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Curiosidades Del Planeta Tierra - Leonardo Moledo

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SABA

QUE
el ferrocarril unific la forma de medir el tiempo sobre la Tierra?
la corteza terrestre es ms fina, en comparacin, que la cscara de una manzana
y que en el centro de la Tierra hay una enorme esfera de hierro del tamao del
planeta Marte?
todos los seres vivos descendemos de una sola clula?
el hombre est muy lejos de ser la especie dominante?
los continentes se mueven, se juntan y se vuelven a separar y que el Oceno
Atlntico se ensancha dos centmetros por ao?
hace doscientos millones de aos no exista el Atlntico y que alguna vez los
gelogos creyeron que un ocano haba cubierto todo el planeta?
los misterios de la isla de Pascua se descifraron casi totalmente?
alguien determin cientficamente la ubicacin del paraso terrenal?
la reencarnacin es aritmticamente imposible?
la Tierra naci hace cuatro mil quinientos millones de aos y que, dentro de
otros tantos, ser devorada por el Sol?
En este libro encontrar respuestas a stas y muchas otras cuestiones que,
durante siglos, desvelaron a los cientficos y a todos los que se interrogaron
sobre aspectos de nuestro planeta y sus misterios. Son curiosidades
historias, leyendas, ancdotas que muestran tanto los errores garrafales
como la grandeza, el humor y los disparates que han signado la historia de
esa increble aventura que llamamos ciencia. Seamos curiosos, pues, como
Alicia en el Pas de las Maravillas.

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Leonardo Moledo

Curiosidades del planeta Tierra


ePub r1.3
Colophonius 09.02.15

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Ttulo original: Curiosidades del planeta Tierra


Leonardo Moledo, 1997
Ilustraciones: Miguel Rep
Colaborador: Carlos Carabelli
Diseo de portada: Mara L. de Chimondeguy / Isabel Rodrigu
Editor digital: Colophonius
Correccin de erratas: Rubirpg
ePub base r1.2

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Agradecimientos

Los agradecimientos oscilan siempre un poco entre lo formal y lo ntimo; sea; hay
gente presente en este libro que no he de dejar de nombrar: Mximo Rudelli, de cuya
biblioteca y conocimientos abus sin moderacin; Paula Viale, con quien fue
planeado, discutido y revisado; Heber Cardoso, que ley y coment el manuscrito;
Susana Berestovoy, que con sus sutiles, precisas y felizmente siempre locuaces
observaciones, me permiti encontrar la idea que cerrara el texto, en charlas
combinadas con el teorema de Gdel y el anlisis no estndar.
Para Carlos Carabelli, que busc datos, sugiri temas, aport ideas y frases, y
corrigi todo, no hay palabras suficientes: a l le pertenece una buena parte de lo que
aqu hay, y pero, como dira Susana Berestovoy: si no hay palabras, para qu
ponerlas?

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Somos slo una luz, slo un chispazo,


un instante, apenas un segundo,
en la historia, tan vieja como el mundo,
de la vida creciendo paso a paso.
Tus pirmides, tus guerras, tu vestido,
el dolor que te acosa, la alegra
de una noche brillante, el alba, el da,
apenas han llegado y ya se han ido.
Detrs de tu barrio y de tu gente
hay especies, hay rocas: el cimiento
lejano, de un planeta en movimiento.
Y as, si te detienes un momento
oirs en la alta noche, dbilmente,
al tiempo que gotea, intermitente.

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Prlogo

Luca:
Esto que empieza ahora es mi regalo para tu cumple de quince aos. Escribo libros y
entonces te doy lo que creo mejor s hacer y ms me gusta: un libro; un libro
que se va a publicar con el ttulo de Curiosidades del planeta Tierra. Trata de cosas
que a veces no sabemos y a veces s sabemos sobre la Tierra, nuestro planeta,
nuestro lugar en el universo.
La Tierra, ese mundo que nos parece tan cercano y tan lejano a la vez, tan
conocido, y tan extrao: por ms que viajemos por l, slo vemos un trozo
pequesimo, insignificante, de todo el planeta. Por ms gente que conozcamos, slo
conocemos a una parte insignificante de la humanidad.
Imaginate, entonces, lo que pensaran del mundo nuestros antepasados lejanos,
cuando salan de caza, o emprendan la recoleccin, abandonando sus guaridas.
Seguramente muy poco. Seguramente, dominaban perfectamente el terreno en el que
se movan, pero ignoraban lo que haba ms all, aunque hicieron primitivos mapas,
o marcas, para guiarse en sus excursiones. Las primeras poblaciones humanas eran
nmades, y un grupo nmade recorre un territorio de no ms de cuatrocientos
kilmetros cuadrados a lo sumo.
Algunos emprendieron migraciones, pero cun lejos puede llegar un hombre,
una mujer, un pueblo, en el transcurso de una sola generacin?
Durante sus viajes veran cosas nuevas: ros, praderas, bosques, estepas, selvas,
desiertos, mares. Y sin embargo, veran tambin siempre lo mismo: un pedazo plano
de tierra hasta el horizonte, o hasta las montaas que cortaban el horizonte. Y los
pueblos del mar, agua que se extenda, tambin hasta una lnea donde se juntaba con
el cielo. Arriba una cpula celeste que se ajustaba perfectamente a ella: un mundo
cerrado, en cuyo centro estaban, y que se trasladaba con ellos. En cierto sentido, lo
mismo que vemos ahora a simple vista.
Qu ser eso?, se preguntaran. Dnde termina eso?, se diran, de noche,
sentados junto al fogn de sus cavernas. Qu dioses, qu espritus poderosos
habrn fabricado eso? Y se esforzaran por inventar y entender.
Es lo que trataremos de hacer juntos: dar una mirada inicial, miles de aos
despus, con la misma ingenuidad, con el mismo asombro, con el mismo amor por la
aventura de comprender que espero que te acompae siempre.
Feliz cumpleaos

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I
Un mundo flota en la nada

Un disco plano, flotando en la nada del universo.


Un disco plano, flotando en la Nada.
Flotando en la Nada.
Flotando en lo desconocido.
Un mundo flotando en la Nada.

La Tierra es un disco plano que flota en el Ocano inmenso y primordial: su dimetro es el que pueden
alcanzar los brazos de los ms grandes entre los Atlantes, y un hombre podra, a buen paso, atravesarla en
un perodo de nueve a doce semanas.
Falsa Geographica, de Apeles de Siracusa, siglo IX

La Tierra est sostenida por columnas de capiteles exquisitos, que parecen cincelados por dioses; las
columnas se apoyan en el caparazn de una tortuga, es sta de jade y gigante, y nadie puede pronunciar su
Nombre; la Tortuga nada sobre el mar de la Tranquilidad, que a ningn mortal le ser dado ver ni tocar.
El libro de los Quinientos

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1. Las cosas no son como parecen

Para los sacerdotes egipcios, la Tierra era el piso y el cielo una tapa metlica abovedada. En una galera alta,
alrededor de las paredes, corra un ro que era surcado por las barcas del Sol y la Luna. Las estrellas, fijas para
siempre, estaban suspendidas de las paredes y el techo. Los planetas navegaban en sus propias barcas, a travs de
la Va Lctea, que era el gemelo celeste del Nilo.
Albert Hoyerdal, Cosmogonas, Basilea, 1956.

Sobre nosotros no tenamos ms que el cielo, vaco y terriblemente profundo, y debajo el ocano con sus olas.
Rodeando el lugar, donde el agua se juntaba con el cielo, haba un arco, un arco monstruoso, en cuyo exacto
centro estbamos nosotros. El globo corra como las llamas de un bosque incendiado, pero por ms velocidad que
llevara, era intil, no conseguamos salir de ese centro. Durante mucho tiempo estuve observando y pude
comprobar que no nos habamos acercado a la circunferencia ni un centmetro. Un fenmeno tan imposible de
explicar me dio escalofros y me llen de terror.
Mark Twain, Tom Sawyer en el extranjero.

El mundo de nuestros antepasados era pequeo y cerrado, reducido al escaso


territorio que podan recorrer durante sus migraciones y excursiones de caza. Ms
tarde, cuando se instalaron en poblados y ciudades, y adoptaron la agricultura como
forma de vida, siguieron viviendo en un mundo cerrado, aunque quizs viajaran
menos.
Naturalmente, se preguntaran cmo era ese mundo que apenas se atrevan a
recorrer, y las respuestas, fragmentarias primero, resultado de observaciones, relatos,
creencias, religiones, a medida que cristalizaban las grandes civilizaciones,
cristalizaron tambin hasta formar una cosmogona, una manera de imaginar el
cosmos y el universo. Todos los pueblos tuvieron una cosmogona. Todos pensaron
algo: los habitantes de las islas, creyeron que el mundo era una isla su isla,
naturalmente en el medio del mar; los habitantes de las llanuras, pensaron que era
una llanura hasta donde alcanzaba la imaginacin; los pueblos de zonas montaosas
que su montaa era el centro de todo. Los filsofos hindes imaginaron una Tierra
plana sustentada por cuatro pilares, apoyados sobre elefantes que descansaban sobre
una gigantesca tortuga que a su vez nadaba en un ocano ms grande. Los sacerdotes
babilonios describieron al universo como una ostra, con agua por debajo y por
encima, todo sostenido por un cielo slido, parecido a una habitacin cerrada y
redonda: la Tierra era un monte hueco colocado en su centro y baado por las aguas
inferiores. La cosmogona egipcia tambin imagin al mundo como una caja.
Todos acordaban, ms o menos, en que la Tierra era plana y la bveda celeste un
inmenso caparazn que se ajustaba en los bordes. Los primeros griegos no fueron la
excepcin: Tierra plana, Grecia en el centro, disco formado principalmente por tierra
firme y rodeado por un borde de agua (el ro Ocano) donde desembocaba el resto de
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los mares y ros; por lo menos, as describa a la Tierra quinientos aos a. C.,
Hecateo, un viajero y filsofo griego, que adems pensaba que el Mar Mediterrneo,
el Mar Negro y el Mar Caspio dividan el mundo en dos: por el norte, Europa, y por
el sur, Asia y frica.
Hasta cierto punto es lgico que pensaran as: al fin y al cabo, vemos que la
Tierra es plana. Hay un prrafo muy divertido de Mark Twain que habla del asunto en
Tom Sawyer en el extranjero. Tom, Huckleberry Finn y Jim van viajando en globo y
Huck reflexiona:
Poco a poco, la Tierra se convirti en una bola, de un color apagado, con
hilos brillosos que la surcaban en todas direcciones y que no eran ms que
los ros.
La viuda Douglas me haba dicho muchas veces que el mundo era
redondo, pero yo nunca hice mucho caso de las supersticiones de la buena
mujer, sobre todo cuando deca eso, y yo estaba viendo que el mundo era
llano como un plato.
Ms de una vez me haba subido a lo alto de la colina observando bien
desde arriba para ver con mis propios ojos, porque me pareca que la mejor
manera de estar seguro de una cosa, era sa, ver con sus propios ojos antes
de creer todo lo que a uno le cuentan, pero siempre haba visto que la Tierra
era chata y bien chata.
Pero ahora (viajando en globo) vea que la viuda tena razn; es decir,
tena razn en lo que se refiere al resto del mundo, pero no en lo que respecta
a mi pueblo; esa parte es chata! Lo puedo jurar por todo lo que quieran!
Pero ocurre que las cosas no son como parecen: se, quiz, sea el descubrimiento ms
grande que hizo la humanidad en toda su historia, su breve historia de tres millones
de aos.
Las cosas no son como parecen.
Un disco plano, flotando en la nada del universo.
Un disco plano, flotando en la Nada.
Flotando en la Nada.
Flotando en lo desconocido.
Un mundo flotando en la Nada.

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2. La forma de la tierra

La verdadera forma de la Tierra ser por siempre inaccesible a los hombres.


Arstides el Dans, Sobre lo incognoscible, s. XV

Suponer que la Tierra es una esfera significa descalificarla; asignarle la Idea de la esfera, la Idea del plano, o
cualquier otra, es atentar contra la filosofa.
Critn el Cnico

La Tierra tiene la forma de un cubo al este, de un tringulo al oeste, de un crculo hacia el norte. Hacia el sur,
no tiene forma alguna.
Falsa Geographica, siglo IX

Mientras los filsofos se dedican a la vagancia y a las dudosas artes de la conversacin, los objetos cumplen
pacientemente sus obligaciones metafsicas: los barcos, desapareciendo en el horizonte por su base, como si
bajaran una escalera, nos indican claramente el camino geomtrico a seguir.
Protgoras de Mileto

No hacen falta satlites artificiales ni viajes espaciales para probar la esfericidad de la Tierra, alcanza con un
poco de jarabe pitagrico y con mirar alrededor con los ojos abiertos.
Critn de Atenas (discpulo de Aristteles)

Las cosas no son como parecen. ste es el descubrimiento ms grande que hicieron los hombres a lo largo de
toda su historia.
Aber Gordner

La Tierra plana, la Tierra como un disco, con los cielos ajustados sobre ella; sa era la
idea general, la que compartieron los primeros pueblos que reflexionaron sobre el
tema: hace apenas tres mil aos, haba una abrumadora mayora a favor de la Tierra
plana. Si en ese momento la forma de nuestro planeta se hubiera decidido por
votacin, habra permanecido plano para siempre.
Pero no fue as. Cuando un grupo de filsofos griegos empez a pensar como
Aber Gordner, las cosas no son como parecen, todo cambi; y es lo que ocurre
apenas uno abandona el sentido comn y se deja llevar por la curiosidad. Estos
primeros filsofos, que tanto entusiasman, Luca, a tu hermano Fernando, fueron los
racionalistas griegos: apenas apoyaron sus ojos poderosos sobre el mundo, aceptando
que las cosas no son como parecen, surgi una idea nueva, completamente nueva: la
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Tierra que se curva.


En realidad, si se lo piensa bien, era obvio que la Tierra tena que curvarse de
algn modo: los objetos por ejemplo los barcos no se esfuman en el horizonte
achicndose de a poco, sino que empiezan a desaparecer desde su base, como si
estuvieran bajando una escalera, tal como sealaba Protgoras de Mileto. Por otra
parte, la sombra de la Tierra sobre la Luna, en los eclipses, muestra claramente una
curva. Ya a principios del siglo VI a. C., Anaximandro de Mileto imaginaba al mundo
como una columna cilndrica rodeada de aire, que flota verticalmente en el centro del
universo, infinito en el espacio y el tiempo, sin apoyo, pero que no cae porque est
exactamente en el centro.
La Tierra de Anaximandro, flotando en el medio del espacio infinito, era una
imagen elegante y esttica, pero tena un serio inconveniente: el borde. Qu pasara
si alguien llegara al borde? Por qu el agua no se derramaba por all? El cilindro, por
hermoso que fuera, tena sus problemas.
Y aqu viene el asunto: ms o menos un siglo despus, se empez a probar una
idea completamente novedosa, que no se haba ensayado antes: los filsofos de la
escuela pitagrica, que descubrieron el poder de los nmeros, su relacin con la
msica, la bella propiedad de los tringulos rectngulos (que encierra en una frmula
simple los cuadrados de los catetos y la hipotenusa) y la existencia que por mucho
tiempo se mantuvo en secreto de las cantidades irracionales, imaginaron una Tierra
esfrica. La esfera parece el ms perfecto de los cuerpos y no tiene bordes por los que
algo (o alguien) se pueda caer al vaco, a la nada, al no s qu, que siempre temieron
los hombres.
Hoy, Luca, resulta difcil imaginarse la audacia intelectual de esta propuesta: un
planeta esfrico en el centro de un universo infinito, que no slo es una idea audaz,
tambin es angustiante porque nos abandona en un mundo destemplado, una idea que
nos empequeece: un mundo esfrico flotando en la nada del universo. Hoy quizs
nos cueste comprender la gigantesca revolucin conceptual que representaba.
Pero se impuso rpidamente: en el siglo V a. C., la estableci Filolao, el ms
grande de los pitagricos (y dicho de paso el primero en sugerir que nuestro mundo
se mueve). Por su parte, Aristteles integr la Tierra esfrica en su sistema del
mundo.
Al final, resultaba mucho ms cmodo que la Tierra fuera esfrica que plana, y lo
cierto es que para el 350 a. C. nadie, en el mundo ilustrado de la cultura griega,
dudaba ya del asunto. La esfericidad de la Tierra est en la base de la cultura
occidental. De una vez por todas, la forma de la Tierra estaba establecida. Esfrica,
bueno. Pero cmo era de grande?
Muy pronto se la midi.

Noticia sobre el Ecuador


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La existencia del Ecuador (una divisin en partes iguales de la Tierra) fue anterior
a la opinin general de la Tierra esfrica. Herdoto (siglo V a. C.), historiador y
viajero, crea que el Nilo y el Danubio estaban ubicados simtricamente respecto de
una lnea central que separaba al mundo conocido por la mitad.

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3. El tamao de la tierra

Una cosa es tener una idea real o ficticia sobre la forma de la Tierra y otra muy distinta es adivinar o
calcular su verdadero tamao.
Adso de Reims, Viajes, c. 1285

Es muy probable que los primeros pueblos que reflexionaron sobre el asunto se
preguntaran como lo hicieron los Beatles: la Tierra es grande o chica en
relacin a nuestra casa, a nuestra aldea, al territorio que conocemos? Son preguntas
parecidas a las que hoy nos hacemos sobre el universo, cmo es de grande?
Hay mapas babilonios, muy antiguos, que representan a la Tierra como un
crculo, con Babilonia en el centro y rodeado por el ro Ocano, ms all del cual
comienza lo desconocido: con un poco de audacia, se puede estimar que la distancia a
ese mundo desconocido no sobrepasaba un puado de miles de kilmetros. Era un
mundo pequeo, por lo menos segn los estndares modernos.
Pero hacia el ao 230 a. C., se hizo la primera medicin cientfica del tamao de
la Tierra: fue una hazaa intelectual muy singular, un prodigio del pensamiento
racional que creo debe asombrarnos an, quitarnos el aliento. Porque no se hizo
con complicados instrumentos, grandes telescopios ni inmensos viajes. Nada de eso:
se us una varilla de mimbre, un grupo de camellos y regla de tres simple. Fue as.
Eratstenes de Cirene (276-196 a. C.) era matemtico, astrnomo, historiador,
gegrafo, buen literato escribi un tratado sobre la comedia griega y encargado
de la Biblioteca de Alejandra, la ms grande concentracin de libros y saber del
mundo antiguo.
Y bien: Eratstenes oy decir que en Siena (en el sur de Egipto, hoy Asun),
durante el solsticio de verano (21 de julio en el hemisferio norte), una varilla clavada
verticalmente no proyectaba sombra alguna sobre el suelo, mientras que en
Alejandra s proyectaba una sombra que formaba un ngulo de alrededor de siete
grados y dedujo que esta diferencia se deba a la curvatura de la Tierra: los rayos del
Sol, que caan verticalmente sobre Siena, caan sobre Alejandra con una inclinacin
de siete grados. Entonces, midi la distancia entre las dos ciudades, usando un grupo
de camellos y viendo cunto tardaban en llegar de una a otra. Calcul unos
ochocientos kilmetros y luego resolvi el problema: si ochocientos kilmetros
correspondan a siete grados de inclinacin, a trescientos sesenta grados, es decir la
circunferencia total, deban corresponder unos cuarenta mil kilmetros, cifra
cercansima, aunque un poco mayor que la real. Lo que hizo Eratstenes fue
impresionante, no te parece, Luca?: medir el tamao de la Tierra sin moverse de su
lugar, con una varilla y por regla de tres simple, a fuerza de pura inteligencia. En
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manos de Eratstenes, la Tierra se transform en un objeto real, en un hecho


concreto: un hombre solo, con los pies en el suelo, una varilla en la mano, y la cabeza
en Alejandra, haba medido el Mundo.
La cifra de Eratstenes desgraciadamente fue luego modificada por el
gegrafo Estrabn (64?25? a. C.), que calcul 29 000 km, y a su vez esa cifra fue
tomada por Ptolomeo, el gran astrnomo del siglo II, que fij para la Tierra una
circunferencia a de 28 500 km bastante menor que la real, y que habra de perdurar
durante mil quinientos aos.

Noticia sobre Coln


Contra lo que muchas veces se suele pensar, la esfericidad de la Tierra no estaba
en discusin en el momento de la travesa de Coln, y la pelea con los gegrafos que
se oponan al viaje no fue por la forma de la Tierra, sino por su tamao. La
esfericidad de la Tierra estaba tan aceptada que el primer globo terrqueo se
construy en 1492, el mismo ao en que Coln viaj por primera vez a Amrica.

Basado en los mapas ofrecidos por Ptolomeo, Coln intent mejorarlos hasta
obtener una estimacin de la distancia martima (es decir, por el oeste) entre Europa y
Asia de 4780 km, que convena a sus fines: sostener que el viaje a las Indias por el
oeste era posible. Luego, con datos tomados de un cientfico musulmn del siglo IX
llamado Alfrageno, calcul que Japn estaba a 4300 km al oeste de las Canarias
(donde est Cuba, aproximadamente). Coln nunca lleg a Japn (las Indias
Orientales) dado que choc con Amrica. De no ser as, seguramente se habra
perdido en el mar sin alcanzar ningn destino, ya que su clculo era ridculamente
inexacto.

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4. La edad de la tierra

Hoy en da sabemos que la Tierra es muy antigua, pero hasta hace poco, muy poco, se
consideraba que haba empezado prcticamente ayer. Durante la Edad Media y buena
parte de la Edad Moderna, la edad de nuestro planeta (y del universo) se estimaba
segn la interpretacin literal de la Biblia. El clculo se haca siguiendo paso a paso
las palabras del Gnesis, donde se detallan todas las generaciones, desde Adn a
Jess, y oscilaba, segn el telogo o el cientfico de que se tratara, entre los cuatro
mil y los seis mil aos. En 1650, el arzobispo James Ussher, del Trinity College de
Dubln, concluy que la Tierra (y el universo) haba empezado a las seis de la tarde
del sbado 22 de octubre del ao 4004 a. C., y su contemporneo John Lightfoot, de
la Universidad de Cambridge, discrep sutilmente, proponiendo el ao 3928 a. C. El
mismsimo Newton dedic buena parte de su tiempo a calcular el momento exacto de
la Creacin, que situaba alrededor de aquellas fechas.
Este tipo de especulaciones no resisti al empuje de la Ilustracin, el gran
movimiento intelectual que en el siglo XVIII trat de explicar el mundo mediante
mecanismos naturales: por ese entonces, cobr fuerza la idea de que la Tierra se haba
formado a partir de una nebulosa primaria, o de un pedazo desprendido del Sol, como
una bola incandescente de rocas fundidas y que se fue enfriando de a poco.
El primero que se atrevi a arriesgar una cifra fue el naturalista francs Buffon
(1707-1788). Buffon decidi estimar el tiempo que habra tardado una esfera del
tamao de la Tierra en enfriarse hasta alcanzar su temperatura actual, y as lleg a la
conclusin de que la Tierra tena setenta mil aos de edad; para ser exactos, 74 832
aos. La cifra produjo una conmocin: era difcil creer que la Tierra fuera tan
espantosamente vieja.
Sin embargo, muy poco despus, en su monumental Geologa, de 1830, Charles
Lyell sostena que los procesos de sedimentacin, erosin y cambio geolgico eran
extremadamente lentos y que as haban sido a lo largo de toda la historia del planeta:
los setenta y cinco mil aos de Buffon resultaban una miseria; inspirado por Lyell, el
gelogo John Philips, basndose en el estudio de los estratos rocosos, estim la edad
de la corteza terrestre en nada menos que noventa y seis millones de aos.
Era un verdadero ocano de tiempo, pero ya se dibujaba en el horizonte la teora
de la evolucin, y era obvio que los procesos de transformacin de las especies
requeran esos grandes perodos. En 1863 el gran fsico escocs William Thompson,
conocido como Lord Kelvin, retomando la idea de Buffon la Tierra como una bola
incandescente que se enfriaba de a poco, y afinando los clculos, confirm la cifra
de Philips: noventa y ocho millones de aos. Con reservas: Kelvin admita que el
clculo era slo aproximado. Y estableca como edad mnima para la Tierra veinte

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millones de aos. Y como edad mxima, nada menos que doscientos millones!
Era mucho? Era poco? Cmo poda saberse? Hacia fines de siglo, el ingls
John Joly trat de evaluar la edad de los ocanos mediante su contenido en sal y
tambin la estim entre noventa y noventa y nueve millones de aos, digamos cien,
que se convirtieron casi en un artculo de fe, y los cientficos se aferraron con uas y
dientes a esa cifra. Cien millones de aos!
Pero todava era poco: hacia principios de este siglo, el gelogo ingls Arthur
Holmes, utilizando los mtodos radiactivos que acababan de descubrirse, hizo una
estimacin de mil seiscientos millones aos de edad.
Pareca una barbaridad, y sin embargo, todava era poco. El mismo Holmes, ms
tarde, mejor las tcnicas de datacin, y elev la edad de la Tierra a cuatro mil
quinientos millones de aos, la cifra que manejamos hoy.

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5. La sociedad de la tierra plana

En 1870, un tal John Hampden apost una buena suma de dinero diciendo que nadie era capaz de demostrarle
que la Tierra es esfrica. Alfred Rusell Wallace, el gran bilogo ingls que, junto con Darwin, descubri que el
motor de la evolucin de las especies es la seleccin natural, recogi el guante. Hizo un experimento en el Canal
de Old Bedford, mostr que la superficie del agua no era un plano sino una curva convexa y as gan la apuesta.
Pero Hampden repiti el experimento, logr otros; resultados, e inici una campaa publicitaria contra El
fraude del Canal de Bedford.
George Malincox, Historias del planeta Tierra, 1903

El mundo, Luca, es curioso y la gente a veces cree cosas extraas: aunque parezca
mentira, existe una Sociedad de la Tierra Plana, que, an hoy, sostiene precisamente
eso, que la Tierra es plana, y que se jacta de contar entre sus filas a ms de doscientos
cientficos. Aunque hace ms de dos mil aos que se midi la circunferencia de la
Tierra, aunque se dio una vuelta completa a ella por agua, aire Preparado por y desde
el espacio, los miembros de la Sociedad de la Tierra Plana no se dan por vencidos.
En realidad, despus del colapso de la compleja civilizacin romana en los siglos
IV y V, los rastros de la maravillosa astronoma griega se olvidaron tambin, y
muchos escritores volvieron a ideas abandonadas varios siglos antes. A Lactancio,
por ejemplo, que vivi en los siglos III y IV de nuestra era, la Tierra esfrica le pareca
un disparate: Existe alguien suficientemente extravagante para estar convencido de
que existen hombres que tienen los pies para arriba y la cabeza para abajo, de que las
hierbas y los rboles crecen descendiendo y la lluvia y el granizo caen subiendo?,
escribe en sus Instituciones divinas. Ocurra que tanto Lactancio como el filsofo
cristiano San Agustn (354-430) sostenan que, segn la Biblia, la Tierra era plana;
tomaron esta idea al pie de la letra y volvieron a pensar que nuestro planeta era un
disco chato. De hecho, una buena parte de los mapas medievales mostraban a la
Tierra como un compact-disc, con Jerusaln en el centro y un gran ocano que
rodeaba todo.
Creer que hay un libro o una persona que dice toda la verdad sobre todo, o que
tiene todas la explicaciones sobre todo, Luca, es una idea peligrosa, porque no
admite la discusin, el intercambio, ni la creatividad: si ya est todo all!
Bueno, pero eso pas, y apenas el conocimiento astronmico y geogrfico griego
volvi a Occidente, transmitido por el gran imperio rabe, se recuper la idea de la
Tierra esfrica, se hicieron mapas ms precisos, y se empez a explorar el globo.
Nadie volvi a pensar en la Tierra plana (con la posible excepcin de Huckleberry
Finn) hasta que alrededor de 1890, un seor llamado John Alexander Dowie fund la
Comunidad de la Tierra Plana en Illinois, Estados Unidos, dedicada a hacer
propaganda para una fantstica teora segn la cual la Tierra es un disco chato, con el
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Polo Norte en el centro, rodeado de una muralla de hielo, el Sol es pequeo (50
kilmetros de dimetro un poco ms grande que la ciudad de Buenos Aires) y est
a slo cinco mil kilmetros de distancia. Por supuesto, los miembros de la Sociedad
no podan explicar cmo las expediciones a la Antrtida eran incapaces de encontrar
ese paredn helado, pero ese pequeo detalle nunca les preocup demasiado.
La Sociedad de la Tierra Plana todava existe y hasta publica una revista: Noticias
de la Tierra Plana, donde su honorable presidente, Charles Johnson, escribi que los
cientficos son mentirosos y viciosos enloquecidos, que los viajes espaciales eran
una patraa, y cuando le mostraron las fotografas de la Tierra tomadas desde el
espacio, donde se la ve como una esfera, contest que eran simples trucos
fotogrficos. Tambin exigi que el gobierno norteamericano proclamara
oficialmente que la Tierra es plana, pero, por lo visto, no le hicieron caso.
En fin: hay una multitud de ideas extravagantes. Hay quienes siguen pensando
que la Tierra es un rectngulo, hay quienes creen que la Tierra es hueca, con agujeros
de acceso por los polos, y que adentro hay otro Sol que alumbra a las razas
interiores (en 1918, un oficial retirado del ejrcito norteamericano, John Cleaves
Symmes, intent organizar una expedicin al Polo para probar que la Tierra estaba
formada por una serie de esferas concntricas, todas huecas) y no faltan quienes dicen
que la Tierra es cncava: hay ideas y formas de la Tierra para todos los gustos.
Pero estas ideas exticas, Luca, se parecen en nada a los antiguos y hermosos
mitos que forjaron los hombres cuando ensayaron las primeras explicaciones con los
elementos que tenan a mano e inventaron sistemas y cosmogonas muy bellas y
complejas. Son simplemente ocurrencias ni siquiera muy originales que niegan
el conocimiento humano, siglos de pacientes esfuerzos y difciles estudios, y no
aceptan la inteligencia del hombre y su maravillosa capacidad de conocer.

Noticia sobre Huckleberry Finn


De paso sea dicho, el fragmento de Mark Twain donde Huck razona sobre la
esfericidad de la Tierra, muestra la distancia entre los conocimientos de la gente
ilustrada y las creencias populares. Tom Sawyer en el extranjero fue escrito (y
transcurre) en el siglo XIX, y ayuda a entender que apareciera un grupo como la
Sociedad de la Tierra Plana. Ocurra que mucha gente no estaba al tanto de los
adelantos conseguidos en los ltimos dos milenios.

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II
Pases imaginarios

Jorge Luis Borges invent una regin inexistente, Uqbar, y luego un planeta: Tlnn. Ursula K. Le Guin
cre el Ducado de Orsinia, ubicado en el centro de Europa y trazado, en lneas generales, sobre el Imperio
Austrohngaro: algo alemn, algo eslavo, algo balcnico y algo italiano. En una de sus ciudades,
Fontenoy, transcurre uno de los ms bellos cuentos que se puedan imaginar: An die Musik. Lewis Carroll
invent el Pas de las Maravillas, que tanto te gusta, Luca, y el Pas detrs del Espejo; John R. R. Tolkien
dibuj, para su Seor de los Anillos, una geografa completa; James Matthew Barre, el autor de Peter Pan,
nos dio el Pas de Nunca Jams.
Y quin no so alguna vez con un pas inexistente, con un pas imaginario?
Los amantes de la literalidad y los fanticos de la televisin se empean en buscar la exacta ubicacin de
pases inexistentes y reducirlos a meros lugares geogrficos, al alcance de autopistas, shoppings y
documentales de la National Geographic. Qu quedara del Pas de las Maravillas si la Reina de
Corazones decidiera entrar a un McDonalds y convidar a Alicia con una hamburguesa? Lo mejor que
tienen los pases imaginarios es esa exquisita y difcil capacidad de no existir.
JEAN BURNOIT, 1979

El Reino del Preste Juan es un problema estrictamente personal dijo el viajero; se haba filtrado
fugazmente entre bambalinas; se encaminaba, ostensiblemente, hacia el claro de un bosque.
Quin es este viajero que se encamina a un claro del bosque?
Pronto sabremos.

