ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15,
enero-diciembre 2018, e077
Madrid / Vitoria
ISSN-L: 1695-2731
https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
MONOGRÁFICO: LAS TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS EN AL-ÁNDALUS /
MONOGRAPH: CONSTRUCTION TECHNIQUES IN AL-ÁNDALUS
Construir con ladrillo en la periferia de al-Ándalus hacia el año 1000.
La actividad fronteriza califal y la “mampostería
encintada cajeada”*
Brick construction in the periphery of al-Ándalus to AD 1000.
Caliphal border activity and the “stone lacing brickwork”
Enrique Daza Pardo1
Universidad Autónoma de Madrid
RESUMEN
El presente trabajo pretende acercarse al uso del ladrillo en construcción en el centro peninsular, a ambos lados
del Sistema Central, a través del estudio de varios edificios construidos con una mampostería mixta particular
denominada “aparejo encintado cajeado”. Tras el análisis de cada uno de los edificios reconocidos, este estudio
pone de manifiesto q ue s e trata d e u n g rupo constructivo c iertamente h omogéneo y cohesionado, orientado
a la construcción de edificios d e diversa t ipología, n o s olo f ortificaciones, do nde lo s ma teriales em pleados y
las técnicas desarrolladas son similares entre sí en composición y métrica, cercanos a las formas toledanas
altomedievales. Todo esto lleva a plantear que ha sido posibilitado por una acción foránea, pudiendo estar
relacionado con un efímero proceso colonizador cordobés efectuado a finales del siglo X.
Palabras clave: arquitectura islámica; fortificaciones; mezquitas; ladrillo; Almanzor; Segovia; Madrid; Guadalajara;
Toledo.
ABSTRACT
This study attempts to identify the main characteristics of the use of brick construction in the peninsular center,
in both sides of the Sistema Central, through the study of several buildings erected with a particular mixed
masonry called “stone lacing brickwork”. After analyzing each of the recognized buildings, this study reveals that
it is certainly a homogeneous and cohesive assembly group; focused on the conformation of buildings of various
types, not only fortifications, w here t he m aterials w hich w ere i mplemented a nd t he t echniques developed are
similar to each other in composition and measuring, near the early medieval Toledo’s type. All this leads to posit
that has been made possible by a foreign action which it may be related to an ephemeral cordovan colonization
process carried out at the end of the tenth century.
Key words: Islamic architecture; fortifications; mosques; brick; Almanzor; Segovia; Madrid; Guadalajara; Toledo.
Recibido: 04-04-2018. Aceptado: 17-05-2018. Publicado online: 21-12-2018
Cómo citar este artículo / Citation
Daza Pardo, E. 2018: “Construir con ladrillo en la periferia de al-Ándalus hacia el año 1000. La actividad fronteriza califal y la ‘mampostería
encintada cajeada’”, Arqueología de la Arquitectura, 15: e077. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
Copyright: © 2018 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative
Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0).
* El presente trabajo se enmarca en el proyecto de investigación I+D+i Confrontatio: Violencia religiosa en la Edad Media peninsular: guerra, discurso
apologético y relato historiográfico (ss. X-XV) financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno
de España (HAR2016-74968-P) y dirigido por D. Carlos de Ayala Martínez y D. Santiago Palacios Ontalva.
1
enrique.daza@uam.es / ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-9370-7635
CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
INTRODUCCIÓN2
“Cuando conquisté las tierras de los cristianos y sus
fortalezas las repoblé [y avituallé] con los medios de
subsistencia de cada lugar y las sujeté con ellas hasta que
resultaron favorables completamente”.
Con estas palabras recogidas por Ibn al-Kardabūs en
su Historia de al-Andalus (1993: 86), Almanzor se
enorgullece de haber colonizado y fortificado algunas
de las tierras que conquistó a los cristianos, empleando
los medios que le ofrecía cada lugar. En opinión de F.
Maíllo Salgado (1984: 165-167), es prueba de que estas
repoblaciones del territorio conquistado se efectuaron y
fueron efectivas a través de un sistema de colonización
de tipo militar, pero ¿es posible rastrear materialmente
este hecho?, ¿existen evidencias constructivas que avalen esta aseveración?
El presente trabajo pretende acercarse a la revisión
de algunas manifestaciones arquitectónicas ya conocidas, ejecutadas empleando mampostería encintada cajeada, ya que se han querido asociar a la iniciativa andalusí, fundamentalmente en el caso del castillo de Ayllón
(Zamora 1993: 213-223) o en el de la Torre de San Andrés de Sepúlveda (Conte y Fernández 1993: 196-198;
Martín, Tardío y Zamora 1990: 83-85; Zamora 2011:
176-188), donde se ha propuesto ajustar la cronología
de estos edificios a la época de Almanzor, más concretamente, posteriores al asedio de Sepúlveda del año 984.
Se trataba de una hipótesis difícil de contrastar y de
fundamentar, pero orientada hacia un momento y unas
circunstancias históricas que deben ser mejor explicadas
y puestas en contexto, a fin de confirmar esa propuesta
o de establecer otras nuevas, con el consiguiente ajuste
cronológico y cultural que esto conllevaría. A través de
la revisión y estudio de los edificios en los que se ha
documentado este aparejo, todos ellos localizados tanto
en el este de la provincia de Segovia como en el norte de
Guadalajara y Madrid, se pretende dilucidar la razón de
ser de esta técnica constructiva, motivar su presencia en
ambas laderas del Sistema Central y su aparente carácter
efímero, así como la ausencia, por el momento, de unos
paralelos claros fuera de esta zona de estudio.
El presente estudio recopila, matiza, condensa y corrige ciertos aspectos
relacionados con los usos del ladrillo, su ciclo productivo y su reaparición a
ambos lados del Sistema Central, todo ello tratado en nuestra tesis doctoral
Técnicas y materiales de la construcción fortificada altomedieval en el centro
de la Península Ibérica: métodos de análisis a través de la arqueología y la
historia de la construcción, actualmente inédita.
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Se parte de una base compleja, ya que la homogeneidad de este grupo constructivo nos obliga a pensar
en una acción o campaña de construcción relativamente
corta en el tiempo, donde la dirección y promoción de
la obra fueron bastante unitarias, y se incorpora de manera novedosa el uso de ladrillo nuevo, frente a otros
usos donde, de modo residual, se emplean ladrillos
reciclados. Esta homogeneidad pone de manifiesto que,
tras un periodo de retroceso generalizado de la fabricación industrial de ladrillos, perviviendo solo de modo
marginal y local, la presencia de ladrillo nuevo supone
que un agente externo ha importado unas técnicas a un
determinado lugar que le son ajenas. El origen de estas
renovadas técnicas estaría en un enclave en el que la
producción estandarizada de ladrillo estuviera plenamente asentada. Uno de estos lugares, quizá el más
cercano a nuestra zona de estudio, es Toledo.
EL USO DEL LADRILLO DURANTE
LA ALTA EDAD MEDIA. BREVE
APROXIMACIÓN
Si sometemos a un análisis cuantitativo las técnicas
constructivas altomedievales en la Península Ibérica,
constatamos rápidamente cómo aquellas que incorporan
ladrillo son muy minoritarias respecto a las que emplean
únicamente piedra, ya sea en forma de sillería o de
mampostería.
La producción de ladrillos en estos momentos es
un tema que genera cierta controversia debido a la gran
ausencia de datos fiables. Tanto a nivel europeo como
peninsular, se tiene constatada la ralentización (incluso
su desaparición) de los ciclos productivos del ladrillo a
nivel general (Azuar 2005: 149-160; Caballero y Utrero
2005: 176; Quirós 1998: 235-246), con algunas excepciones puntuales. En el caso italiano, la desaparición del
ladrillo se produce antes de la invasión lombarda del
norte de Italia, acaecida durante la segunda mitad del
siglo VI. Este material va a continuar ausente en esta
zona, con salvedades, hasta aproximadamente el año
1000 (Porter 1917: 32-36). Será también en estas fechas
cuando, dada la recuperación de los ciclos productivos
del ladrillo, se va a comenzar a documentar el uso del
aparejo de espina de pez u opus spicatum con ladrillos,
como en la iglesia de San Giovanni en Vigolo Marchese
(Castell’Arquato, Piacenza), datada con seguridad en
torno al 1008, siendo una de los más antiguos ejemplos
que atestiguan este uso (Porter 1917: 35).
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En la Península Ibérica, la fabricación de ladrillo
entre los siglos VI y VII parece reducirse sustancialmente de modo generalizado (Bonet 1987: 579-580), al
igual que sucede con las canteras, cuya explotación se
paraliza y se pierden testimonios de actividad (Lacarra
1959: 344). La fabricación industrial de ladrillos queda
reducida incluso en centros productores significativos en
los siglos anteriores, como Mérida, donde se documentan usos muy puntuales desde los siglos IV y V a nivel
arquitectónico (Durán 1999: 219). Del mismo modo, en
el centro peninsular durante este mismo arco cronológico
está atestiguada la producción de material cerámico de
construcción a través de la documentación de hornos de
tradición romana, pero de dimensiones más reducidas que
en épocas anteriores, destacando la comarca de La Sagra,
tanto en la zona madrileña (Juan 2016: 341), como en la
toledana, donde destaca el yacimiento de “Alameda del
Señorío”, donde se ha podido documentar un horno dedicado a la producción local de material cerámico de construcción datable entre los siglos VI y VII (Catalán y Rojas
2009: 232). Puede deducirse que la producción de ladrillo
continuó, si bien pueden ser datados y bien adscritos solo
aquellos con signos identitarios definitorios, como el caso
de los ladrillos con simbología cristiana impresa, con un
origen norteafricano y orientados a usos funerarios principalmente, destacando su difusión en la Bética y Lusitania
hasta el siglo VII (Rodríguez Neila 1988: 138-139). Habría que destacar el caso del Tolmo de Minateda (Hellín,
Albacete), donde se ha podido constatar la utilización de
ladrillo nuevo en paralelo al uso de material procedente
del expolio de construcciones romanas en desuso para
la construcción de la basílica episcopal. Se emplearon
ladrillos nuevos en la construcción de la bóveda del presbiterio del templo, mientras que el material reutilizado se
utilizó en los muros de las naves (Cánovas 2005: 223230; Gutiérrez y Cánovas 2009: 91-131). Será durante el
siglo VIII cuando se vea un retroceso del uso del ladrillo
en este yacimiento, al no documentarse su producción,
siendo también el uso de spolia del todo anecdótico (Cánovas 2005: 229-230).
Otras producciones cerámicas no dedicadas a la
construcción van a sufrir también un cierto retroceso. Se
han documentado diversas experiencias de autoproducción a nivel local y familiar, atestiguadas sobretodo en
la producción de cerámica de cocina y almacenaje, que
contrastan con las producciones industriales de época
romana. Puede ser el caso emeritense (Alba 2003: 293332) o el de algunos sitios arqueológicos de la zona de
Madrid-Toledo (Vigil-Escalera 2007: 239-284 y 2012).
