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Viejos de Corpus

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Temascalcingo de José María Velasco

Historia de Los Viejos de Corpus [Xita


Corpus]
El valle de Temascalcingo, flanqueado por milenarias montañas,
conforma el espacio geológico más sorprendente de la tierra
mazahua, en él corre el río Ndareje, (Lerma) entre acantilados
de extrañas formas. Tierra fértil donde se ha desarrollado la
vida de animales y plantas que hoy reclaman su existencia.
Los tambores de la historia aquí anunciaron la presencia del hombre -
montaña; del hombre - río, del hombre - venado y del hombre - maíz, sus
huellas son muy remotas; crearon símbolos e instrumentos que responden
a sus sentimientos y a sus necesidades materiales y espirituales.

Dentro de las ceremonias más antiguas está la de la fertilidad, ceremonia


de la invocación a la lluvia; ahora es tiempo de llamar a las nubes, de
encender el fuego, de mover las manos y los pies en mágicos movimientos,
de mirar con los ojos del alma, de comunicamos desde este rincón del
universo con las fuerzas del más allá. Lo seguimos haciendo como lo
hicieron nuestros antepasados, los que ya se fueron pero que ahora están
aquí.
Se reúne el grupo de cargueros, Becte, para tomar acuerdos y decidir qué van a hacer
el Jueves de Corpus; entre los acuerdos está la compra de cohetes, la recolección de
flores, la invitación a los hombres del pueblo para que participen en la cuadrilla de los
Xitas o "Viejos de Corpus". La invitación se hace en forma muy especial a los que
representarán al más viejo y a la vieja, se les lleva obsequios, pan, pulque, frutas, para
ganar su voluntad de participación; a los demás se les invita en forma sencilla, así
también al que portará el "torito" hecho de madera y forrado de piel.
Días antes de celebrarse las ceremonias del Jueves de Corpus, sale un grupo de
viejitos, recorren el poblado y van de casa en casa, donde danzan por un momento;
anuncian la fiesta, recolectan limosnas para sufragar algunos gastos.
Llegado el día, todos los pueblos y barrios que participan celebran las vísperas; se
reúnen en el templo los cargueros, cada uno con su comisión. Las campanas llaman a
todo el pueblo y así van llegando las mujeres con ramos de flores, los músicos con sus
tamboras y violines; en el interior del templo se esparce copal a cada una de las
imágenes. Las mujeres se sientan en tomo a los nichos que portarán a los santos y les
van colocando ofrendas de gran belleza, de unas cazuelas de barro van tomando flores
de di-versos colores y especies: borene, retama, orquídeas, ramos de mastranto,
azucenas, entre otras; también se les coloca rosarios o guirnaldas de palomitas de
maíz, se cuelgan racimos de capulines, guayabas, plátanos de Jungapeo, y manzanas.
Conforme se van poniendo las ofrendas se esparce copal, que
junto con música de tambora y violín envuelven el ambiente en
una atmósfera de profunda espiritualidad.

Con gran respeto se ofrendan matas de maíz, que se colocan en


los nichos. Entre las flores y las frutas se mueven panes de
caprichosas formas, de mujer, animales, como ardillas, patos,
palomas, pajaritos, y coronas.

Entre los nopales y magueyeras, la noche avanza por esos


caminos, van gritando los Xitas y se dirigen a la iglesia.
Los Xitas mazahuas con su nuevo rostro, en milenarios movimientos que transforman el
tiempo y el espacio, hacen su entrada al templo con el mayor de la danza. Con gran
reverencia caminan dentro del templo al ritmo de una tambora y un violín; los reciben
los mayordomos y fiscales, quienes se encuentran en el altar. El Xita más viejo, a quien
también le llaman "tápale" o "Mero Xita", se acerca a uno de los fiscales para pedir
permiso y ponerse de acuerdo con la participación de la fiesta y le dice:

— Tata fiscal, venimos aquí de antemano a pedirle permiso para que descansemos un
poco, ya que venimos de muy lejos, más allá de Tarandacoao, Maravatío; sólo hemos
comido biznagas, garambullos y algunos animales, y mis hijos no han comido más que
puros animales: lagartijas, conejos, tlacuaches, tejón, zorrillo, armadillo. Ya mañana
continuará el camino.
El fiscal que se encuentra sentado a un costado del altar y contesta.
— Si ustedes desean descansar un poco, yo aquí les doy permiso, pero de comer es poco lo
que tenemos, porque no ha llovido.
El Mero Xita conversa lo mismo con los demás fiscales, esto también lo hace la Vieja con
voz tipluda y lloriqueos. Ella representa la tierra, la fertilidad.
El fiscal, con mucha seriedad, se dirige a todos los Xitas y les dice:
— Nosotros queremos que los viejitos rueguen mucho a Dios que nos socorra la lluvia para
dar vida a nuestra siembra, ya que aquí carecemos mucho de agua, pero con ayuda de los
viejitos, y con el permiso de Dios que nos venga la lluvia... y le den vida a nuestros campos
y montañas.

