ARTÍCULOS
Cuadernos de Filología Clásica
Estudios griegos e indoeuropeos
ISSN: 1131-9070
https://dx.doi.org/10.5209/cfcg.90289
Los lusismos orientales en las Relaciones de Gutierre de Monroy
José Cutillas Ferrer1
Recibido: 4 de Julio de 2023 / Aceptado: 26 de Julio de 2023
Resumen. El manuscrito MS 580 de la Biblioteca Nacional de Portugal presenta un número significativo de lusismos orientales que durante los siglos XVI y XVII se insertaron en la lengua española. Y
pese a que no son muchos los estudios que se han realizado sobre la presencia de términos autóctonos
del sudeste asiático y del subcontinente indio a través del portugués en la lengua española, su presencia en el manuscrito es significativa y merecería un estudio más amplio. El análisis de los datos se ha
realizado buscando las referencias en diccionarios etimológicos e históricos del portugués y el español,
para entender su significado y evolución, así como su continuidad en la lengua española. Pese a estar
limitado a un solo manuscrito, este estudio quiere señalar, primero, la presencia de españoles en territorios asiáticos administrados por Portugal y, en segundo lugar, el legado significativo de los lusismos
en la lengua española.
Palabras clave: lusismos en español; lengua portuguesa de India; Gutierre de Monroy.
[en] The oriental lusisms in the Gutierre de Monroy’s Relaciones
Abstract. The manuscript MS 580 of the National Library of Portugal contains numerous Indian and
Southeast Asian words that were assimilated into the Spanish language from Portuguese during the 16th
and 17th centuries. Despite limited studies regarding indigenous terms from the Indian subcontinent
and Southeast Asia in Portuguese within the Spanish language, their significant presence in the manuscript is worthy of additional research. The data was analysed by searching for references in etymological and historical dictionaries of Portuguese and Spanish to comprehend their meaning, evolution,
and continuity in the Spanish language. Despite being limited to a single manuscript, this study aims to
highlight two points. Firstly, it sheds light on the presence of Spaniards in Asian territories administered
by Portugal. Secondly, it highlights the substantial impact of Portuguese words in the Spanish language.
Keywords: Lusisms in Spanish; Indian Portuguese; Gutierre de Monroy.
Cómo citar: Cutillas Ferrer, J. (2023). Los lusismos orientales en las Relaciones de Gutierre de Monroy, en Cuadernos de Filología Clásica. Estudios griegos e indoeuropeos 33 (Número Núm. Especial),
245-258.
Cuando hace algunos meses se me ofreció la posibilidad de participar en el homenaje al profesor Luis Gil Fernández, maestro que despertó en mí el interés por la
Persia safaví, el primer pensamiento que me asaltó fue la deuda constante por su
ingente labor como precursor de los estudios sobre las relaciones hispano-iraníes
1
Profesor Titular de Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Alicante
Correo electrónico: jose.cutillas@ua.es
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y una sensación de escasa suficiencia por mi parte, como iranólogo, para aceptar
tal encomienda. Tras un primer momento de reflexión sobre lo que podía presentar
para evidenciar mi deuda con el profesor Luis Gil, me decanté por una temática
relacionada con un área común como son las relaciones entre la Monarquía hispánica y el Irán safaví durante los siglos XVI y XVII. Hay que resaltar que con sus
investigaciones sobre las relaciones hispano-safavíes sentó las bases para el estudio
de una de las etapas más interesantes de la historia de la España moderna. Se ha
insistido siempre en la aventura española en América, pero una parte de la historia
de España, tan importante como esta, a saber, la que lanzó a la corona española a
una empresa titánica como fue el comercio y la presencia de España en Asia, es una
labor que todavía no se ha abordado. Y son muy pocos, aunque brillantes, los que
se han lanzado al análisis de la presencia de España en el sur de Asia. El profesor
Luis Gil ha sido un pionero que nos abrió los ojos sobre una realidad desconocida
como fue el complejo entramado de alianzas con la corte safaví de Shah Abbas I (r.
1588-1629) frente al imperio otomano. Su obra El imperio luso-español y la Persia
safávida (Gil Fernández 2006-2009) ayudó a entender el valor que tenía el mundo asiático para la Monarquía hispánica, no sólo por la presencia española en las
Filipinas, sino por el peso de la política internacional española en la geoestrategia
expansionista y comercial del sur de Asia. Recientemente el profesor Luis Gil ha
trabajado sobre personajes cruciales para entender el papel de las misiones como
el carmelita Juan Tadeo de San Eliseo, primer obispo de Isfahán, experto en lengua
persa y que ha dejado un legado todavía por estudiar (Gil Fernández 2022a: 117127). También había iniciado una interesante línea de trabajo sobre la problemática
de la navegación en la Carreira da Índia donde el profesor analizaba la necesidad
de modernización y reforma que planteaba Joane Mendes de Vasconçelos en su
informe de 1616 al rey Felipe III, y de Fernando de Toledo en 1626 a Felipe IV,
reforma tanto de naos como de tripulaciones en la Carreira da Índia (Gil Fernández
2022b: 133-144), un artículo que tuve la satisfacción de leer y comentar con él. Es
por ello un inmenso honor poder contribuir, con este pequeño trabajo sobre los lusismos en las Relaciones de Gutierre de Monroy, al homenaje que le rendimos sus
amigos, colegas y compañeros.
