resumen del aula
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BIBLIOGRAFIA DE LA UNIDAD:
* GIULIANI, Alejandra. Capitalismo y revolución industrial (1780-1850). EN: MARCAIDA, Elena V.
(comp). Historia económica mundial contemporánea. De la revolución industrial a la globalización
neoliberal. Bs. As., Dialektik, 2012
* FERNANDEZ, Antonio. Historia Universal. Edad Contemporánea. Vol. IV. Barcelona, Vicens
Vives, 1997. Capítulos III.I y IV
* BERGERON, L., FURET, F. y KOSSELLECK, R. La época de las revoluciones europeas, 1780-
1848. VOL. 26. Madrid, Siglo XXI, 1976. Cap. 2 y 3
* HOBSBAWN, E. La era de la revolución (1789-1848). Bs. As., Crítica, 2007. Cap. 3 y 6
Diferentes autores e investigadores analizan este proceso desde diferentes ángulos por lo que te
a introducirte en las peculiaridades de la REVOLUCION INDUSTRIAL...
Ninguna sociedad anterior había sido capaz de romper los muros que una estructura social
preindustrial, una ciencia y una técnica defectuosas, el paro, el hambre y la muerte imponían
periódicamente a la producción.
El take off no fue, desde luego, uno de esos fenómenos que, como los terremotos y los cometas,
sorprenden al mundo no técnico. Su prehistoria en Europa puede remontarse, según el gusto del
historiador y su clase de interés, al año 1000, si no antes, y sus primeros intentos para saltar
al aire —torpes, como los primeros pasos de un patito— ya hubieran podido recibir el nombre de
«Revolución industrial» en el siglo XVIII, en el XVI y en las últimas décadas del XVII. Desde
mediados del XVIII, el proceso de aceleración se hace tan patente que los antiguos historiadores
tendían a atribuir a la Revolución industrial la fecha inicial de 1760. Pero un estudio más detenido
ha hecho a los expertos preferir como decisiva la década de 1780 a la de 1760, por ser en ella
cuando los índices estadísticos tomaron el súbito, intenso y casi vertical impulso ascendente que
caracteriza al take off. La economía emprendió el vuelo.
Llamar Revolución industrial a este proceso es algo lógico y conforme a una tradición sólidamente
establecida, aunque algún tiempo hubo una tendencia entre los historiadores conservadores —
quizá debida a cierto temor en presencia de conceptos incendiarios— a negar su existencia y a
sustituir el término por otro más apacible, como, por ejemplo, «evolución acelerada». Si la súbita,
cualitativa y fundamental transformación verificada hacia 1780 no fue una revolución, la palabra
carece de un significado sensato. Claro que la Revolución industrial no fue un episodio con
principio y fin. Preguntar cuándo se completó es absurdo, pues su esencia era que, en adelante,
nuevos cambios revolucionarios constituyeran su norma. Y así sigue siendo; a lo sumo podemos
preguntamos si las transformaciones económicas fueron lo bastante lejos como para establecer
una economía industrializada, capaz de producir —hablando en términos generales— todo cuanto
desea, dentro del alcance de
las técnicas disponibles, una «madura economía industrial», por utilizar el término técnico.
En Gran Bretaña y, por tanto, en todo el mundo, este período inicial de industrialización coincide
probablemente y casi con exactitud con el período que abarca este libro, pues si empezó con el
take off en la década de 1780, podemos afirmar que concluyó con la construcción del ferrocarril y
la creación de una fuerte industria pesada en Inglaterra en la década de 1840. Pero la revolución
en sí, el período de take off puede datarse, con la precisión posible en tales materias, en los
lustros que corren entre 1780 y 1800: es decir, simultáneamente, aunque con ligera prioridad, a la
Revolución francesa.
Sea lo que fuere de estos cómputos fue probablemente el acontecimiento más importante de la
historia del mundo y, en todo caso, desde la invención de la agricultura y las ciudades. Y lo inició
Gran Bretaña. Lo cual, evidentemente, no fue fortuito. Si en el siglo XVIII iba a celebrarse una
carrera para iniciar la Revolución industrial, sólo hubo en realidad un corredor que se adelantara.
Había un gran avance industrial y comercial, impulsado por los ministros y funcionarios
inteligentes y nada cándidos en el aspecto económico de cada monarquía ilustrada europea,
desde Portugal hasta Rusia, todos los cuales sentían tanta preocupación por el «desarrollo
económico» como la que pueden sentir los gobernantes de hoy. Algunos pequeños estados y
regiones alcanzaban una industrialización verdaderamente impresionante, como, por ejemplo,
Sajonia y el obispado de Lieja, si bien sus complejos industriales eran demasiado pequeños y
localizados para ejercer la revolucionaria influencia mundial de los ingleses. Pero parece claro
que, incluso antes de la revolución, Gran Bretaña iba ya muy por delante de su principal
competidora potencial en cuanto a producción per cápita y comercio.
Como quiera que fuere, el adelanto británico no se debía a una superioridad científica y técnica.
En las ciencias naturales, seguramente los franceses superaban con mucho a los ingleses. La
Revolución francesa acentuaría de modo notable esta ventaja, sobre todo en las matemáticas y
en la física. Mientras el gobierno revolucionario francés estimulaba las investigaciones científicas,
el reaccionario británico las consideraba peligrosas. Hasta en las ciencias sociales los ingleses
estaban muy lejos de esa superioridad que hacía de las económicas un campo fundamentalmente
anglosajón. La Revolución industrial puso a estas ciencias en un primer lugar indiscutible.
Los economistas de la década de 1780 leían, sí, a Adam Smith, pero también —y quizá con más
provecho— a los fisiócratas y a los expertos hacendistas franceses Quesnay, Turgot, Dupont
de Nemours, Lavoisier, y tal vez a uno o dos italianos.
Los franceses realizaban inventos más originales, como el telar Jacquard (1804), conjunto
mecánico muy superior a cualquiera de los conocidos en Inglaterra, y construían mejores barcos.
Los alemanes disponían de instituciones para la enseñanza técnica como
la Bergakademie prusiana, sin igual en Inglaterra, y la Revolución francesa creó ese organismo
impresionante y único que era la Escuela Politécnica. La educación inglesa era una broma de
dudoso gusto, aunque sus deficiencias se compensaban en parte con las escuelas rurales y las
austeras, turbulentas y democráticas universidades calvinistas de Escocia, que enviaban un flujo
de jóvenes brillantes, laboriosos y ambiciosos al país meridional.
Entre ellos figuraban James Watt, Thomas Telford, Loudon McAdam, James Mill y
otros. Oxford y Cambridge, las dos únicas universidades inglesas, eran intelectualmente nulas,
igual que los soñolientos internados privados o institutos, con la excepción de las academias
fundadas por los disidentes, excluidos del sistema educativo anglicano. Incluso algunas familias
aristocráticas que deseaban que sus hijos adquiriesen una buena educación, los confiaban a
preceptores o los enviaban a las universidades escocesas. En realidad, no hubo un sistema de
enseñanza primaria hasta que el cuáquero Lancaster (y tras él sus rivales anglicanos) obtuvo
abundantísima cosecha de graduados elementales a principios del siglo XIX, cargando
incidentalmente para siempre de discusiones sectarias la educación inglesa. Los temores sociales
frustraban la educación de los pobres.
Por fortuna, eran necesarios pocos refinamientos intelectuales para hacer la Revolución industrial.
Sus inventos técnicos fueron sumamente modestos, y en ningún sentido superaron a los
experimentos de los artesanos inteligentes en sus tareas, o las capacidades constructivas de los
carpinteros, constructores de molinos y cerrajeros: la lanzadera volante, la máquina para hilar,
el huso mecánico. Hasta su máquina más científica —la giratoria de vapor de James Watt
(1784) — no requirió más conocimientos físicos de los asequibles en la mayor parte del siglo —la
verdadera teoría de las máquinas de vapor sólo se desarrollaría por el francés Carnot en 1820—
y serían necesarias varías generaciones para su utilización práctica, sobre todo en las minas.
Dadas las condiciones legales, las innovaciones técnicas de la Revolución industrial se hicieron
realmente a sí mismas, excepto quizá en la industria química. Lo cual no quiere decir que los
primeros industriales no se interesaran con frecuencia por la ciencia y la búsqueda de los
beneficios prácticos que ella pudiera proporcionarles.
Pero las condiciones legales se dejaban sentir mucho en Gran Bretaña, en donde había pasado
más de un siglo desde que el primer rey fue procesado en debida forma y ejecutado por su
pueblo, y desde que el beneficio privado y el desarrollo económico habían sido aceptados como
los objetivos supremos de la política gubernamental. Para fines prácticos, la única solución
revolucionaría británica para el problema agrario ya había sido encontrada. Un puñado de
terratenientes de mentalidad comercial monopolizaba casi la tierra, que era cultivada por
arrendatarios que a su vez empleaban a gentes sin tierras o propietarios de pequeñísimas
parcelas. Muchos residuos de la antigua economía aldeana subsistían todavía para ser barridos
por las Enclosure Acts (1760-1830) y transacciones privadas, pero difícilmente se puede hablar
de un «campesinado británico» en el mismo sentido en que se habla de un campesinado francés,
alemán o ruso. Los arrendamientos rústicos eran numerosísimos y los productos de las granjas
dominaban los mercados; la manufactura se había difundido hacía tiempo por el campo no feudal.
La agricultura estaba preparada, pues, para cumplir sus tres funciones fundamentales en una era
de industrialización:
* proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales reclutas para las ciudades y las
industrias, y
* suministrar un mecanismo para la acumulación de capital utilizable por los sectores más
modernos de la economía. (Otras dos funciones eran probablemente menos importantes
en Gran Bretaña: la de crear un mercado suficientemente amplio entre la población agraria
—normalmente la gran masa del pueblo— y la de proporcionar un excedente para la
exportación que ayudase a las importaciones de capital.)
La industria británica, como todas las demás industrias algodoneras, tuvo su origen como un
subproducto del comercio ultramarino, que producía su material crudo (o más bien uno de sus
materiales crudos, pues el producto original era el fustán, mezcla de algodón y lino), y los
artículos de algodón indio o indianas, que ganaron los mercados, de los que los fabricantes
europeos intentarían apoderarse con sus imitaciones. En un principio no tuvieron éxito, aunque
fueran más capaces de reproducir a precios de competencia las mercancías más toscas y baratas
que las finas y costosas. Sin embargo, por fortuna, los antiguos y poderosos magnates del
comercio de lanas conseguían periódicamente la prohibición de importar los calicós indianos
(que el interés puramente mercantil de la East India Company —Compañía de las Indias
Orientales— trataba de exportar desde la India en la mayor cantidad posible), dando así
oportunidades a los sucedáneos que producía la industria autóctona del algodón.
Más baratos que la lana, el algodón y las mezclas de algodón no tardaron en obtener en
Inglaterra un mercado modesto, pero beneficioso. Pero sus mayores posibilidades para una
rápida expansión estaban en ultramar.
Las plantaciones de las Indias Occidentales, adonde los esclavos eran llevados, proporcionaban
la cantidad de algodón en bruto suficiente para la industria británica, y en compensación los
plantadores compraban grandes cantidades de algodón elaborado en Manchester. Hasta poco
antes del take off, el volumen principal de exportaciones de algodón de Lancashire iba a los
mercados combinados de África y América.’ Lancashire recompensaría más tarde su deuda a la
esclavitud conservándola, pues a partir de 1790 las plantaciones de esclavos de los Estados
Unidos del Sur se extenderían y mantendrían por las insaciables y
fabulosas demandas de los telares de Lancashire, a los que proporcionaban la casi totalidad de
sus cosechas de algodón.
América Latina vino a depender virtualmente casi por completo de las importaciones británicas
durante las guerras napoleónicas, y después de su ruptura con España y Portugal se convirtió
casi por completo en una dependencia económica de Inglaterra, aislada de cualquier interferencia
política de los posibles competidores de este último país. En 1820, el empobrecido continente
adquiría ya una cuarta parte más de telas de algodón inglés que Europa; en 1840 adquiría la
mitad que Europa.
Las Indias Orientales habían sido, como hemos visto, el exportador tradicional de mercancías de
algodón, impulsadas por la Compañía de las Indias. Pero cuando los nuevos intereses
industriales predominaron en Inglaterra, los intereses mercantiles de las Indias Orientales se
vinieron abajo. La India fue sistemáticamente desindustrializada y se convirtió a su vez en un
mercado para los algodones de Lancashire: en 1820. el subcontinente asiático compró sólo 11
millones de yardas; pero en 1840 llegó a adquirir 145 millones.
El algodón, por todo ello, ofrecía unas perspectivas astronómicas para tentar a los negociantes
particulares a emprender la aventura de la Revolución industrial, y una expansión lo
suficientemente rápida como para requerir esa revolución. Pero, por fortuna, también ofrecía las
demás condiciones que la hacían posible. Los nuevos inventos que lo revolucionaron —las
máquinas de hilar, los husos mecánicos y. un poco más tarde, los poderosos telares—
eran relativamente sencillos y baratos y compensaban en seguida sus gastos de instalación con
una altísima producción. Podían ser instalados —si era preciso, gradualmente— por pequeños
empresarios que empezaban con unas cuantas libras prestadas, pues los hombres que
controlaban las grandes concentraciones de riqueza del siglo XVIII no eran muy partidarios de
invertir cantidades importantes en la industria.
Pero la fabricación del algodón tenía otras ventajas. Toda la materia prima provenía de fuera, por
lo cual su abastecimiento podía aumentarse con los drásticos procedimientos utilizados por los
blancos en las colonias —esclavitud y apertura de nuevas áreas de cultivo.
La Revolución Norteamericana
* Aclare las disputas en el seno del Parlamento británico entre los partidos/grupos políticos que lo
conformaban: Whigs y Torys. Puede buscar información adicional acerca de estos dos grupos
políticos
* Como se originaron los impuestos que desencadenaron los movimientos revolucionarios en las
13 colonias
* Las características políticas del nuevo país a partir de su Constitución, forma de gobierno,
sistema federal.
La Revolución Francesa
Palabras iniciales...
Si la economía del mundo del siglo XIX se formó principalmente bajo la influencia de la
Revolución industrial inglesa, su política e ideología -se formaron principalmente bajo la influencia
de la Revolución francesa. Gran Bretaña proporcionó el modelo para sus ferrocarriles y fábricas
y el explosivo económico que hizo estallar las tradicionales estructuras económicas y sociales
del mundo no europeo, pero Francia hizo sus revoluciones y les dio sus ideas, hasta el punto de
que cualquier cosa tricolor se convirtió en el emblema de todas las nacionalidades nacientes.
Entre 1789 y 1917, las políticas europeas (y las de todo el mundo) lucharon ardorosamente en
pro o en contra de los principios de 1789 o los más incendiarios todavía de 1793. Francia
proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales, radicales y democráticos de
la mayor parte del mundo. Francia ofreció el primer gran ejemplo, el concepto y el
vocabulario del nacionalismo. Francia proporcionó los códigos legales, el modelo de
organización científica y técnica y el sistema métrico decimal a muchísimos países.
La ideología del mundo moderno penetró por primera vez en las antiguas civilizaciones, que
hasta entonces habían resistido a las ideas europeas, a través de la influencia francesa. Esta fue
la obra de la Revolución francesa.
Como hemos visto, el siglo XVIII fue una época de crisis para los viejos regímenes europeos y
para sus sistemas económicos, y sus últimas décadas estuvieron llenas de agitaciones políticas
que a veces alcanzaron categoría de revueltas, de movimientos coloniales autonomistas e incluso
secesionistas: no sólo en los Estados Unidos (1776-1783), sino también en Irlanda (1782-1784),
en Bélgica y Lieja (1787-1790), en Holanda (1783-1787), en Ginebra, e incluso —se ha discutido
— en Inglaterra (1779). Tan notable es este conjunto de desasosiego político que algunos
historiadores recientes han hablado de una «era de revoluciones democráticas» de las que la
francesa fue solamente una, aunque la más dramática y de mayor alcance.
Desde luego, como la crisis del antiguo régimen no fue un fenómeno puramente francés,
dichas observaciones no carecen de fundamento. Incluso se puede decir que la Revolución rusa
de 1917 (que ocupa una posición de importancia similar en nuestro siglo) fue simplemente el
más dramático de toda una serie de movimientos análogos, como los que —algunos años
antes— acabaron derribando a los viejos imperios chino y turco. Sin embargo, hay aquí un
equívoco. La Revolución francesa puede no haber sido un fenómeno aislado, pero fue mucho
más fundamental que cualquiera de sus contemporáneas y sus consecuencias fueron mucho
más profundas.
En primer lugar, sucedió en el más poderoso y populoso Estado europeo (excepto Rusia). En
1789, casi de cada cinco europeos, uno era francés.
En segundo lugar, de todas las revoluciones que la precedieron y la siguieron fue la única
revolución social de masas, e inconmensurablemente más radical que cualquier otro
levantamiento. Los resultados de las revoluciones americanas fueron, hablando en términos
generales, que los países quedaran poco más o menos como antes, aunque liberados del
dominio político de los ingleses, los españoles o los portugueses. En cambio, el resultado de la
Revolución francesa fue que la época de Balzac sustituyera a la de madame Dubarry.
En tercer lugar, de todas las revoluciones contemporáneas, la francesa fue la única ecuménica.
Sus ejércitos se pusieron en marcha para revolucionar al mundo, y sus ideas lo lograron. La
revolución norteamericana sigue siendo un acontecimiento crucial en la historia de los Estados
Unidos, pero (salvo en los países directamente envueltos en ella y por ella) no dejó
huellas importantes en ninguna parte. La Revolución francesa, en cambio, es un hito en todas
partes. Sus repercusiones, mucho más que las de la revolución norteamericana, ocasionaron los
levantamientos que llevarían a la liberación de los países latinoamericanos después de 1808.
Su influencia directa irradió hasta Bengala, en donde Ram Mohán Roy se inspiró en ella para
fundar el primer movimiento reformista hindú, precursor del moderno nacionalismo indio.
Fue, como se ha dicho con razón, «el primer gran movimiento de ideas en la cristiandad
occidental que produjo algún efecto real sobre el mundo del Islam», y esto casi inmediatamente.
La influencia indirecta de la Revolución francesa es universal, pues proporcionó el patrón para
todos los movimientos revolucionarios subsiguientes, y sus lecciones (interpretadas conforme
al gusto de cada país o cada caudillo) fueron incorporadas en el moderno socialismo y
comunismo.
