Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVI, núm. 404, 10 de junio de 2012
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]
LA FORMACIÓN DEL ESPACIO EMPRESARIAL ANDALUZ:
1857-1959
Josean Garrués Irurzun
Dpto. de Teoría e Historia Económica – Universidad de Granada
jgarrues@ugr.es
Juan Antonio Rubio Mondéjar
Dpto. de Teoría e Historia Económica – Universidad de Granada
jarubio@ugr.es
Recibido: 11 de abril de 2011. Devuelto para revisión: 17 de mayo de 2012. Aceptado: 24 de mayo de
2012.
La formación del espacio empresarial andaluz: 1857-1959 (Resumen)
El nivel de integración económica es considerado un buen indicador de la
formación de un espacio económico regional. Sin embargo, las variables
clásicas empleadas para su estudio, como movilidad de capital y trabajo,
convergencia de precios o articulación de los sistemas de transporte, no han
tenido en cuenta el comportamiento del factor empresarial.
La aplicación de la metodología de Análisis de Redes Sociales al estudio de la
creación de empresas andaluzas en el largo plazo (1857-1959) ha permitido
mostrar cómo se estructura un espacio empresarial propio en una economía
periférica de los grandes centros industriales españoles, e influida por
compañías extranjeras en algunos de sus sectores claves, como el minero. Y, a
la vez, constatar que el espacio empresarial andaluz se anticipó en el tiempo a
la integración económica de otras variables regionales hasta ahora
consideradas para medir esta importante cuestión.
Palabras clave: estudios regionales, empresarialidad y redes sociales, historia
empresarial, Andalucía.
The Territorial Organization of Entrepreneurial Relationships in
Andalusia: 1857-1959 (Abstract)
The level of economic integration is considered a good indicator of the
formation of a regional economic space. However, the classical variables
usually employed (like capital and labor mobility, prices convergence, or the
articulation of transportation systems) have not taken into account the
behavior of the entrepreneurial factor.
The application of the Social Networks Analysis methodology to the study of
business incorporation in Andalusia in the long term (1857-1959) has
allowed the
authors to
show
how
to
structure
a
business
space unto itself in an economy peripheral to the large Spanish industrial
centers, and influenced by foreign companies in key sectors, such as
mining. At the same time, this methodological indicator establishes that the
Andalusian business space existed as such prior to the economic integration of
other
regional
variables hitherto considered
to
measure this
important question.
Key words: regional studies, entrepreneurship and social networking,
Business History, Andalusia.
Hasta fechas recientes, la economía no ha prestado demasiada atención ni a
los factores de naturaleza geográfica, ni a la figura del empresario.
Finalmente, cuando se han incorporado a la teoría económica, apenas se ha
establecido la conexión entre ellos, como si se tratara de elementos que no
guardan ninguna relación.
El objetivo de este trabajo es comprobar cómo al tiempo que surge un espacio
económico diferenciado se produce también la aparición de un espacio
empresarial propio, configurado a partir de la circulación de flujos de
información y jerarquizado geográficamente. Con esta finalidad, se ha
analizado la evolución del factor empresarial en Andalucía, durante los cien
años previos a 1959, una etapa que se corresponde con la segunda revolución
tecnológica y que es considerada clave para explicar el desarrollo de la región.
Se ha recurrido a los libros del Registro Mercantil, institución pública en la
que se inscriben los actos que afectan a la vida de las sociedades, para obtener
los datos relativos a los individuos que, en el periodo considerado, se
dedicaron a la creación de empresas con actividad en la región.
Posteriormente, a esta información se ha aplicado la metodología propia del
análisis de redes sociales (SNA), y se han estudiado los resultados obtenidos.
El texto está estructurado en cuatro apartados: en el primero, se hace un
repaso de la relación entre geografía, economía e historia económica. El
segundo apartado analiza el proceso de integración económica de Andalucía,
medido a partir de algunas variables significativas, como el sistema de
transportes, la movilidad de los factores productivos o la disparidad de
precios. El tercer apartado explica el concepto de empresario, la fuente y la
metodología empleada, así como los resultados obtenidos, la evolución de las
relaciones de creación de sociedades mercantiles y de su distribución
territorial, y ofrece una tipología de redes empresariales basada en su
componente geográfico. El cuarto apartado recoge las principales
conclusiones del trabajo y plantea las líneas de investigación futuras.
Geografía, economía e historia
A pesar de que Adam Smith considerara las ventajas competitivas de
determinadas localizaciones, y de que Marshall teorizara sobre las
externalidades derivadas de la acumulación de factores productivos, hasta
mediados del siglo XX la teoría económica no se esforzó demasiado por
introducir elementos de carácter geográfico en sus formulaciones. Sin
embargo, geógrafos como Ratzel o Huntington defendieron tempranamente la
influencia de factores medioambientales en la evolución económica de las
sociedades, llegando a posiciones deterministas. Junto a ellos, otros autores
como Vidal de la Blache, de gran influencia sobre la historiografía de los
Annales, apostaron por una relación de carácter recíproco entre la naturaleza y
el hombre: la primera ofrece múltiples posibilidades al segundo, que se
decanta por unas u otras, al tiempo que su acción transforma el medio.
Tras la II Guerra Mundial, el espacio ganó peso en la teoría económica.
Dentro de la corriente neoclásica se desarrolló la economía espacial, que
incluía entre sus variables los costes de transporte derivados de la distancia.
Asumiendo la tradición germánica[1] y con Walter Isard[2] como máximo
exponente, la economía espacial estudió la relación entre la localización de la
actividad económica y el espacio entendido como la distancia entre el
mercado y los factores productivos, elaborando modelos matemáticos que
aumentaron en complejidad y que han servido de inspiración a la Nueva
Geografía Económica consolidada en la última década del siglo XX.
Al mismo tiempo pero desde un planteamiento más heterodoxo y combinando
elementos keynesianos y marxistas, surgieron las teorías del desarrollo para
explicar la desigual distribución de la riqueza entre un primer mundo que, en
el contexto postbélico y descolonizador, iniciaba una etapa de crecimiento
económico sostenido y un tercer mundo que se sumía en el subdesarrollo.
Mientras que la teoría neoclásica defendía que la desigualdad provocada por
las primeras fases de la industrialización se solventaría cuando entraran en liza
las fuerzas del mercado, autores como Myrdal, Kaldor o Hirschman
cuestionaron que la convergencia económica fuera una consecuencia necesaria
de la aplicación del sistema capitalista y plantearon la existencia de dos tipos
de efectos enfrentados por difundir o absorber los beneficios del crecimiento
económico. En la misma línea, y con clara influencia de la geografía francesa,
Perroux introdujo el concepto de “polos de crecimiento”, producto del
desarrollo desigual de la actividad económica y definidos como enclaves en
expansión localizados en áreas deprimidas[3].
En los años setenta se produjo una revitalización de las teorías de localización
y de la influencia del espacio en el pensamiento económico. Los economistas
italianos capitanearon la recuperación de los planteamientos de Marshall y se
centraron en los distritos industriales, en los que empresas de diferente tamaño
interactúan, compitiendo o colaborando, y generando efectos positivos para la
actividad económica[4]. Becattini, Bagnasco o Garofoli, asociaron factores
económicos y elementos culturales e institucionales en sus explicaciones,
remarcando el peso del espacio[5].
Este mayor protagonismo de la geografía y la historia ha sido compartido por
otros autores, como Aydalot y los miembros de la escuela francesa de
proximidad, que señalan la importancia del espacio, los grupos sociales y la
transmisión de información en la generación de externalidades[6].
La renovación del pensamiento neoclásico ha dado lugar, a partir de los años
noventa, a la Nueva Geografía Económica que, con autores como Krugman,
Fujita o Venables, ha reformulado la economía espacial de los cincuenta, y ha
introducido los supuestos de competencia imperfecta y de los rendimientos
crecientes[7]. Esto ha implicado, frente a los modelos neoclásicos
tradicionales, considerar que las disparidades territoriales tienden a aumentar,
coincidiendo así con la idea de Myrdal y Kaldor. Además, la Nueva Geografía
Económica asume el concepto marshalliano de economías de aglomeración,
desencadenante de fuerzas centrípetas y centrífugas, y esta tensión conforma
el espacio económico[8].