El 14 de abril de 1613 siete carabelas partieron de la bahía de Cádiz, en las que
iba Gutierre de Monroy, el autor de las Relaciones, obra en la que describió su viaje a Goa y su participación en la embajada a la corte de Shah Abbas I. Gutierre de
Monroy, una vez en Goa, estuvo varios años en diferentes misiones militares. De
esta etapa no nos dice mucho en su manuscrito. Sin embargo, en su periplo por los
enclaves portugueses de la India nos ofrece una descripción de ciudades, fortalezas,
costumbres y datos de todo tipo, desde costumbres religiosas hasta datos de alimentación y plantas. Participó, como hemos dicho, en la embajada de don García de
Silva y Figueroa a la corte de Shah Abbas I. Del inicio de su viaje dice Gutierre de
Monroy (Cutillas, 88r):
Siete caravelas partieron de la baya de Cadiz el año de 1613, a 14 de abril, de las
quales las dos destroçadas con temporales arribaron a Fernanbuco, y la almiranta,
quebrado el timon, arribo a Angola. Las quatro que quedaron, aunque por diferentes derrotas y dibersos sucesos, dentro de una semana llegaron a tomar puerto en
la isla de Maçambique.
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Este es el inicio de su descripción, que no coincide con el capítulo primero, sino
que se encuentra en la Relación 20. No se adivina la intención de poner al final del
texto el inicio de la descripción, ya que no lo aclara a lo largo de ella. En esta travesía, como en todas las que se realizaron, lo que me llamó la atención, además de
lo altamente peligroso que era este viaje de siete meses o más, es el alto nivel de
conocimiento que el autor, un soldado, tenía de términos náuticos. Pero lo que más
me llamó la atención, además de otros temas del manuscrito, es la gran cantidad de
lusismos que el autor introduce en su descripción. Es interesante ver cómo la influencia de las lenguas del sudeste asiático a través del portugués influyó en el castellano
hablado por los españoles que pasaban a formar parte de los contingentes destinados
al Estado da Índia.
El estudio que presento sobre los lusismos en la obra de Gutierre de Monroy
viene precedido por la edición crítica que he realizado recientemente (Cutillas 2023)
sobre el MS 580 de la Biblioteca Nacional de Portugal. En el análisis de este manuscrito me llamó la atención la gran cantidad de lusismos que provienen de las lenguas
autóctonas del sudeste asiático y que pasaron primero al portugués y después al
español. En la obra de Martín Fernández de Figueroa, Conquista de las Indias de
Persia e Arabia (Gil Fernández 1999), aparecen ya algunos lusismos y léxico de las
lenguas autóctonas. Y es muy interesante comprobar cómo a lo largo de los siglos
XVI y XVII tanto la lengua portuguesa como el español se fueron enriqueciendo
con un importante número de términos autóctonos portugueses del sudeste asiático.
En las Relaciones de Gutierre de Monroy aparece este corpus léxico autóctono del
sur de Asia por medio del portugués. También en los Comentarios de don García
de Silva y Figueroa aparecen muchos de los lusismos que utiliza Gutierre, aunque
es más evidente esta presencia en las Relaciones de Monroy, posiblemente debido
al haber convivido durante más tiempo en los enclaves portugueses de India y del
sudeste asiático.
Esta presencia de lusismos y, a través del portugués, de términos orientales asiáticos en el español de las Relaciones sería una anécdota si no fuera porque me di cuenta, leyendo un artículo de José Luis Ramírez (2016: 899-917), de que no hay apenas
estudios sobre la influencia del portugués en el español y, menos, sobre la lexicografía autóctona del Sur de Asia en el español. Ya José Ramón Carriazo Ruiz afirmaba:
[la] importancia [del portugués] en la formación del vocabulario español es indudable tanto como lengua transmisora de palabras exóticas, sobre todo asiáticas
y, en menor medida, americanas o africanas, como por su aporte a la lengua cotidiana. Entre los lusismos registrados en el Diccionario etimológico de Corominas
y Pascual [decía], se pueden mencionar los exotismos: ananás y yaguar, voces
del guaraní; bambú, catre, cipayo, paria y pagoda, términos traídos de la India;
abada, mandarín y naire, palabras tomadas a su vez del malayo; bonzo y biombo,
del japonés; lorcha, del chino; o macaco, de la lengua de Angola. De uso más
cotidiano son otros portuguesismos como bandeja, bicho, caramelo, chamuscar,
chubasco, embarazar, mejillón, mequetrefe y timar.
