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VIVA JESÚS! Ó SEA MEDITACIONES SOBRE LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO. San Enrique de Ossó, presbítero

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¡VIVA JESÚS!

Ó SEA
MEDITACIONES
SOBRE
LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO
San Enrique de Ossó, presbítero

1
2
3
¡Viva Jesús!
O sea meditaciones sobre la infancia y vida oculta
de Jesucristo para tener el cuarto de hora de oración
según las enseñanzas de la seráfica virgen y
doctora santa Teresa de Jesús

El que no ama a Nuestro Señor


Jesucristo, sea anatema.
(San Pablo, 1 Cor, XVI, v. 22)
Esta es la vida eterna, que te
conozcan a Ti solo, verdadero Dios, y
a quien enviaste, Jesucristo. (San
Juan, XVII, 3)

Censura y aprobación

Excmo. e Ilmo. Sr.:

He leído con detención la obrita ¡Viva Jesús! por D.


Enrique de Ossó, Pbro., catedrático del seminario
conciliar de Tortosa, y en conformidad a lo que en
su decreto se digna V. E. I. ordenarme, declaro no
haber hallado en ella cosa contraria a nuestra santa
fe católica, y sí conceptos muy oportunos para
fomentar la piedad de los fieles y extender entre
ellos el conocimiento de los misterios de la santa
Infancia de Nuestro Señor Jesucristo, que son
principal objeto de su contenido. Algunas de las
palabras y acciones que en él se atribuyen a la
sagrada Familia, aunque no sacadas del texto de los

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santos Evangelios, tienen su origen en piadosas
tradiciones populares, por lo cual, y no
concediéndoles otra autoridad que la que la Iglesia
concede a tales tradiciones piadosas, no me parece
ofrezca inconveniente su publicación.
Tal es mi parecer, salvo el más ilustrado y
competente de V. E. I. Sabadell, 17 de diciembre de
1875

De V. E. I. atento súbdito y capellán,

Félix Sardá y Salvany, Pbro.

Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de Barcelona.

Barcelona, 18 de diciembre de 1875

En vista de la favorable censura que precede,


damos nuestro permiso para que pueda imprimirse
la obrita de que hace mérito.

Fr. Joaquin, Obispo de Barcelona, D. S. B.

Por mandado del obispo mi señor,


Lic. Ignacio Palá, Pbro., Canónigo Secretario.

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Dedicatoria a las Hijas de María Inmaculada
y Teresa de Jesús más jovencitas.

¿A quién sino a vosotras, queridas hijas, en el


Señor, debo consagrar este librito, encaminado todo
a dar a conocer y hacer amar al buen Jesús, a
enamorar las almas todas de su divina persona?
Vosotras, la porción más tierna y delicada y la más
inocente del rebañito de la Virgen y de Teresa de
Jesús, necesitáis más que todas vuestras hermanas
mayores cuidados y esmeros especiales. Flores las
más vistosas y agraciadas del jardín del nuevo
Carmelo, excitan vuestras gracias y encantos la
envidia y rabia de Lucifer, de aquel infeliz que no
sabe ni puede amar al Niño Jesús. Y como sé por
gratísima experiencia que vosotras teméis y odiáis a
este maldito de Dios, a quien con tanta gracia
vuestra Madre Teresa de Jesús llama por su
suciedad, fealdad y fiereza el Negrillo, y aspiráis a
ser todas, todas, como santa Teresa, del divino y
hermoso Jesús, y nada, nada absolutamente del
asqueroso Negrillo, os ofrezco este librito para
ayudaros a lograr fin tan alto. Confío que con su
meditada lectura os enamoréis más de Jesús, y
Jesús será el único que viva y reine en vuestro
entendimiento por la fe, en vuestro corazón por el
amor, en vuestra memoria por el recuerdo de sus
inmensos beneficios, y en vuestro exterior por la
modestia y mortificación cristiana.

No dudo salir bien de mi empresa, pues pongo esta


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obrita bajo la especial protección de la misma
Madre del Niño Jesús, Nuestra Señora de
Montserrat, en cuya casa (aposento de santa Teresa
de Jesús) escribo la primera página que os dedico,
en el día de su Visitación, 2 de Julio de 1875.

Al que meditare
La más grave de las dolencias que aquejan a la
época actual es sin duda la falta de conocimiento y
amor a Jesucristo. Aún en las personas devotas que
confiesan y comulgan no es raro hallar quien no
conoce, a lo menos con conocimiento íntimo y
amoroso, al buen Jesús. Échase de ver sobre todo
esta falta en el modo con que hacen sus prácticas de
piedad. El mundo, ¡oh! del mundo, no hay que
hablar, porque hoy, como en los días de su vida
mortal, el mundo no conoce a su salvador Cristo
Jesús. ¡Cuántas veces, lamentando en nuestro
corazón tamaña desdicha, hemos exclamado con el
gran apóstol del amor a Cristo en estos últimos
tiempos, el Doctor de la Iglesia san Alfonso de
Ligorio!: ¡Pobre Jesucristo!, ¡pobre Jesucristo! No se
le ama apenas, porque no se le conoce; y no se le
conoce porque no se meditan sus bondades y
perfecciones infinitas.
Jesucristo es la piedra o fundamento de la vida
espiritual, y su conocimiento es la vida eterna. Y
como el fin que nos propusimos al fundar la
Archicofradía de Jóvenes Católicas es que siendo
éstas injertadas en Cristo, como el sarmiento en la
vid, continua y eficazmente influya el buen Jesús su
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virtud y la gracia en sus corazones; que vivan en
Cristo, estén íntimamente a Él unidas en caridad, en
una palabra, le conozcan y le amen, le hagan
conocer y amar; como nuestra ansia única era y aún
es el despertar, avivar, perfeccionar en el corazón
de la juventud católica femenil cierta
susceptibilidad delicada y simpatía santa por Jesús,
por sus sagrados intereses, por su gloria y por la
salvación de las almas, creeríamos no haber
cumplido con nuestro deber si no facilitáramos
cuanto esté de nuestra parte a esta porción escogida
de la grey de Cristo los medios más adecuados a
conseguir, fin tan divino, el más alto que el pecho
cristiano más animoso puede pretender. Es verdad
que en nuestras pláticas y sobre todo en los santos
ejercicios todos nuestros esfuerzos se dirigen a que
viva Jesús en todos los corazones y muera el
pecado; mas nuestra palabra no puede llegar a
todas partes, y fuerza es suplir su defecto por
medio de los libros.
El libro precioso, según calificación del sabio y
celoso misionero P. March, de la Compañía de
Jesús, titulado: El cuarto de hora de oración, llena
en parte este objeto; pero no basta ni con mucho a
este fin, por haber tenido que ceñirnos en él a dar
en pocas páginas meditaciones de los principales
puntos de toda la vida espiritual: Para llenar, pues,
este vacío, y vencidos por las instancias de personas
por nosotros muy queridas, hemos resuelto
desarrollar el plan vastísimo que solo apuntamos
allí, publicando varios tomitos de meditaciones,
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empezando por la infancia y vida oculta de
Jesucristo, que dedicamos a las hijas más tiernas de
María y Teresa de Jesús.

No lleven a mal las hijas mayores de Teresa de


Jesús, que hayamos consagrado este primer tomo a
las más pequeñas hijas de la Santa; pues, aunque a
ellas dedicado, para todas puede servir de
provecho espiritual. Una razón especial nos ha
guiado a ello, y es el ver que en todos los puntos
donde hemos dado ejercicios espirituales a las Hijas
de María y Teresa de Jesús, el día que les hemos
hablado del Niño Jesús, mostrándoles una de sus
agraciadas imágenes, las más pequeñas sobre todo
han rebosado de gozo y satisfacción santa,
avivándose en su inocente corazón la llama de
amor suavísimo del Niño Jesús.
¡Ah! ¡Dice tanto una agraciada imagen del Niño
Jesús a los corazones inocentes! ¡Hace tanto bien en
estos espíritus la mirada con piedad de Cristo, que
al cruzarse quedan heridos de amor divino!
“¡Jesús es nuestro y nosotras somos todas de Jesús!
Ya no seremos más del demonio, asqueroso
negrillo, sino todas, todas de Jesús. Las más
grandes que le busquen en el huerto, o en la
columna, o en la cruz; ¡nosotras le buscamos en
Belén, en Egipto o en Nazaret!” Así dicen las
pequeñas y con razón. De suerte que si no lo
tuvieran por impertinente, encargaría a todos los
directores y Juntas de la Archicofradía que al pie de
la imagen de Teresa pongan una hermosa y
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agraciada del Niño Jesús, pues no se halla bien
Teresa sin su Jesús, ni Jesús roba tantos corazones
sin su añagaza Teresa.

He ahí por qué siempre hemos mostrado especial


cuidado y predilección por las jovencitas más
tiernas, por aquellas que ha poco hicieron la
primera Comunión y se preparan para entrar en el
mundo.
Además necesitan de mayor socorro. ¡Pobrecillas,
cuántos peligros les esperan! ¡Cuántos piratas en
alta mar les acechan para, así que entren en el gran
mundo, robarles la gracia de Dios! ¡Y cuántas, por
desgracia perecen por enseñorearse el mundo y la
vanidad de sus almas! Mas no habrá que temer por
su suerte, si habiendo entrado antes en la
Archicofradía Teresiana, arca santa en el naufragio
universal de hoy día, han aprendido en el silencio
del cuarto de hora de oración a conocer y amar a
Jesucristo. Esta navecilla ricamente cargada de las
gracias de la inocencia, aunque sea de mil
encontrados vientos y tempestades combatida,
arribará felizmente a las playas eternas, porque
tiene el amor y temor de Jesucristo que le sirven de
lastre y de socorro. Como la tiernecita Inés, le dirán
al mundo o al pecado, al pretender su amor: Ya soy
toda de Jesús: apártate de mí, pábulo de la muerte:
no reinarás en mi corazón, porque he sido
prevenida de otro amante, del Amador de las almas
Cristo Jesús, el más hermoso de todos los hombres.

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Por ello, pues, y porque afianzar lo porvenir es
triunfar de lo presente, fijamos hoy nuestra
preferente atención y cuidado en estas almas
inocentes, para fijarnos luego también en las de
mayor edad y experiencia, y rogamos muy
encarecidamente a los Directores, Junta y Celadoras
de la Archicofradía atiendan con esmero y rodeen
de exquisitos cuidados a estas tiernas y delicadas
flores del jardín del Amado, para que no se afeen o
marchiten, y al hacer la primera Comunión las
hagan luego Hijas de María y Teresa de Jesús.

Rogamos por lo mismo a los directores de


Congregaciones de jóvenes de María Inmaculada,
de san José, de san Luis y directores de colegio,
pongan también en manos de sus encomendados
este librito para que les sirva de guía y
entretenimiento santo al hacer su cuarto de hora de
oración, y viva Jesús en su alma por el amor, que a
este fin añadimos el título de hijo mío en todas las
meditaciones que la seráfica Doctora santa Teresa
de Jesús les da para ayudarles a lograr fin tan
divino.

Damos por último muy rendidamente gracias a


Jesús y su Teresa, porque vemos que por medio de
nuestra humilde Archicofradía se va despertando y
perfeccionándose en muchos corazones el
conocimiento y amor de Jesús de Teresa,
juntamente con el de Teresa de Jesús, deseo único
que llena nuestra alma, aspiración la más viva de
11
nuestro corazón, súplica la más constante y casi
exclusiva que sabemos hacer a nuestro buen Dios
en nuestras pobres oraciones y sacrificios por
nosotros y por todos los que se encomiendan a
ellos. No sabemos pedirle otra cosa que la gracia de
conocernos y conocer a Jesús, María, José y Teresa
de Jesús; amarlos siempre y más que todos los
corazones, y hacerlos amar por todos los del
mundo. Esto pedimos siempre por medio de
nuestro ángel de guarda, y esto pediremos toda
nuestra vida, y esto deseamos pidan
preferentemente con nosotros las hijas de María y
Teresa de Jesús, y todos los que se interesen por su
mayor gloria. ¡Oh! si lográramos ver despachada
favorablemente esta súplica, ¡cuán presto se
reformaría el mundo y se regeneraría la sociedad
actual! Es lo cierto que hoy todo conspira a arrojar
del mundo, de la sociedad, y sobre todo de la
familia y de la conciencia del individuo el
conocimiento y amor de Jesucristo. Los modernos y
falsos apóstoles del proceso gritan ¡ingratos! como
los deicidas judíos: “No queremos que Jesucristo
reine sobre nosotros. No queremos por Rey sino a
César”. Más ¡ay! del día que en su justo enojo se
retire el Salvador del mundo Jesucristo y les diga:
“¡No quisisteis por Rey más que al César; pues
César tan solo tendréis!”
¡Pobre Europa! ¡Infeliz España! En aquel entonces
¿qué seréis?, lo que son Asia y África, lo que fuisteis
en vuestros días de paganismo; peor aún, porque
caeréis de más alto, y más profundas, más
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incurables y funestas serán vuestras heridas.

Para evitar tamaña desgracia a nuestra sociedad, en


especial a nuestra España, fundamos nuestra
humilde Archicofradía Teresiana, que ha dos años
grano de mostaza imperceptible, se alza hoy por la
misericordia del Señor como árbol frondoso que
extiende sus ramas para con su sombra bienhechora
refrigerar desmayados corazones, y con sus frutos
robustecer las almas en la fe y amor de Cristo.
Por eso allí aplicamos el remedio donde era más
temible por ser incurable el daño. Allí levantamos
trinchera donde los tiros del mal se dirigen con
preferencia para abrir más ancha brecha y minar
por su base todo el edificio social: la mujer, corazón
de la familia, reina del hogar doméstico, dulce
encanto de la sociedad y gloria de la Religión.
Porque mientras reine en su entendimiento Jesús
por la fe y en su corazón por el amor, no se
destronará jamás a Jesucristo del mundo; reinará en
el individuo, dominará en la familia, y más tarde
irremisiblemente en la sociedad entera. Quiera el
buen Jesús y su Teresa bendecir nuestros santos
propósitos y trabajos, y ayúdennos las almas
buenas con sus oraciones para que el Padre de las
luces nos las envíe copiosísimas a fin de
comunicarlas a todos.
Así sea, oh Jesús de Teresa. Así sea oh Teresa de
Jesús. Inspira a tus hijas y amantes el amor a la
oración, y descúbreles en ella la hermosura y trato
dulcísimo de tu Jesús; pronto no habrá en España
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una sola alma que no sea toda, toda de Jesús; ni un
solo corazón que no lleve escrito: Viva Jesús; ni un
cristiano cuyas obras no clamen: Viva Jesús, y por
fin sobre su tumba no pueda grabarse con toda
verdad: Yo descanso en Jesús.

Enrique de Ossó, Pbro.

Tortosa, día consagrado a santa Teresa de Jesús


15 de noviembre de 1875.

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Súplica a Jesucristo
Quiero conducir a tu presencia innumerables almas,
divino Jesús mío, para que les hables al corazón, las
entretengas con tus caricias, las enamores de tu
persona con tu dulcísimo trato, y las cautives en las
redes de tu divino amor. Son la mayor parte
corazones jóvenes, y por consiguiente ardorosos,
que no pueden vivir sin amar con pasión; y si no te
das prisa a tomar posesión de ellos, les arrebatarán
su amor las criaturas con mengua del Criador.
Descúbreles, pues, tus encantos, oh hermosísimo
Jesús, al consagrarte todos los días el cuarto de hora
de oración; muéstrales tu faz divina; suene tu voz
dulcísima en lo más secreto de su espíritu, y
máteles tu vista y hermosura cualquier
desordenado afecto que brote en ellos. No te
amarán, Jesús mío, si no te conocen; y no te
conocerán si tu gracia no les revela los tesoros
inmensos de bondad y perfección que en Ti están
encerrados.
Viniste al mundo. Bien mío, en forma de niño
agraciado, para meter fuego en la tierra de nuestros
corazones, y no deseas otra cosa sino que ardan en
tu amor. Este es también mi deseo, Jesús mío de mi
alma, y por ello te suplico con todo fervor me des,
como a Pablo, a mí, el mínimo de tus ministros, el
evangelizar a todo el mundo las insondables
riquezas de amor que Tú atesoras, en especial a las
que son

15
hijas de tu Corazón por serlo de María Inmaculada
tu buena Madre, y de tu regalada esposa, Teresa de
Jesús, las jóvenes católicas.
Date prisa a afianzar tu amor en estos tiernos
corazones, no sea caso que el mundo o la vanidad
te los arrebate, y cueste después mucho trabajo, o se
haga imposible, recobrar en ellos el lugar de
preferencia que te corresponde por ser su Criador y
Redentor.
Glorioso san José, esposo de María, ayo y padre
adoptivo de Jesús, que tantas veces tuvisteis en
vuestros brazos, y regalasteis, y tan íntimamente
conocisteis y amasteis al Niño Jesús; descubrid a mi
alma sus celestiales atractivos y divinas
perfecciones, para que, enamorado de Jesús,
encadene todos los corazones a su servicio y quede
eternamente grabado en ellos: Viva Jesús mi amor.
Virgen María Madre de Jesús, ayudad en esta
divina empresa, la que más ardientemente desea
vuestro corazón maternal, y bendecid en sus
trabajos al Autor.

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Instrucción que santa Teresa de Jesús
da a una de sus más tiernas hijas
mostrándole las caricias y regalos
que más estima el buen Jesús.

La Santa. Jesús quiere vivir en tu corazón, hija mía,


y te ama más que nadie de este mundo. ¿Le amas tú
también sobre todas las cosas?

Hija. Sí, Madre mía, le amo con todo mi corazón, y


por una sola cosa suspiro, que es por ser toda de
Jesús.

S. Pues eso mismo es lo que yo pretendo de ti; que


seas toda de Jesús, así como Jesús es todo tuyo. Mas
no habrás quizá reflexionado que a las más
jovencitas de mis hijas ama el divino Jesús con más
tierno amor.

H. ¿Por qué esto, Madre mía?

S. Porque tu corazón es más inocente y puro; el


mundo y el demonio apenas han entrado en él y el
buen Jesús, divino jardinero de las almas, se
complace sobremanera en cultivar los arbolillos
más tiernos que Él plantó y después regó con su
sangre; y los frutos que dan estos arbolitos, que sois
vosotras, las almas inocentes, le son más sabrosos.

H. Ahora comprendo, Madre mía, por qué el


mundo y el demonio trabajan tanto para seducir a
17
la juventud: quisieran ellos deshojar esas flores y
coger esos frutos del árbol de nuestro corazón
porque son los primeros, más hermosos y de mayor
precio; mas no lo han de lograr de vuestra hija,
porque yo quiero ser toda de Jesús, y en mi corazón
jamás han de tener parte el mundo o Lucifer.

S. ¡Cuánto me complacen tus generosos y altos


deseos! Mas ¡ay, hija mía, cuánto temo por ti!

H. ¿Por qué, Madre mía? ¿Acaso con Jesús y con


vos no lo podré todo? ¿Quién peleará contra mí,
que no lleve las manos a la cabeza?

S. Pero atiende, hija mía de mi alma, eres joven


inexperta, y el mundo está lleno de lazos para
robarte el amor de Jesús; y el demonio anda a tu
alrededor dando vueltas como león rugiente para
borrar de tu alma la divina inscripción Viva Jesús.
Temo, pues, por tu inconstancia e inexperiencia, y
porque eres mujer y por lo mismo de condición
débil y frágil.

H. Mas ya seré fuerte con la gracia de Dios. ¿No


decís vos, que seremos tan varoniles vuestras hijas
que espantaremos a los hombres si somos
animosas?, ¿qué hay imposible al que todo lo
puede? Su Majestad nos hizo de nada; ¿no podrá
hacernos ahora santas, grandes santas?

S. Es cierto, hija mía, y me complazco en ver tus


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grandes deseos. Tú serás un día, si perseveras, una
perfecta hija mía, porque no eres alma arrinconada,
ni tienes el corazón apretado. Procura comunicar
ese espíritu a tus hermanitas, porque, entre las hijas
de Teresa de Jesús ya sabes que no debe haber
medianías: o almas que aspiran a ser santas,
grandes santas, o almas arrinconadas, que nunca
harán nada de provecho para sí, y por los intereses
de Jesús.