En definitiva, en los últimos sesenta años, se ha introducido el espacio en el
análisis económico, si bien salvo excepciones, como la escuela francesa de
proximidad o la italiana de los distritos industriales, ha sido entendido
simplemente como el escenario en el que suceden los hechos económicos, y
esta es hoy una de las principales críticas a la Nueva Geografía Económica.
La relación entre geografía e historia parece ser, sin embargo, más estrecha. A
pesar de que Marc Bloch en su definición de la historia –la ciencia de los
hombres en el tiempo– no añadía la vertiente espacial, el elemento geográfico
fue fundamental para la escuela de Annales, especialmente en Braudel. Desde
posiciones diferentes, geógrafos como Ratzel o Sauer estudiaron la incidencia
del medio en la evolución de las sociedades y la cultura. Por su parte, la
historia económica se ha centrado en los últimos años en dos cuestiones
vinculadas a la geografía: 1) su influencia en el desarrollo económico en el
largo plazo, y 2) su papel en la formación de los espacios económicos.
Por lo que se refiere a la conexión entre geografía y crecimiento económico,
tanto los modelos neoclásicos, como los neokeynesianos o los más recientes
de crecimiento endógeno, apenas han contemplado variables geográficas,
salvo la dotación de recursos naturales. Sin embargo, los estudios de larga
duración cada vez son más proclives a introducir elementos como la cultura,
la historia, las instituciones o la geografía, cuya incidencia resulta evidente, si
bien difícil de medir y ponderar más allá de los análisis de casos concretos[9].
En el seno de la Nueva Geografía Económica la influencia de los factores
espaciales ha llevado a una amplia discusión, entre los partidarios de Sachs,
que defienden que la geografía condiciona el desarrollo, y los de Krugman,
que aseguran que son “accidentes históricos” los que determinan que la
actividad económica se concentre en unas áreas y el resto jueguen el papel de
periferia[10]
Otro debate trata de responder si los efectos de la geografía sobre la economía
son directos o indirectos[11]. La visión “geográfica” defiende la primera
postura, con base en las limitaciones impuestas por el medio[12]. Mientras que
los llamados modelos de gravedad, que relacionan la apertura comercial de un
país con su densidad de población, la distancia y la condición de interioridad,
apuntan a la lejanía de los mercados como uno de los determinantes del
desarrollo, al impedir los beneficios del comercio[13].
La visión “institucional” apuesta por los efectos indirectos, considerando que
la geografía conforma las instituciones que, a su vez, inciden en el crecimiento
económico[14]. Mientras, otros autores han advertido de los efectos negativos
sobre las instituciones que pueden derivarse de una rica dotación de recursos
naturales[15].
La geografía influye, en mayor o menor medida dependiendo de los casos, en
el desarrollo económico. Pero, del mismo modo, factores de naturaleza
económica intervienen en la configuración del espacio. Así, al igual que puede
hablarse de regiones naturales, delimitadas por la orografía y la climatología;
regiones culturales, habitadas por una sociedad que comparte unas señas de
identidad; o regiones políticas, cuyas divisiones responden a criterios
administrativos; también puede hablarse de regiones económicas,
configuradas a partir de la presencia de actividades complementarias y flujos
comerciales recíprocos. En este sentido, algunos modelos explicativos, como
la teoría de los lugares centrales[16], la de la base exportadora[17], o el modelo
de región polarizada[18] han sido aplicados por la historia económica.
Desde esta última perspectiva, la yuxtaposición de diferentes concepciones del
espacio hace que no sea fácil encontrar regiones económicas que coincidan
con los límites administrativos. Un ejemplo significativo de esto sería la
macrorregión transalpina, que incluye territorios meridionales de Suiza y
Alemania, junto con el norte de Italia y parte del sureste francés[19]. La no
coincidencia de las regiones económicas con las políticas supone un obstáculo
a la tarea del historiador, que ve condicionada la reconstrucción estadística por
las rigideces que imponen los límites administrativos.
Por esta razón, la unidad de análisis más empleada ha sido el Estado, que
cuenta con la ventaja de fronteras bien definidas e instituciones aparentemente
homogéneas. Sin embargo, en las últimas décadas se ha optado por otros
enfoques. Pollard advirtió que la industrialización fue un fenómeno regional,
que no se dio de manera homogénea en ningún país. Ringrose aplicó el
concepto de sistema urbano, definido por la lógica económica de las
actividades comerciales y administrativas, para distinguir cuatro economías
regionales en la España peninsular de los siglos XVII-XIX[20].
Pero dentro de la historia económica, las perspectivas estatal o regional no son
las únicas válidas. Siguiendo a la escuela italiana de los distritos industriales,
comarcas, sistemas productivos locales o ciudades también pueden contribuir
a la comprensión de los procesos de desarrollo económico. Sin duda, los
análisis más ajustados a la realidad son los que combinan la interacción de
todos los espacios considerados, de importancia desigual dependiendo del
momento histórico que se estudie.
La historiografía económica española ha aplicado indistintamente los
diferentes enfoques alternativos: modelos de vertebración económica basados
en nodos, regiones administrativas, distritos u otras opciones[21].
La región económica andaluza
La influencia de la geografía en el desarrollo económico de Andalucía ha sido
clara: su ubicación, en el sur de la Península Ibérica, ofreció las dos caras de
la moneda, una posición preferente para el control del tráfico colonial pero
alejada de los principales centros europeos en los que se inició la revolución
industrial. Del mismo modo, han sido determinantes la dotación de recursos
naturales –la ausencia de carbón frustró las primeras experiencias fabriles
modernas, mientras que la abundancia de plomo y cobre fue aprovechada por
compañías extranjeras– y las posibilidades agrarias de su medio –que
permitieron una estrecha vinculación con los mercados internacionales–.
Las diferentes concepciones espaciales también están bien representadas en el
caso andaluz. Desde el punto de vista político, la unidad de la región es
relativamente reciente[22]. Como espacio físico la homogeneidad andaluza es
mayor[23]. ¿Pero cuál ha sido la evolución histórica de Andalucía como
unidad económica?
Si se atiende al citado trabajo de Ringrose, en la España de los siglos XVIII y
XIX existieron cuatro economías regionales: la central, en la Meseta; la
cantábrica; la mediterránea; y la del valle del Guadalquivir. De ellas, el actual
territorio andaluz se repartiría entre las dos últimas[24]. Analizando un
periodo más reciente, Carmen Lizárraga[25] aplicó los presupuestos de
Aydalot y Richardson para explicar la formación del espacio económico
andaluz, tomando como indicador el grado de integración. Esta autora
consideró los incrementos de flujos comerciales, la movilidad de los factores
de producción, la convergencia en los niveles de precios, salarios y niveles de
renta y la disminución de los costes de producción como consecuencia de las
economías de escala. La naturaleza de los datos hizo que sus estimaciones
más valiosas comenzaran en 1955, cuando la integración económica de la
región está muy avanzada, pero se puede apreciar cómo en las últimas décadas
del ochocientos, con la mejora de las comunicaciones y la red de transporte,
comienza a acelerarse la construcción del espacio económico andaluz,
acabando con la separación establecida por Ringrose[26].
Sánchez Picón y Cuéllar[27], en un reciente estudio –que exculpa a la red de
transporte de la responsabilidad del atraso económico de Andalucía– ponen de
manifiesto que en 1880 todas las capitales provinciales de la región, salvo
Almería estaban unidas por carretera y ferrocarril, a pesar de que sólo estaba
finalizado el 20% de la red de carreteras y el 50% de la ferroviaria, que se
completaron en torno a 1920[28]. Las primeras etapas de la integración
económica de Andalucía estarían ligadas a esas fechas, que marcan la
evolución de su red de transporte[29]. Coincide con la consolidación de ésta la
convergencia de precios agrícolas que muestra el indicador de dispersión de
Lizárraga, convergencia que se inicia tras la crisis finisecular[30].
El resto de variables que para los economistas determinan la integración
económica no ha sido objeto de estudios concretos para el caso andaluz en el
periodo anterior a 1950, por lo que hay que recurrir a trabajos de carácter
nacional. Rosés y Sánchez muestran que los salarios agrícolas y urbanos en
las provincias andaluzas tendieron a la convergencia entre 1850 y 1930, salvo
una breve etapa entre el inicio de la I Guerra Mundial y 1920[31]. En cuanto a
la movilidad del factor trabajo, Silvestre (2001) ha constatado la importancia
de Sevilla como centro receptor de inmigrantes procedentes de las provincias
limítrofes entre 1870 y 1930, así como el saldo positivo de Córdoba o
Jaén[32], y los desplazamientos temporales de mano de obra agraria entre
distintas zonas andaluzas han sido una constante, al menos desde principios
del siglo XIX, como han resaltado Florencio y López[33].