Así pues, la Revolución francesa está considerada como la revolución de su época, y no sólo
una, aunque la más prominente, de su clase. Y sus orígenes deben buscarse por ello no
simplemente en las condiciones generales de Europa, sino en la específica situación de
Francia. Su peculiaridad se explica mejor en términos internacionales. Durante el siglo XVIII
Francia fue el mayor rival económico internacional de Gran Bretaña. Su comercio exterior, que
se cuadruplicó entre 1720 y 1780, causaba preocupación en Gran Bretaña; su sistema colonial
era en ciertas áreas (tales como tas Indias Occidentales) más dinámico que el británico. A pesar
de lo cual. Francia no era una potencia como Gran Bretaña, cuya política exterior ya estaba
determinada sustancialmente por los intereses de la expansión capitalista. Francia era la más
poderosa y en muchos aspectos la más característica de las viejas monarquías absolutas y
aristocráticas de Europa. En otros términos: el conflicto entre la armazón oficial y los
inconmovibles intereses del antiguo régimen y la ascensión de las nuevas fuerzas sociales era
más agudo en Francia que en cualquier otro sitio.
Las nuevas fuerzas sabían con exactitud lo que querían. Turgot, el economista fisiócrata,
preconizaba una eficaz explotación de la tierra, la libertad de empresa y de comercio, una normal
y eficiente administración de un territorio nacional único y homogéneo, la abolición de todas
las restricciones y desigualdades sociales que entorpecían el desenvolvimiento de los
recursos nacionales y una equitativa y racional administración y tributación. Sin embargo, su
intento de aplicar tal programa como primer ministro de Luis XVI en 1774-1776 fracasó
lamentablemente, y ese fracaso es característico. Reformas de este género, en pequeñas dosis,
no eran incompatibles con las monarquías absolutas ni mal recibidas por ellas. Antes al contrario,
puesto que fortalecían su poder, estaban, como hemos visto, muy difundidas en aquella época
entre los llamados «déspotas ilustrados». Pero en la mayor parte de los países en que
imperaba el «despotismo ilustrado», tales reformas eran inaplicables, y por eso resultaban
meros escarceos teóricos, o incapaces de cambiar el carácter general de su estructura política y
social, o fracasaban frente a la resistencia de las aristocracias locales y otros intereses
intocables, dejando al país recaer en una nueva versión de su primitivo estado. En Francia
fracasaban más rápidamente que en otros países, porque la resistencia de los intereses
tradicionales era más efectiva.
Pero los resultados de ese fracaso fueron más catastróficos para la monarquía; y las fuerzas de
cambio burguesas eran demasiado fuertes para caer en la inactividad, por lo que se
limitaron a transferir sus esperanzas de una monarquía ilustrada al pueblo o a «la nación».
Fuente: HOBSBAWM, Eric (2009). La era de la Revolución, 1789-1848. Bs. As., Ed. Crítica. Cap.
3
1756-1763: Guerra de los Siete Años entre Gran Bretaña y Francia con sus aliados respectivos.
1776: Turgot presenta su programa de reformas económicas. Los nobles piden su destitución.
1781: Necker publica su Rendición de cuentas al Rey (Compte-rendu au roi) pero luego es
destituido (19/5)
1783: Calonne asume como Controlador General de Finanzas. Propone una reforma tributaria y
administrativa
1787: Calonne convoca la Asamblea de Notables (Assemblé des notables) que rechaza las
reformas propuestas. Calonne es destituido y exiliado (8/04). La Asamblea se disuelve
1788 (12/05): el rey clausura el Parlamento de París. Brienne pide convocar a los Estados
Generales y renuncia (25/08)
1789 (24/01): Convocatoria a los Estados Generales (no se reunía desde 1614)
(5/05): reunión de los Estados Generales en el Palacio de Versalles (1139 diputados: 291
por el Clero; 271 por la nobleza; 578 por el Tercer Estado). Se pide votación por cabeza y no por
estamento.
(10/10): nacionalización de los bienes del clero, la Corona y los nobles. Crean los
asignados
1791 (14/06): la Ley Le Chapelier instaura la libertad de prensa y proscribe las asociaciones y
corporaciones gremiales de todo tipo
(17/07): Matanza del Campo de Marte; Lafayette carga contra una multitud
1792 (20/04): Austria y Prusia declaran la guerra a Francia. Disolución de la Guardia Real
(10/08): levantamiento del pueblo parisino. Asalto al Palacio de las Tullerias. Se destaca
Jacques Danton. Destitución de Luis XVI. Se convoca a la Convención
(24/06): se aprueba la Constitución del Año I que establece la soberanía popular, sufragio
universal directo, los derechos del hombre y del ciudadano y el derecho de rebelión
1794 (24/03): Ejecución de Hebert, Danton, Desmoulins (los indulgentes). Fase del Gran Terror
(17/08): Constitución del Año III reinstala el sufragio censitario, crea un Poder Legislativo
compuesto por dos cámaras (Consejo de los Quinientos y Consejo de Ancianos) y un poder
ejecutivo de 5 miembros (el Directorio)
1796 (27/05): ejecución de Gracus Babueuff y de los jefes de la Conjuración de los Iguales
1797: renovación del Directorio. Golpe del 18 de Fructidor (4/09). Éxitos militares en Italia
1799 (9/11): golpe de estado de Napoleón Bonaparte (18 Brumario). Disolución del Directorio y
creación del Consulado.
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Los Representantes del Pueblo Francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que
la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del Hombre son las únicas causas de
las calamidades públicas y de la corrupción de los Gobiernos, han resuelto exponer, en una
Declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del Hombre, para que esta
declaración, constantemente presente para todos los Miembros del cuerpo social, les recuerde
sin cesar sus derechos y sus deberes; para que los actos del poder legislativo y del poder
ejecutivo, al poder cotejarse en todo momento con la finalidad de cualquier institución política,
sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora en
principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la
Constitución y de la felicidad de todos.
Artículo 1 Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones
sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Artículo 4 La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los demás. Por
ello, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre tan sólo tiene como límites los
que garantizan a los demás Miembros de la Sociedad el goce de estos mismos derechos.
Tales límites tan sólo pueden ser determinados por la Ley.
Artículo 5 La Ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la Sociedad.
Nada que no esté prohibido por la Ley puede ser impedido, y nadie puede ser obligado a
hacer algo que ésta no ordene.
Artículo 7 Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, salvo en los casos
determinados por la Ley y en la forma determinada por ella. Quienes soliciten, cursen,
ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias deben ser castigados; con todo, cualquier
ciudadano que sea requerido o aprehendido en virtud de la Ley debe obedecer de
inmediato, y es culpable si opone resistencia.
Artículo 8 La Ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias, y tan
sólo se puede ser castigado en virtud de una Ley establecida y promulgada con
anterioridad al delito, y aplicada legalmente.
Artículo 9 Puesto que cualquier hombre se considera inocente hasta no ser declarado
culpable, si se juzga indispensable detenerlo, cualquier rigor que no sea necesario para
apoderarse de su persona debe ser severamente reprimido por la Ley.
Artículo 10 Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, siempre y
cuando su manifestación no perturbe el orden público establecido por la Ley.
Artículo 12 La garantía de los derechos del Hombre y del Ciudadano necesita de una fuerza
pública; por ello, esta fuerza es instituida en beneficio de todos y no para el provecho
particular de aquéllos a quienes se encomienda.
Artículo 17 Por ser la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado
de ella, salvo cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija de modo
evidente, y con la condición de haya una justa y previa indemnización.
Artículo 1. La Asamblea Nacional suprime enteramente el régimen feudal y decreta que los
derechos y deberes, tanto feudales como censales, los que se refieren a la mano muerta, real o
personal y a la servidumbre personal y los que los representan, son abolidos sin indemnización, y
todos los demás declarados redimibles, y que el precio y el modo de la redención serán fijados
por la Asamblea Nacional...
Artículo 4. Todas las justicias señoriales son suprimidas sin ninguna indemnización...
Artículo 5. Los diezmos de cualquier tipo y los censos a que dieran lugar bajo cualquier
denominación con que sean conocidos y percibidos, incluso por abono, poseídos por los cuerpos
regulares y seculares, como sus beneficios, los edificios y todo tipo de manos muertas, incluso de
la orden de Malta y otras órdenes religiosas y militares..., serán abolidos
Artículo 7. La venalidad de los oficios de la judicatura y de la municipalidad quedan suprimidos
desde este instante. La justicia será gratuita (...)
Artículo 11. Todos los ciudadanos, sin distinción de nacimiento, podrán ser admitidos a todos los
empleos y dignidades eclesiásticas, civiles y militares, y ninguna profesión útil reportará deshonra.
Artículo primero.- {...} Antes de tomar parte en las deliberaciones, los diputados de la Nobleza
obtendrán toda la seguridad para sus propias personas, de modo que no puedan ser perseguidos
en ningún tribunal en materia civil mientras dure su misión.
Art. 2.- Para dar a los Estados generales, no sólo para esta primera reunión sino para el futuro,
una forma legítima constitucional como la prescribe la equidad natural, de modo que ningún orden
de ciudadanos pueda ser oprimido por otro y puedan conservar entre ellos un equilibrio perfecto
de influencia y de poder, se ordena expresamente a los diputados de la Nobleza insistir y persistir
para conseguir la reducción de los tres órdenes a dos.
El primero estará compuesto por el Clero noble y la nobleza laica, el segundo orden estará
compuesto por el Clero no noble, y el Tercer estado de las ciudades y los campos.
Si cada orden está compuesto por un número igual de representantes, podrá tener lugar la
decisión por cabezas, pero si no existiera la igualdad numérica entre el primero y el segundo
orden, entonces se votará separadamente por orden.
Pero, en todo caso, la composición del primer orden será tal que los. representantes de la
Nobleza serán al menos el doble que los del Clero.
Art. 3.- Se remite a la prudencia de los Estados generales fijar los límites de la influencia que
tendrá la prerrogativa real sobre sus decisiones; sea que los dos órdenes opinen juntos y por
cabeza, sea que opinen separadamente. Esta influencia debe ser tal que por una parte se
conserve toda la dignidad de la majestad real, pero por otra la asamblea de la Nación quede
investida de todo el poder que le pertenece.
Art. 6.- Suponiendo que todos los órdenes están unánimemente de acuerdo en respetar las
propiedades, la Nobleza no entiende en manera alguna que va a despojarse de los derechos
señoriales honoríficos y útiles como la justicia alta, mediana y baja, caza, pesca, servidumbres,
tallas, corveas, {...], y cualesquiera otros.
Si la movibilidad de los jueces de las justicias señoriales es contestada por el Tercer estado, los
diputados la defenderán con todo su poder, lo mismo que la justicia de los señores en su estado
actual, y esto en interés mismo de las comunidades. {...}
Art. 8.- Puesto que la posibilidad de hacer navegable el Saona en todo tiempo presenta más
ventajas que gastos, los Estados generales tomarán en consideración la mejora de la navegación
del Saona y el proyecto de su unión con el Mosa. {...}
Art. 16.- Los diputados pedirán el reconocimiento de los derechos y privilegios de la provincia tal
como fue hecho por Luis XIV cuando la conquista, quedando autorizados, no obstante, a hacer el
sacrificio de aquellos privilegios que parezcan inconciliables con el bien general del Estado, pero
con indemnización.
Los habitantes que componen el Tercer estado de esta ciudad y parroquia de Valencay en Berry
suplican humildemente a Su Majestad {...}
Que sustituya la administración provincial de Berry por unos Estados provinciales semejantes a
los que se han establecido recientemente en la provincia del Delfinado.
Los habitantes se quejan de estar sobrecargados por la talla, capitación y otros impuestos, en
proporción a las ciudades y parroquias vecinas {...}
Para reprimir este abuso, haría falta un reparto general de los impuestos que soporta la provincia
en proporción a las capacidades de las ciudades y parroquias que la componen.
Los derechos de ayuda son muy perjudiciales al comercio del vino, tanto al por mayor como al
detalle, {...}; los gastos de recaudación {...} son considerables {...}
La sal, artículo tan necesario para la vida no sólo de los hombres, sino también de las bestias, ha
subido hoy día a un precio excesivo {...}.
Que sería {...} necesario suprimir la talla, la capitación y los dos vigésimos. Para sustituir todos los
impuestos suprimidos, el gobierno establecerá un derecho único, en especie o en dinero, del que
la provincia hará libremente su reparto y recaudación, haciendo contribuir a él a los eclesiásticos y
los nobles, que deben quedar sometidos a él igual que el Tercer estado {...}
Que sería conveniente que se diera una subvención suficiente a los señores curas para que no
cobraran ningún beneficio eventual, que es muy gravoso para la clase baja de ciudadanos y muy
desagradable para las otras.
Que sean abolidas todas las banalidades de toda especie, teniendo en cuenta que son poco
lucrativas para los señores y muy dispendiosas y gravosas para los vasallos.
Que no se permita más que a los señores de alta justicia tener palomas, y no a los señores de
feudos sin justicia, en razón de que esos animales son dañinos para las semillas de toda clase de
granos, y se reproducen mucho.
Que para pagar las deudas del Estado no hay otra medida a tomar que adueñarse de todos los
bienes de los monjes y religiosos que actualmente son inútiles para el servicio divino {...}
1. La Asamblea pide que la persona de los diputados en los Estados Generales sea inviolable y
sagrada, y durante todo el tiempo de la reunión no estén sometidos más que a la jurisdicción y la
policía de los mismos Estados.
3. La Asamblea pide que sea establecido que el Tercer Estado tendrá en las Asambleas de la
nación, por lo menos tantos diputados como los otros dos órdenes reunidos; que las
deliberaciones se realizarán por los tres órdenes reunidos y que los votos serán contados por
cabezas.
4. El objeto del que deben ocuparse esencialmente y en primer lugar, es el de asegurarse a
Francia una Constitución buena y sólida, que fije para siempre y de la forma más clara posible los
derechos del Trono y los de la Nación.
5. Piden como primer punto de la Constitución la reunión periódica de los Estados Generales y
que la segunda sesión de los mismos sea muy próxima.
7. Se reconocerá solamente que la Nación es la única que tiene derecho a crear impuestos, es
decir, a conceder o rehusar subsidios y reglamentar cuál será su montante, su uso y reparto y su
duración (...).
8. Que se establezca la libertad de prensa y que se pueda, sin necesidad de censura previa ni
permiso, imprimir y hacer imprimir toda clase de escritos, salvo la obligación del impresor y del
autor de hacer constar sus nombres al pie de sus escritos y el riesgo de ser castigados según
exigiere el caso, si el impreso incluyera cosas contrarias a la Religión, a las costumbres y al buen
orden y al honor de las familias.
«1. Que todos los impuestos sean pagados por los tres órdenes,
sin ninguna excepción, cada uno según sus posibilidades económicas.
2. Que haya una única ley para todo el Reino.
3. Supresión total de todas las tasas e impuestos.
4. Exención de impuestos para todas las ferias y mercados y abolición de todos los peajes.
5. Supresión de toda clase de diezmo en especie.
7. Destrucción de los pájaros, que hacen mucho daño, tanto en el tiempo de la siembra como en
el de la cosecha.
8. Que los derechos de las propiedades sean sagrados e inviolables.
9. Que se aplique la justicia más rápidamente y con menos parcialidad.
10. Abolición total de las corveas, sean de la clase que sean.
16. La parroquia tiene necesidad de un vicario, teniendo en cuenta lo alejadas que están algunas
granjas; también necesita un maestro y una maestra para la educación de los jóvenes.
17. Que todos los curas estén obligados a realizar todas las funciones de su ministerio sin exigir
ninguna retribución.»
¿Quién osaría, pues, decir que el Tercer Estado no tiene en sí todo lo necesario para formar una
nación completa? Es el hombre fuerte y robusto, uno de cuyos brazos está todavía encadenado.
Si se suprimiera el orden privilegiado la nación no sería menos en nada, sino algo más. Así,
¿Qué sería sin el orden privilegiado? Todo, pero un todo libre y floreciente. Nada puede
marchar sin él, y todo iría infinitamente mejor sin los otros.
No basta haber mostrado que los privilegiados, lejos de ser útiles a la nación, no pueden sino
debilitarla y dañarla; hay que probar ahora que el orden noble no entra en la organización social;
que podrá ser una carga para la nación, pero que no forma parte de ella. (…)
¿Qué es una nación? Un cuerpo de asociados que vive bajo una ley común y representado por
la misma legislatura. ¿No es muy cierto que el orden noble tiene privilegios, dispensas, aun
derechos separados de los derechos del gran cuerpo de los ciudadanos? Sale por eso del orden
común, de la ley común. Así, sus derechos civiles hacen de él ya un pueblo aparte en la gran
nación. (…)
Respecto a sus derechos políticos, también los ejerce aparte. (…) El cuerpo de sus diputados se
reúne aparte; (…) es extraño a la nación por su principio, puesto que su misión no viene del
pueblo, y por su objeto, puesto que consiste en defender no el interés general, sino el interés
particular.
Hay que entender por el Tercer Estado el conjunto de los ciudadanos que pertenecen al orden
común. Todo lo que es privilegiado por la ley sale del orden común, constituye una excepción a la
ley común y, por consiguiente, no pertenece al Tercer Estado.
No es sino demasiado cierto que no se es nada en Francia cuando no se tiene para sí más que la
protección de la ley común; si no se puede invocar ningún privilegio hay que resolverse a soportar
el desprecio, la injuria y vejaciones de toda especie. (…)
Todo privilegio…es opuesto al derecho común; por lo tanto todos los privilegios, sin distinción,
forman una clase diferente y opuesta al Tercer estado. (…)
El tercer estado no ha tenido hasta ahora verdaderos representantes en los Estados Generales.
Así, sus derechos políticos son nulos.
Primera petición
Que los representantes del Tercer Estado no sean escogidos sino entre los ciudadanos que
verdaderamente pertenezcan al Tercero.
Segunda petición
Que sus diputados sean en número igual a los de los dos órdenes privilegiados.
Respecto de la población, se sabe qué inmensa superioridad tiene el Tercer orden sobre los dos
primeros. Ignoro, como todo el mundo, cuál es la verdadera proporción; pero, como todo el
mundo, me permitiré hacer mi cálculo. (…) Número total de cabezas eclesiásticas, ochenta mil
cuatrocientas. (…) Se tendrán ciento diez mil cabezas nobles a lo sumo para la totalidad del reino.
De manera que, en conjunto, no hay doscientos mil privilegiados de los dos primeros órdenes.
Comparad este número con el de veinticinco a veintiséis millones de almas, y juzgad la cuestión.
Pero los tres órdenes, tal como está constituidos, ¿podrán reunirse para votar por cabezas? Tal
es la verdadera cuestión. No. Si se consultan los verdaderos principios, no pueden votar en
común, ni por cabezas ni por órdenes. (…) Este aserto tiene sin duda necesidad de desarrollo y
de pruebas…
El Tercer Estado debe apercibirse… de que no puede esperar nada sino es de sus luces y de su
valor. La razón y la justicia están a su favor. (…) No, ya no es tiempo de trabajar en la conciliación
de los partidos. ¿Qué acuerdo puede esperarse entre la energía del oprimido y la rabia de los
opresores? ¡Qué cómodo sería prescindir de los privilegiados! ¡Qué difícil será llevarlos a ser
ciudadanos!
En otro tiempo, el Tercer Estado era siervo, el orden noble lo era todo. Hoy el Tercer Estado lo es
todo, y la nobleza es un vocablo. Pero bajo este vocablo se ha deslizado una nueva e intolerable
aristocracia; y el pueblo tiene toda la razón en no querer ya aristócratas.
