LVCENTVM, XXXVII, 2018, 281-303.
ISSN: 0213-2338 | ISSN-e: 1989-9904
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
Como citar este artículo / How to cite this article: Navarro Pérez, M. (2018). La maqbara del camino de Bayyāsa (Marroquíes Bajos, Jaén). Lucentum,
XXXVII, 281-303. http://dx.doi.org/10.14198/LVCENTVM2018.37.16
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA
(MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
THE MAQBARA OF THE BAYYĀSA PATH (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
Universidad de Jaén
mnperez@ujaen.es
https://orcid.org/0000-0001-6440-6737
Recepción: 20-13-2018
Aceptación: 02-07-2018
Resumen
Abstract
En el texto se presenta un estudio realizado sobre las necrópolis medievales documentadas en la Zona Arqueológica
de Marroquíes Bajos, (Jaén) y especialmente de la
maqbara del camino de Bayyāsa. Para ello se exponen
las diferentes variables, tipología de tumba, localización
dentro del propio cementerio, orientación, etc, que nos
han permitido plantear hipótesis sobre su fundación en
época emiral y su evolución durante todo el período islámico, incluidos algunos períodos en los que se produce
el abandono del mismo coincidiendo con momentos de
inestabilidad.
The text presents a study on the medieval necropolises
documented in the archaeological area of Marroquíes
Bajos (Jaén) and, especially, the maqbara of the Bayyāsa
road. In order to do so, we expose the different variables,
typology of the tomb, location within the cemetery itself,
orientation, etc. Thich has allowed us to formulate hypotheses about its foundation in the emiral period and its
evolution throughout the Islamic period, including some
instability moments in which it is abandoned.
Palabras clave. Marroquíes Bajos; al-Andalus; maqbara;
camino; tipología de enterramientos.
Copyright: © 2018 Mercedes Navarro Pérez.
Esto es un documento open access distribuido bajo los términos de la
licencia Creative Commons (CC BY-NC). Se permite la generación
de obras derivadas siempre que no se haga uso comercial. Tampoco se
puede utilizar la obra original con finalidades comerciales.
Key words. Marroquíes Bajos; al-Andalus; maqbara;
path; burial typology.
282
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
1. INTRODUCCIÓN
Desde 1995 se viene excavando con metodología
arqueológica una gran extensión de terreno situado en
el extremo norte de la ciudad de Jaén y que, entre otros
elementos, proporciona un amplio conjunto de estructuras de diverso tipo fechadas entre los siglos IX y XII. El
análisis y caracterización de éstas, y las inmediatamente
anteriores, tanto individualmente como en conjunto,
permiten introducirnos en la evolución histórica y
arqueológica de la zona en época islámica.
Este gran espacio denominado Marroquíes Bajos
(Fig.1), hasta finales del siglo XX, fue una amplia área
de huertas con más de 500 ha, que se había mantenido
como tal, gracias a la presencia de la estación del tren y
las vías ferroviarias que suponían un límite de contención de la expansión de la ciudad hacia el norte (Hornos
Mata et al., 1998). Una vez que la estación de ferrocarril se desplaza hacia el oeste, la zona se convierte en el
área de expansión por excelencia de la ciudad. Con el
inicio de las obras de urbanización comenzaron a salir
a la luz los primeros restos arqueológicos, que abarcan
una cronología que se extiende desde el tercer milenio
a.C. hasta la actualidad (Zafra de la Torre et al., 1999;
Sánchez Vizcaíno et al., 2005).
Figura 1: Situación.
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
Desde las primeras fases de ocupación, Marroquíes
Bajos sufrió una gran transformación del paisaje, documentada en época calcolítica, con la apropiación de
diferentes arroyos que son encauzados y dirigidos
hacia varios fosos concéntricos que sirven, a su vez,
de defensa y de abastecimiento. Estas construcciones
son abandonadas progresivamente, y terminan colmatándose dejando su impronta, especialmente el cuarto
foso, que se encontraba defendido por una gran muralla
de adobes. Estas huellas marcarán las siguientes ocupaciones del terreno (Castro López et al., 2008; Navarro
Pérez, 2015), incluidas las de época islámica (Navarro
Pérez, 2017).
Las noticias sobre hallazgos o excavaciones arqueológicas de época islámica en la ciudad de Jaén y sus
alrededores eran prácticamente inexistentes hasta los
años 90 del siglo XX. No se podían identificar ningunas
de las maqābir que debían existir tanto en el entorno
más inmediato de la ciudad como en los alrededores y,
menos aún, epígrafes funerarios, epitafios que nos permitan identificar tumbas de individuos concretos, como
en las halladas en necrópolis de Córdoba, Orihuela
(Alicante) o Almería (Martínez Núñez, 2011).
En cuanto a las fuentes escritas nos enfrentamos a
un gran vacío documental, que afecta del mismo modo
a las necrópolis tardoantiguas, a las visigodas, judías y a
las musulmanas. Sólo tenemos una noticia recogida en
las crónicas de la conquista por las tropas de Fernando
III, en la que se cita en varias ocasiones el Fonsario o
Puerta del Fonsario (Aguirre Sádaba y Jiménez Mata,
1979; Lázaro Damas, 1998; Serrano Peña y Castillo
Armenteros, 2000). Sobre la localización de este espacio no hay consenso, las fuentes no son muy claras
a la hora de su descripción. J. Eslava Galán (1999)
indica que podría tratarse de un paraje denominado La
Vega que se encontraría entre las puertas de Martos, el
Aceituno y la puerta Baeza. Por otro lado, S. Lázaro,
localizó unas escrituras del año 1630 sobre unas huertas
de la zona en torno a la Puerta de Martos donde se menciona un cementerio (Barba Colmenero et al., 2004).
En los últimos años se han realizado excavaciones
en las que se han documentado enterramientos que
podrían formar parte de los cementerios situados junto
a las antiguas puertas de la ciudad (Fig.2), como es el
caso de la Puerta de Martos (Barba Colmenero et al.,
2004), la Puerta del Aceituno (Pérez Martínez et al.,
2004) o la Puerta de Granada. De esta última no conocemos su situación exacta, pero muy cerca de la que
tuvo que ser su localización, en un solar situado en la
calle del Conde, se han excavado restos de lo que fue
uno de los cementerios islámicos de la ciudad almohade, con un total de 65 inhumaciones (Martínez Ocaña
y Manzano Castillo, 2010). Otra de las necrópolis con
ritual islámico documentada en la actual ciudad de Jaén
es la realizada en la Plaza de la Constitución, en ella se
documentó un arrabal de época islámica dedicado a la
alfarería. Una vez abandonadas estas estructuras, según
sus autores, ya durante el asedio de las tropas cristianas se utiliza como cementerio (Manzano Castillo y
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
283
hasta ese momento, en que la mayoría de las necrópolis
no tienen documentada su correspondiente población.
No obstante, como señala Vigil-Escalera, (2013: 268)
no siempre es así, de hecho, este mismo autor indica
que de los once yacimientos que se estudian en el
volumen, El poblamiento rural de época Visigoda en
Hispania sólo seis «proporcionan evidencias acerca de
la relación existente entre el espacio funerario y áreas
residenciales y productivas». El caso de Marroquíes
Bajos, lo tendríamos que encuadrar dentro de estos
yacimientos, que como hemos visto, se documentan
gracias al crecimiento de la ciudad de Jaén.
2. ESPACIOS FUNERARIOS Y RELIGIOSOS. LA
HUELLA DE LAS NECRÓPOLIS MEDIEVALES
EN LA ZONA ARQUEOLÓGICA DE MARROQUÍES BAJOS (ZAMB)
Figura 2: Localización de las Puertas más importantes de la
ciudad de Jaén.
Martínez Ocaña, 2009). V. Salvatierra (2009), indica
que este cementerio debió de fundarse con anterioridad
al asedio, poco antes de la conquista castellana.
La mayoría de los estudios centrados en necrópolis de al-Andalus se dedican al mundo urbano, los
trabajos sobre necrópolis rurales son escasos, y los
que hay se refieren a la antigüedad tardía, visigodos
o a períodos islámicos tardíos la mayoría almohades o
nazaríes, mientras que apenas contamos con ejemplos
de maqābir de época omeya.
El motivo de esta desigualdad a la hora de documentar necrópolis en el ámbito urbano y en el rural, tiene
una doble vertiente. Por un lado, las propias actuaciones arqueológicas que se han desarrollado más en el
interior de las ciudades y, sobre todo, en los círculos
más cercanos a ellas debido al crecimiento que estas
experimentaron a finales del siglo XX. Por el contrario,
en las pequeñas localidades y en el campo apenas han
tenido incidencia, en algunas porque no se ha producido
un crecimiento similar al de las grandes ciudades, pero
sobre todo, porque no se ha realizado un seguimiento
y control arqueológico. La mayoría de estas localidades no tienen una zonificación arqueológica dentro de
sus planes urbanísticos que las proteja. Por otro lado,
tampoco hay una concienciación sobre el patrimonio
arqueológico, entendiéndolo como parte de su propia
entidad y su cultura. Por tanto, en muchas ocasiones
los hallazgos que se producen en estas son silenciados,
ocultados o destruidos.
En los últimos años, finales del siglo XX principios del XXI, las grandes infraestructuras realizadas
para la construcción de carreteras y otras obras que
abarcaban amplias áreas de intervención, han sacado a
la luz algunas zonas de ocupación y enterramiento de
espacios rurales. Estos trabajos han permitido superar,
en algunas ocasiones, la problemática que se planteaba
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
En los primeros años de las investigaciones realizadas
en la Zona Arqueológica se identificaron hasta siete
necrópolis medievales, cuatro de ellas de rito cristiano, dos de rito islámico y una mixta (Serrano Peña y
Castillo Armenteros, 2000). Actualmente han salido a la
luz nuevos restos por lo que hemos hecho una revisión
de los datos divulgados hasta el momento, aplicando
nuevos estudios cuyos resultados matizan en parte lo
publicado en el año 2000 y posteriormente en el año
2011 (Castillo Armenteros et al., 2011).
La elección de la localización para ubicar una necrópolis no es algo que se haga al azar. Las necrópolis
medievales, tanto de rito cristiano como islámico documentadas en Marroquíes Bajos, las podemos dividir en
varias clases según su localización:
1.– Necrópolis en torno a caminos. La importancia
de las vías de comunicación a la hora de situar los
cementerios es primordial. La Zona Arqueológica de
Marroquíes Bajos (ZAMB) se encuentra vinculada a
varios caminos de gran importancia en la antigüedad y
a otros menores, pero todos ellos partían de la Puerta
de Baeza o Bayyāsa, una de las más importantes de
la ciudad de Jaén. Hace unos años pudimos excavarla
como consecuencia de la remodelación de la Plaza de
los Huérfanos donde se encontraba. La puerta data de
época almohade, por lo que podemos deducir que este
camino ya existía en época islámica, aunque no descartamos que se asentara sobre otro de época romana.
Esta vía, que hoy no existe, ha sido documentada a
nivel arqueológico en las diferentes excavaciones
realizadas en la ZAMB (Vial 5-5, tramo 1 y C/B-B’,
Tramo 5; Parcela 55, Centro de Salud del RP-44 y Plaza
de Jaén por la Paz). Una de ellas es la Intervención
Arqueológica en el Solar de la Futura Ciudad de la
Justicia, en la cual, aunque en un primer momento se
identificó (Navarro Pérez, 2008; 2009) como una zona
de respeto entre las viviendas localizadas al lado oeste
y la maqbara situada en el límite este, posteriormente,
cuando realizamos la superposición de la cartografía
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
284
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
antigua y las intervenciones arqueológicas realizadas,
comprendimos que se correspondía con parte del antiguo camino (Navarro Pérez, 2015).
2.– Necrópolis relacionadas con los cursos de agua. En
ocasiones las necrópolis, y especialmente las islámicas, estaban delimitadas por arroyos. Como ejemplo de
este tipo de relaciones, diversos autores (León Muñoz y
Casal García, 2010) proponen la necrópolis islámica de
Marroquíes Bajos, a la que van dedicadas estas líneas.
El agua está íntimamente relacionada con las creencias escatológicas del mundo musulmán (León Muñoz
y Casal García, 2010), especialmente con los trances
que debía de pasar el difunto durante el tiempo que
éste se encontraba en la tumba. Tras el interrogatorio
al que era sometida el alma por los dos ángeles de la
tumba, Munkar y Nakῑr, el cuerpo de los pecadores era
expuesto, entre otros, a un insoportable calor (Fierro
Bello, 2000), por lo que el agua se consideraba como
una fuente de purificación y de alivio durante el tiempo
que éste estaba en la sepultura. De hecho, M. Fierro
(2000: 182), indica que esta era «la razón por la cual
era necesario refrescarlas (las tumbas) plantando
vegetación o vertiendo agua.» En las primeras propuestas sobre la fundación y delimitación de la necrópolis
islámica de Marroquíes Bajos se manejaron, como factores decisivos, la ubicación junto a arroyos y canales.
Con las nuevas investigaciones realizadas, estas primeras hipótesis tienen que ser, de nuevo, matizadas, si la
relación entre las necrópolis y los caminos es evidente
a simple vista, cuando se superpone la planimetría de
los caminos y la de las áreas funerarias, no sucede igual
con el plano de arroyos y necrópolis.
3.– Necrópolis en torno a edificios religiosos. Durante
la tardoantiguedad y el período visigodo, los cementerios surgen en torno a un espacio sagrado, iglesias
o estructuras conventuales, extendiéndose tanto en el
interior como el exterior del edificio, aunque nunca o
casi nunca ocupando el área del ábside donde se oficiaba. Esta característica se mantiene, esencialmente,
con la sociedad hispanorromana (Ripoll López, 1989)
y será a partir del Concilio de Braga en el año 561,
cuando no se pueda enterrar en el interior de los edificios religiosos (López Quiroga y Martínez Tejera,
2009). Aunque el arraigo de estas costumbres era tal,
que en muchos casos no se cumplió, algo que, como
han reseñado López y Martínez (2009), ha sido constatado ampliamente por la arqueología.