La formación del espacio económico andaluz se completó después de la
Guerra Civil española pero, como demuestran los trabajos citados, el proceso
de integración se aceleró a partir de 1880, cuando se articuló el sistema de
transporte y comunicaciones, y se produjo la convergencia de los precios de
las mercancías y de los salarios intrarregionales[34]. Sin embargo, no hay
ningún tipo de medida que muestre el comportamiento del factor empresarial,
aunque se produce movimiento de capital en forma de inversión y no sólo se
desplaza mano de obra, también lo hacen los empresarios para explotar las
oportunidades de negocio. La pregunta hasta ahora no formulada, y de
indudable importancia para profundizar acerca del desarrollo económico
regional, es si existió un espacio empresarial andaluz.
El espacio empresarial andaluz
Como ha sucedido con la geografía, la teoría económica no ha prestado
demasiada atención al empresario. Existieron precedentes significativos en la
escuela clásica –de nuevo Marshall– pero las principales aportaciones, de
autores como Knigth o Schumpeter, tuvieron que esperar hasta los años
ochenta del siglo XX para tener aceptación[35].
El empresario ha estado ausente en las explicaciones del éxito económico pero
cuando un país no ha sido capaz de industrializarse se le ha señalado como
principal responsable. Bernal, Florencio y Martínez ironizan sobre esta
cuestión aplicada al caso andaluz, dado que uno de los argumentos
tradicionales para explicar el atraso relativo de la región ha sido la ausencia de
empresarios, su incapacidad para distinguir las oportunidades de negocio o su
preferencia por las inversiones suntuarias o rentistas[36].
Este planteamiento, como reconocen los autores citados, ha sido plenamente
asumido en el ideario popular andaluz e incluso se introdujo en el ámbito
académico, remarcando la posición subordinada de Andalucía con respecto a
intereses económicos ajenos a la región durante la mayor parte de los siglos
XIX y XX. El peso de la empresa extranjera en la economía regional andaluza
es innegable, centrado, especialmente, en la minería, cuya explotación
necesitaba unos niveles de capital y transferencia tecnológica que no satisfizo
el empresariado local y que, al mismo tiempo, generaba una elevada oferta de
puestos de trabajo. Estas características otorgaron una posición dominante a
las compañías extranjeras. Sin embargo, a pesar del atraso relativo del resto de
la economía regional y de su situación periférica con respecto a España y a
Europa, el empresario autóctono no debe considerarse un mero apéndice del
foráneo, como puede corroborar la existencia de un espacio empresarial
andaluz propio.
El Registro Mercantil, los empresarios y el análisis de redes sociales
Para determinar la existencia de un espacio empresarial específico se propone
analizar las relaciones formales que se establecen entre los empresarios a
partir de la creación de sociedades[37]. No en vano, esta actuación representa
la institucionalización jurídica más elemental y comprometida de colaboración
duradera entre varios emprendedores para la realización de una tarea o
actividad económica. Resulta evidente que la constitución de una empresa se
sustenta en, y consolida unos flujos de información mínimos entre los socios
referidos a la existencia de una oportunidad de negocio, así como a la manera
de llevarla técnica y económicamente a cabo[38]. El acto jurídico de
constitución, sin embargo, no permite conocer el origen, la dirección, ni la
intensidad de la información, pero esta es una restricción difícilmente
soslayable en cualquier tipo de análisis macroeconómico.
En España, y para el periodo estudiado, la fuente más completa sobre los
procesos de fundación de las sociedades y sus promotores es el Registro
Mercantil[39]. Los ocho registros provinciales andaluces fueron vaciados y
sistematizados en un proyecto dirigido por Martín, Garrués y Hernández, de la
Universidad de Granada, que construyó una completa base de datos sobre los
socios y las empresas registradas en la región entre 1886 y 1959[40]. Sobre
esta base de datos, y partiendo de un concepto de empresario que no coincide
estrictamente con el schumpeteriano –empresario como agente de la
innovación– sino con la del sujeto que intenta descubrir y explotar las
oportunidades de negocio que se dan en una sociedad, más próxima a Kirzner
o Shane[41], se ha considerado a los individuos que constituyeron sociedades
registradas y con actividad en alguna de las ocho provincias andaluzas. En el
momento histórico estudiado la mayoría de los socios que participaban en la
creación de una empresa también intervenían en la toma de sus decisiones, por
lo que no se corresponden con simples capitalistas. Las limitaciones de la
fuente hacen que no se contemplen otros elementos que formaron parte de este
espacio, los promotores de las compañías extranjeras o españolas que actuaron
en Andalucía pero se registraron fuera de la región[42].
Los datos han sido tratados con la metodología propia del análisis de redes
sociales (SNA), que se aplica con éxito en disciplinas como sociología,
antropología, lingüística o epidemiología[43]. También cuenta con una amplia
tradición en el estudio de las relaciones de poder económico, a partir de los
vínculos entre miembros de los consejos de administración[44]. Pero ha sido
poco utilizado por los historiadores económicos, probablemente porque estos
análisis ofrecen una información poco precisa sobre la gestión empresarial. En
el caso español, a pesar de que en los últimos años se han multiplicado los
estudios de carácter histórico sobre redes empresariales, los historiadores
económicos apenas han recurrido al SNA[45].
Este trabajo se ha realizado a partir de todo el censo mercantil de la región, lo
que supone un elevado número de empresas y sociedades. Pero más allá de la
magnitud de los datos considerados, la principal aportación radica en la
incorporación del factor temporal, que permite ofrecer una visión dinámica de
las relaciones empresariales a lo largo de todo un siglo.
La red empresarial en su dinámica temporal: definición, temporalidad e
indicadores
Aplicar las herramientas del SNA implica construir una matriz en la que
queden explicitadas las relaciones entre los actores[46]. Se ha establecido que
los actores son las personas –físicas o jurídicas– que participan como socios
en la creación de una compañía mercantil, mientras que las relaciones son el
número de veces en las que dos socios coinciden en la constitución de una
misma sociedad. El resultado ha sido una red en la que se relacionan 1762
socios y 1867 sociedades, es decir un 6,5% de los socios y un 20% de las
empresas constituidas y con actividad en la región. A pesar de que,
especialmente en el caso de los primeros, el porcentaje no parece demasiado
representativo, se trata de los empresarios y las compañías más importantes,
tanto por el capital invertido (el 44% de la inversión societaria en la región)
como por los sectores en los que se desempeñaron.
Para constatar la evolución de la formación del espacio empresarial en un
periodo tan amplio se han construido dos series de matrices. La primera
muestra una “foto fija” del conjunto, que comprende todo el marco
cronológico considerado (1857-1959), y las siguientes permiten apreciar el
comportamiento dinámico de la red empresarial en cuatro cortes temporales y
comparar las diferentes medidas de centralidad obtenidas para cada uno de
ellos.
La primera etapa (1857-1885) recoge a los socios de las empresas que, aunque
fundadas con anterioridad, continuaban en activo en 1886, año en que entra en
funcionamiento el Registro Mercantil, y por lo tanto se inscribieron en él.
Aunque esto suponga una discontinuidad con el periodo posterior, porque no
incluye las sociedades disueltas, se ha considerado que, dada la entidad de las
compañías sobrevivientes, así como los personajes que las fundaron, su
estudio puede servir como un primer elemento de referencia, más
metodológico que conclusivo. La segunda etapa (1886-1913) va desde la
entrada en vigor las disposiciones del nuevo Código de Comercio hasta las
vísperas de la I Guerra Mundial. La tercera etapa (1914-1935), incluye el
periodo de entreguerras. La cuarta etapa (1936-1959) hace lo propio con la
Guerra Civil Española y la utopía autárquica. De manera intencionada se han
separado los dos conflictos bélicos con el propósito de tener en cuenta, de un
lado, las expectativas empresariales nacidas con la neutralidad durante la I
Guerra Mundial y, de otro, las consecuencias económicas de la Guerra Civil
Española.
