Jesús Armando Martínez Gómez
María Elizabeth de los Ríos Uriarte
Karla Elizabeth Mariscal Ureta
Coordinadores
Bioética y Fratelli
Tutti en diálogo con
las Ciencias Sociales
tirant humanidades
Ciudad de México, 2023
Copyright ® 2023
Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de
este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún
procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia,
grabación magnética, o cualquier almacenamiento de
información y sistema de recuperación sin permiso escrito
de los autores y del editor.
En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant
Humanidades publicará la pertinente corrección en la
página web www.tirant.com/mex/.
© Varios autores y autoras
© TIRANT HUMANIDADES
DISTRIBUYE: TIRANT LO BLANCH MÉXICO
Av. Tamaulipas 150, oficina 502
Hipódromo, Cuauhtémoc, 06100, Ciudad de México
TELFS.: +52 1 55 65502317
infomex@tirant.com
www.tirant.com/mex/
www.tirant.es
Librería virtual: www.tirant.es
ISBN: 978-84-19825-94-0
Si tiene alguna queja o sugerencia, envíenos un mail a: atencioncliente@tirant.
com. En caso de no ser atendida su sugerencia, por favor, lea en www.tirant.
net/index.php/empresa/politicas-de-empresa nuestro Procedimiento de quejas.
Responsabilidad Social Corporativa: http://www.tirant.net/Docs/RSCTirant.pdf
Capítulo 8
Reconstrucción de los presupuestos
antropológicos en Fratelli Tutti como
justificación para su universalismo
Ricardo Marcelino Rivas García
1. INTRODUCCIÓN
La encíclica del Papa Francisco que nos ocupa (FT, 2020) es
definitivamente un documento que resume la perspectiva social y
política del pontificado del obispo de Roma. Destinada no sólo a la
comunidad católica sino a todas las personas de buena voluntad, es un
llamado a la construcción de la tan anhelada fraternidad universal,
llamado que hoy se vuelve más urgente en un contexto marcado por la
división, polarización y exclusión, estimuladas por renovadas
formas de autoritarismo, por regímenes autocráticos y por políticas
públicas en materia económica y social que no han logrado -o no han
querido- resolver los muchos problemas que a nivel planetario creímos
haber superado ya a finales del siglo pasado, mismos que ahora se
presentan con nuevo rostro y una mayor complejidad.
A nuestro juicio, Fratelli Tutti presupone una concepción
antropológica que desde el punto de vista filosófico no está
suficien-temente tematizada, es decir, no presenta una
fundamentación filosófico-antropológica palmaria que dé soporte y
consistencia al principio de fraternidad que atraviesa toda la encíclica
(Véase Prieto, 2020; Caste-llón-Martin, 2021). Esta ausencia de
fundamentación filosófica y antropológica explícita puede ser un
problema perceptible si revisamos las múltiples posturas e
interpretaciones al respecto de muy diversa índole que se dieron en
forma de un torbellino de comentarios en la prensa, redes sociales,
foros temáticos, eclesiales y académicos, que aparecieron
inmediatamente después de su publicación.
Reconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
153
Este capítulo se propone hacer una tematización y reconstrucción
de los supuestos que están presentes en el documento pontificio con
el objetivo de situar algunos componentes del llamado a la fraternidad
y amistad universal, con los cuales sea posible ver la coherencia metodológica y conceptual de la encíclica en relación con su perspectiva
universalista.
2. FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA UNIVERSALISTA SIN
FUNDAMENTALISMO
En la filosofía clásica se suele hacer la distinción entre el objeto material y el objeto formal de cualquier disciplina. La ética, la política, la
psicología, la antropología y otros campos del conocimiento —incluidas ciertas ramas de la teología— tienen en común el mismo objeto
material, el mismo objeto de estudio: el ser humano. Pero lo que marca
la diferencia entre una disciplina y otra es el objeto formal, es decir, el
aspecto, ángulo, mirada o metodología desde la cual se aborda al objeto
material. Toda concepción moral, política, social, pastoral, presupone
una visión del ser humano, y a su vez, toda concepción del ser humano
presupone una determinada visión ontológica. Es esta concepción ontológica lo que define el carácter formal de la antropología, en cuanto
análisis de las condiciones de posibilidad del ser humano o, dicho de
otra forma, como análisis de las estructuras más profundas y esenciales
que constituyen la esencia del ser humano. ¿Qué es y quién es el ser humano que está referido implícitamente en la encíclica y en la mente del
papa Francisco?, ¿cuál es el concepto de ser humano presupuesto como
suelo irrebasable en la mirada y llamada contenida en este documento del papa? ¿Es deliberada la ausencia u obviedad de un fundamento
antropológico para que la invitación a toda persona de buena voluntad
realmente pueda tener alcance universal? ¿Se justifica tal omisión o tal
obviedad en la encíclica, pues se espera que la llamada a la construcción
de la fraternidad no necesite ser fundamentada sino, más bien, concientizada, interiorizada, asumida y puesta en práctica en la vida? Desde
154
Ricardo Marcelino Rivas García
la perspectiva filosófica no siempre se está dispuesto a renunciar a la
búsqueda de fundamento, excepto en pensadores posmodernos, puesto
que para estos últimos todo fundamento mantiene viva la tentación de
recaer en fundamentalismo.
Una hipótesis de trabajo en este capítulo es la necesidad de responder a la pregunta por el ser humano que está implícito en Fratelli Tutti,
dado que esta fundamentación filosófico-antropológica sí es coherente
con la pretensión de universalidad del principio de fraternidad, ofrece
una concepción asumible por toda persona de buena voluntad y evita
la reincidencia en cualquier forma de fundamentalismo sin quedar a
merced del relativismo. Siendo así, procedamos al intento por responder a la pregunta por el ser humano, reconstruyendo y explicitando esos
supuestos.
3. PERSONA E HIJO DE DIOS: SUPUESTOS ONTOLÓGICOS Y
TEOLÓGICOS
Si analizamos cuál es el concepto con el que se refiere al ‘homo humanus’ en la encíclica tal vez nos ayude tener un punto de partida para
identificar tales supuestos´. El término genérico ‘hombre’ es utilizado 35
veces; la expresión ‘ser humano’ se emplea en 46 ocasiones; mientras
que la palabra ‘persona’ o ‘personas’ aparece 166 ocasiones en el texto.
Desde este punto de vista se puede anticipar que subyace una visión
humanista y antropocéntrica, consecuente con la visión cristiana del
hombre (O’Callaghan, 1998; 2009), por una parte; y que ese humanismo
es de corte personalista, puesto que en el centro de la exigencia de una
hermandad o fraternidad universal está la noción de persona junto con
su dignidad constitutiva, visión suscrita por el Magisterio de la Iglesia,
aunque muchas veces supuesta sin el menor reparo analítico: “Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana
y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo” (FT, n. 277).
Reconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
155
No es el momento para llevar a cabo un análisis detallado de los fundamentos y representantes de la antropología personalista (Cfr., Burgos,
2004; 2007; 2008; Rigobello, 1978; Díaz, 2002a; 2002b; Burgos, Cañas y
Ferrer, 2008); Domingo Moratalla, 1985), pero si podremos destacar algunos elementos que se articulan con la visión cristiana del ser humano
(antropología teológica y cristología), como supuestos antropológicos
de la encíclica, para entender el sentido de la llamada ‘universalista’ del
papa Francisco.
De acuerdo con el pensamiento personalista que se ha desarrollado
en las últimas décadas, se parte de la idea de que la persona es una unidad, un todo complejo, (totum) del cual ninguno de sus componentes
se explica por sí mismo sino por su relación con esa unidad y totalidad
que es la persona en toda su densidad. Las diferentes dimensiones que
la constituyen (corporal-bio-psico-social-espiritual) dan por resultado
el ser más perfecto y excelente, lo más valioso y digno en el orden de
lo creado: “Persona significa lo que en toda naturaleza es perfectísimo,
es decir, lo que subsiste en la naturaleza racional” (Aquino, 2001: 325326). No es solo materia ni sólo espíritu, no es cuerpo o pura razón,
sino persona, unidad e individualidad perfecta (Burgos, 2008: 67-84).