En época visigoda y primeros momentos tras la conquista, se observa en el territorio que ocupa la ZAMB,
una nueva organización del espacio. Los campos estarían ocupados por la propia población indígena, no
obstante, la Iglesia tendría un papel muy importante
con el establecimiento de edificios religiosos desde
donde se controlaban la propiedad y la producción
del cultivo extensivo de productos de secano como el
cereal (Salvatierra Cuenca, 2010). Dos de estos probables edificios se encontrarían dentro de los límites
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
de Marroquíes Bajos. Por un lado, en el extremo norte
del yacimiento, donde en época bajoimperial se ubicaba un complejo industrial de producción de aceite de
oliva, y donde posteriormente se construye una basílica cristiana (Serrano Peña y Molinos Molinos, 2011;
Navarro Pérez, 2015; Portero Fernández et al., 2010).
Este edificio parece estar vinculado a una necrópolis
que perdura desde el siglo II hasta el siglo VII (Serrano
Peña y Molinos Molinos, 2011). En el otro extremo,
al sur, en la Parcela D del RP-4, se documentó parte
de una construcción de cierta entidad que se interpreta
como un edificio religioso (Castillo Armenteros et al.,
2011; Navarro Pérez, 2015). Este está íntimamente
relacionado con varias necrópolis. En ambos casos,
los edificios debieron de ser desmantelados en época
islámica, ya que parte de sus elementos constructivos se
utilizan para la edificación de nuevas estructuras calificadas como andalusíes (Salvatierra Cuenca et al., 1998;
Serrano Peña et al., 2002; Serrano Peña y Salvatierra
Cuenca, 2012).
Maqābir en torno a una mezquita o una musalla.
Según un ḥadīṯ atribuido al Profeta debía de haber una
separación clara entre los lugares de enterramiento y los
de oración, y nunca estarían asociados (Fierro Bello,
2000). Basándose en las tradiciones y comentarios de
Ibn Ḥazm de Córdoba, Calvo Capilla (2004) llega a
la conclusión de que no había problema si la sepultura se realizaba en un edificio ya construido salvo que
fuera una mezquita. No obstante, y según esta misma
autora, en todo el mundo islámico surgieron mezquitas
asociadas directamente a una tumba, las primeras se
levantaron sobre los enterramientos de los mártires originados durante las conquistas musulmanas de oriente
en los siglos VII y VIII. La cercanía de mezquitas u
oratorios y cementerios es habitual, aunque los edificios
no estaban destinados a recoger reliquias ni a ejecutar
parte del ritual funerario.
3. LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA
La denominada gran maqbara, por ser el cementerio
islámico de mayor tamaño documentado en la actual
ciudad de Jaén, se localiza en el extremo noreste del
RP-4 y en parte de la de UA-23, aunque en esta última
sólo residualmente, ya que se han documentado cuatro
tumbas en el límite oeste de manzana E. La necrópolis
en época andalusí se caracterizaba por estar delimitada
por el propio camino de Bayyāsa (Fig. 3) que ponía
término a su expansión hacia el oeste y a la vez se
convierte en un factor esencial en la vertebración y
evolución de la necrópolis. Mientras, hacia el sur y el
este la maqbara es un espacio abierto propicio para
su propia expansión. Para finalizar la descripción de
los límites de la maqbara, nos situaremos en el norte,
donde la existencia de un barranco, aunque en parte
colmatado, parece que funcionó como límite de ésta.
No obstante, la delimitación de la necrópolis dependerá
de la fase histórica y de la evolución de la misma.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
Figura 3: Localización de la maqbara de Bayyāsa.
3.1. Organización interna de la maqbara
En un principio, tras la excavación de la parcela de
la futura Ciudad de la Justicia, se identificaron tres
elementos claramente diferenciados como parte de la
necrópolis: tapia, área de respeto y, finalmente, el área
de enterramiento propiamente dicha (Barba Colmenero
y Navarro Pérez, 2010; Castillo Armenteros et al.,
2011).
– Tapia de delimitación de una gran propiedad colindante con el cementerio. Recorre la parcela de la Ciudad
de la Justicia de norte a sur y está construida por muros
de tapial que se apoyan sobre un zócalo de mampostería
irregular (Castillo Armenteros et al., 2011). En realidad, esta tapia no forma parte de la necrópolis, aunque
se contempla como un elemento más del paisaje que la
rodea, conformando una imagen que perdura durante
todo el período omeya.
– Área de respeto. Este espacio, como en el caso anterior, en las primeras investigaciones se interpretó como
una zona no ocupada entre el cementerio y las viviendas. En realidad, se trata del camino de Bayyāsa a su
paso por la maqbara, discurriendo de forma paralela y
contigua al muro o tapia anterior. Este camino, al pasar
junto al cementerio, tiene una anchura media de 8,5
m y se asienta directamente sobre la base geológica,
no conservándose restos de ningún tipo de pavimento.
– Área de enterramientos propiamente dicha, en la que
se han documentado en torno a 652 enterramientos
hasta el momento, distribuidos en un área de 2.135 m2.
Cuando aludimos a esta necrópolis, nos referimos a un
amplio espacio que ha estado funcionando con este fin
durante varios siglos, pero no siempre con la misma
intensidad, ni ocupó la misma amplitud espacial. Por
tanto, estas cifras no nos aportan una realidad cronológica, sólo son datos que hay que interpretar, en ningún
momento la necrópolis ocupó toda el área, ni se pudieron apreciar 652 tumbas alineadas unas junto a otras.
La maqbara contaba con sepulturas distribuidas por
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
285
todo el espacio, todas ellas excavadas en la base geológica o en la tierra, sin que sobresalieran estructuras
construidas en alzado, a excepción de una identificada
como mausoleo, turba, rawḍa o qubba.
«Sabido es que el propio profeta recomendaba practicar los enterramientos a ras de suelo y condenaba
que se convirtieran en lugares de culto o se elevaran
monumentos funerarios sobre ellos» (Abad Castro y
Gonzáles Cabero, 2008: 7). En realidad se convierte en
una prohibición para evitar que estas tumbas sean lugares de peregrinación (Chávet Lozoya, 2015). A pesar de
ello, desde el principio del Islam, se fueron edificando
estructuras sobre algunas tumbas, incluso a partir del
siglo IX se generaliza sobre todo en los enterramientos
de las dinastías gobernantes (Abad Castro y Gonzáles
Cabero, 2008). De hecho, como señalan diversos autores (Casal García, 2003: 294; Castillo Armenteros et al.,
2011: 284; Torres Balbas, 1957: 151), parece que era
frecuente que alojaran los «restos de letrados, ascetas,
taumaturgos o varones señalados por su santidad y
vida piadosa, en tomo a los cuales se enterraban las
gentes para beneficiarse de la influencia espiritual que
de ellos irradiaba» (Casal García, 2003: 294). Para M.
Fierro (2000), la prohibición de la construcción de este
tipo de estructuras no se aplicaba en los cementerios
privados o, al menos, no de igual manera que en los
de uso comunitario. ¿Podría explicar esto la presencia de este elemento en la necrópolis? Esto implicaría
que la maqbara inicialmente sería de origen privado o
que los individuos enterrados tendrían un carácter de
santidad reconocido por la comunidad de Marroquíes
Bajos asentada en el entorno del camino de Bayyāsa.
Los santones tenían un «foco de gracia que mantenían
después de su muerte» (Casal García, 2005: 308) y
que se denomina baraka, lo que hacia que la población
deseara enterrarse junto a ellos. No obstante, M.ª A.
Martínez Núñez 2011: 182) indica que «la austeridad
prescrita por los alfaquíes en esta materia, relacionada
con otras controversias doctrinales sobre –el culto a
los santos– y la –veneración de las tumbas–, nunca
fue respetada, salvo en casos muy puntuales y en sectores de población carentes de recursos económicos,
llegando a producirse una disociación muy acusada
entre teoría jurídica y práctica social, tal vez porque
la ornamentación de las tumbas era considerada por
algunos fuqahā como un hecho reprobable (makrūḥ),
no prohibido (ḥaram) de forma tajante».
Este «mausoleo» se encuentra localizado en el
extremo noroeste de la necrópolis, junto al limite oriental del camino y enfrentado a la denominada vivienda
n.º 1 del futuro solar de la Ciudad de la Justicia. Esta
vivienda conforma un amplio espacio residencial y de
producción, colindante con el cementerio, siendo la
que muestra la cronología más temprana de las documentadas en el entorno. A finales del siglo IX sufre
un repentino abandono (Navarro Pérez, 2009; Barba
Colmenero y Navarro Pérez, 2010; Castillo Armenteros
et al., 2011; Navarro Pérez, 2015), que suponemos que
está íntimamente relacionado con los enfrentamientos
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
286
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
de algunos jefes muladíes en el territorio de Ŷayyān
durante los años 889 a 913 (Salvatierra Cuenca, 2001).
La estructura funeraria documentada tiene forma rectangular, abierta en su lado oriental, aunque cabe la
posibilidad de que el cerramiento no se haya conservado, ya que no se ha documentado un remate en
ninguno de sus lados que nos indique la posibilidad
de una terminación. No obstante, podría indicar la
presencia de un pequeño vano de acceso. No parece
presentar un aspecto monumental, aunque es verdad
que sólo contamos con su cimentación, ya que esta
estructura se encuentra muy arrasada, pero los materiales de construcción y sus dimensiones, 3 x 2.30 m,
así nos lo sugiere.
El mausoleo abarca dos tumbas, ambas encuadradas
dentro de la tipología de prefosa y fosa de inhumación,
pero con diferencias importantes entre ellas. El primer
enterramiento que se realiza presenta el tipo laḥd o cámara
lateral, con tendencia a la covacha que se localizaba en
la zona sureste de la tumba. En su interior se encontraba el cadáver de un varón adulto (Barba Colmenero
y Navarro Pérez, 2010) en posición de decúbito lateral
derecho. Esta fosa de inhumación, orientada a 200.°, con
una tendencia hacia el este, estaría cubierta probablemente por una tabla de madera compuesta por varias
piezas, ya que en el interior de la tumba se documentó
un clavo de hierro. Originalmente este enterramiento
estaba tapado por un pequeño túmulo de tierra que sería
lo que se apreciaría desde el exterior. Posteriormente,
en una segunda fase, pero dentro de un período corto de
tiempo, junto a ella y cortándola aunque levemente en su
extremo suroeste, se construye una nueva tumba, compartiendo la misma orientación. Pero con prefosa y fosa
de inhumación central. El cadáver, varón y adulto (Barba
Colmenero y Navarro Pérez, 2010), presenta la parte
superior del cuerpo en decúbito lateral derecho, mientras que la cadera y las extremidades inferiores adoptan
una postura casi prono. No se documenta cubierta para
la fosa de inhumación, por lo que pensamos que estaría
compuesta por un material perecedero, como la madera.
Probablemente ésta estaría formada de una sola pieza o
ensamblada de alguna manera que no necesitaría reforzar
la unión mediante clavos.
Sería tras este último enterramiento cuando se construye la estructura rectangular de mampostería unida
en seco que rodea en parte a las dos tumbas (Castillo
Armenteros et al., 2011). Tras las primeras investigaciones se planteó como hipótesis la presencia, como
parte de la cubrición final, de un túmulo de tierra (Barba
Colmenero y Navarro Pérez, 2010), aunque tenemos
que pensar que pudo existir inicialmente una estructura más elevada que desaparecería con el tiempo o
que sería eliminada por un motivo que, en principio,
no alcanzamos a comprender, pero que podría coincidir con el abandono de la vivienda que se encontraba
enfrentada a él. La hipótesis sobre la construcción de
un elemento en altura viene dada por la aparición en
el nivel que cubre las tumbas de trozos de mortero con
impronta de cañizo, lo que nos indica la presencia de
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
Figura 4: Mausoleo. Futura Ciudad de la Justicia.
algún tipo de cubierta. Esta teoría llevaría a descartar
que se tratara de una rawḍa ya que ésta se define como
una tumba rodeada por muros pero sin cubrir «asociada
de alguna manera a un jardín» (Calvo Capilla, 2014:
227). Tampoco parece que se pudiera tratar de una turba
porque esta, generalmente, no estaba cubierta. Por lo
que nos inclinamos a pensar que se trataría más de una
qubba, una cúpula sobre los enterramientos. Esta se
interpreta como una bóveda celeste que uniría el alma
de los muertos, o también la tierra embarazada que dio
a luz al hombre y que posteriormente fue devuelto a su
útero (Bianquis Thierry, 1994: 214) (Fig. 4).
En cuanto a la distribución del resto de tumbas de la
maqbara, en un primer momento de ocupación y fundación de la necrópolis no se observa un diseño previo,
todo lo contrario, se pueden apreciar agrupaciones familiares u otro tipo de relaciones sociales. Nos referimos
a un momento cronológico que abarca desde finales del
siglo VIII hasta finales del siglo IX, en pleno proceso
de islamización. Desgraciadamente, en este caso como
en la mayoría de cementerios islámicos no hay apenas
material asociado que nos pueda ayudar a datar, como
veremos más adelante, los enterramientos y tampoco
encontramos estelas funerarias como las documentadas
en Orihuela (Alicante), formando parte de un panteón
o qubba (Martínez Núñez, 2001) que nos ayuden a
aportar una cronología aproximada de las mismas.
Posteriormente, comienza a planificarse y regularse
la colocación de estas tumbas en el espacio, distribuyéndose alineadas y paralelas unas a otras. Se pueden
apreciar ciertos espacios que, a pesar de encontrarse en
lugares con una alta densidad de enterramientos, están
libres, sin ocupar. Lo curioso es que todas estas zonas
documentadas, hasta siete, presentan una forma irregular, un área en torno a 4 m2. ¿Se trata de espacios
reservados a pequeñas zonas ajardinadas con un árbol de
similar porte en toda la maqbara? A nivel arqueológico
no se han detectado huellas de una plantación, por lo
que deberían ser, si esta hipótesis fuera cierta, plantas
de raíces que no implicaran un gran desarrollo.