El SNA proporciona múltiples medidas para analizar una red social. Aquí sólo
van a ser empleadas las que mejor se adecúan al tipo de relaciones
empresariales observadas. Las dos medidas más sencillas son el tamaño y la
densidad (density). El tamaño viene definido por la suma de los actores que
participan en la red. La densidad es un indicador simple, que puede calcularse
como el número de relaciones existentes dividido por el número de las
relaciones potenciales. En este caso, hace referencia al número de
coincidencias recíprocas de los socios partido por el máximo de coincidencias
posibles, e indica el grado de conectividad de la red.
El grado de centralidad (degree) es el número de actores con los que se
relaciona un actor. Se ha empleado una medida algo más compleja, conocida
como grado de centralidad de Freeman[47] (Freeman´s degree centrality
measures) que, en lugar de referirse al número de actores, tiene en cuenta el
número de relaciones, esto es, el número de empresas que crean en común.
El índice de centralización (centralization index) indica si la estructura de la
red es centralizada o descentralizada, en función de si existen elementos que
conectan a todos los demás o si, por el contrario, no son necesarios ya que los
socios se relacionan con todos los demás sin la mediación de este tipo de
figuras.
El grado de intermediación (betweenness) recoge el número de caminos
geodésicos –el número de nodos por los que un actor tiene que pasar para
acceder a un segundo actor– en los que interviene un nodo. Viene a mostrar,
en este caso, el grado de dependencia de la red con respecto a un socio para
permitir las relaciones entre los demás. A mayor grado de intermediación,
mayor control de este socio sobre la información que circula por la red.
Otro indicador es el grado de cercanía (closeness), que mide la capacidad de
un actor de alcanzar a todos los demás de la red o, dicho de otro modo, su
centralidad física.
Al analizar las relaciones entre los promotores se han obtenido dos niveles de
red. La diferencia entre ellos es que, mientras que en el primer nivel la
relación entre los socios es continua y no se rompe, dando lugar a una gran red
empresarial, en el segundo se encuentran grupos de promotores, ligados entre
sí, pero no con la red principal. La superposición de ambos niveles da lugar a
un entramado de socios y compañías que se ha denominado red empresarial de
Andalucía, y que define el espacio empresarial propio de la región. El cuadro
1 recoge los resultados obtenidos para cada uno de los periodos estudiados:
Cuadro 1.
Medidas de centralidad de la red empresarial andaluza
1857-1959 1857-1885 1886-1913 1914-1935 1936-1959
SOCIOS
1.762
71
782
602
754
(media)
0,52
0,08
3,50
1,75
1,15
0,23
0,83
0,21
1,12
0,14
(σ)
0,08
1,31
0,30
0,19
0,13
INDICE DE CENTRALIZACIÓN
INTERMEDIACIÓN
(media)
0,63
0,20
4,08
0,01
2,00
0,15
1,25
0,12
0,94
0,21
(σ)
(media)
0,71
0,23
0,01
1,45
0,78
0,18
0,49
0,21
0,59
0,28
0,09
0,02
0,05
0,05
0,11
DENSIDAD
CENTRALIDAD
CERCANIA
(σ)
Fuente: Elaboración propia (véase texto).
La primera de las filas muestra el tamaño de la red, el número de socios que
participan en cada periodo. Puede apreciarse el carácter anecdótico de la
muestra entre 1857 y 1885, con el consiguiente efecto sobre las medidas de
centralidad. Pero los datos más relevantes son los que afectan a las etapas
posteriores[48]. Las tres siguientes líneas recogen la densidad, el grado de
centralidad y el índice de centralización, y de ellas se deduce que la red fue
más densa y estuvo más integrada entre 1886 y 1913. Esto significa que los
socios que actuaban en ese momento tuvieron, de media, mayor número de
relaciones que en las etapas posteriores. La explicación se encuentra en el tipo
de empresas que se crearon entonces. Entre ellas, encontramos un alto
porcentaje de compañías dedicadas a la producción y distribución de energía
eléctrica y al abastecimiento de otros servicios ligados a la urbanización y casi
la totalidad de las azucareras (más del 80%) instaladas en Andalucía,
empresas que, por su necesidad de capital, movilizaron un elevado número de
socios y que, además, sirvieron de conexión entre individuos que actuaban en
otros sectores de actividad.
Dado que se está partiendo de la constitución de sociedades, es lógico que,
una vez que se ha iniciado el proceso de urbanización y electrificación de la
región, la reducción de las oportunidades de negocio en los sectores
relacionados, sumado a la no aparición de nuevas expectativas, pierda
representatividad en el periodo posterior. Lo mismo puede decirse del ciclo
azucarero, que implicó elevadas inversiones iniciales. Estas razones,
explicarían la menor centralidad de la red entre 1914 y 1935.
En cuanto al periodo autárquico, aunque la densidad fue similar a la de 18861913, la centralidad fue inferior, dado que el número de relaciones que cada
socio mantenía se redujo con respecto a las dos etapas previas. Este hecho se
debe a que más de una tercera parte de las compañías creadas estaban
relacionadas con la agroindustria –pero con poca presencia de azucareras– y
que, en general, no exigían tanto capital y, por lo tanto, se formaban con un
número de socios más reducido. Así, en comparación con las etapas
anteriores, entre 1936 y 1959 en la estructura de la red los grupos aislados
alcanzaron una mayor representación. Las empresas que, en este periodo
sirvieron como puente y facilitaron la conectividad fueron las del sector
inmobiliario.
Análisis individual
Las medidas de centralidad del conjunto ocultan, sin embargo, la complejidad
de las relaciones entre los socios que componen la red, y que se descubren
observando las medidas individuales de cada uno de ellos. Así puede
apreciarse que, entre los diez individuos con mayor número de relaciones
entre 1857 y 1959 hay nueve que actuaron mayoritariamente en el periodo
1886-1913, todos vinculados a la industria azucarera y a la urbanización
granadina, mientras que sólo uno, el jerezano González Gordon, desempeñó
su actividad después de la Guerra Civil.
El ránking de los socios, en función del grado de intermediación, no muestra
el predominio de ninguna etapa. Entre los diez primeros hay empresarios
representativos de los tres periodos principales (1886-1959), lo que indica la
relevancia de ciertos personajes para controlar la información y comunicar al
resto de individuos, sea cual sea el momento estudiado.
En cuanto al grado de cercanía, los socios con mayor índice se sitúan en 18861913 y 1936-1959, y no destaca ningún elemento del periodo intermedio, de
menor intensidad en la promoción empresarial.
La referencia a las medidas individuales no es gratuita, ya que se pretende
obtener el nivel de interrelación que existió entre los empresarios de la región.
En este sentido, el indicador que más luz puede arrojar es el grado de
intermediación. En la figura 1 se ha representado la evolución de la red entre
1886 y 1959. La información disponible para la etapa anterior indica la falta
de conexión entre los grupos de promoción empresarial, aunque ha de
insistirse de nuevo en la debilidad de los datos para ese periodo. Los tres
gráficos presentan una trama más compleja, con múltiples grupos de actores
que en ocasiones pierden la conexión con el resto del conjunto.
Una serie de nodos destacaron por su papel como conectores de las redes más
importantes. En la primera imagen, que hace referencia a la etapa 1886-1913,
se encuentran los personajes más destacados de toda la red, los que vincularon
a los principales grupos de promoción de Andalucía Occidental y Andalucía
Oriental, resultando fundamentales dos sujetos vinculados a Granada: Alfredo
Velasco Sotillos y el motrileño Ricardo Rojas Herrera[49]. Entre 1914-1935
los grupos estuvieron menos relacionados, aunque existió una continuidad con
respecto al periodo anterior en los principales actores de la red y entre los
actores que hacían de nexo entre los principales grupos volvieron a ser
determinantes nombres granadinos, como Rodríguez Acosta, aunque también
sobresalieron sevillanos como Marañón Lavín. Entre 1936-1959 la estructura
de la red ganó en complejidad, surgió una nueva generación de empresarios y
los principales actores se situaron en la zona occidental, por lo que no es de
extrañar que fueran sevillanos y jerezanos los socios con mayor grado de
intermediación, como González Gordon o Bedoya Amusategui.
Figura1. Red empresarial, 1886-1859.