Sin menoscabo de esa unidad esencial, la persona posee una estructura
ontológica que se pone de manifiesto en sus operaciones o actividades
espirituales (inteligencia, voluntad libre, autodeterminación, teleología,
moralidad), lo cual le dota esencialmente de un valor y dignidad absolutos. Al mirar el mundo de lo finito y creado nos damos cuenta que no hay
ser más complejo, misterioso y digno como la persona. “Ella es la síntesis
de todo el universo […] es un universo completo y es un universo aparte” (Rivas García, 2019: 15). Además, todas las actividades y operaciones
que derivan de la dimensión espiritual de la persona tienen como meta
última la actualización y realización de sus potencialidades, es decir,
su propio perfeccionamiento; por tanto, la persona, y sólo la persona,
es considerada un fin en sí mismo y nunca sólo un medio. Esto hace
que el ser de la persona sea inalienable e inviolable, y sea depositaria de
derechos intrínsecos fundamentales (Rivas García, 2019: 12-15). El papa
156
Ricardo Marcelino Rivas García
Francisco lo pone en estos términos: “Hay un reconocimiento básico,
esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal:
percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre
y en cualquier circunstancia” (FT, no. 106); y remata líneas debajo del
documento: “Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a
desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado
[…]. Su inmensa dignidad como persona humana […] no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio
elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para
la sobrevivencia de la humanidad” (FT, no. 107). En términos negativos,
críticos, -desde la perspectiva de lo que no debe ser, cuestión que abordaremos más adelante- leemos lo siguiente: “Hoy como ayer, en la raíz
de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que
admite que pueda ser tratada como un objeto. […] La persona humana,
creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o
la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como
un fin” (FT, no. 24)
Evidentemente, esta concepción -y el pronunciamiento crítico último- coincide con la premisa teológica de la “imago Dei”, en la que el ser
humano es formado a imagen y semejanza de su creador. Esto quiere
decir que también se parte de una visión antropológica -teológica- en
la que se concibe a la persona como criatura, a imagen y semejanza de
su autor, y que en su condición de hijo está hermanado con todo ser humano sin excepción. Al respecto, Francisco refiere lo siguiente: “Dios ha
creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes
y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos”
(FT, no. 5). Propone a continuación: “Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta
misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o
de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (FT,
n. 8). En el capítulo dedicado al diálogo interreligioso redondea esta tesis, expresándola de la siguiente manera: “Las distintas religiones, a parReconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
157
tir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a
ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de
la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad” (FT, n. 271).
4. CRIATURA, FINITUD Y COMUNIDAD DE DIÁLOGO:
SUPUESTOS ONTOLÓGICOS, TEOLÓGICOS O
SOCIOLÓGICOS
En todo el documento hay una idea que atraviesa su concepción antropológica y que muestra un supuesto que puede ser metafísico, antropológico, sociológico y cultural, idea que puede servir como clave
hermenéutica tanto de la parábola citada en el capítulo II (Lc 10,25-37),
como clave interpretativa de nuestra propia humanidad. La idea se puede resumir de la siguiente forma: siendo lo más perfecto en el plano de
la creación, la persona es al mismo tiempo el ser más frágil y existencialmente el más vulnerable, tal y como la pandemia vivida en el tiempo
mismo en que se escribía la encíclica lo puso de manifiesto.