No tenemos ningún indicio de que haya enterramientos organizados por sexo o por edad, aunque hay
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
287
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
Figura 5: Zona de enterramiento en la que destaca un número mayor de tumbas infantiles.
concentraciones o agrupaciones de tumbas infantiles.
Sin embargo, no creemos que esto signifique que este
espacio estuviese reservado a los niños, porque entre
ellos, aunque en menor medida, también se encuentran adultos enterrados. Es el caso de las tumbas
documentadas en el corte 16 del solar de la futura
Ciudad de la Justicia, donde en un espacio de 9 x 10
m, se concentran, al menos, 16 sepulturas infantiles
rodeadas por cinco de adultos (Fig. 5). Algo similar
podemos ver en otras necrópolis de este momento, por
ejemplo, en L’Alfossar (Novelda, Alicante), donde
«no se ha podido reconocer espacios reservados
para cada tipo de enterramiento, no obstante, resulta
curiosa la existencia una mayor concentración de
inhumaciones infantiles en la zona norte» (López
Seguí et al., 2005: 154). Sin embargo, sí hay otras
necrópolis en las que se puede apreciar una concentración más clara de individuos infantiles enterrados,
es el caso de la maqbara de Pamplona (De Miguel
Ibáñez, 2016), la maqbara del Tossal de Manises y
en otras: Mérida, Lorca, Jumilla, Albarite de San Juan
(Zaragoza), Yecla y Las Cobatillas de Cañete la Real
(Málaga) (Tendero Porras et al., 2007: 47). Algunos
autores consideran estas concentraciones como una
costumbre local ajena a la cultura islámica, o como
consecuencia de la alta mortalidad infantil (Tendero
Porras et al., 2007: 46). Por lo demás, el tipo de
tumba, orientación, cubierta, etc…, no difiere en nada
de la de los adultos.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
3.2. Los enterramientos. Tipología
Las intervenciones arqueológicas desarrolladas en las
grandes necrópolis islámicas han presentado desde el
principio un gran problema para su análisis histórico, ya
que, desde de su fundación y hasta su abandono, han perdurado mucho en el tiempo. En este caso, la maqbara de
la ZAMB presenta una cronología que va desde los siglos
VIII-IX hasta el siglo XIII. La ocupación de un mismo
lugar, con una misma función durante más de cuatro siglos,
hace difícil discriminar los enterramientos pertenecientes
a cada momento histórico. A esto hay que sumar que no
contamos con elementos materiales, ajuar ni adorno personal en los enterramientos que nos ayuden a datarlos.
Por último, Marroquíes Bajos en general, presenta poca
potencia estratigráfica y con una continua remoción de la
tierra por la presencia constante de labores agrícolas. Ante
la imposibilidad de presentar materiales asociados que
aporten cronología, y la imposibilidad de realizar dataciones por radiocarbono, hemos planteado este estudio
basándonos en las numerosas variantes detectadas, con
el fin de intentar reconocer el momento aproximado de
la fundación, y la evolución de la maqbara.
1. Estructura de la tumba: Hay que apuntar que tanto
al-Bujārī como al-Qayrawānī en la Risāla describían
tres maneras diferentes de excavar la fosa de inhumación. No obstante, estos autores presentan una diferencia,
al– Bujārī habla de fosa laḥd y šaqq en una sola tumba
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
288
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
con dos espacios definidos, mientras que el segundo las
describe como dos tipos de tumbas distintas. La fosa
definida como darih es citada sólo por al-Bujari (Chávet
Lozoya, 2015). Ateniéndonos a la división realizada por
al-Qairawuani en la Risala, en la que las fosas tipo laḥd
y šaqq son fosas distintas y siendo conscientes de que
no en todas las maqābir andalusíes están representados
estos tipos de enterramientos, en la necrópolis a la que
se dedica este estudio, hemos distinguido:
Šaqq. Tumba con prefosa y fosa de inhumación
central, se caracteriza por la presencia de prefosa
AUTOR
al-Bujārī
(s. IX)
rectangular con una profundad que varía entre 0,15 y
0,50 m, en cuyo centro se practica una estrecha fosa
de inhumación. Ésta aparece representada, aunque con
ciertas variaciones, en la mayoría de las necrópolis (cristianas e islámicas) estudiadas en Marroquíes Bajos (Fig.
6 y 7).
No obstante, a pesar de que parece estar mejor
representada en el mundo preislámico constatamos
que, tanto durante el proceso de islamización como
después de él, este tipo de sepultura sigue estando
vigente de forma significativa, con un total de 173 enterramientos, lo que supone el 27% del total de las fosas
TIPOS
DESCRIPCIÓN
Laḥd y šaqq «Des parties de la fosse appelées laḥd et chaqq» (Houdas
y Marçais, Op. Cit. vol.I. 433. Recogido por Chávet, 2005:
129). Según esta autora «al-Bujāri, no describe cómo es
la fosa chaqq o šaqq aunque la fosa laḥd sí que detalla su
función en varios hadices, parece indicar que el espacio šaqq
forma parte del mismo complejo funerario».
DIBUJO
(Chávet, 2005, p 129)
Esta misma autora dice: que al-Bujārī «habla de la fosa laḥd
y la chaqq como un mismo complejo funerario, una sola
tumba con dos espacios definidos» (Chávet, 2015: 128).
(Chávet et al,, 2006, p 152)
alQayrawānī
(s. X)
Ḍarīḥ
De ceux qui doivent être placés les premiers dans la partie
de la fosse dite laḥd. El-Bokhâri dit : «cette fosse est appelée
laḥd elle est ménagée dans un coin (de la fosse); (dans le
Coran, LXXII, verset 23) signifie «vers qui on se penche, on
se réfugie ». Quand l’excavation est à parois verticales, elle
prend le nom de ḍarīḥ»
(Houdas y Marçais, Op. Cit. vol.I. 433. Recogido por Chávet,
2005: 129)
Laḥd
«El lahd es preferido por los ulemas al shaq. Consistiendo
aquél en una excavación practicada bajo el borde de la
tumba en la pared que da a la alqibla. Y ello, cuando se trata
de suelo compacto que no se deshace ni se desmorona. Así
se hizo con el Enviado deAllah -que Allah le bendiga y le dé
paz». (al- Qayrawānī, 113)
šaqq
«El shaq consiste en una excavación practicada en el fondo
de la tumba. En esta excavación se sitúa a lo largo y de lado
el cuerpo del difunto». (nota de Ali Laraki, traducción y
comentarios.)
Fuentes
Tradicional
actuales. Los
funerales en
el Islám.
šaqq
Esta es la forma tradicional y más utilizada en Occidente
(figura A).
Dibujo. Elaboración propia.
Dibujo. Elaboración propia
También se puede realizar un corte (šaqq) longitudinal en
el fondo de la tumba sobre la pared más cercana a la Qibla,
según muestra la figura b, como se realizó en la tumba del
Profeta Muhammad debiéndose reforzar estas paredes para
evitar su derrumbe.
http://docplayer.es/12829324-Los-funerales-en-el-islam.htm
Figura 6: Tipo de tumbas según las fuentes.
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
289
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
AUTOR
Chávet
EXCAVACIÓN
Madīna Lūrqa
TUMBA
DESCRIPCIÓN
Laḥd
«consiste en una tumba de paredes rectas a
la que se le practica en uno de sus lados una
excavación o nicho lateral,» (Chávet, 2015:
273)
Laḥd y
šaqq
Ḍarīḥ
Chávet et
al.
Madīna Lūrqa
Sáenz
Preciado et
al. (2013)
Valdeherrera
(Calatayud,
Zaragoza)
DIBUJO
«Tumbas la lahd y šaqq como parte de una
misma tumba es similar a la anterior pero
en el fondo de la fosa se excava otra fosa
para colocar al individuo». (Chavet. 2015, p
273). «Tumba con dos espacios claramente
definidos». (Chávet, 2015: 275). Es una tumba
múltiple
«Consiste en una fosa simple de paredes
rectas». (Chávet, 2015: 275).
Laḥd y
šaqq
Ḍarīḥ
šaqq
«durante los primeros años del Islam nos
los aporta Abu ‘Abdullah Muhammad ibn
Isma’il al-Bujari (siglo IX)20, permitiéndonos
distinguir dos espacios distintos dentro de
la fosa, y un tipo distinto en relación a la
forma de su excavación: la fosa Laḥd y saqq
(ambas formando parte de un mismo complejo
funerario), y la fosa darih».
(Chávet et al., 2006: 152)
šaqq
La tumba «tienen su lateral oriental recto,
mientras que el lateral occidental está algo
socavado a modo de covacha, rememorando
la tumba del Profeta... Es posible que este tipo
de pared lateral cóncava debamos ponerlo en
relación con la existencia de shaq en tumbas
más complejas.»
Tipo de tumba de lahd1 con fosa
simple, sin que se documente escalón
o prefosa.
Figura recogida de Sáenz et al., 2013.
Gutiérrez
González
et al.
La maqbara
medieval de
Tauste
šaqq o
Laḥd
«Este tipo de paredes laterales cóncavas se
convierten en covachas (shaq o ladj) en las
tumbas más complejas»
Olcina
Domenéch
et al.
La maqbara
del Tossal
de Manises
(Alicante)
šaqq o
Laḥd
La mayoría de estas sepulturas (un total de
dieciocho) cuentan, en la zona opuesta al
escalón, con una especie de covacha lateral,
que recibe el nombre de lajd (Abd Al Fatah
García, 2001: 25) o shaq.
Figura 7: Tipo de tumbas. Interpretaciones.
1. En la publicación a la que pertenecen estas imágenes de la necrópolis de Valdeherrera en Calatayud, al referirse a este tipo de tumba
la denomina šaqq, «Tumba 31, empleando el muro de sillares a modo de šaqq como veremos seguidamente esta problemática tiene
su origen en las diferencias de interpretación o descripción de al-Bujārī y al-Qayrawāni.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
290
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
identificadas y distribuyéndose espacialmente por casi
toda la maqbara, de norte a sur (Castillo Armenteros
et al., 2011), aunque conforme nos alejamos del límite
del camino y nos adentramos hacia el este, las sepulturas de estas características van desapareciendo, y de
hecho, es el único tipo que apenas está representado en
el futuro solar de la Policía Local (Fernández Ordóñez
et al., 2010). La profundidad de la prefosa varía según
su posición espacial en la necrópolis, conforme nos
acercamos al camino de Bayyāsa y, sobre todo, en la
zona norte, junto al mausoleo o qubba, es más profunda, alcanzando el máximo en la T 393 perteneciente
a dicha estructura, que tiene 0.50 m de profundidad en
prefosa y 0.45 m de fosa de inhumación.
Este tipo de fosas (Fig. 8) tienen una tradición oriental, era costumbre en la Meca a diferencia del tipo laḥd,
y que veremos posteriormente, era utilizado en Medina
(Bianquis Thierry, 1994), lo que no invalida la teoría
defendida por Serrano y Castillo (2000) de que se trata
de un tipo de enterramiento utilizado mayoritariamente
por hispanovisigodos convertidos, que encontrarían
en estos enterramientos una continuidad con sus tradiciones que conjugan perfectamente, sin entrar en
contradicción con los nuevos preceptos canónicos. Esta
tipología de fosas se puede reconocer en las necrópolis
de Marroquíes Bajos de rito cristiano pero siempre con
la cabecera marcada. También encontramos paralelos,
aunque escasos, en otras necrópolis de al-Andalus, en
el Cabezo de Aljezar (Ricote, Murcia) (Serrano Peña y
Castillo Armenteros, 2000), y también, en la maqbara
de Pamplona, datada en el siglo VIII, donde se ha documentado un caso de este tipo de enterramiento, T 194,
consistente en una prefosa central o šaqq, en la que
según la documentación gráfica y fotográfica aportada
por De Miguel Ibáñez (2016: 619) la profundidad de
la prefosa es mediana y está excavada en terreno no
demasiado compacto. Puede ser éste el motivo de que el
resto de tumbas pertenezcan al tipo de fosa simple o al
estar excavada en la tierra apenas sea reconocida como
ocurre en la calle Cava, en Lorca (Martínez Rodríguez
y Montero Fenollós, 1996), y en la maqbara del Tossal
de Manises (Olcina Domènech et al., 2008).
Pero dentro de los enterramientos tipo šaqq, aparecen variantes:
– A. Tipo šaqq, donde la prefosa puede variar en
anchura, algo que parece coincidir con diferentes
orientaciones y posición dentro de la maqbara.
A.1. Son las más anchas (una media de 1,45 m),
localizadas en el área sur y con una orientación de
tendencia sur, cuadrante SE.
A.2. Las más estrechas (en torno a 1 m) se sitúan en
el norte, junto al límite del camino, con una orientación de tendencia este.
A.3 Por último, hay que señalar que nos encontramos con otras cuya anchura de fosa se halla entre
ambas, situadas en la zona central y más alejada de
los límites del camino de Bayyāsa.
– B. Tumbas de tipo šaqq que presentan la huella de
parihuelas sobre la fosa de inhumación, elemento que
solo aparece en este tipo de tumbas. En realidad, su
presencia es muy poco significativa, ya que sólo se ha
documentado en dos tumbas pertenecientes a época
califal.
Figura 8: Tumba tipo šaqq. Ciudad de la Justicia. ZAMB.