En semejante posición ¿qué le queda por hacer al Tercer Estado si quiere ponerse en posesión
de sus derechos políticos de una manera útil a la nación? Se presentan dos medios para llegar a
ello. Según el primero, el Tercer Estado deberá reunirse aparte: no concurrirá con la nobleza y el
clero, no permanecerá con ellos ni por orden ni por cabeza. Ruego que se fije la atención en la
diferencia enorme que hay entre la asamblea del Tercer Estado y la de los otros dos órdenes. La
primera representa a veinticinco millones de hombre y delibera sobre los intereses de la nación.
Las otras dos, aun cuando se reunieran, no tienen poderes sino de unos doscientos mil
individuos y no piensan sino en sus privilegios. El tercero sólo, se dirá, no puede formar los
Estados Generales. ¡Ah! ¡Tanto mejor!, compondrá una Asamblea Nacional.
Es evidente que los diputados del clero y de la nobleza no son representantes de la nación; son,
pues, incompetentes para votar por ella.
Si los dejáis deliberar en las materias de interés general ¿qué resultará de eso? 1º si los votos
son adoptados por órdenes, se seguirá que veinticinco millones de ciudadanos no podrán decidir
nada por el interés general, porque no placerá a ciento o doscientos mil individuos privilegiados…
(…) 2º Si los votos son adoptados por cabezas, incluso con igualdad de influencia entre los
privilegiados y los no privilegiados, se seguirá siempre que las voluntades de doscientas mil
personas podrán contrapesar a las de veinticinco millones, ya que tendrán un número igual de
representantes. Ahora bien ¿no es monstruoso componer una asamblea de manera que pueda
votar por el interés de la minoría? ¿No es esa una asamblea al revés? (…)
El voto del Tercer Estado será siempre bueno para la generalidad de los ciudadanos, y el de los
privilegiados será siempre malo.
La alocución dada por el Rey Luis XVI al inaugurar las sesiones de los Estados Generales
el 5 de mayo de 1789
Decreto de confiscación de los bienes eclesiásticos
La Ley Le Chapelier sobre los gremios
Extractos de la Constitución de 1791
Extractos de la Constitución de 1793
Opinión acerca de la Constitución de 1795.
Señores, ese día que mi corazón esperaba desde hace tiempo ha llegado por fin, y me veo hoy
rodeado de los representantes de la nación, la cual me glorificó en comandar.
Un largo intervalo había transcurrido desde las últimas sesiones de los Estados Generales, y
aunque la convocatoria de esta Asamblea pareciera haber caído en desuso, no he vacilado en
restablecer un uso del que el reino puede sacar una fuerza nueva y puede abrir a la nación una
fuente de dicha.
La deuda del Estado, ya inmensa a mi subida al trono, se ha acrecentado más bajo mi reinado.
Una guerra dispendiosa pero honorable ha sido la causa de ello: el aumento de los impuestos ha
sido la consecuencia necesaria y ha hecho más sensible su desigual reaparición.
Una inquietud general, un deseo exagerado de innovaciones se ha apoderado de los espíritus y
acabarían por extraviar totalmente las opiniones si no nos apresuramos a fijarlas en una reunión
de opiniones sabias y moderadas.
En esta confianza, Señores, os he reunido y veo con sensibilidad que ya ha sido justificada por
las disposiciones que los dos primeros estamentos han mostrado en renunciar a sus privilegios
pecuniarios. La esperanza que he concebido de ver a todos los estamentos, unidos en sus
sentimientos, concurrir conmigo al bien general del Estado no será traicionada.
Los espíritus están agitados. Pero una Asamblea de representantes de la nación ¿no escuchará,
sin duda, tan sólo los consejos de la sabiduría y la prudencia? Vosotros mismos habréis juzgado,
Señores, que nos hemos apartado de ellas en varias ocasiones recientes; pero el espíritu
dominante de vuestras deliberaciones responderá a los sentimientos de una nación generosa y
cuyo carácter distintivo ha sido siempre el amor por sus reyes; descartaré cualquier otro recuerdo.
1. Que todos los bienes eclesiásticos quedan a disposición de la Nación, a condición de proveer,
de modo conveniente, a los gastos del culto, al mantenimiento de sus ministros y al socorro de
los pobres, bajo la supervisión y según las instrucciones de las provincias.
2. Que, en las disposiciones a llevar a cabo para atender al mantenimiento de los ministros de la
religión, no se podrá garantizar para la dotación de ningún cura más de doscientas libras al año,
sin incluir la vivienda y los jardines dependientes de ella.
Ley de Le Chapelier
Art. 2.- Los ciudadanos de un mismo estado o profesión, los empresarios, los que tienen
comercio abierto, los obreros y oficiales de un oficio cualquiera, no podrán, cuando se hallaren
juntos, nombrarse presidentes, ni secretarios, ni síndicos, tener registros, tomar acuerdos o
deliberaciones, formar reglamentos sobre sus pretendidos intereses comunes.
Art. 3.- Queda prohibido a todas las corporaciones administrativas o municipales recibir cualquier
solicitud o petición en nombre de un estado o profesión, y darles respuesta alguna; igualmente se
les ordena declarar nulas las deliberaciones que podrían haber sido tomadas de este modo; y
vigilar cuidadosamente para que no se les dé curso ni ejecución.
Art. 4.- Si, contra los principios de libertad y de la Constitución, ciudadanos pertenecientes a las
mismas profesiones, artes y oficios, tomaran deliberaciones o hicieran entre ellos convenios
tendiendo a rehusar concertadamente, o a no Acordar más que a un precio determinado el
concurso de su industria o de sus trabajos, dichas deliberaciones y convenios, acompañados o
no de juramento, quedan declarados inconstitucionales, atentatorios a la libertad de los derechos
del hombre y sin ningún efecto. Las corporaciones administrativas y municipales quedan
obligadas a declararlos tales. Los autores, jefes e instigadores que las hubieren provocado,
redactado o presidido, serán citados ante el tribunal de policía a requerimiento del procurador del
municipio, condenados cada uno de ellos a 500 libras de multa, y suspendidos durante un año del
ejercicio de todos los derechos de ciudadano activo y de la entrada en las Asambleas primarias.
Art. 5.- Queda prohibido a todas las corporaciones administrativas y municipales, bajo pena a sus
miembros de responder en nombre propio, emplear, admitir o tolerar que se admita en los
trabajos de su profesión, en cualquiera obra pública, aquellos realizados por empresarios,
obreros u oficiales que hubieren provocado o firmado dichas deliberaciones o convenios, salvo el
caso en que, por propia iniciativa, se hubieran presentado al escribano del tribunal de policía para
retractarse o desdecirse.
Art. 7.- Los que usaren de amenazas o violencias contra los obreros que hagan uso de la libertad
concedida por las leyes constitucionales al trabajo y a la industria, serán perseguidos por la vía
criminal y castigados según el rigor de las leyes, como perturbadores del orden público.
Art. 8.- Todas las manifestaciones compuestas por artesanos, obreros, oficiales jornaleros, o
promovidas por ellos contra el libre ejercicio de la industria y del trabajo, perteneciente a cualquier
clase de personas, y bajo cualquier clase de condiciones convenidas de mutuo acuerdo, o contra
la acción de la policía y la ejecución de las sentencias tomadas de esta manera, así como contra
las subastas y adjudicaciones públicas de diversas empresas, serán consideradas como
manifestaciones sediciosas, y como tales serán disueltas por los agentes de la fuerza pública,
tras los requerimientos legales que les serán hechos, y después con todo el rigor de las leyes
contra los autores, instigadores y jefes de dichas manifestaciones, y contra todos aquellos que
hubieran actuado por vía de hechos o realizado actos de violencia.
TITULO I:
Disposiciones fundamentales garantizadas por la Constitución:
-Todos los ciudadanos tienen acceso a cargos y empleos sin otra distinción que sus méritos y
aptitudes.
-Los mismos delitos serán castigados con las mismas penas, sin distinción de personas.
-La libertad de todo hombre para ir, permanecer, marcharse...
-La libertad de todos los ciudadanos para asociarse pacíficamente...
-La inviolabilidad de las propiedades... Los bienes destinados a los gastos del clero o a otros
servicios de utilidad pública pertenecen a la Nación y están en todo momento a su disposición.
TITULO II:
art 1. El Reino es uno e indivisible.
art 7. La ley considera al matrimonio como contrato civil.
TITULO III:
Capítulo I, sec 2, art 2: Para ser ciudadano activo es necesario... tener cumplidos los 25 años,
pagar en cualquier lugar del Reino una contribución directa por lo menos igual al valor de 3 días
de trabajo; no ser criado asalariado...
Capítulo III, sec 1, art 1. La Constitución delega exclusivamente en el cuerpo legislativo los
poderes y funciones siguientes: proponer y decretar leyes..., fijar los gastos públicos, establecer
los impuestos, permitir e impedir la entrada de tropas extranjeras en territorio francés.
sec 3, art 1. Los decretos del legislativo serán presentados al Rey, quien podrá rehusar su
consentimiento.
Capit I, art 1. La Asamblea Nacional que forma el Cuerpo Legislativo es permanente y está
compuesta de una sola Cámara, formada por representantes temporales, libremente elegidos por
el pueblo.
sec 3, art 1. Los electores nombrados en cada departamento se reunirán para elegir el número de
representantes que corresponde a cada departamento.
Capit III, art 3. No hay en Francia ninguna autoridad superior a la de la Ley. El Rey reina por ella y
sólo en nombre de la Ley puede exigir obediencia. art 6. Las órdenes del Rey, verbales o escritas,
nunca sustraerán a un ministro de su responsabilidad.
Capit IV, art 5. El poder judicial está delegado en jueces elegidos temporalmente por el pueblo.
Art 2. La justicia será ejercida gratuitamente por los jueces...
TITULO IV:
art 9. Ningún agente de la fuerza pública puede entrar en casa de un ciudadano, si no es en
cumplimiento de órdenes de la policía y de la justicia, o en casos formalmente previstos por la
Ley.
art. 8.-La seguridad consiste en la protección ofrecida por la Sociedad a cada uno de sus
miembros para la conservación de su persona, sus derechos y propiedades.
art. 9.-La ley debe proteger las libertades públicas o individuales contra la opresión de los
gobernantes.
art. 13.-Todos los hombres son considerados inocentes hasta que sean declarados culpables.
art. 17.-Ningún tipo de trabajo, cultivo o comercio puede ser vedado a la actividad ciudadana.
art. 25.-La soberanía reside en el pueblo; es una e indivisible. Imprescriptible e inalienable.
art. 27.-Que todo individuo que usurpe la soberanía sea condenado a muerte inmediatamente por
los hombres libres.
art. 33.-La resistencia a la opresión es consecuencia de derechos del hombre.
art. 34.-Hay opresión contra el cuerpo social cuando uno solo de sus miembros es oprimido.
TEXTO CONSTITUCIONAL
art. 1.-La República es una e indivisible.
art. 2.-Todo hombre nacido y domiciliado en Francia y mayor de 21 años es admitido en el
ejercicio de los derechos de los ciudadanos franceses.
art. 7.-El pueblo es soberano en la universalidad de los ciudadanos franceses.
art. 8.-Sus diputados se nombran directamente.
art. 18.-Los escrutadores contabilizan el voto de los ciudadanos que, no sabiendo escribir,
prefieren votar durante el escrutinio.
art. 21.-La población es la única base de la representación nacional.
art. 28.-Todos los franceses, en ejercicio de sus derechos de ciudadanía, son elegibles en el
conjunto de la República.
art. 39.-El cuerpo legislativo es uno, indivisible y permanente.
art. 63.-La Asamblea electoral elegirá, de la lista general, los miembros del Consejo ejecutivo (que
serán 24).
Boissy D'Angles presenta la constitución de 1795
Hemos de ser gobernados por los mejores: los mejores son los más instruidos y los más
interesados en mantener las leyes. Con muy pocas excepciones hallaréis hombres de esta clase
entre aquellos que poseen una propiedad, están vinculados al país que la posee, a las leyes que
la protegen, al orden que la conserva y que deben a esta propiedad y al bienestar que
proporciona la educación que les ha dado aptitud para discutir con sagacidad y justicia las
ventajas y los inconvenientes de las leyes que determinan la suerte de su patria... Un país
gobernado por los propietarios está en el orden social. Si los no propietarios gobiernan estamos
en el estado de la naturaleza... Si dais a estos hombres sin propiedad los derechos políticos
plenos y se sientan en los bancos de los legisladores, provocarán las agitaciones sin temer las
consecuencias: establecerán o dejarán que se establezcan límites perturbadores para el
comercio y la agricultura, puesto que no habrían sufrido ni rechazado, ni previsto las malas
consecuencias, precipitándonos, en violentas convulsiones como las que apenas acabamos de
padecer.
Por último, habéis de garantizar la propiedad del rico... La igualdad civil, he aquí todo lo que el
hombre razonable puede exigir... La igualdad absoluta es una quimera: para que pueda existir,
sería necesario que existiese una igualdad total en espíritu, virtud, fuerza física, educación y
fortuna de todos los hombres.
En el siguiente archivo podrás encontrarte con diferentes gráficos que te servirán para acompañar
las lecturas de los textos obligatorios, como por ejemplo:
SU FINAL En la guerra con Austria, se sospecha que el rey colabora con el enemigo para
restablecer su poder. Ante esta situación el pueblo parisino se convierte en protagonista de
nuevo asaltando el palacio de las Tullerías y creando la Comuna Insurrccional de París. El Rey
es destituido y se convocan elecciones para crear una Convención Nacional Republicana.
CONVENCIÓN GIRONDINA
Protaginistas e ideas Sus realizaciones Sus problemas
Sectores monárquicos Abolición de la Recrudecimiento de la
no participan monarquía y guerra: 1ª coalición
Girondinos: poseen la proclamción de la antifrancesa (Austria, Prusia,
mayoría. República (1792) Inglaterra, Holanda y
Jacobinos apoyados Ejecución del rey, España)
por los Sans-culottes y aunque los Movimiento
las masas populares girondinos se contrarrevolucionario en la
Llanura con opinión oponen. Vendée
variable Liberización del Descontento popular
comercio de granos
provocando
descontento popular.
Sufragio masculino
universal
Estado laico
Establecimiento de
precios máximos
Creación del Tribunal
revolucionario
Decreto que decreta
la pena de muerte
para los que
propugnan la Ley
agraria (reforma
agraria)
Exportación de la
revolución a través
de la guerra
Enfrentamientos
constantes entre
jacobinos y
girondinos
Introducción...
El 5 de mayo de 1821 fallecía, en una remota isla en medio del Atlántico, Napoleón Bonaparte...
Fue artífice del Golpe de Estado del 18 de Brumario que le convirtió en Primer Cónsul de la
República el 11 de noviembre de 1799 y cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de 1802. El 18 de
mayo de 1804 fue proclamado Emperador de los franceses y coronado con el nombre de
Napoleón I el 2 de diciembre; proclamado Rey de Italia el 18 de marzo de 1805 y coronado el 26
de mayo, ostentó ambos títulos hasta el 11 de abril de 1814 y, nuevamente, desde el 20 de marzo
hasta el 22 de junio de 1815.
Napoleón es considerado como uno de los mayores genios militares de la Historia, habiendo
comandado campañas bélicas muy exitosas, aunque con ciertas derrotas igualmente
estrepitosas. Sus agresivas guerras de conquista se convirtieron en las mayores operaciones
militares conocidas hasta ese momento en Europa, involucrando a un número de soldados jamás
visto en los ejércitos de la época. Además de estas proezas bélicas, a Napoleón también se le
conoce por el establecimiento del Código Napoleónico y es considerado por algunos un
«monarca iluminado» debido a su extraordinario talento y capacidad de trabajo. Otros, sin
embargo, lo estiman un dictador tiránico cuyas guerras causaron la muerte de millones de
personas, así como uno de los personajes más megalómanos y nefastos de todos los tiempos.
Napoleón fue encarcelado y desterrado por los británicos a la isla de Santa Elena en el Atlántico,
el 15 de julio de 1815. Allí, con un pequeño grupo de seguidores, dictó sus memorias y criticó a
sus aprehensores y murió el 5 de mayo de 1821. Tenía entonces cincuenta y un años.
Amado y odiado por igual por sus contemporáneos, lo cierto es que el paso de este personaje por
la Historia fue fugaz pero su huella perdura hasta nuestros días. Es prácticamente imposible de
disociar la Revolución Francesa con Napoleón ya que como un hijo de la Revolución, como le
gustaba hacerse conocer, es quien continuó el legado revolucionario y nos brindó el Siglo XIX.
Tan estrecho es el vínculo que une a este personaje que comprender los procesos de
emancipación e independencia americanos nos resultan imposibles sin apelar a ese grandioso
telón de fondo que fueron las Guerras Napoleónicas, o inclusive leer La guerra y la paz de
Tolstoi, Los Miserables de Victor Hugo o incluso Orgullo y Prejuicio de Jane Austin... en poco
menos de 20 años logró cambiar el rostro de un continente e indirectamente el destino de un
tercio del mundo de entonces. Así nos lo plantea Eric Hobsbawm...
Napoleón supervisando a sus tropas
Desde 1792 hasta 1815 hubo guerra en Europa, casi sin interrupción, combinada o coincidente
con otras guerras accidentales fuera del continente: en las Indias Occidentales
(América hispánica), el Levante y la India entre 1790 y 1800; operaciones navales en todos los
mares; en los Estados Unidos en 1812-1814. Las consecuencias de la victoria o la derrota en
aquellas guerras fueron considerables, pues transformaron el mapa del mundo.
Frases inmortales...
Si quisiéramos empezar a hacernos una idea de quien fue este personaje de la Historia es
repasar algunas de sus mas celebras frases... queda a criterio de cada uno formarse esa idea y
valorarla pero es seguro que no permanecerá indiferente...
«Alejandro, César, Carlomagno y yo fundamos imperios, pero ¿sobre qué cimientamos las
creaciones de nuestro genio? Sobre la fuerza. Solo Jesucristo fundó su reino sobre el amor...
«El coraje no es tener la fuerza para seguir; es seguir cuando no tienes fuerza.»
«En las revoluciones hay dos clases de personas; las que las hacen y las que se aprovechan de
ellas».
«La inmortalidad es el recuerdo que uno deja».
«Mi grandeza no reside en no haber caído nunca, sino en haberme levantado siempre».
«No hay que temer a los que tienen otra opinión, sino a aquellos que son demasiado cobardes
para manifestarla».
«Nunca sabréis quiénes son vuestros amigos hasta que caigáis en desgracia».
Como si sus palabras no bastaran, su famoso retrato ecuestre pintado por Jaques-Louis David
nos servirá de inspiración para emprender el recorrido de casi 20 años de un hombre cuya sola
mención de su nombre generaba por igual amores y odios...
