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LA OBRA
© Lesivo Bestial | Sin título
© Lesivo Bestial | Estudio y mural | Varias
d oi :
10.15446/djf.n21.10101267
De heridas y montajes
ivá n m aur i ci o patiñ o m o s co s o*
U
cómo citar:
Patiño Moscoso, Iván Mauricio.
“De heridas y montajes”. Desde el Jardín de
Freud 21 (2021): 509-512, doi: 10.15446/djf.
n21.10101267.
* e-mail: impatinom@unal.edu.co
1.
Como decía el pintor Josep
Renau del cartel.
© Obra plástica: Lesivo Bestial
n decir golpea la epidermis urbana, y un cartel, una pintada, una calcomanía,
una escritura angustiada —angustiante— retorna como la onda de un eco.
Un grito pegado en la pared1, eco de un decir, que también es demanda,
pedido de auxilio, pregunta, interpela. Los muros del espacio público gritan
desde que hay un decir, desde que hay algo por decir. Las paredes de la ciudad miran
con ojos sangrantes desde que ese hecho de decir insiste, se impone, obliga. Obliga
la imagen, obliga la forma y la concreción. Encauza la línea, la trama, la sombra, el
volumen, la luz, el color. Y el sonido trémulo de los contrastes engancha, la crepitación
de las texturas asombra, el trepidar de los colores estremece.
No se observa una composición de Lesivo; su dibujo es el que mira y, esa mirada,
lacera. En el fundamento de la obra de Lesivo, podría pensarse, el uso de la parresía.
No solo la posibilidad —o la libertad— de decir, sino el compromiso asumido con lo
que se dice, esto es, el núcleo de lo político y su ejercicio en el ámbito de lo público;
el lugar de la convergencia, el campo álgido de la ciudadanía y el espacio en que se
juega; sensiblemente, el pacto social. Las pintadas de Lesivo constituyen el ejercicio de
la ciudadanía, esa oscilación entre proximidad y distancia, que se juega en la relación
con toda alteridad, y, por eso mismo, en los registros del amor y la agresión.
Son recurrentes imágenes similares a las que se produjeron —iniciando los años
30 del siglo pasado— con el nacimiento fulgurante de la propaganda estadounidense.
Imágenes que en su contenido siguen vigentes, pues las mismas ideas de bienandanza,
dicha y prosperidad sostienen los imperativos de esta época. No obstante, con esas
imágenes se dice todo lo contario. Con el tratamiento dado por el artista, delatan la
impostura de los tiempos modernos y la farsa de sus ideales epicúreos. Así, el golpe es
asestado por viñetas sardónicas que se sintetizan en calaveras sensualistas o mirones
entrometidos. Se devela la ironía, y el sarcasmo —sarkasmos, σαρκασμός, lo que
rasga la carne repentinamente, lo que lesiona de golpe— se condensa en niñitos
que portan misiles o dinamita a manera de golosina pecaminosa, en los gestos de
i vá n m au r i c i o pat i ñ o m o s co s o [d e h er i da s y m o n ta j e s]
Desde el Jardín de Freud [n.° 21, Enero - Diciembre 2021, Bogotá]
issn : ( impr e s o )
1657-3986 ( en líne a ) 2256-5477, pp. 509-512.
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2.
3.
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Como dijera el filósofo Giorgio
Agamben en su texto titulado
¿Qué es lo contemporáneo?.
Audire en el verbo oboediere.
En castellano: ‘obedecer’.
animales padecientes de humanidad, o en el rictus fanfarrón y obsceno de un humano,
bestialmente… más humano.
¿Cómo se concreta la imagen? A partir de una palabra. A partir de un decir
siempre antecesor a cualquier motivo pictórico o escritural. Montajes cercanos al
collage cristalizan temas condensados en frases o sentencias sonoras y pregnantes.
Juegos de palabras constituyen los rasgos que orientan y organizan la composición.
Todo tipo de catálogos, diccionarios, cartillas o instructivos se convierten en insumos de
experimentación y montaje. Fotocopias de dichos materiales, entregadas al escalpelo,
aumentadas o reducidas, desproporcionadas o redimensionadas, concretan asuntos
relacionados con lo coyuntural y contingente, aunque cotidiano y habitual. Las imágenes
se deslocalizan y se resignifican cuando se ensamblan en una nueva composición que
explicita un tema siempre relativo a las demandas de mínima dignidad en cualquier
sociedad: salud, educación y trabajo. Finalizado el ensamblaje, la imagen pasa por la
digitalización y de allí a su reproductibilidad por medio del esténcil, el aerosol o las
estampas y carteles fijados con engrudo o papel adhesivo.