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
Laḥd. Tumba con prefosa y fosa de inhumación lateral, también se le denomina de fosa lateral. La tumba
está caracterizada por una prefosa similar al tipo
anterior, la diferencia radica en que la fosa de inhumación se sitúa en el lado este. Dentro de este tipo,
tendremos que diferenciar aquellas en las que la fosa
de inhumación puede estar aboveda, de aquellas otras
en las que la misma se simplifica convirtiéndose en una
simple (Castillo Armenteros et al., 2011). En el caso de
Marroquíes Bajos, de todas las necrópolis medievales
documentadas, sólo la gran maqbara presenta fosas de
este tipo, y por tanto sólo aparece en tumbas con ritual
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
291
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
Figura 9: Ciudad de la Justicia. Corte 13. Enterramientos sobre el tercer foso calcolítico.
islámico. Representa el grupo menos numeroso con
un 11,5% del total y se distribuye espacialmente por
toda la necrópolis, aunque con mayor concentración en
los sectores norte y central, mientras que en el sur se
encuentran más dispersas (Castillo Armenteros et al.,
2011). Las diferencias que podemos observar dentro del
tipo de tumba laḥd se refieren fundamentalmente, como
en el caso anterior, a la profundidad de la prefosa. Al
igual que pasaba en las tumbas tipo šaqq, las prefosas
más anchas, en torno a 1,50 m, se encuentran en el sur,
aunque en un número muy escaso. Las más estrechas, 1
m aproximadamente, se sitúan en el extremo norte junto
al mausoleo, formando dos grupos, uno de 16 tumbas
y otro de ocho enterramientos localizados a 16,5 m al
sur del anterior. Todas ellas con una orientación de tendencia Este. Por último, encontramos las tumbas con
prefosa, de unas dimensiones medias de 1,20 m, localizadas en una zona intermedia y más alejadas del límite
del camino de Bayyāsa. La orientación varía entre la
tendencia de compromiso y la cordobesa. Como vemos,
todo ello es similar a lo que pasaba en el caso anterior de tumbas de tipo šaqq. La diferencia estriba en su
localización, mientras que hay un mayor número de las
de tipo šaqq en el sur, las de tipo laḥd lo hacen en el
norte. En cuanto a la profundidad de la prefosa, no varía
demasiado de unas a otras, siendo relativamente poco
profunda, entre 0,15 y 0,20 m, a excepción de las tumbas
pertenecientes al mausoleo, ambas en torno a los 0,35 m.
Aún hay que introducir un nuevo aspecto, que en
este caso atañe a la propia fosa de inhumación colocada al este, y que depende de la forma de la covacha,
incluso de su existencia o no, lo que nos aporta diferentes tipos de tumbas:
– A: Fosa de inhumación dentro de la prefosa ligeramente desplazada hacia el este, sin llegar al límite de
ésta. De los cuatro casos que presentan este tipo, tres
pertenecen a tumbas infantiles y una a adulto.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
– B: Prefosa muy estrecha y fosa lateral sin covacha.
– C: Prefosa y fosa lateral sin covacha. Distribuidas
prácticamente en toda la necrópolis y con todo tipo
de orientaciones.
– D: Fosa lateral con indicios de covacha.
– E: Fosa lateral con covacha totalmente subterránea.
Se localiza en prácticamente toda la necrópolis.
– F: Fosa simple sin prefosa pero con indicios de covacha o cámara lateral.
Según al-Bujarí, esta tumba era la idónea, mientras
que otro tipo de fosas, como el šaqq, se realizaría sólo
cuando no se pudiera construir el laḥd por peculiaridades del terreno. En realidad, la base geológica en la
ZAMB se encuentra muy superficial, extendiéndose
por casi toda el área del cementerio, excepto en aquellos lugares donde localizamos estructuras prehistóricas
excavadas en la base geológica, como es el caso del
tercer foso de la macro-aldea de Marroquíes Bajos (Fig.
9). El área donde se localiza este es el espacio más
extenso en el que la base geológica no es superficial y,
por tanto, el lugar donde es más difícil construir tumbas
tipo laḥd por el peligro de derrumbe que entraña.
Probablemente por ello la ocupación se redujo considerablemente y las tumbas documentadas han sido en casi
todos los casos, de fosa simple. La menor presencia de
enterramientos tipos laḥd, puede deberse a la existencia
de niveles no aptos para ella.
Las maqabir donde se documentan tumbas con
esta estructura tipo laḥd, a diferencia de las de tipo
šaqq, son abundantes, abarcando una cronología muy
amplia. Aquí señalaremos algunas de ellas: las excavadas en Lorca junto a la iglesia del Carmen, la de Tauste
(Zaragoza), datadas entre los siglos VIII-XI (VigilEscalera, 2015); las de Segóbriga (Cuenca) y las de
Mérida, donde de un total de 200 inhumaciones, se han
documentado 80 de este tipo datadas cronológicamente
entre los siglo VIII-IX. Estas tumbas contienen cuerpos
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
292
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
colocados en decúbito supino, por lo que sus excavadores, según recoge Vigil-Escalera (2015), lo interpretan
como enterramientos cristianos de época andalusí. El
Tossal de Manises, donde se excavaron 18 tumbas de
tipo laḥd (Olcina Domènech et al, 2008); en la Bāb
Baŷŷāna en Almería, (Olcina Domènech et al., 2008);
en L’Alforsar en Novelda (Alicante) se documentan
un total de 177 enterramientos de fosa excavada en la
roca, todas ellas según sus excavadores de época almohade: «destaca la existencia de una serie de tumbas
que tenían una boca estrecha y una base más ancha,
que se conseguía tras excavar en la pared oriental
para colocar allí al individuo, dando un aspecto de
una especie de hornacina o nicho que se tapaba con
las lajas de piedra inclinadas, sellando el interior de
la tumba y dando lugar a una fosa de sección trapezoidal con el lado oriental siempre en vertical-inclinado
mientras que el oriental estaría recortado» (López
Seguí et al., 2005: 149). Hay otras necrópolis en las
que se han documentado enterramientos de este tipo y
que presentan cronologías más tardías, como el Cerrillo
de Mondújar en Granada de época morisca, siglo XVI
(Chávet Lozoya, 2015).
Tipo darih o Tumba de fosa simple: se documenta en
todas las necrópolis medievales de la ZAMB, tanto de
rito cristiano como de rito islámico. En la maqbara del
camino de Bayyāsa es el tipo más abundante, con un
total de 395 enterramientos, lo que supone el 61%, distribuyéndose por toda el área de enterramiento e incluso
en las tumbas que se sitúan, en época tardía, fuera de
él, pero en su entorno más inmediato. Las variantes
sobre el tipo de fosa simple o darih son mínimas, no
se aprecian grandes diferencias en la profundidad. Esta
suele oscilar entre los 0,35 y los 0,45 m. Sólo podemos observar variantes en su orientación. En cuanto a
los paralelos existentes sobre este tipo de fosa en las
maqābir andalusíes, hay que decir que éste es el más
difundido ya que aparece prácticamente en todos los
cementerios de estos momentos, bien conviviendo con
otros tipos de fosas, como los que ya hemos visto, o en
necrópolis en las que sólo se documenta este tipo. Es
el caso, por ejemplo, de las excavadas en Córdoba; a
pesar de las numerosas intervenciones arqueológicas en
las que se han documentado enterramientos, todos ellos
son de tipo de fosa simple, con numerosas variantes en
cuanto a características de sus paredes y fondo o cubiertas, señalizaciones y orientación (Casal García, 2003).
3.3. Orientación
Una vez que conocemos los diferentes tipos de fosas de
enterramientos que se han excavado en la maqbara del
camino de Bayyāsa, tenemos que centrarnos en otra de
las variantes a tener en cuenta en el estudio de la estructura funeraria, como es la orientación de las tumbas.
Rius, en su estudio sobre la alquiba, resta importancia
a la orientación de las tumbas, ya que las referencias a
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
ésta son escasas: «Averroes expone que no hay acuerdo
sobre la necesidad de colocar el muerto en dirección de
la quibla, y que Māliki refería que esta práctica no era
antigua, puesto que no se había transmitido en ninguno
de los ṣaḥāba, ni de los tābicūn que fuese obligatorio
el tawŷīh» (Rius, 2000: 95). A pie de página indica
que «para el investigador es difícil sacar una información certera de la posición de las tumbas, básicamente
por dos razones: a) en el caso de los cementerios los
criterios de orientación son más laxos que en la edificación de las mezquitas y, en numerosas ocasiones la
disposición del terreno define la disposición final; b)
no hay unanimidad entre los musulmanes sobre qué
parte del cuerpo es la que debe de apuntar realmente
hacia la Kacba: los pies o el rostro (que se encuentra
girado)» (Rius, 2000: 95). No obstante, hay que admitir que aunque no hubiera necesidad, la práctica era
común, ya que resulta significativo que las diferentes
orientaciones referentes a las mezquitas de al-Andalus
expuestas en su trabajo coinciden con el abanico de
posibilidades documentado en esta necrópolis (Castillo
Armenteros et al., 2011). Por otro lado, hay que tener en
cuenta que la disposición de las tumbas según la propia
configuración del terreno, de caminos y de cursos de
agua, es algo que se ha defendido ampliamente en ésta
y otras necrópolis. En Marroquíes, las primeras investigaciones apuntaban a que las tumbas pertenecientes
a una primera fase estaban orientadas «según el eje
marcado por los arroyos y canales entre las elevaciones naturales del terreno. El criterio parece haber sido
más funcional que religioso» (Serrano Peña y Castillo
Armenteros, 2000: 99). Algo que como vimos debe de
ser matizado a la luz de los nuevos datos aportados
en las nuevas excavaciones. Otros autores interpretan
estas diferencias en la orientación como consecuencia
de variaciones estacionales (León Muñoz, 2008-2009;
Casal García, 2003). También se ha puesto en relación
la orientación de las tumbas con elementos arquitectónicos como son las mezquitas. Siguiendo este criterio,
se propone que las tumbas emirales serán aquellas que
tienen una orientación E-W, coincidiendo con la quibla
de las mezquitas de este período que, posteriormente a
partir del siglo X serán corregidas (Alba Calzado, 2005;
León Muñoz, 2008-2009). Probablemente este aspecto
haya que tenerlo en cuenta, sobre todo en cementerios cercanos a ellas. De hecho, los enterramientos
que hemos documentado en el interior de la mezquita
situada en Marroquíes, aunque para una fase tardía, de
época almohade, se encuentran distribuidos totalmente
perpendiculares a la quibla. Por tanto, la diversidad de
orientaciones dentro de un mismo cementerio necesita de éstas y otras explicaciones. Vamos a realizar un
recorrido por las orientaciones documentadas en esta
necrópolis, poniéndolas en relación con su localización
y otras variantes.
Entre las 645 inhumaciones estudiadas podemos
establecer cinco agrupaciones (Fig. 10) que, según su
orientación, abarcan un ángulo que oscila desde los
195.° a 285.° respecto al norte. Teniendo en cuenta que
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
293
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
este tipo es muy limitado, 40, lo que supone un 6,2%
del total. Lo más llamativo es su localización junto al
límite del camino y en la zona norte de la necrópolis, enfrentada a la única vivienda que en época emiral
existe en la zona. A este grupo pertenece el mausoleo
o qubba del que ya hemos hablado y las tumbas que se
encuentran junto a él. Al sur de éste, otro conjunto de
10 enterramientos de adultos y dos infantiles, con las
mismas características, pero esta vez prácticamente alineados con el camino. Y por último existe otro pequeño
grupo de cuatro enterramientos, con esta misma disposición, todos ellos infantiles y exclusivamente de fosa
simple, que se localiza un poco más alejado del límite
del camino.
Figura 10: División. Orientaciones documentadas en la maqbara
del camino de Bayyāsa.
la quibla en la ZAMB, y en general en Jaén, está a
101.°, la perpendicular se encontrará entre 191.°, donde
se sitúa la cabeza y los 11.°, donde están los pies de la
tumba. Esta dirección marcaría la orientación correcta
o canónica a la que deberían ajustarse todos los enterramientos. Basándonos en la división realizada por
M. Rius (2000) para las mezquitas, y siempre atendiendo a que estamos hablando de tumbas y, por tanto
de la perpendicular a la quibla, hemos realizado cinco
divisiones.
A.– Tumbas que están orientadas perpendiculares a la
quibla con Tendencia Este (Fig. 11). Los enterramientos que tienen esta dirección serían hipotéticamente los
mejor orientados de toda la maqbara. El número de
Figura 11: Localización de tumbas con orientación Tendencia
Este.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
B.– Tumbas que están orientadas perpendiculares a la
quibla con Tendencia SE (Fig. 12), también llamada
de compromiso, siendo válido al aplicarse ŷiha, como
dirección general, que puede abarcar un margen de
hasta 180.°, en contra de la ‘ayn, dirección exacta (Rius,
2000). Con un total de 284 enterramientos, que suponen el 44% del total. Se localizan en toda la maqbara,
aunque en la zona sur su presencia es insignificante y
cuando aparecen son siempre de fosa simple pertenecientes a una época muy tardía. Igualmente, con esta
orientación, están representados todos los tipos de fosa
šaqq, laḥd y darih, así como sus variantes.
C.– Tumbas que están orientadas perpendiculares a la
quibla, cuando ésta es considerada a 150.°, o similar.
Rius (2000: 113) establece esta tendencia a partir de
la quibla de la aljama de Córdoba, orientada a 152.°,
denominándolas de Tendencia Cordobesa. Este tipo
presenta un total de 204 enterramientos, lo que supone
el 31,62% del total. Se localizan en toda la maqbara, su
distribución es muy similar a la anterior, la diferencia es
que las de Tendencia Cordobesa están mejor representadas en el lado sur de la necrópolis. En cuanto al tipo
de fosa más utilizada con esta orientación, es la fosa
Figura 12: Orientación Tendencia SE. De compromiso.
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
294
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
simple (86), seguida de la central (43) y para terminar
la fosa lateral está escasamente representada (6).
