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DIOS TIENE UN PLAN

DIOS TIENE UN PLAN. Hoy 05 de febrero de 2015 haciendo un análisis de lo que han sido estos casi 4 años de haber llegado a chile vienen a mi memoria muchos testimonios y anécdotas de cómo Dios ha sido fiel en gran manera y sobre todo como nos ha cuidado y sostenido. No puedo dejar pasar por alto esta oportunidad para reseñar algunas experiencias, para nunca se nos olviden y para otros puedan nutrirse de ellas y fortalecer su fe. Al llegar a Chile el 29 de abril de 2011 llegamos con una maleta llena de sueños, desafíos, temores, tristezas por el desprendimiento de la familia, lo que no sabíamos es que todos esos sueños eran solo una excusa para salir de nuestro país ya que Dios nos haría pasar por una serie de experiencias que cambiarían totalmente nuestra perspectiva personal de lo que significa servir a Cristo. Es impresionante como cada detalle se teje para llegar al cumplimiento del plan que Dios tiene trazado para nuestras vidas. Tantos momentos de tristeza, desilusiones, decepciones, agonías, frustraciones, rabias, enfermedades, me enseñaron a depender totalmente de la providencia divina. Probablemente la circunstancia nos decía que habíamos fracasado, que debíamos volver a Venezuela, y vaya que lo consideramos muchas veces. Sin embargo la convicción de saber que Dios estaba detrás de cualquier situación no hacía entender que este es el lugar donde debía estar y antes de pesar en el fracaso y el regreso a casa, venía a mi mente algo que repetí muchas veces cuando atravesaba dificultades “este es el momento de demostrar de que estoy hecho” y “al final todo sale bien”. La firme y dulce respuesta de Dios no se hacía esperar, aunque en el plano humano creía que se había olvidado, quizá fue eso mismo lo que pensó la hermana de Lázaro, “si hubieras llegado antes mi hermano no habría muerto”, en estos casi 4 he comprendido que Dios nunca llega tarde, porque sino su plan no estaría bien concebido y tendría errores en su ejecución. El primer año fue el más complicado, vivimos el efecto del cambio de la cultura, cosa que creo que no afectó mucho, aprendí en mi primer trabajo en una escuela rural a conocer a las personas de campo. Algo curioso fue que la mayoría de los papas de los alumnos con los que trabajaban no me entendían, así que tuve que aprender sus modismos, su cosmovisión, sus valores, etc. Esto me permitió enriquecerme como persona y ser libre de resistencia a los cambios de forma para poder adaptarme al entorno que me rodea. Ese primer año también estuvo marcado por las múltiples dificultades económicas, trabaja un tiempo y luego me quedaba sin trabajo. Recuerdo que el primer verano, el del 2012 fue el más complicado, no tenía trabajo, tina estaba embarazada, Salomé era pequeñita sólo tenía 2 años, sumado al hecho de que muchas personas aún no me conocían y a penas me daban de vez en cuando algunas oportunidades para compartir la palabra en la iglesia. Sin embargo a pesar de todo esto muchos hermanos nos sorprendían cuando al final de las reuniones de los domingos nos daban ofrendas de dinero para cubrir los gastos. Eso sucedió en varias oportunidades. Vivimos el recibir de la nada 500 dólares mensuales de una hermana, era el equivalente a un poco más del sueldo mínimo, ¡wau! Cómo olvidar eso, muchas veces no teníamos el dinero completo del arriendo, ni para cubrir los gastos de comida, ni menos de los gastos de agua, luz y gas y recibía la llamada de la hermana para que pasara a buscar el dinero, ya en ese momento Samanta había nacido lo cual incrementaba el problema. Así fue el año 2012, lleno de desafíos de fe, ver como hermanos de otras ciudades enviaban alimento a nuestra casa sin conocer los detalles de nuestra situación, vivimos la desesperación por no saber que comeríamos ese día pero con la tranquilidad de que siempre comíamos de la mano de nuestro buen Dios. Vivimos también la experiencia de recibir la visita de un hermano de la iglesia que nos preguntó sobre nuestros planes para ese verano, a lo cual obviamente no teníamos ninguno y quien sin pensarlo dos veces nos llevó de vacaciones y costeó todos los gastos. Dios es tan especial que hasta en los detalles se fija, nada se le pasa por alto, Él tiene sumo cuidado de nuestras vidas. El 2013 inició con más desafíos, me invitaron a trabajar como colaborador en la iglesia, lo que implicó un sueldo mensual y una agenda full los fines de semana y algunos martes, comenzando con los viernes donde debía visitar los locales que tiene la iglesia y hacer estudios Bíblicos, los sábados en el liderazgo de jóvenes, trabajo que ya venía desempeñando desde el 2012 y terminando con los