[Texto en revisión, NO CITAR. Pronto a publicar.]
Disposiciones en la zona fronteriza de Tarapacá y en los migrantes bolivianos:
Una Interpretación foucaultiana de las dinámicas transfronterizas durante el
ciclo del salitre (1880-1930)
Luis Andrés Iturra Valenzuela1
Resumen
En el presente trabajo pretendemos hacer una interpretación de la zona fronteriza de
Tarapacá y la migración transfronteriza boliviana durante el ciclo del salitre (1988-1930). La
re-interpretación de los fenómenos está dada bajo una óptica foucaultiana, haciendo uso del
aparato conceptual de Foucault y de los estudios de geografías del poder. Saber sobre la
configuración de la frontera chileno-boliviana y la zona fronteriza de Tarapacá a partir de los
dispositivos y tecnologías que emergieron y, cómo el flujo migratorio boliviano estuvo sujeto a
estos.
Palabras Claves: Dispositivo fronterizo, zona fronteriza, migraciones, enganche.
1
Estudiante de Licenciatura en Sociología (en calidad de tesista) de la Universidad Arturo Prat, Casa Central Iquique.
Ayudante del INTE en el Proyecto Anillos SOC 1109, CONICYT: “Relaciones transfronterizas entre Bolivia y Chile:
Paradiplomacia y prácticas sociales 1904-2004” durante el 2013 y 2014.
Correo electrónico: luis.an.iturravalenzuela @gmail.com
Introducción:
El Norte Grande de Chile se anexó tardíamente al territorio nacional. Al terminar la Guerra del
Salitre, según lo establecía el artículo segundo del Tratado de Ancón de 1983, Tarapacá
quedaba de forma definitiva en manos del Estado chileno mientras que las regiones cautivas
de Arica y Parinacota esperarían hasta 1929, integrándose la primera a administración de
Chile y la segunda en el Perú; mientras que Bolivia quedaría desplazado (en la denominada
Tercería boliviana). Antes, en 1904, se firmaría el tratado de Paz y Amistad entre Bolivia y
Chile, “momento de inflexión donde la mirada de los Estados-nacionales coincidieron con los
intereses empresariales de la época” (Ovando y González, 2014: 37). Con el auge del salitre,
más allá de los litigios, Chile tuvo con Bolivia fronteras expeditas y seguras para el flujo de
personas y bienes: los enganches y los comerciantes (González, 2009a).
Lo que nos interesa es realizar una interpretación foucaultiana de la zona fronteriza de
Tarapacá y la migración transfronteriza boliviana durante el ciclo del salitre (1880-1930).
Conocer cuáles fueron los dispositivos y estrategias que gobernaron los espacios fronterizos,
tanto la frontera como la zona fronteriza y, cómo estas disposiciones actuaron en el
inmigrante boliviano. Tomaremos algunos fenómenos como los enganches y el cantón,
ambos vistos como tecnologías de un dispositivo.
El trabajo se articula de la siguiente manera: en primer lugar se realizará una discusión de los
conceptos de frontera, espacios fronterizos y zona fronteriza; conjuntamente se expondrán
ciertos conceptos foucaultianos pertenecientes a su etapa genealógica de los estudios de la
gubernamentalidad (dispositivos, tecnologías y estrategias). En una segunda parte se
encuentra el desarrollo interpretativo de los hechos históricos, tomando como fuente
documental otros estudios, principalmente aquellos realizados por Sergio González.
Terminando con un tercer apartado a modo de conclusión.
Los conceptos de frontera y zona fronteriza
Comprendida como la “epidermis del Estado”, según señalaba la geopolítica clásica de
Ratzel a finales del siglo XIX (Benedetti, 2014: 12), la frontera se vislumbra como el límite del
Estado nación, el corte geográfico y político entre dos o más naciones. Linea imaginaria que
en el caso de Bolivia y Chile está geosimbolizada por la cordillera de los Andes y reforzada
por tecnologías estatales, estableciendo hacia el otro lado lo desconocido (González, 2009b).