D.– Tumbas que están orientadas perpendiculares a
la quibla, cuando ésta es considerada entre 160.° y
180.° Tendencia Sur, cuadrante SE. Las tumbas, por
tanto, estarán en un cuadrante entre 250.° y 270.°.
Las sepulturas con esta orientación se concentran casi
exclusivamente en el centro sur de la maqbara y junto
al camino de Bayyāsa. El número total, 100 tumbas,
supone el 15,5% de las documentadas y, según la tipología de la fosa, la gran mayoría son šaqq, seguida de
fosas simples y, por último, las fosas de tipo laḥd, de
las que tan sólo tenemos ocho.
E.– Por ultimo, trataremos las tumbas que están peor
orientadas de todas las representadas en la necrópolis. Se trata de tumbas alineadas perpendiculares a la
quibla, cuando ésta es considerada entre 180.° y 200.°,
Tendencia Sur, cuadrante SW. Las tumbas, por tanto,
estarán en un cuadrante entre 270.° y 280.°. Son, con
diferencia, las menos numerosas, con un total de 18
enterramientos. Se localizan todas, excepto una, en
la zona central de la maqbara y junto al camino. En
lo que tiene que ver con su morfología, sólo tenemos
tumbas de fosa central o šaqq (tres) y el resto son de
fosa simple, de éstas seis son infantiles y un adulto.
3.4. Tipos de Cubierta y señalización
A pesar de que lo más habitual es la simplicidad de
las tumbas, hay un número importante en el que se
aprecian elementos de cubierta y, en menor medida, de
señalización. Hay que tener en cuenta un dato importante, muchas de las tumbas documentadas en las que
destaca la simplicidad y ausencia de señalizaciones,
pueden aportar una imagen falsa de lo que en realidad
fue, por varias razones entre ellas:
– Los materiales funerarios fueron sistemáticamente
expoliados y reutilizados en edificios de nueva construcción desde los primeros años de la conquista
cristiana, algo que continuaría en los siglos posteriores (Martínez Núñez, 2011).
– Los elementos funerarios, como epígrafes de un alto
valor artístico, fueron botín de numerosos anticuarios
que, como en el caso anterior, fueron motivo continuado de expolio (Martínez Núñez, 2011).
– Las remociones de terreno en espacios agrícolas han
hecho que muchas de estas señalizaciones desaparecieran, incluso pasaran desapercibidas en el caso
de estar constituidas por elementos de piedra, teja
o similar.
– Algunas de las señalizaciones podían estar compuestas por materiales perecederos.
– Por último, tenemos que señalar que la causa de la
desaparición de estos elementos pueden ser causas
naturales. En el caso de Marroquíes Bajos, sabemos
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
que se produce un momento de abandono de la necrópolis con la crisis del califato y que no se volverá a
ocupar hasta el siglo XII. Este prolongado abandono
hizo que se desbordasen los arroyos y se abriesen
«numerosos regueros, que alteraron o rellenaron
antiguos cauces. Esto provocó la erosión de los
túmulos funerarios, de fases anteriores, incluso pudo
arrasar con cualquier señalización» (Serrano Peña y
Castillo Armenteros, 2000: 102).
En la maqbara del camino de Bayyāsa existen numerosas variantes de cubiertas y señalizaciones, tejas,
adobes en torno a la fosa o en los laterales de ésta;
piedra en los pies, en la cabecera, en los pies y la cabecera, en los laterales, y por último un gran número de
enterramientos en los que no han aparecido ninguno
de estos elementos. Por otro lado, hay que indicar la
presencia de parihuelas en alguna de las tumbas. Pero el
aspecto externo de casi todas ellas debería ser el mismo,
un pequeño túmulo de tierra (Castillo Armenteros et
al., 2011).
En primer lugar, nos centraremos en las cubiertas.
Algunos autores (Ruiz Tabeada, 2014) indican que las
fosas de inhumación tenían dos cierres o cubiertas: uno
subterráneo y otro superficial; para el primero se utilizaban diferentes materiales, como los ya señalados
para nuestra maqbara. Fierro (2000: 178) indica que
los mālikíes preferían materiales sólidos, adobes (libn),
tablas de madera (almāḥ), tejas (al-qarāmīd), ladrillos
(aŷurr) y piedras. De estas dos cubiertas, generalmente,
al menos en la zona a la que va dedicado este estudio,
la que cubre la fosa de inhumación es la formada por
elementos como la madera, que en muchos casos se
sujeta con losas de piedra o adobes y, en otros casos, la
fosa era cerrada por medio de tejas, etc… Sin embargo,
el segundo cierre estaría compuesto por un túmulo de
tierra que caería directamente sobre la primera cubierta.
Los preceptos religiosos indicaban que había que dejar
la fosa o cámara hueca de tal forma que el individuo
fallecido se levantara ante el juicio de los ángeles
Munkar y Nakīr (Gutiérrez González et al., 2016).
En cuanto a la señalización, la ausencia de elementos que distingan un enterramiento son los indicadores
más característicos y representativos de nuestra necrópolis, afectando a un 97%. Lo más probable es que las
tumbas tuvieran un pequeño túmulo levantado sobre
la rasante de la calle y que ésta fuera la única muestra de la existencia de un enterramiento. No obstante,
tenemos casos en los pueden intuirse otros elementos,
por ejemplo, en la T 24, sobre la fosa de inhumación se
documenta una piedra en los pies; ésta, por su tamaño
y dado que la prefosa tiene una escasa profundidad,
podría emerger del túmulo si éste no era demasiado elevado, teniendo por tanto dos funciones: la de sujetar la
tabla o madera que cubriría la fosa de inhumación y a la
vez de señalización de los pies de dicho enterramiento.
Otras veces sí que se documentan verdaderas señalizaciones con losas de piedra colocadas de forma casi
vertical, a modo de tejado a un agua, sobre el relleno de
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
295
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
tierra que cubriría la cubierta de la fosa de inhumación.
Pero este tipo de señalización nos lleva a hacernos una
pregunta, ¿cómo estas piedras, colocadas de forma casi
vertical, no sufrieron movimiento al descomponerse
la madera o similar y rellenar la fosa de inhumación
donde se encontraba el cadáver? Ante esto, tendríamos
que preguntarnos si, en algunos casos, las fosas fueron
rellenas de tierra en el mismo momento del funeral,
desoyendo así los preceptos religiosos, algo que es
defendido por algunos autores para otras necrópolis,
como es el caso del cementerio de Tauste (Gutiérrez
González et al., 2016). A veces se han documentado
piedras en los pies o en la cabecera que se han interpretado como señalizaciones de la tumba. No obstante,
creemos que no tienen la entidad ni el tamaño para
cumplir esta función, quedando probablemente englobadas o embutidas en el interior del túmulo y, por
tanto, formarían parte de la primera cubierta o fosa de
inhumación, no como señalización, sino de sujeción
de un elemento perecedero que serviría de cubierta. El
problema de esta hipótesis, en el caso de las piedras en
los pies y en la cabecera, es el mismo que planteábamos
antes al descomponerse la cubierta de la fosa de inhumación, ¿cómo es que ésta no cede cayendo al interior
de la fosa? Esta duda se puede plantear tanto si sirve
de sujeción como si es de señalización.
Las tumbas debían de ser visibles de alguna manera,
ya que en la gran mayoría de los casos no hay intersecciones entre fosas ni superposiciones, aun cuando
el cementerio tiene una vida prolongada, incluso con
pequeños o grandes momentos de abandono.
En cuanto a las cubiertas de la fosa de inhumación, la
ausencia de éstas es la más documentada con 552 tumbas
de un total de 643. La no documentación de éstas no significa su ausencia, sino que mayoritariamente, como nos
indican los registros arqueológicos, estaban construidas
con materiales perecederos, madera u otros vegetales
como cañizo o similar y no nos ha llegado, pero es necesario, al menos siguiendo los preceptos religiosos, su
presencia para que mantenga el cadáver en un espacio
hueco, para que el difunto se levante ante el interrogatorio de los ángeles. No obstante, según indican Tendero
Porras et al. (2007: 43) «esta interpretación, tiene una
duración determinada y no muy larga, si tenemos en
cuenta que el conjunto de pruebas que ha de superar el
alma se realiza en cuarenta días. Se puede pensar que
este corto espacio de tiempo, de unas pocas jornadas,
no precisa necesariamente la existencia de fosas de
características específicas, ni de complejas cubiertas
que aíslen al difunto».
En el caso de las tumbas infantiles y de los mártires, se considera que no son pecadores, y entonces no
serán interrogados por Munkar y Nakīr, sino que «las
almas de los niños musulmanes están en los buches de
los gorriones que pastan en el Paraíso donde quieren»
(Chávet Lozoya, 2015: 168). Por tanto, no es necesario
que la fosa sea un espacio hueco.
En algunas necrópolis se han hallado pequeñas
oquedades excavadas junto a las tumbas, que tiene
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
que ver, según Chávet (2015), con este hadiz de los
pájaros verdes. Por ejemplo, en el cementerio de la
Puerta de Purchena en Almería, se documentan en las
fosas «huecos o tazones» que aunque su excavadora,
C. Peral, pone en relación con un ritual de purificación
islámico, donde los huecos serían para la captación
del rocío, Chávet (2015), lo relaciona directamente
con este hadiz. Esta misma autora indica ejemplos de
otros cementerios donde se ha documentado: Ardales
(Málaga), Revenga y Cillaperlata en Burgos, Campo
la Puerta, Las Henestrosas en Cantabria y Murcia,
junto a la muralla árabe. En el caso de Marroquíes
Bajos, durante el trabajo de campo de dicha intervención arqueológica no se identificó ningún elemento
con esta funcionalidad; se documentaron numerosos
huecos dentro de la zona de la necrópolis, que fueron
interpretados mayoritariamente como hoyos de poste
de la fase calcolítica, que tiene una densidad de estructuras muy importante. En una nueva revisión de la
documentación, fichas de registro, documentación
gráfica y fotográfica, hay algunos de estos elementos que pudieran estar íntimamente relacionados con
algunas de las sepulturas. Por ejemplo, la T 14 tiene
junto a ella un hueco circular, de apenas 0,15 m de
diámetro en su parte más ancha, que podría tratarse
del hueco para contener un pequeño cuenco de cerámica o similar, del que no ha quedado rastro. Otro de
estos elementos puede ser un surco circular similar al
anterior, aunque un poco más ancho, 0,25 m de diámetro. Se sitúa en una zona, corte 16 del solar de la
Ciudad de la Justicia, en la que hay una concentración de enterramientos infantiles importante, como
ya adelantamos cuando hablábamos de la distribución
interna de la necrópolis. Por otro lado, cabe destacar
que del tipo de sepulturas que se concentran en este
espacio, tres tienen en común que están bordeadas de
adobes, algo que también comparte la T 14 (Fig. 13).
Además, la mayoría son de tipo šaqq. Tenemos, al
menos, cuatro casos más, las Tumbas 6, 60, 95 y 436.
Figura 13: Tumba 14. Futura Ciudad de la Justicia.
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
296
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
No se descarta que hubiera más surcos de este tipo, que
no han podido ser identificados en esta fase de revisión
de la documentación.
Volviendo al tipo de cubiertas, la presencia de clavos
en el interior de algunas tumbas confirma la existencia
de una estructura de madera, de tablas y raramente con
la presencia de ataúd, que aunque la tradición islámica
lo prohíbe (Olcina Domènech et al., 2008) se utilizan en
algunos casos. De hecho, es una práctica que empieza a
generalizarse a partir del siglo XI-XII, ensanchándose
con ellos las fosas de inhumación y documentándose
clavos en su interior. Práctica que se realiza como
medida higiénica ante la superpoblación de los cementerios (Casal García, 2001).
Sin embargo, la presencia de clavos en esta necrópolis es muy escasa y en ningún caso parece que esté
relacionada con la existencia de ataúdes, sino con el
ensamble de tablas de madera que conformarían la
cubierta de la fosa de inhumación o la presencia de
parihuelas. Algunos autores han puesto también en
relación la presencia de clavos en el interior de la fosa
de inhumación con la presencia de maderas colocadas
bajo el difunto para mantener la posición del cuerpo y
del rostro, aunque lo habitual es colocar otro tipo de
elementos, como cerámica o piedras a modo de calzos
(León Muñoz, 2008-2009).
La presencia de clavos se ha documentado en necrópolis como la de Pamplona (Vigil-Escalera, 2015), en la
Iglesia del Carmen (Lorca) donde se documentaron 11
sepulturas (Chávet Lozoya, 2015). Dos en la necrópolis
de L’Alforsar (Novelda, Alicante) (López Seguí et al.,
2005). En Córdoba, en las excavaciones realizadas en
la Ronda de Ponient (Casal García, 2003). También se
ha detectado la presencia de clavos en el interior de
las fosas de inhumación en la necrópolis de Fuerte de
Santiago (Algeciras, Cádiz) (Tomasseti et al., 2005)
entre otros.
Otro elemento que podemos encontrar formando
parte de la cubierta de la fosa de inhumación en la
maqbara de Marroquíes son los ladrillos cocidos al
sol, adobes (libn) que en este caso se disponen enmarcando la fosa de inhumación. ¿Se trata de un adorno
para embellecer la tumba? o ¿tiene una función de
sujeción de una cubierta propiamente dicha que estaría
formada por un material perecedero como la madera
o el cañizo? Nosotros nos inclinamos por la segunda
opción, primero se colocaría la tabla o un entramado
vegetal y posteriormente, para que no quedara ningún
resquicio por el que entrar la tierra en la fosa de inhumación, ésta se bordearía con ladrillos de adobe,
sellando las fisuras laterales. Por otro lado, la disposición de los adobes, el mismo tamaño, alineados, en
algunos casos marcando la cabecera, indica que se
ha realizado con máximo cuidado, intentando buscar
cierta armonía y belleza. Aunque son escasos los enterramientos que utilizan este tipo de cubierta, pues sólo
aparecen ocho tumbas (1,5%) resulta significativo,
ya que todas se corresponden con el tipo de prefosa
y fosa central de inhumación o šaqq. Asimismo, seis
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
de ellas tienen una orientación de Tendencia Sur, cuadrante SE, mientras que dos, las situadas más al norte
tienen una orientación de Tendencia de compromiso.