Fuente: Elaboración propia (véase texto). La secuencia muestra, en azul, la red empresarial en 1886-1913;
en rojo, el periodo 1914-1935; y en morado, los años 1936-1959.
Distribución geográfica de la actividad empresarial
Hasta ahora se ha constatado la existencia de grupos de individuos que se
dedicaron a la constitución de sociedades en Andalucía, pero apenas se ha
abordado el tema de su distribución geográfica. Aquí se va a hacer estudiando
la relación entre la localidad de residencia de los socios que formaron parte de
la red y el lugar de actividad de las empresas creadas.
En esta ocasión se ha construido una serie de matrices que plasman la relación
entre las dos variables comentadas. A partir de estas matrices, se han
representado las localidades mediante nodos, de diferente tamaño, en
proporción al número de sociedades que desempeñan su actividad en ellas y
que fueron creadas por socios miembros de la red. Las flechas que unen dos
localidades indican la dirección de una inversión, cómo un socio de una
localidad invierte en otro municipio. Posteriormente, estas matrices se han
convertido en la figura 2.
Figura 2. Distribución espacial de la red empresarial, 1886-1959.
Fuente: Elaboración propia (véase texto). Los nodos representan las localidades de residencia de los
socios y de lugar de actividad de las empresas; la dirección de la flecha señala el sentido de la inversión. El
tamaño de los nodos viene dado por el número de iniciativas empresariales que reciben de los socios de la
red.
Entre 1857 y 1885 se dispone de información sobre una veintena de
localidades en las que actuaron los grupos empresariales. El número de
relaciones fue reducido, y sólo en cinco municipios aparecieron socios que no
residían en ellos. El área de mayor conectividad estuvo en torno a Sevilla, y se
aprecia la configuración de un espacio, aún sin conectar, en la bahía gaditana.
Se encontraron redes empresariales en todas las capitales andaluzas, salvo en
Jaén, donde destacó Linares, y Córdoba. En cuanto a los inversores residentes
fuera de Andalucía, tan sólo se identifican varios madrileños y barceloneses.
En el periodo 1886-1913 (primera imagen, figura 2) se observan cuatro
núcleos principales –Sevilla, Cádiz, Granada y Málaga– y cómo apenas hubo
relación entre el este y el oeste. Si se trazara una línea que separase en dos
espacios la imagen, se apreciaría cómo la división resultante no es la
tradicional de Andalucía Oriental frente a Andalucía Occidental, ni la del valle
del Guadalquivir como oposición a la serranía. Córdoba se alineó con las
provincias orientales y su vinculación con Sevilla fue casi inexistente, y este
es uno de los hechos que más sorprende, dado que, tanto desde el punto de
vista geográfico como histórico, es una provincia occidental y cuenta con
buenas comunicaciones hacia el oeste.
La zona occidental dispuso de los dos núcleos más importantes de la región.
El primero, entorno a Sevilla, que articuló su propio hinterland y en el que
destacaron empresas vinculadas a la urbanización, a la agroindustria y a la
minería. El segundo, el triángulo Cádiz-Jerez-Puerto de Santa María, tomó la
forma de distrito vinatero y exportador. Las relaciones entre los dos núcleos
principales fueron elevadas y de doble dirección, y existió un tercer centro de
menor entidad, Huelva, también muy conectado, en el que dominaron las
sociedades relacionadas con la fabricación y comercialización de productos
agropecuarios y conservas.
En el espacio oriental se aprecia el carácter de economía de aglomeración de
Granada, que interactuó con las localidades de la vega compartiendo
inversiones en los sectores relacionados con la urbanización pero, sobre todo,
en el auge de la industria azucarera. Las relaciones de Granada iban, sin
embargo, más allá de los municipios contiguos, y se extendían hasta los
núcleos secundarios de Motril, en la costa, y Guadix, en el interior.
Málaga fue el segundo nodo de esta zona. Además de relacionarse con su
entorno inmediato, la capital malagueña participó en inversiones en las
provincias de Córdoba, Jaén y Granada, derivadas de su carácter de gran
puerto mediterráneo, por el que se exportaba buena parte de la producción
agrícola de esas tierras. La importancia de Málaga radicó en que era el
principal punto de contacto entre el espacio occidental y el oriental, ya que
mantenía relaciones directas con Sevilla y Jerez.
Otros tres centros secundarios se aprecian en la zona oriental: Almería,
prácticamente desconectada del interior[50]; Córdoba, sorprendentemente más
volcada hacia el este y el sur que hacia Sevilla; y el distrito minero de Linares,
casi aislado en el norte de la provincia de Jaén.
Si se atiende a las relaciones entre las provincias orientales –más Córdoba– y
las occidentales, se aprecia cómo fueron escasas entre Sevilla y Granada y
Málaga, y de esta última con Jerez, además de una única relación Jerez-Sevilla
y de la confluencia de inversores en la zona malagueña de las Buitreras,
vinculados al desarrollo hidroeléctrico.
En cuanto a los socios ajenos a la región, aparece una quincena de localidades
españolas o extranjeras, destacando la conexión barcelonesa en Málaga (la
región mediterránea de Ringrose), ciudad en la que también confluyeron
intereses belgas; la relación gaditano-gibraltareña; la presencia de socios
bilbaínos en Sevilla y Cádiz; o la red madrileño-parisina ligada a la minería
del plomo linarense.
En la etapa 1914-1935 (segunda imagen, figura 2) no se observan excesivas
variaciones con respecto al periodo anterior, y se repite la clara dicotomía
este-oeste. En la zona occidental, Sevilla continuó consolidando su hinterland,
estrechando los vínculos con los municipios vecinos y con el distrito gaditano
que, aunque vio disminuir notablemente su número de iniciativas
empresariales, aumentó las relaciones internas y la unión con Sevilla y
Huelva.
La principal diferencia con respecto al periodo interior es que Córdoba
pareció alinearse más en la zona occidental. Bien es cierto que la conexión
continuó siendo menor que la que se esperaría, pero aparecen socios
cordobeses que invirtieron en Sevilla, así como sevillanos que lo hicieron en
Córdoba, al tiempo que se debilitó la relación con las provincias orientales.
En el este se mantuvieron los dos núcleos principales en la vega granadina y
Málaga. La red de Granada, que en el periodo anterior había construido las
fábricas azucareras, centró ahora su actividad en otras industrias
agroalimentarias y químicas, así como en la minería y al sector eléctrico,
afianzando la relación con las comarcas montañosas de la provincia, y con el
núcleo costero de Motril.
Almería se mostró menos aislada y aparecieron débiles vínculos con Granada
y Málaga, mientras que su actividad dominante estuvo vinculada a los
servicios comerciales.
El distrito minero de Linares prácticamente desapareció de la red, y sólo
destacó por la presencia de los inversores madrileños y parisinos que se han
mencionado antes.
Hablando de los socios foráneos, disminuyó el número de localidades no
andaluzas que actuaron en la región, pero se mantuvieron las actividades
bilbaínas en la costa atlántica, la relación gaditano-gibraltareña y la inversión
madrileña.
La historiografía económica más reciente apuesta por los años comprendidos
entre 1930 y 1960 como escenario en el que se fragua atraso andaluz (Parejo,
2009). El periodo autárquico supuso la pérdida de los mercados exteriores y
un retroceso en la modernización de la industria agroalimentaria andaluza.
Cuando se inicia la apertura económica, al tiempo que otras regiones inician
un desarrollo moderno, Andalucía se sitúa en el vagón de cola de la economía
española. En esta etapa (tercera imagen, figura 2) se aprecia cómo, al tiempo
que las fuerzas de aglomeración se consolidaban en el espacio occidental, en
torno a Sevilla especialmente, pero también a los núcleos gaditano y
onubense, las fuerzas de integración actuaron sobre el conjunto de la región,
ganando en capacidad de mediación Málaga y Córdoba, convirtiendo en uno
el espacio empresarial andaluz.
En Andalucía Occidental junto con la indiscutible preponderancia de la capital
sevillana, se produjo una recuperación del distrito gaditano, que ahora trasladó
su centro de gravedad a Jerez, y se articuló un núcleo de importancia creciente
en torno al polo de Huelva. En cualquier caso, las relaciones empresariales
entre las tres provincias atlánticas asemejaron una tela de araña, compactas,
fluidas y de doble sentido. Córdoba se incorporó plenamente al occidente,
aunque repartió sus vínculos más que con Sevilla entre localidades de su
hinterland y del área gaditana.