Como señala González “la frontera son la manifestación de una demarcación mental, [en
donde] más allá de lo nacional está lo extraño, lo ajeno, lo extranjero, lo distinto, la otredad.”
(2012: 109). Sin embargo, la frontera no es un lugar rígido y vacío, sino que es un espacio
que se reactualiza por la “diversidad de prácticas, creencias, rituales y relaciones” en la
cotidianidad de quienes habitan aquel territorio (Grimson, 2003: 24), por eso, aquella línea
que divide es también un punto de encuentro.
Si bien en su génesis conceptual, con el tratado de Westfalia en el siglo XII y luego
implementadas en toda Europa y reproducidas en el nuevo mundo para organizar el espacio,
la frontera constituía el borde o límite de la soberanía (Bailly, 2013 y Amilhat-Szary, 2013),
pero esto no quiere decir que la frontera debe ser vista como estructura natural y estática,
“sino como procesos históricamente contingentes” (Lois y Cairo, 2011:13), cuyas dinámicas
pueden reforzar o hacer aún más porosas las fronteras articuladas de forma multiescalar 2
(González, 2013a: 281; Jessop, 2004).
2
Es Jessop quien al referirse a las regiones transfronterizas, habla de una proliferación de escalas o
espacios en los cuales se reestructuran las relaciones económicas, políticas y sociales; bajo el concepto
multiescalar.
Si bien el concepto Multiescalar, según Jessop, prolifera como fenómeno después de la guerra fría, no deja
de ser cierto que estos distintos niveles también se presentan antes de ese momento histórico. En parte por
el modelo capitalista, y por relaciones sociales históricas presentes de antaño. Por ende el concepto no deja
de ser relevante para el presente trabajo. Donde las escalas nacionales escasa vez estuvieron en sintonía
con las regiones (tras)fronterizas, como Tarapacá.
Por ende, debemos comprender que la frontera es tanto rígida y literal como estructura, al
igual que porosa y aliteral en cuanto campo de acción social (Garduño, 2003). Tejidas en una
“sociogénsis histórica”, aquellas nociones representan la dinámica y complejidad de aquel
territorio (Grimson 2003).
Comprendiendo aquellas nociones de Frontera podemos adentrarnos a otros conceptos más
específicos que abordan la complejidad del territorio límite y ya no como una simple línea,
sino en cuanto a nuevas escalas, jerarquías y espacialidades. Lo son los conceptos de
espacio fronterizo, región fronteriza y zonas fronterizas (Tapia y Ovando, 2013). En el caso
de la región fronteriza se refiere al espacio en el cual las dinámicas que se generan superan
los límites de la línea divisoria originando una “integración de los territorios colindantes”. Por
su parte, la zona fronteriza es aquel espacio en el cual se desarrollan “un conjunto de
actividades al interior de cada Estado y que tienen a la frontera como un centro vital de
referencia” (Morales, 2010: 187 citado en Tapia y Ovando, 2013: 247). Ambos son parte del
espacio fronterizo, pero desde distintas espacialidades.
Profundizando con esta visión del espacio fronterizo es que Benedetti se adentra en los
estudios de “geografías del poder” impulsados por Raffistin y Sack, quienes reformulan las
vinculaciones entre espacio y poder. Para esto Benedetti sistematiza la “multiplicidad de
territorialidades multiescalares” (2014: 16) del espacio fronterizo: primero es asumir el
concepto de territorio, puesto que es la categoría en la cual se asocia directamente el poder y
el sujeto. Dos, “la primacía escalar sobre la organización social del espacio”. Tercero, las
relaciones de los grupos sociales en el espacio. Por ultimo, comprender que el territorio es
una categoría heurística y no ontológica. El territorio está en permanente construcción como
entidad geohistórica (Benedetti, 2011 y 2014: 15).