Desde una perspectiva metafísica, podemos justificar tal argumento
apelando a la “diferencia ontológica”, es decir a la distinción que encontramos recurrentemente en la escritura y que ha sido objeto de tematización por teólogos y filósofos como San Agustín y Santo Tomás
(Rivas, 2019: 16-18), a saber, la diferencia entre Ser y ente, que no sólo se
refiere a la diferencia entre verbo en infinitivo y el participio del verbo,
o la diferencia entre lo participante y lo participado, sino, de modo más
radical, a la abismal diferencia ontológica que hay entre Dios -cuyos
atributos esenciales son la eternidad, necesidad, infinitud, etcétera- y
la criatura, especialmente la criatura humana -caracterizada ontológicamente por la temporalidad, contingencia, finitud…-. Esto nos conduce a una conclusión:
El ser humano no se ha dado a sí mismo la existencia, ni tampoco él ha
traído a la existencia a los otros seres. El ser humano existe, pero pudo no
haber existido nunca. Esta contingencia tiene enromes consecuencias éticas.
Significa en primer lugar que el mundo no le pertenece, como no le pertene-
158
Ricardo Marcelino Rivas García
ce la vida de ningún ser humano, ni siquiera la propia. La existencia es don y,
como tal, debe ser cuidada y amada. Esta idea exige respeto y atención hacia
toda forma de vida y cuidado por su ser, especialmente la vida humana. El
humanismo cristiano es antropocéntrico, en el sentido en que […]supone
una comunidad en la finitud con todo lo creado y al mismo tiempo una radical dependencia ontológica respecto a su creador. Sí es antropocéntrico en
cuanto que pone en el centro al ser humano y su dignidad, sin perder de vista
el hecho irrefutable de su insuficiencia existencial […] lo cual le compromete
esencialmente a vincularse con otros (Rivas, 2019: 17).
Si consideramos la conclusión metafísica anterior ahora desde el
punto de vista de la antropología, ella nos remite al célebre mito de Prometeo que aparece en el Gorgias (320d-321d) de Platón (2010: 252-255).
Recordando de modo sucinto el relato, el ser humano es el ser más frágil
de entre todos los vivientes y, como compensación, los dioses le dotan
del conocimiento de las artes, del dominio del fuego, de la moralidad,
la justicia y, especialmente, del arte de la política. El mismo Aristóteles
tiene una tesis semejante cuando afirma que el hombre es un animal
político por naturaleza, primero porque la naturaleza no hace nada en
vano; lo determina individualmente como un ser frágil, y tal condición
natural lo obliga a vivir en sociedad; pero cuenta con lenguaje (palabra)
que posibilita la vida en común, para no solo lograr el mero vivir (supervivencia) sino para alcanzar la vida buena (felicidad), y de esa manera
superar las penalidades que trae consigo la vida (Aristóteles, 1998: I, 1,
1253; III, 6, 1278b.).
Desde el punto de vista antropológico, sociológico y cultural, aunque
no hay ninguna referencia a fuentes teóricas, podemos conjeturar que
Francisco parte de una visión del hombre como un ser cuya insuficiencia individual es compensada mediante la vida en comunidad, una idea
que aparece en autores tan diversos como Kant, Herder y en el siglo XX
la leemos en Erich Fromm y especialmente en Arnold Gehlen (1987) y
su concepto del ser humano como un ser desvalido y carencial, cuyo
rasgo es resarcido a través de la sociedad y la cultura. Esto lo conectamos
con lo que nos dice el papa Francisco: “Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos
Reconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
159
ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué
importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos” (FT,
no. 8). También: “Necesitamos desarrollar esta consciencia de que hoy
o nos salvamos todos o no se salva nadie” (FT, n. 137). En otro número
expresa de forma ampliada lo siguiente:
En este mundo que corre sin un rumbo común, se respira una atmósfera
donde “la distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad
compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión
de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana. […] Porque una cosa es sentirse obligados a vivir juntos, y
otra muy diferente es apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de la vida
en común que hay que buscar y cultivar juntos” (FT, no. 31)
Aunando las perspectivas metafísica, sociológica y cultural sobre el
ser humano, sostiene Francisco: “La tempestad […] dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos
ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos” (FT, no. 32). Más
adelante sentencia, en esa misma tesitura: “Si no logramos recuperar la
pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad,
a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y
el vacío” (FT, no. 36). Y retomando el fragmento citado de Lucas, reitera:
“La parábola [del buen samaritano] nos muestra con qué iniciativas se
puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen
propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad
de exclusión, sino que se hacen prójimos y levantan y rehabilitan al caído, para que el bien sea común” (FT, no. 67).