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1. El reino del Preste Juan

Yo he estado en el grande Reino del Santsimo Preste, y toqu el Collar y me vi reflejado en el Espejo que
refleja todos los Espejos, y vi ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningn
hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Adso de Reims, Viajes, circa 1285

El dimetro del Aleph sera de dos o tres centmetros, pero el espacio csmico estaba ah, sin disminucin de
tamao. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de Amrica, vi el reino del Preste Juan, vi
una plateada telaraa en el centro de una negra pirmide
Arvalo Fuentes, Borges apcrifo, s/f

Sospecho que si uno se pone riguroso, cualquier pas es en cierto modo inexistente,
pero lo cierto es que en la Edad Media, los lugares imaginarios gozaban de un
prestigio inmenso, algo parecido a lo que pasa hoy con los parques nacionales y las
reservas ecolgicas.
En realidad, los lugares que no existen son una vieja prctica humana. Suelen
nacer, como casi todos los lugares, de una referencia, de un relato, una reliquia, una
alusin que corre de boca en boca y luego adquiere espesor geogrfico en manos de
cartgrafos propensos a la fantasa y que confunden sutilmente la teologa y los
mapas.
El Reino del Preste Juan, uno de los lugares imaginarios ms buscados de la Edad
Media, naci de una carta: alrededor de 1165, apareci en Europa el texto de un
mensaje enviado por un tal Preste (presbtero) Juan a Emanuel I, emperador
bizantino, y al Rey de Francia, en la que les hablaba de su reino y les prometa ayuda
para conquistar el Santo Sepulcro.
Naturalmente, la carta del Preste Juan era una mera falsificacin, que mezclaba
los milagros de Santo Toms, los viajes de Simbad el Marino y romances sobre
Alejandro Magno; pero tuvo un xito rotundo: en un mundo sin diarios, sin radio ni
TV, y ni siquiera Internet, se realizaron montones de traducciones, y se crey a pie
juntillas en todo lo que deca, hasta darle al remitente la cualidad etrea de lo
deseado.
Dnde estaba el Reino del Preste Juan, quien dicho sea de paso descenda
nada menos que de los tres Reyes Magos? Nadie lo saba muy bien, en una poca en
que casi nada se saba muy bien, pero andaba, decan, por el extremo Oriente, ms
all de Persia y Armenia.
Escuchemos la descripcin de Adso de Reims:

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En realidad, ms que un reino, era un verdadero imperio, que comprenda


cuarenta poderosos reinados y la gran Feminia, gobernada por tres reinas y
defendida por cien mil mujeres armadas, adems de los pigmeos que
luchaban con los pjaros y arqueros mitad hombres y mitad caballos. Haba
gusanos que vivan en el fuego y producan hebras que se lavaban
quemndolas; aves, llamadas grifos, que podan transportar un buey o un
caballo a su nido para alimentar a los polluelos, y otras con alas afiladas
como navajas, llamadas ylleriones de las que haba slo dos, vivan setenta
aos y se sumergan en el mar. En una provincia del pas, habitaban hombres
con cuernos, un ojo delante de la cabeza y tres atrs.
Pero qu hace Adso de Reims interviniendo tan activamente en este libro?
Ya nos enteraremos.
El Preste Juan no tena microcomponentes ni compacts, ni horno a microondas,
pero s artefactos igualmente asombrosos: un espejo mgico, fuentes encantadas y
aguas que provenan de ros subterrneos y que cuando vean la luz se transformaban
en piedras preciosas y un collar con tales poderes que quien lo encontrase dominara
las naciones de frica.
No haba agua corriente ni electricidad, pero tampoco haba pobres, ladrones y
avaros, ni aduladores, ni viciosos, ni mentirosos, ni peleadores, ni pecado.
No poda haber pecado, con un espejo que refleja todo lo que sucede dijo el
viajero.
Y el viajero? Qu hace aqu?
Un lugar perfecto dijo Adso.
Supongo que apenas vea algo malo (o simplemente algo que no le gustaba) el
Preste mandaba la polica y liquidaba el asunto. Ms que un lugar perfecto, me hace
pensar en 1984 de Orwell dijo el viajero con un sistema de vigilancia total sobre
la vida privada, y me resulta un tanto totalitario.
Pero a los exploradores medievales les encantaba, y no se cansaron de buscarlo: a
veces lo confundieron con el inmenso Imperio Mongol de Gengis Khan.
S. Pero en el ya bastante moderno siglo XVI, en plena poca de los grandes viajes,
el mismsimo Enrique el Navegante, rey de Portugal, amante de las artes y las
ciencias, que no tena nada de medieval y que envi una expedicin para llegar a las
Indias por el oeste setenta aos antes de Coln, estaba convencido de su existencia y
lo busc activamente: explor el Congo, el ro Senegal, el Nger y el Gambia, e
incluso envi emisarios a Jerusaln preguntando por el Preste. Obviamente, no tuvo
xito, y en Jerusaln contestaron que nunca haban odo hablar de ese seor.
No haba, por lo visto, rastros del Reino del Preste Juan, pero muchos cartgrafos
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siguieron creyendo en l: en algunos mapas holandeses de 1573, el Reino del Preste


Juan aparece ubicado en Abisinia, y en 1570, cuando Ortelio que junto con
Mercator fue el primer cartgrafo moderno public su gran Atlas, incluy el
fabuloso reino.
Que en realidad, ya no daba para ms, y muy pronto se esfum decorosamente;
hoy en da ya no quedan ni rastros: fue sustituido por parasos igualmente legendarios
y ms banales, como el ciberespacio, la aldea global y la economa de mercado.

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2. La Atlntida

No existas nunca.
Te prefiero as.
Alan Lerner (The Knillings)

Haba una isla delante de ese lugar que llamis vosotros las columnas de Hrcules, y que en siglos por venir
ser nombrado como estrecho de Gibraltar. Esta isla era mayor que la Libia y el Asia unidas. En esta isla
Atlntida, unos reyes haban formado un imperio grande y maravilloso, que era seor de la isla entera y tambin
de muchas otras islas y partes del continente, posea la Libia hasta el Egipto y la Europa hasta la Tirrenia. Ahora
bien, esa potencia, concentrando una vez todas sus fuerzas, atac nuestra patria, Atenas, que venci a los
invasores y se alz con la victoria.
Pero en el tiempo subsiguiente hubo terribles temblores de Tierra y cataclismos. Durante una noche horrible,
la isla Atlntida se abism en el mar y desapareci. He ah por qu todava hoy ese mar de all es difcil e
inexplorable, debido a sus fondos limosos y muy bajos que la isla, al hundirse, ha dejado.
Platn, Critias

Si bien el Reino del Preste Juan domin la imaginera geogrfica medieval, la


Atlntida es probablemente el ms famoso y antiguo de los lugares fantsticos de
Occidente y el que persisti con ms tenacidad. En cierto modo, ya se ha incorporado
al imaginario colectivo: nada menos que un continente hundido!
Parece que el inventor de la Atlntida fue Platn, el gran filsofo griego que vivi
entre el 428 y el 348 antes de Cristo, pero no sera raro que Platn haya tomado
alguna tradicin anterior, referida a la isla de Creta y la civilizacin minoica, que
floreci mil quinientos aos a. C., y que termin bruscamente debido a una invasin o
a un terremoto: los mitos ruedan y se transforman.
Lo cierto es que en uno de sus dilogos, Timeo, y en el fragmento que se conserva
de Critias, imagina la Atlntida como un reino fabuloso que haba existido nueve mil
aos antes de su propia poca, que fue vencida por el Estado ateniense y que tras un
inmenso cataclismo se hundi en el mar. En realidad, Platn mismo us la Atlntida
como un lugar imaginario, pero lo cierto es que la historia cobr vuelo propio y se
transform en un portentoso mito que perdur mucho ms de lo que mereca y que
dio pie a toda clase de ideas extravagantes.
No he odo hablar de la Atlntida dijo Adso de Reims.
Bueno dijo el viajero. Es normal que est razonablemente eclipsada en
estos tiempos medievales, en el centro de una civilizacin poco afecta a lo martimo.
Pero tendr una brusca revitalizacin durante la conquista de Amrica.
Amrica dijo Adso. Qu es Amrica?

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Muchos estudiosos del nuevo continente pensaron que Amrica era la Atlntida
y que su poblacin y grandes civilizaciones descendan directamente de all. Hasta el
siglo XVII se dibujaron mapas que la ubicaban en el Ocano Atlntico y en algunos
casos se la segua confundiendo con Amrica. Despus eso pas, aunque en los
tiempos modernos hubo varios empedernidos buscadores del continente hundido.
Un caso notable de fanatismo fue el de Ignatius Donnelly, gobernador del estado
norteamericano de Minnesota, que en 1882 public El mundo antediluviano, donde
recopilaba toda informacin posible sobre la leyenda, aun los datos ms absurdos, y
sostena que la Atlntida haba sido la cuna de las civilizaciones americanas, europeas
y de Egipto. Otro atlantista fantico, Lewis Spencer fue ms lejos y afirm que el
hombre del Cro-Magnon, antecesor del hombre moderno, era un atlante emigrado.
Hubo un intento ms o menos serio de darle contenido histrico al mito: en 1969,
Galanopoulos y Bacon trataron de mostrar que Platn se bas en hechos histricos y
que, en realidad, su relato corresponda a una erupcin que destruy la isla de Thera
que tambin se llama Santorini, en el Mediterrneo, perteneciente a la
civilizacin minoica.
Un poquito antes de eso, en los 60, un grupo de buzos descubri unos bloques de
piedra caliza cerca de la isla Bimini, en las Bahamas, y proclamaron que haban dado
con partes de un muro y un camino de la Atlntida.
Los arquelogos y gelogos destruyeron el fraude: result que la piedra caliza
haba sido transformada por la erosin y la sedimentacin en planchas lisas y rectas y
los muros constaban de hormign endurecido, posterior al ao 1800, supuestamente
debido a la cada de barriles con cemento que fragu sumergido.
Los mitos, Adso dijo el viajero, son los mitos: cuando uno quiere
transformarlos en literalidad (en vez de literatura), pierden su encanto y muchas
veces terminan sin gloria.

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3. El continente del sur

Esa noche visitamos la Biblioteca Nacional. En vano fatigamos atlas, catlogos, anuarios de sociedades
geogrficas, memorias de viajeros e historiadores: nadie nunca haba estado en el Continente del Sur.
Arvalo Fuentes, Borges Apcrifo, s/f

Nada,
nada,
nada.
Albert Camus, Calgula

Quin recuerda ahora el Continente del Sur? Yo lo he entrevisto en el fondo del espejo que duplicaba
innecesariamente un corredor de la quinta de Adrogu. La imagen era confusa, pero ha sobrevivido al tiempo y la
ceguera. Recuerdo, entre otras cosas, su color fuertemente amarillo.
Arvalo Fuentes, Borges apcrifo, Buenos Aires, s/f

La obsesin por la simetra, que nos ha deparado beneficios tan dispares como el
calidoscopio y la impecable armona de las construcciones clsicas, en cierta ocasin
nos ofreci un continente entero. No es poco, y hay que valorarlo en su justa medida:
y aunque el Continente del Sur no persista ni siquiera en la nostalgia (si bien hay
quienes aseguran haberlo visto en sueos o en el fondo de habitaciones poco
iluminadas), tiene sentido rescatarlo para restablecer el equilibrio de la memoria. sta
es, pues, la historia de un continente que nunca existi.
Naci de un razonamiento en cierto sentido impecable: si al norte del ecuador
haba una gran masa de tierra, por qu no haba de haberla en el sur para equilibrar
las cosas de este mundo y darnos tranquilidad? En el ao 43, el gegrafo Pomponio
Mela imagin (y represent) un continente austral. Ptolomeo tom la idea, y as como
nos leg esferas de cristal en los cielos, girando en torno a una Tierra inmvil, nos
depar en sus mapas una gran Tierra austral que se extenda desde el sur de frica
hasta Nueva Guinea y Java, unindose a Asia por el este: una terra incognita que fue
parte del credo geogrfico durante siglos.
Pero cuando, en febrero de 1488, el portugus Bartolom Dias dobl el cabo de
Buena Esperanza, mostr que, obviamente, frica no continuaba hacia el Sur.
Magallanes tampoco tropez con ningn continente austral durante su viaje de
circunnavegacin. Dnde estaba entonces el continente perdido? Empezaba a ser
evidente que, aunque nadie se atreviera a asegurar que el Continente del Sur no
exista, por lo menos exista poco. Sin embargo, en el primer Atlas moderno, de
Ortelio, la regin polar sur corresponde a la Terra Australis, con el pudoroso
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agregado de nondum cognita (todava sin descubrir) y durante todo el siglo XVII los
europeos continuaron incluyndolo en los mapas.
Y buscndolo, pero en vano: se dobl el cabo de Hornos, se examinaron
cuidadosamente Australia y Nueva Zelanda, pero nada; el elusivo continente no
apareca.
Entonces vino el capitn Cook. Sucedi que en 1769 deba ocurrir un trnsito de
Venus (cuando Venus cruza el disco solar), un fenmeno que permitira medir la
distancia entre la Tierra y el Sol; la Royal Society de Inglaterra plane entonces una
expedicin a Tahit, para observar el pasaje, y el gobierno ingls pens que se trataba
de un excelente pretexto para explorar la fabulosa Tierra del Sur. El capitn Cook, al
frente de la goleta carbonera Endeavour (Esfuerzo), lleg a Tahit el 10 de abril de
1769, y despus de liquidar satisfactoriamente las observaciones astronmicas,
explor con meticulosidad Nueva Zelanda, pero comprob que all no haba nada, o
por lo menos no haba ningn continente, aunque s encontr la barrera de dos mil
kilmetros de arrecifes en la costa nordeste de Australia, la mayor estructura
construida por seres vivos no humanos. En 1771, estaba de regreso en Inglaterra con
las manos vacas.
Pero las cosas, Luca y en especial los continentes, no desaparecen por un
simple viaje; del mismo modo que el unicornio, la Atlntida, o la Tierra Plana, el
Continente del Sur no slo era un mito sino que era como corresponde a semejante
volumen de tierra un mito masivo, tena una enorme inercia y se resista a morir.
As fue que Cook recibi la misin de organizar un segundo viaje para buscarlo: tena
que circunnavegar la Tierra en la latitud ms austral posible. Planteadas as las cosas,
el Continente del Sur esta vez no se poda escapar.
Cook parti nuevamente en 1772, lleg ms all del Crculo Polar Antrtico, tan
al sur como se lo permitieron los hielos, explor las islas del Pacfico Sur, Nueva
Caledonia, las Islas Sndwich y Georgias del Sur. Como siempre, nada. En 1775,
regres a Inglaterra. La bsqueda haba sido meticulosa e intil. Y ahora s: el
Continente del Sur haba dejado de existir.

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4. La Isla de Pascua

Luca: ni la Atlntida ni el Reino del Preste Juan existieron nunca, pero la Isla de
Pascua s que existi y existe y durante mucho tiempo fue un misterio tan
grande, que dio lugar a toda clase de historias fantasiosas.
Si lo pensamos bien, no es para menos: se trata de un pequeo trozo de tierra de
poco menos de cuatrocientos kilmetros cuadrados, aislado, solo en el medio del
Ocano Pacfico, casi deshabitado y desprovisto de vegetacin, a dos mil kilmetros
del territorio poblado ms prximo otra isla, y a ms de tres mil kilmetros de la
costa oeste de Amrica del Sur: un punto en la inmensidad del mar. Y en ese lugar
que parece desconectado de cualquier otro, los mohais, inmensos colosos de piedra,
de ms de seis metros de altura, mirando hacia el horizonte. De dnde salieron?
Quin los construy?
Durante aos fue un enigma que pareca no tener solucin: el almirante holands
Roggeven primer europeo que visit la isla el domingo de Pascua de 1722
encontr una sociedad de tres mil personas en estado primitivo viviendo en cuevas y
chozas de junco, sumidas en guerra permanente y debiendo recurrir al canibalismo
para sobrevivir, en un medio hostil donde no creca un solo rbol. Ms tarde, la isla
fue ocupada por Espaa con desgano: salvo los mohais, all no haba nada interesante.
Despus los habitantes fueron deportados con la excepcin de algunos ancianos y
nios y finalmente la isla fue anexada por Chile, que la transform en territorio de
pasturas para las ovejas de una empresa britnica.
Y el misterio creci en la imaginacin: nadie poda entender cmo un pueblo tan
primitivo haba conseguido erigir esas estatuas inmensas, ni de qu manera las haban
transportado hasta el lugar donde estaban. Se tejieron las hiptesis ms inverosmiles
que, como es de suponer, incluyeron a los siempre invisibles extraterrestres.
Y entonces entraron en accin la antropologa comparada y la arqueologa con su
artillera supermoderna y consiguieron esbozar un relato aceptable de lo que pudo
ocurrir.
La historia, segn se cree, fue ms o menos la siguiente: el primer pueblo que
habit la isla lleg en el siglo V de nuestra era; eran polinesios no ms de veinte o
treinta personas y viajaban en canoas dobles unidas por una pequea superficie
donde transportaban algunos pertrechos, batatas y pollos. Encontraron volcanes ya
inactivos, pocas especies de plantas y animales insectos, lagartijas y ningn
mamfero, en medio de un panorama completamente cubierto de bosques.
Seguramente, clarearon algunos terrenos donde se dedicaron al cultivo de batata y a
la crianza de pollos, mientras desarrollaban una estructura social compleja que ira
creciendo desde pequeas familias hasta complicados linajes agrupados en clanes,

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cuyo poder comenz a manifestarse en la construccin de lugares sagrados, abu, que


ms tarde se comprob estaban orientados con precisin hacia puntos
astronmicos determinados, prueba del desarrollo cultural que haba alcanzado la
sociedad. Y, naturalmente, los mohais. La poca en que fue ms intensa la
construccin de estas estatuas coincidi con el pico poblacional de la isla se estima
en siete mil habitantes hacia el siglo XVI, iniciando una dinmica que llevara todo
al desastre: cada vez se necesitaba consumir ms y ms madera ya sea para abonar la
tierra, para servir de combustible y sobre todo para el transporte de las enormes
estatuas de piedra que se arrastraban rodando sobre troncos desde las canteras hasta
los lugares de culto arquelogos de mirada ultrafina lograron detectar sobre el
terreno las muescas de aquel penoso arrastre. Seguramente, aument la rivalidad y
la lucha entre los clanes por los escasos recursos que quedaban especialmente los
rboles, que termin en la deforestacin completa de la isla.
Fue fatal: signific el agotamiento del medio ambiente y la sociedad que sobre l
se haba levantado se desplom. Al no tener madera, se dejaron de fabricar casas, la
gente se refugi en cuevas, ces la produccin de canoas y la isla qued
incomunicada en medio del Pacfico, al tiempo que la falta de abono para la tierra
marc un descenso en el rendimiento de los cultivos.
Y ya no se poda seguir con la construccin de mohais, ahora imposibles de
transportar debido a la escasez o llanamente ausencia de rboles: el impacto
socio-cultural debi haber sido devastador; se derrumb el tejido simblico el
sistema de creencias que sostiene a una sociedad de manera invisible y se
intensific la lucha por los restos del botn natural.
En solamente un siglo, la poblacin descendi rpidamente, lugares de culto
fueron abandonados y las estatuas derribadas. La memoria tecnolgica de la isla
desapareci junto con los rboles. Cuando ms tarde se les pregunt a los habitantes
cmo haban transportado las enormes estatuas desde las canteras hacia los lugares de
culto, contestaron que los mohais haban cruzado la isla caminando.

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III
El mundo subterrneo

Yo saba bien que, segn las teoras ms aceptadas, la corteza mineral del globo jams est en un estado de
reposo absoluto; las modificaciones aportadas por la descomposicin de las materias internas, la agitacin
procedente de las grandes corrientes lquidas, la accin del magnetismo, tienden a sacudirla
incesantemente, aunque los seres diseminados en su superficie no sospechen siquiera su agitacin.
JULIO VERNE, Viaje al centro de la tierra

Grandes son los misterios del mundo subterrneo dijo Adso de Reims, brotan de la tierra vapores
hmedos y calientes, y se arrastra all el basilisco, que puebla de terror mis noches, dibujando el mensaje
de Satn.
Y sin embargo contest el viajero, nada de lo que imaginas es comparable a lo que sucede all
abajo, y ni el basilisco ni el ms brutal de los demonios tienen siquiera una parte mnima de las fuerzas
que bajo nuestros pies trabajan y se mueven.

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1. Balada del centro de la tierra

El mundo subterrneo, Luca, fue siempre una fuente de misterio y horror, el lugar de
las serpientes, los gusanos y los muertos: todas la tradiciones inventaron alguna
descripcin del paisaje subterrneo y la balada Earth and You (La Tierra y t), del
grupo rockero ingls The Knillings entronca con esas antiguas leyendas. Al fin y al
cabo, muchos de los fenmenos que afectan de manera directa a la vida humana,
como los terremotos, las erupciones volcnicas o las fuentes de minerales, tienen su
origen en ese enigmtico mundo inferior.
Durante siglos, se pens que en el centro de la Tierra arda un fuego permanente;
all abajo estaba situado el Hades de los griegos y para la cosmogona cristiana, el
Infierno; era el hbitat predilecto nada menos que de Lucifer. Pocos humanos se
aventuraron en el mundo subterrneo: el descenso al interior de la Tierra fue,
tradicionalmente, tarea de mineros, semidioses como Orfeo, espelelogos
(exploradores de cavernas, en cierto modo lo contrario de los alpinistas), poetas como
Dante, nias soadoras como Alicia, que cae por un profundo hoyo hacia el Pas de
las Maravillas, o novelistas como Julio Verne, que se ocup del asunto en su Viaje al
centro de la Tierra.
Pero ninguno de ellos fue ms all (o mejor dicho ms abajo) de la corteza.
Escuchemos, Luca, Earth and You, de The Knillings, que nos habla del mundo
subterrneo.
Dijo el hombre correcto al otro,
que vena de abajo.
Dnde has estado,
que sales de las profundidades?
Qu hay all?
Yo veo mucha confusin.
Y el otro tena una vestidura extraordinaria
y cabalgaba sobre seres que no son de este mundo.
Corteza, manto y ncleo;
sa es nuestra verdad.
Qu has visto
en el fondo de la Tierra?,
pregunt el hombre correcto.
Es verdad
que arde all el fuego eterno?.
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Cruc sin vacilar la roca fundida,


sin temor de mancharme las manos
Cuntos kilmetros de magma
y yo hundindome en lo oscuro!
Cunto descendimos sin pausa
hacia el abismo!.
Y llegaste a las regiones del hierro?,
pregunt el hombre correcto.
Llegu, s, hasta donde el hierro
arde y burbujea como el agua hirviendo
que quema tu mano correcta;
capas sobre capas que fluyen
arrastrando a las otras: sube el magma
por el manto ardiendo y arriba
la geografa se deshace.
Qu ms viste, t que cabalgas
sobre animales de otro mundo?
Es otro mundo?
Hay all algn ser infernal que no conozca?.
All no hay nada, contest al hombre correcto
el que vena de las profundidades.
All no hay nada que te pueda interesar;
all arde todo y se cuece
el suelo que te sustenta.
Corteza, manto y ncleo,
sa es nuestra verdad,
remat el hombre correcto.
Y el otro volvi a hundirse en lo profundo.

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2. Viaje a las profundidades

Corteza, manto y ncleo,


sa es nuestra verdad.
The Knillings

El interior de la Tierra es un enigma, dicen dos famosos versos de Thomas Brower,


poeta ingls que los estudiosos coinciden en citar como fuente del eterno
Shakespeare: enigmticos como t/ son los nervios del subsuelo.
Enigmtico, s, porque todava es mucho lo que se ignora sobre el interior de
nuestro planeta. Sin embargo, tambin es bastante lo que se sabe, y la configuracin,
a grandes rasgos, es la que aparece en la balada del grupo The Knillings: corteza,
manto y ncleo.
La corteza terrestre, sobre la cual vivimos y desarrollamos nuestras pequeas
actividades, es apenas una delgada capa de no ms de cien kilmetros de
profundidad: nada, si se la compara con el radio terrestre, de unos seis mil trescientos
kilmetros. Slo una cscara, pues, ms gruesa en las zonas continentales y ms
delgada en las partes ocenicas.
Recin debajo de esa fina corteza empieza el verdadero planeta: se extiende el
manto, que ya es una cosa seria y que llega hasta los tres mil kilmetros de
profundidad y est formado por rocas en distintos estados de fusin, con nombres
escalofriantes: eclogitas, peridotitas, komatitas, condritas carbonceas, cuyos
componentes, sin embargo, suenan ms familiares: dixido de silicio, xido de
magnesio, de hierro, de aluminio y de calcio, con un predominio bastante claro del
silicio y oxgeno. El manto dista de ser un lugar pacfico: las rocas fundidas o
semifundidas (en especial las de la parte superior) fluyen lentamente, y gigantescas
corrientes de roca ms caliente que su entorno suben desde las profundidades hacia la
corteza.
Debajo del manto, y hasta el mismsimo centro, se extiende el ncleo terrestre, el
esqueleto de la Tierra, que soporta el peso de todo el planeta: es una gigantesca esfera
metlica, con un tamao parecido al del planeta Marte. Est formado,
predominantemente, de hierro, con algo de nquel y una pequea fraccin de otros
elementos como oxgeno, azufre o potasio. La parte externa del ncleo es lquida
(fluida), y su parte interna, slida. En cuanto a su temperatura, infunde respeto: en la
frontera entre el ncleo y el manto, 3300 grados, en el lmite entre la parte lquida y
slida del ncleo, nada menos que 6600 grados, es decir, ms que la temperatura en la
superficie del Sol.
Corteza, manto y ncleo: la Tierra, en suma. Aunque en los ltimos aos, con la
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teora de tectnica de placas, se pudo averiguar mucho de lo que ocurre bajo nuestros
pies, los puntos oscuros siguen siendo numerosos, y los sutiles movimientos de las
profundidades (que por supuesto no se pueden ver) deben ser adivinados mediante
mtodos indirectos y muchas veces hay opiniones encontradas.
Es bueno no olvidar los grandes mitos del Mundo Inferior y, a la vez, seguir la
tradicin de Brower, Verne y The Knillings, que aportaron su granito de silicio:
corteza, manto y ncleo, sa es nuestra verdad, Luca, sas son las grandes divisiones
del mundo subterrneo. Y de ellas, la corteza es la ms insignificante. No es nada, en
realidad: si la Tierra fuera una naranja, la corteza sera ms fina que la cscara. Y sin
embargo, sobre esa delgada corteza, Luca, estn los ocanos y los continentes, la
msica y los libros. Parece ser que nuestro destino es vivir en aquellas regiones que
no tienen importancia.

Noticia sobre los movimientos del manto


Las rocas fundidas del manto se mueven lentamente, aunque en realidad no son
lquidas, porque la presin es tan enorme, que no se licuan a pesar de que estn
sometidas a altsimas temperaturas. Se mueven como masas slidas de roca fundida.
Y se mueven bastante: las rocas fundidas ms calientes ascienden desplazando a
las rocas ms fras, que se sumergen, se calientan y vuelven a subir, en una
permanente corriente de ida y vuelta.
Cuando la corteza se desliza y disminuye la presin, las rocas fundidas se licuan y
forman lo que se llama el magma. A veces, las corrientes ascendentes de magma
consiguen abrirse paso hasta la corteza: entonces tenemos un volcn, por donde el
material del manto sale en forma de lava.

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3. Los continentes se mueven

En uno de los cantos rituales de los aqueos, cuya multiforme confusin dio feliz lugar
a la tersura de La Ilada, se compara a la aurora con una diosa de rosados dedos, y a
los continentes con dioses migratorios y errantes. Homero tom la primera metfora,
pero no la segunda, que sin embargo fue recogida por el poeta romano Enio Claudio,
que la transmiti al Islam. As lleg hasta Las mil y una noches, donde se califica a
los continentes como efrits (genios) vagabundos que se deslizan alrededor de La
Meca. Borges deca que la humanidad dispone de un nmero limitado de metforas,
que las diversas culturas utilizan como pueden y se transmiten unas a otras. Sin
necesidad de avalar la teora, sta fue la suerte de la primitiva imagen aquea sobre los
continentes: despus de las Cruzadas, la idea retorn a Occidente, donde se la
encuentra con frecuencia en los escritos del siglo XVI y XVII, y luego, espaciadamente,
a travs de la literatura romntica, y ms tarde en un poema prerrafaelista de Arnold
Townsend (fines del siglo XIX). En 1912, el meteorlogo y gelogo alemn Wegener
le dio forma cientfica, al establecer la teora de la deriva continental, segn la cual
todos los continentes son los restos de un supercontinente que haba existido en
alguna poca y se haba partido, y cuyos fragmentos emigraron hasta darle al planeta
su aspecto actual.
Wegener, lo mismo que muchos otros, haba sido impresionado, tanto por el
poema de Townsend, como por la sorprendente similaridad de las zonas costeras de
frica y Sudamrica, que muchas veces parecen encajar como las piezas de un
rompecabezas. La teora original de Wegener sobre la deriva continental, que
conceba una corteza terrestre movediza y coqueta, no tuvo mayor aceptacin en su
momento, y durmi el sueo de los justos hasta hace poco ms de dos dcadas,
cuando se vio renovada, remozada y reformulada por la moderna concepcin de la
tectnica de placas, que, aunque con diferencias, le dio la razn a Wegener:
efectivamente los continentes se desplazan, efectivamente son los retazos de un
super-continente inicial, el que Wegener llam Pangea, y que empez a fracturarse
hace trescientos millones de aos y de esa rotura provienen los continentes actuales.
Hace doscientos millones de aos se abri el Ocano Atlntico y Europa se separ de
Amrica del Norte, y frica de Amrica del Sur. Australia y la Antrtida se alejaron
hace cincuenta millones de aos; hace slo treinta y cinco la India choc con Asia y
se incorpor a ella; hace diez, empez a abrirse el Mar Rojo. Amrica del Norte y
Sudamrica se unieron, para bien o para mal, hace solamente dos millones de aos.
Comparados con la historia de la Tierra, todos estos movimientos son casi
recientes: el mismo Ocano Atlntico, con sus dos centenas de millones de aos
parece un recin llegado. La tectnica de placas es una herramienta formidable que

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permite explorar el pasado de la Tierra y su cambiante presente. Wegener fue un


precursor. Aquellos iletrados y violentos aqueos que asediaron Troya y que junto a
sus naves hablaban de los dioses-continentes errabundos, a su manera, tambin lo
fueron. Quiz Borges tenga razn, y las metforas, realmente, han nacido en la noche
de los tiempos.

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4. Placas movedizas

El concepto de placa apareci por primera vez aplicado a la geologa en un artculo


publicado en 1967 en la revista Nature, donde Dan McKenzie y R. L. Parker
explicaron la formacin de algunas estructuras existentes en el Pacfico mediante el
movimiento de placas rgidas sobre la superficie de una esfera. Hoy en da, la
teora de placas est bien fundamentada, se acepta universalmente, y se utiliza para la
explicacin de buena parte de los fenmenos geolgicos.
Ocurre que la corteza terrestre (tanto la continental como la ocenica) est
formada por una docena de pedazos relativamente independientes, las placas, de
unos cien kilmetros de espesor promedio (mayor en las regiones continentales,
menor en las ocenicas), que se desplazan de manera ms o menos rgida sobre la
capa inferior a la corteza (el manto), como si fueran islas flotantes. No son los
continentes los que se mueven, como sostena Wegener, sino las placas, que arrastran
consigo a los continentes. Las relaciones de esas placas entre s, las zonas donde se
rozan, chocan y se frotan, las regiones donde se crean y se destruyen sumergindose
de nuevo en el manto (regin inmediatamente debajo de la corteza), explican buena
parte de los fenmenos geolgicos. Las placas se separan y se hunden unas debajo de
otras: el ocano Atlntico es el resultado de la separacin de dos placas.
Ahora bien, si dos placas se separaron produciendo la apertura del Atlntico a
razn de dos centmetros por ao, a lo largo de doscientos millones de aos, la
pregunta es: con qu se rellena el hueco que producen al separarse?
Es una buena pregunta, que tiene una buena respuesta tambin: hay una
interaccin continua y muy dinmica entre las placas y el manto inferior, con un
permanente intercambio.
Donde las placas se estn separando, el espacio que queda entre ellas se rellena de
material a elevada temperatura que fluye hacia arriba desde el manto y que se agrega
a los bordes de las placas que se separan: son rocas de nueva formacin, que se
enfran a medida que se alejan de su lugar de origen. Este proceso de creacin de
nueva corteza tiene lugar en las llamadas dorsales centro-ocenicas. El ocano
Atlntico se abri a partir de una dorsal.
Pero si hay un lugar donde se crea corteza, para que el proceso pueda continuar
sin que la superficie de la Tierra aumente de tamao, en algn lugar la corteza debe
destruirse.
Y bien: los cementerios de la corteza terrestre estn ubicados en las fosas
ocenicas. All las placas se hunden unas debajo de otras (el fenmeno lleva el feo
nombre de subduccin), y el material de la corteza regresa al manto, donde se
calienta, se funde y reinicia el ciclo.
As, la corteza terrestre no es una cscara inerte: muy por el contrario, mantiene
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una interaccin permanente con el manto, del cual proviene y al cual regresa. El viejo
dicho manto eres y al manto sers tornado encuentra en la tectnica de placas su
ms cristalina realizacin.

Noticia sobre el movimiento de las placas


frica se est moviendo lentamente hacia Europa, y la presin de la placa
africana (de la cual Italia es un extremo) sobre el continente europeo, produce el
levantamiento de los Alpes y los Pirineos. El golfo de Aden se est abriendo a razn
de 1,5 centmetro por ao. El Mar Rojo es un ocano embrionario.

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5. Mensajeros del mundo inferior

Y en el horizonte vi un volcn que arrojaba fuego como si de l pudiera escapar todo el infierno, y se oa un
tronar que erizaba la piel, y el cielo se oscureci, y pens que haba llegado el fin del mundo, o que algn ser
sobrenatural nos quera enviar un mensaje desde el mundo inferior.
Adso de Reims, Viajes, c. 1285

Nunca compres una casa cerca del crter de un volcn.


Albert Hayes, agente inmobiliario

Mire, me propusieron construir un edificio de cuarenta pisos cerca del crter del volcn Krakatoa, pero
aunque la idea me entusiasmaba, me dio no s qu en cualquier momento el volcn poda entrar en erupcin y
paralizar la obra por meses y meses, aos quizs. As que me desentend con una excusa cualquiera.
Ricardo Gomes Melo, en una entrevista publicada en Arquitetura Hoje, Brasil, 1992

Tanto el consejo de Albert Hayes como la decisin de Ricardo Gomes Melo parecen
bastante sensatos: los volcanes, como los terremotos, son uno de los psimos puntos
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de contacto del hombre con el interior de su planeta. Los fenmenos geolgicos son
normalmente lentos; la formacin de un ocano o de una cordillera se toma sus
buenos millones de aos, pero los volcanes (como los terremotos) son sbitos y
temibles, causan enormes prdidas de vidas, destruyen todo a su alrededor y son
portentosos despliegues de energa: la erupcin del volcn Santa Elena, el 18 de
mayo de 1980, por ejemplo, dur pocas horas, pero la energa liberada fue
equivalente a mil trescientas bombas como la que arras Hiroshima.
Aunque el vulcanismo es un fenmeno con muchas variantes, y hay muchos tipos
de erupciones, un volcn, en el fondo, es un cao directamente conectado con las
profundidades, que nos trae un mensaje terrible del mundo inferior; en ltima
instancia es un lugar por donde el interior de la Tierra irrumpe en la superficie de
manera poco pacfica.
Por el crter de un volcn sale una mezcla pastosa de rocas, total o parcialmente
fundidas y gases en disolucin (el magma), producida a cien o ciento cincuenta
kilmetros de profundidad y que asciende a travs de un conducto volcnico: el crter
del volcn es slo el estadio final del largo viaje del magma y el orificio de expulsin
de las presiones acumuladas. Cuando el magma entra en contacto con la atmsfera,
empieza el desastre: los gases se liberan y las rocas fundidas (lava) salpican y arrasan
todo lo que est a su alcance de manera muy poco agradable.
Los volcanes no estn distribuidos al azar: la enorme mayora est ubicada en el
borde de las placas (es decir, en las zonas de mayor actividad geolgica y donde la
comunicacin corteza-manto es, para decirlo de alguna manera, ms fluida), aunque
tambin pueden encontrarse volcanes aislados en el interior de las placas. Los
volcanes de los bordes divergentes (all donde las placas se separan) suelen ser de
baja explosividad (los volcanes solitarios del interior de las placas comparten este
estilo). En cambio, en los bordes convergentes (donde las placas chocan, se empujan
y se hunden unas debajo de otras) el panorama es muy distinto: los magmas
contienen gases disueltos a altsima presin, que se liberan con genuinas pretensiones
de catstrofe, con explosiones violentas y chorros que pueden alcanzar kilmetros de
altura y recorrer enormes distancias horizontales. Estos volcanes (como los de la
Costa de Fuego, en el Pacfico) no tienen nada de lindo. Incluso puede ocurrir que
despus de una erupcin, al solidificarse la lava, los conductos queden taponados. En
la erupcin que sigue, entre el magma que quiere salir y la lava solidificada que no lo
deja, los gases adquieren presiones pavorosas, que cuando alcanzan el punto de
ruptura producen un verdadero cataclismo. En cuanto a los volcanes aislados en el
medio de las placas, se cree que estn situados cerca de puntos calientes, que son
lugares donde hay corrientes fijas de ascenso del manto. No son peligrosos, en
general.
Pero hay volcanes que son verdaderamente asesinos, y las consecuencias de sus
erupciones han quedado (y quedarn) probablemente en la memoria del hombre. Una
de estas erupciones histricas fue la del Vesubio, en el ao 79, que destruy por
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completo las ciudades romanas de Pompeya y Herculano. En 1883, la erupcin de un


volcn prcticamente borr a la isla de Krakatoa del mapa. La ms cruenta en este
siglo fue la del Monte Pele en 1902 en la Martinica, que arras la ciudad de St.
Pierre. No hubo sobrevivientes.
Al Vesubio, antes del gran estallido del ao 79, se lo crea un volcn extinguido,
porque no se recordaban erupciones anteriores. Los hechos demostraron cun
equivocada era esta opinin, pero hoy en da tampoco existe un criterio seguro que
permita predecir si un volcn entrar o no en actividad, y la idea de que un volcn
est extinguido si se mantuvo en calma durante los tiempos histricos (similar a la
aplicada por los antiguos romanos) es poco confiable, ya que los ciclos volcnicos
varan mucho: el Vesubio, por ejemplo, haba atravesado un episodio similar al del
79, trece mil aos antes.
Por suerte, la erupcin de un volcn es slo la parte final del proceso volcnico
total: el ascenso del magma, el infiltrarse por las grietas antes de llegar al crter, va
acompaado de temblores de tierra y fenmenos diversos que, a veces, pueden servir
como indicadores, en algunos casos con bastante anticipacin. Hoy por hoy, eso es
todo lo que se puede hacer: la actividad volcnica forma parte de la vida de la Tierra,
y no parece, por ahora, haber manera de predecirla.