BIBLIOGRAFIA DE LA UNIDAD:
* PALMADE, Guy. La época de la burguesía. México, Siglo XXI, 1976. Selección de textos
* VICENS VIVES, J. Historia general moderna, siglos XVIII-XX. Barcelona, Editorial Vicens
Vives, 1997. Cap. XII y XIII
LA RESTAURACIÓN ABSOLUTISTA
Después de más de veinte años de casi ininterrumpida guerra y revolución, los antiguos
regímenes victoriosos se enfrentaban a problemas de pacificación y conservación de la paz ,
particularmente difíciles y peligrosos.
Había que limpiar los escombros de dos décadas y redistribuir los territorios arrasados. Y más
aún: para todos los estadistas inteligentes era evidente que en adelante no se podría tolerar una
gran, guerra, que seguramente llevaría a una nueva revolución y, como consecuencia, a la
destrucción de esos antiguos regímenes. «En la actual situación de enfermedad social de
Europa —escribía el rey Leopoldo de los belgas (el sensato y algunas veces fastidioso tío de la
reina Victoria de Inglaterra) a propósito de una crisis posterior— sería inaudito desencadenar ...
una guerra general. Tal guerra ... traería seguramente un conflicto de principios, y por lo
que conozco de Europa, creo que tal conflicto cambiaría su forma y derrumbaría toda su
estructura.»
Los reyes y estadistas no eran ni más prudentes ni más pacíficos que antes. Pero,
indudablemente, estaban mucho más asustados. Y tuvieron un éxito desacostumbrado. Entre la
derrota de Napoleón y la guerra de Crimea de 1854-1856, no hubo, en efecto, guerra general
europea o conflicto armado en el que las grandes potencias se enfrentaran en el cam po de
batalla. En realidad, aparte de la guerra de Crimea, no hubo entre 1815 y 1914 alguna guerra en
que se vieran envueltas más de dos potencias.
El ciudadano del siglo XX debe apreciar la importancia de esto. Ello es tanto más impresionante
cuanto que la escena internacional distaba mucho de estar tranquila y las ocasiones de conflicto
abundaban. Los movimientos revolucionarios destruían de cuando en cuando la difícilmente
ganada estabilidad internacional: entre 1820 y 1830 sobre todo en la Europa meridional, los
Balcanes y en América Latina; después de 1830, en Europa occidental —Bélgica sobre todo— y,
por último, en la revolución de 1848. La decadencia del Imperio turco, amenazado tanto por la
disolución interna como por las ambiciones de las grandes potencias rivales —-especialmente
Inglaterra, Rusia y un poco menos Francia—, convirtió la llamada «cuestión de Oriente» en un
constante motivo de crisis: en la década de 1820-1830 a propósito de Grecia; en la siguiente a
propósito de Egipto. Y aunque se apaciguó después de un grave conflicto en 1839-1841, seguía
siendo un peligro para la paz del mundo, como antes.
Las relaciones entre Inglaterra y Rusia eran muy tensas a causa del Oriente Próximo y la tierra de
nadie entre los dos imperios en Asia. Francia no se conformaba con su posición internacional,
mucho más modesta de la que había tenido antes de 1815. A pesar de tales escollos y remolinos,
los navios diplomáticos navegaban con dificultad, pero sin entrar en colisión.
Talleyrand, que rigió la política extranjera de Francia desde 1814 hasta 1835, sigue siendo el
modelo para los diplomáticos franceses.
El príncipe de Mettemich, primer ministro austríaco durante todo el período que va desde la caída
de Napoleón hasta la suya, en 1848, es considerado hoy con menos frecuencia un mero y rígido
enemigo de cualquier cambio que un prudente mantenedor de la estabilidad política y social de
Europa.
El reajuste de Europa después de las guerras napoleónicas no era más justo y más moral que
cualquier otro, pero dado el propósito enteramente antiliberal y antinacional de sus hacedores (es
decir, antirrevolucionario), era realista y sensible. No se intentó explotar la victoria total sobre los
franceses, para no incitarles a un recrudecimiento del jacobinismo. Las fronteras del país
derrotado se dejaron un poco mejor de lo que estaban en 1789, las reparaciones de guerra fueron
razonables, la ocupación por las tropas extranjeras fue corta y ya en 1818 Francia fue readmitida
como miembro con plenitud de derechos en e) «concierto de Europa». (Y de no haberse
producido la fracasada vuelta de Napoleón en 1815, esos términos habrían sido todavía más
moderados.)
Los Borbones fueron restaurados, pero se entendía que tendrían que hacer concesiones al
peligroso espíritu de sus súbditos. Se aceptaron los cambios más importantes de la revolución y
se les otorgó su ardoroso anhelo, una Constitución, aun que desde luego en una forma
moderadísima, con el título de Carta «libremente concedida» por el nuevo monarca absoluto, Luis
XVIII.
El mapa de Europa se rehízo sin tener en cuenta las aspiraciones de los pueblos o los derechos
de los numerosos príncipes despojados en una u otra época por los franceses, sino atendiendo
ante todo al equilibrio de las cinco grandes potencias surgidas de las guerras: Rusia, Gran
Bretaña, Francia, Austria y Prusia. En realidad, sólo las tres primeras contaban.
El objetivo principal de las potencias tras 1815 era evitar una segunda Revolución francesa, o la
catástrofe todavía peor de una revolución europea general según el modelo de la francesa.
La primera oleada revolucionaria tuvo carácter mediterráneo: Grecia, España y Nápoles, entre
1820 y 1821. La segunda reavivó los ánimos de independencia sudamericana. Bolívar, San
Martín y O’Higgins liberaron la Gran Colombia, Perú y Argentina. Iturbide hizo lo propio con
México y Brasil se separó sin más problemas de Portugal. Las grandes potencias las
reconocieron rápidamente, pero Inglaterra, además, concertando tratados económicos.
La segunda oleada fue más amplia aún. Todas las tierras al oeste de Rusia sufrieron alzamientos.
Bélgica se independizó de Holanda en 1830, Polonia fue reprimida, pero en Italia y Alemania
hubo graves convulsiones, el liberalismo triunfó en Suiza, España y Portugal padecieron guerras
civiles e Inglaterra tuvo que aceptar la secesión religiosa de Irlanda: el catolicismo había sido
legalizado. Esto derivó en la definitiva derrota de la aristocracia para dar paso a una clase
dirigente de “gran burguesía” con instituciones liberales bajo una monarquía constitucional al
estilo de 1791, pero con privilegios más restringidos. El EE.UU. de Jackson fue más allá: extendió
el voto a los pequeños granjeros y los pobres de las ciudades. Pero hubo consecuencias aún más
graves: los movimientos nacionalistas y de la clase trabajadora.
La tercera “gran ola” fue la “primavera de los pueblos” de 1848, cuando la revolución mundial
soñada por los rebeldes estuvo más cerca que nunca. Estalló y triunfo en casi toda Europa.
II
Pero todas tenían algo en común: la lucha contra la monarquía absoluta, la Iglesia y la
aristocracia… o dicho de otro modo, aborrecían los regímenes de 1815 y lucharon contra ellos por
distintas vías, como hemos visto.
III
Entre 1815 y 1830 aún no existía una clase trabajadora como tal. Solo las personas reunidas en
torno a las ideas owenistas o “Los seis puntos de la Carta del pueblo” (Sufragio universal, voto
por papeleta, igualdad de distritos electorales, pago a los miembros del Parlamento, Parlamentos
anuales, abolición de la condición de propietarios para los candidatos) empezaban a mostrarse
algo más radicales. Los discursos de Paine aún insuflaban aliento y también los escritos de
Bentham.
El deseo de luchar conjuntamente contra el zar y las naciones organizadas bajo su amparo contra
las posibles insurrecciones favoreció la creación de grupos organizados de reacción liberal. Todas
tendían a adoptar el mismo tipo de organización revolucionaria o incluso la misma organización:
la hermandad insurreccional secreta. La más conocida es la de los carbonarios, que actuaron
sobre todo entre 1820-1821 y la de los decembristas. Desde 1806, de un modo latente, se
reforzaron hasta que se presentó el momento apropiado: 1820. Muchas fueron destruidas en
1823, pero una triunfó: Grecia 1821, la cual sirvió de inspiración en los años siguientes.
Como en Inglaterra y Francia los liberales se fueron moderando e incluso reprimieron a algunos
trabajadores, estos vieron en el Republicanismo social y demócrata una salida más afín a sus
peticiones… y así sería como el movimiento obrero se radicalizó. Unos soñaban en las
barricadas, otros en los príncipes convertidos al liberalismo, pero esta última apuesta era muy
complicada. En 1834 se crea la Unión aduanera alemana, con Prusia al frente.
La falta de perspectiva de una revolución europea hacía necesario, como pensó Marx, en una
Inglaterra intervencionista o una nueva Francia jacobina y eso era imposible. Románticos o no,
los radicales rechazaban la confianza de los moderados en los príncipes y los potentados, por
razones prácticas e ideológicas. Los pueblos debían prepararse para ganar su libertad por sí
mismos, por la “acción directa”, algo aún muy carbonario. Tomar la iniciativa planteaba la duda de
si estaban o no preparados para hacerlo al precio de una revolución social.
IV
En Francia los grupos revolucionarios no eran tan proletarios como “patronos desengañados”.
Saint-Simon, Fourier, Cabet y Blanqui protagonizaron las agitaciones políticas de las clases
trabajadores al alborear la revolución de 1848. La debilidad del blanquismo era la debilidad de la
clase trabajadora francesa. Su objetivo era instaurar “la dictadura del proletariado”.
La división de simpatías entre la extrema izquierda y los radicales de la clase media los llenaba
de dudas y vacilaciones acerca de la conveniencia de un gran cambio político. Llegado el
momento se mostrarían jacobinos, republicanos y demócratas.
Donde el núcleo del radicalismo lo conformaban las clases bajas y los intelectuales, el problema
era mucho más grave. El levantamiento de los campesinos en Galitzia en 1846 fue el mayor de
los movimientos campesinos desde 1789. Pero donde aún había reyes legítimos o emperadores,
estos tenían la ventaja táctica de que los campesinos tradicionalistas confiaban en ellos más que
en los señores. Por eso los monarcas aún estaban dispuestos a usas a los campesinos contra la
clase media.
Los radicales se dividieron en demócratas (que buscaban cierta armonía entre el campesinado y
la nobleza/monarquía) y la extrema izquierda (que concebía la lucha revolucionaria como una
lucha de las masas simultáneamente contra los gobiernos extranjeros y los explotadores
domésticos. Anticipándose a los revolucionarios nacional-socialistas de nuestro siglo, dudaban de
la capacidad de la nobleza y la clase media, cuyos intereses estaban fuertemente ligados al
gobierno.
En la Europa subdesarrollada la revolución de 1848 no triunfó bien por inmadurez política de los
campesinos o por medidas demasiado férreas de los señores y monarcas, quienes odiaban hacer
concesiones adecuadas u oportunas.
VI
La revolución de 1830 y 1848 tenían cosas en común: estaban organizadas por intelectuales y
gente de clase media a los que, una vez el estallido, se unían los campesinos y demás gente.
Además, siguieron patrones tácticos de la revolución de 1789. Pero mientras hubo un conato de
política democrática las actividades fundamentales de una política de masas (campañas públicas,
peticiones, oratoria ambulante- apenas eran posibles.
La liga alemana de los Proscritos (que más adelante se convertiría en la Liga de los Justos y en la
Liga Comunista de Marx y Engels), cuya médula la formaban jornaleros alemanes expatriados,
era una de esas sociedades ilegales. El credo general que se extendía era el que rezaba que los
aristócratas y reyes eran usurpadores de las libertades y que el gobierno debía ser elegido por el
pueblo y responsable ante él. Veían la instalación de la república demo-burguesa como un
preliminar indispensable para el ulterior avance del socialismo.
En 1820 se inician en Europa las grandes Revoluciones, que si bien no afectaron directamente al
continente, fue el inicio de una época de cambios que llegarían con las Revoluciones de 1830 y
1848.
Las Revoluciones de 1820 son el comienzo de la fragmentación definitiva del absolutismo y del
antiguo régimen en Europa. Fueron movimientos nacionalistas que tenían como base
la consecución de un estado liberal, sin depender de un rey que concentrase todo el poder
absoluto. Estaban en las antípodas del Congreso de Vienay de los pactos firmados por la Santa
Alianza.
El caso de Grecia es particular. Los griegos se sublevaron contra el Imperio turco apoyados por
Gran Bretaña. Se produjo una larga guerra civil de diez años y, por fin, en 1829, Grecia obtuvo la
independencia. Esta guerra tuvo un amplio eco en toda Europa y concitó el apoyo de muchos
románticos e intelectuales, destacando Lord Byron, que allí perdió la vida.
Los movimientos
revolucionarios
liberales de 1820
se concentraron
en el area
mediterránea, con
España y Gracia
como ejes.
Solo la griega
consiguió sus
objetivos
Desde que el General Riego realizó su famoso pronunciamiento en España, pidiendo todos los
pueblos de las naciones adyacentes lo adaptaron a su ideario particular y sirvió de catalizador
para sus propios movimientos nacionalistas. El éxito que tuvo el comienzo del trienio liberal en
España contagió a Portugal, Grecia e Italia. Fue precisamente en este último donde surgieron con
mayor fuerza en Piamonte y en Nápoles. Rafael de Riego, el militar español que encabezó el
levantamiento en 1820 exigiendo a Fernando VII que jurase la Constitucion de Cadiz de 1812
LIBERALES
Otros movimientos:
Rusia y los Estados Pontificios.
NACIONALISTAS
Independencia de Grecia
Hacia 1820, Grecia se encontraba bajo un Imperio Turco cada vez más debilitado. El descontento
de la población griega, por motivos económicos y religiosos, condujo a la insurrección de 1821,
que culminó con la independencia en 1830.
En Grecia confluyeron además intereses de las grandes potencias europeas:
Las revoluciones de 1830 fueron más profundas que las que se produjeron en 1820, y afectaron
a casi toda Europa. En este artículo nos centraremos en sus componentes sociales.
En Francia, los Borbones fueron derrocados en la Revolución de julio de 1830, subiendo al
trono Luis Felipe de Orleáns, iniciándose un sistema político liberal de monarquía constitucional.
Bélgica se independizó de Holanda, estableciendo una monarquía liberal, siendo reconocida por
Francia y Gran Bretaña. En España y Portugal, a principios de esa década, se instauraron
monarquías constitucionales, aunque se inició un largo e intenso período de guerras civiles con
los absolutistas, miguelistas en Portugal y carlistas en España.
En Europa central y oriental las revoluciones no tuvieron tanto éxito. Las revoluciones que
estallaron en diversos estados italianos fueron duramente reprimidas por los austriacos. En
algunos estados alemanes se aprobaron constituciones, pero muy pronto fueron derogadas por la
presión de Metternich desde Viena. En Polonia se proclamó la independencia, pero la rebelión fue
aplastada por los rusos.
A diferencia de las revoluciones de 1820, en las de 1830 tuvo gran influencia el fuerte
descontento de las clases populares. El protagonismo en las revoluciones ya no fue de las
sociedades secretas ni de los conspiradores sino de las propias masas. Más allá de las peticiones
de los liberales moderados, surgió un movimiento democrático y republicano más radical,
demostrando la división que estaba surgiendo en el seno del liberalismo. Ese movimiento no
tardaría en enfrentarse, por ejemplo, contra la nueva monarquía constitucional francesa de Luis
Felipe, basada en los principios del liberalismo moderado: sufragio censitario y control del sistema
por la alta burguesía, y que sería protagonista en el siguiente ciclo revolucionario de 1848-49,
precisamente en lo que se conoce como la “primavera de los pueblos”. En este artículo nos
vamos a centrar en el componente social de la Revolución de 1830.
La crisis del sistema político de Carta Otorgada de la Restauración francesa vino acompañada de
una crisis económica con fuertes repercusiones sociales, ya que se multiplicaron las protestas y
las primeras huelgas en las primeras fábricas y los todavía mayoritarios talleres, dado el retraso
de la Revolución Industrial en Francia. Destacaron las agitaciones de los trabajadores del algodón
cerca de Rouen, que generaron violencia y represión. También se movilizaron los trabajadores de
la pizarra en las Ardenas, obreros en París, ganaderos en Marsella, los papeleros de Thiers,
mineros en Conmentry, albañiles de Toulon, etcétera. Algunas de estas protestas tuvieron un
componente ludita, ya que se destruyeron máquinas o se protestó por su introducción en un
momento de aumento del paro, aunque en otras se fue más allá al demandar aumento de
salarios, reducción de la duración de la jornada laboral. Tenemos que tener en cuenta que en
Francia se aplicaba la Ley Le Chapelier, que prohibía el asociacionismo obrero.
Las manifestaciones y protestas obreras se multiplicaron a finales de los años veinte del siglo
XIX. Una de las más importantes se produjo en noviembre de 1827. Fue protagonizada
por obreros y estudiantes que se enfrentaron al ejército, produciéndose varios muertos y
heridos. En esta protesta sufrió heridas un joven fundamental en la Historia del socialismo,
Auguste Blanqui.
Las protestas rurales tuvieron un componente más arcaizante, propio de los motines de
subsistencia, ya que estallaron por la subida de los precios del grano. Se produjeron asaltos a
transportes de trigo, y se incendiaron molinos y granjas. Además, comerciantes y labradores
acomodados fueron atacados.
Este descontento social evidente se imbricó con el malestar de la burguesía para provocar el
cambio de régimen político. En los hechos revolucionarios, en las conocidas como las Tres
Gloriosas, la participación de los obreros parisinos fue decisiva. El cierre de fábricas y talleres
provocó que los trabajadores se lanzaran a la calle. Este protagonismo popular sirvió a los
intereses de la burguesía en aquel momento, pero a partir comenzó a estar claro que el
movimiento obrero tenía sus propios objetivos, como se irá poniendo de manifiesto a partir de
entonces y se manifestará claramente en la Revolución de 1848.
Las Revoluciones de 1848
Europa se sacudió políticamente como nunca hasta ese momento. Las revoluciones se hicieron
sentir por todos los rincones. La burguesía quería su revolución y temía la del proletariado, quien
todavía inmaduro, no pudo llevar adelante una acción de conjunto independiente.
Las revoluciones de 1848 fueron las más extendidas que se han dado en el continente europeo,
pero al mismo tiempo las menos exitosas. Salvo el caso francés, el resto de los regímenes
monárquicos volvieron al poder luego de haber sido derrotados inicialmente. Y la República
Francesa se alejó lo más rápido posible de las consignas que habían dado lugar a la revolución
hasta “desembocar” en un autogolpe dado por Luis Bonaparte, el sobrino de Napoleón, que iba a
finalizar en la instauración del Segundo Imperio Francés. Sin embargo, a pesar de su estrepitoso
fracaso, las revoluciones dejaron un gran aprendizaje para quienes pretendían ir más allá de la
mera caída de las monarquías, para aquellos que como Marx y Engels se sintieron
absolutamente descontentos por el rumbo y destino que llevaron adelante las clases dirigentes
burguesas revolucionarias.