Cabe mencionar que la geografías de poder se inscribe a las distintas teorías críticas, donde
su mayor influencia filosófica está en los escritos de Michel Foucault (Benedetti y Solazzi,
2011). Arrojando su interés a la serie de sujetos sociales que mediante estrategias definen un
territorio, con ellos aparecen distintas fronteras interiores que designan la constelación de las
otras territorialidades, aquellas se asocian a las distintas escalas espaciales (locales,
nacionales e internacionales). En consecuencia, las nociones de frontera-barrera y fronteraporosa emergen desde un poder (principalmente estatal de alcance nacional) y, estas “dos
representaciones responden a producciones culturales en el ámbito del poder” (Núñez,
Arenas y Sabatíni, 2013: 116).
El aparato conceptual de Foucault para interpretar los espacios fronterizos
Foucault mencionaba que “podría escribirse toda una “historia de los espacios” -que sería al
mismo tiempo una “historia de los poderes”- que comprendería desde las grandes estrategias
de la geopolítica hasta las pequeñas tácticas del hábitat, de la arquitectura institucional, de la
sala de clase o de la organización hospitalaria, pasando por las implantaciones económicopolítico” (1979: 12), por eso el interés tanto arqueológico como genealógico del filosofo hacia
las espacialidades, comprendiéndolo como un problema histórico-político.
El espacio, en cuanto espacio social es una trama de relaciones de poder, desde el momento
que se define el espacio y desde que se erige sus límites sujetas a dinámicas históricas,
políticas, socioculturales y económicas. Por su parte, las fronteras son “un constructo
histórico que nos remite al contexto en que la interpretación surge [como] una geografía
hermenéutica” (Núñez, Sánchez y Arenas, 2013: 32), y al ser definido los espacios
fronterizos pasan a ser territorios (Benedetti: 2014).
La amplia caja de herramientas de Foucault no se agota en el espacio, sus estudios estaban
englobados por las relaciones de poder-saber que penetran en los sujetos y, posteriormente,
los estudios sobre la gubernamentalidad (1990, 2002, 2006), sin pretender elaborar una
teoría -como discurso imperativo-, sino “explorar una posibilidad” y la producción de
“indicadores tácticos” (1990 y 2006: 18).
En sus estudios sobre la gubernamentalidad expuestos en los cursos del Collège de France
y en sus ultimas obras, Foucault menciona tres conceptos de suma importancia para
comprender la racionalidad de gobernar: dispositivo, tecnologías y estrategias.
Un dispositivo no surge de la nada, sino que aparece para atender una emergencia histórica,
donde siempre se juegan relaciones de poder-saber. Además, la constitución del dispositivo
es de carácter reticular, plasmado en distintas formas materiales-no discursivas y
discursivas3, instituciones, leyes, normas, discursos de personajes influyentes, en suma
todas se articulan; todos son parte de un mismo corpus del dispositivo ( Foucault,1979, 2006
y 2014 y Agamben, 2011).
Como vemos, se trata de un término técnico esencial en el pensamiento y obra de Foucault,
siendo uno de los conceptos operativos de alcance general, siendo la red que existe entre
distintos elementos, mecanismos y tecnologías de poder. Por ejemplo el “encierro”, la
“disciplina”, la “libertad”, el “Estado” y la “seguridad”, ente otros más, son dispositivos
(Agamben, 2011). Por otra parte las Tecnologías (o Técnicas) es un concepto que si bien se
asemeja y suele confundirse con el de dispositivo, no son lo mismo. En ocasiones su uso
hace referencia a los mecanismos que operan en el dispositivo y en otras se trata de cuatro
grandes tipos de tecnologías donde “cada una representa una matriz de razón práctica”:
producción de cosas, sistemas de signos, de poder y del yo (Foucault, 1990).
Mientras que las estrategias serían las mismas acciones en las cuales se mueven, se tejen,
circulan y relacionan las distintos mecanismos y tecnologías de poder (2006).