De acuerdo con esto podemos identificar la esencial dimensión relacional y comunitaria de la persona, es decir, un concepto del ser humano
como persona, con toda su riqueza y dignidad esencial, también como
un ser relacional, pues es en la relación donde la persona encuentra su
realización plena. Esta concepción justifica la enorme implicación ética
de la encíclica, que podemos formular de la siguiente manera: dado que
160
Ricardo Marcelino Rivas García
el ser humano es persona con una ineludible dimensión relacional, la
fraternidad y la amistad universal se convierten en imperativos morales.
Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud “si no es en la entrega sincera de sí
mismo a los demás”. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si
no es en el encuentro con los otros: “Sólo me comunico realmente conmigo
mismo en la medida en que me comunico con el otro”. Esto explica por qué
nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes
amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque “la
vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más
fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos
de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer
sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la
muerte” (FT, No. 87).
Retomemos algunas insertas arriba y remitámonos al tema del lenguaje —en la forma de diálogo—, pues es éste la clave de bóveda de lo
que viene a constituir la naturaleza o dimensión social de la persona.
En los números 198 y 199 el papa Francisco nos sitúa ante la necesidad
del diálogo como elemento primigenio para la vida en común y como
una necesidad actual para superar las tendencias en sentido contrario,
es decir, el individualismo, el egoísmo narcisista y la insolidaridad. El
auténtico diálogo busca el entendimiento recíproco, pues este se encuentra supuesto en todo acto comunicativo; no se busca la imposición
de la verdad, sino caminar juntos (dialogar) en su búsqueda, mediante
el acuerdo intersubjetivo; tampoco busca la homogeneización o la uniformidad de los participantes y la anulación de las particularidades y
diferencias de los legítimos intereses y convicciones de los dialogantes,
puesto que en un “verdadero espíritu de diálogo se alimenta la capacidad de comprender el sentido de lo que el otro dice y hace, aunque
uno no pueda asumirlo como una convicción propia. Así se vuelve posible ser sinceros, no disimular lo que creemos, sin dejar de conversar,
de buscar puntos de contacto, y sobre todo de trabajar y luchar juntos”
(FT, n. 203). El papa Francisco identifica que el diálogo no puede tener
otro objetivo sino “establecer amistad, paz, armonía y compartir valores
Reconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
161
y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor”
(FT, n. 271). Aquí es donde se halla el único límite para el diálogo, a saber,
que este se remita a la verdad como su fundamento para justificar la
confianza de alcanzar dicho entendimiento recíproco:
Si en definitiva “no hay verdades objetivas ni principios sólidos […] no
podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán suficientes. […] Cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce
alguna verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes
sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar” (FT, n. 206).
Visto así, el fundamento último del diálogo debe ser el reconocimiento de la humanidad, tanto en la propia persona como en la de los
demás, como fin en sí mismo, en razón de su valor absoluto, sagrado
(improfanable) e inalienable que se traduce en la suprema dignidad. En
este sentido el papa Francisco se plantea la pregunta sobre la posibilidad de prestar atención a la verdad, una verdad que sea fundamento del
diálogo pero que a su vez no sea fundamentalista, buscar una verdad
que responda a nuestra realidad más honda. “¿Qué es la ley sin la convicción alcanzada tras un largo camino de reflexión y de sabiduría, de
que cada ser humano es sagrado e inviolable? Para que una sociedad
tenga futuro es necesario que haya asumido un sentido respeto hacia la
verdad de la dignidad humana, a la que nos sometemos. […] Una sociedad es noble y respetable también por su cultivo de la búsqueda de la
verdad” (FT, n. 207).