Sin querer ser un análisis en profundidad de la etimología de los numerosos
prestamos orientales que como lusismos se han incorporado a la lengua española,
este trabajo quiere mostrar esos préstamos y su etimología en la lengua española
de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. He utilizado el diccionario de
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Sebastião Rodolfo Dalgado (1919-1921) de términos luso-asiáticos, en el que aparecen documentados muchos de los términos que se documentan en las Relaciones
y se ofrecen ejemplos que ayudan a trazar el proceso de derivación, compuestos y
préstamos de términos autóctonos en el portugués y de aquí al español. También he
utilizado el diccionario etimológico de Joan Corominas y José A. Pascual (1980),
así como los diccionarios en línea del Corpus diacrónico del español (CORDE) y
Corpus del Diccionario histórico de la lengua española (CDH) y Diccionario de la
Real Academia de la lengua española (DRAE).
- almadía, del árabe maʿdiyya. Dalgado dice que es una pequeña embarcación y que
el término se utilizaba en el sur de África en la época de los descubrimientos portugueses, y más tarde se llevó a la India, donde entró en la lengua malabar. Y añade
que el término aparece ya en un texto de 1445 (I, 25). Pero Corominas (I, 182) puntualiza que a pesar de tener un origen idéntico para el término almadia en portugués,
como ‘embarcación africana estrecha y larga, también usada en la India’, no se tomó
el vocablo del árabe en África o en la India en la época de los descubrimientos, sino
del árabe de España, pues en Aragón ya se empleaba en la Edad Media, y hoy sigue
siendo popular en Aragón y en el Oeste de Cataluña para designar las balsas que se
hacen con troncos para trasportarlos por los ríos.
- azagaia, del beréber zagāya, ‘lanza corta’. Según Dalgado, es palabra adoptada por
los árabes y por los portugueses para designar lanzas que eran diferentes a las suyas
propias. Y apunta Dalgado que aparece en un texto portugués de Luis de Cadamosto, Navegação Primeira de 1445 (I, 71-72). Sin embargo, CDH señala un primer
documento en español de 1270 de Alfonso X, Estoria de España, donde aparece el
término azagaya. Corominas dice que viene del beréber y de aquí pasó al portugués,
aunque ya aparece en el glosario hispanoárabe de Raimundo Martí (1871).
- barcas y jachas, denominaciones ambas que hacen referencia al mismo fruto. En
español son la yaca o jaca o nanca (Artocarpus heterophyllus), y en portugués se
conoce como (jaca) bárica/o en Dalgado (I, 99-100). Originaria del sudeste asiático,
en español no ha dejado huella. Existe una especie, el guanábano (Annona muricata). de la familia de las anonáceas y cultivado en Centroamérica, que es parecido a
la jaca o bárico en aspecto. El texto de Monroy se refiere evidentemente a la jaca
bárica. En CDH aparece una referencia a nanca en el año 1611 en El libro de las de
las medicinas caseras, de fray Blas de la Madre de Dios de Filipinas. El portugués
Garcia da Orta (2011: II 23-28) también recoge el término en el capítulo veintiocho
de su obra sobre medicina tropical. El nombre parece que se mantuvo hasta la pérdida de Filipinas, ya que nanca aparece por última vez en una obra de 1803 tal como
recoge CDH.
- bofetán, el término aparece en DRAE, que explica que proviene: «del ár. baft[ah],
y este del persa bāfte ‘tejido de algodón’. 1. M. Tela de algodón delgada y tiesa».
En Dalgado (I, 132) aparece el étimo bofetá: «Antigo tecido de algodão (“muito fino
e muito tapado”, comforme Bluteau), fabricado principalmente em Baroche, Índia.
Do persa bāfta (part. pass.), ‘tecido’». En CORDE aparece el término ‘bofetán’ con
el mismo sentido que recoge Dalgado, en dos textos, uno anónimo (1998) de 1619,
y otro de Melchor Zapata de 1675. Es interesante señalar cómo bofetán, al igual que
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tafetán, son términos muy próximos de origen oriental, persa, y hacen referencia al
mismo material, la seda. DRAE dice de tafetán: «Del cat. o it. taffeta, y estos del
persa tāfte ‘tejido’. 1. m. Tela delgada de seda, muy tupida». Por su parte Dalgado
(II, 336-337) dice respecto al término portugués tafetá: «Estôfo lustroso de seda. Do
persa tāftd, ‘tecido’ < tāftan, ‘tecer, lustrar’». Es decir, se trata de un tejido brillante
de seda. Corominas (V, 373-374) por su parte también lo recoge con el mismo sentido y origen: «del persa tāftah ‘paño de seda’, ‘vestido de hilo’. 1. a doc.: 1348».
Aunque se define como tela fina, el tejido se asemeja en grosor a lo que hoy se
denomina en persa termeh, una tela elaborada con seda y lana de alta calidad cuyos
hilos se tiñen con tintes vegetales y materiales sintéticos naturales, en su mayoría en
colores morado, rojo, verde, naranja y negro. Evidentemente, no es el mismo tejido,
ni diseño, pero sí que puede servir como ejemplo. Aunque se remonta a principios
del periodo safaví, se cree que el termeh es originario de Asia Central y las tierras
altas de Cachemira. Lo cierto es que en Irán alcanzó un grado de refinamiento en la
técnica y diseño que lo hicieron famoso. Este arte alcanzó su punto álgido durante el
período de Shah Abbas y se convirtió en uno de los productos de exportación de Irán.