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6. Nana del volcn

Nana, nio, nana,


del volcn enorme
arrojando lava.
Cenizas oscuras
por doquier brotaban
cubriendo los campos
como fina grava
que mata al ganado
y quema las plantas.
Nana, nio, nana,
del volcn enorme
arrojando lava.
Durmete, clavel,
que el volcn se comienza a encender.
Durmete, rosal,
que el volcn ya comienza a estallar.
El crter muy fino
la cumbre astillada
el tnel enorme
donde sube el magma.
Lanzaban ceniza
ay, cmo lanzaban!
La sombra corra
ms fuerte que el agua.
Durmete, clavel,
que el volcn se comienza a encender.
Durmete, rosal,
que el volcn ya comienza a estallar.
All en lo profundo
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se funden las placas


y forman burbujas
de roca incendiada
que suben cruzando
la corteza blanda.
Durmete, clavel,
que el volcn se comienza a encender.
Durmete, rosal,
que el volcn ya comienza a estallar.
Nube cenicienta
residuos de magma.
No vengas, no entres,
cierra la ventana!
No cubra la nube
tu colcha de holanda!
El nio se duerme.
El nio descansa.
Durmete, clavel,
que el volcn ya comienza a ceder.
Durmete, rosal,
que el volcn ya se empieza a apagar.

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7. Terremotos: la tierra tiembla

Y he aqu que el velo del templo se rasg en dos, de arriba abajo; y la tierra tembl; y las rocas se partieron y
se abrieron los sepulcros. El centurin, y los que estaban con l guardando a Jess, visto el terremoto, y las cosas
que haban sido hechas, temieron en gran manera.
San Mateo, 27

La terra trema.
Luchino Visconti.

Quin le teme a Virginia Woolf?


Edward Albee

Durante mis viajes, en ocasiones tem al Lobo Feroz, pero jams a ese o esa tal Virginia Woolf.
Adso de Reims, Viajes, c. 1285

Quizs ya nadie le tema a Virginia Woolf, pero el miedo a los terremotos sigue hoy
tan vigente como en las pocas ms remotas. No hay nada de extrao en esto: los
terremotos no slo son portadores del desastre; en ellos se conmueve aquello que en
el trasfondo de la cultura humana representa lo firme por excelencia: la Tierra.
Todas las religiones antiguas incluan un tem especial referido a los terremotos:
para la mitologa griega, el responsable era Poseidn, titular de las aguas, que en las
frecuentes rencillas interdioses (que cada tanto convertan al Olimpo en un
conventillo) sola conmover la tierra firme y agitar las montaas como muestra de
furor. En la versin japonesa, la oficina de terremotos estaba a cargo de Na-no-Kami,
que tambin se ocupaba de la fertilidad y de los minicomponentes, y americanamente
hablando, en el centro de Colombia existi alguna vez un tal Chibchacum, que
llevaba la Tierra sobre sus hombros. Cada vez que Chibchacum se cansaba de su
postura y pasaba la Tierra de un hombro a otro, los colombianos tenan terremoto en
puerta.
Aunque la moderna explicacin sobre el origen de los terremotos es diferente,
estos siguen siendo la zona ms violenta de relacin entre el hombre y la geologa.
Los terremotos asuelan ciudades y dejan vastas regiones en ruinas, causan miles de
vctimas y privan de vivienda y habitacin a otros tantos miles: el panorama de
ciudades destruidas, con la gente acampando en calles y plazas cubiertas de
escombros, con los socorros que no alcanzan, es, desgraciadamente, mucho ms
frecuente de lo que debera ser si se aplicaran los novedosos recursos de la
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arquitectura.
Pero lo cierto es que permanentemente se producen temblores de tierra en
muchsimos puntos de la corteza terrestre, de distinta intensidad y que no salen en los
diarios. Muchos de ellos son levsimos, y slo delicados aparatos son capaces de
registrarlos. En realidad, la tierra firme, geolgicamente hablando, es muy poco
firme, tiene poco de estable, y su caracterstica no es precisamente la quietud.
Obviamente, los terremotos tienen que ver como todo con las placas
tectnicas y las zonas de gran actividad ssmica son aquellas donde las placas estn
en contacto. Efectivamente, las placas pueden chocar de frente o deslizarse de
costado: estos movimientos generan enormes tensiones de la corteza, que en
determinado momento superan la capacidad elstica de las rocas. Entonces, stas se
quiebran, o en los lugares donde hay ya enormes fisuras que separan bloques rocosos
(fallas), estos se deslizan. El terrible terremoto que en 1971 azot a Yungay, Per, y
caus cincuenta mil vctimas, fue el producto de la friccin entre la placa del Pacfico
Este y la de Nazca. Tambin fue un deslizamiento lateral de dos placas, a lo largo del
sistema de fallas de San Andrs lo que origin el terremoto de 1906, que devast
completamente la ciudad de San Francisco, en EE. UU. Y el mayor terremoto
conocido, que tuvo lugar en Lisboa el primero de noviembre de 1755, se debi a la
acumulacin de tensiones que produjo el choque de la placa africana con la que
soporta al continente europeo.
La friccin, rozamiento y colisin entre placas no es, sin embargo, la nica causa
de los temblores de tierra; tambin en el interior de las placas pueden producirse
tensiones que lleven a la rotura de las rocas y por ende a un terremoto: los
movimientos ascendentes de material del manto debajo de los volcanes y la explosin
de gases volcnicos pueden proveer la materia prima para desencadenarlo.
Difcilmente previsibles, los terremotos son parte de la actividad geolgica de la
Tierra: en el fondo, son tan naturales como las montaas.
Sin embargo, ya no estamos inermes ante ellos: la moderna construccin
antissmica ha probado resistir movimientos de tierra totalmente desoladores. En
1985, apenas una semana despus del terremoto que pulveriz la ciudad de Mxico
D. F.; uno similar se abati sobre Japn: no pas nada, ni hubo una vctima. Enojados
o cansados, ni Poseidn, ni Na-no-Kami, ni Chibchacum pueden nada contra un
arquitecto bien preparado.

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8. Nuestro campo magntico

Sin el campo magntico terrestre, no podra existir la brjula. Sin la brjula, no se habra descubierto
Amrica. Sin Amrica, no habra existido Marilyn Monroe. Por lo tanto Marilyn Monroe es una de las
consecuencias directas del campo magntico terrestre.
Proverbio norteamericano

Eran viejos tiempos del fro


cuando Eric el Rojo cruzaba los mares
y su barco sembraba el terror
en los fiordos de Noruega
y el Lederston, la piedra imn,
sealaba el norte de la gloriosa conquista.
Dichoso sea el campo magntico del Orbis Terrium.
Gunn Serlkirk, siglo XII

Gloriosa es la memoria de Huang


que por primera vez vio que la aguja imantada
sealaba el camino en el mar
donde no parece haber direccin ni sentido.
Li-Shao Shi, Los caminos del Mar, s. XVI

El campo magntico, que mueve la brjula y abre los caminos del mar, como
celebran Gunn Serlkirk y Li-Shao Shi, rara vez es noticia, pero el hecho concreto es
que nuestro planeta se comporta como un imn. Y el hecho, tambin muy concreto,
es que no se sabe exactamente por qu.
Un imn enorme, pero muy original. Por empezar, es relativamente dbil:
cualquier imn de los que se compran corrientemente en las jugueteras es cientos de
veces ms fuerte. En segundo lugar, muy viejo: los estudios paleomagnticos (estudio
de rocas que conservan congelado el magnetismo a travs de las eras geolgicas)
indican que ha existido por lo menos durante dos mil setecientos millones de aos, lo
cual es una apreciable fraccin de la historia de la Tierra. Movedizo, adems: la
direccin de la brjula vara espordicamente de un lugar a otro, lo cual obliga a la
sospecha de que el campo est formado por remolinos irregulares, que segn los
minuciosos mapas magnticos de la Tierra que se vienen trazando desde el siglo XVII,
se trasladan lentamente hacia el oeste. Pero esto no es todo: en estos momentos, el
campo magntico de la Tierra experimenta un lento descenso; se debilita, a un ritmo
que, si continuara, lo llevara a desvanecerse en unos tres mil aos.
Sin embargo, el rasgo ms curioso y original de nuestro campo magntico es que
a lo largo de su historia muchas veces se invirti: el polo norte magntico pas a ser
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polo sur y viceversa. Estos cambios de polaridad ocurrieron, en promedio, una vez
cada milln de aos. La ltima inversin tuvo lugar hace setecientos treinta mil aos.
De dnde sale este campo magntico y por qu se comporta as? No est claro,
aunque tiene que ser un fenmeno bastante general ya que el Sol y los dems planetas
tienen cada uno el suyo.
Parece que la respuesta hay que buscarla a tres mil kilmetros de profundidad, en
el esqueleto de hierro que sostiene al planeta: una parte del ncleo (la externa) es
fluida, y la idea generalmente aceptada es que el lento movimiento de ese fluido
metlico (que se arrastra, segn se cree, a razn de unos 90 metros por da, lo cual no
es poco) genera corrientes elctricas que a su vez inducen el campo magntico
terrestre, como si el ncleo fuera una bobina o una dinamo. Es posible.
Sin embargo, cualquier teora o modelo que pretenda explicar el origen del campo
magntico terrestre, debe explicar tambin la deriva hacia el oeste de los remolinos
magnticos y, sobre todo, el aspecto ms original de su conducta: las inversiones de
polaridad. Los estudios paleomagnticos indican que, antes de una inversin, el
campo magntico decae durante unos diez mil aos, se invierte bruscamente, y luego
comienza a aumentar. Y hasta ahora nadie es capaz de explicar ese fenmeno.
Enterradas en el ncleo terrestre, las razones de los caprichos magnticos de nuestro
amable planeta, permanecen todava en la oscuridad. No te gustara descifrar ese
misterio, Luca?

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9. Un reactor nuclear en frica

Un reactor nuclear dijo el viajero, cmo describrtelo? Los tomos de uranio


se parten para liberar calor y generar electricidad.
Raro es lo que dices dijo Adso de Reims.
Escucha esta historia dijo el viajero.
frica parece ser el origen de muchas cosas: entre ellas, nosotros mismos, que
aparecimos en aquel continente hace unos tres o cuatro millones de aos. Pero
mucho, mucho antes de eso, hace mil ochocientos millones de aos, frica presenci
el funcionamiento del primer reactor nuclear en la superficie del planeta.
La historia es curiosa: en mayo de 1972, la gente de la planta nuclear de
Pierrelate, Francia, observ algo extrao en el uranio que Francia importaba de
Gabn (en el centro-oeste de frica, sobre la costa del Atlntico). Resulta que el
uranio natural, el que se extrae de las minas, est compuesto de varios tipos de uranio
mezclados: el uranio-238 y el uranio-235 son los principales. No importa mucho
aqu, Luca, por qu se llaman de esta manera, lo que s importa es que en el uranio
natural hay 0,72 por ciento de uranio-235, (ahora que lo conocemos, vamos a
llamarlo ms familiarmente U235), y resulta que en el uranio de Gabn, la
proporcin de U235 era menor que la normal: los tcnicos encontraron slo 0,71 por
ciento. La diferencia era una miseria, pero aun as despert el inters de los
cientficos. Al fin y al cabo, no tiene por qu haber menos U235 que el debido, y si
hay menos, tiene que ser por alguna razn.
Primero pensaron lo ms obvio: que se deba a contaminaciones durante el
procesamiento del mineral, pero al estudiarlo ms atentamente, vieron que no era as.
Era rarsimo: se examinaron muestras que se haban conservado de los sucesivos
embarques desde la mina de Oklo, fuente del mineral. Y en todas se encontr una
proporcin baja de U235. A veces, la proporcin no era baja sino bajsima: en un caso
haba slo 0,44% de U235, lo cual rozaba el escndalo.
Y si resultaba tan raro, es porque la dichosa proporcin de 0,72% de U235 en la
composicin del uranio natural ha sido medida en yacimientos de todas las pocas
geolgicas, y no slo en la Tierra, sino en rocas lunares y meteoritos, y tiene todas las
caractersticas de ser una constante, si no universal, por lo menos propia del Sistema
Solar. Y si en todo el Sistema Solar la proporcin es esa, por qu en Oklo, justo en
Oklo, iba a ser menor? Qu te parece, Luca, el lo que se puede armar por un
miserable 0,01 por ciento? No existe, que se sepa, un mecanismo natural para que el
U235 se vaya por su cuenta del uranio. Y entonces? Y entonces empez a surgir la
sospecha de que en algn momento de la historia geolgica el yacimiento de Oklo
haba funcionado como un reactor nuclear: los reactores nucleares parten (fisionan)
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los tomos del uranio 235 para obtener calor, y lo destruyen (en realidad lo
transforman). Por eso, concluyeron los cientficos, el U235 faltaba.
Y haba razones para pensarlo: la veta de uranio con baja proporcin de U235
contena, adems, rastros de los productos de desecho que aparecen en los reactores
nucleares: los mismos y con la misma composicin.
As se lleg a la conclusin de que en Oklo haba funcionado un gran reactor
nuclear, pero natural, en el que los distintos elementos presentes haban cumplido las
diferentes funciones que son necesarias en los reactores nucleares modernos: por
ejemplo, el agua que queda atrapada en los procesos de cristalizacin actu como
moderador, reduciendo la velocidad de los neutrones para que el uranio se pudiera
fisionar. Salvo los tcnicos, los ingenieros y los operadores, estaba todo.
Esto ocurri en Gabn, frica, cuando Gabn todava no era Gabn, y cuando
frica no era frica, antes de que aparecieran los primeros mamferos, antes de que
el mar se poblara de peces. Hace aproximadamente mil ochocientos millones de aos,
en el perodo precmbrico, funcion un reactor nuclear de una potencia de pocas
decenas de kilowatt (si la potencia hubiera sido mayor, el agua que actuaba como
moderador se habra evaporado), y debe de haber funcionado durante el nada
despreciable lapso de varios cientos de miles de aos.
De paso, el reactor de Oklo sirvi a quienes estudian la manera de disponer de los
desechos nucleares, porque mostr que, en principio, esos residuos no migran y se
quedan donde estn a travs de las eras geolgicas, dato, por cierto, nada trivial.
Es una de las tantas curiosidades que encierra nuestro planeta: frica fue no
solamente la cuna de la humanidad, sino la sede de la primera reaccin nuclear en
cadena que hubo sobre la Tierra. No habra otra hasta mil ochocientos millones de
aos ms tarde, el 2 de diciembre de 1942, en Chicago, Estados Unidos, bajo la
direccin de Enrico Fermi.
Viajar a Oklo, apenas haya estado en el Reino del Preste Juan dijo Adso,
porque el Reino podr abundar en maravillas, pero cosa prodigiosa parece ser
tambin lo que me cuentas.

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10. Lo que dijo el carbn

Hace girar el agua las turbinas, cayendo desde la alta catarata, pero tambin el vapor
es capaz de hacerlo, y la mayor parte de la electricidad del mundo se produce en
turbinas que acciona el vapor. Mueve el agua las turbinas, cayendo desde la alta
catarata, mueve el joven vapor las turbinas, brotando entusiasta de las calderas. Y
ms all del vapor arde el combustible que le dio calor para ser lo que es; bajo la
caldera brilla el primitivo fuego, arde el carbn o el petrleo, que llevan adentro la
energa de nuestro planeta. Porque uno y otro crecieron en el fondo de la corteza
terrestre.
Los mineros medievales crean que los metales se formaban en el interior de la
Tierra debido a la influencia y a veces a la accin directa de los astros, cuyos
rayos llegaban hasta las profundidades: el Sol generaba el oro, la Luna produca la
plata, Marte fabricaba el hierro y Jpiter el azufre.
Nada de esto es verdad, naturalmente, pero lo que s es cierto es que el
combustible que quemamos en los motores de nuestros autos, y en las usinas trmicas
que generan electricidad, se form lentamente en las profundidades hace cincuenta,
cien o doscientos millones de aos y a partir de la materia orgnica, rica en carbono.
El carbn, el gas, el petrleo, vienen de tiempos remotos, cuando ni la sombra de
nuestra especie se proyectaba en la senda de la evolucin.
Escuchemos, Luca, la historia del carbn:
En las costas pantanosas, all donde un alto espejo de agua mantiene las
condiciones necesarias para evitar la descomposicin total, se acumularon grandes
depsitos de restos de plantas. Diligentes bacterias con visin de futuro quebraron los
componentes celulsicos emitiendo dixido de carbono, agua y metano (el gas de los
pantanos) y aumentando la proporcin de carbono en los residuos. Donde las
condiciones geolgicas fueron favorables, el material, ya transformado en turba,
qued enterrado debajo de capas cada vez ms gruesas de arena, cieno y barro.
Y el tiempo transcurri: lentamente, pasaron las eras geolgicas, lentamente,
como suelen pasar, y elevadas temperaturas y presiones actuaban sobre la turba
enterrada arrancndole oxgeno e hidrgeno y aumentando, lentamente, ms y ms la
proporcin de carbono, que se concentraba hasta convertirse en carbn de piedra, o
grafito, que es carbono casi puro. Si el proceso se daba a grandes profundidades y por
lo tanto con presiones muy altas, el resultado eran diamantes.
Cuando empezaron a crearse los actuales depsitos de carbn, y aunque hay
carbones ms recientes, faltaban ms de doscientos millones de aos para tu
cumpleaos, Luca.
Y sta es la historia del carbn.

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11. El relato del petrleo

En la profundidad de la corteza, en lo oscuro


donde no llega tu voz ni tu mirada,
crece el carbn, como los mitos.
En el fondo de la Tierra, en ese sitio
que nadie puede adivinar ni en sueos,
en abismos, en pozos, en desiertas
simas,
se cuece un lquido negro,
un mejunje que las brujas medievales
jams echaron al caldero
y que astutos nigromantes
versados en historias del cielo y del infierno
persiguieron en vano.
En la profundidad de la corteza, en lo oscuro,
donde tu mano no llega, ni tu voz adormilada,
nace el petrleo, en el espanto
de la creacin.
El libro de los Quinientos

Si el carbn viene de la tierra, el petrleo viene del mar. El carbn se fabric con la
vegetacin terrestre; el petrleo se hizo con el plancton, es decir la fauna marina
microscpica, que tiende a ser ms abundante en las aguas bajas y llenas de nutrientes
de las mrgenes continentales. Hundindose despus de su muerte hasta el fondo
marino, los restos orgnicos fueron preservados de la descomposicin en barros
negros. Un largo perodo de entierro a presiones y temperaturas elevadas transform
los restos en complejas molculas orgnicas que luego se rompieron en hidrocarburos
simples. Y luego, estos hidrocarburos se concentraron y fueron petrleo.
Como la energa no se pierde ni se crea, la que liberan el carbn y el petrleo
tiene que venir de algn lado. Primero, del Sol. Cuando el carbn y el petrleo
estaban vivos, usaron la energa solar para fabricar molculas (armar una molcula,
Luca, es acumular energa en forma qumica). Luego, las presiones y las
temperaturas que las capas de la Tierra ejercieron sobre ellos concentraron ese
carbono (el proceso de concentracin del carbono tambin implica acumular energa
qumica). Y es esa energa tomada primero del Sol y luego de la Tierra la que se
libera durante la combustin, cuando el carbn o el petrleo se queman en las
turbinas; la llama que sale del carbn o el petrleo nos devuelve la energa que la
corteza terrestre emple para fabricarlos, y alimenta los generadores de electricidad
que mueven nuestra civilizacin.

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IV
El Paraso perdido

En el claro de un bosque, me encontr con un viajero vestido con ropas que nunca haba visto yo antes, y
me ley las pginas de un libro que hablaba de los volcanes y los terremotos, del continente del Sur, de los
reactores nucleares, y de cosas del pasado y del futuro como si estuvieran delante nuestro.
ADSO DE REIMS, Viajes, C. 1285

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1. Nostalgias del diluvio y el arca de No

Aquel da fueron rotas todas las fuentes del grande abismo y las cataratas de los cielos fueron abiertas sobre la
Tierra y hubo lluvia sobre la Tierra cuarenta das y cuarenta noches.
Gnesis, 7, 11

Y las aguas prevalecieron mucho en extremo sobre la Tierra y todos los montes altos que haba debajo de la
Tierra fueron cubiertos.
Gnesis, 7, 19

En abril de este ao, 1997, se inici en Australia un extravagante juicio, en el que un


destacado cientfico, el profesor Ian Plimer, jefe del Departamento de Ciencias de la
Universidad de Melbourne, demand a un autotitulado doctor Allen Roberts, por
haber pedido fondos para buscar el Arca de No en la cumbre del monte Ararat en
Turqua, acusndolo de defraudacin pblica y de abusar de la ingenuidad de la
gente.
El solo hecho de que el doctor Allen Roberts haya recolectado jugosos fondos
demuestra que la creencia en el Arca de No y el Diluvio Universal todava tiene sus
adeptos. Pero no tiene el menor asidero meteorolgico: en realidad, toda el agua
existente en el planeta sera insuficiente para cubrir no ya los ms altos picos, sino
montes ms modestos como el Ararat. Lo curioso es que este sencillo clculo se
realiz ya en el siglo XVI, y estuvo a cargo del reverendo Thomas Burnett (16351715), un prominente clrigo anglicano, que ms tarde llegara a ser capelln privado
del rey Guillermo III de Inglaterra, y que entre 1681 y 1689 public, en cuatro tomos,
La sacra teora de la Tierra.
La historia vale la pena. Burnett, que se guiaba fielmente por la Biblia, pero
desconfiaba de la literalidad, parti de una sensata observacin: no haba manera de
que el Diluvio Universal hubiera cubierto toda la Tierra. Con los datos asequibles en
la poca y mediante una sencilla cuenta, mostr que el agua que poda haber llovido
en cuarenta das y cuarenta noches era insignificante desde el punto de vista
pluviomtrico. Y adems, adnde haba ido a parar el agua despus? Burnett lleg a
la conclusin de que el Diluvio Universal no haba sido posible, por lo menos a partir
de la lluvia.
Pero, incapaz de renunciar al Diluvio, lleg a una notable conclusin: si el
desastre no haba cado de los cielos, era porque haba irrumpido desde la
profundidad. Tomando una vieja idea de Descartes, conjetur que en el momento de
la Creacin, la Tierra era una esfera perfecta y paradisaca, cubierta por una corteza
de materia slida, lisa y sin rasgos, con los ocanos fluyendo por debajo de ella. La
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inundacin, segn Burnett, ocurri cuando la corteza se parti, colapsando en


fragmentos que se hundieron en el agua. Los pedazos irregulares del caparazn
original constituyen el relieve de la Tierra que observamos hoy, slo las ruinas de lo
que fue.
En verdad, La sacra teora de Burnett y su Diluvio Universal venido de las
profundidades no tuvo demasiado xito, a pesar de que llam la atencin del
mismsimo Newton, quien se la tom muy en serio, pero sa es ya otra historia. Lo
cierto es que con diluvio de arriba o diluvio de abajo, o sin diluvio en absoluto (no
hay registros geolgicos de semejante catstrofe), el Arca de No no tiene asidero y
aunque todava haya discpulos perdidos que la buscan, estos emprendimientos
huelen ms a negocio o fanatismo fuera de poca que a fervor religioso; en todo caso,
antes de contribuir a tales causas conviene recordar que el Diluvio Universal empez
a hacer agua ya en el siglo XVI.
Y sin embargo, el 2 de junio de 1997, dos meses despus de iniciado el juicio en
Australia, el juez fall, aunque parezca mentira, a favor del buscador del Arca de
No. Se preocup de dejar bien aclarado que el asunto del Arca era una farsa, pero
concluy que Allen Roberts no haba violado leyes comerciales, como sostena
Plimer. As, Luca, son las cosas.

Noticia: metafsica del Diluvio


Puesto que la superficie de nuestro planeta es, aproximadamente, de 432 millones
de kilmetros cuadrados, si lloviera toda el agua contenida en la atmsfera (alrededor
de un milln trescientos mil millones de litros, o 13 000 kilmetros cbicos) sin
quedar ni una gota ni una molcula hecho, desde ya, harto improbable, la Tierra
quedara cubierta con una capa de menos de tres centmetros de espesor, que no slo
no tapara los altos montes, ni siquiera ocultara los bajos pastos de este mundo. No
s si esto es exactamente metafsica, pero es el resultado que dan las cuentas.

Noticia sobre Burnett y Newton


Es muy interesante que las ideas de Burnett hayan atrado la atencin de nada
menos que Isaac Newton. Ocurre que Newton, adems de ser el gran artfice de la
ciencia moderna, era propenso a las ideas exticas y as, mantuvo con Burnett un
fascinante intercambio epistolar en enero de 1681, en el que discutan aspectos de la
Sacra Teora.
Uno de ellos era el problema de la Creacin en slo seis das: ambos amigos
concordaban en que se trataba de poco tiempo y pensaban que seguramente esos das
haban durado ms que los actuales, Newton, en particular, sugera que en ese
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entonces la Tierra giraba mucho ms lentamente que ahora, produciendo un da de


enorme extensin (en realidad, antes el da duraba menos, y se fue alargando por la
friccin que producen las mareas). Lo interesante es que ese mismo argumento de
Newton fue usado durante el Juicio del Mono, llevado a cabo en 1925 contra un
maestro que haba enseado la teora de la evolucin de Darwin, en pleno siglo XX.
Como ves, Luca, no hay nada nuevo bajo el Sol.

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2. La bsqueda del paraso

En su Sacra teora, el buen Burnett no slo explicaba cientficamente el Diluvio,


sino que tambin indicaba cientficamente la ubicacin justa del Paraso Terrenal.
Burnett no era el primero en buscar el Paraso: los gegrafos medievales que
queran, sobre todo, la salvacin del alma buscaron el Paraso con pasin, o por lo
menos con la pasin que se poda tener en la Edad Media, con el mismo impulso,
entre sagrado y homicida, que los llev a lanzarse a las Cruzadas: audaces
exploradores partieron para encontrarlo, y por lo menos uno afirm haber estado en
l.
Lo cierto es que la lenta y firme expansin de Europa, que culmin en los siglos
XVI y XVII, empez a desdibujar los contornos por lo menos los contornos
geogrficos del Paraso. Haba que buscarlo de una manera ms cientfica, de
acuerdo con los nuevos vientos que soplaban: eran tiempos en que Coprnico, Kepler,
Galileo, y muy pronto Newton, reorganizaban gozosamente el Sistema Solar,
arrojando sobre el gnero humano un inmenso sentimiento de mediocridad; la
bsqueda del Paraso con metodologa medieval no prometa grandes resultados.
Haba que encontrarlo con un mtodo ms moderno.
Y Burnett lo intent y hasta lleg a dibujar su ubicacin exacta en la esfera
perfecta que era la Tierra antes del Diluvio: estaba en el hemisferio Sur, ligeramente
debajo del Ecuador, lo cual garantizaba una eterna primavera a sus habitantes, y
condiciones tan excelentes que permitan alcanzar los 900 aos de edad.
Pero el hundimiento de la corteza en las enormes reservas de agua subterrnea
el Diluvio segn Burnett acab con el Paraso y la Tierra adquiri el horrible
panorama que hoy presenta. (La Naturaleza, Luca, en esa poca era considerada
como un lugar inhspito, horrible y peligroso; bosques, montaas y mares eran vistos
como enemigos del hombre, como lugares donde uno slo poda sentirse inseguro).
Renunciar al Paraso como hecho experimental y dejarlo como categora
puramente teolgica fue doloroso. Renunciar al Diluvio Universal fue todava ms
difcil; como todos los mitos, el Diluvio se resisti a morir, y ante la perspectiva de
desaparecer recurri al ltimo y gran recurso que tienen los mitos: transformarse. Y
se transform en la bella teora del ocano en retirada.

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3. La teora del ocano en retirada

Del multiforme diluvio y de los pjaros puedo hablarte, oh libertad!, del arcaico mar de la infancia cubriendo
las flores voraces, entre la hoja roja devorando mis ms bellos insectos verdes. Vegetales, fervores, oh
claridades!, oh favores!, oh libertad!, arcaico mar.
Saint-John Perse

Alguna vez, Luca, habrs escuchado la palabra antediluviano (animales


antediluvianos, creencias antediluvianas); ya no se usa mucho: es una palabra vieja y
que habla de cosas viejas, que divide la historia del mundo en dos: de la Creacin al
Diluvio, y despus. Pero el Diluvio Universal como punto de partida de la historia de
la Tierra empezaba a hacer agua como corresponde a un diluvio. De alguna
manera, la extravagante teora de Burnett demostraba que el Diluvio no era viable, y
se transform gradualmente en la idea de que, despus de la Creacin, todo el planeta
haba estado cubierto por un inmenso ocano que, gradualmente, se haba ido
retirando y despejando la tierra firme. Este ocano primitivo tena disueltos los
minerales que, al depositarse, formaron las rocas, las montaas y todo lo dems.
El autor de la idea original haba sido el gran filsofo y cientfico alemn
Gottfried Leibniz (1646-1716), y sta se convirti en el sustituto ms popular del
Diluvio Universal, al menos entre los gelogos. Conservaba una ligazn un poco
forzada con el relato bblico, pero casi todas las explicaciones que se dieron sobre el
origen de la Tierra durante el siglo XVIII seguan las grandes lneas de esta idea: un
gran ocano originario que retroceda paulatinamente.
Un gran ocano que se retiraba: la imagen no estaba nada mal y era
intrnsecamente bella. An hoy conserva un inmenso poder de seduccin: el agua
primordial recuperaba la vieja idea de Tales de Mileto y Anaximandro o el mar eterno
e inaccesible del pensamiento hind, donde nadaban las primitivas tortugas que
sostenan al mundo; el mar, objeto y fruto de reverencia y terror, que abandonaba,
como un inmenso animal, en cierta forma vivo, regiones que seran, andando el
tiempo, nuestro hogar.
El mar originario en retirada no era slo una fantasa producto de la necesidad
bblica. Nada de eso; fue una teora muy seria y que pareca explicar algunos
enigmas: por ejemplo, la existencia de fsiles marinos en lo alto de las montaas.
Otro ejemplo: cuando se descubri que el Mar Bltico se haca cada vez menos
profundo, fue considerado una buena prueba del mar en retroceso (en realidad, era
una consecuencia del fin de las eras glaciales: la superficie del norte europeo estaba
an en ascenso luego de liberarse del peso del hielo).
El ms grande de los tericos del ocano en retirada tambin llamada
Neptunismo (por Neptuno, el dios romano del mar) fue Abraham Gottlob Werner
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(1749-1817), profesor de la Escuela de Minera de Freiburg, en Alemania, adonde


afluan estudiantes de toda Europa ansiosos de escucharlo. Werner observ que
algunas rocas se haban formado en el mar y generaliz alegremente, atribuyendo este
origen a todas las rocas. Entonces, pens Werner, cuando el gran ocano antiguo se
retir, las rocas ms antiguas quedaron expuestas al aire y sobre ellas se acumularon
nuevas rocas, producto de la erosin, que se instalaron en capas sucesivas, formando
las montaas y todos los accidentes geolgicos.
La teora del ocano en retirada era hermosa, pero tena, en realidad, algunos
puntos muy dbiles: por empezar, no quedaba claro de dnde haba salido ese ocano
original, ni adnde iba a parar el agua sobrante a medida que el ocano retroceda
dejando en descubierto la tierra firme. Y segundo y fatal, no explicaba o
explicaba mal la existencia de los volcanes. Werner no se conmovi mucho por
estos argumentos. La verdad es que despreciaba un poco a los volcanes: pensaba que
eran fenmenos modernos y aislados y crea que las erupciones se deban a la
combustin subterrnea de capas de hulla en las cercanas.
Sin embargo, fueron los propios discpulos de Werner quienes demostraron que
haba volcanes muy antiguos, que muchas de las montaas de ahora eran volcanes
extinguidos, y como si esto fuera poco, comprobaron que la lava que sala de los
volcanes no era muy distinta de las rocas que segn Werner slo podan originarse en
el mar.
Aunque estaba equivocada, la teora de Werner ayud muchsimo a comprender
nuestro planeta: organiz los datos geolgicos del momento, sobre las rocas, y las
grandes eras y perodos que reconocemos actualmente.
Pero en las primeras dcadas del siglo pasado, la teora del ocano que se retiraba
se haba retirado por completo, dejndonos slo la nostalgia de aquel mar originario,
mientras la atencin y la imaginacin se desplazaban hacia el fuego.

