Abordajes de la sociología latinoamericana en el siglo XX
Al momento de caracterizar las regularidades de la sociología latinoamericana, Guillermo
O’Donell señala un punto importante del pensamiento social de la región: “Lo mejor de las
ciencias sociales latinoamericanas se ha caracterizado por: 1) indagar siempre la
especificidad histórica de sus temas y casos; 2) hacerlo con un espíritu crítico que se negó a
proveer una comentario halagador o racionalizador de los poderes existentes; 3) (…) estar
muy cerca de la política y de los conflictos que se han tejido alrededor de ella” (p. 112). En
este sentido el desplazamiento por diferentes temas, enfoques y problemas podría ligarse a la
fuerte impronta que los conflictos regionales le imprimen. Svampa y Martuccelli lo señalan
con precisión: son los problemas sociales los que orientaron el enfoque, lo cual marca la
dificultad de la sociología latinoamericana de constituirse en un campo autónomo. Con el fin
de proyectar una síntesis de las características propias de la sociología latinoamericana a
partir de la posguerra podríamos dividir en tres la producción en nuestra región: a) la
definición de grandes temas abordados; b) las escuelas y enfoques sociológicos; y c) las
preocupaciones y problemas presentados. El objetivo de este apartado será desarrollar cada
uno de estos aspectos desde diferentes autores, con el fin de tratar de modo general las
regularidades en nuestro continente. Finalmente, reflexionaremos sobre algunos aspectos que
pueden ser retomados para trabajar cuestiones actuales.
a) Los grandes temas: las cuatro “D”
Danilo Martuccelli y Martisella Svampa abordan el pensamiento social latinoamericano
señalando el cúmulo de temas propios y la imposibilidad de pensar en términos de
paradigmas. “Lo propio de la sociología latinoamericana, como lo veremos, es justamente la
volatilidad de sus modelos y la fuerte impronta que las circunstancias sociopolíticas ejercen
sobre ella” (Martuccelli y Svampa, 1993; p. 2). Para los autores los temas de la sociología
latinoamericana podrían abordarse a partir de las cuatro “D”: desarrollo, dependencia,
dictaduras y democracia. Esta forma de ordenamiento es similar a la de Portantiero (2005)
con la diferencia de que este no destaca a los abordajes sobre la dictadura como una temática
singular. Lo interesante de este último autor es que marca una diferencia entre una primera
época (fines del siglo XIX y principios del XX) de ensayistas latinoamericanos preocupados
por la modernidad y los fenómenos de la sociedad que no constituyeron una disciplina ni una
profesión autónomas. Esta cuestión se desplaza a partir de la década de los 50’ cuando el
problema de la modernidad se reemplaza por el de la modernización. Se consolidan los
estudios de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) y el tema del
desarrollo (la primera “D”) ocupa un lugar fundamental. Surgen los estudios cepalinos de
Prebisch y Furtado en cuanto a la relación asimétrica centro-periferia, las fallas del
capitalismo periférico, y sus características productivas. Para O´Donell (2004; p. 113) los
trabajos cepalinos se centraban en la noción de intercambio desigual y la necesidad de
construir Estados fuertes que puedan promover el desarrollo. A la par surgen los trabajos de
Gino Germani desde la dualidad modernización y desarrollo consolidando el modelo del
estructural-funcionalismo. Los estudios de corte funcionalistas se preocuparon por el pasaje
de la sociedad tradicional a la moderna, por lo cual, en términos de Portantiero, en esta etapa
la sociología disciplina a la economía y a las ciencias políticas (p. 22).
Los estudios dependentistas –la segunda “D”- surgen en la década de los 60’ como un
desplazamiento, incorporación y crítica de los análisis anteriores. El mayor referente es el
libro Dependencia y desarrollo en América Latina de Faletto y Cardoso, que emerge un
contexto de crítica a la CEPAL por su falta de análisis de las relaciones sociales de
producción (Martuccelli y Svampa, 1993; p. 3). Se rompe la idea de subdesarrollo concebido
como una etapa (consolidada por los estudios de Rostow sobre el etapismo de la producción)
y la lectura centro – periferia pasa a entenderse como dos estilos de desarrollo. Estos análisis
introducen la noción de dominación y el subdesarrollo empieza a entenderse como parte de
las características históricas de la región. Portantiero afirma que el núcleo problemático de
los estudios dependentistas posicionaba a la economía como subordinadora de la sociología
y las ciencias políticas, puesto que “el énfasis se colocaba no tanto en la problemática del
actor social, sus relaciones y sus orientaciones de valor, sino más bien en las condiciones
estructurales, económicas, que permitían definir una situación de dependencia y de ahí
derivar el resto del análisis” (2005; p.23). Por su parte O’Donell sumará a Gunder Frank y
Theonio Dos Santos como parte de quienes abordaron este tema. Para el autor el
dependentismo abrió tres grandes líneas de debate en la región: a) el surgimiento de los
apologistas de los nuevos Estados autoritarios burocráticos como los únicos que impulsarían
el desarrollo por la posibilidad de aislar a los gobiernos de las demandas populares; b) salto
revolucionario al socialismo; y c) el estudio crítico, reformista y democrático, de esos
autoritarismos. Esas tres vías se mantendrían constantes en todo el pensamiento social de
Latinoamérica impactando en las temáticas abordadas posteriormente (O’Donell, 2004; p.