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En estos momentos se documenta la producción local de
cerámica de todo tipo, tanto de tipo constructiva como
de mesa y cocina, utilizándose los mismos hornos para
todas las producciones, lo que contrasta con la especialización de épocas precedentes, como en algunos casos
del centro peninsular, datados a finales del siglo VII o
principios del VIII por radiocarbono (Juan 2016: 349357). En paralelo, el uso de material constructivo cerámico procedente de reciclaje de producciones romanas
precedentes va a continuar siendo la tónica dominante,
predominando la teja frente al ladrillo (Vigil-Escalera
2003: 287-291).
Tras un espacio de tiempo, correspondiente fundamentalmente con los siglos VIII y IX, donde parece que
la producción de material cerámico de construcción se
detiene de modo generalizado tras un periodo de paulatino aletargamiento, debemos indicar el uso de ladrillo
durante la segunda mitad del siglo IX en ciertas partes
de los edificios del prerrománico asturiano en el entorno
de Oviedo, como pueden ser arcos y bóvedas, que se
pueden ver en los restos de la iglesia de San Tirso de
Oviedo, San Julián de los Prados en Santullano o San
Adriano de Tuñón, entre otros (Caballero y Rodríguez
2010: 112-114; Caballero y Utrero 2013: 128).
Del mismo modo, se tiene constancia de la reaparición del oficio de ladrillero asociado a grandes ciudades
de al-Ándalus durante el siglo X (Cómez 2001: 38),
incluso en León (Torres Balbás 1949: 257; Valdés 1984:
40). En este momento el ladrillo reaparece con módulos
y métricas renovadas, optando por piezas de menor
tamaño, en las que se hacen evidentes las particularidades locales según su producción. El proceso se inicia
al amparo de los poderes estatales andalusíes durante
el siglo X, que tienen en Córdoba y otras ciudades un
gran mercado que demanda un material de construcción
barato y estandarizable.
El caso de la ciudad de Toledo y su campo es paradigmático, pues, contrariamente al resto de la península,
parece que la producción y uso de ladrillos continuó
de modo ininterrumpido desde la época tardorromana (Juan y Cáceres 2010: 91-99), una circunstancia
explicada tanto por la continuidad de las poblaciones
anteriores como también por su rápida integración en
los circuitos productivos y comerciales del emirato, a
pesar de su condición alejada y levantisca3. Hacia el
Más datos sobre la historia del Toledo islámico pueden obtenerse de diferentes contribuciones, destacando entre otras muchas: Crego 2007; Delgado
1987a; Ruiz Taboada 2012.
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CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
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año 1000, se puede asegurar que el ciclo productivo del
ladrillo estaba perfectamente asentado y desarrollado,
atestiguado por la mezquita de Bab al-Mardum o del
Cristo de la Luz, reformada según su epígrafe en el año
999. De este modo, la fabricación industrial de ladrillo
va a alcanzar unas cotas muy significativas a partir de la
segunda mitad del siglo XII a través de la proliferación
de iglesias debido a la extensión de la red parroquial, lo
que es conocido como románico “mudéjar” (Abad 1991;
Araguas 2003 y 2005: 161-168; Valdés 1984).
LA MAMPOSTERÍA ENCINTADA
CAJEADA. CARACTERÍSTICAS
Y DISTRIBUCIÓN DE EJEMPLOS
La particularidad de la mampostería encintada “cajeada”, técnica constructiva objeto de revisión en el
presente estudio, reside en la combinación del uso de
mampostería de tamaño medio, muy irregular, con ladrillo. Esta mampostería mixta se caracteriza por separar
con una verdugada doble de ladrillos cada una de las
hiladas de mampostería, a la par de contar con ladrillos
a sardinel entre cada uno de los mampuestos, a modo
de tabica vertical, ofreciendo de este modo un aspecto
exterior metopado, una secuencia alterna armónica entre
ladrillos mostrando su tizón y un mampuesto de proporciones cuadrangulares. Los lugares en los que se ha documentado este aparejo son, en Guadalajara: Humanes
de Mohernando (despoblado de Peñahora), Cogolludo
(castillo) y Jadraque (castillo). En Madrid se han documentado únicamente en Buitrago de Lozoya (murallas)
y Talamanca del Jarama (arrabal extramuros de la calle
San Isidro e iglesia de San Juan Bautista), en la provincia de Segovia: Ayllón (castillo, Arco de la Villa e
iglesia de San Miguel), Fresno de Cantespino (ruinas
del castillo), Fuentidueña (Puerta de Alfonso VIII o de
Trascastillo) y Sepúlveda (Torre de San Andrés), entre
otros dudosos o menos significativos (Fig. 1).
Esta técnica constructiva fue documentada por
primera vez por Alonso Zamora Canellada (1993), que
puso el punto de atención en esta técnica asociada mayoritariamente con elementos fortificados, relacionados
tanto con reparaciones de fortificaciones preexistentes
como con edificios de nueva planta, y que propone vincular al mundo andalusí. Zamora inicia sus investigaciones en este campo con las excavaciones del castillo de
Ayllón en los años 80, que culminan con la publicación
de la monografía sobre estos trabajos (1993) que había
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Figura 1. Mapa del Sistema Central peninsular, correspondiente a parte
de las provincias de Guadalajara, Madrid, Segovia y Soria, en el que se
localizan los edificios en los que se ha documentado la mampostería
encintada cajeada (cuadrado negro). Fuente: elaboración propia.
sido también el tema de su tesis doctoral. Antes ya se había adentrado ya en el complejísimo conjunto fortificado
de Sepúlveda, que fue objeto de publicación monográfica (Martín, Tardío y Zamora 1990), donde particulariza brevemente en la singularidad de la Torre de San
Andrés, construida con mampostería encintada cajeada,
y los edificios que presentan esta misma técnica en el
entorno del oriente segoviano. A partir de estos trabajos,
Zamora va a tratar de modo pormenorizado este aparejo
en otros artículos, donde va a ir aumentando la nómina de ejemplos, a tenor de los nuevos documentados,
ajustando la reflexión y propuesta cronológica (1998),
así como proponiendo paralelos formales lejanos, como
algunas iglesias griegas de la zona de Tesalónica edificadas en el siglo XI-XII, así como otros ejemplos en el
Cáucaso (Zamora 1993: 125 y 1998: 775). Del mismo
modo, también ha ido reduciendo la nómina inicial,
eliminando por dudosos lugares como la torre de El Salvador de Segovia, la alcazaba de Almería, la alcazaba
de Málaga, el castillo de Cogolludo, el castillo de Consuegra, el castillo de Escalona y el castillo de Alcalá de
Guadaira (Zamora y Vela 2005: 1141-1142). En paralelo
a los trabajos de Zamora existen propuestas que abogan
por una filiación castellana para este aparejo, siendo de
este modo fruto de la repoblación temprana en los extremos del Duero en una cronología similar, siglos X-XI
(Jiménez 2005: 633-640).
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Con posterioridad, la nómina de ejemplos ha aumentado con dos aportaciones al sur del Sistema Central muy significativas. La primera fue localizada en
el castillo de Jadraque en Guadalajara (Daza 2001 y
2005) tras el movimiento de tierras realizado para la
pavimentación de la rampa de acceso y la colocación de
un monolito de la ruta del Camino del Cid. El segundo
localizado, el único hasta la fecha relacionado con espacios domésticos y con una estratigrafía arqueológica
asociada, fue efectuado en la calle San Isidro de la localidad de Talamanca del Jarama en Madrid durante los
trabajos de urbanización del espacio4.
Guadalajara
El castillo de Peñahora (Humanes de Mohernando)
cuenta con evidencias de este aparejo que suponen el
hallazgo más meridional dentro la zona de estudio hasta
el momento. Se trata de un recinto fortificado de considerables dimensiones localizado sobre un promontorio
amesetado ubicado en la confluencia de los ríos Sorbe
y Henares. Ha sido identificado con la fortaleza (Ḥiṣn)
de Peñafora o Binna Furata, fundada por iniciativa del
emir Muḥammad I entre los años 853 y 865 junto con
Mayrit (Madrid), Talamanka (Talamanca del Jarama) e
Istiras (probablemente, Esteras de Medinaceli, Soria),
entre otros (Ibn Ḥayyān 1973: 132). Hay varias hipótesis sobre las razones de su fundación. Por un lado, se
ha propuesto que su función sería controlar los caminos
que comunicaban el valle del Duero con Toledo, a fin
de evitar el apoyo norteño a las constantes revueltas toledanas (Manzano 1991: 168-171; Torres Balbás 1960:
242). Otra hipótesis sobre la fundación de estas fortificaciones es que fueron realizadas por el linaje beréber de
los Banu Salim como delegados del poder emiral en un
intento de reorganizar su espacio, atenazado por otros
linajes beréberes tanto al norte como al sur (Bermejo y
Muñoz 1994: 220-225). Del mismo modo, también se
ha propuesto que este proyecto emiral sería un elemento
de presión fiscal sobre los habitantes de la “frontera de
Toledo” (Mazzoli-Guintard 2011: 51-57).
En cuanto a su morfología, consta de tres recintos
diferenciados que en la actualidad están muy desdibujados. Un recinto superior, considerado propiamente como
el castillo, del que no quedan restos visibles. El segundo,
por debajo del primero, desarrolla una mayor amplitud,
Esta excavación fue realizada bajo la dirección de Miguel Ángel García
Valero y Elena Vega Rivas entre los años 2005 y 2007.
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por lo que ha sido considerado como el recinto de una
puebla. Un tercer recinto, el más bajo, localizado fuera
del cerro junto al río, delimitaría posiblemente zonas
de arrabal del asentamiento principal (Jiménez 1992:
283-291; Pavón 1984: 96-101). Los restos constructivos
visibles más significativos se encuentran en el segundo
recinto, tanto en su esquina norte, donde se conserva una
posible puerta con restos de sillería, como en el extremo
sur, correspondientes a la parte inferior de una torre esquinera realizada en mampostería encintada cajeada. Se
documentan tres hiladas de esta mampostería, así como
una esquina construida por entero en ladrillo de un muro
de doble hoja con núcleo de relleno de piedras con mortero de cal. La mampostería cuenta de doble verdugada
de ladrillo y tabicas de ladrillo a sardinel, utilizando como
mampuestos cantos de cuarcita. De media, los ladrillos
miden 28 x 20 x 4 cm y los tendeles un grosor de 4 cm,
mientras que las llagas están entre 1 y 2 cm (Fig. 2.1).
Figura 2. Ejemplos de mampostería encintada cajeada en la provincia
de Guadalajara: 1) Restos documentados en Peñahora (Humanes de
Mohernando); 2) Paramento localizado en el acceso del castillo de
Jadraque. Fotografías del autor (2014).
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CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
El caso documentado en el castillo de Jadraque es
muy similar (Daza 2005: 803), ya que también conserva unas pocas hiladas sobre la cimentación y parte de
una de sus esquinas. Se localiza al sur del conjunto,
inmediato a la puerta de la fortificación bajomedieval.