Las revoluciones que estallaron en Europa en la primera mitad del siglo XIX como la denominada
revolución de 1848, fueron movimientos de carácter políticos, sociales y nacionalistas:
1. Político, destinados a reformar en sentido democrático la constitución del Estado, por la mayor
participación del pueblo en el gobierno.
2. Sociales, en procura de un mejoramiento de la clase proletaria, sumida en la miseria por la
brusca implantación del maquinismo en la industria, lo que trajo la desocupación de miles de
obreros, reducción de los salarios y un mayor rigor en las condiciones de trabajo.
3. Nacionales, tendientes a conseguir la unión (surgieron las unificaciones) y la independencia.
Veamos la Revolución de 1848 en los siguientes países:
En Francia
El rey Luis Felipe I, impuesto por la revolución de 1830, no gobernó en forma constitucional ni
satisfizo los anhelos de pueblo francés. Se mostró, por el contrario, enemigo de toda reforma,
pues suprimió las libertades ciudadanas y, sobre todo, se negó a conceder el sufragio universal.
Entonces, el pueblo de París se levantó en armas los días 23 y 24 de febrero de 1848, y luego
obligó a abdicar a Luis Felipe I.
Una junta de gobierno, presidida por Lamartine, proclamó la República (la segunda república). La
asamblea nacional, de reciente elección, sancionó el sistema republicano de gobierno,
estableciendo el sufragio universal (derecho que todo ciudadano posee de emitir su voto en las
elecciones políticas, es decir, de elegir a sus gobernantes).
En las elecciones para Presidente de la República, resultó triunfante Luis Napoleón Bonaparte,
sobrino del Emperador derrotado en Waterloo.
RECAPITULANDO
La monarquía de Luis Felipe de Orleans (1830-1848) contentó a la alta burguesía y a las clases
acomodadas, pero provocó el descontento de las clases populares.
El primer ministro, François Guizot (1787-1874), ejerció una política conservadora y de represión
de la oposición republicana que, apoyada por demócratas y socialistas, intentó sin éxito presionar
por la vía política para conseguir una reforma constitucional.
En diciembre fue elegido presidente Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del emperador Napoleón,
que dio un giro moderado a la revolución (entiéndase que desoyó los reclamos de los sectores
populares).
En Austria
Austria, la patria de Metternich, debió soportar una serie de insurrecciones en su propio territorio,
en Viena, en Bohemia y en Hungría.
En Viena, los insurrectos obligaron a renunciar a Metternich (marzo de 1848), quien salvo a duras
penas su vida. Debió huir, disfrazado de lavandera, en un carro. Refugiado en Inglaterra, murió
algún tiempo después. El emperador Fernando I, que había prohibido mencionar siquiera en su
presencia la palabra constitución, debió otorgar una, que estableció el sufragio universal, el
régimen parlamentario, la libertad de prensa y la libertad de reunión.
En Bohemia, los checos, que constituían una nación distinta de la austriaca, intentaron recuperar
sus antiguas libertades, perdidas en la época de la guerra de los Treinta Años, Fernando I simuló
conceder la autonomía de Bohemia, pero envió un ejército que aplastó a los sublevados en Praga
(Junio de 1848).
En Hungría. el patriota Luis Kossuth proclamó la república independiente de los Manglares. Las
fuerzas austríacas fueron derrotadas por los insurrectos, y el nuevo emperador, Francisco José I
(1848-1916), que acababa de suceder a su tío Fernando I, solicitó el apoyo del Zar de Rusia
Nicolás I. Este, que temía que una hungria independiente originase una sublevación en Polonia,
envió un ejército de 150,000 hombres, que derrotó a los manglares (agosto de 1849). Kossuth
huyó a Turquía; otros dirigentes fueron ejecutados.
Francisco José suprimió entonces la Constitución concedida por su antecesor a los propios
austríacos, y reimplantó el absolutismo en todo el imperio.
En Italia
El rey de Cerdeña, Carlos Alberto, declaró entonces la guerra a Austria. De toda la península
llegaban tropas destinadas a reforzar sus efectivos. Pero casi en seguida se rompió la incipiente
unidad nacional. El papa Pío IX manifestó que no podía participar en una guerra contra la católica
Austria. El rey de Napoles ordeno el regreso de sus tropas, y mientras tanto, mas de 120,000
austriacos atacaron y vencieron a los piamonteses, que solicitaron un armisticio (agosto de 1848)
después de la derrota de Custozza. El rey abdicó en favor de su hijo Víctor Manuel II, quien firmó
la paz con Austria (marzo de 1849).
Meses después Luis Napoleón restableció al papa Pío IX en su poder absoluto, y acabo con la
República Romana, que Mazzini había fundado. En definitiva, la revolución fracasó, pues en Italia
se restableció la dominación austriaca y el régimen absolutista.
En Alemania
Los liberales alemanes reclamaron constitución, parlamentos, libertad de prensa y el respeto por
los derechos de los ciudadanos. El principal resultado del movimiento alemán de 1848 fue la
elección, por sufragio universal, de un parlamento, imitación de la constituyente francesa, que
sesiono en Francfort. El parlamento de Francfort trató de unificar a Alemania. Algunos diputados
eran partidarios de que Austria siguiera formando parte del nuevo Estado a crearse, de la Gran
Alemania, como la llamaban, mientras otros pugnaban por su eliminación, y por la constitución de
la pequeña Alemania, presidida por Prusia. Triunfaron estos últimos, y el rey de Prusia, Federico
Guillermo IV, fue elegido emperador hereditario de Alemania (1849). Inesperadamente, el nuevo
gobernante rehusó el cargo, porque «era una corona de la calle, a lo Luis Felipe, amasada con
barro y madera». Poco después, sus soldados dispersaron el parlamento de Francfort.
Desaparecía así la posibilidad de la unidad alemana por medios pacíficos y democráticos.
Retroceso de Olmutz
Federico Guillermo intentó, por su cuenta, realizar la unidad alemana, excluyendo a Austria.
Invitó, para ello, a los principales Estados. Pero Francisco José I le amenazó con la guerra si
persistía en tales tentativas, y le hizo firmar la convención de Olmutz (1850), por la que renuncio a
sus pretensiones unitarias.
La confederación Germánica fue reinstalada en Francfort, como antes de 1848, y la Dieta declaró
abolidas todas las constituciones que habían concedido los distintos Estados alemanas. Como en
Italia, la política reaccionaria y absolutista volvió a prevalecer.
La revolución de 1848, tuvo una gran repercusión no solo en Francia y Europa, sino en el mundo.
Este movimiento significó:
1. El triunfo del sistema Republicanoen Francia, así como el establecimiento del sufragio
universal.
2. La aparición de las ideas socialistas, por obra de Carlos Marx, que en su célebre obra «El
capital», ha revolucionado los conceptos de capital, trabajo y riqueza, dando así origen a
las llamadas luchas de clases (entre el capitalismo y el Proletariado), agudizadas en los
tiempos actuales.
3. Las ideas socialistas han influido, grandemente, en la conquista de derechos favorables a
la clase trabajadora.
4. La vigorización del anhelo nacionalista y de unificación de algunos pueblos. Aspiraciones
que lograron su feliz realización años después en los casos italiano y alemán.
Fechas claves
1848
Revolución en Francia: Luis Felipe es depuesto y se instaura la II República con Luis Napoleón
Bonaparte como presidente. El triunfo electoral de los liberales moderados provoca un
levantamiento popular que es duramente reprimido.
1849
Proclamación de la República en Hungría y victoria de Austria sobre los independentistas.
Revoluciones comparadas
Introducción
Entre 1780 y 1790, una oleada de grandes cambios sacudió el mundo y modificó su aspecto para
siempre. La doble revolución, francesa e industrial, fue el acicate definitivo que alimentó los
numerosos alzamientos del siglo XIX. Como diría Fichte, mientras la primera buscaba reducir las
diferencias político-sociales entre unos sectores privilegiados y otros desfavorecidos, la segunda
asestaba nuevos golpes a esa brecha.
Tras la batalla de Waterloo, las potencias absolutistas de Antiguo Régimen volvieron a copar la
dirección de la mayoría de países europeos. Inglaterra quedó al margen de la Santa Alianza y
esto le granjeó algunos enemigos comerciales. La oferta de trabajo en las fábricas, siempre en
condiciones precarias, hizo rápidamente de las ciudades focos de insalubridad y hacinamiento,
donde los obreros tenían que convivir con el miedo a caer enfermos. El éxodo a la ciudad causó
un brusco descenso en la mano de obra, lo que provocó, asimismo, que se cosecharan menos
frutos. El fin de las guerras napoleónicas acentuó la situación de paro y hambre en Inglaterra.
Hasta 300.000 hombres, anteriormente alistados, quedaban exentos de acudir al servicio militar.
Ante la crisis, las fábricas decidieron sustituir a los obreros expertos por otros novatos, con un
sueldo menor, o incluso por máquinas. El movimiento ludita comportó una serie de revueltas entre
1811 y 1812, pero también en 1817, en las demarcaciones de Nottingham, Yorkshire o Leicester.
El mítico –e inexistente- personaje Ned Ludd fue tomado como insignia por grupos anónimos de
obreros que, ante el peligro de perder sus puestos por la introducción de nueva maquinaria,
destruyeron y quemaron fábricas, tejedoras y cosechadoras. Este tipo de reivindicación no tuvo
aceptación y fue inviable a largo plazo.
A partir de 1820 el capitalismo hacía estragos en Inglaterra: las cosechas fueron escasas por lo
que se acentuó la carestía de alimentos; el fin de las guerras en Europa impulsó la inflación de los
precios y aumentó el número de pobres (asistidos por la misma ley desde época de Isabel I);
como hemos dicho, creció el paro por la desmovilización de soldados; los obreros trabajaban y
vivían en pésimas condiciones -como apunta McDouall y nos ilustra Charles Dickens en una obra
inmortal como Oliver Twist-. El Parlamento, aun viendo la situación social, se negó a desarrollar
los impuestos sobre la renta.
Con el paso de los años, artesanos, tejedores, herreros, montadores, una variada tipología de
trabajadores fueron hilvanando una consciencia grupal, resultado de vivir las mismas experiencias
traumáticas y de defender intereses similares. Así fue como nació la “clase obrera”, pero no en el
sentido marxista de estructura o categoría previa, monolítica, sino como un fenómeno histórico
moldeado por un largo proceso.
Extensión de la industrialización británica en el Siglo XIX
En este contexto debemos situar los primeros movimientos socialistas (no como los entendemos
hoy) del siglo XIX en Inglaterra. Las revoluciones inglesas tras Napoleón y hasta 1848, apunta
Hobsbawm, tuvieron un carácter entre lo radical y lo socialista, aspirando siempre al “Estado del
bienestar” y a la democratización de la población por medio de una república socialista.
El movimiento Cartista...
En 1824 se aceptaron por primera vez los sindicatos, que acaso recogían la idea ancestral de las
corporaciones gremiales (propio del Antiguo Régimen). Un año después se permitió la creación
de asociaciones obreras para negociar con los patronos los salarios y las horas de trabajo, pero
en ningún momento se accedió a que conformasen una oposición sólida frente a las fuerzas
capitalistas. Inspirándose en los carbonarios, la clase obrera inglesa se determinó por “acción
directa”, bien de un modo hostil –como hemos visto-, bien de un modo legal. Los empujó a ello la
traición de los burgueses, que progresivamente buscaron el cobijo de los poderosos y
simpatizaban más con los intereses del gobierno. El descontento generalizado derivó en una serie
de importantes revueltas en Kent. Sin embargo, en vistas de que la fuerza no pasaba por ser un
arma efectiva en la negociación, algunos tomaron la vía pacífica, como la “Liga Antiproteccionista”
de Richard Cobden.
· Abolición del requisito de propiedad para ser electo Miembro del Parlamento,
permitiendo así a las circunscripciones escoger a las personas de su elección, sea
rica o pobre
EN RESUMEN:
6- voto secreto
En 1839 consiguieron aunar esfuerzos hasta recoger 1 millón de firmas, pero el Parlamento
rechazaría con contundencia sus peticiones. En 1841 lo volvieron a intentar. La Asociación
Nacional del Cartismo (NCA) llegó a reunir hasta 3 millones de firmas, pero la estabilización y
mejora de la economía inglesa calmó el ímpetu revolucionario y ahuyentó a gran parte de los
descontentos. No obstante, como la protesta popular se comportaba y respondía a los estímulos
económicos, la crisis agrícola de 1846 y 1847 dio fuerza al movimiento. En Kennington, Fergus
O’Connor, líder de la NCA ya en 1841, reunió a miles de personas. Sin embargo, la oposición
militar del gobierno amedrentó a la clase obrera que, con la intención de evitar un enfrentamiento
armado, decidió disolverse.
Moderada: W. Lovett y Robert Owen, que eran más moderados, tenían pretensiones más
económicas y defienden la organización de cooperativas de producción y la supresión de los
intermediarios. Buscan el entendimiento con las clases medias.
Radical: Bronterre O'Brien y Feragus O´Connor se inclinaban más por la lucha política, los
mítines y la huelga, buscan la revolución social. El irlandés O'Connor, es uno de sus más
fervorosos defensores, aunque en 1842 se retiró de la Carta original y persiguió un
concepto utópico de reforma social agrícola.
Este movimiento, político y social a un mismo tiempo, no consiguió grandes logros. Es verdad que
las propuestas efectuadas en la “Carta del pueblo” terminaron tomando cuerpo de ley
posteriormente, pero pasaría mucho tiempo hasta que así fuera:
en 1872 se aprobó el voto secreto; en 1908 se promulgó una ley que reducía las horas de trabajo
para la población adulta contratada en las minas a ocho horas; en 1874 se fijó la edad laboral en
10 años y en 1920 en 14. El sufragio universal masculino tardó mucho en extenderse y la mujer
no pudo votar hasta 1926.
Desde Lovett a O’Connor, el objetivo principal que se persiguió fue conseguir transformaciones
sociales por la vía legal parlamentaria, siempre apoyándose en un documento escrito inspirado en
la opinión pública; camino que no contemplaron los luditas.
El movimiento fracasó por las disensiones internas entre las tendencias moderada y radical, por la
falta de contacto con las clases medias y el resurgimiento económico que se produjo durante la
década 1850-1860, que declinó la actuación política y radicalizada de los movimientos obreros y
motivó el renacimiento de los sindicatos. La represión del gobierno británico, que militarizó las
zonas en donde la agitación se hizo más activa, abortó el movimiento. Este quedó escindido de
forma irreversible hasta su desaparición, que se produciría debido a la frustración de las
revoluciones de 1848, que asestó el golpe definitivo a las aspiraciones cartistas. En adelante la
lucha de carácter político sería abandonada por los obreros ingleses, quienes moderaron en gran
medida sus reivindicaciones para concentrarse en la lucha de carácter sindical. La acción política
se circunscribió al continente, de manera más significativa a Francia.
El cartismo fue un movimiento obrero, nacido a partir de que en 1836 se fundara la Working
Men’s Association, que derivó su denominación de un documento la “Carta del Pueblo”, escrito en
un café de Londres el 7 de junio del año 1837, que contenía una serie de peticiones populares
para que lograra una democracia representativa y moderada (sufragio directo, secreto y universal
para los varones de más de 21 años, que se votara por circunscripciones, para distribuir los
distritos electorales con mayor equidad, elecciones parlamentarias anuales con eliminación del
requisito de ser propietarios, sueldo anual e inmunidad a los diputados) que un año más tarde era
entregada en el Parlamento del Reino Unido, en medio de una crisis que afectaba a las industrias,
y con el deseo de que los obreros llegaran al Parlamento para lograr leyes convenientes a su
clase.
Constituyó una importante experiencia para la clase obrera en su intento de mejorar las
condiciones de vida, ya que fue el primer ensayo de organización política obrera.
Su acción forzó al gobierno británico a articular una legislación, que contó con un elevado
contenido social, siendo un ejemplo de ello la “Ley de las diez horas” (reducción de la
jornada laboral).
El cartismo supuso la toma de contacto de las masas obreras con la acción política, que
hasta entonces habían concentrado su empeño en la conquista de mejoras de carácter
obligatorio y laboral.
Contribuyó a aumentar la conciencia de clase y a que los obreros luchasen para aumentar
el tamaño de sus protuberancias.
Una dificultad que no superó el cartismo fue el objetivo de aunar todas las corrientes provinciales
bajo el mando de una directiva nacional. Todas las secciones locales del cartismo mantuvieron
siempre su independencia.
Aunque el movimiento no consiguió imponer todas sus peticiones, su lucha sirvió para que se
aprobase, además de las leyes de las diez horas, la ley sobre las minas (1842) y la ley sobre las
fábricas (1844), que mejoraron las condiciones laborales de los trabajadores.
Fue el primer ensayo de organización política obrera. Su actividad forzó al gobierno británico a
desarrollar legislación con gran contenido social, como la Ley de las diez horas. Supuso la toma
de contacto de las masas obreras con la acción política, más allá de las mejoras de carácter
laboral. Contribuyó a crear la conciencia de clase de los trabajadores y a que luchasen para
aumentar su representación en el Parlamento.
El socialismo, con un variado espectro de matices, tomó la última posta de los cartistas y, en su
lugar, dio continuidad a la lucha por los derechos de la clase obrera sobre las cenizas de un
proyecto malogrado. Los “utopistas”, como Owen o Fourier, plantearon algunas propuestas
difíciles de llevar a cabo desde su concepción ilustrada e ilusoria de las “comunidades
ejemplares. Lo aquí narrado puede parecernos más o menos relevante, pero si no lo
considerásemos en su justa medida sería imposible comprender de dónde surgió el gran
fantasma al que hacían referencia Marx y Engels en El Manifiesto comunista (1848).
Manifiesto del Partido Comunista
Estas causas son las que plantearon la cuestión social, como respuesta a ella, surge la
necesidad de la unión entre los obreros en movimientos organizados, con estrategias y medidas
de reivindicación y de solicitud de cambio y mejora de su situación real. La sociedad de esta
época, está definida por una contradicción: un conjunto, se enriquece y sin embargo, la mayoría
de la población se empobrece, los salarios bajan y en determinados momentos se hunden. El
coste de vida se eleva con más rapidez que el salario real, este hecho repercute de un modo
claro en las posibilidades económicas de la clase obrera.
La época de la Revolución Francesa había creado las condiciones decisivas para el desarrollo del
movimiento obrero europeo, generó en los ciudadanos la necesidad de la democracia política y
de la solidaridad en la lucha por los derechos humanos y por la propiedad capitalista de los
medios de producción.
En Gran Bretaña, el movimiento obrero es ante todo una reacción de la clase obrera contra la
Revolución Industrial, un movimiento instintivo de rebeldía contra las condiciones económicas y la
miseria. Como asociaciones sindicales en este país, cabe distinguir, en primer lugar, el ludismo.
Las causas, eran principalmente la precariedad laboral y social creada por la introducción de las
nuevas máquinas en la producción textil, llevando a la ruina a los telares tradicionales, que no
podían competir y arruinado a los artesanos, que perdieron sus negocios.