114).
La tercera “D” de Svampa y Martuccelli alude a los estudios que tomaron a las dictaduras
latinoamericanas como parte de sus preocupaciones. Estos se abocaron al análisis de los
regímenes autoritarios, la elite burocrática y la desmovilización de clases populares. Un
referente en estos temas es Guillermo O’Donell a partir de su definición de Estado
burocrático-autoritario, donde se planteaba un nuevo autoritarismo (ni tradicional ni
populista ni fascista) que rompía la relación germaniana de desarrollo y democracia (puede
haber dictadura y desarrollo). Es decir que para O’Donell puede existir autoritarismo político
y modernización (Martuccelli y Svampa, 1993; p. 4).
Antes de avanzar hacia la cuarta “D” (democracia), cabe destacar dos temas señalados por
O’Donell como importantes en el pensamiento sociológico regional los cuales no
necesariamente se ligan al ordenamiento de las temáticas que abordamos en este apartado: a)
el colonialismo interno como otra forma de entender la relación centro-periferia al interior
de los países, a partir de una lectura sobre el papel de las clases dominantes locales en las
relaciones de poder (autores como Casanova, Stavenhagen, Matos Mar, Cotler); y b)
marginalidad social y mercado formal (O’Donell, 2004; pp. 115-116).
Por último, se encuentran los estudios centrados en las transiciones democráticas de la región.
Estos análisis estuvieron cruzados por una denuncia al autoritarismo en nombre de los
Derechos Humanos por parte de los intelectuales que conllevó una autocrítica en relación
con la ruptura violenta propugnada en décadas anteriores. Tanto para Svampa y Martuccelli
como para Portantiero se destaca en este período un desplazamiento de la sociología hacia
las ciencias y la filosofía política para pensar la transición: abordajes de problemas como la
institucionalización del pluralismo político, la dimensión social de la ciudadanía, los efectos
de la cultura autoritaria, etc. (Martuccelli y Svampa, 1993; p. 5). Formaron parte de las
discusiones de la época la consolidación democrática a la par de una crisis económica y
desaceleración, y el estudio de las transiciones en Europa. O’Donell destaca esta cuestión: se
trató en definitiva de un enfoque reformista sobre la necesidad de una fuerte sociedad civil y
la importancia que tiene pensar que las transiciones son están ligadas a la transformación
política desde un gobierno autoritario, por lo que un régimen democrático es una de las
posibilidades entre otras (O’Donell, 2004; p. 120). Para Svampa y Martuccelli el fuerte
aspecto político que marcó los estudios de los 80’ y 90’ imposibilitó que las ciencias
sociológicas pudieran articular y reformar conceptos clásicos (democracia y desarrollo) para
comprender su presente. Se asistió a una escisión entre lo político y lo social, puesto que lo
político es derivado de una análisis sociológico sin pensamiento de lo social mientras que lo
social es el estudio empírico de problemas como exclusión, desigualdad y organización
(1993; p. 5).
b) Escuelas y enfoques sociológicos
Marcos Roitman Rossenmann propone un esquema distinto para pensar el desarrollo de la
sociología latinoamericana a partir de dos pares de enfoques. Por un lado el autor entiende
que la sociología latinoamericana hasta los estudios de las transiciones democráticas se
dividieron en dos “escuelas”: la de la neutralidad-valorativa que proponía un estudio
estadístico fuerte de corte norteamericano (el estructural funcionalismo de Germani y Di
Tella es un ejemplo) y una escuela crítica. Ambas pensaban la noción de cambio social desde
epistemes distintas, aunque siempre entrampadas en la dualidad tradición/moderno que
impidió por mucho tiempo el desarrollo de un pensamiento no eurocéntrico que sea capaz de
leer lo diferencial de la realidad latinoamericana (Roitman Rossenmann, 2008; p. 45). A su
vez, el autor enmarca los estudios sociológicos hasta la década de los 80’ en dos grandes
enfoques. Por un lado lo que denomina la sociología del poder, que desarrolló a su interior
cuatro abordajes (la sociología de la modernización, de la crisis y la dominación, del
desarrollo del subdesarrollo, y de la dependencia), y la sociología de la explotación.