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4. Los fuegos infernales

A lo largo de mis viajes, he aprendido que la Tierra es un gran mecanismo, sin atisbos de comienzo ni final. O
quizs no, quizs sea al revs. Los viajes me han hecho cauteloso.
Adso de Reims, c. 1285

La Tierra es un gran mecanismo, sin atisbos de comienzo ni final.


James Hutton, 1795

La teora del ocano en retirada fue calma y gentil y un poco triste; haba tenido la
serena belleza del clasicismo; la nueva teora, acorde con la esttica romntica, era
densa y nerviosa; irrumpi como un Sturm und Drang de la geologa y reemplaz al
agua amable por los fuegos infernales y la accin de los volcanes: Neptuno fue
destronado por Plutn, el dios del mundo subterrneo y rey de los infiernos; al fin y al
cabo, los volcanes siempre haban estado ligados al infierno en el imaginario
colectivo.
Amantes del fuego, los plutonistas negaban que el ocano se retirara; es ms,
negaban que hubiera existido jams un gran ocano universal, y negaban que el agua
fuera o hubiera sido fuente de cambio alguno. Aceptaban la idea, muy en boga, y que
ya haba sido utilizada por Buffon, de que la Tierra era el resultado de una enorme
masa ardiente desprendida probablemente del Sol que se enfriaba
paulatinamente; el centro de la Tierra continuaba siendo para ellos una inmensa
fuente de calor y de all vena el impulso geolgico: la tierra firme no era otra cosa
que roca fundida que se haba abierto paso desde el mundo subterrneo y luego se
haba enfriado. Los plutonistas transformaron a los volcanes en la fuerza principal
que mantena las cosas en marcha.
Naturalmente, esto descartaba cualquier conexin con el Diluvio Universal y
desafiaba toda la historia bblica. Lo cual despert no pocas resistencias y escndalo.
Cuando Transactions de la Royal Society de Edimburgo en 1788 public la nueva
teora, su autor, James Hutton (1726-1797), fue acusado de ateo, de negar la
evidencia de la Creacin presente en las rocas y de ignorar la historia del diluvio
catastrfico.
En realidad, no era as: Hutton, que era un caballero del Iluminismo, escocs,
contemporneo y amigo de James Watt (el inventor de la mquina de vapor) y Adam
Smith (el primer gran terico de la economa capitalista), se daba cuenta de que la
teora del ocano en retirada implicaba que la erosin terminara arrastrando toda la
tierra firme al fondo del mar y no poda aceptar que el Creador fuera a convertir la
superficie terrestre en un lugar inhabitable. Por eso, crea que deba haber
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mecanismos de regeneracin y elevacin de la corteza que compensaran el ciclo de


erosin. Y as, imagin un eterno balance entre nacimiento y erosin, en el que
permanentemente surgan nuevas rocas desde el mundo subterrneo, transformando
al planeta en una perpetua mquina en movimiento creada por la perfeccin divina.
El resultado era un sistema siempre renovable, sin atisbos de comienzo ni final.
Muy pronto se demostr que Hutton tena razn o por lo menos buena parte de
la razn y que rocas como el granito, que segn Werner slo podan haber
surgido en el mar, eran de origen volcnico: con experimentos en altos hornos, el
qumico James Hall ofreci la prueba de que el granito se solidificaba a partir de un
estado lquido.
Aunque finalmente perdieron la batalla, los neptunistas se resistieron. Y es que no
slo se estaban enfrentando el agua calma contra los fuegos infernales, o dos teoras
geolgicas. Lo que en realidad se estaba discutiendo era otra cosa, ms fundamental:
el tiempo.

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5. El tiempo profundo

La discusin entre neptunistas y plutonistas fue spera, una de las ms amargas de la


historia de la ciencia, y tuvo una virulencia que puede parecer difcil de entender;
sali del mbito cientfico y gan la literatura: no digo que se discutiera en las calles,
pero grandes poetas como Goethe se vieron involucrados en ella.
Y es que, en realidad, lo que se estaba discutiendo era algo esencial para la
cultura humana. Cada gran teora presenta una cosmovisin, una manera de mirar al
mundo: la teora del ocano en retirada mostraba un planeta terminado desde el
principio, que poda, mal que bien ms mal que bien, encajarse en la historia
bblica de la Creacin y el Diluvio Universal, mientras que el plutonismo, que
imaginaba a la Tierra como una mquina en perpetuo movimiento y renovacin,
exiga, con la mejor buena voluntad, muchos millones de aos para la historia de
nuestro planeta.
La eternidad asusta, Luca, tanto hacia atrs como hacia adelante y la gente, que
estaba acostumbrada a pensar en un mundo recientemente creado, en un mundo casi
nuevecito, necesitaba ella tambin tiempo para procesar estas ideas y lo que de
veras se estaba descubriendo: el tiempo profundo.
El tiempo profundo parece raro, pero no hay otra manera de describirlo. El
tiempo profundo por debajo de nuestro tiempo cotidiano que medimos en das y
aos, por debajo del tiempo histrico que medimos en siglos, se desarrollan procesos
lentos, increblemente lentos, que slo pueden notarse despus de millones de aos.
Tanto Hutton como Lyell, ms tarde, en su Geologa de 1830 que tanto inspirara
a Charles Darwin, demostraban que a lo largo de la historia de nuestro planeta los
mecanismos de cambio eran muy graduales, y que sobre todo eran los mismos
que en el presente, y actuaban con el mismo ritmo: los ros cavaban sus caadones a
travs de los siglos, las rocas eran moldeadas por la lluvia a travs de los milenios, las
montaas se elevaban con paciencia exasperante, por accin del fuego la corteza
ascenda sin que lo notramos, y una cordillera poda tardar millones de aos en
formarse.
Era una verdadera revolucin conceptual: de pronto, los hombres y las mujeres,
que ya haban sufrido el rudo golpe de enterarse de que habitaban un planeta que no
estaba en el centro del universo, descubran que su tiempo, el tiempo de sus vidas,
prcticamente no contaba en la inmensidad de las eras geolgicas, descubran que los
ros y los ocanos, las montaas y los volcanes, eran mucho ms importantes y ms
antiguos que ellos, que sus culturas y civilizaciones. Pero no un poco ms antiguos,
como los dioses de las viejas mitologas, o incluso el Dios cristiano; no: mucho, pero
mucho ms antiguos; tanto, que resultaba difcil de creer. Los nuevos dioses, las
fuerzas que lentamente van moldeando la Tierra, trabajaban en escalas que nada
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tenan que ver con ellos y al lado de las cuales sus propias maneras de percibir el
tiempo no significaban nada.
Y se preocuparon y se angustiaron: no te parece, Luca, que era como para
angustiarse? El tiempo profundo, el tiempo verdadero de la Tierra, pareca reducirnos
a la nada; especialmente, si el pasado haba sido eterno, si, como proclamaban los
uniformistas cuyo triunfo, al publicarse la Geologa de Lyell en 1830, fue completo,
la Tierra era una mquina sin principio ni final.
La resistencia fue tanta que en 1890 nada menos, cuando el historiador Csar
Cant escribi su monumental Historia del mundo, no lo poda aceptar: Desde que
el saber se rebel contra Dios, apel a la ciencia ms antigua y a la ms moderna para
desmentir el relato de Moiss, pero, interrogadas la astronoma y la geologa, con leal
conciencia y ms vastos conocimientos, dispusieron en su favor, y hoy los seis das
son, pues, seis edades de la Tierra, cuya duracin no es dado al hombre calcular, pero
que dejaron de s huellas en el globo. Queda pues confirmada con los progresos de la
ciencia la narracin de Moiss, que no da al hombre ms de siete a ocho mil aos de
antigedad, y es una maravilla para quien lee el Gnesis, su concordancia con los ms
recientes adelantos de la ciencia..

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6. Los dinosaurios y el invierno nuclear

En ese tiempo dichoso


cuando los dinosaurios poblaban mi arrabal
y t todava me amabas.
Di Pasquale, Arrabal cretcico (tango), en Coplas Geolgicas, 1922

Los dinosaurios se extinguieron porque as estaba escrito.


Encyclopedia of Spurious Science, vol XII, 1963

La Era Secundaria, que negaron los msticos y que intrigaba a los Beatles, que
empez hace doscientos veinticinco millones de aos y termin hace sesenta y cinco
millones, fue la Edad de los Reptiles. Los dinosaurios eran los amos y seores del
mundo: se extendan prcticamente por toda la superficie del globo, caminaban,
nadaban y volaban, coman hierbas y animales, alcanzaban tamaos de pesadilla,
como el Tyrannosaurius Rex, alto como una casa. Parecan eternos e imbatibles. Y sin
embargo, un buen da, hace 65 millones de aos, cuando el ltimo perodo de la Era
Secundaria (el Cretcico) daba paso a la Era Terciaria, se extinguieron y cedieron el
planeta a un nuevo tipo de animales ms pequeos, de sangre caliente y que en vez de
poner huevos, gestaban a sus cras dentro de s mismos: los mamferos.
La desaparicin de los dinosaurios en el perodo K-T (la transicin entre el
Cretcico ltimo perodo de la Era Secundaria y la Era Terciaria) no quit el
sueo a los paleontlogos. Al fin y al cabo, millones de especies se extinguieron a lo
largo de la historia evolutiva de la Tierra, y el caso de los dinosaurios no pareca tener
nada especial. No faltaban razones para aducir que haban llegado a ser demasiado
poco funcionales el tamao gigantesco en relacin a los puntos de apoyo y el
cerebro, o bien que no podan afrontar la competencia de los mamferos, ms giles
e inteligentes, que coman los huevos de las nidadas, y que, por ser de sangre caliente,
podan trabajar de noche. Haba decenas de explicaciones posibles.
Ahora bien, cualquiera fuera la causa, debera haber operado durante un perodo
muy largo. El registro fsil, sin embargo, revelaba un corte abrupto (en trminos
geolgicos) en el perodo K-T.
Lo cual abri paso a las hiptesis de tipo catastrofista; segn ellas los dinosaurios
no se extinguieron debido a la competencia y la seleccin natural, sino que algo los
extingui: algn cataclismo de proporciones (terremoto, volcanes, choques csmicos
y otras variantes) los borr del mapa.
Frente a estos planteos, los gradualistas respondan con calma que los
dinosaurios estaban distribuidos por todo el planeta, y que es muy difcil que una
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catstrofe localizada causara efectos tan generales: era un buen argumento, que
pareca apoyar la hiptesis de que los dinosaurios eran muy capaces de extinguirse
por sus propios medios.
Sin embargo, algunos hechos conspiraban en contra: el primero, es que no slo
los dinosaurios desaparecieron en el perodo K-T, sino una multitud de especies
(segn algunas estimaciones, nada menos que entre el 50 y el 90 por ciento de las
especies del planeta), y por lo tanto, todos los argumentos especficamente
dinosuricos (como el del excesivo tamao) no sirven.
Y ac viene una cosa curiosa, que es la mezcla de la paleontologa con la guerra
nuclear. En los aos 70, a medida que las superpotencias acumulaban megatones y
megatones de armas nucleares cada vez ms escalofriantes, se desarrollaron los
estudios y modelos matemticos que se ocupaban de predecir los efectos a gran
escala de una guerra nuclear. Es decir, lo que verdaderamente pasara en el caso de
que tal guerra estallase.
Las predicciones, para decirlo de algn modo, eran muy poco estimulantes: una
atmsfera llena de desechos radiactivos y polvo levantado por las bombas, que
absorbera los rayos solares, provocando un brusco descenso de la temperatura, y
sumiendo a casi todo el planeta en lo que se dio en llamar el invierno nuclear.
Naturalmente, montones de especies se extinguiran (sin excluir la posibilidad de que
la nuestra tambin). El modelo del invierno nuclear contribuy no poco a la dtente
armamentista (y al fin de la guerra fra).
Tambin a reforzar las especulaciones catastrofistas sobre la extincin de los
dinosaurios. Al fin y al cabo, una guerra nuclear es un fenmeno, si se quiere, local, y
los estudios mostraban que efectivamente un cataclismo local poda provocar un
desastre en todo el planeta. As se barajaron varias posibilidades, como la del choque
de un asteroide contra la Tierra, o la de un perodo de inusual actividad volcnica. En
ambos casos, el polvo levantado o los gases emanados opacaron la atmsfera e
impidieron a los enormes bichos recibir la energa solar que los reptiles utilizan en
una forma directa, emparentndolos en cierta medida con bateras solares, clulas
fotovoltaicas y otros productos de alta tecnologa. Los horribles monstruos que
mantuvieron a raya a todas las otras especies durante doscientos millones de aos,
nada pudieron contra la oscuridad, y se hundieron en el olvido biolgico.
Desde hace una dcada y media, la hiptesis catastrofista sobre la extincin de los
dinosaurios se asienta cada vez ms: slo falta averiguar cul fue exactamente la
catstrofe en cuestin. Hoy por hoy, el choque con un asteroide se disputa los favores
del pblico con el surgimiento de una cadena de montaas y una especial intensidad
de la actividad volcnica.
Lo cierto es que encontrar razones para la extincin de los dinosaurios es uno de
los deportes de moda y que cualquiera haya sido el motivo de la extincin, en el vaco
ecolgico que dejaron tras de s, proliferaron los mamferos. Bajo el reinado de los
reptiles competan con fuertes desventajas, o directamente no podan competir, pero
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una vez desaparecidos los dinosaurios, se apoderaron de la Tierra, y a ese hecho


debemos nuestra existencia. El fsico y poeta espaol Rodrguez Fontevecchia, que es
especialmente sensible ante el espectculo de la naturaleza y de la evolucin, imagin
una curiosa escena: un mamfero primitivo (y ya extinguido) viendo morir al ltimo
dinosaurio que queda en el planeta, y despidindose de l con un tango, cuya msica
sera usada sesenta y cinco millones de aos ms tarde por Juan de Dios Filiberto
para escribir Caminito. El mamfero que canta (obviamente partidario de la teora
del vulcanismo) se congratula de la extincin, que le permitir vivir en paz, despus
de millones de aos de terror biolgico. A su vez, y darwiniano al fin, no se hace
ilusiones: sabe que toda especie es efmera, y que algn da a l tambin le tocar.
Escuchmoslo.
Dinosaurio que vas a extinguirte,
que altivo ocupabas la Tierra y el mar
he venido a decirte esta vez
que tu raza no da para ms.
Una nube ha cubierto el planeta
y tu dependas del brillo del sol.
Una sombra muy pronto sers
en la senda de la evolucin.
Ahora que te vas
vivir mejor
seguir los pasos
de la evolucin.
Gracias al volcn
me libr de vos.
Me voy al futuro:
dinosaurio, adis.
Te aguant cien millones de aos
la mano del tiempo tu especie extingui
y aunque un da tambin yo me ir
ahora vengo a burlarme de vos.
Imagino orgullosos humanos
juntando tus huesos con gran devocin.
Cuando junten los mos tambin
volveremos a vernos los dos.
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Ahora que te vas


vivir mejor.
Me voy al futuro
dinosaurio, adis.
Gracias al volcn
me libr de vos.
Me voy por la senda
de la evolucin.

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7. El nacimiento de la tierra

Los plutonistas y los uniformistas que enfrentaron la teora del gran ocano en
retirada, en muchos casos pensaron que la Tierra era una mquina eterna, en perpetuo
movimiento, sin atisbos de principio ni de final, como sostena Hutton.
Hoy sabemos que no fue as, y que la Tierra empez alguna vez: como todos los
planetas del Sistema Solar, se condens a partir de una nube de polvo csmico
restos de antiguas estrellas que explotaron, que giraba en torno del Sol. En esta
nube original, el polvo empez a aglutinarse en pequeos cuerpos slidos, que
captaron ms material y aumentaron su dimetro, desde unos pocos metros hasta
algunos cientos de kilmetros, chocaron entre s, a veces se partieron y a veces se
fundieron en cuerpos ms grandes. Hace cuatro mil quinientos millones de aos, se
combinaron en los planetas que hoy conocemos: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte,
Jpiter, Saturno, Urano, Neptuno y quizs Plutn (porque Plutn puede haber sido un
cuerpo errante, de vaya uno a saber dnde, capturado por la gravitacin del Sol),
dejando el espacio razonablemente vaco. Todos los planetas del Sistema Solar
nacieron ms o menos al mismo tiempo.
La Tierra empez alguna vez: podemos imaginar a nuestro planeta recin nacido
como una gran esfera de hierro y nquel rodeada de lo que hoy llamamos manto, una
envoltura de piedra fundida, bombardeada continuamente por meteoritos, restos de la
nebulosa originaria. El manto, muy caliente, se mova mucho ms que ahora, y
lanzaba grandes burbujas ardientes que estallaban como volcanes; la superficie de la
Tierra estaba cubierta por un ocano de magma, como si fuera la parte superior de un
caldero hirviente. No haba nadie para verlo, pero han quedado los rastros en las
rocas ms antiguas.
La Tierra empez alguna vez, como una bola hirviente bombardeada por
meteoritos: la lluvia de meteoritos dur quinientos millones de aos, y luego ces.
Pero ya el manto hirviente haba empezado a segregar corteza, la primera corteza
continental y ocenica, y ya se haba empezado a depositar agua en las depresiones.
Cuando termin el bombardeo de meteoritos, la Tierra ya tena un ocano verdadero
ms o menos con la misma cantidad de agua que ahora, esbozos de continentes y una
atmsfera parecida a la actual: el nitrgeno fue emitido por el manto, que tambin
exhal azufre e hidrgeno a travs de los volcanes. Y vapor de agua. Y mucho ms
dixido de carbono del que existe hoy. Eso s: no haba oxgeno, y no lo habra hasta
que apareciera la vida.
Los primeros continentes eran pequeos, finos y quebradizos, pero el magma
trabaj rpido y en quinientos millones de aos ms fabric continentes de granito
ms o menos respetables. Mil millones de aos despus, ya haba continentes
verdaderamente grandes, suficientemente pesados como para, en poco tiempo, partir
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la corteza en pedazos y lograr que esos pedazos se hundieran unos debajo de otros,
volviendo al magma y resurgiendo luego: nacan las placas tectnicas y se iniciaba el
ciclo geolgico; de todos estos asuntos antiqusimos tambin han quedado signos en
las rocas.
La Tierra empez alguna vez, y alguna vez terminar, dentro de muchsimo
tiempo, Luca. Qu ser para entonces de nosotros? Habremos emigrado a otros
sistemas solares? Nos habremos instalado en otro sitio? Son preocupaciones
extraas, miradas hacia el futuro remoto, que producen una rara inquietud.

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V
Un claro en el bosque: el tiempo y el espacio

Atencin, Luca: hay un claro en el bosque, que no figura en los prolijos mapas de hoy, pero s en mapas
dibujados en otros tiempos y lugares, o en los sueos que a veces nos acosan y en la Falsa Geographica de
Apeles de Siracusa; un claro en el bosque al que nos hemos ido aproximando sin saberlo; paso a paso;
golpe a golpe; verso a verso. Encontraremos all a dos personajes que ya intervinieron subrepticiamente en
este libro y, quizs, a otros que intervendrn ms tarde.
Hay algo raro en este lugar.

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1. Escena I: Un claro en el bosque

Al confn de las tierras frtiles querra ir, para ver al ro Ocano, padre de dioses y de todas las cosas.
La Ilada, canto XIV

El hombre, sentado en el mnimo claro del bosque, donde se abran siete caminos, se
agarr la cabeza con las manos y se puso a llorar suavemente, mientras las lgrimas
mojaban su hbito de peregrino, y as se estuvo varias horas hasta que acert a pasar
por all otro hombre de extraas vestiduras que le pregunt por qu lloraba.
Porque no s cmo seguir dijo el primero. Me llamo Adso.
Adso de Melk? Increble! el viajero pareca verdaderamente muy
sorprendido.
Adso de Reims corrigi Adso. Y busco el Reino del Preste Juan
Adso de Reims dijo el viajero. Adso de Reims. Mmmm Ese nombre
parece puesto a propsito. Evoca cosas.
Quizs es as contest Adso. Y despus de un instante retom el hilo de lo
que vena diciendo. Busco el Reino del Preste Juan y hete aqu que me he perdido,
y llevo ya semanas en este claro, alimentndome de los peces que puedo atrapar y
jugando con las pepitas de oro que crecen junto a los hongos venenosos. En
ocasiones, no puedo dormir, temiendo al basilisco.
Peces en el claro del bosque? pregunt el otro. Pepitas de oro que
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crecen como hongos? El mar est muy lejos de aqu.


Adso de Reims sac un pergamino, un pergamino con las lneas inconfundibles
de un mapa, ante el cual el otro hizo un gesto de asombro.
Ah! dijo estos mapas medievales, con peces en los bosques y oro junto a
los hongos no me extraa que te hayas perdido.
Pero las indicaciones eran precisas dijo Adso. Deba caminar hacia donde
se pone el Sol durante diecisiete jornadas, y luego cruzar ms all de la Tierra de
Tres Veces Nueve, alcanzar el Imperio de Tres Veces Diez, donde reina una Zarina
pequea como un pjaro y tan frgil como el cristal, que me sealar la direccin
que conduce al Reino del Preste Juan. Y hete aqu que esta multiplicidad de caminos
que se abre me confunde.
El otro suspir.
Es que te olvidas dnde ests. O mejor dicho, cundo y seal el mapa.
Ests en la Edad Media, y los mapas son puramente fantasiosos. No ves que en este
pergamino, Jerusaln est en el centro? Es la marca indeleble de un mapa medieval.
Y sac de sus bolsillos un papiro desplegable.
Y eso qu es? pregunt Adso.
Uno de los mapas de Ptolomeo dijo el otro, el gran constructor de mapas
de la Antigedad: su trabajo fue una cosa muy seria.
Me dejars ese mapa? pregunt Adso.
Ptolomeo fue un astrnomo genial dijo el viajero y construy un sistema
que, salvo el hecho de que estaba equivocado, era perfecto, y se convirti en un
artculo de fe hasta Coprnico. Pero adems de los cielos, prest mucha atencin a la
muy prosaica Tierra, donde, al decir de Aristteles, y a diferencia de los cielos
inmutables, todo, y no solo los polticos, se corrompe.
Los polticos? pregunt Adso. Qu son los polticos?
Algo as como los sucesores de los nobles dijo el extranjero, aunque ellos
lo niegan, claro est: de alguna manera se consideran elegidos pero qu te
deca?
Ptolomeo dijo Adso. Y Ptolomeo pudo ubicar en sus mapas el exacto sitio
del Preste Juan?
Ptolomeo hizo sus mapas con bastante seriedad, y no los llen de lugares que
no existen dijo el viajero. La verdad es que hizo un excelente trabajo, aunque
cometi algunos errores que a la larga fueron bastante catastrficos: crey que la
Tierra es ms chica de lo que es en realidad, agreg un continente que no haca falta.
Pero sea como haya sido, Ptolomeo termin de una vez por todas, y de manera
efectiva, con la idea homrica del mundo conocido rodeado por un gran ocano
inhabitable: fue el ltimo de los grandes gegrafos y astrnomos de la Antigedad.
Y el extranjero sac un objeto y lo despleg.
Y eso qu es? pregunt Adso, que no sala de su asombro.
Una hoja de ruta dijo el extranjero, y est hecha de papel, es un mapa
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detallado, donde figuran todos los caminos, todas las ciudades Esta hoja de ruta
desciende directamente de los mapas de Ptolomeo. Algn da nadie ser capaz de
salir de excursin sin llevar algo como esto en la guantera de su automvil
Automvil?
Automvil, s dijo el extranjero pero qu es ese ruido? un lobo pas
corriendo, luego se oyeron voces de una nia que hablaba, y enseguida el lobo y
aqu se interrumpe, por un momento, esta historia.

Noticia sobre la historia de los mapas


Los mapas son un invento reciente: probablemente el mapa ms antiguo es el
dibujado en una tablilla babilnica, pero es ms una cosmogona que una gua de
viaje: intenta explicar cmo es el mundo y no dar datos tiles para el viajero.
Es probable que haya habido mapas-dibujo que aparecieron aun antes que la
escritura, dando indicaciones sobre (y probablemente delimitando) zonas de caza.

Noticia sobre Ptolomeo


Ptolomeo elabor un dibujo de las Tierras Conocidas en su Geographia:
siguiendo a cartgrafos anteriores, como Estrabn, o Plinio el Viejo, se preocup en
trazar un mapa terrestre con sus divisiones y aument a 21 el nmero de segmentos
que dividan la Tierra al norte del Ecuador. Fue verdaderamente el gran iniciador de
la cartografa: utiliz (probablemente por primera vez) los trminos longitud y
latitud y proporcion la ubicacin exacta de ocho mil lugares conocidos. Tambin
estableci la convencin de orientar los mapas con el norte hacia arriba y el este a la
derecha (quizs porque los lugares que l conoca estaban en el hemisferio norte y en
un mapa plano era ms fcil ubicarlos arriba a la derecha), y distingui 27 regiones
en otra escala para que las zonas pobladas se vieran con ms detalle. Siguiendo al
gran astrnomo Hiparco, dividi a la Tierra en 360 y a cada grado en minutos (parte
minutae primae) y segundos (parte minutae secundae).

Noticia: ms sobre Ptolomeo


Ptolomeo tom un valor del grado cercano a los 80 km (el valor real es 113) y al
calcular el permetro terrestre, le dio 29 mil kilmetros (el real es de 40 mil), y
extendi Asia desmesuradamente hacia el este; por razones de simetra, tambin
afirm la existencia de un gran masa de tierra en la parte sur del globo, que ms tarde
tomara la estatura de mito: el Continente del Sur.

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Noticia sobre el bosque


Las voces que escucharon Adso y el extranjero son las de Caperucita Verde y el
Lobo ecologista, que aparecern ms tarde en este relato. Evidentemente, se trata de
un claro del bosque muy extrao.

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2. Escena II: En el claro del bosque (sigue). Los mapas


medievales

Asia a un lado, al otro Europa


y all a mi frente Estambul.
Jos de Espronceda

Qu llevas all? pregunt Adso.


Un libro dijo el viajero. Mira, si quieres. Adso lo tom con cuidado; para
l, aunque hombre de libros, resultaba un objeto extrao.
Curiosidades del planeta Tierra descifr con dificultad.
S dijo el viajero. Alguien le cuenta a su hija sobre casos y cosas de este
mundo: la forma de la Tierra y su edad, la estructura del mundo subterrneo, los
terremotos, los volcanes, el carbn y todo eso.
El tiempo y el espacio dijo Adso. Un claro en el bosque!
Estaba leyendo esa parte dijo el viajero. Mientras deca esto su voz, y hasta
su postura, parecan venidas de otro sitio, o de otra poca. El captulo quinto. Ves?
Aqu est: un lobo pas corriendo, luego se oyeron voces de una nia que hablaba, y
enseguida el lobo y aqu se interrumpe, por un momento, esta historia.
Las voces se alejaron ley Adso.

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Las voces se alejaron.


Estos mapas medievales no sirven para nada dijo el extranjero, los mapas
de Ptolomeo haban sido un esfuerzo notable para representar al mundo, pero apenas
empez la Edad Media los itinerarios seguan los senderos de la imaginacin bblica,
los mapas se llenaron de fantasas y de lugares inexistentes o mitolgicos, de lugares
deseables ms que reales, as como los bestiarios y herbarios de la poca no buscaban
la reproduccin realista sino una especie de representacin moral de los animales y
las plantas, para darles un lugar adecuado en la estructura teolgica del universo. No
son demasiado tiles para una excursin. Lo siento. Aunque de todas maneras, el
turismo no es muy popular en estos tiempos medievales.
Hablas con palabras que no entiendo dijo Adso, qu es el turismo?
Viajar por viajar.
Increble! dijo Adso.
Ves? dijo el extranjero, en este desdichado Medioevo, si bien se viaja,
siempre se viaja para algo, se peregrina para adorar una reliquia, para cumplir una
promesa, para comerciar, o para encontrar nuevas tierras que abrir al cultivo y
establecerse. Hay pocos caminos y la tradicin oral gua al viajero que busca como t
el Reino del Preste Juan o algn otro sitio fantstico. Y para eso, no hacen falta
mapas precisos. Mejor dicho, es mejor que no sean precisos.
Pero entonces dijo Adso, cmo se llegar de esto (y seal su mapa)
hasta aqu (y mostr la hoja de ruta)?
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Aunque parezca mentira, por el mar contest el extranjero. El mar no tiene


caminos marcados ni seales, ni tradicin oral posible: no se les puede preguntar a los
peces, y los diversos monstruos que poblaban los mares antiguos y que siguen
poblando los medievales, para qu te lo voy a ocultar eran poco propensos a la
conversacin y solan devorar a los viajeros mucho antes de que estos tuvieran
tiempo de preguntarles la ruta a seguir. Resultado: los navegantes tuvieron que
ingenirselas para tener alguna gua que los ayudara, adems de las estrellas. Los
mapas martimos se hicieron cada vez ms precisos y, combinados con el
redescubrimiento de los mapas de la Antigedad, se transformaron lentamente,
avanzando desde el espacio de la imaginacin hacia el espacio geomtrico y fsico,
volviendo al viejo y buen Euclides y su espacio laico y sin dioses. Lentamente,
Jerusaln dej de ser el centro de los mapas; al fin y al cabo, el comercio empez a
crecer y el comercio siempre tuvo ms confianza en la experiencia concreta que en la
teologa, que, en general, da bastante malos resultados.
Y entonces qu har? pregunt Adso.
No s qu decirte le contest el extranjero. Debers quedarte ac hasta
que, por lo menos, termine la Edad Media.
Pero de qu vivir?
Ah, por eso no te preocupes. Mientras todo sea medieval, habr peces y pepitas
de oro, pero apenas empiece la cartografa moderna, con Mercator y Ortelio, las
pepitas de oro dejarn de crecer debajo de los hongos, y los peces se volvern al mar,
de donde nunca debieron haber salido.
Y falta mucho para que termine la Edad Media? pregunt Adso.
Me resulta complicado contestar esa pregunta dijo el extranjero,
repentinamente incmodo. Cundo termina una edad, sea sta Media, Antigua,
Moderna o Posmoderna?
La Edad Antigua termin cuando los brbaros tomaron Roma apunt Adso.
Entonces, puede ser que la Edad Media termine con la cada de alguna otra
ciudad dijo el extranjero, vagamente, apresurndose a cambiar de tema. Pero te
advierto que el Jardn del Edn, la Atlntida y el Reino del Preste Juan desaparecern
de los mapas.
Y por qu van a desaparecer?
Porque no existen dijo el viajero.
Tristes sern los tiempos en que las cosas no existan coment Adso.

Noticia sobre los mapas medievales


En realidad, los gegrafos cristianos medievales produjeron una enorme cantidad
de mapas: hasta nuestras manos han llegado nada menos que 6600, pero con el
tiempo se hicieron difciles de usar y no slo por la ausencia de Amrica. Eran ms o
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menos como el mapa de Adso y, como apunt el viajero, bastante poco prcticos:
eran mapas rueda o mapas T-O. Y as: la Tierra se dibujaba como un plato
circular (una O) dividido por una corriente de agua formada por los ros Nilo y
Danubio (se los crea unidos) y el Mediterrneo (la base de la T). El Este est arriba
(de ah eso de orientar los mapas) y ocupado por Asia. A la derecha, abajo, est
frica, y enfrente, Europa.

Noticia sobre el centro de los mapas


Jerusaln estaba en el centro de todos los mapas (Y as dice el Seor: Jahvh,
sta es Jerusaln. Yo la haba puesto en medio de las gentes y de las tierras que
estaban en derredor suyo, Ezequiel 5,5) y era el umbilicus terrae (el ombligo del
mundo).
Tambin los hindes tenan al monte Mer como centro del mundo. Esta creencia
en el centro de la Creacin (la ciudad o la montaa sagrada) era comn en Egipto,
Babilonia y otros lugares.
Babilonia significa Bab-ilani, puerta de dioses, dado que all era el lugar donde
los dioses descendan a la Tierra. Para los musulmanes la Ka-bah estaba en el lugar
ms alto de la Tierra, y La Meca, como demostraba la estrella polar, en el centro
mismo.
Para los cristianos Jerusaln fue el centro, motivo de peregrinacin y objetivo de
las Cruzadas.

Noticia sobre periplos


Desde muy antiguo empezaron a trazarse periplos (periplo: navegar alrededor),
hechos por marineros que guiaban la navegacin por seales fijas en Tierra como
montaas o pennsulas: el ms antiguo de estos periplos fue hecho por Scylax, al
servicio de Daro el Grande, emperador persa del siglo VI a. C. Y los periplos se
transformaron en portolanos, o guas de puertos, verdaderas cartas de navegacin del
Mediterrneo del 1300, que ya son verdaderos mapas hechos y derechos,
representaciones detalladas obtenidas por una observacin concienzuda, que
incluyeron primero la rosa de los vientos, y despus latitudes de puntos conocidos.