Reiterando lo anterior, para el papa Francisco el fundamento sobre
el que se sostiene el diálogo y los posibles consensos, para evitar tanto el relativismo como el autoritarismo monológico, es la verdad sobre
la suprema dignidad de la persona humana, la cual no la construimos
consensuadamente, sino que la reconocemos en la acción dialógica.
En dicha acción, cuando es auténtica y honesta, se está implícitamente
afirmando a la persona como sujeto capaz de interlocución, ya sea en la
propia persona o en la del otro dialogante. “Si hay que respetar en toda
situación la dignidad ajena, es porque nosotros no inventamos o supo162
Ricardo Marcelino Rivas García
nemos la dignidad de los demás, sino porque hay efectivamente en ellos
un valor que supera las cosas materiales y las circunstancias, y que exige
que se les trate de otra manera” (FT, n. 213).
Esta fundamentación del diálogo humano en la naturaleza social y
en último término, en la dignidad de la persona humana, nos hace ver
el sentido circular de la encíclica papal, pues la dignidad se deriva del
mismo ser de la persona, lo que nos hace volver al fundamento filosófico
antropológico humanista y personalista.
5. DIGNIDAD E INDIGNIDAD: ¿UNA FUNDAMENTACIÓN
NEGATIVA?
Como hemos apuntado líneas arriba, la dignidad nos remite al valor
incondicionado de la persona, y siendo ésta un ser único, irrepetible,
incomunicable y autoteleológico. Aquí argumentamos que la dignidad
humana se reconoce en la interacción con los otros, de manera afirmativa, como lo dice la “regla de oro”, en tanto que tratamos a las demás
personas como fines porque queremos ser tratados también como personas dignas, como fines en sí mismos; es decir, porque reconocemos
el valor de la persona en nosotros mismos lo podemos reconocer en las
otras personas; y a la inversa, cuando reconocemos que toda persona
tiene dignidad, no podemos más que reconocer esto en nuestra propia
persona. La concepción de la persona y su dignidad es lo que justifica que la convocatoria de Francisco para la construcción de la fraternidad tenga pretensiones de universalidad válidas: “En el concepto de
dignidad encontramos la imagen estoica del hombre (dignitas), la comprensión bíblica del hombre como imagen y semejanza de Dios (hādār,
‘gloria, honor’, Sal 8,6) y la afirmación coránica según la cual Dios ha
distinguido de modo particular a los seres humanos (karrama, ‘ha conferido dignidad’, Sura 17:70)” (Körner, 2021).
Pero hay otra perspectiva, en sentido negativo, desde la cual se reconoce también la dignidad de la persona en los otros, que tiene tamReconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
163
bién un alcance universal. Nos referimos a las experiencias fácticas de
inhumanidad e indignidad de las que muchas personas son objeto en la
actualidad por la acción y decisión de otras personas. Sostenemos que
los actos de negación de la dignidad nos confrontan tanto con lo que no
debe ser como lo que sí debe ser. Este sentido, los atentados y violaciones
a la dignidad de las demás personas -indignidad e inhumanidad- nos
obligan a reconocerla y afirmarla en nosotros y en aquellas personas.
Hemos sostenido en otros lugares (Rivas García, 2013; 2018). que en un
contexto plural y heterogéneo como el actual, quizá no nos podamos
poner de acuerdo en cuál es el ideal moral para el ser humano, cuál es la
concepción de vida buena a la que todos debamos aspirar; sin embargo,
podríamos coincidir sin dificultad en el mal que no queremos. Es posible que no coincidamos en el bien que debemos querer, pero sí en el
mal que no queremos (el miedo, el dolor y sufrimiento, el vacío, la muerte…), por lo que la experiencia de lo negativo, del mal, de lo inhumano
y de la indignidad, tiene también, quizá más que en sentido afirmativo,
un alcance universal.