H. Reconozco como vos, Madre mía, que estoy


hecha una imperfección, menos en los deseos y en
el amor. En esto de deseos siempre los quiero tener
grandes como vos mandáis, aunque pequeñita,
pretendo que nadie me gane en amar a Jesús de
Teresa y a Teresa de Jesús.

S. Cuenta con toda mi protección, hija mía, en esta


noble empresa, tan digna de un corazón católico y
español. Sienta muy bien en corazones juveniles
tener grandes deseos: propios es de doncellas
españolas que tienen conciencia de su dignidad,
aspirar a lo mejor, a lo más perfecto: deja para las
jóvenes que no saben apreciar lo que vale el ser
católicas y españolas, y que no llevan por lo mismo
el honroso dictado de hijas de María y Teresa de
Jesús, deja, digo, para esas miserables el que amen
la vanidad y vayan en pos de la mentira
envileciéndose y empequeñeciendo su corazón con
el amor de las naderías y ruindades del siglo.
Almas reales, corazones nobles han de suspirar tan
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solo por la verdadera grandeza, que se encuentra en
el amor y servicio de Jesús.

H. ¡Cuánto me alientan estas palabras, y me anima


vuestro ejemplo y el saber que me amáis y me
ayudáis en mi sublime empresa, oh dulce Madre
mía, santa Teresa de Jesús! O santa, o nada he de
ser, porque quiero ser toda de Jesús.

S. ¿Te consuela, hija mía, el saber que yo te amo? ¿Te


anima el ser toda de Jesús? pues atiende, aún te
animará más lo que voy a referirte del Niño Jesús.

H. Decídmelo, Madre mía, pues todo lo que es del


Niño Jesús me enamora y encanta.

S. Pues oye un sucedido a mí, que te demostrará


una vez más cuánto te ama por ser jovencita el buen
Jesús. Era yo vieja y cansada, y salía del coro con
todas las religiosas; delante de mí iba una sobrinita
mía, jovencita, llamada Beatriz; hacían todas
reverencia a una imagen muy devota del buen
Jesús, y no bien inclinó la cabeza mi sobrinita
cuando Jesús le volvió el saludo haciéndole una
inclinación. No cabía en mí de gozo, esperando ser
correspondida del buen Jesús como mi sobrinita, al
hacerle igual reverencia. Mas ¡oh desengaño!
viendo que el buen Jesús no me correspondía, un
tanto amostazada hube de exclamar: ¡Jesús!, ¡qué
cosa es ser vieja! Es verdad hija mía, que siempre fue
en extremo cariñoso el buen Jesús conmigo, pues
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como mi alma era amorosa, castigaba mis pecados
con grandes mercedes; pero te recuerdo este hecho
para persuadirte cuánto ama el buen Jesús a las
almas inocentes, para que te animes a hacerle
muchos obsequios, y así merecer sus caricias y
regalos, y sobre todo la perseverancia en su amor.
Jesús es muy galante y caballero, hija mía, hijo de
muy nobles padres, y jamás consiente ser vencido
en la cuestión de amor. Si tú le haces obsequios
como a uno, Él te lo remunerará como a mil.

H. Es verdad lo que me decís, Madre mía; he


gustado ya y visto por experiencia cuán suave es el
Señor; cuán bueno para el alma que le busca, cuán
largo en remunerar el más leve servicio: por eso
quiero servir siempre a un Señor tan dadivoso y
magnifico.

S. Mas no sabrás tal vez, hija mía, cuáles son los


gustos de tu Jesús, y querrás regalarle y acariciarle
mucho en tu afán de ser toda de Jesús.

H. Joven sin experiencia, es verdad, Madre mía, que


necesito para acertar a dar gusto a Jesús, que Vos,
que sois toda de Jesús, me indiquéis los medios más
a propósito para agradarle.

S. Pues escucha atentamente y practica con


fidelidad los consejos que voy a darte. El buen
Jesús, como niño que se hizo por tu amor, gusta,
como todos los niños, de que se le prodiguen
21
caricias y atenciones. Está triste, además, el buen
Jesús al verse tan mal correspondido de los
hombres; ¿no querrás tú, hija mía, consolarle con
tus caricias?

H. Sí, Madre querida, preparado está mi corazón


para hacer toda clase de sacrificios para contentar al
buen Jesús. ¿Por ventura no es Él el Amado de mi
alma, mi Jesús, todas las cosas? Todo, pues, por
Jesús: mi vida, mi alma, cuanto valgo y cuanto soy.

S. Sí, hija mía todo por Jesús. Este ha de ser el fin


que debes proponerte en todas tus cosas. Y lograrás
fin tan alto cumplidamente si con el fruto que Jesús
te inspire en la oración le haces una de las caricias
que te ofrezco cada día del mes. A esas tus caricias
al Niño Jesús corresponderá con otros tantos
regalitos el divino Infante. Yo solamente te
apuntaré algunas, dejando a tu ingenioso amor que
discurra otra. No temas excederte en las caricias a
tu amado Jesús, pues por cada una, como antes te
advertía, Él te retornará cien mil.

Mas debo advertirte una cosa respecto a los


regalitos que hace Jesús a las almas que le aman, y
conviene muy mucho lo tengas siempre presente, a
fin de que no desmaye tu corazón, ni abandones su
servicio, ni murmures de su amorosa providencia.

H. ¿Qué advertencia es esa tan importante, Madre


mía? Decidla, que no la quiero nunca olvidar.
22
S. Esta advertencia es que el buen Jesús acostumbra
a pagar los servicios que se le hace con grandes
trabajos, y estos son los regalos más exquisitos y de
mayor precio que reserva Jesús a los que le aman.

Así se portaba siempre conmigo y con todos sus


amantes, y esta es la causa que muchas almas que
no comprendan el valor de los trabajos se aparten
de la amistad de Jesús y se pierdan. Así se lo
advertí a mi amado Jesús en cierta ocasión con
llaneza.

H. ¿Cuándo fue eso, Madre mía?

S. Cuando al ir a Burgos para fundar, después de


insoportables trabajos de frío y otros que sufrí por
el camino, al apearme del carro y lastimarme el pie
exclamé: ¡Jesús!, ¡Después de tantos trabajos, ahora
este! Respondiome mi Amado Jesús: Teresa, así pago
Yo a mis amigos. Y yo le hice notar, replicándole con
viveza: Por eso, Señor, tenéis tan pocos. Prepárate,
pues hija mía, a recibir entre los muchos regalitos
dulces de tu Jesús, alguno amargo, o sea algún
trabajo, alguna pequeña cruz. Así pagará el buen
Jesús tus caricias y tus servicios; así probará si eres
buena para ser su amiga y comunicarte sus
secretos. Por ello el último de los regalitos que te
indico es el que te habla de trabajos, de cruces. No
te desalientes, pues, si Jesús, como Padre amoroso,
te hace partícipe de su cruz, porque señal es que te
23
quiere por su íntima y más allegada amiga.

H. Después que he contemplado a Jesús abrazado


con la cruz en el pesebre hasta el Calvario; después
de haberos oído a vos, Madre mía, exclamar
continuamente: O morir o padecer, he conocido que
los trabajos son los regalitos más delicados, de
mayor precio, que Jesús tiene reservados a las
almas que más ama. Prefiero aquí padecer con Jesús
un poquito de tiempo para gozar eternamente con
Él, que no gozar un instante, y después penar
eternamente separada de su divina presencia.

S. Discurres muy sabiamente, hija mía. Ya que has


escogido breve penar para eternamente gozar,
venga lo que venga, nada te espante. Jesús estará
contigo en la tribulación para probarte: Jesús te
dará las lágrimas con medida, y verás por fin cómo
te engolosinarás con la amargura de la cruz, con su
gracia, mejor que los mundanos se engolosinan con
los sucios deleites de esta vida. Todo por Jesús y
adelante, y venga lo que venga, nada te espante. Da
caricias al buen Jesús y recibirás regalitos de su
amor hasta ser toda de Jesús en el cielo, donde te
espero con Jesús, María Inmaculada y mi señor y
padre san José. Ven, hija mía, al cielo, ven abrazada
con la cruz.

H. Voy, Madre mía, haciendo caricias a mi amado


Jesús, y recibiendo sus regalitos, los que Él quiera.
S. Pues ahí tienes unas cuantas caricias al Niño
24
Jesús, que contigo podrán hacerle también las almas
que quieran probarle su amor, y consolarle y
desagraviarle en el desvío que experimenta de
muchos corazones.

25
Caricias al Niño Jesús

Día 1. Haz una visita a Jesús en el Santísimo


Sacramento, diciéndole muchas veces: Vuestra soy,
para Vos nací, ¿qué queréis, Señor, de mí? Este
Corderito que en la Hostia está, para mí lo quiero y
para mí será.

Día 2. Al despertarte por la mañana, salta


inmediatamente de la cama sin dejarte dominar de la
pereza, y di tres veces: Jesús, José y María, yo os doy
el corazón y el alma mía.

Día 3. No hables con los demás sin antes pensarlo


bien y encomendarlo al Señor.

Día 4. Oye la santa Misa por la conversión del alma


que más vivamente desea el buen Jesús.

Día 5. Al salir de la escuela, marcha directamente a


casa sin entretenerte a conversar con tus amiguitas.

Día 6. Obedece a tus padres y superiores en todo lo


que manden, sin replicar.

Día 7. No te pongas el vestido que más te guste, hoy


o el día de fiesta inmediato, por mortificar tu
vanidad.

Día 8. Si te molesta el frío o el calor, súfrelo callando


por el Niño Jesús, y di: Todo por Jesús.
26
Día 9. Ayuna, o abstente de comer fuera de las horas,
para calmar el hambre del Niño Jesús.

Día 10. Si estás reñida con alguna niña o niño,


salúdale hoy y vuelve las paces con él, y si no, ruega
por los que te quieren mal o están enemistados.

Día 11. Di muchas veces: Jesús mío, hazme santa y


dame el cielo.

Día 12. Lo que hoy has de merendar, dalo a los


pobres por el amor del Niño Jesús. –Cada semana
procura ahorrar, con el permiso de tus padres, algún
dinerillo, para gastarlo al fin del año en una obra
santa en obsequio del Niño Jesús.

Día 13. Por el amor del Niño Jesús, apártate de tus


compañeros, y vive retirada en tu casa pensando
cuánto te ama el Niño Jesús.

Día 14. Enseña la doctrina cristiana a tus hermanitos


y amigas, o llévales al templo para que la aprendan.

Día 15. Haz hoy el cuarto de hora de oración delante


de Jesús Sacramentado, con los ojitos bajos o
cerrados, y repite muchas veces: Jesús mío,
misericordia; Jesús mío, misericordia por los
pobrecitos pecadores.

Día 16. No seas curiosa en preguntar cosas que no te


27
importan. Calla y obedece. Día 17. No desees ver ni
ser vista.

Día 18. No murmures de ninguna de tus amigas.

Día 19. Prívate hoy por amor del Niño Jesús de ir a


paseo con tus compañeras. Día 20. Cuando tengas
sed no bebas al momento.

Día 21. Abstente del juego con tus amigas por amor
del Niño Jesús.

Día 22. Haz una cruz en tierra con la lengua, por las
veces que has murmurado, y di: Viva Jesús, muera el
pecado.

Día 23. Hoy mirarás al cielo varias veces, y dirás:


Oh hermoso cielo, donde está mi amado Niño
Jesús, ¿cuándo te poseeré?

Día 24. Al acostarte, represéntate al Niño Jesús,


recostado en el pesebre sobre pajas, y di: ¡Ay Jesús
mío! ¡Cuán diferente es mi lecho del tuyo!

Día 25. Al divisar una iglesia exclama: Os amo Jesús


mío, con todo mi corazón, y deseo mucho recibiros:
venid a mi corazón; vuestro soy; yo os abrazo; no os
ausentéis de mí.

Día 26. Al oír una blasfemia exclama: Bendito y


alabado sea mil veces mi querido Niño Jesús. Viva
28
Jesús, muera el pecado.

Día 27. Lleva a confesar a una niña que hace tiempo


que no se confesó.

Día 28. No estés hoy ni un momento ociosa,


ofreciendo tus obras al Niño Jesús. Todo por Jesús.

Día 29. Besa tres veces la tierra, diciendo en cada


una: Viva Jesús mi amor, y María mi esperanza, y
José mi protector.

Día 30. Renueva tu propósito de ser de Jesús,


ofreciéndole todo cuanto tienes y vales, repitiendo
muchas veces: Viva Jesús; yo soy toda de Jesús.

Día último. Repite muchas veces: Jesús mío,


misericordia por todos los pecadores. Os amo, Jesús
mío, por todos los que no os aman. Os adoro y
glorifico por todos los que os agravian.

29
Regalitos del Niño Jesús
a las almas que le acarician

1. Mucha paz y tranquilidad interior de conciencia.


2. Menosprecio de las vanidades y miserias del
mundo.
3. Celo por la salvación de las almas.
4. Esperanza grande del cielo.
5. Simpatía santa hacia el divino Niño Jesús, y
deseo grande de que sea conocido y amado de
todos los corazones.
6. Dolor en la confesión y odio grande al pecado.
7. Facilidad en obedecer prontamente a los padres
y superiores.
8. Fervor y constancia en la oración.
9. Amabilidad para tratar a tus hermanitas y
amigas.
10. Paciencia en las enfermedades y trabajos.
11. Celo por la Iglesia de Jesucristo.
12. Corazón de madre para todos los demás.
13. Corazón de juez para contigo misma.
14. Afecto filial a María Santísima.
15. Tierna devoción al señor san José.
16. Esperanza en la divina misericordia
17. Gozo espiritual en las obras de piedad.
18. Largueza en socorrer a los pobres.
19. Un corazón manso y humilde.
20. Firmeza incontrastable en las creencias de la
Iglesia.
21. Modestia en el hablar y obrar.
30
22. Pureza en los pensamientos, palabras y obras.
23. Alma grande y corazón generoso para con Dios
y escaso para las cosas del mundo.
24. Firme resolución de morir mil muertes antes que
ofender a Dios.
25. Facilidad en todas tus labores.
26. Ansias vivas por calmar todos los
padecimientos del divino Niño Jesús, y reparar
las injurias y desamor de los hombres.
27. Pureza y rectitud de intención en todas las cosas.
28. Gran deseo de recibirle en la Comunión.
29. Amor y adhesión inquebrantable al Sumo
Pontífice, vicario de Jesucristo.
30. Cruces de trabajos, enfermedades,
contradicciones, calumnias, pobreza,
murmuraciones y muerte, con amor, resignación y
paciencia.
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda;
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta;
Solo Dios basta.

31
Meditaciones

32
Oración preparatoria
para antes de la meditación.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en
quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo
mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser
bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora
de oración para que me deis gracia eficaz para
conocerme y conoceros, amaros siempre más que
todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh
Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a
conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa
Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos
y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme
de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús
ahora y siempre. Amén.

Composición de lugar.
Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús
bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas,
que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús!
Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada,
postrada a sus pies, convertida y desengañada, y
que le pides que te marque por suya y grabe en tu
exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús
mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.

Oración final para todos los días.


Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el
conocimiento y amor de Vos que me habéis
comunicado en este cuarto de hora de oración, y por
33
los santos propósitos que me habéis inspirado para
conoceros y amaros y haceros conocer y amar de
otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra
mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María,
por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir
siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy
toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la
eternidad. Amén.

34
PRIMERA SEMANA

Meditación I (para el domingo)


Viva Jesús o viva el demonio

Punto primero. Párate bien, hija o hijo mío, en esta


meditación, porque es el funda- mento de todas las
que voy a darte. Por ella conocerás quién es de
Jesús, y por lo mismo a quién debes creer e imitar; y
quién es de Satanás, y por consiguiente de quién
debes huir.
Todos al llegar al uso de razón gritamos con
nuestras palabras u obras: Viva Jesús, o viva Lucifer.
Todo corazón que ama tiene grabado en su interior:
Viva Jesús, o viva el Negrillo, porque todos sirven a
uno de estos dos señores que se disputan el
mundo.
¿Quieres conocer, hija o hijo mío, quiénes son los
que gritan: Viva Jesús? Observa sus palabras. De la
abundancia del corazón habla la boca... ¿Son
palabras honestas, de concordia y de paz?...
¿Provocan a alabar a Dios, a amarle?... ¿Son de
respeto y alabanza por la Iglesia católica romana,
por el papa, por los sacerdotes?... ¿Despiertan
reverencia por las cosas santas y ceremonias
sagradas y prácticas de piedad aprobadas por la
Iglesia?... Y sobre todo ¿son palabras animosas para
el bien, que muestran susceptibilidad delicada por
Jesús, por sus intereses, que mueven los corazones a
seguir de cerca a Jesús por la oración y buenas
35
obras?... Pues cree que este corazón es de Jesús:
tiene grabado en su interior: Viva Jesús. Y si aún
esto no te satisface, hija o hijo mío, examina las
obras. Por los frutos se conoce el árbol. ¿Toma con
empeño esa persona el glorificar a Dios, haciendo
conocer y amar a Jesucristo en todo lo que hace?...
¿Sufre trabajos y contradicciones con paz?, ¿calla
cuando es menospreciada o calumniada por Dios?
Pues esta es la piedra de toque de los amigos de
Jesús, la prueba más fina del verdadero amor: sufrir
y callar por el Amado. ¡Oh hija o hijo mío! ¡Cuán
pocos corazones hay en los que se pueda leer hoy
día, con claridad que sobresalga, la expresión
divina: ¡Viva Jesús! Sea a lo menos el tuyo uno de
estos para consuelo y gloria del buen Jesús.

Punto segundo. Mas cuántos corazones por desdicha


nuestra tienen borrada o mal grabada esta santa
inscripción, y en su lugar se lee: ¡Viva el demonio!
¿No los conoces? Pues son todos los que con sus
palabras o sus obras acreditan que no creen todo lo
que cree la Iglesia santa…, los que desprecian al
papa o hablan mal de los sacerdotes, de Dios y de
sus santos y cosas buenas…, los que estorban la
propagación del amor de Jesús con sus
escándalos…, los que disuaden el cuarto de hora
de oración mental o meditación…,los que
blasfeman, los que profanan los días festivos..., los
orgullosos, desobedientes, iracundos,
deshonestos…
Los avaros que codician las cosas de este mundo, y
36
son perezosos por las del cielo; los que cuidan con
exceso su cuerpo y descuidan el alma…, los
enemigos de la cruz de Cristo. Todos en fin los que
aman la vanidad y van en pos de la mentira. Estos
tales ¡cuántos son, hija o hijo mío! ¡Casi toda la
multitud sigue a Satanás!... ¿No podrías tú, hija o hijo
mío con tus oraciones, palabras y buen ejemplo
borrar tan fea inscripción de algunos corazones que
tú conoces?... A lo menos del tuyo… ¿No es verdad,
hija o hijo mío?

Punto tercero. ¿A qué clase perteneces tú, hija o hijo


mío? Examina tu corazón con sinceridad. ¿Qué
pasión, qué afecto, qué amor le domina?... ¿En qué
piensas más a menudo y con mayor gusto?...
Examina tu exterior. ¿Cuál es tu modo de vestir, de
hablar, de andar?... ¿Hay algo que desdiga en ti de la
modestia cristiana de una hija de María y Teresa de
Jesús?... Si así es, por más que te repugne, dices con
tus obras: Viva el Negrillo, ¡viva el demonio! –Al
contrario, ¿eres humilde, modesta, hacendosa, dada
a la oración?... ¿Obedeces sin replicar a tus padres y
superiores?... ¿Tienes celo por los intereses de Jesús,
por salvar almas?... ¿A cuántos corazones has dado a
conocer y has hecho amar a Jesús de Teresa y a
Teresa de Jesús?... Si así es, alégrate y anímate: tienes
en tu corazón la marca de Jesús, eres de Jesús.
¡Oh mi adorado Niño Jesús, imán de las almas, Dios
de mi corazón! Tú solo has de reinar en mí. Quiero
ser toda de Jesús. Viva Jesús, clamaré siempre con
mis recuerdos, mis pensamientos, afectos y obras.
37
Viva Jesús, muera el pecado en mí y en todas las
almas. Amén.

Fruto. Examinaré mi corazón y mi porte exterior,


para corregir hoy mismo lo que desagrade a Jesús. –
Atraeré otros corazones al amor de Jesús sin
descansar, hasta que en mí y en todas mis
hermanitas todo clame Viva Jesús.
Padre nuestro y la oración final.