Regresando al concepto de dispositivo, Foucault menciona en su curso de seguridad,
territorio y población (2006) que en la historia moderna han emergido tres grandes
3 Para Foucaut hablar de discursos no es hablar de una cosa inmaterial sino material. La materialidad de este radica en su
posibilidades de impactar en la realidad material y en las relaciones de poder-saber, por ejemplo una Ley u norma tiene
la facultad de ejercer su poder-saber sobre las cosas, ya sean cuerpos o cosas; también ocurre en la publicidad y
discursos cuyas emisiones modelen las conductas de los sujetos.
disposiciones de dominación (también los define como tecnologías de poder): primero el
dispositivo jurídico de mecánica binaria (permitido/vedado); segundo el dispositivo
disciplinario, con la implementación de mecanismos de vigilancia y modelación de las
conductas de los sujetos; tercero, el dispositivo de seguridad que se enfoca en un conjunto
de fenómenos. Este último dispositivo de gobierno, según el filósofo, emerge junto con el
liberalismo, interesándose en la población y en sus medios de supervivencia (Foucault, 2007)
La Frontera como Dispositivo: condiciones de la frontera chileno-boliviana en la zona
fronteriza de Tarapacá durante el ciclo del salitre (1880-1930)
Echando mano de lo ya dicho anteriormente, nos animamos establecer a la Frontera como el
dispositivo original, entendida en su origen genealógico como la franja que separa el
nosotros de los otros y que a la vez nos une. De ahí en adelante las reactualizaciones
sociohistóricas que han de disponerse están dadas por las emergencias que se generen. En
cuanto al periodo de interés del presente texto distinguimos dos grandes dispositivos que reconfiguran la frontera (Benedetti y Salizzi, 2011 y Núñez, Arena y Sabatini, 2013). Uno es el
Dispositivo soberanía generado por la Razón de Estado, dada la anexión tardía del territorio
del Norte Grande, es la fuerza de ley, la tecnología jurisdiccional quien configura un discurso
de verdad: establecer el territorio ganado tras la guerra como territorio nacional, instalando
sobre él y la frontera las agencias y agentes estatales para ejercer el poder del Estado
central (Castro, 2010 y Esteves, 2006). Al segundo lo denominamos Dispositivo Liberal(ismo)
de Seguridad, el cual persigue satisfacer la necesidad de mano de obra para la extracción
del salitre. Su disposición establece el laissez-faire, lo que importa es dejar que las cosas
circulen (Foucault, 2006: 41). Entonces, podemos ver que para la Razón de Estado la
frontera es una frontera-barrera y en la disposición del liberalismo se trata de una fronteraporosa.
Para Foucault el Liberalismo no es una ideología ni una doctrina económica ni una filosofía
política, se trata más bien de un conjunto de prácticas que se articulan conforme a una cierta
racionalidad. El liberalismo no es una institución sino un modo de hacer las cosas, una
Tecnología de gobierno sobre la conducta económica y moral de los hombres. Sin embargo,
esto no quiere decir que el liberalismo no gobierne las conductas, sino más bien gestionar
sobre las condiciones en las que el individuo se mueve creyendo ser “libre” (Foucault, 2007 y
Castro-Gomez, 2010).
Vemos que en el caso del Norte Grande de Chile y en específico Tarapacá, durante el ciclo
del salitre, la frontera chileno-boliviana dispuso de una apertura a los flujos de bienes y de
personas. Siendo que las relaciones con Perú eran tensas no ocurría igual con Bolivia, a
pesar de litigios y algunos roces, entre los Estados de Bolivia y Chile primó el desarrollo
industrial y comercial (Ovando y González, 2014).