Los ladrillos miden aproximadamente 29 x 19 x 4,5 cm
y los tendeles tienen un grosor de 4 cm, mientras que
las llagas están entre 1 y 2 cm (Fig. 2.2). A diferencia
de Peñahora, el material de la mampostería es caliza,
procedentes del propio cerro. Los restos no presentan
en la actualidad conexión estratigráfica con el castillo
bajomedieval y parece que fueron amortizados cuando se construyó en la segunda mitad del siglo XV, si
bien aún debían ser visibles cuando B. Castellanos de
Losada visita el castillo a finales del siglo XIX, pues
menciona un paramento de “estilo de construcción árabe” (López-Muñiz 2003: 88). Estos restos para Prieto y
Retuerce (2008: 18) son claramente andalusíes, perfectamente conectados con los restos cerámicos recuperados de los silos excavados en el interior del castillo.
Por el contrario, los restos de este aparejo en el castillo de Cogolludo presentan ciertas diferencias (Fig. 3),
aunque no suficientes para excluir del grupo este ejemplo
(Zamora y Vela 2005: 1141-1142). Este castillo, que se
encuentra situado al norte del casco urbano, en el extremo
este de El Lomo, es una fortificación de pequeño tamaño,
que formaba parte del recinto amurallado de la villa de
Cogolludo, a modo de reducto (Jiménez 1992: 152-156;
Pavón 1984: 116-120; Retuerce 1983: 74-75). En la parte
meridional destaca una de las torres, realizada parcialmente en aparejo encintado. Esta torre es un elemento
muy singular, preexistente en la configuración actual del
castillo, puesto que sus muros son estratigráficamente
posteriores a la torre. Es de planta cuadrada al exterior y
circular al interior, rematada por una cúpula de ladrillo,
contando con un único vano en su fachada norte. Tras
los estudios realizados, esta torre se ha identificado con
la “torre de la campana” que menciona la documentación
del siglo XVI, por lo que se ha propuesto que se trate de
una torre campanario oculta por escombros casi en su totalidad, viéndose actualmente solo su parte superior. Por
la antigüedad del aparejo, del enclave y tomando su denominación en las fuentes, se ha propuesto que puede tratarse de un alminar, de cronología bastante arcaica ya que
la caja de escalera que mostraría sería cilíndrica, como en
algunos alminares emirales y califales, que formaría parte
de un conjunto fortificado vinculado a un oratorio, quizá
vinculado al ejercicio del ribāṭ en la Marca Media (Daza
2015: 100-110 y 2018: 279).
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Figura 3. Torre de la Campana en el castillo de Cogolludo (Guadalajara).
Fotografía del autor (2007).
En cuanto al aparejo encintado, en el caso de
Cogolludo se sale de la pauta prototípica que vemos
en Jadraque y en Peñahora, así como en los ejemplos
segovianos (vid. infra) ya que las hiladas están mal
reguladas, la mampostería no es homogénea, en ocasiones no muestra la doble verdugada de ladrillo y no
cuenta con demasiados ladrillos a sardinel que confieran al aparejo su característico despiece. Además,
las esquinas de la torre son de piedra, lo que contrasta
con el resto de ejemplos, donde las esquinas conservadas son de ladrillos. Las fachadas oeste y norte de
la torre son las que muestran un aparejo más cuidado,
mientras que las otras, que cuentan con mampostería y
sillería reutilizada, es más irregular, más cercano a una
mampostería atizonada que emplea calzos de ladrillo
y teja. Quizá se trate de un edificio más antiguo, en
el que se estén empleando todavía materiales reutilizados más antiguos combinados con ladrillos nuevos.
Los ladrillos empleados en esta torre adolecen de
uniformidad, ya que los más cuidados (empleados en
las dobles verdugadas de ladrillo, enmarcando hiladas
de mampostería de aproximadamente 30 cm de altura)
cuentan con unas dimensiones similares a Jadraque y
Peñahora (29 x 19 x 4,5 cm), mientras que algunos
ladrillos medidos en la esquina suroeste de la torre
cuentan con unas dimensiones mayores (31 x 22 x
5,5 cm). Para Zamora y Vela (2005: 1141-1142) estas
variaciones suponen su salida de este grupo tecnológico y proponen que no se trataría de una construcción
andalusí si no una obra mudéjar, tal y como proponía
Pavón (1984: 116-120).
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Madrid
La muralla de Buitrago de Lozoya es, sin lugar a dudas, el
mejor ejemplo de este tipo de técnica constructiva, a tenor
de su extensión y su uniformidad, al menos en su fase inicial. El recinto amurallado, localizado sobre una loma de
cierto escarpe que se adentra en un meandro del río Lozoya,
cuenta con un recinto principal que genera un reducto aprovechando el citado meandro. Este recinto conserva 14 torres,
siendo la sexta la que contiene la Puerta de la Villa o Torre
del Reloj, conservando todas ellas restos de la mampostería
encintada cajeada relacionada con la primera fase del conjunto, conformado por un lienzo de tapial calicastrado con
torres de flanqueo y una puerta de acceso recto realizados
todos ellos con esta mampostería (AA. VV. 1993: 132-143;
Pastor 2008: 52-61). Con posterioridad, probablemente
durante el siglo XII, la muralla se reparó mediante un forro
de tapia de cal y canto, tanto interior como exteriormente,
amortizando el adarve y el parapeto almenado realizados
en la fase anterior, ocultando gran parte de los vestigios del
aparejo encintado (Fig. 4). Del mismo modo, en el siglo
XIV se reparó la puerta, convirtiéndola en un acceso en
codo incorporado a una torre pentagonal (Daza 2015: 110118). Esta puerta es, con diferencia, el elemento más interesante del conjunto, ya que sirvió como eje organizador de
la defensa, puesto que pudo ser el único acceso al adarve de
todo el recinto. La puerta original era de acceso recto enmarcado por dos torres y estaba realizada completamente con
mampostería encintada cajeada con dobles verdugadas de
ladrillo, con cadenas de ladrillo conformando las esquinas,
contando con caja de rastrillo para cerrar el paso (Fig. 5).
De hecho llama la atención que las torres de flanqueo, que
aparentemente tienen un aparejo similar, suprimen una de
las verdugadas de ladrillo, por lo que es posible que imiten
el aparejo de la torre, por consiguiente, más antiguo.
En cuanto a los vestigios localizados en Talamanca
del Jarama, concretamente en la calle San Isidro, es muy
significativo que se hayan localizado restos de muros
realizados en este aparejo en contexto estratigráfico,
conformando las estructuras habitacionales de un arrabal extramuros de la madina, que pone de manifiesto su
desbordamiento durante la segunda mitad del siglo X,
y su ocupación hasta mediados del siglo XII, cuando es
abandonado de manera rápida5 (Fig. 6.1 y 6.2).
Estos trabajos supusieron la documentación de varias unidades habitacionales extramuros, que contaban con varias estancias, patios, atarjeas…,
en relación con materiales arqueológicos muy significativos, desde ollas de
escotadura, candiles de piquera, vidriados melados… hasta piezas completas
realizadas con cuerda seca total y parcial.
Figura 4. Planta general del conjunto amurallado de Buitrago de
Lozoya (Madrid), indicando en gris claro el trazado altomedieval
realizado en mampostería encintada cajeada y tapia de tierra
calicastrada. En gris oscuro, las torres de esta fase no conservadas,
y en negro, las reformas pleno-bajomedievales. Elaboración propia a
partir de planimetría catastral.
5
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
Figura 5. Vista general intramuros de la Puerta de la Villa de la muralla
de Buitrago de Lozoya, indicando la fase altomedieval del paramento.
Fotografía y composición del autor (2015).
Madrid/Vitoria. ISSN-L: 1695-2731. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
8
Figura 6. Trabajos arqueológicos realizados en la calle San Isidro
de Talamanca del Jarama, Madrid, realizados entre 2005 y 2007:
1) Vista general de uno de los espacios de habitación localizados
durante la excavación; 2) Detalle de uno de los muros realizado con
mampostería encintada cajeada. Fotografías cortesía de Elena Vega.
Figura 7. Iglesia de San Juan Bautista en Talamanca del Jarama: 1)
Vista general de la fachada norte; 2) Detalle del aparejo conservado
en su fachada norte. Fotografías del autor (2008).
A los restos en calle San Isidro habría que sumar
los documentados en la iglesia de San Juan Bautista,
ciertamente dudosos y, hasta la fecha, también inéditos.
Se trata de un templo de origen plenomedieval que
conserva uno de los únicos ábsides románicos en piedra
de la región. Conserva restos en la fachada norte que
permiten observar cómo un edificio preexistente al edificio románico fue aprovechado para la construcción de
este templo. Este será ampliado en dos ocasiones hacia
los pies, tal y como se observa en el paramento citado.
También se puede observar cómo hubo que reelevar los
muros para la colocación de la armadura de madera y el
coro que hoy presenta. El aparejo documentado es una
secuencia de cantos de rio con ladrillos a sardinel sin
verdugadas horizontales que fue objeto de restauraciones a principios de los años 80. Además, se puede ver
que algunas verdugadas de ladrillo están completamente
repuestas (Daza 2015: 392-393) (Fig. 7.1 y 7.2).
Segovia
Madrid/Vitoria. ISSN-L: 1695-2731. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
Los ejemplos documentados en la provincia de Segovia
son los más numerosos de la muestra, siendo además los
que más datos ofrecen a fin de dar una explicación a la
aparición y difusión de esta técnica constructiva.
Los vestigios del Cerro del Castillo o de La Martina
en Ayllón fueron los primeros en ser documentados por
Zamora (1993) en los años 80 (vid. supra). El recinto fortificado, que bien podría considerarse una muralla urbana,
delimitaba un espacio de 2,8 ha, que a su vez pudo contar
con algún reducto a modo de castillo propiamente dicho
(Jiménez 2005: 633-640). Las excavaciones, pese a lo
degradado del yacimiento, permitieron fechar el conjunto
en torno a los siglos X-XI, aunque su estado de ruina
avanzada no permite establecer secuencia segura alguna
debido a la desconexión estratigráfica de los elementos emergentes. En cuanto a los restos de mampostería
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
9
encintada cajeada, están muy arrasados, conservándose
solo tres hiladas de mampostería de cantos y ladrillo sobre tapia de tierra. Los ladrillos miden 29 x 20 x 4 cm y
los tendeles cuentan con un grosor de 4 cm, mientras que
las llagas están entre 1 y 2 cm, medidas y proporciones
similares a los observados en otros enclaves estudiados
(Cobos, Retuerce y Hervás 2001: 759-773; Serrano y
Tremiño 1989: 341-348; Zamora 1993 y 1998).