Entiende a la sociología del poder como aquella que se concentra en las racionalidades, en
las construcciones del poder y legitimidades. Para el autor, gran parte de la sociología
regional de posguerra se enmarcó en este enfoque, atrapada por la dualidad tradiciónmoderno como base para entender el cambio. La sociología de la modernización está ligada
la noción de Germani de desarrollo como proceso de secularización de la estructura social.
Parte de las discusiones (que incluyeron a autores como Medina Echavarría o Hrischman)
tienen que ver con la necesidad de un Estado que evite un estancamiento secular y asegure el
desarrollo a partir de la consolidación de la democracia y un planeamiento económico. Las
preocupaciones se centran en las racionalidades de la sociedad industrial y la racionalidad
político-material de la decisión del Estado (pp. 53-68).
Este enfoque es criticado en primer término desde dos frentes que el autor denomina
sociología de la crisis y la dominación, y sociología del desarrollo del subdesarrollo. La
primera es heredera de los estudios de Gouldner y Mills y critican especialmente la idea de
neutralidad-valorativa, a la cual reemplazan por la noción de imaginación sociológica. En
este sentido, los principales planteos tienen que ver con desligar a las ciencias sociales de sus
ataduras coloniales, y pensar críticamente los mecanismos de dominación y los límites del
desarrollo en Latinoamérica (pp. 71-76). Algunos autores señalados como referentes de este
enfoque son Gonzales Casanova, Fals Borda, Costa Pinto y Sergio Bagú. Por otro lado, la
sociología del desarrollo del subdesarrollo surge con el objetivo de romper con la noción dual
de Latinoamérica que la definía en términos clásicos como un traspaso entre una sociedad
feudal a una capitalista. Parte de las discusiones tenían que ver con generar nuevos proyectos
de Estado y democracia. Roitman Rossenmann señala como autores de este enfoque a
Stavenhagen, Furtado, Gunder Frank, Sunkel, Florestán Fernandes, Garciarena, etc (p. 80).
Pero es la sociología de la dependencia, encarnada por Theonio Dos Santos, Mauro Ruy
Martini pero sobre todo por Enzo Faletto y Fernando Enrique Cardoso, la que va a plantear
un desarrollo sociológico autónomo respecto a los anteriores. En su texto clásico, Faletto y
Cardoso van a entender que subdesarrollo y dependencia están ligados, por lo cual la
dependencia “alude directamente a las condiciones de existencia y funcionamiento del
sistema económico y el sistema político (…) en lo que se refiere al plano interno de los países
como al externo” (p. 87). De allí que se presenten como una crítica a los desarrollistas puesto
que desarrollo y centro-periferia describen aspectos económicos, pero no políticos del mismo
fenómeno de la dependencia. Lo diferencial de la sociología de la dependencia es su modo
de lectura concreta, puesto que señalan la existencia de diferencias en las formas de ejercer
poder que varían de acuerdo a los distintos Estados-nación. “En definitiva, economías de
enclave o economías con control nacional de la producción, ambos factores delimitaban el
grado de autonomía en el proceso de toma de decisiones. La dependencia se articulaba en
torno a dichos factores históricos, y su evolución constituía el rasgo sobre el cual se
enmarcaba su desarrollo posterior” (p.89).
Sin embargo, Roitman Rossenmann entiende que es la introducción de las categorías de
explotación y colonialismo interno las que dan lugar a un enfoque rupturista de la dualidad
clásica tradición-modernidad. En este sentido rescata la figura de González Casanova quien
balancea técnicas de recolección de datos empírica con una noción que hasta ese momento
(década de los 70’) había sido tildada de ideológica. Casanova consolida entonces la
perspectiva de una sociología de la explotación (p. 111) que propone una lectura de la
estructura social a partir de pensar en las relaciones sociales de explotación. Este enfoque
viene a modificar los estudios sobre la democracia y los Estados, puesto que entiende por
explotación a un “tipo de dominación en la que las relaciones sociales de producción y
reproducción del capital en su forma económica de enajenación del plusvalor y la alienación
cultural y social de carácter ideológico proyectan su razón cultural y su cosmovisión del
mundo, imponiendo su racionalidad formal y material” (p. 127). El planteo del autor tiene
que ver con la importancia de la rigurosidad metodológica para dar cuenta de las relaciones
asimétricas de poder y con el objetivo político de formular soluciones bajo valores
democráticos y de justicia social.