Algunas de las condiciones que propiciaron la emergencia del dispositivo que actualizaría a
la zona fronteriza y a la frontera con fines económicos fueron; en primer lugar, la deficiente
presencia de agencias y agentes estatales chilenos en los espacios fronterizos próximos a la
franja. En segundo lugar, la disposición del Estado chileno de dejar hacer a los empresarios
salitreros y por último, la plenitud del ciclo del salitre, tanto en producción y ganancias, como
también en la configuración de espacios urbanos, tecnologías para la producción y
comunicación, en suma, toda la capacidad articuladora de la industria.
Según señala Luis Castro, la administración del Estado de Chile por medio de sus aparatos
agenciales no fue homogénea durante el ciclo del salitre, viéndose con dificultad la
implementación del aparato fiscal en las tierras altas de Tarapacá. Condiciones que
propiciaron las estrategias liberales en las zonas fronterizas. Dos inconvenientes surgieron
con fuerza. 1.-poca población de
chilenos que residían en las localidades andinas. 2.-
Desinterés de Chilenos (que vivían en la pampa y en la costa) en ocupar cargos públicos en
aquellos pueblos (Castro 2013: 368). Debido a eso, “buena parte de los funcionarios
subdelegaciones andinas o eran residentes peruanos (algunos bolivianos también) de los
pueblos vallesteros, serranos e incluso altiplánicos, o derechamente indígenas” (2013: 370),
sumado al bajo dote policial en esas zonas.
Una carta del Juez de Subdelegación de Tarapacá del año 1919, señalaba que:
“Chilenos propiamente dicho no hai más que el Señor Subdelegado i el infrascrito. […] Llega
a tal extremo la falta de chilenos que el Juez para poder actuar tiene que verse obligado a
nombrar actuarios peruanos, personas que jamás tendrán la más pequeña intención de
ayudar a la labor de la justicia i que todos se consideran ajenos a Chile i dueños de
gobernarse por sí i ante sí” (Archivo Regional de Iquique. Fondo Intendencia de Tarapacá.
1919: vol. 11, sin folio. Citado en Castro 2013: 370)
Lo interesante es el uso de "i dueños de gobernarse por sí i ante sí". Refiriéndose a una
forma de gobierno distinta al poder soberano que no se hacía sentir sobre el cuerpo
"extranjero", pues aquel dispositivo es "inútil" sin ramificaciones (los Agentes Estatales
-fiscales, municipios, intendencias y policía) que ejerzan el poder en la microfísica. Aquello se
comprende porque, pareciera, que la preocupación del Estado estaba más en los vaivenes
de la minería.
Se estaría presenciado la acción de un dispositivo de seguridad-liberalismo, donde la
seguridad es la seguridad del mercado y para ello deben circular los flujos de bienes y
personas sin mayor restricción, de hecho, Tapia Ladino señala que “durante el auge salitrero
no solo llegaron trabajadores de todas las latitudes, sino también comerciantes y arrieros que
trajeron productos demandados por la población pampina e insumos para la explotación del
mineral” (…) el desarrollo económico de Cochabamba estuvo basado en el comercio de
productos textiles, cueros, cereales, zapatos y chicha” ( 2013: 183). De hecho los
cochabambinos desarrollaron fuertes lazos comerciales en los espacios fronterizos próximos
a las fronteras y en los cantones.
También, se hace notoria la articulación que la escala local hacía con el país vecino, incluso
una serie de proyectos ferroviarios con el fin de integrar Iquique cono Oruro se llevaron, sin
embargo fueron proyectos fallidos. El estado chileno se encontraba animado por una
estrategia internacional geopolítica que desplazó al olvido las demandas integracionistas de
los tarapaqueños. Como bien señala González, ante el acuerdo internacional de 1904 entre
Chile y Bolivia “no imaginaron los tarapaqueños que la política internacional de Chile
afectaría sus demandas por un ferrocarril que uniera Iquique con Oruro. Iquique era el
principal puerto del nitrato, estaba vinculado al mundo a través de clippers y vapores, pero se
le negaba una conexión moderna con Bolivia, quedando Tarapacá entre dos líneas férreas
que se dirigían hacia La Paz” (2011:74). Sin embargo el Tratado de 1904 permitió a Bolivia la
construcción ferroviaria hacia el litoral, los más beneficiados fueron el empresariado minero y
el agropecuario; trazado en los cuales no aparece Tarapacá en el circuito comercial.