En el este, Granada perdió peso a favor de Málaga, que se presentó ahora
como el principal núcleo empresarial de Andalucía Oriental. La pérdida de
importancia relativa de los centros orientales, con la excepción de Málaga, fue
notoria. Almería volvió al aislamiento, el distrito linarense no figura ya –la
tímida aparición de Jaén no llenó el vacío creado en la provincia– y, como se
ha comentado, el espacio granadino no conservó el vigor del primer tercio del
siglo XX, y no se renovó la conexión con Motril. En cambio, las relaciones
con Andalucía Occidental, fundamentalmente con Sevilla, pero también con
los principales centros gaditanos, a los que se suma Algeciras, fueron
numerosas, destacando como centro conector Málaga, muy volcada tanto a la
zona oriental como a la occidental.
En cuanto a los socios residentes fuera de Andalucía, actuaron casi
exclusivamente en Sevilla, la economía que más oportunidades ofrece en este
momento y, de acuerdo con el modelo impuesto por el ideal autárquico,
fueron fundamentalmente españoles.
¿Cuál fue la distribución geográfica de la red, desde una óptica sectorial? Para
responder a esta cuestión se han agrupado las iniciativas empresariales en
cuatro sectores: agropecuario, industrial, comercial, y de la construcción. Su
estudio muestra la poca representación del primerio en la fuente estudiada,
dado que en esta actividad priman las empresas unipersonales. La
construcción adolece también de poca representación, salvo en el último de
los cortes, en la postguerra. Más interesante es observar la evolución de los
sectores industriales y comerciales. Entre 1886 y 1913 las redes industriales y
comerciales estaban definidas. Durante la siguiente etapa, se produjo una
desaceleración en la creación de empresas industriales, que afectó a todos los
núcleos de Andalucía Oriental, y en menor medida a los centros secundarios
occidentales, mientras que el ritmo de la capital sevillana apenas se alteró y
continuó en niveles similares a los anteriores. Tras la Guerra Civil, la red
industrial siguió avanzando en la integración de la región, siendo
especialmente activa en la zona occidental, donde se consolidó la
preeminencia de Sevilla, Jerez desbancó a Cádiz como centro principal del
área gaditana y Huelva se consolidó como centro secundario. En Andalucía
Occidental, tan sólo la red de Málaga mostró un crecimiento con respecto al
periodo anterior, mientras que desaparecieron núcleos que en el pasado habían
tenido cierta importancia, como Linares o Almería.
En lo que respecta a la red comercial, la intensidad de las relaciones fue
inferior a la de la red industrial. Esto puede deberse a que buena parte de las
empresas industriales habían integrado sus actividades, y se dedicaban
también a la comercialización. En todo caso, es significativa la constitución de
la red comercial entre 1886 y 1913, cuando los núcleos principales adquieren
unas proporciones que, con la excepción de Sevilla, irán disminuyendo en las
etapas siguientes.
Hacia una tipología “geográfica” de los grupos empresariales andaluces
El apartado anterior ha mostrado la disposición geográfica de los grupos
empresariales que actuaron en Andalucía. No es preciso insistir en que
elementos de naturaleza espacial, como la distancia entre los socios,
incidieron en las relaciones que establecieron entre ellos, en las formas de
agruparse. Las áreas que rodean a las capitales sevillana o granadina en las
diferentes etapas muestran la importancia de las fuerzas de aglomeración. La
proximidad entre las poblaciones del distrito Cádiz-Jerez, con la misma
especialización productiva, fue uno de los factores que generaron
externalidades económicas y dieron lugar a la “atmósfera marshalliana”.
Del mismo modo, la localización influye en la conformación de las alianzas.
Las redes malagueñas, con un claro predominio de las exportadoras, se
explican por la situación estratégica de su puerto como salida natural de los
productos de Andalucía Oriental, por su cercanía al mercado.
La dotación de recursos naturales moldea los grupos empresariales en las
cuencas mineras y las zonas aceiteras, como ocurre en el norte de Jaén, así
como en la costa onubense destacaron los socios dedicados a la producción y
comercialización de conservas de pescado, ayudándose de la experiencia que
transmite la path dependence.
Refiriéndose a las redes empresariales, Mark Casson distinguió distintos tres
tipos: redes de distrito que satisfacen las necesidades del mercado local; redes
nacionales, de mayor entidad; y redes internacionales relacionadas con los
grandes mercados mundiales, y todas ellas superpuestas para minimizar los
costes de información y de transacción[51]. Un criterio similar, con un claro
componente geográfico, puede utilizarse para clasificar a las redes que
conformaron el espacio empresarial andaluz, en función de su relación con la
red principal y de la vinculación con el exterior de la región (cuadro 2).
En primer lugar, se constata la presencia de grupos que actuaron
autónomamente, con predominio de socios autóctonos, que no estuvieron
vinculados formalmente con la red principal y que se centraron en su ámbito
más inmediato. Un ejemplo de este tipo de grupos sería el que se ha
denominado Bretones-Collado, formado por ocho individuos que, entre 1911
y 1942 constituyeron diez sociedades dedicadas a la comercialización de
productos agrarios en Almería.
Un segundo tipo de red sería el que, a pesar de llevar a cabo sus actividades
principalmente en un espacio focalizado, compartió proyectos empresariales
con otros grupos de la red principal. Este fue el caso del grupo Poderón, cinco
socios que crearon seis empresas químicas en la Sevilla de las dos primeras
décadas del siglo XX.
El tercer tipo de grupo formaría parte de la red principal, pero además tendría
relación con socios residentes fuera de Andalucía, bien en el resto de España o
bien en otros países. Con este modelo se identifica la red malagueña creada en
torno a Giménez Lombardo, que agrupó a veintitrés socios y dio lugar a casi
una treintena de empresas entre 1887 y 1913, dedicadas a actividades variadas
que fueron desde la producción y exportación de aceites y vinos al sector
energético o los ferrocarriles, y que contó con participación de capital y socios
belgas.
La última categoría engloba a los grupos que, sin tener relación con la red
principal, sí cuenta con socios que, siendo determinantes en su estructura,
residen en otras ciudades españolas o europeas. Entre estas, la red más
significativa es a la que da nombre Conejero Sánchez, principal actor local de
un grupo en el que aparecen importantes personalidades de la vida política y
económica española, como Torres Figueroa, conde de Romanones[52], o los
parisinos hermanos Neufville. Este tipo de red, que trasciende el espacio
empresarial andaluz, sería a su vez la ramificación en el distrito Linares-La
Carolina de un grupo internacional que, con la ayuda de otras fuentes
documentales, ya está siendo analizado.
Efectivamente, junto con las redes susceptibles de ser detectadas en los libros
del Registro Mercantil de las provincias andaluzas, es lógico pensar que
tendrían actividad en la región redes de promoción empresarial totalmente
foráneas, sobre todo en el sector minero, tan destacado en el primer tercio del
siglo pasado, pero que la fuente utilizada no permite conocer.
Las dos categorías que cuentan con participación de socios exógenos,
especialmente cuando se trata de extranjeros, parecen responder a lógicas de
actuación distintas. Los grupos vinculados a la red principal –como el
malagueño de Giménez Lombardo– serían contactados por inversores
extranjeros que deseaban explotar nuevas actividades en zonas con las que no
tenían una relación previa, haciendo partícipes de sus proyectos a los
individuos mejor ubicados. En el extremo opuesto, grupos ajenos a una
comarca buscarían socios que actuaran sobre el terreno, que ejercerían
funciones de coordinación y de supervisión de la actividad, junto con la
representación de sus empresas de cara al entorno institucional inmediato, sin
importar que no tuvieran relaciones con la red principal.
Cuadro 2.
Tipos de redes
Red Principal
Sólo socios
residentes
No red principal
Incluyendo
socios foráneos
Fuente: Elaboración propia (véase texto).
La diferencia entre los cuatro tipos de redes radicaría, sobre todo, en la fluidez
y la relevancia de la información. Así, los grupos que formaron parte de redes
internacionales explotaron actividades con gran exigencia de capital y de
tecnología, y contaban con la posibilidad de dar salida a sus productos a los
grandes mercados, mientras que las redes aisladas aprovecharían las modestas
oportunidades de los mercados más inmediatos, satisfaciendo necesidades
locales o comarcales.
