Hamlet y Sócrates, uno a modo de elogio, el otro a modo de desaprobación, hablan del arte como de... more Hamlet y Sócrates, uno a modo de elogio, el otro a modo de desaprobación, hablan del arte como de un espejo tendido frente a la naturaleza. Como con muchos desacuerdos en materia de actitudes, éste tiene una base concreta. Sócrates veía los espejos como reflejando aquello que ya podemos ver; así el arte, en la medida en que se asemeja a un espejo, produce vanas réplicas exactas de las apariencias de las cosas y no es de ningún provecho cognitivo. Hamlet, de manera más penetrante, reconocía un rasgo destacable de las superficies reflejantes, a saber que ellas nos muestran aquello que nosotros no podíamos percibir de otra manera –nuestro propio rostro y forma-y así el arte, en la medida en que se asemeja a un espejo, nos revela a nosotros mismos y tiene, después de todo, incluso según los criterios socráticos una cierta utilidad cognitiva. En tanto que filósofo, sin embargo, yo encuentro la argumentación de Sócrates deficiente, por razones tal vez menos profundas que aquellas alegadas. Si la imagen en el espejo de " O " es efectivamente una imitación de " O " , y si el arte es imitación, entonces las imágenes en el espejo son arte. Pero de hecho, afirmar que reflejar los objetos en un espejo es arte, sería lo mismo que afirmar que es justo utilizar las armas contra un demente 2 ; y hacer referencia a los reflejos en un espejo será justamente el género de contraejemplo solapado que esperaríamos que Sócrates presentara para refutar la teoría, sin embargo lo utiliza para ilustrarla. Si esta teoría exige que nosotros clasifiquemos esos reflejos como arte, ella muestra allí su defecto: " ser una imitación " no jugará el rol de condición suficiente para " ser arte ". Sin embargo, es posible que los artistas que estaban comprometidos con la imitación desde los tiempos de Sócrates en adelante no advirtieran por ello la insuficiencia de la teoría, lo que no ocurrió hasta la invención de la fotografía. Una vez rechazada como condición suficiente, la mimesis fue rápidamente descartada incluso como condición necesaria; y después de las realizaciones de Kandinsky los rasgos miméticos han sido relegados a la periferia de la preocupación crítica, tanto es así que ciertas obras a pesar de poseer los méritos de la excelencia que fue una vez celebrada como la esencia del arte, sobreviven escapando apenas de ser degradadas al status de simple ilustración. A pesar de la desaprobación popular, pues, el auditorio de Sócrates conocía lo que era el arte tanto como lo apreciaba; y una teoría del arte, vista aquí como una real definición de " arte " no ha de ser de gran utilidad para ayudar a los hombres a reconocer las instancias de su aplicación. Su aptitud anterior para hacer esto es precisamente lo que mide la adecuación de la teoría, el problema está solamente en hacer explícito aquello que ellos ya sabían. Este es nuestro uso del término que la teoría propone captar, pero nosotros nos suponemos capaces, según los términos de un autor reciente, " de separar esos objetos que son obras de arte de aquellos que no los son, porque (…) nosotros sabemos como utilizar correctamente la palabra 'arte' y aplicar la expresión 'obra de arte' " 3. Las teorías, según este punto de vista, son algo parecido a las imágenes en el espejo desde el punto de vista socrático; ellas exponen lo que ya sabíamos, son reflejos verbales de la práctica lingüística efectiva que nosotros dominamos. Pero distinguir las obras de arte de otras cosas no es algo sencillo, incluso para quien hable su lengua materna; y en estos días no cualquiera podría tener conciencia de estar en el terreno del arte sin una teoría artística que se lo dijera, y parte de la razón de esto descansa en el hecho de que ese terreno artístico se constituye en artístico en virtud de las teorías artísticas. Así que un uso de las teorías, además de ayudarnos a discriminar el arte del resto, consiste en hacer el arte posible.