38
Meditación II (para el lunes)
Jesús Hijo de Dios e Hijo de María

Punto primero. Tu primera meditación, hija o hijo


mío, sobre la vida de Jesús, debe ser acerca de su
divinidad. Aviva la fe al meditar en Jesús, y cree
que Jesucristo es Dios y hombre verdadero. Que en
cuanto Dios es la segunda persona de la Santísima
Trinidad, el Hijo, el Verbo del eterno Padre, Dios de
Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
igual al Padre en poder, sabiduría, bondad y demás
atributos… Él es el que crió los cielos, la tierra y
cuanto hay en ella, y conserva y gobierna todas las
criaturas… Que en un instante, con una palabra, con
un simple deseo de su voluntad soberana, así como
crió el mundo, puede aniquilarlo, o criar millones
más perfectos y hermosos… Este Jesús en cuanto
Dios todo lo ve, todo lo sabe, en todo lugar está
presente, todo lo ha de juzgar, y premiar o castigar
eternamente… Esta fe has de tener, hija o hijo mío, y
has de procurar avivar cuantas veces meditares
sobre la adorable persona de Jesucristo… De este
modo tu corazón le amará con más fuerza, le
tratarás con mayor reverencia, le servirás con mayor
fidelidad y cariño. ¡Oh hija mía! Jesucristo es Dios
verdadero. Ámale, adórale, sírvele con todo fervor y
con todo tu corazón.

Punto segundo. Jesucristo en cuanto hombre es Hijo


de María siempre Virgen Inmaculada, concebido
por obra del Espíritu Santo, y que vivió nueve
39
meses encerrado en el seno virginal de María…
Nació en Belén en un establo, fue adorado de los
pastores y reyes Magos…, circuncidado…,
perseguido por Herodes…, fugitivo y desterrado a
Egipto…, obediente a sus padres…, trabajando en el
oficio humilde de carpintero en Nazaret, hasta los
treinta años, para después pasar por el mundo
haciendo bien a todos…, padeciendo y muriendo
por fin en una cruz… ¡Y todo esto por amor a los
hombres! Y ¡pobre Jesucristo!, ¡pobre Jesucristo! a
pesar de amarnos tanto, más que ninguno de este
mundo, no es amado, aun por los que se llaman
cristianos; es despreciado…, blasfemado… ¡Qué
ingratitud! No lo hagas tú así, hija o hijo mío. Ya que
Jesús cuando vivía en el mundo manifestó especial
cariño a los niños y pecadores, agradándose de
verse de ellos rodeado, y abrazándolos y
bendiciéndolos muchas veces, corresponde a este
amor, y suple con tu ardoroso afecto la frialdad o
ingratitud de los cristianos.

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, creo


que sois Hijo de Dios vivo y de María Inmaculada:
mi redentor, mi salvador, y por profesar esta fe
estoy dispuesta a dar mi sangre. Os amo y os adoro
por todos los que no os aman ni os adoran.
Aumentad mi fe, esperanza y amor hacia Vos.
Amén.

Fruto. Repetiré muchas veces con gran fe, confianza


y amor: Cristo Jesús, Hijo de Dios vivo, ten piedad
40
de mí y de los pobres pecadores. Viva Jesús en todos
los corazones. Amén.

Padre nuestro y la oración final.

41
Meditación III (para el martes)

Jesús es digno de todo nuestro amor.

Punto primero. No puedes vivir sin amar, hija o hijo


mío. Así como es natural al fuego el calentar, así al
corazón el amar. Además es tu corazón de condición
tan noble, que no puede amar sino lo bueno y
hermoso… ¡Mas ¡ay! que por falta de reflexión amas
cosas que solo en la apariencia son buenas…! Y eso
te perderá. No tienes cosa más preciosa que el
amor… Ama, pues, hija o hijo mío, pero cuidado con
lo que ames. Yo quiero mostrarte un objeto digno de
todo tu amor, y este es Jesús, Hijo de Dios e hijo de
María. Como Hijo de Dios tiene todas las
perfecciones infinitas. Es infinitamente bueno…,
hermoso…, justo…, compasivo; en una palabra, hay
en Él todos los tesoros de la sabiduría y riqueza del
Padre. ¿No le amarás, pues, con todo tu amor?... El
Padre eterno tiene todas sus complacencias en su
Hijo Jesús; ¿será más exigente tu corazón?, ¿no se
contentará con lo que se contenta Dios? Ama, pues,
a Jesús con todo tu corazón.

Punto segundo. Mas como sabe el Señor, Dios de tu


corazón, que te roban el amor las cosas sensibles,
quiso también revertirse de nuestra naturaleza y
presentarse a tus ojos como un objeto digno de todo
tu amor. Él es Jesús, el más hermoso y agraciado de
todos los hijos de los hombres. Sus ojos piadosos y
42
hermosos con su mirada robaban los más distraídos
corazones. Su voz dulcísima conmovía y alegraba a
las almas…; su trato delicadísimo, su Corazón
compasivo cautivaba a los pecadores…, y en su
rostro divino y en toda su persona bullía el fuego
del divino amor que enardecía las voluntades y
arrastraba en pos de sí todo el pueblo, forzándose a
exclamar: Jesús todo lo ha hecho bien. ¿No amarás a
tan bondadoso Señor? ¿Para todos tendrás amor
menos para Jesús? No es posible. Es el que más
merece tu amor.
Punto tercero. Además, solo Jesús es en verdad todo
tuyo. No hallarás un solo latido de su Corazón, ni
una sola potencia de su alma, ni un sentido de su
cuerpo que no haya trabajado y padecido para
probarte su amor. Naciendo se te dio por
compañero, en el Sacramento del altar se te da por
alimento, muriendo fue tu precio y rescate, y en el
cielo será tu premio. Y para que no le pudieses
negar tu amor por ningún pretexto, se presenta, ya
bajo la forma agraciada de niño inocente, ya de
adolescente o joven gallardo. Como le deseas le
hallarás. Todo amable siempre, todo deseable. Si
hallas en este mundo, hija o hijo mío, persona más
amable y más bienhechora para ti que Jesús, ya te
doy permiso para que le ames más que a Él… Mas,
¡ay! no le hallarás, no te canses, no; no es posible.
Por esto la caridad de Jesús nos estrecha, nos
fuerza, nos oprime. ¿Quién dejará de amar a tan
amante Señor?... Nadie que tenga un poco de juicio
y de buen gusto… Solo los que desean ser infelices
43
en el tiempo y por toda la eternidad dejan de
amarle… ¡Oh hija o hijo mío!, ama a Jesús, vive por
Jesús, trabaja por Jesús y tu corazón tendrá
contentamiento y hartura, felicidad y paz. Donde
reina el amor de Jesús, allí está el cielo; donde no
reina, no hay más que muerte o infierno. ¡Oh mi
amado Jesús! Vos solo seréis en adelante el objeto
de mi amor. Solo amaré a las criaturas en Jesús y
por Jesús, y en cuanto me inflamen más en su amor.
Quiero ser toda de Jesús, el más amable de los
amantes, el Dios de mi corazón ahora y siempre.
Amén.

Fruto. Cuando se me presente algún objeto que


solicite mi amor, exclamaré siempre: Soy de Jesús,
todo por Jesús. Os amo, Jesús mío, sobre todas las
cosas; aumentad mi amor hacia Vos. Viva Jesús, mi
amor.

Padre nuestro y oración final.

44
Meditación IV (para el miércoles)
Jesús en el seno de María

Punto primero. Jesús mientras estuvo en el seno de


María por espacio de nueve meses, mucho había de
sufrir… Estrechado en tan angosta y oscura cárcel,
Jesús no era como los otros niños, porque Él tenía
perfecto uso de razón y conocía su estado de
humillación. ¿Qué sentirías tú, hija o hijo mío, si
ahora que tienes conocimiento, por espacio de
nueve meses hubieses de estar encerrado en cárcel
tan estrecha, sin ver, ni oír, ni moverte? Pues Jesús
tenía ojos y no veía, manos y no podía moverlas,
pies y no podía andar…, y todo esto lo sufría
voluntariamente… por tu amor… ¿Has agradecido
a Jesús esta fineza?... ¿Has meditado lo que te
enseña Jesús con este ejemplo raro de virtud?...
Pues te enseña a cumplir la voluntad de Dios,
cueste lo que cueste; a ser fiel a Dios en todas las
cosas por desabridas que sean a tu amor propio.
Imítale.

Punto segundo. Pregunta a Jesús, hija o hijo mío,


¿qué os ha obligado a encerraros vivo en ese
sepulcro del seno purísimo de María? Y te dirá que
es para encadenar tu libre albedrío a su servicio y
amor… Jesús te ha dado pies y manos, cuerpo y
alma, potencias y sentidos; pero exige de ti que
estén atados a su ley santa, y de ellos no hagas uso
sino para darle gusto… ¡Oh hija o hijo mío!, ¡tan
amante que eres de tus caprichos, de hacer siempre
45
tu voluntad, de salir siempre con la tuya a pesar de
la ley de Jesús y de lo que mandan tus padres y
superiores! ¡Cómo debes confundirte con el ejemplo
de Jesús!... Podía romper aquella prisión, o
anticipar el tiempo de su salida, porque era Dios
que todo lo puede, mas no quiso, para darte
ejemplo y aparecer a tus ojos como un hombre sin
ayuda, libre entre los muertos. Exclama, pues,
conmigo:
¡Oh libre albedrío, tan esclavo de tu libertad, si no
vives enclavado con el temor y amor de quien te
crió! ¡Oh cuándo será aquel dichoso día que te has
de ver ahogado en aquel mar infinito de la suma
Verdad, donde ya no serás libre para pecar, ni lo
querrás ser, porque estarás seguro de toda miseria,
naturalizado con la vida de tu Dios! Entonces, alma
mía, entrarás en tu descanso cuando te entrañares
en este sumo Bien, y entendieres lo que entiende, y
amares lo que ama, y gozares lo que goza… No me
desampares, Jesús mío, átame en tu seno amoroso
con fuertes grillos y cadenas de tus beneficios,
porque deseo verme hecho prisionero de tu amor, e
inhabilitado para soltarme. En ti espero ser libre;
¿pues cómo puede ser libre el que del sumo Bien
estuviere ajeno? ¿Qué mayor ni más miserable
cautiverio, que estar el alma suelta de la mano de
su Criador? Muera ya este yo, y viva en mí otro que
es más que yo, y para mí mejor que yo, para que yo
le pueda servir: Jesús viva y me dé vida; Jesús reine
y sea yo cautiva, que no quiere mi alma otra
libertad. Sírvate yo siempre, Jesús mío, y haz de mí
46
lo que quisieres. Amén.

Fruto. Mortificaré mis sentidos y los afectos de mi


corazón, no consintiéndoles cosa alguna que no sea
conforme a la ley de Dios. Obedeceré siempre y en
todas las cosas a mis superiores, no siendo ofensa
de Dios, por más que me repugne, por amor a
Jesús. Todo por Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

47
Meditación V (para el jueves)
Latidos del Corazón de Jesús en el seno de María.

Punto primero. Debes estar muy atenta en esta


meditación, hija o hijo mío, si quieres sacar gran
provecho. Cierra los ojos y oídos del cuerpo, y con
los del alma oye los suspiros de tu Dios. El divino
Verbo, al encarnarse en el seno de María, se ofreció
al eterno Padre por la salud de los hombres. Aplica,
hija o hijo mío, el oído de tu alma, y oirás cómo este
tierno corazón suspira por ti, ora al eterno Padre
por ti, le presenta sus sufrimientos para que te sean
fructuosos. “Padre mío, le dice, todas las víctimas
ofrecidas a Vos hasta aquí, no han bastado ni
podían bastar a satisfacer vuestra justicia; me
habéis dado un cuerpo pasible, para que con la
efusión de mi sangre os aplaque y salve al mundo;
heme, pues, aquí pronto a hacer vuestra voluntad”.
Desde este momento Jesús clamaba: “Mi ignominia
está siempre delante de mí: seré saturado de
oprobios. Debo ser bautizado con bautismo de
sangre, y ¡ay!, ¡cuánto se angustia mi corazón hasta
que llegue este día!” Amaba el Corazón de Jesús
esta oblación y este sacrificio; pero ¡cuánto no había
de sufrir su Corazón al aceptarlo! Esto hace Jesús
por ti; y tú ¿qué has hecho por Él? “Os amo, os
adoro, me ofrezco por la salud de los hombres.
Padre mío: os amo, me inmolo y sufro por vosotros,
oh hombres, hermanos míos”. He ahí los dos
movimientos del Corazón de Jesús, los dos latidos y
aspiraciones continuas de su amor.
48
Punto segundo. Aplica ahora, hija o hijo mío, la
atención seriamente a tu corazón, y observa cuáles
son los latidos que da, por quién y por qué suspira
y vive... Quizá no habrás jamás hecho este examen,
el más necesario para ordenar tu vida y asegurar tu
salvación eterna...Tal serás cuales son las cosas que
amas... ¿Qué amas, hija o hijo mío? Atiende por lo
que suspiras, qué deseas, en qué piensas más a
menudo... El amor es como esas fuentecitas que
manan al lado de un arroyuelo, que de continuo
bullen y elevan la arena que les impide subirse a lo
alto; o como el fuego que nunca está quieto, y sube
y consume lo mismo que le alimenta. Si amas la
virtud, las cosas celestiales, al buen Jesús, por ello
latirá tu corazón y se moverá y suspirará... Mas si
amas el pecado..., las cosas del mundo..., la
vanidad, por estas cosas suspirarás, en esto
pensarás... ¿Qué dices, hija o hijo mío? ¿Está frío,
helado tu corazón por Jesús y por sus divinos
intereses? ¿O se halla apasionado, ardoroso por la
vanidad? Examínalo y propón la eficaz enmienda,
caso que no suspire y no ame todas las cosas en
Jesús, con Jesús, por Jesús y para Jesús.

Fruto. Cada día por la mañana haré examen de


previsión para dominar los afectos de mi corazón, a
fin de que no busque, ni desee, ni ame en todas las
cosas más que a Jesús y por Jesús. ¡Viva Jesús!

Padre nuestro y la oración final.


49
Meditación VI (para el viernes)
La divina carcelera

Punto primero. Nueve meses estuvo Jesús encerrado


en seno de María, como hombre sin socorro, libre
entre los muertos... ¡Cuán enamorado está Dios de
la vida oculta!
¿Qué hace Jesús? ¿Qué hace María? Jesús se oculta
para darnos ejemplo de humildad, de amor, de
sufrimiento... María adora, ama y alaba a su Dios en
sus entrañas. María consideraba su seno como el
templo donde habitaba la plenitud de la divinidad
corporalmente, como la custodia donde descansaba
su Hijo amado que era Dios... Las pajas, el pesebre,
el corazón de los hombres ingratos eran lugares
demasiado indignos y mal amueblados para ofrecer
habitación apacible al que venía a buscar sus
delicias entre los hombres. María le hacía más
llevaderas al buen Jesús las incomodidades que
ofrecía aquella voluntaria prisión de amor con sus
actos de amor y adoración… Éranle música
suavísima los cantares y atenciones que le ofrecía
esta divina carcelera, cuando los hombres, por cuyo
amor padecía Jesús en tan estrecho cautiverio no le
conocían, ni le agradecían tal fineza. Solo María
amaba y correspondía agradecida a Jesús… Su alma
y su corazón y todo su cuerpo dieron saltos de
júbilo en su Dios vivo, escondido en su seno…
Respiraba solo por Jesús…, vivía solo por Jesús…,
hablaba solo con Jesús y por Jesús; esparcía con su
andar, su mirar, su vestir, en toda su persona, el
50
buen olor de Jesús. María vestía a Jesús, le cubría
en su seno y Jesús vestía a María con su gracia.
¡Oh qué dicha! ¡Oh qué felicidad! “Mi Amado para
mí, y yo toda para mi Amado”, exclamaba María…
¿Cuándo lo dirás tú, hija o hijo mío, con toda
verdad?

Punto segundo. También tú, hija mía, eres carcelera


del Hijo de Dios, tienes muchas veces prisionero de
amor en tu seno al Hijo de María… ¿Cuándo…? –
Cuantas veces comulgas… Si no nueve meses
continuos, muchos instantes está corporalmente
presente en tu corazón el buen Jesús, buscando
hallar sus delicias y su lecho de descanso en tu
alma… ¿Quieres hacer la cama de rosas a tu amado
Jesús?... Disponte con gran aparejo para recibirle, y
mientras está en tu pecho adórale, ámale, bendícele
y dale gracias por su dignación… Tú también, hija o
hijo mío, puedes exclamar como María: He ahí que
aquel a quien no pueden abarcar los cielos, se ha
hecho mi cautivo y prisionero de amor… ¡Feliz tú,
hija o hijo mío, si sabes aprovechar momentos tan
preciosos! Siendo Jesús tu prisionero, está a ti
sujeto, y nada podrá negarte tan magnífico Rey y
Señor. Adora pues, hija o hijo mío, ama y bendice a
este soberano huésped… Dale gracias…, pídele
mercedes… Ha venido a tu corazón para descansar
en él, para hacerte santa y darte el cielo… No seas
encogida; pídele mucho… Ámale por todos los que
no le aman, adórale por todos los que le insultan, y
aprovéchate de tan preciosos momentos en que eres
51
carcelera también de un Dios de amor. No le sueltes
sin que te bendiga y te inflame en su amor.

Fruto. Comulgaré a menudo, cada ocho o quince


días, si se me permite, y me prepararé con
repetidos actos de amor; y después de tener a Jesús
en mi pecho, cerrados los ojos del cuerpo, le
adoraré y daré gracias, y pediré mercedes durante
un cuarto de hora por lo menos. Viva Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

52
Meditación VII (para el sábado)
Nacimiento del Niño Jesús.

Punto primero. Después de un largo y penoso viaje


con fríos, lluvias y vientos llegaron María y José a
Belén; mas no encontraron lugar en el mesón, y
tuvieron que refugiarse en una cueva. ¡Cuánto no
sufrirían María y José al ver este desvío de los
hombres! Al punto de media noche la Virgen María,
sin detrimento de su virginal entereza, dio a luz a
su hijito Jesús… Envolviole en pobres pañales, y
reclinole sobre pajas en el pesebre… Allí descansa
el Hijo de Dios… El Deseado de las naciones… El
deseo de los collados eternos… El Salvador del
mundo nace pobre… en un establo… sin ser
conocido del mismo mundo a quien Él venía a
salvar… ¡Oh hija o hijo mío! ¿No te pasma tanta
ingratitud de parte de los hombres? ¿No te
maravilla tanta pobreza y sufrimiento de parte de
Dios?... ¡Qué tiene que ver Dios con un establo! El
que está sentado sobre un trono de gloria en el
cielo, servido de miles de ángeles, está reclinado en
un pesebre… sobre pajas… rodeado del buey y del
jumento… ¡Oh hija mía o hijo mío! ofrécele tu
corazón para que descanse en él…, y suple el
desvío de los hombres haciendo muchos actos de
amor.

Punto segundo. La noche era una de las más crudas


del invierno, y Jesús tiene frío... tiene frío el que da
vida y calor a los ángeles y hombres... Pero otro frío
53
le atormenta más en tal estado de sufrimiento, y es
el no ver a su alrededor un solo corazón que le ame,
excepto María y José... Y eso que ha venido del cielo
a un pesebre por amor al hombre, y para hacerse
amar... ¡Qué monstruosa ingratitud! Bien puedes
exclamar, hija o hijo mío, con mi devoto san
Ligorio: ¡Oh Dios de amor! ¡Siendo Jesús solamente
amable, y habiendo dado tantas muestras de amor a
nosotros, es Él solo desgraciado que no puede verse
amado de nosotros, como si no fuese bastante digno
de nuestro amor! Exclama también conmigo a vista
de este abandono en que se ve el buen Jesús:
¡El Amor no es amado... El Amor no es amado... El Amor
no es amado! ¡Jesús de mi alma! ¡Dios de mi corazón!
si hasta aquí se ha dicho con verdad que no sois
amado, no se dirá en adelante, porque yo quiero
amaros, yo os amo, y siempre os amaré con vuestra
gracia... ¡Quién me diese, Jesús, amor mío, ser
dueño de todos los corazones para ofrecértelos
inflamados en tu amor! Quiero trabajar en
despertar corazones para que te amen... Ayúdame,
inflama mi corazón en tu amor, y donde yo viva no
se dirá más que el Amor no es amado, porque a lo
menos mi corazón amará al Amor de los corazones,
Cristo Jesús... ¡María Inmaculada, padre mío san
José, santa Teresa de Jesús! ayúdame a amar a
Jesús, y no sosiegue hasta llegar a amarle como le
amasteis, y vea escrito en todos los corazones, a lo
menos de mis amiguitas: Viva Jesús, mi amor.
Fruto. Repetiré muchísimas veces consolando a
Jesús en este día: Viva Jesús mi amor. Os amo por
54
todos los que no os aman, Jesús mío de mi corazón.
Moveré hoy algún corazón a repetir muchas veces:
Viva Jesús, mi amor.