domingos donde debía visitar también los anexos que tiene la iglesia fuera de la ciudad; además de estar a cargo de un anexo en una de las comunas de la región, la comuna de las cerezas, Quinchamalí, donde además tuve mi primera experiencia pastoral, conocí personas excepcionales, con un amor profundo por el Señor, fue un tiempo en el que pude ver como los hermanos crecieron, se esforzaron por tener más, una de los mayores fue ver como cada vez que habían bautizos siempre había algún hermana del anexo que quería bajar a las aguas. Quinchamalí me enseñó que Dios nunca se equivoca y que nunca se olvida de sus promesas, los hermanos se movían en manada, solo necesitaban un estímulo y prendían “al tiro” como se dice en el buen chileno. Esto fue una de las mejores experiencias que he vivido en toda mi vida, pasar 2 años enteros predicando la palabra y compartiendo con los hermanos todos los viernes y domingos, predicar en las iglesias en el campo, en la costa, en ciudad de concepción que es una ciudad cosmopolita, en la iglesia central en Chillán, en fin me obligaba a tener más intimidad con el Señor y a llenarme más de él para poder dar de gracia lo que de gracia he recibido. Ese mismo año 2013 después de haber pasado por un desierto económico, porque estuve un poco más de 5 meses sin trabajo y viviendo de la providencia divina, llegaron oportunidades de trabajo como nunca. Comencé a dar clases en una universidad, tenía además unas horas en dos colegios uno en Chillan y otro en la ciudad de los Ángeles como a 1:45 min de la ciudad 2 veces a la semana y además el trabajo de lo fines de semana en la iglesia. En fin, tenía toda la semana full de trabajo incluyendo los días que daba clases en la universidad donde daba clases en las noches. Podría decir que después de mucho tiempo y de muchas aflicciones estaba viviendo un buen momento, pero comencé a agotarme físicamente y emocionalmente, el poco tiempo que tenía libre debía invertirlo en la preparación de las clases en la universidad, la preparación de los sermones, la planificación de las actividades en el grupo de jóvenes, realizar los informes psicológicos de los niños que atendía en los colegios donde trabajaba que eran alrededor de 100 informes incluyendo el plan de trabajo y el tratamiento y además tener fuerzas y ánimo para pasar tiempo con mi familia. Llegué a un punto donde todo lo hacía por inercia, poco a poco comencé a tener una desmotivación generalizada, muchas veces llegaba a los colegios, me encerraba en mi oficina y literalmente me tiraba al suelo porque necesitaba dormir, no me concentraba y coordinaba lo que debía hacer. Fue un tiempo duro desde todo punto de vista, el costo que debía pagar era muy alto, ya no disfrutaba lo que hacía, no disfrutaba compartir la palabra como antes, ni lo hacía con el mismo entusiasmo, pensar en el fin de semana era igual a seguir trabajando, llegar a la reunión de jóvenes se convirtió en una tarea titánica, regresaba a casa mal humorado, con dolores de cabeza y con ganas de renunciar a todo. En medio de esa crisis existencial me pregunté ¿De qué servía tener dinero y estar lejos del plan de Dios? La respuesta era clara y evidente, era mejor estar en Venezuela y seguir con la vida que llevaba. Así que decidí buscar la dirección de Dios y le pedí que me ayudara a equilibrar mi tiempo, sin ninguna duda la razón principal era el servicio a Dios, así que loco por llegar al fin de ese año tomé algunas decisiones, como renunciar al trabajo en los ángeles, enfocarme en las clases en la universidad por un tema más que económico era porque me mantenía haciendo algo diferente, por otra parte enfocarme en el colegio en Chillán lo cual eran 2 ó 3 días a la semana y los fines de semana en la iglesia. Yo pensaba que con la renuncia del trabajo en los ángeles me aliviaría el tema del tiempo. Pero como Dios tiene un plan mejor se tomó en serio mi oración de que me ayudara a ordenar mi tiempo, así lo comenzó a hacer. Fue así como comenzó el año 2014, como todos los veranos anteriores, sin trabajo, ya que son las vacaciones en los colegios y las universidades y yo solo percibía dinero los meses de clases no en las vacaciones, por lo que debíamos planificarnos muy bien para esos 3 meses; yo seguía percibiendo mi sueldo en la iglesia y nada más. Al llegar el mes de marzo comencé mi jornada normal en la universidad, el mes de abril se suponía que comenzaría en el colegio pero para mi sorpresa no me dieron esas horas, las cuales eran muy importante para el presupuesto mensual. En síntesis pasé de tener 4 empleos a sólo 2, por lo que el presupuesto se redujo a menos de la mitad del año 2013, eso unido a otras condiciones que me voy a