Por último, como ocurre con todos los factores que hay que tener en cuenta en
cualquier análisis económico, tan importante o más que la cantidad suele ser
la calidad, en este caso de la información. Aunque las fuentes y la
metodología empleada no alcanzan a desentrañar esta incógnita, se postulan
como un interesante punto de partida, y sugieren nuevas preguntas que
orientan la agenda investigadora hacia un estudio de carácter cualitativo.
Conclusiones
La localización de la actividad empresarial está estrechamente vinculada a
factores espaciales, como son la distancia a los mercados, la ubicación, la
orografía o la disponibilidad de recursos naturales. Pero también a decisiones
administrativas, como la capitalidad regional o provincial, a elementos de
larga duración, como la experiencia en el comercio internacional de los
empresarios de una zona, y a la extensión de las redes de carreteras y
ferrocarriles.
En estas páginas se ha tratado de mostrar cómo, incluso en regiones
periféricas que se han incorporado con retraso al crecimiento económico
moderno, como Andalucía, la formación del espacio económico ha estado
ligada a la articulación de un espacio empresarial.
Con este objetivo, se ha aplicado la metodología del análisis de redes sociales,
utilizada en otras disciplinas, al estudio de los promotores de empresas que
actuaron en la región, lo que supone una aportación frente a los trabajos que,
desde otra perspectiva, han analizado las relaciones entre miembros de
consejos de administración y han contemplando sólo el ámbito de la gran
empresa. En este caso, han sido analizadas todas las iniciativas constituidas
legalmente y con actividad en las ocho provincias andaluzas, en un amplio
periodo de tiempo (1886-1959). Además, se ha incorporado el factor
temporal, que ha permitido observar la dinámica empresarial y realizar
comparaciones entre diferentes etapas.
Los resultados del análisis han mostrado la existencia de una red de creación
de sociedades, que define un espacio empresarial propio en Andalucía. Así
queda cuestionada la hipótesis que defiende que sólo existió un empres que
jugó un papel secundario frente al foráneo. Del mismo modo, los resultados
parecen corroborar la opinión de la historiografía actual al mostrar
comportamientos empresariales racionales, al menos en lo que respecta a la
búsqueda de alianzas para explotar las oportunidades de negocio.
También se ha puesto de manifiesto la evolución del espacio empresarial
desde el punto de vista geográfico, y los distintos ritmos seguidos por las
redes comerciales y las redes de naturaleza industrial. Y, finalmente, se ha
elaborado una tipología de redes que responde a criterios geográficos,
distinguiéndose cuatro modelos ideales, determinados por las relaciones de los
grupos empresariales con la red principal y la presencia/ausencia en ellos de
socios ajenos a la región.
Como balance de la investigación puede decirse que con anterioridad a 1886,
el espacio empresarial estaba poco integrado, limitándose a la actividad en
núcleos de población próximos. En la etapa comprendida entre 1886 y 1913 se
desarrolló un tejido societario de gran densidad, con el propósito de dotar de
servicios urbanos a las principales poblaciones. La actividad empresarial se
concentró siguiendo un patrón de aglomeración, en torno a los grandes
núcleos urbanos, y se dio una clara dicotomía entre dos zonas, el extremo
occidental (Sevilla, Huelva y Cádiz) y el resto de provincias.
En el periodo de entreguerras, el tejido empresarial andaluz perdió intensidad
con relación a la etapa previa, debido a la incidencia de las fluctuaciones
económicas internacionales y a la propia inestabilidad política de los últimos
años del periodo, pero también a que las inversiones iniciales en sectores que
demandaban un elevado capital fijo ya se habían realizado y no parecieron
surgir nuevas oportunidades de negocio. La concentración en torno a los
grandes núcleos urbanos se mantuvo, y aumentaron ligeramente las
conexiones entre la zona occidental y el resto de Andalucía.
Entre 1936 y 1959, a pesar de las precarias condiciones económicas en las que
quedó sumido el país tras el conflicto bélico y la política autárquica impuesta
por el nuevo régimen, la red empresarial recuperó vigor. Esta recuperación no
debe ocultar que la naturaleza de las relaciones entre los grupos empresariales
no fue la misma que en los periodos anteriores, como demuestran las medidas
de centralidad obtenidas. Las actividades económicas fueron diferentes y las
empresas que actuaron como conexión, entre los distintos grupos para
vertebrar la red, se concentraron en el sector de la construcción. Con respecto
a su distribución geográfica, los núcleos de Andalucía Oriental, salvo Málaga,
perdieron fuerza. En Andalucía Occidental, sin embargo, aumentaron su
importancia las ciudades secundarias, y se consolidó la red en torno a la
capital sevillana. Pero sobre todo cabe destacar que en esta etapa las
conexiones entre las dos zonas son tan intensas que se puede hablar de un
único espacio empresarial andaluz[53].
Este trabajo ha pretendido iluminar la vertiente empresarial del desempeño
económico en Andalucía. Los próximos pasos de la investigación tratarán de
profundizar en la localización comarcal de la actividad societaria,
caracterizando los enclaves más activos, y ponderando el peso de las redes
sobre la inversión societaria local.
Además, se pretende realizar una tipología de redes de emprendedores,
atendiendo a criterios sectoriales y estratégicos de las empresas que crearon,
así como a las vinculaciones funcionales, sociales y políticas de sus
miembros.
Notas
[1] Von Thünen, 1826; Alfred Weber, 1929; Christaller, 1933; Lösch, 1940.
[2] Isard, 1956; Isard, 1960.
[3] Myrdal, 1957; Kaldor, 1956; Hirschman, 1958; Perroux, 1955.
[4] Junto con la escuela italiana de los distritos industriales, otra interpretación exitosa de las economías
externas marshallianas es el concepto de cluster, desarrollado por Porter (1980, 1991).
[5] Becattini, 1975; Becattini, 1979; Bagnasco, 1977; Garofoli, 1993. La literatura sobre distritos es muy
extensa. Una revisión reciente en Catalán, Miranda y Ramón, (2011).
[6] Aydalot, 1976; Aydalot, 1985.
[7] La aportación seminal de la Nueva Geografía Económica es obra de Krugman, (1991). Una buena
síntesis de esta corriente en Fujita, Krugman y Venables, (2000). Las principales aportaciones de esta a la
historia económica española se deben a Betrán, (1999); Paluzie, Pons y Tirado (2001); Tirado, Paluzie y
Pons, (2002); y Rosés, (2003).
[8] Fujita y Krugman, 2003.
[9] Domínguez (2002) y Dobado (2004 y 2006) han estudiado la relación entre geografía y crecimiento
económico en el caso español.
[10] Krugman, 1999, p.142-143.
[11] Con anterioridad a esta literatura, Jones (1990), en su intento de explicar por qué el crecimiento
económico moderno se inició en Europa y no en Asia, planteó que las estrategias demográficas y las
formas de organización política y social estuvieron influidas por elementos medioambientales, actuando
así, por lo tanto, sobre la evolución económica.
[12] Diamond, 1997; Bloom y Sachs, 1998; Gallup y Sachs, 2000.
[13] Frankel y Romer, 1999.
[14] Hall y Jones, 1999; Acemoglu, Johnson y Robinson, 2001; Acemoglu, Johnson y Robinson, 2002;
Engerman y Solokoff, 1997; Engerman y Solokoff, 2000; Easterly y Levine, 2003.
[15] Collier, 2008; Sala i Martin y Subramanian, 2003.
[16] Christaller, 1933.
[17] North, 1955.
[18] Williamson, 1972.
[19] El caso italiano es uno de los ejemplos más estudiados de la superposición de los diferentes tipos de
espacio. Véase Bagnasco (1988).
[20] Pollard, 1991; Ringrose, 1996.
[21] Germán, 1993; Germán, Llopis, Maluquer y Zapata, 2001; Parejo, 2006; Catalán, Miranda y Ramón,
2011. Reflexiones originales sobre la idoneidad de los enfoques regionales en Parejo (2001) y Moreno
(2004).