Ahora bien, ¿es la experiencia de la indignidad un supuesto en la
encíclica? Lo es, aunque no como supuesto ontológico o antropológico,
sino como premisa o como punto de partida. Hemos sostenido líneas
arriba, y lo podemos tomar como conclusión anticipada, que el concepto antropológico que subyace en definitiva en Fratelli Tutti, considera al
hombre como persona a la que le corresponde una dignidad inherente
y constitutiva, en sentido afirmativo, y una naturaleza social, comunitaria y dialógica, puesto que individualmente la persona es ontológicamente insuficiente. Sin embargo, a lo largo del documento encontramos
recurrentes denuncias a la negación de la dignidad, leemos ejemplos
de experiencias de indignidad, no solo en el primer capítulo -en el que
describe los tiempos de oscuridad y sombras en los que vivimos- sino a
lo largo de los ocho capítulos y hasta en las oraciones finales. Por tanto,
se puede considerar que, efectivamente, un punto de partida que se recuerda frecuentemente en el documento de Francisco es la experiencia
de la indignidad, es decir, el recuento de las experiencias más descrip164
Ricardo Marcelino Rivas García
tivas de violaciones a la dignidad humana, experiencias de “descarte”,
como lo ha señalado en reiteradas ocasiones a lo largo de todo su ministerio. Al principio del documento leemos este resumen de inhumanidad
e indignidad: “Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir
sin límites. En el fondo no se considera ya a las personas como un valor
primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres
o discapacitadas, si ‘todavía no son útiles’ […] o si ‘ya no sirven’” (FT, no.
18). En numerales siguientes de ese primer capítulo, también a manera
de sumario, nos recuerda Francisco:
Observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, es reconocida, respetada, protegida y promovida en
todas las circunstancias. En el mundo de hoy persisten numerosas formas de
injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo
económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y
sus derechos fundamentales ignorados o violados. ¿Qué dice esto acerca de
la igualdad de derechos fundada en la misma dignidad humana? (FT, no. 22)
Este punto de partida negativo es la motivación esencial para el llamado del papa Francisco, como exhortación a revertirlo, pero como
punto de llegada (y no de partida), en sentido afirmativo, tal y como lo
podemos leer en el capítulo V:
Esto provoca la urgencia de resolver todo lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales. Los políticos están llamados a «preocuparse
de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la
fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un
modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la “cultura
del descarte”. […] Significa hacerse cargo del presente en su situación más
marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad. Así ciertamente
se genera una actividad intensa, porque “hay que hacer lo que sea para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana” (FT, no. 188).
Reconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
165
6. CONCLUSIONES
A lo largo del capítulo hemos podido anticipar conclusiones que a
nuestro modo de ver sí están fundadas. La concepción antropológica
que subyace en la encíclica la presenta como humanista -en clave cristiana y personalista-; supone y reconoce expresamente que la persona
es un ser relacional y dialógico. En su condición de criatura se presenta una ambivalencia cuyas implicaciones éticas convergen, esto es, la
persona es creada a imagen y semejanza de Dios, lo cual le otorga una
suprema dignidad. En tanto criatura es, al mismo tiempo, un ser finito
y frágil, necesitado. Por tanto, hay un imperativo moral de tratar a la
persona como fin en sí mismo y como un ser ante cuya fragilidad no
podemos permanecer indiferentes, puesto que no somos ajenos a ella,
sino que siempre nos debemos sentir interpelados porque la persona,
toda persona es o puede ser el agraviado de la parábola del buen samaritano. Esto nos recuerda la sentencia de Publio Terencio: “Homo sum;
humani nihil a me alienum puto” [“Hombre soy y considero que nada
humano me es ajeno”]. Por lo que se justifica que ante unos supuestos
antropológicos como los que hemos intentado reconstruir y explicitar
sea consecuente la aspiración universalista de la encíclica, porque habla
de la persona, digna y necesitada, como lo somos, y está dirigida a toda
persona que reconoce a la persona como tal, cristianos y no cristianos,
creyentes y no creyentes de buena voluntad: “todo lo que es humano
tiene que ver con nosotros. […] Dondequiera que se reúnen los pueblos
para establecer los derechos y deberes del hombre, nos sentimos honrados cuando nos permiten sentarnos junto a ellos” (FT, n.278). “Las convicciones […] sobre el sentido sagrado de la vida humana nos permiten
reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los
valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y
dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces
forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio”.