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3. El problema de los cuatro colores

Cuntos colores crees que son necesarios para pintar un mapa? pregunt el
extranjero, hojeando su libro. De eso, precisamente, trata este captulo. O
subcaptulo, la verdad es que no s cmo llamarlos.
Qu importa cmo se los llame?
-La palabra subcaptulo no me gusta dijo el viajero. Bueno, llamar a
todos captulo y ya est. En este captulo, pues, se cuenta la historia de esa
pregunta
A ver
Y ley
Luca, ste es otro fragmento de Tom Sawyer en el extranjero, el libro de Mark
Twain, que apareci en torno al asunto de la forma de la Tierra. Es otro dilogo en el
globo en el que viajan Tom, Huckleberry Finn y Jim, esta vez sobre los colores y los
mapas.
Entonces es exactamente como yo haba pensado afirm (Huckleberry Finn)
, el profesor (que dirige este globo) es un mentiroso.
Por qu?
Porque si hemos marchado a esas velocidades, ya deberamos estar fuera de
Illinois, no es cierto?
Naturalmente!
-Bueno, pues estamos todava sobre Illinois.
Y cmo lo sabes?
Por el color. T mismo puedes observar que ni a lo lejos se ve an Indiana.
Te sientes bien, Huck? T puedes ver por el color?
Claro que s!
Explcame eso, si no ests loco como el profesor Qu tiene que ver el color
en este asunto?
Todo tiene que ver siempre con todo, Tom. Illinois es verde, Indiana es rosa. Y
t puedes mostrarme algo rosa desde aqu? No, todo es verde!
Indiana es rosa! Vaya una fantasa!
No es ninguna fantasa, yo lo he visto con mis propios ojos en el mapa; Illinois
es verde e Indiana es rosa
La geografa y las matemticas colaboraron desde chiquitas: al fin y al cabo la
construccin de mapas es una cuestin de geometra. Pero el episodio de los cuatro
colores es una de las historias ms curiosas que compartieron: cuntos colores hacen
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falta para pintar un mapa de tal modo que dos pases que compartan una frontera
comn no tengan el mismo color?
Es evidente que dos colores no alcanzan: la frontera nordeste de la Argentina,
donde confluyen tambin Paraguay y Brasil muestra que hacen falta por lo menos
tres. Pero basta con mirar la frontera que Suiza comparte con Francia, Austria y
Alemania para comprobar que con tres colores tampoco alcanza: en ese caso
particular hacen falta cuatro.
Y cuatro colores? Alcanzarn? La sencilla intuicin dice que s y si el lector
tiene un poco de paciencia podr verificar que en un atlas comn, .cuatro colores
alcanzan para que siempre dos pases con una frontera compartida tengan un color
distinto.
Pero en un atlas comn: no podra existir un mapa intrincadsimo que requiriera
cinco colores aunque a nadie se le haya ocurrido?
En 1852 el problema le fue planteado al matemtico Augustus De Morgan:
podra De Morgan tomarse el trabajo de demostrar matemticamente el sencillo
hecho de que cuatro colores son suficientes para pintar cualquier mapa, por intrincado
que sea, o en su defecto, exhibir un mapa que necesitara cinco?
De Morgan puso manos a la obra, pero se encontr con que resolver el problema
de los cuatro colores era, inesperada y terriblemente difcil: de pronto, el asunto se
convirti en uno de esos escollos contra el cual los matemticos chocan una y otra
vez. Cmo puede ser que no se pueda demostrar algo en apariencia tan simple? El
problema de los cuatro colores se convirti en un dolor de cabeza durante ms de
ciento veinte aos.
Recin en 1913 se avanz un poco, al probarse que cualquier mapa de 22 pases o
menos, se puede pintar con cuatro colores, y en 1950 (cuando el problema llevaba ya
cien aos y se haba convertido en una verdadera especialidad matemtica) se logr
mejorar la performance: cualquier mapa con 36 pases o menos se poda pintar con
cuatro colores. No era mucho adelanto.
Pero veintisis aos ms tarde, finalmente, el problema se rindi: dos
matemticos norteamericanos Kenneth Appel y Wolfgang Haken, de la Universidad
de Illinois, en Estados Unidos que es verde, segn Huck, consiguieron una
demostracin.
Pero lo interesante es que la demostracin de Appel-Haken no es un teorema en el
sentido tradicional del trmino, sino que recurri a las habilidades de las
computadoras: lograron reducir todas las configuraciones posibles (de alguna manera,
todos los mapas posibles) a slo mil quinientas, las examinaron con una computadora
y comprobaron que eran pintables con cuatro colores. En total, usaron unas 1200
horas de computacin para un trabajo imposible de hacer a mano, por lo menos en un
tiempo razonable. Haban pasado ciento veinticuatro aos desde el planteo del
problema.
Esta demostracin experimental es la primera de su tipo: el teorema de los
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cuatro colores no tiene an una demostracin puramente matemtica.


Una dcada despus de la demostracin, empezaron los cambios geogrficos en la
Europa del Este. Algunos extremistas de la matemtica sostienen, que esos cambios
muestran la potencia del teorema: una vez seguros de que no necesitaran cinco
colores para los futuros mapas, esas regiones se entregaron sin preocupaciones al
frenes geogrfico. Pero no hay que hacerles caso; es mucho ms probable que los
cambios se hayan debido a razones polticas, econmicas y culturales.
Qu me dices? pregunt el viajero.
Que siento un raro estremecimiento contest Adso. Como si de pronto me
atravesaran los tiempos por venir.

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4. Consideraciones sobre el reloj

Los mapas organizan el espacio dijo Adso. Pero y el tiempo? Dnde est?
Aqu dijo el viajero, dando vuelta una pgina: Consideraciones sobre el reloj, mira. Empieza con una
cita de Plauto y otra de Cortzar.
S de Plauto dijo Adso, he odo hablar de l. Pero Cortzar?
Escucha dijo el viajero.

Que los dioses maldigan al primer hombre que descubri cmo sealar las horas! Y que maldigan tambin a
aquel que invent el reloj de sol para cortar y despedazar de manera tan infame mis das en pequeos trozos.
Plauto

Cuando te regalan un reloj, te regalan un pequeo infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire.
No te dan solamente el reloj, te regalan lo terrible es que no lo saben un nuevo pedazo frgil y precario de ti
mismo. Te regalan la obsesin de atender a la hora exacta en el anuncio por la radio, en el servicio telefnico. No
te regalan un reloj, t eres el regalado.
Julio Cortzar, Historias de cronopios y de famas

Cualquiera que en un cine escuche, cada hora, el desafinado coro de los relojes de
cuarzo, les dar la razn a Plauto y a Cortzar; seguramente. Puede servir de consuelo
saber que el reloj parlante, que da las horas y nos las recuerda aunque no lo miremos
ni queramos, desciende directamente del reloj cuc (hoy felizmente escaso, en
verdad) que irrumpa en las habitaciones con prepotencia ornitolgica. Y que la
preocupacin por la interferencia de los relojes en la vida cotidiana tiene tambin sus
races, por cierto. Mucho despus de Plauto, pero antes de Cortzar, haba quienes
protestaban.
Quienes traen consigo un reloj en el que ven las horas, las medias horas y los
cuartos de horas, pueden servirse de ellos en ocasiones para medir y guardar
compostura en su visita. No obstante, se hace notar demasiado el hombre de negocios
cuando ve el reloj en presencia de otros. Adems, esto es una descortesa hacia las
personas con quienes est usted, tanto ms cuando parece tener compromiso en otra
parte y que se le hace tarde para llegar all. En cuanto a los relojes que suenan,
diremos que son muy incmodos porque interrumpen la conversacin. Por ello es
necesario usar ciertos relojes nuevos que tienen las marcas de las horas y de las
medias tan de relieve que, tantendolas con el dedo, pueden reconocerse sin que haya
necesidad de sacarlos de la bolsa para mirarlos. Estas actualsimas recomendaciones
figuran en un cdigo del buen gusto publicado en Francia en mil seiscientos cuarenta
y cuatro.
Naturalmente, y como ocurre siempre, nadie hace ni hizo jams ningn caso de
los cdigos de buen gusto, y los relojes se introdujeron por todos los intersticios de la
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vida cotidiana: en cualquier comercio uno puede comprar un reloj sumergible hasta
los dos mil metros de profundidad. (Parece obvio que quien decida hacer una
excursin por los fondos martimos necesita sin falta saber la hora para regresar a
casa a tiempo. En el fondo, aunque no del mar, la precaucin es innecesaria: el horno
de microondas, la grabacin del programa de TV, y casi cualquiera de las actividades
que pueden obligar al regreso a tierra firme pueden programarse antes de emprender
la excursin martima).
En realidad, esos relojes que indignaban a los detentadores del buen gusto en
1644 eran los primeros que provean una manera confiable de medir el tiempo.
Los relojes de sol, que irritaban a Plauto, los de agua o arena, eran absolutamente
imprecisos. Hacia fines de la Edad Media, aparecieron relojes mecnicos, que
sustituyeron el agua por la cada lenta de pesas. Estos relojes necesitaban menos
cuidados, y se hicieron ms adaptables a las torres de las iglesias. Sin embargo, no
eran ms exactos que los relojes de agua.
En 1581, Galileo, poco atento a sus oraciones y observando el balanceo de un
candelabro de la Catedral de Pisa, tuvo una sbita inspiracin: un pndulo se tomaba
alegremente siempre el mismo tiempo para cada una de sus oscilaciones,
independientemente de que fueran estas largas o cortas. Haba dado con una manera
de medir intervalos de tiempo pequeos de manera sistemtica.
Pero Galileo en sus experimentos usaba su propio pulso para medir el tiempo y no
lleg a construir un reloj. Quien s lo hizo poco despus y usando el principio de
Galileo, fue Christian Huygens (1629-1695): coloc un pndulo acoplado a un
mecanismo y le agreg una pesa que, al caer, provea a la mquina de la energa
necesaria para evitar que el pndulo se detuviera por friccin o por resistencia del
aire.
Y adis. De ah en adelante, los relojes se hicieron cada vez ms precisos y ms
chicos: se metieron en los bolsillos y en las muecas, en las pantallas de televisin y
en los visores de las videocaseteras de aquellos que optan por no ir al cine para hacer
sonar sus relojes de cuarzo. Hoy en da se mide un millonsimo de segundo, no
digamos con la misma facilidad con que se va al cine, pero s con la que se escala el
Everest, se pone en rbita un satlite artificial o se envan cientos de miles de bits por
segundo a travs de una fibra ptica.
Marc Bloch cuenta la siguiente ancdota medieval: en Mons, durante el siglo XII,
deba tener lugar un duelo judicial. Un solo contendiente se presenta al alba; una vez
llegada la hora novena, que marca el trmino de la espera prescrita por la costumbre,
pide que se atestige la ausencia del adversario. Sobre el punto del Derecho no exista
duda. Pero era en verdad la hora prescrita? Los jueces del condado deliberan, miran
al Sol, interrogan a los clrigos, a quienes la prctica de la liturgia ha dado un mayor
conocimiento del ritmo horario y cuyas campanas lo dividen, de manera aproximada,
en provecho de la generalidad de los hombres. Al fin, el tribunal se pronuncia en el
sentido de que la hora nona haba pasado.
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Obviamente, desde entonces las cosas (y los relojes) han cambiado.


Los relojes dijo Adso. Pero los relojes no son el tiempo.
No; y ahora justamente hablaremos de eso el viajero dio vuelta la pgina.

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5. El tiempo cotidiano

Es imposible medir el tiempo que lleva buscar el Reino del Preste Juan. El tiempo escapar para siempre a
nuestra comprensin.
Adso de Reims, Viajes

Aunque las cosas se muevan o estn en reposo, aunque las cosas duerman o estn despiertas, el tiempo sigue
el curso inalterable de su camino.
Isaac Barrow, 1670

El tiempo absoluto, verdadero y matemtico, fluye de modo constante de s mismo y por su propia naturaleza,
sin relacin con nada externo.
Isaac Newton

Una vez que el reloj funciona, se abre otro plazo, los rboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el
tiempo, como un abanico, se va llenando de s mismo y de l brotan el aire, las brisas de la Tierra, la sombra de
una mujer, el perfume del pan.
Julio Cortzar, Historias de cronopios y de famas, 1962

Qu es el tiempo, Luca? Probablemente sta es la pregunta que nadie es capaz de


contestar. En nuestra poca plagada de relojes, estamos acostumbrados a suponer que
el tiempo fluye por su cuenta, que el tiempo es algo independiente de nosotros, que
nos arrastra impiadosamente desde el pasado hacia el futuro: el tiempo, hoy, es un
tren que viaja, que viaja hacia el futuro y no se detiene nunca.
Pero no siempre fue as: durante buena parte de la historia humana el tiempo fue
una vivencia, una sensacin, el tiempo transcurra al comps de lo que nos pasaba,
era un compaero no un enemigo que viajaba con nosotros. Es difcil que
alguien pensara que el tiempo y en especial los intervalos cortos de tiempo se
pudiera medir con tanta exactitud cmo se medan las distancias. Adso de Reims, en
el claro del bosque, no lo habra credo jams.
Jams no dira dijo Adso. Pero s, me cuesta creerlo.
Puede parecer raro, pero los aos se inventaron o se descubrieron antes que
las horas, los minutos o los segundos: la cuenta de los aos fue muy, pero muy
anterior al reloj. Algunos, o muchos, habrn advertido alguna vez que en el cielo se
observaban ritmos regulares, que coincidan con el ciclo de las cosechas y con el
ritmo invariable y a veces montono de las estaciones: nunca dejaba de venir el
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invierno tras el otoo y el verano despus de la primavera. As se fabricaron los


primeros calendarios, que permitan predecir cul era el mejor momento de sembrar y
cosechar, o de partir para los territorios de caza, o de acumular comida para el
invierno. En algn momento, los pueblos ms antiguos inventaron el ao, basndose
en los movimientos de la Luna o del Sol.
El ao descendi del cielo.
Los sacerdotes babilonios, mucho antes de nuestra era, y los astrnomos y
astrlogos chinos tenan una idea bastante aproximada de lo que es un ao.
Pero una cosa es medir un ao y otra muy distinta medir perodos cortos de
tiempo, tener la sensacin de que controlamos el tiempo como algo independiente: en
realidad, los calendarios fueron usados como un reflejo de la naturaleza ms que
como un reflejo de nuestra capacidad de medir el tiempo. Eran como mapas
imprecisos del tiempo, parecidos, en cierta medida, a los que usaba Adso de Reims.
Los calendarios eran muy diferentes de los relojes.
Los perodos cortos de tiempo tuvieron que esperar mucho, si uno toma en cuenta
que en nuestro cuerpo hay por lo menos un par de fenmenos que funcionan de forma
parecida a un reloj la respiracin y el latido del corazn. Pero es muy difcil
pensar que esos relojes sirvieran para calcular el tiempo cotidiano, el de todos los
das, los pequeos fragmentos de tiempo que hoy tanto nos preocupan. Nadie se
ocup de los pequeos intervalos temporales, en realidad, no era necesario: el trabajo
se ordenaba por el Sol. Es posible que el tiempo corto ni siquiera se percibiera, del
mismo modo que no percibimos las dcimas de segundo.
Probablemente la necesidad de medir el tiempo con cierta exactitud creci al
incrementarse la vida ciudadana: ya Julio Csar implant una reforma del calendario.
Durante la Edad Media europea, el tiempo corto se calculaba por medio de relojes de
arena o de agua, muy imprecisos; lo ms que podan sealar eran las horas. Lo mismo
pas cuando aparecieron los relojes mecnicos: uno de los primeros relojes
medievales, complejsimo, construido en 1364 en Italia, tena varias esferas que
representaban el movimiento de los planetas y otra, menor, que daba las horas. La
verdadera medida del tiempo era lo que menos importaba.
Pero hay una teora muy curiosa, Luca, que quiero contarte, y que sostiene que el
tiempo que vivimos ahora lo inventaron los msicos: en las iglesias medievales, ya
desde el ao ochocientos se practicaba el canto gregoriano, una forma de msica en la
que todos los monjes cantaban la misma meloda y que empez a evolucionar
lentamente, alrededor del siglo XII hacia lo que mucho ms tarde se llam polifona
(que tendra, siglos despus, su culminacin en las grandes obras de Juan Sebastin
Bach estoy escuchando una de ellas, La pasin segn San Mateo, en este
momento, mientras escribo esto).
En el movimiento polifnico varias voces cantan melodas diferentes y para
producir un efecto que no sea disonante hay que ordenarlas, hay que hacerlas
coincidir: hacia fines de ese mismo siglo XII, una escuela de msica asociada con la
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catedral de Notre Dame de Pars intent componer los primeros cantos litrgicos para
tres y cuatro voces simultneas. Pero para escribir esas melodas, haca falta indicar
de alguna manera la duracin de cada nota, para que quienes cantaban las diversas
voces coincidieran. Y eso fue lo que descubrieron los msicos de Notre Dame:
inventaron un estndar de duracin de las notas (la breve, la longa perfecta, que
duraba exactamente el doble que la breve, y la longa imperfecta, un poco ms larga y
de duracin imprecisa), y tambin describieron la duracin de los silencios, que son
los intervalos entre las notas. Ciento cincuenta aos ms tarde ya se introduca una
notacin parecida a la actual, en la que cada nota duraba el doble de la anterior.
Medir pequeos trozos de tiempo; era una nueva idea, que incluso tuvo sus
resistencias: el papa Juan XXII conden a aquellos que se preocupaban demasiado
por la medicin del tiempo. Haba empezado una verdadera revolucin, la misma
que, con el perfeccionamiento de los relojes, nos permite decir hoy que ciertas
partculas atmicas viven, antes de desintegrarse, un millonsimo de millonsimo de
segundo, y que nos permite cronometrar el tiempo que tarda alguien en correr los cien
metros llanos. Y todo surgi de la msica.
No s si es estrictamente verdad, pero es una bella teora: la msica inventando el
tiempo que marca el ritmo de nuestras vidas.
Pero me han contado que distintos tiempos hay sobre la Tierra dijo Adso.
Y se unificaron dijo el viajero. Si queremos
Entra Lavandera 1ra.
LAVANDERA 1ra:

Nuestras vidas son los bosques


tan verdes como la mar
si tu mano quema el bosque
(Se da vuelta, y ve al viajero y a Adso).
Pero qu ocurre aqu?

Usted debera aparecer recin en el captulo 7 dijo el viajero.


Entran las otras dos lavanderas.
LAVANDERA 2da.:
LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 3ra.:
LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 2da.:

Quin quema el bosque?


Calla.
Qu pasa?
Que nos hemos equivocado.
Pues yo he de seguir:
Ay, el bosque quemado!
Ay, el bosque recortado!

LAVANDERA 1ra.:
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LAVANDERA 2da.:
LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 3ra.:

(la interrumpe con un gesto)


Calla y vmonos.
No habr de hacerlo.
Calla. Que las paredes oyen.
Los rboles, dirs.

(Salen, aunque por un momento se escuchan sus voces, que van desvanecindose
de a poco).
Abedul, arrayn,
miguita de pan.
Arrayn, abedul,
de tu camisa azul.

Curioso captulo ste coment Adso. Quin es toda esta gente?


Otras voces, otros mbitos dijo el viajero. Las pginas y los captulos se
estn mezclando.
Ya no se las oye.
Podemos seguir entonces dijo el viajero. Aunque parezca mentira, el gran
unificador del tiempo sobre la Tierra fue el ferrocarril.

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6. Metafsica del ferrocarril

Erre con erre guitarra


erre con erre barril
rpido ruedan las ruedas
cargadas de tiempo del ferrocarril.
John V. Guard, Metafsica del ferrocarril, Londres, 1938

El misterio del Tiempo, que alguien defini como la imagen mvil de la eternidad, slo podr resolverse
con un par de lneas frreas que crucen todas las Tierras Conocidas. Siguiendo al gran Parmnides, la ontologa
del tiempo y la ontologa del ferrocarril son la misma cosa.
Fragmento atribuido a Anaxgoras de Clmene, s. III a. C.

La red de lneas ferroviarias aferra el espacio como una araa a su presa.


Edwin Blackburn, 1865

Aunque parezca mentira, lo que unific sera ms riguroso decir coordin el


tiempo sobre la Tierra fue el ferrocarril. Es difcil que alguno de los espectadores de
las primeras demostraciones de Stephenson y sus locomotoras sospechara que esa
mquina que tena delante, capaz de desplazarse tontamente sobre un par de rieles,
pensada para mover cosas o personas en el espacio, llegara a cumplir tareas
importantes en el terreno de la metafsica y a reunir del mismo modo que un puo
que se cierra rene las hebras delgadas de una madeja los hilos de tiempo que se
tejan de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad; puo poderoso y frreo, que aplasta
la distancia, pero que da al tiempo una inslita tersura; el tren: cpsula, mnimo
recinto que traquetea a travs de los paisajes, pero que transporta gotas de tiempo
para que, all donde l llegue, se agreguen al potente caudal del tiempo nico,
escriba, en 1865, el cronista e historiador Edwin Blackburn.
Extrao, s, porque, en apariencia, el ferrocarril slo sabe de carbn, de petrleo,
de electricidad. El tiempo, en cambio, se alimenta de sol, devora sol.
Y al ferrocarril no le interesa el sol.
El tiempo es lo contrario del ferrocarril, sostena David Pretz hacia 1862: El
ferrocarril, puro metal y vapor, igual en todos lados; el tiempo, variando de ciudad en
ciudad, tratando de que en cada sitio el sistema horario se ajuste de tal modo que al
medioda el Sol se encuentre en su punto ms alto.
Naturalmente, la hora no es la misma en todas partes: cuando en Pars son las
seis, en Londres son las cinco, cuando en medio del Pacfico es medioda, es
medianoche en Mosc. Pero de todos modos, la hora en todo el mundo est
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coordinada y todas las horas locales mantienen una relacin precisa con la Hora
Universal, que es la del meridiano de Greenwich, controlada por la Oficina
Internacional de la Hora, en Francia; all se miden cuidadosamente los segundos con
un reloj atmico y se establece el Tiempo Atmico Internacional.
Pero hasta hace muy poco tiempo y hablamos del siglo pasado, todo el
asunto de las horas locales y las diferencias horarias era un problema. A pesar de que
se construan relojes cada vez ms precisos, que daban las horas con errores de pocos
minutos, a pesar de que haba relojes de bolsillo solamente al alcance de los ricos,
dicho sea de paso, cada lugar se rega por su propia hora solar, medida mediante
combinaciones de relojes de sol y mecnicos: poda haber diferencias de cinco, diez
minutos, media hora, entre ciudades muy prximas. Apenas se aceleraron las
comunicaciones este sistema empez a hacerse muy molesto.
Cuando en 1784 se estableci un sistema regular de transporte pblico en
Inglaterra, que pretenda ser puntual, el tema de las horas locales empez a interferir
hasta tal punto que cada carruaje llevaba un reloj que permita al conductor perder o
ganar tiempo para llegar puntualmente a los lugares segn el tiempo local. Las cosas
se complicaron an ms cuando en 1829 la locomotora de Stephenson mostr que por
primera vez se haba creado un aparato capaz de correr ms rpido que los caballos:
casi enseguida, una red de lneas frreas se extendi por Inglaterra y luego por
otros pases de Europa, permitiendo el viaje masivo.
Los primeros ferrocarriles simularon respetar la anarqua horaria en Pars, por
ejemplo, los relojes que estaban afuera de las estaciones, que marcaban la hora local,
estaban adelantados cinco minutos con respecto a los de adentro, que daban la hora
de Rouen, cabecera de la red ferroviaria. Dentro de los trenes, el control del tiempo
era responsabilidad exclusiva del maquinista. Los ferrocarriles se desentendieron del
asunto y al principio no hicieron nada: estaban esperando su oportunidad.
Porque los ferrocarriles, que redisean el espacio y se asientan firmes sobre sus
bases de hierro, son proclives a la filosofa y muy sensibles al tiempo mucho ms
que las, diligencias, o los navos; hay cambios de va y controles que hacer en
determinado momento: necesitan desembarazarse del embrollo de las horas locales.
Aunque nadie lo advirti, los trenes transportaban el tiempo de un sitio a otro,
mezclndolo; a mediados del siglo pasado, ya haban conseguido que en Inglaterra se
unificara el horario ferroviario, tomando como base la hora medida en el meridiano
de Greenwich (el GMT, Greenwich Mean Time). Pocos aos ms tarde, los
ferrocarriles dieron un paso ms audaz y consiguieron que casi todos los relojes
pblicos de Inglaterra marcaran la hora de Greenwich. Eran los tiempos en que el
telgrafo conectaba instantneamente todos los lugares de Europa primero, y luego
Europa y los Estados Unidos, cuando en 1858 se instal el primer cable
transatlntico.
Pero los ferrocarriles no haban terminado su tarea: en 1880, lograron establecer
la hora de Greenwich como hora legal en toda Inglaterra. Y cuatro aos despus,
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pudieron reunir un verdadero Congreso del Tiempo en Washington; delegados de


veinticinco pases acordaron que el tiempo universal fuera el GMT, y recomendaron
dividir el mundo en zonas de tiempo (los actuales husos horarios). Poco a poco,
todos los pases del mundo fueron estableciendo un tiempo unificado en su territorio
o, cuando el territorio se extiende mucho en la direccin este-oeste, varios,
coordinado con el horario del meridiano de Greenwich, que se toma como meridiano
cero.
Como delicados objetos metafsicos, ajenos al devenir de lo real, aunque
controlndolo perfectamente, los trenes siguieron atravesando el espacio-tiempo que
ellos mismos haban creado.

Noticia sobre los viajes


En el siglo XVIII, la velocidad de los viajes no era distinta de la del siglo I, es
decir, mil setecientos aos antes: unos diecisis kilmetros por hora.

Noticia: el tiempo del ferrocarril


George Airy, que tena el cargo de astrnomo real de Inglaterra, decidi que el
tiempo de Greenwich se distribuyera por medio de seales elctricas por toda
Inglaterra, mediante cables que seguan las lneas frreas; durante mucho tiempo, el
horario de Greenwich fue llamado por la gente tiempo del ferrocarril.

Noticia sobre el turismo


En cierta medida, el ferrocarril tambin invent el turismo: con la expansin del
tren aparece la moderna costumbre de viajar por viajar. En 1841, Thomas Cook
organiz el primer tren especial de excursiones, de Leicester a Loughbourough, con
570 pasajeros y un costo per cpita de un cheln: fue el comienzo de un sbito auge
de viajes organizados, que impulsaron y fueron impulsados por la mejora de las
comunicaciones.

Noticia: pies polvorientos


Durante la Edad Media, viajaban los monjes, los peregrinos y los primeros
comerciantes que iniciaron el renacimiento comercial de Europa (a los que se llamaba
pies polvorientos, porque fatigaban los caminos, de feria en feria y de mercado en
mercado). El viaje en los pases orientales que establecieron grandes imperios
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comerciales tiene una tradicin ms firme que se refleja en la literatura: baste


recordar los viajes de Simbad en Las mil y una noches. Igualmente, en la tradicin
china son frecuentes los viajes.

Noticia sobre viajeros


En la Antigedad hubo grandes viajeros, como Piteas y Herdoto. El ms famoso
de los viajeros medievales fue, sin duda, Marco Polo.

Noticia: la vuelta al mundo


El primer viaje alrededor del mundo fue el que empez Magallanes en agosto de
1519 y complet Sebastin Elcano Magallanes haba muerto en una escaramuza en
Filipinas. Circunnavegar la Tierra tom, en esa ocasin, un poco ms de tres aos.
El 12 de abril de 1961, el astronauta Yuri Gagarin dio la vuelta al mundo por primera
vez desde el espacio, a bordo de la nave Vostok I: tard noventa minutos.

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7. Termina el dilogo

Yo, que he viajado y visto gentes,


yo, que conozco las costumbres de
aquellos que habitan los confines
Thomas Bristol

Raro es lo que he sentido mientras leamos sobre el espacio y el tiempo dijo Adso
. No acierto a comprenderlo y mi imaginacin no lo abarca.
Es que este mismo captulo es una fractura en el espacio y el tiempo. Muchas
cosas se cruzaron aqu: personajes, captulos, nosotros mismos.
Hubo unos instantes de silencio.
Seguiremos leyendo? pregunt Adso.
-S contest el viajero. Empezamos con Un soplo de vida.
Un soplo de vida dijo Adso. Siempre me ha intrigado el misterio de lo vivo,
tan por encima de la materia inerte. Qu me dirs ahora? Debo confesarte que
nunca pens que yo, Adso de Reims, en el curso de mi viaje en busca del Preste Juan,
escuchara estos relatos sorprendentes sobre ferrocarriles, telgrafos y volcanes.
-De alguna manera dijo el viajero, estaba anunciado, captulo tras captulo,
con citas y conversaciones, que terminaramos encontrndonos en este claro del
bosque. Yo lo saba.
Lo sabas? pregunt Adso con extraeza. Cmo podas saberlo? y
luego de un momento. Pero quin eres y cmo te llamas?
Yo tambin soy un viajero dijo el viajero, casi redundantemente.
Como tal apareciste contest Adso. Y hacia dnde vas?
No lo s dijo el viajero. Verdaderamente, yo no lo s.
Y Adso murmur en latn:
Cuando emprendas tu viaje hacia Reims
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
Que sean muchas las maanas de verano
en que llegues con qu placer y alegra!
a un claro del bosque nunca visto.
Ten siempre a Reims en tu pensamiento.
Tu llegada all es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos aos
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y llegar cuando llegues a tu ciudad


enriquecido con cuanto ganaste en el camino
sin esperar que Reims te enriquezca.
Llevars un libro, y recuerdos.
Es toda la riqueza que necesitas.
Adso de Reims, Viajes, c. 1285

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VI
Un soplo de vida

Un soplo de vida dijo Adso. Siempre me ha intrigado el misterio de lo vivo, tan por encima de la
materia inerte. Qu me dirs ahora?
Curiosidades del planeta Tierra dijo el viajero, rocas y montaas, placas tectnicas y ferrocarriles
que unifican el tiempo. Y ahora, un soplo de vida, la vida, probablemente lo ms curioso que ocurre en
este mundo.

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1. Todos descendemos de una sola clula

Puesto que la Tierra empez alguna vez, la vida tambin tiene que haber empezado
en algn momento, y en ese momento originario, algo que no era todava vivo dio
paso a algo que s lo era. Alguna vez, el foso que separa lo vivo de lo inorgnico tuvo
que ser cruzado por la naturaleza. Cmo se dio este paso sigue siendo un misterio;
bilogos y qumicos lo acechan, lo rodean y se acercan, aunque no pueden descifrar
ese paso final (o inicial). Retroceden hacia el pasado, lejansimo, cuando la Tierra era
joven, los continentes recin se haban formado y en la atmsfera no haba oxgeno;
entonces, en algn momento (gracias a la falta de oxgeno, que se hubiera combinado
con ellos, y a la energa solar), se armaron los primeros bloques qumicos necesarios
para la vida, que ms tarde se ensamblaran en molculas ms complejas: el ADN
(cido desoxirribonucleico) y el ARN (cido ribonucleico), que tienen la increble
habilidad de fabricar rplicas de s mismas a partir del medio circundante. Es posible
que las primeras cadenas de ADN y ARN fueran prototipos que se replicaban con
mltiples fallas, pero aquellas molculas que lo hacan mejor eran ms estables y
permanecan, perfeccionando una y otra vez sus facultades replicantes, y
preparndose para el paso siguiente: armar las primeras clulas, que segn se cree
ocurri en depsitos de agua poco profundos y remotos.
De alguna manera, que por cierto dista de ser clara, un da, cuatro mil millones de
aos atrs, las primeras clulas flotaban en la sopa primordial de una Tierra, cuyos
contornos conservaban an la impronta de los orgenes, y competan por los
alimentos, es decir, por los compuestos que utilizaban para sobrevivir y reproducirse.
De all en adelante, empezaron a funcionar los mecanismos de la evolucin, que en
pocos captulos descubrir Darwin. Cuando aparecieron las plantas y se desarroll la
fotosntesis, el oxgeno libre empez a poblar la atmsfera y a lento, pero firme paso,
la vida continu su marcha, se diversific y dio paso a la multiplicidad de las
especies.
Pero hay un dato interesante que surge de las nuevas investigaciones que se
acercan cautelosamente al origen: todos los organismos vivos que existen ahora en el
planeta, sin excepcin, descienden de una sola clula.
De una sola clula, Luca: todos los seres vivos, desde los elefantes hasta las ms
simples bacterias.
Hay una razn para pensarlo: el cdigo gentico, que est inscripto en el ADN y
transmite los rasgos hereditarios, es el mismo en todos los seres vivos. Pero ese
cdigo gentico es arbitrario: no era forzoso que fuera precisamente ste, ni que las
primeras clulas que se formaron lo compartieran necesariamente, o que lo tuvieran
que adoptar por necesidades qumicas o vitales. No hay ninguna posibilidad o la
posibilidad es tan remota que no se puede tomar en cuenta de que, por casualidad,
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el mismo cdigo haya surgido en distintos lugares, del mismo modo que es imposible
que dos personas, independientemente, combinando a su gusto puntos y rayas, se
fabriquen dos cdigos Morse idnticos.
Si el cdigo gentico es el mismo en todos los organismos vivos, la nica
explicacin posible es que todo descienda de una sola clula, que por alguna razn,
probablemente casual, se impuso a las dems, pudo multiplicarse ms rpidamente,
diversificarse con ms eficacia y transmitir el cdigo a sus descendientes.
Una sola clula dio origen a todos los seres vivos del planeta, Luca, una sola
clula originaria.

Noticia sobre el cdigo Morse


El cdigo Morse se compone de combinaciones de tres (a veces dos) puntos o
rayas para cada letra del alfabeto. Calculndolo aproximadamente, hay ms de 62 044
840 173 320 000 000 000 formas posibles de armar un alfabeto Morse. Si uno
encontrara que en dos lugares se usa exactamente el mismo alfabeto, llegara a la
conclusin de que no es una coincidencia, y que en esos dos lugares tomaron el
alfabeto de un tercer sitio, o de que se comunicaron entre s. La probabilidad de que
sea una casualidad es mucho menor que la de una ruleta, funcionando desde el origen
del universo, y tirada una vez por segundo, hubiera dado siempre el mismo nmero.

Noticia sobre el cdigo gentico


Toda la informacin hereditaria, que especifica las caractersticas de un individuo
est contenida en los genes, que no son sino trozos de cido desoxirribonucleico
(ADN), una larga cadena de fosfatos de los cuales cuelgan azcares y bases: cada par
azcar-base es un nucletido. Hay slo cuatro nucletidos diferentes, segn la base
que contengan (el azcar es siempre la misma): guanina (G), adenina (A), timina (T)
o citosina (C). Con estos cuatro nucletidos, como si fueran las letras de un alfabeto,
se escriben todas las instrucciones necesarias para la materia viviente, desde los virus
a los elefantes, en secuencias como ATGTGAGGGGG, que especifican la forma en
que cada clula fabrica protenas.

Noticia sobre los genes


Un gen es un trozo de ADN; su longitud es variable, segn la especie y la
funcin: puede ir de unos pocos cientos a varios miles de nucletidos seguidos, que
se aprietan en mucho menos que una milsima de milmetro. Una seal (una cierta
combinacin de nucletidos) en la hebra indica que el gen comienza; una segunda
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seal anuncia que empieza el mensaje gentico: adenina, adenina, adenina, timina,
guanina, citosina, guanina, adenina (o ms abreviadamente AAATGCGA) y as
durante varios cientos (o miles) de nucletidos, hasta que una nueva serial anuncia el
fin del mensaje, y una ltima y cuarta seal informa a quien corresponda que all
termina el gen, y que a continuacin viene un gen distinto.

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2. Eva o Adn?