reservar describir en este momento, pero que incrementaron la dificultad económica al doble. Sin ninguna duda entendí que Dios estaba detrás de todo y estaba ordenando nuestro panorama para poder comprender que Él tiene un plan y siempre son los mejores planes para nosotros, por eso tuve paz y a su vez cierto grado de angustia porque sabía que no sería fácil lo que vendría, sobre todo porque nuestra naturaleza humana no nos permite dimensionar que Dios es soberano y como declaraba el salmista David “Joven fui y he envejecido y no he visto justo desamparado ni su simiente que mendigue pan”. Ese año vi la mano de Dios de una manera diferente, me impresionó ver los hermanos organizándose para proveernos lo necesario desde el punto de vista de alimentos, puedo decir hoy sin temor a equivocarme que más del 80% del año 2014 nos alimentamos con lo que recibimos de nuestros hermanos en la fe, desde la leche de las niñas hasta la pasta de dientes que usábamos, ver como una hermana anciana y quien vive sola llegaba a nuestra casa cada mes con una pequeña caja un carrito de metal para poder llevarla, con alimentos y una pequeña ofrenda que para nosotros era un tesoro. Ese mismo año recibí muchas invitaciones de otras iglesias en diferentes ciudades para compartir la palabra, le daba gracias a Dios porque a pesar de que no tenía trabajo formal él era mi empleador, por lo tanto él gestionaba donde había una “vacante” donde pudiera compartir la palabra. Recuerdo que una vez recibimos como grupo de jóvenes una invitación a participar de un retiro y donde habría un expositor invitado de una de las iglesias de la ciudad de Santiago, mi plan era ir y participar junto con los chicos del retiro, sin embargo una semana antes de retiro el predicador invitado tuvo un inconveniente y no podía asistir por lo que el pastor de esa iglesia me llamó y me pidió que yo fuera uno de los expositores del retiro. Si logramos leer entre líneas podemos darnos cuenta que Dios sigue siendo el Dios de nuestra provisión y sin intentar hacer trueques que él ni mercantilizar su obra, el obrero es digno de su salario, por lo que al final del retiro me dieron una ofrenda, lo que me permitió cubrir algunos gastos de mi casa. El año siguió su curso y no voy a negar que en muchas oportunidades tuve dificultades para completar el presupuesto del mes, fue así como en mi oraciones seguía buscando dirección de Dios, mi hermano menor quien es misionero igual me invitaba a que buscara otras iglesias que pudieran sostener mi ministerio, sin embargo no me sentía muy cómodo y prefería esperar. En una oportunidad compartiendo con una amiga de la ciudad de Santiago y conociendo un poco mi realidad, me comenta que el ministerio en el que ella trabaja y que tiene su base en Argentina estaban buscando un matrimonio joven que tuviera experiencia misionera para encargarse de dicho ministerio en Chile para el año 2015, al parecer en medio de la circunstancia se presentaba una buena oportunidad de servicio con estabilidad laboral y en su obra, qué más podía pedir. Sin embargo a pesar de que cumplía con el perfil, la experiencia y el tenía en currículo para postular al cargo, se cerró la puerta drásticamente en julio del 2014 porque un matrimonio alemán asumiría por un año el cargo al que yo estaba postulando, por una parte sentí como si una puerta se hubiera cerrado en mi cara golpeando mi nariz, no pude hacer otra cosa que entender que el plan de Dios iba en otra dirección, aunque por episodios me desanimaba y me cuestionaba un sinfín de cosas no podía perder el enfoque. Ella misma me dijo lo mismo que mi hermano menor, por qué no buscaba pastores que pudieran ayudarme como misionero. Así que lo pensé y comencé a considerarlo como una opción, no quería cerrarme a esa posibilidad pensando que Dios quería bendecirme por esa vía. Ese mismo mes tenía una invitación a predicar en una iglesia de la ciudad donde había compartido la palabra tiempo atrás y con quienes no tenía mucha relación, por lo menos no frecuentemente. De modo que armé un discurso en mi mente y si el pastor me daba la oportunidad de la hablaría del programa de formación ministerial Sígueme, -con el que había estado trabajando 2 años como ya sabe-, lo pondría a sus disposición y si la iglesia veía pertinente sostenerme económicamente sería respuesta de Dios. Llegó el día domingo, el día del culto especial, recuerdo que era un culto evangelístico, donde yo debía presentar a Jesús como la respuesta a la interrogantes más importantes de nuestra vida, sobre todo la de la eternidad, que paradójico hasta cierto punto, además era finales del mes de julio, las clases en la universidad habían terminado, estábamos en pleno invierno, llovía y hacía mucho frio. Al llegar a la iglesia y armándome de valor para poder plantearle al pastor mi propuesta cuando viera la oportunidad, el pastor sale a mi encuentro y después de darme una abrazo fraterno me pregunta: -¿Cómo está tu ministerio?