Los vestigios de este aparejo en el castillo no son los
únicos asociados a las fortificaciones de la villa. En una
de las torres de flanqueo del Arco de la Villa (Fig. 8), una
de las puertas de la muralla inferior de Ayllón (Jiménez
2005: 637), frente al puente que salva el río Aguisejo, se
pudo documentar de nuevo (Zamora 1993: 90-91 y 1998:
763-764). Trabajos de restauración recientes en la puerta
han retirado capas de cemento que ocultaban el despiece y
han puesto de manifiesto que contaba con este aparejo, al
menos, en la fachada exterior de la torre sur. La puerta fue
muy transformada en época bajomedieval con mampostería concertada, incorporando un arco de sillería a modo
de buhedera, sobre la cual se instaló posteriormente una
ladronera. En época moderna las casas ocuparon espacio
extramuros, de manera que enrasaron las torres, desdibujando su perfil y perdiendo su función de flanqueo (Zamora
1993: 128). Esta puerta fue un acceso recto enmarcado por
torres cuadrangulares macizas, al igual que la Puerta de
Alfonso VIII de Fuentidueña o la Torre del Reloj de Buitrago. Estaba realizada con mampostería encintada cajeada
con doble verdugada de ladrillo y con esquinas de ladrillo,
similar a los restos del recinto superior. Actualmente, tras la
últimas labores de restauración, se han enrasado las llagas
con mortero, por lo que es difícil observarlo.
EnriquE Daza ParDo
El último de los vestigios documentados en Ayllón
fue localizado en la iglesia de San Miguel, un edificio
de traza románica de una sola nave ubicado en el centro
del casco urbano, dentro del recinto amurallado inferior, en uno de los extremos de la Plaza Mayor. Este
edificio fue objeto de restauración integral en torno a
19966 (Maldonado y Vela 1998: 99-103), momento en
el que se puso de manifiesto que el templo se edificó hacia 1200 (AA. VV. 2006: 324) sobre un edificio preexistente, que tendría una anchura algo mayor que la nave
actual, y que estaría realizado en mampostería encintada
cajeada. Los paramentos preexistentes se localizan tanto
en la fachada sur de la iglesia como en la esquina nororiental de la nave. En esta última se ha conservado una
esquina del edificio anterior, hasta una altura de 5 m
con una anchura aproximada de 0,80 m, visible tanto al
interior como al exterior (Fig. 9.2 y 9.3). Mismo caso el
de la fachada sur, que a pesar de no haberse conservado
tanta altura, si cuenta con más longitud, llegando hasta
la puerta de entrada (Fig. 9.1 y 9.4). Este paramento
cuenta con mechinales de andamio de sección cuadrada,
perfectamente cajeados en la fábrica. Llama la atención
que los restos descubiertos conformando una esquina
del edificio anterior al templo conservan un llagueado
de mortero de cal que enrasa el ladrillo y redondea los
mampuestos (Zamora y Vela 2005: 1137-1154). Estos
restos, aunque presenten similitudes formales con el resto de edificios descritos, la masividad de la construcción
es notablemente inferior, a la par que se trata de un edificio de mayores dimensiones que los demás, por lo que
es muy posible que no se trate de un edificio defensivo.
Su ubicación topográfica también soportaría esta hipótesis (Daza 2015: 510-511). San Miguel de Ayllón también
es el único que aporta una datación ante quem para el
grupo, ya que conocemos aproximadamente la fecha de
construcción del templo, en torno al año 1200, momento
en el que la construcción preexistente ya se encontraba en
avanzado estado de ruina (Zamora 2011: 177-188).
Del mismo modo, los restos de este aparejo en el
castillo de Fresno de Cantespino son especialmente
relevantes (Zamora 1993: 104-106 y 1998: 765), a
pesar de su mal estado de conservación. Los restos del
castillo se localizan en el lado sur de la cumbre de un
cerro, en cuya falda norte se asienta la población. Se
desconoce la fisonomía exacta de la construcción, ya
Estos trabajos de rehabilitación contaron con un control arqueológico
efectuado por Esther Villafruela Arranz y Fernando Vela Cossío, a quienes
agradezco muy sinceramente que me facilitaran la consulta de la documentación y el material gráfico que recabaron durante los trabajos.
6
Figura 8. Fachada exterior del Arco de la Villa de la muralla de Ayllón,
inmediata al cauce del río Aguisejo tras su última restauración.
Fotografía y composición del autor (2015).
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
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CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
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Figura 10. Restos de la fortificación de Fresno de Cantespino,
realizados en mampostería encintada cajeada. Fotografía de Gonzalo
López-Muñiz (2009).
Figura 9. Varios detalles de los vestigios de mampostería encintada
cajeada localizados en la iglesia de San Miguel de Ayllón: 1) Fachada
sur interior; 2) Esquina noreste vista desde el interior; 3) Esquina
noreste vista desde el exterior; 4) Restos en la fachada sur exterior
vista desde el atrio. Fotografías del autor (2015).
que fue prácticamente desmontado durante unos trabajos de extracción de arcillas, que dejaron como único
resto visible tres hiladas de mampostería de un muro de
doble hoja, de desarrollo curvo, sin trasdosar al exterior,
realizado en mampostería encintada cajeada (Fig. 10).
Los ladrillos miden en su mayoría 29 x 20 x 4 cm (33
en algún caso puntual) y los tendeles un grosor de 4 cm,
mientras que las llagas están entre 1 y 2 cm, muy similar a otros ejemplos de este tipo constructivo. El relleno
del muro es de cantos de rio de diferente centil y fuerte
mortero de cal y arena. El estado de conservación de
los restos impide clasificar su funcionalidad, si bien una
excavación arqueológica de los restos que se insertan en
el talud pudiera arrojar nuevos datos sobre un resto tan
singular7.
Otro ejemplo, el más septentrional del conjunto
estudiado, se localiza en la Puerta de Alfonso VIII, o de
Trascastillo, de la muralla de Fuentidueña, en la margen
izquierda del río Duratón (Fig. 11.1). La muralla recorre
la parte más llana al sur, para ir descendiendo hacia el
valle, encerrando el casco urbano (Sainz 2017: 235-296).
En la actualidad, estos restos están siendo objeto de trabajos de limpieza y
excavación por iniciativa de la Junta de Castilla y León. Esperamos que estas
actuaciones sean fructíferas y que posibiliten la interpretación y publicación
de unas estructuras tan singulares como estas.
7
Madrid/Vitoria. ISSN-L: 1695-2731. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
Figura 11. Puerta de Alfonso VIII o de Trascastillo, localizada al sur del
conjunto amurallado de Fuentidueña, Segovia: 1) Vista general desde
el exterior, donde se pueden ver los restos de mampostería encintada
cajeada conservados en su parte inferior; 2) Detalle de los restos de
este aparejo localizados intramuros. Fotografías del autor (2014).
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
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En el entorno de la Puerta de Alfonso VIII se detecta
que la parte inferior de las torres y el paso de la puerta
pertenecen a una fase inicial, a la que posteriormente se
le adosan los lienzos murarios de mampostería encofrada, probablemente en sustitución de otra (Zamora 1993:
104-106 y 1998: 765). La parte inferior de la puerta
está realizada en mampostería encintada cajeada, cuyos
ladrillos miden 34 x 18 x 4 cm y los tendeles un grosor
de 4 cm, mientras que las llagas están entre 1 y 2 cm
(Fig. 11.2). Se detectan otras medidas diferentes muy
dispares, pudiendo tratarse de reparaciones posteriores.
Se trata de una puerta de acceso recto enmarcado por
dos torres cuadrangulares y macizas que se proyectan
hacia el exterior, que contaba con un paso compuesto de
dos arcos (interior y exterior) con caja para rastrillo en
el centro del paso. Es muy similar, tanto métrica como
compositivamente, a las puertas del Arco de Ayllón y
la Torre del Reloj de Buitrago. Incluso cuenta con un
rastrillo al interior del paso como en Buitrago.
EnriquE Daza ParDo
con ladrillos. Actualmente el aparejo está parcialmente
oculto, ya que al este tiene adosada una vivienda, al
norte está parcialmente cubierto por la ladera del cerro y
en su fachada sur presenta restos de un revoco con falso
despiece de ladrillo dibujado en colores rojo, amarillo y
blanco (Fig. 13.1 y 13.2).
La Torre de San Andrés de Sepúlveda
como síntesis constructiva de un
proceso
Esta torre, localizada en el extremo occidental del casco
urbano de Sepúlveda, a pocos metros al norte de la Puerta de Duruelo (Fig. 12) es el edificio de mayor tamaño
y más completo de cuantos integran este conjunto a día
de hoy. La Torre de San Andrés, además de emplear
la mampostería encintada cajeada de modo principal,
conserva sistemas constructivos complejos, por lo que
merece una aproximación pormenorizada. Es un edificio conocido de antiguo, considerado como la antigua
torre campanario de la parroquia de San Andrés, que
desaparece de la historia de la villa a principios del siglo
XVIII, momento en el que pasa a convertirse en vivienda, función que ha desempeñado hasta hace poco tiempo
(Martín, Tardío y Zamora 1990: 83)8.
Se trata de una construcción de planta cuadrangular,
con unas dimensiones exteriores de aproximadamente 7
x 7 m, y 13 de altura, construido por completo con mampostería encintada cajeada con esquinales realizados
Durante los meses de septiembre y octubre de 2016 se han efectuado
trabajos de excavación arqueológica y lectura de paramentos en la torre
realizados por la empresa de arqueología GROMA y asesorados por el Dr.
Alonso Zamora. La noticia preliminar de estos trabajos puede ser seguida
en la web http://torredesanandres.blogspot.com.es/. Ponen de manifiesto una
fase románica, probablemente adscrita a la conversión de este edificio en
parte de una parroquia medieval, su torre campanario, a tenor de los restos de
enterramientos y los muros de cantería adosados a las fábricas preexistentes.
Figura 12. Localización de la Torre de San Andrés de Sepúlveda.
Ortofotografía aérea (PNOA-IGN 2015, http://www.ign.es/iberpix2/
visor/).
8
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
Figura 13. Torre de San Andrés de Sepúlveda: 1) Fachada sur de la
torre; 2) Fachada oeste; 3) Detalle del aparejo de la torre en la base
de la fachada sur. Fotografías del autor (2013).
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CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
En cuanto al interior, está dividido en cuatro plantas
(baja, primera, segunda y tercera), realizadas modernamente con toscos forjados de madera, salvo la segunda,
que está cubierta por una bóveda de arista por hojas realizada en ladrillo, de la que hablaremos posteriormente
de modo particular. El espacio interior en planta baja
es de proporción cuadrangular (4 x 4 m aproximadamente) y se accede por una puerta moderna abierta en
la fachada sur. Cuenta con su acceso original tapiado al
oeste, un grueso arco de medio punto en ladrillo solo
visible desde el interior, aunque muy transformado.
Destacan especialmente tres elementos en este espacio
interior. Por un lado, un nicho de planta semicircular y
desarrollo semicilíndrico localizado en la fachada este,
que está rematado con arco de medio punto de ladrillo
y bóveda de cuarto de esfera, elementos visibles solo
desde la planta superior, pues el forjado impide su contemplación desde la planta baja. Dentro de este nicho se
conservan en mal estado los restos un arco de herradura
en ladrillo (quizá asociado a algún tipo de vano o simple
decoración), muy afectado por un acceso moderno a la
casa colindante (Fig. 14). Y por otro, en el paramento
norte, se conserva un hueco perfectamente guarnecido
y aparejado con un falso dintel decorativo de ladrillos
a sardinel, que enmarca un pequeño pasillo con bóveda
de medio punto de ladrillo, que finaliza sin solución de
continuidad, pudiendo tratarse de un armario de incierta
funcionalidad. Por último, en la fachada sur se conserva
a la altura del suelo el resto de un arco de medio punto
tapiado, también realizado en ladrillo, incluido dentro
de los paramentos modificados para la incorporación de
la caja de escalera en fecha incierta.