Padre nuestro y la oración final.

55
SEGUNDA SEMANA

Meditación VIII (para el domingo)


María y José en la cueva de Belén

Punto primero. ¡Cuán bueno es el Señor Dios, hija o


hijo mío, cuán bueno es! Preveía el Padre eterno que
la mayor parte de los cristianos no sabrían tratar
con delicada manera a su unigénito Hijo que
enviaba al mundo para ser su Salvador, y para su
instrucción hizo que los primeros adoradores de su
Hijo fuesen María y José. María, Madre de Jesús, te
enseña cómo debes regalar al Niño Jesús y
acarciarle. Contempla con qué cuidado le envuelve
en pobres, pero limpios pañales, le toma en sus
brazos, le acaricia, le calienta y estrecha contra su
seno virginal, le alimenta y le rodea de atenciones y
solicitud maternal que le hacen más llevaderos sus
sufrimientos, su desamparo y pobreza y el desamor
de los hombres... Imita, hija o hijo mío, tan divino
modelo, y como María procura consolar al buen
Jesús, y suplir con tu amor subido y vigilante el
poco amor o desvío y desprecio de los hombres.
Acaricia y regala al tierno Infante con tus obras de
amor. Ama, ama con todo tu corazón a Jesús.

Punto segundo. San José te servirá también de


modelo para mostrarte cómo debes tratar y
conversar con Jesús. Mírale a este ayo de Jesús,
postrado alrededor de la cuna contemplando a su
hijito amado. Él vela mientras María, ocupada en
56
los quehaceres domésticos, debe separarse de su
lado. Considera cómo observa los menores
movimientos del tiernecito Infante, y si llora, le
mece y le consuela, y le prodiga cuantos cuidados
exquisitos puede inspirar el amor más cariñoso.
Pondera cómo le adora y le besa con la más
profunda humildad sus piececitos, y le toma en sus
brazos para acallarle y pasearle, y con qué efusión
le besa su frente divina, y su alma santa y pura se
identifica con la de su Niño Jesús, con el que
llenaba el oficio de padre. ¡Oh santo mío muy
amado, padre y señor mío san José! Yo quiero
amaros mucho y seros muy devota para que me
enseñéis a tratar en la oración a mi Jesús como Él se
merece o mi rusticidad puede hacer. Suplid con
vuestro amor mis frías caricias y mis poco regaladas
y delicadas atenciones. Excusadme con sus padres,
el Padre eterno y María Inmaculada, para que no
castiguen mi ignorancia y falta de delicadeza. ¡Oh
María, oh José! enseñadme a conversar dignamente
con Jesús en la oración; ¡soy tan ruda en la escucha
del divino amor! Apiadaos de mí, y dadme a Jesús,
pues por vuestro medio yo le doy mi corazón, mi
alma y cuanto soy.

Fruto. Repetiré muchas veces al día: Jesús, José y


María, os doy el corazón y el alma mía: Jesús, José y
María, asistidme en vida y en mi agonía.

Padre nuestro y la oración final.

57
Meditación IX (para el lunes)
Los pastores y los niños de Belén

Punto primero. Después de nacido el divino Jesús un


ángel habló a los pastores diciéndoles: “Os anuncio
un gran gozo, y es que os ha nacido hoy el Salvador
en Belén, y os doy por señal que hallaréis al Infante
envuelto en pañales y reclinado en un pesebre”. Y
dicho esto, con otra multitud de ángeles cantaron:
“¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los
hombres de buena voluntad!” Al oír esta gozosa
nueva los pastores se decían unos a otros: “Pasemos
a Belén y veamos la palabra que se nos ha dicho”. Y
vinieron deprisa y hallaron al Niño Jesús, como se
les había anunciado. Exclama también tú, hija mía o
hijo mío, haciendo coro con los sencillos pastores:
Vamos, alma mía a Belén, a contemplar lo que se nos
ha dicho… Vamos a Belén, ojos míos, a mirar al
agraciado Niño Jesús… Vamos a Belén, oídos míos,
a oír las lecciones de virtud que nos da… Vamos a
Belén lengua mía, a adorar y besar los piececitos del
tierno Infante… Vamos, sentidos míos, a gustar sus
dulzuras, a abrazarle y regalarle… Pero sobre todo
tú, corazón mío, marcha a Belén y no te muevas ya
más del lado del Niño Dios hasta que te haga
semejante al suyo, abrasado en divino amor.

Punto segundo. Con los pastores fueron también sus


hijitos y las zagalas a admirar tan singular prodigio.
Si no te gusta ir con los pastores, forma coro con las
graciosas zagalas… ¡Qué alegres andan en busca de
58
Jesús! Escucha la conversación que llevan por el
camino sobre quién será este Niño… ¡Cómo se
desafían para llegar la primera… corren, vuelan por
adorar a Jesús! ¡Ah hija o hijo mío, cómo condenan
tu pereza, tu falta de amor a Jesús por visitarle en el
templo!

Punto tercero. Observa que estas intrépidas zagalas y


los hijitos de los pastores (como todos los niños)
quieren ser los primeros, y pasan delante de todos
para formar en primera fila, y contemplar más de
cerca al divino Jesús... No seas encogida, hija o hijo
mío, y no seas alma arrinconada: imita a estas
animosas zagalas, y pasa delante de todos para
mejor contemplar a Jesús, y para que su mirada y
sus caricias primero lleguen a ti que a todos los
demás. Dile al tierno Infante recostado en tu
corazón: ¡Oh mi divino Jesús! si me mirases, o a lo
menos sonrieses y mostrases agrado por mis
caricias, como lo hiciste con las zagalas y niños de
los pastores de Belén! ¡Cuán presto se derretiría mi
duro corazón en tu amor! ¡Cómo, a semejanza de
estas afortunadas jóvenes y niños, contaría a otros
tus gracias, lo que de ti he visto y oído, y los atraería
a ti, hasta hacerlos arrodillar a los pies de tu cuna
para adorarte! ¿Qué perderías en ello, Jesús mío de
mi alma? ¿No ganarán mucho tus intereses si a mí,
que quiero ser tu más valiente zagala y añagaza,
como mi Madre Teresa, me comunicaras una
centellica de tu amor, que arda y bulla de continuo
en mi pecho, y me desasosiegue y me consuma y me
59
desviva por hacerte conocer y amar?... ¡Con gusto y
acierto trabajaría por rodear tu cuna de corazones
jóvenes como el mío, para que te calentasen y te
hiciesen más llevaderas las horas de soledad, el
abandono en que te dejan los hombres! No me
levantaré de vuestros pies, oh María Inmaculada y
san José, hasta que me alcancéis este favor: ¿Por
ventura no lo deseáis vosotros más que yo misma?...
Ayudadme, pues, haciéndome toda de Jesús. ¡Oh
divino Niño Jesús! Robador de corazones, ¿por qué
no robáis el mío, el cual, enseñado el modo con que
me lo robas, yo robaré miles de miles, todos para ti,
pues ya son tuyos? A lo menos no te falte jamás el
mío. Amén.

Fruto. Postrada a los pies del divino Infante, repite


muchas veces: Jesús mío, haz mi corazón como el
tuyo para cazar muchos corazones en las redes de tu
amor.

Padre nuestro y la oración final.

60
Meditación X (para el martes)
Sueño y ensueños del Niño Jesús.

Punto primero. Es el sueño imagen de la muerte, y


en los mortales una necesidad. Mas Cristo Jesús,
autor de la vida, Rey inmortal de los siglos, no
debía dormir, pero como hombre quiso cargar con
esta miseria. Mas ¡cuán diferente era su sueño del
de los otros niños! Estos, mientras duermen, no
tienen el uso libre de sus facultades; mas Jesús,
unida su alma a la persona del Verbo, conocía,
amaba, era bienaventurado. “Yo duermo, decía el
Niño Jesús mejor que la esposa santa; mas vela mi
corazón”. ¿Qué mucho, hija o hijo mío, que así
fuese, si yo tu Madre, pobre mujer y ruin, en los
últimos años de mi vida pude asegurar que aun
durmiendo mi alma estaba en oración amando y
contemplando a mi Dios?... Agradece, hija o hijo
mío, esta fineza, y vive tranquila, pues Jesús que
guarda tu alma, no dormirá ni dormitará nunca,
descuidando el socorro de tus necesidades. Y tú,
hija o hijo mío, ¿tienes regulado tu sueño? ¿Cuántas
horas de vida te roba el sueño? ¿Cuántas veces tu
ángel santo te ha reconvenido por hallarte
durmiendo las horas que debías dedicar a la
oración o a otras ocupaciones santas? Es una
miseria de la vida, de la que debes procurar librarte,
dándole lo necesario, que son seis o siete horas, al
sueño y menos si te es posible. No seas dormilona,
hija o hijo mío, y tendrás siempre tiempo de sobras
para orar y trabajar, y además vivirás más sana.
61
Sobre todo toma la costumbre santa de acostarte
tempranito y madrugar de mañana para hacer tu
cuarto de hora, oír la santa Misa y cumplir con tus
devociones. Así tu vida será ordenada, y ganarás
mucho para el cielo. ¡Fuera pereza! Viva Jesús.

Punto segundo. Jesús no solo dormía para dar


descanso a su cuerpo, sino que soñaba muchas
veces. ¿Qué soñaba Jesús? Es el sueño un espejo del
alma. Soñamos por lo común las cosas que amamos.
¿No has visto alguna vez la bellísima imagen del
Niño Jesús dormido sobre una cruz, y los ángeles
rodeando su cuna presentándole los trofeos de su
pasión y cómo alarga el Niño sus manecitas, y
sonríe a vista de estos dolorosos trofeos como se
alegran los otros niños cuando sueñan con sus
juguetes? Soñaba Jesús la cruz, los clavos, la corona
de espinas... la sangre derramada... todos los
beneficios que debía hacer a los hombres, y las
ingratitudes con que le habían de corresponder...
Soñaba en José y María, a quienes más amaba... y lo
que no habías tal vez jamás pensado, soñaba
también en ti, hija mía... Como te amaba y te ama
tanto el buen Jesús, más que ningún amante ama a
su amado, tenía fijos los ojos en ti y ofrecía al eterno
Padre este cuarto de hora de oración que haces
todos los días con las demás buenas obras;
presentaba tus súplicas; pedía perdón por tus
pecados, y para que tú y todos los hombres no
durmieseis jamás el sueño del pecado y de la
muerte. ¡Cuán feliz debes reputarte al reflexionar
62
que siendo vil y despreciable gusanillo, que apenas
nadie se acuerda y hace caso de ti en este mundo en
que vives, antes que existieses, el Hijo de Dios, el
Niño Jesús, pensaba en ti, te amaba, y pedía gracias
por ti! Agradece tanta fineza, y no pares en tu deseo
de ser toda de Jesús, hasta que enamorada de Jesús
no pienses, ni vivas, ni ames, ni sueñes más que con
Jesús, y puedas decir con verdad. Yo duermo y vela
mi corazón amando a Jesús.

Fruto. Todas las noches al acostarme pensaré en el


Niño Jesús dormido, y le pediré vele mi sueño y me
preserve de todo mal. Me acostaré con gran
modestia como si me mirase Jesús. Todo por Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

63
Meditación XI (para el miércoles)
Silencio del Niño Jesús

Punto primero. Es el silencio una virtud muy


necesaria a todos los cristianos, y mucho más a las
almas de oración. Sin el amor al silencio no oirás la
voz de Dios, que habla a las almas recogidas...
Jesucristo, maestro de todas las virtudes, debía
darte también ejemplo de la virtud del silencio...
Por ello el Verbo, Palabra del Padre eterno, se
presenta al mundo hablador, como mudo y sin
palabra, para que aprenda de Él y se confunda.
Jesús, que podía con una sola palabra confundir a
todos los sabios del mundo, calla... Escoge el nacer
fuera del bullicio de la ciudad, para indicarnos su
amor a la soledad y al silencio... María y José, los
pastores y los Magos, en silencio le adoran... No
habla Jesús, mas ¡cuántas cosas dice con su
silencio!... Hijo de Dios, vestido de carne rodeado
de pobreza, escoge, como maestro soberano, la
cueva de Belén para escuela, el pesebre para
cátedra, de donde te clama con sus obras que
desprecies la riqueza, ames la humillación, te
abraces con la cruz... ¿No oyes, hija o hijo mío, las
voces que te da tu Jesús desde el pesebre?... Todo
en Jesús te predica que desprecies lo que el mundo
adora, y ames lo que el mundo desprecia... Feliz tú
si en la soledad de la oración oyes su voz y la
sigues: serás siempre feliz.

Punto segundo. ¿Cómo imitas, hija o hijo mío, tan


64
divino ejemplo?... ¿Eres amante del silencio, o eres
habladora? El silencio es la patria de las almas
grandes... Si quieres ser animosa y capaz de
grandes empresas, no te derrames en
conversaciones frívolas. Habla poco, y pocas veces
tendrás de qué arrepentirte... Habla poco y obra
mucho..., predica más con tus obras y buen ejemplo
que con tus palabras... Así moverás los corazones al
amor de Jesús... ¿Eres habladora? Ni Dios ni los
hombres te confiarán sus secretos... Las mujeres,
hija mía, tenéis fama de locuaces. Nuestra primera
madre Eva se perdió por hablar demasiado… María
nos salvó hablando tan solo lo conveniente. Imita a
Jesús y a María y prefiere ser tildada de callada que
de locuaz. ¡Oh si supieseis callar vosotras, mis hijas,
cuantos pecados se evitarían!... La mayor parte de
las miserias del mundo se remediarían... ¡Quién me
diese, Jesús mío, alas como de paloma para volar y
descansar en silencio al lado de tu cuna en Belén!
¡Quién pudiese huir de esta Babilonia para morar
en soledad, y en silencio meditar tus grandezas,
elevándome sobre las ruindades de esta tierra! A lo
menos, Jesús mío, en la soledad de la oración te
miraré y contemplaré con amor, y mi silencio,
aunque nada diga mi lengua, te hablará.
¡Oh hermoso silencio de mi divino Jesús, más
elocuente que todas las palabras de los hombres!
¿Cuándo te sabré imitar? ¿Cuándo, Jesús de mi
alma, encerrado en esta gruta de Belén, me hablarás
al corazón provocándome a amarte sobre todas las
cosas? No lo retardes, Jesús mío, que el bullicio del
65
mundo me cansa, las vanas conversaciones de los
hombres me fastidian después de haber gustado la
dulzura de tus palabras de vida eterna.

Fruto. Haré en mi corazón una celdilla solitaria, en


donde en medio de las ocupaciones me recogeré a
menudo para conversar con Jesús y consultarle
todas mis obras, para amarle, acariciarle y adorarle.
Viva Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

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Meditación XII (para el jueves)
Una visita a solas al Niño de Belén.
Suspiros de Jesús

Punto primero. Contempla, hijo o hija mía, al Niño


Jesús reclinado sobre pajas en el pesebre en las altas
horas de la noche, sin que tenga otra compañía que
María y José. Ven, pues, a visitarle, que estando
solo admitirá mejor tu ruin compañía. Pide permiso
a María y José para que te dejen a solas con tu Jesús,
rogándoles se retiren a tomar un poco de descanso,
que bien lo necesitan, mientras tú velarás y
arrullarás la cuna del Niño Jesús... ¡Oh si les
merecieses esta confianza!... Imagínate, pues, ya
sola con Jesús.
¡Contémplale! ¿No es verdad que es el más
hermoso entre todos los hijos de los hombres? ¿No
observas cómo su rostro aparece bañado de luz
celestial? ¿Qué dice tu corazón? Acércate a esta
cuna que toda respira pobreza, y aplica el oído
atentamente, y oirás una sola palabra que repite sin
cesar y en cada momento con mayor fuerza el
divino Jesús: Te amo, te amo, hijo o hija mía, y te amo
con infinito amor... ¿Qué le respondes tú?... ¿Qué le
dices? Dile con todo tu corazón: os amo, Jesús mío
de mi alma, os amo sobre todas las cosas. Vos seréis
siempre el Dios de mi corazón, el Rey de mi amor.
¡Viva Jesús mi amor!

Punto segundo. Observa cómo suspira el Niño Jesús


en la soledad del pesebre. Es el suspiro señal del
67
amor, ansia viva de alguna cosa, un deseo no
satisfecho. ¡Suspira el Niño Jesús! Dile con
sinceridad: ¡Oh mi divino Niño! ¿No podré saber yo
la causa de estos suspiros?... ¿Qué os falta para
estar satisfechos vuestros deseos?... Vuestra soy,
Jesús mío, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de
mí?... Decid, dulce Amor mío, decid, que a todo
diré que sí; pues del todo me rendí, ¿qué queréis,
Señor, de mí? preparado está mi corazón para
contentaros... ¡Oh hijo o hija mía!, exclama Jesús:
aún no soy dueño completo de tu alma. Otros
amores, que son otros tantos ídolos, registro en tu
corazón. Por eso suspiro, porque no eres toda mía,
toda de Jesús, como Yo soy todo tuyo. No lo es tu
memoria, que tan poco te acuerdas de Mí, y en tan
feas y frívolas cosas la ocupas... No lo es tu
entendimiento, que tan poco trabaja en
conocerme… No lo es tu corazón, que para todas
las cosas, aún las más ruines, tiene amor de sobras,
menos para Mí, el más hermoso de los hijos de los
hombres... ¡Pobre Jesús, pobre Jesús!

Punto tercero. ¿Qué dices a estas reconvenciones,


hija o hijo mío? No salgas de esta visita sin consolar
a Jesús..., no acabes este cuarto de hora de oración
sin ofrecerle y sacrificarle lo que Él exige de ti. La
mortificación de aquella pasión mal domada..., la
enmienda de aquel vicio..., la fuga de aquella
ocasión..., compañía o pasatiempo peligroso... No
seas descortés y regatona con el atento y generoso
Jesús... Dile de corazón muchas veces: ¿Qué queréis
68
Señor de mí?... y lo que le plazca eso haz, hoy, en
este momento... ¡Oh Jesús mío! quiero ser toda de
Jesús, como Vos sois todo mío, cueste lo que
costare, murmure quien murmurare, trabajase lo
que se trabajare, más que se hunda el mundo: ¡Viva
Jesús, soy de Jesús! ¡Oh mi Inmaculada Madre María
y Señor mío san José! Ayudadme en tan noble
empresa hasta ser, como mi Maestra santa Teresa,
toda, toda de Jesús, en vida, en muerte por toda la
eternidad.
Fruto. Me privaré hoy del juego y de ir al paseo por
amor de Jesús. No hablaré palabra sin necesidad.
¡Viva Jesús mi amor!

Padre nuestro y la oración final

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Meditación XIII (para el viernes)
Llanto del Niño Jesús

Punto primero. Son las lágrimas agua de amores que


quema el corazón más frío, y ablanda el pecho más
duro, y suaviza el espíritu más áspero. Jesucristo,
hija o hijo mío, que quiso revestirse de nuestras
miserias, excepto el pecado, también lloró en la
cuna, como más tarde a la vista de Jerusalén, de
Lázaro muerto y en la cruz. ¿No te moverá a
compasión el llanto de Jesús?... ¿No te esforzarás
por enjugar las lágrimas, más aún, para secar la
fuente de su llanto?... Sí, debes hacerlo si tienes
corazón. Cuando ves llorar a un inocente niño, ¿no
es verdad que te mueves a compasión, y buscas
consolarle, acallarle?... Y tú oirás cómo llora el buen
Jesús, y verás correr como perlas de rocío sus
lágrimas por sus rosadas mejillas, ¿y no le
consolarás?... ¿No procurarás enjugárselas?...
Menester fuera tener corazón de piedra.