Hamlet y Sócrates, uno a modo de elogio, el otro a modo de desaprobación, hablan del arte como de... more Hamlet y Sócrates, uno a modo de elogio, el otro a modo de desaprobación, hablan del arte como de un espejo tendido frente a la naturaleza. Como con muchos desacuerdos en materia de actitudes, éste tiene una base concreta. Sócrates veía los espejos como reflejando aquello que ya podemos ver; así el arte, en la medida en que se asemeja a un espejo, produce vanas réplicas exactas de las apariencias de las cosas y no es de ningún provecho cognitivo. Hamlet, de manera más penetrante, reconocía un rasgo destacable de las superficies reflejantes, a saber que ellas nos muestran aquello que nosotros no podíamos percibir de otra manera –nuestro propio rostro y forma-y así el arte, en la medida en que se asemeja a un espejo, nos revela a nosotros mismos y tiene, después de todo, incluso según los criterios socráticos una cierta utilidad cognitiva. En tanto que filósofo, sin embargo, yo encuentro la argumentación de Sócrates deficiente, por razones tal vez menos profundas que aquellas alegadas. Si la imagen en el espejo de " O " es efectivamente una imitación de " O " , y si el arte es imitación, entonces las imágenes en el espejo son arte. Pero de hecho, afirmar que reflejar los objetos en un espejo es arte, sería lo mismo que afirmar que es justo utilizar las armas contra un demente 2 ; y hacer referencia a los reflejos en un espejo será justamente el género de contraejemplo solapado que esperaríamos que Sócrates presentara para refutar la teoría, sin embargo lo utiliza para ilustrarla. Si esta teoría exige que nosotros clasifiquemos esos reflejos como arte, ella muestra allí su defecto: " ser una imitación " no jugará el rol de condición suficiente para " ser arte ". Sin embargo, es posible que los artistas que estaban comprometidos con la imitación desde los tiempos de Sócrates en adelante no advirtieran por ello la insuficiencia de la teoría, lo que no ocurrió hasta la invención de la fotografía. Una vez rechazada como condición suficiente, la mimesis fue rápidamente descartada incluso como condición necesaria; y después de las realizaciones de Kandinsky los rasgos miméticos han sido relegados a la periferia de la preocupación crítica, tanto es así que ciertas obras a pesar de poseer los méritos de la excelencia que fue una vez celebrada como la esencia del arte, sobreviven escapando apenas de ser degradadas al status de simple ilustración. A pesar de la desaprobación popular, pues, el auditorio de Sócrates conocía lo que era el arte tanto como lo apreciaba; y una teoría del arte, vista aquí como una real definición de " arte " no ha de ser de gran utilidad para ayudar a los hombres a reconocer las instancias de su aplicación. Su aptitud anterior para hacer esto es precisamente lo que mide la adecuación de la teoría, el problema está solamente en hacer explícito aquello que ellos ya sabían. Este es nuestro uso del término que la teoría propone captar, pero nosotros nos suponemos capaces, según los términos de un autor reciente, " de separar esos objetos que son obras de arte de aquellos que no los son, porque (…) nosotros sabemos como utilizar correctamente la palabra 'arte' y aplicar la expresión 'obra de arte' " 3. Las teorías, según este punto de vista, son algo parecido a las imágenes en el espejo desde el punto de vista socrático; ellas exponen lo que ya sabíamos, son reflejos verbales de la práctica lingüística efectiva que nosotros dominamos. Pero distinguir las obras de arte de otras cosas no es algo sencillo, incluso para quien hable su lengua materna; y en estos días no cualquiera podría tener conciencia de estar en el terreno del arte sin una teoría artística que se lo dijera, y parte de la razón de esto descansa en el hecho de que ese terreno artístico se constituye en artístico en virtud de las teorías artísticas. Así que un uso de las teorías, además de ayudarnos a discriminar el arte del resto, consiste en hacer el arte posible.
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