Ciertamente son los Estados-nacionales los interesados en definir la frontera unificadora
(jessop 2004). Caso que en parte ocurrió en este ciclo con la frontera chileno-boliviana, pero
creemos que bajo una racionalidad distinta al de Razón de Estado, por otra parte también se
hizo sentir esa razón que en general los Estados-nacionales obstaculizaron como fue el caso
de las regiones de Tarapacá-Oruro (González, 2011:82). El dispositivo frontera porosa
respondía a otra racionalidad.
Pero, esta racionalidad llegaría a su fin entrando al 1929, como señalan Ovando y González:
“a escala regional y transregional, la década siguiente abrió una nueva etapa: 1. Porque la
economía salitrera entra en su fase terminal generando una emigración de retorno de
quienes habían llegado al desierto de Atacama, incluyendo a la población boliviana; 2. La
provincia de Arica, que siempre estuvo vinculada e integrada a Tacna, pasó a formar parte de
Tarapacá, germinándose uno de los conflictos en Chile; 3. La frontera chileno-boliviana, con
la declinación de la economía salitrera, dejará de ser porosa para comenzar a ser más
controlada” (2014: 39-40). Apagándose así un ciclo glorioso donde “las realidades cotidianas,
circundadas por un medio adverso que dificultó la supervivencia” (Godoy y González 2013:
209) forjo una identidad en la población entre bolivianos, chilenos, peruanos y otros más.
En las páginas siguientes veremos cómo fue la mecánica de estos dispositivos sobre el
espacio fronterizo y los cuerpos-inmigrantes bolivianos durante el ciclo del salitre. En donde
el cantón y el enganche tienen importancia, el primero como el más importante ordenador
territorial de los flujos de y para la población y, el otro como captador de mano de obra.
Tecnología y flujos: la importancia del cantón como ordenamiento.
Porqué nos referimos al cantón como el más importante ordenamiento territorial de los flujos;
porque como bien dice González y Artaza “el cantón fue la mejor expresión sociológica de la
vida cotidiana en la pampa, incluso tanto o más que el campamento y el pueblo” (2013: 338339). A esos territorios llegaban los inmigrantes bolivianos a trabajar en la industria del salitre
y también a comercializar diversos bienes. La frontera estaba abierta a los flujos comerciales
de bienes y de personas, puesto que “el espacio salitrero no fue suficiente pero logró integrar
un espacio transfronterizo para su demanda interna” (González, 2013a: 293)
Al instalarse las primeras salitreras surge el concepto de Cantón “que, a diferencia del
concepto de <<pampa>> hace referencia a la ocupación humana en un territorio
determinado, donde se concentran los asentamientos humanos vinculados a la economía
salitrera: campamentos, pueblos, donkey y estaciones ferroviarias” (González, 2013b: 218219). Además, el cantón no surge desde una política pública, sino que surge de forma
espontanea. González y Artaza lo definen con las siguientes palabras: “ordenamiento
territorial espontáneo que se formó durante el ciclo de expansión del nitrato, donde un grupo
de oficinas de diversas compañías salitreras establecieron relaciones económicas y sociales
estables entre ellas, con un pueblo de servicios y un puerto de embarque, desarrollando
flujos densos de bienes y personas de características urbanas. Sus habitantes compartieron
una identidad local temporal con relación a ese territorio. Los cantones tenían una duración
asociada a la cantidad y calidad de los depósitos de caliche existente en sus pampas y a la
complejidad de su desarrollo urbano” (2013: 331).