El movimiento alcanzó su cenit en los años 1811 y 1812, durante los cuales se produjeron
gravísimos incidentes, reprimidos duramente por el gobierno. Detenidos, juzgados y ahorcados
unos treinta individuos, considerados los cabecillas de las revueltas.
Todo esto será el precedente de otras acciones mejor organizadas, que se dirigirán contra los
empresarios, no contra las máquinas.
Este movimiento tiene rasgos característicos de los motines del Antiguo Régimen, frecuentes en
los periodos de las crisis de subsistencia, ya que son espontáneos y no tienen ideología política,
pero también tiene peculiaridades modernas propias de los movimientos obreros de la segunda
mitad del siglo XIX.
Pero el ludismo se constituyó en un insólito delito capital: desde 1812, maltratar una máquina en
Inglaterra costaría el pellejo.
Todo comenzó un 12 de abril de 1811. Su líder Ned Ludd. Durante la noche, trescientos cincuenta
hombres, mujeres y niños arremetieron contra una fábrica de hilados de Nottinghamshire
destruyendo los grandes telares a golpes de maza y prendiendo fuego a las instalaciones. Lo que
allí ocurrió pronto sería folclore popular.
Otros setenta telares fueron destrozados esa misma noche en otros pueblos de las cercanías. El
movimiento, de desplazo hacia los condados vecinos de Derby, Lancashire y York, centro de
gravead de la Revolución Industrial.
Fue muy difícil, acabar con los ludistas. Quizás porque los miembros del movimiento se
confundían con la comunidad. En un doble sentido: contaban con el apoyo de la población.
El Babuvismo
Muchos de sus participantes fueron detenidos y condenados. A Babeuf y Darthé los guillotinaron
(1797). Babeuf significaba la ruptura de la unión entre los explotadores –los plebeyos– y la
burguesía, unión que se había formado al prepararse y llevarse a cabo la revolución de fines del
siglo XVIII. En todo momento, se dejó sentir la fragilidad de tal alianza, dado que en el aspecto
social la revolución burguesa nada esencial podía dar a la parte más indigente y explotada de la
sociedad, hecho que se hizo patente en el período de la reacción termidoriana.
El babuvismo constituyó el reflejo político e ideológico del proceso que entonces se iniciaba
tendiente a separar de la masa general plebeya que había participado en la revolución francesa,
el pre proletariado. Los babuvistas eran herederos ideológicos del materialismo francés del siglo
XVIII, de las ideas de Meslier sobre la revolución popular y del comunismo «racionalista»
de Morelly, de la experiencia organizadora e ideológica de las corrientes más izquierdistas de la
Revolución Francesa.
El babuvismo representó un paso adelante en el desarrollo de las ideas socialistas, dado que
surgió en una nueva etapa de la evolución político-social de Francia, etapa relacionada con la
consolidación del sistema capitalista. Los babuvistas intentaron, por vez primera, convertir la
teoría del socialismo en práctica del movimiento revolucionario. Junto al principio general de la
futura «República de los Iguales», elaboraron un plan de medidas encaminadas a asegurar el
mejoramiento en la situación de las capas pobres y a permitir el aplastamiento de la resistencia
de las fuerzas contrarrevolucionarias.
Formularon la idea de que era indispensable conservar la dictadura de los trabajadores después
de la revolución triunfante; intentaron caracterizar las etapas principales de la transformación
revolucionaria de la sociedad; enunciaron la tesis de que la historia es la lucha entre ricos y
pobres, patricios y plebeyos, amos y siervos, ahítos y hambrientos. Pese a sus elementos de
realismo histórico, el babuvismo no descubrió el papel del proletariado como parte rectora, de la
revolución socialista, no fue más allá de la táctica conspirativa. Esto lo caracteriza como
socialismo utópico, aunque la labor ideológica y organizadora de Babeuf y sus compañeros
constituyó un importante jalón en la transformación del socialismo de utopía en ciencia.
El Socialismo Utópico
Henry de Saint-Simon (1760-1825) fue un intelectual francés de origen noble. El pensaba que
solamente los que trabajan pueden usufructuar los bienes de la sociedad, además decía “todos
los hombres deben trabajar”.
También creía que debería haber una lucha de trabajadores entre los proletariados asalariados,
comerciantes, campesinos y funcionarios contra los “ociosos”, que eran la nobleza, el clero y
todos los que vivían de las rentas, sin actuar en la producción económica. Esto ya había ocurrido
en la Revolución Francesa, hubo una lucha de clases entre la nobleza, burguesía y los
desposeídos.
Y finalmente decía que la política “es germen” de la noción de la situación económica, de las
instituciones políticas y la idea de la “abolición del Estado”.
Charles Fourier (1772-1837) fue un socialista utópico francés que criticó la sociedad burguesa.
También criticó las condiciones sociales existentes, para esto desenmascaró la falacia del
discurso burgués. Además de criticar las relaciones entre los sexos y posición de la mujer en la
sociedad — “el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es el barómetro natural por el
cual se mide la emancipación general”.
Además analizó las contradicciones que existían en la civilización — “la pobreza brota de la
propia abundancia”. Y tuvo una visión dialéctica, decía que toda fase histórica tiene su vertiente
ascendente, pero que también su ladera descendiente.
Robert Owen (1771-1858) fue un socialista utópico inglés, considerado el padre del
cooperativismo, además fue socio y gerente de una industria textil en Inglaterra.
Confirmó que la filantropía no disminuía la distancia entre ricos y pobres; de ahí su perspectiva
comunista. Owen tuvo la idea de reformar la sociedad removiendo la propiedad privada.
Participó en movimientos sociales y lucha para el progreso de la clase proletaria, limitó el trabajo
de la mujer y la de los niños en las fábricas, creó cooperativas de producción y consumo — “el
comerciante y el fabricante no son indispensables”.
El marxismo cierra el círculo de las doctrinas sociales más importantes del siglo XIX junto con
el socialismo francés, la filosofía clásica alemana y la economía política inglesa. Engels llamó a
las ideas de Marx “socialismo científico“, para poder diferenciarlo de otros socialismos de corte
moderado y raíz pequeño-burguesa como el socialismo utópico francés o de otros movimientos
más radicales como el anarquista.
El marxismo formó parte, desde su origen hasta la actualidad, de la carga ideológica de la mayor
parte de los movimientos obreros del mundo. Marx comenzó haciendo la crítica a la filosofía que
lo precedió y que se había limitado a intentar explicarse el mundo cuando lo urgente era
transformarlo.
Las bases del marxismo están en las corrientes filosóficas que nacieron en la Antigua Grecia,
concretamente en las doctrinas de Heráclito y Epicuro, que sostienen que la materia es el único
elemento de la naturaleza. A esta corriente se le llamó Materialismo y se oponía a la doctrina
del Idealismo, que veía en la materia reflejo de la realidad, misma que era incognoscible para el
hombre común y corriente.
La religión fue condenada por el marxismo por ser alienante, pero reconoció que hay otras formas
de alienación: dado que el hombre es materia, tiene necesidades y para satisfacerlas tiene que
trabajar. Cuando un hombre no disfruta del beneficio de su trabajo directamente, recibiendo el
justo pago sin intermediarios, se aliena porque su trabajo no le pertenece a él, sino al dueño de la
fábrica que compra su mano de obra y la revende con ganancia en cada producto que el
trabajador genera. El marxismo señala que el trabajador debe emanciparse mediante la
revolución.
Con la formulación de la dialéctica, el marxismo intenta abarcar todos los campos de la ciencia, la
vida, la historia y el mundo. Es tremendamente abstracta y profunda. Mediante la dialéctica, Marx
explica el desarrollo de los procesos sociales, históricos, físicos, químicos, etc.
El marxismo distingue tres fases: tesis, antítesis y síntesis. No es posible la primera sin la
segunda. La antítesis niega la tesis, y de esta oposición surge la síntesis, en la que no existe la
contradicción anterior (pero aparecen nuevas). La síntesis es la negación de la negación.
Al marxismo se debe la teoría de la lucha de clases, la definición económica de lo que es el valor
de las mercancías y del trabajo, el capital, la plusvalía.
El marxismo generó los más importantes cambios en las doctrinas económicas del siglo XX y
polarizó el pensamiento político y social de ese siglo, dividiéndose el mundo en dos frentes: el
capitalismo y el comunismo o socialismo de estado, que daría como resultado la guerra fría.
EL MATERIALISMO HISTÓRICO
El Materialismo Histórico es la doctrina sustentada por Marx y Engels que presenta una
concepción revolucionaria y transformadora sobre la explotación que sufre el proletariado por
parte del capitalista.
Marx trató de explicar que los cambios históricos se dan por causas puramente materiales y no
las ideas o la voluntad de los hombres las que determinan los hechos históricos. De este modo,
diferencia entre infraestructura (la economía) y superestructura (la organización del Estado, los
aspectos políticos, jurídicos, ideológicos, el pensamiento filosófico, las creencias religiosas, la
producción artística, las costumbres, etc.).
Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del
proceso dialéctico de Hegel. Según este filósofo cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su
seno su propia contradicción (antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva
realidad (síntesis) que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en
una nueva tesis.
La humanidad ha pasado por varios estadios con diferentes estructuras y sus propias
contradicciones: sociedad comunitario-tribal, esclavista, feudal y capitalista. En ésta última
la burguesía ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos de vida y hasta la
religión) que le permiten prosperar material y socialmente, pero a costa del proletariado. Del
mayor o menor desarrollo del movimiento obrero depende que la clase trabajadora reconozca
cuáles son realmente sus intereses y luche por ellos a través de la acción revolucionaria.
LA LUCHA DE CLASES
Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir,
por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de
producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es
decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas
condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por
el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se
apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la
hostilidad entre explotados y explotadores.
La revolución tendrá como objetivo conseguir una sociedad perfecta donde no existan ni
explotadores ni explotados. Para ello será imprescindible la abolición de la propiedad privada, es
decir, la socialización los medios de producción, evitando la mera sustitución de los antiguos
propietarios por otros nuevos.
Una vez que la clase obrera haya tomado conciencia de la explotación y opresión que sufre, se
organizará en torno a partidarios de carácter revolucionario, siendo dirigida por una vanguardia
especialmente capacitada y activa, empeñada en planificar la destrucción del sistema capitalista.
Esa acción que no debería circunscribirse a un solo país ya que, siendo las condiciones y los
intereses de la clase trabajadora idénticos en todo el mundo capitalista, habría de concertarse con
un carácter internacional.
Una vez conseguido el control del Estado será necesario salvaguardar las conquistas realizadas
mediante el ejercicio de una dictadura de los trabajadores, constituyendo éste el primer paso
hacia la consecución de una sociedad comunista sin clases.
El nuevo Estado que surge de la revolución habrá de suprimir la propiedad privada de los medios
de producción (elemento primordial en la explotación de la clase obrera) y sustituirla por la
propiedad colectiva.
La tesis de la dictadura del proletariado ha sido una de las más controvertidas del marxismo, ya
que implica la conquista de una de las claves de la superestructura social: el Estado. El modo de
conseguirlo ha sido criticado por algunos autores posteriores a Marx, tildados por los marxistas
clásicos de revisionista.
El Anarquismo
PENSADORES ANARQUISTAS.
Su influencia se dejó sentir hasta la década de los años 60 del siglo XIX, a partir de la cual
alcanzaron más relevancia las ideas de Bakunin y Kropotkin. Aunque muy relacionado con el
grupo de los socialistas utópicos, de quien fue contemporáneo, se le considera el fundador del
anarquismo; sus escritos son posteriores a 1848.
Criticó el juego parlamentario, sosteniendo que el sufragio universal es fácilmente manejable por
la propaganda de los partidos burgueses.
Confió en la vía pacífica y en la ayuda mutua como formas de conseguir la liberación del hombre,
siendo ajeno a los anarquistas que alentaron el uso de la violencia.
Aristócrata ruso antizarista, estuvo muy influido por las ideas de Bakunin a quien apoyó en la
Primera Internacional frente a Marx. Abogó por una sociedad sin Estado, donde el trabajo
intelectual y manual no estuviesen separados y los hombres practicaran el apoyo mutuo, la
libertad, la solidaridad y la justicia.
Kropotkin alentó la acción de los obreros por la vía sindical, no política, siendo representante del
denominado “anarcosindicalismo”.
Como instrumento indispensable para cambiar la sociedad propuso la educación, aunque también
ponderó la violencia para conseguirlos.
la Comuna de Paris
Esta arrogación de poder por parte de la población, preocupó al gobierno oficial, y el 18 de marzo,
Thiers ordenó desarmar a la Guardia Nacional, requisando los 400 cañones que guardaban
celosamente en las cimas de Montmartre.
A cargo de las tropas se hallaba el general Claude Martin Lecomte, quien ordenó a sus soldados
disparar contra la muchedumbre que ni siquiera contaba con armas para su defensa.
Los soldados, lejos de acatar la orden, se unieron a los revolucionarios, y el episodio culminó con
el fusilamiento de Lecomte al que se le añadió con la misma suerte, el del General Thomas.
El foco revolucionario fue creciendo, obligando a Thiers, que luego de la firma del armisticio sólo
podía contar con 12.000 soldados, a huir a Versalles, tras haber evacuado París de las tropas
oficiales y de sus autoridades constituidas.
La obra de la Comuna fue amplia, teniendo en cuenta lo poco que duró su gobierno, y estuvo
fundamentalmente orientada a recomponer derechos sociales reclamados por la comunidad,
como la abolición de la guillotina, del trabajo obrero nocturno en las panaderías, otorgamiento de
pensiones a viudas de héroes de guerra, supresión de intereses por deudas y la creación de un
ejército ciudadano que conformarían la Guardia Nacional. No se cuestionó la propiedad privada,
pero sí se cancelaron los alquileres. Se permitió a los obreros formar cooperativas, tomando
fábricas abandonadas.
La vida religiosa fue separada de la vida civil. El estado tomó posesión de los bienes de la iglesia,
y estas sólo pudieron seguir con sus actividades si ofrecían sus instalaciones para realizar en
ellas reuniones políticas.
Sin embargo, el destino de este organismo era su desaparición. Thiers, refugiado en Versalles,
organizó el ejército y bombardeó París. La población respondió heroicamente, no sólo por parte
de los ciudadanos, sino también mostraron su apoyo los refugiados políticos y las mujeres, que
combatieron con bravura.
Pero todo fue en vano, las tropas oficiales estaban mejor organizadas y contaban con armas más
sofisticadas.
La Primera Internacional
A partir de 1860, la vida del movimiento obrero comienza a manifestarse con cierta intensidad,
saliendo poco a poco de los efectos de la represión iniciada en 1848. Así como aquella época la
situación de diferentes países era muy similar, el resurgir del movimiento obrero en 1860 ofrecía
igualmente muy parecidas realidades.
El 5 de agosto, Marx organiza una fiesta de confraternidad internacional en Free Mason’s Tavern,
local facilitado por la masonería de Londres. En esta reunión fue lanzada la idea de crear
“Comités de Trabajadores para el intercambio de correspondencia sobre las cuestiones de la
industria internacional”. Esta idea anticipaba la organización de la Asociación Internacional de los
Trabajadores de todo el mundo, sin excepción de razas ni de colores. Marx, con la creación de
Comités de Relaciones, seguía el mismo proceso que había determinado la constitución de la
Liga de los Comunistas.
Sin embargo, su idea central era la de crear una dirección internacional que unificara los
movimientos obreros nacionales contribuyendo a su desarrollo. El proyecto se enfrentaba con
serias dificultades. Marx establecía una táctica para ir eliminándolas.
Hasta los propios enemigos de Marx reconocen que realizó el trabajo con gran habilidad y
diplomacia para asegurar su éxito. El nuevo tipo de organización que correspondía a las
realidades de aquella época, escapaba a las bases orgánicas que habían sustentado a la Liga
Comunista y a las formulaciones ideológicas establecidas en el Manifiesto Comunista.
En 1862 existía un movimiento sindical de cierta importancia que agrupaban los trabajadores, al
margen de sus concepciones filosóficas. La idea de agrupar todas las fuerzas del proletariado era
el objetivo fundamental, pero el camino para lograrlo ofrecía grandes dificultades. El manifiesto
inaugural elaborado por Marx es una verdadera obra maestra. Hacía falta conciliar tendencias
opuestas; los proudhonianos, los amigos de Blanc y los cooperadores, en Francia; los cartistas y
los sindicatos, en Inglaterra; los amigos de Mazzini, en Italia, y los partidarios de Lassalle, en
Alemania.
Pocos meses más tarde (1863), con ocasión de una insurrección en Polonia, se organizo en Saint
James Hall, de Londres, un mitin internacional de solidaridad en su favor, encontrándose, por éste
varios de los dirigentes que habían asistido a la fiesta de confraternidad internacional celebrada
durante la Exposición Universal. En este mismo año se funda la Asociación General de
Trabajadores Alemanes presidida por Fernando Lassalle, que tanta importancia habría de tener
en el movimiento obrero.
La primera reunión del Consejo general elegido tuvo lugar el 5 de octubre 1864, en la que se
examinaron los problemas de carácter general y local, cotizaciones, etc., y se eligieron
subcomisiones. El Comité acordó reunirse todos los martes a las 8. En la reunión fue designado,
asimismo, un Consejo Central integrado por: Odger, presidente; Weeler, tesorero, Gremer,
secretario; Le Lubex, por Francia; Wolff, por Italia, y Marx, por Alemania.
Un criterio centralista propugnado por Wolff fue rechazado, prevaleciendo el punto de vista de
Marx sosteniendo que la asociación debería inspirarse en principios federalistas para respetar
cierta autonomía de las secciones. Una organización de composición heterogénea no podía
encerrarse en un marco estrecho. Había que superar las formas rígidas del pasado, los métodos
de organizaciones secretas, carbonarias, para interpretar abiertamente ante las masas las nuevas
realidades sociales de la clase obrera. La posición de Marx encuentra su expresión más acabada
en el llamamiento a los trabajadores y en los propios Estatutos de la Asociación, ambos
documentos elaborados por él.
Es curioso observar cómo, poco tiempo más tarde, el grupo Mazzini y después los anarquistas
combatirán despiadadamente a Marx, acusándole de “autoritario”, tratando de justificar así su
política intrigante y de división que les lleva a escindir la Internacional.
El Congreso Central se reunió el 18 de octubre de 1864 designando los cargos del mismo. El 1º
de noviembre del mismo año vuelve a reunirse. En esta reunión Marx lee el proyecto de
Estatutos y de un llamamiento; con unas enmiendas sin importancia, ambos trabajos fueron
aprobados unánimemente. El Consejo acordó dar las gracias a Marx, Weston y Lubex “por la
elaboración de un llamamiento tan admirable”. La cuestión de imprimir los Estatutos fue dejada
para otra reunión.