- bues, del portugués boi o boiá. Dalgado (I, 132-134) señala que es un antiguo término portugués de origen indio, del konkaní, para designar ciertas profesiones de
bajo nivel, como el de aquellos que llevan palanquines o quienes llevan las sombrillas para otros (boyes de palanquim). No ha dejado rastro en el español.
- cáfila, del árabe kāfila. Dalgado (I, 169-170) señala que es una caravana de gente o
animales y de aquí se aplica a navíos. Aparece en portugués en 1513, y con este sentido se documenta en Monroy. DRAE coincide con el sentido que da Dalgado como
un conjunto o multitud de gentes, pero nada dice respecto a navíos. Corominas (I,
735-736) apunta el mismo sentido que indica Dalgado.
- cafraría, en DRAE aparece derivado del étimo cafre del árabe clásico kāfir ‘pagano’
y éste derivado del portugués, como «Habitante de la Cafrería, antigua colonia inglesa en Sudáfrica» o «Perteneciente o relativo a la Cafrería o a los cafres». En Dalgado
(I, 171-172) aparece Cafraria como «país habitado por cafres» ya en un documento
de 1611. Aparece también cafrería en los Comentarios (1618) de García de Silva y
Figueroa y también en la obra de Bernabé Cobo Historia del Nuevo Mundo, de 1653
(Cobo y Peralta). Dalgado en la entrada cafre (I, 170) nos dice: «Aplicado, entre
otros, a los paganos de África Oriental, los portugueses lo adoptaron, restringiendo
su significado, y lo transmitieron a otras naciones europeas».
- cajus (Anacardium occidentale). Caju aparece en Dalgado como el fruto del cajueiro o anacardo mencionado por Cristóvão da Costa (Cristóbal Acosta) de la región
de malabar, pero no era cultivado en Goa. Apunta Dalgado (I, 176-177) que es una
planta introducida por los portugueses en India. Aparece en CDH como caiu en la
obra de Cristobal Acosta (1578). En DRAE aparece anacardo en lugar de cayu.
- Canarin, Dalgado (I, 197-198) recoge el término canarim y dice que son los habitantes de Canará. Y apunta que los portugueses desde el principio aplicaron erróneamente la denominación a las gentes de Goa, de la costa Konkani, en India occidental.
Dice también que canarins son los gentiles o solamente los cristianos indígenas. Las
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primeras muestras que recoge Dalgado son de 1512 y 1515. También que el étimo
designa a la lengua Canarin o Canarim. Curiosamente aparece Canarín como personaje en la Segunda Comedia de Celestina (1534) de Feliciano de Silva (1490-1554),
y en la Tercera Celestina (1536) de Gaspar Gómez de Toledo. Barrick aclara que el
nombre del personaje Canarín, que es un paje, viene de ‘canario’ tal vez porque es
cantante. Corominas (I, 795) lo incluye en la entrada Canario y lo define como «‘pájaro cantor conocido’, del gentilicio canario por haberse importado de las Canarias
en el S. XVI». Y añade: «Del español, por conducto del cat. o gasc. Canari, viene
el fr. Canari [1583: canarin, 1576]». Evidentemente, el étimo que aparece en las
Relaciones está vinculado a canarin, ‘habitantes de Canará’.
- caniquí, DRAE lo identifica como un préstamo del portugués: «canequi[m], y este
del indio khaṇkī. 1. M. Tela delgada hecha de algodón, que venía de la India». Dalgado (I, 202-203), por su parte, respecto al portugués canequim dice: «Tecido grosso de
algodão, muito usado outrora na Índia e na África Oriental. Do concanimar, khaṇkī».
Por lo tanto, existe una diferencia en las calidades del tipo de tela que designa el
término en portugués y español, ‘tela gruesa’ en la definición de Dalgado y la tela
delgada de DRAE. Dalgado señala que el término canequim aparece en una primera referencia de Balthazar Jorge de 1546. Sin embargo, CORDE recoge la primera
muestra en castellano en un poema de Agustín Moreto de 1654. Corominas recoge
también caniqui como lusismo que proviene de canequí (o canequim). Dice también
que viene de la India, del konkaní khaṇkī. Y Corominas (I, 808) citando a Dalgado,
dice que el término ha dado camocan: «Del ár. Kamḫâ ‘tejido de seda’ (Acad.) que
ha dado nuestro CAMOCAN, aunque se ignora si la palabra árabe y la índica proceden o no de un mismo original chino»2. Otro dato que apunta Corominas es que ‘caniquí’ aparece en español en 1609 en la obra de Argensola Conquista de las Molucas
y también en la edición del Quijote de 1615.