Por edades, seis pertenecen a infantiles, mientras que
dos son adultos. Se concentran en el centro oeste
de la necrópolis, a excepción de un caso, también
de un difunto infantil, localizado en el extremo sur
del cementerio y con unas características peculiares,
donde los adobes que rodean la fosa de inhumación
tienen claramente marcada la cabecera, como en otros
casos, pero ésta se sitúa donde deberían estar los pies
(al este). Al no tener cadáver, ya que se trataría por
las medidas que tiene la fosa de inhumación de un
individuo infantil, menor de un año, no podemos asegurar que se trata de una tumba invertida, pudiendo
tratarse, simplemente, de una manera de colocar los
adobes que nos llevan a confusión. En cuanto a los
paralelos de este tipo de cubierta documentados en
al-Andalus, se han excavado en la maqbara de Lorca
(Chávet Lozoya, 2015), pero también y así lo recogen Tendero Porras et al. (2007) en Valladolid, en
Santa Eulalia en Murcia, en la maqbara de Calatrava
la Vieja en Ciudad Real, en la Rinconeda de Olivares
en Jumilla, en la necrópolis de Derrocat en Petret,
Alicante, etc.
La presencia de piedras, o bien como cubierta o bien
como señalización, como hemos visto anteriormente,
aparece con frecuencia, aunque con varias variantes:
– Una o varias piedras colocadas en los pies, 16 tumbas
que suponen casi un 2,5%.
– Losa de piedra en los laterales: se constata en cinco
sepulturas. Hay que recordar que estos tipos de
cubierta, con toda probabilidad, estarían sobre otro
elemento de material perecedero que sería realmente
la cubierta.
– Losas de piedra abarcando toda o gran parte de la
fosa de inhumación: se detecta en 13 sepulturas.
– Piedras en la cabecera, este tipo de cubierta es
escasa, sólo hay dos casos y en ambos habría que
matizar algunos aspectos. El caso de la T 59, se
trata de piedras y adobes intercalados marcando la
cabecera. Mientras que el segundo es una piedra de
tamaño medio superpuesta a un elemento cerámico.
Los paralelos de estas son muy abundantes, documentándose por toda la península, tanto en época islámica
como anteriores.
Según las creencias islámica «la utilización de
ladrillos y cal para revestir la tumba, puesto que
ambos son materiales expuestos al fuego, podrían
desecar no solo el cuerpo, sino también el alma
de la persona fallecida» (Abad Castro y González
Cavero, 2008: 7). No obstante, este tipo de cubierta,
especialmente una cubierta con tejas, es una de las
más documentadas en las necrópolis de al-Andalus,
con una cronología muy amplia, abarcando todo el
período islámico (Casal García, 2001).
En esta necrópolis sólo contamos con 26 enterramientos con cubierta de tejas.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
297
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
3.5. Posición del cadáver y movimientos postdeposicionales
A la hora de colocar el cadáver en la tumba, algunos
autores defienden (Ruiz, 2014) que ésta se disponía
de una u otra forma dependiendo de la corriente que
predominaba en este momento. La tradicionalista se
caracterizaba por colocar al individuo en decúbito
supino y con el rostro girado hacia la posición canónica y la corriente Maliki, que se consolida a partir
del siglo X, se identifica por la colocación decúbito
lateral derecho. No obstante, en La Risala (comienza
a tener vigencia en al-Andalus a partir del siglo X, lo
que quiere decir que también a partir de este momento
podríamos encontrar enterramientos en decúbito
supino) se recoge que eran válidas las dos posturas,
«bien sobre su lado derecho orientado al este, bien
tumbado sobre la espalda con el rostro orientado al
este» (Chávet Lozoya, 2015: 128). En nuestro caso no
creemos que se pueda hacer una distinción de este ritual
por su posición, porque los enterramientos documentados en posición decúbito supino son muy escasos y se
encuentran en puntos distantes, sin relación entre ellos.
En la maqbara de la ZAMB, la gran mayoría de
los cuerpos documentados están en posición decúbito
lateral derecho y sólo seis enterramientos presentan la
posición decúbito supino. Pero de éstos, tres se sitúan
fuera del área de la necrópolis, y no se pudo identificar la fosa de inhumación, que se sitúa en el patio de
una vivienda, que será abandonada en época almohade.
El resto de los enterramientos, ¿podrían pertenecer al
ritual tradicionalista? Dos se sitúan en el extremo sur de
la necrópolis, junto al límite del camino, en cambio, la
tercera, se localiza en el centro del cementerio, alejado
del camino.
En cualquier caso, las fosas de inhumación son muy
estrechas para evitar que el cuerpo, una vez perdida la
conexión anatómica, se desplazara. Para ayudar a que
esto no pasara, se ponían pequeños calzos compuestos
de piedras, cascotes de cerámica, etc (León Muñoz,
2008-2009). En nuestro caso, apenas se han documentado estos elementos, pero se ha podido comprobar que
la cabeza se encuentra elevada por medio de la colocación simplemente de tierra. No creemos que ésta se
pusiera directamente sobre un «puñado» de tierra, más
bien, se pondría una tabla de madera o similar que sería
calzada por tierra y alguna piedra de pequeño tamaño.
El caso más significativo documentado en el que
aparece cerámica para elevar la cabeza del difunto, lo
tenemos en uno de los dos enterramientos múltiples o
colectivos (T 221) (Fig. 14), en el que en una misma
fosa se entierran dos individuos, un cuerpo directamente
sobre otro. El cuerpo que se encuentra encima sólo lo
separan del primer enterramiento dos trozos de tinaja
fragmentada colocada sobre el tórax del primer individuo y algo de tierra o adobe colocado sobre las tejas
para elevar más el cráneo del segundo enterramiento.
Por último, otra posición del cadáver que se ha
documentado ha sido decúbito casi prono, con diez
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
Figura 14: T 221. Corte 74. Solar de la Futura Ciudad de la
Justicia.
casos. Esta posición está relacionada directamente con
el rigor mortis y procesos postdeposicionales derivados
de la descomposición y movimiento de la cubierta de
la fosa de inhumación. En ningún caso podemos considerarla como una postura intencionada.
3. 6. Elementos de Ajuar o adorno personal.
Los elementos de ajuar documentados en esta maqbara
son muy escasos. La mayoría del material recuperado
pertenece fundamentalmente a fragmentos de cerámica
prehistórica, que formaban parte del relleno de tierra
con el que se cubría dichas tumbas. Por lo que respecta
al incluido ex professo en la tumba como elemento de
ajuar o adorno personal, sólo podemos destacar la
presencia de dos elementos: un alfiler de metal elaborado en cobre, de cabeza bífida y sección rectangular
(Barba et al, 2010) que se documentó en el interior de
la fosa de inhumación de una tumba. Este enterramiento
compuesto de una fosa simple pertenecía a un niño de
corta edad, ya que la fosa de inhumación era de 0,98
m; los restos óseos no han llegado hasta nosotros, sin
embargo, sí ha quedado este pequeño alfiler (mide 46,71
mm). Tanto la tumba como el alfiler se han datado en
el siglo X. Estos elementos son relativamente comunes
y servían para sujetar el sudario. Y una lamina de oro
(Barba Colmenero y Navarro Pérez, 2010) localizada
en el corte 16 del solar de la Ciudad de la Justicia que,
como en el caso anterior, aparece en una tumba infantil.
Hasta el momento, no hemos encontrado paralelos de
tumbas en las que se haya documentado una lámina de
oro en su interior, además no conocemos su funcionalidad, ni su aspecto original. Actualmente presenta una
forma trapezoidal con unas dimensiones de 18 x 6 mm
(Barba Colmenero y Navarro Pérez, 2010).
Hay que señalar la presencia, fuera de las tumbas,
en el espacio correspondiente a las calles interiores del
cementerio, de candiles, que pueden estar asociados a
la tradición de oraciones nocturnas en las siete noches
posteriores al entierro (Tomasseti et al., 2005).
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
298
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
4. CONCLUSIONES. FASES DE USO DE LA MAQBARA
Fundación de la maqbara. Periodo Emiral. El establecimiento de la maqbara se encuentra íntimamente unido
al tema de la propiedad del terreno donde se ubica. En
el caso de la fundación de la maqbara del camino de
Bayyāsa se realiza sobre un territorio que no estaba
ocupado anteriormente, no se han excavado niveles ni
estructuras, sólo un espacio de huerta que se superpone
a la ocupación prehistórica. Tampoco se documentan
estratos posteriores al abandono de la misma. Esto es
importante, ya que no debe de haber edificios contiguos a los cementerios, los alfaquíes argumentan que
las tumbas se pueden convertir en lugar de paso, algo
que no era recomendable (Carballeira Debasa, 2002).
El procedimiento habitual para la instauración de un
cementerio se hacía a través de un habiz, donación de
un terreno privado en favor de la comunidad, adquiriendo estos lugares un carácter inalterable (León
Muñoz y Casal García, 2010).
Sobre la fundación de la maqbara del camino de
Bayyāsa caben varias hipótesis:
1.– Que la maqbara sea producto de un legado piadoso
por un personaje poderoso o, al menos, con el suficiente
patrimonio para donar el terreno, siendo en un primer
momento un cementerio familiar. Tras la excavación
realizada en el solar de la futura Ciudad de la Justicia,
se planteó que el inicio de la necrópolis estaba en íntima
relación con la vivienda 1, de época emiral, y el «mausoleo» o qubba que se encuentra frente a la misma,
siendo éste el inicio del cementerio y, por tanto, «el
culpable» de su fundación. En algunos casos la presencia de una qubba es la causante de la existencia de una
necrópolis, llegando incluso a tomar el nombre del personaje enterrado (Casal García, 2003). Según algunos
autores (León Muñoz y Casal García, 2010) es bastante
habitual que individuos considerados sabios se enterraran en la puerta de su casa, incluso en zonas urbanas.
Esta hipótesis vendría respaldada por la presencia de un
grupo de enterramientos situados frente a la vivienda
1 y que por localización, orientación y tipología de
tumbas (Tendencia Este y mayoritariamente tumbas
tipo laḥd) presenta importantes diferencias respecto a
los enterramientos de su entorno.
Al mismo tiempo se entierran otros individuos tal vez
configurando otros grupos familiares. De esta manera,
los primeros enterramientos y, por tanto, fundadores
de la necrópolis (finales del siglo VIII, principios del
IX) estarían formados por tres pequeños grupos en el
extremo norte de la necrópolis, que comparten una serie
de características además de su ubicación (frente a la
vivienda 1 y junto al camino al norte de la maqbara), ya
que todos conservan una misma orientación, Tendencia
Este, y en segundo lugar, todos se entierran en tumbas
tipo laḥd.
No obstante, ahora sabemos que la construcción de esta estructura (qubba) que agrupa los dos
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
enterramientos, se realiza cuando se entierra al segundo
individuo. Por tanto, este elemento se construye en una
segunda fase cuando el cementerio ya estaba fundado.
Ello no invalida que éste se hubiera iniciado por un
grupo familiar al que pertenecía el primer personaje
y lo hiciera junto a la puerta de su casa o, al menos,
en los aledaños de ésta. En un segundo momento, se
produce el enterramiento de un personaje en torno al
cual se edifica la qubba. Esta tumba se alinea con las
anteriores tomando su orientación, pero su fosa, a diferencia de los primeros, se construye tipo šaqq, algo que
se repite en el resto de grupos. Por tanto, la primera
fase se caracteriza por el enterramiento de tres grupos
no muy alejados unos de otros, todos junto al camino,
utilizándose dos tipos de enterramiento, que se repiten
en todos los grupos. Somos conscientes de que son fundamentalmente criterios tipológicos, de situación, de
orientación y de organización de las sepulturas los que
sustentan nuestra hipótesis sobre el nacimiento de esta
maqbara, pero son tan coincidentes, que resulta difícil aceptar que sea una mera casualidad, y que dichas
tumbas no tengan relación cronológica entre sí.
El tema sobre la propiedad del terreno es otro
asunto, no acaba de encajar en esta hipótesis, ya que
no comprendemos cómo, si esta pertenecían a un grupo
(propietarios de la vivienda 1), el muro que rodeaba la
casa no englobaba toda la finca. Además se encuentran separados por un camino que dudamos, dada la
parcelación existente en estos momentos, que partiera
la propiedad. Esto nos lleva a plantear la segunda
hipótesis.
2.– La segunda opción es que existiera una «promoción planificada» por las autoridades islámicas, ya que
por lo general la fundación de las maqabir eran responsabilidad de éstas, del qadi o almotacén (Dortez,
2010). La gran mayoría de las fundaciones tenían un
carácter político, esto no sólo se produce en el interior
de las ciudades, sino que se trasladó también a la zona
extramuros, creando en torno a almunias, arrabales y
grandes propiedades agrícolas, espacios plenamente
islamizados (León Muñoz y Casal García, 2010).