El acceso a las plantas superiores se puede realizar
únicamente a través de una caja de escalera existente
en el interior del muro sur. Su acceso en planta baja
está desmontado, pero se trataba de un tiro realizado
en madera compuesto de dos tramos (uno adosado al
muro oeste y otro al sur) excavados en el paramento
de ladrillo a tenor de las huellas que permanecen en él.
De la primera a la cuarta planta se accede por una escalera practicada en el núcleo del muro desde la esquina
sureste hasta el paramento este, que ha afectado, entre
otros elementos, a la propia bóveda. Desconocemos si la
escalera es original, ya que la importante transformación
que ha sufrido a lo largo de su vida, con la apertura de
vanos desde la caja de escalera a las diferentes estancias
actuales han desvirtuado enormemente el tiro. A tenor
de la morfología de la pieza, nos decantamos porque se
trata de una escalera original.
Madrid/Vitoria. ISSN-L: 1695-2731. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
12
Figura 14. Interior de la Torre de San Andrés, planta baja. Vista del
nicho con arco de herradura localizado en la fachada este, interpretado
como el mihrab de un oratorio. Fotografía del autor (2013).
En la segunda planta solo se han documentado los
restos del arco y la bóveda hemisférica correspondientes
al nicho descrito en la planta baja, muy alterado por una
puerta que comunicaba con la casa contigua. La estancia
de la tercera planta, como ya hemos indicado, se encuentra
cubierta por una bóveda de ladrillo. Destacar que se ha
documentado un hueco rectangular practicado en el paramento norte, del que llama la atención que esté perfectamente imbricado en las fábricas, por lo que parece original,
pudiendo haber servido para el encastre de algún tipo de
elemento. La última planta, localizada sobre el extradós
de la bóveda, cuenta con unos muros más estrechos que el
resto del edificio (80 cm aproximadamente). Este espacio
se encuentra muy alterado, puesto que contó con un acceso
a la calle por la fachada norte, que todos sus paramentos
interiores están reconstruidos con un forro de mampostería
concertada trabada con mortero de cal, lo que contrasta
con el exterior, donde se ha conservado el aparejo original.
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
13
En cuanto a los materiales de construcción, se han
empleado ladrillos nuevos, mampuestos de caliza de
procedencia local y fuerte mortero de cal (Fig. 13.3).
En el caso de los ladrillos, estos presentan unas medidas homogéneas, siendo similares tanto en paramentos
interiores como exteriores, así como la propia bóveda,
midiendo aproximadamente 30/29 x 20/19 x 5/4 cm.
Paralelamente, los tendeles presentan un grosor aproximado de 4 cm, en una proporción 1:1 respecto al del
ladrillo, mientras que las llagas están entre 1 y 2 cm,
tanto en los paños como las esquinas. A través de las
roturas en el muro sur del edificio podemos conocer
cómo está construido. Se trata de un muro de doble
hoja de mampostería mixta relleno de mortero de cal y
trozos de piedra caliza. Cada una de las hojas del muro
aparece realizada con el aparejo de mampostería encintada cajeada. Cabe destacar que la homogeneización de
hiladas de mampostería que supone la colocación las
verdugadas de ladrillo no penetra en el núcleo del muro
para unirse con la hoja exterior.
La fachada oeste aparece casi por completo libre de revocos y enlucidos. En ella podemos ver con
claridad el aparejo, así como las huellas de diversos
elementos. En primer lugar, se conservan todos los
mechinales de andamio de su construcción, preparados
para que todas las piezas de madera utilizadas fueran
recuperables. Se cuidó su colocación a lo largo de
la construcción ya que se enmarcaron perfectamente
EnriquE Daza ParDo
con ladrillos para conformar su forma cuadrangular.
Desconocemos si una vez retirado el andamio estos
huecos fueron rellenados. También se percibe la huella
de la techumbre de una estructura a dos aguas con una
anchura mínima superior al propio edificio, localizada
a la altura de la tercera planta actual del mismo. Podría
tratarse de la huella de la nave de la antigua parroquia
de San Andrés, aunque no hay evidencias suficientes
que lo prueben.
Se desconoce cómo sería la iluminación del espacio
interior, ya que no es posible conocer si alguno de los
vanos actuales de la fachada sur supuso agrandar alguno
ya existente o no. Actualmente cuentan con sus quicios
perfectamente guarnecidos con ladrillo moderno, fruto
de la conversión del edificio en vivienda.
En cuanto a paralelos, si bien presenta similitudes
con otros edificios en materiales de construcción y en
técnicas constructivas, no se han encontrado semejanzas en cuanto a su tipología y funcionalidad. Se
han revisado tanto fortificaciones del entorno como
fuera del marco de estudio, además de otras tipologías,
como torres campanario, tanto del mudéjar toledano
(Abad 1991) como de la provincia de Segovia (Ruiz
Hernando 1988), sin encontrar parangón. En el caso
de los campanarios, por lo general, presentan una caja
de escaleras interior, mientras que en San Andrés la
escalera se ha embutido en los muros, dejando libre el
espacio central (Fig. 16).
Figura 15. Levantamientos de la Torre de San Andrés: Alzados de las fachadas sur y oeste, y sección N-S. Elaboración propia.
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
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CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
Aun siendo conscientes de su lejanía, un edificio
que presenta ciertas similitudes con San Andrés es la
torre Khalef al-Fata de la Kasbah de Susa en Túnez (Fig.
17). Se trata de una almenara o torre de señales marítimas, actualmente faro en uso, localizado en la parte superior de la ciudad, con 22 metros de altura, que cumple
una función referencial respecto al puerto, junto con el
alminar del ribāṭ de Susa, en el extremo contrario de la
ciudad (AA. VV. 2005: 200-201). Esta torre presenta
interiormente una disposición similar a la de San Andrés, al contar con un mihrab orientado en la habitación
superior del cuerpo principal de la torre; esta habitación
ha sido calificada como oratorio o “mezquitilla”. La
torre tunecina fue construida entre el 850-860, estando
adscrita al periodo aglabí, habiendo sido construida por
el maestro de obras Khalaf al-Fata (Lézine 1966; Pavón
1999: 293-296).
14
Solo podemos afirmar que, a pesar de las transformaciones posteriores y las adiciones contemporáneas,
la torre de San Andrés manifiesta una única fase constructiva original. El espacio interior de la torre está configurado de modo centralizado, cubierto por la bóveda
de arista y presidido por un nicho destacado. Presenta
ciertas similitudes formales con espacios áulicos andalusíes de los siglos X y XI tipo qubba, reservados para
oratorios o mausoleos. El nicho de la planta baja (Fig.
14) podría ser interpretado como un mihrab, que presenta unas proporciones similares a otros conocidos, como
el de Almonaster en Huelva (Jiménez 1975), el ribāṭ de
Susa o el de la mezquita de las Tres Puertas de Qayrawán, ambos en Túnez (Creswell 1979; Pavón 2009 y
2010). Por otro lado, la pared en la que se localiza el
nicho está orientada ±120º sudeste (Fig. 15), como la
mezquita aljama de Madīnat al-Zahrā’, primer edificio
andalusí en respetar la orientación canónica de la qībla,
finalizada su construcción en 941 (Jiménez 1991: 194).
REFLEXIONES CONSTRUCTIVAS:
TÉCNICAS, MATERIALES Y SISTEMAS
DEL GRUPO
Figura 16. Planta y sección hipotética de la Torre de San Andrés de
Sepúlveda. Elaboración propia.
Figura 17. Torre Khalef al-Fata de la Kasbah de Susa (Túnez).
Levantamiento (Lézine 1966) y fotografía actual, desde el recinto
interior, actual museo arqueológico de Susa (www.flickr.com).
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Una vez descritos los ejemplos más señeros de este
conjunto de edificios, que pretendemos definir como un
grupo tecnológico, hemos de poner en relación los resultados, poniendo de relieve tanto las similitudes entre sí
como sus diferencias. Podemos definir un aparejo tipo,
como aquel que cuenta con todas las características definitorias: dobles verdugadas de ladrillo, tabicas verticales
separando cada mampuesto mediante la colocación de
un ladrillo a sardinel mostrando el tizón, esquinales de
ladrillo, mechinales de fábrica pautados y secuenciados
para andamios recuperables y, lo más importante, un
ladrillo nuevo de medidas estandarizadas.
En cuanto a las verdugadas dobles de ladrillo, es
uno de los elementos que más se repite, ya que solo en
algunas torres de flanqueo de la muralla de Buitrago,
que todo parece indicar que son producto de una reconstrucción posterior, y en parte de la Torre de la Campana
de Cogolludo, que es probablemente de cronología anterior. En cuanto a las tabicas verticales, de nuevo solo en
esta torre del castillo de Cogolludo hemos documentado
su ausencia casi completa. Por el contrario, los restos
localizados en la fachada norte de la iglesia de San Juan
Bautista de Talamanca del Jarama solo cuentan con
tabicas verticales, sin presentar verdugadas de ladrillo.
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
15
En cuanto a los esquinales documentados, todos están
realizados en ladrillo, salvo la ya mencionada torre
del castillo de Cogolludo, que presenta esquinales de
piedra, realizados con material acarreado de módulo
muy dispar. Por último, los mechinales para andamios, perfectamente preparados para recuperar las
agujas de madera, solo han sido documentados en
aquellos edificios con suficiente entidad como para
ser conservados, esto es, en la Torre de San Andrés
de Sepúlveda, en la iglesia de San Miguel de Ayllón
y en diferentes lugares de la muralla de Buitrago de
Lozoya (Fig. 18, 2 y 3).
Figura 18. Ejemplos de esquinales en algunos de los edificios
mencionados en el texto: 1) Torre de la Campana del castillo de
Cogolludo (2007); 2) Fachada intramuros de la Puerta de la Villa
de Buitrago (2015); 3) Fachada oeste de la Torre de San Andrés de
Sepúlveda (2013); 4) Esquina de la torre sur del Arco de la Villa de
Ayllón (2010). Fotografías del autor.
Otro elemento que debemos poner de manifiesto
es la íntima relación del aparejo encintado cajeado con
obras de tapia de tierra. Podemos ver claramente su
asociación en el castillo de Ayllón, donde Zamora ya
apuntaba esta relación, incluso si se tratara de un “chapado o forro” de unas estructuras de tapia preexistentes
(Zamora 1993: 75, 81 y 122). En cambio, en la muralla
de Buitrago, a través del uso de la fotografía histórica
podemos observar diferentes relaciones. Por un lado,
podemos ver cómo la tapia y el aparejo encintado son
utilizados a la vez, uno conformando la hoja exterior de
las torres del recinto, y la tierra apisonada macizando
el interior de la estructura, como ocurre en la torre 5
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
EnriquE Daza ParDo
(Fig. 19). Del mismo modo, en Buitrago se puede ver cómo
torres de mampostería encintada se adosan a la muralla
de tapia calicastrada original de la villa, pero no podemos
dilucidar si estas torres son un forro de torres anteriores. En
el caso de los restos del castillo de Fresno, al no encontrarse
exteriormente trasdosados, podríamos aventurar que estuvieran asociados a una estructura perdida realizada en tierra.