- cativabas, de cati y posiblemente varas, aunque en el texto aparece deformado por
error como cativabas. En las Relaciones de Monroy sí que aparece relacionado con
el sentido que tiene cati tal como lo define Dalgado (I, 237): ‘espada’ o ‘cuchillo’. En
las Relaciones Monroy dice: «Sus armas son arcos y flechas de hierros muy anchos,
lanças y cativabas, que son sus espadas, muy cortadoras». Y en esta línea es como
Dalgado describe cati como un «cuchillo ancho, en forma de medialuna, utilizado
por los palmicultores para recortar las hojas». Se podría decir que es una especie de
márcola utilizada en los trabajos de poda de oliveras, en este caso la reutilización de
estas cuchillas de poda de palmeras como armas de guerra.
- catureros, Dalgado señala que catur (I, 239-240) es embarcación estrecha, pequeña
y ligera, y de este término proviene catureiro (I, 240-241) «capitán o tripulante de
catur». Fue una embarcación ampliamente usada en la India portuguesa. Dalgado
dice:
aunque es difícil trazar un origen de catur, el verdadero étimo debe ser el malabar
kattiri o neo-arico kātar, del sanscrito kartarī, ‘tijera’; literalmente ‘cortador’, del
2
Ver Corominas y Pascual, ‘camocán’, (I, 787): «del ár. kamḫâ’ id., de origen chino. 1ª doc.: cannucan (enmiéndese camucán), 1348; camocán, h. 1400 (Canc. de Baena; Gz. de Clavijo)».
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verbo krt, ‘cortar’. La embarcación que se distinguía por su forma estrecha, sobre
todo en la proa, y por su facilidad, señalada por nuestros escritores, para cortar las
olas, bien podía merecer el nombre de kātar, que se emplea en varios sentidos metafóricos, como en konkaní. La palabra era común en Malabar y Konkan cuando
los portugueses llegaron allí.
CDH ofrece un ejemplo de catur con el mismo sentido de embarcación, en la obra
de Luis Barahona de Soto de 1586, Las lágrimas de Angélica. Pero no he encontrado
ningún rastro del étimo que haya perdurado en español.
- caua, aparece en Monroy la transcripción fonética del étimo árabe qahua «esta de
frente del una mesquita, y en los otros dos lados se corresponden una casa adonde
los persianos acuden a bever cierta bevida que llaman caua» (Cutillas, f. 54r-54v). Y
también como casa de caua (qahve khāne): «Y por la parte adonde esta la casa de la
caua, salen otras calles cubiertas de bovedas pobladas de muchas y muy buenas casas» (Cutillas, f. 54v). En turco osmanlí y persa, qahve, en árabe qahwa. Es evidente
que tal como lo recoge Monroy el término utilizado en Persia en este momento era
préstamo del árabe. Lo que corrobora que los cafés ya existían en la Persia safaví
importados del mundo otomano. García de Silva y Figueroa también recoge caua y
casa de la caua. Dalgado (I, 169) recoge el término café y pone como primera evidencia en portugués un texto de Manuel Godinho de 1663, Relação do novo camino
que fez per terra e mar, vindo da India para Portugul, donde aparece caoe. Y añade
la mención de Pedro Teixeira de 1610 en Relaciones al café: caoah.
- çuxi, surim, Dalgado (II, 332) lo define como «viento caliente o sofocante del sureste que sopla en las playas del Golfo Pérsico en verano». Del verbo persa sūkhtan
‘arder’, sūzī: ‘ardiente’. Dalgado también menciona que aparece en la obra de Pedro
Teixeira, Relaciones, como surim:
Reyna en ella en el verano, por la parte que mira hazia la Persia un viento de estranna propriedad, llamanle los naturales Surim y viene a ser el sodueste con poca
diferencia, el qual es tan calliente y seco, que abrasa todo lo que à que llega: encoje
los cueros, deseca las caras y manos, de suerte que les haze llevantar caspas como
salvados, y en conclusion tocando en el cuerpo paress llamaradas de fuego.3
- inchente, del portugués enchente, ‘marea, riada’, utilizada con el mismo sentido en
Relaciones. El término inchente aparece en CORDE dos veces con el mismo sentido
en una obra de 1575 de Escalante Mendoza (1985), Itinerario de navegación de los
mares y tierras occidentales. Sin embargo, no aparece en el DRAE. En el diccionario
etimológico de Cunha aparece con el sentido de «Do erosão das enchentes» «inundação». En Dalgado (II, 3-5) aparece curiosamente vinculado a macaréu, como ola
gigante formada en los estuarios de ríos y corrientes fuertes. Y con el mismo sentido
aparece macareo en DRAE derivado del portugués. Los ejemplos textuales y explicación que da Dalgado (II, 4) son muy interesantes, apuntando que el término podría
venir de cómo las gentes de Cambaia (hoy Khambhat en Guyarat) explicaban a los
3
Pedro Teixeira (1610): «Libro I de la Relación: de los reyes de Persia», p. 147; y también aparece en el capítulo:
«De la India hasta Italia», p. 84.
