de 2009, permitió adecuar nuestra legislación
nacional a los compromisos y estándares internacionales y regionales asumidos cuando
nuestro país había ratificado convenciones internacionales de rango constitucional. La ley de
protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los
ámbitos donde se desarrollan sus relaciones interpersonales endereza nuestra normativa a la
luz de la Convención de Belém Do Pará. Esta ley considera todas las formas de violencia que
sufren mujeres y niñas en todos los ámbitos en que desarrollan sus vidas, determinándolas de
manera pormenorizada.
Consideramos que este proyecto de ley de protección, sanción y erradicación de la
violencia y abuso de poder en el ámbito del grupo familiar es innecesario además de
perjudicial, porque retrotrae al ámbito de aplicación de las situaciones de violencia
nuevamente a lo doméstico y familiar. Además, al referirse a los miembros de la familia en
forma genérica invisibiliza a las mujeres y niñas, que son las principales víctimas de
violencia, y vuelve a jerarquizar la neutralidad de género de la violencia familiar; concepto
que ya había superado por la ley 26.485.
La discriminación de las mujeres, niñas y adolescentes en relación al respeto de sus
derechos civiles, sociales, políticos y económicos, y en especial a la preservación de su vida y
de su integridad, requieren de la activación de los mecanismos de exigibilidad jurídica que ya
han sido previstos en los ordenamientos legales. Sin dejar de considerar que pese a la
legislación vigente el acceso a la justicia de las mujeres y niñas que padecen violencia de
género es aún difícil de lograr y efectivizar en las condiciones de vulnerabilidad en que se
encuentran. Se debe sumar a ello que sólo del relevamiento de las decisiones judiciales lo que
más abunda es la revictimización de las denunciantes.
Retrotraer el debate como este proyecto de ley ahora en discusión plantea implicaría:
no cumplir con lo establecido en las convenciones ya detalladas; desconocer el reclamo
insistente de las organizaciones de mujeres que trabajamos desde los años noventa para el
reconocimiento de la violencia contra las mujeres y niñas; y más grave aún –y en eso existe
consenso entre todos los organismos que abordamos los derechos de las mujeres– es que este
proyecto pone a las mujeres y niñas en pie de igualdad de condiciones de padecer esta
violencia con el hombre.
Se ha tratado de regular con criterios de Derechos Humanos las conductas que se
desarrollan generalmente el ámbito del hogar como manifestaciones de relaciones de poder,

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históricamente desiguales entre hombres y mujeres. Estas conductas que hieren la dignidad
humana y son socialmente transversales, ya que desconocen clases sociales, económicas,
niveles de educación…
Sr. Presidente (Fernández). – Doctora: en la medida que pueda le pido que vaya
redondeando.
Sra. Bellini. – Perfecto.
Son conductas que hieren y que se encuentran atravesadas a toda la población, y no
discriminan en cuanto a educación, por lo tanto son universales.
Este retroceso legislativo también implicaría avalar la naturalización de pautas que
contribuyen a perpetuar y justificar la desigualdad entre hombres y mujeres. Ninguna de las
medidas propuestas en este proyecto son innovadoras, por el contrario. Necesitaríamos que se
tornen efectivas las políticas públicas que impulsa la ley 26.485 para los ámbitos de
seguridad, educación, salud y justicia.
De igual manera, el colectivo vulnerable que el proyecto de ley tiende a proteger
encuentra satisfecho su tratamiento a través de instrumentos específicos ya señalados.
Por lo tanto, consideramos que el lenguaje que la ley utiliza es totalmente inadecuado
porque invisibiliza a la violencia familiar o doméstica. Consideramos que el lenguaje no es
inocuo, porque en él reside la diferencia y también la libertad humana. Con lo cual, lo que
estamos necesitando es garantizar verdaderamente a las mujeres el acceso a una verdadera
justicia, que pueda supera los costos, la falta de información, la desconfianza que las mujeres
mismas sienten en el Poder Judicial y en la convicción de que sólo las personas adineradas
pueden asegurarse un proceso exitoso. Necesitamos procesos carentes de excesivos
rigorismos formales, demoras en los procesos, causas geográficas que impidan la inmediatez,
políticas de vivienda y empleo, asistencia psicológica, cuidados de niños, patrocinio jurídico
especializado.
Por lo tanto, por todas estas razones solicitamos sea retirado este proyecto de ley.
Muchísimas gracias. Quisiera permitirle la palabra dos minutos, si fuera tan amable el
senador…
Sr. Presidente (Fernández). – No soy amable. Hay que respetar la lista. Si no, no cumplimos.
Sra. Bellini. – No, no. Quiero decir que tenía algo para aportar muy importante la Comisión
de los Derechos de Niños del Colegio de Abogados de San Isidro.
Sr. Presidente (Fernández). – Está anotada.
Sra. Bellini. – ¿Viene después?
Sr. Presidente (Fernández). – La doctora Diana Fiorini.
Sra. Bellini. – Ah, perfecto. Muchísimas gracias.
Sr. Presidente (Fernández). – ¿Vio que somos muy amables?
Sra. Bellini. – Muchas gracias, muy amable. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la doctora Nina Brugo Marco, de la
Fundación de Agenda de las Mujeres.
Sra. Brugo Marco. – Agradezco a las senadores y senadoras de la Comisión de Justicia por
poder intercambiar aquí opiniones. Sobre este proyecto de ley en tratamiento, sintéticamente
diré lo siguiente. En primer lugar, reconocemos en el mismo que posee varias normativas de
interesante apreciación sobre este flagelo de la violencia y abuso de poder en el ámbito
familiar.
En segundo término, no obstante lo manifestado en el punto anterior, apreciamos que
los actuales tratados internacionales, las leyes vigentes 24.417, 26.061, 26.485, y las distintas
y correctas leyes provinciales dictadas, por ejemplo, en las provincias de Buenos Aires y de