Figura 19. Relaciones de mampostería encintada y tapia de tierra en
Buitrago de Lozoya: 1) Desarrollo en altura de la muralla de tapia de tierra
calicastrada y reparación del adarve en la torre 1 del recinto amurallado,
todo ello amortizado posteriormente al dotar de un adarve corrido a todo
el recinto; 2) Detalle de la sección del muro de tierra obtenida durante
los trabajos de restauración de mediados de los años 80 donde se
aprecian las cuñas de cal de los cajones de tierra, así como tortas de cal
en la base de los mismos. Además, muestra la posterioridad del adarve y
de la propia torre; 3) Torre 5 de la muralla tras su colapso en los años 50
del siglo XX. Se puede observar que la torre era maciza hasta el cuerpo
de guardia, que quedó amortizado en las obras de remodelación de la
cerca en la Baja Edad Media. Tanto el cuerpo de guardia como la cara
exterior de la torre están realizados en mampostería encintada cajeada,
mientras que la torre es de tierra apisonada y forrada de mampostería
encintada. La ruina de esta torre también dejó al descubierto la primera
muralla del recinto y su remate almenado, realizada con tapia de tierra
calicastrada. Fotografías gentileza de Javier Pastor.
En cuanto a las medidas de los ladrillos, la toma de
datos métricos realizada9 en todos los edificios integrantes del grupo permite observar que todos mantienen un
sistema de medidas sin demasiadas variaciones, aunque
hay algunas desviaciones. También hay que poner de
manifiesto que no se ha documentado una producción
modular, esto es, que todos los ladrillos, con sus diferencias, presentan un mismo módulo; no hay ladrillos
9
La toma de datos efectuada consistió en medir una discreta muestra de entre
7 y 10 ladrillos de cada edificio del catálogo, ofreciéndose la medida media
simple de sus tres dimensiones (Medida 01) en la Tabla 1, así como la medida
más discordante de la muestra (Medida 02). Se acompañan otras medidas de
ladrillos obtenidas de modo similar por otros autores para otros edificios o parte
de ellos a los que no se ha tenido acceso (Medida 03). Esta aproximación no
suple en absoluto un estudio pormenorizado de base mensiocronológica que
podría corroborar o desmentir algunas de las hipótesis planteadas.
Madrid/Vitoria. ISSN-L: 1695-2731. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
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CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
producidos que supongan, por ejemplo, la mitad o el
doble de los documentados, como ocurre en las producciones de época romana.
Hay que destacar también que, a la espera de estudios más profundos, parece que se trata de ladrillos que
obedecen a un sistema de medición andalusí, muy cercanos a las formas que se pueden ver en Toledo, tanto en
época tardocalifal como taifa, además de toda la construcción posterior de tipología mudéjar. Demuestran una
cercanía significativa con el codo ma’muniyya de 47,14
cm, vinculado a un pie de 31,43 cm10.
En este sentido podemos proponer que el origen de
las cuadrillas de albañiles que construyeron estos edificios
en mampostería encintada cajeada pudo estar en Toledo.
De hecho, esta mampostería es similar al aparejo “tipo
A” definido para Toledo y asociado a los siglos X-XI
(Rojas y Villa 1999: 583-588). Se compone de cajones de
mampostería de alrededor de 30 cm de altura enmarcados
por verdugadas de ladrillo. La única diferencia estaría en
que, en la mayor parte de los casos, carecen del ladrillo a
sardinel enmarcando los mampuestos.
El edificio más paradigmático de este momento en Toledo es, sin lugar a dudas, la mezquita de Bab al-Mardum
o ermita del Cristo de la Luz. Supone un modelo arquitectónico andalusí del Toledo tardocalifal en torno al año mil
y en él se constata la utilización normalizada del ladrillo
Un resumen actualizado sobre la tradición metrológica andalusí puede
leerse en Jiménez 2015: 3-6.
10
EDIFICIO
Ayllon (Castillo)
Ayllón (Puerta del Arco)
Ayllón (San Miguel)
Buitrago (Puerta)
Buitrago (Torre 1)
Cogolludo
Fresno de Cantespino
Fuentidueña
Jadraque
Peñafora
Sepúlveda (San Andrés)
Talamanca (San Isidro)
Toledo (Mezquita Bab al-Mardum,
c. 970 ó 1000)
Toledo (Mezquita Bab al-Mardum,
inscripción)
Toledo (Mezquita de Tornerías)
MEDIDA 01
30 x 20 x 4
29 x 19 x 5
28 x 20 x 4
30 x 19 x 4
29 x 19 x 4,5
31 x 20 x 4
36 x 22 x 5,5
29 x 19 x 4,5
28 x 20 x 4
30 x 19 x 4
30 x 20 x 4,5
en la ciudad del Tajo a lo largo del siglo X. Este edificio,
a juzgar por la fecha de su epígrafe fundacional, realizado
en ladrillo, fue construido en el 999. Este hecho es matizable a juzgar por los resultados de la reciente restauración
integral, ya que se han obtenido fechas de carbono-14 de
la cimentación del edificio, proponiendo un arco de fechas
más antiguo que la fecha del epígrafe, un arco entre 690900 cal AD (Ruiz Taboada 2009: 70). Anteriormente, tanto
Pavón (2000: 155-187 y 2009) como Villanueva et alii
(2000: 1123-1130) se percataron por separado de que este
edificio contaba con dos etapas constructivas diferentes,
una inicial, en la que se configuró un oratorio de formas
sencillas y de planta cuadrangular, y una segunda fase de
reforma y engalanamiento promovida por un mecenas que
pone su nombre en el epígrafe conservado en la fachada
oeste. En esta reforma el edificio pierde nueve sencillas
cubiertas y adquiere la cubierta de nueve bóvedas individuales tan excepcional que luce hoy día. Este hecho se
puede constatar estratigráficamente, ya que toda la segunda
fase se adosa a la primera, hecho notado por los investigadores antes citados. Además, para aquilatar la relación de
la mezquita toledana con los constructores de los edificios
con ladrillo en los confines de la frontera de al-Ándalus, se
ha documentado en las cimentaciones del edificio ciertas
hiladas de mampostería encintada que presentan ladrillos
a sardinel separando los mampuestos (Ruiz Taboada 2009:
53-71 y 2012: 176-177) (Fig. 20).
Para comprender cómo se pensaron estos edificios y
la tradición arquitectónica que hay detrás de su diseño,
MEDIDA 02
31 x 22 x 5,5
34 x 17 x 5
MEDIDA 03
30 x 25 x 4 (Zamora 1993: 75)
30 x 20 x 3-4-5 (Zamora 1993: 116)
30 x 22 x 4-5 (Zamora 1993: 113)
33 x 20 x 4-5 (Zamora 1993: 106)
36 x 16 x 5 (Zamora 1993: 107)
30 x 20-22 x 4-5 (Zamora 1993: 112)
30 x 20 x 4-5 (Zamora 1993: 109)
27 x 17 x 4 (Pavón 2000: 167)
30 x 20 x 5 (Ruiz Taboada 2009: 64; 2012: 191)
25 x 18 x 4 (Ruiz Taboada 2009: 64; 2012: 191)
30 x 20 x 4,5 (Pavón 1988: 75)
Tabla 1. Mediciones de los ladrillos de los edificios estudiados. Se incluyen las medidas propias (01 y 02) y las tomadas de otros autores (03).
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ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
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es conveniente acercarse al sistema de medidas con el
que se proyectó cada uno de ellos. Haciendo una primera aproximación metrológica a la lectura de los edificios
que integran este grupo, en el caso de la Torre de San
Andrés, podemos ver que el espacio exterior del edificio
mide aproximadamente 14 x 14 codos ma’muníes, de
47,14 cm (Hernández 1961-1962: 10; Vallvé 1976: 345).
Del mismo modo, el reciente estudio Roldán-Medina
(2015) nos ofrece un interesante módulo antropométrico
para el codo de 39,59 cm, medida con la que ha estudiado las fábricas emirales y califales de la mezquita de
Córdoba. Aplicando este módulo sobre la medida exacta
del interior de la torre (3,95 m de lado) nos da una medida de 10 x 10 codos11 (Fig. 21).
Unas medidas tan redondas nos empujaron a extender estas mediciones a otros
edificios estudiados, como la iglesia de San Miguel de Ayllón, la Puerta de Alfonso
VIII en Fuentidueña o la Puerta de la Villa de Buitrago. Esta última plantea, en
una primera medida, unos resultados muy significativos, como son 20 codos de
anchura para la fachada intramuros (8,2 m). Todas las medidas obtenidas en los
edificios anteriores, a la espera de poder realizar un estudio metrológico completo
y exhaustivo, son los suficientemente prometedoras para que en el futuro puedan
ser consideradas como un indicio sobre la filiación y cronología de estos edificios.
11
EnriquE Daza ParDo
Figura 20. Vista exterior de la fachada norte de la mezquita de Bab alMardum o ermita del Cristo de la Luz de Toledo (Fotografía: Wikimedia
commons). A la derecha, detalle de la cimentación del muro este de
la mezquita durante los trabajos de excavación arqueológica donde
se pueden ver algunos ladrillos a sardinel enmarcando mampuestos
(Fotografía: Ruiz Taboada 2009: 64).
En cuanto a sistemas constructivos complejos se
refiere, solo podremos acercarnos a la valoración de dos
ejemplos, cuyo estudio podría proporcionar elementos de
comparación y establecer una propuesta de adscripción cronológica. Por un lado, estaría la bóveda de arista por hojas
en ladrillo de San Andrés (Fig. 22.1) y por otro el ejemplo
Figura 21. Plantas comparadas de diversos edificios tratados en el texto, señalando en gris sus fases altomedievales y en punteado gris las hipótesis
de reconstrucción: 1) iglesia de San Miguel de Ayllón; 2) Torre de San Andrés de Sepúlveda; 3) Puerta de la Villa / Torre del Reloj de Buitrago
de Lozoya; 4) Arco de la Villa de Ayllón; 5) Puerta de Alfonso VIII en Fuentidueña. A modo comparativo, se incluye una planta esquemática de la
mezquita de Bab al-Mardum (6). Elaboración propia.
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
Madrid/Vitoria. ISSN-L: 1695-2731. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
Figura 22. Bóvedas de la zona de estudio: 1) Bóveda de arista
construida por hojas de geometría vaída de la Torre de San Andrés
(2015); 2) Cúpula de ladrillo de la Torre de la Campana del castillo de
Cogolludo (2007). Fotografías del autor.
de la Torre de la Campana del castillo de Cogolludo. Esta
última se trata de una cúpula de ladrillo realizada por hiladas horizontales con ladrillo macizo nuevo de medida homogénea que constituye el remate del desarrollo cilíndrico
del interior de la torre, mientras que el exterior de la misma
es cuadrangular (Fig. 22.2). Inicialmente se planteó que el
remate en cúpula se debía a la escasa pericia del constructor
(Daza, López-Muñiz y Vela 2013: 633-639), pero posteriormente se ha propuesto que se trate de la cámara superior de
un campanario a la que se accedía a través de una escalera
de caracol, de ahí la planta circular (Daza 2018: 280).