Este proceso se inicia en Marroquíes Bajos en fechas
tempranas, aunque después del año 755 con la proclamación del emirato independiente por ̔Abd al-Rahmān
y el proyecto impulsado por el Estado Omeya cuya
prioridad era la islamización de la sociedad (Acien
Almansa y Vallejo Triano, 1998; León Muñoz y Casal
García, 2010). Pudo ser en este momento cuando se
produzca una nueva división del espacio que ocupa la
actual Zona Arqueológica y probablemente de todo el
territorio que hasta ese momento estaba en manos de la
aristocracia y la iglesia. Dentro de la nueva distribución
del territorio orquestada desde el Estado, no es difícil
pensar que con la planificación se reservara un área
para la maqbara, en la que se enterrarían aquellas familias musulmanas que vivían en las casas agrícolas del
entorno, produciendo así una cohesión entre la zona de
hábitat, de producción agrícola y funeraria. Siguiendo
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
esta segunda hipótesis, los primeros enterramientos se
agrupan junto al margen del camino, formando pequeños conjuntos sin que aparentemente haya una conexión
entre ellos. Probablemente, como ya indicábamos en
el apartado de organización interna de la necrópolis,
éstos están unidos por lazos de parentesco o similares
que se corresponderían con las grandes propiedades
que se han documentado en este espacio de Marroquíes
Bajos. Por tanto, la distribución de los enterramientos
se sucede del mismo modo que en la primera hipótesis.
La diferencia entre ambas teorías no está tanto en la
distribución de las tumbas en el interior del cementerio,
como en las causas que la motivaron.
Sea cual fuera la casuística de su fundación, a finales del siglo IX el cementerio se densifica, aunque
extendiéndose hacia el sur. Probablemente se puede
poner en relación con la consolidación de las grandes
casas agrícolas del entorno, en un período de transformación que coincide con el nombramiento de Ŷayyān
como capital de la cora, en tiempos de cAbd al-Raḥmān
II, algo que se verá plasmado en el crecimiento de la
población y, por tanto, en la densidad del número de
individuos enterrados. Por otra parte el tipo de tumbas
se diversifica.
Esta diferenciación ¿nos está indicando la presencia
de dos grupos? Por un lado, los fundadores de la necrópolis, probablemente foráneos, árabes o beréberes que
habían recibido el terreno colindante a la necrópolis
como recompensa a su apoyo a los omeyas, y por otro,
arrendatarios de propiedades cercanas, campesinos
hispano-romanos que, en un proceso, parece que no
demasiado lento, se han ido convirtiendo al Islam, por
lo que se entierran ya en una maqbara, con los ritos
claramente musulmanes aunque con un tipo de fosas
que «pueden identificarse como las estructuras creadas
por una comunidad hispanovisigoda que ha decidido
convertirse al islam, y que ha empezado a islamizarse
adaptando sus antiguas costumbres de enterramiento al
ritual islámico» (Serrano Peña y Castillo Armenteros,
2000: 100), y con una orientación que sustancialmente
mantiene la de las sepulturas cristianas.
A finales del siglo IX y coincidiendo con un
momento de conflicto provocado por las revueltas
muladíes, se asiste a un abandono momentáneo de
ésta, algo que también se producía en el oratorio y que
se verá claramente documentado en la vivienda 1 de
la Ciudad de la Justicia. Este proceso, que es difícil
de apreciar en una necrópolis, aún más teniendo en
cuenta su posterior continuidad, se ha podido detectar
por varios motivos: en primer lugar por el hecho de
no considerarla como un espacio aislado sin relación
con el entorno; en segundo lugar, por el cambio que
se produce en la orientación de las tumbas y su nueva
distribución espacial dentro de la necrópolis. Esto nos
ha llevado a plantearnos si, además de estos cambios,
se podía reconocer ese momento de conflicto bélico o
episodio de inestabilidad militar.
Tenemos en la maqbara algunos enterramientos (al
menos seis) con claros signos de muerte violenta. De
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
299
estos, cuatro tumbas se encuentran en la zona sur junto
al camino, compartiendo características (localización
y orientación Tendencia Sur, cuadrante SE), con los
enterramientos datados para el momento final del siglo
IX, principios del X. Los otros dos se sitúan junto al
grupo enterrado al norte de la necrópolis inmediato a la
qubba, también datados en esta primera fase.
Las tumbas aparecidas, fuera de la necrópolis, en lo
que luego fue el patio de la mezquita, podrían encuadrase en estos momentos. Es verosímil pensar que
habían muerto dentro de estos enfrentamientos y enterrados junto al oratorio islámico, que en ese momento
debía de estar recientemente abandonado. Estas tumbas
con orientación cristiana debían de pertenecer a individuos de la comunidad que profesaban esta fe y que
aún existía en la zona. Una vez que la situación se tranquiliza, después de casi cuatro décadas de conflictos,
en pleno proceso de adecuación y recuperación de la
mezquita, dichos individuos serán sepultados juntos
con la orientación característica del rito islámico y perpendicular a la quibla de la mezquita.
Segundo Período. El califato Omeya. Sea de una
manera o de otra, el espacio se abandona, por la inestabilidad provocada por los conflictos que sacuden
al-Andalus desde finales del siglo IX. Recuperado el
control del Estado, se reorganiza el territorio, incluyendo la necrópolis. En este momento la maqbara se
establece en el mismo espacio que la anterior pero,
si en la fase de fundación no encontrábamos en la
disposición de las tumbas indicadores de un diseño
establecido, aunque sí había indicios de alineamientos
más o menos paralelos, ahora se reorganiza el espacio
interno, siguiendo un proyecto ordenado. Al menos así
lo sugieren los restos arqueológicos documentados ya
que las tumbas siguen una alineación bien marcada,
perpendicular al camino y se constituyen pequeños
pasillos entre ellas.
Hemos dividido los enterramientos de este período
en dos fases, un primer momento donde aún se está
reorganizando el espacio (Califal 1) y un segundo
(Califal 2) donde ya está plenamente consolidado. Esta
partición se ha realizado en función de la orientación
que presentan las fosas de inhumación, que mayoritariamente muestran una alineación con Tendencia
Cordobesa con un total de 203 enterramientos, seguidos de los que se construyen con una orientación con
Tendencia de Compromiso, en torno a las 285 fosas.
Tanto unos como otras ocupan un mismo espacio dentro
de la necrópolis y en la mayoría de los casos respetan
la separación entre tumbas, por lo que se ha de pensar
que todas ellas estén funcionando a la vez. Los enterramientos construidos en época Califal se sitúan junto a
las tumbas de época emiral, localizándose al este de las
mismas sin invadir, en ningún momento, el espacio que
ocupaban, por tanto tenemos que pensar que a pesar de
que no se conserven señalizaciones, en la mayoría de
los casos debían de existir, siendo totalmente reconocibles. La alta densidad de enterramientos hace que la
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
300
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
Figura 15: Distribución de las tumba por calles.
maqbara se vaya desplazando hacia el este, alejándose
de los límites del camino, hasta 90 m.
Espacialmente se puede apreciar una mayor concentración de tumbas con Tendencia de Compromiso hacia
el noroeste, mientras que las de Tendencia Cordobesa
se concentran más hacia el sur y el este, colocándose
junto a las tumbas documentadas para época Emiral que
se alineaban en torno al camino. Por tanto, dependiendo
del período en el que nos encontremos, la maqbara
se distribuirá con calles que presentan diferente alineación, pero que guardan, grosso modo, una misma
anchura como se puede ver en la figura 15.
Sobre el tipo de fosa, como en el caso anterior, se
documentan los tres ejemplos identificados en esta
necrópolis. La más representada es la fosa simple, con
241 enterramientos algo que como venimos viendo se
repite en todas las fases. El tipo de fosa šaqq se sigue
manteniendo en este momento con un número importante, 113 tumbas, aunque en tanto por ciento supone
un descenso respecto a las que había en época Emiral,
ya que ahora tenemos un 29%, mientras que en la fase
anterior suponían un 38%. En cuanto a las tumbas con
fosa de tipo laḥd, la diferencia entre las Tendencias
Cordobesa y de Compromiso se hace más evidente,
tan solo nueve de la primera y 37 de la segunda. Pero
como vemos, este tipo también está representado en
esta fase.
En cuanto a las cubiertas que han llegado hasta nosotros, se encuentran representados todos los tipos, con
mayor número las fosas de inhumación con cubiertas
de losas de piedra y de teja. En época emiral la cubierta
que más destacaba también era la losa de piedra, mientras que la teja solo la encontramos en una tumba. Sin
embargo, había un buen número de tumbas con adobe.
Tercer Período. Almorávides y Almohades. En taifas,
el asentamiento parece estar prácticamente abandonado, al menos a nivel de hábitat. Es muy probable
que los campos se siguieran cultivando, al fin y al cabo,
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
sería la huerta de la ciudad y de ella dependería. Pero el
nuevo período de inestabilidad tiene como consecuencia que la gente viviera intramuros.
Una vez que la ciudad retoma la paz, la zona de
Marroquíes vuelve a ocuparse y con ella su necrópolis.
Se documentan un total de 128 enterramientos, todos
ellos conformados por fosas simples y una orientación
de Tendencia de Compromiso. Se encuentra dispersa
por casi toda la necrópolis aunque alejada significativamente del camino lateral, con una concentración muy
importante en el extremo este del cementerio. Además
hay que recordar que es en este momento cuando se
excavan enterramientos fuera del área de la maqbara
propiamente dicha, aunque cercanos.
Por último vamos a ver hasta qué punto la cantidad de enterramientos puede permitir aproximarnos al
número de habitantes que habría en la zona en cada
una de las fases. Para ello tenemos que advertir, en
primer lugar, que se trata de cifras aproximadas, ya que
hay zonas que no se han excavado. En época Emiral,
calculado desde que cAbd al-Raḥmān I se hiciera con
el control de al-Andalus y repartiera el territorio (año
760 aproximadamente), según la hipótesis ya apuntada hasta el inicio de la crisis del emirato en Jaén, que
situamos en 890 (Salvatierra, 2001) son unos 130 años,
periodo de tiempo que corresponde, redondeando, a
entre 3,5 y 4,5 generaciones. Se han documentado 157
fosas pertenecientes a un número similar de individuos
y, por tanto, a unas 35 a 45 personas en cada generación que profesan la religión islámica. Sabemos que
estas cifras no son reales, ya que no tienen en cuenta la
progresión que se produce con el aumento de conversiones, pero nos da una idea del número de habitantes
musulmanes en este momento en la zona.
Durante el Califato Omeya, se produce un aumento
considerable de población, ya que desde el restablecimiento del poder en la zona por ‘Abd al-Raḥmān III
hacia 915, hasta la destrucción de Marroquíes en 1014,
son unos 100 años, es decir para 3 a 3,5 generaciones
se entierran un total de 360 individuos, lo que vendría a
corresponder con 102 a 120 individuos por generación.
En estos momentos la población cristiana posiblemente
había descendido ya de forma importante.
Por último, aunque en la bibliografía se suele hablar
exclusivamente de periodo almohade, es probable que
la nueva ocupación de Marroquíes Bajos se iniciase ya
en época almorávide. En conjunto el periodo abarcaría desde 1095 a 1225. La primera fecha corresponde
a la consolidación de los almorávides en al-Andalus
–la toma de Jaén fue en 1091– momento a partir del
cual quizá empezó a recuperarse el asentamiento de
Marroquíes, y la segunda al primer cerco de Jaén
por Fernando III, cuando este debió ser abandonado
definitivamente. Son otros 130 años de ocupación aproximadamente, en los que se registra el menor número
de enterramientos, con 128 tumbas, para 3,5 a 4,5 generaciones, lo que supondría entre 28 y 36 individuos por
generación, recuperando en el mejor de los casos las
proporciones del emirato.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
301
Estas cifras tienen interés porque apuntan que ésta
no era una necrópolis vinculada prioritariamente a la
ciudad, sino probablemente a los habitantes de las huertas, despejando otra de las dudas que en ocasiones se
han planteado respecto a la función de la misma.
Castillo Armenteros, J. C., Navarro Pérez, M. y Serrano Peña,
J. L. (2011). La Maqbara de Marroquíes Bajos (Jaén) en
torno al 711. En L. A. García Moreno y A. Vigil-Escalera
(Coords.). 711. Arqueología e Historia entre dos mundos, vol.
I. Zona Arqueológica, 15 (pp. 273-292). Alcalá de Henares:
Museo Arqueológico Regional.
REFERENCIAS
Castro López, M., Zafra de la Torre, N. y Hornos Mata,
F. (2008). El lugar de Marroquíes Bajos (Jaén, España)
Localización y ordenación interna. Era Arqueológica, 8,
148-157.
Abad Castro, C. y González Cavero, I. (2008). Los enterramientos reales de Córdoba y el particularismo religioso
andalusí en el contexto de la arquitectura funeraria islámica
hasta el siglo X. Anuario del Departamento de Historia y
Teoría del Arte, 20, 7-18.
Acién Almansa, M. y Vallejo Triano, A. (1998). Urbanismo
y Estado islámico: de Corduba a Qurṭuba-Madināt al-Zahrā.
En P. Cressier y M. García-Arenal (Eds.). Genèse de la ville
islamique en al-Andalus et au Magreb Occidental (pp. 107136). Madrid: Casa de Velázquez.
Aguirre Sádaba, J. y Jiménez Mata, M.ª C. (1979).
Introducción al Jaén Islámico (Estudio Geográfico
Histórico). Jaén: Instituto de Estudios Giennenses.
Alba Calzado, M. (2005). Dos áreas funerarias superpuestas, paganas e islámicas, en la zona sur de Mérida. Mérida.
Excavaciones Arqueológicas 2002, 8, 338-339.
Barba Colmenero, V., Alcalá Lirio, F., Arias de Haro, F.,
Navarro Pérez, M. y Herranz Sánchez, A., (2004). Nuevos
datos para el estudio del sistema de fortificación medieval
de la ciudad de Jaén. Intervención Arqueológica en la Puerta
de Martos. Arqueología y Territorio Medieval, 11(2), 77-91.
Barba Colmenero, V. y Navarro Pérez, M. (2010). La excavación arqueológica en la Ciudad de la Justicia de Jaén.
En VV. AA. Ciudad de la Justicia de Jaén. Excavaciones
arqueológicas (pp. 70-89). Sevilla: Consejería de Justicia y
Administración Pública. Junta de Andalucía.
Calvo Capilla, S. (2004). Las Mezquitas de pequeñas ciudades y núcleos rurales de al-Andalus. Revista de Ciencias de
las Religiones Anejos, X, 39-63.