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portugueses de dónde venía este fenómeno, es decir de las grandes olas, que producía el makaró, forma vulgar en Guyarat de cocodrilo que venía a devorar los barcos y
los hombres. En CORDE se recoge el término macareo en varias obras con el sentido
de marea en las crecidas de ríos que desembocan al mar, entre ellas una de Fray Pedro Simón de 1627. Joan Corominas (III, 740) también recoge macareo como «oleada impetuosa que sube río arriba en ciertas desembocaduras, al crecer la marea». Y
dice que es de origen portugués, de macareu y probablemente de origen africano o
asiático, pero que no se puede afirmar su origen portugués. También apunta Corominas que la palabra aparece en textos originales de Vicente Yáñez Pinzón (1513) y de
Aguado (h. 1565), a pesar de la posible mala lectura del copista, pues aparece, dice
Joan Corominas, como macajo y mareo respectivamente. Dalgado pone un primer
ejemplo en portugués como macareo en 1535 de Gaspar Correia, Lendas da Índia,
vol. III. Sin embargo, Joan Corominas (III, 740) apunta que en portugués «Friederici
da un ejemplo de 1500 y otro de 1505-1521, ambos referentes a las costas occidentales de África».
- jambalonas, jambul o jambolán en español; en portugués jambolão (Syzygium cumini o Syzygium jambolanum). Dalgado (I, 480) dice que una de las variedades de
jambolão es dulce, y comenta que de su zumo se hacía un vino semejante al Oporto.
Garcia da Orta también recoge esta fruta tropical en su libro sobre medicina tropical.
No ha dejado huella en el español.
- jambo (Syzygium jambos) o yambo o pomarrosa o perita en español. Dalgado señala que es un fruto agradable a la vista y poco sabroso. DRAE, sin embargo, dice
que tiene un aspecto agradable a la vista, sonrosado y sabor dulce. Árbol originario
del sudeste asiático que fue llevado a Sudamérica. La primera referencia que apunta
Dalgado (I, 479-480) es de 1563. En el CDH aparece la primera referencia en español en 1578 en la obra del portugués Cristóbal Acosta.
- jangomas (Flacourtia jangomas), en portugués jamgoma o jangoma o jagoma.
Dalgado (I, 486) dice que se asemeja a una ciruela y que por tal motivo se llama ‘ciruela de Indias’. En los Comentarios del embajador García de Silva y Figueroa aparece el término. El CDH también recoge la referencia que aparece en el Tratado de
las drogas y medicinas de las Indias Orientales (1578) de Cristóbal Acosta. También
lo recoge Garcia da Orta en el capítulo veintiocho de su obra Colóquios dos simples
e drogas. El término no ha perdurado en el idioma español.
- laña tiene en español y en portugués el mismo sentido de ‘coco verde’. En portugués lanha o côco lanho es el fruto verde del cocotero. Dalgado (II, 510-511) dice
que «las lanhas son muy usadas en nuestras antiguas armadas de India por tener agua
abundante». La primera referencia del término que recoge Dalgado es de 1560. En
DRAE y Corominas (III, 577) aparece con el mismo sentido de ‘coco verde’ y con un
origen dravídico tal como apunta Dalgado.
- lasguis: Dalgado (I, 514-516) indica que lascar proviene del persa, de lashkar
‘ejército’, y derivado de éste lascarim, también del persa lashkarī, con el sentido de
‘soldado’. Además, puntualiza que, en el primer término, lascar se aplica al soldado
de mar, y lascarim al soldado de tierra. En DRAE aparece ascar, ‘ejército’, y ascari,
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‘soldado de infantería marroquí’, pero ya son préstamos del siglo XIX desde el Norte
de África. Lasguis no ha pasado al español.
- manchua, Dalgado (II, 19) la define como una embarcación malabar de un mástil y
vela cuadrada y dice que es como una galeota. Apunta que había también manchuas
de lujo, como la del virrey y otros hidalgos. Los portugueses expandieron el término
por otras partes de Asia y lo aplicaron a otras embarcaciones. En los Comentarios de
García de Silva y Figueroa también aparece manchua, pero no ha dejado huella en
otros textos de la época.
- mula, aparece mulá en DRAE, y Dalgado (II, 77-78) señala que es un «maestro,
doctor de la ley islámica, que viene del árabe maulā, (‘señor’)». Recoge un primer
ejemplo de 1557 de la obra Commentarios de Afonso d’Albuquerque. A finales del
siglo XVI aparecen más ejemplos en portugués. En español (CDH) curiosamente
Ruy González de Clavijo en su obra de 1406 Historia del gran Tamorlán recoge el
término mola con el mismo sentido, si bien no tenía uso en la lengua peninsular en
aquel momento. Monroy utiliza el término como si se conociera el sentido del mismo: «Por una vez ayunan treynta dias y otra nueve, y en estos se sube un mula a un
pulpito y muy lloroso cuenta la muerte de unos nietos de Mahoma, y otros que estan
al pie del pulpito responden cantando» (Cutillas, f. 72r).