En cambio, la bóveda de arista por hojas en ladrillo
de San Andrés (Fig. 22.1), es muy singular. Aunque es
un modelo muy utilizado en la arquitectura toledana,
no es común en la provincia de Segovia. Además de en
Sepúlveda, solo ha sido documentado en la iglesia parroquial de Santa María del Castillo de Maderuelo formando parte de dos capillas laterales contiguas, ambas
de planta cuadrada, cuya adscripción cronología se ha
fijado en la Baja Edad Media (Ruiz Hernando 1988: 9798)12. En cambio, se trata de una tipología bastante utilizada desde la arquitectura bizantina hasta la arquitectura
medieval de la ciudad de Toledo y su entorno, habiendo
trascendido incluso a la arquitectura tradicional en Extremadura (Sánchez Leal 2000: 995-1003).
Este edificio, con un origen románico, presenta una serie de elementos de
clara influencia toledana, donde, además de las citadas bóvedas, cuenta con una
solución decorativa al lado norte del tramo recto presbiterial de la cabecera. Se
trata de una composición de tres arcos de herradura de ladrillo sobre mampostería mixta, que utiliza material constructivo acarreado, y que quiere emular,
quizá, la fachada de la mezquita de Bab al-Mardum, en Toledo, presentando
una similitud muy significativa con las galerías del claustro mudéjar de la iglesia de San Andrés de Toledo (Delgado 1987b: 121-160). A pesar de que emule
este edificio, creemos que se debe a las reformas realizadas en el edificio en la
Baja Edad Media, a juzgar por el tamaño de los cajones de mampostería a los
que se asocia. Este edificio ha sido interpretado, por esta solución constructiva,
como una mezquita edificada en el siglo IX, hipótesis aventurada que no está
contrastada (García Izquierdo 2015: 354-357; Lorenzo 2014: 255-258).
12
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18
En el primer caso, se puede documentar con asiduidad en edificios bizantinos de los siglos VI y VII
(Mango 1989: 8-10; Krautheimer 2005: 261-268). Se
conocen ejemplos de esta bóveda en muchos edificios
paradigmáticos, por ejemplo, en la ciudad de Estambul, la antigua Constantinopla. Se pueden ver tanto
empleadas en la cubrición de zonas de paso como recurso rápido no lujoso, o como base constructiva para
que luego se decore con fresco o mosaico. Destacan los
ejemplos del nártex de la basílica de Santa Sofía, donde
se combinan bóvedas de arista por hojas y esféricas, así
como las bóvedas de la cisterna de Yerebatán, ambos
ejemplos datados en época de Justiniano. De hecho,
Krautheimer (2005: 267) considera que este tipo de bóvedas ligeras, realizadas con o sin cimbra, suponen una
novedad que surge en este momento como sustituto barato y sencillo de las bóvedas hormigonadas, siendo el
soporte de múltiples decoraciones. En el caso toledano,
podemos encontrar este recurso en las ocho bóvedas
perimetrales de la mezquita de Tornerías, antigua mezquita de los moros, cuya construcción ha sido fechada
en la segunda mitad del siglo XI, pero se mantuvo en
uso como mezquita de mudéjares hasta 1502 (Passini
2004: 150). También encontramos este tipo de bóvedas en la planta baja del palacio de Galiana, almunia
construida al este del puente de Alcántara, cuyo origen
está atribuido a la iniciativa de Al-Mamún (siglo XI),
si bien las estructura conservadas son de construcción
posterior. En este sentido, Pavón (1988: 95-96 y 102104), siguiendo a Torres Balbás, prefiere retrasar su
cronología a principios del siglo XIII. Existen otros
ejemplos en el propio territorio toledano, donde esta
bóveda de ladrillo ha sido utilizada para cubrir aljibes
en algunas fortificaciones adscritas a los siglos X y XI,
el aljibe menor del castillo de Calatalifa, en Villaviciosa de Odón (Pérez Vicente 1990: 141-144). Otros
ejemplos, ya más modernos, los encontramos cubriendo las estancias de una de las grandes albarranas del
castillo de Montalbán (San Martín de Montalbán, Toledo), cuya cronología propuesta en de los siglos XIIXIII, donde se combinan con otros tipos de bóvedas
similares, como de arista y esquifadas. En Guadalajara
hay también ejemplos significativos, como la bóveda
del cuerpo de campanas de la torre de la iglesia de
Santa María de la Fuente (Trallero 2017: 43), o la del
torreón de Alvar Fáñez (Pavón 1984: 31-32).
Otro ejemplo, de dudosa adscripción cronológica,
es el resto de bóveda de ladrillo que perdura en el único
paramento de entidad que resta en pie de la basílica del
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
19
conjunto arqueológico de Carranque (Toledo), asociada a un complejo rústico tipo villae, datado a finales
del siglo IV o principios del siglo V (Fernández-Galiano et alii 2001; García-Entero et alii 2014: 477-486).
Este ejemplo, similar al documentado en Sepúlveda,
ha suscitado ciertas controversias cronológicas, ya que
Utrero (2006: 117 y 531-532) rechaza su cronología
tardoantigua y propone que sería de cronología plenomedieval, al haber documentado sus excavadores
que el edificio amortizó en su construcción estructuras
datadas en el siglo IV, por lo que la basílica sería de un
momento posterior. De la misma manera, la investigadora manifiesta que el tipo de bóveda que presenta el
edificio es un recurso muy utilizado en la construcción
toledana de torno al siglo XII, por lo que no sería original, sino producto de la readaptación medieval del
edificio como lugar de culto. A nuestro juicio, la modulación de los ladrillos que componen el paramento y
la bóveda de Carranque es bastante homogénea, lo que
sumado a la conexión estratigráfica que manifiestan,
hace que nos decantemos por proponer que se trate de
una construcción coetánea.
INTERPRETACIÓN Y PROPUESTA
CRONOLÓGICA PARA ESTE GRUPO
TECNOLÓGICO
Una vez descritos los diversos ejemplos y contextualizados los diferentes materiales, técnicas y sistemas constructivos, tras la reflexión realizada, creemos estar en
posición de asegurar que todos estos edificios se realizan
en un momento concreto, un espacio de tiempo no muy
dilatado y por unas mismas manos. Creemos que estos
edificios podrían datarse a finales del siglo X, construidos tras la toma de Sepúlveda por Almanzor en el 984,
en el contexto de las múltiples campañas que realiza en
ese momento sobre este sector de los extrema durii. En
este sentido, los postulados de Zamora para esta mampostería (Martín, Tardío y Zamora 1990; Zamora 1993,
1998, 2008 y 2011; Zamora y Vela 2005) podrían confirmarse, así como las propuestas concretas para la Torre
de San Andrés (Conte y Fernández 1993). Pero habría
que razonar la presencia de estos edificios, e intentar dilucidar a qué iniciativa obedecen y si, como decíamos en
la introducción, pueden ser la manifestación material de
una colonización andalusí en toda regla, donde se construyeron tanto fortificaciones como otros edificios de corte no defensivo (ya sea religioso o habitacional). La Torre
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
EnriquE Daza ParDo
de San Andrés, a la luz de su singularidad, puede ser
interpretada como un edificio religioso construido por
albañiles acostumbrados a la obra fortificada. Quizá se
trate de un oratorio relacionado con el ejercicio del ribāṭ
o con una almenara, construido tras la toma de Almanzor de 984. Del mismo modo, los restos de la iglesia de
San Miguel de Ayllón podrían estar en relación con un
edificio de culto, descartando sus funciones defensivas.
Recordemos que las zonas de frontera habían sido testimonio de la presencia de murābiṭūn que colaboraban
en las tareas de defender los territorios del islam, y que
plazas como Gormaz, Talavera o Madrid fueron lugares
a los que se retiraron musulmanes devotos a hacer ribāṭ,
y llegado el caso, a emprender el ŷihād (Echevarría
2003: 73; Marín 1993: 129 y 2004: 199).
El proceso histórico en el que se enmarcaría esta
colonización que proponemos está íntimamente relacionado con el avance castellano hacia el Sistema Central
a mediados del siglo X, y la inicial consolidación de
Sepúlveda como puntal logístico en torno a 940. Este
hecho causó una reacción en el Estado andalusí, cristalizando mediante la intensificación de las expediciones
durante el gobierno de Almanzor. Debido a la cada vez
más preocupante presencia castellana al sur del Duero,
puso su punto de mira en esta zona como objetivo de
sus primeras expediciones veraniegas. A partir de este
momento se sucedió un incesante trasiego de tropas por
la zona durante los últimos años del siglo X que tuvieron
por objeto las tierras inmediatas al norte del Sistema
Central, ya como objetivo final o intermedio de las
expediciones. Las primeras aceifas de Almanzor se realizaron conjuntamente con su suegro Gālib, el general
de origen eslavo que gobernó la Marca Media en delegación de Al-Ḥakam II y, tras la muerte de este en el 976,
del joven califa Hishâm II. De estas primeras campañas
destaca la realizada conjuntamente por los dos generales
contra Sepúlveda en 979 (séptima campaña), en la que
no se consiguió conquistar la plaza, aunque toda la tierra
circundante fue arrasada (Dikr 1983: 197; Castellanos
2002: 190). A lo largo de la década de los 80, una vez
finalizado el enfrentamiento con Gālib que culmina con
la muerte de este, las tropas califales vuelven a moverse
con naturalidad por todo el norte peninsular, asaltando
León, Santiago y Salamanca, entre otras plazas. Respecto a nuestra zona de estudio, en el 983 Almanzor eligió
la zona de Sacramenia como objetivo de su vigésima
campaña, en la que ajustició a todos los hombres y
llevó consigo como esclavos al resto de la población
(Martínez Díez 2005: 507). Y en el 984, en su vigésimo
Madrid/Vitoria. ISSN-L: 1695-2731. https://doi.org/10.3989/arq.arqt.2018.021
CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
20
Figura 23. Mapa de las campañas de Almanzor en las últimas décadas del siglo X en torno a Sepúlveda y el valle del río Duratón. Estas campañas
supusieron no solo la ocupación militar y la consolidación de la frontera, sino también una colonización de la margen sur del Duero a tenor de la
hipótesis propuesta tras el estudio de los restos documentados. Se indican las fechas de asedio y conquista de diferentes plazas (Daza 2015: fig. 7).
segunda campaña, asaltó y destruyó Sepúlveda, para
lo cual “instaló los almajaneques y la combatió día y
noche hasta conquistarla por las armas. Obtuvo botín
y cautivos en número incontable y la destruyó” (Dikr
1983: 198). La conquista de Sepúlveda supuso un punto
de inflexión en su política expansiva, ya que eliminaba
la presencia más meridional de los castellanos en la
Extremadura. La consecuencia no tardó en llegar, un
año después, en el 985, el monarca Ramiro III de León
y sus condes fueron obligados a someterse a la tutela y
protección cordobesa, lo que supuso el establecimiento
de una guarnición andalusí en León, que permaneció allí
hasta el 987. Tras este episodio se sucedieron diversas
revueltas que fueron represaliadas con dureza por las
tropas amiríes, asaltando, entre otras, las plazas de Salamanca, Alba de Tormes y Condeixa. También la ciudad
de Coímbra fue atacada, pero su caso hay que singularizarlo respecto de los otros, puesto que, a diferencia de
anteriores algaradas, se tiene documentado que en ella
se llevó a cabo una repoblación con musulmanes, que se
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mantuvo hasta 1064 (Martínez Díez 2005: 514). Sepúlveda y el valle del Duratón no volverán a aparecer mencionados entre las plazas asaltadas por los cordobeses.