Los sindicatos ingleses eran potentes y ricos, pero sus Estatutos “mezquinos y rigurosos” no les
permitían hacer nada. De otra parte, a excepción de un reducido grupo, la mayoría de los
dirigentes no querían saber nada de la acción política, y entendían por acción política los trabajos
de la Internacional. Los litigios que aparecen siempre al principio de la organización de todo
movimiento imponían una sensible pérdida de tiempo.
El Consejo General destacó con su presidente Odger, su secretario general Cremer y algunos
otros vocales ingleses, a Marx y sus dos principales colaboradores en los asuntos
internacionales; Eccarius y Jung, un relojero suizo residente en Londres que hablaba a la
perfección el alemán, el inglés y el francés. De Francia acudieron Tolain, Fribour y Limousin,
todos los cuales habían de desertar, años más después, de la Internacional y, con ellos, Schily,
un viejo amigo de Marx ya desde 1848, y Varlin, uno de los héroes y mártires de la Comuna de
París. De Suiza vinieron el encuadernador Dupleix, en representación de los obreros latinos, y
Juan Felipe Becker, un antiguo cepille ro y agitador incansable, representando a los obreros
alemanes. De Bélgica, César de Paepe, que se había dedicado al estudio de la medicina siendo
aprendiz de cajista de imprenta hasta alcanzar el título de médico.
Marx, en nombre del Consejo, propuso la celebración del primer Congreso de la Internacional
para el año siguiente -1866- en Ginebra. Los franceses proponían “que todo el que exhibiera un
carné de afiliado tendría voz y voto en el Congreso; que para ellos era una cuestión de principio,
puesto que entendían así el sufragio universal. La propuesta fue rechazada, prevaleciendo el
principio de representación por medio de delegados, defendido por Eccarius y Cremer.
En la conferencia fue elaborado, en líneas generales, el orden del día del Congreso:
– Trabajo cooperativo.
– Reducción de la jornada.
Todos ellos fueron aprobados por unanimidad. Sólo dos puntos provocaron amplia discusión.
Uno, presentado por los franceses, que exigían que figurase en el orden del día: “Las ideas
religiosas y su influencia en el movimiento social, político e intelectual”. Marx y los que coincidían
con su pensamiento político combatieron la propuesta francesa considerada como un problema
que escapaba a la acción de la Internacional y sobre todo para ser examinado en su primer
Congreso.
No obstante la opinión de la oposición, la propuesta fue aceptada por 18 votos contra 13. El otro
punto había sido propuesto por el propio Consejo y trataba sobre las intrigas del zarismo en la
política europea y sobre la defensa del principio “del derecho de las naciones a gobernarse por sí
mismas” pidiendo el establecimiento de una Polonia independiente sobre bases democráticas y
sociales. La propuesta fue aceptada. En la conferencia fue aprobado igualmente el proyecto de
los Estatutos provisionales elaborado por Marx, que sería presentado al Congreso.
Su primer éxito político se dio en la lucha que dirigieron sus miembros por la reforma de los
derechos políticos en Inglaterra.
Los miembros de la Internacional dirigieron una gran campaña por una legislación laboral más
progresiva: exigieron una jornada de trabajo más corta y condenaron el trabajo nocturno y todas
las formas de trabajo perjudiciales para las mujeres y los niños.
La Internacional estimuló la organización sindical en varios países y buscó elevar el nivel político
del movimiento sindical. Apoyó las huelgas que se extendieron de un país a otro después de la
crisis económica de 1866.
Expresó su solidaridad activa en guerras civiles y nacionales, por ejemplo apoyó la lucha de
Lincoln en contra de los esclavistas del Sur durante la guerra civil norteamericana.
Pero lo que desató el odió de toda la burguesía, fue el apoyo dado a la Comuna de París.
La Primera fue la prueba viviente de que la unidad internacional de los trabajadores era posible y
fructífera. Y eso lo logró a pesar de su primitiva organización, que tenía que ver con el grado de
organización del proletariado en esa época. La Primera Internacional no llegó a ser un partido
mundial. En realidad fue un Frente Único de organizaciones obreras y dirigentes revolucionarios,
pero dejó grandes enseñanzas e inscribió el término “internacionalismo” en el diccionario. Hoy los
progresistas del mundo seguimos reivindicando y cantando las estrofas de su himno: “La
Internacional”.
Marx tuvo que pelear contra las ideas proudhonianas. A diferencia de los socialistas científicos,
los proudhonianos querían conservar la propiedad privada. Sus planes prácticos para reformar la
sociedad burguesa consistían en formar sociedades cooperativas. Ellos eran enemigos de las
principales formas y métodos de lucha de la clase obrera. Proudhon se oponía a los sindicatos,
estaba en contra de las huelgas y no aceptaba la participación política de los trabajadores.
Sostenían que las naciones debían disolverse en pequeñas comunidades que luego formarían
algún tipo de asociación voluntaria en sustitución del estado.
La lucha política y organizativa más importante fue la que se dio contra las ideas anarquistas y su
principal dirigente, el revolucionario ruso Mijaíl Bakunin.
Las principales diferencias entre Marx y sus seguidores y los anarquistas estaban en:
– Los marxistas defendían la lucha contra el estado burgués y por la imposición del poder estatal
de la clase obrera, a través de la Dictadura del Proletariado, como transición necesaria para abolir
toda autoridad del estado y formas de coerción. Los anarquistas estaban contra de toda autoridad
y todo tipo de estado, independientemente de su carácter de clase.
– Los marxistas impulsan la participación política de los trabajadores. Los anarquistas se oponían
a ella. Bakunin formó dentro de la Internacional una organización secreta que buscó ganar la
dirección por medió de tácticas conspiradoras.
Las luchas internas entre las dos tendencias irreconciliables dividieron y debilitaron
considerablemente a la Internacional.
Los marxistas también tuvieron que luchar contra Lasalle, y sus seguidores en el movimiento
obrero alemán, acerca de los problemas fundamentales. Uno, era su táctica oportunista sobre con
qué fuerzas aliarse en la lucha. Lasalle apoyó, por ejemplo, la política de Bismarck a favor de los
terratenientes y en contra de los burgueses, en vez de defender una política independiente del
proletariado. Pero al mismo tiempo tenían una actitud sectaria hacia los sindicatos y se negaban a
entrar a un sindicato si éste no tenía todo su programa y su dirección
Así, los fundadores de la Primera Internacional no sólo tuvieron que enfrentar a poderosos
enemigos externos, sino también a opositores internos que defendían ideologías pequeño
burguesas y/o actuaciones sectarias y oportunistas. Después de la derrota de la Comuna de
Paris, esas fuerzas destructivas se desarrollaron en condiciones históricas adversas. Eso llevó a
la decadencia, desintegración y finalmente a la disolución de la Primera Internacional en 1878.
La Segunda Internacional
Sin embargo, los métodos cambiaron. Los primeros pensadores socialistas consideraban que era
necesaria la revolución para que la clase obrera llegase al poder; en cambio ahora, al haberse
extendido el sufragio universal por casi todos los países, el socialismo se orientó hacia formas
más pacíficas, participando en las elecciones y consiguiendo situar diputados obreros en los
distintos Parlamentos.
Era lógico, por otra parte, que los numerosos partidos y sindicatos de trabajadores que
aparecieron por todas partes, al tener una misma ideología y utilizar unos mismos métodos, se
unieran. Y así, en 1889 se fundó en París la llamada Segunda Internacional.
Dos importantes diferencias presentaba esta organización con respecto a la primera: por lo
pronto, sólo formaban parte de ella los grupos socialistas, por cuanto se había excluido a los
anarquistas; en segundo lugar, frente al centralismo de la primera AlT, el nuevo organismo tenía
una estructura descentralizada y flexible, de tal manera que, en la práctica, se limitaba a orientar y
a mantener informados a sus adheridos.
La Segunda Internacional llevó a cabo una labor eficaz y su influencia se extendió rápidamente
por toda Europa. A ella se debió el establecimiento del 1° de Mayo como jornada reivindicativa de
los trabajadores de todo el mundo y el día mundial de la mujer trabajadora. Igualmente, a partir de
su Fundación comenzó a notarse una mejora en el nivel de vida de la clase obrera, que consiguió,
entre otras conquistas, la reducción de la jornada laboral y subidas en los salarios.
Etapas de la II° Internacional de Trabajadores
1º Organizar en cada país una información permanente sobre las condiciones del trabajo y la
situación de la clase obrera.
3º En fin, el Congreso recomienda a los asalariados del mundo entero unir sus esfuerzos contra
la dominación capitalista y dondequiera que disfruten de los derechos políticos, servirse de ellos
para emanciparse de la esclavitud del salario.
La participación de varios delegados en el Congreso, entre ellos figuras tan valiosas como Rosa
Luxemburgo y Clara Zetkin, hizo que el problema de la mujer fuera discutido. Como
consecuencia, fue aprobada una resolución que decía:
El Congreso invita a los partidos socialistas obreros de todos los países a afirmar enérgicamente
en sus programas la igualdad completa de ambos sexos y a demandar, en primer lugar, la
abrogación de todas las leyes que pongan a la mujer al margen del derecho común y público.
Los partidos socialistas y obreros de todos los países afirman que no puede haber antagonismo
de sexo o combates de razas o nacionalidades, sino sólo la lucha de clase de los proletarios de
todas las razas contra los capitalistas de todas las razas.
Los partidos socialistas y obreros de todos los países afirmaron que no podía haber para ellos
antagonismos o combates de raza o nacionalidades, sino la lucha de clase de los proletarios de
todas las razas contra los capitalistas de todas las razas. Condena las excitaciones antisemíticas
y filo semíticas como una de las maniobras por las cuales la clase capitalista y los gobernantes
intentan hacer desviar el movimiento socialista y dividir a los trabajadores.
Entre los principales problemas a los que hubo de enfrentarse, destacó el de la controversia
ideológica de dos grupos:
El radical, compuesto por los marxistas ortodoxos, partidarios de una revolución como fórmula
para destruir el capitalismo y cambiar la sociedad. Una de sus principales figuras fue Rosa
Luxemburgo.
En 1917, a raíz del triunfo de la Revolución Rusa se impusieron las tesis de aquellos que,
como Lenin, el líder de los bolcheviques, abogaban por las tesis marxistas más radicales.
La Rerum Novarum
La doctrina social de la Iglesia, sin embargo, no constituyó un corpus teórico en sí misma, sino
que se expresó mediante una serie de consejos encaminados a ilustrar a los fieles sobre cómo
afrontar los retos sociales y económicos del mundo moderno, desde los presupuestos de la fe
cristiana.
La Rerum novarum es la primera encíclica social de la Iglesia Católica. Fue una carta abierta
dirigida a todos los obispos y catedráticos, que versaba sobre las condiciones de las clases
trabajadoras. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho laboral de formar uniones o
sindicatos, pero también se reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada. Además
discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia,
proponiendo una organización socioeconómica que más tarde se llamaría corporativismo.
Aun cuando se ha debatido sobre sus posiciones o declaraciones particulares, es claro que este
trabajo fue notable como resumen de muchos asuntos planteados por la revolución industrial, por
el creciente problema obrero y las sociedades democráticas modernas. Con esta encíclica la
Iglesia pretendió, entre otras cosas, paralizar la “descristianización” de las masas trabajadoras, en
un período en el cual la credibilidad de la Iglesia se veía disminuida debido a que los sectores
populares de la cristiandad e incluso del clero, se inclinaban por las ideas revolucionarias o que
las soluciones vendrían de las acciones conjuntas de la Iglesia, del estado, el patrón y los
trabajadores. Precisó los principios para buscar la justicia social en la economía y la industria. Se
acepta generalmente que la encíclica Rerum Novarum es la carta de fundación de la democracia
cristiana y una pieza clave de la Doctrina social de la Iglesia.
Historia de la Iglesia Revolución industrial Marx León XIII Rerum Novarum - YouTube
La unificación Italiana
Después del Congreso de Viena, Italia era realmente una “expresión geográfica” dividida en
multitud de Estados. En el norte estaban el Reino del Piamonte-Cerdeña (Casa de Saboya) y
los dominios austriacos de la Lombardía (Milán) y Véneto (Venecia). En el centro había un
conjunto de pequeños Estados controlados por los austriacos –Parma, Módena, Toscana-, y se
encontraban los Estados Pontificios bajo la soberanía del Papa. En el sur se encontraba
el Reino de Nápoles o de las Dos Sicilias (Casa de Borbón).
Tras la dominación napoleónica y la reorganización del mapa italiano como resultado de las
resoluciones del Congreso de Viena surgió en algunos sectores intelectuales y políticos italianos
el deseo de crear un Estado único. Es el momento del Risorgimento, un movimiento intelectual
que soñaba con la unidad de Italia, con ambiciones económicas, lideradas por los comerciantes e
industriales piamonteses que deseaban un mercado mayor y único, y unos proyectos políticos
diversos, ya que para algunos la unidad debía realizarse bajo la autoridad del Papa (Gioberti),
otros bajo el rey del Piamonte (Cavour) y, finalmente, otros optarían por la república (Mazzini).
Las revoluciones de 1820, 1830 y 1848 fueron ensayos para poner en marcha la unidad, pero
fracasaron. En el 48 comenzó a calar en algunos sectores populares la idea nacionalista al
enfrentarse al Imperio austriaco, enemigo común de liberales y nacionalistas. El doble fracaso del
movimiento liberal y nacionalista en el norte por la intervención austriaca contra los
levantamientos milanés y veneciano con el apoyo del Piamonte, y en el centro con la intervención
francesa contra la República romana, obligó a replantearse la estrategia a seguir.
En este período clave para la unificación italiana destacará la figura de Camilo Benso, conde de
Cavour, liberal moderado al frente del gobierno del Piamonte, que convierte a este Estado en un
régimen político liberal y al rey Víctor Manuel II en el candidato para liderar la lucha contra los
austriacos. Cavour desarrolla una intensa actividad diplomática y consigue atraer a Napoleón III
para que apoye su proyecto a cambio de recibir Saboya y Niza. El Piamonte y Francia entrarán en
guerra contra Austria en 1859 y consiguen arrebatar la Lombardía (Milán), pero Napoleón decide
retirarse y fuerza un pacto con Austria. Posteriormente, el Piamonte consigue hacerse con los
estados de Parma, Módena y Toscana.
El nuevo reino situó su capital en Florencia y aprovechó otros conflictos internacionales para
completar la unificación. En 1866, valiéndose de la derrota de Austria frente a Prusia, ocupó
Venecia; y en 1870, con la derrota de Francia frente a Prusia, ocupó Roma, donde se instaló
definitivamente la capital de Italia.
El nuevo Estado italiano adoptó el sistema político liberal piamontés, una monarquía
constitucional. Además se unificó la administración. El sistema electoral era censitario y muy
restringido. Los sucesivos gobiernos, generalmente en una posición de centro liberal, se
emplearon en políticas centralizadoras y de creación de una unidad real sobre la diversidad que
suponía la larga historia dividida de los italianos. Pero el Estado italiano tuvo graves problemas
que lastraron el desarrollo del mismo. En primer lugar, estaría la cuestión de la integración del
sur atrasado. Frente a un norte desarrollado y que había tenido su propia revolución
industrial, el sur italiano era agrícola, estaba muy atrasado y no se industrializó. En su seno
nacieron sociedades secretas delictivas como la Camorra napolitana y la Mafia siciliana.
La integración de los católicos en el nuevo Estado fue muy compleja porque el Papa no reconoció
la situación política y se consideró prisionero en Roma, una vez que los Estados
Pontificios habían desaparecido.
El desarrollo de una política imperialista en África no dio los frutos deseados. Italia intentó
incorporarse a la carrera colonial occidental pero sufrió serios reveses en Abisinia (Etiopía). Italia
tenía una serie de reivindicaciones territoriales, ya que reclamaba el Tirol meridional y Trieste, en
manos austriacas, al considerar que eran territorios de italianos por su lengua. Fueron los
conocidos como territorios “irredentos” o no rescatados del poder extranjero.
Por fin, habría que tener en cuenta el desarrollo de un potente movimiento obrero poco propicio a
colaborar con las instituciones
Proceso de unificación italiana
La unificación alemana
Hasta mediados del siglo XIX, Alemania no se había constituido como una nación unificada, sino
un conjunto de 39 estados independientes que formaban la llamada Confederación Germánica.
Entre dichos estados, había sobresalido en forma extraordinaria el Reino de Prusia, este reino
agrupaba a pueblos de origen germánico, y, además, el de Austria, poblada por diversas de razas.
Las guerras napoleónicas y el anhelo nacionalista que agitó a Europa, hicieron que los pueblos
germanos aspiraran también a formar un solo estado poderoso y una sola nación.
Prusia fue la nación que inició tal movimiento unificador. Para ello tuvo que entrar en guerra con
Austria, nación que igualmente poseía la misma aspiración, pero en provecho suyo, como también
entró en conflicto con Dinamarca y Francia.
Otra característica importante fue el rápido crecimiento económico en el espacio germánico que
acompañó a la unificación. Las numerosas aduanas, la existencia de diversas normativas
aduaneras y la gran variedad de derechos de pago que debían afrontarse a la hora de comerciar
entre los estados alemanes se habían convertido en verdaderas trabas. Tratando de simplificar una
regulación tan compleja, el economista alemán Friedrich List era partidario de establecer una
normativa única al tiempo que los estados alemanes aunaban fuerzas para hacer frente a la gran
potencia comercial de la época: Gran Bretaña.
De entre la maraña de estados alemanes que existían en el siglo XIX, el más poderoso de todos
ellos, Prusia, fue el pionero en la unificación de la regulación aduanera. Así, en todo el territorio
que Prusia había ganado tras el Congreso de Viena, se establecieron unos aranceles comunes.
Con la unificación comercial y arancelaria avanzando, se estaban dando los primeros pasos hacia
lo que iba a ser una importante unión aduanera alemana. Todo ello culminaría en el año 1834 con
la creación de la Zollverein o Unión Aduanera Alemana. Así, un conglomerado de pequeños
estados alemanes, ponían fin a las aduanas y facilitaban el tráfico de mercancías.
Fueron el rey de Prusia, Guillermo I, que hizo de su nación la primera potencia militar de Europa;
su célebre Canciller, Otto de Bismarck, apodado el Canciller de Hierro en razón a su carácter
sumamente autoritario, duro y enérgico; y el jefe de Estado Mayor del ejército prusiano, general
Moltke.
Bismarck gobernó durante casi treinta años, primero, como ministro del rey de Prusia (1862-1871),
y después como ministro del emperador de Alemania (1871-1890). Europa lo contó entre sus
principales dirigentes.
Nacido en una familia de la nobleza prusiana, poseía grandes condiciones de inteligencia, audacia,
tenacidad y energía. Era un aristócrata, un ultramonárquico. Sostenedor del derecho divino de los
reyes y enemigo de las democracias y de los Parlamentos. No admitía sentimentalismos en sus
decisiones gubernativas
Conocía bien la política alemana, pues había sido, sucesivamente, diputado en el parlamento de
Prusia y delegado prusiano en la Dieta de Francfort, por ocho años. Conocía la vida de Alemania y
la política de Austria. Fue embajador en Rusia y en Francia, donde aprendió la intrincada política
europea, convirtiéndose en un experto diplomático. Luego el rey lo nombró ministro.