En ocasiones eran denominadas distritos, sin embargo debemos recordar que no se trata de
un concepto político-administrativo, sino que el cantón emerge como una suerte de cuerpo
territorial en el cual circulan diversos elementos, e incluso, el cantón se define por esos flujos
más que por su territorio particular, puesto que “estos flujos definieron un espacio banal que
en un determinado momento histórico tuvo expresión territorial” (González y Artaza, 2013:
335). Si fue por los flujos, quiere decir que ha sido inventado desde el dispositivo liberal, ha
sido el libre flujo el constitutivo de una tecnología denominada “Cantón” y que cristaliza la
forma de gobierno del dispositivo de seguridad liberal. Así como acontece en la frontera
también acontece en el cantón. Lo que también nos permite comprender por qué no fue la
administración estatal la que los erigiera.
En Tarapacá, por ejemplo, el límite de los cantones no estaba establecido por criterios de
demarcación territorial materializados en base a hitos o mojones, sino más bien ha función
de los flujos (González, 2013b y González y Artaza, 2013). En aquel lugar, los bolivianos que
llegaban y otros inmigrantes desde los distintos hemisferios, de esa “diversidad [que] se
hacía carne y cultura” surgirá la identidad cuando se conforme un “ethos sociocultural
compartido” (González, 2013a: 282).
José González apunta que el ordenamiento espacial que se generó, especialmente en las
urbes, apostó a una serie de proyectos que “forjaron una estabilidad demográfica pero a la
vez tratar de instaurar una cultura urbana entre los habitantes. Aquello supuso disciplinar los
espacios públicos” (2013: 422), desarrollando un control social amplio y riguroso como los
censos, los lugares de trabajo e incluso la moral pública. Todo esto con el objetivo de dar
seguridad a las inversiones comerciales (Pierbattisti, 2010), la producción del nitrato.
Entonces, el cantón era el territorio como tecnología cuya estrategia fue la mantención de la
población o, en el caso boliviano, la circulación constante de mano de obra para la
producción
salitrera.
Generando
una
relación
de
poder
entre
medios
de
subsistencia/población. En el cantón se gobernaban los flujos, la libre circulación de ellos
pero siempre bajos ciertos límites; se trataba de gobernar esos medios de subsistencias,
flujos sociales, económicos y culturales.
La Tecnología del Enganche
“Ya entrada la oración. Los demás particulares que regresaban a
sus hogares, allá a la orilla de una calichera vieron a un
hombrecito que sentado sobre la única carretada de caliche que
lograra sacar en el día, meditaba; con los codos apoyados sobre
ambas rodillas, pensaba talvez en los seres lejanos, en su
pueblecito querido…” (Ensayos Obreros “EL ENGANCHADO” por
E. TORRES E. en Diario “El Tarapacá. Iquique, jueves 24 de enero
de 1929)
El enganche se establece como una de las Tecnologías de contrato (o de incorporación de
cuerpos capaces de producir Trabajo -vivo-) para satisfacer las necesidades de mano de
obra en las faenas mineras.
Lo que para el Boliviano, así como otros enganchados, era la posibilidad de "un mejor vivir";
era para el empresario y las autoridades chilenas la satisfacción de un creciente objetivo: "la
demanda de mano de obra en las faenas mineras" (Tapia, 2013: 175), de preferencia
hombres solos y jóvenes a los que se les denominaba “solteraje”. Además existía una
preferencia de los empleadores por la mano de obra de origen boliviano, los “paisanos”
(2003).
Por otra parte, “La falta de oficio, los llevó a incorporarse al mercado laboral en los trabajos
más riesgosos y agotadores donde se requería mano de obra intensiva entre ellos el de
particular, machacador, cargador o ripiador, entre otros” (Tapia 2013:186).
En la Tecnología del Enganche se dispusieron distintas estrategias como: "arrieros
conocedores de la cordilleras, vaquéanos que sirvieron de guía y de recuas de mulas para el
traslado de las pertenencias" (2013: 175).