Así, tras el rastro de este decir previo a la imagen, encontramos, de un lado, un
tiempo para la interrogación. Instante en que el artista resulta radicalmente implicado
en su tiempo, en su contemporaneidad; momento en que es mirado por la bestia2 de su
época. En este instante se ponen en suspenso los asuntos relacionados con el ejercicio
del poder. El artista se pregunta por los límites entre la legitimidad de la autoridad y
la legalidad tecnoburocrática del autoritarismo, oscilación que deriva en violencias de
todo tipo, en censuras y silenciamientos sistemáticos. Interroga lo relacionado con las
tradiciones y desmantela ciertos sistemas de normas y códigos morales anquilosados
o sin posibilidades de ofrecer algo a las demandas de nuestra época. Asuntos como
la religión, la familia o la escuela abren campos en los cuales pensar la servidumbre
voluntaria o la obediente esclavitud. La obra de Lesivo hace objeción al acallamiento y
al puro escuchar3 acrítico, alienante o dogmático. Adviene, entonces, un momento para
la manifestación espontánea de la objeción. Se abre un espacio en que la indignidad
toma matiz de acción y efecto irguiéndose hic et nunc. La responsabilidad ética, aún
con sus rodeos y desencuentros, es apuntalada tras la asunción política y, con ello,
el hecho de decir hace carne. Entonces la obra muestra. Da a ver. Dice algo de lo
que está en la médula del envilecimiento del campo social: ausencia de solidaridad
e individualismo despótico; narcisismo, autorreferencia cínica y hedonismo sin ápice
de vergüenza.
Para Lesivo, esa manifestación espontánea desborda el método plástico o la
modalidad técnica de expresión. Esta resulta más o menos contingente. No obstante,
tres principios funcionan como base para la composición y el montaje. Uno: potencia
Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas,
Escuela de Estudios en Psicoanálisis y Cultura, Revista de Psicoanálisis
de la imagen. Debe haber alto impacto. Debe convocar, debe
interrumpir por un momento la marcha del transeúnte. Dos:
facilidad en la ejecución. La pintada debe requerir poco tiempo
para su producción. Por ello la lata de aerosol o la producción
seriada por medio de la serigrafía resultan cómodas y versátiles.
Tres: recordación, resonancia. La pintada debe asegurarse un lugar
en lo que se dice, en lo que circula, en lo que se habla, en lo que
se discute, en lo que conversa la ciudadanía; un espacio en eso
que constituye, al fin y al cabo, el lugar tercero que sirve de código
y sostén del lazo social.
Pero la manifestación espontánea debe trascender la
efervescencia y señalar, al menos, unos cuantos puntos específicos
de incidencia. En ese sentido, la obra de Lesivo invita a pensar la
noción misma de democracia, a revaluar sus modos de representatividad y participación. Una reformulación del campo democrático
debe garantizar una participación amplia, sostenida y más allá de
la engañifa propia de la política burocrática. En este momento
lo lesivo, como nombre propio, adquiere mayor brillo. Adviene
como desmarque radical de círculos como los de la publicidad y el
diseño ortodoxos, así como de algunas esferas cerradas y elitistas
enquistadas en las galerías o en la academia. Lesivo hace serie con
Cochino, Excusado o Toxicómano, nombres propios de otros artistas
cuya propuesta controvierte y hace burla de ciertas concepciones
alrededor de la belleza, el bienestar, el éxito, las buenas costumbres
y la gente que a bien tiene reproducirlas.
La obra de Lesivo, entonces, es —digámoslo así y en
sentido amplio— una obra militante. Une con su sangre la espalda
despedazada de su tiempo4. Su escritura zanja la discusión entre
la implicación o no del arte con lo político, pues la dignidad del
arte encuentra cimientos, entre otras cosas, en la objeción y la
interrogación que hace al discurso o, al menos, al que detenta
la máscara de amo. En afirmación de ello, el artificio artístico,
contingente como la técnica o modalidad de expresión, obedece
solo a la potencia del decir y, con ello —es la invitación de la
obra—, al ejercicio fundamental de ciudadanía.
4.
[d e h er i da s y m o n ta j e s]
Desde el Jardín de Freud [n.° 21, Enero - Diciembre 2021, Bogotá]
Nuevamente Agamben en el mismo texto.
i vá n m au r i c i o pat i ñ o m o s co s o
issn : ( impr e s o )
1657-3986 ( en líne a ) 2256-5477, pp. 509-512.
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