Para realizar la reforma militar que se proponía Guillermo I, Bismarck prescindió del parlamento e
inició una verdadera dictadura que duró cuatro años (1862-1866); el rey fijó los impuestos por su
sola cuenta, sin preocuparse de las protestas de los liberales, y decretó la aplicación del plan de
Roon y Moltke, sin esperar la aprobación del parlamento.
Prusia llevó a cabo esta unificación por medio de las siguientes guerras:
En alianza con Austria, Prusia hizo la guerra a Dinamarca y le arrebató los ducados de Schleswig y
Holstein, estos territorios quedaron luego bajo el dominio mancomunado de Austria y Prusia.
Prusia, después de conseguir la neutralidad de Napoleón III y en alianza con Víctor Manuel II,
declaró la guerra a Austria llevada, justamente, del deseo de arrebatarle algunos territorios.
El poderoso ejército prusiano, en pocas semanas, se impuso sobre los austríacos a quienes
derrotó en la batalla de Sadowa (1866), firmándose a continuación la Paz de Praga, por la que
Prusia ensanchaba considerablemente sus territorios con la incorporación de los ducados de
Schleswig y Holstein, el reino de Hannover, así como de otras regiones más. Austria, a su vez,
renunciaba definitivamente a formar parte de Alemania y aceptaba la disolución de la
Confederación Germánica. Poco después,todos los estados alemanes se unificaron a base de la
Confederación de Alemania del Norte y proclamaron como su soberano a Guillermo I. Por otra
parte, Austria tuvo que devolver Venecia, la que, a su vez, fue incorporada a Italia.
El pretexto para esta contienda surgió cuando el príncipe Leopoldo de Hohenzollern, primo del
rey de Prusia, aspiro la corona de España, vacante por el destronamiento de Isabel II. A tal
ambición se opuso Francia, pues no deseaba verse entre dos naciones dominadas por la nobleza
prusiana. Poco después, Napoleón III declaraba la guerra a Prusia, aduciendo que Guillermo I
había desairado al embajador francés al negarse a recibirlo en su palacio. Pero Guillermo I,
anticipándose a los sucesos, había movilizado ya un poderoso ejército de 500.000 soldados que, al
mando del General Moltke, consiguiera aplastante victoria sobre los franceses en las batallas de
Freschwilier, Rezonville y Saint Privat.
El encuentro definitivo se realizó en Sedán (2 de septiembre de 1870), donde las tropas francesas
resultaron completamente derrotadas, siendo tomado prisionero el propio emperador Napoleón III.
Al saberse que se firmó la Capitulación de Sedan, estalló una revolución en París que proclamó la
abolición de la Monarquía y el restablecimiento de la República (III República, 1871-1840), bajo la
presidencia de León Gambeta.
El nuevo Gobierno Provisional, que reemplazó a la Monarquía, decidió proseguir la guerra; pero el
ejército prusiano en su arrollador avance ocupó París. Entonces Francia se rindió ante Prusia. Por
el Tratado de Frankfort (Mayo de 1871). Este tratado establecía que los franceses cedían a Prusia
Alsacia y Lorena; se comprometían a pagar, asimismo, una elevadísima indemnización de guerra
equivalente a cinco mil millones de francos.
Con la incorporación de Alsacia y Lorena, Prusia, denominada en adelante Alemania o Imperio
Aleman, culminó la empresa de la Unificación.
Romanticismo y Nacionalismo
BIBLIOGRAFIA DE LA UNIDAD
* MOMMSEN, Wolfgang. La época del imperialismo. Europa 1885-1914. México, Siglo XXI,
1976. Selección de textos
* SOFIA, Paula Ines. Crisis y competencia en la etapa de conformación del mercado mundial
capitalista. EN: MARCAIDA, E. (comp). Historia económica mundial contemporánea. Op Cit
* VICENS VIVES, J. Historia general moderna, siglos XVIII-XX. Barcelona, Editorial Vicens
Vives, 1997. Cap. XIV
Para gran parte del continente europeo, África representaba nociones muy vagas acerca de lo que
era. En el Siglo XV y XVI los portugueses ya han reconocido bien toda la costa africana y
establecen factorías en el este, sobre el Atlántico, donde interactúan con los mercaderes árabes
africanos, los suajili. El portugués Vasco de Gama para llegar a la India en sus viajes entre los
años 1497 y 1524 navega por la costa del continente africano, y más tarde, entre 1519 y 1522, la
expedición española de Fernando de Magallanes y Juan Sebastian Elcano será la primera en
hacer la circunnavegación del globo. Los portugueses desde sus factorías extraen toda una serie
de materias primas pero pronto, como decíamos, la extracción de seres humanos se convierte en
el negocio más lucrativo. En este negocio participaran todas las naciones europeas que arriban al
continente, tanto si disponen de colonias de plantación al otro lado del océano Atlántico o más allá
en el océano Indico, o simplemente lo efectúan como intermediarios.
El interior del continente seguirá siendo una incógnita en la que los cartógrafos más que constatar
fidedignamente los mapas se los imaginan prácticamente hasta finales del siglo XVIII, momento en
el que el impulso de la Ilustración hace plantearse a la élite europea que hay en esos grandes
espacios desconocidos, en que forma se puede remediar esta ignorancia, y la respuesta vendrá
dada por los exploradores. Esto irá de la mano del sistema de clasificación de la naturaleza que
ideó el sueco Carl Linneo en el año 1735: cientos de botánicos y expertos en otras disciplinas
científicas se enrolaron en expediciones alrededor del mundo para clasificar y dar a conocer al
mundo todo lo que encontraron.
A principios del siglo XIX, África es un continente desconocido, se conoce el Norte y la costa en
gran parte. Pero el interior no se conocía, por ello a partir de 1830 hasta finales de siglo se va a
empezar a explorar el interior, utilizando para ello los grandes, ríos y desiertos.
En Londres en el 1788 se crea la Sociedad Africana, precisamente bajo esta preocupación: «Al
menos una tercera parte de las tierras -especialmente casi toda África- permanece hoy
desconocida» (Hugon, 1998). La Sociedad Africana y la Real Sociedad de Londres enviarán al
continente africano a toda una serie de exploradores, para engrandecer el conocimiento científico
en todas sus ramas del saber (geografía, etnología, literatura, botánica, zoología, etcétera.). En
1830 se funda la Real Sociedad Geográfica que financia a otra serie de exploradores
como Richard Francis Burton, John Hanning Speke, David Livingstone o Henry Morton
Stanley, que buscarán las fuentes de los grandes ríos y terminarán de rellenar los espacios en
blanco. En el resto de potencias europeas van apareciendo también toda una serie de sociedades
geográficas con los mismos propósitos.
Hubo otras carreras entre las potencias por explorar lugares donde los hombres nunca habían
puesto pie; es asi como se dan las carreras por llegar hasta los Polos Norte y Sur.
En todas estas exploraciones van a ser importantes las instituciones que surge en todos los
países: son Las Sociedades Geográficas, por una parte se encarga de la financiación y
organización de las exploraciones buscando patrocinadores y de divulgar lo que se descubre.
En esta época, en este ambiente y de interés de la opinión pública surge una nueva literatura
llamada Literatura de aventuras, esta literatura intenta centrar su interés en lo desconocido, exótico
y surgen autores muy conocidos como un francés llamado Julio Verne (20.000 leguas de viaje
submarino) Emilio Salgari (las aventuras de Sandokan). También el británico nacido en la
India Rudyard Kipling, escribió un libro muy conocido llamado El libro de la selva. Otro autor que
triunfa es Rice Burroughs que dio vida a un personaje literario como Tarzán. Joseph
Conrad supo darle vida y forma a lo que entrañan las exploraciones al corazón del continente
africano a partir de una obra emblemática como El corazón en las tinieblas.
JUSTIFICACIONES DE LA COLONIZACION
Las ideas de Ch. Darwin sumadas al avance del positivismo y las ciencias llevaron al
darwinismo social
El sistema de clasificación natural de Linneo del que antes hablábamos fue una forma de constatar
científicamente la naturaleza, pero también de construirla a través del lenguaje. Este sistema que
para Linneo ponía el orden en el caos, como Ariadna enseñaba al héroe salir del laberinto
siguiendo el hilo que había desenrollado a su paso, se aplicó en el mundo vegetal, mineral, animal
hasta llegar al ser humano quedando el homo sapiens dividido en seis variedades definidas por
algunos trazos físicos, pero también por diferentes connotaciones etnocentristas, positivas para los
europeos y negativas para el resto de variedades.
En esta línea de pensamiento, el filósofo francés Arthur de Gobinau entre 1853 y 1855 escribe El
ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas. La aparición de la teoría biológica de la
selección natural con la publicación en 1859 de El origen de las especies de Charles Darwin,
donde el naturalista inglés argumenta que sobrevive el que mejor se adapta, es apropiada por la
élite de las sociedades europeas reconduciéndola en lo que se ha venido a conocer
como darwinismo social, considerándose estas élites en la cúspide de la civilización mientras el
resto del mundo era percibido como subdesarrollado. El continente africano era percibido como un
lugar incivilizado en el que reinaba la barbarie y por lo tanto era legitimo civilizar a sus ignorantes
habitantes a través de la evangelización y la transmisión de la cultura europea. Esta labor la
llevarían a cabo los militares, los comerciantes y los misioneros.
El esclavismo, del que los europeos se habían servido hasta hacía bien poco a través de la trata y
la incitación a la captura de «seres humanos sin alma» a los débiles estados africanos, desde su
abolición en Gran Bretaña en 1807, en Francia en 1848 y en los Estados Unidos tras la guerra de
Secesión entre los años 1861 y 1865, será denunciado y perseguido por los británicos siendo una
de las argumentaciones a la luz del día para empezar la conquista del continente.
La carga del hombre blanco. ¿Que nos quiere graficar esta caricatura? Observe y
analice detenidamente e identifique la situación asi como los conceptos que hay en
ella
REPARTO DE AFRICA
Las fronteras forjadas por las potencias coloniales fueron arbitrarias y no tuvieron en cuenta la
realidad africana. Sin embargo, llegada la independencia y para evitar males mayores, se aplicó
el principio de intangibilidad de las fronteras. Esta decisión supuso mantener, en la mayoría de
los casos, las fronteras coloniales, que fueron heredadas por los jóvenes estados africanos. Al
heredar sus límites, también heredaron sus litigios, dando origen a un sinfín de conflictos.
Las diferencias políticas, étnicas y religiosas en unos países con fronteras artificiales aparecen
como las causas más aparentes de los enfrentamientos, pero detrás de ellas se encuentra la lucha
por el control de los recursos naturales que ha caracterizado al neocolonialismo. Las fronteras, un
pesado lastre para el desarrollo de los estados africanos, muestran cómo la herencia colonial sigue
presente en África.
Alemania se quedó con Camerún, Togo, Burundi, Ruanda, Namibia, parte de Nigeria, parte
de Ghana y casi toda Tanzania.
Bélgica se quedó con el llamado Congo Belga.
España recibió parte de Marruecos, el Sahara Occidental, y Guinea Ecuatorial.
Francia con Argelia, Túnez, parte de Marruecos, Burkina Faso, Benin, Camerún, Costa de
Marfil, Guinea, Níger, Mauritania, Senegal, Chad, Gabón, República Centroafricana y
Madagascar.
Italia con Libia, Eritrea y parte de Somalia.
Portugal con Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Cabo Verde y Santo Tomás y Príncipe.
Reino Unido con Egipto, Sudán, Kenia, Uganda, Zanzíbar, Sierra Leona, Gambia,
Zimbabue, Zambia, Botsuana y Nigeria entre otras.
La Conferencia de Berlín
Sin lugar a dudas el evento más relevante de todo lo relacionado con el reparto de África es
la Conferencia de Berlin, ya que los hechos sucedidos en esta reunión cambiaron el mapa
africano y las relaciones europeas para siempre.
La Conferencia de Berlín fue un evento organizado por Otto von Bismarck, que tuvo lugar entre
el 16 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885 en la ciudad alemana de Berlín. Cuya
convocatoria fue realizada por Francia y Alemania para tratar los temas respecto al reparto de
África.
Los continuos enfrentamientos por colonizar África y el gran conflicto que había surgido en el
Congo por los numerosos choques de intereses que aparecieron entre los estados para dominar la
zona, hicieron necesaria una mesa de diálogo. En la conferencia participaron 12 países europeos,
más el imperio otomano y los Estados Unidos, aunque no todos tenían intereses en la zona
africana, pero se buscaba una aceptación internacional, aunque no había ningún estado africano
representado.
Entre los países que formaron parte encontramos a Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España,
Bélgica, Portugal, Imperio Otomano, Imperio Austrohúngaro, Estados Unidos, Dinamarca, Países
Bajos, Rusia, Noruega y Suecia. Entre los acuerdos alcanzados en la conferencia estaban el libre
comercio en África, la libre navegación por los principales ríos africanos, la prohibición de toda
la esclavitud y el principio de ocupación efectiva.
Por otra parte también se debatió cómo se iba a repartir el continente entre las potencias europeas,
consiguiendo las mejores zonas los imperios británicos y africanos y pudiendo el resto de
potencias solo conseguir pequeñas porciones de tierra de menor relevancia.
Aunque la conferencia terminó con tranquilidad y diálogo, las consecuencias se vieron años más
tarde, ya que algunas de las tensiones nacidas en esta reunión terminaron provocando la
Primera Guerra Mundial.
El reparto de Asia
En el siglo XIX se produjo también la penetración europea en Asia y, a diferencia de lo que ocurrió
en África, intervinieron no sólo las grandes potencias coloniales (Francia, Gran Bretaña, Países
Bajos, etc.) sino también otras nuevas, como Rusia, Estados Unidos y Japón.
La colonización británica se concentró, sobre todo, en la zona de la India, donde desde el siglo
XVIII la Compañía Inglesa de las Indias poseía los puertos de Madrás, Calcuta y Bombay. Tras las
revueltas de los cipayos, en 1857, el gobierno británico asumió directamente el control de la India y
estableció un virrey. Las reformas administrativas, económicas, sociales y militares hicieron de esa
colonia la más clara muestra del esplendor del poder británico, y la reina Victoria fue proclamada
emperatriz
de la India. Para poder garantizar una zona de seguridad alrededor de su colonia, los ingleses
tuvieron que rivalizar con Francia para anexionarse Birmania.
La expansión francesa tuvo en Indochina, lo que dio origen a una serie de conflictos en Asia
suroriental. Francia, presente en la Cochinchina desde los años 1858-1860, fue anexionándose,
entre 1860 y 1880, toda la región del Mekong y estableció un protectorado sobre Camboya.
Asimismo, después de una guerra con China, implantó protectorados en Annam y Tonkín.
Gran Bretaña también estaba presente en la zona, y después de ocupar Birmania, impuso su
dominio sobre los Estados Malayos y Singapur. Franceses e ingleses se pusieron de acuerdo para
mantener libre y neutral el Estado de Siam, que servía de frontera entre los dos imperios.
En el siglo XIX, el Imperio ruso continuó su expansión hacia Siberia, iniciada ya en el siglo XVII, y
hacia el sur. En esta zona llegó hasta los límites del Imperio británico en la India, con el que
mantuvo un importante litigio por el control de Persia (actual Iran) y Afganistán y del Tibet. También
surgieron rivalidades territoriales con China y en 1904-1905 se produjo la guerra ruso-japonesa,
que enfrentó a estas dos grandes potencias imperialistas asiáticas. El trazado del ferrocarril
transiberiano ayudo a unir al inmenso Imperio Ruso pero lo puso en contacto con la zona de
influencia japonesa en Manchuria y Corea. Ambas potencias chocaron en la guerra de 1904-1905.
Caso aparte fue el control de China, que no fue ocupada por ningún país, aunque los europeos
consiguieron establecer algunos enclaves comerciales. Los ingleses equilibraban las compras de
té y seda chinos con la venta de opio que traían de la India. En 1839, el gobierno chino prohibió la
entrada de opio, pero los británicos siguieron vendiéndolo. El conflicto desembocó en las guerras
del opio (1839-1842 y 1856-1860) gracias a las cuales el gobierno británico consiguió el enclave de
Hong Kong y la apertura de doce puertos al comercio internacional, lo que evidenció la debilidad
del Imperio chino ante Occidente. Así, entre 1885 y 1911, se produjo el verdadero asalto a China
por parte de los países europeos y de Japón.
Los europeos también controlaron otras zonas del mundo. Así, en Oceanía, los británicos poseían
los dos territorios más importantes, Australia y Nueva Zelanda, colonias de poblamiento. Por su
parte los holandeses se establecieron en Indonesia.
Tipos de colonias
No todos los territorios eran iguales, y por lo tanto se habilitaron de formas distintas de
Administración de esos territorios dependiendo de las circunstancias. Existen diferentes tipos de
organización colonial:
Las concesiones: se dan en un país grande al que se le obliga ceder una serie de puertos
o puntos estratégicos a una potencia colonial. Estas concesiones se dan por un período de
tiempo (entre 100 y 150 años). La mayoría de las concesiones se dieron en China, como por
ejemplo Macao a Portugal o Hong Kong a Gran Bretaña luego de las guerras el opio.
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Los colonos desplazaron a las tribus nativas de sus territorios para establecer sus propias
plantaciones de monocultivos (cacao, té, café, etc.), en las que utilizaban la mano de obra
indígena, muchas veces en condiciones de semiesclavitud. También adquirieron los derechos para
explotar los recursos mineros. El resultado fue la imposición de una economía de monocultivos y
extractiva que dejó a los indígenas sin sus recursos económicos habituales.
Las infraestructuras (puertos, y vías férreas) se desarrollaron siguiendo un trazado que facilitara la
salida y la entrada de los productos.
La estructura de las sociedades indígenas cambió con el colonialismo europeo. Los nuevos ritmos
de trabajo desorganizaron la vida tribal o indígena, así como las jerarquías previas. Además,
muchos pueblos fueron divididos o unidos de forma artificial, y de ese modo se rompieron etnias y
se forzaron artificialmente convivencias de grupos enfrentados. Por último, las administraciones
coloniales utilizaron a determinados grupos indígenas para reclutar a su ejército o para parte de la
estructura administrativa, generando diferencias y favoreciendo a unos sobre otros a cambio de su
fidelidad. Los repartos coloniales tuvieron graves consecuencias cuando se produjeron los
procesos descolonizadores. En el caso de África, las fronteras establecidas por las metrópolis no
respetaron las etnias y cuando se independizaron en las colonias estallaron odios tribales y
guerras crueles.
Las costumbres, las religiones, las tradiciones y formas de entender el mundo y la vida de los
pueblos indígenas sufrieron el fuerte impacto de los valores, ideas y religiones occidentales. Se
produjo una fuerte crisis de identidad de estos pueblos. En el caso de los pueblos de la zona
subsahariana el impacto fue mayor que en Asia donde las culturas eran de tradición milenaria.