Una vieja creencia sostena que el huevo de la gallina, an sin fecundar, encerraba
una gallina en miniatura, que a raz de la incubacin y el aporte inmaterial del gallo,
desarrollaba sus posibilidades hasta convertirse en un ejemplar adulto. Esta teora
preformacionista se enfrentaba con la epignesis, segn la cual los seres vivos se
desarrollan a partir de tejidos indiferenciados. La polmica era algo terica, pero la
invencin del microscopio cambi todo en la biologa, y durante el siglo XVII,
generaciones de microscopistas se inclinaron sobre las lentes para describir y dibujar
los nuevos mundos hasta entonces desconocidos: se vieron los microorganismos que
pululaban en una sencilla gota de agua, el ojo compuesto de los insectos, y las
invisibles y delicadas formaciones de una tela de araa. Y la fina composicin del
cabello humano y la semilla de la naranja; se vieron los glbulos rojos y las bacterias
y se vieron los vasos capilares, y se vieron (y no se comprendi) la universalidad de
las clulas, la compleja estructura del gusano de seda (al que se crea desprovisto de
rganos) y el multiforme diseo de la pluma de un ave y de la escama de un pez.
Fue Marcello Malpighi (1628-1694), uno de estos grandes microscopistas, quien
la emprendi con el embrin de pollo fecundado. Ya sus precursores renacentistas
haban observado las etapas evolutivas del embrin desde la aparicin de la primera
estructura hasta su transformacin en ave: sin embargo, fue Malpighi el primero que
hizo una observacin sistemtica y a fondo. Pero basado en una utilizacin incorrecta
de muestras, lleg a una conclusin que reforzaba la hiptesis de la preformacin, y
crey que el embrin exista en el huevo antes de que la gallina lo incubara, la
gallina est presente en el huevo. Esto es, el germen femenino contiene todo el ser
futuro en reduccin microscpica, y su transformacin en ejemplar adulto no es ms
que un desarrollo de lo ya existente. Jan Swammerdam (1637-1680), otro gran
microscopista que rechaz la teora de la generacin espontnea, explor a fondo la
anatoma de los insectos y muri loco, adhiri fervorosamente a esa idea: crey
que los huevos de mariposa encierran, en tamao microscpico, mariposas
completamente formadas, que a su vez, y justamente por estar completamente
formadas, encierran en sus huevos nuevas mariposas ultramicroscpicas, y as
siguiendo. Imprudentemente, Swammerdam generaliz el argumento a todas las
formas de vida, incluyendo el hombre: toda la humanidad, pasada y futura, haba
estado encerrada, en tamaos cada vez ms reducidos, en los vulos de Eva; los
partidarios de esta teora se llamaron ovistas.
Pero hete aqu que en 1675, un estudiante de medicina holands, Johann Ham,
tuvo la idea pionera de poner lquido seminal humano bajo la lente de un
microscopio, y llam la atencin de su maestro Van Leeuwenhoek sobre la multitud

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de seres que all vea. En 1677, Van Leeuwenhoek comunicaba a la Royal Society de
Londres que en el semen he visto una multitud de animalculos, ms de mil,
movindose en un pequeo volumen. El descubrimiento de los espermatozoides
caus sensacin: grandes reyes como Luis XIV y Carlos II de Inglaterra se inclinaron
sobre el microscopio para verlos.
Pero aquellos animalculos (como se los llam en la poca) que gozosamente
nadaban en el lquido seminal destruyeron la arraigada idea de que la contribucin
masculina a la procreacin no pasaba de algo inmaterial y simblico, que el hombre
slo infunda un aura que ayudaba a desarrollar las potencialidades del vulo;
ahora era evidente que el hombre, modestamente, tambin haca su aporte, a travs de
un lquido que distaba de ser estril. Los ovistas se vieron ante un sorpresivo e
impensado obstculo. Dada la existencia concreta de los espermatozoides, qu papel
jugaban estos si todas las generaciones, unas dentro de otras, estaban completamente
preformadas dentro de cada vulo? Los animalculos cuajaban difcilmente con la
preformacin.
Y sin embargo, la historia de la ciencia tiene sus vueltas. En lugar de abandonar la
preformacin por la epignesis y aceptar que los seres se desarrollan a partir de
tejidos indiferenciados, se produjo una curiosa inversin: en vez de considerar que
todos los seres humanos estaban perfectamente encajados unos dentro de otros en los
vulos femeninos, se pens que estaban encajados unos dentro de otros en los
espermatozoides masculinos. Algunos microscopistas de imaginacin aseguraron
haber visto, a travs del microscopio, homnculos, hombrecitos completos dentro de
los animalculos. Naturalmente, esos homnculos tenan sus propios
espermatozoides en miniatura, dentro de los cuales otros homnculos esperaban su
turno, y as hasta el fin de los tiempos: la humanidad ya no haba estado contenida en
los vulos de Eva sino en el semen de Adn. La polmica entre ovistas y
animaliculistas fue spera y larga y termin recin hacia fines del siglo XVIII,
cuando el perfeccionamiento del microscopio y el desarrollo general de la biologa
decidieron el triunfo de la epignesis y relegaron la preformacin a la coleccin de
creencias olvidadas.

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3. Lamarck

Nada me ha asombrado tanto durante mis viajes como la infinita variedad de las especies.
Adso de Reims, Viajes, c. 1285

La absoluta fijeza de las especies ha sido verificada y confirmada una y otra vez por los ms lcidos naturalistas;
nada importan las divagaciones de aquellos que extraviada su razn sostienen que los antlopes pueden
convertirse en jirafas, o que las especies pueden transformarse por mtodos manifiestamente turbios.
Encyclopedia of Spurious Science, Tomo XI, 1840, 1850, 1899

En el cruel Bestiario imaginado por Roman Weizacker a fines del siglo XVIII,
expuesto en su Sistema general del mundo, que conoci el deleite de doce ediciones,
el favor de oscuras sectas y la no menos importante elegancia del olvido, los animales
del planeta se dividan en cuatro clases: salvajes, semisalvajes, aves y peces.
Obnubilado por influencias milenaristas, este seudofilsofo consider sus cuatro
categoras como eternas e inamovibles, despreci las plantas (que incluy en un
Recuento del mundo mineral) y sobrestim al hombre, a quien concedi un tomo
completo (de los veintitrs que componan el Sistema), bajo el muy dudoso rtulo De
las cosas divinas. La verdad es que el Sistema de Weizacker no tena la ms mnima
chance: no slo pretenda retrotraer la biologa a una etapa previa a Aristteles, sino
que tropezaba con la creciente conciencia de que algo deba haber cambiado en el
reino de lo viviente a lo largo de la historia del mundo, y que la doctrina de la fijeza
de las especies necesitaba una urgente revisin.
Por un lado, la acumulacin de fsiles requera una explicacin: los progresos de
la anatoma comparada permitan reconstruir la torva figura de animales que, puesto
que no existan, tenan que haberse extinguido alguna vez. La eternidad de las
especies, por lo menos, era puesta en tela de juicio. Por otro lado, la incipiente
geologa haca de las suyas: liberaba a nuestro planeta de las ataduras que fijaban el
comienzo de su existencia alrededor del ao 4000-5000 antes de Cristo y sealaba
como habra de cristalizar en la Geologa de Lyell en 1830 que los procesos
terrestres eran lentos, lentsimos, y que la historia de la Tierra no se meda en miles
sino en millones de aos. En una historia tan larga, procesos de cambio y emergencia
de especies podan, al fin de cuentas, haber ocurrido.
Pero la doctrina de la fijeza de las especies, que sostena la imposibilidad de
cambio y que las especies haban sido fijadas por algn ser superior de una vez y para
siempre y que por lo tanto no tenan ninguna posibilidad de evolucionar, o de
transformarse en especies distintas, no se rindi fcilmente: al fin y al cabo era
toda una visin del mundo. El intento ms serio por salvarla y dar cuenta al mismo
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tiempo de la existencia de los fsiles fue hecho por Cuvier (1769-1832): sucesivas
catstrofes (inundaciones) a lo largo de la historia del planeta haban borrado casi
toda la vida existente sobre l, dejando slo rastros (los fsiles, precisamente), tras lo
cual nuevas especies creadas, o preservadas del desastre por alguna razn, se haban
extendido por todo el planeta. De alguna manera, era un compromiso: significaba
bajar las banderas, pero no admitir la derrota.

El fin de los partidarios de la fijeza de las especies, o antievolucionistas, sin


embargo, estaba cerca. En realidad, la teora de la evolucin flotaba en el aire desde
la poca de la Ilustracin: el pensamiento europeo se embarcaba en la senda del
progreso, y las ideas de cambio prevalecan sobre las de permanencia, duracin y
eternidad. En 1776, Adam Smith public La riqueza de las naciones, una teora
dinmica del sistema capitalista naciente, y en 1798 apareci el Ensayo sobre la
poblacin de Malthus, que tanto inspirara a Darwin. As las cosas, las hiptesis
catastrofistas fueron, ya de entrada, un anacronismo. La evolucin de las especies
mediante la transformacin de unas en otras ganaba adeptos da a da: faltaba slo
comprender el mecanismo capaz de producir esa evolucin.
En 1809, Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), en su Filosofa zoolgica, sugiri
uno: los seres vivos tendan a adaptarse al entorno mediante el abuso de algunas
partes de su cuerpo y el descuido de otras, abuso y descuido que se transmitan a sus
descendientes. Las partes intiles se atrofiaban gradualmente, mientras las
adaptativas se desarrollaban, y as, mediante la transmisin hereditaria y la

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acumulacin, lentamente las especies se iban modificando.


El ejemplo favorito de Lamarck era el de un animal recin descubierto por los
europeos: la jirafa. Un antlope primitivo, sostena Lamarck, aficionado a comer
hojas de rbol, estir su cuello hacia arriba con toda su fuerza para alcanzar el
mximo de hojas posible, y junto con su cuello, sus patas y su lengua. El estiramiento
as producido se transmiti a sus hijos, que repitieron la operacin, estirando patas,
cuello y lengua ms an. De esta manera, y de generacin en generacin, las
proporciones de aquel olvidado antlope se fueron modificando, hasta devenir en toda
una jirafa.
Esta atractiva hiptesis tropez, sin embargo, con un obstculo insalvable: los
caracteres adquiridos no se heredan. Es decir, por ms que una jirafa estire su cuello,
su prole no heredar el estiramiento, del mismo modo que si se le corta la cola a un
ratn, sus hijos no nacern sin cola. Intuitiva como era, la teora lamarckiana,
desgraciadamente para los evolucionistas, no explicaba la evolucin de las especies.
Lamarck tuvo el coraje y la magnfica lucidez de los pioneros, pero haba que
esperar: el mismo ao en que se publicaba la Filosofa zoolgica, naca en Inglaterra
Charles Darwin, quien, medio siglo ms tarde, desentra finalmente el motor de la
evolucin: la seleccin natural y la supervivencia del ms adaptado, enviando el
antievolucionismo, junto a las abstrusas construcciones de Weizacker, a la
Encyclopedia of Spurious Science cuyas sucesivas y difciles ediciones son
mantenidas por un ejrcito de tenaces, anmalos y esforzados eruditos.

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4. Charles Darwin: La seleccin natural

Fue la feliz conjuncin de un viaje en barco y la lectura de Malthus lo que permiti


desentraar el mecanismo de la evolucin. La eternidad tan engaosa como
angustiante perturb siempre a los hombres, pero hacia la primera mitad del siglo
XIX, la antiqusima doctrina de la fijeza de las especies haba entrado en una fase
terminal. Los fsiles se acumulaban: Cuvier (1769-1832), mediante el exhaustivo
estudio de la anatoma comparada, logr adivinar el aspecto de animales extinguidos
(fue l quien primero reconstruy al mamut y al pterodctilo). La geologa, por su
parte, haba ampliado despiadadamente la historia de la Tierra. El escenario ya
estaba: slo faltaban los actores, y el libreto.
La pionera teora de Lamarck no serva: la evolucin de las especies ocultaba
celosamente su motor y era urgente averiguarlo; fue la tarea de Charles Darwin, quien
en la impiadosa primavera de 1831 se embarc en el Beagle, barco de Su Majestad
Britnica, como naturalista de una expedicin cientfica que recorrera los mares del
mundo.
La expedicin dur cinco aos; Darwin vio el curioso y arbitrario dibujo de
las costas patagnicas, vio el sol ponerse tras unas dunas, recibi la alcohlica
confesin de un tabernero en Punta Arenas que se consideraba el Mesas, vio la
improbable finitud del Pacfico, oy, de unos labios desconocidos, el temible susurro
de un secreto, conoci las mltiples formas de la monotona y el atinado despuntar de
la aurora, crey ver un palacio de preciosos cristales (era una lluvia de estrellas
fugaces), atisb el claro de un bosque donde dos hombres hablaban sobre el tiempo y
el espacio, comprob la realidad de Tasmania y la desmedida extensin de Australia,
visit Tahit sin saber que Gauguin la visitara ms tarde y en las islas Galpagos a
ochocientos kilmetros de un pas que intentaba ser el Ecuador vio tortugas
gigantes y especies de pjaros (ms tarde llamados pinzones de Darwin) que a
causa del aislamiento haban evolucionado diferencindose de las especies del
continente, y se pregunt cmo lo habran hecho.

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Ms tarde, en las solitarias tardes de Inglaterra, ley a Malthus, que sugera, como
ya lo haban hecho el falso Balduino y Anastasio Arepago, que los hombres eran
ms numerosos que los alimentos, y competan tenazmente por ellos. Este enunciado
banal le entreg el concepto clave de la evolucin: la seleccin natural.
De la multiplicidad de animales de una especie que nacen, slo una parte
sobrevive a la lucha por la existencia y llega a poder reproducirse. Ahora, cada
camada presenta variaciones puramente estadsticas, habr ejemplares ms y menos
fuertes, con un color ms y menos propicio al mimetismo, ms y menos giles, con
mayor o menor capacidad alimenticia, etc
Aquellos con un carcter ms adaptativo, tendrn mejores posibilidades de
sobrevivir y reproducirse, y como el carcter no es adquirido sino natural, lo
transmitirn a sus descendientes. En sucesivas generaciones, la seleccin actuar
nuevamente en favor de ese rasgo, que tender a hacerse predominante. Estos rasgos
diferenciados, cuando se acumulan, a travs de las eras, terminan por dar lugar a una
nueva especie. No es que el antlope de Lamarck estirara su cuello hasta convertirse
en jirafa, es que para continuar con el ejemplo aquellos antlopes, que por
razones estadsticas tenan el cuello un poco ms largo, podan alimentarse mejor,
tenan en consecuencia ms chances de procrear una descendencia que, como se
trataba de un rasgo natural y no adquirido por estiramiento, nacera con cuellos
ms largos. Esta operacin, repetida al comps de las generaciones, ira lentamente
alargando los cuellos hasta dar, eventualmente, una jirafa. La publicacin en 1859 de
El origen de las especies (que, dicho sea de paso, se agot en un solo da), donde se
expuso por primera vez el mecanismo de la seleccin natural, capaz de explicar la
larga lnea que va desde el primer balbuceo de vida hasta las formas ms
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complicadas, coloca a Darwin, en la biologa, en una situacin parecida a la de


Coprnico en la astronoma: aunque los detalles internos de la teora fueron y
siguen siendo sometidos continuamente a revisin, a la luz de la gentica y otros
hallazgos del siglo XX, el mundo y la visin del mundo que tena el hombre ya nunca
volvieron a ser los mismos.

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5. Divagaciones darwinianas

Como suele suceder, despus de la publicacin en 1859 de El origen de las especies,


de Charles Darwin, la teora de la evolucin a travs de la seleccin natural dio pie
para toda clase de especulaciones: hubo quienes encontraron en el darwinismo una
confirmacin del espritu del progreso de la Ilustracin; quienes vieron en la
naturaleza una rplica de la teora de la mano invisible del mercado formulada por
Adam Smith, y hubo tambin quienes utilizaron a Darwin para justificar los peores
prejuicios racistas: el darwinismo social de Gobineau, por ejemplo, sostena, en lneas
generales, que el hombre presentaba distintos grados de evolucin biolgica, con los
negros en la base, y oh curiosidad! los blancos europeos en la cspide. Lo cual
justificaba, desde ya, el colonialismo y la dominacin de los unos por los otros.
Pero algunos fueron todava ms lejos en sus especulaciones y las aplicaron al
mundo inanimado. Muy poco despus de El origen de las especies, Samuel Butler,
que adems de un cientfico de renombre fue un excelente satrico, divag, medio en
broma y medio en serio, sobre la evolucin de las mquinas y escribi una historia
evolucionista de la pipa mostrando que su forma actual (la de entonces) haba sido el
resultado de sucesivas modificaciones adaptativas, similares a las que tienen lugar en
el mundo natural. Y se preguntaba, de paso, qu pasara si hubiera mquinas capaces
de reproducirse: no habra en ellas evolucin adaptativa, seleccin natural?
El tema fue retomado por algunos escritores de ciencia ficcin en el siglo XX. V.
Dovzinsky escribi un cuento en el que se hace un experimento con cangrejos
mecnicos, capaces de comer metal y con l fabricar nuevos cangrejos. Los autores
del experimento van a una isla y, luego de esparcir trozos de metal aqu y all, activan
el primer cangrejo. ste devora el metal y empieza a producir nuevos cangrejos
automticos, que buscan ms metal y se reproducen a su vez. Pero cuando la materia
prima se acaba, los ya numerosos cangrejos encuentran que el nico metal existente
est en ellos mismos, y empiezan a luchar entre s. Inevitablemente, los que salieron
con defectos de fabricacin pierden en la lucha y son devorados por aquellos con
alguna ventaja (mayor tamao o perfeccin). Estos ltimos tienden a imponerse y el
resultado es un solo y gigantesco cangrejo que, eventualmente, se devorar a s
mismo.
El estupendo escritor polaco Stanislav Lem, por su parte (autor de la clebre
Solaris), en su novela El invencible imagin una nave, abandonada en un planeta
lejano, con mquinas capaces de replicarse: cuando siglos ms tarde llega una
segunda expedicin, encuentra que los enormes aparatos del principio se han
convertido en minsculos y negros avioncitos electrnicos que vuelan en bandadas.
Estas fantasas tienen, sin embargo, un extrao punto de contacto con la realidad,

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porque en la Tierra primitiva tuvo que haber un punto en el que se pasara de lo


inorgnico a lo orgnico. En algn momento ya sea por azar, ya sea como resultado
de algn tipo de evolucin se ensambl la primera molcula de cido ribonucleico
(ARN), o de cido desoxirribonucleico (ADN), capaz de fabricar una rplica de s
misma. Es de suponer que estas molculas primitivas competiran por los materiales
para replicarse (como los cangrejos del cuento de Dovzinsky) y que las que tuvieran
(o hubieran encontrado) un sistema ms perfecto, empezaran a dominar. Y ocurre
que muchos y muy serios bilogos sostienen que aquellos ADN y ARN, en la lucha
por la existencia, encontraron apoyo en un descubrimiento que no estamos
acostumbrados a asociar con las molculas: la tecnologa. Qu tecnologa? Pues la
de rodearse de un escudo, una especie de pared que las protegiera. Pero una vez que
la pared se perfeccion, con el ADN adentro, ya tenemos ni ms ni menos que una
clula. Que desde este punto de vista no sera ms que el resultado de la aplicacin
por parte de las molculas de tcnicas de avanzada para poder replicarse con mayor
comodidad. Nada cuesta extender la idea, y pensar que los ulteriores
perfeccionamientos: aparicin de los ncleos, agrupamiento de clulas en organismos
ms complejos, el paso de los invertebrados a los vertebrados, en fin, toda la
cadena de la evolucin, nosotros incluidos, no es ms que un artilugio usado por las
molculas de ADN para asegurarse la reproduccin sin trabas. Al fin y al cabo
deca Butler uno podra pensar que los hombres no son sino el medio que utilizan
los arados para asegurar que se produzcan nuevos arados.
Una de las cosas ms divertidas de la ciencia es jugar con ella: valdra la pena
preguntarse qu papel jugaron la revolucin sexual de los 60 y la contrarrevolucin
que se insinu con el sida en la tecnologa del ADN, y de qu manera una y otra
favorecen sus aviesas intenciones.

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6. Milonga darwiniana

Milonguita darwiniana
de los pies a la cabeza
se sabe cundo termina
pero nunca cundo empieza.
En el barrio de Pompeya
muy cerca de donde estn
las vas, hubo un malevo
apellidado Galvn.
Como un rey en la milonga
y una luz con el facn
a Galvn lo fascinaba
la ley de la evolucin.
Qu grande fue Charles Darwin!,
reflexionaba el malevo,
se puede decir que l solo
fabric el mundo de nuevo.
Y en medio de la milonga
mandaba parar la cosa
para mandarse un discurso
medio en verso y medio en prosa.
Le deca al malevaje:
Escuchen esta teora
que es el punto culminante
de toda la biologa.
Si por i se retobaba
la audiencia desconcertada
los mantena en un puo
clavandols la mirada
Deca: nunca sabemos
si algo est bien o est mal
eso el tiempo lo decide
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por seleccin natural.


No se sabe cules son
los rasgos adaptativos
a veces los ms borregos
resultan ser los ms vivos.
Escuchen si no esta historia:
los mat una suerte perra
a los grandes dinosaurios
que dominaron la Tierra.
No pudieron adaptarse
a un planeta que cambiaba
ni mantener el calor
mientras el mundo se enfriaba.
Escuchen con atencin
esto que les digo yo
en el mundo y en Pompeya
quien no se adapta, son.
Explicaba con paciencia:
en cada generacin
no da abasto el medio ambiente
pa toda la poblacin.
Y as empieza cada bicho
la lucha por la existencia
por la hembra, la comida
y por dejar descendencia.
Los que son ms adaptados
reciben el mejor trato
los otros se van derecho
para la quinta del ato.
Los rasgos adaptativos
sufren acumulacin
que se hace ms pronunciada
con cada generacin.
Y a medida que varan
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las circunstancias malevas


las especies van cambiando
y salen especies nuevas.
Las especies extinguidas
millones de aos atrs
aunque hayan sido valientes
dejan huesos, nada ms.
Y hay que andarse con cuidado
porque aqu en el arrabal
es ms fuerte que la yuta
la seleccin natural!.
El malevo de suburbio
que no sabe biologa
podr tener muchas minas
pero siempre anda en la va.
No me gusta la ignorancia
aqu hay que usar la cabeza
como dijo Charles Darwin
siempre por algo se empieza.
Y le digo al malevaje
que es importante instruirse
porque si no, cualquier da
van a tener que extinguirse.
Malevo que da consejos
no es malevo, es un amigo
escuchen lo que les digo
y estudien la evolucin
para estar bien preparados
cuando llegue la extincin.
Milonguita darwiniana
con su corte y su quebrada
enseguida se termina
y aqu no ha pasado nada.
Milonguita darwiniana
que se canta con ternura
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en el barrio de Pompeya
cuando la noche est oscura.

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7. Neodarwinismo

Hay momentos en la historia de la ciencia, en que sta se crispa y se detiene en un


espasmo de admiracin: ocurre cuando se producen esas raras y grandes sntesis, en
las que algn mecanismo central de la naturaleza es comprendido, y la concepcin
del mundo cambia de manera completa y radical. As ocurri en 1687 cuando se
publicaron los Principia Matematica de Newton, y el universo se modific y qued
fijo por tres siglos. Y as ocurri en 1859 con El origen de las especies, de Charles
Darwin.
Difcilmente pueda imaginarse un golpe ms feroz al orgullo humano que el que
propinaron Darwin y los evolucionistas. Perder a la Tierra como centro del universo
haba sido duro, pero con el Sol en el medio y todo, todava poda pensarse que el
Hombre as, con mayscula era el centro de la Creacin, el elegido de la
naturaleza. Y hete aqu que Darwin y sus secuaces agarran al hombre y de golpe y
porrazo lo sumergen en el torrente general de la biologa, mostrndolo como el
producto de una fuerza ciega y sin objetivos la seleccin natural, ponindolo en
pie de igualdad con el resto de las especies del planeta, sosteniendo que sus
antepasados eran sencillos monos y que los rboles, las hormigas y las focas eran
primos, ms menos lejanos, pero primos al fin. No es de sorprender que la teora de la
evolucin fuera tenazmente (no cientficamente, sino tenazmente, que es otra cosa)
resistida, dando lugar incluso a divertidas ancdotas como la que protagoniz T. H.
Huxley, en una conferencia destinada a difundirla, al ser interrumpido por uno de los
presentes, que le pregunt si descenda del mono por parte de padre de madre.
Preferira descender del mono por ambas partes replic Huxley antes que
manifestar la ignorancia y el fanatismo que muestra mi interlocutor.
Pero la teora de la evolucin, aunque haba dado en un clavo fundamental, tena
sus dificultades. La seleccin natural darwiniana actuaba sobre las variaciones
naturales que aparecan en cada generacin de una especie, conservando las buenas
(las adaptativas) y descartando las malas (las menos adaptativas), en una accin
que se arrastraba lentamente a lo largo de las eras. Pero ocurra que nadie con una
sola excepcin tena la menor idea de cmo funcionaban los mecanismos de la
herencia. Darwin, por ejemplo, crea que los caracteres de un individuo eran una
especie de mezcla, o promedio, de los de sus progenitores, lo cual no dejaba de
plantear un problema: qu pasaba cuando emerga un rasgo adaptativo, cuyo
poseedor se apareaba con individuos que no lo tenan? Cmo actuara la evolucin
sobre los descendientes de caractersticas intermedias? Los rasgos nuevos no
terminaran diluyndose en el promedio general? Para salvar este inconveniente (que
no era el nico), los evolucionistas abandonaron en parte la idea de la seleccin
natural actuando sobre individuos, y pensaron en poblaciones portadoras del nuevo
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rasgo que se apareaban entre s, perpetundolo, pero la solucin era ms bien oscura
(por ejemplo: de dnde salan poblaciones enteras con un rasgo nuevo?). La falta de
una teora sobre la herencia constitua sin duda el flanco dbil de la concepcin
darwiniana. Sin embargo, y aunque nadie lo supiera, exista una respuesta. Georg
Mendel, un monje austraco, haba descubierto las leyes de la herencia. Pero las
public slo diez aos despus de El origen de las especies en una oscura revista
donde permanecieron olvidadas durante cincuenta aos.
El redescubrimiento de los trabajos de Mendel y la fundacin de la gentica
echaron una nueva luz sobre el darwinismo: si los caracteres pasan de generacin en
generacin inmodificados, mediante unidades de herencia que se llamaron genes
(aun sin saber qu eran exactamente), el punto oscuro de la teora de Darwin quedaba
aclarado. Los genes sufren cada tanto leves cambios al azar (mutaciones), que
implican pequeas modificaciones de los rasgos que transportan. Cuando se produce
la mezcla de portadores de caracteres buenos y malos, estos no se promedian en
la descendencia, sino que permanecen en el nuevo individuo, de manera manifiesta o
no. La seleccin natural desecha a los portadores de genes con modificaciones
malas y conserva a los que tienen genes buenos, expandindolos en el acervo
gentico de la especie. As, con la gua aportada por la gentica y no sin duro
trabajo, entre 1930 y 1940 se elabor la Teora Sinttica (o sntesis neodarwiniana),
que nuevamente dio una explicacin acabada de la evolucin natural mediante los
mecanismos mendelianos de la herencia, y que uno de sus notorios constructores,
Theodosius Dobzhansky, resumi as: Evolucin es un cambio en la composicin
gentica de las poblaciones. Con la nueva sntesis, otra vez pareci que el problema
de la evolucin estaba terminado, y que los problemas restantes seran solucionados
por la nueva gentica de poblaciones. Pero era slo un respiro: en muy poco tiempo
hubo que empezar otra vez, ante la avalancha de la biologa molecular.

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8. El equilibrio puntuado

Cuando el vino me embriaga,


y el narguile escapa de mis manos,
al calor de unos labios
dulcemente cuestiono la Teora Sinttica
y escucho el susurro del equilibrio puntuado.
Omar Khayam, Canto XXVI

Todos descendemos de una sola clula balbuce el hombre. Tena las ropas
destrozadas y la mirada perdida, despus de atravesar aquel pramo de arena caliente.
Los beduinos, que lo haban recogido cuando ya desfalleca, llevronlo a la tienda de
su jefe, Abderramn Tarij al-Shekerit, donde le dieron a beber leche de coco, lo
obsequiaron con dtiles y miel, le preguntaron quin era, y qu haca en aquel lugar
remoto. El hombre cont que un azar quizs digno de otro nombre lo haba
arrastrado a predicar su verdad en el desierto: Todos descendemos de una sola clula
y nos fuimos diferenciando por seleccin natural.
El jefe no pareci sorprenderse, pero a su hijo un nio, quizs le brillaron los
ojos y ese resplandor lo anim a continuar. Les habl de Darwin y la evolucin de las
especies: Alguna vez fuimos pequeos primates, que habitaban los bosques, y antes
aun fuimos reptiles, o anfibios, o animales que poblaban el mar nadie se
conmovi ante palabras como bosques o mar. Les habl de Mendel y la
gentica, y desarroll detenidamente la sntesis neodarwiniana. Afuera, el desierto se
entregaba disciplinadamente a la noche. Alguna fiera aullaba y se escuchaba,
tambin, el traqueteo de un camello. Y sta es, oh jeque! dijo, la Teora
Sinttica.
S dijo Abderramn Tarij al-Shekerit. La Teora Sinttica es rica en
grandes logros, pero debes saber que mi tribu defiende el puntualismo.
El puntualismo? pregunt el hombre.
Por supuesto contest el jeque. Seguimos de cerca los trabajos de Niles
Eldredge del American Museum of Natural History y de Stephen Jay Gould de la
Universidad de Harvard. Como sin duda sabrs
Pero el hombre no saba, y el jeque explic: el registro fsil ofrece numerosos
baches. Muchas veces no aparecen los lentos eslabones de especie en especie que
requiere la Teora Sinttica. Los neodarwinistas explican esto, ya lo s, pero la
hiptesis de Gould y Eldredge sostiene que si esos baches existen es porque la
evolucin no trabaja de la manera gradual y continua que postula el neodarwinismo,
sino que tiene perodos de actividad muy intensa, seguidos por largas pocas de
estancamiento. El registro fsil es irregular. Nosotros sostenemos que eso ocurre
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justamente porque la evolucin acta de manera irregular. La aparicin abrupta de un


nuevo fsil refleja el surgimiento de una nueva especie en estallidos de evolucin
relativamente cortos. En trminos paleontolgicos, claro.
El hombre iba a hablar, pero el jeque lo detuvo con un ademn imperioso y
continu: Es ms. Nosotros, los partidarios del equilibrio puntuado, o
puntualismo, sostenemos que el mecanismo central de la seleccin natural acta
entre especies ms que entre individuos o entre genes, como sostienen algunos
extremistas. Justamente, los estallidos evolutivos se producen cuando un fragmento
de una poblacin se diferencia significativamente de la especie original. Luego, sigue
un largo perodo de quietud, en que ambas formas de la especie, la vieja y la nueva,
compiten hasta que una de las dos se extingue, o se transforma en una especie
nueva.
Grande es tu sabidura, oh jeque! dijo el hombre. Pero por qu te
levantas?
Porque debo concurrir a una conferencia con mi primo Nagel Al-Manzur, en el
oasis de Khebalah. l sostiene que el equilibrio puntuado es perfectamente
compatible con la teora neodarwiniana, y que todo se reduce a una mala
interpretacin de las escalas de tiempo. Pero yo pienso que est equivocado. En fin,
veremos el jeque corri una finsima tela que divida la tienda, bordada en
diamantes de Golconda y zafiros de Nahir, se sent ante el teclado de una PC y pidi
un helicptero. Quieres enviar un mensaje a tu familia? pregunt. Estamos
conectados a Internet, y llegar al instante a tu casa o a tu laboratorio.
El hombre se ruboriz: Tal vez no sea posible, oh jeque! dijo. En mi
tierra, la ciencia no es muy apreciada en muchos casos no tenemos acceso a
Internet porque no podemos pagarla, y los trabajos nos llegan con retraso, porque
muchas veces no tenemos presupuesto para suscripciones y fotocopias.
Te comprendo dijo el jeque con un suspiro. Hace algunos aos el desierto
era igual, y an no hemos superado todas las dificultades. Todava no he podido
equipar a mis hombres con computadoras vectoriales, ni he logrado pasar de los chips
de dos megabits, cuando hace ya un mes que se estn utilizando los de cuatro y
luego lo mir asombrado pero qu pas es el tuyo?
Y por primera vez el hombre no supo responder. Finalmente, en aquel desierto
indefinido y remoto, haba encontrado su destino sudamericano. Afuera, entre el
estrpito de la arena, rica en silicio, aterrizaba el helicptero, como un relmpago de
acero.

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9. Teora de la evolucin: hacia una nueva sntesis

La gran sntesis neodarwiniana, que en la primera mitad de este siglo logr conciliar
la gentica con la teora de la evolucin, giraba, hasta cierto punto en el vaco. Si bien
haba quedado establecido que los genes eran las unidades y los portadores de la
herencia, y se los haba logrado ubicar en los cromosomas presentes en el ncleo de
cada clula, nadie saba exactamente de qu estaba hecho un gen. En 1954 Watson y
Crick encontraron, finalmente, la estructura de los genes: grandes y largas molculas
de ADN (cido desoxirribonucleico) enrolladas en forma de doble hlice. Este
descubrimiento es el hecho central de la biologa en el siglo XX, y naturalmente abri
un nuevo captulo que con justicia se llam biologa molecular, y entre muchsimas
otras cosas oblig a replantear en niveles ms profundos la teora sinttica de la
evolucin.
Porque si la Teora Sinttica postulaba modificaciones (mutaciones) que daban
lugar a la aparicin de un nuevo gen, que luego, seleccin mediante, se extenda por
el patrimonio gentico de la especie, la lupa provista por la biologa molecular exiga
ahora una explicacin y una explicacin molecular de por qu y cmo
evolucionan y se modifican los propios genes. La palabra mutacin mostr su
enorme complejidad: al lado de las mutaciones puramente al azar, aparecieron otros
mecanismos portadores del cambio y la evolucin gentica. Por ejemplo, la
duplicacin en tndem de partes de un gen, o la fusin de diversos genes para formar
un gen nico (y nuevo). O la extraa aparicin de informacin gentica cruzada:
genes de una especie que aparecen en otra independiente y no conectada mediante
una cadena evolutiva. (Aunque se sospecha que los agentes de esta transmisin
informativa son pequeos trozos de ADN circular conocidos como plsmidos,
capaces de acarrear material gentico de una especie a otra, este fenmeno todava
permanece en la oscuridad).
Toda la avalancha de nuevos datos moleculares multiplic las discusiones y
tendencias entre los evolucionistas. Algunos investigadores sostienen que, a nivel
molecular, los cambios no se producen mediante el puro azar que postula la Teora
Sinttica, sino que habra alguna especie de determinismo en algn remoto sentido
lamarckiano capaz de guiar la evolucin del ADN. En el otro extremo, la teora
neutralista del japons Motoo Kimura sostiene que es el puro azar el que gobierna la
propagacin de un gen nuevo o modificado en una poblacin, y que la seleccin
natural no juega ningn papel central, lo cual implica un serio cuestionamiento a la
Teora Sinttica. A su vez, entre quienes aceptan el lugar central del mecanismo de
seleccin natural, las aguas se dividen apenas aparece la pregunta: seleccin natural
entre quines? Para el darwinismo tradicional y el neodarwinismo, entre individuos.