El arriero u enganchador era quien conocía muy bien la ruta y poseía las mulas, sabía a qué
paso ir, para llegar a cierta hora a cierto punto en el cual poder descansar y beber agua. En
este punto el enganchador y el inmigrante boliviano generaban una relación de poder-saber.
Los sectores en los cuales se adentraban los arrieros y enganchadores era por la quebrada
de Camiña que se ubicaba frente al cantón de Pisagua. Desde aquel abundante valle de
Camiña, los bolivianos descansaban cerca de una semana, luego de eso pasaban a otro
arriero para llegar al pueblo de Zapiga y la estación Catalina. Otro punto era el oasis de Pica,
por el cual también se internaban los arrieros argentinos y bolivianos, llegando a las oficinas
cercanas, como Pozo Almonte, La Noria y Gallinazos, además de sectores como Pintados,
Buenaventura hasta Lagunas (González, 2003: 271). Pero también lo hacían por otras rutas.
Esta sería la primera trayectoria que el enganchado recorría, quizás lleno de sueños de un
mejor vivir, de algún día regresar a su patria con la familia y trabajar la tierra o hacer
negocios. Lo cierto es que la tecnología de enganche se transformaba en el mediador, en el
hacer carne el flujo de mano de obra hacia las salitreras.
Vemos que el dispositivo reticular configuraba una serie de tecnologías y estrategias para
hacer circular los bienes y personas desde y hacia Bolivia y la zona fronteriza de Tarapacá.
En este trabajo solo nombramos dos; el cantón y el enganche.
Conclusión:
Haciendo uso de los conceptos de frontera y de espacio fronterizo (región fronteriza y zona
fronteriza) conjunto al aparto conceptual del filosofo francés Michel Foucault y los posteriores
estudios de geografías de poder, logramos reinterpretar los fenómenos sociales en los cuales
el inmigrante boliviano vivió al cruzar y estar sobre un territorio que estaba siendo
configurado por la extracción del salitre. Dinámicas en las cuales ellos también fueron
partícipes.
Pero, y a modo de conclusión, fue el modelo capitalista de extracción del nitrato el que
moldeó la frontera norte en post de la acumulación de cuerpos, en este caso del cuerpo
social transfronterizo boliviano, para acumular capital, activando una serie de dispositivos
que configuraron toda la espacialidad fronteriza.
Con ello, entendemos al modelo capitalista (o liberal) no sólo como un modelo económico
sino más bien como una forma de gobernar (Foucault, 2007 y Castro-Gómez, 2010). Dicho
esto, podemos comprender los flujos migratorios hacia la región de Tarapacá durante el auge
del nitrato. Posteriormente, acontecida la difícil crisis del 30, la franja fronteriza y sus
tecnologías dejarían de estar tan abierta. La forma de gobernar se aproximaría más a una
razón de Estado cuyo dispositivo de soberanía había estado siempre presente, pero
subsumido por las formas de gobierno que favorecían a la industria.
Pero claro, todo lo dicho anteriormente, y a lo que apuntaba el trabajo, se encuentra tanto en
escala nacional como en la escala local, desde las cotidianidades producidas en la zona
fronteriza. Además, y si bien no era el punto del presente trabajo, acontecía otro dispositivo
en las espacialidades fronterizas. Un dispositivo encargado de moldear las conductas de los
sujetos, un dispositivo disciplinario que ejerció sobre los cuerpos extraños y principalmente
sobre los indígenas y los peruanos. Aquel ha sido ampliamente estudiado por historiadores,
conocido por el nombre de “chilenización”.
Con esto, vemos que los dispositivos han configurado hasta el día de hoy los espacios
fronterizos y el ejercicio del poder sobre los inmigrantes transfronterizos. En la actualidad,
tecnologías de seguridad fronterizas, como el Plan Frontera Norte en Chile, cristalizan al
dispositivo original de frontera mediante una gubernamentalidad neoliberal buscando
gobernar los flujos positivos y negativos de interés (García, 2014).
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