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Córdoba, cubren con creces el tratamiento de esta problemática, a pesar de la ineficacia que
pareciera que poseen al no haber conseguido disminuir hasta ahora el flagelo de violencia
intrafamiliar. Eso se debe fundamentalmente a una cultura patriarcal inexistente. Yo les
pregunto: ¿no creen ustedes que quizás ayudaría a luchar contra esa cultura patriarcal que se
aplique la Ley de Educación Sexual que lleva muchos años de vigencia y todavía no se
aplica?
En tercer lugar, este proyecto de ley en tratamiento contempla cuestiones de
normativa de procedimiento, las cuales solo tendrán aplicación en la Justicia de la Nación,
dado que las provincias son soberanas al dictado de legislaciones procesales.
Yo llevo cuarenta y cinco años de recibida de abogada y he dedicado una vida a la
problemática que hacen, no solamente a mi género, sino a nuestra sociedad en general. En ese
sentido, teniendo en cuenta mi vasta experiencia, les puedo decir que en asesoramiento y en
patrocinio en casos de violencia en tribunales de familia nacionales he asistido a las
dificultades referidas a la aplicación de las diferentes legislaciones vigentes. Por eso,
entendemos que de ser sancionado este proyecto en análisis, complicaría muchísimo más la
eficacia de los fines que tiene como propósito este proyecto de ley.
En definitiva, inferimos que una nueva ley que trate la temática que ya ha sido
abordada suficientemente por las leyes aquí nombradas podría entorpecer a los tribunales su
aplicación por complicar la necesaria armonía que debe existir entre las legislaciones.
Por lo tanto, senadoras y senadores, no aconsejamos la sanción de este proyecto de
ley, sobre todo por las cuestiones vinculadas a la vida cotidiana que han manifestado muchas
de las personas que me antecedieron. Gracias. (Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra la doctora Diana Fiorini, que es la última
disertante de la tarde.
Sra. Fiorini. – Mi nombre es Diana Fiorini. Soy directora de la Defensoría del Niño del
Colegio de Abogados. Hace dieciséis años que trabajamos con chicos. Traigo un dictamen
respaldado por nuestro colegio de abogados.
Sintéticamente, ¿qué nos preocupa? Primero, la tensión que hay entre normas
nacionales y normas provinciales. Esto hace que en algún momento puedan suceder
situaciones de discrecionalidad que pueden significar situaciones de desigualdad en la
práctica. Esto es algo que seguramente ninguno de nosotros queremos.
En segundo lugar, tratar de acompasar normativa existente con normativa nacional
que está en tensión entre sí –se ha dado el ejemplo del abogado del niño, pero también
podríamos señalar una entre el proyecto propuesto y la legislación provincial– implica
también un trabajo hermenéutico en cada caso en particular donde seguramente habrá chicos
o chicas en una situación de violencia.
Muchos de nosotros conocemos las cuestiones cotidianas, ya que trabajamos en el
ámbito. Quizás sería bueno hacer estudios de carácter empírico para entender cuáles son las
necesidades jurídicas insatisfechas de los chicos en cada uno de los momentos del proceso de
violencia, desde el momento de la denuncia hasta su contacto con las instituciones, con las
cuales muchas veces se produce violencia secundaria, hasta el término del proceso y,
fundamentalmente, el después.
La provincia de Buenos Aires está haciendo en este momento un proceso de
adecuación con muchísimas dificultades con respecto a los derechos de niños, niñas y
adolescentes, porque aun en el caso de violencia no es un solo colectivo, ya que hay niños
migrantes, niñas migrantes, niños con capacidades especiales, niños cuyos papás tienen
situaciones especiales y niños con problemas de salud mental que pueden o no ser víctimas de