Responde el tata Xita:


— Nosotros rogaremos a Dios para que estas tierras se den abundantes. Y no se preocupe por
nosotros, por donde vamos caminando le rogaremos a Dios.
Los rostros del pueblo, con mirada profunda y emocionada, les dicen en forma repetida: rueguen
por la lluvia, rueguen por la lluvia...
Una vez que el fiscal concede el permiso, los viejos, formados en columna, bailan jarabes dentro
de la iglesia y salen al atrio, ahí ya se encuentran muchos vecinos del pueblo. Siguen danzando y
lanzan extraños gritos; se torea el "torito", que es cargado por un hombre en sus hombros, así lo
va haciendo cada uno de los Xitas, traen en sus manos una reata de lazar. Así transcurre buena
parte de la noche, con asombro de los asistentes. Nuevamente pasan al interior del templo y
continúan danzando. En medio de exclamaciones se despiden de las imágenes y fiscales; todo está
preparado para el día siguiente y participan en la na mbxcua ra xita carpo.
Dentro de los ritos que se celebran este día, está la celebración de una misa, la procesión
con las imágenes; las autoridades religiosas de los diversos pueblos y barrios se reúnen
en el atrio, se va integrando la procesión, cada pueblo lleva su imagen al frente
bellamente adornada con verdes matas de maíz, flores, frutas y panes; mayordomos y
fiscales, todos los cargueros entonan cantos y alabanzas: con la dirección de los Xorí; se
esparce copal, suenan pequeñas campañas, los mayordomos portan el Boximo,
palanganas con flores y ceras y un bastón, símbolo de mando; los acompaña la música,
mujeres que entonan cantos y amamantan a sus hijos, hay ceras encendidas, estandartes
y ancianos que llevan sus sombreros en la mano; el párroco lleva una custodia que va
colocando en los altares que se han puesto en trayecto del recorrido y realiza ritos
cristianos propios de la fiesta. En la procesión los acompañan niños y niñas vestidos con la
indumentaria tradicional, les llaman "los inditos", cargan huacales, portan palanganas que
contienen pétalos de flores que esparcen en el trayecto de la procesión, para hacer el
recorrido por las calles aledañas a la parroquia.
En el atrio de la iglesia, bajo antiguos y legendarios fresnos, eucaliptos y olivos, se
reúnen los cargueros para dar de comer a los Xitas, se sientan en los prados y antes
de tomar la comida, uno de los cargueros ofrece comida al Mejomui, Señor de la
Tierra: una porción de tortilla de maíz se coloca sobre la tierra con respeto y
reverencia; se les invita a los Xitas tomen sus sagrados alimentos, se les sirve en un
plato de barro arroz, mole con carne de guajolote o pollo, frijoles, salsa verde, chiles
y van sacando tortillas de una servilleta que se encuentra dentro de un chiquihuite;
se acompaña la comida con agua natural, refresco o pulque. Una vez que han
terminado de comer, agradecen y vuelven a colocarse sus máscaras, los grupos de
Xitas continúan danzando por diversas calles de la población.

Ya entrada la tarde, todos los cargueros se organizan y se


despiden del Señor de la Coronación, esparcen copal, todas las
imágenes presentes empiezan a regresar a sus comunidades
por los diversos caminos, que como venas los llevan al corazón
de la montaña. Los caminos se reconstruyen con su fe remota y
renovada, con la fuerza y energía de su invocación. Y van
ascendiendo por la montaña entre la luz y la sombra de los
árboles donde cantan libres las aves que anuncian su retorno.
Los Xitas con sus máscaras eternas petrifican el instante humano, con su fe y
energía en silencio transmiten sus mensajes en un lenguaje sin tiempo y en un
espacio que libera.

Los Viejos siguen danzando dentro del templo y después salen al atrio donde
continúan con sus invocaciones, gritos y torean el pequeño toro de madera
forrado de cuero que carga un hombre, quien con gran habilidad lo mueve para
embestir, y todos los Viejos pasan a torearlo queriéndolo lazar; lo mismo hace
el más pequeño de los Xitas y sigue la Vieja. El más viejo es embestido por los
cuernos del toro y muere, esto conmueve a todos y en medio de lloriqueos lo
llevan a sepultar; doblan campanas y en el momento de darle sepultura, el
viejo recobra la vida y continúan los jarabes, la música, hay alegría en todos.
Los Xitas siguen danzando, las sombras de las montañas anuncian la llegada
de la noche; las campanas tocan la despedida de los Xitas, realizan una
ceremonia en el atrio o dentro de la iglesia, o como la del puente en la
ermita ubicada en las márgenes del río Ndareje.

Los Xitas en medio de lamentaciones forman dos filas y se abrazan


inclinando la cabeza en dos movimientos, en dirección del hombro
izquierdo y del derecho. Se piden disculpas, se reafirma el compromiso de
no dejar la tradición y cumplirla, de seguir con la costumbre que dejaron los
abuelos. Se despiden de los mayordomos, fiscales, cargueros y santos. Las
brasas del copal siguen ardiendo, siguen vivas.
Los Xitas, con su energía, se han librado de la tristeza y el dolor, han
dado sus mensajes a la naturaleza a las fuerzas divinas, han
cumplido con su manda. Las montañas los cubren con la cobija de
la noche.
Ya en lo alto del cielo en silencio se reúnen las nubes para danzar
fértiles movimientos de lluvia.

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