[22] En la baja edad media estuvo dividida en cuatro reinos, Jaén, Córdoba y Sevilla, conquistados y
repoblados con cristianos en el siglo XIII, y el reino de Granada, último vestigio de la España musulmana
hasta 1492. En 1833, la nueva organización territorial dividió los antiguos reinos en las ocho provincias
actuales, que se constituyeron en comunidad autónoma en 1981.
[23] Los límites con el exterior están bien marcados, por el río Guadiana en el oeste, el océano Atlántico y
el mar Mediterráneo al sur, y Sierra Morena al norte. Tan sólo en el este, entre las provincias de Almería
y Murcia, parece no haber ningún tipo de ruptura. El interior de la región muestra dos realidades: el valle
del Guadalquivir, abierto hacia el Atlántico, y las cordilleras béticas, paralelas al Mediterráneo.
Tradicionalmente se ha hablado de Baja Andalucía, para referirse a la primera, y Alta Andalucía, para
referirse a la segunda, combinando elementos geográficos con históricos. Así, la Baja Andalucía se
corresponde también con los territorios que antes fueron conquistados por los castellanos, mientras que en
la Alta Andalucía se mantuvo por más tiempo la impronta cultural islámica En la actualidad, es habitual
hablar de Andalucía Occidental y Andalucía Oriental, perteneciendo las provincias de Córdoba, Sevilla,
Huelva y Cádiz a la primera, y Almería, Jaén, Granada y Málaga a la segunda.
[24] La región mediterránea, con núcleo principal en Barcelona, se extendería por la franja litoral desde
más arriba de los Pirineos hasta el estrecho de Gibraltar, englobando, por lo tanto, a las provincias de
Almería, buena parte de Granada y Málaga, cuya capital sería un centro de segundo orden. La región del
valle del Guadalquivir comprendería el espacio entre Jaén hasta la costa onubense, contando con un
núcleo principal, Sevilla, en torno al cual se organizaba la región, y con un centro muy importante, Cádiz,
en el que, por su importancia en el comercio colonial, confluirían los flujos económicos de los núcleos
principales de las cuatro regiones. Una redistribución del espacio, distinguiendo dos regiones, Andalucía
del valle del Guadalquivir y Andalucía del sureste, en Parejo (2011) y Sánchez Picón (2011).
[25] Lizárraga, 2003.
[26] Este autor ya advirtió que, desde principios del siglo XIX, la zona mediterránea de Andalucía
comenzaba a desligarse de la región económica levantina y aproximarse a la del valle del Guadalquivir.
[27] Sánchez Picón y Cuéllar, 2010.
[28] La evolución de las infraestructuras de transporte es bien conocida en España, especialmente en lo
que respecta al ferrocarril. Sobre la evolución del gasto en infraestructuras, Herranz (2004 y 2008). Sobre
los ferrocarriles, para España, Gómez Mendoza (1982 y 1989); para el caso andaluz, Tedde de Lorca
(1978 y 1980). Los transportes en Andalucía Oriental, en Cuéllar (2003).
[29] Sin embargo, como característica distintiva de la red ferroviaria hay que mencionar la dicotomía
entre la densidad de la red en torno a Sevilla y la desembocadura del Guadalquivir frente a su menor
desarrollo en las provincias orientales, y el marcado peso de los intereses mineros en el diseño de los
trazados.
[30] En cambio, la convergencia de los precios al por menor no se produce hasta después de la Guerra
Civil (Lizárraga, 2003).
[31] Según las estimaciones de estos autores, el comportamiento es similar al del resto de España.
Ofrecen los datos sobre salarios, ordenados por provincias, en el apéndice A (Rosés y Sánchez, 2004:
419-423).
[32] Silvestre, 2001. A pesar de que los casos cordobés y jiennense no se suelen explicar como el
sevillano, en el que la atracción es debida a la modernización económica y a la urbanización, el
argumento debe ser el mismo. El problema radica en que los datos empleados están agregados por
provincias, y que tanto Córdoba como Jaén son consideradas provincias agrarias, sin tener en cuenta la
importancia de los centros mineros que se desarrollaron en este periodo.
[33] Florencio y López, 2000.
[34] Además de las variables empleadas, en 1885 el tipo de interés interregional se equiparó en todo el
país,
al constituirse la red bancaria estatal y generalizarse las transferencias corrientes (Castañeda y Tafunell,
1993). Titos (2003) ha estudiado la evolución del sistema financiero en la región, señalando a las dos
primeras décadas del siglo XX como el momento en el que se crea la red de sucursales de la banca
privada.
[35] Knight, 1921; Schumpeter, 1934. La obra de este último ya había sido publicada en alemán en 1911.
[36] Bernal, Florencio y Martínez, 2010. Como ellos, las últimas investigaciones están negando que esta
visión sea acertada y apuntan a que el empresario actuó de forma racional en función de sus intereses
(Bernal y Parejo, 2001; Parejo, 2009).
[37] El tejido productivo de cualquier economía no sólo está conformado por firmas constituidas como
sociedades, dado que existen también un conjunto numeroso de pequeñas actividades desarrolladas por
empresarios individuales que no alcanzaron esta forma jurídica-organizativa. Se ha discutido sobre la
preeminencia de la pequeña y mediana empresa, la hegemonía de las corporaciones chandlerianas o la
combinación de ambas en diferentes contextos económicos, pero en lo que casi todos parecen estar de
acuerdo es la incuestionable importancia en el desarrollo económico moderno, más allá de su tamaño, del
asociacionismo mercantil.
[38] La teoría de los costes de transacción sostiene que la empresa surge para reducirlos, eliminando
intermediadores e internalizando los contratos que, sin su presencia, se realizan en el mercado con un
coste mayor. En este sentido, la constitución jurídica de una empresa supone el principal contrato,
necesario para que se produzcan todos los posteriores.
[39] El Código de Comercio de 1885 ordenó la creación de un Registro Mercantil en cada capital de
provincia, en los que deberían inscribirse los actos jurídicos que afectaban a la vida de las empresas,
además de información sobre sus socios, para dar publicidad de su actuación y fomentar así el desarrollo
económico. Las posibilidades de la fuente, Martín, Garrués y Hernández (2003).
[40] Martín, Hernández y Garrués, 1997.
[41] Kirzner, 1973; Shane, 2000.
[42] Tampoco se han considerado las empresas individuales (sobre todo las agrarias), que no tenían
obligación de inscribirse en el registro, ni las que, estando registradas en la región actuaron
exclusivamente fuera de la misma. Para probar la representatividad de la fuente se han comparado las
empresas registradas en Andalucía con las sociedades que tenían actividad en la región según los
Anuarios Financieros de 1925 y 1936. De ellas, tan sólo el 11 y el 9%, respectivamente, no están
recogidas en los registros andaluces, porque estaban domiciliadas fuera de Andalucía.
[43] Un repaso reciente a la historia de SNA en España en Molina (2006).
[44] Allen, 1974; Burt, 1978; Rodríguez, 2000 y 2003.
[45] Las excepciones son Badía, Blasco, Lozano y Soler (2010), Garrués, Rubio y Hernández (2010) y
Rubio y Garrués (2012).
[46] Para el tratamiento de los datos se ha utilizado UCINET. Los gráficos se han elaborado mediante
NetDraw y Pajek.
[47] Freeman, 1978.
[48] Pese a que los tres periodos entre 1886 y 1959 no cuentan con el mismo número de años, el
promedio anual de socios es prácticamente el mismo, con una leve diferencia a favor de la última etapa.
[49] Sobre el papel de Velasco en la economía andaluza, Núñez Romero-Balmas (2005).
[50] Hay que insistir en que la fuente no recoge la totalidad de las iniciativas extranjeras en el sector
minero, por registrarse fuera de la región y por constituirse, principalmente, antes de 1880, como puso de
manifiesto Sánchez Picón (1992).
[51] Casson, 1998.
[52] La vinculación original de la familia Figueroa al comercio minero y sus relaciones internacionales,
en Chastagneret (1992 y 1993).
[53] Por el momento, la ausencia de trabajos semejantes a este impide realizar un estudio comparativo
regional que permitiera distinguir si la formación de la red empresarial andaluza acusó algún retraso con
respecto al desarrollo obtenido por otras zonas del país.
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© Copyright Josean Garrués Irurzun y Juan Antonio Rubio Mondéjar, 2012.
© Copyright Scripta Nova, 2012.
Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.
Ficha bibliográfica:
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