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Stephen Jay Gould, Niles Eldredge y otros partidarios del equilibrio puntuado se
inclinan por la seleccin natural entre especies. En el otro extremo, Richard Dawking
sostiene que la lucha por la existencia y la supervivencia del ms apto se da de
manera exclusiva entre genes, y que toda envoltura, como las clulas o las
complicadas estructuras biolgicas de nuestros cuerpos no son sino artimaas de los
genes para asegurar su permanencia: La gallina no es sino el medio que tiene un
huevo para garantizar otro huevo, deca en el siglo pasado Samuel Butler.
As, la teora de la evolucin est en un fecundo momento de expansin,
crecimiento, confrontaciones y discusiones, sugerencias, experimentos y rplicas.
Esta posicin sostiene que todas las objeciones pueden ser subsumidas en una Teora
Sinttica levemente modificada; aqulla, que los cambios deben ser radicales; la de
ms all, que hay que revisar de manera completa todos los resultados de la gentica
de poblaciones. De una manera o de otra, las corrientes del evolucionismo actual se
encaminan, a marcha forzada, hacia una nueva sntesis. Fiel a su nombre, la teora de
la evolucin parece un objeto vivo, que cambia y se transforma. De la pionera
prehistoria lamarckiana a la genial concepcin de Darwin, de Darwin a la Teora
Sinttica, de la Teora Sinttica a las diversas posturas que gener la biologa
molecular, ha demostrado una gil versatilidad, una profunda capacidad de
adaptacin y una serena belleza. El vigoroso mecanismo que transform las primeras
y tmidas molculas capaces de duplicarse en el multiforme, panorama de las
especies, que incluyen seres que piensan viajar a las estrellas, no se conoce todava
perfectamente. Pero nos acercamos cada vez ms, y sentimos el estremecimiento que
produce contemplar la vida reproducindose, perpetundose y cambiando a travs de
los eones.

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10. Lucy en el frica con diamantes

Cuando el escritor norteamericano Alexander Haley emprendi la bsqueda ms


tarde reflejada en la serie televisiva y el libro Races de sus orgenes africanos,
apuntaba en la direccin correcta, y en ms de un sentido. Puesto que, segn indica
cada vez con mayor firmeza la investigacin moderna, no slo la familia de Haley
sino toda la especie humana desciende de antepasados que corretearon por el este de
frica. El cmo y el cundo de la evolucin del hombre fueron objeto de mltiples
controversias, y el rbol evolutivo fue corregido muchas veces, pero a medida que las
ramas se afinan, las races parecen hundirse cada vez ms firmemente en el suelo
africano: En 1977, la exhumacin en el desierto de Etiopa de un esqueleto del sexo
femenino al que los descubridores llamaron gentilmente Lucy una dama homnida
(prehumana) de la especie australopitecus y de tres a cuatro millones de aos de edad
. Fsiles similares encontrados ms tarde y la evidencia que surge de tcnicas de
filiacin genticas ayudaron a reconstruir y precisar los pasos con que la lnea
evolutiva de los primates emprendi el largo camino que la llevara hasta los
ejemplares modernos. Lo cierto es que, segn se cree, la cuna del hombre est situada
en frica, en algn lugar entre Etiopa y Tanzania.
Relatada por la paleontologa actual, la historia fue ms o menos as: hace siete u
ocho millones de aos, se form el macizo montaoso a lo largo del valle del Rift,
una enorme fractura de 3000 kilmetros que barre el frica oriental de norte a sur,
provocando un consiguiente caos y transformacin climtica: en particular, las selvas
del oeste africano se transformaron en sabanas, y los grandes simios, aislados a causa
de la recin estrenada cadena montaosa, con tenacidad y disciplina darwiniana,
empezaron a evolucionar adaptndose al nuevo medio ambiente, adoptando
costumbres de sabana, entre ellas la postura bpeda, primera caracterstica de los
homnidos, muy til para la supervivencia en tanto permite una mejor vigilancia en el
espacio abierto.
En tres o cuatro millones de aos haban conseguido alcanzar el status de
australopitecus, mientras sus parientes, los grandes simios del otro lado de la cadena
del Rift, sin semejantes problemas de adaptacin, evolucionaban a su vez con ms
modestia hacia los chimpancs y los gorilas actuales.
Todava faltaba un milln de aos para que naciera Lucy, pero ya empezaban a
definirse las caractersticas de la poblacin a la que perteneci: menos de un metro
veinte de altura, andar en dos pies, grandes mandbulas, cerebro pequeo. A partir de
entonces, la pelcula se acelera. Hace tres millones de aos, el pueblo de Lucy
divergi en dos lneas: una de ellas se qued en australopitecus, una rama sin salida,
que vivi y se extingui en frica.
El otro ramal tuvo mejor suerte: en slo medio milln de aos evolucion hasta
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dar el homo habilis, capaz de fabricar grandes cantidades de herramientas de piedra.


Un milln de aos despus, el homo habilis, que habit lo que hoy son Etiopa,
Kenia, Tanzania y Sudfrica, se transform en homo erectus, que caminaba ya en
posicin erguida: en 1985 se desenterr el esqueleto de un chico de once aos el
muchacho de Turkana, que vivi y muri hace un milln seiscientos mil aos.
Para esa poca o quizs un poco antes el homo erectus ya haba tomado su
decisin: emigrar. Con su nueva postura, que le permita ver ms y ms lejos, quiso
visitar y conocer nuevas tierras.

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11. El arca de No, el candelabro y Los Beatles

El homo erectus an nostlgico de sus praderas africanas estableci


campamentos fuera de frica: hace un milln de aos, ya haba poblaciones de homo
erectus en Europa, Asia e Indonesia (se han detectado restos fsiles en Georgia, de un
milln ochocientos mil aos de antigedad, aunque la datacin se discute).
Y all empieza otro problema: fueron esos homo erectus migratorios los que
evolucionaron en distintos sitios hasta dar el hombre moderno, o el hombre moderno
surgi en un solo lugar y luego se esparci, barriendo a su paso con cuanto homnido
u homo erectus encontr?
Las opiniones no coinciden: segn la hiptesis del candelabro (elaborada por
Franz Weidenrech en los 40), el homo erectus se distribuy en Eurasia y evolucion
por su cuenta, en distintos lugares y de distintas maneras hasta dar el hombre
moderno (precisamente como las ramas de un candelabro).
Por el contrario, la hiptesis del Arca de No (origen nico y en un solo lugar)
supone que el hombre moderno evolucion a partir de una sola poblacin que luego
se propag. sta es la opinin ms difundida entre los cientficos y hoy se acepta en
general que descendemos de una nica rama de homo sapiens que hace doscientos
mil aos para desgracia de los racistas se origin en frica y luego emigr al
resto de los continentes.
Es muy probable que las distintas poblaciones de homo erectus, en distintas
partes, evolucionaran y dieran los primeros ejemplares de homo sapiens: una de estas
variedades, que apareci hace ms de cien mil aos en Europa, fue el hombre del
Neanderthal, que viva en cavernas y conoca el fuego.
Pero el hombre actual, el homo sapiens sapiens, no desciende del hombre del
Neanderthal (que se extingui hace treinta mil aos), ni de las diversas variantes de
homo sapiens distribuidas por Eurasia. Para buscar sus orgenes como en el caso
del autor de Races hay que regresar al frica.
Donde segn el creciente consenso que emerge ante las evidencias ya no slo
paleontolgicas sino arqueolgicas y antropolgicas, el homo sapiens sapiens vio
la luz por primera vez. All, en algn momento situado entre doscientos y cien mil
aos atrs, el homo sapiens sapiens se abri al fin paso a travs de la maraa
prehistrica, a partir de una nica poblacin de homo sapiens local, y se prepar para
iniciar la conquista del planeta. Hace cuarenta mil aos, el hombre africano pona por
primera vez su pie en Europa y colonizaba Asia y Australia; hace doce mil aos
(aunque la cifra es discutible y hay quienes la remontan a treinta y tres mil) se
instalaba en Amrica.
Hoy, Luca, cuando cumplas quince aos, vale la pena que te detengas a pensar un
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momento en que tu historia participa del inmenso torrente de la evolucin humana, y


que detrs tuyo hay cientos de miles de generaciones, y una tataratatarabuela africana
que vivi hace tres millones de aos y que fue llamada con tu mismo nombre y en
honor de tus msicos y una de tus canciones preferidas: los Beatles, Lucy in the Sky
with Diamonds.
Somos una sola especie, Luca, que navega hacia el futuro, y cada cumpleaos
nos conecta con toda nuestra historia, que se inici en la noche de los tiempos.
Porque un da salimos del frica, tanteando,
la piel desconocida del planeta.
Buscbamos el mar, para embarcarnos,
el aire, para volar sobre las nubes,
la tierra para arar, la mies, el fruto,
las mquinas, el fuego. La escritura,
y el cable que transporta las palabras.
Y un da nos despedimos en un sitio.
Aqu o all fue, en cualquier milenio.
Qu se hizo
de aquel amigo, de aquella tribu emparentada,
que tom hacia el sur en un cruce de caminos,
y de quienes nunca ms se supo nada?
Qu fue de mis primos que esa tarde
decidieron quedarse en la caverna
cuando todos partimos a otras tierras
con ms sol, ms hierro, o mejor vino?
Qu se hizo de aquel grupo de familias,
que cruzaron el ro y no volvieron nunca?
Y esa gente,
que fabric una canoa y se alej por el mar?
Hoy regresamos al frica, poblada
de hermanos que una vez se despidieron
por un siglo, un milenio, y no volvieron.
Anhelante,
cada palabra, cada letra que pelea
por vivir reconstruye aquella aldea,
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donde an late tu nombre


en cada instante.

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VII
El futuro de la Tierra

El futuro de la Tierra dijo Adso. Qu puede pasar? El Sol saldr por oriente y se pondr en el
oeste como siempre, el rico habitar su castillo, el monje su monasterio y el campesino arar la tierra de
sol a sol. Qu puede pasar que no haya pasado ya?
Leyendo te enterars contest el viajero.

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1. Veo multitudes

Veo multitudes, veo multitudes.


Edgar Allan Poe, La verdadera historia de Mr. Valdemar

Estoy seguro, o casi seguro, de que la cita que encabeza este captulo (o mejor dicho,
este subcaptulo, pero no me gusta esa palabra) es falsa: ocurre que hasta hace poco
pensaba que era una frase que se deca en algn lugar del cuento de Edgar Allan Poe
sobre el seor Valdemar, pero releyendo el cuento, no la puedo encontrar. No
importa, igual dejo la frase como epgrafe, y en todo caso, Luca, te encomiendo la
tarea de buscarla: descubrirs a Poe; aunque tambin pude haberla sacado de algn
cuento de Lovecraft. La dejo all donde est porque me parece que va bien y porque
la literatura puede y merece ser reinventada.
Vemos, pues, multitudes, y omos hablar de multitudes, o mejor dicho, hablar de
superpoblacin: somos alrededor de cinco mil quinientos millones de humanos, y
parecera que los recursos no alcanzarn para dar a todos un digno nivel de vida.
Bueno, pero cmo llegamos a ser tantos? Especialmente si pensamos que todos
descendemos de una nica poblacin africana, que entre treinta y sesenta mil aos
atrs empez a esparcirse por el mundo, barriendo con los grupos que haban
emigrado antes. Por lo menos, as lo creemos ahora. No es interesante saber cunta
gente haba hace un milln de aos, hace diez mil aos?
Probablemente nunca hubo ms de 125 000 australopitecus el pueblo de Lucy
en ninguna poca, y la tasa de crecimiento, dicen los demgrafos, que se ocupan
del problema de la poblacin, durante mucho tiempo debe de haber sido exactamente
cero, lo cual significa que el nmero de nacimientos y de muertes estaba
equilibrado: nuestros antepasados vivan poco y tenan, seguramente, altsimas tasas
de mortalidad infantil.
Tambin se supone que aquellos grupos y algunos bastante posteriores de homo
habilis, erectus y homo sapiens sapiens mantenan un estricto control de la
poblacin, por diversos mtodos, que incluan el infanticidio, es decir, matar a los
nios que pusieran en peligro el equilibrio entre la poblacin y los recursos que haba
para alimentarse (esta prctica exista en algunos lugares, como ciertas aldeas de
Oriente, hasta fines del siglo pasado: aunque es una costumbre que nos horroriza, era
tomada de manera natural en esos sitios). Incluso, se supone que hubo pocas de
decrecimiento: durante buena parte de la historia, la tasa de mortalidad debe de haber
sido ms elevada que la de natalidad, a raz de accidentes, predadores y
enfermedades. Por otro lado, los nios deban de ser muy vulnerables, las personas
adultas no sobrevivan hasta una edad avanzada y es posible que muchos grupos no
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slo mermaran sino que tambin desaparecieran ante estos problemas.


No hay nadie que pueda contarnos cmo eran verdaderamente las cosas; los datos
sobre estos tiempos remotos se sacan de manera indirecta: observando a las pocas
poblaciones de nmades que aun hoy subsisten en frica y en Oriente, y calculando
cunta gente poda sostener un determinado ambiente, y de cunto territorio (entre
cien y cuatrocientos kilmetros cuadrados) debe disponer un grupo cazador para
sobrevivir. Tambin se estima esta vez con los datos que aporta la biologa qu
tamao deban tener las distintas poblaciones para autosostenerse y no desaparecer a
causa de la endogamia y el descenso de la variabilidad gentica: la cifra es de
cuatrocientos individuos en cada grupo.
Los clculos sobre pocas ms recientes pueden obtenerse a partir de datos
mejores que aporta la arqueologa: para la poca de la adopcin de la agricultura
(hace 10 mil aos), la poblacin mundial era, aproximadamente, de 5 millones de
personas, ms o menos como la que se ve cada da en las calles de Buenos Aires y
mucho, mucho menos que la cantidad de gente que habita ciudades gigantescas como
Mxico D. F., Shangai, San Pablo o Tokio.
Pero la invencin de la agricultura quiz la ms grande revolucin de la historia
humana, al proveer mayores recursos, inici un proceso sostenido de aumento de la
poblacin: en la poca de Jesucristo es decir, en el ao 1 la poblacin mundial
era de doscientos cincuenta millones, ms menos la misma que actualmente tienen los
Estados Unidos.
Mil seiscientos aos ms tarde, la poblacin se haba duplicado y en el ao 1650
llegaba a quinientos millones. Pero ahora duplicarse llev slo doscientos aos: en
1850 se pas la marca de los mil millones. Volver a duplicarse, esta vez, tard slo
123 aos: hacia 1930, la poblacin mundial llegaba ya a los dos mil millones y en
1976 a cuatro mil millones se haba duplicado en slo 46 aos.
Trece aos ms tarde, en 1990, se quebr el rcord de los cinco mil millones.
Actualmente, la poblacin es de 5500 millones. Vemos o no vemos multitudes?

Noticia sobre poblacin


La poblacin mundial aumenta en tres personas por segundo, once mil personas
por hora, noventa y cinco millones por ao.
Entre 1980 y 1990 nacieron 923 millones de personas, de las cuales 517 millones
fueron asiticos (146 en China y 166 en la India) y, en general, un 90% naci en
pases en vas de desarrollo.

Noticia sobre la distribucin

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Respecto de la distribucin poblacional, para 1950 el 63,7% de la poblacin


mundial era asitica o africana. En 1990 el porcentaje haba subido a 71,2% y se
calcula que, para el 2050, el 78,5% de la poblacin vivir en Asia y frica. Aqu hay
un dato curioso, dado que esta distribucin no es nueva: en 1650 y hasta 1750, el
78,4% de la poblacin viva en Asia y frica. A partir de la revolucin industrial
(fines del siglo XVIII) aument la poblacin de Europa y Norteamrica (con un
crecimiento del 10% anual, mientras en Asia y frica era del 4%), y la distribucin se
hizo ms uniforme. Una vez terminada la revolucin industrial, el desequilibrio
comenz a retornar a sus porcentajes histricos.

Noticia: el problema del impulso demogrfico


Los demgrafos Paul y Anne-Marie Erlich comparan a la poblacin con un
superpetrolero. Una vez que ste apaga sus motores, tarda varios kilmetros en
detenerse (excepto que choque con las costas de Alaska o lo detengan con un misil
nuclear). Con la poblacin pasa lo mismo. Hace unos aos se pensaba que el
crecimiento se lograra con un nivel de poblacin de 10 mil millones. Pero el
problema radica en que ms de la mitad de la poblacin es joven (en 1989, el 40%
tena menos de 15 aos). Ms de mil millones an no han entrado en el perodo
reproductivo habitual, y estos vern nacer a sus hijos y vivirn mucho tiempo con sus
nietos antes de contribuir a la tasa de mortalidad. Slo cuando las parejas tienen algo
ms de dos hijos se alcanza la tasa de sustitucin, esto es que a cada matrimonio lo
sustituirn sus dos hijos y el crecimiento comenzar a detenerse. Pero en la India,
para 1989, el nmero de hijos para una familia media era de 4,3.

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2. Demografa de la reencarnacin

Quienes crean en la reencarnacin tendrn, sin lugar a dudas, dificultades con la


aritmtica. Y es as: estamos acostumbrados, entre los partidarios de la
transmigracin de las almas, a declaraciones del tipo: Yo fui cocinera de Cleopatra,
amigo de Julio Csar, soldado en las Cruzadas, ministro del rey de Francia y otros
recuerdos gratificantes de antiguas encarnaciones (en general, con sospechosas
reminiscencias escolares). Desgraciadamente para quienes practican el dudoso arte de
la retrospeccin a vidas pasadas, los nmeros no cierran. Y no slo no cierran, sino
que prestndoles tan slo un poco de atencin, se veran en apuros brujos y
seudopsiclogos adictos a esta creencia. Decididamente, la demografa y la
reencarnacin no se llevan bien y un sencillo estudio poblacional de la reencarnacin
de las almas da para reflexionar. Como te deca, Luca, en el captulo anterior, desde
hace diez mil aos, cuando la humanidad adopt la agricultura como forma de
supervivencia, la poblacin no hizo ms que aumentar desde los cinco millones de
aquella poca a los cinco mil quinientos millones de hoy. Para que la reencarnacin
pueda funcionar razonablemente, tiene que haber una permanente provisin de almas
provenientes del mundo animal o vegetal. Al fin y al cabo, cada ao la poblacin
mundial aumenta en 95 millones de personas, y cada hora en once mil habitantes.
De dnde salen todas estas almas nuevas? Obviamente, no de humanos
anteriores. No existe manera de que cinco mil millones de humanos se hayan
reencarnado a partir de slo cuatro mil, y no queda ms remedio que suponer que
estn ingresando masivamente en la humanidad almas de toda laya biolgica: leones,
gusanos, ornitorrincos, araas y as. Atendiendo a los nmeros, los reencarnacionistas
no tendrn ms remedio que admitir que solamente una bajsima proporcin de los
humanos reencarnados puede jactarse de tener un antepasado humano; casi todos
vivieron su vida anterior en forma de bicho, y el noventa y cinco por ciento de la
poblacin mundial, si se remonta apenas unos aos atrs, se encontrar con que su
bisabuelo en la reencarnacin fue un pato, cuando no un helecho (lo cual explicara el
extrao fenmeno por el cual tanta gente habla con las plantas).
Esta particular demografa de las almas reencarnadas podra aclarar varias cosas:
tal vez las razones del movimiento ecologista no sean tanto la acumulacin de
desechos industriales y la contaminacin general, sino la proliferacin de rboles
reencarnados que andan por ah y que tienen nostalgia de sus bosques originarios. Y
el exceso de agresividad que caracteriza a nuestro mundo globalizado se deba no a las
particulares caractersticas del capitalismo neoliberal, sino al elevado nmero de
fieras que se reencarnaron ltimamente debido a las exigencias de la demografa y
que conservan an el instinto selvtico del luche, mate y sobreviva a cualquier precio.
Con slo un poco de imaginacin y teniendo en cuenta nuestro pasado animal y
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vegetal, se pueden explicar fenmenos tan diversos como el aumento de la


marginalidad, la distribucin geogrfica de la poblacin y etcteras por el estilo.
Decididamente, en tiempos de crecimiento poblacional la demografa y la
reencarnacin no se llevan bien y exigen sacrificios de orgullo que a muchos les
resultarn intolerables. Pero si, de todas maneras, uno insiste en recurrir a alguno de
los llamados terapeutas de vidas pasadas, no vale la pena hacer un esfuerzo para
recordar la historia aprendida en la escuela y ubicarse razonablemente como noble
florentino o general victorioso: en el noventa y cinco por ciento de los casos, la vida
anterior ha sido pasada como vaca, rata o cocodrilo. Tal vez cuando la poblacin
mundial alcance una cierta estabilidad (si es que lo hace alguna vez), los creyentes
puedan recordar felicidades o glorias y practicar su inofensiva supersticin sin
complicaciones aritmticas.

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3. Los problemas de la tierra (I): Empieza el coro de las


lavanderas

El mundo, Luca, tiene problemas, problemas que amenazan su futuro inmediato, y


muchos de ellos estn relacionados con la actividad humana, que agota sus recursos.
Porque los recursos de la Tierra no son ilimitados, y nosotros, que vivimos aqu, y
que tenemos que seguir viviendo, los estamos empezando a usar de manera excesiva,
sin que los mecanismos naturales puedan reponerlos. En la Tierra hay un determinado
stock de minerales, que se estn explotando sin medida. La atmsfera y los mares y
ocanos tienen una cierta capacidad de reciclar los contaminantes que arrojamos, y no
ms. Los bosques que desaparecen dejan los suelos frtiles abandonados a la accin
del viento y la lluvia que se los llevan. Todos los ecosistemas de la Tierra estn
siendo en este momento forzados por la accin y la industria humanas. Nuestro hogar
est en problemas, y nuestra cultura actual corre el riesgo de hacerlo inhabitable, si lo
llevamos ms all de sus posibilidades.
Pero alguien viene.
Quines son?
Tres lavanderas, Luca, inspiradas, seguramente, en la obra Yerma, de Federico
Garca Lorca.
A ver qu dicen?
LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 2da.:

Qu se cuenta?
Que el hombre destruye
el mundo que lo alimenta.

LAVANDERA 3ra.:

Nuestras vidas son los ros


que van a dar en la mar
si va basura a los ros
a la vida tambin va.

LAVANDERA 1ra.:

As se habla.

LAVANDERA 2da.:

Nuestra vida est en el aire


que nos deja respirar
si a los aires va basura
a la vida tambin va.

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LAVANDERA 3ra.:

Nuestras vidas son los


bosques tan verdes como
la mar si va basura a los
bosques a la vida tambin va.

LAS TRES:
Este mundo no es nuestro. En el pasado
los hombres que una vez nos precedieron
habitaron en l, y nos lo dieron
para usarlo por un tiempo limitado
y despus entregarlo en buen estado
a aquellos que vendrn, y an no nacieron.
El aire, el rbol, el mar intermitente,
las ciudades erizadas de cemento,
el bosque mudo, el desage, y an el viento,
no resisten porque s, ni eternamente
el secreto no es nada ms que esto:
hay un solo planeta. Y no hay repuesto.

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4. Caperucita verde: sigue el coro de las lavanderas


LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 2da.:

Qu se cuenta?
Que desaparecen los bosques
y nadie los encuentra.

LAVANDERA 3ra.:

(viene con un canasto de ropa)


Nuestras vidas son los bosques
tan verdes como la mar
si tu mano quema el bosque
adnde irs a jugar?

LAVANDERA 2da.:
LAVANDERA 3ra.:
LAVANDERA 1ra.:

Quin quema el bosque?


La gente.
Ay, el bosque talado,
ay, el bosque recortado,
ay, bosque que se ha volado.

LAVANDERA 3ra.:

Abedul, arrayn,
miguita de pan.
Arrayn, abedul,
de tu camisa azul.
Foresta tropical
tendida hacia el sol
foresta que se va
con el humo marrn.

LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 2da.:

La organizacin ecologista HUREI (Hacia Un Relato Ecolgico Infantil) rehizo


muchos de los cuentos tradicionales que transcurren en el bosque (Caperucita Roja, la
Bella Durmiente, etc.) de tal manera de adecuarlos al espritu de los tiempos que
corren (Zeitgeist). Compulsando versiones y recopilaciones muy antiguas (y muchas
veces no escritas), comparndolas con los escritos de los hermanos Grimm y es de
sospechar agregando cosas de su propia cosecha, elaboraron versiones que piensan
distribuir mediante octavillas, y que la editorial An der Welt publicar prximamente
como Compendio de relatos tradicionales ecolgicos. Gracias a informaciones cuyas
fuentes no debo revelar, puedo adelantar algunos fragmentos de Caperucita Verde,
curiosa versin del antiguo y popular cuento infantil.

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Caperucita Verde se diriga al geritrico de su abuelita, sabiendo que lo haca por


ltima vez, puesto que el gobierno pensaba construir all una autopista de ocho
carriles.
Pero Caperucita Verde olvid las advertencias de su madre, y cuando se hall
frente al Gran rbol que presida el bosque, empez a arrancar ramitas y ramitas, y
con su cuchillo de acero multipropsito, se puso a grabar sus iniciales en el
voluminoso tronco. Fue justo en ese momento cuando el gran lobo sali del bosque.
Caperucita! rugi con voz de trueno. Qu ests haciendo?
Ya lo ves contest Caperucita con azorado candor. Junto ramitas y grabo
mis iniciales en el tronco.
Infeliz Caperucita! se quej el lobo. No te basta con que la lluvia cida
destruya nuestros hermosos bosques europeos? Acaso no sabes lo que pas?
Qu pas? pregunt Caperucita.
Tengo que contarlo una y otra vez suspir el lobo. Antiguamente, dos
tercios de la superficie europea estaba cubierta de bosques, especialmente en el centro
y el norte. Por eso los relatos populares suelen tenerlo como marco: Blancanieves se
oculta en el bosque, el castillo donde la Bella Durmiente descabeza su siesta de cien
aos est rodeado de un espeso y enmaraado bosque, y recordemos a Robin Hood y
su refugio inexpugnable en la selva de Sherwood, o los retorcidos bosques de
demonios de los cuentos eslavos. Este mismo cuento, Caperucita, transcurre en un
bosque. El bosque era el marco de la vida medieval europea; pero hoy ya no queda
nada de eso. A partir del siglo XI, Europa empez un perodo de expansin que
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fortaleci la demanda de nuevas tierras de labranza y sembrado, y cientos de miles


de hectreas de bosques fueron desmontadas, quemadas y destruidas, para ser
transformadas en lugares de cultivo: naci la Europa urbana; el bosque dej de ser el
referente principal, que se traslad a la ciudad (as como hoy a la autopista y las redes
de comunicacin). La superficie boscosa europea, hoy, es nfima. Por qu tienes que
contribuir t a su destruccin?
Yo slo arrancaba unas ramitas protest Caperucita Verde.
No importa sentenci el lobo, activo militante de la organizacin no
gubernamental LUPUML (Lobos Unidos por un Mundo Limpio). La conservacin
de los bosques es una de los puntos esenciales de la preservacin del planeta. Ya es
bastante con haber perdido la mayora de ellos, pero eso no es nada comparado con el
peligro que corren las forestas tropicales.
Y qu me importan las forestas tropicales? contest Caperucita.
Deberan importarte, porque afectan al medio ambiente de todo el planeta
dijo el lobo. Se calcula que dentro de sesenta aos la foresta tropical se habr
reducido a la mitad. Se tala para usar la madera y fabricar papel. O directamente se
queman enormes extensiones para transformarlas en campos de cultivo. Y es un
verdadero desastre.
Pero se puede volver a plantar. Y listo.
No contest el lobo, la foresta tropical es muy difcil de recuperar, porque
contra lo que se suele creer, el suelo donde crece es muy poco frtil. O mejor dicho,
la capa de tierra frtil que sostiene a la foresta es muy delgada, y la erosin del viento
se la lleva en pocos aos. Con lo cual, esas tierras muy pronto quedan inutilizadas
para el cultivo, y se vuelven a quemar nuevas reas. Como te dars cuenta, es un
proceso infernal.
Verdaderamente coment Caperucita.
Pero adems sigui el lobo, los bosques son una reserva de especies, que
desaparecen con l. Y un regulador de la temperatura, que modera las fluctuaciones
bruscas. Y un reservorio de agua. Y de oxgeno: todo el oxgeno que se produce en el
planeta viene de las plantas. Las plantas producen oxgeno, como sabrs, y en ese
sentido, las grandes forestas tropicales, como el Amazonas, son verdaderos pulmones
de la Tierra.
Caperucita haba odo hablar del Amazonas.
Y qu va a pasar con el Amazonas?
Desaparecer dijo el lobo. Cada ao se incendia la escalofriante cifra de
ochenta mil kilmetros cuadrados, y a ese ritmo, en tan solo un siglo, el Amazonas
entero habr desaparecido. Y ser una catstrofe global: se alterar el rgimen de
precipitaciones en toda la Tierra. Pero adems, y sin hablar de los millones de
toneladas de dixido de carbono que el Amazonas es capaz de filtrar, las queimadas
como se denominan los grandes incendios deforestadores lanzan al aire millones
de toneladas de gases carbnicos, que contribuyen al efecto invernadero por el
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cual la temperatura de la Tierra va aumentando lentamente. El Amazonas ha


dejado o est dejando de ser la ltima frontera, aquel territorio inexplorado,
misterioso y salvaje, propicio a la aventura y la leyenda, donde tribus ignoradas y
en general fantaseadas ponan en prctica sus ritos extravagantes. Ahora es el
escenario de un verdadero desbarajuste ecolgico, cuyas consecuencias pueden ser
muy costosas para toda la humanidad.
Qu horror dijo Caperucita, y qu podemos hacer para evitarlo?
Si quieres, te invito a una reunin de la Organizacin No Gubernamental
Juguemos en el Bosque. Dentro de media hora. En el claro Jacques Cousteau le
dijo el lobo.
Imposible contest Caperucita. Tengo que ir al geritrico donde est mi
abuelita a llevarle este compact. Adems, tenemos que seguir con el cuento. T sabes,
tienes que comerme, vendr el leador, etctera
Pero Caperucita! se escandaliz el lobo, no pretenders seguir con un
cuento medieval a las puertas del siglo XXI Adems el leador bueno, claro que
no me cae simptico, porque destruye el bosque pero qu es eso?
Oan voces provenientes del claro vecino:
Y entonces de qu vivir?, preguntaba Adso de Reims, inclinado sobre su
mapa medieval. No te preocupes deca otra voz, mientras dure la Edad Media
habr peces en el claro del bosque y las pepitas de oro seguirn creciendo bajo los
hongos.
Luego las voces se hicieron confusas hasta desaparecer. Caperucita y el Lobo se
miraron.
Sin embargo, debemos seguir dijo Caperucita, muy firme. Hay que salvar
los viejos cuentos de hadas. Si no, todo ser la guerra de las galaxias.
Para que sigan existiendo los antiguos cuentos de hadas, los bosques tambin
deben seguir existiendo dijo el Lobo. Si quieres salvar los viejos cuentos, salva
tambin los bosques.
Aparentemente, este argumento convenci a Caperucita, que olvid por un
momento que los cuentos y relatos populares son eternos. Los bosques y las forestas
tropicales, mucho menos. Por lo menos, al ritmo que vamos.
Caperucita y el Lobo se fueron, pero la escena no queda vaca. Aqu vuelve el
coro de lavanderas.
LAVANDERA 3ra.:

Nuestras vidas son los bosques


tan verdes como la mar
si tu mano quema el bosque
adnde irs a jugar?

LAVANDERA 1ra.:

Ay, el bosque talado,


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ay, el bosque recortado,


ay, bosque que se ha volado.
LAVANDERA 3ra.:
LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 2da.:

Abedul, arrayn,
miguita de pan.
Arrayn, abedul,
de tu camisa azul.
Foresta tropical
tendida hacia el sol
foresta que se va
con el humo marrn.

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5. Los problemas de la tierra (II): sigue el coro de las


lavanderas

Durante mis viajes, he visto quemar bosques para transformarlos en tierras de cultivo. De los bosques en
llamas huan las hadas, los gnomos, los animales fantsticos que all vivan, y las brujas con el equipo necesario
para seguir realizando sus hechizos.
Adso de Reims, Viajes, c. 1285

LAVANDERA 1ra.: Qu te preocupa?


LAVANDERA 2da.: Que detrs del bosque que se evapora, viene, amenazador, el
desierto.
LAVANDERA 1ra.: Eso dicen.
LAVANDERA 2da.: Y dicen bien, que el bosque quemado y usado como terreno de
cultivo, se agota en pocos aos y lo abandonan. Y queda tan fro como una casa sin
nios, y enseguida el viento o la lluvia convierten la tierra frtil y cubierta de rboles
en un verdadero desierto.
LAVANDERA 3ra.: Dicen que cada ao que pasa, el viento y la lluvia hacen perder
once millones de hectreas de tierras cultivables.
LAVANDERA 1ra.: Once millones de hectreas. Ya las quisiera para m.
LAVANDERA 3ra.: Y los labriegos se quedan sin tierra que cultivar.
LAVANDERA 2da.: Y nada, que el uso de pesticidas y productos qumicos, y los
gases txicos que son llevados por la lluvia y depositados en el suelo, han creado
zonas ridas donde haba llanuras verdes y ricas en nutrientes.
LAVANDERA 1ra.: Me recorre un fro helado, que pareciera que el alba vino con
agujas.
LAVANDERA 2da.: Escucha: ms de ciento cincuenta millones de personas viven en
regiones severamente afectadas, acosadas por el hambre y la enfermedad.
LAVANDERA 1ra.: Las agujas penetran en mi carne. Ay!
LAVANDERA 3ra.: Cuesta respirar.
LAVANDERA 1ra.:
Nuestra vida est en el aire
que nos deja respirar
si a los aires va basura
a la vida tambin va.