- naire, aparece en Dalgado (II, 93-95) igual que en DRAE. La definición de Dalgado señala: «Individuo de la clase noble y militar de Malabar. Nuestros indianistas
también utilizan el término para designar a los cornacas (domadores de elefantes),
porque algunos naires ejercían tal oficio. Del malabar nāyar, derivado del sanscrito
nāyaka, ‘jefe, director’. V. ‘naíque’». Este lusismo aparece en DRAE como préstamo directo del portugués, naire: «Del port. naire, este del malabar nāyar ‘malabar
de casta’, y este del sánscr. nāyakaḥ ‘jefe’. 1. m. Encargado de cuidar los elefantes
y adiestrarlos. 2. m. Título de dignidad entre los malabares». El étimo aparece en
el texto de Luis Vélez de Guevara, El diablo cojuelo (1641), que recoge CORDE,
pero parece que no se ha conservado el préstamo en el español moderno. Corominas
(IV, 211) recoge el término naire con el mismo sentido de ‘cuidador de elefantes’ y
puntualiza que proviene del portugués naire ‘malabar de casta militar’, consignando
la misma definición que señala Dalgado y DRAE. Señala Corominas que la primera
aparición del término en español es en el texto Tractado de las drogas y medicinas
de las Indias Orientales del portugués Cristóbal Acosta de 1578.
- nautaques, piratas del mar de Baluchistán que asaltaban con frecuencia los barcos
portugueses. Cf. [Ms. 1889] Album di disegni, illustranti usi e costumi dei popoli
d’Asia e d’Africa con brevi dichiarazioni in lingua portoghese or Códice Casanatense, Biblioteca Casanatense, Rome, 1540, c. 35. Dalgado (II, 103) lo hace derivar
del término nautaquim y dice que el étimo proviene posiblemente del japones teitoku, que quiere decir ‘almirante’. Sentido –dice Dalgado– que encaja más con los
textos que recoge y donde aparece. Y añade que la primera sílaba de nautaquim tuvo
influencia de otra palabra homófona, con el sentido de ‘piratas do Golfo Pérsico’.
Curiosamente en CORDE aparece nautaque con el sentido de ‘hurtar’ en Rodrigo
Fernández de Santaella y Córdoba, Vocabularium ecclesiasticum, Sevilla, 1499.
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- navabo, nabab, nababo. Dalgado (II, 85-86) define nababo como «virrey o gobernador general de la India». Término árabe, en persa de la India navāb era un título
honorario de distinción. Corominas apunta que nabab es un término tomado del
francés y éste del hindustaní navāb ‘gobernador, virrey’, que a su vez se tomó del
árabe nūwāb. Pero posiblemente venga directamente del portugués de India, aunque
los ejemplos que aporta el CDH son ya tardíos, del siglo XIX. En el DRAE aparece
nabab con el sentido de gobernador de provincia de la India musulmana.
- nemo, Dalgado (II, 105) señala que es un juicio, decreto o acuerdo de una corporación local de Goa y que proviene del konkaní nemʿ. Es un término utilizado en todas
las ciudades y pueblos de Goa y que no ha tenido su reflejo en el español. Monroy lo
recoge y lo explica porque no conoce su significado en sus Relaciones:
Y a los quinze del mes llevan mandamientos por todos los lugares con que a los
veinte y cinco son obligados los tributarios a traher principio de paga y a los treynta a concluyr. Y quando [32v (28v)] no los manda prender o en la carcel o dandoles
nemo, y dar nemo es decirles el escrivano en altas boçes que sin pagar no se muevan de un lugar, rito que observan a su antiguo modo (Cutillas, f. 32v).
- nipa o nimpa (vino de), Dalgado (II, 109) lo define como un licor de fermentación
débil elaborado a partir de la misma palmera de nipa. En CORDE y DRAE encontramos el mismo término haciendo referencia tanto a la palmera como al vino que se
elabora con la sabia fermentada de la nipa en Filipinas.
- pangayo, del portugués pangaio. Dalgado (II, 157-158) ofrece dos sentidos recogidos de los textos. En el primero, citando a Cunha Rivara, dice que es una embarcación de dos mástiles con velas latinas, común en África Oriental y la India, con
la que se comerciaba en estas dos regiones. Dice también que es un vocablo usado
en los idiomas indios como el konkaní, malabar, canarés tulu, pese a que su procedencia es africana como sugieren todos los escritores antiguos. En segundo lugar,
Dalgado señala que es una especie de remo corto y pala. Y que remar a lo pangaio
es remar metiendo el remo perpendicular en el agua. El sentido que encontramos en
las Relaciones de Monroy es el primero, el de embarcación de dos mástiles. En los
Comentarios del embajador García de Silva y Figueroa también aparece pangayo
con el sentido de embarcación. El vocablo no se ha conservado en español.
- paros, parau o paró es una pequeña embarcación de transporte o de guerra del
sudeste asiático. El término, según Dalgado (II, 170-172), pasó de las lenguas dravídicas al malayo, y éste ya era conocido antes de la llegada de los portugueses a
Malaca. También recoge Dalgado el sentido de parau como jefe de una guarnición
militar. El DRAE no recoge este sentido y tampoco CORDE señala ningún ejemplo
para paros con el significado de embarcación.