(FT, no. 283). El universalismo de Fratelli Tutti no cae en la ambigüedad
irresponsable del Abgrund posmoderno que renuncia a un fundamento consistente, pero no se impone arbitrariamente a otras perspectivas
166
Ricardo Marcelino Rivas García
y cosmovisiones. Sin embargo, ante las semillas de verdad que pueden
darse en muchas cosmovisiones, la fundamentación última que asume
el papa no puede ser otra más que el mensaje evangélico:
Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos
apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo
hombre y mujer. Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de
Jesucristo. De él surge para el pensamiento cristiano […] el primado que
se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la
comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos
(FT, n. 277).
7. BIBLIOGRAFÍA
Aristóteles (1998). Política. Madrid: Gredos.
Burgos, J. M. (2004). El personalismo. Temas y autores de una filosofía nueva.
Madrid: Palabra.
Burgos, J. M. (2007). Repensar la naturaleza humana. Pamplona: Eunsa.
Burgos, J. M. (2008). Antropología: una guía para la existencia. Madrid: Palabra.
Burgos, J. M., Cañas, J. L. y U. Ferrer (eds.) (2008). Hacia una definición de la
filosofía personalista. San José, Costa Rica: Promesa.
Díaz, C. (2002a). Qué es el personalismo comunitario. Salamanca: Mounier.
Díaz, C. (2002b). Treinta nombres del personalismo. Salamanca: Mounier.
Domingo Moratalla, A. (1985). Un humanismo del siglo XX: el personalismo. Madrid: Pedagógicas.
Gehlen, A. (1987). El hombre: su naturaleza y su lugar en el mundo. Salamanca:
Sígueme.
Körner, F. (2021). “Fratelli Tutti” ¿Una encíclica para los otros creyentes? La
civiltà cattolica. https://www.laciviltacattolica.es/2021/11/12/fratelli-tutti-una-enciclica-para-los-otros-creyentes/
Reconstrucción de los presupuestos antropológicos en Fratelli Tutti como justificación...
167
O’Callaghan, P. (1998). Cristocentrismo y antropocentrismo en el horizonte
de la teología. Una reflexión en torno a la epistemología teológica. Cristo y el Dios de los cristianos. Hacia una comprensión actual de la teología:
XVIII Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra.
Pamplona: Universidad de Navarra, 367-398. https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/5701/1/PAUL%20O%27CALLAGHAN.pdf
O’Callaghan, P. (2009). Cristo revela el hombre al propio hombre. Scripta Theologica, 41(1), 85+. https://link.gale.com/apps/doc/A199801547/IFME?u=anon~a7238cec&sid=googleScholar&xid=bb33ff0b
Platón (2010). Diálogos I: Protágoras. Madrid: Gredos.
Prieto Santana, M. D. (2020). La Encíclica Fratelli Tutti y el fundamento antropológico de la fraternidad, Proyección LXVII (279) 427-443
Rigobello, A. (1978). Il personalismo. Roma: Città Nuova.
Rivas García, R. M. (2019). La crisis del humanismo: una revisión y rehabilitación de los supuestos del humanismo cristiano ante los desafíos del antihumanismo contemporáneo. Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu, 61(172), 8. Epub January 19, 2021. https://doi.org/10.21500/01201468.4462
Rivas García, R. M. (2018). De la muerte del hombre a los trazos de un humanismo en clave “negativa”, una mirada entre Foucault y Adorno. En-claves del Pensamiento, XII (24)106-135. https://www.redalyc.org/articulo.
oa?id=141157732005
Rivas García, R. M. (2013). Erich Fromm: Bases para una antropología paradójica y una ética “negativa”. En-claves del Pensamiento, VII (14) 103-122. https://
www.redalyc.org/articulo.oa?id=141128984005
168
Ricardo Marcelino Rivas García