Calvo Capilla, S. (2014). Las Mezquitas de al-Andalus.
Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes.
Carballeira Debasa, A. M.ª (2002). Legados píos y fundaciones familiares en al-Andalus (siglos IV/X– VI/XII). Colección
Estudios Árabes e Islámicos, Monografías 2. Madrid: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas.
Casal García, M.ª T. (2003). Los cementerios musulmanes de Qurṭuba. Córdoba: Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Córdoba-Delegación de Cultura de la
Diputación de Córdoba.
Casal García, M.ª T. (2005). El ritual funerario islámico
en Qurṭuba, capital de al-Andalus. En F. J. Barca Durán
y J. Jiménez Ávila (Eds). Enfermedad, muerte y cultura
en las sociedades del pasado. Importancia de la contextualización en los estudios paleopatológicos. Importancia
de la contextualización en estudios paleopatológicos, vol.
I (pp. 301-316). Cáceres: Fundación Academia Europea
de Yuste.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
Chávet Lozoya, M. (2015). Los rituales de enterramiento
islámicos en al-Andalus (ss. VIII-XVI): las tumbas tipo
laḥd. Arqueología de la Muerte en Madīnat Lūrqa. (Tesis
Doctoral). Universidad de Granada. Granada. Recuperado
de: https://hera.ugr.es/tesisugr/26442401.pdf
De Miguel Ibáñez, M.ª P. (2016). La maqbara de Pamplona
(siglo VIII). Aportes de la osteoarqueología al conocimiento
de la islamización en la Marca Superior. (Tesis Doctoral).
Universidad de Alicante. Alicante. Recuperado de: http://hdl.
handle.net/10045/54212
Dortez Cáceres, T. (2010). Urbanismo islámico en el sector
central del Yanib al-Garbi. En D. Vaquerizo y J. F. Murillo.
(Eds.). El Anfiteatro romano de Córdoba y su entorno
urbano. Análisis arqueológico (ss. I-XIII d.C.). Monografías
de Arqueología Cordobesa. 19. V. 2 (pp. 621-628). Córdoba:
Convenio Universidad de Córdoba y Gerencia Municipal de
Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba.
Eslava Galán, J. (1999). Castillos y Atalayas del Reino de
Jaén. Jaén: Diario Ideal-La General.
Fernández Ordóñez, A., Barba Colmenero, V. y Nieto Ruiz,
A. (2010). Informe de la Intervención Arqueológica en la
Futura Sede de la Policía Local de Jaén. (Trabajo Inédito).
Depositado en la Delegación Territorial de Cultura, Turismo
y Deporte de la Junta de Andalucía en Jaén.
Fierro Bello, M.ª I. (2000). El espacio de los muertos. Fetuas
andalusíes sobre tumbas y cementerios. En P. Cressier, M.ª I.
Fierro y J.-P. van Staëvel (Eds.). L’urbanisme dans l’Occident
médiéval au Moyen Age: aspects juridiques (pp. 153-189).
Madrid: Casa de Velázquez-CSIC.
Gutiérrez González, F. J., Laliena Corbera, C. y Pina Pardos,
M. (2016). La maqbara medieval de Tauste. Primeras investigaciones. En J. I. Lorenzo Lizalde y J. M.ª Rodanés Vicente
(Eds). Actas I Congreso Arqueología, Patrimonio, Aragonés
CAPA. 24 y 25 de noviembre de 2005. Sesión 3. Arqueología
Medieval (pp. 433-442). Zaragoza: Colegio Oficial de
Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias
de Aragón.
Hornos Mata, F., Castro López, M. y Zafra de la Torre, N.
(1998). La gestión de una zona arqueológica urbana. La
experiencia de la investigación aplicada a Marroquíes Bajos.
(Jaén). PH Boletin del Instituto Andaluz de Patrimonio
Histórico, 22, 82-91.
Lázaro Damas, S. (1988). Desarrollo Histórico del casco
urbano de Jaén hasta 1600. Jaén: Colegio de Aparejadores
y Arquitectos técnicos.
León Muñoz, A. (2008-2009): ¡Hombres! la promesa
de Dios es verdadera… El mundo funerario islámico en
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
302
MERCEDES NAVARRO PÉREZ
Córdoba (siglos VIII-XIII). Arqueología Medieval, 4-5,
24-49. Recuperado de: http://www.raco.cat/index.php/
ArqueologiaMedieval/article/view/254544/341489
Olcina Domènech, M., Tendero Porras, E. y Guilabert Mars,
A. P. (2008). La maqbara del Tossal de Manises (Aliante).
Lucentum, XXVII, 213-228.
León Muñoz, A. y Casal García, M.ª T. (2010). Los
Cementerios de Madinat Qurṭuba. En D. Vaquerizo y J. F.
Murillo (Eds.). El Anfiteatro Romano de Córdoba y su entorno
urbano. Análisis Arqueológico (ss. I-XIII d.C.). Monografías
de Arqueología Cordobesa. 19. V. 2 (pp. 651-684). Córdoba:
Convenio Universidad de Córdoba y Gerencia Municipal de
Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba.
Pérez Martínez, M.ª C., López Marcos, A. y de Dios Pérez,
M. A. (2004). Puerta del Aceituno. Arqueología y Territorio
Medieval, 11(2), 93-124.
López Quiroga, J. y Martínez Tejera, A. M. (2009). De
corporibus defunctorum: lectura e interpretación históricoarqueológica del canon XVIII del primer concilio de Braga
(a. 561) y su repercusión en la arquitectura hispana de la
Antigüedad Tardía. En J. López Quiroga y A. M. Martínez
Tejera (Eds.). Morir en el Mediterráneo Medieval. Actas del
III Congreso Internacional de Arqueología, Arte e Historia
de la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media (pp. 153-182).
Oxford: BAR Publishing.
Portero Fernández, V., De la Torre, Y. y Ortiz, A. (2010).
Intervención Arqueológica Preventiva en la Parcela DOC-3
del SUNP-1. ZAMB. Jaén. Anuario Arqueológico de
Andalucía 2006, 3098-4017.
Ripoll López, G. (1989). Características generales del poblamiento y la arqueología funeraria visigoda en Hispania.
Espacio, Tiempo y Forma. S. I. Prehistoria y Arqueología,
2, 389-418.
Rius, M. (2000): La alquiba en al-Andalus y al-Magrib
al-Aqṣà. Anuari de Filología XXI. Barcelona: Universitat
de Barcelona.
López Seguí, E., Torrerosa Giménez, P., Quiles Muñoz, M. P.,
de Miguel Ibáñez, C. y Navarro Poveda, C. (2005). La necrópolis islámica de L’Alfossar (Novelda, Alicante). Recerques
del Museu D’Alcoi, 14, 143-456.
Ruíz Taboada, A. (2014). La muerte en el Madrid Andalusí. En
Actas de las décimas Jornadas de Patrimonio Arqueológico
en la Comunidad de Madrid (pp. 47-71). Madrid: Dirección
General de Patrimonio Histórico.
Manzano Castillo, A. y Martínez Ocaña, J. L. (2009).
Intervención Arqueológica en la Plaza de la Constitución.
1998. En Una imagen y mil piedras. La Arqueología de
Jaén a través de la fotografía (pp. 75-76). Jaén: Diputación
Provincial de Jaén. Cultura y Deportes.
Salvatierra Cuenca, V. (2001). La crisis en el emirato Omeya
en el alto Guadalquivir: precisiones sobre la geografía
de la rebelión muladí. Jaén: Servicio de Publicaciones.
Universidad de Jaén.
Martínez Núñez, M.ª A. (2011). Epigrafía Funeraria en alAndalus (Siglos IX-XII). Mélanges de la Casa de Velázquez,
41(1), 181-209.
Martínez Ocaña, J. L. y Manzano Castillo, A. (2010).
Intervención Arqueológica Preventiva en el Solar sito en C/
Conde 10 y 14 de Jaén. Anuario Arqueológico de Andalucía
2006, 2382-2404.
Martínez Rodríguez, A. y Montero Fenollós, J. (1996). La
qubba islámica de la calle Cava n.º 11, Lorca. Memorias de
Arqueología, 11, 616-628.
Navarro Pérez, M. (2008). Memoria Preliminar de la
Actuación Arqueológica Preventiva en el Solar de la Futura
Ciudad de la Justicia. Jaén. (Trabajo Inédito). Depositado en
la Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte de
la Junta de Andalucía en Jaén.
Navarro Pérez, M. (2009). Intervención Arqueológica en el
solar de la futura Ciudad de la Justicia. 2006-2007. En Una
imagen y mil piedras. La Arqueología de Jaén a través de la
fotografía (pp. 94-95). Jaén: Diputación Provincial de Jaén.
Cultura y Deportes
Navarro Pérez, M. (2015). La transformación del paisaje.
El caso de Marroquíes Bajos (Jaén) en época medieval.
En Revista Arkeogazte/Arkeogazte Aldikaria. Anexo 1.
Arqueologías Sociales, Arqueología de la Sociedad. Actas de
las VII Jornadas de jóvenes en la investigación arqueológica
(pp. 239-249). Vitoria: Arkeogazte.
Navarro Pérez, M. (2017). La ocupación del entorno de las
ciudades islámicas en época omeya. Marroquíes Bajos. Jaén.
(Tesis doctoral inédita). Universidad de Jaén. Jaén.
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.
Salvatierra Cuenca, V. (2009). El agua y la ciudad de Jaén en
época Andalusí. Una Historia entrelazada.En XELB, 9. Actas
do 6.º Encontro de Arqueología do Algarve. O Gharb no
al-Andalus: sinteses e perspectivas de estudo. Homenagem
a José Luis de Martos (Silves 23, 24 e 25 de Outibro 2008)
(pp. 259-280). Silves: Camara Municipal de Silves.
Salvatierra Cuenca, V. (2010). Marroquíes Bajos en época
Andalusí. En VV. AA. Ciudad de la Justicia de Jaén.
Excavaciones arqueológicas (pp 58-67). Sevilla: Consejería
de Justicia y Administración Pública. Junta de Andalucía.
Salvatierra Cuenca, V., Serrano Peña, J. L. y Pérez Martínez,
M.ª C. (1998). La formación de la ciudad en Al-Andalus.
Elementos para una nueva propuesta. En P. Cressier y M.
García-Arenal (Eds.). Genèse de la ville islamique en alAndalus et au Magreb oriental (pp. 185-206). Madrid: Casa
de Velázquez.
Sánchez Vizcaíno, A., Bellón Ruiz, J. P. y Rueda Galán,
C. (2005). Nuevos datos sobre la Zona Arqueológica de
Marroquíes Bajos: el quinto foso. Trabajos de Prehistoria,
62(2), 151-164.
Serrano Peña J. L. y Castillo Armenteros J. C. (2000). Las
necrópolis medievales de Marroquíes Bajos, (Jaén). Avance
de las investigaciones arqueológicas. Arqueología y Territorio
Medieval, 7, 93-120.
Serrano Peña, J. L., Barba Colmenero, V., Alcalá Lirio, F. y
Cano Carrillo, J. (2002). La paleomorfología de Marroquíes
Bajos. Primeras propuestas. Arqueología y Territorio
Medieval, 9, 7-36.
Serrano Peña, J. L. y Molinos Molinos, M. (2011). La aristocracia ibérica ante la romanización. Ideología y espacios
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
LA MAQBARA DEL CAMINO DE BAYYĀSA (MARROQUÍES BAJOS, JAÉN)
funerarios en Marroquíes Bajos (Jaén). Archivo Español de
Arqueología, 84, 119-152.
Serrano Peña, J. L. y Salvatierra Cuenca, V. (2012). Evolución
del urbanismo romano de Aurgis. En J. Beltrán Fortes y O.
Rodríguez Gutiérrez (Eds.). Hispanae Urbes: Investigaciones
Arqueológicas en ciudades históricas (pp. 584-605). Sevilla:
Servicio de Publicaciones. Universidad de Sevilla.
Tendero Porras, E., Guilabert Mas, A. y Olcina Domènech, M.
(2007). La maqbara del Tossal de Manises (Alicante). Tomo
I. Estudio Arqueológico. Alicante: Museo Arqueológico de
Alicante.
Tomassetti Guerra, J. M. (2005). El cementerio islámico de Fuerte de Santiago, Algeciras (Cádiz). Nuevas
excavaciones y síntesis interpretativa. En Jornadas de
arqueología del Campo de Gibraltar. Protección de patrimonio de Tarifa (pp. 103-104). Tarifa: Instituto de Estudios
Campogilbratareños.
DOI: 10.14198/LVCENTVM2018.37.16
303
Tomassetti Guerra, J. M., Suárez Padilla, J., Bravo Jiménez,
S., Jiménez-Camino, R. M.ª, y Navarro Luengo, I. (2006).
El cementerio islámico de Fuerte de Santiago (Algeciras,
Cádiz). Nuevas excavaciones y síntesis interpretativa.
Almoraima, 33, 147-170.
Torres Balbás, L. (1957). Los cementerios hispanomusulmanes. Al-Andalus, XXII, 131-191.
Vigil-Escalera Guirado, A. (2015). La identidad de la comunidad local y las afiliaciones individuales en necrópolis de
la Alta Edad Media (400-900 AD). En J. A. Quirós Castillo
y S. Castellanos (Dirs.). Identidad y etnicidad en Hispania.
Propuestas teóricas y cultura material en los siglos V-VIII
(pp. 249-274). Bilbao: Servicio Editorial. Universidad del
País Vasco.
Zafra de la Torre, N., Castro López, M. y Hornos Mata,
F. (1999). Una macro-aldea en el origen del modo de vida
campesino: Marroquíes Bajos (Jaén) c. 2500-2000 cal. ANE.
Trabajos de Prehistoria, 56(1), 77-102.
LVCENTVM, XXXVI, 2018, 281-303.