Punto segundo. Pregúntale al Niño Jesús: ¿Por qué


lloras, Jesús mío de mi alma?... Y observarás cómo
te mira ya con amor, y se mitiga su llanto porque ve
que te interesas por Él… Lloro de amor y de dolor,
te dirá Jesús… Por ti lloro... por tus pecados..., por
las ingratitudes de los hombres... El frío de tu
corazón me atormenta; tus malos o vanos
pensamientos me punzan; tu inmodestia y falta de
mortificación me amargan.
¡Oh Niño mío muy amado! ¿Es verdad que llorabais
70
por mí en Belén, porque en lugar de agradeceros las
finezas de vuestro amor, os atormentaba con mis
pecados?... Si menos hubiese yo pecado, menos
lágrimas hubierais derramado... ¡Ah! caigan, Bien
mío, caigan esas lágrimas sobre mi duro y sucio
corazón; ablándenlo y lávenlo... ¡Oh Padre eterno!
uno mis lágrimas pecadoras con las inocentes de
vuestro Hijo, y os las ofrezco para que me
perdonéis. Lavadme más y más de mis pecados, y
hacedme santa. Amén

Fruto. Llevaré examen todos los días de mi pasión


dominante, o de mi mal genio, y por cada vez que
me deje vencer de ella me daré un golpe en el pecho
y diré: Jesús mío, misericordia y enmienda. Viva Jesús
mi amor.

Padre nuestro y la oración final.

71
Meditación XIV (para el sábado)
Cama del Niño Jesús

Punto primero. Contempla, hija o hijo mío, al Niño


Jesús recostado en el pesebre de Belén. Por no tener
su pobre Madre, ni lana ni plumas con que
prepararle el lecho, reúne un montoncito de paja
dentro del pesebre, y sobre ellas recuesta al Hijo de
Dios... ¡Cuán dura cama para un Infante recién
nacido! ¡Cuán penosa para el Niño Dios por ser sus
miembros, formados por el Espíritu Santo,
extremadamente delicados y sensibles a toda clase
de penas!... Pondera, hija o hijo mío, cómo la paja es
el lecho propio de animales. Un niño, por pobre que
sea, jamás ha sido recostado al nacer sobre un lecho
de paja; ¡pero el Hijo de Dios no tiene otro sobre la
tierra!... ¡Cuánta pobreza! ¡Cuánta humillación!
¡Cuánto sufrimiento! ¡Todo esto lo padece el buen
Jesús por amor a los hombres! ¿Y no le
corresponderás con amor?... ¡Oh mi amado Jesús!
exclama, hija o hijo mío, a vista del pesebre,
¡cuando te veo más abatido, tanto más amable eres
a mi corazón!... más rodeado de gloria apareces a
mis ojos reclinado sobre pajas, que los hijos de reyes
en su cuna de púrpura recamada de oro y
pedrerías, porque Tú solo eres el Dios de mi
corazón, mi amor, mi Jesús, todas las cosas. Viva
Jesús mi amor.

Punto segundo. ¿No te ha movido a compasión, hija


o hijo mío, ver al tierno Infante Jesús reclinado
72
sobre duras pajas en un pesebre?... Si encontrases a
un niño recién nacido en tan penoso estado, ¿no te
esmerarías por darle alivio? Pues mira, tu Jesús es
más digno de compasión que todos los niños más
pobres y abandonados... ¿Quieres, pues, tú, darle
un lecho blando y regalado, hacerle cama de rosas?
¿Sí? ¿No sabes dónde? Pues hazle una cuna en
medio de tu corazón... este ha de ser la cama y el
pesebre donde halle descanso y regalo tu Criador.
Tu amor ardoroso será el fuego que calentará su
cuerpecito tierno que está tiritando de frío... Tus
obras de misericordia, los pañales en que será
envuelto... Tu fidelidad a su amor, las fajas que
sujetarán sus miembros... No importa que tu
corazón haya servido de pesebre donde toda clase
de pasiones hayan tomado alimento y se hayan
guarnecido como inmundos animales. Ofréceselo
con amor y lo aceptará santificándolo con su
presencia... Pregúntale al Niño Jesús: ¿Por qué
estáis recostado sobre pajas, y no sobre los brazos
de vuestra Madre?... ¿No son éstos, por ventura
cama más blanda y regalada por ser más amorosa?
Por ello, te responderá Jesús, rehusé este alivio,
porque venía al mundo a padecer, a enseñarte la
mortificación de los sentidos, a salvar a los hombres
por la cruz… ¡Oh Jesús mío! no me quejaré más de
los trabajos de esta vida, pues Vos siendo inocente,
tanto sufrís por mí. ¿Qué mucho que yo, pecadora,
sufra algo, todo por mi Jesús y por satisfacer por
mis pecados? De hoy más como mi santa Madre
Teresa exclamaré: “O morir o padecer por mi
73
Jesús”.

Fruto. Haré en mi corazón una cuna o pesebre para


mi adorado Niño Jesús, y la adornaré con flores de
todas las virtudes, en especial de silencio y
mortificación de mis sentidos. Todo por Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

74
TERCERA SEMANA

Meditación XV (para el domingo)


El Niño Jesús adorado por los santos Reyes

Punto primero. Considera, hija o hijo mío, que el


mismo día que nació en la cueva de Belén nuestro
queridísimo Jesús, el eterno Padre envió a los Reyes
de Oriente una muy resplandeciente estrella para
que les diese tan grande nueva de cómo había
nacido el Hijo de Dios hecho hombre por amor de
los hombres; y ellos al momento dejan sus palacios,
familias y todos sus bienes, pare ir a visitar al buen
Jesús, adorarle y ofrecerle sus ricos tesoros.
Guiados por la estrella, llegan a la cueva de Belén,
entran y hallan al manso corderito en los brazos de
la divina Pastora, María Santísima, envuelto en
pobres pañales, tiritando de frío, y sin tener apenas
lugar donde reclinar su cabeza; no obstante que le
ven pobrecito y cercado de miseria, le besan los
piececitos con profundo respeto, le reconocen como
a su Dios, y le dan riquísimos tesoros de oro,
incienso y mirra. Pondera la diferencia que hay
entre lo que tú amas al gracioso Niño Jesús, y lo que
le amaron aquellos santos varones: ellos lo dejaron
todo por Él, y tú no quieres privarte ni de un
pequeño gusto, ni de una diversión, ni de hablar en
el templo, ni de desobedecer a tus padres y
superiores por amor del Niño de Belén, por no
ofenderle. Ellos hicieron largo viaje para adorarle, y
le dieron grandes riquezas; y tú casi nunca le visitas
75
en el Santísimo Sacramento o en sus imágenes, tan
cerquita como está de tu casa; ni le das tu pobre
corazón, ni haces una limosnita al pobre... Visita,
pues, al buen Jesús; dale tu corazón; imita sus
virtudes, e irás al cielo a verle y a gozarle, en
compañía de María su Madre, y de san José y de
todos los santos y ángeles del cielo.
Punto segundo. ¿Y te precias tú, hija o hijo mío, de
amante del Niño Jesús? ¿Y no envidias la dicha que
tuvieron los santos Reyes de Oriente, de ver,
acariciar y adorar a tan divino Infante?... ¿No
querrías entrar en la cueva de Belén, y presentar tus
cariños, tus amores, tus adoraciones al Niño Dios?...
Pues reflexiona, el mismo Niño Jesús que nació en
Belén, está ahora en el cielo, está en el Sacramento
del altar... y desde allí siempre te mira, y siempre
penetra hasta los pensamientos más ocultos de tu
entendimiento, y los afectos más escondidos de tu
corazón... Pero no solo vive en el cielo y en el
Sacramento del amor el buen Jesús, sino también
dentro de tu corazón si está en gracia. Cierra, pues,
los ojos del cuerpo, contémplale en tu interior, y allí
ámale, acaríciale, preséntale los afectos de tu
corazón, diciéndole con mucho fervor:
¡Queridísimo Jesús! Yo te amo tanto que quisiera ver
a todos los hombres tan enamorados de Ti, que
nunca hiciesen el menor pecado, por no darte
disgusto y pesar: yo quisiera morir por tu amor:
ojalá fuese yo dueña de todos los corazones del
mundo, que los quisiera para Ti y los depositara en
tu Sagrado Corazón: ojalá te pudiera ver, acariciar y
76
adorar, como los santos Reyes en la cueva de Belén;
pero ya que no merezco dicha tanta, desde el cielo
mira la donación que te hago de mi alma, de mi
cuerpo con sus sentidos y potencias, y sobre todo de
mi pobrecito corazón. Tú serás su Rey y Señor, el
único blanco de todos sus afectos: de aquí en
adelante cada pensamiento mío será un obsequio
tuyo; cada palabra un acto de amor; cada afecto una
caricia, cada obra una ofrenda hecha a tu Divina
Majestad.

Fruto. A imitación de los santos Reyes ofreceré a mi


Jesús el oro de la caridad, el incienso de la oración y
la mirra de la mortificación. Amaré, oraré, sufriré,
todo por mi Jesús hoy y siempre. Amén.

Padre nuestro y la oración final.

77
Meditación XVI (para el lunes)
El nombre de Jesús

Punto primero. Después de ocho días, que fue


circuncidado el Hijo de Dios, se le llamó con el
nombre dulcísimo de Jesús, como lo había predicho
el ángel a María antes que fuese concebido, y a san
José. Considera que no hay otro nombre bajo el
cielo con cuya invocación puedan salvarse los
hombres, si no es el nombre de Jesús… Al oír el
nombre de Jesús, doblan su rodilla los cielos, la
tierra y los infiernos… Jesús es alegría al corazón,
dulzura suavísima a nuestra lengua, y armonía
celestial a nuestros oídos… El nombre de Jesús es
salud para los enfermos, victoria para los tentados,
sabiduría de ignorantes, luz de las almas, consuelo
de los corazones… Todos los bienes están en el
nombre de Jesús y con su invocación se ahuyenta
toda clase de males. ¡Oh hija o hijo mío! graba el
nombre de Jesús en tu corazón, salga a menudo de
tu boca, y de seguro te salvarás.

Punto segundo. ¡Quién me diese, hija o hijo mío, que


en tu corazón estuviese grabado el nombre de Jesús
como en el de san Ignacio mártir, o nunca se te
cayese de la boca, como sucedía a san Pablo, o me
imitases a mí, tu Madre, que cifré toda mi gloria en
ser y llamarme de Jesús! Déjame hoy, hija o hijo
mío, grabar en tus sentidos y potencias el nombre
de Jesús, para que seas toda de Jesús… Jesús vean
tus ojos, Jesús oigan tus oídos, Jesús pronuncie tu
78
lengua, Jesús clamen tus obras, y en todo tu exterior
respires siempre el olor de Jesús… Viva Jesús en tu
memoria con el recuerdo de sus beneficios, viva
Jesús en tu entendimiento por la meditación de sus
perfecciones, y viva, por fin, Jesús en tu corazón por
los afectos de amor.

¡Oh Madre mía de mi alma, santa Teresa de Jesús!


no quiero que haya en mí cosa que no sea de Jesús.
Decidme, Madre mía, qué hay en mi modo de
vestir, de hablar, de andar, de conversar, que
desagrade a Jesús, y yo lo arrojaré de mí, cueste lo
que cueste…

Descubridme qué hay en mi memoria, en mi


entendimiento y sobre todo en mi corazón que no
sea de Jesús, y estoy pronta a corregirlo, cueste lo
que cueste, porque cuanto hay en mi interior y
exterior, quiero sea todo de Jesús, y clame: Viva
Jesús.

Fruto. Examinaré todos los días si hay algo en mi


interior o exterior que desagrade a Jesús, para
corregirlo sin demora; repetiré muchas veces entre
día y siempre en la tentación: Viva Jesús, Jesús, Jesús,
Jesús, Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

79
Meditación XVII (para el martes)
Presentación del Niño Jesús al Templo

Punto primero. Considera, hija o hijo mío, cómo


después de cuarenta días de haber nacido el divino
Niño, María y José, sus amorosos padres,
sujetándose humildemente a la ley, le presentaron
al templo, y como eran pobres ofrecieron al Señor
un par de tortolillas. Al entrar en el templo, vino
por inspiración del Espíritu Santo el anciano
Simeón, y tomando al Niño Jesús en sus brazos
exclamó: “Ahora, Señor, sí que sacas en paz de este
mundo a tu siervo según tu promesa, porque ya
mis ojos han visto al Salvador que nos has dado, al
cual tienes destinado para que, expuesto a la vista
de todos los pueblos, sea luz brillante que ilumine a
los gentiles y la gloria de tu pueblo Israel”.
Contempla ahora a María y a José escuchando con
admiración las cosas que del Niño Jesús se decían.
¿No escuchas también tú con agrado, hija o hijo
mío, las alabanzas que se hacen de Jesús tu
Salvador? Grábalas en tu corazón y ofrécete sin
reserva a su servicio, así como Jesús se ofrece al
eterno Padre por tu amor… Más dichosa que el
anciano Simeón cuando recibas a Jesús, no en tus
brazos, sino dentro de tu corazón cuando
comulgues, bendice al Señor diciéndole: ¡Ahora sí,
Señor, que moriré gozosa, porque mis ojos han
visto, y mi lengua ha tocado, y mi seno ha
estrechado a Jesús mi Salvador! Viva, viva Jesús mi
amor.
80
Punto segundo. Después de bendecir el anciano
Simeón a los dichosos padres de Jesús, dijo a María
su Madre: “Mira, este Niño que ves, está destinado
para ruina y para resurrección de muchos en Israel,
y para ser el blanco de la contradicción de los
hombres, lo que será para ti misma una espada que
traspasará tu alma, a fin de que sean descubiertos
los pensamientos ocultos en los corazones de
muchos”. ¡Quién lo creyera, hija o hijo mío, que el
Niño Jesús, el más amable de todos los hombres, el
que venía a salvarnos y dar la vida por su amor,
había de ser el blanco de contradicción de esos
mismos hombres! Esto te indica que todos los que
quieren amar a Jesús e imitarle han de sufrir
persecución. Todas las obras buenas han de
experimentar contradicción. Mas no desmayes, ten
confianza en Jesús, y vencerás al mundo y al
demonio con la paciencia, como Él los venció.

¡Oh Jesús mío! Sé para mí Jesús o Salvador, y no


ruina. No quiero contradecirte con mis obras, para
no disgustarte, ni atravesar el pecho de tu Madre
con una espada de dolor con mis pecados. ¡Oh
María! hacedme toda de Jesús. Amén.
Fruto. Ofrécete sin reserva a Jesús, diciéndole
muchas veces como santa Teresa:
“¡Vuestra soy, para Vos nací!; ¿qué mandáis hacer de
mí?”.

Padre nuestro y la oración final.


81
Meditación XVIII (para el miércoles)
El Niño Jesús huye a Egipto

Punto primero. Considera, hija o hijo mío, cómo


sabiendo el rey Herodes por los Magos que había
nacido el Niño Jesús, determinó buscarlo por todos
los medios, para darle muerte y asegurar su
usurpado reino. Mas el Padre eterno para salvarle,
envía un ángel al señor san José cuando estaba
durmiendo, y le dice: “Levántate, toma al Niño y a
su Madre, y huye a Egipto; y estaos allí hasta que
otra cosa se os diga”. Pondera cómo el glorioso san
José despierta a la Santísima Virgen, y le dice lo que
pasaba; y la señora angustiada se levanta, toma
algunas fajitas y pobres pañales para vestir al Niño
Jesús, y se prepara para emprender un tan penoso
viaje. San José, por otra parte, prepara unos cuantos
instrumentos de su oficio para poder trabajar, y la
borrica que había de llevar al divino Infante y a su
Madre. Considera, cómo estando todo prevenido,
monta la Virgen Santísima sobre la borriquilla, san
José le da el Niño Jesús, y los tres huyen a Egipto,
de noche y sin despedirse de nadie. ¡Huir el Hijo
del Altísimo!
¡Gran Dios!, ¿no podéis salvar a vuestro Hijo de las
iras de un tiranuelo, Vos que salvasteis a vuestro
pueblo de las iras del poderoso Faraón?... ¡Qué
huida tan precipitada y dolorosa! ¡No sabían el
término de su viaje, ni el camino! ¡Cuánto debió
padecer la sagrada Familia, hasta llegar al lugar de
su destierro! ¿Y no quieres tú aliviar sus trabajos?
82
¿No quieres consolarlos? Acompaña en esta jornada
a Jesús, María y José.

Punto segundo. Mas ¡cuántas veces, hija o hijo mío,


has tratado al Niño Jesús con más crueldad que
Herodes! ¡Cuántas veces no solo le has perseguido
a muerte, sino que le has dado muerte con más
inhumanidad que los mismos judíos! ¿Te asusta
este lenguaje? Pues atiende, hija o hijo mío, que
siempre que has cometido pecado mortal, has
quitado la vida al buen Jesús en tu alma, y has
cedido su lugar al demonio. Con tus pecados le has
dicho al buen Jesús: Vete de mi corazón: no quiero
que tengas parte en él; cuando sea viejo, o en la
hora de la muerte, entonces te buscaré: ahora que
soy joven quiero servir a Satanás, que me permite
vivir conforme a mi antojo… ¿Ha sido hijo mío, esta
tu conducta con el Niño Jesús? ¿Te has portado así
con Él? ¿Y volverás a pecar?... No, arrepiéntete de
tus pecados: propón de veras la enmienda, y nunca
jamás arrojes al divino Niño de tu pobre corazón.
De aquí en adelante busca siempre agradarle y
servirle; y por más que el mundo te encante, el
demonio te tiente, la carne te halague, y hayas de
padecer trabajos y penalidades, prefiere, sí, huir y
padecer con Jesús, que caer en manos de los
enemigos de tu alma. Procura que tu corazón sea la
capa que le cubre en el viaje a Egipto, y el pañuelo
que enjugue sus lágrimas; y así, siendo amador de
Jesús, irás al cielo y gozarás de Jesús por toda una
eternidad. Viva Jesús.
83
Fruto. Huiré de todo pecado y peligro de pecar, que
son los únicos enemigos de mi salvación eterna.
Padeceré con Jesús un poquito acá, por más que me
persigan y maltraten, para gozar de su compañía en
la gloria eternamente. Todo por Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

84
Meditación XIX (para el jueves)
Una noche en el desierto con Jesús, María y José.

Punto primero. Deja hoy, hija o hijo mío, los


pasatiempos del mundo, y trasládate en espíritu al
desierto. Contempla a estos tres viajeros sufriendo
calor y frío, hambre y sed, temores y sobresaltos de
muerte... Unas veces contémplalos sentados
descansando bajo la palmera del desierto... o ya
pasando la noche en la cueva de Dimas, capitán de
ladrones, que después en pago de este beneficio se
convirtió en la cruz... Contempla otras veces a san
José extendiendo su pobre manto para hacer como
una tienda donde guarecerse puedan María y
Jesús de la intemperie de la noche...
¡Cuántos milagros obró Dios en favor de esta
sagrada Familia! Una vez que padecía mucha
hambre pasando por un bosque, María levantó a su
hijito para coger el fruto de la palma, y esta se lo
ofreció recogiendo su racimo de dátiles. El árbol de
María, que es un sicómoro, inclinó sus hojas hasta el
suelo para dar sombra a la sagrada Familia... No
tenían agua para beber, y con sus ruegos hicieron
brotar una rica fuente que mana hoy día... Escucha
sus palabras, todas son de vida eterna... No se
quejan de la divina Providencia, antes al contrario,
la adoran, la bendicen y alaban... ¿Lo haces tú así,
hija mía?