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LAVANDERA 2da.: Porque las industrias masivas producen tambin masivamente


desechos, que arrojan directamente a la atmsfera. Eso es. Y muchas veces, son
contaminantes y txicos.
LAVANDERA 1ra.: Me han dicho que muchas ciudades estn envueltas en una
niebla txica.
LAVANDERA 2da.: El smog. Me lo han dicho a m tambin.
LAVANDERA 1ra.: Y se dice que la atmsfera es como un sistema vivo.
LAVANDERA 2da.: Dinmico, pero no vivo. Cuida tus palabras.
LAVANDERA 1ra.: La atmsfera arrastra los contaminantes a grandes distancias:
aun los hielos de la Antrtida muestran signos de contaminacin atmosfrica
ocasionada por la mano del hombre.
LAVANDERA 2da.: La Antrtida. La veremos alguna vez?
LAVANDERA 3ra.: Quedaremos atrapadas aqu, tierra adentro?
LAVANDERA 1ra.: Me quema el sol la piel morena.
LAVANDERA 2da.: Cudate.
LAVANDERA 3ra.: Porque muchos contaminantes afectan la capa de ozono, que
est en la estratosfera, entre 20 y 40 kilmetros de altura.
LAVANDERA 1ra.: No he de extraar el ozono, como no extrao aquellas cosas que
nunca vi.
LAVANDERA 3ra.: S, lo hars.
LAVANDERA 1ra.: Calla. No quiero que se sospeche de m. Que soy blanda y
extrao.
LAVANDERA 3ra.: Porque el ozono acta como un filtro, impidiendo el paso de la
radiacin ultravioleta del Sol, que es mortal para los tejidos vivos, hasta la
superficie terrestre. Murmuran que en los ltimos aos se ha detectado una
importante disminucin del ozono atmosfrico, que empieza a ser peligrosa.
LAVANDERA 2da.: Y dile lo del carbono.
LAVANDERA 3ra.: Lo har.
LAVANDERA 2da.: Hazlo ya.
LAVANDERA 3ra.: El dixido de carbono que se emite como resultado de la quema
de combustibles fsiles, como el petrleo y el carbn, crea una capa que envuelve a
la Tierra como un vidrio, y produce el efecto invernadero.
LAVANDERA 1ra.: Los vidrios de mi casa relumbran.
LAVANDERA 3ra.: Se retiene el calor que la Tierra debera emitir al espacio y eleva
la temperatura del planeta. Parece que
LAVANDERA 2da.: Cllate! Las cifras no son seguras. Pueden escucharte.
LAVANDERA 3ra.: Igual las dir: yo no callo porque s. La temperatura promedio
podra aumentar unos tres grados en los prximos setenta y cinco aos.
LAVANDERA 1ra.: Parece poco.
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LAVANDERA 3ra.: Pero variaciones de ese tipo pueden desatar fenmenos globales,
como el derretimiento de los casquetes polares y el aumento del nivel del mar y del
volumen de los ocanos.
(pausa)
LAVANDERA 1ra.: Qu se cuenta?
LAVANDERA 2da.: El agua baja sucia y revuelta.
LAVANDERA 3ra.: Agua que no lava.
LAVANDERA 1ra.: Agua sedienta.
LAVANDERA 1ra.: El agua tambin recibe toda clase de residuos.
LAVANDERA 2da.: Ocanos y ros se usan como un gigantesco basurero. Plomo,
cobre, hierro, cinc, arsnico y DDT, uranio, fsforo, se arrojan a la mar.
LAVANDERA 3ra.: Y el cadmio? Qu me dices del cadmio?
LAVANDERA 1ra.: El cadmio tambin. Todos ellos.
LAVANDERA 3ra.: Y alteran la vida marina. Dile.
LAVANDERA 2da.: Ya. En algunos casos, los desechos son degradados por la mar y
el ocano, pero en otros los materiales permanecen durante dcadas arruinando el
agua y llegan hasta lugares muy lejanos.
LAVANDERA 3ra.: Se han encontrado pinginos antrticos que contenan DDT en
sus tejidos grasos y se han hallado plsticos en las profundas fosas ocenicas.
LAVANDERA 1ra.:

Agua que viene


agua que se va
agua limpia
dnde andar.

LAVANDERA 2da.:

Falta el agua
para beber
agua que no calma
la sed.

LAVANDERA 3ra.:

Nuestras vidas son las aguas


que bajan hasta la mar
si tu mano ensucia el agua
con qu te habrs de lavar?

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6. Lamento por el rey Olaf Trygvesson

Cuenta el historiador islands Snorri Sturluson, que en el ao 1000, cerca de la isla de


Svold, una batalla naval enfrent al gran rey noruego Olaf Trygvesson con el jarl
Eric, que comandaba las flotas coaligadas de Suecia y Dinamarca. El premio era el
trono de Noruega. La batalla era claramente favorable a Eric, y cuando el rey Olaf ya
se vea perdido, un joven alto, llamado Einar Tamberskelver, que luego fue muy
famoso e importante y era ya el mejor arquero conocido, por dos veces alcanz casi
al jarl Eric que se hallaba en su buque.
Hireme a ese hombre dijo el jarl Eric a un arquero.
Y en el preciso momento en que Tamberskelver se aprestaba a disparar por tercera
vez, una flecha del arquero de Eric dio en la mitad de su arco, partindolo en dos.
Qu se ha roto? pregunt el rey Olaf.
Y respondi Tamberskelver:
Noruega, rey, entre mis manos.
Esta bellsima historia de Snorri, fue recogida por Carlyle y llevada al poema
heroico por Browning, y por el menos conocido, aunque tambin grande OTartahn,
que imagina al rey Olaf debatindose en la cida bruma del sueo, la lluvia y la
tormenta. Conexin notable entre las tribulaciones del rey Olaf Trygvesson en el
siglo X y uno de los problemas ecolgicos ms serios que enfrentan ya no slo la
pennsula escandinava, sino amplias regiones del norte industrializado.
La verdad es que la lluvia tiene una cierta inclinacin a la acidez. El agua, al
combinarse con el dixido de carbono, produce concentraciones cidas dbiles (que
llevan el pH, medida de la acidez, de su valor neutral 7, a 5,6), y la emisin, por parte
de las plantas industriales, de sulfuros y xidos de nitrgeno, genera, al reaccionar
con el agua atmosfrica, cidos fuertes, como el sulfrico y el ntrico; los vientos se
encargan de esparcir la plaga, y las precipitaciones cidas se abaten sobre vastas
zonas del planeta: en un lugar llamado Wheeling, en los Estados Unidos, la lluvia
lleg a tener un pH de 1,5, casi el mismo que el cido que se usa en las bateras de los
automviles (que tiene pH 1).
Segn registros y promedios anuales, la lluvia (y la nieve) cada en amplias
regiones del hemisferio norte es 5 a 30 veces ms cida de lo que debera. Pero es
slo un promedio: la lluvia de tormentas individuales puede ser entre varios cientos y
varios miles de veces ms cida. Va lluvia, el fenmeno se propaga a lagos y ros de
agua dulce. La acidificacin, entre otras cosas, afecta la velocidad de descomposicin
de la materia orgnica, al alterar las poblaciones de hongos y bacterias; por su parte,
las bacterias responsables del proceso de descomposicin trabajan ms lentamente en
un ambiente cido. As, el impacto se expande por todo el ecosistema, y altera todos

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los escalones de la cadena alimentaria: zooplancton, fitoplancton y peces disminuyen


en nmero de especies. En la patria del rey Olaf Trygvesson, la acidificacin de miles
de lagos de agua dulce y ros ha afectado las poblaciones de peces en un rea de 33
mil kilmetros cuadrados. Por su parte, el Instituto Noruego de Investigaciones
Hdricas determin que, por encima de cierto nivel de acidificacin del agua, todos
los peces desaparecen.
Parece muy difcil que las causas de esta contaminacin cedan en un futuro
inmediato: por ahora, se sigue constatando el aumento de la acidez en las
precipitaciones, problema que, si bien es ms agudo en el hemisferio norte,
potencialmente amenaza con alterar las condiciones atmosfricas de todo el planeta, y
no est, por lo tanto, circunscripto al norte industrializado, a la pennsula
escandinava, o a Noruega.
El rey Olaf no sobrevivi a la batalla de Svold: al perder su navo, se hundi en
las aguas y nunca ms fue visto. En el fondo de los fiordos, mientras se arruinan ros
y lagos, los pocos bardos que an subsisten, sostienen que la amargura de su derrota
regresa en forma de lluvia cida y lloran su ausencia.

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7. Un experimento que no volver a repetirse

Una cosa es la muerte, y otra cosa es el fin de los nacimientos.


A. Soule y F. Wilcox, 1985

En los ltimos doscientos cincuenta aos, setenta millones de focas murieron golpeadas con palos por los
buscadores de pieles.
Henry Gadkon, Hacia el fin de las especies, 1989

A lo largo de la historia de la vida, muchas especies desaparecieron. En realidad, el


noventa y nueve por ciento de las especies que existieron se extinguieron ya al
comps de los avatares de la evolucin y los cambios del planeta.
Pero las modificaciones que el sistema de vida humano produce sobre los
ecosistemas y la presin sobre el medio ambiente estn, hoy, provocando la
desaparicin de especies a un ritmo nuevo, que no respeta los tempos biolgicos. Ese
nuevo ritmo es nada menos que cuatrocientas veces mayor que el natural. De las
cinco a diez millones de especies que pueblan la Tierra, se extinguen entre quince mil
y cincuenta mil por ao; muchas otras estn en peligro, y cada una de ellas es nica e
irrepetible, un experimento biolgico que no volver a producirse.
Vale la pena contar un ejemplo escalofriante, que es el de la paloma migratoria
norteamericana. Y vale la pena hacerlo con nmeros.
Los primeros pobladores europeos de los Estados Unidos ya notaban la presencia
permanente de las azuladas y colilargas palomas migratorias. Uno de los primeros
colonizadores de la zona de Virginia describi la maravilla de las bandadas de estas
aves: Hay palomas salvajes en invierno ms all del nmero de la imaginacin. Yo
mismo vi pasar durante tres o cuatro horas bandadas tan apretadas y pobladas que
tapaban el cielo.
En 1854, otro testigo comentaba que el aire cobraba vida con estas palomas. Las
bandadas eran tan grandes y compactas durante las migraciones que cuentan que con
un solo disparo se venan abajo treinta o cuarenta pjaros. A veces los cazaban
tirndoles simplemente un trozo de madera.
Cuando llegaron los europeos, el nmero de palomas migratorias se estimaba en
cinco mil millones. Las palomas migratorias no tenan muchos predadores ms all
de guilas y halcones, o sea que su supervivencia pareca asegurada. Pero la
colonizacin fue peridicamente devastando las praderas y bosques y acabando con
su hbitat natural. Los primeros cazadores de estos animales alrededor de 1630, lo
hacan usando redes. Primero fueron cazados por las plumas y sus carnes, pero hacia
1830 se comenz a capturar en trampas a palomas vivas para liberarlas y hacer
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prcticas de tiro: en 1870 se mataban de esta forma 250 mil. El resultado fue que a
mediados del siglo pasado la poblacin se haba reducido a la quinta parte. Y todava
no haba empezado la depredacin masiva, que apareci cuando se instaur una red
de cazadores organizados con trampas, que llevaban la carne de estas palomas a las
nuevas ciudades de la costa este de Estados Unidos: en 1855 se mandaban
anualmente de la zona de los grandes lagos trescientas mil a Nueva York en tren. Y el
comercio se incrementaba: el 23 de julio de 1860 se enviaron 235 200. Durante el ao
1874, el estado de Michigan despach ms de un milln de pjaros y dos aos
despus estaban enviando cuatrocientos mil por semana; en 1869 otro condado de
Michigan mand siete millones y medio de pjaros. A este ritmo, la especie no poda
resistir y su nmero ya se haba reducido severamente. Pero de todos modos
prosegua el exterminio y en 1880 se pudieron comercializar 527 mil palomas.
Y as fue. A finales de los 80, la especie se haba vuelto un objeto extrao de
investigacin y leyenda. En 1900, en Ohio murieron los ltimos ejemplares en
libertad. En 1914 el nico sobreviviente de una especie que alguna vez haba contado
con cinco mil millones de ejemplares, que cubran el cielo, muri en cautiverio en un
zoolgico de los Estados Unidos.

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8. Los problemas de la tierra (III): el apocalipsis.


Termina el coro de las lavanderas
LAVANDERA 3ra.:
LAVANDERA 1ra.:
LAVANDERA 2da.:

Qu se cuenta?
Qu dice la gente?
Que no sabe qu hace
el nuevo intendente.

LAVANDERA 1ra.:

La ciudad sucia
La ciudad pestilente
No le sirve a la gente.

LAVANDERA 2da.:

Bosque, ro y ciudad
se es nuestro lugar!

LAVANDERA 1ra.:

Ciudad, bosque, ro.


Cansancio y fro.

LAVANDERA 2da.:

Nuestras vidas son las calles


que atraviesan la ciudad
si va basura a las calles
a la vida tambin va.

Cuando se aproximaba el ao mil, Luca, la gente tema al Apocalipsis. Ahora que se


acerca el ao dos mil (y est por empezar el tercer milenio), vuelven algunos de los
viejos miedos; los nmeros redondos tienen su magia, sin duda. Por supuesto, el ao
dos mil no tiene nada de particular; es ms, el ao dos mil es slo para quienes se
rigen por el calendario occidental. El Apocalipsis, que durante tres dcadas tom la
forma de una guerra nuclear, hoy adquiere el contorno impreciso de un desastre
ecolgico.
Apocalipsis me resulta familiar, pero ecologa dijo Adso.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis parecen llamarse hoy: ozono, efecto
invernadero, desertizacin, ciudades inmanejables, bosques que desaparecen,
desechos
sos son ms de cuatro jinetes objet Adso. Ya llevo contados seis pero
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el viajero hizo un gesto y Adso trat de no interrumpir.


Y sin embargo, la necesidad de progresar y mejorar las condiciones de vida de la
gente exige ms presin todava sobre el medio ambiente.
LAVANDERA 1ra.: Ya quisiera yo un lavarropa!
La poblacin mundial crece, aumenta la pobreza y la pobreza necesariamente
trae depredacin: los campesinos que queman el Amazonas lo hacen presionados
por la desesperacin de cultivar y subsistir. Solamente en los pases que consiguieron
un cierto nivel de vida aceptable se estn haciendo esfuerzos para detener la
destruccin: la gran mayora de los pases pobres tiene urgencias ms grandes.
Todo sigue como una rueda sin sentido: las grandes compaas industriales de la
parte rica del mundo destruyen el medio ambiente para satisfacer las exigencias de
los altos estndares de vida y la presin del mercado y son por lo tanto reacias a
autolimitarse, y los sectores sumidos en la pobreza destruyen el medio ambiente
para sobrevivir.
No tiene sentido, en verdad dijo Adso de Reims.
FIN DEL CORO DE LAS LAVANDERAS
Este mundo no es nuestro. En el pasado
los hombres que una vez nos precedieron
habitaron en l, y nos lo dieron
para usarlo por un tiempo limitado
y despus entregarlo en buen estado
a aquellos que vendrn, y an no nacieron.
El aire, el rbol, el mar intermitente,
las ciudades erizadas de cemento,
el bosque mudo, el desage, y aun el viento,
no resisten porque s, ni eternamente
el secreto no es nada ms que esto:
hay un solo planeta. Y no hay repuesto.
Se retira el coro de las lavanderas. No volver a aparecer. Adso y el viajero, que
lo saben, las miran irse con tristeza.
Y finalmente habr apocalipsis ecolgico? pregunt Adso.
No dijo el viajero. No lo habr. O por lo menos, no tiene por qu haberlo.
Y ley.

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Una cierta dosis de ecologa, Luca, no est mal. Nada mal, en realidad, pero
conviene cuidarse precisamente con la dosis. El movimiento ecologista mantiene un
ideal noble, y se anot triunfos importantes como la reunin que en 1992, en Ro de
Janeiro, reuni a jefes de Estado de casi todos los pases del planeta y, de alguna
manera, instal la preocupacin por el medio ambiente como uno de los grandes
problemas actuales, que lo es.
Pero la ecologa, que muestra y revela problemas muy graves, tambin puede,
usada en grandes dosis, servir para ocultar otras situaciones ms de fondo, como la
pobreza y la injusticia, o que los rincones pobres del planeta siguen transfiriendo
buena parte de la poca riqueza que tienen a los pases ms ricos.
No hay un apocalipsis ecolgico que amenace al planeta, Luca: la Tierra es muy
grande y muy resistente, y tiene una historia que demostr su solidez. Un planeta
difcilmente puede ser puesto en peligro por lo que haga una especie que vive sobre la
fina cscara que lo cubre.
Tampoco hay un apocalipsis ecolgico que amenace con destruir por completo
nuestro hbitat (salvo, quizs en el caso de una guerra nuclear) y ni siquiera nuestra
especie. Todos los problemas ecolgicos se pueden resolver; tenemos la inteligencia
y la tecnologa para hacerlo: incluso ya se empiezan a alcanzar algunos acuerdos para
hacerlo (como la limitacin de las emisiones de los aerosoles, o de dixido de
carbono) y eso siempre es bueno.
Pero nada cambiar completamente hasta que las cosas sean un poco ms justas,
hasta que, repitiendo las palabras de Adso, todo deje de girar como una rueda sin
sentido. Somos una sola especie, Luca: por qu deberamos resignarnos a la
desigualdad?

Noticia sobre el urbanismo


Desde la revolucin agrcola, hace diez mil aos, la proporcin de gente que viva
en ciudades nunca pas del diez por ciento. Incluso hace un siglo, slo uno de cada
diez habitantes viva en ciudades. Hoy, la mitad de la poblacin del mundo es urbana.

Noticia sobre la basura


Las grandes ciudades producen toneladas y toneladas de residuos, muchos de los
cuales son muy difciles de reciclar. Un habitante de Buenos Aires fabrica en tres
meses el equivalente a su propio peso y volumen en basura, y un neoyorquino, lo
hace en apenas un mes. Nueva York produce cinco veces ms basura que Calcuta, y
ms que toda el frica junta. Una ciudad como Buenos Aires produce cuatro mil
quinientas toneladas de basura por da, ms de un milln y medio de toneladas de
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basura por ao: bastaran diez meses para cubrirla con un manto de desperdicios de
un centmetro de espesor, y sobrara an para alguno que otro partido del conurbano.

Noticia: la injusticia
Un quinto de la poblacin mundial concentra el ochenta por ciento de los
recursos, mientras que mil millones de personas son pobres absolutos y quinientos
millones estn subalimentados. Dos mil millones de personas tienen la lea como
nico recurso energtico, y pasan la mayor parte de su jornada de trabajo tratando de
conseguirla.

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9. La especie dominante

Infundirs temor y miedo a todos los animales de la Tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta
por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a tu disposicin. Dominars tanto a los vertebrados como a los
invertebrados, sers seor de insectos y bacterias, y hasta el mnimo virus y su ADN te obedecer.
Gnesis, 2, Versin del exgeta Ben Gellman, Jerusaln, 1974.

Hace tres millones de aos, nuestra especie alumbr en el este de frica y empez a
recorrer los pasos evolutivos que lo llevaron a convertirse en el homo sapiens
sapiens, que hace treinta mil aos emigr y comenz la colonizacin del planeta
Tierra, desplazando a otras variantes de homo o tal vez mezclndose con ellas y
hoy, prcticamente todos los lugares de la Tierra estn ocupados por asentamientos
humanos.
Durante la mayor parte de nuestra historia, cremos que ramos el centro de la
Creacin, que el planeta todo y la naturaleza y hasta los cielos estaban hechos
para nuestro servicio. La teora de la evolucin nos volvi a incluir en el torrente de
la biologa, como una rama ms del rbol de la vida. Pero seguimos pensando, en
muchos casos, que somos la cspide de esa biologa, que somos la rama principal del
rbol, como si toda la evolucin hubiera estado dirigida a producirnos a nosotros.
Todava, y en gran medida, nos vemos como los reyes de la Creacin, como la
especie dominante.
Es verdad que tenemos una capacidad de accin y de destruccin gigantesca,
totalmente desproporcionada en relacin con nuestro nmero: somos capaces de
modificar ecosistemas enteros, depredar los ocanos y destruir otras especies. Si
pusiramos en juego la capacidad nuclear acumulada, podramos producir una
catstrofe planetaria de caractersticas similares a la que provoc suponemos la
extincin de los dinosaurios. Nos hemos adaptado, adems, a un montn de
ambientes distintos. Pero somos realmente la especie dominante?

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Yo creo que no. Por empezar, aunque somos muchos, la poblacin humana no
puede compararse a la de, por ejemplo, los insectos que son mucho ms numerosos
que nosotros: por cada ser humano, hay ms de cien millones de insectos. Adems,
son mucho ms antiguos: se las arreglaron para aparecer antes que nosotros y vivir en
el planeta mucho tiempo, tan bien o mejor que nosotros, para sobrevivir y adaptarse a
los cambios del medio ambiente.
De casi todas las especies que conocemos hasta ahora, ms de la mitad son
especies de insectos.
Y qu decir de formas an ms elementales de vida? Al fin y al cabo, los
insectos existen desde hace cientos de millones de aos, pero las bacterias, por
ejemplo, casi casi los seres ms sencillos que se puedan imaginar una sola clula,
sin ncleo, tienen miles de millones de aos de antigedad y se reproducen de la
forma ms simple: dividindose. Y hay tantas, que una sola palada de tierra contiene
tantas bacterias como seres humanos sobre la Tierra: en cierto sentido, las bacterias
son tan verstiles, que algunos bilogos especularon con la idea de que el conjunto de
las bacterias forma un verdadero superorganismo a escala planetaria. Las bacterias ni
siquiera necesitaron evolucionar y convertirse en complejos organismos para
adaptarse al medio ambiente. No sern las bacterias la verdadera especie dominante
en el planeta?
Y qu decir de los virus? Son todava menos que las bacterias, casi casi se podra
decir que estn en la frontera entre lo que est vivo y lo que no est vivo. Ni siquiera
son clulas. Y encontraron una manera de multiplicarse sin hacer el ms mnimo
esfuerzo: se introducen en una clula y hacen que la clula trabaje para ellos y
consiga los materiales como para fabricar rplicas. La eficacia de los virus es
asombrosa.
Podemos seguir considerndonos la especie dominante, Luca, o es que las
revoluciones copernicana y darwiniana, que nos sacaron del centro del cosmos, no
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estn del todo terminadas?


Es as? pregunt Adso. No somos la especie dominante?
El viajero se encogi de hombros.
Bueno dijo al fin. Debo irme.
Faltan unas pginas an dijo Adso.
S dijo el viajero. El libro ya se termina. Pero en los dos captulos que
faltan, quien escribe debe estar solo para despedirse tambin l.
Y cmo los leer yo? pregunt Adso, que repentinamente se sinti inundado
por una enorme tristeza. Te llevars el libro?
Te regalar un ejemplar dijo el viajero, sacando de su morral, para sorpresa
de Adso, otro libro idntico. Son las maravillas de la imprenta explic el viajero,
entregndoselo. Podrs leerlo y releerlo, si quieres, y hasta agregar tus
comentarios.
-El libro est lleno de mis comentarios dijo Adso. Alguna vez, cuando haya
visitado el Reino del Preste Juan, el reactor nuclear de Oklo y tantos y variados
lugares como me has sugerido, yo tambin escribir un libro que se llamar
Viajes.
No lo dudo dijo el viajero, haciendo una seal con la mano.
As se despidieron, prometiendo volver a verse y sabiendo que no volveran a
encontrarse jams. Nosotros, salvo una breve mencin en el eplogo, tampoco
volveremos a saber nada de ellos.

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10. El fin de la tierra

Alguna vez, habr un ltimo da de sol sobre la Tierra.


Carl Sagan

La Tierra, que naci alguna vez, terminar algn da. Parece que nada en el universo
ni el universo mismo es eterno, o quiz la idea de eternidad nos asusta tanto, o
nos resulta tan ajena que no la podemos admitir; pero lo cierto es que la Tierra, que
hace cuatro mil quinientos millones de aos se form a partir de materia estelar
resto de antiguas estrellas que se consumieron y explotaron; la Tierra, nuestro
lugar, que se condens, junto con el Sol y el resto del Sistema Solar a partir de una
nube primaria de partculas de polvo csmico, terminar alguna vez: alguna vez,
habr un ltimo da de sol sobre la Tierra, deca el gran Carl Sagan. Alguna vez habr
un ltimo amanecer, un ltimo aliento, una ltima oscilacin temblorosa de la
brjula.
Un da, dentro de cinco mil millones de aos, el hidrgeno, que es el combustible
que alimenta al Sol, se agotar, y el Sol entrar en los momentos finales de su
existencia. Los astrnomos conocen y han estudiado bien esos procesos estelares: al
terminarse el hidrgeno que al fundirse produce la energa solar, nuestra estrella
empezar a quemar el helio y otros elementos ms pesados; al mismo tiempo
aumentar de tamao, hasta convertirse en una estrella gigante de color rojo, como
algunas que vemos brillar en el cielo, y que son estrellas moribundas: llegar ms all
de la rbita de Mercurio y Venus, que se derretirn y evaporarn, y probablemente
devore tambin a la Tierra, que, ese da, dejar de existir.
Luego, el Sol se contraer lentamente y seguir brillando dbilmente como una
pequea estrella de las que llamamos enanas blancas por algunos miles de millones
de aos ms, hasta apagarse del todo. Puede ser que los grandes planetas exteriores se
salven y sigan girando incansablemente en torno del Sol moribundo, pero la Tierra
no; se convertir en ceniza estelar.
Es difcil ponerse triste por algo que ocurrir recin dentro de cinco mil millones
de aos, una cifra tan vasta, tan enorme. Qu ser de nuestra especie, la humanidad,
para ese entonces? Existir todava? Habremos ya colonizado las estrellas? El
universo est lleno de lugares adonde podemos ir e instalarnos.
La verdad es que si nuestra especie sobrevive a esos ocanos de tiempo, en algn
momento deberemos partir, alejarnos de este planeta que nos vio nacer hace apenas
un instante en el fro y helado transcurrir del tiempo y buscar nuevos horizontes.
(Probablemente, deberemos dejar la Tierra mucho antes del fin del Sistema Solar:
la vida en nuestro planeta se basa en la existencia de oxgeno libre en la atmsfera,
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que se produce y se renueva a partir de un complicado ciclo, pero ese ciclo, segn
parece, no durar para siempre: dentro de mil millones de aos segn los mejores
clculos hechos hasta hoy, cesar y ya no habr suficiente oxgeno libre para
sostener la vida, a menos que seamos capaces de producirlo e inyectarlo en la
atmsfera de alguna manera y por nuestros propios medios).
Lo cierto es que alguna vez deberemos abandonar una geografa y continentes
que sern muy distintos de los actuales como lo fueron en el pasado, cadenas de
montaas diferentes, mares con nombres que no podemos soar an, en idiomas que
todava no empezaron a formarse; deberemos buscar otro lugar en nuestra galaxia
la Va Lctea o en otras galaxias quin sabe?; para ese entonces estoy
seguro, Luca habremos entrado en contacto con otros seres inteligentes, con otras
especies inteligentes, con otras formas de vida inteligente que deben existir en el
universo.
Lo que puede ocurrir entonces, est ya fuera del alcance de nuestra imaginacin;
es mejor llamarse a silencio, soar y escuchar, que tratar de visualizar el momento en
que alguien, que quiz parta en una nave estelar rumbo a las estrellas y un nuevo
sitio, eche la ltima mirada humana sobre el planeta Tierra, que fue el hogar de la
humanidad durante millones de aos.

Un da, la Tierra terminar, y reanudaremos nuestro viaje a las estrellas.

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Eplogo

Y bueno. Ya estoy escribiendo las ltimas lneas de este libro que es mi regalo de
cumpleaos, y lo hago con alegra y tristeza. Alegra porque pude terminarlo a
tiempo, Luca, para que lo tengas el ocho de octubre y tristeza porque termina este
dilogo personal. Hay hitos y ritos en la vida, como los hay en la historia de la
humanidad, en general relacionados con ciertos nmeros: cumplir quince aos es uno
de ellos.
Si es verdad que viajamos en el tiempo, como en un tren, hay estaciones
importantes, que se esperan con especial cario y que se abandonan con especial
tristeza. ste es el caso.
Ahora son las cuatro de la maana y estoy escribiendo esto en un caf, en
Billinghurst y Corrientes, que est abierto durante toda la noche; alrededor hay gente
que conversa retazos de vidas que se cruzan una vez y quiz no volvern a
cruzarse, como no volvern a cruzarse el viajero y Adso de Reims, gente del
planeta Tierra, del cual hablamos a lo largo de estas pginas; de su historia y de su
nacimiento, de sus profundidades, donde brilla la roca fundida y late el metal
caliente, de las ideas, mitos, teoras que se tejieron sobre l; de cuando se pensaba
que era un disco plano, o de cuando se pensaba que alguna vez haba estado cubierto
por un inmenso ocano que se retiraba lentamente, o de cmo se descubri el
mecanismo que permiti a la vida surgir, dar sus primeros pasos y emprender la
aventura de la evolucin.
Se acerca la palabra fin: es una despedida y es tambin un encuentro. Ojal que
este libro te sirva y le sirva a otra gente para acercarse a la belleza y el placer del
arte y el conocimiento, para comprender lo hermoso que es comprender, la emocin
que se siente al descubrir, adivinar, descifrar algn misterioso y secreto mecanismo
de la naturaleza, y el orgullo de que nosotros, mujeres y hombres del planeta Tierra,
que venimos de las estrellas y miramos hacia ellas, hayamos podido construir todo lo
que construimos: pienso en las fugas de Bach, los cuartetos de Mozart, las sonatas
para piano de Beethoven, las canciones de los Beatles; pienso en Eratstenes
inclinndose sobre su varilla en la ciudad de Alejandra y comprendiendo, de pronto,
el tamao de la Tierra. Pienso en los que descubrieron el tiempo profundo y en los
pacientes msicos y mecnicos que inventaron el tiempo cotidiano; en los peregrinos
que buscaron lugares imaginarios; en los cartgrafos que fueron construyendo una
imagen creble de las Tierras Conocidas, y los que vieron a las placas tectnicas
moverse arrastrando continentes y mares.
Somos un instante en el flujo del tiempo, Luca, un instante en la historia del
planeta, incluso en la de nuestra especie, que es una especie joven y reciente.
Cualquiera dira que no somos nada, que no contamos, pero tenemos un arma que nos
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hace poderosos: el amor por la belleza y el conocimiento.


Ya se termina la noche, llega el da de tu cumpleaos; el amanecer siempre me
produjo cierta angustia; pienso en las sensaciones que el amanecer producira en
nuestros remotos antepasados: tranquilidad, alivio ante la peligrosa noche que
terminaba?, ansiedad por el nuevo da en el que habra que luchar duramente por la
existencia?, renovado asombro ante ese mundo desconocido que los rodeaba?
Sentiran, como siento yo ahora, que se puede palpar, casi tocar el flujo del tiempo
que nos arrastra, que nos lleva hacia dnde, Luca? No lo sabemos.
El da recomienza.
Un mundo flota en la Nada.
Un mundo en el mundo vaco.
Nuevas criaturas se asoman desde los bosques y otean el mundo.
Somos nosotros.
Que estamos naciendo.
Feliz cumpleaos.
8 de octubre de 1997

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LEONARDO MOLEDO es escritor, matemtico y periodista argentino especializado


en temas culturales y cientficos.
Despus de estudiar en el Colegio Nacional de Buenos Aires se recibi de licenciado
en Ciencias Matemticas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la
Universidad de Buenos Aires. Sigui la carrera cientfica trabajando para el Consejo
Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET). Al mismo tiempo
curs Historia en la Facultad de Filosofa y Letras (UBA).
Ha desarrollado una exitosa carrera en el periodismo cientfico y la divulgacin. Fue
profesor titular de Periodismo Cientfico en la Facultad de Ciencias Sociales de la
UBA y tambin profesor de Problemtica de la Ciencia y Periodismo Cientfico en la
Universidad Nacional de Entre Ros.
Su tarea como divulgador cientfico se completa con notas, columnas y reportajes en
varios peridicos, principalmente Pgina/12, donde es director del suplemento de
ciencias Futuro, y con programas que ha realizado en las radios Municipal y
Rivadavia, ambas de la Ciudad de Buenos Aires. Tambin fue guionista del ciclo
televisivo Ciencia y Conciencia que se emiti por Canal 13 en 1989.
En 1994 recibi el diploma al mrito de la Fundacin Konex como Mejor figura en la
ciencia-ficcin. En 1997 recibi otro premio Konex, el Diploma al mrito como
Mejor Figura de la ltima Dcada en la categora "Comunicacin - Periodismo
Argentino". De 2000 a 2007 fue el Director del Planetario Galileo Galilei de la
Ciudad de Buenos Aires, adems de Profesor de la Universidad de Buenos Aires, de
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la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad Nacional de Entre Ros.


Ha publicado los libros de difusin cientfica: De las tortugas a las estrellas (1995),
Curiosidades de la ciencia (1997), Dioses y demonios en el tomo (1996),
Curiosidades del Planeta Tierra (1997), Curiosidades de la ciencia (2000), Diez
teoras que conmovieron al mundo (I y II, coautor: Esteban Magnani, 2006,
publicado en Espaa con el ttulo As se cre la ciencia), El caf de los cientficos,
sobre Dios y otros debates (coautor Martn de Ambrosio, 2006), El caf de los
cientficos (II), de Einstein a la clonacin (coautor Martn de Ambrosio, 2007), La
leyenda de las estrellas (2007), Lavar los platos (coautor Ignacio Jawtuschenko,
2008), Los mitos de la ciencia (2008), El ltimo caf de los cientficos (coautor Javier
Vidal, 2011); y en el campo de la difusin cientfica para nios, La evolucin (1995),
El Big Bang (1995), y La relatividad del movimiento (1996).
En el campo literario es autor de tres novelas: La mala guita (1976), Verdico informe
sobre la Ciudad de Bree (1985) y Tela de juicio (1987); de dos obras teatrales: Las
reglas del juego (1985) y El regreso al hogar (1987) ambas estrenadas en el Centro
Cultural General San Martn de la Ciudad de Buenos Aires; y de numerosos
cuentos, algunos incluidos en antologas de ciencia-ficcin, y publicados en diarios
destacados de la prensa argentina (Clarn, Pgina/12) y en revistas como El Pndulo y
Minotauro. En 1996 escribi una Agenda cientfica y la serie de fascculos Un viaje
por el universo, ambos editados y distribuidos por el diario Pgina/12.

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