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y Hacienda, de Trabajo y Previsión Social y de Banca de la Mujer

las diversas formas de violencia. Por lo tanto, este trabajo no es solamente la adecuación de la
ley nacional a la ley provincial, sino también implica todo un contexto de interpretación y
adecuación normativa dentro de un complejísimo régimen normativo.
Por las razones expuestas, sugerimos que no se siga adelante con este proceso, pero
que se continúe con la investigación y el debate sobre las realidades genuinas de las
necesidades de nenes, nenas y adolescentes en contextos de violencia. Muchas gracias.
(Aplausos.)
Sr. Presidente (Fernández). – Tiene la palabra el señor senador Morales.
Sr. Morales. – Quería que se le permita hacer uso de la palabra a la diputada Storani.
Sr. Presidente (Fernández). – Yo quiero hacer un comentario al respecto. Nadie que trabaja
en esta temática puede dudar del conocimiento y del respeto con que la diputada trabaja en
este sentido, pero habríamos acordado una lista.
En segundo lugar, es una diputada nacional y estamos en un debate en el Senado. No
sé si está bien que nosotros hagamos esto, porque seguramente si nosotros vamos a la Cámara
de Diputados, no querrán hacerlo, y ha sido una conducta de mi bloque sistemáticamente
sostener que los diputados nacionales no debatan en el Senado. Entonces, con el mayor de los
respetos –porque lo tengo y ella sabe que lo tengo– no me parece que esté bien. No he sido yo
quien invitó, sino el bloque de la Unión Cívica Radical.
Sr. Morales. – Pero ¿cuál es la norma esa?
Sr. Presidente (Fernández). – Ninguna.
Sr. Morales. – Va a aportar al debate acá. ¿Por qué vamos a impedir que alguien aporte
algún concepto?
Sr. Presidente (Fernández). – Diputada, haga uso de la palabra.
Sra. diputada Storani. – En primer lugar, los felicito por hacer una audiencia pública e
inviten a todas las organizaciones de toda la vida y se busque consensuar, dentro de las
disidencias, algún proyecto. Lo que lamento profundamente es que no haya venido ningún
organismo del Estado nacional. Han sido invitados el Consejo Nacional de la Mujer y el
Ministerio de Justicia.
¿Por qué menciono al Consejo Nacional de la Mujer? Porque es el órgano de
aplicación de la ley que es pionera, la 26.485. No voy a redundar que comparto con todas las
compañeras feministas de las organizaciones sociales todos los planteos que han hecho, pero
les digo que acabamos de estudiar el presupuesto, donde se le reduce un millón de pesos a la
partida asignada al Consejo Nacional de la Mujer, y además se gasta el 77 por ciento en
personal.
Hace cuatro años que soy diputada. Juntamente con la diputada Gil Lozano venimos
todos los años solicitando pedidos de informes que no se nos responden. Tenemos invitada
permanentemente a la presidenta del Consejo Nacional de la Mujer y jamás asistió a alguna
de las invitaciones. ¿Por qué? Porque no se cumple la ley 26.485.
Entonces, no solo es un retroceso muy grande en el concepto de violencia que todos
los parámetros internacionales ordenan a la Argentina y que nuestro país firma, y no se
cumplen en este proyecto de ustedes, sino que no se cumple con la ley por la que tanto
peleamos. Fue iniciativa del senador Morales, Perceval y Gallego en 2008, donde fuimos
convocadas un montón de organizaciones para debatir esto, y salió una ley que es pionera,
que es ejemplo, que la copian de los países limítrofes. No la cumplimos.
Quiero que alguien me diga si hay una sola campaña de prevención gráfica, televisiva
o radial, de la violencia de género. No hay una sola. La única campaña que hubo, la pagó
España. Una ONG de España le pagó al gobierno argentino una campaña, que es: “Sacale la

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tarjeta roja al maltratador”.


Tengo presentado un proyecto en Fútbol para Todos para que en los spots
publicitarios donde publican los ministerios se diga la leyenda: “Si te pegan, es violencia.
Llamá al 0800”.
Ustedes saben que el Fútbol para Todos es absolutamente popular. Vamos a llegar a
todos los hogares donde están las mujeres discriminadas, aisladas de sus vínculos, donde
pueden quizás oír, ver esta propaganda y luego pedir ayuda. Jamás se trató.
Mañana plantearé en la sesión las preocupaciones que tenemos con todos los temas de
género, a los que no se les destina presupuesto. Espero que esto lo vean y que no se adelanten
a pensar en la sanción de este proyecto. Les pido que revean, porque esta es una lucha de
años. Acá está mi ONG, en donde hace más de veinte años estamos trabajando sobre estos
temas y conozco los costos y logros para poder incidir de alguna manera con todas las
tipologías de violencia.
Lamento no haber llegado a tiempo, pero estábamos tapados de comisiones en la
Cámara de Diputados. Lo que más lamento es no haberlo hablado con la senadora Corregido,
que es una persona a la que respeto mucho, con quien comparto un grupo parlamentario y es
una feminista de lucha. Por eso, lamento no habérselo dicho antes. Muchas gracias.
(Aplausos.)
– Se da por finalizada la reunión.
‒ Son las 17 y 27.

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