Durante el gobierno de Almanzor, uno de los pilares
fundamentales de su legitimación como ḥāŷib y de la
consolidación de su poder sobre el califa fue siempre
una gran labor propagandística, que enaltecía su papel
como implacable defensor de la fe. Entre las manifestaciones públicas más notorias, además de las propias
algazúas, cabe destacar la gran ampliación de la mezquita de Córdoba, realizada en el escaso lapso de tiempo,
entre 987 y 990, y otras obras pías y gestos piadosos que
le granjearon un gran apoyo popular (Echevarría 2011:
208). En este contexto de fervor religioso llegó incluso
al extremo de prohibir el ejercicio e investigación de
ciertas ciencias, o a realizar expurgos en las bibliotecas
califales, destruyendo libros considerados heréticos.
Otro punto a destacar dentro de la política legitimista de Almanzor es la teoría que plantea una probable
actividad repobladora al norte del Sistema Central en las
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077
21
zonas conquistadas, como la documentada en Coímbra.
El efecto propagandístico de estas posibles colonizaciones
no tendría límites, pues haber extendido las fronteras de
al-Ándalus también suponía un logro proselitista para
el aumento de la fe y de las tierras del Islam. De hecho,
se atribuyeron unas palabras a Almanzor en su lecho de
muerte, recogidas al inicio de este trabajo: “Cuando conquisté las tierras de los cristianos y sus fortalezas las repoblé [y avituallé] con los medios de subsistencia de cada
lugar y las sujeté con ellas hasta que resultaron favorables
completamente” (Ibn al-Kardabūs 1993: 86). En opinión
de Maíllo Salgado (1984: 165), “[…] se nos presenta, más
que como caudillo guerrero, como organizador del territorio musulmán, al promover una política de asentamientos
dentro del territorio enemigo: repoblado tierras, ciudades
y fortalezas con gentes musulmanas, y proveyéndose de
lo necesario con los recursos que le ofrecía el propio país
conquistado”. Esta actitud, también atribuida por Ibn Idarī
a ʿAbd al-Malik, hijo de Almanzor, es interpretada por
Maíllo Salgado como el indicio documental de que las reorganizaciones del territorio conquistado fueron efectivas
a través de un sistema de colonización de tipo militar “[…]
que permitía, además de poner en marcha la economía de
una determinada comarca, la autosuficiencia en caso necesario, el desarrollo de las comunicaciones y la eficacia de
los ejércitos musulmanes en caso de ataque o de contraataque, fomentando así un campesinado militarizado y paliando, por este medio, la escasez de hombres y soldados
en regiones desangradas por las luchas fronterizas” (Maíllo Salgado 1984: 166-167). Este sistema sería parecido,
según Maíllo Salgado, al de las themas bizantinas13.
Por todo ello, durante el gobierno de Almanzor,
como parte de la estrategia propagandística de su poder,
pudo potenciarse la presencia y apoyo del ribāṭ como un
modo de propiciar una colonización de tierra ocupada.
Podría ser de esperar que la sierra norte de Madrid y
Guadalajara, en los confines de al-Ándalus, o el valle
Se trata de un sistema de demarcaciones fronterizas militarizadas a partir
del establecimiento de campesinos-soldados (stratiotes) bajo el mando de
un stratego utilizada por el Imperio bizantino a partir del gobierno de los
emperadores Mauricio (582-602) y Heraclio (610-641), suponiendo una ampliación del sistema de exarcados establecidos durante la etapa justinianea.
Las themas generaron un campesinado libre que atendía su propia parcela de
tierra a la vez que defendían la frontera en tiempo de conflicto. Este sistema
tuvo una implantación progresiva a lo largo de los siglos VII a X a lo largo
de todo el Imperio, comenzando en las provincias periféricas hasta que se
instalan en la península de Anatolia. Fueron en ocasiones foco de revueltas,
ya que los strategoi acumularon un gran poder y se postularon en diferentes
ocasiones con alternativas propias a la sucesión del trono bizantino. Este sistema pudo ser adoptado por los Abbasíes desde mediados del siglo VIII para
la defensa de sus fronteras (Maíllo 1984: 166, n. 5).
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EnriquE Daza ParDo
del Duratón, un espacio más allá de los límites del califato y con un pasado eremítico atestiguado, fueran el
asentamiento de estos personajes que en su ejercicio del
ŷihād, aunaran la ascesis con la defensa de la frontera.
En el caso de San Andrés, podría ser que la torre jugara
algún tipo de papel como lugar central de referencia, o
se tratara del mausoleo de alguno de estos muŷāhidīn
anónimos, como el caso del asceta de origen toledano
Sulayman Ibn Ibrahim al-Qaysi, que se asentó en el castillo de Gormaz para defender la frontera del islam y su
tumba, años después de su muerte, fue visitada incluso
por los cristianos (Marín 2004: 194).
CONCLUSIONES
Tras la descripción y contextualización realizada se puede
afirmar que los vestigios de mampostería encintada cajeada, ya en edificios completos o en reparaciones de otros
existentes, son las evidencias materiales de una colonización andalusí al norte del Sistema Central oriental. Este
proceso obedece a la iniciativa estatal, que tanto reparó
fortificaciones cercanas a la frontera dentro de al-Ándalus,
para fortalecer los caminos y pasos al norte, como edificó
edificios nuevos, ya militares o religiosos. No se trataría de
la primera colonización efectuada de este modo: hacia 946,
con el traslado de la capital de la Frontera Media a Medinaceli, se produce otro proceso similar, si bien materialmente
es más heterogéneo (Daza 2015: 236-240).
Como se ha visto, estas nuevas construcciones demuestran una gran homogeneidad constructiva ofrecida
por la incorporación del ladrillo y de las técnicas de
albañilería que no tienen precedentes inmediatos en la
zona estudiada. Los edificios de mampostería encintada
cajeada son los únicos que se construyen utilizando ladrillo en ese momento en este espacio y están ejecutados en
un corto lapso de tiempo. Pero la presencia califal en los
territorios del Duero oriental no posibilitó la consolidación de estas técnicas, debido fundamentalmente a que se
trataba de albañiles foráneos (procedentes probablemente
de Córdoba y Toledo) que viajaron con las tropas y retornan a su origen tras la finalización de sus labores. Una
vez que este grupo de edificios se finaliza, la producción
de ladrillo se detiene durante un gran espacio de tiempo.
La incorporación del ladrillo nuevo como producto industrial estandarizado llegará con el Románico a partir de la
segunda mitad del siglo XII (Araguas 2003 y 2005; Ruiz
Hernando 1988; Valdés 1984), y no se incorporará a las
construcciones militares hasta el siglo XIII.
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CONSTRUIR CON LADRILLO EN LA PERIFERIA DE AL-ÁNDALUS HACIA EL AÑO 1000…
El origen de las cuadrillas de albañiles que construyeron estos edificios pudo estar en Toledo. Ante la necesidad estatal de realizar reformas en ciertas fortalezas y
edificar edificios destinados a las nuevas poblaciones, se
pudieron encargar estos trabajos a alarifes que habitaran
en la misma zona de implantación o en la más próxima,
a fin de que se movieran junto a las tropas para realizar
sus trabajos. Esta hipótesis estaría apoyada en el tipo de
ladrillo empleado, responde a los módulos conocidos en
el Toledo tardocalifal-taifa, donde la mezquita de Bab alMardum o del Cristo de la Luz ejerce un papel de modelo
arquitectónico (Rojas y Villa 1999: 583-588; Ruiz Taboada 2009: 55-70). La evolución constructiva del edificio
pone de manifiesto la utilización normalizada del ladrillo
en Toledo a lo largo del siglo X, por lo que puede ser el
punto de origen de los alarifes que venimos comentando.
Estas cuadrillas de constructores no solo conocían el paso
final de su ciclo productivo (su puesta en obra y aparejo)
sino que, al moverse con las tropas por la frontera lejos de
casa, implantaron todo el ciclo allá donde se requirieran
sus servicios: realizaron la captación de las arcillas y su
procesado, así como la construcción de hornos efímeros
orientados a cocer todo el material latericio. El mismo
proceso se realizaba para la obtención de las cales para el
mortero. Estas labores de creación de una industria ladrillera, aunque efímera, implicarían la intervención de un
grupo significativo de personas profesional y coordinado
para desarrollar toda la producción y posterior edificación.
En resumen, podemos decir que los aparejos encintados en nuestro marco de estudio son totalmente
homogéneos, salvo escasas excepciones que se han visto
anteriormente. Sobre este modelo hemos podido ver algunas variantes, como las documentadas en las torres de
flanqueo de Buitrago, cuyo aparejo utiliza una única verdugada en vez de dos; o también el aparejo de la Torre de
la Campana del castillo de Cogolludo, más cercano a un
aparejo atizonado que emplea ladrillo (y ocasionalmente
tejas recicladas) para homogeneizar las hiladas de material acarreado mal graduado. También se ha documentado
como variante dudosa los restos en la fachada norte de la
iglesia de San Juan Bautista de Talamanca del Jarama.
Este estudio solo se queda en una propuesta. El
estudio del ciclo productivo del ladrillo en este contexto
ha de avanzar desarrollando proyectos de investigación
entre diferentes equipos y profesionales que colaboren
para poder establecer un verdadero corpus mensiocronológico de los usos del ladrillo. También será necesario
profundizar en la contextualización estratigráfica de todos los ejemplos ya que, por el momento, no contamos
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con ninguna excavación o no se han publicado las que
si se han efectuado.
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer muy significativamente el apoyo de
diversas personas: en primer lugar, a los profesores Félix
Lasheras y a Fernando Vela, directores de mi tesis doctoral; a Alonso Zamora, por su tiempo y generosidad; a
los propietarios de la Torre de San Andrés de Sepúlveda
y a Diego Conte por la oportunidad que me brindaron
para poder acceder a los pisos superiores de la torre en
junio de 2015; a Javier Pastor, por proporcionarme las
fotografías antiguas de Buitrago de Lozoya que publicó
en su libro sobre la muralla de la villa (2008); a Amador
Valdés López, propietario del castillo de Cogolludo por
su apoyo en los estudios realizados en el inmueble; y a
Miguel Ángel G. Valero y Elena Vega, por la información y fotografías proporcionadas de su excavación en
la calle San Isidro de Talamanca del Jarama.
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ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 15, enero-diciembre 2018, e077