Punto segundo. Pregunta a estos tres viajeros en


especial a tu amado Niño Jesús, Rey del cielo, al
85
verlos andando errantes por el desierto en la
oscuridad de la noche: ¿Qué andáis buscando?,
¿por qué huís?... Busco corazones agradecidos,
replicará el buen Jesús, huyo de los hombres
ingratos... Ofrécele tu corazón, hija mía, por si
quiere en él descansar, y consuélale. Tú también,
hija o hijo mío, en este mundo eres viajero y
caminas a la eternidad, y mientras atraviesas el
desierto de este mundo, ¡cuántos peligros te
cercan!, ¡cuántas tribulaciones te oprimen!, ¡cuántas
privaciones habrás de sufrir! quieras que no, hija o
hijo mío, has de llevar la cruz mientras atraviesas el
desierto de la vida... ¡Feliz tú si sabes aprovecharte
de ella! Unas veces los hombres, otras tú misma, y
siempre el Señor, Dios, te enviarán cruces y
trabajos. No desmayes por ello... Con la
consideración trasládate al desierto de Egipto, y
contemplando a Jesús, María y José, las criaturas
más inocentes de este mundo, perseguidos de
Herodes...fugitivos de su patria..., abandonados de
los hombres..., solos..., sin otro socorro más que el
del cielo, te animarás a sufrir con este ejemplo toda
clase de trabajos. En la noche de la tribulación, en el
desierto de la vida, en compañía de Jesús, José y
María, bien podrás conmigo exclamar: O morir, o
padecer; o padecer, o morir.

Fruto. No me quejaré nunca de los trabajos que me


envíe la divina Providencia. En las tribulaciones de
la vida diré siempre: hágase, Señor, tu santísima
voluntad así en la tierra como en el cielo. Todo por
86
Jesús y a su mayor gloria.

Padre nuestro y la oración final.

87
Meditación XX (para el viernes)
Los primeros pasos que dio el Niño Jesús

Punto primero. Contempla, hija o hijo mío, una de


las escenas más tiernas que puede apetecer tu
corazón. En la habitación que hoy día se visita en el
antiguo Cairo, que antiguamente se llamaba Fostar,
donde habitó la sagrada Familia los años que
estuvo en Egipto, la que no es otra cosa que una
oscura gruta cavada en piedra sin otra luz que la
que recibe de la puerta, allí, en aquella pequeña
estancia, un día, después de alimentar la Virgen
Santísima a su hijo Jesús, este empezó a andar por
primera vez, dirigiendo sus pasos con amor hacia
su Madre María, y después a san José. ¡Benditos
pasos de mi Infante Jesús, quién pudiese besar sus
huellas!... ¡Con qué ternura María le estrechó a su
hijito Jesús en sus brazos, y le agradecería esta
fineza! ¡Con qué gozo san José al apretarle contra
su seno le imprimiría miles de besos en su frente
divina!
¿No ambicionarías tú tener igual dicha, hija mía?...
¡Oh María! ¡Oh José! dadme a gustar lo que
sintieron vuestros corazones paternales al ver por
primera vez al que sostiene con tres dedos la mole
del universo, dirigirse con paso trémolo y vacilante
hacía vosotros! ¡Oh Niño mío muy amado! ¡Quién
hubiese podido alargarte la mano para ayudarte en
este primer paso de tu vida mortal, para que Tú me
la alargaras, para llegar a la eterna! No me dejes,
Jesús mío, ayúdame y sálvame.
88
Punto segundo. ¿Qué te enseña Jesús, hija mía o hijo
mío, con su admirable conducta? Esto te indica que
tus primeros pasos en el camino de la vida
espiritual debes enderezarlos a María y a José... que
tus primeros amores deben ser para María y José...
tu principal devoción, tus obras, tus prácticas
piadosas, debes dirigirlas a María y a José... Así
progresarás en la vida espiritual, así perseverarás
en la virtud. ¡Oh María, mi buena Madre, y padre y
señor mío san José! vedme en vuestra presencia
como niña tierna que con paso vacilante aprende a
andar por el camino de la virtud: es áspero y difícil
este camino... por esto me arrojo en vuestro regazo
para que me confortéis. Apoyada y dirigida por
vuestra poderosa mano, andaré con paso ligero,
volaré segura por el camino del cielo sin caer, ni
tropezar, ni retroceder jamás. ¡Oh Jesús, María y
José! guardadme como a la niña de vuestros ojos,
guiadme, hacedme santa, salvadme.

Fruto. En todas mis obras procuraré tener siempre


gran pureza de intención, haciendolo todo por
Jesús, María y José.

Padre nuestro y oración final.

89
Meditación XXI (para el sábado)
La primera palabra del Niño Jesús

Punto primero. Ven conmigo al desierto de Egipto,


hija o hijo mío, y oirás por vez primera la voz
suavísima del Verbo eterno hecho hombre, del
dulcísimo Niño Jesús... María está bañando los
pañales en la fuente que, según bella tradición,
milagrosamente ha hecho brotar Jesús al herir con
su piececito el duro suelo... San José está
entreteniendo al Niño Jesús, como nos lo describe
un piadoso pintor, mostrándole una crucecita, hacia
la cual alarga sus manecitas para cogerla... María
contempla esta tiernísima escena con gran gozo de
su alma, mientras continúa lavando... Cuando he
ahí que el Niño coge una vez la crucecita que le
mostraba san José, y exclama por vez primera:
¡Madre, Madre mía!... ¡Quién pudiera sondear, hija o
hijo mío, los secretísimos torrentes de purísimo
gozo con que esta palabra inundó el corazón
maternal de María! ¡Hijo mío Jesús! exclamó María
corriendo a abrazar y besar a su Hijo. ¡Madre mía!
repetía Jesús, pendiente del cuello de María, Hijo
mío Jesús, Jesús Hijo mío, repetía otra vez María
abrazando y apretando contra su seno al Hijo de
Dios... ¡Quién pudiese participar de tan purísimo
gozo! ¡Quien oír voz tan divina y dulcísima! Jesús y
María, dadme a gustar algo de vuestra alegría, para
que mi alma se derrita toda en vuestro amor.

Punto segundo. Considera ahora tú, hija o hijo mío,


90
cuál ha sido la primera palabra que salió de tu
corazón, que pronunciaron tus labios. Como Jesús,
tenías obligación, al llegar al uso de razón, de
dirigir tu primera palabra a tu Dios y Señor. ¿Lo
hiciste así? O en lugar de dirigirte al Señor y decirle:
Padre mío, que estás en los cielos, os amo sobre
todas las cosas, ¿le volviste las espaldas y te
convertiste a las criaturas con grave injuria del
Criador?... Si tal hiciste, llora tu pecado y
conviértete a tu Padre y Señor... Clama, no ceses,
Padre mío, que estás en los cielos, perdóname...
Madre mía, que estás en los cielos asistidme...
María, Madre mía de mi alma, dejadme llamaros
con este dulce nombre... contadme siempre en el
número de vuestras hijas... Quiero repetir siempre
en vida y en la muerte: María, Madre mía de mí
alma, Madre mía de mi corazón, os amo, hacedme
santa, salvadme.

Fruto. Todos los días mi primera palabra al


levantarme y la última al acostarme será: Jesús, José
y María, os doy el corazón y el alma mía. Viva
Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

91
CUARTA SEMANA

Meditación XXII (para el domingo)


La vuelta de Egipto

Punto primero. Siete años tenía el Niño Jesús,


cumplidos en Egipto al lado de María y san José,
sufriendo muchos trabajos, en medio de un pueblo
idólatra que todo lo adoraba menos al verdadero
Dios, cuando un día san José volvió muy triste a
casa, porque aquella gente que aborrecía a los
israelitas, no había querido darle su jornal. Acudió
a la oración el santo bendito pidiendo la ayuda del
cielo: y en la noche siguiente se le apareció el ángel
del Señor, que le dijo: “Toma al Niño y a la Madre,
y torna a la tierra de Israel; porque murieron ya los
que buscaban dar muerte al Niño Jesús”. San José lo
dice en seguida a María y al Niño Jesús, el cual
reparte entre los pobres por su propia mano casi
todo lo que tenía. ¡Oh quién hubiese podido recibir,
hija o hijo mío, una limosnita de amor de manos del
Niño Jesús!...

Contempla cómo san José arregla el jumentillo, y


hace montar sobre él a la Madre con el Niño. ¡Qué
multitud de ángeles les acompañan! Ellos proveían
cuando faltaba el alimento en aquel viaje felicísimo.
Contempla cómo algunas veces andan a pie el Niño
y la Madre... Otras veces, sentados sobre la arena
del desierto, toman un poco de alimento... Escucha
las pláticas de María y José, que tienen a su lado al
92
Niño Jesús... “¡Cuán felices somos, exclaman, de
tener en nuestra compañía al Creador, que ha de ser
nuestra eterna bienaventuranza! Gracias, Padre
eterno, gracias Jesús mío, por tanto favor... Millones
de almas suspiraron por tal dicha, y a solo nosotros,
nos ha sido dado gozar día y noche de tan divina
presencia, confiándonos a tu Hijo amado, en quien
tienes todas tus complacencias”.

Punto segundo. ¡Cuánto tienes que admirar, hija o


hijo mío, en esta vuelta de Egipto! El ejemplo de
María y José que sufren sin quejarse, con ánimo
igual, tan dura prueba, tan largo destierro... La
caridad y desprendimiento del Niño Jesús, que en
medio de la pobreza halla medio de dar limosna a
los pobres… La providencia amorosa de Dios, que
tan oportunamente acude a socorrer las
necesidades de los que en Él confían… Todo esto
debe avivar tu fe, hija mía, y en medio de los
contratiempos de la vida, confiar en Dios que es
ayudador en tiempo oportuno. Acompaña en
espíritu a estos ilustres viajantes, y con su ejemplo
anímate a ser toda de Jesús. Todo se pasa; murieron
los perseguidores de Jesús, y Dios solo, que no se
muda, es el que siempre canta victoria sobre sus
enemigos. Quien a Dios tiene, nada le falta, solo
Dios basta en vida y en muerte, en la persecución y
en la paz, en el tiempo y en la eternidad. Sé
animosa, pues, y con Jesús de todo saldrás
victoriosa. Viva Jesús.

93
Fruto. En las contradicciones cobraré más ánimo,
diciendo con mi Madre santa Teresa: Estos son días
ricos para ganar el cielo. O amar a Jesús, o morir.

Padre nuestro y la oración final.

94
Meditación XXIII (para el lunes)
Jesús en el Templo con los doctores.

Punto primero. Un día subió el Niño Jesús de


Nazaret a Jerusalén con sus padres por la fiesta
solemne de la Pascua, cuando contaba doce años,
para adorar a su eterno Padre en el templo: allí se
quedó el Niño Jesús, sin que sus padres lo
advirtiesen... Anduvieron una jornada entera
buscándole entre los parientes y conocidos; mas
como no le hallasen, retornaron a Jerusalén, en
busca suya, y al cabo de tres días de haberle
perdido le hallaron en el templo sentado en medio
los doctores, que ora les escuchaba, ora les
preguntaba, y cuantos le oían quedaban pasmados
de su sabiduría y de sus respuestas. Al verle, pues
sus padres, quedaron maravillados, y su Madre le
dijo: “Hijo, ¿por qué te has portado así con
nosotros? Mira cómo tu padre y yo llenos de
aflicción te hemos andado buscando”. Y Él le
respondió: “¿Cómo es que me buscabais?, ¿no
sabíais que yo debo emplearme en las cosas que
miran al servicio de mi Padre Celestial?”
¡Qué lecciones tan sublimes te da el Niño Jesús en
este paso! Él te enseña el modo de estar en el templo.
Contempla al divino Jesús en medio de María y José
orando a su Padre celestial... de rodillas... con suma
reverencia... recogimiento y devoción... ¿Lo haces tú
así, hija o hijo mío? ¿Provocas a devoción a los demás
con tu modestia en el templo? O al contrario ¿les eres
causa de distracción con tus miradas... habladurías...
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risas e irreverencias? Imita a Jesús, hija mía, y
procura con tu devoción en el templo mover a todos
los fieles al amor de Jesús.

Punto segundo. Aprende también del Niño Jesús a ir


al templo a escuchar la doctrina cristiana, pues el
Niño Jesús no se desdeña, a pesar de ser sabiduría
infinita, de escuchar con docilidad la doctrina de la
ley de boca de los doctores… Pero, sobre todo,
imítale, hija o hijo mío, en la conducta celestial, más
que en la apariencia extraña, que observa el Niño
Jesús con sus padres. Hubiera podido evitarles el
gran disgusto que tuvieron al verle perdido,
advirtiéndoles antes que era voluntad de Dios el que
se quedase en Jerusalén; mas como era voluntad de
su Padre celestial el que lo hiciese sin nada
advertirles, prefirió antes obedecer a Dios que a los
hombres. El buen Jesús te enseña con esto, hija o hijo
mío, que en tanto debes obedecer a tus padres y
superiores en cuanto sus mandatos no se oponen a
la voluntad de Dios. Mas si tus padres y superiores
se opusiesen a que hagas lo que Dios te exige, cueste
lo que cueste, aunque se hunda el mundo, debes
seguir la voz de Dios… Así te lo enseña el divino
Niño Jesús. Rompe, pues, amistades, renuncia a los
más caros afectos, abandónalo todo si te es estorbo
para seguir el llamamiento de Dios... Dura es en
verdad esta doctrina, mas acuérdate, hija o hijo mío,
que más duro será oír de boca de Cristo Jesús el día
de juicio: “Apártate de Mí, alma maldita; al fuego
eterno, porque obedeciste antes a los hombres que a
96
Dios”. ¡Oh mi amado Jesús! primero Vos que nadie;
primero seré agradecida a Vos, aunque haya de ser
ingrata con todo el mundo, porque más debo a Vos
que a nadie, y yo quiero ser toda de Jesús en el
tiempo y en la eternidad, haciendo siempre su
santísima voluntad. Amén.

Fruto. Iré todos los días de fiesta con otros niños o


niñas a aprender la doctrina cristiana. Cuando se me
exija alguna cosa contraria a la ley de Dios
exclamaré con gran firmeza: Primero debo obedecer
a Dios que a los hombres, porque debo más a Dios
que a nadie. Húndase el mundo antes que ofender a
Dios. Viva Jesús, muera el pecado.
Padre nuestro y la oración final.

97
Meditación XXIV (para el martes)
Jesús en Nazaret ora

Punto primero. La vida oculta de Jesús en Nazaret


desde la edad de siete años hasta los treinta debe
ser, hija o hijo mío, uno de los asuntos que con más
frecuencia has de meditar. El taller de Nazaret debe
ser la escuela que frecuentes todos los días para
aprender alguna lección de vida eterna del Hijo de
Dios. Aquí lo hallarás de tu edad y ocupado en las
tareas más ordinarias de la vida, dándote ejemplos
de todas las virtudes, pero especialmente de tres.
Jesús en Nazaret ora, Jesús obedece, Jesús trabaja, y
con esto se santifica. Imítale, pues, con preferencia
en estas tres virtudes, y como Jesús crecerás en
edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los
hombres. Atiende la primera lección que Jesús te da
en Nazaret: Jesús ora, hija o hijo mío. Contempla al
buen Jesús dulcemente ocupado en la oración a su
Padre celestial en la humilde casa de Nazaret. Era
Dios, y no necesitaba para sí ninguna cosa; pero
para darte ejemplo empleaba muchas horas, noches
enteras, en la oración, que es el camino que
conduce al cielo y la puerta que abre los tesoros de
Dios. Mientras trabajaba de carpintero, cuando
cumplía las órdenes de sus padres, de día, de
noche, a todas horas, Jesús ora a su eterno Padre sin
que le sirvan de estorbo sus ocupaciones, porque
sabía todas ordenarlas a la mayor gloria de Dios.
¿Imitas a Jesús en esta virtud, hija o hijo mío? En
medio del trabajo ¿sabes también orar como Jesús?
98
¿Sabes al menos hacer tu cuartito de hora de
oración en soledad, sin dejarlo por ningún pretexto?
Si así lo hicieres, hija o hijo mío, y fuese tu mejor
rato el de la oración, ¡ah!,
¡qué consuelo experimentarías, y cuán sabroso sería
para tu corazón el amor de Jesús! Jesús, que es tu
Maestro en la oración, tampoco se comunica a las
almas sino por medio de ella. Ora, pues, y serás
toda de Jesús.
Punto segundo. Reflexiona ahora tú, hija o hijo mío,
sobre la conducta de Jesús nuestro bien, y haz una
aplicación a la tuya. Jesús emplea todo el tiempo
orando, y sin necesidad de ti ora por ti
continuamente… Y tú, necesitando de Jesús, ¿no te
determinarás a orar por algún tiempo, a lo menos
un cuarto de hora al día, para asegurar tu
salvación? ¿Te excusas quizás que no sabes orar?
¡Ah! Es tan fácil la oración, que nada vale esta
excusa… ¿Te excusas con tus ocupaciones? Jesús
ora en medio de las rudas faenas del taller… ¿No
tienes tiempo? Jesús ora todo en todo tiempo; Jesús,
en una palabra, te enseña a orar en todo lugar,
ocasión y tiempo. Ora, pues, hija o hijo mío, y
vencerás a todos tus enemigos… Ora, y adquirirás
todas las virtudes… Ora, y serás toda de Jesús…
Ora, y serás santa e irás a ver a Jesús en el cielo…
El que ora se salva, el que no ora, se condena… Ten
por tiempo perdido el que no emplees en la oración.
Hazte en tu corazón un oratorio, y allí en medio de
las ocupaciones de la vida retírate de vez en cuando
a amar, adorar y acariciar a tu Jesús. Nadie puede
99
estorbártelo si quieres, porque nadie puede
penetrar en tu corazón.

¡Oh Madre mía de mi alma, santa Teresa de Jesús!


Enseñadme oración, dadme perseverancia en la
oración, pues quiero ser toda de Jesús e imitaros en
la práctica de la oración.

Fruto. Cueste lo que cueste, más que se hunda el


mundo, no dejaré pasar ningún día sin hacer por lo
menos un cuarto de hora de oración. Viva Jesús. U
orar o morir.

Padre nuestro y la oración final.

100
Meditación XXV (para el miércoles)
Jesús en Nazaret obedece a sus padres.

Punto primero. Es la obediencia, hija o hijo mío, una


de las virtudes más necesarias para ser santa y
salvar tu alma… Ningún obediente en el infierno,
ningún desobediente en el cielo… Es la obediencia
la madre y origen de todas las virtudes, la que
ingiere y engendra en el alma todas las demás, y
engendradas las conserva… todas las virtudes
alcanzará el obediente, y cantará no una sino
muchas victorias de sus enemigos… Por eso el Hijo
de Dios se distinguió tanto en esta virtud, pues su
vida y muerte no fueron sino un acto continuado de
obediencia… Mírale sobre todo en Nazaret. Pasa
allí veintitrés años ocupado en obedecer a María y a
José. Les estaba obediente. He ahí el solo rasgo con
que el Espíritu Santo nos traza toda la vida oculta
de Jesús en Nazaret… Admírate de este prodigio.
¡El Hijo de Dios obedece sin replicar, al momento, a
sus criaturas! ¡Él, a cuya voz tiemblan los ángeles,
sujeto a la voz del hombre! Contempla cómo por
obediencia barre la tienda…, enciende la lumbre…,
va a tomar agua…, abre y cierra el taller…, recoge
las astillas de madera para el fuego…, trabaja
ayudando a san José… ¡Oh pasmo!, ¡ver a un Dios
que sirve de criado, que obedece! ¿Quién se
excusará de obedecer? Solo el que no ame a Jesús,
que no quiera ser de Jesús.

Punto segundo ¿Cómo cumples tú hija o hijo mío la


101
virtud de la obediencia?, ¿imitas a Jesús?, ¿obedeces
a tus padres y superiores, sin replicar, en seguida? o
¿eres de aquellas almas que de todo critican y solo
obedecen por fuerza? Pues en esto conocerás qué
espíritu te anima, si eres de Jesús o de Satanás.
Jesús es maestro de obediencia; Satanás de
desobediencia y rebelión. Si quieres ser de Jesús,
hija o hijo mío, debes esmerarte, cueste lo que
cueste, en la virtud de la obediencia: encontrarás
trabajo y repugnancia en el cumplimiento de esta
virtud, porque nuestra viciada naturaleza nos
inclina siempre a hacer nuestra propia voluntad;
mas debes vencerte a ti misma y ser obediente hasta
la muerte, y si es necesario muerte de cruz como
Jesús tu Dios y Señor: así cantarás victoria de ti
misma y de todos tus enemigos, y harás a Jesús el
sacrificio más costoso y que más estima, cual es el
de tu propia voluntad; serás libre con la libertad de
los hijos de Dios; serás santa y dichosa en esta vida
y por toda la eternidad.