Podríamos cerrar este apartado afirmando que estos enfoques son cruzados constantemente
y de forma transversal por cada uno de los temas que desarrollamos en el apartado anterior.
Nos queda por abordar el esquema de problemas y preocupaciones de la sociología de
Latinoamérica.
c) Preocupaciones y problemas: Estado/populismo – racionalidad/emancipación
Para Svampa y Martuccelli la sociología latinoamericana no tuvo –como si sucedió en la
europea o la norteamericana- la oscilación entre sistema y actores en su abordaje. Para los
autores, que como vimos dividen la producción en grandes núcleos de temas, “cada uno de
estos “momentos temáticos” es una suerte de interrogación, mayor o central, que dirime el
enfoque que de determinados problemas se hará en los diferentes períodos” (Martuccelli y
Svampa, 1993; p. 6). En este sentido marcan dos problemas que ocuparon un papel central
en la sociología regional al momento de pensar la estructura social o las relaciones sociales:
el Estado y el populismo.
Tanto en el pedido cepalino de un Estado nacional fuerte propulsor del desarrollo, como en
las preocupaciones de Gino Germani por el populismo como disfunción de la transición a la
modernización, y su lectura política de la movilización peronismo, en base a la diferencia
entre viejos sindicatos y nuevos obreros manipulados (p. 6), ambos problemas se ligaron
fuertemente a las producciones del pensamiento social de la región. Pero no sólo en el
enfoque desarrollista puede verse esta impronta, la teoría de la dependencia – preocupada por
los mecanismos sociopolíticos de la economía dependiente- abordó ambos problemas. El
Estado fue pensado como una pieza en el desarrollo dependiente (estado empresario), y como
beneficiario de los sectores acomodados (estado represor). A su vez, el populismo sería
analizado como una alianza de clases correspondiente a un momento del desarrollo
económico, social y político. Particularmente Cardoso y Faletto entienden –según Svampa y
Martuccelli- que el populismo desarrollista crearía un mercado interno como un momento de
transición de la evolución de las contradicciones de clase (p. 7).
En cuanto al tema de la dictadura, el populismo dio origen a dos tipos de trabajos. Por un
lado la tesis marxista del bonapartismo (Dos Santos, Weffort), donde se entendía a los
gobiernos populistas como una alianza ante la imposibilidad de las clases tradicionales de
hacer ecos a demandas y un claro vacío político. Por otro, aquellos que leían al populismo
desde la noción de exclusión/inclusión, entendiéndolo como una amenaza a las dictaduras y
los proyectos capitalistas por su capacidad de movilización y su carácter integrador. “[E]s en
contraposición a un régimen de exclusión que serán pensadas las experiencias populistas, ya
no exclusivamente como una fase determinada de la transición” (p.7). En cuanto al Estado
los autores destacan la preocupación de Guillermo O’Donell por el Estado burocrático
autoritario. Por su parte, Lechner afirma que en los 80’ el Estado, a partir de los aportes de
O’Donell, se convierte en el eje articulador del análisis a partir de la crítica a la concepción
estatista de tradición desarrollista (Estado como modernizador) (Lechner, 2006; p. 26).
Dentro del núcleo que abordó la democracia, la relación entre populismo y Estado tomó –
para Svampa y Martuccelli- dos grandes vías. Por un lado la ruptura con la idea
consensualista (Laclau) que ve el fenómeno como ideológico. Desde aquí el discurso
populista se identifica con los intereses de las clases sociales (dominantes o dominadas) y
apunta a la constitución de sujetos sociales por interpelaciones democrático-populares en pos
de la construcción de una nueva hegemonía. Por otro lado, el trabajo de Touraine que parte
de la estabilización de un modelo de desarrollo latinoamericano (el nacional y popular), y
entiende al populismo como una forma de intervención social del Estado. Aquí el Estado no
es mediador de clases sino constructor de clases que no existen independientemente de su
intervención. Cabe destacar que para Svampa y Martuccelli el balance de los estudios de la
década de los 90’ presenta una dificultad de esquematizar, aunque se centraron en el papel
de la construcción de poder y el Estado de derecho.