- yo quedé en el sitio como decimos en Venezuela y en mi mente pensé –esta es mi oportunidadno podía creer que se había presentado tan rápido, a penas estaba llegando a la iglesia. Al instante comencé a hablarle sobre la experiencia de “SÍGUEME” y de impacto que ha tenido en muchos jóvenes a nivel nacional, sin embargo fuimos interrumpidos por uno de los miembros del grupo de alabanza quien le pedía al pastor que se acercara a ellos para orar juntos y así poder iniciar la reunión especial de evangelismo. El pastor me miró y me dijo que me quedar al final de la reunión para que le contara más sobre “SÍGUEME” y otras cosas más. Por un instante pensé que lo había logrado, había llamado su atención y Dios estaba respondiendo mi oración y la estrategia planteada por mi hermano y mi amiga daría resultados, sin embargo el panorama cambiaría radicalmente y me dejaría sorprendido casi sin palabras. Recuerdo que mientras compartía la palabra pensaba en el próximo paso, probablemente me veía recibiendo la ofrenda mensualmente y obviamente desarrollando el programa con los chicos de esa iglesia, siendo honesto quería que el tiempo trascurriera lo más rápido posible para poder hablar con el pastor, calmar mi niveles de angustia y al llegar a mi casa contarle el testimonio y sobre todo decirle que había recibido una buena acogida mi propuesta y que por su puesto que me iba a apoyar económicamente. El tiempo transcurrió normalmente, las alabanzas, el devocional compartido ese día, el tiempo del mensaje, el llamado a los invitado a recibir al Señor dio frutos ya que varias personas le entregaron su vida, de verdad disfruté mucho ese tiempo y sobre todo saber que Dios me sorprendería, que sobrepasaría mis expectativas. El finalizar la reunión los hermanos de la iglesia se acercaron a saludarme, a bendecirme con alguna palabra, muchos estaban contentos por lo que Dios hizo esa mañana y agradecían a Dios por mi vida y ministerio, fue un tiempo muy especial también. Cuando el pastor y yo retomamos la conversación inicial comenzó a hacerme preguntas personales pero con cierta distancia, con un poco de cuidado y en ese momento entendí que mi plan fracasó porque se puso en marcha el plan que Dios tenía para mí en ese momento, uno que sin dudas era muchísimo mejor que el mío. Al escuchar todo esto rompí el protocolo y lo invité que me preguntara lo que quisiera con confianza por entendía que esa era una conversación que yo necesitaba tener con alguien. Así que la respuesta a sus preguntar fueron relatarle todo el proceso que había estado viviendo desde que llegamos y sobre todo la última etapa, la de la dependencia total y absoluta de él, le conté de mi estrategia y de mi discurso, nos reímos mucho porque era muy anecdótico lo que estaba sucediendo. El pastor continuó haciendo preguntas específicas pero ahora de tipo ministerial, Dios había comenzado a sorprenderme y superar mis expectativas. La conversación duró dos horas aproximadamente, pero en medio de ella el pastor me revela la razón de tantas preguntas y la razón por la que había estado pasando por todo este proceso. Me hace una invitación formal y frontal a pastorear una iglesia en la ciudad de Santiago, yo no lo podía creer, en mi mente decía “yo vine a venderle un entrenamiento, y él me vende una iglesia”, Dios es impresionantemente Dios, todo el rompecabezas se arma en un segundo, todo tiene sentido, las pruebas, las luchas, las dificultades, todo, absolutamente todo cobra sentido cuando entendemos que Dios tiene un plan, y sabe como ejecutarlo aunque el infierno confabule en nuestra contra para fracasar y aunque todo a nuestro rededor camine en direcciones opuestas nunca Dios ha dejado de cumplir su plan. Y por eso hoy hago este análisis estando a unas pocas horas de hacer real el llamado de Dios para mi vida y mi familia, la razón por la cual salimos de nuestro país y nuestra comodidad obedeciendo su llamado, a pocas horas de darle vuelta a la pagina donde se termina una etapa de nuestras vidas y comenzamos otra con nuevas historias y nuevos desafíos, dejaremos esta ciudad que nos recibió, dejaremos a la iglesia que no abrió las puertas y donde invertimos 4 años de nuestras vidas a su servicio, pero entendiendo que trabajamos para un Dios soberano no a una determinada denominación. Seguro estoy que no dejaré de aprender, ni Dios dejará de sorprenderme y superar mis expectativas, porque Él tiene un plan, amén.