- polias, Dalgado (II, 218-219) recoge el término poleá, polear, «individuos de la
casta de esclavos, considerada ínfima e impura en malabar. Del malayo pulayan
(también usado en tamil y canarés), pl. pulayar, derivado de pula, ‘impuro’, porque
el contacto con esta gente contamina las castas superiores. Los portugueses formaron del vocablo los verbos empolear, ‘contaminarse con el contacto de los poleá’,
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y desempolear, ‘purificar de la polución’». Igualmente Dalgado (II, 177-180), en la
entrada pariá, señala que «corresponde a la escala social de la casta de los poleás de
malabar», y continúa añadiendo que el término se emplea en Europa con el sentido
de hombre que ha sido expulsado de su casta o clase. Y que el étimo viene del tamil
pareiyan, pl. pareiyar, que se interpreta comúnmente como ‘tañedor de bombo’, por
ser uno de sus oficios. Y, tal como explica Dalgado, claramente el término ha evolucionado de un sentido relacionado con un grupo social asociado a unos determinados
oficios, pero sin carga negativa, a un sentido completamente negativo en occidente.
El DRAE recoge este sentido: «Del port. pária. 1. m. y f. Persona excluida de las
ventajas de que gozan las demás, e incluso de su trato, por ser considerada inferior.
2. m. y f. Habitante de la India, de ínfima condición social, fuera del sistema de las
castas». Corominas (IV, 401) menciona polea en la entrada de ‘paria’ y dice:
tomado del ingl. pariáh, y éste del port. parid, que a su vez procede del tamil papeiyan ‘tañedor de bombo’, por ser ésta una función habitual de los miembros de
esta casta de la India. 1. a doc.: Terr.; Acad. ya 1884. En portugués se documenta
pared ya en 1607, y quizá en 1516; en francés desde 1693 (polea, 1521-1688;
BhZRPh. XCI, 161-2); en inglés pariah desde 1613. Del inglés o del francés volvió el vocablo al portugués moderno y al castellano, con la acentuación mudada,
pero en la India portuguesa sigue pronunciándose correctamente.
En español se ha conservado paria, pero no el lusismo pariá oxítono. Sin embargo, el término portugués poleá no ha tenido suerte y no se recoge en ningún diccionario de los consultados.
- terrada, del árabe ṭarīda o ṭarrāda es un tipo de embarcación estrecha y larga impulsada por remos y con velas latinas, muy utilizada para el transporte de carga en el
Estrecho de Ormuz, pero también empleada en la guerra naval debido a su velocidad.
Dalgado (II, 368-369) apunta que terrada es una embarcación de origen asiático,
pequeña y ligera, utilizada por los portugueses en relación con Ormuz. Igualmente,
menciona que proviene del árabe ṭarrād (ṭarīdah), y, por las referencias, el área geográfica en la que se usaba esta embarcación, tal como él mismo apunta, era el Golfo
Pérsico. De la referencia de Duarte Barbosa que recoge Dalgado, de 1516, vemos
cómo aparece en portugués como terrades o terradas. En CORDE encontramos el
término tarida en Gestas del rey don Jayme de Aragon (1396), con el mismo sentido,
pero curiosamente ubicada en el ámbito geográfico del Mediterráneo occidental, en
las aguas de la corona de Aragón. Seguramente es un préstamo del árabe tal como
se ve en los ejemplos de las Gestas del rey don Jayme. CORDE también recoge una
referencia del término tarida en el texto de Jerónimo Zurita (1562). El DRAE señala
que tarida proviene «del ár. hisp. ṭarída, y este del ár. clás. ṭarīdah. 1. f. Embarcación usada desde el siglo XII en el Mediterráneo, especialmente para el transporte de
caballerías y pertrechos militares». En los Comentarios de García de Silva y Figueroa (I, 178) aparece con el mismo sentido de ‘embarcación pequeña’ o ‘batel de una
Nao’. Corominas (V, 419) también dice que proviene del árabe ṭarīda, definiéndolo
como ‘nave de transporte’ y su primera muestra es de 1260. Como vemos, dependiendo del área geográfica en la que se sustente el étimo la aparición e información
aportada proviene del mundo árabe oriental o del Mediterráneo islámico occidental. Evidentemente es un préstamo de origen árabe y, tanto en portugués como en
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español, encontramos versiones diferentes del mismo arabismo. Curiosamente en
CORDE aparece una referencia a terrada en un texto sobre metalurgia de Pérez de
Vargas, donde terrada, ‘emplasto’, se utiliza en joyería para aislar y fusionar piezas
en soldaduras de diferente composición:
Ay pieças que se han de dorar un pedaço sí y otro que descubra la plata. Para esto
se haze un betún de almagra, ajos majados, blanquimiento y cola. Cuézese todo y
con una pluma o cargador con este betún, que se dize comúnmente terrada ... (f.
168v).
- xater, Dalgado (II, 428) nos dice que xáuter es el «guía de caminantes en los desiertos de Arabia. Del árabe shāṭir, ‘experto, hábil’». El término aparece ya en la
obra del Padre Manuel Godinho Relação (1665). Sin embargo, no aparece en los
Comentarios de la Embaxada al Rey Xa Abbas de Persia de Don García de Silva y
Figueroa. Este término no se ha conservado en español.
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