Por su parte Enzo Faletto propone dos dimensiones que según su criterio constituyen los
principales centros de preocupación de la sociología latinoamericana: la racionalidad y
emancipación (Faletto, 1995; p. 9). En los estudios sobre desarrollo de los 50’ y 60’
(Germani, Casanova, Fernandes) la preocupación por la racionalidad tenía que ver con la
conducta política/económica ligada a la modernización, frente a lo tradicional entendido
como no racional. Por su parte la emancipación era la ruptura con lo no moderno poniendo
al Estado como agente fundamental de la transformación (por ejemplo vía educación). Por
su parte, la teoría de la dependencia, en su intento de profundizar en la comprensión de las
condiciones del subdesarrollo, hizo del estudio de la racionalidad del proceso político interno
y su relacionamiento externo (en el marco del Estado) una forma de pensar las posibilidades
de emancipación. Esta se lograría por una autonomía política y económica, por lo cual la
emancipación nacional y la emancipación de las clases dominadas coincidían.
Por último, los estudios sobre democracia tuvieron, para Faletto, dos modos de abordar el
problema de la racionalidad. Por un lado, un enfoque cuya preocupación era la relación
democracia y participación, por lo cual la reflexión se centraba en los movimientos sociales
como modo de considerar la emancipación. La dificultad pasaba por la aparición de nuevos
movimientos sociales cuya racionalidad (endógena o muy amplia) era difícil de definir, a la
par del debilitamiento de los viejos movimientos como los sindicatos. Por otro lado, un grupo
de reflexiones cuya preocupación se desplazó hacia los mecanismos mediante los cuales las
democracias operan, es decir que de la pregunta por la participación se pasó a la pregunta por
institucionalidad. En este sentido, para Faletto, los estudios sobre la racionalidad democrática
hicieron foco sobre el funcionamiento institucional pero dejaron de preguntarse sobre el
cambio posible.
Cuadro: articulación de los tres modos de abordajes de la sociología latinoamericana
Tema
Desarrollo
Enfoque
Sociología de
la
modernización
/sociología de
la crisis y la
dominación.
Dependencia
Sociología de
la dependencia
Colonialismo
interno
Marginalidad
Sociología de
la explotación
Sociología de
la explotación
Sociología del
desarrollo del
subdesarrollo/
sociología de
la explotación.
Emancipación
Ruptura con lo
tradicional –
Estado
emancipador.
Emancipación
nacional y
emancipación
de las clases
dominadas
coinciden.
Problemas
Racionalidad
Estado
Racionalidad
Propulsor de
de la
desarrollo
modernización
Racionalidad
de la
dependencia y
el
subdesarrollo
Promotor de
dependencia –
beneficiario de
clases
acomodadas.
Participación
y movimientos
sociales
Estado de
derecho
Populismo
Disfunción de la
modernización
Transición a la
contradicción de
clases.
Modelo de
desarrollo
latinoamericano
(nacional y
popular)/posibilid
ad de nueva
hegemonía
democrática.
Estado
Bonapartismo/Inte
Dictadura/Aut
burocrático
grador y amenaza
oritarismo
autoritario.
a las dictaduras.
burocrático
Elaboración propia en base a Faletto (1995), Martuccelli y Svampa (1993), O’Donell (2004), Portantiero (2005),
Roitman Rossemann (2008).
Democracia/tr
ansiciones
democráticas
Racionalidad de
los nuevos
movimientos
sociales/racional
idad
democrática y
funcionamiento
institucional.
La sociología latinoamericana en el debate actual
Los enfoques de los que intentamos dar cuenta apelando a una revisión bibliográfica guardan,
a nuestro criterio, una gran pertinencia para analizar algunas problemáticas actuales. Por
supuesto que necesitan ser revisados, sin embargo las preguntas sobre el Estado la
democracia y el desarrollo guardan una estrecha relación con –por ejemplo- el problema de
la globalización, las identidades y la economía mundial tal como lo demuestra el texto de
O’Donell (O’Donell, 1996). Así también la problematización en torno al populismo
desarrollada para Touraine como una forma de entender la especificidad del modelo de
desarrollo en América Latina (Touraine, 1989) puede ser repensadas a partir de los
fenómenos continentales. Por su parte, si para Portantiero la problemática del siglo XXI con
la desintegración, la desocialización o la desinstitucionalización, aquellos abordajes que han
pensado los procesos integradores ya sea desde la modernización y la dependencia, o que se
han detenido en las racionalidades democráticas, autoritarias, capitalistas externas e internas,
se constituyen en una base para poder pensar desmodernización (en términos de Touraine)
regional. La pregunta sobre la pertinencia de la sociedad o el individualismo (del cual nos
ocupamos en otros apartados) puede adquirir nuevas aristas desde una mirada
latinoamericana heredera de los abordajes que describimos, como lo demuestran los trabajos
de Merklen o Lechner. Además, los acontecimientos geopolíticos en nuestros países y en el
mundo llevan –como históricamente lo hicieron- a que las preguntas sobre el tipo de
democracia regional deba ser revisitada.