Fruto. Obedeceré por Jesús sin replicar y con


prontitud.

Padre nuestro y la oración final.

102
Meditación XXVI (para el jueves)
Jesús en Nazaret trabaja

Punto primero. El Niño Jesús, después de levantado


de la cama, y ofrecidas todas sus obras al eterno
Padre, se da sin perder tiempo al trabajo…
Contempla al divino Niño…, al Señor del cielo y de
la tierra…, a aquel que da el dominio a los reyes y
los bienes a los ricos…, reducido a la humilde
condición de artesano y carpintero… El Niño Dios
aserrando y cepillando la madera… El Niño Dios
barriendo… ¿Puede darse humildad más heroica?...
¿Y cuánto tiempo trabaja el Niño Jesús? Siempre y a
todas horas, excepto solamente el tiempo que
necesitaba para las necesidades naturales, y las
horas que daba a la oración… Y ¿cómo se explica
un trabajo tan continuo en el Hijo de Dios?... Es que
quería darnos a entender la necesidad que tenemos
de darnos al trabajo, para evitar la ociosidad, madre
de los vicios y pecados… El Niño Dios suda y se
afana para que tú recibas el jornal de su trabajo, y le
imites y lo tomes por modelo en la virtud del
trabajo… ¿Has correspondido, hija o hijo mío, a los
deseos del buen Jesús?
¿Le has imitado? Fuera pereza, y a trabajar por Jesús.

Punto segundo. ¡Y cuántas horas has pasado, hija


mía, en las diversiones mundanas… en
conversaciones frívolas… en la ociosidad maldita!
¡Cuántas veces has desobedecido a tus padres, por
no tomarte un poco de trabajo! ¡Cuántas veces te
103
han ganado tus amigas en sus labores y faenas, por
haber sido negligente y perezosa!... ¿Es eso seguir el
ejemplo del Niño Jesús? No, sino que es más bien
hacer burla de sus trabajos, ofendiendo su divina
persona. Propón, pues, la enmienda…, sé
laboriosa en todas ocasiones…, y así seguirás las
pisadas del Niño Jesús…, le agradarás…, evitarás
las tentaciones… y salvarás tu alma. Todo por
Jesús.

Fruto. Trabajaré con todo ahínco por Jesús. Fuera


pereza, y todo por Jesús.

Padre nuestro y la oración final.

104
Meditación XXVII (para el viernes)
Entretenimiento del Niño Jesús

Punto primero. A los niños os gusta jugar, hija o hijo


mío, entreteneros algún rato en honesta recreación,
porque no puede siempre el ánimo estar ocupado en
serias tareas. El buen Jesús, niño como vosotros,
también tenía sus entretenimientos santos... Me
preguntaréis cuáles eran los entretenimientos del
Niño Jesús. Pues atended. Considerad cómo pasaba
sus ocios santos. Unas veces se entretenía en fabricar
crucecitas de los desperdicios de madera... Y
¡cuántas no fabricó el Niño Jesús en los años que
vivió retirado en la tienda de Nazaret! ¿No es
verdad, hija o hijo mío, que si te hubiese ofrecido el
Niño Jesús una cruz por sus manos labrada, la
hubieras aceptado con gusto y guardado con sumo
aprecio y veneración cual si fuese riquísima
reliquia?... Pues mira, esos disgustillos que sientes al
obedecer a tus padres y superiores en lo que te
mandan, esa repugnancia por vencer tus caprichos y
rarezas que te dominan... son crucecitas que te
presenta el Niño Dios, y te dice: Obedece, hija o hijo
mío, a tus padres como Yo les obedecí, cueste lo que
cueste... Véncete a ti misma. Esa pequeña cruz Yo te
la preparé en Nazaret... ¿la rehusarás viniendo de mi
mano?... ¡Cuán poco me amarías si tal hicieses!
tómala y llévala con amor; sean tus entretenimientos
darme gusto siguiéndome, venciéndote a ti misma...
¿Qué le respondes al buen Jesús, hija o hijo mío?...
¿No es verdad que le complacerás?... Sí, Jesús mío,
105
todo lo haré y sufriré por Jesús.

Punto segundo. El Niño Jesús se entretenía también


en fabricar redes. Aquellas benditas manos que
fabricaron los cielos no se desdeñaron de tejer redes
amorosas con que prender corazones... Jesús, que
más tarde había de escoger a sus primeros apóstoles
para hacerles después pescadores de hombres,
también quiso entretenerse en esta modesta
ocupación. Su humanidad santa... sus infinitas
perfecciones... los beneficios que hacía a los
hombres... eran el cebo amoroso con que había de
prender las almas y encadenarlas en su servicio y
amor. Contempla al Niño Jesús arrojando estas
hermosas redes en las corrientes de las aguas de esta
vida, afanado por coger corazones; ¿no dejarás que
el tuyo se aprisione en estas amorosas redes? Más
aún, ¿no le ayudarás en tan divina tarea al buen
Jesús, haciendo que miles de corazones sean
cautivos de su amor? ¡Oh, qué feliz ocupación!
dichosa tú mil veces, hija o hijo mío, si la muerte te
sorprende en tan divino entretenimiento. ¡Qué paz
en vida! ¡Qué consuelo en muerte! ¡Cuánta gloria
gozarás en el cielo!

Fruto. Moveré otros corazones al amor de Jesús con


mis palabras y buen ejemplo.

Padre nuestro y la oración final.

106
Meditación XXVIII (para el sábado)
Jesús en Nazaret crecía en gracia, en sabiduría y en
edad, delante de Dios y de los hombres.

Punto primero. El Hijo de Dios, que bajó del cielo a


la tierra y se vistió de nuestra naturaleza para traer
a sí todos los corazones, quiso aparecer en este
mundo a los hombres en todas las formas más
amables para cautivarles su amor. Infante tierno…
niño agraciado…adolescente hermosísimo… joven
gallardo… varón fuerte… He ahí la escala de la
vida que recorre Jesús para satisfacer todos los
gustos. Si no amas a Jesús tierno infante por tu
amor, ámale al menos porque se hizo niño
agraciado, joven hermoso, varón esforzado por ti.
No puedes negarle tu amor. ¿Te roba el corazón un
infante hermoso con sus caricias? pues ahí tienes a
Jesús, infante el más hermoso por tu amor. ¿Te
enamora un niño cariñoso? pues ahí tienes a Jesús
Niño que te acaricia con infinito amor… ¿Se te va el
corazón tras un joven gallardo? Pues ahí tienes a
Jesús, el joven más amable que han admirado los
siglos. ¿Tu corazón, por fin, se inclina a amar y
confiar en las virtudes que resplandecen en un
varón perfecto? pues Jesús se te presenta en la
plenitud de la edad, lleno de gracia, sabiduría y
verdad delante de Dios y de los hombres. ¿Podrás,
pues, negar a Jesús la más mínima parte de tu
amor? ¿No amarás con todo tu corazón a tan
amable Salvador, hija o hijo mío?... Si encuentras
otra persona más digna que Jesús de tu amor, ya te
107
doy permiso para que le ames más que al divino
Jesús… Mas es imposible que le halles… Por eso
ama a Jesús más que a todas las criaturas, y a estas
ámalas con Jesús, en Jesús y por Jesús. Viva Jesús
mi amor.

Punto segundo. ¿Puede decirse de ti, hija o hijo mío,


con verdad, como del Niño Jesús que a medida que
creces en edad creces en gracia y en virtud?
¡Dichosa tú si tal hicieres! Si en tu corazón vas
disponiendo ascensiones que cada día te acerquen
más a tu Jesús por la imitación de sus virtudes,
entonces sí que vivirá Jesús en ti hasta que llegues a
la plenitud de la edad y medida de Cristo, como
dice el apóstol. Más ¡ay!, ¡cuánto temo de tu
inconstancia y flaqueza que, a medida que avances
en edad, no crezcas en gracia y virtud como Jesús,
sino que se arraiguen más profundamente los vicios
en tu corazón!... Examina, atentamente, tu
corazón…; ahora que eres jovencita puedes vencer
fácilmente tu pasión dominante… corregir tu
genio… domar tus desordenados apetitos… Más
¡ay de ti si no trabajas por vencerte a ti misma!, ¡ay
de ti si te descuidas! crecerás, y con la edad la
costumbre se hará una segunda naturaleza, y con
grandísima dificultad podrás después arrancar de
raíz el árbol crecido de una mala pasión… Ahora,
pues, que es tiempo, no consientas, hijo o hija mía,
que ningún vicio eche raíces en tu corazón… solo el
amor de Jesús ha de reinar en él…, los otros amores
son indignos de un corazón generoso. Corta, pues,
108
arranca sin piedad todo afecto que no grite: Viva
Jesús, soy de Jesús… ¡Oh Jesús mío! Tú solo serás el
Rey de mi corazón; quiero como Tú crecer en
gracia, sabiduría y edad para atraer con los
encantos que me comunique tu gracia miles de
corazones a tu servicio y amor. Ayúdame contra
mis malas pasiones, porque soy toda tuya. ¡Oh mi
Jesús! Viva, viva Jesús.

Fruto. Examinaré con sumo cuidado cuál es el vicio


o la pasión que me domina, y traeré examen
particular todos los días hasta sujetarla al servicio
de Jesús. ¡Viva Jesús mi amor!

Padre nuestro y la oración final.

109
Meditación XXIX
Temores y esperanzas

Punto primero. Si has hecho con fidelidad cada una


de las meditaciones de las cuatro semanas, y has
sacado el fruto que en cada una de ellas se te
propone, oh hija mía, ¿no es verdad que tu corazón
se siente enamorado del buen Jesús? Mas si no has
sacado el fruto debido, ¡cuánto temo por tu
salvación eterna! Como Madre que te amo y que
daría gustosa mil vidas (Jesús lo sabe) por salvar tu
alma, quiero abrirte mi corazón en este día y
revelarte mis temores y esperanzas. Temo por tu
salvación; temo que no vivirá Jesús siempre en tu
corazón, porque eres joven y eres mujer, y por
consiguiente... inconstante..., frágil..., sin
experiencia..., con mil peligros que te cercan, y
enemigos astutos que te combaten y se empeñan
por todos los medios en perderte... Temo que dejes
el cuarto de hora de oración..., y cobres hastío por
las cosas santas..., y te canses de la vida devota..., y
te desenamores poquito a poco del buen Jesús...
Temo que una mala amiga..., un libro o novela
impía..., una estampa fea..., una mala
conversación..., un mal ejemplo..., un escándalo, te
pervierta.
¡Eres tan débil, hija mía, y sobre débil, incauta!...
Son tantos y tan poderosos los enemigos que te
combaten, que mi corazón de Madre teme, y con
fundamento, que no perseverarás en el amor de
Jesús. ¡Ay! hija mía, una larga y triste experiencia
110
me ha enseñado esta verdad. A cuántas jóvenes un
día enamoradas de Jesús como tú..., con firme
propósito de ser todas de Jesús como tú, un airecillo
de vanidad, una lisonja, una palabra de amor, una
mirada indiscreta han arrancado de su alma la
expresión divina: Viva Jesús, y han gritado con sus
palabras y sus obras: ¡Viva Satanás, viva el mundo,
viva el pecado! ¿Sucederá a ti otro tanto, hija mía?...
Mucho te amo, más preferiría verte muerta antes
que entrara un pecado mortal en tu corazón... Jesús
mío, da muerte de amor a mis hijas, si han de vivir
la muerte del pecador. O amarte o morir.
Punto segundo. He ahí mis temores, hija mía. Se ha
contristado profundamente mi corazón al reflexionar
que no solo es posible, sino probable, atendida la
humana fragilidad y los escándalos que hoy reinan
en el mundo, que gritarás muera Jesús y viva el
pecado; mas ten confianza, y esos temores se
trocarán en dulces esperanzas si practicas mis
consejos; busca una buena amiga, y sobre todo un
buen confesor o director de tu alma, a quien nada
ocultes por vergüenza ni malicia; frecuenta la
Comunión, ama el retiro, detesta la vanidad y la
lisonja, se humilde, obediente, hacendosa, y sobre
todo, trabaja por enamorarte del buen Jesús,
tratándole con confianza y amor en la oración, y
desaparecerán mis temores y tendré segura
confianza de abrazarte en el cielo; no te desarrimes
nunca de la columna de la oración; medita sobre la
vida del buen Jesús; sea Él tu modelo, al cual
conformes tus pensamientos, palabras, y obras, y ten
111
confianza, no temas, Jesús vivirá, reinará
eternamente en tu corazón.
Madre mía de mi alma, santa Teresa de Jesús,
temores y esperanzas se abrigan en mi corazón;
reconozco que sin Jesús nada puedo, pero también
creo que con su favor lo puedo todo; ayudadme,
tendedme la mano, porque bien conocéis que soy
joven y sin fuerzas para subir por el camino de la
virtud, mas con vuestra ayuda cantaré victoria de
todos mis enemigos y clamaré siempre: ¡Viva Jesús,
mi amor; muera el pecado!

Fruto. Para asegurar mi salvación nada haré sin


consejo del confesor o director de mi alma, y todos
los días en la oración pediré conocimiento y amor
de Jesucristo, ser santa e ir al cielo.

Padre nuestro y la oración final.

112
Meditación XXX
Un paseo con Jesús por los alrededores de Nazaret.

Punto primero. Vamos, hija o hijo mío, a dar un


paseo en compañía del buen Jesús. Convida el
tiempo, pues es la deliciosa primavera, y sobre todo
lo ameno del sitio, lo amable de la compañía. No
temas distraerte en tu meditación, pues la vista del
aire libre, de campos, agua y flores te hará memoria
del Creador. Contempla al Niño Jesús, tu mejor
amigo y compañero, cómo fijos sus ojos al cielo ora
a su eterno Padre por ti, o bien con su mirada
divina penetra los siglos y te habla palabras de
amor. Pregúntale al divino Jesús qué afectos
dominan en su Corazón para contigo..., conversa
con Él como un hijo con su padre, o un hermano
con su hermano, y derrama tu corazón en su
presencia... ¡Oh, cómo sonreirá el buen Jesús, y te
hablará al corazón, así que descubra tu confianza y
amor hacia su divina persona!... En caridad
perpetua te amé, hija o hijo mío, te dirá el buen
Jesús... por eso te traje a mí con misericordia entre
miles de criaturas posibles... te llamé por tu nombre
y te di la existencia... te conservé la vida... te hice
nacer de padres católicos... en un país católico..., te
rescaté de la servidumbre de Satanás por el
Bautismo…, te di buen ejemplo… inspiraciones…
consejos…, me di a Mí mismo en el Sacramento del
altar… y por fin te hice hija de María y Teresa de
Jesús... ¿Cómo has correspondido a tantos
beneficios?... ¿Me amas sobre todas las cosas?...
113
¿Eres toda de Jesús como Yo soy todo tuyo?

Punto segundo. Por término del paseo y fin de estas


meditaciones, considera al Niño Jesús sentado
sobre verde césped, bajo frondoso árbol, reclinada
su frente divina sobre su mano, y que te está
mirando con amorosos y piadosos ojos en silencio,
y tú sentada o arrodillada a sus pies mirándole con
cariño y amor... ¿Qué le dices a tu buen Jesús?...
Ahora estáis solos... aprovecha tan preciosos
momentos... Háblale no palabras compuestas, sino
de la pena de tu corazón... ¿Nada le dices al buen
Jesús? Contempla su divino rostro..., mírale al
menos y tórnale a mirar..., que al cruzarse su divina
mirada con la tuya te hará mucho bien... ¡Tiene
tanta fuerza la mirada con piedad de Cristo!
¿No sientes enamorarse de Jesús tu corazón?... Mas
querrás oír su voz dulcísima. ¿No resuena en lo
secreto de tu alma, hija o hijo mío?... Una pregunta
te repite tres veces como a Pedro; “¿Me amas, hija
mía?... Hija mía, ¿me amas?... ¿Me amas más que
todos los otros corazones?...” ¿Qué le respondes a tu
Jesús, hija o hijo mío?... Tus obras, no tus palabras,
han de acreditar tu amor a Jesús. ¿Qué has hecho?...
¿Qué haces?... ¿Qué resuelves hacer para probar tu
amor a Jesús sobre todas las cosas?... Feliz y mil
veces dichosa serás, si hoy y siempre, y sobre todo en
la hora de la muerte, puedes decir en verdad como
san Pedro: “Sí, Señor mío Jesucristo, Tú sabes que te
amo sobre todas las cosas... más que todos los
corazones... y mi único afán ha sido hacerte amar por
114
todos los corazones...”. Entonces sí que en tu corazón
estará perfectamente grabado: Viva Jesús, y
eternamente cantarás las misericordias del Señor en
el cielo repitiendo sin cesar: Viva Jesús, mi amor, y
María mi esperanza; santa Teresa mi guía, y san José
mi protector. Así sea, así sea.

Fruto. Represéntate al Niño Jesús a tu lado en todas


las ocasiones, o sentado en medio de tu corazón; y
pregúntate antes de hacer alguna cosa: ¿Qué
pensaría, que diría, cómo se portaría el Niño Jesús
en esta ocasión? Procura con sumo cuidado que tus
pensamientos, palabras y obras clamen sin cesar:

Viva Jesús, mi amor.


Y María, mi esperanza;
Santa Teresa, mi guía.
Y san José, mi protector.

Padre nuestro y la oración final.

115
Examen de la meditación

El examinarse después de la meditación es


utilísimo, así para el fruto de la misma, como para
aprender el modo práctico de hacerla bien; en
consecuencia: siempre que sea posible lo harás, no
solo en tiempo de ejercicios, sino también en todos
los días del año.

1. Antes de empezar la meditación, ¿he


reflexionado a qué iba y a qué fin?
2. ¿La he comenzado con deseo eficaz de hacerla
bien y aprovecharme de ella?
3. ¿He prevenido antes los propósitos que debía
hacer, y las gracias especiales que debía pedir?
4. ¿He avivado la fe en la presencia de Dios,
creyendo que iba a hablar con el mismo Dios, que
es mi Padre muy amado?
5. ¿Le he ofrecido la meditación, y he
pedido gracias para hacerla con
fruto?
6. ¿He descuidado la composición
de lugar?
7. ¿He leído con detención los puntos, pensando
que Dios me hablaba, y he aplicado lo que leía al
estado presente de mi alma?
8. ¿He sacado de aquí propósitos prácticos?
9. ¿He guardado la conveniente compostura del
cuerpo?
10. ¿Me he dejado vencer del sueño o de la pereza?

116
11. ¿He dado lugar a pensamientos inútiles?
12. ¿Me he envanecido por el fervor sensible?
13. ¿Me he inquietado por las sequedades o
desolaciones?
14. ¿He dejado los coloquios y súplicas?
15. ¿Me he detenido demasiado en discurrir, o en
otra operación del entendimiento?
16. ¿Me he detenido poco en la moción de los
afectos?
17. ¿He abreviado la meditación por motivos de
sequedad, tentación u otro pretexto?
18. ¿Qué propósitos he sacado? ¿Pienso hoy mismo
ponerlos en práctica? ¿En qué ocasiones?
19. ¿He pedido para este fin la gracia que necesito?
20. ¿He dejado de rogar por quienes estoy obligado
y por toda la Iglesia?

Si se halla haber faltado, se pedirá perdón y se propondrá


la enmienda; y si no se encuentra falta alguna, se dará
gracias a Dios por ello.
Por fin, aquello que más habrá movido se recogerá como
una flor para tenerla en el corazón todo el día a fin de
animarnos a la práctica de la virtud o vencimiento de
algún vicio, en especial de la pasión dominante.

117
Obra de la santa Infancia

La recomendamos con todas las veras de nuestro


corazón a los directores y ovejitas del Niño Jesús,
por ser una de las que más ama el Niño Jesús y más
conforme al espíritu de esta obra de celo.

Objeto y noticia de la Obra. La Obra de la santa


Infancia tiene por objeto el Bautismo, el Rescate y la
educación cristiana de los niños nacidos de padres
impíos en China u otros países infieles, poblando
así el cielo de innumerables angelitos y facilitando
la entrada de las naciones idólatras en el gremio de
la santa Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta Obra está bajo la invocación del Niño Jesús. La
santísima Virgen es su patrona principal. Los santos
ángeles custodios, san José, san Francisco Javier y
san Vicente de Paúl, son sus patronos secundarios.

