No Debería Ser Noticia
No Debería Ser Noticia
No Debería Ser Noticia
Helena Resano
Hace casi 18 años que Campbell vistió esa camiseta, la de los míticos All Black, los
que bailan la haka antes de cada partido, y no ha sido hasta ahora cuando ha
querido contarlo. ¿Por qué? Supongo que no es fácil, que tienes miedo a que la
relación con tus compañeros cambie, que tus aficionados y la prensa dejen de ver
sólo al jugador y vean también el símbolo. Pero si repasamos cuál ha sido la
respuesta unánime, insisto, unánime, dentro del mundo del rugby, de su
seleccionador, de la World Rugby, el organismo que gestiona los partidos
internacionales, te das cuenta de que este asunto está superado. Que Campbell
vivió un infierno lo ha contado él mismo, sin ninguna necesidad. Y que quizás, si lo
hubiera contado antes, habría ayudado a más de un chico y chica a dar el paso. Se
crean una serie de códigos absurdos en los que, en determinados ámbitos, es
admitido y habitual encontrar personas homosexuales y, en cambio, en otros en los
que se remarca constantemente esa virilidad o feminidad impuestas, esos moldes
y estereotipos, resulta impensable que alguien hable abiertamente de su
orientación sexual. Es absurdo, pero pasa.
Tenemos que dejar de sorprendernos por confesiones así. Para eso se necesita que
muchos como Campbell abran ese camino. Que enseñen a otros que, como ha
ocurrido con él, la reacción de quienes te aprecian, te valoran, te quieren, te
admiran, es unánime
Dice Campbell que todo el mundo seguía el mismo camino: los jugadores de élite
se casaban, tenían hijos, iban con ellos a los partidos y sus hijos acababan jugando
también al rugby. Campbell pudo hacer todo eso también, sin necesidad de tener a
una mujer al lado. Siendo fiel a sus sentimientos, a su sexualidad. Pero todo lo que
rodeaba a ese mundo se lo impidió o, al menos, le bloqueó para no dar el paso.
Campbell, para ser honestos, no ha sido el primer jugador de rugby que ha salido
del armario. Lo hizo antes Keegan Hirst, y también uno de los árbitros más
reconocidos en este deporte, pero todos lo hicieron cuando estaban terminando
sus carreras profesionales. Cuando estaban a punto de colgar las botas. En todos
los casos, la afición, sus equipos y su entorno, reaccionaron de la misma forma:
aplaudiendo su valentía y brindándoles todo el apoyo. Enseñando el camino a
muchos otros que todavía viven en ese conflicto eterno.
Falta que muchos otros den ese paso para dejar de escribir sobre esto. Y falta que
lo hagan muchas más mujeres para que dejemos de mirar el mundo con esas gafas
con la montura ya hecha de fábrica. Hay que cambiar la montura y hay que cambiar
la fábrica de la que salen. Tenemos que dejar de sorprendernos por confesiones así.
Para eso se necesita que muchos como Campbell abran ese camino. Que enseñen
a otros que, como ha ocurrido con él, la reacción de quienes te aprecian, te valoran,
te quieren, te admiran, es unánime. De respeto absoluto y de aceptación. Habrá
cafres, seguro, que digan alguna barbaridad, pero cada vez son menos. Y no hay
mejor forma de callarlos que hablando sobre esto. Cuantos más mejor.