Todos los niños bautizados pueden ser miembros


de la Asociación, y son admitidos en ella desde la
más tierna edad hasta la de 21 años. Cumplidos los
21 años, ningún socio puede continuar formando
parte de la Obra, sino pertenecer al mismo tiempo a
la Obra de la Propagación de la Fe.

Fundada en 1843 por Mons. De Forbin-Janson,


Obispo de Nancy, de piadosa memoria; continuada
por el Pbro. Sr. James, antiguo vicario general y
canónigo titular de la Iglesia de París; fomentada
primero por los señores Obispos y luego por la
118
santa Sede, la Obra de la santa Infancia ha recibido
una consagración más solemne aún en un breve de
N. S. P. El Papa Pío IX, con fecha 18 de julio de
1856. Por este breve su santidad elevó la Obra al
rango de las instituciones canónicas, acordándole
un Cardenal Protector e invitando a todos los
Obispos del universo a que la introdujeran en sus
Diócesis. Su santidad León XIII se ha dignado
también bendecirla con efusión y recomendarla
nuevamente a todo el Episcopado del mundo
católico en la Encíclica Sancta Dei Civitas, con fecha
3 de diciembre de 1880, y pocos meses más tarde, a
todos los fieles por estas palabras, dirigidas al
Director general de la Obra: Yo quisiera ver a todos
los niños del mundo católico miembros de esta hermosa
Obra de la santa Infancia.

Organización. La Asociación se divide en series de


doce miembros, para honrar los doce años de la
infancia del Salvador. Doce series forman una
subdivisión; doce subdivisiones una división.
Las series se distinguen entre sí por un número de
orden correspondiente a uno de los años de la
infancia de Jesús, bajo el nombre de primer año,
segundo año de la santa Infancia de Jesús, etc.

La cotización para cada miembro es de cinco


céntimos al mes.

Cada serie tiene un colector; cada subdivisión un


tesorero, y cada división un tesorero general.
119
La dirección espiritual de la Asociación
corresponde de derecho al párroco de la Iglesia en
que esta se estableciere, o al sacerdote asignado por
él, para reemplazarle.

Practicas piadosas. Cada miembro de la Asociación


debe rezar todos los días: 1º un Ave María (basta
aplicar a esta intención el Ave María de la oración
de la mañana, o de la noche): 2º la invocación
siguiente: Virgen María, ruega por nosotros y por los
pobres niños infieles. Por los niños demasiado jóvenes
pueden cumplir estas obligaciones sus padres o las
personas interesadas.

Como lazo espiritual entre los niños bienhechores y


los niños objeto de la Obra, los nombres que se
deben poner al bautizar a los niños infieles, son los
de sus jóvenes protectores, siempre que sea posible.
Entre las intenciones de las oraciones y de las Misas
de la Obra, está comprendida una muy especial a
favor de las madres cristianas para obtener que
todos sus hijos reciban la gracia del santo Bautismo.
Estas oraciones y Misas tienen también por objeto
procurar a los socios más jóvenes la gracia de
prepararse santamente a su primera Comunión y la
de la perseverancia.

Progresos de la Obra. Los ingresos de la Obra


llegaron a 23.000 francos en 1843, primer año de su
fundación, elevándose sucesivamente hasta la cifra
de más de tres millones de francos desde hace algunos
120
años. Las 97 Misiones que socorre la Obra de la
santa Infancia, bautizan actualmente, por término
medio, más de 400.000 niños moribundos por año;
educan anualmente, a expensas de la Obra, en las
prácticas de nuestra santa religión, cerca de 100.000
niños arrancados del paganismo, y rescatan todos
los años muchos miles de negritos, librándolos de
los horrores de la esclavitud y procurándoles el
inmenso beneficio de la santa libertad de los hijos
de Dios.

Ante estos resultados, a los cuales dará mayor


extensión el celo de los directores y socios de la
santa Infancia, parece que ahora más que nunca se
realizan aquellas palabras de la santa Escritura: Ex
ore infantium et lactentium perfecisti laudem: “De la
boca de los niños y de los que están aún pendientes
del pecho de sus madres, hiciste salir perfecta
alabanza” (Ps. VIII, 3). Y estas otras de un celoso
misionero: Por los niños se convertirán las naciones.

Que la infancia cristiana salve a la infancia infiel,


preparando así el advenimiento del reino de
nuestro Señor Jesucristo en todas las almas, es el
deseo más íntimo del corazón maternal de la
Iglesia.

Indulgencias. Concedidas a la obra de la santa


Infancia por los soberanos pontífices Gregorio XVI,
Pío IX y León XIII.

121
I. Indulgencias plenarias. –1º. Indulgencia plenaria
a los socios que asistieren entre Navidad y la
Purificación a una Misa celebrada por todos los
socios vivos.

2º. Indulgencia plenaria a los socios que asistieren


entre el segundo domingo después de Pascua y el fin del
mes de María, a una Misa celebrada por todos los
socios difuntos.

En cada una de estas Misas, los miembros de la Obra


deben rogar por los socios vivos y difuntos.

3º. Indulgencia plenaria en las fiestas de los patronos


de la Obra, a saber: de la Presentación de la
Santísima Virgen; de santos ángeles custodios; de
san José, de san Francisco Javier y de san Vicente de
Paúl, bajo la condición prescrita por el soberano
pontífice, de rogar por el aumento de la Obra de la santa
Infancia.

4º. Indulgencia plenaria a los celadores y celadoras,


colectores y colectoras, directores y directoras de la
santa Infancia, como también colectoras, directores, el
día del aniversario de su bautismo (ganadera con
sujeción a las condiciones ordinarias y haciendo
una visita a la Iglesia parroquial).

II. Indulgencias Parciales. –1º. Indulgencia de siete


años y siete cuarentenas a todos los socios que en las
fiestas y asambleas generales de la obra recibieren
122
la bendición solemne dada según la fórmula especial
publicada en el Manual de la santa Infancia.

2º. Indulgencia de un año, a los miembros de los


Consejos y Comités de la Obra ya constituidos, o
que se constituyan regularmente en lo sucesivo, en
cualquier sitio que sea, cada vez que asistieren a una
reunión de estos Consejos o Comités.

3º. Indulgencia cotidiana de 100 días a todos los


miembros de la santa Infancia que rezando las
oraciones de la Obra, sean jefes de serie o procuren
serlo.

4º. Indulgencia de 100 días a los niños y demás


miembros de la Obra que rezaren dos veces las
oraciones prescritas, ya el día de Navidad, ya otro
de los consagrados a honrar el Nacimiento del
Salvador, haciendo a la vez a la Obra una limosna
cualquiera, por pequeña que sea, bajo la forma de
aguinaldo al Niño Jesús, o doblando, por ejemplo, la
ofrenda mensual. Se concede también esta misma
indulgencia, a los que sin ser miembros de la Obra,
rezaren las oraciones de la Asociación, haciendo al
mismo tiempo la limosna indicada.

5º. Indulgencia de 40 días a todos los socios y a


todas las personas que se ocuparen de la Obra de
cualquier modo que sea, cuantas veces se valieren de
palabras u obras para aumentar, favorecer y defender la
piadosa Asociación y procurasen por ella el amor al
123
Niño Jesús y la salvación de las almas.

Socios perpetuos. El soberano pontífice ha concedido


la gracia de poder ser miembros perpetuos de la Obra
y ganar todas las indulgencias, a los que, rezando
todos los días las oraciones de la Asociación, y no
pudiendo, por razones particulares, entregar cada
mes la limosna prescrita, hicieren a la Obra una vez
para siempre, una ofrenda que no baje de cien
francos.

Nota. Pueden ganar todas estas indulgencias, como


la plenaria del jubileo, los niños que aún no hayan
hecho la primera Comunión. El soberano pontífice los
dispensa a este efecto de la Comunión, con tal que,
al formar parte de las condiciones prescritas, sea
reemplazada por otra buena obra, a elección del
confesor; pero no están exentos de la confesión ni
las demás condiciones.
Todas las indulgencias, tanto plenarias como
parciales, anteriormente indicadas, son aplicables a los
difunto

124
125
Versos
de santa Teresa de Jesús
al Niño Jesús

Villancico

Véante mis ojos, Dulce Jesús bueno;


Véante mis ojos, Muérame yo luego.

Vea quien quisiere Rosas y jazmines,


Que si yo te viere, Veré mil jardines,
Flor de Serafines, Jesús Nazareno.

No quiero contento Mi Jesús ausente,


Que todo es tormento A quien esto siente;
Solo me sustente Tu amor y deseo.

Villancico
¡Oh hermosura que excedéis
A todas las hermosuras!
Sin herir, dolor hacéis,
Y sin dolor, deshacéis
El amor de las criaturas.

¡Oh ñudo que ansí juntáis


Dos cosas tan desiguales!
No sé por qué os desatáis,
Pues atado fuerza dais
A tener por bien los males.

126
Quien no tiene ser juntáis
Con el ser que no se acaba:
Sin acabar acabáis,
Sin tener que amar amáis,
Engrandecéis nuestra nada.

Sobre estas palabras: “Dilectus meus mihi”

Ya toda me entregué y di,


Y de tal suerte he trocado,
Que mi Amado es para mí,
Y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce cazador


Me tiró y dejó rendida
En los brazos del amor Mi alma quedó caída,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado,
Que mi Amado es para mí, Y yo soy para mi Amado.

Tirome con una flecha


Enarbolada de amor,
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Y ya no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado es para mí, Y yo soy para mi Amado.

127
Octava

Dichoso el corazón enamorado


Que en solo Dios ha puesto el pensamiento;
Por Él renuncia todo lo criado,
Y en Él halla su gloria y su contento.
Aun de sí mismo vive descuidado,
Porque en su Dios está todo su intento,
Y así alegre pasa y muy gozoso
Las ondas de este mar tempestuoso.

Cuartetas
Si el amor que me tenéis,
Dios mío, es como el que os tengo,
Decidme, ¿en qué me detengo?
O Vos, ¿en qué os detenéis?
–Alma, ¿qué quieres de Mí?
–Dios mío, no más que verte.
–Y ¿qué temes más de ti?
–Lo que más temo es perderte.

Un amor que ocupe os pido,


Dios mío, mi alma os tenga
Para hacer un dulce nido
A donde más la convenga.

Un alma en Dios escondida


¿Qué tiene que desear,
Sino amar y más amar,
Y en amor toda encendida
128
Tornarle de nuevo a amar?

Jesús, mi gozo es teneros;


Mi deseo, de agradaros;
Mi tristeza, no gozaros:
Y mi temor; de ofenderos.

Himno de las ovejitas


del Rebañito del Niño Jesús

De Jesús soy ovejita;


Es mi estandarte la cruz;
Siempre mi grito de guerra
Ha de ser ¡Viva Jesús!

Así que venga a tentarme


El infernal Belcebú,
Venceré toda su astucia
Clamando ¡Viva Jesús!
Cuando de Dios se blasfeme,
Que es del alma gloria y luz,
Yo apagaré las blasfemias
Gritando ¡Viva Jesús!

En mis labios y en mi pecho,


como sello, estarás tú,
nombre bendito que adoro,
Diciendo: ¡Viva Jesús!
Al venir la luz del día
a dorar el cielo azul,
elevando mis miradas
129
Cantaré: ¡Viva Jesús!
Y cuando venga la noche
a extender negro capuz,
cruzando entonces los brazos
Rezaré: ¡Viva Jesús!
De Jesús soy ovejita.
Es mi estandarte la cruz.
Siempre mi grito de guerra
Ha de ser ¡Viva Jesús!
J. A. y A.

Estribillo
Vamos, pastores, vamos,
Vamos a Belén
A ver en aquel Niño
La gloria del Edén.
Ese precioso Niño
Yo me muero por Él;
Sus ojitos me encantan,
Su boquita también.
El Padre le acaricia,
La Madre mira en Él,
Y los dos extasiados
Contemplan aquel Ser.
Es tan lindo chiquito,
Que nunca podrá ser
Que su belleza copien
El lápiz, ni el pincel.
Pues el Eterno Padre,
Con su inmenso poder
130
Hizo que el Niño fuera
Inmenso como Él.

Ofrecimiento que de sí hacia a Dios


santa Teresa de Jesús.

Vuestra soy, para Vos nací;


¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad, Eterna Sabiduría,


Bondad buena al alma mía;
Dios, un ser, bondad y alteza,
Mirad la suma vileza
Que hoy os canta amor así:
¿Qué queréis, Señor, de mí?
Vuestra soy, pues me criasteis,
Vuestra, pues me redimisteis,
Vuestra, pues que me sufristeis,
Vuestra, pues que me llamasteis,
Vuestra, pues me conservasteis,
Vuestra, pues no me perdí:
¿Qué queréis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,


Que haga un tal vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí:
131
¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,


Yo le pongo en vuestra palma, Mi cuerpo, mi vida y
alma, Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:


Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo diré que sí:
¿Qué queréis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,


Dad consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
Si no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Solo hallo paz aquí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
132
Dadme, pues, sabiduría,
O por amor, ignorancia;
Dadme años de abundancia,
O de hambre y carestía;
Dad tiniebla o claro día,
Revolvedme aquí o allí:
¿Qué queréis hacer de mí?

Si queréis que me esté holgando,


por amor quiérome holgar;
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo o cuándo?
Decid, dulce Amor, decid:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa;
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea viña fructuosa
O estéril, si cumple así:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Sea José puesto en cadenas,


O de Egipto adelantado,
Sea David sufriendo penas,
O David ya encumbrado;
Sea Jonás anegado,
O libertado de allí:
¿Qué mandáis Señor de mí?
133
Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando;
Esté penando o gozando,
Solo Vos en mí vivid:
¿Qué mandáis hacer de mí?

A san José
Coro

A Jesús, nuestro hermanito, Haced le amemos con fe,


Y muramos en sus brazos, Padre nuestro san José.

Estrofas

Cuando Jesús sobre pajas En el establo lloraba.


Su buen padre cariñoso Mil tiernos besos le daba.
¡Oh José! cuando nosotros Tristes lloremos también,
Atended a nuestro llanto: Consoladnos, nuestro bien.
A Jesús…

Blanda y dulce era la cuna


De Jesús en Nazaret;
Era el seno de su Madre
Y el corazón de José.
Haced, pues, varón piadoso,
Que tengamos cama igual;
Tomadnos en vuestros brazos,

134
Dadnos sueño celestial.
A Jesús…

José y María indigentes


Para vivir trabajaban;
Jesús guardaba silencio,
Y en su obra les ayudaba.
Así bien nuestro trabajo
Silencioso debe ser;
Haced, José, que no hablemos
Sino cuando es menester.
A Jesús…

Cuando pide alguna gracia


José a su hijito y Señor,
Al instante le obedece
El Infante con amor.
Plegue a vos, padre y maestro,
Alcanzarnos la virtud
Bella, santa, de obediencia.
Cual la ejercía Jesús.
A Jesús…

De virtudes llega a ser


Jesús perfecto modelo
Al lado del varón justo
Cuyo amparo le dio el cielo
¡Oh José! Que vuestra mano
Nos dirija siempre al bien,
Y para nunca ofenderos,
Sed siempre nuestro sostén.
135
A Jesús…

Con Jesús su Madre estaba,


Que amabais vos tiernamente:
Haced pues, que siempre amada
De todos sea igualmente.
Que nuestra infancia progrese
Con la edad en la virtud:
Que crezca en sabiduría,
Como crecía Jesús.
A Jesús…

En unión de Jesús: Todo por Jesús

Todas mis acciones las haré en Jesús,


con Jesús, por Jesús, para Jesús.
Si yo velo, mis ojos solo verán a Jesús.
Si duermo, soñaré en Jesús.
Si estudio, mi libro y doctor será Jesús.
Si escribo, mi mano la guiará Jesús,
y Jesús escribirá el nombre de Jesús.
Si ando o estoy en reposo,
siempre iré acompañado de Jesús.
Si oro, lo haré con Jesús.
Si me canso o fatigo, será mi descanso Jesús.
Si tengo hambre o sed,
Jesús será mi alimento y bebida;
viviré de Jesús.
Si enfermo, mi médico será Jesús,
mi remedio el amor de Jesús.
Si muero moriré en Jesús.
136
En mi agonía, mi última palabra
será el dulce nombre de Jesús.
Para cerrar mis ojos, solo quiero a Jesús.
Mi sepulcro ha de ser el Corazón de Jesús.
Mi epitafio será: Yo descanso en Jesús.
Mi esperanza: Espero ver con mis ojos a Jesús.

A Jesús

Jesús, bendiga yo tu santo Nombre;


Jesús, mi corazón en Ti se emplee;
Jesús, mi alma siempre te desee;
Jesús, lóete yo cuando te nombre.

Jesús, te confiese Dios y Hombre;


Jesús, con viva fe por Ti pelee;
Jesús, en tu ley santa me recree;
Jesús, sea mi gloria tu renombre.

Jesús, medite en Ti mi entendimiento;


Jesús, mi voluntad en Ti se inflame;
Jesús, contemple en Ti mi pesamiento;
Jesús, de mis entrañas, yo te ame;
Jesús, viva yo en Ti todo momento;
Jesús, óyeme Tú cuando te llame.

Nada te turbe
Nada te espante;
Todo se pasa;
Dios no se muda;
137
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene Nada le falta;
Solo Dios Basta.

Jesús, mi gozo es teneros;


Mi deseo, de agradaros;
Mi tristeza, no gozaros,
Y mi temor, de ofenderos.
(Santa Teresa de Jesús).

138
ÍNDICE
Censura y aprobación.

Dedicatoria.

Al que meditare. Súplica a Jesucristo.


Instrucción que santa Teresa de Jesús da a una de
sus más tiernas hijas, mostrándole las caricias y
regalos que más estima el buen Jesús.
Oración preparatoria para antes de la meditación.
Composición de lugar.

PRIMERA SEMANA
Meditación I. –Viva Jesús o viva el demonio. Oración
final para todos los días.
Meditación II. –Jesús Hijo de Dios e hijo de María.
Meditación III. –Jesús es digno de todo nuestro amor.
Meditación IV. –Jesús en el seno de María.
Meditación V. –Latidos del Corazón de Jesús en el
seno de María.
Meditación VI. –La divina carcelera.
Meditación VII. –Nacimiento del Niño Jesús.

SEGUNDA SEMANA
Meditación VIII. –María y José en la cueva de Belén.
Meditación IX. –Los pastores y los niños de Belén.
Meditación X. –Sueño y ensueños del Niño Jesús.
Meditación XI. –Silencio del Niño Jesús.
Meditación XII. –Una visita a solas al niño de Belén.
Suspiros de Jesús.
Meditación XIII. –Llanto del Niño Jesús.
139
Meditación XIV. –Cama del Niño Jesús.

TERCERA SEMANA
Meditación XV. –El Niño Jesús adorado de los santos
Reyes.
Meditación XVI. –El nombre de Jesús.
Meditación XVII. –Presentación del Niño Jesús al
templo.
Meditación XVIII. –El Niño Jesús huye a Egipto.
Meditación XIX. –Una noche en el desierto con Jesús,
María y José.
Meditación XX. –Los primeros pasos que dio el Niño
Jesús.
Meditación XXI. –La primera palabra del Niño Jesús.
CUARTA SEMANA

Meditación XXII. –La vuelta de Egipto.


Meditación XXIII. –Jesús en el templo con los
doctores.
Meditación XXIV. –Jesús en Nazaret ora.
Meditación XXV. –Jesús en Nazaret obedece a sus
padres.
Meditación XXVI. –Jesús en Nazaret trabaja.
Meditación XXVII. –Entretenimiento del Niño Jesús.
Meditación XXVIII. –Jesús en Nazaret crecía en
gracia, en sabiduría y en edad delante de Dios y
de los hombres.
Meditación XXIX. –Temores y esperanzas.
Meditación XXX. –Un paseo con Jesús por los
alrededores de Nazaret.

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Examen de meditación.

Obra de la santa Infancia.

Versos de nuestra santa Madre Teresa de Jesús.


Villancico. Otro villancico.
Sobre estas palabras: Dilectus meus mihi.
Octava. Cuartetas.
Himno de las ovejitas del Rebañito del Niño Jesús.
Estribillo.
Ofrecimiento que de sí hacía a Dios santa Teresa de
Jesús. A san José.
En unión de Jesús. Todo por Jesús. A Jesús.

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